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Figura Nº 1 : Monumentos Nacionales de Viña del Mar. En el centro la Plaza de Viña del Mar (Plaza José Francisco Vergara asociada a la Plaza Sucre. 5.1.1 Antecedentes arqueológicos de Chile central Las primeras evidencias del poblamiento de Chile datan de hace unos 12.000 a 13.000 años y se encuentran en el territorio semiárido, en la zona central, en la zona sur y en el extremo sur de Chile. A este período de ocupación inicial del territorio, se le denomina Paleoindio y los sitios arqueológicos que lo caracterizan muestran evidencias de presencia humana asociada a megafauna pleistocénica, en contextos geológicos que datan de esa época. En el valle del Cachapoal, un grupo de cazadores paleoindios mataron y faenaron fauna pleistocénica (ciervo de los pantanos, mastodonte y caballo robusto) en una antigua playa lacustre pantanosa de la laguna de Tagua Tagua entre 11.420 años antes del presente (a.p.) y 11.000 años a.p., llevándose probablemente ciertas presas a los campamentos emplazados en zonas más secas. En el extremo sur del valle fértil central, hace 12.000 años a.p., un grupo paleoindio se instaló en Monte Verde (sitio próximo a Puerto Montt), donde el bosque subantártico frío y húmedo propició un estilo de vida singular. Su organización laboral a nivel interfamiliar de hábitos semisedentarios, permitió la caza de mastodontes y paleocamélidos. Sin embargo, sus labores habituales estuvieron dedicadas a la recolección no estacional de recursos vegetales y de moluscos de agua dulce, mientras sus artefactos fueron principalmente elaborados en madera o hueso endurecidos por acción del fuego, con ausencia de puntas líticas. A comienzos del período Arcaico (10.000 a.p. a 1.500 a.p.), el retroceso de los glaciares ha terminado, ha desaparecido la fauna pleistocénica y ha sido reemplazada por fauna moderna. De este período existen claras evidencias de la presencia de grupos humanos desplazándose por los valles centrales, por las costas y por la precordillera, cazando, pescando y recolectando tanto en el interior como en el litoral. Existen evidencias de ocupaciones arcaicas en aleros rocosos y cuevas de la Cordillera de los Andes, tales como caverna Piuquenes en la cuenca del Aconcagua o alero El Manzano en la cuenca del río Maipo, cuyos fechados de ocupación inicial van de 10.200 a.p. a 9.850 a.p. (Cornejo 2004). Por su parte, en la costa los sitios Punta Curaumilla y Laguna El Peral – C, dan cuenta de ocupaciones arcaicas desde el 8.790 + 110 a.p. hasta el 4.060 a.p. El período Alfarero Temprano en Chile Central se inicia hacia el 2.300 a.p. Sus evidencias han sido principalmente encontradas en la costa distinguiéndose al menos dos complejos culturales distintos: los grupos Bato (2.250 a.p. a 1.400 a.p.) y los grupos Llolleo (2.150 a.p. a 1.100 a.p.). Ambos evidencian economías basadas fundamentalmente en la recolección y en la caza, pero con cultígenos incipientes. Lentamente, el cultivo de calabazas, de quínoa, de maíz y de porotos va cobrando importancia dentro de su subsistencia. La dispersión de los sitios pertenecientes a este período señala una ocupación preferente de las proximidades de pequeños cursos de agua y aguadas naturales (lagunas y pantanos) (Sanhueza et al. 2003). Los grupos Bato se organizaron en pequeñas unidades familiares, enterrando directamente a sus muertos bajo los pisos de sus viviendas con un ajuar único, el ornamento labial denominado tembetá.

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Figura Nº 1 : Monumentos Nacionales de Viña del Mar. En el centro la Plaza de Viña del Mar (Plaza José Francisco

Vergara asociada a la Plaza Sucre.

5.1.1 Antecedentes arqueológicos de Chile central Las primeras evidencias del poblamiento de Chile datan de hace unos 12.000 a 13.000 años y se encuentran en el territorio semiárido, en la zona central, en la zona sur y en el extremo sur de Chile. A este período de ocupación inicial del territorio, se le denomina Paleoindio y los sitios arqueológicos que lo caracterizan muestran evidencias de presencia humana asociada a megafauna pleistocénica, en contextos geológicos que datan de esa época. En el valle del Cachapoal, un grupo de cazadores paleoindios mataron y faenaron fauna pleistocénica (ciervo de los pantanos, mastodonte y caballo robusto) en una antigua playa lacustre pantanosa de la laguna de Tagua Tagua entre 11.420 años antes del presente (a.p.) y 11.000 años a.p., llevándose probablemente ciertas presas a los campamentos emplazados en zonas más secas. En el extremo sur del valle fértil central, hace 12.000 años a.p., un grupo paleoindio se instaló en Monte Verde (sitio próximo a Puerto Montt), donde el bosque subantártico frío y húmedo propició un estilo de vida singular. Su organización laboral a nivel interfamiliar de hábitos semisedentarios, permitió la caza de mastodontes y paleocamélidos. Sin embargo, sus labores habituales estuvieron dedicadas a la recolección no estacional de recursos vegetales y de moluscos de agua dulce, mientras sus artefactos fueron principalmente elaborados en madera o hueso endurecidos por acción del fuego, con ausencia de puntas líticas. A comienzos del período Arcaico (10.000 a.p. a 1.500 a.p.), el retroceso de los glaciares ha terminado, ha desaparecido la fauna pleistocénica y ha sido reemplazada por fauna moderna. De este período existen claras evidencias de la presencia de grupos humanos desplazándose por los valles centrales, por las costas y por la precordillera, cazando, pescando y recolectando tanto en el interior como en el litoral. Existen evidencias de ocupaciones arcaicas en aleros rocosos y cuevas de la Cordillera de los Andes, tales como caverna Piuquenes en la cuenca del Aconcagua o alero El Manzano en la cuenca del río Maipo, cuyos fechados de ocupación inicial van de 10.200 a.p. a 9.850 a.p. (Cornejo 2004). Por su parte, en la costa los sitios Punta Curaumilla y Laguna El Peral – C, dan cuenta de ocupaciones arcaicas desde el 8.790 + 110 a.p. hasta el 4.060 a.p. El período Alfarero Temprano en Chile Central se inicia hacia el 2.300 a.p. Sus evidencias han sido principalmente encontradas en la costa distinguiéndose al menos dos complejos culturales distintos: los grupos Bato (2.250 a.p. a 1.400 a.p.) y los grupos Llolleo (2.150 a.p. a 1.100 a.p.). Ambos evidencian economías basadas fundamentalmente en la recolección y en la caza, pero con cultígenos incipientes. Lentamente, el cultivo de calabazas, de quínoa, de maíz y de porotos va cobrando importancia dentro de su subsistencia. La dispersión de los sitios pertenecientes a este período señala una ocupación preferente de las proximidades de pequeños cursos de agua y aguadas naturales (lagunas y pantanos) (Sanhueza et al. 2003). Los grupos Bato se organizaron en pequeñas unidades familiares, enterrando directamente a sus muertos bajo los pisos de sus viviendas con un ajuar único, el ornamento labial denominado tembetá.

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Los grupos Llolleo por su parte eran de mayor tamaño, con sitios habitacionales de mayores dimensiones. Enterraban a sus muertos bajo los pisos de sus viviendas formando en algunos casos pequeños cementerios. El ajuar funerario era mucho más variado y rico que en los grupos Bato e incluía vasijas cerámicas, adornos corporales, piedras horadadas e instrumentos de molienda. Los párvulos, por su parte, eran sepultados dentro de urnas de cerámica. El análisis bioantropológico de sus restos óseos señala la práctica de la deformación craneana intencional (Falabella y Stehberg 1989, Cornejo 2004). En los valles interiores y en la cordillera, los dos principales grupos definidos en la costa, Bato y Llolleo, también están presentes aunque manifestando ciertas peculiaridades locales, las que podrían deberse a que en los valles interiores la horticultura fue más importante como base de la subsistencia, así como a la probable presencia de otros grupos, procedentes del Norte Chico o de la vertiente oriental de Los Andes. El cementerio Chacayes por ejemplo, presenta ajuares funerarios muy particulares que evocan a objetos pertenecientes a cementerios de la cultura El Molle del Norte Chico (Cornejo 2004). El Período Intermedio Tardío se inicia hacia el año 1.100 a.p. en Chile Central y abarca las cuencas de los ríos Aconcagua, Maipo - Mapocho y Cachapoal. Los grupos humanos que pueblan estos valles, están presentes también en la costa y en la cordillera y han sido denominados Cultura Aconcagua. Los grupos Aconcagua podrían haber convivido con grupos horticultores de los valles, como se desprende del estudio del sitio El Mercurio, por ejemplo. No está aún aclarado el origen de esta población Aconcagua, pero se ha propuesto que correspondería a una población diferente que presentaría lazos con culturas del noroeste argentino y del altiplano boliviano. Por otra parte, tampoco puede descartarse que la Cultura Aconcagua provenga de los horticultores que la precedieron y que su brusca aparición de deba a un proceso de cambio muy acelerado, producto de la llegada de nuevas ideas y tecnologías que los grupos horticultores habrían aceptado y adaptado muy rápidamente (Cornejo 2004). Los grupos de la Cultura Aconcagua se organizaron en grupos que construyeron conjuntos habitacionales pequeños como es el caso de los yacimientos encontrados en la rinconada de Huechún o en la confluencia del estero El Manzano con el río Maipo. Estos pequeños grupos constituidos probablemente por familias unidas por lazos de parentesco, continuaban cazando y recolectando, pero su economía se basaba fuertemente en el cultivo de la quínoa y el maíz. Su amplia dispersión, permitió que algunos grupos Aconcagua de la costa se especializaran en la recolección de recursos marítimos mientras algunos grupos que vivían en la cordillera pudieron explotar minas de cobre. Los cementerios de la cultura Aconcagua se caracterizan por presentar grandes concentraciones de tumbas, individuales o colectivas, las que eran señalizadas mediante la construcción de túmulos de tierra cuya altura va desde los 30 cm hasta los 2 m. Los ajuares de los muertos estaban constituidos por ceramios, collares, puntas de proyectil, alisadores de cerámica, aros de cobre y otros objetos (Durán y Planella 1989, Cornejo 2004). La sociedad Aconcagua se reconocía como perteneciente a un grupo humano unido por lazos que iban más allá del parentesco, lo que se desprende de la decoración cerámica que los caracteriza, utilizando el motivo del "trinacrio" para simbolizar esta pertenencia a una instancia social común. La decoración de la alfarería permite suponer que dentro de la sociedad Aconcagua existían al menos dos amplios grupos, uno asentado en la cuenca del río Aconcagua y el otro localizado en las cuencas de los ríos Mapocho y Maipo. Si bien ambos se reconocían como pertenecientes a la

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misma cultura, por razones que aún se desconocen hicieron un esfuerzo por diferenciarse, utilizando para ello la fuerza simbólica de la forma y distribución de los dibujos geométricos aplicados en la cerámica (Cornejo 2004). Ello evoca una organización social dual, donde la sociedad se divide en dos mitades complementarias, cada una con sus propios jefes. El inicio del Período Tardío está marcado por la llegada del Imperio Inka en el año 1.470 d.C. El Inka terminó bruscamente con el apogeo de la sociedad Aconcagua, la que perdió su independencia política y sufrió notables cambios en su modo de vida. El Imperio Inka llegó a dominar los territorios hasta las riberas del río Maule, donde su avance habría sido detenido por las poblaciones que habitaban la región. La presencia del Inka en Chile Central está evidenciada por caminos empedrados, por fortificaciones en las cimas de cerros que permitían dominar extensos valles, denominadas pukarás, por santuarios de altura en las cumbres de los cerros más altos de la cordillera donde se practicaron rituales propiciatorios al Inka y su imperio. El Inka trajo consigo importantes cambios tecnológicos que incidirían sobre la economía: mejores técnicas de cultivos, nuevos cultígenos, camélidos domésticos como la llama y la alpaca que implican importantes avances. Surgen nuevas estructuras sociales y políticas, causadas por todos los cambios impuestos por el Inka y por los traslados de poblaciones desde el Norte Chico a la Zona Central y vice - versa. La cerámica local muestra motivos decorativos característicos de las poblaciones Diaguitas y del imperio Inka. Todo este proceso impuesto por el Inka, se ve bruscamente interrumpido por la llegada de los españoles, quienes imponen una cultura nueva, europea, colonial en toda América, al servicio exclusivo de la Corona Española (Cornejo 2004). 5.1.2 Antecedentes arqueológicos de la costa de Chile central Período Arcaico El Período Arcaico en la costa de la Zona Central de Chile está caracterizado por el sitio Punta Curaumilla I y II (Ramírez et al. 1991) localizado en las proximidades de Laguna Verde, comuna de Valparaíso. Con una ocupación inicial fechada en 8.790 + 110 a.p. por parte de cazadores del interior que se aproximaron a la costa para explotar recursos costeros (recolección de mariscos, pesca incipiente, caza de otáridos y de aves), se encontraron puntas pedunculadas, manos de moler de forma esferoidal y pigmento rojo. En un segundo momento de ocupación fechado en 5.180 + 80 a.p., el consumo de mariscos aumenta significativamente y el consumo de lobos marinos y de aves se ve complementado por caza de fauna menor e incluso de camélidos. Las puntas pedunculadas son reemplazadas por puntas triangulares de base convexa y el uso de pigmento rojo se ve refrendado por el hallazgo de una mano de moler con pigmento y el hallazgo de punzones de hueso. Este sitio sigue en uso hasta el fin del Período Alfarero Temprano. Por otra parte, en el sitio Laguna El Peral-C (Planella y Falabella 1987), presenta evidencias de ocupación desde hace más de 4.000 a.p., donde se encuentran evidencias de explotación de machas, almejas y ostiones, pequeños fogones y dos entierros sin ajuar funerario, asociados a ostiones. Esta ocupación se ha atribuido a grupos de recolectores temporales que ocuparon por un tiempo breve este lugar. El segundo momento de ocupación registrado en este sitio y fechado en 4.060 a.p., está caracterizado por un conchal donde existen estructuras de piedra, fogones y enterratorios con ofrendas de moluscos. Se registra la explotación de mamíferos marinos, aves, peces, batracios,

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fauna menor y camélidos, por lo que se propone que este sitio corresponde a ocupaciones más extensas y reiteradas de este lugar con una buena adaptación al ámbito lacustre – litoral. Período Alfarero Temprano En la costa, durante el Período Alfarero Temprano hay una gran variabilidad de sistemas culturales: las “Comunidades Iniciales”, el “Complejo Cultural Bato”, el “Complejo Cultural Llolleo” y las “Comunidades Compuestas” (Falabella y Stehberg 1989). Comunidades Iniciales Entre los años 200 a.C. y 100 d.C. se encuentran evidencias de pequeñas comunidades agroalfareras, posibles descendientes directas de los cazadores del Arcaico, que elaboran cerámicas muy sencillas con asas mamelonares y, que podrían contar con cultivos incipientes. Se asocian a estos sitios adornos labiales del tipo tembetá de tarugo así como pipas cerámicas de doble tubo, las que serían utilizadas particularmente en ámbitos ceremoniales. La caza y la recolección de vegetales siguen siendo sus principales actividades económicas. Los principales sitios arqueológicos que presentan evidencias de estas “Comunidades Iniciales” son los sitios ENAP-3 en Concón (Berdichewsky 1964), Arévalo 2 y Laguna El Peral-C (LEP-C1) en San Antonio (Falabella y Planella 1982, Planella y Falabella 1987). Complejo Cultural Bato Entre 250 a.C. y 800 d.C., se distingue el Complejo Cultural Bato (Sanhueza et al. 2003), con fuertes vinculaciones con los grupos del Norte Chico. Los asentamientos se ubican preferentemente en lomajes o terrazas litorales, próximos a vertientes o quebradas. El Complejo Bato se concibe como una sociedad de fuerte tradición cazadora – recolectora, más móvil y menos homogénea que Llolleo (Sanhueza et al. 2003). La importancia de la caza se evidencia en los sitios costeros por una alta frecuencia de puntas líticas asociada a la presencia de restos óseos de camélidos y de otáridos. La molienda de vegetales se efectúa entre estos grupos en morteros planos utilizando manos discoidales planas. En cuanto a la cerámica, su tecnología de producción es menos homogénea que entre los Llolleo, y no está presente en el ritual funerario, lo que indica que su rol y connotación es muy distinto al interior de esta sociedad que al interior de los grupos Llolleo. Sus restos se han encontrado especialmente en lugares como el sitio Agua Salada-1 en Papudo; en Cachagua; en los sitios Hornos-1, Los Jotes 2 y 4 y El Bato 1 y 2 en Ventanas; en Las Dunas-2 en Ritoque; en ENAP-3 en Concón; en Punta Curaumilla (Ramírez et al. 1991); en Longotoma (Ávalos y Rodríguez 1993); en Quintay (Rivas y Ocampo 1997); en Marbella (Rodríguez 1991); en Los Coiles (Rodríguez y Ávalos 1993) y en Arévalo 1, 2 y 3 en San Antonio (Falabella y Stehberg 1989). Complejo Cultural Llolleo Entre los años 300 d.C. y 800 d.C. se desarrolla el Complejo Cultural Llolleo, que coexiste con el Complejo Cultural Bato (Falabella y Planella 1979). Los grupos Llolleo ocuparon distintos sistemas ecológicos, asentándose a lo largo de redes fluviales desde el valle de Illapel hasta las cercanías del río Maule.

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Este complejo cultural se visualiza como una sociedad más homogénea, sedenteria y ligada a un modo de vida hortícola (Sanhueza et al. 2003), donde la caza no aparenta ser un elemento importante dentro de su subsistencia debido a la baja presencia de puntas de proyectil en los sitios adscritos a estos grupos. Entre los grupos costeros, la pesca y la recolección de mariscos complementan las actividades hortícolas que desarrollan en los valles y quebradas. Por otro lado, la alta importancia de los vegetales procesados entre los Llolleo es revelada por los morteros cóncavos con canal de molienda, a los que se asocian instrumentos líticos utilizados en su reactivación. La tecnología de producción de la cerámica Llolleo es más homogénea que la Bato, y se utiliza comúnmente como ofrenda en el ritual mortuorio, en especial como urna funeraria para infantes. Sus restos se han encontrado en numerosos sitios arqueológicos costeros como Llolleo (Falabella y Stehberg 1989), Tejas Verdes-3 (Falabella y Planella 1979), Laguna El Peral – C (Falabella y Planella 1982, Planella y Falabella 1987) en San Antonio; en Quebrada de Córdoba y en Algarrobo Norte. Comunidades Compuestas La coexistencia de grupos locales, Bato y Llolleo durante cierto tiempo en un mismo medio, implica la interacción entre éstos y el traspaso entre unos y otros de diversos elementos culturales. Existen evidencias concretas de comunidades donde se juntan diversas tradiciones en la cuenca de Santiago (Parque La Quintrala), en el curso medio del río Maipo (Chiñigüe) y en el valle del Cachapoal (Falabella y Stehberg 1989). Período Intermedio Tardío En el litoral de Chile Central existen numerosos conchales, producto de las actividades de los grupos pertenecientes al Complejo Cultural Aconcagua. Algunos sitios habitacionales reutilizan los mismos asentamientos que el Complejo Cultural Llolleo, sin existir aparentemente un patrón de asentamiento determinado de extensión y densidad demográfica. Se han encontrado sitios pertenecientes al Complejo Cultural Aconcagua próximos a la costa en las localidades de: Quillota, Ocoa, Rautén, Quintero (Quebrada de Petras), Ritoque, Campiche, Ventanas, Concón, Viña del Mar, Quilpué, Quintay, Algarrobo, El Tabo, Las Cruces, Playas Blancas, Cerro La Represa, Potrero la Viña, Cerro Los Paraguas, Cartajena, Llolleo, Tejas Verdes, Santo Domingo y Rayonhil (Falabella y Stehberg 1989). Los recursos para la subsistencia en los ámbitos costeros ofrecían múltiples posibilidades a los grupos Aconcagua, sin embargo en todos estos sitios existen claras evidencias de explotación de recursos complementarios del interior, y del uso de camélidos dentro de la dieta habitual. La ocupación de los sitios costeros sería semipermanente, con un incremento estacional de algunas actividades relativas a la recolección y desecación de fauna y flora marina. Asimismo se piensa que podrían haber dispuesto de terrenos irrigados aptos para el cultivo, lo que habría permitido el asentamiento más permanente de la población Aconcagua en algunos sectores litorales (Falabella y Stehberg, 1989). Los grupos Aconcagua seleccionaron lugares especialmente destinados a cementerios, como laderas y sectores de valle distintos, pero próximos a sus espacios de vivienda o de aprovechamiento agrícola. Estos cementerios se caracterizan por presentar túmulos de planta circular, elíptica u ovoidal, erigidos intencionalmente, en distinta concentración numérica. Los

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cuerpos fueron inhumados en posición extendida y en los contextos funerarios se han encontrado ofrendas líticas (puntas, pulidores, silbatos o flautas de piedra, collares hechos de cuentas de malaquita), ceramios (probablemente confeccionados exclusivamente para este fin) y de camélidos. Sin embargo, es notoria la baja densidad de cementerios de túmulos en la costa, siendo los sitios Estadio de Quillota y Rautén, los más próximos a la desembocadura del río Aconcagua (Falabella y Stehberg 1989). Período Tardío El Período Tardío en Chile Central se caracteriza por la llegada de poblaciones Inka, a contar del año 1470 d.C. Las manifestaciones del sistema administrativo incaico, se reconocen en sitios próximos al litoral, tales como Santa Augusta de Quintay (Ocampo y Rivas 1997), Campiche (Falabella y Stehberg 1989), Rautén y Cerro Mauco (Stehberg 1975). 5.1.3 Antecedentes específicos en el área costera de Viña del Mar - Reñaca Para la costa de Viña del Mar, el Catastro de Sitios Arqueológicos en Cuencas Priorizadas elaborado por el Ministerio de Obras Públicas (1994) refiere la presencia de tres sitios arqueológicos correspondientes a conchales y un área habitacional aislada asignados al períodos alfarero temprano y tardío (sitios Reñaca, Antena 1 y Escuela de Comunicaciones 1) (Silva 1964, Salas 1955), los cuales se sitúan en el área entre el estero Reñaca y la Playa Las Salinas. Asimismo en los archivos del Consejo de Monumentos Nacionales se reporta el sitio Torquemada 1, ubicado en el sector de Reñaca Alto el cual fue sujeto a medidas de mitigación en el marco del proyecto Oleducto Sonacol Concón-Maipú (Westfall 1998, Prieto 1999). Una referencia adicional corresponde al hallazgo en el sector de Reñaca Alto de restos de una ballena fósil que fuera reportado por Hermosilla (1987).