View
212
Download
0
Embed Size (px)
DESCRIPTION
Editorial Radio Progreso ERIC-SJ
Citation preview
Autoritarismo a la vista
El último viernes de enero, el general responsable de montar el operativo que secuestró y
expulsó del país al exmandatario Zelaya Rosales fue nombrado Jefe del Estado Mayor
Conjunto de las Fuerzas Armadas, en el marco de un despliegue publicitario como no ocurría
en más de una década con el nombramiento del más alto jefe militar hondureño.
¿Qué cosas han cambiado en el país para que este nombramiento adquiera la auténtica
categoría de lo que en el período anterior a la década de los noventa era el incuestionable y
endiosado cargo de Jefe de las Fuerzas Armadas? Muy sencillo y preciso: terminó la tregua de
dos décadas de bajo perfil para los militares hondureños. Tras el golpe de Estado en
Honduras y bajo las nuevas coordenadas políticas del Departamento de Estado y del
Pentágono, los militares estarían pasando a significar un actor decisivo en la implementación
de las “democracias autoritarias” como estrategia política y militar del imperio para América
Latina.
Honduras sigue siendo un laboratorio para experimentar esta propuesta que con mucha
precisión se estaría poniendo en marcha bajo la voluntad del imperio para sofocar la
inseguridad, la violencia delincuencial, el narcotráfico, las pandillas juveniles, la inestabilidad
política y la conflictividad social por tantas demandas populares acumuladas e irresueltas, y
sobre todo ante el fracaso de las democracias tuteladas que, como la hondureña, se pusieron
en marcha tres décadas atrás.
El golpe de Estado apenas vino a empujar ese proceso, y el argumento de mayor peso para
esta irrupción de los militares es el descalabro en el cual los políticos han dejado al Estado
hondureño así como el ambiente de ingobernabilidad que se respira en casi todo el territorio
nacional. Recuperar soberanía interna del Estado devolviéndole un poder que en las
condiciones actuales ha perdido a nivel territorial, sería entonces la razón de peso para el
reavivamiento del protagonismo de los militares en la escena nacional.
Hemos de recordar que los militares vienen de un período de dos décadas de bajo perfil,
alentado por los profetas neoliberales para quienes el Estado debía reducirse para elevar el
liderazgo del empresariado con el impulso y endiosamiento del mercado. Creció así la
economía para unas cuantas familias, pero a costa de la exclusión social, y los políticos se
abalanzaron para despilfarrar los bienes del Estado. Hubo muchas elecciones, pero con una
democracia que en lugar de responder a las demandas sociales fue acumulando conflictos
hasta caer en la actual inestabilidad social y política.
La irrupción de los militares como un factor de disuasión frente a la creciente conflictividad e
inestabilidad social y política, perfila un escenario con regímenes políticos con una fuerte
dosis de autoritarismo, represión y control, lo que significaría el colapso de la democracia
que se impulsó tres décadas atrás. Los autoritarismos nunca resuelven los conflictos, sólo los
aplacan, los postergan y acumulan.
Por ello, más que respuestas de fuerza, lo que nuestro país necesita es la apuesta por un
pacto social a partir de consensos mínimos en empleo, educación, salud, tierra, vivienda y
recursos naturales. Y los militares no pueden ni deben formar parte jamás, ni primaria ni
secundariamente, de consenso mínimo alguno desde donde impulsar la refundación
institucional humana, ética, política, jurídica y cultural de nuestra Honduras.
Nuestra Palabra | 09 febrero 2011