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Tu Reino Edición Especial Mayo 1999 La Biblia: ¿e1 libro prohibido? David Estrada

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Tu Reino

Edición Especial Mayo 1999

La Biblia:¿e1 libro prohibido?

David Estrada

PRESENTACIÓN

El contenido de esta edición especialcorresponde a una conferencia pronunciada enmayo de 1996 por el Dr. David Estrada.* Paramás adelante queda ampliar el tema y colocarlas notas bibliográficas de los datos arqueológi-cos. Tal como está, sin embargo, creemos queserá de eficaz ayuda para que el creyente puedaconfirmar y dar razón de su esperanza respectoa la Escritura. También el no creyente en laBiblia será convocado con toda seriedad a darrazón de sus creencias.

*El autor es profesor de la Universidad de Bar-celona. Está licenciado en Teología por el West-minster Theological Seminary (Philadelphia).

TU REINO

DIRECCIÓN:

Emilio Monjo

Apartado 5.145

41080 SEVILLA

EDITA:

Iglesia Presiteriana Refor-mada

REDACCIÓN:

c/Huesca, 13

41006 SEVILLA

DEPÓSITO LEGAL:

SE-1645-92

La Biblia: ¿el libro prohibido?

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La Biblia: ¿el libro prohibido?

La Biblia ha sido caracterizada demuy diversos modos. Muy especial-mente: como revelación de Dios al hom-bre; como libro religioso de los cristianos(y en su primera parte, por lo que seconoce como Antiguo Testamento, tam-bién libro religioso de los judíos); como ellibro más influyente en la vida y culturade occidente; como el libro más leído enel mundo, el más traducido y citado y delque se han impreso el mayor número deejemplares—de hecho fue el primer libroimpreso en letras de molde, en la cono-cida edición de Gutenberg, del año1456—. Resulta curioso, extraño y des-concertante a la vez, que este libro, fun-damento de la fe cristiana y principio deinspiración ética, social y cultural de occi-dente, en el curso de la historia y en elámbito geográfico de su lugar de influen-cia, se haya visto sometido a severas cen-suras y prohibiciones. Estas prohibicionesy censuras han sido de dos tipos: por unlado han sido directas—bajo las cuales secontemplaban sentencias de privación delibertad e incluso de muerte—y, por otrolado, han sido prohibiciones indirectas,en las que bajo pretexto de libertad depensamiento y madurez cultural, se hapretendido apartar la Biblia del campo dela lectura del hombre de hoy. Veamos,brevemente, estos dos tipos de prohibi-ción.

Prohibición directa. A partir delsiglo XVI, la Iglesia Católica—en teoríadepositaria de la revelación bíblica—, enun intento de frenar el desarrollo y pro-greso de la reforma protestante, prohibela impresión y distribución de la Biblia enversiones vernáculas. Por aquel entonceslos reformados españoles ya habían hechoespléndidas traducciones de la Biblia alcastellano. Juan de Valdés había puesto

en preciso y hermoso castellano el librode los Salmos, la Epístola de San Pablo alos Romanos y la primera carta a losCorintios. En 1543, en Wittenberg, Fran-cisco de Enzinas tradujo el Nuevo Testa-mento. Juan Pérez de Pineda, rector quehabía sido del Colegio de la Doctrina Cris-tiana de Sevilla, tradujo también el NuevoTestamento y los Salmos—según Menén-dez y Pelayo: la mejor traducción queexiste en lengua castellana—. En 1569 sepublicó la versión completa de la Bibliarealizada por Casadero de Reina—traduc-ción que aparecería revisada por Ciprianode Valera en 1602—.

Estas traducciones de la Biblia se con-virtieron en el blanco de las prohibicionescatólicas y en motivo de las iras pirómanasde la Inquisición. Tampoco se libró de laquema la traducción de la Biblia Vulgata alvalenciano lemosín dirigida por BonifacioFerrar—religioso cartujo y hermano delmilagrero santo—de 1478, y que fue des-truida por la Inquisición en 1498. Deléxito de esta política represiva de la páginaimpresa dan fe las numerosas hoguerasencendidas en Sevilla, Valladolid y otrasciudades, en las que se quemaron grancantidad de Biblias y libros reformados.Durante casi tres siglos España vivió entotal ignorancia de las Escrituras. La Bibliallegó a ser un libro desconocido. Cuando amediados del siglo pasado Jorge Borrow,bajo el patrocinio de la Sociedad BíblicaBritánica y Extranjera, llega a España paradistribuir la Biblia, al ofrecer las SagradasEscrituras al librero más importante deSevilla, éste le espetó: “Señor, este librono se conoce por estas tierras; no se vende-ría”. Las andanzas de Borrow por tierras ycárceles españolas se recogieron en sucélebre libro La Biblia en España, tradu-cido al castellano por don Manuel Azañaelque fuera primer ministro socialista—¿Extraña paradoja! España, que en su Uni-

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versidad de Alcalá—cuna de la Políglota—,tuvo el centro europeo más importante deestudios bíblicos, terminaría prohibiendola lectura de la Biblia.

¿Qué fue lo que motivó dicha prohi-bición? Evidente-mente: una cuestión deautoridad. En contra de la tesis re-for-mada de la autoridad última de la Biblia, yde que las propias Escrituras establecenpor ellas mismas las pautas correctas deinterpretación, la iglesia Católica se atri-buía el exclusivo magisterio interpretativode la Biblia. Y así, en las disposiciones de laIV Sesión del Concilio de Trento sedeclara que “a la Santa Madre Iglesia atañejuzgar del verdadero sentido e interpreta-ción de las Escrituras Santas”. En contrade las propias palabras de Jesús a favor delestudio de las Escrituras (Jn. 5:39), y de laamonestación paulina de profundizar enlas Sagradas Escrituras como fuente desabiduría salvífica y de perfección de vida(2 Ti. 3:15-17), Roma, por encima de laautoridad bíblica, colocaba la autoridad deun magisterio eclesial infalible. En tiemposrecientes, la actitud de la jerarquía católicasobre la lectura de la Biblia se ha “prote-santizado”, y así, por ejemplo, en elSegundo Concilio Vaticano, se insta a loscatólicos para que lean y estudien la Biblia.Es incluso frecuente la formación de comi-siones católico-protestantes para llevar atérmino versiones interconfesionales de laBiblia.

Prohibición indirecta. Esta forma deprohibición es mucho más alambicada ysutil que la anterior. Se funda en el des-prestigio y el descrédito. Apela a la“madurez” racional y cultural del hombrecontemporáneo y a los amplios y profun-dos descubrimientos de la ciencia. Seafirma que la lectura y aceptación de laBiblia, como libro de infalible autoridaddivina, repugna a la madurez de un indivi-duo que ha superado ya los estadios oscu-

ros de una cultura mítica. En estapretendida madurez del hombre de hoyse esconde uno de los sofismas más enga-ñosos de nuestro tiempo. En su agudí-simo libro The Screwtape Letters, C.S.Lewis mantiene que el hombre de hoy yano actúa bajo influencia de la argumenta-ción racional, sino que se mueve al com-pás de la jerigonza de moda. Ya no escuestión de perder tiempo intentandoprobar que el materialismo es verda-dero—argumenta Screwtape, el diabloviejo—, sino de que se acepte que elmaterialismo es “lo valiente, lo que tienepeso y fuerza y que constituye la filosofíadel futuro”. Se trata de hacer creer alhombre de hoy que lo que él sabe yconoce se fundamenta en la moderna“investigación”, y de que como “hombremaduro” está ya plenamente inmerso en“la vida real”pero que, sobre todo, no pre-gunte qué es lo que se entiende por “vidareal”—.1 Bajo la creencia, pues, de queparticipa de una cultura desarrollada ycientífica, el hombre de hoy se pliega a la“dignidad del saber moderno” y hacesuyo el dictamen negativo de la modernainvestigación sobre la Biblia.

La “moderna investigación” establecelas bases sobre las cuales los contenidos dela Biblia deben ser cuestiona-dos y recha-zados. La “moderna investigación” diluyelo divino en humano y lo religioso en unamera experiencia precientífica de la reali-dad. El dixit de la ciencia y los “resultadosde la moderna investigación” se revistende una infalibilidad incuestionable. Desdeuna prepotencia inapelable, “la ciencia ylos resultados de la moderna investigación”dejan en el aire las reivindicaciones bíblicasy el sobrenaturalismo cristiano. Lejos deser un “libro divino”, la Biblia se convierte

1.C.S. Lewis, The Screwtape Letters, Macmillan, New York, 1956, p. 11-14.

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en un documento humano, falible y pla-gado de errores. La doctrina bíblica de lacreación es sustituida por la teoría de laevolución—que deja de ser teoría paraimponerse como axioma—. Los relatos yacontecimientos sobrenaturales del textobíblico son interpreta-dos en clave positi-vista y naturalista. Incluso la resurrecciónde Jesús es explicada como un fenómenopsicológico de victoria sobre la muerte ori-ginado en la conciencia y vivencia religiosade la iglesia primitiva. El filósofo Karl Jas-pers no comparte esta actitud de la cienciahacia la fe revelada, y de un modo claro loexpresa en estos términos: “...la acepta-ción del conocimiento científico no es, enmodo alguno, la muerte de la fe revelada,ya que ésta no es alcanzable por el conoci-miento científico, por el que no es ni tansiquiera tocada”.2

En esta campaña contra la autoridadde la Biblia se halaga al individuo por novivir ya en un pasado obscurantista, y coneso de que participa de una edad de lucesy conoce los “resultados de la modernainvestigación”, ante la mera formulaciónde interrogantes sobre la Biblia, su auto-mática reacción es de incredulidad yrechazo. Más que convencer con argumen-tos, la moderna crítica busca confundircon interrogantes. De lo que se trata real-mente es de crear estados permanentes deduda. No ejerce aquí la duda una funciónmetódica para llegar a la verdad—tal comopretendía Descartes—, sino que, lejos deser un medio, constituye un fin en símisma. Lo que se persigue con la polva-reda de interrogantes es el logro de estadospermanentes de duda. Lo que se defiendees la duda—no para llegar al conocimiento,sino para conseguir un estado anímico de

duda permanente—. Podríamos inclusohablar de una apologética de la duda.

Satanás, el padre de toda mentira yfalsedad, fue el iniciador de la apologéticade la duda con aquella su pregunta a Adány Eva: “¿Conque Dios os ha dicho: Nocomáis de todo árbol del huerto?” (Gn.3:1). Recientemente las revistas Time yNewsweek—las de mayor tirada mun-dial—, nos han ofrecido un claro y popularejemplo de apologética de la duda. En laportada de su número de Navidad, larevista Time preguntaba: “¿Es la Biblia rea-lidad o ficción?”.3 En las páginas interioresse preguntaba: “¿Son verdaderas las histo-rias de la Biblia? ¿Fue Abraham un mito?¿Ocurrió el Éxodo? ¿Existió Moisés? ¿Con-quistó Josué la ciudad de Jericó?”. En sunúmero de Semana Santa, el artículo defondo de Time se centra en la historicidadde Jesús y pregunta: “¿La verdad del evan-gelio?”.4 En dicho escrito se recogen losresultados de un reciente seminario sobrelos evangelios, en el que se declaraba que“muy poco del Nuevo Testamento es fia-ble”. Con lo cual, preguntaban los autoresdel reportaje, “¿qué es lo que pueden creerlos cristianos?”.

Con el logro de estados de duda seconsigue paralizar la capacidad pensantedel individuo: se le convence de quedetrás de la densa polvareda de interro-gantes que se han levantado sobre laBiblia, cualquier intento de encontrar laverdad resulta vano. Por otro lado, en unasociedad superficial e intelectualmenteperezosa como la nuestra, los estados deduda justifican la marginación de lo espi-ritual y trascendente en la vida, y propi-

2.Karl Jaspers, La fe filosófica ante la Revelación, Editorial Gredos, Madrid, 1968, p. 93.

3.Is the Bible fact or fiction?, December 18, 1995.4.The Search for Jesus, April 8, 1996.

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cian la cómoda instalación del individuoen el hedonismo e inmediatez de la exis-tencia moderna. En tanto, pues, que loscontenidos de la Biblia se enmarcan endensas y negras nubes de interrogantes, laBiblia es un libro desacredita-do, un libroprohibido. En esta negra nube de interro-gantes sobre la Biblia se encuentran nom-bres de pueblos, ciudades y reyes de loscuales, se dice, no hay referencia algunaen los documentos históricos griegos yromanos; de ahí, pues, el escepticismosobre la veracidad de los datos y narrati-vos bíblicos. Pero también en este tema,como en muchos otros que tienen que vercon la Biblia, la mente humana se hamovido en el error: las excavacionesrecientes demuestran, una vez más, quela Palabra de Dios es verdad—o, comodice Werner Keller, en su célebre libro,

que “la Biblia tenía razón”—.5

Veamos algunos ejemplos de hallaz-gos arqueológicos que ponen de mani-fiesto que los “descubrimientos de laciencia”, lejos de negar la autenticidadbíblica, de hecho la confirman. SegúnGénesis 11:31, Ur de los caldeos fue ellugar de procedencia del patriarca Abra-ham. El hallazgo de las ruinas de esta anti-gua ciudad sumeria, a orillas del Éufrates,es muy reciente. De una manera seria yordenada las excavaciones empezarondespués de la Primera Guerra Mundial,bajo la dirección de H.R. Hall, del MuseoBritánico, en colaboración con profeso-res de la Universidad de Pennsylvania, yse realizaron sobre el terreno de que hoyes Tall al-Mugayyar, al sur de Irak. Desde1922 a 1933, y bajo la dirección y super-visión de Sir Leonard Woolley, la ciudad

de Ur de los caldeos nos ha abierto lapuerta de los secretos de su interesantí-sima historia.

Las referencias a Sodoma y Gomorrahan sido ya de antiguo blanco de crítica ymotivo de escepticismo, tanto por laseveridad del castigo de Dios sobre elpecado contra naturaleza, como por elmedio utilizado para llevarlo a término.Según el texto bíblico: “Entonces Jehováhizo llover sobre Sodoma y sobre Gomo-rra azufre y fuego de parte de Jehovádesde los cielos; y destruyó las ciudades,y toda aquella llanura, con todos losmoradores de aquellas ciudades, y elfruto de la tierra. Entonces la mujer deLot miró atrás, a espaldas de él, y se vol-vió estatua de sal” (Gn. 9:24-26). Comodice el texto bíblico, estas ciudades, jun-tamente con las de Adma, Zeboim yZoar, estaban “en el valle de Sidim, quees el Mar Salado” (Gn. 14:2-3). Las aguasdel Mar Salado, o Mar Muerto, contienenun 25% de sales—especialmente de clo-ruro sódico—y el fondo del mar registragruesos sedimentos de sales, petróleo ydiferentes gases. En opinión de losarqueólogos W.F. Lynch y Jack Finegan,así como de los geólogos que les acompa-ñaron en sus investigaciones, alrededordel año 1900 a.C., Sodoma y Gomorra,las ciudades de la llanura, fueron destrui-das y hundidas en las profundidades delmar como resultado de un fuerte terre-moto, acompañado de grandes explosio-nes volcánicas que con sus gasesocasionarían “la lluvia de azufre y fuego”de la que nos habla el texto bíblico. Loscráteres y restos volcánicos de la partealta del valle del Jordán, así como las pro-fundas fallas de la árida región de Basán,con su aspecto apocalíptico y desolador,son testimonio elocuente de la catástrofeque registra el texto bíblico. Incluso hoyen día, en las pequeñas colinas al sur de la

5.Werner Keller, Y la Biblia tenía razón, Ediciones Omega, decimoquinta edición, 1977.

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actual región de al-Lisân, se levantan grannúmero de formas salubres que se aseme-jan a estatuas humanas de sal.

También la Biblia nos habla de la his-toria de José y de su estancia en Egipto.Sin embargo los documentos y analesantiguos del país del Nilo guardan unextraño silencio de un siglo sobre lo ocu-rrido en Egipto a partir del año 1674 a.C.¿Qué había acontecido? Por primera vezen su historia milenaria, los egipcioshabían sufrido la invasión de un puebloextranjero: los hicsos—pueblo semita,ganadero y nómada, que introduce enEgipto el carro y el caballo—. Según eltestimonio del historiador egipcio Mane-tón, que en el siglo III a.C. bajo el reinadode Tolomeo II Filadelfo, escribió engriego una historia de Egipto, los hicsosinvadieron las tierras del Nilo y con grancrueldad sometieron a la población a unyugo foráneo, instaurando la decimo-quinta dinastía. Este periodo histórico secorresponde con el narrativo bíblico sobreJosé. Según el relato del Génesis, una vezJosé hubo interpretado el sueño deFaraón, éste le dijo: “Tú estarás sobre micasa, y por tu palabra se gobernará todomi pueblo; solamente en el trono seré yomayor que tú. Dijo además Faraón a José:he aquí yo te he puesto sobre toda la tie-rra de Egipto. Entonces Faraón quitó suanillo de su mano, y lo puso en la manode José, y lo hizo vestir de ropas de linofinísimo, y puso un collar de oro en sucuello; y lo hizo subir en su segundocarro” (Gn. 41:40-43). Nótese lo que senos dice en el pasaje bíblico: el Faraónhizo subir a José en su segundo carro.Aquí se indica una forma protocolariahicsa: en el primero de los carros subía elsoberano, y en el segundo subía elsegundo dignatario más importante delreino.

La Biblia nos presenta a José comoun gran organizador y administrador. Laconstrucción de un gran canal al sur de ElCairo, en la fértil región de el-Faiyum,según la antigua tradición egipcia, sedebió a Yusufel bíblico José—. Por inter-cesión de José, Faraón concede a los hijosde Israel permiso para instalarse y ocuparla rica región de Gosén. Este asenta-miento de los israelitas en Egipto fueposible bajo mandato de dinastías hicsas;las dinastías autóctonas no hubieran per-mitido que ningún extranjero, hijo deldesierto, hubiera podido ser el segundodel reinotal como llegó a ser José—, nihubiera dado las más fértiles tierras delNilo a los israelitas. A pesar de la escasezde documentos históricos que nos hanllegado de la hegemonía hicsa en Egipto,se han encontrado papiros de la épocaque contienen disposiciones legales auto-rizando el asentamiento de israelitas enPer-Atum—el Pitón bíblico—y otraslocalidades de Gosén. A fin de conservarel cuerpo de Jacob, para su posteriorinhumación en tierra de Canaán, “Josémandó a sus siervos los médicos queembalsamaran a su padre; y los médicosembalsamaron a Israel” (Gn. 50:2). Noera el embalsa-miento práctica de loshijos de Israel ni de los cananeos; pero elrecurso a dicha práctica, en el caso deJacob y más tarde en el del propio José,demuestra cierto grado de identificacióncon las costumbres de la tierra de emigra-ción. Bajo los hicsos, los descendientes deJacob conocieron una gran prosperidad:“habitó Israel en la tierra de Egipto, entierra de Gosén; y tomaron posesión deella, y se aumentaron, y se multiplicaronen gran manera” (Gn. 47:27).

La prosperidad que en todos losórdenes disfrutaron los israelitas en tie-rras del Nilo, terminaría tiempo despuéscon la subida al trono de un nuevo faraón.

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Según el texto bíblico, se levantó sobreEgipto un nuevo rey que no conocía aJosé y trató a los hijos de Israel condureza y pesada servidumbre. Se tratabade Seti I (1318-04). A su muerte ocupóel trono Ramsés II, tercer monarca deXIX dinastía, y uno de los faraones quegobernó durante más años en Egipto:desde el año 1304 al 1237 a.C. La histo-ria está llena de las hazañas guerreras deeste faraón y de sus ambiciones construc-toras; pero también este periodo históricocoincide con el portentoso obrar de Diosen la liberación del pueblo escogido parael cumplimiento de sus designios soterio-lógicos. Al opresor Ramsés II.

Dios levanta a Moisés, el libertadorde Israel. Bajo el ropaje histórico de unosgrandes personajes y de unos portentososhechos, se nos desvelan los escondidossecretos de Dios para la salvación delhombre. Con la liberación del pueblo deIsrael de la esclavitud de Egipto, la sote-riología divina adquiere una clara simbo-logía espiritual, que centrará toda susignificación en la liberación del hombrede la más terrible de todas las esclavitu-des: la del pecado—liberación que lleva atérmino el Mesías, “el esperado de lasnaciones”—. También aquí el marco his-tórico de los relatos bíblicos dejan tras síuna rica evidencia arqueológica.

Según el testimonio de WilliamFoxwell Albright (1891-1971), uno delos más grandes arqueólogos de nuestrotiempo—y durante muchos años directorde la “American School of OrientalResearch”, de Jerusalén—, la descripcióndel terreno, la geografía y topografía quenos presenta el libro del Éxodo es com-pletamente exacta. También la cronologíaarmoniza con los datos históricos deltiempo. En su huida de Egipto, el pueblode Israel no siguió la ruta de Gaza, el

camino que bordeaba el mar y era máscorto, sino que se desvió hacia el sur, através de la península del Sinaí. El caminode Gaza, en territorio filisteo, ofrecíamuchos peligros para los israelitas. Des-de Pi-Ramsés, ciudad que para faraónhabían construido los israelitas esclaviza-dos, y cuyas ruinas han sido halla-das, elpueblo escogido cruzó milagrosamente elMar Rojo y emprendió su larga peregrina-ción por el desierto. En el Sinaí, y des-pués del milagro de las codornices, elmaná y el agua de la roca, el pueblo, a tra-vés de Moisés, recibe la Ley (Éx. 31:18).Mientras Moisés está en lo alto delmonte, en el llano el pueblo, contami-nado por la idolatría del lugar, hace parasí un becerro de fundición y lo adora (Éx.32). En julio de 1990, un equipo dearqueólogos de la Universidad de Har-vard, dirigidos por Lawrence Stager, en lalocalidad de Ashkelon, y dentro de unavasija de cerámica, encontró un antiquí-simo becerro de bronce y plata, muy bienconservado, que se cree respondía almodelo utilizado por los israelitas parafundir su becerro de oro.

En su larga marcha hacia la TierraPrometida, y ya bajo el liderazgo deJosué, los israelitas cruzan el Jordán yconquistan la ciudad de Jericó. Despuésde dar vueltas alrededor de los muros dela ciudad durante siete días, al son de lasbocinas y de los gritos del pueblo, el murose derrumbó (Jos. 6). La búsqueda de losrestos de Jericó, lo que es hoy Tall-as-Sultán, ha constituido el propósito apa-sionado de muchos arqueólogos. Se handescubierto restos de dos círculos con-céntricos de murallas, con un grosor detres metros y una altura que en algunostramos llegaría a los diez metros. Algunosestratos de los muros son antiquísimos,razón por la cual la ilustre arqueólogainglesa Kathleen Kenyon consideró la ciu-

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dad de Jericó como la más antigua delmundo. Parece ser que, efectivamente,algunos restos de las murallas se desplo-maron de una manera súbita sobre el ladocorrespondiente al interior de la ciudad.Por lo demás, abundan también masascompactas de ladrillos y piedras ennegre-cidas, maderamen carbonizado y cenizaspor doquier. La cual cosa también parececonfirmar el testimonio bíblico de que laciudad, y todo lo que en ella había—conexcepción de la plata, el oro y los utensi-lios de bronce y de hierro—fue total-mente destruida por el fuego de losconquistadores hebreos (Jos. 6:24).

En su conquista de Canaán los israe-litas tuvieron como enemigos a los temi-bles filisteos. También en esto eltestimonio bíblico se ha visto corroboradopor las investigaciones históricas yarqueológicas. El origen de los filisteos esla isla de Creta. En el libro de Amós 9:7,leemos: “¿No hice yo subir a Israel de latierra de Egipto, y a los filisteos de Caf-tor?”. Caftor es la Creta mediterránea, laMicenas de la exquisita cerámica y de lossecretos de la fundición de metales. Pro-vistos de armas modernas, gracias a lagran técnica de fundición del hierro yotros metales, retan constantemente a losisraelitas el dominio de la tierra deCanaán. De todo esto la información quenos proporciona la Biblia es abundante ytambién viene corroborada por los descu-brimientos arqueo-lógicos. Así, por ejem-plo, se han encontrado importantes restosarqueológicos de Silo, la ciudad que Israelhabía construido para guardar el arca yque fue destruida por los filisteos (1 Sam.4:2-11; Jue. 21:19; Jer. 7:12). Tambiénsobre los pasajes que nos mencionannombres de ciudades y relatos históricosdiversos que tienen que ver con los reina-dos de David y Salomón, el testimonioarqueológico no hace más que confirmar

la exactitud de los datos bíblicos. Y lomismo puede decirse de los relatos sobreJudá e Israel una vez se divide el reino a lamuerte de Salomón.

Dejemos aquí las referencias arqueo-lógicas que corroboran la historicidad delAntiguo Testamento, no sin antes ponerde relieve el valor arqueológico y paleo-gráfico de algunos de los documentosdescubiertos en las cuevas de Qumrán.Ya desde Orígenes se han venido su-cediendo los hallazgos de antiguos papirosbíblicos que han confirmado la autentici-dad del texto de las Escrituras que posee-mos. Sin embargo, tanto por su cantidadcomo por su importancia, los documentoshallados en las cuevas de Qumrán hanmarcado un verdadero hito en la verifica-ción y confirmación del texto bíblico.Desde 1947, fecha en que se iniciaron losdescubrimientos en esta región del MarMuerto, cerca de trescientas cuevas hansido excavadas y hallados miles de docu-mentos y fragmentos de papiro que con-firman el texto vetotestamentario. Se hanencontrado dos copias del libro de Isaías:uno es incompleto, pero el otro contienetodo el libro del profeta, y la copia fuehecha, por lo menos, un siglo antes denuestra era. Del libro de Daniel—uno delos profetas favoritos de la comunidad deQumránse encontraron siete copias, ade-más de muchos fragmentos. Del libro deJob se hallaron varios documentos: unode ellos escrito en un hebreo antiquísimoy otro en una traducción aramea. Sobrelos demás libros del Antiguo Testamento,con excepción del libro de Ester, elnúmero de documentos hallados es muyabundante y corrobora la autenticidad yfidelidad del texto de la Escritura que nosllegó por transmisión masorética y griega.

La evidencia arqueológica que tene-mos sobre el Nuevo Testamento, no es, ni

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puede ser, tan abundante como la delAntiguo Testamento. La cercanía histó-rica de los hechos de los Evangelios y delos orígenes del cristianismo no dan parauna sedimentación arqueológica tanextensa como la del Antiguo Testamento.La abundancia y antigüedad de los docu-mentos neotestamentarios constituyen,ya de por sí, una prueba sólida de las ver-dades del Nuevo Testamento. Algunos deestos documentos tocan, por así decirlo,los hechos históricos que relatan. Tantoen los Hechos de los Apóstoles, como enel evangelio que lleva su nombre, Lucasnos brinda una narración de hechos que,tanto desde una perspectiva históricacomo geográfica, son ciertos y verifica-bles. Así, por ejemplo, en los Hechos delos Apóstoles 21:27 y ss., Lucas nos diceque, al ver los judíos a Pablo en el templo,dijeron: “Este es el hombre que por todaspartes enseña a todos contra el pueblo, laley y este lugar; y además de esto, hametido griegos en el templo, y ha profa-nado este santo lugar. Porque anteshabían visto con él en la ciudad a Tró-fimo, de Éfeso, a quien pensaban quePablo había metido en el templo”. Efecti-vamente, bajo pena de muerte se prohibíaa los gentiles penetrar en el recinto delTemplo. En 1871, C.S. Clermont-Gan-neau descubrió en Jerusalén una de estasinscripciones en griego que figuraban enlos muros de entrada. El texto es elsiguiente: “Ningún extranjero puede tras-pasar este muro que rodea el templo. Sialguien es capturado haciendo tal cosa, anadie más que a él mismo, deberá agrade-cer la subsiguiente pena de muerte”. Aeste muro de separación alude Pablocuando dice que Cristo Jesús derribó lapared intermedia de separación entrejudíos y gentiles y de ambos pueblos hizouno (Ef. 2:13-14). Es importante notarque en la inscripción griega, el verbo dia-perao—que significa cruzar, traspasar,

pasar de un lado a otro—, en vez de una dtiene una t. Los pueblos semitas, al hablary escribir el griego, solían confundir estasconsonantes dentales. Es por desconoci-miento de este hecho que algunos críticoshan rechazado la identificación hecha porJ. O'Callaghan del papiro 7Q5 (deQumrán), con Marcos 6:52-53. Tambiénen este papiro—que es una copia egip-cia—ocurre un cambio consonánticoidéntico en el mismo verbo: una t en vezde una d (tiaperásantes en vez de diape-rásantes, en el versículo 53). Como serecordará, el papiro 7Q5, con fechaaproximada de mediados del siglo I d.C.,es el documento más antiguo que tene-mos del Nuevo Testamento, y tambiénaquí la evidencia arqueológica avala la gra-fología del texto.6

El hecho de que Jerusalén sea unaciudad muy poblada y extensa no ha pro-piciado las excavaciones arqueo-lógicas.De todos modos se ha podido localizarcon exactitud el estanque de Betesda (Jn.5:2), bajo una antigua cripta en la que hayuna representación de un ángel agitandolas aguas. Sobre los lugares donde tuvie-ron lugar la pasión y muerte del Señor, ya pesar de las construcciones y tradicio-nes cristianas al efecto, no disponemos deprueba suficientemente sólida para indi-car la localización exacta de estos lugares.No hemos de olvidar tampoco que la des-trucción de Jerusalén, en el año 70, con-tribuyó a borrar mucha evidenciaarqueológica. Como ejemplo de testimo-nio arqueológico relacionado con las epís-tolas paulinas, mencionaremos el deRomanos 16:23, donde el Apóstol, desdeCorinto, escribe: “Os saluda Erasto, teso-

6.N. E. El autor tiene escrito sobre este tema junto con W. White, Jr.- The First New Testament. Thomas Nelson, New York, 1978.

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rero de la ciudad”. En las excavacionesrealizadas en esta ciudad en 1929 porT.L. Shear, se encontró una inscripciónen una calzada en la que se lee: “Erasto,director de los edificios públicos, de supropio dinero hizo construir esta cal-zada”. Esta calzada es del siglo 1, y contoda probabilidad el donante es Erasto, elcreyente que menciona Pablo. El arqueó-logo E.L. Sukenik, de la UniversidadHebrea de Jerusalén, en 1945 des-cubriódos inscripciones en sendas tumbas de lose cree constituyó la necrópolis cristianamás antigua de Jerusalén. En una de lasinscripciones se contiene una súplica deayuda dirigida a Jesús; y en otra se invocatambién a Jesús a fin de que los huesosallí depositados puedan un día resucitarde entre los muertos. Estas inscripcionesestán fechadas en torno al año 50 denuestra era.7

En los escritos judíos de jurispruden-cia religiosa, conocidos bajo el término deMishnah y que se terminaron de compilaralrededor del año 200 d.C., y en loscomentarios del Talmud a estos escritos,aparecen algunas referencias—poco amis-tosas, por cierto—al cristianismo. Segúnel testimonio de los primeros rabinos con-temporáneos de los orígenes del cristia-nismo, Jesús de Nazaret fue untransgresor, practicante de la magia,menospreciador de la leya pesar de quedijera que no había venido a destruir laley sino a realzarla—.8 Fue colgado alatardecer antes de la Pascua, culpable deherejía y de haber engañado al pueblo. Semenciona el nombre de cinco discípulosde Jesús—quienes en su nombre curarona los enfermos—. A pesar del tono hostil,en modo alguno se pone aquí en tela de

juicio la historicidad de Jesús. Algunas delas expresiones que se utilizan en las refe-rencias a Jesús, directa o indirectamentecorroboran el testimonio evangélico.Jesús es llamado Ha-Taluy (“El Col-gado”), en referencia a la manera comomurió. También se le llama Ben-Pantera(“Hijo de la Pantera”). El nombre “Pan-tera”, contrariamente a lo que algunoshan pensado al su-poner que designa elnombre de un soldado romano, es unaforma griega corrupta de parthenos (vir-gen). Se alude, pues, aquí a la creenciacristiana en el nacimiento virginal deJesús. 9

El testimonio de Flavio Josefo sobreJesús tiene un gran valor histórico. Fari-seo y descendiente de la casta sacerdotal,nació en Jerusalén hacia el año 37 denuestra era. Fue nombrado gobernador deGalilea por sus compatriotas judíos, peroen el año 67, defendiendo la plaza deJotapata, fue hecho prisionero por losromanos, cuyas simpatías supo captarse.Después de la destrucción de Jerusalén,en el año 70, se estableció en Roma,gozando del favor de los emperadoresVespasiano, Tito y Domiciano. Entre susescritos históricos cabe destacar la Gue-rra de los judíos y las Antigüedades Judías(en la que pretende darnos una historiade los judíos desde la creación hasta elaño 66 de nuestra era). En los escritos deJosefo encontramos unas referencias muydirectas a personajes históricos que semencionan en el Nuevo Testa-mento:Herodes, Augusto, Tiberio, Claudio,Nerón, Pilato, Félix, Festo, Anás, Caifás,Ananías, etc. La muerte súbita de Hero-des Agripa, a la que se alude en el pasaje

7. B. Gustafsson, New Testament Studies iii, 1065-57, 65 y ss.8.Clara referencia a Mateo 5:17.

9.F.F. Bruce, The New Testament Docu-ments -Are they reliable? Wm. B. M. Eer-dmans, Grand Rapids, Michigan, 1962, p. 101.

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de los Hechos de los Apóstoles 12:19-23,la encontramos también referida enJosefo (Ant., XIX, 8.2), aunque, como esde suponer, no se hace mención de unaintervención directa de Dios en el hecho.El hambre que surgió en los días de Clau-dio, y que según Lucas fue profetizadapor Agabo (Hch. 11:28), es mencionadatambién por Josefo (Ant., XX, 2.5).

También Josefo alude a Juan el Bau-tista y dice de él que “fue un hombrebueno, que exhortaba a los judíos a la vir-tud, a ser justos entre sí y piadosos paracon Dios... Enseñó que el bautismo eraaceptable delante de Dios, no con miras ala remisión de ciertos pecados, sino parala purificación del cuerpo, una vez purifi-cada el alma a través de la justicia...Herodes tuvo temor de su poder de per-suasión sobre las multitudes... y le con-denó a muerte...” (Ant., XVIII, 5.2). Enuno de los pasajes más interesantes deJosefo se hace referencia directa a Jesús.El texto dice: “Y por aquel tiempo apare-ció Jesús, un hombre sabio, si en verdadpudiéramos llamarle hombre; porque fueél un hacedor de obras maravillosas, unmaestro de hombres que reciben la ver-dad con alegría. Llevó tras sí a muchosjudíos y también a muchos griegos. Estehombre era el Cristo. Y cuando Pilato lehubo condenado a la cruz, acusado detraición por los principales de entre losnuestros, no se extinguieron aquellos quele amaron desde el principio, ya que altercer día se apareció de nuevo a ellosvivo, habiendo hablado los divinos profe-tas estas y otras miles de cosas maravillo-sas sobre él; y todavía en nuestro tiempola tribu de los cristianos—así llamadospor su nombre—, no ha desaparecido”(Ant., XVIII, 3.3). Este es el texto que hallegado hasta nosotros y que el mismoEusebio (260-340) conocía y citó dosveces.

Sobre la base de que este texto hasido transmitido por cristianos y no porningún judío, y apelando también al testi-monio de Orígenes, según el cual Josefono creía que Jesús era el Mesías,10 algu-nos autores consideran esta cita como unainterpolación cristiana. Sin embargo eltexto viene atestiguado por todas lascopias de Josefo que aparecen en el lla-mado Testimonium Flavianum. Es muyposible, como hace notar F.F. Bruce, queen las palabras de Josefo se encierra unaironía sarcástica sobre Jesús, tal como erapredicado por los cristianos.11 Porencima de la polémica textual, resultaevidente que para Josefo Jesús fue unafigura histórica, un obrador de milagros,hermano de Santiago, uno que se pre-sentó ante el pueblo como el Mesías, elfundador de “la tribu de los cristianos”—de una secta que creía que su líder habíaresucitado de los muertos—.

A principios de la década de los cin-cuenta de nuestra era, el historiadorpagano Thallus—según testimonio delcronista Julio Africano—, en su tercerlibro sobre la historia de Grecia en Asia,hace referencia a la oscuridad que invadióla tierra cuando murió Cristo. AunqueThallus pretende explicar el hechodiciendo que se trató de un eclipse, esevidente que ya a mediados del siglo I, losrelatos evangélicos sobre Jesús son cono-cidos en Grecia y en la misma Roma.Publio Cornelio Tácito (55-120), el granhistoriador romano, al escribir la historiade Nerón se hace eco de la acusación queel emperador lanza contra los cristianos

10.Orígenes, Contra Celsum 1,47; Comm. im Matt, X,117.11.Véase F.F. Bruce, op. Cit., 109 y ss. En este capítulo el erudito inglés analiza con detalle la problemática que plantea la inter-pretación del texto.

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de haber sido los causantes del incendiode Roma, y aprovecha la ocasión paraescribir que los cristianos deben su nom-bre a un tal Cristo, ejecutado por el pro-curador Poncio Pilato. Añade, además,que la “perniciosa y supersticiosa” sectase infiltró también en Roma desdeJudea.12 Es muy posible que, como histo-riador, Tácito hubiera consultado la infor-mación que sobre Jesús Pilato enviaría aRoma. También el historiador Suetonio(75-150), en su Vida de Nerón (XVI, 2),refiere que “el castigo cayó sobre los cris-tianos, una clase de hombres adictos auna novedosa y perversa superstición”, yculpables del incendio.13 En el MuseoBritánico se conserva el manuscrito deuna carta de la tercera mitad del siglo I,escrita por Mara Bar-Serapion, un sirio,que desde la cárcel escribe a su hijo sobrelas desgracias que sufrieron los que des-preciaron la sabiduría de Sócrates, Pitágo-ras y Cristo—“aquel sabio rey, muertopor los judíos...”—. Todos estos ejem-plos, y otros más que podríamos aducirde autores paganos, si bien son parcos encuanto a información sobre la doctrinacristiana, ponen bien claro de manifiestola realidad histórica de Jesús y su muertebajo Poncio Pilato.

Por otro lado, la abundancia dedocumentos antiguos sobre los textos delNuevo Testamento es considerable. Nohay otro libro antiguo que posea tantosdocumentos acreditativos de su autentici-dad e integridad. También en esteaspecto el Nuevo Testamento es un libroúnico. El número de manuscritos griegos,contabilizados hasta la fecha sobre elNuevo Testamento, se acerca al de cincomil. Podemos, ciertamente, hablar de una

transmisión excepcional, tanto por la can-tidad de documentos, como por el gradode fiabilidad de los mismos. La historiade la transmisión de los documentos delNuevo Testamento nos muestra un pro-ceso extraordinario de sedimentacióntextual del mensaje del cristianismo, sinparalelo con ningún otro libro. Por suabundancia, antigüedad y fiabilidad, ellegado de manuscritos que actualmenteobra en nuestro poder, constituye unabase sólida para poder afirmar que posee-mos la práctica totalidad del texto origi-nal de los libros canónicos. Podríamosincluso decir que tocamos los documen-tos originales. Las variantes textuales queaparecen en muchos de los manuscritos,son secundarias, y en modo alguno afec-tan la esencia y el corazón de la fe reve-lada. A modo de contraste, resulta suma-mente elocuente establecer una compara-ción con algunos libros famosos de la anti-güedad. Así, de Tucídides (c. 460-400a.C.) y Herodoto (c. 480-425 a.C.),los renombrados historiadores griegos,apenas si nos ha llega-do algún que otroinsignificante papiro de principios del pri-mer siglo de nuestra era. El documentomás útil de es-tos autores data del siglodécimoes decir, de unos 1.300 años des-pués que se escribiera el texto original -.De la famosa Guerra de las Galias,escrito por Julio César entre los años 58y 50 antes de Cristo, de los diferentesmanuscritos que se conservan, sólo unosnueve o diez tienen verdadero valor tex-tual, y de éstos, el más antiguo es de prin-cipios del siglo décimo de nuestra era.

Las evidencias que avalan y corrobo-ran la Biblia son muchas e importantes.De todos modos la fe cristiana no se fun-damenta en la evidencia de unos hechosprobados, como sería el testimonio de losdatos arqueológicos o la realidad de unoshechos históricos—por muy científicos

12.Anales, XV, 4413.Para más información, véase la bib-liografia de F.F. Bruce en op. cit., cap. X.

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que éstos puedan ser—, sino que los con-tenidos de la fe cristiana, por encima detodas las demás pruebas y verdades quelos corroboran, vienen testimoniadosnada menos que por el propio Espíritu deDios, inspirador de la Biblia y autor de lafe. El Espíritu Santo “da testimonio anuestro espíritu de que somos hijos deDios” (Ro. 8:16). En lo profundo delcorazón el Espíritu da testimonio al cre-yente de la verdad del Evangelio y haceque nuestra vivencia de la fe en Cristo, ensu persona gloriosa y en su obra maravi-llosa de salvación, constituya una sólidaexperiencia espiritual. El creyente sabeen quién ha creído y por encima del datoy testimonio objetivo, tiene el testimoniodel Espíritu, autor y garante de la Revela-ción y de la vida espiritual del cristiano.

La Biblia: el libro más leído y demás influencia en occidente.

De la Biblia no sólo podemos afirmarque es el libro que posee un mayornúmero de documentos y testimoniosacreditativos, sino que se distingue, ade-más, por otras notas genuinamente úni-cas. La Biblia ha sido y es el libro másleído en el mundo. Anualmente se impri-men más de seis millones de ejemplarescompletos; a los que hay que sumar unacifra superior de Nuevos Testamentos yun porcentaje de porciones bíblicas porencima de los cuarenta millones.14 LaBiblia es el libro que ha sido traducido a

más lenguas: a más de 1.300. De ningúnotro libro puede decirse esto. En sus dife-rentes traducciones, la Biblia es actual-mente accesible al 95% de la poblaciónmundial (en el supuesto, claro está, deque no se registraran índices de analfabe-tismo). De ningún otro libro puededecirse esto. Gracias a la abnegadaentrega y vocación de los traductores dela Biblia, muchos son los pueblos y tribusque tienen ahora alfabeto y lenguajeescrito.

Evidentemente la Biblia, además desu inestimable valor religioso y espiritual,ha sido y es medio de cultura y progreso.Las nociones sobre Dios, el hombre y elmundo que se contienen en la Revelación,han contribuido decisivamente en la fun-damentación y desarrollo de las ideasmetafisicas de occidente. De la mismaciencia, A.N. Whitehead dice que sunacimiento se debió a la fe cristiana en laregularidad de la naturaleza, fundamenta-da, a su vez, en el concepto bíblico de

Dios.15 Como resultado del conoci-miento de las Escrituras—propiciado porlas traducciones de la Biblia en tiemposde la Reforma—se opera en Europa unainquietud científica de efectos revolucio-narios. Sobre este particular hemos deconstatar una importante distinción entrela mentalidad medieval y el cristianismoque siguió al redescubrimiento de laBiblia. La mentalidad que condenó a unCopérnico o a un Galileo, de tal modo sehabía identificado con el pensamiento deAristóteles, que incluso las teorías físicasy astronómicas del Estagirita llegaron aconsiderarse como formando parte delcuerpo perenne de verdades cristianas

14.Para el año de 1966, la Enciclopedia Britannica (1969) constata estos datos concretos: números de Biblias impresas: 5.125.710; número de Nuevos Testa-mentos impresos: 5.379.673; cifra de porciones bíblicas impresas: 35.860.000. Las estadísticas publicadas posterior-mente por las diferentes Sociedades Bíbli-cas mundiales constatan un incremento del número de ejemplares.

15.Science and the Modern World, Peli-can, 1938, London, cap. I.

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incuestionables. En realidad, pues, eltema que se debatía en los tribunales dela Inquisición no era la verdad de laBiblia, sino la verdad de Aristóteles.

¿En qué sentido puede decirse que laBiblia contribuyó de un modo decisivo ala revolución científica del siglo XVI? Nopor su contenido—la Biblia no es per seun libro de ciencia, aunque haya cienciaen sus páginas—, sino por haber infun-dido en el hombre cierta actitud con res-pecto a la realidad sin la cual no es posiblela ciencia. A pesar del relativo realismoaristotélico, la mentalidad griega se movíadentro de los esquemas jerarquizados delas ideas de Platón. El mundo de aquíabajo—el mundo que podríamos deno-minar científico—para el griego era elmundo de la banausía (βαναυσια) laesfera de la actividad de los esclavos—los“instrumentos animados”—. La esfera dela banausía comprendía todas las activi-dades mecánicas y utilitarias de los dife-rentes oficios y tareas manuales sobre lasque se estructuraba la vida cotidiana. ParaJenofonte, las artes de la banausía impli-

caban un estigma social y una deshonra.16

En el diálogo Gorgias, Platón—en bocade Calicles—condena la bajeza de la ban-ausía, y exhorta al aristócrata griego a nocasarse con la hija de aquél que se ocupaen trabajos manuales—aún por útiles que

éstos sean a la república—.17 Aristóteles,por su parte, dice que el poder señorial espropio del que no sabe hacer las cosasnecesarias, pero las sabe usar mejor quesus subordinados; el saber hacer-las espropio de los siervos—la gente destinada

a obedecer—.18

La antigua concepción deductivadel conocimiento y la noción de banau-sía—que en líneas generales se mantuvoa lo largo de toda la Edad Media—distabamucho de constituir un marco apropiadopara la ciencia. Con la traducción de laBiblia a las lenguas vernáculas, el hombredescubre un propósito teocéntrico en suvida y adopta una actitud nueva ante labanausía y el mundo en general. A la luzde la Revelación, todas las actividades ytareas del hombre son dignas, honorablese incluso me-dio y vehículo para la gloriadel Creador. La obra redentora de Cristoy el propósito divino de la creación, afec-tan no solo al ser del hombre, sino tam-bién al mundo del hombre. Tan íntimaes la vinculación, que incluso lo temporalentra a formar parte de lo redimible. Elcristiano no puede desentenderse de labanausía, de lo de “aquí abajo”: lotemporal, lo secular, es la esfera de lavocación del hijo de Dios—la circuns-cripción en cuyos horizontes ha de plas-marse, de algún modo, el propósito yvoluntad divinas—. En consecuencia, elmandato cultural de sojuzgar y controlar

la tierra19—con sus evidentes implicacio-nes científicas— el hombre ha de reali-zarlo movido por un profundosentimiento de vocación.

Esta nueva actitud ante el mundohace que el hombre se acerque a la natu-raleza con mirada confiada. La naturalezainvita al hombre a glorificar a Dios a tra-vés de nuevos logros de conocimiento, através de una incesante conquista de susarcanos y secretos. Hacer ciencia es, dealgún modo, descubrir a Dios en la crea-

16.Econom., 203.17.Gorgias, 512,b.

18.Política, 111, 4, 1.277 ss.19.Génesis, 1:21.

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ción, es buscarle a través de sus obras. Esasí como hemos de entender el espíritucientífico de los hombres del siglo XVII.Isaac Newton, la gran figura de este siglo,escribió su famosa obra PrincipiaMathematica (1687), a modo decomentario científico a las palabras delSalmo XIX: “Los cielos cuentan la gloriade Dios, y el firma-mento anuncia la obrade sus manos”. Robert Boyle, el padre dela química moderna y miembro fundadorde la célebre “Real Sociedad de Londrespara el fomento del conocimiento natu-ral”, simultaneaba sus investigacionescientíficas con el estudio de la teología ylas lenguas originales de la Biblia; dedicóuna buena parte de su vida a la traducciónde las Sagradas Escrituras a diversos idio-mas. Por su parte, John Ray, el padre dela moderna ciencia botánica, realizó susinvestigaciones—nos dice—, movido porel deseo de encontrar en la naturaleza losdestellos de la verdad gloriosa que habíadescubierto en la Biblia. El título de unade sus obras más conocidas, La Sabidu-ría de Dios en las obras de la crea-ción, es, ya de por sí, elocuente. Debereseñarse, también, que a mediados delsiglo XVI el teólogo luterano A. Osiandroescribió un prólogo y preparó la ediciónde la célebre obra de Copérnico De revo-lutionibus orbium.

Desde el célebre e influyente Cole-gio de Ginebra, a las universidades deHarvard, Brown, Princeton y Yale, la fun-dación de las primeras instituciones deenseñanza superior—según una concep-ción moderna—, fue obra e iniciativa dehombres de la Biblia. Y es que la aprehen-sión de la verdad de Dios hace ineludibleel imperativo cultural. De ahí que confundamento pueda hablarse de la prag-

maticidad del conocimiento revelado.Esto lo descubrimos incluso en un teólogotan inmerso en los “decretos de Dios”como Juan Calvino, que dio pruebas deuna sorprendente implicación en tareas,actividades y propuestas públicas de inne-gable valor práctico y social—como lareglamentación de todo un conjunto denormas para el servicio de recogida debasura, ordenación de un cuerpo de poli-cía y de bomberos, y la disposición de unanormativa de seguridad para la construc-ción de edificios y viviendas en Ginebra -.Fue también a instancias de Calvino queel Consejo de Ginebra, por primera vezen Europa—y posiblemente en elmundo—, aprobara y pusiera en prácticauna legislación social de ayuda a los para-dos y a los refugiados. Las famosas sede-rías de Ginebra, que tanto favorecerían ala economía helvética, se fundaron poriniciativa de Calvino.

La genuina aprehensión de la verdadbíblica comporta preocupación y compro-miso por la realidad temporal. Injusta esla crítica que ad nauseam se esgrimecontra el cristianismo bíblico como frenoy rémora del progreso social, económico ycientífico. La valoración objetiva delimpacto de la Biblia en la cultura y pro-greso de occidente desmienten radical-mente tales alegaciones. La influencia dela Biblia en todos los órdenes y esferas dela vida y cultura occidental constituye unhecho evidente e incuestionable. Karl Jas-pers, pensador agnóstico, afirma que porvivencia religiosa no es cristiano, pero síque lo es por cultura. “Todos los occiden-tales, escribe, somos cristianos, porquehemos sido moldeados en este ámbito,movidos en nuestra alma por la proceden-cia, determina-dos en nuestras resolucio-

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nes y proyectos, porque estamos llenosde imágenes e ideas que se remontan a la

Biblia”.20 Es por esta influencia de lasSagradas Escrituras en la vivencia espiri-tual y en la cultura, que en la mayoría delas universidades del mundo protestantese estudia la Biblia como asignatura decurrículo.

La Biblia: el libro de la dimensiónespiritual del hombre.

El carácter único de la Biblia no seestablece por su considerable y decisivoimpacto en la cultura, sino que radica,por encima de todo, en su amplia y pro-funda significación espiritual. El no cre-yente en la Revelación, presto siempre areivindicar la objetividad y realidad delhecho empírico, daría muestras de incon-secuencia e in-congruencia si se negara areconocer que hay un “hecho”, un“hecho” que está ahí: el “hecho” de lacreencia. No podrá explicarlo desde losesquemas de su radical cientificismo fac-tual; pero, en definitiva, no puede negarel “hecho” de que algunos creen. Este“hecho” se identifica y se explica sobre labase de los contenidos sobrenaturales quese constatan en la Biblia. Citando denuevo a Jaspers: “Ni la fe en la Revelaciónni la Revelación misma son hechos cons-tatables inequívocamente, con los que sepueda proceder como con cosas de lasque ocurren en este mundo. Por eso, elimpacto producido por la fe revelada esfundamentalmente distinto del produ-cido por el contenido de los sistemashumanos, de las filosofías o de las cien-cias”.21

Incontables son las “cabezas pensan-tes”, tanto en la filosofía como en la cien-

cia que han dado testimonio del “hecho”de la fe. Legiones son los mártires quehan dado sus vidas en testimonio del“hecho” de la fe. E incontables son loshombres y mujeres que en el curso de lossiglos han dado testimonio de la realidaddel “hecho” de su fe. No porque losesquemas y enfoques del naturalismopositivista y empírico sean incapaces deencasillar el “hecho” de la creencia, sepuede negar la realidad de la misma. Talnegación supondría la negación de un“hecho” que está ahí—por más que seresista a los enfoques del cientificismoempírico y racionalista—. La Biblia es ellibro que explica este irreductible“hecho”—el “hecho” de la creencia, el“hecho” de la vida del hombre con Dios -.

Casadero de Reina, el traductor de laBiblia al castellano, se refiere a las Escri-turas como “divina luz”. “La fuente deesta divina luz, añade, es el mismo Dios...Los misterios de la verdadera religiónquieren ser vistos y en-tendidos de todos,porque son luz y verdad; y porque siendoordenados para la salvación de todos, el

20.La fe filosófica ante la Revelación, 40.

21.Ibid. 43. “La fe revelada está en sus expresiones llena de contra-dicciones para el pensamiento racional, y tanto en el obrar como en el 'existir' se manifiesta a través de incompatibilidades. Mas estas contradicciones e incompatibilidades se convierten en elementos de la fe, se las acrecienta y se las hace conscientes desde el credo, quia absurdum, de Tertuliano, hasta la paradoja kierkegaardiana, a la fe por medio del absurdo. Y así, la revel-ación re-vela, pero de tal manera que oculta”, ibid., 99. Jaspers, como tantos otros críticos de la fe cristiana, intenta reducir la creencia y los contenidos de la Revelación a posturas extremas de irra-cionalismo. Hay ciertamente en la fe una dimensión de sabiduría divina que es escándalo a la mente natural, pero tam-bién hay en la fe una dimensión racional por la cual se puede “dar razón de la misma”.

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primer grado para alcanzarla necesaria-mente es conocerlos”,22 Por su parte, losque prepararon la Revised Standard Ver-sion de la Biblia inglesa, así se expresaron:“La Biblia es más que un documento his-tórico que ha de ser conservado. Es el tes-timonio del obrar de Dios con el hombre,de su propia Revelación y voluntad.Recoge la vida y obra de aquél en quien lapalabra de Dios se hizo carne y habitóentre los hombres”.23 Toda la Biblia,desde las primeras páginas del Génesis alas últimas del Apocalipsis, apuntan y dantestimonio de Aquél de quien Juan elBautista dijo: “He aquí el Cordero deDios, que quita el pecado del mundo”(Jn. 1:29). La Biblia proclama la salvacióndel hombre por Jesucristo, el Hijo encar-nado de Dios, a través de su muerte en lacruz. Aquí se encierra la sabiduría reve-lada de la Biblia, y que el apóstol Pabloexpresa así en su Primera Epístola a losCorintios (1:18-24): “Porque la palabrade la cruz es locura a los que se pierden;pero a los que se salvan, esto es, a noso-tros, es poder de Dios. Pues está escrito:Destruiré la sabiduría de los sabios, y des-haré el entendimiento de los entendidos.¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está elescriba? ¿Dónde está el disputador deeste siglo? ¿No ha enloquecido Dios lasabiduría del mundo? Pues ya que en lasabiduría de Dios, el mundo no conoció aDios mediante la sabiduría, agradó a Diossalvar a los creyentes por la locura de lapredicación. Porque los judíos pidenseñales, y los griegos buscan sabiduría;pero nosotros predicamos a Cristo cruci-ficado, para los judíos cierta-mente tro-pezadero, y para los gentiles locura; maspara los llamados, así judíos como griegos,

Cristo poder de Dios, y sabiduría deDios”.

La aceptación cristiana de la revela-ción bíblica, objeta el no creyente, res-ponde y se fundamenta en una actitud defe, que excluye y margina las plantea-mientos racionales y los enfoques empíri-cos. La interpretación del mundo y de símismo, el creyente la hace sobre los prin-cipios y presuposiciones que descubre enla Biblia, mientras que el no creyente pre-tende fundamentar su interpretación dela realidad y de sí mismo a la luz de losenfoques y conclusiones de las llamadasciencias empíricas. En un caso, se dice, seapela a la fe, y, en el otro, a la objetividady evidencia de lo dado y factual. Estadisyuntiva radical entre creencia y objeti-vidad es errónea. La fe—en un sentidogeneral—no es recurso único de los cre-yentes; también en el no creyente pode-mos constatar un importante ingredientede fe en sus planteamientos básicos. Sinciertos presupuestos que se aceptan comoválidos, sin la creencia en unos determi-nados puntos de partida que se asumencomo verdaderos, ni la filosofía ni la cien-cia irían lejos en sus planteamientos.Obramos y pensamos, veinticuatro horasal día, bajo el motor y estímulo de lacreencia. Sin fe la vida sería imposiblepara el hombre. En todos los órdenes yaspectos de la existencia el ser humanorecurre a las expectativas de la creencia.Creemos que mañana saldrá el sol, que elorden de cosas en el que estamos inmer-sos no se verá alterado, que las estructu-ras de nuestro ámbito familiar y social sedesarrollarán según el curso esperado,que el metro o el tren nos llevarán a laestación de destino y el ascensor alrellano de nuestro piso.

La filosofía construye sus estructurasde pensamiento sobre determinadas pre-

22.“Amonestación al lector”, prefacio a la Biblia del Oso, 1569.23.Prólogo de la Revised Standard Ver-sion (1946-1952)

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suposiciones cuya validez descansa en lacreencia y no en una pretendida auto-evi-dencia. El sistema filosófico de Hegel,por ejemplo, admirable por su racionali-dad y coherencia lógica, descansa en unaspresuposiciones que, como bien dice B.Russell, son totalmente falsas. Los hege-lianos, sin embargo—que no son pocos—,creen y aceptan estos supuestos filosófi-cos. El marxismo, por su parte, se pre-senta como método científico deinterpretación de la realidad; sin embargosu punto de partida se fundamenta enuna concepción dialéctica y materialistade la realidad que sólo sobre la creencia—creencia de que esos supuestos son verda-deros—encuentra su motivo de acepta-ción. Pero incluso el escepticismo y elagnosticismo se instalan en una actitud decreencia para mantener y defender sustesis. El escéptico cree que el logro de laverdad no es posible, mientras que elagnóstico cree imposible el conocimientode lo sobrenatural y divino.

Pero tampoco la ciencia sería posibleal margen de una actitud de creencia:creencia en la regularidad de la natura-leza, en la necesidad, continuidad y vigen-cia de sus leyes. Para el creyente laregularidad de las leyes del universo sefundamenta en el hecho de que todo hasido creado por Dios. “Por la fe entende-mos haber sido constituido el universopor la palabra de Dios” (He. 11.2). Comocreación de Dios, tanto el mundo como elhombre sólo pueden ser conocidos a par-tir de Dios mismo. Dios y su revelaciónson el presupuesto previo y el punto departida de un conocimiento genuino de larealidad. Sin Dios como punto de partidade todo conocimiento válido, el serhumano vive en el engaño de unas “ulti-midades” que no son tales—como puedanser la razón humana o el a priori de labruta factualidad—. Ni la religión, ni la

filosofía, ni tampoco las ciencias puedeneludir alguna forma de presuposiciona-lismo como fundamento y punto de par-tida de sus planteamientos yconstrucciones. No sólo, pues, el cristia-nismo, parte de unas presuposiciones decreencia, también las ciencias y demásdisciplinas del espíritu se construyen y sedesarrollan sobre la base de presuposicio-nes de creencia—de unos puntos de par-tida revestidos de la validez que les otorgala creencia—.

Objetar al cristiano que su vida y suvisión de la realidad se fundamentan enpresuposiciones de creencia, supone faltade rigor argumentativo: también los nocreyentes, en todos sus planteamientos,parten de presuposiciones de creencia. Ladiferencia está en el origen y en la natura-leza de estas presuposiciones. Las del cris-tiano se fundamentan en el dato ycontenido de la Revelación Divina, en laBiblia; mientras que para el no creyentelas presuposiciones sobre las que se levan-tan sus elaboraciones y construccionesdescansan en unos puntos de partida queél mismo ha establecido y a los que haotorgado—como resultado de una fehumanística—validez última. La cuestión,pues, no es si unos tienen o no tienen pre-supuestos de creencia, ya que tanto cre-yentes como no creyentes los tienen, sinoque lo importante y decisivo es saber cuáles el origen de estas presuposiciones yqué tipo de presuposiciones de creencia escapaz de elaborar una respuesta verda-dera a los enigmas e interrogantes de larealidad. Para el cristiano, el origen de suspresuposiciones de creencia es Diosmismo—el Dios que habla y se revela -; yen el presuposicionalismo bíblico, funda-mentado en esta revelación, el cristianoencuentra la única y genuina respuestaválida a todas las cuestiones trascendenta-les sobre su propio ser y sobre el mundo.