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Boletín Bibliográfico. Cra. 23 A No. 59-104. Teléfono 8854201. Manizales. Colombia. [email protected] - CAROLINA ARANGO * PABLO FELIPE ARANGO ISSN 1909-0110 Fecha del boletín Enero 17 de 2010. Volumen 1, nº 54. Libélula Libros. Boletín Bibliográfico. NOTAS (pfa) Conversación escuchada en un avión, en primera clase, a dos jóve- nes ejecutivos: - Tengo que comprar Cien años de soledad, no lo he leído. - Yo lo compre este fin de semana en el Éxito, en Medellín, me costo veintitrés mil pesos. - Huy que bien, esta barato, así si vale la pena, que dejen de ganar tanta plata esos hijueputas. - Claro, así si le ganan a la piratería. - Tengo que comprarlo, ¿será muy complicado? - No se, yo lo voy a volver a leer. (¿Compraran un kindle?) *** “… los diferentes libros de Kafka no vendieron más de seiscientos ejemplares. Hay muchos buenos libros que tardarán años en vender relativamente bien y hay otros que nunca venderán demasiado. Y los editores sabíamos eso, estábamos preparados para ello. Pero hoy en día la situación es completamente diferente, son los departamentos de marketing los que deciden qué libros se publican y cuáles no, basados en juicios de riesgo y be- neficio…” (Conversando con An- dre Schiffrin, Letras libres, entre- vista de Diego Salazar, junio de 2008) Algo no funciona en el mercado del libro electrónico Entre el 27 y el 28 de diciembre pasados circuló en los periódicos una noticia según la cual subió el valor de las acciones de Amazon en la bolsa Nasdaq debido a la supuesta venta desbordada del lector kindle durante la pasada navidad. Ama- zon sin embargo, y según lo señalan las mismas publicaciones, se abstuvo como ha venido hacién- dolo de suministrar información acerca del núme- ro de aparatos vendidos. La negativa como es obvio genera suspicacias y provoca molestia fren- te a la evidente falta de trasparencia que inunda los mercados: no puede existir razón valida para guardar el dato. Sirve la oportunidad sin embargo para volver a pensar en la pertinencia y futuro del libro electrónico aun cuando otros consideren inútil el debate pues le dan por ganada la batalla frente al libro tradicional, un análisis un tanto menos prejuicioso podría indicar todo lo contrario. En primer lugar cabe advertir que el libro electrónico es un gadget, es decir un artilugio tecnológico como todos los demás que emocionan y agobian a cier- tos consumidores; basta con revi- sar los comentarios que circulan en internet acerca del mismo y descubriremos que casi todos se presentan en paginas dedicadas a estos elemen- tos. Curiosamente sin embargo no he conocido aun tienda no virtual alguna de elementos tec- nológicos, que los ofrezca como sucede con otros, incluso los más novedosos. Debe insistirse enton- ces que el libro electrónico es un elemento tec- nológico creado por la industria tecnológica y que pretende mercadearse como lo que es. Se susten- ta en una necesidad satisfecha y pretende resol- ver requerimientos inexistentes o al menos no planteados de manera genérica. La necesidad de lectura la resolvió el libro de manera ingeniosa y practica, y no hay quien haya manifestado el de- seo de andar con cien o doscientos -y no digamos mil quinientos- libros al hombro. No solo es absur- do sino absolutamente inútil. El libro electrónico, digámoslo de manera clara, no resuelve una nece- sidad, se sustenta en una ya existen y resuelta, y esta es su primera dificultad. Debe revisarse entonces la necesidad sobre la que descansa la pertinencia del lector electrónico, que tal como se ha dicho se encuentra ingeniosa y eficientemente resuelta, así como su comparación con el ipod. Los niveles de lectura son bajos, aún en los países más cultos, sobre todo si se compa- ran con los niveles de audiencia de música. Es decir se lee poco y se escucha mucha más música, sobran incluso los ejemplos, y basta con observar el entorno. Y es lógico que así sea, la lectura impli- ca un nivel de exigencia del lector, la música casi nunca, por esta razón todos, aun los menos oyen- tes pueden tener interés en el ipod y por tanto alguna tendencia a su compra y utilización. No sucede igual con el lector electrónico. Para querer comprarlo se debe ser primero lector, y por supues- to un lector al que le sirva adquirir un elemento relativamente costoso, es decir un lector que lea al menos varios libros al año. Consi- deremos las siguientes cuentas: el lector kindle cuesta según la página Amazon quinientos mil pesos (US$259), si al mismo le agregamos al menos cinco libros no pirateados, tendremos que sumar setenta mil pesos más (siete dólares aproximadamente por cada libro), es decir que en total serían quinientos setenta mil pesos, cifra que le permitiría comprar en nuestra librería die- ciséis libros, a razón de treinta y cinco mil pesos cada uno, es decir para un lector promedio en Colombia, tal cantidad significaría lecturas para ocho años, dieciséis en México, o para un lector medio en España entre tres y cuatro años y para un lector Francés dos años. Ahora bien el libro electrónico ha sido creado por la industria de tecnología, es decir no surge del mun- do del libro sino del mismo escenario interesado en crear otros y diversos elementos tecnológicos y la lógica del mercado de estos productos descansa sobre el principio de su constante renovación. No en vano se han vendido más de cien millones de ipods en el mundo. Muchos de los compradores del ipod están y estarán interesados en cambiar su modelo cada año o cada dos años, y ahí reside el negocio, no en el suministro del aparato sino en su constante renovación, por eso precisamente se le agregan utilidades alternas o no coincidentes con su cometido inicial. Basta considerar la forma co- mo se utiliza el ipod y compararla con la posibilidad de utilización del libro electrónico, las diferencias saltan a la vista. (pasa a la página 2) “—Señores, voy a hablar de mí mismo a propósito de Shakespeare, a propósito de Racine, o de Pascal, o de Goethe. Son una bonita ocasión para hacerlo.” (Anatole France)

Boletín 54 Libélula Libros

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Libélula libros es una librería ubicada en la ciudad de Manizales - Colombia. Fundada en el mes de julio de 2001.

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Boletín Bibliográfico. Cra. 23 A No. 59-104. Teléfono 8854201. Manizales. Colombia. [email protected] - CAROLINA ARANGO * PABLO FELIPE ARANGO

ISSN 1909-0110

Fecha del boletín

Enero 17 de 2010.

Volumen 1, nº 54. Libélula

Libros. Boletín Bibliográfico.

NOTAS (pfa)

Conversación escuchada en un

avión, en primera clase, a dos jóve-

nes ejecutivos:

- Tengo que comprar Cien años de

soledad, no lo he leído.

- Yo lo compre este fin de semana

en el Éxito, en Medellín, me costo

veintitrés mil pesos.

- Huy que bien, esta barato, así si

vale la pena, que dejen de ganar

tanta plata esos hijueputas.

- Claro, así si le ganan a la piratería.

- Tengo que comprarlo, ¿será muy

complicado?

- No se, yo lo voy a volver a leer.

(¿Compraran un kindle?)

***

“… los diferentes libros de Kafka

no vendieron más de seiscientos

ejemplares. Hay muchos buenos

libros que tardarán años en vender

relativamente bien y hay otros que

nunca venderán demasiado. Y los

editores sabíamos eso, estábamos

preparados para ello. Pero hoy en

día la situación es completamente

diferente, son los departamentos

de marketing los que deciden qué

libros se publican y cuáles no,

basados en juicios de riesgo y be-

neficio…” (Conversando con An-

dre Schiffrin, Letras libres, entre-

vista de Diego Salazar, junio de

2008)

Algo no funciona en el mercado del libro electrónico

Entre el 27 y el 28 de diciembre pasados circuló

en los periódicos una noticia según la cual subió

el valor de las acciones de Amazon en la bolsa

Nasdaq debido a la supuesta venta desbordada

del lector kindle durante la pasada navidad. Ama-

zon sin embargo, y según lo señalan las mismas

publicaciones, se abstuvo como ha venido hacién-

dolo de suministrar información acerca del núme-

ro de aparatos vendidos. La negativa como es

obvio genera suspicacias y provoca molestia fren-

te a la evidente falta de trasparencia que inunda

los mercados: no puede existir razón valida para

guardar el dato. Sirve la oportunidad sin embargo

para volver a pensar en la pertinencia y futuro del

libro electrónico aun cuando otros consideren

inútil el debate pues le dan por

ganada la batalla frente al libro

tradicional, un análisis un tanto

menos prejuicioso podría indicar

todo lo contrario.

En primer lugar cabe advertir que

el libro electrónico es un gadget,

es decir un artilugio tecnológico

como todos los demás

que emocionan y agobian a cier-

tos consumidores; basta con revi-

sar los comentarios que circulan

en internet acerca del mismo y

descubriremos que casi todos se

presentan en paginas dedicadas a estos elemen-

tos. Curiosamente sin embargo no he conocido

aun tienda no virtual alguna de elementos tec-

nológicos, que los ofrezca como sucede con otros,

incluso los más novedosos. Debe insistirse enton-

ces que el libro electrónico es un elemento tec-

nológico creado por la industria tecnológica y que

pretende mercadearse como lo que es. Se susten-

ta en una necesidad satisfecha y pretende resol-

ver requerimientos inexistentes o al menos no

planteados de manera genérica. La necesidad de

lectura la resolvió el libro de manera ingeniosa y

practica, y no hay quien haya manifestado el de-

seo de andar con cien o doscientos -y no digamos

mil quinientos- libros al hombro. No solo es absur-

do sino absolutamente inútil. El libro electrónico,

digámoslo de manera clara, no resuelve una nece-

sidad, se sustenta en una ya existen y resuelta, y

esta es su primera dificultad.

Debe revisarse entonces la necesidad sobre la

que descansa la pertinencia del lector electrónico,

que tal como se ha dicho se encuentra ingeniosa y

eficientemente resuelta, así como su comparación

con el ipod. Los niveles de lectura son bajos, aún

en los países más cultos, sobre todo si se compa-

ran con los niveles de audiencia de música. Es

decir se lee poco y se escucha mucha más música,

sobran incluso los ejemplos, y basta con observar

el entorno. Y es lógico que así sea, la lectura impli-

ca un nivel de exigencia del lector, la música casi

nunca, por esta razón todos, aun los menos oyen-

tes pueden tener interés en el ipod y por tanto

alguna tendencia a su compra y utilización. No

sucede igual con el lector electrónico. Para querer

comprarlo se debe ser primero lector, y por supues-

to un lector al que le sirva adquirir un elemento

relativamente costoso, es decir un lector que lea al

menos varios libros al año. Consi-

deremos las siguientes cuentas:

el lector kindle cuesta según la

página Amazon quinientos mil

pesos (US$259), si al mismo le

agregamos al menos cinco libros

no pirateados, tendremos que

sumar setenta mil pesos más

(siete dólares aproximadamente

por cada libro), es decir que en

total serían quinientos setenta

mil pesos, cifra que le permitiría

comprar en nuestra librería die-

ciséis libros, a razón de treinta y

cinco mil pesos cada uno, es decir para un lector

promedio en Colombia, tal cantidad significaría

lecturas para ocho años, dieciséis en México, o

para un lector medio en España entre tres y cuatro

años y para un lector Francés dos años.

Ahora bien el libro electrónico ha sido creado por la

industria de tecnología, es decir no surge del mun-

do del libro sino del mismo escenario interesado

en crear otros y diversos elementos tecnológicos y

la lógica del mercado de estos productos descansa

sobre el principio de su constante renovación. No

en vano se han vendido más de cien millones de

ipods en el mundo. Muchos de los compradores

del ipod están y estarán interesados en cambiar su

modelo cada año o cada dos años, y ahí reside el

negocio, no en el suministro del aparato sino en su

constante renovación, por eso precisamente se le

agregan utilidades alternas o no coincidentes con

su cometido inicial. Basta considerar la forma co-

mo se utiliza el ipod y compararla con la posibilidad

de utilización del libro electrónico, las diferencias

saltan a la vista. (pasa a la página 2)

“—Señores, voy a

hablar de mí mismo a

propósito de

Shakespeare, a

propósito de Racine, o

de Pascal, o de Goethe.

Son una bonita

ocasión para hacerlo.”

(Anatole France)

Página 2 Volumen 1, nº 54. Libélula Libros. Boletín Bibliográfico. Manizales. Colombia.

Surgen entonces razones o justifi-

caciones adicionales al aparato:

reduce el espacio que ocupan los

invasivos libros en nuestras vivien-

das y es ecológico pues no utiliza

el papel. El primer argumento es

baladí si consideramos las pocas

bibliotecas privadas que sobrevi-

ven, pero además desconoce el

cariño que los diseñadores tienen

por los libros, no existe fotografía

de habitación o vivienda que apa-

rezca en las revistas de arquitectu-

ra que no considere el espacio

generoso para los libros. La segun-

da razón coincide con el afán con-

temporáneo de encontrar culpables del dete-

rioro ambiental, que deben buscarse además

en lugares y consumidores más susceptibles

a la crítica, pero es también absurda pues

desconoce que la mayoría de los libros se

hacen con papel reciclado. Más allá sin em-

bargo de estas apreciaciones debe advertir-

se que los argumentos esgrimidos a favor del

libro electrónico son más románticos e inge-

nuos que los que formulamos los amantes

de los libros: que son bellos, que se pueden

palpar, oler, probar, prestar, arrojar, romper,

envolver y regalar. Estos últimos son reales,

calculados, probados, es decir son ciertos,

no meras conjeturas.

Algo no funciona en el mercado del libro

electrónico, algo de carácter financiero y de

mercadeo que algún tecnócrata escapado

del mundo financiero que recién

se derrumbó, se resiste a recono-

cer. Tal vez algún banquero como

Alberto Vitale, citado por Schiff-

rrin*, que obstinado provocó in-

mensas perdidas en Random

House. Es cierto que el mundo

contemporáneo esta empecinado

en hacernos consumir lo que no

reclamamos y necesitamos, lo

paradójico es que en este caso el

optimismo de los productores del

libro electrónico es mayor que el

de quienes durante años hemos

intentado que la gente lea. El

futuro del libro electrónico depen-

de del incremento en los niveles de lectura,

hasta niveles interesantes al propio mercado,

pero cuando estos niveles se incrementen se

contará con consumidores cultos y formados

que probablemente compraran el aparato

pero no estarán dispuestos a cambiarlo cada

año. Así las cosas el mercado no será intere-

sante para los productores del aparato.

Por lo pronto los lectores empedernidos po-

dremos comprar el kindle y aprovecharlo has-

ta que sus propios gestores lo vuelvan una

antigualla. (pfa)

* “...Bob Bernstein fue despedido como parte del

plan magistral de S.I. Newhouse, y sustituido por un

antiguo banquero incompetente llamado Alberto

Vitale, que no paraba de ufanarse de que estaba

siempre demasiado ocupado para leer un libro‖.

Una Educación política. André Schiffrin. Peninsula.

2008.

A la sombra de las hojas

Un viejo —ya de setenta años— y lascivo

profesor David Kepesh refiere a un oyente

anónimo, en un monólogo de 170 páginas,

las vicisitudes de su pasión por una mucha-

cha cubana, que fuera alumna suya, casi

cuarenta años menor que él, y a la que —

vaya paradoja— se pone el nombre de: Con-

suelo. Se nos dirá, con disimulo, que el

oyente no es —como en otros libros de

Roth— psicoanalista sino cirujano plástico:

“Sólo hay algunas que se exhiben sin reserva y

en la actualidad, debido a tanta polémica, a me-

nudo no son las que tienen el tipo de pecho que tú

habrías inventado.” (página 156); y que el

relato ocurre en casa de Kepesh: “*Hay un

cuadro de Stanley Spencer en la Galería Tate...]

Está en uno de los libros de Spencer, abajo. Luego

lo iré a buscar.” (página 157). Se nos dirá, con

disimulo otra vez, que el libro debió de con-

cluirse muy poco después del 11 de septiem-

bre —“Una brillantez... que no había sido encen-

dida por Bin Laden.” (página 158)—, y tal vez

se caiga entonces en la trampa de comparar

fechas y decirlo alter ego del autor. Es El ani-

mal moribundo, de Philip Roth (Alfaguara, 2ª

edición 2007), que trata, otra vez, del amor y

de la decrepitud.

Tres pinturas —cuatro si contamos Las Meni-

nas, que se emplea para la seducción— seña-

larán los momentos decisivos de la historia:

el San Sebastián de Mantegna, al que se com-

para la muchacha que exhibe su menstruo

(página 84); el desnudo de Modigliani —que

ilustra la portada de la edición de Houghton

Mifflin, 2001— en la postal que le despacha

Consuelo a Kepesh: “Un desnudo cuyos senos

voluminosos, podrían haber tomado los suyos [de

Consuelo] como modelo... inexplicablemente

dormido sobre un abismo de terciopelo negro que,

dado mi estado de ánimo, asocié con la tum-

ba.” (página 112); y, al final (páginas 156, 157

y 158), el de Stanley Spencer: “... un retrato en

el que Spencer y su esposa, ambos ya cuarento-

nes, aparecen desnudos...”*:, y que Kepesh—

Roth describe con minucioso deleite, con

verdadero morbo. Una naturaleza muerta

con decrépitos. Como así acaba el libro. Co-

mo así acaba la vida.

*Double Nude Portrait: the Artist and his Sec-

ond Wife 1937

http://

farm1.static.flickr.com/245/535785242_929f50

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José F. Calle

Libélula libros

Relatos autobiográficos (II: El sótano), Thomas Bernhard. Anagrama. 2009.

tiempo a mil clientes, limpiar los vidrios y

barrer el almacén, brinda un sentido de

utilidad, o sea de felicidad absoluta. Tho-

mas Bernhard era un dependiente y era

feliz porque no tenía que pensar en mucho

más.

Bernhard suele acompañar los títulos de

sus obras con un subtítulo: (El origen Una

indicación, El sobrino Wittgenstein Una

amistad…) en El sótano es precisamente lo

que uno siente al leerlo: Un alejamiento.

Por último, este libro, y sobre todo en sus

diez páginas finales, tiene algo lamentable-

mente hoy escaso:

madurez, absoluta

madurez. No sé cómo

explicarlo, no es una

explosión, tampoco

un afán… cuando

terminé de leer, con-

vencido de la menti-

ra, sólo quise bajar la

cabeza.

Tomás David Rubio C.

- Libélula Libros.

Cuenta Thomas Bernhard que cuando tra-

bajaba como reportero para el Demokratis-

ches Volksblatt, cuando había un muerto,

él, en cambio, escribía muchos, o varios, o

centenares de muertos: ―La sensatez me

ha prohibido ya hace tiempo decir y escribir

la verdad, porque con ello, sin embargo,

sólo se dice y se escribe una mentira, pero

escribir es para mí una necesidad vital, y

por esa razón escribo, aunque todo lo que

escribo no sea sin embargo más que una

mentira que se transporta a través de mí

como verdad‖. Porque El sótano, El origen,

no creo que sean, como totalidad, relatos

autobiográficos. Prefiero que se vean, que

se recomienden, como cualquier otra histo-

ria, sin esa etiqueta, ya odiosa, de autobio-

grafía.

El sótano es abandonar el instituto que ya

en El origen era un lugar devastador, y con-

vertirse en un aprendiz de comerciante en

una tienda que parece y es un sótano; una

antesala al infierno en donde cargar bultos

que pesan toneladas pero que se pueden

levantar sin problema, atender al mismo

Algo no funciona en el mercado del libro electrónico (viene de la página 1)

Página 3 Volumen 1, nº 54. Libélula Libros. Boletín Bibliográfico. Manizales. Colombia.

Diccionario personal

Big bang. Teoría según la cual el origen

del universo se halla en una explosión

inicial. En el siglo XX se encontró evi-

dencia de que el universo se expande, y

se supuso que esto era una confirmación

de la teoría. Esa evidencia, sin embargo,

refuta la hipótesis del big bang: lo más

seguro es que el universo esté huyendo

de nosotros.

Madre. Madre sólo hay una. El signifi-

cado completo de este aforismo sólo se

llega a conocer en una tarde fría en

algún pico nevado de los Andes, cuando

Ud. y sus amigos terminen de comerse

la última parte comestible del cadáver

de su madre que, además, es el último

cadáver.

Vida. Una fosa común.

Pablo R. Arango

La literatura subvierte el tiempo

del lector y lo traslada a una

dimensión distinta a la que

habita. Todo lector, dedicado o

no, lo habrá sentido, algunos

habrán sido más conscientes,

todos sin embargo al cerrar el

libro sentimos que volvemos a

un lugar del cual habíamos partido. Esa capa-

cidad asombrosa, mágica, incluso mística, es

la que nos emociona y puede convertirnos en

empedernidos y viciosos lectores, por eso

cuando sabemos o conocemos a alguien que

no es lector sentimos cierto grado de compa-

sión: aquel no conoce el placer de ausentarse

y probablemente tampoco el del silencio.

Imagina Petrovic que si dos personas leen el

mismo libro a la misma hora y día se encon-

traran en él, e incluso podrán conversar y

disfrutar del espacio creado. Las posibilida-

des derivadas de tal conjetura son múltiples:

el adulterio incluido. La trama es abierta pero

no compleja, Adam Lozanic un joven corrector

de estilo es encargado por una pareja de

efectuar algunas correcciones, que le serán

advertidas, en un libro ya publicado, el pago

será importante mientras que el trabajo pare-

ce aburrido. No obstante el joven Adam será

La mano de la buena fortuna. Goran Petrovic. Traduc. Dubravka Suznjevic.

Sexto Piso.

sorprendido por el extraño texto, se trata de

la descripción de un lugar, un palacio, sus

jardines, el horizonte y todo lo que lo habita,

carece sin embargo de historias y de perso-

najes. Lo fabuloso es cada que lee el libro lo

habita, es decir entra a aquel lugar, tal como

lo hacen otras personas también lectoras. El

escritor no narró una historia, creo un mun-

do para vivirlo con la mujer que amaba.

La mano de la buena fortuna es un juego de

cajas chinas, cinco historias que contenidas

unas en otras, más que confundidas o mez-

cladas, conforman un libro maravilloso. Leer-

lo ha sido un placer, recordarlo, imaginarlo,

emplear el secreto que devela, será un pla-

cer mayor.

Nota: Esta segunda edición en español viene

acompañada de un pequeño opúsculo: Méji-

co jpg., se trata de las impresiones de Petro-

vic después de su visita como escritor invita-

do a la Feria de Guadalajara. El humor y la

fina percepción del autor se hacen eviden-

tes. Entre sincretismos casi absurdos, y

colores y vitalidad desbordada, el escritor

descubre que el trópico, incluso aquel tan

septentrional, hace que los hombres crea-

mos que nada es definitivo, o que todo pue-

de serlo. (pfa)

Todos los hombres

han desaparecido de

una manera extraña

y definitiva, solo uno

pervive, uno que

precisamente quería

excluirse, vivir al

margen: solitario y

renegado, un provo-

cador inteligente e

hipocondriaco que

prefería la soledad

de las breñas, mo-

lesto por la idolatría

del mundo contemporáneo a la comunica-

ción. Su propósito había sido suicidarse en

el lago de una caverna pero se arrepintió,

cuando regresó a la superficie todos los

seres humanos se habían volatizado, lo

demás estaba intacto, o mejor inmóvil, sin

vestigio alguno de violencia, la naturaleza

seguía su marcha, pero sin hombres.

El superviviente no se extraña ni se moles-

ta, al fin y al cabo detestaba aquel mundo

absurdo y autocomplaciente. Tal vez se

trate, piensa, del fin del mundo y Dios se

ha olvidado de él, razones no faltarían:

―Los hombres han desencadenado, duran-

te treinta siglos, aproximadamente 5.000

Dissipatio humani generis. Guido Morselli. Laetoli. Traduc. Elena del Amo.

guerras. Han tenido la culpa (el hallazgo es

de Albert Camus), si no de comenzar la His-

toria, al menos de continuarla. No los con-

deno. Su culpa peor o más reciente ha sido

el Afeamiento del mundo. Se solían añadir

otras imputaciones: la Contaminación, el

Salvajismo (o, dicho con eufemismo, la

―violencia‖). La Inflación (sin eufemismo: la

peste monetaria)‖.

Las primeras horas y días de soledad son

felices, es el heredero absoluto, el vértice

final de lo humano, el fin. Su sueño de sole-

dad y autonomía ha sido alcanzado, puede

vivir y moverse a sus anchas, pensar sin ser

agobiado, moverse sin ser requerido a la

conversación.

La sensación de soledad sin embargo es

angustiosa, duele. El hombre deambula e

intenta encontrar otros seres humanos, sin

lograrlo. Está realmente solo, infinitamente

solo. Presiente que habita una dimensión

extraña pero los objetos que lo rodean, y los

vestigios del abandono –la forma como

quedaron las camas que aparentemente

ocupaban- delatan que son los demás quie-

nes han partido a otra dimensión. Se siente

abandonado en un mundo borgiano, el Apo-

calipsis tal vez. El afeamiento y la comuni-

cación habrán sido sin duda las razones de

la molestia divina, pero ¿y las de su exclu-

sión?. Reclama entonces en un estado de

alucinación ser recogido, reintegrado al

grupo, vuelto de nuevo a la especie. El

suicidio ahora es imposible: la vida como

el tiempo y como la historia quedan en

suspenso si estamos solos, quitársela

entonces es un absurdo.

Dudo que sea una metáfora. Morselli no

era un moralista. Dissipatio humani gene-

ris es la creación de un universo oblicuo y

aterrador. A nadie debe importar si esta

historia es posible o no, nadie puede sen-

tirse aquel solitario y menos un justo volá-

til. Mas vale pensar en el genio de Guido

Morselli que habiendo imaginado y escrito

este portento no lo vio publicado. Se sui-

cidó en 1973, a los 69 años, autoexcluido

del mundo literario italiano; a Calvino le

había escrito, huyendo y escondiéndose:

―Para no serle del todo desconocido: soy

emiliano, autodidacta, vivo solo sobre un

pequeño trozo de tierra donde hago de

todo, incluso el albañil…‖

―Existe algo desesperado y, al mismo tiem-

po, apacible en estas páginas‖ dijo de

ellas Calasso cuando las publicó en

Adelphi. Sin duda. Yo dosifique su lectura

cuanto pude. (pfa)

Página 4 Volumen 1, nº 54. Libélula Libros. Boletín Bibliográfico. Manizales. Colombia.

Uno: ―Sobre los ado-

quines yace de es-

paldas una viejeci-

ta. Una ciruela rese-

ca del árbol de la

vida‖. Dos: ―Al prin-

cipio se trataba tan

solo de una simple

amigdalitis‖. Tres:

―Era un hombre

bajito y desconten-

to. Hablaba cada

día con unas diez

personas y escribía, pongamos, unas

diecisiete cartas. Era un grano de arena

en la orilla de la existencia.‖

Se trata del comienzo de tres cuentos de

Polgar. Los cogí casi al azar, abriendo el

libro. Son evidentemente directos y apa-

rentemente simples, encierran sin em-

bargo una complejidad peligrosa: una

vieja es una ciruela reseca; la amigdalitis

es una simple enfermedad pero por ahí

comienza todo, con la visita de o al médi-

co; y un hombre descontento, como casi

todos, al fin y al cabo apenas es un grano

de arena.

Supongo que será difícil catalogar los

textos que componen el libro, nadan en-

tre el relato breve y el apunte y las notas:

literatura de café tal vez la habrá etique-

tado alguien. Su parecido con Peter Alten-

berg es evidente. La historia o idea ape-

nas esbozada habría sido un mero apunte

para otros que habrían construido un in-

menso edificio, Polgar en cambio, y Kraus

y Altenberg igual, prefería el relato conciso

y deslumbrante en el que de ser posible

se pudiera deslizar la poesía o el apunte

ensayístico.

Alfred Polgar, al igual que el incomparable

grupo de escritores que habitaron Viena

durante la primera mitad del siglo XX, con-

sideraba los cafés como su espacio vital,

e incluso llegó a opinar que "si su café

cierra, el verdadero centralista se siente

arrojado al mundo, expuesto a los acci-

dentes y anomalías de una tierra extraña.

El Café Central está ubicado en el meridia-

no de la soledad de Viena, sus habitantes

son personas cuya hostilidad hacia los

hombres es tan grande como su deseo de

estar con personas que quieren estar so-

las, pero necesitan compañía para hacer-

lo".

Si casi toda su existencia transcurría en el

café es dable imaginar que allí escribía y

que sus relatos debían tener la extensión

y ligereza propia que el ambiente y el

tiempo le permitían. El genio salva el tex-

to del mero mamarracho.

La vida en minúscula. Alfred Polgar. Traduc. Manuel Lobo. El Acantilado.

Los relatos, y aceptemos este término

para definirlos, están cargados de un

humor denso y, de nuevo, peligroso. Pol-

gar es un subversivo que debía preocu-

par a las autoridades, si es que ellas le-

ían. Sus personajes y situaciones dela-

tan la insensatez del estado –de todos

los estados-, su modorra insidiosa y per-

versa, así como la desidia y dejadez de

los ciudadanos siempre perezosos. En

estas situaciones Walter Benjamin supo

percibir una premonición: la Viena de la

primera mitad del siglo XX se venía abajo

y con ella aquel universo de cafés e inte-

lectuales que tendrían que mover sus

cuerpos como nunca lo habían imagina-

do.

―Lastima que aquel globo verde como la

hierba fuese a dar contra el canto agudo

de un marco de metal. Su alma, fundién-

dose con el todo, abandonó la piel, y con-

vertido en un miserable guiñapo arruga-

do, fue bajando por la pared hasta el

suelo‖. Puede ser un globo, o podría

haber sido la Viena que se sentía etérea y

casi eterna. El caso es que Polgar tenía

un genial olfato para percibir lo que co-

menzaba heder, y a la vez, una inmensa

capacidad para advertirlo con humor e

inteligencia. (pfa)

Ted Kooser tiene la

convicción de que

la vida es incontro-

lable: ―…ni aún en

un mundo tan abre-

viado hecho sólo de

pequeños aconteci-

mientos podría una

persona controlar

esta vida‖; las pre-

tensiones del hom-

bre que sale tem-

prano en la mañana

convencido de su

papel y su importancia son ajenas al

poeta laureado de Iowa, los grandes

acontecimientos, incluso el conocimiento

minucioso, práctico y productivo de los

asuntos le parece presuntuoso, queda

entonces el goce minucioso y delicado

de lo que nos rodea y el permanente

asombro frente a lo aparentemente pe-

queño o insignificante: las cosas de la

casa que nos hacen amable nuestra es-

tadía o las personas sencillas que muy a

Delicias y sombras. Ted kooser. Traduc Hilario Barrero. Pre-textos. 2009.

su pesar resumen el universo entero. Por

eso la acción más importante del hombre

de negocios se lleva a cabo tal vez apenas

comienza el día: ―sus manos revolotean

como pájaros,/ cada una con una cinta de

seda/ para construir su nido,/ mientras él,

de pie frente al espejo,/ vistiéndose para

ir al trabajo, se saludaba/ a sí mismo con

ambas manos‖. Y saldrá con un nido en el

cuello.

Algunos versos de Kooser subvierten con

fortuna las formas y combinan sensacio-

nes: ―…este café vietnamita, con su luz

aceitosa,/ sus olores en forma de flor…‖, o

―cuan pesada es su belleza‖, mientras

que otros poemas tienen una fuerza na-

rrativa que les permite asemejarse, sin

vergüenza, a pequeños cuentos, directos,

sencillos y muy personales. Algunos críti-

cos lo han comparado con Chejov.

No es vano el título de este poemario, deli-

cias y sombras son palabras que definen

bien lo que quiere Kosser: aquellas deli-

cias que nos provocan un placer intenso

del animo (dice el RAE) y las sombras,

nuestras y de todo, aquellas del amane-

cer o del atardecer cuando la contunden-

cia de los objetos y de nuestras sensacio-

nes esta rota por sus propias oscuras

prolongaciones.

Es el asombro sin embargo lo que mejor

precisa o circunscribe los poemas de

Kooser, el que provoca una vajilla azul, o

el cielo estrellado convertido en ―la tensa

pared de las tinieblas‖ o en ―la suave

lluvia del pasado distante‖, y el que gene-

ran los extraños e inexplicables prodigios

de la naturaleza como aquel de ―la pe-

queña mariposa nocturna que vive de

lágrimas‖.

Poemas para la espera, cualquiera que

ella sea: el paso del tiempo, la hora defi-

nitiva, la resolución o respuesta de algu-

na persona; una espera en la que ―no hay

inquietud ni impaciencia / ni rabia a la

vista‖. Ojala todos tuviéramos la fortaleza

para esperar como algunos esperan en la

sala de oncología, o como los viejos de

estos poemas que ya han comprendido la

inutilidad de buscar algo nuevo. (pfa)

Página 5 Volumen 1, nº 54. Libélula Libros. Boletín Bibliográfico. Manizales. Colombia.

―el escritor recela

de los sentimien-

tos que no se

prestan a ser pu-

blicados. Él espe-

ra entonces su

ironía. Supedita

sus percepciones

a la cuestión de si

son dignas de ser

escritas y vive de

mal grado lo que

no puede en abso-

luto poner en palabras. Esta enferme-

dad profesional del escritor convierte a

algunos en bebedores‖, escribe Max

Frisch en Montauk, novela corta en la

que se confunden tiempos, personas,

realidad y ficción. La vida es así, al me-

nos la de un escritor o la de un apasio-

nado por la literatura, nadie puede espe-

rar cosa distinta, mucho menos quienes

lo rodean. ―…La literatura conserva el

momento, para eso existe…‖. El escritor

teme al olvido, lo que no pueda volver

literatura, o no existe o no vale la pena

que exista. Sin ella o la posibilidad de

estar dentro de ella el universo se desor-

dena, no es que caiga en un caos que al

fin y al cabo es su estado natural, sino

que es imposible habitarlo.

Montauk es el relato del amor de un es-

critor viejo y una joven que intenta prime-

ro entrevistarlo y luego cautivarlo. A él

no le extraña. Le agrada esta curiosa

situación. La vive en cámara lenta como

si fuera copiándolo todo, grabándolo,

volviéndolo literatura, o mejor, com-

probándolo literatura.

―Amagannsett se llama, pues, la peque-

ña localidad donde ayer decidió relatar

este fin de semana: de manera autobio-

gráfica, sí autobiográfica. Sin inventar

personajes; sin inventar acontecimientos

que fueran más ejemplares que su reali-

dad; sin desviarse con invenciones. Sin

justificar su escritura en virtud del com-

promiso frente a la sociedad; sin mensa-

je. No tiene ninguno y, sin embargo, vive.

Él solo quiere contar (con todo respeto

―Montauk‖. Max Frisch. Laetoli. Traductor Fernando Aramburu.

hacia las personas que cita por su nom-

bre): su vida‖. Primera y tercera persona

se confunden, como es natural.

―…No vivo con mi propia historia, sólo

con las partes que pude transformar en

literatura…‖ concluye. Genial. Y recuerda

o inventa, que importa: ―un nobel

francés solicita papel y pluma por el tra-

yecto hacia la guillotina a fin de anotar

algo, y le son proporcionados. La nota

podría, claro está, ser destruida en caso

de que estuviera dirigida a alguien. No

es así. La nota es pura y simplemente

para él mismo: pro memoria‖.

La obra de Fisch parece ser tan diversa y

profusa como su vida, no obstante en

español han sido pocas las obras que se

han publicado y lo han hecho con curio-

sas intermitencias. Durrenmatt, su com-

pañero generacional e incluso gremial,

ha tenido probablemente mayor divulga-

ción, por eso es necesario agradecer a

la editorial Laetoli la publicación de este

libro, y el encargo expreso formulado a

Fernando Aramburu de su traducción.

(pfa)

¿Qué es lo que re-

cordamos o por

qué?, ¿qué hace

que sin motivación

alguna ciertos asun-

tos vuelvan a nues-

tra mente, algunos

con mayor nitidez

otros en cambio

velados?. ¿Por que

algún tiempo des-

pués lo que ahora

es claro se torna

oscuro y nebuloso

mientras que lo olvidado diáfano?,

¿dónde se ubican la memoria o los recuer-

dos?. Felisberto Hernandez, el escritor

uruguayo, propuso un lugar que llevamos

dentro: ―la tierra de la memoria‖ la llamó,

y como en todo territorio, predomina el

polvo que se posa y se levanta a su antojo.

Kocourek, un personaje en El rey de las

Dos Sicilias dice mientras camina junta a

Emil: ―estoy pensando si mañana, pasado

o dentro de unos días, cuando quizás la

guerra nos haya borrado todas las otras

impresiones, este momento preciso en

que caminamos así los tres, sin razón, sin

fin, pensando vagamente sobre lo que

pasó aquí ayer, sobre el supuesto crimen,

El rey de las Dos Sicilias. Andrzej Kusniewicz. Traduc. Bozena Zaboklicka. Anagrama -Otra vuelta de tuerca-. 2009.

si este instante no será el que quede más

profundamente grabado en nuestra memo-

ria... ¿Por qué? No sé. Pero esto pasa con

esta estúpida cosa que es la memoria

humana‖.

La historia, esa disciplina que narra con

rigor los hechos que son aparentemente

trascendentes, se equivoca. O mejor, es

algo irreal y absurdo que por conveniencia

y cierta necesidad de orden aceptamos y

aguantamos. La historia escoge lo supues-

tamente importante, los asuntos, las co-

sas, los momentos que requiere su afán

organizador. La literatura no, ella reconoce

la precariedad de contar o narrar el pasa-

do, reconoce la trascendencia de lo peque-

ño , breve e insignificante: ―...todo cuenta,

todo es en un momento dado excesiva-

mente importante para alguien, así que no

se puede omitir ni menospreciar nada‖,

dice el narrador (¿que novelista no ha pen-

sado igual?).

El asesinato del Archiduque Francisco Fer-

nando en Sarajevo definió el destino de

pueblos y naciones, a pesar del suceso, la

vida de los ciudadanos seguía inatajable

su marcha, tal como lo hicieron los senti-

mientos de Emil, el joven miembro del des-

tacamento cuyo nombre sirve al título de la

novela. Turbado y perdido gracias al amor

y a la particular e insoslayable influencia

que Elisabeth su hermana ejercía sobre él.

Sentimientos aquellos que condenan a

Emil convirtiéndolo en el insensible asesi-

no de una joven y hermosa gitana, tan

salvaje e inculta como aquel refinado y

delicado.

Señalar la maestría de Kusniewicz para

advertir el barroquismo de una época ex-

traviada a medio camino entre un siglo y

otro, es advertir de manera parca las virtu-

des de una novela magistral, debe

además señalarse el formidable juego que

el narrador plantea al lector a quien invita

a entrar y salir de la historia; nada más

comenzando señala que por preciso que

sea el narrador, esta y toda historia, po-

dría comenzar por muchas puntas, una

por supuesto la más formal, otra u otras

que interesan más, nacen en lo particular,

en lo aparentemente intrascendente.

Esta novela es genial y merece, como se

lo han otorgado, lugar privilegiado en la

literatura del siglo XX. Su autor, un escritor

polaco tardío nacido en Galitzia, es ahora

con razón canónico, su reimpresión es

más que merecida y enaltece la curiosa y

heterodoxa nueva colección Otra vuelta de

tuerca de Anagrama. (pfa)

Página 6 Volumen 1, nº 54. Libélula Libros. Boletín Bibliográfico. Manizales. Colombia.

Cierta inquietud por com-

prender mejor el mundo

editorial me mueve a la

lectura de todo libro escri-

to por editor o librero,

presiento que me ente-

raré de ciertos secretos

que luego me permitirán

comprender mejor un

ambiente que sigue pare-

ciéndome a pesar de ta-

les lecturas enrarecido y afectado. Una acti-

vidad a medio camino entre el romanticis-

mo, el optimismo y el negocio. Las variables

podrían ser más, pero estas tres bastan

para hacer del asunto un puerco espín. Pero

insisto, como insisten los escritores en in-

tentar comprender, así que me di a la lectu-

ra de El optimismo de la voluntad de Jorge

Herralde y de Una educación política de

André Schiffrin. La de Schiffrin, editor cele-

bre y mítico, fue publicada por Península, la

de Herralde por el Fondo de Cultura Econó-

mica. No son comparables, no van por el

mismo camino. La crónica de Schiffrin es un

relato autobiográfico en el que recuerda la

historia de su padre y la fundación de la

Pleiade y el apropiamiento de la colección

por parte de Gallimard. El libro de Herralde

en cambio es, tal como ya nos tiene acos-

tumbrados, una recopilación de textos ya

publicados: conferencias, reseñas, discur-

sos, presentaciones de libros, y algunos

textos escritos de manera expresa para el

caso, como ―una especie de patchwork‖ los

define él mismo. Schiffrin tiene un evidente

afán narrativo, Herralde parece en cambio el

jefe de una tropa que después de guiarla

decide hacer un alto en el camino y contar

ciertas anécdotas, que si bien tienen valor

histórico, están afectadas por un elevado

grado de autocomplacencia.

No obstante Schiffrin y Herralde tienen dos

importantes puntos de encuentro: las ideas

políticas que defienden y el ejercicio editorial

independiente. Ambos de izquierda aunque

Schiffrin ha hecho de la política una actividad

más cotidiana, Herralde en cambio parece

haber menguado sus intereses una vez

quedó atrás el arrebato y el encanto de ―la

movida‖, caído Franco. La independencia

editorial es en los dos una característica defi-

nitiva. Anagrama ha sido y será un sello

autónomo que se rige tan solo por los inter-

eses de su propietario y editor, que incluso

por momentos puede parecernos caprichoso.

Schiffrin es sin duda uno de los grandes refe-

rentes de la edición independiente en los

Estados Unidos, primero desde Pantheon,

luego desde New Press, editorial que fundó

después de que Random House hubiese sido

adquirida por uno de los grandes grupos edi-

toriales que aglutinan la gran mayoría de las

ediciones en el mundo.

La independencia de estos dos grandes edito-

res es sin duda su más grande e importante

enseñanza, la una tal vez más catalanamente

gozosa que la otra, aquella quizás pulida por

Sobre las crónicas de dos editores

la huida, las deslealtades o el ejercicio a

cotracorriente de un oficio asediado por el

afán mercantil, un afán que impide a sus

dueños, percibir donde deben entrar y don-

de es inútil que lo hagan, pues solo provo-

carán trastornos y malestares, quiéranlo

entender o no el mundo del libro nunca

podrá entregar las ganancias que hallaran

en otros mercados.

―Sé con toda seguridad, por mi propia expe-

riencia reciente y por la de mis colegas, que

se lleva una vida muchísimo mejor y más

feliz fuera de la ballena que dentro‖, escribe

Schiffrin, lo que sin duda habrá percibido

también Herralde, quien por demás define

magistralmente su consigna: ―la labor de un

editor literario no consiste en vender produc-

tos sino en descubrir a los mejores escrito-

res de su tiempo y editar libros de la forma

más cuidada y exigente posible. Con la espe-

ranza y la obstinación infatigables de con-

vencer a los lectores de que también para

ellos serán libros necesa-

rios‖.

Tanto lo que sabe Schif-

frin como lo que propug-

na Herralde aplican a los

libreros. Este último ad-

vierte de manera recu-

rrente la cercanía entre

los dos oficios y siente

como natural la confu-

sión de las fronteras que

puedan dividirlos. (pfa)

El 2009 fue un año lleno

de películas y de libros,

gozo de ambos. El solo

acto de ir a cine, a pesar

de que la película no

tenga mucha acogida

entre las personas que

creen tener conocimiento

de este arte, es una de

las mejores formas de

pasar una noche tranqui-

la. Otra forma de pasar el

tiempo sin prisa, en silencio o mientras se

espera que las manecillas del reloj corran sin

que nadie las alcancen, es leer, ambas co-

sas son placeres para personas tranquilas

que no requieren de grandes montajes para

disfrutar del paso del tiempo.

Este año no solo estuvo invadido de eventos

independientes, de libros y de películas sino

de adaptaciones de libros al cine. Por tal

motivo hice el ejercicio de leer tres libros y

ver las adaptaciones de los mismos, el pri-

mero fue: ¿Quiere ser millonario? de Vikras

Swarup, el libro fue mutilado vilmente por la

intención de ser un producto más occidental,

Cine y literatura

mas comercial, si bien el foco del libro es el

mismo de la película, la eterna lucha entre las

coincidencias humanas y la razón bajo el

telón de fondo de un juego mundialmente

conocido, la película se queda corta frente a

la bella narración traducida para Anagrama

por Damian Alou, el libro nos muestra además

apartes más interesantes de la India que lo

que muestra la película, por tanto, creo que

se debería leer mas el libro de lo que se vio la

película, así hubiere sido esta la razón de ser

de que muchas personas conocieran el prime-

ro, yo tuve la suerte de comprar el libro en

una de esas promociones increíbles de Ana-

grama mucho antes de que se hiciera famo-

so.

El segundo fue El lector de Bernhard Schlink,

una historia romántica, absolutamente trans-

parente, de la Alemania que había sido re-

cientemente golpeada por el holocausto nazi,

lo cual fue muy aprovechado por las personas

que realizaron la adaptación, solo faltó que

no tuviera olor a cine sino a papel, que es

como a madera con alcohol, para que se con-

fundiera el uno con el otro, el director de la

película, Stephen Daldry logro recrear las

imágenes que me había creado mientras leía

el libro.

Finalmente esta El extraño caso de Benjamin

Button, la película sin lugar a dudas fue mu-

cho mejor que el libro, un poco porque la

protagonista es bellísima otro tanto porque la

idea se presta para hacer imágenes increí-

bles y narrar esta historia de forma impeca-

ble, en esta ocasión el ejercicio fue al contra-

rio vi primero la película, creo que eso se

prestó para que en mi mente tuvieran mayor

vigencia las imágenes de la película que las

imágenes que Fitzgerald narró.

Todo lo anterior es apenas una opinión mani-

festada desde el placer que me generan

cada una de las historias narradas con letras

o con imágenes. Me atrevo por tanto invitar a

los lectores a que se animen a escribir en

este Boletín a que nos cuenten su opinión de

la relación cine y literatura o de la película

que fue mejor narrada que el libro o vicever-

sa, la idea es simplemente conversar acerca

de esta relación tal vez ya roída o cansada,

que a tantos nos apasiona y que tanta tela

tiene aún para cortar.

Humberto Posada C.—Libélula libros