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Bougnoux, Daniel. "Introducción a las Ciencias de la Comunicación", Buenos Aires, Nueva Visión, 1999. Capítulo 3, usignificar" , '111 SIGNIFICAR Se podría sostener, con derecho, que elhombre desciende más del signo que del mono 1 y que obtuvo su humanidad de cierto régimen simbólico o significante. Vivimos menos entre cosas que en un "bosque de símbolos'', éomó dice Baudelaire en su célebre soneto de las Correspondances, ·y éstos hacen que estemos familiarizados con el mundo al interponer entre él y nosotros el orden de los signos, más manejable y liviano que el de las cosas. El imperio de los signos duplica, de este modo, el mundo natural; la semiosfera, (que integra la cultura en general) contiene a la biosfera (la naturaleza, el mundo ani- mal, vegetal, etc.). Por medio de toda una red de representa- ciones codificadas y de signos que son también paragolpes que se oponen a la dureza del mundo, envolvemos, filtramos y, al mismo tiempo, dominamos lo real externo. l. EL GIRO SEMIOLÓGICO Ferdinand de Saussure fue el primero en hacer el análisis de la lengua como estructura (alrededor·de 1910). Este análisis inspiró en los años 1950-el estudio estructural de la cultura, usando el modelo de la lengua. La ídeá es extraer de la cocina, de la vestim.enta o del parentesco sighóa binarios u opositivos, eo111p11r11bles 11 los que el deatiubrQ 1:1u la h:mgua. En cada dominio da lfi eultut11 dett:irmhuaío tlt'l este modo, lmi hombres intercambian signoe,!Olegún t:Migoe que, ptrniblaml:\fi; te, son lenguajes. Esta ampliación, bautizada semiologta, se encmmtra con las ciendas de la información y de la comunicación, concebi· das como el estudio del intercambio, de la producción y de la 1 En francés se produce un juego entre signe (signo) y singe (mono). l6 33

Bougnoux - Introducción a las Ciencias de la Comunicación

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Bougnoux - Introduccion a las Ciencias de la Comunicacion

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  • Bougnoux, Daniel.

    "Introduccin a las Ciencias de la Comunicacin", Buenos Aires, Nueva Visin, 1999.

    Captulo 3, usignificar"

    ,

    '111 SIGNIFICAR

    Se podra sostener, con derecho, que elhombre desciende ms del signo que del mono1 y que obtuvo su humanidad de cierto rgimen simblico o significante. Vivimos menos entre cosas que en un "bosque de smbolos'', om dice Baudelaire en su clebre soneto de las Correspondances, y stos hacen que estemos familiarizados con el mundo al interponer entre l y nosotros el orden de los signos, ms manejable y liviano que el de las cosas. El imperio de los signos duplica, de este modo, el mundo natural; la semiosfera, (que integra la cultura en general) contiene a la biosfera (la naturaleza, el mundo ani-mal, vegetal, etc.). Por medio de toda una red de representa-ciones codificadas y de signos que son tambin paragolpes que se oponen a la dureza del mundo, envolvemos, filtramos y, al mismo tiempo, dominamos lo real externo.

    l. EL GIRO SEMIOLGICO

    Ferdinand de Saussure fue el primero en hacer el anlisis de la lengua como estructura (alrededorde 1910). Este anlisis inspir en los aos 1950-el estudio estructural de la cultura, usando el modelo de la lengua. La de es extraer de la cocina, de la vestim.enta o del parentesco sigha binarios u opositivos, eo111p11r11bles 11 los que el nnli!li~ deatiubrQ 1:1u la h:mgua. En cada dominio da lfi eultut11 dett:irmhuao tlt'l este modo, lmi hombres intercambian signoe,!Olegn t:Migoe que, ptrniblaml:\fi; te, son lenguajes.

    Esta ampliacin, bautizada semiologta, se encmmtra con las ciendas de la informacin y de la comunicacin, concebi das como el estudio del intercambio, de la produccin y de la

    1 En francs se produce un juego entre signe (signo) y singe (mono).

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  • circulacin de los signos en general, en el sen de la cultura. Esta es, al menos, la visin propuesta por Lvi-Strauss en su texto de 1950, Introduction a l'oeuvre de Marcel Mauss, que constituy el inicio de los estudios estructuralistas. De esta manera, llevaba a cabo el deseo formulado por Saussure en la Introduccin de su Curso de lingstica general: "Se puede concebir, entonces, una ciencia que estudie la vida de los signos en el seno de la vida social. [ ... ] La llamaremos semio-loga .. , .. ] nos ensea.ra en qu consisten los signos y cules son les leyes que los rigen. [,,.]La lingstica es s6lo una parte de esta tienda general y las leyes que descubra la semiologa se aplica.rn al.a H11gstica; sta quedar, as, vinculada con un dominio bien definido en el conjunto de los hechos huma-nos." De acuerdo on esta previsin hecha por el maestro de Ginebra a modo de programa, semi.ologa, en el fondo, quera decir ya, plenamente, comunicacin, la que no estudia los intercambios naturales sino los intercambios codificados y se-miotizados.

    La semiologa se interesa por el funcionamiento de los signos como un sistema. Un elemento del sistema no sigqifica por adecuacin a tal cosa o acontecimiento sino en referencia a su relacin de oposicin o de distincin en el seno de la estructura. Es la gran idea fonolgica: el funcionamiento de los sonidos es de carcter discreto y opositivo. "En la lengua hay slo diferencias", afirma Saussure: los fonemas, por ejemplo, es decir las unidades sonoras ms pequeas, son discontinuos: un fonema B no es un fonema P, y entre ambos no hay un tercer trmino. El orden binario o digital est basado no el valor intrnseco de los elementos sino en su posicin dentro del sistema. El pri.mer gesto de la semiologa es, por lo tanto, eliminar la adhesi11 de los signos a las cosas para pensarlos segn un marco de oposiciones pertinentes, es decir, previstas por el cdigo.

    De este modo, la estructura por excelencia es la de la lengua, en la que las palabras no adhieren a las cosas (salvo en el caso muy residual de las onomatopeyas) sino que signi-fican por oposicin. Esta conciencia semiolgica del sistema ha penetrado muy profundamente nuestra cultura y conver-gi, a fines de los aos 1950, con el anlisis de los objetos industriales que, como los signos lingsticos, reciben una forma estricta que obedece a un cdigo y son reproducidos idnticamente en la cadena. Al elegir este camino, la semiolo-ga acompaaba el surgimiento de la cultura de masas cuyas

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    producciones estereotipadas y estandarizadas pa.r,ecen orde-nadas de acuerdo con algunas combinatorias:verificables,

    2. 4s DOS CORRIENTES DE LA SEMIOLOGA Al construir una semiologa segn el modelo de la lingistica, los estructuralistas consideraban qu,e estaban haciendo que las ciencias humanas, que se ocupan de intercambios menos rgidos que los de la lengua, fuesen trunbi~n ciencias riguro-sas. Sauss11re y la lingstica fueron.referencia obligada en los aos cincuenta y sesenta y se convirtieron en el lugar de garanta cientfica que convirti a la semiologa estructural en una disciplina atractiva.

    Con el tiempo, se volvi sencillo distiq.guir en este movi-miento semiolgico a dos grandes corrientes. Un primer camino de la investigacin fue el de Roland Barthes, autor, en 1964 de los Ensayos de semiologa. En esta obra, invierte la jerarqua propuesta por Saussure al sealar que si bien la lingstica es una ciencia gua, la semiologa slo podra desarrollarse si tomaba sus mtodos.

    Por lo tanto, propuso una especie de superlin~sti~a, aplicada a sistemas de signos como la moda, el texto htera~10, la cultura da. masas o las mitologas del consumo masivo (entre las que se encontraban la' lavandina Orno, ~~ abate Pierre o el Citroen DS). En esta obra Barthes se regoctJaba en acosar el estereotipo, en la manera en que el artefacto cultural se volva natural en la conciencia de los usuarios o se converta en un discurso disponible de antemanq. Sugera que la tarea del semilogo era elevar el muthos, discurso mudo o confuso, por medio de la lgica del logos. Las comunicaciones de masas, la vestimenta, la cocina o la publicidad, no saben nada sobre s mismas, porque son mudas y estn mistificadas, ynece~it~ ser descifradas por la razn del lenguaje. Este logocentrisn;o postula que cuanto ms cultos somos ms usamos el leng_uaJe, "interpretante universal" y significant~ por excelencia: A partir de estos axiomas, se plante, por ejemplo, que la.c?cma estaba estructurada como un lenguaje (con sus opos1c10nes pertinentes entre lo crudo y lo cocido, lo asado y lo hervido, lo dulce y lo salado). En el psicoan~lisis, Lacan sostuvo lo mismo para el inconsciente. De este modo, toda una corrient~ lo~ocen trista-quiso encontrar lenguaje en nues~ri;i.s comumc~c~ones no lingsticas (en la pintura, en la cocma; en el mob1ha-

    l t 35

  • 1d;ii~]~1!l.triliod~r~ o en el inconsciente). Pero los . ' :a
  • Interpretante

    Signo (representamen) Objeto llll ':lnguio lemitleo de Peil'ti~ ualmrm. ln 1tt!roerla.d de la Bemiosf~ra o l proceso infortf1tivo, Por ot'itraste, el proceso energtico se conforma con una ''relacion entre pares".

    Estmulo Causa ----------4

    Respuesta Efecto

    De esta manera, el marco trazado por Peirce es ms amplio del qi;e ~ab~~~os po.dido considerar para los signos pues no son solo hngmsticos smo tambin naturales y sin emisores. El esquema saussuriano postulaba un emisor y un destinatario en Peirce vamos de signo en signo, puesto que todo "objeto~ pu~de ser up signo para otro objeto. La cadena permanece

    a~ierta hac1~ la derecha y hacia la izquierda del esquema triangular, sm que la actividad semitica alcance nunca un trmino final o un techo: la mejor ilustracin de esta reactiva-cin es la bsqueda de una palabra en un diccionario que slo puede hacerse a travs de otras palabras las que a su vez remiten a otras definiciones, indefinidamente. ' '

    fo.terpretante

    Interpretante ~ Interpretante 6 D

    Signo Objeto/Signo Objeto/Signo Objeto

    4. INDICES, ICONOS, SMBOLOS

    Uno de los aportes ms importantes de Peirce es su distincin ~e tres maneras fundamentales de significacin: el ndice, el icono y el smbolo. Los encadenaremos cronolgica y lgica-mente en ese orden (no previsto por l). 38

    Plantear que al comienzo fue el ndice, es colocar en la base de nuestra semiosfera las huellas sensibles .o)as muestra.s de los fenmenos. Peirce define el indice: como 'afragmentdonn away from the object, un signo arrancado de la cosa. o, como precisa en otra parte, "realmente afectado ... porella'!. En:el sntoma mdico o meteorolgico; en el caso de las improntas, de las huellas fsicas o de los depsitos, 1a relacin de la cosa y su signo es la del todo a la parte de la causa al efecto. Por lo tanto, directa, o sin cdigo, sin la mediacin ni la r~presentB.cin ttrnnttil de la intencin, sin distai1cia representativa ni orte semitlflll

  • menor eq11ivalimcia,e1'1tredma:. carne vivente, tibia y tridi-mensiofila:l 1 y: a:lguno'si,t:eJitn:ie'tros de papel fro y plano! Al proyecta171)ln1obj:e;to1depmurido fisico en otro, la relacin icnica deianaJlog[ia:!'fc-oil:serva, por cierto, algunos rasgos del originaI;'p'e:ro:se:leccion: sev.eramente estos datos pertinentes y los reconBt:n'iye en un material y en una escala que no le deben rrisrriada'ial fenmeno representado: piedra esculpida, tela de Ids.cua:dros, papel de los dibujos, de las fotos, de los planos dei::trehJsubterrneo o de los mapas geogrficos, el vidrio de 1l,9svitrale's 01eLmetal de los carteles de la ruta que indican: ''curva.peligrosa'1 O "cada de piedras" ... , todos estos iconos tiene en comn el hecho de conservar un elemento descriptivo o esquemtico de analoga con su referentl;!, de maneraque,un extrao pueda comprenderlos sin demasiadas dificultades. Algo menos inmediata que los ndices, la capa icnica de nuestras comunicaciones salta bastante bien las fronteras; y por eso algunas imgenes, de actualidad (CNN) o de ficcipn (HollyWood, Mi;key) se producen, hoy, en tina escala directamente mundial.

    Fina1mente:con los smbolos (o con lo que denominaremos, uniendo:a.Pierce y a Lacan, "orden simblico", que reagrupa lossignos'propiamente arbitrarios -es decir,'no motivados-) se rompeJa relacin continua de semejanza, del mismo modo que la de contigidad: es el caso de la inmensa mayora de los signos lingsticos, de los carteles de la ruta de "direccin prohibida" o "prohibicin de estacionar", de los smbolos qumicos o algebraicos (que por lo mismo van ms all de las letras o de las cifras) y el campo de lo numrico en general. A diferencia de la imagen, el signo simblico se estructura por exclusin y se bas'a, por lo tanto, en una secreta negatividad: apunta a la modalidad (digital) del todo o nada: entre dos fonemas que la lengua articula como entre los ceros y los unos del lenguaje binario de las mquinas, no hay tercer trmino. La presencia de tal signo significa la ausencia de todos los dems en el mismo lugar. Lo que supone que este lugar dbe ser estrictamente medido: pixel encendido o ti.pagado de nuestras pantallas catdicas, letra del alfabeto en un texto1 descarga de una; neurona que transmite o retiene la excita-cin;, "puerta" abierta o cerrada de un circuito informtil!o, rojo o verde de los semforos, en cada caso lo legible dobleg aIovisbl en,una sola dimensin, cronolgica o lgica. : +ia t;riparticin cuyo principio acabamos de recordar est clara:mente 011ientada por una tendencia ala creciente abs-

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    t:acc~~: d~l ndice tridimensional, o cosa entre cosas, al orderi Simbohco lmeal, pasando por los iconos, generalmente bidi-mensionales. Lo simblico y, ms an, lo numrico, correspon-den a un esfuerzo ma:yor; el sueo y su correlato, los sueos, ~n }os que el pensamiento verbal se cambia por un flujo de imagenes mezcladas de ndices, con el menor esfuerzo fsico.

    Las tres capas s.emiticas que acabamos de distinguir se representan muy bien por medio de una pirmide enmarcada por dos flechas:

    LA PIRMIDE SEMITICA

    orden de los ndices

    _ Par,a pens:;ir! se necesita una punta. Y as fue que la filosofa, trad1c10nalmente logocentrista, siempre reserv el

    ver~ad~ro conocimier:to ~la cim~ "simblica" de la pirmide (las I1;1ag~nes y'. a f~rtwri, los ndices, "no piensan"). La flecha de la iz9-m~rda md1ca, por lo tanto, el camino ascendente del apre.nd1zaJe o de la cultura, pero de una cultura bastante particular por lo logocntria: la nuestra. La flecha de la derecha, la "re~esin': (trmino psicoanaltico) del sueo y de las menores articulac10nes del proceso primario* pero tam-bin ciertas seducciones de la cultura de masas ;, tambin, esa cosa enorme que es_el arte, la poesa y la funcin esttica

    e~ generl, imantadas por la :fi~iracin y, ms all, por la busqueda de contactos perdidos:

    En la tradicin logocntrica, que se verifica desde Platn hasta, digamos, Lacan, o en las acciones numricas de nues-tras. computa.doras, el acceso al logos (al mismo tiempo len-

    ~aJe, clculo y razn) se presenta como la condicin del con?~imien~o por ~xcelencia; la i~agen, o como dice el psicoa-nhs1s, la figuracin, slo constituyen un grado intermedio un;a tentacin sensible, estada en la caverna o regresin. c.s'. Pe1rce no parece compartir esta filosofa tradicional cuando afirma que :'el icono es la manera ms perfecta de representar un pensamiento". De hecho, en nuestra pirmide la imagen ae

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  • 1

    l !:

    encuentra en el centro en el punto de encuentro de las otras maneras de significar. Asimismo, con el surgimiento de las pantallas y, en general, de la esfera del video, tiende a tomar una posicin central en las comunicaciones masivas. La ico nofilia manifestada por Peirce es un motivo ms para sealar su modernidad.

    5. EL CIERRE SEMITICO

    La semiologa es, por lo tantb, tma ciencia di:i ln cultura ms que de la naturaleza o, mejor, una ciencia del pasaje de la naturaleza a la cultura. En todas partes donde se extienda el mundo de la informacin o de la semiosfera, seguimos tenien-do la posibilidad - sino el derecho- de ignorar una seal. A diferencia del mundo fsico, que no podemos no soportar, la informacin n:os deja la eleccin de la respuesta, una libertad entre los interpretantes: constituye lo que siempre podemos dejar de lado (captuloVI), La semiosfera empieza ms all de la energa, pertenece a otro orden.

    Como consecuencia, diremos que el mundo del signo en-vuelve el de nuestra libertad. El poder de dar m,archa atrs, el poder de anlisis, suponen un espacio de juego y de inter-pretacin, es la tercera cumbre del tringulo peircian,o que mediatiza la relacin del signo y de su objeto. Este espacio de mediacin simblica o semitica mide nuestra libertad humana, aun cuando se trate, tambin, del mundo del cdigo y de la convencin. La semiosfera es como un dique que se opone a la brutalidad de las cosas; cuanto ms vivimos entre signos, menos nos muerden las cosas. La cultura sera, preci-samente, esto: la sustituci6n.4el material duro por lo compu-table blando. Los signos no estn inertes, nos sirvn para contener lo real, en los dos sentidos de este verbo que quiere decir, al mismo tiempo, "poner distancia" y '~envolver".

    El origen de las maneras en la mesa por ejemplo, para citar un libro de Lvi-Strauss, con sus reglas de disposicin de. ls diferentes vasos, cubiertos, platos, el orden de presentacin de los platos, etc.; no apunta a contener la pulsin oral primaria y todos sus peligros? De la misma manera las reglas del matrimonio impiden que .las familias se aplasten unas a otras y se fusionen. Al prohibir el incesto, explica Lvi-Strauss, las sociedades instituyen la circulacin de las muje-res fuera de sus hogares y la ley del intercambio en. general,

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    social por exclencia. En todo el mundo de la cultura, ~u~ es el de una combinatoria codificada portadora de reconoc.imien-to y de sentido, persiste esta exigencia d~ articulac.i.n; de separacin, o ese espacio dejuego_~~e-comienza.con .la mt_e_r-pretacin y fuera del cual no habna mas que fusin, mvas10n violenta o cadenas de causas y efectos. Qu tranquil~zador es entrar en un mundo de convenciones! Aunque a veces los protocolos, las leyes o los cdigos parezca~ alie~ante~ -'Co~o los de la cortesa- sirven para retardar la ineludible violencia de l :real (que1 co~ la muerte, tendr. su lthna 'palabra sobre c3.da individuo).

    (!

    Typey token

    La relacin de convencin se confunde, por lo tanto, ~on el espacio de la libertad propiamente humana. La convencin es una manera de denominar cosas diferentes de manera homo-gnea. La distincin, propue~ta. por Peire; ehtre type ~la categora) y token (la ocurrenci~ smgular) muestra_q~e semrn-tizar es imponer un type invariante a tokens empincos. Este type no se encuentra en ninguna part7 en ~a naturalez.a, pero permite reunir los tokens de l.a e~penencia_ qye son siempre nicos y diferentes, por ]a media:10n ~e un.codigo. Este aporta un filtro, que propone una gnlla simp~~cadora sobre los fenmenos, y permite que se pueda ciecidir acerca d~ ellos. Podemos, por ejemplo, articul.ar d~,mucha~ m.a1rnras diferen tes los fonemas de una lengua, segun d.eternn~,dos a:entos o errores de pronunciacin:, pero ~i iriteg:rmo's la mvan8:11te _(el nterpretante) estructural del cdigo! reconoceremos sm difi .. cultades las palabras de la cadena sonora.

    Las nociones de signo y de cdigo aplan, por lo tanto, a_la de estructura "un modelo construido a travs de las oper?c10-nes simplific~doras que perm~ten "unificar feh_~enos diver-sos desde un mismo punto de vista . Esta defimcin, prop~iesta por Umberto Eco, rene varias palabr.as. cla".~: todo.signo es estructural, toda estructura es una combmac10n de signos, que aligeran y simplifican las propiedades naturales ?e las cosas. Significar consiste, siempre, en un acto de economia y de simplificacin. Estructuralisriio y semitica c~inan a .la par.

    An es necesario sealar dos rasgos especial.es del s~gno: la abreviacin y la idealidad. La primera ".enta3a ~el signo ~S: la abreviacin. Codificar es abreviar, un Signo es siempre mas

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  • breve que l()iql;!~ ,~l'l~jgl}-::J:E.t e.J,e,piplo tpico es el rn,apa, que no es el terr#oiioml!ie;h.o,/m~s:~ii:nple (casi infinitamente) que aqul, lo y~~ly~,Jll ji:iq tj.empo; manejable y un lugar de decisiones,vLe's's,;:m.. , .(segn el clebre dicho d Nicholas Negropoh(~).:;ik;i1{iJTrriacip es una grandeza negativa, una sustracc~t)p:jp:Qigidi a la con;iplejidad de lo :real.

    Otra gra,ri {gciqn dels,igno es la promocin idealizan te del token al t}pe,1'fu%s ya:riaciones individuales en la emisi.n o en la :recepci11;P,~ lp13p1en::ajes no son pertinentes en el nivel del type, quet~i:iJl:iz?1Y estanqa:riza los fenmenos al aligerarlos de los accidentes singulares. Todo cdigo funciona pues, co1no un factor de o:rdeny de reproduccin: permite la :repeticin de un tipo ideal o inalterado a travs de sus diferentes ocurrencias.

    Autonoma.de la,semiosfera ,, . ,.

    Este es el otro nombre del cietre semitico. El funcionamiento delos signs supone pou'erentre parntesis su :referencia. Los signos s~,a:rticul,m lejos de las cosas y sin ellas. En el esquema tdangul:- del signo, el inte:rp:retante y el obJc;to, este ltimo no es urra cosa sino una. idea. El mundo d las cosas se cq:rrespf>ll,4~ ~n, la b,iosfera, ,de la que. emerge la semiosfera. La analiza; sin estar vinculada a ella fsicamente. De esta mane:r~ pod~,mos sign~fica:r mil cosas que no existen, hablar del fut,:ro, representamos unicornios, disertar sobre el prn-cipe Hmlet y la corte de Elsino:r ... Slo en la semiosfera podemosjuga,:r, bosqeja:r hiptesis, hacer ficciones, m~ltiplica:r los 'mundos aJtemativos o virtuales lejos de las contin-gencias del nico mundo real.

    En esta crtica de Zp, ilusin referencial se basa la semitica. El mundo del()s $ignos no es el delas cosasytieneunarelativa autono1Ila :respcto del mundo :real. Al desd,obla:r el mundo, la semiologa.agudizi:i nuestro espritu crtico. Rompe la ilusin :referencial y las evidenci1:1.s ingenui:rn de 111 "naturaleza"; disolvente, nos revela la contingencia de nuaatrn oult~ta, al :revelar bajo las infinitas seducciones de la repre$entacin rriode:i:na lacQn$tmccin del estereotipo social, las trampas de la ley ;y la t:ri;ima incansable de los cdigos.

    ; ,,

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    1IV CAMINOS DEL SENTIDO

    Las categoras de ndice, icono y smbolo ofrecen una til cl~sificacin d7 las mlti~le.s maneras de significar, pern evitaremos aplicarlas mecanrna,mente a los fenmenos de la comunicacin. La mayora de lo.s mensajes combinan libre-mente estas capas semiticas y el sentido :resultante es en la mayora de los casos, polifnico o, romo dice Bateson, o:rq~estal.

    Un orador se preocupa por la articulacin de las oraciones c?n su ~raje, o con el logotipo que adorna su pupitre, reivindic~ cierta imagen. Pern al margen de estas seales simblico-~c~i~as, su voz y su postura emiten cantidad de seale~ md1c1ales que domina de manera dflsigual (captulo III). Por otra .parte, nuestra atencin como receptores, especialmente frente.a la lupa de la pantalli:i. cpica, tender a p:rivil1:igia:r los ?1:rgen.es del texto par~ acorralar all el sntoma, incluso el 1~coi;isc1ente .del mensaJe. En la prctica, parece bastante d1fic1l garanti~a:r que un discu:rs.o no tenga distorsiones: en ui:a conferencia de prensa de un personaje importante, sus as1~te~tes toman el :recaudo de distribuir una copia a los penod1stas, pero no pueden fijar hasta el detalle el sentido de los n~ic~s que stos no dejarn de recoger a lo largo de Ja enunciacin. No hay transmisin sin traduccin del enuncia-do, sin creacin continua de sentido a lo largo de los eslabones de la cadena; y el telespectador que se queda en la esfera domsticll ax.perimenta u11 placer maligno oirnndo pulveriza el curso ma.estuoso de un mensaje an una colecdn ds curiosidades indiciales. . El emisor analizar como mido estas seales que honni-

    guean al margen_ de las palabras principales, en tanto que los :receptores van a i:r a buscar en ese margen errante lo esencial de la informacin, al remitir el discurso a la categora de Ja lengua de madera. La distincin del enunciado y de la enun-

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  • ciacin se superpone bastante bien con la de figura y fondo (aplicada por Pierre Babin a los fenmenos que discutimos aqu), y a veces su jerarqua se invierte durante la transmi-sin: lo que para el emisor era figura se vuelve fondo para el receptor y recprocamente. El emisor propone, el receptor dispone, incluso opone a la actuacin un marco diferente o una interpretacin salvaje. Pero el dilema de todo emisor, si quiere que su mensaje circule, es tener que aceptar su deformacin. Esto es la que le haca decir a Gide que un libro slo tiene xito a cu usa de una serie do malentendidos. El sentido ''recibido" por cada uno es, siempre, una. coproduccin.

    Esta nocin de sentido no es clara y se presta a fciles reivindicaciones: ya casi no se pueden contar las obras que denuncian la "prdida de aentido" contempornea y que conminan a nuestros responsables a volver a darle un poco de sentido. Como si la colecta de sentido pudiera parecerse, por ejemplo, a llenar el tanque del auto. La compleja alquimia del sentido pone enjuego una nocin que, a su vez, tiene tres sen-tidos: esta palabra encabalga las ideas de significacin, sensi-bilidad y direccin. Y los mensajes ms exitosos entretejen estos tres componentes: no basta con que emisor y receptor compartan el mismo 'cdigo (por ejemplo, el francs), tambin hay que tocar, y para ello, enriquec;!r el discurso abrevando en las capas knico-indiciales de la sensibilidad y, sobre todo, presentar una perspectiva o una salida ms all de las palabras. La mejor de las conferencias tiene menos audiencia que un espectculo o un concierto de rock, a los que, a su vez, les gana una presentacin del Papa o del Dalai Lama. Escu-char un discurso es mejor cuando ste deja entrever o relucir una perspectiva prctica de realizacin, incluso de salvacin moral, poltica o religio~a. Tienen sentido las palabras que terminan en UI)a accin, p'orque las otras, tarde O temprano caen en el nivel de las ''palabras, palabras ... " que denuncia la cancin.

    l. LA PRIMACA DE LA ENUNCIACIN

    La distincin del enunciado y de la enunciacin enriqueci a las ciencias del lenguaje puesto que signific el aadido de la pragmtica. Esta, que consiste en el estudio de las modalida-des de la enunciacin, le agrega un nuevo aspecto a los componentes semnticos y sintcticos de la fbrica del sent-

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    do. Si el enunciado calca los hechos o describe un.estado del mundo (en el caso de una frase de tipo rferencial como "el gato est sobre el felpudo", la enunciacin consttye, ella misma, un hecho, y le agrega un estado al mundo: en este ejemplo, la expresin de mi creencia de que sucede realmente de este modo.

    La enunciacin est acompaada, por lo tanto, por marcas qe indican qu actitud proposicional el locutor le atribuye a tal enunciado. Se puede tratar de un prefijo explcito que codifica, desde el seno del habla, el valor que se le acuerda ( 11Afirnrn/creo/dudo/ te advierto/espeto que ... el gato est sobre el felpudo"). Estos diferentes prefijos estn emparentados, por lo tanto, con el metalenguaje, ya que describen expresa-mente el valor de.la proposicin principal. Pero esta descrip-cin o modalizacin tambin puede verificarse por medio de las seales analgicas que componen el teatro; en general, de la voz y del cuerpo, y el habla, engastada de .este m.odo, depende de la inteligencia de estos marcos, para ser descifra-da correctamente. Cul ser el valor de la expresin de una promesa, por ejemplo, que est ostensiblemente ai;ompaada de un corte de manga? ' Esta pragmtica lingstica que estudia el habla en contex-

    to o en situacin se dedic -especialmente a prtir de los artculos pioneros de E mil e Benveniste-:a lo que ~ste denomi-n los rasgos.ne subjetividad en el lenguaje, es:decir, el papel de fos decticos, esas palabritas demostrativas\, adverbiales o pronominales por las cuales se ap.unta; en'.el enunciado, al contexto o al margen de la enunciacin: yo, t; ayer, aqu, a la izquierda, a la derecha, eso,: etc; Se llama decticos (de la palabra griega deiktikos, "demostrativo") a todas esas pala-bras cuyo sentido flota fuera de contexto, y,especialmente en la escritura, en cuanto la enunciacin se retira a un lugar aljado del enunciado. Si elpronombreYo es transparente en la mayora de nuestras conversaciones, se,vuelve opaco e.n la literatura: quin, el personaje, el narrador o el autor, dicen Yo en una novela?

    Resumiendo, la enunciacin engloba todos los marcadores (digitales y analgicos) que hacen que un mensaje (no sola-mente verbal) se site en tal lugar del espacioy del tiempo, sea emitido desde tal sitio y est preso.en tales.relaciones. Si bien sucede que algunos enunciados, como los teoremas cientficos o las proposiciones lgicas, acceden a verdad universal (cap- ' tulo VIII), la enunciacin es, p.or definicin, singular e irrepe-

    '2.'3 47

  • tibl; fa fopef'i~iil:"d~,uti'mnima. oracin tambia su conteni-do; l 'cki:h:fiota~l:jwisguhda ocurrencia,: por ejemplo, por la in'sistbi;)fDi'rhlM"iqf=i! el enunciado puede funcionar en

    difer:lHo;~n'eamiJfo:{a_':enunciacin no s difiere y necesaria-mertt; significa 'eri' a'ttoyen directo. El enunciado es un signo generalmente codificado simblicamente, la enunciacin-acoh-tecifiet' es!fdi'eial pertenece al orden de las cosas.

    : 1' . .

    La:vef.liad diltotrefencial de la enunciacin ,::. . !:

    La:dftincin entre el enunciado y la enunciacin tambin frce'Jcfosvrtiehtes a la argumentacin: hay una verdad (o una"ifaSedd)deli enunciado y otra de la enunciacin; que no obiedete,'verdaderamente, a las mismas reglas, como se puede observar en los jueges de refutacin que ilustran esta distin-ein'. En efecto, en una polmica se puede deliberar sobre la rea.lida.d de lo que se discute con argumentos ms o menos objetfvos; pero tambin se puede, de manera ms expeditiva (y, 'veces, ms ra.dtal); producir un cortocircuito en todo el n;1zonamiento y llevar el debate a unaJuente enunciativa, intentando desacreditar al adversario. "jNo, no, esa palabra no, si viene de usted (seor Sarkozy, seor Hue)! No hay un tenia. ms grave para los franceses que estn escuchndo-nosLU' En China, esto se llama "derribar al caballero al derribar al caballo". En la mayora de los dilogos de sordos, espe'cfa.lmente en.poltica, los adversarios no se ponen de acuerdo en esta condicin mnima de toda discusin: identifi-carse mutuamente como interlocutores vlidos. Como no se asegura, o no se lleva a cabo, el fondo interlocutivo de la enunciacin; no puede surgir ningn enU:neiado estable.

    Ls esfuerzos que se despliegan para descalificar la enun-ciacin.de un adversario permiten subrayar una asimetra importante en nuestros juegos argumentativos, tanto inter-personales como mediticos: en tanto que un enunciado puede ser verdadero o falso y se origina, en todo caso, en el debate, una:enunciacin es automticamente verdadera, es decir, realt El enunciado ahonda una distancia e introduce i,ina :relacin' ('adecuada o no) entre el signo y la realidad que destribe; en tanto que la enunciacin no se separa de s misma: pur.a manifestacin de una actitud o de n hecho, cQitstituye: un acontecimiento o un estado, No es posible no dame cuenta) no es posible negarle la existencia. Ahora bien,

    '48

    u~1a gra.n cantidad de nuestros discursos combinan estos dos mveles de verdad en proposiciones sin ambigedad pero con u?a sintaxis lgica compleja, como sucede en los sguientes ejemplos. .. "Afir~~ que nev esta maana". Cmo verificar o refutar esta orac10n? Podemos preguntarle a los testigos del fenrne-mo per?, sobre todo, se?alar dos niveles en el relieve lgico* del enm1ciado: una asercin referencial que trata sobre el estado

    .d.el mundo, encastrada en una manifestacin autorreferen-:c~al q~e subraya la ferza de la enlllieiacin. La primera es '?is~utib~e Y, por otra parte, de fcil decisin, la segunda es

    ~ndiscuti~le. y automticamente verdadera (self euident 0 :tndex sui, dicen diferentes especialistas: se puede dudar de que haya negado, no de que .. '~por la presente" lo afirmo).

    '.'Afirmo/apuesto/dudo -quenieve maana." .En este caso el acento? elfocus de la a~ercin se desplaz hacia el prefijo que subo.~dma, que se conVIerte en la proposicin principal, y mi lrac10~ es totalmente verdadera, pero de una verdad autorre-.ferencial que se aplica slo a la enunciacin. " "!3e afi;,?Ja en medios bien informados que/ ante los riesgos de mflac10n, los bancos centrales .se aprestan a elevar sus .tasas ~n medio punto/ el ministro X no financi el asesinato :de la diputada Y. .. ''. Esta retrica perversa tiene como efecto

    ilan~ar o anclar un rumor, especilmente difcil de refutar en :el eJemi:i~o ~e ~a insinuaci~n de '.lsesinato. El paraguas de p:ecaucion se mf~rma que, permite que el enunciador, perio-

    rl_i~ta en nuestro e3emplo, diluya su asercin en una enuncia-c~on ms gen~ral (Se), y como tal, irrefutable y autorreferen-:cial. Ahora bien, es chocante no poder discutir claramente :fr.ase~ d.e est~ ti :po, pues na y otra tendrn efectos muy reales:

    1 la :primera mcitar a que baje la. Bolsa cualquiera sea la ~. act~tud d.e los bancos mencionados; la segunda ensuciar , :obhgatonamente, la reputacin del ministro implicado e~ .estas tortuosas negaciones. !. 1

    Biiunciado secundario, e':unciacin primaria

    ~uest~o ltimo ejemplo es el de una ~resuposicin insinuada: s1alguien se toma el trabajo de deslindar a X de ese crimen es !porque yod1ia J:aber sido culpable. Esto es lo que el pblico : p;ensaraen~egu1da. Al15U?as precauciones, prohibiciones, nega-'Olbnes, o ciertos procedimientos para que la atencin no se

    24 49

  • centre en algo, tienen, tambin, ~l efecto devastador de incitar a los destinatarios a la actitud inversa, como vimos en el ejemplo del captulo II: 4. "Le prohbo que piense en Vctor Hugo".

    Se trata de una conminacin paradjica, como decamos, porque el orden dado (la relacin) se ve inmediatamente contradicho por el contenido de la representacin inducida. En ambos casos, lo que gana la partida es la fuerza de la enunciacin sobre el sentido lgico del enunciado. Planteare-mos la cosa de otro modo, por medio de un rodeo tomado de los conceptos del psicoanlisis: el enunciado es secundario est articulado sobre la base de cdigos (abstractos) de la lengu'a o de un orden simblico, en tanto que la ~nunciacin es primaria, menor o no-articulada, pues se mantiene ms all del corte semitico*, del lado de los ndices o de la manifestacin de las cosas.

    El orden secundario, lineal, simblicamente elaborado y estructurado, abre el de la argumentacin y de la bsqueda discursiva (racional) de la verdad (o de la falsedad) el orden primario, masivo e inmediato, produce un cortocirc~ito en la paciencia por medio de un contagio, una adhesin sin debate o una "ntima conviccin". Freud seala que en el inconscien-te, como en el proceso primario, no hay negacin. La negacin, en efecto, supone un relieve lgico*, la toma de distancia o una dualidad en la representacin -cosas que el proceso primario aplasta en una positividad indistinta. Por es los signos icnicos expresan con dificultad la negacin: se puede hablar de la ausencia de una persona, pero cmo fotografiarla? Y se sabe que la ms minimalista de las pinturas, lejos de repre-sentar el vaco, est siempre llena. Incluso la enunciacin manifiesta un hechq o un acto, por definicin positivos y que envuelven en esta med.ida cierta afirmacin.

    Una crtica de la comunicacin debera comenzar por dis-tinguir rigurosamente en nuestros discursos, mensajes e intercambios de todo tipo, lo que corresponde a los enunciados y lo que corresponde a la enunciacin. Esta divisin distribui-ra en dos vertientes diferentes el contenido y la relacin (captulo u), el orden simblico y las realidades indiciales (captulo m) p, como lo veremos, la informacin y la comuni-cacin (captulo VI).

    Un engao comn en nuestros debates consiste en rebajar la verdad secundaria del enunciado en virtud de la de la enunciacin, qe es primaria; dicho de otro modo, en cobijar y camuflar el elemento refutable en un fondo no falseable. Por

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    ejemplo, cada vez que un orador logra ser simptico, hacerse querer o poner a los que se ren de su parte, se acaba el debate: la bsqueda de la verdad se borra para que aparezca una adhesin calurosa, el contenido de las palabras se diluye en una relacin interpersonal. Esta retrica afecta especialmen-te los debates televisivos, en los que la opinin ms incon-gruente tiene derecho de ciudadana -lo importante es ser divertido y original-, en los que se excusa con facilidad el hecho ~e tomar una posicin detestable -lo importante es ser autntico y creer en lo que uno dice-, en los que las mesas redondas renen sin seguir ningn principio, invitados con-

    den~dos a el puro bla bla -lo importante es participar-. El sentido se produce, en cada caso, segn una modalidad clida Y sensible, Y le gusta a los ingenuos: se est tan bien juntos!

    Per~ ;s,te tip.o de razn no atraviesa la barrera de la ruptura sem10tica, m el test de la refutacin. .

    Expresiones del mundo propio

    Los juicios que un locutor emite sobre su esfera privada y que expresan un estado de su cuerpo, sus humores, sus sueos, sus deseos, angustias, o que tratan, en general de su mundo propio (que pede extenderse a la red de sus ~elaciones o a expresiones de sus valores, creencias o cult1,1ra),pertenecen a la fund~ expresiva* en el sentido de Jakobsony, en general, no necesitan argumentos; son el Vehculo: de una certeza sensible o un sntoma individual o colectivo y, de este modo, escapan de la esfera del debate ("Sobre gustos no hay nada escrito .. "). No hay muchos medios para discutfrcuando, como fondo, hay un dolor ("Me du'ele la:cabeza"); una preferencia ("Me llevo el traje gris"), una eleccin amorosa, un valor, pero tampoco el relato de un sueo, de uria fobia. de un mito colectivo, ni de una profesin de fe (religio;a poltica o esttica). '

    Se puede combatir a estas ltimas, no es posible refutarlas racionalmente. Y esto porque constituyen menos juicios que maneras de asegurar la existencia, por las qe el sujeto construye, extiende e intent imponer: s propio mundo para que los afros lo ratifiquen. Tien t~n podo sentido'discutir una el.eccin amorosa como una crenciapoltica: rlgiosa ense-gida uno s da cuenta de que eh estosterrehos lenudeia:do lejos de dejarse separar de l eriJnciacin o de quinhabla,'s~

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  • hace cuerpo con;su autor;1 que se compromet~ totalmente con t . 'lab':,,a ~.,,ha:' s'.ta .identificarse con ellas y hacer de stas es as1pa ';L' C!j . ' , . ,

    una cuestin de 'Fida.mmuerle. -. : !.:

    ' " "\.:" ,; '" " ' Represehtlici6n v~rsus manifestacin Ha hma:'~aJ.ah~a.~ue:remite a lo que venim_~s diciendo, la . y 'fi . tadin Se distingue de la representac10n corno lo q~e :~~!!tta.pe~sohalmente (o con la modalidad de l_a pres.encia real}d lo que es di{eridp, delegado o cuya presencia es.v1~tu~l

    - 'gno exter.no Dos e1'emplos tomados de la ps1co og:a en un:s1 - d l' indiVii:Ial:y social distinguirn darame;te estas os ogicas serniticasantagnicas (y complernentru;i,as). .

    En cel juego n.ormal de la representac10n de~ocrtic~,, los individuos agrupados en sindicatos o en partidos pohbcos confan en sus delegados, que hablan por ellos ei; el par lamen" to o en las diferentes negociaciones que realizan. Nuestra democracia poltica y social se basa, de este modo, en una

    d fi t . da de delegaciones por las que los actores casca a so is ica ' l bsicos se ausentan en sus representantes.corno la cosa en e

    'gno Cuando los conflictos aumentan, sm embargo, estas ~~teg~rias de usuarios o de trabaj~dores directamente salen alas calles: estos cortejos poco festivos muestran (e:i:i lugar d~ re resentar) el propio cuerpo popular, en person,a. Una m_ani fe.Jiacin no es muy articulada, y no puede llaIJlarsella prrn:ia ria en el sentido de Freud: significa por un modo e_xc amativo ms que discursivo; no piensa, pesa,y de la cantidad d.e S?S

    articipantes depende el xito o el fracaso de las negociac10 pes (de los delegados). Pero mientras se espera que se reto'? en .ras discusiones, necesariamente ms abstracta~, la I?-~fer tacn habr mostrado .en acto la cosa: la, exigencia e a solidaridad 0 de la relacin en los c\l_eryos entrelazados de los

    articipantes, el retorno de lo repnm1do cuando las co:pora ~iones se exhil:!en pwsonalmente, ?loquea~ los ~ammos Y producen u co!toc!rcuit9. en .los JU~gos sunbhcos. de la annima comumcac16n ord111ana. .

    L_a pareja psicomaltica de. la Darstell~ng opuesta a la . VCJrstellung distingue, del mismo mo~o, .dos maneras de

    sigificar pqr la simboli.zacin (mentahzac1~~) o ?re~ cuer-o. ,La Vorstellung designa la represent~c10n, incluida ~la

    ;cultacin, rep"esin de un deseo o de .una 1d~a en un ~ueno, unJ~pss 0 un acto fallido. Las artes, los suenos, los mitos y,

    por supuesto, el contenido den u estro pensamiento, provienen de la Vorstellung. LaDarstellung se manifiesta corporalmen-te, especialmente en la histeria, que presenta sus mensajes sin ausencia, sin distancia, sin resto. En los sntomas y en los ataques de histeria, el sujeto intenta imponer, por una mani-festacin plstica y figurativa, la presencia del objeto de su deseo o de su temor (de su fobia, de su sufrimiento). Esta manifestacin produce un cortocircuito simblico y de todo lo que se inscribe en ella: palabras, saberes, cdigos o signos abstractos, paciencia de lo negativo, significante o tipo ideal, memoria. La histeria no es buena para pensar, porque devas-ta y ridiculiza todo pensamiento en su propio principio. Manifiesta el exceso de gozo o de sufrimiento sobre las representaciones del sabr-,apunta al lugar incierto en el que la simbolizacin se repliega y pierde el espesor real de los cuerpos.

    Con lo que se denomina, en particular, histeria de conver-sin, un "lenguaje" que parece haberse convertido en bastante raro en los consultorios mdicos, el paciente inventa con su cuerpo un vocabulario, para decir, por ejemplo, que no "funcio-na", de la misma manera que los jugadores del Pictionary dibujan el equivalente de palabras o nociones abstractas.Esta figuracin de la conversin choca con las mismas dificultades que los ndices y los iconos, confrontados con el orden verbal de lo simblico: la conversin no admite la negacin, la abstraccin, el tiempo, el relieve lgico, de la misma manera que los animales que observ Bateson no logran elaborar y estabilizar el mensaje "Esto es unjuego" en la oscilacin entre morcf,ery mordisquear. Las cosas suceden como s la manifes-tacin primaria de la convers,in conjugara los verbos en infinitivo, mezclando la voz activa y la pasiva y confundiendo objetos y sujetos.

    Una enunciacin radicalmente primaria y de conversin, es, por ejemplo, la figuracin en acto del verbo "vomitar", qlle Sfl interpretar, segn al gusto1 por: 1'vom.ito algo o llguit."!11", "me vomitan" 1 o "me vomito". La condensacin* del escennrio sntoma corporal haces altar las articulacion.es secundarias y, en especial, el s\.tjeto, el objeto, el tiempo y la voz del verbo . Este lenguaje del cuerpo se muestra como el suefio que tolera los mensajes contradictorios, no estabilizados por el cdigo. Por ejemplo, en una mujer, la conducta de ofrecerse y negarse al mismo tiempo; no tiene sentido preguntar por su verdadera intencin porque el mensaje no pasa por su cabeza. Como

    76 53

  • observaron correctamente los seguidores de Bateson, la hi~tera propone una intensa relacin, basada no en la mentahza-ci6n sino en el contagio, de manera que los fenmenos q.ue gravitan a su alrededor le proporcionan a nuestros estudios una lupa que agranda la imagen.

    "No es posible no comunicar" (Watzlawick) De este modo, todo lo mostrado de la enunciacin (que hay que distinguir del decir del enunciado) parece atrado por la se-mitica de la manifestacin, para la que no hay concei:itos, cdigos previos ni distancia entre el signo y la cos~ a reah~ar. Este recorrido nos permite verificar uno de los mas conocidos axiomas de la escuela de Palo Alto: en la medida en que los signos de la enunciacin se basan ampliamente e~ n~ices corporales, una equivalencia se dibuja.entre comu~icacin Y comportamiento. No hay comportamiento cero, mcluso el silencio, incluso la rplica cat.atnica constituyen "mensajes". Asimismo, todo el espacio social experimenta el horror del vaco y tiene un permanente hormigueo de seales: se puede, perfectamente, no decir nada; no se puede no mostra: nada; El arte contemporneo (minimalista, soporte-superficie) saco algunas consecuencias de esto con el cuadrado blanco sobre fondo blanco, los monocromos o las "msicas repetitivas". Cuanto ms dbil es la propuesta, ms fuerte es la respuesta y la interpretacin. . . ,

    La distincin del enunciado y de la enunciacrnn nos recuer-da finalmente que vivimos al mismo tiempo, en la vigilia de la ~omprensi~ (analtica< discontinua) y ~n el sueo (parad-jico y vigilante) del cuerpo;-en la sep~racin qu~ a~ortan los smbolos lgico-lingsticos, y el medio o la contmmdad de lo vivo, fuerza de vnculo y de participaCin en la que las fronteras individuales se esfuman.

    Sabemos decl.r dnde se acaba un cuerpo y .q~ identida~~s puede tomar? En el mimetismo, en la infl uenci.a, pero tam bi~n en la simple interlocucin, los cuerpos se estiran unos ha.cm otros. La hipnosis, que reconstituye en parte la relacin primaria del nio y su madre, figura, si.n d1:1? en el punto ms alto de la relacin o de la comumcac10.n. Cuando los padres o las relaciones se prolongan s.obre el co:nporta~iento individual y lo acechan, en qu medida un SUJeto. contiene a sujetos? Esto se llama, tambin, identificacin, y transferen-

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    cia, pero estas palabras no son respuestas, apuntan al enigma persistente del vnculo social o de la. relacin'humana. Si juzgamos segn la moda de los imitadores en los escenarios y en las pantallas, la modernidad meditica ytecnolgica no aboli las antiguas disposiciones para el trance; la' posesin y el trfico de almas.

    2. DIRECTO Y DIFERIDO

    Vimos que, contrariamente a los enunciados, la enunciacin no se difiere. Lleg el momento de examinar la. importante pareja terminolgica de lo directo y lo diferido, que no seliniita a distinguir entre programas de radio y programas de televi-sin, sino que se relaciona de manera cercana con nuestra vida semitica, psicolgica. y social, y permite articular estre-chamente los estudios pragmticos con la clasificacin de los signos. Vamos a retomar a partir de la categor del ndice y del concepto, ya utilizado, del corte semitico >t;_, ;

    : it' 1 ,1 Por dnde pasa el corte semitico?

    En el ndice decamos en el :captufo rII,'ii!niriestI'a' o un detalle del'fe~meno o del acontecimiento!sigtli:fica'.db persiste "personalmente" o con la niodald.~d'der1a:p:fes'Mticia real. Es evidente que los animales slcfdisporteripar~cdrr11;micarse de estos signos in praesentia: un per:toiqu 1ef.iz8l'sl1Upelambre y grue mostrando los colmillos signific,~, po:r

  • con.stjtuyen:UA:t p.a,rt~;v,un'.producto deri".ad?; La mayora de las seales sp#as~~etf!les de la enuncia~10i; y del mostrar que enmarcaieldiec~~; 1~ntni.i:i en esta cat~gona; mversamente, hay difehenda~ en:el. entido de Derrida, c.ada vez que un acontec:;in:iiento,un:fenmeno o una cosa se difiere (se tacha o se vuelve virtual) en el artefacto de su signo, que puede ~er ~a imagen, el esquema o la palabra. Por. lo ta~to, el cnteno pertinente de esta distincin no es la dis~ancia o el paso del tiempo, sino la presencia y la pertenencia, .r~al o n~, de lo representado respecto del representante. VieJa~ cemzas de variosmilenios no dejan de dar cuenta, en directo, de la presern:ia;de, un asentamiento humano en una grut8:. .

    Lo otro' directo 1se entiende, si se sigue el uso. aud10_visual corriente eomo 1simultaneidad del reportaje o existencia con-comitant~ de) n:iapaydel territorio. Esto nos lleva a una escala en la que colocaremos, como ejemplos, entre ot~os:

    Lo directo indiial y simultneo (copresencia ~el repre-sentante y de lo representado-manifiest~): las ?nncas de 1:3-enunciacin en la interlocucin, la gestuahdad ammal, la mam-festacin la veleta que indica el viento, el humo P?r el fuego.

    Lo dir~cto indcial con diferencia temporal posible entre e~ representante y lo representado (el signo se prol?nga ms alla del fenmeno): los vestigios, las huellas y las improntas en general, el perfume residual entre las hojas de una carta, las cenizas de un fuego. . .

    Lo diferido simultneo: las palabras de la co1!1urucacin oral ciertas mmicas codificadas de cortesa, lo directo en la radio y en los medios audiovisuales, las seales de humo de los indgenas.

    Lo diferido con diferencia temporal: los textos en gener8:1, los cuadros de los museos, las emisiones dif~~id~s de_la r!d10 y de la televisin, este volumen de la colecc10n Reperes .

    Inrce energmeno ' ' d' l 11 ' ' 111 Lo que coinplica la cuestin del (11d1co o e a presencia rea

    se vincula como se ve en los cuatro ejemplos ant~riores, con la no pertinencia del criterio del registro: un signo puede fi.mdonar "por naturaleza" (como dice Platn en el dilgo

    i Reproducirnos la transliteracin del neol?~~sin:o: difrance en la traduc-cin espaola, Derrida, J. "De la grarnatologia , Siglo XXI. (N. de la T.)

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    Cratilo) independientemente del tiempo, que haya pasado entre su emisin y su recepcin. La indicialidad, a la que se vinculan varios efectos tangibles en nuestra recepcin de los mensajes, sigue siendo un componente o un' valor difcil de circunscribir: la energa natural del ndice se desliza a travs del corte semitico, infiltra o "remonta" la pirmide de las capas significantes para acechar y animar iconos y smbolos.

    El caso del icono es el ms llamativo y, quizs el ms delic~do. Cada vez que se trata la verdad de las i~genes, conviene, por supuesto, distinguir entre las imgenes-im-prontas y1as que pasan por una representacin previa. Clasificaremos en dos clases muy diferentes a la fotografa (en la que el flujo de los fenqmenos luminosos se imprime direc-tamente en la pelcula) y lapintura (en la que el artista calcula cada color antes de ponerlo sobre la tela con el pincel). La fotografa, explicaba Roland Barthes, como la pelcula docu-mental u, hoy, el video, encierran un ertificado de realidad, gracias a la cadena indicial de la que es resultado la imagen que tengo bajo mi vista. De ah su efecto eventualmente desgarrador: ese rostro joven y radiante, pero tambin esos cuerpos descarnados detrs del alambre de pas de los cam-pos, tuvieron que tener un da esa forma para que yo los vea en el papel. No planteemos una objecin rpida por el hecho de que se pueden trucar las fotos, pues este fraude no es ms que una confirmacin del funcionamiento masivamente indi-cial, por lo tanto referencial, cosa que no sucede cmi los cuadros, que nadie imaginara retocar por las mismas razo nes. Lo que opone a estas dos familias de imgenes es que se pueden pintar ngeles o marcianos pero no fotografiarlos.

    Una indicialidad errante recorre, de este modo, las capas semiticas superiores, para cargar a las imgenes o a las palabras con un poco de naturaleza, de energa o de carne. Este fantasma del ndice primario reanima en nuestras representaciones secundarias un efecto de presencia. real, que habra que acercar u la complaj11 p1'oblemtk11 dtJlattra, 1 definida. por Wnlter Benjamin como le. 111.inica upurfoiOn dl'l lo lejanQ" en L'oeuvre d'art a l'ere de sa reproduction mcani-se. El ndice acecha, especialmente, y reanima un aura errante en:

    la enunciacin en general, siempre en acto, en el presente de una relacin e irrepetible; esta "nica aparicin" de la enuncia-cin la vuelve, por lo tanto, especialmente, aurtica;

    ,l 1

    '2ll t 57 \. ' " ... ""'"--~-~. I

  • la representacin teatral, en la que hay cuerpos que se exponen realmente para significar en directo a sus personajes; la foto, la pelcula documental y el video; estas improntas son,yor naturaleza, duplicables, pero captaron bloques de la realidad que nos restituyen en la modalidad de la pelcula; las palabras, en la animacin de su enunciacin, cuando sta les da su ritmo, fuerza y vida y, espeeialmente, el uso potico de las palabras, que le da una naturaleza diferente a los significan-tes aibtt:aris o "remun@ra lo que les falta" (Mallarm); la hostia, que representl; en efect9, el cuerpo de Cristo para l fiel qtie comulga en el sacramento de la eucarista la pintura, cuando deja de lado los signos distant~s de la repi;esentacin secundaria por l_a expresividad primaria de las improntas gestuales, depsitos de materiales o collages cada vez que, en li.lgar de "decir", "muestra" directamente ... '

    En general, la percepcin de los ndices se basa en una decisin. de inte~~r~tacin: su emergencia depende de la profundidad sem10bca con que coloquemos nq.estra mirada. L.a ms secundaria de las telas, un cuadro de Poussin por ejemplo, se puede descifrar de acuerdo con el modo primario de las manchas de color reunidas, considerando solamente el ~ano, lamat.erialidad de los significantes, las huellas energ-t~cas perceptibles en la aplicacin de la brocha, etc. La catego-na de pelcula documental, asimismo no es fcil de delimitar: un cinfilo podr ver en ellas una dbra de ficcin desde el ;ig1~lo del d~cuJ?ento, acor~alando a todos los engaos del significante fmico; o, por eJemplo, apreciar en La Folie des grandeurs, de G-rard Oury, un excelente documental sobre la mala actuacin de Yves Montand. La capa ndicial "soporta" las capas icnico-simblica~ que se establecen sobre ella y a travs de las que puede resurgir siempre sin pedir permiso.

    Mensaje manfestado, incrustado, separado El surgimiento de las tecnologas de lo directo, que es posible fechar con la invencin de la fotografa ( 1839), alter fuertemen-te las representaciones majestuosas y sensatas de la grafosfera basadas en lo diferido y en el tiempo, necesariamente lento d~ la i1?prnta. En el periodisr:io y_en el ar~e, la fotografia, y lu~go el eme, provocan un cortocrrcmto sensible y proporcionan un enriquecimiento de lo aprehensible de losmensajes. El arte del

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    siglo XX, desde los manifiestos futuristasy, luego, surrealistas, extraer consecuencias de esta fractura indicial, cuyo alcance todava no ha sido totalmente considerado.

    El telfono ofrece ms indicios e interactividad que la carta o el telgrafo ptico; la televisin es semiticamente ms rica que la radio, y la pantalla del cine permite ver ms cosas que el escenario del teatro. Si bien, por una parte, los perfecciona-mientos tcnicos proponen transmisio.nes ms vivaces, senso-rialmente ricas y "en directo~', otro vector lleva hacia el distB.nciamiento creciente de los mensajes y a su modelado autnomo en direccin de una comunicacin m'li-Versal (cap tul?'7II).Nue~t:a experiencia del sentido de los mensajes que recib1mos cotidianamente vadesde la adhesin al distancia~ miento mximo entre la esfera del enunciado y la de la enunciacin. La distincin del paterna, del poema y del mate .. ma evidenciar esta escala en los grados dedistanciamiento de nuestros enunciados.

    Consideremos tres locuciones diferentes: un grito de dolor, la pronunciacin de un poema, la enunciacin de un teorema de Pitgoras o de una informacin del tipo: "El tren llegar a la estacin en el andn nmero 3". Comprensible en todas las lenguas, el grito es inarticulado: pura manifestacin (muy expresiva y fuertemente recibida) de un estado del'cuerpo, su sentido se ag_ota en el radio auditivo en que es pr.oferido, no es posible citarlo ni traducirlo. El poema articula de :manera muy

    s~fi~ticada lo que se aglutina de manera primaria en el grito. S1 bien es verdad que los poemas se hacen "en la boca" (Tristan Tzara), reclaman una enunciacin pronunciada, y transpor-tan afectos e, inclusive, estados del cuerpo. Por supuesto que se imprimen, se recitan y viajan mucho ms all' de su autor-emisor, pero su comunicacin se limita a las fronteras lings-ticas. En efecto, qu es un poema si no el "indefinible encuentro de un sentido y de un sonido" (Valry), es decir, cierta sucesin de ideas indisolublemente relacionadas con esas palabras para decir (sonidos, ritmos, rimas, caden-cias ... )? El sentido que un poema significa no puede escindirse de su significante, de manera que, en rigor, no es posible traducirlo-a menos que el traductor, tambin un poeta, forje en la lengua a.la que se traduce correspondencias equivalen-tes. Los enunciados cientficas (maternas) o de informacin fctica pu den traducirse y de.cirse sin problemas en todas las lenguas dado que sus significados no irriplidm adhesin o que , el cdigo lingiistico es "arbitrario".

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  • ObservemosHue Ji3- fyncin potica ?.nsiste en reforzar la incrustacin delien.4.I1cJ.!;1.do,,i;rt las cond1c10nes ~bsol~~~mente singulares de la e11url_cja
  • un largo discurso y dar mucho ms a pensar. Tambin en las ciencias las metforas permiten el surgimiento de la creati-vidad.

    En el otro polo de las comunicaciones, la poesa concentra, tradicionalmente, los usos metafricos del lenguaje. El equ-voco o la "duda prolongada" (Valry) entre el sonido y el sentido de las palabras, la autorreferencia y la circularidad que se seala a menudo en estos juegos del lenguaje no eliminan por completo la referencia sino que tienden a retar-darla o a suspenderla. Ahora bien, la poesa no es la nica que tiene el privilegio de la metfora y, como se repite desde Dumarsais, sabemos bien que se hacen "ms figuras en una hora en el mercado" que durante un da en la Academia. La metfora como la funcin potica, est dispersa, es inexpug-nable en ~l habla y, quiz, no cuantificable: acaso es posible enumerar las figuras de un poema? Y cuntas metforas contiene este captulo? Es lo mismo que querer contar los copos en una bola de nieve.

    Estas ideas llevan a pensar que es cmodo, pero bastante problemtico, oponer la poesa y la prosa y que sera inclusive ilusorio y, quizs, nefasto, pretenderpurgartodametforadel discurso cientfico. Una de las tareas de las CIC podra ser reunirlas, atenuando el corte (en los programas y en las cabezas) entre la palabra literaria y la del cientfico y apoyan-do, con el mismo gesto, una concepcin tolerante, o menos arrogante, del conocimiento.

    Uno es siempre libre de no saborear una metfora pues su evidencia no se demuestra. Asimismo la diversidad y la exuberancia infinita de las redes, en nosotros y entre noso-tros se oponen a la idea ;;implista de una razn innata e igual par~ todos. Conocer es reco-ocer ampliamente y construir un modelo del mundo con los recursos del mundo propio. La metfora, irreductible al conocimiento, no hace ms que expresar la pluralidad y la inconmensurabilidad de estos mundos que cada uno habita. La preferencia por la metfora o la "funcin potica" en la comunicacin registra esta diver-sidad y traduce una cortesa enunciativa, o la confesin lcida de que siempre habrjuego entre los participantes. Esttijuego no es debilidad ni aproximacin imprecisa, sino astucia y curiosidad lanzada alrededor de esa cosa enorme, lo real, que enmarcamos, conjuramos, contenemos, metaforizamos, soa mos o evitamos de mil maneras, y que permanece orgullosa-mente desconocido.

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    V ,,. LA INNOVACION TECNICA

    Y SUS USOS

    En la medida en que constituyen la parte ms visible de los fenmenos que aqu examinamos; las nuevas tecnologas de la informacin y de la comunicacin (NTIC) son un punto de confrontacin en esta obra. La comunicacin interpersonal o frente a frente se prolonga en comunicacin mediatiza.da con el telfono, el Minitel1 o Internet. Nuestra democracia, por otra parte, basada en la publicidad de los debate~ Y en la apertura de un espacio pb~ico regido, durante el siglo ~m, por la circulacin de los escritos, hoy se ;e expues,t~ ~l trafico audiovisual al asalto de las tecnologias de lo directo que producen u~ c~rtoci~cuito e~ los int~rca:rh,b,io~m~s:le,ntos de la grafosfera simblica (cap.itu!o vp)y, tainbill, ~epe hacer frente al desafo del mestizaje cultural' y de la' apertura mundial de los intercambios (captulb vifr). .. .

    La "cuestin de la tcnica" o de los medios de comunicacin, acecha, por lo tanto, nuestros estudios. Todos sentimos que estas nuevas mquinas no pueden no causar efe'cfos .sobre las formas del saber, del vnculo poltico y social o sobre la cultura en general, pero cul es el tipo de futuro q~e nos v~n a deparar? Es difcil de seguir la hu.ella del a extr~n~ causah~ad de los medios de comunicacin, y i:lstas noc10nes -med10s, mundo de la tcnica- deben ser; en primer trmino, precisadas.

    l. FRONTERAS DEL MUNDO TCNICO?

    Juzgar a los medios de comunicacin es un lug.ar comn. Se los acusa de mentirosos y manipula4ores y los mismos argumen-

    1 Pequea computadora adicionad~ a l~s telfonos e~ Francia, que permite, por ejemplo, realizar trmites o reservar pasajes de manera directa. (N. de la T.)

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