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Universidad Marista de Querétaro.
Juan Iván Tinajero Ortega.
Psicología 6°semestre.
04/06/13.
INTRODUCCIÓN
En este trabajo se intentará dar cuenta, a través de la teoría psicoanalítica, cómo
es que se conforma una personalidad, en este caso específico, hablaremos de un
personaje que se hace llamar Caím Tubal, el cual mediante modificaciones
corporales ha decidido ser el mismo diablo, lo que lo ha llevado a someterse a
diversos procesos quirúrgicos y a modificaciones corporales con el objetivo
anteriormente mencionado.
CAÍM TUBAL
Hace poco el canal NatGeo mostró en un programa llamado Tabú a Caím, un
personaje que sólo sueña con el día supremo en el que por fin se parezca al
diablo. Hasta el momento se ha realizado ocho modificaciones corporales que lo
han acercado a su meta y se gana la vida con un negocio de piercing y tatuajes
llamado Magic Tatoo, en la localidad de Suba, en el extremo noroccidental de
Bogotá.
Su nombre real es un completo misterio. Ahora solo quiere que lo llamen Caím
Tubal y quiere olvidar por completo todo rastro de su familia biológica. "Mi mamá
tiene miedo de verme".
Tiene 35 año, parte de una familia de clase media bogotana; estudió bachillerato
en el Colegio Cafam. Su metamorfosis empezó cuando tenía 13 años con un
pequeño tatuaje en la espalda donde le pintaron la figura de un cabro.
"Me lo hice ahí para que mis papás no pudieran verlo", dice. Luego siguió con
pequeñas perforaciones en las orejas, donde se puso aretes y más tarde siete
conductos en la nariz. Se perforó las cejas, las tetillas y las manos.
"Y empezaron los señalamientos” -dice Caím-. “En la calle y en el barrio, me
confundían con un pandillero, me rechazaban y me asociaban con cosas malas.
En mi casa sentía el rechazo y mi papá, un militar retirado que trabajaba como
escolta, no me aceptó, me quería ver como él".
A los 27 años -fuera de su casa paterna- se modificó la lengua, para tener la
apariencia de un reptil con una lengua bífida. Después conoció los implantes
subdermales, que consisten en poner objetos de diversas figuras y de diversos
materiales debajo de la piel para que quede una especie de marca de alto relieve.
Fue allí donde Caím pensó que había que trascender y le pidió a un amigo, un
experto en transformaciones, que le implantara en la frente la primera generación
de cuernos.
Esto consistía en una pequeña cirugía en la que le pusieron dos pequeñas
pirámides de 15 milímetros de largo hechas de acero quirúrgico debajo de la piel,
a la altura de la frente, con las que vivió casi dos años. Después de eso y en su
objetivo de modificar su cuerpo, Caím conoció a Emilio González, un venezolano
experto en cirugías subdermales. En una de las visitas de González a Bogotá
Caím le pidió que le pusiera unos cuernos más grandes (20 milímetros de calibre)
a los que llamó la segunda generación. Un año más tarde decidió aumentar el
tamaño y se puso la tercera generación (25 milímetros de calibre) y tiempo
después se puso la cuarta y última generación que tenían 30 milímetros de alto.
"Los cuernos simbolizan poder", dice Caím.
González le ha hecho cada vez más cirugías. Tiempo después Caím le pidió que
le cortara los lóbulos de la nariz y le seccionara el cartílago que la sostiene para
que cayera totalmente hacia la boca, como un toro. Tres esferas de teflón que se
implantó en su brazo izquierdo y que dan una apariencia de lagarto. "Se llama
Transderman".
Un año después le pidió a Emilio que le recortara las orejas, le retirara los lóbulos
y se las dejara en punta.
-“Conocer a Emilio me facilitó las cosas” -dice Caím.
La primera cirugía le costó alrededor de 100 dólares (poco menos de 200.000
pesos). Las demás han sido un regalo del modificador venezolano, que lo tiene
como una especie de vitrina comercial. Aun cuando en cada intervención los
modificadores corporales utilizan anestesia y hasta recetan antibióticos y
analgésicos, el dolor posquirúrgico es impresionante y puede durar entre 15 y 20
días. "Cuando pasa el dolor queda la satisfacción de verse lindo", dice Caím.
Caím dice- “No era nadie hace tres meses”.
Su casa en la localidad de Suba tiene tres pisos y la fachada pintada de negro. En
el primer piso funciona el negocio de piercing y tatuajes que Caím, junto con su
esposa Gea Divell de 32 años de edad. Gea estudió tres años de psicología y
tiene dos hijos de su primera relación: Nion (cielo, según el calendario celta), de
once años, y Beth (mundo) de diez. Los dos estudian en el Liceo Arcadia de Suba
y siempre ocupan los primeros lugares.
Para lograr su objetivo, Caím ha pensado en implantarse una cola, aunque todavía
no sabe de qué material, al respecto Caím dice: “Quiero parecerme a Lucifer, el
ángel perfecto. El demonio es libertad. Yo soy libertad.Quiero parecerme menos al
ser humano. Soy un híbrido entre humano y demonio.”
Caím no niega la existencia del dios de los cristianos, pero dice que su dios es
otro. Él y su esposa se consideran paganos y le rinden tributo a la naturaleza, al
sol, a la lluvia y a todo lo que no les implique cultos, ritos ni cosas por estilo.
TEÓRICO
Desde el psicoanálisis la noción del cuerpo no data exclusivamente de aquel que
se delimita a una anatomía corporal, sino que también hace referencia a esa
cadena de significantes que dejar ver como la pulsión y el deseo dejan una marca
en el sujeto mediante la repetición y al mismo tiempo abre el camino hacia el goce.
Es de esta manera que entendemos que aquello que pareciera ser aparentemente
una situación de estructura psicótica (la modificación corporal de Caím Tubal para
ser el mismo Diablo), en nuestra hipótesis nos da para creer y de cierta manera
sostener, que es sino precisamente eso que a ojos de propios y extraños refleja un
acto de locura total, es decir, “atentar” contra la integridad física, más sin embargo,
estas modificaciones, perforaciones y tatuajes en el cuerpo de Caím Tubal reflejan
más que una simple y llana explicación de situación psicótica, puesto que
entendiendo estas marcas en el cuerpo como huellas continentes de la pulsión y el
deseo para dar cuenta de aquello que interroga, en el sentido de no encontrar
espacio en una palabra, es entonces que llega como un acto, como un golpe
(tatuaje: proviene del samoano «tátau», que significa marcar o golpear dos veces),
y es entonces que en cuanto a que se encuentra esta marca, deviene (de cierta
manera) la subjetivación, es decir, llevar algo de lo real al plano de lo simbólico,
cosa que indudablemente es inexistente en la psicosis, por lo que es entonces que
podemos decir que es sino toda aquella transformación de tintes aparentemente
psicóticos y de locura los que mantienen “funcional” a Caím Tubal, es decir dan
pasar a que se sujete de ese algo que deja marca en su piel, pero también de ese
algo que le da un nombre, y no aquel que se encuentra en el contenido historizado
de Caím Tubal, sino de aquel que se encuentra en la culminación de su obra
maestra, en su obra de vida, poder ser El Diablo.
CONCLUSIONES
Ahora bien, en función de los datos obtenidos sobre la biografía de Caím Tubal,
así como de los elementos que nos brinda la teoría psicoanalítica, podemos llegar
al grado de postular las siguientes conclusiones.
En primer lugar podríamos decir que se trata de una historia en y sobre el cuerpo,
que deviene de diversas situaciones de la vida de Caím Tubal, pues aunque
conocemos poco, es esto mismo que nos da pauta a proponer nuestra hipótesis,
debido a que si bien la vida a la que Caím Tubal refiere como pasada, es
reprimida fuertemente quizás en función de una fuerte frustración, a la cual quizás
no pudo tolerar, lo que lo pudo llevar a estas acciones(las modificaciones
corporales) en tanto se consideran como una antesala al desencadenamiento a la
psicosis, es entonces que podemos hablar de una psicosis ordinaria o no
desencadenada en tanto retomamos algunas de las características de ésta, así
como de que el comportamiento de Caím Tubal no nos proporciona elementos
para diagnosticar una psicosis tal y como se nos presenta en las referencias
psiquiátricas. Las características que nos hacen pensar en este tipo de psicosis
presente en Caín Tubal son: Con relación a ello Álvarez (2008) plantea que es
posible determinar algunas coordenadas para evaluar la posibilidad de una
psicosis no desencadenada, entre las que se destacan: el uso del cuerpo, el uso
del lenguaje, la clínica del acto, el goce y la identificación.
Referencias bibliográficas:
Revisado el 11 de junio del año 2013 http://www.cartapsi.org/spip.php?article197.
Aguado Hernández, L. A. (2012) Lo que se inscribe en el cuerpo. Tesis de
maestría no publicada, Universidad Autónoma de Querétaro, Querétaro, México.
Revisado el 16 de junio del año 2013
http://www.academia.edu/731245/Psicosis_no_desencadenadas.