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Carlos Beorlegui Antropología filosófica Dimensiones de la realidad humana DeustoDigital

Carlos Beorlegui Antropología filosófica...mutacionales y la presión selectiva del proceso evolutivo. Si durante mucho tiempo la reflexión sobre el ser de los hu-manos no pasaba

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Carlos Beorlegui

Antropología filosófica

Dimensiones de la realidad humana

DeustoDigital

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Instituto de Derechos Humanos

Antropología filosófica

Dimensiones de la realidad humana

Carlos Beorlegui

2016 Universidad de Deusto

Bilbao

© Universidad de Deusto - ISBN 978-84-15759-96-6

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Serie Filosofía, vol. 39

Cualquier forma de reproducción, distribución, co-municación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear al-gún fragmento de esta obra.

Imagen de portada:Photo Credit: UN/Devra Berkowitz

© Publicaciones de la Universidad de Deusto Apartado 1 - 48080 Bilbaowww.deusto-publicaciones.es e-mail: [email protected]: 978-84-15759-96-6

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A mis hermanos/as y cuñados/as.Y a mis compañeros/as de Jesús Solidario

y Acción Solidaria.

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— «La conciencia de sí mismo, la razón y la imaginación han trastornado la «armonía» que caracteriza la existencia del animal. Su aparición ha hecho del hombre una anomalía, un monstruo del universo. Forma parte de la naturaleza, está sometido a sus leyes físicas y no puede cambiarlas, pero tras-ciende la naturaleza (…). La vida del hombre no puede vi-virse repitiendo la pauta de su especie; tiene que vivir él. El hombre es el único animal (…) para quien su propia exis-tencia es un problema que tiene que resolver y que no puede soslayar (…). Propongo que la índole del hombre no puede definirse en función de una cualidad específica (…), sino sólo en función de las contradicciones fundamentales que caracterizan la existencia humana y radican en la dicotomía biológica entre los instintos faltantes y la conciencia de sí mismo» (E. Fromm, Anatomía de la destructividad humana).

—«La ciencia del hombre no tiene fundamento alguno que enraíce el fenómeno humano en el universo natural, ni método apto para aprehender la extrema complejidad que lo distingue de otro fenómeno natural conocido. (…). Que se entienda desde ahora mi camino: es un movi-miento sobre dos frentes, aparentemente divergentes, an-tagonistas pero inseparables ante mis ojos; se trata, cierta-mente, de integrar al hombre entre los seres naturales para distinguirlo, pero no para reducirlo» (E. Morin, Introduc-ción al pensamiento complejo).

—«Es muy peligroso hacer ver al hombre cuán idéntico es a las bestias, sin mostrarle su grandeza. Y es también dema-siado peligroso hacerle ver su grandeza sin su miseria. Y es todavía más peligroso dejarle ignorar lo uno y lo otro, pero es muy provechoso presentarle ambas cosas. No es necesa-rio que el hombre crea que es idéntico a las bestias ni a los ángeles, ni que ignore lo uno o lo otro, pero que sepa de ambos» (Pascal, Pensamientos, n.º 121).

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Introducción

El ser humano no ha cesado nunca de preguntarse por su ser y su lugar en el mundo. Responder a esas preguntas es el objetivo central de la Antropología filosófica. Pero ha sido también cons-ciente de que se trata de una cuestión que no tiene una respuesta única ni definitiva. La especie humana no tiene una naturaleza fija y estática, sino abierta y sometida a la influencia de la la plu-ralidad de las culturas y de las decisiones libres de los humanos. Pero incluso en lo que tiene de constitución biológica, los múlti-ples e imparables avances de las ciencias naturales y humanas ha-cen que la comprensión sobre qué somos y lo que nos constituye como humanos se esá volviendo cada vez más compleja. Si el ser humano comenzó tratando de comprenderse y definirse en rela-ción a Dios y a las fuerzas impersonales de la naturaleza, al im-ponerse en el siglo xix el paradigma darwiniano de la selección natural evolucionista, nos hemos descubierto como una especie más, emergida del fondo de la biosfera mediante los mecanismos mutacionales y la presión selectiva del proceso evolutivo.

Si durante mucho tiempo la reflexión sobre el ser de los hu-manos no pasaba de ser una filosofía del hombre, como intento de definir nuestra realidad desde la mirada introspectiva y elucubra-tiva del pensar filosófico, en la actualidad la perspectiva moderna de la Antropología filosófica no puede dar la espalda a todos los avances de las diferentes ciencias que investigan sobre cualquiera de las parcelas de lo humano. De ahí que hacer Antropología fi-losófica nos obliga a echar mano de las diferentes aportaciones de las ciencias, para desde ellas intentar entresacar filosóficamente lo que específicamente nos caracteriza. Pero, como podemos com-prender, no se trata de una tarea fácil, puesto que el empeño de

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estar al día tan sólo en una de las áreas científicas del espectro de lo humano, requiere el esfuerzo de un especialista. Basta tener presente la amplitud de las aportaciones de la paleoantropolo-gía, la genética y la biología molecular sobre el origen y evolución del linaje humano; pero también los avances de la embriología y la epigenética en el empeño de mostrarnos el origen y evolución de nuestra especie desde la faceta ontogenética; e igualmente la amplitud de aportaciones de las neurociencias, la etología com-parada y las diferentes parcelas científicas que se encargan de es-tudiar el comportamiento animal, y desde la comparación con los humanos intentar descubrir nuestra peculiar estructura com-portamental; así mismo, recoger las interesantes y intrincadas re-flexiones sobre las posibilidades de la Inteligencia Artificial y su empeño, en su versión fuerte, de construir mentes y entidades ro-bóticas que consigan igualar las habilidades de los humanos. Pero también repercuten sobre la comprensión del ser humano los avances que las ciencias cosmológicas y la astrobiología nos están aportando, en la medida en que nos hacen replantearnos nuestras ideas sobre el sentido de la historia y la estructura de nuestro uni-verso, obligándonos a cuestionarnos de nuevo el origen del uni-verso, la posibilidad de los multiversos, de la existencia de vida, y vida inteligente, en otros planetas del cada vez más amplio uni-verso, así como las posibilidades de un futuro de nuestro mundo que pasan por expandirnos y colonizar nuestro entorno planeta-rio, e incluso el poder construir (es el sueño utópico de algunos cosmólogos) otros mundos similares a los nuestros. Todos estos avances científicos nos obligan a replantearnos la forma de vernos y entendernos a nosotros mismos, así como nuestro significado y lugar en este mundo que cada vez se nos hace más complejo y extraño. ¿Tiene sentido que nos sigamos creyendo el centro del universo, el ente más valioso, desde el cual se explicaría el aconte-cer de la historia del universo hasta nosotros, como defienden al-gunas versiones del principio antrópico?

Un curso completo de Antropología filosófica tiene que co-menzar por plantear, y tratar de resolver, lo que se suele deno-minar el estatuto epistemológico (e ideológico) de la materia, indi-cando cómo situar el estudio filosófico del ser humano dentro del conjunto de las demás antropologías científicas y la filosofía del hombre. A ello tiene que seguir una historia de la disciplina, en su etapa moderna, a partir de las aportaciones de la M. Scheler,

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Plessner, Gehlen y demás componentes de esta escuela centroeu-ropea, así como recoger las críticas y aportaciones de Heidegger, Dilthey, Ortega, los frankfurtianos M. Horkheimer y Habermas, y las reflexiones más radicales de M. Foucault. Estas dos partes de la materia las presenté ya en nuestro libro anterior, Antropo-logía filosófica. Nosotros: urdimbre solidaria y responsable (Bilbao, 1999). Pero quedaba pendiente una tercera parte, centrada en re-flexionar sobre lo que se denominan las dimensiones de la realidad humana. Es lo que pretendemos remediar con este nuevo libro, continuación del anterior señalado. Se trataba de una tarea que teníamos pendiente, y que no podíamos dejar de cumplir. Pero otras ocupaciones intelectuales ineludibles nos lo han estado im-pidiendo durante más tiempo del que hubieramos deseado.

La redacción de este libro ha sido una tarea muy laboriosa, en la medida en que, por un lado, la propia tarea era harto amplia y compleja, en la medida en que hablar de las dimensiones de la realidad humana supone referirse al origen y evolución del linaje humano, así como a su dimensión corpórea y sexuada, a nues-tra condición individual y social, a la comprensión renovada de la problemática de las relaciones mente-cuerpo, la libertad, la inter-personalidad, así como a nuestra condición tempórea e histórica, al dolor, el sufrimiento, la muerte, el problema del mal, nuestra capacidad elpídica (esperanzada) y utópica, para concluir refirién-donos a nuestra capacidad y necesidad de abrirnos a las pregun-tas últimas sobre el sentido de nuestra vida y de la historia, pero también a la cuestión de la trascendencia y del fundamento úl-timo de lo que hay, de toda la realidad. Además, por otro lado, pretender recoger en un volumen de dimensiones razonables todo el material de reflexión que hemos ido almacenando a lo largo de más de treinta años de docencia de esta materia en la Universidad de Deusto, suponía acertar al mismo tiempo con la fórmula de resumir toda esa amplia temática en unas dimensiones no excesi-vas. La solución no ha sido fácil; hemos dejado fuera muchas co-sas que nos hubiera gustado incluir. Al final, lo que presentamos aquí es el resultado de un tercer empeño redaccional. Este texto tiene, por tanto, que ser entendido como complemento ineludi-ble y segunda parte de Antropología filosófica. Nosotros: urdimbre solidaria y responsable.

El orden de los diferentes capítulos referidos a las múlti-ples dimensiones de la realidad humana podría haber sido muy

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diverso, pero una lógica razonable nos impulsa a comenzar con el origen y evolución del ser humano, animal bio-cultural, para concluir con su dimensión trascendente. El primer capítulo so-bre los orígenes evolutivos de la especie humana es más breve de lo que correspondería a una temática tan actual e importante, pero se justifica remitiéndome a mi libro La singularidad de la es-pecie humana (2011), donde me he extendido ampliamente so-bre toda esta compleja e interesante temática. En el segundo nos detenemos a reflexionar sobre nuestra dimensión corpórea y sexuada. Ambos aspectos han sido estudiados desde múltiples perspectivas, cuyo contenido es el propio de una Antropología fí-sico-biológica; pero una Antropología filosófica no tiene que ol-vidarse de la dimensión interna con la que vivenciamos de nues-tro cuerpo (corporalidad) y nuestra condición sexuada. Los seres humanos no sólo tenemos cuerpo, susceptible de convertirse en objeto de reflexión científica, sino que somos cuerpo, esto es, vi-venciamos nuestro cuerpo desde dentro, pudiendo distinguirse un extra-cuerpo y un intra-cuerpo. Este modo específico de expe-rimentar nuestra realidad corpórea, y las diferentes formas como algunos de los filósofos más representativos han reflexionado so-bre ello, conforman la primera parte del segundo capítulo. Pero al mismo tiempo que experimentamos y somos la vivencia de nues-tra condición corpórea, es importante caer en la cuenta que vivi-mos nuestra corporalidad de una forma sexuada. Los humanos no sólo hemos ocultado, o no vivido de forma sana y pacífica nues-tra dimensión sexuada, sino que, a lo largo de casi toda la histo-ria, nos hemos empeñado en reducir lo humano a lo masculino, marginando y dejando a un lado lo femenino (la mujer ha sido el segundo sexo, y sometida al varón, negándosele muchos de sus derechos más elementales), así como toda la problemática de las intersexualidades, que han sido consideradas como pecados nefan-dos o desviaciones biológicas, psíquicas y sociales. Un manual de Antropología filosófica no puede extenderse en el análisis de la condición sexuada del ser humano en todas sus facetas, pero tam-poco puede dejarlo de lado, sino que tiene que acercarse de forma ineludible a este problema tan determinante para la definición de lo humano, presentando, con claridad, aunque también con mo-destia y prudencia, afirmaciones sobre la humano que en la actua-lidad ya no pueden seguir defendiéndose, poniéndose en cuestión la idea de lo que hay que considerar como natural o humano. Lo

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humano no es algo cerrado y marcado por las leyes de la biología, en la medida en que poseemos una naturaleza abierta, necesitada, por tanto, de un proceso largo de realización, tanto individual como social, de ahí que no puede ser definido de forma fácil ni tajante a través de fórmulas del pasado. Está claro que se trata de un tema delicado, pero también ineludible, por lo que es impres-cindible que la Antropología filosófica se acostumbre a profundi-zar en el estudio de esta faceta de nuestra realidad.

El salto emergente que ha supuesto la aparición del linaje humano, y sobre todo la especie del hombre moderno, el homo sapiens, nos ha dotado a los humanos de un núcleo subjetivo, de una autoconciencia que se convierte en el centro y expresión de nuestra singularidad. Este centro individual, que nos configura como humanos, tiene múltiples facetas y nombres: yo, subjetivi-dad, conciencia, persona, etc., al mismo tiempo que se convierte en la fuente de la libertad y de nuestra capacidad de interactuar con los demás, tanto en el entorno más cercano (interpersonali-dad) como en el más amplio y neutro de la sociedad (socialidad). Aunque consideramos que el estudio de la personalidad humana, tanto en el aspecto ontológico y antropológico como en el ético, no hay que separar las dos dimensiones, la individual y la social, entendemos también que es útil estudiar ambas dimensiones en sendos capítulos, para mostrar la enorme riqueza y complejidad que representa la subjetividad humana. Por eso, en el capítulo tercero nos hemos centrado en el estudio de esta dimensión sub-jetiva o individual de la realidad humana, mientras que en el sexto nos ocuparemos de la dimensión interpersonal y social. En esta faceta de la subjetividad nos ocupamos tanto de las diversas caras o versiones desde las que se ha entendido el centro de la perso-nalidad humana, hasta la negación de la misma, como también la dimensión dinámica del yo (la psicogénesis de la personali-dad) y los esfuerzos más interesantes de la filosofía y la antro-pología por acercarse a definir el centro subjetivo de la persona humana, evitando tanto el acercamiento meramente intuitivo e introspectivo (enfoque de primera persona) como el objetivista y cosificante (enfoque de tercera persona), para decidirse por en-tender a la persona desde el enfoque sintético, el de la identidad narrativa, esto es, ver al yo como sujeto de su propia historia, que se experimenta como centro unificador (desde la memoria) de su propia identidad.

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El capítulo cuarto, el hombre, unidad psicosomática, está de-dicado al estudio del ser humano como realidad corpórea y au-toconsciente a la vez. Los humanos nos experimentamos como esa realidad excéntrica (H. Plessner) que es y tiene cuerpo a la vez; como alguien que no es nada fuera del cuerpo, pero que, al mismo tiempo, puede distanciarse del mismo, experimentándose como sujeto que se piensa y objeto de su propio pensar. La com-pleja historia de este problema, ha presentado diversos intentos de solución. Se comenzó entendiendo al ser humano como una realidad unitaria, para imponerse la postura dualista, atemperada por teorías intermedias, como la hilemórfica de Aristóteles y To-más de Aquino, y más recientemente el funcionalismo. Junto a esas posturas, en la actualidad se está imponiendo cada vez con más fuerza la postura emergentista, que retraduce el concepto tra-dicional de alma, o el más científico de psique o mente, como una nueva estructuración de lo corpóreo, emergida desde el proceso evo-lutivo. De este modo, el emergentismo estructurista, o estructurismo sistémico, viene a situarse como postura intermedia entre el dua-lismo y el monismo reduccionista, distanciándose también del hi-lemorfismo y del funcionalismo, por considerarlos insuficientes.

El complejo problema de la libertad constituye el tema del ca-pítulo quinto, integrado por una primera parte en la que se ana-liza de forma sintética la historia de este importante problema, para detenernos a continuación en la presentación de los aspectos y argumentos más importantes y consistentes de las tres postu-ras que se suelen dar respecto a la libertad: los determinismos, la libertad absoluta y la libertad situada o restringida. La discusión sobre si los humanos somos libres o no, y en qué medida, se ha ido replanteando y apareciendo de muchas formas, volviéndose de nuevo a enriquecerse y endurecerse la discusión en la actua-lidad debido a los avances de las neurociencias, con lo que se ha dado en llamar el neurodeterminismo. Tras dejar claro que el pro-blema de la libertad no se resuelve desde el ámbito de los datos fácticos de las diferentes ciencias que ayudan a dilucidarla más a fondo, nos decantamos por entender que las evidencias más claras están a favor de la defensa de la libertad, enriquecida su eviden-cia a partir de las filosofías de la acción (Searle, Austin, Haber-mas, Ricoeur, etc.). La parte final del capítulo la hemos dedicado a señalar las diversas caras o facetas de este poliedro tan complejo que constituye la libertad, poliedro que nos muestra la cara po-

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sitiva, negativa, originaria, trascendental, dinámica e histórica, ética y social, entre otras muchas sobre las que nos podríamos ha-ber detenido. La conclusión que sacamos, en la línea de no pocos y lúcidos autores, es que, aunque no se pueda demostrar empíri-camente la existencia de la libertad, está claro que sin ella no se entiende nada de la realidad humana.

El capítulo sexto lo dedicamos al estudio de la dimensión in-terpersonal y social de la persona humana. Ya hemos dicho que este rasgo es inseparable de la dimensión individual, y es muy posi-ble que, por ello, nos hallemos expuestos a repetir determinados elementos de su estudio, en la medida en que en ambos capítu-los hemos recorrido las diferentes etapas o procesos por los que ha ido atravesando la persona, tanto en su faceta subjetiva, como en la dimensión interpersonal y social. Pero hemos considerado necesario, como ya lo hemos dicho, separar y estudiar de modo complementario ambas caras del yo para que se advierta su ri-queza y complejidad. El capítulo comienza advirtiendo cómo el avance del despertar de la conciencia de sí mismo del ser humano en la modernidad, llevó a primar la centralidad del yo frente a la dimensión más comunitaria, con lo que tenía de impersonal, tal y como se daba en épocas históricas anteriores, tanto en la medie-val como en la greco-romana. Pero este ahondamiento en lo in-dividual, que supuso un avance necesario, se convirtió más ade-lante en un lastre, en la medida en que el egocentrismo de la modernidad ha exacerbado la dimensión individual de lo humano olvidando su ineludible dimensión social. Situados en el dilema entre dos modelos antropológicos (individualista y comunitario), las evidencias de las ciencias humanas nos indican que el ser hu-mano es social por naturaleza, siendo el vector individualista una dinámica posterior, pero no la básica y original, por lo que las ideologías individualistas de las culturas occidentales no respon-den a lo más valioso de la naturaleza humana, sino que la reducen y distorsionan.

El ser humano, como naturaleza abierta, no se entiende al margen de la sucesión tempórea como horizonte donde se tiene que realizar. El hombre es, pues, una realidad histórica. Pero la temporalidad e historicidad humanas no consisten en un dina-mismo programado que empuja a los humanos inevitablemente hacia una meta prefijada, sino que su condición de seres libres les obliga a tener que crear sus propias metas así como los corres-

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pondientes caminos para alcanzarlas. Por eso, la historia no es un camino ya sabido y necesariamente marcado, sino que lo compo-nen muchas encrucijadas, retrocesos y altibajos. Eso supone que la condición tempórea de los humanos está relacionada con el problema del mal y el sufrimiento, y por las preguntas sobre el sen-tido de la vida y de la historia. Todas estas cuestiones tan inevita-bles y trascendentales constituyen el contenido del capítulo sép-timo. Comenzamos planteando las diversas formas como algunos de los más significativos filósofos han entendido y expresado la temporalidad y la historicidad humana, para introducirnos a con-tinuación en el modo como los humanos han afrontado el pro-blema del dolor, la enfermedad y el fracaso, elementos tan funda-mentales en la vida de los seres humanos, y que al mismo tiempo ponen en cuestión el sentido de la vida humana. No dejamos de preguntarnos por qué sufrimos, quién es el causante del mal y del dolor, y cómo conjugar la fe en un Dios bueno y todopoderoso con la inevitable evidencia del dolor, sobre todo el dolor del ino-cente, el dolor injusto, problemas de los que se ha ocupado tanto la teodicea como sus críticos. Pero no cabe duda de que el mal por antonomasia sigue siendo la muerte, de la que nadie se escapa, y ante la cual nadie queda indiferente, puesto que nos pone en cuestión el sentido de todo. De ahí que haya sido un tema recu-rrente a lo largo de la historia, y siga teniendo tan palpitante ac-tualidad, tanto como consecuencia de la violencia y de las guerras, como de las injusticias económicas que condenan a la muerte por hambre y desnutrición a millones de personas cada año. Todo esto nos plantea la cuestión del sentido de la vida y de la historia. ¿La vida y la historia tienen algún sentido? ¿Hay algún sentido marcado de antemano por el hado o por unas fuerzas divinas que nos manejan a su antojo? ¿O el sentido de nuestras vidas depende de las decisiones de los humanos, conjugadas con las circunstan-cias de nuestra condición de seres mundanos?

El capítulo octavo se ocupa de nuestra dimensión simbólica y utópica. Hemos visto en repetidas ocasiones que los humanos so-mos consecuencia de un proceso emergente del proceso evolutivo, que nos ha permitido superar las rígidas coordenadas de las leyes genéticas y biológicas. Nuestros genes han conseguido programar un cerebro que no se limita a describir y adaptarse a la realidad, sino a crearla y transformarla, interpretándola y dominándola de forma simbólica y lingüística. La realidad a la que nos enfrenta-

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mos los humanos es una realidad cocinada por nuestra inteligen-cia, por el mundo de la cultura. La cultura nos ha llevado a tras-pasar los moldes de la biología, y nos empujar a superar de forma permanente nuestros propios límites, empujados por el principio esperanza hacia el logro de un mundo cada vez mejor y más hu-mano. Habrá quien tratará de demonizar y exorcizar nuestra ca-pacidad crítica con el orden establecido y su fuerza dinámica para empujar la realidad hacia metas utópicas, no siempre fáciles de conseguir, pero la dimensión idealista y utópica representa uno de los ingredientes más valiosos y específicos de la condición hu-mana. Y como coronación de la capacidad de trascenderse a sí mismo, dominado también por su condición trans-finita (García Bacca), estamos proyectados por naturaleza a preguntarnos por el fundamento último de la realidad.

En esa dinámica proyectiva es donde se nos muestra la di-mensión trascendente y religiosa, la capacidad del ser humano para abrirse, desde la experiencia de la contingencia de lo que hay, ha-cia la posibilidad de una realidad trascendente que justifique y explique la contingencia del mundo, y constituya la apoyatura y fundamento que le permita seguir existiendo y dando de sí. Es el objetivo o el contenido del último capítulo, donde nos plan-teamos las diferentes formas que los humanos han tenido de en-frentarse al absoluto y a la dimensión religiosa, desde las ciencias de las religiones, la búsqueda de una esencia de lo religioso por la fenomenología de la religión, las diferentes críticas que ha ex-perimentado el hecho religioso, tanto desde el siglo xix como en las fechas más recientes, así como las principales vías para justifi-car el hecho religioso, tanto desde el punto de vista del objeto de la fe, Dios, como del sujeto de la misma, el hombre, presentando las bases antropológicas que nos permitan afirmar que, aunque la fe no es demostrable (tampoco el ateísmo), sí es razonable, en la medida en que entronca con aspectos fundamentales de nuestra condición humana.

En definitiva, en la búsqueda de lo específico de lo humano, de los elementos que conforman lo que nos distingue como espe-cie, y recogiendo el conjunto de las diversas aportaciones que las ciencias humanas nos proponen sobre nosotros, podemos definir al ser humano, por un lado, como una especie más, que ha emer-gido del proceso evolutivo siguiendo las mismas leyes que el resto de las especies, pero dotado, al mismo tiempo, como resultado de

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ese mismo proceso evolutivo, de una serie de rasgos específicos que nos hacen vernos y entendernos como cualitativamente di-ferentes al resto de las demás especies que nos han precedido. La capacidad de generar saltos emergentes que rompen y enrique-cen el proceso evolutivo, nos ha aportado una serie de diferencias genéticas que nos han permitido, a su vez, estar constituidos por un cerebro sorprendentemente grande y complejo como para lle-gar a ser animales inteligentes, autoconscientes, libres, solidarios y dotados de una extraordinaria capacidad para preguntarnos por todo lo que nos extraña y nos admira en nuestro entorno. Nos ve-mos abiertos a las grandes cuestiones de la filosofía, a la admira-ción ante la belleza, a los interrogantes que los sucesos históricos nos plantean, y a los escalofríos con los que el dolor, el fracaso y la muerte golpean nuestra vida y nos hacen experimentar nuestra condición contingente, y nos empujan a la necesidad de plantear-nos la posibilidad y razonabilidad de la existencia de un funda-mento trascendente que explique y apoye nuestra finitud y la de nuestro mundo.

Estas capacidades singulares y específicas no necesitan para justificarse y entenderse acudir a explicaciones milagreras ni con-trarias a los procesos que la ciencia nos va mostrando. Somos di-ferentes a las demás especies porque la naturaleza nos ha hecho así. Por eso, podemos decir que estamos determinados a ser lo que somos. Es decir, la autoconciencia, la libertad y nuestra dimensión utópica y trascendente, son el resultado de un proceso evolucio-nista gradual, al mismo tiempo que fruto también de complejas rupturas emergentes. Estos procesos no contradicen los procesos científicos, pero tampoco se limitan a ellos, en la medida en que una visión filosófica de lo humano se esfuerza por mirar la reali-dad más allá de la dimensión de la facticidad científica. La reali-dad nos da que pensar, y nos empuja a ver en ella las diversas di-mensiones con que se halla conformada. Pero la realidad no sólo plantea problemas, que pueden ser solucionados por la ciencia, y a su nivel por la realidad filosófica de corte más positivista, sino que la densidad de la realidad, y más aún de la realidad humana, nos hace también confrontarnos con a la dimensión mistérica de la realidad, ante la que no podemos aplicar para dilucidarla una racionalidad científica o positivista, sino la imaginación simbó-lica, el acercamiento respetuoso desde la metáfora, que consigue atrapar tan sólo esquirlas de realidad, pero en absoluto todo lo

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que esa rica realidad encierra y significa. La realidad nos sobre-pasa infinitamente, y con ella nuestro propio significado como parte de la misma. Ya nos han dicho diversos pensadores, Pas-cal entre ellos, que el hombre sobrepasa infinitamente al hom-bre, por lo que pretender llegar a dilucidar de forma definitiva la esencia y el sentido radical de los humanos, hasta convertirlo en un problema sin secretos, es una pasión inútil, una tarea conde-nada al fracaso.

Esto no supone una invitación a la pasividad investigadora, sino más bien a conjugar la pasión por buscar y descubrir los se-cretos de la realidad y de lo humano con una apertura epistemo-lógica a la complejidad de nuestro mundo, no despegándonos de nuestra dimensión material, sino abriéndonos al mismo tiempo a la dimensión profunda y mistérica, ante la cual no cabe más que la admiración y la aceptación de su grandeza y dominio sobre no-sotros mismos.

Si en el esfuerzo por expresar en un título lo que define de forma más propia y radical la realidad humana, en mi primer vo-lumen de Antropología filosóifica propuse como subtítulo vernos como un nosotros, que conformamos una urdimbre solidaria y res-ponsable, en este queremos hacer hincapié en la rica complejidad que nos constituye, empezando por la emergencia desde la biología hasta situarnos ante nuestra condición utópica, abiertos a la trascen-dencia. Y en ese arco tan complejo, nos descubrimos como un no-sotros esencialmente solidario. Como indica Lévinas, antes de que pensemos y decidamos hacernos partícipes y responsables de los demás, ya lo estamos siendo, en una solidaridad estructural y ra-dical, que podremos después confirmar y agrandar desde el ejer-cicio libre y responsable de contruir una sociedad y un mundo más humano, o bien negarnos a ello, encerrándonos en nuestros limitados intereses y tendencias egoístas. Pero no ser solidarios ni responsables en el nivel existencial e histórico, no diluye la di-mensión estructural, primaria y esencial de nuestro carácter soli-dario y comunitario. En el primer volumen de esta Antropología filosófica, el subtítulo fue sólo justificado en las páginas finales, en la medida en que el contenido del libro estaba más centrado en la fundamentación y la presentación histórica de la conforma-ción de la disciplina en su etapa más moderna. Pero en este se-gundo volumen, la justificación de esta dimensión solidaria apa-rece más explicitada y justificada, sobre todo en el capítulo sexto.

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Antropología filosófica : Dimensiones de la realidad humana XVII

Se trata de un manual que esperamos resulte útil tanto para los estudiantes que se acercan al estudio de lo humano, como también para cualquiera que tenga interés por profundizar en las bases esenciales de nuestra condición humana. En sus diferen-tes capítulos se hace referencia a muchos datos científicos y fi-losóficos, de los que no somos más que sistematizadores. El in-terés principal del texto se sitúa, pensamos, en la presentación completa y sistemática del conjunto de dimensiones y facetas que componen la extraordinaria densidad de nuestra condición humana. Esta visión global se halla conformada por una opción clara por presentar los diferentes temas desde la vertiente del diá-logo entre la perspectiva científica y la mirada crítica de la filo-sofía, así como por el adecuado sesgo crítico-social desde el que presentamos los problemas. No hemos pretendido presentar una visión neutra y aséptica del ser humano, entre otras cosas por-que es imposible. Los que pretenden hacerlo, se quedan sólo en el intento, en la medida en que no son conscientes de sus aprio-ris epistemológicos e ideológicos desde los que parten. En la me-dida en que somos conscientes de los nuestros, hemos tratado de explicitarlos siempre que lo hemos considerado necesario. Ya he-mos afirmado con antelación que los humanos somos lo que, en gran medida, vamos decidiendo serlo, de modo que lo que en el fondo nos define como humanos es precisamente la capacidad de tomar sobre nosotros la tarea de hacernos y realizarnos, persi-guiendo los ideales que elegimos como más convincentes.

La bibliografía existente sobre todos estos temas resulta abru-madora e inabarcable. Aunque nos hemos esforzado en referirnos sólo a los textos más significativos, la bibliografía presentada al final de de cada capítulo representa un complemento de interés para quienes deseen profundizar en cada una de las facetas de lo humano aquí presentadas. En el capítulo de los agradecimien-tos, no podemos por menos que referirnos a los muchos colegas y alumnos que han sido interlocutores de incontables diálogos aca-démicos y espontáneos, tanto en el entorno de la Universidad de Deusto, como en la UCA José Simeón Cañas de San Salvador. El tener que exponer ante otros los propios puntos de vista y recibir sus críticas y observaciones, supone un innegable y constante en-riquecimiento. A todos ellos queremos expresar nuestro agrade-cimiento. Pero no queremos pasar por alto agradecer, de forma especial, a Manuel Heredia, tanto por sus aportaciones críticas

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como por su desinteresada lectura y sus acertadas correcciones a los diversos borradores; del mismo modo, a Javier Torres y Ri-cardo Pinilla por su interés y empeño continuado para que la pu-blicación de este texto se llevara a cabo.

Tras el prolongado trabajo que ha supuesto la redacción de este libro, no nos queda más que desear que los lectores encuen-tren útiles y sugerentes sus páginas, al mismo tiempo que les adentren en el estudio de nuestra específica singularidad, plagada de interrogantes y de interpretaciones controvertidas, que segu-ramente nunca llegaremos a desentrañar en toda su profundidad. El ejercicio de hacernos personas, tarea que no podemos eludir, resultará más fácil en la medida en que avanzamos más certera-mente en nuestro propio conocimiento.

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Índice

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . VI

Capítulo 1. El hombre, unidad bio-cultural. Cuando la vida toma conciencia de sí . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11

1. La especie humana, un eslabón del proceso evolutivo . . . . . . . . 112. Los avatares del linaje humano en el proceso evolutivo . . . . . . . 16

2.1. La vertiente filogenética . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 172.2. Los cambios genéticos y morfológicos del proceso de ho-

minización . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 202.3. Los cambios conductuales y sus frutos culturales . . . . . . . . 222.4. La dimensión ontogenética . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23

3. Hijos de dos herencias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27

3.1. Conjugación de la cultura con la biología. . . . . . . . . . . . . . 283.2. La especie singular . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 34

a) Dos modos de entender la singularidad humana . . . . . 34b) Precisiones sobre el antropocentrismo . . . . . . . . . . . . . 35c) La justificación de la singularidad humana desde el

paradigma emergentista . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37

4. Somos biología transformada. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 46

Capítulo 2. La corporalidad y la condición sexuada del ser hu-mano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55

1. Introducción: las diversas facetas de la corporalidad . . . . . . . . . 552. La corporalidad humana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 58

2.1. Historia y justificación del interés actual por lo corpóreo. . 58

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2.2. Entre el cuerpo objetivo (Körper) y el cuerpo propio o vi-vido (Leib) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 60

2.3. Dimensiones o facetas de lo corpóreo . . . . . . . . . . . . . . . . 612.4. Diversas teorías filosóficas sobre la corporalidad . . . . . . . . 652.5. Sociogénesis y biopolítica de lo corpóreo . . . . . . . . . . . . . . 72

2.5.1. La influencia de la sociedad en la modelación de nuestros cuerpos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 72

2.5.2. La dialéctica entre la dimensión material y simbó-lica de la corporalidad. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 74

2.5.3. Biopolíticas del cuerpo, según M. Foucault . . . . . . . 78

3. La dimensión sexuada de lo humano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83

3.1. Las diversas facetas o niveles de la sexualidad humana. . . . 853.2. Sexualidad animal y la humana: del instinto al amor . . . . . 913.3. Las intersexualidades . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 943.4. La homosexualidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 963.5. Del sexo al género: la construcción social de la sexualidad . . 1033.6. El ser humano como unidad psico-orgánica y sexuada,

una visión integrada de la realidad humana . . . . . . . . . . . . 109

a) Tres modos de conjugar la reciprocidad sexuada hom-bre-mujer . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 109

b) El encaje de la dimensión sexuada en la estructura on-tológica del ser humano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 114

Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 118

Capítulo 3. La subjetividad. El ser humano como realidad indi-vidual y personal. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 129

1. Introducción: planteamiento del tema . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1292. Diversas acepciones o perspectivas de la subjetividad . . . . . . . . 1303. Los avatares de la subjetividad en la historia de la filosofía . . . . 1354. La maduración de la subjetividad. La psicogénesis del yo . . . . . 143

4.1. La formación del yo en los primeros pasos de la homini-zación/humanización . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 144

a) La propuesta de A. Spirkin, desde la óptica marxista . . . . 1441. Los rasgos de la conciencia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1452. Las tres etapas de la formación de la conciencia hu-

mana. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 149

b) Una propuesta de arqueología de la mente: S. Mithem . 154

4.2. La dimensión ontogenética de la maduración del yo o de la subjetividad. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163

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4.2.1. La dimensión genética e inmunológica de la indivi-duación. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163

4.2.2. La dimensión psicológica o mental de la individua-ción o identidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 168

a) La visión generalista de la mente. Los plantea-mientos de J. Piaget . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 170

b) El punto de vista de la modularidad mental y multiplicidad de la inteligencia . . . . . . . . . . . . . . 175

c) De la conciencia sensorial a la personal. . . . . . . . 178

5. La identidad narrativa, según los planteamientos de P. Ricoeur . 180

a) La hermenéutica del sí mismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 181b) El sujeto de la narración . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 184

6. Síntesis final. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 188Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 191

Capítulo 4. El hombre, unidad psicosomática . . . . . . . . . . . . . . . 195

1. Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1952. Precisando conceptos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1973. Historia del problema del alma y de las relaciones alma-

cuerpo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 201

3.1. Posturas pre-filosóficas que defienden una concepción unitaria del hombre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 202

a) La mentalidad homérica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 202b) La antropología bíblica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 203

3.2. Las posturas de la filosofía griega: el dualismo platónico y el hilemorfismo aristotélico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 205

a) El dualismo platónico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 205b) El hilemorfismo aristotélico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 207

3.3. La época medieval. El hilemorfismo de Tomás de Aquino . 2093.4. El dualismo cartesiano y de sus seguidores. . . . . . . . . . . . . 210

4. El problema de la mente y de las relaciones mente-cuerpo en el siglo xx. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 215

4.1. Dos tradiciones paralelas: la continental y la anglosajona. . 2154.2. Las tesis conductistas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 216

4.2.1. El conductismo científico o psicológico . . . . . . . . . . 2164.2.2. El conductismo lógico o filosófico . . . . . . . . . . . . . . 218

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5. El resurgir de las posturas mentalistas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 228

5.1. El surgimiento del cognitivismo y la nueva filosofía de la mente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 228

5.2. Un abanico de posturas sobre la mente y su relación con el cerebro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 232

6. La teoría de la identidad (TI) o monismo fisicalista . . . . . . . . . 2347. El dualismo interaccionista de J. C. Eccles y de W. Penfield . . . . 2408. Las posturas intermedias y sintéticas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 245

8.1. El funcionalismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 245

a) Las tesis centrales del funcionalismo. . . . . . . . . . . . . . . 245b) El funcionalismo y la inteligencia artificial . . . . . . . . . . 249c) Insuficiencias o limitaciones del funcionalismo . . . . . . 251

8.2. El neo-hilemorfismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2538.3. Los emergentismos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 255

8.3.1. El paradigma emergentista. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2558.3.2. Haciendo historia del emergentismo . . . . . . . . . . . . 260

8.4. El estructurismo dinámico de P. Laín Entralgo. . . . . . . . . 2648.5. Límites y diferencias entre los diversos emergentistas y es-

tructuristas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2688.6. Cuestiones pendientes e interrogantes que plantea el mo-

delo emergentista sistémico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 280

9. El ser humano, unidad psico-somática . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 285Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 288

Capítulo 5. La Libertad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 299

1. Introducción: Importancia y complejidad del tema . . . . . . . . . . 2992. La libertad en la historia. De la libertad de actos a la libertad

de ser . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3033. Diversas posturas sobre la libertad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 305

3.1. Los determinismos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 305

3.1.1. Lo específico del determinismo . . . . . . . . . . . . . . . . 3053.1.2. Justificación de los determinismos . . . . . . . . . . . . . . 3063.1.3. Tipología de los determinismos . . . . . . . . . . . . . . . . 3093.1.4. Valoración crítica de los determinismos . . . . . . . . . . 312

3.2. La libertad absoluta o exagerada. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3213.3. Libertad moderada o en situación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3283.4. El compatibilismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 336

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Antropología filosófica : Dimensiones de la realidad humana 5

4. La libertad en el horizonte de la acción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 340

4.1. La estructura de la acción humana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3424.2. El doble nivel explicativo de las acciones humanas . . . . . . 347

5. Las diversas facetas de la libertad. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 356

5.1. Libertad negativa, o libertad de . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3575.2. Libertad positiva, o libertad para . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3585.3. Libertad en la realidad. Libertad trascendental . . . . . . . . . 3585.4. Libertad originaria. El surgimiento de la libertad . . . . . . . 3605.5. Libertad como don y tarea (etapas del desarrollo de la li-

bertad) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3645.6. Libertad en situación, histórica, existencial (libertad

desde) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3655.7. Libertad responsable: libertad y ética . . . . . . . . . . . . . . . . . 3685.8. Dimensión social de la libertad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 371

a) El principio de socialidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 372b) El principio de substancialidad o de personalidad de la

libertad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 373c) El principio estructural de la libertad . . . . . . . . . . . . . . 374d) El principio de subsidiariedad. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 374

6. Para concluir . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 376Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 377

Capítulo 6. La interpersonalidad y la dimensión social del ser humano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 385

1. Introducción: dos modelos antropológicos contrapuestos . . . . . 3852. De la egología a la alteridad. Planteamiento filosófico del pro-

blema del otro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3913. El replanteamiento del problema del otro en el siglo xx . . . . . . 393

3.1. El enfoque trascendentalista. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 394

3.1.1. La «constitución» del otro en E. Husserl . . . . . . . . . 3943.1.2. La interpersonalidad en el existencialismo y el ra-

ciovitalismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 401

3.2. La filosofía dialógica y el tema del otro . . . . . . . . . . . . . . . 409

3.2.1. El «giro dialógico» del pensamiento judío . . . . . . . . 4093.2.2. El dialogismo de M. Buber . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4133.2.3. La interpersonalidad en E. Lévinas . . . . . . . . . . . . . 415

a) La primacía y asimetría del Otro . . . . . . . . . . . . 415b) Del «sujeto an-árquico» a la «sustitución». . . . . . 417

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c) La justicia y el tercero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 419d) Más allá de a ética: el Infinito y la trascendencia 422

3.3. La línea lingüístico-trascendental de Habermas y Apel . . . 424

4. La antropogénesis como fruto de sucesivos encuentros . . . . . . . 430

4.1. El proceso filogenético . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4314.2. El proceso ontogenético . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 434

4.2.1. La dimensión campal del embrión . . . . . . . . . . . . . . 4344.2.2. La urdimbre primigenia entre el niño y la madre. . . . 4364.2.3. Las etapas de la comunicación madre-hijo en los

primeros años de vida. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4404.2.4. El horizonte sociocultural y el ámbito campal de la

psicogénesis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4434.2.5. La aparición del yo en la psicogénesis: de los otros

al yo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 450

4.3. La dimensión sociohistórica de la psicogénesis/antropo-génesis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 454

5. La estructura social de la realidad humana. . . . . . . . . . . . . . . . . 4616. Concluyendo: de la estructura ontológica a la exigencia ética . . 470Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 476

Capítulo 7. La temporalidad, el mal y el sentido de la vida y de la historia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 489

1. Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4892. La dimensión tempórea e histórica del ser humano. . . . . . . . . . 491

2.1. La conciencia de nuestra condición tempórea . . . . . . . . . . 4912.2. La estructura de la historicidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 493

3. El dolor, la enfermedad y el fracaso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 496

3.1. Dolor y sufrimiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4963.2. El fracaso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 500

4. El problema de la muerte. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 502

4.1. La muerte: una primera descripción fenomenológica. . . . . 5034.2. La muerte humana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5054.3. Diferentes formas de encarar y vivir la muerte . . . . . . . . . . 507

5. El problema del mal y la cuestión de la Teodicea . . . . . . . . . . . 512

a) Teorías sobre la naturaleza y tipos de mal . . . . . . . . . . . . . . . 513b) Planteamientos sobre el origen del mal . . . . . . . . . . . . . . . . . 518

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1. Dios como responsable de todos los males . . . . . . . . . . . . 5182. El hombre, responsable del mal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5213. La finitud como responsable del mal . . . . . . . . . . . . . . . . 522

c) El mal en la historia. Una visión sintética de las diversas teodiceas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 523

6. El sentido de la vida y de la historia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 529

6.1. La pregunta por el sentido de la vida . . . . . . . . . . . . . . . . . 5306.2. Diferentes formas de responder a esta cuestión . . . . . . . . . 5346.3. La estructura antropológica del sentido de la vida . . . . . . . 538

7. El sentido de la historia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 540

7.1. Propuestas de filosofía de la historia. . . . . . . . . . . . . . . . . . 5417.2. El sujeto de la historia, como sujeto narrativo . . . . . . . . . . 5567.3. El sentido de la historia y la cuestión del progreso. . . . . . . 561

8. Concluyendo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 566Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 567

Capítulo 8. La capacidad simbólica y la condición utópica del ser humano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 575

1. Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5752. La dimensión simbólica y lingüística del ser humano . . . . . . . . 577

2.1. El hombre abierto a y dotado de capacidad simbolizadora. 578

2.1.1. El proceso simbolizador de los humanos . . . . . . . . . 5792.1.2. La dimensión alusiva de lo simbólico . . . . . . . . . . . . 5842.1.3. Rasgos específicos del modo simbólico . . . . . . . . . . 5862.1.4. Las dos caras o vertientes del símbolo: significante

y significado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5882.1.5. La dimensión simbólica del lenguaje . . . . . . . . . . . . 590

a) Rasgos específicos del lenguaje humano . . . . . . . 590b) El lenguaje y el pensamiento. . . . . . . . . . . . . . . . 594c) El lenguaje como apertura al mundo y como ac-

ción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 599

3. La condición elpídica (esperanzada) y utópica . . . . . . . . . . . . . . 603

3.1. Las estructuras antropológicas de la esperanza y la uto-pía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 605

a) P. Laín Entralgo y su antropología de la esperanza . . . 605b) E. Bloch y el principio esperanza . . . . . . . . . . . . . . . . . 613

3.2. Las utopías . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 625

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8 Carlos Beorlegui

3.2.1. La utopía, un concepto polisémico. . . . . . . . . . . . . . 6253.2.2. Bases filosóficas y antropológicas de las utopías: la

condición utópica del ser humano . . . . . . . . . . . . . . 6283.2.3. La utopía criticada: las debilidades de las utopías. . . 630

a) La utopía como pasividad o cobardía (G. Anders) . 631b) La utopía como idea precientífica (A. Comte) . . 632c) El miedo a la utopía en el pensamiento conser-

vador (P. Berger). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 632d) La utopía como peligro de totalitarismo (K. Po-

pper) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 633e) La oposición postmoderna a la utopía. . . . . . . . . 634f) La utopía como escatología secularizada. . . . . . . 636g) El utopismo, ¿pensamiento ingenuo? . . . . . . . . . 636h) La crítica a las utopías desde el neoliberalismo . . 638

3.2.4. Rehabilitación crítica de la utopía . . . . . . . . . . . . . . 639

4. Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 642Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 643

Capítulo 9. La dimensión trascendente y la apertura del hombre al absoluto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 649

1. La dimensión religiosa. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6492. Diversos modos de acercarse al estudio de la dimensión reli-

giosa del ser humano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 651

2.1. La religión: un hecho complejo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6522.2. Las ciencias de la religión. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6552.3. La fenomenología de la religión. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6552.4. La filosofía de la religión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 657

2.4.1. Definición, necesidad y funciones de la filosofía de la religión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 658

2.4.2. Principales teorías críticas sobre el hecho religioso. . 660

a) Las críticas clásicas a la religión . . . . . . . . . . . . . 661b) La crítica a la religión del naturalismo científico

y de los nuevos ateos cientifistas . . . . . . . . . . . . . 673c) Conclusiones evaluativas de las críticas a la reli-

gión. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 679

2.4.3. Justificación racional de la religión . . . . . . . . . . . . . . 683

2.4.3.1. La justificación de Dios, como objeto de la religión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 684

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Antropología filosófica : Dimensiones de la realidad humana 9

A El problema del acceso a Dios. La rela-ción entre fe y razón . . . . . . . . . . . . . . . 684

B. La razonabilidad del acceso a Dios . . . . 687

1. Las vías tradicionales de acceso a Dios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 688

2. La razonabilidad de la fe en Dios. . . 6903. La esencia de Dios. La ambigüedad

de la palabra Dios y la complejidad del lenguaje religioso . . . . . . . . . . . . 693

2.4.3.2. La justificación de la religión desde la an-tropología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 698

1. Las bases científicas de la religiosidad . . 699

a) ¿El gen de Dios? . . . . . . . . . . . . . . . 700b) Las neurociencias y la religión . . . . . 701c) El evolucionismo y la religión . . . . . 704

2. Diversos modelos antropológicos . . . . . 709

2.1. El hombre, animal limitado y abierto al absoluto . . . . . . . . . . . . . 710

2.2. El hombre, animal religado: X. Zubiri. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 713

3. Conclusiones finales . . . . . . . . . . . . . . . 716

Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 719

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Capítulo 1

El hombre, unidad bio-cultural. Cuando la vida toma conciencia de sí

1. La especie humana, un eslabón del proceso evolutivo1

Los seres humanos somos los únicos seres vivos que nos pre-guntamos por nosotros mismos: ¿quiénes somos?, ¿cuál es nues-tro puesto en el conjunto del universo?, ¿qué sentido tiene todo?, y otras muchas cuestiones similares. Somos los únicos seres mun-danos dotados de la capacidad de planteárnoslas. Pero las res-puestas son muy dispares. A lo largo del estudio sobre el ser o la naturaleza del hombre, objetivo propio de la Antropología, se han entrecruzado tres enfoques fundamentales para descubrir lo específico de lo humano: desde la comparación con los animales, desde la comparación con los demás humanos, y desde la compa-ración con lo divino (Scheler, M., 1976; Moltmann, J., 1973). En la comparación con los demás animales, el ser humano es de-finido como un animal deficiente y menesteroso, nacido prema-turamente, y, como consecuencia, necesitado de madurar y cons-treñido a construir un mundo cultural para suplir las deficiencias

1 Para estudiar más extensamente la amplia problemática del origen y evo-lución de nuestro género humano, en sus diversas especies, me remito a nuestro libro La singularidad de la especie humana. De la hominización a la humanización, Bilbao, Universidad de Deusto, 2011. En este capítulo pre-sentamos sólo un brevísimo resumen de los aspectos más significativos, abs-teniéndonos también de hacer referencia a la inabarcable bibliografía que sobre estos temas existe.

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12 Carlos Beorlegui

biológicas. Desde la comparación con los demás humanos, se procede a la comparación entre las diferentes culturas y modos de ser humanos, para ir conformando lo que se denomina la huma-nitas, lo que constituye lo común de lo humano por encima de las diferencias culturales. Así se llega a definirlo como ser racional, autoconsciente, libre, social y dotado de derechos y obligaciones, por el simple hecho de ser reconocido como humano. Y desde la referencia a lo divino, el ser humano descubre su desmesura, su apertura a la propia superación, su tendencia al absoluto, y su condición de creatura e hijo de Dios, formado a imagen divina (Moltmann, J., 1973, cap. 1).

La idea que ha predominado en Occidente, fruto de la cul-tura judeo-cristiana, ha sido la de interpretar a los humanos desde la óptica de lo divino, situándolos en el centro del universo. Pero este antropocentrismo parece estar diluyéndose progresivamente, como resultado de la creciente autonomía de lo mundano, a par-tir del Renacimiento y de la modernidad, momento en que el ser humano comenzó a orientar la mirada sobre sí mismo, a verse cada vez más autónomo de lo trascendente, aunque sin desligarse del todo de lo divino, para, en época más reciente, de la mano de los avances de las ciencias humanas en el siglo xix, descubrir la estrecha e inevitable relación de nuestra especie con el conjunto de la biosfera, tentado por ello verse como un simple animal más, aunque más complejo e inteligente.

Somos hijos de una época, sobre todo a partir de Charles Darwin (2009) y su repercusión en el ámbito de las ciencias hu-manas, en la que parece ponerse en cuestión (o negar) la centra-lidad de lo humano en el universo y su singularidad dentro de nuestro planeta, visión antropológica dominante hasta entonces en el entorno de la cultura occidental Schaeffer, J.M., 2009).

La evidencia de que somos un eslabón más del proceso evo-lutivo supuso, como es lógico, un cambio radical en el enfoque de los estudios sobre el ser humano. Hasta Darwin, el hombre se comprendía como un ser o una especie creada directamente por Dios (Génesis, 2,7), y no como un simple eslabón del proceso evolutivo. A lo largo de s. xix, tanto la geología como la morfo-logía comparada fueron aportando pruebas cada vez más eviden-tes de la unidad evolutiva del mundo de la vida, y, por tanto, del parentesco entre las diferentes especies vivas, imponiéndose poco a poco el paradigma de la evolución, aunque no siempre se en-

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