18
Elena Azaola El caso Tláhuac: la sociedad, la autoridad y los medios Toda condena de la violencia es estéril si no va acompañada de medios alternativos. Para ser realmente una alternativa a la no-violencia, dichos medios deben tener la misma eficacia que los procedimientos que emplea la violencia para alcanzar metas valiosas como el poder, el bienestar, la paz, la libertad y la justicia. Norberto Bobbio El pasado 23 de noviembre de 2004, en San Juan Ixtayopan, Tláhuac —un pequeño pueblo que hoy ha quedado enclavado dentro de la Ciudad de México—, Víctor Mireles, Cristóbal Bonilla y Édgar Moreno, oficiales de la Policía Federal Preventiva (pfp), fueron linchados cerca de la plaza principal y a unos cuantos pasos de una escuela pública. Los dos primeros perdieron la vida y el

Caso Altenco

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Caso Altenco

Citation preview

Elena AzaolaEl caso Tlhuac: la sociedad, la autoridad y los mediosToda condena de la violencia es estril si no va acompaada de medios alternativos. Para ser realmente una alternativa a la no-violencia, dichos medios deben tener la misma eficacia que los procedimientos que emplea la violencia para alcanzar metas valiosas como el poder, el bienestar, la paz, la libertad y la justicia.Norberto Bobbio

El pasado 23 de noviembre de 2004, en San Juan Ixtayopan, Tlhuac un pequeo pueblo que hoy ha quedado enclavado dentro de la Ciudad de Mxico, Vctor Mireles, Cristbal Bonilla y dgar Moreno, oficiales de la Polica Federal Preventiva (pfp), fueron linchados cerca de la plaza principal y a unos cuantos pasos de una escuela pblica. Los dos primeros perdieron la vida y el tercero qued gravemente lesionado. Los hechos involucran la controvertida participacin de las autoridades de seguridad de los gobiernos local y federal, quienes se mostraron incapaces de intervenir eficazmente para salvar la vida de sus colegas. Los acontecimientos estaban a flor de piel cuando, apenas dos das despus, present estas reflexiones en un evento acadmico. Me pareci que la manera ms responsable y respetuosa de acercarse a una herida todava abierta y dolorosa, como fue la muerte de dos policas que todos pudimos presenciar de manera inslita y aberrante frente a la televisin, era intentar desmenuzar estos hechos para, como lo propone Bobbio, encontrar una alternativa a la violencia as como para extraer las lecciones que tuviramos que aprender.*En primer trmino hay que decir que nos encontramos frente a acontecimientos que nos permiten vislumbrar de manera condensada una buena parte de los problemas que ms preocupan tanto a los habitantes como a las autoridades de la Ciudad de Mxico. Se trata, en este sentido, de acontecimientos "densos" como los denominara el famoso antroplogo Clifford Geertz.De la densidad de este acontecimiento podemos valernos para elaborar la agenda que se requiere tanto para encausar los cambios que es preciso emprender en las instituciones policiales, como aquellos que hacen falta para construir otra clase de vnculos entre polica y sociedad. Un saldo positivo que no debemos desdear es el repudio generalizado que estos hechos suscitaron: no hubo nadie que los justificara. Este es, quiz, el nico hecho positivo que encontramos al lado de una cadena de infortunios. Es por ello que no debemos perderlo de vista.En el intento por retomar algunos hilos de la madeja que quisiera desenredar, me pareci importante destacar ocho puntos que, considero, nunca debieron haber ocurrido y no debieran repetirse si la sociedad que queremos es una en la que autoridades y ciudadanos se sometan por igual al pacto que impone vivir dentro de un Estado democrtico de Derecho. Estos ocho puntos son:1. Una polica distante, por encima de la comunidadSegn una de las versiones que se han difundido sobre el linchamiento, el primer contacto de algunos miembros de la comunidad con los agentes de la pfp consisti en preguntarles quines eran y qu estaban haciendo en el pueblo. De acuerdo con esta versin, los oficiales respondieron que no tenan por qu dar explicaciones a los vecinos ni rendirles cuentas.De haber sucedido as, este sera el primero de una serie de eventos desafortunados que podra ilustrar la naturaleza de los contactos que cotidianamente ocurren entre policas y ciudadanos. En este caso lo que se pone en evidencia es la existencia de un modelo mediante el cual la polica no se concibe como una institucin que tiene como prioridad el servicio a la comunidad. Un modelo policial alternativo colocara a la sociedad en primer plano y entrenara a sus agentes de tal modo que actuaran en consecuencia con esta premisa ante cualquier circunstancia. En un modelo alternativo,no cabrauna respuesta que colocara a la polica por encima y en confrontacin con la comunidad.2. Una comunidad desprovista de alternativas, empujada a la ilegalidadEn el origen de la agresin que sufrieron los policas, otra de las versiones sita el rumor que se habra esparcido en la comunidad acerca de que stos habran secuestrado o pretenderan secuestrar a nios de una escuela pblica a los que previamente habran fotografiado. Cabe sealar que dicho rumor podra parecer verosmil a la luz de casos en los que algunos elementos de la polica efectivamente han tomado parte en organizaciones delictivas dedicadas al secuestro. No obstante, aun en el caso extremo de que se tratara de policas que hubieran tomado parte en hechos delictivos lo que ninguna de las versiones que hasta ahora se conocen habra confirmado, nada justifica la violencia exacerbada que contra ellos ejercieron algunos habitantes del lugar hasta ocasionarles la muerte por golpes e incluso que se les prendiera fuego antes de morir. Este grado extremo de violencia no debe ser pasado por alto sino que, por el contrario, debe inducirnos a la reflexin. Qu puede explicar esta violencia, esta furia de algunos habitantes de la comunidad all desplegada? Habremos de resguardarnos de ocultar el origen de esta violencia tras las explicaciones que se contentaran con pensar que narcotraficantes o guerrilleros habran utilizado a los habitantes del lugar en una operacin previamente calculada para proteger sus intereses. Aun si hubieran sido instigados por miembros de organizaciones delictivas, la pregunta permanece: qu llev a algunos habitantes de la localidad a actuar de ese modo?Otras versiones afirman que tambin hubo policas de otras corporaciones que tomaron parte en el linchamiento. De ser el caso, no podemos eludir la pregunta: de dnde viene esta brutal descomposicin que conduce a un oficial de polica no slo a dejar de intervenir para ayudar a un colega, sino a participar activamente en su agresin hasta la muerte, tan slo por pertenecer a una corporacin distinta?Aunque seguramente no lograremos dar respuesta a estas interrogantes, considero que esta violencia exacerbada revela un nivel igualmente elevado de rencor social, de desencuentro entre sectores, de desgarramiento del tejido social. Nos muestra que algunos grupos quiz se encuentran en los bordes, en el lmite de la exasperacin, como lo manifiesta la furia incontenible que caracteriz estos hechos. Si tuviera que arriesgar alguna hiptesis para explicar este grado de violencia, comenzara sealando que la distancia que existe entre el orden jurdico y la realidad cotidiana de la mayor parte de los habitantes de nuestro pas, no slo podemos observarla en hechos como stos. Adems de que, de dicho distanciamiento, no son slo responsables los habitantes sino tambin, en buena parte, las autoridades. La hiptesis que arriesgara es que la falta de respeto de la legalidad por parte de las autoridades, propicia la falta de respeto a la ley por parte de las comunidades y se constituye, quizs, en uno de los motores que impulsan la rabia acumulada. Otra hiptesis, para la que no habra ms que consultar los principales indicadores acerca de la distribucin de la riqueza en el pas, sera que la violencia es el resultado de una sociedad que se encuentra profundamente marcada y agraviada por sus enormes desigualdades, por sus injusticias cotidianas. Durante las ltimas dcadas nuestro pas ha salido de una crisis para entrar en otra y sus habitantes han visto que una y otra vez se reducen las posibilidades que tienen para obtener un empleo y un salario dignos, en otras palabras, para insertarse de manera legal a la sociedad. Lo que, en cambio, se ha incrementado, son las posibilidades de insercin tanto en el mercado informal como en las actividades paralegales e ilegales. Estas son slo algunas consideraciones de entre otras que podran hacerse.3. La autoridad inmediata sin liderazgo ni responsabilidadOtra de las versiones que circulan sobre estos hechos se refiere a la participacin que en los mismos tuvo la Jefa de la Delegacin. Se dice y ella misma as lo confirm que estuvo presente en el momento que se inici el linchamiento hasta que juzg que no podra controlar la situacin y entonces se retir. Si este fue el caso, esta actitud no se explica ni se justifica de modo alguno. Siendo la mxima autoridad de la demarcacin, y precisamente por la dificultad que la situacin ofreca, debi permanecer en el lugar. No se explica el hecho de que hubiera abandonado el sitio, conociendo el riesgo que exista para la vida de los policas y para resguardar el orden y la seguridad entre los pobladores. Si consideraba que los elementos con los que contaba no eran suficientes para controlar la situacin, debi haber solicitado todo el apoyo que se requera tanto de las autoridades locales como de las federales a las que pertenecan los policas que estaban siendo agredidos. En cualquier caso, la Jefa de la Delegacin debi haber permanecido y agotar todos los recursos. Que no lo haya hecho muestra una distorsin importante en la manera de concebir y asumir sus responsabilidades en tanto que autoridad mxima de la demarcacin.4. La solidaridad entre policas soslayada por el enfrentamiento polticoResulta difcil de creer que ninguna de las corporaciones policiales, ni locales ni federales, hubieran logrado hacerse presentes oportunamente, mientras, casi de manera simultnea, todos podamos presenciar por televisin la forma en que los policas estaban siendo brutalmente asesinados. A pesar de las llamadas de auxilio que hicieron a sus jefes los oficiales linchados, y que tambin fueron transmitidas por televisin, se les dej morir sin que los mandos policiales ordenaran que se les brindara todo el apoyo necesario y de manera inmediata. Este hecho enva un mensaje francamente desalentador a los integrantes de todos los cuerpos de polica del pas: tambin ellos pueden ser abandonados de manera poco solidaria y responsable, como les ocurri a sus compaeros en Tlhuac. Esta omisin grave por parte de las autoridades nunca debi de haber ocurrido. Si pensamos en el modelo de polica que necesitamos y en la sociedad que queremos, este hecho revela otro tema tambin urgente que hay que incorporar a la agenda: la necesidad de coordinar de manera eficaz a las diversas fuerzas policiales tanto locales como federales.Es indudable que las versiones que los jefes de las corporaciones policiales han expuesto para intentar explicar por qu fue imposible que la fuerza pblica acudiera a evitar el linchamiento, no han resultado convincentes. Ms an, queda la impresin de que lo que habra provocado la parlisis que les impidi tomar las decisiones que se requeran de manera oportuna, es la guerra poltica que prevalece entre autoridades locales y federales y que habra extremado la posicin de vulnerabilidad en la que, quizs, ambas autoridades se habran sentido colocadas. Este supuesto qued confirmado unos das despus, cuando varios funcionarios locales y federales fueron destituidos de sus cargos aun antes de que concluyeran las investigaciones que deberan haber permitido deslindar las responsabilidades de cada quien. En cualquier caso, y dado el contexto antes descrito, las renuncias no han dejado satisfechos a propios ni ajenos, pues lejos de verse como un acto que permite reconocer la responsabilidad, se les mira, ms bien, como actos que forman parte de la escalada poltica.5. Los altos mandos insensibles en un plano humano elementalAnte la gravedad de los hechos ocurridos, frente a la prdida de la vida de los dos oficiales linchados y el grave estado de salud de quien logr ser salvado por elementos de la polica judicial que intervinieron en el ltimo momento, las autoridades no mostraron un esencial sentido de humanidad. Luego de la cadena de errores que hemos destacado, la ausencia de los altos mandos se hizo evidente. Los funcionarios de mayor rango permanecieron ausentes en el momento en que ocurran los hechos, ausentes frente a los deudos de los oficiales linchados y ausentes frente a sus responsabilidades con la sociedad. No se registr ninguna reaccin verdaderamente espontnea que revelara una mnima empata con las familias de los policas muertos.6. La autoridad incapaz de reconocer sus erroresCuando lleg el momento de asumir responsabilidades, el enfrentamiento poltico entre las autoridades locales y federales ocup de nueva cuenta el lugar principal. En ningn caso las autoridades locales ni federales estuvieron dispuestas a reconocer los errores organizativos, logsticos, de cadena de mando, de inteligencia, de coordinacin, de gestin, de eficacia y de toma de decisiones que los hechos haban dejado al descubierto. Quedaba slo un cmulo de preguntas sin responder: Cules fueron los errores? Qu impidi que se tomaran las decisiones necesarias? Qu medidas se tomarn para subsanar esos errores? Qu pasos se adoptarn para impedir que casos similares se vuelvan a repetir? En lugar de responder a estas preguntas, las autoridades se centraron, de nueva cuenta, en la discusin sobre quines deberan renunciar, ms como un castigo poltico para los adversarios que como un paso encaminado a corregir los errores y las deficiencias que los acontecimientos haban revelado. Como si destituir a algunos funcionarios resolviera en forma automtica las carencias y las deficiencias en las instituciones policiales. Centrar la atencin en las destituciones nos parece desafortunado, porque la desva o tiende una cortina de humo sobre los verdaderos problemas que quedaron sin resolver.Ante la cadena de errores, no quedaba otra salida a las autoridades sino la de reconocerlos, ofrecer las disculpas necesarias a los deudos y a la sociedad, as como ofrecer al mismo tiempo el compromiso de repararlos adoptando las medidas necesarias para evitar que hechos similares volvieran a repetirse. Hasta ahora ninguna autoridad ha asumido la responsabilidad por haberse mostrado incapaz de proteger la vida de los oficiales de polica, ni ha reconocido que ello no tendra por qu haber ocurrido. Esto ltimo hace que los hechos sean doblemente desafortunados.7. El exceso de los medios como nica va para solidarizarnos con la labor de la policaA los errores anteriores hay que sumar el que los medios televisivos hubieran hecho de la ejecucin de los policas un espectculo. Tambin ellos, a travs de sus reporteros, se mostraron incapaces de colocar la vida humana en un primer plano y de haber hecho todo lo que estaba a su alcance para impedir el martirio de los oficiales. El deber de informar, evidentemente, no alcanza para excusarlos. Filmaron y registraron paso a paso cada uno de los golpes y vejaciones en una conducta que, cuando menos, puede considerarse como cmplice de los agresores. Parecan estar frente a un espectculo valioso y codiciado para su audiencia antes que frente a un acto que cualquier ser humano tena el deber de repudiar. Aun durante los siguientes das, la continua repeticin de las imgenes y el hecho de que siguieran contando con la audiencia para presenciarlas, nos llama a la reflexin pues nos habla de una sociedad dispuesta a tolerar lo intolerable, a reivindicar la violencia as sea como transmisores o espectadores.El hecho, por otra parte, de que hubiera sido necesario que presenciramos esas imgenes para que la sociedad pudiera expresar su repudio a esa agresin y solidarizarse con los policas, nos habla de la distancia enorme que hay que franquear para poder acercar a polica y sociedad. Nos habla, tambin, de las dificilsimas condiciones en que los policas desempean su trabajo, siempre en medio del recelo, la desconfianza, cuando no del abierto repudio y la agresin por parte de la sociedad. De nueva cuenta, cabe colocar estos hechos bajo la luz del modelo de polica que necesitamos, del modelo de sociedad que queremos. Es preciso elaborar una agenda que siente las condiciones que permitan revertir la desconfianza y construir lazos de solidaridad, sin tener que apelar a sucesos tan extremos para sensibilizar a la sociedad respecto de la labor policial.8. La venganza como respuesta de la autoridadEste ltimo punto condensa y cierra el crculo de la cadena de sucesos que nunca debieron ocurrir. Me refiero a la escena, que tambin pudimos presenciar por televisin al da siguiente, en que policas federales se presentaron en las casas de los supuestos responsables derribando puertas, destruyendo objetos, golpeando y arrastrando a los vecinos para que confesaran su participacin o sealaran a los culpables. Tampoco de ello los medios televisivos omitieron hacer un espectculo. Si primero fue un grupo de ciudadanos que se valieron de la venganza y fueron incapaces de acudir a la justicia, despus fueron las autoridades las que, desconociendo las formas y los procedimientos legales, tambin acudieron al expediente de la venganza haciendo a un lado el derecho, la razn y la justicia. El hecho preocupa especialmente porque en este caso no hubo voces que se levantaran para condenar los abusos de la autoridad.ConclusionesSegn afirma Max Weber, la poltica consiste en una lenta y tenaz superacin de diversas dificultades que tiene que cumplirse con pasin y discernimiento crtico al mismo tiempo.El objetivo de estas reflexiones es animar la construccin de los trayectos polticos que es preciso recorrer para dar paso a la superacin de acontecimientos como los brevemente reseados. Como nos lo recuerda Fernando Savater, la sociedad democrtica no es otra sino la que hace posible la bsqueda razonable de lo mejor, o la que permite a todos elegir y participar igualitariamente desde su pluralidad de opciones en el futuro que va construyndose socialmente. Es decir, aunque que todo parece indicar que nuestro pas no reivindica ni deseara que acontecimientos como los de Tlhuac vuelvan a repetirse, quizs estamos todava muy lejos de haber aprendido las lecciones que estos acontecimientos debieron dejarnos, as como de ejercer plenamente nuestra facultad para disear, en los hechos, la sociedad en la que queremos vivir.--------* Para elaborar este trabajo tambin he tenido en mente los testimonios de numerosos policas que he entrevistado durante los ltimos aos como parte de una investigacin que se halla en curso sobre la polica de la Ciudad de Mxico

LA JORNADAEbrard pide a la Federacin aclarar los hechos de San Juan Ixtayopan

El candidato de la coalicin Por el Bien de Todos al Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, consider que las autoridades federales deben aclarar el linchamiento de los dos agentes de la Polica Federal Preventiva en la delegacin Tlhuac, porque en los sucesos ocurridos en 2004 haba gente que no era de San Juan Ixtayopan y se culp injustamente a personas de este pueblo.En un mitin en la plaza principal de este poblado, donde fue recibido con msica de tambora y porras, el aspirante al gobierno capitalino dijo que es momento de que se ponga a San Juan Ixtayopan en el lugar que debe tener como un pueblo pacfico, trabajador y que cumple la ley."Si alguien lo duda, que venga y lo vea", reto, tras sealar a sus adversarios polticos que l puede pararse en cualquier lugar de la ciudad de Mxico con la frente en alto, porque es gente honesta y en sus aos como funcionario pblico siempre ha cumplido con sus responsabilidades.En el acto, uno de los ms concurridos que ha tenido, el abanderado de PRD, PT y Convergencia, quien sostuvo que en este caso ya declar y aport sus elementos a la investigacin correspondiente, se comprometi a hacer un pacto personal con cada uno de sus habitantes para que nunca ms vuelva ocurrir una tragedia como la que se protagoniz hace casi ao y medio.El ex secretario de Seguridad Pblica, cargo que ocup cuando ocurrieron estos hechos, asegur que conforme a la informacin que ha obtenido de los propios habitantes, un grupo violento de jvenes ajeno al pueblo, cuya identidad no se desconoce, corri el rumor de la existencia de un secuestrador e intervino en la muerte de los dos policas preventivos."Ese es un punto que las autoridades deben aclarar", subray. Agreg que durante su gobierno impulsar una nueva etapa para este pueblo para demostrar a toda la capital del pas que su gente es pacfica y lograr que todos estn orgullosos.Como en otros recorridos, el perredista sign el contrato social con sus habitantes de San Juan Ixtayopan, en el que ofreci integrar un consejo de pueblos originarios, crear un centro de monitoreo y vigilancia, as como la instalacin de una agencia del Ministerio Pblico para disminuir los ndices delictivos.Tambin se contempla poner en marchar una planta tratadora de agua de riesgo para reactivar el rea rural, ampliar la red de lquido para consumo humano, la construccin de un centro deportivo, una clnica y una escuela de artes y oficios e inclusive operar una ruta del Metrobus en esta zona.A diferencia de otros mtines, donde los asistentes le han expresado sus inquietudes sobre demandas para la comunidad, en esta ocasin slo uno de los asistentes exhibi una cartulina en la que rezaba "Marcelo esperamos tu apoyo para el caso Tlhuac

El Caso Tlhuac muestra de forma clara el modus operandi del Estado, unerror que les cost la vida a dos oficiales de inteligencia de la PFP, dapi a una cadena de mentiras, engaos, fabricacin de pruebas, tortura,detenciones arbitrarias, crcel, acusaciones falsas y lo que esverdaderamente terrible, el intentar involucrar a la familia CerezoContreras con este repudiable hecho.Hoy podemos ver a la distancia y gracias a las informaciones periodsticas como se desmorona el castillo de mentiras y negligencia criminal que construye el gobierno federal, tal como en el caso de los hermanosAlejandro, Hctor y Antonio Cerezo Contreras y Pablo Alvarado Flores, la torpeza para fabricar pruebas y ms an para inventar alegatos jurdicos sin ningn fundamento, aunado a las reiteradas y sistemticas violaciones a los derechos humanos y las mentiras mediticas de las cuales se valen los cuerpos policiacos y de inteligencia del pas, nos va develando una verdad,la inocencia de muchos de los detenidos por cuestiones polticas.An con estas graves violaciones procesales, el gobierno federal empata, pero no pierde, Alejandro Cerezo Contreras acusado de terrorismo, de delincuencia organizada, de organizar las huelgas de hambre de los narcotraficantes de La Palma, de pertenecer a grupos armados como las FARP yel EPR, hoy goza de la libertad que nunca debi haber perdido, pero como lo hemos venido repitiendo, el empate lo hace al mantener a Hctor y Antonio enPuente Grande y Matamoros, no importa que tambin sean inocentes, la razn del Estado no se equivoca, aunque no tenga pruebas para demostrarlo.Ya no recuerdan al Lic. Yunes Linares evidenciar la falta de informacin que mostr ante la destacada periodista Denisse Maerker, cuando afirmaba que los hermanos Cerezo haban sido sentenciados por los petardos de Banamex, cuando esa es una rotunda mentira y adems malabarear para no responder directamente la pregunta tiene la autoridad pruebas de que los hermanos Cerezo participaron con los delincuentes de La Palma?, para despus de varios rodeos afirmar claro, por supuesto!, aunque nunca sea cierto ytampoco puedan probar dichas mentiras.Un caso Tlhuac que permite a las autoridades realizar una farsa en los penales de Alta seguridad y a su vez da pi acompaada con, la lucha contra la delincuencia, en entronizar a los personajes ms obscuros de la ultraderecha nacional en los puestos claves de la seguridad y conduccin poltica del pas.Estamos, as lo sentimos ante un escenario donde la ultraderecha tiene la fuerte tentacin de mantenerse en el poder a costa de lo que sea, y este lo que sea, se traducir en violaciones sistemticas, planificadas y masivas a los derechos humanos de los mexicanos.Y claro una nueva generacin de presos polticos y de conciencia que directamente llenaran las prisiones de exterminio de Alta Seguridad, donde como en Matamoros se castiga con no dar agua al prisionero cuando latemperatura est muy alta, o Puente Grande donde las visitas son desnudadas completamente y humilladas para lograr ver a su familiar, y no digamos ya La Palma, actual penal de castigo de los penales federales, donde como se hadenunciado los presos mueren de apendicitis por la nula atencin mdica.Hoy seguiremos la denuncia de las violaciones a los derechos humanos de nuestros familiares y de los presos polticos y de conciencia en general y no cejaremos en la exigencia de una Ley de Amnista Federal que permita lalibertad de los cientos de mexicanos que sufren la prisin injusta.Comit Cerezo DFNota de La Jornada