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Castillos de España. Características, historia y arquitectura Introducción a la arquitectura de los castillos España es el mejor país para los amantes de los castillos, pues el número de los conservados y su variedad artística, histórica y cronológica es enorme. La definición para los castillos no es fácil, aunque para que un edificio se considere "castillo" normalmente debe tener: Recinto más o menos rectangular o que se adapte al terreno Una torre habitable Un patio de armas alrededor del cual se disponen diferentes dependencias (Ver foto lateral de Castillo de Medina del Campo) Esto es aplicable a los castillos cristianos ya que en los musulmanes se prescinde de la torre del homenaje y en el caso de los alcazabas se convierten en verdaderas ciudadelas con multitud de torres y dependencias intercomunicadas. El castillo es un edificio que responde a la necesidad de defensa en una época marcada por las guerras, las conquistas y las razzias de castigo y pillaje. Por ello comenzaron teniendo un uso práctico y su arquitectura no aspiró a realizar algo bello sino funcional. Con el tiempo, el castillo medieval se convirtió en palacio y con ello apareció el gusto estético.

Castillos europeos

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Castillos de Francia, Italia

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Castillos de España. Características, historia y arquitectura

Introducción a la arquitectura de los castillos

España es el mejor país para los amantes de los castillos, pues el número de los conservados y su variedad artística, histórica y cronológica es enorme.

La definición para los castillos no es fácil, aunque para que un edificio se considere "castillo" normalmente debe tener:

Recinto más o menos rectangular o que se adapte al terreno

Una torre habitable Un patio de armas alrededor del cual se

disponen diferentes dependencias (Ver foto lateral de Castillo de Medina del Campo)

Esto es aplicable a los castillos cristianos ya que en los musulmanes se prescinde de la torre del homenaje y en el caso de los alcazabas se convierten en verdaderas ciudadelas con multitud de torres y dependencias intercomunicadas.

El castillo es un edificio que responde a la necesidad de defensa en una época marcada por las guerras, las conquistas y las razzias de castigo y pillaje. Por ello comenzaron teniendo un uso práctico y su arquitectura no aspiró a realizar algo bello sino funcional. Con el tiempo, el castillo medieval se convirtió en palacio y con ello apareció el gusto estético.

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Los elementos de la arquitectura de los castillos obedece plenamente a las condiciones necesarias para rechazar ataques:

Ubicación en alto. Los castillos medievales aunque podían ubicarse en diferentes lugares (roqueros, montanos, o en llano) preferían especialmente asentarse sobre un alto montículo o roca para evitar una de las formas de ataque del enemigo, el de construir túneles o minas bajo el muro para que su posterior hundimiento crease grietas en los muros. También encaramándose en altura se dificultaba el uso de bastidas o torres de madera móviles usadas por el invasor para saltar al adarve.

Foso y barrera. En caso de no asentarse en alto, solía disponerse de un foso para alejar lo máximo al enemigo. Este foso era completado con cardos de hierro, estacas o cepos para impedir el aso de los caballos. Luego se construía una barrera exterior.

Espesor y altura de los muros. También es lógico que sus muros fueran de gran anchura y consistencia para resistir la percusión de arietes, gatas y los proyectiles lanzados con catapultas. Los muros, además de anchos, eran de gran altura para dificultar el asalto con escalas.

El material usado fue diverso: sillería, mampostería, calicanto, tapial, ladrillo...

Almenas y matacanes. Los muros de la mayoría de las dependencias estaban rematados por almenas. Otro elemento de defensa de los muros eran los balcones amatacanados o espacios salientes del muro, desde los que se tenía una situación alta y privilegiada sobre el enemigo que se agolpa cerca de los muros.

Puertas protegidas. Uno de los elementos arquitectónicos de los castillos más sofisticados eran las puertas. Para su defensa se usaron múltiples sistemas combinados:

Construir matacanes o garitones sobre la misma Crear saeteras orientadas Situarlas bajo la torre del homenaje Forrar la madera con hierro para evitar su incendio Situarla diametralmente opuesta a la de la barrera Utilizar trancas en disposición horizontal para evitar su rotura Acodarla en ángulo recto Situar un antemuro o barbacana

Torre del Homenaje. Si bien el castillo ha ofrecido múltiples resistencias escalonadas al invasor, el sistema defensivo de su arquitectura no acaba con la entrada al patio de armas. La conquista definitiva terminaba con la toma de la gran torre del homenaje (ver foto inferior del castillo de Arévalo). Para evitarlo, los constructores de castillos recurrían a diversos ingenios, como establecer la entrada desde pisos altos de la muralla y con dificultades de acceso (puente levadizo), la construcción de muro perimetral o camisa, la construcción, de nuevo, de matacanes y cadahalsos de madera para albergar soldados, etc.

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Aljibes. Para poder disponer de agua en tiempos de asedio se excavada un depósito en el suelo para aprovechar el agua de lluvia. Este aljibe solía ser abovedado y estaba recubierto de pintura antifiltración llamada almagra.

Características de los Castillos de España respecto a los europeos

La singular circunstancia histórica que vive España durante la Edad Media determina un panorama distinto al de otras parte de Europa. En España, desde comienzos del siglo VIII a finales del XV se produce un larguísimo periodo de intermitencias bélicas, no sólo entre cristianos y musulmanes, sino entre los propios reinos y taifas de unos y otros.

Ello determina la construcción de un innumerable conjunto de fortalezas de tipo militar, de carácter muy funcional, incluso podríamos definirlas como agrestes.

Los castillos construidos en España son más bien pequeños (aunque hay excepciones de grandes dimensiones) con torres almenadas pero raramente rematadas en chapiteles, de material diverso visto (mampostería, sillería o ladrillo), es decir sin enfoscar. También puede tener foso alrededor seco.

Este modelo de castillo español se aleja mucho del castillo palaciego centroeuropeo, con multitud de ventanas, jardines,capilla, patio palaciego y foso con agua.

Otra característica diferenciadora de los castillos españoles es que, aunque también hay algunos que han permanecido habitados permanentemente desde su construcción, en general

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fueron abandonados a medida que sus originales usos defensivos fueron superados por la tecnología armamentística.

Ello hace que todavía perduren en España una buena colección de ruinas y castillos en aceptable estado que conservan casi por completo su estructura medieval pura. Tal es el caso del castillo árabe califal de Gormaz o el castillo de Consuegra, de la Orden Militar de San Juan del Hospital, ambos con muy pocas reformas, pues no fueron renovados desde muy antiguo.

En este sentido es destacable la enorme colección de castillos milenarios (anteriores al año 1000) conservados en España de época hispanomusulmana.

Otra característica peculiar de de los castillos de España frente a los del resto de Europa es la de su propiedad. Si en la Europa feudal el castillo es propiedad de un noble que lo presta a sus vasallos en caso de agresión a cambio de un impuesto (creando verdaderos miniestados autónomos sin control directo del monarca) en España empiezan siendo propiedad real ya que son botín de guerra y cedido su gobierno a alcaides o tenentes. En los siglos XII y XIII en el territorio comprendido entre el Tajo y Sierra Morena la monarquía va a ceder tierras y castillos las órdenes militares para la protección de un territorio amenazado por la cercanía de Al-Andalus.

Entre los siglos XIV y XV los reyes ceden castillos a familias nobiliarias como los Lara, Velasco, Pacheco, Mendoza, etc. que reformarán castillos o construirán otros nuevos como palacios residenciales. Por último, a partir del reinado de los Reyes Católicos y la concentración de su poder, multitud de castillos son destruidos coincidiendo con el final de las insurrecciones nobiliarias.

Denominaciones específicas de los Castillos en España (cristianos y musulmanes)

Alcalá. Proviene de "qalca". Es cualquier castillejo musulmán corriente Alcázar. Del árabe "al-qasr". es un gran palacio fortificado, es decir con habitaciones

residenciales. El diminutivo "al-qusayr" da en castellano otro nombre muy presente en la toponimia española: alcocer.

Alcazaba. Del árabe "al-qasaba". Expresa a una verdadera ciudadela fortificada con viviendas civiles, mezquitas, etc.

Burch. Torre árabe de grandes dimensiones y habitable, de planta cuadrada. Atalaya. Del árabe "tala'la". Torre árabe circular de pequeñas dimensiones ubicada en

alto para vigilancia y comunicación con otras atalayas o poblaciones. Torre. Del latín "turris". Hace referencia una edificación cristiana por elevación, con

habitaciones superpuestas Castillo torrejón. Castillo cristiano con torre del homenaje de grandes dimensiones

con garitones esquineros.

Historia de los castillos españoles medievales

Castillos cristianos de los siglos VIII, IX y X

La situación del siglo VII con la invasión musulmana supuso un inicial proceso de defensa por parte de hispanovisigodos que emigraron a las montañas asturianas. Con su paulatina reconquista de tierras meridionales y las consiguientes incursiones árabes, hubo que iniciar la construcción de defensas.

Castilla nació con un sistema de múltiples fortificaciones muy difíciles de describir por lo remoto de la época y los escasos restos conservados, pero debieron ser muy sencillas y pobres, aprovechando al máximo la orografía escarpada de la zona.

Castillos emirales y califales

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Los castillos y fortalezas hispaomusulmanas de época emiral y califal toman como modelos los campamentos grecolatinos. Tienden a ser sencillos, de forma rectangular o cuadrada, salvo cuando se adaptan al terreno, con cubos de planta rectangular realizado con sillería a soga y tizón. No tienen torre de homenaje. Los más importantes conservados son el castillo de Calatayud (Zaragoza), la alcazaba de Mérida (Badajoz), el castillo de Vascos (Toledo), castillo de El Vacar (Córdoba), de Calatrava la Vieja (Ciudad Real) y sobre todo el magnífico castillo de Gormaz (Soria). Ver foto lateral de los lienzos de los muros de este castillo.

En Castilla (Madrid, Toledo, Soria) y Aragón todavía perduran en pie una interesante serie de torres y atalayas que jalonaron nuestro suelo desde el siglo X y que fueron obra del último emir, Mohammad y el primer califa, Abderramán III.

Castillos Taifas

Tras la desaparición del califato a principios del siglo XI la España musulmana se enfrenta a una fragmentación en pequeños reinos independientes, con gran gusto por el lujo y la cultura, pero con un poder político y militar muy limitado. De esta época se conservan restos de palacios fortificados o alcázares, pertenecientes a los monarcas de los pequeños reinos musulmanes, como en Murcia, Zaragoza (Aljafería), Palma de Mallorca (Almudaina), Sevilla, Tortosa (Zuda), Balaguer, etc.

Una interesante colección de fortificaciones del periodo Taifa es la de las altas torres defensivas valencianas, como la de Almusafes, Espioca, Benifayó, etc. y que servían de vigía y defensa de la huertas.

Castillos románicos

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Durante el periodo que se construye en estilo llamado románico en España (finales del siglo XI a comienzos del XIII) el proceso de reconquista cristiana ha rebasado la ya antigua "Frontera del Duero" y se avanza hacia el sur en dos etapas. La primera hasta Toledo creando una barrera en la retaguardia, al norte del Sistema Central en poblaciones como Salamanca, Ávila, Segovia o Sepúlveda. La segunda etapa, al final del periodo románico, la frontera se traslada a Sierra Morena.

Este momento es especialmente interesante pues en la actual Castilla La Mancha se levantan diversos castillos por las órdenes militares como el de Consuegra en Toledo (1183) y Calatrava la Nueva de Ciudad Real (1218).

es difícil precisar un modelo de "castillo románico" pues la mayoría han sido muy transformados. Quizás el más noble ejemplo es el de Loarre, aunque su construcción obedece al menos a dos etapas bien distintas, una en la primera mitad del siglo XI y otra a finales de ese siglo. También cabe señalar el zaragozano castillo de Sádaba.

Los castillos románicos en España debieron ser de planta rectangular o ajustada a la topografía, con cubos cilíndricos en sus esquinas y la torre principal de sección cuadrada.

Castillos palaciegos góticos

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Pertenecen al siglo XIV y sobre todo al XV y comienzos del XVI. Son los mejor conservados y más bellos pues suelen ser de nueva planta, con gran simetría y gusto por lo estético. Suelen estar en poblaciones o en laderas poco pronunciadas, tienen capilla y el patio de armas se a convertido en patio señorial porticado.

A diferencia de los castillos militares de épocas anteriores, presentan múltiples ventanas y la decoración hace presencia en diferentes lugares, por ejemplo, mediante escudos nobiliarios o mediante diversos relieves en sus muros (Como el castillo de Manzanares de Madrid. Ver foto inferior)

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En Castilla estos castillos suelen tener planta cuadrada o rectangular con cubos en las esquinas y una gran torre del homenaje. También hay matacanes sobre ménsulas. Se emplea la sillería en algunos de estilo mudéjar, el ladrillo, como los castillos de Coca, Medina del Campo, Arévalo etc.

Los castillos gallegos de la época, los famoso pazos, apenas conservan estructura militar siendo auténticas casas de recreo.

Los baluartes del Renacimiento

Aunque las armas de fuego se usaron en la península desde hacía tiempo, es sobre todo a partir del siglo XVI cuando se generalizan completamente y es entonces cuando el antiguo castillo de defensa vertical ha de convertirse en fuerte abaluartado capaz de sobrevivir a un ataque con artillería

en estos baluartes, la altura de los muros y torres es menor. Éstas son redondas para no ofrecer esquinas a los proyectiles. Las almenas son de grandes merlones con huecos para los cañones. Las saeteras verticales se convierten en troneras horizontales o de buzón para albergar cañones. Otra característica es el empeño de crear barreras anteriores al fuerte a base de anchos fosos, contrafoso, fortificaciones externas para alejar al enemigo y que sus proyectiles carezcan de peligro.

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Algunos buenos ejemplos de fuertes abaluartados son los castillos de Grajal de Campos en León, Berlanga de Duero en Soria (Ver imagen superior), Chinchón en Madrid, la Calahorra de Granada, etc.

Castillos de Francia. Características, historia y arquitectura

Introducción a la historia de los castillos de Francia

La palabra castillo proviene del latín, castellum, que quiere decir lugar fuerte, y de hecho la definición que nos da el Diccionario de la Real Academia es "Lugar fuerte, cercado de murallas, baluartes, fosos y otras fortificaciones".

En esta página de Arteguias sobre los castillos de Francia nos centraremos exclusivamente en esta acepción de la palabra "castillo" como lugar fuerte de uso militar (aunque sin excluir el binomio "militar-residencial" que es propio de la Baja Edad Media). Por ello hablaremos de los castillos franceses de la Edad Media y dejaremos al margen otro tipo de edificios muy importante en Francia que también se denominan en francés "chateau" y que suelen ser edificaciones nuevas o reconstrucciones otros más antiguos pero acometidos en los siglos XVI, XVII y XVIII. Tal es el caso de bastantes de los archifamosos castillos del Loira, explotados turísticamente por su gran belleza.

El castillo medieval en Francia

El castillo medieval en Francia tiene su órgano primordial en la "mota" o "torreón" (en francés donjon, término más utilizado en la historiografía), montículo artificial acompañado de empalizadas y terraplenes en el que se erige una torre; parece que surgió en Francia a comienzos del siglo X, en la época de las invasiones normandas.

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Desde sus orígenes y durante bastante tiempo, hasta finales del siglo XI, la torre o donjon se construía en madera, haciendo alrededor un retranqueo de tierra. Podemos imaginar el aspecto que tendrían estas fortalezas de madera a través del Bordado o Tapiz de Bayeux, en el cual se representan varios ejemplos de castillos, aunque de manera esquemática; es el caso de Dinan. Este lugar que se presenta como una torre rodeada de un foso que aparece, a su vez, bordeada por una fuerte empalizada, elevándose en el centro la torre como reducto que domina el conjunto; el acceso a la fortaleza es mediante una pasarela que atraviesa el foso. En este tapiz, por tanto, encontramos los elementos primordiales de una fortaleza medieval: la mota, el donjon (reducto central), y la empalizada.

Fue a partir del año 1000 cuando estas torres, en ocasiones utilizadas como vivienda, comenzaron a construirse en piedra, si bien el tránsito no fue radical. Por un lado, esta transición se debió a razones de seguridad, ya que las técnicas y el armamento militar cada vez era más sofisticado y requerían de muros más fuertes; y por otro, al cambio social que estaba teniendo lugar, por el cual cierto sector de la sociedad podía permitirse realizar una construcción en piedra. Es decir, que el donjon, además de sus funciones de residencia cumplía la de símbolo de poder.

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Los ejemplos más antiguos de esta tipología en Francia son el donjon de Doué la Fontaine (Maine-et-Loire), erigido alrededor de 950, y el de Langeais, por encargo de Foulque Nerra, conde de Anjou, fechado en 1017. Estas dos construcciones son cuadradas con unos muros finos en origen, pero que poco a poco se estribaron con voladizos. De hecho, su función originaria era la residencial y no como fortificación, si bien con el tiempo se convirtieron en torres defensivas, hasta llegar a 1100, momento en el que se tapian las ventanas y se refuerzan los muros.

Algunos ejemplos del donjon del siglo XI

Humbaud d'Huriel erigió en Huriel (Allier) un donjon de carácter defensivo hacia 1070, con muros más gruesos que se apoyan en contrafuertes exteriores. Además, podemos encontrar en el piso inferior una sala abovedada, frente a los otros cuatro -a los que se accedía por escaleras de madera- que eran de cubiertas planas.

A finales del siglo XI, Guillaume le Roux construyó una fortaleza en Gisors (Eure), conservándose la mota elevada, que ya en el siglo XII Enrique I Plantagenet roderaría con muros que se coronaban con un shell-keep, muralla de origen anglosajón que circunvalaba la plataforma de la mota. Éste elemento, que no tuvo mucho éxito en Francia, podía albergar en su interior tanto viviendas como establos o capilla. Sin embargo, la fortaleza original será reemplazada por un donjon octogonal distribuído mediante contrafuertes. Estas nuevas formas de carácter circular fueron todo un avance militar, dado que trataban de eliminar las esquinas como ángulos muertos.

No podemos olvidar que aquí hemos realizado una selección y que existen en Francia otras fortalezas del siglo XI dignas de mencionar como Montbazon, Loches, Beaugency o Chambois.

El siglo XII y los castillos de los Plantagenet

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Durante el siglo XII, muchos monarcas y nobles se acercan a los antiguos tratados de arte militar, entre ellos Godofredo Plantagenet, que según Jean de Marmoutiers, en 1151 se encontraba leyendo el tratado de Vegecio, Epitoma rei militaris; y a partir del mismo mandó realizar un proyectil incendiario inspirado en lo descrito por el autor clásico. Al igual que él, otros se interesaron por la mejora de sus sistemas defensivos, dando lugar a nuevas construcciones militares.

Houdan (Yvelines), fue mandado construir en el primer cuarto del siglo XII por Amaury III, señor de Montfort y conde de Evreux (1105-1137). El arquitecto debía conocer los principios de Vitrubio, así como el tratado de Vegecio, llevándole esto a realizar un espacio interior cuadrado con las esquinas matadas por cuatro torres semicirculares que se han antepuesto al círculo que lo rodea y que albergan las escaleras.

A mediados del siglo XII se construyó la Tour César, en Provins, donjon octogonal con torres semicirculares que se apoyan sobre cimientos. Los condes de Champagne realizaron una edificación que consta de adarve, salas abovedadas e incluso muros y fosos.

Por último y como ejemplo superior a los anteriores, contamos con el donjon real de Etampes (Essone), erigido entre 1130 y 1150, con una planta definida por cuatro torres semicirculares que se insertan en un cuadrado interior, dando lugar a una planta trebolada. Dicha construcción constaba de cinco habitaciones en cada piso y escaleras de caracol, configurando un completo palacio dentro de una torre.

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Otros ejemplos en este estilo son las construcciones de Ambleny (Aisne), Chauvigny (Vienne), Pouzauges y Gisors (Eure), en la que Enrique II Plantagenet realizará ciertos cambios que modernizarán y darán mayor prestancia al castillo tras su matrimonio en 1161 con la hija de Luis VII.

Castillos de Francia del siglo XIII

Tras la muerte de Ricardo Corazón de León, Felipe Augusto logrará salir del cautiverio al que había sido sometido, logrando así reconquistar la Normandía. Tras dichas conquistas, el monarca decidiría reforzar los sistemas defensivos de sus fortalezas o incluso reconstruirlas por completo.

A muchas de estos castillos en Francia se les añadió un nuevo donjon, eligiendo lugares estratégicos para su situación, como es la torre del Prisionero en Gisors, la de Talbot en Falaise o la de Coudray en Chinon. Éstas serán torres cilíndricas de buenos sillares y unos catorce metros de altura y salas interiores cubiertas con bóvedas de ojiva.

De los edificios construidos de nueva planta por el monarca, los principales serán el del Louvre en París y el de Rouen, de los cuales ya no queda nada salvo la torre Juana de Arco, del segundo. Es por eso que han pasado a la posteridad dos edificios menos importantes en su momento, pero que subsisten hoy día, como son el de Yèvre-le-Châtel (Loiret) y el de Dourdan (Seine-et-Oise).

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Yèvre-le-Châtel es una pequeña fortaleza de estilo gótico que presenta ciertas particularidades algo arcáicas, dado que se construyó en los primeros años del siglo XIII. La torre será circular con arquerías y escaleras en el interior de los muros, además de salas cubiertas por bóvedas ojivales.

En cuanto a Dourdan, podemos decir que ya estaría construido para el año 1222, y en él enonctramos las características propias de este período, planta prácticamente cuadrada, foso y una torre suplementaria, el donjon, más robusta que las otras y rodeada de foso; de igual modo que ocurría en la desaparecida fortaleza del Louvre.

El esquema que van a seguir en estos momentos es menos complicado que el del período Plantagenet, como hemos visto anteriormente; se trata de un cuadrilátero con torres cilíndricas en las esquinas, barbacana y adarves. Las obras de este período se aprovecharon de los progresos arquitectónicos de la época, como el empleo de bóvedas ojivales, que permitían cubrir todas las estancias en piedra.

Sin embargo, poco a poco estos edificios pasarán de ser una mera plaza fortificada, para dar lugar a los palacios fortificados; es por ello que los muros exteriores cambian por completo, haciéndose más estrechos y regulares. Ésta será la tipología que perdure en Francia durante más de dos siglos, realizándose modificaciones exclusivamente en la decoración de los aposentos.

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Construído en 1200 por Pedro II de Courtenay y en gran competencia con el del Louvre, el palacio de de Druyes-les-Belles-Fontaines (Yonne) se conserva en pie como una imponente ruina. Su esquema es de planta cuadrada con las esquinas protegidas por torres circulares, mientras que los aposentos se alargaban por toda la fachada con vanos geminados que daban al valle. Además, contaba con una barbacana de arco ojival y contrafuertes en el centro del muro, realizado con sillares de gran calidad.

Podemos destacar otras construcciones como la de Boulogne-sur-Mer.

Los siglos XIV y XV

La Guerra de los Cien años reactivó la construcción de castillos en Francia que se había frenado notablemente en tiempos de paz. El signo más significativo de estas obras es la galería de matacanes que aparecen de manera constante en las murallas. Muchos viejos donjons fueron rejuvenecidos remontándolos con una corona de matacanes, como la torre de Philippe le Bel en Villeneuve-lès Avignon, y otros ejemplos como Pouzauges, Lavardin, Chambois o Montlhéry.

La galería de matacanes también evolucionó desde los ejemplos más antiguos hasta finales del siglo XIV, como los que aparecen en Méhun sur Yèvre o en Largote-en- Elven. El Louvre, por supuesto, también se ve sometido a trabajos de mejora.

Poco a poco se añaden nuevos elementos como el camino de ronda, pero la ruptura completa con el modelo de Felipe Augusto se da en Vincennes, promovido por Felipe VI y terminado en

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1370. Se trata de un donjon cuadrado con cuatro torres cilíndricas en sus esquinas, remitiéndonos a modelos anteriores. La diferencia viene marcada por una peculiar galería de matacanes realizada mediante huecos en una cornisa, además de otros detalles como la presencia de bóvedas ojivales en todas las plantas.

También se realizan otros pequeños edificios que se reducen a un único donjon, como los de Pierrefonds o La Ferté-Milon.

A mediados del siglo XV resurge la fiebre constructiva con muchos cambios, dado que, frente a los ejemplos que las precedían, las nuevas construcciones se caracterizarán por el gran lujo que les imprimirán sus promotores. Los castillos de Francia de este periodo bajomedieval -y como ocurrió en otras latitudes europeas- tienen una inspiración mucho más moderna y artística: se aprecian en ellos formas y estructuras tardogóticas y renacentistas. Algunos de estos castillos son Langeais, Le Plessis-Bourré o L'Issle-Savary.

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Estas construcciones tendrán un aspecto mucho más señorial y de residencia, perdiendo tanto algo de su carácter militar, como de altura.

Castillos de Italia. Características, historia y arquitectura

Introducción a la historia de los castillos de Italia

Un recorrido a través de los numerosos castillos llegados a nuestros días constituye un magnífico testimonio para comprender la agitada y convulsa historia de la Península Itálica desde la caída del Imperio Romano hasta prácticamente nuestros días. Y es que como bien es sabido, Italia, hasta su unificación a mediados del siglo XIX, no era sino un pequeño mosaico de pequeños estados independientes que, en distintas fases de su devenir histórico, se veían envueltos en conflictos de variada índole que no pocas veces quedaban zanjadas a través de confrontaciones bélicas.

Así pues, bien por puros fines propagandísticos disuasorios, o bien como mecanismos de defensa en previsión de posibles conflictos que pudiesen desencadenarse, cada uno de esos pequeños estados transalpinos se preocupó de manera concienzuda en dotar a su territorio de una sólida infraestructura defensiva y militar, siendo esa la principal razón por la cual, a día de hoy, recorrer Italia significa toparse con un castillo o una fortaleza prácticamente en cada localidad.Dentro de las construcciones militares italianas, son varias las tipologías que distinguiremos en función tanto de su naturaleza como de su finalidad:

En primer lugar, es necesario señalar que el término italiano "castello" sirve para designar a cualquier edificio fortificado, tanto a aquellos de eminente carácter defensivo como a los que, sobre todo a partir del siglo XIII, fueron concebidos como residencias reales, nobiliarias o señoriales.

Para definir a una fortaleza de finalidad exclusivamente defensiva, la lengua italiana contempla el término "rocca", pudiendo englobarse bajo esta nomenclatura a todos aquellas fortificaciones destinadas a la protección de un territorio o una ciudad: disponiéndose por lo general en lugares estratégicos como puede ser la cima de un monte, y contando con las dotaciones justas y necesarias para acoger a una guarnición militar.

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Por último, cabe destacar también la proliferación, sobre todo por los territorios interiores de la Península Itálica, de los llamados "borgo": localidades nacidas al amparo de una fortaleza y de su correspondiente cinturón amurallado fortificado para su defensa.

A continuación, nos detendremos en algunos de los castillos más señeros de Italia:

Castillos-palacio urbanos de Italia

Si hay en Italia un castillo célebre, ese es, sin duda, el Castel Sant'Angelo de la Ciudad del Vaticano, cuya proximidad con la basílica de San Pedro le hacen ser uno de los monumentos más visitados del mundo. Erigido en época romana como Mausoleo del Emperador Adriano, esta singular fortaleza ha sido, desde prácticamente sus orígenes, testigo mudo de la historia de Roma, habiendo desempeñado con el paso de los siglos funciones de cementerio, cárcel, fortaleza, palacio e incluso, en algunos momentos puntuales, residencia papal.

Su primitiva estructura romana apenas queda hoy perceptible más allá de su planimetría circular, siendo el edificio actual el resultado de las distintas reformas y ampliaciones que fueron acometiéndose en su fábrica a lo largo de los siglos, muchas de ellas en los siglos medievales.

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Objeto también de infinidad de visitas es el conocido como Castillo Sforzesco de Milan, una majestuosa construcción ubicada junto al Parque Sempione que en la actualidad, además, acoge varios museos así como una importantísima biblioteca.

Mandado levantar como bastión defensivo a mediados del siglo XIV por la Familia Visconti, apenas un siglo después fue totalmente destruido, siendo reedificado hacia 1450 por orden de Francesco I Sforza para albergar en él su palacio ducal. Se articula su estructura, de nada menos que doscientos metros de lado, en base a un patio central de enormes dimensiones, elevándose en los ángulos unas potentísimas torres cúbicas que, junto a su foso, convertían al palacio-castillo en una construcción prácticamente inexpugnable. El acceso al recinto se realiza a través de la espectacular Torre del Filarete, reinaugurada a principios del siglo XX siguiendo los planos originales.

El Castillo Sforzesco alberga en su interior, además de las referidas pinacotecas, algunas obras cumbres del Renacimiento Italiano ya que, las distintas generaciones de la Familia Sforza que lo moraron, supieron rodearse de los mejores artistas del momento para su decoración.

La bulliciosa ciudad de Nápoles conserva tres castillos importantes: el más antiguo de ellos es el llamado Castel Capuano, edificio de origen normando hoy muy reformado para acoger en su interior distintas oficinas de administraciones públicas. De enorme fotogenia es el conocido como Castel dell'Ovo (Castillo del Huevo), soberbio edificio construido sobre una islote volcánico de nombre Megara en plena bahía napolitana.

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Elevado sobre una primitiva estructura romana, el castillo actual fue erigido a mediados del siglo XII como residencia de los reyes normandos de la ciudad, utilidad que se mantuvo hasta que, durante la segunda mitad del siglo XIII y tras su coronación como Rey de Nápoles y Sicilia, Carlos I ordenó trasladar la corte a la capital partenopea y erigir un nuevo palacio castillo.

El Castel Nuovo de Nápoles fue comenzado en 1279 bajo las órdenes del arquitecto francés Pierre de Chaule, quien proyectó un edificio de planta ligeramente trapezoidal reforzada con 4 torres abaluartadas cilíndricas en cada uno de sus ángulos, más una quinta torre de similares características en el centro de su fachada principal.

A mediados del siglo XV y ya bajo poder aragonés, el rey Alfonso el Magnánimo, empeñado en hacer de Nápoles una capital cultural a la altura de Florencia o Roma, ordenó modernizar su palacio real; contexto en el cual el arquitecto Francesco Laureana proyectó su celebérrima fachada que, entre dos de las circulares que articulan el muro, parece evocar un arco triunfal romano.

En pleno centro de la ciudad de Ferrara se yergue el soberbio Castillo Estense, una fortaleza mandada construir en 1385 por Niccolo' II d'Este cuando, tras sofocar una revuelta popular y consciente de que su palacio (hoy ayuntamiento) no era lo suficientemente seguro, decidió encomendar a Bartolino da Novara la erección de un bastión defensivo urbano en el que refugiarse junto a su familia en caso de episodios bélicos.

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El edificio, erigido en su práctica totalidad en ladrillo, presenta planta cuadrangular, constando de tres accesos a base de puentes levadizos que salvan un casi inexpugnable foso. Durante la segunda mitad del siglo XVI el castillo fue profundamente remozado, sustituyéndose el almenado que coronaba el edificio por elegantes terrazas renacentistas.

De similares características y obra del propio Bartolino da Novara es el llamado Castello di San Giorgio, construido en la ciudad de Mantua por orden de la Familia Gonzaga.

Castillos de la Toscana

Más allá de ciudades como Florencia, Siena o Pisa, cualquier recorrido que se precie a través de las evocadoras y tantas veces elogiadas tierras de la Toscana significará toparse con infinidad de burgos medievales fortificados y bellísimos castillos, escenario y testimonio vivo todos ellos del azaroso y conflictivo pasado de la región

Protagonista principal en las encarnizadas luchas entre güelfos (defensores del papado) y ghibellinos (partidarios del Sacro Imperio Germánico) que caracterizaron el ambiente toscano del Medievo, la Fortaleza de Montalcino es una de las construcciones defensivas más fotogénicas y mejor conservadas.

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Situada en la parte más elevada del precioso burgo medieval amurallado, el castillo fue construido a mediados del siglo XIV, presentando una estructura pentagonal con esbeltas e irregulares torres almenadas en los ángulos.

De similares características aunque de mayor antigüedad, el Castillo de Montecchio Vesponi, cerca de Arezzo, domina amplísimas panorámicas a lo largo de la histórica Val di Chiana. La fortaleza defensiva, convertida posteriormente en residencia del célebre condottiero Giovanni Acuto, consta de un recinto murado principal de planta irregular jalonado por ocho pequeñas torrecillas, destacando, en el centro del perímetro, una elevadísima torre cuadrangular de más de treinta metros visible desde kilómetros de distancia.

Uno de las postales más recurrentes de la Toscana rural es, sin duda, el imponente Castello dei Conti Guidi en Poppi, también en las cercanías de Arezzo. Los orígenes de la construcción se remontan al siglo XII, siendo testigo privilegiado de la histórica batalla de Campaldino, en la cual, güelfos y ghibellinos midieron su potencial ante los propios muros del castillo.

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Remodelado tras la batalla, consta el conjunto de un primer cinturón amurallado que envuelve el cuerpo principal, el cual se eleva en tres pisos rematados en almenas que queda coronado por una esbeltísima torre a modo de campanario. En el interior conserva su capilla original, decorada con frescos alusivos a la vida de María y los Santos Juanes obra de Taddeo Gaddi, discípulo de Giotto. Su estructura recuerda inequívocamente al Palacio de la Signoria de la ciudad de Florencia.

Castillos de los Abruzos

La región de los Abruzos ocupa el centro geográfico de la Península Itálica hacia su vertiente Adriática. En su territorio, escarpado hacia el oeste y suave a medida que se aproxima a la costa hacía levante, es posible encontrar numerosos castillos, bien destinados a la defensa de pequeños burgos o bien concebidos como defensa de ciudades relevantes.

El castillo más importante de la región es el conocido como Castello Piccolomini de Celano, soberbio edificio que corona la pequeña población del mismo nombre. Fue mandado construir hacia el siglo XIII por los Condes de Celano, pasando posteriormente a manos de la influyente familia Piccolomini, quienes bajo la protección de varios pontífices de la familia, fueron acometiendo distintas obras de ampliación hasta su transformación en residencia palaciega.

Se accede al recinto a través de un puente levadizo que sortea el cinturón amurallado externo, el cual queda articulado mediante once torres cuadrangulares y cinco de planta circular. El núcleo central presenta planta rectangular con torres almenadas en los ángulos, abriéndose en

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el interior un precioso patio dotado de aljibe ya de sabor renacentista.

Espectacular es también el Castello Caldoresco de Pacentro, edificio cuya primitiva construcción se remonta a los tiempos de la ocupación normanda, quienes lo concebirían como un bastión inexpugnable de defensa ante las acometidas sarracenas.

A finales del siglo XIII y en pleno conflicto entre angiovinos y aragoneses por el dominio del Reino de Nápoles, el castillo pasó a poder de la Familia Caldora. En la actualidad la fortaleza, de planta irregular, se encuentra en estado de ruina consolidada, habiendo sobrevivido tres de sus esbeltas torres cuadrangulares, las cuales, dominan la pequeña población regalando al visitante una estampa inigualable.

Dignos de mención son también el Castillo de Rocca Calascio, emplazado en un escarpe rocoso casi inaccesible; el semirruinoso de Popoli; y el Castillo Caldoresco de la ciudad de Vasto, espectacular fortificación erigida entre los siglos XIV y XV para defender el territorio costero.

Castillos del Lazio y la Umbría

Situado a tan sólo cuarenta kilómetros de Roma, en la misma orilla del lago de su mismo nombre, el conocido como Castello Orsini-Odescalchi de Bracciano es quizás el castillo más conocido de la región de Lazio ya que, desde sus orígenes, perteneció a las más influyentes familias romanas como fueron la Orsini, la Torlonia o la Odescalchi.

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Todas ellas, por su privilegiada ubicación junto al espléndido lago natural en las proximidades de Roma, se esmeraron especialmente en dotarlo de las mayores comodidades, trabajando tanto en su construcción como en su ornamentación destacadísimas figuras del Medievo y Renacimiento Italiano.

También en las cercanías de Roma, la Rocca Pia de Tivoli debe su nombre al papa Pío II Piccolimini, quien en 1461 ordenó su construcción para asegurarse la defensa de la ciudad, envuelta durante décadas en conflictos entre Güelfos y Ghibellinos.

Fue erigido en la parte más elevada de la ciudad, dirigiendo sus obras los arquitectos Niccolo' y Varrione, ambos alumnos aventajados del célebre Filarete. De planta cuadrangular, dispone tres torres cilíndricas y almenadas en sus ángulos, reservándose el cuarto de ellos para la torre del homenaje.

El Castillo Orsini de la localidad de Soriano nel Cimino es uno más de los muchos castillos laziales de origen medieval que, debido a su cercanía a la capital romana, fueron objeto de deseo y especial atención por parte de los principales linajes nobles de los siglos XIII, XIV, y XV.

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En este caso, la mitrada familia Orsini, aprovechando una torre que dominaba el pequeño burgo aún hoy conservada, levantó un soberbio castillo de planta irregular definida por varios paralelepípedos almenados superpuestos en distintas ampliaciones.

La Rocca Albornoziana de Spoleto forma parte del cinturón de fortalezas que Inocencio VI, ante la inminente llegada de los papas a Roma tras su periodo en Avignon, mandó levantar a mediados del siglo XIV para hacer patente el poder de la mitra en territorios del Lazio y la Umbría.

El artífice del proyecto fue el cardenal español Egidio Albornoz, quien supo transmitir a sus arquitectos su deseo de reunir, en un solo edificio, las dotaciones necesarias para que éste cumpliese a la vez una función defensiva y una función residencial.

Presenta una planta rectangular definida al interior por dos cuerpos principales en torno a otros tantos patios comunicados entre sí a través de un corredor porticado. Justo en el centro de la estructura perimetral amurallada se yergue la torre principal, mientras que en los ángulos fueron igualmente proyectados cuatro bastiones cuadrangulares.

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También en tierras umbras, al igual que Spoleto, la pequeña ciudad de Gualdo Tadino conserva, en su parte más elevada, la llamada Rocca Flea, un complejo militar levantado en el siglo XIII sobre un solar en el que se situaba una fundación religiosa de época longobarda.

La fortificación original se limitaría a lo que hoy es el perímetro amurallado exterior, siendo de factura posterior el núcleo central, en el que destaca su torre del homenaje.

Castillos de los Grandes Lagos del norte: Véneto y Lombardía

Situados al norte de Italia entre las regiones del Véneto y la Lombardía, las orillas de los grandes lagos italianos -Garda, Como, Maggiore e Iseo- ven salpicadas sus orillas con pintorescas localidades para cuya defensa, en muchos casos, fueron edificadas importantes fortificaciones.

En Sirmione, sobre una pequeña lengua de tierra que como una península se adentra en el Lago de Garda hacia su orilla sur, fue levantada la soberbia Rocca Scaligera, uno de los principales bastiones de la Familia Della Scala, gobernadores de Verona entre los siglos XIII y XIV.

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La construcción, erigida sobre un pequeño islote al final de la península, era sólo accesible a través de un puente levadizo que sorteaba el canal lacustre como si de un foso natural se tratase. Pese a que a principios del siglo XX se encontraba prácticamente arruinado, ha sido recientemente reconstruido respetando su morfología original.

En un espectacular paraje también a orillas del Lago di Garda, el Castello de Malcesine fue otro de los bastiones scaligeros en torno a los grandes lagos. Su construcción, inmortalizada por Gustav Klimt en una de sus más elogiadas obras, presenta características similares arquitectónicas a su vecino de Sirmione.

Castillos de la Emilia Romagna y la Llanura Padana

La región italiana de la Emilia Romagna se extiende a lo largo del curso medio del río Po, cuyas zonas ribereñas de orografía totalmente llana, propiciaron que la más mínima elevación constituyese un lugar propicio para erigir una fortaleza defensiva.

Buen ejemplo de esta circunstancia es la localidad de San Leo, ubicada en las proximidades de Rimini, la cual fue levantada sobre un vertiginoso espolón rocoso rematado en su parte más elevada por el conocido como Fuerte de San Leo.

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Por su privilegiado emplazamiento, capaz de dominar amplísimos horizontes, fue anhelado por los diferentes pueblos que se disputaron el territorio en tiempos altomedievales, constando la existencia ya entonces de una pequeña fortificación longobarda.

Ya en el siglo XV, después de años de disputa entre las familias Malatesta y Montefeltro, un jovencísimo Federico, Conde de Urbino, se hizo con el dominio del enclave, mandando reedificar la fortaleza dotándola de una parte militar protegida por una potente muralla rematada en dos torres cilíndricas, y una zona residencial dispuesta sobre la parte más escarpada de la inaccesible prominencia rocosa.

De similares características es el Castello dei Landi, situado en la población parmesana de Bardi. El castillo, documentado ya a finales del siglo IX, fue un importante bastón defensivo ghibellino hasta que, en tiempos de paz, fue remodelado y adaptado a funciones residenciales.

El castillo se adapta a la forma irregular del espolón rocoso en que se asienta, constando de un primer recinto defensivo y un núcleo central en diferentes alturas en la que son perfectamente distinguibles tanto los equipamientos defensivos como los distintos aposentos residenciales.

De origen medieval es también la Rocca Sforzesca de Imola, levantada a mediados del siglo XIV sobre una estructura anterior por Gian Galeazzo Sforza con el fin de garantizarse el control de la principal vía de comunicación que unía la llanura Padana con Florencia y Roma. Durante la última década del siglo XV la fortaleza caería en manos de la familia Borgia, la cual, contó nada menos que con Leonardo Da Vinci para su remodelación.

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Su estructura recuerda al Castillo Sforzesco de Milán por su planta cuadrangular reforzada con potentes baluartes circulares en los ángulos. Llama la atención como todo el perímetro superior de la construcción es perfectamente recorrible gracias a un camino de ronda abovedado habilitado sobre las propias almenas.

Castillos del Piamonte y del Valle de Aosta

Por su eterna condición fronteriza, los abruptos territorios norteños limítrofes con Francia del Piamonte y del Valle de Aosta fueron del todo propicios para la erección de numerosas fortalezas con el fin de garantizar el control y la defensa de las escasas vías de comunicación que permitía la siempre hostil cordillera alpina.

Uno de los más representativos y espectaculares es el Castillo d'Aymavilles, coronando la colina en cuya ladera se asienta la población del mismo nombre. Planteado a mediados del siglo XIII como una casa-torre, tan sólo un siglo después y de la mano de de un noble local de nombre Aimone di Challant, fue sometido a una notable ampliación que conferiría al conjunto su actual planimetría cuadrangular rematada en sus cuatro ángulos por estilizadas torres cilíndricas almenadas.

A diferencia de la mayoría de castillos y fortificaciones piamontesas y valdostanas, el Castello di Fenis, probablemente el más renombrado de la región, fue levantado en un ameno valle carente de defensas naturales, lo cual hace sospechar que fuese concebido desde un primer momento como una pequeña corte señorial de la familia Challant.

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Quizás esa citada ausencia de defensas naturales propició su más que particular configuración, en la que llaman poderosamente la atención las numerosas torres fortificadas cúbicas y cilíndricas que, sin aparente orden ni concierto, van emergiendo de sus muros. Consta el conjunto de un doble pertrecho amurallado que abraza una estructura principal de planta pentagonal en torno a un patio central desde el cual, se accede a las distintos aposentos, aún hoy perfectamente reconocibles gracias a su magnífico estado de conservación.

Pese a no detenernos en ellos, son igualmente destacables los castillos de Ussel, de Verrés o el decimonónico Forte de Bard, mandado construir por la Casa de Saboya y del que puede decirse que es una de las construcciones fortificadas más espectaculares de Europa.

Burgos fortificados y ciudadelas medievales

Además de castillos y fortalezas propiamente dichos, proliferan a lo largo y ancho de la geografía italiana las pequeñas poblaciones surgidas al amparo y bajo la protección de un recinto amurallado.

La ciudadela amurallada medieval por excelencia en Italia es la localidad de Cittadella, ubicada en las proximidades de la ciudad de Padua. Debido a su emplazamiento en un territorio absolutamente llano, no quedó otro remedio, como único recurso defensivo que garantizase la seguridad de sus habitantes, que levantar una potente muralla que, afortunadamente, ha llegado a nuestros días en perfecto estado de conservación.

El recinto, levantado hacia 1220, es de planta elíptica, quedando abierto mediante cuatro entradas principales accesibles a través de sus respectivos puentes levadizos que salvaban el foso. La ciudad quedaba dividida en cuatro grandes parcelas definidas por los dos viales perpendiculares que surgían de las cuatro puertas, un esquema que, siglos después, se volvería a ensayar perfeccionado en la ciudad friuliana de Palmanova: una de las mejores manifestaciones de urbanismo renacentista conservado

De similares características es el burgo amurallado y fortificado de Monteriggioni, situado en las cercanías de Siena. Su construcción, a cargo de la República sienesa, se remonta a las primeras décadas del siglo XIII, siendo concebido como un bastión defensivo que dominaba todo el Valle d'Elsa en la ruta principal que unía las entonces enfrentadas urbes de Siena y Florencia.

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El recinto murado, de planta elíptica y de nada menos que 172 metros de diámetro, se caracteriza por el notable espesor de sus muros, de los cuales van elevándose una quincena de torreones comunicados entre sí a través de un paseo de ronda o "andito" aún conservado. El acceso al pequeño núcleo urbano se realizaba por dos puertas, orientadas a Siena y a Florencia respectivamente.

Parcialmente conservado ha llegado a nuestros días el perímetro amurallado que circundaba el histórico burgo medieval de San Gimignano; sin embargo, lo que nos interesa de esta pequeña localidad, que por méritos propios se ha convertido en una de las postales más recurrentes de toda la Toscana, es el conjunto de torres fortificadas que, desafiando las leyes de la gravedad, se elevan por encima del modesto casco urbano haciendo de San Gimignano perfecto acreedor al apelativo de "la Manhattan del Medievo".

Los Castillos de Federico II

Federico II de Hohenstaufen fue una de las figuras más relevantes del Medievo en Italia. Conocido como "stupor mundi", fue emperador del Sacro Imperio Romano Germánico así como Rey de Sicilia, corona que entonces, además de la propia isla, extendía sus territorios por buena parte del sur de la Península Italiana. Su mandato, el cual se prolongó durante la primera mitad del siglo XIII, se caracterizó por los numerosos conflictos políticos y territoriales que mantuvo contra el papado, motivo por el cual se encargó personalmente de fortificar sus dominios con un buen numero de castillos.

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Los llamados castillos de Federico II -castelli federiciani- se extienden sobre todo por los territorios sureños de Sicilia, Calabria, Apulia, Campania, Basilicata y Molise; aunque incluso en las ya septentrionales tierras de la Toscana, concretamente en la ciudad de Prato y tras su alianza con el poder güelfo, Federico II mandó erigir en 1240 el hoy conocido como Castello dell'Imperatore.

El más célebre de cuantos castillos fueron levantados bajo el mandato del emperador, y uno de los más famosos de Italia, es el Castel del Monte, situado no lejos de la ciudad de Bari. Su construcción, en la cual consta la implicación personal de Federico II entre los años 1240 y 1250, permanece aún envuelta en el misterio tanto en lo referente a su funcionalidad como a su más que particular arquitectura.

El edificio, levantado sobre una elevada colina desde la que se dominan amplísimos horizontes y enfatiza aún más su sensación de esbeltez, fue concebido como un octógono perfecto en cuyos ángulos, además, fueron dispuestas ocho torres también octogonales. Idéntica planta ochavada presenta el patio central, desde el cual, se accede a las distintas estancias, de planimetría trapezoidal y abovedadas en sus dos pisos.

Mucho se ha debatido sobre la más que posible intencionalidad simbólica del número ocho, tan recurrente en toda la edificación y que, además de evocar la capilla de Aquisgrán, recuerda inevitablemente a la forma de una corona. Otras teorías han apuntado también una posible intencionalidad astral.

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Otro de los más renombrados del sur de Italia es el Castillo de Melfi, construcción de gran importancia durante la dominación normanda que, en tiempos de Federico II, desempeñó un papel preponderante dentro del Reino de Sicilia, hasta el punto de que, entre sus muros, fue promulgada la llamada Constitución de Melfi, corpus legislativo promovido por el propio emperador siciliano y que estuvo vigente en sus territorios durante todo su reinado.

La construcción, de enorme empaque y de aspecto irregular fruto de las distintas ampliaciones a la que fue sometida con el paso de los siglos, domina la bonita ciudad de Melfi disponiendo nada menos que una decena de torres, siete cuadrangulares y tres pentagonales. En el interior, pese a las modificaciones sufridas sobre todo durante los siglos XIV, XVI y XVII, son aún patentes los restos de la primigenia fábrica normanda.

Similares características presenta el Castillo de Oria, en la provincia de Brindisi, construcción también de origen normando que, en tiempos de Federico II, vio como su configuración fue redefinida y ampliada para ser adaptada a las nuevas necesidades defensivas.

El conjunto fortificado se dispone en base a la forma de un triángulo isósceles en el cual, la llamada Torre dello Sperone define el ángulo norte, mientras que hacia el sur, dos bastiones circulares, de nombre "Cavaliere" y "del Salto", cierran la cinta muraría hacia el costado de la

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ciudad. En el centro del perímetro, el patio de armas reproduce la forma de triángulo isósceles de la fortaleza, conservándose junto a él restos del primitivo donjón normando.

Digno de mención es también el Castillo litoral de Trani, mandado construir por Federico II en el año 1233 para proteger la ciudad de eventuales ataques marítimos. La construcción, de planta cuadrangular resaltada por torres angulares, aprovecha un pequeño espolón rocoso sobre la misma línea costera, circunstancia que confiere al conjunto una enorme fotogenia.

También reseñables como dignos ejemplos de "Castelli federiciani" son el Castillo de Lagopesole, el Castillo de Brindisi o la Fortaleza de Lucera en territorio peninsular; o ya en la propia Sicilia el Castello Ursino de Catania, la Torre de Enna, el Castillo de Lombardía en la misma ciudad, el Castelluccio di Gela, o el conocido como Castello Maniace, en la histórica Siracusa.

Los Castillos Aragoneses

También en territorios del sur de Italia se han conservado una buena nómina de castillos defensivos cuya construcción, o al menos buena parte de su actual fábrica, remontan su origen a los años en los que el Reino de Nápoles y Sicilia, de la mano del rey Alfonso el Magnánimo, formaron parte de la Corona de Aragón.

El más espectacular de todos por su singular emplazamiento es el Castillo de Ischia, soberbia construcción encaramada sobre los verticales acantilados de un promontorio rocoso de origen volcánico al este de la isla de Ischia, frente a las costas napolitanas.

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El enclave, de vital importancia para el control de la costa y del estratégico puerto de Nápoles, fue ya ocupado por griegos, romanos, partenopeos, árabes y normandos, debiéndose su actual factura a los tiempos del Rey Alfonso, bajo cuyo mandato fue reconstruida la fortaleza sobre los restos de distintas edificaciones anteriores.

El castillo, prácticamente inexpugnable, contaba con el único acceso que le proporcionaba una pequeña lengua arenosa a modo de tómbolo que unía la mole rocosa con el resto de la isla. A partir de ahí, sólo una vertiginosa escalera tallada sobre el propio sedimento volcánico permitía, tras superar un pequeño puente de madera, ingresar en el primer cinturón amurallado, dentro del cual, además de los propios aposentos reales y cortesanos, quedaban protegidos distintos edificios religiosos como la catedral de la Asunción, las iglesias de la Inmaculada y de Nuestra Señora de las Gracias, así como un convento de religiosas Clarisas.

No menos espectacular es la visión del Castillo Aragonés de Tarento, conocido igualmente como Castel Sant'Angelo. La construcción, levantada sobre una primitiva fortificación defensiva bizantina que protegía de ataques marítimos al primitivo burgo medieval, fue mandada ampliar por Fernando de Aragón durante las últimas décadas del siglo XV, confiriéndole su actual estructura cuadrangular con potentísimas torres cilíndricas en los ángulos, una estructura que se repite en buena parte de fortificaciones aragonesas contemporáneas del sur de Italia como Crotone, Reggio Calabria, Otranto, Gallipoli, Ortona, Venosa, etcétera.

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Torres Costeras

Una última tipología de fortificación muy recurrente en Italia, principalmente en tierras meridionales, fueron las llamadas torres costeras: construcciones defensivas que se erigían en primera línea marítima con el fin de prevenir y proteger las poblaciones litorales de posibles ataques piratas o sarracenos.

Por lo general, solía elegirse para su construcción emplazamientos elevados y con buena visibilidad marítima, llegando a constituir en los siglos medievales una primera línea de defensa fortificada que, además, funcionaba igualmente como sistema de vigía ya que, entre las propias torres, se creó un sistema de comunicación mediante señales de humo capaz de alertar a varias localidades cercanas de posibles peligros.

Castillos de Siria. Características, historia y arquitectura

Introducción a la historia de los castillos de Siria

Siria fue, a partir del siglo XII, centro de las disputas entre templarios y árabes. Aunque la mayoría de las fortalezas que aún hoy conservamos ya habían sido construidas antes de llegar los Templario y Hospitalarios, en muchos de los casos las reforzaron y mejoraron adquiriendo la fisionomía actual.

Crac de los Caballeros

Esto mismo ocurre con el más impresionante de los castillos no sólo sirios sino también de todo el mundo mediterráneo: Crac de los Caballeros que, como hemos dicho más arriba, conserva en excepcional grado, elementos contrapuestos pertenecientes a la orden de los Templarios y los Hospitalarios - los únicos que repelieron los ataques de los emires- y de las tropas que lo ocuparon tras la conquista de Saladino quien ha pasado a la historia por vencer a los cruzados. Hoy en día es considerado un héroe para egipcios y sirios.

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La primera vez que se tiene constancia de Crac Des Chavaliers fue en el año 1031 cuando el emir de Homs manda levantar, en lo alto de un valle, una pequeña fortaleza para albergar a una guarnición de soldados kurdos - en árabe akrad- de donde más tarde pudo derivar la palabra Krak. Tras los continuos ataques cruzados, la fortaleza cae finalmente en sus manos hacia el 1142, haciendo necesaria ampliarla para acoger entre 2000 y 4000 soldados y reforzarla contra los ataques enemigos. También fueron construidas ya por los templarios, estancias para guardar suficiente comida en caso de asedio prolongado, incluso de años: depósitos de aceite y de cereales, cisternas de agua, que se llenaban gracias a los acueductos que copiaron de las construcciones romanas, etc.

El recinto - de treinta mil metros cuadrados- está dividido en dos partes: una muralla exterior, datada del siglo XIII, provista de trece torres de distintas formas, y diversas puertas. Esta parte estaba destinada a la vigilancia, el entrenamiento, las caballerizas, etc.

A la segunda de ellas, la más importante, se accede a través de tres puertas abiertas con torres elevadas y numerosos pisos. Este segundo edificio está construido en dos plantas: a través de la primera accedemos a la Sala de Reuniones, decorada con elementos góticos que datan de los últimos años de los hospitalarios en el lugar. Esta sala comunica con otras habitaciones destinadas a las guarniciones, las cocinas, las habitaciones de las tropas, lugares de aseo y acopio de víveres. La planta baja concluye con una iglesia que una vez conquistada por Saladino, fue convertida en mezquita. La capilla mide unos veintiún metros y posee dos puertas: una construida por los cristiano, la otra por los musulmanes.

En la planta superior encontramos habitaciones, torres y pasadizos. De ella destacaremos la habitación destinada al alojamiento de la persona que estuviese al mando de la fortaleza.

Castillo de Saladino

Como el resto de las fortificaciones medievales, el castillo de Saladino - llamado también Qal´at Salah El-Din o castillo de Seoane-, se sitúa en lo alto de una montaña, haciendo inexpugnable su interior. La gran particularidad de este conjunto -que por otro lado le regala su majestuosidad- es el mecanismo defensivo utilizado: no será un foso lleno de agua sino una excavación de la montaña sobre la que se alza la estructura, siendo solamente posible acceder a ella a través de un puente levadizo que cuando estaba abierto, descansaba sobre un pequeño trozo de terreno que los cruzados conservaron con ese fin.

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El recinto cuenta con distintas construcciones no sólo cruzadas - como la torre del homenaje, el torreón de las chicas, las cabellerizas, etc.- sino también bizantinas- antigua ciudadela- y árabes como el hamman. El castillo fue tomado por las tropas de Saladino en 1188.

Murallas de Alepo

Alepo es la segunda ciudad siria en importancia y tamaño. Sus orígenes se remontan a civilizaciones muy antiguas, habiendo sido el lugar elegido por decenas de ellas gracias a su posición casi fronteriza con el Imperio Bizantino - Turquía en la actualidad- y su proximidad con el Mediterráneo y el Éufrates. Estos elementos hicieron de ella un trofeo que conseguir y un lugar deseado por su posición estratégica, especialmente cuando los cruzados y las tropas árabes luchaban por los lugares santos. Dada la importancia de la ciudad y los continuos saqueos sufridos, en el siglo XII fue amurallada aprovechando los límites naturales de la meseta sobre la que se asienta, de forma casi esférica. Esta nueva protección fue ideada con siete puertas en zonas necesarias para la población pero una sola entrada para aquellos visitantes que viniesen de fuera: la puerta principal, de enorme belleza, recibe al visitante vigilada por una inmensa torre cuadrada jalonada por unos dibujos geométricos a dos colores. Una vez cruzada la puerta, debemos recorrer unos metros sobre el puente que salva el foso de veintidós metros, hasta llegar al segundo de los portones, el cual nos dará paso definitivo a la ciudad antigua.

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Dentro de sus muros se han conservado restos de distintos edificios que merece la pena al menos nombrar como la mezquita de Abraham, un edificio que albergaba el tribunal de justicia, el palacio real ayubí, construido en el siglo XIII y el hamman que, según las fuentes, data de la época de Nur Ed Din, emir que allanó el camino para la reconquista de Jerusalén a los cruzados y consiguió la unificación de Siria.

La ciudadela y fortaleza de Margat o Al Markab

La ciudadela y fortaleza de Al Markab, situadas en la ciudad costera de Tartus y muy cerca de la frontera con Líbano, poseen una extensa historia que posiblemente comience con los fenicios y cananeos, habiendo siendo reconstruida por los árabes en el siglo XI para que en 1183, una vez que los cruzados consiguen hacerse con ella, fuese mejorada y ampliada para guarnecerse de los ataques de Saladino. El castillo fue finalmente conquistado por los mamelucos a finales del siglo XIII.

El fortín está construido con basalto negro, lo que le imprime un aspecto serio, casi misterioso y está protegido por una doble fila de murallas. Nada queda en pie a excepción de la torre del homenaje y una pequeña iglesia. En la actualidad los restos han sido utilizados como estructura para nuevas viviendas donde habitan decenas de familias.

Chastel Blanc o Castillo Blanco de los Templarios

La región de Safita fue, en su origen, levantada entorno al Chastel Blanc o Castillo Blanco de los Templarios que fue uno de los centenares de baluartes que la orden poseyó a lo largo y ancho del Mediterráneo.

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De la estructura original sólo se conserva la muralla ovalada así como la torre del homenaje cuya planta inferior es utilizada hoy en día como iglesia así como la planta la superior que, gracias a distintos restos arqueológicos encontrados en los alrededores, sabemos que pudo albergar las estancias principales del castillo.

Castillo Fakhar Ed

Del castillo Fakhar Ed Din desgraciadamente sólo conservamos la estructura exterior. Erigido en lo alto de un cerro en el siglo XII, fue a finales del siglo XVII cuando, por orden del emir druso del mismo nombre, adquiere su configuración actual.

Si hoy en día viajamos hasta la fortaleza sería para admirar el paisaje y es que fue construido en los alrededores de dos joyas de la arqueología siria: Palmira y las tumbas de Bolha y Borfa. Desde allí es muy aconsejable, especialmente al anochecer, divisar las ruinas que cubren, de forma majestuosa, todo el valle.