68
1 Catequesis Bíblica 2014-2015 El Ser del Creyente en el Evangelio y Cartas de Juan

Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

1

Catequesis Bíblica 2014-2015

El Ser del Creyente en el Evangelio y Cartas de Juan

Page 2: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

2

ÍNDICE 00 OBJETIVOS Y PERSPECTIVAS ........................................................................................................................ 3 01 FINALIDAD Y ORIGINALIDAD DEL EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN ............................................. 7 02 EL PROTAGONISTA Y LOS PROTAGONISTAS EN EL CUARTO EVANGELIO ............................. 9 03 JESÚS REVELADOR DE DIOS Y DEL HOMBRE ...................................................................................... 13 04 JESÚS ES EL SALVADOR, LA SALVACIÓN EN PERSONA. .................................................................. 17 05 EL ESPÍRITU DE LA VERDAD, EL OTRO PARÁCLITO ....................................................................... 21 06 EL DISCÍPULO: FRUTO DE LA INICIATIVA DIVINA ........................................................................... 25 07 EL CAMINO PARA ACOGER ACTIVAMENTE LA GRACIA DEL DISCIPULADO. ....................... 29 08 LA VID VERDADERA Y LOS SARMIENTOS. ............................................................................................ 33 09 LA VIDA FILIAL Y FRATERNA DE LA NUEVA COMUNIDAD........................................................... 37 10 EL DINAMISMO DE CREER ............................................................................................................................ 41 11 EL MANDAMIENTO NUEVO DEL AMOR .................................................................................................. 45 12 ESTAR EN EL MUNDO SIN SER DEL MUNDO ........................................................................................ 49 13 LOS SENTIDOS ESPIRITUALES DEL DISCÍPULO. ................................................................................ 53 14 CONOCER EN LOS ESCRITOS DE JUAN ..................................................................................................... 57 15 LA ORACIÓN EN EL NOMBRE DE JESÚS. ................................................................................................. 61 16 LA MADRE DE JESÚS Y LA COMUNIDAD DE LOS DISCÍPULOS. .................................................... 65

Page 3: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

3

00-OBJETIVOS Y PERSPECTIVAS

Quien se asoma sin prejuicios a la historia, descubre con facilidad cómo el ser humano jamás dejó de

interrogarse por su identidad: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo y a dónde voy? ¿Qué camino debo

recorrer? Estas o similares preguntas se hacen más acuciantes en los tiempos de mutación como son los

de nuestra sociedad Y esto aun cuando algunos pretendan eludirlas refugiándose en el vacío del

sinsentido. Es una cuestión que nos atañe de forma personal, familiar y societaria.

En la Iglesia estamos llamados también a preguntarnos sobre nuestra identidad de creyentes en este

mundo de hoy, con sus luces y sombras, con la ambigüedad congénita a la condición humana. Sólo los

fundamentalistas rechazan los interrogantes y la búsqueda, para instalarse en las certezas y

seguridades, que se dan ellos mismos. El fundamentalista no soporta la búsqueda y la inseguridad que

ésta conlleva. Pretende conocer la respuesta antes de que surja el interrogante. En lugar de estar

abierto a la verdad, el fundamentalista posee la verdad y se opone a todo aquello que no concuerde con

sus creencias. Hay fundamentalistas de todos los colores. El Espíritu de la verdad no es repetición, sino

novedad inagotable. La tradición y la novedad se postulan mutuamente.

Muchas de las numerosas corrientes antropológicas, que configuran hoy el pluralismo cultural de

nuestra sociedad, están marcadas por la filosofía existencialista o marxista, aun cuando no se sea

consciente de ello. De manera sintética y, por lo mismo, un tanto simplista, el existencialismo, al estilo

de Sartre, afirma que el hombre es el creador de su propia identidad. Arrojado al mundo, el hombre se

hace a él mismo y esboza su propia identidad. El marxismo, por su parte, nos dirá que el hacer del

hombre determina y configura su propia identidad. Esto se refleja bien en la pregunta que solemos

dirigir al otro para conocer su identidad en la sociedad: «¿Qué haces?» La profesión y el hacer nos

ubican así en el horizonte de la mentalidad mercantil y técnica, apareciendo como un elemento

determinante de nuestra identidad. ¿No es significativo que algunos se depriman cuando dejan de estar

activos? ¿Dónde radicaba realmente su identidad?

No cabe duda que en estas corrientes filosóficas hay una gran parte de verdad, pues entre el ser y la

libertad, así como entre el hacer y el ser, se da una interacción que nadie puede olvidar o descuidar. No

hay verdadera identidad humana, y cristiana, sin la libertad responsable de la persona. Y que la

identidad personal se exprese en la acción y la acción remodele el ser de alguna manera es una

evidencia. Pero es preciso ahondar en esta articulación entre el ser y la libertad, entre el ser y la acción,

entre el ser y la cultura, pues no se puede remodelar lo que no existe previamente. Y este será uno de

los objetivos fundamentales de la catequesis de este año pastoral. No podemos olvidar que el hombre

está condicionado por la cultura, pero no determinado. Es fruto de la cultura, pero también creador de

cultura.

El ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios, según la Biblia, recibe su identidad de un Tú, libre

y soberano, quien lo creó varón y mujer, para que juntos, como compañeros, cultivasen la tierra que les

había preparado de antemano. En ese sentido el ser humano está convocado a vivir y asumir con

libertad y responsabilidad en lo concreto de la existencia, la identidad que el Señor le regala al crearlo

para la vida y no para la muerte, para la libertad y la comunión en la acción por la vida.

Por otra parte, recreada en Cristo Jesús, la persona está llamada a tomar conciencia de su ser nuevo y

expresarlo con libertad en su hacer cotidiano, en la familia, la sociedad, la economía, la política y la

misma expresión religiosa. “Liberados para la libertad” (Gal 5, 1), somos en Cristo una nueva creación.

«El que está en Cristo es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo» (2Cor 5, 17). La nueva

identidad se nos da y estamos urgidos a cultivarla en lo concreto de la existencia. El ser del creyente se

Page 4: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

4

expresa en su hacer; pero por el hecho de que la identidad se le regala, es preciso que la conozca con

hondura, para saber qué debe hacer y cómo en la vida. Con este objetivo vamos a interrogar a lo largo

de este curso el evangelio y las cartas de Juan, pidiendo al Espíritu que nos desvele el ser del creyente

en Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios. Por ello estamos llamados a unir la oración y el trabajo de reflexión y

búsqueda.

Es significativo en esta perspectiva, cómo para san Juan todo se incluye en este único mandamiento de

Dios: «Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos

unos a otros tal como nos lo mandó». Luego pasando del singular al plural añade: «Quien guarda sus

mandamientos permanece en Dios y Dios en él; en esto conocemos que permanece en nosotros: por el

Espíritu que nos dio» (1Jn 3, 23-24). El mandamiento fija el hacer, pero el ser, conviene notarlo, nos es

dado previamente. De otra forma el mandamiento puede malinterpretarse y terminamos siendo

esclavos de la letra. Pablo, refiriéndose a la novedad del Evangelio, recuerda: «La letra mata, mas el

Espíritu da vida». (2Cor 3, 6b) Y santo Tomás de Aquino insiste con fuerza, mencionando a san Agustín:

«También la letra del evangelio mata si falta la gracia interior de la fe que sana». Summa Theologiae, I-II,

q. 106, a. 2. (cf. VD 29) Nos adentraremos, por tanto, en esta catequesis pidiendo la gracia interior de la

fe que sana y adentra en la Verdad que hace libres, pues no toda verdad aporta la libertad del amor. Mi

«verdad» no es necesariamente la «Verdad» que libera al esclavo (cf. Jn 8, 32)

Con el objeto de avanzar en esta perspectiva y alcanzar un sentido más profundo de nuestra identidad

de creyentes y de su vivencia como discípulos del Hijo único venido en la carne a nuestro mundo,

interrogaremos el evangelio y las cartas de san Juan. He aquí el itinerario que vamos a seguir.

1. Finalidad y originalidad del Evangelio según san Juan.

Juan escribe su evangelio con esta finalidad «para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y

para que creyendo tengáis vida en su nombre» (Jn 20, 31). La originalidad del evangelio y cartas de

san Juan. Coincidencias y diferencias con los evangelios Sinópticos. Algunas claves para adentrarnos

en el dinamismo del cuarto evangelio. El vocabulario simbólico, un desafío para nuestra cultura.

2. El protagonista y los protagonistas en el cuarto Evangelio.

En el discurso moral, el centro de atención tiende a ser el hombre, llamado a vivir de acuerdo con su

conciencia libre y responsable. En la perspectiva de la fe, el centro, origen y meta es Dios. La

iniciativa de su amor es la fuente del ser y de la misión del hombre, pero también de su respuesta en

el Espíritu. Importancia de establecer una relación justa entre el protagonista y los protagonistas de

la historia. Consecuencias para la identidad del ser humano.

3. Jesús, revelador de Dios y del hombre.

«Y el Logos se hizo carne» (1, 14). «La gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo» (1, 17).

Porque el Hijo ha visto al Padre puede dárnoslo a conocer y comunicar. Porque vino en la carne

puede revelarnos tanto la verdad de Dios como la verdad del hombre. Él es la verdad y la luz. Sus

palabras son Espíritu y vida. Quien acoge al Verbo hecho carne recibe la posibilidad de llegar a ser

hijo de Dios (1, 12-13)

4. Jesús es el salvador, la salvación en persona.

La fuente de la vida del hombre no se encuentra en él, sino en Dios y en su palabra creadora. El

hombre pecador, por otra parte, necesita ser salvado para encontrar el camino de la vida en

plenitud. El hombre, tal como aparece en Juan es limitado, criatura necesitada de salvación. Jesús es

el salvador, la salvación en persona. Vino al mundo para que el hombre tenga vida y la tenga en

abundancia (cf. Jn 10, 10). La Verdad que hace libre.

Page 5: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

5

5. El Espíritu de la verdad, el otro Paráclito

La misión de Jesús culmina con el don del Espíritu de la verdad. Él es el “otro Paráclito”, el otro

defensor y abogado, cuya misión es prolongar y universalizar la misión de Jesús es favor del ser

humano. La misión del Espíritu es conducir existencialmente al hombre “al pleno conocimiento de

la Verdad”, a la comunión que reina entre el Padre y el Hijo. El Espíritu que mora en el discípulo guía

y fecunda su existencia desde dentro.

6. El discípulo fruto de la iniciativa divina.

El sentido del discípulo en el marco de Israel. Los discípulos como don del Padre al Hijo. Jesús elige

libremente a sus discípulos, que han de desarrollar una profunda conciencia de ser fruto de la

gracia. Aprender a vivir con alegría y confianza el don de Dios. La existencia desde la acción de

gracias y la alabanza. Jesucristo no eligió hombres perfectos ni su elección hizo de ellos personas

impecables. El camino de la verdad y de la humildad.

7. El camino para acoger la gracia del discipulado.

Recorriendo el evangelio de Juan pueden ponerse de relieve cuatro etapas del camino a seguir para

llegar a ser su discípulo: el encuentro gozoso del principio y el seguimiento; la aceptación

incondicional de su palabra; el dejarse lavar los pies; y el reconocimiento de Jesús como su Señor y

su Dios. Todo esto desvela un camino progresivo de fe, camino que supone una real conversión,

pero que no puede reducirse a la conversión moral.

8. La Vid verdadera y los sarmientos.

El ser del discípulo en el cuarto evangelio se revela con hondura en la metáfora de la Vid y los

sarmientos. “Permanecer” es la palabra clave que identifica al discípulo creyente de quien no lo es.

El discípulo es un elegido. Está llamado a producir fruto abundante. Entre el Maestro y los

discípulos existe una inmanencia reciproca. La dimensión mística de la existencia del discípulo es

determinante para comprender la identidad y futuro del ser humano.

9. La vida filial y fraterna de la nueva comunidad.

La vida filial y fraterna es la característica esencial de la comunidad de los discípulos en torno a

Jesús. Unidos a él, los discípulos se hallan en la comunión que une al Padre y con el Hijo (cf. Jn 14,

20). Y como hijos forman una auténtica fraternidad. Los discípulos llegan a ser los verdaderos

hermanos del Resucitado. La permanencia en Cristo no puede desligarse de la permanencia en la

comunidad fraterna.

10. El dinamismo de creer.

Juan, como vimos, escribe su evangelio para que creamos que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y

para que creyendo, tengamos vida en su nombre. El dinamismo del acto de creer comporta

entregarse a su palabra, ponerse en camino hacia él y creer que él es la palabra en quien Dios se

comunica y salva. La fe introduce a la persona en la dinámica propia de la existencia escatológica,

pues en Cristo acontece lo último y definitivo. El mandamiento único.

11. El mandamiento nuevo del amor.

El amor a Dios y al prójimo son inseparables, como afirmó el propio Jesús. La ley y los profetas se

hallan así condensados. No obstante Jesús da un paso más y propone un mandamiento nuevo a sus

discípulos. Es preciso que se amen y sirvan mutuamente con su mismo amor, tal como lo ha

expresado en el lavatorio de los pies, símbolo y anticipo de lo que debía expresar en la cruz gloriosa.

La Iglesia no cesa de celebrar el mandamiento nuevo en la Eucaristía.

Page 6: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

6

12. En el mundo sin ser del mundo.

Los discípulos, sacados del mundo y confiados al Hijo, están llamados, no obstante, a vivir en el

mundo. Jesús envía a sus discípulos al mundo para que sean testigos de la novedad de la vida nueva

en la existencia cotidiana. ¿Cómo ha de situarse la comunidad los discípulos en la historia de los

hombres? El servicio en el mundo y al mundo como una nota distintiva de los que han creído en la

encarnación del Verbo, de que Dios ha entrado en la historia.

13. Los sentidos espirituales del discípulo.

Ver, oír y palpar en los escritos de Juan (cf. 1Jn 1, 1-3). La vivencia de la fe en la lógica de la

encarnación del Verbo de la vida. La persona de Jesús constituye el centro de la visión. Ver al Padre

en Jesús. Escuchar al que viene de lo alto en las palabras de sus testigos. Palpar la humanidad de

Jesús. El camino de la contemplación en la fe permite al discípulo reconocer y acoger al Hijo único

como el revelador y salvador.

14. Conocer en la perspectiva de los escritos de Juan.

Conocer para Juan no se reduce a la dimensión intelectual. Es un conocimiento vital que conduce a

la unidad y comunión de amor. Jesús conoce a sus ovejas y sus ovejas le conocen. Y este

conocimiento mutuo es el reflejo de conocimiento existente entre el Padre y el Hijo. El creer del

discípulo conduce al verdadero conocimiento (cf. Jn 6, 69). Consecuencias para una vivencia del ser

creyente.

15. La oración en el nombre de Jesús.

La oración en la vida de Jesús tiene una importancia capital. El discípulo está llamado a orar con la

confianza de quien se sabe escuchado por el Padre. El evangelista recuerda de modo significativo

que Jesús, antes de salir de este mundo para volver al Padre, señala a sus discípulos que todavía no

han orado en su nombre. ¿Qué significa la oración en el nombre de Jesús? ¿Qué implicaciones

conlleva para el discípulo?

16. La madre de Jesús y la comunidad de los discípulos.

Juan habla en dos momentos fundamentales de la presencia de la madre de Jesús. Al inicio de los

signos del Verbo hecho carne y al final de su vida terrestre en la cruz. Es curioso que hable siempre

de la madre y la mujer y nunca llame por su nombre, María. ¿Qué puede decirnos esto para nosotros

dado el lenguaje simbólico del evangelista? La madre en la existencia del discípulo amado.

METODOLOGÍA. Se pide a todos un trabajo de reflexión, hecho en una actitud de verdadera oración. Es

decisivo que vivamos un auténtico encuentro con la palabra viva y operante de Dios que sale a nuestro

encuentro.

Page 7: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

7

01-FINALIDAD Y ORIGINALIDAD DEL EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN

El evangelio según san Juan, como los otros tres evangelios, relata el camino recorrido por Jesús

desde su encuentro con el Bautista, el testigo enviado por Dios, hasta su paso de este mundo al

Padre mediante su Pascua. El evangelista escribe para dar testimonio (Jn 19, 35; 21, 24) y conducir

así al lector a la fe: «para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo

tengáis vida en su nombre» (Jn 20, 31). Juan no escribe una biografía de Jesús, su finalidad es

consolidar la fe de la comunidad, instruida ya sobre la historia del Nazareno. Elige signos y

palabras de Jesús explicitando su sentido para que la comunidad crezca en el conocimiento y

realización de la verdad.

El cuarto evangelio usa con frecuencia un lenguaje simbólico, en clara referencia a imágenes y

metáforas inspiradas en el Antiguo Testamento, pero a las cuales les da una nueva proyección.

Podemos pensar, por ejemplo, cómo usa el material de la viña y del pastor, tan importantes en este

evangelio. Ciertamente las imágenes bíblicas llenan todas sus páginas. De ahí la importancia de

conocer el trasfondo del Antiguo Testamento que anima la narración del testimonio dado por

nuestro evangelista.

Nuestro evangelio posee, sin duda alguna, una gran originalidad con respecto a los otros

evangelios. Juan nos da una reelaboración de la predicación del propio Jesús y de la fe de la

primitiva comunidad en él. Jesús no aparece ya como el rabbí que discute cuestiones sobre la ley ni

como el mensajero que anuncia la inmediata irrupción del reino de Dios, invitando a la conversión

y a la fe. Juan habla de la persona de Jesús, ante todo, como el Revelador y Salvador. Lo presenta

como el enviado por Dios para llevar a los hombres y mujeres a la vida sin ocaso. Donde los

sinópticos hablan del reino de Dios, Juan suele hacerlo en términos de vida eterna. Habla de su

venida y de su marcha al Padre, de lo que es y de lo que aporta al mundo. Jesús es el camino, la

verdad y la vida (Jn 14, 6). Camino del hombre al Padre. Verdad liberadora. Vida sin ocaso.

La primera carta de san Juan se introduce con estas palabras tan significativas:

1,1 Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos. Lo que hemos mirado y nuestras manos han palpado acerca del Verbo que es Vida.

1,2 La Vida se dio a conocer, la hemos visto y somos testigos, y les anunciamos la Vida Eterna. Estaba con el Padre, y se nos apareció.

1,3 Lo que hemos visto y oído se lo damos a conocer, para que estén en comunión con nosotros, con el Padre y con su hijo Jesucristo.

1,4 Y les escribimos esto para que tengan alegría perfecta

La finalidad del testimonio de Juan se precisa así: conducir a la comunión con el Padre y con su Hijo

Jesucristo, fuente de la verdadera alegría. La fe se precisa como el dinamismo que conduce a la

comunión y la alegría filial. Jesús se presenta con plenitud de poder, como el Hijo único. No deja de

afirmar: “yo soy”. Avanza desde el conocimiento y el saber, más allá de lo humano. La palabra del

Jesús de los caminos de Galilea y del exaltado se imbrica sin discontinuidad.

También se muestra la originalidad del evangelio según san Juan el hecho que faltan no pocos

temas presentes en los evangelios sinópticos. El cuarto evangelio apenas si hay referencia a los

debates de Jesús sobre el sábado y la ley, que abundan en los otros evangelistas. Nada se dice de las

bienaventuranzas del reino o de la oración del Padrenuestro, como hacen Mateo y Lucas. Las

parábolas están prácticamente ausentes en el cuarto evangelio. Los relatos de la última cena, la

pasión y apariciones del Resucitado, todo se presenta con su propia originalidad.

Page 8: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

8

La situación de las comunidades donde aparecieron los tres primeros evangelios parece ser

bastante diferente a la situación donde ve la luz del cuarto evangelio. En aquellos se refleja el

destino, las cuestiones y la fe de una comunidad que va separándose de forma progresiva de la

matriz judía. En la comunidad de Juan, la ruptura con la Sinagoga parece ya consumada, como

puede verse en el hecho de hablar de los judíos. En efecto, los judíos son para Juan los

representantes del mundo, los que se niegan a creer en Jesús. Si en las primeras comunidades, por

otra parte, es importante la cuestión y relación entre los cristianos provenientes del judaísmo y los

provenientes del paganismo, esto parece que no tiene especial relieve en el cuarto evangelio. El

evangelista Juan debe hacer frente a otros problemas y que afectan a la comprensión de la persona

del Crucificado. Es preciso hacer frente a las corrientes agnósticas provenientes, ante todo, del

mundo griego, al dualismo de un mundo politeísta, al docetismo de quienes se niegan a aceptar el

sentido de la encarnación, de que el Hijo de Dios viniera en la carne.

Las diferencias con los otros evangelistas no quieren decir que Juan sea menos fiel a la historia de

los hechos. Para él la fidelidad consiste en expresar con seriedad y profundidad el verdadero

alcance de la revelación y de la salvación que han tenido lugar en Jesucristo.

El evangelio de Jn se suele dividir de la forma siguiente: 1, 1-18 es el prólogo de gran altura

teológica. 1, 19-12, 50 relata la enseñanza, actividad y misión de Jesús en Galilea y, sobre todo, en

Jerusalén. La sección de 13, 1-21, 25 se concentra en la intimidad de Jesús con sus discípulos y en

los relatos de la pasión y apariciones de Jesús resucitado.

La finalidad de nuestra búsqueda es descubrir a través del cuarto evangelio el “ser del cristiano a la

luz del Evangelio y cartas de Juan”. La identidad del cristiano y su modo de vivirla en la historia

exige de todos nosotros abandonar el camino trillado de la repetición y la superficialidad, de las

falsas seguridades y prácticas. El evangelista Juan nos invita a ir a lo esencial y esto supone una

verdadera conversión, un desasimiento y despojo profundo de muchos esquemas. Así lo

experimentaron los primeros discípulos y seguidores de Jesús. Algunos aceptaron el desafío: “¿A

quién iremos, Señor, tú tienes palabras de vida eterna? Pero los más le dieron la espalda, pues

encontraron duras sus palabras y ya no le seguían. ¿Y nosotros?

Para la oración y reflexión

EL PROTAGONISTA Y LOS PROTAGONISTAS EN EL CUARTO EVANGELIO.

En el discurso moral, el centro de atención tiende a ser el hombre, llamado a vivir de

acuerdo con su conciencia libre y responsable. En la perspectiva de la fe, el centro, origen y

meta es Dios. La iniciativa de su amor es la fuente del ser y de la misión del hombre, pero

también de su respuesta en el Espíritu. Importancia de establecer una relación justa entre el

protagonista y los protagonistas de la historia. Consecuencias para la identidad del ser

humano.

Textos: Jn 3, 13-21; 3, 31-36; 5, 19-30; 13, 36-14, 14

Partiendo de la reflexión y oración de los textos indicados, contesta a estas cuestiones:

1. ¿Quién es a tu juicio el protagonista principal del Evangelio?

2. ¿Qué nos dice n esto textos de la misión de Jesús?

3. ¿Cómo se sitúan los oyentes ante Jesús y su revelación?

Page 9: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

9

02-EL PROTAGONISTA Y LOS PROTAGONISTAS EN EL CUARTO EVANGELIO

Oración

Padre Mío, condúceme a donde Tu Voluntaddesee que yo vaya, permíteme vivir en Tu Luz y

calentar mi corazón, para que brille dando calor a aquellos que se acerquen a mí.Bendito sea

Tu Nombre, por darme todas estas Gracias, a pesar de mi nada. Bendito sea Tu Nombre por el

Bien que Tú me has hecho y la Misericordia que me has mostrado elevándome cerca de Tu

Corazón. Amén.

Reflexión

En la dinámica propia de la moral y de la religión, el hombre, conscientemente o no, tiende a

ocupara la primera plaza. En la primera carta, san Juan recuerda que el amor no está en que

nosotros amemos a Dios, sino en que él nos amó el primero: «En esto se manifestó el amor que Dios

nos tiene: en que Dios envió a su Hijo único para que vivamos por medio de él. En esto consiste el

amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo

como propiciación por nuestros pecados» (1Jn 4, 9-10).

Lo sabemos, pero no nos resignamos a vivir del don. Deseamos en lo más hondo de nosotros

mismos afirmarnos ante Dios. El fariseo pretende salvarse a sí mismo a través del cumplimiento de

la ley. Incluso los profetas olvidaron en ocasiones que es Dios quien nos defiende, que no somos

nosotros los que defendemos a Dios. Él, en efecto, como explicaba san Ireneo, no necesita de

nosotros, pero quiere necesitar de nosotros para dignificarnos hacernos crecer en la libertad y

dignidad. Aprender a vivir del don es lo propio del cristiano, como recordó con acierto Benedicto

XVI.

El Padre se presenta en el cuarto evangelio como auténtico protagonista, aunque no siempre se

haga constar así. Ahora bien, si estamos atentos a las palabras y acciones de Jesús, incluida su

oración, no tardamos en descubrirlo. Así entenderemos mejor, nuestra condición de hijos del Padre

y de hermanos del Hijo Unigénito, venido en la carne. Por ello se nos presenta al Padre como el

dador por excelencia, la fuente de la vida y de la misión del Hijo y de todos y cada uno de nosotros.

En la perspectiva de la fe apostólica, el centro, origen y meta de la existencia de Jesús y de sus

discípulos es siempre Dios Padre. La iniciativa de su amor es la fuente del ser y de la misión del

hombre en el mundo, así como de su respuesta en el Espíritu a Jesús su enviado. También la fe, en

última instancia es la obra del Padre. Es importante comprender bien esto para vivir la relación

justa con Dios y con los demás protagonistas de la historia. Lo es también para vivir con alegría

nuestra condición de hombres nuevos. Trataremos, pues, de mostrar algunos aspectos del

protagonismo del Padre.

1 EL PADRE ES LA FUENTE DE LA MISIÓN DEL UNIGÉNITO

La fuente de la misión del Hijo venido en nuestra carne es el amor apasionado de Dios por el

mundo. «Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que cree en él no

perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para condenar al

Page 10: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

10

mundo, sino para que el mundo se salve por él» (3, 16-17) La humanidad había dado la espalda a

Dios, como lo hiciera el hijo pródigo, pero Dios no se limitó a esperar la vuelta del hijo, sino que

tomó la iniciativa y envió a su Unigénito para dar vida a lo que estaba muerto y buscar lo perdido.

La voluntad del Padre es que seamos resucitados en Cristo. «Porque he bajado del cielo no para

hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que él me ha

dado, sino que lo resucite el último día. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea

al Hijo y crea en él, tenga vida eterna y que yo lo resucite el último día… Nadie puede venir a mí, si

el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré en el último día. (cf. Jn 6, 39-40.44).

Jesús no vino por su cuenta, sino enviado, por ello en el cuarto evangelio desarrolla con profusión

el tema del envío. Lo mismo hace Pablo (cf. Rom 8, 3) y los demás escritos del Nuevo Testamento

en continuidad con el Antiguo Testamento. Pero es verdad que el envío del Hijo reviste una especial

significación.

Desde el primer momento en que Adán trató de esconderse por miedo a Dios, Dios no cesa de salir

al encuentro del hombre de formas diferentes y a través de mediaciones variadas. El profeta

Ezequiel recordaba a Israel que Dios en persona saldría a buscar a las ovejas dispersas y que les

daría un nuevo David, un pastor según su corazón, para decirlo con palabras de Jeremías. “El Señor

es mi pastor”, cantará el salmista. ¿Por qué entonces una religión del miedo o una presentación del

Dios y Padre marcada por la imagen del justiciero? ¿Nos movemos realmente en la perspectiva del

Evangelio? Jesús es enviado por el Padre para dar la vida. Envía a su Hijo para liberarnos de los

tutores que nos mantienen sometidos. «Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo,

nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, y para que

recibiéramos la filiación adoptiva». (Gal 4, 4-5)

El Padre es la fuente de la vida. En la eternidad engendra a su Hijo. En la plenitud de los tiempos lo

envía para que los hombres lleguemos a la libertad y seamos liberados del pedagogo, que nos

mantenía sometidos. El Padre quiere hijos y no esclavos. Por esta razón envía a su Hijo, a fin que

quien crea en él reciba el poder de ser hijo suyo. Del Padre recibimos, pues la posibilidad, el poder,

de vivir como hijos libres y responsables.

2 EL PADRE AMA AL HIJO Y PONE TODO EN SUS MANOS

El Hijo, venido en una carne débil y caduca como la nuestra, se siente amado del Padre. De formas

diferentes nos dice Jesús que recibe todo del Padre. «El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en su

mano.» (Jn 3, 35). Del Padre recibe a sus discípulos (cf. Jn 17; 10, 29), las ovejas que le son

confiadas. Los creyentes son un don del Padre, pues sólo él puede conducirlos a la fe en su Hijo (cf.

Jn 6, 44). El Hijo se siente amado, pues el Padre le muestra todo lo que hace. Por ello el Hijo no

puede hacer nada de él mismo, hace lo que ve hacer al Padre. En ese sentido el Hijo recibe todo del

Padre y todo lo retorna a él como a su fuente y destino. De hecho el Hijo ni hace ni puede hacer

nada por él mismo. El Padre ama al Hijo le muestra lo que hace. (cf. Jn 5, 19-20)

3 EL PADRE CONOCE AL HIJO Y EL HIJO CONOCE AL PADRE

Igual que la iniciativa es siempre de Jesús con relación a sus discípulos, lo mismo sucede en la

relación que Jesús mantiene con su Padre. «Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías

me conocen a mí, como me conoce el Padre y yo a él, y doy mi vida por las ovejas.» (Jn 10, 14-15) La

reciprocidad entre el Padre y el Hijo en el conocimiento es decisiva, pero eso no obsta para que la

Page 11: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

11

iniciativa se siempre del Padre. El Padre conoce al Hijo, pues lo engendra en el hoy eterno. En ese

sentido el Hijo está recibiéndose en todo momento del Padre hacia el que está vuelto.

Dios conoce engendrando a la vida; no es un conocimiento que provenga a posteriori. La carta a los

efesios recuerda que nosotros hemos sido conocidos en Cristo desde toda la eternidad. El viejo

Adán fue creado en función del nuevo Adán que es Cristo, según las perspectivas desarrolladas por

san Pablo.

4 EL PADRE ESTÁ PRESENTE EN LA PALABRA, ACCIÓN Y PERSONA DEL HIJO

En toda una serie de textos se afirma cómo en la palabra de Jesús es el Padre quien está hablando.

Él es, en última instancia, la Palabra que el Padre pronuncia y mediante la cual realiza su obra

creadora y liberadora. Por la Palabra alumbró los cielos y la tierra. Por la Palabra sacó al pueblo de

la esclavitud. Por la Palabra enviada en una carne semejante a la del pecado, como testifica san

Pablo, el Padre nos engendra para una vida nueva.

También en el hacer del Hijo se hace presente el hacer del Padre. Las obras de Jesús son las obras

del Padre. El Padre y el Hijo trabajan al unísono, pero Jesús nos recuerda que él ha venido para

llevar a cabo la obra del Padre. Su comida será hacer la voluntad del que lo envió al mundo; pero,

por otra parte, Jesús se sabe siempre acompañado en su acción por el Padre. Son uno en la acción y

en la vida intra-divina.

Jesús es pura transparencia del Padre. Verlo a él, es ver la Padre, para quienes han sido agraciados

con los ojos de la fe.

De esta forma, Jesús se convierte en el camino por el que el Padre sale al encuentro de los hombres

y por los que estos pueden acceder al Padre. Es la escala que une el cielo y la tierra. «Yo os aseguro:

veréis el cielo abierto y a los ángeles subir y bajar sobre el Hijo del hombre.»(Jn 1, 51)

5 EL PADRE ES MAYOR QUE EL HIJO

Jesús, el Hijo, afirma sin ambages que el Padre es mayor que él. El que ha afirmado que él y el Padre

son uno, ahora afirma que el Padre es mayor. Las dos afirmaciones proceden de la misma persona,

que se ha autoproclamado como la verdad. Y porque el Padre es mayor, pide a los discípulos que se

alegren pues va al Padre. Dicho de otra forma, cuando Pedro trata de defenderlo en el Huerto de los

Olivos, Jesús dirá al discípulo: «Vuelve la espada a la vaina. El cáliz que me ha dado el Padre, ¿no lo

voy a beber?» (Jn 18, 11) El Hijo recibe todo del Padre, también la copa amarga. El Hijo vive así en

la dependencia del Padre, pues sabe que la hora del Padre acontece en la hora de las tinieblas. A

muchos nos cuesta entender la paradoja divina.

Como afirma a continuación que va a la cruz en obediencia libre, para que el mundo comprenda

que ama al Padre. Estamos ante afirmaciones importantes. No se trata de comprenderlas de

acuerdo con nuestros esquemas racionales y sociológicos, sino verlas en la perspectiva del amor.

En otro momento, Jesús dice que el Padre lo ama porque da libremente la vida.

6 EL PADRE ES QUIEN CONDUCE A LA FE EN SU ENVIADO, EL HIJO

Los judíos se interesaban por hacer las obras de Dios, en plural. Jesús responde con unas palabras

de un calado decisivo para bien comprender al protagonista de la acción, es al primero en la lucha,

que eso significa protagonista. La obra (en singular) del Padre es conducir a los hombres a la fe en

su enviado. «La obra de Dios es que creáis en quien él ha enviado» (Jn 6, 29), pues en ello va la

Page 12: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

12

salvación de la humanidad. Más adelante insiste Jesús que nadie puede ir a él si el Padre no lo lleva,

para concluir más adelante, cuando los discípulos se marchan, pues encuentran duras las palabras

de Jesús: «Por esto os he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre.» (Jn 6, 65)

La obra del Padre comenzó ya en el Antiguo Testamento cuando los profetas, animados por el

Espíritu de Cristo, investigaban lo referente a Jesús (cf. 1P 1, 10-12). El Padre fue preparando

mediante el Espíritu la revelación de su Hijo, a fin de dar nueva vida a la humanidad y recapitular

en él todo lo que hay en el cielo y la tierra (cf. Ef 1, 10).

CONSECUENCIAS PARA LA COMPRENSIÓN DEL SER CRISTIANO

El cristiano es un ser amado de Dios, apasionadamente amado. Su ser brota del amor. Es criatura

de Dios, propiedad de Dios. Ha nacido de Dios. Y el signo de haber nacido de Dios se manifiesta en

la fe en Jesucristo (1Jn 5, 1) y en el amor al hermano (1Jn 4, 7), en que obramos la justicia (1Jn 2,

29). El que ha nacido de Dios no peca (1Jn 5, 18). El cristiano es realmente hijo de Dios (cf. 1Jn 3, 1-

2)

CONCLUSIÓN

Jesús viene al mundo enviado por el Padre y al Padre vuelve con toda la creación. Él es el mediador

único y definitivo, en quien se sella la alianza nueva del Espíritu. Lo hace dejándose en todo

momento guiar por los acontecimientos que le van desvelando de forma progresiva la hora del

Padre en la hora de las tinieblas. El Padre es origen, guía y meta de la existencia filial de Jesús,

enviado para dar la vida en abundancia a los hombres, sus hermanos, como insiste la carta a los

hebreos (Hb 2, 10-12).

Para la oración y la reflexión

Jesús, revelador de Dios y del hombre.

«Y el Logos se hizo carne» (1, 14). «La gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo» (1,

17). Porque el Hijo ha visto al Padre puede dárnoslo a conocer y comunicar. Porque vino en

la carne puede revelarnos tanto la verdad de Dios como la verdad del hombre. Él es la

verdad y la luz. Sus palabras son Espíritu y vida. Quien acoge al Verbo hecho carne recibe la

posibilidad de llegar a ser hijo de Dios (1, 12-13)

Textos: Jn 3, 1-13; 4, 1-42; 8, 31-59; 12, 37-50; 17, 24-26

Cuestiones:

¿Qué rostro de Dios nos revela Jesús en estos textos?

¿Qué rostro del ser humano descubrimos a través del decir y hacer de Jesús?

¿Cómo avanzar en el verdadero conocimiento de Dios y del ser humano?

Page 13: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

13

03-JESÚS REVELADOR DE DIOS Y DEL HOMBRE

Oración

Jesús, bendigo yo tu santo nombre; Jesús, mi corazón en ti se emplee; Jesús, mi alma siempre te desee; Jesús, lóete yo cuando te nombre.

Jesús, yo te confieso Dios y hombre; Jesús, con viva fe por ti pelee; Jesús, en tu ley santa me recree; Jesús, sea mí gloria tu renombre.

Jesús, medite en ti mi entendimiento; Jesús, mi voluntad en ti se inflame; Jesús, contemple en ti mi pensamiento.

Jesús de mis entrañas, yo te ame; Jesús, viva yo en ti todo momento; Jesús, óyeme tú cuando te llame. Licenciado Dueñas (S XVI)

Reflexión

En esta reflexión vamos a partir de dos afirmaciones del evangelio según san Juan. En la intimidad

del cenáculo, antes de salir para ir al Padre, Jesús ora con estas palabras: «Padre justo, el mundo no

te ha conocido y éstos [los discípulos] han conocido que tú me has enviado. Yo les he dado a

conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que me has amado esté

en ellos y yo en ellos.» (Jn 17, 25-26). La otra afirmación, bien conocido de todos, la encontramos

en labios de Pilato, representante del poder de este mundo: «Ecce homo», «aquí tenéis al hombre.»

(Jn 19, 5). Jesús revela a Dios y es he presentado como el hombre. No perdamos nunca de vista «la

ironía del evangelista».

1. JESÚS REVELA EL MISTERIO DE DIOS

El Mesías hará que el verdadero conocimiento de Dios llene la tierra entera (cf. Is 11, 9). Esta

promesa del profeta se cumplió en Jesús de una manera sorprendentemente nueva. En él Dios se

dio a conocer plenamente a los seres humanos, pues en él se realiza la autocomunicación y

automanifestación de Dios. En Jesús Dios se nos dio a conocer y nos salvó. Él es la palabra, el logos

personal de Dios. Y al presentarse como el Hijo unigénito enviado al mundo por el amor del Padre,

sabemos ahora que el Dios uno y único es el Dios Trinidad de personas, como afirmó la fe

apostólica. En Jesús tenemos acceso al verdadero conocimiento de Dios, Padre, Hijo y Espíritu

Santo. En efecto, como señala de entrada la carta a los hebreos: El Dios que baló fragmentariamente

por los profetas, «en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo.» (Hb 1, 1-2) El Hijo

no cesa de darnos a conocer a Dios como Padre (cf. Lc 10, 21-22; Mt 11, 25-27). Pero tratemos de

penetrar un poco en cómo en Jesús se nos revela al misterio de Dios a través del cuarto evangelio.

Jesús resucitado envió a María Magdalena a sus discípulos con este mensaje: «Vete donde los

hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios». (Jn 20, 17). Este

mensaje pone de manifiesto la identidad de Dios, de Jesús y la nuestra propia.

Desde el inicio de su evangelio, Juan insiste en un punto decisivo. «A Dios nadie lo ha visto jamás; el

Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado». (Jn 1, 18) Porque Jesús salió del Padre y

vino al mundo (cf. Jn 16, 28) o, si se prefiere, fue enviado al mundo, puede darnos a conocer

Page 14: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

14

plenamente a Dios. Ahora bien, por una parte, Jesús afirma que nadie puede ir a él si el Padre no lo

atrae y, por otra, que sólo él puede darnos a conocer al Padre, pues sólo él lo ha visto: «Nadie puede

venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo lo resucitaré el último día. Está escrito en

los profetas: Serán todos enseñados por Dios (Is 54, 13). Todo el que escucha al Padre y aprende su

enseñanza viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que ha venido de Dios, ése

ha visto al Padre.» (Jn 6, 44-46) Jesús afirma sin cesar la unidad existente entre él y el Padre (cf. Jn

10, 30), él está en el Padre y el Padre está en él (cf. Jn 14, 10), como luego hará con el Espíritu de la

verdad (cf. 14, 16.26), que nos hace penetrar en la verdad plena. En efecto, es el Espíritu quien nos

hace comprender esta verdad: «Aquel día comprenderéis que yo estoy en mi Padre y vosotros en

mí y yo en vosotros» (14, 20)

Jesús, en el cuarto evangelio, es plenamente consciente de venir del Padre y de regresar al Padre

(cf. Jn 13, 3; 16, 28). Porque viene de Dios puede dárnoslo a conocer de manera insuperable. Y al

revelarnos a Dios como el Padre que nos ama con pasión, nos ofrece la salvación, la posibilidad de

renacer del agua y del Espíritu, de ser criaturas nuevas.

Jesús es revelador del misterio de Dios como «palabra encarnada», como la única palabra que el

Padre pronuncia en la eternidad. «En el principio la Palabra existía y la Palabra estaba con Dios, y la

Palabra era Dios… Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos visto su

gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único» (Jn 1, 1-14). Y porque Jesús es la Palabra del

Padre, sus «palabras» son espíritu y vida (cf. Jn 6, 63). A través de sus palabras y gestos, pues «el

dabar divino» es palabra y acción, el Revelador nos comunica la verdad del amor en que Dios se nos

da a conocer y nos salva. El Revelador es el Salvador, pues sus palabras y gestos tienen el poder de

darnos vida nueva. Por ello nos encontramos con esta afirmación: «Aquel a quien Dios ha enviado

habla las palabras de Dios, porque le da el Espíritu sin medida.» (Jn 3, 34)

Las palabras de Jesús son plenamente eficaces, pues están transidas del Espíritu de la verdad y

santidad. Sus palabras y acciones son las palabras y las obras del Padre. En Jesús el creyente puede

y debe ver al Padre. Por ello dice Jesús a sus discípulos: « YO SOY el Camino y la Verdad y la Vida»

(Jn 14, 6).

Como Palabra encarnada, esto es, como Hijo del hombre, es el Mediador entre Dios y el hombre.

Por él Dios se hace presente en la historia y por él tiene acceso el hombre a Dios. Él es la puerta y el

camino, el que une el cielo y la tierra (Jn 1, 51). El misterio de la encarnación se halla en el centro

de la religión cristiana, como recordó con hondura el Papa Juan Pablo II. «¡El cristianismo es la

religión que ha entrado en la historia! En efecto, es sobre el terreno de la historia donde Dios ha

querido establecer con Israel una alianza y preparar así el nacimiento del Hijo del seno de María, «

en la plenitud de los tiempos » (Ga 4,4). Contemplado en su misterio divino y humano, Cristo es el

fundamento y el centro de la historia, de la cual es el sentido y la meta última. En efecto, es por

medio él, Verbo e imagen del Padre, que « todo se hizo » (Jn 1,3; cf. Col 1,15). Su encarnación,

culminada en el misterio pascual y en el don del Espíritu, es el eje del tiempo, la hora misteriosa en

la cual el Reino de Dios se ha hecho cercano (cf. Mc 1,15), más aún, ha puesto sus raíces, como una

semilla destinada a convertirse en un gran árbol (cf. Mc 4,30-32), en nuestra historia.» (NMI 5)

Porque Jesús es la Palabra creadora de Dios, quien lo acoge en la fe, recibe el poder de llegar a ser

hijo de Dios. «A todos los que la recibieron les dio el poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen

Page 15: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

15

en su nombre» (Jn 1, 12). Jesús afirma a lo largo del evangelio: «YO SOY». Es la luz y la verdad, el

agua y el pan, la puerta y el camino, la resurrección y la vida… etc. Por ello se encuentra en él la

vida eterna. Quien por la fe entra en comunión con él posee ya la vida eterna. «Esta es la vida

eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo.» (Jn 17, 3) La plena

revelación del Verbo encarnado tiene lugar en la pascua, en su muerte y resurrección.

2. JESÚS REVELA EL MISTERIO DEL HOMBRE

Las palabras que el evangelista pone en labios de Pilato: «He aquí al hombre», son de una

importancia capital. En el reo coronado de espinas, pero en quien no se encontraba ningún delito,

se nos da a conocer «el misterio pobre del hombre» (Rahner) o «el enigma del hombre», según

otros autores.

En Jesús de Nazaret (Pablo habla de nuevo Adán) se revela el hombre perfecto. Él es el verdadero

«icono» de Dios, esto es, la verdadera «imagen» de Dios. Quien lo ha visto ha visto al Padre. Porque

es la pura transparencia del Padre es el hombre perfecto. El Concilio Vaticano II enseña que «Cristo,

el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente

el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación.» (GS 22) Y un poco más

adelante concluye: «El que sigue a Cristo, Hombre perfecto, se perfecciona cada vez más en su

propia dignidad de hombre.» (GS 41)

Jesús se presenta como el hombre libre y responsable de camino hacia el Padre, abierto de manera

incondicional a la hora del Padre, aun cuando ésta se presente bajo el signo de la hora de la tiniebla.

Vive la libertad del amor en la condición débil de la carne. He aquí como se expresa: «Ha llegado la

hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no

cae en tierra y muere, que da él solo, pero su muere, da mucho fruto… Ahora mi alma está turbada.

Y ¿qué voy a decir? ¿Padre, líbrame de esta hora? Pero ¡si he llegado a esta hora para esto! Padre,

glorifica tu nombre.» (Jn 12, 23-28) El camino de la libertad y de la perfecta obediencia al Padre se

identifican en Jesús, el hombre perfecto. «Mi alimento, explica a sus discípulos, es hacer la voluntad

del que me ha enviado y llevar a cabo su obra.» (Jn 4, 34)

Unido al Padre, Jesús ama hasta el extremo, hasta el don de su propia vida por sus amigos, por los

hombres. Porque se halla enraizado en el amor del Padre, porque mora en su amor, Jesús vive para

los demás. Siendo el Señor y el Maestro, no dudó de ponerse a los pies de sus discípulos para

lavárselos. No dudó en ir a la cruz, en beber el cáliz que le daba el Padre, para llevar a cabo en él la

reconciliación con Dios. Así glorificaba al Padre y era él glorificado. Su travesía obligada por la cruz,

pero libremente asumida, era el camino para que aconteciera el don del Espíritu prometido. «Yo os

digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito;

pero si me voy, os lo enviaré…» (Jn 16, 7) El hombre verdadero se realiza y glorifica amando y

sirviendo a Dios en los hermanos. Tal es el camino de la verdadera realización del hombre filial,

frente a la pretenciosa voluntad del viejo Adán que, engañado por la serpiente, trato de afirmarse

frente a Dios, queriendo ser como Dios la fuente de su propia vida y existencia. «Conocéis bien la

gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual siendo rico, por vosotros se hizo pobre a fin de que os

enriquecierais con su pobreza» (2Cor 8, 9)

Page 16: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

16

Resucitado de entre los muertos, el Hijo del hombre, es fuente de vida nueva para todos nosotros,

por él se nos da el Espíritu de la Verdad, Santidad y Libertad, por él somos hechos hijos de Dios y se

recrea la fraternidad, pues ha sido derribado el muro de la enemistad que separaba a los pueblos.

Él es el Mediador de la nueva y definitiva alianza de Dios con la humanidad. Él es Señor y Juez de

vivos y muertos. Vencedor de la muerte y del pecado, nos abre a todos el camino de la esperanza

gozosa.

3. CONSECUENCIAS PARA LA IDENTIDAD DEL CREYENTE

La Palabra, por la que todo fue hecho, se hizo carne, para que por fuéramos recreados para la

filiación y, por lo mismo, para la fraternidad. Quien cree en él recibe el poder de hacerse hijo de

Dios y hermano universal. Los discípulos de Jesús, como enseñó Pablo, reciben el Espíritu que

clama en nosotros: Abba, Padre. Son amigos y hermanos de Jesús. Forman una auténtica

Fraternidad. Ahora ya conocemos el camino de la realización del hombre creado a imagen y

semejanza de Dios, esto es, para la comunión, la libertad y el servicio del amor. El hombre

verdadero se afirma en la medida que afirma a Dios y a los demás; y arruina su existencia si trata

de afirmarse frente a Dios y a los demás. El hombre Jesús es el camino para la Iglesia y para cada

uno de nosotros. Con san Agustín podemos decir: Ser cristiano es andar «el camino que nos trazó

con su humanidad la divinidad del Unigénito» En Cristo se resuelven los tres enigmas del

caminante humano: de dónde vengo, a dónde voy, por dónde tengo que ir: «El hombre Cristo es

tu camino; Dios Cristo es tu patria. Nuestra patria es la verdad y la vida; nuestro camino, el Verbo

hecho carne que mora entre nosotros». La verdadera vocación del hombre se revela en el hombre

Jesús.

Para la oración y la reflexión

Jesús es el salvador, la salvación en persona.

La fuente de la vida del hombre no se encuentra en él, sino en Dios y en su palabra creadora. El

hombre pecador, por otra parte, necesita ser salvado para encontrar el camino de la vida en

plenitud. El hombre, tal como aparece en Juan es limitado, criatura necesitada de salvación.

Jesús es el salvador, la salvación en persona. Vino al mundo para que el hombre tenga vida y la

tenga en abundancia (cf. Jn 10, 10). La Verdad que hace libre.

Textos:

Jn 3, 17-21; 4, 39-42; 5, 34-46; 10, 7-9.22-29; 12, 44-50

Cuestiones

¿Cómo Juan nos presenta en estos textos a Jesús como el Salvador del hombre?

¿En qué consiste la salvación aportada por la persona de Jesús?

¿Qué consecuencias sacas para la comprensión del hombre creyente?

Page 17: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

17

04-JESÚS ES EL SALVADOR, LA SALVACIÓN EN PERSONA.

Oración

¡Oh Salvador mío, fuente inagotable de dulzura y de bondad! No piense yo más que en Vos. Cuando al mismo tiempo que a Vos se ama cualquiera otra cosa, ya no se os ama, ¡oh Dios mío!, con verdadero amor. ¡Oh amor lleno de dulzura, dulzura llena de amor, amor exento de penas y seguido de infinidad de placeres; amor tan puro y tan sincero que subsiste en todos los siglos; amor cuyo ardor no hay cosa que pueda apagar ni entibiar! ¡Jesús, mi adorable Salvador, cuyas bondades, cuyas dulzuras son incomparables, caridad tan perfecta como que sois nada menos que mi Dios! Véame yo abrasado en vuestras divinas llamas, de suerte que no sienta ya más que aquellos torrentes de dulzuras, de placeres, de delicias y de alegría, pero de una alegría enteramente justa, enteramente casta, pura, santa y seguida de aquella perfecta paz que solamente en Vos se encuentra. Sea yo abrasado en las llamas de aquel amor, ¡oh Dios mío!, con todo el afecto de mi corazón y de mi alma. No quiero, bien mío, no quiero en lo sucesivo más amor que el vuestro. Amén. (San Agustín)

Reflexión

Los escritos del Nuevo Testamento, en particular el evangelio de san Juan, hablándonos de Dios lo

hacen al mismo tiempo del hombre, de la relación que existe y debe existir entre ellos. En Jesús

Dios y el hombre se han unido para siempre. Para la fe bíblica el hombre fue creado desde el

principio para la amistad y alianza con su Creador. La «vida» y plena realización de la humanidad

depende, en última instancia, de su unión con la fuente de la vida y de la luz. Y así surge el drama de

la humanidad o, si se quiere, del mundo. Buscando ser como Dios se ha cortado de su fuente. Se

lanzó por el camino de la mentira y de la muerte. Las puertas del «paraíso» se cerraron y el hombre

quedó expulsado. Por otra parte, la Palabra, fuente de vida y de luz, vino a su casa y los suyos no la

recibieron. «En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella [la Palabra], y el mundo no la

conoció. Vino a su casa y los suyos no la recibieron.» (Jn 1, 10-11) Este es el drama en que se

enmarca el cuarto evangelio.

1. EL SALVADOR DEL MUNDO

Los samaritanos, después de oír a Jesús, se dirigen a la mujer que los había llevado hasta él, en

estos términos: «Ya no creemos por tus palabras; que nosotros mismos hemos oído y sabemos que

él es verdaderamente el Salvador del mundo.» (Jn 4, 42) El relato nos ayuda a descubrir la verdad

de Jesús, el Mesías, es el Salvador. En efecto, la samaritana se había dirigido a los suyos con estas

palabras: «Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho: ¿No será éste el Cristo?»

(4, 29).

En el Antiguo Testamento, Dios se presentaba como el Salvador del pueblo de Israel. Lo liberó de la

esclavitud de Egipto y lo introdujo en la tierra de la libertad. En la tercera parte del libro del profeta

Isaías se afirma: «Y fue él su Salvador en todas sus angustias. No fue un mensajero ni un ángel: él

mismo en persona lo liberó. Por su amor y su compasión él los rescató; los levantó y los llevo todos

los días desde siempre.» (Is 63, 8-9) La confesión de fe de los samaritanos desvela que en el

hombre Jesús, al que la samaritana había anunciado de forma interrogativa como el Mesías, Dios

mismo estaba salvando al mundo. El hombre de Nazaret era realmente el Salvador del mundo.

Esta confesión de fe nos hace comprender que la salvación proveniente de los judíos, como afirma

el propio Jesús (cf. Jn 4, 22), se hace presente en su persona y alcanza al mundo entero. Así se

Page 18: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

18

recalca la universalidad de la salvación. Si en el Antiguo Testamento Dios se presentaba como el

Salvador del pueblo de Israel de «sus enemigos», ahora se confiesa a Jesús como el Salvador

universal. Nadie, por tanto, puede ya apropiarse en exclusiva la salvación. El Hijo único ha sido

enviado al mundo para que «el mundo se salve por él» (Jn 3, 17). El evangelio de Dios es la oferta de

salvación a la humanidad entera.

Surge así una cuestión clave para comprender el ser del hombre, el mundo de los hombres. ¿Por

qué y de qué necesita ser salvado el mundo? ¿Acaso no puede el hombre salvarse a sí mismo?

2. «HE AQUÍ EL CORDERO DE DIOS, QUE QUITA EL PECADO DEL MUNDO» (Jn 1, 29)

Juan Bautista, el testigo enviado por Dios, presentó a Jesús de Nazaret como «el Cordero de Dios,

que quita el pecado del mundo.» Este testimonio lo recordamos todos los días en la Eucaristía. Dios

envió a su Hijo para quitar del pecado del mundo y darnos así la vida eterna. Tratemos de

comprender qué significa este testimonio de Dios a través del Bautista para nuestra comprensión

del ser del cristiano en el mundo.

Si queremos comprender correctamente el significado de esta afirmación conviene recordar el

mensaje del profeta Isaías, así como una afirmación de san Pablo. El profeta habla de consolar al

pueblo, pues su pecado se había perdonado (cf. Is 40, 2). El Mesías haría abundar el conocimiento

de Dios y por ello nadie obraría ya el mal en la tierra del Señor (cf. Is 11, 9). Los judíos, en efecto,

esperaban que el Mesías purificase al pueblo de sus pecados. Esta espera se ve realizada en Jesús:

«Y sabéis que él se manifestó para quitar los pecados y en él no hay pecado.» (1Jn 3, 5). San Pablo,

por su parte, habla de estar vendido al poder del pecado: «Sabemos, en efecto, que la ley es

espiritual, mas yo soy de carne, vendido al poder del pecado.» (Rom 7, 14) Y concluye el apóstol:

todos, antes de la venida de Jesús, estábamos bajo el «poder del pecado», éramos esclavos del

pecado.

Conviene notar el paso del plural «pecados» al singular «pecado». El testimonio de Juan Bautista no

habla de pecados, sino «del pecado del mundo». El mismo evangelista oscila entre el singular y el

plural. «Todo el que comete el pecado (HAMARTÍA) obra también la iniquidad (ANOMÍA), y es que

el pecado es la iniquidad» (1Jn 3, 4). El pecado «no se entiende ya como un acto pecaminoso

aislado, ni el mero quebrantar una norma, sino la actitud global de rebelión y hostilidad contra el

reino de Dios, propia de quien vive bajo el dominio satánico.» El pecado del mundo expresa, por

tanto, el estado del mundo separado de Dios.

A diferencia de san Pablo o de los sinópticos, nuestro evangelista no enumera una lista de pecados.

«Podría decirse que se eleva a un nivel superior, desde el que puede abrazarlo todo con una sola

mirada y unificarlo todo. De las 34 veces que usa el término HAMARTÍA (17 en el evangelio y 17 en

las cartas), 25 lo hace en singular. En el Evangelio sólo en 3 ocasiones lo hace en plural (8, 24; 9, 34;

20, 23). El evangelista, pues, con la confesión de fe de Juan Bautista, el testigo que habla en nombre

de Dios, presenta a Jesús como el que viene a destruir el poder del pecado al que el mundo está

sometido. San Juan ve al mundo como un todo que se ha posicionado frente a Cristo: éste es su

pecado. «Si yo no hubiera venido y no les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no

tienen excusa de su pecado.» (Jn 15, 22; cf. Jn 6, 36) La aceptación o el rechazo de Cristo es uno de

los temas mayores del cuarto evangelio (cf. Jn 1, 10-11). Por rechazar a Cristo, el mundo se pone

bajo el imperio del príncipe de este mundo (cf. Jn 12, 31; 1Jn 5, 19). El que comete el pecado se hace

Page 19: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

19

su esclavo (cf. Jn 8, 34). El pecado es el rechazo consciente de la luz y la verdad, la elección del

camino de la mentira y la tiniebla. Así se entra en el drama.

Para llevar a cabo la liberación del pecado, la salvación del mundo, el Hijo enviado por el Padre

eligió el camino del Siervo. Él es el Cordero dado por Dios para liberarnos mediante su palabra y su

sangre del poder del príncipe de este mundo, como un día liberó a Israel del exterminio. En y por

Jesús, Dios estaba reconciliando al mundo consigo y liberándolo del poder del pecado. Quitar el

pecado significa, en última instancia, liberarnos del poder del príncipe de este mundo, para

caminar en la verdad que nos libera y nos da la vida eterna. De esta forma, Jesús inaugura una

nueva etapa en la relación que une a Dios con los hombres, la nueva economía de la salvación. Toda

la iniciativa es Dios, así nos revela el misterio de su persona y de nuestra identidad humana.

Liberados para la libertad.

3. EL SER HUMANO EN EL MUNDO ANTES Y DESPUÉS DE CRISTO

El hombre real y concreto existe en el mundo. Ahora bien, en el evangelio según san Juan este

concepto se entiende en la perspectiva de la historia de la salvación y con significados diversos, que

conviene clarificar. En general, el mundo en la perspectiva bíblica, y más en concreto en san Juan,

se entiende como el ámbito temporal y espacial en el que Dios realiza su proyecto de salvación en

Jesucristo. Precisemos tres dimensiones del término mundo (cosmos) que el evangelista utiliza 77

veces.

Se entiende, en primer lugar, como el conjunto de las criaturas: «todas las cosas», la totalidad de la

creación (Jn 1, 3). Todo fue creado por Dios. Todo proviene del Logos y, por tanto, todo participa de

su bondad y sabiduría. Dios da origen a la historia del mundo. Este mundo es el que determina la

existencia del hombre como criatura. El hombre pertenece al mundo y el mundo al hombre. Está en

el mundo y es mundo. El límite es constitutivo del ser humano, pues viene de la tierra.

Una segunda acepción de mundo. Éste se entiende en muchos pasajes como la humanidad en su

totalidad. La humanidad, el mundo, es amado apasionadamente por Dios. En él se desarrolla la

historia de la salvación. El Hijo es enviado para salvar al mundo, para salvar la totalidad de la

humanidad. Pero Juan concibe a la humanidad en no pocos pasajes como alejada de Dios, como

necesitada de salvación, pues se hallaba bajo el poder del pecado. Y como el hombre no pudo darse

la vida, así tampoco puede salvarse por él mismo. La venida del Logos al mundo pone de manifiesto

el pecado del mundo, pues no acogió al Logos como la fuente de la luz y de la vida, prefiriendo la

mentira. Es a esta humanidad en pecado a la que Dios hace objeto de su amor salvífico.

Existe aún una tercera acepción que conviene resaltar. Es quizás la más característica en Juan y la

que más se aproxima al nivel de una categoría ética. Mundo es la humanidad en tanto que rechaza a

Dios en su Palabra, en su Logos creador. El mundo se presenta así en oposición a su Hacedor, como

la expresión de una potencia que somete al hombre y se opone a su plena realización de acuerdo

con la Palabra que le da origen.

Juan, no obstante, destaca que hay personas que en medio del mundo de la incredulidad se abren

por la fe a la acción salvadora del Logos encarnado (cf. Jn 1, 12). Los «judíos» personifican de

alguna manera esta comprensión del mundo, por el hecho de oponerse de forma frontal a la luz,

esto es, al Verbo encarnado. Por ello insiste el evangelista, que Dios saca a los discípulos del mundo

para entregarlos al cuidado de su Hijo.

Page 20: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

20

De esta forma el hombre después de Cristo tiene la posibilidad de alcanzar su identidad filial y

culminar la relación de alianza, de verdadera amistad con Dios. Jesús ha venido para hacernos

pasar de la esfera de la enemistad con Dios a una verdadera relación de fe y amor, que son las

palabras claves de la vida cristiana.

Jesús viene al mundo para liberarlo del pecado, es decir, para abrirle el camino de una nueva

relación con Dios, de modo que el ser humano tenga acceso a la unión y comunión con el Dios de la

alianza. Las bodas de Caná son la expresión de la finalidad de la misión de Jesús. Él es el mediador

que une el cielo y la tierra.

Acentuando la dimensión negativa en que se halla sumergido el ser humano en el mundo, el

evangelista pone de manifiesto el amor y la bondad de Dios hacia la humanidad. Jesús es vencedor

del príncipe de este mundo. En los exorcismos de los sinópticos se manifestaba en acción el poder

liberador de Cristo. San Juan nos dice que Jesús es el vencedor de Satanás. Éste es el padre de la

mentira. Jesús es la verdad que libera y salva.

CONCLUSIÓN

El ser humano aparece así como un ser indigente. Tiene su origen en la palabra creadora de Dios.

Prisionero en el mundo hostil a Dios no puede salvarse por sí mismo. Es salvado por el amor de

Dios revelado en su Hijo único. En efecto, Jesús vino al mundo para que el hombre tenga vida y la

tenga en abundancia (cf. Jn 10, 10). Jesús es el pastor del hombre, el que lo llama por su nombre, lo

libera de los diferentes apriscos en que se halla oprimido y lo lleva a la fuente de la verdad, de la

libertad y de la vida. Él es el camino de la Iglesia, del hombre nuevo. La verdad que nos hace libres.

Para la reflexión y la oración

El Espíritu de la verdad, el otro Paráclito

La misión de Jesús culmina con el don del Espíritu de la verdad. Él es el “otro Paráclito”, el otro

defensor y abogado. Su misión es prolongar y universalizar la misión de Jesús es favor de la

humanidad. Él conduce existencialmente al hombre “al pleno conocimiento de la Verdad”, a la

comunión que reina entre el Padre y el Hijo. El Espíritu que mora en el discípulo guía y fecunda

su existencia desde dentro.

Textos:

Jn 3, 1-11; 7, 37-39; 14, 14-20.25-26; 15, 26-27; 16, 4-15

Cuestiones:

¿Cuál es la misión del Espíritu en la historia de la salvación?

¿Qué obra el Espíritu en la persona del creyente?

¿Qué papel desempeña el Espíritu en tu vida concreta?

Page 21: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

21

05-EL ESPÍRITU DE LA VERDAD, EL OTRO PARÁCLITO

Oración

¡Oh llama de amor viva,

que tiernamente hieres

de mi alma en el más profundo centro!;

pues ya no eres esquiva,

acaba ya, si quieres;

rompe la tela de este dulce encuentro.

¡Oh cauterio suave!

¡Oh regalada llaga!

¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado!,

que a vida eterna sabe

y toda deuda paga;

matando, muerte en vida la has trocado.

¡Oh lámparas de fuego,

en cuyos resplandores

las profundas cavernas del sentido,

que estaba oscuro y ciego,

con extraños primores,

calor y luz dan junto a su Querido!

¡Cuán manso y amoroso

recuerdas en mi seno,

donde secretamente solo moras,

y en tu aspirar sabroso de bien y gloria lleno, cuán delicadamente me enamoras!

(San Juan de la Cruz)

Reflexión

La misión de Jesús en la tierra culmina con el don del «Espíritu de la verdad». Al inicio de su evangelio,

Juan pone estas palabras en boca del testigo enviado por Dios, Juan Bautista: «Aquel sobre quien veas

que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo.» (Jn 1, 34: cf. 3, 34)

Antes de salir de este mundo al Padre, el Hijo único decía a sus discípulos: «Os conviene que me vaya;

porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré.» (Jn 16, 7). El

Espíritu es el «otro Paráclito», el otro consolador, defensor, abogado. Es nuestro valedor. Su misión es

prolongar la misión del Verbo venido en nuestra carne para dar vida nueva a nuestra carne. Para una

mejor comprensión del ser del creyente a la luz del cuarto evangelio, no perdamos de vista lo que Pablo

afirma: «El que está en Cristo, es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo.» (2Cor 5, 17). Ahora

bien: ¿Cómo llegamos a estar en Cristo? ¿Cómo acontece el paso de lo viejo a lo nuevo? Antes de buscar

la respuesta en el cuarto evangelio, volvamos la mirada al profeta Ezequiel, de quien Juan se inspira en

no pocos pasajes, como en el tema de Cristo buen pastor.

1. UN NUEVO AVENIR PARA EL PUEBLO POR EL ESPÍRITU

El profeta Ezequiel ve la intervención de Yahvé en los tiempos futuros como una manifestación de su

santidad. Recreará al pueblo engendrándolo para una vida nueva. Así en el capítulo 36 encontramos

esta bella expresión: «Os rociaré con agua pura y quedaréis purificados; de todas vuestras manchas y de

todos vuestros ídolos os purificaré. Y os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu

nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Infundiré mi

espíritu en vosotros y haré que os conduzcáis según mis preceptos y observéis y practiquéis mis

normas.» (Ez 36, 34-37). El agua y el espíritu engendran la vida, la vida nueva.

Más adelante el profeta proclama cómo el pueblo de los huesos secos recobra la vida por medio de la

acción del Espíritu. «Infundiré mi espíritu en vosotros y viviréis.» (Ez 37, 14) Del santuario, por otra

parte, enseña el profeta, brotan las aguas vivificantes y sanadoras. «Por donde quiera que pase el

torrente, todo ser viviente que en él se mueva vivirá. Los peces serán muy abundantes, porque allí

donde penetra esta agua lo sanea todo, y la vida prospera en todas partes a donde llega el torrente.» (Ez

Page 22: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

22

47, 9) El agua y el espíritu son el símbolo de la vida nueva que viene de Dios y alcanza al hombre en este

mundo.

El evangelista Juan, profundamente enraizado en la tradición profética, nos presenta la misión de Jesús

en continuidad y discontinuidad. Sólo en la novedad se llega a permanecer fiel a la tradición

proveniente de Dios, pero siempre velada por el lenguaje y la situación en que se recibe y transmite su

revelación.

2. EL ENCUENTRO DE JESÚS CON NICODEMO. (Jn 3, 1-21)

La entrevista de Jesús con Nicodemo, magistrado judío y miembros del Sanedrín, acontece en la noche.

Este magistrado busca la luz, pero no la ha descubierto todavía. Deberá vivir un largo proceso hasta

llegar a la fe. Sólo después de la muerte de Jesús en cruz, Nicodemo da el salto a la fe y se muestra como

discípulo del que a partir de ese momento reconoce como la fuente de la vida. Pero estemos atentos al

diálogo entre el maestro de Israel y Jesús, que se autoproclama como el testigo venido del cielo, como el

Hijo único.

El magistrado de Israel conocía las Escrituras, pero no poseía su inteligencia profunda. Como era un

hombre honesto y honrado, reconoce en Jesús a un maestro superior a él, pues Dios está, sin duda, con

él. Así lo atestiguan las señales que realiza. El evangelista no dice el motivo de la visita de Nicodemo.

Jesús toma de inmediato la palabra y lanza de entrada una afirmación que desconcierta al bueno de

Nicodemo. «En verdad, en verdad, te digo: el que no nazca de lo alto no puede ver el reino de Dios.»

Ante el desconcierto que estas palabras provocan en él, Nicodemo pregunta: «¿Cómo puede uno nacer

siendo ya viejo? ¿Puede acaso entrar otra vez en el seno de su madre y nacer?» Nicodemo no

comprendió que se trata de «nacer de lo alto» para ver el reino de Dios. El malentendido hace que el

lector aguarde la respuesta de Jesús: «En verdad, en verdad, te digo: el que no nazca de agua y de

Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es

espíritu. No te asombres de que te haya dicho: Tenéis que nacer de lo alto. El viento supla donde quiere,

y oyes su voz, pero no sabes de donde viene y a donde va. Así es todo el que nace del Espíritu.»

El nacimiento que Jesús propone a Nicodemo es el nacimiento del «hombre nuevo». Jesús, como vimos

en el prólogo, da el poder de llegar a ser hijos de Dios a todos los que lo acogen con fe. Ahora se precisa

cómo llegar a ser realmente hijo de Dios. Es un nacimiento de lo alto, obra del Espíritu en aquellos que

sea abren por la fe a la palabra del Verbo encarnado, esto es, del Hijo único. El Espíritu es el agente de la

creación del hombre nuevo y de la Iglesia. Estamos así ante la idea de la generación sobrenatural.

Es importante notar, por otra parte, que Nicodemo representa al hombre honesto y religioso, la

judaísmo honrado; pero esto no basta para ver el reino, para entrar en él. Es necesario que haya un

momento de conversión, de discontinuidad, comparable a lo que ocurre en el nacimiento biológico: el

paso de la noche a la luz. Aquí radica la fe que se pide a los creyentes. No basta con reformar el

comportamiento humano, la conversión que Jesús reclama implica una nueva situación, una renovación

total, que afecta al ser mismo de la persona. Es preciso abrirse al poder del Espíritu. Él puede

injertarnos en el Hombre Nuevo y Perfecto que es Jesucristo, en quien el reino de Dios se hace presente

y operante en la historia. Para ver y entrar en el reino de Dios, para participar plenamente de la vida

nueva que aporta, es preciso un dejarse recrear por el Espíritu. Resucitado de entre los muertos, Jesús

«sopla» sobre los discípulos (el soplo de Jesús simboliza el Espíritu -en hebreo soplo, ruah- que él envía

como principio de la nueva creación. Cf. Gen 1, 2; 2, 7; Sab 15, 11) y les confiere el Espíritu para que

perdonen los pecados y trabajen en la recreación de la humanidad. (cf. Jn 20, 21-23)

El encuentro con Nicodemo en la noche nos muestra así que el hombre no puede darse a él mismo una

nueva vida. Sólo el Espíritu de Dios tiene poder de generar al hombre nuevo. Ahora bien esto supone

Page 23: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

23

dar fe a la palabra del que viene de lo alto, del Hijo unigénito, que a lo largo de la entrevista con

Nicodemo se presenta como «el otro» (cf. Jn 8, 23). Del costado de Cristo manará el agua de la vida y a

través de su Pascua recibimos el Espíritu. Tal es el paso de la noche al día, de la tiniebla a la luz. Es

preciso salir del seno materno para ver y entrar en el reino de Dios, que ha llegado con Jesucristo.

3. LA VERDAD COMO CAMINO DE LIBERTAD

El hombre nuevo se caracteriza por su apertura a la verdad que libera para la libertad. «Decía Jesús a

los que habían creído en él: “Si os mantenéis fieles a mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos,

y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”.» (Jn 8, 31-32) El hombre nuevo es un hombre filial y

libre.

El Espíritu en el evangelio de Juan aparece principalmente como el Espíritu de la verdad. Su misión

consiste, ante todo, en conducir a los discípulos que han creído en Jesús a la verdad plena. En la

intimidad del cenáculo, Jesús decía a sus discípulos: «Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará

hasta la verdad completa.» (Jn 16, 13) Pero tengamos presente la afirmación de Jesús: «Yo soy el

camino, la verdad y la vida.» (Jn 14, 6) El Espíritu no sólo recuerda las palabras de Jesús: injerta al

creyente en la Vid verdadera, haciéndolo partícipe de la vida y libertad de Cristo resucitado, al Verdad

personal.

En la entrevista de Jesús con Nicodemo, el evangelista nos hacía pasar del singular: yo-tú, al plural

nosotros-vosotros. De esa forma planteaba el paso necesario de la no fe a la fe en el testimonio de quien

procede del Padre. Rechazar la verdad es rechazar la «tradición» proveniente del Padre; es hacerse

esclavo de la mentira. El hombre se realiza en la medida que se deja conducir por el Espíritu de la

verdad hacia la Verdad plena, esto es hacia la Verdad personal y viviente. ¡No reduzcamos la Verdad a

las verdades! Libre es el que está en la Verdad, en Cristo. El Espíritu, en definitiva, hace posible que el

discípulo permanezca en la verdad y la novedad de la verdad revelada en y por Jesús.

4. EL ESPÍRITU DE LA VERDAD Y EL MUNDO

El Espíritu de la verdad es el testigo de Jesús en y a través de los creyentes. «Cuando venga el Paráclito,

el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, y que yo os enviaré de junto el Padre, él dará

testimonio de mí. También vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio.» (Jn

15, 26-27) El Espíritu hace de los creyentes verdaderos testigos de Jesús en el mundo. El discípulo se

caracteriza por ser un testigo de la verdad, pues vive en aquel que es la Verdad y cuyo objetivo al venir

al mundo fue dar testimonio de la verdad. Así el Espíritu prosigue la misión del Hijo en sus discípulos.

Pero el Espíritu también actúa en «la conciencia del mundo» a fin que pueda reconocer su equivocación

y alcanzar la fe en el Salvador del mundo. El Paráclito, el defensor de los creyentes, actúa de tal modo

que convence al mundo en lo referente al pecado, la justicia y el juicio (cf. Jn 16, 7-11). En el gran

proceso de Jesús y sus discípulos con el mundo, el Espíritu actúa como el defensor, como el que de parte

de Dios establece la culpabilidad del mundo, por cuanto ha rechazado a su enviado. Es muy importante

notar cómo el Espíritu da la vuelta a la argumentación del mundo. Si el mundo condenó a Jesús como

blasfemo (y también a los suyos), ahora el Espíritu rehabilita a Jesús y convence al mundo de pecado,

pues se negó a acoger al Hijo enviado al mundo para salvarlo. No creer es el pecado fundamental. El

Espíritu restablece la justicia en favor de Jesús y la comunidad de los discípulos. En nombre de la ley

condenaron a Jesús. Ahora el Espíritu establece la verdad y muestra cómo Dios glorifica a su Hijo

enviado en la carne. Tal es el sentido de la resurrección. Dios establece la justicia, que es mucho más

que la rectitud moral. El Espíritu atestigua en los discípulos la certeza de que Jesús es realmente el Hijo,

pues Dios lo ha resucitado de entre los muertos. Dios ha pronunciado su juicio y el Príncipe de este

Page 24: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

24

mundo ha sido condenado. Con esta seguridad y libertad debe avanzar el creyente en medio de las

crisis, dificultades y persecuciones que se prolongan en el mundo.

CONCLUSIÓN

«Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos

morada en él.» (Jn 14, 23) El ser del creyente se nos va así revelando en profundidad. El

creyente que se abre a la palabra del Enviado se convierte en morada del Padre y el Hijo, pues

recibe el Espíritu, el principio personal de una vida nueva. El creyente deja que el Espíritu

habite en él y fecunde su existencia desde dentro. Ahora puede caminar en la parresía del

Espíritu, como Jesús. La parresía que es aplomo, certeza, libertad y plena confianza en la

verdad. El Espíritu es quien da testimonio de que somos hijos. El Espíritu es el que afirma:

«Jesús es Señor». Más todavía, el creyente se convierte en Jesús y con Jesús en fuente de vida

para el mundo: «El último día de la fiesta, el más solemne, puesto en pie, Jesús gritó: Si alguno

tiene sed, venga a mí, y beba el que crea en mí, como dice la Escritura: de su seno correrán ríos

de agua viva. Esto lo decía refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en él.

Porque aún no había Espíritu, pues todavía Jesús no había sido glorificado.» (Jn 7, 37-39)

Para la oración y la reflexión

El discípulo fruto de la iniciativa divina.

El sentido del discípulo en el marco de Israel. Los discípulos como don del Padre al Hijo. Jesús

elige libremente a sus discípulos, que han de desarrollar una profunda conciencia de ser fruto de

la gracia. Aprender a vivir con alegría y confianza el don de Dios. La existencia desde la acción

de gracias y la alabanza. Jesucristo no eligió hombres perfectos ni su elección hizo de ellos

personas impecables. El camino de la verdad y de la humildad.

Textos:

Jn 1, 35-51; 6, 37-47; 15, 1-17; 17, 11b-23

Cuestiones:

¿Qué implica el hecho que Jesús reciba del Padre a sus discípulos?

¿Qué caracteriza el ser del discípulo de Jesús?

¿Qué significa a tu juicio «aprender a vivir del don de Dios»?

Page 25: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

25

06-EL DISCÍPULO: FRUTO DE LA INICIATIVA DIVINA

0ración

Señor Jesús: abre mis oídos, para que pueda escucharte.

Abre mis ojos, para que pueda verte.

Abre mis labios, para que pueda proclamarte.

Abre mis sentimientos, para que pueda alabarte.

Abre mi corazón, para que pueda amarte.

Purifica mi mente, mi imaginación, para que siempre seas Tú mi pensamiento.

Permíteme reconocerte como mi único Maestro y Señor.

Enséñame a ser como Tú, manso y humilde de corazón.

Recibe mi historia, Tú lo sabes todo, Tú sabes que te amo. Tú discípulo quiero Ser. Amén.

Reflexión

Como vamos viendo a lo largo de nuestra catequesis hay una radical sintonía entre el evangelio de

Juan y los evangelios sinópticos. Pero la sintonía no puede ocultar la manera tan original con la que

Juan aborda los temas. Y esto se confirma, una vez más, en la forma como el cuarto evangelio

presenta el tema del discipulado. Antes de adentrarnos en la cuestión, veamos el contexto en que se

planteaba el tema del discipulado en el marco de la fe israelita.

1 EL DISCÍPULO EN EL MARCO DE LA FE DE ISRAEL

El discípulo de acuerdo con la raíz hebrea es “hacer experiencia o adquirir familiaridad con alguna

cosa”. El conocimiento y el aprendizaje implican una experiencia existencial de toda la persona.

Supone familiarizarse con la propuesta de vida que se le propone. El discípulo de la Torá, de la Ley,

no solo la estudia y examina, sino que está llamado a observarla y ponerla en práctica. El Maestro

dependía también de la Ley, verdadero don de Dios. Ahora bien, para tener experiencia de la Ley

era preciso escucharla, aprenderla de memoria, meditarla, practicarla y comunicarla (cf. Dt 6, 4-9).

No se trataba de seguir a un maestro, sino de ser guiado por el maestro para entrar en el verdadero

sentido y práctica de la Ley. El discípulo elegía a su maestro y juntos estaban llamados a ser

discípulos de la Ley. Se trataba de instruir en la Ley y las tradiciones de los padres, como recuerda

la secta de los fariseos.

El Siervo es el verdadero discípulo y se caracteriza por la escucha. El profeta Isaías enseña: los

labios de discípulo del siervo presuponen oídos de discípulo (cf. Is 50, 4-9; 55, 3). Jesús es el

verdadero discípulo, pues no dice ni actúa por su cuenta. El evangelio de Juan insiste en que habla

según oye y actúa según contempla. Él es la Palabra única del Padre y quien lo ve, ve al Padre. Por

ello se presenta como el Maestro único y puede desde dentro reinterpretar la misma Ley.

2 LA ORIGINALIDAD DEL DISCÍPULO A LA LUZ DEL EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN

Para comprender la originalidad del discipulado en el evangelio de Juan sería necesario rastrear los

diferentes textos en que aparece la relación de Jesús con sus discípulos, con la comunidad de los

Page 26: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

26

discípulos. Trataremos de algunos de los momentos principales para entresacar unos cuantos

aspectos fundamentales.

2.1 EL ENCUENTRO DE JESÚS CON LOS PRIMEROS DISCÍPULOS (JN 1, 35-51)

El relato del encuentro de Jesús con los primeros discípulos tiene una gran diferencia, al menos en

apariencia, con el relato de Mc (cf. Mc 1, 16-20). En Mc Jesús pasa, ve, llama y los discípulos

dejándolo todo se fueron detrás de Jesús. La narración de Jn es más compleja y la llamada de Jesús

no se presenta de la misma forma.

En un primer momento conviene notar que los dos primeros seguidores de Jesús eran discípulos de

Juan Bautista. Hombres, por tanto, iniciados en una vida de penitencia y conversión. Este dato es

importante y podría verse como desconcertante a la luz de una lectura superficial de Lc 11, 1. El

seguimiento de Jesús supone abandonar al maestro que le ha señalado la presencia del que bautiza

en el Espíritu Santo, el Cordero de Dios. La iniciativa de la llamada, por tanto, no viene de Jesús,

sino de más allá, pues no olvidemos que Juan Bautista es el testigo enviado por Dios. El seguimiento

de los primeros discípulos arranca, por tanto, del que envió a Juan para preparar un pueblo bien

dispuesto para acoger al Mesías.

Las llamadas e invitaciones se suceden en este texto. Todo acontece como en cascada. La

experiencia de estar y permanecer con Jesús es el camino para que la llamada se propague. Unos

llevan a otros a Jesús. Los amigos se comunican el encuentro del Mesías, del esperado de Israel.

Pero en todo este relato, Jesús aparece también como el que tiene la palabra definitiva. Se vuelve,

ve y pregunta a quienes les siguen: «¿Qué buscáis?» Pregunta importante y que de alguna forma se

repite con mayor claridad al final del evangelio. Jesús resucitado pregunta a María Magdalena: «¿A

quién buscas?» Jesús sabe que lo buscan y les invita a hacer la experiencia de su intimidad. «Venid y

lo veréis». En el encuentro con Simón, Jesús muestra su autoridad y el conocimiento de Pedro en el

que había enviado al Bautista como testigo. A Natanael le dirá que lo vio debajo de la higuera antes

de que lo llamara Felipe. Jesús llama a seguirlo a unos y otros. Jesús se presenta con autoridad

divina y pide que le sigan. Los profetas habían hablado de ser seguidores de Dios. El evangelista

Juan se hace eco de los profetas cuando pone en labios de Jesús estas palabras: «Está escrito en los

profetas: Serán todos enseñados por Dios. Todo el que escucha al Padre y aprende su enseñanza

viene a mí» (Jn 6, 45; cf. Is 54, 13; Jer 31, 33s)

A partir de este momento Jesús va acompañado de sus discípulos, como lo vemos en el relato de las

bodas de Caná y de la purificación del templo. El relato de las bodas de Caná recalca que sus

discípulos creyeron en él. El relato de la purificación del templo muestra que el gesto y las palabras

de Jesús sólo fueron comprendidos después de la resurrección de entre los muertos.

2.2 LA CONFESIÓN DE FE DE LOS DOCE (JN 6, 67-71)

Un momento importante para comprender cómo ve Juan el discipulado se halla en el momento que

muchos de sus seguidores dan la espalda a Jesús. Ha llegado el momento de la verdad. Jesús

desenmascara primero el entusiasmo de quienes le siguen porque se han saciado. Enseña luego

que sólo van a él los que son llevados por el Padre. Y tras plantearle la cuestión de la fe y de la

necesidad de comer su carne y beber su sangre, muchos de los discípulos le dan la espalda.

Entonces se vuelve a los Doce y les pregunta si también ellos quieren marcharse. El seguimiento de

Jesús supone una opción libre a la propuesta y gracia divina. Es preciso arriesgar.

Page 27: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

27

La respuesta de Simón Pedro es clave para comprender el fundamento existencial del discipulado.

«Señor, ¿dónde quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos

que tú eres el Santo de Dios.» Creer y compartir la existencia de Jesús es lo que constituye al

discípulo. El texto subraya que la elección ha sido hecha por Jesús. Él ha elegido a los Doce. Y, no

obstante, uno de ellos es un diablo, pues le iba a entregar. De esta forma se pone de manifiesto la

libertad de Jesús al elegir y, al mismo tiempo, la libertad del hombre. La elección debe ser

correspondida. Hay que tenerlo muy presente.

2.3 EL LAVATORIO DE LOS PIES (Jn 13, 1-38)

El lavatorio de los pies es un momento importante para comprender la formación de la comunidad

de los discípulos. Estos han de dejarse purificar por la palabra del Maestro y también por la acción

simbólica del lavatorio de los pies. Es la condición para tener parte con él.

El servicio mutuo, el amor mutuo, la permanencia en la comunidad, la humildad para caminar

detrás de Jesús hacia el Padre es lo que caracteriza al discípulo. Jesús es el camino por el que han de

marchar los discípulos hacia la casa del Padre. Jesús es la escala que une el cielo y la tierra.

2.4 EL DISCÍPULO: AMIGO, ELEGIDO, ENVIADO PARA DAR FRUTO (Jn 15, 13-16-27)

Para el evangelista, el discípulo es un elegido y un llamado. No es el discípulo el que elige al

Maestro, sino el Maestro al discípulo. Esta afirmación es de una trascendencia incalculable, pues

muestra que Jesús se sitúa del lado de Dios. Dios eligió a Israel para que fuera su discípulo. Esta

elección se traduce en una relación de amistad. Y lo propio de la amistad es la intimidad en el amor

y el conocimiento reciproco. Jesús no busca siervos, sino amigos a quienes confiarles su intimidad.

Pero unos amigos que envía al mundo para que produzcan el fruto del amor. Discípulos-

misioneros.

El discipulado es una comunidad de amigos de Jesús. ¿Cómo ser amigo de Jesús sin estar con sus

amigos? Vivir la amistad con Jesús requiere pertenecer al círculo de sus amigos. La amistad se

construye sobre el amor de quien nos engendra mediante el don de su vida. «Nadie tiene mayor

amor que el que da su vida por sus amigos». Y, por otra parte, la amistad de nuestra parte hacia

Jesús conlleva el conocimiento mutuo y la obediencia. El discípulo está llamado a cultivar la

amistad, fuente de la misión.

A los discípulos Jesús les comunica su Espíritu para que sean sus testigos en el mundo. La

comunidad de los amigos de Jesús, por otra parte, están convocados a ser signos e instrumentos del

hombre nuevo que él engendra mediante el don de su vida. Envía a sus discípulos para que lleven

adelante su obra en el mundo, como él llevó a cabo en el Espíritu la obra de su Padre. Ser discípulo

y ser misionero son inseparables.

2.5 EL DISCÍPULO DON DEL PADRE AL HIJO (Jn 17, 1-26)

Jesús recibe a los discípulos como un don del Padre. Así se nos descubre, una vez más, el

protagonismo del Padre. Él nos conduce hasta su Hijo. Él envía el Espíritu para hacer de los

discípulos testigos de su Unigénito. Jesús ora por los que el Padre le ha dado sacándolos del mundo.

Los discípulos son del Padre y del Hijo, pues todo lo del Padre es del Hijo. Por ello se atribuye el ser

del discípulo tanto a la libertad del Padre como a la del Hijo. Y el deseo de Jesús es que los

discípulos sean uno en el nosotros divino, en el Espíritu Santo. «Que todos sean uno. Como tú,

Page 28: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

28

Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me

has enviado.» El discípulo es introducido así en la comunión y las misiones del Dios uno y trino.

2.6 LOS DISCÍPULOS COMO HERMANOS DE JESÚS (Jn 20, 17-18)

Resucitado de entre los muertos, Jesús sale en busca de sus discípulos para renovarles su

confianza. Ahora los discípulos son presentados como hermanos. Con estas palabras envió Jesús a

la Magdalena al encuentro de los discípulos: «Ve donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y

vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios». Los discípulos son introducidos en la familia de Jesús a

título de hermanos. Amigos y hermanos del Hijo son las señas de identidad de la comunidad de los

discípulos.

Si en la encarnación, el Hijo se hizo uno de los nuestros, ahora, mediante su Pascua, esto es, su

muerte y resurrección, el creyente es elevado por gracia a una dignidad inaudita. ¿Lo creemos de

verdad? ¿Alabamos a Dios por las maravillas que ha obrado en nosotros por medio de su Palabra y

del Espíritu, las dos manos de Dios, como dice san Ireneo?

CONCLUSIÓN. El discípulo es fruto de la iniciativa del amor del Padre y del Hijo en el Espíritu de la

verdad. El creyente, por tanto, está llamado a vivenciarse como un verdadero don del Padre al Hijo,

como amigo, hermanos y testigo del Hijo en el Espíritu Santo. Ahí encuentra la fuente de su alegría

y esperanza, de su confianza en el Señor. Jesucristo no eligió hombres perfectos ni su elección hizo

de ellos personas impecables. La acción de gracias y la alabanza, en el día y en la noche, es una

característica fundamental de la comunidad de los discípulos del Señor, junto con el servicio por

amor desde el último lugar.

Para la reflexión y oración personal

El camino para acoger la gracia del discipulado.

Recorriendo el evangelio de Juan pueden ponerse de relieve cuatro etapas del camino a

seguir para acoger la gracia de ser discípulo de Jesús: el encuentro gozoso y seguimiento; la

aceptación incondicional de su palabra; dejarse lavar los pies; y reconocerlo como «mi Señor

y mi Dios.» Así se nos desvela un camino progresivo de fe, camino que supone una real

conversión, pero siempre y cuando no la reduzcamos a la conversión moral.

Textos: Los anteriores bajo otra perspectiva

Cuestiones:

¿Cuáles son a la luz de estos textos las etapas de una acogida activa de la persona y obra

de Jesús?

¿Qué implicó para los primeros discípulos el seguimiento de Jesús?

¿Cómo estás acogiendo la gracia del discipulado? (Para el examen personal)

Page 29: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

29

07-EL CAMINO PARA ACOGER ACTIVAMENTE LA GRACIA DEL DISCIPULADO.

Oración

Oh Verbo! ¡Oh Cristo! ¡Qué bello y qué grande eres! ¡Quién acertara a conocerte! ¡Quién pudiera comprenderte! Haz, oh Cristo, que yo te conozca y te ame. Tú, que eres la luz, manda un rayo de esa divina luz sobre mi pobre alma, para que yo pueda verte y comprenderte. Dame una fe en ti tan grande, que todas tus palabras sean luces que me iluminen, me atraigan hacia ti y me hagan seguirte en todos los caminos de la justicia y de la verdad.

¡Oh Cristo! ¡Oh Verbo! Mi Señor y mi único Maestro! Habla, que quiero escucharte y poner en práctica tu palabra. Quiero escuchar tu divina palabra, que sé que viene del cielo. Quiero escucharla, meditarla, practicarla, porque en tu palabra está la vida, la alegría, la paz y la felicidad. Habla, Señor. Tú eres mi Señor y mi Maestro. Quiero escucharte sólo a Ti. (Antonio Chevrier)

Reflexión

En el tema anterior vimos cómo el ser del discípulo es fruto de la gracia. Fue el Señor, aun cuando

no tuviéramos conciencia de ello, quien nos eligió para ser sus discípulos, para ser sus amigos y

hermanos. Las mediaciones son instrumentos de Dios. Hoy tratamos de ver el camino recorrido por

los discípulos para acoger la gracia de la elección y llamada. Nada de extrañar, por tanto, si

volvemos sobre los mismos textos del evangelio, pero centrándonos ahora en la persona del

llamado. ¿Cómo acoger la iniciativa de Dios que nos llega, de ordinario, a través de diferentes

mediaciones? Nos ceñiremos al evangelio según san Juan.

1 PONERSE EN CAMINO DETRÁS DEL MAESTRO

La gracia de la fe, como la llamada al discipulado, reclama de la persona una decisión libre y

responsable. Dios, en la perspectiva bíblica, no creó al hombre para ser una pieza del cosmos. Lo

creó y convocó a la libertad, a fin de establecer con ella un diálogo de alianza. La persona que se

precie de ser tal, por tanto, está urgida a acoger el don de la vida de una manera activa, responsable

y agradecida.

Lo mismo sucede al hablar del discipulado. El cuarto evangelio presenta así el relato de los

primeros discípulos. Juan Bautista ve pasar a Jesús y lo señala cono «El cordero de Dios». Dos de

sus discípulos se ponen en camino detrás de Jesús. Para seguir a Jesús vemos cómo deja marchar a

sus discípulos y cómo estos abandonan al que habían seguido hasta ese momento. El evangelista

había señalado con claridad y perspicacia: Juan no era la luz, sino el «testigo de la luz» (Jn 1, 8), «el

amigo del novio» (Jn 3, 29).

Ponerse en camino detrás de Jesús supone, por tanto, despojarse con prontitud de aquellas perlas

que tanto apreciamos: familia, oficio, «maestros», esquemas culturales y religiosos (cf. Jn 5, 35-47),

Page 30: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

30

de todo aquello que nos da seguridad, para poner únicamente nuestra seguridad en la persona y

palabra de quien nos convoca a la fe y al seguimiento. La iniciativa divina no admite dilaciones ni

componendas. La aparición de Jesús en la historia de aquellos hombres supuso un verdadero

revulsivo. Conviene no perderlo nunca de vista. La llamada del Señor reclama «el sacrificio de la

fe». Para entrar en el Reino es preciso morir y renacer a una vida nueva. Morir a uno mismo, a fin

de vivir para Dios, lleva consigo la ofrenda de la vida. Cierto, es una ofrenda que nos realiza en

plenitud; pero no es menos cierto que esta ofrenda lleva consigo la muerte al «yo», para que el «tú»

del Señor oriente y dirija el ser y hacer del creyente.

Para acoger la llamada al discipulado lo primero de todo, por tanto, es salir de nuestro pasado,

abandonarlo con prontitud y alegría para marchar detrás de Jesús que pasa. El que se aferra al

pasado se incapacita para iniciar la aventura de la fe, la aventura de llegar a ser discípulos

misioneros.

2 CAMINAR CON JESÚS HASTA LA PASCUA, FIADOS EN SU PALABRA

Los primeros discípulos, al contemplar la gloria de Jesús revelada en el signo de Caná, creyeron en

él y se pusieron con entusiasmo en camino detrás de Jesús, pero sin conocer muy bien el destino y

el camino que les aguardaba. La fe comporta siempre un riesgo. El discípulo no conoce de

antemano el camino, le basta reconocer al Maestro como el camino.

Siguiendo a Jesús los discípulos descubren pronto la aventura en la que se habían embarcado.

Significativa en este sentido es la reacción de uno de los Doce ante la firme voluntad de Jesús de ir a

Betania, próxima a Jerusalén: «Entonces Tomás, apodado el Mellizo, dijo a los demás discípulos:

”Vamos también nosotros y muramos con él”.» (Jn 11, 16) Sabemos que llegado el momento todos

lo abandonarán. En la fe es preciso superar los miedos y comprometerse a seguir a Jesús hasta el

final.

Los que se aferran a las seguridades, jamás podrán seguir a Jesús, pues está siempre de camino

hacia el Padre y hacia los últimos de la sociedad. Por ello hay mucha gente religiosa y pocos

discípulos de Jesús. El evangelista Juan recuerda que fueron muchos los admiradores de Jesús, pero

pocos los que permanecieron con él hasta el final. Algunos encontraban duras las palabras de Jesús

y se echaron atrás (cf. Jn 6, 66). Otros, y hoy sigue siendo verdad, encuentran inadmisible que sea la

palabra de Jesús lo que los hace libres (cf. Jn 8, 31-47). Para ir con Jesús hasta el final es preciso dar

un si incondicional a su palabra, aun cuando de momento no la entendamos. La fe del discípulo no

se dirige a las verdades proclamadas por Jesús, sino a la persona misma del Maestro. No es la ley el

maestro, sino que el Maestro es nuestra ley. Tal es la originalidad del verdadero discípulo del

Señor. He aquí la palabra de la fe pronunciada por Pedro, el portavoz de los Doce: «Señor, ¿a quién

vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el

Santo de Dios». (Jn 6, 68-69)

El discípulo auténtico de Jesús, por tanto, se fía plenamente del Maestro y se apoya en su palabra

como el bastón que Dios le da para encaminarse con los demás hombres y mujeres a la libertad de

la alianza. El discípulo, en efecto, se edifica sobre la palabra del Maestro. Ella es la roca sobre la que

se funda la casa capaz de hacer frente a las tormentas de la vida. Edificar sobre «valores» es hacerlo

sobre arena movediza. En nuestras familias y entorno social vemos cómo muchos abandonan la fe y

práctica religiosa. A todos nos produce dolor y asombro. Pero no podemos dejar de preguntarnos:

¿la educación en la familia y comunidades estuvo basada en la palabra de Dios? La ignorancia de la

Page 31: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

31

Escritura y del dinamismo de la fe es asombrosa. Hoy seguimos entrampados en devociones y

valores, sin atrevemos a poner como fundamento de todo la palabra de Dios.

3 DEJARSE LAVAR LOS PIES

Si la salvación es don de Dios, y no conquista del discípulo, éste debe tomar conciencia de la

importancia de lo que podríamos expresar de forma paradójica: «la activa pasividad». En efecto, el

discípulo está llamado a dejarse trabajar y modelar por la Palabra, como lo hiciera María. La

«actividad» está en dejarse hacer por el Otro, ofreciéndose a la acción misma del «dabar» divino, de

la palabra que no sólo enuncia, sino que realiza, pues la palabra de Dios es acción: Hace lo que

enuncia. Para dejarse hacer por la Palabra es preciso despojarse aun de aquello que juzgamos

bueno, pues nuestros proyectos, aun los mejores no siempre coinciden con los de Dios. Los buenos,

en ocasiones, son los que más se resisten a la conversión que reclama el seguimiento de Jesús

venido en una carne semejante a la nuestra.

Pedro era un entusiasta de Jesús, pero no siempre vivió la «actividad pasiva». En ocasiones se

presenta como un activista, como quien quiere fijarle los caminos y modos de actuar al Maestro.

Ante el Señor que quiere lavarle los pies, se resiste. Su reacción es noble y lo hace con la mejor de

las intenciones; pero Jesús le hace caer en la cuenta que sigue avanzando desde sus propios

criterios, desde los pensamientos de los hombres, que no son los pensamientos de los hombres.

Pedro tendrá que aprender todos los días a dejarse conducir por el Espíritu del Señor, incluso

después de Pentecostés. La pasiva actividad no es fácil y reclama una actitud permanente de

discernimiento.

La altivez y pretensión, la propia del activista, inspirada en los buenos deseos, lleva de manera

inexorable al fracaso y a la negación. Pedro, que presumía de estar dispuesto a dar la vida por su

Maestro y Señor, lo negará. La activa pasividad es la propia de la persona pobre y humilde, la que es

consciente de no poder nada por ella misma. Los gestores y funcionarios de la acción pastoral

ignoran esta hermosa pasividad activa, aun cuando parezcan decir lo contrario.

A través de la actividad pasiva, el discípulo aprende el camino del mandamiento nuevo, del amor

mutuo, a servir desde el último lugar, sin acaparar el espacio. Jesús sabía que debía desaparecer

para dar el Espíritu. Esta pasividad activa supone una gran fe y estar dispuesto a pasar por la

prueba y las lágrimas. El camino de la verdadera «abnegación» es el que nos capacita para «la

activa pasividad».

4 «¡SEÑOR MÍO Y DIOS MÍO!»

El discípulo está llamado a pasar continuamente de la incredulidad a la fe. Es una travesía larga y,

en ocasiones, dolorosa. Tomás, el que había propuesto ir con Jesús a la muerte, tenía todavía una fe

muy incipiente. También huyó cuando llegó el momento de la verdad. Como no estaba con la

comunidad de los discípulos cuando se apareció el Viviente, se negaba a dar crédito a las palabras

de sus compañeros. Se comprende, pues, que la fe no se puede reducir a un sentimiento o a una

evidencia. La luz del Misterio al revelarse ciega todavía más la retina del ojo de la razón. Queremos

ver, pero olvidamos que el ojo natural no puede soportar la inmensa luminosidad del Sol. ¿Acaso

puedo decir que la luz no existe porque cegada por su intensidad me impide ver según mi

capacidad?

Page 32: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

32

Tomás pasó de la ceguera al reconocimiento de la luz y lo expresó, con frase lapidaria, la confesión

apostólica de la fe: «¡Señor mío y Dios mío!» Esta es la auténtica confesión de la fe apostólica. El

paso por la incredulidad forma parte del nacimiento a una fe auténtica, a una vida apostólica. Si ese

fue el camino de los Doce, ¿por qué nos cuesta entender que la fe gana en quilates a través del crisol

de la crisis? Quienes tienen miedo a la crisis, jamás alcanzarán esa fe que mueve montañas.

El verdadero discípulo es, ante todo, un creyente, una persona entregada a la palabra y acción del

que lo llama a caminar y vivir con él, a participar en su obra creadora y salvadora. La adoración de

la fe es la cima de la existencia del discípulo. En ella se entrega de manera incondicional a la

voluntad y beneplácito del Señor de la historia, para caminar de acuerdo con su Palabra, en la

luminosa oscuridad de la fe.

CONCLUSIÓN

El discipulado, y no piensan así de forma práctica muchas personas, no se caracteriza en primer lugar por la vivencia de unos valores o por ser consecuente con unas creencias. El discipulado nace del encuentro con una persona, con un «tú» a quien se le da plena autoridad en la vida concreta. El discípulo según el cuarto evangelio, seducido por una persona viva (es una experiencia vital) se pone a caminar con él y tras sus huellas. Ha encontrado el camino, el tesoro, la perla preciosa. La conversión está en salir de uno mismo, que comporta la abnegación del yo y la entrega incondicional al poder de la palabra de Dios. El discípulo da su confianza de manera incondicional a la Palabra hecha carne en Jesús de Nazaret. Como los pensamientos, palabras y obras de Jesús provenían de su comunión con el Padre en el Espíritu, así los pensamientos, palabras y acciones del discípulo deberían brotar en el discípulo de la comunión en el Espíritu con el Maestro. ¿Estamos dispuestos a acoger la llamada del Señor a ser sus discípulos?

Para la oración y la reflexión personal

La Vid verdadera y los sarmientos.

El ser del discípulo en el cuarto evangelio se revela con hondura en la metáfora de la Vid y los

sarmientos. “Permanecer” es la palabra clave que identifica al discípulo creyente de quien no

lo es. El discípulo es un elegido. Está llamado a producir fruto abundante. Entre el Maestro y

los discípulos existe una inmanencia recíproca. La dimensión mística de la existencia del

discípulo es determinante para comprender la identidad y futuro del ser humano.

Textos: Jn 15, 1-16, 4

Cuestiones:

¿Por qué repite el evangelista con tanta insistencia la palabra: «permanecer»?

¿Qué novedad a la luz de este texto lleva consigo ser discípulo de Jesús?

¿Es realmente nuestra parroquia una comunidad de discípulos?

Page 33: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

33

08-LA VID VERDADERA Y LOS SARMIENTOS.

Oración

Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad; todo mi

haber y mi poseer. Vos me disteis, a Vos, Señor, lo torno. Todo es Vuestro: disponed de ello según

Vuestra Voluntad. Dadme Vuestro Amor y Gracia, que éstas me bastan. Amén

Reflexión sobre Jn 15, 1-16, 4

En el evangelio según san Juan, el ser del creyente, del discípulo, se revela con hondura sin igual a

través de la metáfora de la Vid y los sarmientos. El evangelista retoma una imagen de los profetas y

la remodela de forma original, para darnos a conocer la relación existente entre el Maestro y sus

discípulos. Estamos ante una perspectiva claramente mística. El discípulo está llamado a ser un

verdadero místico, esto es, una persona que camina en la fe luminosa y desnuda. Estar injertado en

Cristo, caracteriza al cristiano. Y, por otra parte, sólo en Cristo se entiende la Iglesia como

«sacramento universal de salvación». El ser y estar en Cristo especifica tanto al creyente como a la

comunidad eclesial en la historia del mundo. De otra forma se diluye el ser eclesial y el ser del

discípulo. Veamos el contexto, el dinamismo y la orientaciones de Jn 15, 1-16, 4, pues en él se pone

de manifiesto la identidad, vocación y misión del discípulo, de la comunidad de los discípulos.

1 EL CONTEXTO

El evangelista Juan escribió su evangelio, como recalcan los estudiosos, transcurridos más de

cincuenta años de la noche en que Jesús fue entregado. Al recordar las palabras del Maestro en la

intimidad del cenáculo, el evangelista buscaba, sin duda alguna, sostener a una comunidad

cuestionada desde dentro, como lo indican sus cartas, y acosada por los de fuera. La vida del

discípulo no era fácil. La persecución y las contradicciones hacían mella en la vivencia de fe y en el

anuncio al mundo. Baste recordar este texto tan expresivo: «La mujer, cuando da a luz, está triste,

porque le ha llegado su hora; pero cuando el niño le ha nacido, ya no se acuerda del aprieto por el

gozo de que ha nacido un hombre en el mundo.» (Jn 16, 21). Para engendrar vida es preciso asumir

su coste.

El discurso de Jesús consta de dos partes. La primera establece la relación vital de Jesús con sus

discípulos y de estos entre sí (15, 1-17); la segunda pone de relieve las relaciones que la comunidad

de los discípulos mantienen o mantendrán con el mundo si vive unida a Jesús y da testimonio en el

Espíritu de la verdad (15, 18-16, 4). Así, en clara perspectiva trinitaria, el evangelista teje la

verdadera identidad del discípulo, de la comunidad de los discípulos. Dios es misterio de misión y

comunión de personas. La comunidad de los discípulos inscribe su identidad y misión en ese

misterio insondable de comunión.

El contexto vital en que escribe el evangelista es una situación delicada. Se encuentra en peligro la

fidelidad y unidad de los discípulos. Su evangelio es una incisiva invitación a «permanecer» en la fe

y el amor, así como en el anuncio de la verdad en medio de un mundo hostil. El riesgo de escisión y

de abandono del Evangelio es una amenaza de todos los tiempos. El discurso está situado de forma

Page 34: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

34

estratégica en el momento que Jesús va a pasar de este mundo al Padre, es decir, cuando va a ser

abandonado por los discípulos, pues todos abandonarán al Maestro. ¿Somos conscientes de la

verdadera identidad del discípulo? ¿Por qué nos cuesta tanto entender lo que implica vivir como

sarmientos de la Vid verdadera?

2 EL DISCÍPULO EN EL MISTERIO DE DIOS

Jesús se presenta como la Vid verdadera plantada por el Padre: «Yo soy la Vid verdadera y mi Padre

es el viñador.» Isaías presentó a Israel como la viña plantada por Dios (cf. Is 5, 1ss). Es una forma

de insistir en el origen divino, en la identidad filial de Jesús. Ha recibido del Padre el amor y en el

amor permanece hasta el don de la propia vida. Jesús tiene su origen y meta en el amor del Padre.

Pues bien esta relación del Padre con el Hijo, de la mutua donación y comunión en el amor, dará

origen a la identidad y destino de la comunidad de los discípulos en el mundo. Es la condición para

producir el fruto bueno, abundante y perenne, que Dios espera de ellos.

Este punto de partida, claramente trinitario, es clave para comprender el ser misionero de la

comunidad de los discípulos, su fecundidad apostólica. Cuando esto se ignora u olvida, la Iglesia

pierde su verdadera identidad en el mundo y, por lo mismo, el sentido de su misión. El Padre es

siempre «el principio» y «la meta» del Hijo y de cuantos son injertados en él.

El Padre es el viñador siempre atento y activo. «Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y

todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.» Isaías anunció cómo Dios reaccionó ante un

pueblo que no dio el fruto esperado. El Viñador divino se preocupa activamente para que los

sarmientos produzcan el fruto deseado. El Padre arranca y limpia. La comunidad debe saberlo y

permanecer fiel en medio de las pruebas. La poda es dolorosa, pero fecunda. De hecho el Padre ha

limpiado a los discípulos mediante la palabra de su Hijo. ¡No olvidemos que Dios es el que nos

educa!

El Padre es el viñador dispuesto siempre a escuchar la plegaria hecha en nombre de Jesús. Es la

fuente de todo don. Todo lo que le pidamos en el nombre de su Hijo nos lo concederá. Dios no es un

patrón, sino un Padre fuente de la vida y de toda fecundidad.

Los discípulos brotan de la Vid, esto es, de la misión y pascua del Hijo. Por ello insiste Jesús:

«Permaneced en mí, como yo en vosotros… Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que

permanece en mí como yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer

nada.» Los discípulos, permaneciendo en el Hijo, en su palabra y amor, como el Hijo lo hace con

relación al Padre en el Espíritu, reproducirán en su vida la comunión de amor y de obediencia

reinante entre el Padre y el Hijo. Sólo así producirán un fruto abundante, darán gloria a Dios y se

mostrarán como auténticos discípulos de Jesús en el mundo, serán su presencia en la historia.

La comunidad de los discípulos no es un grupo autónomo, sino que está recibiendo la vida de Jesús.

Reciben la vida del Padre que planta la Vid y a ella deben permanecer unidos, pues es en el

Mediador que son amados por el Padre y que se aman mutuamente con el mismo amor revelado en

Jesucristo. Por ello la relación de Jesús y de sus discípulos no es la propia del siervo y el amo, sino el

de la más profunda amistad, de una intimidad insondable como la que existe entre él y el Padre; y

que el Espíritu hace presente en el ser y existencia del discípulo. En esto consiste la verdadera

mística: en la unión de fe y amor con Dios, tal como brota de la unión del Padre y del Hijo en el

Espíritu de la verdad, amor y libertad.

Esta relación de amor con Dios debe traducirse en comunión entre los sarmientos, diferentes e

irrepetibles, de la vid. De otra forma se pierde el sentido del simbolismo. Por ello la primera parte

Page 35: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

35

de nuestro texto concluye con estas palabras: «Lo que os mando es que os améis los unos a los

otros.» La comunidad de los discípulos está destinada a dar fruto en el mundo, a ser un verdadero

icono del misterio de comunión y misión que es la Trinidad santa. Aquí encontramos el principio y

fundamento para superar las lacras tanto del «pietismo» como el «militantismo». Pablo nos dice

que estamos llamados a dar «el fruto del Espíritu», pues tal es el fruto de la Vid verdadera, del Hijo,

que no dudó en dar su vida por sus amigos.

La lectura de esta primera parte de nuestro texto nos revela un Dios amoroso y solicito, pues nos

ama engendrándonos a la vida nueva en su Hijo. En él somos amados y escuchados. En él y por él

somos asociados para llevar a cabo su obra salvadora en el mundo, a producir un fruto bueno y

abundante para el mundo. El Padre quiere que vivamos en su amor como el Hijo vive en su amor. El

evangelista Juan nos da a conocer así el significado más hondo del vivir y existir en Cristo, para

«inyectar savia nueva en las venas del mundo». Es preciso sumergirse en el amor para amar con el

mismo amor de Dios. «Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial.» (Mt 5, 48) «Sed

misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso.» (Lc 6, 36) El que está injertado en el Hijo

está llamado a traducir su participación en la vida divina en lo concreto de la existencia.

3 LA COMUNIDAD DE LOS DISCÍPULOS EN EL MUNDO

La segunda parte de nuestro texto nos abre a las relaciones que los discípulos mantendrán con el

mundo. Nadie puede ignorar esta segunda parte si realmente quiere permanecer unido a Cristo.

Estamos ante la consecuencia inevitable de estar y vivir en Cristo, pero que tantas seudo-

espiritualidades de moda tratan de esquivar, edulcorar o malinterpretar. Esta segunda parte

recalca fundamentalmente tres puntos.

Jesús dice a sus discípulos que serán odiados por el mundo, pues antes lo odiaron a él. No

podemos camuflar la realidad: Si estamos en Cristo y Cristo está en nosotros, lo que le sucede a

Cristo nos sucede a nosotros y lo que nos suceda a nosotros le está sucediendo también a él. El

discípulo no es ya del mundo y por ello es odiado por el mundo. Por mundo se entiende aquella

parte de la humanidad que rechaza a Jesús y en él al Padre. Los discípulos han sido arrancados

a la incredulidad, ya no son del mundo; han creído en Jesús como el enviado de Dios. «El siervo

no es más que su Señor.»

El pecado para el evangelista es, ante todo, el rechazo de Dios Padre en su Hijo, es la cerrazón

radical a la verdad y a la libertad que ésta aporta. Es necesario comprenderlo bien, el pecado al

que se refiere el cuarto evangelio no es de orden moral: es ruptura de alianza, rechazo de Dios y

de su Palabra venida en la carne. El mundo se presenta así como la personalización de quienes

se oponen a Dios y, por lo mismo, a cuantos están unidos a él, como es el caso de los discípulos.

El odio al Padre y al Hijo (a veces olvidamos que existe) se proyecta sobre sus discípulos. Así, se

cumple la Escritura: «Me han odiado sin motivo».

A pesar del odio del mundo, los discípulos no pueden dejar de dar testimonio. Para ello reciben

el Espíritu que testifica en ellos y a través de ellos. El verdadero testigo de Jesús es el Espíritu

de la verdad. Este Espíritu atestigua que Jesús es verdaderamente el Hijo de Dios. Lo hace en la

conciencia de los discípulos y por su medio en el mundo. Hay una sinergia en el testimonio. Los

discípulos reciben el Espíritu de la fortaleza para permanecer fieles y firmes en el testimonio

que han de dar ante el mundo que los odia, pues la mentira no soporta la verdad. Este Espíritu

de la verdad procede del Padre y es enviado por Cristo de junto al Padre.

Page 36: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

36

En las pruebas y persecuciones, los discípulos no deben desanimarse; están animados y

sostenidos por el Espíritu de la verdad. El Espíritu ilumina, anima y sostiene la vida de los

testigos del Crucificado exaltado a la gloria. No se trata de un falso voluntarismo, pero tampoco

de replegarse en un grupo cálido. El discípulo recibe el Espíritu para el testimonio, el martirio.

¡No distorsionemos la verdad del discípulo misionero!

Esta segunda parte de nuestro texto termina con una actualización de lo anunciado por Jesús. El

Maestro quiere que los discípulos no se replieguen y abandonen la comunidad cuando llegue la

hora de las dificultades y persecuciones. Jesús, además, recuerda que la persecución del mundo

puede enraizarse en una religiosidad mal orientada. Les expulsarán de la sinagoga o del

panteón creyendo dar culto a Dios o a los dioses. En la sociedad secular la persecución puede

hacerse en nombre de la dignidad del hombre. La incredulidad busca también sus argumentos

para justificar el odio a Dios en Jesucristo y a sus discípulos. Una forma sutil de hacerlo, no

seamos ingenuos, es separando a Jesús y a la Iglesia, comunidad de discípulos. Se dice admirar a

Jesús y se le persigue en sus discípulos. ¡Seamos conscientes de nuestro ser!

CONCLUSIÓN

El discípulo brota de la Vid y en ella ha de permanecer para producir el fruto bueno que alegra al

hombre. La permanencia mutua del discípulo en el Maestro y del Maestro en el discípulo es la

condición para producir el fruto del Espíritu. Pero esto supone compartir con Jesús la hostilidad del

mundo. Cultivemos lo que somos por gracia. Seamos verdaderos místicos. «Llegar a ser lo que

somos, realizar en nuestra existencia la llamada de nuestra esencia: así es como se concibe la

antropología cristiana, la antropología de la vocación.» Pablo lo dice con estas palabras: «En efecto,

yo por la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios; con Cristo estoy crucificado y, vivo, pero no

yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del

Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí.» (Gal 2, 19-20)

Para la oración y reflexión personal

La vida filial y fraterna de la nueva comunidad.

La vida filial y fraterna es la característica esencial de la comunidad de los discípulos en torno

a Jesús. Unidos a él, los discípulos se hallan en la comunión que une al Padre y con el Hijo (cf.

Jn 14, 20). Y como hijos forman una auténtica fraternidad. Los discípulos llegan a ser los

verdaderos hermanos del Resucitado. La permanencia en Cristo no puede desligarse de la

permanencia en la comunidad fraterna.

Textos: Jn 13, 1-38; 17, 14-23; 20, 21-29

Cuestiones:

¿Dónde se enraíza la fraternidad de la comunidad eclesial?

¿Qué implica vivir la fraternidad en la comunidad de los discípulos?

¿Cómo estamos llamados a vivir la fraternidad?

Page 37: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

37

09-LA VIDA FILIAL Y FRATERNA DE LA NUEVA COMUNIDAD.

Oración

Señor Jesucristo, columna de unidad y rey de la fraternidad. Envíanos cada mañana una ráfaga de tu espíritu. Derriba los muros de separación levantados por el egoísmo, el orgullo y la vanidad. Aleja de nuestra casa las envidias que siembran discordias. Líbranos de las inhibiciones. Sosiega los impulsos y cólmanos de serenidad.

Haz surgir en nuestras intimidades corrientes sensibles y cálidas para que nos perdonemos y nos comprendamos,

nos estimulemos y nos celebremos como hijos de una misma madre.

Retira de nuestro camino las rivalidades y aversiones rompe los bloqueos para que seamos unos con otros abiertos y leales, sinceros y veraces.

Crezca la confianza como árbol frondoso a cuya sombra todos nos sintamos felices. Y así seremos ante el mundo el argumento sensible y profético de que tú, oh Jesús, estás vivo entre nosotros. Amén.

(Ignacio Larrañaga)

Reflexión

Aun cuando el cuarto evangelio no utilice el término Iglesia ni el de comunidad en el sentido de

nuestros días, sin embargo insiste de diferentes maneras cómo la actividad misionera de Jesús se

encaminó a reunir a los hijos de Dios dispersos. Desde el primer momento de su ministerio público

vemos cómo Jesús se rodeó de discípulos, que le acompañaban a todas partes. El buen Pastor

congrega y apacienta a sus ovejas de ayer y de hoy. Además piensa en el futuro: «También tengo

otras ovejas que no son de este redil; también a esas tengo que llevarlas y escucharán mi voz; habrá

un solo rebaño, un solo pastor.» (Jn 10, 16). El buen pastor da su vida para reunir a los hijos

dispersos (cf. Jn 11, 52), de tal forma que la comunidad de los discípulos es fruto de la Pascua. En el

momento de pasar de este mundo al Padre, Jesús oró no sólo por los discípulos que se hallaban en

el cenáculo, sino también por los que creerían en él mediante la palabra de los suyos: «No ruego

sólo por estos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí.» (Jn 17, 20)

Resucitado de entre los muertos, decía a los suyos: «Dichosos los que aun no viendo creen.» (20,

29). A Pedro le confió el pastoreo de su rebaño (cf. Jn 21, 15-19). ¿Qué especifica la nueva

comunidad de la alianza, la comunidad de los discípulos reunida en torno a Jesús? ¿Cómo se

constituye?

1 CONSTITUCIÓN DE LA COMUNIDAD DE LOS DISCÍPULOS

Muchos y variados son los momentos en que vemos cómo Jesús va formando la comunidad de los

discípulos, representada en los Doce. Ahora nos vamos a fijar de modo especial en el capítulo trece,

pues no siempre se pone de relieve cómo Jesús fija la identidad y modo de actuar de la comunidad

que brota de su Pascua. Si Israel empieza a existir como pueblo de la alianza después de la

Page 38: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

38

liberación de Egipto, esto es, de la Pascua, la comunidad de la nueva alianza, la Iglesia, empieza su

andadura a partir de la Pascua del Hijo.

Con razón algunos estudiosos del evangelio de Juan han visto en el capítulo trece el momento

álgido de la fundación de la comunidad de la nueva alianza. Por ello han propuesto titular este

capítulo así: «La constitución de la comunidad y su ley» o «Jesús funda la comunidad de sus

discípulos.» Pero más allá del título, lo importante es descubrir la dinámica que Jesús quiere

imprimir a la comunidad reunida para celebrar de forma anticipada su paso de este mundo al

Padre. Nunca perdamos de vista en la lectura del cuarto evangelio la dimensión simbólica de sus

relatos.

Ha llegado la hora de pasar de este mundo al Padre. Y Jesús lleva hasta el fin el amor «por los

suyos». El «tanto amó Dios al mundo» alcanza su plenitud, si así podemos hablar, en la ofrenda que

Jesús hace de sí para que «los suyos» participen plenamente de su vida. Nos encontramos ante la

comunidad de los últimos tiempos, esto es, escatológica. El lavatorio de los pies de los discípulos es

el símbolo de cómo el Hijo asume libremente la condición de siervo para hacer partícipes a sus

discípulos de su propia vida y gloria. En esta perspectiva simbólica es de suma importancia caer en

la cuenta de tres detalles muy significativos:

Jesús se despoja de su capa y luego vuelve a recuperarla. Con este gesto se evoca lo dicho por él

como colofón al tema del buen pastor que da la vida por sus ovejas: «El Padre me ama porque

doy mi vida, para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente. Tengo

poder para darla y poder para recobrarla de nuevo; esta es la orden que he recibido de mi

Padre.» (Jn 10, 17-18)

El segundo detalle importante es la respuesta de Jesús a Pedro, pues se resiste a dejarse lavar

los pies. El discípulo no entendía el exceso de amor y hospitalidad del Maestro: «Si no te lavo,

no tienes parte conmigo.» La respuesta de Jesús es contundente y debe hacernos pensar. Pedro

está lleno de buena voluntad, pero vuelve actuar de acuerdo con los pensamientos de los

hombres y no los de Dios. Para tener parte con Jesús es preciso sumergirse por la fe en su

Pascua. El discípulo no es del mundo, pues ha sido rescatado por el amor, el servicio y el don de

la vida del Pastor mesiánico, pero sigue estando en el mundo.

El tercer detalle. La comunidad de los discípulos necesita estar limpia para compartir la gloria y

exaltación de su Maestro. Y lo está porque han creído en su palabra y amor (cf. Jn 15, 3). Pero

uno de los Doce no está limpio. Judas ni ha creído en la palabra de Jesús como palabra de Dios

ni se ha entregado a su amor. Por ello se excluye de la comunidad y se sumerge en la tiniebla de

la noche: «En cuanto tomó Judas el bocado, salió. Era de noche.» El dramatismo es grande, pues

el propio Jesús se dirige a Judas con esta enigmáticas palabras: «Lo que vas a hacer, hazlo

pronto.» Y, una vez sale el traidor de la comunidad, Jesús exclama: «ahora ha sido glorificado el

Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también Dios

lo glorificará en sí mismo y le glorificará pronto.»

2 EL DINAMISMO FILIAL Y FRATERNO DE LA COMUNIDAD

Cuando le oímos hablar a Jesús de tener parte con él, pensamos de manera espontánea en la otra

vida, pero ese no es el pensamiento de quien escribió el cuarto evangelio. El discípulo no es del

mundo y participa de la de la vida misma de la Vid verdadera. Está injertado en él y vive de su vida.

Page 39: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

39

Está en el mundo, pero no es del mundo. Los que son de Cristo, los que son de él por la fe,

participan ya de su ser filial. La segunda carta de Pedro recalca que los bautizados participan de la

naturaleza divina (cf. 2P 1, 3-4). La carta a los Efesios nos invita a ser imitadores de Dios como hijos

queridos (cf. Ef 5, 1).

2.1 NACIDOS DE DIOS: HIJOS DE DIOS

El Verbo eterno de Dios se hizo carne para dar a los creyentes la posibilidad de ser hijos de Dios.

«Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron, le dio poder de ser hijos

de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de

deseo de varón, sino que han nacido de Dios.» (Jn 1, 11-13) La oferta de filiación es para todos,

pero, en la perspectiva del cuarto evangelio, es precio acoger al Hijo unigénito para participar de su

bien. Quien se apega por la fe a Jesús ya participa de forma consciente de su filiación. La

incredulidad es el rechazo del Hijo y, por lo mismo, de la filiación que se nos da en él. Para el

evangelista Juan el pecado es, ante todo, la incredulidad.

Para participar de la condición filial es preciso unirse por la fe a Jesús y dejarse sumergir en el

misterio de su muerte y resurrección. Los discípulos lo entenderán cuando reciban el Espíritu de la

verdad. Cristo resucitado envió a María Magdalena a sus discípulos con estas palabras: «Ve a mis

hermanos y diles: “Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro”.» (Jn 20, 17). La

diferencia entre Jesús y los discípulos permanece siempre, pero prevalece la unión. Somos hijos en

el Hijo, somos hermanos de Cristo; y así somos introducidos en la comunión trinitaria. «Entonces

sabréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros.» (Jn 14, 20) Jesús oró «para

que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos sean también uno en nosotros para

que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado gloria que tú me diste, para que sean uno,

como nosotros somos uno.» (Jn 17, 21-22) «La gloria que Cristo comunica a los discípulos y que ha

recibido del Padre es la de la filiación divina, que él posee por naturaleza y los creyentes por

adopción. También es posible una alusión al Espíritu Santo.»

2.2 LA FRATERNIDAD: MIS HERMANOS

En Cristo los creyentes son hermanos unos de otros. Son una Fraternidad con mayúscula.

Sarmientos de la misma Vid. Por ello deben vivir unidos en Cristo, acogerse mutuamente,

desarrollar juntos su existencia filial y testimonial. Mutuamente han de amarse, mutuamente han

de servirse como verdaderos siervos. Juntos han de caminar detrás de Jesús para participar

plenamente de su gloria. El Espíritu que Jesús enviará de junto al Padre es quien los une como una

real Fraternidad. Conviene recalcar la originalidad de la Fraternidad instaurada por Jesús, pues las

palabras también se gastan y desvirtúan con el uso, como sucede con una palabra clave: el amor.

La Fraternidad nace de acoger el amor y el servicio de Jesús, de creer en él. Por ello quien no cree

termina por marcharse. En esta Fraternidad todos han de tener conciencia de pertenecer a Cristo y

no al mundo, aun cuando estén en el mundo. En ella, por tanto, debe desterrarse toda voluntad de

poder y dominio. Todos necesitamos ser lavados y podados. La Fraternidad no puede organizarse

de acuerdo con los criterios de la sociedad mundana, pues en ella debe reflejarse el sentido y

dinámica de la alianza del Espíritu. Todos hijos, todos hermanos, todos animados por el mismo

Espíritu. La Fraternidad se resquebraja cuando se busca el poder o los liderazgos.

El servicio mutuo desde el último lugar es lo propio de quienes viven en Cristo. No basta con servir,

pues se puede servir a la manera de los grandes de este mundo, de los gestores de la sociedad. No

Page 40: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

40

basta con servir, es necesario hacerlo desde el último lugar. «Porque ¿quién es más, el que está a la

mesa o el que sirve? ¿Verdad que el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el

que sirve.» (Lc 22, 27) En la cultura en que nacen los evangelios, lavar los pies era, ante todo, el

signo de la hospitalidad para los que habían caminado por los caminos polvorientos. Era una

actividad reservada a los esclavos, de ahí la enérgica resistencia de Pedro. El discípulo volvía a

convertirse en un instrumento de tentación. Lavarse los pies mutuamente es el signo de la acogida

mutua, de vivir los unos para los otros. El icono del lavatorio de los pies se convierte así en el icono

de lo que debe ser la comunidad de los discípulos en Cristo.

«El amor hasta el extremo», «el exceso de amor», que no ha de convertirse con una falsa

generosidad o con esas prácticas que engendran dependencia, es el nuevo mandamiento, la espina

vertebral de la Fraternidad. Es preciso amar con el mismo amor de Cristo, pues en el discípulo es

Cristo que quiere seguir amando al mundo para darle la vida. Los que no son del mundo, sino de

Dios, sin embargo están llamados a ser instrumentos de su amor por el mundo.

2.3 EL CAMINO DE LA COMUNIDAD

La permanencia en Cristo no puede desligarse de la permanencia en la Fraternidad. El camino del

discipulado es un camino comunitario. El camino es el mismo para todos: Jesucristo. El destino es el

mismo para todos: el Padre. El que nos hace progresar por el camino es el mismo: el Espíritu. De

nuevo nos encontramos con la incomprensión del portavoz de los discípulos, Pedro. Está lleno de

buena voluntad, pues dice estar dispuesto a dar la vida por el Maestro. El discípulo debe saber que

el camino es Cristo y que sólo el Espíritu nos capacita para transitar por dicho camino. La

pretensión de avanzar desde uno mismo conduce al fracaso más rotundo. El propio Jesús estuvo

sostenido por el Espíritu eterno en su caminar hacia la Pascua (cf. Hb 9, 14). La comunidad eclesial

debe avanzar desde la pobreza y la humildad.

Para la reflexión y la oración personal

El dinamismo de creer

Juan, como vimos, escribe su evangelio para que creamos que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios,

y para que creyendo, tengamos vida en su nombre. El dinamismo del acto de creer comporta

entregarse a su palabra, ponerse en camino hacia él y creer que él es la palabra en quien Dios

se comunica y salva. La fe introduce a la persona en la dinámica propia de la existencia

escatológica, pues en Cristo acontece lo último y definitivo. El mandamiento único.

Textos:

Jn 5, 31-47; 6, 67-71; 20, 24-31; 1Jn 2, 18-28; 3, 18-24

Cuestiones:

¿Cómo expresan los escritos de Juan e dinamismo de la fe?

¿Qué características de la fe según san Juan te llaman más la atención?

¿Qué llamadas nos hace el evangelista a cada uno y a la comunidad eclesial?

Page 41: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

41

10-EL DINAMISMO DE CREER

Oración

Sólo Dios puede dar la fe,

pero tú puedes dar tu testimonio.

Sólo Dios puede dar la esperanza,

pero tú puedes devolverá a tu hermano.

Sólo Dios puede dar el amor,

pero tú puedes enseñar a amar.

Sólo Dios puede dar la paz,

pero tú puedes sembrar la unión.

Sólo Dios puede dar la fuerza,

pero tú puedes animar al desanimado.

Sólo Dios es el camino,

pero tú puedes señalarlo a los otros.

Sólo Dios es la luz,

pero tú puedes hacer que brille.

Sólo Dios puede hacer lo que parece

imposible,

pero tú puedes hacer lo posible.

Sólo Dios se basta a sí mismo,

pero prefiere contar contigo.

Reflexión

La fe en griego es PISTIS. Cuando consultas la concordancia griega descubres, con asombro, que el

sustantivo PISTIS no aparece en el evangelio de Juan (no así en los Sinópticos). En las cartas Juan se

encuentra una sola vez: «Todo el que ha nacido de Dios vence al mundo. Y lo que ha conseguido la

victoria sobre el mundo es nuestra fe.» (Jn 5, 4) No obstante el verbo creer se halla se halla

presente desde el principio hasta el final1. Juan escribió su evangelio con la finalidad de llevar al

acto de fe, como lo muestra una primera conclusión: «Muchos otros signos, que no están escritos en

este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es

el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.» (Jn 20, 30-31) Esta

constatación hace que nos preguntemos: ¿Por qué privilegia Juan el verbo hasta el punto de ignorar

el sustantivo? ¿Qué dinamismo imprime nuestro evangelista al acto de creer?

1 EL ACTO DE CREER Y DE NO CREER

Es evidente que el evangelista establece una clara distinción entre los que creen en Jesús y los que

no creen en él. Los que buscan su propia gloria e interpretan las Escrituras según sus intereses y

cultura religiosa, no pueden creer en Jesús (Jn 5, 1-47). Se pueden leer las Escrituras, ser personas

de la ley y rechazar a Jesús, pues no creer equivale a rechazarlo. Los «judíos» (no olvidemos que

Jesús fue judío y judíos fueron su primeros discípulos) se presentan en el cuarto evangelio como los

que se oponen a Jesús y malinterpretan a Moisés. Jesús afirmó: «Mi Padre sigue actuando y yo

también actúo»; y los «judíos» tenían ganas de matarlo, pues para sus oídos era blasfemo que Jesús

se hiciera igual a Dios.

El entusiasmo de muchos de sus seguidores se trocó en rechazo en la sinagoga de Cafarnaúm.

Murmuraban de él, se echaron atrás y no volvieron a ir con él (Jn 6, 1-71). Con insistencia el

narrador recalca estas palabras de Jesús: «Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha

enviado.» (v. 44) «Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede.» (v.

1 El verbo creer (PISTEÚEIN) aparece 98 veces. El adjetivo creyente y su contrapuesto incrédulo ( PISTÓS y APISTÓS) sólo se encuentran en Jn 20, 27

Page 42: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

42

65) Estas afirmaciones muestran que el dinamismo del acto de creer exige salir de sí mismo para ir

al encuentro de su persona y entregarse de forma incondicional a su palabra. Así se explicita en la

profesión de fe de Pedro: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna,

nosotros creemos y sabemos que tú eres el santo de Dios». (v 68-69)

A pesar de todo, algunas autoridades y gentes del pueblo, creían en Jesús secretamente, como

afirma el propio evangelista. «Sin embargo, incluso muchos de los principales creyeron en él, pero,

a causa de los fariseos, no lo confesaban públicamente para no ser expulsados de la sinagoga, pues

prefirieron la gloria de los hombres a la gloria de Dios.» (Jn 12, 42-43) El acto de creer en Jesús

supuso y supone siempre arriesgar su identidad e integración en las sinagogas laicas, culturales o

religiosas. En tiempo de Jesús la sociedad estaba unificada. En la sociedad plural y liquida, el acto

de creer, de ser seguidores de Jesús nos da miedo, pues no estamos dispuestos a sufrir la

marginación. Muchas veces no somos conscientes de nuestros «miedos» y para ello no dudamos en

hacer un Jesús a nuestra medida. Jesús tuvo que situarse al margen de su propia familia y de su

pueblo, que amaba con pasión (cf. Jn 7-9). El ciego fue expulsado por creer en Jesús.

2 EL DINAMISMO DEL ACTO DE CREER

Veamos tres momentos de la dinámica del acto de creer tal como aparecen en los escritos de Juan.

En ellos creer, amar y entregarse son de alguna manera un solo acto; pero conviene hacer la

distinción para una mejor comprensión.

Por otra parte, no olvidemos que creer es lo más importante, es el inicio de la vida misma del

discípulo. Cuando las muchedumbres le preguntaron a Jesús qué debían hacer para realizar las

obras de Dios, él les respondió: «La obra de Dios es esta: que creáis en el que él ha enviado.» (Jn 6,

29) Pero fue ahí donde surgieron las dificultades. A Jesús lo buscaban porque le había saciado el

estómago. La fe se sitúa a otro nivel y exige la gratuidad que tanto nos falta.

2.1 ACOGER AL QUE VIENE

«Vino a su casa [el Verbo], y los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron, les dio

poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.» (Jn 1, 11-12)

Creer lleva consigo acoger y recibir de manera incondicional al Verbo creador, revelador y

salvador. Esta acogida conlleva una apertura del centro vital de la persona, para dejar al Tú divino

que dirija nuestra existencia. El Verbo no violenta la libertad de la persona, pero quiere entrar

dentro de ella. Lo que puede suponer esta apertura del corazón, se presenta así en el libro del

Apocalipsis: «Mira, estoy de pie a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta,

entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo. Al vencedor le concederé sentarse conmigo en mi

trono, como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono.» (Ap 3, 20-21) Creer, por

tanto, es dejar penetrar al otro en mi vida, lo cual supone que no es mi «yo», sino el «tú» que dirija

mi existencia.

El creyente recibe así la capacidad, el poder de llegar a ser hijo de Dios (cf. Jn 1, 12). El Verbo de

Dios no me recrea al margen de mi libertad y responsabilidad, me da la posibilidad de hacerme. En

eso consiste precisamente la gracia de Dios. Con mucha frecuencia se olvida esta dimensión

dinámica del creer. Creer es dejarse conducir por las palabras de Jesús que son espíritu y vida. El

Page 43: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

43

Verbo no derriba las puertas ni dispensa a las personas de asumir su responsabilidad en la historia.

Tampoco quiere ser inoportuno.

La acogida del Verbo supone reconocerlo en su alteridad, de modo que nos busquemos ponerlo a

nuestro servicio, sino ponernos a su servicio. Sólo entonces compartiremos la mesa del banquete

del reino de Dios. Sólo el Verbo encarnado nos da a conocer al Padre. La fe no se reduce a unas

creencias. Creer es darle nuestra confianza, fiarnos de su Palabra de tal manera que nos dejemos

recrear por ella desde dentro, aun cuando sea de noche. «El Verbo era la luz verdadera, que

alumbra a todo hombre, viniendo al mundo. En el mundo estaba, el mundo se hizo por medio de él,

y el mundo no lo conoció.» (Jn 1. 9-10) El incrédulo está cerrado a la verdad liberadora. El pecado

está en negarse a recibir al Verbo de la vida. «Si no creéis que “Yo soy”, moriréis en vuestros

pecados.» (Jn 8, 24)

2.2 EL ÉXODO DEL YO HACIA EL TÚ

Animado por la gracia y la atracción del Padre, el creyente debe iniciar un éxodo, en ocasiones

doloroso. El éxodo es el camino de los hombres liberados en marcha hacia una más plena libertad.

En esto consiste precisamente la conversión que reclama de nosotros la llegada del reino de Dios.

Hay que nacer de nuevo para ver y entrar en el reino de Dios (cf. Jn 3, 1ss). Todo esto supone

caminar a la intemperie, fiados en la palabra de quien nos invita a venir a él. Ir a Jesús es creer en

él.

Para ir a Jesús, el creyente está obligado a vivir unos serios desplazamientos. Ante todo, se nos

exige un despojo profundo del yo y de la razón, para abrirse a una insospechada novedad, pues

supera la razón y la experiencia. Jesús no fue rechazado por lo que hacía en favor de los pobres,

sino porque exigía una fe incondicional en su persona y palabra. En Jn 6, 1ss vemos cómo las

muchedumbres se entusiasman con él. Piensan que es el profeta de los últimos tiempos, quieren

hacerlo rey y lo buscan, cuando él se marchó, con ahínco. Pero esas mismas muchedumbres le

abandonan, pues encuentran duro su lenguaje.

Para ir a Jesús es preciso también renunciar a nuestros esquemas mesiánicos. Quien no lo hace,

pronto lo abandonará, incluso no dudará en entregarlo. Como a los discípulos nos cuesta

despojarnos de nuestras seguridades y de nuestros miedos. Pedro negó a Jesús diciendo que no

conocía a ese hombre. Y, de alguna manera, decía la verdad, pues de él no tenía más que un

conocimiento parcial. Sólo el Espíritu puede darnos a conocer de verdad a Jesús. Al alma

naturalmente religiosa le cuesta creer que Dios se manifieste en la debilidad de la carne: no

comprende lo que significa la omnipotencia del amor.

Para ir a Jesús, por otra parte, es necesario poner entre sus manos nuestro futuro, como él lo puso

en las manos del Padre. En esto consiste el sacrificio y la grandeza del acto de creer, ponerse en

camino hacia el futuro de Dios, presente en el Nazareno.

2.3 RECONOCER Y CONOCER

Creer lleva también consigo reconocer a Jesús como el Hijo enviado al mundo para ser el Revelador

y el Salvador. Los samaritanos decían a la mujer que los había llevado hasta Jesús: «Ya no creemos

por lo que tú dices, nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del

Page 44: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

44

mundo.» (Jn 4, 42) Pedro, por su parte habla de creer y conocer a Jesús como el santo de Dios, como

el Mesías (cf. Jn 6, 68-69).

Reconocer a Jesús como el Unigénito enviado por el Padre para darnos vida eterna es determinante

en el acto de creer. En él se cumple lo anunciado por Moisés y los profetas. El creyente reconoce

que en Jesús habla y actúa el Padre. "Él es el camino, la verdad y la vida". Quien lo ve, ve al Padre.

Este reconocimiento en la persona, palabra y acción de Jesús, de Dios Padre es lo que establece la

originalidad del pueblo de la nueva alianza.

Creer es reconocer y adorar en la humanidad de Jesús la presencia misma de Dios. Él es el nuevo

templo en quien podemos encontrar y adorar a Dios. Es significativa la actitud del ciego cuando

encuentra de nuevo a Jesús después de haber recobrado la vista. «Oyó Jesús que lo habían

expulsado [al ciego de la sinagoga], lo encontró y le dijo: “¿Crees tú en el Hijo del hombre?” Él

contestó: “¿y quién es, Señor, para que crea en él?”. Jesús le dijo: “Lo estás viendo: el que está

hablando, ese es”. Él dijo: “Creo, Señor”. Y se postró ante él.» (Jn 9, 35-38). Marta reconocerá que

Jesús es la resurrección y la vida. El Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo (cf. 11, 20-27). La

confesión del incrédulo Tomás es el reconocimiento de la fe: «Señor mío y Dios mío.» (20, 28)

CONCLUSIÓN

Creer es entregarse al Señor, depositando en él toda la confianza. El acto de fe reclama un

encuentro verdadero de amor con la persona del Viviente, con Jesucristo muerto y resucitado. Este

encuentro introduce en la dinámica propia de la existencia escatológica, pues en Cristo el creyente

se entrega a lo último y definitivo. En el acto de creer no puede estar ausente el amor, la entrega, el

servicio y el seguimiento. El mandamiento único aúna fe y amor. «Y este es su mandamiento: que

creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal como nos lo

mandó» (1Jn3, 23) La condición para que el mundo crea en Jesús: que la comunidad permanezca

unida en la fe y el amor.

Para la reflexión y la oración personal

El mandamiento nuevo del amor.

El amor a Dios y al prójimo son inseparables, como afirmó el propio Jesús. La ley y los

profetas se hallan así condensados. No obstante Jesús da un paso más y propone un

mandamiento nuevo a sus discípulos. Es preciso que se amen y sirvan mutuamente con su

mismo amor, tal como lo ha expresado en el lavatorio de los pies, símbolo y anticipo de lo

que debía expresar en la cruz gloriosa. La Eucaristía y el mandamiento nuevo.

Textos:

Jn 13, 31-35; 15, 8-17; 1Jn 2, 3-11; 4, 7-21

Cuestiones

A la luz de los textos señalados ¿qué entiende el evangelista Juan por «amor»?

¿En qué radica la novedad del mandamiento nuevo?

¿Por qué se han desvirtuado tanto palabras como caridad y amor?

Page 45: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

45

11-EL MANDAMIENTO NUEVO DEL AMOR

Oración

Vuestra soy, para Vos nací:

¿Qué mandáis hacer de mí?

Soberana Majestad, eterna Sabiduría,

Bondad buena al alma mía;

Dios, Alteza, un Ser, Bondad:

La gran vileza mirad,

que hoy os canta amor así:

¿Qué mandáis hacer de mí?

Vuestra soy, pues me criastes,

vuestra, pues me redimistes,

vuestra, pues que me sufristes,

vuestra, pues que me llamastes.

Vuestra, porque me esperastes,

vuestra, pues no me perdí:

¿Qué mandáis hacer de mí?

¿Qué mandáis, pues, buen Señor,

que haga tan vil criado?

¿Cuál oficio le habéis dado

a este esclavo pecador?

Veisme aquí, mi dulce amor,

amor dulce, veisme aquí:

¿Qué mandáis hacer de mí?

Veis aquí mi corazón,

yo le pongo en vuestra palma:

mi cuerpo, mi vida y alma,

mis entrañas y afición.

Dulce Esposo y Redención

pues por vuestra me ofrecí:

¿Qué mandáis hacer de mí?

Dadme muerte, dadme vida;

dad salud o enfermedad,

honra o deshonra me dad;

dadme guerra o paz crecida,

flaqueza o fuerza cumplida,

que a todo digo que sí.

¿Qué queréis hacer de mí?

Dadme riqueza o pobreza,

dad consuelo o desconsuelo,

dadme alegría o tristeza,

dadme infierno o dadme cielo,

vida dulce, sol sin velo:

pues del todo me rendí,

¿Qué mandáis hacer de mí?

Si queréis, dadme oración;

si no, dadme sequedad,

si abundancia y devoción,

y si no esterilidad.

Soberana Majestad,

sólo hallo paz aquí:

¿Qué mandáis hacer de mí?

Dadme, pues, sabiduría,

o, por amor, ignorancia;

dadme años de abundancia,

o de hambre y carestía.

Dad tiniebla o claro día,

revolvedme aquí y allí:

¿Qué mandáis hacer de mí?

Si queréis que esté holgando

quiero por amor holgar;

si me mandáis trabajar,

morir quiero trabajando:

decid dónde, cómo y cuándo,

decid dulce Amor, decid:

¿Qué mandáis hacer de mí?

Dadme Calvario o Tabor,

desierto o tierra abundosa;

sea Job en el dolor,

o Juan que al pecho reposa;

sea viña fructuosa,

o estéril, si cumple así:

¿Qué mandáis hacer de mí?

Sea José puesto en cadena,

o de Egipto adelantado,

o David sufriendo pena,

o ya David encumbrado.

Sea Jonás anegado,

o libertado de allí:

¿Qué mandáis hacer de mí?

Haga fruto o no lo haga,

esté callando o hablando,

muéstrame la ley mi llaga,

goce de Evangelio blando;

esté penando o gozando,

sólo Vos en mí vivid.

¿Qué mandáis hacer de mí?

Vuestra soy, para Vos nací:

¿Qué mandáis hacer de mí?

Reflexión

Cuando hablamos del mandamiento nuevo del amor, nos asalta una tentación: olvidar su verdadera

raíz, convirtiéndolo así en una ley entre otras y despojándolo de su originalidad, novedad y dinámica

propias. Es importante, pues, remontarse al origen y dinámica del amor tal como brota en la fuente. Es

la condición para captar y vivir la novedad del mandamiento. El amor a Dios y al prójimo, como dijo

Jesús, era el compendio de la Ley y los Profetas. Pero, ¿dónde radica la novedad? Trataremos de verlo en

los escritos de Juan. Un breve apunte sobre el vocabulario de Juan es significativo. El cuarto evangelio

no utiliza el adjetivo AGAPETOS (amado), pero usa 37 veces el verbo AGAPAO (amar) (31 en las cartas) y 7

el sustantivo AGAPE (amor, caridad) (21 cartas). Hay que añadir el uso de FILEIN y FILOS.

1 «DIOS ES AMOR (AGAPE)» «DEUS CARITAS EST»

Esta afirmación de la primera carta de Juan (cf. 4, 8.16) condensa la auto-revelación y auto-donación de

Dios en Jesucristo. Sólo en Dios llegamos a intuir qué es realmente el amor. En él se halla la fuente de

vida y salvación del mundo recreado en la carne del Hijo. Si comprendemos el dinamismo del amor divino,

comprenderemos mejor la novedad radical del mandamiento nuevo del amor, su raíz cristológica.

Page 46: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

46

«Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo Unigénito, para que todo el que crea en él no

perezca, sino que alcance la vida eterna.» (Jn 3, 16) La misión y la obra redentora de Jesús tienen su

origen en el amor fontal del Padre. El amor toma siempre la iniciativa. La encarnación y la cruz son la

epifanía del amor divino (1Jn 4, 9). Es un amor universal, pues Dios entrega su Hijo único al mundo, al

mundo de los pecadores. El Hijo será entregado en mano de pecadores (cf. Mt 26, 45). Amor gratuito e

inaudito, que busca la vida de los que se han alejado de él, fuente de la vida. El amor es voluntad de bien

y salvación de los otros. Amor del Padre, don del Hijo y vida eterna se vinculan intrínsecamente. El

hombre puede apropiarse la vida proveniente del amor mediante la fe. Jn 3, 16 marca el dinamismo de

la misión del Mediador: Jesús viene para recrear la alianza entre Dios y la humanidad. El creyente

accede así al conocimiento de Dios, esto es, a compartir su propia vida. Y ahora se nos descubre el

camino de la verdadera realización del hombre: el amor.

Para comprender el sentido del amor, debemos admirar quién ama, a quién se ama, a cuántos se ama y

el fruto superabundante de ese amor. Sólo en Cristo vislumbramos lo que es el agapé divino. La fe, por

otra parte, nos abre a la recepción activa de este amor. La incredulidad se presenta como el rechazo del

amor. El incrédulo prefiere las tinieblas a la luz, al amor revelado en la Pascua del Hijo.

Detengámonos por un momento es una afirmación decisiva: «El Padre ama al Hijo y ha puesto en sus

manos todas las cosas.» (Jn 3, 35; cf. 5, 20 [FILEI]) Dios da todo a su Hijo, venido en la carne. Evoca así las

relaciones intratrinitarias. El amor con que Dios ama eternamente a su Hijo, le lleva a confiarle todo en

la tierra. El amor del Padre y del Hijo es reciproco e insuperable. Quien no ama al Hijo, tampoco ama al

Padre (cf. 8, 42). El drama está en que muchos se refieren a las Escrituras sin amor (cf. Jn 5, 42).

El amor inaudito del Padre por el mundo se hace presente en el amor hasta el extremo del Unigénito

por los suyos, que estaban en el mundo (cf. Jn 13; 1; 15, 13). Ha llegado la hora de la manifestación del

amor en absoluto. El evangelista había recalcado que el Padre amaba al Hijo porque entregaba su vida

para llevar a cabo su obra salvadora (cf. Jn 10, 17-18) Así expresa la aprobación total y absoluta del

Padre por la manera en que Jesús lleva a cabo la misión. Todo en Jesús está inspirado en el amor, en la

unión con el Padre, fuente del amor.

Jesús vive en el amor del Padre. El discípulo está llamado a vivir en el amor de Cristo. «Como me amó el

Padre, también yo os amé; permaneced en mi amor.» (Jn 15, 9) El agapé realiza la unión entre las

personas amadas. Estar en Cristo y estar en su amor son equivalentes. La vida del discípulo encuentra

aquí su cima: compartir en Cristo la relación de amor existente entre el Padre y él en el Espíritu. La vida

cristiana tiene, por tanto, una clara connotación teologal, que va mucho más allá de lo moral: es estar

inserto en la misma vida trinitaria por medio del Hijo, la Vid verdadera. Quien está unido por la fe a

Cristo es amado por el Padre. «En aquel día pediréis en mi nombre, y no digo que yo rogaré al Padre por

vosotros, puesto que el Padre, él mismo, os ama, porque vosotros me habéis amado y habéis creído que

yo salí de Dios.» (Jn 16, 26-27) Un poco más adelante, Jesús ruega al Padre en estos términos: «Yo les he

dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí,

para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y que los has

amado a ellos como me has amado a mí.» (Jn 17, 22-23) El cristiano, pues, está llamado a permanecer

en el amor. Habitar o morar en el amor es lo propio del discípulo de Jesús. Se trata de existir en otro, por

otro y para otro. Es la condición para producir el fruto bueno, abundante y perenne.

Dios se ha revelado como amor en la historia; el Dios Trinidad es el misterio de comunión del Padre y el

Hijo en el Espíritu Santo. El hombre creado a su imagen y semejanza está llamado desde siempre a vivir

en el amor, en alianza de amor. Por ello podía concluir Benedicto XVI: «Y, puesto que es Dios quien nos

Page 47: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

47

ha amado primero (cf. 1 Jn 4, 10), ahora el amor ya no es sólo un « mandamiento », sino la respuesta al

don del amor, con el cual viene a nuestro encuentro.» (DCE 1)

2 EL AMOR MUTUO COMO DISTINTIVO DEL DISCÍPULO DE JESÚS

Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a

otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros. (Jn 13, 34-35)

Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande

que el que da la vida por sus amigos… esto os mando: que os améis unos a otros. (Jn 15, 12-13.17)

Carísimos, amémonos los unos a los otros, porque el amor procede de Dios, y todo el que ama, de Dios ha

nacido y conoce a Dios. Quien no ama no conoció a Dios, porque Dios es amor (1Jn 4, 7-8)

El «amor mutuo» es la característica de los discípulos de Jesús. Esta verdad necesita ser ahondada, pues

con excesiva frecuencia, la repetimos como un slogan, pero sin saber bien qué afirmamos. El amarse

mutuamente con el mismo amor de Cristo entraña una novedad radical. En el pueblo de la alianza

también existía el mandamiento del amor al prójimo como a uno mismo. Pero ahora hay un salto

cualitativo, de otra forma no existiría la novedad. Jesús insistió en el amor a Dios y al prójimo. Ensanchó

la perspectiva de prójimo con relación a la comprensión que de él tenía el pueblo de la antigua alianza.

Prójimo es todo el que me necesita. Como hijos que imitan al Padre el amor alcanza a buenos y malos,

incluidos los enemigos. Todo eso está dicho en los evangelios y demás escritos del Nuevo Testamento.

Pero Juan, hablando de mandamiento nuevo del amor, quiere hacernos caer en la cuenta de la relación

que constituye la Fraternidad de los discípulos en el mundo. Por ello conviene resaltar algunos aspectos

de la novedad, más allá de lo que supone su universalidad y gratuidad.

2.1 «Como (KATHOS) yo os he amado.»

En este texto el KATHOS (como) no tiene un sentido comparativo. Quienes lo toman en este corren el

riesgo de reducir a Jesús a un modelo, a un personaje del pasado. Nos habría dejado un ejemplo y un

mandamiento para ponerlo en práctica; pero, como ya sucedía con la ley, la puesta en práctica

dependería de nuestras posibilidades y esfuerzo (algo muy pelagiano o semipelagiano). El KATHOS indica

más bien el origen y la calidad del amor que nos es dado y que está operante en nosotros, si no nos

cerramos a él. «Con el amor con que os he amado, amaos también unos a otros. «El amor del Hijo a sus

Dios, engendra en ellos un movimiento de caridad; su amor pasa a ellos, cuando aman a sus hermanos y

son amados por ellos. En los capítulos 15 y 17, el amor de Jesús que se difunde en los creyentes resulta

ser el amor mismo del Padre.» Con el mismo amor con que el Padre ama al Hijo, Jesús ama a sus

discípulos (cf. 15, 9). Un amor hasta el extremo, un amor que engendra para la vida, un amor en que el

Padre se da al Hijo, un amor en el que el Hijo ama hasta el extremo al Padre (Jn 14, 31) y a los hombres

(13, 1). La caridad fraterna de los creyentes, en ocasiones puede exigir una entrega total, pero es ante

todo un estado, una manera de existir en unión con el Hijo. Estamos ante la llamada a vivir la alianza del

Espíritu en su lógica y dinámica interna. El amor que los discípulos se han de ofrecer mutuamente es el

mismo amor de Cristo, que están llamados a actualizar en la historia.

2.2 El amor mutuo y reciproco

La insistencia en el amor mutuo no invalida su dimensión universal y gratuita. La perspectiva de los

escritos de Juan presenta otra visión. Insisten en la fraternidad de los discípulos de Jesús. Una

comunidad de amantes y amados, que haga presente en la historia el mismo amor de Cristo, el que los

Page 48: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

48

une y congrega. El amor mutuo de los discípulos se enraíza en Cristo y se expresa en la unidad. La

unidad del Padre y del Hijo en el Espíritu ha de manifestarse en la existencia de la comunidad de los

discípulos. Es la condición para llegar a ser signo e instrumento de la presencia de Cristo en el mundo.

La caridad entre los discípulos es el fruto de la unión vital con la Vid.

La caridad recíproca, como la Eucaristía, hacen inmediata la presencia de Cristo en la comunidad. Por

ello el amor en la fe, aun cuando incluya la ternura, el sentimiento, el perdón, la amistad, va más lejos,

pues reenvía a la presencia misma de Cristo. No estamos ante una simple regla o un motivo de acción,

ya que el amor es de origen y cualidad divina, es un don infuso tanto como un precepto. Los sarmientos

reciben la sabia de la Vid y producen el mismo fruto.

2.3 «En esto conocerán todos que sois discípulos míos»

Porque la «caridad» es el fruto de la unión vital y existencial del discípulo con el Hijo, el amor mutuo se

constituye en el signo del discípulo. Ya no se trata solo de hacer el bien, sino de entregarse y de

ofrecerse a Dios, a su proyecto de amor, y a los hermanos hasta el final. Ahora el discípulo no debe

amar como a sí mismo, sino que debe amar al otro por encima de sí mismo (cf. Flp 2, 1-11). Esto es

tener los sentimientos de Cristo. Ahora sabemos que en la cruz tenemos la mesura del amor. Tal es la

justicia que Jesús vino a instaurar en el mundo. Este mandamiento nuevo del amor se nutre y aviva a

través de la Eucaristía. El discípulo debe hacerse buen pan para el hermano y recibir el don del

hermano como fuente de vida para él. La Iglesia es mucho más que una ONG de la caridad. Es enviada

por Cristo al mundo para ser Fraternidad, para ser signo e instrumento que actualiza el amor de Cristo

por el mundo. Un amor hasta el extremo vivido en su seno como reflejo de Dios comunión de amor. La

Iglesia es el icono del misterio trinitario en la historia.

En conclusión. Estamos ante un amor nuevo e insólito en el mundo. Es el amor de Cristo del que vive la

comunidad de los discípulos y que está llamada a reflejar en el mundo. Pero seamos conscientes que el

AGAPE no puede reducirse al EROS, ni a una ternura espontánea y natural (STORGE) ni a una simple

benevolencia entre amigos, hecha de mesura y belleza (FILIA). El amor nos es dado, pues tiene su origen

en el Padre. El discípulo está llamado a recibirlo y cultivarlo en el servicio pobre y humilde, como el

Siervo, desde el último lugar. El amor impulsa a darse en el total olvido de sí mismo. El amor es el signo

de la verdadera regeneración y el motor de la moral de los hijos libres.

Para la reflexión y oración personal

En el mundo sin ser del mundo.

Los discípulos, sacados del mundo y confiados al Hijo, están llamados, no obstante, a vivir en el mundo.

Jesús envía a sus discípulos al mundo para que sean testigos de la novedad de la vida nueva en la

existencia cotidiana. ¿Cómo ha de situarse la comunidad los discípulos en la historia de los hombres? El

servicio en el mundo y al mundo como una nota distintiva de los que han creído en la encarnación del

Verbo, de que Dios ha entrado en la historia.

Textos: Jn 17, 1-26

Cuestiones

¿Qué implica a tu juicio estar en el mundo sin ser del mundo? ¿Cuál es la misión de la comunidad de los discípulos en el mundo?

¿Qué hacer para llevar a cabo la misión confiada por el Señor en favor del mundo?

Page 49: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

49

12-ESTAR EN EL MUNDO SIN SER DEL MUNDO

Oración:

Altísimo, omnipotente, buen Señor, tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición. A ti solo, Altísimo, te corresponden y ningún hombre es digno de pronunciar tu nombre.

Loado seas, mi Señor, con todas tus criaturas, especialmente el señor hermano sol, él es el día y por él nos alumbras; y es bello y radiante con gran esplendor: de ti. Altísimo, lleva significación.

Loado seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas: en el cielo las has formado claras y preciosas y bellas.

Loado seas, mi Señor, por el hermano viento, y por el aire y el nublado y el sereno y todo tiempo, por el cual a tus criaturas das sustento.

Loado seas, mi Señor, por la hermana agua, que es muy útil y humilde y preciosa y casta.

Loado seas, mi Señor, por el hermano fuego, por el cual alumbras la noche: y es bello y alegre y robusto y fuerte.

Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la madre tierra, que nos sustenta y gobierna y produce distintos frutos con flores de colores y hierbas. Loado seas, mi Señor, por los que perdonan por tu amor y sufren enfermedad y tribulación. Bienaventurados aquellos que las sufren en paz, pues por ti, Altísimo, coronados serán. Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la muerte corporal de la cual ningún hombre vivo puede escapar. ¡Ay de aquellos que morirán en pecado mortal! Bienaventurados los que encontrará en tu santísima voluntad, pues la muerte segunda no les hará mal. Load y bendecid a mi Señor, y dadle gracias y servidle con gran humildad. (Cántico de las criaturas de san Francisco de Asís.)

Reflexión

El ser del cristiano creyente, que nos hemos propuesto descubrir un poco mejor a la luz de los escritos

atribuidos al evangelista Juan, acontece, como no puede ser de otro modo, en el mundo, en la historia de

nuestro mundo. Nos abrimos a la fe y al discipulado en el mundo y como mundo. En la oración, Jesús se

dirige de forma significativa a su Padre en estos términos: «He manifestado tu nombre a los que me

diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra.» (Jn 17, 6)

Los discípulos de Jesús están extraídos de la cantera del mundo, como es normal. El hombre creyente no

puede vivir fuera del mundo. En su condición del discípulo del reino de Dios, está llamado a ser «sal de

la tierra» y «luz del mundo» (Mt 5, 13-16). Por otra parte, conocemos todos el amor apasionado de Dios

por el mundo. «Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree

en él no perezca, sino que tenga vida eterna.» (Jn 3, 16)

Al final de su vida terrestre, de su paso por los caminos de Galilea, Jesús pide al Padre que cuide de los

que le ha dado: «Ya no voy a estar en el mundo, pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti. Padre

santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado.» (17, 11) Y un poco más adelante añade: «No

ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno. No son del mundo, como tampoco yo

soy del mundo… Como tú me enviaste al mundo, así yo los envío también al mundo.» (17, 15-16.17)

«Estar en el mundo, sin ser del mundo», es una afirmación compleja. Tratemos de desbrozar un poco el

Page 50: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

50

terreno, para una buena comprensión de lo que el Señor quiere y espera de todos y cada uno de

nosotros, de nuestra comunidad de discípulos. La Carta a Diogneto, del siglo II, define a los seguidores

de Cristo como personas que «habitan en sus propias patrias, pero como extranjeros; participan en todo

como los ciudadanos, pero lo soportan todo como extranjeros; toda tierra extraña les es patria, y toda

patria les es extraña». Con la expresión «estar en el mundo, sin ser del mundo», por tanto, se está

apuntando a algo muy importante para que los creyentes nos ubiquemos correctamente en el mundo, al

que hay que amar con el mismo amor de Dios.

1.- EL MUNDO

La palabra mundo en san Juan, como en el resto de las Escrituras, es una palabra ambivalente, pues en

ocasiones significa el mundo visible creado por Dios; en otros momentos el ámbito histórico y cultural

en el que viven inmersas las personas; pero en ocasiones tiene una clara connotación ética y expresa

una realidad antagónica a Dios. En los escritos de Juan nos encontramos con el amor apasionado de

Dios por el mundo, como acabamos de ver, y con el mandato de no amar al mundo. «No améis al mundo

ni lo que hay en el mundo. Si alguno ama al mundo, no está en el amor del Padre. Porque lo que hay en

el mundo –la concupiscencia de la carne, y la concupiscencia de los ojos, y la arrogancia del dinero –eso

no procede del Padre, sino que procede del mundo. Y el mundo pasa, y su concupiscencia. Pero el que

hace la voluntad de Dios permanece para siempre.» (1Jn 2, 15-17)

El mundo como criatura de Dios es bueno, pues Dios no puede ser el origen del mal. La historia y

cultura de los hombres contienen grandes logros, pero también muchas ambigüedades que necesitan de

purificación o transformación. El mundo como principio de mal debe ser combatido con el amor de

Dios, tal como se ha revelado en la cruz de Cristo. Los samaritanos le decían a la mujer: «Ya no creemos

por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del

mundo.» (Jn 4, 42). A veces estas tres perspectivas del término mundo se hallan como implicadas. Jesús,

en la parábola del trigo y la cizaña, enseña cómo los hijos del Reino debemos asumir esa situación

dramática, con la confianza de que avanzamos hacia la victoria. Los hijos del reino terminarán por

imponerse en la historia, pero no sin dificultades en el empeño (cf. Mt 13, 24-30.36-43). La expresión

«estar en el mundo, sin ser del mundo», tiene, por tanto, un alcance programático para nosotros. Nos

recuerda nuestra identidad y misión, nuestra manera de ser, vivir y actuar en el mundo.

2.- PEREGRINOS EN EL MUNDO

Es importante recordar cómo Jesús está siempre en camino de este mundo al Padre. El cristiano, por

tanto, en cuanto está y vive en Cristo, se halla siempre de camino hacia el Padre: su verdadera patria

está en los cielos. Frente a los que «solo aspiran a cosas terrenas, nosotros, en cambio, somos

ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: El Señor Jesucristo. Él transformará nuestro

cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo

todo.» (Flp 3, 19-21).

«La Escritura dice que en esta vida somos «peregrinos forasteros», somos «párrocos», pues «paróikos»

es la palabra del Nuevo Testamento que se traduce como peregrino y forastero (Cf. 1P 2,11), como

«paroikía» (parroquia) es la traducción de peregrinación o exilio (Cf. 1P 1, 17). El sentido es claro: en

griego «pará» es un adverbio y significa junto: «oikía» es un sustantivo y significa casa; por tanto: vivir

junto, cerca, no dentro, sino a un lado. Por este motivo el término pasa a indicar después a quien vive en

un puesto durante un tiempo, el hombre de paso, o el exiliado; «paroikía» indica, por tanto, una casa

provisional.» Así se entiende Jn 17, 11.16. El discípulo de Jesús está siempre de camino hacia el Padre y

no puede instalarse en este mundo (cf. Hb 13, 14). La existencia, por tanto, del creyente está marcada

Page 51: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

51

por la provisionalidad. Por naturaleza y origen se halla ligado al mundo, por vocación y destino es «un

parroquiano», un peregrino de lo Absoluto. Nunca podemos perder de vista la perspectiva escatológica

de nuestra existencia.

La carta a los colosenses incide en esta misma perspectiva desde el acontecimiento de la resurrección:

«Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de

Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.» (Col 3, 1-2) ¡Seamos buenos «parroquianos»!

3.- ESTAR EN EL MUNDO

Pero ser peregrinos en el mundo no puede encerrarnos en nosotros mismos ni en una religiosidad al

margen del mundo. Juan Pablo II insistió al tratar del impulso escatológico de la Eucaristía como nos

lleva a un compromiso para transformar el mundo, para que todo él llegue a ser alabanza de Dios.

Una consecuencia significativa de la tensión escatológica propia de la Eucaristía es que da impulso a nuestro camino histórico, poniendo una semilla de viva esperanza en la dedicación cotidiana de cada uno a sus propias tareas. En efecto, aunque la visión cristiana fija su mirada en un « cielo nuevo » y una « tierra nueva » (Ap 21, 1), eso no debilita, sino que más bien estimula nuestro sentido de responsabilidad respecto a la tierra presente. Deseo recalcarlo con fuerza al principio del nuevo milenio, para que los cristianos se sientan más que nunca comprometidos a no descuidar los deberes de su ciudadanía terrenal. Es cometido suyo contribuir con la luz del Evangelio a la edificación de un mundo habitable y plenamente conforme al designio de Dios. (EDE 20)

No podemos rechazar la creación ni su bondad fundamental. Como pueblo sacerdotal estamos llamados

a luchar por un mundo según el designio de Dios. Los cristianos están en el mundo como «extranjeros»,

pero como «parroquianos» comprometidos con la evolución de nosotros mundo. El cristiano considera

el mundo como obra de la bondad de Dios y por ello vive las realidades temporales con verdadero amor

y pasión; pero sin olvidar su destino, su patria definitiva. Ninguna realidad del mundo le puede ser

ajena y ninguna realidad de este mundo puede vivirla sin la perspectiva escatológica. Es la condición

para librarse de los ídolos seculares o religiosos. «Buscar las cosas de arriba» significa orientar la

existencia de cara al encuentro con el Señor.

Jesús ha orado para que caminemos en la verdad, para que avancemos de acuerdo con su palabra en lo

concreto de la existencia, para que hagamos todo el bien posible en el mundo, para que seamos uno a

fin de comunicar al mundo la buena nueva del Evangelio, para que el mundo llegue a la fe en Jesús como

el enviado del Padre para la salvación del mundo.

4.- SIN SER DEL MUNDO

El cristiano debe ser consciente que ahora no pertenece al mundo, pues ha sido entregado a Cristo por

el Padre. No es del mundo, sino de Cristo. Ha renacido del agua y del Espíritu, para ser de Dios. Ha sido

bautizado en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Es propiedad de Dios. Tal es la gracia

del bautismo. Ahora vive en el mundo, pero con la conciencia de ser del Señor. Su verdadera autonomía

se halla en la dependencia libre y amorosa del Señor. Y desde ahí está llamado a vivir lo concreto de la

existencia. El plan de Dios es claro: recapitular todo en Cristo. «En él (en Cristo), por su sangre, tenemos

la redención, el perdón de los pecados, conforme a la riqueza de la gracia que en su sabiduría y

prudencia ha derrochado sobre nosotros, dándonos a conocer el misterio de su voluntad, el plan que

había proyectado realizar por Cristo, en la plenitud de los tiempos: recapitular en Cristo todas las cosas

del cielo y de la tierra.» (Ef 1, 7-10) La alabanza y adoración del Señor se expresa, ante todo, en el

compromiso para llevar adelante el plan de Dios.

Page 52: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

52

Jesús pidió que sus discípulos fueran consagrados en la verdad y la unidad, para llevar adelante el plan

de salvación. El cristiano, según Pablo VI está llamado a trabajar con todas las personas de buena

voluntad, para que el mundo pase de condiciones menos humanas a más humanas.

Si para llevar a cabo el desarrollo se necesitan técnicos, cada vez en mayor número, para este mismo desarrollo se exige más todavía pensadores de reflexión profunda que busquen un humanismo nuevo, el cual permita al hombre moderno hallarse a sí mismo, asumiendo los valores superiores del amor, de la amistad, de la oración y de la contemplación. Así se podrá realizar, en toda su plenitud, el verdadero desarrollo, que es el paso, para cada uno y para todos de condiciones de vida menos humanas, a condiciones más humanas. Menos humanas: Las carencias materiales de los que están privados del mínimo vital y las carencias morales de los que están mutilados por el egoísmo. Menos humanas: las estructuras opresoras que provienen del abuso del tener o del abuso del poder, de las explotaciones de los trabajadores o de la injusticia de las transacciones. Más humanas: el remontarse de la miseria a la posesión de lo necesario, la victoria sobre las calamidades sociales, la ampliación de los conocimientos, la adquisición de la cultura. Más humanas también: el aumento en la consideración de la dignidad de los demás, la orientación hacia el espíritu de pobreza (cf. Mt 5, 3), la cooperación en el bien común, la voluntad de paz. Más humanas todavía: el reconocimiento, por parte del hombre, de los valores supremos, y de Dios, que de ellos es la fuente y el fin. Más humanas, por fin y especialmente: la fe, don de Dios acogido por la buena voluntad de los hombres, y la unidad de la caridad de Cristo, que nos llama a todos a participar, como hijos, en la vida de Dios vivo, Padre de todos los hombres. (PP 20-21)

Estar en el mundo, sin ser del mundo, significa también evangelizar la cultura y las culturas, la sociedad

plural. Esto lleva consigo: ««alcanzar y transformar con la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los

valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los

modelos de vida de la humanidad, que están en contraste con la palabra de Dios y con el designio de

salvación» (EN 19)

Este camino no puede andarse sin una actitud profunda de conversión, fe y discernimiento, pues «el

mundo» no deja de infiltrarse en nosotros. Necesitamos discernir los signos del Espíritu, para colaborar

con él en el advenimiento de unos cielos nuevos y una tierra nueva. Los cristianos debemos sostenernos

en la lucha, pues «el mundo» aborrece a Cristo y a los que son de Cristo (Jn 15, 18; 1Jn 3, 1.13). Estamos

en el mundo y amamos al mundo como Jesús (Jn 13, 1; 17, 10), pero no somos del mundo (Jn 17, 14.16;

15, 19). Somos enviados con Cristo y en Cristo al mundo, para dar testimonio de la verdad (Jn 17, 18;

18, 37). Jesús vino al mundo para salvar al mundo (1Jn 4, 9.14). Santa Teresa de Ávila decía a sus

monjas: «de devociones a bobas nos libre Dios» (Vida, Cap. XIII)

Para la oración y reflexión personal

Los sentidos espirituales del discípulo.

Ver, oír y palpar al Verbo de la vida (cf. 1Jn 1, 1-4). Vivir la fe en la lógica de la encarnación. La persona de

Jesús constituye el centro de la visión. Ver al Padre en Jesús. Escuchar al que viene de lo alto. Palpar la

humanidad de Jesús. El camino de la contemplación en la fe permite al discípulo reconocer y acoger al Hijo

único como el Revelador y Salvador.

Textos: Jn 1, 14.18; 1Jn 1, 1-4; Jn 14, 8-10; Jn 9, 35-41; Jn 3, 31-36; Jn 14, 19-29

Cuestiones:

¿Por qué el evangelista Juan insiste tanto en el ver, oír y palpar? ¿Qué interrogantes te plantean los sentidos espirituales para la vida personal y comunitaria? ¿Cómo desarrollar los sentidos espirituales?

Page 53: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

53

13-LOS SENTIDOS ESPIRITUALES DEL DISCÍPULO.

Oración

Señor, escucha mi oración; tú, que eres fiel, atiende a mi súplica; tú, que eres justo, escúchame. No llames a juicio a tu siervo, pues ningún hombre vivo es inocente frente a ti. El enemigo me persigue a muerte, empuja mi vida al sepulcro, me confina a las tinieblas como a los muertos ya olvidados. Mi aliento desfallece, mi corazón dentro de mí está yerto. Recuerdo los tiempos antiguos, medito todas tus acciones, considero las obras de tus manos y extiendo mis brazos hacia ti: tengo sed de ti como tierra reseca.

Escúchame enseguida, Señor, que me falta el aliento. No me escondas tu rostro, igual que a los que bajan a la fosa. En la mañana hazme escuchar tu gracia, ya que confío en ti. Indícame el camino que he de seguir, pues levanto mi alma a ti. Líbrame del enemigo, Señor, que me refugio en ti. Enséñame a cumplir tu voluntad, ya que tú eres mi Dios. Tu espíritu, que es bueno, me guíe por tierra llana.

Por tu nombre, Señor, consérvame vivo; por tu clemencia, sácame de la angustia.

(Salmo 143 [142])

Reflexión

El prólogo del evangelio según san Juan afirma: «El verbo se hizo carne». La primera carta de san Juan

nos regala este hermoso inicio: «Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto

con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos acerca del Verbo de la vida,

pues la Vida se hizo visible, y nosotros hemos visto, damos testimonio y anunciamos la vida eterna que

estaba junto al Padre y se manifestó. Eso que hemos visto y oído os lo anunciamos, para que estéis en

comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Os escribimos esto, para que nuestro gozo sea

completo». (1Jn 1, 1-4) En este texto nos encontramos con tres verbos muy significativos: ver, oír y

palpar. Son verbos que se inscriben en la lógica profunda del misterio de la encarnación. En Jesús, Dios

se hizo visible y los hombres pudieron escucharlo y palparlo.

Pero surge una cuestión de suma importancia. Muchos de los que vieron, oyeron y palparon al

Nazareno, jamás sospecharon que estaban viendo, oyendo y palpando al Verbo de la Vida. De hecho, los

discípulos, sólo después de Pascua, accedieron a la convicción profunda de haber visto, oído y palpado

la Vida misma. La percepción sensible fue un punto de partida para una percepción espiritual de la

persona de Jesús y de la comunión con Dios Padre y con su Hijo Jesucristo. Es necesaria la acción del

Espíritu Santo para penetrar en la verdad y gloria de Jesús, tal como se afirma en el prólogo del

evangelio. «Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria

como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad». (Jn 1, 14) Los propios discípulos de Jesús

tuvieron mucha dificultad para adentrarse en su verdadera identidad. Cuando la víspera de la Pascua,

Felipe le dice: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta», Jesús le replica con un acento de cansancio y

de una cierta desilusión: «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha

visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre?” ¿No crees que yo estoy en el Padre y

el Padre en mí?» (Jn 14, 8-10) El ver, oír y palpar de los sentidos espirituales va más allá de lo que

Page 54: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

54

alcanzan a ver, oír y palpar los sentidos naturales. Tratemos, pues, de comprender bien estos sentidos

que los discípulos estamos llamados a desarrollar.

1.- EL VER DE LA FE

El ver en Juan está centrado en la persona de Jesús. «A Dios nadie lo ha visto jamás». A Jesús, en cambio,

lo vieron y podemos verlo en la fe. El Verbo se hizo visible, la Vida se hizo visible. Es, sobre todo, en la

pasión que Jesús se mostró a los hombres y los atrae hacia él. Él no fue una apariencia de carne, sino un

verdadero hombre. Esto es fundamental en las preocupaciones de los escritos de Juan, pues ataca a los

docetas, a los que decían que Jesús vino en apariencia de hombre.

Pero el ver auténtico de la fe no puede detenerse en la superficie. El creyente debe ver la realidad de la

persona de Jesús. Ni siquiera debe quedarse en el sentido de los acontecimientos protagonizados por él

en la historia. Juan nos invita a ver aquel núcleo que confiere sentido a lo que pueden descubrir los ojos

humanos, incluidos los ojos de la razón.

Juan Bautista, aleccionado por Dios, supo ver que Jesús era el Mesías esperado. «Al día siguiente, al ver

Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: Este es el Cordero Dios, que quita el pecado del mundo… Y Juan

dio testimonio diciendo: He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó

sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: Aquel sobre quien veas

bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo. Y yo lo he visto y he dado

testimonio de que este es el Hijo de Dios.» (Jn 1, 29-34) Ahora bien, el ver de la fe supone despojarse de

todo aquello que impide tener un corazón puro, que propicia una visión errónea, falsa de las Escrituras.

En ocasiones, como sucedió a los oyentes del propio Jesús, los esquemas religiosos nos impiden ver la

realidad de su persona. En este sentido es muy significativo el relato del ciego pobre de nacimiento.

Recuperó la vista, pero no conocía a Jesús, pues todavía no lo había visto. Cuando Jesús le sale de nuevo

al encuentro, lo ve, cree y lo adora. «Creo, Señor». Y añade el evangelista: «Y se postró ante él». Y

entonces se produce una gran revelación, que el evangelista presenta de la manera siguiente: «Dijo

Jesús: “Para un juicio he venido yo a este mundo: para que los que no ven, vean, y los que ven, se queden

ciegos”. Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron: “¿También nosotros estamos

ciegos?” Jesús les contestó. “Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado; pero con decís “vemos”, vuestro

pecado permanece”» (Jn 9, 35-41)

El ver de la fe se caracteriza por ver en la humanidad pobre y frágil de Jesús, la gloria del Hijo unigénito

de Dios, la gloria del Verbo hecho carne, tal como acontece ya en el primer signo de los realizados por

Jesús en la boda de Caná. Es en la humanidad de Jesús donde reside la plenitud de la divinidad (cf. Col 2,

9). El creyente auténtico ve en Jesús al Padre. Por ello el ver de la fe es mucho más que un simple

reconocimiento de la grandeza de Jesús. Es preciso ver al Padre en el traspasado. «Mirarán al que

traspasaron». (Jn 19, 37) Todo el evangelio de Juan es una invitación a ver en la humanidad de Jesús a

Dios revelándose. A través del ver, de la experiencia se llega a la fe y la fe permite contemplar la gloria

en la máxima pobreza. Es la contemplación de los ojos de la fe enriquecidos por el amor. La fe no es falta

de conocimiento de la realidad, sino una visión más honda y profunda de la persona del «hijo del

carpintero». El creyente ve y cree que Dios es glorificado en la Pascua del Hijo, tal como lo anunciara el

propio Jesús, cuando Judas salió del cenáculo para entregarlo (cf. Jn 13, 31-33).

Pero ver la divinidad en la humillación de la cruz, conlleva un salto de fe que los ojos de la razón natural

o religiosa no pueden captar, que se niegan a captar. Por ello el Resucitado le dijo a Tomás: «¿Porque

me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto» (Jn 20, 29) El ver humano no

Page 55: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

55

basta. Es precisa la iluminación interior, la iluminación del Espíritu para ver con los ojos de la fe y del

amor gratuito. El ver interesado no es el ver de la fe.

Los discípulos empezaron a creer viendo la persona y actuación de Jesús. Pero fue sólo en la luz de la

Pascua y del Espíritu, vieron la realidad con hondura. «Dentro de poco el mundo no me verá, pero

vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy en mi Padre, y

vosotros en mí y yo en vosotros.» (Jn 14, 19-29) La Iglesia está llamada a ver y hacer ver a Jesús en la fe.

Oigamos a Juan Pablo II:

« Queremos ver a Jesús » (Jn 12,21). Esta petición, hecha al apóstol Felipe por algunos griegos que habían acudido a Jerusalén para la peregrinación pascual, ha resonado también espiritualmente en nuestros oídos en este Año jubilar. Como aquellos peregrinos de hace dos mil años, los hombres de nuestro tiempo, quizás no siempre conscientemente, piden a los creyentes de hoy no sólo « hablar » de Cristo, sino en cierto modo hacérselo « ver ». ¿Y no es quizá cometido de la Iglesia reflejar la luz de Cristo en cada época de la historia y hacer resplandecer también su rostro ante las generaciones del nuevo milenio? Nuestro testimonio sería, además, enormemente deficiente si nosotros no fuésemos los primeros contempladores de su rostro. El Gran Jubileo nos ha ayudado a serlo más profundamente. Al final del Jubileo, a la vez que reemprendemos el ritmo ordinario, llevando en el ánimo las ricas experiencias vividas durante este período singular, la mirada se queda más que nunca fija en el rostro del Señor. (NMI 16)

2.- EL OÍR DE LA FE

Como enseña el testigo enviado por Dios, Juan Bautista, Jesús viene de lo alto y da testimonio de lo que

ha visto y oído; pero nadie acepta su testimonio (cf. Jn 3, 31-36). Por ello escuchar a Jesús es escuchar al

Dios verdadero y veraz. La incredulidad es la negativa a escuchar a Dios en Jesús. Él ve hacer al Padre y

actúa como el Padre. Lo que oye al Padre, lo comunica. Él es la verdadera Palabra del Padre. Por ello el

discípulo está llamado a vivir en la escucha atenta de Dios en Jesús. La predicación de Jesús lleva a la

verdadera fe (cf. Jn 4, 39-42)

Escuchar y creer son indisociables. No se ha escuchado realmente a Jesús, si no se le da la adhesión de

una fe incondicional. El discípulo es aquel que se entrega sin condiciones, con certeza y firmeza a la

palabra de Jesús, aun cuando no la entienda de forma completa. El oído de la fe lleva a la entrega a la

persona del Enviado de Dios. «Simón Pedro le contestó: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes

palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios”». (Jn 6, 68-69) El

discípulo auténtico es una persona que escucha y comunica a los demás la palabra escuchada. Jesús

comunica lo que ha visto y oído junto al Padre. La Iglesia está llamada a avanzar en la misma dirección.

Es preciso escuchar sin razonar, esto es, sin defenderse de la Palabra. Nuestras pasiones nos impiden la

escucha sencilla, la propia de una auténtica infancia espiritual. Como María. La hermana de Marta, hay

que aprender a estar a los pies de Jesús para vivir de la palabra que sale de sus labios. El que quiere

controlar la palabra del enviado ni escucha ni puede creer. Pablo nos dirá que la fe viene de la escucha y

la escucha de la Palabra (cf. Rom 10, 14-21). En ocasiones nuestros esquemas religiosos nos bloquean

para acoger la novedad insondable de la Palabra. Para escuchar la verdad es preciso no tener prejuicios,

estar abiertos a la novedad de Dios. Los hombres religiosos de tiempo de Jesús se negaron a escuchar,

pues seguían aferrados a su interpretación de la ley. ¿No nos sucede también hoy lo mismo?

Page 56: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

56

3.- PALPAR LA VIDA EN LA HUMANIDAD DE JESÚS

Los discípulos no se limitan a ver, contemplar y oír. El evangelio recuerda que Judas besó a Jesús. El

discípulo amado se reclinó sobre el seno de Jesús. Después de resucitar de entre los muertos, Jesús, ante

las dudas de sus discípulos, pues creen estar ante un fantasma, les dijo: Mirad mis manos y mis pies: soy

yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo

tengo.» (Lc 24, 39) Y al incrédulo Tomás le dice: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y

métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.» (Jn 20, 27)

La fe cristiana no puede perder nunca de vista el misterio de la encarnación. Cierto, el cuerpo de Cristo

es un cuerpo transfigurado, pero no por ello menos real. «Y entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

“Paz a vosotros”. Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de

alegría la ver al Señor» (Jn 20, 19-20) El realismo de la encarnación es una nota esencial y distintiva de

la fe cristiana.

Conclusión

En este año teresiano, vamos a concluir esta reflexión con unas palabras de la santa, pues peleó lo suyo

para hacer comprender a unos y otros la importancia capital de la humanidad de Cristo, para quien

quiera seguir de verdad a Jesús. «Ya me parece iba sin camino si Vos no me tornarais a él, que en veros

cabe mí, he visto todos los bienes. No me ha venido trabajo que mirándoos a Vos, cual estuvisteis

delante de los jueces, no se me haga bueno sufrir. Con tan buen amigo presente, con tan buen capitán,

que se puso en lo primero en el padecer, todo se puede sufrir. Es ayuda y da esfuerzo; nunc falta; es

amigo verdadero. Y veo yo claro, y he visto después, que para contentar a Dios y que nos haga grandes

mercedes, quiere sea por manos de esta Humanidad sacratísima, en quien dijo su Majestad se deleita.

Muy muchas veces lo he visto por experiencia; hámelo dicho el Señor. He visto claro que por esta puerta

hemos de entrar, si queremos nos muestre la Soberana Majestad grandes secretos.» (Vida de santa

Teresa de Jesús, cap. 22)

Para la reflexión y oración personal

Conocer en la perspectiva de los escritos de Juan.

Conocer para Juan no se reduce a la dimensión intelectual, aun cuando la incluya. Es un conocimiento

vital que conduce a la unidad y comunión de amor. Jesús conoce a sus ovejas y sus ovejas le conocen. Y

este conocimiento mutuo es el reflejo de conocimiento existente entre el Padre y el Hijo. El creer del

discípulo conduce al verdadero conocimiento (cf. Jn 6, 69). Consecuencias para una vivencia del ser

creyente.

Textos:

Jn 6, 69; 10, 14; 14, 6-7; 14, 19-20; 17, 3; 17, 25-26; 1Jn 5, 20; 1Jn 2, 27; 1Jn 1, 3; 1Jn 2, 3-4; 1Jn 3,

16

Cuestiones:

A través de estos textos descubre el sentido que el evangelista da al término conocer.

¿Qué consecuencias sacas para una auténtica vivencia de la fe?

¿Qué diferencia hay entre el conocer de Dios y nuestro conocer humano?

Page 57: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

57

14-CONOCER EN LOS ESCRITOS DE JUAN

Oración

Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda; la paciencia todo lo alcanza; quien a Dios tiene nada le falta: Sólo Dios basta.

Eleva tu pensamiento, al cielo sube, por nada te acongojes, nada te turbe.

A Jesucristo sigue con pecho grande, y, venga lo que venga, nada te espante

¿Ves la gloria del mundo? Es gloria vana; nada tiene de estable, todo se pasa. Aspira a lo celeste, que siempre dura; fiel y rico en promesas, Dios no se muda Ámala cual merece bondad inmensa; pero no hay amor fino sin la paciencia. Confianza y fe viva mantenga el alma, que quien cree y espera todo lo alcanza.

Del infierno acosado aunque se viere, burlará sus furores quien a Dios tiene. Vénganle desamparos, cruces, desgracias; siendo Dios tu tesoro nada te falta. Id, pues, bienes del mundo; id dichas vanas; aunque todo lo pierda, sólo Dios basta. (Santa Teresa de Ávila)

Reflexión

Cuando la Biblia habla de conocer a Dios, se está refiriendo a una relación vital de amor del ser humano

con su Creador y Salvador. Para la fe bíblica, el conocimiento de Dios es una experiencia personal y

comunitaria, que modela la existencia, la manera de ser y estar en el mundo, de relacionarse con lo

creado y con los demás. El texto hebreo del Antiguo Testamento habla, en este sentido, de conocer el

sufrimiento (Is 53, 3) y la infidelidad (Sab 3, 13), la guerra (Jue 3, 1) y la paz (Is 59, 8), el bien y el mal

(Gen 2, 9.17). La experiencia humana comporta siempre un verdadero compromiso, pero también una

historia. No hay real experiencia para nosotros, más que en el tiempo. El hombre es un ser social e

histórico. Nunca debe olvidarse la dimensión existencial de la persona. Vivimos en la tierra.

Conocer a alguien es entrar en relación personal con él; pero es evidente que la relación, como el

conocimiento, puede ser más o menos intensa. El término bíblico de conocimiento, por ejemplo, se usa

para expresar la solidaridad familiar (Dt 33, 9), las relaciones conyugales (Gen 4, 1; Lc 1, 34). A Dios se

le conoce, ante todo, en la alianza (Jer 31, 34), que incluye una cierta intimidad de amor; pero también

se le conoce cuando corrige al pueblo o lo libera.

Si el hombre puede conocer a Dios, es porque antes fue conocido por él. Más todavía, si llega a tener

conocimiento de Dios es porque ha querido darse a conocer. La gracia es la expresión de la

autocomunicación divina. En las religiones naturales, los hombres forjan sus ideas sobre la divinidad;

en la fe bíblica, Dios se revela y se da a conocer (cf. Ex 3, 14). No lo olvidemos: dar a conocer su nombre,

en cierta forma, es dar autoridad sobre uno mismo.

Page 58: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

58

En ocasiones, parece que los traductores tienen dificultad de traducir literalmente el término hebreo

conocer (YD’) y lo hacen con palabras como elegir, escoger. «Solo a vosotros he escogido (conocido) de

entre las tribus de la tierra. Por eso os pediré cuenta de todas vuestras transgresiones» (Am 3, 2) El

mismo fenómeno encontramos en el profeta Jeremías: «Ante de formarte en el vientre, te elegí (te

conocía); antes que salieras del seno materno, te consagré: te constituí profeta de las naciones». (Jer 1,

5) Conocer, por parte de Dios, equivale a elegir y predestinar (cf. Rom 8, 29; 1Cor 13, 12)

Conocer a Dios, tal como podemos ver en el profeta Oseas, es pertenecer en plenitud al Señor, como la

esposa fiel pertenece a su esposo. Estamos en el cuadro de la alianza, en una relación de verdadero

amor. Releamos dos o tres textos. En el primero es Dios quien conoce y da la posibilidad de un auténtico

conocimiento. «Me desposaré contigo para siempre, me desposaré contigo en justicia y en derecho, en

misericordia y ternura, me desposaré contigo en fidelidad y conocerás al Señor» (Os 2, 22). En el

segundo vemos cómo Dios se queja de falta el conocimiento de Dios en el país: «Escuchad la palabra del

Señor, hijos de Israel El Señor tiene un proceso contra los habitantes del país, porque falta fidelidad y

falta amor, falte el conocimiento de Dios en el país» (Os 4, 1) «Quiero misericordia y no sacrificio;

conocimiento de Dios, más que holocaustos. Mas ellos, cual Adán, transgredieron la alianza, así me

fueron infieles» (Os 6, 6-7). En un tercer momento, el pueblo no puede refugiarse en un falso

conocimiento de Dios, pues es falso si no vive en la alianza: «A tus labios la trompeta, como un heraldo

contra el templo del Señor, porque han transgredido mi alianza y se rebelaron contra mi ley. Me

invocan gritando: ¡Dios de Israel, te conocemos!» (Os 8, 1-2)

El Mesías hará que abunde el verdadero conocimiento de Dios en el pueblo de Israel. «Nadie causará

daño ni estrago por todo mi monte santo: porque está lleno el país del conocimiento del Señor, como las

aguas colman el mar.» (Is 11, 9)

El evangelista Juan tiene muy presente el trasfondo del Antiguo Testamento, cuando utiliza el término

conocer. Jesús es siempre el primero que ve y conoce. Él es el único que puede darnos a conocer al

Padre. Pero solo el Padre, por otra parte, puede conducirnos a la fe y al conocimiento del Hijo. Y el

Espíritu será quien conducirá a los discípulos de forma progresiva al pleno conocimiento de la verdad.

Explicitemos un poco estas afirmaciones.

1.- EL BUEN PASTOR CONOCE A SUS OVEJAS

«Yo soy el Buen Pastor, que conozco mis ovejas, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce; yo

doy mi vida por las ovejas» (Jn 10, 14). Estamos aquí ante un conocimiento de amor, de un amor que

lleva al don de la propia vida. No es un conocimiento posesivo o de dominio, ni un conocimiento como

se puede tener de un objeto. Es un conocimiento en que la vida circula de uno al otro, como sucede en el

misterio trinitario. Es la experiencia de una vida que se recibe y se entrega. Conocer es entregarse a

Aquel que se entregó por nosotros. En este sentido el conocimiento es comunicación, apertura

incondicional a la persona del Señor, diálogo constante y permanente con él. «Conocer la verdad», para

san Juan, es siempre conocer la persona del Hijo y del Padre, por medio de la palabra o palabras de

Jesús. Conocer es vivenciar la experiencia de ser amado por Dios, es «reconocer» el don que el Padre

nos hace de su Hijo. En una palabra: «Conocer para san Juan, es entrar en el mundo del amor» (J.

Mollat), en el mundo del amor trinitario.

Para una mejor comprensión de lo que acabo de afirmar, conviene recordar la estrecha relación que san

Juan establece entre el conocimiento y la fe. Dios ha querido en Jesús establecer con la humanidad una

relación de verdadera comunión en el amor, que el Espíritu derrama en nuestros corazones. La fe

Page 59: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

59

conduce a una relación de alianza, a un verdadero conocimiento vital. La fe y el conocimiento se

compenetran. En Juan el creer precede de ordinario al conocimiento, el «conocer» se presenta como la

culminación del «creer». «Dijo Jesús a los judíos que habían creído en él: “Si permanecéis en mi palabra,

seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”.» (Jn 8, 31-32) La

cima de creer es el conocimiento vital de la verdad, que es, en definitiva, el Hijo venido en nuestra carne.

Conocer es entrar en comunión de vida, misión y destino con el Hijo. Y quien así lo hace, por otra parte,

crecerá en la fe.

El conocimiento que Jesús, el Buen Pastor, tiene de nosotros no es solo divino, sino que está penetrado

de humanidad y compasión, pues el Hijo se hizo en todo semejante a nosotros menos en el pecado. Jesús

espera de sus ovejas una respuesta de amor, que debe ir creciendo con el tiempo.

2.- EL PADRE Y EL ESPÍRITU NOS CONDUCEN AL CONOCIMIENTO DE JESÚS

La fe y el conocimiento del amor se desvirtúan con la rutina y la repetición. Con lo que acabamos de ver,

ya hemos comprendido que no estamos en terreno de unas simples creencias religiosas o de una moral

de acuerdo con la ley. Los judíos que rechazaron a Jesús tenían sus creencias y una moral estricta de

acuerdo con la ley. El cuarto evangelio pone estas palabras en labios de Jesús: «Nadie puede venir a mí

si no lo atrae el Padre que me ha enviado». Y un poco más adelante repite: «Por eso os he dicho que

nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede.» (Jn 6, 44.65) Para acoger el don de Dios es preciso

salir de sus esquemas y rutinas, de sus razonamientos y seguridades, incluidas las religiosas.

El «Espíritu de la verdad» nos guiará y dará a conocer la verdad plena, él nos introduce en el pleno

conocimiento de Aquel que es la Verdad (cf. Jn 14, 26; 15, 18-16, 15). El Espíritu es «el maestro interior»

que introduce a los discípulos de todos los tiempos en el verdadero conocimiento del Hijo y, por medio

de él, en el conocimiento del Padre (cf. Jn 14, 7.20)

El conocimiento en san Juan tiene siempre como «objeto» la persona histórica de Jesús, enviado por el

Padre para dar la vida al mundo. Pero una persona que permanece viva y presente en los suyos, en la

comunidad apostólica. De ahí que conocer es vivir en su palabra y amor.

3.- JESÚS ES EL REVELADOR Y LA LUZ

Atraídos por el Padre y conducidos por el Espíritu de la verdad, los discípulos de la era apostólica no

dejaron de adentrarse en el misterio de la persona y misión de Jesús, esto es, de la Palabra enviada en

una carne semejante a la nuestra. Jesús, en el evangelio de Juan, ya lo vimos, es, ante todo, el enviado. Su

misión es darnos a conocer al Padre y llevarnos a una nueva relación con él. Él es, ante todo, el

Revelador y el Salvador. Es la luz del mundo y es también la vida del mundo.

El prólogo de nuestro evangelio culmina con esta afirmación: «A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios

unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.» (Jn 1, 18). Jesús nos ha hecho

conocer a Dios a través de su palabra, de su acción y de su persona. Toda su misión se orientó a revelar

el amor salvador de Dios por la humanidad. Antes de salir de este mundo para ir al Padre, oraba así:

«Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y estos han conocido que tú me enviaste. Les

he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté en ellos, y yo en

ellos» (Jn 17, 25-26)

La revelación no se presenta como si Dios nos diera a conocer verdades sobre él, al estilo de la filosofía,

sino que es la autocomunicación misma de Dios. En la revelación Dios se nos da y entrega, se comunica

Page 60: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

60

y nos asocia a su vida. Desde esta perspectiva se comprende lo que desarrollamos brevemente a

continuación.

4.- CONOCER Y LA VIDA ETERNA

«Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo.»

(Jn 17, 3)

Estas palabras dela oración de Jesús establecen una clara relación entre el conocimiento y la vida

eterna. En este contexto, conocer alude al cumplimiento y vivencia de la alianza ( cf. Jer 24, 7; 31, 34), a

la glorificación del Padre y del Hijo. Como ya he indicado, conocer es entregarse en el amor a Aquel que

nos amó el primero; y en esto consiste precisamente la glorificación del Señor por parte del discípulo.

En el libro de la Sabiduría, leemos: «Conocerte a ti es justicia perfecta y reconocer tu poder es la raíz de

la inmortalidad» (Sab 15, 3). La comunión en el amor es participación en la vida misma de Dios desde

ahora, que en esto consiste la vida eterna. La unión con Dios es vivida ya en lo concreto de la historia. La

importancia del verbo conocer en la oración de Jesús se refleja en la repetición (17, 7.8.23 y en los

versículos 25-26 aparece 5 veces). La profesión de fe de Pedro nos reenvía al conocimiento como

culminación de la entrega a la palabra del Verbo: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras

de vida eterna; nosotros creemos y conocemos que tú eres el Santo de Dios» (Jn 6, 68-69).

Conclusión: He aquí como las últimas palabras de la primera carta de san Juan resumen las certezas que

nos proporciona conocimiento de Jesucristo en el Espíritu de la verdad: «Sabemos que todo el que ha

nacido de Dios no peca, sino que el Engendrado de Dios lo guarda, y el Maligno no llega a tocarlo.

Sabemos que somos de Dios y que el mundo entero yace en poder del Maligno. Pero sabemos que el Hijo

de Dios ha venido y nos ha dado inteligencia para que conozcamos al Verdadero, en su Hijo Jesucristo.

Este es el Dios verdadero y la vida eterna. Hijos míos, guardaos de los ídolos.» (1Jn 5, 18-21)

Para la oración y la reflexión personal

La oración en el nombre de Jesús.

La oración en la vida de Jesús tiene una importancia capital. El discípulo está llamado a orar con

la confianza de quien se sabe escuchado por el Padre. El evangelista recuerda de modo

significativo que Jesús, antes de salir de este mundo para volver al Padre, señala a sus discípulos

que todavía no han orado en su nombre.

Textos: Jn 4, 19-26; 14, 13-14; 15, 7.16; 16, 23-24; 17, 1-26; 1Jn 5, 14-15

Cuestiones: A la luz de esto textos y de su contexto, reflexiona

¿Cuáles son las verdaderas características de la oración del discípulo?

¿Qué significa la oración en el nombre de Jesús?

¿Qué implicaciones conlleva para el discípulo orar en el nombre de Jesucristo?

Page 61: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

61

15-LA ORACIÓN EN EL NOMBRE DE JESÚS.

Oración

JESU DULCIS MEMORIA Jesu dulcis memoria Dans vera cordis gaudia: Sed super mel et omnia Ejus dulcis praesentia. Nil canitur suavius, Nil auditur jucundius, Nil eogitatur dulcius, Quam Jesus Dei Filius. Jesu, spes poenitentibus, Quam pius es petentibus! Quam bonus te quaerentibus! Sed quid invenientibus? Nec lingua valet dicere, Nec littera exprimere: Expertus potest credere, Quid sit Jesum diligere. Sis, Jesu, nostrum gaudium, Qui es futurus praemium: Sit nostra in te gloria, Per cuncta semper saecula.

HIMNO DEL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS Oh Jesús de dulcísima memoria, Que nos das la alegría verdadera: Más dulce que la miel y toda cosa Es para nuestras almas tu presencia. Nada tan suave para ser cantado, Nada tan grato para ser oído, Nada tan dulce para ser pensado Como Jesús, el Hijo del Altísimo. Tú que eres esperanza del que sufre, Tú que eres tierno con el que te ruega, Tú que eres bueno con el que te busca: ¿Qué no serás con el que al fin te encuentra? No hay lengua que en verdad pueda decirlo Ni letra que en verdad pueda expresarlo: Tan sólo quien su amor experimenta Es capaz de saber lo que es amarlo. Sé nuestro regocijo de este día, Tú que serás nuestro futuro premio, Y haz que sólo se cifre nuestra gloria En la tuya sin límite y sin tiempo.

Reflexión

Si se quiere evitar una lectura literal, fundamentalista, de la palabra de Dios es necesario resituar los

textos en su contexto histórico. Esto es verdad también para comprender qué puede significar orar en el

nombre de Jesús. Vayamos paso por paso.

Los discípulos de Jesús eran buenos israelitas y, por lo mismo, hombres de oración asidua, pues oraban

varias veces al día. Habían frecuentado la Sinagoga y el Templo. Algunos de ellos venían del movimiento

del Bautista. Habían orado con Jesús y de él habían recibido una profunda enseñanza sobre la oración

en los diferentes momentos de la existencia. En el cenáculo (ya hemos dicho que los capítulos 13 al 17

del Evangelio según san Juan se dirigen a los discípulos), Jesús no les dice que oren, sino que lo hagan en

su nombre, pues hasta ese momento nunca habían orado en su nombre (cf. Jn 16, 23-24). Pero, ¿qué

significa en concreto orar en nombre de Jesús?

Antes de buscar la respuesta a esta cuestión, conviene ver algunas perspectivas de la oración tal como

se presentan en el cuarto evangelio. Eso nos permitirá comprender mejor el significado, alcance,

dinamismo y compromiso de orar en el nombre de Jesús.

Page 62: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

62

1.- LA ORACIÓN A JESÚS

La oración, en el evangelio según san Juan, adquiere de ordinario formas muy sencillas. Son simples

invocaciones mediante las cuales los «necesitados» se abren a la acción de Jesús. En la boda de Caná, «la

madre» se vuelve hacia su Hijo para que intervenga ante la falta de vino: «No tienen vino.» (Jn 2, 4).

Para Juan la oración, en una primera aproximación, es volverse hacia Jesús, a fin que a través de él se

manifiesten las obras de Dios. Esta oración acontece en el marco de la alianza, de una relación amorosa

y solidaria de Jesús con los enfermos y con los que ama (Jn 4, 49; 11, 3).

Pero a través de la oración, esto es, del diálogo con Jesús, el necesitado debe recorrer un camino: pasar

de la necesidad al deseo hondo que anida en el corazón de la persona humana. Este paso de la necesidad

al deseo conlleva un verdadero proceso de conversión. En ocasiones, el paso tiene lugar, pero en otras

no se produce. En el caso de la samaritana, este paso se expresa en el abandono del cántaro y en el

hecho de correr para comunicar la buena noticia (cf. Jn 4). Jesús no le resuelve la necesidad material del

agua, pero responde a su deseo más hondo de vida y salvación. No sucede lo mismo con las

muchedumbres hambrientas. Se resisten a dar el paso de la necesidad al deseo; y dan la espalda al que

seguían (cf. Jn 6). A través de la petición y el diálogo, la oración verdadera abre a la contemplación del

misterio de Jesús, del Verbo de la vida, de la luz, de la verdad.

En otras ocasiones, la oración en el evangelio de Juan se presenta como una auténtica profesión de fe,

como un grito o exclamación. La persona recibe de repente una luz que le lleva a reconocer a Jesús

como el Mesías, el Hijo de Dios, el Salvador, el Maestro. La oración se expresa en una especie de «credo».

El orante reconoce en la humanidad de Jesús la presencia de Dios (Jn 1, 14; 1, 49; 6, 69; 20, 16; 20, 28).

La oración culmina en la entrega amorosa y en el seguimiento al servicio del rebaño por el que Jesús ha

dado la vida (cf. Jn 21, 15-22). La oración auténtica conduce a la reciprocidad en el don.

2.- LA ORACIÓN DE JESÚS

El evangelio de Juan da muchos detalles de cómo y en qué circunstancias oraba Jesús. No podemos

recorrer ahora todos los textos en que se nos presenta a Jesús en oración. Baste señalar cómo en la

oración Jesús vive vuelto hacia su Padre. En su ser y en su hacer, está siempre de camino hacia el Padre.

En su condición de enviado, su alimento será hacer la voluntad del Padre y llevar a cabo su hora.

En toda circunstancia, Jesús vive en la acción de gracias, pues se sentía escuchado en todo momento por

el que lo envió al mundo para llevar a cabo su obra de salvación (cf. Jn 11, 41-42). Es consciente de

recibir todo del Padre. Jesús vive en el Padre, en el amor del Padre y por ello no cesa de dar gracias. En

la oración consiente ser el don del Padre para los demás. Él es el verdadero adorador en espíritu y

verdad. Vive para glorificar al Padre y pone su causa en sus manos. Sabe que ha venido para llevar a

cabo la hora del Padre en la hora de las tinieblas. Y a la hora del Padre se entrega (cf. Jn 12, 23-32; 17,

1ss). Pero es de notar cómo en la oración de Jesús se halla siempre presente la preocupación por los

suyos. En la oración Jesús, pues, vive vuelto hacia el Padre y hacia los hombres, en particular hacia sus

discípulos. Diríamos, si así se puede hablar, que Jesús en la oración aprendió a vivir la obediencia como

ofrenda de amor a Dios y a los hombres. La oración auténtica nos descentra de nosotros mismos.

La oración de Jesús, por tanto, no excluye la petición, pero la petición se halla incrustada en la acción de

gracias. El Hijo se siente amado por el Padre, con quien mantiene una relación personal. Y desde esta

confianza filial, «cuando tomó el vinagre, dijo: “Está consumado”. E, inclinando la cabeza, entregó el

espíritu.» (Jn 19, 30) ¿No estamos aquí ante el acto supremo de adoración en espíritu y verdad? Y así

Jesús llegó a su perfección y no perfeccionó a todos nosotros, al decir de la carta a los Hebreos 5, 5-10.

Page 63: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

63

3.- LA ORACIÓN EN EL NOMBRE DE JESÚS

Al salir de este mundo hacia el Padre, en su discurso de adiós, en su testamento y programa de vida,

Jesús sorprende a los discípulos con una triple invitación a orar en su nombre (Jn 14, 13; 15, 16; 16, 23-

27). Jesús no se limita a recomendarles que oren, sino que les exhorta a orar en su nombre.

¿Comprendemos bien qué significa esto? Recorramos con sencillez esta triple afirmación. Para

comprender bien su alcance, no perdamos de vista esta afirmación de Jesús: «Yo soy la Vid, vosotros los

sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer

nada… Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se

realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.» (Jn

15, 5.7-8)

3.1 La oración en el nombre de Jesús y la glorificación del Padre

En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores,

porque yo me voy al Padre. Y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en

el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré. (Jn 14, 12-14)

La oración en el nombre de Jesús, si leemos con atención este texto, nos abre a una realidad maravillosa.

Jesús promete que él proseguirá su obra hasta la plena consumación a través de sus discípulos en el

mundo. La obra de Jesús ha sido, ante todo, la glorificación del Padre. Y esta es la obra que Jesús

prosigue en los discípulos y a través de ellos en el mundo. Creer en Jesús es dejar que él viva en

nosotros. La Vid seguirá dando frutos a través de los sarmientos. Igual que el Padre obra en el Hijo, así

el Hijo sigue actuando en los discípulos. Estamos en el nivel de la fe, de la mística verdadera.

Orar en el nombre de Jesús, algo que los discípulos comprendieron sólo después de la resurrección y de

Pentecostés, es dejar orar y actuar a Cristo través nuestro en el mundo, a fin de que siga glorificando al

Padre en la historia. Esta oración será siempre escuchada, pues Jesús no tiene otro deseo que la

glorificación del Padre mediante la salvación del hombre. La oración en el nombre de Jesús, por tanto,

se presenta como el camino para llevar adelante la misión en el mundo. La oración es la toma de

conciencia de que Jesús sigue actuando a través del creyente, del discípulo. Él permanece en el discípulo

y glorifica al Padre a través de los suyos. Jesús glorificó de forma definitiva al Padre fue en la Pascua.

3.2 La oración en el nombre de Jesús, garantía de fruto perenne

No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y

deis fruto, y vuestro fruto permanezca. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé (Jn 15,

16)

Jesús envía a sus discípulos al mundo para que den un fruto que permanezca, pues la gloria del Padre

está en que los sarmientos den fruto bueno y abundante: «Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis

fruto abundante; así seréis discípulos míos.» (Jn 15, 8) Ahora bien, el fruto que el sarmiento da es el de

la Vid. En los discípulos, por tanto, es el Resucitado quien está produciendo el fruto.

Así nos encontramos ante una promesa segura. El Padre, que es el Viñador, seguirá actuando en todo

momento para que los sarmientos sean podados y produzcan un fruto que permanezca, como

permanece el fruto de Jesús muerto y resucitado en la historia. La oración en el nombre del Señor, por

tanto, no se reduce a una simple referencia al nombre de Jesús, sino a orar, vivir y actuar en comunión

con el Viviente, con el que sigue intercediendo por nosotros ante el Padre.

Page 64: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

64

3.3 Pedir en nombre de Jesús, garantía de ser amados y escuchados

En verdad, en verdad, os digo: si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora no habéis

pedido nada en mi nombre; pedid y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa… Aquel día pediréis

en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os quiere, porque

vosotros me queréis y creéis que yo salí de Dios. (Jn 16, 23-27)

La oración en el nombre de Jesús no se reduce a ponerlo como un intercesor nuestro, aun cuando lo sea.

De hecho vemos cómo la Iglesia dirige siempre la oración al Padre por medio de Jesucristo en el Espíritu

Santo. Pero la oración en el nombre de Jesús, tal como se presenta aquí nos conduce más al fondo. Se

trata de orar el Padre en cuanto que uno es discípulo de Cristo por la fe, en cuanto que está en Cristo, a

quien lo reconoce como el Unigénito. Y porque el discípulo está en Cristo y ora en él, el Padre lo

escuchará siempre como escucha a su Hijo. Por eso Jesús manda a sus discípulos: «Pedid y recibiréis».

El fruto y finalidad de la oración en el nombre del Señor es la «alegría completa», la alegría que nadie

puede arrebatarle al discípulo, pues al estar en Cristo participa ya de la alegría misma del Resucitado.

Los que oran en el nombre de Jesús, por otra parte, son amados del Padre y son escuchados siempre.

Tal es la promesa que inunda de gozo el corazón de los discípulos, si permanecen unidos a Cristo.

También ellos pueden dar gracias con Jesús porque el Padre los escucha siempre, aun en aquellas

situaciones vividas entre lágrimas, como Jesús ante la tumba de su amigo Lázaro.

Conclusión. La oración en el nombre de Jesús es, en última instancia, la obra del Espíritu de Dios, pues él

nos injerta en la conciencia filial de Jesús, en su misma relación entre el Hijo y el Padre. La oración en el

nombre de Jesús es la oración del discípulo que permanece en Cristo y Cristo en él. El discípulo tiene,

por tanto, la garantía de ser escuchado. «En esto consiste la confianza que tenemos en él; en que si le

pedimos algo según su voluntad, nos escucha. Y si sabemos que nos escucha en lo que le pedimos,

sabemos que tenemos conseguido lo que le hayamos pedido.» (1Jn 5, 14-15) La seguridad de ser

escuchado se enraíza, por tanto, en la fe que nos permite permanecer en comunión con la voluntad

divina, pues el Espíritu del Señor anima desde dentro la oración del discípulo.

Para la reflexión y la oración personal

La madre de Jesús y la comunidad de los discípulos.

Juan habla en dos momentos fundamentales de la presencia de la madre de Jesús. Al inicio de los

signos del Verbo hecho carne y al final de su vida terrestre, en la cruz. Es curioso que hable

siempre de la madre y mujer; y nunca llame por su nombre, María. ¿Qué puede decirnos esto en el

lenguaje simbólico del evangelista? La madre en la existencia del discípulo amado.

Textos: Jn 2, 1-12; 19, 25-28

Cuestiones:

¿Te llama la atención la manera como Juan presenta a María en su evangelio? ¿Por qué?

¿Qué simbolismo puede tener esta manera de expresarse el evangelista?

¿Qué conclusiones sacas para tu ser de creyente?

Page 65: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

65

16-LA MADRE DE JESÚS Y LA COMUNIDAD DE LOS DISCÍPULOS.

Oración

Proclama mi alma la grandeza del Señor, y se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador;

porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,

por el Poderoso ha hecho obras grandes en mí: su nombre es santo,

y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo:

dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos

y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes

y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo,

acordándose de la misericordia como lo había prometido a nuestros padres

en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Reflexión

No ha dejado de llamar la atención a los estudiosos del evangelio según san Juan, la forma y el tono en

cómo el evangelista habla de la «madre de Jesús». En efecto, el cuarto evangelio sólo habla de ella en dos

escenas, aunque muy significativas, pues enmarcan la vida pública de Jesús: las bodas de Caná (Jn 2, 1-

11) y la pasión (Jn 19, 25-27). En el resto del evangelio no se la menciona.

También es llamativo el hecho que el evangelista nunca la nombre por su nombre, María. La presenta,

en los dos momentos, como «la madre» de Jesús. Además Jesús se dirige a ella en ambas escenas con el

apelativo: «Mujer». Algo que choca un tanto con nuestra sensibilidad moderna y con la piedad y

devoción de muchas personas. Pero, una vez más, estamos llamados a salir de los caminos trillados y un

tanto tediosos, para adentrarnos en la inteligencia del pensamiento del evangelista, reflejo de la fe

apostólica.

Antes de abordar la lectura de los dos textos indicados, conviene recordar que el cuarto evangelio tiene

un componente simbólico muy importante; algo que el autor retoma a partir del Antiguo Testamento.

Pensemos, por ejemplo, en el simbolismo del pastor y de la viña, para presentarnos la persona y misión

del enviado por Dios para dar la vida. Jesús es presentado como el camino, la puerta, el pan de la vida…

etc. Partiendo de unas realidades conocidas de todos, Jesús abría a sus discípulos a la novedad. El

símbolo es una realidad que, sin renunciar a su consistencia propia, reenvía más allá de sí misma. En

este sentido, se puede hablar que el símbolo radical de todo el evangelio de Juan es el propio Jesús, pues

en su persona, palabra y acción nos reenvía siempre al Padre. «Quien me ha visto, ha visto al Padre».

Esto no resta consistencia a la realidad, pero le da una dimensión más profunda que únicamente en la fe

llegamos a comprender. La sacramentalidad funciona también de la misma manera: el pan y el vino

transformados por la fuerza del Espíritu y de la palabra, no pierden su apariencia a los ojos de la

ciencia, pero alcanzan una más plena realidad para la mirada de la fe. Pues algo de eso es lo que vamos a

descubrir en las dos escenas donde se nos presenta «la madre de Jesús».

Page 66: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

66

1.- LA MADRE DE JESÚS EN LAS BODAS DE CANÁ (Jn 2, 12)

«La madre de Jesús» es una personalidad real e histórica, en modo alguno se presenta como un

personaje de ficción. Pero a los ojos del evangelista adquiere un valor simbólico, como todo el relato del

acontecimiento, que trasciende la perspectiva de los sentidos humanos. Sólo se puede captar con los

sentidos espirituales. Leamos, pues, el relato con la inteligencia de la fe. La preocupación del evangelista

es conducirnos a la hondura del misterio, esto es, del plan de Dios que se está alcanzando su

consumación. La palabra última del Crucificado suena así: «Está consumado» (Jn 19, 30). Y la palabra

última de Jesús resucitado, con la que se cierra el diálogo con Pedro: «Tú, sígueme» (Jn 21, 22)

La realidad de las Bodas, sobre todo a partir del profeta Oseas, nos reenvía al misterio de la alianza de

Dios con Israel y, más ampliamente, con la humanidad. En el Nuevo Testamento, por su parte, se habla

del reino de los cielos como de un banquete nupcial. En este marco simbólico, se sitúa la intervención de

la Madre, la cual llegó a las bodas (conviene notarlo) antes que Jesús y sus discípulos; y que luego la

vemos marchar con Jesús y sus discípulos una vez que el Hijo mostrase su gloria. «Así en Caná de

Galilea, dio Jesús comienzo a sus signos. Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos. Después

bajó a Cafarnaúm con su madre y los hermanos, pero no se quedaron allí muchos días.» Todo acontece

en un lugar preciso y en un momento de la historia, pero su significado simbólico trasciende el tiempo y

el espacio. La alianza entre Dios y la humanidad alcanza su perfección, gracias a la intervención de la

madre, mediante la intervención de Jesús.

Las interpretaciones simbólicas de las bodas de Caná, ya desde los padres de la Iglesia, son múltiples y

variadas. Según una de estas interpretaciones, María personifica la Sión de los tiempos mesiánicos, el

Israel de los anawim, que se pone en manos del Mesías, del que une en cielo y la tierra (cf. Jn 1, 51). La

petición de la madre: «no tienen vino», se limita a presentar la necesidad. No le dice al Hijo lo que tiene

que hacer. Y por ello dice a los siervos: «haced lo que él os diga». Es la oración de los pobres según Dios,

que se confían al Mesías pobre y de los pobres. En la plegaria de María resuena la oración de quienes

anhelan la plena realización de la alianza de Dios con los suyos, con la humanidad. Jesús responde a esta

petición dando un vino sobreabundante y de una calidad superior.

La respuesta de Jesús a su madre: «¿Qué hay entre tú y yo, mujer?», choca mucho al que no ve más allá

de la letra. En realidad el evangelista nos ayuda a comprender que entre Jesús y la madre,

personalización de Sión, hay una gran diferencia. La madre no puede resolver la situación, Jesús, sí. Su

intervención es libre y supera la situación concreta. Su misión alcanza a toda la humanidad. El Esposo

apenas es evocado y a la Esposa ni se la menciona. Es una forma curiosa de presentar a los verdaderos

protagonistas de las bodas. Jesús ha venido a unir el cielo y la tierra, él lleva a cabo esa alianza entre

Dios y la humanidad.

El que Jesús, por otra parte, se dirija a su madre con el vocativo: «Mujer», en modo alguno tiene un

sentido peyorativo en el contexto. Es el reconocimiento de que en María se halla personificado el pueblo

de los que están abiertos a la intervención de Dios en la historia. En el Antiguo Testamento la «Mujer»

simboliza y personaliza Israel. En el Nuevo a la Iglesia. El libro del Apocalipsis desarrolla este

simbolismo.

La respuesta de Jesús en Caná a su madre «todavía no ha llegado mi hora» es sintomática. La expresión

apunta al momento en que el Hijo consumará el designio infalible del Dios fiel, anunciado de antemano

por los profetas. Con la expresión «mi hora», se insinúa que van a comenzar los signos de los tiempos

mesiánicos. Y «la madre» pone a los siervos en movimiento para que colaboren en el proyecto de Dios

bajo la guía de Jesús.

Page 67: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

67

Jesús no realiza las cosas a partir de cero. Asocia a los siervos a su obra. Las tinajas de piedra están

llamadas a permanecer, la comunidad de los discípulos no puede olvidar su pasado israelita. El agua

ahora se transforma gracias a Jesús en un vino de calidad superior al que había animado la fiesta hasta

aquel momento. Y partir de aquí arranca el pueblo de la nueva alianza. Los discípulos creen. Con Jesús y

con ellos bajan «su madre» y «sus hermanos». Juan describe así la fiesta sin ocaso que constituye la

venida de Jesús. Es una buena nueva para toda la creación, pues toda ella queda transformada por su

acción y participa de la fiesta celeste.

2.- JUNTO A LA CRUZ DE JESÚS (Jn 19, 25-27)

La madre de Jesús reaparece al final de la vida de éste. También aquí resulta significativa la omisión de

su nombre, mientras que especifica los nombres de las acompañantes de la madre. Significativo es

también que el discípulo amado aparezca sin nombre propio. Ni el nombre del discípulo amado ni el

nombre de la madre aparecen en todo el evangelio de Juan. La realidad se carga así de un simbolismo

que conviene desentrañar paso a paso. No perdamos de vista que estamos ante el cumplimiento de las

Escrituras (cf. Jn 19, 28-37).

La interpretación de estos textos se ha desarrollado entre nosotros a la luz de una piedad legítima, pero

nosotros queremos adentrarnos en la perspectiva de la fe apostólica, que el evangelista trata de

comunicarnos. Por ello es preciso reconocer que el relato de la pasión en Juan está dominado por el

hecho del cumplimiento de la misión de Jesús, enviado para llevar a cabo el plan de Dios. No estamos,

por tanto, ante «un acto privado y particular de piedad filial» de Jesús con relación a su madre. Estamos

ante una realidad más honda.

En este relato, María está de pie junto a la cruz de Jesús. Aquí no hay palabras suyas; sólo se dice que

«estaba de pie», como las otras mujeres y el discípulo amado. La muerte de Jesús va a tejer una nueva

relación entre «la madre» y «el discípulo amado», con una clara referencia al Crucificado. La ausencia

del nombre de la madre y del discípulo expresa que ambos personalizan una realidad que va más allá de

ellos mismos.

Jesús ve desde lo alto de la cruz a su madre y al discípulo en una mirada englobante. En los relatos de

los evangelios sinópticos, todos los discípulos habían huido. Ni se nombra al discípulo ni a la madre de

Jesús junto a la cruz. Todo indica que el evangelista Juan quiere darnos un mensaje importante a través

de esta escena.

Las palabras de Jesús en la cruz expresan como su última voluntad. Establece la nueva relación que han

de vivir su madre y el discípulo amado, en quien se hallaban prefigurados los demás discípulos. Es una

relación que debe ser permanente. En los Hechos de los Apóstoles veremos cómo María permanecía en

oración junto con los discípulos en espera del Espíritu prometido. Es otra forma de introducirnos en

una nueva relación familiar entre la madre y el discípulo. Tratemos de comprender las afirmaciones de

Jesús y la respuesta dada por el discípulo.

«Mujer, ahí tienes a tu hijo». El vocativo «Mujer» evoca, sin duda alguna, las bodas de Caná; y estamos

invitados a ver en ella a cuantos se abren al amor salvador de Dios manifestado en el amor hasta el

extremo del Hijo enviado por Dios al mundo. Ahora, Jesús confía a su madre al cuidado del discípulo

amado, de aquel que es testigo de la salvación. La «Mujer» tiene en el discípulo amado al hijo que

cuidará de ella. Jesús se preocupa amorosamente del porvenir de su madre, es el sentido inmediato y

obvio; pero en el nivel simbólico, el discípulo amado garantizará para los anawim de Dios la realización

Page 68: Catequesis Bíblica 2014-2015 · En el discurso moral, el centro de ... necesita ser salvado para encontrar el camino de la ... el encuentro gozoso del principio y el seguimiento;

68

de las promesas, su plan de salvación. El discípulo amado es el testigo de la revelación del Verbo de la

Vida para todos las generaciones de todos los tiempos (cf. 1Jn 1, 1-4).

«Luego dice al discípulo: “Ahí tienes a tu madre”.» Surge así la nueva familia de los que han

permanecidos unidos en la fe y el amor al Hijo, el cual con su muerte congrega a los hijos de Dios

dispersos. Es el nuevo Israel, dirá san Pablo. A la madre se le da un nuevo hijo y al hijo se le confía la

madre. Un nuevo pueblo brota de la cruz (cf. Jn 11, 50-52). Estamos ante la fecundidad del grano que

muere y fructifica en la espiga.

María se presenta así como madre del Señor y también como madre del discípulo amado. El discípulo,

por su parte, la acoge en su casa como a su madre, pues tal ha sido la voluntad del Crucificado. El

evangelista comenta: «Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio (en su casa, como

riqueza suya)». Las traducciones suponen siempre una opción interpretativa. Cualquiera sea la

interpretación resulta claro que el discípulo es el que ejecuta de inmediato el deseo expresado por el

Crucificado, acogiendo por madre a María, nueva Eva, nueva Sión. La referencia a la hora tiene también

su simbolismo. Si en Caná no había llegado la hora, en el acontecimiento de la cruz tiene, como es

sabido, su pleno cumplimiento.

En conclusión, Jesús vino al mundo para reunir la comunidad de los hijos de Dios. Un solo rebaño y un

solo pastor. Pablo habla de la Iglesia como de la nueva creación, que acontece en la Pascua de Jesús. La

madre de Jesús, la Mujer, junto con el discípulo amado y las otras mujeres representan a la Iglesia, la

comunidad de la alianza, brotando del sacrificio de Cristo. Dicho con otras palabras, estamos ante el

nuevo Israel en quien se cumplen las promesas. Jesús da su madre al discípulo y el discípulo a su madre.

Mediante el don de su Espíritu de la verdad, los reúne en la fe y en la unidad de su amor, la alianza.

Ahora se han consumado las bodas, la alianza de Dios con la humanidad. Terminemos esta reflexión

releyendo un texto del Apocalipsis, en el que se hace referencia a la liturgia celeste: «Y decían: “¡Aleluya!

Porque ha establecido su reinado el Señor, nuestro Dios Todopoderoso. Con alegría y regocijo démosle

gloria, porque han llegado las bodas del Cordero, y su Esposa se ha engalanado y se le ha concedido

vestirse de lino deslumbrante de blancura –el lino son las buenas acciones de los santos”.– Luego me

dice: “Escribe: dichos los invitados al banquete de bodas del Cordero”. Me dijo además: “Estas son

palabras verdaderas de Dios”.» (Ap 19, 1-10)

Para la síntesis final

Redactar, en un primer momento, las intuiciones más importantes que has descubierto en el Evangelio y las cartas de san Juan con relación al ser del creyente en el mundo.

En segundo lugar, señalar qué llamadas y cuestiones se nos plantean para nuestras vidas y la vida de la comunidad cristiana.

En tercer lugar, escribir cómo podríamos llevar la buena noticia del Evangelio de Juan a nuestro mundo.