Cianciardo%Modernidad Juridica y Falacia Naturalista

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    AO 18 - NO 13 - BOGOT, COLOMBIA- NOVIEMBRE 2004

    MARCOJURDICOENMATERIADESEGURIDADENLAAGENDAHEMISFRICA

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    MODERNIDADJURDICA

    Y FALACIANATURALISTA

    JUAN CIANCIARDO

    recibido marzo 8. evaluado junio 16

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    Resumen

    La importancia de la llamada falacia naturalista en la filosofa jurdicade los dos ltimos siglos es casi indiscutible, tanto por la frecuencia conque se la esgrime como argumento irrebatible contra el iusnaturalismocomo por la centralidad que la defensa de su validez ocupa en el pensa-miento positivista1. En las pginas siguientes se examinar brevemente

    una de las aristas del contexto filosfico en el que dicho argumento fueelaborado, la epistemolgica, para pasar a continuacin a su anlisis y ala descripcin de las respuestas dadas desde el iusnaturalismo. La inten-cin es poner de manifiesto la conexin existente entre el argumento de lafalacia y la modernidad jurdica.

    PALABRAS CLAVE

    Falacia naturalista, modernidad jurdica, razn, naturaleza, derecho natural,

    derecho positivo.

    1 Cfr., sealando esto mismo, GARCA-HUIDOBRO, J., Lais/ought questiony el valor del argumento de la perver-sin de las facultades naturales. En: Persona y derecho29 (1993), pp. 167-179, p. 167.

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    Abstract

    The importance of the so-called naturalistic fallacy in the juridicalphilosophy of the past two centuries is almost indisputable, not only dueto how frequently it is used as an irrefutable argument but also becauseof the centrality that the defense of its validity has in positivist thought1 .

    The following pages contain a brief examination of one of the edges on

    which this argument was built, the epistemological one, followed by itsanalysis and a description of the answers given from jus-naturalism. Theintention here is revealing and highlighting the existing connection betweenthe fallacy argument and juridical modernity.

    KEY WORDS

    Naturalistic fallacy, juridical modernity, nature, natural right, positive right.

    AO 18 - NO 13 - 27-42 - BOGOT, COLOMBIA- NOVIEMBRE 2004

    1 Verify pointing out the same, GARCA-HUIDOBRO, J., Lais/ought questiony el valor del argumento de la perver-sin de las facultades naturales. In: Persona y derecho29 (1993), pp. 167-179, p. 167.

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    1. Un modo de acercarse a la realidad

    El advenimiento de la Edad Moderna supuso, entre otras cosas, un nuevomodo de acercarse a la realidad2. Este podra sintetizarse diciendo que el

    inters en la bsqueda del conocimiento verdadero fue cediendo terreno ante labsqueda del conocimiento exacto, al punto de que la idea de lo verdadero quedreducida a lo exacto. Por conocimiento exacto se entendi aquel verificable emp-ricamente, es decir, mediante experimentacin o demostracin matemtica. Setrata de una epistemologa reduccionista, que desconfa de las posibilidades dela razn humana y cercena notablemente el objeto del conocimiento cientfico.En lo que interesa a este tema, sus notas esenciales pueden sintetizarse en las

    cuatro siguientes, estrechamente vinculadas entre s: a) aplicacin de una meto-dologa cientificista a las ciencias humanas; b) primaca del mtodo cientficosobre el objeto; c) separacin radical entre el ser (Sein) y el deber ser (Sollen), quecondujo a una prdida de la nocin de bien; y d) desaparicin de la razn prcti-ca. Las analizaremos a continuacin.

    1.1. Cientificismo

    Con la modernidad se inici un afn de exactitud, de precisin y de demos-

    trabilidad segura en todos los mbitos de la vida humana. El arte y las cienciasno fueron ajenos a las nuevas pretensiones. La expresin moderno, como se hasealado3, aparece por primera vez en la obra del pintor e historiador del arteGiorgio Vasari (1511-1574), para designar la nueva manera de pintar, repre-sentada por Len Battista Alberti (1404-1472) y por Leonardo da Vinci (1452-

    Sumario: 1. Un modo de acercarse a la realidad. 1.1. Cientificismo. 1.2. Primaca

    del mtodo. 1.3. Desaparicin de la razn prctica. 2. El problema de la

    falacia naturalista. 3. Las respuestas al problema. 3.1. Un replanteamiento

    de la nocin de naturaleza. 3.2. El punto de partida de la teora clsica de

    la ley natural. 3.3. Falacia naturalista y epistemologa moderna.

    2 Para un anlisis completo de los caracteres de la llamada modernidad jurdica, cfr. CIANCIARDO, J., Elconflictivismo en los derechos fundamentales, Pamplona, Eunsa, 2000, cap. 2. Cfr., asimismo, el magistraltrabajo de CARPINTERO, F., Una introduccin a la ciencia jurdica, Madrid, Civitas, 1989, esp. los caps. 1 y 2.Puede consultarse, por ltimo, RODRGUEZ PUERTO, M. J., La modernidad discutida. Iurisprudentia frente a

    iusnaturalismo en el siglo XVI, Cdiz, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cdiz, 1998.3 Cfr. PANOFSKY, E., El significado de las artes visuales, trad. Ancochea, N., Madrid, Alianza, 4a. ed., 1985, cap.

    V, pp. 195 et seq.

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    1529), caracterizada por su cientificidad, frente a lamaniera anticade los clsi-cos, y la vecchia de los bizantinos4. La cientificidad estaba dada por lageometrizacin euclidiana que impuso el descubrimiento de la perspectiva. Estaexigencia de exactitud en el arte se trasladara pronto al mbito del pensamientogeneral. Segn Ballesteros, a quien se sigue en este punto, se desencadenaron

    tres procesos de desvalorizacin: lo oral a favor de lo visual, lo cualitativo a favorde lo cuantitativo, lo analgico a favor de lo disyuntivo5. A cada uno correspondiuna figura destacada, respectivamente: Leonardo da Vinci, Galileo y Descartes.

    Leonardo propuso la primaca de la pintura sobre la poesa, porque, para l, solola primera es ciencia. La poesa es fugaz como las propias sensaciones auditivas,mientras que no lo seran las sensaciones visuales6. Con el predominio de lovisual comenzara a perderse el concepto de lo ntimo y a profanarse el mbito delo real7. Nada hay que no pueda ser visto, ni siquiera lo ms personal y reserva-do. Se inicia as un camino que pondra en jaque al pudor, la conocidamodestia

    de los antiguos8. A esta reduccin de lo real se vincula una creciente tensinentre el sujeto y el objeto9. Es lo que Ortega ha llamado el punto de vista desp-

    4 Cfr. BALLESTEROS, J., Postmodernidad: decadencia o resistencia, Madrid, Tecnos, 1989, p. 17.5 Cfr. Ibd., cap. 1, pp. 17-24.6 Cfr. DAVINCI, L.,Aforismos, seleccin, trad. y prlogo de E. Garca de Ziga, Madrid, Espasa-Calpe, 4a. ed.,

    1965, aforismos 34-37 y 314-450. En palabras del propio Leonardo: [l]a Pintura sirve a sentidos ms dignosque la Poesa y reproduce con mayor verdad que el poeta las figuras de las obras de la naturaleza. Mucho ms

    dignas son las obras de la naturaleza que las palabras, que son obra del hombre, porque la misma proporcinhay entre las obras de los hombres y las de la naturaleza que entre los hombres y Dios. As, pues, es msdigno imitar las cosas de la naturaleza, que son verdaderas imgenes de hechos, que imitar con palabras loshechos y las palabras de los hombres. El discurso contina en esta misma lnea un poco ms adelante: [l]aPintura te presenta de pronto su esencia en la facultad visiva y por el propio medio por donde la percepcinrecibe los objetos naturales y aun en el mismo tiempo en que se forma la armnica proporcionalidad de laspartes que componen el conjunto que satisface el sentido. La Poesa describe lo mismo, pero por mediomenos digno que la vista, el cual medio conduce a la percepcin de la imagen de las cosas mencionadas msconfusamente y ms lentamente de lo que lo hace la vista, verdadero medio de trnsito entre el objeto y supercepcin, que inmediatamente se entera con exactitud de la verdadera superficie y de las figuras de aquelloque se le presenta delante (...) (DA VINCI, L., Acerca del arte, en Escritos literarios y filosficos, trad. yprlogo de J. Campo Moreno, Madrid, Aguilar, 1930, pp. 149-191, pp. 154 y 155, y 162-163).

    7 Ballesteros piensa que, adems, concomitantemente, comenz a perderse el concepto de lo sagrado puesto

    que, segn su criterio, a Dios se le escucha, no se le ve. No podemos coincidir con l; desde nuestro punto devista, lo sagrado no es lo que no se puede ver, sino lo que no se puede tocar, manipular, aunque es verdad quela fe llega a travs del odo. Cfr. sobre este tema, PIEPER, J., No palabras, sino realidad: el sacramento del pan,en La fe ante el reto de la cultura contempornea, Madrid, Rialp, 1980, pp. 54-63. La opinin de Ballesteros enPostmodernidad: decadencia o resistencia, op. cit., p. 21.

    8 Sobre la relacin entre la desvalorizacin del concepto de intimidad y el deterioro del pudor, se ha dichorecientemente: la prdida del sentido de la decencia, la incapacidad de percibir el lmite de lo vergonzosocomo algo que protege los valores comunes de nuestra sociedad, y que por eso debe ser a su vez protegido, nopuede responder ms que a una debilitacin de la interioridad, a una prdida del valor de lo ntimo, y portanto, a un aumento de lo superficial, de lo exterior. Estrictamente esto significa pobreza, y por tanto aburri-miento. Quien no siente necesidad de ser pudoroso carece de intimidad, y as vive en la superficie y para lasuperficie, esperando a los dems en la epidermis, sin posibilidad de descender hacia s mismo (YEPES, R.,La elegancia: algo ms que buenas maneras. En: Nuestro tiempo, no 508, octubre de 1996, pp. 110-123).

    9 Cfr. MASSINI CORREAS, C. I., La desintegracin del pensar jurdico en la Edad Moderna, Buenos Aires, Abeledo-

    Perrot, 1980, pp. 43-44. Con reduccin de lo real se pretende aludir a la conversin del mundo en imagenque se produjo en la modernidad. Cfr. al respecto, INNERARITY, D., Dialctica de la modernidad, Madrid, Rialp,1990, p. 17.

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    tico de Velzquez, al referirse aLa rendicin de Breda, que tiene a una grupacomo primer trmino: todo el cuadro nacer de un solo acto de visin y las cosashabrn de esforzarse en llegar como puedan hasta el rayo visual (...). La pupiladel artista se erige en centro del cosmos plstico y en torno a ella vagan lasformas de los objetos. Rgido el aparato ocular, lanza su rayo visor, recto, sin

    desviacin a uno y otro lado, sin preferencia por cosa alguna. Cuando tropiezacon algo no se fija en ello y, consecuentemente, queda el algo convertido, no encuerpo redondo, sino en mera superficie que intercepta la visin10. El resultadoes el instantesmo y la prdida de contacto con la cosa11.

    Con Galileo (1564-1642) se inicia el trnsito de lo cualitativo hacia lo cuantitati-vo. Segn su opinin, es necesario establecer una radical separacin entre lasrealidades objetivas, susceptibles de ser conocidas con exactitud, como el nme-ro, la figura, la magnitud, la posicin y el movimiento, y lo que solo es posible deaprender subjetiva y aproximadamente: los sonidos, los sabores, los olores12. En

    este proceso de avance hacia un unilateralismo cuantitativo, como seal Koyr,tuvieron importancia singular algunos descubrimientos tcnicos, como los relo-jes mecnicos y el telescopio, y la generalizacin del lgebra13 y de los nmerosarbigos ms aptos para los clculos que los romanos. Todo esto produjo,entre otras cosas, que el orden jerrquico de las ciencias deje de venir estableci-do por la significacin de los objetos puramente subjetiva y pase a determinar-se a partir de lo obtenido por el sujeto en trminos de seguridad y certeza14.

    Y es Descartes (1596-1650) quien sistematiza y explicita toda la evolucin ante-rior15. Con l comienza el primado de lo disyuntivo sobre lo analgico. En el

    pensamiento cartesiano, el hombre queda dividido en dos partes incomunica-das, tiene un cuerpo, res extensa, sometido al espacio y la geometra, y es rescogitans, por lo que est fuera del espacio y del tiempo. Como l mismo explica:(...) a partir del hecho de que s que existo, y de que mientras tanto no advierto

    10 ORTEGAYGASSET, J., Sobre el punto de vista en las artes, en La deshumanizacin del arte y otros ensayos deesttica, Madrid, Espasa Calpe, 1993, pp. 175-194 (publicado por primera vez en Revista de Occidente, febre-ro de 1924). Cfr. sobre esta intuicin de Ortega, MARAVALL, J. A., Velzquez y la modernidad, Madrid, Alianza,1987.

    11 Este predominio de lo visual se ha acentuado en nuestros das, quiz como consecuencia de la primacaindiscutible de la televisin como medio de entretenimiento y comunicacin. La imagen se ha transformadoen uno de los aspectos ms cuidados por polticos, periodistas, e incluso jueces y abogados. La crecientepreocupacin que genera entre muchas de estas personas este peculiar narcisismo contemporneo ha dadolugar al surgimiento de una curiosa profesin: la de los asesores de imagen.

    12 Cfr. GALILEI , G., El ensayador, trad., prlogo y notas de Revuelta, J. M., Madrid, Aguilar, 1981, p. 297.13 Cfr. K OYRE, A., Le monde de l -peu-press lunivers de la prcision. En: Etudes dhistoire de la pense

    philosophique, Paris, Armand Colin, 1961, cit. por BALLESTEROS, J., Postmodernidad: decadencia o resistencia,op. cit., p. 21, en nota. Las manifestaciones actuales del acentuamiento de este paso de lo cualitativo a locuantitativo son numerosas. Se destaca especialmente el afn por encuestarlo todo. Por este camino, lasencuestas se han convertido en la fuente de toda verdad. Lo peligroso de este hecho, adems de la cuan-tificacin de cosas que se resisten a mensuraciones de ese tipo, reside en la manera tramposa en que suelenplantearse los interrogantes, casi siempre disyuntivos. Como seala Ballesteros, esto conduce necesaria-mente a que quien cree en la complementariedad aparezca como alguien que no sabe o no contesta (cfr. ibd.,

    p. 23, nota 14).14 Cfr. INNERARITY, D., Dialctica de la modernidad, op. cit., p. 19.15 Cfr. BALLESTEROS, J., Postmodernidad: decadencia o resistencia, op. cit., p. 22.

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    que a mi naturaleza o esencia pertenezca absolutamente ninguna otra cosa msque esto solo: que yo soy una cosa pensante, rectamente concluyo que mi esen-cia consiste nicamente en esto: que yo soy una cosa pensante. Y aunque quiz(o ms bien, como dir luego, ciertamente) yo tenga un cuerpo que est muyestrechamente unido a m, sin embargo, puesto que por una parte tengo la idea

    clara y distinta de m mismo, en tanto que soy slo una cosa pensante, no exten-sa, y por otra parte, la idea distinta de cuerpo, en tanto que es slo una cosaextensa, no pensante, es cierto que yo soy realmente distinto de mi cuerpo, y quepuedo existir sin l16.

    Para esta autocomprensin, la realidad ms inmediata y entraable, la unidadpsicosomtica de la persona humana, resulta una apora insuperable (...) [comoconsecuencia] (...) del pensar disyuntivo y exacto, que niega la analoga17. Y deah en adelante, toda la realidad sera abordada en trminos de univocidad, deidentidad-oposicin y no de diferencia-complementariedad18. El esto o aquello

    es la clave del acercamiento moderno a las cosas, y fuente inevitable de las tannumerosas como falsas disyuntivas que afectaron o afectan nuestra poca: co-munismo-liberalismo, individuo-sociedad, hedonismo-puritanismo, deber-felici-dad, libertad-igualdad, ecologa-progreso, etc. Como se ver al examinar elconcepto moderno de derecho, muchos problemas jurdicos actuales solo se com-prenden desde esta perspectiva (y, adems, solo desde ella se plantean). Singu-larmente, merece destacarse la oposicin maniquea entre libertad jurdica eigualdad jurdica.

    La exigencia de exactitud, con las notas examinadas, conducir al abandono del

    concepto clsico de ciencia (epistemepara los griegos, scientiapara los medieva-les), que quedar reemplazado por el de investigacin19. Surge as el cientificismomoderno. Heidegger ha descrito acertadamente sus caractersticas20, que po-dran ser sintetizadas en tres palabras: esquematismo, experimentalismo, tecni-cismo. Esquematismo porque el abordaje de la realidad va precedido de unesquema o esbozo del objeto de investigacin. He aqu una previa acotacin delcampo de lo real. Experimentalismo porque toda teora debe sera posterioriex-perimentada para pretender cierta objetividad. La calidad del esquema previoestar dada en buena medida por su experimentabilidad. Tecnicismo porque lasdos caractersticas anteriores conllevan fragmentarismo y especializacin; por

    16 DESCARTES, R., Meditationes de prima philosophia, en Ouvres philosophiques, Paris, Garnier, 1973, t. II, pp.177 et seq. Se cita de la edicin en espaol, Meditaciones metafsicas y otros textos, trad. y notas de E. Lpezy M. Graa, Madrid, Gredos, 1987, Sexta Meditacin: De la existencia de las cosas materiales y de la distin-cin real entre el alma y el cuerpo, pp. 65-82, p. 71.

    17 BALLESTEROS, J., Postmodernidad: decadencia o resistencia, op. cit., p. 22. Sobre la analoga y el disyuntivismo,cfr., asimismo, LLANO, A., La nueva sensibilidad, Madrid, Espasa-Calpe S.A., 1988, pp. 212-233; y KAUFMANN,A., Analoga y naturaleza de la cosa: hacia una teora de la comprensin jurdica, Santiago de Chile, EditorialJurdica de Chile, 1976, pssim.

    18 Cfr. BALLESTEROS, J., Postmodernidad: decadencia o resistencia, op. cit., p. 23.

    19 Cfr. BALLESTEROS, J., Sobre el sentido del derecho. Introduccin a la filosofa jurdica. Madrid, Tecnos, 1984, p. 20.20 Cfr. HEIDEGGER, M., La poca de la imagen del mundo, en Sendas perdidas, trad. de J. Rovira Armengol, 2a.

    ed., Buenos Aires, Losada, 1969, pp. 68-99.

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    este camino, la sabidura deviene tcnica21. A esto se agrega que, a diferencia dela ciencia griega, la ciencia moderna no busca las causas, sino que se limita adescribirleyes. El saber de la ciencia moderna afirma Zubiri sustituye a lapregunta del por qu la indagacin del cmo22. La raz del cientificismo esantropolgica: la pretensin del hombre de convertirse en la medida de todas las

    cosas. Sobre esto volveremos ms adelante.

    1.2. Primaca del mtodo

    Para los antiguos, el mtodo de conocimiento era determinado por su objeto23.En la modernidad se dej de lado esta tradicin, olvidando que conocer es prime-ramente preguntar, y preguntar es buscar, y que como afirma Heidegger, todobuscar tiene su direccin previa que le viene de lo buscado24. El camino paraeste abandono fue la primaca definitiva de lo exacto de lo visual, de lo cuanti-

    tativo y de lo disyuntivo y la consiguiente universalizacin del mtodo matem-tico, todo lo cual condujo a la triple identificacin racionalidad-ciencia-mtodo25.La bsqueda unidimensional de exactitud tuvo como corolario la identificacinentre conocimiento exacto y conocimiento verdadero. Si la matemtica propor-ciona exactitud y la exactitud es lo nico verdaderamente cientfico, estn dadaslas condiciones para que el mtodo matemtico sea el mtodo por excelencia, elcamino capaz de conducir al perfil cuantitativo (=nico objetivo) de las cosas. Unejemplo claro de este modo de ver es el conocido texto de Hume: [c]uando per-suadidos de estos principios recorremos las bibliotecas qu estragos debera-mos hacer! Tomemos en nuestras manos, por ejemplo, un volumen de teologa o

    metafsica y preguntemos: contiene algn razonamiento abstracto acerca de larealidad o el nmero? No. Contiene algn razonamiento experimental acerca delos hechos y las cosas existentes? Tampoco? Pues entonces, arrojmoslo a la

    21 Cfr. BALLESTEROS, J., Sobre el sentido del derecho (...) , op. cit., p. 21. Y, en ocasiones, la tcnica deviene entcnica de ascenso, en raso instrumento de autopromocin profesional.

    22 Ibd., pp. 24-25. La cita de X. Zubiri en Naturaleza. Historia. Dios. Madrid, Editora Nacional, 1963 (5), pp. 103et seq. y 228 et seq. La intencin de abandonar toda indagacin de las causas quedara de manifiesto poste-riormente en esta frase de Comte: La revolucin fundamental que caracteriza la virilidad de nuestra inteli-gencia consiste esencialmente en sustituir en todo, a la inaccesible determinacin de las causas propiamente

    dichas, la mera investigacin de las leyes, es decir, de las relaciones constantes que existen entre los fenme-nos observados (COMTE, A., Discurso sobre el espritu positivo, trad. y prlogo de J. Maras. Madrid, AlianzaEditorial, 1988, primera parte, cap. I, III, 12, p. 28).

    23 Sin que esto implicara renunciar al conocimiento riguroso. Afirmaba al respecto Aristteles que es propio delhombre instruido buscar la exactitud en cada gnero de conocimientos en la medida en que la admite lanaturaleza del asunto; evidentemente, tan absurdo sera aprobar a un matemtico que empleara la persua-sin como reclamar demostraciones a un retrico (tica a Nicmaco, ed. bilinge, trad. de J. Maras y M.Arajo, introd. y notas de J. Maras. Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1981, I, 3, 1094b).

    24 HEIDEGGER, M., Sein und Zeit, Tbingen (vormals, Halle), Max Niemeyer Verlag, 1927. Se cita por la ed. enespaol, El ser y el tiempo, trad. de J. Gaos, dcima reimpresin, Madrid, Fondo de Cultura Econmica,1996, 2, p. 14. El pasaje completo dice as: [t]odo preguntar es un buscar. Todo buscar tiene su direccinprevia que le viene de lo buscado. Preguntar es buscar conocer qu es y cmo es un ente. El buscar esteconocer puede volverse un investigar o poner en libertad y determinar aquello por lo que se pregunta. Elpreguntar tiene, en cuanto preguntar por..., su aquello de que se pregunta. Todo preguntar por... es de

    algn modo preguntar a.... Al preguntar es inherente, adems del aquello de que se pregunta, un aquello aque se pregunta.

    25 Cfr. OLLERO TASSARA, A., Derechos humanos (...), op. cit., p. 17.

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    hoguera, porque no puede contener otra cosa que sofismas y engaos26. Portodo esto ha podido decirse que la modernidad es esencialmente, y en sus orge-nes, mtodo. Se trata de garantizar metodolgicamente la objetividad. La aten-cin se desplaza hacia los procedimientos del pensamiento, hacia las reglas ymtodos de constitucin del saber, con independencia del dominio particular

    dentro del cual ellos mismos estn llamados a operar27.

    La primaca del mtodo tuvo dos consecuencias relevantes: el abandono progre-sivo de la filosofa y la prdida de la nocin de verdad. Sobre lo primero, se hasostenido que: [e]l mtodo convertido en condicin de cualquiera verdadera cien-cia a la que se atribuye, por ende, el monopolio de la racionalidad empuja a lostericos del positivismo a una prctica desaparicin de la filosofa. Superadossus antecedentes metafsicos rechazados ahora por irracionales a fuerza deprecientficos a la filosofa no le queda sino verse sustituida por la ciencia o,como mucho, ejercer a su servicio. La progresiva elevacin de los saberes filos-

    ficos a disciplinas cientficas no le dejara otro campo de accin que el de lateora del mtodo (...)28. La prdida de la nocin de verdad, y el consecuenterelativismo, se originan en una inadvertencia: la de que la inteligencia no poseeun contenido material, sino que es pura forma, vaca, en la que nicamente seencuentran unas leyes lgicas29. El rigor del razonamiento como criterio mxi-mo de verdad conduce a un callejn sin salida ya que, como se ha afirmado, esposible elaborar juicios cuyos trminos no sean aplicables a sustancias real-mente existentes, a pesar de ser lgicamente correctos30. De modo que en laFilosofa del Derecho, dado el carcter formal, vaco, de la razn, sucede lo mis-mo que en cualquier argumentacin: son posibles dos razonamientos igualmen-

    te rigurosos, que parten de los mismos presupuestos constitucionales, polticosy econmicos y que, sin embargo, llevan a conclusiones opuestas31. La verdadformal, al dar lugar a estas contradicciones, constituye un camino plagado deperplejidades y disyuntivas, que en el caso del derecho solo podrn ser supera-das mediante opciones basadas, en ltima instancia, en la fuerza, como se verms adelante.

    1.3. Desaparicin de la razn prctica

    Para los antiguos, la razn tena una dimensin, que llamaban prctica, quepermita al hombre el conocimiento de lo agible, es decir, de aquello en que

    26 HUME, D.,An Enquiry concer ning human understanding, en The Philosophical Works, ed. Green, T. H. y Grose,T. H., Darmstadt, Scientia Verlag Aalen, 1964, v. 4, pp. 3-135. Tambin se ha tenido a la vista la ed. enOxford, Clarendon Press, 1967, reimpr. de la ed. de 1739. Se cita de la ed. en espaol, Ensayo sobre elentendimiento humano. Madrid, Alianza, 1980, p. 49.

    27 INNERARITY, D., Dialctica de la modernidad, op. cit., pp. 19-20.28 OLLERO TASSARA, A., Derechos humanos (...), op. cit., p. 17.29 LINCK, A., Ueber den Einflu der ffentlinchen Denkfreiheit auf die geistige Bildung eines Volkes und das Verhltnis

    des Naturrechts zum positiven Recht, Jena, 1814, p. 60, cit. por CARPINTERO BENTEZ, F., Una introduccin (...),

    op. cit., p. 174.30 GILSON, E., La unidad de la experiencia filosfica, trad. de C. A. Balias. Madrid, 1960, p. 42.31 CARPINTERO BENTEZ, F., Una introduccin (...), op. cit., p. 174.

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    consiste el buen obrar. La consideracin de la consistencia tendencial de lo hu-mano facilita un acceso personal al conocimiento de lo bueno. Durante la mo-dernidad se impuls, como ya fue apuntado, una reduccin de lo cuantitativo alo cualitativo y de lo analgico a lo disyuntivo. Lo ontolgico qued circunscrito alo emprico, que se presenta unvoco y cuantificable.

    Esto tuvo consecuencias fatales para la doctrina clsica de la razn prctica,pues las finalidades no son verificables empricamente, ni experimentables enun laboratorio (por ms que sean vivamente experimentadas por cada hombre).La experiencia vital ordinaria pierde valor cognoscitivo a los ojos del hombremoderno. El bien, como el ser, es analgico. El razonamiento prctico resultpostergado al campo de la emotividad. Obsrvese, como ejemplo, este pasaje deHume: [l]a finalidad de todas las especulaciones morales consiste en ensear-nos nuestro deber, y a engendrar los hbitos correspondientes, mediante ade-cuadas representaciones de la fealdad del vicio y la belleza de la virtud y a

    comprometernos a evitar uno y abrazar la otra. Mas, ha de esperarse esto siem-pre de las inferencias y conclusiones del entendimiento, las cuales, por s mis-mas, no suscitan los afectos ni ponen en movimiento las potencias activas de loshombres? Descubren verdades: pero en la medida en que las verdades que des-cubren resultan indiferentes, y no engendran deseo o aversin, no pueden in-fluir sobre la conducta y el comportamiento. Lo que es honorable, lo que esjusto, lo que es correcto, lo que es noble, lo que es generoso, se posesiona delcorazn y nos anima a abrazarlo y mantenerlo. Lo que es inteligible, lo que esevidente, lo que es probable, lo que es verdadero, solamente procura el asenti-miento fro del entendimiento; y, gratificada la curiosidad especulativa, pone

    punto final a nuestras pesquisas. Extnganse todos los clidos sentimientos ypredisposiciones a favor de la virtud, y todo el disgusto o la aversin hacia elvicio; vulvanse los hombres totalmente indiferentes a esas distinciones; la mo-ralidad ya no ser durante ms tiempo un estudio prctico ni tender a regularnuestras vidas y acciones32.

    Si las emociones son el nico criterio de valoracin tica, debe aceptarse la im-posibilidad de una imposicin racional de la moral. El emotivismo deviene nece-sariamente del relativismo33. Las emociones son relativas a cada sujeto,permanecen en lo recndito de su sensibilidad, y no son, en el fondo, comunica-

    bles34. Estas premisas tericas conducen, en lo poltico, a la violencia35. Porque

    32 HUME, D., Una investigacin sobre los principios de la moral, seccin I, en De la moral y otros escritos. Madrid,Centro de Estudios Constitucionales, 1982, pp. 6-7.

    33 Comte advertira ms tarde, con claridad, que la epistemologa positivista deriva necesariamente en relativismo:[n]o slo nuestras investigaciones positivas deben reducirse esencialmente, en todos los gneros, a laapreciacin sistemtica de lo que es, renunciando a descubrir su primer origen y su destino final, sinoque importa, adems, advertir que este estudio de los fenmenos, en lugar de poder llegar a ser, en modoalguno, absoluto, debe permanecer siempre relativo a nuestra organizacin y a nuestra situacin (...)(COMTE, A., Discurso sobre el espritu positivo, op. cit., primera parte, cap. I, III, 13, pp. 28-29).

    34 Esa incomunicabilidad per se de los sentimientos impide el desarrollo del sentimiento social, primera basenecesaria de toda moral sana, al que, en opinin de Comte, conducira necesariamente el predominio delespritu positivo (COMTE, A., Discurso sobre el espritu positivo, op. cit., segunda parte, cap. III, 55, p. 92).Desprovista de su sustrato ontolgico, la moral no puede ser compartida ni transmitida; solo cabe su im-posicin.

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    en todos los casos en los que sea necesaria la creacin o aplicacin de la ley,casos en los que no se discute la necesidad de valoraciones morales, existirndos alternativas: el predominio del poderoso o el de la mayora. La fuerza es, enltima instancia, la regla suprema de la moralidad. En el mbito del derecho,una de las consecuencias del proceso al que se ha hecho referencia fue la formu-

    lacin de la llamada falacia naturalista.

    2. El problema de la falacia naturalista

    Corresponde a Hume el mrito de haber expresado ms o menos claramente unaidea que se encontraba latente en el ambiente intelectual de la modernidad, sinque nadie la hubiera sintetizado hasta entonces:

    [e]n todos los sistemas de moral con los que me he topado, he observado que elautor emplea durante cierto tiempo la va ordinaria de razonamiento, partiendodel ser de Dios o haciendo una serie de observaciones concernientes a los asuntoshumanos; cuando de pronto me sorprendo con que la cpula usualmente emplea-da en las proposiciones, es o no es, es reemplazada en todas las frases pordebeono debe. El cambio es imperceptible, pero tiene una gran trascendencia. Estedebeo no debeexpresa una nueva relacin o afirmacin, por lo que resulta necesarioponer este hecho de manifiesto y aclararlo. Al mismo tiempo, debe justificarse loque parece totalmente inconcebible: que esta nueva relacin se deduzca de otrasque son enteramente distintas. Pero como los autores no toman habitualmente talprecaucin, me atrevo a hacer esta advertencia a los lectores. Y estoy persuadidode que esta pequea advertencia va a subvertir todo el sistema corriente de mora-lidad, permitindonos ver que la distincin entre vicio y virtud no est simplemen-te fundada en relaciones entre objetos y que no es perceptible por la razn36.

    Este conocido pasaje del Tratado sobre la naturaleza humanaha dado lugar a laenunciacin de la Ley de Hume, punto de partida de la falacia naturalista37.Puede ser resumida de este modo: de una serie de afirmaciones acerca de cmolas cosas son, es decir, de proposiciones prescriptivas o especulativas, no puede

    35 Cfr. una exposicin magistral de este proceso en INNERARITY, D., Dialctica de la modernidad, op. cit., pp. 20-30.36 HUME, D., Treatise of Human Nature, libro III, parte I, seccin I, en The Philosophical Works, op. cit., v. 2, pp.

    245-246. Sobre la interpretacin del pasaje, cfr. MAC INTYRE, A., Historia de la tica, trad. Walton, R., BuenosAires, Paids, 1970, pp. 165 et seq.

    37 La denuncia de la falacia naturalista fue formulada por MOORE G., en Principia Ethica, ed. revisada, con elprefacio a la segunda ed. y otros escritos, ed. e Introduccin de T. Baldwin, Cambridge, Cambridge UniversityPress, 1993. Ed. en espaol, Principia Ethica, trad. A. Garca Daz. Mxico, Universidad Autnoma de Mxico,1959. Se habla de Ley de Hume en HARE, R. M., The Language of Morals, Oxford, Clarendon Press, 1986, p.29. Sobre la falacia naturalista, cfr. CARCATERRA, G., Il problema della fallacia naturalistica, Miln Giuffr,1969; FINNIS, J., Natural Law and Natural Rights, op. cit., pp. 33-48; SANTOS CAMACHO, M., tica y filosofaanaltica. Pamplona, Eunsa, 1975, pp. 140-169; y PyD 29, 1993, dedicado monogrficamente al tema Dere-cho y falacia naturalista, con trabajos de A. Kaufmann, R. Spaemann, C. I. Massini, F. Carpintero, J.-M.

    Trigeaud, J. Garca Huidobro, F. dAgostino, A. Montoro Ballesteros, J. Lpez Hernndez, E. J. Capestany, yV. Black. Un estado de la cuestin en MASSINI CORREAS, C. I., La falacia de la falacia naturalista, Mendoza,Edium, 1995, pssim.

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    inferirse Hume habla de deducir ninguna aseveracin acerca de cmo loshombres deben comportarse, es decir, ninguna proposicin prctica38.

    Con el tiempo, la Ley de Hume se transformara, de un lado, en la principalimpugnacin a veces excluyente de los pensadores positivistas contra la teora

    del derecho natural39, y, de otro, en el fundamento de toda la teora positivista40,al menos en el caso de algunos pensadores, como por ejemplo H. Kelsen41. Enefecto, el positivismo, en su afn por asegurar la pureza metdica trazar unaseparacin tajante entre la naturaleza y el derecho, entre el ser y el deber ser. Lafuente de calificacin jurdica ser desde entonces solo formal. La ciencia jurdi-ca, por tanto, deber aproximarse al fenmeno jurdico mediante descripciones,nunca mediante valoraciones42.

    3. Las respuestas al problema

    3.1. Un replanteamiento de la nocin de naturaleza

    Una primera respuesta a la falacia naturalista parti de criticar el concepto denaturaleza propio de la modernidad. Segn un grupo de pensadores iusna-turalistas, el resultado inevitable de relacionar dicho concepto con el deber serno puede ser otro que la separacin radical entre la ontologa y la tica, y entresta y el derecho. Desde esta perspectiva, la denuncia de la falacia solo puedecomprenderse dentro de las coordenadas del sistema epistemolgico moderno,

    en las que el ises una masa amorfa y ciega, que carece por completo de telos, ycuya nica dimensin cognoscible es la cuantitativa-emprica. Desde all, en efecto,es ciertamente imposible derivar ninguna consecuencia respecto del ought; siesto es lo dado, de aqu no puede surgir ningn deber-ser43.

    Completamente diferente es la solucin del problema desde una visin de lonatural que acepte la existencia y cognoscibilidad en las cosas de un principioinmanente que las inclina hacia su fin. Para esta postura, la naturaleza puedeser considerada esttica y dinmicamente, esto ltimo en cuanto se dirige haciasu realizacin. Dicho principio mueve con carcter normativo, y por tanto resul-

    38 MASSINI CORREAS, C. I., Filosofa del derecho I. El derecho y los derechos humanos. Buenos Aires, AbeledoPerrot, 1994, p. 114.

    39 MASSINI CORREAS, C. I., La nueva escuela anglosajona de derecho natural, en MASSINI CORREAS, C. I., El derechonatural y sus dimensiones actuales. Buenos Aires, Editorial baco de Rodolfo Depalma, 1999, pp. 67-89,pp. 70-71.

    40 Cfr. al respecto, la primera tesis de la conocida caracterizacin bobbiana del positivismo jurdico en BOBBIO,N., El positivismo jurdico. Lecciones de filosofa del derecho reunidas por el doctor Nello Morra, trad. de R. deAss y A. Greppi, Madrid, Debate, 1993, pp. 145-155.

    41 Cfr. K ELSEN, H., Teora pura del derecho, trad. de R. J. Vernengo, 8va. ed., Mxico, Porra, 1995, pp. 17-37 ypssim. Cfr., asimismo, ERRZURIZ MACKENNA, C. J., La teora pura del derecho de Hans Kelsen. Pamplona,Eunsa, 1986, p. 75.

    42 Cfr. BOBBIO, N., El positivismo jurdico (...), op. cit., p. 145.43 Cfr. SERNA, P., Positivismo conceptual y fundamentacin de los derechos humanos. Pamplona, Eunsa, 1990,

    p. 121.

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    ta posible extraer de l proposiciones denticas44. En suma, la naturaleza serefectivamente normativa de la libertad, de lapraxislibre, en la medida en quesea considerada teleolgicamente, el telossuyo sea conocido y querido por lavoluntad libre45.

    3.2. El punto de partida de la teora clsica de la ley natural

    La respuesta de la nueva escuela del derecho natural a la impugnacin humano-positivista de toda teora del derecho natural comienza por la defensa de unaafirmacin central: la doctrina tomista de la ley natural no solo no fue el objetivohistrico de la confutacin realizada por Hume, sino que tampoco es alcanzadapor ella desde una perspectiva sistemtica46.

    En efecto, el punto de partida del razonamiento prctico no est constituido,

    como se ha interpretado que sostiene el filsofo escocs, por una proposicinacerca de lo que las cosas son, sino por un primer principio del razonamientoprctico, segn el cual el bien debe hacerse y el mal evitarse. Corresponde a lanueva escuela del derecho natural el mrito de haber puesto esto de manifies-to47, tomando como punto de partida un texto poco comentado de la SumaTeolgicade Toms de Aquino48. En palabras de J. Finnis, es simplemente falso

    44 Ahora bien, (...) qu es lo conforme a la naturaleza, y en ltima instancia lo mejor y ms conveniente anuestra propia naturaleza, (...) no lo sabemos por naturaleza. La razn decisiva de que no sepamos por

    naturaleza, es decir, de por s, qu es lo mejor, qu es lo ms conveniente para nosotros, reside en que paranuestra naturaleza es esencial la mediacin racional con nosotros mismos. La mediacin en cuestin se libraen dos niveles. En el nivel terico podemos dilucidar abstractamente el fin de la naturaleza humana. Pero esen el nivel prctico, en el nivel de la accin, donde se reconoce prcticamente qu es lo justo por naturaleza,lo proporcionado en la accin al bien de nuestra naturaleza, que es un bien universal. Es ah tambin dondecomparece el no poder (actuar de determinada manera) que no es ya ningn no poder fsico y que sinembargo no es constitutivo y nos es natural (GONZLEZ, A. M., Naturaleza y dignidad. Un estudio desde RobertSpaemann, Pamplona, Eunsa, 1996, p. 119, con cita de SPAEMANN, R., Lo natural y lo racional.Ensayos deantropologa, trad. de D. Innerarity y J. Olmo, Madrid, Rialp, 1989, pp. 138-139).

    45 GONZLEZ, A. M., Naturaleza y dignidad (...), op. cit., p. 116. Sobre el concepto teleolgico de naturaleza, cfr.,recientemente, GONZLEZ, A. M., op. cit., captulo III, dedicado al tema, y, de la misma autora, Moral, razn ynaturaleza (...), op. cit., pp. 48-171.

    46 dem, p. 73.

    47 Cfr. GRISEZ, G., The First Principle of Practical Reason (...), art. cit.; GRISEZ, G., BOYLE, J. y FINNIS, J., PracticalPrinciples, Moral Truth, and Ultimate Ends.American Journal of Jurisprudence32, 1987, pp. 99-151; GARCAHUIDOBRO, J., Cmo se conoce la ley natural? Una respuesta a Toms de Aquino, en Objetividad tica,Valparaso, Edeval, 1995, pp. 41-54, y, del mismo autor, El acceso a la ley natural, P. y D. 37-2, 1997, pp.197-218.

    48 Cfr. T OMSDE AQUINO, Suma Teolgica, trad. y comentarios de I. Quiles, S. I. Buenos Aires, Club de Lectores,1988, t. VIII, I-II, 94, 2. Se plantea all el Aquinate si la ley natural contiene muchos preceptos, o solo uno. Enla respuesta se dice lo siguiente:

    los preceptos de la ley natural son a la razn prctica lo que los primeros principios a la especulativa,pues unos y otros son ciertos principios conocidos por s mismos. Y se dice que algo es conocido por smismo de dos maneras; de una, en s mismo; de otra, en cuanto a nosotros. En s misma se dice evidentede suyo toda proposicin cuyo predicado es de la esencia del sujeto, mas sin embargo ocurre que para elque ignora la definicin del sujeto, tal proposicin no ser de suyo evidente, como sta: el hombre esracional, es manifiesta de suyo segn la naturaleza, porque quien dice hombre dice racional; y no obs-

    tante al que ignore qu es el hombre esta proposicin no le es evidente por s misma. Y por eso es que (...)hay ciertas dignidades y proposiciones de suyo evidentes comnmente para todos; y as son aquellascuyos trminos son conocidos a todos, como el todo es mayor que la parte, y cosas iguales a una misma

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    que cualquier forma de teora moral de derecho natural supone la creencia deque las proposiciones acerca de los deberes humanos pueden ser inferidas deproposiciones acerca de su naturaleza. Tampoco es verdadero que, para Tomsde Aquino, el bien y el mal sean conceptos analizados y establecidos en la me-tafsica anes de ser aplicados en la moral. Por el contrario, el Aquinate afirma

    tan claramente como es posible que los primeros principios de la ley natural, queespecifican las formas bsicas del bien y del mal, que pueden ser adecuadamen-te aprehendidos por cualquiera que est en la edad de la razn (y no slo por losmetafsicos), sonper se nota(autoevidentes) e indemostrables. Ellos no son infe-ridos de principios especulativos. No son inferidos de hechos. No son inferidosde proposiciones metafsicas acerca de la naturaleza humana (). No son inferi-dos o derivados de nada. Ellos son primarios o no-derivados (pero no innatos)49.

    La obra de Finnis ha dado lugar a un interesante debate, tanto entre autoresiusnaturalistas como positivistas, sobre el que en este trabajo no corresponde

    ms que dar cuenta. Desde el positivismo se ha criticado, sobre todo, su concep-cin tica cognitivista50. Desde el iusnaturalismo se ha sostenido que Finnis en-tiende la nocin de naturaleza de modo diverso a como la entendan los clsicos.Se ha dicho, por ejemplo, que si bien en la obra finnisiana no faltan anlisisacerca de lo que los griegos entendan porfisisy los latinos pornatura, estosestudios parecen quedar restringidos al campo metafsico, el de la perfeccinontolgica de los seres, mientras que en su argumentacin tica parece emplear

    son iguales entre s. Mas ciertas proposiciones son evidentes de suyo slo para los sabios, que entiendenlo que significan los trminos de ellas; como al que entiende que el ngel no es cuerpo le es evidente desuyo que no est circunscrito a un lugar, lo cual no es evidente para los rudos que esto no alcanzan.No obstante en las cosas que caen bajo la aprehensin de los hombres hllase cierto orden. Porque lo queprimeramente cae bajo la aprehensin es el ente, cuya idea est includa en todas las dems que cual-quiera aprehende. Y por eso el primer principio indemostrable es que no se puede afirmar y negar a la vez,lo cual se funda en la nocin de ser y no ser, y sobre este principio se fundan todos los dems (...). Y ascomo el ser es lo primero que se aprehende absolutamente, as el bien es lo primero que cae bajo lacomprensin de la razn prctica, que se ordena a la operacin; porque todo agente obra por un fin, quetiene razn de bien. Y por esto el primer principio en la razn prctica es el que se funda sobre la razn debien, que es: El bien es lo que todos apetecen. Luego, ste es el primer precepto de la ley: que el bien debehacerse y procurarse, y evitarse el mal. Y sobre ste se fundan todos los dems preceptos de la ley de lanaturaleza; para que todas aquellas cosas a hacer o a evitar que la razn prctica naturalmente aprehen-

    de que son bienes primarios pertenezcan a los preceptos de la ley. Mas por cuanto el bien tiene razn defin y el mal razn de contrario, sguese que todo aquello a que tiene el hombre inclinacin natural, larazn naturalmente lo aprehende como bueno, y por consiguiente como que debe ejecutarlo, y lo contra-rio como malo y digno de evitarse. As pues segn el orden de las inclinaciones naturales es el orden de lospreceptos de la ley de la naturaleza. Primera, porque es innata en el hombre la inclinacin al bien segnla naturaleza, la cual le es comn con todas las sustancias, en cuanto que toda sustancia desea laconservacin de su ser segn la naturaleza. Y segn esta inclinacin pertenecen a la ley natural aquellascosas por las que se conserva la vida del hombre y se impide lo contrario. Segundo, hay en el hombre unainclinacin a algunas cosas ms especiales, segn la naturaleza que le es comn con los dems animales.Y conforme a esto se dicen ser de ley natural aquellas cosas que la naturaleza ense a todos los anima-les, como son la unin de ambos sexos, la educacin de los hijos y semejantes. De un tercer modo, sehalla en el hombre una inclinacin al bien segn la naturaleza de la razn, que le es propia; como tiene elhombre natural inclinacin a conocer la verdad sobre Dios y a vivir en sociedad. Y segn esto pertenecena la ley natural las cosas que ataen a tal inclinacin, como son el que el hombre evite la ignorancia, el no

    daar a otros con quienes debe vivir y dems que se refieran a esto.49 FINNIS, J., Natural Law and Natural Rights, op. cit., pp. 33 y 34. Con citas de XX.50 Cfr. HITTINGER, R.,A Critique of the New Natural Theory. Notre Dame, University of Notre Dame, 1987, pssim.

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    51 GARCA-HUIDOBRO, J., Lais/ought question y el valor del argumento de la perversin de las facultades natura-les, art. cit., p. 172. Cfr., esp., MCINERNY, R., Ethica Thomistica. The Moral Philosophy of Thomas Aquinas,Washington, The Catholic University of America Press, 1982; del mismo autor, El conocimiento de la leynatural, en MASSINI, C.I. (ed.), El iusnaturalismo actual. Buenos Aires, Abeledo Perrot, 1996, pp. 199-209.Una respuesta a estas crticas en FINNIS, J. y GRISEZ, G., The Basic Principles of Natural Law: A Reply to RalphMcInerny,American Journal of Jurisprudence26, 1981, pp. 21-31.

    52 MASSINI CORREAS, C. I., La nueva escuela anglosajona de derecho natural, op. cit., p. 83.53 Sostiene este autor: es indudable que en la dialctica naturaleza-razn, los filsofos de la Nueva Escuela del

    Derecho Natural se inclinan a hacia una priorizacin de la razn en cuanto constitutivo formal de las normasticas y jurdicas. Pero ello no significa que dejen de lado por completo el conocimiento del modo de ser delhombre al momento de determinar los contenidos de la ley natural (dem, p. 84). Cfr. asimismo, el trabajo deR. P. George incluido en WEINREB, L., Natural Law and Justice, Cambridge-Massachusetts. Harvard UniversityPress, 1987.

    54 MASSINI CORREAS, C. I., La nueva escuela anglosajona de derecho natural, op. cit., p. 72.55 dem, pp. 72-73.56 dem, p. 84.

    el trmino naturaleza como un conjunto de hechos51. Para estos autores, elverdadero ser de la naturaleza humana ha de ser considerado como si tuvieraun deber incluido en l52. El profesor Massini ha sostenido que la tesis deFinnis no resulta incompatible con la primera de las lneas de respuesta que sehan expuesto53. Este ltimo tipo de argumentacin, segn Massini, resulta sufi-

    ciente para la superacin del reparo de Hume en el plano epistmico: en efecto,el bien es convertible con el ente y la bondad no es sino una propiedad trascen-dental de todo lo que es, un aspecto suyo que tiene su misma extensin lgica ypor ello es llamado trascendental, pues trasciende todas las categoras en lasque puede contraerse la nocin de ente54. Por tanto, quedaba pendiente la cues-tin lgica: cmo es posible pasar de proposiciones descriptivas acerca de larealidad humana y sus bienes fundamentales, a proposiciones normativas de laconducta de los hombres?; dicho de otro modo, de dnde sale la cpula o functordebe de la conclusin, cuando en las premisas solo se encuentra la cpula ofunctor es, siendo indisputable que no es posible lgicamente que algo aparezca

    en la conclusin de una inferencia si no se encuentra antes en las premisas?55.Y a esta cuestin lgica puede responderse a travs de las tesis de Finnis. Portanto, para Massini hay complementariedad entre la primera y la segunda res-puesta. La primera se movera en el plano ontolgico, en tanto que la segunda lohara en el epistemolgico56.

    3.3. Falacia naturalista y epistemologa moderna

    La falacia naturalista solo puede ser comprendida, como surge implcitamente

    de lo que se lleva dicho, desde las coordenadas tericas de la modernidad jurdi-ca. En efecto, la afirmacin de que la naturaleza no brinda ningn criterio almomento de examinar la justicia de los actos humanos presupone una idea denaturaleza condicionada por las exigencias del cientificismo, es decir, por unareduccin de la naturaleza como objeto de conocimiento a sus perfiles empricos.Por otro lado, a partir de entonces ser el mtodo matemtico el nico mtodocientfico. Cada objeto deber ser constreido a lo cuantificable. En el mbitojurdico, esto transforma al concepto del Derecho en un presupuesto, en un

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    punto de partida del discurso jurdico. La norma es el nico dato jurdico conrelevancia cientfica. Como consecuencia inevitable, en el campo de la tica seafirma la inexistencia de la razn prctica, y, ello deriva, en el mbito de lafilosofa jurdica, en la imposibilidad de juzgar acerca de la justicia del derecho,o, si se prefiere, en la separacin absoluta entre derecho y moral. Como elemento

    no despreciable, cabe achacar al argumento de la falacia la construccin de uniusnaturalismo a la medida; es decir, de una teora que distorsiona y compren-de mal las tesis iusnaturalistas (por ejemplo, no se hace debidamente cargo de laexistencia de los primeros principios de la vida prctica).

    El derecho se tornar, en definitiva, en un fenmeno incomprensible. Lo msque podr decirse de l es que se trata de un orden normativo impuesto externa-mente, bajo la amenaza de coaccin, para la obtencin de finalidades sobre lasque no cabe abrir juicio alguno. No ser posible, a partir de entonces, distinguir-lo de la violencia.