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Cicatrices de una memoria

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La última obra de la fotógrafa, cuenta con 20 fotografías que traen consigo los sentimientos de perplejidad, tristeza y soledad. Pero para poder materializar esas sensaciones que en un principio solo podrían ser experimentadas en el interior de la fotógrafa, este fenómeno lo logra a través de la estética fotográfica del proyecto, la cual es intencionalmente fría por los tonos y la transparencia casi fantasmal de las imágenes,en un fondo oscuro que rodea su cuerpo, lo cual no simboliza otra cosa que la ausencia, un espacio vacío.

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C

Memoria de Título

CICATRICES DE UNA MEMORIA

Camila Arriagada Basualto Instituto Profesional de Arte y comunicación ARCOS

Opta al Título de Fotógrafa ProfesionalOctubre 2014

Profesor Guía: Francisco VelosoProfesor de Escritura: Carla Möller

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INDICE

Introducción 6-13 Cuerpo Fotográfico 14-31Apéndice 32 Anexo 33-55 1. Ausencia y fotografía: 34-362. Identidad. 37-45 2.1 Distintos enfoques para la identidad. 2.2 Identidad y Familia. 3. La Fotografía y la Memoria. 46-484. Fotografía Familiar. 49-51

5. Objeto memorístico y simulador. 52-55Conclusión 56-57Bibliografía 58-61

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He desarrollado el siguiente proyectode tesis en base a mis propias vivencias,

las cuales han dirigido el enfoque y posterior desarrollodel problema, para lo cual – y deseando un mejor

acercamiento por parte del lector- lo he escrito en primera persona.

Camila Arriagada Basualto.

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Introducción

El proyecto “Cicatrices de una Memoria” llevará como temática principal el impacto de la ausencia paterna en mi vida familiar. Así, tanto en el desarrollo como en la elaboración de este proyecto, se ha hecho uso de un enfoque personal del problema sin dejar de lado los aportes de autores que puedan contribuir al esclarecimiento de los conceptos involucrados, los cuales han sido tomados como ejes principales para la esquematización de las ideas, sentimientos y estética del proyecto. Estos tres conceptos son: ausencia, identidad y memoria visual. Por tanto, la razón del por qué se han escogido estos conceptos como centrales, se puede encontrar en mis motivaciones personales como constructora del proyecto, ya que se relacionan de forma directa con mis experiencias: en mi vida familiar se produce un quiebre que conlleva el abandono del hogar por parte de mi padre. A partir de ahí, la ausencia paterna produce cambiosprofundos en la personalidad de los miembros de mi familia, y en especial en el desarrollo de mi propia identidad, como si se tratase de un punto de quiebre, de un antes y un después. La ausencia, por tanto, en el ámbito de este proyecto, pasa a

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ser una de las razones que me llevan a exteriorizar mi mundo interior, intentando convertirlo en imágenes visibles por medio de la fotografía.

Respecto de la identidad, el quiebre produjo una sensación de inestabilidad en mi base afectiva, ya que en lo sucesivo no lograría sentirme cercana a un núcleo familiar o comunitario determinado. Esta ausencia de raíces o de apego al entorno familiar y social en los que crecí, traen como consecuencia que la soledad se transformara en una condición natural de mi vida y que, por lo tanto, surja en mi persona la necesidad y el anhelo de reconstruir la propia identidad a partir de esta condición y de esta forma crear un nexo emocional con el pasado familiar distante.

La temática de las crisis familiares, con sus respectivas consecuencias sobre la identidad de las personas, cobra especial relevancia, no sólo en términos de este proyecto, sinotambién en la actualidad de la sociedad chilena, puesto que tanto la concepción como la composición de la familia han variado notablemente (INE 2010), sobre todo considerando que familia y sociedad están profundamente relacionadas y son

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dependientes entre sí. Se entiende, por tanto, que los cambios en la composición de la familia chilena han llevado a un proceso de individualización cada vez más notorio, en el que cada vez se toman más decisiones fruto de evaluaciones y elecciones individuales, versus menos decisiones colectivas y tradicionales al identificarse con grupos sociales y familiares determinados (Güell 2014).

En lo que respecta a la memoria visual, existe la posibilidad de visualizar en el archivo fotográfico numerosos eventos del pasado, a partir de la percepción en el presente, re-invocan-do circunstancias específicas de ese espacio pasado material y temporal (aromas, sensaciones, etc.). Al experimentar estas vivencias, la memoria es interferida por la mirada, sucediendo lo que el antropólogo Paul Ricouer denomina “fenomenología del recuerdo como momento objetal de la memoria”, es decir, el recuerdo como algo que aparece pasivo o como algo que se busca, como el fin de una búsqueda por medio de la re-memoración. Esta experiencia de rememorar me ha entregado la oportunidad de vincular los hechos alojados en la memoria de mi cuerpo, con lo que hoy vivo, y darles una segunda lectura, un nuevo significado personal desde una perspectiva presente.

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Tomando en consideración las motivaciones que he tenido –expresadas en los párrafos anteriores-, para la concep-ción y realización de este proyecto, cabe mencionar que el objetivo del mismo es re-significar la ausencia, utilizan-do un archivo fotográfico familiar fragmentado, incom-pleto, y significativo respecto de la ausencia paterna.

Para el logro de este objetivo escogí una metodología de tra-bajo que consta de cuatro puntos y que ha sido parcialmente inspirada en el trabajo “Yo les daré” de Bárbara Oettinger e Inés Molina, cuya temática de la familia se aborda a través de la proyección fotográfica. Sin embargo, la utilización de conceptos y elementos comunes que este proyecto pueda tener con el an-teriormente mencionado, lo mismo que el uso de la técnica de la proyección, será diametralmente distinta, ya que busco darle un enfoque distinto: mientras que Bárbara Oettinger parece utilizar su cuerpo entero (vestido de pies a cabeza) para hacerse parte de la imagen proyectada – insertándose dentro de la proyec-ción-, yo pretendo que la imagen proyectada se haga parte de mi cuerpo desnudo.

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Los cuatro puntos de la metodología a desarrollar son: clasificación y selección de fotografías desde álbumes familiares propios de acuerdo a su relación con el tema escogido, en primer lugar; luego, el tratamiento de las fotografías recolectadas en segundo término y la proyección de fotografías recolectadas como tercera tarea, y finalmente, el uso del cuerpo desnudo en el cuadro final, simbolizando la memoria (es decir que mi cuerpo pasa a ser unsoporte de la memoria) que aloja en sí misma, como cicatrices, las imágenes de mi familia.

La clasificación y selección de las fotografías desde los álbumes familiares se ha hecho según gusto personal y siguiendo tres parámetros: deben ser autobiográficas en primera instancia, y esto obedece al hecho de que se utilizarán como recurso de archivo, donde la imagen será un soporte de memoria que se reactualiza en la reconstrucción de mi propia identidad. En segundo lugar, son de una determinada época de mi vida, obtenidas entre los años 1987 y 1993, época en que el abandono del hogar por parte de mi padre no había ocurrido aún. En tercer lugar, las fotografías se escogieron con el objeto de que pudieran ser utilizadas en relación al propio concepto de ausencia, es decir, son fotografías en las que aparecía la familia

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completa. Es por este motivo que se ha considerado el álbum de familia como modelo preestablecido de conservación de me-morias personales. Es un modo facilitador para la interpretación de hechos del pasado, pero es también una realidad en la prác-tica cotidiana y por lo tanto debe considerarse su influencia en la actividad de este proyecto (Pardo Sainz 2006). Así por ejem-plo, se puede apreciar en internet el uso masivo de plataformas sociales relacionadas con la práctica de la fotografía amateur o en su choque con las remembranzas de algunos artistas, provo-cando una relectura del pasado por medio de la imagen misma y la recopilación de otras huellas que ayuden a complementar los recuerdos (Pardo Sainz 8). Consideremos por otra parte, que el álbum fotográfico familiar es un artefacto con una impor-tante función social y familiar desde sus inicios. De hecho, la fotografía familiar hizo recién su aparición cuando, gracias a las mejoras tecnológicas y de la técnica en la captura de imágenes, fue posible realizar exposiciones lo suficientemente breves como para hacer retratos de personas. Así nace la necesidad de conservar y ordenar las imágenes familiares en álbumes, los cuales hacen su aparición alrededor del año 1860 (Pardo Sainz 2). Aunque en aquella época la fotografía familiar se hacía en el estudio del fotógrafo profesional y sin mucha naturalidad en la

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pose, el abaratamiento en los costos de cámaras y pelícu-las hicieron posible la llegada de la fotografía a manos del aficionado (década del 80, s. XIX); su evolución se ha de-mocratizado, haciéndose generalizada la imagen de “famil-ia feliz” (Pardo Sainz 11). Esto, en el ámbito de este proyec-to, representa claramente una contradicción que puede usarse para expresar la ausencia, puesto que la fotografía escontingente y representa un momento exacto (en este caso uno o varios en que la familia todavía estaba completa) que una vez pasado carece de sentido, para luego adoptar un nuevo significado, como si se adaptase a una máscara (Barthes 1989).

Respecto al tratamiento de las fotografías seleccionadas, no se hará otro retoque más que una fragmentación intencional en Photoshop para quitar del cuadro la imagen de mi padre, lo que puede entenderse como un símbolo de lo que era y ya no es, significando así su ausencia. Estas fotografías fragmentadas serán proyectadas sobre una pared para darle textura a la ima-gen y posteriormente, serán nuevamentefotografiadas para ser retocadas en Photoshop e incorporarlas a través del fotomon-taje a la imagen final, es decir sobre mi cuerpo fotografiado en un estudio con anterioridad. El efecto que se procura conseguir

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con esto es la idea de que las fotografías familiares están in-crustadas en la piel, significando lo profundo del impacto de los sucesos en la vida de la autora. El uso del cuerpo propio como soporte fotográfico, y en relación a la identidad como objeto fotográfico en sí mismo y fondo para la proyección de otras fo-tografías, se convertirá, por lo tanto, en un espacio autobiográfi-co y en un instrumento para la reconstrucción del nexo perdido.

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CUERPO FOTOGRÁFICO

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Apéndice

Ficha Técnica:

Cámara: Canon T2iÓptica: Canon 18-55 mm ,Canon 1.4 mmProyector Sony.

Sesiones y Fotografías realizadas:

10 sesiones435 fotografías

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ANEXO

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1. Ausencia y fotografía:

Para comprender el concepto de ausencia en este proyecto nos vemos obligados a definirlo desde dos aspectos diferentes. Una primera definición sería etimológica, es decir la definición del concepto como palabra. La segunda – una visión más útil en nuestro caso- es desde la ausencia en relación con la fotografía. La palabra ausencia (del latín “absentia”) tiene un doble sig-nificado; por una parte es la acción y efecto de ausentarse o estar ausente, o bien, el tiempo en el que alguien está ausente; por otra, es la falta o privación de algo (RAE 2001). Desde la fotografía sin embargo, ausencia adquiere un significado más profundo y abstracto que la mera definición del diccionario: “El tema de la ausencia, elemento constante en el arte contemporá-neo, representa una clave del siglo XX, equiparable al silencio en la música contemporánea. En el ámbito de la fotografía, la ausencia, como falta de exterioridad le resta a la imagen la función de reproducir la realidad y se exterioriza como intro-spección que convierte en imágenes lo que no es visible.

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Es el triunfo del fotógrafo sobre el objeto fotografiado…” (IILA, párr. 2-3). En otras palabras, aunque la imagen sigue unida al referente, se ha producido un quiebre en el tiempo y el espacio, lo que el mismo Barthes (ctd en Strelczenia 4) llama un “des-doblamiento a reparar” y por lo tanto, es una separación que el espectador espera corregir – casi supersticiosamente- por medio de una fotografía que actuaría como nexo entre el “aquí y ahora” y lo que ya desapareció. En un pensamiento similar John Bergernos dice: “A diferencia de otras imágenes visuales, la fotografía no es una imitación o una interpretación de un sujeto, sino una verdadera huella de éste” (70). La fotografía por tanto, pasa a ser una evidencia de algo que estuvo allí en un determinado mo-mento – y que ahora no está- y que ha quedado retratado gracias a que su reflejo bajo la luz quedó impreso en el material fotosen-sible. Sin embargo, la lectura del objeto fotográfico queda a car-go del espectador, a quién él llama “Spectator” y el efecto de lafotografía no depende de sí misma, sino de la intenciona-lidad cultural y sentimental de este. Al objeto fotográfico, entonces, le llama “spectrum” para hacer un nexo con la palabra espectáculo, en relación al “retorno de lo muer-to” - lo que ya se encuentra ausente- y que hace alusión

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a la inmovilidad de la fotografía con respecto del objeto fotográfico, que una vez capturado no puede variar en el tiempo.a la inmovilidad de la fotografía con respecto del objeto fotográf-ico, que una vez capturado no puede variar en el tiempo. te de la mortalidad, vulnerabilidad y variabilidad de otra persona o cosa, y es así precisamente porque logra congelar un momen-to, cuando la fotografía sirve para evidenciar el paso del tiem-po (Sontag 2006). La fotografía, de esta manera, nos permite dar cuenta de una verdad, aunque sea una ficción. Ejemplos de esto serían el “Guernica” de Picasso que es testimonial dela guerra, o las fotografías que son retocadas o interveni-das con el fin de narrar algún hecho (Fontcuberta 1997). Es precisamente esta fuerza descriptiva, constativa, que no re-memora el pasado, que es susceptible de ser verdadera o falsa, que atañe más a un momento en el tiempo que al ob-jeto mismo, que es testimonio -como declara Barthes (ctd en Fortuny 7)- de “lo que se ve, ha sido”, de lo que estuvo y ahora no está; esto sería el verdadero poder de la fotografía.

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2. Identidad.

2.1 Distintos enfoques para la identidad.

La introducción del “principio de identidad” en el mundo oc-cidental se atribuye a menudo a Aristóteles y desde un sen-tido filosófico, la identidad vendría a ser la relación que toda entidad mantiene sólo consigo misma (Audi 1995). El enfoque psicológico no obstante, es mucho más variado, complejo e in-dividualista. Para la Psicología es una realidad universalmente aceptada. La existencia de una representación - con una pro-funda significación afectiva -de cada sujeto sobre sí mismo y la definición del concepto de Identidad, varían de acuerdo a las diferentes escuelas y teorías de Psicología. Uno de los primer-os estudios en profundidad sobre este tema fue realizado por William James, con una posición funcionalista: elaboró su teoría sobre identidad en relación al proceso de adaptación entre el individuo y su medio, no considerando para su definición los

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fenómenos internos, propiamente psicológicos. Para James, sin embargo, existe un estrecho nexo entre autoconciencia y person-alidad, estando la identidad (a la cual denominó “yo”) organiza-da en distintos niveles jerárquicos, por tanto, existen el “yo mate-rial”, el “yo social” y el “yo espiritual” (Domínguez García 2008).

Otra concepción de identidad está dada por las teorías de “reg-ulación motivacional” de Josep Nuttin, quién destaca el papel de los fenómenos psicológicos internos en la formación y de-sarrollo de la identidad. Plantea que la estructura del “Yo-Mun-do”, en su tendencia a la realización de sí mismo, es el motor de la organización y funcionamiento de la personalidad, y a su vez el factor predominante de la motivación humana: “El hom-bre se conoce como un organismo que no puede vivir sin al-imento, que desea afecto y un cierto standing social, etc., es decir que las necesidades están integradas a su concepción de sí mismo”. En este sentido, según Nuttin, existiría una rel-ación estrecha entre las necesidades de la personalidad y el “yo-mundo”, aunque estos procesos se encuentran separados del contexto social en que vive el sujeto (Domínguez García 79).

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La corriente Psicológica Humanista, liderada por su precursor McDougall, confiere mayor relevancia el concepto del “yo”, al cual denomina “self” o “sí mismo”, siendo éste el mecanismo de carácter consciente el principal regulador de la identidad y la conducta humana. Como nos explica McDougall, el sen-timiento dominante en la personalidad es la “consideración de sí mismo”, el cual se asocia de forma consciente a determi-nados ideales y regula sentimientos de menor trascendencia. De la misma Escuela de Psicología Humanista, Abraham H. Maslow plantea que es la motivación de crecimiento personal la que determina la conducta humana, la cual a su vez per-mite la “actualización de sí misma”. Carl Rogers, por su par-te, destaca la importancia del “Self” en un desarrollo personal adecuado, siendo la formación del “sí mismo” el proceso que permite al sujeto convertirse en una persona que funcionará de manera “más eficaz e integrada, original y expansiva, con-fiada en sus potencialidades y capaz de aceptar mejor a los demás”. En resumen, para la Psicológica Humanista, es el “sí mismo”, en todas sus motivaciones, el principal componen-te de la personalidad y el motor de desarrollo de la identidad, siendo este un planteamiento en que se enfatiza el carácter psicológico, pero que sin embargo, no considera las variables

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socio-históricas en el proceso de formación del hombre ni la influ-encia de la “valoración social” en el mismo (Domínguez García 80).

En un extremo opuesto, para la Escuela Psicológica de Ori-entación Marxista la representación del sujeto sobre su propia persona recibe el nombre de “autovaloración” (o concepto que elabora el sujeto sobre su persona, en cuanto a cualidades físi-cas, psicológicas y morales, así como intereses y capacidades) y está determinada por las condiciones de vida y educación del sujeto, es considerada como el contenido de la personali-dad y el desarrollo de la identidad, siendo fuertemente influen-ciada por la “valoración social”. Desde una edad temprana el individuo está sujeto a diferentes valoraciones de su compor-tamiento por parte de su medio familiar y social, las cuales se convierten en la más importante variable en la construcción de su autovaloración. Sin embargo, este proceso no es meramente receptivo puesto que durante el desarrollo de su identidad la autovaloración gana autonomía en relación a los criterios exter-nos y adquiere una estabilidad propia, convirtiéndose en un ele-mento activo de regulación del comportamiento que, en su nivel más acabado, consigue autoeducación de la personalidad.

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En estos procesos, sin embargo, se producen fuertes contra-dicciones entre las potencialidades del sujeto y su deseo de realización de estas, versus las limitaciones impuestas por el mundo adulto –vale decir, la familia y la sociedad- a sus con-ductas. Por lo tanto, desde una edad temprana aparece en el niño una fuerte necesidad de independencia, cuando se pone en contacto con su individualidad al reconocerse como un ser único y diferente de los otros, y es precisamente este as-pecto, el que le permitirá orientar su conducta al logro de sus propios fines durante el resto de su vida (Domínguez García 81).

2.2 Identidad y Familia.

Considerando lo expuesto sobre la formación de la identidad, podemos concluir que el desarrollo de la personalidad y el com-portamiento humano dependen de factores que pueden ser cla-sificados en: internos o endógenos y en externos o exógenos. Entre los factores endógenos encontramos la herencia (amplia-mente estudiada por la ciencia de la genética y respecto a la cual sólo me limitaré a mencionarla por considerar que esta ciencia no tiene importancia suficiente en lo relativo a este proyecto) y la

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maduración, que desde un punto de vista psicológico se refiere al proceso de equilibrio entre el crecimiento físico y el desarrol-lo psíquico. Entre los factores llamados exógenos encontramos el aprendizaje y la socialización (Bonilla Mercado, párr. 1-6).

El asunto, pues, consiste en estudiar a la familia desde la per-spectiva de su rol formador, como el factor más importante en la configuración de la identidad del sujeto por medio del aprendiza-je y la socialización. Podemos ver la impronta familiar tanto en la manera en que una persona se expresa, a través de los gestos y el habla, como en la forma en que aprende y analiza el medio que le rodea (Polaino Lorente 2007). Pero: ¿Qué entendemos por familia y cómo influye en la formación de la identidad personal?

La familia es un concepto que no deja de variar con el tiempo y que ha sido abordado por distintas disciplinas del saber huma-no y en diferentes épocas. Por ejemplo, según una definición tradicional de familia, ésta refiere a una pareja unida por el ma-trimonio y a sus descendientes, quienes viven juntos con roles claramente establecidos. En la práctica actual, sin embargo, el concepto de familia refiere a distintas realidades, porque además

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de las familias tradicionalmente configuradas, existen otras con miembros adoptivos, con cohabitación irregular, hogares unipersonales, familias monoparentales y familias reconstitu-idas, como consecuencia de una serie de cambios sociales, económicos, culturales y tecnológicos que han transformado no sólo su conformación,sino que también los papeles y la organi-zación de sus miembros (Universidad Católica de Chile 2006). Por lo tanto, una definición lo suficientemente amplia como para abarcar las uniones y convivencias que se constituyen en la actualidad como familias podría ser: “la unión de personas que comparten un proyecto vital de existencia en común que se quiere duradero, en el que se generan fuertes sentimientos de pertenencia a dicho grupo, existe un compromiso person-al entre sus miembros y se establecen intensas relaciones de intimidad, reciprocidad y dependencia” (Rodrigo M. J 1998).

Ahora bien, y como se dijera con anterioridad, la famil-ia influye en la formación de la identidad y la personal-idad humana por medio de dos factores exógenos, los cuales son el aprendizaje y la socialización. El primero es un fenómeno que aparece en toda especie animal y no ex-cesivamente en el ser humano (Bonilla Mercado, párr. 3).

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El aprendizaje consiste en la adquisición o asimilación de toda experiencia, situación o hechos, los cuales moldean, predis-ponen, regulan o dirigen la conducta efectiva de un sujeto (Wolff 1965). En este sentido, la familia puede considerarse como el primer ambiente de aprendizaje, una especie de “aula primor-dial” (Baeza 2000), en la que se forman lazos afectivos y viven-cias particulares del tiempo y del espacio; se define la próxemia (modos de distancias corporales), el lenguaje e historia famil-iar, caracterizando el entorno en que vivirán los hijos. La famil-ia se convierte entonces, en el primer modelo cultural, uno en pequeña escala a través del cual el infante comienza a formar su idea del mundo, así como los modos de hacer y de aprender. Es la familia por lo tanto, la que cumple la función de transmitir por primera vez al sujeto los valores, ideales, pensamientos y conceptos de la comunidad en la que está inserta. Un segun-do factor externo formador de identidad es la socialización que entendemos como el proceso por medio del cual el ser humano asimila costumbres, normas, tradiciones y estilos de vida des-de su nacimiento. La familia entonces asume esta función so-cializadora desde los primeros instantes de vida del individuo, utilizando una serie de costumbres (usos, prácticas) de la cul-tura a la cual pertenece (Universidad Católica de Chile 19-20).

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Este proceso puede describirse así:

“Desde el momento del nacimiento, cuando los padres reaccio-nan ante el sexo de su progenitura, el bebé entra en un mundo rico en interpretaciones y significados, en el que todo se intro-duce por cortesía de los supuestos de una cultura en la que ca-sualmente ha nacido. Los demás seres humanos en ese mundo le ofrecen satisfacciones físicas —afecto, alimento— y alimen-tos psicológicos —amor, conversación, humor, sorpresa—. Lo exponen al lenguaje, y demuestran sus usos. Le obsequian arte-factos que se valoran dentro de esa cultura, ya sean tecnología como bolígrafos u ordenadores, juguetes, como sonajeros o muñecos, obras de arte, como cuentos o canciones, o saber en forma de rituales, dichos o preceptos morales” (García 3).

Por otra parte, la familia se convierte en el espacio social en el que los tipos de conductas y actitudes consideradas socialmente acept-ables y apropiadas según género, se definen por vez primera.

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Es en este espacio, por lo tanto, donde comienza el desarrollo de la identidad sexual y de género, asignándose los roles y papeles según el sexo, así como también, lo que socialmente se considera como deseable para una mujer y para un hombre (García 1993).

3. La Fotografía y la Memoria.

La fotografía aunque no es un lenguaje, opera como si lo fuera; es un “mensaje sin código”, un nexo hacia lo real, cuyo “op-erator” – el fotógrafo- no es más que un mediador técnico y no el creador de la imagen (Barthes 35). Por lo tanto, bien puede afirmarse que la fotografía pasa a ser un equivalente físico y material de la memoria, y este fenómeno sucede cuan-do la tecnología permite materializar lo inmaterial, es decir, la imagen que aparece en la cámara, llevándose a cabo una operación similar a la que realiza la memoria cuando fija en la mente algo del mundo que es percibido por una persona. De hecho, tanto la fotografía como la memoria tienen un ob-jetivo principal igual, que es el almacenamiento de esencias instantáneas, inmateriales y volátiles (González Flores 2008).

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Nuestra memoria entonces se encuentra cargada de imágenes fijas – como fotografías- y de instantes precisos, que nos per-miten retener o accionar recuerdos; privilegio que ostenta tam-bién la fotografía, considerada también como un recurso tec-nológico para almacenar y contemplar imágenes del pasado, aunque, la fotografía parece integrar la memoria al ser capaz de conservar en el tiempo, tanto la trascendencia de los acontec-imientos, como la fuerza de los instantes (Pantoja Chávez 2007).

En sus principios, la fotografía – como disciplina- se ocupa de componer la memoria individual por medio de la aparición de escenas familiares y retratos, en una especie de intento den-tro de la tradición pictórica mientras lograba nuevas formas de representar la realidad vinculando la toma de imágenes con la evocación de la memoria. Distinguiéndose por su capacidad de retener en el tiempo actos comunes, hechos históricos de im-portancia o escenas relevantes, estas han venido a conformar lo que conocemos como “memoria colectiva” (Pantoja Chávez 187-188). Desde allí, la fotografía deja el ámbito de lo individual para llegar a ser un fenómeno social y que además nos hace participar a todos de una memoria universal compuesta por imágenes colectivas. No es un azar por lo tanto, que a pesar

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de la aparición y consolidación de otras tecnologías de con-solidación y reproducción de imágenes, la sociedad de la era digital, la “Sociedad de la Imagen”- mantenga a la fotografía como un soporte masivo para la representación de íconos, con-formando la memoria colectiva en el presente y atrayendo la atención sobre los acontecimientos del pasado (Pantoja Chávez 188). Es un paradoja, sin embargo, que al encerrar el tiempo y espacio en un instante, la fotografía atestigüe con mayor poten-cia el avance del tiempo al mismo tiempo que permite la rein-terpretación, no sólo ganando nuevos significados y sentidospara las imágenes, sino también nuevas y novedosas inter-pretaciones (Pantoja Chávez 188). Son, precisamente, las dos propiedades de la fotografía – solidez (por medio de la fijación) y fragilidad (por medio de la transformación del significado)- las que le determinan como reflejo de la memoria personal (Díaz Barrado 1996). Parece lógico por tanto, que si las fotografías se consideran como un componente de la memoria individual también lo sean de la memoria histórica, de la memoria social y la familiar, las cuales son recreadas y reformuladas config-urando un discurso que, a su vez, toma un papel activo en la articulación y recuperación de la memoria colectiva, entonces es importante considerar a las fotografías no sólo como sim

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ples documentos visuales aislados (Pantoja Chávez 190).

4. Fotografía Familiar.

Puesto que la fotografía participa en la configuración de la me-moria colectiva e individual (Pantoja Chávez 190), a través de ella podemos, y personalmente, revivir momentos de nuestro pasado recuperando experiencias e instantes que, previo uso de la nuestra memoria, han sido organizados en nuestra mente de manera conjunta. De igual forma, es posible reconstruir se-cuencias de hechos pasados por medio de instantes fotográfi-cos (Dornier-Agbodjan 2004). En este sentido, la fotografía, que llega a ligarse en una estrecha y privada relación con sus po-seedores, llega a convertirse en una práctica familiar constante que permite la evocación de recuerdos entre los miembros de su grupo, convirtiéndose para ellos en una herramienta principal de aprehensión de la memoria (Dornier-Agbodjan 193). Entonc-es, existiendo esta relación indisoluble entre la práctica familiar y la fotografía, es lógico que una gran cantidad de fotógrafos (más de dos tercios, se estima) hagan sus fotos en ceremonias

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y diversas instancias de reunión familiar (Bourdieu 1979). Ex-iste a su vez, un vínculo que contribuye a que establezcamos la práctica de la fotografía como una función familiar, y es la típica posesión de una cámara fotográfica cuando hay niños en el hogar. Esta función familiar es el rito de “eternizar y solemni-zar los grandes momentos de la vida familiar”, con el objeto de fortalecer la integración de los miembros del grupo familiar y el sentimiento común que comparten sobre su pertenencia a él (Bourdieu 38). Como un claro ejemplo de este ritual, bien podem-os señalar el temprano éxito de la fotografía en las ceremonias matrimoniales en que las familias participan, práctica que se ha mantenido constante hasta nuestros días (Ortiz García 2006).

Otra función de la fotografía familiar es la de retroalimentar a los miembros del grupo con información sobre ellos mismos. Por ejemplo, la actividad de construir un álbum fotográfico auto-biográfico es considerada tan importante, que se le ha atribuido un cierto valor terapéutico - tanto individual, como colectivo- en los casos de pérdida o problemas de identidad. Esto se encuentra vinculado - a su vez- con el factor de que los álbumes familiares y las imágenes dentro, constituyen el memorial histórico de una familia, una especie de documen

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to en el que se encuentran plasmadas la genealogía y la her-encia (Ortiz García 156). Precisamente, son los miembros del grupo familiar los que redefinen socialmente los hechos del pasado plasmados en imagenes, para poder ubicarse en el tiempo lo que se convierte en una experiencia personal ysubjetiva, aunque el álbum sea una propiedad común y en este sentido, las fotografías se vuelven evidencia de un proceso de negociación sobre cómo se desea significar el pasado (Hoppál 1989) se hacen evidentes los olvidos conscientes, las censuras y las versiones más o menos autorizadas de la historia famil-iar (De Miguel 2004). Sin embargo, la formación de una me-moria familiar a partir de un álbum no debe ser comparada ni confundida con las reconstrucciones históricas-cronológicas de hechos objetivos, independientemente del valor efectivo que se le atribuya a las fotografías, pues su función no es pu-ramente documental (Ortiz García 156), puesto que el álbum fotográfico familiar también representa un estímulo para la re-construcción de una identidad familiar por parte de los miem-bros actuales del grupo (Dornier-Agbodjan 124). Es así como, tanto las imágenes del álbum, como las historias que se narran en relación a ellas, además de ser útiles para reconstruir real-idades históricas, cumplen también la función de crear “mitos

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de linaje” o sagas familiares, que son originadas según las nor-mas familiares de representación del pasado, además de según los reconocimientos emocional e identitario (Ortiz García 157).

5. Objeto memorístico y simulador.

Resulta un hecho socialmente conocido, aceptado y practica-do que la mayoría de las personas tengan colecciones de fo-tografías, así como también es muy frecuente que las fotos se guarden en cajas o cajones sin necesariamente encontrarse en álbumes o en algún orden, existiendo, en este sentido, una no-toria diferencia con las colecciones de fotos profesionales, que se presentan solitarias como un tema completo en sí mismas y las recopilaciones que los aficionados exhiben comúnmente, ya sea como adornos en sus casas o bien en como partes de un álbum (Ortiz García, 2006). Por otra parte, existe una gran varie-dad de tipos de álbumes y distintas lógicas de construcción y presentación, con distintas funciones, temáticas y para diversas audiencias (Ortiz García pp. 163-165). Si intentáramos, por tan-to, clasificar los tipos de álbumes de alguna forma, deberíamos atender al contenido, primeramente y a las intenciones más co-

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munes de quiénes los construyen y organizan en segundo lugar:

- Álbumes Familiares, por lejos los más abundantes, constituyen un espejo histórico de cualquier familia, que mues-tra a estas, no sólo como un grupo de personas con lazos san-guíneos y afectivos con posesiones particulares, sino también, como un sistema de relaciones, actividades y rituales que le caracterizan. Estos álbumes cumplen la función de documen-tar esas pequeñas sociedades, mientras van siendo formadas y re-modeladas con cada cambio generacional. En estos álbu-mes en habitual encontrar imágenes de nacimientos, bautizos, rituales religiosos, viajes, celebraciones, matrimonios y en gen-eral, todo tipo de comportamientos familiares (Ortiz García 163).

- Álbumes Monográficos, dedicado a las imágenes de un acontecimiento familiar privado e importante (viajes, bodas, fiestas de todo tipo, ceremonias religiosas, políticas o civiles, etc.). Una de las actividades más generales y populares son los viajes, cuyo registro fotográfico y organización de imágenes en un álbum, es una de las actividades más practicadas por aficiona-dos a la fotografía (Freund 1983). Es muy frecuente que este tipo

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de álbumes se organicen con un sentido cronológico, aunque a veces puedan arreglarse de acuerdo a temas en particular, ha-ciéndose uso de explicaciones o notas sobre el contexto, para un mejor disfrute o comprensión, sobre todo porque habitualmente son compartidos con amigos o familiares (Ortiz García 163).

Por otra parte, es interesante notar que, según criterios soci-ológicos, mientras más antiguas, integradas, constituidas o no-tables sean las familias, más ricas serán en álbumes familiares, los cuales son transmitidos como un capital cultural simbólico de estas, pudiéndose establecer paralelos entre la posición so-cial y su riqueza en fotos y cantidad de álbumes, como también el grado de integración del grupo humano (Ortiz García 164). Por otra parte, se puede concluir que comúnmente, cuando las fotografías son organizadas en álbumes y pasadas como legado de generación en generación, quiere decir que la fo-tografía tiene un gran valor para ese grupo, que construye con esta herencia una especie de emblema familiar, función para la fotografía que explica también su importancia (Bourdieu 50).

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Los álbumes familiares tienen también algunas características notables que no permiten sean considerados como simplesacumulaciones de fotos: son privados, no son expuestos con-tinuamente, requieren de una audiencia, pero pueden ser vistos por pocas personas a la vez, son enseñados por su dueño o por quiénes lo organizan y son construidos teniendo en mente a determinados tipos de destinatarios (hijos, nietos, etc.), además de llevar narrativas implícitas (Ortiz García 165).

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Conclusión

Cada vez que recuerdo algo, no sólo se trata de pensamien-tos respecto de un momento de mi vida, sino que también es-tas memorias se transforman en sensaciones corporales, las cuáles, en cierta forma, me permiten revivir esos momentos de alegría o tristeza profundas. En relación al suceso de mi vida que inspiró mi proyecto, la partida, ausencia y distanciamien-to de mi padre, tanto de mi persona como del resto de mi fa-milia, trae consigo los sentimientos de perplejidad, tristeza y soledad. En este sentido considero que el hecho de proyectar sobre mi cuerpo las fotos de mi familia dividida por la partida de mi padre, me ayuda a materializar esas sensaciones que en principio, sólo podrían ser experimentadas en mi interior, y convertirlas en algo visible. Este fenómeno se logra a través de la estética fotográfica del proyecto, la cual es intencional-mente fría por lo tonos y la transparencia – casi fantasmal- de las imágenes, en un fondo oscuro que rodea mi cuerpo, el cual no simboliza otra cosa que la ausencia, un espacio vacío.

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Por otra parte, este proyecto me ha dado la posibilidad, mientras me daba el trabajo de seleccionar y utilizar esas fo-tografías de mi archivo familiar, de reconstruir ciertos frag-mentos de un yo olvidado en el pasado, logrando, a su vez, entender el porqué de varios aspectos que conforman mi identidad y mi personalidad. Al mismo tiempo, he podido dar un segundo significado a los recuerdos encerrados en esas imágenes, uno más positivo y esperanzador, ya que después de todo, al aceptarlos como parte de mí, estos me han ayu-dado a construir mi identidad, para bien o para mal. Esto se representa en el hecho de que los haya proyectado sobre mi cuerpo, sobre mi piel y no sobre cualquier otro objeto.

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AGRADECIMIENTOS:

A mi madre y a mi hermana por ser un apoyofundamental en mi vida

a mis profesores Francisco Velosoy Carla Möllera Fernando

a mis amigos que han estado desde siempre, a mis compañeros

que se convirtieron en grandes amigos y a Cristián.

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