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Presses Universitaires du Mirail Ciencias, lengua y proyecto americanista desde Europa. Cartas de un bogotano a un porteño en el siglo XIX Author(s): Felipe ANGULO Source: Caravelle (1988-), No. 81 (2003), pp. 147-162 Published by: Presses Universitaires du Mirail Stable URL: http://www.jstor.org/stable/41970224 . Accessed: 15/06/2014 04:22 Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at . http://www.jstor.org/page/info/about/policies/terms.jsp . JSTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range of content in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and facilitate new forms of scholarship. For more information about JSTOR, please contact [email protected]. . Presses Universitaires du Mirail is collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend access to Caravelle (1988-). http://www.jstor.org This content downloaded from 185.2.32.21 on Sun, 15 Jun 2014 04:22:55 AM All use subject to JSTOR Terms and Conditions

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Presses Universitaires du Mirail

Ciencias, lengua y proyecto americanista desde Europa. Cartas de un bogotano a un porteño enel siglo XIXAuthor(s): Felipe ANGULOSource: Caravelle (1988-), No. 81 (2003), pp. 147-162Published by: Presses Universitaires du MirailStable URL: http://www.jstor.org/stable/41970224 .

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C.M.H.L.B. Caravelle n° 81, p. 147-162, Toulouse, 2003

Ciencias, lengua y proyecto americanista

desde Europa. Cartas de un bogotano a un porteño en el siglo XIX

PAR

Felipe ANGULO

Université de Toulouse-Le Mirail ( GRAL)

En las cartas que Ezequiel Uricoechea escribe a Juan María Gutiérrezl desde varias ciudades europeas entre 1871 y 1877, editadas por Mario Germán Moreno2, el bogotano intercambia con el porteño informaciones sobre sus actividades relacionadas con la ciencia y la bibliografía americanista en Europa, su deseo de trabajar en una universidad argentina, la situación de Colombia y América Latina en los planos económico, político y cultural, las publicaciones sobre América aparecidas en Colombia, Buenos Aires y Europa, y el uso de la lengua española en diversos países de América. Las posiciones de uno y otro de los interlocutores se encuentran en puntos importantes, en cuanto a los valores hispanoamericanos y el papel de Europa en el desarrollo de América Latina, aunque cada uno a su manera. En particular parece haber una diferencia importante en cuanto al legado y las relaciones con España.

1 Escritor y periodista argentino, nació y murió en Buenos Aires (1809-1878). Fue poeta y narrador, autor de obras de crítica literaria como América poética, 1846 y Estudios biográficos y críticos sobre algunos poetas sudamericanos anteriores al siglo XIX , 1865. Véase nota 16. 2 Epistolario de Ezequiel Uricoechea con Juan María Gutiérrez, varios colombianos y August Friedrich Pott , edición, presentación y notas de Mario Germán Moreno, Santafé de Bogotá, Publicaciones del Instituto Caro y Cuervo, Archivo Epistolar Colombiano XXV, 1998, 382 p.

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Una vida consagrada a la ciencia

Ezequiel Uricoechea Rodríguez (1834-1880)3 era miembro de la élite bogotana. Su abuelo paterno era vasco, su padre luchó del lado de los independentistas y su madre pertenecía a una rica familia bogotana. Quedó huérfano a los ocho años y heredó con sus hermanos una importante fortuna. Inició sus estudios siendo muy joven y con notable éxito, aficionándose desde entonces a las matemáticas y las ciencias naturales. En 1849 viajó a Estados Unidos, graduándose en medicina en el Colegio de Yale a los 18 años (1852). Allí escribió su primer artículo, publicado en el New York Herald: «The golden mines of New Granada». Luego viajó a Gotinga en Alemania, donde se graduó como doctor en filosofía y maestro en artes (1854), con un trabajo sobre química y mineralogía. Publica entonces su Memoria sobre las antigüedades neogranadinas (Berlín), considerado como el inicio de los estudios arqueológicos en Colombia. El año siguiente estudió astronomía y meteorología en Bruselas, con el deseo de dedicarse al estudio de la geografía americana, trabajo que culminaría en 1860 con la publicación de su Mapoteca colombiana.

Regresa a la Nueva Granada en 1857, con dos títulos universitarios obtenidos en centros de prestigio, habiendo publicado un libro y varios artículos, y con la intención de poner al servicio del país sus conocimientos. Permaneció Uricoechea diez años en Bogotá, tiempo durante el cual desempeñó la cátedra de química en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. Escribió sobre mineralogía, fundó la Sociedad de Naturalistas Neogranadinos, fue de los fundadores de la revista El Mosaico , y publicó su Mapoteca colombiana editada en Londres4, una de sus obras más importantes. Como bien lo dice el título y lo establece en el prólogo, se trata de una recopilación de referencias, fruto de una larga investigación emprendida en 1855 en Bruselas al lado de Felipe Vandermaelen, donde «fui acumulando materiales para la geografía de casi todo el continente de Colón» 5. Quedaba así formulado su proyecto de estudio americanista y « su vocación por la geografía, la cartografía y la bibliografía»^.

En los años en que permaneció en el país recorrió varias regiones, interesándose en la etnología de los antiguos habitantes y en las lenguas indígenas. Recogió gramáticas y catecismos, continuó recopilando

3 Mario Germán Moreno, «Don Ezequiel Uricoechea», en Epistolario , op.cit ., p. 13-61. 4 Mapoteca colombiana. Colección de títulos de todos los mapas, planos, vistas, etc. relativas a la América española, Brasil e islas adyacentes..., por Ezequiel Uricoechea, Londres, Trübner y Cía., 1860, 215 p. 5 Mapoteca colombiana, p. VII. 6 M. G. Moreno, op. cit., p. 31.

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bibliografía y enseñó el alemán a Rufino José Cuervo^. Fue siempre un aficionado al estudio, como afirma en varios documentos. En carta a Cuervo decía que «No soy ni seré toda mi vida, sino un simple estudiante»8. En 1868 partió de Colombia para no volver, a raíz de la caída de Tomás Cipriano de Mosquera, presidente a quien admiraba, y aburrido de las guerras y del desorden, ambiente poco propicio para llevar a cabo sus objetivos, es decir el avance de la ciencia. Tenía 34 años. En el prólogo de la Mapoteca colombiana revela que «pensé publicarla en mi patria. ..¡vana esperanza!», pues las ocupaciones distrajeron su atención. Y agrega: «Sepultado en el centro de los Andes, sin eco mi voz, sin estímulo a mi alrededor, había abandonado la idea de hacer publicación alguna», hasta que su amigo S trübner en Londres «sacó del olvido el manuscrito»^. Es cierto que en ese entonces ni los recursos del país ni la situación política se prestaban al estímulo de las ciencias y la educación.

Viajó a París, que se convirtió en el centro de su actividad y de su vida. En sus cartas lo vemos en Londres, Alemania, Rotterdam, Leyden, La Haya, Bruselas, Amberes, Madrid, viajes emprendidos «por esa sed de saber». En París continúa su labor bibliográfica y americanista; sigue completando su Mapoteca con la idea de realizar un mapa de América, que no llegaría a publicar, prolonga sus estudios de mineralogía, inicia un diccionario de voces de historia natural, se interesa en la numismática y la lingüística y sueña con hacer una biblioteca de autores americanos. Se destaca su Gramática de la lengua chibcha10. Desde 1876 emprende la última de sus pasiones, el aprendizaje de la lengua árabe que enseña en la Universidad Libre de Bruselas y de la que traduce una gramática del alemán, y que lo lleva a realizar un viaje a Siria, en donde van a terminar sus días a los 46 años, en la ciudad de Beirut. A través de sus cartas, Uricoechea aparece como una persona interesada en las ciencias, la filología española, las lenguas chibcha y árabe, así como en la emancipación «moral» y económica de América Latina con respecto a Europa. Una personalidad marcada pues por un fuerte sentimiento americanista.

7 Cuervo nació en Bogotá (1844) y murió en París (1911). Filólogo y discípulo de Andrés Bello, fue autor de obras como Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano , 1872, Notas a la gramática de Andrés Bello , 1874 y del monumental Diccionario de construcción y régimen de la lengua castellana , 1886-1893, obra inconclusa continuada por el Instituto Caro y Cuervo. 8 M.G. Moreno., op. cit., p. 25. 9 Mapoteca colombiana, op. cit. ^ Gramática, vocabulario, catecismo y confesionario de la lengua chibcha, según antiguos manuscritos anónimos e inéditos, aumentados y corregidos , por E. Uricoechea, París, Maisonneuve y Cía. 1871, 252 p.

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Desarrollo de Hispanoamérica y nacionalismo panamericano

Las dieciocho cartas dirigidas al argentino Juan María Gutiérrez resultan reveladoras vistas desde el presente. Entre los elementos que caracterizan su pensamiento en estos textos aparece con frecuencia la cuestión de los intelectuales y de la producción científica en Colombia y América Latina. En estas cartas se puede apreciar, quizás más que en los trabajos publicados, el pensamiento político y las posiciones personales del hombre de ciencia, frente a los problemas de su nación y del continente latinoamericano. Confiesa a Gutiérrez cómo las dificultades para trabajar frente a la inestabilidad política lo llevan a dejar definitivamente el país:

La revolución que aprisionó a Mosquera me acabó de disgustar con los señores de la política y resolví venir a Europa de paso; sin tener yo que hacer con la política, nunca dejé de ser víctima de las contribuciones forzosas y otras lindezas por el estilo. (Bruselas, abril 1 de 1872, 113)

Años después, refiriéndole la revolución conservadora contra el gobierno liberal de Aquileo Parra, Uricoechea comenta que

Constitución, igualdad, gobierno, garantías individuales, son entre otros, otras tantas palabras vacías de sentido y veneno con que se mata todo pacto social, tales como las practican muchos gobernantes. Yo no soy partidario de la revolución actual y en general no lo soy de ninguna revolución entre nosotros, porque sé que ninguna tiene miras sociales sino sólo busca la satisfacción de ambiciones personales. En Colombia me llaman rojo porque no ayudo a la farsa que so título de religión envenena nuestra sociedad y los rojos me llaman conservador porque no estoy con la demagogia. Ahí está el resultado de no tener partido político. (París, diciembre 27 de 1876, 199)

Sus posiciones políticas no hay que buscarlas pues del lado de los partidos y hombres «políticos» sino de la acción, es decir en el avance del conocimiento y en la integración económica y cultural. Para Uricoechea es necesario comunicar e intercambiar ideas y trabajos con otros hispanoamericanos para consolidar una ciencia americana autónoma, no dependiente de Europa sino en intercambio con ella. La consolidación de una red de intelectuales hispanoamericanos, así como el establecimientio de un desarrollo industrial, se imponen como una necesidad para conseguir la verdadera independencia del continente. Los siguientes fragmentos ilustran estas posiciones:

Es indudable que nos falta a los americanos, un órgano que nos ponga al corriente de lo que se pasa entre nosotros, entre hombres y cosas; que a la vez que dé las noticias políticas, nos inicie a la vida y costumbres y nos haga conocer a los hombres de nuestros países, pasando en revista los trabajos sobre América de los no americanos o de publicaciones europeas. Nosotros hemos creído ser libres porque sacudimos el yugo español y aceptamos inexpertos, el inglés y el francés; el uno con sus artefactos y su

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dinero nos esclavizan y el otro con sus teorías, su enseñanza y sus libros. Estamos en tal dependencia, tan esclavos somos, que nada es bueno para nosotros sino lo europeo, que nadie sino ellos poseen la ciencia (...) No seremos verdaderamente independientes sino el día que lo seamos de cuerpo y alma. (Bruselas, abril 1 de 1872, 110)

Estoy, hace años, convencido de que la América debe dejarse de mandar materias primas y pagar el eterno tributo de las fábricas del mundo europeo, quien se las devuelve crecido el precio, en artefactos. (...) Con las actuales ideas de libre cambio es imposible, a no ser en pequeñas industrias locales, establecer con ventajas la industria fabril entre nosotros. (...) La cuestión vital (...) y sobre la cual algo he publicado no sé en donde, es esta : los americanos no seremos verdaderamente independientes mientras no dejemos la tutela intelectual y la tutela fabril en que nos tienen los europeos. ¿Qué hemos hecho, después de la independencia, sino cambiar de amos? (Madrid, agosto 29 de 1872, 124-125 ; el subrayado es del editor)

Aspecto contradictorio pero no menos revelador, Uricoechea insiste en la necesidad de ser independientes de verdad con relación a Europa, pero abandona el país para pasearse por las ciudades europeas, teniendo como centro París. Como es bien sabido, para él como para las élites intelectuales latinoamericanas de la época, París era el centro cultural por excelencia. Para realizar la unión parece necesario pasar por el recono- cimiento o la vía de Europa. Así la comunicación entre los países de América es todavía difícil. En la misma carta de Bruselas afirma que

Necesitamos tener conciencia de lo que somos y de lo poco que realmente valemos, pero ese poco es algo, y ese algo se nos niega por todas partes. Para eso necesitamos hacer una cruzada americana y fundar la unión. Mientras las comunicaciones entre las repúblicas sean tan difíciles como son hoy, pues para ir de Bogotá a Buenos Aires hay que tomar la ruta de Inglaterra, necesitamos hacer un centro americano de propaganda y de luces en Europa. (Bruselas, abril 1 de 1872, 112)

En estos fragmentos se percibe uno de los temas centrales que podrían sintetizar la visión de Uricoechea a través de sus cartas a Gutiérrez, un nacionalismo panamericano que se manifiesta en diversos temas. Además de la necesidad de unirse en los planos intelectual y económico, aparece en la idea de una ciencia y educación propias, en la importancia de estudiar y de conservar la lengua española tal como se practica en América y la necesidad de construir una autonomía frente a Europa. En cuanto a su interés americanista, Uricoechea afirma que «esta mi manía de cosas americanas es insaciable» (Bruselas, diciembre 5 de 871, 102), lo que confirma a lo largo de su vida en sus obras y a través de su interés bibliográfico. Sobre la unidad y la identidad común agrega, siguiendo el razonamiento expuesto en su Mapoteca colombiana :

Para nosotros no hay Andes que nos separen, no hay límites que nos dividan, ni nacionalidades americanas menos queridas que nuestra patria;

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colombianos, llamamos compatriotas a todos los hijos de este mundo de Colón, desde Méjico hasta el cabo de Hornos, y los esperamos con los brazos abiertos, de pie en el altar de la patria común. H

En efecto, en sus cartas se dirige a Gutiérrez como su querido «compatriota», mientras que Gutiérrez le responde como «paisano». Muestran estas palabras un sentimiento de pertenencia más allá de lo nacional, hispanoamericano, pero también ilustran de alguna manera, a nuestro modo de ver, la difusa definición de los estados nacionales que resultan de la desintegración del imperio español en América... La lengua española no aparece como definidora y diferenciadora de identidades nacionales como en Europa, sino al contrario es la que le da unidad lingüística al «continente de Colón».

En cuanto a los intercambios culturales que deberían construirse entre los pueblos de habla hispana de América (o al entre menos sus élites intelectuales), Uricoechea debía sentirse protagonista de sus propias aspiraciones panamericanistas, pues sirvió de intermediario en la relación de J. M. Gutiérrez, quien conocía la obra de autores colombianos, con el filólogo bogotano Miguel Antonio Caro12: cartas y libros circulaban entre ambos a través de Uricoechea. Así le dice Uricoechea que

El paquete grande de libros para Caro que U. me remitió está ya en las costas de Colombia pues tuve ocación para remitirlo con un amigo en los primeros días de este mes. Quedan así cumplidas sus recomendaciones y yo aguardando que U. mande cuanto guste, que mucha satisfacción tengo en desempeñarlas. (París, noviembre 18 de 18 77, 210)

En esta condición de mediador debía sentirse satisfecho como contribución a su deseo de unión y de fomento del conocimiento mutuo entre intelectuales latinoamericanos, aunque pasando por Europa. Otra tarea indispensable para el desarrollo de América, según Uricoechea, era la necesidad de realizar textos propios para la educación de los latinoamericanos, a la vez que era necesario (y difícil) dar a conocer mejor los autores y los países de América en Europa:

Yo necesito un artículo que dicho periódico {Monitor) publicó en que criticaba los textos que publica la casa Hachette en Castellano. Según me

H En «Otro juicio sobre la obra del doctor López relativa a la civilización del imperio peruano», Revista del Río de la Plata , 1872 ; citado en anexo, Epistolario de Ezequiel Uricoechea , op. cit., p. 332. 12 Nació y murió en Bogotá (1843-1909). Siguiendo la misma orientación que su padre José Eusebio (poeta romántico, ministro y diputado), M. A. Caro fue a la vez escritor y hombre de política. Poeta clasicista de gran pureza formal ( Poesías , 1866; Horas de amor > 1871), escribió obras filológicas y tradujo a autores latinos como Horacio, Catulo y Virgilio. Ideólogo del movimiento conservador de la Regeneración, participó de manera central en la redacción de la constitución de 1886 en donde la Iglesia católica retoma un papel central; fue presidente de la República de Colombia por el partido conservador (1892-1898), gobierno que limitó la oposición y la libertad de prensa. Su nombre inspiró, junto con el de R. J. Cuervo, el del Instituto Caro y Cuervo fundado en 1942.

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dijeron, dice el autor, y con mucha razón, que los textos esos son textos para los muchachos europeos pero que no sirven para nuestras escuelas porque los autores no conocen una jota de América. ¿De qué nos sirven los grabados del elefante y del camello si no nos dan a conocer los ani- males de nuestro suelo (...)? Milagro es que no nos ensarten una historia de Europa por historia de América. (París, junio 16 de 1877, 207) Conforme con su idea de U. contaba yo con dos colaboradores para la publicación de la biblioteca docente Americana. , pero ni en París, ni en Londres ni en toda Alemania he encontrado casa editora. (...) En Europa no hay mucho pedido de obras americanas pero si hay un ejemplar ese se vende por precios fabulosos porque los que los compran -más por curiosidad- son todos aficionados muy ricos. (París, noviembre 18 de 1877,211-212)

Estas afirmaciones permiten acercarnos al estado de la opinión pública europea frente a Latinoamérica: una indiferencia popular y un mayor interés por parte de la élite. Sin embargo, pensamos que la indiferencia popular es relativa, pues si bien el gran público lector no manifestaba un interés particular por adquirir obras sobre América Latina muy costosas (como muchos otros libros o revistas), sí podía tener acceso regularmente a informaciones provenientes de este continente publicadas en la sección de noticias internacionales de los diarios, accesibles a un público popular cada vez más alfabetizado.

La lengua española en Europa y América

En cuanto al uso del español, Uricoechea y Gutiérrez intercambian ideas e informaciones, como por ejemplo las voces comunes utilizadas en Bogotá y Buenos Aires, como chuspa, chucho, caracha, guacho o guache, pucho, etc. Gutiérrez le pide un «plan del diccionario de voces realmente americanas», idea que le parece «excelente y desearía yo poder llevarla a cabo pero me parece imposible», pues no se puede «conseguir aquí un solo libro de América» (París, diciembre 20 de 1874, 172-173).

Además, Uricoechea participa junto con Gutiérrez y Caro del debate sobre el español de América y las Academias de la lengua que debían establecerse en las nuevas repúblicas para preservar el buen uso de la lengua. La especificidad del español en cada nación americana muestra la originalidad y riqueza de nuestras culturas pero plantea el peligro de que se diferencie demasiado, como ya lo había planteado Andrés Bello.

Las sucursales (de la Academia) pues de América, no creo ni pienso que deben estar unidas al carro antediluviano, no señor, libertad e indepen- dencia; independencia sobre todo es mi lema. Estas deben trabajar por su cuenta y tanto como les agrade sin aguardar ni recibir órdenes, pero deben estar sí en amistosa correspondencia, unas entre otras y con la Española; sólo así se conservará la unidad y pureza del lenguaje (...) ¿No

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cree U. muy acertado lo que dice Bello en el prólogo de su gramática?: «Pero el mayor mal de todos (...) es la avenida de neologismos de construcción que inunda y enturbia mucha parte de lo que se escribe en América, y alterando la estructura del idioma, tiende a convertirlo en una multitud de dialectos irregulares, licenciosos, bárbaros; embriones de idiomas futuros, que durante una larga elaboración reproducirán en América lo que fue la Europa en el tenebroso período de la corrupción del latín». (Madrid, diciembre 14 de 1874, 133-138).

Ante este peligro, en la misma carta considera Uricoechea necesario cuidar la enseñanza del español en los colegios superiores y establecer «Academias cuyo único objeto sea el estudio de nuestra lengua». Y continúa diciendo

Que estén estas o no en relación con la española y entre sí, es cosa secundaria, aunque sería preferible (...) U. nota anarquía en el lenguaje de España, sí señor y mucha, y esta es justamente la ocasión de tomar cartas nosotros. (...) Creo pues, que sin temor, ni remoto, de perder nuestra independencia, podemos muy bien entrar en relaciones de igual a igual con la madre España.

Así, en la perspectiva de Uricoechea, la integración hispanoamericana no excluye pasar por Europa y España en particular. Aquí no sólo plantea lo benéfico que sería la relación con España en términos de igualdad (reconocimiento tardío de Colombia), sino el papel que le corresponde a América en la preservación y estudio de la lengua inclusive frente a la «anarquía» del español en la antigua metrópoli. En este punto de la participación con España difieren de manera importante las posiciones del bogotano y el bonaerense, como veremos más adelante.

En lo que sí concuerdan es en resaltar las virtudes del Nuevo Mundo frente al Viejo dentro de esa perspectiva panamericana. En efecto, el tema de la lengua española en América, la reivindicación que hacen ambos en torno a su originalidad y riqueza frente a España, cada uno con sus matices, se articula con otra faceta del pensamiento de Uricoechea, más general, relativa al valor de la civilización americana frente a la europea: la antigüedad del hombre en América. Sobre este punto Uricoechea cree, como otros científicos de la época, incluso europeos, que los orígenes del hombre pueden encontrarse en América:

Hoy comienza a revivir con gran fuerza la idea de la población del viejo Mundo por el Nuevo. A este respecto lo más extenso que se ha publicado es la introducción en el « Catalogue de la librairie Américaine de M. L'Abbée Brasseur de Boubourg, Paris, 1871 ». En la cual pretende que desde los dioses mitológicos para abajo todo viene de América, comenzando por Júpiter, el Io-pi-tel de la lengua Maya o de los mejicanos. (Bruselas, abril 1 de 1872, 108-109)

La utilización de esta hipótesis, más que su validez científica, muestra la intensión de valorizar lo americano frente a lo europeo, idea que contrasta quizás con la tendencia de la intelligentsia liberal

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latinoamericana de la época, cuyo proyecto era el de europeizar América, que Gutiérrez parece compartir, llegando a rechazar el legado cultural de España. Esta valorización del Nuevo Mundo vuelve a aparecer explícitamente cuando Uricoechea habla de que América debe pagar tributo «a las fábricas del ... mundo europeo»: allí introduce el paréntesis siguiente: «(iba a decir del viejo mundo, pero ya sabe que nosotros somos los del viejo mundo)» (Madrid, agosto 29 de 1872, 123). De todas formas parece claro que en Uricoechea subyace la idea de la influencia de América en la conciencia europea. Vimos cuán importante le parece difundir el conocimiento de América Latina en Europa, en lo que invierte buena parte de sus esfuerzos según aparece en sus cartas.

¿Un punto de divergencia? Gutiérrez frente a la Academia de Madrid

Sin embargo, a pesar de un panamericanismo compartido, Gutiérrez está más decididamente del lado de la «otra» Europa. Aunque viviendo en Argentina siente como benéfica la influencia de la Europa no ibérica y parece mucho más crítico que el propio Uricoechea frente a España, que por su parte se queja del poco interés por América Latina en Europa y viaja varias vece a Madrid donde pasa casi un año en 187213. Sirve esta parte para exponer esta paradoja y establecer las posiciones de cada corresponsal. Mientras Uricoechea desde Madrid plantea la posible relación y colaboración con España, llegando a afirmar que pueden abrirse en América «sucursales» de la Academia española, Gutiérrez rechaza cualquier relación con una España asociada a un pasado al que hay que darle la espalda. En lo que se refiere al establecimiento de Academias de la lengua en América así como al acercamiento a España, Gutiérrez difiere de Uricoechea, y en Colombia con las posiciones conservadoras de Miguel Antonio Caro.

La única y extensa carta de Gutiérrez a Uricoechea publicada en el Epistolario , de diciembre 1877, nos parece importante pues responde a varios de los temas planteados por el bogotano en las suyas. Gutiérrez entiende a su manera el que denominamos aquí como nacionalismo panamericano o hispanismo americanista. Responde a una carta que acaba de recibir junto con otra de Miguel Antonio Caro y comienza expresando su satisfacción por recibir noticias de los escritores del continente: «Bien venidas son estas gratas y consoladoras epístolas, expresión del talento y de la sinceridad amistosa (...) me ilustra y me conforta en la idea elevada que tengo del mérito moral e intelectual de los sud-americanos...» (Buenos Aires, diciembre 26 de 1877, 215). Le

13 M. G. Moreno, op. cit., p. 45.

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agradece a su «querido amigo Uricoechea y paisano» haberle dado a conocer los autores colombianos cuyos escritos admira:

En mi última informaba a V. del recibo de las obras que V. me había enviado (...) a cuya lectura me entregué inmediatamente sin tregua. Ahora quedo bien impuesto de la índole y tendencias de los escritores neogranadinos que merecen la simpatía del partido conservador de aquel país de V. cuya prosperidad me interesa más que cualquier otro sud- americano. (215-216)

Elogia de entrada, entre otros americanos, las obras de autores colombianos, Caro, Marroquín y Pombo *4; también a Juan García del Río y José Caicedo Rojas. Sabemos que estos autores colombianos son conocidos por el argentino en parte gracias a la mediación de Uricoechea. Gutiérrez le pide que se arme «de paciencia y no sea avaro en indulgencia», por las «observaciones» que le hace M. A. Caro en su carta y a las que responde dirigiéndose a Uricoechea. En términos sin embargo amistosos y de mutua admiración, se refiere a la polémica con Caro, el conservador, latinista y favorable al catolicismo, quien, según le cuenta el propio Caro a Gutiérrez, en esa época (la carta de Caro es de mayo de ese año) se encontraba en la oposición armada contra el gobierno federalista de los liberales radicales (1863-1885), aunque tranquilo por la tregua decretada por el Congreso de la unión. En ese sentido Gutiérrez afirma que según

el amigo Caro, huelen a hoguera y a radicalismo mis opiniones y juicios, sin haberme yo apercibido de ello, tal es mi inocencia con que me dejo arrastrar por la corriente de los tiempos que vivo, según mi ignorancia los comprende. (215)

Gutiérrez ubica las cualidades de los autores de la Academia Colombiana por encima de la de Madrid y se queja del tratamiento que le dan los españoles:

La de la Lengua, ha de mordérsela al ver que desde la falda de los Andes le llegan tan preciosos materiales y tan clásicas lecciones (...) Compare V. lo que saben y alcanzan sobre el lenguaje castellano, esos americanos con lo que saben los madrileños y convendrá V. en que es exceso de generosidad el considerarnos por nuestra parte discípulos y meros caudatorios de semejantes figurones con pelucas hasta la cintura (...) ¿De qué sirven las muestras de competencia que dan los miembros de la Academia de Bogotá, cuando se les calumnia de desconocer el arte de escribir en español? No amigo, «la América para los americanos»; con ella nada tienen que ver ya los españoles. Vengan en buena hora, como vienen al Plata, a sembrar coles y a hacerse ricos; pero nada más: el

14 Las obras son reseñadas en el Anuario de la Academia Colombiana , 1874-1875, Bogotá, Imprenta de «El Tradicionalista» : Miguel Antonio Caro, « De la aliteración considerada como elegancia métrica»; José Manuel Marroquín, «Observaciones sobre la acentuación y sobre el uso de la tilde»; Rafael Pombo, «Poesía descriptiva americana. Heredia y Bello».

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contacto con una civilizición atrasada, fanática, no nos conviene en manera alguna, cuando podemos seguir e imitar el progreso de otras naciones que hoy están a la vanguardia por pensadoras, por libres y por industriosas. (216-218)

La afirmación «América para los americanos» retoma la declaración del presidente James Monroe de Estados Unidos (1823), y parece ser empleada en el sentido de no aprobar lazos de subordinación con España en torno al asunto de la lengua. Gutiérrez en cambio hace la exaltación de la «otra» Europa, cultivada, libre e industriosa, lo que no deja de parecer contradictorio. Es el «nacionalismo extrovertido» del que habla, entre otros, el historiador chileno Claudio Vélizl5. Aparece como un matiz propio al americanismo de Gutiérrez con respecto al de Uricoechea. Confirmando este entusiasmo por la civilización de Europa del norte y de Francia en particular, insiste más adelante:

Yo estoy contento, contentísimo, con el triunfo de la República Francesa, porque dígase lo que se quiera, de ahí sale para todas partes el ejemplo, y nosotros que imitamos todo, como es natural, resolveremos por la fuerza del ejemplo muchas de nuestras disidencias, con el apoyo de lo que pasa y pasará en la Nación que está a la cabeza de la llamada raza latina. (222)

Varias veces afirma sus convicciones anticlericales y antiespañolas. Cuando Gutiérrez menciona a Uricoechea la situación de Colombia y de la revolución en la carta de Caro, Gutiérrez se pregunta si la paz será interrumpida nuevamente por el partido conservador:

Apelará de nuevo a las vías de hecho que tanto nos desacreditan? Nada bueno producirá para el progreso de ese país el carácter religioso (clerical) que toma ese partido; este elemento está desacreditado y V. acaba de ver por lo que pasa en Francia que la alianza o el auxilio que presta la gente de sotana no vale nada y es dañoso. (221)

Más adelante, comentando la mención de Uricoechea sobre un amigo que «escribe la historia de la América española», obra que será «algo agria para los conquistadores y sucesores de estos», Gutiérrez agrega:

15 «Nacionalismo extrovertido y pausa liberal», en C. Véliz, La tradición centralista de América Latina , Barcelona, Editorial Ariel, p. 62-185 (la edición Princeton University Press, 1980). Iberoamérica, levantándose en rebelión contra España se une «a Estados Unidos y Francia en la primera fila de las repúblicas progresistas e ilustradas». El nacionalismo según Véliz se refiere a los orígenes y a lo propio de un pueblo que le permite unirse y distinguirse de los demás, un sentimiento que aparece acompañado por el interés en las tradiciones históricas,. Pero en América Latina el proceso en el siglo XIX «fue a la inversa: primero vino la independencia, y después el nacionalismo, y más bien un estado anímico reminiscente del nacionalismo que, si se analiza de cerca, resulta diferente, al menos en un aspecto importante, del fenómeno que conoció Europa: en lugar de ser introspectivo, el nacionalismo republicano de la América Latina del siglo XIX era intransigentemente extrovertido, ávido de aprender e imitar todo lo procedente de Francia y Gran Bretaña e igualmente vehemente en su rechazo de todo lo referente a su propio pasado hispánico.» Ibid, p. 163.

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Y la justicia de la revolución (de independencia) no se pone en evidencia sino demostrando lo injusto, lo atrasado, lo bárbaro del régimen colonial. En este sentido están mis libritos para niños, y casi exclusivamente con este objeto he tomado tantas veces la pluma para ocuparme de épocas, sucesos y personajes de aquellos tiempos lúgubres y amargos (...) Estos pueblos (...) eran profundamente inmorales y corrompidos sin advertirlo, porque los habían habituado a no oler ni ver la podre, porque las inmundicias estaban cubiertas [con] jergas de frailes y con aparatos de una devoción que los atontados llamaban religión. (...) he puesto en transparencia los visios y defectos de la sociabilidad importada de este lado del Atlántico por los castellanos. (225)

Estas posiciones sobre los países que encarnan el modelo de progreso a seguir y el rechazo de España y del catolicismo forman parte del liberalismo doctrinario de una parte importante de las élites hispanoamericanas de la época. América para los americanos, pues, pero imitando lo europeo que no se parece al pasado español, y aportando nuevas ideas y modas, immigrantes e inversiones. El pensamiento de Gutiérrez y su relación con las cartas de Uricoechea aparece en otra carta también publicada en el Epistolario , dos años anterior a la precedente y dirigida al Secretario de la Academia Española. En ella Gutiérrez exponía los motivos para negarse a formar parte de esta institución. Aquí encontramos de nuevo la exaltación de lo americano y lo argentino en particular, así como una clara continuidad con lo que decía Gutiérrez a Uricoechea, hostil a la antigua metrópoli, dirigiéndose esta vez a los madrileños. Se niega a buscar mantener la « pureza » de la lengua «heredada»:

Debo declarar a V.S. que no me considero capaz de dar cumplimiento a cometido alguno de los que impone a sus miembros el citado artículo primero de los Estatutos Académicos (...) Aquí en esta parte de América, poblada primitivamente por españoles, todos sus habitantes, nacionales, «cultivamos» la lengua heredada (...); pero no podemos aspirar a «fijar» su pureza y elegancia, por razones que nacen del estado social que nos ha deparado la emancipación política de la antigua Metrópoli. (Buenos Aires, diciembre 30 de 1875, 336)

Aparece como si el español en Argentina progresara con mayor rapidez que en la madre patria. Nuevas ideas e inmigrantes han transformado la sociedad y las ideas en Argentina, y por lo tanto el uso de la lengua:

La forma de gobierno que nos hemos dado abrió de par en par las puertas del país a las influencias de Europa entera, y desde entonces las lenguas extranjeras, las ideas y costumbres que ellas representan y traen consigo, han tomado carta de ciudadanía entre nosotros. (...) El resultado de este comercio se presume fácilmente. Ha mezclado, puede decirse, las razas. (...) Este fenómeno (...) se manifiesta igualmente, a su manera, con respecto a los idiomas. En las calles de Buenos Aires resuenan los acentos de todos los dialectos italianos, a par del catalán (...), del gallego (...), del

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francés (...)> del inglés (...), y estos diferentes sonidos y modos de expresión cosmopolitizan nuestro oído y nos inhabilitan para intentar siquiera la inmovilidad de la lengua nacional en que escriben nuestros numerosos periódicos, se dictan y discuten nuestras leyes, y es vehículo para comunicarnos unos con otros los «porteños». Esto en cuanto al idioma usual, común, el de la generalidad. Por lo que respecta al hablado y escrito por las personas que cultivan con esmero la inteligencia (...) debo confesar que son cortas en número, (...) tampoco tienen títulos para purificar la lengua hablada en el siglo de oro de las letras peninsulares, de las que la Academia es centinela desvelado. (336-338)

No comparte el hecho de que algunos colombianos hayan aceptado fundar una Academia correspondiente con la de Madrid, si bien se escribe con algunos de estos «distinguidos suramericanos» de quienes conoce también sus escritos impresos:

Adviértoles a todos caminar en rumbo extraviado y retrospectivo, con respecto al que debieran seguir, en mi concepto, para que el mundo nuevo se salve, si es posible, de los males crónicos que afligen al antiguo. (341)

Plantea Gutiérrez que la conservación del lenguaje según la orientación de la Academia de Madrid, y el ingreso a ella de un escritor o un país de América equivaldrían a colocarse en la condición de subdito. Refiriéndose tácitamente a Miguel Antonio Caro, quien por su parte haría una semblanza de Gutiérrez con ocasión de su muerte en donde responde a esta crítica16, dice que

esos americanos, se manifiestan afiliados (...) a los partidos conservadores de la Europa, doblando la cabeza al despotismo de los flamantes dogmas de la iglesia romana, y entumeciéndose con el frío cadavérico del pasado, incurriendo en un doble ultramontanismo, religioso y social. (342)

Se percibe pues, igual que en las cartas de Uricoechea, la valorización del Nuevo Mundo frente al Viejo, pero con un acento distinto. En estos dos documentos que nos llegan de Gutiérrez, si bien el conservadurismo encuentra allí sus fundamentos (España y el catolicismo), los elementos

M. A. Caro, «Juan María Gutiérrez» (1878), en Epistolario, op. cit., p. 69-97. Las críticas a Gutiérrez aparecen luego de haber exaltado al personaje, a quien dedica un poema. Para Caro, Gutiérrez seguía con «solicitud» «el movimiento literario de Colombia», era gran bibliófilo y su librería «era una de las más preciadas de América, rica, sobre todo, en buenos y raros libros hispanoamericanos» (73). Tuvo éxito como escritor, viajó por Italia, Suiza y Francia, vivió en Valparaíso y «prestó siempre a la Nación Argentina importantes servicios»: Secretario de Estado en el Departamento de la Gobernación (1852 y 1860), Ministro Plenipotenciario ante varios gobiernos, Diputado por Buenos Aires y Entrerríos, Rector de la Universidad de Buenos Aires (desde 1861). Pero Caro deplora que entre sus páginas se manifiesten posiciones políticas radicalmente distintas de las suyas. Su republicanismo lo llevó a rechazar el nombramiento de la Real Academia Española como miembro, alegando la transformación de la lengua española a las orillas del Plata; hablaba de los «dogmas flamantes de la Iglesia Romana», etc.

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constitutivos del potencial renovador moderno (nuevas ideas y gentes) provienen de la misma Europa. . .

Escribiendo desde Buenos Aires, discrepando en este punto de la opinión de Uricoechea quien propone como vimos la necesidad de construir una posición original, Gutiérrez parece someterse con gusto a la imitación de Francia e Inglaterra. Uricoechea, aunque sus amigos intelectuales bogotanos adhieren al partido conservador, no siente apego al papel de la Iglesia pero considera importante el contacto con España y, exceptuando algunos comentarios, dedica más espacio a los estudios americanistas que a las ideologías políticas, a las que tampoco es totalmente ajeno, como el argentino también dedica muchas líneas al comentario de trabajos publicados. No hay que olvidar que tratándose de cartas la visión del mundo se mezcla con lo personal y lo profesional.

La ciencia americanista en Francia

Lo que Uricoechea cuenta a Gutiérrez en sus cartas, investigación y difuisión de conocimientos sobre América Latina en Europa, es decir de alguna forma la influencia del Nuevo sobre el Viejo Mundo, puede verse como inverso a lo que dice el argentino de la influencia de Europa sobre América Latina. La presencia de un imaginario sobre Europa entre los intelectuales latinaomericanos cobra una dimensión de «terreno» menos comprometida a través de la experiencia de vida de Uricoechea.

En ese orden de ideas, para terminar, resulta de especial interés recalcar la mención que el colombiano hace a Gutiérrez sobre los congresos americanistas en que participa en Francia en 1875, el primero de ellos en Nancy, en julio, considerado como el primer congreso internacional de americanistas, y otro de la Sociedad de Geografía de París, en agosto. El bogotano expone su posición acerca del estado de los conocimientos sobre América en Europa: mientras el de Nancy le pareció de un nivel no muy elevado, «El de Geografía de París estuvo muy bueno» (París, 30 de octubre de 1875, 185). Sobre el congreso de Nancy:

El congreso de Americanistas ha sido la obra de unos dos o tres especuladores literarios. (...) El uno es un tal Rosny (...). El otro es un tal Madier de Montjau (...)17. A estos se agregaron todos aquellos « savants déclassés » en busca de renombre y unos pocos tontos (entre los cuales este su obediente servidor) que creímos que todo se hacía de buena fe. (...) bueno también es decir que americanos sólo hubimos dos, Pacheco y yo 18. El público lo constituía «la bonne bourgeoisie de

17 Léon de Rosny, presidente de la Sociedad Etnográfica de París y Edouard Madier de Montjau, presidente de la Sociedad Americana de Francia (notas del editor). 18 Uricoechea olvida a Tejera y al colombiano José María Torres Caicedo quien representaba a El Salvador (nota del editor). No sobra mencionar que Torres Caicedo fue

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Nancy », es decir, una reunión de mercaderes y propietarios del campo que nada entienden de América pero que se figuraban ir a aprender cosas maravillosas (...). De esto resultaba que si alguno se permitía entrar en profundidades el público se fastidiaba y no tardaba en dar muestras de impaciencia con lo cual callaba al orador y seguía algún otro que venía a decirnos verdades de Pero Grullo o a enseñarnos lo que todo el mundo halla en los textos elementales. (...) En dos platos pues, nada interesante, nada nuevo, nada útil en el tal Congreso. (182-183)

Aparecen aquí igualmente los problemas y lo restringido de la difusión de la realidad americana en Francia, de pronto también una percepción muy personal y crítica del evento. Uricoechea presentó su colección de antigüedades chibchas «que llegó echa pedazos». Pero quizás esto muestre también que por fuera de París el interés por el Nuevo Mundo (y el conocimiento del público) era todavía limitado, pues en París «la exposición fue espléndida, muy numerosa y concurrida (...) yo tomé notas durante muchos días, pero lo que más produjo fueron las reuniones seccionales de las ciencias que no eran públicas» (185-186).

La relación entre Uricoechea y Gutiérrez se manifestó solamente por carta e intercambios bibliográficos pues no parece que se hayan encontrado nunca, pero dejó testimonio de posiciones originales y que pueden considerarse todavía de actualidad, si bien la posición de Europa frente a América Latina ha sido replanteada luego de la emergencia del gigante estadounidense y su fuerte presencia en el continente e incluso en Europa. Sin embargo, a pesar de la amistad y las ideas compartidas, notamos en estos documentos algunas diferencias entre las dos personalidades, en torno a la posición de España y la consideración del papel del resto de Europa. El argentino desde el Cono Sur rechaza cualquier relación con la antigua metrópoli y defiende sin condiciones como benéfica la influencia de la Europa moderna, mientras que el bogotano desde esa Europa parece criticarla y proponer una verdadera independencia, a la vez que se empeña en investigar, escribir y difundir obras de latinoamericanos y sobra América Latina. Las contradicciones de todo ser humano se manifiestan en esta ambigüedad del «cachaco»: independencia económica e intelectual de Europa pero necesidad de su reconocimiento y de su participación, por ejemplo en torno a la producción científica y la difusión de la cultura hispanoamericana; además, compartiendo las posiciones de los intelectuales conservadores colombianos de la segunda mitad del siglo XIX, considera la colaboración de las academias de la lengua española e hispanoamericanas como algo positivo. Se queja de no conseguir en Europa libros sobre Hispanoamérica ni editores para sus trabajos, lo que indica un desinterés relativo de la opinión frente al continente latinoamericano, un mal que cree necesario remediar consolidando una ciencia americanista. Así que el

la primera persona en proponer la denominación de América Latina en Francia, hacia mediados de la década de 1850.

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americanismo es compartido pero conserva especificidades de acuerdo con la posición de cada país (Colombia y Argentina en este caso) y de cada personalidad.

Las cartas de Uricoechea desde su salida definitiva de Colombia muestran bien sus viajes y actividades, sus proyectos intelectuales, muchos de los cuales no fueron llevados a término y cuyos documentos desaparecieron. También aparece su posición frente al conocimiento desde el exterior, frente a su país y América Latina. No logró obtener su deseado puesto en una universidad argentina a pesar de su insistencia a Gutiérrez en varias ocasiones y tuvo dificultades para encontrar editores que publicaran sus trabajos. Pero lo que queda en las cartas de su pensamiento acerca de la educación, el desarrollo económico de Latinoamérica y la valorización del continente frente a la opinión europea o la importancia de establecer vínculos entre los intelectuales latinoamericanos, parece haber tenido alguna continuidad en el siglo XX, aunque se trate de una autor relativamente desconocido. Su situación misma de vida desde el exilio voluntario parece todavía de actualidad para Colombia, lo cual hace de su lectura un ejercicio estimulante.

RESUMEN- Para las élites intelectuales latinoamericanas del siglo XIX, Francia es considerada uno de los centros culturales más importantes. El artículo busca analizar la correspondencia del colombiano Ezequiel Uricoechea, establecido en París, con el argentino José María Gutiérrez, entre 1871 y 1877, en torno a los intercambios culturales en Hispanoamérica por un lado y entre los países hispanoamericanos y Europa por otro lado.

RÉSUMÉ- Pour les élites latino-américaines du XIXe siècle, la France apparaît comme un des centres de culture les plus importants. Cet article cherche à analyser la correspondance du Colombien Ezequiel Uricoechea, établi à Paris, avec l'Argentin José María Gutiérrez, correspondance située dans les années 1871-1877 et portant sur les échanges culturels au sein de Y Hispano-Amérique et entre celle-ci et l'Europe.

ABSTRACT- For 19th century Latin American elites, France appeared as one of the most important cultural centres. This article intends to analyse the correspondence between the Colombian Ezequiel Uricoechea, living in Paris, with the Argentine José María Gutiérrez. These letters were written between 1871-1877 and deal with the cultural exchanges inside Hispano America as well as those concerning this cultural area and Europe.

PALABRAS CLA VE: Colombia. , Argentina, Siglo XIX, Panamericanismo, Francia.

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