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Cinismo, nihilismo, capitalismo. (publicado en Fronterad. Rev. Digital, 5-12-2013, http://www.fronterad.com/?q=cinismo- nihilismo-capitalismo ) Jorge Álvarez Yágüez Esta nada cree haberse elevado a un estado de humanidad nunca antes alcanzado Max Weber La tesis que sostendremos aquí es que la actitud cínica que hoy encontramos por doquier, muy particularmente entre los agentes más activos del capital financiero y sus múltiples defensores, pero también enormemente difundida entre la población al extremo de tornarse en una actitud simplemente normal que no solo no escandaliza a otros sino que resulta esperable cuando no estimada como inteligente o profesional, tal actitud se encuentra hondamente promovida por la estructura nihilista del sistema de producción capitalista. Podría decirse que el cinismo no es solo una actitud subjetiva sino que está objetivamente encarnada en las condiciones definitorias del modo de producción, particularmente en la fase actual de su desarrollo. Al hilo del despliegue de esta tesis observaremos otras que afectan a algunas categorías centrales como es la de ideología, la de alienación o la concepción de la relación entre la ciencia social y su objeto. Empecemos por aclarar el sentido en que empleamos los términos en inicio, añadiremos otros matices y consideraciones a menudo que avancemos en la exposición. ¿A qué llamamos exactamente cinismo? La acepción común es la que corresponde a su manifestación más corriente, esto es, mera desvergüenza o impudicia, por ejemplo en el reconocimiento del interés particular o egoísmo de una situación: “mira” –le dice cínicamente un adulto de muchas luces a un joven– “mejor que tu mujer sea menos inteligente que tú, es un buen consejo”. Este sujeto sabe que no es muy moral lo que recomienda, pero cree que es ventajoso. En otras ocasiones ese descaro adquiere otros matices, por ejemplo: Justificar la instalación de plantas eólicas en parques naturales, con un “pero ¿no queríais energías alternativas?”. Esto es, utilizar una razón compartida, pero de la que descree quien la utiliza, y la usa con cierta ironía que muestra ese descreimiento, para justificar algo que sabe injustificable. Voltaire podía decir aquello de que “la hipocresía es el tributo que el vicio rinde a la virtud”, lo que ya no puede decirse del cinismo, que no disimula, pues no es una simple mentira, es una mentira que deja que se entrevea como tal. Este es su lado irónico, por el que el cínico quiere exhibir su inteligencia al estar más allá de la creencia común, pero también por donde se percibe su doblez interesada, lo que es motivo de indignación en los demás. Este cinismo es el propio de las élites dominantes. No tomamos aquí en consideración, pues, la acepción del término en el sentido filosófico, el 1

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Estudio sobre Marx

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  • Cinismo, nihilismo, capitalismo. (publicado en Fronterad. Rev. Digital, 5-12-2013, http://www.fronterad.com/?q=cinismo-nihilismo-capitalismo ) Jorge lvarez Ygez

    Esta nada cree haberse elevado a un estado de humanidad nunca antes alcanzado

    Max Weber

    La tesis que sostendremos aqu es que la actitud cnica que hoy encontramos por doquier, muy particularmente entre los agentes ms activos del capital financiero y sus mltiples defensores, pero tambin enormemente difundida entre la poblacin al extremo de tornarse en una actitud simplemente normal que no solo no escandaliza a otros sino que resulta esperable cuando no estimada como inteligente o profesional, tal actitud se encuentra hondamente promovida por la estructura nihilista del sistema de produccin capitalista. Podra decirse que el cinismo no es solo una actitud subjetiva sino que est objetivamente encarnada en las condiciones definitoriasdel modo de produccin, particularmente en la fase actual de su desarrollo. Al hilo del despliegue de esta tesis observaremos otras que afectan a algunas categoras centrales como es la de ideologa, la de alienacin o la concepcin de la relacin entre la ciencia social y su objeto.

    Empecemos por aclarar el sentido en que empleamos los trminos en inicio, aadiremos otros matices y consideraciones a menudo que avancemos en la exposicin. A qu llamamos exactamente cinismo? La acepcin comn es la que corresponde a su manifestacin ms corriente, esto es, mera desvergenza o impudicia, por ejemplo en el reconocimiento del intersparticular o egosmo de una situacin: mira le dice cnicamente un adulto de muchas luces a un joven mejor que tu mujer sea menos inteligente que t, es un buen consejo. Este sujeto sabe que no es muy moral lo que recomienda, pero cree que es ventajoso. En otras ocasiones ese descaro adquiere otros matices, por ejemplo: Justificar la instalacin de plantas elicas en parques naturales, con un pero no querais energas alternativas?. Esto es, utilizar una razn compartida, pero de la que descree quien la utiliza, y la usa con cierta irona que muestra ese descreimiento, para justificar algo que sabe injustificable. Voltaire poda decir aquello de que la hipocresa es el tributo que el vicio rinde a la virtud, lo que ya no puede decirse del cinismo, que no disimula, pues no es una simple mentira, es una mentira que deja que se entrevea como tal. Este es su lado irnico, por el que el cnico quiere exhibir su inteligencia al estar ms all de la creencia comn, pero tambin por donde se percibe su doblez interesada, lo que es motivo de indignacin en los dems. Este cinismo es el propio de las lites dominantes.

    No tomamos aqu en consideracin, pues, la acepcin del trmino en el sentido filosfico, el

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  • que est en relacin con una determinada escuela moral cuyo origen est en la Grecia antigua, yque si bien no es ajeno a lo anterior en cuanto descaro o desvergenza, a diferencia de l tiene un carcter eminentemente crtico con respecto a conductas y formas de vida arraigadas. No ser necesario, por tanto, acudir a diferenciar grficamente como haca Sloterdijk en su libro Crtica de la razn cnica entre cinismo y lo que correspondera a la mencionada corriente filosfica, quinismo.

    El trmino nihilismo no ofrece tan fcil aclaracin, pues se ha usado para caracterizar fenmenos distintos y, ciertamente, desde estimaciones muy diversas, no siempre negativas, como parecera que tal ira de suyo en un principio. El trmino en el registro culto es moderno, seguramente del Siglo de las Luces, y algunos consideran al filsofo alemn Jacobi uno de los primeros en su uso filosfico1. Nunca lo he visto usado por Marx, aun cuando es claramente vinculable a algunas de sus observaciones, y s, claro, ha sido usado con intencin crtica por deudores de su pensamiento. Aqu lo tomaremos en una acepcin simple, referente a aquella situacin en que las cosas, la realidad misma, pierde su valor, deja de significar objetivamente algo valioso en s, por lo que todo queda nivelado, vaciado de contenido propio, reducido a nihil, nada. Claro que esta significacin de una realidad sustancialmente indiferente por su vaciamiento no es ajena a otras acepciones del nihilismo que ms han interesado a la filosofa, como es la carencia ltima de fundamento de cualquiera de nuestras normas, de nuestras valoraciones. O an, y en directa relacin con lo ltimo, el fin de todo absoluto o incondicionado, lo que se ha entendido como fin de la metafsica, llmese a esto Verdad, Dios, Bien. Esa interrelacin, entonces, nos aparecer inevitablemente por mucho que nosotros nos refiramos sobretodo a la primera. Una acepcin ya distinta es aquella que calificara de nihilismo el formalismo extremo al que conduce todo en nuestra cultura, derecho, poltica, administracin estatal, asociado a la vez con un tipo de conocimiento, el de la ciencia matematizada, y una manera de presencia de las cosas. En esta lnea est la concepcin de Felipe Martnez Marzoa en su La Filosofa de El capital. Aunque nos resulta extraordinariamente interesante el planteamiento, no es esa acepcin la que seguimos, no obstante en su momento, haremos alguna consideracin al respecto.

    En las aguas heladas del clculo egosta

    Desde el comienzo Marx asume que la actitud amoral, cnica no es una actitud ms, que se presenta con ms o menos frecuencia en la sociedad moderna, sino aquella ms acorde con su estructura, con su modo de producir sus condiciones de vida, con el sistema econmico, la que este mismo promueve, a diferencia de las sociedades anteriores. En ello vendran a coincidir de una u otra manera los clsicos de la sociologa, que pronto captaron eso que se denominara anomia como lo idiosincrtico de la nueva sociedad. Es algo que estaba en relacin con lo que ms tarde Weber describira como la diferenciacin de las distintas esferas sociales, moral, econmica, artstica, cientfica, etctera. Al igual que la moral no acompaa ya al arte y este obedece a su propia lgica interna de desarrollo, es decir se autonomiza, asimismo ocurre con

    1 F. Volpi, El nihilismo, trad. C. I. Rosso, A. G. Vigo, Biblos, Buenos Aires, 2005, pp. 25- 31

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  • la esfera econmica. Nada que sea ajeno a ella ser bien recibido, lo que en las condiciones de produccin capitalista significar nada que estorbe el despliegue propio del capital, su finalidad. El introducir, entonces, criterios ticos, por ejemplo, sobre el inters bancario, sobre limitacin en la obtencin de ganancias, etctera, supondra la inclusin de lo que weberianamente denominaramos una lgica material extraa a la que rige el propio sistema. Sera algo equivalente en arte a prohibir la composicin de obras dramticas por considerar el teatro sacrlego, o en el medio sanitario que nos atienda una mujer mdico por ser considerada religiosamente impura. La lgica que impera en cada esfera es la de un racionalismo formal en que se trata de maximizar los medios dado el fin, lo que Weber denomin Zweckrationalitt, racionalidad instrumental.

    Ahora bien, ese aislamiento, en un principio, de cada esfera con el efecto potenciador de su evolucin interna, en el caso de la esfera econmica traa consigo un despliegue tal que amenazaba con romper esa misma autonoma, y en general todo lo que hasta el momento pareca preservado del dominio del vil metal. La esfera econmica se impone, entonces, al restode las esferas, las avasalla de manera imperial. Todo es sometido a sus designios, todo es mercantilizado, o subordinado a su inters. De ah lo que Lukcs calific de reificacin general,y que Habermas prefiri entender como colonizacin del mundo de la vida, Lebenswelt, de la esfera de la socializacin regida por la comunicacin y no por el dinero.

    En el vibrante Manifiesto de 1848, Marx y Engels describan ese doble mecanismo, aquel por elque la instancia econmica se libraba ya de cualquier otro valor que pudiera interferir con ella oque como ropaje extrao la disimulara, y el que multiplicaba sus efectos en el conjunto diverso de la vida social:

    Dondequiera que ha conquistado el poder, la burguesa ha destruido las relaciones feudales, patriarcales, idlicas; ha desgarrado sin piedad las abigarradas ligaduras feudales que atabanal hombre a sus superiores naturales, para no dejar subsistir otro vnculo entre los hombres que el fro inters, el cruel pago al contado ha ahogado el sagrado xtasis del fervor religioso, el entusiasmo caballeresco y el sentimentalismo del pequeo burgus en las aguas heladas del clculo egosta; ha hecho de la dignidad personal un simple valor de cambio2.

    Con la nueva sociedad se produce, en lo que de la instancia econmica depende, un fuerte impulso hacia una brutal simplificacin, hacia una reduccin de la densidad de motivaciones que podan regir la psique y conducta a la nica que puede imperar, el fro inters, el simple valor de cambio, todo lo dems ha de sometrsele, todo lo dems, si algo se mantiene, aparecer desde ahora desledo por el clculo egosta, y en tal medida como falso. En este sentido, hay una incitacin a una reduccin de complejidad en el plano psquico, de la conductaindividual, parejo a la simplificacin que se produce en el abigarrado mundo de las relaciones sociales, de la diversidad de estratos, privilegios, formas, distinciones, etctera3. Decimos

    2 C. Marx, F. Engels, Manifiesto del partido comunista, en Obras Escogidas, Progreso, Mosc, 1973, t. I, p. 113

    3 En otro paso de la misma obra se nos dice: En las anteriores pocas histricas encontramos casi por todas

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  • incitacin, porque la realidad de la subjetividad ser otra, pues la pervivencia de lo anterior entra en conflicto con esas nueva pautas por lo que las tensiones y nuevos pliegues no dejarn que se d un acomodo perfecto, sin contar con el factor multiplicador de pliegues de la adquisicin de la individualidad, forma propiamente moderna. La novela no ha dejado de contarnos esa transicin en la conformacin individual, a la que ese gnero puede decirse le es consustancial o co-originario.

    El desnudamiento del puro inters econmico en la relaciones humanas y el sometimiento de todo otro valor a aqul no puede sino ser considerado una manifestacin del hondo nihilismo que esta estructura econmica caracterizada por la divisa de la produccin por la produccin conlleva. Si en el espacio de la mercanca domina el valor de cambio sobre el de uso, ese mismo valor es el que acaba por imponerse a todo lo dems.

    Lleg por fin un tiempo en el cual todo lo que los hombres haban considerado inalienable lleg a ser objeto de cambio, de trafico y poda enajenarse. Es el tiempo en el cual las mismas cosas que hasta entonces se transmitan, nunca, sin embargo, se cambiaban; se daban, pero nose vendan; se adquiran, pero no se compraban: virtud, amor, opinin, ciencia, conciencia, etc., todo, en fin, pas al comercio. Es el tiempo de la corrupcin general, de la venalidad universal, o, hablando en trminos de economa poltica, el tiempo en el cual toda cosa, moral o fsica, al convertirse en valor venal, se lleva al mercado para apreciarla en su ms justo valor.4

    Se da una nivelacin generalizada en cuanto que todo es vaciado de contenido al someterse al intercambio universal, al expresar una equivalencia y ser medido por el mismo rasero, el que aniquila toda singularidad, toda inalienabilidad. Como en el famoso tango Cambalache, virtud, amor, ciencia dejan de tener un valor en s, solo tienen el que el mercado les asigna5. Ninguna categora de entes resiste, puede afirmar la medida de s, todo es mercantilizado. Contrasta esa nivelacin arrasadora de la ley del valor con la que otros, como Nietzsche o Heidegger, desde un esprit de distinction, denunciarn como nihilista: la nivelacin de la igualdad democrtica, ante la que supuestamente todo rango quedaba disuelto, aplastado todo sentido aristocrtico6.

    partes una completa diferenciacin de la sociedad en diversos estamentos, una mltiple escala gradual de condiciones sociales. () Nuestra poca, le poca de la burguesa, se distingue, sin embrago, por haber simplificado las relaciones de clase. Idem, pp. 111-112.

    4 K. Marx, Miseria de la filosofa, trad. D. Negro Pavn, Aguilar, Madrid, 1971, p. 63. Un pasaje semejante: Elcapital, I, p. 90

    5 Marx evidentemente no citaba la letra de Cambalache, sino Timn de Atenas de Shakespeare, Oro?, oro precioso, rojo, fascinante?/ Con l se torna blanco el negro y el feo hermoso,/ Virtuoso el malo, joven el viejo, valeroso el cobarde, noble el ruin./ Oh, dioses! Por qu es esto? Por qu es esto, oh, dioses?/ Y retirala almohada a quien yace enfermo; / Y aparta del altar al sacerdote; /S, este esclavo rojo ata y desata / Vnculos consagrados; bendice al maldito; / Hace amable la lepra; honra al ladrn / Y le da rango, pleitesa, influencia / En el consejo de los senadores; conquista pretendientes / A la viuda anciana y encorvada: / Oh, maldito metal, / Vil ramera de los hombres. El capital, trad. W. Roces, F. C. E., Mxico, 1975, t. I, p. 90

    6 Aunque, ciertamente, ninguno de ambos autores redujera a esto, ni mucho menos, la consideracin de nihilismo.

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  • Marx tampoco hace, como se deja ver, una crtica moral en el sentido de apelar a las conciencias por haber iniciado un mal camino, sino que reconduce toda esa situacin de venalidad universal a la estructura capitalista de la sociedad nihilismo y cinismo estn materializados en una determinada estructura antes de ser un actitud subjetiva. En Miseria de la filosofa nos deca El cinismo reside en las cosas y no en las palabras que expresan las cosas7.

    Abierta, descarada, directa, brutal...

    Ese carcter estructural del nihilismo-cinismo se cifra en que el sistema capitalista se define porel imperio de la ley del valor. Pero para que ello sea asumido por los agentes, sea adoptado por los sujetos, se acepte subjetivamente ha de darse otra condicin, a saber, que esa instancia que lo penetra todo de algn modo se muestre a los sujetos, que estos perciban que esa es la conducta requerida, al que obtiene xito social. No olvidemos que un rasgo del cnico es esa especie de conciencia lcida, que carece de ingenuidad y no se deja engaar. Sloterdijk apunta certeramente al decir cinismo es la falsa conciencia ilustrada8. Es falsa, entre otras cosas por que lo es su realismo desatento a las potencias que niegan la realidad existente, etctera, perocuya ilustracin le hace no incurrir en ilusin, y en consecuencia no necesitar de crtica de las ideologas alguna, pues capta el curso de las cosas. El cnico es el gran realista, el que est siempre a favor de la realidad, muestra en todo momento que lo que es tiene que ser, y a menudo lo hace cruelmente con sonrisa sardnica, mencionando alguna razn sostenida por susadversarios, de la que en realidad descree. Tal estado subjetivo cuando es generalizado es debido a que encuentra un fuerte condicionante objetivo, y, como apuntamos, ha de formar parte de el que la realidad misma sea fcilmente captable.

    Y esta curiosa particularidad, la de una sociedad que no disimula lo que realmente exige de sus agentes sociales, el patrn de su conducta, es lo que tempranamente Marx observ como distintivo de la sociedad moderna.

    En la Crtica de la filosofa del Estado de Hegel Marx distingue a la sociedad medieval como una sociedad poltica, esto es como una sociedad cuya constitucin poltica y su realidad social, la propiedad privada, las divisiones estamentales, etctera, se identifican, no existe an, como ocurrir en la sociedad moderna una diferenciacin de la esfera poltica del Estado respecto de la sociedad civil. En la Edad Media la propiedad, el comercio, la sociedad, el hombre son polticos; pues el contenido material del Estado es formulado como su forma, y cada esfera privada tiene un carcter poltico9. Esto es, los poderes y la ley u organizacin operan de forma directa expresando perfectamente las fuerzas en juego, sin mayor mediacin. El recurso a la fuerza, al sometimiento es imprescindible para el funcionamiento de esta sociedad no-libre. En El capital se calificar de rgimen directo de despotismo y

    7 Op. cit, p. 868 P. Sloterdijk, Crtica de la razn cnica, M. ngel Vega, Siruela, Madrid, 2004, trad., p. 409 C. Marx, Crtica de la filosofa del Estado de Hegel, trad., A. Encinares, Grijalbo, Mxico, 1968, p. 43

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  • servidumbre10. Se requiere, entonces, del recurso a la religin, del discurso ideolgico para que de mejor grado se asuman, como algo natural, las divisiones sociales existentes. En la sociedad moderna se produce ya la diferenciacin del Estado, que en Hegel apareca como lo universal frente a la particularidad de la sociedad civil, ah se dara ya la autoalienacin poltica, en la medida en que quedan separados constitucin poltica y sociedad civil, el ciudadano y el hombre privado. Sin embargo, como mostrara posteriormente Marx, esta sociedad puede en efecto funcionar con ese dualismo formal porque la esfera de la sociedad civil ha adquirido una diferenciacin suficiente y no necesita de fuerza ajena alguna para su marcha, no ha de recurrir a la esclavitud o la servidumbre, por el contrario, lo que se da son agentes sociales formalmente libres. Las condiciones de produccin tienen un desenvolvimiento autnomo, no se requiere de aquellas fuerzas de sometimiento ni tampoco del recurso a la ideologa para que los agentes cumplan sus papeles. Digamos que si los individuos necesitan creer que lo que hacen es lo que deben, ello no ha de ser buscado en ninguna instancia discursiva externa o ideolgica, sino que tal creencia que da su justificacin aese modo de producir arraiga en el propio funcionamiento de la estructura econmica, es interna a la misma. El hecho de que la plusvala no sea fenmeno, el que no sea manifiesta, sita a los agentes en una aparente situacin de contratantes en una relacin de simetra, lo que otorga cierta fachada de equidad y libertad a las relaciones entre trabajo y capital. La fuerza de trabajo se presenta ilusoriamente como una mercanca ms, la conversin del trabajo concreto en abstracto, la conversin de todo en valor de cambio, autonomiza el sistema y agiliza sus procesos, la funcionalidad conseguida hace el resto. No se necesita, pues, de ideologa aadida o moral alguna para su sostenimiento.

    Con todo, permanece en Marx un esquema que ya slo de una manera particular puede llamarse ideolgico, pues no tiene carcter ideal alguno, su naturaleza no es discursiva, sino material o institucional, de carcter objetivo, que no remite, pues, a sujeto o intencin alguna. Es la propia oscuridad del modo de produccin, su naturaleza y no discurso o prctica alguna loque disimula su esencia. La gnesis de valor ocurre de manera muy mediada y su resultado manifiesto ofrece un aspecto que es exactamente la inversin de su realidad, por lo que se crea un efecto inevitablemente distorsionador para quien lo contempla. El valor no lleva escrito en la frente lo que es. Lejos de ello, convierte a todos los productos del trabajo en jeroglficos sociales11. Se requiere necesariamente de la ayuda del anlisis para vencer esa engaosa superficie. La ciencia tendr que ayudar a correr ese ltimo velo, ya de naturaleza ntica, para mostrar el funcionamiento de la ley del valor, desenmascarar el supuesto carcter de mera mercanca de la fuerza de trabajo, la supuesta equidad en las relaciones contractuales. Aqu el papel de los velos ideolgicos, de la sujecin personal, de la fuerza lo cumplen las caractersticas mismas del modo de produccin de mercancas con su particular mistificacin por la que las relaciones sociales aparecen como relaciones entre productos. As sealaba Marx en El capital esta diferencia entre la sociedad moderna y la medieval: pero precisamente por tratarse de una sociedad basada en los vnculos personales de sujecin no es necesario que los

    10 C. Marx, El capital, op. cit, t. I, p. 27011 El Capital, I, p. 39.

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  • trabajos y productos revistan en ella una forma fantstica distinta de su realidad12.

    Tenemos, entonces, por una parte, una sociedad ms transparente, en cuanto a que el puro inters crematstico puede dominar sin tapujos toda relacin social, toda vez que la autonoma adquirida por la instancia econmica posibilita prescindir de los velos ideolgicos. Esto es lo que se enfatizaba en el Manifiesto, donde a la simplificacin social y afloramiento arrollador del puro inters se le une esta reduccin de necesidades ideolgicas, de apoyos externos para el funcionamiento econmico:

    En una palabra, en lugar de la explotacin velada por ilusiones religiosas y polticas, ha establecido una explotacin abierta, descarada, directa y brutal. La burguesa ha despojado de su aureola a todas las profesiones que hasta entonces se tenan por venerables y dignas de piadoso respeto ().

    La burguesa ha desgarrado el velo de emocionante sentimentalismo que encubra las relaciones familiares, y las ha reducido a simples relaciones de dinero.13

    Y en La ideologa alemana se nos dice: La gran industria destruy donde le fue posible la ideologa, la religin, la moral, etc., y donde no pudo hacerlo, la convirti en una mentira palpable14.

    Pero, por otra parte, la maquinaria interna de la instancia econmica resulta ms laberntica e intrincada que nunca, y mistifica su propio funcionamiento. De ah que la claridad generada porun lado es a costa de ese otro oscurecimiento.

    Ahora bien, ese singular efecto sobre la conciencia de la realidad econmica no es distinto del que genera cualquier otra realidad. La estructura esencia/apariencia rige por igual, incluso el efecto de inversin, el que el aspecto externo sea justamente el opuesto al verdadero. La materia nos presenta un aspecto de algo compacto, lleno, fijo cuando la fsica nos explica que es en su mayor parte vaco, de tomos en movimiento, constantemente atravesado por otras partculas, como los neutrinos, etctera15. En realidad, toda ciencia estara de ms, si la forma

    12 Idem, I, p. 4213 C. Marx, F. Engels, Manifiesto , op. cit, p.113. Ver el comentario de M. Bermann, All that is solid melts into

    air, Penguin Books, New York, 1988, p.106; y Jacobo Muoz, Filosofa y resistencia. Intervenciones, Biblioteca Nueva, Madrid, 2013, pp. 55-63.

    14 Marx, Engels, La ideologa alemana, trad. Wenceslao Roces, Grijalbo, Barcelona, 1972, p. 6915 En casi todas las ciencias es sabido que muchas veces las cosas se manifiestan con una forma inversa de lo

    que en realidad son; la nica ciencia que ignora esto es la economa Marx, El capital, op. cit, I, p. 450. Las comparaciones de la economa con otras ciencias son frecuentes, como es sabido, en Marx: para analizar cientficamente el fenmeno de la concurrencia hace falta comprender la estructura interna de el capital, del mismo modo que para interpretar el movimiento aparente de los astros es indispensable conocer su movimiento real, aunque imperceptible para los sentidos (idem, p. 254). Esto no significa que Marx equipareuna ciencias a otras, pues aqu estamos ante un objeto histrico, y una relacin distinta entre el sujeto y el objeto de conocimiento. J. Elster distingue un segundo tipo de relacin esencia/apariencia, de carcter ms propiamente hegeliano, que tambin se dara en Marx, y es que la apariencia solo produce ocultamiento en la

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  • de manifestarse las cosas y la esencia de estas coincidiese directamente16. Siendo esto as, aquno tiene sentido hablar ya de ideologa en sentido fuerte pues lo que tenemos no son sino las caractersticas de la realidad misma, propiedades ontolgicas, si se quiere. Si, a pesar de todo, el adjetivo ideolgico es usado es en la medida en que se pretende dar cuenta de la gnesis deuna determinada percepcin social engaosa de la realidad econmica, finalidad consustancial de la teora de las ideologas. Pues, efectivamente, esa realidad es tal que fomenta un tipo de percepcin ilusoria que conduce a su infundamentada justificacin.

    La cara denunciable de esta mediacin universal del dinero es tan slo una de un fenmeno ms ambiguo, pues Marx y Engels ven su lado revolucionario, no ya porque las relaciones medievales no fueran en nada deseables, sino porque este deshacerse de los ropajes del encubrimiento es un modo de posibilitar la confrontacin de los hombres con la realidad misma:

    Todo lo estamental y estancado se esfuma, todo lo sagrado es profanado, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recprocas17.

    Si necesitbamos una condicin, que llamaremos cognitiva, o si se nos permite, ntico-cognitiva, esto es con un carcter emprico al mismo tiempo que relativo al conocimiento, para que el cinismo se posibilitase como conducta generalizada, es decir, necesitbamos que se pudiera aprender fcilmente qu es lo que mueve realmente a las gentes, cual es la inconfesablenaturaleza de esta sociedad, esa condicin nos viene dada por la propia configuracin de la nueva sociedad, por ese desvelamiento que el capitalismo ha trado consigo.

    Y qu no podramos aadir nosotros hoy a esa apreciacin del Manifiesto de 1848, a esa denuncia de la monetarizacin de lo social, del carcter descarnado de la nueva sociedad moderna en comparacin con las revestidas por mil velos ideolgicos de las sociedades pre-capitalistas!

    Para decirlo en trminos habermasianos, la tensin caracterstica de nuestras sociedades entre integracin sistmica, procedente del medio dinero, del subsistema econmico, y la integracin social18 que el sistema poltico democrtico exige, pues necesita de legitimidad, se ha ido decantando en favor del primero, quedando el segundo sumido en la impotencia. La hegemona

    medida en que ofrece una cara a un observador situado, la esencia sera la totalidad de esas apariencias. Making Sense of Marx, Cambridge U. Press, 1994, pp. 124-127. Ver tambin M. Beltrn, La realidad social como realidad y apariencia, en REIS, 19, 1982, pp. 27-53.

    16 El capital, op. cit, III, p. 757.17 Manifiesto..., op. cit, p. 114. M. Bermann pone este desnudamiento en relacin con el valor poltico que esta

    idea tom en el siglo XVIII, por ejemplo en Montesquieu. Pero se remonta a El rey Lear de Shakespeare parasubrayar el carcter crtico de la idea, la necesidad de hacer frente a lo que somos, en nuestra desnudez, para sobre esa verdad, dar paso a un nuevo yo y a una nueva colectividad. Marx se situara en esa tradicin. Op. Cit, pp 106-110.

    18 J. Habermas, Teora de la accin comunicativa, trad. M. Jimnez Redondo, Taurus, Madrid, 1987, p. 488

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  • del subsistema econmico se ha hecho total, con el consiguiente imperio de la mera funcionalidad en el lugar de cualquier exigencia normativa o de justificacin, la anomia como efecto en los agentes. Las condiciones democrticas, las exigencias normativas, no digamos ya morales quedan de tal modo arrinconadas ante aquel dominio que resultan tan fuera de lugar, distantes y ajenas que aparecen como cndidos ruegos. La razn cnica encuentra un medio idneo de crecimiento, y puede responder con soltura y enseoreamiento de la situacin.

    Cualquiera, al igual que un personaje sacado de la novela negra americana puede decir llevo un traje de 2.500 dlares, o lucir en lugar bien visible la marca del pantaln. El individuo sabe que la relacin entre las personas asume la forma de relacin entre cosas, mercancas. Toda la elegancia de la primera burguesa se esforzaba en disimular el inters, ocultar la monetarizacin de todo bien. Hoy eso resultara hipcrita, o simplemente arcaico, como cumplir con toda la liturgia del calendario religioso. El ingente desarrollo de la actividad capitalista ha revestido todo sin que nada tenga ya la fuerza suficiente para imponerle algn otro ropaje. Nada ajeno a su lgica le es necesario, puede prevalecer mostrando abiertamente sunaturaleza. Ahora puede decir aqu estoy, as soy, me da igual si os gusta o no, no hay un afueraaparte de m.

    No quiere decir esto que la plusvala sea ya un concepto en la superficie de las cosas, que por fuerza no puede serlo, no se precisa que todos hayan entendido la reduccin del valor a tiempo social medio, etctera, o como el fetichismo de la mercanca proyecta su cosificacin en todas las relaciones sociales, no hace falta que se penetre en ese plano terico, que, en efecto, permanece requerido de mediaciones. Este ncleo opaco se resiste. Nos referimos a que basta con que se haya pasado por la pugna despiadada de cualesquiera relaciones de la empresa actual, se haya experimentado, o siquiera observado en su generalidad, toda la rapacidad, desigualdad, e imposicin del sistema; la instrumentalidad de todas las relaciones, la mercantilizacin de lo considerado ms inalienable, la extraccin injusta, la venalidad universal. Esa es la base del cinismo. A la actitud cnica se le atribuye con frecuencia lucidez, y esta reside aqu en que ha captado este proceso, la condena de toda alternativa frente a su fuerza ingente; claro que acompaada, este es su lado moral, de la irona respecto de toda raznque se le oponga, y su descrdito para ponerse a favor de la corriente.

    El cnico interpreta a su modo el Dios ha muerto y el mundo real se ha vuelto fbula, en el sentido de que no hay ya principio ltimo que se oponga al inters y que toda carga normativa ha tornado un cuento de hadas. l s celebra el entonces nos est todo permitido, adems todaposicin puede ser argumentada, y el argumento dbil puede hbilmente transformarse en fuerte y este en dbil, por si hubiera que explicar algo a alguien. Entre los vestigios que habranquedado barridos por esta nueva etapa capitalista habra que contar aquella subjetividad algo ms laberntica de la que formaban parte los sentimientos de culpa, remordimiento de conciencia, honorabilidad y dems elementos afuncionales19.

    19 T. Mann, en su primera novela, la magistral Die Buddenbrooks, tom nota temprana del cambio del tipo de sujeto que la nueva fase del mercado impona, cmo quedaba atrs aquel hombre cabeza de familia y de empresa, hombre acreditado en su ciudad. El nuevo hombre sin escrpulos resultara tan solo un esbozo de lo

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  • Desnudado por s el sistema, la verdad hecha superficie, a la vista de todos y por todos captada,el cinismo como actitud..., qu lugar le queda a una crtica de la ideologa? Cual es el lugar de la crtica? El sistema funciona ajeno a todo valor de verdad, a toda ontologa de la verdad, pues se desenvuelve en un plano de pura inmanencia, sin desdoblamiento entre esencia y apariencia. Sucede como si la reflexividad ontolgica o estructural caracterstica de la sociedad moderna (Marzoa) diera una vuelta de tuerca ms. Nos referimos a esa cualidad distintiva de nuestra poca por la que es la sociedad moderna la que pone la forma por la que ha de captarse a s misma, esto es, establece su mismo ser, lo que aparece como objeto, al mismo tiempo que el modo en que ha de ser registrado, su concepto.

    El hombre como clave del mono

    Este aspecto hegeliano-platnico, ese considerar que la relacin de conocimiento no depende exclusivamente del sujeto, de que el objeto tambin puede cooperar en ella, mostrndose u ocultndose, que hay un desvelarse del propio objeto, un hacerse verdad o darse a la verdad porsu parte, es un aspecto que Marx elev a principio metodolgico. En los trabajos preparatorios a El capital, publicados pstumamente como Elementos fundamentales para la crtica de la Economa Poltica o Grundrisse, se anotaba:

    La sociedad burguesa es la ms compleja y desarrollada organizacin histrica de la produccin. Las categoras que expresan sus condiciones y la comprensin de su organizacinpermiten al mismo tiempo comprender la organizacin y las relaciones de produccin de todaslas formas de sociedad pasadas, sobre cuyas ruinas y elementos ella fue edificada y cuyos vestigios, an no superados, contina arrastrando, a la vez que meros indicios previos han desarrollado en ella su significacin plena, etc. La anatoma del hombre es una clave para la anatoma del mono. Por el contrario, los indicios de las formas superiores de las especies animales inferiores pueden ser comprendidos slo cuando se conoce la forma superior. La economa burguesa suministra as la clave de la economa antigua, etc.20 Adaptada a nuestro actual contexto esta perspectiva que Marx plantea en trminos biolgico-evolutivos, nos permitira interpretar que la nueva fase de desarrollo del capitalismo en que nosencontramos, caracterizada por el dominio total del poder financiero sobre el industrial o comercial, nos sita sobre una plataforma desde la que la anatoma de la fase anterior se nos

    que ms tarde se dara. Curiosamente ese trgico destino que se adivina se dobla en la novela con la lectura de Schopenhauer en la que el protagonista Thomas Buddenbrook cala en la esencia nihilista de este mundo.

    20 K. Marx, Elementos fundamentales para la crtica de la Economa Poltica, trad. P. Scaron, S. XXI, Madrid, 1972, vol. 1, p. 26. En otro lugar de la misma obra: Para analizar las leyes de la economa burguesa no es necesario, pues, escribir la historia real de las relaciones de produccin. Pero la correcta concepcin y deduccin de las mismas, en cuanto relaciones originadas histricamente conduce siempre a primeras ecuaciones como los nmeros empricos por ejemplo en las ciencias naturales que apuntan a un pasado queyace por detrs de este sistema. Tales indicios, conjuntamente con la concepcin certera del presente, brindantambin la clave para la comprensin del pasado. p. 422.

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  • revela en su verdad, con lo que, en la medida en que aqu tratamos de variantes de la misma especie, o de dos momentos de desarrollo distintos de la misma, tendramos que a la postre la esencia de esta realidad quedara penetrada en su significacin y verdad. Los vestigios que an pudieran permanecer de una fase anterior se han disipado definitivamente, y, en efecto, los indicios que se apuntaban han cobrado un desarrollo, una diferenciacin tal que su significado que apenas se entrevea aparece ahora fcilmente comprensible21. El factor clave que ha obrado como condicin de conocimiento, condicin epistmica, es precisamente esa diferenciacin emprica de los componentes de la actual sociedad, el que haya llegado a ser la ms compleja y desarrollada organizacin histrica de la produccin.

    Varias veces Marx ha jugado con este enfoque de concebir el propio desarrollo del sistema econmico como un desenvolvimiento tambin cognitivo, como ese dar un paso hacia una situacin estructural u nticamente ms clara, un abandonar cierta hipocresa que viene a ser sustituida por el cinismo, un cinismo, por tanto que es antes que actitud de sujeto alguno estructura objetiva. En los Manuscritos volvemos a encontrar un paso interesante al respecto, en la comparacin que Marx hace entre la teora econmica de Adam Smith y las teoras anteriores, mercantilistas y fisicratas. Marx considera que la economa poltica del primero dioun paso adelante por cuanto supo reconocer que la esencia subjetiva de la propiedad privada erael trabajo, y en consecuencia estableci este como principio de la economa. Con ello se situabapor encima del mercantilismo, del mismo modo que el protestantismo lo hiciera respecto del catolicismo, por lo que Adam Smith vendra a ser, como ya lo denominara Engels, el Lutero de la Economa, pues mientras que para el mercantilismo la propiedad privada era algo exterior, objetivo, y Smith la reconducira al interior del sujeto, del mismo modo que Lutero haba hecho con el paganismo externo del catlico remitido con l a la fe interna. La economa poltica del trabajo pondra igualmente fin a la teora fisicrata de Quesnay, que representara elpaso intermedio del mercantilismo a la economa poltica de Smith, y en parte reflejo de las condiciones an feudales, aunque justo en el momento de su superacin, pues aun considera que el principio de la riqueza es la tierra, pero ya reconoce el trabajo como su necesario medio sin el que no se convierte en riqueza. Sin embargo, ese reconocimiento es parcial pues no se trata del trabajo como tal en su generalidad sino solamente del trabajo vinculado indisolublemente a ese elemento natural, a la tierra. Aun no se ha entendido a sta como mero capital, aun no se ha tomado el medio de la agricultura como una extensin ms de la industria.Pues bien, esta superioridad de la economa poltica de Adam Smith y de David Ricardo la interpreta Marx como un despojarse por parte de la teora econmica de todo aquello que de algn modo encubre el desarrollo de la propia lgica del capital, de todo elemento extrao o condicionante externo a ella y reinar as ya en su generalidad:

    21 Por eso, bien puede decirse que hoy estn ms que saturados los odos de escuchar aquella msica evocada por Nietzsche: Lo que voy a relatar es la historia de los dos siglos que se aproximan. Y describo lo que viene, lo que no tiene ms remedio que venir: la irrupcin del nihilismo. Esta historia ya puede ser relatada, pues la necesidad misma entra aqu en accin. Este porvenir habla por boca de cien signos; esta fatalidad seanuncia por todas partes; para esta msica del porvenir todos los odos estn ya aguzados. El proceso, como se ve, habra sido ms acelerado de lo que el supona. Nietzsche, La voluntad de dominio, trad. Ovejeroy Maury, Aguilar, Buenos Aires, 1962, Obras Completas, t. IV, p. 15

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  • Si esa Economa Poltica comienza, pues, con un reconocimiento aparente del hombre, de su independencia, de su libre actividad, etc, al trasladar a la esencia misma del hombre la propiedad privada, no puede ya ser condicionada por las determinaciones locales, nacionales, etc, de la propiedad privada como un ser que exista fuera de ella, es decir si esa Economa Poltica desarrolla una energa cosmopolita, general, que derriba todo lmite y toda atadura, para situarse a s misma en su lugar como la nica poltica, la nica generalidad, el lmite nico, la nica atadura, as tambin ha de arrojar ella en su posterior desarrollo esta hipocresa y ha de aparecer en su total cinismo.22

    El texto recuerda sin duda el captulo primero del Manifiesto en que se describa el proceso arrollador por el que el capitalismo se haba desecho de todas las viejas ataduras, alguno de cuyos pasajes hemos trado aqu. Es Marx quien subraya los trminos hipocresa y cinismo que caracterizan vivamente ese cambio en el que la teora abandona cualquier otra justificacin del proceso productivo que no sea la que se atenga a las leyes propias de su desenvolvimiento, al menos en lo que se refiere a la aceptacin del principio del trabajo como la fuente nica de riqueza. La teora es calificada de cnica por cuanto que a pesar de ese reconocimiento, de ese desnudamiento de lo econmico, ni mucho menos aceptar criticar la inhumanidad de esa situacin que tan claramente observa23.

    Ahora bien, este avance cognitivo de la teora econmica es posibilitado por el despliegue mismo del capitalismo, pues al fin la economa poltica de Smith no sera sino su expresin, o, como dice Marx, un producto de la industria moderna. O, ms hegelianamente, el modo en que esa industria toma conciencia de s: Ella [la economa Poltica] es el movimiento independiente de la propiedad privada que ha llegado a ser para s en la conciencia, la industria moderna en persona24. Dicho de otro modo, ha sido necesario que la produccin industrial llegara a un grado determinado de desarrollo para que la teora pudiera tomar nota clara del mismo y hacer del trabajo el principio bsico de la riqueza. Por ello mismo su desvergenza no deja de crecer, pues dar por buena esa explotacin descarada del trabajador yse mantendr inmutable ante tales consecuencias, pero eso no impide reconocer su mayor penetracin y verdad:

    No solo aumenta el cinismo de la Economa Poltica relativamente a partir de Smith, pasandopor Say hasta Ricardo, Mill, etc, en la medida en que a estos ltimos se les ponen ante los ojos,de manera ms desarrollada y llena de contradicciones, las consecuencias de la Industria; tambin positivamente van conscientemente cada vez ms lejos que sus predecesores en el extraamiento respecto del hombre, y esto nicamente porque su ciencia se desarrolla de forma ms verdadera y consecuente25.

    22 K. Marx, Manuscritos: economa y filosofa, trad. F. Rubio Llorente, Alianza, Madrid, 1972, p. 136.23 En Miseria de la filosofa se calificaba de cnico el lenguaje de Ricardo al situar en el mismo plano y tratar

    con la misma fra distancia los costes de fabricacin de sombreros con los destinados a retribuir la mano de obra. Op. Cit, p. 86.

    24 Manuscritos..., op. cit, p. 13525 Idem, p. 137

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  • Y en el libro I de El capital volva sobre esa conexin entre la diferenciacin econmica y su conocimiento: hace falta que la produccin de mercancas se desarrolle en toda su integridad, para que de la experiencia nazca la conciencia cientfica26.

    Solo una vez puesta la realidad ante los ojos la teora pudo contemplar qu es lo que tena frente a s. Tres planos se diferencian ah: 1) El emprico u ntico, por el que la realidad econmica se desvela a s misma. 2) El cognitivo, por el que esta es captada por la teora. 3) El moral, en el que a esa desnudez de la realidad se le corresponde con no menor desvergenza de los sujetos. Los tres, como se deja ver, intrnsecamente relacionados, por eso Marx poda decir: El cinismo reside en las cosas y no en las palabras que expresan las cosas27.

    Dejemos meramente apuntado, por lo dems, esta continuidad del enfoque hegeliano de la tesisque estamos exponiendo, que con distintos desarrollos, caras y matices, encontramos desde los Manuscritos a los Grundrisse y El capital pasando por el Miseria de la filosofa y el Manifiesto.

    Venimos calificando de hegeliana esta perspectiva por cuanto que es, en efecto, una especial concrecin de la idea que de la filosofa en su relacin con la realidad mantena el autor de la Fenomenologa del espritu. Si la filosofa vena a ser como el bho de Minerva que solo alza su vuelo al ocaso era porque deba darse como condicin previa para la captacin de la esencia de las cosas el que se diera un despliegue completo de la realidad, pues el pensamiento aparece en el tiempo slo despus de que la realidad ha consumado su proceso de formacin. Para que penetremos en la realidad social sta tiene antes que alcanzar su mximo grado de desarrollo. Lo que ensea el concepto lo muestra con la misma necesidad la historia: solo en lamadurez de la realidad aparece lo ideal28.

    Lo saben y, sin embargo, lo hacen

    La aguda idea de Zizek de que el cnico sabe, pero se comporta como si no en su conducta, de que supera la ilusin en el plano del conocimiento, de la conciencia, pero no en el plano de la accin, que hay una especie de creencia externa, encarnada en el hacer, actuar, de que a diferencia del esquema clsico de la ideologa no lo saben, sin embargo lo hacen (Sie wissendas nicht, aber sie tun es), el del cnico sera lo sabe, aun as lo hace, como si no lo supiera, creo que no agota la conducta cnica. El cnico puede, en efecto, actuar como si la realidad fuera otra, pero no por una fuerza (fantasa) inserta en las cosas, externa, sino sencillamente porque de esa realidad se beneficie, porque sea muy consciente de que le sale a cuenta hacerlo as. No se requiere, pues, acudir, al enfoque, por otra parte brillante, de la ideologa materializada, al margen de su verdad29. Ese enfoque, por otra parte, puede ser aplicado a

    26 El capital, op. cit, I, p. 4027 Miseria de la filosofa, op. cit, p. 8628 Hegel, Principios de la filosofa del derecho, trad., Juan Luis Vermal, Edhasa, Barcelona, 1999, p. 6329 S. Zizek, El sublime objeto de la ideologa, s. XXI, Madrid, 1989, pp. 55-61

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  • cualquier sociedad, pues sepan o no las gentes, siempre se da esa fantasa inserta en las costumbres, instituciones, externa por la que se acta, como si la realidad fuera otra; los ejemplos puestos por Zizek, de la burocracia, acudiendo a Kafka, de la ley y de las costumbres recurriendo a Pascal, podran valer para otras formaciones sociales. Lo nuevo del capitalismo sera generalizar la conciencia desnuda, el saber. Zizek, aunque afirma el carcter externo de esa fantasa, sin embargo no puede prescindir de la psique, puede hacerlo de la conciencia, perono del inconsciente. El cnico sabe de la realidad, pero en su inconsciente fantasea con que no es como lo sabe, y quiere creer. Ese fantasa que pasa por el inconsciente es exactamente el punto que me parece innecesario en el caso del cnico capitalista; no precisamos de Lacan aqu.

    Sloterdijk habla de realismo perverso30, para referirse a nuestra situacin, matriz de lo cnico. En efecto, esto es lo ms caracterstico del capitalismo actual: satisface todos nuestros deseos, nuestras ilusiones, utopas, pero de manera perversa. Querais acabar con el puritanismo, aqu tenis el sexo al alcance de todos; imaginabais una sociedad en que el arte perdiera su transcendencia, ah lo tenis, formando parte de la vida cotidiana, todo es diseo, todo es musical; querais que al arte tambin fuera para el pueblo, cuando nunca lo fue tanto, cuando el plebeyo puede escuchar a las mejores orquestas del mundo en el momento que lo desee; que todos fueran alfabetizados, que alguien se preocupara por su salud, dieta, que vigilara por que no se desviara o perdiese (biopoltica)... Marcuse lo vio, y dio marcha atrs, vio que la represin del sexo no era tal, y empez a pensar en un sexo-amor, vio que la desublimacin estaba al orden del da y construy su concepto de sublimacin no represiva frente a lo que llam desublimacin represiva31. Todo es vaciado en su realizacin: la felicidad, desde una altura haciendo puenting; la realizacin: ganar el primer milln de dlares; el xito: en forma de fama, una fama que es debida a ninguna otra condicin que lo de ser famoso, al mismo aparecer.

    La satisfaccin de las primeras preferencias, perfectamente acordes con el sistema, difunde un goce que compensa otros malestares. Ah radica la alienacin, se dir. Marcuse y otros la han situado en un nivel bio-antropolgico. Lo nuevo est en que no hay ceguera en ello, que cognitivamente el individuo sabe bien qu hace. Sabe que rinde tributo a un Dios falso, pero le gusta y saca algn partido de ello, recelando de las alternativas que se le ofrecen, respecto de cuya viabilidad no le faltan razones para dudar. El autocuestionamiento crtico de una conciencia ilustrada de aquellas preferencias resulta, entonces, innecesario. El sujeto sabe que los Reyes son los padres, pero juega a comportarse como si no lo supiera. Este es el cinismo de las gentes, distinto del de las lites dominantes, su impudicia, su desvergenza. Suscita dudas que se pueda decir, como hace Zizek que es la ilusin inconsciente la que opera ah. Estara por ver que hubiera siquiera una ilusin de esa naturaleza.

    El cinismo supone una importante transformacin de la categora de alienacin, su desaparicin en el sentido de inconsciencia, en su dimensin cognitiva, lo que no quiere decir

    30 P. Sloterdijk, Crtica de op. cit, p. 3831 Ver el prlogo de 1961 (edicin de vintage) a Eros y civilizacin, trad, J. Garca Ponce, Ariel, Barcelona,

    1981

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  • que pueda, y deba, mantenerse en un sentido ontolgico. Desde el punto de vista objetivo sigue sucediendo aquello que se deca en El capital: As como en las religiones vemos al hombre esclavizado por las criaturas de su propio cerebro, en la produccin capitalista lo vemos esclavizado por los productos de su propio brazo32. Igualmente cabe el concepto en todo lo que se refiere a la falta de control del hombre respecto de su existencia, respecto de lo que siente como necesidad y tan solo son seudonecesidades creadas por el mercado, etctera.

    Habra que distinguir entre el cinismo propio de la situacin normal del capitalismo tardo del cinismo desencadenado en la situacin de crisis. En el primer caso, el cinismo radica en la aceptacin sin coartadas de la explotacin a cambio de otros rendimientos: los obtenidos como consumidor, agente con cierta capacidad de compra, o como cliente de los servicios recibidos del Estado de bienestar33. Bien valdra aceptar la explotacin a cambio de las compensaciones como consumidor y cliente.

    En las situaciones de crisis, como la actual, todas esas compensaciones se vienen abajo, lo que da lugar a una quiebra de una especie de pacto social; a los perjuicios del sistema econmico que se incrementan se suma el recorte de las compensaciones, por el estrechamiento de los servicios pblicos del Estado social. Retirados los trajes de consumidor y cliente que hacan ms confortable la vida del trabajador este queda ahora expuesto en su total vulnerabilidad. Segn la teora clsica, ese sera el momento crtico indicado para la revolucin o en su caso para que la estructura ideolgica mostrase su efectividad, pero si el papel de la ideologa, al menos como discurso generador de falsa conciencia, ha quedado inutilizado habra que recurrir a otra explicacin para dar cuenta de la falta de una insurreccin generalizada. En realidad, lo que ocurre, al menos en las sociedades de capitalismo desarrollado, es que muy pocos desearan la revolucin, en primer lugar porque para la gran mayora la situacin no es tan desesperada, pero adems el coste de la accin sera muy alto y lo obtenible a cambio demasiado incierto. Dado que en poltica lo que cuenta es el juicio, que se mueve siempre en unmarco de incerteza, no cabe menos que considerar dentro de lo razonable esta actitud. Descartada la respuesta revolucionaria, s parece no menos razonable una respuesta activa ante la crisis. Solo la resignacin ante la falta de convencimiento de que existe otra alternativa, y la persistente esperanza en la reversin hacia las antiguas condiciones alimentada por la inercia de los efectos del estado anterior pueden explicar la actual parlisis de la accin. En ninguno delos dos casos es una cuestin de falta de conocimiento o conciencia34.

    Habermas tambin considera que en las sociedades modernas, las de capitalismo tardo, la ideologa, en cuanto visin global del mundo, ha desaparecido, con todas las viejas imgenes del mundo. En un mundo desencantado, la liberacin de flujos crticos ha cortado todo arraigo de aquellas imgenes. Los mecanismos ideolgicos ya no generan aquel efecto de velamiento, de falseamiento de la conciencia; la racionalizacin del mundo de la vida, con el

    32 El capital op. cit, I, p. 52433 J. Habermas, Op. Cit, t. II, pp. 454, 494-49534 No se ha revelado cierto el principio luxemburguista de que si los obreros supieran la verdad el capitalismo

    no durara dos das.

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  • desencadenamiento de los potenciales crticos no concede lugar a cosmovisin alguna. Sin embargo, no por ello el mundo de la vida queda totalmente librado del tipo de integracin promovida por los subsistemas econmico y administrativo, que ahora se imponen desde fuera,ya no a travs de creencias o ideas, los efectos de la falsa conciencia crecidos en el mundo de lavida. La integracin social y comunicativa se ve en la actual sociedad continuamente acosada por aquellos imperativos que imponen su integracin sistmica. El diagnstico de Habermas es que el papel de la ideologa en estas sociedades ha sido sustituido por uno de carcter funcional: la diferenciacin del mbito de la cultura, de los campos cientfico, moral y artstico,su expertizacin hace difcil a la conciencia cotidiana nutrirse de ellos, por lo que le resulta imposible constituir una concepcin de conjunto, articulada. Permanece, entonces, difusa y destotalizada, sin capacidad de sntesis, fragmentada 35. La falsa conciencia ha sido sustituida hoy por una conciencia fragmentada que elude toda ilustracin sobre el mecanismo de la cosificacin. La tradicin, por otra parte, ya debilitada, nada puede aportar de consistencia, y los saberes de expertos que mantienen un desarrollo obediente a su lgica interna de carcter excluyente, no resultan accesibles y en todo caso no pueden proporcionar concepcin global alguna con fuerza prctica, as la conciencia cotidiana resulta vulnerable a los imperativos de los subsistemas del poder y del dinero.

    De este modo, una teora de la cultura, encuadrada en las relaciones sistema-mundo de la vida viene a sustituir a la anticuada teora de la conciencia de clase. Y puede dar cuenta de aquellos efectos cosificadores que con tanta fuerza enfatiz.

    En suma, la funcin que cumpla la ideologa, posibilitar la cosificacin, la integracin sistmica, se cumple de otro modo:

    a) Esa funcin no es generada internamente, desde dentro del mundo de la vida por un cosmovisin determinada que vehicula un modo de vivir, de estar, que falsea la conciencia y sujeta al individuo a las exigencias econmicas. El subsistema econmico impone sus pautas desde fuera.

    b) Esa imposicin se hace factible, porque aunque el mundo de la vida, su forma de entendimiento36, su estructura de comunicacin ha ganado en capacidad crtica debido a la diferenciacin de sus campos (ciencia, moral, arte) y a su distanciamiento de contextos normativos que hace difcil cualquier arraigo de las ideologas, esos mismos factores resultan poco asumibles por la conciencia cotidiana, y cuando se da su influencia, su propia naturaleza de especializacin diferenciada imposibilita una visin totalizante, con la consecuencia de que esa conciencia adquiere un carcter de fragmentacin, desarticulacin.

    De este modo la funcin de la falsa conciencia, de aquel mecanismo que a travs de contenidos sustanciales (creencias, valores, ideas, sensibilidad) provocaba un efecto de cmara oscura, de relaciones invertidas en nuestro conocimiento es sustituido por un factor de carcter

    35 J. Habermas, Op. Cit, t. II, pp. 501-50236 Idem, p. 498

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  • formal o estructural. Lo que facilita la brutal incursin o colonizacin del mundo de la vida no es contenido alguno determinado, sino la desarticulacin de la conciencia, su incapacidad para obtener una concepcin global de efectos en la praxis. Y tal desarticulacin se produce por un factor ligado a la modernizacin misma, no al capitalismo, a saber: la diferenciacin del campocultural, del conocimiento, de la moral y el arte, su especializacin progresiva obediente a criterios de lgica interna. El individuo asume difcilmente sus contenidos, solo de manera muyparcial, y tales contenidos no se enlazan conceptualmente con otros por la especializacin excluyente y la parcialidad con la que son aprendidos. Tampoco la tradicin puede ya acudir ensu ayuda, de suerte que su situacin le deja indefenso ante las pautas de vida que promueven los pujantes subsistemas del poder y del dinero.

    Tenemos, pues, que la diferenciacin moderna del campo de la cultura ha tenido un rendimiento ambiguo a este respecto: si bien, por un lado ha facilitado la labor crtica, la liberacin del individuo de las viejas ataduras a las cosmovisiones tradicionales, por otro lo deja desprotegido ante el dinamismo invasor de los subsistemas econmico y administrativo. Elmundo cientfico-tcnico nos ha desembarazado de la ideologa pero no de la economa, ni del tipo de intervencin propias del Estado, de la monetarizacin o de la burocratizacin.

    Segn este planteamiento, Marx habra podido dar cuenta de la hegemona del subsistema econmico, pero los efectos cosificadores, lo que denominaba abstracciones reales, no se derivan solo, como crea, de la teora del valor, de la transformacin del trabajo vivo y concreto en inerte y abstracto, ni son vehiculados a travs de su reflejo ideolgico, pues la estructura comporta otros efectos como los derivados de la transformacin del trabajador tambin en consumidor, y no son trasladados al mundo de la vida por la ideologa sino por la nueva desproteccin en que se sita este sistema. Por otra parte, estn todas las reificaciones introducidas por la intervencin estatal en cuanto que el trabajador se ha convertido en cliente de aquel (servicios del Estado social). Accin, pasin, nihilismo

    La filosofa del mismo siglo de Marx, de Jacobi y von Baader a Nietzsche, tom buena nota delnihilismo que los nuevos tiempos traan consigo, pero sus sntomas y etiologa difieren ciertamente de los que ms preocuparon a aquel37. Por ejemplo, a Marx no le preocupaba justamente aquello en que aquel hombre de negocios y filsofo que fue Jacobi haca estribar la ltima raz de este mal, a saber, el plegamiento de la realidad al espacio del sujeto, la subjetivacin definitiva del mundo, como se revelaba emblemticamente en el idealismo fichteano38, el mismo mal, aunque visto como momento necesario y superable, y superado, del que Hegel entendi el terror que sigui a la revolucin francesa como consecuencia. En consonancia con el diagnstico jacobiano estara el que mucho ms tarde, en forma distinta y

    37 Ver la soberbia sntesis de Jacobo Muoz: La gnesis del nihilismo europeo, en J. Muoz, Figuras del desasosiego moderno, Machado, Madrid, 2002, pp.255-296

    38 Vase la carta abierta a Fichte, de 1799.

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  • bajo la etiqueta de humanismo, abordara Heidegger. Marx comparti siempre esa actividad delsujeto, y, como se refleja en la primera Tesis sobre Feuerbach39, lo que de esto le pareca criticable era que aquella actividad (Ttigkeit) solo fuera vista de manera abstracta (abstrakt), en el plano del pensamiento, no en el real y sensible (wirchliche, sinnliche Ttigkeit), solo como actividad terica y no tambin como praxis, actividad de transformacin real de las cosas, actividad revolucionaria, crtico-prctica. Y precisamente, en consonancia con ello, lo que le achacaba Marx es justamente lo inverso de Jacobi, que no comprendiesen lo real verdaderamente como subjetivo (subjektiv)!, claro que entendiendo por este calificativo algo distinto. Entender lo real como subjetivo significaba para Marx no su reduccin a concepto, sino su comprensin como algo modelado en su substancia misma, en su materialidad por la actividad humana sensible (mensliche sinnliche Ttigkeit), captar la realidad como ya resultado de los trabajos del hombre, como realidad humanizada. (Marx podra estar de acuerdo con Jacobi en que efectivamente la reduccin abstractiva de la realidad a mero concepto es nihilificarla, reducirla a nada, en lo que se anticipara la crtica nietzscheana. Pero hasta ah toda la coincidencia, pues no criticara en absoluto que se resaltara ese lado activo (ttige Seite). El problema era no haberlo entendido cabalmente, lo que significara en cierto sentido no haber sido suficientemente nihilista. Habra, pues, ah por parte de Marx una asuncin positiva del nihilismo, aunque l nunca vera esto como tal. El problema de la sociedad moderna sera que esa actividad bajo la forma de trabajo se haca bajo condiciones de explotacin, bajo el dictado de la ley del valor que vaciaba todo de contenido, el que el modo de produccin se autonomizase invirtiendo su objetivo racional.

    Por eso, la concepcin antigua segn la cual el hombre () aparece siempre igualmente, como objetivo de la produccin, parece muy excelsa frente al mundo moderno donde la produccin aparece como objetivo del hombre y la riqueza como objetivo de la produccin. Pero, in fact, si se despoja a la riqueza de su limitada forma burguesa, qu es la riqueza sino la universalidad de las necesidades, capacidades, goces, fuerzas productivas, etc de los

    3939 La primera de las Tesis sobre Feuerbach dice: La carencia principal de todo el materialismo hasta hoy comprendido el feuerbachiano reside en que la cosa, la realidad, lo sensible es concebido solo bajo la forma de objeto o de contemplacin; no como actividad sensible humana, praxis, no subjetivamente. De ah que ocurriese que el lado activo fuese desarrollado, en contraposicin al materialismo, por el idealismo pero solo de una manera abstracta, puesto que el idealismo naturalmente no conoce la actividad sensible, real como tal. Feuerbach quiere objetos sensibles distintos realmente de los objetos de pensamiento; pero l no concibe la actividad humana misma como actividad objetiva. l considera en La esencia del cristianismo solo la conducta terica como la autnticamente humana, mientras que la praxis solo es concebida y fijada en su forma aparente suciamente judaica. De ah que l no comprenda el significado de la actividad revolucionaria, crtico-prctica.Der Hauptmangel alles bisherigen Materialismus den Feuerbachschen mit eingerechnet ist, da der Gegenstand, die Wirklichkeit, Sinnlichkeit, nur unter der Form des Objekts oder der Anschauung gefat wird; nicht aber als menschliche sinnliche Ttigkeit, Praxis, nicht subjektiv. Daher geschah es, da die ttige Seite, imGegensatz zum Materialismus, vom Idealismus entwickelt wurde - aber nur abstrakt, da der Idealismus natrlich die wirkliche, sinnliche Ttigkeit als solche nicht kennt. Feuerbach will sinnliche, von den Gedankenobjekten wirklich unterschiedene Objekte; aber er fat die menschliche Ttigkeit selbst nicht als gegenstndliche Ttigkeit. Er betrachtet daher im "Wesen des Christenthums" nur das theoretische Verhalten als das echt menschliche, whrend die Praxis nur in ihrer schmutzig-jdischen Erscheinungsform gefat und fixiert wird. Er begreift daher nicht die Bedeutung der "revolutionren", der praktisch-kritischen Ttigkeit.

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  • individuos, creada en el intercambio universal?[qu sino] el desarrollo pleno del dominio humano sobre las fuerzas naturales, tanto sobre las de la as llamada naturaleza como sobre su propia naturaleza? () En la economa burguesa y en la poca de la produccin que a ella corresponde esta elaboracin plena de lo interno, aparece como vaciamiento pleno, esta objetivacin universal, como enajenacin total, y la destruccin de todos los objetivos unilaterales determinados, como sacrificio del objetivo propio frente a un objetivo completamente externo40.

    No sorprende a la luz de lo anterior el que se haya tachado tambin a Marx de nihilista, por esa misma razn, por esa aprobacin del activismo del sujeto, lo que, por otra parte, vendra confirmado por las numerosas citas que abonaran las ideas de progreso, el productivismo, la idea de una sociedad de la abundancia, etc41. No es tan lineal, sin embargo, su planteamiento, pues ese activismo no se autonomiza necesariamente. En los Manuscritos encontramos que ese sujeto del trabajo se percibe a s como parte de la naturaleza42, a esta como cuerpo inorgnico del hombre, por lo que la idea de la primaca del sujeto junto a la crtica a la mercantilizacin debiera conducir ms bien a una actitud de cuidado y proteccin. Es ms, la crtica que en esa obra dirige a la alienacin en la sociedad capitalista concierne a una dimensin esencial del ser humano, a su carcter de ser genrico, que tiene como una de sus facetas la dimensin de la universalidad de su accin en el sentido de que es capaz de atender los fines de otras especies, yas es capaz de velar por el planeta en su conjunto. La potencia universal de su praxis no se traduce pues en la conversin de todo en producto, por mucho que no deje de haber ah una primaca del sujeto. La cuestin reside en cmo se entiende este sujeto a s mismo y su relacincon lo otro de s.

    Historia, posthistoria, humanismo y posthumanismo

    Ante esa situacin, un amplio abanico de respuestas emerge. Dejemos anotadas sucintamente algunas:

    40 K. Marx, Elementos fundamentales... op. cit, pp. 447-448.41 No es esta la nica crtica que de nihilismo se ha hecho a Marx, pues si bien se le reconoce en ocasiones que

    logra desvelar la estructura nihilista de esta sociedad, sus mismos presupuestos le impiden superar la situacin nihilista. Quedara atrapado en ella por su materialismo, historicismo y relativismo. Al someter todoal remolino contingente de la historia, cuando no al sin sentido ltimo de la materia, o a la mera contraposicin de fuerzas, lucha de clases en que lo que decide es la superioridad bruta de cualquiera de ellas... ningn sustento racional quedara a la moral. Hannah Arendt interpreta tambin la posicin de Marx en la senda nihilista por cuanto participara de la reduccin de toda cualidad a relacin, con lo que todo adquiere un carcter relativo. Arendt, Diario filosfico, trad., Raul Gabs, Herder, Barcelona, 2011, I, p. 345

    42 K. Marx, Manuscritos... op. cit, pp. 110 y ss. Ver A. Schmidt, El concepto de naturaleza en Marx, trad., J. Ferrari, E. Prieto, S. XXI, Madrid, 1976

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  • Nostalgia de lo perdido: recuperacin del sentido en el refugio en comunidades primarias: nacionalismos, comunitarismo, pensamiento identitario, revitalizacin de las creencias religiosas.

    Instalacin en el cinismo, la actitud promovida con mayor intensidad por el sistema. Verdadero danzar ante la muerte.

    Renuncia a la accin, o a un tipo de la misma segn se mire: Gelassenheit, tornarse pastores del ser en Heidegger. La caracterstica de nuestro tiempo, segn este enfoque, es la prdida dearraigo, cuya causa ltima se hace estribar en el poder oculto del dominio de la tcnica. El serhumano es incapaz siquiera de encauzar ese devastador poder. Slo le queda el recurso del pensar meditativo, recuperar esa su condicin mas propiamente humana, de la que ha huido, y abrirse a lo oculto del misterio, a ese darse y al mismo tiempo retirarse del ser, que supondr una nueva relacin con las cosas. Solamente de ese modo cabe alcanzar un nuevo suelo de arraigo, un apacible habitar entre cielo y tierra. El filsofo suabo nos recordaba las palabras del poeta Hebel: Somos plantas nos guste o no admitirlo que deben salir con las races de la tierra para poder florecer en el ter y dar fruto43.

    Bien puede interpretarse que a lo que remite este planteamiento es a algo muy semejante a lo que cierto comunitarismo ha defendido en trminos ms concretos y explcitos. Es indudable, como en aquel, la reaccin herida ante lo que supuso la modernidad, la presencia de aquella contraposicin, que Tnnies formulara, entre Gesselschaft (sociedad) y Gemeinschaft (comunidad). Las referencias a la prdida de la tierra natal, el autntico vivir del campesino, la conversin de la vieja agricultura en industria alimentaria motorizada, el rechazo de la vida urbana apoyaran esa clave nostlgica44. Caben, claro, interpretaciones en claves ms orientalizantes o msticas. No era tambin a cierto misticismo a lo que apuntaba el Wittgenstein constatador de la crisis definitiva de fundamentos, de que el lmite del mundo era el del lenguaje45.

    El problema es que el diagnstico heideggeriano de nihilismo se hace con categoras de tal grado de abstraccin, exentas de mediacin alguna con las ciencias sociales, que la distincin entre democracia o dictadura ya tanto monta: dado el dominio universal de la voluntad de poder en la historia, vista en su extensin planetaria. Todo se encuentra hoy en esta realidad se llame comunismo, fascismo o democracia universal46.

    En Bataille aquella renuncia toma la forma de inaccin rechazadora del clculo, del miedo a la muerte, en favor de una economa del gasto, del no ser nada, del sustituir la voluntad de poder de la accin por una voluntad de suerte que en el instante posibilite la novedad, solo as se conseguira la soberana, que no puede ser resultado de esfuerzo alguno Y por esa lnea han 43 Con esta cita se cierra el texto de Serenidad, trad Y. Zimmerman Serbal, Barcelona, 199444 M. Heidegger, Por qu permanecemos en la provincia (1933) trad. J. Rodrguez, en Eco, Bogot, 1963;

    Serenidad, op. cit,. Ambos textos pueden leerse en esta excelente pgina web45 M. Cacciari, Krisis, trad. R. Medina, s. XXI, Madrid, 1982 46 M. Heidegger, El rectorado, trad. Ramn Rodrguez, Tecnos, Madrid, 1996, p. 26

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    http://www.heideggeriana.com.ar/

  • ido Blanchot, Nancy, Agamben. Lo que se busca es otra forma de estar, otro tipo de accin, accin no productiva u operativa, no del tipo de la fabricacin, etctera.

    Si lo enfocamos desde otro punto de vista, el del pensador franco-ruso Alexandre Kojeve, la accin en el sentido estricto de confrontacin con lo otro para su transformacin, se nos presenta como ya finiquitada, pues ya habra obtenido su resultado definitivo, una vez la naturaleza dominada y la sociedad estabilizada en un todo homogneo. Se habra alcanzado el final de la historia. La historia, tal como la describi Hegel en la Fenomenologa del espritu, no habra sido sino el dramtico curso a travs del que el hombre fue deviniendo humano, separndose de la animalidad a travs de la construccin de s mismo. Ese curso de lucha con lanaturaleza y con los hombres habra llegado a su fin. En el momento del Saber Absoluto, esto es con la identidad entre Sujeto y Objeto, el hombre ya no encuentra resistencia en la realidad para la realizacin de sus proyectos, no encuentra oposicin en el otro, pues se da mutuo reconocimiento, ni en una naturaleza ya dominada. El hombre habra retornado Dios a s, el se ha revelado como el autntico Dios. En la entrada de Napolen en Jena, piensa Kojeve, se anunci este final. El modelo de la revolucin, la libertad e igualdad extendidas mundialmente, el tat universell et homogne, el reino del hombre. Pero ahora ya nada queda por hacer, estamos en la posthistoria, ningn conflicto que resolver, solo queda el disfrute banal, el amor, el jardn epicreo, el devenir animal, ser satisfecho, contento (content), que no es lo mismo que feliz (hereux); nunca habr ya nada nuevo sobre la tierra47, dice Kojeve, se inicia un eterno presente. Si ya no cabe accin alguna, pues nada serio hay que transformar, el hombrese vuelve ocioso, y como tal deja de ser hombre, entramos en lo posthumano. Lo que desaparece es el Hombre propiamente dicho, es decir, la Accin negadora del dato y del Error, o en general el Sujeto opuesto al Objeto48. Lo que caracterizaba al hombre era su capacidad de negacin, su praxis transformadora de lo dado, esta era su libertad. Todo esto ha acabado, ninguna de esas caractersticas distintivas de lo humano (negatividad, libertad, praxis, en definitiva, ser histrico) tienen sentido en la nueva era. Para Kojeve, el imperio de Estados Unidos y su American way of life, la sociedad de consumo, seran manifiesta seal de la realizacin de aquel final anunciado, el gnero de vida propio del periodo posthistrico, prefigura el futuro eterno presente de la humanidad entera49.

    Capital en la concepcin de Kojeve es el supuesto de que los efectos de la estructura econmicaque sustenta el fin de la historia no varan respecto del orden capitalista. Son conocidas sus tardas observaciones acerca de la similitud esencial entre los pases comunistas, sistemas calificados de capitalismo de Estado, y el fordismo americano50. La diferencia sera ms bien degrado. Los primeros aun representaran un nivel bajo de desarrollo, de pases pobres camino de

    47 A. Kojeve, Introduction a la lecture de Hegel, Gallimard, Pars, 1979, p. 44348 Idem, p.43549 Idem, p. 437. 50 Kojeve, en una conferencia dictada en Dsseldorf en 1957, declaraba provocativamente: Ford fue el nico

    gran marxista ortodoxo del siglo XX. De esta conferencia, cuyo llamativo ttulo era Capitalisme et socialisme. Marx est Dieu et Ford est son prophte, solo hay un extracto publicado, en la revista Commentaire, 9, 1980 (puede leerse en la red); ver D. Auffret, Alexandre Kojeve, Grasset, Pars, 1990, p. 470- 473

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  • alcanzar lo logrado por el segundo. Si los americanos vienen a ser chino-soviticos enriquecidos, es porque los rusos y los chinos no son ms que americanos an pobres51. El sistema fordista habra representado en cierto modo una realizacin anticipada de la idea marxista52. Los dos sistemas econmicos, en realidad distintos momentos del mismo, abocarana una situacin social similar. Un mismo tipo de sujeto, en definitiva, protagonizara ese final de poca, un individuo caracterizado por una estructura psquica primaria, de satisfaccin de preferencias no reflexivamente cuestionadas, de psique primaria, a la que solo una lite podra sustraerse, salvarse de la inmersin en un sensualismo primitivo.

    Claro que la idea de Marx era bien distinta, pues el nuevo orden econmico habra de dar paso a una autntica revolucin antropolgica, en tanto que posibilitara el cumplimiento de la idea aristotlica de realizacin de las potencialidades humanas en la polis, toda vez que cesara la determinacin de todas las esferas por la instancia econmica. Como deca el joven Lukcs: Liberacin del capitalismo significa liberacin del dominio de la economa53.

    La experiencia de un viaje a Japn hizo pensar a Kojeve en otra forma de estar distinta a la americana, y que una lite podra adoptar, pues en el ritualismo escrupuloso oriental cifrara un modo de alejarse de lo animal, ah podra encontrarse lo que podra ser un esnobismo en estado puro: en sus disciplinas negadoras del dato natural o animal [como la ceremonia delt], que superan, de lejos, en eficacia, a aquellas que nacieron, en Japn y en otros lugares, de la Accin histrica54.

    No podemos pasar por alto el choque de esta narracin hegeliana con las consecuencias de esa identidad sujeto-objeto, con ese dominio de la naturaleza y el hombre. El hombre divino, pues todo lo que encuentra lo ha creado l, se sumerge en una segunda historia de lucha consigo mismo, con lo que l ha producido, con esta segunda naturaleza: cambio climtico, extincin deespecies, epidemias de nuevos virus, lucha por los recursos, por el agua... El concepto de segunda modernidad niega la posthistoria. La categora de alienacin se transforma en un sentido objetivo, pierde su referencia fundamental al mbito de la mente, de la psique, se despsicologiza. El hombre-Dios sabe perfectamente qu tiene frente a s, que l es ese otro, esa cosa y se reconoce en ella, de ah su terror55, por eso es por lo que ha estado luchando, y ahora de nuevo tiene que retornar a esa lucha para volver eso otro que es segunda naturaleza a s mismo. Pero en esta segunda etapa, la desalienacin resulta ms difcil pues no se trata de una mera reapropiacin previa conciencia (crtica de la ideologa) de algo valioso que hemos enajenado, no necesitamos concienciarnos de nada, ni queremos reapropiarnos de algo que es

    51 Kojeve, Introduction a la..., op. Cit., pp. 436-43752 En la mencionada conferencia de Dsseldorf, Kojeve consideraba que los capitalistas haban entendido que la

    nica manera de evitar la revolucin era distribuir parte de la plusvala entre las masas trabajadoras, esto es, incrementar su capacidad de consumo. De este modo, el capitalismo habra cambiado totalmente respecto del analizado por Marx, en el que a las masas trabajadoras se las mantena en una situacin de mnimo vital.

    53 G. Lukcs, Vieja y nieva cultura, en Revolucin socialista y antiparlamentarismo, trad. Miguel de Lorenzi,Pasado y presente, Buenos Aires, 1973, p. 75

    54 A. Kojeve, Introduction a la ..., op. cit., p. 437. 55 Recordemos aqu el clebre apartado de la Fenomenologa del espritu, La libertad absoluta y el terror.

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  • negativo, el desastre generado. La reapropiacin aqu nos exige otro modo de crear, otro modo de situarnos frente a lo otro. La eliminacin del carcter de ajeno que tienen nuestras creaciones nos demanda el cuestionamiento del mismo crear, por tanto de nuestra condicin de dioses. Eso es lo que significa el fin del humanismo, el fin de la conversin en Dios, el fin de Dios. La nueva poca que se abra no puede ser humana, ni divina que se ha revelado como lo mismo.

    Reformistas, los que piensan que el proyecto moderno no se agot, consideran que a esa segunda modernidad no puede respondrsele sino con ms modernidad. De los errores de la primera ilustracin habr que extraer lecciones, sin duda, pero al fin es con razn, con ciencia, con tcnica, con los ideales de la libertad, igualdad y fraternidad con los que habra que enfrentarse a lo que nosotros mismos hemos causado. Otra tcnica, que tenga en cuenta las externalidades, por ejemplo, otra razn que se cuestione tambin los fines, un concepto que no reduzca la sensacin, un intelecto que dialoga con el sentimiento, etctera, no implicaran modificaciones de principio; no deja de ser tcnica y razn lo puesto ah en marcha. En esa lnea estaran los inspirados, a su modo y manera, en Marx o en Weber: los primeros, esperanzados; los segundos, ms resignados a una nueva era de racionalizacin constrictora a pesar de todo. Aquellos sin apagar aun un rescoldo utpico, estos cohonestando el da con una profesionalidad consciente, dando un sentido al limitado mbito en que cada uno se mueve. Unidos ambos en la participacin en una tica de la responsabilidad.

    Aqu no se piensa en una etapa posthumana. En el caso marxiano se asumira, al igual que en Hegel, el destino occidental de devenir Dios. Y acaso la teologa pueda aun ser fuente de inspiracin y quepa elegir entre el dios del antiguo o el del nuevo testamento; y a travs de los dioses seguir explorando los modelos de ser hombre, su autocomprensin. Y si los problemas estn resueltos no se pensara en una condicin animal a l Kojeve, sino, muy al contrario, en aquel de da cazar o pescar, y al atardecer leer a los clsicos, de que hablaba Marx en La ideologa alemana 56.

    Revolucionarios: Si la estructura capitalista, y no otra ms honda todava, es la que genera esta situacin, resulta, entonces, imperativo ponerle fin. Vas? Mltiples, prima facie, inspiradas a menudo tambin en Marx, pero no slo: instrumentalismo stalinista ms o menos disimulado; fidelidad al acontecimiento (vnement); pluralidad subversiva de la multitud, que cobra nuevos alientos con la confianza en la resistencia ltima de la vida, pues sta es lo que endefinitiva hoy estara en juego. En fin: nuevo impulso dado a la concepcin de la autonoma de lo poltico, a menudo entendido como el abrirse paso de una indisimulada voluntad de poder noreactiva que se fragua en las diversas formas nucleadas en torno al instante mesinico de la

    56 Nos referimos al pasaje siguiente: en la sociedad comunista, donde cada individuo no tiene acotado un crculo exclusivo de actividades, sino que puede desarrollar sus aptitudes en la rama que mejor le parezca, la sociedad se encarga de regular la produccin general, con lo que hace cabalmente posible que yo pueda dedicarme hoy a esto y maana a aquello, que pueda por la maana cazar, por la tarde pescar y por la noche apacentar el ganado, y despus de comer, si me place, dedicarme a criticar, sin necesidad de ser exclusivamente cazador, pescador, pastor o crtico, segn los casos. La ideologa alemana, op. cit., p. 34

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  • decisin: schmittianos de izquierda57, sorelismo58 de la accin por la accin, anarquismos, de estirpe eslava u otra, mesianismos ms o menos benjaminianos...

    Jorge lvarez Ygez es doctor en Filosofa. Sus dos ltimos libros han sido Poltica y Repblica. Aristteles y Maquiavelo (Biblioteca Nueva, Madrid, 2011), y El ltimo Foucault. Voluntad de verdad y subjetividad (Biblioteca Nueva, Madrid, 2013).

    Este artculo es el cuarto de una serie dedicada a la actualidad e inactualidad de Marx que iremos publicando los primeros jueves de cada mes: Marx en red. (El origen de la religin verdadera) , por Ignacio Castro ReyEs el capitalismo inmoral? La mirada de Marx , por Flix Ovejero Lucas Dnde hallar nuestro lugar (por qu sigo siendo marxista) , por John Berger

    57 Es esta una denominacin ya acuada para referirse a aquellos autores que se vieron fascinados por las ideas de Carl Schmitt, no as por sus posiciones prcticas, y que derivaron hacia posiciones radicalmente crticas en la accin poltica. Esa denominacin aqu se emplea en un sentido ms amplio pues el radicalismo de izquierda que se inspira en schmitt seha ido trufando con muchas otras referencias, es hoy ms hbrido que nunca. Ver el excelente trabajo de J. Colom, La izquierda schmittiana en el debate constitucional de la Repblica de Weimar, en Revista del Centro de Estudios Constitucionales, n 11, Enero-Abril, 1992, pp. 317-359.

    58 Nos referimos a la difusa influencia que en este punto han tenido los planteamientos de Georges Sorel.

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