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Ciudades de tránsito, guardianes del primer mundo
- entre desafíos, contradicciones y compromisos –
Por Giovanna Marconi, Departamento de Planificacion, Università Iuav di Venezia
e-mail: [email protected]
VI Encuentro Anual de RedGob, Lisboa, 9-10 diciembre 2008
1. Migraciones de tránsito, un concepto borroso
El concepto de “migración de tránsito” ha empezado a ser utilizado en el discurso
internacional sobre el tema de las migraciones recién desde principio de los años 90,
cuando el concepto “país de tránsito” apareció en el léxico migratorio como una
categoría intermedia entre “país de origen” y “país de destino”. A pesar del hecho que
tal expresión ha sido cada vez más utilizada en los documentos oficiales sobre política y
práctica migratoria, hasta ahora no hay definiciones universalmente válidas y aceptadas
de conceptos como “transmigrante”, “país de tránsito”, “migraciones de tránsito”, ni
existe una categoría o clasificación para ellos en el derecho internacional (Düvell,
2006). Esas expresiones parecen haber entrado en el discurso político simplemente por
fuerza del hábito.
Una de las primeras conceptualizaciones de la noción de "país de tránsito " está incluida
en la Convención internacional sobre la protección de los derechos de todos los
trabajadores migratorios y de sus familiares (ONU, 1990) en la cual se afirma que "por
Estado de tránsito se entenderá cualquier Estado por el que pase el interesado en un
viaje al Estado de empleo o del Estado de empleo al Estado de origen o al Estado de
residencia habitual". Sin embargo, es sobre todo debido a una serie de informes
publicados por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) a partir desde
el 1993, que el tránsito de migrantes ha empezado a ser considerado un importante
patrón de la movilidad internacional, y uno de los principales desafíos que la migración
internacional presenta hoy, debido - siempre según la OIM - a los altos niveles de
irregularidad que caracterizan este tipo de flujo.
Desde entonces, la atención hacia el fenómeno ha ido en constante aumento y los
intentos de proporcionar definiciones precisas para describirlo han proliferado en el
mundo político como también en la academia. Solo para dar algunos ejemplos, Irine
Ivakhniouk se refiere a las migraciones de tránsito como "la migración de personas
desde un país de origen/salida hacia un país de destino/asentamiento a través de países
intermedios/de tránsito, frecuentemente en condiciones inciertas o inseguras:
clandestinidad, visa de turismo, documentos falsos, etc." (Ivakhniouk, 2004). Para
Aspasia Papadopoulou la migración de tránsito es simplemente “el estadio entre
emigración e establecimiento” (Papadopoulou, 2005) mientras que Cassarino y Fargues
definen los “transmigrantes” como “personas en movimiento que se encuentran en una
situación llamada ‘tránsito’, es decir migrantes que permanecen temporáneamente en un
país con la intención de llegar a otro país, independientemente del hecho que logren al
final llegar a su meta o no” (Cassarino and Fargues, 2006).
Expresiones como "transmigrantes" o "migración de tránsito" son efectivamente de
ardua conceptualización, pues se refieren a "intenciones individuales" de personas que
se encuentran por un cierto periodo de tiempo en lugares que ellas mismas consideran
solo de pasaje. Por lo tanto, el tránsito es un fenómeno difícilmente cuantificable. En
este sentido, lo que parece constituir problema no es tanto la definición conceptual sino
la misma identificación del objeto de estudio. Supuestamente, para las autoridades del
así dicho "país de tránsito", los extranjeros que cruzan su territorio con la intención de
dirigirse a otro país pueden ser clasificados como turistas, estudiantes, visitantes,
inmigrantes (regulares o irregulares), pero efectivamente nunca como transmigrantes,
pues esa condición o no existe, o implica que el migrante demuestre tener todos los
papeles y permisos necesarios para ingresar al país elegido como su destino final, cosa
que raramente pasa en el caso de los migrantes (mientras que es normal para turistas o
viajeros internacionales).
Jurídicamente hablando, el tránsito debería ser temporal y limitado pero, en la práctica,
puede terminar siendo de largo plazo y semipermanente porque hay siempre más
obstáculos - principalmente de naturaleza económica y/o política - que obligan a
muchos migrantes a pararse prolongadamente en algún lugar durante su viaje, sin
perspectivas reales inmediatas de alcanzar su meta ni tampoco de volver a su lugar de
origen.
En consecuencia, resulta casi imposible determinar exactamente el límite entre
“tránsito” e “inmigración”, a menos que los mismos migrantes expresen su intención de
avanzar hacia el territorio de un estado diferente (De Tapia, 2004), demostrando al
mismo tiempo que esta intención es realmente factible y no solo un sueño. El problema
es que, si el destino en cuestión es un país de los Estados Unidos de América (EEUU) o
de la Unión Europea (UE), cualquier intención de salir del “país de tránsito” coincide
normalmente con encontrar una forma ilegal para cruzar la siguiente frontera, por lo que
es altamente improbable que los transmigrantes se manifiesten abiertamente como tales.
Teniendo en cuenta estas consideraciones, cabe preguntarse por qué las migraciones de
tránsito han vuelto a ser una relevante cuestión geopolítica en el marco de la gestión
internacional de los flujos migratorios y, sobre todo, por qué (o mejor dicho, para qué)
la cuestión del tránsito se ha convertido en un asunto central en la agenda política sobre
migraciones internacionales de algunos países receptores - EEUU y UE in primis - antes
y mayormente que en los propios “países de tránsito”.
Si se examinan con atención las características de aquellos países que normalmente son
considerados (o tal vez, acusados) “de tránsito” – cuáles son, dónde son, por qué (o
mejor dicho, para quien) los flujos migratorios que cruzan sus territorios constituyen un
problema - pueden surgir no pocas dudas acerca de una difundida instrumentalización y
politización de la cuestión. Si para considerar un estado “país de tránsito” fuera
suficiente con averiguar que existen flujos migratorios de pasaje por sus territorios,
países como Guatemala - que muchos migrantes procedentes de El Salvador, Honduras
y Nicaragua cruzan para llegar a la frontera con México – o como Mali, Níger o Sudan
– que son atravesados por crecientes números de migrantes subsaharianos, pero también
chinos y paquistaníes entre otros, en camino hacia África del Norte (De Haas, 2006) –
deberían estar entre los más mencionados. Por el contrario, los países identificados
cuando se debate la cuestión del tránsito de migrantes son casi exclusivamente aquellos
que colindan con países ricos, principalmente México en el continente americano y
todos los países en las inmediatas periferias de la Unión Europea, sean aquellos
ubicados en el Sur y Este del Mediterráneo, desde Marruecos hasta Turquía, o bien en la
Europa del Este y en la ex Unión Soviética.
2. A las puertas del Norte: un paralelo entre México y Turquía
Hay numerosas similitudes entre Turquía y México. Turquía es el tercer país más
poblado en Europa, después de Rusia y Alemania mientras que México es el tercer país
más poblado de las Américas, después de Estados Unidos y Brasil. Ambos son estados
seculares en países donde el sentido religioso tiene profundas raíces en la sociedad y la
historia, y todavía constituye una parte importante de la cultura (Escobar et al., 2006). A
partir de la mitad de los años 80, ambos países han emprendido profundos procesos de
desarrollo económico y de reestructuración institucional, principalmente como
consecuencia de las negociaciones para el TLCAN (Tratado de Libre Comercio de
América del Norte) en el caso de México y para las perspectivas de adhesión a la UE en
el caso de Turquía
Los dos países pasaron paulatinamente de un régimen de aislamiento y proteccionismo
económico a mercados abiertos a la importación de bienes y a la promoción de la
inversión extranjera directa. Más recientemente, ambos países experimentaron cambios
políticos fundamentales: en el año 2000 el partido político dominante en México (PRI)
perdió la presidencia por primera vez tras 71 años (Escobar et al., 2006) mientras que en
Turquía la tradicional influencia de los militares en el sistema político ha sido
decisivamente reducida (Kirişçi, 2007).
A pesar de los avances logrados en los procesos de democratización y estabilización
económica, EEUU como también la UE siguen reticentes a conceder los regímenes de
visado libre que estos países vecinos piden, temiendo que la fuerte presión demográfica
y el importante diferencial de ingreso podrían resultar en una emigración masiva hacia
el Norte.
Sin embargo, México y Turquía están entre los mayores países exportadores de mano de
obra, con unos 11 millones de mexicanos que viven en los Estados Unidos y 3 millones
de inmigrantes de origen turco establecidos en los países de la UE-15, sobre todo en
Alemania, que representan aproximadamente el 10 y 4 por ciento de la población total
de los países receptores (Escobar et al., 2006). En ambos casos los flujos de emigración
fueron impulsados por programas puestos en marcha por Estados Unidos y Alemania
con el objetivo de reclutar mano de obra extranjera1.
Indudablemente, hubo diferencias significativas en cómo las corrientes emigratorias han
evolucionado en México y Turquía después de que estos programas de empleo
terminaron, en 1965 y 1973 respectivamente. El éxodo de los trabajadores turcos
alcanzó su máximo en los años setenta y un fuerte flujo de emigración hacia Alemania
1 El convenio celebrado entre los gobiernos de Estados Unidos y México en el 1942 era el Programa de Trabajadores Agrícolas “Programa Bracero”, mientras que Alemania puse en marcha el programa Gastarbeiter en 1955 en el marco del cual la contratación de trabajadores Turcos empezó a partir del 1960
para la reunificación familiar continuó hasta los años ochenta. Al final de los años
noventa Turquía se convirtió en un país de inmigración neta, mientras que las remesas
monetarias enviadas por los migrantes que vivían en el exterior siguieron cayendo. A
pesar de que, en la década del 60, hubo una promoción institucionalizada de la
emigración como medio para impulsar el desarrollo interno, exportar trabajadores ya no
es visto por el gobierno turco como una estrategia para absorber el excedente de su
creciente fuerza de trabajo.
Al contrario, en México la emigración y las remesas siguen alcanzando niveles muy
altos. Un promedio de 700.000 mexicanos por año migran a Estados Unidos y las
remesas que envían a su país de origen suman más de 20 millones de dólares anuales
(Escobar et al., 2006). A pesar de ser altamente criticable por su retórica y demagogia,
durante su presidencia, Vicente Fox llegó a considerar públicamente a los migrantes
mexicanos como "héroes nacionales" por su contribución esencial al desarrollo
económico de México.
Si las tendencias migratorias en Turquía y México fueron inicialmente muy similares,
con posteriores evoluciones divergentes, desde el comienzo de los años noventa los dos
países comenzaron nuevamente a experimentar análogas dinámicas de migración, esta
vez asistiendo a una creciente importancia de flujos de tránsito a través de sus
territorios. O al menos esto es lo que emerge desde el debate público y político sobre
esta cuestión.
Pues, como hemos visto, se trata de un fenómeno difícilmente identificable y aun menos
cuantificable; prácticamente no hay estadísticas confiables sobre número, procedencia,
tiempo de estancia de los transmigrantes en los países de tránsito. Las únicas cifras
útiles provienen de los servicios de policía cuando detienen a los extranjeros
indocumentados interceptados en los países de tránsito o durante el cruce en entrada y/o
salida del mismo (De Tapia, 2004). Evidentemente, tales estimaciones no son muy
representativas, ya que, por un lado sólo captan una proporción limitada de las
corrientes migratorias y, por el otro, se refieren a episodios y no a individuos, por lo que
el mismo migrante puede ser contado tantas veces como las que intenta cruzar sin éxito.
Conviene tener en cuenta que, hoy en día, el término “migración de tránsito” se ha
convertido casi en un código para indicar la inmigración ilegal y, de hecho, si se
encuentran inmigrantes irregulares en los países del Sur que colindan con los destinos
más populares en el Norte, se tiende a justificar su presencia como tránsito (Duvell,
2006). Cabe destacar que existe un evidente perjuicio detrás de esta forma de ver las
cosas, ya que así se tiende a dar por hecho que la migración acontece exclusivamente en
una dirección, desde el Sur hacia el Norte, sin tomar en cuenta la importancia y la
intensidad de los sistemas de migración regionales. Una lectura más imparcial de las
mismas estadísticas ampliamente utilizadas para denunciar una supuesta y alarmante
invasión del rico Norte por parte de hordas de pobres del Tercer Mundo, en realidad
destacaría que la mitad de los que emigraron desde los países del Sur se ha
efectivamente instalado en otros países en desarrollo. Además, los migrantes en tránsito
muchas veces están documentados, en el sentido de que ingresan al país (llamado) de
tránsito con permisos regulares como visitantes, turistas, peregrinos, estudiantes,
solicitantes de asilo, etc.
No obstante todo ello, las estadísticas sobre indocumentados interceptados son las
únicas cifras disponibles, y utilizadas, para dar una idea del tamaño del fenómeno y de
su evolución. Mientras que aquellas referidas al cruce en salida son las que más revelan
que el tránsito es un fenómeno en crecimiento, se debe ser prudente a la hora de
interpretar las que contabilizan solamente los indocumentados, para evitar una
simplificación distorsiva de una realidad que es extraordinariamente más compleja.
Teniendo en cuenta estas consideraciones, las estimaciones sobre transmigración a
través México y Turquía son, sin embargo, merecedoras de análisis. Durante los
primeros años del siglo XXI, se registró un aumento sin precedentes en las detenciones
de migrantes de origen no mexicano (OTMs, ‘Other than Mexicans’, como son
definidos por EEUU) que intentaban cruzar ilegalmente la frontera entre México y
Estados Unidos. El número de OTMs aprehendidos pasó de casi 29.000 en el año 2000
a 66.000 en 2004 y más de 150.000 en 2005. La mayoría de éstos son centro y sur
americanos, pero hay también migrantes procedentes de India, Pilipinas, China,
Somalia, Nigeria entre otros.2
Paralelamente, y como efecto de una tácita colaboración del gobierno mexicano en
filtrar los flujos de extranjeros en marcha hacia el Norte, el número de migrantes
indocumentados interceptados en México aumentó de 138.000 en 2002 a 240.200 en
2005. Se estima que un promedio de 3.000 centroamericanos por año intenta entrar a
México a lo largo de sus fronteras meridionales con Guatemala y Belice, con el
propósito de marchar hacia Estados Unidos o Canadá (Miller Llana, 2007).
Análogamente, cada año miles de personas, procedentes principalmente de los países
vecinos Irán e Irak, pero cada vez más también del Magreb, Ghana, Nigeria,
2 Datos obtenidos por el Border Patrol sector de San Diego, California.
Bangladesh, Pakistán, Afganistán, Sri Lanka, India, Palestina y Azerbaiyán - ingresan
irregularmente en Turquía esperando encontrar allí un modo de emigrar hacia destinos
más atractivos, es decir a uno de los países de la UE. Según las estadísticas oficiales, el
número de migrantes irregulares detenidos en Turquía aumentó constantemente durante
los últimos años, con un pico en el año 2000 cuando se registraron 94.500 detenciones.
Por otro lado, los más reconocidos expertos turcos en este campo estiman que entre
90.000 y 200.000 migrantes en tránsito entran en el país anualmente (Kirişçi, 2003,
Içduygu, 2005).
Según Içduygu, hay cuatro razones principales que hacen de Turquía un “punto
caliente” para los movimientos de tránsito: en primer lugar, la posición geográfica
estratégica entre Europa y el Medio Oriente; en segundo lugar, las turbulencias políticas
y los conflictos militares que ocurren en las zonas vecinas empujando a las personas a
abandonar su patria; en tercer lugar, las políticas de la denominada “fortaleza Europa”
que, aplicando criterios de admisión muy restrictivos y fortaleciendo los controles
fronterizos, han desviado los flujos migratorios hacia las zonas periféricas alrededor de
la EU; finalmente, la relativa prosperidad económica de Turquía que actúa como un
imán que atrae tanto a los migrantes con intención de quedarse en el país cuanto a los
que buscan oportunidades de ingresos para financiar su siguiente viaje (Içduygu, 2003).
Los mismos cuatro factores son aplicables en el caso de México: con una extensión de
más de 3,200 kilómetros, la frontera México-Estados Unidos constituye la franja de
intersección más grande entre el primer y tercer mundo; los acontecimientos que
impactaron enormemente en las estructuras sociales y económicas en los países
latinoamericanos durante los años ochenta - es decir el estancamiento económico de la
denominada “década perdida” y el decenio subsiguiente de "luces y sombras" así como
las largas guerras civiles que resultaron particularmente crueles en Centroamérica
(Alegría, 2005) – han alimentado los flujos de emigración desde los países más
afectados en la región; las políticas de inmigración extremamente restrictivas llevadas a
cabo por EEUU y la escasez de canales de entrada legal están empujando a más y más
migrantes a intentar su camino hacia el sueño americano pasando por México;
finalmente, durante los últimos treinta años México ha crecido con una tasa anual
promedio del 4% (Decuir-Viruez, 2003), con una fuerte expansión económica de
regiones del norte que son cada vez más atrayentes para los migrantes de países menos
desarrollados.
3. El fracaso de las políticas de puertas cerradas
En EEUU y UE los inmigrantes, y en particular los trabajadores no cualificados
procedentes del tercer mundo, son generalmente considerados como una amenaza a la
seguridad (y bienestar) nacional. Dentro de un discurso sobre inmigración centrado en
el miedo al extranjero (pobre), los problemas no pueden sino definirse desde una única
perspectiva orientada hacia la seguridad. Por consiguiente, las soluciones son un
imperativo y no una opción y las respuestas se presentan como urgentes e inevitables
(Loader 2002). La estrategia principal adoptada para detener una creciente inmigración
clandestina, de hecho originada por una gran demanda de mano de obra barata en los
países económicamente más desarrollados junto con una gran falta de canales legales de
inmigración, ha sido el endurecimiento de los controles inmigratorios y una
militarización de las fronteras sin precedentes. En última instancia, todo el asunto ha
sido planteado como una mera disposición tecnocrática cuando en realidad están
implicados importantes temas políticos en la elección de una vía de acción en lugar de
otra (Triandafyllidou, 2005).
En los Estados Unidos, como parte de la estrategia disuasiva para prevenir la
inmigración irregular implementada por la administración demócrata del Presidente
Clinton a partir de 1993 (detention through deterrance), básicamente se han invertido
millones de dólares para elevar muros y reforzar la vigilancia en los puntos donde se
registraba la mayor cantidad de cruces no autorizados. A través de una serie de
operativos especiales,3 EEUU comenzó a construir, en correspondencia de las
principales urbes fronterizas, varios kilómetros de barda de contención equipada con
modernas tecnologías como luces, cámaras, equipos de detección infrarrojos, censores
de movimiento, vehículos todo terreno y hasta helicópteros, mientras que los agentes de
patrulla en la frontera con México fueron más que doblados en pocos años (Santibañez
Romellón, 2004).
Con los ataques del 11 de septiembre, los cruces indocumentados han sido pronto
colocados por EEUU en la misma categoría del terrorismo internacional o del tráfico de
armas de destrucción masiva. La inmigración irregular es, desde entonces, directamente
asociada a factores que plantean riesgos para la seguridad nacional, ya que los
"enemigos del Estado", Al Qaida in primis, podrían recurrir a los mismos canales, las
3 El “Operativo Bloqueo” (Hold the Line) implementado en el Paso, Texas, a partir del 1993; el operativo “Guardian” (Gate Keeper) en San Diego California desde el 1994; “Escudo” (Safe Guard) en Nogales, Arizona desde 1995 y “Rio Grande” desde 1997 en la frontera suroeste de Texas (Cortés Larrinaga, 2004)
mismas guías y las mismas rutas utilizadas por los migrantes económicos en busca de
mejores oportunidades de vida. El enfoque en la mera cuestión de “seguridad” es aun
más evidente si se considera que fue creado en este periodo el HSD (Homeland Security
Department) que integró al INS (Immigration and Naturalization Service) hasta
entonces responsable de los asuntos migratorios y también su brazo operativo, es decir
el Border Patrol.
Paralelamente, en Europa la introducción del sistema de Schengen en 1992 también
impulsó en todos los estados miembros una respuesta al creciente fenómeno
inmigratorio de carácter marcadamente represivo, basada en el endurecimiento de las
leyes “contra la inmigración ilegal” acompañadas por una gestión policial de la
extranjería. A partir de los tratados de Ámsterdam y Tampere entrados en vigor en
1999, la adopción de un enfoque integral a la migración se volvió una de las prioridades
de la agenda política europea, con la intención proclamada de establecer un espacio
europeo de libertad, seguridad y justicia. La recomendación era que todos los estados
miembros desarrollasen políticas comunes basadas en dos ejes principales: por un lado,
la lucha contra la inmigración ilegal y el tráfico de seres humanos, a ser efectuada no
sólo a través del control de los flujos sino también racionalizando las posibilidades
reales de la inmigración legal y fomentando una cooperación más estrecha con los
países terceros; por el otro, la promoción de políticas de integración de los migrantes
documentados y la implementación de medidas contra el racismo y la xenofobia. En
realidad, las consideraciones sobre libertad y justicia se han dejado bastante de lado
mientras que la “seguridad” ha continuado siendo la preocupación central para la
mayoría de los países miembros, que siguen demostrando que prefieren implementar
políticas represivas unilaterales en lugar del recomendado diálogo con terceros países.
Dada la conformación geográfica de las fronteras externas de la UE, es impensable
construir muros de contención, también si las bardas erigidas en Melilla (1998) y Ceuta
(2001) claramente señalan que tales medidas serían sin dudas largamente
implementadas si solo fuera posible. Pero el mare nostrum impone desarrollar otras
estrategias defensivas. Después de la ampliación de 2004, cuando la comunidad europea
pasó de de 15 a 25 países, los esfuerzos para garantizar la seguridad de la Fortaleza
Europa alcanzaron un nuevo umbral con el establecimiento de Frontex, la “Agencia
Europea para la gestión de la cooperación operativa en las fronteras exteriores de los
Estados miembros de la UE”. La principal actividad desarrollada por este organismo de
la comunidad ha sido la implementación de “operativos especiales” de patrullaje en el
Mediterráneo y Atlántico, como pomposamente ostentan los nombres marítimos
mitológicos utilizados para definirlas.4 El presupuesto para financiar Frontex, que utiliza
naves, aéreos y helicópteros, pasó de 5 millones de euros en 2005 a 70 millones en 2008
(Lutterbeck, 2008).
Sin lugar a dudas, se observa una impresionante similitud entre las estrategias adoptadas
en EU y EEUU para la “gestión” de la migración internacional. Y parecidos han sido
los efectos. La construcción de muros, la multiplicación de las patrullas, el despliegue
de enormes recursos para fortalecer las fronteras con el Sur del mundo han tenido
resultados muy escasos de cara a su objetivo primario, es decir disminuir y controlar el
flujo de indocumentados. El número de inmigrantes indocumentados que residen en los
Estados Unidos se ha más que doblado en solo diez años, pasando desde los 5 millones
de 1996 a los 12 millones en el 2006 (Skinner, 2006). En 2007 se estimaban entre 5 y 8
millones de inmigrantes indocumentados en Europa, con un incremento anual de entre
350 y 500 mil personas (European Commission, 2007).
A pesar de esto, el endurecimiento de los controles sigue siendo la principal política
adoptada para frenar la migración indocumentada o, por lo menos, para presentar a los
electores la imagen de que estos flujos están siendo detenidos. De hecho, mientras
numerosos estudiosos han demostrado la ineficacia de la criminalización del fenómeno
y de la militarización de las fronteras, el enfoque centrado en la seguridad parece ser
políticamente y simbólicamente exitoso (Ackleson, 2005). Un creciente número de
detenciones podría convencer a la opinión pública de que sus países están bien
protegidos. Pero, una reflexión más atenta revelaría que, cualquier crecimiento en el
número de migrantes capturados por las patrullas fronterizas puede también
interpretarse como un crecimiento paralelo en el número de personas que intentan el
cruce. En Estados Unidos, la estimación oficial es que el Border Patrol intercepta sólo 1
de cada 4 migrantes que ilegalmente entran el país, mientras que unos agentes han
declarado tranquilamente que la proporción de las personas interceptadas es mucho
menor, probablemente 1:8 o incluso 1:10 (Ting, 2005). Si aumentan las detenciones se
puede entonces presumir que crezca también el número de aquellos que consiguen pasar
clandestinamente.
4 Replicando la experiencia de la operación Ulises, implementada por Francia, Reino Unido, España, Portugal y Italia en 2003 para patrullar el Canal de la Mancha, Frontex ha llevado a cabo los operativos “Hera”, liderado por el gobierno español, en el mar alrededor de las Islas Canarias, “Nautilos” en el Mediterráneo central bajo la dirección de Malta, “Poseidón” en el Mediterráneo central con coordinación griega.
4. ¿La paradoja de la externalización? Ganadores y vencidos
Sin embargo, las políticas siempre más restrictivas implementadas por EEUU y UE han
teniendo profundas repercusiones sobre la situación migratoria en los países vecinos que
forman parte de la cadena migratoria. Un creciente número de migrantes está adoptando
estrategias alternativas para sobrepasar la enorme dificultad de cruzar directamente y
legalmente hacia el Norte, es decir intentar utilizar el territorio de los países de
alrededor de EEUU o EU como puerta de acceso a su meta final.
Se trata de una situación paradójica: por un lado las políticas migratorias
estadounidenses y europeas, obstinadamente centradas en medidas de control y
limitación, son de hecho la principal causa de los flujos de tránsito por países que solían
ser básicamente zonas de emigración (por ejemplo, México, países del Magreb y del
Este del Mediterráneo, Rusia y países de la ex Unión Soviética etc.); por el otro, la
principal reacción de EEUU y UE a este proceso que ellos mismos activaron, ha sido el
de ejercer fuertes presiones políticas sobre los países de tránsito para persuadirlos de
colaborar en el control de sus fronteras, filtrando las corrientes migratorias y aceptando
la readmisión de los inmigrantes irregulares – si bien extranjeros por el mismo país de
tránsito - interceptados durante el cruce.
Durante los años 90, paralelamente a las operaciones de militarización de la frontera con
México, los políticos estadounidense expresaron una preocupación creciente por la
migración en tránsito a través del país vecino (Kimball, 2007) eligiendo, como foro
estratégico para empujar sus ambiciones de externalizar los controles, la anual
Conferencia Regional sobre Migración (Flynn, 2002).5
En Europa, la tendencia de algunos Estados miembros a instrumentalizar la política
exterior a favor de objetivos políticos internos, se manifestó patentemente durante la
Cumbre del Consejo Europeo que tuvo lugar en Sevilla en junio de 2002, cuando fue
planteada la posibilidad de introducir sanciones contra los países terceros que no
cooperaban en la lucha contra la migración ilegal (Kirişçi, 2004), y durante el cual hubo
también la altamente criticable (y de hecho criticada) propuesta británica de vincular la
ayuda al desarrollo a las necesidades de defensa de los países receptores. Desde
entonces la opción de construir centros de permanencia temporal para inmigrantes en
5 Conocida también como el proceso de Puebla, por el nombre de la ciudad mexicana donde la primera reunión tuvo lugar en 1996. Participan Canadá, Estados Unidos, México y Centroamérica representados por funcionarios de los Ministerios de Relaciones Exteriores y de Gobernación (Interior), Inmigración, o Justicia
los países de tránsito más allá de Schengen también ha sido varias veces vislumbrada, y
Frontex ha solicitado siempre, y logrado, una cooperación activa de los países de
tránsito en las operaciones que iba implementando.
Sin lugar a dudas, los países transitados por los migrantes son vistos cada vez más como
problemáticos (Düvell, 2006). Juzgados como "culpables de tránsito", son considerados
responsables de prevenir las migraciones internacionales hacia Europa o Estados
Unidos. Pero la así llamada externalización de los controles fronterizos plantea muchas
cuestiones políticas contradictorias. Desde la perspectiva de los países de tránsito, la
creciente transmigración a través de sus territorios se convirtió en un asunto incómodo,
que complica e interfiere con los procesos de decisión tanto a nivel nacional como en el
campo de las políticas exteriores.
Sin embargo, los países (acusados) de tránsito tendrían múltiples y valiosas razones para
rechazar el convertirse en guardianes de los vecinos ricos. En primer lugar, un apoyo
incondicionado a la lucha de EEUU o UE contra la migración clandestina coincidiría
con una manifiesta supeditación a dictados definidos de manera unilateral por estos
países, haciendo aparecer sus propios gobiernos como meros títeres en las manos de
primer mundo.
Seguidamente, dados los escasos recursos técnicos y económicos disponibles para el
control migratorio, pues la inmigración aún no es percibida como un problema
prioritario en estos contextos, las autoridades de los países de tránsito no están en
condiciones, ni a veces tienen la intención, de patrullar sus fronteras, que en no pocos
casos son considerablemente largas y porosas.6 Si bien los EEUU y la UE han activado
programas que proveen formación, entrenamiento y recursos para llevar a cabo
operaciones de patrullas conjuntas y desarrollar políticas de inmigración más
restrictivas en los países de tránsito, los mismos beneficiarios generalmente han juzgado
estas iniciativas ampliamente insuficientes para garantizar los principios de
corresponsabilidad y de carga compartida en la gestión de un tema tan complejo. Sin
embargo, donde se ha aplicado un control desequilibrado entre las fronteras de ingreso
de los transmigrantes y las fronteras de salida hacia el Norte, se ha creado un
problemático “efecto embudo”, es decir un crecimiento de la inmigración en los “países
de tránsito” ocasionada por la instalación a largo plazo de todos aquellos migrantes que
6 Por ejemplo, Turquía tiene casi 3,000 kilómetros de fronteras terrestres, de las cuales sólo 480 con la UE, más otros 8,330 kilómetros de fronteras marítimas, mientras que México, además de los 3200 kilómetros de línea fronteriza con EEUU, tiene 1.139 kilómetros de frontera terrestre con Belice y Guatemala y más de 11,000 de fronteras marítimas.
no consiguen avanzar hasta su meta final. Evidentemente una alta tasa de inmigración
de este tipo, inducida por “factores de atracción” exógenos, resulta muy problemática
por los países “de tránsito” pues puede amplificar la competición por los recursos
escasos generando tensión e inseguridad, o aun peor reacciones xenófobas, entre la
población autóctona.
Otra razón por la que los gobiernos de estos países tienen un indiscutible limitado
interés en cerrar sus fronteras hacia el Norte y controlar los canales ilegales de salida de
su territorio es que, frecuentemente, la emigración de sus propios ciudadanos constituye
un importante recurso para el desarrollo y una importante válvula de escape. Marrueco
y México son casos emblemáticos en esto sentido. La salida de - a veces considerables -
grupos de población económicamente activa es considerada, y hasta promovida, como
una estrategia para sostener e incrementar la estabilidad política y económica dado su
potencial de aliviar la pobreza interna y las tasas de desempleo o subempleo, como
también de volverse una importante fuente de divisas extranjeras a través de las remesas
que los emigrados normalmente envían a sus familias. El problema aquí es que los
flujos de tránsito se suman a la emigración tradicional, recorriendo las mismas rutas,
sirviéndose de los mismos medios y redes en las cuales se apoyan los nacionales de los
países de tránsito con intención de emigrar, lo que hace muy difícil cualquier esfuerzo
para gestionar estos dos movimientos de forma independiente.
Finalmente, apoyar las solicitudes de EEUU o UE de recrudecer el régimen de visado o
de readmitir a los migrantes de los que los vecinos ricos quieren deshacerse para luego
aplicar expulsiones masivas, podría perjudicar las relaciones políticas estratégicas con
los países de origen de los transmigrantes. Esto coloca en una posición particularmente
incomoda a aquellos países “de tránsito” que están interrelacionados histórica y
culturalmente con otros países de fuerte emigración, o que participan en bloques
comerciales regionales basados en obligaciones mutuas y compromisos que favorecen
la circulación transfronteriza de bienes, servicios y personas (Cassarino and Fargues,
2006).
Dicho esto, es cierto que los países de tránsito tendrían múltiples y valiosas razones para
rechazar el volverse guardianes de los vecinos ricos, pero hay otros factores importantes
que intervienen en el juego. Sobre todo, sin menospreciar las innegables ventajas de
mantener o construir buenas relaciones con los países económicamente más
desarrollados, cabe señalar que el asunto del tránsito ofrece un inesperado poder de
negociación a los países acusados de ser transitados (Coslovi, 2007). En otras palabras,
hay una oportunidad imperdible de asegurarse el apoyo de los países del Norte en
conseguir otros importantes resultados políticos a cambio de alguna forma de
colaboración en la lucha contra la inmigración clandestina.
En los años 90, a fin de lograr convencer el Congreso estadounidense - bastante
escéptico ante esta posibilidad – de que México era suficientemente confiable para ser
incluido como socio en el TLCAN, el país centroamericano ha aumentado enormemente
sus esfuerzos para frenar la migración de tránsito. Un promedio de 100.000
centroamericanos por año fueron detenidos en la última década del siglo XX en
territorio mexicano en comparación con los menos de 10.000 repatriados por año
durante el decenio de 1980 (Mahler y Ugrina, 2006), cuando la frontera sur con
Guatemala y Belice todavía era conocida como “la frontera olvidada” por la total
ausencia de controles.
En el comienzo del nuevo milenio, la administración del presidente Fox reforzó
ulteriormente los controles inmigratorios en los estados meridionales, con la clara
intención de persuadir al gobierno del presidente George W. Bush de regularizar la
situación de los 6 a 8 millones de indocumentados mexicanos que vivían en los Estados
Unidos. Con las operaciones Coyote 2000 y Plan Sur en 2001 fueron enviados a la
frontera sur grandes contingentes de agentes de inmigración, fueron formalmente
empleados los militares en la detección de los migrantes indocumentados y de las
mafias involucradas en el tráfico de personas, como también asignados 10 millones de
dólares (evidentemente financiados por Estados Unidos) a la construcción de puestos de
control migratorio a lo largo de las principales carreteras hacia el norte (Oja, 2002).
Tanto que hoy muchos críticos acusan a México de haberse transformado en una
frontera vertical.
Por otro lado, alrededor de Europa muchos países han aprovechado la cuestión de la
transmigración para avanzar con otros objetivos políticos estratégicos. A cambio de su
creciente disponibilidad a colaborar en el control del tránsito, Marrueco ya se aseguró
un aumento de las ayudas económicas y está intentando lograr un acuerdo de libre
comercio con España (Kimball, 2007); Libia obtuvo en 2004 el levantamiento del
embargo internacional impuesto al país norteafricano en 1992, principalmente gracias al
apoyo de Italia que tenía un gran interés en poderle suministrar armas y otros equipos
tecnológicos destinados a frenar la migración clandestina (BBC, 2004); En Turquía, un
eventual compromiso en recrudecer los controles migratorios está siendo utilizado como
un caballo de Troya para negociar la adhesión a la UE.
Es evidente que los gobiernos de los países de tránsito están utilizando el asunto del
control migratorio como un medio de “diplomacia paralela” (Coslovi, 2007).
Pero la que parece en primera instancia una situación donde todos los actores en juego
están ganando, con la UE y EEUU que consiguen externalizar sus controles fronterizos
y los países de tránsito que logran objetivos estratégicos en cambio de actuar como
zonas de amortiguación, hay de hecho un “perdedor olvidado”, es decir los propios
migrantes en tránsito.
La demanda urgente de cooperar en los controles y la devolución de una tarea tan
delicada como es la de contrastar las migraciones irregulares a países situados en las
periferias de EEUU y UE, a menudo lleva a sus autoridades a aplicar políticas de
control poco democráticas. Aun peor, en estos contextos no siempre existe la capacidad
de prevenir o limitar los abusos de poder y las extorsiones contra migrantes ejercidas
por las mismas autoridades encargadas de controlar que, en el marco de un escenario
global que criminaliza la clandestinidad, se sienten casi legitimadas a adoptar acciones
“duras” para contrastarla. Lo que es grave es que, proporcionando incondicionalmente
el “trabajo sucio” a países con instituciones todavía débiles, EU y EEUU están
poniendo en gran riesgo el respeto de los derechos fundamentales de los transmigrantes.
Cuando los estados llevan a cabo operaciones de interceptación, la responsabilidad ante
las consecuencias que pueden derivarse para los derechos humanos no solo recae en el
gobierno del país en cuyo territorio tiene lugar la intercepción, sino también en los
estados que la solicitan, financian o autorizan (Villalba, 2007).
5. Transmigrantes en marcha y ciudades de tránsito
En lugar de detener los flujos, lo que ocurrió con el endurecimiento de las medidas de
control es que la gente empezó a tomar más riesgos y poner en peligro sus vidas con
más dureza que nunca. Estos riesgos no son situaciones de peligro inherentes al proceso
migratorio sino que constituyen problemas generados directamente por las acciones
establecidas por los gobiernos de los países involucrados en el fenómeno. El enfoque de
la seguridad y la externalización de los controles han tenido tres graves efectos
secundarios que han incrementando notablemente la vulnerabilidad, precariedad e
inseguridad de los transmigrantes.
En primer lugar se asistió a una increíble extensión y diversificación de las rutas
recorridas, que se vuelven cada vez más largas y peligrosas para esquivar la vigilancia.
Según la recopilación de artículos de periódicos internacionales hecha por “fortress
Europe”,7 13.289 inmigrantes han muerto desde 1988 hasta hoy en las fronteras
europeas, de los cuales 9.389 han desaparecido en el mar. Las cifras señaladas,
divididas por áreas geográficas, parecen un verdadero boletín de guerra: 4.342
migrantes han muerto intentando cruzar el Estrecho de Gibraltar o el Océano Atlántico
Entre el Marruecos, la Argelia, la Mauritania y el Senegal hacia la España y las
Canarias; en el Canal de Sicilia entre la Libia, Túnez, Malta, y la Italia las victimas
amontan a 3.121; en el mar Egeo hacia las islas entre la Turquía y la Grecia las muertes
han sido 1.051. A estos se suman los muchos que fallecen durante el recorrido a través
el desierto del Sahara.
En la frontera entre México y Estados Unidos la situación no es menos alarmante.
Según la Patrulla Fronteriza, casi 3.000 personas murieron durante el cruce entre 1998 y
2005, y el número anual de muertos se ha duplicado desde 1995, cuando se empezó la
construcción del muro en las áreas urbanas. Las organizaciones no gubernamentales
estiman que los muertos entre 1995 y 2007 han sido más de 5.000. Por lo menos el 10%
de estas personas eran de nacionalidad no mexicana (Becerra Pérez, 2006) y a ellos
deben sumarse por los menos 4.000 transmigrantes que, Según diversas fuentes oficiales
y de organismos civiles, han muerto en México durante las peligrosas travesías sobre las
“bestias”, como son comúnmente llamados los trenes de carga que los transmigrantes
toman para desplazarse desde el sur del país hacia el norte, o en el doble fondo de
tráileres cargados con plátanos.
El segundo impacto de las medidas fronterizas ha sido que, al crear condiciones más
difíciles para los cruces clandestinos, se ha incrementado el número de migrantes que
acuden a las mafias, lo cual eleva la tasa de éxitos pero aumenta increíblemente los
riesgos y los costes del viaje. Sin embargo, la mayor seguridad fronteriza ha beneficiado
directamente a redes dedicadas al transporte ilícito de personas. Según estimaciones
recientes, por lo menos el 50% de los 830.000 migrantes que entran en Europa
irregularmente cada año han pagado por los servicios de traficantes de personas, al
menos para algunos tramos de su viaje (Simon, 2006) mientras que hoy se calcula que
cuatro de cada cinco indocumentados utilizan los servicios de polleros (como son
7 “Fortress Europe” (http://fortresseurope.blogspot.com) es un blog dedicado a la memoria de las víctimas de la inmigración clandestina y a la denuncia de los crímenes cometidos en las fronteras contra migrantes y refugiados. Creado en enero de 2006, al momento no recibe ninguna financiación y es gestionado por una red voluntaria de periodistas, traductores y organizaciones no gubernamentales. En el cálculo de los fallecidos, son contabilizados sea los cadáveres recuperados sea los desaparecidos.
definidos los traficantes de personas en México) para ingresar a Estados Unidos.
Empero, al incrementarse la demanda de esos servicios, también lo han hecho los
precios. En la frontera norte de México los polleros, que tradicionalmente eran
residentes locales que cobraban 200 dólares para mostrar a los migrantes donde cruzar
el mismo día que llegaban, han sido rápidamente sustituidos por organizaciones
criminales, más preparadas para organizar la difícil travesía. Pues ahora hay costes que
incluyen el alojamiento en “casas de seguridad”, el transporte y acompañamiento, las
“propinas” para la corrupción de agentes de la policía en ambos lados, el “paquete
completo” de repente aumentó a 1,300 dólares para los mexicanos y 2,000 para los
extranjeros (Santibañez Romellón, 2004). También para el cruce hacia Europa las
mafias cobran más a los transmigrantes que a los nacionales de los países de tránsito.
Por ejemplo, en 2003, el viaje en patera desde Marruecos hasta España costaba 700
dólares para marroquíes, y hasta $1,200 para los africanos subsaharianos (Barros et al.,
2002).
El tercer importante efecto colateral de las políticas de puertas cerradas ha sido la
transformación del tránsito en una forma muy insegura de inmigración temporal, en el
sentido que cada vez más transmigrantes quedan bloqueados, encontrándose atrapados
por semanas, meses y a veces años en algunos puntos a lo largo de la ruta que estaban
recorriendo, sin posibilidad de ir hacia adelante o regresar a su casa, sin derechos de
quedarse allí, por tanto, en una condición de extrema vulnerabilidad (Collyer, 2006).
A este propósito, cabe destacar que, aunque exista un animado discurso académico y
político sobre las migraciones de tránsito, esto se dirige básicamente al análisis de los
retos por (y las responsabilidades de) los así denominados “países de tránsito". Casi
nunca se toman en adecuada consideración los impactos –negativos y positivos - de este
tipo de corriente migratoria sobre las ciudades.
Sin embargo, las ciudades son los nodos cruciales de las rutas recorridas por los
migrantes, los centros estratégicos donde convergen todas aquellas redes
(infraestructurales, económicas, sociales etc. formales y informales) que realmente
hacen posible la movilidad humana. Es en las ciudades donde los transmigrantes pueden
captar informaciones y establecer contactos útiles para continuar su viaje o cruzar la
siguiente frontera, como también encontrar alojamiento temporal, oportunidades de
ingreso en el amplio sector informal, y el apoyo social necesario para recuperarse del
viaje anterior y organizar la siguiente partida. Y es en las ciudades donde más se
materializan los resultados de las políticas de externalización.
El hecho de que las estancias de los transmigrantes en las áreas urbanas de los países de
tránsito se vuelvan cada vez más largas, tiene efectos tangibles importantes sobre la
economía local y la estructura socio-espacial urbana. Lamentablemente hay una gran
falta de información, investigaciones, datos, y toma de conciencia sobre la dimensión
local del fenómeno. Se sabe muy poco sobre cuántos llegan y desde dónde, cuántos
parten, cuántos se quedan y por qué o por cuánto tiempo, y menos aún se sabe sobre sus
condiciones de vida, de trabajo, de acceso a las infraestructuras y a los servicios
urbanos.
Sin embargo, es evidente que cuanto más una ciudad es atravesada por migrantes, más
se desarrollan actividades e infraestructuras de apoyo a la movilidad. Estas ciudades
responden a la creciente demanda de movilidad equipándose para ofrecer los bienes y
servicios necesarios, beneficiando la economía local y sobre todo la informal. Se vende
de todo en estas ciudades: informaciones, documentos, favores, y quizás sobre todo,
sueños. Así, en los barrios marginales de Tijuana, en México, muchas familias han
transformado cada espacio no estrictamente necesario de sus casas en albergues
improvisadas donde, por pocos dólares por noche y sin necesidad de presentar
documentos de identidad, los migrantes encuentran un abrigo seguro y anónimo. Y lo
mismo ocurre en los barrios más degradados de la península histórica de Estambul,
como los centralísimos Laleli o Eminonu donde, quienes están dispuestos a pagar un
poco más por compartir un cuarto con otros Kaçac8, pueden también obtener
informaciones preciosas: cuáles son los bares donde "se dice” se encuentra quién puede
proporcionar un visado o un pasaporte falso o, si no se tiene dinero suficiente para partir
inmediatamente, cuáles son las zonas donde los reclutadores suelen contratar
trabajadores diarios para uno de los tantos laboratorios del floreciente sector textil.
Todo este intenso flujo de informaciones, personas y negocios se desarrolla en la
informalidad y supuesta invisibilidad. Es cierto que los migrantes que quedan
bloqueados forman nuevos grupos de residentes en condiciones precarias en contextos
donde la pobreza urbana está, de por sí, en continuo aumento, y la segregación social y
espacial ya ha alcanzado niveles alarmantes entre los propios ciudadanos.
No solo la ausencia de políticas y medidas adecuadas comporta un alto riesgo de
aumento de la exclusión urbana y de los conflictos sociales, sino también las presiones
ejercidas por los países de destino sobre los gobiernos de los países de tránsito al fin de
lograr su colaboración para detener los flujos indeseados frecuentemente se traducen a
8 Kaçak es la palabra turca para definir los inmigrantes indocumentados
nivel urbano en acciones de contraste a la ilegalidad que hacen de los transmigrantes
uno de los grupos de residentes (si bien temporales) más vulnerables y marginados.
Retomando el ejemplo de Estambul, la intensificación de los controles - implementada
para demostrar a la Unión Europea que Turquía, en cuanto candidato a país miembro,
está comprometido en la lucha contra la clandestinidad - ha obligado a muchos
migrantes a vivir en la misma habitación donde trabajan para evitar frecuentar los
lugares públicos donde el riesgo de ser detenidos y deportados es ya demasiado alto.
En estas situaciones difíciles y complicadas, cabe señalar que no faltan los grupos de la
sociedad civil, o también algunos oficiales de las instituciones locales, que por razones
humanitarias se movilizan para apoyar a los migrantes, actuando con frecuencia al
margen de la legalidad debido a leyes migratorias inadecuadas para la gestión urbana
del fenómeno.
6. Tijuana, ciudad de ilusiones y contradicciones
Situada junto al muro, a un paso del sueño americano, se encuentra Tijuana. Fundada
hace casi 120 años en el punto más al norte del México continental y alejada del
gobierno central, esta ciudad ha registrado un rápido crecimiento demográfico sobre
todo a causa de intensos flujos migratorios internos e internacionales. Según las
estimaciones oficiales, Tijuana tiene hoy una población de 1,5 millones de habitantes de
los cuales casi 17 mil son de origen extranjero.9
Aquí, mito y realidad se mesclan diariamente: Tijuana la horrible, Tijuana la puerta de
México, Tijuana y sus carteles del narcotráfico, Tijuana y sus maquiladoras, Tijuana
zona franca, Tijuana y sus cruces en ambos sentidos. Históricamente famosa por ser
lugar de diversión para los “gringos” que bajan en búsqueda de lo que está prohibido en
su país y, al mismo tiempo, por ser paso casi obligado para las personas que dirigen
hacia EEUU, Tijuana es sin duda una ciudad de contrastes.
El cruce desde San Diego hacia el sur es inmediato, indoloro, casi imperceptible: los
controles de documentos son raros, el flujo de personas y coches desfila fluidamente,
una enorme placa con la bandera de México acoge a los turistas que llegan
“Bienvenidos a Tijuana”, mientras que el emblema del municipio recuerda, casi de
9 No se incluyen los residentes de origen estadounidense (no obstante sean más de 43 mil), pues tratase principalmente de personas que los padres han hecho nacer en EEUU con el objetivo de darles más oportunidades por el futuro, pero que de hecho siempre han vivido en México como mexicanos. Se prefiere entonces no contabilizarlos como “inmigrantes”.
forma sarcástica, a los mexicanos que, voluntaria o forzadamente, retornan a su país que
“Aquí empieza la patria”.
El pasaje hacia el Norte es toda otra historia. Irse “al otro lado”, como se dice
comúnmente aquí, es complicado también para aquellos que tienen todos los
documentos en regla. Durante las horas punta, filas interminables de automóviles y
peatones esperan durante horas para pasar por la garita de San Ysidro, donde los
controles, las preguntas, la suspicacia de los agentes son a veces extenuantes. Para
quienes llegan a Tijuana desde el sur para intentar el cruce ilegal, las dificultades, el
tiempo y el espacio, se dilatan enormemente. “El muro”, que en realidad es una barrera
de triple línea, bloquea de repente, artificial y inexorablemente, la ciudad al norte. Tan
cercana, con aquella fila interminable de cruces colgadas para recordar las muertes que
ha provocado, es un límite físico que amenaza con convertirse en un límite mental para
quienes se quedan atrapados allí. Hector Castro, operador de uno de los muchos
refugios para migrantes que hay en la ciudad no tiene dudas al respecto: “Tijuana está
hecha por gente que no ha logrado cruzar, Mexicanos y extranjeros”10
El problema radica en que faltan datos reales sobre el flujo de extranjeros hacia la
ciudad, y aun más sobre cuántos de ellos finalmente se quedan en la ciudad. La ausencia
de estadísticas e investigaciones que cuantifique el fenómeno e identifiquen sus
impactos sobre la estructura socio espacial urbana hacen que, si se excluyen las políticas
desarrolladas para promover el turismo y la inversión extranjera, la municipalidad de
Tijuana prácticamente no se ocupe de la población extranjera que pasa o reside en la
ciudad.
Cabe destacar que los transmigrantes de origen latino, que representan la mayoría de los
migrantes que utilizan México como país de tránsito, comúnmente adoptan como
estrategia, para esquivar los controles migratorios, la de hacerse pasar por mexicanos.
Esta forma de “invisibilidad forzada” hace muy difícil capturar las dinámicas
migratorias reales. Según la encuesta sobre migración, en la frontera norte de México un
promedio de 170 mil migrantes por año llegan a las ciudades fronterizas de Baja
California (Tijuana y Mexicali) con destino a Estados Unidos (EMIF, 2006). Según
investigadores locales, es realista imaginar que el 10 por ciento de estos migrantes sean
efectivamente extranjeros,11 lo que hace presumir que lleguen a Tijuana por lo menos 10
10 Entrevista realizada por la autora a Hector Castro Rodriguez, operador del “Albergue para Migrantes Zona Norte”, Tijuana, 21 de abril 2008.11 Esta estimación parece ser comprobada por otros datos indirectos, en particular: 1) el hecho que, en promedio, el 14% de los extranjeros hospedados por 4 entre los principales albergues para migrantes en la
mil migrantes internacionales por año de los cuales por lo menos 4 mil no consiguen
cruzar hacia el Norte.12 De éstos, no se sabe cuántos esperan una otra ocasión para
volver a intentar, cuántos buscan otras vías, cuántos regresan a sus casas ni cuántos se
quedan allí para construir su vida. Sin embargo, gran parte de los migrantes que se
instalan permanentemente en la ciudad, continúan manteniéndose invisibles, pasándose
por mexicanos, viviendo en la total informalidad.
Siendo Tijuana uno de los cruces fronterizos más transitados entre México y Estados
Unidos, que representa el 25 por ciento del ingreso anual de personas al país vecino, la
cultura del migrante ha articulado toda una red social vinculada con el fenómeno.
Existen en esta ciudad seis albergues para migrantes13 administrados por asociaciones
religiosas y de la sociedad civil, a los cuales se suman muchas otras estructuras que
ofrecen posada u otros servicios sociales a los pobres, sin discriminar entre autóctonos y
extranjeros.
Los refugios para migrantes brindan un hogar provisional gratuito hasta un máximo de
15 días, pero frecuentemente se hacen excepciones. Muchos se quedan por poco tiempo,
muchos vuelven tras no haber logrado llegar al otro lado. Este servicio es muy
importante porque ofrece un espacio de protección por un tiempo que, si bien muy
limitado, es suficiente para descansar y empezar a tomar un mínimo de confianza con
esta ciudad “difícil y peligrosa”, buscar una forma de empleo temporal, conocer otros
migrantes con los cuales compartir vivienda si se vuelve necesario quedarse más del
previsto.
Los transmigrantes procedentes del Sur, llegan a Tijuana después de haber atravesado
por muchas dificultades los más de 4000 kilómetros que separan esta ciudad desde la
ciudad sean no mexicanos; 2) El hecho que aproximadamente el 9% de los interceptados por el Border Patrol del sector de San Diego son OTMs (datos de 2006 y 2007); 3) el hecho que eran de origen extranjera el 10% de los migrantes fallecidos durante el cruce.
12 En 2007 el INM de Tijuana detuve a 490 extranjeros no estadounidenses mientras que, aquel mismo año, el Border Patrol del sector de San Diego ha interceptado poco más de 1200 “no Mexicanos” durante el cruce, que suman alrededor de 1700 personas. Imaginando, según una proporción de capturados de 1:4, que otros 3600 hayan logrado cruzar sin ser detectados, presumiblemente poco menos de la mitad de los 10,000 extranjeros llegados en Tijuana en 2007 se ha quedado en la ciudad sin conseguir pasar.13 La “Casa del Migrante” de los Padres Scalabrinianos, que recibe migrantes hombres y tiene cupo para 180 personas; El “Instituto Madre Asunta” (siempre de los Scalabrinianos) para mujeres e niños, que cuenta con 45 camas; la “casa YMCA de Menores Migrantes”, 24 camas; El “Albergue para migrantes zona Norte” de la asociación civil ARAC, para hombres, que tiene 40 camas pero usualmente hospeda 70 personas; La “Casa Refugio Elvira” de la asociación Hermandad Mexicana Transnacional, que es el único que hospeda familias pero solo hasta un máximo de 3 núcleos; el dormitorio para hombres del Ejército de Salvación, con una capacidad de 100 personas.
frontera meridional, después de haber gastado todo sus ahorros, tal vez todo el
patrimonio que sus familias han invertido en su emigración. El camino es largo,
peligroso y caro. Los asaltos y las extorsiones durante el desplazamiento están a la
orden del día: si, “gracias a dios” se tiene bastante suerte de no sufrir agresiones por
parte de las maras, las pandillas callejeras que actúan en las rutas de los migrantes, es
casi imposible evitar pagar por lo menos una “mordida” a algún tipo de policía
mexicana.
Aunque hay una propuesta casi aprobada por el gobierno central para descriminalizar el
reato de inmigración ilegal en México, todavía la Ley General de Población – que tiene
más de 30 años, siendo entonces totalmente inadecuada para un fenómeno que tuvo una
evolución tan fuerte en los últimos decenios – impone penas muy duras a los extranjeros
que entran sin permiso en territorio mexicano. En teoría ,sólo los oficiales del INM
(Instituto Nacional de Migración) y los agentes de la Policía Federal Preventiva están
legalmente autorizados a efectuar controles migratorios para detener a los extranjeros
indocumentados, sin embargo, está ampliamente documentado que varios otros
organismos policiacos - inclusive los antinarcóticos, los guardias forestales, los
militares, hasta las autoridades fiscales y los vigilantes privados, se aprovechan de la
vulnerabilidad de los transmigrantes frente la vigente ley, exigiendo ingentes sumas de
dinero a cambio de no ser denunciados y encarcelados o deportados.
Después que Julio y sus tres amigos14 dejaron su pueblo en el estado de Escuintla en
Guatemala, les tomó más de 40 días para llegar a Tijuana, unos tramos a pié, otros en
bici, 20 días pasando de tren en tren desde Arriaga hacia Mexicali, en fin en autobús,
bajando antes de la central camionera para evitar los controles. No viajaron solos,
encontraron durante su viaje a muchos otros guatemaltecos, nicaragüenses y hondureños
pero también colombianos, brasileños, inclusive dos ghaneses que habían llegado a
Guatemala por avión y estaban cruzando México a la vuelta de EEUU. Tres veces
fueron parados por fuerzas del orden mexicanas: la primera en Tapachula, cuando la
policía judicial les pidió 700 dólares para “los chescos” (es decir dinero para un
refresco, “código” normalmente utilizado por los agentes cuando extorsionan a los
extranjeros), después en Arriaga donde fueron atracados por los agentes de seguridad
privada empleados por las compañías de ferrocarril a los cuales debieron entregar 100$
cada uno, y finalmente en Guanajuato fueron obligados a pagar 300$ cada uno a la
policía de tránsito.
14 Entrevista realizada por la autora a migrantes, Tijuana, 11 de abril 2008
Miles de estos migrantes llegan a Tijuana cada año, intentando esquivar el estrecho
control migratorio en los puntos principales de ingreso de los flujos procedentes desde
el sur, es decir la central de autobuses, la autopista “la Rumorosa” y el aeropuerto. Los
agentes de INM afirman que no están en absoluto dispuestos a actuar como guardianes
colaborando con Estados Unidos en contrastar la migración clandestina, pero al mismo
tiempo declaran sin problemas que en el aeropuerto de Tijuana rechazan a todos los
extranjeros (procedentes de países pobres) que no demuestran “tener una motivación
válida para venir aquí”, inclusive aquellos que poseen visado auténtico para estancia
temporal en el país.15 En 2003 ha sido construida en Tijuana una estación migratoria
donde pueden ser confinadas hasta 300 personas. Entre 2003 y 2007, un total de 10 mil
transmigrantes han sido detenidos en esta estación.
México no ha firmado un tratado de readmisión con Estados Unidos y los encargados
del control16 aseguran que los más de 200 mil migrantes “repatriados” o “devueltos” (se
evita cuidadosamente de utilizar la palabra “deportados”) a Tijuana por las autoridades
norteamericanas son todos connacionales. Explican que los agentes son entrenados para
detectar y rechazar los extranjeros que han falsamente declarado a la Patrulla Fronteriza
estadounidense ser mexicanos para evitar la deportación a sus países de origen.
Explican que le hacen cantar el himno nacional, le hacen preguntas específicas sobre
historia y tradiciones mexicanas. En realidad raramente se hace este tipo de examen en
profundidad y, contestando a tres rápidas preguntas (nombre, edad, ciudad), muchos
extranjeros son readmitidos en Tijuana donde se quedarán hasta que recuperen los
recursos y contactos necesarios para intentar nuevamente el cruce. De acuerdo con
información oficial del Instituto Nacional de Migración los migrantes cruzan en
promedio tres o cuatro veces la línea fronteriza antes de alcanzar el “sueño americano”,
o renunciar definitivamente a esta idea. Pero también muchos de aquellos que son
deportados a sus países de origen, “tiempo un mes y regresan nuevamente aquí” cuenta
Hector del Albergue para migrantes, testimonio de una historia que ha visto repetirse
innumerables veces.
Los abusos perpetrados por la policía municipal contra migrantes son impunemente
manifiestos en Tijuana. Cada mañana agentes policiacos locales dan la vuelta pasando
en frente de las casas de asistencia a migrantes y suben a sus camionetas todos los
15 Entrevista realizada por la autora a funcionario de INM, Tijuana, 15 de abril de 2008. 16 Entrevista realizada por la autora a agente de INM empeñado en recibir a los deportados en la garita de San Ysidro, Tijuana, 30 de marzo de 2008.
migrantes que caben, esposándolos y amenazándolos con llevarlos ante un juez
calificador. Sin embargo, los extranjeros, conscientes del riesgo de la deportación, no
tienen otra alternativa que la de subir sin protesta alguna a la extorsión. Un estudio
elaborado recientemente por la organización Médicos sin Fronteras sobre un total de
1500 migrantes, destaca que el 20% han sido afectados por los policías de la ciudad.17 A
pesar de que la oficina local de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos haya
presentado una queja contra la municipalidad denunciando esta situación, y se hayan
realizado reuniones entre las autoridades y los defensores de los derechos de los
migrantes, lo abusos continúan presentándose.
Cabe destacar además que en Tijuana ha sido también originada, para después ser
replicada en otras partes del país, una práctica tanto ejemplar - por su potencial para
proteger los derechos humanos de los migrantes - como contradictoria por el marco
institucional en el que es implementada: se trata del Grupo Beta. Creado en 1990,
dependiente del Instituto Nacional de Migración, el grupo Beta es un cuerpo policial sui
generis que tiene como objetivo declarado “la protección y defensa de los derechos
humanos de los migrantes, así como de su integridad física y patrimonial, con
independencia de su nacionalidad y de su condición de documentados o
indocumentados”. Surgido bajo los artículos 137 y 138 de la misma Ley General de
Población que en otros artículos sanciona al mexicano que auxilia a cualquiera sin
papeles y lo obliga a denunciarla al INM, su objetivo es precisamente éste: asistir,
rescatar y orientar a los migrantes que pasan por México. Los grupos Beta tienen como
obligación informar de los excesos y abusos que cualquiera comete contra los
migrantes, incluidas las propias autoridades mexicanas. La actividad principal de los
Beta de Tijuana es la de patrullar la frontera para apoyar y rescatar a los migrantes en
peligro, tanto mexicanos como extranjeros, sin potestad para detenerlos. El trabajo de
los Beta se realiza de manera coordinada con las organizaciones no gubernamentales
que otorgan alojamiento a migrantes. No pocos de los extranjeros hospedados en los
refugios para migrantes han sido acompañados allí por estos grupos. Existen hoy 16
grupos Betas en 8 estados mexicanos. Reconocibles por sus camisetas color naranja, son
muy populares entre los indocumentados que deciden atravesar México con el Norte
como objetivo, porque son aquellos agentes que les proporcionan alimentos y agua en
los trechos más duros, mientras les aconsejan no pasar por estos caminos.
17 Entrevista realizada por la autora a Stephane Vinhas, coordinador para Médicos del Mundo del Proyecto “Acceso a la salud para migrantes”, Tijuana, 26 marzo de 2008
7. Unas reflexiones finales
El énfasis que la Unión Europea y los Estados Unidos han puesto sobre las políticas
para frenar los flujos migratorios ha mostrado ser una estrategia ilusoria e irrealista. A
cualquier nuevo obstáculo introducido, los migrantes han encontrado otros modos y
otras vías para eludir los controles, simplemente porque saben que en los países del
Norte hay buenas posibilidades de mejorar las condiciones de vida, propias y de sus
familiares que dejaron atrás. El mercado del trabajo en los países más desarrollados
sigue necesitando de mano de obra extranjera, especialmente en aquellos empleos
precarios, poco especializados y mal remunerados que muchos autóctonos no quieren
tomar. En un mundo interconectado y interdependiente que se basa en intercambios y
flujos transnacionales de mercancías, capitales y de información, es bastante anacrónico
pretender detener la circulación de personas.
La total discrepancia entre las actuales dinámicas migratorias y lo que las normas en
vigor reflejan, ha tenido casi exclusivamente efectos contrarios a los esperados, siendo
el primero entre todos el aumento de la clandestinidad en beneficio de las mafias que
administran el tráfico de seres humanos. Las consecuencias de políticas recelosas con el
extranjero se están volviendo extremamente lesivas para los derechos humanos de los
migrantes y, aun peor, esto está aconteciendo en un clima de antiética indiferencia por
parte de los responsables que son, en última instancia, aquellos mismos países que se
proclaman modelos mundiales de democracia y civilización. Ningún control de frontera
legitima el desprecio de los derechos humanos. Con cada nuevo muro que se levanta,
con cada nueva presión para externalizar los controles, con cada negociación que
antepone los intereses de los estados al bienestar de los seres humanos, asistimos al
deprimente espectáculo que presupone la gran dificultad de pasar de las expresiones
verbales de buena voluntad a los hechos verdaderos, del paso hacia políticas y acciones
que permitan gobernar más racional y humanamente las modernas migraciones
internacionales, bajo una perspectiva que no sea exclusivamente la de la seguridad
nacional. Con gran desilusión se percibe cada vez más remota la posibilidad de llegar a
acuerdos migratorios que pongan sobre la mesa de discusión la extrema vulnerabilidad
de los migrantes.
No obstante, se debe reconocer el mérito de México por haber implementando una
práctica tan innovadora como la de los grupos Beta, que intenta compensar los impactos
secundarios de políticas migratorias que criminalizan a las personas solo por ir en
búsqueda de una vida mejor. EEUU y UE tendrían mucho que aprender desde esta
lección.
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