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Ciudades de tránsito, guardianes del primer mundo - entre desafíos, contradicciones y compromisos – Por Giovanna Marconi, Departamento de Planificacion, Università Iuav di Venezia e-mail: [email protected] VI Encuentro Anual de RedGob, Lisboa, 9-10 diciembre 2008 1. Migraciones de tránsito, un concepto borroso El concepto de “migración de tránsito” ha empezado a ser utilizado en el discurso internacional sobre el tema de las migraciones recién desde principio de los años 90, cuando el concepto “país de tránsito” apareció en el léxico migratorio como una categoría intermedia entre “país de origen” y “país de destino”. A pesar del hecho que tal expresión ha sido cada vez más utilizada en los documentos oficiales sobre política y práctica migratoria, hasta ahora no hay definiciones universalmente válidas y aceptadas de conceptos como “transmigrante”, “país de tránsito”, “migraciones de tránsito”, ni existe una categoría o clasificación para ellos en el derecho internacional (Düvell, 2006). Esas expresiones parecen haber entrado en el discurso político simplemente por fuerza del hábito. Una de las primeras conceptualizaciones de la noción de "país de tránsito " está incluida en la Convención internacional sobre la protección de los derechos de todos los trabajadores migratorios y de sus familiares (ONU, 1990) en la cual se afirma que "por Estado de tránsito se entenderá cualquier Estado por el que pase el interesado en un viaje al Estado de empleo o del Estado de empleo al Estado de origen o al Estado de residencia habitual". Sin embargo, es sobre todo debido a una serie de informes publicados por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) a partir desde el 1993, que el tránsito de migrantes ha empezado a ser considerado un importante patrón de la movilidad internacional, y uno de los principales desafíos que la migración

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Ciudades de tránsito, guardianes del primer mundo

- entre desafíos, contradicciones y compromisos –

Por Giovanna Marconi, Departamento de Planificacion, Università Iuav di Venezia

e-mail: [email protected]

VI Encuentro Anual de RedGob, Lisboa, 9-10 diciembre 2008

1. Migraciones de tránsito, un concepto borroso

El concepto de “migración de tránsito” ha empezado a ser utilizado en el discurso

internacional sobre el tema de las migraciones recién desde principio de los años 90,

cuando el concepto “país de tránsito” apareció en el léxico migratorio como una

categoría intermedia entre “país de origen” y “país de destino”. A pesar del hecho que

tal expresión ha sido cada vez más utilizada en los documentos oficiales sobre política y

práctica migratoria, hasta ahora no hay definiciones universalmente válidas y aceptadas

de conceptos como “transmigrante”, “país de tránsito”, “migraciones de tránsito”, ni

existe una categoría o clasificación para ellos en el derecho internacional (Düvell,

2006). Esas expresiones parecen haber entrado en el discurso político simplemente por

fuerza del hábito.

Una de las primeras conceptualizaciones de la noción de "país de tránsito " está incluida

en la Convención internacional sobre la protección de los derechos de todos los

trabajadores migratorios y de sus familiares (ONU, 1990) en la cual se afirma que "por

Estado de tránsito se entenderá cualquier Estado por el que pase el interesado en un

viaje al Estado de empleo o del Estado de empleo al Estado de origen o al Estado de

residencia habitual". Sin embargo, es sobre todo debido a una serie de informes

publicados por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) a partir desde

el 1993, que el tránsito de migrantes ha empezado a ser considerado un importante

patrón de la movilidad internacional, y uno de los principales desafíos que la migración

internacional presenta hoy, debido - siempre según la OIM - a los altos niveles de

irregularidad que caracterizan este tipo de flujo.

Desde entonces, la atención hacia el fenómeno ha ido en constante aumento y los

intentos de proporcionar definiciones precisas para describirlo han proliferado en el

mundo político como también en la academia. Solo para dar algunos ejemplos, Irine

Ivakhniouk se refiere a las migraciones de tránsito como "la migración de personas

desde un país de origen/salida hacia un país de destino/asentamiento a través de países

intermedios/de tránsito, frecuentemente en condiciones inciertas o inseguras:

clandestinidad, visa de turismo, documentos falsos, etc." (Ivakhniouk, 2004). Para

Aspasia Papadopoulou la migración de tránsito es simplemente “el estadio entre

emigración e establecimiento” (Papadopoulou, 2005) mientras que Cassarino y Fargues

definen los “transmigrantes” como “personas en movimiento que se encuentran en una

situación llamada ‘tránsito’, es decir migrantes que permanecen temporáneamente en un

país con la intención de llegar a otro país, independientemente del hecho que logren al

final llegar a su meta o no” (Cassarino and Fargues, 2006).

Expresiones como "transmigrantes" o "migración de tránsito" son efectivamente de

ardua conceptualización, pues se refieren a "intenciones individuales" de personas que

se encuentran por un cierto periodo de tiempo en lugares que ellas mismas consideran

solo de pasaje. Por lo tanto, el tránsito es un fenómeno difícilmente cuantificable. En

este sentido, lo que parece constituir problema no es tanto la definición conceptual sino

la misma identificación del objeto de estudio. Supuestamente, para las autoridades del

así dicho "país de tránsito", los extranjeros que cruzan su territorio con la intención de

dirigirse a otro país pueden ser clasificados como turistas, estudiantes, visitantes,

inmigrantes (regulares o irregulares), pero efectivamente nunca como transmigrantes,

pues esa condición o no existe, o implica que el migrante demuestre tener todos los

papeles y permisos necesarios para ingresar al país elegido como su destino final, cosa

que raramente pasa en el caso de los migrantes (mientras que es normal para turistas o

viajeros internacionales).

Jurídicamente hablando, el tránsito debería ser temporal y limitado pero, en la práctica,

puede terminar siendo de largo plazo y semipermanente porque hay siempre más

obstáculos - principalmente de naturaleza económica y/o política - que obligan a

muchos migrantes a pararse prolongadamente en algún lugar durante su viaje, sin

perspectivas reales inmediatas de alcanzar su meta ni tampoco de volver a su lugar de

origen.

En consecuencia, resulta casi imposible determinar exactamente el límite entre

“tránsito” e “inmigración”, a menos que los mismos migrantes expresen su intención de

avanzar hacia el territorio de un estado diferente (De Tapia, 2004), demostrando al

mismo tiempo que esta intención es realmente factible y no solo un sueño. El problema

es que, si el destino en cuestión es un país de los Estados Unidos de América (EEUU) o

de la Unión Europea (UE), cualquier intención de salir del “país de tránsito” coincide

normalmente con encontrar una forma ilegal para cruzar la siguiente frontera, por lo que

es altamente improbable que los transmigrantes se manifiesten abiertamente como tales.

Teniendo en cuenta estas consideraciones, cabe preguntarse por qué las migraciones de

tránsito han vuelto a ser una relevante cuestión geopolítica en el marco de la gestión

internacional de los flujos migratorios y, sobre todo, por qué (o mejor dicho, para qué)

la cuestión del tránsito se ha convertido en un asunto central en la agenda política sobre

migraciones internacionales de algunos países receptores - EEUU y UE in primis - antes

y mayormente que en los propios “países de tránsito”.

Si se examinan con atención las características de aquellos países que normalmente son

considerados (o tal vez, acusados) “de tránsito” – cuáles son, dónde son, por qué (o

mejor dicho, para quien) los flujos migratorios que cruzan sus territorios constituyen un

problema - pueden surgir no pocas dudas acerca de una difundida instrumentalización y

politización de la cuestión. Si para considerar un estado “país de tránsito” fuera

suficiente con averiguar que existen flujos migratorios de pasaje por sus territorios,

países como Guatemala - que muchos migrantes procedentes de El Salvador, Honduras

y Nicaragua cruzan para llegar a la frontera con México – o como Mali, Níger o Sudan

– que son atravesados por crecientes números de migrantes subsaharianos, pero también

chinos y paquistaníes entre otros, en camino hacia África del Norte (De Haas, 2006) –

deberían estar entre los más mencionados. Por el contrario, los países identificados

cuando se debate la cuestión del tránsito de migrantes son casi exclusivamente aquellos

que colindan con países ricos, principalmente México en el continente americano y

todos los países en las inmediatas periferias de la Unión Europea, sean aquellos

ubicados en el Sur y Este del Mediterráneo, desde Marruecos hasta Turquía, o bien en la

Europa del Este y en la ex Unión Soviética.

2. A las puertas del Norte: un paralelo entre México y Turquía

Hay numerosas similitudes entre Turquía y México. Turquía es el tercer país más

poblado en Europa, después de Rusia y Alemania mientras que México es el tercer país

más poblado de las Américas, después de Estados Unidos y Brasil. Ambos son estados

seculares en países donde el sentido religioso tiene profundas raíces en la sociedad y la

historia, y todavía constituye una parte importante de la cultura (Escobar et al., 2006). A

partir de la mitad de los años 80, ambos países han emprendido profundos procesos de

desarrollo económico y de reestructuración institucional, principalmente como

consecuencia de las negociaciones para el TLCAN (Tratado de Libre Comercio de

América del Norte) en el caso de México y para las perspectivas de adhesión a la UE en

el caso de Turquía

Los dos países pasaron paulatinamente de un régimen de aislamiento y proteccionismo

económico a mercados abiertos a la importación de bienes y a la promoción de la

inversión extranjera directa. Más recientemente, ambos países experimentaron cambios

políticos fundamentales: en el año 2000 el partido político dominante en México (PRI)

perdió la presidencia por primera vez tras 71 años (Escobar et al., 2006) mientras que en

Turquía la tradicional influencia de los militares en el sistema político ha sido

decisivamente reducida (Kirişçi, 2007).

A pesar de los avances logrados en los procesos de democratización y estabilización

económica, EEUU como también la UE siguen reticentes a conceder los regímenes de

visado libre que estos países vecinos piden, temiendo que la fuerte presión demográfica

y el importante diferencial de ingreso podrían resultar en una emigración masiva hacia

el Norte.

Sin embargo, México y Turquía están entre los mayores países exportadores de mano de

obra, con unos 11 millones de mexicanos que viven en los Estados Unidos y 3 millones

de inmigrantes de origen turco establecidos en los países de la UE-15, sobre todo en

Alemania, que representan aproximadamente el 10 y 4 por ciento de la población total

de los países receptores (Escobar et al., 2006). En ambos casos los flujos de emigración

fueron impulsados por programas puestos en marcha por Estados Unidos y Alemania

con el objetivo de reclutar mano de obra extranjera1.

Indudablemente, hubo diferencias significativas en cómo las corrientes emigratorias han

evolucionado en México y Turquía después de que estos programas de empleo

terminaron, en 1965 y 1973 respectivamente. El éxodo de los trabajadores turcos

alcanzó su máximo en los años setenta y un fuerte flujo de emigración hacia Alemania

1 El convenio celebrado entre los gobiernos de Estados Unidos y México en el 1942 era el Programa de Trabajadores Agrícolas “Programa Bracero”, mientras que Alemania puse en marcha el programa Gastarbeiter en 1955 en el marco del cual la contratación de trabajadores Turcos empezó a partir del 1960

para la reunificación familiar continuó hasta los años ochenta. Al final de los años

noventa Turquía se convirtió en un país de inmigración neta, mientras que las remesas

monetarias enviadas por los migrantes que vivían en el exterior siguieron cayendo. A

pesar de que, en la década del 60, hubo una promoción institucionalizada de la

emigración como medio para impulsar el desarrollo interno, exportar trabajadores ya no

es visto por el gobierno turco como una estrategia para absorber el excedente de su

creciente fuerza de trabajo.

Al contrario, en México la emigración y las remesas siguen alcanzando niveles muy

altos. Un promedio de 700.000 mexicanos por año migran a Estados Unidos y las

remesas que envían a su país de origen suman más de 20 millones de dólares anuales

(Escobar et al., 2006). A pesar de ser altamente criticable por su retórica y demagogia,

durante su presidencia, Vicente Fox llegó a considerar públicamente a los migrantes

mexicanos como "héroes nacionales" por su contribución esencial al desarrollo

económico de México.

Si las tendencias migratorias en Turquía y México fueron inicialmente muy similares,

con posteriores evoluciones divergentes, desde el comienzo de los años noventa los dos

países comenzaron nuevamente a experimentar análogas dinámicas de migración, esta

vez asistiendo a una creciente importancia de flujos de tránsito a través de sus

territorios. O al menos esto es lo que emerge desde el debate público y político sobre

esta cuestión.

Pues, como hemos visto, se trata de un fenómeno difícilmente identificable y aun menos

cuantificable; prácticamente no hay estadísticas confiables sobre número, procedencia,

tiempo de estancia de los transmigrantes en los países de tránsito. Las únicas cifras

útiles provienen de los servicios de policía cuando detienen a los extranjeros

indocumentados interceptados en los países de tránsito o durante el cruce en entrada y/o

salida del mismo (De Tapia, 2004). Evidentemente, tales estimaciones no son muy

representativas, ya que, por un lado sólo captan una proporción limitada de las

corrientes migratorias y, por el otro, se refieren a episodios y no a individuos, por lo que

el mismo migrante puede ser contado tantas veces como las que intenta cruzar sin éxito.

Conviene tener en cuenta que, hoy en día, el término “migración de tránsito” se ha

convertido casi en un código para indicar la inmigración ilegal y, de hecho, si se

encuentran inmigrantes irregulares en los países del Sur que colindan con los destinos

más populares en el Norte, se tiende a justificar su presencia como tránsito (Duvell,

2006). Cabe destacar que existe un evidente perjuicio detrás de esta forma de ver las

cosas, ya que así se tiende a dar por hecho que la migración acontece exclusivamente en

una dirección, desde el Sur hacia el Norte, sin tomar en cuenta la importancia y la

intensidad de los sistemas de migración regionales. Una lectura más imparcial de las

mismas estadísticas ampliamente utilizadas para denunciar una supuesta y alarmante

invasión del rico Norte por parte de hordas de pobres del Tercer Mundo, en realidad

destacaría que la mitad de los que emigraron desde los países del Sur se ha

efectivamente instalado en otros países en desarrollo. Además, los migrantes en tránsito

muchas veces están documentados, en el sentido de que ingresan al país (llamado) de

tránsito con permisos regulares como visitantes, turistas, peregrinos, estudiantes,

solicitantes de asilo, etc.

No obstante todo ello, las estadísticas sobre indocumentados interceptados son las

únicas cifras disponibles, y utilizadas, para dar una idea del tamaño del fenómeno y de

su evolución. Mientras que aquellas referidas al cruce en salida son las que más revelan

que el tránsito es un fenómeno en crecimiento, se debe ser prudente a la hora de

interpretar las que contabilizan solamente los indocumentados, para evitar una

simplificación distorsiva de una realidad que es extraordinariamente más compleja.

Teniendo en cuenta estas consideraciones, las estimaciones sobre transmigración a

través México y Turquía son, sin embargo, merecedoras de análisis. Durante los

primeros años del siglo XXI, se registró un aumento sin precedentes en las detenciones

de migrantes de origen no mexicano (OTMs, ‘Other than Mexicans’, como son

definidos por EEUU) que intentaban cruzar ilegalmente la frontera entre México y

Estados Unidos. El número de OTMs aprehendidos pasó de casi 29.000 en el año 2000

a 66.000 en 2004 y más de 150.000 en 2005. La mayoría de éstos son centro y sur

americanos, pero hay también migrantes procedentes de India, Pilipinas, China,

Somalia, Nigeria entre otros.2

Paralelamente, y como efecto de una tácita colaboración del gobierno mexicano en

filtrar los flujos de extranjeros en marcha hacia el Norte, el número de migrantes

indocumentados interceptados en México aumentó de 138.000 en 2002 a 240.200 en

2005. Se estima que un promedio de 3.000 centroamericanos por año intenta entrar a

México a lo largo de sus fronteras meridionales con Guatemala y Belice, con el

propósito de marchar hacia Estados Unidos o Canadá (Miller Llana, 2007).

Análogamente, cada año miles de personas, procedentes principalmente de los países

vecinos Irán e Irak, pero cada vez más también del Magreb, Ghana, Nigeria,

2 Datos obtenidos por el Border Patrol sector de San Diego, California.

Bangladesh, Pakistán, Afganistán, Sri Lanka, India, Palestina y Azerbaiyán - ingresan

irregularmente en Turquía esperando encontrar allí un modo de emigrar hacia destinos

más atractivos, es decir a uno de los países de la UE. Según las estadísticas oficiales, el

número de migrantes irregulares detenidos en Turquía aumentó constantemente durante

los últimos años, con un pico en el año 2000 cuando se registraron 94.500 detenciones.

Por otro lado, los más reconocidos expertos turcos en este campo estiman que entre

90.000 y 200.000 migrantes en tránsito entran en el país anualmente (Kirişçi, 2003,

Içduygu, 2005).

Según Içduygu, hay cuatro razones principales que hacen de Turquía un “punto

caliente” para los movimientos de tránsito: en primer lugar, la posición geográfica

estratégica entre Europa y el Medio Oriente; en segundo lugar, las turbulencias políticas

y los conflictos militares que ocurren en las zonas vecinas empujando a las personas a

abandonar su patria; en tercer lugar, las políticas de la denominada “fortaleza Europa”

que, aplicando criterios de admisión muy restrictivos y fortaleciendo los controles

fronterizos, han desviado los flujos migratorios hacia las zonas periféricas alrededor de

la EU; finalmente, la relativa prosperidad económica de Turquía que actúa como un

imán que atrae tanto a los migrantes con intención de quedarse en el país cuanto a los

que buscan oportunidades de ingresos para financiar su siguiente viaje (Içduygu, 2003).

Los mismos cuatro factores son aplicables en el caso de México: con una extensión de

más de 3,200 kilómetros, la frontera México-Estados Unidos constituye la franja de

intersección más grande entre el primer y tercer mundo; los acontecimientos que

impactaron enormemente en las estructuras sociales y económicas en los países

latinoamericanos durante los años ochenta - es decir el estancamiento económico de la

denominada “década perdida” y el decenio subsiguiente de "luces y sombras" así como

las largas guerras civiles que resultaron particularmente crueles en Centroamérica

(Alegría, 2005) – han alimentado los flujos de emigración desde los países más

afectados en la región; las políticas de inmigración extremamente restrictivas llevadas a

cabo por EEUU y la escasez de canales de entrada legal están empujando a más y más

migrantes a intentar su camino hacia el sueño americano pasando por México;

finalmente, durante los últimos treinta años México ha crecido con una tasa anual

promedio del 4% (Decuir-Viruez, 2003), con una fuerte expansión económica de

regiones del norte que son cada vez más atrayentes para los migrantes de países menos

desarrollados.

3. El fracaso de las políticas de puertas cerradas

En EEUU y UE los inmigrantes, y en particular los trabajadores no cualificados

procedentes del tercer mundo, son generalmente considerados como una amenaza a la

seguridad (y bienestar) nacional. Dentro de un discurso sobre inmigración centrado en

el miedo al extranjero (pobre), los problemas no pueden sino definirse desde una única

perspectiva orientada hacia la seguridad. Por consiguiente, las soluciones son un

imperativo y no una opción y las respuestas se presentan como urgentes e inevitables

(Loader 2002). La estrategia principal adoptada para detener una creciente inmigración

clandestina, de hecho originada por una gran demanda de mano de obra barata en los

países económicamente más desarrollados junto con una gran falta de canales legales de

inmigración, ha sido el endurecimiento de los controles inmigratorios y una

militarización de las fronteras sin precedentes. En última instancia, todo el asunto ha

sido planteado como una mera disposición tecnocrática cuando en realidad están

implicados importantes temas políticos en la elección de una vía de acción en lugar de

otra (Triandafyllidou, 2005).

En los Estados Unidos, como parte de la estrategia disuasiva para prevenir la

inmigración irregular implementada por la administración demócrata del Presidente

Clinton a partir de 1993 (detention through deterrance), básicamente se han invertido

millones de dólares para elevar muros y reforzar la vigilancia en los puntos donde se

registraba la mayor cantidad de cruces no autorizados. A través de una serie de

operativos especiales,3 EEUU comenzó a construir, en correspondencia de las

principales urbes fronterizas, varios kilómetros de barda de contención equipada con

modernas tecnologías como luces, cámaras, equipos de detección infrarrojos, censores

de movimiento, vehículos todo terreno y hasta helicópteros, mientras que los agentes de

patrulla en la frontera con México fueron más que doblados en pocos años (Santibañez

Romellón, 2004).

Con los ataques del 11 de septiembre, los cruces indocumentados han sido pronto

colocados por EEUU en la misma categoría del terrorismo internacional o del tráfico de

armas de destrucción masiva. La inmigración irregular es, desde entonces, directamente

asociada a factores que plantean riesgos para la seguridad nacional, ya que los

"enemigos del Estado", Al Qaida in primis, podrían recurrir a los mismos canales, las

3 El “Operativo Bloqueo” (Hold the Line) implementado en el Paso, Texas, a partir del 1993; el operativo “Guardian” (Gate Keeper) en San Diego California desde el 1994; “Escudo” (Safe Guard) en Nogales, Arizona desde 1995 y “Rio Grande” desde 1997 en la frontera suroeste de Texas (Cortés Larrinaga, 2004)

mismas guías y las mismas rutas utilizadas por los migrantes económicos en busca de

mejores oportunidades de vida. El enfoque en la mera cuestión de “seguridad” es aun

más evidente si se considera que fue creado en este periodo el HSD (Homeland Security

Department) que integró al INS (Immigration and Naturalization Service) hasta

entonces responsable de los asuntos migratorios y también su brazo operativo, es decir

el Border Patrol.

Paralelamente, en Europa la introducción del sistema de Schengen en 1992 también

impulsó en todos los estados miembros una respuesta al creciente fenómeno

inmigratorio de carácter marcadamente represivo, basada en el endurecimiento de las

leyes “contra la inmigración ilegal” acompañadas por una gestión policial de la

extranjería. A partir de los tratados de Ámsterdam y Tampere entrados en vigor en

1999, la adopción de un enfoque integral a la migración se volvió una de las prioridades

de la agenda política europea, con la intención proclamada de establecer un espacio

europeo de libertad, seguridad y justicia. La recomendación era que todos los estados

miembros desarrollasen políticas comunes basadas en dos ejes principales: por un lado,

la lucha contra la inmigración ilegal y el tráfico de seres humanos, a ser efectuada no

sólo a través del control de los flujos sino también racionalizando las posibilidades

reales de la inmigración legal y fomentando una cooperación más estrecha con los

países terceros; por el otro, la promoción de políticas de integración de los migrantes

documentados y la implementación de medidas contra el racismo y la xenofobia. En

realidad, las consideraciones sobre libertad y justicia se han dejado bastante de lado

mientras que la “seguridad” ha continuado siendo la preocupación central para la

mayoría de los países miembros, que siguen demostrando que prefieren implementar

políticas represivas unilaterales en lugar del recomendado diálogo con terceros países.

Dada la conformación geográfica de las fronteras externas de la UE, es impensable

construir muros de contención, también si las bardas erigidas en Melilla (1998) y Ceuta

(2001) claramente señalan que tales medidas serían sin dudas largamente

implementadas si solo fuera posible. Pero el mare nostrum impone desarrollar otras

estrategias defensivas. Después de la ampliación de 2004, cuando la comunidad europea

pasó de de 15 a 25 países, los esfuerzos para garantizar la seguridad de la Fortaleza

Europa alcanzaron un nuevo umbral con el establecimiento de Frontex, la “Agencia

Europea para la gestión de la cooperación operativa en las fronteras exteriores de los

Estados miembros de la UE”. La principal actividad desarrollada por este organismo de

la comunidad ha sido la implementación de “operativos especiales” de patrullaje en el

Mediterráneo y Atlántico, como pomposamente ostentan los nombres marítimos

mitológicos utilizados para definirlas.4 El presupuesto para financiar Frontex, que utiliza

naves, aéreos y helicópteros, pasó de 5 millones de euros en 2005 a 70 millones en 2008

(Lutterbeck, 2008).

Sin lugar a dudas, se observa una impresionante similitud entre las estrategias adoptadas

en EU y EEUU para la “gestión” de la migración internacional. Y parecidos han sido

los efectos. La construcción de muros, la multiplicación de las patrullas, el despliegue

de enormes recursos para fortalecer las fronteras con el Sur del mundo han tenido

resultados muy escasos de cara a su objetivo primario, es decir disminuir y controlar el

flujo de indocumentados. El número de inmigrantes indocumentados que residen en los

Estados Unidos se ha más que doblado en solo diez años, pasando desde los 5 millones

de 1996 a los 12 millones en el 2006 (Skinner, 2006). En 2007 se estimaban entre 5 y 8

millones de inmigrantes indocumentados en Europa, con un incremento anual de entre

350 y 500 mil personas (European Commission, 2007).

A pesar de esto, el endurecimiento de los controles sigue siendo la principal política

adoptada para frenar la migración indocumentada o, por lo menos, para presentar a los

electores la imagen de que estos flujos están siendo detenidos. De hecho, mientras

numerosos estudiosos han demostrado la ineficacia de la criminalización del fenómeno

y de la militarización de las fronteras, el enfoque centrado en la seguridad parece ser

políticamente y simbólicamente exitoso (Ackleson, 2005). Un creciente número de

detenciones podría convencer a la opinión pública de que sus países están bien

protegidos. Pero, una reflexión más atenta revelaría que, cualquier crecimiento en el

número de migrantes capturados por las patrullas fronterizas puede también

interpretarse como un crecimiento paralelo en el número de personas que intentan el

cruce. En Estados Unidos, la estimación oficial es que el Border Patrol intercepta sólo 1

de cada 4 migrantes que ilegalmente entran el país, mientras que unos agentes han

declarado tranquilamente que la proporción de las personas interceptadas es mucho

menor, probablemente 1:8 o incluso 1:10 (Ting, 2005). Si aumentan las detenciones se

puede entonces presumir que crezca también el número de aquellos que consiguen pasar

clandestinamente.

4 Replicando la experiencia de la operación Ulises, implementada por Francia, Reino Unido, España, Portugal y Italia en 2003 para patrullar el Canal de la Mancha, Frontex ha llevado a cabo los operativos “Hera”, liderado por el gobierno español, en el mar alrededor de las Islas Canarias, “Nautilos” en el Mediterráneo central bajo la dirección de Malta, “Poseidón” en el Mediterráneo central con coordinación griega.

4. ¿La paradoja de la externalización? Ganadores y vencidos

Sin embargo, las políticas siempre más restrictivas implementadas por EEUU y UE han

teniendo profundas repercusiones sobre la situación migratoria en los países vecinos que

forman parte de la cadena migratoria. Un creciente número de migrantes está adoptando

estrategias alternativas para sobrepasar la enorme dificultad de cruzar directamente y

legalmente hacia el Norte, es decir intentar utilizar el territorio de los países de

alrededor de EEUU o EU como puerta de acceso a su meta final.

Se trata de una situación paradójica: por un lado las políticas migratorias

estadounidenses y europeas, obstinadamente centradas en medidas de control y

limitación, son de hecho la principal causa de los flujos de tránsito por países que solían

ser básicamente zonas de emigración (por ejemplo, México, países del Magreb y del

Este del Mediterráneo, Rusia y países de la ex Unión Soviética etc.); por el otro, la

principal reacción de EEUU y UE a este proceso que ellos mismos activaron, ha sido el

de ejercer fuertes presiones políticas sobre los países de tránsito para persuadirlos de

colaborar en el control de sus fronteras, filtrando las corrientes migratorias y aceptando

la readmisión de los inmigrantes irregulares – si bien extranjeros por el mismo país de

tránsito - interceptados durante el cruce.

Durante los años 90, paralelamente a las operaciones de militarización de la frontera con

México, los políticos estadounidense expresaron una preocupación creciente por la

migración en tránsito a través del país vecino (Kimball, 2007) eligiendo, como foro

estratégico para empujar sus ambiciones de externalizar los controles, la anual

Conferencia Regional sobre Migración (Flynn, 2002).5

En Europa, la tendencia de algunos Estados miembros a instrumentalizar la política

exterior a favor de objetivos políticos internos, se manifestó patentemente durante la

Cumbre del Consejo Europeo que tuvo lugar en Sevilla en junio de 2002, cuando fue

planteada la posibilidad de introducir sanciones contra los países terceros que no

cooperaban en la lucha contra la migración ilegal (Kirişçi, 2004), y durante el cual hubo

también la altamente criticable (y de hecho criticada) propuesta británica de vincular la

ayuda al desarrollo a las necesidades de defensa de los países receptores. Desde

entonces la opción de construir centros de permanencia temporal para inmigrantes en

5 Conocida también como el proceso de Puebla, por el nombre de la ciudad mexicana donde la primera reunión tuvo lugar en 1996. Participan Canadá, Estados Unidos, México y Centroamérica representados por funcionarios de los Ministerios de Relaciones Exteriores y de Gobernación (Interior), Inmigración, o Justicia

los países de tránsito más allá de Schengen también ha sido varias veces vislumbrada, y

Frontex ha solicitado siempre, y logrado, una cooperación activa de los países de

tránsito en las operaciones que iba implementando.

Sin lugar a dudas, los países transitados por los migrantes son vistos cada vez más como

problemáticos (Düvell, 2006). Juzgados como "culpables de tránsito", son considerados

responsables de prevenir las migraciones internacionales hacia Europa o Estados

Unidos. Pero la así llamada externalización de los controles fronterizos plantea muchas

cuestiones políticas contradictorias. Desde la perspectiva de los países de tránsito, la

creciente transmigración a través de sus territorios se convirtió en un asunto incómodo,

que complica e interfiere con los procesos de decisión tanto a nivel nacional como en el

campo de las políticas exteriores.

Sin embargo, los países (acusados) de tránsito tendrían múltiples y valiosas razones para

rechazar el convertirse en guardianes de los vecinos ricos. En primer lugar, un apoyo

incondicionado a la lucha de EEUU o UE contra la migración clandestina coincidiría

con una manifiesta supeditación a dictados definidos de manera unilateral por estos

países, haciendo aparecer sus propios gobiernos como meros títeres en las manos de

primer mundo.

Seguidamente, dados los escasos recursos técnicos y económicos disponibles para el

control migratorio, pues la inmigración aún no es percibida como un problema

prioritario en estos contextos, las autoridades de los países de tránsito no están en

condiciones, ni a veces tienen la intención, de patrullar sus fronteras, que en no pocos

casos son considerablemente largas y porosas.6 Si bien los EEUU y la UE han activado

programas que proveen formación, entrenamiento y recursos para llevar a cabo

operaciones de patrullas conjuntas y desarrollar políticas de inmigración más

restrictivas en los países de tránsito, los mismos beneficiarios generalmente han juzgado

estas iniciativas ampliamente insuficientes para garantizar los principios de

corresponsabilidad y de carga compartida en la gestión de un tema tan complejo. Sin

embargo, donde se ha aplicado un control desequilibrado entre las fronteras de ingreso

de los transmigrantes y las fronteras de salida hacia el Norte, se ha creado un

problemático “efecto embudo”, es decir un crecimiento de la inmigración en los “países

de tránsito” ocasionada por la instalación a largo plazo de todos aquellos migrantes que

6 Por ejemplo, Turquía tiene casi 3,000 kilómetros de fronteras terrestres, de las cuales sólo 480 con la UE, más otros 8,330 kilómetros de fronteras marítimas, mientras que México, además de los 3200 kilómetros de línea fronteriza con EEUU, tiene 1.139 kilómetros de frontera terrestre con Belice y Guatemala y más de 11,000 de fronteras marítimas.

no consiguen avanzar hasta su meta final. Evidentemente una alta tasa de inmigración

de este tipo, inducida por “factores de atracción” exógenos, resulta muy problemática

por los países “de tránsito” pues puede amplificar la competición por los recursos

escasos generando tensión e inseguridad, o aun peor reacciones xenófobas, entre la

población autóctona.

Otra razón por la que los gobiernos de estos países tienen un indiscutible limitado

interés en cerrar sus fronteras hacia el Norte y controlar los canales ilegales de salida de

su territorio es que, frecuentemente, la emigración de sus propios ciudadanos constituye

un importante recurso para el desarrollo y una importante válvula de escape. Marrueco

y México son casos emblemáticos en esto sentido. La salida de - a veces considerables -

grupos de población económicamente activa es considerada, y hasta promovida, como

una estrategia para sostener e incrementar la estabilidad política y económica dado su

potencial de aliviar la pobreza interna y las tasas de desempleo o subempleo, como

también de volverse una importante fuente de divisas extranjeras a través de las remesas

que los emigrados normalmente envían a sus familias. El problema aquí es que los

flujos de tránsito se suman a la emigración tradicional, recorriendo las mismas rutas,

sirviéndose de los mismos medios y redes en las cuales se apoyan los nacionales de los

países de tránsito con intención de emigrar, lo que hace muy difícil cualquier esfuerzo

para gestionar estos dos movimientos de forma independiente.

Finalmente, apoyar las solicitudes de EEUU o UE de recrudecer el régimen de visado o

de readmitir a los migrantes de los que los vecinos ricos quieren deshacerse para luego

aplicar expulsiones masivas, podría perjudicar las relaciones políticas estratégicas con

los países de origen de los transmigrantes. Esto coloca en una posición particularmente

incomoda a aquellos países “de tránsito” que están interrelacionados histórica y

culturalmente con otros países de fuerte emigración, o que participan en bloques

comerciales regionales basados en obligaciones mutuas y compromisos que favorecen

la circulación transfronteriza de bienes, servicios y personas (Cassarino and Fargues,

2006).

Dicho esto, es cierto que los países de tránsito tendrían múltiples y valiosas razones para

rechazar el volverse guardianes de los vecinos ricos, pero hay otros factores importantes

que intervienen en el juego. Sobre todo, sin menospreciar las innegables ventajas de

mantener o construir buenas relaciones con los países económicamente más

desarrollados, cabe señalar que el asunto del tránsito ofrece un inesperado poder de

negociación a los países acusados de ser transitados (Coslovi, 2007). En otras palabras,

hay una oportunidad imperdible de asegurarse el apoyo de los países del Norte en

conseguir otros importantes resultados políticos a cambio de alguna forma de

colaboración en la lucha contra la inmigración clandestina.

En los años 90, a fin de lograr convencer el Congreso estadounidense - bastante

escéptico ante esta posibilidad – de que México era suficientemente confiable para ser

incluido como socio en el TLCAN, el país centroamericano ha aumentado enormemente

sus esfuerzos para frenar la migración de tránsito. Un promedio de 100.000

centroamericanos por año fueron detenidos en la última década del siglo XX en

territorio mexicano en comparación con los menos de 10.000 repatriados por año

durante el decenio de 1980 (Mahler y Ugrina, 2006), cuando la frontera sur con

Guatemala y Belice todavía era conocida como “la frontera olvidada” por la total

ausencia de controles.

En el comienzo del nuevo milenio, la administración del presidente Fox reforzó

ulteriormente los controles inmigratorios en los estados meridionales, con la clara

intención de persuadir al gobierno del presidente George W. Bush de regularizar la

situación de los 6 a 8 millones de indocumentados mexicanos que vivían en los Estados

Unidos. Con las operaciones Coyote 2000 y Plan Sur en 2001 fueron enviados a la

frontera sur grandes contingentes de agentes de inmigración, fueron formalmente

empleados los militares en la detección de los migrantes indocumentados y de las

mafias involucradas en el tráfico de personas, como también asignados 10 millones de

dólares (evidentemente financiados por Estados Unidos) a la construcción de puestos de

control migratorio a lo largo de las principales carreteras hacia el norte (Oja, 2002).

Tanto que hoy muchos críticos acusan a México de haberse transformado en una

frontera vertical.

Por otro lado, alrededor de Europa muchos países han aprovechado la cuestión de la

transmigración para avanzar con otros objetivos políticos estratégicos. A cambio de su

creciente disponibilidad a colaborar en el control del tránsito, Marrueco ya se aseguró

un aumento de las ayudas económicas y está intentando lograr un acuerdo de libre

comercio con España (Kimball, 2007); Libia obtuvo en 2004 el levantamiento del

embargo internacional impuesto al país norteafricano en 1992, principalmente gracias al

apoyo de Italia que tenía un gran interés en poderle suministrar armas y otros equipos

tecnológicos destinados a frenar la migración clandestina (BBC, 2004); En Turquía, un

eventual compromiso en recrudecer los controles migratorios está siendo utilizado como

un caballo de Troya para negociar la adhesión a la UE.

Es evidente que los gobiernos de los países de tránsito están utilizando el asunto del

control migratorio como un medio de “diplomacia paralela” (Coslovi, 2007).

Pero la que parece en primera instancia una situación donde todos los actores en juego

están ganando, con la UE y EEUU que consiguen externalizar sus controles fronterizos

y los países de tránsito que logran objetivos estratégicos en cambio de actuar como

zonas de amortiguación, hay de hecho un “perdedor olvidado”, es decir los propios

migrantes en tránsito.

La demanda urgente de cooperar en los controles y la devolución de una tarea tan

delicada como es la de contrastar las migraciones irregulares a países situados en las

periferias de EEUU y UE, a menudo lleva a sus autoridades a aplicar políticas de

control poco democráticas. Aun peor, en estos contextos no siempre existe la capacidad

de prevenir o limitar los abusos de poder y las extorsiones contra migrantes ejercidas

por las mismas autoridades encargadas de controlar que, en el marco de un escenario

global que criminaliza la clandestinidad, se sienten casi legitimadas a adoptar acciones

“duras” para contrastarla. Lo que es grave es que, proporcionando incondicionalmente

el “trabajo sucio” a países con instituciones todavía débiles, EU y EEUU están

poniendo en gran riesgo el respeto de los derechos fundamentales de los transmigrantes.

Cuando los estados llevan a cabo operaciones de interceptación, la responsabilidad ante

las consecuencias que pueden derivarse para los derechos humanos no solo recae en el

gobierno del país en cuyo territorio tiene lugar la intercepción, sino también en los

estados que la solicitan, financian o autorizan (Villalba, 2007).

5. Transmigrantes en marcha y ciudades de tránsito

En lugar de detener los flujos, lo que ocurrió con el endurecimiento de las medidas de

control es que la gente empezó a tomar más riesgos y poner en peligro sus vidas con

más dureza que nunca. Estos riesgos no son situaciones de peligro inherentes al proceso

migratorio sino que constituyen problemas generados directamente por las acciones

establecidas por los gobiernos de los países involucrados en el fenómeno. El enfoque de

la seguridad y la externalización de los controles han tenido tres graves efectos

secundarios que han incrementando notablemente la vulnerabilidad, precariedad e

inseguridad de los transmigrantes.

En primer lugar se asistió a una increíble extensión y diversificación de las rutas

recorridas, que se vuelven cada vez más largas y peligrosas para esquivar la vigilancia.

Según la recopilación de artículos de periódicos internacionales hecha por “fortress

Europe”,7 13.289 inmigrantes han muerto desde 1988 hasta hoy en las fronteras

europeas, de los cuales 9.389 han desaparecido en el mar. Las cifras señaladas,

divididas por áreas geográficas, parecen un verdadero boletín de guerra: 4.342

migrantes han muerto intentando cruzar el Estrecho de Gibraltar o el Océano Atlántico

Entre el Marruecos, la Argelia, la Mauritania y el Senegal hacia la España y las

Canarias; en el Canal de Sicilia entre la Libia, Túnez, Malta, y la Italia las victimas

amontan a 3.121; en el mar Egeo hacia las islas entre la Turquía y la Grecia las muertes

han sido 1.051. A estos se suman los muchos que fallecen durante el recorrido a través

el desierto del Sahara.

En la frontera entre México y Estados Unidos la situación no es menos alarmante.

Según la Patrulla Fronteriza, casi 3.000 personas murieron durante el cruce entre 1998 y

2005, y el número anual de muertos se ha duplicado desde 1995, cuando se empezó la

construcción del muro en las áreas urbanas. Las organizaciones no gubernamentales

estiman que los muertos entre 1995 y 2007 han sido más de 5.000. Por lo menos el 10%

de estas personas eran de nacionalidad no mexicana (Becerra Pérez, 2006) y a ellos

deben sumarse por los menos 4.000 transmigrantes que, Según diversas fuentes oficiales

y de organismos civiles, han muerto en México durante las peligrosas travesías sobre las

“bestias”, como son comúnmente llamados los trenes de carga que los transmigrantes

toman para desplazarse desde el sur del país hacia el norte, o en el doble fondo de

tráileres cargados con plátanos.

El segundo impacto de las medidas fronterizas ha sido que, al crear condiciones más

difíciles para los cruces clandestinos, se ha incrementado el número de migrantes que

acuden a las mafias, lo cual eleva la tasa de éxitos pero aumenta increíblemente los

riesgos y los costes del viaje. Sin embargo, la mayor seguridad fronteriza ha beneficiado

directamente a redes dedicadas al transporte ilícito de personas. Según estimaciones

recientes, por lo menos el 50% de los 830.000 migrantes que entran en Europa

irregularmente cada año han pagado por los servicios de traficantes de personas, al

menos para algunos tramos de su viaje (Simon, 2006) mientras que hoy se calcula que

cuatro de cada cinco indocumentados utilizan los servicios de polleros (como son

7 “Fortress Europe” (http://fortresseurope.blogspot.com) es un blog dedicado a la memoria de las víctimas de la inmigración clandestina y a la denuncia de los crímenes cometidos en las fronteras contra migrantes y refugiados. Creado en enero de 2006, al momento no recibe ninguna financiación y es gestionado por una red voluntaria de periodistas, traductores y organizaciones no gubernamentales. En el cálculo de los fallecidos, son contabilizados sea los cadáveres recuperados sea los desaparecidos.

definidos los traficantes de personas en México) para ingresar a Estados Unidos.

Empero, al incrementarse la demanda de esos servicios, también lo han hecho los

precios. En la frontera norte de México los polleros, que tradicionalmente eran

residentes locales que cobraban 200 dólares para mostrar a los migrantes donde cruzar

el mismo día que llegaban, han sido rápidamente sustituidos por organizaciones

criminales, más preparadas para organizar la difícil travesía. Pues ahora hay costes que

incluyen el alojamiento en “casas de seguridad”, el transporte y acompañamiento, las

“propinas” para la corrupción de agentes de la policía en ambos lados, el “paquete

completo” de repente aumentó a 1,300 dólares para los mexicanos y 2,000 para los

extranjeros (Santibañez Romellón, 2004). También para el cruce hacia Europa las

mafias cobran más a los transmigrantes que a los nacionales de los países de tránsito.

Por ejemplo, en 2003, el viaje en patera desde Marruecos hasta España costaba 700

dólares para marroquíes, y hasta $1,200 para los africanos subsaharianos (Barros et al.,

2002).

El tercer importante efecto colateral de las políticas de puertas cerradas ha sido la

transformación del tránsito en una forma muy insegura de inmigración temporal, en el

sentido que cada vez más transmigrantes quedan bloqueados, encontrándose atrapados

por semanas, meses y a veces años en algunos puntos a lo largo de la ruta que estaban

recorriendo, sin posibilidad de ir hacia adelante o regresar a su casa, sin derechos de

quedarse allí, por tanto, en una condición de extrema vulnerabilidad (Collyer, 2006).

A este propósito, cabe destacar que, aunque exista un animado discurso académico y

político sobre las migraciones de tránsito, esto se dirige básicamente al análisis de los

retos por (y las responsabilidades de) los así denominados “países de tránsito". Casi

nunca se toman en adecuada consideración los impactos –negativos y positivos - de este

tipo de corriente migratoria sobre las ciudades.

Sin embargo, las ciudades son los nodos cruciales de las rutas recorridas por los

migrantes, los centros estratégicos donde convergen todas aquellas redes

(infraestructurales, económicas, sociales etc. formales y informales) que realmente

hacen posible la movilidad humana. Es en las ciudades donde los transmigrantes pueden

captar informaciones y establecer contactos útiles para continuar su viaje o cruzar la

siguiente frontera, como también encontrar alojamiento temporal, oportunidades de

ingreso en el amplio sector informal, y el apoyo social necesario para recuperarse del

viaje anterior y organizar la siguiente partida. Y es en las ciudades donde más se

materializan los resultados de las políticas de externalización.

El hecho de que las estancias de los transmigrantes en las áreas urbanas de los países de

tránsito se vuelvan cada vez más largas, tiene efectos tangibles importantes sobre la

economía local y la estructura socio-espacial urbana. Lamentablemente hay una gran

falta de información, investigaciones, datos, y toma de conciencia sobre la dimensión

local del fenómeno. Se sabe muy poco sobre cuántos llegan y desde dónde, cuántos

parten, cuántos se quedan y por qué o por cuánto tiempo, y menos aún se sabe sobre sus

condiciones de vida, de trabajo, de acceso a las infraestructuras y a los servicios

urbanos.

Sin embargo, es evidente que cuanto más una ciudad es atravesada por migrantes, más

se desarrollan actividades e infraestructuras de apoyo a la movilidad. Estas ciudades

responden a la creciente demanda de movilidad equipándose para ofrecer los bienes y

servicios necesarios, beneficiando la economía local y sobre todo la informal. Se vende

de todo en estas ciudades: informaciones, documentos, favores, y quizás sobre todo,

sueños. Así, en los barrios marginales de Tijuana, en México, muchas familias han

transformado cada espacio no estrictamente necesario de sus casas en albergues

improvisadas donde, por pocos dólares por noche y sin necesidad de presentar

documentos de identidad, los migrantes encuentran un abrigo seguro y anónimo. Y lo

mismo ocurre en los barrios más degradados de la península histórica de Estambul,

como los centralísimos Laleli o Eminonu donde, quienes están dispuestos a pagar un

poco más por compartir un cuarto con otros Kaçac8, pueden también obtener

informaciones preciosas: cuáles son los bares donde "se dice” se encuentra quién puede

proporcionar un visado o un pasaporte falso o, si no se tiene dinero suficiente para partir

inmediatamente, cuáles son las zonas donde los reclutadores suelen contratar

trabajadores diarios para uno de los tantos laboratorios del floreciente sector textil.

Todo este intenso flujo de informaciones, personas y negocios se desarrolla en la

informalidad y supuesta invisibilidad. Es cierto que los migrantes que quedan

bloqueados forman nuevos grupos de residentes en condiciones precarias en contextos

donde la pobreza urbana está, de por sí, en continuo aumento, y la segregación social y

espacial ya ha alcanzado niveles alarmantes entre los propios ciudadanos.

No solo la ausencia de políticas y medidas adecuadas comporta un alto riesgo de

aumento de la exclusión urbana y de los conflictos sociales, sino también las presiones

ejercidas por los países de destino sobre los gobiernos de los países de tránsito al fin de

lograr su colaboración para detener los flujos indeseados frecuentemente se traducen a

8 Kaçak es la palabra turca para definir los inmigrantes indocumentados

nivel urbano en acciones de contraste a la ilegalidad que hacen de los transmigrantes

uno de los grupos de residentes (si bien temporales) más vulnerables y marginados.

Retomando el ejemplo de Estambul, la intensificación de los controles - implementada

para demostrar a la Unión Europea que Turquía, en cuanto candidato a país miembro,

está comprometido en la lucha contra la clandestinidad - ha obligado a muchos

migrantes a vivir en la misma habitación donde trabajan para evitar frecuentar los

lugares públicos donde el riesgo de ser detenidos y deportados es ya demasiado alto.

En estas situaciones difíciles y complicadas, cabe señalar que no faltan los grupos de la

sociedad civil, o también algunos oficiales de las instituciones locales, que por razones

humanitarias se movilizan para apoyar a los migrantes, actuando con frecuencia al

margen de la legalidad debido a leyes migratorias inadecuadas para la gestión urbana

del fenómeno.

6. Tijuana, ciudad de ilusiones y contradicciones

Situada junto al muro, a un paso del sueño americano, se encuentra Tijuana. Fundada

hace casi 120 años en el punto más al norte del México continental y alejada del

gobierno central, esta ciudad ha registrado un rápido crecimiento demográfico sobre

todo a causa de intensos flujos migratorios internos e internacionales. Según las

estimaciones oficiales, Tijuana tiene hoy una población de 1,5 millones de habitantes de

los cuales casi 17 mil son de origen extranjero.9

Aquí, mito y realidad se mesclan diariamente: Tijuana la horrible, Tijuana la puerta de

México, Tijuana y sus carteles del narcotráfico, Tijuana y sus maquiladoras, Tijuana

zona franca, Tijuana y sus cruces en ambos sentidos. Históricamente famosa por ser

lugar de diversión para los “gringos” que bajan en búsqueda de lo que está prohibido en

su país y, al mismo tiempo, por ser paso casi obligado para las personas que dirigen

hacia EEUU, Tijuana es sin duda una ciudad de contrastes.

El cruce desde San Diego hacia el sur es inmediato, indoloro, casi imperceptible: los

controles de documentos son raros, el flujo de personas y coches desfila fluidamente,

una enorme placa con la bandera de México acoge a los turistas que llegan

“Bienvenidos a Tijuana”, mientras que el emblema del municipio recuerda, casi de

9 No se incluyen los residentes de origen estadounidense (no obstante sean más de 43 mil), pues tratase principalmente de personas que los padres han hecho nacer en EEUU con el objetivo de darles más oportunidades por el futuro, pero que de hecho siempre han vivido en México como mexicanos. Se prefiere entonces no contabilizarlos como “inmigrantes”.

forma sarcástica, a los mexicanos que, voluntaria o forzadamente, retornan a su país que

“Aquí empieza la patria”.

El pasaje hacia el Norte es toda otra historia. Irse “al otro lado”, como se dice

comúnmente aquí, es complicado también para aquellos que tienen todos los

documentos en regla. Durante las horas punta, filas interminables de automóviles y

peatones esperan durante horas para pasar por la garita de San Ysidro, donde los

controles, las preguntas, la suspicacia de los agentes son a veces extenuantes. Para

quienes llegan a Tijuana desde el sur para intentar el cruce ilegal, las dificultades, el

tiempo y el espacio, se dilatan enormemente. “El muro”, que en realidad es una barrera

de triple línea, bloquea de repente, artificial y inexorablemente, la ciudad al norte. Tan

cercana, con aquella fila interminable de cruces colgadas para recordar las muertes que

ha provocado, es un límite físico que amenaza con convertirse en un límite mental para

quienes se quedan atrapados allí. Hector Castro, operador de uno de los muchos

refugios para migrantes que hay en la ciudad no tiene dudas al respecto: “Tijuana está

hecha por gente que no ha logrado cruzar, Mexicanos y extranjeros”10

El problema radica en que faltan datos reales sobre el flujo de extranjeros hacia la

ciudad, y aun más sobre cuántos de ellos finalmente se quedan en la ciudad. La ausencia

de estadísticas e investigaciones que cuantifique el fenómeno e identifiquen sus

impactos sobre la estructura socio espacial urbana hacen que, si se excluyen las políticas

desarrolladas para promover el turismo y la inversión extranjera, la municipalidad de

Tijuana prácticamente no se ocupe de la población extranjera que pasa o reside en la

ciudad.

Cabe destacar que los transmigrantes de origen latino, que representan la mayoría de los

migrantes que utilizan México como país de tránsito, comúnmente adoptan como

estrategia, para esquivar los controles migratorios, la de hacerse pasar por mexicanos.

Esta forma de “invisibilidad forzada” hace muy difícil capturar las dinámicas

migratorias reales. Según la encuesta sobre migración, en la frontera norte de México un

promedio de 170 mil migrantes por año llegan a las ciudades fronterizas de Baja

California (Tijuana y Mexicali) con destino a Estados Unidos (EMIF, 2006). Según

investigadores locales, es realista imaginar que el 10 por ciento de estos migrantes sean

efectivamente extranjeros,11 lo que hace presumir que lleguen a Tijuana por lo menos 10

10 Entrevista realizada por la autora a Hector Castro Rodriguez, operador del “Albergue para Migrantes Zona Norte”, Tijuana, 21 de abril 2008.11 Esta estimación parece ser comprobada por otros datos indirectos, en particular: 1) el hecho que, en promedio, el 14% de los extranjeros hospedados por 4 entre los principales albergues para migrantes en la

mil migrantes internacionales por año de los cuales por lo menos 4 mil no consiguen

cruzar hacia el Norte.12 De éstos, no se sabe cuántos esperan una otra ocasión para

volver a intentar, cuántos buscan otras vías, cuántos regresan a sus casas ni cuántos se

quedan allí para construir su vida. Sin embargo, gran parte de los migrantes que se

instalan permanentemente en la ciudad, continúan manteniéndose invisibles, pasándose

por mexicanos, viviendo en la total informalidad.

Siendo Tijuana uno de los cruces fronterizos más transitados entre México y Estados

Unidos, que representa el 25 por ciento del ingreso anual de personas al país vecino, la

cultura del migrante ha articulado toda una red social vinculada con el fenómeno.

Existen en esta ciudad seis albergues para migrantes13 administrados por asociaciones

religiosas y de la sociedad civil, a los cuales se suman muchas otras estructuras que

ofrecen posada u otros servicios sociales a los pobres, sin discriminar entre autóctonos y

extranjeros.

Los refugios para migrantes brindan un hogar provisional gratuito hasta un máximo de

15 días, pero frecuentemente se hacen excepciones. Muchos se quedan por poco tiempo,

muchos vuelven tras no haber logrado llegar al otro lado. Este servicio es muy

importante porque ofrece un espacio de protección por un tiempo que, si bien muy

limitado, es suficiente para descansar y empezar a tomar un mínimo de confianza con

esta ciudad “difícil y peligrosa”, buscar una forma de empleo temporal, conocer otros

migrantes con los cuales compartir vivienda si se vuelve necesario quedarse más del

previsto.

Los transmigrantes procedentes del Sur, llegan a Tijuana después de haber atravesado

por muchas dificultades los más de 4000 kilómetros que separan esta ciudad desde la

ciudad sean no mexicanos; 2) El hecho que aproximadamente el 9% de los interceptados por el Border Patrol del sector de San Diego son OTMs (datos de 2006 y 2007); 3) el hecho que eran de origen extranjera el 10% de los migrantes fallecidos durante el cruce.

12 En 2007 el INM de Tijuana detuve a 490 extranjeros no estadounidenses mientras que, aquel mismo año, el Border Patrol del sector de San Diego ha interceptado poco más de 1200 “no Mexicanos” durante el cruce, que suman alrededor de 1700 personas. Imaginando, según una proporción de capturados de 1:4, que otros 3600 hayan logrado cruzar sin ser detectados, presumiblemente poco menos de la mitad de los 10,000 extranjeros llegados en Tijuana en 2007 se ha quedado en la ciudad sin conseguir pasar.13 La “Casa del Migrante” de los Padres Scalabrinianos, que recibe migrantes hombres y tiene cupo para 180 personas; El “Instituto Madre Asunta” (siempre de los Scalabrinianos) para mujeres e niños, que cuenta con 45 camas; la “casa YMCA de Menores Migrantes”, 24 camas; El “Albergue para migrantes zona Norte” de la asociación civil ARAC, para hombres, que tiene 40 camas pero usualmente hospeda 70 personas; La “Casa Refugio Elvira” de la asociación Hermandad Mexicana Transnacional, que es el único que hospeda familias pero solo hasta un máximo de 3 núcleos; el dormitorio para hombres del Ejército de Salvación, con una capacidad de 100 personas.

frontera meridional, después de haber gastado todo sus ahorros, tal vez todo el

patrimonio que sus familias han invertido en su emigración. El camino es largo,

peligroso y caro. Los asaltos y las extorsiones durante el desplazamiento están a la

orden del día: si, “gracias a dios” se tiene bastante suerte de no sufrir agresiones por

parte de las maras, las pandillas callejeras que actúan en las rutas de los migrantes, es

casi imposible evitar pagar por lo menos una “mordida” a algún tipo de policía

mexicana.

Aunque hay una propuesta casi aprobada por el gobierno central para descriminalizar el

reato de inmigración ilegal en México, todavía la Ley General de Población – que tiene

más de 30 años, siendo entonces totalmente inadecuada para un fenómeno que tuvo una

evolución tan fuerte en los últimos decenios – impone penas muy duras a los extranjeros

que entran sin permiso en territorio mexicano. En teoría ,sólo los oficiales del INM

(Instituto Nacional de Migración) y los agentes de la Policía Federal Preventiva están

legalmente autorizados a efectuar controles migratorios para detener a los extranjeros

indocumentados, sin embargo, está ampliamente documentado que varios otros

organismos policiacos - inclusive los antinarcóticos, los guardias forestales, los

militares, hasta las autoridades fiscales y los vigilantes privados, se aprovechan de la

vulnerabilidad de los transmigrantes frente la vigente ley, exigiendo ingentes sumas de

dinero a cambio de no ser denunciados y encarcelados o deportados.

Después que Julio y sus tres amigos14 dejaron su pueblo en el estado de Escuintla en

Guatemala, les tomó más de 40 días para llegar a Tijuana, unos tramos a pié, otros en

bici, 20 días pasando de tren en tren desde Arriaga hacia Mexicali, en fin en autobús,

bajando antes de la central camionera para evitar los controles. No viajaron solos,

encontraron durante su viaje a muchos otros guatemaltecos, nicaragüenses y hondureños

pero también colombianos, brasileños, inclusive dos ghaneses que habían llegado a

Guatemala por avión y estaban cruzando México a la vuelta de EEUU. Tres veces

fueron parados por fuerzas del orden mexicanas: la primera en Tapachula, cuando la

policía judicial les pidió 700 dólares para “los chescos” (es decir dinero para un

refresco, “código” normalmente utilizado por los agentes cuando extorsionan a los

extranjeros), después en Arriaga donde fueron atracados por los agentes de seguridad

privada empleados por las compañías de ferrocarril a los cuales debieron entregar 100$

cada uno, y finalmente en Guanajuato fueron obligados a pagar 300$ cada uno a la

policía de tránsito.

14 Entrevista realizada por la autora a migrantes, Tijuana, 11 de abril 2008

Miles de estos migrantes llegan a Tijuana cada año, intentando esquivar el estrecho

control migratorio en los puntos principales de ingreso de los flujos procedentes desde

el sur, es decir la central de autobuses, la autopista “la Rumorosa” y el aeropuerto. Los

agentes de INM afirman que no están en absoluto dispuestos a actuar como guardianes

colaborando con Estados Unidos en contrastar la migración clandestina, pero al mismo

tiempo declaran sin problemas que en el aeropuerto de Tijuana rechazan a todos los

extranjeros (procedentes de países pobres) que no demuestran “tener una motivación

válida para venir aquí”, inclusive aquellos que poseen visado auténtico para estancia

temporal en el país.15 En 2003 ha sido construida en Tijuana una estación migratoria

donde pueden ser confinadas hasta 300 personas. Entre 2003 y 2007, un total de 10 mil

transmigrantes han sido detenidos en esta estación.

México no ha firmado un tratado de readmisión con Estados Unidos y los encargados

del control16 aseguran que los más de 200 mil migrantes “repatriados” o “devueltos” (se

evita cuidadosamente de utilizar la palabra “deportados”) a Tijuana por las autoridades

norteamericanas son todos connacionales. Explican que los agentes son entrenados para

detectar y rechazar los extranjeros que han falsamente declarado a la Patrulla Fronteriza

estadounidense ser mexicanos para evitar la deportación a sus países de origen.

Explican que le hacen cantar el himno nacional, le hacen preguntas específicas sobre

historia y tradiciones mexicanas. En realidad raramente se hace este tipo de examen en

profundidad y, contestando a tres rápidas preguntas (nombre, edad, ciudad), muchos

extranjeros son readmitidos en Tijuana donde se quedarán hasta que recuperen los

recursos y contactos necesarios para intentar nuevamente el cruce. De acuerdo con

información oficial del Instituto Nacional de Migración los migrantes cruzan en

promedio tres o cuatro veces la línea fronteriza antes de alcanzar el “sueño americano”,

o renunciar definitivamente a esta idea. Pero también muchos de aquellos que son

deportados a sus países de origen, “tiempo un mes y regresan nuevamente aquí” cuenta

Hector del Albergue para migrantes, testimonio de una historia que ha visto repetirse

innumerables veces.

Los abusos perpetrados por la policía municipal contra migrantes son impunemente

manifiestos en Tijuana. Cada mañana agentes policiacos locales dan la vuelta pasando

en frente de las casas de asistencia a migrantes y suben a sus camionetas todos los

15 Entrevista realizada por la autora a funcionario de INM, Tijuana, 15 de abril de 2008. 16 Entrevista realizada por la autora a agente de INM empeñado en recibir a los deportados en la garita de San Ysidro, Tijuana, 30 de marzo de 2008.

migrantes que caben, esposándolos y amenazándolos con llevarlos ante un juez

calificador. Sin embargo, los extranjeros, conscientes del riesgo de la deportación, no

tienen otra alternativa que la de subir sin protesta alguna a la extorsión. Un estudio

elaborado recientemente por la organización Médicos sin Fronteras sobre un total de

1500 migrantes, destaca que el 20% han sido afectados por los policías de la ciudad.17 A

pesar de que la oficina local de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos haya

presentado una queja contra la municipalidad denunciando esta situación, y se hayan

realizado reuniones entre las autoridades y los defensores de los derechos de los

migrantes, lo abusos continúan presentándose.

Cabe destacar además que en Tijuana ha sido también originada, para después ser

replicada en otras partes del país, una práctica tanto ejemplar - por su potencial para

proteger los derechos humanos de los migrantes - como contradictoria por el marco

institucional en el que es implementada: se trata del Grupo Beta. Creado en 1990,

dependiente del Instituto Nacional de Migración, el grupo Beta es un cuerpo policial sui

generis que tiene como objetivo declarado “la protección y defensa de los derechos

humanos de los migrantes, así como de su integridad física y patrimonial, con

independencia de su nacionalidad y de su condición de documentados o

indocumentados”. Surgido bajo los artículos 137 y 138 de la misma Ley General de

Población que en otros artículos sanciona al mexicano que auxilia a cualquiera sin

papeles y lo obliga a denunciarla al INM, su objetivo es precisamente éste: asistir,

rescatar y orientar a los migrantes que pasan por México. Los grupos Beta tienen como

obligación informar de los excesos y abusos que cualquiera comete contra los

migrantes, incluidas las propias autoridades mexicanas. La actividad principal de los

Beta de Tijuana es la de patrullar la frontera para apoyar y rescatar a los migrantes en

peligro, tanto mexicanos como extranjeros, sin potestad para detenerlos. El trabajo de

los Beta se realiza de manera coordinada con las organizaciones no gubernamentales

que otorgan alojamiento a migrantes. No pocos de los extranjeros hospedados en los

refugios para migrantes han sido acompañados allí por estos grupos. Existen hoy 16

grupos Betas en 8 estados mexicanos. Reconocibles por sus camisetas color naranja, son

muy populares entre los indocumentados que deciden atravesar México con el Norte

como objetivo, porque son aquellos agentes que les proporcionan alimentos y agua en

los trechos más duros, mientras les aconsejan no pasar por estos caminos.

17 Entrevista realizada por la autora a Stephane Vinhas, coordinador para Médicos del Mundo del Proyecto “Acceso a la salud para migrantes”, Tijuana, 26 marzo de 2008

7. Unas reflexiones finales

El énfasis que la Unión Europea y los Estados Unidos han puesto sobre las políticas

para frenar los flujos migratorios ha mostrado ser una estrategia ilusoria e irrealista. A

cualquier nuevo obstáculo introducido, los migrantes han encontrado otros modos y

otras vías para eludir los controles, simplemente porque saben que en los países del

Norte hay buenas posibilidades de mejorar las condiciones de vida, propias y de sus

familiares que dejaron atrás. El mercado del trabajo en los países más desarrollados

sigue necesitando de mano de obra extranjera, especialmente en aquellos empleos

precarios, poco especializados y mal remunerados que muchos autóctonos no quieren

tomar. En un mundo interconectado y interdependiente que se basa en intercambios y

flujos transnacionales de mercancías, capitales y de información, es bastante anacrónico

pretender detener la circulación de personas.

La total discrepancia entre las actuales dinámicas migratorias y lo que las normas en

vigor reflejan, ha tenido casi exclusivamente efectos contrarios a los esperados, siendo

el primero entre todos el aumento de la clandestinidad en beneficio de las mafias que

administran el tráfico de seres humanos. Las consecuencias de políticas recelosas con el

extranjero se están volviendo extremamente lesivas para los derechos humanos de los

migrantes y, aun peor, esto está aconteciendo en un clima de antiética indiferencia por

parte de los responsables que son, en última instancia, aquellos mismos países que se

proclaman modelos mundiales de democracia y civilización. Ningún control de frontera

legitima el desprecio de los derechos humanos. Con cada nuevo muro que se levanta,

con cada nueva presión para externalizar los controles, con cada negociación que

antepone los intereses de los estados al bienestar de los seres humanos, asistimos al

deprimente espectáculo que presupone la gran dificultad de pasar de las expresiones

verbales de buena voluntad a los hechos verdaderos, del paso hacia políticas y acciones

que permitan gobernar más racional y humanamente las modernas migraciones

internacionales, bajo una perspectiva que no sea exclusivamente la de la seguridad

nacional. Con gran desilusión se percibe cada vez más remota la posibilidad de llegar a

acuerdos migratorios que pongan sobre la mesa de discusión la extrema vulnerabilidad

de los migrantes.

No obstante, se debe reconocer el mérito de México por haber implementando una

práctica tan innovadora como la de los grupos Beta, que intenta compensar los impactos

secundarios de políticas migratorias que criminalizan a las personas solo por ir en

búsqueda de una vida mejor. EEUU y UE tendrían mucho que aprender desde esta

lección.

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