22
COMENTARIO JOSÉ ANTONIO CORRALIZA RODRÍGUEZ Universidad Autónoma de Madrid Que un psicólogo social escriba sobre la paz es una tarea extraña; constituye para él un problema similar al del banquero obligado a hablar de la pobreza: O se enternece ante el sufrimiento humano (porque, en fin, también el psicólogo social tiene su «corazoncito») o se enfurece porque, en el fondo, le cuesta imaginar la «paz» en las relaciones humanas (tanto como a un banquero le cuesta creer que de verdad existen los pobres). Cualquiera de estas dos respuestas tienen la complicación añadida de que oscurecen el ánimo y enturbian los pensamientos, porque el psicólogo social se ve obligado a prescindir de una clave fundamental, siempre implícita, de su discurso: El equilibrio en las relaciones humanas es difícil de conseguir. Realizar un discurso sobre la paz es, probablemente, una de las tareas más atípicas a la que pueda enfrentarse un psicólogo social. Los más importantes desarrollos de la teoría psicosocial son fruto de una época de paz, caracterizada por la existencia de una persistente tensión basada en la guerra. Dar razón de esta tensión ha sido una fuente inagotable de desarrollos teóricos y de investigación en la Psicología Social. Ciertamente, resulta inimaginable una psicología social sin guerra o, al menos, sin la permanente amenaza de un desastre bélico. En el momento presente, alguien podría argüir, sin que se le pudiera negar absolutamente la razón, la importancia de la «guerra fría» (oposición estratégica entre bloques en un contexto de interdependencia) en la génesis de la teoría de la disonancia cognitiva; de la misma manera podría colocar las teorías estratégicas de la distensión en la génesis de la teoría de la atribución causal (los estrategas dicen que la distensión se basa en la eficacia de la amenaza, y ésta depende de la racionalidad del adversario); también se podría considerar la impresión producida por las primeras películas sobre la guerra de Corea como una de las fuentes en las que S. Milgram se inspiró para realizar los diseños de investigación sobre la obediencia a la autoridad. La lista de ejemplos podría extenderse ampliamente hasta construir un discurso unificado sobre el carácter destructivo de las relaciones sociales. Posiblemente, la única diferencia entre el punto de vista del psicólogo social y otros puntos de vista reside en que, el psicólogo social aún puede manifestar un cierto sentimiento de compasión por sus semejantes, cosa que le está negada al estratega, al jurista o, incluso, al político que adopta la decisión. El psicólogo social se alarma por la aparente inevitabilidad del conflicto en las relaciones sociales. De este hecho encontramos pruebas bastante re- levantes. H. Tajfel, el psicólogo social más intuitivo en la Europa de la Distensión, escribió sobre el prejuicio y los procesos de grupo. En sus principios (Peters y Tajfel, 1957), escribió sobre la contraposición de Hobbes con Hull, escandalizado por la frialdad con que Hull pretendía estudiar las claves del comportamiento interdestructivo del ser humano. En algunos recientes manuales de psicología social se incluye un tema en interrogante referido al origen del odio en las relaciones humanas. Algo parecido ocurre en los viejos textos; no parece llamar la atención a nadie que G. H. Mead, probablemente el primer psicólogo social que destacaba la importancia de © 1991 by Aprendizaje, Revista de Psicología Social, 1991, 6 (I), 95-96 ISSN: 0213-4748

COMENTARIO - Dialnet · Sherif y sus colaboradores (Sherif et al., 1961) en un bien conocido experimento de campo sugieren hasta qué punto el escenario más amistoso se convierte

  • Upload
    others

  • View
    1

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: COMENTARIO - Dialnet · Sherif y sus colaboradores (Sherif et al., 1961) en un bien conocido experimento de campo sugieren hasta qué punto el escenario más amistoso se convierte

COMENTARIOJOSÉ ANTONIO CORRALIZA RODRÍGUEZUniversidad Autónoma de Madrid

Que un psicólogo social escriba sobre la paz es una tarea extraña; constituyepara él un problema similar al del banquero obligado a hablar de la pobreza:O se enternece ante el sufrimiento humano (porque, en fin, también elpsicólogo social tiene su «corazoncito») o se enfurece porque, en el fondo,le cuesta imaginar la «paz» en las relaciones humanas (tanto como a unbanquero le cuesta creer que de verdad existen los pobres). Cualquiera deestas dos respuestas tienen la complicación añadida de que oscurecen el ánimoy enturbian los pensamientos, porque el psicólogo social se ve obligado aprescindir de una clave fundamental, siempre implícita, de su discurso: Elequilibrio en las relaciones humanas es difícil de conseguir. Realizar undiscurso sobre la paz es, probablemente, una de las tareas más atípicas a laque pueda enfrentarse un psicólogo social.

Los más importantes desarrollos de la teoría psicosocial son fruto de unaépoca de paz, caracterizada por la existencia de una persistente tensión basadaen la guerra. Dar razón de esta tensión ha sido una fuente inagotable dedesarrollos teóricos y de investigación en la Psicología Social. Ciertamente,resulta inimaginable una psicología social sin guerra o, al menos, sin lapermanente amenaza de un desastre bélico. En el momento presente, alguienpodría argüir, sin que se le pudiera negar absolutamente la razón, la importanciade la «guerra fría» (oposición estratégica entre bloques en un contexto deinterdependencia) en la génesis de la teoría de la disonancia cognitiva; de lamisma manera podría colocar las teorías estratégicas de la distensión en lagénesis de la teoría de la atribución causal (los estrategas dicen que ladistensión se basa en la eficacia de la amenaza, y ésta depende de la racionalidaddel adversario); también se podría considerar la impresión producida por lasprimeras películas sobre la guerra de Corea como una de las fuentes en lasque S. Milgram se inspiró para realizar los diseños de investigación sobrela obediencia a la autoridad. La lista de ejemplos podría extenderse ampliamentehasta construir un discurso unificado sobre el carácter destructivo de lasrelaciones sociales. Posiblemente, la única diferencia entre el punto de vistadel psicólogo social y otros puntos de vista reside en que, el psicólogo socialaún puede manifestar un cierto sentimiento de compasión por sus semejantes,cosa que le está negada al estratega, al jurista o, incluso, al político que adoptala decisión.

El psicólogo social se alarma por la aparente inevitabilidad del conflictoen las relaciones sociales. De este hecho encontramos pruebas bastante re-levantes. H. Tajfel, el psicólogo social más intuitivo en la Europa de laDistensión, escribió sobre el prejuicio y los procesos de grupo. En susprincipios (Peters y Tajfel, 1957), escribió sobre la contraposición de Hobbescon Hull, escandalizado por la frialdad con que Hull pretendía estudiar lasclaves del comportamiento interdestructivo del ser humano. En algunosrecientes manuales de psicología social se incluye un tema en interrogantereferido al origen del odio en las relaciones humanas. Algo parecido ocurreen los viejos textos; no parece llamar la atención a nadie que G. H. Mead,probablemente el primer psicólogo social que destacaba la importancia de

© 1991 by Aprendizaje, Revista de Psicología Social, 1991, 6 (I), 95-96 ISSN: 0213-4748

Page 2: COMENTARIO - Dialnet · Sherif y sus colaboradores (Sherif et al., 1961) en un bien conocido experimento de campo sugieren hasta qué punto el escenario más amistoso se convierte

96la reflexividad, se apoye sobre la idea darwiniana de la competencia comoel elemento decisivo sin el cual es inimaginable la propia identidad personal.Sherif y sus colaboradores (Sherif et al., 1961) en un bien conocido experimentode campo sugieren hasta qué punto el escenario más amistoso se convierteen una «cueva de ladrones», y realizan un sugestivo análisis sobre el origende la tensión y del conflicto, así como de las formas que adopta la intimidaciónentre los miembros de los grupos que viven la experiencia de un campo devacaciones.

Además, parece que las experiencias históricas de guerra han permitidoun notable desarrollo de la investigación psicosocial, hecho éste que hallevado a algún autor a destacar los méritos de Hitler en el nacimientoy consolidación de la Psicología Social. Por tanto, la paz es un «familiar.extraño» para el psicólogo social: Probablemente, siempre sueñe con ella,pero en realidad no cree posible que exista nunca. Cínicamente, lo únicoque razonablemente espera el psicólogo social es que la guerra ocurra lejosde él. Cuando escribo "este comentario, la guerra de este ario estremeceno tanto porque se trate de una guerra, sino precisamente por la cercaníacon que se vive.

El texto de De Rivera, oportuno y sugerente, sin embargo no discuteeste interrogante principal: ¿Es posible la paz? Las diferentes explicacionespsicosociales sobre el origen de los conflictos (el prejuicio, el aprendizaje dela violencia, el conflicto entre grupos, el autoritarismo, etc.) hacen de éstoselementos sustanciales a las relaciones humanas. Realmente, existen reveladorassemejanzas entre las maniobras en una guerra (limitada) y la estrategia parasalir de un atasco de tráfico. Pero esto no resta carácter patológico al propioconflicto.

El artículo de De Rivera plantea un esquema de investigación sobre losprocesos para asegurar la paz. Mi acuerdo con los temas de investigación(prejuicios, relaciones entre grupos, negociación, etc.) que él sugiere, y conla necesidad de la educación para la paz, no aumenta mi optimismo sobrela posibilidad de obviar la guerra y los conflictos en las relaciones humanas.Su propuesta de un «gobierno común» conecta de lleno con los discursosutópicos que desde hace siglos se han realizado por distintos filósofos,visionarios e, incluso, psicólogos. Pero esto, en el momento presente, es sólouna prolongación del modelo de organización propio de un «imperio», estosí «bienintencionado» y de «amplia base».

La guerra, por sus causas y sus efectos, es un fenómeno a la vez másprofundo y contingente. En realidad, es el ejemplo prototípico de lo quelos expertos en conflicto denominan un juego de estrategia en el que (adiferencia de los juegos de habilidad o de azar) lo que un jugador ganedepende de lo que haga (es decir, de lo que pierda) el otro jugador. Elproblema central sigue residiendo en encontrar alternativas «razonables» ala agresión en las relaciones humanas. Pero, ¿es posible imaginar un juegoen el que el sujeto pueda ganar no ganando?

ReferenciasPETERS, R. S. y TAJFEL, H. (1957). Hobbes and Hull-Metaphysicians of behaviour. British

Journal for the Phylosophy of science, 8 (29), 30-44.SHERIF, M.; HARVEY, O. J.; WHITE, B. J.; HOOD, W. R. y SHERIF, C. W. (1961). Intergroup

conflict and cooperation: The robbers' cave experiment. Norman: University of OklahomaPress.

Page 3: COMENTARIO - Dialnet · Sherif y sus colaboradores (Sherif et al., 1961) en un bien conocido experimento de campo sugieren hasta qué punto el escenario más amistoso se convierte

COMENTARIORAMÓN COTARELOUniversidad Complutense de Madrid

El logro y la conservación de la paz son objetivos valiosos que gozande universal aprobación y a los que las gentes de sentido común estándispuestas a prestar su apoyo, aunque sólo sea de modo declarativo. Otracosa es cuando el apoyo implica algún tipo de sacrificio en condiciones enque la amenaza de guerra es lejana. La paz es una vieja aspiración de lahumanidad, que ésta pretende alcanzar por medios teológicos, como en lareligión cristiana o racionales, como en la construcción kantiana. Pero ¿esposible?

Por desgracia, el asunto no está hoy más claro que hace 2.000 años.Alcanzar la paz implica comprender las causas de la guerra y de la violenciaen general. Joseph de Rivera reconoce que son insuficientes las explicacionesmonocausales. Ciertísimo. Las explicaciones monocausales suelen ser insu-ficientes para todo. Las causas de la guerra son múltiples. Y ello contandocon que no haya un instinto de violencia y agresión en la naturaleza humana.En cuyo caso, evidentemente, todo cuanto se haga por evitar la guerra estarácondenado al fracaso, aunque quizá no sea inútil para otros menesteres.

(Al mencionar aquí la «naturaleza humana», devuelvo el asunto a lospsicólogos que son quienes nos deben ilustrar acerca de si la agresividad esinnata o no. Advierto, no obstante, que la posible substitución de la «naturalezahumana» por el «código genético» de momento sólo contribuye a obscurecerlas opciones):

Tanto si hay agresividad innata como si no, es evidente que los estudiossobre la paz han de ser pluridisciplinares. Cosa sabida es. Los aspectospolíticos, jurídicos, económicos, geográficos, históricos, etc., reclaman laparticipación de otras tantas disciplinas. Las aportaciones de la psicologíason imprescindibles y la apertura de una sección (digamos) de psicología dela guerra, un acierto. La obra de Harold Lasswell, por mencionar sólo almás célebre de los cultivadores, demostró brillantemente cuán productivahabía de ser la colaboración entre psicología y ciencia política.

Ahora bien, las aportaciones de la psicología a este campo de estudioen el que ya se afanan otras disciplinas debe soslayar reiteraciones y evitardescubrimientos que no son tales. Por ejemplo, De Rivera se cree obligadoa precisar la diferencia entre los conceptos negativo (ausencia de conflictos)y positivo (presencia de condiciones favorables al desarrollo y la justicia) depaz, distinción a la que llegó la polemología crítica hace ya más de veintearios (Dieter Senghaas, Eckehart Krieppendorff, etc.).

No me corresponde decidir cuestiones de pedagogía y no sé, pues, si lamejor contribución de la psicología a los estudios de la paz haya de hacersepor medio de la educación o no. Sí sé que el propósito está muy puestoen razón y que ya hay una fuerte corriente que empuja en favor de laeducación para la paz. Es más, esta materia es preferente en diversos programasde estudios irenológicos (transmisión de valores pacifistas, resolución pacíficade conflictos, etc.). Con todo, las dificultades acechan y la psicología serábienvenida si ayuda a vencerlas. No se olvide que la educación de los niñosdepende del mundo mental de los adultos. Por ejemplo, el proceso de

© 1991 by Aprendizaje, Revista de Psicología Social, 1991, 6 (I), 97-99 ISSN: 0213-4748

Page 4: COMENTARIO - Dialnet · Sherif y sus colaboradores (Sherif et al., 1961) en un bien conocido experimento de campo sugieren hasta qué punto el escenario más amistoso se convierte

98socialización e individuación del sujeto se hace participando de un universosimbólico cuya misma constitución nace en la violencia, pues suele estarfundamentado en la idea de pertenencia a una colectividad —nación— hechamediante la guerra y otras glorias del pasado.

De Rivera ve los efectos «posteriores» del nacionalismo, pero no los«anteriores» y, por tanto, los «posteriores» no tienen la claridad que debieran.Por ejemplo, cuando se pregunta «why people continue to support governmentsthat spend billions for war rather than for peace research and world justice»está haciendo una generalización que no sé si mucha gente —incluyendo élmismo— sostendría. Está equiparando a todos los gobiernos y sus gastosmilitares. ¿Se puede igualar un gobierno legítimo, esto es, apoyado en la libreaquiescencia de los ciudadanos y uno ilegítimo? Y si el segundo se arma yamenaza al primero, ¿es condenable o sorprendente que éste gaste billonesen la guerra? Sobre todo porque dirá que los gasta en defensa propia, dela paz y la justicia mundial. La Sociedad de Naciones se hundió por serincapaz de definir la agresión y de identificar al agresor y la respuestaadecuada. Por razones de espacio, no puede extenderme en una circunstanciacompleja que no cabe despachar con generalidades: en un mundo de Estadosnaciones las guerras y la amenaza de guerra no solamente son negocios paraalgunos sino que, en ciertos casos, fundamentan la prosperidad misma delas colectividades.

Dicho lo cual, considero las sugerencias de De Rivera de sumo interés.Permítaseme una palabra acerca de los aspectos que, según nuestro autor,deben trasmitirse con una educación mediada por la psicología para finespacíficos.

1) Capacidad para disfrutar del conflicto y para saber utilizar la fuerzacuando sea necesario. Acerca de lo primero tengo poco que decir, pues seme alcanza que sea una línea peligrosa del dominio absoluto de los psicólogos.¿En qué momento la sana alegría de la lucha y la competencia se convierteen compulsión, agresividad, inmoderado deseo de prevalecer y agresión?Acerca de lo segundo, algo más, pero muy viejo, pues es problema que nosocupa a los polítólogos desde antiguo en la medida en que acostumbramosa distinguir el Estado de derecho de la tiranía mediante el «uso legítimo dela violencia». Hablar de «uso necesario de la fuerza» supone plantear elespinoso problema de la legitimidad y la justicia de derecho.

2) Concepto positivo de paz. La relación entre ésta y el desarrollo, lajusticia social y la economía internacional. Uso los términos de De Riveraa quien sin duda sabe que su sentido es multívoco, controvertido y preñadode dificultades. Las causas del desarrollo y el subdesarrollo no son fácilesde exponer. La idea de justicia social no se impone de modo apodíctico.Siempre por falta de espacio, me limitaré a señalar que autoridad tan respetablecomo Friedrich A. Hayek acumula una formidable batería de argumentosen contra del concepto mismo.

3) El gobierno común (léase, mundial). He aquí el núcleo de muchasdificultades. Dos observaciones al respecto. Primera: es una ingenuidad suponerque la existencia de un gobierno único mundial (aspiración esclarecida dela humanidad, ya desde los tiempos de la Cosmópolis estoica) eliminaría lasguerras. Equivale a creer que el origen de la violencia está en la existenciade los Estados nacionales antes que en la condición humana. Olvida que lasguerras civiles (las que se dan en el marco de un solo Estado) son tan guerras

Page 5: COMENTARIO - Dialnet · Sherif y sus colaboradores (Sherif et al., 1961) en un bien conocido experimento de campo sugieren hasta qué punto el escenario más amistoso se convierte

99como las internacionales y, por lo que la experiencia muestra, muchas vecesmás crueles que éstas. Segunda: al enunciar las tres razones que se oponena la constitución del ansiado gobierno único mundial, De Rivera da plenamenteen el blanco. Si reduce su campo de acción al terreno más modesto de laarticulación política regional —en el caso del ya largo debate sobre la UniónPolítica Europea— verá que, en efecto, existe ya una documentación abundantegenerada en la polémica sobre transferencia de soberanía.

/

Page 6: COMENTARIO - Dialnet · Sherif y sus colaboradores (Sherif et al., 1961) en un bien conocido experimento de campo sugieren hasta qué punto el escenario más amistoso se convierte
Page 7: COMENTARIO - Dialnet · Sherif y sus colaboradores (Sherif et al., 1961) en un bien conocido experimento de campo sugieren hasta qué punto el escenario más amistoso se convierte

COMENTARIOCARLOS ECHEVARRÍAServicio Histórico Militar

EL PELIGRO DEL REDUCCIONISMO

El tema de la paz y el conflicto es tan amplio, que el autor, al abordarlo,produce la impresión de zambullirse en un mar profundo, con las fuerzasde un nadador voluntarista, provisto de un pequeño equipo de buceo.

Creo, no obstante, que el tema es tan importante como para hacernosrecordar que con juncos entrelazados o con construcciones de madera, losseres humanos han avanzado por aguas difíciles.

No le achaco al autor del artículo un intento de reducir el conflicto alcampo de la psicología social, pero sí un cierto voluntarismo reduccionistaen cuanto a sus soluciones. No obstante, un avance de unos milímetros, eneste campo, justificaría el esfuerzo.

La primera reflexión debe ir dirigida hacia nuestro conocimiento científico,si podemos llamarlo así, sobre los enigmas del conflicto y la violencia.

Hemos avanzado algo en el conocimiento de la génesis del conflictointerpersonal e intergrupal, pero muy poco en cuanto a su prevención ytratamiento.

La pedagogía de los medios de comunicación social es fuertemente con-tradictoria, haciendo, por una parte, un «modelado» de actuaciones violentasy, por otra, una apología de la no violencia. Una pedagogía adecuada parala prevención y trátamiento de los conflictos, exigiría una clarificación delos marcos de referencia y los valores que transmiten.

El reducir la pedagogía de la no violencia a la escuela o a la universidadsería condenarla al fracaso.

EL CONFLICTO INTRAPERSONAL

Necesitamos una investigación más rigurosa sobre el conflicto. Proba-blemente, el primer paso debería darse en el estudio del conflicto intrapersonal.

Si tomamos la metáfora neurofisiológica que recoge Arthur Koessler dela persistencia de tres cerebros en la estructura neurológica del ser humano,el cerebro primitivo semejante al de un reptil, el cerebro medio semejanteal de un mamífero primitivo y el cerebro superior o cortex más propio deun homínido, tendríamos un conflicto de estructuras con niveles de respuestadiferenciados. Si usted cayera prisionero en un conflicto bélico, podría serdetenido por un cocodrilo, por un caballo o por un ser humano. No obstantetenemos reptiles satisfechos en los zoológicos y caballos dóciles en el campo.El cortex debería poder dominar a las estructuras más primitivas.

Rivera expone la irracionalidad como raíz de muchos problemas. Lapsicología social tiene bastantes dificultades para intentar profundizar en elproblema de las actitudes, la cooperación, la negociación, el prejuicio, etc.,como para distraerla con el conflicto intrapersonal, pero quizás fuera elprimer escalón donde haya que seguir profundizando, también desde lapsicología social, que ya ha aportado aquí nuevas luces.

C) 1991 by Aprendizaje, Revista de Psicología Social, 1991, 6 (1), 101-102 ISSN: 0213-4748

Page 8: COMENTARIO - Dialnet · Sherif y sus colaboradores (Sherif et al., 1961) en un bien conocido experimento de campo sugieren hasta qué punto el escenario más amistoso se convierte

102NECESIDAD DE UN CAMBIO EN LOS VALORES

Hemos avanzado enormemente en el manejo técnico de las fuerzas dela naturaleza, pero muy escasamente en el manejo de las fuerzas de lairracionalidad humana. El autor es consciente de que el impulsar las habilidadesde comunicación y de negociación no es suficiente y es necesario, en ciertoscasos, el uso de la fuerza.

La aversión y el horror que el empleo de la fuerza produce, puede llevara la indefensión contra la tiranía de los violentos o de los ambiciosos.

Los valores de un mundo dominado por el comercio y las finanzas, sonvalores de corto plazo. Si el mundo de los negocios está fundado en ladinámica de comprar lo más barato posible y vender lo más caro posible,el engaño, la manipulación y la cosificación del otro continuarán desarrollándose.

El mercado global nos puede llevar hacia un estado global, pero los milesde millones de personas en situación de miseria, son un riesgo para los paísesdesarrollados y una injusticia objetiva. Las respuestas a dar ante esta situación,exigen una visión de largo plazo y un coraje moral en el cual deben participartanto los psicólogos como los economistas, políticos, pedagogos, periodistas,etc.

El autor aboga porque la psicología de la paz debería conducir hacia unainterconexión entre los grupos que trabajan para la justicia social, la ecologíay la búsqueda de la paz.

Creo que en esa interconexión, por la que aboga el autor, deberíanparticipar las fuerzas armadas, dado que una de sus funciones es el mante-nimiento de la paz y/o el manejo de conflictos. No obstante, las fuerzasarmadas del mundo occidental atraviesan un momento muy difícil; debendefender una sociedad que tiende a considerarlos extraños y pertenecientesa un exogrupo.

Page 9: COMENTARIO - Dialnet · Sherif y sus colaboradores (Sherif et al., 1961) en un bien conocido experimento de campo sugieren hasta qué punto el escenario más amistoso se convierte

COMENTARIO

ADELA GARZÓNUniversidad de Valencia

Los problemas de guerra y paz han sido centrales en el estudio de lasrelaciones y política internacional. Ya el trabajo clásico de Clausewitz (Garzón-Herrera, 1989) puso de manifiesto la relación entre psicología, política yguerra, y la necesidad de analizar esta última desde la perspectiva de lapolítica.

Sin remontamos a los pensadores clásicos, en nuestro siglo ha ido creciendola investigación sobre aspectos específicos psicológicos relacionados con losconflictos dentro y entre naciones, de tal modo que actualmente existe unapluralidad de perspectivas teóricas (cognitivas, psicopolíticas, del actor racional,sociológicas...) y de términos bajo los cuales se analizan distintos aspectosimplicados en los fenómenos de guerra (estrategias de resolución, rearme yactitudes políticas, guerra nuclear y disuasión, activismo pacifista, percepciónde las naciones en conflicto...). Basta recordar algunos datos para comprobarel interés' de la Psicología por la guerra y la paz: la Sociedad para el EstudioPsicológico de las Cuestiones Sociales, orientada por action-research de K.Lewin, tiene una preocupación central en los fenómenos de violencia socialy justicia social. The Journal of Conflict Resolution, una revista interdisciplinarque integra a las distintas ciencias sociales, se centra fundamentalmente enel conflicto humano dando prioridad a los conflictos internacionales y na-cionales; de hecho la revista tiene el subtítulo de Research on War and PeaceBetween and Within Nations. The Political Psychology de la S.I.S.P. recoge,entre otros temas, las relaciones internacionales.

DE LOS ESTUDIOS DE GUERRA A LOS ESTUDIOS DE PAZ

Mientras los estudios clásicos intentaron encontrar las causas y condicioneshumanas que hacían posible el surgimiento de la violencia organizada, lasinvestigaciones más actuales dieron por sentado la realidad de la violenciay se centraron en estudiar los factores psicológicos y sociales que favoreceny desarrollan tal tipo de violencia así como la incidencia en las actitudessociales de la amenaza de un conflicto nuclear. Fue también la época delrearme y la carrera armamentista y, en el fondo, fue la etapa de la educaciónpara la guerra; las investigaciones no dejaron de inculcar en la población larealidad inevitable de los conflictos bélicos (Alexander y Wagner, 1986).

En las últimas décadas, dentro de los estudios sobre guerra y paz se haproducido un giro en su perspectiva de investigación: «hay que educar parala paz». Peace and Change, una revista de investigación sobre la paz, incluyejunto a los temas clásicos de militarismo, desarme y prevención de guerra,otros como pacifismo, líderes para la paz, movimientos sociales a través delos cuales intenta encontrar las causas de la paz internacional y los condi-cionantes que la dificultan. En 1990 publica un número dedicado a la Pedagogíade la paz (Forrest, 1990). En 1982 la Asociación Americana de Psicología(APA) a través de uno de sus Consejos formuló una resolución, a favor de

© 1991 by Aprendizaje, Revista de Psicología Social, 1991, 6 (/), 103-108 ISSN: 0213-4748

Page 10: COMENTARIO - Dialnet · Sherif y sus colaboradores (Sherif et al., 1961) en un bien conocido experimento de campo sugieren hasta qué punto el escenario más amistoso se convierte

104la congelación bilateral sobre la producción, prueba y empleo de armasnucleares, que suponía la implicación política de los psicólogos americanos.Esto provocó un debate interno sobre lo acertado de la implicación políticade la Sociedad en la política nacional de seguridad, y sobre el poder deinfluencia de la investigación científica en las directrices de las políticasnacionales. Y Polyson y Stein (1988) realizaron un estudio sobre las actitudeshacia la guerra nuclear de los miembros de APA para poner de manifiestoque la resolución establecida corresponde al sentir de los psicólogos americanos.

Por otro lado, a partir de los arios sesenta aparecen movimientos socialesque manifiestan las protestas civiles por el armamento nuclear y las resolucionesbélicas de los conflictos nacionales e internacionales. Junto a este movimientode protesta se unen otros, como el movimiento ambiental y el movimientoradical femenista, que defienden la construcción de una sociedad alternativa(de pensamiento global y de actitudes cooperativas): la aldea global. Milbrath,en su libro Envisioning a Sustainable Society, haciéndose eco de esta nuevacultura política, señala la necesidad de crear un Gobierno Global de lasNaciones (Milbrath, 1989; 1990). Al tiempo, se abre un debate dentro delas teorías sobre relaciones internacionales en una cultura política fragmentada(Rengger, 1989). Y en 1984 el Congreso de los EE.UU. había creado unInstituto Nacional de Paz con el fin de elaborar estrategias de educacióny entrenamiento para promover la paz económica, política, social y en lasrelaciones culturales del mundo.

Estamos presenciando la aparición de una perspectiva distinta en la manerade afrontar la problemática de los conflictos nacionales e internacionales:aparecen términos como «constructores para la paz» «educadores para la paz»o «investigadores para la paz». Una perspectiva que tiene dos aspectos quemerecen la pena destacarse. Por un lado, se analizan las relaciones internacionalesdesde la perspectiva de la paz (ya no de la conducta competitiva, del conflictobélico o de las percepciones enfrentadas de las partes del conflicto). Por otrolado, se establece la necesidad de trascender el conflicto bélico como unaestrategia de las relaciones internacionales; es decir, hay que sentar las basesde un sistema de gobierno «entre naciones» donde la paz sea el sistema derelación y el uso de la fuerza el recurso esporádico de afrontar los conflictos.El final de la guerra fría ha potenciado esta línea de investigación de educaciónpara la paz, sus principios y objetivos, frente a lo que podríamos llamareducación para la guerra (actitudes frente a la guerra nuclear, tácticas deafrontar la amenaza de guerra nuclear, información sobre la guerra nucleary actitudes hacia el rearme...). No deja de ser curioso que precisamente enel momento en que más hincapié se hace en «la educación para la paz», desdeel ámbito de la política internacional más se habla del nuevo Orden Mundial.Parece como si la posibilidad de la paz mundial exigiera un nuevo ordeninternacional; el significado y naturaleza de este nuevo orden mundial puedeproporcionar elementos de interpretación de esta etapa de «investigación parala paz».

El trabajo que nos presenta Joseph de Rivera Peace Psychology in theUnited States se sitúa en esta línea de educación e investigación para la paz.De hecho no se trata de un trabajo técnico sobre psicología de la paz, sinoque es una declaración de las líneas directrices que deben discutirse entrelos investigadores de la paz para establecer los principios y objetivos queden forma y sentido (sociopolítico) a las contribuciones de la Psicología en

Page 11: COMENTARIO - Dialnet · Sherif y sus colaboradores (Sherif et al., 1961) en un bien conocido experimento de campo sugieren hasta qué punto el escenario más amistoso se convierte

105las investigaciones sobre la paz. Su tesis central se desarrolla en la segundaparte y hace una declaración explícita de la necesidad de construir un «gobiernocomún» que requiere nuevos sistemas de relaciones entre naciones: en primerlugar el aprendizaje de afrontar el conflicto nacional e internacional desdela perspectiva del juego democrático y, en segundo, la ruptura de las soberaníasnacionales. Todo ello requiere el aprendizaje social de actitudes internacio-nalistas, frente a las actitudes nacionales y patrióticas.

LOS RIESGOS DE CULPABILIZAR A LA SOCIEDAD CIVIL

Antes de plantear su tesis central establece, en la primera parte deltrabajo, un marco ideológico o conceptual que la fundamenta y que se puedeextraer de la descripción que realiza de la contribución de las distintasdisciplinas psicológicas a las investigaciones sobre la paz. No parece circuns-tancial el orden en que enumera las contribuciones de las distintas disciplinasde la psicología: las de la psicología clínica, de la psicología educativa y dela psicología social (hay otro orden, también viable pero con implicacionespolíticas y sociales distintas: psicología cultural; psicología político-social;psicología individual).

La fundamentación de su tesis central parte de una concepción acumulativay lineal del aprendizaje humano. Se presupone que si el individuo aprendea afrontar cooperativamente los conflictos de sus grupos básicos, desarrollaráesas mismas estrategias en sus grupos de identificación social y de identificaciónnacional; y ello hará que sean posibles unas relaciones de paz dentro y entrelos grupos humanos. Una de las limitaciones de esta idea de la acumulacióndel aprendizaje social es que no nos permite diferenciar los constituyentes(sujetos) de las distintas realidades sociales y, en consecuencia, puede fun-damentar políticas de acciones ineficaces.

Las entidades sociales (grupos sociales, étnicos, estados nacionales) tienenuna realidad objetiva y funcional distinta a la interacción específica que susmiembros particulares realizan entre sí: más que una continuidad en elproceso de interacción existe un salto cualitativo al igual que los gaseshidrógeno y oxígeno se convierten, cuando se unen, en otra realidad, el agua,con propiedades distintas a las de sus constituyentes. Los escenarios de laacción social más que ser continuos suponen saltos cualitativos que incorporansus propias reglas de competencia y realización y que requieren otros sujetospsicológicos que difieren del sujeto individual. De otro modo, los compor-tamientos competitivos y agresivos que se desarrollan en un nivel de acción(interpersonal) no tienen porqué reproducirse en otros niveles distintos (social,nacional...). Han tenido, por ejemplo, escaso éxito los intentos de explicarel terrorismo a partir de las actitudes hostiles de los miembros de las or-ganizaciones terroristas.

El supuesto de la continuidad lineal y acumulativa es rebatida ya no sólodesde la misma filosofía de la ciencia sino también desde la propia investigaciónpsicológica básica: es bien sabido que los principios que fundamentan lamemoria individual no son los que explican la memoria colectiva (Halbwachs,1941), al igual que el pensamiento racional individual adquiere dimensionesy condiciones diferentes cuando el pensamiento se realiza en grupo (Seoane,1991). Incluso, dentro de los estudios sobre guerra y paz, las investigaciones

Page 12: COMENTARIO - Dialnet · Sherif y sus colaboradores (Sherif et al., 1961) en un bien conocido experimento de campo sugieren hasta qué punto el escenario más amistoso se convierte

106centradas en relacionar pautas de conducta en el nivel nacional con lasdesarrolladas en el nivel internacional son muy discutibles; por ejemplo, elestudio transcultural en 90 sociedades preindustriales realizado por Ross(1985) pone de manifiesto que las relaciones positivas entre conflictos internosy conflictos externos son moderadas y bajo ciertas condiciones no guardanninguna relación; Small y Singer (1980) señalan que la implicación en conflictosbélicos internacionales no son un indicador del carácter bélico de una nacióny, al contrario, países que sufrieron sus propias guerras civiles no se com-prometieron en conflictos internacionales. Por último, los estudios sobre lacorrelación negativa entre estados democráticos y su implicación en conflictosbélicos son muy polémicos, tal como se deriva de los trabajos de Rummel(1985) y Weede (1984).

Otro aspecto de esta concepción acumulativa y lineal son las implicacionespara una teoría psicopolítica de las relaciones internacionales y que he de-nominado como «la culpabilidad de la sociedad civil». Uno de los riesgosde este principio de lo acumulativo es culpabilizar al ciudadano de las estrategiascompetitivas que puede desarrollar su grupo social (conflicto dentro denaciones) o el Estado (conflicto entre naciones). El lema de un supuestoacumulativo es que si el individuo aprende a no ser competitivo entoncesserá posible una sociedad cooperativa y creativa en el modo de afrontar susconflictos internos y externos. Esto constituye la segunda limitación y errordel principio acumulativo: pensar que las relaciones estatales representan yson reflejo de las relaciones socio-culturales y responsabilizar a estas últimasde los fenómenos de competición y enfrentamiento bélico que se produceny crean en la primera. Además, desde los análisis actuales de la Nueva CulturaPolítica (Seoane, 1990) estamos asistiendo a un fuerte distanciamiento entreel sentir del ciudadano político y los modos de actuar de la elite política:es decir, podemos encontrarnos con una sociedad civil defendiendo la pazmundial mientras que sus líderes políticos se implican en conflictos bélicosinternacionales.

LA FRAGMENTACION DEL PODER: UNA VIA PARA LA PAZ

En las últimas décadas están proliferando los intentos institucionales pordar una respuesta a la necesidad de eliminar el conflicto bélico internacional.Se han desarrollado Leyes Internacionales para controlar el uso de la fuerzaarmamentista, aparecen nuevos programas y equipos de investigación, orga-nismos e institutos centrados en la configuración de un Nuevo Orden Mundial(Falk, 1975). Los modelos diseñados hablaron inicialmente de estructurasinternacionales o transnacionales como sistemas de regulación mundial. Apartir de los ochenta, cada vez con más frecuencia, desde los ámbitos políticoshasta los intelectuales, se habla de Cultura Global (Ibáñez, 1990), OrdenGlobal, Gobierno Mundial, o Gobierno Común, como propone Joseph deRivera.

Aunque tales términos aún no han sido clarificados en lo que implicanen la política internacional, sin embargo pueden tener significados muydiferentes. Cuando Gobierno Común se asocia y fundamenta por un ladoen la «ausencia necesaria de soberanía nacional» y, por otro, en la educacióndel ciudadano en el desarrollo de actitudes internacionalistas frente a actitudes

Page 13: COMENTARIO - Dialnet · Sherif y sus colaboradores (Sherif et al., 1961) en un bien conocido experimento de campo sugieren hasta qué punto el escenario más amistoso se convierte

107nacionalistas, entonces se puede estar hablando de un Gobierno Universal,lo que supone una unificación y, plantea el problema de decidir desde quécultura se diseñará ese nuevo gobierno universal (Rengger, 1989; Featherstone,1991); se corre el riesgo de asistir a un nuevo etnocentrismo y a una cen-tralización. Además, es muy discutible que el nacionalismo sea el mayorpeligro para las relaciones internacionales, ni siquiera para las nacionales:investigaciones sobre la relación entre internacionalismo, nacionalismo, pa-triotismo y guerra señalan su carácter polémico (Fesbach, 1990).

Otra interpretación coherente con la anterior es la tesis de que el Estado-Nación como centro de organización política es una invención obsoletaporque no se adapta a la sociedad tecnológica y postindustrial; su soberaníaes muy vulnerable tanto por la interdependencia económica como militar(conflicto bélico) y no puede garantizar a su población ni bienestar, niseguridad; en resumen la necesidad del Nuevo Orden Mundial es el esta-blecimiento de una nueva organización del poder político (Falk, 1975; Rengger,1989). Claro que esto traspasa el problema de las relaciones internacionalesy, planteado abiertamente, no sólo requiere los programas de educación parala paz del ciudadano y su participación, sino también la incorporación deprofesionales y expertos a las decisiones de los líderes políticos.

Ahora bien, si partimos de que el problema de las relaciones internacionalestienen que ver con la falta de recursos y deterioro del ecosistema; con losdesequilibrios económicos y sociales; con la ausencia de una justicia socialy política en el juego internacional y con una escalada de capacidad militarque amenaza con la destrucción, entonces quizás el nuevo Orden Mundialdebería adoptar un modelo de poder fragmentado, formado por núcleospolíticos con miembros diferenciados culturalmente que incorporen el juegodemocrático (las comunidades políticas, culturalmente diferentes, son unaexperiencia histórica en Europa). Fragmentación del poder guiado no por laprepotencia de unos, ni por el equilibrio en fuerzas bélicas, sino por elequilibrio de la riqueza y bienestar social, por la solidaridad frente a lacompetición entre naciones, por la protección de los estados frente al cre-cimiento sin límites de los más desarrollados y por la protección de losrecursos para una distribución equilibrada entre las naciones.

ReferenciasFIALBWACHS (1941). La topographie légendaire des évangiles en Terre Sainte. Presse Univ. de

France 1950, (póstuma).ALEXANDER, S.-WAGNER, T. (1986). New Ways of Teaching for the Nuclear Age. En White,

R. K. (Ed.): Psychology and the prevention on nuclear war. N.Y.: SUNY Press.FAI.K, R. (1975). A Study of Future Worlds. N.Y.: Free Press.FEATHERSTONE, M. (1991). Consumer Culture and Postmodernism. London: Sage.FESBACH, S. (1990). Psychology, Human Violence, and the Scarch for Peace. J. Soc. I ssues, 46,

1, 183-198.FORREST KEEN, M. (1990). The pedagogy of peace. Change and Peace, vol. 15, No. 3.GARZÓN-HERRERA (1988). Psicologia y Política: la racionalización de la guerra. Boletín de

Psicología, 21, 51-83.IBAÑEZ, E. (1990). Personalidad y Cultura. Boletín de Psicología, 28, 29-43.MILBRATH (1989). Envisioning a Sustainable Society. N. York: SUNY Press.MILBRATH (1990). Haciendo conexiones: las raíces comunes de los movimientos ambiental,

femenista y pacifista. Revista de Psicología Política, 1, 35-64.POLYSONJ. A.-STEIN, D. M. (1988). A Survey of Psychologists' Nuclear War Attitudes Political

Psychology, 9 (1), 25-40.

Page 14: COMENTARIO - Dialnet · Sherif y sus colaboradores (Sherif et al., 1961) en un bien conocido experimento de campo sugieren hasta qué punto el escenario más amistoso se convierte

108RENGGER, N. J. (1989). Incommensurability, International theory and the Fragmentation of

Western Political Culture. En J. R. Gibbins (Ed.): Contemporary Political Culture. Londres:Sage.

Ross, M. FI. (1985). Cross-Cultural Evidence on Interna] and External Violence. ConllictResolution, 29 (4), 547-580.

Rummr.i., R. J. (1985). Libertarian propositions on violence within and between nations. Coy:MetResolution, 29 (3), 419-55.

SOANE, J. (990). Psicología Política de la Sociedad Contemporánea. Valencia: Promolibro.SroANE, J. (1991). Racionalidad limitada. En El Independiente, "grandes temas" 27, enero 1991.SMAI.I., M.-SINGER, D. J. (1980). Patterns in International Warfare, 1816-1965. En R. A. Falk

(Ed.): The War System. Colorado: Westwiew Press.WEEDE, E. (1984). Democracy and War involvement. Conflict Resolution, 28 (4), 649-64.

Page 15: COMENTARIO - Dialnet · Sherif y sus colaboradores (Sherif et al., 1961) en un bien conocido experimento de campo sugieren hasta qué punto el escenario más amistoso se convierte

COMENTARIOJAVIER ROIZ

Saint Louis Uniuersity

En principio, la simple mención de que, dentro de la American PsychologicalAssociation haya surgido una nueva división encargada de cultivar y organizarla «psicología de la paz» es intuitivamente esperanzadora. Que no pocospsicólogos trabajen en terapias reconstructivas de individuos y de familiasenteras afectados por la guerra, y que muchos de estos científicos se atrevana investigar temas como la amenaza nuclear, las inhibiciones cívicas y losefectos emocionales de las nuevas armas, genera indudablemente coraje políticoy nos anima a cooperar. Promueve seguramente un sentimiento de simpatía.

Pero, claro está, nuestra confrontación con esta iniciativa no acaba ahí,en esa primera impresión. Y, cuando uno se sienta a meditar sobre el alcancey realismo de esta propuesta desde el ángulo teórico político, el paisaje seoscurece. Lógicamente, hay que buscar el porqué de esa oscuridad.

UNA PAZ TRABAJADA

De Rivera celebra la institucionalización de los peace studies porque creeque sólo es posible alcanzar la paz cuando ésta ha sido trabajada y tiene unabase sólida. Pero no queda claro en su trabajo si la paz que él postula esuna paz global, una paz entre las naciones o fundamentalmente una pazsociológica general. Tampoco nos desvela si, en su visión del problema, lapaz crece desde lo más pequeño, el individuo, hacia la más grande, el Globo;o si el fenómeno de la paz y el de la epidemia de su opuesto, la guerra seextienden por el tejido social y sus circuitos sistémicos de alguna otra manera.Ciertamente, no queda claro. Aunque, tras escuchar su opinión de que «laeducación de paz comienza en la casa y sigue en la escuela», es fácil deducirque, en su esquema, lo individual sustenta y produce las otras formas superiores.

Los esfuerzos de De Rivera y de los peace studies programs son, a mientender, de intención terapéutica. Se trata de una necesidad de nuestrotiempo frente a lo que, sin darle tal nombre, se considera una patología social,casi una yatrogenia. En este sentido, la instauración que de Rivera sugierede nuevas actuaciones sobre las familias y las escuelas para que los futurosadultos aprendan nuevas formas de resolver el conflicto, le introducen enterreno de la teoría política. Se trata, en otras palabras, de la creación deun nuevo ciudadano/a en las fábricas de ciudadanía que conoce la sociedaddemocrática. Ni que decir tiene que, para de Rivera, los únicos regímenesque cuentan son los democráticos liberales de la tradición occidental o losparangonados con ellos. Las dictaduras y monarquías premodernas quedantácitamente fuera de su campo de visión.

En esta presentación de la sociedad humana en donde hay individuos,grupos, naciones, estados y el planeta, y en donde el conflicto circula comoun ácido orgánico amenazador por entre sus intersticios, de tal forma queen cualquier momento puede resultar letal, hay implícitos algunos presupuestosy también algunos deseos que no están a la vista y que, de no ser analizados,

1991 by Aprendizaje, Revista de Psicología Social, 1991, 6 (1), 109-112 ISSN: 0213-4748

Page 16: COMENTARIO - Dialnet · Sherif y sus colaboradores (Sherif et al., 1961) en un bien conocido experimento de campo sugieren hasta qué punto el escenario más amistoso se convierte

110podrían incluso paralizar las iniciativas que este movimiento intelectual genere.Intentaré exponer mis reparos de forma que puedan ser constructivos.

En primer lugar, Creo que de Rivera se sitúa en la tradición humanista.Esta tradición de pensamiento oscila entre pensar si el individuo nace buenoo si nace semibueno y con algunos potenciales malignos, pero en cualquiercaso está convencida de que el individuo entra en la madurez corrompidoya por las degeneraciones de una sociedad muy contaminada. Para de Rivera,el mayor testimonio de este proceso es el fracaso de nuestra convivenciaplanetaria. De ahí que insista en la necesidad de intervenir terapéuticamentedesde la misma base de la infancia. Parece que, quizá inadvertidamente, deRivera imagina las sociedades como agregados sociológicos montados a partirde unidades gnipales. Grupos matriciados en ambiente primarios, la familiao la escuela, de alta efectividad y fuerte capacidad, por tanto, para programarconductas. Se podría decir que, hasta aquí, de Rivera opta por la idea delrey como padre y rechaza la contrapuesta del padre como aguacil en casa, esdecir, se pone del lado de sociologizar lo político.

EL ABSOLUTO DE LA PAZ

Joseph de Rivera menciona la necesidad de una nueva educación cívica queimpida a los gobiernos democráticos gastar recursos en armas y les obliguea invertirlos en poner las bases de la paz. Pero resulta un poco patético quese pregunte por qué la gente sigue votando a gobiernos que precisamentehacen lo contrario y gastan millones en la guerra. Aunque él no encuentrarespuesta a esta pregunta, parece deducir que todo se debe a que la,buenagente está engañada o mal informada. Consecuentemente, en la visión dede Rivera, el papel que el psicólogo social estaría llamado a jugar se confunde,sin ninguna dificultad, con el de un educador que tiene la misión de conseguirel bien absoluto de la paz. Una paz como objeto de grandeza metafísica, queen ninguna parte se nos define y que, además de tener infraestructura psi-cológica, requiere también una infraestructura institucional y económica. Deahí que, en medio de todo ese conocimiento terapéutico que nos ha derescatar,habrá de haber siempre sitio para temas como la economía internacional, lajusticia social o el desarrollo de los pueblos. Porque, como de Rivera nosavisa, hay una paz negativa y una paz verdadera.

El establecer un diagnóstico y una terapia sociales basados en una teoríaque pivota sobre el concepto de paz es muy arriesgado. Intuitivamente, noresulta difícil admitir que, para que los individuos lleguen de adultos aconstruir un mundo pacífico, es necesario que desde pequeños se entrenenen cómo manejar el conflicto en todas sus formas. Que aprendan que, anteel conflicto, además de no esconder la cara, deberán verlo con realismo comoparte constitutiva de la vida diaria. Sólo ciudadanos que sepan aceptar connaturalidad, y sin asustarse por eso, el conflicto en todas sus manifestaciones,serán capaces de hallar la solución para salir de él sin lesiones irreversiblespara los grupos y para los países. La pedagogía de de Rivera se trasluce aquícomo una preparación, casi un entrenamiento, dinámica para sobrellevar yvencer el conflicto como obstáculo real de la vida de los pueblos.

Más curiosamente resulta su afirmación de que la verdadera paz es solamenteposible en lugares en donde se produce una condición genuinamente política,

Page 17: COMENTARIO - Dialnet · Sherif y sus colaboradores (Sherif et al., 1961) en un bien conocido experimento de campo sugieren hasta qué punto el escenario más amistoso se convierte

1 1 1la justicia. Si no hay justicia ni perspectivas de lograrla, es inútil esperar quese vaya a instaurar una verdadera paz. La injusticia es pues un problemacentral a resolver y, por eso, los educadores están obligados a afrontar esteproblema como esencial. Con todo, una de las mayores preocupaciones debeser que, en esa educación para la lucha no violenta contra la injusticia, loseducadores consigan que todo transcurra sin causar problemas económicoso ecológicos.

Finalmente, en esta exposición de lo que es y promete la peace psychology,

se nos plantea la solución de que, si se quiere llegar a alguna parte, habráque lanzarse a la movilización democrática, ya que, curiosamente y aunqueno parece así a primera vista, para de Rivera, ni la existencia de un lenguajecomún ni la de una religión común pueden evitar que brote la guerra. Loúnico que sí puede hacerlo es la existencia de un gobierno común que englobea todos los posibles contendientes. De Rivera afirma que la probabilidad deuna guerra civil decrece geométricamente con relación a la de una guerra entrenaciones. Después de toda su disgresión sobre la existencia de la violenciay de sus causas, y tras su alegato contra la tradición política belicista y enfavor de la terapia social y psicológica, de Rivera nos sorprende con laafirmación inesperada de que la única forma radical y decisiva de espantarla guerra es la reestructuración de la autoridad y el poder.

UN NUEVO SISTEMA DE PAZ

Resulta así que, para de Rivera, si bien su paz verdadera implica trans-formación psicológica y una cultura mucho más participativa, no deja de serpor eso una consecuencia directa de haber logrado previamente una identidadde especie, una cultura política universal con instituciones planetarias dotadasdel poder necesario y de la aceptación de todos. De Rivera parece sugeriruna cultura democrática global como medio de persuasión para conducirnosa un nuevo sistema político mundial, una especie de supra-estado planetarioen el que aparezcan fuerzas integradoras mundiales, pacíficas y democráticas.

Claro que, por mucho que hable de llegar a lograr la armonía intragrupal,de desarrollar un sentimiento de pertenencia al mismo tronco, o uno primordial,o especie —en la línea sentimental del rock pacifista del «ahl together now»—,

de Rivera no puede escaparse de eso que alguien llamaba «las preguntasinminentes». Y esas afectan a incógnitas sobre quién decide o cómo se haceesa integración, o con qué garantías. Surgen, desde luego, dudas sobre quiénhabrá de ser el arquitecto de la nación universal. Además, cómo podemosconvencer a quienes rechacen la tradición legal-formal de Occidente de queéste es el ideal a seguir por todos. Al menos en el trabajo aquí comentado,de Rivera no da ni siquiera indicios de poder responder a todas esas incer-tidumbres.

Es más, no se puede decir que la fórmula de Joseph de Rivera sea siquierauna postulación bien pensante de una cultura democrática mundial, un mundonuevo en el que la civilidad de lo sociológico y la dulzura lúcida de lapsicología nos abran el horizonte claustrofóbico de la vida en el fin del sigloveinte, en el que el poder habla fuerte y por todas partes. Por el contrario,el esquema de de Rivera acepta la irreversibilidad de estas situaciones e

Page 18: COMENTARIO - Dialnet · Sherif y sus colaboradores (Sherif et al., 1961) en un bien conocido experimento de campo sugieren hasta qué punto el escenario más amistoso se convierte

112incluso la consagra. Es, quizá, esta falsa pretensión de estar ofreciéndonosun nuevo giro en la construcción de la paz por métodos nuevos, lo que,en mi opinión y por las razones antes expuestas, más deteriora el poder deconvicción de la propuesta de Joseph de Rivera y su peace psychology.

Page 19: COMENTARIO - Dialnet · Sherif y sus colaboradores (Sherif et al., 1961) en un bien conocido experimento de campo sugieren hasta qué punto el escenario más amistoso se convierte

COMENTARIOFERNANDO VALLESPÍN

Universidad de Málaga

1. No es fácil ofrecer un comentario del trabajo del profesor Joseph deRivera, ya que son muchas las cuestiones abordadas y poco el espacio disponible.Aun así, se nos ocurren algunas consideraciones generales, que sin ser desa-rrolladas del todo quizá puedan servir de punto de referencia para entrardespués en nuevas reflexiones.

En primer lugar, y con el trasfondo de una guerra en pleno funcionamiento,hay que dar la bienvenida a todo esfuerzo por indagar en las posibilidadesdel fomento de una «educación por la paz». Desde luego, en el trabajo queaquí debatimos se centra fundamentalmente en el papel que compete a lapsicología en esta difícil empresa, pero se solapa en gran medida con muchasde las reflexiones que necesariamente hemos tenido que abordar los politólogos.No en vano se ha dicho que el estudio de la política se ocupa, por definición,de los modos de resolución del conflicto. En un mundo no conflictual lapolítica carecería de sentido. El conflicto deviene, pues, tanto para la políticacomo para la «psicología de la guerra» en el objeto de estudio fundamental.Y no hay más que leer el trabajo del profesor de Rivera para que estaafirmación resulte indiscutible. Donde ya comienzan las divergencias es encómo se aborda este estudio, en el enfoque propiamente dicho. Aquí, desdeluego, el análisis no sólo responde a problemas derivados de las distintasperspectivas disciplinares respecto del objeto de estudio, sino, sobre todo,a la forma en que se percibe la naturaleza del objeto estudiado; es decir, acuestiones de método. Por tanto, en las consideraciones que siguen no sólonos moveremos en el ámbito de la politología, sino, de modo más concreto,valiéndonos de un enfoque de la misma que no se encuentra satisfecho conla mera «descripción» analítica —como parece que hace el autor reseñado—del fenómeno. Para su completa dilucidación consideramos imprescindiblebajar a las posibles causas que explican la' existencia de los conflictos, laviolencia y, en última instancia, la guerra. Por decirlo en otros términos: lacuestión en torno a la resolución «pacífica» de los conflictos va indesligablementeunida a una reflexión sobre lo que podríamos calificar en términos generalescomo las «raíces sociales de la violencia». Algo apunta de Rivera en estesentido cuando señala que «la auténtica paz sólo se alcanza cuando hayjusticia».

Entrar en este tema nos llevaría, sin embargo, mucho más allá de loslímites de este comentario. Baste decir aquí que toda técnica de disoluciónde los conflictos que ignore las posibles contradicciones que se escondendetrás de éstos resultará a la postre insuficiente para «estabilizar» de mododuradero las situaciones conflictuales. En este sentido cabría introducir yauna distinción entre resolución o disolución de los conflictos y el meroconflict management, la gestión puntal por medios pacíficos de situacionesconflictuales, cuyas raíces, sin embargo, no se consigue extirpar. La educaciónpor la paz entraría dentro de la segunda categoría, ya que los medios de losque se vale exceden con mucho la capacidad de anular las causas —generalmente«estructurales»— que dan origen a los conflictos y a la violencia. Sólo la

© 1991 by Aprendizaje, Revista de Psicología Social, 1991,6 (1), 113-116 ISSN: 0213-4748

Page 20: COMENTARIO - Dialnet · Sherif y sus colaboradores (Sherif et al., 1961) en un bien conocido experimento de campo sugieren hasta qué punto el escenario más amistoso se convierte

114política estaría en condiciones de hacerlo, aunque en los sistemas democráticosla actividad política se mueve preferentemente en la dimensión del conflictmanagement.

2. Esta última observación, la referencia a la política encauzada pormedios democráticos, nos permite avanzar también por otro terreno: elestudio de los mecanismos que han favorecido, si bien siempre de modoinsuficiente, eso que podríamos calificar como la domesticación de la violencia.El proceso de estabilización y encauzamiento del conflicto social y la violenciaes producto de la «modernidad». Por modernidad se entiende, a estos efectos,no un concepto estático y contrafáctico, sino un proceso evolutivo, susceptiblede ser descrito únicamente a partir de su propia dynamis o movimientointerno. Es en este proceso donde se produce esa dialéctica entre el controlde la violencia social mediante la monopolización de la fuerza por parte delEstado, y el correlativo «disciplinamiento» individual; algo que podríamoscalificar como la internalización de la violencia.

Sin entrar, como es obvio, en una narración de este proceso, sí nosinteresa resaltar cómo ha habido una estabilización progresiva de la violenciacomo consecuencia de la constante racionalización de los medios encargadosde encauzar el conflicto, que en última instancia confluyen en el sistema-democrático. Y que esta estabilización, no exenta de problemas y rupturasviolentas, ha seguido una evolución lenta y sinuosa, durante la cual la mo-dernización económica y social ha sido seguida de estos avances en el terrenopolítico. A bote pronto, esta afirmación nos sugiere al menos dos cosas: una,que la continua inclusión del conflicto dentro del sistema político —mejor,de un sistema político capaz de incorporar la creciente pluralidad de losintereses sociales— ha constituido la condición de posibilidad de la disminuciónde la violencia; y, en segundo lugar, que la ausencia de este «proceso civi-lizatorio» (N. Elias), unido a un rápido proceso de «modernización», bienpuede ser la causa de la proliferación de la violencia en amplias zonas delplaneta. Si la modernidad produce estabilidad, la modernización es una delas grandes fuentes de conflictos. Gran parte de la violencia generada en elTercer Mundo tiene su origen, no ya sólo en su dependencia respecto depaíses ya modernizados, sino en su rápida incorporación de modelos deorganización política y económica, ya cristalizados en otro lugar, que sólohan demostrado su eficacia tras un proceso evolutivo que ha durado siglos.Se produce así una especie de «venganza» de los valores.y formas de organizaciónsocial tradicionales tan raudamente arrinconados.

3. Esta última observación nos permite dudar de la idea apuntada porde Rivera de que un «gobierno común» puede, con el paso del tiempo,disminuir la posibilidad de las guerras. El conflicto del Golfo Pérsico estálo suficientemente cercano como para que nos permitamos ser escépticos aese respecto. Tradicionalmente la violencia política tiene su origen en lapercepción subjetiva de la desigualdad o los desequilibrios —económicos yde otro tipo— entre personas o grupos. Y esto funciona tanto «dentro» decada sociedad como «entre» sociedades. Es cierto que la interdependenciapolítica, económica y social ha constituido el más relevante factor en laaminoración de los conflictos entre Estados, pero siempre entre aquelloscuyos intereses son complementarios, no antagónicos. Si no estamos antepura y simple «dependencia», y no es difícil imaginar que los dependientes

Page 21: COMENTARIO - Dialnet · Sherif y sus colaboradores (Sherif et al., 1961) en un bien conocido experimento de campo sugieren hasta qué punto el escenario más amistoso se convierte

115perciban su situación como injusta y, de no haber otras alternativas, tratende saldar sus diferencias con los poderosos mediante la violencia.

Este diagnóstico de la situación actual nos parece bastante evidente,aunque no consideramos que plantee un problema irresoluble. Lo importantees despejar la conciencia de que existen obstáculos infranqueables para superarel status quo. La percepción de que «no hay salida» es lo que indefectiblementeconduce a la violencia. Y ello exige una mayor colaboración entre países ricosy pobres dirigida a promocionar las condiciones de vida de estos últimos,así como la creación de medios para que sus intereses puedan ser oídos ytomados en consideración. Sólo haciéndoles partícipes de un diálogo en elque intervengan en pie de igualdad con otros actores internacionales podemosdespejar esta percepción de aislamiento y desamparo.

El problema reside, y aquí el ejemplo del Golfo Pérsico es tambiénrelevante, en que estén dispuestos a entrar en dicho diálogo, a dirimir susdiferencias recurriendo a esquemas de racionalidad dialógica. Esta no es unacuestión baladí, ya que, lo que nos gustaría creer que son los mecanismosde la política interna en nuestras democracias, no son sin más generalizablesa otras culturas o sistemas políticos. De otro lado, las propias democraciasoccidentales adoptan en los foros internacionales una «política de poder» enfranca contradicción con su actitud en el ámbito interno.

El esfuerzo de comunicación debería realizarse, por tanto, por parte deambos polos de la relación. Y aquí es donde la educación por la paz tieneun campo de actuación evidente. Aun reconociendo que la raíz del conflictointernacional radica en la clara y hasta escandalosa asimetría entre Nortey Sur —así como, desde luego, también en la injusticia la fuente de la mayoríade los conflictos «internos»—, no es menos cierto que todo esfuerzo porfomentar la comunicación, la libre e igualitaria confrontación de intereses,constituye un paso decisivo para diluir, o cuando menos, aminorar la violencia.Para ello sería preciso, en culturas no democráticas, o no suficientementedemocratizadas, la articulación de un mínimo de educación democrática. Aestos efectos, educación en la democracia, en el pleno reconocimiento de unaigualdad de derechos a los otros ciudadanos, es también a la postre educaciónpor la paz. No creemos que tenga sentido hablar de una educación por lapaz sin gozar previamente del dominio del instrumental mínimo para resolverde modo pacífico los conflictos. La experiencia del proceso de «desnazificación»implantado en la RFA tras la Segunda Guerra Mundial, auténtica educaciónen la paz y en la democracia, puede ser un interesante modelo a seguir. Elproblema sigue siendo el mismo que mencionábamos arriba: ¿cómo convencera los dirigentes de estos países de la necesidad de su implantación cuandoni siquiera reconocen el propio sistema democrático como sistema degobierno? Aquí la única solución puede estribar en, de un lado, su estímulopor parte de organizaciones internacionales, particularmente las educativas;y, de otro, en la generación de «recompensas» o trato de favor por lassociedades ya democratizadas a aquellas dispuestas a favorecer este tipo deiniciativas. Ninguna de estas medidas ofrece, sin embargo, alguna garantía,y todas ellas nos llevan a formas de paternalismo que lógicamente no seránfácilmente asumibles por los afectados. Por ello, la solución sólo pareceaceptable si la otra parte se exige un cambio drástico de actitud en su relacióncon estos países y está dispuesta a comunicarse con ellos como si fueranmiembros de su propio grupo.

Page 22: COMENTARIO - Dialnet · Sherif y sus colaboradores (Sherif et al., 1961) en un bien conocido experimento de campo sugieren hasta qué punto el escenario más amistoso se convierte

116A estos efectos parece que una educación por la paz si puede convenirse

en un importante instrumento cara a la conformación de una opinión públicacrítica de actitudes gubernamentales contrarias a estos presupuestos. Y estonos conduce ya a introducir algunas consideraciones más específicas sobreeste tema, tomando ahora como objeto la implantación de este tipo deeducación en los países de nuestro entorno.

4. Aquí consideramos necesario volver sobre algo ya apuntado arriba: laconexión directa entre educación en la democracia y educación en la paz.En ambos casos se trata de imbuir el principio dialógico de resolución delos conflictos, así como el reconocimiento mutuo de todos los intereses enliza como igualmente legítimos y sometidos por igual a la fuerza del mejorargumento. La necesidad de «aportar razones», de justificar por mediosracionales las decisiones políticas es uno de los más importantes logros delos sistemas democráticos avanzados, y constituye la garantía para una potencialdisolución de los conflictos sociales. El sistema será tanto más eficaz cuantomayor sea el número de temas que se someten a discusión; es decir, cuantomenor sea el margen de exclusión de temas real o potencialmente conflictivos.En cierto modo es también un instrumento contrario a la «tabuización» detemas, su ocultación a la discusión pública por imposición del principio dela razón de Estado. Bien aplicado, este principio funcionaría como una especiede terapia donde el conflicto se va domesticando por el mero hecho de expresarse,de hacerse visible y suscitar la discusión. Si esta técnica se inserta en el sistemaeducativo de modo sistemático, pronto serán visibles sus efectos sobre elsistema democrático global, que devendrá más maduro y, en consecuencia,más apto para lidiar con el conflicto.

5. Por último, nos gustaría apuntar otro factor que consideramos im-prescindible para alcanzar una educación por la paz más eficaz. Es, desdeluego, y el ponente se refiere también a él, el problema del nacionalismo.De poco sirve implantar una educación por la paz, si paralelamente semantiene, como viene siendo convencional, una «educación nacional». Merefiero sobre todo a la impartición de la Historia, que en todos los paísesha constituido la punta de lanza del nacionalismo y ha contribuido a fomentarla sobrevaloración de lo propio y el recelo hacia lo extraño. Es necesarioromper con una historiografía hecha desde el punto de vista nacional, yfrecuentemente «cargada» de valoraciones, no ya sólo en sus contenidos, sinohasta en sus mismos títulos. Los manuales de historia nacional en los EE.UU.,por ejemplo, tienen el curioso título de The Land of the Free o Let FreedomRing, que predisponen ya a los alumnos a sentirse «elegidos» y ha de veral extraño como miembro de una comunidad «inferior». En esto no creemosque haya excepciones. Se impone, pues, una íntima colaboración entre edu-cadores por la paz, historiadores y profesores de historia para, sin menoscabode la necesaria objetividad, acceder a una explicación de las distintas historiasnacionales dentro de un marco de referencia más amplio. Y también, porsupuesto, la impartición de mayores conocimientos sobre otras culturas ycostumbres. Todo esto, unido a una mayor red de intercambio entre estudiantes,que fomenten la comunicación puede contribuir de forma decisiva a desarrollareste campo.