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Como ama el Padre,así aman los hijos”

(MV 9)

CARTA PASTORALen el Año del Jubileo de la Misericordia

OCTUBRE 2015

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Queridos diocesanos:

Un repaso a nuestro caminar diocesano

Inicio esta carta recordándome y recordándoos a todos que nuestra Iglesia diocesana no anda desencaminada. Afortunada-mente tiene un rumbo en el que todos podemos situarnos, cada uno al paso que pueda dar según las circunstancias en las que vive su experiencia cristiana. El rumbo que llevamos tiene mu-cho sentido y, sobre todo, tiene un fondo espiritual y pastoral que a todos nos iguala en lo esencial; aunque a veces se noten las peculiaridades de las opciones de cada uno, que siempre han de ser riqueza y nunca ruptura; naturalmente si lo pasamos todo por la unidad. Os digo esto para introducir un breve y sin-tético repaso a nuestro caminar diocesano en los últimos años y para situar en ese itinerario el Año Jubilar de la Misericordia, al que el Santo Padre Francisco nos ha convocado.

La Iglesia de Plasencia está caminando con una Programa Pastoral (2010-14), que afortunadamente aún vive del espíritu del X Sínodo Diocesano, y que nos está señalando por dónde hemos de ir. En su aliento esencial y en sus objetivos más con-cretos, nos va indicando lo que nos pide el Señor en la misión de ser Iglesia en este tiempo y en nuestra querida y rica realidad religiosa, cultural, social y, por supuesto, en nuestra configura-ción geográfica tan plural y bella a la vez.

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Caminamos por una corriente misionera

Nuestro programa pastoral, aún vigente a causa de una razo-nable prórroga, ese que utilizamos anualmente para nuestras programaciones pastorales diocesanas y parroquiales, nos guía por la senda de la evangelización: “Id y anunciad el evange-lio” es su título. Como yo mismo os decía en su presentación, con este título hemos pretendido ir a lo esencial y, sobre todo, con el envío que indica, buscábamos que nos llevara lejos, muy lejos, que nos hiciera salir, que nos pusiera en marcha, que en-sanchara nuestra mirada pastoral y que abriera nuestro corazón.

Luego vino el Año de la Fe (2012-2013), convocado por el Papa Benedicto XVI con su ilusionante y rica Carta Porta Fidei. Lo vivimos en nuestra Diócesis de Plasencia con gran intensidad, de tal modo que enriqueció nuestro programa pas-toral con una traditio y reditio fidei, que concretamos en unos destinatarios concretos:

• para reavivar o redescubrir la fe (los alejados)

• para purificar y confirmar la fe (los católicos sólo practicantes)

• para confesar y anunciar la fe (los católicos más comprometidos)

• para reflexionar la fe: diálogo fe y cultura (para todos)

Recuerdo que, para acercarnos a todos estos destinatarios, yo mismo os proponía un recorrido espiritual, catequético, cele-brativo y misionero en la Carta Pastoral que entonces os dirigí con este título: “La Fe es un amor que se recibe”.

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Pusimos las bases para una Iglesia en salida

Humildemente considero que con todo lo que hemos progra-mado y realizado poníamos las bases que necesitábamos para prepararnos a acoger de corazón lo que estaba por venir en la Iglesia, para ser una Iglesia en salida, la que el Papa Fran-cisco nos propone en Evangelii Gaudium. En efecto, en el clima misionero en que nos situaba nuestro programa pasto-ral, descubrimos enseguida que el Espíritu del Señor quería de nosotros que fuéramos una Iglesia evangelizadora, que nos situáramos en estado permanente de misión. Y lo hicimos. No sé si lo hemos hecho del todo bien, pero lo hicimos lo mejor que supimos.

Hace ya más de dos años que iniciamos, primero con la reflexión y después con la acción (un año para cada cosa), la Misión Dio-cesana Evangelizadora. Como sabéis muy bien, hemos hecho todo lo que ha estado en nuestras manos, especialmente en la de mis colaboradores más cercanos, por ponerla en marcha y, en especial, por ofrecer cuantos medios se necesitaran para que este movimiento misionero diocesano fuera posible.

A lo largo de este tiempo, hemos procurado crear una “aler-ta misionera” en nuestras comunidades cristianas. El primer paso consistió en situar nuestra vida a la escucha del Señor para aprender, estando con él, a su llamada a evangelizar. Du-rante ese primer año acogimos de su mismo corazón la gracia de poder decirle: “Cuenta conmigo, Señor”. Fue así como ini-ciamos un camino de discípulos-misioneros, fortaleciendo una conciencia clara del deber de evangelizar.

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Por un camino de discípulos misioneros

En el primer año fortalecemos el discipulado, creando en nues-tras parroquias lo que el Papa Francisco llama “espacios motiva-dores, en los que nos afianzamos en la convicción de que nada podríamos hacer si no ponemos nuestra confianza en el Señor. Nos dejábamos inspirar por estas palabras del Papa Francisco: “Si bien esta misión nos reclama una entrega generosa, sería un error en-tenderla como una heroica tarea personal, ya que la obra es ante todo de Él, más allá de lo que podamos descubrir y entender. Je-sús es «el primero y el más grande evangelizador». En cualquier forma de evangelización el primado es siempre de Dios, que quiso llamarnos a colaborar con Él e impulsarnos con la fuerza de su Espíritu. La verdadera novedad es la que Dios mismo misterio-samente quiere producir, la que Él inspira, la que Él provoca, la que Él orienta y acompaña de mil maneras. En toda la vida de la Iglesia debe manifestarse siempre que la iniciativa es de Dios, que «Él nos amó primero» (1 Jn 4,19)” y que «es Dios quien hace crecer» (1 Co 3,7)” 1

En el segundo año, que estamos finalizando, hemos entrado en misión. Cada una de nuestras parroquias, según sus posibilidades y circunstancias, ha renovado su conciencia misionera con accio-nes concretas de anuncio de Jesucristo. Como Iglesia en salida, mirado a la calle, hemos procurado hacer lo que nos propusimos: “un sonoro ruido misionero”, en el que hemos confesado a Jesu-cristo y le hemos anunciado a nuestros hermanos, con preferen-cia a los más alejado, sin olvidarnos de los pobres. En la medida de nuestras posibilidades, hemos hecho nuestro el sueño del Papa Francisco para la pastoral de la Iglesia en este tiempo: “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las

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costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación. La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral sólo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad.” 2

Tiempo habrá de hacer análisis cuando finalice el periodo previsto para la misión (tenemos hasta final del año 2015), pero no estaría demás que ya nos fuéramos preguntando ante el Señor dos cosas: ¿Qué hemos hecho con el compromiso misionero que asumimos ante el Señor? ¿Qué lugar ocupa ya la Misión en nuestro corazón? Será por estas dos preguntas por donde ha de ir nuestra evaluación. Los cristianos siempre evaluamos mirándolo todo con los ojos del Señor. Para esa evaluación, os invito a releer las dos Cartas Pas-torales con las que convoqué y acompañé la Misión: Del Año de la Fe al Año de la Misión. Cada parroquia una misión. Cada cristiano un misionero y Carta Pastoral en el Año de la Misión. Con Jesucristo nace y renace la alegría. En ellas podréis recor-dar lo que nos pedía el Espíritu y, con su relectura, podréis renovar el sentido misionero que pretendía sembrar en todos nosotros.

Enriquecidos por el Año Jubilar de la Misericordia

En esa corriente evangelizadora estamos, cuando, de pronto, como un rayo de luz que nos está alumbrando ya con fuerza,

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nos ha llegado una propuesta del Pastor que con tanto desvelo y acierto está guiando a la Iglesia en este momento, el Papa Francisco. Después de marcarnos el rumbo pastoral en Evan-gelii Gaudium, ahora nos quiere adentrar en el corazón mismo de Aquel al que la Iglesia ha de ofrecer a los hombres y mujeres de este tiempo, el de Jesucristo, rostro de la misericordia del Padre. Para eso, nos ha convocado el Santo Padre al Año Jubi-lar de la Misericordia, que nosotros vamos a acoger con gozo y profundidad, conscientes de que enriquece el camino pastoral que, como acabo de contar, venimos haciendo.

Nuestra programación pastoral para este curso (2015-2016) va a tener muy presente lo que nos pide el Papa Francisco, tanto en la motivación general del Jubileo, la de ser misericordiosos como el Padre, como en las acciones que nos propone realizar a lo largo de todo el itinerario jubilar. En concreto, el objetivo general de nuestro programa pastoral lo presenta de este modo:

“Continuar el proceso de un impulso permanente de la ACCIÓN EVANGELIZADORA (Plan Pastoral Diocesano), mediante la realización del AÑO DE LAS MISIONES PARROQUIALES (acción específica diocesana), contemplando el misterio de la MISERICORDIA DIVINA, que hace más fuerte y eficaz el testimonio evangelizador (Jubileo extraordinario del Año de la Misericordia en comunión con la Iglesia Universal), bajo la mirada de MARÍA, MADRE DE LA MISERICORDIA (Año Jubilar Guadalupense)”.

El Año Jubilar de la Misericordia va a ser, pues, una gran oportunidad para situarnos en lo nuclear de la misión de la Igle-sia. ¡Qué lúcida es esta propuesta! Lo es, sobre todo, por la situación real de la humanidad, tan herida como está y tan ne-

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cesitada de que el amor misericordioso de Dios la sane y la re-nueve en su mirada y en su corazón. Pero difícilmente podría-mos sanar, si antes no somos sanados cada uno de nosotros por la misericordia divina y si no renovamos la vida de la Iglesia en la humilde fortaleza de aprender a vivir de la misericordia.

Jesucristo es la Puerta de la Misericordia

El Año Santo se abrirá el 8 de diciembre de 2015, solemnidad de la Inmaculada Concepción. Como muy bien explica el Papa Francisco en la Bula del Jubileo de la Misericordia: “He esco-gido la fecha del 8 de diciembre por su gran significado en la historia reciente de la Iglesia. En efecto, abriré la Puerta Santa en el quincuagésimo aniversario de la conclusión del Concilio Ecuménico Vaticano II. La Iglesia siente la necesidad de mante-ner vivo este evento. Para ella iniciaba un nuevo periodo de su historia. Los Padres reunidos en el Concilio habían percibido intensamente, como un verdadero soplo del Espíritu, la exigencia de hablar de Dios a los hombres de su tiempo en un modo más comprensible. Derrumbadas las murallas que por mucho tiempo habían recluido la Iglesia en una ciudadela privilegiada, había llegado el tiempo de anunciar el Evangelio de un modo nuevo. Una nueva etapa en la evangelización de siempre. Un nuevo compromiso para todos los cristianos de testimoniar con mayor entusiasmo y convicción la propia fe. La Iglesia sentía la respon-sabilidad de ser en el mundo signo vivo del amor del Padre”3.

El domingo siguiente, III de Adviento, el Papa abrirá la Puer-ta Santa en la Catedral de Roma, la Basílica de San Juan de

3 MV 4

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Letrán. También nosotros abriremos en nuestra Diócesis la Puerta Santa de la Misericordia en la Iglesia Catedral, Dios mediante, el III domingo de Adviento; porque, como ha di-cho el Papa, el Jubileo será celebrado en Roma así como en las Iglesias particulares como signo visible de la comunión de toda la Iglesia. En este Jubileo cada Iglesia particular estará directamente comprometida a vivir este Año Santo como un momento extraordinario de gracia y de renovación espiritual. Desde su solemne apertura, a la que os invito a participar a todos, la Puerta Santa, que será en concreto la de “El En-losado”, se mantendrá a la espera de los peregrinos. En esta ocasión será una Puerta de la Misericordia a través de la cual cualquiera que entre podrá experimentar el amor de Dios que consuela, perdona y ofrece esperanza.

El amor es la clave de la credibilidad de la Iglesia

El Año de la Misericordia «es el tiempo para que la Iglesia re-descubra el sentido de la misión que el Señor le confió el día de Pascua: ser signo e instrumento de la misericordia del Padre»4. El Jubileo es, por tanto, una ocasión de gracia para redescubrirnos en lo más esencial de nuestra identidad cristiana. Qué bueno sería que lo viviéramos con la honestidad espiritual y social con que lo vivía el pueblo de Israel: “Cada cincuenta años los hebreos oían el son de la trompeta (jobel) que les convocaba (jobil) para ce-lebrar un año santo, como tiempo de reconciliación (jobal) para todos. En este tiempo se debía recuperar una buena relación con Dios, con el prójimo y con lo creado, basada en la gratuidad.”

4 Homilía en las Primeras Vísperas del Domingo de la Divina Miseri-cordia, 11 de abril de 2015

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En Misericordiae Vultus, el Papa Francisco, tras mostrarnos una preciosa reflexión sobre el amor de Dios, que invito a me-ditar como preparación al Jubileo, nos recuerda que la miseri-cordia ha de ser el criterio para saber cómo somos realmente sus hijos. En efecto, “como ama el Padre así aman los hijos. Como Él es misericordioso así estamos nosotros llamados a ser misericordiosos los unos con los otros”5 . Por tanto, el amor es la clave de nuestra credibilidad como Iglesia, como cristianos en la Iglesia, como pastores de la Iglesia, como Iglesia servido-ra de los hombres. “La misericordia es la viga maestra que sos-tiene la vida de la Iglesia”. O somos testigos de la misericordia o no le prestamos al mundo en el que vivimos el servicio que necesita. Como recordaba San Juan Pablo II: “La mentalidad contemporánea, quizás en mayor medida que la del hombre del pasado, parece oponerse al Dios de la misericordia y tiende además a orillar de la vida y arrancar del corazón humano la idea misma de la misericordia”6. En efecto, hoy se da una clara tendencia a infravalorar el perdón y a no descubrir su valor esencial para la paz en la convivencia y para la paz y la alegría del corazón humano.

El amor de Dios es como el de un padre o una madre

Haremos entonces lo adecuado si aprendemos a vivir de la mi-sericordia. El Año Jubilar será para nosotros una oportunidad de disponer de ese maravilloso bálsamo, que estará disponible para que lo acojamos y lo ofrezcamos. Como nos recuerda el Papa Francisco: “Dios será siempre para la humanidad como Aquel que está presente, cercano, providente, santo y miseri-

5 MV 96 Dives in misericordia, n.2

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cordioso”7. Eso significa que la misericordia de Dios es una realidad concreta, con la cual Él revela su amor, que es como el de un padre o una madre, es un “amor visceral”. Así nos lo ha revelado Jesús en su misión: ha mostrado el misterio del amor divino en plenitud. Cuando nació Jesús apareció “la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor a los hombres”8. Cristo es la visibilización de las entrañas de Dios, es el amor misericordio-so del Dios encarnado, del Dios que ha querido hacerse pre-sente en la historia. El amor en Jesús es un amor que se dona y ofrece gratuitamente en los signos que realiza, sobre todo para los pecadores, los pobres, excluidos, enfermos… A todos les ofrece misericordia. La mirada de Jesús es siempre misericor-diosa. En definitiva, la misericordia no tiene otra fuente que la Trinidad. Así de bellamente lo recoge la Encíclica Laudato si’: “El Padre es la fuente última de todo, fundamento amoroso y comunicativo de cuanto existe. El Hijo, que lo refleja, y a tra-vés del cual todo ha sido creado, se unió a esta tierra cuando se formó en el seno de María. El Espíritu, lazo infinito de amor, está íntimamente presente en el corazón del universo animan-do y suscitando nuevos caminos”9.

Misericordiosos como el Padre

Bebiendo en esta maravillosa fuente de amor misericordioso, la del amor Trinitario (“el amante, el amado y el amor”), nuestro proyecto eclesial y personal ha de ser entonces: “Misericor-diosos como el Padre”. Ese es el lema, pero, sobre todo, es

7 MV 68 Tit 3,49 Papa Francisco, Laudato si’ 238

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un programa de vida que merece la pena experimentar, por-que las gracias que recibamos nos harán ricos en “alegría y en paz”. A lo largo de todo este año, tras el encuentro con la misericordia divina, como Iglesia en misión que somos, que-remos salir, sobre todo con las actitudes y los comportamien-tos de Cristo, rostro misericordioso del Padre, al encuentro de todos, sin excluir a ninguno, para anunciar la misericordia de Dios, corazón palpitante del Evangelio. Queremos apuntalar en nuestra Iglesia diocesana la credibilidad de vivir, con palabras y gestos, la misericordia de Dios, manifestada en el rostro de Cristo. Queremos convertirnos, no sólo con palabras sino con gestos concretos, en instrumentos de misericordia, testimonios de misericordia, agentes de misericordia.

Peregrinos de la misericordia

Al entrar en nuestra programación comprobaréis enseguida que aceptamos con sumo gusto todas las sugerencias que nos hace el Papa Francisco para mejor y con más espíritu vivir este Año Jubilar extraordinario. La peregrinación, con su más profundo significado, va a estar muy presente y activa en nuestra Dióce-sis de Plasencia. Como ya he dicho, nosotros, como en Roma, tendremos una Puerta de la Misericordia siempre abierta en nuestra Catedral, para pasar por ella y encontrarnos con el amor de Dios “que consuela, que perdona y ofrece esperanza”. ¡Ojalá cuantos entremos por ella nos sintamos tocados por la gracia y nos encaminemos hacia la conversión! Haremos todo lo que esté de nuestra parte para que cada peregrinación y cada peregrino encuentren a la Iglesia disponible con confesores que sean ser-vidores del amor de Dios y signo de la misericordia del Padre.

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Pero no olvidemos que pasar por la Puerta Santa es sólo el sig-no, el gesto, porque la verdadera puerta es siempre Jesucristo. “Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos”10. Es por eso que hemos de culti-var con especial intensidad a lo largo del Año Jubilar todo lo que nos ponga en contacto directo y personal con Jesucristo, rostro misericordioso del Padre: en la oración, en la gracia sacramental y en el servicio al hermano pobre, con quien él se identifica.

“Apeaderos” de la Misericordia

Procuraremos también, prevenir o prolongar ese itinerario del peregrino en algunos santuarios marianos y en otros en los que se venere alguna imagen de Cristo. Serán lugares en los que se reciba o se espere al peregrino convertido que busca el perdón en el Sacramento de la Reconciliación. Para la ora-ción y para el sacramento, encontraremos a María siempre a la espera de sus hijos, en los que llamaremos “apeaderos de la misericordia”: en los Santuarios o Ermitas de Nuestra Se-ñora de las Angustias en Navalmoral de la Mata, en el de Nuestra Señora del Castañar de Béjar, en el de la Virgen del Puerto en Plasencia, en el de la Virgen de las Cruces en Don Benito. Encontraremos a Cristo, rostro del amor mise-ricordioso del Padre, en las ermitas del Santísimo Cristo de la Salud de Hervás, Santísimo Cristo de la Victoria de Se-rradilla, Santísimo Cristo de la Salud de Trujillo, Santísi-mo Cristo de las Aguas de Guareña. Consideramos también apeaderos privilegiados las dos parroquias-santuarios de la

10 Jn 10,9

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Divina Misericordia: la de San Miguel de Plasencia y la de Santa María de Don Benito. También será un apeadero el Monasterio de Yuste, en el que la Virgen de Chestokova y San Juan Pablo II. En todos estos lugares se pueden preparar los peregrinos o ser acogidos tras haber pasado por la Puerta Santa.

A la peregrinación a la Puerta de la Misericordia de la Santa Iglesia Catedral los fieles podrán acudir cada día para hacer su recorrido Jubilar. Convocaremos también en fechas concretas, como se recoge en nuestro Plan de Acción, a diversos colec-tivos; e invitamos especialmente a las parroquias y arcipres-tazgos a entrar unidos por la Puerta de la Misericordia, que permanecerá abierta a lo largo de todo el Año Jubilar para que se pueda entrar por ella en búsqueda de un ideal de vida: “ser misericordiosos como el Padre”.

También hemos previsto algunas peregrinaciones a Roma: una diocesana, como hacemos cada año, y animaremos a los sacerdotes y a los catequistas a que participen en el encuen-tro jubilar correspondiente que en Roma se ha convocado para ellos. Con gusto les acompañaré, consciente de que siempre que hemos peregrinado juntos, hemos vivido una gratísima ex-periencia espiritual. Cuidaremos de un modo especial la par-ticipación de los jóvenes de nuestra diócesis en la Jornada Mundial de la Juventud de Cracovia 2016 (JMJ). Para ellos y para nuestra Iglesia diocesana será una oportunidad de renovar, por la senda de San Juan Pablo II, nuestra vida cristiana y de abrir un horizonte a la vocación al sacerdocio, a la vida consa-grada y a la santidad en cualquier estado de vida.

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Año Jubilar Guadalupense

No me olvido de que nuestra Diócesis de Plasencia quiere vivir con especial fervor y participación el Año Jubilar Guadalu-pense. Peregrinar a Guadalupe siempre va a enriquecer la expe-riencia del Año Jubilar de la Misericordia. Pasar la Puerta Santa que nos sitúa ante la Santísima Virgen de Guadalupe, Patrona de Extremadura, siempre será una oportunidad de gracia para quienes sentimos el amor misericordioso de Dios en el privile-gio de ser hijos de tan maravillosa Madre. No dejéis de marchar hasta Guadalupe. Estoy seguro de que los Franciscanos, custo-dios de ese santo lugar, siempre tan atentos y respetuosos con los peregrinos de las tres diócesis de la Provincia Eclesiástica, creada para ser Iglesia en nuestra tierra extremeña, nos ofre-cerán, además de su afecto, el perdón y la misericordia divina.

El “logo”

Para preparar y acompañar la experiencia jubilar, pondremos a disposición de las comunidades cristianas cuantos materia-les necesiten, tanto para la reflexión como para la celebración. Acudiremos sobre todo a los materiales que nos va a ofrecer el Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evange-lización, a quien el Santo Padre ha encomendado el seguimien-to y coordinación del Año Jubilar. Por mi parte, os comento el “logo” del Año Jubilar, en el que su autor, el Padre jesuita Marko I. Rupnik, quiere representar un sencillo compendio de la misericordia. En él muestra al Hijo, a Jesucristo, que carga sobre sus hombros con el hombre extraviado. Es el Buen Pastor, en imagen real, que viene a nosotros, a la humanidad, encarna-do, para redimirnos con un amor tan profundo y misericordioso

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que nos cambia la vida. Si nos fijamos, los ojos de Jesucristo se confunden con los del hombre: Cristo ve con los ojos de Adán y este mira con el mismo ojo de Cristo. Así, cada hombre descu-bre en Cristo, nuevo Adán, la propia humanidad y el futuro que le espera, contemplando en su mirada el amor del Padre. Como recuerda el Vaticano II: “El misterio del hombre sólo se esclare-ce en el misterio del Verbo Encarnado” (GS 22).

Esta preciosa escena se coloca dentro de la “mandorla”, que es una figura importante de la iconografía antigua y medieval: evoca la conjunción de las dos naturalezas, divina y humana, en Cristo. Los tres óvalos concéntricos, de color progresiva-mente más claro de dentro a fuera, sugiere el movimiento del corazón de Cristo, que saca al hombre fuera de la noche del pecado y de la muerte. Por otra parte, la profundidad del color más oscuro sugiere también el carácter inescrutable del amor del Padre que todo lo perdona.

Si lo presento y ofrezco esta explicación del “logo” es para que lo tengáis en cuenta, pues considero que el conocerlo, contem-plarlo y meditarlo es una oportunidad para una confesión de fe en Jesucristo, para un encuentro personal con él que nos haga conscientes de que su amor misericordioso nos transforma y nos cambia la vida. ¡Qué bien refleja esta hermosa confesión Dostoievski lo que os propongo que hagáis: “Soy hijo de este siglo, hijo de la incredulidad y de las dudas, y lo seguiré sien-do hasta el día de mi muerte. Pero mi sed de fe siempre me ha producido una terrible tortura. Alguna vez Dios me envía momentos de calma total, y en esos momentos he formulado mi credo personal: que nadie es más bello, profundo, comprensi-vo, razonable, viril y perfecto que Cristo. Pero, además –y lo digo con amor entusiasta –no puede haber nada mejor. Más

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aún: si alguien probase que Cristo no es la verdad, y si se pro-base que la verdad está fuera de Cristo, preferiría quedarme con Cristo que con la verdad”.

“¡Sí, la alegría de Dios es perdón!”

Lo que acabo de proponeros me sirve de introducción a lo que ahora os quiero recordar con especial interés: nuestra prepara-ción del Jubileo tendrá su meta en el Sacramento del perdón. “En la misericordia siempre está incluido el perdón”. “¡Sí, la alegría de Dios es perdón!” Por eso es tan importante para nosotros sentir la gracia del perdón. Es esta una gracia especial que hemos de pedir para el Año Jubilar, la de experimentar el gozo de ser perdonados. En realidad, cada vez que los cristia-nos llevamos nuestra vida al Sacramento de la Reconciliación, cada uno de nosotros es ese hijo que ha derrochado la propia libertad siguiendo ídolos falsos, espejismos de felicidad, y ha perdido todo. Pero Dios no nos olvida, el Padre no nos aban-dona nunca. Es un Padre paciente, nos espera siempre. Respeta nuestra libertad, pero permanece siempre fiel. Y cuando vol-vemos a Él, nos acoge como a hijos, en su casa, porque jamás deja, ni siquiera por un momento, de esperarnos, con amor. Y su corazón está en fiesta por cada hijo que regresa. Está en fies-ta porque es alegría. Dios tiene esta alegría, cuando uno de no-sotros pecadores va a Él y pide su perdón11.

Hace unos días citaba el Papa Francisco estas bellísimas pa-labras de Pablo VI, que nos ayudarán a comprender, aún me-jor la alegría del Dios que misericordioso perdona: «Podemos

11 cf. Angelus, 15 de septiembre de 2013

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pensar que nuestro pecado o alejamiento de Dios enciende en él una llama de amor más intenso, un deseo de devolvernos y reinsertarnos en su plan de salvación [...]. En Cristo, Dios se revela infinitamente bueno [...]. Dios es bueno. Y no sólo en sí mismo; Dios es -digámoslo llorando- bueno con nosotros. Él nos ama, busca, piensa, conoce, inspira y espera. Él será feliz -si puede decirse así-el día en que nosotros queramos regresar y decir: «Señor, en tu bondad, perdóname. He aquí, pues, que nuestro arrepentimiento se convierte en la alegría de Dios».12

La misericordia y el sentido de pecado

Sólo la alegría de experimentar la misericordia despierta con toda su verdad y hondura el sentido de pecado. Por eso el Papa Francisco nos dice en la Bula del Jubileo: “Ponemos convenci-dos en el centro el Sacramento de la Reconciliación porque nos permite experimentar en carne propia la grandeza de la miseri-cordia”13. El mejor camino para que se despierte la conciencia de pecado estará, entonces, en saber presentar el gozo de la misericordia. Sólo la misericordia nos lleva a abrir el corazón con humildad y transparencia. En fin, como le acaba de decir el Papa a los jóvenes: “Quizás alguno de ustedes tiene un peso en el corazón y piensa: He hecho esto, he hecho aquello… ¡No teman! ¡Él les espera! Él es padre: ¡siempre nos espera! ¡Qué hermoso es encontrar en el sacramento de la Reconciliación el abrazo misericordioso del Padre, descubrir el confesionario como lugar de la Misericordia, dejarse tocar por este amor mi-

12 Homilía, 23 de junio de 1968.13 MV 17

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sericordioso del Señor que siempre nos perdona!”14. Por eso, el primer deber de la Iglesia es proclamar la misericordia de Dios, llamar a la conversión y conducir a todos los hombres a la salvación del Señor.

A este propósito, con sumo cariño recuerdo de nuevo lo que os decía en la carta pastoral que sobre el Sacramento de la Recon-ciliación os escribí hace ahora un año: “Es especialmente nece-saria en el Sacramento de la Reconciliación la confesión per-sonal de los pecados. Ésta no debería ser vista solamente como una exigencia para recibir la absolución, sino como una acción que nos libera interiormente, que nos abre al perdón de Dios y que contribuye a mejorar nuestra vida espiritual. Cuando se examina cuidadosamente la propia conciencia para arrepentirse de los pecados que se confiesan ante el sacerdote, y se recibe la absolución con actitud de reparar el mal cometido, entonces se produce una verdadera transformación espiritual, de la cual surge una vida nueva, es decir, se cumplen las palabras del Se-ñor: “Tu fe te ha salvado”.

Es importante descubrir que confesión personal de los pecados y absolución constituyen una unidad sustancial. Por tanto, la forma normal de obtener el perdón de los pecados graves y la reconciliación con Dios y con la Iglesia es la absolución con la confesión individual e íntegra de los pecados (cf can. 960 y Ritual de la CP 31). No basta con decir, sin concretar: “me arre-piento de mis pecados”. No hay que esperar a que el confesor, como es su obligación, pregunte: “¿Cuáles?”. Es el penitente el que, tras haber preparado la confesión con el examen de con-ciencia, ha de manifestar sus pecados concretos. El confesor ha de saber qué pecados perdona.”

14 Mensaje del Santo Padre a los jóvenes, nº 2

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Confesores que sean signo de la misericordia

Refiriéndose a los sacerdotes, ministros del Sacramento de la Reconciliación, el Santo Padre reitera en Misericordiae Vultus lo que ya ha dicho en otras ocasiones. Quizás sea por eso que empieza sus consejos con estas espontáneas palabras, que más bien parecen tener un tono de súplica insistente: “Nunca me cansaré de insistir en que los confesores sean un verdadero signo de la misericordia del Padre. Ser confesores no se im-provisa. Se llega a serlo cuando, ante todo, nos hacemos noso-tros penitentes en busca de perdón. Nunca olvidemos que ser confesores significa participar de la misma misión de Jesús y ser signo concreto de la continuidad de un amor divino que perdona y que salva. Cada uno de nosotros ha recibido el don del Espí-ritu Santo para el perdón de los pecados, de esto somos respon-sables. Ninguno de nosotros es dueño del Sacramento, sino fiel servidor del perdón de Dios. Cada confesor deberá acoger a los fieles como el padre en la parábola del hijo pródigo: un padre que corre al encuentro del hijo no obstante hubiese dilapidado sus bienes. Los confesores están llamados a abrazar ese hijo arrepentido que vuelve a casa y a manifestar la alegría por ha-berlo encontrado. No se cansarán de salir al encuentro también del otro hijo que se quedó afuera, incapaz de alegrarse, para ex-plicarle que su juicio severo es injusto y no tiene ningún sentido ante la misericordia del Padre que no conoce confines. No harán preguntas impertinentes, sino como el padre de la parábola in-terrumpirán el discurso preparado por el hijo pródigo, porque serán capaces de percibir en el corazón de cada penitente la in-vocación de ayuda y la súplica de perdón. En fin, los confesores están llamados a ser siempre, en todas partes, en cada situación y a pesar de todo, el signo del primado de la misericordia”15. 15 MV 17

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El Jubileo en nuestra experiencia cotidiana

Aunque la experiencia jubilar va a tener convocatorias y mo-mentos especiales, el Jubileo de la Misericordia ha de marcar nuestra experiencia cotidiana en nuestra vida espiritual, pas-toral y también en nuestras relaciones con los demás, como enseguida veremos. Sin embargo, como nos señala la misma Bula Papal, hemos de intensificar el espíritu jubilar en algunos tiempos especiales: “La Cuaresma del Año Jubilar ha de ser vivida con mayor intensidad. Será una oportunidad para ce-lebrar y experimentar la misericordia de Dios”. Todos hemos de procurar entrar con intensidad espiritual en este tiempo de gracia que, como sabemos, concluye en la Pascua del Señor, corazón de la fe. A lo largo de la cuaresma iluminaremos nues-tra experiencia cristiana con la Palabra de Dios y abriremos nuestro corazón a la purificación que siempre necesitamos para una íntima y profunda identificación con Cristo, que renovare-mos en la Vigilia Pascual.

Para ayudarnos a consolidar nuestro camino cuaresmal se nos va a invitar a una experiencia singular: a las 24 Horas para el Señor, que se celebrarán durante el viernes y sábado que anteceden al IV Domingo de Cuaresma (4-5 de marzo). Lo hago ya ahora, pero lo haré especialmente cuando nos aproximemos en el tiempo: in-vito a todas las parroquias, sea cual sea su situación pastoral, a que no dejen pasar esta oportunidad de encuentro con el Señor en la adoración y en la confesión de los pecados. Invitaré, sobre todo, a superar los condicionantes sociales, que seguramente se-rán la fuente de ciertas objeciones, y animaré a que, superadas las dificultades, ni una sola parroquia se quede sin ofrecer la acogida que el Señor, desde la el sagrario o la custodia, hará a cuantos se acerquen a él a cualquier hora del día o de la noche.

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Tocados por la compasión de Dios

Nuestra experiencia jubilar tiene un lema que, si bien nos hace mirar al corazón de Dios y pone de relieve cómo Él da todo de sí mismo, por siempre y gratuitamente sin pedir nada a cam-bio, nos recuerda que la misericordia recibida de Dios, nos ha de hacer misericordiosos: “Misericordiosos como el Padre”. Tocados por su compasión también nosotros llegaremos a ser compasivos con todos. Por eso nos dice el Papa: “En este Año Santo, podremos realizar la experiencia de abrir el corazón a cuantos viven en las más contradictorias periferias existen-ciales, que con frecuencia el mundo moderno dramáticamente crea. ¡Cuántas situaciones de precariedad y sufrimiento exis-ten en el mundo hoy!”16.

Esas situaciones nunca pueden parecernos lejanas; al contario, todo lo que sucede en nuestro mundo nos tiene que afectar en nuestros sentimientos y nos tienen que hacer solidarios y hu-manitarios en nuestras acciones, hasta llevarnos a poner amor a nuestros hermanos que sufren, sea donde sea. Pero no po-demos olvidarnos de que nuestro mundo cercano, el de nues-tros conciudadanos, es un mundo en el que la marginalidad, la exclusión y la pobreza están también muy presentes; aunque a veces con algunos razonamientos un tanto cicateros nos ne-guemos a mirar en las profundidades de las situaciones en las que son evidentes estos problemas. Por eso, siguiendo la reco-mendación del Santo Padre, nos queremos comprometer a abrir nuestra mirada misericordiosa y samaritana a cada una de las personas, de las familias, de los núcleos sociales que sufren los problemas que hay en nuestro entorno.

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Para eso, hagámosle caso con sinceridad a quien nos hace esta llamada profética: “No caigamos en la indiferencia que humi-lla, en la habitualidad que anestesia el ánimo e impide descu-brir la novedad, en el cinismo que destruye. Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de la dignidad, y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio. Nuestras manos es-trechen sus manos, y acerquémoslos a nosotros para que sien-tan el calor de nuestra presencia, de nuestra amistad y de la fraternidad. Que su grito se vuelva el nuestro y juntos podamos romper la barrera de la indiferencia que suele reinar campante para esconder la hipocresía y el egoísmo”17.

Las obras de misericordia, corporales y espirituales

Es por eso que el Santo Padre nos invita a recordar las quizás olvidadas obras de misericordia. Estas han sido para la Iglesia desde muy antiguo la aplicación concreta del discurso de Jesús sobre el juicio universal: “Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospe-dasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitas-teis, en la cárcel y vinisteis a verme”18. Sobre estas palabras de Jesús se han ido concretando las obras de misericordia, las ca-torce que aparecen en los catecismos. Pero haríamos muy bien en poner en juego nuestra sensibilidad creativa para descubrir otras necesidades en nuestro entorno y en nuestro mundo.

Las obras de misericordia, como sabemos muy bien, no señalan transgresiones sino omisiones del bien. Son una invitación a no 17 MV 1518 Mt 25,25

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permanecer indiferentes y a no marcar distancias ante los pro-blemas del otro. A veces, a causa de una mal entendida toleran-cia, dejamos de hacer lo que debemos en favor de los demás. Con la falsa disculpa de pensar que quién soy yo para meterme en la vida del otro, caemos en el error de ignorar las necesida-des del prójimo.

Por eso, hay que estar muy atentos a lo que los más pobres necesiten y así podremos concretar en qué hemos de ayudar-les. De ahí que nuestro programa jubilar hará una invitación a que puntualmente le pongamos fecha, contenido y forma a cada una de las obras de misericordia corporales y espiritua-les, que con esta ocasión, además de recordarlas o aprender-las, hemos de aplicarlas en personas y situaciones concretas y conocidas, a las que haremos destinatarias privilegiadas de la misericordia divina. A partir del mes de enero de 2016 recibi-remos una “alerta”, en la que se invitará sucesivamente a cada parroquia y a cada cristiano a aplicar una obra de misericordia, como podréis comprobar en nuestro plan de acción anual que estoy prologando. Es verdad que nuestro programa para el Año Jubilar propone sólo acciones para las obras de misericordia corporales; para las espirituales animo a que cada uno haga su propio plan de actuación y vea a quién se va a acercar en este fraterno servicio.

Cuidado con las ocasiones perdidas

Ciertamente no somos perfectos, por eso a veces cuando inten-temos practicar las obras de misericordia espirituales nos po-demos encontrar con reproches merecidos, sobre todo los que nos hacen los que más nos conocen. Eso no ha de ser nunca una

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disculpa para la responsabilidad de hacer el bien. Ni siquiera el miedo a posibles reacciones violentas debe frenar nuestra conciencia cuando nos invita a hacer lo que debemos. Lo que importa es no dejar de hacer lo que el Señor nos pide ante la situación de nuestros hermanos.

¡Cuántas ocasiones perdidas para ayudar a los demás con el consejo, a causa de los mal entendidos pudores y temores humanos!

¡Cuánta ignorancia nos interpela por no habernos atrevido a enseñar al que podía haber pensado y actuado de otra manera!

¡Cuántos errores de juicio y de valoración nos podrían interpelar por nuestra indiferencia y silencio!

¡Cuánta tristeza y dolor está esperando la compañía discreta o la palabra oportuna que no nos hemos atrevido o no hemos querido dar!

¡Cuántas ofensas, incluso a veces ridículamente pequeñas, están impidiendo la paz de tantos corazones por no saber per-donar!

¡Cuántas rupturas, a veces muy dolorosas, se pueden haber producido en nuestra vida por no haber soportado con pa-ciencia los defectos del prójimo!

¡Cuántas oportunidades perdidas de hacer el bien por no haber puesto la vida de nuestros hermanos en el corazón de Dios rezando por los vivos y difuntos!

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Con un corazón abierto al elenco del dolor humano

Os pediría que a la hora a asumir las obras de misericordia, tanto las corporales como las espirituales, abriéramos nuestra mirada y nuestro corazón a cualquier sufrimiento que pueda haber a nues-tro alrededor. Hoy, como sabemos, el elenco del dolor es muy amplio y no siempre está adecuadamente tipificado: de hecho, a veces, si no miramos con misericordia a las personas, podemos poner desprecio en lugar de compasión. Hay que hacer muy real y concreto el significado de misericordia: pondremos corazón ante las miserias humanas. Hemos de saber descubrir siempre al ser humano en todos aquellos que sufren a la orilla de cualquier cami-no; hemos de poner atención y ser muy sensibles ante las necesida-des concretas que nos salen al paso. Para eso es necesario superar el peligro que siempre tenemos de caer en la autoreferencialidad que nos impide salir de nosotros mismos, no solo para ir al otro, sino también para reconocer en su raíz más profunda sus necesi-dades. Pidámosle al Señor que con su gracia misericordiosa nos haga pasar por su corazón, que es generoso y rico en misericordia, porque así se ablandará el nuestro para sentir y amar como el suyo. No vendrá muy bien decirle con Santa Faustina Kowalska:

Ayúdame, oh Señor, a que mis ojos sean misericordiosos, para que yo jamás recele o juzgue según las apariencias, sino que busque lo bello en el alma de mi prójimo y acuda a ayudarle.

Ayúdame, oh Señor, a que mis oídos sean misericordiosos, para que tome en cuenta las necesidades de mi prójimo y no sea indiferente a sus penas y gemidos.

Ayúdame, oh Señor, a que mi lengua sea misericordiosa, para que jamás hable negativamente de mi prójimo, sino que ten-ga una palabra de consuelo y de perdón para todos.

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Ayúdame, oh Señor, a que mis manos sean misericordiosas y llenas de buenas obras, para que sepa hacer sólo el bien a mi prójimo y cargar sobre mí las tareas más difíciles y penosas.

Ayúdame, oh Señor, a que mis pies sean misericordiosos, para que siempre me apresure a socorrer a mi prójimo, dominando mi propia fatiga y mi cansancio. Mi reposo verdadero está en el servicio a mi prójimo.

Ayúdame, oh Señor, a que mi corazón sea misericordioso, para que yo sienta todos los sufrimientos de mi prójimo. A nadie le rehusaré mi corazón. Seré sincera incluso con aque-llos de los cuales sé que abusarán de mi bondad. Y yo misma me encerraré en el misericordiosísimo Corazón de Jesús. Soportaré mis propios sufrimientos en silencio. Que tu mise-ricordia, oh Señor, repose dentro de mí.

Siempre misioneros de la misericordia

Hago ahora una parada especial en mi reflexión, para invitaros a fomentar en nuestras parroquias, como una proyección de la misión que estamos haciendo, misioneros de la misericordia. Esta preciosa iniciativa del Santo Padre ha de ser acogida por todos los que fuimos misioneros en la Misión Diocesana Evan-gelizadora como una llamada a ser, a lo largo del Año Jubilar, testigos del amor misericordioso del Padre. El itinerario forma-tivo que se ofrece en el Plan pastoral será una espléndida oca-sión para profundizar en esta invitación del Papa, para ahondar en su iniciativa, para abrirnos a sus consecuencias y para entre-garnos al anuncio de la misericordia divina.

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Una vez que hayamos pasado todo por el amor misericordioso de Padre, los misioneros y misioneras habrán de cultivar en la convivencia concreta de nuestros pueblos y ciudades una actitud permanente de misericordia. Las comunidades cristianas están llamadas a lo largo de este Año Jubilar a iniciativas concretas de reflexión y de acción, en las que se procure restañar heridas personales, familiares o sociales, establecer cauces de diálogo misericordioso ante tensiones y divisiones, acompañar a cuan-tos lo necesiten por enfermedad, edad u otras circunstancias, alegrar la vida de los que más puedan estar sintiendo la tristeza o solucionar problemas materiales que estén al alcance de nues-tras posibilidades. Las diversas iniciativas pastorales habrán de poner creatividad misericordiosa en todo lo que hagan. Hago esta invitación de un modo especial a los Consejos de Pastoral parroquiales, a la Pastoral de la salud, a la familiar, a cáritas, a la pastoral juvenil, a los catequistas y a los movimientos de A.C. A todos les animo a ser promotores de misericordia.

En lo que se refiere a la iniciativa del Papa de enviar sacerdotes Misioneros de la Misericordia durante la Cuaresma del Año Santo, la vamos a acoger con un profundo sentido de comu-nión. Enviaremos y acogeremos a sacerdotes misioneros que ayuden, con su palabra y con la acogida sacramental, a entrar con actitud de profunda misericordia, en un íntimo encuentro con Cristo, rostro misericordioso del Padre. Irán y vendrán a anunciar a todos la alegría del perdón. No obstante, como todas estas iniciativas no siempre son todo lo prácticas que se desea-ría, yo os animo a todos a ser misioneros de la misericordia con un ahínco especial.

Os invito a todos los sacerdotes a un anuncio misericordioso, que sea profético y ponga de relieve, desde el amor de Dios ma-

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nifestado en su Hijo Jesucristo, una invitación a la conversión, en la que se concrete cuáles son las circunstancias de la vida que mantienen alejados de Dios, tanto las personales como las estructurales y sociales. A todos hemos de decirles que este es el tiempo oportuno para cambiar de vida. Se hará, sobre todo, como indica el Papa, alargando la invitación a la justicia con el horizonte de la misericordia. “Dios ve más allá de la justicia con la misericordia y el perdón”19. Durante el Año Jubilar he-mos de saber prestigiar el valor de la misericordia frente a los que, quizás a veces con razón, nos acusan de haberla separado o despojado de la justicia.

Aprovechemos la riqueza del Año JubilarAl concluir el elenco de iniciativas que se proponen en nuestro programa, me vais a permitir cierto desahogo: no sería realista si no dijera que, a veces, estas propuestas, tanto las que vienen del obispo, pastor de la Diócesis, como las que nos hace la Santa Sede (el Santo Padre) suelen encontrar ciertas resistencias por parte de los que consideran que con ellas se rompe el ritmo de lo habitual en la pastoral ordinaria o por parte de aquellos que no reconocen como válido o útil nada que no sea lo que a ellos se les ocurre. A éstos les quiero decir que estas propuestas no sólo no entorpecen lo que hacemos, sino que lo enriquecen y lo hacen ahondar en valores espirituales que, de no integrarlos en nuestra acción pastoral, a esta le faltarían matices esenciales. No caigamos entonces en torpeza pastoral de no entrar de co-razón en esta experiencia de gracia, sólo porque supuestamente rompe el ritmo de lo “habitual” o de “lo nuestro”. La autosufi-

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ciencia pastoral es siempre un gran peligro que hemos de vencer y superar, si no queremos aislarnos y aislar a nuestras comuni-dades del ritmo real de la Diócesis o de la Iglesia. En una sana eclesiología nunca podemos deslegitimar la guía pastoral que nos ofrecen los pastores de la Iglesia. El Año Jubilar de la Mi-sericordia puede ser un medio precioso, que hemos de acoger no sólo formalmente o sólo en aquellos aspectos o momentos que nos puedan parecer más gratos y llamativos. El Jubileo es un medio precioso porque enriquece a la Iglesia con la vivencia de valores que en este momento ha de saber ofrecerle al mundo al que sirve. Por eso me permito ofreceros algunas razones para una participación activa en el Año Jubilar de la Misericordia.

• Porque va a ser una oportunidad de gracia para encontrarnos con la misericordia, el atributo más precioso del Creador y Redentor, traída al mundo por el rostro misericordioso de su Hijo Jesucristo.

• Porque al contemplar el misterio de la misericordia, que es la vía que une a Dios con nosotros, encontramos la fuente de la alegría, de la serenidad y de la paz; ya que recibir y dar el perdón es una condición imprescindible para la felicidad.

• Porque al descubrir el amor misericordioso del Padre, llega-remos a descubrir la misericordia que habita en nuestro co-razón de hijos de Dios, colmados de la misericordia divina.

• Porque para nuestra condición de pecadores será una opor-tunidad maravillosa de descubrir el perdón del Dios mise-ricordioso como la clave fundamental para la recuperación del sentido de pecado.

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• Por una ocasión oportuna para que la Iglesia recupere la mi-sericordia como su viga maestra, descubra su misión de ser un signo vivo del amor del Padre y lo haga presente en medio del mundo como providente, santo y misericordioso.

• Porque será para cada uno de nosotros una llamada a hacer-nos cargo, a través de las obras de misericordia, de las debi-lidades y dificultades de nuestros hermanos, especialmente de los más pobres, que son los privilegiados del amor mise-ricordioso de Dios.

• Porque nos recordará nuestra condición de peregrinos y nos situará en camino hacia la meta, que no es otra que pasar por Cristo, Puerta Santa, con una corazón convertido y abierto a la misericordia divina, que como gracia jubilar nos da una vida nueva, nos abraza y nos compromete a ser misericor-diosos.

• Porque nos va a ayudar a buscar y a vivir con intensidad la misericordia divina, sobre todo en los tiempos fuertes de la liturgia, cuaresma y pascua, en los que, en la oración y en la meditación de la Sagrada Escritura, podremos redescubrir el rostro misericordioso del Padre.

• Porque una vez más tendremos la oportunidad de poner el sacramento del Perdón en el centro de nuestra vida, como penitentes y confesores.

• Porque descubrimos la misión de la Iglesia y nuestra propia misión como cristianos y sacerdotes en clave de misericor-dia, lo que será una acicate apostólico que nos lleve a los demás como misioneros que buscan un encuentro cargado de humanidad, fuente de liberación, rico en responsabilidad, en

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el que, como predicadores convincentes de la misericordia, se anuncia la alegría del perdón.

• Porque nos hará comprender el profundo vínculo que hay entre justicia y misericordia, tanto en nuestra relación con Dios como en la relación con nuestros hermanos los hombres y mujeres, que viven en un mundo herido e incapaz para el perdón.

• Porque por los méritos de Cristo y la intercesión de María Santísima y de los Santos, la vida del cristiano se purifica y se encauza por los caminos d ela santidad, a través de la indulgencia.

Las indulgencias que recibiremos

Para ir concluyendo la reflexión que hago para vosotros en torno al Programa del Año Jubilar de la Misericordia, me acerco ahora a la gracia especial que recibimos en nuestra peregrinación jubi-lar, la indulgencia que ofrece la Iglesia. Como recuerda el Papa Francisco, “en el Año Santo de la Misericordia, la indulgencia adquiere una relevancia particular”. Si hacemos una lectura de la clara y a la vez profunda reflexión que se hace sobre la indul-gencia en Misericordiae Vultus, entre indulgencia y santidad hay una relación muy profunda: quien busca la indulgencia busca la santidad. “Indulgencia es experimentar la santidad de la Iglesia que hace partícipes a todos de los beneficios de la redención de Cristo, para que el perdón sea extendido hasta las extremas con-secuencias a la cual llega el amor de Dios.”20. La indulgencia, en efecto, nos libera de todo residuo o consecuencia del pecado

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y nos habilita a obrar con caridad y a crecer en el amor. Vivir entonces de la indulgencia en el Año Santo significa acercarse a la plenitud la misericordia del Padre con la certeza de que nos ofrece, a través de la Iglesia, por los méritos de Cristo y por los bienes espirituales de la comunión de los santos, no sólo el alivio de las penas que merecen nuestros pecados, sino que tam-bién repara el desequilibrio interior y la desordenada relación con las criaturas que nos dejaron nuestros pecados. Es, por eso, que la indulgencia ha de ser para nosotros una gracia preciosa que desearemos alcanzar, si de verdad queremos ir por el camino adecuado de nuestra vida cristiana, por el de la santidad. En rea-lidad, la indulgencia nos encauza por el camino de la perfección.

Con la Madre Misericordiosa

Termino esta reflexión del mismo modo que lo hace Miseri-cordiae Vultus, invitando a que, a lo largo del Año Jubilar de la Misericordia, dirijamos nuestra mirada a la Madre Miseri-cordiosa. Ya la he mencionado cuando os he invitado a ir a Ella en sus santuarios y ermitas, que han de ser para nosotros “apeaderos de la misericordia”. Pero os animo a que hagáis de la Santísima Virgen la referencia entrañable de la misericor-dia divina: “Nadie como María ha conocido en profundidad el misterio de Dios hecho hombre. Toda su vida estuvo plasmada por la presencia de la misericordia hecha carne”21.

Plasencia, 1 de octubre de 2015, Santa Teresita del Niño Jesús.

+ Amadeo Rodríguez Magro, Obispo de Plasencia.

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Programación Pastoral

Diocesana

Curso 2015-2016

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OBJETIVOGENERAL

EVANGELIZAR CON UN CORAZÓN MISERICORDIOSO.

Supone la continuidad del proceso permanente de intensificar la ACCIÓN EVANGELIZADORA (según el Plan Pastoral Diocesano), mediante la realización del AÑO DE LAS MI-SIONES PARROQUIALES (Acción específica Diocesana), contemplando el misterio de la MISERICORDIA DIVINA que hace más fuerte y eficaz el testimonio evangelizador (Jubileo extraordinario del Año de la Misericordia en Comunión con la Iglesia Universal), bajo la mirada de María, Madre de la Mise-ricordia (Año Santo Guadalupense).

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I MISIONES PARROQUIALES Y PROCESO DE DISCERNIMIENTO

En el año 2015 seguirán realizándose las MISIONES PARRO-QUIALES EVANGELIZADORAS en aquellas comunidades cristianas que aún no la han celebrado. Tras lo cual y con vis-tas al curso próximo, dará comienzo un PROCESO DE DIS-CERNIMIENTO EVANGÉLICO parroquial, arciprestal y diocesano sobre las experiencias de esas misiones para hacer REVISIÓN y ofrecer SUGERENCIAS para el próximo plan pastoral diocesano.

Los primeros pasos en este discernimiento serán:

- Reunión del CONSEJO DIOCESANO DE PASTORAL en el que hacer una evaluación de la realización de las Misiones Parroquiales y recabar ideas de cómo llevar a cabo el Proceso. (Reunión de 9 de Enero 2016)

- Elaboración de materiales para el Proceso de Discernimiento (Deben estar preparados en Abril de 2016).

- Campaña de sensibilización en la diócesis para el proceso de discernimiento e invitación a la formación de grupos, que co-menzarán a funcionar en Octubre del 2016.

- Presentación y discusión del proceso y los materiales de discer-nimiento al Consejo Diocesano de Pastoral. (28 de Mayo)

Y ya en el curso 2016-17

- Se tendrá el trabajo de grupos y las asambleas parroquia-les hasta Abril 2017. Con los resultados del ese trabajo en Junio 2017 se tendrá la Asamblea Diocesana en la que se busquen sugerencias y orientaciones para el próximo Plan Pastoral Diocesano.

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II AÑO JUBILAR DE LA MISERICORDIA

ITINERARIO FORMATIVO- Presentación de la Programación Pastoral diocesana en la

PRIMERA JORNADA DIOCESANA DE PASTORAL, (Sábado, 28 de Noviembre), teniendo como documentos bases la bula MISERICORDIAE VULTUS y la Carta Pas-toral del obispo “CÓMO AMA EL PADRE, ASÍ AMAN LOS HIJOS” y su aplicación a la acción en las comunida-des cristianas.

- Adaptación y divulgación de los SUBSIDIOS PARA VI-VIR EL JUBILEO preparados por el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, de modo que puedan servir como instrumentos a todos los agentes de Pastoral para preparar encuentros, catequesis y oración comunitaria.

- Guiones de CUARESMA para charlas, catequesis, etc.

- Materiales populares para el conocimiento teológico y la vivencia celebrativa de los SACRAMENTOS DE LA PE-NITENCIA Y DE LA UNCIÓN DE ENFERMOS.

- MATERIALES ESPECIALES PARA PREPARAR EL JU-BILEO de los distintos sectores del Pueblo de Dios que están convocados: familias, catequistas, jóvenes, niños, mundo de la cultura, etc. (Preparados por la Vicaría E. de Animación Pastoral y la Delegación o Secretariado respec-tivo)

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- LA CÁTEDRA SAN JUAN PABLO II Y LA FORMA-CIÓN PERMANENTE DEL CLERO ofrecerá las siguien-tes conferencias:

§El rostro de la Misericordia. Lectura teológi-co-pastoral de la bula Misericordiae vultus.

§La Misericordia divina de Jesús. Actitudes y pará-bolas.

§La virtud de la Caridad llevada a la práctica. Las obras de misericordia.

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ITINERARIO PASTORAL

APERTURA SOLEMNE DEL AÑO DE LA MISERICORDIA El Domingo, 13 de Diciembre, se abrirá la Puerta de la Mise-ricordia en la Santa Iglesia Catedral de Plasencia, lugar jubilar para toda la iglesia diocesana. Peregrinando a la misma, en las condiciones propias del Jubileo, se alcanzará la gracia de la indulgencia. El cabildo catedralicio dará las indicaciones para el mejor desarrollo de las peregrinaciones.

JUBILEOS ESPECIALES *Además de las peregrinaciones jubilares a la Catedral que orga-nicen las parroquias, arciprestazgos y grupos eclesiales se han programado los siguientes jubileos especiales.

En la S. I. Catedral de Plasencia.Jubileo de las familias .......................................27 de dic 2015, domingo.Jubileo de los catequistas................................................ 23 de Ene, sábado.Jubileo Vida Consagrada ................................................. 02 de Feb, martes.Jubileo Hermandades y Cofr. ................................... 14 de Feb, domingo.Jubileo de los Adolescentes, Jóvenes ......................19 de Mar, sábado.Jubileo de los sacerdotes ...........................................23 de Mar, miércoles.Jubileo niños ...........................................................................09 de Abr, sábado.Jubileo del mundo de la cultura .................................... 16 de Abr, sábadoJubileo Mundo Obrero (Vigilia) ..............30 de Abr (9 tarde), sábado.Jubileo enfermos ................................................................01 de abr, domingo.Jubileo de voluntarios Misericordia .......................... 18 de Jun, sábado.Jubileo de agrupaciones corales..................................19 de Nov, sábado.CLAUSURA ......................................................................20 de Nov, domingo.

*Estos jubileos serán preparados por la Vicaría E. Ani-

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mación Pastoral, las Delegaciones y secretariados correspon-dientes y el Secretariado P. de Animación de la Oración, con el material organizativo, catequético y celebrativo correspon-diente.

PEREGRINACIONES A ROMA, CRACOVIA Y GUADALUPE.Desde la diócesis se organizarán:

- Peregrinación diocesana a Roma. Del 10 al 17 de Marzo 2016

- Peregrinación a Roma, sacerdotes. Del 1 al 4 de Junio 2016.

- Peregrinación a Guadalupe Sábado, 18 de Junio 2016.

- Peregrinación Jóvenes Cracovia Del 26 al 31 de Julio 2016.

- Peregrinación a Roma, catequistas. Del 21 al 25 de Sept. 2016.

APEADEROS DE LA MISERICORDIA Son los siguientes lugares en los que prevenir o prolongar el itinerario del peregrino: Santuarios o Ermitas de Nuestra Seño-ra de las Angustias en Navalmoral de la Mata, en el de Nuestra Señora del Castañar de Béjar, en el de la Virgen del Puerto en Plasencia, en el de la Virgen de las Cruces en Don Benito. Encontraremos a Cristo, rostro del amor misericordioso del Pa-dre, en las ermitas del Santísimo Cristo de la Salud de Hervás, Santísimo Cristo de la Victoria de Serradilla, Santísimo Cristo de la Salud de Trujillo, Santísimo Cristo de las Aguas de Gua-reña. Consideramos también apeaderos privilegiados las dos

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parroquias-santuarios de la Divina Misericordia: la de San Mi-guel de Plasencia y la de Santa María de Don Benito. También será un apeadero el Monasterio de Yuste, en el que la Virgen de Chestokova y San Juan Pablo II. En todos estos lugares se pue-den preparar los peregrinos o ser acogidos tras haber pasado por la Puerta Santa.

“24 HORAS PARA EL SEÑOR”Oración continuada en las parroquias el Viernes 4 y sábado 5 de marzo de 2016. Incluye la celebración penitencial la tarde el viernes 4 de marzo en la Catedral y en otros templos significa-tivos de la diócesis.

CUARESMA DEL JUBILEOEn todas las parroquias habrá que cuidar especialmente la ce-lebración de la Cuaresma en este año para ello se facilitarán materiales, guiones litúrgicos, catequesis, meditaciones, para poder vivirla con más intensidad. Proponer de forma concreta este tiempo como muy propicio para vivir y motivar el Sacra-mento de la Reconciliación.

MISIONEROS DE LA MISERICORDIAEn nuestra diócesis la tarea de estos sacerdotes misioneros, ade-más de animar algunas nuevas misiones populares, consistirá fundamentalmente un completar con esta dimensión de la mi-sericordia y el perdón las acciones de conversión y de pastoral que se han puesto en marcha con las misiones parroquiales por medio de retiros, meditaciones, celebraciones del sacramento de la Penitencia, etc.

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Por otra parte teniendo en cuenta la dimensión misionera de todos y cada uno de los cristianos como testigos de la miseri-cordia se ofrecerán iniciativas pastorales que les ayude a la re-flexión y a la acción concreta en sus comunidades y ambientes.

TESTIMONIO DE LAS OBRAS DE MISERICORDIA

SIGNOS JUBILARES CADA MESAdemás de las acciones que por la situación de urgencia y por la invitación del Papa hayamos de ir realizando para dar respuesta al drama de los REFUGIADOS en Europa, iremos abriendo cada mes un procedimiento de reflexión y acción para ayudar en la diócesis y en las parroquias a conocer, valorar, revisar, crear o mejorar nuestras actuaciones, medios y recursos en los siguientes servicios a los necesitados en una puesta al día de las tradicionales obras de misericordia corporales.

® Enero. Dar posada al peregrino. La emigración. Comisión Diocesana de Ayuda a los Refugiados, Secretariado Pastoral Migraciones.

® Febrero. Dar de comer al hambriento. Tercer Mundo. Manos Unidas. 1% ciento para el Tercer Mundo, Proyectos Parroquia-les de Solidaridad.

® Marzo. Redimir al Cautivo. Rehabilitación de los que sufren adicciones. Pastoral Penitenciaria. Proyecto hombre. Alcohóli-cos rehabilitados…

® Abril. Visitar a los enfermos. Pastoral de la Salud. Secretaria-do diocesano de Pastoral, Capellanes Hospitales, Visitadores,

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Ministros extraordinarios de la comunión, responsables de resi-dencias de ancianos, y personas y colectivos con discapacidad.

® Mayo. Dar de beber al sediento. Pobreza cultural. CONFER, ERE, Movimiento JEC, voluntariado de ayuda al fracaso esco-lar y educación tiempo libre.

® Octubre. Vestir al desnudo. La Marginación. Cáritas, Comedo-res sociales, Movimiento rural cristiano, Pastoral obrera, Hijas de la Caridad.

® Noviembre. Enterrar a los muertos. Acompañamiento cristia-no en el duelo.

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ORACIÓN DEL PAPA FRANCISCO POR EL JUBILEO

Señor Jesucristo,tú nos has enseñado a ser misericordiosos

como el Padre del cielo,y nos has dicho que quien te ve,

lo ve también a Él.Muéstranos tu rostro y obtendremos la salvación.

Tu mirada llena de amor liberó a Zaqueo y a Mateo de la esclavitud del dinero;

a la adúltera y a la Magdalena de buscar la felicidad solamente en una creatura;

hizo llorar a Pedro luego de la traición,y aseguró el Paraíso al ladrón arrepentido.

Haz que cada uno de nosotros escuche como propia la palabra que dijiste a la samaritana:

¡Si conocieras el don de Dios!Tú eres el rostro visible del Padre invisible,

del Dios que manifiesta su omnipotencia sobre todo con el perdón y la misericordia:

haz que, en el mundo, la Iglesia sea el rostro visible de Ti,

su Señor, resucitado y glorioso.

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Tú has querido que también tus ministros fueran revestidos de debilidad

para que sientan sincera compasión por los que se encuentran

en la ignorancia o en el error:haz que quien se acerque a uno de ellos

se sienta esperado, amado y perdonado por Dios.Manda tu Espíritu

y conságranos a todos con su unciónpara que el Jubileo de la Misericordia

sea un año de gracia del Señory tu Iglesia pueda, con renovado entusiasmo,

llevar la Buena Nueva a los pobres, proclamar la libertad a los prisioneros y oprimidos

y restituir la vista a los ciegos.Te lo pedimos por intercesión de María,

Madre de la Misericordia,a ti que vives y reinas

con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.

Amén.