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Comunicación e Integración Fabián Vallas (Universidad de LimaPerú) La presente edición de Diálogos de la Comunicación se dedica exclusivamente en un tema que nos involucra a todos, pero que al mismo tiempo ha tenido poca atención de la comunidad académica: la relación entre la integración de nuestros países y la comunicación. Por décadas, el discurso de los gobiernos había asumido en forma implícita que el desarrollo económico iba a conducir inequívocamente a una mayor integración económica, por lo que el tema no figuraba en la agenda regional, excepto para los discursos oficiales. La mayor parte de las universidades andinas asumieron también este postulado. Y si se añade la crisis de la universidad por su falta de conexión con las necesidades de la sociedad, los centros de enseñanza superior fueron incapaces establecer estudios de las experiencias integracionistas de la región. En otras palabras, el espacio del estudio académico terminaba generalmente donde se ubicaban las límites geográficos. En reiteradas oportunidades se ha manifestado que no puede existir integración sin comunicación. Y es evidente que al terminar la primera década del presente siglo, los Estados no sólo siguen impulsando débiles políticas de comunicación, sino que los conflictos interestatales han aumentado en nuestra región. Veinte años después de la Guerra Fría, nuevos muros ideológicos se levantan entre nuestros países. Paradójicamente, esto ocurre cuando la región ha experimentado su más importante ciclo de crecimiento económico en los últimos cuarenta años, pese a la crisis financiera internacional. Ante la debilidad estructural de los Estados andinos como actores, en estos últimos años, la sociedad civil se ha convertido en el actor más dinámico y eficiente de la integración, lejos de los almidonados discursos oficialistas. Los actores sociales sí han sabido colocar el tema en la agenda regional. Este número de la revista responde a la necesidad de retomar el marginado debate de la relación entre comunicación e integración desde distintas perspectivas. Se abarca el problema desde las organizaciones supranacionales, nacionales e intraestatales. Comenzaremos a analizaremos la experiencia de la integración andina en la historia, para luego destacar el papel que ha tenido la sociedad civil y en forma particular la universidad. Por último, revisaremos la experiencia del papel de los medios de comunicación en el proceso de integración. Es así como la Comunidad Andina (CAN) enfrentó dificultades para hacer caminar la comunicación y la integración por el mismo sendero, como lo atestigua Adalid Contreras Baspineiro en su artículo. Claudia Bustos Sánchez nos recuerda cómo la integración se concentró en el discurso económico al

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Comunicación e Integración Fabián Vallas (Universidad de LimaPerú)

La presente edición de Diálogos de la Comunicación se dedica exclusivamente en un tema que nos involucra a todos, pero que al mismo tiempo ha tenido poca atención de la comunidad académica: la relación entre la integración de nuestros países y la comunicación. Por décadas, el discurso de los gobiernos había asumido en forma implícita que el desarrollo económico iba a conducir inequívocamente a una mayor integración económica, por lo que el tema no figuraba en la agenda regional, excepto para los discursos oficiales.

La mayor parte de las universidades andinas asumieron también este postulado. Y si se añade la crisis de la universidad por su falta de conexión con las necesidades de la sociedad, los centros de enseñanza superior fueron incapaces establecer estudios de las experiencias integracionistas de la región. En otras palabras, el espacio del estudio académico terminaba generalmente donde se ubicaban las límites geográficos.

En reiteradas oportunidades se ha manifestado que no puede existir integración sin comunicación. Y es evidente que al terminar la primera década del presente siglo, los Estados no sólo siguen impulsando débiles políticas de comunicación, sino que los conflictos interestatales han aumentado en nuestra región. Veinte años después de la Guerra Fría, nuevos muros ideológicos se levantan entre nuestros países. Paradójicamente, esto ocurre cuando la región ha experimentado su más importante ciclo de crecimiento económico en los últimos cuarenta años, pese a la crisis financiera internacional.

Ante la debilidad estructural de los Estados andinos como actores, en estos últimos años, la sociedad civil se ha convertido en el actor más dinámico y eficiente de la integración, lejos de los almidonados discursos oficialistas. Los actores sociales sí han sabido colocar el tema en la agenda regional.

Este número de la revista responde a la necesidad de retomar el marginado debate de la relación entre comunicación e integración desde distintas perspectivas. Se abarca el problema desde las organizaciones supranacionales, nacionales e intraestatales. Comenzaremos a analizaremos la experiencia de la integración andina en la historia, para luego destacar el papel que ha tenido la sociedad civil y en forma particular la universidad. Por último, revisaremos la experiencia del papel de los medios de comunicación en el proceso de integración.

Es así como la Comunidad Andina (CAN) enfrentó dificultades para hacer caminar la comunicación y la integración por el mismo sendero, como lo atestigua Adalid Contreras Baspineiro en su artículo. Claudia Bustos Sánchez nos recuerda cómo la integración se concentró en el discurso económico al

interior de la CAN y reflexiona acerca del pobre papel de la prensa de Colombia para construir una “identidad andina” en la región. Por su parte, Adriana Londoño deja de lado la perspectiva económica para tratar el tema de la integración cultural como eje creador de una identidad colectiva en la era post guerra fría.

Desde la globalización, gracias al desarrollo de las tecnologías y las comunicaciones, los actores sociales han asumido posiciones de mayor protagonismo en el proceso de integración. Es así como Marcial Murciano retoma la experiencia del más avanzado proceso de integración de las universidades de la Unión Europea y de su enseñanza en la comunicación. La experiencia de una universidad situada cerca del territorio fronterizo de Ecuador y Perú nos revela el gran dinamismo, disciplina y seriedad que goza el trabajo de la comunicación e integración en la región andina, como lo atestiguan los artículos de Luisa Portugal y Oscar Omar Terrones. Aunque el trabajo de la profesora Gina Gogin, nos revela la otra cara de la moneda, al demostrarnos que la integración es una tarea que está aún lejos de cumplirse, al revelar que los estudiantes universitarios no tienen una conciencia colectiva de la importancia de la unión entre nuestros países.

En este nuevo contexto de la globalización, Katya Arce rescata el concepto de sociedad civil como actor principal de los procesos de integración actual hasta explicar el concepto de “integración integral” que defiende hoy la CAN. Las organizaciones de los ciudadanos están comenzando a conquistar el espacio público y generando impacto en la vida política y económica. Desde el análisis de la paradiplomacia de los gobiernos subnacionales y la prensa local, Omar Taupier rescata su papel en la creación de identidades colectivas que van más allá de las fronteras. Mientras, Elsy Ortega reflexiona acerca del concepto de espacialidad y su relación con las políticas del Estado colombiano en el caso de sus ciudadanos migrantes que viven en Ecuador.

El último bloque de artículos se refiere a los esfuerzos producidos por los medios de comunicación para apuntalar la identidad regional. Como parte de la historia de estos esfuerzos se presenta la experiencia de Ricardo Pauta sobre la serie educativo-cultural “Expedición Andina”, realizada en la década del 70 dentro del Convenio Andrés Bello.

Más actual, Jenny Bustamante nos habla de la “diplomacia de los micrófonos” en la zona fronteriza entre Colombia y Venezuela, mientras que Xenia de Aguiar Bucchini y Juliana Sayuri Ogassawara rescatan el olvidado papel de la Revista brasilera Versus, que trabajó el tema de la identidad latinoamericana.

Por último, María Silva Trigo nos señala que la integración nacional sigue siendo otro de los puntos de la agenda pendiente, al analizar el papel que ha tenido la prensa en los problemas regionales internos que ha enfrentado Bolivia en los últimos años. Es más común encontrar una prensa que busque alentar el conflicto al magnificar la crisis y “demonizar” al enemigo, que destacar los puntos comunes que tiene un pueblo.

¿Cuáles son las tareas pendientes con respecto a la comunicación e integración? Pese a los esfuerzos desplegados, la mayoría de los artículos

demuestran que todavía los pueblos latinoamericanos no nos conocemos. Somos incapaces de contestar a la primaria pregunta: ¿Quién es el otro?

Las tareas son diversas y complejas. Aquí el esbozo de algunas alternativas. i) A nivel gubernamental, se requiere buscar coincidencias entre las políticas comunicacionales de los países, con el fin de intercambiar productos culturales regionales. ii) Las universidades requieren elaborar planes de estudio que abarquen a los países vecinos como materia de estudio. iii) A nivel de los medios de comunicación, se requiere una mayor capacitación de profesionales dedicados al tema de integración y, de esta manera, crear una conciencia integracionista. Solo así podemos derrotar a la desconfianza mutua que es una de los grandes obstáculos para una verdadera unión y descubrir que somos hermanos.

Como podemos apreciar, este número de la revista con distintos idiomas, culturas, ideas, niveles de análisis de la integración, termina graficando la idea del pluralismo y del mosaico que es América Latina. Si Simón Bolívar señaló que “La unidad de nuestros pueblos no es simple quimera de los hombres, sino inexorable decreto del destino", nos toca a nosotros trabajar en forma conjunta para construir nuestra unidad para que la integración deje de ser el ansiado sueño del libertador.

Fabián Vallas. .

 

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LATINOAMERICANA DE FACULTADES DE COMUNICACIÓN SOCIAL ISSN: 1995 - 6630

1 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

Conceptualización del espacio físico y social: incidencias en la integración y visibilización de la emigración Colombia - Ecuador1. Elsy Ortega Eraso [email protected] [email protected] Elsy Genith Ortega Eraso. Comunicadora social. Candidata a Magíster Estudios de la Cultura Universidad Andina Simón Bolívar –

Quito. Docente Universidad Mariana y Universidad Nacional Abierta y a Distancia. Pasto – Colombia.

Abstract: La manera como se percibe y representa el espacio físico incide a la hora de pensar y

conceptualizar a los sujetos que están relacionados con él. A partir de ello se conciben dicotomías que los

ubican en dos únicas posibilidades: adentro/afuera, centro/periferia, frontera-límite-margen, interior/exterior.

Basándome en La Filosofía y política de la espacialidad de Doreen Massey y algunos aportes de Pierre

Bourdieu, pretendo hacer una corta reflexión sobre las implicaciones políticas del concepto de espacialidad

y su relación con el efecto expulsor que establece el Estado colombiano frente a los colombianos migrantes

que viven en Ecuador.

Palabras clave: espacialidad, migración transfronteriza, colombianos migrantes.

1 La presente reflexión surge de mi trabajo de grado para aspirar al título de maestría en Estudios de la Cultura en la Universidad Andina Simón Bolívar – Quito. El trabajo indaga en las posturas del Estado Colombiano frente a los colombianos en el exterior y sus

efectos en los colombianos que emigran a Ecuador.

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2 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

Colombia se ha caracterizado por ser un país de emigrantes más que de inmigrantes: en la actualidad, se

calcula que más del 10% de la población se encuentra en el exterior.

Según los datos obtenidos, la cifra de colombianos que están fuera del país oscila cerca de los 7.000.000.2

En este movimiento migratorio se ha privilegiado como destino los Estados Unidos, España, Venezuela y

Ecuador.

No obstante, el Estado colombiano se ha ocupado poco de la población que vive fuera del país. Esta

desatención deja varias consecuencias: políticas migratorias débiles, tratados internacionales sin curso ni

efectividad, una agudización del estigma de la nacionalidad colombiana en los países receptores, entre

otras.

En el Gobierno y en el Congreso, los colombianos en el exterior son asumidos como contribuyentes de

remesas y nichos de mercado para impulsar ventas de servicios a través de ferias inmobiliarias, fondos de

pensiones y proyectos para que los bancos monopolicen las remesas.3

Los colombianos que viven en el exterior son vistos como una “oportunidad” para Colombia, como una

población que debe estar dispuesta a colaborarle al país y no como una población a la que hay que atender,

visibilizar y escuchar.4 Esto se evidencia en el discurso que utilizan algunos senadores que hacen parte de

la Comisión Segunda5 del Congreso de la República:

[…] cuando nos referimos a la población colombiana en el exterior, debemos

diferenciar el tipo de población y cuál es su tipo de problemática. Porque no toda la

población colombiana en el exterior está aquejada por los problemas tan dramáticos

que hemos visto hoy en los relatos y videos que ha traído la Senadora Alexandra

Moreno. Hay una parte de la población en el exterior que está en condiciones

bastante positivas, que se convierte en una oportunidad para Colombia, y no en una

dificultad para nuestra política exterior. Existen colombianos que están en posiciones

altas, por esa razón es que debemos tener en cuenta, cuando hablamos de la

población colombiana en el exterior, que en todo caso existe una población en una

2 “Para el año 2003, el Ministerio de Relaciones Exteriores calculaba un total de 4. 021.273 nacionales fuera del país […]” (c itado en Ardila, 2006: 23). Hoy se habla de una cifra de 7.000.000 de colombianos emigrantes; en Ecuador viven alrededor de 700.000 entre

refugiados, regulares e irregulares. 3 “La migración de los colombianos es de tal magnitud que desde hace unos pocos años ha empezado a llamar la atención, hasta el punto de que se han creado programas para atenderlos. No obstante, el interés se ha centrado en el estudio del impacto y la

importancia de las remesas para la economía nacional” (Cárdenas y Mejía, 2006; Gaviria, 2004; OIM, 2004, citados en Ardila, 2006: 24). 4 “El Programa Colombia Nos Une junto con el Departamento Administrativo Nacional de Estadística-DANE, el Banco de la República,

la Asociación de Instituciones Cambiarias-ASOCAMBIARIA, la Asociación América-España, Solidaridad y Cooperación-Colombia-AESCO, la Red de Universidades Públicas del Eje Cafetero-ALMA MATER, el Fondo de Población de las Naciones Unidas-UNFPA y la Organización Internacional para las Migraciones-OIM conformó el grupo interinstitucional Alianza País. Juntos culminaron el estudio

sobre el impacto micro y macro de las remesas familiares en Colombia. Tuvo como principal objetivo identificar el perfil socioeconómico de la población migrante proveniente del Área Metropolitana Centro Occidente de Colombia-AMCO. 5 Esta comisión del Senado de la República se encarga de los siguientes temas: política internacional, defensa nacional y fuerza

pública; tratados públicos; carrera diplomática y consular; comercio exterior e integración económica; política portuaria; relaciones parlamentarias internacionales y supranacionales, asuntos diplomáticos no reservados constitucionalmente al gobierno; fronteras; nacionalidad; extranjeros; migración; honores y monumentos públicos; servicio militar; zonas francas y de libre comercio. Vía Internet:

<http://abc.senado.gov.co/prontus_senado/site/artic/20061109/pags/20061109122018.html>.

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3 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

situación positiva que puede contribuir mucho más al desarrollo y al bienestar de

Colombia. Gran parte de esa población que se encuentra legal aporta una suma de

3.600 millones de dólares anuales, que proviene de colombianos que vienen

desarrollando una actividad lícita, una actividad positiva (énfasis de la autora).6

Así las cosas, el tema de los colombianos emigrantes ha sido asumido de distintas maneras por el Estado

colombiano y su política exterior: desde la indiferencia hasta la inclusión en términos de remesas.

La pregunta que surgió al respecto fue: ¿Qué aspectos han incidido en dichas posturas y actualmente

limitan una visibilización más amplia e incluyente de los colombianos emigrantes en la agenda política y

legislativa de su país?

Con este interrogante, revisé las operaciones de inclusión/exclusión en las posturas del Estado colombiano

frente a los colombianos en el exterior, recogí treinta historias de vida de migrantes en Ecuador, testimonios

de dirigentes de asociaciones de colombianos, fundaciones que se ocupan del tema migratorio, y revisé los

debates de la Comisión Segunda del Senado.

Encontré los siguientes aspectos que determinan la exclusión y justifican las ausencias, desatenciones,

negación y no nombramiento en las agendas política y legislativa de Colombia de los connacionales que

migran a Ecuador: a) la exterioridad espacial como justificación de la exclusión social y política; b) la

inclusión y visibilización de cierto grupo de colombianos emigrantes; c) la securatización y el conflicto como

significantes predominantes de la política exterior del gobierno colombiano.

Para este artículo me referiré al primer aspecto: las implicaciones políticas que adquiere la

conceptualización del espacio físico y su efecto en las políticas migratorias y de frontera.

Cuando propuse mi trabajo de grado sobre los colombianos en Ecuador, mi asesor de tesis insistía en que

“las fronteras estaban en el centro”. Sin duda, la idea de fronteras y las relaciones entre estas son regidas e

impulsadas desde la institucionalidad centralizada, poco conocedora de la realidad social y de las dinámicas

cotidianas que ocurren en los linderos territoriales.

Las ideas de Estado-Nación, soberanía e identidad nacional, han limitado y subordinado el concepto de

espacialidad al servicio de tales nociones. El concepto de espacio estará adecuado a las ideas de limitación,

restricción y cierre.

Revisar y repensar la conceptualización de espacialidad nos lleva a problematizar la idea de identidad y

política esencialista, que no ve el espacio como producto de las interrelaciones, sino como su

determinación.

6 Marta Lucía Ramírez, senadora del partido de la U, bancada uribista, con la mayor representación en el Congreso. Esta intervención

se hizo en sesión de la Comisión Segunda del Senado, el 30 de octubre del 2007, después de escuchar la ponencia de la senadora Alexandra Moreno, quien con documentos fotográficos, testimonios en video, llamadas de los colombianos desde el exterior y ci fras, intenta demostrar las precarias situaciones que viven los colombianos irregulares, refugiados y detenidos en el exterior, haciendo

énfasis en el contexto de Ecuador.

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4 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

La forma como se percibe y representa el espacio físico incide a la hora de pensar y conceptualizar a los

sujetos que están relacionados con él. A partir de ello se conciben dicotomías que ubican a los sujetos en

dos únicas posibilidades: adentro/afuera, centro/ periferia, frontera-límite-margen, interior/exterior.

Basándome en La Filosofía y política de la espacialidad de Doreen Massey7 y algunos aportes de Pierre

Bourdieu, pretendo hacer una breve reflexión sobre las implicaciones políticas del concepto de espacialidad

y su relación con el efecto de exclusión y expulsión que establece el Estado colombiano frente a los

colombianos migrantes que viven en Ecuador.8

Al abordar cualquier problemática de los colombianos en el exterior, una de las preguntas imprescindibles

es qué es lo exterior, desde dónde se define dicha exterioridad, desde dónde y cómo se ubica al colombiano

en el exterior, cómo el concepto de espacialidad determina a los colombianos que se ubican fuera de los

límites geográficos de su país de origen.

De igual manera, cabe preguntarse cómo, desde una política del espacio, se subvertirían conceptos y

prácticas que vuelven problemática la inclusión de los connacionales que viven fuera del país en las

políticas del Estado colombiano y la relaciones transfronterizas. Según Bourdieu:

[…] los seres humanos están situados en un lugar, el cual se define como el punto del espacio físico

en que un agente o una cosa están situados, “tienen lugar” o existen [...] Sin embargo, en el espacio

social los agentes adquieren una posición que equivale a un rango en determinado orden, la

posición se da respecto a otros lugares en el espacio social. [...] Mientras el espacio físico se define

por la exterioridad recíproca entre las partes, el espacio social se define por la exclusión mutua (o la

distinción) de las posiciones que lo constituyen (Bourdieu, 1999: 119-120).

Partiendo de las definiciones de Bourdieu, lo que existe es una exclusión social y política de los

colombianos migrantes que se justifica a partir de una exterioridad espacial.

Pensar el espacio con nociones como fronteras, nacionalidades y soberanía desencadena desde las

legislaciones y políticas migratorias del país de origen un efecto de expulsión, que concibe a los

colombianos emigrantes como lejanos, como ausentes. Se puede afirmar que hay una correspondencia

entre la conceptualización o idea de espacialidad, que se refleja en una representación de aquel que sale

fuera de ese territorio delimitado por fronteras físicas.

Tenemos, entonces, que la conceptualización de nacionalidad ligada a la espacialidad territorial se ve

limitada a la ocupación en el espacio físico al que llamamos nación. Sin embargo, esta conceptualización

física del espacio se extiende a la del espacio social. Se construye así una percepción de que estar fuera

del espacio físico es estar fuera del espacio social.

7 Doreen Elizabeth Massey, Premio Nobel de Geografía (1998). Su reflexión se centra en la geografía humana, y sus aportes han s ido relevantes en temas como geografía urbana, teoría geográfica, género, globalización y desarrollo.

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5 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

En consecuencia, el sentido de lo “político” en el momento de tipificar al colombiano en el exterior se

encuentra opacado por el concepto unilateral y simplista de la espacialidad física. Esto incide en las

ausencias y desatenciones del Estado colombiano hacia los colombianos emigrantes, tales como una

marcada despreocupación en los procesos de deportación9 y la falta de seguimiento de tratados bilaterales

que podrían mejorar la situación de esta población.10

De tal manera que equiparar espacio físico a espacio social, exteriorización a exclusión, ha generado una

incapacidad de aceptar la opacidad, de extender y complicar el sentido político del lugar que ocupa un

ciudadano en el espacio físico (territorio), en relación con los derechos sociales y políticos (posición en el

orden social) que subyacen a una determinada nacionalidad, en este caso la colombiana.

Por lo tanto, pensar de una u otra manera la espacialidad abre posibilidades a otras interpretaciones de la

ciudadanía, más allá del espacio físico.

Para Doreen Massey, espacio físico y social son uno solo, están implicados, son co-constitutivos. La autora

propone romper con la noción newtoniana clásica del espacio, que da pie a un isomorfismo donde cultura y

sociedad están separadas del lugar.

Ante esto, Massey presenta tres proposiciones11

que inciden en las implicaciones políticas que adquiere la

espacialidad:

1. Propone pensar el espacio, los lugares y la identidad local, regional y nacional como producto de las

interrelaciones, constituido a través de interacciones que abarcan desde lo global hasta lo íntimo. Esta

primera propuesta desmontaría la idea limitada y cerrada de ciudadanía, dando pie a la construcción de

identidades interrelacionadas, implicadas con las identidades vecinas, a una manera distinta de asumir las

identidades de frontera y las identidades de los emigrantes colombianos, quienes, pensados desde las

interrelaciones, recuperan la inclusión social y política que les ha sido negada a partir de la exteriorización

física.

Además, se abre la posibilidad de construir interrelaciones desde la cotidianidad, fuera de las instancias

diplomáticas e institucionales. Las relaciones binacionales no serían exclusivas de la oficialidad, sino un

asunto de la sociedad civil, habilitando sus potencialidades políticas.

9 Según los dirigentes de organizaciones que se ocupan del tema de los colombianos en el exterior (ASOREC, Amigos Mira, Fundación Esperanza), los procesos de deportación no son atendidos por los consulados colombianos, lo que profundiza el estado de vulnerabilidad de esta población.

10 En el caso de Ecuador y Colombia, por mucho tiempo estuvo inactivo el Tratado de Repatriación. En el 2004, gracias al censo carcelario adelantado por la Asociación de colombianos en Ecuador: Amigos Mira, se establece que hay 1.800 colombianos detenidos en las cárceles ecuatorianas, de los cuales 700 eran viables para el proceso de repatriación. Hasta entonces, ninguna instanc ia del

gobierno colombiano se había apropiado del asunto. En gestión de la Asociación con la senadora colombiana Alexandra Piraquive se reactivó el tratado, que dio como resultado 134 repatriaciones en tres años. El proceso sigue en curso con el apoyo de la Asociación. 11 Las tres proposiciones son extraídas del capítulo “La Filosofía y la política de la espacialidad: algunas consideraciones” (en Massey,

2005: 104-109).

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2. En segundo lugar, Massey sugiere pensar el espacio como esfera en la que está presente la

multiplicidad, donde coexisten diferentes trayectorias, donde existe más de una voz. Con lo cual el espacio

no puede concebirse sin la existencia de la pluralidad; es decir, multiplicidad y espacio son co-constitutivos.

Lo anterior conduce a pensar la política descentradamente dando oportunidad a aquellas historias e

identidades que habían permanecido en la opacidad: las identidades de frontera, los emigrantes

transfronterizos como actores sociales constructores de interrelaciones. Esto nos permite entender la

identidad en la especificidad local y la perspectiva internacional, fuente de una política activa que evidencia

el conflicto y busca salidas alternas a las soluciones del poder oficial, que por lo general se enmarcan en

restricciones a la movilidad y una marcada violencia simbólica desde el discurso político.

3. Finalmente, al ser el espacio producto de las relaciones, este está siempre en procesos de formación, en

devenir, no es acabado ni cerrado. Esta proposición de Massey trastoca la idea de frontera ligada a margen

o a límite. Ubica a la frontera en el plano del lugar de relación e interacción, puente o conexión, en

constante proceso de formación simbólica, social y política. Allí las relaciones transfronterizas no estarán

marcadas por un pensamiento hegemónico instituido por las relaciones entre Estados, sino por las múltiples

trayectorias y visiones de futuro que coexisten en la sociedad civil.

En conclusión, es necesario reflexionar sobre las conceptualizaciones del espacio y sus efectos en la

política, con el fin de que los discursos y prácticas de exclusión puedan ser cuestionados y subvertidos al

desmontar las nociones lineales del espacio.

Vemos que la conceptualización del espacio incide en la construcción de subjetividades políticas y de

sujetos políticos. De ahí la importancia de revisar, deconstruir y resignificar el concepto de espacialidad. Al

respecto, Massey (2005: 108) afirma que “[…] la posibilidad de todo reconocimiento serio de la multiplicidad

y la diferencia depende del reconocimiento de la espacialidad”; pues limitar el espacio es limitar las

relaciones e interacciones, negar el espacio es negar sujetos e identidades, cerrar el espacio es cerrar las

posibilidades de reconstruirlo social y políticamente desde la pluralidad.

De tal manera que las identidades nacionales desbordan los límites geográficos, están presentes en el

plano de las interrelaciones, dejan de ser una abstracción de las dicotomías trazadas por la

conceptualización newtoniana del espacio, son trayectorias que coexisten en el espacio social de los países

donde tienen lugar y existen en términos de interacciones.

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7 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

Bibliografía

Ardila, Gerardo (editor). Colombia: migraciones, transnacionalismo y desplazamiento. Bogotá: Universidad Nacional/Centro de Estudios

Sociales (CES), 2006. Bourdieu, Meter. La miseria del mundo. México, D. F.: Fondo de Cultura Económica, 1999.

Massey, D. Pensar este tiempo: espacios, efectos, pertenencias. Buenos Aires: Paidós, 2005.

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El periodismo: ¿agente de integración regional? El caso de Bolivia

María Silvia Trigo Moscoso [email protected]

María Silvia Trigo. Nació en Tarija, Bolivia, en 1986. Licenciada en Ciencias de la Comunicación Social por la Universidad Católica

Boliviana. Participó como ponente en la IX Jornada Nacional de Estudiantes de Investigación en Comunicación en el año 2005, y ha

sido invitada en varias ocasiones como panelista al programa televisivo de debate sobre cuestiones sociales Salamandra. Fue

investigadora en el Observatorio Nacional de Medios y editora del libro Tarija en la independencia del Río de la Plata. Actualmente se

desempeña como Profesional de Manejo de Medios de la Corte Nacional Electoral de Bolivia.

Resumen

Este artículo es el resultado de una investigación sobre el papel que desempeña el periodismo en la crisis

regional de Bolivia, caracterizada por la confrontación de dos bloques: Oriente y Occidente. Señala que los

medios de comunicación magnifican la crisis a partir de la constante señalización de diferencias, la

priorización del conflicto, el desequilibrio en el uso de fuentes de información y el refuerzo de la unanimidad

ante las posiciones de las dos regiones, principalmente.

Abstract

This article is the result of an investigation about the role of journalism in the regional crisis in Bolivia which is

characterized by two blocks of confrontation: East and West. It pointed out that the media magnified the

crisis from the constant signaling of the differences, prioritization of the conflict and imbalance in the use of

information sources and unanimously to strengthen the positions of the two regions, mainly.

Palabras clave:

Periodismo, integración, cobertura, tratamiento informativo, crisis regional, social, política.

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Bolivia 2007

El relato que se presenta a continuación es el resultado de una investigación que se titula “Cobertura y

tratamiento informativo de los periódicos La Razón y La Prensa como agentes de integración regional en

Bolivia”.1 El estudio fue realizado el año 2007 en La Paz, Bolivia, como requisito para obtener el título

universitario en la carrera de Comunicación Social de la Universidad Católica de la misma ciudad. Los datos

que se publican no pretenden ser un axioma definitivo e irrefutable, sino solo una aproximación referencial.

Desde entonces, y ahora de manera más evidente, se presentaba en el escenario regional, político y social

del país una innegable fragmentación caracterizada principalmente por los actores políticos y medios de

comunicación social a partir de dos bloques de confrontación: Oriente y Occidente, representados, de

manera general, por el gobierno central y los gobiernos departamentales.

Esta fractura regional se manifestó luego del referéndum revocatorio del 25 de enero del 2009, cuando se

consultó a la ciudadanía si estaba de acuerdo con la continuidad de la presidencia de Evo Morales. En los

departamentos de Occidente ganó el Sí, y en Oriente, el No.2 Sin embargo, en Pando (clasificado como

perteneciente al bloque opositor de Oriente) ganó el Sí con una diferencia de apenas 5% de los votos.

Es importante mencionar que durante el año 2008 los departamentos de Oriente —incluido Pando—

realizaron consultas ciudadanas para la aprobación de los “Estatutos Autonómicos” de cada región, que

gozaron del amplio beneplácito de la población, a pesar de lo cual no fueron reconocidos como legítimos

por el gobierno central.

Estos procesos de votación señalan claramente la existencia de “un cuestionamiento radical a la forma de

organización del estado boliviano”, lo que ha provocado una revaloración de las identidades culturales y

regionales como referentes de reivindicación política, según anota el texto “El estado de la opinión”

publicado por el PNUD el año 2006.

Según el antropólogo Leonardo Buitendijk,3 Bolivia nunca fue un país unificado, sino un conglomerado de

regiones, fracciones y culturas (entre otros) sin “una pizca” de unidad. En Bolivia, sostiene, las regiones no

se entienden, no se quieren y no están dispuestas a crear una sola nación; al contrario: se apunta al

divisionismo y al separatismo.

Una publicación del Programa de Investigación Estratégica en Bolivia4 reconoce que la división entre

imaginarios sociales evita una homogeneidad del sentido de “bolivianidad”, lo que impide la concertación

hacia la futura construcción de la noción del “ser boliviano”. Las diferencias, asegura, se sustentan

1 Se realizó la investigación desde febrero hasta diciembre del 2007, tomando como muestra de estudio ejemplares aleatorios

correspondientes a los meses de abril, mayo y junio del mismo año, que fueron analizados de manera cualitativa (análisis de discurso) y cuantitativa (análisis morfológico y de contenido). 2 El resultado final nacional le permitió continuar el mandato gubernamental a Evo Morales con un 67% de los votos a su favor, según

datos oficiales de la Corte Nacional Electoral (<www.cne.org.bo>). 3 Leonardo Buitendijk es un antropólogo e historiador holandés que radica en Bolivia desde 1987. Sus opiniones fueron publicadas en la revista Tinkazos núm. 16 (La Paz: Editorial PIEB, 2004).

4 Revista Tinkazos núm. 16 (La Paz: Editorial PIEB, 2004).

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básicamente en factores de identidad regional, política, social y cultural, que han generado en los últimos

años un debate en torno al riesgo de la unidad del país.

Señalaré brevemente en este artículo lo incuestionable: el importante papel que juega el periodismo en la

construcción de imaginarios sociales. El periodismo como ciencia, según Lorenzo Gomis, interpreta la

realidad social para que la gente pueda entenderla y adaptarse a ella. Ratifica esta afirmación Miquel Alsina,

quien sostiene que los medios son constructores de su entorno en un proceso de selección e interpretación

de información que, al ser difundida, se convierte en realidad pública. Entonces, es válido decir que “lo que

se presenta en los medios es lo que es”, ya que la gente conoce su contexto a través de los medios de

comunicación con la opción de asumirla como realidad auténtica e indiscutible.

Luego de la identificación de ese tipo de poder que genera la labor periodística, surgió la necesidad de

realizar esta investigación a partir de dos variables: cobertura y tratamiento informativo. Y se tomó como

muestra de estudio dos periódicos reconocidos, de alcance nacional e internacional (a través de Internet) y

alto tiraje: La Razón y La Prensa.

Según el periodista Andrés Gómez, los medios de comunicación tienen la función —que en un Estado como

el boliviano actual se convierte en obligación— de ser un espacio donde se presenten diferentes visiones

ideológicas de país, para que, a partir de ello, se pueda crear un proceso de diálogo y encaminar causas

integracionistas.

El procedimiento para la realización de esta investigación fue el que se representa en el cuadro siguiente:

Ficha metodológica

(Enfoque mixto)

Enfoque cuantitativo Enfoque cualitativo

– Análisis de cobertura informativa.

– Recolección y análisis de datos de

contenido en una base numérica.

– Análisis morfológico (para valoración de

noticias por ubicación).

– Análisis de contenido (descripción y

estudio de componentes de la

información).

– Análisis de tratamiento informativo y

discurso.

- Interpretación de contenidos de

aspectos textuales e implícitos.

- Búsqueda de tendencias ideológicas

y/o políticas (explícitas o implícitas) en

el género informativo.

Técnicas: Se creó una “Planilla de Codificación” que, entre otras, tuvo las siguientes categorías

de estudio: definición de macroestructuras y microestructuras, tendencias ideológicas/políticas,

repetición de palabras clave o ideas, utilización de adjetivos calificativos o sustantivos, prejuicios,

utilización de fuentes de información, etcétera.

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Universo: Todas las noticias del género informativo publicadas en los periódicos La Razón y La

Prensa durante los meses de abril, mayo y junio.

Muestra: Se basó en una selección probabilística-aleatoria. Con el objeto de lograr

representatividad en la muestra, se escogieron siete ediciones pertenecientes a un día de la

semana determinado y no repetido por mes.

Variables: Las noticias seleccionadas para el estudio (variables) no fueron manipuladas, es decir,

se las sometió a análisis en el estado en el que fueron publicadas.

De manera sistémica, se puede mencionar cinco puntos clave para identificar el papel que desempeñaba el

año 2007 el periodismo en relación con la integración regional de Bolivia. Posteriormente, en recuadros,

señalaré uno de varios ejemplos por periódico que llevaron a obtener las siguientes conclusiones:

1. Señalización de diferencias

En los dos periódicos estudiados se observó que se destacan principalmente las diferencias políticas entre

regiones a partir de la agrupación en dos sectores claramente definidos por los medios: Oriente y

Occidente; el primero representado por los comités cívicos y los gobiernos departamentales, y el segundo

por la posición del partido oficialista. Estas representaciones son también las fuentes primarias de

información para las cuestiones regionales. Es importante mencionar que ambos medios destacan

posiciones o declaraciones que acrecientan los conflictos y diferencias, y que lo hacen generalmente en

títulos, subtítulos, citas textuales y recuadros. Se puede deducir entonces que estos medios han contribuido

a la caracterización de esos dos frentes de confrontación y a la consolidación de las diferencias.

Periódico Fecha Título Descripción/Interpretación

La Razón 8 de junio

del 2007

Las autonomías

indígenas no

alcanzan el

consenso

Se repite la falta de acuerdo entre el oficialismo

y los partidos opositores. Se señalan las

discrepancias entre ambos en un recuadro que

titula “diferencias”. No se encontró ningún otro

recuadro que destacara las semejanzas entre

los modelos.

La Prensa 3 de abril

del 2007 Polarización

A juzgar únicamente por el título de la noticia,

se evidencia un incentivo a la desintegración y

enfrentamiento regional en el país. No se

encontró, durante la muestra, ninguna columna

informativa que señale lo opuesto, como por

ejemplo “acuerdos”, “similitudes”, etcétera.

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2. Unanimidad

Se observó en los dos diarios una tendencia hacia la promoción del “fortalecimiento de unanimidad”5 de los

dos sectores previamente expuestos, sobre todo en el tema de autonomías regionales. Ambos medios

reconocieron dos versiones de propuestas autonómicas: la creada por los departamentos de Santa Cruz,

Beni, Pando y Tarija; y, por otro lado, la propuesta por el Movimiento al Socialismo (partido oficialista). Los

periódicos estudiados privilegiaron las diferencias entre los modelos y no las similitudes.

Se debe recalcar que en el periódico La Prensa se hizo referencia a los departamentos de Pando, Beni,

Santa Cruz y Tarija como la “media luna”;6 se reforzó de esa manera el simbolismo de homogeneidad

ideológica y política de los departamentos en cuestión.

Periódico Fecha Título Descripción/Interpretación

La Razón

4 de

mayo del

2007

Cuatro Prefectos

exigen

autonomías a la

constituyente

Se refuerza la idea de que los departamentos

de Pando, Beni, Santa Cruz y Tarija son

autonomistas (la versión oficial lo dice así, pero

se refuerza unanimidad de los ciudadanos). De

la misma manera, se denota respaldo a las

autonomías. No existe contraparte de fuentes.

La Prensa

4 de

mayo del

2007

Prefectos de la

„media luna‟ piden

frenar reelección

de Evo

En esta noticia se observó que las propuestas y

visiones de país se limitan a dos grandes

grupos: las del gobierno y las de los

departamentos del bloque oriental, descartando

cualquier otra. De esa manera se refuerza la

unanimidad respecto de esas dos opciones

contrapuestas. El subtítulo dice: “Dos modelos

enfrentados”, por lo cual se deduce la constante

alusión a la polarización. A pesar de las dos

críticas señaladas, se observó imparcialidad en

la noticia.

3. Uso de fuentes

Se observó en ambos medios mayor pluralidad en el uso de fuentes y menor contraste de ellas; es decir, se

consultaron varias fuentes de información, pero correspondientes a una misma tendencia política y, como

contraste de la misma noticia, a un número considerablemente menor de fuentes de la contraparte. Se

5 Jean Domenach indica que dentro del periodismo puede producirse propaganda política de manera implícita, y señala que uno de los

factores para evidenciar este fenómeno es la “Regla de Unanimidad y Contagio”, que busca reforzar la unanimidad ya existente frente a un hecho o crearla para demostrar fuerza y superioridad. 6 Término común pero no legal que se utiliza de manera coloquial para referirse a los departamentos de Tarija, Santa Cruz, Beni y

Pando, caracterizados como “opositores al gobierno central”.

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produce así un desequilibrio en la noticia, se limita la amplitud de criterios, se resta credibilidad a la

información y ella se convierte, finalmente, en un indicador de falta de imparcialidad periodística.

Periódico Fecha Título Descripción/Interpretación

La Razón 3 de abril

del 2007

Sectores hallan

negativo el

adelanto de

campaña

En esta noticia se detectaron cuatro fuentes

pertenecientes a partidos de oposición al

gobierno y solo una oficialista.

La Prensa 17 de mayo

del 2007

Concejo reúne

firmas contra la

ley educativa en

Santa Cruz

Se detalla una separación entre el gobierno y el

departamento de Santa Cruz; aun así, no se

consultó a una fuente oficialista.

4. Oposición

En los periódicos se observó una tendencia a favorecer a la oposición política. Los medios, en mayor o

menor medida, fueron calificados como opositores al gobierno. Esto se dedujo a partir del estudio de las

variables antes mencionadas, en relación con un desequilibrio en la cobertura y las características en el

manejo de la información (tales como la clasificación de fuentes de información, selección de temáticas

dominantes por regiones, propaganda implícita en espacios informativos y otros) que permitieron identificar

una predisposición de oposición al gobierno central.

Periódico Fecha Título Interpretación

La Razón 7 de abril

del 2007

Los delegados

presidenciales

son criticados en

las regiones

Se reitera la proposición de rechazo a

delegados del gobierno a las prefecturas,7 a

partir únicamente de la consulta a tres

departamentos del país, que son justamente

tres de los que rechazan la medida del

Presidente. No se entrevistó a representantes

de prefecturas que aprueben la decisión de

enviar delegados presidenciales.

La Prensa

1 de

mayo del

2007

Los

departamentos

serán la base del

régimen

autonómico

Se señalan las diferencias entre los dos

modelos autonómicos: uno propuesto por los

departamentos y otro por el gobierno, y no las

similitudes. Se destaca (dentro de un recuadro)

preocupación por tendencias autoritarias por

parte del gobierno.

7 El gobierno central ha enviado un representante a cada una de las prefecturas departamentales.

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7 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

5. Conflictos

Ambos medios asignaron un porcentaje significativo de su cobertura a noticias que hacían referencia a

conflictos. A través de la utilización de algunos sustantivos (como por ejemplo “guerra”, “amenaza” y otros)

se evidenció, en uno de los periódicos, que el manejo de datos promueve la magnificación de conflictos y

diferencias entre regiones. En los dos diarios se consultó a los actores más radicales de los conflictos como

fuentes primarias de información, y las frases citadas de manera textual siempre fueron negativas y en

desmedro de la integración nacional.

Periódico Fecha Título Interpretación

La Razón 20 de junio

del 2007 Frases

Esta columna informativa cita tres frases, dos

de contenido separatista. La primera de Álvaro

García Linera (vicepresidente de la República),

que menciona la palabra “guerra”, y la segunda

de Rubén Costas (prefecto del departamento de

Santa Cruz), que denuncia a García Linera

como promotor de golpes de Estado.

La Prensa 26 de mayo

del 2007

Evo y prefectos

se reúnen

atrincherados en

agendas

“Atrincherar”, según la Real Academia de la

Lengua Española, es “guardarse, protegerse,

mantenerse en una posición o en una actitud

con tenacidad exagerada”. Eso denota que el

medio sostiene un conflicto y no se convierte en

un actor que promueva el diálogo y el acuerdo.

El antetítulo de esta noticia dice: “El gobierno

amenaza con fiscalizar los gastos

departamentales”; el medio asume —de

antemano— esa acción como una amenaza

para las regiones. En el contenido de la

información se dice: “La discrepancia (entre el

gobierno y las prefecturas) amenaza con hacer

fracasar el encuentro”; se señalan

permanentemente las diferencias y se las tilda

de irreconciliables.

Los datos encontrados en la investigación permiten sostener que la división regional no es inventada por los

medios de comunicación pero sí magnificada, y presentada en forma de conflicto y de espectáculo, a partir

de la utilización de los actores más radicales como fuentes primarias de información; se muestra además —

según asegura el periodista José Luis Exeni— la lógica de plantear “realidades irreconciliables”.

Otro aspecto que merece ser mencionado es que en los últimos años se incrementaron los espacios de

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opinión que, en vez de establecerse como debates constructivos, se han convertido en escenarios de

confrontación.

Se dedujo entonces, como conclusión final, que los dos periódicos del estudio no favorecen la integración

regional y social de Bolivia; por el contrario, son el medio donde se desarrollan conflictos entre

representantes de las diferentes regiones.

Luego del constante consumo y análisis de medios, se puede asegurar que el manejo de la información no

ha variado sustancialmente en los dos años siguientes al estudio, por lo que me animo a sostener que los

datos encontrados el año 2007 pueden ser representativos —o al menos constituirse en una aproximación

referencial— de la situación mediática actual de Bolivia.

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9 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

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1 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

Expedición Andina: Crónica de una experiencia de integración cultural

Ricardo A. Pauta Guevara [email protected]

Ricardo A. Pauta Guevara. Psicólogo, comunicador social (productor de programas audiovisuales) y profesor universitario. Ha sido

productor de programas teleeducativos y de la serie de TV educativa-cultural Expedición Andina. Actualmente se desempeña como

profesor investigador en la Facultad de Ciencias de la Comunicación, Turismo y Hotelería de la Universidad de San Martín de Porres,

Lima-Perú.

Resumen

Este artículo presenta una experiencia de integración cultural a través del medio audiovisual, en el marco

educativo-cultural de los países miembros del Convenio Andrés Bello, entre fines de la década de 1970 y

comienzos de la de 1980. El proyecto, denominado Expedición Andina, fue un esfuerzo de integración y de

producción audiovisual que contó con el apoyo financiero de la Fundación Konrad Adenauer. El autor del

artículo fue productor del capítulo peruano durante toda la etapa de producción, con lo que validó una

propuesta de integración desde la concepción hasta su ejecución.

Palabras clave:

Integración, cultura, Convenio Educativo-Cultural Andrés Bello, Expedición Andina.

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2 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

Introducción

Durante los últimos 50 años, América Latina ha desarrollado una variedad de propuestas de integración que

ha cubierto diversos campos: el económico, el educativo, el cultural, el científico y tecnológico, entre otros.

Sin embargo, muchos convenios no se han concretado debido a distintos enfoques políticos, y muchos de

ellos han cambiado acuerdos o proyectos de manera irresponsable. Aun así, cuando los agentes decisores

de la política toman los acuerdos con seriedad y profesionalismo, los proyectos se ejecutan, se evalúan y

perduran. Ese fue el caso del proyecto de integración educativo-cultural Andrés Bello, que se concretó

cubriendo una variedad de rubros como la convalidación de estudios de educación básica, secundaria y

superior, becas de estudios, Escuela Empresarial Andina y, dentro de ella, la propuesta de una serie

televisiva educativa-cultural como Expedición Andina.

Míresele desde donde se le mire, el proyecto televisivo Expedición Andina fue un verdadero y trascendental

proyecto de integración. Económicamente, contó con el apoyo de la Fundación Alemana Konrad Adenauer,

que se convenció de esta singular forma de integración y, además, contribuyó a bajar los costos, porque los

10 temas originalmente seleccionados para que fueran producidos en simultáneo por cada socio se

multiplicaban por siete luego de ser intercambiados, lo que hacía un total de 70 programas que, si se

emitían semanalmente, cubrirían una programación de más de un año y medio, con lo que el proyecto era

rentable.

Desde un enfoque ideológico, se optó por tratar audiovisualmente el concepto de la integración andina a

partir de temas culturalmente coincidentes, a pesar de lo pluricultural de cada lugar. Todo ello fue advertido

en una estrategia de integración a través del audiovisual.

Concepción y enfoque

En 1978 agonizaban en América Latina muchos gobiernos de facto para dar paso a incipientes procesos

democráticos. En el Perú, el general Morales Bermúdez, presidente del Gobierno Militar, convocaba a una

Asamblea Constituyente como un preámbulo para las elecciones generales y el cambio de régimen que

tuvieron lugar en 1980 con la elección del arquitecto Fernando Belaunde Terry a la Presidencia de la

República, quien había sido desalojado por los militares en octubre de 1968.

En este contexto, el Instituto Nacional de Teleducación (INTE), órgano descentralizado del Ministerio de

Educación, reunía a una serie de profesionales entre intelectuales y educadores muy reconocidos, liderados

por el profesor Iván Huerta Quinteros, a la sazón director del INTE, y tenía como directora de Producción

Teleducativa a la profesora Mercedes Apraiz de Barrenechea. Ambos funcionarios promovieron el Proyecto

de Integración Cultural Multinacional que se denominaría Expedición Andina, en el marco del Convenio

Andrés Bello, del que participaban Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador y el Perú, además de Venezuela y

Panamá.

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3 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

La propuesta del Proyecto Teleducativo de Extensión Expedición Andina esperaba con entusiasmo una

inyección financiera que lo hiciera posible. Se tomó entonces contacto con el chileno Hugo Osorio,

coordinador regional de América Latina, con sede en el Perú, de la fundación alemana Konrad Adenauer,

que con visión integradora aprobó el Proyecto y aseguró su financiamiento, aun a costa de su propio puesto

y prestigio internacional.

Hugo Osorio comentaba por entonces: “Esto es lo que nos faltaba para iniciar un proyecto de integración

cultural auténtico, concreto, sin manipulación política, a través de un espacio de televisión cultural”.

No había ya que trabajar la “arquitectura” del proyecto, sino solo dar paso a un segundo momento: la

convocatoria y concertación articulada para lograr el consenso de los miembros del Convenio Educativo

Cultural Andrés Bello para formalizar su ejecución, dinámica de producción y difusión, para lo que se

contaba ya con el significativo apoyo financiero de la Fundación Konrad Adenauer, tanto para una primera

convocatoria como para el financiamiento de las primeras producciones.

El trascendental evento fue convocado por el INTE y tuvo como sede Lima, la capital del Perú. La dupla

Iván Huerta-Mercedes Apraiz puso la maquinaria en marcha junto con el doctor Javier González Fernández-

Dávila, director de Organismos Internacionales del Ministerio de Educación (primer Director del Convenio

Andrés Bello, con sede en la ciudad de Bogotá), y concurrieron a él los representantes del Convenio,

quienes aprobaron el Proyecto de Integración y Producción de Programas Educativos Culturales de

Extensión por Televisión, de acuerdo con los siguientes planteamientos:

a) Criterio de integración

En primera instancia se agruparon un conjunto de temáticas comunes a todos los países del Convenio, que

reflejaran el rostro profundo e histórico de los países andinos. Se establecieron así propuestas que

evidenciaran esas intenciones, para lo que se elaboró un listado de los primeros diez temas de la

integración, como:

Geografía física y humana.

Folclore.

Mitos y leyendas.

Arquitectura colonial.

Razas y costumbres.

Fiestas populares.

Parques y Reservas Naturales.

Vivienda popular.

Artesanía.

Bebidas y comidas.

Como se puede ver, estas propuestas temáticas eran coincidentes y comunes entre los países andinos,

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sobre todo por su gran riqueza expresiva a través de la historia, su diversidad geográfica y cultural. Había

que rescatar lo ya vivido, lo ancestral, y registrar audiovisualmente aquello en peligro de extinción por la

amenaza del desarrollo y la modernidad.

b) Dinámica de producción

Una vez definidos y establecidos los temas, se elaboró un cronograma de producción, distribución e

intercambio de materiales.

Esta sería la gran tarea y el gran reto: Cumplir escrupulosamente lo pactado, para luego pasar a la fase de

difusión a través del medio televisivo.

La mecánica consistía en producir los dos primeros temas, reproducirlos y establecer una parrilla de

programación en un canal de televisión con cobertura nacional. Algunos países contaban con una red de

canales de TV estatal y otros buscarían alianzas estratégicas con canales privados para su difusión. Los

días y los horarios de emisión (así como su posible repetición) se fijaban de acuerdo con la idiosincrasia del

consumo televisivo de cada país andino, entre otros factores.

Los dos primeros programas darían inicio a una serie televisiva que se emitiría por señal abierta, puesto que

se multiplicarían por los siete países, para dar lugar a 14 programas, un promedio de más de 14 semanas

de programación (tres a más meses, pensando en una emisión semanal).

Así, la idea consistía en que en cada emisión, en cada país, significara una reflexión asociada a la similitud

y deducción de lo que nos pasaba como miembros de una macrocomunidad cultural como la compuesta por

los países andinos.

Cabe señalar que la tarea no era fácil, dado que en el acuerdo sobre la realización técnica de los programas

(no todos los países contaban con equipos estandarizados) se tenían que presentar las copias en soporte

de video de ¾” SP. (Muchos países no contaban aún con video portátil, de muy reciente ingreso en la

región.) Esta circunstancia obligó, para cumplir las metas, a trabajar en cine a color en 16 mm, para su

posterior revelado y transfer a video a través del telecine, luego del cual se editaba (esa fue la metodología

técnica sobre todo en el Perú, dado que el INTE no contaba con video portátil).

Se inició así, en 1980, la emisión progresiva de la serie Expedición Andina en los países miembros del

Convenio Andrés Bello. Fue este un proceso de integración cultural a través de la televisión que, como

propuesta, cumplió su cometido de acortar la brecha de aislamiento o discontinuidad en la integración, y que

permitió demostrar que es posible entender, por medio del formato documental, lo que había pasado y

estaba pasando con las expresiones y la producción cultural en nuestros pueblos.

c) La ficha técnica

Haciendo grandes esfuerzos a favor del cumplimiento del compromiso asumido por los representantes del

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5 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

Convenio Andrés Bello, se acordaron algunos criterios técnicos que estandarizaran la emisión, y se concibió

así la siguiente ficha técnica:

Pienso hoy que quienes estuvimos comprometidos con la planificación y ejecución del proyecto a través de

la producción televisiva propiamente dicha no descartamos nunca el criterio valorativo del significado de la

integración y la cultura. Entendimos la primera como una conjunción armónica y a la vez dinámica de

diversos elementos comunes, y la segunda como todo aquello que produce y genera una comunidad con

sentido de pertenencia y vehículo de identidad.

También es cierto que, no obstante que el territorio andino puede presentar diversas topografías, distintos

tiempos y espacios, hay hechos básicos que no dejan de ser convergentes en los diversos pueblos: las

costumbres, los ritos, las bebidas y comidas, sus productos de artesanía utilitaria o decorativa, sus danzas

populares, entre múltiples expresiones, van marcando el ritmo integrador, por su similitud, simbolismo y

concepción.

Para el proyecto televisivo Expedición Andina, el objetivo fundamental era “la construcción por los pueblos

de sus propias pantallas”, como diría Rafael Roncagliolo en Video Zemut (Lima, 1992). Es decir, reflejar

diversas manifestaciones culturales que se manifestaban simultáneamente en los países andinos,

rompiendo las fronteras geográficas y evidenciando, en este caso, que las fronteras son porosas, de modo

que lo cultural no requiere mayores interpretaciones.

Las escuelas teóricas de comunicación, como la culturalista Escuela Latinoamericana, encuentra en el

proyecto Expedición Andina una propuesta práctica de comunicación audiovisual, cuyo efecto y

trascendencia en la concepción y en los receptores andinos valdría la pena evaluar en algún momento.

La diversidad de códigos comunes en los pueblos andinos se evidencia en las danzas, la iconografía

plástica, las máscaras y vestuarios, así como en sus ritos y coreografías, leyendas, creencias y costumbres

populares. Experiencias y vivencias cotidianas de comunidades ancestrales que no diferencian sus

manifestaciones entre unos y otros.

Serie Multinacional de Integración Cultural

Denominación: “Expedición Andina”

Género: Documental

Programa: “______________”

Tiempo de duración: 27 minutos

Video tape SP: Color

Formato: ¾”

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Metodología

Se estableció un mecanismo de efectividad en el cumplimiento de la ejecución del proyecto, a modo de una

metodología de trabajo cuya persistencia sirvió para el seguimiento y control de los acuerdos periódicos de

sus miembros, como se muestra a continuación:

Reunión periódica de los D

representantes del Investigación I

Convenio Andrés Bello y S

(Acuerdos-Apoyo Producción Multicopiado T

financiero-Selección R

temática-Programación Programación de I

de emisión) emisión B

U

C

I

Ó

N

En lo que se refiere a la producción audiovisual propiamente dicha, cada país andino asumió su propia

metodología, respetando la ficha técnica establecida con fines de emisión y difusión. Por otro lado, algunos

países editaron revistas con resúmenes temáticos, folletería de promoción y teleguías para su uso en

escuelas y universidades.

Los medios audiovisuales del siglo XX (cine, televisión y video), y la multimedia a través de la Internet en el

siglo XXI, permiten dar continuidad a las expresiones populares. Allí los públicos consumidores son los

propios protagonistas y sus diferentes manifestaciones culturales que hacen posible una comunicación

participativa, conductual y decodificable.

En este caso rescatamos la importancia del medio audiovisual como mediador tecnológico de la herencia

social, lo verdaderamente intergeneracional.

Cabe también resaltar que los planificadores y productores de este gran proyecto que fue Expedición

Andina vivenciaron a través de distintos momentos y espacios una convergencia cultural singular. Y, como

diría Henry Jenkins en su ensayo Convergence culture, “[…] la mutación cultural basada en la participación

de los consumidores usuarios de una dinámica social”.

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7 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

El saber académico de la comunicación social se nutre de la realidad y las vivencias en curso. En el caso de

una comunicación culturalista, esta toma como referencia las experiencias culturales del mundo andino,

como actores y protagonistas de sus expresiones y manifestaciones socioantropológicas, simbólicamente

representativos de sus comunidades.

Así, la serie televisiva educativa-cultural Expedición Andina implicaba una mediación social en la que las

imágenes satisfacían la demanda social por reflejar la producción cultural de los pueblos, sin mayor

manipulación o deformación que vulnere la identidad de su quehacer cultural. De hecho, las comunidades

de los países andinos encontraron en Expedición Andina un ecosistema comunicativo de ver y decodificar,

de reconocer e identificar elementos comunes de sociabilidad, en muchos casos ancestral y autóctona.

En conclusión, podemos señalar que la serie Expedición Andina fue un aporte al rescate de la imagen

propia y el reflejo de lo multicultural en conexión con la riqueza del video-mundo que nos ofrece la

modernidad. Representó, así, un prototipo mediador entre las comunidades (y todo lo que ello implica) y la

comunicación transcultural, y mostró las expresiones culturales con el soporte audiovisual en el arquetipo de

la personalidad colectiva de los pueblos, un modo de participar y compartir —communio— para la

apropiación de la cultura y la integración participativa.

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1 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

Integración desde lo micro: paradiplomacia y comunicación en el escenario latinoamericano

Omar Taupier [email protected]

Omar Taupier. Bachiller en Comunicación para el Desarrollo por la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) y estudiante de la

maestría en Ciencias Políticas con mención en Relaciones Internacionales en la misma casa de estudios. Ha escrito artículos para

Canalé, revista de la especialidad de Comunicación para el Desarrollo de la PUCP.

Resumen

¿Cuántas veces ha visto, en América Latina, a un Gobierno Regional o a un Municipio involucrado en

asuntos internacionales, estableciendo canales de comunicación con otros actores de diferentes partes del

globo? A pesar de que todavía no se reconoce como una práctica común, la internacionalización de las

ciudades es una realidad que lleva ya algunos años desarrollándose. Considerando este nuevo escenario

internacional, cabe preguntar entonces cómo la diplomacia de los gobiernos subnacionales, denominada

paradiplomacia, junto con la comunicación, fortalece el proceso de integración regional.

Abstract

How many times it has seen, in Latin America, to a local government involved in international affairs,

establishing ways of communication with other actors around the world? Though it is not yet recognized as a

common practice, the cities internationalization process has been some years developing. Considering this

new international scenario, it is possible to ask how the diplomacy of local governments, called

paradiplomacy, along with communication, strength the regional integration process.

Palabras Clave: Integración, Paradiplomacia, Gobiernos subnacionales, Marca Ciudad, Medios de

Comunicación.

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2 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

Durante varias décadas, las relaciones internacionales han estado marcadas por la teoría realista, que

asume, entre otras cosas, que el Estado es el actor fundamental de la escena internacional. Tal teoría, sin

embargo, no ha podido ofrecer explicaciones totalmente satisfactorias sobre los cambios que ha sufrido el

mundo en las últimas décadas, con lo que ha dado pie al surgimiento de teorías de corte liberal que, siendo

conscientes del peso del Estado en el escenario internacional, reconocen también la importancia que han

adquirido otros actores (empresas multinacionales, organizaciones multilaterales, sociedad civil, las ONG,

medios de comunicación, etcétera).

Entre estos nuevos actores podemos incluir a los gobiernos subnacionales (gobiernos regionales, gobiernos

locales, municipios), que en los últimos años, al menos en América Latina, han empezado a

internacionalizarse. Existen ya estudios sobre este fenómeno, que se ha desarrollado con fuerza en algunos

países de la región (Argentina, Chile, México); pero la aproximación que queremos brindar en este trabajo

pretende ser algo distinta.

El principal objetivo de este artículo es vincular la comunicación con las relaciones internacionales, para lo

que tocamos uno de los temas que reflejan la actual transformación del escenario internacional: la

incorporación de los gobiernos subnacionales. Con ese propósito, damos una mirada al rol que la

diplomacia de dichos gobiernos, denominada paradiplomacia, y la comunicación, cumplen en el proceso de

integración regional.

Diplomacia y paradiplomacia

Tradicionalmente, la definición de la política exterior y, por tanto, de las políticas de integración, ha estado

en manos del Gobierno Central, de modo que se ha dejado de lado a los gobiernos subnacionales, que se

han ido interesando crecientemente en la internacionalización dada su necesidad de obtener mayores

ingresos y cooperación. En algunos países, el proceso de descentralización ha ayudado a que los gobiernos

subnacionales adquieran mayor poder económico y político, convirtiéndose en actores relevantes en la

generación de su propio desarrollo: “El poder político se ha dispersado en diversas unidades

administrativas, generando procesos tan relevantes como la descentralización y desconcentración. Aquellos

procesos han determinado el manejo de los aspectos gubernamentales de los Estados, lógicamente

afectando funciones relevantes como la política exterior” (Godoy, s.f.: 10).

En este nuevo escenario, la diplomacia se ha visto alterada. Esta es definida por el embajador Alzamora

como una: “[t]écnica de comunicación entre los Estados, generalmente a través de representantes

calificados, quienes, mediante la negociación y otros medios pacíficos, manejan las relaciones de aquéllos a

modo de preservar y promover sus intereses, en ejecución de su política exterior” (Miró Quesada, 2001: 57).

Las transformaciones generadas a partir de los procesos de descentralización han dado pie al concepto de

paradiplomacia, que es definida como: “[…] la participación de los gobiernos no centrales en las relaciones

internacionales, a través del establecimiento de contactos permanentes o ad hoc con entidades públicas o

privadas extranjeras con el propósito de promover diversos aspectos socioeconómicos o culturales, así

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3 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

como cualquier otra dimensión exterior de sus propias competencias constitucionales” (Aranda y Reig,

2008: 435).

Portugal nos aclara que ambas, diplomacia y paradiplomacia, siguen siendo procesos de comunicación y

estrategias de integración en sí mismas, pero se diferencian esencialmente por el tipo de actor al que

representan y por su forma de actuar. La diplomacia representa al Estado-Nación y define la política exterior

nacional, que se canaliza a través de los consulados y las embajadas. La paradiplomacia representa a un

gobierno subnacional y diseña su propia estrategia de internacionalización, que se canaliza —o sería ideal

que así fuera— a través de un Gabinete de Relaciones Internacionales conformado por un equipo

multidisciplinario que se encarga del manejo de sus relaciones internacionales: “En todo caso, no debe

pensarse el ascenso de la paradiplomacia como el declive de la diplomacia estatal, sino que se trata de un

conjunto de prácticas de interrelación transnacionales que se superponen parcialmente a aquélla y

complejizan [sic] el escenario político mundial” (Ferrero, 2006: 7).

Es cierto que entre los principales objetivos que se persiguen al proponer la internacionalización de las

ciudades está el incremento del comercio y de la cooperación internacional, ya que ambos pueden ayudar a

superar las dificultades y retrasos que aún presentan muchas de ellas. Sin embargo:

Internacionalizar una región no debe relacionarse solamente con el intercambio de bienes y

servicios con el exterior, el desarrollo del comercio es solo un aspecto de la

internacionalización. Las relaciones con otras regiones o localidades del mundo deben

contemplar el encuentro de culturas e identidades diferentes; los intercambios educativos; el

intercambio tecnológico; la ayuda solidaria con aquellas comunidades que más lo necesitan

[…]. (Petrantonio, 2003: 5).

Por tanto, una real apuesta paradiplomática supone no solo la participación del gobierno subnacional sino

también de los diversos actores que componen la sociedad local (universidades, cámaras de comercio,

empresas, sindicatos, centros de investigación, las ONG, sociedad civil, etcétera). La participación de todos

ellos implicará un beneficio para la localidad en su conjunto. Justamente, una investigación desarrollada por

el Observatorio de Cooperación Descentralizada Unión Europea-América Latina en el año 2008 hace

referencia a los beneficios obtenidos en los procesos de internacionalización de algunas ciudades

latinoamericanas:

[…] el fortalecimiento de la estructura técnica (gestores) orientada para la cooperación

internacional; el financiamiento de proyectos; el intercambio técnico y de conocimientos; un

mayor desarrollo social y económico del municipio; el conocimiento y contactos con

experiencias exitosas de otras ciudades traídas a través del intercambio de cooperación

técnica; la inserción de la ciudad en el escenario internacional (Batista, Jakobsen y

Evangelista, 2008: 43).

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4 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

Paradiplomacia como estrategia de integración

Los procesos de integración en América Latina han estado reducidos a su aspecto económico, con lo que

ha quedado disminuido el campo de integración político y desatendido el aspecto social y cultural.

Asimismo, la tendencia ha sido a que los Estados sean los representantes del país frente a cualquier

relación gubernamental internacional, dejando de lado a cualquier otro actor. Teniendo en cuenta este

contexto, ¿cómo ha sido utilizada la paradiplomacia en nuestra región también como una estrategia de

integración política, social y cultural, y cómo ha formado la comunicación parte de este proceso?

Habría que empezar diciendo que los procesos de internacionalización y las estrategias de integración

desde espacios locales comenzaron no de manera formal sino afectiva, con los inmigrantes. Ellos “[…]

fueron los primeros que internacionalizan las regiones a partir de largas cartas donde dieron

(Petrantonio, 2003: 5).

Posteriormente, los gobiernos subnacionales se han sumado a la preocupación por la internacionalización

de sus regiones, pero ya con fines de desarrollo. Los procesos de integración entre estos actores se

iniciaron en zonas fronterizas, lo que se conoce como paradiplomacia transfronteriza. “Aquí el elemento

central es la contigüidad geográfica o física y constituye probablemente la modalidad más extendida y

utilizada por el gobierno de una región situada en la frontera estatal con otro país” (Aranda y Reig, 2005:

435).

Sobre este tipo de iniciativas estatales tenemos ejemplos en la frontera chileno-argentina, como los Comités

de Integración1 o el Magíster en Gestión para la Integración Regional;

2 en la frontera entre el Perú y Chile,

con la colaboración directa entre los municipios de Tacna y Arica;3 entre el Perú y Ecuador, con la

experiencia de la Asociación de Universidades del Sur del Ecuador y del Norte del Perú (Ausenp),4 entre

otras.

La paradiplomacia transfronteriza representa un importante mecanismo de internacionalización, pero no es

el único. Hay también otras modalidades de involucramiento en el escenario internacional: “[…]

hermanamientos, acuerdos bilaterales, redes, asociaciones de municipios, y programas de apoyo a la

cooperación descentralizada” (Batista, Jakobsen y Evangelista, 2008: 57).

1 Los Comités de Integración entre Argentina y Chile fueron creados en 1984 como una instancia permanente de intercambio entre

regiones. Son mecanismos canalizadores de las aspiraciones en el espacio regional —a uno y otro lado de la frontera— en los ámbitos de integración física, tránsito y tráfico fronterizo, cooperación, educación, turismo, desarrollo de las áreas fronterizas, etcétera. 2 El Programa de Magíster en Gestión para la integración regional se dicta desde el año 2004. Se realiza de acuerdo con un convenio

entre el Gobierno Regional de Valparaíso, las universidades Técnica Federico Santa María, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Universidad de Valparaíso, Universidad Playa Ancha y la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina, con el patrocinio de la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi).

3 El 15 de marzo del 2007 se desarrolló una inédita e histórica sesión conjunta de las municipalidades de Arica y Tacna en la Línea de La Concordia. 4 El origen de la Ausenp se remonta a 1992, durante la época más difícil para las relaciones peruano-ecuatorianas, ya que el último

enfrentamiento entre el Perú y Ecuador ocurrió en 1995.

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La Comunidad Andina (CAN) trabaja sobre el desarrollo e integración de gobiernos subnacionales, a partir

de su Estrategia Andina de Desarrollo y Competitividad Territorial. Como parte de ella, encontramos a la

Red Andina de Ciudades y al Consejo Consultivo Andino de Autoridades Municipales (CCAAM). Sin

embargo, no queda claro cuál es el actual rol de ambas organizaciones en el proceso de integración, ya que

no existe información actualizada de ninguna de ellas en la página web de la CAN.

Los gobiernos subnacionales saben que pueden participar en el escenario internacional, sobre todo ahora

que la integración regional se ha convertido en una necesidad. Se han percatado de que, con frecuencia,

tienen los mismos problemas, y de que muchos de ellos son también compartidos por el nivel nacional,

responsable históricamente del proceso de integración regional. Frente a esto:

[…] apoyados en las experiencias acumuladas y aliándose a las prácticas muy comunes en

el tercer sector, dirigentes (y ex dirigentes) de gobiernos locales están construyendo una

plataforma institucional de modo de posibilitar el desarrollo por parte de las tareas que

compete a los estados nacionales (que demostraron hasta el momento, una mezcla de

incapacidad e insensibilidad) para coordinar la construcción de los ajustes necesarios a la

integración regional (Batista, Jakobsen y Evangelista, 2008: 46).

Vale destacar la labor del Instituto para el Desarrollo de la Cooperación y Relaciones Internacionales (Idecri)

de Brasil y del Instituto para el Desarrollo Local de Centro América (Idelca). “Ambos procuran incidir

mediante el impulso a acciones pactadas con diversos actores políticos y sociales, teniendo en todo

momento visión y misión del alcance regional en una perspectiva amplia de integración latinoamericana

desde los territorios municipales” (Batista, Jakobsen y Evangelista, 2008: 46).

Paradiplomacia y comunicación para la integración

Ante todo, hay que recordar que la comunicación por sí sola no puede resolver el tema de la integración. La

comunicación facilita la consecución de un objetivo trazado previamente en el terreno político:

Los procesos de comunicación para la integración regional no son posibles de pensarse al

margen de las características de los sistemas nacionales y regionales de comunicación y de

integración. A cada modelo o tipología de integración le corresponde un sistema de

comunicación. […] No hay relaciones deterministas, pero ciertamente, no podrá la

comunicación, sin los procesos políticos en democracia, ser la responsable de incorporar la

dinámica de los encuentros en la vida cotidiana (Contreras, 2006: 61).

Llevando esta reflexión al espacio local, si un gobierno subnacional se plantea un esquema de

internacionalización solamente como promoción de inversiones, tendrá un paralelo en el ámbito

comunicacional, que se reflejará en una estrategia exclusivamente de márketing. Definitivamente, la

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estrategia de Marca Ciudad, o, como le llaman algunos, Citymarketing,5 es importante, pero no debería ser

la única apuesta comunicativa de una verdadera política paradiplomática.

La real paradiplomacia debe funcionar vinculando al Estado y a los diferentes actores económicos, sociales

y políticos de la localidad, incluyendo a los medios de comunicación. En la paradiplomacia transfronteriza,

los medios de comunicación son esenciales porque “[…] juegan un papel muy importante en dar a conocer

estas iniciativas, como las limitantes, los tropiezos pero además las experiencias exitosas de integración de

nuestros pueblos” (Acevedo, 2006: 68).

Sobre el trabajo de los medios y las relaciones bilaterales, tenemos dos ejemplos claros desde la

experiencia peruana: la Cartilla de Paz entre la prensa peruana y ecuatoriana, elaborada durante el conflicto

entre ambos países del año 1995; y los encuentros de medios de comunicación Perú-Chile,6 auspiciados

por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

El gobierno subnacional requiere de medios de comunicación locales e independientes que ayuden a

difundir su política hacia el exterior y que, al hacerlo, legitimen la información para que no sea percibida por

la opinión pública como propaganda. Además, como instancia gubernamental más próxima al ciudadano,

tiene el deber de informarlo sobre la situación global actual y sobre cómo se está desarrollando el proceso

de inserción internacional e integración de su ciudad. En este sentido, la participación de la ciudadanía es

clave, en la medida en que puede fortalecer u obstaculizar alguna política al estar o no de acuerdo con ella.

Al mismo tiempo, los medios de comunicación locales ayudan a generar un debate serio sobre la política

exterior del gobierno subnacional. Lamentablemente, la tendencia generalizada, tanto en el espacio global

como en el regional, y más aun en el local, es a la reducción o ausencia de información internacional en los

medios de comunicación.

El Grupo de Trabajo de Estudios de Periodismo de la Asociación Latinoamericana de Investigadores de la

Comunicación (Alaic) realizó, en 1997, la investigación “La información internacional en la prensa

latinoamericana”. De sus conclusiones, vale recalcar la siguiente, que guarda relación directa con la

problemática de la integración: “La cobertura internacional de otros países latinoamericanos, por otro lado,

no parece ser la adecuada para las metas propuestas sobre la integración económica y política de la región.

Sólo hubo un pequeño 3% de noticias que tenía que ver con acuerdos comerciales e integración económica

entre países latinoamericanos (Lozano, 2000: 59).

Esta misma investigación arrojó un dato sobre los medios de comunicación locales que podría ser

contraintuitivo: “Es interesante resaltar que algunos periódicos locales publicados en provincia como El

5 Disciplina que se centra en el estudio y promoción de las ciudades básicamente como destinos turísticos, pero también como centros

de negocio y como lugares de residencia. 6 El Primer Encuentro se realizó el 17 de marzo del 2005 en Lima, Perú; el Segundo se llevó a cabo el 22 de junio del 2006 en Santiago de Chile.

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Norte en Monterrey, México y Vanguardia en Barcelona publicaban más noticias internacionales que los

diarios nacionales editados en las capitales de países como Argentina, Nicaragua y Chile” (Lozano, 2000:

56).

Habría que analizar con mayor profundidad cuál es la cobertura actual que los medios de comunicación

locales dan a temas internacionales, y qué medios, al interior de un país, ayudan a construir opinión sobre lo

que pasa fuera de los límites del Estado.

La Fundación Telefónica publicó, en el año 2007, un estudio del que se recogen los siguientes datos (Díaz,

2007). En cuanto a la autoría de la información sobre América Latina, las agencias de noticias poseen el

34,1% (EFE, 34,2%; AFP, 30%; AP, 26,4%; Reuter, 9,4%), frente al 11,8% perteneciente a los

corresponsales.

“Los grandes asuntos de la agenda, con más de un millar de ítems, son los económicos, el fútbol, la

democracia y la política exterior […] Lo que más allá de una diversidad interesante, también delata la falta

de estructuras más sólidas para fortalecer la agenda” (Díaz, 2007: 164). Además, hay que tener en cuenta

que si bien hay una preponderancia del discurso supranacional, este tiene un enfoque bilateral antes que

regional.

Sin embargo, a pesar de la importancia de los medios de comunicación en el proceso de integración, este

no se reduce a lo que aparezca o no en sus agendas informativas: “La puesta en agenda de temas y

experiencias concretas de integración no solo pasa por el interés y cobertura de los medios de

comunicación —sin duda importantes—, se trata también de que otros foros y espacios promovidos por la

sociedad civil y sectores estatales faciliten información a la ciudadanía y le brinden la oportunidad de que se

exprese bajo la forma y estilos propios de cada cultura” (Acevedo, 2006: 77).

Por ejemplo, los medios comunitarios se han convertido en actores clave para el proceso de integración

latinoamericano, al igual que las redes de periodistas o de ciudadanos comprometidos que, haciendo uso de

las actuales TIC, han quebrado el paradigma de la comunicación vertical, de emisor a receptor.

Es necesario que los comunicadores locales estén previamente capacitados para trabajar temas

internacionales y, en especial, para abordar la temática de la integración. Los intercambios académicos son

comunes en las estrategias de internacionalización de gobiernos subnacionales, y deberían extenderse más

allá de los funcionarios públicos e involucrar a otros actores que vayan a cumplir un rol clave en la

promoción y el debate sobre la internacionalización y la integración:

La comunicación no sólo es información o desarrollo de estrategias orientadas a publicitar

proyectos y programas comerciales, políticos o sociales. […] la comunicación entendida

como proceso de producción de sentidos, a partir del reconocimiento de las diferencias y la

articulación en los aspectos en común de las personas y las sociedades, resulta clave para

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construir visiones regionales de desarrollo social y económico en el ámbito regional, e

impulsar procesos participativos conducentes a fortalecer y construir condiciones de la

sostenibilidad social y política de la integración (Acevedo, 2006: 77).

Por tanto, el enfoque comunicativo del gobierno subnacional debería plantear el diálogo constante con

redes de periodistas y medios de comunicación, tanto comunitarios como comerciales, manteniendo el

contacto permanente con la ciudadanía y vinculando a los diversos actores de la escena local, para lo cual

no solo debe realizar una labor de márketing y difusión sino también promover la participación en la

definición de la estrategia de internacionalización e integración. Este proceso debe ayudar a construir una

mirada común para el desarrollo regional, reconociendo lo que hace que cada localidad sea distinta de otra,

pero que, a la vez, sean andinas y latinoamericanas.

Si es que el gobierno subnacional es la instancia gubernamental más cercana al ciudadano, y la tendencia

actual es a que la política exterior, nacional y subnacional, se abra poco a poco a la participación ciudadana,

queda en evidencia la relevancia que adquiere la paradiplomacia como una estrategia para la integración.

Para alcanzar este objetivo se requiere voluntad política, pero también comunicación. Más allá de la

información, que también es vital, la comunicación, como proceso participativo y como espacio para la

construcción de significados, es sumamente importante para conformar un bloque regional consolidado,

basado en un proceso de integración que reconozca e incorpore la voz de los nuevos actores y que asuma

la complejidad del actual escenario internacional.

Como se deduce de lo expuesto, comunicación y paradiplomacia son elementos importantes en el actual

proceso de integración regional; por eso mismo, es necesario prestarles mayor atención: hablar de una

integración desde lo micro requiere que ambos conceptos dialoguen. Esperemos que los gobiernos

subnacionales sigan afianzando sus procesos de internacionalización, que los medios de comunicación

locales se involucren más en el tema, y, al mismo tiempo, que desde el nivel nacional y supranacional, se

dirija la mirada al potencial de los gobiernos subnacionales para promover y fortalecer la integración

latinoamericana.

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Bibliografía

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1 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

La Comunidad Andina: historia de sueños y desencuentros Una visión construida desde la prensa de Colombia

Claudia Bustos Sánchez (Ph.D. MA) [email protected]

Claudia Bustos Sánchez. Doctora en Ciencias de la Información y máster en Periodismo, ambos por la Universidad Complutense de

Madrid, España. Máster en Relaciones Internacionales de la Escuela Diplomática de Madrid y Comunicadora Social-Periodista de la

Universidad Jorge Tadeo Lozano en Bogotá. Consultora en temas de comunicación, integración y educación en América Latina.

Investigadora del Equipo de Sociología de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid y del

Instituto de Relaciones Europeo-Latinoamericanas (IRELA), y actualmente del Instituto Latinoamericano de Altos Estudios (ILAE).

Resumen

Este artículo reflexiona sobre los principales obstáculos y desencuentros reflejados en la prensa de

Colombia que han impedido la integración entre los países andinos en el marco de la Comunidad Andina

(CAN) a propósito de los 40 años desde su creación. Se destaca la importancia de los medios de

comunicación para empezar a tejer la integración fuera del ámbito de lo público, es decir, desde los

ciudadanos.

Palabras clave:

prensa de Colombia, integración, ciudadanía, Comunidad Andina (CAN), Pacto Andino.

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2 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

La integración andina

El pensamiento de Bolívar ha sido y es el punto de referencia para todos los intentos de integración en

América Latina. En todas las etapas de su pensamiento integrador subyacen dos elementos: la necesidad

de unidad frente a los peligros externos, especialmente frente a las monarquías europeas y la hegemonía

de los Estados Unidos, y la conveniencia de contar con mecanismos propios para resolver eventuales

disputas entre las naciones americanas y poder así garantizar la paz en la región (García-Belaunde, 2000).

El diseño del Libertador caló fuertemente en las ideas políticas de los países latinoamericanos; así, en la

región, la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (Alalc), el Sistema Económico Latinoamericano

(SELA), la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi), y, en la subregión, el Mercado Común

Centroamericano (MCCA), la Comunidad del Caribe (Caricom), el Mercado Común del Sur (Mercosur), el

Grupo de los Tres (G-3) y la Comunidad Andina (CAN), nacieron impregnados del espíritu integracionista

bolivariano. Adicionalmente, las múltiples estrategias de integración en la región se crearon para enfrentar

especialmente los problemas de desarrollo y los retos que impone un mundo cada día más globalizado.

Los anteriores procesos integracionistas tienen logros muy diferentes; por ejemplo, mientras que el

Mercosur ha conseguido avances muy significativos en un periodo relativamente corto, las metas

alcanzadas por la CAN son muy relativas y cuestionadas.

La actual CAN, que en mayo de 1969 se llamó Pacto Andino, nació con la firma del Acuerdo de Cartagena

por cinco países: Colombia, Chile, Ecuador, Perú y Bolivia, con el fin de implementar un programa de

desarrollo económico que buscaba la industrialización gradual de los países miembros mediante la

protección de los mercados nacionales agregados y el estímulo a la complementación productiva. De lo que

se trataba, fundamentalmente, era de armonizar entre los países miembros las políticas de industrialización

y sustitución de importaciones que cada uno realizaba independientemente.

Los rasgos del sistema de integración andino trataron de recuperar algunas líneas de las tesis de la

Comisión Económica Para América Latina (Cepal), especialmente en cuanto a flexibilidad y gradualidad del

proceso de integración.

Al cumplir la CAN 40 años, podemos decir que desde su creación hasta la actualidad su historia ha estado

marcada por vaivenes entre posturas que podemos llamar de euforia integracionista a otras de fobia

integracionista que han impedido que se cumplieran los objetivos propuestos.

Los medios impresos como constructores de opinión pública: el caso de la prensa de Colombia y la

integración andina

Abordar el papel de los medios de comunicación social de alcance nacional en la configuración de la opinión

pública respecto de las iniciativas de integración andina impulsadas desde los gobiernos es una tarea que

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exige un trabajo sistemático e investigativo intenso; quizá por ello existen muy pocos estudios sobre el

tema. Esta situación sorprende, dada la importancia clave de la comunicación y la integración para el

desarrollo de los países.

La integración, porque nos permite conocer y acercarnos a otras culturas, consolidar proyectos y objetivos

comunes entre los ciudadanos y entre los países andinos para su bienestar y su desarrollo, y porque los

procesos de globalización obligan a aunar esfuerzos en pro de la solución de problemas subregionales

similares. La comunicación —más concretamente, los medios de comunicación— porque son herramientas

muy importantes con un andamiaje poderoso a su alcance, que desempeñan, todavía en nuestras

sociedades, un papel protagonista en la promoción y difusión de grandes objetivos como el de la integración

entre los países andinos. Por ello, la integración andina y su consolidación requieren de la participación

comprometida, activa, coordinada y conjunta de los medios de comunicación.

En este sentido, muy especialmente en la subregión andina, todavía:

[…] los medios constituyen el pilar que sustenta la opinión pública de la vida de los países.

A ellos corresponde un papel múltiple que incluye acciones de informar, impulsar, guiar,

aplaudir, y criticar a las instituciones y personas que tienen la responsabilidad de administrar

determinados recursos y dirigir grupos humanos, incluyendo los Estados (Grooscors, 1985).

Por su singular importancia en la formación de la opinión pública, destacamos a la prensa. Según la teoría

periodística, la labor de la prensa tiene sentido en tanto explica, profundiza y orienta sobre aquellos temas

de interés colectivo que en muchas ocasiones sus colegas electrónicos (radio y televisión) apenas si dejan

enunciados. Su discurso está conformado, además de por la noticia escueta, por otros géneros periodísticos

que respaldan esa labor de explicar. Y, como si fuera poco, se ha convertido desde siempre en un

importante documento histórico para conocer y analizar hechos de trascendencia nacional e internacional.

En este contexto, cabe entonces preguntarnos: ¿cuál es el papel que desempeña la prensa en la formación

de corrientes de opinión pública sobre el proceso de integración andina?

En una investigación realizada en Colombia denominada “La información sobre el Pacto Andino en la

prensa de Colombia” (Bustos Sánchez, 2003), analizamos los contenidos referidos a la integración andina

de dos de los principales medios impresos del país: los diarios El Tiempo y El Espectador. Uno de los

objetivos fue dar respuesta al interrogante antes planteado además de, entre otros, identificar los contenidos

informativos preponderantes que subyacen tras esta visión.

Estos medios de comunicación escritos, El Tiempo y El Espectador, resumen en buena medida lo que ha

sido la tradición histórica de la prensa en Colombia, caracterizada por los estrechos lazos con las

instituciones políticas y económicas del país.

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Los resultados de la investigación muestran que la prensa de Colombia presentó globalmente una visión

tibia del proceso de integración andino, pasando de extremos optimistas a pesimistas. No hubo un

compromiso decidido y continuo de la prensa ni una apuesta por este proyecto integracionista, y, pese a la

importancia de este proceso para el futuro de nuestros países, delegó la tarea de informar a las agencias

transnacionales de noticias que responden a unos intereses muy particulares que coinciden con la

estructura de dominación centro-periferia, que no convergen precisamente con los intereses integracionistas

de la subregión andina. De tal manera que la opinión pública “[…] aparece significativamente ignorante de

su propia realidad, a la vez que conocedora exagerada de situaciones que le son ajenas y que no son

determinantes de su futuro […] (Reyes Matta, 1983).

Respecto de los protagonistas de la información andina, la investigación en cuestión concluye que los

contenidos divulgados se caracterizaron por presentar la política comercial como temática preponderante, y

quedaron así marginados los asuntos sociales. Dicho de otra forma: la prensa difundió los aspectos

eminentemente más económicos de la integración, es decir, menos perceptibles por la ciudadanía.

Podemos afirmar que existe un déficit social en la información de la integración andina.

La imagen que transmite la prensa colombiana de este proceso institucional que se desarrolla como

instrumento de los intereses comerciales de los países que participan en él es la de un proyecto que no

parece establecer vínculos sólidos que relacionen al ciudadano con los acontecimientos de la dinámica

integracionista andina. Por lo tanto, la integración andina no definió, ni construyó, lo que podría llamarse una

“Agenda Social”, dejando tareas sin resolver en el campo laboral, educativo, salud, etcétera. En síntesis, el

divorcio integración-comunicación-desarrollo social y cultural continúa sin resolverse.

Los desencuentros

Estos vaivenes sobre el Pacto Andino que presenta la prensa reflejan el bajo poder cohesivo de la

información, que oscila entre posturas de euforia integracionista, por ejemplo en los momentos de las

grandes cumbres de jefes de Estado y ministros, y momentos de desencuentros, especialmente cuando los

grandes acuerdos quedan en papel mojado ante los permanentes incumplimientos por los países miembros

que responden a coyunturas y factores de diverso orden, tales como:

La actual crisis entre Venezuela,1 Colombia y Ecuador.

El retiro de Chile del Pacto Andino en 1976.

El incumplimiento y gran desacuerdo sobre la Decisión 84 o Política Tecnológica.

El incumplimiento y gran desacuerdo sobre la Decisión 85 o Propiedad Industrial.

1 Venezuela ingresó al Pacto Andino el 31 de marzo de 1973.

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El incumplimiento y gran desacuerdo sobre la adopción de un Régimen sobre la Inversión

Extranjera o Decisión 24.

En materia industrial, en la que se habían generado enormes esperanzas y hacia los cuales

apuntaban en gran parte los objetivos de la integración andina, hasta 1998 escasamente:

[…] se aprobaron solo tres programas industriales completos: el de la industria

metalmecánica (1972), el de la petroquímica (1975), y el de la industria automotriz

(1978). Por incumplimientos y por la demora incurrida que volvió caducos a algunos

de ellos, no se han realizado los dos últimos, sin duda los más importantes. El

programa metalmecánico se ha ejecutado parcialmente, sin que los países de

menor desarrollo relativo hayan podido aprovechar sus asignaciones (Salgado,

1998: 67).

La deuda externa generó que los países entraran en políticas económicas de ajuste estructural, de

corte típicamente neoliberal, orientadas desde el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial,

que trajeron consigo un acelerado proceso de apertura económica, de desreglamentación del

comercio exterior y de reducción del Estado, mientras que la fórmula de la integración buscó cierta

regulación, imposible de compaginar con las políticas que se buscaba implantar.

A partir de 1981, por ejemplo, al problema planteado de la deuda externa se suma la crisis mundial

que golpea a las economías latinoamericanas y afecta los procesos de integración de manera atroz.

Cuando, en 1987, el Grupo Andino constató que no era posible consolidar las dos grandes metas

pactadas —aprobar un arancel externo común y llegar a la Unión Aduanera—, planteó reformas

mediante el Protocolo de Quito que resultaron ser peores que la enfermedad para la integración

andina.

Problemas entre países andinos originados por temas fronterizos que generan gran tensión en las

relaciones, por ejemplo, Perú vs. Ecuador en 1981, y Colombia vs. Venezuela en 1980.

La falta de realismo en los objetivos propuestos.

Algunos análisis resaltan la “heterogeneidad y la inexperiencia” de los países miembros como un

factor que quizá contribuyó a la crisis.

El carácter eminentemente comercial de la integración.

La falta de voluntad real de los gobiernos de los países miembros.

Por considerarlos de crucial importancia en la medida en que incidieron muy negativamente en la

consolidación de las metas que contempló la CAN, retomamos algunos de los puntos citados para ahondar

en ellos.

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La deuda externa

En la década de 1980, la crisis generada por los condicionamientos de la deuda externa2 provocó un

enorme retroceso en el proceso de integración andina y otros de nivel latinoamericano. El efecto fue

demoledor: de 1982 a 1983, las importaciones intrazonales de Aladi se redujeron en valores CIF en 37%,

mientras que las importaciones de fuera de la zona cayeron, en el mismo periodo, más severamente: 47%.

En realidad, desde 1980 el deterioro del comercio fue continuo (exportaciones intrarregionales de 1980: 903

millones de dólares; exportaciones de 1983: 376 millones), y en 1983 la caída se aceleró.

En una evaluación de la Junta del Acuerdo de Cartagena de 1984, se dice:

El incremento de restricciones de todo orden ha sido de tal magnitud que reviste caracteres

de singular gravedad, llegándose incluso a situaciones de represalia que en algunos casos

han colocado en situación de discriminación a las importaciones provenientes de los países

andinos frente a las importaciones provenientes de terceros países. Más aún se ha llegado

al extremo de un bloqueo total del comercio entre algunos países miembros (Intal, 1984:

96).

La razón fundamental de las restricciones fueron los problemas de balanza de pagos y la necesidad de

todos los países endeudados de crearse un superávit comercial para poder hacer frente a su deuda externa.

Igualmente, tuvieron que enfrentar una situación de este orden los restantes países de Aladi, como se llamó

en una segunda etapa a los países de la Alalc, y los del MCCA. Lo más grave de esta situación fue el

deterioro y la pérdida de credibilidad del proceso de integración, especialmente por la falta de solidaridad

entre los países andinos, al imponer restricciones cuando más se necesitaba de las exportaciones.

La crisis mundial

A partir de 1981, por ejemplo, al problema planteado de la deuda externa se sumó la crisis mundial que

golpeó a las economías latinoamericanas y afectó los procesos de integración de manera atroz. Así, el

principal obstáculo que imposibilitó no solo que continuara creciendo el intercambio entre los países andinos

sino que cayera de una forma drástica, consistió en la implantación de restricciones no arancelarias:

prohibiciones para impedir el establecimiento de cupos y medidas de todo orden que provocaron esa

disminución del intercambio recíproco. La debilidad intrínseca del proceso de integración se manifestó

cuando los países miembros sintieron que los problemas de la deuda los agobiaban, que tenían la

necesidad de ahorrar divisas, de provocar una caída en las importaciones, de lograr saldos favorables en la

balanza comercial a efectos de atender compromisos externos, y se olvidaron de que habían contraído

2 Según el informe del Grupo Andino de 1989, durante el año 1988 se destinaron 7.183 millones de dólares al servicio de la deuda

externa, equivalentes a un tercio de los 21.255 millones de dólares que obtuvieron los países andinos por sus exportaciones (véase

“Cartagena: escenario para decisiones sobre deuda externa”. Revista Nueva Frontera, 6 de marzo de 1989, p. 12).

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compromisos en el marco de la integración supranacional de la cual formaban parte y establecieron

restricciones indiscriminadas que afectaban tanto al comercio exterior global como al intrarregional (Intal,

1984: 34).

La inversión extranjera

La Decisión 24 sobre la inversión extranjera, adoptada en 1970, fue la que mayores oposiciones generó

entre los países miembros (y no miembros) al establecer pautas a partir de las cuales una parte de los

excedentes de la inversión extranjera debía ser reinvertida en los países en los que habían sido obtenidos.

Esta decisión fue rechazada por las empresas transnacionales y los organismos gremiales que las

representaban. Alrededor de esta decisión, el llamado Consejo de América Latina, que reunía a los

ejecutivos de las transnacionales que operaban en la región, inició en 1970 una campaña que iba desde la

expedición de arrogantes cartas dirigidas a los presidentes de las repúblicas andinas hasta el envío de

expertos legales cuyo objetivo era alcanzar la modificación o eliminación de los proyectos de ley

pertinentes. La campaña en cada país se hizo, por cierto, en asociación con grupos nacionales y gremios

empresariales cercanos a las empresas extranjeras (Salgado, 1998).

En 1974 surgió el primer problema por la violación de la Decisión 24 o régimen sobre inversiones

extranjeras por el gobierno militar de Chile. El problema aparentemente se subsanó, pero en realidad fue el

preludio de una confrontación con ese gobierno que se encontraba en la flor del neoliberalismo; el conflicto

terminó con la salida de Chile en 1976.

De ahí en adelante, los distintos problemas sumieron en la crisis las expectativas consolidadas alrededor

del pacto de integración andina, según lo describe Salgado, experto e impulsor de la integración

latinoamericana (Salgado, 1998: 66).

Políticas en contravía

En 1987, cuando el Grupo Andino constató que no era posible consolidar las dos grandes metas pactadas

—aprobar un arancel externo común y llegar a la Unión Aduanera—, planteó reformas mediante el

Protocolo de Quito, que resultaron ser peores que la enfermedad para la integración andina.

Ante estos hechos, y de cara a la globalización, Salgado afirma que los alientos por recuperar el proceso de

integración corresponden preferencialmente a la lógica aperturista que se apoderó en las últimas décadas

del comercio mundial; en este sentido, destaca el carácter subordinado que parecería tener el énfasis actual

en la aceleración de la integración económica andina (Salgado, 1990: 161).

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Por otra parte, las políticas de ajuste estructural para América Latina produjeron un acelerado proceso de

apertura económica, de desreglamentación acelerada del comercio exterior y de reducción del Estado, al

punto que cuestiona si:

¿Es conciliable una apertura indiscriminada a la economía internacional con una integración

regional? En la teoría de la Unión Aduanera la pregunta solía plantearse como una

disyuntiva, es decir, como opciones mutuamente excluyentes. Para ella, los beneficios del

libre cambio eran superiores a los de la integración regional, y ésta solo era admisible, como

un paso en el camino hacia el libre cambio, cuando era creadora neta de comercio. Eran

claramente opciones mutuamente excluyentes aunque la integración se entendiese como

un estado temporal que permitiera aumentar las exportaciones y desarrollar ventajas

comparativas para luego insertarse dinámicamente en la economía internacional (Salgado,

1990: 164).

Con este panorama, las perspectivas de integración de la CAN resultan bastante inciertas, ya que de “[...]

mantenerse y generalizarse las políticas de ajuste y de apertura, no habría lugar para una integración

económica regional de alguna significación” (Salgado, 1990: 166). También, por todo lo anterior, la

comunicación y la integración en el contexto andino se encuentran actualmente ante una encrucijada que

exige buscar soluciones.

La desintegración al interior de las naciones

Paralelamente a los desencuentros de la integración supranacional andina, tenemos graves cuentas

pendientes de integración en nuestros países. Por ejemplo, para el caso colombiano, ¿cuán integrado está

el Departamento del Chocó con el resto del país? O ¿cuán integrados productivamente están los indígenas,

campesinos y poblaciones afrodescendientes con el resto de la población? Ni qué hablar de las poblaciones

desplazadas por la violencia… y del crítico incremento de la pobreza (46%) y, por tanto, de las

desigualdades socioeconómicas.

Esta situación se repite a lo largo y ancho de todos los países andinos con mayores o menores contrastes;

entonces, si se observa esta realidad, la pregunta que surge para muchos es: ¿tiene sentido la “integración”

supranacional entre países “desintegrados” en su interior y, además, pobres? La pobreza nos hace frágiles

y nos expone permanentemente a los intereses de países terceros que muchas veces obstaculizan, con el

consentimiento de las élites económicas y políticas nacionales, el desarrollo y crecimiento de la subregión,

desvaneciendo poco a poco nuestra cultura, nuestra identidad y nuestro futuro.

Retos comunicativos que no dan espera para la integración

Mi ilustre maestro Arturo Uslar Pietri nos decía en clase: “La necesidad nos conduciría al camino de la

integración”. Y es que, visto así, podemos decir que la unión hace la fuerza. Si compartimos problemas más

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o menos similares, tenemos unas mismas raíces (De Zubiría, 1983: 80 y ss.), una misma lengua y un

contexto regional y mundial con grandes retos que enfrentar, entonces buscar soluciones conjuntas es una

responsabilidad histórica que no permite más desencuentros. Especialmente porque son muchas las tareas

que no dan espera.

Ante los escasos logros alcanzados por la CAN, es necesario ir más allá de los objetivos comerciales y

protagonismos institucionales, de una parte, y del poder de las agencias de información transnacionales,

que con el beneplácito de los responsables de los medios escritos han transmitido una visión extrema

(blanco/negro) del proceso de integración andina que no contribuye en absoluto a construir una “identidad

andina”, elemento fundamental en un proceso que aboga, en principio, por la unidad. Es decir, la prensa de

Colombia no sembró día a día una cultura de la integración que permitiera a los ciudadanos identificarse a

partir de una historia común, de valores compartidos y de un gran proyecto político en el que pudieran

reconocerse.

Urge propiciar cambios más profundos tanto en la dimensión propia de la integración como en la

concepción, de tal manera que sean mucho más participativas, más allá de lo público. Es decir, que los

protagonistas y los ejes de acción se rediseñen en torno a la comunicación y los ciudadanos, al interior de

cada uno de los países y entre los países miembros.

Esto cobra especial importancia si en nuestros países se logra una mayor alfabetización digital para el uso

del llamado web 2.0 o web social que posibilita el uso intensivo y extensivo de herramientas de

comunicación social por cada ciudadano; es el caso de los blogs y redes sociales, ahora tan en boga.

En este sentido, es importante fortalecer la integración a través de las diferentes redes sociales: redes

universitarias (de estudiantes, de profesores, de investigadores…), redes de trabajadores en diferentes

campos, redes de campesinos, redes de indígenas, redes de artistas, redes de ciudadanos… todos

dispuestos a aprender de los otros, a enriquecerse con la diversidad de los otros…. a compartir con los

otros, a crecer con los otros.

El tema educativo adquiere una dimensión de vital importancia en este proyecto, porque trasciende la

sociedad en sus múltiples caras. Superar el analfabetismo, mejorar la calidad de la educación, permite

construir sociedades con herramientas suficientes para entender e interpretar el mundo en el que vivimos,

de tal manera que las desigualdades y las distancias en nuestros países, la subregión andina y la región

iberoamericana y los países más desarrollados de la OCDE no sigan creciendo (Marchesi, 2009). La clave

es no olvidar que la educación es además un capital económico y cultural para el desarrollo y bienestar de

las naciones.

Hasta ahora hemos delegado el proceso de integración andina en los gobiernos y sus instituciones. Las

permanentes crisis políticas, que responden a una enorme crisis de valores, nos obligan a mirar hacia otros

protagonistas y recuperar no solo el tiempo perdido sino la memoria, la dignidad y la solidaridad. Urge

colocar en el centro a la persona en todas sus dimensiones, y no reducirla al enriquecimiento sin medida,

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10 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

sin sensibilidad, sin responsabilidad social, como lo ha hecho quienes han dirigido nuestros destinos.

Necesitamos otros protagonistas que luchen contra el cáncer de la corrupción que impide, sin

remordimiento alguno, construir más escuelas, más hospitales, más viviendas. Otros protagonistas que no

les quiten en silencio el pan a millones de familias. Otros protagonistas comprometidos en cambiar estas

realidades, en enmendar tan graves errores… para empezar así la construcción de una nueva sociedad.

Protagonistas que trasciendan los gobiernos: los ciudadanos.

Ciudadanos por la integración y el desarrollo

Empoderar a los ciudadanos no da espera; prepararnos para comprender la importancia de unirnos, de

integrarnos como país y con nuestros vecinos, es crucial. Dado este primer paso, que cada uno se apropie

de este proyecto integrador e impulse desde su espacio acciones solidarias que nos permitan crecer

individual y colectivamente.

Hay que llenar la integración de contenido, de acciones, de objetivos realizables, accesibles a todos. Hay

que vestir la integración, ponerle zapatos... Hay que alimentarla día a día, quererla, cuidarla como a un bebé

que empieza a vivir… llevarla de la mano… apoyarla durante su crecimiento… y después dejarla volar.

Pero, antes de todo esto, a la integración tenemos que ponerle alma… un alma donde todos quepamos.

Tenemos que llevar la integración al colegio, a la universidad, al trabajo, a los parques, a la calle, al teatro,

al campo, al cine, a la televisión, a la prensa, a los libros infantiles y juveniles, a nuestras casas… la

integración hay que bajarla de los pedestales en los que ha estado, que deje de ser “algo” exclusivo para

economistas, para políticos, para gobernantes y funcionarios… permitirle salir de las reuniones elegantes de

cumbres de presidentes, de ministros, de expertos, de investigadores y académicos, de libros, revistas y

lenguajes especializados… la integración tenemos que presentarla en sociedad para que llegue a todos y

en todos los rincones de nuestros países.

Esta tarea exige un intenso trabajo de comunicación, capacitación e interdisciplinariedad; de ahí que las

facultades de comunicación tengan un arduo trabajo. Algunas, tímidamente, están comenzando a generar

esos procesos, pero también ellas necesitan integrarse no solo con otras universidades sino también con

otras facultades para diseñar líneas de trabajo conjuntas que apuesten por la integración andina. Y así, en

ese encuentro transdisciplinar y transuniversitario, construyamos la integración de todos y para todos, que la

necesitamos.

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11 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

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1 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

La Diplomacia Ciudadana de las universidades de frontera

Dra. Luisa Portugal de Rodrich Directora del Área de Comunicación Internacional de la Universidad de Piura [email protected]

Luisa Portugal de Rodrich. Doctora en Comunicación Pública por la Universidad de Navarra (España). Licenciada en Ciencias de la

Información con mención en Periodismo por la Universidad de Piura. Es Directora de Estudios de la Facultad de Comunicación de la

Universidad de Piura, Directora del Área de Comunicación Internacional y catedrática de la misma universidad desde 1986. Se ha

desempeñado como Secretaria Técnica de la AUSENP-Perú (Asociación de Universidades del Sur del Ecuador y del Norte del Perú) y

como Directora del Programa de Periodistas para la Consolidación de una Cultura de Paz en la Zona de Frontera Ecuador- Perú. Es

autora de las obras Diplomacia Pública Peruana: agregados de prensa y cultura y Memoria Periodismo de Frontera: un proyecto para

la paz.

Resumen

Ser una Universidad de frontera, es decir, estar localizada en las denominadas zonas fronterizas, constituye

todo un privilegio pues permite a la Universidad convertirse en un actor dinámico de la Diplomacia

Ciudadana.

En este sentido, son múltiples y diversas las oportunidades que se le presentan para poder asumir un rol

mucho más enérgico y productivo en beneficio de las relaciones bilaterales al punto de convertirse en un

socio estratégico de la Diplomacia tradicional (a través de los consulados y programas binacionales que

desarrollan las Cancillerías en las regiones fronterizas)

En América, la Universidad del presente milenio ya camina en esa dirección. Precisamente, el siguiente

estudio pretende dar cuenta de algunas de las iniciativas más importantes que vienen trabajándose en

distintas sedes académicas. Acciones que están influyendo, no sólo en el rediseño de algunos programas

universitarios, sino y, fundamentalmente, en el tipo de relaciones internacionales fronterizas que se están

dando, y que privilegian el desarrollo, el bienestar y el fomento de un clima pacífico entre las poblaciones

vecinas de uno y otro lado de la línea fronteriza. En suma, experiencias que están ayudando a desterrar esa

idea de concebir a la frontera como un símbolo de la guerra y de la división y que, más bien, están

definiéndolas como medios estratégicos para fomentar la integración.

Palabra clave: universidad de frontera, estudios transfronterizos, fronteras

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2 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

Al mundo hay que integrarlo a partir de las fronteras.

En los últimos 10 años, una nueva tendencia se ha abierto paso en los programas académicos de las

universidades ubicadas en zonas de frontera:1 el estudio, la investigación y los encuentros

interuniversitarios sobre las relaciones fronterizas. Y ha motivado la apertura de centros especializados

universitarios.

El pasado mes de mayo la red BRIT (Border Regions in Transition) escogió por primera vez América Latina

—la frontera de Arica (Chile)-Tacna (Perú)— para realizar su 10.º Congreso Regiones Fronterizas en

Transición. Fronteras del Cono Sur de América y del Mundo: Estudios en torno a lo Global/Local.

Una vez más, el BRIT reunió durante cuatro días a 70 especialistas extranjeros y nacionales. Se expuso

sobre las nuevas direcciones científicas en los estudios de frontera; las fronteras y los actores sociales;

comparaciones históricas de las fronteras; migraciones y movilidad transfronteriza; recursos y territorios;

comercio e integración económica; geopolítica, fronteras y políticas de identidad; paradiplomacia fronteriza;

cooperación descentralizada; la segunda descentralización y el rol de los municipios en la diplomacia

pública transfronteriza; las fronteras andinas y la consolidación de un espacio cultural.

La región fronteriza que comparten el sur de Ecuador y el norte del Perú alberga a 20 universidades, entre

las cuales figura nuestro centro de trabajo, la Universidad de Piura.2 Esta privilegiada ubicación, más los

150 años de tensión entre ambos países, con situaciones de crisis y guerras de por medio, las condujo,

desde temprano, a ocuparse de los estudios de frontera.

En 1992, el hastío de vivir en un ambiente que dificultaba el diálogo y el desarrollo llevó a 13 rectores a

crear una asociación dispuesta a estudiar el mejor modo de trabajar en la búsqueda de una paz definitiva y

resuelta a tener voz y voto en las decisiones que, tomadas la mayoría de las veces en Lima y Quito,

zanjaban la suerte de sus respectivas poblaciones. Se trata de la red Ausenp (Asociación de Universidades

del Sur de Ecuador y Norte del Perú),3 integrada hoy, en el 2009, por 7 universidades de Ecuador y 13 del

Perú.

La paz definitiva se firmó el 26 de octubre de 1998 y contribuyó a multiplicar los contactos e intercambios

interuniversitarios (de profesores y estudiantes) y a impulsar programas y proyectos para mejorar el nivel de

vida de las poblaciones fronterizas, propiciar un mejor conocimiento entre ambos pueblos e incrementar los

niveles de diálogo e integración. La Ausenp tuvo mucho que ver en las decisiones de paz entre los dos

países, y la historia verdadera está aún por escribirse; mientras tanto, esta red universitaria, a pesar de las

dificultades e inconvenientes que se le atraviesan, continúa trabajando por una cultura de paz con

1 Sobre la terminología zona, región y área de frontera, consúltese Oliveros (1999-2000: 89) y Borja (1997: 437). 2 La Universidad de Piura (la particular) está a tres horas de distancia del segundo cruce fronterizo más importante del norte: Macará (Ecuador) y Suyo (Perú).

3 Ausenp: <www.ausenp.org>.

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desarrollo, animada siempre por los mismos ideales que registra su acta de fundación: “El nacimiento de la

Ausenp responde a un sueño: „el sueño de la paz entre estos dos países‟” (Moretti, 2000: 3).

La Universidad: un actor de la Diplomacia Ciudadana

En estos tiempos de globalización, el significado de la palabra Universidad, que quiere decir

UNIVERSALIDAD y TOTALIDAD, cobra mayor sentido y dimensión.

La Universidad, concebida como un centro: 1) de pensamiento crítico que penetra la realidad social y

política; 2) de investigación científica que busca la Verdad; 3) de capacitación de líderes; y como 4) un foco

de extensión cultural y ayuda social, es además, y fundamentalmente, 5) una fuerza intelectual integradora

y culturalmente unificadora (Pinilla, 1976: 6-25)

Hoy por hoy, la Universidad está llamada a convertirse en una fuerza de paz en el mundo, en el actor por

excelencia de la denominada Diplomacia Ciudadana. A sus habituales preocupaciones por impulsar el

progreso y el bienestar de sus respectivas sociedades locales, se suma la responsabilidad de propiciar el

diálogo y la integración de los pueblos; crear conciencia sobre los problemas que afectan a todos por igual;

promover la cultura de la hospitalidad y la tolerancia; ayudar a educar a los pueblos en una visión positiva

de la diversidad cultural y étnica; fomentar la colaboración y la confianza mutua y construir sociedades

basadas en la diversidad y la igualdad.

La Diplomacia Ciudadana surgió en el seno de la diplomacia oficial de los Estados Unidos. La expresión

Second Track Diplomacy o Diplomacia de Vía Dos fue creada en 1981 por Joseph Montville, en referencia a

una amplia gama de contactos extraoficiales y a la interacción encaminada a solucionar conflictos, tanto

internacionales como dentro de los Estados. Montville, entonces un diplomático estadounidense, utilizó la

expresión en contraste con la diplomacia de vía uno o diplomacia tradicional, que comprende los esfuerzos

diplomáticos para solucionar conflictos por la vía oficial de los gobiernos (Diamond y McDonald, 1996: 1;

Vid. Rubio, 2008).

En sus primeros años de desarrollo, el concepto de diplomacia de vía dos abarcaba el trabajo de

profesionales en el nuevo campo de la solución de conflictos. Estos profesionales, citizen diplomats o

nonstate actors, reunían a gente informalmente para idear soluciones imaginativas a los conflictos

internacionales en los que trabajaba simultáneamente (por lo común sin éxito) la diplomacia de vía uno.

Durante los años 1980 y 1990, en el ámbito universitario norteamericano, el de los investigadores y el del

círculo de activistas ciudadanos se impulsó la idea de que el personal de gobierno y sus procedimientos o

métodos no eran los únicos para manejar y resolver los conflictos de manera exitosa. Todos ellos se dieron

cuenta de que ciudadanos de distintas profesiones con habilidades específicas tenían algo que ofrecer y

podían marcar la diferencia en estos quehaceres pacifistas. Estos ciudadanos entendieron el poder que

podrían establecer construyendo relaciones de amistad entre individuos de pueblos o naciones que muchas

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veces eran calificadas como “el enemigo”.

Sin lugar a dudas, la Diplomacia oficial contribuye a debilitar las dificultades, pero la solución de estas

empieza a desbordar su capacidad para hacerles frente de manera aislada, por lo que perciben que

necesitan del concurso de las organizaciones transnacionales con vocación mundial como la Universidad

para preservar la paz.

Un buen ejemplo es la firma del Convenio Marco de Cooperación Institucional suscrito entre el Plan

Binacional de Desarrollo de la Región Fronteriza Perú-Ecuador4 y la Ausenp el 17 de agosto del 2004 en la

ciudad ecuatoriana de Guayaquil. Al compartir ambos la vocación básica de apoyar el desarrollo de la

región fronteriza a través de objetivos similares, y al estar ambos involucrados en el fomento de la cultura de

paz entre las dos naciones, establecieron las siguientes modalidades de cooperación: 1) fortalecimiento de

las capacidades técnicas y de ejecución de los gobiernos regionales y locales; 2) facilitación del respaldo

técnico especializado en la formulación y ejecución de proyectos; y, 3) apoyo específico de la Ausenp en

acciones de promoción y difusión destinadas a la población con miras a lograr un mayor conocimiento y

seguimiento de las labores del Plan Binacional.5

Los estudios fronterizos en la Universidad

La preocupación por la realidad y la relación binacional fronteriza está desarrollando un proceso de trabajo

que parece atravesar las siguientes etapas: a) constitución de redes universitarias fronterizas; b) corrientes

de estudio, investigación y proyectos; c) una oferta académica de cursos, seminarios, talleres, diplomados y

congresos; d) material bibliográfico (tesis y obras publicadas); y, e) creación de áreas y centros

especializados de estudios fronterizos. Esfuerzos, todos, que están edificando una nueva cultura para el

habitante de la frontera.

A continuación mencionamos algunas de las iniciativas con mayor tradición en América.

Conferencia Mundial de Fronteras: Lineae Terrarum

Uno de los encuentros que congrega al mayor número de especialistas en asuntos fronterizos es la

Conferencia Internacional sobre Fronteras Lineae Terrarum.6 La del 2006, en la que participamos, reunió

por primera vez a 350 investigadores y especialistas procedentes de 30 países. Fueron tratados, en 80

paneles de discusión, la teoría y la política fronteriza; la seguridad; el comercio internacional y la integración

económica; la movilidad y la migración; la salud; los asuntos étnicos, culturales y religiosos; el medio

4 El Plan Binacional es una estrategia diseñada por los gobiernos de Ecuador y Perú, tras la firma de la paz en 1996, con el objetivo de elevar el nivel de vida de las poblaciones del norte y nororiente del Perú y del sur y oriente de Ecuador. 5 Convenio Marco de Cooperación Institucional suscrito entre el Plan Binacional de Desarrollo de la Región Fronteriza Perú-Ecuador y

la Asociación de Universidades del Sur del Ecuador y del Norte del Perú (AUSENP), Guayaquil, 17 de agosto del 2004. 6 En el 2006, Lineae fue competencia de la Universidad de Texas (El Paso-Estados Unidos), la Universidad de Nuevo México (estado

de Nuevo México-Estados Unidos), la Universidad de Ciudad Juárez (región de Chihuahua-México) y de la Escuela de la Frontera

Norte (Baja California-México).

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ambiente y la cooperación fronteriza, y el futuro de los tratados binacionales.

La actividad, organizada por universidades de la frontera que divide los Estados Unidos de México,7 destacó

dos temas: 1) constituimos un “ejército” de académicos involucrados en la búsqueda de una mejor calidad

de vida y el desarrollo de una cultura de paz transfronteriza; y, 2) el impulso que tiene cada día la creación

universitaria de centros y áreas dedicados a los estudios y la investigación de los procesos fronterizos.

Las universidades organizadoras consideran: “[…] que las fronteras, donde quiera que se encuentren,

tienen muchas similitudes[;] aún [sic] cuando mantienen su propia idiosincrasia regional, creemos que el

tema de las fronteras es una disciplina en sí y un área de investigación académica independiente de otras

disciplinas. Creemos también que el tema de las fronteras merece un enfoque distinto cuando se trata de

políticas públicas (Conferencia Internacional sobre Fronteras Lineae Terrarum, 2009: 1).

La Conferencia Lineae Terrarum se enfoca principalmente en un examen general de lo último en el estudio

de las fronteras en un contexto global y con una perspectiva comparada, y busca, además del enfoque

académico, construir elementos teóricos y planteamientos relacionados con las políticas públicas fronterizas

para establecer un puente entre aquellos que estudian las fronteras y aquellos que hacen e implementan

políticas públicas que afectan a cualquier contexto fronterizo.

Consorcios universitarios

Dos de las más antiguas redes universitarias son el Consorcio de Universidades de la Frontera de Canadá,

Estados Unidos y México (Conahec),8 y la Ausenp, que, coincidentemente, iniciaron su trabajo el mismo

año: 1992.

Los estudios sobre fronteras, sin embargo, se remontan a los años 1950 en el caso de las universidades de

México-Estados Unidos, y a la década de 1970 en las universidades peruanas y ecuatorianas.

La misión de ambos consorcios en la región consiste en: generar conocimiento científico sobre los

fenómenos de la frontera; formar recursos humanos de alto nivel; vincularse institucionalmente para

contribuir al desarrollo; propiciar la integración entre las universidades en los diversos campos

profesionales; ser gestoras, promotoras y líderes de la unión y la comprensión de los pueblos; promover el

nivel académico de la educación superior; compartir inquietudes y experiencias académicas y humanas; ser

un medio para enfrentar de manera conjunta el estudio y solución de los problemas socioeconómicos; y

construir puentes espirituales:

7 Estados Unidos y México comparten una frontera definida y común desde hace 150 años, que suma 3.218 kilómetros de largo, con lo que es la más larga del mundo. Tiene un total de 72 cruces fronterizos: 51 operativos, 18 en propuesta y 3 cerrados. Cuenta con una población fronteriza de 13 millones que reside en una de las 14 “ciudades hermanas” en la región-ciudades pares, y cada una se

encuentra de un lado al otro de la línea divisoria internacional (cfr. Medioambiente Fronterizo de los Estados Unidos-México, 2006). 8 El Consorcio para la Colaboración de la Educación Superior en América del Norte (Conahec) opera desde 1996 y lo conforman 148 instituciones (21 de Canadá, 58 de los Estados Unidos y 69 de México). Entrevista sostenida con Gilberto O. Olivas, funcionario del

Conahec (Universidad de Arizona, Arizona, 3 de abril del 2006).

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La construcción de una cultura de paz requiere profundizar el aprendizaje que ambas

sociedades han avanzado para enfrentar, manejar y resolver sus conflictos, tanto entre

naciones como al interior de cada una de ellas. Las Universidades mantienen nexos vivos

con sus respectivas sociedades civiles, y a través de ellos experimentan en carne propia los

conflictos de diversa índole de las comunidades, los sectores sociales y las instituciones y

organizaciones. La Universidad puede aportar, así, a procesos de análisis, manejo,

resolución y transformación de estos conflictos en su ámbito de influencia (Ausenp, sf).

Cada año se afinan los mecanismos de funcionamiento de la Ausenp y de la Conahec, tarea que exige la

revisión permanente de sus estatutos, agendas de trabajo, reuniones de rectores y docentes, nombramiento

de coordinadores de universidad, secretarías ejecutivas y técnicas, vicepresidencias y presidencias

alternas, creación de redes temáticas y mejora de sus canales de difusión (páginas web y publicaciones

propias). El intercambio de información científica, la generación de actividades y la presentación y ejecución

de proyectos a través de las redes temáticas constituyen contribuciones significativas.

Si bien las poblaciones de Estados Unidos-México, Ecuador-Perú y Chile-Perú se encuentran asentadas en

regiones ricas en historia, cultura, carácter regional y diversidad, que contribuyen al patrimonio colectivo de

la región y a la identidad de la comunidad, la convivencia entre esas poblaciones fronterizas no ha sido —ni

es— nada fácil.

La colindancia entre estos países genera una franja fronteriza compuesta de elementos tales como

demográficos, migratorios, políticos, sociales, económicos y, en especial, el histórico. En cada pareja de

países citada, el factor histórico ha sido determinante para el tipo de relación establecida a lo largo del

tiempo, basada en la percepción de enemistad, conflicto, intervenciones diplomáticas, agresividad,

invasiones, vejaciones, patrulla fronteriza, “operación guardián”, caza de indocumentados (presencia de los

minutmen) y, como en el caso de Estados Unidos-México, “frontera segura, „muralla china‟” (Conferencia

Internacional sobre Fronteras Lineae Terrarum, 2006).9

Se trata de fronteras que continúan percibiéndose como fronteras que dividen y alientan la tensión entre

ambas poblaciones, a pesar del intercambio, del auge comercial que muestran sus respectivas zonas, de la

proliferación de proyectos de desarrollo en marcha, de la constitución de asociaciones civiles binacionales y

del incremento de la ayuda que los diferentes gobiernos destinan para contrarrestar los inconvenientes que

dificultan la convivencia. La cantidad y el tipo de ayuda que se recibe siguen siendo insuficientes, porque

aún no se “ataca” el problema de fondo: la desconfianza entre las poblaciones de uno y otro lado de la

frontera por la falta de un conocimiento auténtico, consecuencia de la ausencia de comunicación y de un

diálogo sincero y permanente entre estas.

Los asuntos que afectan la convivencia y que se identifican y analizan en los centros fronterizos son

9 Esto último se refiere a la muralla que Estados Unidos construyó para dividir las ciudades de Nogales (Arizona-Estados Unidos) y

Nogales (Sonora-México), y cuya prolongación sigue en proyecto.

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similares en una y otra región: la inmigración ilegal; políticas xenófobas como consecuencia de la

proliferación de estereotipos; paso del narcotráfico, del contrabando (siendo el de armas el más peligroso) y

de elementos delincuenciales y terroristas; desconocimiento de los derechos y obligaciones que asisten a

los inmigrantes por falta de información adecuada; mala distribución y uso de las riquezas naturales que

comparten las regiones y atentados contra la ecología; dificultades para adaptarse a la “otra cultura”;

desigualdad de recursos y escenarios de extrema pobreza.

Solo un diálogo “abierto” entre mexicanos y estadounidenses, entre ecuatorianos y peruanos, y entre

chilenos y peruanos, será capaz de desterrar esas barreras mentales (estereotipos) que presentan una

imagen del “otro” totalmente falsa y distorsionada y que obstruyen e impiden el avance de otros procesos.

De ahí que construir barreras físicas (muros, alambradas, policías y soldados) no solamente reforzará las

barreras mentales, sino que conducirá además, indefectiblemente, a agudizar todos y cada uno de los

problemas ya de por sí bastante serios. Esta tarea es uno de los tantos retos que la universidad de frontera

debe asumir.

La amistad verdadera es consecuencia del conocimiento real y sincero, y ambos son, a su vez, resultado de

altos niveles de interacción, de comunicación y de diálogo. La meta apunta a crear comunidades fronterizas.

Entonces, y solo entonces, las fronteras serán percibidas ya no como líneas que dividen, que enfrentan, que

esconden una cultura de la guerra, sino como puntos gravitantes de encuentros entre culturas extranjeras.

Centros de estudios fronterizos

En la frontera México-Estados Unidos operan el Colegio de la Frontera Norte (Baja California-México); el

Centro de Estudios de la Frontera, que funciona en la Universidad de Texas, a tan solo 20 minutos de la

importante ciudad mexicana de Ciudad Juárez; el Centro de Estudios Latinoamericanos, de la Universidad

de Arizona, en Tucson, a 65 millas de la ciudad mexicana de Nogales; y la Asociación para Estudios de la

Frontera (ABS), presidida por la Universidad del Estado de Nuevo México. En los tres primeros, la

modalidad de estudio es la interdisciplinariedad y se dirigen a pregrado y a alumnos de posgrado.

El Colegio de la Frontera Norte (El Colef) es la institución de mayor liderazgo, tiene su base en Tijuana

(Baja California) y cuenta con fondos del Gobierno Federal de México.

Como institución de investigación científica y de educación superior, especializada en la problemática de la

región fronteriza de México-Estados Unidos, busca:

1) Promover el conocimiento científico de los procesos sociales, económicos, culturales,

demográficos, políticos, urbanos y del ambiente que se presentan para la región mexicana

colindante con Estados Unidos; 2) Transformar el conocimiento en herramientas útiles para

la planeación regional; 3) Identificar y definir los fenómenos que constituyan obstáculos para

el progreso de la región fronteriza, la integración al desarrollo nacional y las relaciones entre

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México y Estados Unidos10

La investigación y la docencia se articulan en siete líneas temáticas: migración, estudios de la industria y el

trabajo, desarrollo regional, desarrollo económico, población, estudios culturales, y ambiente y desarrollo.

Ofrece maestrías en Desarrollo Regional, Demografía, Economía Aplicada y Administración Integral del

Ambiente, y un doctorado en Ciencias Sociales con especialidad en Estudios Regionales. Cuenta en su

haber con más de mil proyectos de investigación desarrollados.

En el Centro de Estudios de la Frontera de la Universidad de Texas la temática comprende las artes, la

ciencia, el comercio y la economía, los estudios políticos, del medio ambiente, tecnología, salud, ciencias

sociales y humanidades.11

Mientras que en el Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Arizona, el programa

comprende el arte, la cultura, la economía, el medio ambiente, las lenguas, la literatura, la gente y la política

latinoamericana, privilegiándose la relación Estados Unidos-México. En los estudios de posgrado participan

voluntarios del Cuerpo de Paz, oficiales de la milicia, profesores y graduados procedentes de diversas

disciplinas. Ofrece maestrías y doctorados en Estudios Latinoamericanos.12

Las alianzas interuniversidades e intercentros son esenciales para organizar viajes de estudios a las

fronteras latinoamericanas, cursos, seminarios, actividades y proyectos binacionales; así como para la

presentación de expertos latinoamericanos y la producción de publicaciones. Destacan en esta línea la

Asociación para Estudios de la Frontera (ABS), fundada en 1976 y presidida por la Universidad del Estado

de Nuevo México (donde el 80% de sus estudiantes son de origen hispano), la Universidad de Redlands y la

Universidad de Arizona.

El Área de Comunicaciones Internacionales (ACOI) en la frontera peruano-ecuatoriana

En Piura, frontera norte del Perú, funciona ACOI, que pertenece a la Facultad de Comunicación de la

Universidad de Piura (UDEP). Allí el estudio y la investigación comienzan en la década de 1970 priorizando

la mejora de la comunicación y del diálogo entre peruanos y las colonias extranjeras y entre el Perú y sus

fronteras, de manera especial con Ecuador. Busca desterrar para siempre la guerra, las políticas xenófobas

y la desconfianza; y construir, entre todos, una auténtica cultura de paz con desarrollo.

ACOI presta especial atención a las líneas de acción de las universidades, los periodistas y los diplomáticos

de la frontera, por ser los agentes con mayor capacidad de influencia en la opinión pública y factores

10 Entrevista con el doctor Raúl Saba, subdirector del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Arizona,

Universidad de Arizona (Tucson, 2 de abril del 2006). 11 Entrevista con el doctor Jon Amastae, director del Centro de Estudios de la Frontera de la Universidad de Texas (Texas, El Paso, 29 de marzo del 2006). 12 Entrevista con el doctor Raúl Saba, subdirector del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Arizona, Universidad

de Arizona (Tucson, 2 de abril del 2006).

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decisivos para la integración fronteriza. Contribuir a fortalecer sus estrategias de comunicación con el

público de la región es su principal tarea.

Los últimos 150 años, previos a la firma de la paz,13

fueron años de constantes agresiones físicas y

morales, de políticas xenófobas y guerras, que trajeron consigo altas dosis de incomunicación, aislamiento,

obstrucción del desarrollo económico y cultural y pérdida de vidas humanas. A medida que transcurrían los

acontecimientos asumíamos con Ecuador sobre todo la necesidad de investigar y trabajar estrategias para

mejorar las relaciones, investigar la historia y la naturaleza de los conflictos, el papel de los medios de

comunicación y el contenido de sus mensajes, el comportamiento del comunicador en situaciones extremas

y el tratamiento de la información durante la guerra de 1995, así como para identificar estereotipos.

Los estudios se imparten en los niveles de pregrado y posgrado a través de cursos, seminarios, talleres y

diplomados. Los seminarios de Diplomacia Pública14

y Diplomacia Ciudadana se ofrecen de modo

interdisciplinario y cuentan con talleres binacionales. Como trabajo de fin de curso o seminario, los alumnos

elaboran estrategias de integración internacional por medio de la comunicación.

En ACOI destacan el Programa de Capacitación de Periodistas de Frontera para la Consolidación de una

Cultura de Paz Ecuador-Perú, que el 2001, 2002 y 2003 capacitó y sensibilizó, frente al proceso de paz, a

los 80 periodistas con mayor liderazgo del cordón fronterizo, con la participación de las facultades y

escuelas de comunicación de la zona; y, en segundo lugar, sobresalen los talleres binacionales

universitarios de Diplomacia Ciudadana y Resolución de Conflictos (DCyRC).

Los talleres de DCyRC

Los talleres binacionales universitarios fueron resultado del I Taller de DCyRC convocado por la Ausenp y el

Grupo de Maryland15

bajo los auspicios de la Embajada de los Estados Unidos en Quito. Este Taller se

realizó en el 2000 en la sede de la Universidad de Cuenca (Cuenca-Ecuador), y en él nos juntamos

alrededor de 20 profesores procedentes de diversas disciplinas académicas y universidades miembros de la

Ausenp, bajo la batuta de Saúl Sosnowski y Edy Kauffman, del Grupo de Maryland, especialistas en

mediación cultural y resolución de conflictos. Trabajamos durante cinco días para encontrar fórmulas y

mecanismos que cada uno de los participantes, de acuerdo con su especialidad profesional, pudiera poner

en práctica al retornar a su lugar de origen. Nuestro compromiso fue capacitar periodistas de frontera e

incorporar el currículo del área el seminario-taller de DCyRC, con el propósito de contribuir a salvaguardar la

paz.

El 2001 tuvo lugar, en la sede de la Universidad de Piura, el II Seminario-Taller Binacional de Profesores

(como continuación al taller de Cuenca), e inauguramos el I Seminario de DCyRC para Estudiantes; el 2002

13 Ecuador y el Perú comparten una frontera definitiva de 1.420 kilómetros de largo y una región fronteriza de 420.655,54 kilómetros

cuadrados. El 10% es costa, el 5% sierra y el 85% selva. Sobre este territorio están asentadas 10 ciudades importantes con 4,5 millones de habitantes, de las cuales forman parte también 90 comunidades nativas. La pobreza alcanza el 80%, y el 20% vive en extrema pobreza. Hay un predominio de lo rural sobre lo urbano.

14 Sobre el significado, consúltese Portugal (2001: 335 y 336). 15 El Grupo Maryland se constituyó en agosto de 1997 gracias a la iniciativa de la Universidad de Maryland, con el propósito de contribuir a la solución del conflicto Ecuador-Perú. Sus integrantes, especialistas en Diplomacia ciudadana, forman parte del Centro de

Desarrollo Internacional y Manejo de Conflictos de esa universidad estadounidense.

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se impartió el I Taller Binacional de Estudiantes, ejercicio que mantenemos hasta la fecha.

El Seminario-Taller de DCyRC de la Universidad de Piura fue distinguido como el responsable de la Cátedra

CAN de la Comunicación para la Integración para el año 2009 en el Perú. Decisión que:

[…] ha sido tomada a partir de la investigación realizada en los países de la CAN, destinada

a identificar cómo se aborda la temática de la Comunicación para la Integración en las

facultades de Comunicación de estos países. La cátedra y la investigación son parte del

proyecto “Formación de Comunicadores Sociales para la Integración Andina” de Felafacs

con el apoyo de la iniciativa de la CAN y la Unión Europea denominada “Acción con la

Sociedad Civil para la Integración Andina-SOCICAN”.16

El seminario-taller persigue dos objetivos: el primero, teórico, consiste en brindar una perspectiva

académica en temas de Diplomacia Ciudadana, cultura de paz, derechos humanos, integración y

democracia; el segundo, práctico, se centra en la capacitación de las técnicas de resolución de conflictos,

analizando y trabajando casos específicos como el proceso de pacificación entre el Perú y Ecuador.

Este año participarán 10 estudiantes ecuatorianos, 10 estudiantes peruanos y —por primera vez— 10

estudiantes colombianos. Durante tres días, además, serán alojados en casas de familias piuranas con el fin

de compenetrarse con las vivencias culturales relativas al estilo de vida de los peruanos. La sede de estos

talleres varía: un año se ofrecen en el Perú y al año siguiente en una universidad ecuatoriana (el 2009 toca

al Perú recibirlos). Al finalizar estos encuentros los estudiantes presentan propuestas de integración,

comparten sus experiencias y asumen nuevos compromisos.

A pesar de lo logrado en los estudios fronterizos, la tarea apenas comienza. Las iniciativas universitarias

son el inicio de programas ambiciosos que exigen creatividad, una capacidad enorme para el trabajo y una

buena dosis de romanticismo, así como el convencimiento de que el destino de cada uno de nosotros está

únicamente en nuestras propias manos.

La sociedad internacional en su conjunto enfrenta desafíos importantes: el diálogo o el choque de

civilizaciones, que es más bien un “choque de ignorancias”; de ahí que la comunicación deba estar al

servicio del entendimiento y la comprensión entre los pueblos. Cuando no nos conocemos —lo ha

recordado siempre Juan Pablo II—, vivimos de ignorancia, de prejuicios, de odio, alimentado durante siglos

y siglos.17

16 Elohim Monard, coordinador regional Proyecto Felafacs-Socican, 22 de junio del 2009. 17 Renato Boccardo (ex secretario del Consejo para las Comunicaciones y secretario general del estado de la ciudad de El Vaticano):

“Los medios tienen un papel clave para evitar el „choque de ignorancias‟”. Entrevista concedida a Zenit, agencia de noticias (<www.zenit.org>). Reporte del martes 22 de febrero del 2005.

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1 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

La integración andina a partir de la sociedad civil: visiones en pugna en un escenario globalizado

Katia Arce Rudón [email protected]

Katya Arce Rudón. Boliviana. Docente de la Universidad Católica Boliviana San Pablo, con especialización en Educación Superior y

Ciencia Política con mención en Estudios Bolivianos. Estudios de maestría en Ciencias Sociales con mención en Ciencia Polític a.

Investigadora del Programa de Investigación Estratégica para Bolivia (PIEB). Consultora del proyecto Formación de Comunicadores

Sociales para la Integración Andina (FELAFACS-SOCICAN).

Resumen

El concepto de “integración integral” manejado por la Comunidad Andina es el punto de partida para ubicar

el conflictivo panorama de la integración en medio de un escenario impregnado de procesos de

globalización y de reformas estructurales al Estado-Nación. En este artículo se afirma la necesidad de

contar con la sociedad civil para suplir los déficits históricos de la integración andina, y la importancia de la

comunicación y la educación para delinear un escenario que nos impulse al desarrollo integral.

Palabras clave

integración andina, sociedad civil, globalización, regionalización, educación, comunicación.

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La integración, como concepto, no es unívoca ni tiene una definición acabada. El principio de su

comprensión está vinculado a un proyecto de Estado concebido por los grandes líderes continentales como

Bolívar, Sucre y San Martín, quienes impulsaron la unidad en búsqueda de la conformación de una única

Nación americana por medio de la unión de los Estados independientes. Pero estas ideas fueron quedando

como una utopía lejana de difícil realización.

Resulta hoy de capital importancia ubicar este concepto en un escenario de contradicciones irresueltas de

tinte político, de fragmentaciones sociales y económicas que constituyen los referentes obligados para

posibilitar el entendimiento entre los pueblos. Lo es también establecer la urgente necesidad de debate para

comprender el término en un contexto aparentemente contradictorio en el que coexisten la globalización, la

regionalización y procesos de nacionalización-localización, para hacer posible la constitución de imaginarios

compartidos. Tarea que, sin embargo, deviene infructuosa si no enfocamos la mirada en el reconocimiento

de la sociedad civil, actor central que nos abre a la comprensión de “los nuevos vientos de cambio” desde

un sentido de inclusión de aquellos sectores marginados del ideario integracionista.

En este artículo nos proponemos marcar el escenario para comprender los alcances de la integración

andina como elemento fundamental para el desarrollo de los pueblos. Comenzamos determinando algunos

rasgos del escenario integracionista latinoamericano para, luego, articular un concepto de sociedad civil,

actor fundamental de los procesos de integración actual. Posteriormente ubicamos el concepto de

“integración integral” manejado por la Comunidad Andina en escenarios abigarrados de globalización,

regionalización y nacionalización. Definir este escenario nos sirve para valorar la importancia de la

comunicación y la educación como hilos conductores en la construcción de sentidos compartidos en los

discursos.

Determinando el escenario de la integración

La realidad integracionista latinoamericana —y la andina en especial— atraviesa por momentos difíciles,

debido a cambios mundiales de orden político, social y sobre todo económico que están reacomodando la

distribución de poder entre actores hasta hace poco considerados hegemónicos (Estados Unidos está

cediendo su poder ante la supremacía económica del Asia y la India).

Esta realidad se torna más compleja con la aparición de gobiernos de tinte izquierdista-nacionalista como

los de Venezuela, Ecuador y Bolivia, que han puesto en marcha una política de control interno del Estado

sobre sus recursos naturales y estratégicos como una forma de conseguir mayores beneficios para sus

ciudadanos.1

1 Según Scout (2008: 106), esta es una manera viable de proceder pero también riesgosa, pues requiere capacidad técnica y fuentes

de capital más allá del sector privado y las instituciones financieras internacionales.

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Por otro lado, el incremento de los vínculos económicos comerciales internacionales y extrarregionales

tiende a debilitar acuerdos regionales vigentes, como el Mercado Común del Sur (Mercosur) y la Comunidad

Andina (CAN). Al parecer, existe una corriente en la que prevalece la búsqueda de soluciones nacionales

frente a los esfuerzos de integración y concertación regional.

Los escasos resultados alcanzados en materia de integración económica y social en América Latina han

generado una serie de críticas provenientes de diferentes círculos académicos, que ven un desfase entre

tales resultados y el funcionamiento de las instituciones creadas con este objetivo (Mercosur, CAN, Aladi,

Unasur). Según estas críticas, el problema consiste en que se ha abordado la integración como un objetivo

político y no como una realidad económica. Se señala también la excesiva importancia concedida a la

afinidad histórica y cultural entre los países latinoamericanos sin siquiera tener un plan establecido para la

división regional del trabajo. También se discute el hecho de que en los procesos de integración se ha

priorizado hasta ahora la retórica sobre la integración funcional (Wo-ho-kim, 2008).

Se afirma también que la falta de integración se debe a las orientaciones culturales, políticas y económicas

de las élites latinoamericanas, dirigidas desde tiempos de la Colonia hacia actores ubicados fuera de la

región (primero a Europa y más tarde a los Estados Unidos). Los países latinoamericanos siguen siendo —a

pesar de la retórica de la unidad— vecinos distantes que se conocen poco entre sí (Birle, 2008).

Otro de los déficits de la integración es la escasa participación ciudadana. Según Rosales (2006: 18), la

integración andina “[…] no ha logrado generar en el colectivo social un proceso de comunicación que la dote

de un sentido común y que haga posible la construcción de una comunidad plural en la que primen el

reconocimiento de las diversas identidades y el respeto mutuo entre ellas”.

La visión desde la ciudadanía es que el tema ha estado encerrado en el campo de los gobiernos, razón por

la cual necesitamos tender puentes hacia la sociedad civil para que introduzca el asunto en su agenda

pública (Rosales, 2006).

El reconocimiento de estos déficits de la integración puede llevarnos a emprender acciones que fortalezcan

nuestras afinidades históricas y culturales, y a dejar de verlas como un obstáculo, tal como hacen algunos

de sus detractores. Y nos puede servir también como punto de encuentro para lograr la participación activa

de la ciudadanía en el fortalecimiento del sentido de pertenencia a una comunidad andina y latinoamericana

a la hora de pensar en su desarrollo.

La sociedad civil y el ejercicio de la ciudadanía plena

La consecución de procesos inclusivos y representativos de integración tiene como uno de sus pilares

fundamentales la participación activa de la sociedad civil mediante el ejercicio de su ciudadanía. Sin

embargo, no hay consenso acerca de la definición del concepto de sociedad civil. En esta parte tratamos de

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comprender su importancia a partir de su participación en espacios públicos, locales y globales.

La sociedad civil no es un actor abstracto, ni, menos, homogéneo. Es más bien un conglomerado diverso de

identidades sociales y culturales y de un desigual avance de movimientos cívicos. Dada esta diversidad,

necesita de actores y movimientos centrales protagónicos que la hagan converger sobre sí misma y

articularse con otros sectores. Por ende, se tiene que pensar en un espacio público capaz de representar

las múltiples identidades del tejido social: “[...] la definición más útil de sociedad civil es aquella que la define

en tanto cuerpo de ciudadanos que deliberan y actúan en el espacio público con el fin de afectar, en mayor

o menor grado, el curso de los acontecimientos que impactan y determinan la vida económica, política y

social de un país, de una sociedad, o de una comunidad local en particular (Guijarro, 2001).

Para que la sociedad civil ejerza la función de influenciar y presionar a quienes tienen el poder público, sus

demandas y propuestas deben ser públicas, partir de un esfuerzo por la búsqueda de consensos mediante

un proceso de cooperación en la democracia participativa; lo importante no es definir los grupos que la

constituyen, sino la conducta y acciones de los ciudadanos que la integran.

El escenario de actuación global de la sociedad civil traspasa fronteras locales y representaciones

tradicionales; ella amplía su espacio público de actuación hacia escenarios transnacionales. En este

sentido, el espacio público tradicional ha sido desbordado por la irrupción de nuevos actores que exhiben su

ciudadanía mediante una diversidad creciente de demandas, „vehiculizadas‟ a partir de estrategias

innovadoras que desafían a las democracias en su naturaleza articuladora de diferencias.

En la identificación de los espacios públicos está inmersa la recuperación de las “tradiciones cívicas” locales

(comunidades locales, barriales y rurales), consideradas por Putnam (1996) como el “capital social” básico,

imprescindible, sin el cual no es posible asegurar éxito a ninguna política social o económica de desarrollo.

Sociedad civil y espacio público no son ajenos entre sí: es la capacidad de articulación entre una y el otro lo

que da sentido a las organizaciones de la sociedad civil, hace posible su articulación con las esferas del

sistema político y alimenta la posibilidad de generar procesos participativos más equitativos y directos.

El ejercicio ciudadano

En la concepción de integración, la sociedad civil, compuesta por ciudadanos, ejerce un papel fundamental

a la hora de comprender los procesos de integración regional.

A partir de la globalización, se ha producido una explosión de fronteras que ha alterado la actuación de la

sociedad civil y la ha sacado del espacio del Estado-Nación. El concepto de ciudadanía que se maneja en

este escenario de fronteras permeadas por los procesos de globalización surge a partir de la necesidad de

crear un sentido de pertenencia entre sus miembros, un sentido de “comunidad imaginada”.

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Las sociedades globalizadas muestran claramente síntomas de un déficit de adhesión de los ciudadanos al

conjunto de la comunidad. Este concepto de ciudadanía se ha convertido, así, en uno de los términos clave

del debate, en virtud de los cambios sociales y políticos ocurridos desde el siglo XX.

Ser ciudadano significa poseer un sentimiento de pertenencia a una sociedad política y cultural. Esta

pertenencia trae aparejada una serie de deberes y derechos. No hay, nos dice Jelin (1997), una única vía

para convertirse en ciudadano. Adquirir una conciencia de ciudadanía se relaciona directamente con la

politización del individuo. El propio proceso que implica salir a la esfera pública, sentirse con derecho a estar

en la esfera pública, forma parte de la construcción de una dimensión de la ciudadanía.

El mismo autor advierte el peligro de restringir la ciudadanía a un conjunto de prácticas concretas, como

votar en elecciones o gozar de libertad de expresión, recibir beneficios sociales del Estado o cualquier otra

situación específica. Todas estas prácticas ciudadanas forman parte de la noción de ciudadanía, pero no

hacen a su ejercicio pleno. La ciudadanía plantea la noción de igualdad de diálogo entre distintas instancias

de la sociedad, la participación activa en la toma de decisiones y la organización en la defensa de sus

derechos. La contracara de la ciudadanía es la exclusión, cuando existen otros que no se sienten partícipes

de una determinada comunidad. La formación de ciudadanos pasa además por el reconocimiento del otro,

del respeto de las diferencias, de la convivencia pacífica.

La participación de la sociedad civil se materializa en contenidos e instancias educativas particulares y es

impartida desde diferentes agentes socializadores que son responsables por ella, como la escuela y la

universidad. Estas instancias socializadoras deben fomentar el desarrollo de herramientas necesarias para

la valoración de la diversidad; el respeto de los derechos humanos y sociales y del medio ambiente; la

valoración del diálogo como instrumento para la resolución pacífica de los conflictos; la participación, la

corresponsabilidad y el compromiso en la construcción de una sociedad justa, equitativa y solidaria (Jelin,

1997).

Determinando el concepto de integración

En un escenario de transformaciones del Estado-Nación y de redimensionamiento de la sociedad civil,

necesitamos una definición que nos ayude a comprender los procesos de integración regional a partir de un

ámbito impregnado por la globalización multidimensional y por procesos de reconfiguración de la ciudadanía

local.

Rescatamos un concepto que refleja el compromiso y la apertura de la CAN en el tema de la integración;

dice el párrafo 1 de su Declaración de Tarija (Bolivia), de junio del 2007:

Expresamos nuestro convencimiento de que es necesario desarrollar y profundizar el

proceso de integración de la Comunidad Andina tomando en cuenta, en forma más efectiva,

las visiones y enfoques de los Países Miembros, con el objetivo de lograr una unidad en la

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diversidad al servicio de vivir bien de nuestros pueblos y de la armonía con la naturaleza.

Es necesario forjar una integración integral más equilibrada entre los aspectos sociales,

culturales, económicos, ambientales, y comerciales (Declaración de Tarija, 2007).

Para Contreras, una de las características de la CAN es la supranacionalidad, que le da la posibilidad de

entendernos como un bloque integral:

Uno de los aspectos de la integración integral es su multidimensionalidad, es decir, abarca

diversos temas en un mismo orden de importancia. Nosotros trabajamos la agenda

comercial, la agenda política, la agenda social, la agenda ambiental, la agenda

internacional, como elementos vitales que hacen un conjunto, una sola mirada de carácter

integral […] un nuevo modelo de desarrollo que supere las visiones progresistas sobre el

crecimiento económico que sitúe en el centro de atención al ser humano y que tenga como

característica central el vivir bien […] (Felafacs, 2009).

Este enfoque de la integración tiene una matriz fundamental en el reconocimiento de la ciudadanía como

elemento clave para el desarrollo de los pueblos. Se trata también de la inclusión de una serie de actores

que, comenzando por los gobiernos, cuya función es generar los espacios y las reglas para desarrollar el

proceso, permitan la inserción de otros actores en igualdad de condiciones: económicos (empresarios), de

la sociedad civil (ciudadanos), políticos (partidos y movimientos sociales) y otros con mayor o menor grado

de institucionalidad, cuya participación contribuya al fortalecimiento del proyecto integracionista.

A partir de esta mirada multidimensional e integral, la integración nos abre la posibilidad de instaurar un

proceso de construcción constante de ciudadanía que posibilite, además, el reconocimiento de las

diferencias y permita generar procesos de diálogo entre culturas diversas.

Con este enfoque, se trata de instaurar un nuevo ciclo para mirar la integración no solo desde ámbitos

gubernamentales y económicos, como se ha hecho hasta ahora, sino abriéndonos a un proceso en el que

interactúen fuerzas políticas, sociales, culturales y económicas, cuyo objetivo final es encontrar el

amalgamiento de las sociedades y la conformación de una identidad compartida pero a la vez permeable a

las diferencias. “La cuestión no es encontrar una identidad homogénea sino saber qué se hace con la

diversidad, con la heterogeneidad, con los conflictos”. La “identidad integracionista” puede posibilitar la

existencia de diálogos abiertos en los que se entretejan múltiples interacciones de diversa naturaleza

cultural, económica y social.

La integración entre la globalización y la localización

La “integración integral” —que nos señala como eje fundamental la CAN— se ve atravesada por la inserción

en espacios diversos de convergencia pero, a la vez, de bifurcación. La ubicación del concepto en estos

escenarios nos demuestra que estamos dentro de territorios indivisibles e inclusivos, donde globalización no

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es lo contrario de localización y donde el espacio regional resulta de la convergencia entre ambas.

La globalización no es un proceso lineal sino, por el contrario, uno esencial y profundamente asimétrico.

Todo proceso de globalización va acompañado de uno de regionalización, lo que implica que todo proceso

de globalización deja en pie ciertas barreras nacionales o establece otros marcos más amplios debidamente

reglados.

De este modo, la globalización no implica por sí misma un escenario desfavorable para lograr el desarrollo

regional, y puede convertirse incluso en un elemento catalizador que apoye el ingreso de las regiones en el

mundo, siempre y cuando se delineen bien las reglas de juego. De lo contrario, la globalización puede dar

lugar a conflictos de valores e intereses entre Estados:

[…] la integración regional puede pensarse desde dos perspectivas: como estrategia

orientada a la globalización o como respuesta hostil a ella. En el primer caso la integración

regional conduce a una mayor integración en la economía global. En el segundo caso la

integración regional apunta a fortalecer la independencia frente a la economía global.

Curiosamente, motivaciones diferentes y hasta opuestas podrían conducir a los países

latinoamericanos a profundizar la integración regional, pensada como una vía orientada a

lograr una mayor integración con el resto del mundo, como una forma de consolidar los

mercados y economías de escala (ejemplo MERCOSUR) o como medio para promover

intereses geopolíticos (por ejemplo la incipiente UNASUR, o la Alternativa Bolivariana para

las Américas ALBA (Kacowicz, 2008: 117).

En consecuencia, la regionalización no sería más que una forma de insertarse a la globalización o de

oponerse a ella.

Para Beck (1998), globalización significa ausencia de Estado mundial, sociedad mundial sin Estado mundial

y sin Gobierno mundial. Para este autor, el término globalización conlleva la perceptible pérdida de fronteras

del quehacer cotidiano en las distintas dimensiones de la economía, la información, la ecología, la técnica,

los conflictos transculturales y la sociedad civil.

La globalización no solo significa deslocalización, sino que presupone además una relocalización y una

translocalización, y todo ello conduce a la reestructuración de las relaciones entre Estados, identidades,

espacios, situaciones y procesos sociales. Esto puede dar lugar a que la globalización resulte poco

democrática y necesite ser sometida al debate y el control de las sociedades.

Se está construyendo, según Castells (s.f.), un Estado-Red en el que los Estados nacionales se encuentran

con instituciones supranacionales como la Unión Europea, o clubes de decisión como el G-8, o instituciones

de gestión como el Fondo Monetario Internacional para tomar decisiones de forma conjunta. Lejos queda el

ámbito nacional de representación democrática, mientras que los espacios locales se construyen como

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resistencia más que como escalón participativo (Castells, s.f.).

Desde esta perspectiva, parece que una de las apuestas fundamentales que tienen que realizar los países

de la Región Andina para lograr la integración es aprender a convivir en espacios diversos instaurando

reglas de juego que posibiliten intercambios en igualdad de condiciones. Crear una propia agenda que nos

permita competir en el juego global: “Aquí es válido [sic] la ley de la decadencia del poder del Estado

nacional: quien en el meta juego [sic] global solo juega con las cartas nacionales, pierde. Hay que aprender

a jugar en un escenario variable donde se está potenciando el papel de la sociedad civil en los procesos de

gobernabilidad local (Beck, 2004: 6).

La iniciativa de jugar en este escenario no involucra solo al Estado sino también a los movimientos que

emergen de la sociedad civil capaces de gestionar y negociar alternativas que demuestren la gama de

intereses, valores e ideologías que propicien un encuentro democrático y participativo en este escenario

globalizado.

En un marco como el descrito, el rechazo a la globalización parece no ser una alternativa para los países de

la Región Andina; el reto es cómo aprovechar sus elementos positivos y reducir los negativos.

Es posible ver globalización y regionalización como las dos caras de una misma moneda que, dependiendo

de los mecanismos que se utilicen, pueden llegar a modificar las relaciones de fuerza dentro de los

diferentes campos en los que los actores se encuentren involucrados. El escenario de la globalización nos

abre la posibilidad de construir una integración cuyo eje articulador pondría de relieve dos tipos de agenda:

la interna y la externa.

Parafraseando a Allan Wagner (2007), ex secretario general de la CAN, el desafío para lograr una

integración para el desarrollo en la globalización involucra la puesta en marcha de estas dos iniciativas

paralelas: la agenda externa ligada a procesos de globalización —negociaciones comerciales

internacionales, competitividad, protección de bienes públicos regionales, oportunidades en la sociedad de

la información—, y la interna vinculada al desarrollo de los países. El desafío consiste en superar la brecha

histórica de la pobreza, la exclusión y la desigualdad y conseguir la cohesión social y una gobernabilidad

democrática. La integración andina se convertiría en el eje articulador de ambas agendas.

Urge, entonces, encontrar el camino para desarrollar políticas que relacionen y coordinen ambas agendas.

La integración regional se convertiría así en un proyecto de inclusión y de resignificación de las diferencias

de identidad, sociales, políticas y económicas.

A manera de conclusión: la comunicación y la constitución de comunidades de pertenencia

La “integración integral” puede posibilitar la construcción de un nuevo ciclo histórico en la Región Andina,

sobre la base de la igualdad, la interculturalidad, la democracia y la inserción internacional, a partir de una

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agenda que priorice el desarrollo interno de nuestros pueblos. Con ese fin, es necesario entender los

alcances de la integración ubicándola en procesos actuales de globalización, de políticas neoliberales de

ajuste estructural en crisis de legitimación, que incluye a sus aparatos ideológicos, la escuela, la familia, el

mundo del arte y la cultura y el sistema tradicional de partidos políticos. Es asimismo necesario el

reconocimiento de la sociedad civil a partir de desplazamientos a nuevas formas de protagonismo de los

movimientos sociales y de experiencias subalternas de lo popular. Así como el reconocimiento del papel

especial que juega la comunicación y la educación para posibilitar visiones de pertenencia compartidas.

Para fortalecer la integración desde la comunicación no basta estar informados; hay también que suplir

deficiencias en el “sentido de los discursos”. Pero ¿cómo logramos, a partir de procesos de comunicación y

educación, reducir la brecha en el sentido de los discursos para la construcción de una “comunidad de

pertenencia”?

La negociación de sentidos implica llegar a acuerdos a partir de la comunicación:

En la sociedad actual falla la comunicación; no hay negociación del sentido. Asistimos a

monólogos paralelos; cada uno habla de democracia a su modo; pero los discursos no se

negocian y, por lo tanto, no se puede llegar a acuerdos: no se ha negociado el sentido. Así

como en el nivel de convivencia la comunicación juega un papel tan importante, en el

conocimiento, donde se constituyen comunidades de pensamiento, de disciplinas y de

acción académica, debe haber una negociación de sentidos y unos acuerdos para que la

ciencia y el conocimiento avancen. De lo contrario, será el caos (Oviedo, 2006).

El ejercicio de la ciudadanía y el entendimiento entre las naciones supone la construcción de un lenguaje

común, la instauración de redes de instituciones que trabajen en el campo de la comunicación para la

integración (universidades, centros de estudio especializados, organizaciones no gubernamentales). Implica

también la construcción de una comunidad de pertenencia que posibilite la consolidación de ciudadanías

regionales con su propia agenda de prioridades.

La comunicación comprendida como puente entre los sectores sociales y políticos puede hacer posible el

desmontaje de imaginarios y encontrar caminos de salida más allá de las diferencias y las especificidades

que caracterizan a cada quien. Nos permite también manejar el concepto de integración desde un solo

sentido que nos haga producir acciones hacia un solo fin, y posibilita que comprendamos la integración

como “un instrumento de desarrollo”.

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Bibliografía

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La transformación de los estudios de comunicación en España Nuevo contexto europeo de los estudios universitarios y enseñanzas para favorecer un espacio de cooperación iberoamericano Marcial Murciano Universidad Autónoma de Barcelona [email protected]

Marcial Murciano es Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona, Graduado en Estudios

Semióticos por la Universidad de Urbino y Doctor en Comunicación Internacional por la Universidad Autónoma de Barcelona. En la

actualidad es docente en Estructura y Políticas de Comunicación e investigador en Geopolítica del Cambio Comunicativo en la misma

Universidad Autónoma de Barcelona, en la que desempeñado diversos cargos de gestión académica y científica, como los de

vicedecano de investigación, coordinador de titulación, director del posgrado y doctorado y decano. Es Presidente de Honor de la

Conferencia de Decanos de España y autor de medio centenar de artículos científicos y publicaciones entre las que destacan Países y

Medios de Comunicación (Barcelona, Ed. Mitre), Estructura y dinámica de la comunicación internacional (Barcelona, Ed. Bosch) y

Políticas de Comunicación (Barcelona, Ed. Bosch).

Resumen

El artículo analiza los cambios que se han producido en la universidad europea durante las dos últimas

décadas como consecuencia del proceso de integración y el desarrollo de la Unión Europea. El autor

subraya el papel dinamizador que han tenido tanto las acciones de movilidad (programa Erasmus) como la

Declaración de Bolonia y la constitución del Espacio Europeo de Educación Superior. En este contexto, el

artículo explica el recorrido de los estudios de comunicación en España, así como el modelo escogido por la

universidad para modernizar las titulaciones de comunicación. Finalmente, el autor reflexiona sobre el papel

de la experiencia europea en la transformación de los sistemas nacionales iberoamericanos y sus procesos

de integración.

Palabras clave:

Cambio universitario; Estudios de comunicación; Modelo europeo; Titulaciones españolas; Cooperación

Iberoamericana.

Abstract:

This article analyses the changes that European universities underwent during the last two decades as a

consequence of the process of integration and development in the European Union. The author underlines

the role of mobility actions (Erasmus Program) as well as the Declaration of Bologna and the constitution of

the European Higher Education Area. In this context, the article explains the development of the

communication studies in Spain and the model chosen by the European university to modernize their

degrees. Finally, the author reflects on the impact of the European experiences in the transformation of the

national systems in Latin America and their processes of integration.

Key Words:

University Change; Communication Studies; European Model; Spanish Degrees; Iberoamerican

Cooperation.

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Lecciones europeas: la universidad en la construcción de la Europa del conocimiento

La voluntad política de hacer participar a la universidad en la construcción de Europa ha supuesto una de

las acciones más destacadas y sobresalientes de los últimos veinte años para las instituciones universitarias

del Viejo Continente.

Prácticamente hasta finales de la década de 1980, la universidad europea se había caracterizado por la

especificidad de sus diferentes sistemas nacionales de educación y por el relativo aislamiento de cada uno

de ellos en su relación con los demás.

En efecto, durante los dos últimos siglos diversos modelos de universidad han coexistido y competido en el

espacio europeo de educación superior. Cuatro de ellos destacan por su calidad, eficiencia y resultados: el

denominado humboldtiano, ideado en Alemania y difundido posteriormente en los países escandinavos e

Italia, principalmente; el napoleónico, de corte francés y con gran influencia, entre otros países, en España e

Iberoamérica; el anglosajón, desarrollado principalmente en las islas británicas; y el soviético, ampliamente

difundido en la parte oriental de Europa con posterioridad a 1945 (Comunidades Europeas, 2006).

Al margen de algunas acciones poco significativas y basadas esencialmente en la cooperación bilateral

entre universidades, el principio básico de la soberanía nacional ha prevalecido en las instituciones

educativas europeas hasta bien entrada la década de 1980. En consecuencia, los rasgos dominantes en la

enseñanza superior en Europa han sido, por un lado, el aislamiento de cada uno de estos sistemas

universitarios de carácter nacional, y, por otra parte, el carácter estatal de los distintos sistemas nacionales.

Esta situación se empezó a modificar de forma gradual a partir de 1985, cuando diversas iniciativas políticas

de la Unión Europea en temas educativos favorecieron una dinámica de cambios que muy pronto alteraron

sustancialmente la situación recién descrita. Situación esta, por otra parte, muy similar a la que podemos

encontrar en la actualidad en Iberoamérica.

Como es sabido, en los textos fundacionales de la Unión Europea —Tratado de Roma de 1957— no se

formulaban indicaciones para actuar o delegar competencias en el ámbito de la educación en general y de

la superior en particular. Al contrario: algunos artículos relacionados con el empleo y la formación

profesional prohibían explícitamente cualquier intento de armonizar los sistemas o las políticas nacionales

de educación (Tratado de Roma, 1957, título VIII). Sin embargo, en 1985 una decisión del Tribunal Europeo

de Justicia estableció que la enseñanza superior era un elemento constitutivo de la preparación a la vida

profesional y, en consecuencia, la formación profesional de los ciudadanos —que descansa en el sistema

educativo— podía ser considerada en las actuaciones políticas europeas, ampliando los poderes o

competencias supranacionales a este ámbito (Comunidades Europeas, 2002).

Esta resolución jurídica permitió que los temas educativos europeos fueran objeto de una primera

generación de programas de movilidad y de cooperación interuniversitaria, impulsados por la Comisión

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Europea. El más popular de ellos, y probablemente el de mayor eficacia por sus objetivos y estrategia, fue el

Programa Erasmus (Plan de Acción de la Comunidad Europea para la Movilidad de los Estudiantes

Universitarios, actualmente denominado Sócrates-Erasmus), creado en 1987, y que facilita la movilidad de

los estudiantes de 31 países del continente y les permite acceder a enseñanzas universitarias en más de

2.200 instituciones de estudios superiores de Europa (Comunidades Europeas, 2006).

Estas primeras iniciativas fueron ampliadas y profundizadas con la firma del Tratado de Maastricht en 1992,

que estableció un articulado específico para la cooperación educativa y permitió una segunda generación de

programas para la movilidad y para la cooperación universitaria. Con ello se dio paso a una etapa

totalmente nueva y particularmente fecunda en los temas educativos europeos que culminaría primero con

la Declaración de la Sorbona, en 1998, y posteriormente con la Declaración de Bolonia, en 1999, que

sentaría las bases de lo que hoy se conoce como el Espacio Europeo de Educación Superior (EEES, 1999),

un ambicioso objetivo comunitario, ya en funcionamiento, que desea posicionar a la universidad europea

como uno de los motores que contribuyan a la consolidación de Europa como una sociedad fundamentada

en la economía del conocimiento (Ramos-Díaz, 2007).

En este sentido, el desarrollo ampliado de la misión de la universidad en la construcción europea, por medio

de la formación de profesionales y de ciudadanos que comparten conocimientos y valores en un contexto de

movilidad permanente y de posibilidades de acceso ampliadas en su formación, constituye el rasgo de

mayor trascendencia del proceso que hemos presentado aquí de forma sumaria.

El desarrollo de este modelo de política académica europeo descansa en una relación abierta y singular de

cooperación —pues no está respaldada por una reglamentación jurídica comunitaria ratificada por un

tratado—, aunque cada vez más esta metodología de cooperación se verifica como más efectiva y

vinculante entre el conjunto de los diferentes Estados europeos y en sus instituciones de educación. Es

decir, la arquitectura del espacio europeo de educación superior está basada en la puesta en marcha de

una serie de medidas y reformas que facilitan la convergencia, la compatibilidad y la homologación de los

conocimientos adquiridos libremente por los estudiantes, en las múltiples instituciones de enseñanza del

espacio universitario europeo.

En este sentido, el Proceso de Bolonia —como habitualmente se conoce a esta dinámica de transformación

de la universidad europea— es una agenda estratégica abierta con objetivos de reforma cuya aplicación y

desarrollo está permitiendo una modernización, por otra parte necesaria, de las instituciones de educación

superior en Europa y en un contexto extraordinariamente fluido de cambios, imposibles de imaginar hace

apenas algo más de una década.

Aunque los objetivos para esta agenda de modernización de los títulos impartidos por las universidades y la

dirección del proceso tienen un alcance europeo, los tiempos y las maneras de aplicarlo son

responsabilidad de cada país; así como las actuaciones reguladoras y legislativas que deben conducir a la

consecución de los objetivos y compromisos previamente asumidos con el conjunto de instituciones

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educativas de la Unión Europea, en primer lugar con los estudiantes, aunque de una manera más general

con el conjunto de la sociedad europea y con su ciudadanía.

La agenda de la modernización de las universidades europeas

La ola reformadora que alimenta el proceso de Bolonia tiene diversas motivaciones, tanto internas como

externas. Entre las primeras podemos identificar brevemente las siguientes: 1) Cierto agotamiento de las

estructuras curriculares de los estudios superiores europeos, con ciclos educativos con un largo periodo

hasta su superación —en ocasiones más de siete años para obtener el grado en una carrera tecnológica—,

junto a unas altas tasas de abandono y fracaso; 2) La profundización del proceso de integración europeo,

que conlleva la creación de un único mercado de trabajo para todos los países de la Unión, en el que se

hace necesario acreditar la calidad y la coherencia de la enseñanza profesional adquirida en relación con

las ofertas del mercado de trabajo; 3) La pérdida del papel central que ha tenido la universidad europea

como polo de atracción de estudiantes e investigadores del resto del mundo, en favor de los Estados Unidos

de América principalmente; y, 4) La voluntad de impulsar una situación de movilidad y cooperación

académica más amplia, flexible y generalizada, en sintonía con la experiencia abierta por el éxito de los

programas Erasmus.

Por lo que se refiere a los factores externos, sin duda el proceso de mundialización es el más trascendente

de todos, al presionar y tensionar a la universidad europea en conjunto exigiéndole cada vez una mayor

eficacia y una formación profesional más técnica, capaz de ofrecer respuestas prácticas a los grandes retos

del desarrollo económico y del comercio internacionalizado. Todo ello, y en cierta medida, en detrimento del

legado establecido por la larga tradición liberal en la universidad europea, caracterizada por el cultivo y la

ampliación desinteresada del conocimiento crítico (King, 2004).

Por otra parte, las reformas que impulsa el proceso de modernización universitaria iniciado por las

declaraciones de la Sorbona y de Bolonia se sustentan en cuatro pilares fundamentales. El primero de ellos

consiste en el establecimiento de un sistema común de créditos universitarios denominado ECTS (European

Credit Transfer System), que toma en cuenta el tiempo total dedicado por el estudiante a superar una

materia (cada crédito cursado equivale hasta a treinta horas de trabajo del estudiante dentro y fuera del

aula). La introducción generalizada de los créditos ECTS como unidad de medida de todos los estudios

impartidos en Europa y los diferentes programas de movilidad permiten que la adquisición del conocimiento

y la formación pueda ser extraordinariamente abierta y particularmente enriquecedora, en un espacio

educativo sustancialmente ampliado para la enseñanza universitaria.

En segundo lugar, los estudios se organizan en títulos universitarios con estructuras homogéneas, basados

en ciclos. Un primer ciclo, de hasta 240 créditos ETCS, da lugar a un título de grado o licenciatura con

finalización profesional. Un segundo título de especialización, que puede oscilar entre los 60 créditos y los

120 créditos, permite la ampliación de estos estudios, obteniendo un segundo título, de máster, con un perfil

de especialización profesional o bien con otro orientado hacia la investigación, que en general abre las

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puertas a los estudios de doctorado. Finalmente, superados o adquiridos 300 créditos ECTS, y tras la

defensa pública de una investigación doctoral, se accede al título de doctor.

Uno de los objetivos explícitos de este sistema de créditos articulado en ciclos, de menor a mayor

complejidad y especificidad de conocimientos, es el de disponer de profesionales cualificados para el

mercado de trabajo a una edad temprana y con la posibilidad de hacer flexible y ampliable su formación

inicial o básica a través de una permanente ampliación de sus estudios. Así, hacia los 22 años un

estudiante se convierte en un titulado universitario que podrá ampliar su formación de base con nuevos

estudios de máster, en un entorno creciente y permanentemente dinámico de conocimientos caracterizado

por el aprendizaje a lo largo de su vida profesional. En el mismo sentido, podrá adquirir el grado de doctor,

vinculado a programas de investigación básica o aplicada, a una edad cercana a los 26 o 27 años. Edad

aproximada ahora en la que terminan sus primeros estudios, con los planes de estudios tradicionales,

muchos de los estudiantes que todavía cursan carreras en Europa.

El tercer pilar del modelo Bolonia lo constituye la creación de un sistema de verificación y de acreditación de

las enseñanzas que mediante procesos combinados, tanto de evaluación interna como externa a las

universidades y a los títulos, vigila la calidad de estos y su adecuación a los estándares y perfiles

profesionales definidos por el espacio europeo de educación superior.

Por último, y muy estrechamente vinculado con todo lo anteriormente expuesto, una pieza fundamental de

esta reforma europea es la creación complementaria de un espacio europeo de investigación —necesario

para desarrollar adecuadamente los niveles de estudios de máster y de doctorado—, que impulsa

inversiones anuales progresivas en esta área hasta alcanzar el 3% del PIB. Ello permitiría desarrollar

plenamente los programas científicos de I+D+i y la incorporación de jóvenes investigadores y de becarios

predoctorales y posdoctorales a la universidad.

La reforma de los estudios de comunicación en España

Como es conocido, los estudios de comunicación en España se instalan definitivamente en la universidad,

desde un primer establecimiento en las antiguas escuelas profesionales, a principios de la década de los

setenta del siglo pasado (Murciano, 2005).

Aunque su primer recorrido no fue fácil ni estuvo falto de controversias —escuelas vs. facultades—, este

desplazamiento permitió, en poco tiempo y en primer lugar, su rápido desarrollo en el seno de la corriente

internacional de estos estudios y la fundamentación teórica de las áreas científicas asociadas a la

comunicación (periodismo, comunicación audiovisual, publicidad, relaciones públicas, etcétera).

Por otra parte, este desplazamiento de los estudios con final en los campus universitarios ha permitido el

establecimiento de una generación de especialistas en comunicación que ha posibilitado la

profesionalización de las carreras docentes e investigadoras en el ámbito de las ciencias de la

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comunicación, en torno a una demanda creciente de títulos en comunicación cada vez más especializados.

Al mismo tiempo, y de forma paralela, se ha producido durante las cuatro últimas décadas un constante

proceso de modernización y desarrollo industrial del sistema de medios de comunicación español, con el

impulso y desarrollo del periodismo tras la dictadura, primero, y más adelante con la ampliación del espectro

radioeléctrico en frecuencia modulada y el desarrollo de la televisión autonómica, local y comercial, hasta la

reciente aparición de la comunicación electrónica y del fenómeno Internet, que ha asegurado un mercado

de trabajo sostenido y creciente.

Como consecuencia de lo anterior, se ha consolidado en España un núcleo importante de conocimientos

académicos teórico-prácticos y un saber hacer profesional en el periodismo y en la comunicación, capaz de

desarrollar e impulsar los modernos programas de reforma científico-pedagógica que requiere la formación

universitaria en comunicación en la actualidad, en los diferentes ciclos universitarios como consecuencia de

los cambios que introduce la revolución digital y el sistema social mundializado (Murciano, 2004).

Es en este contexto de principios de nuestro siglo que se cruzan por un lado las necesidades de reforma de

las titulaciones de comunicación de la universidad española con la propuesta de la Unión Europea para

establecer un espacio europeo de cooperación para la educación superior, en el seno del proyecto más

amplio de construcción de la Europa del conocimiento (Estrategia de Lisboa, 2000).

La implantación de esta nueva estructura universitaria, basada en la generalización de dos ciclos de

estudios universitarios —el grado y el posgrado, analizados más arriba—, y sin embargo con una

periodización variable en el conjunto de la Unión Europea, es decir, de tres a cuatro años el primero —los

estudios de grado— y de uno a dos el segundo —los estudios de posgrado—, constituyen la esencia de la

reforma en curso a través de toda la Unión y que debe tener un primer parámetro en la posibilidad de cursar

como máximo 60 créditos ECTS por año en cualquier universidad del sistema de enseñanza europeo y un

último en la necesidad de adquirir un mínimo de 300 créditos ECTS —entre los estudios de grado y de

posgrado— para poder acceder a la defensa pública de la tesis de doctorado.

En este sentido, el modelo escogido por la universidad española para modernizar las titulaciones de

comunicación de acuerdo con el espacio europeo de educación en comunicación se ha basado en los

criterios establecidos por el Libro Blanco elaborado para la Agencia Nacional de la Calidad y la Acreditación

(Aneca) por la Conferencia de Decanos de Facultades de Comunicación de España en el 2004 (Murciano,

2004).

En síntesis, este documento recoge gran parte de los trabajos y discusiones realizadas a lo largo de un año

por las diferentes comisiones de estudio y por los plenarios de la Conferencia de Decanos, y propone,

después de un amplio análisis de la situación en la enseñanza europea y española, las siguientes

directrices:

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1) Diferenciar los estudios de comunicación de acuerdo con las demandas del mercado en tres

titulaciones profesionales y finalistas: graduado en Periodismo, graduado en Comunicación

Audiovisual y graduado en Publicidad y Relaciones Públicas;

2) Estructurar cada uno de estos estudios en cuatro años —es decir, 240 créditos ECTS— con

contenidos comunes de hasta un 50%, para permitir tanto los itinerarios individuales de los alumnos

como las necesidades de autonomía de las universidades en la definición de los títulos;

3) Facilitar que con el 50% restante de los créditos se puedan establecer libres configuraciones por

parte de los estudiantes y las universidades, en forma de dobles titulaciones o menciones de una

segunda titulación, de acuerdo con las expectativas de los alumnos, las estrategias universitarias o

las demandas externas provenientes del sector empresarial;

4) Proponer una doble vía de contenidos para los másters de posgrado: una primera con un neto perfil

de contenidos de carácter profesional; y una segunda más académica o de investigación, orientada

a los conocimientos de profundización y de actualización académica y dirigida a la consecución de

la tesis de doctorado. En ambos casos con programas docentes estructurados académicamente

entre los 60 créditos ECTS —es decir, un año— y los 90 créditos ECTS —un año y medio o incluso

dos si se contemplan los periodos de prácticas—. El programa formativo propuesto por la

Conferencia de Decanos deseaba responder tanto a los retos de un entorno profesional en

constante transformación como al nuevo contexto universitario fomentado por la integración

europea y las fuerzas de la globalización.

Finalmente, un hecho que merece ser subrayado de todo este proceso de cambio universitario iniciado a

partir de 1999 es que la transición de una estructura basada en la universidad concebida desde el espacio

nacional a otra más abierta y supranacional se está produciendo de una manera rápida —entre el año 2000

y el 2010—, con relativamente escasos enfrentamientos internos y externos a la universidad —dada la

magnitud y la trascendencia del proceso—, y con amplias reformas legislativas de carácter nacional con el

objeto de establecer las pautas de convergencia para que los títulos puedan ser acreditados en toda la

Unión Europea.

De las lecciones europeas a la cooperación iberoamericana

De la experiencia europea es posible extraer algunas ideas o reflexiones de carácter general que no serán

fáciles de desarrollar a muy corto plazo en el espacio iberoamericano, aunque algunas de ellas pueden

favorecer el fermento del cambio.

En primer lugar, la experiencia europea demuestra que el futuro de los sistemas universitarios nacionales

basados en una calidad renovada y al mismo tiempo en la competitividad internacional en lo que concierne

a la creación y divulgación de conocimiento parecen tener los días contados a corto o medio plazo. La

internacionalización de la docencia, la cooperación en el desarrollo de la investigación y la misma

internacionalización de las instituciones docentes están a la orden del día.

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La cooperación y los sistemas abiertos de enseñanza son percibidos en los escenarios transformados por la

mundialización, por un lado, y por la integración regional, por otro, como elementos intrínsecos y

estratégicos para el propio fortalecimiento y crecimiento institucional. En este sentido, la asociación y la

cooperación forman parte de la estrategia de complementariedad que exigen los procesos más amplios de

internacionalización de la economía, las finanzas y la tecnología.

El fundamento último que exige la cooperación internacional entre las universidades se basa en las

posibilidades de complementariedad de sus capacidades para que, a través de la realización de actividades

conjuntas, pueda asumirse con normalidad la internacionalización de la docencia, la calidad de la

investigación (base del I+D+i y del desarrollo sostenible) y la mejora de la vinculación con la sociedad. La

cooperación supranacional entre instituciones docentes se ha convertido en una actividad horizontal que

tiene un amplio impacto en la formación del profesorado (estancias predoctorales y posdoctorales), en las

ofertas educativas del pregrado (por ejemplo, los títulos programados con créditos acumulables como los

ECTS europeos que facilitan la movilidad de los alumnos), en la de posgrado (donde resulta casi

imprescindible el profesor invitado con su experiencia investigadora innovadora y los análisis de caso

externos), en los procesos de investigación básica (donde la investigación definida de manera conjunta o

comparada es tan necesaria), la divulgación de la innovación (a través de revistas, publicaciones y

actividades conjuntas) y en la misma cooperación interinstitucional o para la extensión social.

Los nuevos modelos de cooperación europeos en educación superior, como el EEES analizado, se

caracterizan por configurar una nueva generación de propuestas que superan y modifican a todas las

anteriores. Ya no se trata de aceptar y participar en esquemas o propuestas educativas externas, sino de

definir los procesos de formación y divulgación del conocimiento de manera conjunta. Esta participación

activa requiere, claro está, del establecimiento de políticas y estrategias de gobierno convergentes —como

las desarrolladas en Europa en los últimos decenios—, la clarificación de los objetivos de la investigación y

la búsqueda de los socios más adecuados para aquellos objetivos más específicos y concretos, que

permitan una mayor diversificación de los actores y la creación de un nuevo tejido académico e

investigador. Todo ello demanda un mayor protagonismo institucional y una atención prioritaria a la

financiación de estas actividades.

En segundo lugar, la experiencia europea nos muestra que el camino es largo y que la actitud y la voluntad

deben ser firmes. Los primeros programas europeos tienen ahora algo más de 20 años, y los primeros

frutos de esta segunda generación de la cooperación se recogerán a partir del 2010 o 2012. Sin embargo,

todo empezó con propuestas modestas basadas en redes de intercambio de estudiantes, de docentes y de

investigación, así como en alianzas estratégicas entre universidades impulsadas con una fortaleza

inquebrantable ante cualquier dificultad.

Para empezar, deberíamos asumir que el rompecabezas europeo no es más sencillo de recomponer que el

iberoamericano. Una o dos lenguas francas, ambas surgidas de un mismo tronco común, facilitan la

comunicación en todos sus niveles y modalidades en Iberoamérica.

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Posiblemente lo primero que debemos hacer es situar en la agenda de nuestras asociaciones —entre ellas

Felafacs, Alaic, etcétera—, y de una manera permanente, el tema de la cooperación y, por supuesto, darle

un contenido y una estrategia asumible, consensuada y realizable.

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Bibliografía

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1 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

Los procesos de integración desde una perspectiva cultural

Adriana Marcela Londoño C. [email protected]

Adriana Marcela Londoño C. Politóloga de la Universidad Nacional de Colombia, magíster en Comunicación de la Universidad

Javeriana, miembro del grupo de investigación Comunicación, Medios y Cultura, clasificado en Categoría A por Colciencias. Consultora

Colombia proyecto Formación de Comunicadores Sociales para la Integración Andina, desarrollado por la Federación Latinoamericana

de Facultades de Comunicación (Felafacs) y la Comunidad Andina (CAN). Docente de tiempo completo de la Universidad de San

Buenaventura, Bogotá, y editora de la revista Management de la Facultad de Ciencias Empresariales de la misma Universidad.

Resumen

El artículo plantea un recorrido por el asunto de la integración desde una perspectiva cultural, retomando los

elementos históricos que a ella subyacen, para sugerir la actualidad del tema y la centralidad de la cultura

en este contexto. Asociado con la integración cultural, el tema de las identidades y la discusión que desde

diferentes posturas teóricas se propone, al respecto cobra importancia en este documento, en tanto se

relaciona con la globalización que entra a definir y a redefinir los procesos de integración en América Latina.

Palabras claves:

Integración cultural, identidad, globalización.

Abstract

The article raises a route by the subject of integration from a cultural perspective, taking historical elements

inside that perspective, in order to present integration actuality and culture centrality within this context.

Associated with cultural integration, the subject of identities and the discussion about this aspect from

different theoretical positions are important in this document, because it‟s related to globalization that enter

to define and redefine Latin American integration processes.

Key words

Cultural integration, identity, globalization.

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2 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

Introducción

Las lecciones de la historia

Hablar de una identidad latinoamericana o de unos rasgos comunes que nos hacen partícipes de un mismo

espacio cultural, que más que ser un lugar físico es un lugar simbólico de encuentro e interacción entre

culturas, implica retomar las raíces históricas de los procesos que han acompañado la configuración de los

Estados-Nación, incluso antes de la invasión y el progresivo exterminio a manos de los españoles de las

múltiples culturas indígenas que habitaban el territorio americano.

Si partimos del hecho de que la construcción de la historia, lejos de ser un ejercicio objetivo y

desinteresado, es una apuesta completamente interesada, que recoge y visibiliza el pasado de acuerdo con

la perspectiva de quienes ejercen el poder e intentan de manera hegemónica imponer una racionalidad

determinada, nos encontramos con divergentes y distanciadas historias de América Latina. Lo que para

unos autores constituyó la conquista de nuevas tierras y, con ello, la puesta en marcha de una cruzada

civilizatoria, para otros no fue más que una penetración hostil e invasora en los territorios habitados por

indígenas, cruelmente arrasados por los colonos. Estas dos versiones de la historia, entre muchas otras que

circulan en los ámbitos académicos y en los espacios cotidianos del subcontinente, determinan qué tipo de

identidad se ha construido históricamente y cuáles han sido los móviles histórico-políticos de esa

construcción.

Sin lugar a dudas, el tema de la identidad cultural en un espacio de integración regional nos remite a

cuestionarnos en torno a: ¿Qué espejo miramos? ¿Cuáles son los referentes simbólicos sobre los cuales

nos hemos pensado “parte de”? ¿Los procesos de identificación nos han sido impuestos, o los hemos

construido nosotros mismos? Estas y otras preguntas abren un fértil escenario de debate acerca del tema

de la integración cultural.

Entender la identidad es comprender, con García Canclini, que:

[…] la identidad es una construcción que se relata. Se establecen los acontecimientos

fundadores, casi siempre referidos a la apropiación de un territorio por un pueblo o a la

independencia lograda enfrentando a los extraños. Se van sumando las hazañas en que los

habitantes defienden ese territorio, ordenan sus conflictos internos y fijan los modos

legítimos de vivir en él para diferenciarse de los otros (García Canclini, 1992).

Si hilamos más fino en este debate, nos encontramos con unas bases integracionistas ancladas en el

pensamiento de Bolívar y alimentadas por la utopía de una patria grande y sin fronteras, en la que todos

llegásemos a ser hermanos. Pensamiento que retomaría posteriormente Martí para soñar, como soñó

Bolívar, con una América Unida en torno a un solo espíritu. Si bien este anhelo integracionista que se ubica

en la base del pensamiento latinoamericano orientó procesos históricos y reunió colectividades a su

alrededor, se advierte cómo en la actualidad otros son los móviles de la integración, otras son las

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3 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

discusiones que se abren sobre el tema, otros son los lugares desde los que se convoca a hablar de

integración. Hoy por hoy, llama la atención cómo la integración es convocada desde un lugar de poder

específico (Estados Unidos) y responde a unos intereses económicos particulares. Otro es el modelo que

rige nuestra realidad. Como lo advierte Roncagliolo: “[…] la integración ya no se esgrime frente a los

desarrollados, sino „con ellos‟. El integrar-nos latinoamericanista, ha sido reemplazado ahora por un

integrar-se panamericanista” (Roncagliolo, 2003).

Este viraje de un modelo de integración a otro permite reconocer, con Ulloa, que: “[…] las identidades y los

imaginarios de la integración latinoamericana, no se reducen, ni se agotan en la retórica economicista, ni en

la ideología política de la izquierda […] Más allá de estos circuitos, ciertas matrices culturales hicieron

posible un imaginario común para ciertas generaciones” (Ulloa Sanmiguel, 1992).

Ahora estas matrices abren paso a nuevos imaginarios de la integración. Imaginarios que se debaten entre

relaciones de continuidad y de conflicto, de encuentro y desencuentro, de desfases y de rupturas. Es

justamente este argumento el que nos permitirá pensar si es posible hablar de un proceso de integración o

de una identidad cultural; o si, por el contrario, se deben tener en cuenta múltiples procesos y múltiples

identidades, sobre todo si nos referimos a la integración andina.

La actualidad de la integración y la relocalización de la cultura

La actualidad de la integración

La integración latinoamericana tiene en la actualidad una lógica y una geometría variables. En realidad, no

existe un solo proceso de integración, sino una tendencia general que se manifiesta en varios procesos de

integración que, bajo el signo de lo económico y comercial, siguen una evolución multidireccional, fluida y

compleja, surcada de avances y retrocesos.

Lejos de la utopía histórica latinoamericana, a lo que hoy se asiste es a una fragmentación realista de la

región en bloques económicos que compiten entre sí. Algunos autores afirman que Latinoamérica no existe

sino como referencia a un bloque geocultural… por constituir. Para Germán Rey, la idea de América se

asemeja más a la figura de un archipiélago donde todas las partes que lo conforman están unidas por

aquello que las separa. Este retrato muy aproximado de América Latina llama la atención en las iniciativas

que desde el mercado intentan “hacer bloques monolíticos, negando la diversidad y las diferencias” (Rey,

2006).

Aquí sería interesante mirar cómo el deber ser se aleja del ser en el plano económico, pero intenta

acercarse en el plano social y cultural, en los que multiplicidad de experiencias propician procesos de

integración que escapan de los marcos formales de los grandes acuerdos de integración (Mercosur, ALCA,

Nafta, etcétera).

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4 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

Desde la cultura también se habla de una integración que pasa por esta perspectiva, de una versión

compartida de historias, tradiciones y procesos colectivos que nos permiten dialogar más allá de las

fronteras. Unos prefieren hablar de identidad desde una perspectiva homogénea y petrificante, mientras

para otros existen más lugares de desencuentro que de encuentro. Lo cierto es que por lo simbólico, lo

cultural y lo mediático también están pasando los procesos de integración, aquellos que no se inscriben ni

en el terreno de lo económico ni en el de lo comercial.

Lo que no hay que desconocer, antes de lamentarnos de lo lejos que está la utopía de integración

latinoamericana en el plano político y económico, es que estos procesos parciales son pasos que pueden

encaminar hacia la gran meta integracionista con mayor eficacia que la retórica o intentos del pasado en

ese mismo sentido.

La relocalización de la cultura

Si cada vez menos los tratados comerciales y los acuerdos políticos y económicos entre nuestros países

nos hacen sentirnos más cerca, y las fronteras parecen espacios infranqueables y conflictivos de relación

con el vecino; si cada vez más sentimos que el sueño integracionista de nuestros antepasados es una

quimera, que con el correr del tiempo se ha ido alejando de la realidad del subcontinente; si, como

archipiélagos distanciados, los pueblos de América Latina destacan sus diferencias y esconden sus

semejanzas. Si todo eso es así, ha llegado el momento de relevar los móviles de la integración para dar

espacio a la cultura como eje articulador de nuestras diferencias; como marco de convergencia de nuestras

semejanzas, de nuestros éxitos y fracasos, de nuestras confianzas y de nuestros temores, de nuestra

historia común y de las particularidades propias de las historias de cada país, de aquello que nos acerca al

mismo tiempo que nos aleja.

Muchas son las transformaciones que han propiciado que la cultura vuelva a ocupar un papel protagónico

en los procesos de integración nacional y regional. De acuerdo con algunos autores como Yudice (2002),

hoy se pide a la cultura lo que antes se pedía a la política o a la economía. Desde esta perspectiva, se

“invoca a la cultura como motor del desarrollo capitalista” (Yudice, 2002), en tanto desde los planteamientos

del autor la cultura se convierte en un recurso que se sustenta en la explotación de la creatividad de los

sujetos.

Bhabha entiende la irrupción de la cultura en la época moderna asociada al debacle de los grandes relatos

que brindaron seguridad al sujeto durante varios siglos. La época moderna nos invita a pensar más allá de

las subjetividades construidas; por ello:

[…] el distanciamiento de las singularidades de “clase” o de “género” como categorías

conceptuales y organizacionales primarias ha dado por resultado una conciencia de las

posiciones del sujeto (posiciones de raza, género, generación, ubicación institucional,

localización geopolítica, orientación sexual) que habitan todo reclamo a la identidad del

mundo moderno. Lo que innova en la teoría, y es crucial en la política, es la necesidad de

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pensar más allá de las narrativas de las subjetividades originarias e iniciales, y concentrarse

en esos momentos o procesos que se producen en la articulación de las diferencias

culturales (Bhabha, 1994).

Estas aproximaciones conceptuales nos conminan a reflexionar acerca del papel que viene cumpliendo la

cultura en los procesos de integración regional, teniendo en cuenta la centralidad que ella adquiere en el

ámbito global, en tanto se encuentra relacionada con el desarrollo de las sociedades y, por ende, ha logrado

redefinir los esquemas de producción centrados en el trabajo material por modelos orientados por el

conocimiento como materia prima de gran valor en un mundo en el que cada vez más la creatividad, la

invención y la experimentación “no se reducen sólo al arte, sino que, además, se expanden a la producción

y a todas las esferas de la sociedad” (Garretón, 2003).

En consonancia con lo propuesto por Yudice, en un escenario global, en el que la política deja de ser un

lugar de convocatoria y de articulación de intereses distintos, y en tanto el proyecto moderno y su idea de

hombre-ciudadano se agotan al desdibujarse las diferencias entre los sujetos, estallan las identidades y la

cultura se relocaliza en la medida en que: “[…] las identidades surgen y también en la medida en que la

razón instrumental, tanto en su sentido más noble de la ciencia-tecnología como en las dimensiones

tecnocráticas y de mercado, es la que entra a configurar los nuevos tejidos, las nuevas redes, y a definir lo

que vale y no vale, o sea, lo que se incluye y lo que se excluye” (Garretón, 2003).

El repunte de la cultura en el panorama internacional arrastra consigo el reconocimiento de la comunicación

como motor de la sociedad del conocimiento, puesto que esta representa el espacio donde la cultura se

despliega. Así, las nuevas tecnologías de la información y la comunicación se sustentan en la creatividad y

la innovación. De este modo, y siguiendo a Garretón: “[…] las luchas políticas, cada vez más, serán de

disputa por el modelo cultural de la sociedad, es decir, por modelos y sentidos de vida individual y colectivo

[…]” (Garretón, 2003).

En virtud de la centralidad que adquiere la cultura en la época moderna, los procesos de integración no son

ajenos a ello, y empiezan a repensarse alrededor del tema cultural y simbólico. La creatividad y la

innovación hacen parte de los intercambios culturales que cobran sentido en el subcontinente y que se

materializan en las denominadas “industrias culturales”, entendidas como los lugares de producción

simbólica desde los que nos estamos reconociendo y representando. De esta forma, tanto la radio como la

prensa y la televisión, herramientas tecnológicas virtuales, se convierten hoy día no solo en dispositivos del

mercado sino también en fuentes importantes de construcción de sentido.

De la misma forma, desde los Estados latinoamericanos se han empezado a perfilar hace ya mucho tiempo

una serie de políticas culturales orientadas hacia la construcción de memoria histórica, de relatos comunes

y de perspectivas compartidas de futuro, que han intentado tejer, desde la centralidad de la cultura, una

suerte de procesos identitarios a escala nacional, que, de alguna manera, repercuten en un escenario de

integración regional. Justamente estos procesos de construcción de identidades, que alguna vez fueron

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viabilizados desde el Estado, hoy se enmarcan en terrenos más globales que nos conducen, de una u otra

forma, a pensar incluso el propio concepto de identidad.

Globalización y nuevas identidades

Pensar la integración en un mundo globalizado, en el que las distancias se hacen cada vez más cortas y los

lazos parecieran estrecharse, nos remite de entrada a considerar que, hoy más que nunca, las identidades

alcanzan un papel protagónico y, por ende, la cultura como elemento integrador, incluso más efectivo que el

económico y comercial, adquiere un lugar predominante en la agenda de los procesos de integración en

curso. La convicción de que la integración debe despojarse del revestimiento institucional y pragmático que

la caracterizaba para vestirse de diversidad y tramas sociales, con el fin de insertarse en el lenguaje y

experiencia de los ciudadanos partícipes de los procesos de integración, explica el viraje adoptado por

iniciativas como las de la Comunidad Andina, que dirigen la mirada hacia la sociedad civil y su efectiva

inclusión en los procesos de integración.

La revitalización de las identidades es un proceso que, si bien propicia la integración, también puede

conducir a los más enquistados conflictos entre culturas, entre diferentes formas de ver el mundo. No en

vano Hungtinton (1997) explica el panorama internacional como un escenario de conflicto entre

civilizaciones, más que entre Estados y gobiernos. A lo que se asiste y asistirá en el futuro es a un choque

entre las diferentes culturas que existen en el mundo. Conflicto que revestirá elementos de fundamentalismo

religioso, o de distanciamientos étnicos, raciales, de género, etcétera.

Esas nuevas formas de pensar e interactuar frente al mundo, hasta entonces silenciadas por el estruendoso

dominio de la razón, emergen justo cuando el proyecto moderno sustentado en esta entra en crisis e

irrumpen en su reemplazo en la escena pública otras racionalidades, otras formas de reconocimiento que

intentan pensar desde otras perspectivas las dimensiones propias del proceso civilizatorio.

Desde esta perspectiva, las identidades que emergen como producto de las dinámicas de interconexión

propias de la globalización y del fracaso del proyecto moderno instauran nuevos modos de conocer que

inauguran formas dispersas y fragmentadas del saber, que, como señala Martín Barbero, están “[…]

pudiendo escapar al control y la reproducción imperantes en sus legitimados lugares de circulación” (Martín

Barbero, 2005).

Desde muchos lugares y desde diferentes disciplinas se promueve la búsqueda de pensamiento alternativo;

búsqueda que pasa por el reconocimiento de esos otros espacios no tradicionales a partir de los cuales

emergen los discursos. En este escenario, los estudios culturales se presentan como un campo de saber

desde el cual pensar y dialogar con ese tipo de pensamiento, con el fin de “[…] reafirmar, con sentido de

plenitud, las muchas formas históricas en que es posible vivir en América Latina: una, diversa, total y

desgarrada”. Esta afirmación nos remite a la disyuntiva subyacente en los procesos de globalización e

integración: cómo unir desde lo diverso, cómo no reconocer la explosión de la diversidad, acompañada de

una tendencia hacia la uniformidad.

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Como afirma Palermo, este reconocimiento de las formas alternativas de conocer el mundo más allá de

quedarse en manifestaciones que festejan la hibridez y la diversidad cultural, deben responder a auténticas

transformaciones en los modos de representación social, entendiendo que la exclusión del “otro” parte de

las construcciones estereotipadas y mediatizadas de su imagen. En ese sentido, a través de una crítica a

los planteamientos sobre la hibridación cultural propuestos por García Canclini, que operan “[…] bajo el

supuesto según el que la globalización cultural es un hecho generalizado e irreversible que sólo puede

controlarse por procesos de reapropiación local y de mezcla de objetos, prácticas y tecnologías” (Palermo,

2003), los estudios subalternos defienden la noción de “multiculturalismo” para advertir con ella la

solidaridad que se desprende frente al conocimiento del otro al reconocerlo tan válido como el nuestro y, por

ende, al interlocutor con él, partiendo de su rol como productor de saberes.

Desde esta perspectiva, la brecha existente entre los estudios culturales latinoamericanos y los estudios

sobre la subalternidad radica en que los primeros reconocen en el “otro” un objeto de investigación,

mientras que los segundos lo consideran como un par con el que se puede dialogar. Pensando en ello,

retoman las oposición básica entre el ser y el estar para referirse al conocimiento que emana de los pueblos

indígenas, a su forma de pararse frente al mundo que se separa de la lógica tradicional del “ser” que refiere

a un sujeto que controla, domina y actúa sobre la naturaleza. Por ello, los pueblos indígenas se ubicarían en

el plano del estar, que explica su relación contemplativa respecto del entorno y la construcción de nociones

como el “estar aquí” para referirse al lugar de habitación (maloka, comunidad, parcela) (Palermo, 2003).

Más allá de contextualizar el tema de la revaloración de las identidades de tipo étnico, cultural y de género

al margen de un debate que pone en presente la manera en la que se abordan las emergentes formas de

conocimiento que emanan de estos grupos identitarios, vale la pena preguntarse: ¿Quién nos garantiza que

tanto unos como los otros no están escondiendo bajo ese ropaje incluyente una forma nueva de

sometimiento o intervencionismo? En ese sentido, el desafío para los procesos integracionistas consiste en

conocer los intríngulis del debate y reconocer los desafíos que ofrece una integración desde una

perspectiva cultural, simbólica y experiencial.

Es de esta forma como los estudios culturales se convierten en el espacio para identificar las modalidades

múltiples del ser y las tramas complejas de luchas y tensiones de poder y sentido en el marco de la cultura.

De ese modo, los espacios de integración surgen como una pregunta por las cercanías y las distancias,

pero también como una lectura crítica sobre el lugar de la cultura en su acepción anterior y el lugar de la

cultura convertida en pieza del mercado, territorio en el que cabe la reflexión sobre el papel de la

comunicación como acción colectiva y la comunicación como empresa de distribución de sentidos

dominantes.

Cultura, conflicto y convivencia

Si empezamos a hilar más fino sobre el debate recién esbozado encontramos que, aparte de reconocerse la

emergencia de nuevas identidades que oxigenan el panorama dominante, no puede dejarse de lado que

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estas identidades no convergen de manera consensuada en un escenario donde la cultura es pensada

como una forma total de vida en la que el conflicto aparece dirimido por efecto de las conversaciones entre

culturas diversas. Contrario a esta perspectiva, E. P. Thompson propone una noción de cultura según la

cual el conflicto adquiere una centralidad importante en tanto se piensa que “[…] ninguna forma total de vida

está privada de una dimensión de confrontación y lucha entre formas opuestas de vida”.1

Por esta misma vía, si retomamos los planteamientos de Pierre Bourdieu respecto de las configuraciones

culturales de la sociedad francesa en su obra “La distinción”, nos encontraremos con un concepto de cultura

surcado por el conflicto y por la lucha entre los diferentes significados y valores otorgados a las tradiciones y

prácticas de una comunidad particular. Desde esta perspectiva, el campo cultural se convierte en un

espacio de lucha de sentidos, en el que unos actores imponen, negocian o consensúan sus sentidos a los

otros.

Pensar Latinoamérica hoy es pensar en los conflictos que la circundan; es comprender que la centralidad

que ha adquirido la cultura como una perspectiva autónoma de la economía o de la política ha puesto en

presente una multiplicidad de luchas en el terreno de la significación, y ha delineado unas tramas

heterogéneas y diversas que posibilitan hablar de culturas en plural antes que de culturas homogéneas y

cerradas. Lo interesante de estas transformaciones es que, como nunca antes, la cultura pasa cada vez

más por el terreno de los medios que por el de los lugares convencionales de encuentro e interacción entre

ciudadanos, teniendo en cuenta que los medios dejan de ser percibidos como meros transmisores de

información y adquieren un papel más complejo en tanto fungen como matriz “productora y organizadora del

sentido” (Sunkel, 2005).

En el esquema de mediatización de la sociedad, la política también se transforma y los escenarios donde

ella tenía lugar y revestía de sentido las prácticas asociadas con esta, se desplazan. Si durante mucho

tiempo el espacio de encuentro e interacción entre actores políticos era la plaza, hoy por hoy los medios de

comunicación se han ido configurando como esos escenarios donde buena parte de lo político tiene lugar.

Sin duda alguna, estos cambios han afectado la política y han restado la densidad que la caracterizaba,

pero, al mismo, tiempo están abriendo nuevas posibilidades para que actores antaño excluidos puedan

expresarse.

Para la integración, este espacio de lucha resulta contradictorio: las naciones han hecho históricamente su

identidad a partir de combatir y diferenciarse de los signos del otro, de modo que ser colombiano resulta no

ser ecuatoriano ni peruano; pero, a la vez, la lucha de la región necesita y halla ocasionalmente sentidos

compartidos en un referente o en algún tipo de fenómeno que convoca a un espacio cultural común donde

la lucha es con un otro externo, un ejemplo de ello, podría ser la lucha que buena parte de la región ha

1 Este concepto de cultura emerge de los planteamientos de la escuela de los estudios culturales ingleses (S. Hall), para quienes la cultura es la suma de todas las descripciones disponibles que otorgan sentido a la vida y a la experiencia común. Esta noción desde la

perspectiva de Raymond Williams transita de las ideas a las prácticas, en tanto concibe que la manera de ver el mundo es equiparable a la forma en la que se vive e interactúa en él (tomado de Sunkel, 2005: 14).

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emprendido contra el imperialismo yanqui en los últimos años.

Conflicto, memoria y olvido

Reconocer que la identidad latinoamericana está atravesada por el conflicto y se ha alimentado

históricamente de la diversidad de culturas e intereses que han detonado estos desencuentros, nos remite a

considerar cuáles son esos apartes de la historia que recordamos y cuáles de ellos hemos querido olvidar

por el dolor que nos produce su recuerdo. Inmersos en una permanente dinámica que se debate entre el

recuerdo y el olvido, hemos potenciado los conflictos en algunos casos, mientras que, en otros, volver a

recordar aquello que hemos olvidado, o que nos han hecho olvidar, otorga un nuevo sentido a nuestra

historia y permite así reconfigurar nuestras identidades. Por ello, los ejercicios de la memoria pueden

arraigar el conflicto o, por el contrario, reconciliar las disputas.

Contra lo que se piensa, los procesos de configuración de un pasado común han experimentado fuertes

elementos de olvido selectivo. Tal vez no recordamos lo que queremos recordar, sino lo que “otros” —

llámese colonos, élites, dictadores— nos han hecho recordar. Quizá tengamos muchas historias que

compartir y muchas otras que olvidar. Lo importante es evidenciar cómo el conflicto y el dolor han hecho

parte sustancial de nuestra historia, y nosotros como latinoamericanos debemos exigir nuestro derecho a

recordar, y también, por qué no, a olvidar.

Latinoamérica está surcada de ejemplos en los que la recuperación del pasado se presenta como

incompleta y fragmentada, donde la fuerza le ha ganado la batalla a la memoria. Las dictaduras por las que

atravesaron la mayor parte de nuestros países en las décadas de 1960 y 1970, o los prolongados conflictos

armados como los que vive Colombia, son la muestra fehaciente de las fracturas de la memoria, del silencio

que aún recorre como un fantasma nuestro pasado, porque si algo se puede concluir de todo esto es que,

lejos de existir un pasado heroico, exclusivo y verdadero, hay tantas versiones de la historia como actores

de ella.

Para los latinoamericanos, las heridas siguen abiertas y el recuerdo se aferra a nuestras mentes como un

hijo a su madre en sus primeros años de vida. El dolor sana en tanto existan claridades sobre el pasado, y

en eso consisten la memoria y la reparación. Pensando en ello, si no nos proponemos “[…] investigar la

densidad simbólica de nuestros olvidos [lo que] equivale a darnos la posibilidad de mirarnos unos a otros,

de entrelazar memorias de modo que podamos descubrir las trampas patrioteras que nos tiende la memoria

oficial y hacer estallar la engañosa neutralidad con que nos adormecen los medios” (Martín Barbero, 1998),

lejos estaremos de pensar procesos de integración desde lo cultural-simbólico.

Con esta consideración, es posible encontrar una estrecha relación entre los procesos de configuración de

la memoria y la construcción de una identidad latinoamericana, en tanto es posible advertir cómo recordar u

olvidar implica, en definitiva, “pertenecer a”, estar “vinculado con”. Los procesos de identificación parten de

estrechar lazos, de construir proyectos comunes en los que todos seamos partícipes, de reconocer y

respetar la diversidad; pero también pueden propiciar todo lo contrario: exclusión, olvido selectivo,

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manipulación.

Preguntas acerca de la memoria común de nuestras naciones andinas constituyen claves del espacio

ciudadano en la integración. Monumentos compartidos en plazas, nombres de avenidas olvidados en una

cosmología de la memoria que se desdibuja o que se evoca momentáneamente. Lugares de la memoria

que, junto con los flujos que compartimos en anécdotas, enfrentamientos amigables como el deporte,

melodramas o cantos populares en los que se reproduce una estructura de sentimiento común, hacen parte

de la memoria sensible interrogada en la pregunta por la integración.

Violencia urbana y desplazamiento

Pero los conflictos que permean la región no se circunscriben al escenario nacional: cada vez más, las

principales ciudades latinoamericanas enfrentan serios problemas de violencia urbana que se relacionan

con frecuencia con hechos de delincuencia juvenil y droga. Este escenario de inseguridad que circunda

nuestras ciudades se ha traducido en una suerte de desconfianza frente a las instituciones estatales

encargadas de velar por la seguridad de los ciudadanos. Y si a esto sumamos los niveles de corrupción de

la fuerza pública y los casos de violaciones de derechos humanos en los que se han visto involucrados

nuestros garantes de la seguridad, el panorama se torna más complicado aun.

En esta configuración de un imaginario de violencia urbana, los medios tienen una fuerte responsabilidad,

pues explotan los discursos y las representaciones en torno a la crueldad, la sevicia, el horror y el drama de

los hechos cotidianos de las urbes. Como cazadores nocturnos, los medios se toman el trabajo de salir a las

calles a buscar lo macabro y lo perverso de nuestras violencias. Violencias que, más que estar vinculadas

con espectáculos dantescos y, por ende, mediatizables, se asocian con las precarias condiciones de vida de

nuestros países, la débil presencia del Estado y los procesos de exclusión política, social y económica a los

que han sido sometidos nuestros habitantes.

Con estos comportamientos, los medios de comunicación fracturan nuestras sociedades, las dividen y

polarizan entre buenos y malos; y, lejos de lograr dirimir los conflictos, los generan, al alimentar los odios

entre unos y otros. Aunque no podemos generalizar este comportamiento, puesto que los medios se

mueven en el espacio ambivalente de la apertura y el cierre, de la inclusión y de la exclusión, es importante

llamar la atención sobre el desaforado aumento de los hechos de violencia que fortalecen los sentimientos

de inseguridad y nos conminan cada vez más a ver en el vecino un potencial enemigo.

Desde la región, las imágenes de colombianos capturados en el vecindario, migrantes golpeados en una u

otra latitud, dificultades legales para la migración y persecuciones xenófobas, no están lejos de ser parte

constitutiva de esas violencias. No todos los migrantes son recibidos del mismo modo, y muchas de las

capas en las que las oleadas de migrantes se superponen llevan consigo un volumen de distancias y

marcas que ponen en las relaciones con el otro, signos de interrogación que se traducen en violencia.

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El otro lado de la moneda

Del otro lado de la moneda se encuentran los sujetos que se resisten y que hacen de la calle o de la plaza

el mejor medio de comunicación para expresar sus inconformidades, que se reinventan formas de acción

colectiva para rechazar la exclusión a la que históricamente han sido sometidos, que desafían al poder y

son capaces de generar importantes transformaciones en los sistemas políticos y económicos de sus

países. Sujetos que se valen también de los medios de comunicación para hacerse visibles, para

reconfigurar desde allí las identidades colectivas.

El movimiento zapatista en México, los piqueteros argentinos, el movimiento mapuche en Chile y los

movimientos indígenas bolivianos y ecuatorianos, son algunos de los muchos ejemplos de esta explosión de

la protesta ciudadana, de este empoderamiento de los sectores excluidos que exigen no tanto una inclusión

en el sistema democrático capitalista occidental cuanto que se respete su autonomía, su dignidad y sus

históricas reivindicaciones. Como advierte Gloria Muñoz Ramírez, periodista del diario mexicano Jornada:

“La reconstrucción del pueblo-nación mapuche es una lucha anticapitalista que trata de crear un futuro

distinto al que pretende el Estado chileno para los pueblos originarios. Es una lucha histórica […]” (Muñoz

Ramírez, 2005).

Para completar el panorama que emerge producto de la relación entre identidad y conflicto en América

Latina, es necesario considerar fenómenos como la migración y el desplazamiento, que desgarran

progresivamente a los habitantes del subcontinente. La presión de los grupos armados y las difíciles

condiciones económicas que caracterizan a nuestros países, son al menos dos de las causas por las que

centenares de personas deben dejar su lugar de vivienda para buscar un futuro más promisorio o, al menos,

más seguro.

Lejos de ser espacios de intercambio y convivencia entre vecinos, las fronteras se han convertido en focos

de violencia y persecución del otro, en espacios de desintegración donde toman forma los conflictos o

litigios entre países. El cierre de fronteras, los exagerados requisitos para cruzar de un país a otro, los

problemas de indefinición limítrofe, o las oleadas de desplazados que día a día atraviesan estos espacios,

demuestran cómo estos lugares se pueden pensar como puntos de unión o de convergencia; pero más aun,

se vienen percibiendo como infranqueables líneas divisorias.

Estos desencuentros fronterizos, sumados a las precarias condiciones de nuestros países, potencian los

fenómenos de migración e inmigración que repercuten en las formas de convivencia, en tanto involucran la

llegada de un “otro” a un territorio del que no hace parte. Por ello se crean y recrean estereotipos y

representaciones en torno a ese otro, percibido como sospechoso, enemigo o invasor. Como argumenta

Sunkel rescatando a Margulis: “[…] los marcos interpretativos de rechazo al inmigrante como sujeto de

exclusión y discriminación aparecen fuertemente teñidos por argumentos de clase y raza, configurando lo

que se ha denominado como la racionalización de las relaciones de clase” (Sunkel, 2005).

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12 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

Desafíos de una integración desde la perspectiva cultural

Responder a la pregunta qué se integra, cómo se integra y para qué se integra remite a pensar por lo

común, limitadamente, que la integración se enmarca en un espacio y un tiempo delimitados y que en ella

entran en juego una serie de actores formales: en la mayoría de ocasiones se pasa por alto que la

integración como proceso debe ser analizada en el marco de una dinámica que sobrepasa las fronteras

nacionales e involucra el encuentro e intercambio entre múltiples sujetos. Nos referimos con ello al proceso

de globalización que determina de forma bastante sustancial los procesos de integración y que, de una

forma u otra, está definiendo quiénes y para qué se integran.

El proceso de globalización plantea, desde la lógica de Martín Barbero, cuatro desafíos que deben ser

considerados a la hora de pensar la integración en el marco de la globalización cultural. Con el primero de

ellos, la revolución tecnológica y la exclusión social, el autor invita a pensar los cambios socioculturales

acaecidos con el advenimiento de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación más allá

de su dimensión tecnológica, para situarlos en el terreno de las transformaciones sociales producidas por

estos artefactos, que, paralelamente, integran a unos y excluyen a otros. Como él mismo señala: “La brecha

digital, es en realidad una brecha social, que impide a la mayoría acceder y apropiarse, tanto física como

económica y mentalmente, de las TIC” (Martín Barbero, 2005).

Lo anterior parte de reconocer la relevancia que ha alcanzado la información para nuestras sociedades, al

punto de convertirse en un valor agregado incorporado en los productos que se consumen, así como en los

procesos de producción; incluso ella misma se ha convertido en un producto que circula y se comercia en

espacios predominantemente digitales. Al margen de esta hipertrofia informática, subyacen otras formas de

comunicación e integración que no pasan necesariamente por los circuitos informacionales. Los relatos

tradicionales, los saberes populares, la memoria de nuestros abuelos y las experiencias de vida de

inmigrantes y campesinos siguen tejiendo identidades, pese a su paulatina devaluación en los escenarios

globales de interconexión digital. En este sentido, el debate entre lo que informacionalmente importa y

aquello que no está hoy más vigente que nunca.

El segundo desafío se ubica en el plano jurídico en el que emerge el derecho a la comunicación, como una

posibilidad que rebasa la discusión sobre el acceso a la información y el equilibrio de los flujos

comunicacionales entre las diferentes regiones del mundo, para instaurarse en un ámbito en el que se

reconozca la participación de los ciudadanos en su conocimiento y en su producción. Las preguntas que

subyacen a los derechos están referidas al tipo de conocimiento que se conecta y a los lugares de los

cuales emana ese conocimiento. Así las cosas, es necesario repensar un proceso de globalización que

trascienda las formas de conocimiento hegemónicas y por ende informatizables, para reconocer el derecho

de la sociedad a contar con esos otros conocimientos que, fruto de la experiencia y la interacción, vinculan

de manera más estrecha a los ciudadanos.

El tercer desafío planteado por Martín Barbero pone de manifiesto los avances alcanzados en torno al

acceso y democratización de la cultura y el conocimiento, que, paradójicamente, se ven limitados por la

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13 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

defensa acérrima de una propiedad intelectual defendida bajo postulados economicistas y rentables, que

van a contravía de las nuevas formas en que las culturas digitales asumen la propiedad desde una

perspectiva colectiva.

Un ejemplo de estos otros espacios de integración que aprovechan el sinfín de posibilidades de conexión y

diálogos con otros que brindan las nuevas tecnologías de la información y la comunicación puede

encontrarse en las 375.659 páginas web que en Argentina, aun en medio de la crisis, intentan generar

procesos de movilización colectiva y empoderamiento ciudadano a través de elementos creativos y

artísticos que emergen desde microespacios sociales como los barrios. Una vez más se comprueba cómo la

red ofrece infinitas posibilidades de emancipación de los sujetos y de integración de las voluntades.

El cuarto y último desafío centra su atención en el doble proceso al que se asiste en una época en la que,

como nunca antes, se reconoce la diversidad, y emergen de manera explosiva una multiplicidad de culturas

locales y de género hasta el momento invisibilizadas que corren paralelas a un importante movimiento de

uniformación de la sociedad en torno a parámetros relacionados con el gusto, la moda, las tendencias

musicales, asociados a un modelo estándar de belleza y éxito social. Desde esta perspectiva, el debate se

centra, como lo plantea Martín Barbero, en “[…] la profunda relación entre la defensa de la diversidad

cultural de las comunidades, ya sean civilizaciones, etnias o culturas locales, y la conciencia ciudadana del

derecho a la diferencia en la vida cotidiana” (Martín Barbero, 2005).

Cerrando con los interrogantes iniciales se presenta con claridad la necesidad de pensar la trama

multiforme de la cultura, de sus industrias, de las identidades y las múltiples formas del narrar, del circular y

de la memoria que inscriben el conjunto de interrogantes y la agenda para las propuestas de comunicación

y formación. ¿Cuáles son los lugares y los asuntos que convocan la integración hoy? ¿Cuáles las tramas

compartidas desde el pasado y los tejidos comunes que soportan los encuentros entre distantes?

Productores, lectores e intérpretes de signos, los ciudadanos diversos de la región son el lugar y el asunto

que trama la comunicación posible.

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14 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

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1 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

Los talleres de Diplomacia Ciudadana como estrategia de integración entre las universidades de la región andina

Óscar Omar Terrones Juárez [email protected]

Óscar Omar Terrones Juárez (Piura, Perú, 1978). Catedrático de la Escuela de Comunicación de la Universidad Católica Santo

Toribio de Mogrovejo (USAT), Chiclayo (Perú), y profesor visitante de la Universidad de Piura (Perú). Imparte materias relacionadas

con la Comunicación para el Desarrollo, Comunicación Internacional, Medios de Comunicación y Diplomacia Ciudadana y Resolución

de Conflictos. A su vez, es coordinador de las áreas Comunicación para el Desarrollo, Comunicación Internacional y Proyección Social

de la Escuela de Comunicación de la USAT. Tiene, además, estudios de maestría en Educación con mención en Teoría y Práctica

Educativa y un diplomado en Comunicación Internacional.

Resumen

Las universidades de frontera tienen una gran oportunidad para llevar a la práctica actividades de

Comunicación Internacional. En el artículo que sigue se explicará la metodología empleada en los Talleres

de Diplomacia Ciudadana y Resolución de Conflictos que hemos organizado y facilitado por seis años con

universitarios de Ecuador, Colombia y el Perú.

Se apostó por la consolidación de la paz, primeramente entre Ecuador y el Perú. En este contexto, se ha

creído conveniente el trabajo desde las universidades, proporcionando formación a los alumnos para que

sean capaces de resolver los conflictos sin necesidad de recurrir a la violencia, superen los estereotipos y

prejuicios persistentes y diseñen estrategias que permitan mejorar los niveles de comunicación entre sus

naciones.

Del mismo modo, se ha tomado conciencia de que la paz es un requisito indispensable para la integración

en la región, y de que esa integración no puede construirse aislada de la participación de la sociedad civil.

Palabras clave: Comunicación Internacional, Diplomacia Ciudadana, Talleres de Resolución de Conflictos,

Integración, Cultura de paz, Región Andina, Intercambio Universitario.

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2 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

Cuenta una historia que después del 11 de septiembre un anciano indígena en los Estados Unidos de

América conversaba con su nieto sobre sus sentimientos ante el ataque terrorista: “Me siento como si

tuviera dos animales luchando dentro de mi corazón. Uno está bravo y quiere venganza. El otro es un

animal de amor y compasión”. “¿Cuál ganará la lucha adentro del corazón?”, le preguntó el nieto. “El que

alimentes”, contestó el anciano (Erstad, 2002).

La historia del ser humano está llena de conflictos. Heráclito (citado por Navas, 1999: 33) no dudó en

reconocerlo. Para este pensador, el conflicto era el principio de todas las cosas y, según esta forma de

verlo, sería algo tan natural como la concordia. “El conflicto” —señala Kaufman— “es inevitable, pero en

principio no hay nada a priori que diga que eso es negativo” (Cherubini, 2008). Nos corresponde, sin duda,

afrontarlos, aunque esto demande un gran esfuerzo.

El “conflicto” ha recibido diferentes definiciones, pero la mayoría coincide en señalar que se trata de un

proceso interactivo que sucede en un contexto determinado y en el que actúan, al menos, dos partes. Cada

individuo o grupo tiene intereses, necesidades, objetivos… incompatibles. Puede haber conflictos sin

violencia, aunque no violencia sin conflicto. Esto último lleva a decir que si bien conflicto y violencia se

relacionan en determinadas circunstancias, no significan lo mismo. La violencia, según Fisas (1998: 24), se

refiere al uso o amenaza de uso de la fuerza o de potencia, abierta u oculta, con el propósito de obtener de

uno o más individuos algo que no consienten libremente o de hacerles algún mal (físico, psíquico o moral).

No es solamente un determinado tipo de acto, sino también una determinada potencialidad. No se refiere

únicamente a una forma de “hacer”, sino también de “no dejar hacer”, de negar potencialidad.

“Conflicto”, a su vez, está muy ligado a otro término: “guerra”. En el ámbito popular se suele confundir el uno

con el otro, reduciendo el conflicto a violencia bélica y entendiendo la guerra como si fuera la única forma de

violencia. Esto ha traído confusiones en el momento de entender el concepto de “paz”, pues comúnmente

se la ha definido contraponiéndola a la guerra o como el periodo de entreguerras, cuando se la debería

definir contraponiéndola a la violencia (la guerra es una forma de violencia, no la única), así como a todo

desorden moral o contrario a la naturaleza.

Los romanos hablaron de pax romana, que tenía que ver con la defensa frente al exterior, frente a aquello

que amenazaba o ponía en peligro el Imperio. La paz griega llevó por nombre eirene, que fue casi sinónimo

de homonoia (armonía). Este concepto de paz griega aludía al mantenimiento de la unidad y el orden

interior de Grecia. Implica un estado repleto de serenidad, ausencia de conflictos, pasividad.

Atendiendo a lo último, la capacidad de actuación frente a la paz estaría reservada únicamente al Estado

(Jares, 1999: 96), a la Diplomacia oficial. En la práctica, puede observarse que ni el Estado ni la Diplomacia

oficial han garantizado siempre la paz posterior a la firma de los tratados, tal como ha sucedido con el

conflicto entre Ecuador y el Perú que, después del Protocolo de 1942, rebrotó varias veces.

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3 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

Este artículo pretende exponer que la paz y la seguridad deben ser competencia también de los civiles y no

solo de los Estados o de los diplomáticos. Suelen ser los civiles los que sufren directamente las

consecuencias de las guerras, de la violencia y, por tal razón, deben ser también los protagonistas que

lideren los procesos de paz. Sin paz tampoco es posible la integración de los pueblos ni el desarrollo ni la

democracia ni el respeto por los derechos humanos (cualquier derecho que se viole, implica

automáticamente violar el derecho a la paz).

Se propone como una herramienta de comunicación para la integración los Talleres de Diplomacia

Ciudadana. Se explicará más adelante la metodología que se ha venido desarrollando, de acuerdo con

nuestra experiencia en la organización y facilitación de estos talleres con alumnos universitarios

procedentes de Colombia, Ecuador y el Perú, y que podrían incluso implementarse para ser trabajados con

otros agentes de la sociedad civil y aplicados a los conflictos incluso internos de muchos países.

Para ello, vamos a explicar brevemente por qué la Diplomacia Ciudadana puede ser un complemento de la

Diplomacia oficial en el cumplimiento de los objetivos de la integración, y por qué puede ser también un

medio eficaz para fortalecer la sociedad civil de la Comunidad Andina y de América Latina.

La Diplomacia oficial ya no es suficiente

En mayo de este año, Hillary Clinton, secretaria de Estado estadounidense, señalaba, dirigiéndose a los

graduandos de la Universidad de Nueva York, que “[…] la diplomacia estadounidense ya no se limita al

Departamento de Estado o a nuestras embajadas”. Y añadía que “[…] la base de los asuntos de Estado en

el siglo XXI se desarrolla en las aulas de universidades, salas de juntas corporativas y salas de operaciones

de hospitales, y se basa en los compromisos y las relaciones personales […]” (Centro Lincoln, 2009).

Las declaraciones de Clinton confirman el giro que la Diplomacia oficial de algunos Estados debe dar, pues

se ha centrado por muchos años o décadas en el secreto o se ha reducido al ámbito interestatal.

Tradicionalmente, la Diplomacia oficial o clásica se ha entendido como “el arte de la negociación”. Pocos

aún comprenden que esta diplomacia debe abrirse más a los públicos internacionales y que es una

poderosa herramienta de comunicación para unir a los pueblos, difundir y promocionar la imagen positiva de

las naciones, acercarse a los civiles para comprender mejor sus necesidades y convertirse en un vehículo

de ayuda o cooperación.

Los Estados ya no son los únicos protagonistas del sistema internacional. Tras los cambios, producidos en

las últimas décadas por efectos de la globalización, cada vez aparecen nuevos centros de decisión,

individuos o grupos no estatales que interactúan también con gran protagonismo internacional, llámense

ONG, grupos religiosos, partidos políticos, empresas multinacionales, universidades, etcétera.

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4 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

Estos nuevos actores hasta diseñan su propia “política exterior” para internacionalizar sus actividades o

contactarse con sus contrapartes en el extranjero. Muchos de ellos se interesan, además, por problemas

que, por lo general, han sido competencia de los Estados, y diseñan estrategias de intervención para

resolverlos; problemas referidos a pobreza, racismo, violaciones de derechos humanos, conflictos armados,

etcétera. Por ejemplo, un buen número de universidades tienen ahora sus propias áreas de proyección

social o responsabilidad social, en las que diseñan planes para mejorar la calidad de vida de muchas de las

poblaciones de la localidad de donde operan; asimismo, cuentan con sus propios departamentos de

Relaciones Internacionales, a través de los cuales firman convenios de cooperación e intercambio,

movilizan a profesores y alumnos, captan cooperación… ¿Esto no sería también Diplomacia? ¿Tendría la

Diplomacia nuevas variantes y agentes?

Lozano (2001: 178) anota una definición de Diplomacia que se podría ajustar ya no solo a los Estados, sino

también a los diferentes agentes que operan con sus actividades internacionales. El internacionalista

español define de esta manera el concepto en cuestión: “Medio de comunicación informativa pacífica e

institucionalizada entre los actores del sistema internacional. Su fin esencial es poner en comunicación a los

actores para conocer sus intereses e intentar resolver sus diferencias de modo negociado, fomentando unas

relaciones internacionales de cooperación y entendimiento”.

Según la definición de Lozano, en ningún momento se hace referencia a los Estados como los únicos

actores de la Diplomacia. Para Lozano, los diversos actores internacionales, llámense empresas

transnacionales, ONG, grupos religiosos, organizaciones deportivas, partidos políticos, universidades,

ciudadanos, etcétera, realizan hoy actividades de este tipo, relacionándose entre ellos e incluso con los

Estados.

La Diplomacia sería, pues, una herramienta, un vehículo o canal de comunicación de los actores

internacionales (estatales o no) que la utilizan para relacionarse entre sí; una poderosa forma de

comunicación internacional en la que las acciones de sus agentes podrían hasta modificar la estructura y

dinámica de las relaciones internacionales.

Por tanto, la Diplomacia oficial, clásica, tradicional, de Estados —entendida, siguiendo a Portugal (2001),

como una herramienta de la política exterior de los Estados—, sería una forma de esa Diplomacia general.

La Diplomacia Ciudadana, en ese sentido, sería otra variante de la Diplomacia. Tiene como actores a

aquellos que provienen del ámbito transnacional, a diferencia del Jefe de Estado o de Gobierno, del Ministro

de Relaciones Exteriores, de la misión diplomática… que son los agentes de la Diplomacia clásica.

Desde sus orígenes ha estado muy ligada al concepto de conflicto. La Diplomacia Ciudadana a la que nos

referimos se acuña como Second Track Diplomacy (Diplomacia de segunda vía). Según Notter y McDonald

(1996), fue el ex embajador estadounidense Joseph Montville quien en 1981 sugirió el término considerando

el poco éxito de las negociaciones oficiales o entre los Estados para llegar a acuerdos que solucionaran

conflictos violentos y dejaran contentas y satisfechas las necesidades de la población involucrada.

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La Diplomacia de segunda vía —la primera vía es la oficial— consideraba el trabajo de profesionales no

pertenecientes al ámbito estatal, pero que estaban capacitados —eran expertos— para ayudar en la

búsqueda de alternativas de solución al conflicto.

Posteriormente, según escribe Ruiz (2004: 88), John McDonald y Louise Diamond, en los años 90 del siglo

pasado, propondrán la expresión Multi-track Diplomacy (Diplomacia de vías múltiples) para referirse a la

Diplomacia como un sistema que comprende varios caminos o vías que permiten a diferentes grupos de la

sociedad participar, con sus propios recursos, en la resolución de conflictos y procesos de paz. Este sistema

considera nueve vías o iniciativas procedentes de la Diplomacia oficial (vía uno), expertos civiles en la

resolución de conflictos (vía dos), mundo de los negocios (vía tres), ciudadanos particulares profesionales

(vía cuatro), educación (vía cinco), activismo comunitario (vía seis, que incluye principalmente el trabajo de

las ONG y grupos pro derechos humanos), religión (vía siete), financiación (vía ocho) y medios de

comunicación (vía nueve).

Bavly propone otro modelo multivial que comprende cuatro vías (Ruiz 2004: 90). Identifica la Diplomacia

oficial o convencional en un primer nivel, mientras que los esfuerzos para la resolución de conflictos

realizados por personal experto, bien informado y comprometido formarían parte de un segundo nivel. El

tercer nivel se reservaría para las organizaciones activistas que trabajen por la resolución de conflictos y

que carezcan de contacto directo con los políticos. Finalmente, el cuarto lo integrarían las poblaciones

partes de un conflicto.

Definimos la Diplomacia Ciudadana de la siguiente manera (Terrones 2007: 6):

Una forma de comunicación internacional, un medio de comunicación entre actores no

estatales del sistema internacional, entre ciudadanos de naciones distintas con fines de

determinados, entre los cuales se encuentran no sólo resolver, lograr, mantener y

consolidar la paz, sino también hacer posible un mayor entendimiento entre las culturas,

promover la tolerancia y el respeto de los valores culturales, la cooperación y el desarrollo

entre los pueblos. Esta diplomacia no se opone a la Diplomacia oficial, sino que la

complementa.

El reciente conflicto entre Ecuador y Colombia y el que actualmente mantiene tensos a chilenos y peruanos

por causa de la delimitación marítima podrían ser tratados desde la esfera civil, proponiendo alternativas de

solución a las partes oficiales. Incluso, el generado entre las ciudades limítrofes de Gualeguaychu

(Argentina) y Fray Bentos (Uruguay) que comparten el río Uruguay en relación con los efectos sociales y

medioambientales que provocaría la planta finlandesa Botnia de pulpa de celulosa ubicada en la zona.

Podría ayudar a que muchos conflictos internos de la Región Andina y de América Latina se resuelvan sin

necesidad de recurrir a tribunales o a la violencia de los Estados; tal es el caso de la situación que atraviesa

Venezuela por su política interna, o los conflictos sociales derivados de la pobreza en muchas zonas de la

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Región.

Del conflicto a la integración: el aporte de los Talleres de Diplomacia Ciudadana a la paz en la

Región Andina

En esta parte se expondrá la metodología de los Talleres de Diplomacia Ciudadana con estudiantes de

Colombia, Ecuador y el Perú por iniciativa del Área de Comunicación Internacional de la Facultad de

Comunicación (FCOM) de la Universidad de Piura (UDEP), del Perú.

Quien escribe ha tenido la oportunidad de organizar y dirigir estos talleres en calidad de profesor visitante

de la mencionada casa de estudios.

Desde el 2002 se desarrolla en la FCOM de la UDEP el Seminario Diplomacia Ciudadana y Resolución de

Conflictos, dirigido a alumnos del décimo ciclo (quinto año) de la carrera de Comunicación. Se estructura en

dos partes: una teórica, que consiste en la explicación de los conocimientos relacionados con la sociedad

civil internacional, el conflicto, la guerra, la violencia y la cultura de paz; y otra práctica, que implica que los

alumnos del Seminario participen de un ejercicio real de Diplomacia Ciudadana. Aquí se les capacita —con

una contraparte extranjera— en las técnicas alternativas de resolución de conflictos.

El Seminario ha sido fruto de los compromisos asumidos por el Área de Comunicación Internacional de la

mencionada Facultad en el I Taller de Resolución de Conflictos y Diplomacia Ciudadana, realizado en

Cuenca (Ecuador) en el año 2000 con la participación de profesores universitarios de Ecuador y el Perú. En

este taller, dirigido por Edward Kaufman y Saúl Sosnowski, expertos de gran prestigio internacional, la

FCOM de la UDEP se comprometió a incluir en su plan de estudio este Seminario, al mismo tiempo que

asumía la responsabilidad de capacitar a los periodistas de frontera en un proyecto denominado Programa

de Capacitación de Periodistas para la Consolidación de una Cultura de Paz en la Zona de Frontera Perú-

Ecuador (2001-2003), que contó con el apoyo económico del Gobierno de Navarra (España) y la ONG

ProPerú. En un segundo taller con profesores que tuvo lugar en Piura en el año 2002, además, el Área

mencionada acordó organizar el primer taller binacional de Diplomacia Ciudadana con alumnos

universitarios de Ecuador y el Perú, sobre todo para consolidar la paz que estos dos países habían logrado

en 1998. Cabe mencionar que todas estas actividades han sido respaldadas por la Asociación de

Universidades del Sur del Ecuador y Norte del Perú (Ausenp).

El Taller de Diplomacia Ciudadana y Resolución de Conflictos

Hasta el momento se han realizado seis talleres con estudiantes universitarios. Los cinco primeros llevaron

por nombre Taller Binacional Universitario de Diplomacia Ciudadana y Resolución de Conflictos, con sus

respectivos subtítulos de acuerdo con el tema central. En los párrafos que siguen enumeramos cada uno de

ellos.

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El primero tuvo lugar el 14 y 15 de noviembre del 2002 con estudiantes de Comunicación de la UDEP y de

Gestión Social de la Universidad de Cuenca. Además de este grupo, participaron en calidad de

observadores un alumno de la Universidad del Azuay (Ecuador) y dos de la K. U. Leuven (Bélgica).

En el 2005, del 14 al 16 de noviembre, se realizó la segunda versión, que tuvo como lema “Conociendo la

cultura del país vecino”. En esta ocasión, además de los alumnos de Comunicación y Gestión Social, se

unieron estudiantes de Historia y Gestión Cultural de la UDEP; y tuvo como escenario la ciudad ecuatoriana

de Cuenca.

Un año después, del 21 al 23 de noviembre del 2006, se produjo un tercer encuentro en Piura, donde

participaron estudiantes de Comunicación, Derecho e Historia y Gestión Cultural de la UDEP con

estudiantes de Ciencias Jurídicas de la Universidad Técnica Particular de Loja (Ecuador). Este taller tuvo

mucha trascendencia, debido a que en Loja dio origen al I Foro-Taller Binacional de Educación para la Paz,

Noviolencia y Derechos Humanos, organizado los días 10 y 11 de mayo del 2007 por la Red Nacional de

Estudiantes por la Paz y Noviolencia (ESPAZ) de Ecuador. Este evento fue liderado por el estudiante

ecuatoriano Israel Celi, quien había participado en el Taller de Diplomacia Ciudadana el año anterior.

Los días 22 y 23 de noviembre del 2007, nuevamente en Piura, el taller se realizó con estudiantes de

Comunicación y Derecho de la UDEP y Gestión Social de la Universidad de Cuenca. Esta versión llevó

como lema “Rompiendo estereotipos”.

Posteriormente, el 20 y 21 de noviembre del 2008, la Universidad de Cuenca albergó como sede a sus

estudiantes de Gestión Social, y a los de Comunicación y Derecho de la UDEP. Este taller resultó muy

importante, debido a que coincidió con los “10 años de paz entre Ecuador y Perú”, frase que también se

escribió en el subtítulo del evento.

Este año (del 21 al 23 de septiembre del 2009), el Seminario y el Taller fueron seleccionados por el proyecto

Formación de Comunicadores Sociales para la Integración Andina de la Federación Latinoamericana de

Facultades de Comunicación Social (Felafacs) para ser parte de la Cátedra CAN sobre Comunicación para

la Integración (capítulo Perú). Esto como producto del trabajo realizado en los años anteriores.

La versión de este año fue nuevamente organizada en las instalaciones de la Universidad de Piura con el

apoyo del Proyecto Acción con la Sociedad Civil para la Integración Andina (Socican), la Comisión Europea

y la Comunidad Andina.

Para esta versión, además de estudiantes de Comunicación y Derecho de la UDEP y de Gestión Social de

la Universidad de Cuenca, se invitó a alumnos de Comunicación de la Universidad de La Sabana

(Colombia).

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Objetivos

Desarrollar la parte práctica del Seminario Diplomacia Ciudadana de manera real entre los

alumnos del Seminario y una contraparte extranjera, con el fin de capacitarlos en las técnicas

alternativas de resolución de conflictos, especialmente en el manejo de la mediación.1

Promover la consolidación de la paz entre Ecuador y el Perú tras la firma del Tratado de

1998. Se consideró que el trabajo con los jóvenes universitarios era de suma importancia para el

futuro de las relaciones bilaterales de estos países, pues ellos —como los demás actores de la

sociedad— están llamados a promover el desarrollo y la seguridad de sus naciones.

Superar la falta de conocimiento y los estereotipos que aún persisten entre colombianos,

ecuatorianos, peruanos… y que impiden la paz y son, a su vez, causa de la desintegración de la

Región.

Proponer estrategias que permitan mejorar los niveles de comunicación y participación de la

sociedad civil de la Región Andina, así como la calidad de vida de las poblaciones, especialmente

de las que se encuentran ubicadas en las zonas de frontera.

Mejorar la convivencia personal, familiar, laboral y social de los participantes, para que sean

capaces de enfrentarse a las dificultades de la vida humana sin necesidad de recurrir a la violencia.

Los talleres han servido, en este sentido, como espacios de formación.

Los participantes

Estos talleres se han diseñado para que participe un máximo de 30 alumnos. En los talleres binacionales

asistieron menos de 25, mientras que en el trinacional el número sí llegó al estimado.

Los participantes han sido, en principio, los que cada año cursan el Seminario Diplomacia Ciudadana y

Resolución de Conflictos que se ofrece principalmente para alumnos del décimo ciclo de la carrera de

Comunicación de la FCOM de la UDEP, pero que, dado el interés que ha generado, se ha ampliado a los de

Derecho e Historia y Gestión Cultural de la misma Universidad.

Los alumnos extranjeros que participaron provenían de las licenciaturas de Gestión Social, Ciencias

Jurídicas y Comunicación con interés por los siguientes temas: resolución alternativa de conflictos, derecho

internacional, desarrollo, periodismo internacional, diplomacia, historia, relaciones internacionales,

comunicación internacional o intercultural. Cabe señalar que esto no limitaba a estudiantes de otras carreras

que pudieron haber participado. Lo importante era que estuvieran interesados en los temas de carácter

internacional.

Entre las universidades que se unieron al proyecto destacan la Universidad de Piura, la Universidad de

Cuenca, la Universidad Técnica Particular de Loja y la Universidad de La Sabana. Cada una se encargó de

1 En la mediación, las partes tratan de resolver su conflicto con la ayuda de un tercero. El mediador actúa como intermediario para la

negociación o como facilitador que estimula el diálogo para que las partes lleguen a un acuerdo pacíficamente. El mediador, además

de saber expresarse, debe saber escuchar, tener cualidades de comunicador.

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seleccionar a sus estudiantes de acuerdo con el perfil mencionado. Además del buen expediente académico

de cada estudiante, se sugería dar preferencia en la selección a aquellos que hayan realizado prácticas

preprofesionales en cualquiera de estos campos.

Duración

Los talleres binacionales duraron dos días, y el trinacional, tres. A pesar de ello, se recomienda que, si se

cuenta con el presupuesto necesario, ambos duren una semana.

Programa

El programa del Taller incluyó diversas actividades que a continuación se sintetizan:

a. “Operación Amigo”

Es una estrategia de comunicación que contempla el alojamiento y la alimentación de los alumnos

extranjeros en las casas de sus compañeros anfitriones o de aquellas familias del país sede que ofrecen

sus hogares para acogerlos.

Ha permitido a los alumnos extranjeros conocer las costumbres, la gastronomía, la historia y la información

que maneja la familia que los acoge. Se consideró esta idea para ayudar a romper estereotipos y prejuicios

con los que podían llegar los alumnos visitantes; pero también ha sido una excelente idea para ahorrar los

gastos que suponía alojar a los visitantes en hoteles.

La convivencia con las familias ha sido exitosa. Por ejemplo, la familia piurana Montenegro Montejo se

identificó muy bien con esta actividad. Brindó alojamiento y alimentación a estudiantes ecuatorianos y

colombianos en todos los talleres que tuvieron como sede la ciudad de Piura. Estos detalles, además, se

han visto como un acto de solidaridad de todos los estudiantes y familias que creen que la integración es

posible.

b. “El Rompehielo”

Es una estrategia de comunicación que implica el desarrollo de dinámicas de presentación entre los

participantes del Taller. Pretende romper el aislamiento, la falta de confianza o desconocimiento y abrirse

más al grupo, logrando la empatía suficiente para participar.

Durante los talleres, las dinámicas incluso ayudaron para relajar a los participantes tras dos o tres días de

trabajo intenso, sobre todo cuando en los ejercicios para resolver conflictos volvían a sus papeles reales de

ecuatorianos, colombianos o peruanos.

Se recomienda que las dinámicas se realicen de acuerdo con los objetivos que se pretenden alcanzar

durante el Taller.

“Los Rompehielos” que se manejan en estos talleres duran entre una y dos horas. Es preferible realizarlos

fuera del salón donde se hace el taller. Así, puede recurrirse a los jardines de la universidad, a canchas

deportivas, al patio…

c. Resolución de conflictos (simulación)

Esta es una de las partes más importantes del Taller, puesto que supone formar a los estudiantes no solo

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para que sepan prevenir conflictos, sino también para afrontarlos (lo que suele llamarse “provención”).

Los alumnos aprenden a diferenciar entre conflicto, violencia y guerra, ya que ello también supone entender

mejor la paz. A esto ya nos hemos referido en la parte inicial del texto.

El taller suele centrarse, de manera especial, en el análisis de todas las estrategias que pueden emplearse

frente al conflicto: uso de la fuerza, arbitraje, negociación, mediación y reconciliación. Se ha incidido sobre

todo en la mediación.

Quienes dirigen los talleres actúan como mediadores o facilitadores. Se trata de unos terceros neutrales,

cuyo papel consiste en generar la comunicación —de manera imparcial— para que las partes encuentren

una solución pacífica.

Se ha contado, además de quien escribe, con facilitadores formados en el Centro para el Desarrollo

Internacional y Resolución de Conflictos de la Universidad de Maryland; es el caso de los profesores

Enrique Santos de Ecuador y Fernando A. de Villena del Perú, así como de Carlos García del Centro de

Análisis y Resolución de Conflictos (Cenarc) y profesor de la Universidad Técnica Particular de Loja, y de

Dolores Sucoshañay, profesora de la Universidad de Cuenca. Cabe resaltar que la profesora Sucoshañay

participó en calidad de estudiante de pregrado en la primera versión de estos talleres, realizada en Piura en

el 2002.

Se ha recurrido a la simulación. Los estudiantes suelen intervenir asumiendo su propia nacionalidad:

colombianos, ecuatorianos y peruanos.

En la versión del 2008 se usó el caso de la llegada de comerciantes peruanos al mercado cuencano, que

significaba una desventaja para los vendedores de Ecuador, ya que los peruanos solían vender sus

productos a menor precio. Esto generaba conflicto en ambos grupos, y los ecuatorianos pedían el desalojo

de los comerciantes peruanos.

Se ha tratado de que los casos tengan relación con las naciones de las cuales provienen los participantes

del Taller. Se solía disponer dos grupos: uno de comerciantes peruanos (alumnos participantes peruanos) y

otro de comerciantes ecuatorianos (alumnos participantes ecuatorianos). Se les daba, luego, unos minutos

para que cada grupo debatiera sobre el caso, y después se nombraba a dos representantes por grupo para

que iniciaran la resolución del conflicto con su contraparte: se usaba una mesa donde los grupos se

ubicaban a los extremos, mientras que el facilitador —que era un profesor2— ocupaba la parte central.

Durante la resolución suelen ocurrir situaciones inesperadas. Varios estudiantes (partes en conflicto) se

dejan llevar por sus emociones e incluso corren el riesgo de perder el control cuando el conflicto no llega a

2 Es recomendable que el mediador o facilitador sea un tercero que no pertenezca a las partes en conflicto. En estos talleres, los

profesores hicieron las veces de mediadores, aunque lo ideal hubiera sido que el mediador procediera de una institución diferente de

las universidades participantes, como sucedió este año (2009) con el facilitador que llegó desde Maryland.

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resolverse. A pesar de que es una simulación, los participantes reflejan su condición de ecuatorianos,

colombianos y peruanos e interiorizan el proceso.

Posteriormente, cuando finaliza la simulación, el profesor que actuó como mediador analiza el

comportamiento de los estudiantes en ella, así como las estrategias usadas por ellos; sugiere lo que no

deben hacer cuando se encuentran en este proceso. Es una buena experiencia para ellos, ya que al final

comprenden que la comunicación es el mejor recurso para transformar el conflicto o encontrarle la solución

adecuada. En esta aparte ayuda mucho el “rompehielo” inicial. Sin este recurso los alumnos no serían

capaces de retomar sus relaciones construidas el primer día del Taller.

Cabe aclarar que, en parte, estos talleres son una adaptación de lo que propone Edward Kaufman,3 experto

en este tipo de actividades.

Se recomienda que, durante el Taller, los participantes se ubiquen formando casi un círculo, y que, si se

hacen otras actividades, se los agrupe de manera impar para facilitar la toma de decisiones. Por ejemplo, en

un grupo de cuatro la toma de decisiones puede ser más difícil que en un grupo de cinco. El impar tomará la

decisión si es que dos están a favor y dos en contra frente a una situación.

d. Superación de estereotipos

Otra sección del Taller consiste en hacer un ejercicio para conocer la cantidad de estereotipos que tiene

cada parte respecto de las demás, esas imágenes o ideas que nos llevan a generalizaciones muchas veces

erróneas sobre individuos o grupos y que son muy usuales en los conflictos. Se incidió en esto entre los

estudiantes de Ecuador y el Perú, ya que después de la paz de 1998 aún perduraban estereotipos y era

necesario superarlos para mejorar las relaciones bilaterales.

Se pedía a los participantes que se agruparan por su respectiva nacionalidad. Se les proporcionaba,

después, papelotes y plumones para que escribieran las ideas o imágenes negativas que tenían de su

contraparte. Este ejercicio, aparentemente fácil de realizar, resultaba muy complejo para cada participante,

puesto que implicaba sinceridad. “¿Cómo voy a decirles lo que he pensado de ellos antes de venir si nos

están tratando tan bien?” “No puedo decirles esto si son nuestros invitados.” Era una especie de catarsis,

tan necesaria para iniciar esa ruptura de estereotipos que traían desde sus países. A pesar de estos

temores, lograron decir lo que en realidad pensaban del otro. Aquí enumeramos algunas de esas ideas:

“gallinas”, “monos”, “picones”, “abusivos”, “desordenados”, “convenidos”, “ladrones”, “hablan feo”, “su

comida es horrible”, “robafronteras”, “narcos”, “guerrilleros” y un sinfín de conceptos y adjetivos.

Lo interesante aquí no fueron solamente las enumeraciones que podían hacer, sino saber sustentar por qué

las usaban para referirse al otro. La mayoría señalaba que lo hacían porque las empleaban sus

connacionales o porque habían escuchado esas palabras de sus padres, abuelos o conocidos. Jamás

3 Véase: <http://www.centrolindavista.org.mx/archivos_index/l_internacionales/Lecturas_Internacionales_5.pdf>.

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supieron dar una razón consistente. Muchos se habían adelantado a enjuiciar sin haber conocido

previamente el otro país o haber tenido contacto con alguien de allí. Al final, concluían que les faltaba

mucha información para entender al otro. El Taller era una gran oportunidad para hacerlo.

Para que no hubiera un desequilibrio se les pidió, de igual manera, que enumeraran los aspectos o ideas

positivas que tenían de la otra parte. Aquí sí parecían tener razones de peso para justificar los calificativos

que usaban. Sin duda, la comunicación era una poderosa herramienta para superar estereotipos.

e. Propuestas

Se incluyó también en el programa un espacio para que los alumnos investigaran y propusieran estrategias

que permitan mejorar la comunicación y relaciones entre sus respectivos países, pero desde la esfera civil.

Esto sucedió a partir del cuarto Taller (2007).

Entre los trabajos que presentaron cabe mencionar los siguientes: “¿Cuáles son los principales estereotipos

existentes entre los peruanos respecto de los ecuatorianos y viceversa?”, “Tratamiento de los medios de

comunicación peruanos respecto a la información procedente de Ecuador y viceversa”, “El blog de la paz”,

“Adopta un secuestrado”, “La importancia de la creación del Consejo Juvenil Integra para la Comunidad

Andina (Cojican)”, “Estrategia de integración andina a partir del uso del weblog”, etcétera.

f. Promoción e intercambio cultural

Se consideró que la cultura debe cumplir en la integración un rol más que importante. Los talleres, así, se

convirtieron en espacios para el intercambio intercultural. Se incluyeron, por ejemplo, cenas y almuerzos de

camaradería en los que los participantes confraternizaban, además de degustar y conocer la historia y

preparación de la comida del país anfitrión. Aquí se contó con el auspicio de varias instituciones. En el Perú,

se recibió el apoyo del diario Correo, la Municipalidad Distrital de Catacaos y el Consulado General de

Ecuador en Piura.

Otra actividad que se incorporó en el Taller del 2008 fue lo que se ha llamado “Encuentro de culturas” y que

tuvo mucha incidencia en el trinacional. Consiste en que los representantes de las delegaciones que

participan deben promocionar o mostrar lo representativo de la ciudad de donde proceden. Este año (2009),

verbigracia, los participantes de Piura, Cuenca y Bogotá mostraron videos, gastronomía, dípticos, artesanía

y bebidas típicas de sus respectivas ciudades. Se consideró que no solo hay que sentirse orgulloso por la

propia cultura, sino también compartirla como un acto de solidaridad y de integración. En el caso del Perú,

las instituciones iPerú y PromPerú se unieron a la causa proporcionando material de promoción.

Es preciso mencionar, por otro lado, que una de las actividades importantes han sido los city tour o paseos

por la ciudad anfitriona. En los talleres del 2002, 2005 y 2009 se incluyeron estos viajes como actividad para

que los participantes conocieran más de la ciudad que los cobijaba. En el Taller del 2005, por ejemplo, se

usaron los carros típicos de la ciudad, llamados “chivas”, para que los alumnos tuvieran una vista de

Cuenca de noche. Igualmente, este año (2009) la organización consideró un recorrido por el distrito piurano

de Catacaos, muy conocido por su comida y trabajos de artesanía. Una banda de músicos del pueblo

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13 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

esperó a la entrada del distrito y acompañó a las delegaciones hasta la municipalidad, donde el Alcalde les

ofreció un homenaje con bailes típicos.

g. Noche cultural

En el taller trinacional se incluyó, igualmente, una noche cultural para que los extranjeros sintieran el calor y

el cariño de todo el claustro universitario anfitrión. Se pidió con anticipación que tanto los ecuatorianos como

los colombianos realizaran uno o más bailes típicos de su respetivo país, incluido el vestuario.

Durante la verbena se presentaron bailes peruanos, música juvenil, un video promocional del Perú, entre

otros. Se cuidaron todos los detalles: hasta los presentadores debieron lucir vestimenta típica de Piura. La

noche cultural fue uno de los elementos más emotivos de este Taller.

h. Compromisos, evaluación y conclusiones

En los talleres, el momento de los compromisos ha tenido un tiempo especial de una hora, puesto que

permite determinar la continuación y los objetivos por alcanzar para el futuro. Aquí las delegaciones

proponen las actividades que planean realizar después de lo aprendido en los talleres. Por ejemplo, en una

versión de estos talleres, la del 2006, el compromiso fue crear un blog en el que se pudiera encontrar

información sobre Ecuador y el Perú; así, los que participaron en el Taller del 2007 dieron vida a “El blog de

la paz”.4 Igualmente, en la versión de 2008, en Cuenca, los participantes se comprometieron a integrar a

Colombia en la versión del siguiente año y así se hizo, razón por la cual el Taller llegó a ser trinacional.

La evaluación del Taller resulta, del mismo modo, relevante. Aquí se han usado unas hojas con ítems para

marcar y evaluar distintos aspectos del taller: organización, calidad de los facilitadores, conferencistas, el

alojamiento en las casas, la atención, los horarios, los salones de trabajo, los city tours, la noche cultural, los

recesos, así como los aspectos positivos y negativos de cara a las siguientes versiones. Esto se hace en un

tiempo de 15 minutos.

Hay también un espacio para elaborar las conclusiones a las que se ha llegado. Se hace en un espacio de

una hora más o menos. Se acostumbró a designar a un representante de cada delegación para que dirijan

unas palabras en la clausura del evento.

El Taller finaliza con la clausura donde, además, de entregarse los certificados a los participantes, se suele

invitar a autoridades universitarias y representantes de la Diplomacia. Lo mismo sucede en la inauguración.

i. Principales efectos

Capacitación a más 120 jóvenes líderes de universidades de frontera en temas de paz,

resolución de conflictos y comunicación para la integración.

Dolores Sucoshañay, docente de la Universidad de Cuenca (Ecuador), facilitó los talleres

del 2007 y 2008. Ella participó en el del 2002 en calidad de alumna de pregrado.

4 Véase <http://elblogdelapaz.wordpress.com/>.

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Sustentación de la primera tesis sobre Diplomacia Ciudadana. Marianella del Pilar Rubio

Córdova, ex alumna de estos talleres, obtuvo la licenciatura en Comunicación por la Universidad de

Piura con la investigación titulada “Los talleres binacionales universitarios como un instrumento

eficaz de la Diplomacia Ciudadana para la integración y la construcción de una cultura de paz: V

Taller Binacional Universitario de Diplomacia Ciudadana y Resolución de Conflictos entre las

universidades del sur del Perú y norte de Chile”. La autora sustentó su trabajo en el año 2008 y

obtuvo la máxima calificación del jurado.

Iniciación a los jóvenes en el intercambio académico y cultural.

Turismo académico.

Escritura de artículos de opinión y crónicas por los propios participantes de los talleres y los

profesores encargados (textos publicados en medios escritos).

Mayor conocimiento de la cultura del otro, encuentro de similitudes y superación de

estereotipos, no solamente por los alumnos participantes sino también por las familias que alojaron

a los extranjeros.

Se han hecho alianzas para la realización de estos eventos con cónsules, universidades,

empresas, sociedad civil, familias, etcétera, actuando en calidad de auspiciadores de estos talleres.

El Seminario y el Taller fueron seleccionados para ser parte de la Cátedra CAN sobre

Comunicación para la Integración los días 21, 22 y 23 de septiembre del 2009. Esta versión,

además, se transmitió en vivo y de manera virtual desde su página web.5

Apertura de líneas de investigación sobre el tema en las universidades participantes. Por

ejemplo, la Universidad de La Sabana (Colombia) ha asumido, además, el compromiso de ser sede

del Taller en el año 2010.

Quien escribe fue invitado por el proyecto: Formación de Comunicadores Sociales para la

Integración Andina de Felafacs y por la Universidad Mariana (Pasto, Colombia) para participar como

conferencista en la Cátedra CAN sobre Comunicación para la Integración: Comunicación,

Integración y Cambio Social en Zonas de Frontera” (Capítulo Colombia). En dicho evento, que tuvo

lugar en la Universidad mencionada los días 29 y 30 de octubre del 2009, se presentó la

metodología de estos talleres en una conferencia titulada Diplomacia Ciudadana: Comunicación

para la Paz y la Integración.

A modo de reflexión

Una de las ideas que motivó la realización de estos talleres ha sido que “la firma de la paz no siempre

garantiza que el conflicto no se reanude”. Por tanto, es preciso incidir, una vez que el conflicto ha sido

resuelto, en los procesos de consolidación de la paz para que esta se haga sostenible y de la mano con los

ciudadanos o las poblaciones afectadas.

Ahora bien: como se ha señalado en una parte del texto, el conflicto bélico o guerra es una de las tantas

formas de violencia, por lo que estos tipos de talleres están también destinados a tratar otras formas de

5 Véase <http://fcom-udep.net/trinacional/>.

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violencia como aquellas que tienen su origen en la pobreza, el racismo, la xenofobia, la falta de acceso y el

mal uso de los recursos naturales, el contrabando, etcétera, que muchas veces surgen en las fronteras de

los países o en el interior de ellos. Es más: se sugiere a los alumnos participantes que cuando regresen a

sus ciudades de origen, ejecuten estrategias que ayuden a los connacionales a desarrollar sus capacidades

en la resolución de este tipo de conflictos, tal como sucedió con el alumno ecuatoriano Israel Celi, quien

organizó, con sus compañeros de la UTPL (Loja, Ecuador), un foro-taller donde se discutió sobre educación

para la paz, noviolencia y derechos humanos.

A pesar de que hay un rebrote de conflictos internos, sobre todo étnicos, políticos y sociales en el interior de

las naciones, no deben descuidarse los conflictos entre Estados que aún no se logran superar del todo. Ahí

se tiene el conflicto marítimo entre Chile y Perú, el de Ecuador y Colombia, el interminable entre Israel y

Palestina… En la actualidad, en América del Sur se ha denunciado el desarrollo de una política

armamentística que, sin duda, alerta.

Una de las instituciones más universales es la Universidad (del latín universitas), que, por tanto, está

llamada a ser un agente de integración entre individuos, pueblos y culturas. La falta de paz/violencia es

también, en parte, un problema de formación que la Universidad puede ayudar a suplir. Más responsabilidad

tienen las que están ubicadas en las zonas de frontera. La iniciativa debe partir desde allí.

Los Talleres de Diplomacia Ciudadana y Resolución de Conflictos se convierten así en una buena

herramienta para acercar a los universitarios de diferentes naciones y una estrategia para fortalecer las

asignaturas relacionadas con la comunicación internacional y las relaciones internacionales, cuyas

propuestas muchas veces corren el riesgo de quedarse en el papel. Son, al mismo tiempo, una oportunidad

para poner en acción a la sociedad civil de la Región Andina o de América Latina, aún muy debilitada y

hasta desentendida de los temas de paz y seguridad en la Región. Piensan los civiles que esto es solo tarea

del Estado o de la Diplomacia.

Si nos alimentamos de paz, tendremos paz; si nos alimentamos de odio o venganza, eso cosecharemos. La

respuesta del abuelo a su nieto en la historia que contamos al iniciar este texto tiene un componente de

sabiduría muy elevado y necesario para que los pueblos logren su desarrollo y las personas su

autorrealización.

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16 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

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1 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

Percepción, sentidos y significados de la CAN y la integración: Estudios cualitativos en público universitario Gina Gogin Sias

Gina Gogin Sias. Licenciada en Ciencias de la Comunicación, Magíster en Antropología por la PUCP, con estudios de especialización en

Investigación Cualitativa en Quito, España y Chile. Trabaja en docencia universitaria y consultoría de proyectos de desarrol lo en las

áreas de Comunicación para el Desarrollo y de Investigación de campo. Amplia en investigación en zonas urbanas, zonas rurales

andinas y amazónicas. Ha participado como consultora e investigadora independiente en proyectos de instituciones públicas y privadas,

así como de organismos nacionales e internacionales como CIESPAL, el Área de Proyectos Sociales de la Embajada de Holanda, el

Proyecto Salud y Nutrición Básica del MINSA, el Proyecto Pro-Joven del Ministerio de Trabajo, la ONPE, el Instituto de Investigación

Nutricional, Arellano Consultores, Chirapaq (Centro de las Culturas Indígenas), entre otros. Actualmente es docente de la Escuela de

Postgrado de las universidades San Martín de Porres y Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Enseña en el pre-grado de la

Universidad Privada del Norte (UPN) los cursos de Comunicación para el Desarrollo y Taller de Radio.

ABSTRACT

“Dentro del imaginario de los países que forman la Comunidad Andina, deben existir una gran cantidad de versiones no sólo acerca de lo que es ser “andino”, si no también de lo que es la CAN y la Integración.”

1 Es

ésta primera frase del texto de Fabián Vallas, la que nos motivó a participar en este número de DIÁ-LOGOS dedicado al tema de la Comunicación e Integración. Pensamos que podíamos aportar con una pequeña investigación, que desde la perspectiva cualitativa, nos permitiera contar con información sobre las “PERCEPCIONES, SENTIDOS Y SIGNIFICADOS de la CAN y la INTEGRACIÓN”. Pues sin la investigación no se conoce nada, sólo se especula. Por ello, y como parte de una investigación de alcance mayor, decidimos realizar un primer levantamiento de información que nos brindara información sobre el nivel de conocimiento que sobre la CAN y la Integración tienen los ciudadanos comunes y corrientes. Para ello, y usando la técnica de la entrevista estructurada hemos recogido, a partir de tres preguntas básicas, el “Discurso” sobre qué es la Can y qué es la Integración; siendo una indagación de carácter cualitativo, se recogieron y transcribieron las respuestas textuales de los informantes. Pues para nosotros es desde las gramáticas de recepción, los códigos de percepción y los modos de acceso a la información, que se puede tener una aproximación al imaginario de los sujetos sociales. Por tanto el Discurso es el punto de partida de cualquier proceso de pretenda acercarse a la formación de las cosmovisiones de la gente. Por esta razón nos parece necesario explicitar nuestra definición de comunicación.

Para nosotros la comunicación no es sólo un elemento “facilitador” de relaciones humanas, la comunicación es un “Proceso de Producción de Sentido”. En esa línea, el discurso se constituye como la “puerta de entrada” para examinar cómo se construye el sentido y en términos generales, la visión del mundo y de la realidad. No hay duda pues que la comunicación construye, re-semantiza o carga de sentidos nuevos a las palabras, frases o en general los discursos que se producen a partir de ella. Lamentablemente, en este caso, por problemas de tiempo y de escasez de recursos, tuvimos que resignarnos a tener como “data” únicamente las respuestas a las preguntas planteadas. Por tanto, lo que mostramos, a modo de Reporte de Resultados” es la “punta del iceberg”, es decir la Discursivizacion de las concepciones de los informantes. Queda pendiente una investigación mayor que de cuenta de cómo se forman esas concepciones, y cuales son los canales por los cuales se accede a la información que sobre la Can exhiben nuestros informantes.

1 VALLAS, Fabián. Sinopsis (doc.)

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2 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

Introducción

“Dentro del imaginario de los países que forman la Comunidad Andina (CAN), deben existir una gran

cantidad de versiones no solo acerca de lo que es ser „andino‟, sino también de lo que es la CAN y la

integración”, cita Fabián Vallas en la sinopsis de la convocatoria a esta edición de la revista Diálogos.

Fue esta frase la que nos motivó a participar en este número dedicado al tema de la comunicación y la

integración. Pensamos que podíamos aportar con una pequeña investigación que, desde la perspectiva

cualitativa, nos permitiera contar con información sobre las “percepciones, sentidos y significados de la CAN

y la integración”. Por eso, y como parte de una investigación de alcance mayor, decidimos realizar un primer

levantamiento de datos que nos brindara información sobre el nivel de conocimiento de la CAN y la

integración. Usando la técnica de la entrevista estructurada, hemos recogido, a partir de tres preguntas

básicas, el “discurso” sobre qué es la CAN y qué la integración. Por tratarse de una indagación de carácter

cualitativo, se recogieron y transcribieron las respuestas textuales de los informantes.

Creemos que es desde las gramáticas de recepción, los códigos de percepción y los modos de acceso a la

información que se puede lograr una aproximación al imaginario de los sujetos sociales. Por eso

entendemos el discurso como el punto de partida de cualquier proceso que pretenda acercarse a la

formación de las cosmovisiones de la gente.

Para nosotros la comunicación no es solo un elemento “facilitador” de las relaciones humanas: es asimismo

un “proceso de producción de sentido”. Y, en esa línea, el discurso es la “puerta de entrada” para examinar

cómo se construye el sentido y, en términos más generales, la visión del mundo y de la realidad. No hay

duda pues de que la comunicación construye, re-semantiza o carga de sentidos nuevos a las palabras,

frases y discursos que se producen a partir de ella.

Lamentablemente, por problemas de tiempo y de escasez de recursos, tuvimos que resignarnos a contar

como data solo las respuestas a las preguntas planteadas a nuestros entrevistados, de modo que lo que

aquí se muestra es un “reporte de resultados”, la punta del iceberg, la „discursivización‟ de las concepciones

de los informantes. Queda por eso pendiente una investigación mayor que dé cuenta de cómo se forman

esas concepciones y cuáles son los canales por los que se accede a la información que sobre la CAN

exhiben nuestros informantes.

A propósito de estos, debemos decir que quisimos trabajar con un público universitario compuesto por

jóvenes del interior del país y, más concretamente, de Cajamarca. Pero el periodo vacacional interciclos y la

poca respuesta a la convocatoria vía mailing nos obligaron a cambiar de público, de modo que,

manteniendo el elemento “universitario”, entrevistamos a distintos tipos de personas a partir de la técnica de

la “bola de nieve”. Componen pues la muestra estudiantes del primer ciclo y de niveles superiores, pero

también personas ya insertadas en el mundo laboral que dejaron las aulas universitarias hace muchos años,

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3 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

así como otras que, cuando se les preguntó por su grado de educación, respondieron “superior”. Esta

“variopinta” muestra nos ha permitido así encontrarnos con factores bastante más importantes y gravitantes

que la educación formal.

Una vez concluida esta suerte de “trabajo de campo previo”, se lo presentamos a Julio Mateus y Elohim

Monard, a quienes debemos agradecer por animarnos a realizar este, para nosotros, primer estudio

cualitativo de lo que conoce, significa y simboliza la CAN para ciudadanos “comunes y corrientes”, es decir,

no ligados al mundo intelectual ni cultural, ni al de las ONG, ni al de los organismos de cooperación

internacional.

A partir de esta motivación, y con la colaboración de alumnos de la Universidad Privada del Norte en

Cajamarca y del Centro de Extensión y Proyección Social de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos,

a quienes también agradecemos, pudimos llevar a cabo esta investigación inicial sobre las percepciones,

sentidos y significados de la CAN para un público universitario.2

La realización de esta investigación ha estado marcada por situaciones muy “precarias” para la que

suscribe. No teníamos mucho tiempo, no contábamos con recursos humanos capacitados ni, menos aun,

con el perfil de informante que deseábamos. Así que tuvimos que trabajar aceptando las condiciones que la

realidad nos imponía en ese momento. Por ello, como ya dijimos, tuvimos que hacer varias modificaciones

sobre el camino y que listamos a continuación porque forman parte del componente metodológico que se

desarrolla más adelante:

1. El público inicialmente escogido varió de universitario a de “educación superior”, pues debimos

trabajar en el periodo vacacional, comprendido entre julio y agosto.

2. La selección de la muestra fue completamente “al azar”, pues solo nos guiaba la categoría

antes mencionada. Por tanto, echamos mano de aquellas personas que, cumpliendo ese

requisito, teníamos a nuestro alrededor. Pero otro de los criterios que nos sirvió, así parezca

poco o nada científico, fue el número de entrevistas que podíamos hacer, incorporando para ello

el factor de género (es decir, no olvidarse de entrevistar a mujeres y hombres en “cantidades”

similares).

3. La única técnica que utilizamos fue la llamada entrevista estructurada; pero lo que más nos

importó fue la capacitación en los modos de aplicación. La perspectiva cualitativa de

investigación fue por eso el punto de partida de la metodología. Cada persona que colaboró

tuvo en cuenta que el protagonista era el entrevistado, que su discurso merecía el mayor de los

respetos, que no buscábamos respuestas correctas o incorrectas; y, finalmente, que el propio

investigador también influía en el escenario. En suma, se tomaron en cuenta aquellos aspectos

que se conocen como “comunicación no verbal”. Este elemento, así como la “situación” de

2 Agradezco en especial a Isabel Ampuero, Rocío Hilario, Cintia Díaz, así como a Richard Licetti, por el apoyo y colaboración para la

realización de este trabajo.

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aplicación del instrumento, fueron de gran riqueza y utilidad en el ordenamiento y

procesamiento cualitativo de las respuestas (tomadas textualmente) y para elaborar el reporte

de resultados, pues los entrevistadores tuvieron la obligación hacer un reporte de observación

de la aplicación de la guía de preguntas elaboradas de cada una de las entrevistas realizadas.

4. Las tres preguntas-guía, como se podrá leer más adelante, fueron elaboradas para que el

entrevistador no considerara solo el discurso oral del entrevistado, sino también el corporal, el

sonoro y el de los acercamientos y distancias: la proxemia. Hubo incluso casos en los que se

recurrió a la grabación en video de la entrevista, pues queríamos conocer también qué nivel de

distorsión o influencia causa la tecnología en este tipo de estudios.

5. Finalmente, las modalidades y situaciones de aplicación fueron de lo más variadas. Recurrimos

desde pedir como favor que se nos contesten las preguntas, la irrupción drástica e inesperada

de conversaciones grupales, hasta la preparación del informante para la ejecución del

instrumento. Es decir, echamos mano del teléfono y del mail; de la conversación previa y de la

irrupción inesperada. Estos factores también influyeron en el tipo de respuestas.

Por todo lo anterior, el texto que presentamos no constituye una investigación terminada, sino solo un

primer levantamiento de información sobre la imagen y el conocimiento de la CAN. Por eso, aquí hemos

querido presentar solo el “reporte de resultados”, pues creemos que no estamos aún en condiciones de

interpretar las respuestas. Sin embargo, y a pesar de que no se estila hacerlo, decidimos incluir parte de “la

cocina del investigador”; es decir, señalar nuestros puntos de partida teórico-metodológicos, así como

presentar pequeñas “muestras” (esto es, las respuestas de los propios informantes) de la data, que hablan

mejor por sí solas que en la interpretación, que hubiera requerido un marco analítico para el análisis del

discurso y un estudio del perfil sociocultural y lingüístico del informante; en suma, un mayor conocimiento de

este en tanto sujeto social de su respuesta. Aun así, como suelo hacer en mis trabajos de investigación,

incluyo al final del texto un acápite que llamo “Reflexiones en voz alta” en el que me permito, como

investigadora, intentar una explicación de las respuestas y brindar algunas “pistas” sobre nuevas y posibles

líneas de investigación; así como algunas recomendaciones comunicacionales para mejorar la

comunicación entre la institucionalidad y el ciudadano “común y corriente”.

Objetivos

Nos interesaba ver al sujeto no solo como objeto de prácticas ciudadanas e institucionales, sino desde la

construcción del sentido que explica y da orientación a sus vidas en el momento actual. El problema del

sentido está pues en el centro de la cultura, razón por la cual conocer la cultura es también conocer cómo

piensa, percibe y conceptúa el hombre y la mujer de hoy la imagen de la CAN y de la integración, al margen

de los documentos oficiales. El punto de partida es su capital cultural respecto del objeto de estudio.

Creemos, como Reguillo (1997), que los imaginarios que alimentan hoy las prácticas sociales urbanas

pasan también por el mundo de las creencias. Aquellas que percibimos en las que ella llama “tribus” de la

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5 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

ciudad, que interactúan en la esfera pública a partir de sus propias significaciones, temores, dudas y

certezas. Nosotros partimos de los imaginarios que se construyen en los espacios urbanos globales de hoy.

Es desde ahí que queremos contribuir al esfuerzo de la CAN por acercarse a la sociedad civil. Todo lo

anterior sustenta la elección de la perspectiva cualitativa de esta investigación.

Nuestras premisas teóricas:

- Rol del discurso en la investigación.

- El contexto: La comunicación para el desarrollo.

La comunicación social, el discurso como puerta de entrada

Dice Blanco: “La comunicación privilegia el momento de la circulación de mensajes, mientras que al mismo

tiempo reprime y olvida los procesos de producción que lo hacen posible […]. Sin embargo, el sentido no se

hace visible más que a partir de los procesos productivos que lo han engendrado”.

Las operaciones de producción son básicamente dos: la selección y la combinación. La primera opera entre

las posibilidades que le ofrecen los paradigmas lingüístico-culturales, y la segunda se rige por las reglas

impuestas tanto por el sistema lingüístico como por el contexto social y cultural en el que se ubica el sujeto.

De ello se desprende, pues, que el sentido de una palabra, de una frase, de una expresión o de un texto

escrito no existe en sí mismo ni por sí mismo. Dicho de otra manera: “[…] los sentidos no están pegados a

las palabras o a las frases de una vez por todas, sino que en cada caso, cada situación concreta, la palabra,

la frase adquiere un sentido definido y concreto”.

De lo recién dicho se colige que el sentido tampoco se encuentra en la lengua como sistema. La lengua no

tiene sentido: es un puro sistema de posibilidad; una competencia, al decir de Noam Chomsky. De ahí que

lo que el discurso expresa no solo es, además del sentido, la “historia” personal y social del sujeto-

productor, su capital o competencia lingüística, a través de lo que Blanco denomina “marcas y huellas”, sino

también su ubicación en la estructura de clases.

Solo la investigación puede dar cuenta de estos procesos que se ocultan a nuestro “consciente”. Es el “corte

epistemológico” que nos permite examinar el discurso el que hace posible la aparición de estos “bajos

fondos” de los procesos de construcción de sentido que a diario producimos sin darnos cuenta de que en

eso precisamente consiste el acto de comunicar: la comunicación es un proceso de producción de sentido, y

el discurso es el producto que expresa, veladamente, las condiciones de su producción; esas condiciones

que nuestros bajos fondos ocultan a terceros, también al interlocutor, al que llamamos los comunicadores, el

otro de la comunicación.

El enfoque en “comunicación para el desarrollo”

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¿En qué consiste?

El enfoque que nos brinda la “comunicación para el desarrollo” sostiene que la comunicación es un factor

determinante en la facilitación del acceso de la gente a la información; por tanto, debe posibilitar también

que sea la misma gente la que tome el control de sus propias vidas y sea capaz de establecer sus propias

agendas en relación con el desarrollo político, económico y social. En particular, puede contribuir a

amplificar las voces de los económica y políticamente marginados, incorporándolas a los debates públicos y

políticos del conjunto de la sociedad. La información no debe quedar reducida a permitirle a la gente saber

lo que debería hacer o pensar. La información es poder y, en tanto tal, debe permitir a los individuos y

comunidades construir su destino y hacer realidad sus aspiraciones. Esto solo es posible si se la convierte

en conocimiento, y para ello hay que trabajar en la perspectiva de la “gestión de la información”.

La comunicación para el desarrollo busca lograr un cambio en el comportamiento y hacer sostenible lo ya

alcanzado. Todo proceso de desarrollo requiere de un cambio en el comportamiento de las partes

involucradas. Al respecto, diversas investigaciones indican que los cambios en conocimiento y actitudes no

necesariamente resultan en un cambio de comportamiento, porque para que tal cosa suceda es necesario

partir de la lógica y las prácticas sociales de la propia población; es decir, “descubrir” y entender las barreras

para el cambio o adopción de nuevas prácticas y la lógica del comportamiento de la población. No basta

crear conciencia respecto de los “beneficios”; es imprescindible entender los obstáculos que enfrenta la

gente o los “costos” que ellos creen que se derivarían de tal cambio.

Una comunicación efectiva consiste en difundir información a públicos específicos, escuchar sus

necesidades e inquietudes y responder apropiadamente. Ya sea que se esté discutiendo un proyecto

específico o un programa de reformas más amplio —desde salud, educación o desarrollo rural hasta

desarrollo del sector privado, o reforma financiera o judicial—, la idea es construir el mayor consenso

posible, mejorando para ello el grado de entendimiento público y promoviendo un diálogo informado entre

todas las partes involucradas.

La comunicación para el desarrollo implica también la creación de mecanismos que amplíen el acceso

público a información sobre las reformas, el fortalecimiento de la capacidad de los gobiernos de escuchar a

la población y negociar con las partes involucradas, el fortalecimiento de las organizaciones de base para

lograr un proceso más participativo, y la realización de actividades de comunicación basadas en estudios de

opinión pública.

Metodología

Título:

Percepciones y concepciones sobre la CAN desde el público receptor

Objetivo general

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Examinar el conocimiento del ciudadano acerca de la Comunidad Andina, y conocer el nivel de

posicionamiento de su imagen en la escena pública, así como las siglas empleadas para su denominación.

Técnica por utilizar

Tipo de técnica: Cualitativa.

Selección de la técnica: Entrevista estructurada (tres preguntas), con respuesta abierta.

Muestra

1. Jóvenes universitarios.

2. Adultos: profesionales, empleados (clasificar según cargo o jerarquía).

3. Hombres y mujeres.

Instrumento: Guía de preguntas

Las preguntas son:

1. ¿Sabes lo que es la CAN?

2. ¿Qué es para ti la integración?

3. ¿Sabes qué es la Comunidad Andina y a qué se dedica?

4. Reporte de resultados

Por el tipo de información que buscábamos, pensamos que la perspectiva cualitativa de investigación era la

más adecuada. No queríamos saber si las respuestas a nuestras preguntas eran correctas o no, sino qué se

responde y cómo. Por ello, preparamos un pequeña guía con tres preguntas que fueron aplicadas (a modo

de diálogo) utilizando la técnica de la entrevista semiestructurada, para ver si estas daban lugar a una

conversación más extensa. Por ello, y por la falta de recursos humanos y de tiempo, la aplicación del

instrumento fue muy variada y libre en lo que se refiere a informantes, escenarios, situaciones y

modalidades. Así como utilizamos la entrevista presencial y el envío de mails, aprovechamos también

cualquier escenario y situación para hacer la entrevista y aplicar el instrumento. Sin embargo, sí se

precisaron dos aspectos que deben ser tomados en cuenta: el tipo de informante por elegir y el respeto de

la guía de preguntas y las respuestas del entrevistado (que fueron tomadas textualmente, incorporando

incluso el lenguaje no verbal).

Presentamos a continuación, de manera general y panorámica, los resultados de esta primera indagación

sobre “lo que dice y lo que piensa la gente de la CAN”. Estos resultados incorporan no solo las respuestas

recogidas, sino también aspectos tomados por lo general como complementarios, como los datos de

control. Y esto porque, en esta ocasión, factores como el nivel cultural (el entorno, para decirlo mejor), son a

veces más importantes que el nivel educativo o la profesión, el nivel socioeconómico o el género.

Resultados de la investigación: Presentación de las líneas temáticas

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8 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

1. Composición de la muestra: Los que quisieron responder

a) Las preguntas.

b) La selección de informantes.

c) Los modos de aplicación.

Este primer resultado destaca la importancia de los modos de aplicación (quién, cuándo, dónde, etcétera),

así como el tipo de informante y el fraseo de la pregunta (usar las siglas, no el nombre propio). Los

resultados que se presentan a continuación son de todas las personas que respondieron; es decir, de

aquellas a las que se les aplicó el instrumento de forma presencial.

Por lo recién dicho, debemos mencionar también a aquellos que no contestaron las preguntas: los

universitarios (de ciclos intermedios) a quienes mandamos la entrevista vía mail. Solo una persona de 20

informantes contestó tímidamente para luego confesarnos la vergüenza de no saber qué responder porque

desconocía qué es la CAN (primera pregunta). En relación con ello, debemos decir que en algunos de los

que contestaron a las entrevistas se advierte el mismo sentimiento de vergüenza e incomodidad.

2. Los ciudadanos que construyeron la muestra

a) Los grupos erarios.

b) Los grupos socioeconómicos.

c) Los grupos socioculturales.

d) Los grupos de educación superior:

i. Educación superior

ii. Educación superior/Universitaria

iii. Universitarios: cachimbos y a mitad de carrera

iv. Superior/Posgrado

v. Superior/Técnico administrativo-ejecutivo

e) Las diferentes profesiones y oficios.

Como ya se dijo, el público primario escogido fueron los universitarios, en especial los de la ciudad de

Cajamarca, a los que se les envió la entrevista por mail. Al no recibir respuesta, dejamos abierta la

posibilidad de abrir la muestra a hombres y mujeres de educación superior, entendida como universitaria al

inicio, aunque los resultados demostraron luego que existen diferentes significados de lo que es la

“educación superior” (no necesariamente ligada a la formación universitaria).

La muestra arroja otro tipo de posibilidades de clasificación, no esperadas, pero que tienen vital importancia

para los objetivos de este trabajo. Por ello, la configuración de la muestra constituye también una línea de

resultados que informa cómo intervienen silenciosamente las diferencias en relación con el grupo etario, el

nivel socioeconómico, el entorno (o nivel) cultural, el nivel de estudios universitarios (egresado, a mitad de

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9 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

carrera, “cachimbo”, etcétera), así como el tipo de profesión y oficio y el cargo que se desempeña.

De todo lo anterior, destaca como factor principal el llamado “nivel cultural”; dicho de otro modo: el capital

cultural y el tipo de información que posee el entrevistado. En ese sentido, se vuelve de vital importancia lo

que aquí denominaremos “hábitat cultural”, que tiene que ver también con otros factores como el tipo de

trabajo, la profesión, la socialización y la pertenencia o cercanía a lo que Bourdieu llama los intelectuales y

nosotros, el “mundillo culturoso” de Lima.

Se nota claramente que los que se ubican en el grupo antes mencionado son los que más recursos tienen

para responder, e incluso añaden su opinión en relación con la CAN (por lo general negativa). En el otro

extremo están los jóvenes (hombres y mujeres) que terminaron su formación escolar y han iniciado

recientemente la universitaria. Es este grupo el que responde, no sin incomodidad, informando de su

desconocimiento sobre la CAN. Sin embargo, es el grupo más sincero y categórico en responder; y, a la

vez, el que ofrece más aportes de tipo vivencial y cotidiano sobre la pregunta que indaga por el sentido y

significado de la palabra integración.

3. Las respuestas

a) Los que conocen/Los que intuyen-deducen.

b) Los que no conocen.

c) Los que no responden.

d) Cómo responden: lo no-verbal (la broma, la duda, el silencio, la mirada hacia el horizonte, el

ceño fruncido y la vergüenza).

Llegamos a configurar una muestra (según la clasificación que presentamos en el acápite anterior) de 40

personas, que fueron entrevistadas con diferentes modalidades, en diversas situaciones y por distintos

entrevistadores, quienes anotaron algunas observaciones del lenguaje no verbal. En algunos casos se avisó

y preparó al informante para la entrevista; en otros fue absolutamente imprevista y “al paso”. Con respecto

al entrevistador, este presentó la entrevista como un trabajo de curso; mientras en el caso de la

investigadora la aplicación del instrumento se hizo sin explicación previa, casi “abruptamente” en la mayoría

de los casos. Por tanto, no se dejó “pensar” la respuesta, lo que en muchos casos generó la protesta de

algunos de los informantes, quienes reclamaron que no se les había explicado que se trataba de una

investigación. Solo después de que se les explicaba se iniciaba un diálogo, que giraba precisamente en

torno a qué era la CAN, con el propósito de que se les informara; en el caso contrario, el diálogo tomaba

visos de tertulia política (incluso vía mail) con aquellos que sí tenían información sobre la CAN y su situación

actual.

En relación con las respuestas, las clasificaciones que se presentan al inicio de este acápite son las que

hemos podido encontrar siguiendo la guía de preguntas, así como la actitud o lenguaje no verbal registrado

en cada caso.

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10 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

Sin embargo, lo más resaltante es el descubrimiento de la enorme incomodidad y vergüenza que exhibieron

muchos de los que contestaron “correctamente” y todos los que no contestaron a la pregunta “¿Qué es la

CAN?”.

4. Qué responden: el discurso sobre la CAN

a) ¿Qué es la CAN?

La mayoría de los que responde conoce lo que significan las siglas, lo que permite a aquellos que no saben

más que eso deducir de estas a qué organismo se refiere la pregunta, y, así, intuir a qué se dedica. Los

menos son los que saben y tienen una información actualizada sobre la CAN y sus actividades actuales

(solo dos de los entrevistados). Se trata de profesionales de las ciencias sociales que trabajan en el ámbito

intelectual y académico.

Cabe resaltar que las respuestas sobre la CAN son cortas y presentan los rasgos del aprendizaje formal

acerca de los organismos internacionales que en algunas profesiones se brinda. El colegio brilla por su

ausencia, y el discurso de los medios repite la definición del “deber ser” o del ideal que comúnmente se

ofrece en los discursos mediáticos.

Entrevistas: situacionales y virtuales3

1. Ruth: La CAN es la Comunidad Andina de Naciones.

2. Rodrigo: La Comunidad Andina de Naciones.

3. Guillermo: Sobre la CAN, aquí un link que la lleva de la mano:

http://www.comunidadandina.org/quienes.htm

La Comunidad Andina de Naciones ha sido el esperpento que ha quedado luego de quebrarse el Grupo

Andino, cuyo artífice fue el gobierno militar. Era un bloque de países en los que estaba Argentina y Chile, a

fin de crear un bloque económico para poner condiciones a los países industrializados. Estaba fresco el

recuerdo de la OPEP y cómo estranguló a EE UU, que tuvo que hacer empleo de sus reservas estratégicas

de petróleo para no ceder a las presiones. Esto trajo que el parque automotor americano cambie desde los

lanchones de 8 cilindros a los de 4 cilindros, horror de un país que había hecho motivo de éxito social tener

dos a tres carros por familia.

Luego de la salida de Argentina (no estoy realmente seguro si entró o no entró al Grupo Andino) y de Chile,

el Pacto Andino se resquebrajó.

Ahora de sus ruinas ha quedado la Comunidad Andina de Naciones, donde prácticamente hacen

3 Hemos querido incluir las respuestas textuales de los informantes para que el lector tenga la posibilidad de conocer la formulación d e

las respuestas, así como del informante.

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11 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

declaraciones líricas pero nada de nada.

4. Ángel: Perdón, no te escuché. ¿Qué dijiste?

5. Bárbara: No sé, tía. Pregúntale a mi mamá: ella sabe de eso.

6. Alexandra: ¿Qué es eso?

7. Fernanda: ¡Ay, pues! La Comunidad Andina de Naciones. ¿Qué más?

8. Evelyn: No sé.

9. Cintya: La verdad, no sé de qué se trata, pero sí escuché hablar algo. Creo que se trata de la unión de

la Comunidad Andina. Solo eso, no sabría decirle más.

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12 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

Entrevistas presenciales

1. ¿Sabes lo que es la CAN?

Distrito Edad

Sexo Educación Cargo Respuesta Observación

personal

Comas 26

años

Femenino Superior Periodista ¿La qué? Uhmmmm. La verdad, no sé, pero

me suena.

Respuesta

dubitativa

Jesús María 34

años

Femenino Superior Periodista ¿No? No sé. Actitud dubitativa

Villa María 25

años

Masculino Superior Camarógrafo No sé, ¿ah? Actitud seria,

convincente

Puente Piedra 45

años

Masculino Superior Coordinador de eventos No Actitud seria

Lima/Ventanilla 50

años

Femenino

María

Luna

Córdova

Superior Secretaria

Instituto Raúl Porras

Barrenechea

Es la Comunidad Andina Sabía la respuesta

Lima/Surco 40

años

Masculino

José

Santos

Huamaní

Superior-Técnico Encargado de la Oficina de

Mantenimiento del IRPB

No Respuesta firme

Lima 42

años

Masculino

Ángel

Vidal

Rodríguez

Superior

universitario

Encargado de la biblioteca

del IRPB

Es una organización regional Respuesta segura

Lima/San Juan de

Miraflores

21

años

Masculino

Carlos

Superior

universitario

Estudiante de Historia 3.º

año

Es un organismo supranacional cuyas siglas

abrevian las palabras Comunidad Andina

Respuesta segura

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13 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

Morales

Rodríguez

UNMSM

Lima/San Juan de

Lurigancho

19

años

Masculino

Pedro Lira

Superior Estudiante de Historia 2.º

año

UNMSM

Son las siglas de la Comunidad Andina de

Naciones

Respuesta segura

San Borja/Lima 47

años

Masculino

Gino

Galarreta

Superior Ejecutivo de cuentas

especiales

Hay un baile: el Ran Can Can Respuesta

graciosa

La Molina/Lima 45

años

Masculino

Carlos

Camara

Superior Contador Creo que es el estudio superior del Ejército Respuesta

afirmativa

Chacarilla/Lima 35

años

Masculino

José

Andrés

Larraín

Superior

universitario

Ejecutivo de ventas Es la Comunidad Andina, conformada por 4

países de Sudamérica: Bolivia, Perú, Colombia

y Ecuador

Respuesta

afirmativa

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14 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

5. Qué responden: la integración como unión

La respuesta más rica y coloquialmente contestada es la que se refiere a la integración. Aquí los que

más aportan, desde su sentido común y “frescura etaria”, son el grupo “Cachimbos”. Sin embargo, tanto

los que saben como los que desconocen qué es la CAN contestan la pregunta sobre el significado de la

palabra integración, sin relacionarla necesariamente con las preguntas anteriores, es decir, sobre la

CAN.

Lo más resaltante ha sido descubrir que la palabra unión ha estado presente en todas las respuestas a

la pregunta: “¿Qué es para ti la integración?”.

Quizá ese sea el mejor o único aporte de esta pequeña y modesta investigación sobre los imaginarios

que la CAN ha creado en algunos ciudadanos de la época transicional que nos tocó vivir.

Entrevistas: situacionales y virtuales

1. Ruth: Integración para mí depende del marco teórico que tiene la palabra como referencia. Puede ser

entendida como tolerancia, asimilación, compartir, juntar, convivencia

multicultural o un diálogo intercultural.

No sé si te sirva mi respuesta.

2. Rodrigo: Eso que precisamente no hizo el CAN, por el carácter mercantilista de nuestro empresariado y

por el apogeo del neoliberalismo tras el Consenso de Washington.

3. Guillermo: ¿Integración? En la concepción de la CAN pasa no por lo político sino por lo económico

enfrentando de manera conjunta las amenazas a las economías, algo que suena bonito pero en la

práctica no se da.

4. ¡Ah! Me hubieras dicho que se trataba de la Comunidad Andina, pues así sí te entiendo. Porque si dices

la CAN…… (Da explicaciones sobre las siglas) No responde.

5. Integración, no sé qué es. Ay, tía, no me hagas pensar.

6. Juntarse, complementarse.

7. No sé, déjame dormir. Sí, la unión de regiones.

8. La unión.

9. Cintya: La integración es cuando un grupo de personas se unen para hacer fuerza contra algo; por

decir para tomar una decisión o en nuestro caso de estudiantes para hacer un trabajo. En el mundo

existen muchos grupos de integración que forman parte de un propósito, un fin u objetivo. Bueno, en

toda nuestra vida por ser seres racionales tendemos a integrarnos de una manera u otra a grupos que

son de nuestro interés ya sea por la edad, sexo y otros afines.

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15 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

2. ¿Qué es para ti la integración?

Entrevistas presenciales

Distrito Edad

Sexo Educación Cargo Respuesta Observación

personal

Comas 26

años

Femenino Superior Periodista Es la unión de todos. Respuesta con

seguridad

Jesús María 34

años

Femenino Superior Periodista Como su nombre dice: es un trabajo

comunitario que, de alguna forma, repercute en

un trabajo más completo.

Actitud seria

Villa María 25

años

Masculino Superior Camarógrafo La integración es la unión de diferentes

comunidades; eso es lo que podría decirte.

Totalmente serio

Puente Piedra 45

años

Masculino Superior Coordinador de eventos Es una acción que se consigue para los

intereses de un grupo.

Totalmente serio

Lima/Ventanilla 50

años

Femenino

María

Luna

Córdova

Superior Secretaria

Instituto Raúl Porras

Barrenechea

Interrelación. Respuesta segura

Lima/Surco 40

años

Masculino

José

Santos

Huamaní

Superior-Técnico Encargado de la Oficina de

Mantenimiento del IRPB

Unión. Respuesta firme

Lima 42

años

Masculino

Ángel

Vidal

Rodríguez

Superior

universitario

Encargado de la biblioteca

del IRPB

Es un proceso de interrelación.

Respuesta firme

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16 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

Lima/San Juan de

Miraflores

21

años

Masculino

Carlos

Morales

Rodríguez

Superior

universitario

Estudiante de Historia 3.º

año

UNMSM

Existen diversas concepciones en el terreno

político; una de ellas sería el plan de

articulación de economías y sistemas políticos

para asumir problemas y proyectos

macrorregionales.

Respuesta firme

Lima/San Juan de

Lurigancho

19

años

Masculino

Pedro Lira

Superior Estudiante de Historia 2.º

año

UNMSM

Fusión de procesos. Respuesta firme

San Borja/Lima 47

años

Masculino

Gino

Galarreta

Superior Ejecutivo de cuentas

especiales

Comunicación entre países y personas. Respuesta

afirmativa

La Molina/Lima 45

años

Masculino

Carlos

Camara

Superior Contador Su nombre lo dice: es integrar, agrupar o

reunir.

Respuesta

afirmativa

Chacarilla/Lima 35

años

Masculino

José

Andrés

Larraín

Superior

universitario

Ejecutivo de ventas Es la unión. Respuesta

afirmativa

Magdalena/Lima 36

años

Masculino

Juan

Carlos

Valle

Superior Jefe de cobranza Dentro de Sudamérica está la unidad de

naciones que busca la integridad de naciones

sudamericanas.

Respuesta

afirmativa

Lima/Surquillo 35

años

Femenino

Rosa

Zegarra

Ayala

Técnico superior Secretaria del Despacho de

la Alta Dirección del

Ministerio de Salud

Unión. Respuesta firme /

segura

Lima/Pueblo Libre 37 Femenino Superior Asistente Secretarial del Unión. Respuesta firme

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17 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

años Katia

Sánchez

Rendón

universitario Despacho de la Alta

Dirección del Ministerio de

Salud

Lima/Surco 38

años

Femenino

Regina

Llerena

Fajardo

Superior

universitario

Asistente Secretarial del

Despacho de la Alta

Dirección del Ministerio de

Salud

¿Unión? Respuesta dudosa

Lima/Callao 46

años

Femenino

Beatriz

Tarazona

Leguía

Superior

universitario

Contadora del Despacho del

Ministerio de Salud

Fusión de procesos y acciones, como contexto

general.

Respuesta firme

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18 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

5. Reflexiones en voz alta

Sin ánimo de pretender una interpretación científica de los resultados de esta investigación, queremos

presentar algunas observaciones y especulaciones que nos suscitaron las respuestas.

(i) El público objetivo de las acciones comunicativas de la CAN

Al parecer, los informantes no forman parte del público al que se dirige la CAN en sus campañas, proyectos

y, en general, actividades y acciones de comunicación. A modo de especulación, podemos afirmar que no

existe una definición clara y diferenciada de los públicos a los que quiere dirigirse.

(ii) El acceso a la información

Pareciera que el acceso a la información sobre la CAN no proviene de la misma institución, ni de los medios

masivos, lo que plantea la interrogante por su presencia pública y por el manejo de su imagen institucional.

La información pareciera provenir de otras fuentes, ligadas más a la educación formal o al “hábitat cultural”

del informante. Por tanto, se puede pensar que la CAN carece de una política de comunicación que permita

la socialización y difusión de su quehacer institucional y, más aun, de su voluntad de relacionarse con la

sociedad civil.

(iii) Los destinatarios de las acciones comunicativas de la CAN

Habría que preguntarse quiénes acceden a los temas y propuestas que trabaja la CAN actualmente, y si

existe una voluntad política que busque espacios de comunicación y relación con la comunidad y la

sociedad civil. Al parecer, se siente una especie de “descuido” por poner “en agenda” no solo a la institución

sino también los procesos que está tratando de posibilitar en relación con la integración y ampliación de la

difusión de sus actividades y propósitos.

(iv) El descuido en la gestión de la información y la producción de conocimiento

Como se puede apreciar en las respuestas, la CAN no ha ingresado al mundo académico (universitario)

como tema de agenda o como parte de los contenidos curriculares. En ese sentido, causa preocupación el

que se descuide al universitario, sobre todo a los que apenas empiezan.

(v) El valor del sentido común y la cotidianidad

Las respuestas sobre qué es la CAN exhiben algunos criterios muy definidos que la relacionan únicamente

con aspectos como:

– el ámbito geográfico

– una comunidad unida por lazos históricos y tradiciones

– el ámbito económico o las relaciones comerciales.

Vale decir que la definición de la CAN no está asociada a los propósitos de integración en los términos que

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19 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

la propia CAN formula.

Como se puede advertir, en ocasiones es el propio sentido común el que permite al informante “deducir” la

definición de la CAN y contestar la primera pregunta. Por ello, las respuestas sobre qué es integración son

formuladas desde el imaginario de los informantes, pero también desde sus propias perspectivas

experienciales y cotidianas, que son precisamente el punto de partida para poder pensar en lograr una

comunicación eficaz y fluida de la CAN con el ciudadano común y corriente.

Por todo lo anterior, quisiéramos terminar invitando al lector a pensar en preguntas como: ¿En qué consiste

el aprendizaje? ¿Qué es el conocimiento? ¿Cómo se conoce y se aprende? ¿Cómo llegar al público

deseado? Y, finalmente, ¿quiénes son los actores que llevan a cabo las actividades de comunicación y

formación? Así como insistir en la necesidad de conocer las características socioculturales del auditorio al

que queremos involucrar. Ello significa, pues, diseñar y elaborar productos y acciones comunicativas desde

sus propias concepciones y su propio sentido común.

Es el mundo de la vida cotidiana el fundamento incuestionado para construir la concepción natural del

mundo que los sujetos realizan, según la matriz cultural de procedencia. Quizá por ello estas concepciones

son tomadas muchas veces como “precientíficas”, desconociendo que es lo precientífico la realidad que

parece evidente para los hombres y mujeres “comunes y corrientes”. Así, solo desde esta realidad, del

mundo de la vida cotidiana, de este escenario, puede constituirse un mundo circundante común y

comunicativo. Además, solo dentro de este ámbito podemos ser comprendidos por nuestros semejantes, y

solo en él podemos actuar junto con ellos.

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20 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

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Briones, Guillermo. Métodos y técnicas de investigación en ciencias sociales. México: Trillas, 1992.

Elizalde, Luciano. “Los jóvenes y sus relaciones cotidianas con los medios”. En Cuadernos Australes de Comunicación. Universidad

Austral: Argentina, 1998. Gogin, Gina. “Entre el cielo y la tierra: Reflexiones sobre las creencias religiosas de los jóvenes universitarios”. En Para entender la religión en el Perú 2003. Lima: PUCP, 2004.

Gogin, Gina: Religión y Cultura de Masas. Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2002

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Taylor, S.J. y R. Taylor. Introducción a los métodos cualitativos de investigación. Argentina: Paidos Studio, 1986

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1 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

Somos mucho más que dos Relaciones entre comunicación e integración

Adalid Contreras Baspineiro [email protected]

Adalid Contreras Baspineiro. Sociólogo y comunicólogo boliviano. Director General de la Comunidad

Andina y Secretario del Consejo Andino de Ministros de Relaciones Exteriores.

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2 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

“No quiero parecerme a los árboles,

que echan raíces en un lugar y no se mueven;

sino al viento, al agua, al sol,

a todo lo que marcha sin cesar.”

Simón Rodríguez

Introducción

Definir el rol de la comunicación en los procesos de integración tiene algo del pensamiento del maestro

Simón Rodríguez recuperado para el encabezamiento de este texto. Se trata de un ejercicio en movimiento,

de una búsqueda de sus relaciones en un marco en el que, aunque la vinculación entre integración y

comunicación pareciera epistemológica y conceptualmente obvia, no lo es tanto en las prácticas de los

procesos de comunicación ni de integración; pero, bajo cualquier circunstancia, están ahí, influyéndose

mutuamente, juntas, a veces revueltas, otras de espaldas, pero siempre las dos, y, con ellas, muchos más.

Y todo esto en un terreno movedizo, de encuentros y desencuentros, de acuerdos y tensiones, de avances

y retrocesos que se definen siguiendo las vueltas que da la historia.

Lo dicho nos abre a un campo de paradojas, porque, en teoría, integración podría asumirse como

comunicación, y esta última, a la vez, en tanto relación, puede ser entendida como integración: “[…] en la

realidad de las experiencias de integración regional se aprecia que comunicación e integración no siempre

andan juntas ni comparten el mismo camino; por el contrario, pareciera que les fuera más cómodo caminar

por separado, confiadas acaso en la obviedad conceptual de sus aproximaciones” (Contreras, 2006: 55).

Para satisfacer las pretensiones de este trabajo, dirigidas a establecer los roles de la comunicación en los

procesos de integración regional tomando como análisis de caso la Comunidad Andina (CAN),1 vamos a

aproximar relaciones desde dos perspectivas. Una primera que empieza por caracterizar lo que se entiende

por integración regional y que, en el intento de construir conceptualmente una tipología de las posibilidades

de articulación entre comunicación e integración, relaciona orientaciones o sentidos de la integración con

paradigmas de la comunicación. Este ejercicio supone una mirada multiparadigmática que parte del

reconocimiento de que no existe una relación lógica entre un modelo de integración y un paradigma de

comunicación específico. La relación existente señala que a un modelo de integración corresponden, de

manera combinada, distintos enfoques, metodologías y procedimientos de comunicación. Esta realidad

conlleva otra: que para establecer los roles de la comunicación en procesos de integración regional es

imprescindible definirlos en el marco de estrategias comunicacionales.

De todas maneras, y sin entrar en contradicción con lo dicho, es posible reconocer una jerarquía de roles

comunicacionales, en la que uno de sus paradigmas se corresponde más cercanamente con alguno de los

modelos de integración según los sentidos o naturaleza que los caracterizan. En este trabajo acudimos a

1 Este artículo ha sido elaborado gracias a una gentil invitación de Felafacs, que me desafió a abordar el tema “El rol de la comunicación frente a los procesos de integración regional: el caso andino”, para ser publicado en su revista Diálogos de la

Comunicación.

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3 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

cuatro sentidos de la integración y sus relaciones con la comunicación: 1) el sentido endógeno, que se

relaciona más directamente con los aportes de la comunicación para el desarrollo; 2) el sentido teleológico,

correlacionado cercanamente con elementos de la comunicación política; 3) el sentido estratégico,

explicable en una combinación de paradigmas entrecruzados de la comunicación; y, 4) el sentido

pragmático, en cuya densidad destacan aspectos de la comunicación organizacional.

La segunda perspectiva que visualizamos en este trabajo recoge de la práctica formas de relación entre

comunicación e integración y las ubica por sus ámbitos sociohistóricos en los que —y para los que— se

desenvuelven. Para explicar estas articulaciones acudimos al caso de la CAN, en cuyo recorrido histórico es

posible encontrar, yuxtapuestos, tres modelos de integración: 1) el modelo de integración como sustitución

de importaciones fuertemente relacionado con procedimientos de la comunicación crítica; 2) el modelo de

integración del regionalismo abierto que acude a la comunicación como difusión; y, 3) el modelo de la

integración integral articulado a la comunicación como relación.

Elementos para (re)conceptualizar la integración regional

¿De qué integración regional hablamos?

De entrada, quisiéramos expresar nuestra convicción sobre la necesidad de superar la restringida noción de

integración relacionada con igualación. Esta tendencia, a la que podríamos calificar de tradicional,

pertenece al pensamiento positivista que intenta interpretar la existencia social desde el punto de vista de la

selección natural, las diferencias raciales y la supervivencia del más fuerte, buscando la homogeneidad o

absorción de una sociedad por otra, con el rigor de las leyes de la naturaleza y no de acuerdo con las

peculiaridades de cada sociedad. A contracorriente de esta concepción, y dadas las características de la

estructura económica y social latinoamericana, compartimos que “[…] integración significa unir entidades

distintas, en un todo coherente” (Camacho, 2009: 76).

Aninat del Solar diferencia tres acepciones sobre el término integración: cooperación, unificación y

discriminación (Aninat, 1989: 25). La integración como cooperación o apoyo mutuo, por ser inherente a la

convivencia internacional, no conllevaría mayores obligaciones ni compromisos vinculantes. En cambio, la

integración entendida como unificación equivale a la fusión de las partes en un todo, o a la constitución de

una integración total.2 La idea de la integración como discriminación, a su vez, permite distinguir

conceptualmente entre la integración regional y la planetaria o mundial, así como entre la generación de

consensos y la unificación, sobre la base de la definición de elementos de cohesión fundados en aspectos

permanentes y relacionados con cercanía geográfica, afinidades políticas, sociales y culturales e intereses

económicos compartidos.

2 En los procesos de integración, unificación no es lo mismo que igualación. La diferencia esencial radica en que mientras la primera busca articulaciones y cohesiones globales a partir de alianzas o agrupaciones, la segunda supone el ajuste o uniformación de

propuestas en función de una que es predominante.

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Más específicamente, integración regional viene a ser un “[…] proceso por el cual un conjunto de países,

con algunos rasgos comunes, decide llevar a cabo acciones que comportan un tratamiento discriminatorio y

diferencial respecto de otros países” (Aninat, 1989: 25). Esta conceptualización, que identifica también a los

procesos de integración subregional, enfatiza en la existencia de afinidades. Para recoger la experiencia

latinoamericana el concepto necesita complementarse con elementos como el reconocimiento y articulación

de diferencias, la búsqueda de puntos de encuentro en procesos de alteridad, y el reconocimiento de

identidades que no se confunden con la igualación o la uniformación de las ideologías totalitarias que

intentan imponer a toda la sociedad su civilización, su religión o su propia visión del mundo y de la vida.

Las experiencias de integración regional, con sus características actuales de articulaciones nacionales en

proyectos comunitarios, surgen en la segunda mitad del siglo XX como una forma de respuesta a las

vicisitudes dejadas por las grandes guerras mundiales y la nueva organización mundial unida, al mismo

tiempo que separada, por bloques de países del Este y Oeste y Norte y Sur. Razones geopolíticas de

expansión, motivos de articulación productiva y comercial, así como cuestiones de orden político, llevan a

grupos de Estados vecinos a proponerse objetivos compartidos y complementarios de crecimiento

económico, solidaridad, paz y seguridad.

Un ejemplo paradigmático de integración regional bajo los parámetros de la unificación es la Unión Europea,

constituida actualmente por 27 Estados que participan de una causa común sin dejar sus propias

especificidades nacionales. Por sus alcances de unificación de diversas políticas, este proceso es

identificado como de “[…] „integración dura‟, porque su objetivo final es la conformación al final del proceso

de una sola unidad económica, e incluso política” (Cardona, 2007: 1). En otra expresión, los Estados

Unidos, con sus trece colonias originarias que se adscriben en un proceso federal único, son una forma de

integración por igualación, al punto de constituirse en su solo país.

Otra experiencia, distinta, es la latinoamericana, caracterizada por la creación de articulaciones

subregionales como la CAN, el Mercado Común del Sur (Mercosur), el Sistema de Integración

Centroamericano (SICA) y la Comunidad del Caribe (Caricom, por sus siglas en inglés: Caribbean

Community). En la actualidad, estas experiencias están en búsqueda de la constitución de estadios

superiores de integración; tal es el caso del surgimiento de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y

los recientes encuentros entre los países y bloques latinoamericanos y caribeños.

Precisando, señalemos que, a diferencia de la experiencia histórica de los imperios, o la de las anexiones

territoriales, o incluso la de los países confederados, la integración regional y subregional se caracteriza por

la promoción de interdependencias mutuas y relaciones supranacionales entre países y actores sociales,

“[...] no obstante las disparidades nacionales, regionales y culturales que pudieran existir en el interior, y

generar aproximaciones estructurales entre los asociados, para articular íntimamente elementos de la vida

económica, política, ideológica, jurídica, de modo que cada pluralidad humana se complemente

positivamente con la otra” (Camacho, 2009: 77).

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La integración regional se caracteriza entonces por la existencia de un proyecto conjunto, común y

armonioso en el que sus Estados participantes son sujetos activos, desde sus propias especificidades, y no

pretenden convertirse en sociedades y culturas idénticas. Su desafío consiste en integrar las diversidades

en proyectos comunitarios de largo plazo y resoluciones complementarias de las nacionales. Entonces, el

fortalecimiento nacional y la integración regional implican procesos simultáneos y de enriquecimiento mutuo.

“La integración nacional, regional y latinoamericana debe ser compatible con la autodeterminación de los

pueblos, la integridad territorial y la soberanía nacional pero, no para debilitarlas o liquidarlas, sino, para

consolidarlas y asegurarles larga vida dentro de la comunidad internacional” (Camacho, 2009: 82).

Para el caso andino recuperamos la definición de Enrique Ayala Mora, historiador ecuatoriano, cuando dice

que “[…] lo andino es sinónimo de complejidad […] supera la determinación geográfica y tiene un carácter

polisémico, de unidad y pluralidad” (citado en Rosales, 2006: 15) —y de complementariedad y reciprocidad,

añadimos nosotros—, como la característica que articula los diversos y los contrarios en proyectos

comunes, así como la CAN, que es una expresión de las formas de integración regional caracterizadas por

la búsqueda de elementos de unidad desde la particularidad de las formaciones nacionales.

Profundizando un poco más en la caracterización de los procesos de integración regional, y partiendo de la

existencia de diferencias, desde la diversidad se trata de construir “comunalidades” o elementos comunes

que hacen comunidad, otorgándole a un conjunto de territorios la calidad de región (Varas, 2009: 287).

Entre las comunalidades que deben ser tomadas en cuenta para la constitución de una integración regional

están: a) su extensión o alcance territorial; b) los grados de afinidad, cohesión, tolerancia o intensidad de los

compromisos o acuerdos; c) los ámbitos de realización o los temas económicos, sociales, políticos y

culturales definidos en niveles de convivencia; y, d) la profundidad, que está relacionada con los grados de

unión o de cesión de las soberanías nacionales a favor de un proyecto común o supranacional.

Otro factor por tomar en cuenta en la caracterización de los procesos de integración es lo que Aninat del

Solar llama “idearios de la integración” (Aninat, 1989: 26) y que entiende como los elementos centrales que

caracterizan a los procesos de integración en sus distintos planos y que, con fines analíticos, clasifica en un

ideario político, otro económico y un tercero sociocultural.

En el caso de la CAN, estos idearios están definidos en el Acuerdo de Integración Subregional Andino, más

conocido como el Acuerdo de Cartagena, que tiene como objetivo “[…] promover el desarrollo equilibrado y

armónico de los Países Miembros en condiciones de equidad, mediante la integración y la cooperación

económica y social; acelerar su crecimiento y la generación de ocupación; facilitar su participación en el

proceso de integración regional, con miras a la formación gradual de un mercado común latinoamericano”

(capítulo I, artículo 1.º). Asimismo, son objetivos de la CAN la disminución de la vulnerabilidad externa, el

logro de una mejor capacidad competitiva en el contexto internacional y de la solidaridad subregional, la

superación de las asimetrías y un mejoramiento persistente en el nivel de vida de los habitantes de la

subregión.

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En el marco de estos objetivos, los “idearios” de la CAN son diversos y están interrelacionados. En el

Ideario político tienen relevancia las relaciones externas, y temas relacionados con la profundización de la

democracia, los derechos humanos, la lucha contra la corrupción, la lucha contra las drogas, la zona andina

de paz, la seguridad humana y la política exterior común. El Ideario económico y comercial contempla

temas de desarrollo industrial, aduanas, servicios, bienes, desarrollo agropecuario, salvaguardias, origen,

integración física, pymes y asuntos financieros. Y el Ideario sociocultural toma en cuenta temas

relacionados con las asimetrías, la cooperación horizontal, el desarrollo científico-tecnológico, el medio

ambiente, la identidad cultural, los derechos laborales, las migraciones, la educación, la salud, la cohesión

social y la participación social.

Sentidos de la integración para una integración con sentido

Convencidos de que una de las vetas de (re)conceptualización de la integración regional se encuentra en

las prácticas de integración existentes, desde su constitución diversa y cambiante proponemos una

categorización de elementos que definimos por el señalamiento de sentidos específicos de la integración.

Entendemos estos sentidos como los derroteros que caracterizan tanto los puntos de llegada como las

formas organizativas de los procesos de integración, porque señalan la dirección o rumbo que siguen, al

mismo tiempo que clarifican las interpretaciones o significados de los hechos en una especie de

“desambiguación” de la integración.

Dependiendo de las características de cada proceso, estos sentidos pueden aparecer juntos, por pares, con

la misma intensidad, o con la densidad destacada en uno de sus factores o razones de ser de la integración.

Entre otras posibilidades, proponemos cuatro sentidos de la integración regional: endógeno, teleológico,

estratégico y pragmático (Contreras, 2009: 10).

Todo proceso de integración tiene un sentido endógeno, caracterizado por la unión de intereses en los que

se deben comulgar, compartir y respetar los derechos ciudadanos en busca de un mayor bienestar.

Expresado con mayor precisión: “[…] la integración debe ser vista como un proceso por el cual se busca

lograr ciertos bienes públicos conjuntos de tipo comunitario que fortalecen las prioridades de desarrollo de

cada país y que sólo pueden conseguirse por medio de la acción coordinada” (Chiriboga, 2009: 1). Estando

su énfasis en objetivos hacia dentro de los Estados que componen un sistema de integración regional, la

razón última de los acuerdos de integración consiste en fortalecer los emprendimientos por el desarrollo

sostenible.

La integración regional tiene también un sentido teleológico o conjunto de principios que diseñan el camino

para que las acciones regionales o comunitarias emprendidas por los Estados permitan mejorar las

condiciones de inserción internacional, así como ampliar las políticas y estrategias de desarrollo. Esto

supone acciones tanto de protección como de extensión conjunta en las relaciones con el mundo externo.

Los resultados de este sentido refuerzan el anterior, el de los beneficios endógenos, sea por la vía de la

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superación de las asimetrías como por medidas para consolidar conjuntamente propósitos de estabilidad y

de paz, o reforzar planes nacionales de desarrollo. Las relaciones del esquema regional con sus entornos

son de distinta naturaleza y están signadas en general por una dinámica de negociación o de construcción

de discursos que discurren desde intereses particulares.

El sentido estratégico de la integración regional depende de los mecanismos y alcances de las capacidades

nacionales para ceder una parte de su soberanía a favor de una soberanía agregada, más amplia,

supranacional, para los factores que forman parte del acuerdo comunitario. Al ser la integración regional un

proyecto de largo plazo, requiere de mecanismos vinculantes que reglamenten el funcionamiento de

conjunto. Un proceso de integración no es útil solamente para el refuerzo de planes nacionales, sino

especialmente para la construcción de nuevos ámbitos, comunitario-regionales, de constitución de espacios

mayores de identidad. Se trata de una nueva cultura, la de la integración, que para constituirse como tal

necesita de procesos dialogales y de relaciones interestatales e interculturales.

Las características sociohistóricas de las regiones demandan con frecuencia la activación de un sentido

pragmático de la integración regional, más referido a la atención de aspectos inmediatos, concretos y de

relevancia coyuntural. Se dice que la integración regional en este sentido es una especie de plebiscito

cotidiano por la construcción de consensos e identidades compartidas en aquello que es posible poner en

común. La apropiación de los factores que hacen a este sentido de la integración tiene estrecha relación

con posicionamientos de beneficios específicos de la integración con resultados inmediatos que operan

como acumulados en el largo plazo.

Tipologías de la comunicación para la integración

Teniendo la integración distintos sentidos, las formas de intervención de la comunicación en ellos cuentan

también con posibilidades diferenciadas. En realidad, como ya dijimos, lejos de particularizar paradigmas

comunicacionales, el esfuerzo debería consistir en diseñar estrategias que conjuguen distintos enfoques y

procedimientos al servicio de objetivos comunes de integración. Dejando claro este precepto, sobre la

necesidad de propuestas integradas de comunicación, vamos a identificar énfasis o tendencias

comunicacionales que se correlacionan más directamente con alguno de los sentidos de la integración,

solamente con la finalidad de destacar los elementos ineludibles en las estrategias. Así, el sentido

endógeno tiene una vinculación prioritaria con la comunicación para el desarrollo; el sentido teleológico y el

sentido estratégico, un asidero más cercano con la comunicación política; y el sentido pragmático se

correlaciona más visiblemente con la comunicación organizacional.

Con base en este ejercicio, estructuraremos tipologías para facilitar los análisis de las relaciones entre

comunicación e integración y, también, encaminar el diseño de estrategias de comunicación para la

integración regional. Por su importancia, reiteremos que procesos de integración regional requieren

intervenciones integradas de comunicación. En realidad, todo proceso de integración contendrá, en sí

mismo, una agregación de intervenciones de la comunicación para el desarrollo, de la comunicación política

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y de la comunicación organizacional, con énfasis y combinaciones diferenciados según sus sentidos

integracionistas.

En relación con lo dicho, y aterrizando cada vez más en aspectos comunicacionales, acudimos a Martín-

Barbero cuando afirma que “[…] no puede pensarse únicamente en el papel que cumplen los medios de

comunicación en la integración sino también en el sentido de la integración” (Martín-Barbero, 2006: 89). En

efecto, lo que está en juego va más allá de los medios, puesto que tiene que ver con los propósitos mismos

de la integración regional.

Comunicación para la integración con sentido endógeno

Recordemos que el sentido endógeno de la integración se refiere a la unión de intereses en los que se

comulgan, comparten y respetan los derechos ciudadanos, la calidad de vida, la vida digna, el desarrollo

sostenible, la estabilidad y la paz en un marco de confianza. En estos procesos, las acciones de integración

se desafían a generar un plus de refuerzo a las iniciativas nacionales afrontando temas tan diversos como la

eficacia en la lucha contra la pobreza, la superación de las asimetrías, la participación ciudadana con sus

propias lógicas organizativas, acciones de responsabilidad con la vida sostenible en el planeta, ciencia y

tecnología, seguridad ciudadana, comercio solidario, etcétera.

Ubicados los factores de la integración en el sentido señalado, en correspondencia “[…] se requieren

propuestas de comunicación que estén intencionalmente dirigidas y sistemáticamente planificadas para la

consecución de cambios concretos, tanto en la sociedad como en las instituciones y los individuos, con

vocación por el cambio, el bienestar, la calidad de vida, la organización, la esperanza, el servicio público y la

democracia” (Contreras, 2000: 16).

Si el sentido endógeno de la integración está relacionado con la búsqueda de la vida digna, que es una

meta por construir socialmente, la comunicación-desarrollo equivale a las huellas que se tienen que dejar

provocando cambios en las condiciones de vida, además de promover encuentros sociales y culturales en

función de horizontes comunes y de respuestas urgentes y estratégicas. Entendemos la vida digna como el

“Vivir Bien” propuesto por los pueblos originarios, que aducen un proceso de armonía de los seres humanos

consigo mismos, con otros seres humanos en sociedad y en equilibrio con la naturaleza y la madre tierra a

la que pertenecemos. El “Vivir Bien” destaca la vida en comunidad y en solidaridad. También se refiere a la

satisfacción combinada de necesidades materiales y espirituales, así como a la interculturalidad que recoge

las diversidades en una unidad que no las suprime, sino que más bien las acoge en complementariedades

sucesivas.

La pertinencia de este paradigma guarda relación con la aproximación a las mediaciones sociales y

culturales que recuperan la vida cotidiana y la incorporan en las relaciones y procesos de construcción de

los discursos, y donde los medios de comunicación se asumen como “instituciones impregnadas por la

historia, la cultura y la sociedad” (Archondo, 2003: 58), de modo que el discurso sobre integración se

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construye en el desafío de articular, vía mediaciones, el polo de la emisión con el polo de la recepción

(Mattelart) o del reconocimiento (Verón) o de la apropiación (Eco). La ruta de este enfoque señala que la

comunicación-desarrollo, del mismo modo que la integración regional, asume la heterogeneidad como un

valor articulable a la construcción de un nuevo tejido de lo colectivo, de nuevas formas de solidaridad,

produciendo dinámica social ligada a alguna noción de comunidad y de integración.

Comunicación para la integración con sentido estratégico

Tomando en cuenta su sentido teleológico, la integración regional se asume como el camino para manejar

adecuadamente, en acuerdos comunitarios, los mecanismos y el desenvolvimiento concertado en los

procesos de relacionamiento internacional. Por su parte, el sentido estratégico de la integración subraya la

importancia de ceder soberanía para construir otra, agregada o supranacional, controlando los factores

centrífugos que hoy por hoy, como una forma de acomodo a la globalización, llevan a priorizar iniciativas

nacionales. Lo regional no puede ser solo el plus o el complemento, sino la fórmula más adecuada para

hacer frente a las crisis y también para la participación ventajosa en las dinámicas del mundo comercial,

social, político y cultural.

Ambos sentidos de la integración regional, cuyos espacios de decisión son dinamizados por la acción de

estructuras especialmente gubernamentales que parten de intereses nacionales específicos para construir

otros, comunitarios o regionales, se convierten en modalidades de “mediación de la política” en un espacio

regional. Se podría decir que tanto el sentido teleológico como el estratégico son modalidades del manejo

de tensiones o del seguimiento de negociaciones que, inevitablemente, requieren la concurrencia de puntos

de vista unas veces coincidentes y otras dispares.

Siendo la integración un proceso en permanente construcción de consensos y factores de unidad desde los

diversos, se convierte en una práctica política de manejo de intercambios y complementariedades. Este

mismo sentido tiene la comunicación política, a la que Touraine entiende como el “[…] conjunto de las

instrumentaciones (mediaciones) que permiten pasar de uno de estos tres (des)órdenes a otro: demandas

sociales, Estado y libertades públicas” (Touraine, 2000: 47-56). El elemento articulador de los factores

típicamente políticos —poder, sociedad y democracia— es el discurso político. Así nos lo da a entender

Rincón (2004) cuando define la comunicación política como la “[…] disciplina que pretende movilizar a la

ciudadanía para ganar las „batallas por la significación‟ sobre lo que es y debería ser el „buen orden‟”.

En función de procesos de integración, resulta útil la comprensión de la comunicación política como una

“[…] disciplina que construye discurso político a partir de las relaciones entre diversos sujetos del mundo

político y/o la sociedad civil, a través de mediaciones comunicacionales y de acciones comunicativas en la

acción política, por la constitución de formas de poder público” (Contreras, 2007b: 12). Es decir, se

reconoce la importancia del discurso como eje de las relaciones comunicacionales (intercambios simbólicos)

y políticas (lucha por ideas fuerza); al mismo tiempo que se recoge la dinámica de actores diversos

provenientes del mundo tradicional (espacio político, básicamente partidista y en forma ampliada gremial) y

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no tradicional (espacio social, donde la ciudadanía gana una potestad mayor que la de una mera opinión

pública). Mencionar la acción comunicativa en el sentido sugerido por Habermas, el de las interacciones

entre dos o más personas que procuran entenderse, racionaliza la direccionalidad de los encuentros; y

también subraya la realización del hecho político en la acción política o la dialéctica de grupos sociales, de

modo que las significaciones obedecen a intereses sociales, económicos y culturales determinados, puesto

que “[…] la producción de ideas sobre el mundo social se encuentra en realidad siempre subordinada a la

lógica de la conquista del poder” (Bourdieu, 2001: 78).

El manejo de tensiones y la inclusión de soberanías a favor de proyectos comunes se convierten en

procedimientos para constituir una cultura integracionista. Semejante desafío no es posible de realizar sin la

intervención de propuestas educativas y comunicacionales que permitan asumir “[…] los valores

comunitarios para lograr el apoyo y legitimación del proyecto integracionista, por encima de los valores

nacionalistas que tradicionalmente se exaltan en la educación formal de los pueblos, razón por la cual debe

propiciarse su inclusión en los programas de educación […] desde una perspectiva interdisciplinaria si se

toma en cuenta que la integración es un proceso multifacético” (Morales et al., 2005: 32).

Sin embargo, no se debe entender esta relación como una tarea estrictamente comunicacional o educativa,

para un hecho que se desenvuelve en la acción política con modos particulares de realizarse en un plano

supranacional en el que los procesos de integración regional no le quitan densidad a la política nacional,

sino que la extienden a niveles más amplios de negociación donde la dimensión simbólica y la práctica

política se caracterizan por las relaciones que se establecen entre los países que forman parte de un

esquema regional, y al que acuden desde modelos de desarrollo y programas propios, no necesariamente

coincidentes.

En un sentido más relacionado con la comunicación política, los procesos de producción y reconocimiento

de los discursos se hallan en —y generan, a la vez— la trama del campo político (Bourdieu, 2001: 164) o el

espacio de concurrencia y encuentro entre diferentes actores involucrados en un mismo fenómeno,

exponiendo sus propuestas políticas, problemas, programas, análisis, comentarios, conceptos y

acontecimientos, en política correlacionados con la construcción de poder y hegemonía. Aplicado a los

procesos de integración, el campo político pone en escena la comunidad y los consensos como una forma

de articulación y manejo de los intereses, por lo que también podría denominarse el campo de la

integración. De todas maneras, en la práctica, este campo de la integración basado en el consenso no está

exento de la posibilidad del campo político fundado en la hegemonía. Siendo así, la intervención de la

comunicación en la construcción de los procesos regionales de integración en sus sentidos teleológico y

estratégico tendrá que dedicar especial atención a las formas y procesos de significación en los encuentros

de intereses que pugnan por reconocimientos y acuerdos.

Comunicación para la integración con sentido pragmático

El sentido pragmático de la integración cobra particular importancia en estos tiempos de posibilidades de

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articulación entre países y regiones en un mundo multipolar. Este contexto no solo podría flexibilizar las

condicionalidades de articulación regional para posibilitar los acuerdos bilaterales, sino que permite el

desarrollo de campos de integración en un abanico amplio de temas. En América Latina, tanto por iniciativas

y estrategias regionales propias como por las características de este entorno, esquemas tradicionalmente

comerciales como Aladi, Mercosur, SICA y la CAN se están nutriendo de agendas sociales, ambientales,

culturales y políticas que los llevan a la posibilidad de generar consensos supranacionales multitemáticos.

En el caso particular de la CAN, dada su actual necesidad de asegurar sus logros y seguir avanzando de la

mano de acuerdos concretos y medibles de distinto nivel de profundidad y ámbitos de aplicación, los

consensos sobre temas específicos en medio ambiente, políticas sociales y agenda política pueden servir

para generar espacios paradigmáticos de trabajo regional y emprendimientos comunitarios. Con acciones

que permiten avanzar en lo que es posible estar de acuerdo, se activa la comprensión de la integración

como el ejercicio cotidiano y permanente de interlocución y consulta en distintos niveles de decisión, tanto

con la finalidad de lograr acuerdos como para practicar una política de consensos e identidades

compartidas.

La intervención de la comunicación en estos procesos requerirá una fuerte labor informativa y de

posicionamiento de los logros y acuerdos, al mismo tiempo que de la promoción del ambiente actitudinal

apropiado en los diferentes espacios de diálogo y toma de decisiones conjuntas. Es decir, la capacidad

institucional de concertar y la de saber comunicar estos acuerdos es la base de la acción comunicativa en la

integración con sentido pragmático. Para ello, una parte del sentido de la comunicación también se hace

pragmático y asume los moldes de la comunicación organizacional o “[…] conjunto de técnicas y actividades

encaminadas a facilitar y agilizar el flujo de mensajes que se dan entre los miembros de la organización,

entre la organización y su medio; o bien, influir en las opiniones, aptitudes y conductas de los públicos

internos y externos de la organización, todo ello con el fin de que ésta última cumpla mejor y más rápido los

objetivos” (Fernández, 1997: 27).

De todas maneras, dado el carácter de las organizaciones coordinadoras de los procesos de integración,

junto con la tendencia organizacional, son necesarios rasgos de la comunicación política, porque se

requieren formas de realización de los acuerdos entre la acción comunicativa (interacción con

entendimiento) y la acción política (lucha política), con mutuas influencias y determinaciones. Desde esta

perspectiva, las instituciones y organizaciones de integración superan el riesgo de ser concebidas como

meras correas transmisoras de información. En efecto, la institucionalidad integracionista contiene en su

naturaleza síntomas y efectos formadores de la política y la sociedad, por la interfaz que se produce entre el

discurso institucional basado en el consenso político y los discursos y géneros provenientes del manejo de

la información.3 Admitamos que las institucionalidades construyen imágenes y realidades de la integración,

pues no se puede negar que, en sus respectivos campos, las instituciones y los medios de comunicación

3 La integración que se asume comunicativa basa su modo de construcción de consensos en el discurso o toda materialidad significante que alude a algún objeto —concreto o abstracto— de la realidad social y que está construida bajo condiciones históricas concretas, con signos escogidos, ordenados, relacionados y formalizados bajo determinantes ideológicos específicos y, por lo tanto,

relacionados con la posición social y la intencionalidad política del sujeto (individual o colectivo) que lo construye.

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imponen crecientemente su lógica en la construcción de la realidad política, social y cultural.

Roles de la comunicación en los procesos históricos de la integración andina4

En su recorrido, la CAN ha vivido tres etapas que no observan necesariamente un proceso lineal sino más

bien de encadenamientos y superposiciones de idearios, sentidos y acciones de integración. La primera

etapa, la de la “integración para la sustitución de importaciones”, ocurre a partir del nacimiento del Acuerdo

de Cartagena o Pacto Andino en 1969; surge articulada a la comprensión de la realidad regional como

económica, política, social y culturalmente dependiente de los centros hegemónicos de desarrollo. La

segunda etapa, conocida como la del “regionalismo abierto”, en la que el bloque regional se abre a la

globalización, se inicia con la apropiación de algunos de los componentes del Consenso de Washington y

con la dinamización de una zona andina de libre comercio, en un ambiente regional de búsqueda de

superación de las consecuencias originadas por la deuda externa (Ruiz Caro, 2005: 10). La tercera etapa, la

actual, a la que hemos convenido en llamar “integración integral”, articula temas del ámbito económico,

político, social y ambiental, además de combinar modelos de desarrollo diversos en la posibilidad de

construir consensos regionales (Contreras, 2008: 10).

Sustitución de importaciones y comunicación crítica

Al finalizar la década de 1960, el decenio que incuba las teorías de la dependencia, en el continente

americano se manejaba la tesis de la industrialización mediante la ampliación de los mercados nacionales a

través de la exportación de productos, procurando además una inserción más adecuada en el mercado

internacional.

Al calor de estas propuestas, en 1969 nace el Pacto Andino con el Acuerdo de Cartagena, que se plantea

no solo una industrialización en escala, sino una política industrial conjunta, promoviendo la sustitución de

las importaciones. Se trataba de crear “[…] un mercado ampliado para las industrias que se desarrollaban

en cada país, con el fin de aprovechar las ventajas de las economías de escala y la especialización [y]

mediante la aplicación de barreras arancelarias o cuotas de importación a bienes procedentes fuera de la

subregión, se aspiraba a reemplazar bienes importados, especialmente manufacturados, por otros de

producción nacional” (Ruiz Caro, 2005: 6).

En los objetivos del Acuerdo de Cartagena se inscribe el del desarrollo armónico y equilibrado planificado

subregionalmente y ya no solo por países. Para ello se propone la creación de un mercado común y la

adopción de un arancel externo común que favorezca las transacciones entre los países andinos.

En las previsiones del funcionamiento del Acuerdo de Cartagena están la definición de normas de carácter

vinculante, procedimientos administrativos que respondan a su carácter supranacional, sistemas de

4 Este punto está basado en Contreras (2007a).

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planeamiento sectorial, mecanismos redistributivos para afrontar las asimetrías, políticas comunes frente a

terceros países y un sistema institucional propio de apoyo financiero, motivo por el que se crean la

Corporación Andina de Fomento (CAF) y el Fondo Andino de Reservas (FAR). La estructura responsable de

la coordinación general de los diferentes procesos de la integración andina es la Junta del Acuerdo de

Cartagena, que tiene como una de sus características la supranacionalidad de sus decisiones.

Como se puede apreciar, los desafíos del Pacto Andino no tienen relación con las comprensiones clásicas

del desarrollo-subdesarrollo como etapas evolutivas, sino más bien con transformaciones profundas en las

relaciones históricas; esto porque “[…] era claro que la región no podía sustraerse de la gravitación

dinámica de la economía internacional, pero se trataba de una relación conflictiva, con efectos positivos y

negativos [y] había que evitar estos últimos o, al menos, ponerse en condiciones para negociar la apertura y

minimizar en lo posible esos efectos negativos” (Salgado, 2007: 16). En este contexto, la Junta del Acuerdo

de Cartagena asume tanto la infraestructura de comunicación, la vinculación caminera y la comunicación

propiamente tal, como componentes importantes de su estrategia, en el entendido de que el desafío de la

integración suponía un proceso de articulaciones territoriales, encuentros sociales, intercambios

comerciales, información y nuevas apropiaciones culturales.

La propuesta de comunicación en este modelo de integración “hacia dentro” va a tener su expresión

símbolo en la producción de la serie de programas para televisión Nuestra América. Su orientación,

valorizadora de las potencialidades económicas, sociales y culturales de los países de la región en caminos

que se integran, tiene visos de soberanía cultural, reivindica el derecho a la información, y es un esfuerzo

por la democratización de los flujos y procesos de comunicación, poniéndolos al servicio de un sujeto social

andino tipo, el que resume “todas las sangres” de la diversidad regional. Nuestra América tiene una

característica fundamental: no habla directamente de las acciones de la integración y apela más bien a la

cultura de la integración, es decir, al contexto de la institucionalidad integracionista. Rompe con el

difusionismo y logra su apropiación favorable en los distintos países andinos por los más diversos sectores

sociales.

El programa Nuestra América, que más adelante va a ampliarse a Nuestra América para Niños, tiene una

amplia difusión en canales de televisión de los distintos países andinos; y tanto por su novedad en el

tratamiento de la temática que se empata con la cotidianidad ciudadana, así como por la vistosidad de la

variada, hermosa y rica geografía y cultura andinas que es relatada en documentales hechos desde las

mismas realidades locales, gana rápidamente audiencias y se convierte en un referente de las posibilidades

de la identidad regional. Este programa no solo se incorpora en la televisión, sino que habla en lenguaje de

televisión; de ahí sus altos niveles de empatía.

En paralelo con experiencias como la Asociación Latinoamericana de Educación Radiofónica (ALER) en la

radio educativa, el Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina

(Ciespal) en el campo de la investigación de la comunicación y la misma Unesco en el ámbito de las

políticas de comunicación, Nuestra América va a hacerse parte de un esfuerzo continental de experiencias

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de comunicación no articuladas institucionalmente, pero comprometidas con el desarrollo y con la

integración de la región. En este sentido, no es ajena a las concepciones acuñadas en la búsqueda de un

Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación (Nomic), en una de las etapas más fecundas de

la comunicación latinoamericana con identidad propia.

Regionalismo abierto y difusión

Con el Consenso de Washington, las políticas y los conceptos de integración experimentan una revisión.

Las corrientes de liberalización externa que predominan en las políticas económicas de los países de la

región se dotan de una fórmula de integración —y de comunicación— a la par de la apertura externa al

comercio y la inversión internacionales. El regionalismo abierto es compatible con la apertura hacia los

mercados internacionales, la promoción de la inversión y de las iniciativas privadas, así como el retiro del

Estado de las actividades económicas, y “[…] la integración regional se convirtió en un mecanismo clave

para profundizar la liberalización unilateral y multilateral y asegurar la economía de mercado” (Ruiz Caro,

2005: 10).

A este modelo de desarrollo e integración se le denomina “regionalismo abierto”,5 por la compatibilidad que

se busca entre la integración regional y mundial, en sociedades donde son necesarias medidas de ajuste

estructural para llegar al libre comercio pleno en la economía globalizada. Según la Comisión Económica

para América Latina y el Caribe (Cepal), el regionalismo abierto se refiere a un proceso de creciente

interdependencia económica regional impulsado tanto por acuerdos preferenciales de integración como por

otras políticas en un contexto de apertura y desreglamentación, con el objetivo de aumentar la

competitividad de los países y constituir un cimiento para una economía internacional más abierta.

En concordancia con el modelo económico, se revisa y adapta la normativa andina, básicamente con la

incorporación del Protocolo Modificatorio del Acuerdo de Cartagena o Acta de Trujillo de 1996, que legitima

la transformación del Grupo Andino en la Comunidad Andina, crea el Sistema Andino de Integración (SAI)

compuesto de distintos órganos e instituciones, y basa su estrategia en una liberalización del mercado de

bienes y servicios y de los intercambios mediante la conformación de una zona de libre comercio. Para ello

se robustece el arancel externo, se fijan franjas de precios, se establece una unión aduanera, se dedican

esfuerzos a la armonización de políticas, y se devuelve la capacidad de decisión a los países, creando una

Secretaría General en reemplazo de la Junta del Acuerdo de Cartagena. El resultado de la aplicación de

este modelo, básicamente por el funcionamiento de la Zona de Libre Comercio, “[…] ha generado más

beneficios (creación de comercio) que costos (desviación de comercio) y ha apoyado la agenda de

participar en acuerdos económicos más amplios como lo propone el regionalismo abierto” (Creamer, 2005:

22).

5 Sobre los alcances de este enfoque, Viner afirma que “[…] mientras las fronteras nacionales subsistan y sigan constituyendo las barreras de los intereses imperantes y mientras las naciones sigan planificando sus economías a lo largo de líneas que entrañan rigideces en las estructuras de precios, no será factible formular normas concretas para la regulación de las relaciones económicas

internacionales” (Viner, 1966: 134).

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La apertura de la integración a la energía del comercio internacional convoca la aplicación de instrumentos

propios de la comunicación organizacional, basados en la información de las acciones institucionales.

Comunicacionalmente, la óptica se revierte con relación a la experiencia de la etapa anterior, puesto que se

pone en escena la antípoda de la comunicación que busca construir culturalmente espacios apropiados de

integración, y se encamina una línea de difusión de las bondades del libre mercado, de la importancia de la

liberalización y la competitividad y, en el caso de la CAN, más específicamente sobre las acciones

corporativas de la Secretaría General.

En consecuencia, la línea predominante de comunicación se externaliza a los sujetos o ciudadanos andinos,

se arropa en las decisiones y normas andinas y se realiza en los avances que los países logran en sus

políticas de ajuste y de apertura. Los ciudadanos se convierten en consumidores tanto de la economía

como de la información. A la par con las teorías de la persuasión, los órdenes discursivos significan, dan

pertinencia y universalidad a categorías preestablecidas en la legitimidad del libre mercado y de las

acciones institucionales.

En el caso de la CAN, paradójicamente, no es la saturación de mensajes sino en muchos casos el silencio,

el que va a caracterizar los procesos de comunicación que llevan a un relativo, especializado y segmentado

conocimiento de los procesos institucionales, junto con un marcado desconocimiento de los reales procesos

de integración y desintegración en el mundo globalizado.

Institucionalmente la CAN se asume como generadora de propuestas sobre el quehacer comercial de la

integración andina; también se define como la depositaria de los instrumentos jurídicos que preservan el

acervo histórico del proceso de integración; y es el vínculo con los órganos ejecutivos de las demás

organizaciones regionales de integración y cooperación. Y como ya dijimos, para cumplir con estos roles,

comunicacionalmente se apoya en propuestas de difusión e información.

Así, mientras la CAN se abre comercialmente al mundo globalizado, sus acciones de (in)comunicación la

encierran en sí misma, desconectándola del mundo y de la sociedad, limitándose a enlazar

informativamente a las autoridades que participan de sus decisiones. Gran parte de los esfuerzos se

concentran en la elaboración diaria de un Boletín Informativo con noticias recuperadas de distintos medios

nacionales, y con circulación entre las autoridades gubernamentales. De este modo, la CAN se “des-

posiciona” de sus contextos y de sus actores, convirtiéndose en una incógnita ajena e inasible para los

ciudadanos.

De todas maneras, “[…] sería falso e injusto afirmar que la preocupación por lo social estuvo ausente en

este período, aunque sí cabe recordar que se pasó de una visión de „desarrollo social‟ a otra de

„compensaciones sociales‟ de los costos de la crisis, así como de las políticas económicas adoptadas para

conjurarla” (Pareja, 2009: 151). La anotación que hace Pareja reviste alta importancia en el caso de la CAN,

puesto que bajo este amparo se gestó en 1995 el llamado Nuevo Diseño Estratégico de la CAN, que dio pie

al desarrollo de la dimensión social de la integración andina que se plasmó el año 2001 en el Plan Integrado

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de Desarrollo Social (PIDS) que busca construir una política social andina a partir de tres líneas de acción:

la cooperación técnica horizontal en políticas sociales; el seguimiento y evaluación conjunto de objetivos y

metas sociales compartidos; y la ejecución de proyectos comunitarios en una amplia gama de temas.

Animadas por este enfoque, algunas actividades comunicacionales van a intentar romper la norma

difusionista y apropiarse de propuestas de comunicación participativa. Se realizan, así, eventos con

periodistas en el ánimo de otorgarles elementos de reflexión e información sobre la integración; se hacen

esfuerzos por crear una red andina de comunicadores de radio y prensa popular. También se logra un

acercamiento al mundo académico. Lastimosamente, la escasa inversión financiera destinada a la

comunicación no acompaña los intentos de transgresión de la línea informativa de la CAN, en un contexto

del pensamiento comunicacional latinoamericano que estaba transitando “de los medios a las mediaciones”.

Integración integral y comunicación como relación

Entrando al siglo XXI, otros escenarios se pintan en el continente. Nuevos modelos económicos y enfoques

políticos transforman el escenario de las políticas nacionales y también los de la integración. La CAN no se

exime de estos procesos. Bolivia y el Ecuador cambian sus modelos de desarrollo y aspiran a un

reconocimiento de sus propuestas estatistas en el seno de la CAN, donde conviven con el Perú y Colombia,

que optan por esquemas de liberalización. Existen dos visiones —o más— sobre los modelos de desarrollo

y sobre los modos e intensidades de la inserción internacional de los Países Miembros.

En este contexto se propone la “integración integral”, que consiste en la realización de una “[…] integración

más equilibrada entre los aspectos sociales, culturales, económicos, ambientales y comerciales, y el logro

de una unidad en la diversidad al servicio del vivir bien de sus pueblos y de la armonía con la naturaleza”

(CAN, junio del 2007). Está basada en el desarrollo humano sustentable y equitativo para el “Vivir Bien”, que

tiene como ejes la armonía de los hombres en sociedad y con la naturaleza, la vida en comunidad y el

respeto por la diversidad. También propone la incorporación de las organizaciones ciudadanas con sus

valores esenciales, culturales e históricos; sus cosmovisiones, lógicas o racionalidades; sus formas

organizativas y jurídicas, así como sus propias propuestas y prácticas de integración. Otro elemento clave

en la integración integral es la búsqueda de convergencias para la construcción de estadios superiores de

integración, como la suramericana y latinoamericana.

La región andina no escapa de la realidad donde la heterogeneidad riega la sociedad y diversifica las

posibilidades comunicacionales, abriéndolas a las matrices culturales múltiples de la ciudadanía que invade

los Estados y los esquemas de integración. Entonces, la condición de saberse construyendo integración

desde la comunicación consiste en saber trabajar la pluralidad, la diversidad y la heterogeneidad de

territorios, regiones, nacionalidades y sectores, que cuando acuden a converger en propuestas comunes lo

hacen desde sus particularidades, desigualdades y diferencias.

En una realidad como la andina, en la que la integración debe tejerse desde la heterogeneidad, la

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comunicación necesita pensarse también multidimensional, desde diversas aristas y posibilidades

articuladas por el propósito de construir discurso convergente entre sujetos sociales, entre modelos de

desarrollo, entre países y entre bloques de integración, superando la confusión entre diversidad y

fragmentación, para que la integración integral tenga en correspondencia una comunicación integral, con

capacidad para poner en relación diversos paradigmas de la comunicación. Hoy, la aplicación de este

enfoque en el caso de la CAN tiene dos ámbitos de explicación: el de las fuentes de la generación de la

palabra y el de la organización de las acciones de comunicación en un sistema integral.

En referencia a las fuentes de opinión y generación de la palabra en la CAN, en correspondencia con su

situación de polarización, podemos afirmar que estas son también diferentes e incluso divergentes. Entre

las principales fuentes están: 1) la institucionalidad, que tiene sus referentes en los diversos órganos e

instituciones que componen el Sistema Andino de Integración, uno de las cuales es la Secretaría General

de la CAN; 2) las acciones de integración, que están concentradas en la práctica articuladora de la

Secretaría General; y, 3) la dinámica política, que deviene de las decisiones y expresiones de los voceros

gubernamentales.

En relación con la institucionalidad, la imagen de la CAN se dispersa en el propio posicionamiento de sus

instituciones, sin generarse puentes de encuentro que identifiquen un solo proyecto regional. Podría decirse

que las instituciones, sus interlocuciones y sus apropiaciones tienen vida propia, incluso por sobre los

posicionamientos que proyecta la CAN como tal. Así, por ejemplo, que la CAF, la Universidad Andina Simón

Bolívar, el Organismo Regional Andino de Salud Hipólito Unanue, el Fondo Latinoamericano de Reservas

(FLAR), el Parlamento Andino y el Tribunal Andino de Justicia tienen vida propia y su prestigio no se revierte

en la definición de la CAN como conjunto comunitario. Desde esta perspectiva, podría reconocerse la

existencia de discursos particularizados con base en una filosofía común.

En otras experiencias integracionistas, esta dispersión discursiva suele resolverse organizativamente a

partir de planes comunes, y, comunicacionalmente, mediante procesos de visibilidad de sus símbolos y

acciones conjuntas. En el caso de la CAN, la simbología está apenas en proceso de aprobación, aunque

por la fuerza de la tradición se han institucionalizado el logotipo y la bandera.

En relación con las acciones de la integración, la Secretaría General de la CAN desarrolla un complejo plan

de trabajo compuesto de 5 áreas, 22 programas y cerca de un centenar de proyectos. La institucionalidad

de la CAN desde este ámbito es sólida en aspectos estratégicos y organizativos. La intensidad de las

acciones no es recogida por los medios porque no las consideran noticiables, razón que lleva a tratarlas

estrictamente por vías institucionales de información en circuitos también institucionales.

La exposición del discurso gubernamental tiene la característica de politizar la integración, secundarizando

tanto la fortaleza de la institucionalidad como la efectividad de las acciones de integración. Como es sabido,

las diferentes visiones de desarrollo y los conflictos transfronterizos han tensionado las relaciones al interior

de la CAN. La exposición mediática de estos conflictos, así como el manejo por lo común sensacionalista de

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18 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

estos procesos por los medios, han simbolizando una crisis institucional más allá de la realmente existente.

A diferencia de la solidez institucional o de las prácticas integracionistas que suelen calificarse de acciones

corporativas, en la concepción de los medios las tensiones gubernamentales son noticiables, y, en

consecuencia, ocupan las agendas que forman opinión pública.

Por todo lo dicho, un proceso de integración requiere adoptar modelos de comunicación como relación, que:

[...] apunta a construir relaciones entre los sujetos protagonistas de la comunicación dentro

de un proceso de desarrollo […] De ninguna manera, el desarrollo es el contenido y la

comunicación la forma, sino que es una saga integrada y de convocatoria amplia.

Relaciones que van a permitir que los involucrados produzcan y construyan sentidos de

comprensión de sí mismos, de los demás y de la realidad, posibilitando cambios decididos

por los propios sujetos” (Alfaro, 2006: 98).

Aplicado el concepto a la integración, digamos que “de ninguna manera la integración es el contenido y la

comunicación la forma”: ambas son construcciones individuales y colectivas de la solidaridad.

Tomando en cuenta el otro ámbito de explicación, el de las acciones de comunicación organizadas en un

sistema, encontramos en la CAN que su principal objetivo comunicacional está dirigido a una apropiación

del proceso de integración por los ciudadanos. Para ello:

[…] las acciones de comunicación buscan informar sobre el proceso de integración, sus

logros, beneficios y problemas; el diálogo intercultural; la promoción de políticas públicas,

transparencia y acceso a la información; la construcción de sentidos por una integración

integral basada en la unión en la diversidad; la promoción del Vivir Bien en una comunidad

solidaria en armonía entre todos los ciudadanos y de estos con la naturaleza; y el fomento a

nuevas expresiones de participación ciudadana para promover una cultura andina de

integración.6

En este cometido, la propuesta de comunicación en la CAN articula tres líneas estratégicas: 1) dinamización

de redes de comunicación; 2) construcción de una cultura de integración; y, 3) información sobre y para la

integración.

En cuanto a lo primero, la CAN ha promovido en su desarrollo la participación de periodistas y

comunicadores en eventos y redes regionales. Esto ha permitido no solo generar encuentros e intercambios

a favor de la integración, sino también construir metodologías y marcos conceptuales que aportan a los

procesos de comunicación. Un ejemplo reciente es la experiencia desarrollada con periodistas que cubren

temas relacionados con riesgos naturales en los países andinos en el marco del Proyecto de Apoyo a la

Prevención de Desastres en la Comunidad Andina (Predecan), que nos ha enseñado que “[…] si algo hay

6 Basado en CAN (2009).

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que derrotar en este asunto es el difusionismo, pues aunque es muy importante mejorar la calidad y los

niveles de información sobre gestión del riesgo, es absolutamente claro hoy que la comunicación es la clave

para la intervención en estos procesos” (Miralles, 2009: 29).

En una opción compartida por la comunicación educativa, la CAN trabaja en estrecha coordinación con

entidades que incorporan en su quehacer temas de la integración andina desde sus propios enfoques y

perspectivas. Con ellas se busca democratizar la integración en las palabras múltiples de la ciudadanía,

como ocurre en el trabajo compartido con ALER, que pone la integración andina en las hablas de la radio

popular; en la alianza con el Grupo Nómadas, que lleva cine a las fronteras para generar debates

interfronterizos; o en la coordinación con la Federación Latinoamericana de Facultades de Comunicación

Social (Felafacs), que permite que las aulas y el pensamiento académico se abran a los procesos de

integración.

En lo que concierne a la construcción de una cultura de integración, ronda en el ambiente una pregunta

clave: ¿Cuáles son los imaginarios de lo andino y de la integración en un continente de espacios

parcelados? Algunas pistas de respuesta las encontramos en las reflexiones de Rey cuando identifica

“circuitos” (Rey, 2006: 105-107) no institucionales. Uno de ellos sería el consumo cultural; otro, los flujos de

migración; un tercero, las fronteras desterritorializadas; y uno último, las autonomías. Para el caso andino,

añadamos a ellos las complejas relaciones entre países con modelos de desarrollo distintos y la

mediatización de la diplomacia que se aligera en los estilos y lenguajes de los medios masivos; la

interculturalidad como factor de encuentro desde las diversidades; y la transparencia como condición de una

integración con sustantividad democrática.

Hablar de cultura de integración supone aproximarse a las prácticas ciudadanas para partir desde ellas,

desde sus imaginarios y sus propuestas, a fortalecer la integración regional. Este desafío ha cobrado en la

CAN una dinámica especialmente importante en los últimos años. La reciente creación del Consejo Andino

de Pueblos Indígenas, de la Mesa de Pueblos Afrodescendientes, de la Mesa de Defensores de los

Derechos de los Consumidores y del Consejo Andino de Universidades, órganos que hacen parte del

Sistema Andino de Integración, es una expresión de este decurso que busca ser “[…] inclusivo y, al mismo

tiempo, tolerante de la diversidad […] paso fundamental en la construcción de un nuevo pacto social, que es

necesario para poder acumular los talentos y energías de todos nuestros ciudadanos y avanzar en el

proceso de integración económica y social en la región andina” (Vickers, 2006: 45). Esto es definitivo: la

integración no es posible por decreto, desde arriba; tiene que hacerse en la cotidianidad de los pueblos

como una práctica de solidaridad y como una capacidad para compartir.

En la actualidad la CAN no cuenta con espacios comunicacionales propios que recojan estos procesos. Sin

embargo, dos ámbitos le dan presencia: las redes ciudadanas y los medios con los que se coordinan

actividades; y la próxima puesta en escena de una serie de televisión y otra de radio, que se diseñarán y

circularán siguiendo los parámetros de la comunicación masiva.

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En lo que atañe a la información sobre y para la integración, la Secretaría General de la CAN pone

diariamente en circulación un Boletín Informativo sobre Integración y sostiene un actualizado sitio web de

alta cantidad de visitantes. Tiene instalado un sistema mediático compuesto por TVCAN y RadioCAN,

medios institucionales puestos en Internet. Con todas las limitaciones de un circuito mediático no tradicional,

así como con todas sus potencialidades, ha logrado una importante audiencia institucional, todavía en los

márgenes de los actores cercanos a los circuitos también institucionales de la integración regional. Desde

sus orígenes sabe que necesita del complemento de otras formas comunicacionales actuales, como

youtube, hulu, hoomla, blogs temáticos y otros; así como de formas tradicionales como la incorporación de

algunos productos en los medios masivos de comunicación para que sopesen su propia agenda centrada

en los conflictos interfronterizos. También se realizan campañas que muestran las ventajas y beneficios de

la integración; por ejemplo, sobre el pasaporte andino, los derechos de los viajeros, los derechos de los

migrantes, la biodiversidad andina y otros.

Es importante que en procesos de integración la información no se detenga en el tratamiento de la noticia y

que avance a espacios de reflexión para la toma de decisiones, pues, como dice Alfaro, para la relación

entre observatorios y medios de comunicación “[…] no basta informar sino [que hay que] proponer y exigir

cambios en redes de intercambio” (Alfaro, 2006: 310-311).

La reflexión sobre integración es un espacio que el sistema de comunicación de la CAN no ha descuidado:

diversos eventos y publicaciones temáticas, así como la circulación semestral de la Revista de la

Integración, sistematizan y provocan conocimiento integracionista.

El trabajo con los medios de comunicación para abrir con ellos la información a la ciudadanía es un tema

siempre inconcluso para los procesos de integración. Definitivamente, no estar presentes en ellos es como

estar ausente de las apropiaciones políticas de la integración. Y los medios por sí solos no están tendiendo

puentes de integración ni impidiendo manifestaciones de desintegración.

Desafíos para la comunicación en la integración

Al repasar los aportes bibliográficos sobre integración en general, e integración andina en particular, llamó

poderosamente mi atención que buena parte de los escritos definan sus títulos en interrogantes. Esto no es

sin duda casual, sino producto del estado de situación de la apropiación de los procesos de integración,

más sujeto aún a preguntas que a certezas.

Y estando la comunicación para la integración regional en un estado embrionario, distintas definiciones son

necesarias para precisar sus roles. Proponemos algunas a modo de tareas por realizar:

1. Diseñar y desarrollar estrategias de comunicación para la integración que transiten de la fragmentación a

la integración comunicacional y social; de los compromisos coyunturales a los estructurales; de la

representación de la integración con énfasis económico comercial a una integración integral.

2. Construir una cultura de la integración, trabajando desde una concepción comunicacional

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multidimensional en la formación de imaginarios colectivos y continentales que superen el afincamiento local

o nacional, enlazando lo local con lo local paralelo y lo regional, el yo con el nosotros y la nacionalidad con

la supranacionalidad, bajo la utopía de la Patria Grande Latinoamericana.

3. Incluir actores y procesos sociales en sistemas de integración con rostro ciudadano, que avancen de la

exclusividad gubernamental a la constitución democrática sustentada en pactos sociales donde se

encuentren gobiernos, empresarios y sociedad civil, construyendo nuevos ejes discursivos. La incorporación

de nuevos actores supone la inclusión de otros temas, prácticas y lógicas integracionistas.7

4. Desarrollar campañas sobre los beneficios de la integración para el ciudadano. En el caso de la CAN,

muchos son los temas que otorgan identidad al ciudadano andino, y es menester trabajar en ellos con una

perspectiva no-tradicional, sino más bien partiendo del sujeto individual y colectivo, provocando su

participación y movilización por los beneficios de la integración.8

5. Visibilizar los elementos integradores como los símbolos, los beneficios y los logros de la integración, de

modo que se generen inclusiones y apropiaciones en un ser colectivo, regional, de identidad regional.

6. Desarrollar compromisos con instituciones de integración y medios de comunicación, para que en los

pactos éticos por la integración se vuelva la mirada “[…] a los principios rectores del periodismo y de la

comunicación que tienen la misión de encantarnos como humanos, con nuestro país y con el mundo”

(Contreras, 2005: 113).

7. Realizar una labor permanente de observatorio sobre los procesos de integración, que oficie de

termómetro de sus diferentes factores, para generar desde allá procesos discursivos integracionistas

basados en la realidad de la integración, o de la desintegración.

8. Aprender de las prácticas de integración, para transitar —como aconseja Rey— de una mirada de los

incidentes a una percepción de las experiencias (Rey, 2006: 107-108). Esto instalará una visión

esperanzadora y no pesimista de la integración.

7 Un recurso importante para trabajar comunicacionalmente la integración es el periodismo público, entendido como el “[…] ejercicio de debate público convocado por los medios de comunicación, con el fin de que la participación de los ciudadanos del común permita la

construcción de agendas ciudadanas que buscarán ganar influencia en la agenda pública” (Miralles, 2009: 43). 8 En temas de desarrollo, Alfaro habla de “[…] campañas participativas sobre problemas sociales con efecto político”, dejando en claro que se trata de dejar huellas y provocar cambios a partir de decisiones políticas, por medio de campañas educativas en “intervenciones

esporádicas, pero significativas” (Alfaro, 2006: 194-195).

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interculturales para la integración1 Jenny Bustamante Newball Universidad de Los Andes (Venezuela) [email protected]

Jenny Bustamante Newball. Licenciada en Comunicación Social, máster en Escritura para Cine y Televisión y candidata a doctora en

Humanidades en la Universidad Central de Venezuela. Es docente-investigadora del Departamento de Comunicación Social de la

Universidad de Los Andes (Venezuela); coordinadora del Estudio de Televisión de esa misma casa de estudios y miembro del Grupo

de Investigación Comunicación, Desarrollo e Integración. Pertenece al Programa de Promoción al Investigador (PPI-Nivel II) del

Ministerio de Ciencia, Tecnología e Industrias Intermedias de Venezuela. Entre sus artículos más recientes publicados en revistas

arbitradas e indexadas se encuentran “De las audiencias supuestas a los supuestos de las audiencias”, “Hacia la búsqueda de las

audiencias tras la Gran Muralla China” y “Televisión, periodismo y audiencias: una aproximación a su estudio en Venezuela”.

Resumen

En este trabajo iniciamos nuestra reflexión desde el conflicto y la integración como temas frecuentes en la

diplomacia de micrófonos entre Colombia y Venezuela. Luego, a partir de algunos resultados de una

investigación sobre las lecturas de la información televisiva a cargo de audiencias de la zona fronteriza

colombo-venezolana entre el estado Táchira y el Departamento Norte de Santander desde las mediaciones

múltiples (Guillermo Orozco Gómez), concluimos que la televisión multitemática/transnacional contribuye a

generar espacios valiosos para la comunicación intercultural (Miquel Rodrigo Alsina), entendida en sentido

amplio.

Abstract

In this paper we begin our reflection from the conflict and the integration, usual topics in the microphones

diplomacy between Colombia and Venezuela. After, some results of an investigation about the

interpretations of television newscasts by audiences of the colombo-Venezuelan frontier area between the

Táchira state and the North Department of Santander are analyzed with the multiple mediations (Guillermo

Orozco Gómez). We conclude that the multithematic/transnational television helps to generate valuable

spaces for the intercultural communication (Miquel Rodrigo Alsina), in wide sense.

Palabras clave:

Audiencias televisivas, frontera colombo-venezolana, integración, mediaciones, interculturalidad.

1 Los resultados y las reflexiones que se presentan en este artículo son producto de la ejecución de un proyecto financiado por el

Consejo de Desarrollo Científico, Humanístico y Tecnológico (CDCHT) de la Universidad de Los Andes, bajo el código NUTA-H-256-07-09-B. Una versión preliminar de este trabajo fue presentada en el foro Pluralismo, Interculturalidad y Comunicación: Perspectivas para la Integración, a cargo del Grupo de Investigación Comunicación, Desarrollo e Integración (Universidad de Los Andes-Venezuela),

desarrollado en el marco del Congreso Internacional de Filosofía Política y Ética (La Grita, Venezuela, mayo del 2009).

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Desde los reflejos2 de las adyacencias del río Táchira, ese hilo de agua cada vez más exiguo entre el

homónimo estado de Venezuela y el Departamento Norte de Santander de Colombia pareciera estar

siempre en puertas del conflicto de dos de los tricolores bolivarianos que comparten una línea divisoria

común superior a dos mil kilómetros.

“¿Hermanos? Sí, hermanos sí somos”, y además “veneramos la paz”, se declara sostenidamente en el

tiempo desde la diplomacia de micrófonos, matizando los reclamos, los llamados de atención, la solicitud de

explicaciones y las amenazas verde-oliva que se movilizan o instalan para marcar el territorio, los límites, las

¿fronteras?

Y nos preguntamos inicialmente por el término “fronteras” a propósito del objetivo del presente artículo:

analizar cómo las audiencias de esa zona fronteriza interactúan con declaraciones de ese tipo, entre otras

informaciones periodísticas sobre Venezuela y Colombia transmitidas por canales de televisión

transnacional.

Nos preguntamos también por el término “fronteras” puesto en una balanza comercial cercana a los siete mil

millones de dólares,3 más allá de los números, que tiene tras de sí la fuerza de antecedentes históricos

sobre la integración entre Colombia y Venezuela. De manera muy bien documentada, por ejemplo, la

excelente obra de Muñoz (1985) recrea un estado Táchira decimonono donde el mayor número de

extranjeros era de origen colombiano, a lo que se suman los matrimonios entre tachirenses y

santandereanos; los maestros, periodistas y profesionales colombianos sobresalientes en actividades

culturales, educativas y científicas en los principales pueblos del Táchira; las contribuciones de los peones

del Departamento Norte de Santander en las más importantes plantaciones del mencionado estado

fronterizo venezolano; el contrabando ilícito de los campesinos tachirenses de sus productos al vender sus

cosechas en Cúcuta, capital del departamento nortesantandereano, y comprar allí mercancía importada

para llevar a sus familias y sacar doble provecho del viaje; y la fuga de reclutas en el Táchira y su asilo

temporal en Colombia para evitar el servicio militar, entre otros pintorescos episodios.

Tan antiguos como esos registros históricos sobre integración han sido los acuerdos en desacuerdo, que

emergen de la lógica espasmódica y conveniente que justifica la ambición de nuestro vecino, quien,

analizado desde ese plano, es tan hermano como enemigo, o la ambición nuestra, vista desde allá. Esa

dialéctica se resiste a hundirse como una boya en el mar que, siguiendo el principio físico de Arquímedes,

aunque se presione con fuerza lo único que podemos lograr es la tardanza en su retorno a la superficie.

Sin embargo, repetimos, nos repetimos, les repetimos y nos repiten: somos hermanos y queremos la paz.

Somos hijos del mismo Libertador que nació aquí y murió allá, o viceversa. Y quizá debemos dejar claro que

2 Utilizamos la palabra “reflejos” en el sentido que corresponde a la perspectiva teórica de la información periodística, esto es,

construcciones de la realidad, tal como lo explicamos en la última parte de este artículo. 3 Esta cifra corresponde al año 2008 y fue suministrada por la cónsul general de la República Bolivariana de Venezuela en Cartagena (Colombia), Olga Díaz Martínez, antes del decimotercer encuentro del presidente Hugo Chávez con su par colombiano, Álvaro Uribe

Vélez, previsto para comienzos del 2009 (Ministerio del Poder Popular para la Comunicación e Información, 2009).

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con viceversa nos referimos al aquí que también es allá. Sobre ello, valdría la pena recordar que, en los

prolegómenos de su muerte, Simón Bolívar escribió una carta fechada en Santa Marta, donde clama por la

unión y, en congruencia con el espacio geopolítico de la época, se dirige a los colombianos, sin distinción

nacionalista entre quienes serían los “colombo-venezolanos” y los “colombianos propiamente dichos”.

Pero mientras ese clamor bolivariano por la unión es incluido en los capítulos de los libros que desde el

sistema educativo venezolano forman a nuestros jóvenes en historia, cuando a estos mismos jóvenes les

corresponde estudiar la geografía de Venezuela la hermandad binacional queda en entredicho en los

siempre presentes capítulos sobre diferendos limítrofes, esos acuerdos en permanente desacuerdo

producto de las ambiciones del vecino, que son ellos pero que también somos nosotros.

Al respecto, nos parece muy elocuente una extensa nota al pie de página que incluye Polo Acuña (2005) al

referirse a algunos trabajos sobre las áreas terrestres, marinas y submarinas en disputa, entendiendo en

ese caso por frontera la tradicional concepción de línea divisoria entre dos países con miras a su defensa y

soberanía. Polo Acuña elaboró una lista que incluye varios títulos sobre el tema, dos de los cuales ilustran lo

que estamos intentando esbozar: el primero, Las verdades que se pretenden ocultar sobre los límites del

mar, Golfo y Guajira venezolanos; y el segundo título, especialmente pintoresco, El Golfo de Venezuela.

Análisis histórico-crítico de tres tesis para que Colombia no posea áreas marinas ni submarinas en la costa

guajira entre Castilletes y Punta Espada (Brady y Sureda Delgado, respectivamente, en Polo Acuña, 2005:

vi-vii).

Recientemente, mientras la madrugada se destintaba, el moderador de un programa televisivo de noticias

leía el titular: “Colombia debe asumir responsabilidad en conflicto interno”,4 atribuida al Canciller venezolano

a propósito de la nota de condolencia emitida por el gobierno colombiano luego del fatal vuelo de un

helicóptero militar por un área del estado fronterizo tachirense. La declaración era el eslabón de una cadena

de informaciones que circularon en los días previos que daba cuenta de una solicitud que el presidente

Uribe le hacía al presidente Chávez y la respuesta de este último.5 Esta cadena de informaciones es una

muestra de la tensa calma que caracteriza nuestra hermandad e integración, ambas bajo la hipótesis

permanente del conflicto. Ese es el tipo de información que vemos y escuchamos frecuentemente a través

de la televisión que hoy, en su faceta transnacional, no es una sino muchas gracias al modelo multitemático

(Cebrián Herreros, 2001, 2004) que nos permite recibir a través de los sistemas satelital y de cable señales

provenientes de diversas partes del mundo y, en consecuencia, visiones, tendencias, intereses, tratamientos

y representaciones desde distintos orígenes, paralelamente generadores y productos de imaginarios.

Sobre los imaginarios desde lo cotidiano, Guitán (2001: 91) apunta que no se puede evitar acudir a la

experiencia vivida y entramar y diluir el juego entre pensar e imaginar. En sus propias palabras: “Los sujetos

4 El titular fue leído en el programa Del Dicho al Hecho del canal venezolano de noticias Globovisión y corresponde a la primera plana del diario VEA del 6 de mayo del 2009 (fecha de transmisión del programa y de publicación del diario), editado en el mismo país.

5 El presidente Álvaro Uribe le solicitó su cooperación al presidente Hugo Chávez para detener a los presuntos guerrilleros de las FARC que a finales de abril mataron a ocho militares colombianos cerca de la frontera entre los dos países y que, según el Gobierno de Colombia, estarían en Venezuela. El presidente Chávez respondió que su Gobierno no permitirá ninguna incursión armada que viole su soberanía, argumentando que si bien no apoya a las FARC, tampoco las combatirá (diarios El Universal y Noticias24, 2009).

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sociales recurren al banco de imágenes posibles en el horizonte mental de su época para construir su

paisaje urbano, es decir, recurren a sus imaginarios habitables en la cotidianidad colectiva para construir

representaciones […]”. A partir de esta idea de Guitán, nos planteamos el ejercicio de trasladar la

perspectiva de reflexión por ella propuesta con respecto a lo urbano, hacia el escenario de la zona fronteriza

entre el estado Táchira (Venezuela) y el Departamento Norte de Santander (Colombia), y nos encaminamos

hacia la investigación de las lecturas de la diplomacia de micrófonos desde esa zona. Así, nos preguntamos:

¿qué ocurre en el tránsito, entendido como mediación, desde el banco de imágenes posibles para construir

y deconstruir un discurso diplomático o televisivo sobre integración, pasando por las representaciones de las

zonas fronterizas construidas desde la televisión de aquí y de allá, y culminando en los recorridos, las

prácticas culturales y los saberes de los sujetos sociales, es decir, de ellos que somos nosotros, que

pertenecen a esa zona?

La búsqueda de lecturas desde ese tránsito nos llevó a indagar acerca de las principales mediaciones que

intervienen en la interacción de las audiencias televisivas, cuyas historias de vida transcurren en esa zona

fronteriza. Para explorar el tema de nuestro interés efectuamos un estudio de campo, diseñado sobre la

base de la organización de grupos de discusión compuestos por muestras intencionales de informantes de

ambos géneros, residentes en la zona fronteriza señalada, específicamente en Rubio y San Antonio del

Táchira.6 Para el estudio de los procesos de recepción televisiva de los programas informativos tomamos

como referente teórico principal el modelo de las múltiples mediaciones de Guillermo Orozco Gómez (1996).

Desde la complejidad simbólica que implica ese tránsito de nuestro interés, nos ubicamos también desde la

interculturalidad. Y nos percatamos de ello al reflexionar sobre la redundancia que Miquel Rodrigo Alsina

(2000) observa cuando afirma: “[…] hablar de relación intercultural es una redundancia, quizás necesaria,

porque la interculturalidad implica, por definición, interacción”.

Si las mediaciones (Orozco Gómez), al igual que la interculturalidad (Rodrigo Alsina), implican interacción

para, en el primer caso, apropiarse, rechazar, negociar o resemantizar el significado dominante del mensaje

televisivo y, en el segundo, negociar para evitar la confrontación, moderar o rehuir el etnocentrismo y

establecer una relación cultural horizontal con la integración como una de sus variables, sospechamos

entonces del texto televisivo como espacio para la búsqueda en la zona fronteriza mencionada de una

integración simbólica, coadyuvante o coexistente con la integración cotidiana. En ese contexto es aplicable

el sentido amplio del término interculturalidad según Mato (2007), quien advierte que más allá del

reconocimiento y el respeto mutuo entre grupos humanos culturalmente diversos debe incluirse bajo ese

“[…] concepto todo tipo de experiencias humanas caracterizadas por la importancia de dinámicas de

relación entre grupos humanos que se perciben mutuamente como culturalmente diversos […]”.

6 Los grupos de discusión se organizaron durante el último trimestre del año 2007 no solo en San Antonio del Táchira y en Rubio (capitales de los municipios Bolívar y Junín, respectivamente, pertenecientes al estado Táchira, Venezuela), sino también en La Grita (municipio Jáuregui del estado Táchira, Venezuela). Sin embargo, en este trabajo no incluimos los resultados correspondientes a esta

última ciudad, puesto que no se ajustan a los obtenidos en esas otras dos poblaciones, que se encuentran mucho más cercanas al límite binacional y donde el intercambio de diversa índole es muy intenso. De hecho, tanto el municipio Bolívar como el Jáuregui limitan al oeste con Colombia.

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Con respecto a la diversidad, consideramos oportuno recordar que la oferta televisiva puede coadyuvar a la

integración local, regional o nacional, tal como ocurrió en Brasil mediante las noticias de Globo, un caso

latinoamericano emblemático muy bien descrito por Sinclair (2000: 103):

[…] en Brasil, el Estado ha explotado la televisión para la construcción de una

cultura nacional. En el caso brasileño, la televisión tuvo un papel muy importante

en la construcción de la nación a través de la imagen de los militares y su visión de

la modernización […]. Antes de la llegada del primer servicio de noticias nacional

de Globo, Brasil fue siempre un “archipiélago cultural” sin sentimiento nacionalista,

según José Marques de Melo […] Así, en Brasil, como en el resto del continente,

la televisión jugó un papel fundamental en la unificación de la nación, o como lo

formula Martín-Barbero, primero, los medios crearon un pueblo, y luego el pueblo

se convirtió en una nación.

En el caso de la zona fronteriza de nuestro interés, la posibilidad de interculturalidad como consecuencia de

espacios comunicativos generados a partir del texto televisivo no la entendemos, obviamente, como

producto de una acción política deliberada, sino como una consecuencia de múltiples factores: un factor

sociocultural y económico, producto de nexos sociales, culturales y comerciales, tal como lo señalamos en

los primeros párrafos de este trabajo; un factor geográfico, marcado por la vecindad o proximidad geográfica

entre el estado Táchira y el Departamento Norte de Santander; y un factor político-histórico verificado por

tesis como el aislamiento regional de los centros de poder venezolanos (Muñoz, 1985), que coincide, grosso

modo, con una de las observaciones de Rausch (2003: 254-255): en general, las zonas fronterizas de

Colombia tienen en común que se aplazó su integración al resto de la nación y, en consecuencia, fueron

otras interacciones las que determinaron la formación de una sociedad y una cultura fronterizas.

Televisión e interculturalidad: de la alteridad a la identidad

Desde la óptica que hemos planteado hasta el momento, hemos aludido a una de las categorías derivadas

del estudio de campo mencionado. Hemos denominado esta categoría televisión e interculturalidad: de la

alteridad a la identidad. Entendemos por identidad el envés de la alteridad y, por tanto, compartimos la

concepción planteada por Rodrigo Alsina (2003) de la identidad como una construcción cultural fruto de la

interacción social y producto de la comparación y la diferenciación entre el yo y el nosotros.

Desde sus lecturas por las audiencias de frontera, la información en la televisión multitemática/transnacional

genera un valioso espacio de comunicación intercultural que permite el conocimiento, el reconocimiento y la

comprensión del nosotros desde las representaciones construidas por los otros. A través de las

televidencias (Orozco Gómez, 1996) nos aproximamos entonces al recorrido de la alteridad a la identidad.

En atención a las limitaciones del espacio aquí disponible, de las transcripciones de las entrevistas grupales

seleccionamos como muestra dos de los fragmentos que consideramos más ilustrativos:

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En sí el que más me gusta ver es… [uno de los canales de televisión regional

tachirense]… porque me gusta informarme lo que tiene que ver con el Estado

[…]. Pero en sí realmente también vemos las noticias de… [un canal de

televisión nacional colombiano] porque ese […] también informa todo lo que

tiene que ver con la frontera.

[…] en… [uno de los canales de televisión regional tachirense] usted consigue

muchas noticias que tienen que ver con la región, con el estado. El noticiero de

Colombia me gusta porque pasan mucho de Cúcuta, mucho de la frontera

que… [el mismo canal de televisión regional tachirense mencionado

anteriormente] no pasa.

Así, desde los itinerarios de las audiencias, los programas informativos televisivos de aquí están

atravesados por los de allá, situación que plantea una doble lectura que da cuenta, aparte de una peculiar

selectividad, de la naturaleza activa de las audiencias en esa zona fronteriza y de la complementariedad

entre las ofertas informativas en materia de exposición e interpretación.

La metáfora del caleidoscopio: audiencias y televisión transnacional

En el intento de aproximarnos a la televisión multitemática/transnacional como generadora de espacios de

comunicación intercultural desde las mediaciones, pudimos percibir claramente en el análisis de los

resultados de nuestros grupos de discusión el cumplimiento de tres de las cinco condiciones que según Ellul

(en Rodrigo Alsina, 2003) determinan la existencia de una comunicación intercultural: el reconocimiento

recíproco, la aceptación y “la no monopolización de los medios de comunicación”. Las dos primeras se

ilustran también en los fragmentos antes incluidos, recortados de los testimonios de las audiencias que

entrevistamos. La última requiere de dos observaciones: primero, la existencia de esa condición como

producto espontáneo del desarrollo del modelo multitemático de televisión; segundo, la consideración

conceptual de la información televisiva como relato, como reflejo y no reproducción de la realidad, lo que

convierte a la televisión multitemática/transnacional desde sus lecturas en una suerte de caleidoscopio que,

a partir de un prisma formado por espejos o construcciones de la realidad, genera espacios múltiples para la

interculturalidad, espacios incluso impredecibles, dinámicos o tan incognoscibles como los sujetos sociales,

tiempos y espacios a los cuales ha fascinado y continuará fascinando este invento que está muy próximo a

cumplir tres siglos. Y pensamos en la metáfora del caleidoscopio cuando recordamos algunas frases

escritas por Izmailov a propósito de la llegada de este invento a Rusia, en 1816, dos años después de su

invención: “Ni poesía ni prosa puede describir todo lo que el caleidoscopio nos muestra”, “Y en cuanto la

mano muevo, mis ojos ven algo nuevo”.7

Así, con la metáfora del caleidoscopio queremos expresar la constatación mediante nuestra investigación

de:

7 Es nuestra la traducción de estas frases al español de la versión en inglés (Perelman, 2005) de este libro ruso.

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(a) Las múltiples mediaciones8

que intervienen en una lectura activa de la diplomacia de

micrófonos entre Venezuela y Colombia.

(b) La integración como variable de la comunicación intercultural, específicamente, la televisión

multitemática/transnacional como generadora de espacios para la construcción de la identidad

desde la alteridad.

La preeminencia de los factores socioculturales, político-históricos y económicos que intervinieron y dejaron

su huella en los procesos de recepción de las audiencias entrevistadas con respecto a la información

proveniente de la televisión multitemática/transnacional hicieron ostensibles esas mediaciones múltiples.

Estas casi se tupen a través de la dinámica que se vive en la zona fronteriza colombo-venezolana entre el

estado Táchira y el Departamento Norte de Santander, superponiendo la integración cotidiana de larga data

a la naturaleza del discurso mediático, que bordea peligrosamente los márgenes de la tolerancia político-

militar, hasta el punto que las audiencias acceden e interactúan con esa información desde los espacios

comunicativos generados en la televisión no solo de/por nosotros, sino también de/por los otros, por

nuestros hermanos de allá.

Por último, volvemos a nuestras líneas iniciales y nos preguntamos nuevamente: “¿Hermanos?” Y

respondemos ahora: sí, los colombianos y los venezolanos sí somos hermanos desde la integración como

variable de la comunicación intercultural producida en/a partir del espacio que plantean la televisión

multitemática y las mediaciones que intervienen en las lecturas activas de los textos televisivos informativos

binacionales por parte de las audiencias de esa zona fronteriza colombo-venezolana tan compleja como

particular.

8 A partir de este modelo de Guillermo Orozco Gómez, iniciamos en el año 2005 otro estudio de mayores alcances que el proyecto de

investigación que dio origen al presente artículo. Ese estudio está registrado en el Postgrado de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad Central de Venezuela, se encuentra en su fase final, y algunos de sus resultados parciales han sido publicados (Bustamante, 2006, 2007, 2008, en prensa).

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8 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JUNIO 2010

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1 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JULIO 2009

Versus: A busca por uma identidade cultural latino-americana Versus, um jornal de aventuras, idéias, reportagens e cultura Xenya de Aguiar Bucchioni y Juliana Sayuri Ogassawara [email protected] / [email protected] Xenya de Aguiar Bucchioni. Jornalista graduada na Faculdade de Arquitetura, Artes e Comunicação da Universidade Estadual

Paulista (FAAC/UNESP). Durante a graduação a autora realizou pesquisa de Iniciação Científica sobre o Versus, apoiada pela

Fundação de Amparo à Pesquisa do Estado de São Paulo (FAPESP). Atualmente é mestranda do Programa de Pós-Graduação em

Comunicação Midiática (UNESP), onde realiza pesquisa sobre blogs e identidade, com apoio da Fundação de Amparo à Pesquisa do

Estado de São Paulo (FAPESP), e integra o Grupo de Pesquisa Mídia e Sociedade (CNPq).

Juliana Sayuri Ogassawara. Jornalista graduada na Universidade Estadual Paulista (FAAC/UNESP), bolsista do Conselho Nacional

de Desenvolvimento Científico e Tecnológico (CNPq). Atualmente é mestranda em História Social na Faculdade de Filosofia, Letras e

Ciências Humanas da Universidade de São Paulo (FFLCH-USP), onde realiza pesquisa sobre imprensa alternativa. A autora estuda

Comunicação e Movimentos Sociais na Pontifícia Universidade Católica de São Paulo (PUC-SP) e integra Grupo de Estudos de

Jornalismo na Escola de Comunicações e Artes (ECA-USP).

Resumo

Data de 1975 o nascimento do jornal alternativo Versus, imerso na proposta de publicar aventuras, idéias, reportagens e principalmente cultura, assumindo neste último pilar um forte caráter de resistência. Nas páginas de Versus encontra-se um discurso épico das tramas latino-americanas, com seus heróis e sua realidade fantástica, que no jornal ganhava matizes metafóricos para expressar o horror das ditaduras instauradas na América Latina da década de 1970. Neste artigo, pretendemos resgatar a memória de Versus, discutindo ainda a atuação do jornal na composição das identidades latino-americanas.

Palavras-chave: Imprensa Alternativa; Ditadura Militar; Identidade cultural latino-americana; Versus.

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2 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JULIO 2009

Versus nasceu em 1975, no auge da imprensa alternativa brasileira (1975-1977), uma experiência

jornalística efervescente durante a asfixia da ditadura militar (1964-1985). Debruçado sobre as questões da

América Latina, o tablóide trazia um novo viés sobre a cultura, tateando uma identidade latino-americana.

Na esteira dos jornais alternativos, Versus abria caminho para mais uma via possível ao jornalismo

brasileiro, alinhando-se à “imprensa alternativa”, durante o Estado Autoritário, um momento em que “a

imprensa sai de cena como „palmatória do mundo‟ e ocupa o incômodo banco dos réus” (AQUINO, 1999:

157).

É nesse enquadre contextual que se via o surgimento da imprensa alternativa (PEREIRA, 1986). À

época, essa imprensa era como “um fogo-fátuo a iluminar as zonas obscuras do autoritarismo. Ela vive, ou

sobrevive, nos regimes fechados em que o poder estabelece um controle cerrado do sistema de

comunicação” (CAPARELLI, 1980: 41). A partir dessa perspectiva histórica do fenômeno alternativo, a

atmosfera sufocante da censura e da repressão às atividades culturais e intelectuais atiçava ainda mais a

busca por espaços para respirar novas idéias, inspirar transformações políticas e transpirar em

manifestações sócio-culturais.

Na emboscada entre a ditadura e a grande imprensa complacente, era preciso encontrar brechas

para respirar:

Brechas numa rede que estava sendo jogada. Por meio delas, iriam surgir os primeiros

brotes da chamada imprensa alternativa. Espaço que se queria livre não apenas dos

constrangimentos da ditadura, mas também das orientações dos donos dos grandes

jornais (REIS FILHO, 2002: 441).

Portanto, além do tenebroso espectro político, é preciso considerar que a indústria cultural e a

grande imprensa – ilustrada pelos conglomerados Globo e Abril e pelos jornais Folha e O Estado de S.

Paulo – evidenciam sua consolidação no Brasil na década de 60 (TASCHNER, 1992: 17).

Assim, foi nos marcos de um capitalismo monopolista tardio e sob a égide de um regime

político autoritário de controle militar, no qual boa parte dos direitos de cidadania foram

restringidos ou inexistentes, que a indústria cultural viveu um período de grande

desenvolvimento, o qual, em função de tal enquadramento, ganharia certa especificidade

(TASCHNER, 1992: 105).

O início da indústria cultural brasileira se afinou com o período ditatorial, porém, por outro lado o

momento histórico abarcou ainda o florescimento da “imprensa alternativa”, que de 1964 a 1980 prosperou

e sucumbiu com cerca de 150 periódicos.

Lato sensu, a definição de “imprensa alternativa” abriga as publicações nas quais é presente a

resistência contracultural (MICCOLIS, 1986: 3). Aglutinando intelectuais, jornalistas e setores de esquerda,

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a imprensa alternativa – designada ainda marginal, contracultural, “nanica, de leitor, independente e

underground” (CHINEM, 1995: 7) –, era também um novo espaço de articulação social. Distante das

políticas dominantes, encontrava-se na imprensa alternativa o desejo das gerações de 1960-1970 de

protagonizar as transformações sociais de seu tempo. Gerações que “opunham-se por princípio ao discurso

oficial” (KUCINSKI, 1991: XIII), articulando ainda “o desejo das esquerdas de protagonizar as

transformações institucionais que propunham e a busca, por jornalistas e intelectuais, de espaços

alternativos à grande imprensa e à universidade” (KUCINSKI, 1991: XVI). Assim, “resistência” era a palavra

de ordem contra a ordem ditatorial e a grande imprensa predominante. Com essa palavra-chave, Versus se

insere no fenômeno alternativo. Em outubro de 1975, alavancado pela mente inventiva de Marcos

Faerman:

[...] Versus nasceu de um delírio que eu tive em Cuiabá... Eu havia ido ao Mato Grosso

fazer uma matéria para o JT e conheci Juruna... Cuiabá é o centro geodésico da América

do Sul, o pôr-do-sol me encheu de emoção; me apaixonei pela idéia de um jornal que

falasse dos índios, da América Latina, que tivesse aquele pôr-do-sol. Sonhei com um

jornal que contasse a história dos povos da América Latina... que fosse realidade e

ficção, de grandes histórias, narradas como histórias, e havia o fascismo na América

Latina, havia Chile, eu queria um jornal que contasse a história da resistência na

América Latina [...] (KUCINSKI, 2003: 254, grifo nosso).

No ínterim de 1975 a 1979, foram lançadas as 34 edições de Versus. Inicialmente, o tablóide

bimestral era modestamente vendido de mão em mão, mas aos poucos passou a ser distribuído em bancas

de jornal de São Paulo, Rio de Janeiro, Porto Alegre e outras cidades. Uma vez consolidada sua

distribuição nacional, no seu apogeu em 1977, o jornal alternativo superou a marca de 35 mil exemplares

vendidos, “graças, sobretudo, à originalidade e beleza de cada edição” (KUCINSKI, 2003: 250).

Marcos Faerman estreou no jornalismo em 1961, no jornal Última Hora, que se tornaria o Zero

Hora. Lá, ao lado de Luís Fernando Veríssimo, o jornalista criou um Caderno de Cultura, que já continha o

gérmen criativo do que seria o projeto Versus. Passando pelo Jornal da Tarde e por publicações alternativas

como Bondinho, Ex e Mais Um, Faerman buscava abrir um espaço para a grande reportagem. Descontente

com a burocratização do jornalismo, Faerman imprimia em Versus a defesa constante de um jornal

desgarrado de fórmulas e modelos, mas alinhado à clareza e precisão da reportagem. Além dele,

importantes personagens da criação do jornal foram os jornalistas Moacir Amâncio, Percival de Souza,

Wagner Carelli, Enio Squeff, Omar de Barros Filho. Depois vieram compor a equipe o jornalista Caco

Barcellos e os intelectuais Bóris Schnaiderman e Modesto Carone.

Três Versus

A trajetória do jornal é marcada por três fases: inicialmente, a linha editorial se voltava para o

passado, propondo “a cultura como forma de ação política” (da 1ª à 12ª edição); passa depois por uma fase

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de transição, dando mais ênfase à situação presente (12ª à 24ª edição), época em que publica o caderno

dedicado à questão negra, “Afro-Latino-América”, que se tornou um espaço de aglutinação de militantes do

movimento negro; finalmente, após claramente assumir o discurso politizado, o jornal passa a discutir a

política nacional (24ª à 34ª edição).

Pretendemos esquadrinhar uma análise de Versus, sobretudo em sua fase inicial e, portanto,

brevemente perpassaremos os pontos principais de sua transição e de seu fim. É preciso lembrar que o

declínio e o fim da imprensa alternativa é usualmente justificado pelo fim da própria ditadura, como se “sua

única razão de existir fosse a resistência” (KUCINSKI, 1991: XXV). Entretanto:

Além disso, é interessante atentar para o que a memória construiu em relação à

imprensa alternativa. Ela vinculou umbilicalmente este tipo de jornalismo à censura,

justificando o término de sua fase áurea com base na hipótese da inexistência de

motivações para a sua continuidade, a partir da extinção da repressão (AQUINO, 1999:

23).

Para além da redemocratização, na verdade, o que fez a imprensa alternativa definhar foi uma série

de fatores truncados, dentre os principais estão: a debilidade econômica dessa imprensa que, marcada por

uma aversão à estrutura capitalista, não atentava para a administração financeira; a dispersão dos

jornalistas, intelectuais e ativistas políticos com a abertura política, o que tornou difícil manter unidas as

diferentes vertentes esquerdistas, pois os partidos não precisavam mais conviver na imprensa, lançando

cada um o seu próprio meio de comunicação; a imprensa tradicional investiu por um curto tempo na

experiência do jornalismo considerado “crítico”, antes monopólio da alternativa. Jornais de ampla circulação

como O Pasquim, Versus e Em Tempo optaram pela circulação nacional via editora Abril, mas as grandes

distribuidoras impunham aos jornaleiros o pagamento adiantado pelas cotas de jornal que recebiam, além

de se apoderarem de 40% da receita, fato que financeiramente debilitava ainda mais os alternativos.

Mais um fator a ser lembrado é o sectarismo ideológico no interior das redações, expressa em

divergências político-partidárias e ideológicas para os rumos tanto do jornal quanto do País. Há de se frisar

que os atores sociais no “fazer jornalístico”, no entanto, “os alvos que procuram atingir são definidos antes

da luta, mas o próprio movimento da história os leva, muitas vezes, a mudar de rumo” (CAPELATO, 1994).

Seria o caso dos desvios trilhados pelos principais personagens da imprensa alternativa.

Ao enfocar as questões políticas e, portanto, se politizar efetivamente Versus perde sua linha-

mestra inicial. Destacamos que, em um primeiro momento, Faerman foi simpatizante do movimento da Liga

Operária, mas sua inclinação brizolista o levava para caminhos opostos aos de seus companheiros. Ao

mesmo tempo em que abriu espaço à notícia do lançamento do movimento Convergência Socialista,

lançado pela Liga, Faerman concedeu amplos espaços a Brizola, “o herói de seu imaginário, o chefe da

resistência gaúcha contra o golpe, o idealizador e comandante da campanha pela legalidade” (KUCINSKI,

2003: 263). Após as prisões de militantes da Convergência, Faerman decide abandonar o jornal,

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acompanhado por Vitor Vieira, Evaldo Lins, Mário Augusto Jacobskind e outros. Jorge Pinheiro, Omar de

Barros Filho, Enio Bucchioni e Júlio Tavares ainda publicam nove edições do jornal – a última edição sairia

em outubro de 1979.

Ao revisitar a trajetória histórica de Versus, pretendemos discutir a atuação da imprensa,

considerando que:

Manancial dos mais férteis para o conhecimento do passado, a imprensa possibilita ao

historiador acompanhar o percurso dos homens através dos tempos [...] Através dela se

trava uma constante batalha pela conquista dos corações e mentes – essa expressão de

Clóvis Rossi define bem a atividade jornalística. Compete ao historiador reconstituir

lances e peripécias dessa batalha cotidiana na qual se envolvem múltiplos personagens

(CAPELATO, 1994: 13).

Diante disso, ao enfatizar os traços culturais do projeto Versus buscamos delinear lances e

peripécias na composição de uma identidade cultural, a partir de um jornal que se aventurava pelas

palavras: “reportagens, idéias e cultura”.

Em busca de alternativas: Versus e a contra-cultura

As palavras “versus” e “contracultura” apresentam um ponto de encontro: a oposição. Não só pelo

título estampado, mas por suas tentativas de oposição, contestação e resistência, Versus se alinha às

experiências alternativas no campo cultural na década de 1970, principalmente após o processo de abertura

democrática. Mediante o discurso político, a ruptura com valores tradicionais, o uso de novas construções

lingüísticas e a desconstrução da arte canonizada, os movimentos culturais das décadas de 60 e 70

propunham novas formas de “fazer cultural”, diferenciando-se da cultura oficial.

Muitas destas experiências manifestavam não só a tentativa de fazer chegar ao público

sua produção mas, e principalmente, expressavam opções de resistência política e

ideológica, a presença de novas concepções na forma e no conteúdo, a busca de novas

práticas coletivas num tempo de mudanças (HABERT, 1996: 77)

Bernardo Kucinski enquadra Versus (São Paulo) como representante da vertente existencial e

contracultural da imprensa alternativa, ao lado de O Pasquim e Flor do Mal (Rio de Janeiro), Verbo

Encantado (Salvador), Pato Macho (Porto Alegre), isto é, jornais:

Mais voltados a crítica dos costumes e a ruptura cultural, [que] tinham suas raízes nos

movimentos de contra-cultura norte-americanos e, através deles, no orientalismo, no

anarquismo e no existencialismo de Jean Paul Sartre. Investiam principalmente contra o

autoritarismo na esfera dos costumes e o moralismo hipócrita da classe média

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(KUCINSKI, 1991: XV).

No editorial comemorativo ao primeiro aniversário do jornal, fica expresso o projeto cultural e político

idealizado:

Um jornal sem vergonha de assumir a reflexão e a cultura, num momento em que, na

grande imprensa, Letras, Artes e Pensamento eram relegados à condição de

“variedades”. Ao mesmo tempo, não sentíamos Versus como “uma revista literária”.

(Alguma vezes, assim fomos chamados – e isso nos aborreceu). Nem como uma revista

“cultural”. Talvez porque nosso conceito da literatura e da cultura nos conduzisse a

outros caminhos. (VERSUS, 1976: 2)

Para Festa, a imprensa alternativa dos anos 70 era marcada por “publicações de caráter cultural,

político e expressavam interesses da média burguesia, dos trabalhadores e da pequena burguesia. Eram

espaços nos quais grupos de oposição ou frentes políticas emitiam uma corajosa condenação do regime

político” (FESTA, 1986: 16). Todavia, quanto ao público leitor, “o estilo, o rebuscamento das expressões, os

assuntos, o conteúdo, enfim, fizeram da imprensa alternativa de intelectuais, ou atingindo apenas a

vanguarda dos movimentos sociais” (CAPARELLI, 1980: 46).

Especialmente a partir de 1974, novas mudanças redesenham o panorama da imprensa: o colapso

do milagre econômico, o crescente ativismo político, a reintegração dos primeiros presos políticos à vida

civil através da imprensa alternativa, o início da relativa abertura democrática no governo Geisel e a vitória

da oposição nas assembléias legislativas estaduais. Nesse cenário, eclodiram projetos editoriais ambiciosos

e o boom de jornais alternativos, com diversificação temática e regionalista.

Até 1975, “os jornais alternativos se constituíram não em meros símbolos de resistência da

sociedade civil ao autoritarismo, ou a expressão de um movimento ou uma articulação de resistência: eles

eram a própria resistência” (KUCINSKI, 1991: 54). Neste ano, deflagra-se uma crise do padrão complacente

da imprensa convencional e uma forte movimentação social e intelectual, precipitada pela tortura e

assassinato de Vladimir Herzog.

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Não por acaso, a primeira edição de Versus coincidiu ao assassinato de Herzog e traz estampada à

capa títulos como “Eu fui condenado à morte: confissões de um repórter argentino”, “Eu me condenei à

morte: diários de um escritos peruano”, “Nós vivemos na morte: a vida em um hospício mineiro”. O jornal

apresenta-se quase como uma metáfora da própria morte:

A notícia da morte de Herzog corre como um rastilho de pólvora e se forma

imediatamente um poderoso movimento de protesto. [...]. A morte de Herzog precipita o

protesto que estava atravessado na garganta da intelectualidade paulista desde o

começo daquela onda de prisões (KUCINSKI, 2001: 35).

Apesar de ser contemporâneo do expressivo jornal Movimento, para Versus mais do que ideologia,

o que contava era a experiência vivida, a história que arduamente se tecia no presente nos solavancos com

a ditadura. Muito embora nunca estivesse alheio à realidade política do País, Versus não abordava

diretamente a política “real”, valendo-se de metáforas para se referir ao presente devido à acirrada

repressão aos jornais considerados “subversivos” pelo Estado Autoritário. Nas palavras de Bernardo

Kucinski:

Versus foi ao mesmo tempo uma alternativa de linguagem, de organização da produção

jornalística e de proposta cultural. Em vez do discurso político de Movimento, que o

precedeu em alguns meses, usava uma narrativa mítica, operando no plano ideológico

através de metáforas culturais e históricas (KUCINSKI, 2003: 249).

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Eis que Versus “era uma imprensa voltada para outros aspectos da realidade, como a cultura, a arte,

a história, a antropologia, a psicanálise e a psiquiatria. Mostrava nossas raízes comuns latino-americanas,

contando histórias, aventuras e dores de nosso século” (CHINEM, 1995: 34). Esse é o contexto em que

floresce Versus, “uma revista de uma América Latina chocada pelo domínio das ditaduras” (KUCINSKI,

2003: 256).

Por uma identidade na América Latina

Debruçado sobre a memória da América Latina, Versus destacava suas expressões culturais e

artísticas, buscando delinear uma identidade partilhada entre os países latino-americanos. A identidade

cultural latino-americana seria, segundo Versus, uma pré-condição para a libertação dos povos latino-

americanos, secularmente explorados e marcados por cicatrizes do colonialismo, assolados ainda pelas

ditaduras da época.

Seara espinhosa, a questão da identidade é ainda mais intrincada na América Latina, tecida pela

articulação complexa de tradições e modernidades, diversas e díspares de um continente heterogêneo

(CANCLINI, 1998: 28). Na trama dos países latino-americanos estão “sedimentação, justaposição e

entrecruzamento” de tradições indígenas, do hispanismo e lusitanismo coloniais, do escravo africano, das

revoluções e movimentos independentistas, das ditaduras, da política moderna e, permeando todas essas

dimensões, da hibridização das culturas.

Durante muito tempo a heterogeneidade cultural e o sincretismo da América Latina foram

considerados obstáculos ao progresso da civilização americana. Os costumes indígenas e africanos eram

vistos com racismo e fortes doses de pessimismo em relação à formação do povo latino. O ideal de pureza

cultuado no século XIX na Europa era posto em xeque pelas análises das sociedades latino-americanas,

onde a miscigenação se transformava num laboratório vivo para a colisão dessas teorias. Nesse sentido, a

questão da identidade era vista como uma busca dolorosa para esses povos, matizes pessimistas em

relação ao futuro dessas nações perpassavam os estudos europeus, dispondo-nos a uma posição inferior.

No século XX, no editorial de Versus lia-se:

Incas, Maias e Astecas a sua (nossa) memória destruída milimetricamente. Destruir a

cultura de um povo é destruir sua moral e sua vontade de liberdade. Todas as

culturas índias são espezinhadas. Os índios são escravizados. As escravidões vão se

suceder pelos tempos. (VERSUS, 1976: 2, grifo nosso)

Historicamente, a América Latina foi solo solapado pela continuidade de concepções de

humanidade e história provenientes das diversas filosofias européias, desvalorizando o passado, a cultura e

a realidade ibero-americana. Quadro dramático que nas relações entre América e Europa nos traz

lamentações:

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“A América é uma utopia, isto é, é o momento em que o espírito europeu se universaliza,

desprende-se de suas particularidades históricas e concebe-se a si mesmo como uma

idéia universal que, quase milagrosamente, encarna e se fixa numa terra e num tempo

preciso: o futuro” (PAZ, 1984: 151).

Perante essa perspectiva européia, Octavio Paz critica que a América não é um passado, sequer

um presente, é uma idéia, uma utopia, “uma invenção”. Para Leopoldo Zea (1976 apud PAZ, 1984), durante

muito tempo a questão da América foi monólogo da Europa, uma das formas históricas pelas quais

encarnava o pensamento eurocêntrico hegemônico. Atualmente, esse monólogo se transforma em diálogo.

“Um diálogo que não é puramente intelectual, mas sim social político e vital” (PAZ, 1984: 151).

A formação da identidade tem laços estreitos com a idéia de diferença. Além de demarcarem

fronteiras, as diferenças afirmam e reafirmam relações de poder. Trata-se de uma arena de disputa de

legitimidade, tensões simbólicas e atritos reais. A manifestação do poder simbólico está na hierarquização

das identidades, na gangorra de louvar e debelar uma identidade em detrimento de outra. Os labirintos

identitários da América Latina introduzem uma diferença marcante: a forte hibridização, o que abala e

agrava essa disputa de poder.

No hibridismo, a identidade tende a enlear a suposta pureza e insolubilidade das diferentes

identidades nacionais, raciais ou étnicas. Isso porque a identidade resultante dessa mistura não é mais

integralmente nenhuma das originais “puras”, embora apresente traços de cada uma delas. É preciso

pensar a identidade enquanto uma construção social, produto de relações de poder e contextos sócio-

históricos – e não como elementos passivos da cultura, como essências.

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10 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JULIO 2009

No caso especifico de Versus a necessidade de uma aproximação dos povos latinos era

evidenciada pelo contexto-histórico comum das décadas de 60 e 70, no entanto o periódico foi além ao

observar que, em verdade, nosso próprio passado poderia e deveria se constituir num elemento unificador.

Contudo, a construção da identidade não diz respeito somente às semelhanças, nesse jogo de forças

devemos encará-las pela idéia de “devir”, de tornar-se o híbrido, o mestiço, como movimento e

transformação.

Para Mario Contreras (1996), a América Latina seria uma criação histórica e intelectual que tende a

se diferenciar das outras culturas do mundo, em especial da européia e da norte-americana. A constante

busca por uma identidade assume nova importância diante de questionamentos como o comportamento

cotidiano, o destino das riquezas naturais e humanas na América Latina. Sua emancipação implicaria, pois,

na descoberta, criação e reinvenção de novas formas próprias de expressão cultural, histórica, econômica,

política, artística etc. A intensa busca por uma identidade está intimamente relacionada aos diversos

processos de assimilação cultural da América Latina, desde a colônia até o presente (AZEVEDO, 1996: 19).

Ainda hoje não temos idéia de quem somos, caminhamos lado a lado, nos esbarramos

nos percalços da história, mas continuamos desconhecidos e vivemos num conflituoso

embate dialético de não sermos índios, não sermos negros, não sermos brancos, sendo

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11 DIÁLOGOS DE LA COMUNICACIÓN, N°79, ENERO - JULIO 2009

todos ao mesmo tempo. (AZEVEDO, 1996: 19)

“Todos ao mesmo tempo”. Na teia das relações na América Latina, a hibridização é um fator

marcante, entretanto, não deve ser compreendido como um amálgama de diferentes culturas em perfeita

harmonia. Para Ianni (2001) “a identidade pode ser diferenciada, múltipla, contraditória, em movimento”.

Vale dizer que a pluralidade é um agravante, mas não um entrave, na busca por uma identidade latino-

americana compartilhada.

O cerne da questão é que a identidade é dinâmica, imbricada nos jogos de forças simbólicas para

sua construção e legitimação. Assim, a emergência de diferentes matizes da identidade latino-americana é

transitória, “em movimento”. Pretendemos apenas pincelar um elemento-chave para a construção dessa

identidade em Versus: a cultura.

Nas suas bem-aventuradas reportagens, ao retratar culturas particularizadas – perpassando pelas

culturas negra, indígena, mestiças, enveredando para particularidades de Argentina, Brasil, Cuba,

Nicarágua etc. – o jornal evidencia similitudes e diferenças entre os povos. A fim de ilustrar essa cobertura

especial, citamos as reportagens:

Argentinaaa

Em meados de 1974, lentamente, o medo tomou posse dos argentinos. Mas, antes, já

havia iniciado sua luta para dominar o corpo e a alma de milhões de pessoas.

Por Tomáz Eloy Martínez • Versus 1• outubro de 1975

A ética da conquista

A história do Frei Bartolomeu de Las Casas, que há séculos tentou proteger a vida dos

índios da América e defendeu uma colonização pacífica, contada pelo líder político

Por José Martí • Versus 5 • agosto de 1976

Gran Tierra

Do exílio em Barcelona, Eduardo Galeano escrevia para Versus. Aqui, ele relata sua

des-coberta das secas terras da ponta de Maisí, onde quatro ventos se cruzam e Cuba

começa.

Por Eduardo Galeano • Versus 11• junho de 1977

Democracia racial: mito ou realidade?

Sem a escravidão a estrutura econômica brasileira não teria existido. O escravo foi a

espinha dorsal da nova economia. Fazia crescer a riqueza do país, mas pagava com seu

suor e sangue a apropriação de tudo pela aristocracia branca.

Por Abdias do Nascimento • Versus 16 • novembro de 1977

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Mário Pedrosa: exílio, arte e imperialismo

“Todas as grandes obras-primas da Europa não são melhores que os grandes

monumentos pré-colombianos”, afirma Mário Pedrosa, no retorno do exílio

Por Omar L. de Barros Filho e Júlio Tavares • Versus 17 • dezembro de 1977

Crônicas do país dos males

Tempos de engano em Hollywood. Uma travessia de Los Angeles, Califórnia. Uma

reportagem literária de uma poetisa argentina que andarilhava na Babilônia americana,

dourada pela ferrugem de quatro décadas de insônia.

Por Diana Bellessi • Versus 27 • dezembro de 1978

Nicarágua guerrilheira

O enviado especial de Versus contou como encontrou Somoza no bunker. Foi a última

entrevista de Somoza antes da queda, e acabou reproduzida no The New York Times.

Por Hélio Goldsztejn • Versus 31 • abril de 19791

No Versus, a ênfase destinada à cultura, compreendida como ação e resistência, alicerça essa

construção de identidades. Mais do que propor respostas – efêmeras, fugazes, fugidias – o jornal alternativo

lança mais questões, acalorando a discussão e, de fato, cumprindo com a proposta da imprensa alternativa:

voz aos que não têm voz. Assim, ainda que no confronto com a censura e a repressão, a imprensa

alternativa se expressava: “Vozes silenciadas, mas não silêncio de vozes” (REIS FILHO, 2002: 450).

A presença de questões pode ser vista no editorial de sua sétima edição: Versus se define como a

busca do fogo que há em toda cinza e questiona: onde está a Nossa América? “Na flauta de nossos índios?

Nas ruínas dos Sete Povos das Missões? Na pele de um emigrante nordestino? No medo de um fuzilado de

Buenos Aires? Nos escritos de José Martí? [...]” (VERSUS, 1976: 2).

Considerações finais

Após analisarmos Versus, duas considerações de destaque são inescapáveis: o jornal, contando

com um tom predominantemente cultural, é ilustrativo da imprensa alternativa de vertente existencial, mas

não renuncia à crítica política e à resistência – ao contrário, arma-se da cultura como linguagem para dar

vazão às suas críticas; o jornal instiga a busca por uma identidade latino-americana, mas não se ilude com

uma fórmula ou resposta definitiva que abarque a complexidade e a riqueza da América Latina sob o véu de

uma identidade una – ao contrário, questiona ainda mais as raízes e as flores germinadas nessa identidade.

Por fim, diríamos que Versus é uma publicação alternativa de resistência que, em sua fase áurea, fez o que

seu título postula: um contraponto.

1 Essa e outras informações sobre o Versus podem ser encontradas no endereço: www.versus.jor.br

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