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Algunas recomendaciones para la gestión del uso de tecnologías por parte del docente Definir en qué momento del proyecto y con qué objetivo pedagógico se utilizará un recurso tecnológico determinado (indagar ideas o nociones previas, presentar un tema o proyecto, plantear relaciones entre disciplinas, clasificar y categorizar información dada, realizar una síntesis final, evaluar la comprensión sobre un tema, etc.). Generar espacios para la reflexión de los alumnos respecto del conocimiento, usos, sentidos y oportunidad de utilizar una aplicación determinada en el proyecto (reflexionar y debatir sobre semejanzas, diferencias o usos complementarios entre la herramienta a trabajar y otras conocidas, etc.). Es decir, además de saber cómo utilizar una aplicación es importante que los estudiantes aprendan a tomar decisiones sobre cuándo y por qué utilizarla, y a valorar si emplear esa herramienta es el procedimiento más adecuado para conseguir el objetivo propuesto y resolver la actividad pautada. Evitar el “diseño por aplicaciones” (Maggio, 2010). El imperativo de la inclusión de las tecnologías provoca, muchas veces, dar preeminencia al formato y no a los propósitos de la enseñanza o los procesos cognitivos activados en su consecución. No se trata de abrir un blog, crear un grupo en una red social o hacer un video. Se trata de pensar qué queremos enseñar, qué tipo de interacciones buscamos favorecer, qué procesos cognitivos estimular, y luego definir qué herramienta/entorno es el más adecuado para lograrlo. Prever momentos para aprender a manejar la herramienta con crecientes grados de complejidad. Si bien los estudiantes tienen facilidad y gran disposición en la exploración de las herramientas digitales, suelen desconocer muchos usos valiosos desde el punto de vista educativo. Por esta razón, es necesario considerar un tiempo para la familiarización con los entornos a trabajar. Aprovechar las tecnologías para abordar problemáticas complejas, apoyándose en la posibilidad que ofrecen para acceder a fuentes que revelan múltiples miradas y perspectivas. En todos los casos, se requiere considerar como contenido de la enseñanza la construcción de criterios para la selección de información pertinente y confiable. Prever la búsqueda y organización de recursos necesarios para poner en marcha el trabajo escolar. La integración de las tecnologías suele consumir mucho tiempo, sobre todo en los primeros intentos, lo que obliga a anticipar ciertos recaudos tanto técnicos, como de disposición de materiales y aplicaciones. En los procesos de búsqueda de información, la guía del docente es clave, pero más aún lo es en la recentración del trabajo en función de los propósitos de enseñanza y en la revisión permanente del conocimiento que se construyen en el aula, como modo de desarrollar la conciencia epistemológica crítica. Desde el aula, es necesario incentivar el trabajo colaborativo y la creación de comunidades de aprendizaje en un clima de confianza y cooperación. Ello implica estimular a compartir

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Algunas recomendaciones para la gestión del uso de tecnologías por parte del docente

Definir en qué momento del proyecto y con qué objetivo pedagógico se utilizará un recurso

tecnológico determinado (indagar ideas o nociones previas, presentar un tema o proyecto, plantear relaciones entre disciplinas, clasificar y categorizar información dada, realizar una síntesis final, evaluar la comprensión sobre un tema, etc.).

Generar espacios para la reflexión de los alumnos respecto del conocimiento, usos, sentidos y

oportunidad de utilizar una aplicación determinada en el proyecto (reflexionar y debatir sobre semejanzas, diferencias o usos complementarios entre la herramienta a trabajar y otras conocidas, etc.). Es decir, además de saber cómo utilizar una aplicación es importante que los estudiantes aprendan a tomar decisiones sobre cuándo y por qué utilizarla, y a valorar si emplear esa herramienta es el procedimiento más adecuado para conseguir el objetivo propuesto y resolver la actividad pautada.

Evitar el “diseño por aplicaciones” (Maggio, 2010). El imperativo de la inclusión de las

tecnologías provoca, muchas veces, dar preeminencia al formato y no a los propósitos de la enseñanza o los procesos cognitivos activados en su consecución. No se trata de abrir un blog, crear un grupo en una red social o hacer un video. Se trata de pensar qué queremos enseñar, qué tipo de interacciones buscamos favorecer, qué procesos cognitivos estimular, y luego definir qué herramienta/entorno es el más adecuado para lograrlo.

Prever momentos para aprender a manejar la herramienta con crecientes grados de

complejidad. Si bien los estudiantes tienen facilidad y gran disposición en la exploración de las herramientas digitales, suelen desconocer muchos usos valiosos desde el punto de vista educativo. Por esta razón, es necesario considerar un tiempo para la familiarización con los entornos a trabajar.

Aprovechar las tecnologías para abordar problemáticas complejas, apoyándose en la posibilidad

que ofrecen para acceder a fuentes que revelan múltiples miradas y perspectivas. En todos los casos, se requiere considerar como contenido de la enseñanza la construcción de criterios para la selección de información pertinente y confiable.

Prever la búsqueda y organización de recursos necesarios para poner en marcha el trabajo

escolar. La integración de las tecnologías suele consumir mucho tiempo, sobre todo en los primeros intentos, lo que obliga a anticipar ciertos recaudos tanto técnicos, como de disposición de materiales y aplicaciones.

En los procesos de búsqueda de información, la guía del docente es clave, pero más aún lo es en

la recentración del trabajo en función de los propósitos de enseñanza y en la revisión permanente del conocimiento que se construyen en el aula, como modo de desarrollar la conciencia epistemológica crítica.

Desde el aula, es necesario incentivar el trabajo colaborativo y la creación de comunidades de

aprendizaje en un clima de confianza y cooperación. Ello implica estimular a compartir

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información, al debate y la producción compartida como una forma de mejorar los procesos de enseñanza y de aprendizaje.

Generar dinámicas colaborativas con profesores de distintas materias para promover el trabajo

interdisciplinario.