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CORRESONDENCIA ENTRE JESÚS Y ABGARO, REY DE EDESA (tomado de Santos Otero, Los Evangelios Apócrifos) La historia es, en resumen, la siguiente: desde el año 4 a.C. hasta el 7 d.C. y posteriormente desde el 13 al 50 de nuestra era reinaba en la ciudad siria de Edesa (hoy Urfa, en el extremo oriental de Turquía) el rey Abgaro V Ukama, que se encontraba aquejado de una grave enfermedad. Habiendo oído hablar de Jesús, le escribió por el año 30 ó 32 de nuestra era una carta y se la envió por su mensajero Ananías. En ella le rogaba viniera a Edesa a curarle de su enfermedad y le ofrecía acogida en su territorio, conociendo la animosidad que tenían contra él los judíos. Jesús le envió su contestación por el mencionado emisario haciéndole saber que, si bien le era imposible trasladarse personalmente a Edesa por tener que dar cumplimiento a su misión, una vez que fuera asumido al lado del Padre, le enviaría uno de sus discípulos para que le curase. El documento más antiguo en que ha llegado hasta nosotros esta correspondencia es la Historia Eclesiástica de Eusebio (1,13; 11,1.6-8), escrita en griego lo más tardar a principios del siglo IV, ya que su autor vivió entre los años 263 y 339 de nuestra era. Eusebio reproduce el tenor de estas cartas después de haberlas traducido —como él dice— «palabra por palabra» de los documentos siríacos que encontró en los archivos de Edesa. Pero no se contenta con ello, sino que añade toda una serie de detalles procedentes de las mismas fuentes en que se confirma a posteriori la venida del apóstol Tadeo, «uno de los 70», a Edesa para curar a Abgaro y predicar el evangelio en la región, tal como Jesús había prometido en su respuesta al monarca. El texto eusebiano está apoyado por una larga serie de documentos griegos de gran antigüedad que se han ido descubriendo posteriormente. Tales son los papiros de Fayum, Góteborg y Nessana, pertenecientes al siglo VI o Vil, y sobre todo las numerosas inscripciones en piedra halladas en diversos lugares —por ejemplo, en el Ponto (2), en Éfeso, en Filippos, en Ancyra y en la misma ciudad de Edesa— cuya antigüedad oscila entre los siglos IV y V. Dentro de su desigual estado de conservación, coinciden estos documentos en lo esencial con el texto de Eusebio, pero añaden en su mayoría una línea al final de la respuesta de Jesús que no se encuentra en éste y reza de la siguiente manera: «[... y mi discípulo ...] hará tu ciudad inexpugnable contra los ataques de tus enemigos». Cabe preguntarse si esta última línea constituye una laguna en el texto eusebiano o es más bien una añadidura posterior, que se introdujo con el uso que se fue hacienda de la respuesta de Jesús, primero como «talismán» contra incursiones enemigas y luego incluso como «amuleto» personal. De inclinarse por esta última solución, hay que tener en cuenta que este fenómeno se remonta a una antigüedad muy respetable, como lo demuestran las inscripciones aludidas del siglo IV o V y el testimonio de la princesa Egeria (o Aetheria), que en su peregrinación por Tierra Santa visitó Edesa por el año 384 (ver Devos, en Analecta Bollandiana 85 [1967] 381-400), y cuenta cómo el obispo de la ciudad la informó sobre la correspondencia entre Abgaro y Jesús, así como sobre la costumbre de leer públicamente la respuesta de éste cuando la ciudad se veía amenazada por el enemigo, con lo que desaparecía el cerco inmediatamente. Los edesanos llegaron incluso a fijar una copia de esta carta en las puertas de la ciudad, uso que viene confirmado por las inscripciones en piedra arriba mencionadas. 1 Correspondencia entre Jesús y Abgaro

Correspond en CIA Entre Jesus Y Abgaro Rey de Edesa

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El documento más antiguo en que ha llegado hasta nosotros esta correspondencia es la Historia Eclesiástica de Eusebio (1,13; 11,1.6-8), escrita en griego lo más tardar a principios del siglo IV

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CORRESONDENCIA ENTRE JESÚS Y ABGARO, REY DE EDESA

(tomado de Santos Otero, Los Evangelios Apócrifos)

La historia es, en resumen, la siguiente: desde el año 4 a.C. hasta el 7 d.C. y pos-teriormente desde el 13 al 50 de nuestra era reinaba en la ciudad siria de Edesa (hoy Urfa, en el extremo oriental de Turquía) el rey Abgaro V Ukama, que se en-contraba aquejado de una grave enfermedad. Habiendo oído hablar de Jesús, le escribió por el año 30 ó 32 de nuestra era una carta y se la envió por su mensa-jero Ananías. En ella le rogaba viniera a Edesa a curarle de su enfermedad y le ofrecía acogida en su territorio, conociendo la animosidad que tenían contra él los judíos. Jesús le envió su contestación por el mencionado emisario haciéndo-le saber que, si bien le era imposible trasladarse personalmente a Edesa por te-ner que dar cumplimiento a su misión, una vez que fuera asumido al lado del Padre, le enviaría uno de sus discípulos para que le curase.

El documento más antiguo en que ha llegado hasta nosotros esta correspon-dencia es la Historia Eclesiástica de Eusebio (1,13; 11,1.6-8), escrita en griego lo más tardar a principios del siglo IV, ya que su autor vivió entre los años 263 y 339 de nuestra era. Eusebio reproduce el tenor de estas cartas después de ha-berlas traducido —como él dice— «palabra por palabra» de los documentos si-ríacos que encontró en los archivos de Edesa. Pero no se contenta con ello, sino que añade toda una serie de detalles procedentes de las mismas fuentes en que se confirma a posteriori la venida del apóstol Tadeo, «uno de los 70», a Edesa para curar a Abgaro y predicar el evangelio en la región, tal como Jesús había prometido en su respuesta al monarca.

El texto eusebiano está apoyado por una larga serie de documentos griegos de gran antigüedad que se han ido descubriendo posteriormente. Tales son los pa-piros de Fayum, Góteborg y Nessana, pertenecientes al siglo VI o Vil, y sobre to-do las numerosas inscripciones en piedra halladas en diversos lugares —por ejemplo, en el Ponto (2), en Éfeso, en Filippos, en Ancyra y en la misma ciudad de Edesa— cuya antigüedad oscila entre los siglos IV y V. Dentro de su desigual estado de conservación, coinciden estos documentos en lo esencial con el texto de Eusebio, pero añaden en su mayoría una línea al final de la respuesta de Je-sús que no se encuentra en éste y reza de la siguiente manera: «[... y mi discí-pulo ...] hará tu ciudad inexpugnable contra los ataques de tus enemigos».

Cabe preguntarse si esta última línea constituye una laguna en el texto euse-biano o es más bien una añadidura posterior, que se introdujo con el uso que se fue hacienda de la respuesta de Jesús, primero como «talismán» contra incur-siones enemigas y luego incluso como «amuleto» personal. De inclinarse por esta última solución, hay que tener en cuenta que este fenómeno se remonta a

una antigüedad muy respetable, como lo demuestran las inscripciones aludidas del siglo IV o V y el testimonio de la princesa Egeria (o Aetheria), que en su pe-regrinación por Tierra Santa visitó Edesa por el año 384 (ver Devos, en Analecta Bollandiana 85 [1967] 381-400), y cuenta cómo el obispo de la ciudad la infor-mó sobre la correspondencia entre Abgaro y Jesús, así como sobre la costum-bre de leer públicamente la respuesta de éste cuando la ciudad se veía amena-zada por el enemigo, con lo que desaparecía el cerco inmediatamente. Los edesanos llegaron incluso a fijar una copia de esta carta en las puertas de la ciu-dad, uso que viene confirmado por las inscripciones en piedra arriba menciona-das.

El texto griego de Eusebio fue conocido muy pronto en Occidente gracias a la traducción latina que hizo Rufino (345-410) de la Historia Eclesiástica. Su difu-sión hubo de ser muy grande, pero el texto de las cartas fue recibido con rece-lo: San Agustín (Contra Faustum 28,4) y San Jerónimo (In E%. 44,29) insistían, por ejemplo, en que Jesús no escribió nada en su vida; el Decretum Gelasianum (siglo vi) llega incluso a incluir esta correspondencia en la lista de los libros apó-crifos (nn.56 y 57).

Otra fuente importante para conocer la correspondencia entre Jesús y Abgaro es la llamada Doctrina de Addai, escrito redactado y conservado en siríaco, es decir, la misma lengua de la que Eusebio hizo su traducción al griego. Pese a es-ta circunstancia y al hecho de que en esta obra se pueden encontrar claves im-portantes para elucidar los orígenes del cristianismo en Edesa —como demues-tran sobre todo las investigaciones de H. J. W. Drijvers en este campo—, sigue siendo el texto griego de Eusebio el testimonio más antiguo y fehaciente de que hoy día disponemos.

La Doctrina de Addai, cuya redacción completa (a juzgar por los documentos que han llegado hasta nosotros) no es anterior al siglo VI, es todo un mosaico de leyendas en que, además de la correspondencia en cuestión, se encuentra toda una serie de narraciones de origen ciertamente posterior, tales como la in-vención de la verdadera cruz según el relato de Protonike o la correspondencia entre el rey Abgaro y el emperador Tiberio, entre otras.

Por lo que se refiere al texto mismo de la correspondencia, la versión siríaca de la Doctrina ofrece diferencias significativas respecto a la griega, sobre todo en lo que afecta a la supuesta respuesta de Jesús. En ella no consta que fuera éste el que escribiera la carta, sino que se da a entender que se trató simplemente de un mensaje verbal que el emisario Hannan (= Ananías, de Eusebio) recogió de labios de Jesús y transmitió (¿por escrito?) a Abgaro. De la imagen de Cristo confeccionada por el emisario en esta ocasión, nada sabe la versión griega. Fi-

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nalmente aparece también aquí, como en otros textos griegos arriba indicados, la última línea de la respuesta de Jesús referente a la protección de la dudad, que tampoco figura en el texto eusebiano.

Una cuestión interesante suscita el nombre siríaco del «apóstol Addai» (que Eu-sebio en su traducción identificó con «Tadeo, uno de los 70»), encargado de dar cumplimiento a posteriori a la promesa de Jesús en su respuesta: sanar a Abga-ro y predicar el evangelio en Edesa. El hecho de que también se llamara «Ad-dai» uno de los más íntimos colaboradores de Mani —fundador del maniqueís-mo—, la importancia que en la correspondencia se da a la virtud curativa de Je-sús en consonancia con uno de los atributos que más destacaba Mani, como propio, ante sus seguidores («soy médico, del país de Babilonia»), la preferen-cia por el género epistolar como medio de indoctrinación en la secta dualista y —finalmente— la situación geográfica de Edesa (lejos de los núcleos cristianos y expuesta al influjo religioso-cultural del vecino Irán), dan pie para pensar que la correspondencia entre Jesús y Abgaro no es otra cosa que una falsificación que surgió en la minoría cristiana de Edesa a finales del siglo III para contrarres-tar el prepotente movimiento maraqueo y combatirlo con los mismos métodos y figuras que éste usaba para su expansión en las regiones colindantes.

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Supuesta carta de Abgaro a Jesús

1. Abgaro, rey de Edesa, a Jesús el Salvador, que se ha manifestado en Jerusa-lén.

2. He oído hablar de las curaciones que has hecho, sin usar hierbas, ni otros re-medios ordinarios.

3. Y sé que devuelves la vista a los ciegos, y que haces andar a los cojos, y que limpias la lepra, y que arrojas los demonios inmundos, y que curas las enfer-medades más crónicas, y que resucitas a los muertos.

4. Y, oyendo tales cosas, me he persuadido de que tú eres Dios, o Hijo de Dios, y que estás en la tierra con el fin de realizar esas maravillas.

5. Y por eso te escribo, para suplicarte que vengas a mí, y que me cures de la enfermedad que me atormenta.

6. Y he oído decir que los judíos murmuran de ti y que te preparan celadas.

7. Y yo poseo una ciudad que es pequeña, pero honesta, y bastará para los dos.

Supuesta contestación de Jesús a Abgaro

1. Bienaventurado seas, tú, Abgaro, que crees en mí, sin haberme conocido.

2. Porque de mí está escrito: "Los que lo vean no creerán en él, a fin de que los que no lo vean puedan creer, y ser bienaventurados."

3. Cuanto al ruego que me haces de ir cerca de ti, es preciso que yo cumpla aquí todas las cosas para las cuales he sido enviado, y que, después de haberlas cumplido, vuelva a Aquel que me envió.

4. Y, cuando haya vuelto a Él, te mandaré a uno de mis discípulos, para que te cure de tu dolencia, y para que comunique a ti y a los tuyos el camino de la bienaventuranza.

La carta de Jesús según la versión de Luis de Dios

1. Yo, Jesucristo, Hijo de Dios vivo y eterno, a Abgaro, rey de la ciudad de Edesa. La paz sea contigo.

2. Dichoso tú y bienaventurado tu reino de Edesa, pues que, sin nunca verme, has creído en mí.

2 Correspondencia entre Jesús y Abgaro

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3. Tú serás siempre dichoso, así como tu pueblo.

4. Y la paz y la caridad se multiplicarán en tu ciudad, y en ella brillará una fe sin-cera en mí, y la ciencia estará en ella.

5. Yo, Jesucristo, rey del cielo, he venido a la tierra a salvar a Adán y a Eva y a su raza.

Sentencias que acompañó a Jesús a la carta, según el manuscrito árabe de la biblioteca de Leyden, en que se halla esta versión

1. Yo me someto de mi propio grado a los dolores de la pasión y a la cruz.

2. Yo no soy solamente un hombre, sino un Dios perfecto y un hombre perfec-to.

3. Y he sido elevado hacia los serafines.

4. Y soy eterno, y no hay más Dios que yo.

5. Y me he convertido en el salvador de los hombres, por virtud de mi amor ha-cia ellos.

6. Y vivo en toda hora, siempre y eternamente.

7. Y el Señor escribió en esta carta de su puño y letra y la envió diciendo:

8. He dispuesto que seas curado de tus dolencias, y que tus pecados te sean re-mitidos.

9. Y, siempre que lleves contigo esta carta, el poder de los ejércitos enemigos no prevalecerá contra los tuyos.

10. Y tu ciudad será siempre bendita, gracias a ti.

11. Y estas son las siete sentencias y las otras palabras que Nuestro Señor Jesu-cristo envió a Abgaro, rey de Edesa, tratando de su divinidad y su humanidad, y de cómo es Dios perfecto y hombre perfecto. A él sea por siempre toda ala-banza.

Fuente: Los Evangelios Apócrifos, por Edmundo González Blanco

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Relato presentado por Eusebio, Historia Eclesiástica Libro 1 cap. XIII

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Libro 1

Fundamento de la promesa

CAP. I 1. Me he propuesto redactar las sucesiones de los santos apóstoles desde nuestro Salvador hasta nuestros días; cuántos y cuán grandes fueron los acon-tecimientos que tuvieron lugar según la historia de la Iglesia y quiénes fueron distinguidos en su gobierno y dirección en las comunidades más notables, inclu-yendo también aquellos que, en cada generación, fueron embajadores de la Pa-labra de Dios, ya sea por medio de la escritura o sin ella, y los que, impulsados por el deseo de innovación hasta el error, se han anunciado promotores del fal-samente llamado conocimiento, devorando así el rebaño de Cristo como lobos rapaces.

Relato acerca del soberano de Edesa

Cap XIII 1. A continuación paso a narrar el relato acerca de Tadeo. La noticia de la naturaleza divina de nuestro Señor y Salvador Jesucristo se extendía a todos los hombres debido a su poder para llevar a cabo maravillas, y atrajo a numero-sas personas (incluso a extranjeros alejados de Judea) con la esperanza de cura-ción de sus enfermedades y de todo tipo de sufrimiento.

2. Así se encontraba el rey Abgaro, que gobernaba muy diestramente sobre los pueblos de más allá del Eufrates, y su cuerpo se iba destruyendo por una enfer-medad terrible e incurable dentro de las posibilidades humanas. Por lo tanto, cuando el nombre de Jesús llegó a él reiteradamente y también su poder testifi-cado por todos con unanimidad, inmediatamente se convirtió en un suplicante suyo y le envió una carta a través de un correo pidiendo le concediera la libera-ción de su enfermedad.

3. No obstante, Jesús no respondió a su llamado entonces, pero juzgó que era digno de una carta particular en la que le prometía enviarle a uno de sus discí-pulos para procurarle la curación de su dolencia juntamente con la salvación para él y también para todos los suyos.

4. Poco después le cumplió la promesa. Luego de la resurrección de los muertos y la ascensión a los cielos de nuestro Salvador, Tomás —uno de los doce após-toles—, impulsado por Dios, envió a Edesa como heraldo y evangelista de la en-señanza de Cristo a Tadeo (que pertenecía a los setenta discípulos de Cristo) y la promesa de nuestro Salvador se vio completada por medio de él.

5. Hay testimonio escrito disponible acerca de todo esto en los archivos de Ede-sa, que entonces era la ciudad de la Corte. Todo esto se halla conservado esme-radamente hasta hoy en los documentos oficiales de aquel lugar, que contienen los hechos antiguos y los contemporáneos de Abgaro. De todos modos, nada será tan exacto como escuchar las cartas que nosotros hemos sacado de los ar-chivos y traducido del siríaco como sigue:

Copia de la carta escrita por Abgaro a Jesús, la cual le envió a Jerusalén a tra-vés del correo Ananías

6. «Abgaro Ucama Toparca, a Jesús, Salvador bueno que se mostró en la región de Jerusalén, salud:

»He oído acerca de ti y de tus curaciones, llevadas a cabo por ti mismo como si prescindieras de medicinas y de hierbas, pues según la noticia que corre, haces que los ciegos vean y que los cojos anden, sanas a los leprosos y echas fuera es-píritus impuros y demonios, sanas a los atormentados con enfermedades largas y resucitas muertos.

7. »Tras oír esto de ti creo que hay dos opciones. O eres Dios y habiendo bajado del cielo llevas a cabo estas obras, o puesto que las haces eres el hijo de Dios.

8. »Por esta razón, he escrito suplicándote que vengas a mí y me sanes de mi enfermedad. También he sabido que los judíos murmuran contra ti y quieren tu mal. Mi ciudad, aunque pequeña, es responsable, y será suficiente para am-bos».

9. Así escribía estando entonces iluminado por un poco de luz divina. Sin em-bargo, merece la pena escuchar la respuesta de Jesús a través del mismo co-rreo; una carta breve, pero contundente.

Respuesta de Jesús a Abgaro, Toparca, por mediación del correo Ananías

10. «Bienaventurado si creíste en Mí sin haberme visto. Pues de mí está escrito que los que me han visto no crean, para que también los que no me han visto crean y sean salvos. Pero acerca de lo que me escribes que vaya a ti, me es pre-ciso cumplir todo mi cometido aquí, y, una vez realizado, sea tomado al que me envió. Mas cuando haya sido tomado te enviaré uno de mis discípulos para que te proporcione sanidad y vida a ti y a los tuyos.»

11. A estas cartas acompañaba también lo siguiente en siríaco: «Pero después de la ascensión de Jesús, Judas, llamado Tomás, envió como apóstol a Tadeo, uno de los setenta, el cual, habiendo llegado, se hospedó en casa de Tobías hijo de Tobías. Cuando se extendió el rumor acerca de él, se comunicó a Abgaro que

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había ido a aquel lugar un apóstol de Jesús, de acuerdo con lo prometido por carta.

12. »Así pues, Tadeo empezó con el poder de Dios a sanar toda enfermedad y debilidad, de manera que todos quedaban maravillados. Cuando Abgaro oyó los grandes y admirables hechos, y como sanaba, sospechó que se trataba del discí-pulo del cual Jesús le había escrito en la carta cuando le dijo: "Cuando sea to-mado arriba en el aire, enviaré a uno de mis discípulos para sanar tu enferme-dad."

13. »Mandó llamar a Tobías, en casa del cual se hospedaba, y le dijo: "He oído que posa en tu casa un hombre poderoso, envíamelo." Tobías se dirigió a Tadeo y le dijo: "Abgaro, Toparca, me llamó para decirme que te llevara a él para que le sanes." Tadeo le dijo: "Subiré yo, que he sido enviado a él con poder."

14. »Madrugando el día siguiente, Tobías tomó a Tadeo y fue a Abgaro. Tadeo llegó estando en pie los magnates del rey, y en el preciso momento en que él entró se apareció a Abgaro una gran visión de la faz del apóstol Tadeo. Cuando Abgaro le vio se prosternó ante Tadeo, sorprendiendo a los presentes; pues no veían la visión que sólo se apareció a Abgaro.

15. »Entonces preguntó a Tadeo: "¿Eres tú en verdad el discípulo de Jesús, el hi-jo de Dios, que me dijo: 'Te enviaré uno de mis discípulos, el cual te proporcio-nará sanidad y vida'?" Y Tadeo dijo: "Porque has creído en gran manera en el que me envió, he sido enviado a ti, y de nuevo, si creyeres en Él, tendrás los ruegos de tu corazón."

16. »Abgaro respondió: "Hasta tal punto creí, que hasta incluso deseé tomar un ejército y destruir a los judíos que lo crucificaron, si no hubiera sido por el re-chazo del Imperio Romano." Pero Tadeo le dijo: "Nuestro Señor cumplió la vo-luntad de su Padre."

17. »Le dijo Abgaro: "Yo también he creído en Él y en su Padre." Y Tadeo res-pondió: "Por esta misma razón pongo mi mano sobre ti en su nombre." Y al ins -tante de hacerlo Abgaro fue sanado de su enfermedad y de sus sufrimientos.

18. »Abgaro se maravilló de que aquello que había oído acerca de Jesús ahora lo confirmaba éon los hechos, por medio de su discípulo Tadeo, el cual, prescin-diendo de medicinas y de hierbas, le sanó, y no sólo a él, sino también a Abdón, hijo de Abdón, que tenía gota. Este también acudió a Tadeo y, postrándose a sus pies, fue sanado mientras suplicaba con sus manos. Tadeo también sanó a muchos conciudadanos y anunciaba la Palabra de Dios, haciendo maravillas y grandezas.

19. »Luego Abgaro dijo: "Tú con el poder de Dios haces estas cosas y nosotros nos maravillamos por ellas. Pero yo también te suplico que nos des a conocer acerca de la venida de Jesús: cómo tuvo lugar, y de su poder, con qué tipo de poder realizó las cosas que yo he oído."

20. »Tadeo replicó: "No hablaré ahora, pero ya que fui enviado a proclamar la palabra, mañana reúne a todos los ciudadanos y les predicaré sembrando en ellos la Palabra de Vida. Entonces hablaré de la venida de Jesús; cómo fue; de su cometido, por qué fue enviado por el Padre; con qué poder lo hizo; de la no-vedad de su enseñanza, de su pequeñez y de su humillación; cómo se humilló a sí mismo, se desprendió de su divinidad y la empequeñeció, y cómo fue crucifi-cado, y cómo habiendo descendido al Hades derribó la barrera que había esta-do cerrada por los siglos y resucité muertos, y cómo a pesar de haber descendi-do solo, ascendió a su Padre con una multitud, cómo está sentado en los cielos con gloria a la diestra de Dios Padre, y cómo vendrá de nuevo con poder para juzgar a los vivos y a los muertos."

21. »Por lo tanto Abgaro, ordenó que al alba se reunieran sus ciudadanos y prestaran atención al mensaje de Tadeo. También mandó que se diera a Tadeo oro y plata no acuñada. Pero él la rechazó con estas palabras: "Si hemos aban-donado lo nuestro, ¿cómo tomaremos lo ajeno?"»

22. «Esto tuvo lugar en el año 340».

Por el momento, este relato traducido del siríaco, no será inútil y me parece su-ficiente.

Libro 2

Sobre la vida de los apóstoles después de la ascensión de Cristo

CAP. I, 6. Entonces también fue llevada a cabo la promesa de nuestro Salvador, hecha al rey Osroene. Según esto, Tomás, impulsado por Dios, envió a Tadeo a Edesa como predicador y evangelista de la enseñanza de Cristo al mundo que hemos demostrado hace poco en documentos escritos encontrados allí.

7. Tadeo, tras detenerse en aquel lugar, sana a Abgaro por la palabra de Cristo y deja maravillados a todos los presentes por sus asombrosos milagros. Y cuando los hubo dispuesto convenientemente con sus obras, guardándolos luego hacia la veneración del poder de Cristo, los hizo discípulos de la enseñanza del Salva-dor. Desde aquel momento hasta nuestros días toda la ciudad de Edesa está

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consagrada al nombre de Cristo; de este modo dan un singular ejemplo de nuestro Salvador y de sus buenas obras para con ellos.

6 Correspondencia entre Jesús y Abgaro