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Universidad Nacional Autónoma de México Facultad de Estudios Superiores Acatlán Literatura Española Siglos XVIII – XIX Ángel Godínez Serrano Corrupción o la Belleza Ignorada y Despreciada de la Perversa Cotidianidad Abandonad la esperanza todo aquel que entre aquí debería de estar escrito al terminar el corredor que lleva a la ciudad desde la salida del aeropuerto, al término de las autopistas federales, en los umbrales finales de las terminales de autobuses, en las avenidas amplias con seis carriles por cada sentido, en las formas de las oficinas gubernamentales, en las tarjetas bancarias ya sean de débito o crédito, en la frente de los héroes patrios y, con temor de equivocarme, está tallado en el nopal sobre el que se yergue una imponente águila devorando una serpiente que quién sabe qué significa. Sí, querido lector, ésta debería de ser una advertencia explícita e implícita para todo aquel que no pertenezca a esta tierra de belleza insufrible e ignorancia explotada hasta el hartazgo. Y tú dirías: ¿éste asno sandio, majadero y criticón qué va a saber sobre el piso en el que ambos andamos? Y no mucho, pero mi experiencia me da para poder afirmar que, la corrupción per se, es el hermoso y trágico cáncer al que nuestra cotidianidad nos ha obligado a verle el lado amable. Finjamos que ignoramos el asunto, que ninguno de los dos se ha escudado en la apacible corrupción en algún momento y disfrutemos de la primorosa y risible vida del Sr. Ego.

Corrupción o La Belleza Ignorada y Despreciada de La Perversa Cotidianidad

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Ensayo crítico a modo de columna.

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Page 1: Corrupción o La Belleza Ignorada y Despreciada de La Perversa Cotidianidad

Universidad Nacional Autónoma de MéxicoFacultad de Estudios Superiores AcatlánLiteratura Española Siglos XVIII – XIXÁngel Godínez Serrano

Corrupción o la Belleza Ignorada y Despreciada de la Perversa Cotidianidad

Abandonad la esperanza todo aquel que entre aquí debería de estar escrito al

terminar el corredor que lleva a la ciudad desde la salida del aeropuerto, al

término de las autopistas federales, en los umbrales finales de las terminales de

autobuses, en las avenidas amplias con seis carriles por cada sentido, en las

formas de las oficinas gubernamentales, en las tarjetas bancarias ya sean de

débito o crédito, en la frente de los héroes patrios y, con temor de equivocarme,

está tallado en el nopal sobre el que se yergue una imponente águila devorando

una serpiente que quién sabe qué significa. Sí, querido lector, ésta debería de ser

una advertencia explícita e implícita para todo aquel que no pertenezca a esta

tierra de belleza insufrible e ignorancia explotada hasta el hartazgo. Y tú dirías:

¿éste asno sandio, majadero y criticón qué va a saber sobre el piso en el que

ambos andamos? Y no mucho, pero mi experiencia me da para poder afirmar

que, la corrupción per se, es el hermoso y trágico cáncer al que nuestra

cotidianidad nos ha obligado a verle el lado amable. Finjamos que ignoramos el

asunto, que ninguno de los dos se ha escudado en la apacible corrupción en

algún momento y disfrutemos de la primorosa y risible vida del Sr. Ego.

El Señor Ego nació en el seno de una familia clasemediera con un par de

padres burócratas de mediano rango. Desde pequeño, la moral en turno le dio a

entender que el hecho de pagar porque un servicio se hiciera de un mejor modo,

más eficiente y a su conveniencia estaba mal visto socialmente; no se explicaba

por qué los servicios VIP no eran denostados al unísono; tú y yo lector sabemos la

diferencia: todo lo VIP no es lo suficientemente bueno para tornarse corruptible.

Conforme el Señor Ego se fue desenvolviendo en el mundo real comprendió tres

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axiomas para la vida: el que no tranza no avanza, con dinero baila el perro y la

ley de Herodes: o te chingas o que jodes. Posiblemente él lo consideró un mal

menor debido al poco daño que este actuar causaba en su entorno. Las prácticas

iban variando: sobornar a un oficial de tránsito que se excusaba en una falta

inventada para detener a diestra y siniestra, acelerar un trámite que

normalmente tardaría meses para terminar siendo rechazado, aprobar una

materia que de otro modo ni los mil dioses que viven en el olimpo ni los otros mil

de los avernos habrían podido acreditar, etc.

La vida se manejaba en un paralelo medianamente hermoso y cómodo al cual

se le debía de agradecer que todo fuera posible. El Señor Ego fue creciendo y

comprendiendo más el mundo, y como la inteligencia está basada en el grado de

conocimiento de éste, y cómo este conocimiento puede ser aprovechado en la

vida diaria, él era muy inteligente. Procuraba no tener estas prácticas a diario

para que no se le fuera a tachar de viciado, de vez en cuando una multita por

aquí, una mordidita por allá, un dinerito por bajo de la mesa por acullá; él mismo

se terminaba censurando ya que el mundo lo parecía orillar a éstas prácticas.

Amigo lector, hagamos una breve pausa para tomarnos las molestias de

reflexionar en las ventajas de ser corrupto (sic) en lo que el Señor Ego crece. Las

filas son cosa del pasado, lo de hoy es pagarle tu cuota, y una módica cantidad

extra, a un sujeto regordete para que se salte las filas y vaya a platicar con su

primo-hermano-lejano-de tercer grado-que conoció en un campamento para

niños regordetes y saque tus documentos con el mismo valor en una hora.

Puedes disfrutar de horas y horas de entretenimiento gracias a un pequeño

satanás que te regala la electricidad al unir no sé qué cable a no sé qué poste

para que no sé qué cosa se conecte a no sé qué progenitora y por arte de magia

no recibes ninguna notificación de pagos en años, es más, la compañía ni tiene la

mínima idea de la existencia de tu hogar como beneficiario de su servicio. Gozar

de todas las novedades músico-cinematográficas del mundo con el simple hecho

se correr al puesto de piratería de tu preferencia, atendido por otra variante de

estos sujetos horriblemente parecidos, que saca de una caja de huevo la última

pieza de arte (calientita) y grabada directa del cine. Verás risotadas, sombras

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obtusas y la tortícolis se hará presente en tu cuerpo, pero de otro modo no te

sería posible verla. La piratería es el socialismo de las piezas de arte. La

diversificación de esto es como la vida: nadie sabe de dónde proviene pero allí

está, nadie se hace responsable de ella; mi mamá y los científicos se siguen

cuestionando por ambas. No es tu culpa, lector, es culpa del sistema, y estás en

lo correcto: es éste el que te orilla a jugar con la moral y estirarla como calzón de

burócrata administrativo de Hacienda. Son reglas estúpidas e innecesarias para

un mundo que no admite reglas. Pero volvamos con el Señor Ego.

Por azares del destino, él fue a parar al único oficio que respetaba todas las

prácticas habidas y por haber, existentes y aún en la nada: la política. Y no

cualquier tipo de política, “la política mexicana”, o mejor dicho, “a la mexicana”.

Aclaremos algo, lector: la carga semántica que tiene la “política a la mexicana”

está bien descrita por adjetivos como corrompida, depravada, viciosa, traicionera

y vil. El Señor Ego, muy inteligente, uso todo tipo de artimañas y herramientas

para ir escalando puestos y pasar de un secretario nocturno del achichincle

menor, hasta candidato plurinominal estrella de un partido político que en el

nombre tiene la palabra “democracia”. Hasta este punto el magnánimo Señor

Ego fue consciente que la corrupción es una cadena infinita de actos preudo-

invisibles; tan fue consciente que, amablemente, hizo un esquema:

Un sujeto X trabaja en una pocilga con un sueldo mísero, alguien le ofrece por

un servicio más eficiente dinero extra, acepta. El sujeto Y, comandante de policía,

obliga a sus oficiales subordinados, entre ellos oficial W, a presentarse

semanalmente con una cantidad determinada para gozar del privilegio de tener

una patrulla, un arma o un uniforme. Oficial W, indiscriminadamente, abusa de su

autoridad buscando lograr la cuota y algo extra para alcanzar a terminar el mes

con su sueldo igualmente mísero. Empresario K busca expandir su franquicia a

como dé lugar en un sitio protegido para la fauna animal, se topa con político P

que le ofrece, a cambio de una cifra cuantiosa, todo tipo de permisos para poder

explotar esa zona y las que dios mande; ya que él, como elegido del pueblo y

Dios, es dueño de todo en lo que el sol posa su mentada sombra, al menos por lo

que dura su mandato. Oficial N necesita con urgencia un conejillo de indias para

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presentarlo ante las cámaras de TV por el asesinato de unos cuantos “Don

Nadies”, y toma la medida más coherente que cruza por su brillantísima mente:

buscar a cualquier desgraciado en la calle y, a base me tortura y partidas de

ajedrez, obligarlo a confesar el asesinato de un hombre que nunca vio. Candidato

L, el representante de todo envilecimiento posible, es el favorito por las

encuestas, pagadas a su nombre, para ganar la presidencia de una nación cuyo

nombre le es difícil pronunciar. Como mago maestre aparece dinero de polvos y

hierbas mágicas, de bondadosos comerciantes que sin titubear ofrecen la

completa sumisión a su mano, desvía dineros dispuestos para pavimentos,

escuelas, programas educativos culturales y toda sarta de imbecilidades que a

nadie le importan, para poder comprar por millones llaveros, gorras, cubetas y

bolsas con su rostro y nombre. Muy a pesar de todo el esfuerzo, y dinero, que ha

bien invertido, su nombre sigue sin ser el preferente por la chusma ignorante.

Resplandece su arma más grande, fuerte y sutil: fraude electoral. Porque como

dice la máxima: un día después de la creación de la democracia se creó el fraude

electoral. Y tras meses de espolear los golpes dados por los contrincantes,

amigos, medios, ciudadanía y el universo entero, se sienta cómodamente en el

único asiento que es más importante que el inodoro mismo: la silla presidencial.

El Señor Ego compendió que tras llegar a este sitio, nada tendría que ser calmo.

Sólo otra cadena se repetía a su alrededor para que el sistema brioso diera la

vuelta y siguiera su funcionamiento hasta el hartazgo. El Señor Ciudadano

Presidente Ego tiene toda una gama se bustos con sus facciones más grotescas

colocada meticulosamente por todas las partes de la república como héroe

democrático y enviado de Dios a resolver todo tipo de problemáticas ontológicas

y metafísicas.

Estimado lector, la historia del Señor Ego es una entre miles de millones que

ante la imposibilidad de una solución, usan el paralelo oculto y vedado que todos

aceptan como verdad única para esta hermosa nación que fue llamada “el

ombligo de la luna”, descartado mil veces por la errónea etimología.

Como ves, amabilísimo lector, la vida es efímera como para estar lidiando con

burocracia infinita y plagas de papeles eternos, vive y disfruta de tu poder ante la

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endeble maquinaria anticorrruplible, tú y sólo eres el causante del

ensanchamiento de una cadena que tiene al incalculable fin. Lector, paga todo lo

que sea y goza todo lo que tu dinero pueda lograr. Ya será otro día en el que

debas de pagar las consecuencias de tus ejercicios suciamente por el sistema

ejemplar del todo hecho “a la mexicana”. Hasta entonces eres un titán.