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Ensayo crítico a modo de columna.
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Universidad Nacional Autónoma de MéxicoFacultad de Estudios Superiores AcatlánLiteratura Española Siglos XVIII – XIXÁngel Godínez Serrano
Corrupción o la Belleza Ignorada y Despreciada de la Perversa Cotidianidad
Abandonad la esperanza todo aquel que entre aquí debería de estar escrito al
terminar el corredor que lleva a la ciudad desde la salida del aeropuerto, al
término de las autopistas federales, en los umbrales finales de las terminales de
autobuses, en las avenidas amplias con seis carriles por cada sentido, en las
formas de las oficinas gubernamentales, en las tarjetas bancarias ya sean de
débito o crédito, en la frente de los héroes patrios y, con temor de equivocarme,
está tallado en el nopal sobre el que se yergue una imponente águila devorando
una serpiente que quién sabe qué significa. Sí, querido lector, ésta debería de ser
una advertencia explícita e implícita para todo aquel que no pertenezca a esta
tierra de belleza insufrible e ignorancia explotada hasta el hartazgo. Y tú dirías:
¿éste asno sandio, majadero y criticón qué va a saber sobre el piso en el que
ambos andamos? Y no mucho, pero mi experiencia me da para poder afirmar
que, la corrupción per se, es el hermoso y trágico cáncer al que nuestra
cotidianidad nos ha obligado a verle el lado amable. Finjamos que ignoramos el
asunto, que ninguno de los dos se ha escudado en la apacible corrupción en
algún momento y disfrutemos de la primorosa y risible vida del Sr. Ego.
El Señor Ego nació en el seno de una familia clasemediera con un par de
padres burócratas de mediano rango. Desde pequeño, la moral en turno le dio a
entender que el hecho de pagar porque un servicio se hiciera de un mejor modo,
más eficiente y a su conveniencia estaba mal visto socialmente; no se explicaba
por qué los servicios VIP no eran denostados al unísono; tú y yo lector sabemos la
diferencia: todo lo VIP no es lo suficientemente bueno para tornarse corruptible.
Conforme el Señor Ego se fue desenvolviendo en el mundo real comprendió tres
axiomas para la vida: el que no tranza no avanza, con dinero baila el perro y la
ley de Herodes: o te chingas o que jodes. Posiblemente él lo consideró un mal
menor debido al poco daño que este actuar causaba en su entorno. Las prácticas
iban variando: sobornar a un oficial de tránsito que se excusaba en una falta
inventada para detener a diestra y siniestra, acelerar un trámite que
normalmente tardaría meses para terminar siendo rechazado, aprobar una
materia que de otro modo ni los mil dioses que viven en el olimpo ni los otros mil
de los avernos habrían podido acreditar, etc.
La vida se manejaba en un paralelo medianamente hermoso y cómodo al cual
se le debía de agradecer que todo fuera posible. El Señor Ego fue creciendo y
comprendiendo más el mundo, y como la inteligencia está basada en el grado de
conocimiento de éste, y cómo este conocimiento puede ser aprovechado en la
vida diaria, él era muy inteligente. Procuraba no tener estas prácticas a diario
para que no se le fuera a tachar de viciado, de vez en cuando una multita por
aquí, una mordidita por allá, un dinerito por bajo de la mesa por acullá; él mismo
se terminaba censurando ya que el mundo lo parecía orillar a éstas prácticas.
Amigo lector, hagamos una breve pausa para tomarnos las molestias de
reflexionar en las ventajas de ser corrupto (sic) en lo que el Señor Ego crece. Las
filas son cosa del pasado, lo de hoy es pagarle tu cuota, y una módica cantidad
extra, a un sujeto regordete para que se salte las filas y vaya a platicar con su
primo-hermano-lejano-de tercer grado-que conoció en un campamento para
niños regordetes y saque tus documentos con el mismo valor en una hora.
Puedes disfrutar de horas y horas de entretenimiento gracias a un pequeño
satanás que te regala la electricidad al unir no sé qué cable a no sé qué poste
para que no sé qué cosa se conecte a no sé qué progenitora y por arte de magia
no recibes ninguna notificación de pagos en años, es más, la compañía ni tiene la
mínima idea de la existencia de tu hogar como beneficiario de su servicio. Gozar
de todas las novedades músico-cinematográficas del mundo con el simple hecho
se correr al puesto de piratería de tu preferencia, atendido por otra variante de
estos sujetos horriblemente parecidos, que saca de una caja de huevo la última
pieza de arte (calientita) y grabada directa del cine. Verás risotadas, sombras
obtusas y la tortícolis se hará presente en tu cuerpo, pero de otro modo no te
sería posible verla. La piratería es el socialismo de las piezas de arte. La
diversificación de esto es como la vida: nadie sabe de dónde proviene pero allí
está, nadie se hace responsable de ella; mi mamá y los científicos se siguen
cuestionando por ambas. No es tu culpa, lector, es culpa del sistema, y estás en
lo correcto: es éste el que te orilla a jugar con la moral y estirarla como calzón de
burócrata administrativo de Hacienda. Son reglas estúpidas e innecesarias para
un mundo que no admite reglas. Pero volvamos con el Señor Ego.
Por azares del destino, él fue a parar al único oficio que respetaba todas las
prácticas habidas y por haber, existentes y aún en la nada: la política. Y no
cualquier tipo de política, “la política mexicana”, o mejor dicho, “a la mexicana”.
Aclaremos algo, lector: la carga semántica que tiene la “política a la mexicana”
está bien descrita por adjetivos como corrompida, depravada, viciosa, traicionera
y vil. El Señor Ego, muy inteligente, uso todo tipo de artimañas y herramientas
para ir escalando puestos y pasar de un secretario nocturno del achichincle
menor, hasta candidato plurinominal estrella de un partido político que en el
nombre tiene la palabra “democracia”. Hasta este punto el magnánimo Señor
Ego fue consciente que la corrupción es una cadena infinita de actos preudo-
invisibles; tan fue consciente que, amablemente, hizo un esquema:
Un sujeto X trabaja en una pocilga con un sueldo mísero, alguien le ofrece por
un servicio más eficiente dinero extra, acepta. El sujeto Y, comandante de policía,
obliga a sus oficiales subordinados, entre ellos oficial W, a presentarse
semanalmente con una cantidad determinada para gozar del privilegio de tener
una patrulla, un arma o un uniforme. Oficial W, indiscriminadamente, abusa de su
autoridad buscando lograr la cuota y algo extra para alcanzar a terminar el mes
con su sueldo igualmente mísero. Empresario K busca expandir su franquicia a
como dé lugar en un sitio protegido para la fauna animal, se topa con político P
que le ofrece, a cambio de una cifra cuantiosa, todo tipo de permisos para poder
explotar esa zona y las que dios mande; ya que él, como elegido del pueblo y
Dios, es dueño de todo en lo que el sol posa su mentada sombra, al menos por lo
que dura su mandato. Oficial N necesita con urgencia un conejillo de indias para
presentarlo ante las cámaras de TV por el asesinato de unos cuantos “Don
Nadies”, y toma la medida más coherente que cruza por su brillantísima mente:
buscar a cualquier desgraciado en la calle y, a base me tortura y partidas de
ajedrez, obligarlo a confesar el asesinato de un hombre que nunca vio. Candidato
L, el representante de todo envilecimiento posible, es el favorito por las
encuestas, pagadas a su nombre, para ganar la presidencia de una nación cuyo
nombre le es difícil pronunciar. Como mago maestre aparece dinero de polvos y
hierbas mágicas, de bondadosos comerciantes que sin titubear ofrecen la
completa sumisión a su mano, desvía dineros dispuestos para pavimentos,
escuelas, programas educativos culturales y toda sarta de imbecilidades que a
nadie le importan, para poder comprar por millones llaveros, gorras, cubetas y
bolsas con su rostro y nombre. Muy a pesar de todo el esfuerzo, y dinero, que ha
bien invertido, su nombre sigue sin ser el preferente por la chusma ignorante.
Resplandece su arma más grande, fuerte y sutil: fraude electoral. Porque como
dice la máxima: un día después de la creación de la democracia se creó el fraude
electoral. Y tras meses de espolear los golpes dados por los contrincantes,
amigos, medios, ciudadanía y el universo entero, se sienta cómodamente en el
único asiento que es más importante que el inodoro mismo: la silla presidencial.
El Señor Ego compendió que tras llegar a este sitio, nada tendría que ser calmo.
Sólo otra cadena se repetía a su alrededor para que el sistema brioso diera la
vuelta y siguiera su funcionamiento hasta el hartazgo. El Señor Ciudadano
Presidente Ego tiene toda una gama se bustos con sus facciones más grotescas
colocada meticulosamente por todas las partes de la república como héroe
democrático y enviado de Dios a resolver todo tipo de problemáticas ontológicas
y metafísicas.
Estimado lector, la historia del Señor Ego es una entre miles de millones que
ante la imposibilidad de una solución, usan el paralelo oculto y vedado que todos
aceptan como verdad única para esta hermosa nación que fue llamada “el
ombligo de la luna”, descartado mil veces por la errónea etimología.
Como ves, amabilísimo lector, la vida es efímera como para estar lidiando con
burocracia infinita y plagas de papeles eternos, vive y disfruta de tu poder ante la
endeble maquinaria anticorrruplible, tú y sólo eres el causante del
ensanchamiento de una cadena que tiene al incalculable fin. Lector, paga todo lo
que sea y goza todo lo que tu dinero pueda lograr. Ya será otro día en el que
debas de pagar las consecuencias de tus ejercicios suciamente por el sistema
ejemplar del todo hecho “a la mexicana”. Hasta entonces eres un titán.