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1 Las alternativas en la lucha popular colombiana Álvaro Vásquez del Real* 8 Investigador del Centro de Estudios e Investigaciones Sociales, Ceis

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1 Las alternativas

en la lucha popular

colombiana

Álvaro Vásquez del Real*

8

Investigador del Centro de Estudios e Investigaciones Sociales, Ceis

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Álvaro Vásquez del RealLas alternativas en la lucha popular colombiana

[ 135 ]Cuando hablamos de alternativas en la lucha social y política estamosrefiriéndonos a las propuestas que se formulan para cambiar la situación dela sociedad colombiana. Pero no nos referimos a salidas inmediatas ni parcia-les de la crisis, sino a la posibilidad de cambios que puedan encarnarse ennuevas relaciones políticas y de poder e igualmente en nuevas instituciones.El problema de la alternativa en la actual etapa no es otro que el de un pro-yecto, viable y renovador, que permita cambiar el actual rumbo en aspectossustanciales, en beneficio de la solución de las cuestiones más apremiantes delos trabajadores y de todo el pueblo.

Las alternativas no son una colección de propuestas a partir del análisisde una realidad o de unas aspiraciones populares sino que están determina-das por los procesos de lucha y se construyen en la experiencia colectiva y elacertado análisis de ésta. No hay alternativas hechas de una vez ni en unaforma acabada. Tienen elementos permanentes pero también transitorios, haycomponentes duraderos pero la forma de expresarlos cambia. En cada etapael núcleo duro de las alternativas puede presentarse en forma renovada. Todoesto parece ser lo propio de las alternativas.

Calificación de las alternativas

Desde luego que aquí nos estamos refiriendo a las alternativas comofactor de cambios significativos. De lo contrario no serían verdaderas alterna-tivas sino sustituciones de una realidad que no va a cambiar, aunque se lo-gren mejoras limitadas o haya modificaciones transitorias e inestables.

En las actuales condiciones, la burguesía tiene escaso margen de ma-niobra y sus alcances reformistas son muy cortos. No pasa de un asistencialismoramplón. De allí que, desde hace mucho tiempo, la clase dominante dé prela-ción al método de la violencia y del terror como estilo de gobierno cotidianocon la finalidad de destruir la organización y la respuesta popular, y descabe-zar su liderazgo. Por eso, en este período, las posibilidades del reformismo sonescasas y los reformistas lo son en una forma vergonzante.

Esto tiene implicaciones importantes no sólo con respecto a la compo-sición de los movimientos sociales y de la izquierda, sino también en la for-mulación de las propuestas que se abren paso al calor de las luchas y de lasexperiencias parciales y sectoriales y que se prolongan en las actitudes demuchos sectores organizados. Igualmente, en cuanto a la prelación de ciertostipos de movimientos en el espectro de la diversidad de acciones de masas. Yaquí no sólo debe tenerse en cuenta a las organizaciones insurgentes sino aotras variedades de frentes que se mantienen en el campo de las aspiracionespopulares.

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[ 136 ] Como es natural, esto también ha influido en el mundo de las alternati-vas, en sus alcances, en sus diferenciaciones y en las dificultades de integra-ción y acercamiento de éstas. Todo lo cual debe tenerse en cuenta al calibrarel tema de cómo conformar un programa de objetivos y de exigencias popu-lares, lo suficientemente universal en su contenido, amplio en sus posibilida-des de aceptación y definido en sus fórmulas.

Escenarios y objetivos

Partiendo del presupuesto de la diversidad de los escenarios de la bre-ga popular, que por lo demás es común de todos los procesos revolucionariospero que en el caso colombiano tiene un carácter estructural, las alternativas,entendidas como un programa de propuestas radicales y transformadoras, sóloson viables en la medida en que se logren constituir en punto de encuentrode las propuestas esenciales y comunes de los diversos planos de la lucha.

En este abigarrado universo se están produciendo diversos encuadrestanto en sentido aglutinante como centrífugo, pero no obstante puede con-siderarse que existe la tendencia a buscar lazos de cooperación que van aexpresarse en la formulación de alternativas conjuntas. Ejemplo de este pro-ceso es la elaboración del llamado pliego de los 42 puntos del paro cívico deagosto de 1999, al cual aportaron no sólo el movimiento obrero sino variasotras zonas de acción, incluyendo pequeños propietarios de inmuebles y buses,corrientes agrarias con objetivos disímiles, trabajadores independientes, etc.,para constituir el Comando Nacional Unitario.

En el campo de la acción urbana viene presentándose ese proceso deformación de la categoría de “lo popular”, que puede estar llamado a ser labase de una amplia proyección de la lucha social y democrática de masas, ele-mento básico del logro de las alternativas.

Las dificultades

Sin embargo, persisten las diferencias entre los dos grandes campos enque se desenvuelve la lucha y que se han puesto de presente con particularfuerza al abrirse el período de negociación entre el gobierno y la insurgencia.

La historia de los procesos políticos colombianos son el origen principalde esta situación. El movimiento armado, surgido de la conversión de las or-ganizaciones agrarias de masas en destacamentos guerrilleros, se ha fortale-cido y elevado, extendiéndose a todo el país, en un largo y doloroso procesode sacrificios, esfuerzos organizativos y acciones militares, hasta adquirir lasproporciones actuales como la expresión más elevada de la lucha popular. Al

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[ 137 ]tiempo, la izquierda y el movimiento social de las masas urbanas han tenidoque enfrentar las mayores dificultades para su proyección como fuerzas delcombate por los cambios sociales y políticos. Esta diferencia de niveles, quese ha denominado como la asimetría del movimiento popular colombiano, enlas condiciones de una clase dirigente guiada por los más agresivos instintosde defensa de sus privilegios, que sólo aplica y reconoce el lenguaje de la vio-lencia, no sólo ha aislado los procesos sino que los ha obligado a diferenciar-se en cuanto a niveles de organización, de formulación de propuestas y deformas de ación. El terror, las prevenciones y las incomunicaciones han alimen-tado esa asimetría. Todo lo cual sale ahora a la superficie en esta etapa en quehan cambiado las condiciones para un intercambio efectivo, al abrirse el de-bate político sobre los objetivos insurgentes y crearse las condiciones para eldiálogo, no sólo gobierno-guerrilla sino también guerrilla-movimiento socialy político de masas.

Menudean por esta época las tesis y los argumentos no sólo por partedel aparato de publicidad del establecimiento, sino del mismo movimientoobrero y popular, tendientes a distanciar y aislar uno y otro de los campos delucha.

Entre los principales podemos señalar: la autonomía como rango prin-cipal de la lucha obrera y popular; la representación como impedimento parareconocer las bases autorizadas de la negociación; la neutralidad como excu-sa para no comprometerse en el apoyo, desde el campo democrático, a lasexigencias guerrilleras; la negativa a que la guerrilla pueda abarcar el conjun-to de las demandas populares debido a su carácter de grupo campesino ex-traño a la totalidad de los problemas nacionales; y hasta la peregrina tesis dela colusión de la guerrilla con la política norteamericana y el imperialismo encontra de los intereses del pueblo. A todo ello se suma la política del gobier-no que, al tiempo que acepta la negociación con los dos grupos guerrillerosmás importantes (Farc y ELN), está comprometido en una plan de ajuste yflexibilización laboral impuesto por el FMI, que va en contravía de los cam-bios sociales y progresistas.

Para los objetivos de este texto, que se circunscribe al tema de las alter-nativas comunes, no es necesario entrar a discutir esta cadena de argumen-taciones y tesis cuyo objeto es separar las luchas populares por una murallachina de diferenciaciones e incluso, enfrentar los dos campos. Nos interesaponer de relieve aquí dos aspectos de la concepción revolucionaria, suficien-temente conocidos: a) la única vía de avanzar en la concreción de las alterna-tivas revolucionarias es la comprensión de que la práctica unilateral de la acciónde masas urbana o de la lucha guerrillera, agraria y urbana, de por sí, no po-drá lograr un desenlace efectivo de la crisis nacional; y b) no hay diferencias

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[ 138 ] (fuera de las que son obvias entre unas y otras exigencias parciales de cadasector popular) de carácter fundamental entre los objetivos de una y otra lu-cha y, por el contrario, hay una identidad de base en lo que persiguen comoalternativas al dominio de la burguesía y el imperialismo.

Por consiguiente, la formulación de un programa general de lucha y laelaboración de las alternativas comunes, son el cemento fundacional de todoproyecto de cambio revolucionario. Las diferencias son de los tipos de orga-nización, del carácter parcial de cada sector, de las formas de enfrentar al ene-migo común. Las identidades son los elementos de fondo de todos losprocesos, que se recogen en el programa general y la formulación de las al-ternativas.

Formas de la unidad

Aquí hay que tener en cuenta lo peculiar de un proceso como el colom-biano, en el cual la lucha armada de tipo guerrillero juega un papel relevante.Así mismo, comprender que, por sus mismas condiciones, los sectores socialeslibran una acción sobre todo de resistencia, mientras la negociación que se lo-gre es un resultado de la iniciativa y de la calidad de los enfrentamientos y delmovimiento por la paz, y por su esencia, constituyen una salida, una alternati-va. Por eso las bases de la agenda del diálogo tienen mayor calidad, por ejem-plo, que el programa reivindicativo de los 42 puntos del Comando UnitarioNacional. Pero van hacia los mismos objetivos, así sea a escalas diferentes.

Lo que se desprende de estas observaciones es la necesidad de la bús-queda de la unidad y el acercamiento necesario para avanzar. El movimientoarmado no puede menospreciar la importancia de la acción social y políticade masas, dentro de su campo propio. Sin este desarrollo la lucha guerrilleraestará condenada al aislamiento y a las dificultades políticas.

En estas circunstancias no es posible pensar esa unidad en el viejo es-quema de creación del “estado mayor” de la revolución, como antes se de-cía. Ni de una manera formal de designación de representantes. Ya el fracasode la “tripartita” demostró que por allí no hay un camino abierto. Tiene queencontrarse una vía diferente, mucho más flexible e informal, más de objeti-vos y programas que de articulaciones duras, y mucho más de reparto de pa-peles que de preocupación por posiciones.

En esta dirección deben explorarse las experiencias que en los diversoscampos se han hecho y que configuran un rico acervo. Las que están en pro-ceso, como el Frente Social y Político, el Comando Unitario, las fusiones deorganizaciones, los acercamientos entre el movimiento social y las ONG, lasuperación de los niveles entre organizaciones políticas y sociales, etc., son

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[ 139 ]susceptibles de una profundización. Igualmente, ensayos como la Coordina-dora Guerrillera Simón Bolívar, el movimiento bolivariano, para hablar del sectorarmado, también deben ser analizados para recrear, con imaginación, basesde construcción de nuevos tipos de movimientos, cada vez más universales.

Concresión de alternativas

Ya en el plano de concretar alternativas actuales, es también necesario,como lo anotamos al comienzo, no sólo el estudio de las experiencias sino elanálisis de los puntos que se han venido proponiendo.

Las reflexiones que pueden hacerse sobre esta perspectiva, apuntan aseñalar algunos elementos constantes de estos procesos.

En el estado actual de las formulaciones, tienen que articularse tres ti-pos de exigencias: unas de carácter social y económico que vienen expresán-dose en las luchas populares, sobre todo a partir de 1996 y de las movilizacionesagrarias masivas del sur del país. El movimiento obrero, a su vez, ha construidoelementos de lo que popularmente se llama un modelo alternativo, en el cursode la lucha contra la política neoliberal. Otras son de carácter político, que vie-nen planteándose desde la época de la Constitución del 91 y que el sistema hatratado de replicar con sus intentos de reformas políticas y hasta de referendos.Lo esencial aquí es la exigencia perentoria de la democracia y la superación delrepublicanismo mínimo y del electorerismo como fuente de legitimidad. Y lasterceras, no menos importantes que las anteriores, competen al tema de la so-beranía nacional y la autonomía en la búsqueda de una nueva forma de inser-ción en la mundialización. En este último aspecto, lo esencial es la respuesta alas nuevas formas de dominación norteamericana, incluyendo la puesta en prác-tica del Plan Colombia. El conjunto de estas aspiraciones constituye lo que po-dríamos llamar una revolución popular y democrática con proyecciones en lacultura, la defensa del medio ambiente, las exigencias clasistas, la liquidaciónde los diversos tipos de opresión (étnica, racista, de género, de sexo, etc.) y lasuperación de los actuales límites de la pobreza.

El poder democrático

Sin embargo, el elemento principal, el que permite los cambios, asegu-ra su continuidad y garantiza su evolución hacia adelante, es el cambio delpoder. De lo contrario, las alternativas planteadas no pasan de ser componentesde un pliego de peticiones cuya conquista sería precaria y transitoria, someti-do al vaivén de la política burguesa y a las nuevas formas de la globalizacióncapitalista y la desnacionalización.

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[ 140 ] Una nueva composición del poder, con fuerte incorporación popularcomo elemento innovador, se convierte así en el aglutinante y articulador delos distintos elementos de cambio y de las prioridades en los aspectos mássensibles de la crisis nacional. La idea de una transición por la vía de un go-bierno plural hacia cambios más profundos, puede asegurar los objetivos re-lativamente modestos que se han venido planteando por los programas yplataformas formuladas desde diferentes enfoques. Lo principal no son, porlo pronto, la radicalidad de las reivindicaciones, ni los niveles de los objetivos,sino la dirección del Estado, la estructura del poder y su integración clasista.

En esta dirección hay que entender los problemas que se suscitan en eldebate sobre el alcance del poder y su fuerza vinculatoria, a propósito de hastadónde llegan las formas limitadas o sectoriales del poder. El criterio de cons-truir poder local o descubrir dosis de poder social, económico y sancionatorio,en formas de organización popular, bien pueden considerarse como una basede experiencias y preparación para los cambios fundamentales del sistema.Pero aquí hay que destacar sobre todo la centralidad del poder, así sea com-partido, como el factor fundante de esos cambios.

Este mismo tema puede examinarse desde el ángulo de las experien-cias guerrilleras y de la relación entre la lucha armada y el problema del terri-torio, que ya se venía discutiendo en el seno de la izquierda, y que ahoraadquiere trascendencia a propósito de las acusaciones y exageraciones delejército y sus publicistas en relación con la zona de despeje. Aquí también valela pena diferenciar los elementos positivos de la influencia guerrillera en unazona y de las posibilidades de producir avances y efectos reales, de los vene-nosos infundios del militarismo, destinados a combatir los reconocimientosimplícitos en los acuerdos sobre territorio para negociar.

Alternativas y salida política

Aquí hay que tratar un tema significativo. Es el de la influencia que tie-ne la negociación del conflicto y los posibles acuerdos sobre el programa y lasalternativas del movimiento revolucionario en general, y no sólo en cuanto almovimiento guerrillero.

De por sí la negociación es un avance en el campo de las alternativas.Para llegar a ella ha habido todo un acumulado militar y político e implica unreconocimiento de ese hecho. Marca un determinado nivel de la relación defuerzas del poder y la insurgencia.

Desde luego, esto no basta, como lo demuestran las experiencias co-lombiana y de otros países. Un acuerdo a propósito de una negociación im-plica concesiones mutuas, pero hay que ver qué tipo de concesiones: por parte

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[ 141 ]del movimiento guerrillero e igualmente del lado del poder. Por tanto, la pro-fundidad de los cambios que se plasmen en esos acuerdos va a depender dela correlación de fuerzas entre los contendientes. Lo cual, a su vez, se reflejaen la fortaleza o debilidad de cada uno en la mesa. Las experiencias colom-bianas (M-19, EPL, Quintín Lame) indican que a la mesa de negociaciones lle-garon los grupos armados luego de una serie de derrotas y en un estado dedeterioro militar y político. Los resultados de las negociaciones expresaron esehecho, de tal manera que no hubo avances significativos en los acuerdos depaz.

De la negociación no puede esperarse el logro del conjunto de cambiosexpresados en las alternativas propuestas por la lucha popular. De todos mo-dos, la negociación es una solución a medias. Sus resultados, además de acuer-dos puntuales sobre aspectos del programa guerrillero, se concretan sobre todoen la creación de un nuevo nivel en la lucha revolucionaria y popular, en elreconocimiento de un nuevo tipo de relaciones políticas y sociales y en la aper-tura de más amplias posibilidades para desarrollar la organización y el accio-nar del movimiento popular.

La trascendencia de los cambios a partir de los acuerdos se medirá, so-bre todo, por el peso de los sectores populares y guerrilleros en un nuevo poder.Sólo si existe este poder podrá hablarse de ganancias profundas en un acuer-do de paz. Es la aspiración que expresaron las Farc en su conocido documen-to de 1993: “Un gobierno nacional pluralista, patriótico y democrático” parala “reconstrucción y la reconciliación nacional”.

El Plan Colombia y las alternativas

El otro aspecto que debe tenerse en cuenta al hablar de las alternativases la proyección que sobre ellas puedan tener los desarrollos del Plan Colom-bia, entendido como el programa de ayuda militar norteamericano para for-talecer la capacidad de combate de las fuerzas oficiales y cambiar la orientaciónde negociar por la de derrotar a la guerrilla.

Lo característico de este plan es que lleva en su interior la escalada dela guerra y el peligro de intervención militar directa sobre el conflicto colom-biano, ya sea por la vía colectiva, o de países vecinos, o por la ocupación nor-teamericana. Una tal perspectiva cambiaría radicalmente el cuadro político.

Lo cambiaría en cuanto al papel de las fuerzas enfrentadas, dando ma-yor protagonismo a las acciones armadas y por tanto a la guerrilla. Lo cam-biaría en cuanto al papel de la clase dirigente, parte sustancial de la cual pasaríaa convertirse en fuerza de ocupación y agresión contra el pueblo. Lo cambia-ría en cuanto al arco de las alianzas posibles, que obviamente se ampliaría. Y

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[ 142 ] lo cambiaría en cuanto a las alternativas, ya que pasaría a un primer plano elproblema de la soberanía nacional, limitando el alcance de la lucha social yde las exigencias transformadoras.

En ese sentido, el núcleo duro de éstas se desplazaría hacia los objeti-vos patrióticos, desde el ángulo de las fuerzas populares. Antes que por unaautonomía nacional la lucha sería, inevitablemente, por una autonomía po-pular y democrática.

El movimiento alternativo

Estrechamente ligado al tema de las alternativas está el de las fuerzas ca-paces de convertirse, en esta etapa, en el factor principal para el logro del pro-grama popular y democrático. Es lo que se llama el movimiento alternativo.

El concepto, en el nivel de la generalidad, implica el accionar y el acer-car a todos aquéllos que, en el plano de la explotación, se enfrentan a la ofen-siva capitalista y a la política neoliberal; a los que pugnan por un salida políticadel conflicto armado a cambio de logros sociales y políticos; a quienes defien-den los derechos humanos y se enfrentan a la represión, la violencia y el mili-tarismo; a los que rechazan la opresión de género, raza, sexo, etc. A lo quehemos calificado como componentes del pueblo. Como ya ha sido señalado(Vilas, 1998), “el pueblo se constituye como tal en la lucha política e ideoló-gica”, y es el resultado de la práctica y de la experiencia y no está dado desdeel principio.

En el plano de la realidad colombiana, la idea del movimiento alternati-vo implica regresar a las observaciones que hemos hecho atrás sobre la nece-sidad de una visión de conjunto de las diversas formas de la lucha, cuya líneade unión es el programa de las alternativas actuales. Tal movimiento incorpo-ra, como una fuerza unitaria, no sólo las diversas alternativas sino también losvariados tipos de acciones que están presentes en la lucha actual, los viejos ylos nuevos movimientos políticos en los distintos planos de la organización, losocial y lo político.

Claro que la formación del movimiento alternativo, que no parte de ceroni mucho menos, no es algo espontáneo, objetivo y sin dirección. Como lomuestra la experiencia, reclama un esfuerzo múltiple de los sujetos políticos,un arduo trabajo de organización y muchos acuerdos en diferentes niveles,para lograr la confluencia de un conjunto determinante de los procesos cons-cientes hacia los cambios. Aquí también la calidad de los avances va a depen-der tanto de la elevación del programa conjunto como de la energía y eldinamismo de sus componentes.

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[ 143 ]¿Son posibles los cambios hoy?

Una pregunta que está en el ambiente es la de si ¿es posible lograr cam-bios importantes en la etapa actual, en plena ofensiva de la burguesía a esca-la planetaria y cuando la llamada globalización somete cada vez a más zonaseconómicas y políticas a su dominio?

Es claro que el tema de las alternativas no es absoluto. Están condicio-nadas por una serie de coyunturas. Su extensión y profundidad se relacionancon diferentes factores. Es mucho más difícil ahora que en épocas anterioresno sólo atraer a sectores decisivos a la lucha por los cambios, sino tambiénobtener una permanencia de éstos en caso de lograrlo. El marco internacio-nal en que se desenvuelve la lucha actual es mucho más estrecho y rígido. Perono todo está determinado por ese cuadro internacional, si las expectativas seconcretan de manera que al mismo tiempo que se conquistan en la lucha, sedosifican en el proceso de su implementación y, sobre todo, se logra su apro-piación por un pueblo combatiente y participativo.

De todos modos, la tesis en boga de la renuncia a la lucha y lamimetización en el paisaje de la transnacionalización –que alimenta en estaépoca el oportunismo–, no es la vía de ningún proyecto sino el camino de laclaudicación.

Lo que sí es claro para el movimiento obrero y revolucionario de nues-tra época es que los fenómenos de reestructuración del capitalismo y del pasoa su nueva etapa, exigen la integración de la lucha nacional en un complejode luchas mucho más amplias y ambiciosas. Los agrupamientos dentro delcontinente americano son un índice del significado de esta visión. La forma,por ejemplo, en que han empezado a responder los pueblos vecinos, en pri-mera línea el ecuatoriano, frente al Plan Colombia, es una muestra de lo queestá en marcha. Igual cosa se puede decir del área latinoamericana. Y de losEstados Unidos y Europa. Únicamente la acción internacional puede contri-buir no sólo a la creación de condiciones para la emancipación, sino ademáspara la defensa de las alternativas que escoja nuestro pueblo.

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