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Cuatro manuscritos relativos al clérigo Pedro Infante, vicario de la ermita de Guadalupe en el año de 1600. Expediente Lal.Tulane Comentario y versión paleográfica1 Jorge E. Traslosheros H. Tulane University Para Ileana, Arturo, Alejandra, Donna, Nora y María, por su fraternal amistad. En la Biblioteca Latinoamericana de la Universidad de Tulane, en la “Viceregal and eclesiastical Mexican collection (1534-1919)” legajo 26, folder 14 (1588 al 1601), existe valiosa información sobre el cléri- go de misa y presbítero Pedro Infante. Este hombre fue vicario de la er- mita de Nuestra Señora de Guadalupe, cura de indios, sacerdote de Dios y soldado del rey. Hasta el día de hoy estos documentos permanecían desconocidos. En las siguientes páginas comentaremos el expediente, que aquí llamaremos Lal.Tulane, y presentaremos su transcripción paleográfica. El expediente Lal.Tulane En el año de 1588 un sacerdote de la Nueva España se presentó ante la Real Audiencia de México -entre otras cosas la máxima autoridad judi - cial del tiempo-, para que se le tomara información de sus méritos y servicios prestados a Dios y su majestad. Doce años después pidió que se le entregara copia de tales informaciones, pues era su deseo acudir ante el rey en busca de alguna merced. En tales trámites presentó su li- cencia de vicario de la ermita de Guadalupe. Así, con cuatro documen- tos se integró un expediente que fue archivado en la Real Audiencia. Era el año de 1601.

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Cuatro manuscritos relativos al clérigo Pedro Infante, vicario de la ermita de Guadalupe en el año de 1600.

Expediente Lal.Tulane Comentario y versión paleográfica1

Jorge E. Traslosheros H. Tulane University

Para Ileana, Arturo, Alejandra, Donna, Nora y María, por su fraternal amistad.

En la Biblioteca Latinoamericana de la Universidad de Tulane, en la “Viceregal and eclesiastical Mexican collection (1534-1919)” legajo 26, folder 14 (1588 al 1601), existe valiosa información sobre el cléri­go de misa y presbítero Pedro Infante. Este hombre fue vicario de la er­mita de Nuestra Señora de Guadalupe, cura de indios, sacerdote de Dios y soldado del rey. Hasta el día de hoy estos documentos permanecían desconocidos. En las siguientes páginas comentaremos el expediente, que aquí llamaremos Lal.Tulane, y presentaremos su transcripción paleográfica.

El expediente Lal.Tulane

En el año de 1588 un sacerdote de la Nueva España se presentó ante la Real Audiencia de México -entre otras cosas la máxima autoridad judi­cial del tiempo-, para que se le tomara información de sus méritos y servicios prestados a Dios y su majestad. Doce años después pidió que se le entregara copia de tales informaciones, pues era su deseo acudir ante el rey en busca de alguna merced. En tales trámites presentó su li­cencia de vicario de la ermita de Guadalupe. Así, con cuatro documen­tos se integró un expediente que fue archivado en la Real Audiencia. Era el año de 1601.

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Cuatrocientos siete años después, al buscar materiales de tema gua- dalupano, quien estas líneas escribe se topó de frente con el folio. Al voltear sus fojas, uno a uno los espíritus contenidos en los documentos se desperezaron, se levantaron, abrieron sus ojos y se encontraron, de súbito, en un mundo totalmente distinto, desconocido. El investigador sostuvo una larga plática con ellos y convinieron las partes en la nece­sidad de hacer un comentario al expediente y en su transcripción pale- ográfica. Ellos quieren conocer el mundo al cual ahora pertenecen y nosotros en el que ellos nacieron.

Cuando aquellos espíritus se durmieron, Pedro Infante y la ermita de Guadalupe eran tan sólo dos entes más entre muchos otros de la Nueva España. Hoy en día, aquella ermita se ha transformado en uno de los santuarios más concurridos del mundo y esta Virgen en el sím­bolo de una nación que entonces ni existía, la mexicana. Por lo que toca al presbítero Pedro Infante, finalmente estamos en condiciones de saber algo de su vida.

El expediente Lal.Tulane se compone de veinticinco fojas manus­critas en buen estado de conservación, a no ser porque en su esquina superior derecha muestra un poco el efecto del apetito de los hongos. Por fortuna, hoy está fuera de peligro, bajo medidas de seguridad y con­servación de alta calidad. El manuscrito tiene cinco distintos tipos de letra, en su mayoría de difícil lectura, pero nada fuera de este mundo.

El expediente está formado por cuatro documentos que son: la rela­ción original de méritos del presbítero Pedro Infante, realizada en la segunda mitad de 1588 y que ocupa las primeras 20 fojas más o menos; una solicitud original firmada por el mismo personaje en diciembre de 1600, para obtener copia de la relación; otra solicitud original hecha el mismo mes y año que la anterior, firmada también por Pedro Infante, para que la Real Audiencia hiciese el dictamen de la relación de méri­tos; y la copia de la licencia de vicario de la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, que le entregó el Cabildo Catedral del arzobispado de México en sede vacante a 8 días del mes de agosto de 1600. Veamos cada uno de estos documentos.

Una relación de méritos es una averiguación judicial hecha ante un juez competente por solicitud de un determinado individuo. Se trata de un instrumento cuyo objetivo es dar cuenta de los méritos y servicios prestados por un súbdito a su rey, con el fin de obtener algún tipo de

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recompensa, esto es, alguna “merced”. Este tipo de documento se for­ma de tres partes: la solicitud del interesado, las declaraciones de los testigos propuestos por el solicitante, y el dictamen final de la autori­dad judicial. Pongamos este tipo de documento en perspectiva para me­jor entender su importancia.

Recordemos que aquella sociedad se entendía a sí misma como el producto de un pacto inmemorial entre el monarca y sus súbditos, den­tro del cual la administración de la justicia jugaba un papel central. La justicia era uno de los atributos fundamentales del soberano, de hecho la acción sobre la cual descansaba su legitimidad;2 La relación de méri­tos era uno de los instrumentos con que contaban el soberano y el vasa­llo para cumplir con el pacto social: uno reconocía y servía a su rey, por lo que el monarca le recompensaba a través de “mercedes”, esto es, le hacía justicia. Por supuesto la relación estaba mediada por valores entendidos, por un conjunto de creencias incuestionadas.

En las Indias Occidentales, y en la Nueva España como parte de ellas, estos valores y creencias se sintetizan en los llamados “justos títu­los”, plasmados en las Leyes de Indias y explicados por don Juan de Solórzano y Pereyra.3 Según éstos, el dominio de la Corona española en América se legitima por la cristianización de los indios, acorde con los designios de la Divina Providencia. A cambio se obtiene, también, el derecho a gobernar, a poblar, al uso económico de suelo y al comercio. A su vez los indios, una vez integrados a un orden de “policía cristia­na”, pasan a formar parte del pacto general “Señor-vasallo”. En los do­cumentos de aquel tiempo se plasman estos valores en ciertas fórmulas que se repiten con constancia. Por ejemplo, así autoridades seglares como eclesiásticas justifican sus acciones al ordenarlas “en servicio de ambas majestades”, o bien “en descargo de la conciencia del rey”.

En las relaciones de méritos se van a reflejar estas creencias funda­mentales (¿deberíamos decir, fundacionales?). El súbdito hace valer las acciones de su vida que refuerzan los justos títulos del rey en Indias, o sea, aquellas por las cuales ha coadyuvado a que el monarca cumpla con sus obligaciones. En la medida en que un súbdito mejor pruebe ha­ber servido “a su Señor”, más recompensa y reconocimiento podrá esperar bajo la forma de “mercedes reales”. Mercedes que no son otra cosa que honores, privilegios y ganancias económicas bajo la forma de cargos y reconocimientos públicos, sean seglares o religiosos, preben­

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das, tierras, títulos, la pertenencia a alguna corporación, y en general una gama variadísima de posibilidades.

También debemos tener presente que aquélla era una sociedad esta­mental y corporativa. Esto es, que la estratificación social se desarrolla por la ganancia de honores y privilegios obtenidos por nacimiento, por la corporación de pertenencia, o bien por los méritos personales a lo largo de la vida. En este sentido, la justicia se aboca a guardar a cada quien el derecho que le corresponde.4 En los documentos judiciales encontramos, entre las peticiones de quienes acuden ante juez eclesiás­tico o seglar, fórmulas de uso común como: “por la salvaguarda de mi derecho”, o bien “se guarde mi derecho y se me haga justicia”, y otras más por el estilo.

La relación de méritos es, pues, un instrumento de la justicia real que trabaja como una de las piezas centrales de la renovación de los pactos inmemoriales, que es tanto como decir, en la renovación coti­diana de aquel orden social. De allí su importancia.

Las “peticiones” no requieren de mayor explicación. Son parte del derecho de audiencia que tiene todo súbdito ante su monarca, por el cual se le da cauce legal a una solicitud determinada. Deben realizarse con toda propiedad y ser dirigidos a la autoridad competente en la materia. En el caso que aquí nos ocupa, al virrey de la Nueva España en su calidad de presidente de la Real Audiencia de México.

La licencia eclesiástica es un acto de administración por medio del cual una autoridad competente -obispo, cabildo eclesiástico, provisor, vicario in capite, juez eclesiástico- permite a un clérigo realizar ciertas funciones. En este instrumento se menciona la autoridad que otorga el permiso, la persona quien lo recibe, el cargo que ocupará y las funcio­nes a realizar dentro de determinadas condiciones. En este caso, el Cabildo Catedral Metropolitano de México en sede vacante es quien da licencia a Pedro Infante, para fungir como vicario de la ermita de Nues­tra Señora de Guadalupe.

El presbítero Pedro Infante

El objetivo original del expediente Lal.Tulane fue el dejar testimonio validado por autoridad de los méritos y servicios del clérigo de misa y presbítero Pedro Infante. Por descontado damos que el sacerdote buscó

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mostrarse a sí mismo como un leal vasallo, servidor infatigable de Dios y del rey, acorde a los valores entendidos que arriba expusimos. Para ello presentó durante el segundo semestre de 1588 trece testigos que fueron, en proporciones similares: clérigos, soldados de chichimecas y habitantes (“vecinos”) de la ciudad de México.

Una relación de méritos arroja luz sobre ciertos apectos de la vida de la persona en cuestión; pero al hacerlo también oscurece otras par­tes. Es necesario fijar la atención así en las luces como en las sombras pues, en ocasiones, se dice más con lo que se calla, o se menciona a la ligera, que con lo que se afirma.

La información “positiva” que la documentación nos otorga sobre Pedro Infante es la siguiente, dicho en breve. Fue hijo de un “cristiano viejo” llamado Diego Martínez Infante y de Francisca García, origina­rios de Sevilla, en los reinos de Castilla. El padre perteneció a la noble­za baja, los llamados hidalgos (Hijo Dalgo en el texto) quien, junto con algunos miembros de la familia, emigró a la Nueva España por el año de 1548, cuando Pedro Infante tendría más o menos veinte años. Diego Martínez Infante ocupó cargos de calidad en los ayuntamientos de Pátz- cuaro y Guayangareo, esta segunda ciudad después llamada Valladolid y hoy en día, Morelia.5

Pedro Infante se ordenó sacerdote cuando tenía, más o menos, treinta años de edad (1558). Por su dominio del idioma mexicano (ná­huatl) y tarasco dedicó su vida a ser clérigo de indios. En tales tareas ocupó vicarías en los obispados de Michoacán y México.

En la década de los 1570 ocupa la vicaría del beneficio de Tama- sunchale al norte de la ciudad de México, en lo que hoy es el sur-este del estado de San Luis Potosí, cerca de la Huasteca. En tales labores le sorprende la rebelión de diez pueblos de la región, cuya tarea de paci­ficación se encomienda a don Luis de Carvajal (“el viejo”) en los años de 1577 y 1578. El sacerdote, para entonces de unos cincuenta años de edad, decide asociarse a la expedición y con tal fin forma un ejército personal de ciento cincuenta indios bajo su mando y su cargo. Durante la empresa lo mismo entra en batalla que atiende a los soldados leales, por igual indios que españoles. Ganada la guerra, se dedica a construir la paz bautizando a los niños de los rebelados, absolviendo de aposta- sía a los rendidos y organizando de nueva cuenta las poblaciones. Entre sus tareas, financia la construcción de un templo.6

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Diez años después, 1588, acude ante la Audiencia Real de México para solicitar se levante la relación de sus méritos, pues es su deseo pedir al rey alguna merced. Se levanta la información, pero no se pro­sigue con el trámite. Doce años después, el 8 de agosto de 1600, es nombrado vicario de la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe con funciones amplias, esto es, realizar bautizos, confesiones, matrimonios, extremaunciones, celebrar misas y rezos, por igual a indios que a espa­ñoles. Hacia finales del mismo año vuelve a solicitar su relación de méritos y el dictamen correspondiente, en busca de la justicia de su majestad. Para entonces ya tiene poco más de setenta años.

Sobre las cualidades personales de Pedro Infante se insiste en que posee un excelente dominio del mexicano y del tarasco, siempre ocupa­do en cargos de vicario en parroquias de indios,7 lo que hace de él un hombre “hábil y capaz”. También se dice que es individuo de buena “vida y costumbres”, así en lo personal como en su trato con la feligre­sía, siempre atento a las necesidades de “los naturales”. Su honestidad y larga trayectoria hacen de él, junto con todo lo demás, un clérigo de “crédito y reputación”. Por su origen familiar, capacidades, cualidades y trayectoria personal, el presbítero Pedro Infante debe ser considerado un clérigo celoso de su deber, dedicado “al servicio de Dios y del Rey”.

En virtud de todo lo anterior Pedro Infante, como “leal vasallo” acude ante “Su Majestad” para que, acorde a sus “méritos”, “se le haga justicia” con alguna “merced”. Por último, el clérigo afirma no actuar por ambición, sino movido por su “pobreza y necesidad” consideradas, es claro, en razón de su “condición y calidad”.

Ahora atendamos también a los lados no tan iluminados de la docu­mentación, con el fin de lograr profundidad en nuestra visión. Hay va­rias cosas que el texto no dice, pero que están allí, entre otras las si­guientes. No sabemos cuándo es que Pedro Infante migró a la Nueva España, tampoco si lo hizo en compañía de sus padres. Igualmente nada se dice de sus actividades antes de ser ordenado sacerdote, notoria ausencia si tomamos en cuenta que lo hizo cerca de los treinta años de edad, para aquel tiempo, ya un hombre maduro. Mucho menos se hace mención a sus estudios, por lo que es de suponer que ni bachillerato, licenciatura, maestría o doctorado alguno adornaban sus méritos. Que­da claro que nunca fue propietario de beneficio curado, ni vicario de alguno importante, fuera antes o después de que se reglamentaran los

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concursos de oposición en toda forma por la Real Cédula de Patronazgo de 1574. O sea, nada tenía que decir de su pasado antes de ser clérigo, como tampoco autoridad virreinal o eclesiástica le dieron cargo alguno en propiedad después de serlo. Siempre ocupó cargos medios y bajos. En suma, nada relevante pasó en su vida en todos estos aspectos de indudable importancia para ganar mercedes.

También queda claro que Pedro Infante se movió por diversos luga­res de la Nueva España antes de instalarse en la región norte, y que al hacerlo quedó lejos del control de las autoridades virreinales, fuesen seglares o eclesiásticas. En la región de Tamasunchale construyó un poder personal significativo, al grado de levantar por su cuenta y ries­go un ejército personal, a la más pura usanza de las mesnadas de los señores feudales o, mejor aún, de los poderosos hacendados criollos del siglo xvn descritos por Chevalier.8 Mucho menos se hace mención a las recompensas económicas y políticas que, seguramente, obtuvo pasada la guerra y ganada la paz en aquella rebelión de 1577. La última parte de su vida vuelve a ser oscura hasta que, a los casi setenta años de edad, es nombrado vicario de la iglesia de Guadalupe, uno de los santuarios importantes de la ciudad de México.

Que el presbítero Pedro Infante fue hombre de “buena vida y cos­tumbres”, de “crédito y reputación”, no lo ponemos en duda. Tan sólo señalamos que también es cierto que cambió de residencia con cierta frecuencia en algún momento de su vida y que, al sentar cabeza lo hizo en sitio lejano a los centros de control seglares y eclesiásticos. Sin duda fue un hombre celoso de la conversión de los indios y fiel servidor de Dios, su Santa Iglesia y el rey, como también de sus intereses persona­les que le permitieron construir un poder regional que hizo valer en el momento oportuno. Y si bien nunca obtuvo el favor de su majestad, también es cierto que al final de su vida se le premió con una buena vicaría muy cercana a la ciudad de México, desde la cual quiso promo­verse hacia algún cargo de mayor prestigio, sin importar sus setenta años de edad. Visto en claroscuro, Pedro Infante parece encamar el pro­totipo de su tiempo, como hombre de letras y de armas, como español y criollo, como sacerdote secular. Veamos.

Es don Quijote de la Mancha quien, forzando la pluma de Miguel de Cervantes Saavedra, nos dibuja a lo largo de sus varios discursos, en es­pecial aquél sobre las letras y las armas, el prototipo del español de fi­

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nales del siglo xvi. Según el manchego caballero, el español es un hom­bre siempre dispuesto a la aventura por el gusto de vivirla, ansioso de gloria, comedido al servicio de su religión, de su Dios y de su rey, tan­to como de sus ambiciones personales del tipo que fueran, nobles o mezquinas o la combinación de ambas. Hombre que sirve y se sirve a través de las letras, significando con ello los cargos públicos y clerica­les de cualquier calidad o condición, o por las armas. Pedro Infante pa­rece ser aquel aventurero, ambicioso, medio noble y en ocasiones hasta honorable sacerdote y soldado que, como originario de Sevilla, participa de las proezas de los grandes castellanos. Hato de virtudes y defectos.

Siguiendo impulsos, Pedro Infante cruza el mar y se instala en la región central de la Nueva España. Vaga por sus vastos territorios, aprovecha su baja nobleza que en Indias vale un poco más, aprende de los indios sus lenguas, usos y costumbres. De súbito, ha dejado de ser sevillano y castellano, ya no es aquel español, se ha hecho uno con la tierra. Se ha transformado en un criollo que, habiendo forjado con pré­dica y espada estos reinos, busca el favor de su rey, sin mucho éxito.

Pedro Infante se hace sacerdote apenas entrado a la edad madura. Sin poner nosotros en entredicho su fe, tampoco dudamos que ello le daba mejores posibilidades de progreso social y material. Imposible profesar dentro de una orden religiosa asi por su impreparación como por su edad -y tal vez por falta de interés-, lo hace dentro de la iglesia diocesana, hambrienta de operadores para tanta mies. Aquel hombre coincide en todo y por todo con el clérigo tipo de la segunda mitad del siglo xvi que describen Robert Ricard y John F. Schwaller, pero sobre todo los obispos de aquel tiempo.9 Hombres de poca obediencia y gran movilidad, de escasas letras y muchas ambiciones, tan deseosos de pre­dicar el evangelio a los indios como de servirse de ellos. Hombres que, sobre la base de sus méritos buenos o malos, experiencia, conocimien­to del terreno e influencias ganadas en el fragor de la batalla cotidiana, escalan posiciones dentro de la Iglesia, pero nunca alcanzan las de mayor prestigio.

Pedro Infante fue, pues, el español, el criollo y el sacerdote quien, sirviendo a los indios, a su Dios y a su rey, también sirvió a sus intere­ses personales. El fue clérigo de indios, sacerdote de Dios y soldado del rey. Su recompensa fue que, al final de sus días, se le otorgó la vicaría de Nuestra Señora de Guadalupe.

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Por la licencia que se le concede como vicario de la “Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe”, sabemos que las facultades que tuvo fueron muy amplias en favor de indios y de españoles, y que esa vica­ría no entraba dentro de lo común para su clase, ni seguía las tenden­cias del tiempo. Es necesario recordar que, en aquellos momentos, se consolidaba en Nueva España la política de segregación formándose parroquias y “repúblicas” de indios separadas de las de españoles. La ermita de Guadalupe iba contra la corriente, lo que es muy digno de ha­cerse notar.

El expediente Lal.Tuiane y la historia del guadalupanismo

La historia del Pbro. Pedro Infante resulta interesante, pero no da la im­presión de estar fuera de lo común para su tiempo. Lo que le hace espe­cial es que el sacerdote, al final de sus días, ligó su destino al de “Nuestra Señora de Guadalupe”. Resta decir algunas palabras en torno a la importancia que el expediente Lal.Tuiane pueda tener para la his­toria del guadalupanismo. Tan sólo tres ideas sueltas.

Lo más importante es que, gracias a este expediente, estamos en condiciones de tener información sobre uno de los clérigos encargados de la ermita de Guadalupe antes de 1648, aspecto de la historia guada- lupana hasta ahora casi ignorado. Por este solo hecho el expediente ya es digno de mención. Sin embargo, hay otros dos aspectos que vale la pena comentar, uno de cara a lo ya conocido, y el otro sobre lo que falta por hacer.

Autores de la talla de don Francisco de la Maza, David Brading y Edmundo O "Gorman han afirmado que el guadalupanismo es de matriz criolla, que fue impulsado por este sector social fundamentalmente a partir del siglo xvn,10 y que tomó carta de naturalización con la publi­cación del libro del Br. Miguel Sánchez, publicado en 1648 bajo el títu­lo de: Imagen de la Virgen María de Dios de Guadalupe, Milagrosa­mente aparecida en la ciudad de México, celebrada en su historia, con la profecía del capítulo doce del apocalipsis. De alguna manera, ellos son continuadores de una tradición iniciada a finales del siglo xvm por don Juan Bautista Muñoz y continuada, contra su voluntad, por don Joaquín García Icazbalceta a finales del siglo xix." Según ellos, la tra­

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dición no podía reclamar para sí propiedad sobre el siglo xvi, y ponían como evidencia la escasez de fuentes manuscritas para tal centuria.

Por otro lado, tenemos autores como don Angel María Garibay y Clodomiro Siller, entre otros, quienes pretenden que la tradición es pro­pia del siglo xvi y que posee hondas raíces indígenas y cristianas. Ellos han centrado su atención en el Nican Mopohua, texto que narra las mariofanías del Tepeyac, redactado por los indios del Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco en el segundo tercio del siglo xvi.12 Este documen­to, es necesario señalar, fue publicado por primera vez en 1649 por don Luis Lasso de la Vega, también vicario de la ermita guadalupana, bajo el título Huei Tlamahuzoltica [...] Nican Mopohua, otorgándose a sí mismo la autoría. No se volvió a publicar sino hasta 1929, en traduc­ción de don Primo Feliciano Velázquez.

En última instancia, la polémica deriva en el cuerpo documental del siglo xvi.13 Pues bien, con no ser muchos los manuscritos de esa pri­mera centuria, el estudio crítico de fuentes guadalupanas publicado hace poco por Xavier Noguez ha dejado en claro que, la tradición gua­dalupana es del siglo xvi y que su raíz es indígena cristiana (indo-cris­tiana).14

El expediente Lal.Tulane tiene algo que decir sobre este asunto. Mucha tinta ha corrido en torno a tal polémica y más cuando en ella se han enfrentado las pasiones entre aparicionistas y antiaparicionistas. Sin embargo y a pesar de los pesares, lo cierto es que hasta el momen­to no se ha investigado sobre los hombres que tuvieron a su cargo la ermita de Guadalupe desde que su existencia es segura, mediados del siglo xvi, hasta 1648 en que aparece la obra del Br. Miguel Sánchez, o bien 1649 con la obra de Luis Lasso si se prefiere.

Pues bien, ahora que conocemos quién fue el Pbro. Pedro Infante, y que lo podemos ubicar como prototipo del cura criollo de finales del siglo xvi, conocedor de los usos y costumbres de los indios, no es des­cabellado sugerir lo siguiente: que las obras de aquellos vicarios de mediados del siglo xvn son tan sólo un eslabón en la tradición de clé­rigos muy cercanos así al mundo criollo como al indígena; y que tal tra­dición tuvo por epicentro la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, como sitio que fue de convergencia de ambos sectores sociales desde el siglo xvi. Hondas son las raíces guadalupanas, y mucho lo que falta por hacer. De aquí nuestro último comentario.

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Desde que el Nican Mopohua saliera de la pluma de los indios del colegio de Santa Cruz de Tlatelolco en el segundo tercio del siglo xvi, hasta las obras más recientes, mucho se ha discutido en tomo a la Vir­gen del Tepeyac y sus consecuencias para la historia de lo que hoy es México. Durante más de cuatrocientos años muchas han sido las obras y más los autores que de ello se han ocupado.15 Ya hemos mencionado a muchos de ellos. A vuelapluma listemos, entre los fundamentales, a los cuatro evangelistas guadalupanos del siglo xvn que fueron el Br. Miguel Sánchez, Luis Lasso de la Vega, Luis Becerra y Tanco, y Fran­cisco de Florencia, pasando por la erudita devoción de don Lorenzo Boturini a mediados del siglo xvm, hasta las reflexiones de cientistas e historiadores de hoy en día como don Francisco de la Maza, Jacques Lafaye, Edmundo O’Gorman, Ernesto de la Torre Villar, David Brading y, a últimas fechas, Richard Nebel y Xavier Noguez. Sin olvidar, en el siglo xix, a Carlos María de Bustamente, Ignacio Altamirano y al pri­mero obispo de Cuemavaca don Fortino Hipólito Vera.16

Pues bien, después de tantos años entre polémicas, dimes y diretes, -la que señalamos arriba es una entre tantas- se ha podido llegar a un punto de común acuerdo y es que, parte muy importante de la identidad del mexicano se forjó en los hornos guadalupanos y se moldeó a golpes guadalupanistas. Hecho reconocido desde el siglo pasado por Ignacio Manuel Altamirano, en mi opinión -por su mesura, profundidad y pre­cisión- el mejor guadalupanólogo que ha existido.

Sin embargo y con toda la importancia que tal acuerdo reviste, no es sino la superficie de lo que fue y es el culto guadalupano. Una tradi­ción que se acerca a sus quinientos años es mucho más que un símbo­lo nacional, por central que éste sea. Resta por hacer lo más, descender a la cotidianidad de la historia de este culto, su formación, devociones, santuarios, vicisitudes, cuitas, sus discursos y múltiples significados, llegar a los hombres y mujeres que, desde el inicio del tiempo novohis- pano, forjaron una de las tradiciones de más larga duración que existe en México. Vale la pena, en este sentido, leer con toda calma la pro­puesta de William Taylor de 1987.17

El expediente Lal.Tulane es una invitación para historiar el guada- lupanismo desde nuevas perspectivas y sobre nueva evidencia docu­mental, y no solamente el siglo xvi. Nos muestra la riqueza que las rela­ciones de méritos pueden tener para tal propósito, pero más importante

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todavía, también nos impele a imaginar nuevas fuentes de información. Hay todavía muchos espíritus dormidos en los repositorios documenta­les. Es tiempo de despertarles, tomar café, platicar y salir a pasear con ellos. Como siempre sucede, una puerta que se abre conduce a nuevos sitios o, por lo menos, a otra puerta. Ya veremos ésta a donde nos con­duce.

Notas

1. El presente trabajo -comentario y transcripción- es producto del semina­rio “Paleography and Historical Criticism” que, en el Centro de Estudios para América Latina, Universidad de Tulane, imparte el Dr. Richard Greenleaf. Al doctor Greenleaf y compañeros, mi reconocimiento y grati­tud. Igualmente quiero agradecer al director de la Biblioteca Latinoameri­cana Dr. Guillermo Náñez Falcón, y en él a todo el personal cuya volun­tad de servicio es admirable.

2. Para el efecto nada como la lectura de Francisco Suárez. Carlos Herrejón, en el capítulo primero de sus Textos políticos de la Nueva España , Méxi­co, u n a m , 1984, hace una interesante selección de textos provenientes de la Defensio Fidei, del jesuíta español. Como obra de referencia y análisis, de Adolfo Gómez Robledo, Los orígenes del poder político según Fran­cisco Suárez, San José de Costa Rica, Universidad Autónoma de Centro- américa, 1986.

3. Cfr. Recopilación de las leyes de los reinos de las Indias, Libro I. También, Juan Solórzano y Pereyra. Política Indiana, Madrid, Atlas, 1974, Libro Primero.

4. El problema de la caracterización social de la Nueva España es complejo, y no abundan los estudios al respecto. Como fundamentales pudiéramos referir a: Vicente Riva Palacio, clásico entre clásicos, México a través de los siglos, en distintas ediciones. Leonard Irving, “Una sociedad barroca”, en su libro La época barroca en el México colonial, México, f.c .e ., 1976 (primera edición en inglés, 1959). De Jonathan Israel, Razas, clases socia­les y vida política en el México colonial. 1610-1670, México, Fondo de Cultura Económica, 1980. Magnus Mómer, Estado, razas y cambio social en la Hispanoamérica colonial, México, s e p , 1977. Andrés Lira González cuyas observaciones sobre el particular son por demás sugerentes, en espe­cial aquellas de sus artículos publicados en: Historia General de México, México, El Colegio de México; y en Historia de México, Ed. Salvat, volú-

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men 5. Por último, Jorge Traslosheros, “Estratificación social en el reino de la Nueva España en el siglo xvn”, en Relaciones, El Colegio de Mi- choacán, Número 59, Verano de 1994.

5. Sobre la historia de Morelia en el siglo xvi consultar a Carlos Herrejón en su obra: Los orígenes de Guayangareo Valladolid, Zamora, México, El Colegio de Michoacán, 1991.

6. Es de notar que don Luis de Carvajal, durante el juicio a que le somete la Inquisición, menciona en su defensa a este sacerdote, asegurando que uno de los que pueden abonar su calidad de católico cristiano es “Pedro In­fante, clérigo que vive en esta ciudad” (de México. Octubre de 1589); quien fue testigo de cómo “hice por mi persona y reedifiqué las iglesias y cruces, en que se administran los santos Sacramentos y doctrina evangéli­ca, en que luego los puse (a los indios pacificados), poniendo allí sacerdo­tes que se la enseñasen hasta hoy, y fueron bautizados en tres días más de trescientos muchachos y muchachas, que por espacio de diez años habían nacido, por mando (sic) de Pedro Infante, clérigo beneficiado de Tlalchi- tán, que en aquel tiempo iba conmigo, y se halla al presente y está en esta ciudad”; y quien, finalmente, puede dar razón de la necesidad de su retor­no a la gobernación de que se le ha despojado: “[...] y si yo volviera per­sonalmente a la dicha gobernación sólo mi presencia bastara a traerlos de paz (a los indios alzados), y así lo tiene por carta Leonel de Cervantes, del beneficiado de sus pueblos y los indios de su encomienda, y Pedro Portes y Pedro Infante [...]” (Los judíos en la Nueva España, Compilador Alfonso Toro, México, a g n / f c e , 1982, pp. 342-343.

7. Pedro Infante fue cura beneficiado del partido de Amatepec-Almoloya desde el 8 de marzo de 1561 hasta el 24 de julio de 1564, y del curato de Tanchinamal desde el Io de noviembre hasta el 10 de abril de 1585, ambos pertenecientes al arzobispado de México en la provincia de Pánuco. (J. F. Schwaller, Partidos y párrocos bajo la real corona en la Nueva España, siglo xvi, México, in a h , 1981, p. 541.

8. Françoise Chevalier, Land and Society in Colonial Mexico, Berkeley and Los Angeles, University of California, 1970.

9. Robert Ricard, La conquista espiritual de México, México, Fondo de Cultura Económica, diversas ediciones. John Frederick Schwaller, The Church and Clergy in Sixteenth-Century, Mexico, Albuquerque, Univer­sity of New Mexico, 1987. Francisco del Paso y Troncoso, Epistolario de Nueva España, México, Porrúa, 1940.

10. En el caso de don Edmundo O'Gorman hay que matizar un tanto. Si bien acepta como central la tesis de que la expansión del guadalupanismo es asunto de los criollos del siglo xvn, intenta ubicar su origen, que conside­

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ra plenamente criollo, en el pleito que a mediados del siglo xvi tuvieron don Alonso de Montúfar y los franciscanos. Para la referencia bibliográfi­ca de los autores, véase la cita 16.

11. Cfr. De la Torre Villar, Testimonios históricos Guadalupanos, México, f c e , 1982. Colección de documentos en que vienen contenidos los estu­dios de Muñoz y el de Icazbalceta.

12. La filiación del Nican Mopohua con el Colegio de Santa Cruz de Tlatelol- co fue establecida por don Angel María Garibay, en su estudio crítico con­tenido en su Historia de la literatura náhuatl, México, Porrúa, 1971, Vol.ii, Cap. viii. Por lo que toca a Clodomiro Siller, consultar su estudio sobre tal escrito en su libro Flor y Canto del Tepeyac, México, 1981.

13. Desde los malogrados esfuerzos de don Lorenzo Boturini a mediados del siglo xviii, de cuando en cuando han ido apareciendo colecciones docu­mentales. Hasta finales del siglo xix, con la intención de probar el mila­gro, en el siglo xx con afanes científicos. De la presente centuria ya men­cionamos a don Ernesto de la Torre y Javier Noguez. Del siglo pasado a don Fortino Hipólito Vera. Nos resta mencionar, entre las colecciones importantes, a don José Tomel Mendívil quien realizó tal vez la primera compilación bajo criterios positivistas. Don José publicó su obra, La apa­rición de Nuestra Señora de Guadalupe de México, comprobada con documentos históricos y defendida de las impugnaciones que se le han hecho, en Orizaba, Imprenta de José María Naredo, 1849.

14. Personalmente pude probar tal aserto, si bien en forma limitada y para mi fuero interno, al realizar mi tesis de licenciatura, defendida en 1984 en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la u n a m , bajo el título de, “La génesis histórica de la Virgen de Guadalupe”, con la dirección de la Mtra. Lisys Fajardo y Carreón.

15. Para darse una pequeña idea de la producción existente sobre el guadalu- panismo en la historia de México, baste con echar un vistazo a la obra de Gloria Grajales y Emst Burrus, Bibliografía guadalupana (1531-1984), Washington, Georgetown University, 1986.

16. Para adentrarse en los autores del período colonial se puede acudir a la an­tología de don Ernesto de la Torre Villar, Testimonios históricos Guadalu­panos, México, f c e , 1982. Muchos textos no vienen completos, pero lo suficiente para darse una idea inicial. Del mismo autor, En torno al gua- dalupanismo, México, Miguel Angel Porrúa, 1985. Además, Francisco de la Maza, El Guadalupanismo en México, México, f c e , 1981. David Bra- ding, Los orígenes del nacionalismo mexicano, México, e r a , 1983, y, Mito y profecía en la historia de México, México, Vuelta, 1988. Jacques Lafaye, Guadalupe y Quetzalcóatl: la formación de la conciencia nacional en

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México, México, f c e , 1977. Edmundo O’Gorman, Destierro de sombras, México, u n a m , 1988. Xavier Noguez. Documentos Guadalupanos. Un estudio sobre las fuentes de información tempranas en torno a las mario- fanías en el Tepeyac, México, f c e , 1993, que proviene de su tesis doctoral presentada en la Universidad de Tulane en 1984. Richard Nebel, Santa María Tonantzin, Virgen de Guadalupe: religiose kontinuitat und trans­formaron in Mexiko, Immensee, 1995; existe edición en español en México, Fondo de Cultura Económica, 1995. Ignacio Manuel Altamirano, Obras Completas, vol v, México, Secretaría de Educación Pública. Fortino Hipólito Vera, principalmente su Tesoro Guadalupano, Amecame- ca, México, Imprenta del Colegio Católico, 1887; así como Contestación histórico-crítica en defensa de la maravillosa aparición..., Querétaro, Escuela de Artes, 1992. Por último, de don Carlos María de Bustamante mencionemos su primer esfuerzo, de varios que realizó, en defensa de la Virgen del Tepeyac y que publicó bajo el título de Manifiesto de la Junta Guadalupana a los Mexicanos [...], México, Alejandro Valdés, 1831.

17. Sobre el particular el Dr. William Taylor tiene reflexiones interesantes en su artículo titulado, “The Virgin of Guadalupe in New Spain: an inquiry into the social history of Marian devotion”, en American Ethnologist, Vol.14, No. 1 (February, 1987).

EXPEDIENTE LALTULANE. Versión Paleogràfica.

-Ref. Viceregal and eclesiastical Mexican collection (1534-1919) Legajo 26. Expediente 14. 1588-1601.Manuscript Collection. Latin American Library.Tulane University. New Orleans, Louisiana, U.S.A.

El expediente LalTulane contiene cuatro documentos relativos a la vida del Pbro. Pedro Infante, quien fuera nombrado vicario de la ermi­ta de Guadalupe en el año de 1600. Para la transcripción paleográfica del expediente hemos tomado como criterio fundamental el lograr una lectura clara del texto, sin que por ello pierda el sabor de la época en

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que fue escrito. Así, hemos modernizado la ortografía y puntuación, respetado la sintaxis del tiempo y giros lingüísticos, como evitado repe­ticiones innecesarias en el documento.

En nuestra versión paleogràfica utilizamos únicamente dos señala­mientos. Los puntos suspensivos .... que significan texto omitido por repetitivo. Y los puntos suspensivos entre paréntesis (...) que significan palabra ilegible, contándose un paréntesis por palabra. Toda explica­ción adicional se hace notar dentro del texto con letras cursivas.

Portada.1588

Clero Secular.I. N° 3.

Probanza de méritos hecha de pedimento del padre Pedro Infante.

Es Clérigo de misa.

Es importante señalar que la fecha “J588”, la frase “clero secu­lar”, y la clave de clasificación “I.N°3” están con tinta y letra distin­tas al resto de la portada. Tal vez pertenecen a una clasificación de los archivos de la Real Audiencia propia del siglo XVIII.

PROBANZA DE MERITOS.

Pedro Infante, clérigo presbítero, digo que para ocurrir ante vuestra real persona y pedir me haga merced de alguna dignidad, canonicato o prebenda o beneficio de los que se proveen en esta Nueva España, ten­go necesidad que a todo el fiscal de vuestra alteza me reciba informa­ción de cómo soy tal clérigo presbítero, lengua tarasca, mexicana y otras y hombre honrado y de calidad de buen ejemplo y buena fama, opinión y reputación, hábil y suficiente para cualquiera de las dichas prebendas y administración de sacramentos, y que cualquiera merced que su Majestad fuese servido de me hacer estará, en mí, bien em­pleada.

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A Vuestra alteza pido y suplico mande se me reciba la dicha infor­mación y, recibida con el parecer desta real audiencia, se me de un tras­lado o dos o más, para con ellos ocurrir ante vuestra real persona. Y pido justicia y que los testigos que presentare se examinen por las pre­guntas siguientes.

Primeramente, si conocen al dicho Pedro Infante y conocieron a Diego Martínez Infante su padre y tienen noticia de la causa y razón para que se hace esta información. Si saben los testigos que el dicho Diego Martínez Infante fue casado y velado, según orden de la Santa Madre Iglesia de Roma, con Francisca García su legítima mujer y durante el matrimonio que y procrearon por su hijo legítimo,entre otros, al dicho Pedro Infante y por tal su hijo legítimo fue y es habido y tenido y comúnmente reputado y tal ha sido y es la pública voz y fama. Digan lo que saben.

Si saben que el dicho Diego Martínez Infante, padre del dicho Pedro Infante, era hombre principal y de calidad y hijo de algo notorio y en esta reputación tenido y comúnmente reputado. Y como a tal per­sona principal y de calidad de la provincia de Mechuacán, donde vivió, se le encargaron oficios principales y de justicia y otros que no se sue­len dar ni encargar si no es a tales hijos de algo (Hidalgo), y fué regi­dor de la ciudad de Mechuacán. Digan lo que saben.

Si saben los testigos que habrá treinta y cuatro años, poco más o menos, que el dicho Pedro Infante es clérigo de misa y que, todo este dicho tiempo, por ser pesona muy honrada y de calidad y reputación y en su vida y costumbres muy ejemplar, siempre ha andado ocupado en beneficios y vicariatos, en los cuales ha administrado los sacro santos sacramentos a los naturales con mucho cuidado y diligencia y decoro.

Si saben los testigos que, de más de lo contenido en las preguntas antes desta y ser el dicho Pedro Infante persona honrada y de calidad, es persona muy hábil y suficiente y capaz para cualquier dignidad o beneficio que se le encargare. Y es lengua mexicana y tarasca, muy buen eclesiástico y experto en las cosas de los naturales, muy celoso del servicio de Dios nuestro señor y del de su Majestad, lo cual ha mostra­do en todas las ocasiones que se han ofrecido. Digan lo que saben.

Si saben los testigos que, por ser ansí lo contenido en las preguntas antes de ésta, luego que vino a esta Nueva España Luis de Carvajal gobernador del Nuevo Reino de León, con el celo que siempre ha teni­

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do del servicio de Dios Nuestro Señor y del aumento de su santa fe católica y del de su Majestad, fue el dicho Pedro Infante en persona con el gobernador con gente y criados a su costa y miración, y con más de ciento y cincuenta indios de paz a los cuales todos daba lo necesario, y con ellos, y la más gente que ciudaba, ayudó a la pacificación de los pueblos que estaban rebelados y, mediante su muncho consejo ocupa­ción y buena diligencia y trato que tuvo, se redujeron nueve o diez pue­blos (de) los que estaban rebelados. Y el dicho Pedro Infante los acari­ció y bautizó e industrió en las cosas de nuestra santa fe católica y, mediante esto, el día de hoy están quietos y pacíficos y (...) corona. Digan lo que saben.

Si saben los testigos que, por lo que dicho y declarado tienen los testigos en las preguntas antes de ésta, saben que el dicho Pedro Infante es merecedor de cualquier merced que su Majestad sea servido de le hacer, y estará con él bien empleada. Y al presente ansí mismo saben que está pobre y necesitado y con necesidad para su sustento conforme a la calidad de su persona. Digan lo que saben.

Si saben los testigos que todo lo susodicho es público y notorio, pública voz y fama.

Aquí termina la primera parte del documento correspondiente a la información de méritos. La segunda parte es el levantamiento de la información, la cual se inicia con un auto firmado el 13 de julio de 1588 por Francisco de Belver, relator del “Rey Nuesto Señor”.

Probanza del Padre Pedro Infante

En la ciudad de México, en veinte e ocho dias del mes de julio de mil e quinientos y ochenta y ocho años. El padre Pedro Infante, para la dicha información, presentó por testigo en presencia del dotor Saayave- dra y Valderrama oidor desta Nueva España, al padre Christóbal García Velgarza clérigo presbítero estante al presente en esta ciudad en la Iglesia del Colegio de San Pedro, del cual fue tomado e recibido jura­mento y ello hizo poniendo la mano derecha en el pecho, e juró en ver­bo sacerdotis en forma de derecho, so cargo del cual prometió decir verdad, e siendo preguntado por el tenor del interrogatorio de méritos, dijo y depuso lo siguiente.

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A la primera pregunta dijo que conoce al dicho Pedro Infante y a Diego Muñoz Infante su padre y tiene noticia deste pleito y causa y la razón porque se hace esta dicha probanza.

Fue preguntado por las preguntas generales de la ley, e dijo ser de edad de sesenta y ocho años poco más o menos, e que no le tocan las demás preguntas generales que le fueron hechas.

A la segunda pregunta dijo que, lo que declaraba es que este testi­go conoce al dicho Diego Martínez Infante habrá más de veinte y dos años, y oyó decir públicamente que fue casado y velado con la dicha Francisca García lo cual era público y notorio. Y asní mismo sabe este testigo que el dicho Pedro Infante es hijo legítimo del dicho Diego Mar­tínez Infante y de la dicho Francisca García, porque este testigo vio que el dicho Diego Martínez Infante trataba al dicho Pedro Infante como a su hijo y él a él (de) Padre y esto era y fue muy público y notorio.

A la tercera pregunta dijo que la sabe como en ella se contiene por­que este testigo, como dicho tiene, conoce al dicho Diego Martínez Infante de muchos años a esta parte en esta ciudad de México y en la provincia de Mechuacán, y que siempre se trató como hijo dalgo (Hidalgo) porque este testigo le vio en oficios muy principales en esta Nueva España, siendo regidor de la ciudad de Pátzcuaro a donde saca­ba el pendón y acudía a cuantos ministerios que hacen los caballeros hijos dalgo, y en tal posesión fue habido y tenido y comunmente repu­tado en esta Nueva España. Y esto sabe y responde a esta pregunta.

Y a la cuarta pregunta dijo que, lo que della sabe es que este testi­go conoce al dicho Pedro Infante de veinte y dos años a esta parte e siempre le ha visto ocupado en beneficios y vicariatos, administrando los santos sacramentos a los naturales. Y es muy buena lengua mexica­na y tarasca y ha hecho siempre munchos provechos entre los dichos indios naturales con su buena doctrina y ejemplo, y en ello se ha ocu­pado, como dicho tiene, del dicho tiempo arriba susodicho y que esto es público y notorio y es lo que sabe de esta pregunta.

A la quinta pegunta dijo que lo que della sabe es que, como dicho tiene en la pregunta antes desta, el dicho Pedro Infante es hábil y sufi­ciente en el administrar sacramentos a los indios naturales por ser muy buena lengua mexicana y tarasca y muy buen eclesiástico e muy celo­so del servicio de Dios Nuestro Señor. Por lo cual es benemérito para que su Majestad le haga merced de alguna dignidad o beneficio en esta

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Nueva España, en remuneración de los servicios que a su Majestad ha hecho en esta Nueva España de administrar los sacramentos a los natu­rales de tanto tiempo a esta parte, y que esto sabe y responde a esta pre­gunta.

A la sesta pregunta dijo que la responde, y en ella este testigo lo oyó dicir a munchas personas y fue público y notorio todo lo referido en la dicha pregunta, y que esto responde a ella.

A la sétima pregunta dijo que dice lo que dicho tiene en la pregun­ta anterior desta.

A la octava pregunta dijo que todo lo que dicho tiene es público y notorio, pública voz y fama y en ello se afirmó y ratificó e lo firmó de su nombre.

Christóbal García.(Rúbrica)

Ante mí.Francisco de Belver (rúbrica)Relator del Rey Nuestro Señor.

Auto. ... Pedro Infante, ante el dicho dotor Saavedra Valderrama oidor desta real audiencia presentó por testigo ... a Christóbal de Nava- rrete, vecino de esta dicha ciudad, el cual habiendo jurado en forma de derecho por Dios Nuestro Señor e por Santa María su madre sobre la señal de la cruz, so cargo de perjuro, prometió decir verdad e siendo preguntado por el tenor del dicho interrogatorio dijo y depuso lo siguiente.

Fue preguntado por las preguntas generales. Dijo que es de edad de más de cincuenta y un años poco más o menos....

A la segunda pregunta dijo que, conoció al dicho Diego Muñoz Infante y Francisca García, padre e madre del dicho Pedro Infante, de más de cuarenta y cinco años a esta parte y sabe que los susodichos fue­ron casados y velados según orden de la Santa Madre Iglesia, porque como tales marido y mujer hacían vida maridable. Y este testigo los vido en Sevilla en los reinos de Castilla y en el de la Nueva España des­pués que a ella pasaron. Y ansí mismo sabe e vido este testigo que, durante el dicho matrimonio tuvieron e procrearon por su hijo legítimo,

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entre otros hijos que tuvieron, al dicho Pedro Infante y como tal su hijo legítimo vio este testigo que le criaron y alimentaron llamándole hijo y él a ellos padres. Y esto fue muy público y notorio ansí en los reinos de Castilla como en esta Nueva España y esto sabe y responde a esta pre­gunta.

A la tercera pregunta dijo que lo que della sabe que, como dicho tiene este testigo, conoce al dicho Diego Muñoz Infante ansí en los rei­nos de Castilla como en esta Nueva España de más de cuarenta y cinco años a esta parte, como dicho tiene, y siempre vio que se trató como hijo dalgo y un hombre noble y como a tal le trataban en la ciudad de. Sevilla y en esta Nueva España. Y en tal posesión fue habido y tenido y tuvo cargos muy honrosos que se suelen dar a personas principales, y le conoció ser regidor de Guayangareo en la provincia de Mechuacán. Y esto fue público y notorio y es lo que sabe e responde a esta pregunta.

A la cuarta pregunta dijo que de lo que ella sabe es que, este testi­go, conoce al dicho Pedro Infante ser sacerdote de misa del tiempo acá que la pregunta dice y siempre y a la (...) ha visto este testigo en bene­ficios y vicarios de pueblo de indios naturales de esta Nueva España, a los cuales ha administrado los sacramentos con muncho cuidado por cuanto es lengua mexicana y tarasca. Y en tiempo que se ha ocupado en susodicho oficio munchos servicios dio a su Majestad en el buen ejemplo y dotrina de los dichos indios naturales, sin haber dado nota de su persona en treinta y más años que ha que le conoce ser sacerdote en esta Nueva España. Y esto ha sido público y notorio y es lo que sabe y responde a esta pregunta.

A la quinta pregunta dijo que lo que de ella sabe es que, el dicho Pedro Infante es persona hábil y suficiente y siempre lo ha sido para cualquiera beneficio o vicaría desta Nueva España porque, como dicho tiene en las preguntas antes de ésta, demás de ser hombre noble hijo de su padre principal es muy buena lengua mexicana y tarasca y muy ex­perto en los negocios tocantes a la administración y dotrina de los indios naturales desta Nueva España. Y esto sabe y responde a esta pregunta.

A la sesta pregunta dijo que, lo contenido en la dicha pregunta este testigo lo ha oído decir a munchas personas y es público y notorio. Y esto es lo que sabe e responde a esta pregunta.

A la sétima pregunta dijo que lo que della sabe es que, por lo que dicho tiene, sabe este testigo que el dicho padre Pedro Infante es bene­

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mérito para que su Majestad le haga merced de alguna canongía o dig­nidad en esta Nueva España por ser, como dicho tiene en las preguntas antes de ésta, hombre principal y haber servido tantos años a su Majestad en la administración de los santos sacramentos y dotrina de los indios naturales, ansí mexicanos como tarascos. Demás de que sabe este testigo y ha visto que el dicho Pedro Infante está pobre y necesita­do y es público y notorio. Y es lo que sabe desta pregunta.

A la octava pregunta dijo que todo lo que dicho tiene es la verdad para el juramento que hecho tiene y es público y notorio y pública voz y fama y lo firmó de su nombre.

Christóbal de Navarrete.Rúbrica.

Ante mí.Francisco de Belver.Relator del Rey Nuestro Señor.

Auto. ... en veinte y nueve días del mes de Julio ... el dicho Pedro Infante presentó por testigo en esta información al padre Blas Mejía de la Serda, clérigo presbítero, el cual en presencia del dicho dotor Valderrama Saavedra juró en forma de derecho...

A la primera pregunta dijo que, conoce a las personas (que dice) en la dicha pregunta e tiene noticia de la causa e razón por que se hace esta probanza.

Fue preguntado por las preguntas generales (...) dijo ser de edad de más de cincuenta años poco más o menos...

A la segunda pregunta dijo que de lo que della sabe es que, este tes­tigo, conoce al dicho Diego Muñoz Infante de más de veinte años a esta parte en esta Nueva España, y sabe que el dicho Pedro Infante era hijo legítimo del dicho Diego Muñoz Infante, porque ansí lo oyó dcir y lo tuvo siempre por su hijo legítimo y esto fue y es público y notorio.

A la tercera pregunta dijo que lo que della sabe es que, todo el tiem­po que conoció al dicho Diego Muñoz Infante, padre del dicho Pedro Infante, le tuvo este testigo por hombre honorable y de calidad por que siempre le vio ocupado en esta Nueva España en oficios principales y cargos que le encomendaban los visorreyes desta Nueva España, que no

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se dan sino a personas nobles y principales. Y esto responde a esta pre­gunta.

A la cuarta pregunta dijo que lo que della sabe es que, este testigo, conoce al dicho padre Pedro Infante de munchos años a esta parte y sabe que es uno de los clérigos más antiguos que hay ordenados en esta Nueva España, por ser hombre de más de sesenta años. Y siempre le ha visto ocupado en vicariatos y beneficios entre los indios naturales desta Nueva España administrándoles los santos sacramentos y enseñándoles la dotrina con muncho cuidado y caridad, en lo cual sabe este testigo que a hecho mucho servicio a Dios y su Majestad y ha dado siempre buena y loable cuenta en todos los encargos que ha tenido en esta Nueva España. Y esto responde a esta pregunta y es público y notorio.

A la quinta pregunta dijo que lo que della sabe es que, como dicho tiene en las preguntas antes desta, de más de ser el dicho Pedro Infante hombre noble es benemérito para cualquiera dignidad o beneficio que su Majestad le haga merced, persona muy buen eclesiástico y muy buena lengua mexicana y tarasca. Y está muy experto en las cosas tocantes a la dotrina de los indios naturales desta Nueva España, y es muy celoso del servicio de Dios Nuestro Señor y de su Majestad y esto es público y notorio.

A la sesta pregunta dijo que, lo que en ella responde este testigo lo ha oído decir y es público y notorio. Y esto responde a esta pregunta.

A la sétima pregunta dijo que dice lo que dicho tiene en las pre­guntas antes desta (...), de lo cual sabe y ha visto este testigo que el dicho Pedro Infante, por haber sido tan bueno y tan celoso de su conciencia y haber tantos años que trabaja en esta viña del Señor entre los indios naturales desta Nueva España con tanta retitud, está pobre y necesitado y merece cualquiera cosa que su Majestad le haga merced en esta Nueva España. Y que esto es lo que sabe y responde a esta pre­gunta.

A la octava pregunta dijo que, todo lo que dicho tiene es la verdad para el juramento que hecho tiene y lo cual es público y notorio, es pública voz y fama y en ello se afirmó e ratificó e lo firmó de su nom­bre.

Blas Mejía (Rúbrica)

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Ante mí.Francisco de Belver.Relator del rey Nuestro Señor.

Auto..... el dicho día mes y año... presentó por testigo en este plei­to y causa a mí, Francisco de Belver, relator de esta Real Audiencia y habiendo jurado por Dios Nuestro Señor y por su Santa madre sobre una señal de la cruz en forma de derecho, e siendo preguntado por el tenor de la primera y sesta pregunta del dicho interrogatorio, me pre­sentó por testigo. Dije e depuse lo siguiente.

A la primera pregunta dijo que conoce el dicho Pedro Infante e tiene noticia desta probanza e la causa e razón por que se hace.

Preguntado por las preguntas obligadas de la ley, dijo ser de edad de más de cuarenta y siete años e que no le tocan ninguna de las pre­guntas generales de la ley.

A la sesta pregunta dijo que, lo que della sabe es que, este testigo, conoció al dicho Pedro Infante por beneficiado y vicario de los pueblos de Chalchitlán, Tamazunchale y Taman, que son en la serranía de Xilitla que confina con la Huasteca. Y que habrá cuatro o cinco años que, estando el gobernador Luis de Carvajal en esos pueblos de Cuzca- tlán frontera de Tamapachi y los demás pueblos de indios rebelados aprestando una compañía de soldados para entrar a pacificar los dichos indios y volverlos a servicio de su Majestad y gremio de la santa Iglesia porque estaban apóstatas más había de diez años, llegó el dicho Pedro Infante a ofrecerse al dicho gobernador para ir con él y en su compañía a servir a su Majestad en aquella jomada, y a predicar a los indios rebe­lados para que se tomasen a la noción de nuestra Santa fe. Y vio este testigo cómo uno de los capitanes y oficios fatos (?) de su Majestad en la dicha gobernación, cómo el dicho Pedro Infante vino para la dicha jomada con más de ciento y cincuenta indios de su partido, los cuales venían a servir a su Majestad con sus armas y sirvieron hasta el fin de la dicha jomada, y estuvieron a la obediencia del dicho padre Pedro Infante el cual les daba de comer y todo lo necesario. Y anduvo en el dicho campo administrando los santos sacramentos, ansí a los soldados españoles como a los indios que iban al dicho campo, que eran más de setecientos indios. Y después que fueron vencidos los dichos indios rebelados y salteadores que estaban en su compañía en batalla campal,

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en la cual se halló el dicho Pedro Infante con sus armas y caballos ani­mando a los soldados españoles y a las veces peleando por su religión, poniendo a mucho riesgo su vida como buen soldado y sacerdote, acu­dió después que fueron vencidos los dichos indios rebelados a predi­carles el santo evangelio y a bautizarles infinidad de niños e niñas que habían nacídoles en diez años que había que estaban rebelados y alza­dos. Y asolbió a los hombres y mujeres de todos esos dichos pueblos de la apostasía en que habían estado, e hizo tanto provecho entre los dichos indios en los cuatro o cinco meses que duró la dicha jomada que, hasta hoy día, están quietos y pacíficos y tenen sus iglesias y sacerdo­tes. Y el dicho Pedro Infante edificó la primera iglesia en el pueblo de Tamapanes y, juntamente con este testigo, desenterró una cruz que había diez años que estaba enterrada y la enarboló en grandísima salva de arcabucería y mucha alegría de todos los indios naturales. Y quemó las casas de los ídolos que tenían y munchísimas diferencias de ídolos de piedra y de palo y de tierra y las casas donde los dichos indios idó­latras tenían las (...) y encensos para sus ídolos y limpió la tierra de todo género de idolatría. En todo lo cual gastó muncho dinero de su hacien­da e hizo muncho servicio a Dios Nuestro Señor y a su Majestad, por lo cual merece se le haga cualquier merced, porque este testigo le cono­ce que es muy buen sacerdote hábil y suficiente para cualquiera digni­dad beneficio que su Majestad le haga merced. Y sabe que está pobre y necesitado al presente el dicho Pedro Infante, lo cual es público y noto­rio, pública voz y fama. Y no dijo en más preguntas porque el dicho Pedro Infante no lo presentó en más preguntas de las que dicho tiene, en lo cual se afirmó y ratificó e dijo ser verdad todo lo que dicho tiene para el juramento que hecho tiene e lo firmó de su nombre...

Ante mí y como testigo Francisco de Belver Relator del rey Nuestro Señor.

Auto. ...en treinta días del dicho mes de julio del dicho año, el dicho padre Pedro Infante presentó por testigo en esta causa al padre Juan de Torres, clérigo presbítero el cual habiendo jurado in verbo sacerdotis.... dijo y depuso lo siguiente.

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A la primera pregunta dijo que conoce al dicho Pedro Infante y a Diego Muñoz Infante su padre y tiene noticia e esta causa ... dijo ser de edad de más de cuarenta y cinco años y que no le tocan las generales.

A la segunda pregunta dijo que, de lo que della sabe es que este tes­tigo conoció al dicho Diego Muñoz Infante y a la dicha Francisca García, su legitima mujer, y por tales marido y mujer los vio hacer vida maridable según orden de la Santa Madre Iglesia, y que tuvieron por su hijo legítimo al dicho Pedro Infante y por tal su hijo lo vio este testigo tratar y alimentarlo, cual es y fue público y notorio y esto responde a esta pregunta.

A la tercera pregunta dijo que lo que della sabe ... como dicho tiene, conoció al dicho Diego Muñoz Infante padre del dicho Pedro Infante de más de cuarenta años a esta parte y siempre vio que se trató como hom­bre principal y noble y como tal le proveían los visorreyes desta Nueva España, don Antonio de Mendoza y don Luis de Velazco, en cargos de justicia y principales que no se suelen dar sino a los caballeros e hijos dalgo que residen en esta Nueva España, y es todo lo que sabe ....

A la cuarta pregunta dijo que la sabe como en ella se tiene porque este testigo, del tenor que la pregunta dice, ha visto al dicho Pedro Infante (...) y proveído en vicariatos e beneficios en pueblos e provin­cias desta Nueva España entre los indios naturales, administrándoles los santos sacramentos y enseñándoles la dotrina christiana, y siempre ha dado muy buena y loable cuenta, como la pregunta dice. Y después que la Santa Cruzada vino a esta Nueva España, ha visto este testigo que ha predicado entre los dichos indios naturales y ha hecho muncho fruto y provecho y espedido por su mano grandísima cantidad de bulas.Y esto es público y notorio y lo que sabe desta pregunta.

A la quinta pregunta dijo que, como dicho tiene en las preguntas antes desta, el dicho Pedro Infante es muy hábil e suficiente para admi­nistrar los sacramentos en cualesquiera beneficio e vicariato que se le encargare, de más de que el susodicho es muy buena lengua mexicana y tarasca y muy celoso del servicio de Dios Nuestro Señor, como siem­pre lo ha mostrado en los cargos que ha tenido. Y esto sabe desta pre­gunta.

A la sesta pregunta dijo que lo que en ella (está) referido este testi­go lo oyó decir públicamente en la ciudad de Pánuco (sic) a donde esta­ba proveído por beneficio a munchas personas (...), y algunos soldados

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que salieron de la dicha jornada, lo cual es público y notorio y es lo que sabe desta pregunta.

A la sétima pregunta dijo que, por todo lo que dicho tiene en la pre­gunta antes desta, el dicho Pedro Infante es merecedor de que su Majestad le haga alguna merced en esta Nueva España con que se pue­da sustentar (...), que al presente está pobre y necesitado porque en los partidos que ha tenido siempre ha administrado con tanta justicia y reti- tud, que dellos no ha sacado más que, solamente, el haber servido a Dios Nuestro Señor y descargo de la conciencia del Rey Nuestro Señor como buen ministro, lo que es público y notorio.

A la octava pregunta dijo que, todo lo que dicho tiene es la verdad y para el juramento que hecho tiene y es público y notorio, pública voz y fama. En ello se afirmó y ratificó e lo firmó de su nombre.

Joan de Torres (rúbrica)

Ante míFrancisco de Bel ver.Relator del Rey Nuestro Señor.

Auto ... en veinte y tres días del mes de agosto de mil e quinientos e ochenta y ocho años, el dicho Pedro Infante presentó por testigo en esta causa ante el dicho dotor Saavedra Valderrama a Luis González, soldado de los Chichimecas, que al presente está en esta ciudad ...

A la primera pregunta dijo que conoce al dicho Pedro Infante que le presenta por testigo y no conocía a las demás personas en la dicha pregunta y tiene noticia desta causa.

Y fue preguntado ... y dijo ser de edad de más de treina y tres años poco más o menos y que no le tocan las generales.

A la sesta pregunta dijo que lo que della sabe es que, el testigo se halló en la compañía del gobernador Luis de Carvajal sirviendo a su Majestad con sus armas y caballo en el Nuevo Reino de León y pro­vincia de Pánuco, y vio que el dicho gobernador aparejando la jomada para entrar a los pueblos rebelados de Tamapa (...) luego el dicho Pedro Infante al pueblo de Cuzcatlán a donde se iban juntando todos los sol­dados para la dicha jomada, y se le ofreció de ir en su compañía en

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aquella jomada. Y este testigo le vio que vino con munchas cantidades de indios de Chalchitlán y Tamazunchale y Taman, que eran del parti­do del dicho Pedro Infante, y entró con ellos y con sus criados y armas y caballos y con munchos bastimentos y los dichos indios, que serían más a su parecer deste testigo más de ciento y tantos, fueron de mun- chos efetos para ayudar a los dichos soldados en la dicha jomada. Y el dicho Pedro Infante se halló en la batalla que se dio a los dichos indios rebelados y en ella hizo lo que pudo como buen soldado. Y después de vencer los dichos indios vio este testigo que el dicho Pedro Infante se halló a pacificar esos dichos indios y le vio bautizar munchas criaturas y obsolver a los dichos indios de apostasía, administrando los sacra­mentos ansí a los soldados como a los indios naturales que iban más de seiscientos. Y en todo acudió como buen sacerdote y religioso a servir a Dios Nuestro Señor y a su Majestad, por lo cual entiende este testigo que gastó mucho dinero de su hacienda en la dicha jomada, y merece que su Majestad le haga merced de algún beneficio o dignidad en que se entretenga, atento que sabe este testigo y ha visto que el dicho Pedro Infante es pobre y es benemérito de cualquiera cosa por su buena fama, letras y costumbres y en buena vida y lo cual es público y notorio ... en lo cual se afirmó y ratificó y lo firmó de su nombre...

Luis González (Rúbrica)

Ante míFranciso de BelverRelator del Rey Nuestro Señor(Rúbrica).

(Auto firmado el siete de julio de 1588 por el cual se manda reali­zar la información de méritos solicitada por el padre Pedro Infante).

(Auto del 27 de septiembre de 1588 del oidor doctor Saavedra Valderrama en que manda se realice la información de oficio solicita­da por Pedro Infante. En el auto se incluye el cuestionario por noso­tros ya conocido. Por alguna razón el levantamiento de la información se suspendió por más de un mes).

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En la ciudad de México, tres de octubre de mil e quinientos ochen­ta y ocho años, el dotor Saavedra Valderrama .... hizo parecer ante sí a Pedro Franco Mercader, vecino desta ciudad ... e siendo interrogado por el tenor del auto del dicho oidor dijo que conoce al dicho padre Pedro Infante, que le presenta por testigo, de más de cuarenta años a esta parte y conoció al dicho Diego Martínez Infante su Padre y a Francisca García su madre, y sabe que fueron casados y velados porque este tes­tigo los vio hacer vida maridable y era público y notorio ser casados y velados según orden de la Santa Madre Iglesia. Y sabe que los susodi­chos tuvieron por hijo legítimo al dicho padre Pedro Infante, entre otros hijos que tuvieron. Y ansí lo vio este testigo cuidar y alimentar como a su hijo llamándole ellos de hijo y él a ellos padre. Y ansí mismo sabe este testigo y vio que el dicho Diego Muñoz Infante fue proveído encargos principales en esta Nueva españa por el visorrey, y fue regi­dor de la ciudad de Pátzcuaro y siempre se trató como hombre princi­pal, caballero hijo dalgo y en esta reputación fue tenido y habido. Y ansí mismo sabe que el dicho Pedro Infante, su hijo, es clérigo presbí­tero de más de treinta años a esta parte y le ha visto en esta Nueva España en vicariatos y beneficios curados en pueblos de indios, ansí mexicanos como tarascos, y que siempre ha dado buenas y loables cuentas de lo que se le ha encomendado, administrándoles sacramentos a los dichos indios como (...) que entiende las dichas lenguas. Y ansí mismo sabe este testigo que, el dicho Pedro Infante es persona hábil y suficiente y de buen entendimiento y muy buena lengua mexicana y tarasca, y en quien concurren las (...) y calidad que son necesarias para cualquiera merced que su Majestad le haga. Y este testigo no sabe ni ha entendido que su Majestad le haya hecho merced ninguna en esta Nueva España en remuneración de lo muncho que ha trabajado en ser­vicio de Dios Nuestro Señor y de su Majestad en la dotrina de los dichos indios naturales. Y sabe este testigo que el dicho Pedro Infante al presente está pobre y necesitado, y le ve tener pobreza y necesidad y no sabe ni ha entendido ni a oído decir cosa en contrario de lo que dicho tiene, porque si lo supiera lo diría y declarara. Y que todo lo que dicho tiene es la verdad para el juramento que hecho (tiene), en todo lo cual se afirmó e ratificó y declaró ser de edad de más de setenta años e que no le tocan las generales de la ley y lo firmó de su nombre.

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P° Franco.(Rúbrica)

Ante mí.Francisco de Bel ver.Relator del Rey Nuestro Señor.(Rúbrica)

... en seis días del mes de octubre del dicho mes y año... el dicho dotor Saavedra Valderrama, para la dicha información de oficio de la real justicia, hizo comparecer ante sí a Diego Nuñez de San Miguel, vecino de esta ciudad ... Dijo este testigo que conoce al padre Pedro Infante clérigo presbítero de treinta años a esta parte poco más o menos, y ansí mismo conoció a Diego Muñoz Infante y a Francisca García, sus padres, a los cuales vio este testigo que hacían vida maridable y que tuvieron por hijo legítimo al dicho Pedro Infante, porque por tal su hijo les vio este testigo tratar llamándole de hijo y él a ellos de padres. Y sabe este testigo y vio que, el dicho Diego Muñoz Infante fue hombre principal y en esta posición fue tenido en esta Nueva España, e así le proveían los visoreyes de esta Nueva España en cargos principales por ser, como era, hombre de mucha estima, y en esta posición le vio este testigo que fue habido y tenido en todo el tiempo de su vida. Y ansí mismo sabe este testigo que el dicho Pedro Infante es clérigo presbíte­ro de treinta años a esta parte, y le ha visto este testigo estar proveído en vicariatos y partidos de indios mexicanos de la calidad que el dicho auto lo dice, en los cuales ha visto este testigo que ha dado muy buena cuenta de lo enseñado a los indios naturales (...) en las cosas tocantes a nuestra Santa Fe Católica con mucho cuidado dándoles buen ejemplo con su buena vida y costumbres, por lo cual y por ser el dicho Pedro Infante hábil y muy buen eclesiástico y haber servido a su Majestad y descargado su real conciencia merece (...) para cualquier merced que su Majestad sea servido de le hacer .... Sabe que al presente está pobre y necesitado y que no sabe (...) cosa ninguna en contrario de lo que dicho tiene ... y declaró ser de más de sesenta años...

Rúbrica.

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Ante mí.Francisco de Bel ver.Relator del Rey Nuestro Señor.(Rúbrica).

... siete de otubre... hizo comparecer ante sí al licenciado Diego de Olvera clérigo presbítero... Dijo que conoce al dicho Pedro Infante y que vio a Diego Muñoz Infante y a la dicha Francisca su mujer, padres del dicho Pedro Infante, los cuales vio este testigo que hicieron vida maridable. Y sabe este testigo que el dicho Pedro Infante es hijo legíti­mo de los susodichos y como tal vio este testigo que le trataban ... sabe este testigo que el dicho Diego Muñoz Infante, padre del dicho Pedro Infante, fue hombre honrado cristiano viejo y por tal fue habido y comunmente respetado. Este testigo vio (que) como a hombre principal le proveían en esta Nueva España encargos honrosos y que siempre dio buenas cuentas de ello. Y que así mismo sabe este testigo y ha visto que de treinta años a esta parte (...) el dicho Pedro Infante ministró ... en pueblos de indios (serie de cuatro o cinco palabras de muy difícil lec­tura) acudir a la voz del gobernador Luis de Carvajal a la pacificación de los pueblos de Pánuco y Tamapa que estaban rebelados contra la corona real, a donde acudió a traer a los indios naturales al conoci­miento de la santa fe católica con su dotrina y predicación, y por ser esto noticia pública voz y fama lo sabe este testigo ... Por haber servi­do bien todos sus cargos, sabe este testigo que está pobre y necesitado al presente, y este testigo no sabe que su Majestad le haya hecho nin­guna merced ni sabe otra cosa en contra .... declaró ser de más de cin­cuenta años...

Rúbrica.

Ante mí.Francisco de Bel ver.Relator del Rey Nuestro Señor.(Rúbrica).

Auto. ... en quince días del mes de noviembre... hizo parecer ante sí a Luis de Cabrera soldado de los chichimecas... Dice que conoce al dicho Pedro Infante de ocho o diez años a esta parte, y sabe que el suso­

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dicho es clérigo presbítero de munchos años a esta parte. Y este testigo le ha visto proveído en cargos y vicariatos de pueblos de indios, espe­cialmente en el partido de Chalchitican (sic), Tamazunchale y Taman, pueblos fronterizos de indios de guerra y ch:-chimecos. Y en el dicho partido ha visto este testigo que ha dado muy buena cuenta a sus pobla­dores porque es muy buena lengua mexicana y buen cristiano y de muy buen ejemplo en su vida y costumbres. Y este testigo vio cómo el dicho Pedro Infante salió del dicho partido con mucha cantidad de indios para ir con el gobernador Luis de Carvajal a la jomada de Tamapa (de) indios rebelados contra el servicio de su Majestad de más de diez años a esta parte, y fue a la dicha jomada con los dichos indios a su cuenta y con sus armas y caballos. Y se halló a la pacificación de todos esos pueblos que estaban rebelados en la dicha sierra y administró los san­tos sacramentos ansí a los soldados españoles como a los demás indios de guerra que iban en el dicho campo. Y con sus buena industria y dotrina se redujeron al servicio de Dios Nuestro Señor y de su Majestad muchos pueblos. Y el dicho Pedro Infante bautizó grandísima cantidad de criaturas y muchachos que habían nacido en esos dichos diez años en todos los pueblos rebelados y absolvió a los demás indios e indias de la apostasía en que estaban. Es todo lo que vio este testigo como sol­dado que fue en la jomada, a que el dicho Pedro Infante hizo mucho servicio a Dios Nuestro Señor con su buena dotrina, y sabe que es per­sona de calidad e méritos en quien concurren las (...) de vida y costum­bres que son necesarias para que su Majestad le haga merced. Y este testigo no sabe más entendidos que se le hayan gratificado sus servi­cios, y que está pobre y necesitado y que es todo lo que sabe... declaró ser de edad de cuarenta años poco más o menos ... y que todo cuanto dicho tiene es la verdad para el juramento que tiene hecho en lo cual se afirmó e firmó.

Luis de CabreraAnte míFrancisco de Belver.

... dicho día mes y año ... hizo parecer ante sí a Antón de Santillana vecino de esta ciudad ... Dijo que conoce al padre Pedro Infante de más de treinta años a esta parte, y conoció ansí mesmo al dicho Diego Mar­

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tínez Infante y a Francisca García, su legítima mujer, padres del dicho Pedro Infante a los cuales conoció en la ciudad de Sevilla en esos rei­nos de Castilla. Y este testigo oyó decir públicamente que los susodi­chos fueron casados y velados según orden de la Santa Madre Iglesia, y durante su matrimonio vio este testigo que, entre otros hijos, tuvieron e procrearon por su hijo legítimo al dicho Pedro Infante y como tal le trataron y alimentaron llamándole hijo (y) él a ellos padre e madre. Y ansí mismo sabe este testigo que el dicho Diego Martínez Infante, padre del dicho Pedro Infante, fue hombre noble e de limpia generación y como tal sabe este testigo que fue proveído en esta Nueva España en cargos muy principales en la provincia de Mechuacán desta nueva España, y esto fue público e notorio. Y ansí mismo sabe este testigo y a (...) que el dicho Pedro Infante es clérigo presbítero de más de trein­ta años a esta parte que ha que le conoce, y le ha visto proveído en par­tidos e beneficios curatos de indios naturales desta Nueva España, ansí en las lenguas mexicana como en tarasca, y en los cuales (falta pedaci- to de hoja) ministrado los santos sacramentos a los dichos indios natu­rales, enseñándoles e industriándolos en las cosas de nuestra santa fe católica y descargando la real conciencia de su Majestad. Y de esos dichos cargos ha dado muy buena cuenta ansí en su vida e costumbres, sin que sus pobladores le hayan tenido en menos. Antes sabe este testi­go que siempre ha sido proveído y tenido en muchos de sus (...) e esto ha sido público e notorio e sabe este testigo que el dicho pedro Infante es hábil y suficiente y muy buen eclesiástico y de vida ejemplar en quien caben y concurren las calidades de que se requieren para cual­quiera merced que su Majestad le haga. Y este testigo sabe que al pre­sente está pobre y necesitado y que el dicho Pedro Infante no ha sido re­munerado de sus servicios ... dijo ser de más de cuarenta y cinco años...

Antón de SantillanaAnte mí.Francisco de Bel ver.Relator del Rey Nuestro Señor.

Auto.... en seis días del mes de diciembre del dicho año ... hizo pa­recer ante sí... a Domingo Muñiz vecino e estante en esta ciudad ... conoce al dicho Pedro Infante de seis años a esta parte poco más o

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menos y no conoció a los demás (...) en el dicho auto. Y sabe que el dicho Pedro Infante es clérigo presbítero y le ha visto proveído en el partido de Chalchitlán, Taman, Tamazunchale, que es la serranía de Meztitlán que confína con la Huasteca, frontera de indios de guerra. Y este testigo vió que el dicho Pedro Infante salió del dicho partido con cantidad de indios para ir con el gobernador Luis de Carvajal a la paci­ficación de los pueblos rebelados de Tamapachtan, Pasquin y Cacuala, y los demás que estaban rebelados contra el servicio de Dios Nuestro Señor y de su Majestad más había de diez años. Y este testigo, como alguacil mayor del campo y Nuevo Reino de León, se halló en la dicha jomada con el dicho Luis de Carvajal y vió cómo el dicho Pedro Infante acudió a la pacificación de los dichos indios con sus armas y caballos a costa y con mucha cantidad de indios como dicho tiene. Y administró en la dicha jomada los santos sacramentos a todos los soldados espa­ñoles e indios, predicándoles y enseñándoles la dotrina como buen sacerdote. Y después de rendidos y dada la batalla a los indios rebela­dos vió este testigo cómo el dicho Pedro Infante bautizó grandísima cantidad de criaturas que habían nacido entre los dichos indios rebela­dos en diez años, y asolvió a todos los demás indios e indias de la apos- tasía en que habían estado y levantó cruces y edificó la iglesia en Tamapache e destruyó y quemó los ídolos que tenían los dichos indios.Y en todo acudió a hacer lo que tocaba a su oficio como buen sacerdo­te hasta que se acabó la dicha jomada y quedaron los dichos pueblos en servicio de Dios Nuestro Señor y de su Majestad como al presente están, en todo lo cual el dicho Pedro Infante gastó muncha parte de su hacienda. Y sabe este testigo que es personal hábil y suficiente y de vida ejemplar, y tan buen eclesiástico que cabe en el susodicho la mer­ced que su Majestad fuese servido de hacerle, el cual al presente está pobre y necesitado y este testigo sabe que siempre ha dado buena cuen­ta de todos los cargos que ha tenido en esta Nueva España, e que no ha sido remunerado de sus servicios. E que es toda la verdad e lo que sabe para el juramento que hecho tiene, en lo qual se afirmó este testigo y es público e notorio e declaró ser de edad de cuarenta años poco más o menos e que no le tocan ninguna de las generales e lo firmó de su nom­bre.

Domingo Muñoz (Rúbrica)

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Ante míFrancisco de Belver.Relator del Rey Nuestro Señor.

(nota con otra letra y puntilla más fina que dice:)

En 19 de mayo de 601 se sacó un traslado desta información.

PETICIÓN DE TRASLADO. DICIEMBRE DE 1601.

Muy poderoso Señor

{Con otra letra y puntilla se puede leer la siguiente oración;)

Se pide traslado de sus informaciones de méritos y del parecer.

Pedro Infante, presbítero vicario de la ermita de Nuestra Señora de Guadalupe extramuros desta ciudad, digo que habrá seis años poco más o menos que, de mi pedimento, vuestra alteza mandó hacer y se hicie­ron información de parte y de oficio de la calidad y méritos de mi per­sona, de las cuales tengo necesidad de un traslado para ocurrir a su Majestad y su Real Consejo de las Indias a suplicarle me haga alguna merced.

A vuestra alteza pido y suplico mande que el escribano (?) en cuyo oficio pasan las dichas informaciones me de un traslado o más de la de parte para el dicho oficio. De la de oficio con el parecer de vuestra alte­za se me de otro traslado en el pliego desta Real Audiencia, en lo cual recibiré merced con su principal que pido.

El licenciado Miguel de Falces

(Con letra y puntilla distinta se puede leer:)

La guardé de 23 de noviembre de 1600De la de parte se le dé.

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PETICIÓN DEL PARECER DE LA REAL AUDIENCIA. DICIEMBRE 1600.

Muy poderoso Señor.

(Con otra letra y puntilla se pu ede leer:)

La guardé 14 de diciembre 1600 años que su señoría nombre el juez para que hagan información.

Pedro Infante clérigo presbítero capellán de la ermita de nuestra Señora de Guadalupe, términos desta corte, digo que a mi pedimento se recibieron por esta Real Audiencia informaciones de mis méritos y ser­vicios y ahora queriéndoles (...) para el presente navio, suplicó a Vuestra Alteza se sacara el parecer para enviarlo con ellas, y aunque vuestro fiscal ha hecho muncha diligencia en buscarlo en vuestros rea­les libros no le ha hallado, y para que yo pueda recibir merced de Vuestra Alteza atento a mi larga vejez y el muncho tiempo que ha que sirvo en beneficios, vicarías, dotrinas de esta Nueva España en que hecho muncho fruto, como lo tengo averiguado en las dichas mis infor­maciones. A vuestra alteza suplico mande que vuestro oidor semanero las vea y se dé el parecer como vuestra alteza lo manda, en que recibi­ré muncha merced.

Pedro Infante Rúbrica

(.D el otro lado de la fo ja se pu ede leer:)

8 de enero de 1601 su Señoría nombró para esta diligencia al señor dotor don Juan de Fonseca. Ante mí, Sánchez Moreno.

LICENCIA DE VICARIO DE LA IGLESIA DE GUADALUPE.

Este es un traslado bien y fielmente sacado de una licencia del deán y cabildo de esta catedral sede y vacante de México, para que el Padre

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Pedro Infante presbítero sea vicario y cura de la ermita de Nuestra Señora de Guadalupe, sellada con el sello de la dicha catedral (....)

El deán y cabildo de la Santa Iglesia Catedral metropolitana y arzo­bispado de México, sede vacante, confiado de vos Pedro Infante cléri­go presbítero que bien y fielmente haréis lo que por nosotros fuere mandado, por la presente os nombramos por nuestro vicario y cura de la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe de Tepeaquilla, extramuros desta ciudad, para que como tal digáis misa en ella y administréis los santos sacramentos del bautismo, penitencia, eucaristía, extremaunción y matrimonio a todos los españoles que allí fueren y a los indios (...) y que suelen acudir a la dicha iglesia y absolverlos de todos los pecados, crimines y excesos que os confesaren, excepto de los a nos reservados por derecho, e hacer todas las demás cosas tocantes al dicho oficio de la forma y manera que lo han hecho vuestros antecesores, que para todo ello os damos nuestro poder e autoridad en forma que de derecho se requiere y os encargamos y mandamos tengáis especial ciudado de enseñar a los dichos naturales la dotrina y cosas pertenecientes a nues­tra Santa Fe Católica y que vivan como verdaderos cristianos. Y que los españoles y otras personas que van a tener novenas o estar algún tiem­po en la dicha iglesia y casa, estén con devoción y honestidad y decen­cia, o dando el buen ejemplo que deben, y si no lo hicieren nos daréis noticia por lo mandemos remediar. Y en virtud de santa obediencia y so pena de descomunión mayor mandamos al mayordomo de la dicha casa e iglesia os haya y tenga y obedesca por tal nuestro vicario y cura y os pague de salario el dicho mayordomo otro tanto como daba y pagaba a el licenciado Juan Vasquez de Acuña, vuestro antecesor, lo cual se le pasará y recibirá en cuenta e que se os acuda con los demás derechos y obenciones al dicho oficio pertenecientes, de lo cual os mandamos dar la presente firmada de nuestros nombres, sellada con el sello desta Santa Iglesia y refrendada de uno de los secretarios de la gobernación deste arzobispado, la cual vale por el tiempo de nuestra voluntad. Fue dada en México en ocho de agosto de mil seiscientos años. Dotor don Luis de Robles, el dotor don Gerónimo de Cárcamo, el racionero Peñas, el racionero Pedro Osorio, por el Dean y cabildo sede vacante Luis de Toro. Hecho, sacado, corregido y concertado fue este traslado de la dicha licencia desuso incorporada de pedimento del padre Pedro Infante quien volvió el original. En la ciudad de México a (espacio

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vacío) dias del mes de (espacio vacío) año de mil y seiscientos siendo testigo a lo ver corregir y concertar Pedro de Velázquez y Domingo de Llano, Melchor Pérez de Haro, vecinos de esta ciudad.