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La Disputa.
Cuentan las historias que hace muchos, muchos años se entabló una curiosa discusión entre el
Reino de la Tipografía y el Reino del Papel.
Decían los tipos de letras que eran ellas, sin duda, las que daban belleza y elegancia a los textos y
relatos.
Mientras que los diferentes tipos de papel proclamaban que todo dependía de la elección del papel
adecuado para cada momento.
Afirmaban los tipos de letras que eran ellas quienes daban forma y hacían agradable un texto.
Que eran ellas, con sus bellas figuras quienes daban elegancia y prestancia a cualquier frase o
párrafo. Que eran ellas, sin duda, quienes daban belleza a una página. Que su sola presencia era
un deleite para la vista.
Por su parte, los diversos tipos de papel, aseveraban que, sin ellos, no habría forma de presentar
un escrito. Que si no existieran ellos como soporte de nada servirían las letras por muy bellas que
fueran. Que no es que dieran belleza a una página, sino que ellos eran las páginas. Argumentaban
que su tacto maravillaba al escritor y seducía al lector.
Pasaban los años y los lustros. Cada reino defendía y afirmaba su importancia. Los tipos de letras
invitaban a los Embajadores del Reino del Papel para, en brillantes desfiles, mostrarles la enorme
variedad de tipos que existían.
Y así, entre vivas y sonidos de trompas, iban apareciendo:
Un tipo tras otro,
con banderas,
Con banda de música,
sin perder el paso,
Sin perder el compás,
orgullosas de su belleza,
de su elegancia,
y de su maravilloso cometido…
Unas tras otras. Erguidas, orgullosas y bellamente engalanadas, mostrándose ante los enviados
del Reino del Papel.
Por supuesto, el Rey del Papel no iba a ser menos y también montó su desfile. Aunque antes tuvo
que consultar largamente con los astrólogos reales (eso de los meteorólogos aún no se había
inventando) para buscar un día de sol, sin gota de lluvia, sin asomo de niebla y sin un soplo de
viento. Cosas todas ellas perjudiciales para la integridad papelera.
Y tras largas deliberaciones se decidió el día.
Y, tras larga espera, llegó ese día.
Y cuando, emocionados y llenos de orgullo patrio estaban ya Papiros, Pergaminos, Verjurados,
Papeles de hilo, Gofrados, Papeles Japoneses, Papeles de Seda, Cartulinas, etc., dispuestos en
resmas, pliegos y demás… Cuando ya comenzaban a sonar los tambores y a flamear las banderas
(de papel, por supuesto), en ese justo instante, antes de dar comienzo al grandioso desfile, se
escuchó a lo lejos un horrísono tronar que hizo huir en desbandada (nada organizada) a todos los
papeles del reino en busca de refugio. Lo cual fue motivo de gran regocijo para las señoras
embajadoras del Reino de las Letras que no disimularon sus sonrisas aunque tuvieron a bien
controlar sus carcajadas…
Este fracaso, sin embargo, no amedrentó al Reino del Papel que siguió con sus reivindicaciones
(Así como tampoco achicó a los astrólogos reales quienes no fueron castigados ni despedidos
pues, en menos que canta un gallo, achacaron tamaña desgracia no a un fallo suyo sino a oscuros
tejemanejes de espías del reino vecino).
Tanto duraba ya esta disputa que, finalmente, hartos de pelear, pero no dispuestos a rendirse
ante el contrario, tomaron ambos reino la decisión de acudir a la única que podía servir de árbitro
entre ellos: La Gran Reina de las Palabras, Emperatriz del Lenguaje y Gran Duquesa de la
Escritura, su Majestad La Gramática.
Y ante ella presentaron sus reivindicaciones.
Y su Majestad, tras escuchar las alegaciones de ambos reinos con gran paciencia (que mucha hay
que tener para escuchar discusión tan absurda…) y tras pensarlo durante un minuto (más no se
necesitaba para deliberar cosa tan nimia), decidió, en primer lugar, amonestar a ambos reinos por
hacerle perder el tiempo con cuestión tan baladí y multar a cada uno aumentando sus respectivos
impuestos en el doble de la cantidad pagada hasta el momento durante, al menos, dos años (Su
Majestad andaba un poco mal de fondos y, como tonta no era, quería aprovechar y llenar un poco
sus arcas).
Y en segundo lugar vino el discurso. Discurso que no pienso reproducir por largo pero que,
básicamente, venía a decir que:
Ni tipos de letra ni tipos de papel eran lo más importante a la hora de presentar un relato. Que lo
que importaba de verdad era lo que se iba a contar y cómo se contaba. Que era posible, incluso,
relatar algo sin usar la escritura y que, desde luego, era ella la realmente importante pues de ella
dependía que el texto fuera legible y de ella dependía que estuviera bien construido y
hermosamente ordenado. Que eran las palabras elegidas, su orden, el seguimiento de las leyes
que ella (La Gramática) imponía las que daban hermosura a un relato.
Les dijo, en fin, que ellos no eran más que meros accesorios. Simples adornos y soportes sin
importancia. Que tanto daba qué tipo de letra fuera utilizado para montar una página o qué tipo
de papel se utilizara para su impresión. Si no se seguían sus leyes y si no se sabía contar una
historia, el resto no tenía importancia alguna.
Y tras decirles todo esto (mucho mejor dicho y mucho más extensamente) les ordenó que hicieran
las paces y que volviera cada uno a su reino a trabajar y a preocuparse por cosas de mayor
importancia para sus respectivos pueblos.
Y los embajadores se fueron pensativos y avergonzados.
Y no volvieron a molestar a la Emperatriz… no fuera a ser que les volviera a subir los impuestos.
Fin
Feli feliz y los diminutos. Escritor de Valencia, España.
Feli Feliz es un lápiz azul y rojo, que vivió sus primeras aventuras en un colegio. Tras encontrar a
su hermana en un taller artesanal fallero y colaborar en el proyecto de una falla infantil, nos lleva,
en este nuevo libro, a descubrir la caja de los diminutos: UNOS LAPICES CORRIENTES, PEQUEÑOS
DE TAMAÑO, PERO GRANDES EN RECUERDOS.
Feli feliz y los diminutos.
Dedicado a todos l@s niñ@s enferm@s
Dedicado a todas las personas que de un modo u otro trabajan para prestarles ayuda y luchan
contra la enfermedad y el dolor, cualquiera que sea su forma de manifestarse.
Dedicado al Foro y al blog de la FUNDACIÓN JOSEP CARRERAS.
ENTRAR EN LA CAJA.
Todo el mundo sabe que a los bolígrafos, cuando se les acaba la tinta, se quedan vacíos, sin
ninguna cosa que poder contar. Los lápices, van recogiendo sensaciones, pensamientos y palabras
de cada persona que los ha tenido en sus manos. Cuando después de mucho trabajar, se han ido
haciendo pequeñitos, tienen lleno su corazón. La nueva misión de Feliciano Feliz era preservar los
recuerdos de cuatro de ellos.
Ahora, Feli se encontraba delante de la caja más grande que él podía imaginar. Se tomó un tiempo
para descansar. Junto a la caja, recordó muchas de las conversaciones que había tenido con su
hermana, Suave. El descanso y la concentración le ayudaron en el siguiente paso.
¿Cómo podré entrar en la caja? “Todos los dibujos son como puertas y las puertas se abren”. Se
decidió por dibujar un timbre y al tocarlo, oyó que desde dentro decían: “no se admite
propaganda”. Rápidamente dibujó una mirilla y pudo ver al primer diminuto, que, inmovilizado por
la sorpresa fue incapaz de reaccionar.
En un abrir y cerrar de ojos, un montón de manitas, organizadas y cuidadosas, borraron todo
aquello, y sin que yo sepa muy bien cómo, llevaron a Feli Feliz ante la GRAN ASAMBLEA.
FELI FELIZ ANTE LA GRAN ASAMBLEA.
Hasta dónde la vista le alcanzaba, y era lejos, porque era el más alto, pudo ver que estaba
rodeado de diminutos. Delante de él, apenas reconocibles como manchas de color, estaban los
colores que habían pintado el primer arco iris, el lápiz gordito que había creado la “O” y una mina
delgada experta en escribir música y trazar pentagramas. Pero las miradas de los Diminutos
estaban dirigidas hacia Melsus. Todos y todas esperaban que el PATRIARCA LIDER tomase la
decisión. Ésta no se hizo esperar y, siguiendo las indicaciones del Libro de los Grandes Protocolos,
Melsus levantó ambas manos. Era el símbolo de la aceptación en la comunidad. Feli, seguía cada
uno de los pasos, repasando mentalmente todo el proceso. Sabía que, ahora, le permitirían
dirigirse a la GRAN ASAMBLEA.
Feliciano, Feli, pretendía hablar poco y dejar mucho tiempo para que le pudiesen hacer preguntas.
Era un honor muy grande poder ser UN ANOTADOR CRONISTA. Ser ANOTADOR CRONISTA permitía
conocer y rescatar 4 historias. Melsus era el encargado de seleccionarlas y aceptar al candidato o
a la candidata, para difundirlas.
Finalmente, un diminuto, se dirigió a él para preguntarle cómo pensaba poder recordar todo
cuanto le fuesen contando y como pensaba anotarlo.
Todos y todas rieron cuando Feli contestó: “CON UN BOLÍGRAFO ESPECIAL”. Nadie, allí, confiaba
en los bolígrafos. Las risas desaparecieron en las primeras filas, cuando Feliciano sacó la hoja de
información y pudieron ver que, efectivamente, aquel no era un bolígrafo corriente. Estaban ante
el primer bolígrafo con memoria.
LA DEMOSTRACIÓN.
Una vez que Melsus autorizó la entrada del equipo de colaboradores de Feli en la CAJA, todos se
pusieron a trabajar. Feli quiso que los Diminutos pudieran ver cómo serían las sesiones y se
dispuso a contar él la primera historia. Un ordenador portátil iluminaba muy bien la sala y para
ahorrar energía, apagaron las pilas fotoeléctricas. Si todo funcionaba como estaba previsto, por la
mañana, el trabajo estaría acabado.
Cuando empezó a hablar, desde el interior de la bolsa de transporte del ordenador, saltó un
esbelto bolígrafo que todos reconocieron como el de las fotos. El boli inició un apasionado baile de
letras, de palabras, de frases.
Feli se dejaba llevar por los recuerdos. Ahora aterrizaba en el bibliobús, ahora dejaba que la
memoria se tumbase en la arena de la playa, la noche de San Juan.
La primera vez que permaneció en silencio prolongado, Satur, el boli, supo que era su turno. Se
conectó al ordenador y, la pantalla empezó a hacer suyo cada movimiento de la danza que
acababan de presenciar. Allí estaba, escrita, la historia que Feli había contado. Mientras la Caja se
llenaba de aplausos, en la pantalla del ordenador se podían ver los borradores de las ilustraciones.
Una vez complacidos todos los presentes, Melsus y Feli estimaron que era necesario comenzar
cuanto antes el proceso de recuperación de las historias. Mientras Feli ultimaba los detalles con
sus colaboradores, Melsus hizo que los protagonistas se preparasen.
LA LAPICERA ILUSTRADA
Blanca era la lapicera roja de Evaristo el ebanista. Lo sabían todo sobre las maderas y las formas
de trabajarlas. Un día Evaristo tuvo que partir y dejó a Blanca en el Ayuntamiento. Como si fuera
un pirsing, le puso una anillita y la sujetó al hilo que colgaba del tablón de anuncios. Al principio
esta separación le costó mucho. Cuando se ponía triste, recordaba las palabras de Evaristo: “vive
cada momento con intensidad y sigue aprendiendo”.
Se dejaba coger para anotar nombres en las listas de viajes, reuniones o tratamientos ecológicos
de plagas. Era una experta en, por lo menos, ¡diez mil cosas!
Un día, cuando se balanceaba despacio, haciendo la siesta, despertó. Una mano suave pero firme,
la sujetaba a cierta distancia de un pequeño anuncio: “contes arreplegats de les çendres de l’llar.
Vine amb nosaltres”. La señora que la sujetaba la llevó al folio y anotó una dirección y un teléfono.
Blanca estaba cada vez más interesada. Siguió dejándose llevar para anotar:
-si puedes (debes) venir con un adulto
-trae merienda y una historia para compartir.
Blanca deseó con fuerza marcharse con aquella persona, por lo que no se sorprendió cuando se
vió dentro de la bolsa. En el interior fue recibida por un libro y dos marionetas, que reconoció. Se
le encendió una luz que, como destellos, le recordó su vida en la ebanistería. Tania Blos:
cuentacuentos. ¡Cuantas veces había oido hablar a
Evaristo de aquella persona. Era como una Alicia que abría caminos en el País de las maravillas.
Blanca se sintió muy afortunada durante los años siguientes, compartiendo historias y cuentos con
niños y adultos. Puede que algún día podamos volver sobre esta etapa de su vida.
Hoy, lo que desea Blanca, es deciros que es muy importante escuchar. Compartir atentamente lo
que los otros nos cuentan, nos ayuda a entenderles y quererles. Blanca quiere compartir que, ha
aprendido que, lo que nos diferencia de los demás, casi siempre, se reduce a dos cosas
principalmente:
-el momento en el que les pasó lo que nos cuentan
-la “etiqueta” que les hemos puesto desde entonces.
Recuerda tener cuidado con las” etiquetas”, úsalas con precaución y escucha dos veces por cada
vez que hables.
PRUDENCIO Y LOS LÁPICES CLONADOS.
Prudencio era Juez de Paz. Su nombre inspiraba algunas bromas, pero, él, confianza. Su lápiz
mágico le ayudaba a tomar las decisiones principales sobre las cuestiones que le llegaban.
A Prudencio le gustaba el teatro y las técnicas de animación. Le gustaba la lectura y la escritura.
Sobre todo le gustaba que en su Juzgado las cosas se tomaran en serio, pero con humor.
Un día que tuvo que juzgar a un político, le ocurrió algo inesperado. Los políticos son entusiastas
de sueños, poetas de la ilusión. Este político, Marc, por inexperiencia, dió un traspié y pasó de la
poesía a la novela y se subió a la ciencia ficción, prometiendo cosas imposibles. Prudencio
comprendió que en el fondo sus intenciones eran buenas y decidió clonar su lápiz, para regalarle
uno a Marc. El nuevo lápiz era tan especial que sólo podía escribir las cosas correctas y que salían
del corazón. Además, cuando escribía algo sincero pero difícil de cumplir, siempre añadía comillas
al principio y al final del texto.
Supongo que habrás adivinado que el suceso inesperado que le ocurrió a Prudencio, estaba
relacionado con la clonación de su lapicero. Así es. La clonación no ha podido detenerse todavía y
siguen surgiendo lápices con poderes especiales. Es posible que entre los tuyos se encuentre
alguno de ellos. Los lápices especiales, como las personas, necesitan encontrar su momento para
activarse. Lo mejor que podemos hacer es vivir
como si ese momento especial fuese a producirse en el preciso momento que estamos viviendo. Si
resulta difícil siempre tienes la posibilidad de utilizar las comillas. Suerte.
ANA LA RANA.
Conocida como “Ana la rana”, podría haber sido una tortuga (por sus arrugas) o un caracol (por su
tranquilidad ante los inconvenientes y por llevarlo todo detrás).
Dicen que ella inventó la risa y que estaba allí antes incluso de que fuese construido el edificio del
hospital.
Era maestra, payasa, voluntaria. Nadie, ni siquiera l@s más mayores de l@s pacientes, podían
escapar a los encantamientos de su “sana, sana, culito de rana, si no cura hoy curará mañana…”.
Lo decía, lo cantaba, lo soñaba y conseguía que todo el mundo lo “bebiera, comiera y lo
saboreara”.
En su maleta: trucos y recursos. El dedo de ET, fotos, libros, cuadernos y el nuevo lápiz con el que
sigue escribiendo, todos los días, sus ilusiones y propuestas para cada nueva jornada. El viejo y ya
cansado lápiz, es el que nos ha contado la historia de Ana.
Ana “la rana”, el caracol, la tortuga, que tras su caparazón protege y ampara. Sana, sana… Ana
“la rana”.
LA HISTORIA DE GUS.
Gus trabajaba para una enfermera de planta de oncohematología. Había tenido ya varios
compañeros bolígrafos. El trabajar codo con codo, animó la relación con su nuevo compañero. Era
un puntaviva rojo, que a base de mucho esfuerzo y varios frentes se estaba quedado seco. Aún
sabiendo que se consumía, no quería dejar de dar lo mejor de si mismo.
Una noche, mientras permanecían abandonados en el bolsillo de la bata de la enfermera, en un
perchero colectivo, pudieron ver un anuncio en la televisión del cuarto de descanso. El anuncio era
de una Fundación, la fundación Josep Carreras. En el anuncio salía un niño explicando su plan para
cuando se pusiera bueno. Aquello les impresionó. Pasaron el resto de la noche hablando y
comentando ideas.
A la mañana siguiente, cuando Montse tiró la bata a lavar, no se dió cuenta de que no estaban ni
el lápiz ni el puntaviva. Los echo de menos justo cuando empezó la ronda por la planta. Como sólo
tenía que marcar casillas, utilizó un lápiz de ojos y una barra de labios roja. A media mañana,
cuando tomaba café con una compañera, ésta le comentó que estaban repartiendo portaminas y
plumas estilográficas para sustituir los lápices y los bolígrafos de todo el personal del hospital.
A Montse aquello le gustó. Pensó que la próxima vez que tuviera que explicar la leucemia lo haría
con ayuda de sus nuevos compañeros. “Aquí nadie se apaga, recargamos a todo el mundo, mira,
como a este portaminas o esta pluma.” Dio un nuevo sorbo a su café y buscó mecánicamente, su
lápiz y su puntaviva en el bolsillo. Se preguntó dónde los habría dejado. Quería guardarlos como
recuerdo. De recuerdos, el último que yo tengo de haberlos visto en la historia, era cuando
estaban viendo ellos el anunció de “cuéntanos tu plan”. Quizá su plan era transformarse. Ante la
enfermedad solamente hay dos planes últimos: curarte si estás enferm@ y ayudar, si eres la
persona sana. Es verdad que puede estar enferm@ y ayudar. Es verdad también que puede estar
san@ y ayudando, curarte de la indiferencia. Parece, pues, que pueden existir muchos planes.
Nosotros deseamos que tu plan sea bueno para ti y para tod@s.
¿DÓNDE VAN LAS HISTORIAS RECUPERADAS?
Nadie ha podido aclarar todavía si los lápices duermen. Lo que si está claro es que madrugan y
que al amanecer están siempre despiertos. Aquella madrugada, unas horas después de haber
llegado y ser admitido por la GRAN ASAMBLEA, el equipo de Feli se dispone a partir. Al mismo
tiempo, Melsus y su equipo de colaboradores también ultimaban el traslado de la caja, siguiendo
la rutina diaria de seguridad. La consigna: que se pregunten hoy dónde está la caja que vieron
ayer. Mover una caja tan grande tenía sus ventajas, ya que nadie se pregunta dónde va una caja
así, si va encima de un camión o es movida por máquinas. Los problemas surgen cuando
permanece quieta, porque puede parecer amenazante. Los humanos creen amenazante todo lo
que no tienen dominado.
En diez minutos se cumpliría el ritual. Hoy ruta 2 destino 5. 30 kilómetros aproximadamente.
Destino: naves auxiliares del puerto. Punto de recepción de 4 nuevos contactos. Admisión del
equipo de colaboradores gamma-alfa.
También Feli y sus compañeros tenían programado su nuevo destino. Filigranas, la cámara de
fotos repasaba con Manu (el ex-lápiz de un periodista) la memoria. Desde que empezaron las
aventuras habían pasado por una Fundación, una Asociación, volvían a relacionarse con otra
Fundación y… ¡A OTRA ASOCIACIÓN! Se oyó detrás de ellos a Cleta, una carpeta azul, clásica, que
se ocupaba de las solicitudes y agenda del grupo.
Filigranas estaba ocupado con las imágenes. Todo el mundo quería saber a dónde y cómo irían,
pero para sorpresa de todos, Feliciano Feliz estaba dormido y por su sonrisa debía estar soñando.
Yo creo que en su sueño debía ver las cuatro historias publicadas para que todos los niñ@s
pudieran leerlas. Para un lápiz no hay nada más emocionante que ver un niño o una niña leyendo
porque sabe que lo siguiente será escribir. Animad la lectura, practicar la escritura y el mundo
será mejor.
Blog: http://felifeliz.blogia.com
El bosque enfadado. Escritora de cuentos infantiles de Buenos Aires, Argentina.
Tema: El cuidado Ambiental
Hace muchos muchos años, existía un bosque que estaba situado justo en el corazón de lo que era
-en ese entonces- un pueblo pequeño. En esos tiempos el bosque se erguía firme y orgulloso,
brindando sombra y un cálido refugio a muchos animalitos. Sus árboles eran fuertes, altos, sanos.
Aves, reptiles, ardillas, lechuzas, ciervos y muchos animalitos pasaban sus días en armonía, se
alimentaban de la hierva siempre fresca, tomaban el agua limpia de los arroyitos y dormían bajo la
sombra generosa de la copas de los árboles.
Así fue por mucho tiempo, tanto que ni siquiera el abuelito más viejo recuerda.
Era un bosque “encantado”, pero no porque allí ocurriesen cosas mágicas o extrañas,
simplemente era “encantado” pues estaba encantado de ser un bosque tal y como era.
Pasaron los años y con ellos muchas cosas cambiaron. El pueblito que rodeaba al bosque ya no
era tal, se había convertido en una ciudad. Había más casas, más fábricas, más gente y sobre
todo mucha, pero mucha más basura.
Casi sin darse cuenta, el bosque fue cambiando su paisaje. El agua ya no era transparente y
limpia. Los animalitos muchas veces enfermaban por tragar bolsas de plástico o basura que la
gente dejaba luego de hacer un picnic.
La hierba ya no crecía feliz, pues en muchos sectores del bosque el fuego había dejado su marca
para siempre. Los árboles no respiraban igual, porque el aire estaba contaminado y tampoco
podían alimentarse bien, el suelo ya no era el mismo. Es más, no había la misma cantidad de
árboles que antes, muchos habían sido talados para utilizar su madera.
Todos los animalitos se asombraban cuando escuchaban los relatos de los añosos árboles que les
contaban cómo era la vida antes que el pueblito fuese lo que era hoy en día.
Les costaba creer que antes el agua podía tomarse sin que a nadie le doliese la barriga y que no
hubiese peligro de tragar algo que no fuese un rico fruto.
– ¡Esto no es vida! – Dijo un buen día un ciervo cansado ya de comer pasto quemado.
– ¿Hasta cuándo viviremos así? – preguntó un pino mientras tocía y su copa se mecía.
– Habrá que pensar algo amigos – contestó un conejo que se agarraba su pancita con sus cuatro
patas y sus dos grandes orejas – el agua del arroyo no se puede tomar.
– Bosques encantados eran los de antes. Miren nuestro aspecto ahora, más que encantado,
parecemos un bosque enfadado – Comentó el árbol más viejito de todos.
No eran ellos en realidad quienes debían tomar cartas en el asunto, sino las personas que
habitaban la ciudad y no cuidaban la naturaleza como debían.
Aún cuando los animalitos del pobre bosque enfadado nada habían pensando, la fuerza de la
naturaleza se hizo sentir solita, sin ayuda de nadie.
El estado en que el bosque se encontraba, no era triste sólo por su aspecto, sino por sus
consecuencias.
Al haber talado tantos árboles, ya la ciudad no tenía la sombra fresquita de antes, el clima estaba
enrarecido y el calor era mayor del que la gente podía aguantar.
Ya no había tantas copas generosas que taparan la fuerza con la que el sol se hacía sentir.
Abundaban las gorras en la cabeza y la gente empezó a salir menos de su casa.
El agua enfermó también a los habitantes de la ciudad, no sólo a los animalitos.
Los cultivos y las flores comenzaron a escasear y con ellos sobrevino el hambre y la tristeza.
Parecía una pesadilla, donde los habitantes de la ciudad veían en el bosque una especie de
monstruo enojado que mostraba su furia y la hacía sentir.
Y, como en una pesadilla, la realidad no era la que se cree ver. Aún así, sin que el bosque hubiese
querido asustar a nadie, ni se hubiese convertido en un monstruo, la gente comenzó a tener
miedo por primera vez.
Los animalitos que muchas veces se hacían una escapadita a la ciudad, que no eran todos por
cierto, se enteraron que la gente estaba muy asustada y más preocupada todavía.
– Escuché que la gente piensa que todo el bosque está muy enojado con ellos– comentaba una
ardillita que venía de una feria donde había comido todas las nueces posibles.
– Yo escuché que creen que los estamos castigando – Decía un pino muy alto que movía su copa a
su antojo para escuchar conversaciones lejanas y ajenas.
– ¡Eso no es verdad! No estaremos de lujo, pero no queremos hacerle daño a nadie – contestó el
conejo que seguía agarrándose su pobre barriga.
– Déjenlos que crean lo que quieran, ellos han sido los responsables de este desastre. Un buen
susto no les vendrá nada mal – Sentenció el árbol más añoso y al cual todos escuchaban y
respetaban.
El viejo árbol continuó:
– Es más, cuando alguien venga a pasear lo ayudaremos un poquito más a tomar conciencia.
El ciervo empezó a preocuparse, tenía miedo que los años hubiesen echado a volar el buen tino
que siempre había tenido el árbol.
El viejo árbol decidió que por primera vez en su vida, se daría el gusto de hacer una travesura, que
en definitiva, sólo tenía un buen fin.
Les pidió a las ardillas que a cada persona que pisase el bosque le arrojasen en la cabeza cuanto
fruto encontrasen.
– ¿Es necesario? – Preguntaba dudoso el ciervo que ya estaba seguro que el árbol había perdido la
cordura.
– Será divertido y voy por más – contestó seguro el viejo árbol.
– ¡Ay no ¡qué alguien detenga a este anciano por favor! – gritaba el ciervo sin agarrarse los
cuernos porque no le era posible, nada más.
El árbol ordenó a todos los búhos que vivían en las ramas de los árboles del bosque que, cada vez
que alguien quiera cobijarse bajo la sombra ya escasa de alguno de ellos, empezaran a hacer
“buhhhh” o el sonido que pudiesen, pero que provocase miedo.
– ¿No será demasiado? – Preguntaba el ciervo ya en forma de súplica.
– No será la mejor forma, reconozco, pero creo que los ayudará a cuidarnos y cuidarse un poquito
más.
El bosque entero se puso en marcha, bajo la constante queja y duda del pobre ciervo.
No hubo persona que entrase al bosque, que no notase algo extraño, y como ninguno tenía la
conciencia tranquila, entendieron lo que la naturaleza solita había tratado de explicarles antes.
La voz corrió muy rápido en la ciudad, ya nadie tenía dudas que el bosque –de una u otra manera-
se estaba quejando, sonidos extraños, frutos lanzados, ramas que asustaban. Todo esto sin contar
lo que venían notando hace tiempo en la ciudad, la temperatura, el agua intomable, la poca
vegetación.
Muchas veces, a las personas nos cuesta entender cosas que, en realidad, son muy sencillas y que
saltan a la vista. Fue necesario que el bosque tomara cartas en el asunto, para que la gente, ahora
sí consciente del daño que le estaba haciendo, lo cuidara un poco más y en definitiva se cuidara a
ella misma.
Todos comenzaron a cambiar su actitud y si bien el daño causado ya no podía revertirse, sí podían
evitar daños mayores.
Así fue que la gente de la ciudad comenzó por no cortar más árboles, siguió por plantar nuevos, no
usó más bolsas de plástico, no hizo fuego en el bosque y muchas más cosas que protegieron no
sólo al bosque, sino a todos. De esa manera vivieron mucho más tranquilos y felices, sobre todo
el ciervo que ya no tuvo que preocuparse por las ideas del viejo árbol.
Fin
El árbol que perdió su sombra. Escritora española.
Tema del cuento: Relata de forma metafórica la evolución de la enfermedad de
Alzheimer.
Cuando nace un árbol, sus primeros brotes guardan la memoria de aquellos primeros momentos.
Y a medida que el árbol crece y crece, todos sus recuerdos van anotándose, uno tras otro, en sus
hojas como si fueran las hojas de un libro; el libro de su vida.
Así, año tras año, en su despertar con la primera luz de la primavera, nuevos brotes de ramas
verdes le hacen crecer hacia lo alto, de forma esplendorosa y floreciente.
El árbol va cubriendo su copa de hojas y más hojas, que va llenando de anotaciones, de
anécdotas, de buenos momentos, también de alguna tristeza…La copa del árbol se hace más y
más frondosa.
Durante el verano, su densa copa nos ofrece una estupenda y serena sombra escrita con todos
sus pensamientos. El árbol dedica ahora su tiempo a releer todas sus notas y si nos quedamos
sentados bajo su sombravnos deja compartir con él todos sus pensamientos. Es un lugar perfecto,
tranquilo, donde pensar y aprender. La sombra del árbol nos ayuda a crecer.
Cuando llega el otoño, el árbol acaba de releer todas sus notas y guarda sus más bellos recuerdos
o aquellos no tan gratos que le permitirán crecer y madurar. Une las hojas formando un
pergamino y las guarda envolviendo su tronco, un lugar seguro, que además le hace más fuerte y
robusto.
Así, año tras año, su tronco se hace más y más grueso. Si mirásemos en su interior
encontraríamos dibujados bellos anillos de pergamino, perfectamente ordenados, que nos cuentan
grandes historias de su vida o de cómo le fue durante aquel año.
Con la llegada del invierno, el árbol entra en un dulce y plácido sueño para descansar hasta que
los primeros rayos de sol de la primavera le vuelvan a despertar.
Pero en mi jardin hay un árbol viejo que está triste.
Ha llegado la primavera pero no se acuerda de anotar nada en sus hojas. En su copa hay
escasamente un pequeño velo de hojas y en ellas sólo veo escritas unas pocas palabras.
Le veo rebuscar en su interior buscando entre los anillos. Entonces, se pone a releer viejos
pergaminos para que le cuenten cómo le fue, quien es, qué hacer. Pero está desorientado, porque
cada vez tiene menos fuerza para mirar hacia dentro y los pergaminos andan medio revueltos.
Ha llegado el verano. La sombra con todos sus pensamientos es tan pequeña…
Me apoyo en su grueso tronco y miro con tristeza sus hojas. Leo sus palabras, escasas, tan
simples y sencillas, tan divagadas. ¡Cuanto añoro la sombra de antaño!
Pero sigo ahí, sentada bajo su escasa sombra, porque es y sigue siendo mi árbol preferido. El árbol
que yo más quiero. Y aunque las notas son escasas, las releemos juntos y yo le añado palabras allí
donde faltan.
Sé que me escucha y que mientras yo esté sentada bajo su sombra leyendo, mantengo vivo su
pensamiento, mantengo viva su memoria.
Así que soy yo quien ahora rebusca en su interior. Cojo algun pergamino de antaño, y le leo lo que
en él hay escrito. Y es entonces cuando noto como mueve algunas de sus ramas, como si
intentara anotar todavía algún nuevo pensamiento. Quién sabe…quizás anotar la alegría de
recuperar aquella la memoria que ya creía perdida.
A medida que transcurre el otoño, con cariño le ayudo a plegar las notas y a hacer el pergamino.
Le ayudo a guardarlo para que su tronco continue estando lleno de pergaminos que lleven su
nombre y también el mío escrito…
Llega el invierno pero mi querido árbol no quiere ir a dormir. Se siente agitado y tiene el sueño
ligero. Cojo su pergamino preferido y se lo leo. Y con sólo escuchar las primeras palabras se siente
un poco más tranquilo y concilia el sueño. Pero aguardo a su lado, velando su sueño.
Y en los momentos más duros del invierno, protejo su tronco desnudo de la fuerte lluvia y de las
nevadas.
Abono el suelo para prepararlo para cuando llegue el momento de volver a despertar y la lluvia de
abril viene en marzo, apresurada, para regalarle sus primeras gotas de dulce amor primaveral.
Y veo feliz como el Sol sale expresamente de entre las Nubes para ayudarme a templarle porque
aún siente mucho frío, mientras el Arco Iris ilumina el cielo de colores para alegrarle el despertar.
Mi querido árbol logra con esfuerzo hacer brotar algunas pocas ramas verdes y hacer nacer
algunas pequeñas hojas, pero ya no anota nada. Ahora soy yo quien escribe en sus hojas y quien
seleccionarà las historias para guardar en el pergamino de este otoño.
Y veo que mi árbol logra con esfuerzo hacer brotar algunas ramas verdes. Pero tiene la mirada
perdida, hacia lo alto,y con dificultad me responde cuando le hablo, como si no oyera.
Ayer le encontré otra vez embelesado, mirando hacia arriba. Y al mirar yo también descubrí unos
pájaros que han querido hacer nido en sus desprotegidas ramas para ayudarle a hacer sombra. ¡Y
me pareció verle sonreir! Parecía agradecido…como quien escucha melódicos trinos que alegran
la mañana.
Es otra vez verano pero mi querido árbol ha perdido su sombra. Y aunque ya no sabe quien soy,
me siento a su lado, allí donde un día me regaló su espléndida umbría. Ahora soy yo quien escribo
por él todas sus notas para poder releerlas juntos como cada verano, para luego recogerlas en el
pergamino de este otoño…
Y cuando llegue el frío construiré un invernadero para que continúe sintiendo la calidez de su
hogar. Y allí, sentada, apoyada en su tronco, le releerlé una y otra vez su pergamino preferido. Y
ajenos a la tormenta, pasaremos horas y horas inmersos en extraordinarias historias vividas juntos
mientras, a través de los cristales, veamos caer grandes gotas de lluvia.
Y cuando acabe la tormenta y llegue la calma, me quedarán sus preciados papiros y el eterno
orgullo de haber gozado de su espléndida umbría.
Fin
Dedicatoria:
‘El árbol que perdió su sombra’ relata de forma metafórica la evolución de la enfermedad de
Alzheimer y nos acerca a los sentimientos que la envuelven. Hojas de árbol donde se anotan
historias cotidianas, la sombra donde a partir de ellas se construyen los pensamientos y
pergaminos de papel que guardan nuestras memorias. Este cuento de oyakudachi (
www.oyakudachi.eu ) forma parte de un libro más completo que incluye una versión adaptada de
la canción ‘Sombras’ del cantautor Tony Sender compuesta para participar en el Festival de
Benidorm y que desvela los sentimientos atrapados en el silencio de un enfermo de Alzheimer así
como recomendaciones para saber envejecer, mantener la mente activa y una guía sobre los
primeros signos de la enfermedad de Alzheimer. ‘El árbol que perdió su sombra’ está dedicado a
todos los árboles que pierden su sombra y, en especial, a mis queridos tíos Rafael Adrián y Rosi
Pastor que siempre nos regalaron pergaminos llenos de bondad y felicidad. Es una obra de con
motivo del ‘I Encuentro Internacional de Neurociencia Aplicada’ y a beneficiencia de una labor
extraordinaria, un sueño hecho realidad gracias al carisma y la fe del Padre Antonio y todas sus
abejitas: La Fundación Canaria para el Alzheimer Santa Leonor y Santa Rita.
El estanque de Biescas. Escritores de cuentos infantiles española. Cuentos de nutrición.
Había una vez, en el mundo de las letras, un sitio dividido en dos partes por un ‘río’.
En uno de los lados vivía la familia i. Fabricaban palabras y cosas que contenían la i. Todas las is
eran muy delgadas y finas, pero nunca notaban su excesiva delgadez porque todas las is eran
iguales y cuando se miraban en el río su silueta deformada les parecía la de una persona gorda.
Así que comían muy poquito, muy poquito. Cada vez estaban más delgadas. A pesar de ello, su
imagen en el río aparecía siempre deformada. Así que la delgadez de las is fue haciéndose tan
extrema que algunas, cuando se doblaban para ponerse los zapatos, se rompían por la mitad. Las
is siempre tenían mucho frío y se cansaban tanto cuando caminaban que tenían que descansar en
la cama para recuperar las fuerzas perdidas.
En el otro lado del río vivía la familia o. Fabricaban palabras y cosas que contenían la o. Todas las
os eran redondas, orondas y muy gordotas. Pero nunca notaban su excesiva gordura porque todas
las os eran iguales y cuando se miraban en el río su silueta deformada les parecía la de una
persona esbelta. Así que seguían comiendo y comiendo sin preocuparse por su gordura. Las os
eran tan orondas que les costaba verse los pies y no alcanzaban a ponerse los zapatos. Las os
siempre tenían mucho calor. Como se cansaban mucho al caminar, rodaban dando volteretas y
tenían que pasar la mayor parte del tiempo sentadas.
Pero un día de otoño sopló mucho viento y un ráfaga de aire se llevó volando a una i que paseaba
cerca del río, como si fuera una pluma y otra una ráfaga de aire cruzado se llevó a una o como un
globo suelto a merced del aire.
La i y la o aterrizaron en una pequeña isleta deshabitada que había en medio del río.
-¡Dios mío! ¡Esta vocal está enferma! exclamaron las dos a la vez, horrorizadas al verse
mutuamente.
Como la corriente del río era muy intensa, las vocales no podían regresar a casa y tuvieron que
quedarse en la isla hasta que volviera a soplar el viento. La i era tan delgada y la o tan gorda, que
formaban una extraña pareja. ¡Eran tan diferentes!
Un día, caminando aburridamente por la isla descubrieron un pequeño estanque de agua
cristalina. Se acercaron a él y por primera vez la quietud y claridad de sus aguas, cual espejo, les
permitió ver cómo eran sus siluetas de verdad.
Mientras esperaban la llegada de nuevas ráfagas de viento, la i y la o tuvieron que convivir juntas
y ayudarse mutuamente.
Los calores de la o ayudaron a la i a sobrevivir durante el frío invierno. Y el frío de la i ayudó a la o
a pasar el caluroso verano.
Poco a poco, la i empezó a comer un poco más, aprendió a saborear el placer de la comida y
dobló su tamaño en dos. A su vez, la o aprendió a comer alimentos más saludables y redujo su
tamaño a la mitad.
Cuando por fin volvió otra vez el otoño con sus fuertes ráfagas de viento, la o y la i comprendieron
que era hora de separarse y regresar a casa. Así que se hicieron una promesa y se despidieron
con un gran abrazo. Luego se acercaron a cada lado de la isla esperando a que una ráfaga las
devolviera de regreso a casa.
Cuando llegaron, sus familias les estaban esperando ansiosas.
Pero cuando las vieron encontraron que su apariencia era un poco extraña. No parecían las
mismas…
La o había perdido una mitad, mientras que la i se había duplicado.
Pero la o y la i recordaron su promesa así que cada una en su lado del río… cavó un hoyo profundo
ante la extrañeza de todos.
Cuando llegaron las lluvias de invierno, los dos hoyos se llenaron de agua… y formaron dos
estanques. Entonces la i y la o llamaron a todos los miembros de su familia y les hicieron
acercarse a los estanques para verse reflejados en ellos.
Horrorizados por lo que vieron, la familia de la o y la familia de la i comprendieron que su imagen
no era la que ellos siempre tuvieron de si mismos.
Así que la i enseñó lo aprendido y su familia empezó a comer un poco más, mientras que la o
enseñó a la suya a escoger alimentos más saludables.
Con la llegada de la primavera, la familia de la o y de la i estaban transformadas y convertidas en
nuevas siluetas: una media ‘o’ que según rodara hacia un lado u otro llamaban ‘a’ o ‘e’, y una
doble ‘i’ que llamaron ‘u’. Y siguiendo sus oficios, la familia de la o construyó palabras ý cosas que
contenían la o, la a y la e, mientras que la familia de la i construyó palabras y cosas que contenían
la i y la u.
Al llegar el otoño, de un lado del río las os, as y es, y por el otro las us y las is se acercaron a la
orilla del río esperando que el viento las llevara a la isla para reencontrarse otra vez. Después del
abrazo de reencuentro, las dos amigas y sus hermanas trabajaron juntas para construir una cosa
que contenía las nuevas vocales. Y una vez acabaron la construcción, las vocales utilizaron el
‘puente’ para pasar de un sitio al otro del ‘río’ y poder conocer a las dos familias.
Y desde entonces, los dos lados del río están conectados y las vocales van y vienen. Así que las
palabras y las cosas son como son, pueden contener todas las vocales!.
Las 5 vocales nos recuerdan que:
A. El agua es la bebida más saludable y hay que tomar 2-3 raciones de lácticos al día.
E. El pan, los cereales, el arroz y la pasta son la base de nuestra nutrición.
I. Es muy importante comer 5 raciones de frutas, verduras u hortalizas al día.
O. También 2-3 raciones de pescado, carne, aves o legumbres.
U. Y claro está: ¡Grasas, aceites y dulces cuanto menos mejor!.
Este cuento está dedicado a todas las os y todas las is que aún se miran en el río, para que estas
palabras de este cuento sean las primeras gotas que llenen su estanque. El escenario de este
cuento existe de verdad y es un pueblo llamado ‘Biescas’ en el Valle del Tena del bello pirineo
aragonés. www.oyakudachi.eu
Crecer sin máscaras. Escritores Argentinos. Cuentos educativos.
En la tribu de los Wiza, para que los jóvenes fueran considerados adultos,
debían ir al lugar sagrado donde se reunían los miembros del Consejo de ancianos de la co-
munidad y responder, delante de ellos, algunas preguntas.
Entre otras, habitualmente preguntaban por qué querían crecer. Las respuestas más comunes
eran: para ir de caza, para tomar decisiones propias o para participar en los grupos de trabajo que
llevan adelante la vida de la tribu.
Al finalizar la conversación, los ancianos presentaban una opción para que el joven manifestara su
elección frente al planteo.
–Si para crecer tuvieras que dejar alguno de estos tres elementos, ¿cuál dejarías?
En ese momento, el jefe mostraba un arco, un cinto con un cuchillo y un juguete de la infancia; los
jóvenes sabían que, obviamente, para pasar esa prueba tenían que decir que abandonaban en
juguete de la infancia.
Sin embargo, cierta vez, le tocó el turno de presentarse delante del Consejo a Uru-chi. Sí, la
expresión justa es que «le tocó», porque había cumplido la edad, pero na-die creía que fuera
capaz de pasar las pruebas. Uruchi andaba siempre corriendo de un lado para otro, con las manos
y los pies llenos de barro ya que le gustaba jugar con el agua y la tierra. Era bastante atolondrado
y acostumbraba a pasar, corriendo como un tornado, entre las carpas tirando lo que encontraba a
su paso. Pero nada de esto impedía que Uruchi fuera muy querido. Tenía la virtud de hacer reír al
más tris-te y, a su lado, todos se sentían bien.
Muchos lo invitaban a comer a su casa porque alegraba la comida con sus cuentos y sus bromas.
Sin embargo, hasta sus familiares creían que todavía no le había llegado la madurez para hacer la
prueba.
Cuando le mostraron el arco, el cinto y el juguete, Uruchi se quedó mirándolos. Lue-go, tomó el
juguete en sus manos. Era su juguete preferido, un pequeño oso de ma-dera tallado por su abuelo.
Acariciando el osito con sus manos, pensó: –¿Quién se habrá atrevido a sacarme es-te juguete de
mi cuarto?
Mientras Uruci permanecía pensativo, uno de los ancianos tomó la palabra y dijo:
–Muy bien, felicitaciones. Vemos que estás preparado y dispuesto a dejar el juguete. Muchos
creíamos que no lo podrías hacer.
Pero, para sorpresa de los adultos, Uruchi, poniendo un tono de voz realmente serio, que nadie
creía que fuera capaz de utilizar, dijo:
–No pienso dejar mi oso, por eso lo agarré.
Se hizo un gran silencio, y las miradas se dirigieron al jefe.
Éste se paró y se acercó hacia Uruchi que, en silencio y mirándolo a los ojos, apreta-ba al oso
contra su pecho.
–Algún día –dijo el jefe con voz clara y poderosa– llegarás a ser un gran jefe. Cuan-do quieras y
puedas, te espero para que te sientes a mi lado en el Consejo.
–Gracias –fue la única respuesta de Uruchi. Luego se dio la vuelta y salió corriendo para dejar al
oso en la repisa de su habitación.
Los adultos miraban asombradísimos la escena, sin poder comprender qué había ocurrido. El jefe
reconoció sus expresiones y les explicó.
–Han pasado muchos años desde que hacemos esta prueba, y jamás un joven se atrevió a darnos
esta respuesta. El arco y el cuchillo son elementos que se pueden reemplazar por otros. Lo que
nunca debemos dejar atrás es lo que somos y los que fuimos. Uruchi no tuvo miedo de decir la
verdad y reconoció el tesoro más grande para poder crecer bien: aquello que recibió en su infancia
y sus recuerdos. Para al-canzar la plenitud de la madurez, en nuestro corazón siempre debe haber
algo del niño que fuimos.
Fin