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147 DANIEL 10: UNA INTERPRETACIÓN TEOLÓGICA DESDE UNA PERSPECTIVA APOCALÍPTICA (publicado en “Como el resplandor del firmamento: Festschrift a los Dres. David Gullón y Humberto Treiyer”. Págs. 147-162. Libertador San Martín, Argentina: Editorial UAP, 2012) Dr. Raúl Quiroga INTRODUCCIÓN Desde el punto de vista de la literatura apocalíptica, Daniel, como libro, ha sido considerado tradicionalmente como uno de sus más destacados exponentes. 1 Pero ese enfoque ha modificado la consideración de Daniel como el autor de su propio libro y la datación del mismo en el s. VI a.C. En consecuencia, la interpretación y la significación teológica de su mensaje profético han sido sensiblemente desviadas de su tradicional comprensión profético-histórica. 2 En su lugar, la consideración de asuntos literarios, políticos, sociológicos, antropológicos y religiosos han orientado la agenda interpretativa de Daniel. 3 En este artículo presentaré una interpretación teológica de Daniel 10 sobre la base de un modelo profético-histórico del libro y breves consideraciones acerca de la literatura apocalíptica. MODELO HISTÓRICO-PROFÉTICO DE INTERPRETACIÓN En primer lugar, presento el binomio profecía-historia como paradigma interpretativo de la profecía bíblica. Me refiero a la profecía tal como se la presenta en las Escrituras, un adelanto que Dios hace del 1 Paul D. Hanson, “Apocalypses and Apocalypticism”, en Anchor Bible Dictionary (ed. David N. Freedman; New York: Doubleday, 1992), 1:280-282. 2 Edwin M. Yamauchi resume los principales argumentos de la posición historicista que considera a Daniel como el autor del libro en el s. VI a.C. y de las posiciones preterista y futurista que proponen el s. II a.C. como fecha de la redacción final del libro sin que por ello acepten al profeta Daniel como autor del libro que lleva su nombre [Edwin M. Yamauchi, Hermeneutical Issues in the Book of Daniel, Journal of the Evangelical Theological Society 23.1 (1980): 13-21]. En propuestas como la de Thomas W. Overholt se concluye que las profecías como tal no superan la intención de haber sido compuestas como piezas literarias propias de un determinado ambiente sociocultural [Thomas W. Overholt, “Prophecy in History: The Social Reality of Intermediation”, Journal for the Study of the Old Testament 48 (1990): 3-29]. 3 Un ejemplo de un tratamiento desde la agenda política es el artículo de John Goldingay, The Stories in Daniel: A Narrative Politics, Journal for the Study of the Old Testament 37 (1987): 99- 116. Otro desde la óptica antropológica es el de Robert R. Wilson, “From Prophecy to Apocalyptic: Shape of Israelite Religion”, Semeia 21 (1981): 79-95.

Daniel 10 Interpretación Teológica - Raúl Quiroga

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DANIEL 10: UNA INTERPRETACIÓN TEOLÓGICA DESDE UNA PERSPECTIVA APOCALÍPTICA

(publicado en “Como el resplandor del firmamento: Festschrift a los Dres. David Gullón y Humberto Treiyer”. Págs. 147-162. Libertador San Martín, Argentina: Editorial UAP, 2012)

Dr. Raúl Quiroga

INTRODUCCIÓN

Desde el punto de vista de la literatura apocalíptica, Daniel, como libro, ha sido considerado tradicionalmente como uno de sus más destacados exponentes.1 Pero ese enfoque ha modificado la consideración de Daniel como el autor de su propio libro y la datación del mismo en el s. VI a.C. En consecuencia, la interpretación y la significación teológica de su mensaje profético han sido sensiblemente desviadas de su tradicional comprensión profético-histórica.2 En su lugar, la consideración de asuntos literarios, políticos, sociológicos, antropológicos y religiosos han orientado la agenda interpretativa de Daniel.3 En este artículo presentaré una interpretación teológica de Daniel 10 sobre la base de un modelo profético-histórico del libro y breves consideraciones acerca de la literatura apocalíptica.

MODELO HISTÓRICO-PROFÉTICO DE INTERPRETACIÓN

En primer lugar, presento el binomio profecía-historia como paradigma interpretativo de la profecía bíblica. Me refiero a la profecía tal como se la presenta en las Escrituras, un adelanto que Dios hace del

1 Paul D. Hanson, “Apocalypses and Apocalypticism”, en Anchor Bible Dictionary (ed. David N.

Freedman; New York: Doubleday, 1992), 1:280-282. 2 Edwin M. Yamauchi resume los principales argumentos de la posición historicista que

considera a Daniel como el autor del libro en el s. VI a.C. y de las posiciones preterista y futurista que proponen el s. II a.C. como fecha de la redacción final del libro sin que por ello acepten al profeta Daniel como autor del libro que lleva su nombre [Edwin M. Yamauchi, “Hermeneutical Issues in the Book of Daniel”, Journal of the Evangelical Theological Society 23.1 (1980): 13-21]. En propuestas como la de Thomas W. Overholt se concluye que las profecías como tal no superan la intención de haber sido compuestas como piezas literarias propias de un determinado ambiente sociocultural [Thomas W. Overholt, “Prophecy in History: The Social Reality of Intermediation”, Journal for the Study of the Old Testament 48 (1990): 3-29].

3 Un ejemplo de un tratamiento desde la agenda política es el artículo de John Goldingay, “The Stories in Daniel: A Narrative Politics”, Journal for the Study of the Old Testament 37 (1987): 99-116. Otro desde la óptica antropológica es el de Robert R. Wilson, “From Prophecy to Apocalyptic: Shape of Israelite Religion”, Semeia 21 (1981): 79-95.

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acontecimiento histórico inmediato o mediato, y a la historia como el evento predicho en la profecía. Por medio de este modelo intento destacar el hecho de que la profecía siempre es anterior al acontecimiento histórico que la misma puntualiza. La fórmula vaticinia ante eventu corrobora esta afirmación. Esta fórmula tuteló durante siglos la interpretación profético-histórica clásica en la que el cumplimiento histórico siempre fue posterior al vaticinio mismo. Esta fue la comprensión clásica de la profecía tanto en la tradición judía como en la cristiana.1 Por otra parte, la declaración vaticinia ex eventu la niega.2 Esta fórmula surge como un nuevo modelo de interpretación profética dentro del paradigma del Método Histórico Crítico.

El libro de Daniel fue uno de los ejemplos tradicionales que ilustró la estrecha relación temporal, espacial y sustantiva entre profecía e historia. Temporal porque la profecía se cumpliría en un tiempo o época determinado por el anticipo profético. Espacial porque ocuparía una zona geográfica determinada. Sustantiva porque involucraría sujeto/s específico/s en el tiempo y el espacio restringidos y determinados por el anuncio profético. Este es el lenguaje del apóstol Pedro (1P 1:10, 11). En términos generales, Daniel 1-6 representaría la parte histórica o cumplimiento parcial de la profecía anunciada en los caps. 7-12. Sería el cumplimiento de la profecía, el mecanismo profético-histórico que el Apocalipsis denominará “el espíritu de la profecía”, es decir, “el testimonio de Jesucristo” (Ap 19:10). En breve, parece que no hay diferencia en la cosmovisión bíblica entre profecía e historia, una es el anticipo y la otra el cumplimiento. Por ejemplo, Josué, Jueces, 1 y 2 Samuel, que por naturaleza parecen ser libros históricos, en el canon hebreo son considerados como proféticos,3 como cumplimiento de una profecía. De hecho. Josué insiste en que él cumplió la profecía de Moisés (Jos 21:45).

1 Reimar Vetne, “A Definition and Short History of Historicism as a Method for Interpreting

Daniel and Revelation”, Journal of the Adventist Theological Society 14.2 (2003): 9-14. Antes, Yamauchi, “Hermeneutical Issues in the Book of Daniel”, 13-21.

2 Gleason L. Archer presenta una serie de argumentos lingüísticos, históricos y arqueológicos que sustentan la posición profético-histórica y refutan la postura crítica [Gleason L. Archer, “Modern Rationalism and the Book of Daniel”, Bibliotheca Sacra 136.542 (1979): 129-147]. Véase también Arthur J. Ferch, “The Book of Daniel and the Maccabean Thesis”, Andrews University Seminary Studies 21.2 (1983): 129-141.

3 James A. Sanders, “Canon. Hebrew Bible”, en Anchor Bible Dictionary (ed. David N. Freedman; New York: Doubleday, 1992), 1:840.

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En cuanto a la fecha de composición de Daniel, la tesis macabea obliga a leerlo, especialmente los relatos introductorios, con el trasfondo histórico del siglo II a.C.1 Indudablemente, permanece la discusión de si el libro debiera interpretarse en el marco histórico del siglo VI a.C. propio de los relatos de la corte presentados en los capítulos 1-6 lo que considero viable por diferentes razones ya discutidas.2 Por ejemplo, algunos intérpretes preteristas afirman que los capítulos 7-12, eminentemente apocalípticos, al igual que los relatos de la corte (caps. 1-6), debieran ser estudiados en el contexto del conflicto judío con Antíoco Epífanes.3 Por mi parte, debido a argumentos lingüísticos, arqueológicos e históricos, prefiero considerar a Daniel como autor del libro que lleva su nombre y datar su obra en el siglo VI a.C. de acuerdo a la inclusión de sucesos, descripciones y personas en su relato.4

Algunos lingüistas insisten en que el arameo de Daniel pertenece al siglo II a.C.5 Pero su lenguaje puede ser clasificado, obviando la extensa discusión al respecto, como arameo oficial del período persa llamado también “imperial”, idioma registrado en papiros e inscripciones persas.6 Además hay numerosos manuscritos de Daniel en Qumrán anteriores a las traducciones griegas del mismo en la LXX. El arameo utilizado por el profeta tiene características lingüísticas que lo asemejan al arameo oficial del siglo VI a.C. ya que un alto porcentaje del vocabulario está atestiguado en esa época.7

1 Philip R. Davies, “Eschatology in the Book of Daniel”, Journal for the Study of the Old Testament

17 (1980): 35. 2 John J. Collins, “Apocalyptic Genre and Mythic Allusions in Daniel”, Journal for the Study of the

Old Testament 21 (1981): 87. 3 Davies, “Eschatology in the Book of Daniel”, 36. 4 Arthur J. Ferch, “Authorship, Theology and Purpose of Daniel”, en Symposium on Daniel (ed.

Frank B. Holbrook; Washington D. C.: Biblical Research Institute, 1986), 2:20 y Gerhard F. Hasel, “Establishing a Date for the Book of Daniel: Linguistic Issues Relating to Foreign Names and Words,” en Symposium on Daniel (ed. Frank B. Holbrook; Washington D.C.: Biblical Research Institute, 1986), 2: 84-144.

5 Edwin M. Yamauchi, “The Archaeological Background of Daniel: Archaeological Backgrounds of the Exilic and Postexilic Era, Part 1, Bibliotheca Sacra 137.535 (1980): 10.

6 Peter W. Couxon, “Syntax of the Aramaic of Daniel: A Dialectal Study”, Hebrew Union College

Annual 48 (1977): 120-122 y Hasel, “Establishing a Date for the Book of Daniel”, 2:127-28. 7 Robert I. Vasholz, “Qumran and the Dating of Daniel”, Journal of the Evangelical Theological

Society 21.4 (1978): 315, 316, 321.

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Las profecías de Daniel con respecto a la caída de Babilonia en los capítulos 2 y 7, el anticipo en el capítulo 8 de la llegada de los medos y persas a Babilonia y de los griegos posteriormente, son anuncios proféticos que anteceden en años y aun en siglos a los eventos que mencionan. Una interpretación profético-histórica de la profecía permite mantener intacto el paradigma profecía-historia y justamente en ese orden pues la profecía siempre antecede al evento histórico predicho. El libro de Daniel ha sido el libro profético por excelencia para sustentar, sino derivar, la secuencia interpretativa profecía-historia presente en los esquemas proféticos contenidos en el mismo libro de Daniel, en Mateo 24, 2 Tesalonicenses 2 y Apocalipsis. Por lo tanto, Daniel es el punto de partida de este paradigma interpretativo al afirmar que el autor del libro fue el mismo profeta Daniel descripto en su relato quien viviera en la corte babilónica en el siglo VI a.C. A continuación describiré en forma breve la naturaleza de la profecía apocalíptica y el contenido escatológico de lo que Daniel parece ser parte.

DEFINICIÓN Y CARACTERÍSTICAS DE LA LITERATURA APOCALÍPTICA

La opinión general de los estudiosos de la profecía apocalíptica concuerda con que la misma está llena de imágenes del ámbito celestial, por ejemplo, oscuridad y luz (Am 5:20), sol y luna (Joel 2:10, 31; 3:15), relámpagos (Ez 1:13,14); también del ámbito terrestre, terremoto y fuego (Ez 38:10), lluvia (Os 6:3), sequía (Dt 28:22); del mundo animal (Dn 7 y 8), del ámbito socio-político (Dn 2).1 También la mención de sangre (Is 26:21; Zac 9:7), batallas (Is 27:4; Zac 10:5), guerra (Dn 7:21; 9:26), humo (Joel 2:30) puede ser evidencia de profecía apocalíptica. Incluso una confrontación bélica entre el bien y el mal, la presencia de mensajeros celestiales (Dn 9:21), personajes malvados (Zac 3:1, 2) o misericordiosos, uso del lenguaje, el templo, el palacio, asuntos cotidianos, los muertos, en resumen, un lenguaje simbólico-mítico. La profecía apocalíptica suele hacer gala especialmente de símbolos con la consecuente revelación de secretos o misterios especiales (Dn 8:17).2 Los autores apocalípticos no

1 Véanse unas descripciones de este género profético en Ricardo Pietrantonio, Cuadernos de

Teología 14.1 (1995): 47-63 y Richard D. Patterson, “Wonders in the Heavens and on the Earth: Apocalyptic Imagery in the Old Testament”, Journal of the Evangelical Theological Society 43.3 (2000): 388-389.

2 Russell, The Method and the Message of Jewish Apocalyptic, 106, 122.

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dejan de lado una interpretación de la historia1 pero utilizan un tipo de lenguaje mítico, atrapante, para generar en sus lectores esperanza por un mundo de justicia y armonía que Dios instaurará en el futuro. Todo en el marco de una serie de temas recurrentes referidos a una tierra nueva, una nueva creación, una lucha entre el bien y el mal, una guerra espiritual, el anticristo, etc.2 El Apocalipsis de Juan y otros pasajes del Nuevo Testamento se los considera también como literatura apocalíptica.3 En general, este tipo de profecía presenta una visión extra-humana del mundo, la historia y la existencia.4

Por su parte, Daniel es calificado como un libro apocalíptico porque comparte el espectro de imágenes propias de la literatura apocalíptica.5 En él se mencionan números simbólicos, seres celestiales, bestias feroces, el triunfo de Dios y de su pueblo sobre los poderes del mal. En definitiva hay toda una cosmovisión universal de la relación de Dios con su pueblo como guerrero y redentor.6 Y todos estos fenómenos se dan con relación a la humanidad entera y no sólo con su pueblo. Además, en el capítulo 7, se presenta una semblanza visible de Dios, un concilio o corte divina, el Hijo del Hombre, un juicio celestial, el mar, la tierra y una persecución feroz contra el pueblo de Dios; en el capítulo 8, un diálogo entre seres celestiales, imágenes del santuario. En especial, en los capítulos 2, 7, 8, 9, 11, se relaciona la profecía con acontecimientos históricos de una manera única, no hecha anteriormente por ningún profeta. Ubica los acontecimientos predichos en un orden cronológico prolongado en el tiempo, sucesivos, consecutivos y que se hacen

1 G. I. Davies, “Apocalyptic and Historiography”, Journal for the Study of the Old Testament 5

(1978): 15-28. 2 Adela Yarbro Collins, “Apocalyptic Themes in Biblical Literature”, Interpretation 53.2 (1999):

117-118. 3 Ibíd., 120 y J. Christiaan Beker, “The Challenge of Paul's Apocalyptic Gospel for the Church

Today”, Journal of Religious Thought 40.1 (1983): 9-15. También hay estudios que detectan lenguaje apocalíptico en la Mišnah, en la Tosefta y en los rollos de Qumrán [J. Anthony Saldarini, “The Uses of Apocalyptic in the Mishnah and Tosepta”, Catholical Biblical Quarterly 39.3 (1977): 396-409; Philip R. Davies, “Dualism and Eschatology in the Qumran War Scroll”, Vetus Testamentum 28.1 (1978): 28-36 y Philip R. Davies, “Eschatology at Qumran”, Journal of Biblical Literature 104.1 (1985): 39-55].

4 Walter Schmithals, The Apocalyptic Movement (New York: Abingdon, 1975), 29. 5 Collins, “Apocalyptic Genre and Mythic Allusions in Daniel”, 88; Stephen H. Travis, “The

Value of Apocalyptic”, Tyndale Bulletin 30 (1979): 54. 6 Patterson, “Wonders on the Heaven and on the Earth”, 397, 400.

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evidentes a medida que la historia se desarrolla.1 En resumen, la profecía de Daniel es eminentemente apocalíptica y, dada su antigüedad, pionera y única en su género profético-histórico.

Dentro del ámbito de la profecía apocalíptica hay actualmente en los intérpretes una tendencia de hacer una distinción formal entre profecía y literatura apocalíptica. Parece que esta diferencia proviene de un trasfondo crítico-histórico. Se argumenta que la profecía está relacionada con el poderío político pre-exílico de Israel, el poder de su monarquía y del clero, mientras que la literatura apocalíptica nace como un nuevo movimiento en Israel después del exilio en la que se percibe una visión pesimista del mundo y se vislumbra la intervención divina sobre todos los que atentan contra Israel.2

Otros hacen una diferencia desde el punto de vista del canon. Los profetas canónicos reciben auténticos mensajes de Yhwh mientras que la literatura judía apocalíptica apócrifa se la considera como una burda imitación de los profetas canónicos.3 Un contraste más incluye un elemento de condicionalidad en la profecía mientras que en la apocalíptica, como en el caso de Daniel, el cumplimiento final del anuncio profético no depende únicamente de la decisión del pueblo sino de Dios.4 En este caso, la autoridad divina es suprema.5

1 Jon Paulien enumera las características de la profecía apocalíptica e incluye fracciones largas

de tiempo como una de sus características [Jon Paulien, “The End of Historicism? Reflections on the Adventist Approach to Biblical Apocalyptic-Part One”, Andrews University Seminary Studies 14.2 (2003): 28]; Travis desanima a los que pretenden poner fechas a los acontecimientos históricos basándose en el libro de Daniel (Travis, “The Value of Apocalyptic”, 74).

2 Paul D. Hanson, “Old Testament Apocalyptic Reexamined”, Interpretation 25 (1971): 469 y D. S. Russell, The Method and the Message of Jewish Apocalyptic (Westminster: Philadelphia, 1964), 77.

3 Vavter argumenta que la apocalíptica es la heredera de la profecía bíblica [Bruce Vavter, “Apocalyptic: Its Relation to Prophecy”, Catholic Biblical Quarterly 22:1 (1960): 34, 44].

4 John P. Milton, Prophecy Interpreted (Minneapolis: Augsburgh Publishing House, 1960), 68. Véase también William G. Johnsson, “Conditionality in Biblical Prophecy with Particular Reference to Apocaliptic”, en The Seventy Weeks, Leviticus, and the Nature of Prophecy (Daniel and Revelation Committee Series; Washington D.C.: Biblical Research Institute, 1986), 3:286.

5 John J. Collins, “Apocalypses and Apocalypticism: Early Jewish Apocalypticism”, en The

Anchor Bible Dictionary (ed. David N. Freedman; New York: Doubleday, 1992), 1:283.

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También, aparte de la profecía canónica y de la literatura apocalíptica, puede discutirse de “escatología” como el contenido de ambas.1 La etimología de esta palabra es “lo relacionado a las últimas cosas”.2 Pero, más específicamente, el uso del término en la teología bíblica señala más que nada el cumplimiento final del propósito de Dios para con su pueblo en la historia.3 Por ejemplo, la frase 》י《 〕י」י÷]“”, “en los postreros días” o “días venideros”, suele ser una clara indicación de contenido escatológico. Rastreando este enunciado a lo largo del Antiguo Testamento, puede encontrarse vestigios de escatología no sólo en los profetas sino también en el Pentateuco.4 Por ejemplo, se encuentra en Génesis 49:1 cuando Jacob dice a sus hijos “Juntaos y os declararé lo que os ha de acontecer en los días venideros”. Presento a continuación todas las veces que se usa esta expresión en el Antiguo Testamento.

Texto Sujeto Objeto

Génesis 49:1 Jacob Sus hijos Números 24:14;

Deuteronomio 4:30; 31:29 Moisés Israel

Isaías 2:2 Yhwh Pueblo de Dios Jeremías 23:20 Profeta - Yhwh Israel Jeremías 30:24 Yhwh Pueblo de Dios Jeremías 48:47 Yhwh Moab Jeremías 49:39 Yhwh Elam Ezequiel 38:16 Yhwh Gog Daniel 10:14 Yhwh Israel

Oseas 3:5 Yhwh Los hijos de Israel Miqueas 4:1 Yhwh El monte de la casa de Yhwh

La escatología reúne los conceptos que muestran cómo Dios conduce la historia en una dirección y hacia un fin determinado.5 Por esto, 1 Esta distinción fue analizada, descrita y reseñada desde un punto de vista hermenéutico y

teológico por Leslie C. Allen, “Some Prophetic Antecedents of Apocalyptic Eschatology and their Hermeneutical Value”, Ex Auditu 6 (1990): 15-28.

2 Término utilizado por primera vez por Philipp Henrich Friedlieb en su obra Dogmática para referirse a las últimas cosas, muerte, juicio, fin del mundo, etc. Véase Steven Paulson, “The Place of Eschatology in Modern Theology”, Lutheran Quarterly, 12.3 (1998) 327.

3 David L. Petersen, “Eschatology: Old Testament”, en The Anchor Bible Dictionary (ed. David N. Freedman; New York: Doubleday, 1992), 2:579.

4 Collins, “Apocalyptic Themes in Biblical Literature”, 118, 119. 5 Davies, “Eschatology in the Book of Daniel”, 39.

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considero que hay escatología en todo el libro de Daniel y no sólo en los capítulos 7-12. Las visiones apocalípticas de 7-12 no pueden sostenerse por sí mismas en este libro sin los relatos de la corte de 1-6.1 Los capítulos 1-6 y las dos secciones se mantienen indisolublemente unidos especialmente por la trama del capítulo 2. La escatología propia del libro termina siendo su motivación principal. El mensaje apunta a dejar en claro que Dios dirigió a su pueblo en la antigüedad, que lo dirige en ese tiempo en particular y que lo seguirá haciendo mientras dure la historia. Todo en medio de circunstancias que atentan definidamente contra la dirección divina. Es evidente que, a lo largo de los capítulos, se registran la lucha, los conflictos y los acuerdos entre el Rey de los cielos y los reyes de la tierra (Nabucodonosor, Belsasar, Darío, Ciro, Cambises y el rey de Grecia).

Se sostiene que la escatología de Daniel no es profética porque se piensa que el libro fue redactado en la época helénica y, en consecuencia, no puede ser más que una revisión de la historia ya transcurrida.2 Sin duda, esta aseveración genera la fórmula vaticinia ex eventu y niega que dicha profecía pueda ser escatológica que anticipa eventos y anuncia de antemano los acontecimientos venideros. Se la clasifica, por tanto, como literatura apocalíptica del siglo II a.C.3 Esta afirmación condiciona la interpretación de Daniel anulando su característica profética vaticinia ante eventu.

En otro orden, todavía no se ha demostrado que Daniel haya tomado prestado su contenido apocalíptico de la literatura ugarítica de su tiempo.4 Se nota que los profetas apocalípticos como Zacarías y Joel han incluido imágenes del Éxodo lo que no hace Daniel. Esta particularidad literaria quizá se deba a la elección de un estilo determinado por causa del entorno no judío del profeta. Es evidente, por la naturaleza de su profecía, que sus lectores no serían exclusivamente judíos y prefirió utilizar una nomenclatura extra-bíblica más acorde con su entorno cultural. La semejanza de estilo que se percibe con esa literatura puede ser una evidencia adicional para datar a Daniel en el s. VI a.C.

1 Ibíd., 34, 37. 2 Ibíd., 42. 3 Ibíd., 39. 4 Patterson, “Wonders in the Heavens and on the Earth”, 399, 400.

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En resumen, el libro de Daniel puede ser considerado como una profecía por cuanto es revelación de Yhwh al igual que los mensajes de los profetas clásicos: “pero hay un Dios en los cielos que revela los misterios” (Dn 2:28). Es apocalíptico porque comparte cualidades relacionadas con asuntos locales. Es escatológico porque su contenido trasciende su época y alcanza tiempos futuros, muy distantes del momento histórico de Daniel (Dn 10:14). Pero por ser apocalíptico en su género, no es tardío en su composición. Por el contrario, Daniel apunta a ser más bien el génesis de la literatura apocalíptica.

CONSIDERACIONES EXEGÉTICAS DE DANIEL 10

Una mirada general al capítulo permite detectar elementos de profecía apocalíptica. Se puede observar la aparición de un ser celestial, “un varón vestido de lino” cuyo cuerpo parecía de metal precioso, su rostro como un relámpago, su mirada como antorcha de fuego y el sonido de su voz como el estruendo de una multitud (vv. 5, 6). El profeta desfallece y cae en un profundo sueño, un fenómeno físico extraño (vv. 8, 9). Después, una mano lo toca, lo levanta y recobra sus fuerzas (v. 10). Una voz no identificada le habla (v. 11). Un príncipe terrenal se opone y otro celestial, Miguel, ayuda al que habla sin identificarse por nombre (v. 13). Esta voz le dice a Daniel que ha venido para hacerle saber lo que ocurrirá con “tu pueblo en los postreros días” (v. 14). Uno con semejanza de hombre toca a Daniel dos veces para que recupere sus fuerzas (vv. 16, 18). En resumen, es una visión apocalíptica con evidentes elementos escatológicos.

Puede notarse que, a punto de cerrarse las revelaciones de Daniel, el tipo de visión apocalíptica deriva en la aparición de seres celestiales y personajes humanos. En los últimos tres capítulos que pertenecen a un todo, no se presentan bestias de ninguna clase,1 por el contrario, hay una actividad intensa de parte de los seres celestiales. Las circunstancias históricas que se vivían en ese momento con relación al cautiverio babilónico del pueblo de Dios y su regreso a Judá justifican el estilo de este capítulo.

De acuerdo a Jeremías 25:11 y a Daniel 9:2, los 70 años de cautiverio habían terminado si el tercer año de Ciro mencionado en 10:1 era el 535 1 Norman W. Porteous, Daniel (The Old Testament Library; Philadelphia: Westminster, 1962),

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a.C.1. Esto si se fecha el comienzo del cautiverio babilonio en 605 a.C. con la primera invasión de Nabucodonosor a Jerusalén (Dn 1:1).2 Daniel estaba afligido (10:2, 3) por todo lo que implicaba el cumplimiento de ese acontecimiento. De acuerdo a Esdras 1:1-4, el decreto para el regreso se había emitido y para la fecha de Daniel 10 los primeros contingentes habían llegado a Jerusalén y seguramente ya habían reedificado el altar (Esd 3:3).

En este capítulo, se percibe que Daniel está confiado porque ha entendido la “visión”, 〔“÷「, la parte de la “visión,” 」〕[], que lo perturbaba y explicada posteriormente por Gabriel (8:1, 27; 9:23; 10:1). Daniel ya aceptó que se le ha revelado un cautiverio para su pueblo más extenso que el cautiverio babilonio que acaba de terminar y que llega hasta el tiempo del fin (8:1-27). Daniel ha entendido que las revelaciones que ha recibido superan su época y abarcan un tiempo mucho más extenso.

Pero “el pueblo de la tierra intimidó al pueblo de Judá” (Esd 4:4, 5) y los lugareños sobornaron a los consejeros de Ciro para que detuvieran la obra. Es probable que esta angustiosa situación para los que regresaron haya motivado el prolongado ayuno de Daniel (10:2, 3). Por esta situación, se argumenta que ÷= no es el príncipe de Persia, Cambises, sino un ser demoníaco, un espíritu nacional patrón de Persia, lo que parece poco probable.3 Por otra parte, se sostiene que ÷= representa a Cambises, el rey de Babilonia y príncipe de Persia candidato a la corona de Persia. Se aporta evidencia histórica de la actitud contraria de Cambises hacia los cultos foráneos lo que puede explicar la preocupación de Daniel y el diálogo del ángel.4 Es probable que Cambises haya

1 William H. Shea, “Wrestling with the Prince of Persia: A Study on Daniel 10”, Andrews

University Seminary Studies 21.3 (1983): 225-232. 2 Leon Wood, A Commentary on Daniel (Grand Rapids, Mich.: Zondervan, 1975), 28. Sobre

Daniel 10:1 no hay necesidad de aclarar que está en armonía con 1:1. No quiere decir que el capítulo 1 expresa hasta el año primero y el capítulo 10 hasta el año tercero. Daniel 1:1 aclara que su ministerio profético abarcó hasta la caída de Babilonia y la llegada predicha de Medo-Persia en 2:37-39. Véase John F. Walvoord, Daniel: The Key to Prophetic Revelation (Chicago: Moody Press, 1973), 238.

3 David E. Stevens, “Daniel 10 and the Notion of Territorial Spirits”, Bibliotheca Sacra 157.628 (2000): 415-418.

4 Shea, “Wrestling with the Prince of Persia: A Study on Daniel 10”, 236, 237.

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apoyado a los adversarios de los judíos que regresaron del cautiverio y contribuido a complicar su recuperación de la tierra.

En cuanto al tiempo del ayuno de Daniel expresado en , י《ׁ”עי《 י」“las semanas de días” (10:2, 3), están identificadas en contraste con las semanas de días simbólicas del capítulo 9. Es una aclaración oportuna a pesar de lo obvio de la duración del ayuno por tres semanas literales. Hay una diferencia sustancial entre las semanas de días y las semanas de años del capítulo 9.

La nueva angustia de Daniel descrita en este capítulo es central para interpretar esta sección. Es evidente que el profeta no puede armonizar las 2.300 tardes y mañanas/años de 8:14 y el período tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo de 7:25 y 12:7 con los 70 años de cautiverio (Jer 25:11). La falta de comprensión de estos períodos largos le causa una innegable confusión. El profeta mismo testifica que no puede entender la relación de estos períodos extensos de tiempo con el cautiverio de 70 años que acaba de terminar (8:15-27; 9:20-27 y 12:8). Su declaración optimista de 10:1, ”〕」־〕(” י≠“÷ , “comprendió la palabra”, puede referirse a una orden emitida por Ciro de permitir el regreso de los cautivos. En Daniel 9:25, la orden de restaurar y edificar a Jerusalén es ”)÷ , “palabra” u “orden”1 y, aunque no haya un registro de este término para referirse a la decisión de Ciro, bien pudo Daniel haberse referido a ese decreto en 10:1. Como ejemplo, en Ester 1:13, 17, 18, 19, ”)÷ , se refiere a un decreto del rey. Tanto el contexto histórico de Daniel y como el de Ester corresponde al período de los persas. Por tanto, este término hebreo, bien puede significar “decreto”, “orden real”, “una bula”. Su preocupación no cesa y ayuna porque sabe de las intrigas de los samaritanos y de la mala disposición de Cambises con respecto de los cultos extranjeros. Pero en medio de esa angustia hay una aparición extraordinaria de seres celestiales para fortalecer al profeta y darle la seguridad de que Dios no lo abandona. La calma sobreviene porque por haber entendido los tiempos de Dios aunque la angustia permanece por los que regresan del cautiverio. En primer lugar aparece la expresión

un varón vestido de lino” (10:5-9). Este es un“ , י《”( ׁ〔”》 (־“[“י=personaje lleno de características apocalípticas que transforma esta sección en una perícopa de ese tipo. 1 Francis Brown, S. R. Driver, y Charles A. Briggs, The Brown-Driver-Briggs Hebrew and English

Lexicon (Oxford: Clarendon Press, 1907), 182, entrada 2002.

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Este varón vestido de lino puede ser una alusión a los sacerdotes del santuario que ya comenzaban a ministrar en el altar restaurado.1 Quizá este personaje esté presentándose como el sumo sacerdote que continuará sus acciones en la iglesia cristiana, de acuerdo a sus características similares de Apocalipsis 1 una vez que se termine el tiempo de gracia para Israel, es decir, las 70 semanas predichas en 9:24.2 También este varón vestido de lino tiene una similitud en su vestimenta con el varón de Ezequiel 9 (vv. 2, 3, 11; 10:2, 6, 7). Pero la actividad de uno y otro es totalmente diferente. Mientras el varón de Daniel es pacífico, el de Ezequiel provoca una destrucción o una obra de juicio. Tal vez el contraste implica que las cualidades diferentes deben considerarse unidas en el varón apocalíptico de Daniel 10. Hay paz para los que regresan a reedificar el templo y juicio para los que se oponen. El sonido del habla de este varón suena como trueno y sus palabras no son registradas (v. 9) al igual que el de Apocalipsis (Ap 1:15).

Después Daniel es animado y fortalecido por alguien que parece ser el ángel que siempre lo acompaña en sus visiones (vv. 10-15). Ese mismo mensajero celestial anónimo continua el diálogo con el profeta hasta el final del capítulo (vv. 19-21). Después se le aparece un personaje celestial (vv. 16-18) con semejanza humana: ,pero, he aquí“ , 《”』י “( ≠〔〕』〕 〈(」〔uno con semejanza de hijo de hombre” (v. 16) que no dialoga con Gabriel y que sólo se limita a tocarlo dos veces (vv. 16-18) para fortalecerlo. La expresión que introduce esta declaración 〔『〔〕, “pero he aquí”, implica que Daniel ve a alguien que no había visto hasta ahora de esa manera, como “hijo de hombre” porque este capítulo parece usar siempre 〔『〔〕 para introducir a los nuevos personajes: al varón vestido de lino (v. 5), a Miguel (v. 10), al príncipe de Grecia (v. 13) y ahora al que tiene semejanza de hombre. Pero el personaje celestial de 10:10-15; 19-21 no puede ser otro sino Gabriel de acuerdo a 8:15-18; 9:21-23, textos en los que es mencionado por nombre y se lo muestra haciendo

1 Marvin A. Sweeney supone un origen sacerdotal (fuente P) para el libro. Esta afirmación

contradice la autoría de Daniel pero sugiere un ambiente cultual con relación al santuario y al oficio sumo sacerdotal. Véase Marvin A. Sweeney, “The End of Eschatology in Daniel? Theological and Socio-Political Ramifications of the Changing Contexts of Interpretation”, Biblical Interpretation 9.2 (2001): 139.

2 De hecho se ha advertido una influencia de esta visión de Daniel en textos como el de Apocalipsis 1. Véase Christopher Rowland, “A Man Clothed in Linen: Daniel 10:6ff and Jewish Angelology”, Journal for the Study of the New Testament 24 (1985): 99-110.

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exactamente todo lo mismo que el personaje del capítulo 10, por ejemplo (1) es enviado, (2) le habla, (3) explica la visión, (4) asombra, (5) hace desfallecer, (6) toca al profeta, (7) utiliza la frase muy“ , ≠־[」(〔=“יamado”, (8) lo consuela y lo fortalece. El otro personaje, por su parte, no dialoga con Daniel, no se presenta por nombre y sus palabras son de tal carácter que hacen desfallecer a Daniel.

El ser celestial diferente de Gabriel que se menciona apareciendo a Daniel con forma divina (vv. 5-9), después con forma humana (vv. 16-18), no es otro sino Miguel (“quién es como Dios” o “igual a Dios”), es Dios mismo, actuando a favor de Daniel y de su pueblo (10:13, 20, 21). Este ser divino-humano apoya la tarea logística de Gabriel en el trono de Persia a favor de los que regresan del cautiverio, la angustiosa preocupación de Daniel.

Este Miguel es mencionado como y“ , 』י《=÷י《 〕÷“=〔〕』〕 」י〈“》 “[( 〕he aquí, Miguel, uno de los principales príncipes”. El término שר, “príncipe”, es el mismo usado en Josué 5:14,15 para referirse al

〕÷־צ”“־י〕〔= , “príncipe del ejército de Yhwh”. Este Miguel de Daniel puede ser el mismo ser divino que se le apareció a Josué antes de tomar posesión de la tierra de Canaán. De la misma forma que en la conquista de Canaán, antes de que los cautivos regresen a la tierra de Canaán, el príncipe del ejército de Yhwh interviene para ayudar a su pueblo. En resumen, el varón vestido de lino, con evidentes características celestiales pero también con semejanza humana, es Miguel. Los personajes que dialogan son Daniel y Gabriel. Miguel es el que ayuda a Gabriel en el conflicto de intereses que enfrenta en la corte del rey de Persia con relación al regreso de los cautivos.

Se presenta en la siguiente tabla un esquema de la estructura de Daniel 10 en base a la aparición de los dos seres celestiales mencionados en este capítulo. Se intenta destacar que el uso de la expresión והנה marca la aparición de los personajes celestiales.

vv. 5-9 Énfasis en

características divinas Ser divino-

humano Miguel 〔『〔〕 (v. 5)

vv. 11-15; 19-21

Actividades y características

semejantes a las de Gabriel 〔『〔〕

(vv. 10, 13, 20)

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Gabriel

vv. 16-18 Énfasis en

características humanas Ser humano-divino Miguel

〔『〔〕 (v. 16)

Se destacan en el primer personaje (vv. 5-9) características divinas. Éste es Miguel según los versículos 13 y 21 y que en los versos 16-18 se le acentúan cualidades humanas de acuerdo a la expresión כמראה־גבר (v. 18). El otro personaje es definidamente angélico y debe ser Gabriel, el acompañante profético de Daniel, de acuerdo a lo expresado antes. La tabla siguiente ayuda a definir la identidad de los personajes de acuerdo a la participación en el diálogo y al tipo de expresiones.

Expresión Ser divino-humano

(Miguel) Gabriel

Hablar No habla. Habla

(8:18; 9:22; 10:11, 15, 19).

“Muy amado” No pronuncia esta

expresión. Usa esa expresión (9:23; 10:11, 19).

“No temas” No menciona esta

expresión. Emplea esta expresión

(10:12, 19).

Verbo “entender”

No hace entender. La menciona

(8:5, 16, 17, 27; 9:2, 22, 23; 10:1, 11, 12, 14).

- 〈」÷“〕־)”÷“semejanza de

hombre”

Tiene “semejanza de hombre” (8:15; 10:18).

No se le aplica.

》)“ 〔“÷「〉 - “semejanza de

hombre”

Tiene “semejanza de hombre” (10:16).

No se le aplica.

En conclusión, a través del esquema apocalíptico se le asegura al anciano profeta Daniel que la historia continúa bajo el control divino. Los años pasaron, los reinos se sucedieron pero Dios sigue siendo, como Daniel mismo había dicho a Nabucodonosor, el que “quita reyes y pone reyes” (Dn 2:24). La historia sigue por el cauce que Yhwh dispone. La escatología funciona como lo anuncia y determina la profecía. La apocalíptica hace su trabajo didáctico y la profecía sigue siendo lo más certero en el derrotero humano. La profecía es la historia anticipada y la historia es la profecía cumplida. La profecía se adelanta a la historia y la historia testifica de la autenticidad de la profecía. Es el “testimonio de

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Jesucristo”, “el espíritu de la profecía”, su espíritu, su vida, su garantía de veracidad.

Daniel necesita tiempo para poder entender. Pero el profeta ya es anciano y Dios le pide que tenga paciencia y se retire tranquilamente (Dn 12:9). La historia dará testimonio de la veracidad de la profecía independientemente de la comprensión del profeta, en definitiva, el resultado primordial de la profecía apocalíptica y de la trascendencia de la escatología. El siervo de Eliseo no pudo ver la escena invisible sobre los montes de Samaria sin la intervención del profeta (2R 6:16, 17). Actualmente, gracias a la profecía de Daniel, se descorre el velo del mundo invisible y se contempla a Dios y sus ángeles interviniendo a favor de su pueblo aun en las cortes más sofisticadas y poderosas de nuestra civilización. Dios conduce la historia.

RESUMEN Y CONCLUSIONES FINALES

La interpretación histórica de la profecía permite salvaguardar el modelo profecía-historia. Por eso, es necesario mantener ese orden cronológico, profecía-historia puesto que la profecía anticipa la historia. Como el libro de Daniel ha sido el libro profético por excelencia para sustentar, sino derivar, la secuencia interpretativa profecía-historia, es necesario sostener que Daniel es el punto de partida de este paradigma interpretativo y que el autor del libro fue el mismo profeta Daniel descrito en su relato que viviera en la corte babilónica en el siglo VI a.C.

El libro de Daniel debiera ser considerado como una profecía por cuanto es revelación de Yhwh al igual que los mensajes de los profetas clásicos. Es parte del género apocalíptico porque comparte cualidades literarias relacionadas con asuntos de su época. La profecía de Daniel es además escatológica porque su mensaje universal trasciende su época y señala los tiempos venideros, resalta la conducción divina de la historia y mantiene intacta la promesa de liberación final del pueblo de Dios tanto del pecado como de la muerte. Pero por ser apocalíptico en su género no es tardío en su composición. Por el contrario, al fechar el libro en el siglo VI a.C., apunta a ser más bien el génesis de la literatura apocalíptica y escatológica. El libro de Daniel es para los que vivirán en el tiempo del fin y no sólo para los que viven en los días de Daniel. Al final, la historia dará testimonio de la veracidad de la profecía independientemente de la comprensión del profeta. El conocimiento gradual de la profecía a través

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el tiempo es una de las características de la profecía que une en sí misma aspectos apocalípticos y escatológicos. Hoy, gracias a la profecía de Daniel, se descorre el velo del mundo invisible y se puede percibir a Dios y sus ángeles interviniendo a favor de su pueblo y conduciéndolo hacia su glorioso destino final prometido a Daniel.