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DE LA IDEOLOGÍA A LA CULTURA: SUBALTERNIZACIÓN Y MONTAJE. YO EL SUPREMO COMO LIBRO DE HISTORIA John Kraniauskas (Birkbeck College, London) Desde mi punto de vista, entre las tres formas de hibridez enfocadas por Néstor García Canclini en su libro Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad (1989) -empírica, conceptual y teórica 1 - la más productiva es la práctica de hibridización conceptual. ¿Qué pasa, por ejemplo, cuando traemos a mutua interpenetración y transformación a las reflexiones de Angel Rama sobre la ‘representatividad’ de la literatura latinoamericana en su historia transculturadad, y las teorizaciones de Josefina Ludmer sobre la codificación del cuerpo y la voz (“gaucho”) en la poesía gauchesca en un contexto post-colonial de guerra? Mi respuesta esquemática es que se vislumbra algo así como le emergencia de la forma estatal (no representativa) dentro de lo literario, es decir su organización y operacionalidad política. 2 Asumida como programa crítico, incluso, la hibridización conceptual es una opción especialmente interesante, primero, como respuesta a la reacción paranoíca y disciplinaria a los efectos de los estudios culturales (por ejemplo, en la historia) y, segundo, para resistir la codificación desradicalizada de éstos - especialmente en el proceso de su 1

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DE LA IDEOLOGÍA A LA CULTURA: SUBALTERNIZACIÓN Y MONTAJE. YO EL SUPREMO COMO LIBRO DE HISTORIA John Kraniauskas

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De ideologa a cultura: subalternidad y montaje. Yo el Supremo como libro de historia

DE LA IDEOLOGA A LA CULTURA: SUBALTERNIZACIN Y MONTAJE. YO EL SUPREMO COMO LIBRO DE HISTORIAJohn Kraniauskas

(Birkbeck College, London)

Desde mi punto de vista, entre las tres formas de hibridez enfocadas por Nstor Garca Canclini en su libro Culturas hbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad(1989) -emprica, conceptual y terica- la ms productiva es la prctica de hibridizacin conceptual. Qu pasa, por ejemplo, cuando traemos a mutua interpenetracin y transformacin a las reflexiones de Angel Rama sobre la representatividad de la literatura latinoamericana en su historia transculturadad, y las teorizaciones de Josefina Ludmer sobre la codificacin del cuerpo y la voz (gaucho) en la poesa gauchesca en un contexto post-colonial de guerra? Mi respuesta esquemtica es que se vislumbra algo as como le emergencia de la forma estatal (no representativa) dentro de lo literario, es decir su organizacin y operacionalidad poltica. Asumida como programa crtico, incluso, la hibridizacin conceptual es una opcin especialmente interesante, primero, como respuesta a la reaccin paranoca y disciplinaria a los efectos de los estudios culturales (por ejemplo, en la historia) y, segundo, para resistir la codificacin desradicalizada de stos - especialmente en el proceso de su exportacin-importacin a Amrica Latina desde los EE.UU. En estas breves notas quisiera reflexionar sobre el efecto de hacer dialogar crticamente a textos y conceptualizaciones de escritores con propsitos muy diferentes: el clsico ensayo de Fredric Jameson sobre el postmodernismo (que, entre otras cosas, traza algunas de las condiciones de existencia mediticas de los estudios culturales) y a Yo el Supremo (1974), la extraordinaria novela de Augusto Roa Bastos (una posible versin literaria en Amrica Latina, a mi modo de ver, de la Dialectica de la Ilustracin de Adorno y Horkheimer) en que se dramatiza la imediata mitificacin de la emergente racionalidad poltica moderna en la regin. Pero, lo que se vislumbra especificamente en esta mutua iluminacin, me parece, es el problema de la historia en la poca de su reproductabilidad tcnica, es decir, la cinematizacin de la historia. Este ensayo, entonces, funciona - desigualmente - a tres niveles: como trabajo conceptual, crtica literaria e historia cultural; y trata, por un lado, de la forma cultural de la ideologa y su significacin para la historia y, por otro, de la presencia de la forma estatal en la literatura.

1. DE LA IDEOLOGA...

Es claro que la historia, la narracin y la memoria son temas centrales para ambos escritores. Para Jameson, en la postmodernidad que teoriza, delimitan el lugar de una prdida ideolgica; mientras que para Roa Bastos, en el texto que nos ocupa aqu, conforman ms bien el lugar de una recuperacin pedaggico-poltico por parte del estado (dictador) y del escritor (compilador). En Postmodernism, or The Cultural Logic of Late Capitalism (1984) Jameson actualiza dos dimensiones de su trabajo crtico previo: en primer lugar, su concepcin de la ideologa y, en segundo, su visin del poder cultural y epistemolgico de lo literario. Esta doble actualizacin se lleva a cabo incorporando el imagen tecnologizado de una sociedad en que, como dice citando a Guy Debord, the image has become the final form of commodity reification (66). Si la ideologa en Jameson siempre ha sido pensado de manera predominantemente clsica - es decir, Lukacsiana - como reificacin, ahora se reconfigura el olvido social que tal proceso significa como espectculo y simulacro (lo que el dictador en Yo el Supremo llama entretn-y-miento).

Esta transformacin cultural de lo ideolgico tiene efectos literarios. En Marxism and Form (1971) escriba de manera pesimista que ...works of culture come to us as signs in an all but forgotten code, as symptoms of diseases no longer even recognized as such..., para imediatamente responder, ahora de manera optimista desde el punto de vista literario, que [i]t therefore falls to literary criticism to continue to compare the inside and the outside, existence and history, to continue to pass judgement on the abstract quality of life in the present, and to keep alive the idea of a concrete future. May it prove equal to the task! (416) Y as termina el libro. Me parece que uno de los principales mensajes de Jameson en su trabajo ms reciente es que en una sociedad en que la ideologa es simulacro y espectculo, y el simulacro y espectculo son ideologa, la crtica literaria tradicionalmente concebida - es decir, antes del nuevo objeto intermedial llamado texto- no ha podido, y no puede ya, tener esa funcin crtica. La letra-sin-imgen tcnica (lo literario) ya no puede descifrar la ideologa-imagen para re-encontrar a la historia y compararlo con la existencia. En su propio lenguaje periodizante: en Marxism and Form Jameson estaba ofreciendo soluciones modernistas a problemas postmodernistas. En este sentido, los trabajos menos conocidos de Jameson sobre el cine y la ciencia ficcion ahora se nos presentan - y esto es confirmado de sobra en su reciente artculo Culture and Finance Capital (1998) - como trabajos de revisin, desde la cual se puede elucidar el nuevo terreno cultural de la experiencia de la abstraccin social del tardo-capitalismo: la ideologa-imagen de una formacin social que se podra llamar cinematizado.

Con el postmodernismo segn Jameson, entonces, la historia como experiencia y conocimiento desaparece por detrs de la pantalla mercanca-simulacro en un proceso de ideologizacin. No es, claro, que el cine en s produzca tal proceso, pero que, como aparato cultural, lo provee de modelos, gramtica y medio (que ahora, por ejemplo, facilitan la imbricacin de las tecnologas televisivas y computacionales). Como para Walter Benjamin, la experiencia del cine en Jameson es doble, y en cierta manera, contradictoria: por un lado, es una experiencia fsica y corporeal, donde es sedimentado como memoria sensual; y por el otro, reprime la memoria a travs de la anaestetizacin - cuya lgica es la adiccin y shock, como observa Susan Buck-Morss. Jameson escribe de la crisis de la historicidad en que la lgica de la mercanca (ideologa) experimentado en su nueva forma cultural ocupa tendencialmente la totalidad de lo real. Se discute el fenmeno en varios niveles, incluso literario, pero Jameson no recurre a la reflexin historiogrfica misma. En su discusin de la novela histrica, concretamente la obra de E.L Doctorow por ejemplo, Jameson insiste en que la reificacin ha producido un corto-circuito en la representacin de un pasado histrico que - y esto es crucial - was once itself a present; y lo que ha usurpado el lugar del pasado que se experimenta como presente es, ms bien, un efecto de confinement anti-interpretativo dentro de versiones y estereotipos del pasado - un pop history - o, como en El fiscal (1993) de Roa Bastos, un melanclico simulacro-sin-fin. El resultado, en fin, y esto me parece la parte menos clara del ensayo de Jameson, es que la tradicional dialectica narrativa en la novela histrica between what we already know por lecturas historiogrficas instutucionales, and what... is then seen to be concretely in the pages of the novel desaparece por efecto reificador. El conocimiento del pasado se ha visto reemplazado por el reciclaje de doxa, y lo nuevo atrapado por el return of the repressed. (69-71)

2. ...A LA CULTURA:

Como el Estado contra el cual narra, la escritura de Augusto Roa Bastos se nutre de los muertos y de las historias. El Paraguay de Hijo de hombre (1960) y Contravida (1994) es un camposanto. Pero es, creo, especialmente en Yo el Supremo donde es posible encontrar algo de la reflexin historiogrfica a la que no recurre Jameson en su duelo por la historia en tiempos postmodernos. La novela de Roa Bastos trabaja precisamente - y en varios niveles - el terreno de la novela histrica: la dialectica entre los saberes historiogrficos recibidos y el presente de la re-presentacin literaria del pasado. Por ejemplo, escrito entre aproximadamente 1968 y 1973, y publicada en 1974 en Buenos Aires en medio de conflictos polticos definidos por una dictadura militar en crisis, por un lado, y la lucha por la liberacin nacional de la izquierda Peronista, por el otro, Yo el Supremo dramatiza el conflicto entre las grandes narrativas historiogrficas liberales y revisionistas del Ro de la Plata; tambin - y esto es fundamental - examina una de las condiciones de existencia ms importantes de la historia como prctica de escritura en la regin: el archivo postcolonial (sobre la cual se montan y se legimitan las instituciones y versiones historiogrficas). Y an ms, de estos dramas y investigaciones ms o menos ficticias, fabrica narraciones de eventos reales... es decir, hace historia.

Entre las diferencias obvias que separan las obras de Jameson y Roa Bastos, es importante subrayar una que me parece fundamental: si el primero piensa la dimensin histrica de la cultura contempornea con relacin a la lgica de la mercanca (-cinematizado), el segundo lo piensa con relacin a la razn del Estado (tambin, como veremos abajo, cinematizado). En este sentido, Yo el Supremo se nos presenta como mirada retrospectiva sobre la problemtica poltico-cultural de la literatura latinoamericana trazodo por Rama y Ludmer - la forma estatal (aqui la dictadura revolucionaria) dentro de lo literario y su actualizacin final. Y es que el paradigma de la novela histrica europea de Walter Scott - fundado en el heroe mediocre de la sociedad civil (invencin ms o menos tarda en Amrica Latina) - no ha funcionado de la misma manera en la regin donde la cultura del capitalismo (la modernidad) ha sido sobredeterminada por la sociedad poltica. Como lo ha mostrado Julio Ramos, por ejemplo, la autonoma y dependencia literaria-artsticos se han establecido hasta recientemente, por eso, en relacin con lo poltico y no con el mercado (la mercanca). En Amrica Latina, entonces, uno podra aventurar la hiptesis, a partir de Yo el Supremo, de que la novela histrica latinoamericana ha sido fundada sobre un hroe no tan mediocre de la sociedad poltica: el dictador como encarnacin de forma de estado. As, el texto teatraliza algo que est presente, pero no articulado, en otra hibridizacin - la ms importante: la terica - del libro de Garca Canclini, la que se refiere a los efectos obliquos de la heterogeneidad temporal: la primaca de lo poltico en la consolidacin de la modernidad latinoamericana en hacerse cargo de la interseccin de diferentes temporalidades socio-culturales (71); en otras palabras, la centralidad de los aparatos estatales - especialmente el militar - para las clases gobernantes para imponer el tiempo del capital (desarrollo).

En la obra de Roa Bastos el terreno de la ideologa y de la cultura es, por lo tanto, la poltica como esfera de accin estatal. Por eso se podra sugerir, quizas, que la concepcin de ideologa que Yo el Supremo retoma viene de la tradicin poltica republicana - evocable en las condiciones de desarrollo desigual y combinado de la modernidad Latinoamericana - en que la ley intenta reterritorializar a la mercanca; y que, en cuanto a su teorizacin, es ms Althusseriana que Lukacsiana (y ms Rousseauiana que Lockiana). La historia (dictada) funciona en Yo el Supremo como cultura poltica e ideologa estatal. No es cuestin solamente, por eso, de la interpelacin de nuevos sujetos - antes coloniales y ahora nacionales - como en la formulacin de Althusser, pero de su re-formacin: Roa Bastos trabaja y reflexiona sobre ese lugar en que la ideologa se encarna en la prctica social como cultura. En el texto, la historia se dicta como pedagoga patria para producir los cuadros-cuidadanos de los emergentes aparatos estatales segn la regla de Hegel en su Filosofa de la historia de que no hay Revolucin sin Reforma (453). Y los burgueses liberales y porteistas que resisten, sufren el punto final del famoso pluma-fusil en posesin de El Supremo - antes de que se lo regala, en nuevos tiempos polticos, a la montonera Mara de los ngeles - para poner fin a sus parrafadas (es decir, sus historias) bajo el naranjo.

3. SUBALTERNIZACIN...

En su resea Yo el Supremo: el discurso del poder, publicada en la revista Los Libros a finales de 1974, Beatriz Sarlo articula una crtica muy importante de la novela de Roa Bastos:

[E]s construido sobre un monlogo sin fin - donde se funden el discurso del poder absoluto y el de la locura, el de la omnipotencia y el de la enfermedad y la muerte - cuyas nicas interrupciones son las interpolaciones, menores respecto al total, que funcionan como comentario - literario, no histrico se entiende - de la palabra del Supremo... slo el Supremo tiene la palabra y por tanto es la palabra del Supremo que constituye la novela; por otro lado, la historia del Paraguay son 30 aos de historia del Supremo: el resto son amanuenses, copistas, hombres convertidos en piedras, muertos, prisioneros invisibles, comparsas-ecos del poder, enemigos-ecos del poder: en suma, nada... Escritura y poder estn unidos por una relacin de subordinacin: quien tiene el poder suele tener la escritura. La ambigedad e inversin de esta relacin supone, en la base, la inversin idealista de las relaciones reales. Algo de ello sucede en la novela de Roa Bastos: de all su unilateralidad - registrada antes a partir del punto de vista nico -, de all tambin la ausencia de aquellos que, por no tener escritura, por no poder dictar ni escribir, ni recopilar, tampoco parecieran tener historia y de hecho quedan fuera del texto del Supremo, citados pero nunca presentes. (25)

Volver a la cuestin del idealismo semitico en el ltimo apartado de este ensayo. Es claro, sin embargo, que la lectura de Sarlo confirma algunas de las caractersticas de la historia patria y estatal que se lee en Yo el Supremo y que se ha descrito arriba. Pero lo que ella articula como crtica es, en mi lectura, parte de los dramas relacionados de la subalternidad y el vanguardismo intelectual pensados y presentados en el texto mismo. A saber: el discurso - la historia - nico del Estado - de El Supremo - es el de la locura precisamente en cuanto es sntoma de la no presencia de lo representado en la representacin estatal del dictador revolucionario que re-forma. Lo que el dictador presenta como palabra plena y llena del pueblo es, en verdad, polticamente vaca; y es la denegacin dictatorial de tal situacin enunciativa que produce el monlogo sin fin, la locura.

El problema comienza por ser histrico en el sentido que le da, por ejemplo, Paul Ricouer:

Someone passed by here. The trace invites us to pursue it, to follow it back, if possible... We may loose the trail. It may even disappear or lead nowhere. The trace can be wiped out, for it is fragile and needs to be preserved intact; otherwise, the passage did occur but did not leave a trace, it simply happened ... Hence the trace indicates here (in space) and now (in the present), the past passage of living beings. It orients the hunt, the quest, the search, the inquiry. But this is what history is. To say that it is a knowledge by traces is to appeal, in the final analysis, to the significance of a passed past that nevertheless remains preserved in its vestiges. (120)

Sarlo no menciona la paradjica crtica a la historiografa y a la escritura en la novela, cuyo gesto ficcional fundador es la presentacin de un dictador que vuelve a comentar y a criticar a la historiografa - de tradicin liberal en la regin - de la cual ha sido objeto. As, Yo el Supremo no representa un pasado como si fuese un presente, en palabras de Jameson, para contradecir la historiografa institucionalizada; ms bien interfiere en su archivo y ficcionaliza sus mitos de manera crtica. Ahora el dictador es sujeto de la historiografa; y pasa crticamente por los testimonios almacenados en los archivos, burlndose de los testigos, y produciendo su alternativa nacional-popular. Su discurso, y su prctica, es el de una modernidad brbara: el dictador no escribe la historia, nos dice, la hace y la habla, la hace al hablar. Es decir, la dicta. Y aqu su crtica a la escritura en cuanto fundamento cultural del documento sobre el cual se ha alzado la historiografa cientfica y que la legitimiza. El pueblo que dice representar El Supremo no escribe, no deja las huellas ledas por la historiografa (post-colonial Argentino-Paraguayo, en primera - y no ltima - instancia), para la cual los campesinos han sido ms bien meros objetos de control y de una prosa en que, como dice Ranajit Guha, the sense of history [is] converted into an element of administrative concern. Son los voquibles. Por eso, la historia dictado del dictador representa polticamente en cuanto es voz. Pero, como dice Sarlo, es su voz el que habla y es su historia-dictada que se narra. El Supremo, transformndose en su propio comentarista, es atrapado por su otro fetichizado, el estado dictatorial. En Yo el Supremo, entonces, el drama de la subalternizacin historiogrfica liberal se reproduce en otro nivel de complejidad en su alternativa nacional-popular: una de las funciones principales de la historia patria - su funcin cultural - es precisamente formar el pueblo que el dictador dice representar. Desde esta perspectiva vanguardista, el pueblo que legitimiza su historia no puede existir - es una fantasa intelectual-estatal - por que la no existencia del pueblo es, de hecho, su razn de ser dictador de la historia patria. El poder del dictador se funda en su poder de interpretacin: El Supremo lee las huellas y los interpreta desde su punto de vista de responsabilidad republicana y estatal, para luego rearticularlos (dictarlas) como narracin de la nacin. Pero, como le acusa su perro revolucionario: Leste mal la voluntad del Comn y en consecuencia obraste mal... (454). El efecto gradual de lo que Sarlo llama el resto en el texto, por eso, es minar y parodiar - y as iluminar - el vaco que escamotea y esconde el significante pueblo en la voz del dictador. Lo que Yo el Supremo ilumina no es entonces, como en Jameson, el fetichismo de la mercanca, pero el fetichismo de estado.

4. ...Y MONTAJE.

La obra de Roa Bastos, casi en su totalidad, hace de la figura del intelectual tradicional un sujeto de experimentacin intensa: de Vera en Hijo de Hombre a Moral en El fiscal, pasando por el dictador en Yo el Supremo - paradjicamente, quizas el ms orgnico. Todos, hay que decirlo, mueren con el fracaso de sus sueos polticos de representar al pueblo. Sus historias han, sin embargo, producido mucha literatura. En Yo el Supremo hay otra figura intelectual, que tambin se encuentra ubicado en el terreno poltico, y es el Compilador, escritor y organizador de la novela. Su lugar de enunciacin privilegiado es la nota a pie de pgina, aunque a veces invade el texto principal y los discursos de El Supremo que, de todos modos, organiza. Pero su historia tambin es relatada, y es una historia de aparente no-poder, de no poder representar. El Compilador est ligado al dictador por una portapluma recuerdo que le perteneca, y que tambin posea poderes asombrosos de representacin: adems de escribir, proyectaba imgenes en colores y con sonido. Era una pluma cinematogrfica, y ahora est en posesin del Compilador. El problema es que ha perdido sus poderes de representacin, borrando palabras e imgenes al trazarlos. El Compilador no puede capturar los colores de la naturaleza, las voces del pueblo, su movimiento y msica. Sus palabras, ms bien, derraman tinta (hacen agua), cortan cabezas. La compilacin es, por eso, el lugar en que la industria - cinematogrfica - toca y atraviesa - y, en cierto sentido, arruina - la narrativa literaria e histrica .

Para m, lo ms interesante de esta figura de intelectual es que se retira del campo propiamente poltico y administrativo en que empieza para confinarse en la forma cultural: la palabra-imgen fisurada con que monta el texto. Esta es su poltica, la poltica de la autonoma artstico que aqu, paradjicamente, es la opcin ms poltica. No puede, como desea Sarlo, narrar otra historia, la de otra clase. Con la re-subalternizacin historiogrfica y poltica del pueblo por la historia estatal y populista de El Supremo, el Compilador desiste a la farsa de re-llenar o encarnar al significante vaciado. En su lugar practica el montaje en sus dos formas: primero, como en una gran fbrica socializa el texto, incluso el discurso del dictador, a travs de la intertextualidad y la intermedialidad, incluyendo textos, pequeas voces y grandes relatos, carnavalizaciones y transgresiones, imgenes, que marcan la presencia de diferentes historias y memorias sociales; y segundo, a travs de un uso de la fisura, el corte, una organizacin de los significantes en el texto que problematiza y traba el discurso narrativo y sintomtico del dictador, practica la negacin. En Yo el Supremo la autonomizacin literaria - la separacin de arma y letra - conlleva a la posibilidad de la des-subalternizacin, la autonoma del supuesto pueblo para hacer-y-escribir su propia historia (incluso, como si fuese un presente).

Como la mercanca de Jameson, el estado dictatorial y cinematizado de Roa Bastos tambin enmascara y hace desvanecer a la historia a travs de la re-subalternizacin nacional. Entre las respuestas ms conocidas a tal proceso postmoderno se encuentran, creo, el discurso de los espectros (asociado, por ejemplo, con la heterotica de Derrida), los intentos aporticos de exhibir y/o representar a lo abjecto y/o real (visibles en el debate entre Judith Butler y Slavoj Zizek), el discurso de la subalternidad (de Ranajit Guha a Gayatri Spivak), y sus varias combinaciones (el time lag de Homi Bhabha y el testimonio de Rigoberta Mench segn John Beverley). Roa Bastos, por su parte, responde a la ideologa-imagen estatal latinoamericano con la compilacin-montaje, con los restos de la pluma cinematogrfica que ahora des-escribe lo que narra, produciendo un montaje negativo que, al rechazar la representacin y narracin poltica por parte del compilador, invierte el idealismo semitico del que le acusa Beatriz Sarlo. Y, ms an, revela las huellas de memorias alternativas - es decir, la textualidad de otras historias posibles - en el seno de la ideologa.

Finalmente: en su discusin muy importante de la posible representacin historiogrfica del holocausto, Hayden White sugiere que el paradigma realista-positivista dominante no le es adecuado. Como alternativa, y basado en la discusin de Eric Auerbach de To the Lighthouse de Virginia Woolf, ofrece un posible paradigma ya vieja y modernista, pero que a mi modo de ver incluira las dimensiones formales de composicin - como saltos y dislocaciones espacio-temporales etc. - asociadas con el cine. Esta idea me parece generalizable y renovable: no es Yo el Supremo, quizas, el primer ejemplo radical de tal paradigma posible de narracin histrica - adecuado, tambin, a estos tiempos de la ideologa-imgen tcnica?

Bibliografa

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Paul Ricoeur, Time and Narrative, vol. 3, University of Chicago Press, Chicago, 1988

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Beatriz Sarlo, Yo el Supremo: el discurso del poder, Los Libros, 37, Sept.-Oct., 1974

. Estas formas de hibridez son, en verdad, diferentes niveles de abstraccin. La hibridez emprica refiere, por ejemplo, a las descripciones del autor de los nuevos paisajes culturales de las cuidades y a las nuevas comunidades e identidades - especialmente en la frontera entre Mxico y EE.UU - que son el resultado de su invencin renovada a traves de los nuevos medios de comunicacin; la hibridez conceptual refiere, no slo a lo que Garca Canclini llama una mirada transdisciplinaria, pero tambin al enfrentamiento/ dilogo conceptual; y la hibridez terica refiere al intento del autor de producir una versin terizada de las particularidades de la modernidad latinoamericana. Quisiera agradecer a Idelber Avelar, Horacio Legrs y Beatriz Sarlo por su ayuda en escribir este ensayo.

. Y viceversa: la organizacin y operacionalidad literaria de lo poltico. Vase Angel Rama, Transculturacin narrativa en Amrica Latina, Siglo Veintiuno Editores, Mexico, 1982 y Josefina Ludmer, El gnero gauchesco: un tratado sobre la patria, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1989.

. En Reinventing Cultural Studies: Remembering for the Best Version Richard Johnson dice que Cultural Studies has been a relatively successful project of academic transformation insofar as it has worked certain boundaries: boundaries between disciplines; boundaries between the academy and other sites, en Elizabeth Long (ed.), From Sociology to Cultural Studies: New Perspectives, Blackwell, Oxford, 1997, p. 462. Para el contexto estadunidense, vase Fredric Jameson, On Cultural Studies, Social Text, 14, 1993, pp. 17-52.

. Jameson y Lukacs ignoran la forma fantstica del fetichismo para privilegiar la cosificacin.

. Roland Barthes, From Work to Text (1971), Image-Music-Text, edicin y traduccin de Stephen Heath, Fontana/Collins, Glasgow, 1977, pp. 155-164 y John Mowitt, Text. The Genealogy of an Antidisciplinary Object, Duke University Press, Durham, 1992.

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. F. Jameson, Signatures of the Visible, Routledge, New York, 1990 y Susan Buck-Morss, Aesthetics and Anaesthetics: Walter Benjamins Artwork Essay Reconsidered, October, No. 62, Fall, 1992.

. En su libro Pensar la historia: modernidad, presente, progreso, Ediciones Paidos, Mxico, 1991, Jacques Le Goff dice, por ejemplo, que [e]l hecho mismo de archivar documentos ha sufrido una revolucin con los ordenadores..., y el discurso de la informacin fabricado por los nuevos medios encierra peligros cada vez mayores para la constitucin de la memoria, que es una de las bases de la historia, pp.11, 138.

. Vase mi Retorno, melancola y crisis de futuro: El fiscal de Augusto Roa Bastos en Josefina Ludmer (comp.), Las culturas de fin de siglo en Amrica Latina, Beatriz Viterbo Editora, Rosario, 1994, pp. 209-217.

. Por ejemplo, las figuras, y las escrituras, de Bartolom Mitre y Juan Bautista Alberdi son fundamentales en la novela.

. El compilador de la novela nos dice que el texto - los cuentos - del dictador se encuentra en un libro de comercio... de cuentas, libro tpico de la racionalidad burguesa. Pero este texto de inters privado (sociedad civil) es invisible, subordinado por el discurso estatal del dictador.

. Julio Ramos, Desencuentros de la modernidad en Amrica Latina, FCE, Mxico, 1989

. Sobre la novela histrica, vase el clsico libro de Georg Lkacs, The Historical Novel, Penguin, Harmondsworth, 1981. Y para una contextualizacin parcial latinoamericana: No Jitrik, De la historia a la escritura:predominios, disimetras, acuerdos en la novela histrica latinoamericana, en D. Balderston (ed.), The Historical Novel in Latin America. A Symposium, Ediciones Hispamrica, Gaithersburg, 1986.

. Vase mi Hybridity in a Transnational Frame: Latinamericanist and Postcolonial Perspectives on Cultural Studies in Avtar Brah & Annie E. Coombes (eds.), Hybridity and Its Discontents: Politics, Science, Culture, Routledge, London, 2000.

. Aunque, claro, Jameson ha tratado de combinar las dos versiones de crtica ideolgica. Vase su concepto de cognitive mapping en Postmodernism, or... y, ms recientemente, su Actually Existing Marxism, en Saree Makdisi, Cesare Casarino & Rebecca E. Karl (eds.), Marxism Beyond Marxism, Routledge, New York, 1996, pp. 14-54.

. Segn David Lloyd and Paul Thomas, the dominant tradition of cultural thought emphasizes the disposition of the subject rather than the qualities of the objects of aesthetic judgement. En su Culture and the State, Routledge, New York & London, 1998, p. 2.

. Esto no quiere decir que la novela de Roa Bastos es postmodernista, como las de E. L. Doctorow que comenta Jameson. Como sugiero arriba, el contexto de escritura de Yo el Supremo se caracteriza mejor, no por la reificacn de la historia, pero por su sobredetermincain por la mitificacin poltica y estatal.

. Ranajit Guha, Elementary Aspects of Peasant Insurgency in Colonial India, Oxford University Press, Delhi, 1983, p. 3.

. Hasta constituirse en pueblo que, en palabras de Etienne Balibar, produce[s] itself as national community...by virtue of which the people will appear, in everyones eyes as a people, that is, as the basis and origin of political power, el pueblo de El Supremo es solamente virtual o, ms bien, un deseo. Vase Etienne Balibar & Immanuel Wallerstein, Race, Nation, Class: Ambiguous Identities, Verso, London, 1991, p. 93-94.

. Desde los puntos de vista histrico y poltico, por ejemplo, la textualidad de Yo el Supremo evoca y cita, entre otros, la primera historia colonial multi-meditico de Bernardino Sahagn y sus informantes, Historia General de las cosas de la Nueva Espaa, y la forma poltico-cultural paradigmtica de la subjetivizacin colonial, el catechismo.

. Vase Alberto Moreiras, La tormenta que sopla del paraso: globalidad negativa y estudios culturales, Siglo XX/20th Century. Critique and Cultural Discourse, 14, 1996, pp. 59-84 y Elementos de articulacin terica para el subalternismo latinoamericano. Candido y Borges, Revista Iberoamericana, Nms. 176-177, Julio-Diciembre, 1996, pp. 875-891.

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