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Más allá de la nación: las escalas múltiples de los movimientos sociales

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Más allá de la nación:las escalas múltiples

de los movimientos sociales

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ELIZABETH JELIN

(COMPILADORA)

Más allá de la nación:las escalas múltiples

de los movimientos sociales

Omar ArachMáximo BadaróKarina BidasecaLilian Celiberti

Kathryn HochstetlerKathryn Sikkink

Teresa Valdés

libros delZorzal

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INTRODUCCIÓN 7

DISEÑO DE TAPA

Ixgal

DIAGRAMACIÓN DE INTERIORES

Lucila Schonfeld - edit.ar

CORRECCIÓN

Lucila Schonfeld

© Elizabeth Jelin, 2003

© Libros del Zorzal, 2003Buenos Aires, Argentina

ISBN 987-181-21-9Libros del ZorzalPrinted in ArgentinaHecho el depósito que previene la ley 11.723

Para sugerencias o comentarios acerca del contenido de Más allá de la nación: las escalas múltiples de los movimientos sociales, escríbanos a: [email protected]

www.delzorzal.com.ar

Este libro es un fruto del trabajo en el Programa de InvestigacionesSocioculturales en el Mercosur del Instituto de Desarrollo Económicoy Social, y ha tenido el apoyo del la W. & F. Hewlett Foundation.

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Índice

Agradecimientos __________________________________________________ 9

Introducción. La genealogía de un proyecto, Elizabeth Jelin _______________________________________________ 13

La escala de acción de los movimientos sociales, Elizabeth Jelin _______________________________________________ 25

El movimiento sindical regional: los camioneros y los judiciales, Máximo Badaró ________________________ 61

Ambientalismo, desarrollo y transnacionalidad:las protestas sociales en torno a la represa de Yacyretá, Omar Arach _________________________________ 105

El Movimiento de Mujeres Agropecuarias en Lucha:acciones colectivas y alianzas transnacionalesKarina Bidaseca _____________________________________________ 161

MERCOSUR, ciudadanía y ambientalismo, Kathryn Hochstetler ________________________________________ 203

El MERCOSUR y el movimiento de mujeres: ¿un espacio para la ampliación de ciudadanía?, Teresa Valdés ________________________________________________ 245

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Agradecimientos

Este libro incluye trabajos realizados en el marco del Pro-grama de Investigaciones Socioculturales en el Mercosurque se desarrolla en el IDES (Instituto de Desarrollo Económi-co y Social) desde 1996. Varios artículos son el resultado detrabajos de investigación realizadas como parte del proyecto“Interacciones en el MERCOSUR: actores e instituciones” (Je-lin, Badaró), que contó con el financiamiento de la AgenciaNacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCYT).También se incluyen trabajos elaborados en el marco de be-cas otorgadas por el Programa “Movimientos culturales, acto-res sociales, escenarios regionales: el caso del MERCOSUR”,que se desarrolló en el IDES con el apoyo de la FundaciónRockefeller (Arach, Bidaseca, Valdés, Hochstetler). Un primerseminario internacional para discutir los proyectos de inves-tigación sobre movimientos sociales fue realizado en agosto de1999, con el apoyo de la FONCYT (subsidio para Reunionespara la Discusión de Temas de Avanzada a Nivel Internacio-nal) y de la Fundación Rockefeller. Un segundo seminario dediscusión de los informes de investigación, realizado en juliode 2001, contó con el patrocinio de la Fundación Rockefellery la Fundación Hewlett. Los proyectos de investigación y lasversiones preliminares de los trabajos incluidos en este librofueron originalmente discutidos en dichos seminarios. LilianCeliberti y Kathryn Sikkink aceptaron el reto de prepararartículos especialmente para este volumen.

El movimiento feminista y los nuevos espacios regionales y globales, Lilian Celiberti __________________ 279

La dimensión transnacional de los movimientos sociales, Kathryn Sikkink _________________________________ 301

8 ELIZABETH JELIN

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Los agradecimientos van, en primer lugar, a las agenciasfinanciadoras y los encargados de sus programas, quieneshan confiado en nosotros para el desarrollo de los trabajos so-bre el tema. Agradezco especialmente a los miembros delequipo de investigación, Alejandro Grimson, Brenda Pereyra yMáximo Badaró, por el constante entusiasmo y compromisocon la tarea. A lo largo del proceso de concreción del libro, losautores y autoras de los trabajos han estado siempre dispues-to/as a revisar y a responder a las múltiples preguntas y re-querimientos ligados al intento de que los diversos trabajos,con la especificidad de sus enfoques y preguntas analíticas,convergieran en un libro con un hilo conductor. Tambiénagradezco a Lucila Schonfeld su mirada cuidadosa y rigurosaen la edición del texto, y a Mariana Mc Loughlin, que apoyócotidianamente en múltiples detalles del proceso.

Se puede consultar más información sobre el Programa enwww.ides.org.ar.

10 ELIZABETH JELIN

MERCOSUR� Países miembros� Países asociados

Santiago• Buenos Aires• •Montevideo

•Brasilia

•La Paz

•Sucre

•Asunción

•Lima

•Quito

•Caracas•Maracaibo

Medellín•

Cali•

•Guayaquil

Rosario•Córdoba•

•Porto Alegre

•Curitiba

•San Pablo

•Belo Horizonte

•Salvador

Recife•

•Fortaleza

•Belém

•Río de Janeiro•Nova Iguaçu

•Puerto EspañaTRINIDAD Y TOBAGO

•Georgetown•Paramaribo

•Cayena•Bogotá

ARGENTINA

BRASIL

BOLIVIA

PARAGUAY

PERÚ

ECUADOR

VENEZUELA

COLOMBIA

GU

YAN

A

SU

RIN

AM

GUAYANAFRANCESA

CHILE

URUGUAY

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INTRODUCCIÓN

La genealogía de un proyecto

La idea de este libro tiene una historia de varios años, eincluye en ese itinerario diversas dificultades para llegar auna etapa de cierre o concreción de una publicación. Estudiarlos movimientos sociales implica trabajar con procesos flui-dos, con límites cambiantes, con actores que se van forman-do y transformando, con escenarios y marcos interpretativossiempre en proceso de (re)construcción. Cuando los movi-mientos con los que se trabaja son contemporáneos, cuandose están observando fenómenos en curso, a la dificultad ana-lítica se agregan las dificultades empíricas, ya que a la fluidezde límites de los protagonistas y de sus estrategias se suma lafluidez del tiempo y del espacio. Nuevas oportunidades pue-den presentarse –para ser aprovechadas o no– en escalas dela acción diferentes. Y los escenarios se transforman a lo lar-go del tiempo. Hay ciclos de movilización, hay períodos de re-pliegue y latencia, hay alianzas coyunturales y otras que vana permanecer. El momento en que uno lo estudia implicasiempre algún grado de cristalización, por lo cual el peligro deconvertir un momento en un “ser” inamovible es grande.

En efecto, la conciencia del devenir y la del cambio entra-ñan peligros analíticos: por un lado, tomar un momento comoel “ser” –cristalizar el flujo y pretender que lo que es un mo-mento de un proceso es en realidad una estructura rígida–.Por el otro, prestar tanta atención al devenir y al fluir, que to-

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gaciones conceptuales y empíricas, ligadas a la historicidadde los actores sociales colectivos. Desde una perspectiva másamplia y comparativa, nos preguntamos acerca de la propianoción de “región” y la de “integración”. Esta preocupaciónquedó plasmada en un número especial de International So-cial Science Journal (publicado en marzo de 1999) dedicado alas dimensiones sociales y culturales de los procesos de inte-gración regional. Las ideas que fueron elaboradas en ese mo-mento están retrabajadas y actualizadas en el capítulo 1, “Laescala de la acción de los movimientos sociales”.

En este punto, cabe señalar que el Estado-nación, comounidad de análisis casi “naturalizada” o como referente cen-tral cuando se hace trabajo de investigación más “local”, esmuy difícil de transformar o cuestionar. En la literatura inter-nacional sobre los procesos de globalización se ha generadoun debate: la globalización obtura y debilita a los estados na-cionales opinan unos; otros destacan la perdurabilidad y cen-tralidad del Estado. En este libro, la contribución que preten-demos hacer a este debate está anclada en la indagación deprocesos concretos en los que se embarcan actores colectivos,en el horizonte y la escala de su acción –así como en el análi-sis de las transformaciones en el tiempo de estos horizontes yla efectividad de sus estrategias–. En esos procesos se podránconstatar indirectamente las transformaciones que sufren losestados.

Sin duda, los estudiosos del tema hemos estado atados ala “naturalización” del espacio local de los movimientos socia-les y del Estado-nación como interlocutor privilegiado. Comoseñala Seidman, el estudio localizado y territorializado de losmovimientos por parte de investigadores tiende a reproducirla visión de los actores, quienes a menudo definen la escalade su acción y su público en términos locales (Seidman,2000). Al mismo tiempo, como los estudios de casos se defi-nen territorialmente, los investigadores pueden perder de vis-ta la dimensión más global de los mismos. Pero aun quienesponen el énfasis en la dimensión transnacional, como es

INTRODUCCIÓN 15

da posibilidad de análisis queda paralizada, a la espera de queel momento siguiente cambie las condiciones y las oportuni-dades para la acción.

Nuestro interés en la temporalidad de los fenómenos so-ciales y en los procesos nos aleja del primer peligro. Y allí nosenfrentamos con el segundo: estar siempre pendientes de loque se abre como posibilidad futura, convertida en presenterápidamente. Quizás en esto reside el origen de la demora ylas dificultades para completar este libro y este proyecto,orientado a estudiar las maneras en que actores sociales searticulan en los niveles local, nacional y regional en funcióndel proceso MERCOSUR.

Reconociendo que estos avatares de la temporalidad eranconstitutivos de este tipo de proyecto, partíamos de la convic-ción de que el proceso MERCOSUR crea un nuevo marco (a lavez político, cultural y social) para la elaboración de estrate-gias de acción de fuerzas sociales y actores colectivos. Nosguiaba la intuición de que ese (¿nuevo?) marco regional se iríaincorporando a la matriz cultural de los actores sociales en ca-da país, y afectaría la conformación de sus estrategias y de sussentimientos de pertenencia, sus alianzas y escenarios deacción.

El foco inicial de esta línea de preocupaciones tenía tam-bién una vinculación con un compromiso con la acción colec-tiva, combinando el interés académico con el activismo en elcampo del movimiento feminista. El desafío de imaginar cómolas mujeres podrían aprovechar las oportunidades que seabrían en el proceso MERCOSUR fue una de las motivacionesiniciales para entrar en este campo. El trabajo “Género y na-ción en el MERCOSUR. Notas para comenzar a pensar”, con-cebido y escrito grupalmente en 1997, fue el resultado inicialde esta preocupación y la indagación que le siguió (Jelin, Val-dés y Bareiro, 1998). Releerlo algunos años después da cuen-ta de la historicidad del propio proceso de investigación y de-sarrollo analítico.

El paso siguiente estuvo orientado a llevar adelante inda-

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A lo largo de estos años encaramos diversos estudios decasos de movimientos sociales en el área del Cono Sur. Inten-tamos cubrir los procesos regionales de diálogo en diversossectores y redes temáticas: el movimiento obrero, las mujeresy el movimiento feminista, la preocupación por el medio am-biente, los derechos humanos y el indigenismo. También in-tentamos cubrir distintas modalidades, escenarios y escalasde la acción de los movimientos sociales –desde las conexio-nes internacionales de movimientos locales hasta la escalaglobal–. Los trabajos aquí incluidos son el resultado de estainiciativa. El libro no responde, sin embargo, a una grilla for-mal de doble entrada –tipo de movimiento o interés por un la-do, escala de la acción por el otro–. Más bien, presenta unaserie de estudios que, enfocando un sector o tema, exploranlos niveles y escalas de la acción. No todos los sectores o te-mas están presentes, y tendremos que decir algo más sobreestas ausencias.

Presencias y ausencias

Los artículos de este libro analizan la dinámica de la cons-titución de actores regionales y de la articulación de la accióncolectiva en escenarios de distinta escala. El conjunto de loscasos abre un panorama que privilegia la diversidad de objeti-vos, de identidades, de escalas de la acción y de los contenidosde las luchas de los movimientos. Esta diversidad invita a ela-borar alguna reflexión sistemática sobre el tema. En esta di-rección, en el primer capítulo, Jelin presenta el marco general

INTRODUCCIÓN 17

ción gubernamentales, etcétera), que afectaron las posturas frente ala región. Fue muy importante también el marco en que diversos ac-tores interpretaron la relación entre MERCOSUR y ALCA: desde laidentificación de ambos en un mismo proyecto hasta la visión que lospresenta como alternativas excluyentes e incompatibles.

nuestro caso, tienen que enfrentar la dificultad que emergedel hecho de que la membresía en las instituciones interna-cionales está definida en términos de representaciones nacio-nales. En suma, a las dificultades mencionadas más arribahay que agregar las que surgen de intentar captar la perma-nente tensión en la escala de la acción, desde lo local hasta loglobal (Seidman, 2000).

Otro punto que merece ser destacado es que, en el lapsode los cinco o seis años en que estuvimos trabajando en estostemas, mucho y poco ha pasado en el MERCOSUR. Varias ve-ces el acuerdo formal pareció languidecer y estar a punto demorir; en otros momentos parecía florecer. Nuestro proyecto,sin embargo, no dependía de esos avatares. Al no estar ancla-do en los aspectos formales de las negociaciones económicassino en procesos sociales y culturales, los temas que nos inte-resan –los diálogos entre actores sociales a través de fronteraspolíticas, las alianzas y conflictos generados– tienen vigencia ymerecen ser estudiados bajo las distintas circunstancias y enlas diversas coyunturas. En los momentos de “optimismo” yfortalecimiento de los vínculos formales entre los poderosos, elestudio de las dimensiones culturales y sociales parecía cru-cial para ayudar a superar obstáculos (en la comunicación,por ejemplo) y como llamado de atención en contra de aquellosque presentaban una visión idealizada y hasta romántica de launidad y la armonía “natural” de los pueblos, anclada en “pa-sados comunes” o en territorios compartidos. En los momen-tos en que parecía que el proceso formal se desarticulaba, que-daban en pie alianzas sociales, encuentros de fronteras,movimientos migratorios de personas reales. En uno u otro es-cenario, la dinámica social y cultural mostraba encuentros ydesencuentros, identificaciones de intereses y pertenencias yconflictos de fronteras geográficas y simbólicas.1

16 ELIZABETH JELIN

1 A los avatares propios de las políticas de integración en el MER-COSUR hay que agregar los procesos que sufrió cada país integran-te del acuerdo (crisis financieras, devaluaciones, cambios de orienta-

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de los procesos de regionalización, y específicamente elMERCOSUR, y discute las condiciones para que los movimien-tos sociales amplíen el campo y la escala de su accionar. A suvez, el artículo que cierra el libro, de Kathryn Sikkink, presen-ta una discusión analítica sobre la dimensión transnacional delos movimientos, las coaliciones y las redes, presentando lasmodalidades de organización, sus patrones de acción y loscostos y beneficios que este tipo de accionar involucra.

Todos los estudios incluidos convergen en incorporar elescenario transnacional en el análisis, aunque hay una diver-sidad grande de abordajes y de niveles de análisis. En algu-nos se trata de movimientos que se fueron desarrollando apartir de demandas locales, que fueron utilizando y articulan-do (y desde el lugar de observador se podría también decir“desaprovechando”) recursos y oportunidades en el nivel na-cional y transnacional. Es el caso del Movimiento de MujeresAgropecuarias en Lucha analizado por Karina Bidaseca y el delas articulaciones de las movilizaciones ligadas a la construc-ción de la represa de Yacyretá, analizadas por Omar Arach.

La pluralidad de espacios de alianzas y enfrentamientos esel foco del trabajo de Máximo Badaró para el caso del movi-miento obrero. Por un lado, el sindicalismo organizado cuentacon algunos canales institucionales de participación en los es-pacios del MERCOSUR. Por otro, los intereses y organizacionessectoriales varían enormemente en la manera en que elaboranestrategias y prácticas en la escala regional. El estudio mues-tra la diversidad de estrategias –desde la basada en una lógi-ca suma-cero que aplican los camioneros argentinos hasta laideológicamente densa estrategia de solidaridad latinoameri-canista de los judiciales–.2

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2 Esta lógica basada en principios ideológicos de solidaridad lati-noamericana también permeó la actuación sindical en el Foro SocialMundial. En el Foro de 2002, por ejemplo, el activismo sindical estu-vo volcado a la oposición frontal al ALCA: “Al respecto ratificamos queel ALCA resulta una opción absolutamente inaceptable para nuestras

Hay temas y cuestiones que son desde su propia concep-ción de carácter regional. Los temas ambientales –porque elclima, las aguas, los vientos no respetan fronteras naciona-les– son especialmente aptos para estrategias y alianzas re-gionales o globales, para actuar frente a estados nacionalespero también frente a actores transnacionales poderosos. Unproyecto regional como la Hidrovía –analizado por KathrynHochstetler– permite seguir los intrincados caminos de nego-ciación entre distintos y a menudo encontrados gobiernos,organismos transnacionales y movimientos sociales. Los mo-vimientos que intervienen en este caso tocan distintos nive-les y escalas –desde las organizaciones ambientalistas globa-les hasta los intereses y prácticas de grupos localizados– yestas intervenciones se dan tanto de manera coordinada co-mo conflictiva.3

La situación parece ser en apariencia más transparenteen la actuación transnacional del movimiento de mujeres.Hay una historia de vínculos entre mujeres latinoamericanasque tiene varias décadas, aun cuando no se trata de un mo-vimiento homogéneo. La diversidad de esferas de acción –lassindicalistas, las académicas, las del movimiento feminista, ylos subgrupos y diversas posturas dentro de cada esfera– im-plica en este caso acercamientos que no están definidos por el

INTRODUCCIÓN 19

naciones dadas las nefastas consecuencias que ello traería en el or-den económico y de manera particular para los trabajadores y traba-jadoras y sus familias”. Esta oposición, sin embargo, se dio en elmarco de una afirmación de la necesidad de integración regional:“necesidad imperiosa de luchar por una integración que garantice eldesarrollo económico, social y cultural de nuestros pueblos” (Docu-mento II Encuentro de Dirigentes Sindicales Clasistas Latinoameri-canos, 2002).

3 En las tres instancias de reunión del Foro Social Mundial dePorto Alegre (2001, 2002 y 2003), el eje de denuncia al neoliberalis-mo en el campo ambiental estuvo centrado en las iniciativas de pri-vatización del agua.

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derechos humanos global, anclado en la reivindicación uni-versal de la condición humana, y –en una época de comuni-caciones planetarias– una fuerte coalición internacional demovimientos de pueblos originarios. Sin duda, existen redestransnacionales en ambos casos, que combinan activistas,agencias gubernamentales de diversos países e instanciasmultilaterales (Keck y Sikkink, 1998). Pero el accionar en elplano regional, las alianzas entre grupos de países vecinos olas estrategias de acción conjunta frente a la institucionalidaddel MERCOSUR, han estado prácticamente ausentes.

El movimiento de derechos humanos en el Cono Sur, quese desarrolló a partir de las dictaduras militares de los añossetenta, tuvo una dimensión internacional y regional desde sumomento fundacional (Keck y Sikkink, 1998; Lima, 2002; Je-lin, 2001). En las pos-dictaduras, la labor de las organizacio-nes de derechos humanos se desdobló: por un lado, la actua-ción en relación con las violaciones dictatoriales, las luchascontra la impunidad, que se fueron desarrollando en cadapaís y en el nivel nacional. Por el otro, una labor prospectiva,de promoción y defensa de derechos humanos y ciudadanosen los regímenes constitucionales. En el primer plano, los de-sarrollos ocurridos en la década del ’90 en la justicia interna-cional y de terceros países dio a la lucha contra la impunidaduna dimensión global, al mismo tiempo que se mantiene el ac-cionar en cada país. El segundo plano, el de la promoción dela ciudadanía y el respeto a los derechos humanos, podría serobjeto de acciones coordinadas internacionales y regionales,inclusive de acción en el espacio institucional del MERCOSUR.Sin embargo, las organizaciones de derechos humanos de lospaíses de la región tienen contactos bilaterales esporádicos, yno han elaborado todavía una estrategia conjunta (Guembe,2002). La escasez de recursos financieros y humanos y lasmúltiples “urgencias” que las organizaciones deben enfrentaren la cotidianidad nacional impiden, hasta el momento, el tra-bajo estratégico de más largo plazo y de escala más amplia.Algo similar ocurre con los movimientos y organizaciones in-

INTRODUCCIÓN 21

espacio regional. Con el correr de los años noventa, comomuestra Teresa Valdés en su análisis, el MERCOSUR ha idoincorporándose como uno de los ejes en las agendas políticasde las organizaciones de mujeres, ganando presencia tardíacomo escenario de acción del movimiento feminista. Los desa-rrollos de la Articulación Feminista MARCOSUR y la presenciavisible de las mujeres en el Foro Social Mundial, retomadospor Lilian Celiberti, dan cuenta de este accionar feministamás allá de los espacios nacionales. Sin embargo, en el movi-miento feminista se mantiene una doble estrategia: la de laacción en el ámbito del Estado-nación y el accionar transna-cional, con el convencimiento de que las demandas de ciuda-danía de las mujeres deben ser colocadas frente a los estadosnacionales.

El movimiento de mujeres, que ha llegado al fin de siglocon un claro reconocimiento de la enorme heterogeneidad ydesigualdades entre mujeres, actúa en múltiples escenarios,desde lo local a lo global. Pone el énfasis especial en el moni-toreo de las políticas en el nivel del Estado nacional y estable-ce alianzas internacionales. En esta pluralidad de escenarios,el desarrollo de estrategias feministas en el nivel de la institu-cionalidad del MERCOSUR es sólo incipiente. Si se toma a laUnión Europea como horizonte, el nivel regional constituyeuna escala de acción especialmente significativa para latransformación de las relaciones desiguales de género, espe-cialmente en el plano formal legal (Rossilli, 2000).

Por el contenido y definición de sus principios, tanto elmovimiento de derechos humanos como el movimiento indige-nista deberían incorporar como marco interpretativo para suaccionar una escala universal. Los derechos humanos estánplanteados como “universales”, y los pueblos originarios an-clan sus reclamos en una legitimidad territorial anterior a laexistencia de los estados modernos. Desde una perspectivaque liga el contenido de las demandas y reivindicaciones conla constitución de comunidades de pertenencia y con la escalade la acción, deberíamos encontrar un fuerte movimiento de

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dígenas, que actúan en un plano global y en los espacios loca-les, sin incorporar el plano regional en su marco estratégico.

En parte, esta ausencia relativa del accionar regional enel campo de los derechos humanos y del indigenismo explicala ausencia en este libro de trabajos centrados en estos movi-mientos. Creo, sin embargo, que esa ausencia debería habersido objeto de análisis e investigación para ser incorporado eneste volumen. El que no estén los capítulos y estudios especí-ficos es una falencia importante, y esperamos que trabajos fu-turos puedan llenar ese hueco y permitir comprender las ra-zones por las cuales estos movimientos parecen estar“llegando tarde” al espacio regional. Cuestión especialmentesignificativa para el movimiento de derechos humanos, quetuvo una actuación regional basada en solidaridades mutuasdurante las dictaduras del Cono Sur.4 La doble actuación –encada país por un lado, en el espacio global por el otro– en lu-gar de la actuación regional, sin duda reclama atención y ex-plicación.

Como ya se señaló, este libro no pretende cubrir exhaus-tivamente un campo, ni dar respuestas definitivas a procesossociales de enorme fluidez. En un escenario regional en el quelas crisis financieras y económicas producto de las políticasneoliberales dominantes están produciendo respuestas loca-les y globales diversas, el activismo y la participación socialprometen ir en aumento. Nuevos monitoreos e investigacionesdeberán dar cuenta de ese futuro cercano.

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4 Como es bien sabido, la represión durante las dictaduras tuvouna articulación regional significativa, manifiesta en el OperativoCóndor (Boccia Paz, 1999). El movimiento de derechos humanostambién tuvo una actuación regional, a través de lazos de solidaridadinformales y de organizaciones específicas como Clamor (Lima,2002).

Referencias bibliográficas

Boccia Paz, Alfredo (1999), “‘Operativo Cóndor’: ¿un ancestro ver-gonzoso?”, en Cuadernos para el Debate, nº 7, Buenos Aires:IDES.

Guembe, María José (2002), “Fronteras variables. Re-significa-ción de lo local y lo global en las estrategias del movimientode derechos humanos argentino y de otros grupos protecto-res de derechos”, informe final de investigación, Buenos Ai-res: Programa de Investigaciones Socioculturales en el Mer-cosur, IDES (mimeo).

Jelin, Elizabeth; Valdés, Teresa y Bareiro, Line (1998), “Género yNación en el MERCOSUR. Notas para comenzar a pensar”, enDocumentos de debate, nº 24, MOST.

Jelin, Elizabeth (2001), “Los movimientos sociales y los actoresculturales en el escenario regional. El caso del MERCOSUR”,en de Sierra, G. (comp.), Los rostros del MERCOSUR. El difícilcamino de lo comercial a lo societal, Buenos Aires: CLACSO.

Keck, Margaret y Sikkink, Kathryn (1998), Activists Beyond Bor-ders, Ithaca y Londres: Cornell University Press.

Lima, Samarone (2002), “Clamor: la colcha de retazos de la me-moria”, en da Silva Catela, Ludmila y Jelin, Elizabeth(comps.), Los archivos de la represión: documentos, memoriay verdad, Madrid: Siglo XXI de España y Siglo XXI de Argen-tina.

Rossilli, Mariagrazia (ed.) (2000), Gender Politics in the EuropeanUnion, Nueva York: Peter Lang Publishing.

Seidman, Gay (2000), “Adjusting the Lens: What Do Globaliza-tions, Transnationalism, and the Anti-apartheid MovementMean for Social Movement Theory?”, en Guidri, John, Ken-nedy, Michael y Zald, Mayer N. (eds.), Globalizations and So-cial Movements, Michigan: The University of Michigan Press.

INTRODUCCIÓN 23

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La escala de la acción de los movimientos sociales*

ELIZABETH JELIN

El proceso de globalización en curso constituye un cam-bio sustancial en la organización económica, social y políticadel mundo contemporáneo. La internacionalización del capi-tal, la apertura y desregulación de las economías nacionalesbajo el signo neoliberal, el fin de la Guerra Fría, la expansióny revolución tecnológica en los campos de la información y lacomunicación están provocando transformaciones sociales yculturales de enorme significación. La mundialización no esun fenómeno totalmente nuevo. La historia de la colonizacióny de la dominación europea, así como la historia económica delos imperios, han sido fenómenos mundiales que ocurrieronen épocas en que no existían satélites que permitieran la co-municación instantánea o el funcionamiento coordinado delos mercados de capitales, tal como ocurre en la realidad con-temporánea.

La dimensión internacional ha estado presente desde los

* Este artículo revisa ideas presentadas en trabajos anteriores(Jelin, 1999 y 2002). Los comentarios y críticas de numerosos cole-gas me han incitado a revisar y retrabajar las ideas. Agradezco espe-cialmente a Alejandro Grimson, Teresa Valdés, Line Bareiro, GerardoCaetano y Kathryn Sikkink por sus aportes.

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sos, tanto por el grado de integración alcanzado como por supapel de modelo internacional. En otras regiones, hubo inicia-tivas en el pasado (con registros de fracaso, como el caso delPacto Andino, el Mercado Común Centroamericano, la ALALCy la ALADI en América Latina) y hay varias en la actualidad(NAFTA en América del Norte, APEC en Asia, MERCOSUR en elsur de América Latina). Es muy probable que en la próximadécada se concreten otros proyectos de esta naturaleza enotras partes del mundo (Europa Central y del Este, partes deAsia, el Cono Sur de África). Estas iniciativas son visualizadasen general como mecanismos para responder a los desafíosplanteados por la creciente globalización y transnacionaliza-ción (en tecnología, comunicaciones, intereses económicos,etcétera) y por las dificultades que enfrentan las economíasnacionales cerradas.

Estos proyectos de integración regional son centralmenteprocesos económicos, casi siempre con un trasfondo geopolí-tico. Están basados en la voluntad de las elites y en la deci-sión política de gobiernos y agentes económicos poderosos. Lagran mayoría de las discusiones formales se centran en as-pectos macroeconómicos y en acuerdos sectoriales: el comer-cio, la integración productiva, las finanzas. Sin embargo, im-bricados en los temas explícitos de negociación hay otro nivelde significados, que hace referencia a dimensiones culturalesy subjetivas de los proyectos de integración, al accionar deotros agentes sociales (que pueden estar excluidos de las ne-gociaciones formales) y a otros escenarios de la acción socialy el diálogo, además de las mesas formales de la negociación.Es en el contexto de estos procesos que deben ser entendidaslas transformaciones en los actores sociales que acompañan,empujan o protestan las políticas de “integración” que se es-tán desarrollando en distintas partes del mundo y, en nues-tro caso, en el MERCOSUR.

LA ESCALA DE LA ACCIÓN DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES 27

inicios de los movimientos sociales modernos. El movimien-to obrero que se desarrolló desde los albores de la Revolu-ción Industrial, por ejemplo, tuvo un carácter internacionalfundacional. Esto estaba presente en el “Proletarios delmundo, uníos”, que proclamó hace ciento cincuenta añosuna visión global del desarrollo de la clase obrera. En el si-glo XX, otros movimientos también manifestaron este carác-ter mundial y global en sus objetivos, estrategias y actores:el movimiento sufragista de los años veinte y el feminismomás reciente, el ambientalismo, el indigenismo y los movi-mientos por los derechos humanos contemporáneos. De he-cho, todos estos se desarrollaron simultáneamente en unaescala local y en un contexto global, apuntando a la partici-pación territorializada en lugares específicos con demandasdiferenciadas y, al mismo tiempo, orientando su acción a lagestación de una institucionalidad supranacional plasmadaen acuerdos y convenciones internacionales y en un activis-mo sin fronteras.

El sentido de lo local, lo nacional y lo global, sin embargo,no son constantes a lo largo de la historia. Hay sentidosnuevos, por la magnitud y alcance de los fenómenos contem-poráneos de la globalización. Dos tendencias contradictoriascoexisten en este fin de siglo: una, hacia la globalización y latransnacionalización, hacia los fenómenos de escala planeta-ria, en las comunicaciones, en los intereses económicos, enlos peligros ambientales, en el armamentismo, en los acuer-dos e instituciones internacionales. La otra, la revitalizaciónde la localidad y de reafirmación de raíces ancestrales, mani-fiesta de manera más cabal y violenta en las rivalidades étni-co-culturales, en la auto-referencia cultural y simbólica demuchos pueblos –que no puede ser tecnológica o material, ariesgo de caer en el aislamiento–.

Es en el contexto de estos fenómenos que deben ser en-tendidos los proyectos y procesos de “integración regional”que se están desarrollando en distintas partes del mundo. LaUnión Europea es sin duda el líder mundial de estos proce-

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nes económicas y comerciales entre los sectores de los países–el sector automotriz es posiblemente donde se concentran losmayores esfuerzos de negociación sectorial–, pero este proce-so de “integración” ha generado también un enorme númerode reuniones del más diverso tipo. Hay reuniones políticas,entre las cuales están los encuentros periódicos de los presi-dentes de los países, con gran cobertura de prensa, en los quese reitera una y otra vez un discurso integrador, basado en la“hermandad” y el destino común de los pueblos. Hay reunio-nes y grupos intergubernamentales para negociar y acordartemas tales como las credenciales educativas, acuerdos sobreseguridad social y políticas de promoción del empleo, proyec-tos y programas de políticas culturales.

Todas estas negociaciones, discursos y acuerdos formalesde los gobiernos nacionales son actividades “de cúpulas”, conmuy poco conocimiento y casi nula participación de sectoressociales ajenos a los sectores económicos o políticos directa-mente involucrados en cada caso –aunque esta participaciónestá creciendo (Caetano y Balbis, 2002)–. Por un lado, hayuna presencia creciente de actores sociales en las instanciasformales, especialmente el Foro Consultivo Económico y So-cial (analizado por Caetano y Balbis, 2002), aunque existenclaras limitaciones a esta participación, incluyendo la falta decapacitación de los liderazgos sociales y la ausencia de una“agenda social” en las prioridades de las negociaciones forma-les. En otro plano, tanto las “tareas” y los “desafíos” que losparlamentos de cada país (ratificación de acuerdos, compati-bilización de legislaciones nacionales, entre otras) como lastareas de la Comisión Parlamentaria Conjunta indican, al de-cir de Caetano, que existe un “déficit democrático” en el pro-ceso de regionalización (Caetano y Pérez Antón, 2001).3

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3 Los debates parlamentarios de aprobación del MERCOSUR sonanalizados por Wolfzun, 2001. Como marco comparativo, Abélès ana-liza el funcionamiento cotidiano del Parlamento Europeo (Abélès,1992).

¿Qué es el MERCOSUR?

El MERCOSUR (Mercado Común del Sur) es una iniciativade integración regional que incluye como socios plenos a Ar-gentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, en asociación con Chiley Bolivia a través de tratados de libre comercio. Los cuatropaíses firmaron un acuerdo en marzo de 1991, aunque Brasily Argentina ya estaban comprometidos en un programa bila-teral de cooperación e integración desde 1985.1 Los acuerdosde libre comercio de Chile y Bolivia fueron firmados en 1995y 1996. El acuerdo prevé la creación de un mercado común através de la convergencia progresiva de los aranceles externoshacia un patrón común y de la gradual liberación del comer-cio dentro de la región.2

A partir del Tratado de Asunción de 1991 se gestaron al-gunas instancias institucionales intergubernamentales concapacidad decisoria (el Consejo del Mercado Común, el GrupoMercado Común y sus Subgrupos de Trabajo, la Comisión deComercio del MERCOSUR). También se desarrollaron instan-cias de interacción parlamentaria (la Comisión ParlamentariaConjunta, órgano representativo de los Parlamentos de lospaíses) y un Foro Consultivo Económico-Social (órgano conparticipación de sectores económicos y sociales de los países).

El eje del proceso de “integración” está en las negociacio-

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1 Las condiciones políticas del momento fueron centrales en elproceso. Como señala Schvarzer, “En la década del ochenta, los cua-tro países vivían la transición a una nueva democracia, luego de lar-gos períodos de dictaduras militares. Esa historia trágica impulsó asus respectivos líderes políticos… a buscar un ‘reaseguro’ contra unapotencial recaída en los recurrentes y ya clásicos golpes de Estado…La paz y la integración económica facilitaban la reducción del podermilitar…” (Schvarzer, 2001:24).

2 El análisis de los desarrollos comerciales y productivos durantelos años noventa se puede encontrar, entre otros, en Ferrer, 1997;Schvarzer, 2001; Terra y Vaillant, 2001; Cimadamore, 2001.

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rales de masas, especialmente para la música pero tambiénpara alguna producción mediática, las fronteras parecen noexistir. Las fronteras también han sido porosas para mante-ner los vínculos entre organismos militares y de seguridad,como quedó claramente demostrado en la perversa y horren-da experiencia de coordinación del terrorismo de Estado du-rante las dictaduras de los años setenta (Boccia Paz, 1999;Boccia Paz et al., 2002).

La observación de los procesos en curso en la región indi-ca que la existencia del MERCOSUR formal, las negociacionesy acuerdos, comienzan a funcionar como un nuevo encuadreo marco para las actividades –diálogos, intercambios, encuen-tros y conflictos– entre diversos actores y agentes sociales. Ac-tores y encuentros preexistentes comienzan a cobrar un nuevosignificado en ese marco, y hay nuevas oportunidades para ge-nerar actividades, con sus encuentros y desencuentros. Sin em-bargo, los avatares de los procesos económicos y comercialesde los últimos años –la devaluación brasileña de 1999, la re-cesión argentina y la crisis de 2001, las discusiones y realida-des de la posibilidad de “contagio” o simultaneidad de otrascrisis en el espacio regional, así como el inicio de la presiden-cia de Lula en Brasil en enero de 2003– implican cambios deposturas y revisiones del optimismo de la primera mitad de losaños noventa. Intervienen en esto también las propuestas delos Estados Unidos relativas a la formación del ALCA (Aso-ciación de Libre Comercio de las Américas), interpretada ha-bitualmente como alternativa excluyente, debilitadora o aunincompatible con el MERCOSUR. Sin embargo, como la expe-riencia del medio siglo de historia del proceso de formación dela Unión Europea muestra, los procesos involucrados no sonlineales sino que se desarrollan con idas y vueltas, con acer-camientos y con quiebres. La situación en cualquier momentoespecífico dado, entonces, debe ser abordada en una perspec-tiva temporal de mayor duración.

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Por otro lado, la enorme actividad ligada a la discusión ynegociación formal de la integración ha provocado un dina-mismo en actores sociales tradicionalmente ajenos o exclui-dos de estas negociaciones. Toda la agenda de los contactose intercambios culturales y sociales de la región está en pro-ceso de revisión, y las actividades en el nivel “regional” porparte de los movimientos sociales se están convirtiendo enobjeto de planificación, de observación, de reflexión y de aná-lisis estratégico por parte de los propios actores. Aun cuandohay claramente “déficit de democracia” en la negociación for-mal de la integración, las sociedades y los agentes socialestienen sus propias maneras de encarar el proceso, y llevanadelante actividades y estrategias comunes, como lo han he-cho a lo largo de la historia. Todo esto se está dando en uncontexto mundial en el que el debate sobre las modalidadesde la globalización y los acuerdos regionales –ALCA yMERCOSUR, o el Foro Económico Mundial (Davos) y el ForoSocial Mundial (Porto Alegre)– se está ampliando a públicos yactores diversos.

Hay que recordar aquí que el camino hacia la integraciónregional en el MERCOSUR está recién en su etapa inicial en loque hace a acuerdos gubernamentales, pero los vínculos en-tre las sociedades y los estados tienen hondas raíces históri-cas. Las fronteras entre los países se fueron estableciendo, nosin conflictos, durante el período colonial, durante las guerrasde la independencia de la primera mitad del siglo XIX, y enconflictos armados y negociaciones posteriores –con algunoslitigios limítrofes aún sin resolver–. En términos sociales yculturales, estas fronteras han sido siempre muy porosas,traspasadas permanentemente por corrientes migratorias(sea por razones económicas o por exilios políticos), por inter-cambios culturales de diverso tipo y por el turismo. Estos in-tercambios han generado redes de parentesco y de amistad,así como relaciones laborales transnacionales que son de lamayor importancia para la vida cotidiana de grandes sectoresde la población. Por otro lado, para ciertas actividades cultu-

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se acercan a las otras naciones con un bagaje de valores cul-turales, de tradiciones, de creencias, de hábitos de relación yde imágenes sobre los otros, y este bagaje influye en la mane-ra en que se desarrolla el proceso de diálogo y la eventualintegración. Hay miedos de los chicos frente a los grandes;miedos y rivalidades en el mercado de trabajo; sentidos histó-ricamente construidos de confianza y desconfianza mutua;formas de discriminación y xenofobia. Sabemos muy poco so-bre estos procesos de acercamiento y de expresión de conflic-tualidades en el nivel de las sociedades y culturas.4 Se hacenecesario entonces descubrir estos patrones subyacentes, yestudiar cómo se manifiestan en el diálogo e interacción quese están desarrollando en el plano de las relaciones sociales,tanto las cotidianas como las que se dan entre actores socia-les colectivos y en las negociaciones formales.

Conceptualmente, esto implica poner entre paréntesis lanoción de “integración”. Si bien hay datos que indican que losmercados y las economías están transformándose en un sen-tido de mayor intercambio y comercio, la noción de integracióneconómica implica más que la apertura de mercados. Puedeincluir tipos de cambio, políticas macroeconómicas, políticasde inversiones y viabilidad financiera, para no entrar a los te-mas más controvertidos de mercados de trabajo y niveles sa-lariales (Ferrer, 1997). Igualmente, en los planos sociales yculturales, la “integración” no puede darse por supuesta, con-cebida como automática o auto-evidente. Más bien, la investi-gación sobre procesos específicos de diálogo e interacciónentre actores pondrá de manifiesto las condiciones y circuns-

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4 Un ámbito donde estos diálogos se desarrollan de manera coti-diana son las áreas de frontera, para las cuales existe ya un cuerpode investigación acumulada, que muestra los ámbitos de interac-ción, de conflicto, de acercamientos y de producción o refuerzo deidentificaciones nacionales (Grimson, 2000; Grimson, 2002; Gordi-llo, 2001).

Los niveles de la “integración”

Como ya se dijo, la negociación de la “integración” es unproceso de cúpulas, donde funcionarios estatales y represen-tantes empresariales tienen un lugar protagónico. Coexistenen estas negociaciones dos lógicas, que teóricamente puedenparecer mutuamente inconsistentes: por un lado, una lógicaracional de intereses, un cálculo de costos-beneficios, segúnla cual los acuerdos a los que se llega redundan en beneficioscomunes. Sólo se puede llegar a acuerdos, entonces, en lasáreas o temas donde el cálculo de costo-beneficio no se defineen términos de “suma-cero”, en situaciones en que el benefi-cio de unos no implica la desventaja para otros. También ha-brá “acuerdos”, según esta lógica, cuando las diferencias depoder sean tales que a los “débiles” no les quede otra posibi-lidad que aceptar la lógica impuesta (a veces camuflada) porlos fuertes.

Por otro lado, en el plano discursivo de los actores pode-rosos en el proceso de negociación, hay una apelación casinaturalizada de lo “regional”, que rescata y reafirma la unidadhistórica, la hermandad “esencial” entre los pueblos, la inte-gración y el “destino” común de los países miembros –afir-mando simultáneamente que la integración no requiere lapérdida de las especificidades nacionales–.

Estas diversas lógicas de la interacción y de la negociacióncoexisten en todas las esferas, con un predominio cambiantede uno u otro polo de este doble discurso de los intereses y lahermandad. Sin embargo, y a pesar del reconocimiento de es-tas dos lógicas, desde una perspectiva analítica no resultaproductivo plantear hipótesis que vinculen las distintas esfe-ras de la negociación (económica, política, cultural) con unalógica predominante. Identidades, confianza y sentidos, aligual que consideraciones de poder, están presentes cuandose negocian acuerdos en la industria automotriz; hay intere-ses presentes cuando se discuten intercambios culturales.Cada nación, y los diferentes grupos sociales dentro de ellas,

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La escala de la acción y la construcción de la región

¿De qué hablamos cuando hacemos referencia a una “re-gión”? ¿Qué sentido tiene hablar de regiones en un períodohistórico mundial en el que la revolución tecnológico/infor-mática y los procesos de globalización económica permitencomunicaciones instantáneas? ¿Qué queda de la territoriali-dad y espacialidad de los fenómenos sociales?

En el marco de la historia mundial de los últimos tres si-glos, las regiones se fueron definiendo en relación a una uni-dad administrativa e identitaria moderna: el Estado-nación.Cuando se toma al Estado-nación como ese “todo mayor”, lasregiones son los espacios territoriales contiguos que, por mo-tivos puramente administrativos o como reflejo de algunacaracterística económica, cultural, social o geográfica (o lacombinación de más de una), son definidos como unidadesmenores dentro del Estado-nación. En el plano mundial, la no-ción de región es supranacional, aludiendo a espacios o áreasdel mundo, definidos en principio por su contigüidad geográfi-ca y (presumiblemente) por alguna comunidad cultural.

La era de las conquistas europeas y de los imperios resul-tantes dividió al mundo según las áreas de colonización de losdiversos países europeos. Históricamente, los imperios handejado sus legados en términos de lenguas dominantes, siste-mas institucionales y culturas cotidianas, que perduran en eltiempo aun después de los procesos de liberación e indepen-dencia. Como las áreas de colonización de cada país hegemó-nico no necesariamente cubrían espacios contiguos, las “re-giones” continentales de las colonias terminaron divididas yquebradas: el Commonwealth se extendía en todo el mundo;hay un África angloparlante y una francófona; una Américahispánica, un Brasil de habla portuguesa y un Caribe angló-fono, para mencionar solamente algunos casos notorios.

Los cambios en la geopolítica mundial –el fin de la era im-perial, los procesos de liberación, independencia y el “pos-co-

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tancias en las cuales afloran tensiones y conflictos, donde lasidentificaciones nacionales se refuerzan, donde se manifiestanrivalidades y desacuerdos, y las situaciones que generanacuerdos y expresiones de armonía y diálogo creativo.

Es importante resaltar que los procesos de diálogo y laspolíticas de “integración” entre países no involucran necesa-riamente procesos de homogeneización cultural o de consen-so político. En realidad, uno de los grandes riesgos al hablarde interacción e “integración” es comprenderlas como una in-tegración entre naciones homogéneas, que irá en camino deuna homogeneización global. Por el contrario, las relacionessocio-culturales y los modos de comunicación producidos poro vinculados al MERCOSUR adquieren formas específicas enlas diversas localizaciones, según sus características históri-cas, geográficas, económicas y culturales. Existen áreas geo-gráficas claramente diferenciadas –el MERCOSUR tiene signi-ficados diferentes en el Noreste brasileño (Costa Lima, 2001)o en la Patagonia argentina que en las áreas fronterizas de lacuenca del Paraná o en Uruguay–. En el proceso de cambio,se generan nuevas periferias y desigualdades, en una dinámi-ca que recrea la heterogeneidad multicultural basada en elcontacto histórico en el diálogo contemporáneo. En este con-texto, existen subregiones culturales supranacionales, comola región económico/cultural gaucha/gaúcha, la región cha-queña, o una región jesuítico-guaranítica (Achugar y Busta-mante, 1996), y nuevas subregiones que se gestan a partir delproceso de interacción en curso. De manera análoga, el diálo-go y las alianzas o conflictos con sus pares en otros países esdiferente para actores colectivos ubicados en escenarios espe-cíficos. Como plantearemos en este volumen, el accionar enescala supranacional y regional de diferentes movimientos so-ciales no solamente es diversificado, sino que también setransforma a lo largo del tiempo, y no necesariamente en lamisma dirección para todos ellos.

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Estas tendencias hacia la mundialización y las políticasimpulsoras de la integración regional económica tienen sucontracara en la transformación de viejas y nuevas rivalida-des y conflictos “regionales” o locales, que comienzan a mani-festarse como violencia inter-étnica, con grupos “etnicizados”que aparecen reivindicando raíces e identidades locales (Ariz-pe, Jelin, Rao y Streeten, 2000). A menudo estos movimientosdefinidos en términos étnicos impulsan mayor autonomía po-lítica de áreas y regiones, e inclusive intentan la formación denuevos estados nacionales, como se verifica en Europa Orien-tal en los últimos años.

En este contexto, se hace necesario reconocer la existen-cia de una multiplicidad de niveles y de significados de la “re-gionalidad”. En términos analíticos, se trata por un lado deuna cuestión de la escala de los fenómenos bajo observación;por el otro, de la relación entre las diversas dimensiones dela noción de región. A menudo la dimensión espacial –las re-giones o localidades– es tomada como el contexto o escenarioen el cual se desarrolla la acción social. Las preguntas se re-fieren entonces a las transformaciones en los patrones deacción social en áreas espaciales predefinidas. Una cuestióndiferente, que es la que nos interesa aquí, es explorar y con-ceptualizar la constitución histórica de una región, o sea, noverla como un “dato”, como que la región “está”, sino to-mando como problema de investigación el proceso de su sur-gimiento y transformación, como proceso históricamentecontingente. En esta perspectiva, las regiones surgen, setransforman y desaparecen en el curso de la historia; tienensu propia temporalidad. Son los seres humanos, los grupos ysociedades, quienes producen y reproducen las regiones(Paasi, 1991).

Este proceso de constitución de las regiones puede con-ceptualizarse en términos de cuatro planos o etapas de largaduración (no necesariamente consecutivos en el tiempo): unaformación territorial, una formación simbólica, un proceso deinstitucionalización y el establecimiento de la región en un

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lonialismo”, la Guerra Fría– fueron acompañando el surgi-miento y desarrollo de las instituciones internacionales. Segeneraron entonces otras definiciones y criterios para hablarde las grandes regiones del mundo. Son las áreas o continen-tes que definen las estadísticas internacionales y las organi-zaciones “regionales” del sistema de las Naciones Unidas.

Dentro de estas áreas geográficas, hay dos fuentes básicasde diferenciación: los pasados coloniales comunes y diversos,que generaron una geografía cultural compleja, y las diferen-cias de alineamientos políticos, que quedaban abiertamenteexpuestos en la “era de los bloques”. Si bien el Primer y el Se-gundo Mundo mostraban un grado alto de continuidad geo-gráfica, había quiebres, así como alianzas o pertenencias concercanía política y distancia geográfica (Cuba, por ejemplo). ElTercer Mundo, en ese esquema, era residual, lo que quedabamarginado del crecimiento económico y del poder político.Consistía en lo que no estaba “alineado”, con muy pocas ini-ciativas de agrupamientos o de alianzas propias (como el blo-que de los no-alineados o el intento de la Comisión Sur).

Con el fin de la Guerra Fría, los alineamientos políticos en-tran en crisis y se esfuman. Sin bloques ni alineamientos po-líticos en el plano internacional, y con una creciente hegemo-nía mundial de los Estados Unidos, las bases “regionales” dela geopolítica internacional sufren transformaciones. Por unlado, ganan saliencia y visibilidad, convirtiéndose en los crite-rios (¿únicos?, ¿centrales?) de la organización internacional.Al mismo tiempo, la nueva economía y geopolítica mundialespromueven la “apertura”, la liberación del comercio y de las fi-nanzas. En ese marco, se generan nuevas instancias de nego-ciación y dominación global del comercio y las finanzas. ParaAmérica Latina, al mismo tiempo que se expanden las inten-ciones de organizar económica y políticamente bloques regio-nales (como el MERCOSUR), que ponen el foco del debate en elpapel de las “regiones” y los acuerdos preferenciales, se reac-tiva el eje de la dominación de Estados Unidos en el NAFTA yen el proyecto del ALCA.

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cipalmente a través de la transmisión y refuerzo de la mem-bresía.

Cuarto, el establecimiento de una región o localidad serefiere a una continuidad en el proceso de institucionaliza-ción. La unidad territorial está entonces lista para ser utiliza-da como arma de la lucha ideológica por los recursos y por elpoder.

Pero hay otro aspecto de este proceso histórico de cons-trucción de las regiones. Es el lado de la experiencia humana.Aquí, el concepto clave es el de “lugar” (place), como manifes-tación de la experiencia y del sentido, conectada con prácticassociales. El “lugar” es “una red única de conexiones vitales es-pacio-temporales sociales y materiales, y los significados aso-ciados a ella” (Paasi, 1991:248) que surge y se manifiesta enprácticas intersubjetivas. El “lugar” no es una localización es-pecífica, sino que está compuesto por episodios de la historiavital situados en un espacio con dimensiones geográficas (rea-les, imaginadas, o utópicas).

En suma, la región es una unidad socioespacial con unaduración histórica relativamente larga, una categoría social ycultural que incorpora una dimensión colectiva explícita, querepresenta las prácticas institucionales sedimentadas en lahistoria de la región. Producida y reproducida en una multipli-cidad de prácticas sociales a través de la comunicación y lossímbolos, que pueden ser comunes a todos los individuos enuna región aunque los significados asociados con ellos seránsiempre construidos personalmente sobre la base de situacio-nes vitales y biografías específicas.

En esta perspectiva histórica dinámica, el MERCOSUR nodebe ser visto (todavía?) como región. Hay un proyecto y una“ingeniería socio-política” dirigida a promoverla, que se mani-fiesta en introducir símbolos –como la inclusión de la palabraMERCOSUR en el pasaporte argentino, o la existencia de cabi-nas diferenciadas de migraciones según procedencias en el ae-ropuerto de San Pablo, aunque no estén funcionando–. Se tra-ta de políticas de institucionalización desde los estados, que

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sistema regional y en la conciencia social (Paasi, 1991:243).La formación territorial se refiere a la localización de prácticassociales (económicas, políticas, administrativas, etcétera) através de las cuales se transforma un espacio: la región co-mienza a adquirir límites, por los cuales podrá ser identifica-da como una unidad en la estructura espacial. Las relacionesde poder tienen un papel fundamental en este proceso de es-tablecer la forma territorial.

En segundo lugar, el sentido simbólico de un espacio yun tiempo se va dando a partir de un número creciente, y unuso cada vez más frecuente, de símbolos territoriales. Unsímbolo fundamental es el nombre de la región, que conectasu imagen con la conciencia regional. Los signos físicos, quea menudo expresan tradiciones e historia, que construyen unpresente cargado de imágenes de un pasado común, promue-ven la reproducción del imaginario compartido. La formaciónsimbólica de una región específica también construye el apa-rato simbólico que permite distinguir una región de todas lasdemás. Los símbolos territoriales son a menudo expresionesabstractas de la solidaridad grupal, que corporizan las accio-nes de instituciones políticas, económicas y culturales. Eneste plano, el Estado tiende a constituirse en el aparato cen-tral a través del cual se crean las precondiciones (económi-cas, políticas, administrativas) para la constitución de regio-nes. Para ello, el Estado se puede valer de prácticas ligadasal sistema de socialización oficial, principalmente la edu-cación.

En tercer lugar, el surgimiento de instituciones regionalespuede complementar y legitimar el uso de los símbolos terri-toriales en una región. Como patrones relativamente estanda-rizados y con cierta permanencia (sean más o menos formali-zados, en diferentes niveles o en diferentes escalas), estainstitucionalidad refuerza el significado y el rol de los símbo-los y signos territoriales. Este es el campo de la formacióngrupal e histórica. La producción y reproducción de la con-ciencia social en los diversos niveles territoriales ocurre prin-

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ves cognitivas que modelan comportamientos y ayudan a eva-luar acontecimientos.

Es claro que los marcos interpretativos no son permanen-tes o estables. Tampoco son consensuados o únicos. En todomomento histórico, distintos marcos interpretativos puedencompetir entre sí, acompañando o aun promoviendo conflic-tos entre actores, desafiando interpretaciones hegemónicas ysugiriendo cursos de acción alternativos. Introducirlos en elanálisis implica dar un lugar privilegiado a las ideas, a las tra-diciones culturales, a los valores y creencias, a las percepcio-nes y a los componentes cognitivos de la acción social. Impli-ca también incorporar las maneras en que distintos actorespolíticos y activistas de movimientos sociales generan y desa-rrollan imágenes, metáforas y cambios en las definiciones desituaciones sociales, aprovechando la presencia de contradic-ciones culturales y de nuevas oportunidades políticas. En su-ma, estamos hablando de un proceso activo de construccióncultural, con efectos en las prácticas de movimientos y agen-tes sociales (Zald, 1996).

Los elementos que intervienen en estos marcos son denaturaleza diversa. Pueden ser más permanentes o estables,o más volátiles y coyunturales; pueden estar más ligados aestructuras e instituciones o a tradiciones culturales (Gam-son y Meyer, 1996). Los movimientos sociales (como camposde actores más que como actores unificados) podrán aprove-char o construir sus oportunidades políticas a partir, justa-mente, de las maneras en que estructuren los marcos inter-pretativos de su acción. Se trata entonces de un cambio en elmarco o en los parámetros de la acción, una revisión en lamanera en que la gente percibe y organiza las circunstanciasde su vida, que puede involucrar una “liberación cognitiva”(McAdam, 1982). En los movimientos de protesta, por ejem-plo, puede ocurrir a través del pasaje de un marco interpre-tativo basado en la suerte o el destino a uno que reconoce lainjusticia y la mutabilidad de las situaciones sociales. Así, losmovimientos locales, orientados a cuestiones coyunturales

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coexisten con otras señales que refuerzan las rivalidades na-cionales. De hecho, hay poca historia, o mejor dicho, las regio-nes históricamente significativas son otras –América Latina, laregión platina, u otros “cortes”– y la experiencia vivida de “lu-gar” no tiene como referente privilegiado al MERCOSUR. Habráque observar el proceso histórico futuro para constatar si estoque empieza como un acuerdo formal se convierte en una re-gión cultural de pertenencia, en una de las escalas en que lapoblación define su “lugar”.

Marcos interpretativos, oportunidades para la acción

Para actores y agentes sociales que venían actuando enespacios locales, nacionales o supranacionales, los acuerdosformales del MERCOSUR traen aparejada la posibilidad decambio en el escenario de su acción. Se abren nuevas oportu-nidades políticas y se crea un campo donde se pueden desa-rrollar nuevos marcos interpretativos para su acción. En lamedida en que el proceso de “integración” regional avanza, sinembargo, el cambio de encuadre y horizonte de la acción dejade ser una opción estratégica, una posibilidad de articulación“entre otras”. Por el contrario, los agentes sociales se ven com-pelidos a interpretar su posición y su acción en el nuevo mar-co regional. Quien no lo haga, quedará rezagado y perderá eltren de la historia.

Para elaborar conceptualmente las nociones de marco yencuadre, podemos partir de la noción de “marco” de Goffman(1974), quien la propone para denotar esquemas de interpre-tación que permiten a los individuos ubicar, percibir, identifi-car y rotular los acontecimientos en su vida cotidiana y en elmundo más amplio. Son los marcos los que dan significado aeventos y acontecimientos, le dan sentido al mundo, organi-zan la experiencia y guían la acción individual y colectiva. Losmarcos son las metáforas, representaciones simbólicas y cla-

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por la lealtad de la población y a veces inclusive por la juris-dicción territorial.6

Las mudanzas provocadas por los proyectos de integra-ción regional y los cambios en los escenarios de la acción ge-neran preguntas específicas y concretas: ¿Qué sucede en lasdiversas instancias del movimiento de mujeres cuando se em-pieza a desarrollar el proceso MERCOSUR? ¿Y el movimientoobrero, el movimiento ecologista o el de los derechos huma-nos? ¿Qué sucede con los movimientos “regionales” (dentro decada país o de regiones que cortan o cruzan límites interna-cionales)?7 ¿Cómo interpretan las oportunidades que la nue-va institucionalidad abre o cierra? ¿Cómo aprovechan o dese-chan los distintos actores esas oportunidades? Pero, másimportante en esta primera etapa en que la construcción cul-tural de marcos interpretativos es una tarea sin concluir,¿qué sentido otorgan los actores a los procesos sociales en elplano regional? ¿Cómo construyen, en suma, su definición ysu idea de “lo regional”?

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6 El crecimiento de la economía global y los procesos conexos,sin embargo, no implica la desaparición del Estado. En palabras deCalhoun, “States remain the organisations of power through whichdemocratic movements have the greatest capacity to affect econo-mic organisation… [S]tates remain the highest level of institutionalstructure at which programmes of democratisation themselves canconsistently be advanced. And states remain the most crucial ob-jects and vehicles of efforts to achieve ‘self-determination’ or auto-nomy as a political community” (Calhoun, 1993:390). Sobre lastransformaciones de la soberanía estatal ligadas al proceso de glo-balización, ver también Sassen, 2000 y Held, 2000.

7 En el caso europeo, el desarrollo de la Unión Europea, unido ala tendencia hacia la descentralización gubernamental, generó unaenorme vitalidad de las “regiones” sub-nacionales al desarrollar re-des transnacionales y vinculaciones directas con la institucionalidadtransnacional. Estas cuestiones se manifiestan en el “Tercer nivel” deEuropa (Jeffery, 1997). Se pueden detectar desarrollos análogos inci-pientes en el MERCOSUR, tales como el programa MERCOCIUDA-DES.

(por ejemplo, las reivindicaciones urbanas de agua potable oservicios de transporte) pueden cobrar nuevos sentidos cuan-do se enmarcan en movimientos más amplios y alianzas quereinterpretan las demandas en términos de democracia localy autogestión, o en términos de demandas por la equidad enlas tareas de la reproducción cotidiana que se plantean des-de el movimiento feminista. En cualquiera de estos casos, elcambio de marco implica la ampliación del sujeto de la ac-ción, el referente del “nosotros” y el campo de acción del mo-vimiento.5

En el campo que nos ocupa, es decir la acción en la esfe-ra pública, el referente dominante, que constituyó el marcointerpretativo central para los actores colectivos, ha sido has-ta hace muy poco el Estado-nación. En efecto, el Estado-na-ción se fue construyendo durante los últimos dos siglos comofoco “natural” de la lealtad y la solidaridad de los ciudadanos,como unidad “natural” del poder autónomo y de la soberanía.En la actualidad, esta centralidad está fuertemente cuestio-nada: los límites internacionales del Estado son permeables ala globalización de la producción, el comercio, la cultura y lasfinanzas, de lo cual resulta una pérdida de control de los es-tados sobre sus destinos. La soberanía de los estados estácomprometida también por los cambios en los patrones dealianzas y federaciones regionales. En el nivel sub-nacional, elEstado se ve desafiado por la revitalización de grupos solida-rios basados en diversos criterios –regionales, lingüísticos, re-ligiosos, étnicos, de género o estilo de vida–. También por in-numerables movimientos sociales que generan sus propiassolidaridades. Todos ellos empiezan a competir con el Estado

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5 El marco interpretativo es uno de los elementos centrales delanálisis de la dinámica de los movimientos sociales, que se combinacon las oportunidades políticas y las estructuras de movilización(McAdam, McCarthy y Zald, 1996). Varios capítulos de este libro fo-calizan la atención especialmente en las oportunidades políticas quese abren o se cierran en los espacios transnacionales.

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do, los estados-naciones siguen siendo los ámbitos donde sepuede influir sobre cambios en políticas. Además, en tanto laidentidad nacional sigue siendo el eje de organización de latransnacionalidad y el criterio de representación en las orga-nizaciones internacionales, se pueden reforzar las identifica-ciones con “la nación” en desmedro de identificaciones quecortan o cruzan naciones, e inclusive pueden reforzarse lasideologías nacionalistas.8

De hecho, el proceso formal del MERCOSUR se define co-mo proceso de “integración” de países o naciones. Cabe pre-guntar entonces qué efecto tiene esta nueva visibilidad de lasnaciones en los acuerdos, consensos y disensos en los proce-sos de diálogo e interacción sociales. Las nacionalidades y losnacionalismos, las instituciones nacionales y las identificacio-nes nacionales, tienen un papel protagónico. En las mesas dediálogo y negociación de todo tipo, cuando el contexto esMERCOSUR, los actores se definen en términos de nacionali-dad. La nacionalidad legitima la presencia, y se convierte envisible y saliente. Así, es notorio el hecho de que cuando hayun encuentro sindical o académico en el marco delMERCOSUR, la nacionalidad de los participantes se vuelve undato y una preocupación: ¿están bien representados todos lospaíses? ¿Cómo mantener el equilibrio? Antes, o en contextosque no están definidos en términos de MERCOSUR, estas pre-guntas no eran tan comunes.

Si esto es así, cabe plantear una hipótesis compleja, quedeberá ser indagada en distintos contextos: el “efectoMERCOSUR” es paradojal. En un nivel, pensar en la “integra-ción” regional implica, si no la disolución de las fronteras, el

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8 En el caso de la Unión Europea, el desarrollo y fortaleza de launión regional lleva a una reafirmación de la importancia del Esta-do-nación, ya que el propio proceso de integración obliga a los esta-dos miembros a tomar posición en todos y cada uno de los temas pre-sentados en las mesas de negociación (Bull, 1993).

Ponemos el énfasis en esta primera etapa, porque la cons-trucción del MERCOSUR como horizonte regional es un proce-so en curso, por el cual distintos actores y agentes tendránque ir redefiniendo sus identidades y sus escenarios, en unsentido espacial/territorial. Los movimientos sociales, los ac-tores, los sentidos de la acción, la participación y el compro-miso, inclusive la “identidad”, no son fenómenos estáticos,que se fijan y cristalizan de una vez y para siempre. Más bien,son procesos que se refuerzan y se quiebran, que se desarro-llan en direcciones posibles, más que determinadas. Las di-versas temporalidades –coyunturas, tiempos cortos y horizon-tes de cambio histórico– se despliegan, confusamente, en susimultaneidad.

También está la cuestión del “espacio”, o más bien, la es-cala en la cual actuaban y actúan los actores sociales, cons-truyendo sus límites y sus identidades. En el caso que nosocupa, en que los movimientos sociales habían estructuradosu acción y su identidad en marcos interpretativos relativa-mente restringidos, basados en un privilegio (o aún una natu-ralización) de la nación y las fronteras, con visiones de los“otros vecinos” como amenazas, enemigos o simplemente co-mo lugares vacíos, los procesos de diálogo regional puedenllevar a una ampliación y transformación del marco, dondeesos mismos “vecinos” comienzan a ser vistos como “socios”,amigos o interlocutores legítimos. De la lógica de la rapiña yla rivalidad, al intercambio y diálogo. Esta etapa parece estarausente en los discursos románticos que afirman que, en ver-dad, no hay “otros” sino directamente la unidad eterna o la in-tegración original.

Las ampliaciones y transformaciones de los marcos in-terpretativos que están ocurriendo en las últimas décadas apartir de las tendencias hacia la transnacionalización y globa-lización –también a partir de los acuerdos regionales suprana-cionales– no son lineales y directas. Existen fuertes tensiones,originadas en el locus nacional de la efectividad del accionar yde las demandas de los movimientos sociales. Después de to-

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refuerzo cultural local. Los intereses de regiones internas ode grupos sociales específicos tenían como referente básico alEstado nacional.

En el plano internacional, la centralidad del aparato delEstado llevaba a acuerdos y convenciones, elaborados y rati-ficados por los gobiernos. La sociedad tenía poca cabida direc-ta y poco espacio en ese mundo. Pero por debajo de esta rea-lidad, había otra. Oculta, apenas visible, confusa. En 1975, elmundo recibió con sorpresa y asombro el fermento social delas mujeres en los foros y conferencias paralelas a la Confe-rencia Internacional en México. La acción no estaba en laConferencia Intergubernamental, sino afuera, en la multipli-cidad de propuestas y eventos con que el movimiento interna-cional de mujeres acompañaba y confrontaba a la Conferen-cia “oficial”. Desde entonces, esta modalidad de actividadparalela se ha convertido en una práctica cada vez más exten-dida. De los movimientos relativamente inestructurados deese momento, se fueron generando redes de organizacionessociales no gubernamentales, con una creciente visibilidad,voz y poder. En la UNCED de Río de Janeiro en 1992, en laConferencia de Viena sobre derechos humanos de 1993 y enla de Beijing de 1995, la lucha de los organismos no guberna-mentales no fue por tener un espacio de debate –en todas es-tas y otras Conferencias hubo foros paralelos–, sino por ase-gurar la representación de las voces e iniciativas de los forosparalelos en los documentos y debates de las delegaciones gu-bernamentales oficiales. Esta visibilidad y reconocimientointernacional de las ONGs es un indicador de cambios orga-nizativos e institucionales muy vastos (Khagram, Riker y Sik-kink, 2002; Sikkink y Smith, 2002).

En el interior de los países, a partir de los años setentahacen su aparición en el escenario público y van cobrandocreciente importancia formas de articulación de intereses yagrupamientos que dirigen sus demandas al Estado, pero queno se canalizan a través de los partidos políticos. En los paí-ses con regímenes políticos dictatoriales de esa época en Amé-

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reconocimiento de un plano de unidad en la diversidad. Enotro nivel, la nacionalidad y la identidad nacional no sólo es-tán presentes sino que se refuerzan en los diálogos y en las ne-gociaciones regionales. Al mismo tiempo que se intenta produ-cir un nuevo “nosotros” colectivo y de alcance regional, sereafirman las identificaciones “parciales”, nacionales, que re-saltan las diferenciaciones entre un yo/nosotros y los “otros”–en este caso, nacionales de otros países–. Cabe preguntar en-tonces cómo se hace manifiesta esta saliencia de la nacionali-dad en la conformación de los/as actores/as colectivos/as. Y,en tanto el proceso de diálogo e integración se desarrolla a lolargo del tiempo, preguntarse acerca de las transformacionesen las identificaciones nacionales en los/as actores/as colec-tivos/as.

Los movimientos sociales y la escala de su acción

Partimos de una historia en la que a lo largo de casi dos-cientos años se fue construyendo al Estado-nación como elmarco interpretativo y articulador de la acción colectiva. Has-ta los años setenta, en América Latina, el tema de la demo-cracia y la participación estaba centrado en el sistema políti-co: partidos políticos y elecciones para la transformaciónsocial democrática, guerras de liberación para las situacionesrevolucionarias. El Estado-nación estaba en el centro, y losactores orientaban sus estrategias en ese nivel. Inclusive ac-tores corporativos tradicionales –la burguesía, el movimientoobrero, los militares– eran mirados fundamentalmente encuanto a su capacidad de intervenir en el espacio político delpoder del Estado. Si bien había transnacionalismos diversos,las alianzas y refuerzos internacionales de esos y otros acto-res estaban orientados a aumentar los recursos y la capaci-dad de acción y de presión en el plano nacional. Otros acto-res sociales eran débiles; lo que había eran protestas,demandas frente al Estado, o espacios de sociabilidad y de

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propia definición del éxito o fracaso de un movimiento social.Al mismo tiempo que la organización del movimiento de dere-chos humanos puede debilitarse en la transición (para el mo-vimiento de derechos humanos en Argentina, véase Jelin1995), con conflictos alrededor de estrategias entre quienesquieren entrar a las estructuras de poder y quienes eligen nonegociar, sus temáticas y preocupaciones se extienden social-mente. La defensa de los derechos humanos –o en otro planorelacionado, el reconocimiento de la subordinación de géneroy la urgencia de revertir esta situación–, se incorporan al mar-co interpretativo democrático más amplio, lo cual es un indi-cador de su éxito: temas apropiados por la sociedad, aunquelas organizaciones específicas a menudo están debilitadas yen conflicto.

En una perspectiva histórica de mediano plazo, las de-mandas sociales representadas en movimientos colectivoshan ido cambiando de perfil. El movimiento obrero y el movi-miento campesino tenían, en su apogeo, proyectos de trans-formación social “total” (Calderón y Jelin, 1987). Lejos esta-mos de los tiempos en que militantes y organizadoressindicales europeos llegaban a América con la intención de in-culcar la “conciencia obrera”, con la estrategia de ingresar co-mo obreros a las incipientes fábricas locales y llevar adelantesu prédica en contactos cara a cara. Siguió después una eta-pa de luchas en escala “nacional”, por el reconocimiento delas reivindicaciones obreras en el mercado de trabajo y porparte del Estado.

A partir de los años setenta, con el agotamiento del modelode industrialización sustitutiva y la expansión de los regímenesautoritarios, el espacio de los movimientos sociales, así como lamirada de los investigadores sobre ellos, cambia. La heteroge-neidad y multiplicidad de actores y de sentidos de su acción setornaron más visibles, las reivindicaciones se tornaron más es-pecíficas, la cara de la “identidad” de los actores en formaciónse hizo explícita (Evers, 1984) y la cultura de la cotidianidadcomenzó a ser el foco de atención. Lo que atrajo de estas for-

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rica Latina, los partidos políticos tenían un espacio de actua-ción muy limitado, sin elecciones. Estos movimientos podíanentonces aparecer como canales alternativos de expresión dela oposición política, inclusive expresiones de demandas de-mocratizadoras.

A menudo, se trataba de acciones colectivas con objetivosy demandas específicas, limitadas a reivindicaciones puntua-les. Tal es el caso de numerosos movimientos urbanos. Así,con los procesos de transición a la democracia en los añosochenta y con la institucionalización democrática en el nivellocal, numerosos movimientos urbanos fueron incorporándo-se como actores sociales institucionalizados, reconocidos porlos gobiernos locales. Hay municipalidades donde existen es-pacios para la expresión de las demandas ciudadanas, para elcontrol ciudadano de la gestión y para la cogestión entre go-biernos locales y organizaciones sociales (por ejemplo,Raczinski y Serrano, 1992; Baierle, 1998).

Otros movimientos sociales tuvieron recorridos que losllevaron en otras direcciones en los años ochenta y noventa.Varias de las demandas de los movimientos de mujeres y delos movimientos de derechos humanos fueron incorporadasen la agenda social y política de las transiciones. Así, la críti-ca social del feminismo ha penetrado las organizaciones cor-porativas, los sindicatos, las organizaciones de negocios, elEstado, la Iglesia. Se ha generalizado el debate sobre la discri-minación de las mujeres, la lógica de la igualdad, las transfor-maciones en la estructura legal, incluyendo (en el límite) el re-conocimiento social y político de ciertas violaciones a losderechos de las mujeres, como ser la violencia doméstica(aunque todavía no la violación matrimonial). Podría decirsetambién que el debate sobre los derechos reproductivos (ex-ceptuando el aborto) está instalado en la sociedad.

Igualmente, en la medida en que el discurso de los dere-chos humanos fue apropiado por vastos sectores de la socie-dad y no quedó restringido o reducido a grupos de militantesy activistas, lo que en realidad está puesto en cuestión es la

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cala (grande o pequeña) para estudiar fenómenos preexisten-tes, sino de estudiar las interrelaciones e interdependencias,la “interlegalidad”. Pero, para seguir con la metáfora del au-tor, aplicada en este caso a los movimientos sociales, en laproyección que requiere todo mapa hay un punto central, unpunto fijo de referencia, y aquí la atención puede centrarse enun punto de la escala grande de la cartografía de lo local o dela escala pequeña de un punto global, sin perder de vista loque queda desdibujado o distorsionado por la escala y la pro-yección elegida (de Souza Santos, 2000).

El proceso de globalización, tanto en lo que hace al conte-nido de demandas como a la rapidez del flujo de comunicacio-nes, está produciendo transformaciones importantes en laconformación de los movimientos sociales. La expansión de lasorganizaciones internacionales intergubernamentales (inclu-yendo la sucesión de “Cumbres” mundiales de las últimas dé-cadas –mujeres, población, derechos humanos, medio am-biente, etcétera), la presencia de la protesta social en los forosinternacionales del poder (Davos, Seattle, etcétera) y el desa-rrollo de redes y reuniones de organismos no gubernamenta-les (que culminan en el Foro Social Mundial de Porto Alegre)han transformado el escenario. La participación colectiva di-recta es sólo uno de los componentes (y ni siquiera indispen-sable en todos los casos) de la gestación de movimientos socia-les y de nuevos actores colectivos. Con cierto grado deindependencia en relación al grado y tipo de participación debase y del nivel de arraigo de los temas en una sociedad con-creta o en sectores de la misma, presenciamos el surgimientode redes internacionales de activistas (advocacy networks enla expresión de Keck y Sikkink, 1998), compuestas por organi-zaciones intergubernamentales, organizaciones no guberna-mentales de carácter internacional, nacional y local, oficinasde gobiernos, fundaciones, iglesias, militantes e intelectualesde muy diverso tipo. La activación de estas redes puede dar lu-gar a alianzas y coaliciones transnacionales y aun a movimien-tos globales (Khagram, Riker y Sikkink, 2002; Moghadam,

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mas de expresión fue que, a partir de lo específico y lo concre-to de la cotidianidad, a menudo llegaban a poner en cuestiónlos principios básicos de la organización social (Calderón,1986; Escobar y Álvarez, 1992). Fueron movimientos heterogé-neos y diversos, en los que la lógica de la afirmación de la iden-tidad colectiva en el plano simbólico se combinaba de maneradiversa con los intereses y demandas específicos.

Las transformaciones más recientes y los procesos actua-les –marcados por las tendencias a la globalización y la aper-tura económica neoliberal, por los avatares políticos de demo-cracias frágiles, por la violencia social y la exclusión– apuntana nuevos cambios, a formas aún más diversificadas, a senti-dos múltiples, a actores que organizan sus estrategias en unasimultaneidad de niveles y escalas, desde lo más local hastalo global o mundial. Más que en ningún momento anterior dela historia, la expresión de demandas sociales colectivas enun ámbito local (sean demandas laborales a través de un sin-dicato, demandas de servicios frente al Estado, protestas porcontaminación, o reclamos de cualquier otro tipo) contienenen sí mismas la multiplicidad de sentidos implicados en la in-terpenetración, articulación y superposición de niveles. Igual-mente, los grandes actos en escala mundial –las demandas enlos ámbitos de las conferencias internacionales, por ejemplo–sólo cobran sentido cuando articulan (casi siempre de mane-ra contradictoria y conflictiva) las situaciones locales con lostemas globales. El relato personalizado, íntimo, doloroso, deuna violación en medio de la guerra de Bosnia, para una au-diencia multitudinaria, con traducción simultánea y transmi-tido por televisión a todo el mundo (como ocurrió en la Confe-rencia Internacional de Derechos Humanos en Viena en 1993)no hace más que colocar en el centro del espacio mundial es-ta multiplicidad de sentidos y niveles.

La escala de la acción social se torna entonces un eje cen-tral de análisis. “La escala crea el fenómeno”, dice de SouzaSantos (2000:188) para referirse a la metáfora cartográfica enel análisis del pluralismo jurídico. No se trata de elegir una es-

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vean postergados y “lleguen tarde” a los espacios y las mesasde negociación. En este caso, “llegar tarde” significa que lasreglas de la negociación y los criterios de representación –osea la institucionalidad del proceso— están ya definidos demaneras “tradicionales”, que excluyen y marginan. Será sóloa través de la demanda y la protesta de los movimientos so-ciales que se podrá lograr la transformación del escenario y delas reglas de juego. Por lo tanto, cuanto antes se llegue, másfactible será participar en el propio proceso de formulación delas normas. De ahí la urgencia de observar y analizar el pro-ceso de conformación de los diálogos y la normatividad insti-tucional del MERCOSUR con una perspectiva crítica que aler-te frente a exclusiones y silencios.

Se vuelve entonces al diagnóstico inicial del “déficit demo-crático” de los procesos de negociación de la integración regio-nal, cuando estos se desarrollan a partir del encuadre inter-gubernamental. La creación de mecanismos de participación,representación y mediación entre las sociedades y sus gruposy la institucionalidad regional, se convierte en un desafío cen-tral del proceso.9

Para concluir

Los procesos de globalización en curso y las nuevas ins-tancias supranacionales crean oportunidades para el contac-to cultural y la creatividad. Al mismo tiempo, se crean nuevasformas de intolerancia. El racismo y la xenofobia, las guerrasétnicas, el prejuicio y el estigma, la segregación y la discrimi-

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9 El déficit democrático no se resuelve simplemente con la creaciónde un Parlamento regional con elecciones directas, como lo demues-tra el caso europeo. Se requieren mecanismos de control y monitoreosocial de la institucionalidad regional, y mecanismos alternativos departicipación (Bull, 1993).

2000; Seidman, 2000; Sikkink en este volumen).Es en este punto donde vuelve a tornarse importante con-

siderar la transformación de los marcos interpretativos que elsurgimiento del MERCOSUR puede ocasionar en los movi-mientos sociales. Desde el espacio de la sociedad en su con-junto, se puede sentir el impacto y las consecuencias de lasdecisiones tomadas en el plano formal de las negociaciones dela “integración regional”. Los grupos sociales pueden ajustar-se y adaptarse a las nuevas circunstancias y condiciones, pe-ro no necesaria o inexorablemente se constituyen en actoressociales explícitamente incluidos en el proceso. Sin embargo,aunque no aparezcan de entrada en los titulares de los noti-cieros y en las tapas de diarios, hay escenarios diversos y pro-tagonistas múltiples de estos procesos. Muchos actores yfuerzas sociales están incorporando el nivel regional en susestrategias de acción: las comunidades científicas y universi-tarias, los movimientos sociales (el feminismo, el ambientalis-mo, el indigenismo, el movimiento de derechos humanos, et-cétera), las organizaciones no gubernamentales de diversocuño (desde las que promueven una ciudadanía activa hastalas federaciones de organizaciones de base o las que promue-ven microemprendimientos), las comunidades artísticas. Losperiodistas y los medios de comunicación tienden, aunquecon dificultades, a incorporar el nivel regional en su agenda,produciendo información acerca de lo que ocurre y propo-niendo diversas interpretaciones del proceso mismo. Lo quehacen unos influye sobre lo que piensan hacer otros, refor-zando mutuamente esta incorporación del nivel regional. Conlo cual, gradualmente, se está dando ese cambio de encuadrede la acción al que hacíamos referencia más arriba.

En efecto, en la medida en que la negociación formal delMERCOSUR se está haciendo de la misma manera y con unainstitucionalidad similar a la que viene gobernando la políticay la economía de los países, se genera un bien fundado temor:que los temas de la agenda de los movimientos sociales esténausentes y que los actores sociales como protagonistas se

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la perspectiva de los grupos subordinados, esto implica el de-sarrollo de nuevas voces, actores y movimientos sociales. Lasoportunidades están dadas para expresar un alto grado decreatividad cultural, anclada en viejas o nuevas identidadesétnicas, en nuevas identidades colectivas, o en nuevos com-promisos cívicos con valores alternativos (Jelin y Hershberg,1996). Estas oportunidades se ven potenciadas o bloqueadassegún la manera en que se desarrollen los nuevos marcos in-terpretativos de la acción colectiva. En suma, creo que en losnuevos contextos creados por los proyectos de integraciónregional, los movimientos sociales tienen la oportunidad dereforzar o de ampliar su doble rol, como sistemas colectivosde reconocimiento social que expresan identidades colecti-vas, y como intermediarios políticos no partidarios que traenlas necesidades y demandas de las voces no articuladas a laesfera pública y las vinculan con los aparatos institucionales.El rol expresivo en la construcción de identidades colectivasy de reconocimiento social, y el rol instrumental como desa-fío a los arreglos institucionales existentes, son sin dudaesenciales para la democratización de los nuevos escenariosregionales.

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Estas cuestiones generales han sido, y siguen siendo, elnúcleo del debate y de luchas sociales concretas por la expan-sión de la ciudadanía dentro de estados-naciones, por el reco-nocimiento de los derechos colectivos de las minorías, por losderechos de los inmigrantes y el multiculturalismo. Los pro-cesos de negociación regional y los intentos de construiracuerdos supranacionales generan nuevas controversias ytensiones en estas cuestiones, reafirmando a veces los nacio-nalismos y profundizando las fronteras. Reconocer que las co-munidades e identidades nacionales son construcciones his-tóricas, contingentes e “imaginadas” no borra la realidad deque a lo largo de su historia se han desarrollado estados y es-tructuras institucionales que se erigieron en autoridades pa-ra ejercer el poder y la violencia legítima, con impactos con-cretos en la vida cotidiana de sus habitantes. El desarrollo delEstado-nación también implicó un proceso de institucionali-zación de límites y fronteras con otros estados, por lo cual lasidentidades nacionales adquieren significado en contraste conotras naciones, en una dinámica que involucra siempre a lasfronteras, sean estas políticas o simbólicas.

Los procesos de integración regional plantean la necesidadde repensar la relación entre ciudadanía y nacionalidad/na-cionalismo. La creación de esferas públicas supranacionalesrequiere el desarrollo de nuevas formas de ciudadanía. Desde

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El movimiento sindical regional: los camioneros

y los judiciales*

MÁXIMO BADARÓ

Introducción

El propósito de este trabajo es abordar los vínculos entreel proceso de integración regional impulsado por el MERCO-SUR y los movimientos sindicales de la región. Como respues-ta a los fenómenos de transnacionalización del capital y a lafirma de acuerdos de integración regional como el NAFTA o elMERCOSUR las organizaciones y centrales sindicales incorpo-ran el nivel regional en sus estrategias de acción. A veces, es-to da lugar a nuevas formas de internacionalismo sindical(Munk, 1998; Carr, 1999; Veiga, 1999: Brunelle y Chaloult,1999; Moavro, 1998). En el caso del NAFTA, inclusive existenagrupaciones de trabajadores de México y Estados Unidos

* Este trabajo fue realizado mediante una beca en el marco delProyecto “Interacciones en el MERCOSUR: actores e instituciones”,subvencionado por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Téc-nica (ANPCYT), como parte del Programa de Investigaciones Sociocul-turales en el MERCOSUR (IDES), dirigido por la Dra. Elizabeth Jelin, aquien agradezco la generosidad de sus comentarios y sugerencias, asícomo la dedicación prestada a lo largo de esta investigación. Tambiénagradezco las valiosas observaciones de los integrantes del Programade Investigaciones Socioculturales en el MERCOSUR.

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La heterogeneidad de los impactos en el plano de las re-presentaciones por sector o rama pueden dejar como saldoganadores y perdedores entre los trabajadores de los paísesdel MERCOSUR, lo cual revela las limitaciones que encuentrauna acción conjunta del movimiento obrero en el nivel regio-nal. Sin embargo, esto se puede modificar cuando pasamos alnivel de las interacciones entre las diversas centrales sindica-les del MERCOSUR. Chalout (1999) ha señalado que auncuando en el nivel nacional las centrales sindicales tienen po-siciones distintas o contrarias, en el ámbito del MERCOSURconsiguen actuar en bloque y de manera consensuada. Noobstante, muchas veces estos consensos a nivel regional se lo-gran evitando el tratamiento de temas centrales y conflictivos,como las políticas arancelarias o la migración de trabajadores,y limitando la acción a reivindicaciones generales que sóloapuntan a definir al movimiento sindical como el defensor de“lo social” en el proceso de integración (Klein, 2000).

En este artículo, realizaremos en primer lugar una brevereseña de la actuación de la Coordinadora de Centrales Sindi-cales del Cono Sur (CCSCS) en relación con la integración re-gional y los espacios de la estructura orgánica del MERCOSUR.Pasaremos luego a analizar el accionar de organizaciones sin-dicales regionales, tomando en especial dos casos de agrupa-ciones sindicales que involucran trabajadores de Argentina,Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay: la Coordinadora de Traba-jadores Judiciales del Cono Sur (CTJCN) y la Confederación deCamioneros del MERCOSUR (CCM), vistas especialmente des-de la perspectiva de los dirigentes sindicales argentinos quelas integran. Finalmente, a partir de esto esbozaremos algunasreflexiones sobre el lugar que adquiere la dimensión regional,en tanto escenario posible de las prácticas sindicales, en cadauno de los casos.1

EL MOVIMIENTO SINDICAL REGIONAL: LOS CAMIONEROS Y LOS JUDICIALES 63

1 Las estudios que exploran procesos sociales en curso se encuen-tran sujetos a las coyunturas económicas, políticas y sociales quevan moldeando, a medida que se desarrolla el trabajo de investiga-

que están utilizando el costado laboral del acuerdo como unanueva oportunidad política a partir de la cual ejercer la soli-daridad internacional entre los trabajadores de los países quelos integran (Stevenson, 2000).

En efecto, los acuerdos de integración económica como elNAFTA o el MERCOSUR han tenido no poca importancia al ac-tuar como catalizadores de la profundización de los vínculostransnacionales. Jelin remarca, sin embargo, que “no se tratade fenómenos totalmente nuevos sino de cambios en la escala yen la temporalidad de los mismos” (1999:37). Si bien estosacuerdos definen un nuevo escenario para la acción colectivaque trasciende los límites físicos, simbólicos e institucionalesdel Estado-nación, esto no quiere decir que el nivel regionalreemplaza o debilita al resto de los escenarios donde los actoressociales desarrollan su acción colectiva; más bien, el nivel regio-nal comienza a tener un lugar en la compleja gama de nivelesde la acción (internacional, nacional, local, provincial, etcétera).

Sin embargo, estas políticas regionales también hacenemerger conflictos e intereses encontrados. En el ámbito delMERCOSUR, algunos trabajos han mostrado que la perspecti-va de acción regional del movimiento obrero responde, en mu-chos casos, a una necesidad ligada a la coyuntura económicay política de la región, apuntando a preservar o promover in-tereses propios de cada central sindical, antes que a idealesde “internacionalismo obrero” (Palomino, 2000; Veiga y Vige-vani, 1996; Hirst, 1996). También se ha señalado que, en lamedida en que los conflictos sectoriales pueden agudizarse, laestrategia de los sindicatos de los países más ricos “será prio-ritariamente la de denunciar la práctica de dumping social rei-vindicando la adopción de una Cláusula Social, o sea, másuna cláusula de salvaguarda que de solidaridad sindical”(Portella de Castro, 1996:66, cursiva original). En suma, los“impactos” del MERCOSUR sobre el movimiento sindical notienen un carácter unívoco, lo que supone respuestas diferen-ciadas de acuerdo a las actividades, tradiciones sindicales,ideologías y objetivos de los trabajadores de cada país.

62 MÁXIMO BADARÓ

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tica. “En estas circunstancias, no existían mecanismos decoordinación formal o informal entre las organizaciones sindi-cales de la subregión” (Castillo y otros, 1996:40).

Desde sus orígenes, la postura de la CCSCS con respectoa la integración regional estuvo signada por la ignorancia o lafranca oposición, por considerarla contraria a los intereses delos trabajadores y propia de los grandes grupos económicos.3

No obstante, la aparición del MERCOSUR en 1991 modificó elrumbo de estas posiciones, aunque se mantuvo el tono críti-co. Pese a caracterizar al MERCOSUR como un acuerdo teñi-do por las políticas neoliberales y diseñado a medida de lasgrandes empresas transnacionales y sus filiales locales, losintegrantes de la CCSCS comenzaron a manifestar la inten-ción de “disputar el modelo de integración” (Veiga, 1999) des-de el interior de la estructura institucional del MERCOSUR. Lanecesidad de reforzar los vínculos entre las centrales de la re-gión frente a este nuevo actor institucional y de introducir ladimensión social y laboral en la estructura orgánica delMERCOSUR derivó en la puesta en marcha de una estrategiaque apuntaba a una mayor consolidación de la CCSCS.

El primer paso de esta iniciativa fue un documento envia-do por la CCSCS a los ministros de Trabajo de los países delMERCOSUR en diciembre de 1991, donde se solicitaba laparticipación de las organizaciones sindicales nacionales enlos distintos grupos consultivos creados en el Tratado deAsunción y la conformación de un nuevo subgrupo de traba-jo (SGT 11) ligado a la problemática sociolaboral (Castillo yotros, 1996). Hasta ese momento los espacios institucionalesasignados para el sector sindical y la temática laboral dentrode la estructura del MERCOSUR eran inexistentes. El docu-

EL MOVIMIENTO SINDICAL REGIONAL: LOS CAMIONEROS Y LOS JUDICIALES 65

3 Para entonces, el principal modelo de integración regional quelos trabajadores tenían como referencia era el expresado en el acuer-do bilateral argentino-brasileño firmado por Alfonsín-Sarney en1986.

El movimiento sindical en la estructura institucional del MERCOSUR

La firma en 1991 del Tratado de Asunción que dio origenal actual Mercado Común del Sur (MERCOSUR), integrado enese momento por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, in-trodujo importantes modificaciones en los vínculos regionalesde los sindicatos de estos países. En particular, este nuevoacuerdo se transformó en un impulso externo que llamaba areavivar las tibias relaciones que mantenían hasta entonceslas centrales nacionales agrupadas en la Confederación deCentrales Sindicales del Cono Sur (CCSCS).2

Esta confederación había surgido en 1986 a partir de unainiciativa de la Organización Regional Interamericana de Tra-bajadores (ORIT), filial regional de la Confederación Interna-cional de Organizaciones Sindicales Libres (CIOSL), con losobjetivos de acelerar el restablecimiento y la profundizaciónde la democracia en los países de la región y sus vínculos conel movimiento obrero. En septiembre de 1986 tanto Chile co-mo Paraguay vivían aun bajo gobiernos dictatoriales, y el res-to de los países recién se asomaba a la restauración democrá-

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ción, las realidades de los grupos y las temáticas analizadas. El tra-bajo de campo que sirvió como base para este artículo fue realizadoentre enero y agosto de 2000. La primera versión de este artículo fueescrita en octubre de ese año. Las declaraciones de los dirigentes sin-dicales, sus lógicas de intereses y de acción deben ser interpretadasen el marco de aquella coyuntura temporal, donde las relaciones en-tre Argentina y Brasil estaban signadas, entre otros aspectos, por ladevaluación de la moneda brasileña de 1999. La crisis social y finan-ciera argentina que estalló a fines de 2001 puede haber cambiado laslógicas y estrategias de acción colectiva de los sindicatos menciona-dos en este trabajo.

2 La CCSCS se constituyó con las principales centrales brasileñas(CUT, CGT y FS) y argentinas (CGT), la CUT de Paraguay y elPIT/CNT de Uruguay.

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tas presentes en el documento implicaba el aumento de loscostos laborales. Las bases sindicales tampoco expresaron in-terés por esta propuesta, principalmente a causa de la escasadifusión por parte de los dirigentes en cada central y gremionacional (Klein, 2000).

Si bien la Carta Social constituyó un intento de dar con-tinuidad a la articulación regional del movimiento sindical, lageneralidad de las reivindicaciones propuestas y de las metascomunes a ser alcanzadas terminó por dificultar la acción sin-dical regional. La propuesta no encontró respuesta dentro delSGT11, y nunca fue discutida por los representantes guber-namentales y los del sector privado. Al mismo tiempo, el do-cumento puso en evidencia la dificultad de las distintas cen-trales nacionales para diseñar metas comunes de aplicaciónconcreta (Veiga y Vigevani, 1996:244).

En 1994 los presidentes de los estados miembros firma-ron el “Protocolo de Ouro Preto”. Este documento otorgó per-sonería jurídica al MERCOSUR, cerró la etapa de adecuaciónaduanera inaugurada en 1991 con el Tratado de Asunción yconsolidó los dos principales espacios de participación delsector sindical dentro de la nueva estructura institucionalsurgida en esa oportunidad. Por un lado, el SGT 11, que fun-cionaba en forma efectiva desde 1992 con la participación delos ministros de Trabajo, las organizaciones empresariales ysindicales, fue transformado en el SGT 10 “Asuntos Labora-les, Empleo y Seguridad Social”. Por otro lado, el protocolocreó el Foro Consultivo Económico y Social (FCES), que cuen-ta con la participación de las centrales sindicales y las confe-deraciones empresariales. También participan en él otros sec-tores, como las asociaciones de defensa de los consumidoresy otras organizaciones sociales. A diferencia de los subgruposde trabajo (SGT) que integran el Grupo de Mercado Común

EL MOVIMIENTO SINDICAL REGIONAL: LOS CAMIONEROS Y LOS JUDICIALES 67

lación a la Carta Social, que “sólo faltaba agregar el derecho a la fe-licidad” (Klein, 2000:171).

mento de la CCSCS encontró una respuesta positiva que sematerializó en la efectiva creación del SGT 11 hacia fines de1991, dando lugar a la institucionalización de la participaciónde las centrales sindicales en el funcionamiento delMERCOSUR (Veiga y Vigevani, 1996).

Una de las primeras repercusiones de la conformación deun espacio institucional para el sector sindical fue el cambiode percepción y de posición con relación a la estrategia de ac-ción sindical en el plano nacional y regional: “Por un lado, secontinuaba con la búsqueda de nuevas formas de coordina-ción sindical; por otro, la necesidad de acompañar el procesode negociación llevaba, de forma creciente, a la percepción deque la posibilidad de influenciar a favor de la manutención oampliación de conquistas dependía cada vez más de la articu-lación de las centrales con sus gobiernos nacionales” (Veiga yVigevani, 1996:242).

Conformado por ocho comisiones y representantes delsector estatal, empresarial y laboral, el SGT 11 comenzó sutarea en marzo de 1992. Este subgrupo fue el espacio de ela-boración de la apuesta más importante de la CCSCS en la in-tegración regional: la Carta Social o Carta de los DerechosFundamentales del MERCOSUR. Basada en una serie de con-venios y recomendaciones de la OIT (Organización Internacio-nal del Trabajo), la Carta fue entregada a los presidentes delos cuatros países en enero de 1994. En términos generales,el documento apuntaba a garantizar la igualdad de derechosy condiciones de trabajo para todos los ciudadanos delMERCOSUR, dando cuenta de un claro propósito de “iguala-ción para arriba” de las asimetrías sociales y laborales exis-tentes en la región. Tanto los empresarios como el sector gu-bernamental rechazaron desde un primer momento laspropuestas de la Carta Social, que fue acusada de maximalis-ta y no ajustada a la realidad.4 Además, muchos empresariosse opusieron por considerar que la aplicación de las propues-

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4 Uno de los empresarios entrevistados por Klein señalaba, en re-

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fraestructura, el SGT 6 de Medio Ambiente y el SGT 7 de In-dustria, entre otros. No obstante, en todos los casos la parti-cipación sindical es de carácter consultivo, quedando en lospoderes ejecutivos (como el Grupo de Mercado Común–GMC–), la capacidad y la instancia de decisión.

Hasta el año 2002 el último paso en el proceso de institu-cionalización del sector sindical dentro del MERCOSUR tuvolugar en diciembre de 1998, con la firma de la Declaración So-ciolaboral del MERCOSUR por parte de los presidentes de losestados miembros. La declaración se basa en los principalesconvenios de la Organización Internacional del Trabajo ya ra-tificados por los estados que integran el MERCOSUR: no dis-criminación, promoción de la igualdad, derechos y obligacio-nes de los trabajadores migrantes y fronterizos y de losestados con respectos a ellos, eliminación del trabajo forzoso,edades mínimas para el ingreso al mercado de trabajo, liber-tad de asociación y sindical, derecho a huelga, fomento delempleo y formación de los trabajadores y derecho a la seguri-dad social, etcétera. Esta declaración también impulsó lacreación de una Comisión Sociolaboral del MERCOSUR quefunciona como órgano tripartito auxiliar del GMC, con los ob-jetivos de fomentar la aplicación de la declaración sociolabo-ral (Chalout, 1999).

La Comisión Sociolaboral tuvo una primera reunión enAsunción, Paraguay, en mayo de 1999, y contó con la partici-pación de los sectores gubernamentales, empresariales y sin-dicales de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, que se dedi-caron a delinear las normas de funcionamiento de la comisión.A su vez, la primera reunión de esta comisión coincidió conuna importante acción sindical en el plano regional realizadapara la conmemoración del “Día del Trabajo”, en mayo de1999, en la ciudad uruguaya de Rivera, ubicada en la fronte-ra con Brasil. Bajo la consigna “Unificando la lucha. Contra elNeoliberalismo; Por Empleo, Salario y Derechos Sociales; enDefensa de los Derechos Humanos; por el No Pago de la Deu-da Externa; por una Dimensión Social en el MERCOSUR”, se

EL MOVIMIENTO SINDICAL REGIONAL: LOS CAMIONEROS Y LOS JUDICIALES 69

(GMC),5 el FCES no cuenta con participación gubernamentaly puede producir sus recomendaciones en forma indepen-diente y sin previas autorizaciones (Castillo y otros, 1996), asícomo responder a consultas provenientes del GMC.6 El FCESes el espacio institucional que posibilita la participación de lamayor cantidad y variedad de actores sociales. No obstante, laparticipación de sectores ajenos al empresarial o sindical de-pende de las posibilidades otorgadas por el reglamento que re-dacta cada sección nacional del FCES.

Las delegaciones están compuestas por nueve miembros,y debe haber paridad entre representantes empresariales ysindicales, quienes suelen conformar casi la totalidad de ca-da delegación. Este es el caso de la delegación argentina, don-de existen ocho representantes de estos sectores, quedando ellugar restante para una asociación de consumidores. En ver-dad, la historia del funcionamiento del FCES es demasiadocorta y reciente como para poder evaluar su funcionamientode manera cabal.7

El SGT 10 y el FCES son los principales espacios de par-ticipación del sector sindical dentro de la estructura delMERCOSUR. Las organizaciones sindicales nacionales y regio-nales también participan sectorialmente en otros subgruposde actividades específicas, como el SGT 5 de Transporte e In-

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5 “El Grupo de Mercado Común es el órgano ejecutivo del MER-COSUR, integrado por representantes de los gobiernos nacionales ycoordinado por los Ministerios de Relaciones Exteriores. Sus resolu-ciones, adoptadas por unanimidad, son obligatorias para los Estadosparte” (OIT, 1999:25).

6 Según manifiesta un representante en el FCES del sector sindi-cal argentino (la CGT), las consultas del GMC al Foro son muy pocasy giran sobre temas de escasa importancia.

7 Sin embargo, Ermida Uriarte (1999) señala que “hasta ahora hapredominado una lógica nacional: el FCES ha sido, en los hechos,más una conjunción de Secciones Nacionales que un órgano inter osupranacional”.

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reunieron los integrantes de la CCSCS y de varias centralessindicales de la región.8

Organizaciones sindicales sectoriales en el marco regional

Un proceso de integración regional como el MERCOSURsin duda tiene impactos económicos de diverso sentido, queimprimen una temporalidad particular a la estrategia de ac-ción de diversos actores. Estos, apunta Jelin, “se ven compe-lidos a interpretar su posición y su acción en el nuevo marcoregional. Quien no lo haga, quedará rezagado y perderá el trende la historia” (Jelin, 1999:41). Tradicionalmente vinculadosal Estado y al ámbito nacional, los movimientos sindicaleshan ido, progresivamente, incorporando el nivel regional a suestrategia de acción colectiva. En algunos casos, esto ha to-mado la forma de nuevas agrupaciones sindicales sectorialesde carácter regional, que nuclean a trabajadores de ramas dela producción y los servicios específicos. En otros casos, exis-ten otras formas de alianzas y lógicas de acción colectiva decarácter regional.

En un reciente trabajo sobre las respuestas a la integra-ción por parte de sindicatos argentinos de la industria auto-motriz, del sector textil y del vestido, Palomino (2000) muestracómo reaccionaron los sindicatos de estos sectores frente a losdiferentes modelos de apertura comercial –“regulada” y “desre-

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8 Central Única de los Trabajadores-Rio Grande do Sul (CUT-RS), Fuerza Sindical (FS) y Central Autónoma de Trabajadores(CAT) de Brasil; Central Unitaria de Trabajadores (CUT) de Para-guay; Central Autónoma de Trabajadores (CAT) y Central Unitariade Trabajadores (CUT) de Chile; Plenario Intersindical de Trabaja-dores-Convención Nacional de Trabajadores (PIT-CNT) de Uruguay;Confederación General del Trabajo (CGT) y Central de TrabajadoresArgentinos (CTA).

gulada”– hacia la región en los que se encontraron involucra-dos. La existencia de un doble estándar comercial dentro delMERCOSUR –donde el sector de la industria automotriz y deautopartes funciona con acuerdos ad-hoc que implican unaclara regulación de los intercambios, mientras que otros sec-tores como la industria textil y del vestido se rigen por normasarancelarias que suponen una regulación más débil– produjoimpactos diferenciados entre los sindicatos argentinos ligadosa estas ramas de la producción.

En efecto, los sindicatos de la industria automotriz logra-ron reforzarse y asegurar su supervivencia en razón de lamayor cantidad de empleos generada por la apertura “regu-lada” al nuevo mercado regional. El costo para los sindicatosfue subordinar sus estrategias y negociaciones a las reglaspautadas por las empresas y los gobiernos. Esto implicó,entre otras medidas, la aceptación de la negociación colecti-va descentralizada por empresa. El ejemplo paradigmáticodel impacto de la integración sobre las relaciones laboralesfue la firma, en 1999, de un acuerdo sindical con la empresaVolkswagen de Argentina y Brasil, donde intervinieron lossindicatos de metalúrgicos de Brasil y mecánicos de Argenti-na. Este acuerdo estableció un marco de circulación de infor-mación entre los sindicatos y las patronales en ambos paísesy fijó pautas de formación y capacitación comunes que ga-rantizan la movilidad de los trabajadores entre Argentina yBrasil. Si bien el Sindicato de Mecánicos de la Industria Au-tomotriz (SMATA) debió resignar su capacidad de moviliza-ción, la apertura al mercado regional durante la década delos años noventa le permitió aumentar considerablemente elnúmero de sus afiliados, el control sindical y sus recursoseconómicos (Palomino, 2000).

Los sindicatos del sector textil y del vestido, por otra par-te, encontraron que la apertura “desregulada” del comercioregional implicó un aumento del desempleo en el sector, loque a su vez derivó en una solicitud de medidas proteccionis-tas al Estado argentino. Los sindicatos y empresarios del sec-

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estudiar en profundidad la Confederación de Camioneros delMERCOSUR (CCM) y la Coordinadora de Trabajadores Judicia-les del Cono Sur (CTJCS). Esta elección se justifica principal-mente por las diferentes posiciones que manifiestan sus diri-gentes frente al proceso de integración regional. En un caso, elde los judiciales, se trata de un sector laboral que, por su pro-pia naturaleza (el empleo en el Poder Judicial), está profunda-mente ligado a la lógica del Estado-nación. Sin embargo, estesector promueve de manera muy activa los vínculos sindicalesen el plano regional. El otro caso, los camioneros, correspon-de a un sector que por sus actividades debe atravesar fronte-ras nacionales, hablar otro idioma e interactuar con personasde otros países. Sin embargo, son quienes proponen reforzaren diversos sentidos los límites nacionales, apelando a medi-das defensivas y proteccionistas.10

La Confederación de Camioneros del MERCOSUR(CCM)

El primer antecedente de la Confederación de Camione-ros del MERCOSUR remite a una reunión que se realizó enBuenos Aires (Argentina) el 14 de abril de 1997, a partir deuna propuesta de los dirigentes camioneros argentinos a suspares de Brasil. En esa oportunidad ambos sindicatos se reu-

EL MOVIMIENTO SINDICAL REGIONAL: LOS CAMIONEROS Y LOS JUDICIALES 73

del MERCOSUR; Federación de Entidades Sindicales de Trabajado-res de la Industria del Papel, Cartón, Celulosa, Aglomerado y Arte-factos de Papel del MERCOSUR; Comisión Sindical de Trabajadoresde la Construcción y la Madera del MERCOSUR; Coordinadora Sin-dical de los Trabajadores de la Industria de la Carne y sus derivadosdel MERCOSUR; Coordinadora de Empleados Bancarios y de Segu-ros del MERCOSUR (Moavro, 1998).10 Como ya fue adelantado, en lo que sigue describiremos estos po-

sicionamientos desde la perspectiva de los dirigentes argentinos queparticipan en estas nuevas organizaciones sindicales regionales.

tor convergieron en una estrategia defensiva que apuntaba ala sanción de un “código de conducta” para los intercambioscomerciales en la región, a fin de limitar la importación y au-mentar los controles sobre el dumping y el contrabando (Palo-mino, 2000:35).

Palomino también subraya la ausencia de estrategias delos sindicatos para enfrentar los efectos de la integración eco-nómica en estos sectores de la producción, así como los esca-sos espacios que la estructura institucional del MERCOSURofrece a la expresión de las demandas sindicales. De hecho, elaccionar de los sindicatos responde a la misma lógica del pro-ceso de integración regional: primacía de los aspectos comer-ciales y económicos y desinterés por una mayor profundiza-ción de la estructura institucional del MERCOSUR. En uncontexto signado por la desregulación de los mercados de tra-bajo de la década de los noventa y el constante aumento deldesempleo, los sindicatos se pliegan al “oportunismo empre-sarial” y a la visión de corto plazo que prima entre los princi-pales actores de la integración regional. Así, los gobiernos, lasgrandes firmas empresariales y los sindicatos coinciden enuna “visión suma cero” que, a expensas de sus pares en otrospaíses del MERCOSUR, apunta a capitalizar los beneficios queofrecen las asimetrías en los intercambios comerciales en laregión (Palomino, 2000:36).

El contraste entre los dos sectores analizados por Palomi-no está anclado en las condiciones en que se desarrollaron lasnegociaciones por rama de actividad. En otros sectores econó-micos, las organizaciones sindicales fueron elaborando articu-laciones sindicales regionales, con objetivos y destinos diver-sos. Dentro del creciente número de articulaciones sindicalespor sectores que están surgiendo a nivel regional,9 elegimos

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9 Por ejemplo: Coordinadora de Trabajadores de Industrias Lác-teas del Cono Sur (COTICLOS), Foro Permanente de Trabajadores dela Educación y la Cultura del MERCOSUR; Comisión Sindical deTrabajadores de las Industrias Electro-metalmecánicas y Mineras

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ba la anterior designación de la Confederación y se proponíala de Confederación de Trabajadores del Transporte de Cargaspor Carretera del MERCOSUR.

Los reclamos presentes en la Declaración Conjunta deClausura revelan una clara reivindicación de la práctica sin-dical, donde se afirma que “son los sindicatos las organiza-ciones sociales más organizadas y que reúnen las mejorescondiciones para enfrentar la ofensiva patronal contra los de-rechos de los trabajadores”. El texto se cierra con una procla-ma sectorial que, al mismo tiempo, define un marco de iden-tificación de los trabajadores: “Unámonos en accionesconjuntas. Sabemos que para un motorista no hay nada me-jor que otro motorista. Viva la solidaridad de los trabajadorescamioneros del MERCOSUR”. Finalmente, el acta de constitu-ción de la Confederación de Camioneros del MERCOSUR11 fuefirmada el 23 de agosto de 1997, en Santiago de Chile. ElConsejo Directivo quedó conformado por dos dirigentes ar-gentinos, tres de Brasil, dos de Chile, uno de Paraguay y unode Uruguay.

Los dirigentes argentinos que encabezaron estas reunio-nes y que, según sus palabras, impulsaron la creación de laConfederación, argumentaban que el principal motivo por elque se hace necesaria una participación activa en esta orga-nización es la lucha contra los efectos de las “asimetrías” queexisten entre las realidades laborales, empresariales y sindi-

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11 Miembros de la Confederación: Federación Nacional de Tra-bajadores Camioneros de Argentina; Sindicato de Trabajadores deCarreteras y Cargas Secas de San Pablo; Sindicato de Trabajadoresde Carreteras de Uruguayana; Sindicato de Trabajadores de Carrete-ras y Cargas de Foz de Iguazú; Confederación de Trabajadores deTransportes de Carga y Ramas Afines (SUTRA) de Uruguay; Unión deSindicatos de Trabajadores del Transporte de Paraguay y la Federa-ción Nacional de Sindicatos de Choferes de Camiones de Chile (Moav-ro, 1998:45).

nieron con los sindicatos de camioneros de Chile, Paraguay yUruguay para dejar constituida una “mesa de unidad”, cuyoobjetivo central era la conformación de una ConfederaciónTrabajadores Camioneros de América del Sur. A su vez, losdelegados de cada una de las organizaciones nacionales re-dactaron una lista con los diez objetivos de la futura confede-ración. La mayoría de los objetivos apuntaba a cuestiones es-pecíficas de la tarea gremial y sindical y a aspectos ligados altrabajo cotidiano de los camioneros: defensa de la negocia-ción colectiva, protección legal y sanitaria del camionero fue-ra de su país, defensa del trabajador con vehículo propio ydel empleo estable, y reivindicación del cumplimiento de losconvenios colectivos de trabajo. Otros objetivos ampliabanlas reivindicaciones y prácticas propias de la tarea sindicalnacional al plano regional: convenios marco de carácter re-gional, asistencia médica, social y jurídica del camionero entoda la región y adopción de medidas de lucha comunes. Porúltimo, y en menor medida, dos de los objetivos expresabanun llamado al ejercicio de la solidaridad sindical de los ca-mioneros de América del Sur frente a los problemas ocasio-nados por el “fenómeno de la regionalización y globalizaciónde la economía”.

Dos meses después, el 27 de junio de 1997, los dirigentessindicales camioneros volvieron a reunirse en la ciudad deSan Pablo (Brasil), en lo que se denominó el “Encuentro de losdirigentes sindicales de los Trabajadores del Transporte deCargas del MERCOSUR”. A diferencia de la reunión anterior,las conclusiones de ese encuentro evidenciaron una identifi-cación más clara y profunda de los “problemas comunes” queafectaban a los trabajadores camioneros. Los dirigentes incor-poraban al MERCOSUR como categoría identificatoria de uncolectivo –“camioneros del MERCOSUR”– y al mismo tiempo lovinculaban con las políticas neoliberales y la globalización.Los trabajadores también enfatizaron la necesidad de integrarlas luchas y manifestar la solidaridad en forma activa. Asimis-mo, en la declaración de clausura del encuentro se modifica-

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neros argentinos, tanto en sus reclamos al Estado argentinocomo en sus participaciones en la Confederación de Camione-ros del MERCOSUR.14 En diciembre de 1996, los camionerosargentinos realizaron un paro de actividades durante tres díasen tres ciudades fronterizas de importancia clave para la cir-culación de mercaderías en el MERCOSUR: Paso de los Libres(Corrientes), Puerto Unzué (Misiones) y Las Cuevas (Mendo-za). Sus peticiones, además del reclamo por mejoras salaria-les, apuntaban a equiparar las condiciones laborales entre loscamioneros de los países del MERCOSUR.

Al año siguiente, en febrero de 1997, los camioneros ar-gentinos volvieron a protagonizar un nuevo “camionazo” que,dadas las características de los reclamos, contó con el apoyopatronal. La protesta consistió en una marcha de más de2.000 camiones que partió de la ciudad de Mendoza y llegó aLuján (Provincia de Buenos Aires) a los tres días. Si bien losmotivos de la “caravana de protesta” eran variados, todos res-pondían a una misma situación, que Moyano expresó en estostérminos: “día a día vemos cómo empresas extranjeras inva-den nuestras rutas, transportando nuestras riquezas y estonos hace sentir impotentes por la falta de una política nacio-nal de cargas” (declaraciones a Clarín, 23 de febrero de 1997);“el gobierno está destruyendo la industria del transporte antela falta de una política clara. Los transportistas del resto delMERCOSUR trabajan libremente en la Argentina, mientras quelos camioneros argentinos no pueden hacerlo en los otros paí-ses” (declaraciones a Clarín, 29 de febrero de 1997).

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14 Desde su fundación, la Confederación de Camioneros del MER-COSUR es dirigida por el secretario general de la Federación Nacionalde Trabajadores Camioneros de Argentina, Hugo Moyano. Esta Fede-ración es un sector muy importante dentro de una de las dos centra-les nacionales que agrupan a los trabajadores argentinos: la Confe-deración General del Trabajo (CGT). Hasta el momento (2002), noexiste información sobre nuevas actividades de la Confederación deCamioneros del MERCOSUR o sobre cambios de sus dirigentes.

cales del sector del transporte en cada país.12 Estas “asime-trías” se manifiestan particularmente en las diferencias de sa-larios, de los costos de los camiones y del cumplimiento efec-tivo de los convenios colectivos de trabajo por parte de lasempresas de transporte.13

Por varias razones, los verdaderos interlocutores de losdirigentes argentinos son los camioneros brasileños. En pri-mer lugar, la flota de camiones de Brasil es varias veces másgrande que la de Argentina y el mayor flujo de transaccionescomerciales del MERCOSUR se realiza entre Argentina yBrasil. En segundo lugar, los camioneros brasileños son losúnicos que poseen una organización sindical similar a la deArgentina; sin embargo, según manifiestan los dirigentes ar-gentinos, los convenios colectivos en Brasil no se cumplen ensu totalidad y los salarios de los camioneros (al menos hastala devaluación argentina de 2002) representan menos de lamitad de los argentinos. A su vez, el valor de los camiones ylos repuestos en Brasil era un 30 % menor al de la Argenti-na. Todos estos elementos –gran cantidad de carga paratransportar, bajos costos laborales y productivos, e importan-te flota de camiones– hacen que los dirigentes argentinos en-cuentren en los camioneros brasileños tanto a sus principa-les aliados como a sus potenciales enemigos.

La lucha contra la “competencia desleal” fue desde un pri-mer momento la bandera de las movilizaciones de los camio-

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12 En su análisis de las respuestas de los sindicatos argentinos alimpacto del MERCOSUR sobre el sector automotriz y textil, Palominoseñala que “hasta el momento, la estrategia de las firmas pareceorientada por captar las oportunidades que brinda la asimetría de losdiferentes marcos regulatorios de los países dentro del mercado re-gional, lo cual les posibilita capitalizar las ventajas de cada uno” (Pa-lomino, 2000:36) 13 En este sentido, los trabajadores camioneros de Paraguay son

quienes se encuentran en la situación de mayor desprotección sindi-cal y explotación laboral.

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cas de la Secretaría de Transporte de la Nación de Argentina yde las entidades empresarias de transporte de carga, los ca-mioneros argentinos permanecieron durante cuatro días enSan Sebastián (Tierra del Fuego), Paso de los Libres (Corrien-tes) y Puerto Iguazú (Misiones). En este último lugar, tambiénsumaron a sus reclamos una protesta contra la “burocraciabrasileña que demora hasta una semana la salida de camionescon productos argentinos para Brasil” (Clarín, 28 de abril de1997). El centro de la protesta fue la ciudad fronteriza de Pa-so de los Libres.

Las medidas realizadas por los camioneros argentinos, sibien en casi todos los casos apuntaban a luchar contra “lasempresas extranjeras de transporte”, contaron en generalcon el apoyo de los trabajadores camioneros de Brasil, Para-guay y Uruguay. Este se traducía en expresiones de solidari-dad y, en algunos casos, en medidas similares llevadas acabo del otro lado de la frontera, aunque con objetivos dife-rentes (como la solicitud de reducción del costo de los peajesen el caso de los camioneros brasileños). A través de este ti-po de medidas los camioneros argentinos lograron que susreclamos comiencen a ser escuchados por el gobierno nacio-nal y que algunas de sus propuestas fueran incluidas en elAcuerdo General del Transporte.15

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15 Este acuerdo fue firmado en 1997 entre la Secretaría de Trans-porte, los sindicatos y los empresarios del sector. Se incluyeron cláu-sulas donde los representantes gubernamentales se comprometían ala construcción de paradores con infraestructura sanitaria para loscamioneros en las ciudades fronterizas, así como la designación decontroladores sindicales, nombrados por el gobierno y propuestos porlos sindicatos, quienes estarían encargados de verificar en las rutas eltransporte nacional e internacional.

Los camiones habían formado una fila de más de 70kilómetros de extensión y la mayoría de ellos exhibía la ban-dera verde y blanca que identifica a los camioneros, la foto delperiodista José Luis Cabezas, asesinado unos días antes, y labandera argentina. Esto último era más que un simple sím-bolo. La bandera argentina en aquella marcha constituía unclaro repudio al “trabajo extranjero”, a las “changas” y “los ca-botajes” realizados por camioneros de países limítrofes. Segúnexpresaban en esa oportunidad algunos dirigentes, no sóloexiste una importante diferencia de salarios, de impuestos yrequisitos sanitarios y laborales entre los argentinos y el res-to de los camioneros, sino que los camiones “extranjeros” rea-lizan trabajos en el interior de la Argentina sin estar autoriza-dos, llevándose con esto una “diferencia” y “quitando eltrabajo a los argentinos”. En ese sentido, y mientras maneja-ba el camión que presidía la caravana y repartía agua, alimen-tos, yerba y pañales para los hijos de los camioneros, HugoMoyano expresó: “En 1989 teníamos alrededor de 3.000 tra-bajadores, pero con la apertura del MERCOSUR tendríamosque tener 12.000 y apenas tenemos 900” (declaraciones a Pá-gina/12, 25 de febrero de 1997).

Las acciones de protesta y las declaraciones de los camio-neros argentinos parecían reclamar un lugar en la discusiónde los modos en que el Estado argentino se involucraba en laintegración regional. Al mismo tiempo, esta estrategia poníaen cuestión los términos en los que oficialmente se caracteri-zaba a la integración regional, esto es, como un espacio queofrece nuevas oportunidades, principalmente económicas, alos actores sociales que allí intervienen; por el contrario, loscamioneros argentinos definían a la región como un espaciosignados por pérdidas materiales y simbólicas ligadas a laspolíticas de integración económica.

Dos meses después de la marcha desde Mendoza a Luján,los camioneros argentinos volvieron a movilizarse realizandoun “bloqueo” de algunos de los pasos de frontera que vinculana la Argentina con Brasil, Chile y Paraguay. Bajo duras críti-

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to al ATIT está reflejada en un documento titulado “Transpor-te y Competencia Desleal en el Proceso de Integración” redac-tado por la Federación Nacional de Trabajadores Camionerosde Argentina. Allí se denuncia la existencia de prácticas des-leales que violan los acuerdos internacionales, y se propone:

Que las empresas del transporte automotor de cargas delMERCOSUR, Chile y Bolivia realicen sus servicios de tráficobilateral en vehículos nacionales hasta tanto la situación ge-neral del transporte vuelva a la normalidad. Esta modalidadsignifica que la carga deberá ser transportada hasta la fron-tera de ingreso al país de destino por vehículo del país de ori-gen, para ser llevada desde ese punto a destino por vehículosnacionales. La misma operatoria podrá ser ejercida por em-presas de naciones vecinas. Prácticas de un mismo tenor, co-mo las realizadas entre México, Estados Unidos y Canadá enel marco del Acuerdo de Libre Comercio de América del Nor-te son un antecedente válido al respecto.

Para canalizar estas propuestas en el SGT 5, los dirigen-tes sindicales argentinos apelan a los representantes oficialesde la delegación argentina –en este caso a los funcionarios delsector internacional de la Secretaría de Transporte que par-ticipan del subgrupo–. Uno de estos funcionarios señalabaque las propuestas de los camioneros argentinos no tienenacceso al SGT 5 no sólo porque expresan la opinión de unarepresentación nacional y no regional de los sindicatos deltransporte, sino también porque, en este caso, pretenden“volver a la época de cuando éramos chicos, a los cupos, a to-do eso, pretenden volver para atrás, y el MERCOSUR va ade-lante, no puede parar” (entrevista a Manuel Nelson, represen-tante de la Secretaría de Transporte argentina ante el SGT 5MERCOSUR, 12 de agosto de 2000). Su opinión se contrapo-ne a la de un dirigente camionero argentino que asiste a lasreuniones del SGT 5:

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El SGT 5 y la participación sindical argentina

La participación de los dirigentes camioneros argentinosdentro de la estructura institucional del MERCOSUR se cen-tra, además del SGT 10 y el FCES, donde lo hacen por inter-medio de los representantes de la CGT, en el Subgrupo deTrabajo 5 (SGT 5) “Transporte e infraestructura”. Este SGTfunciona en reuniones coordinadas por el jefe de delegacióndel país que tiene a cargo durante ese semestre la presiden-cia pro-témpore del subgrupo. Los jefes de las delegacionespertenecen al sector oficial de cada país, en general a las se-cretarías de transporte. También participan en carácter de de-legados funcionarios de diversos ministerios y secretarias, asícomo oficiales de Prefectura y Gendarmería.

El sector privado (empresarios y trabajadores) “tiene vozen el ámbito de las reuniones del SGT 5 a través de sus co-rrespondientes representaciones regionales” (Actas SGT 5). Elsector de trabajadores, por su parte, no posee representaciónregional en el SGT 5. Los diferentes sindicatos de trabajado-res del transporte participan dentro de cada una de las dele-gaciones nacionales en calidad de observadores, y en ningúnmomento han apelado a la Confederación de Camioneros delMERCOSUR para hacer conocer sus reclamos y propuestas enel marco institucional del MERCOSUR. Asimismo, son muypocos los dirigentes que manifiestan conocer las estructurasinstitucionales en las que podrían operar en el plano regionalen tanto representantes de la Confederación.

En la delegación argentina, tanto los funcionarios oficia-les como los empresarios y los trabajadores reconocen que elprincipal instrumento normativo del transporte en la regiónes el Acuerdo de Transporte Internacional Terrestre (ATIT),firmado en diciembre de 1990 por Argentina, Bolivia, Brasil,Chile, Paraguay, Perú y Uruguay. No obstante, las diferenciassurgen en el momento de determinar qué puntos de esteacuerdo privilegiar.

La posición de la dirigencia sindical argentina con respec-

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soberanía en las rutas. Porque dentro de dos años, si no sehace algo, por las rutas argentinas van a correr camionesbrasileños, chilenos, paraguayos, con trabajadores en negro,con sueldos magros, en malas condiciones” (entrevista a Jor-ge González, dirigente Sector Internacionales de la Federa-ción de Trabajadores Camioneros de Argentina, 22 de abrilde 2000).

Sindicatos y camiones en la frontera argentino-brasileña16

“Che, si ves algún camión argentino avisáme… tenés quebuscarlos con lupa.” Este tipo de expresiones irónicas sonmuy comunes entre los camioneros, los dirigentes sindicalesy los pequeños empresarios del sector del transporte de la ciu-dad argentina de Paso de los Libres, ubicada frente a Urugua-yana, su par brasileña del otro lado del Río Uruguay. En efec-to, el impacto que está generando la presencia de camionesprovenientes de Brasil y de Chile es evidente en Paso de losLibres. Tanto camioneros, dueños de restaurantes y de pen-siones, como sindicalistas, estibadores de cargas, pequeñosempresarios del transporte y representantes de la Cámara deComercio Exterior, argumentan que el transporte argentinoen Paso de los Libres “está muriendo” por causa de la “com-petencia desleal del transporte extranjero” y por el hecho deque la mayor parte de las grandes empresas de transporte se“está pasando para el otro lado”, es decir, para Uruguayana.

De acuerdo a lo que expresaban los trabajadores, el ori-gen de la crisis del transporte argentino en Paso de los Librestiene dos fechas claras. En primer lugar, el incremento de los

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16 El trabajo de campo en la frontera argentino-brasileña fue reali-zado en junio de 2000, cuando los efectos de la devaluación de la mo-neda brasileña eran muy fuertes en la región.

Mirá, nosotros somos muy nacionalistas en ese sentido, si nonos hubiésemos visto perjudicados no estaríamos pensandoestas medidas […] Y no lo vamos a hacer solos. Más allá delo que puedan pensar algunos gobernantes, de los que creanque porque un trabajador brasileño está en una situación en-tre comillas más favorable… no, no… ellos reconocen que loque está pasando no debería suceder, que ellos están en muymalas condiciones también, los camioneros brasileños, chile-nos, paraguayos, los uruguayos […] Vamos a hacer una me-dida en conjunto los países del MERCOSUR, los sindicatos delMERCOSUR, de no permitir, cada sindicato, de cada país, deno permitir el ingreso de un camión extranjero. La idea esque cada uno circule en su territorio (entrevista a Jorge Gon-zález, dirigente del Sector Internacional de la Federación Na-cional de Camioneros de Argentina, 22 de abril de 2000).

La estrategia de los dirigentes apunta a presionar al Esta-do argentino y específicamente a los organismos que intervie-nen en la estructura institucional del MERCOSUR para modi-ficar, principalmente, la situación en la que se encuentra elsector del transporte internacional y local a causa de la com-petencia de Brasil. Sin duda, la protesta por “la competenciadesleal” de los “camiones extranjeros” y sus repercusionessobre el volumen de carga y la calidad del trabajo de los camio-neros argentinos genera manifestaciones nacionalistas de ca-rácter “estratégico”, que reivindican el ordenamiento geográfi-co y simbólico del Estado argentino para revertir su situacióneconómica y laboral. Pero los problemas que afronta el sectory la manera como encuadran sus demandas puede también te-ner efectos en el plano simbólico, encuadrado en un discursode “soberanía nacional”:

Nos está pasando lo que le pasó con la Marina, perdimos laMarina nuestra con el tema de la bandera de libre elección deconveniencia, y eso se perdió, porque no hay trabajadores ar-gentinos. Y acá nos va a pasar lo mismo, vamos a perder la

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Si bien existen vínculos entre este sindicato y el Sindimer-cosul17 (el sindicato de “motoristas” de Uruguayana) estos selimitan en general al intercambio de informaciones sobre em-presas que tienen sus filiales en ambos lados de la frontera oa medidas de solidaridad sindical frente a las demandas deuno u otro sindicato. De hecho, no se han desarrollado medi-das conjuntas de los sindicatos de ambos lados de la fronte-ra. De hecho, y en esto coinciden, los dirigentes camionerosde Paso de los Libres y los de Uruguayana reconocen que elfortalecimiento de la Confederación de Camioneros delMERCOSUR no constituye un interés central para sus respec-tivas conducciones nacionales.18 También existe la percep-ción por parte de estos dirigentes de que sus centrales sindi-cales no tienen un conocimiento pleno de lo que sucede conel transporte en la frontera. Si bien ambos dirigentes camio-neros reconocen la necesidad del fortalecimiento de la Confe-deración, también argumentan que esto es algo difícil dadoque los problemas, los intereses y las prioridades de cada sin-dicato nacional son diferentes. Mientras que el Sindimercosulapunta, como objetivo de largo plazo, a lograr una equipara-ción en los convenios colectivos de trabajo a nivel regional,donde el convenio argentino sería una referencia a fin de equi-parar “para arriba”, el sindicato argentino tiene como priori-dad frenar la “competencia desleal” a partir de un mayor con-

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17 El presidente del Sindimercosul forma parte del Consejo Directi-vo de la Confederación de Camioneros del MERCOSUR, como “Secre-tario de Legislación Laboral, Previsional y de Higiene y Seguridad enel Trabajo”.18 Ambos dirigentes consideran que una de las razones por las que

la Confederación está “olvidada” es el nombramiento de Hugo Moya-no como vicepresidente de la ITF (Federación Internacional delTransporte). Esto habría llevado, según sus palabras, a que se esté“perdiendo mucho tiempo” en la atención de otros problemas e igno-rando la acción regional conjunta de los camioneros.

vínculos comerciales entre Argentina y Brasil a partir delMERCOSUR y, en segundo lugar, la devaluación de la monedabrasileña en 1999. En ambos momentos el Estado argentinoy sus representantes en los diversos espacios institucionalesdel MERCOSUR no habrían hecho lo suficiente para regular elimpacto de las diferencias cambiarias, de legislación laboral yde cargas impositivas entre Argentina y Brasil con relación altransporte.

Los camioneros de Paso de los Libres experimentaban adiario las consecuencias de los bajos costos laborales de loschoferes de Brasil, lo que se traducía en una creciente dismi-nución del volumen de carga y de la calidad de las condicio-nes de trabajo. La representación sindical de los camionerosse nuclea en la “Delegación Paso de los Libres” del Sindicatode Choferes de Camiones, Obreros y Empleados del Trans-porte de Argentina. Los reclamos contra la “competencia des-leal” de Brasil son un elemento constante dentro de las acti-vidades de este sindicato. Muchos de los conflictos cotidianosen los que el sindicato tiene intervención están vinculados aque los empresarios del transporte de Paso de los Libres des-piden a choferes argentinos para contratar a sus pares bra-sileños de Uruguayana. En la sede del sindicato, en junio de2000, se distribuían a los afiliados folletos con consignas co-mo estas:

Transportistas: Defendamos nuestra actividad. Para que tra-bajemos todos los argentinos. Para terminar con la compe-tencia desleal. Para una equitativa distribución laboral. Pa-ra que el camionero sea respetado. Para un mejoramientomonetario. Para que las empresas extranjeras no se llevennuestras cargas, violando tratados y acuerdos internaciona-les. Por ello decimos ¡Basta! Cada cual en su país, de fronte-ra a frontera, como era antes, así creceremos sin que nosavasallen como hasta ahora. Paremos, paremos con la injus-ticia.

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trol estatal en la frontera y la implementación de un régimende transporte donde cada país circule por “su territorio”.

Por otra parte, cabe señalar la fragilidad de una supuestaidentificación de clase en el plano regional de los camioneros.Muchos dirigentes argentinos expresan que existen grandesdiferencias entre un “camionero” y un “motorista”, y que semanifiestan, por ejemplo, en la relación que unos y otrosmantienen con el camión, con los patrones, en la forma deconducir y tratar a sus compañeros. El crecimiento de los in-tercambios comerciales entre los países del MERCOSUR ha-bría incrementado la presencia en las rutas argentinas de ca-miones de otros países conducidos por personas que noresponden a las características que debería tener un “verda-dero” camionero: experiencia, solidaridad en las rutas, cuida-do del camión “como si fuera propio”, respeto por las normasviales y de seguridad, etcétera.

Estas imágenes construidas por los camioneros argenti-nos se conjugan muchas veces con apreciaciones que definena los camiones de los países limítrofes como “peligros” que nosólo “amenazan” la estabilidad y calidad laboral de los camio-neros argentinos, sino también la “seguridad” y la “soberanía”en las rutas.19

En suma, la propuesta originaria de los camioneros dearticular una alianza regional basada en una identificaciónde clase, plasmada en la proclama “para un motorista nohay nada mejor que otro motorista. Viva la solidaridad de lostrabajadores camioneros del MERCOSUR”, se torna conflicti-va frente a la realidad económica del sector del transporte de

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19 Carr ha encontrado una situación similar al analizar los víncu-los transnacionales entre sindicatos en el marco del NAFTA, dondelos camioneros de los Estados Unidos y Canadá suelen definir a suspares de México que atraviesan la frontera hacia el norte como“aprendices ignorantes” a los que se ha dado “licencia para matar enlas autopistas de los Estados Unidos” (Carr, 1999:56).

la región. Para los camioneros argentinos y sus dirigentessindicales, la región emerge como un escenario problemáticoque requiere una estrategia de acción capaz de producirefectos a corto plazo. En este marco, la alianza con sus pa-res de Brasil, Paraguay y Uruguay constituye una respuestaque, si bien intenta obtener alguna capacidad de presión apartir de los vínculos regionales, va a contrapelo con el mo-do en que los propios dirigentes argentinos perciben y defi-nen los problemas del sector del transporte en la región, esdecir, en términos de oposiciones nacionales (transporte ar-gentino/transporte extranjero). Los dirigentes camionerosargentinos usan un lenguaje que refuerza las dimensionesestatales y nacionales del trabajo y de las prácticas sindica-les, y esto poco contribuye a la creación de intereses e iden-tidades compartidas en el plano regional. De hecho, a partirdel año 2000 la Confederación de Camioneros delMERCOSUR ha perdido vigencia, y nunca ha sido utilizadacomo instrumento para canalizar las demandas dentro de laestructura institucional del MERCOSUR.

La Coordinadora de Trabajadores Judiciales del Cono Sur (CTJCS)

La Coordinadora de Trabajadores Judiciales del Cono Surfue constituida formalmente el 28 de marzo de 1998, en Por-to Alegre (Brasil) en el sexto Encuentro de Trabajadores Judi-ciales del Cono Sur. La integran en forma activa la FederaciónJudicial Argentina (FJA), la Federación Nacional de la Justi-cia Federal (FENAJUFE) de Brasil y la Asociación de Funcio-narios Judiciales del Uruguay (AFJU). El origen de estos “En-cuentros” data de una reunión llevada a cabo en San Pablo,en 1992, por iniciativa de la dirigencia judicial brasileña(Gambina, 1999). En esa oportunidad, dirigentes judiciales deArgentina, Brasil y Uruguay propusieron la realización delprimer Encuentro de Trabajadores Judiciales del Cono Sur,

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que finalmente tuvo lugar en Montevideo (Uruguay). SegúnGambina, a partir de allí los sindicatos comenzaron a conso-lidar relaciones que hasta ese momento sólo eran “espaciadasy no sistemáticas” (Gambina, 1999).

El cuarto de estos “Encuentros”, realizado en Asunciónen 1996, implicó un quiebre con respecto al modo en que vin-culaban hasta entonces los diversos sindicatos nacionales. Alestar presentes delegaciones de Ecuador y Chile, se manifes-taron en ese encuentro dos posturas contrapuestas sobre losmodos de encaminar la acción sindical en el plano interna-cional. Una de las propuestas, sostenida por los trabajadoresjudiciales Chile y Ecuador, apuntaba a la creación de unaorganización de carácter latinoamericano, mientras que lapropuesta impulsada por Argentina, Brasil y Uruguay privi-legiaba al Cono Sur como ámbito territorial de la acción sin-dical.20

Finalmente, en 1996 se conformó la Confederación Lati-noamericana de Funcionarios Judiciales con el auspicio delInstituto de Servidores Públicos (ISP-CIOLS). Esta confedera-ción no tuvo mucha vigencia debido a las distancias que hayentre los países y a los costos de funcionamiento, traslado ycomunicación que una organización de estas característicassupone. A su vez, los trabajadores judiciales argentinos, bra-

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20 Dagoberto Pereyra, secretario general de la Asociación de judicia-les de Uruguay expresa que “estaba muy decepcionado” al volver deese encuentro: “se estaba proponiendo la formación de una organiza-ción de judiciales latinoamericana, impulsado por Chile, Ecuador yotras corrientes de Paraguay, en la que, nos parecía, lo que se preten-día era negociar con algunas de las organizaciones internacionales.Nosotros preferimos mantenernos con los criterios de nuestra central,de no integrarnos a organismos internacionales. En ese encuentro deParaguay yo manifesté que nosotros nos oponíamos a esa integración,y que si había interés en disolver los encuentros de judiciales del Co-no Sur, que lo dijeran abiertamente” (Tribuna Judicial, N° 5, 1997,pág. 14).

sileños y uruguayos mantuvieron su propuesta y constituye-ron, en 1998, la Coordinadora de Trabajadores Judiciales delCono Sur.

Los objetivos de esta Coordinadora surgieron de la quintay, principalmente, de la sexta edición de los “Encuentros”. Enla “Declaración de Buenos Aires”, fechada el 17 de mayo de1997, y cuando la Coordinadora todavía no había sido cons-tituida, los trabajadores judiciales de Argentina, Brasil, Para-guay y Uruguay, agruparon sus objetivos y reclamos en sietepuntos. Su lectura pone en evidencia un deslizamiento de lasreivindicaciones de tipo gremial hacia proclamas más ampliasy generales ligadas a la “clase trabajadora” en su totalidad:“Es imprescindible lograr la unidad de toda la clase trabaja-dora del Cono Sur, no sólo de los judiciales, para enfrentar laspolíticas que hoy se llevan adelante y que significan un creci-miento inusitado de la marginalidad social, la falta de educa-ción, justicia y salud para nuestros pueblos […] resolvemosbregar para colocar la Justicia al Servicio del Pueblo y no delos grupos económicos del MERCOSUR y así poner fin al ham-bre, la miseria, la desocupación y la desesperación en que hansido envueltos nuestros pueblos” (Cono Sur Judicial, N° 1, di-ciembre de 1997, pág. 10).

Los objetivos gremiales específicos del campo judicialtambién estuvieron presentes en esa declaración, donde sepropone “exigir la plena participación de nuestras organiza-ciones de trabajadores judiciales en las discusiones de lospresupuestos de los poderes judiciales de cada país para ga-rantizar una verdadera carrera judicial, un crecimiento y au-tonomía que permita lograr una verdadera independencia ydemocratización del Poder Judicial para ponerlo al servicio delpueblo” (ibídem).

La “Declaración de Buenos Aires” también expresa clara-mente el modelo de integración adoptado por los judiciales ysu confrontación con el modelo que, según sus opiniones,subyace al MERCOSUR. Así, los judiciales declararon “la ne-cesidad de profundizar el intercambio no sólo de experiencias

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nocen que uno de los principales motivos que justifican laexistencia de la Coordinadora es la necesidad de construiruna entidad regional que permita, a partir de la solidaridadregional, intentar “poner freno” el avance del neoliberalismosobre el Estado y, más específicamente, sobre el terreno de lajusticia.21

Los integrantes de la Confederación de Trabajadores Ju-diciales del Cono Sur (CTJCS) ya habían realizado medidas deacción conjuntas antes de la conformación de esta organiza-ción sindical regional. Estas acciones se basaban en los vín-culos que existían, principalmente, entre los judiciales de Ar-gentina y Brasil, y en aquellos que fueron surgiendo a travésde los “Encuentros de Trabajadores Judiciales del Cono Sur”.En la mayor parte de los casos estas acciones adquirieron laforma de movilizaciones, envío de cartas y petitorios como for-ma de presión o ayuda económica. Así, el 17 de abril de 1997,los judiciales de Argentina, Brasil y Uruguay realizaron unajornada de protesta conjunta “en rechazo de las políticas neo-liberales y sus consecuencias específicas sobre la administra-ción de la justicia” (Cono Sur Judicial, diciembre de 1997, pág.17).22

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21 La Confederación tiene su sede en la Federación Judicial Argen-tina, que forma parte de la Central Trabajadores Argentinos (CTA).Esta central surgió como una alternativa sindical a las políticas deajuste estructural puestas en práctica a comienzos de la década del’90 y como respuesta a la postura acrítica frente a estas políticas deimportantes sectores de la CGT. Los sindicatos pilares de la CTA es-tán ligados al sector público: las Asociación de Trabajadores delEstado (ATE) y la Central de Trabajadores de la Educación de la Re-pública Argentina (CTERA). La CTA, a su vez, no participa de laCoordinadora de Centrales Sindicales del MERCOSUR, hecho quemotivó que en el V Encuentro de Judiciales del Cono Sur los repre-sentantes de los países involucrados solicitasen su “urgente incor-poración”.22 En Argentina, la protesta alcanzó gran relevancia en la ciudad

de La Plata (provincia de Buenos Aires), donde los judiciales marcha-

laborales, sino culturales y deportivas que apunten a una ver-dadera integración de los pueblos hoy desvirtuada por la ex-periencia del MERCOSUR, que es una organización de netocorte comercial, donde los trabajadores no hemos podido ha-cer oír nuestras voces”. Para esto proponen y reivindican su“indeclinable vocación de unidad para construir la PatriaGrande que soñaron nuestros libertadores y que aún hoy nose ha podido alcanzar” (ibídem).

En el VI “Encuentro”, en mayo de 1998, se creó la Coordi-nadora. En la “Declaración de Porto Alegre” que se produjo enese encuentro, hay algún mayor énfasis en la reivindicaciónde aspectos propios del sector judicial, pero los reclamosmantienen el nivel de generalidad que es una constante en eldiscurso de la Coordinadora. De hecho, la declaración se cie-rra diciendo: “fijamos estos objetivos reivindicando el manda-to de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre delograr un mundo libre de temor y miseria” (Cono Sur Judicial,N° 2, noviembre de 1998, pág. 5).

La relación entre los intercambios que dieron lugar al pri-mero de los “Encuentros”, su evolución y la conformación dela CTJCS en 1998, así como su falta de relación con la insti-tucionalidad del MERCOSUR, nos lleva preguntar por qué lostrabajadores judiciales de la región traspasaron sus límitesnacionales y comenzaron a reunirse hacia 1993. DagobertoPereyra señala que los primeros encuentros entre los judicia-les de Argentina y Uruguay fueron informales, y surgieron apartir de “visitas” que realizaban mutuamente dada la cerca-nía entre ambos países. Señala que los judiciales argentinossolían ir a Montevideo a participar de actos del PIT-CNT y dela AFJU, de actos cívicos importantes durante la dictaduramilitar uruguaya, en coyunturas políticas como el plebiscitopor la ley de amnistía militar de 1986, o cuando el Frente Am-plio asumió la intendencia de Montevideo en 1989 (entrevistaa Dagoberto Pereyra, Secretario General de la Asociación deFuncionarios Judiciales del Uruguay, 19 de mayo de 2000).

Los dirigentes argentinos y uruguayos entrevistados reco-

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La Federación Judicial Argentina (FJA) participó durante1998 en movilizaciones por la incorporación de trabajadoresjudiciales que habían sido dejados cesantes en Río de Janei-ro y en el envío de cartas de reclamo por denuncias de perse-cuciones de trabajadores judiciales en otros estados de Bra-sil. Con respecto a Uruguay, la FJA tuvo una importanteparticipación en la preparación y el desarrollo del plebiscitoque los judiciales de Uruguay pusieron en marcha durante laselecciones presidenciales en octubre de 1999 con el fin de lo-grar la independencia económica del poder judicial de esepaís. En esa oportunidad los judiciales argentinos participa-ron en las jornadas de discusión y aportaron dinero para laimpresión del material gráfico que difundía las críticas contrael modelo judicial uruguayo y la propuesta de independenciaeconómica impulsada por la Asociación de Funcionarios Ju-diciales del Uruguay.

Una de las medidas adoptadas por la FJA en apoyo a losjudiciales uruguayos fue la de “inundar” de cartas y telegra-mas –según sus palabras– al gobierno uruguayo. Un alto di-rigente de la FJA cuenta que en 1999, cuando los judicialesuruguayos estaban intentando con poco éxito ser recibidospor el presidente de la Corte de Justicia de Uruguay, este vi-no a Buenos Aires, y los judiciales de todas las provincias ar-gentinas aprovecharon para ejercer su presión:

[…] nosotros le instalamos a Sanguinetti y al presidente de laCorte de Justicia del Uruguay una cantidad de fax acá en elhotel donde se iba a alojar en Buenos Aires. A las 48 horasvolvió el presidente de la Corte de Justicia del Uruguay di-ciendo “pero che, viejo, déjenme tranquilo. Voy a la Argenti-

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ron frente a la Subsecretaría de Justicia y la legislatura provincial.Allí también evocaron la memoria del periodista José Luis Cabezas,quien había sido asesinado tres meses antes.

na, pensé que iba a estar más tranquilo y me encuentro en elhotel diez fax de todo el país pidiéndome que los reciba a us-tedes, pero yo cómo no los voy a recibir, pero si ustedes sa-ben que nosotros siempre tenemos diálogo” (entrevista a Vic-tor Mendivil, Secretario General de la Federación JudicialArgentina, 12 de abril de 2000).

Esta metodología de protesta también fue utilizada por or-ganizaciones sindicales de judiciales de Brasil y Uruguay pa-ra apoyar los reclamos de los judiciales de la provincia argen-tina de Corrientes y sus denuncias al gobierno provincial porpersecuciones, deterioro salarial y despidos. Los sindicatos delos países limítrofes participaron en las movilizaciones en Co-rrientes y enviaron cartas de reclamo.

Los dirigentes entrevistados coinciden en señalar que es-te tipo de acciones conjuntas ayudan a que los trabajadoresjudiciales conozcan la realidad judicial de cada país y “tomenconciencia” de que se trata de un mismo modelo, que lo quesucede a unos ahora puede ocurrirle a otros mañana. Laconmemoración del 1° de mayo fue una iniciativa del PICT-CNT de Uruguay y de cuatro centrales de Brasil (CUT-RS;CGT; FS; CAT), quienes invitaron a los dirigentes argentinosa participar en los discursos. El lugar elegido por brasileñosy uruguayos fue el “Parque Internacional” que vincula lasciudades de Santa Ana do Livramento (Brasil) y Rivera (Uru-guay). De hecho, la línea fronteriza entre ambas ciudades ypaíses no es más que una calle, situación que transforma aeste lugar en un espacio simbólicamente privilegiado para“unificar la lucha”, según expresaba la consigna del en-cuentro.

La revista Cono Sur Judicial es quizá la expresión masconcreta y definida de los vínculos que existen entre los judi-ciales que integran la CTJCS. El primer número de la revistafue publicado un año antes de que estos vínculos fueran ins-titucionalizados en la creación formal de la CTJCS. Con tresnúmeros publicados, en diciembre de 1997, noviembre de

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transformarlos en un sentido elitista” (Pregón Judicial, N° 63,abril-mayo de 2001, pág. 12).23

La importancia de crear o aprovechar oportunidades pro-yectando las acciones y las alianzas sindicales en una escalatransnacional radica en que “el Poder Judicial es hoy unapunta de lanza de los ciudadanos, incluso por encima de lasnacionalidades, para defender sus derechos frente a la globa-lización y a la pérdida de soberanía de los estados nacionalesante las grandes corporaciones transnacionales”, según sos-tiene Alberto De Vargas, un juez laboral de Brasil que partici-pó en el Encuentro (Pregón Judicial, N° 63, abril-mayo de2001, pág.12). Para intentar lograr mayor influencia en el ni-vel regional y doméstico, los dirigentes de la Coordinadora in-vierten sus esfuerzos en el ámbito transnacional, haciéndoseeco de las diversas protestas antiglobalización que tuvieronlugar en diferentes lugares del mundo o manteniendo víncu-los con grupos como ATTAC,24 que, desde una perspectiva or-ganizativa transnacional, se movilizan contra los efectos delneoliberalismo y la globalización.

Los modos en que los dirigentes de la Coordinadora defi-nen o “enmarcan” sus problemas y protestas ponen en eviden-cia la voluntad de transformar los términos y la naturaleza delas maneras de pensar la relación entre los trabajadores, el Es-tado y el contexto político y económico internacional. La refe-rencia a los derechos humanos permite a los dirigentes sindi-cales encontrar un eje común a esta relación, así como unconjunto de valores universales y un lenguaje para la negocia-

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23 Emir Sader, sociólogo brasileño invitado como panelista al En-cuentro, afirmó que “el ALCA viene a profundizar toda la parte nega-tiva del MERCOSUR, el libre comercio, la ausencia de aranceles, lafalta de protección, etcétera” (Pregón Judicial, N° 63, abril-mayo de2001, pág. 14).24 Asociación por una tasa a las transacciones financieras especu-

lativas para ayuda a los ciudadanos.

1998 y junio de 1999, la revista fue concebida por sus crea-dores como una “herramienta para la integración”. Los dosprimeros números aparecieron con las tapas y algunas notasen español y portugués. No obstante, la mayor parte del con-tenido de estos números, así como la totalidad del tercer nú-mero, fueron editados en español. La revista refleja el intentode sus realizadores por informar sobre la situación de cadapaís, del ámbito judicial en particular, y de los trabajadoresen general. A su vez, en todos los números están muy presen-tes, en frases y mapas, los ideales de integración latinoameri-cana de Artigas y Bolívar.

Si bien Cono Sur Judicial dejó de publicarse (el último nú-mero es de junio de 1999) por problemas financieros, segúnsus editores, la revista de la FJA otorga un importante espacioa las actividades sindicales regionales y transnacionales. Es-tas se vinculan, en su gran mayoría, con las actividades de losdiversos grupos y encuentros antiglobalización, tales como laparticipación de dirigentes de la Coordinadora participó en losForos Sociales Mundiales en Porto Alegre (en enero de 2001,2002 y 2003). Los dirigentes también se unieron al “Comité deMovilización contra el ALCA (Asociación de Libre Comercio pa-ra las Américas) en la Argentina”, impulsado por la Central deTrabajadores Argentinos (CTA) y delegaciones de trabajadores,estudiantes y de derechos humanos de Argentina, Brasil yUruguay.

En el “8° Encuentro de la Coordinadora de TrabajadoresJudiciales del Cono Sur”, realizado en Buenos Aires entre el 4y el 6 de abril de 2001, las discusiones giraron principalmen-te en torno al diseño de estrategias sindicales para enfrentaral ALCA y los vínculos entre la lucha en el plano judicial y elde los derechos humanos. De acuerdo a Antonio Cortina, ase-sor legal de la Asociación Judicial Bonaerense y participantedel encuentro, “los derechos humanos son la conquista másimportante que alcanzó la humanidad. La reforma judicialque impulsan el FMI, el Banco Mundial y el BID busca cam-biar el Poder Judicial para borrar los derechos humanos o

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Algunos dirigentes ven una función de las organizacionessindicales regionales que va más allá de su consolidación co-mo grupo de presión a través de los vínculos y la acción soli-daria regional. Apuntan en su accionar a la consolidación deun “nosotros” propio y distintivo de los trabajadores judiciales.Esto se materializa, por ejemplo, en intervenciones de jubila-dos judiciales argentinos en congresos de jubilados judicialesbrasileños, en viajes de delegaciones de hijos de judiciales aotro país, en torneos deportivos, en encuentros de trabajado-ras judiciales de varios países en ocasión del Día de la Mujer,en programas de turismo conjuntos, etcétera.

Los dirigentes judiciales argentinos apuntan a consolidarno sólo una identidad judicial sino que también intentan lo-grar ser reconocidos como “trabajadores”, y no como meros“funcionarios”, en el plano nacional, tanto en el ámbito sindi-cal –el de las centrales– como frente al resto de los actores so-ciales. En esta tarea, los intercambios con los judiciales uru-guayos ocupan un lugar central, en la medida en que estosúltimos poseen una fuerte historia vinculada a los orígenes dela organización sindical de los trabajadores uruguayos

En otro nivel ideológico, los vínculos regionales que se es-tablecen entre trabajadores judiciales de Argentina y Uruguayse fundan en una serie de ideales y valores sindicales compar-tidos: independencia sindical, latinoamericanismo, antilibera-lismo, rechazo de las reformas estructurales implementadas acomienzos de los años noventa por sus respectivos gobiernos,reivindicación y jerarquización de la carrera y la identidad deltrabajador judicial, etcétera. En este punto, la retórica de losjudiciales del Cono Sur posee las características propias delinternacionalismo obrero de principios de siglo y de las reivin-dicaciones de los movimientos sociales de los años sesenta ysetenta, donde prevalecían demandas abarcativas que apun-taban a transformaciones “totales” de la sociedad (Calderón yJelin, 1987). Por otro lado, las prácticas de los judiciales dancuenta de una utilización novedosa del escenario regional, yaque estos vínculos permiten a los dirigentes acumular mayor

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ción que coloca a los problemas de los “trabajadores judicia-les” en un plano que interpela a públicos diversos. Aun cuan-do se trata de iniciativas en que solamente participa el lideraz-go y no alcanzan a movilizar al conjunto de los trabajadoresjudiciales, la expectativa es que se pueda contribuir a trans-formar las maneras en que los trabajadores involucrados enlos sindicatos, así como también otros actores sociales, defi-nen sus propias identidades e intereses (Keck y Sikkink,1999).

Las redes regionales en la acción local

La acción regional de la Coordinadora consiste principal-mente en la utilización de los vínculos entre los sindicatosque la integran como recurso de poder local, en el nivel pro-vincial y nacional. En este sentido, un importante dirigentede la FJA y figura central de la CTJCS manifestaba que el ac-cionar de esta organización sindical posibilita que

[…] muchas respuestas de los superiores provinciales o de laCorte de Justicia de la Nación tengan que ser más cuidado-sas o incluso que tengan que empezar a modificar las posi-ciones ante la presencia personal o, digamos, la exigencia deque el conflicto que se está produciendo en la provincia, nosolamente se está debatiendo en Jujuy, por ejemplo, sino quese está debatiendo en Brasil, se está debatiendo en BuenosAires. Cuando empiezan a aparecer presencias nacionales opresencias internacionales, entonces modifican su actitud,llaman a compañeros del sindicato, a los afectados… “¿quépasa que me están llegando notificaciones de otros países?Pero si esto lo podíamos haber arreglado acá, entre nosotros”[…] entonces, de este modo, aumenta extraordinariamente lacapacidad de presión (entrevista a Víctor Mendivil, SecretarioGeneral de la FJA, 12 de abril de 2000).

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ción sindical de “camioneros del MERCOSUR”, impulsar y lue-go dar marcha atrás frente a una identidad “latinoamericana”de la organización, colocar a los estados nacionales como in-terlocutores centrales de las demandas, reafirmar la identidadsectorial del “camionero”– también nos habla de las modifica-ciones que introduce la irrupción del nivel regional dentro laacción colectiva. En particular, estamos haciendo referencia ala incertidumbre que manifiestan los actores sociales frente ala aparición de una institucionalidad en ciernes –elMERCOSUR– donde las ambigüedades y ambivalencias sobrela “integración” están permanentemente presentes. Frente aesto, los dirigentes camioneros argentinos interpretan y defi-nen su estrategia de acción regional en función de la inmedia-tez de los acontecimientos y apuntando a reforzar los límiteseconómicos, políticos y simbólicos entre Estados.

Las posibilidades de una acción sindical sectorial coordi-nada en el nivel regional encuentran en las asimetrías labora-les de la región y en la ausencia de marcos regulatorios delmercado regional su impedimento más importante. Estas asi-metrías incentivan o profundizan una visión de “suma cero”por parte de los actores que intervienen en el proceso de inte-gración regional. La percepción dominante es que las ganan-cias de unos tienen lugar a costa de las pérdidas de otros. Eneste contexto se dificultan las posibilidades de generar intere-ses comunes entre los trabajadores de la región, al tiempo quesurgen perspectivas que privilegian el corto plazo y los intere-ses nacionales y/o sectoriales. Estas asimetrías también ge-neran intenciones proteccionistas y paternalistas que apun-tan a “frenar” la “amenaza” que supuestamente representanlos trabajadores de los países con menor desarrollo laboral,económico y sindical (Carr, 1999).

En contraste, el caso de los judiciales muestra cómo es in-corporado el nivel regional cuando los trabajadores involucra-dos se encuentran en sectores donde los “impactos” del pro-ceso de integración son diferentes y los intereses inmediatosno están tan afectados. En estas circunstancias, se abre el es-

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capacidad de presión a nivel nacional (en especial, con susrespectivos gobiernos), al tiempo que contribuyen a legitimary reforzar sus espacios de poder dentro de las organizacionessindicales nacionales. Al articular sus alianzas basándose enuna solidaridad de clase, centrada en la construcción simbó-lica de la identidad del “trabajador judicial”, la región emergecomo un espacio de aprendizaje mutuo donde convergen ac-tores con valores, proyectos y problemáticas similares.

Ideas finales

Los dos casos descriptos en este trabajo ofrecen, a nues-tro entender, algunas pistas respecto de los modos en que elnivel regional repercute o es incorporado en las prácticas sin-dicales y de las posibilidades que estas encuentran cuandotrascienden los límites del Estado-nación. El mayor involu-cramiento de los niveles nacionales y regionales que implicaun proceso de integración regional como el MERCOSUR aca-rrea al mismo tiempo una puesta en juego de las identidadescolectivas de los actores que intervienen en este proceso. Es-to implica la posibilidad de alianzas transnacionales funda-das en criterios de pertenencia como la clase, la etnia o el gé-nero. A su vez, las pertenencias nacionales de los diversossectores sindicales entran en una nueva dinámica de tensiónentre identificar “intereses comunes” y reforzar los interesesnacionales.

La dimensión regional se incorpora a la acción colectivatanto en términos de estrategias como de la reformulación delas identidades colectivas. En el caso de “camioneros delMERCOSUR”, esta designación surge como una estrategia delos dirigentes argentinos para lograr mayor presión en los mi-nisterios de Transporte de los países del MERCOSUR para me-jorar su situación laboral y sindical. La ambivalencia de susposicionamientos –rechazar al MERCOSUR por los “efectos”que tiene sobre el volumen de trabajo, construir una organiza-

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pacio para el funcionamiento de los principios ideológicamen-te fundados de la solidaridad regional.

Hay un tema más. Todos los dirigentes argentinos entre-vistados coincidieron en señalar que la estrategia regional noocupa un lugar central en la agenda sindical, aunque recono-cen que hay problemas vinculados a las transformaciones queel MERCOSUR ha contribuido a generar que son percibidos yestán incorporados a los reclamos y a las estrategias de luchacotidianas. Pero estos problemas no son rotulados como liga-dos al MERCOSUR. Se percibe al MERCOSUR como acuerdoanclado en los intereses de las cúpulas empresariales y polí-ticas de los estados, y no se sabe muy bien cómo se materia-lizan sus medidas. Además, como señala Portella de Castro(1996), existe una profunda incapacidad del movimiento sin-dical para vincular los problemas de la agenda nacional conla del MERCOSUR. Es por esto que el Estado y sus institucio-nes, así como los niveles provinciales y locales, mantienen sulugar central como interlocutores.

Sin duda, el MERCOSUR es percibido por los trabajadorescomo algo alejado,25 cosa que también ocurre con las propiascúpulas sindicales nacionales y locales. Es visto como res-puesta a un impulso exógeno –la globalización, la internacio-nalización y liberalización de los mercados, la proliferación deempresas multinacionales– y no como producto “natural” deuna determinada evolución de sus relaciones, diálogos e in-tercambios en el plano regional. Para utilizar una metáforausual para describir las acciones de diversos grupos socialesen el plano regional o global, los procesos son vistos más co-mo parte de la “globalización desde arriba” –la que llevan ade-lante las empresas transnacionales, los gobiernos y las elites–

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25 Marc Abélès (1996) habla de “la Europa lejana” en referencia ala opacidad que adquiere para muchos sectores sociales de los paí-ses europeos la Comunidad Europea.

que como parte de la “globalización desde abajo” –surgida dela profundización de vínculos transnacionales entre obreros,indígenas, grupos ecologistas, de derechos humanos, de inmi-grantes, etcétera (Malher, 1998)–. Por lo cual la dimensión re-gional de la acción sindical termina generalmente fundada entérminos defensivos.

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Ambientalismo, desarrolloy transnacionalidad:

las protestas sociales en torno a la represa de Yacyretá*

OMAR ARACH

Introducción

En las últimas décadas se ha producido la creciente inter-vención de ONGs ambientalistas en la política contemporá-nea. Esta influencia ha sido consustancial a la generalizadapreocupación por el deterioro ambiental, el creciente predomi-nio de la sociedad civil como un actor con legítimo derecho pa-ra intervenir en los procesos políticos, y la profundización delos procesos de transnacionalización que han ampliado lasposibilidades de interconexión entre actores, eventos y esce-narios distantes.

Esta intervención ha sido especialmente visible en distin-tas formas de protesta y resistencia a “grandes proyectos dedesarrollo” (grandes obras de infraestructura, proyectos de co-lonización sobre áreas silvestres, etcétera) que implicaran in-tervenciones más o menos severas sobre ecosistemas conside-rados estratégicos. Con ello se han producido una serie deacciones que evidencian la confluencia entre las poblaciones

* Trabajo realizado en el marco de una beca del Programa de In-vestigaciones Socioculturales en el MERCOSUR del IDES, con el apo-yo de la Fundación Rockefeller.

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Algunas de estas preguntas son las que guían mi investi-gación2 sobre las protestas sociales generadas en Paraguay entorno a la represa de Yacyretá.3 Estas protestas prosperansobre una arena política compleja, en alguna medida abiertay mutable a lo largo del tiempo, en la que intervienen actoresque detentan intereses y perspectivas distintas, cuando noantagónicas (gobiernos nacionales y regionales, banca multi-lateral, grupos de interés, empresas, partidos políticos, pobla-ciones afectadas, ONGS, etcétera). Se trata además de un em-prendimiento binacional entre dos naciones con relacioneshistóricamente asimétricas y conflictivas, plagadas de con-troversias y disputas.4 Aunque la represa tiene una locali-

AMBIENTALISMO, DESARROLLO Y TRANSNACIONALIDAD EN PARAGUAY 107

2 Mi tesis de Doctorado en curso analiza las distintas formas deintervención que las redes de organizaciones ambientalistas llevan acabo en torno al aprovechamiento de los ríos de la Cuenca del Pla-ta.

3 La represa hidroeléctrica de Yacyretá es un emprendimiento bi-nacional argentino-paraguayo emplazado sobre el Río Paraná, en zo-na fronteriza entre Paraguay y Argentina, en un sitio próximo a laslocalidades de Ayolas (Misiones, Paraguay) e Ituzaingó (Corrientes,Argentina). Esta obra comenzó en 1973 con la firma del Tratado deYacyretá. La dirección del emprendimiento está a cargo de la EntidadBinacional Yacyretá (de aquí en más EBY), un ente autónomo biesta-tal creado en 1974. La obra fue financiada por el gobierno argentino,a través de su presupuesto para obras públicas y de créditos que re-cibió de la banca multilateral (Banco Mundial, BID). El gobierno pa-raguayo quedó comprometido a devolver el dinero cediendo la ener-gía generada por la obra. Su construcción se inició en marzo de 1984.En 1994 comenzó el llenado del embalse. Actualmente está funcio-nando a un llenado parcial (el 60% de su capacidad), dado que no sehan concluido las “obras complementarias” (programas de reasenta-miento de población, de mitigación ambiental, de reposición de in-fraestructura, etcétera).

4 Actualizados permanentemente a través de narrativas socialesque refieren a hechos del pasado. Por ejemplo, la expedición de Bel-grano (1811) y la Guerra de la Triple Alianza (1865-1870), adquierenuna relevancia particular en este caso. Es frecuente encontrar esta“presencia del pasado” en las representaciones negativas que per-

“locales” ubicadas en las zonas de emplazamiento de estasobras y las organizaciones ambientalistas, habitualmente si-tuadas en ciudades (y países) distantes. Esta alianza, más omenos sistemática, más o menos perdurable, dio lugar a for-mas de agencia caracterizadas por involucrar actores disemi-nados en distintas partes del globo dentro de una misma se-cuencia de intervención política.

En algunos casos estas alianzas implicaron victorias queratificaron la premisa con la que orientan su intervención losambientalistas: piensa globalmente, actúa localmente (y vice-versa). Y fueron saludados por analistas y protagonistas comoagencias que abrían oportunidades políticas inesperadas paralas principales víctimas de los proyectos de desarrollo: las “po-blaciones locales”. Asimismo, estos procesos llevaron a las or-ganizaciones ambientalistas a ocupar un lugar cada vez másrelevante dentro del campo de poder1 generado en torno a losmismos.

Más allá de sus implicancias políticas, esta cuestión hasuscitado algunos interrogantes de interés para los científicossociales: ¿cuáles son las condiciones que hacen posible lacreación de una agencia social con actores física, social y cul-turalmente alejados?, ¿qué incidencia tiene esto en las dispu-tas en torno a qué se hace con los bienes de la naturaleza,quiénes lo hacen y para qué?, ¿qué transformaciones (econó-micas, políticas, identitarias) se producen en los actores quela protagonizan? Y, en el orden metodológico, ¿cómo estudiareste proceso y cuál sería el escenario privilegiado para captarsu naturaleza y dinámica?

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1 Un ámbito de alianza, competencia y/o confrontación entre ins-tituciones y actores sociales involucrados en su planificación y ejecu-ción, al que se han sumado, en tiempos recientes, diferentes actoresmovilizados por la percepción de sus efectos negativos. Este campode poder excede el ámbito de emplazamiento de la obra, y de los es-tados que las llevan adelante, y pone de relieve un complejo entrama-do político, económico y cultural, de alcance trasnacional vinculadoal “desarrollo” (véase Ribeiro, 1999; Escobar, 1995).

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Por cierto, las redes no se despliegan sobre un vacío social.Las mismas circulan por canales y espacios políticos previa-mente construidos, a los que contribuyen a expandir y conso-lidar. Para el caso del ambientalismo, ponen en evidencia laexistencia de un horizonte organizativo e ideacional transna-cional que Brosius (1999) denomina “aparato transnacionaldel desarrollo sostenible”: un ámbito multisectorial, articuladopor una serie de nociones (desarrollo sustentable, bio y socio-diversidad, participación, desarrollo local) que pueden posibi-litar la convergencia de actores tan diversos como los “pobla-dores locales”, las ONGS ambientalistas y la banca multilateralen torno a la gestión de ciertos recursos estratégicos (Ribeiro,1991).5

Dado que los actores que las integran son sujetos social-mente ubicados y culturalmente construidos, sus posiciona-mientos también reflejan la “carga de sentido” heredada, ha-ciendo que nociones nominalmente similares (desarrollosustentable, biodiversidad, participación, etcétera) puedan ad-quirir significados diferenciales para cada uno de ellos. A suvez, adscripciones previas ancladas en referencias nacionales,regionales, de clase o étnicas, por citar algunas, pueden ad-quirir nuevas significaciones a partir de su reacomodamientoa través de mediaciones discursivas de carácter ambientalista(Escobar, 1998; Little, 1997). Es decir, tanto el lenguaje globalpuede adquirir significados particulares como las adscripcio-nes particulares pueden ser resignificadas dentro, o a partir,del lenguaje global.

De este modo, la lucha contra, o dentro, del proyecto Yacy-retá, puede ser al mismo tiempo una forma de resistencia con-

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5 Esto ha llevado a definir al ambientalismo como un ámbito mul-tisectorial característico de un movimiento socio-histórico-cultural-político amplio, portador de una racionalidad en cierta medida alter-nativa a algunas de las racionalidades construidas en el devenir dela modernidad (Viola, 1994).

zación física, la arena política no tiene un anclaje espacial de-limitable. Asunción, Buenos Aires, Encarnación, Posadas,Washington, constituyen los lugares de asiento de algunos desus protagonistas y de realización de eventos que, en últimainstancia, determinan lo que ocurre en la zona de emplaza-miento.

Las protestas sociales en relación a Yacyretá también hanpuesto de manifiesto una acción convergente entre, por lo me-nos, organizaciones ambientalistas y población afectada. Esteproceso abarca gran parte de la década de 1990 y constituyeun ejemplo de lo que Keck y Sikkink (1998) llaman redestransnacionales de activismo: formas de organización carac-terizadas por patrones de comunicación e intercambio hori-zontales, recíprocos y voluntarios establecidos entre actoresdiversos y distantes movilizados detrás de un objetivo común,que prosperan en base a su capacidad fractal de generar nue-vas redes y de producir relaciones sinérgicas con otras redesorganizadas en torno a otros problemas.

Una de las potencialidades políticas de estas redes radicaen que las mismas constituyen espacios a través de los cua-les se localiza la política ambientalista construida a niveltransnacional y se transnacionaliza, en este caso, la proble-mática local erigida en torno a los impactos de la represa. Ellopone sobre el tapete dos cuestiones de importancia relaciona-das con la existencia de prácticas políticas transnacionales enel ámbito de la sociedad civil. Por una parte, a través de quécircuitos de agentes y relaciones se realizan las mismas. Porel otro, qué transformaciones se operan en los sentidos asig-nados a la realidad al pasar de un nivel a otro y, correlativa-mente, qué implicancias acarrean para las formas de identifi-cación colectiva que se crean o actualizan en el marco de lamovilización política.

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mean las interacciones entre “paraguayos” y “argentinos”. VéaseGrimson (1998) y Jaquet (1999).

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tana para analizar el modo en que los impactos localizados dela represa de Yacyretá se convierten en un hecho políticotransnacional y para explorar las repercusiones que ello aca-rrea en el nivel local de esta arena política. Y más específica-mente, para indagar en la evolución del proceso de conexión(y desconexión) global/local que está en la base de este movi-miento de resistencia protagonizado por ambientalistas y“afectados”.

Para ello reconstruyo una secuencia temporal que permi-ta observar las distintas inflexiones que va experimentando laprotesta, por un lado, y la relación entre ambientalistas y afec-tados, por el otro. Dado la escala y el carácter de esta arenapolítica (deslocalizada, mutable, polifónica y plural) resulta di-fícil mantener una linealidad en el análisis. Esto comporta nosólo dificultades narrativas. También arrastra interrogantes desesgo teórico y metodológico, y obliga a intentar abordajes queno se corresponden con una etnografía convencional. De he-cho, ¿cuál es el contexto etnográfico en el que se desarrolla es-te movimiento?, ¿cuáles son los sucesivos “aquí y ahora” quevan fraguando su desarrollo?6

He decidido hacer un corte longitudinal en el proceso,manteniendo el eje, fundamentalmente, en la trayectoria deSobrevivencia. Desde allí identifico y trato de caracterizar alos otros agentes que trabaron alianza con, y a partir, de ella.Por un lado las redes ambientalistas mayores. Por el otro laspoblaciones afectadas por la represa. Este derrotero no se co-

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6 La práctica antropológica se ha constituido en torno a investiga-ciones en “terreno” sobre poblaciones con localizaciones geográficasdefinidas. Pero en procesos sociales de esta naturaleza: ¿de qué tipode localización estamos hablando?, ¿de qué escenarios y actores? In-tentar dar cuenta de los mismos desde una perspectiva antropológi-ca constituye un desafío que lleva a afrontar algunas de las premisascon las que se guían las etnografías de índole más convencional. Es-te trabajo también intenta contribuir, con algunos interrogantes, aldesarrollo de este debate reciente.

tra el desplazamiento basado en presupuestos humanitarios,una respuesta local contra un emprendimiento de explotacióninterregional, una disputa más amplia sobre impactos am-bientales y económicos, una lucha internacional sobre un re-curso estratégico, una batalla global por la defensa del medioambiente contra emprendimientos destructivos, etcétera. Co-mo se ve, estos enunciados no son excluyentes. Pero, dado losmúltiples niveles en los que se despliega el proceso, puedeocurrir que unos sentidos predominen sobre otros según elcontexto o nivel en el que los diferentes agentes estén expre-sándose como sujetos políticos, según el peso que pueda teneruno u otro actor dentro de la alianza y según la dinámica quevaya adquiriendo la protesta a lo largo del tiempo, entre otrosfactores.

Por otro lado, el alcance potencial del movimiento (en tér-minos de actores, niveles e influencia política) estará en co-rrespondencia con el modo en que se sinteticen, armonicen oexcluyan estos sentidos diferenciados dentro de un marco deinterpretación común (Jelin, 2000; McAdam, McCarthy yZald, 1995). Como vimos, ello está lejos de ser una empresaindividual, unívoca e instantánea. Por el contrario, forma par-te de un constante proceso de negociación, intercambio y con-frontación entre sus integrantes. Asimismo, si bien las redesson formas de interconexión “voluntarias, horizontales y recí-procas”, es claro que no todos los actores poseen el mismo ca-pital (material y simbólico) para hacer prevalecer un procesode producción de discursos y prácticas políticamente eficacesen un determinado nivel.

Propongo centrar la atención en el desempeño político deuna ONG radicada en Asunción del Paraguay, “Sobrevivencia,Amigos de la Tierra, Paraguay” (de aquí en más, Sobreviven-cia). Esta organización, ambientalista y paraguaya, jugó unrol clave en lo que hace a vincular la protesta localmente ge-nerada con las redes de organizaciones ambientalistas queactúan a escala más amplia. Es este rol de bisagra o de arti-culación lo que convierte a su actuación política en una ven-

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rresponde con una cronología precisa a partir de la cual sepueda identificar un alineamiento automático entre estos ac-tores. Existen ritmos específicos a cada actor y nivel, y, por lotanto, desfasajes y solapamientos. Ello no obstante, el proce-so existe en el tiempo y el grado de precedencia de los hechosconstituye en sí mismo un factor explicativo del fenómeno. Hetratado, por lo tanto, de señalar una serie de momentos cuyasucesión indica la evolución del mismo. A través de ellos, in-dicativos de la relación entre ambientalistas y “afectados” y desu mutua posición en la arena política, pretendo destacar loscircuitos que constituyen estas alianzas, las condiciones quela hacen posible y las tensiones que subyacen a su conforma-ción.

Como han señalado Keck y Sikkink (1998), no es posibleposible comprender el comportamiento político de estas redessi no es con referencia a la dinámica general de la arena polí-tica y al cuadro que van conformando los actores que en ellacooperan o confrontan. Por ello he tratado, por lo tanto, de noperder de vista los posicionamientos de otros actores especial-mente gravitantes (EBY, banca multilateral). He prestado par-ticular atención a una serie de prácticas políticas y formas deintervención convergentes entre ambientalistas y “afectados”con el fin de influenciar en la arena política.

De hecho, si bien las redes ponen en juego una serie deperspectivas recíprocas7 que hacen posible la conexión entresus integrantes, es a través de las prácticas que las mismasadquieren entidad política. Como señala McAdam, McCarthyy Zald (1995), el tipo de prácticas constituye parte de un re-pertorio de recursos que tanto contribuye a dar una idea delperfil del movimiento como del contexto político en el cual el

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7 Como se dijo, esto no quiere implicar un acuerdo unívoco sobrelos sentidos. Estos sentidos son negociados. Y algunas veces están ba-sados en malentendidos que resultan productivos (Conklin y Graham,1995).

mismo está interviniendo. Dado el interés de mi trabajo resol-ví dar prioridad a aquellas que fueran más relevantes para ob-servar las implicancias de la transnacionalización de la pro-testa, las condiciones que la hacen posible y los requisitospara lograrlo. Y seleccioné una en la que esto se vuelve espe-cialmente visible: la apelación al Panel de Inspección del Ban-co Mundial.

Dictadura, desarrollismo y represas en Paraguay

La realización de grandes represas de aprovechamientohidroeléctrico constituyó un recurso crecientemente utilizadopor una gran cantidad de países a lo largo del presente siglo.Inicialmente ideadas por, y emplazadas en, los “países centra-les”, fueron vistas como una innovación tecnológica capaz debrindar una eficiente respuesta a los desafíos energéticos deldesarrollo industrial. Algunas regiones del llamado TercerMundo, que ofrecían un conjunto de condiciones propicias co-mo la existencia de recursos hídricos importantes, un costorelativamente bajo de factores de producción, una legislaciónde protección del medio ambiente más débil y un general con-senso de sus dirigencias (y de grandes sectores de población)sobre la necesidad de consolidar una base energética para im-pulsar el desarrollo industrial, pasaron a constituir un lugarpreferencial para su emplazamiento (Ribeiro, 1999).

Ribeiro estudió el proceso de construcción de estas obrasen tanto acontecimientos gigantescos del sistema económicomundial. Los llamó Proyectos de Gran Escala (de aquí en másPGE), y los caracterizó como procesos multidimensionales queproducen articulaciones del capital a escala global e involu-cran a agentes diversos (estados, bancos, empresas, fuerzasde trabajo) ubicados en diferentes niveles de actuación (local,regional, nacional, transnacional). La realización de un PGEdemanda un esfuerzo de legitimación mediante el cual se jus-tifiquen las ingentes inversiones en recursos humanos y fi-

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nancieros que requiere, y las drásticas transformaciones am-bientales y sociales que produce en su área de influencia. Laeficacia de este esfuerzo de legitimación, consistente en unaserie de discursos en los que la obra es presentada como ve-hículo de progreso y bienestar, generalmente ha descansadoen el modo en que traduce y proyecta los principales postula-dos de la ideología ambiente predominante: el desarrollismo.

La “ola desarrollista” en Paraguay coincidió con la dicta-dura del general Stroessner (1954-1989) y constituyó uno delos pilares sobre los que se asentó la legitimidad de su régi-men. Su programa de gobierno, definido como desarrollismoautoritario (Hay, 1999; Lewis, 1986), estuvo basado en la re-cepción de crédito externo para la realización de obras de in-fraestructura y en la reconversión de áreas agrícolas orienta-das a producir cultivos exportables para poder hacer frente aesos créditos. La represa de Yacyretá formó parte de este pro-grama, aunque las razones para su realización no se explicansi no se vuelve la vista a la competencia que sus dos estadosvecinos (Brasil y Argentina) llevaban adelante en la época delas “fronteras duras”.

En efecto, la decisión de hacer la represa de Yacyretá fueuna respuesta geopolítica de la Argentina en su disputa conBrasil por el control y aprovechamiento de los recursos hídri-cos en la Cuenca del Plata (Ribeiro, 1999).8 Fue presentada ala opinión pública de Paraguay como una “conquista” deStroessner y promocionada como el logro de una inteligentepolítica pendular orientada a sacar ventajas para el país apro-vechando las rivalidades entre los estados vecinos. Dado quela Argentina era quien financiaba la obra, se presentó al em-prendimiento como una victoria de la diplomacia paraguaya,

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8 El Tratado de Yacyretá (1973) fue firmado siete meses despuésde que Brasil y Paraguay suscribieran el acuerdo para concretar larepresa de Itaipú, un emprendimiento de similares característicasemplazado en el alto Paraná.

que obtenía una represa (y una serie de condiciones infraes-tructurales asociadas) “sin poner un solo peso”.9

La legitimación pública no podía descansar en la necesi-dad de generación de energía para la economía nacional (aúnhoy Paraguay satisface su demanda con la sexta parte de loque produce la represa de Itaipú) sino en las expectativas debonanza derivada de la afluencia de capitales para su cons-trucción y, a futuro, de los ingresos provenientes de la expor-tación de la energía generada. La obra también fue saludadacomo un acto vindicatorio de cara a la conflictiva e histórica-mente adversa relación con Argentina –especialmente agudi-zada después de la Guerra de la Triple Alianza (1865-1870)–.Su construcción se inició cuando concluían las obras de Itai-pú e implicó la afluencia de “electrodólares” que permitieronatenuar la depresión económica en la que se sumió la eco-nomía de Paraguay cuando concluyó el “boom de Itaipú”(Schvartzman, 1990). Pero el proceso de su construcción sedesplegó sobre otra etapa política del país.

La caída del régimen de Stroessner, en 1989, implicó laconfiguración de un escenario político con menores restric-ciones para expresar el disenso. Y el florecimiento de una se-rie de organizaciones de la “sociedad civil”, que fue adquirien-do un mayor predominio en la medida en que fue receptivade apoyo de organizaciones externas interesadas en fortale-cer el lento y, a veces, vacilante proceso de transición a la de-mocracia y en promover la creación de fuerzas sociales orga-nizadas en torno a demandas sectoriales y temáticas con

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9 Sin embargo, esa misma argumentación fue utilizada por el Es-tado argentino para justificar el papel de socio menor que ocupó Pa-raguay en el emprendimiento. Es frecuente leer declaraciones deagentes del Estado argentino que deslegitiman los reclamos y exigen-cias de sus pares paraguayos aduciendo que es Argentina la que asu-me el riesgo de inversión de la obra. El caso es que a la obra la pa-gan los dos países. Argentina sólo la financia.

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las organizaciones internacionales a las que se les solicitóapoyo.

En 1991 se produjo la primera inflexión en la historia dela organización: el ingreso a Friends of the Earth (de aquí enmás FOE), una federación de entidades ambientalistas de se-tenta países que ha pasado a ser, junto con Greenpeace yWorld Wildlife Fund, una de las organizaciones ambientalistasmás influyentes a nivel mundial (Wapner, 1996). Este “salto”a la arena internacional, desde un ámbito donde la mediterra-neidad física10 se había acoplado con el aislamiento políticoimpuesto por décadas de régimen totalitario, implicó el iniciode un proceso que acarrearía cambios cualitativos en la orga-nización. Uno de sus integrantes me narraba su experienciade este “pasaje”, en la que se vuelve ostensible la gravitaciónque el aislamiento físico y social había tenido en el mutuodesconocimiento entre ambientalistas paraguayos y sus con-trapartes del norte: “decidimos salir de esta isla rodeada detierra en la que vivíamos. Y pasamos a ser los niños mimadosdel ambientalismo. Nos decían: ¿pero cómo?, ¿ustedes exis-ten?, ¿existe el Paraguay?”.

En ese entorno organizativo Sobrevivencia trabó contactocon organizaciones ambientalistas (especialmente de EstadosUnidos y Holanda) involucradas en lo que sería un movimien-to de acción contra represas que prosperaba a nivel mundial

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10 Paraguay está ubicado en el centro de América del Sur. Es, jun-to con Bolivia, el único país del continente americano que no lindadirectamente con el mar. El “aislamiento” derivado de este hecho hasido, y es, un elemento referencial central para explicar sus caracte-rísticas principales, ya sea asociado a la posibilidad de autonomía,ya sea como traba para su desarrollo. La búsqueda de una salida almar ha sido constante fuente de disputas y negociaciones con losEstados vecinos (Brasil y Argentina). Estas “determinaciones” geo-gráficas han empezado a ser relativizadas, por lo menos para algu-nos sectores, con el desarrollo de medios de transporte y comunica-ción que permiten “conectar” con diferentes partes del mundo sindepender de una contigüidad física para ello.

progresivo predominio en la escena global (Derechos Huma-nos, Medio Ambiente, Derechos Indígenas, Género, etcétera)(Ocampos y Rodríguez, 1999). Con ello se crearon nuevasoportunidades para iniciar un ciclo de protestas contra unaobra que presentaba, para las organizaciones paraguayas, elcomplicado e irresuelto dilema de presionar sobre una em-presa pública binacional cuyo socio más influyente es el Es-tado argentino.

La red a nivel global. Sobrevivencia y el movimiento ambientalista transnacional

Sobrevivencia fue creada en 1986 por un grupo de jóvenesprofesionales y estudiantes universitarios interesados en lacuestión del medio ambiente y la situación de las poblacionesindígenas del Paraguay. Por entonces funcionaba como unaorganización voluntaria. Su creación es parte de este incipien-te proceso de emergencia de organizaciones de la sociedad ci-vil, durante el crepúsculo de la dictadura de Stroessner, quecanalizó el interés político-social (y también laboral) de profe-sionales de las capas medias radicadas en la capital del país(Ocampos y Rodríguez, 1999).

El tipo de intervención que realizó Sobrevivencia en laarena política de Yacyretá fue cambiando con el tiempo, des-de un reformismo voluntarista bajo condiciones políticas res-trictivas hacia una forma de activismo profesionalizado enro-lado en el ala radicalizada del movimiento ambientalistatransnacional (Martínez Allier, 1999). En los primeros añosde su existencia apuntaron a realizar una serie de trabajos“complementarios” a la realización de la represa. Sus prime-ros esfuerzos estuvieron orientados a trabajar con la pobla-ción ribereña dedicada a la pesca, e intentaron desarrollar unprograma de investigación y relevamiento de especies en lasáreas que iban a ser inundadas. Estos intentos fracasaronpor desinterés de la EBY y por falta de respaldo financiero de

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(Keck y Sikkink, 1998; Mc Cully, 1996).11 Este movimientoformaba parte de una tendencia crítica que ponía en cuestióna las grandes obras de infraestructura en tanto emblemas einstrumentos de una concepción de desarrollo responsabledel progresivo deterioro ambiental que aqueja al planeta. Enparticular las grandes represas, que eran interpeladas comofuentes de provisión energética que no “son ni baratas, ni re-novables ni sustentables” (documento Curitiba, 1997). A lolargo del tiempo fueron perfeccionando la intensidad y efica-cia de sus intervenciones mediante la presión sobre el agenteque estaba recurrentemente involucrado en su promoción yfinanciamiento: la banca multilateral. Esto implicó, entreotros efectos, un proceso de reformas políticas dentro delBanco Mundial para orientar el financiamiento de programasde desarrollo y proyectos de infraestructura en el marco del“desarrollo sustentable” (Cernea, 1988; Fox, 2000; Red Ban-cos, 1996).

Si bien no resulta sorprendente que una organización am-bientalista se vincule con la problemática de una gran repre-sa, es preciso señalar que existen otras organizaciones am-bientalistas en Paraguay, y sólo ha sido Sobrevivencia la queha tenido un trabajo continuo y sostenido en el tema. La ex-plicación de esta trayectoria pone de relieve una combinaciónentre agencia personal, factores contextuales y una serie deimponderables acaecidos a lo largo del tiempo que han lleva-do a que esta organización y Yacyretá, hayan quedado estre-chamente entrelazadas dentro del Paraguay e, incluso, dentrodel ambientalismo transnacional.

Efectivamente, uno de los fundadores de Sobrevivencia(especializado en hidrología en Estados Unidos) trabajó entrefines de los años setenta y comienzos de los noventa en Con-

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11 En especial Bank Information Center (BIC) e International Ri-vers Network (IRN), también integrantes de FOE, y Center for Inter-national Environmental Law (CIEL).

sultores Internacionales de Yacyretá (de aquí en más CIDY), laempresa de ingeniería encargada del diseño de la represa. Sudesvinculación de CIDY coincide con la incorporación comoactivista full time y su trayectoria ayuda a reconocer tambiéncómo el campo de las fuerzas alternativas al desarrollo se ali-menta de procesos originados dentro mismo del campo de po-der del desarrollo. Esta persona configura el perfil de militan-te “ideal” dentro de las filas del ecologismo. Tiene un solventeconocimiento técnico sobre la temática de la represa, conoceel proceso desde “adentro” y habla perfectamente el idioma in-glés (Fox, 2000; Ribeiro, 1994). A la postre, estos “capitales”que algunos agentes poseen y son capaces de desplegar seránfundamentales para desempeñarse en los foros ecologistasmundiales (Eco’ 92, FOE, Encuentro Mundial de Afectadospor Represas) y ante las organizaciones financieras de ayudainternacional.

La modificación de las condiciones establecidas por elBanco Mundial para asignar financiamiento a proyectos dedesarrollo se produjo en un momento especialmente críticodentro del proceso de realización de Yacyretá. En 1989 el go-bierno argentino solicitó un nuevo crédito para avanzar haciala terminación de la obra. El Banco Mundial condicionó lospréstamos a la aceptación de sus nuevos lineamientos (gene-rar participación de la población afectada, establecer planesde manejo ambiental y social, etcétera). En 1992, bajo esasexigencias, la EBY, por primera vez, realizó audiencias parasometer a la consideración pública los nuevos programas demanejo ambiental (de aquí en más PMMA) y social (de aquí enmás PARR). Fue también la primera vez que aparecieron orga-nizaciones intentando impedir el avance de la obra (no habíaaún organizaciones de afectados). La acción de las organiza-ciones ambientalistas estuvo dirigida a impedir que el BancoMundial libere los créditos.

A pesar de ello, el Banco Mundial finalmente asignó loscréditos y dio su “no objeción” a la propuesta de la EBY: rea-lizar un llenado parcial del embalse según un cronograma que

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actividad comercial dado su carácter de punto de articula-ción fronterizo a través del eje Encarnación (Paraguay)-Posa-das (Argentina).

La ciudad de Encarnación (60.000 habitantes, la cuartadel país en términos demográficos) es el principal centro deactividades económicas y políticas de la región. Allí tienen susede las autoridades del Departamento Itapúa y las oficinas

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incluía cotas y años (cota 76: 1994; cota 78-80: 1996; cota 83:1998) con el compromiso de avanzar en las “obras comple-mentarias” en la medida en que la represa en operación fueragenerando las divisas para su financiamiento.12 La situaciónera especialmente delicada en Paraguay, donde había sidomayor la arbitrariedad con la que se habían dilapidado los re-cursos destinados a realizar estas obras. En septiembre de1994, finalmente, se procedió al llenado parcial del embalse.Pero al año siguiente, amparado en la justificación de las con-secuencias del “Efecto Tequila”,13 el gobierno argentino sus-pendió los desembolsos para la concreción de los planes so-ciales y ambientales, agravando aún más la situación de lapoblación afectada por la elevación de las aguas.

La red a nivel local: la población afectada por la represa de Yacyretá

El embalse de Yacyretá afecta, en Paraguay, 80.000 hec-táreas incluidas dentro de los departamentos de Misiones yde Itapúa, a lo largo de una franja de 90 kilómetros com-prendida entre las ciudades de Ayolas y Encarnación. La po-blación afectada (hasta ahora 35.000 personas) reside enislas, en zonas rurales, en pequeños poblados y, mayorita-riamente, en la ciudad de Encarnación. El área constituyeuna de las cuencas agrícolas más importantes del Paraguay(aporta los montos predominantes de soja, trigo, arroz, algo-dón, del país). Pero fundamentalmente se caracteriza por la

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12 Por entonces, las obras principales de la represa tenían un gra-do de avance del 85%, en tanto que las llamadas obras complemen-tarias destinadas a la mitigación ambiental y social y la reposición deinfraestructura, lo estaban en un 15% (Banco Mundial, 1997).13 Crisis de la bolsa de valores mexicana que generó turbulencias

en flujos financieros de circulación global y conmovió a algunas eco-nomías, como la Argentina, fuertemente dependientes de ellos.

Cuenca del Plata

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siderada como la más vulnerable frente a los efectos de la re-localización (Cernea, 1988), era la que más había sufrido lasincoherencias, fraudes y dilaciones en las que había incurri-do la EBY.

El proceso de movilización de la población afectada fuetardío. Comenzó a mediados de 1993, cuando ya era inminen-te el llenado de la presa. Los sectores de mayores recursos ca-nalizaron sus primeras demandas a través de estructuras demovilización previamente existentes (cámaras de comercio eindustria, asociaciones de productores, asociaciones profesio-nales). Los grupos más desposeídos no tenían bajo su controlformas asociativas (gremiales, sindicales, políticas) influyen-tes y tuvieron que iniciar un proceso de autoorganización ba-jo condiciones adversas. Sus principales formas de participa-ción política se canalizaban a través de redes clientelaresvinculadas a facciones del principal partido político. Casi latotalidad estaba enrolada (o adhería) a las filas del Partido Co-lorado, en el poder desde hacía medio siglo, enraizado en lasestructuras del Estado y sustentado en una “cultura política”que fue definida como “autoritaria, caudillista, personalista,violenta, inestable y escasamente democrática” (Arditti, 1995;Lewis, 1986). En tanto que el proceso de descentralización po-lítica recién estaba en sus inicios,17 y el comando de los pro-cesos políticos en general, y de la EBY en particular, estabafuertemente controlado por estructuras piramidales que te-nían su vértice en “la lejana Asunción”.

A la carencia de estructuras de movilización acordes a susintereses se sumaban otras limitaciones de índole ideacional.Compartían las expectativas generalizadas, alentadas por los

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tre las representaciones que los ambientalistas tienen de las pobla-ciones afectadas y lo que ellas efectivamente son en la realidad.17 En 1992 se había reformado la Constitución Nacional y en 1993

por primera vez en su historia la población había podido elegir susautoridades departamentales.

de la EBY dedicadas a atender todas las obras ligadas al rea-sentamiento de la población (Dirección de Obras Complemen-tarias, de aquí en más DOC). Allí reside también el mayor por-centaje de población afectada. De modo que el epicentro delmovimiento, por lo menos en el segmento que corresponde alas organizaciones de afectados, se ha desarrollado en estaciudad.14

La población afectada pertenece a todos los estratos so-ciales,15 aunque el grueso (aproximadamente el 85%) pertene-ce a los sectores de menores recursos. Casi en su totalidadson residentes con tenencia precaria de sus inmuebles, estáninsertos en la economía informal, y subsisten gracias al co-mercio internacional fronterizo, trabajos ocasionales en laconstrucción, la fabricación artesanal de ladrillos (olerías) olos servicios (Galeano, 2000).16 Esta franja de población, con-

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14 En otros lugares florecieron formas asociativas orientadas a ca-nalizar las demandas de la población pero las mismas quedaron in-cluidas dentro de entornos organizativos cuyos puntos nodales estu-vieron en la ciudad de Encarnación.15 Entre los sectores económicamente mejor posicionados se en-

cuentran productores agrarios (principalmente propietarios de arroce-ras) y grandes propietarios de la zona comercial de la ciudad de En-carnación. Esto se diferencia de lo que ocurre en la margen argentina,donde la población afectada es casi exclusivamente de bajo nivel deingresos.16 Es importante tener en cuenta este aspecto a la hora de identi-

ficar las características de la población afectada, sus respuestas po-líticas y su potencial vinculación con organizaciones ambientalistasinternacionales. Por cierto, para el discurso ecologista, las poblacio-nes indígenas y/o “tradicionales” son vistas como los “guardianes dela biodiversidad” y por ende como sujetos ecologistas per se. Esto losha llevado a convertirse en los “aliados naturales” del ecologismo. Noocurre lo mismo con otros sujetos colectivos que son situados comoagentes de transformación en otros discursos (proletarios, margina-les urbanos, etcétera). No dispongo de elementos suficientes, peroaventuro que, entre otras cosas, los avatares de la vinculación entreafectados y ambientalistas están atravesados por un “desajuste” en-

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promotores de la obra, acerca de la relación automática entreconstrucción de la represa y progreso económico, lo cual in-hibía tomar conciencia de la real situación que se avecinaba.Ello se advertía en el desconocimiento de las características fí-sicas de la represa y las transformaciones que acarrearía, dela trama política en la que se estructuraba el proyecto y se es-tablecían los responsables del mismo, del marco jurídico en elque se contemplaban y definían sus derechos (Tratado deYacyretá, PARR, PMMA, leyes nacionales, convenios interna-cionales, directrices de la banca multilateral, etcétera), entreotras cosas. El proceso de organización tuvo que remontar es-tas dificultades, que se amplificaban a causa del impacto delproyecto, que incrementó la heterogeneidad de la poblacióndemandante18 fragmentando las respuestas colectivas (Galea-no, 2000) y del “efecto entrópico” de la relocalización: empo-brecimiento generalizado, pérdida de la eficacia de las estra-tegias de supervivencia, crisis en los sistemas de organizacióncolectiva, etcétera (Bartolomé, 1985).

La primera organización que surgió se llamó Coordinado-ra de Barrios y Sectores Afectados por la Represa de Yacyretá(de aquí en más Coordinadora). De ella, con el correr del tiem-po, se irían derivando otras organizaciones, coordinadoras,comisiones, etcétera. Es difícil seguir puntillosamente su de-sarrollo dado el grado de informalidad de su organización y lafalta de documentación de la mayoría de sus acciones. Me in-

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18 La heterogeneidad de la población (por ocupación, adscripciónpartidaria, religión, origen étnico, etcétera) está acentuada por el im-pacto que generó el proyecto. La obra puede afectar la vivienda perso-nal, o el lugar de trabajo, o la clientela de determinada actividad econó-mica, o la red social de pertenencia de un individuo, implicando unademanda (y una respuesta) diferencial en cada caso. Además la pobla-ción está subclasificada en franjas que tienen que aguardar la compen-sación en diferentes horizontes temporales (Cota 76, 80 y 83) y en ca-tegorías que tienen que ver con los distintos censos que realizó la EBYa lo largo del tiempo (“Beneficiarios”, “Adicionales”, “Extracensales”).

teresa, sí, puntualizar algunos aspectos que hacen a su perfilorganizativo, ya que, con mayores o menores variaciones, to-das las formas asociativas que han surgido repiten patronessimilares.

Como su nombre lo indica, el principio organizador podíaser residencial o sectorial (referido a actividades económicas).Pero más allá de su denominación, las organizaciones de afec-tados eran (y aún siguen siendo), bastante precarias en térmi-nos de complejidad organizativa y de disposición de recursospara sostener las mismas. Generalmente funcionan comoagrupamientos espontáneos, preferentemente con base resi-dencial (y/o sectorial), en torno a la figura de un “dirigente”,que se agrupan con otros dirigentes en una entidad de segun-do grado llamada Coordinadora, que también está dirigida yreferenciada por un número muy limitado de personas. Lasorganizaciones se conocen más por la figura del dirigente quepor el nombre de la organización: “el grupo de fulano”, “la gen-te de fulano”, quienes aparecen públicamente representandoa los (sus) afectados,19 haciéndolas muy susceptibles a las de-cisiones personales de los mismos.

Su ámbito de actuación era, predominantemente, la polí-tica de nivel local,20 demandando a las autoridades por losperjuicios ocasionados a sus miembros y denunciando la for-

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19 La forma organizativa predominante se adecua a la definición defacción, entendida como “grupos en conflicto, no corporados, recluta-dos por un líder, en un escenario político que no es de muy vasta es-cala, lo que conlleva relaciones cara a cara entre el líder y sus adhe-rentes, lo que personaliza el comportamiento político. Finalmente esel mismo conflicto lo que otorga presencia a las facciones al entrar es-tas en competencia ya sea por recursos o por posiciones de poder”(Bartolomé y Barabas,1990:56).20 Retomo la distinción propuesta por Bartolomé y Barabas (1990)

entre política local (aquella cuyos principales resortes están bajo elcontrol absoluto de la población local) y política de nivel local (aque-lla que se manifiesta localmente pero cuyos principales parámetrosson proyectados desde niveles de integración superiores).

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afectados se construyen como sujetos políticos en torno a larepresa de Yacyretá: la visión de la represa como una obra ar-gentina (una manera de desnacionalizar la obra para quitarlelegitimidad a sus impulsores); la apelación a valores estableci-dos en la política internacional (derechos humanos) para ha-cer demandas de ciudadanía, o simplemente de humanidad(“nos tratan como animales”) y la voluntad de poner en marchael “patrón boomerang” (Keck y Sikkink, 1998): la búsqueda deuna tercera parte (el parlamento argentino, los organismos in-ternacionales) con alguna influencia sobre las autoridades alas que se les está haciendo el reclamo.

Esta táctica de triangulación habría de ser un recurso efi-caz. No obstante, se establecería apelando a alianzas y presio-nes con agentes que, según parecen trasuntar las palabras deldirigente, no estaban dentro del espectro de visión de los afec-tados. En efecto, la desarrollaron con mayor eficacia cuandosus reclamos empezaron a coincidir con la actuación de las or-ganizaciones ambientalistas que, luego de haber sido derrota-das en su intento de impedir el llenado del embalse, empeza-ron a denunciar los impactos sociales y ambientales integralesde la represa que no habían sido mitigados o atendidos.

La conexión global-local

A esa altura (1995) Sobrevivencia ya era una organizaciónconocida a nivel internacional. La participación en FOE, elprotagonismo en la organización de la Eco ’92, la actividad enalgunas de las más importantes redes transnacionalesambientalistas en el Cono Sur,21 y la actuación en otras cam-pañas contra megaproyectos de desarrollo (ej. Hidrovía Para-guay-Paraná) la irían consolidando cada vez más en el movi-

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21 Primero Pacto Ecológico para América Latina y el Caribe (PEAL),luego Coalición Ríos Vivos.

ma en la que se estaba conduciendo el proceso relocalizatorio.En general buscaban obtener reconocimiento como interlocu-tores legítimos, a la vez que atraer para su causa la atenciónpública. El poder de resonancia, para usar la expresión deKeck y Sikkink (1998), que tiene la problemática en Paraguaypermitió que sus reclamos ganaran cierta visibilidad en la es-cena nacional, por lo menos a partir del espacio asignado enla prensa para difundir su problemática. El principal mediográfico del país reprodujo las palabras con que uno de los di-rigentes fundacionales invitaba, en abril de 1993, a la pobla-ción encarnacena a participar de la asamblea en la que se ibaa formalizar la conformación de “la coordinadora”:

Si cabe vamos a llegar hasta el parlamento argentino a pre-sentar nuestros reclamos, porque esta obra hidroeléctrica sehizo para cubrir las necesidades de energía de la Argentina.Nosotros no necesitábamos ni queríamos esta represa quetanto perjuicio nos está causando. Sabemos que entre los ar-gentinos muchos ya fueron relocalizados, más que los de acá,y quienes todavía no fueron relocalizados por lo menos ya co-nocen dónde van a ser instalados, mientras que nosotros nisiquiera sabemos qué va a pasar, dónde nos va a tocar la re-localización, ni cuándo. Acá se están violando derechos hu-manos elementales. Nosotros somos personas, no animales,y como tales merecemos respeto. Los afectados estamos enpie de guerra, pero sin armas y no vamos a ceder en nuestralucha, en nuestros reclamos, en el lugar que sea y vamos aadoptar la misma estrategia de los campesinos sin tierra, mo-vilizarnos y reclamar, hacer ruido, hacernos sentir y reclamarhasta entre los organismos internacionales que son sensiblesa los derechos humanos, a ver si de esta manera nuestrasautoridades no se ven obligadas (sic) a responder a nuestrosproblemas (ABC, 22 de abril de 1993).

En las palabras de este dirigente se pueden señalar algu-nos de los tópicos que hacen al marco de sentido con que los

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La alianza entre ambientalistas y afectados no implicó laconformación de una nueva entidad. Se trató más bien deuna red basada en una serie de acuerdos (siempre sujetos arenovación) que se expresaban en medidas de acción pun-tuales y en un programa de reivindicaciones compartidas.Este espacio de actuación común es un ámbito de construc-ción intersubjetiva (Keck y Sikkink, 1998) que prospera enun terreno intermedio de construcción y negociación de sen-tidos compartidos (Conklin y Graham, 1995). Con ello se ini-ció la conformación de un “frente común” que intentó desa-rrollar nuevas prácticas políticas y recursos argumentales yque implicó beneficios para ambas partes. Por un lado acre-centó la capacidad de agencia de las poblaciones afectadasal intervenir en una arena política ampliada en la medida enque se crearon conexiones entre organizaciones ubicadasfuera del contexto local. Por el otro, le permitió a Sobre-vivencia exhibir una base social con la cual obtener mayorrepercusión política tanto en la arena de Yacyretá como enel mundo de las organizaciones ambientalistas en que ope-raba.

El proceso de oposición a una represa se revela, en buenamedida, como una lucha centrada en la adquisición y el con-trol de información relevante en el momento oportuno, de ma-nera de poder “anticipar” las acciones del adversario y triun-far en la disputa por la hegemonía interpretativa acerca de loque implica y significa el emprendimiento (Ribeiro, 1992). Mu-cho más a partir de las transformaciones acaecidas en loscontextos políticos por donde se iba estructurando este con-flicto: a nivel nacional, un proceso incipiente de democratiza-ción (en 1993, por primera vez luego de varias décadas, losparaguayos eligieron a su presidente por vía electoral); a nivelinternacional, una modificación de los estándares que rigen laimplementación de grandes obras de infraestructura. Con ellose creaban nuevas condiciones para exigir (al menos en la le-tra) que las decisiones vinculadas al rumbo de la obra seansometidas a escrutinio público, obligando a que los funciona-

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miento ambientalista que actuaba a nivel transnacional. Estoimplicó, en principio, un incremento en el manejo de recursospara la acción: acceso a información,22 propuestas políticas,creación de liderazgos, posibilidad de financiamiento de ma-nera de poder sostener una pauta de acción relativamente es-table con mayor disposición de tiempo, etcétera.

Sobrevivencia empezaría a jugar un papel importante en laarticulación del movimiento, no sólo como un agente autóno-mo con su propia posición e intereses al respecto, sino tam-bién como un “broker” político y cultural. Esta organización te-nía una doble cualidad. Por una parte estaba socializadapolíticamente dentro del ambientalismo y poseía el “entrena-miento” de aquellos que realizaban campañas contra grandesobras de infraestructura en cualquier parte del mundo. Por elotro, era una organización paraguaya, lo que le asignaba legi-timidad para intervenir en una disputa política fuertementeatravesada con referencias nacionales y contenidos naciona-listas. Pero al mismo tiempo manejaba ciertos códigos cultu-rales específicos de la población afectada. Todos los miembrosde la organización que participaban en la “campaña Yacyretá”eran guaraní-parlantes, la lengua primaria de la mayoría deesa población, imprescindible para mantener con ellos una co-municación fluida. El guaraní es, a la vez, un diacrítico impor-tante de pertenencia grupal (Zucolillo, 2000) y de diferencia-ción con respecto al principal agente de alteridad en laconformación nacional paraguaya: los argentinos (castellano-parlantes), quienes, además, eran vistos como los actores do-minantes en el proceso de construcción de la represa.

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22 Gran parte de la información relevante que recibió Sobreviven-cia acerca del proceso de Yacyretá la obtuvo de sus contrapartes ubi-cadas en Estados Unidos, las que la obtenían de su actividad de se-guimiento y monitoreo de la banca multilateral. Esto se vio favorecidocon las nuevas tecnologías de comunicación (Internet) que rápida-mente incorporaron estas organizaciones.

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serie de interpelaciones a la banca multilateral (Banco Mun-dial, BID).26 Ese proceso consta de sucesivos capítulos de de-nuncia y acuerdo, en un movimiento de confrontación/con-certación con un adversario que podía ser un aliado paragenerar una presión sobre la EBY. Voy a describir una deellas, la apelación al Panel de Inspección Independiente delBanco Mundial, ya que es la más ilustrativa del “patrón boo-merang” en tanto práctica política transnacional característi-ca de las organizaciones de la sociedad civil.

La apelación al Panel de Inspección:una práctica política transnacional

El Panel de Inspección del Banco Mundial es un mecanis-mo que permite solicitar que se investiguen las quejas relacio-nadas con la falta de cumplimiento por parte del Banco de suspropias políticas y procedimientos. Cualquier ciudadano afec-tado por proyectos financiados por el Banco Mundial puedeentrar en él con un recurso directamente, sin tener que pasarpor sus gobiernos nacionales. Pero la aceptación de la solici-tud, así como de las recomendaciones del Panel, están supe-ditadas a la decisión del Directorio del Banco, compuesto porrepresentantes de gobiernos nacionales que son, en la mayo-ría de los casos, los blancos directos de las denuncias presen-tadas.

Si bien está en discusión la verdadera eficacia que estemecanismo ofrece para movimientos de este tipo (Fox, 2000),su utilización puede dar una idea del grado de “aggiornamien-to” que puede haber alcanzado un movimiento a la hora de in-

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26 Además de las denuncias de la situación de Yacyretá en los prin-cipales foros ecologistas de nivel mundial. Desde la Eco ’92 (Río deJaneiro, 1992) hasta el Encuentro Mundial de Afectados por Repre-sas (documento Curitiba, 1997).

rios y responsables tuvieran que dar cuenta de sus accionesante la opinión pública.23

En gran medida, el trabajo político fue un trabajo “intelec-tual”, principalmente “talleres”, a través de los cuales se in-tentaba reunir argumentos sólidos para fundamentar las de-mandas. Se buscaba hacer un relevamiento de los perjuiciosocasionados y no resarcidos por el emprendimiento (y tradu-cirlos al lenguaje utilizado por los planificadores).24 Al mismotiempo, se trataba del estudio y difusión de la documentaciónrelevante para poder actuar con consecuencias sobre esa si-tuación específica. Junto con la incorporación del marco idea-cional compartido, los efectos de esta alianza se expresaronen una serie de prácticas políticas, que tuvieron como blancodiferentes instancias de nivel nacional, ampliando el espaciode intervención y recorriendo (y descubriendo) tanto las cade-nas de causalidad que conformaban el proceso de decisionesen torno a la obra como las posibilidades de invocar formasde intervención legalmente autorizadas para imponer límiteso condiciones a los encargados de las mismas.25

Los efectos más resonantes, no obstante, se obtuvieronapelando a la política de nivel transnacional, mediante una

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23 Keck y Sikkink definen a esta táctica como “movilización de lavergüenza”. Consiste en hacer enfrentar a las autoridades con lo queen algún momento previo se habían comprometido a cumplir (leveragemoral). 24 Es notorio el cambio de lenguaje entre los primeros documentos

suscriptos por las organizaciones de afectados y aquellos que se ela-boraron ya avanzada la lucha.25 A nivel nacional, se fueron creando diversas instancias legislati-

vas, ejecutivas y judiciales en el transcurso de la transición a la de-mocracia. En especial la Comisión Nacional para la Defensa de losRecursos Naturales que sesionaba en el Parlamento, la ContraloríaCiudadana y la Fiscalía del Ambiente. También hay que destacar laconvocatoria a las redes de la sociedad civil del Paraguay –en espe-cial la Red Ambientalista del Paraguay y la Red de Redes (Pojoajú)–.Y la difusión en la prensa televisiva, radial y escrita.

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tados Unidos. El relevamiento de las principales afectacionesse realizó a través de “talleres” conformados con la poblaciónafectada. Más allá de su aspecto formal, donde se confrontanlas directrices operativas del Banco y las evidencias que de-muestran su incumplimiento, el mismo constituye un testi-monio de las transformaciones que se operan en lo que haceal lenguaje del reclamo desde el ámbito local al transnacional.De hecho, el sujeto enunciador es, no sólo un afectado por larepresa, sino también un ciudadano paraguayo que denuncialas violaciones cometidas en su territorio. Pero el modo de ar-gumentación posee un grado de tecnicidad jurídica-científica(basado en el lenguaje de prueba y evidencia) despojado deltenor emotivo de las arengas, denuncias y apelaciones mora-les características de las performances a nivel local.27

El proceso de confección de la solicitud pone de relieve elpapel de articulador/traductor que jugó Sobrevivencia en es-te caso, sostenido en las nuevas tecnologías de comunicaciónque facilitaron la coordinación entre los distintos participan-tes. Su contenido condensa y sintetiza los principales impac-tos ambientales y sociales de la obra, y, en cierta medida,constituye la “base argumental” del movimiento de resisten-cia a Yacyretá en Paraguay. En él se resumen las violacionesa las políticas del Banco referidas a reasentamiento, impactoambiental, poblaciones indígenas y territorios silvestres, asícomo contravenciones a los acuerdos globales sobre medioambiente (Convenciones sobre Biodiversidad y Cambio Cli-mático).

El reclamo también está anclado en términos nacionales.

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27 La presentación de Sobrevivencia fue la quinta desde que seinauguró el Panel. Después de ella, y hasta el año 2000, sólo huboseis presentaciones. En total suman once, un número palmariamen-te bajo si se considera que no existen restricciones de derecho parala utilización de este recurso. Las condiciones que posibilitan o inhi-ben la emergencia de este tipo de prácticas transnacionales de pro-testa son analizadas por Fox (2000).

tentar apropiarse de recursos institucionales y oportunidadespolíticas disponibles en su campo de lucha. Asimismo, la im-plementación de este mecanismo constituye una ventana paraanalizar cómo los intereses de los gobiernos, del Banco y de lassociedades civiles de distintos países constituyen arenas polí-ticas subdivididas internamente en términos de actores queapoyan o se oponen a algunas reformas políticas justificadasen el desarrollo sustentable (Fox, 2000). De hecho su institu-cionalización, en 1994, ha sido especialmente resistida por losgobiernos de los países tomadores de empréstitos, en generalpaíses del Tercer Mundo, que rechazan una forma de interven-ción que puede resultar onerosa para sus proyectos (Fox,2000; Red Bancos, 1996), pero ha sido especialmente utiliza-da por grupos de personas residentes en esos países para ha-cer oír sus reclamos.

Finalmente, constituye un lugar para observar de qué mo-do las pertenencias y referencias nacionales constituyen prin-cipios de inclusión/exclusión a la hora de asignar legitimidadpara la intervención en un proceso de denuncia que, no obs-tante, implica alguna forma de cuestionamiento a tradiciona-les nociones de soberanía (Fox, 2000). Por cierto, la participa-ción en las instancias transnacionales no está reñida con lapresentación de los actores como integrantes o representan-tes de una comunidad nacional. Incluso a veces esto últimollega ser una exigencia, con lo que, paradójicamente, se ter-mina estimulando el refuerzo de las identificaciones con lanación en desmedro de otras que la cortan, cruzan o trascien-den (Jelin, 2000).

La solicitud por el caso Yacyretá se presentó a fines de1996, dos años después del llenado del embalse. Es un exten-so documento (en inglés y en castellano) donde se definen lasdirectrices del Banco que fueron violadas por el emprendi-miento Yaycretá y se demuestra la anuencia del banco en per-mitir las mismas. Su confección estuvo a cargo de algunosmiembros de Sobrevivencia, con el apoyo y asesoramiento deorganizaciones ambientalistas y de derechos humanos de Es-

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Se denuncia la negligencia del Banco en desconocer la asime-tría procedente del hecho de que “el proyecto en cuestión tra-ta sobre la construcción de una enorme presa hidroeléctricapara el beneficio de Argentina cuyos costos sociales y ambien-tales son soportados en su mayoría por Paraguay” (Sobrevi-vencia, 1996:3), por lo que no sorprende a nadie que “la Ar-gentina se haya negado a proveer los fondos comprometidospara mitigar los daños ambientales y sociales” (:6). Del mismomodo cuestiona al Banco acerca de la implementación de laspolíticas compensatorias, puesto que la EBY y los Bancos es-tán “intentando concentrar sus esfuerzos en crear reservascompensatorias en Argentina mientras que Paraguay ha per-dido la mayoría de las tierras silvestres a causa del proyecto”(:10). Finalmente, la solicitud termina proponiendo que “laconstrucción se detenga manteniendo el embalse a una altu-ra de 76 metros sobre el nivel del mar, con la prohibición deelevar el nivel del lago hasta que: a) los impactos sociales yambientales hayan sido mitigados a satisfacción de las perso-nas afectadas; y b) se hayan realizado estudios sobre la facti-bilidad económica para la continuación del proyecto” (:2).

La aceptación por parte del Directorio llevó varios meses denegociaciones, presiones y demandas, en los que se tuvo quevencer la oposición de la representación argentina,28 que obje-taba la legitimidad de la solicitud porque consideraba que So-brevivencia no era una persona jurídica directamente afectadapor la obra. Asimismo, sostenía que “el proyecto es binacional,y el Banco Mundial no puede tomar una decisión a pedido deuna ONG que no es binacional” (ABC, Noticias).

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28 La representación dentro del directorio del Banco no es por paísindividual sino por grupos de países (con excepción de Estados Uni-dos, Japón, Alemania, Francia, Reino Unido). Argentina la compartecon Paraguay, Bolivia, Chile, Perú y Uruguay. Este tipo de represen-tación implica complejas negociaciones entre los países de cada gru-po, y luego entre los grupos de países. De manera que las decisionesresultantes son una expresión de múltiples e intrincados intereses.

La primera impugnación resulta significativa puesto queimplica toda una caracterización de los alcances del término“afectado”. Luego de un largo debate acerca de si todo ciuda-dano paraguayo puede ser considerado afectado por la obra,tal como planteaba Sobrevivencia, el escollo fue vencido al lo-grar la suscripción de algunos individuos directamente afec-tados residentes en la ciudad de Encarnación. No es un deta-lle menor mencionar que aceptaron participar a cambio deque se reserve el anonimato de su identidad. Esto permiteimaginar la atmósfera política existente y la percepción delriesgo por parte de la población con relación a aquellas acti-vidades que implicaran cuestionamiento a las autoridades.Probablemente los mecanismos represivos implementadosdurante la dictadura continuaban extendiendo su influenciaintimidante sobre la población, acrecentados en este caso porel desconocimiento de los derechos supuestamente consagra-dos que le cabían en tanto afectados por el emprendimiento.29

El proceso llevado a cabo para vencer la segunda objeciónpermite observar la forma en que se articulan las redes trans-nacionales de activistas con instancias de decisión o repre-sentación nacional. Organizaciones ambientalistas y de dere-chos humanos de diferentes partes del mundo intercedieronante sus propios representantes en favor de la solicitud, pre-sionando a favor de un voto positivo de los mismos dentro delDirectorio del Banco. Sin embargo, tuvo que ser decisiva laactuación de un senador argentino, enrolado en la oposición

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29 El párrafo inicial de la solicitud expresa: “Sobrevivencia, Amigosde la Tierra, Paraguay, interpone la presente solicitud de inspecciónante el Grupo de Inspección del Banco Mundial en su propio derechoy en representación de personas directamente afectadas por el Pro-yecto Hidroeléctrico Yacyretá y cuyos nombres se adjuntan a la pre-sente […] Debido al temor de posibles represalias, los nombres de losdamnificados representados por Sobrevivencia no serán revelados,excepto para el Grupo de Inspección del Banco Mundial” (Sobreviven-cia, 1996).

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política al oficialismo, que envió cartas a los directivos delBanco avalando la solicitud, y logró la aprobación de apoyo ala misma en el Senado argentino.30 La actuación de este se-nador también pone en evidencia la importancia de los ancla-jes nacionales y subnacionales (el funcionario argentino erasenador por la provincia de Misiones, afectada por la obra) pa-ra actuar con legitimidad dentro de este marco.

La solicitud fue aprobada en febrero del 1997. El Panel vi-sitó la zona de afectación a mediados de ese año, y presentósus resultados a fines del mismo. En ellos se ratificaron lasdenuncias presentadas.

El clímax del movimiento

El dictamen del Panel de Inspección tiene, en última ins-tancia, un carácter testimonial, porque no implica obligacio-nes para el Banco. Además, el banco sólo tiene una influen-cia relativa en el proyecto, que formalmente es propiedad delos gobiernos nacionales. Sus contenidos revelaron ser un ar-ma política a la hora de legitimar las posiciones en litigio. Unaprueba de ello fue la disputa que siguió para convencer a laopinión pública sobre sus verdaderos contenidos. Esta dispu-ta se desarrolló en uno de los escenarios que están fuera decontrol de los movimientos sociales, pero que constituyen unterreno imprescindible para conquistar la adhesión a su cau-sa: los medios masivos de comunicación (Mc Carthy, 1995).

En marzo de 1998, se publicó en los principales medios deprensa del país, en espacios reservados por la EBY, un docu-mento firmado por una alta autoridad del Banco Mundial. Lanota traducía, supuestamente, la opinión del presidente deesa institución y afirmaba que “el banco está satisfecho con

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30 Este senador intervino en el proceso a solicitud de organizacio-nes de derechos humanos de Estados Unidos.

las conclusiones del informe, las cuales afirman que las polí-ticas sobre reasentamiento, medio ambiente, participación co-munitaria y demás fueron plenamente respetadas y aplicadaspara el caso de Yacyretá” (ABC, Noticias, Última Hora). La res-puesta fue una serie de cartas enviadas por Sobrevivencia yorganizaciones de afectados a las altas autoridades del BancoMundial. En ella se reproducían extractos del Informe del Pa-nel en el que se ratifican las denuncias, y se solicitaba que se“publique en los mismos medios de prensa una rectificaciónde las afirmaciones incorrectas hechas en dicha carta”. A lospocos días, los mismos medios gráficos difundieron una notafirmada por el presidente del Banco Mundial en la que pedíadisculpas por el error.

Dada la delicada situación, el Banco Mundial decidió en-viar a alguna de sus máximas autoridades a constatar “in si-tu” lo que acontecía. En julio de 1998 visitó la zona de afecta-ción el vicepresidente para América Latina y el Caribe, enmedio de un clima de agitación y movilización masiva. Luegode una visita de tres días por el lugar se despidió con unaoportuna frase que fue difundida por todos los medios deprensa y utilizada por las organizaciones (hasta la actualidad)como una afirmación incontestable acerca de los efectos so-ciales de Yacyretá: “nunca vi tanta miseria como la que gene-ró Yacyretá. Ni siquiera en mi propio país, Pakistán, que esuno de los más pobres del mundo” (ABC).

Peter Brosius (1999) ha señalado que toda campaña am-bientalista existe en una curva de campana (2:83). Con ellointenta remarcar lo que parece ser un rasgo característico delas mismas: la existencia de un momentum donde parece dar-se una acumulación inédita de poder y una posibilidad ciertade alcanzar las reivindicaciones. Con posterioridad a la inter-vención del Panel y a las masivas movilizaciones que manifes-taron ante la visita del vicepresidente del Banco Mundial, elmovimiento parecía acercarse a su clímax. Además de la pro-liferación de nuevas organizaciones de afectados y del incre-mento numérico de las existentes, se conformó la Coordina-

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ción de un gobierno de unidad nacional inauguraron una “pri-mavera” democrática en el país. En ese clima de apertura po-lítica, coincidente con un momento de acumulación de poderinédito hasta entonces, el movimiento de afectados logró unaserie de conquistas que marcaron un nuevo punto de inflexiónen su derrotero.

Por una parte lograron un reclamo buscado durante losúltimos dos años: la destitución del director paraguayo de laEBY y la remoción de funcionarios de segunda y tercera líneaalineados políticamente con él. Por otra parte integrantes delmovimiento de afectados pasaron a ingresar a las estructurasde decisión de la EBY.32 Junto con ello se empezó a evidenciaruna política un poco más abierta de la EBY, en el sentido deceder información a las personas afectadas, y de comprome-terse a iniciar procesos participativos de consulta pública so-bre ciertos temas. Entre otras medidas, se abrieron centros dedocumentación y se estableció un departamento de atenciónal afectado. Asimismo se logró la remoción de los funcionariosdel Banco Mundial que estaban a cargo del proyecto Yacyre-tá, a quienes se acusaba de ser los responsables del encubri-miento acerca de lo que “verdaderamente” ocurría en la zona.

Esta victoria tuvo una serie de efectos que implicaron unanueva configuración del movimiento.

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acusado de estar implicado en el crimen. Ello generó una acefalíasubsanada con la promoción a la presidencia de un Gobierno de Uni-dad Nacional, compuesto por las fuerzas políticas principales y enca-bezado por el presidente del Senado (Luis González Macchi).32 El presidente del Foro Multisectorial ingresó como consejero de

la EBY (un cargo en el más alto nivel de decisión), en tanto que dosmilitantes “históricos” del movimiento, fundadores de la Coordinado-ra de afectados pasaron a integrar una dependencia de la entidadcreada con la finalidad especial de atender a las personas afectadas.

dora de Municipios Afectados por Yacyretá, integrado por lasautoridades políticas respectivas, inaugurando un procesoque se iría incrementando con el tiempo: el compromiso de lasautoridades políticas locales y departamentales en el proceso.Finalmente, a fines de 1998, se creó un Foro Multisectorialpor Yacyretá, integrado por legisladores nacionales y departa-mentales, ONGs, organizaciones de afectados, funcionariosministeriales, representantes de la banca multilateral, repre-sentantes de la EBY, autoridades políticas, etcétera.

Este Foro fue el intento organizativo más ambicioso impul-sado desde el interior del movimiento en su afán de lograr unarevisión integral del proceso y de encausar los conflictos den-tro de un marco institucional. El programa del Foro se susten-taba en la misma línea de demandas expresadas en la denun-cia presentada frente al Panel de Inspección y tenía aspectospropositivos ligados a generar participación, realizar un nuevocenso de afectaciones con participación de los afectados, revi-sión de políticas indemnizatorias y compensatorias para todoslos actores en juego (población urbana, rural, isleña, comuni-dades indígenas), programas de reposición de infraestructura,políticas de información, mecanismos de transparencia, eva-luación y monitoreo, etcétera. Al estar integrados por todos lossectores contemplaba una visión integral de la problemática.La posición en común era que hasta que no se cumplieran to-das las “deudas pendientes” de Yacyretá no se debería elevarel embalse de la represa.

La existencia del Foro fue efímera, en gran medida merceda los propios logros del movimiento en lo que hace a conquis-tar espacios de actuación política. Esto, por lo demás, fue pro-piciado por los avatares acontecidos en la política del Paraguaya partir de 1999. La crisis política derivada de los sucesos del“marzo paraguayo”31 (marzo de 1999) y la posterior instaura-

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31 El asesinato del vicepresidente de la Nación (Luis María Argaña)y posterior destitución del Presidente de la Nación (Raúl Cubas Grau)

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El reconocimiento de los perjuicios ocasionados y su co-rrespondiente compensación monetaria estaba lejos de seruna cuestión meramente administrativa. El mismo seguía su-peditado a la victoria política que podía obtener el movimien-to a partir de sus acciones de protesta pública. Los siguientesdos años fueron especialmente álgidos en manifestaciones deprotesta. Estos reclamos estuvieron expresados en medidasde acción directa (huelgas de hambre, cortes de rutas, cam-pamentos frente a las oficinas de la EBY en Encarnación) lle-vados adelante por las organizaciones que nuclean a los sec-tores de menores ingresos pero cada vez más vinculadas conalgunas facciones políticas, fracciones de la burguesía y gru-pos de interés locales. Detrás de los puntos demandados enlas protestas públicas se anudaban múltiples y, a veces, con-tradictorios intereses.35

Por otro lado, la inserción de dirigentes en la estructurainstitucional de la EBY dejó al movimiento sin algunos de susreferentes principales. Su función dentro de la entidad no sa-tisfizo las expectativas de los afectados y a poco pasaron a serconsiderados como aquellos que se “pasaron al bando contra-rio”. Pero también involucró progresivamente la acción de losafectados dentro de una serie de intrigas y componendas con

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ses. En su direccionalidad el grado de influencia que la “produccióncultural” de la Argentina aún tiene en Paraguay.35 Por ejemplo: una ley de expropiación que contemple mejores

condiciones de indemnización para los propietarios (el 70% de losafectados no lo es); creación de mejores condiciones para el resarci-miento de los afectados no propietarios (se busca que se incluya enlos padrones a personas no reconocidas por EBY, se propone una leyde afectados que contemple como un factor a ser indemnizado unbien intangible: el arraigo); acceso de sectores políticos locales a car-gos administrativos y, especialmente, gerenciales, dentro de la EBY;posibilidad de que los sectores empresariales de la construcción y loscolegios profesionales pasen a participar del diseño y la construcciónde los planes de infraestructura pendientes, etcétera.

La “relocalización” del movimiento y la desconexión local-global

La aceptación pública y generalizada de las defecciones delos responsables del proyecto alentó el incremento de las de-mandas de sectores de la población que hasta entonces ha-bían permanecido relativamente pasivas. A la población quehabía sido censada por la EBY y que no había sido debida-mente compensada se le sumó una creciente cantidad de per-sonas que se consideraban “afectados”, pero que no habíansido incluidos en los padrones de la EBY. Esto acentuó el rolde los dirigentes como “gestores” de una demanda particulary proliferaron grupos que se autodenominaron en torno a al-gún tipo de actividad supuestamente afectada (taxistas, mesi-teros, junqueros, cesperos, lavanderas, peluqueras, etcétera).

El litigio se centró en torno a la aceptación formal por par-te de la EBY de esas categorías de afectación, en primer lugar,y de sus portadores, en segundo lugar. Ello abrió el juego pa-ra una “judicialización” de la lucha con la participación denuevos actores.33 Simultáneamente, empezó a mermar sucredibilidad para la opinión pública por la sospecha de que seestaban favoreciendo demandas ilegítimas de personas queno estaban afectadas por la obra, que aprovechaban la inci-dencia del movimiento como una vía para obtener réditos per-sonales. Creció, desde entonces, una división dentro de laidentidad del movimiento construida bajo la categoría de afec-tados: afectados “truchos”34 y afectados “verdaderos”.

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33 Por ejemplo, abogados que patrocinaban la acción de demandaslegales, individuales o sectoriales, contra la EBY.34 Neologismo acuñado en la Argentina para calificar a una acción,

entidad o identidad como espuria y artificiosa, resultante de la mani-pulación interesada de algún agente en particular. Rápidamente sedifundió en Paraguay, probablemente a través de los medios de co-municación. En esta circulación de símbolos se puede conjeturar elgrado de interdepencia que existe entre los habitantes de ambos paí-

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dato es intentar defender los patrimonios de los afectados […]También se designa por unanimidad al gobernador del Depar-tamento de Itapúa como único mediador y representante delas partes afectadas ante el Poder Ejecutivo de la Repúblicadel Paraguay”.

Este proceso, en el cual la posición política de las organi-zaciones de afectados queda fuertemente definida por lasfuerzas principales que ordenan la política de nivel local, im-plica una “regionalización del movimiento”. Esto puede servisto como un muestra del peso que ha ido ganando el movi-miento como un sujeto político de importancia regional, queha llegado a plantear, entre otras cosas, el derecho a elegir lasautoridades principales de la EBY. Pero seguramente tambiénha implicado una refiguración de su perfil y, tal vez, una ce-sión de autonomía hacia las esferas de la política partidocrá-tica.

Paralelamente, a partir del año 2000, Sobrevivencia co-menzó a abandonar el activismo político a nivel local. Algunasrazones son de índole “logística” y también expresan el “éxito”de la organización en lo que hace a su inserción en las arenaspolíticas transnacionales.36 Con ello se han incrementado lasobligaciones y compromisos en otros procesos, sin que se au-mente la membresía de la organización. En consecuencia haymenos “tiempo institucional” para seguir el “tema Yacyretá”,que, paradójicamente, es el que le ha hecho conquistar visibi-lidad internacional. ¿Qué razones guían esta selección de al-ternativas a la hora de asignar recursos escasos (tiempo deactivismo, dinero, prestigio) a fines políticos?

Los motivos aducidos para fundamentar el distanciamien-to refieren a la dificultad de operar políticamente en medio de

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36 Desde el año 2000 es integrante del Comité Ejecutivo de FOE,participa de la organización del movimiento “antiglobalización”, esmiembro activo del Movimiento Mundial por las Selvas Tropicales, et-cétera.

sectores internos de la EBY. Ya sea para reemplazar a los“compañeros” que habían ingresado en esos cargos, para pro-mover a director de la EBY a algún aliado político de nivel de-partamental, o para viabilizar las demandas sectoriales que seplanteaban, se fueron produciendo mutuos trasvasamientosentre la “interna de los afectados” y la “interna de la EBY”.

Todo esto implicó la construcción de un nuevo escenarioen el que se acentuó un proceso de competencia entre lideraz-gos en sintonía con otras líneas de confrontación en el nivellocal. Con ello se fueron ahondando las diferencias existentesentre organizaciones y se desarrolló una disputa interna almovimiento tan encarnizada como la que había llevado a con-frontar con la EBY. Estos alineamientos no están desligadosde las disputas por la distribución de los recursos económicosvinculados al proyecto Yacyretá. De hecho, las últimas y gran-des inversiones del emprendimiento deberán ser desembolsa-das en el área como parte de la materialización de las “obrascomplementarias”. Pero también son correlativas a los proce-sos de descentralización política que está experimentando Pa-raguay desde la última década, que fomentaron el surgimien-to de liderazgos políticos para los que el componente depoblación afectada por la obra constituye un porcentaje deci-sivo del caudal y clientela electoral.

Todas las organizaciones están comprometidas en un es-fuerzo por imponer en el más alto cargo directivo de la EBY aalgún dirigente político de nivel local. Son también las autori-dades locales quienes tienen a su cargo las principales funcio-nes de interlocución del movimiento. En un acto público rea-lizado por un grupo de afectados en Encarnación, se estabandiscutiendo las políticas indemnizatorias de EBY. El acto con-cluyó con la suscripción de un documento en el que pedían ladestitución del Director de EBY, ya “[…] que no toleraremos,y no aceptaremos más, la imposición de un Director foráneo[…]”. También se pedía que “[…] se respete elegir librementeuna terna de profesionales itapuenses apolíticos, de la cual senominará al nuevo director paraguayo de la EBY, cuyo man-

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las rivalidades, competencias e intrigas entre sectores que al-guna vez formaron un frente común, a la sospecha de que losobjetivos del movimiento son poco claros y a la percepción deque se ha perdido la visión general del proceso y, en el mejorde los casos, se está apelando a demandas puntuales y secto-riales. Una expresión referida por un integrante de Sobreviven-cia revela el recelo que justificaba el alejamiento de la escenalocal: “Siento que nuestra lucha está siendo aprovechada poruna manga de oportunistas”. El efecto ha sido la consecuentedesvinculación de las organizaciones de afectados con las re-des de ONGs nacionales y trasnacionales.

Esta fractura ha coincidido con una diferencia que hastaentonces había permanecido en estado larval en las etapasprevias. Desde los inicios existía consenso acerca de los per-juicios ocasionados por la obra, así como de la necesidad deimplementar medidas de mitigación. Y para ello, como hemosvisto, se había llegado a la posición de que la represa debíaquedar en la cota actual hasta tanto se solucionen todas las“deudas pendientes”. Este era un acuerdo parcial que termi-nó de desmembrarse recientemente (a partir del año 2000),cuando nuevos factores, contextuales y coyunturales, lleva-ron al gobierno argentino y a la banca multilateral a dar unnuevo impulso para concluir definitivamente la obra.37

Sobrevivencia sostiene que la represa debe quedar en elnivel actual y que, a futuro, debe ser desmantelada.38 Las or-ganizaciones de los afectados consideran que la prioridad esla solución a sus problemas, siendo la elevación de la cota unfactor marginal sujeto a negociación. Han comenzado a com-

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37 Agudizado por la crisis energética de Brasil de 2002, el proyectode interconexión de los sistemas eléctricos en el Mercosur, y la posi-bilidad de exportar energía a este país.38 La propuesta de desmantelamiento no es presentada pública-

mente por considerarla inoportuna en términos estratégicos, en tan-to que la defensa del nivel actual de la represa es explícita.

partir la posición de la EBY y de la banca multilateral de quela única posibilidad de atender esos reclamos es con el dine-ro que ingrese por la venta del incremento de energía que seobtendría con la conclusión de la obra. Coincidentemente, anivel local ha ido creciendo la sospecha de que los que se opo-nen a la elevación del embalse, en especial Sobrevivencia, enrealidad quieren prolongar los conflictos a fin de “seguir ha-ciendo política a costa del sufrimiento y la postergación de laspersonas directamente afectadas”.

Un hecho, en alguna medida fortuito, pero que trasuntalos distintos clivajes sociales de los actores implicados, agra-vó las tensiones entre los afectados y Sobrevivencia. En el año2000, los dos dirigentes más reconocidos de Sobrevivenciafueron acreedores del Goldman Prize, en reconocimiento a sulucha por dar a conocer los graves problemas asociados conla tristemente famosa Represa de Yacyretá (documento Gold-man, 2000).39 Este premio puede ser visto como una suertede ritual que consagra el ingreso dentro de la elite transnacio-nal del ambientalismo (Ribeiro, 1994), además de una “certi-ficación” de idoneidad que mejora las posibilidades de la orga-nización para acceder a recursos financieros, además de seruna fuente de ingresos en sí misma (el premio consistió, en-tre otras cosas, en 125.000 dólares).

La noticia ocupó el interés de los principales medios decomunicación del país, celebrando que “dos jóvenes paragua-

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39 Este galardón, creado en 1990, es considerado uno de los reco-nocimientos más importantes en el mundo ambientalista. Lo otorga laFundación Goldman, una entidad estadounidense que apoya causasambientales. El premio no es otorgado a organizaciones sino a indivi-duos particulares, a hombres y mujeres de poblaciones aisladas y ba-rrios céntricos que están dispuestos a tomar riesgos extraordinariospara salvaguardar el ambiente (documento Goldman, 2000). Este cri-terio, y esta fundamentación, tal vez ayuden a pensar acerca del “in-dividualismo de inspiración cuáquera” (Keck y Sikkink, 1998) que in-ficiona a los grandes actores que promocionan la causa ambientalista.

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donde unos y otros actuaban separadamente en distintos ni-veles. Un segundo momento signado por el período formativode esta alianza. Un tercer momento dado por el clímax en loque hace a su influencia y visibilidad pública. Y un cuartomomento donde esta alianza se desdibuja y aparecen nuevastendencias.40 Ahora quisiera retomar lo expuesto para con-frontar esta secuencia con una perspectiva de abordaje quepermita delimitar las dimensiones principales para avanzaren su indagación.

McAdam, McCarthy y Zald (1995) señalan que un movi-miento social debe ser abordado considerando tres dimensio-nes: a) la estructura de oportunidades políticas y las constric-ciones que tienen que afrontar los movimientos sociales, b) lasformas de organización a disposición de los contestatarios y c)los procesos colectivos de interpretación, atribución y cons-trucción social que median entre la oportunidad y la acción(ídem:23). Estas dimensiones existen en una relación dinámi-

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40 Como se habrá notado, esta secuencia no se ajusta a una cro-nología precisa. La existencia de un proceso que se estructura conactores que actúan en diferentes niveles implica, en alguna medida,la existencia de temporalidades específicas a cada nivel. Las mismasse interpelan mutuamente, pero no hay una que subsuma a la otra.De manera que el apego a una sucesión cronológica que indique laevolución de un actor (o de un conjunto de ellos) en un nivel haceperder de vista el ritmo con el que coevoluciona el proceso en otro ni-vel. Esta cuestión dificulta la realización de una sistematización cro-nológica sin sacrificar la complejidad subyacente a la conformaciónde agencias interpeladas por procesos de conexión y desconexión glo-bal-local. Pero dado que, de todos modos, estos procesos existen enel tiempo, no se vuelven comprensibles sin un tratamiento que atien-da al orden de precedencia de los hechos más significativos. Traté,por lo tanto, de mostrar una sucesión de “configuraciones” a partirdel cuadro conformado en base a la relación entre ambientalistas yafectados. Y de señalar los “puntos” que indicaran las inflexiones ensu transformación. Dado que estos “puntos” son procesos de interco-nexión vertical entre niveles, sólo tienen una ubicación temporalaproximada.

yos ganaron el Nobel del ambientalismo”. Pero el hecho de quelos galardonados no hayan decidido distribuir parte del dine-ro entre los antiguos compañeros de lucha fue juzgado comofalta de solidaridad, y acentuó el malestar hacia la organiza-ción, a la que se ve como una entidad oportunista, que usó almovimiento en rédito propio. La frase que más escuché al res-pecto es: “ganaron un premio a costillas nuestra, y se olvida-ron de nosotros”, “ahora que tienen plata ya no vuelven máspor acá”.

El movimiento aparece entonces escindido entre “afecta-dos” y “ambientalistas”. Pareciera que a mayor “poder local”menor “vinculación global”. Más específicamente, que un ma-yor peso de las organizaciones, intereses y perspectivas “loca-les” restringe las posibilidades de articulación en un frente co-mún hacia el nivel global (por lo menos del modo en que sehabía venido realizando). Estos alineamientos son provisoriosy de rumbo incierto, susceptibles de nuevas reorganizacionesdentro de la voluble arena creada en torno a Yacyretá. Peroponen de relieve las tensiones existentes en la conformaciónde agencias sociales integradas por actores estructurados se-gún principios organizativos disímiles y situados en diferentescontextos espaciales y nacionales y en desiguales posicionessociales y políticas (Conklin y Graham, 1995). Con ello tam-bién se puede indagar las limitaciones tanto de la praxis am-bientalista para responder a las demandas de las poblacioneslocales como de un movimiento social de resistencia a un granproyecto de desarrollo en medio de un cuadro social con seve-ras restricciones materiales.

Consideraciones finales

He propuesto una secuencia donde se vuelven relevantesalgunos aspectos de la evolución de este movimiento en basea la conformación y transformación de la alianza entre “am-bientalistas” y “afectados”. Primero, los albores de la lucha,

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más amplia y una serie de acciones políticas de más largo al-cance (organizar reuniones, talleres, realizar demandas, peti-ciones, movilizar la prensa nacional e internacional, etcétera).Surgía también una interpretación acerca del fenómeno quedesafiaba las justificaciones previas y permitía construir unanueva interpretación.

Sin embargo, la alianza entre “ambientalistas” y “afecta-dos” difícilmente hubiera prosperado de no haber mediadoun poderoso interlocutor dentro de la arena política (la ban-ca multilateral) que permitió establecer una reciprocidad deperspectivas en torno al cumplimiento de algunas directricesque iban en beneficio de los sectores más perjudicados. Eleje fundamental en el desarrollo fue la relación de confron-tación/concertación con el Banco Mundial (también, y enmenor medida, el BID) como parte de un movimiento másamplio de presión sobre la banca multilateral que ha carac-terizado al movimiento ambientalista y a otros movimientossociales a nivel global. Esta presión “rebotó” sobre los gobier-nos y la EBY, quienes adoptaron decisiones que volvieron aampliar la estructura de oportunidades.

Finalmente, los cambios en la política local y nacional (as-censo de autoridades departamentales que se involucran en elmovimiento; cambios de presidente a nivel nacional, crisis po-lítica) volvieron a configurar la estructura de oportunidades.Ahí se empezaron a cerrar las posibilidades de incidencia a ni-vel transnacional con la progresiva diferenciación entre lasposiciones del Banco Mundial y las ONGs en relación al futu-ro de la obra. Concurrentemente, se escindió la configuraciónanterior y han surgido nuevas estructuras de movilización ynuevos marcos interpretativos.

Abordar el movimiento a partir del enfoque propuesto porMcAdam, McCarthy y Zald contribuye a delimitar dimensio-nes para analizar esta experiencia y avanzar en su explica-ción. Sin embargo, es necesario aclarar, el área de observa-ción debe ser reformulada. En efecto, ellos dan prioridad alos contextos nacionales y confinan la mayoría de los facto-

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ca y mutuamente dependiente. Una oportunidad política nopuede ser aprovechada si no se dispone de un encuadre quepermita percibirla y de una forma organizativa que puedausufructuarla. Pero el aprovechamiento de una oportunidadcambia el cuadro de ordenamiento de las mismas (la estruc-tura) haciendo aparecer otras nuevas, así como incide en el ti-po de organización y estrategias que se implementen y en elmarco de ideas con que se interpreta y se le da sentido a laacción.

Las secuencias que he señalado podrían volverse inteligi-bles de ser abordadas con este esquema. El diseño y cons-trucción de Yacyretá se desarrolló en medio de un contextopolítico restrictivo, con pocas oportunidades para la difusiónde ideas y organizaciones que pudieran plantear un mínimodisenso. El llenado del embalse, cuando las consecuencias ylos perjuicios de la obra se volvieron reales, se dio en un me-dio ambiente político con otras características. De todos mo-dos, la ausencia o debilidad de organizaciones capaces de via-bilizar las demandas desde el nivel local, coincidente con undéficit de información y/o con el peso de una serie de explica-ciones y justificaciones precedentes, inhibían la posibilidad deinterpretar la complejidad de la arena política en la que se de-senvolvía el drama de la represa. O, en todo caso, confinabanla protesta al ámbito local.

La intervención de una fuerza externa, una ONG insertaen redes de organizaciones nacionales y transnacionales, conuna ubicación espacial (la capital del país) y social (cercaníaestructural a diferentes integrantes del poder de Estado), im-plicó la aparición de una estructura de movilización capaz deoficiar de “burro de arranque” del movimiento, en parte por lapercepción de nuevas oportunidades existentes en la arenapolítica derivadas del proceso de democratización a nivel na-cional y de la conformación del “aparato transnacional del de-sarrollo sostenible”. Implicó también disponer de una serie derecursos que, aunque limitados, excedían el umbral necesariopara solventar la articulación entre una forma organizativa

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res explicativos dentro de los mismos (a lo sumo proponecomparaciones entre contextos nacionales o influencias in-ternacionales). Para este caso, esto implicaría dejar fuera defoco aspectos sustantivos relacionados con la transnaciona-lización de la protesta y sus efectos en la arena política (y ensus integrantes). Esta observación, especialmente pertinentepara este caso, tal vez lo sea también para otro tipo de mo-vimientos sociales generados en el Tercer Mundo, constitu-yendo un rasgo característico de su naturaleza (Dwivedi,2001).

Esto implica cuestiones que tienen que ver no sólo con elmarco, sino con el modo de abordaje. Mantener el esquemapropuesto por Mc Adam, McCarthy y Zald, ampliando el áreadentro del cual la influencia de estas dimensiones deben serconsideradas, implica considerar una escala de observación losuficientemente amplia como para tener que hacer considera-ciones metodológicas congruentes con la perspectiva. Kottak(1999) habla de un acercamiento “multisitio, multitiempo ymultinivel” (:30), con indagaciones etnográficas que permitanregistrar los principales parámetros que están operando y mo-delando el comportamiento de los diferentes actores en cadauno de los niveles, sin perder de vista los puntos de articula-ción o conexión entre cada uno de ellos y sus transformacio-nes a lo largo del tiempo.41

A partir de esta perspectiva se pueden captar las singula-ridades de cada nivel en un momento dado del tiempo, e in-terpretarlas en forma conexa con otros componentes con losque aparecen articuladas dentro de un mismo proceso. Parael caso aquí considerado, ello puede contribuir a explorar as-

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41 De más está decir que un programa de investigación de esta na-turaleza excede las posibilidades de indagación de un solo investiga-dor, no sólo por el tamaño de la tarea sino por la simultaneidad conque actores ubicados en contextos espaciales diferentes van desarro-llando acontecimientos que forman parte del mismo proceso.

pectos referidos al modo en que se reposicionan adscripcionesprevias al ser interpeladas desde una dimensión transnacio-nal que parecería trascenderlas. Dicho en forma de pregunta:¿cómo se revierte y despliega la transnacionalización de laprotesta en términos de la posición social de los actores quecomponen esta arena política?, ¿qué planos de confrontaciónson reposicionados a partir de esto?, ¿en qué escenarios?, ¿dequé manera?

Con estas preguntas apunto a orientar la indagación so-bre otras dimensiones, unidades de observación y referentesempíricos, para contribuir a comprender cómo se procesan enla política de nivel local los conflictos detonados por la repre-sa. De hecho, la articulación de un movimiento a nivel trans-nacional no parece implicar un desdibujamiento de las ads-cripciones e identificaciones previas de los participantes. Másbien parece manifestarse un reacomodamiento de las mismasa través de mediaciones discursivas de carácter global desple-gadas en torno a la línea de conflicto principal que organiza elcampo de lucha.

Estas identificaciones (nacionales, regionales, residencia-les, de clase, etcétera) son parte de las condiciones sociales degestación de una nueva agencia política. Ellas constituyen, en-tre otras cosas, un repertorio de símbolos que poseen los pro-tagonistas para interpretar la arena política y su posición den-tro de ella, así como un recurso para concitar lealtades ysolidaridades en la construcción de su “poder social”. He seña-lado algunos de esos clivajes, que reinterpretan la oposiciónEBY/afectados dentro de otras líneas de confrontación. Dehecho, el conflicto inicial, que opone a afectados/EBY, y quedentro del “aparato transnacional” aparecía replicado en laoposición Desarrollo Destructivo/Desarrollo Sustentable, serecompone en base a planos de confrontación previamente es-tablecidos y “cargados de historia”. Por un lado, un polo intra-nacional: encarnacenos contra asunceños. Y por otro, aquelque está traspasado por la vertiente nacional, que opone a pa-raguayos contra argentinos. Estas adscripciones preexisten al

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conflicto detonado por la represa pero son actualizadas o di-luidas (según el caso) dentro del campo político generado porla misma.

Quiero traer a colación una referencia empírica que resul-ta ilustrativa de la gravitación que las adscripciones previastienen para el objeto de estudio, en este caso un ejemplo de ladimensión nacional. En 1994, en momentos de la inminenciadel llenado del embalse y en un momento de mucha algidezpolítica, un ingeniero de la EBY estaba por hacer una inspec-ción en unos barrios de Encarnación que iban a ser inunda-dos por la represa. Este ingeniero, además de ser funcionariode la EBY, era argentino. Los funcionarios de la EBY de la ofi-cina paraguaya le avisaron a los vecinos de su próxima pre-sencia en el lugar. Entonces: “secuestramos al ingeniero, ledesinflamos las ruedas del auto y lo eché gritándole: ¡‘vuélva-se a su país, carajo! No vamos a permitir la intromisión mi-trista en territorio de los afectados’”.

Este testimonio me lo refirió un dirigente de afectados dela ciudad de Encarnación.42 Podemos conjeturar que para es-te dirigente, y probablemente para las personas referidas enel relato, la oposición no sólo es afectados/EBY, sino también,y sobre todo, paraguayos/argentinos, re-presentando un con-flicto histórico a través de la actualización de uno de los mo-mentos más trágicos de la tensa relación entre los dos países.Corroboré la existencia del episodio con otros testimonios ycon registros de prensa. Más allá de lo anecdótico, ella tam-

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42 A partir de su labor como “dirigente de afectados”, esta perso-na se postuló (y ganó) una banca en la Junta Municipal de la ciu-dad. Esta trayectoria parece avalar la hipótesis de que la accióncontra este tipo de obras constituye un espacio de socialización po-lítica de poblaciones marginalizadas (Bartolomé, 1999). Pero ade-más refuerza la necesidad de atender los parámetros que rigen lapolítica de nivel local a la hora de abordar un movimiento de estascaracterísticas.

bién muestra los ribetes críticos que adquieren los conflictossociales en torno a Yacyretá y las formas en que son represen-tados.

Este tipo de adscripciones e identificaciones con que seorienta o justifica la acción política difícilmente se hagan visi-bles si sólo se pone la mirada en el nivel transnacional. Si bienesto atraviesa todo el movimiento de resistencia a Yacyretá(hemos visto cómo la solicitud al Panel de Inspección se haceinvocando las asimetrías nacionales existentes en este proce-so) es en el nivel local donde ello adquiere una mayor visibili-dad, contrastando con las formas de representación grupalque circulan en niveles habitados por actores a los que se hadefinido como activistas transnacionales (Keck y Sikkink,1998), globopolitas (Castells, 2000) o “actores libres de sobe-ranía” (Wapner, 1996).

La consideración de la dimensión nacional o regional co-mo marco de representación y contexto de actuación puedecontribuir a explicar por qué ha sido Paraguay el país con ma-yor agitación política en relación a Yacyretá. De hecho, es enParaguay donde la problemática tiene mayor capacidad de re-percusión dada la envergadura relativa de la obra (tanto en loque hace a su impacto económico como a la población que hasido afectada). Asimismo, ha sido allí donde ha sido más difí-cil de legitimar (toda la energía se consume en la Argentina),por lo menos a partir de la emergencia de una fuerza críticacon gravitación. También tal vez permita pensar por qué unacategoría potencialmente transfronteriza como la de “afecta-dos por represas” no ha sido suficiente para galvanizar unmovimiento unificado en ambas márgenes. De hecho, los afec-tados de la margen argentina, especialmente en los últimosaños, han realizado acciones de protesta de similares caracte-rísticas (pero de menor dimensión) a las llevadas a cabo en lamargen paraguaya. Sin embargo, no ha habido convergenciaen acciones puntuales. Tampoco un proceso de construcciónde una “identidad” común. A pesar de que todos son afecta-dos por la EBY, la comunidad de sufrimiento que emerge en

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torno a ello aparece internamente escindida en términos na-cionales.43

A su vez, si no se considera su conexión transnacional nose puede entender el proceso en su conjunto, ni se podránintegrar al análisis aquellas fuerzas que reposicionaron a losactores sociales que actúan en el nivel local de esta arena po-lítica. En la secuencia del proceso protagonizado por Sobrevi-vencia se pudo apreciar la potencialidad que ofrece la transna-cionalización para ampliar el poder social de un movimiento deprotesta. Este recorrido también nos muestra cómo la arenaconstruida en torno a Yacyretá es un espacio de socializaciónpolítica de actores diferentes, muchos de ellos al margen (pordistintas razones) de los mecanismos tradicionales de repre-sentación política. Las posiciones al inicio y al final de esteproceso marcan trayectorias que indican una creciente capa-cidad de influencia sobre el sistema de decisiones, o sea decreciente agencia de los actores involucrados. Sobrevivenciapasó de ser una organización de carácter voluntario a unaONG profesionalizada y con presencia y reconocimiento inter-nacional. Las organizaciones de afectados pasaron de un in-tento de reconocimiento como interlocutores legítimos a reivin-dicarse sujetos de derecho y agentes activos con expectativasde mejorar sus propias condiciones materiales así como de in-cidir en el proceso de toma de decisiones.

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43 Hay cuestiones prácticas, y no sólo simbólicas, para explicar es-to. Todos los trámites jurídicos y administrativos que deben llevar ade-lante los afectados deben ser hechos ante las oficinas de la margenrespectiva. La relativa autonomía que tiene la EBY de cada margen, ylas rivalidades entre sí, ha hecho que, según me refiriera un consultordel Banco Mundial, “no hay una empresa binacional sino dos empre-sas actuando con el mismo nombre”. Para más, el creciente involucra-miento, formal e informal, de actores políticos en el proceso ha contri-buido a reforzar los clivajes de nivel “local nacional” por sobre los denivel “local transfronterizo”. Pareciera que el orden “estructural” delproceso contribuye a reforzar las representaciones de índole nacionalexhibidas por los actores.

Este proceso también evidencia las tensiones que existenen la conformación de un tipo de agencia social que descansasobre la articulación de actores heterogéneos dentro de un en-torno organizacional débilmente estructurado. Esas tensionesestán ancladas en condiciones sociales disímiles que puedenser contenidas en base a una comunidad de objetivos, de idea-les supuestamente compartidos y de recíprocas expectativasde comportamiento mutuo. La “ilusión de comunidad” estallacuando el posicionamiento de los actores pone en crisis las no-ciones que habían “soldado” la alianza dentro de una mismaarena de socialización política. Por un lado organizaciones am-bientalistas guiadas por una ideología-utopía (desarrollo sus-tentable) (Ribeiro, 1991), para las que la disputa en torno a larepresa implica participar de un campo de lucha en el que nonecesariamente entran en juego cuestiones elementales de su-pervivencia. Por el otro, una serie de organizaciones que repre-sentan el interés directo de los individuos por mejorar sus con-diciones materiales, acceder a reivindicaciones sobre derechosbásicos (vivienda, salud, trabajo) o lograr estatus de ciudada-nos en el interior de un Estado que persistentemente ha nega-do esa posibilidad. Pareciera que mientras unos creían ver enesta arena un espacio para generar una fuerza que avance enla instauración de una sociedad ecológicamente sustentable,otros parecían simplemente estar esperando los beneficios deldesarrollo.

Siglas

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y Rehabilitación.

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El Movimiento de MujeresAgropecuarias en Lucha:acciones colectivas y alianzas

transnacionales*

KARINA BIDASECA

“…Venimos de familias que andaban en sulky o a caballo por los campos, abriendo surcos, cosechando a mano y hasta pariendo en el monte.”

MML. Anónimo

El Movimiento de Mujeres Agropecuarias en Lucha (MML)de la Argentina, surgió en la provincia de La Pampa en el año1995 a partir de la resistencia de una mujer llamada Lucy deCornelis –esposa de un chacarero de un pueblo de nombreWinifreda–, al remate de su chacra. Esta mujer apeló a la mo-vilización de diversos recursos (medios de comunicación, con-vocatoria a sus pares) e instaló con su acción contingente el“estado naciente” de un movimiento que ya lleva ocho años de

* Este trabajo de investigación fue realizado con una beca del“Programa de Investigaciones Socioculturales del MERCOSUR” delIDES (patrocinado por la Fundación Rockefeller). Agradezco a la Dra.Elizabeth Jelin por sus lecturas y valiosos comentarios, a la/os beca-rios del Programa y a la coordinadora (Mter. Norma Giarracca) e in-tegrantes del Grupo de Estudios Rurales del Instituto de Investigacio-nes Gino Germani de la Universidad de Buenos Aires por lospermanentes aportes. También mi reconocimiento a las mujeres delMML por su lucha y predisposición al diálogo.

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existencia. Aunque dirigidas de manera inmediata a la sus-pensión de embargos y/o ejecuciones, al congelamiento de losjuicios en trámite y al análisis de la legitimidad de las deudas,sus principales demandas apuntan en términos más ampliosa una crítica de la política agropecuaria y a la crítica de la eco-nomía a nivel nacional.1

La protesta y la modalidad de lucha se expandió rápida-mente hacia otras provincias y logró adhesiones y reconoci-mientos de otros sectores y movimientos sociales nacionales(Federación Agraria Argentina, Organizaciones de Mujeres,Movimiento Campesino de Santiago del Estero –MOCASE–), einternacionales (Movimiento Zapatista de Chiapas y el movi-miento de deudores “El Barzón”, ambos de México; el MST deBrasil, entre otros).

Con el tiempo su discurso fue radicalizándose cuestionan-do, entre otros puntos, la participación de los nuevos actoresde la globalización en el agro. También hay un proceso inci-piente de politización de las mujeres. El MML apareció en elnuevo escenario rural con modos de acción originales carac-terizados por un repertorio de acciones simbólicas y por la es-pontaneidad (impedir una acción judicial), apelando a diver-sos recursos simbólicos (la familia, la reproducción familiar,la educación de los hijos, la identificación con la tierra), y cul-turales, tales como defender la permanencia de la explotaciónagraria familiar ante la posibilidad, no tan incierta, de perdersu identidad social.

Dos etapas caracterizan la evolución del movimiento (Bi-daseca, 1999): el momento fundacional, en el que el estable-cimiento de las redes sociales desempeñó un rol fundamental;

162 KARINA BIDASECA

1 El origen de las deudas contraídas se puede rastrear en lastransformaciones que sufrió el sector agropecuario a partir de la po-lítica de “ajuste estructural”, que influyó en forma heterogénea en elsector. Los más perjudicados resultaron ser los pequeños y medianosproductores (Giarracca y Teubal, 1997).

un segundo momento, de empoderamiento (empowerment),ampliación y expansión de esas redes hacia el exterior, quecoincide con la etapa de institucionalización del MML e invo-lucra su transnacionalización a través de redes establecidascon otras organizaciones y movimientos sociales latinoameri-canos, mercosureños, etcétera.

Este trabajo se propone profundizar sobre esta inserciónen redes transnacionales del MML. ¿Cómo se construyen estas redes? ¿Qué función cumplen las redes sociales en la consolidación de los movimientos sociales en general?¿Qué impactos determina el proceso de regionalización en laconstrucción de estas redes? ¿Qué posibilidades de cons-truir alianzas existen a partir de la conformación de las mis-mas?

Partimos de un marco conceptual que concibe a los movi-mientos y organizaciones en términos procesuales, lo cual im-plica verlos como abiertos, inacabados y contingentes, sujetosa una construcción a lo largo del tiempo. Nos interesa anali-zar no sólo cómo se conforma el MML y los recursos que uti-liza, sino también el proceso de articulación de identidadescolectivas y los marcos culturales y mapas cognitivos queguían su experiencia. Privilegiar a estos últimos implica incor-porar las tradiciones y pautas culturales, las percepciones eimágenes que los movimientos sociales construyen acerca desí mismos y de los otros, así como los referentes de su acción.Esto implica prestar atención al modo en que los actores tra-ducen el sentido de la globalización y la localidad desde suspropias matrices culturales e históricas.

Abordaremos el estudio del MML comenzando con un Pre-ludio, en el que relatamos la historia de Lucy de Cornelis, ytres Movimientos. El Primer Movimiento se refiere al momentofundacional del MML; el Segundo Movimiento se refiere al pro-ceso de “institucionalización” y, finalmente, en el Tercer Movi-miento haremos referencia a la penetración de lo transnacio-nal y nos extenderemos en el análisis. Por último, dedicamosalgunas reflexiones a la cuestión de género y a la transforma-

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do que, bueno, les pasaba lo mismo… (entrevista a Lucy deCornelis, 9/3/99).3

Esta noción de “milagro”, tan presente en los relatos delos individuos, se remite a la acción entendida como la “úni-ca facultad humana de hacer milagros“, en tanto “actuar estomar una iniciativa, comenzar. Se inicia algo nuevo que nopuede esperarse de cualquier cosa que haya ocurrido antes.Lo nuevo aparece como milagro. Si el hombre es capaz de ac-ción, significa que puede esperarse de él lo inesperado. Estoes posible debido a que cada hombre es único” (Arendt,1998:202). Como todo objeto de búsqueda, se planteaba la ac-ción cargada de incertidumbre:

Entonces cuando nos reunimos las mujeres dijimos que alotro día íbamos a ir a la radio de Castex. Y a la mañana nova nadie, yo me quedo solita en la radio. Entonces dije lo mis-mo y había mujeres esperándome en la puerta. Entonces yome vine para Santa Rosa a un programa de radio que se lla-ma “La hora del campo”. Y dije lo mismo y cuando llegué acasa empezaron a llamar. El teléfono, ese teléfono sonaba ysonaba y entonces llamé a las mujeres y [nos preguntába-mos] qué hacemos, y bueno una asamblea. Una asamblea…yo no había ido nunca a una asamblea. Armamos una asam-blea y ya fuimos a los diarios a decir que íbamos a tener unaasamblea. Fue el 3 de junio de 1995, eran las cuatro menosdiez y no había nadie. ¡Nadie! Estábamos […] antes de empe-zar y entonces yo digo: “tráiganme el Himno Nacional”. Así to-do espontáneo, no hay nada pensado y planificado (entrevis-ta a Lucy de Cornelis, 9/3/99).

EL MOVIMIENTO DE MUJERES AGROPECUARIAS EN LUCHA 165

3 Algunas entrevistas citadas aquí han sido realizadas en el mar-co del Programa MERCOSUR, mientras que otras han sido obtenidaspor el Grupo de Estudios Rurales, Facultad de Ciencias Sociales,UBA, entre los años 1996-2000. A ellos agradezco su facilitación.

ción cultural que el movimiento provocó en la cotidianidad delas mujeres.2

Preludio. La historia de Lucy de Cornelis

El 27 de mayo de 1995 viene el tasador a mi casa. Yo sabíaque todo se venía mal, que mi marido dejó de ser la personaque era. Teníamos un estudio contable grande, venían mu-chos chacareros […] Le traían todos los problemas, lo avasa-llaban y bueno, no hacía nada, ya no iba al campo, ya no leinteresaba la familia. Yo soy muy pero muy creyente, con unaBiblia al lado mío adonde voy, entonces, enloquecía. Lo pri-mero que hice, llamé a un señor para que me sacara las lám-paras. […] Mañana van a venir y me van a rematar todo, mevan a sacar todo. Y a la noche lo único que me mantenía enpie era leer la Biblia porque yo me encontraba sola. A quiénle iba a contar, a mi marido, nada, porque se iba a poner mal.A la noche algo me decía que vos podés, una fuerza, unaenergía venía y me decía qué me está pasando. Yo estoy loca,me dije. Cuándo pensé ¡Ay Dios mío ayúdame, decíme qué eslo que tengo que hacer! ¿Qué hago? Y lo primero que me sa-lió es [ir a] la radio del pueblo. Y en la radio de mi pueblo con-té lo que me pasaba y a la salida había más mujeres esperan-

164 KARINA BIDASECA

2 En este trabajo se han utilizado como herramientas metodológi-cas la descripción etnográfica, entrevistas en profundidad (a menudoen el acompañamiento a marchas y movilizaciones), el método bio-gráfico y la observación participante en reuniones llevadas a cabo porel MML durante el período en estudio (1998-2000). Nuestro problemaserá abordado a partir del análisis de las narrativas de la/os acto-ra/es, ya que consideramos que las mismas no son únicamente rela-tos de los sucesos acontecidos, sino también argumentos a partir delos cuales la/os narradora/es plantean la posición desde la que in-terpretar lo narrado.

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En palabras de Arendt, “nadie es exclusivo productor desu propia historia, y sin embargo allí se revela la vida huma-na” (1998:200). Los sujetos, tanto por el carácter de irreversi-bilidad de las acciones ya pasadas como por las condicionesespectrales de las acciones presentes, transitan sus vidas porun campo incierto. Las acciones humanas son obras abiertasy, como sostiene Giddens (1995), pueden o no haber sucedido.

Primer movimiento. El momento fundacional: identidad colectiva y marcos interpretativos para la acción

Cuando en mayo mi desesperación llegó al límite porque gol-peé todas las puertas y nadie me escuchó, por eso [me]dispuse a convocar a las mujeres y encontré una respuestainesperada. Sentía impotencia porque factores externos nosestaban arrebatando nuestras cosas. Por eso decidimos lu-char juntas y hacernos fuertes (entrevista a Lucy de Corne-lis, La Arena, 22/9/95).

La acción fundante, el momento de invención del movi-miento, instala un espacio a partir del cual se configura unanueva identidad colectiva, se genera un nuevo tipo de prácti-cas y de solidaridades compartidas. Este momento implicauna “liberación cognitiva” (McAdam, 1982), que conduce a laconstrucción de una interpretación alternativa de la realidad,como contingente y pasible de transformación. Implica unquiebre, un punto de inflexión en la cotidianidad y además, lacreación de un nuevo espacio social, cultural y político queexpone públicamente a estas mujeres, las “hace visibles” (Bi-daseca, 1998).

Joaquina Moreno, líder pionera de La Pampa, relata loscomienzos del movimiento:

La asamblea era grande esa vez. En Winifreda había comotrescientas personas y la comisión se hizo en base a una mu-

EL MOVIMIENTO DE MUJERES AGROPECUARIAS EN LUCHA 167

Dar nombre a lo que se está haciendo es un momento cla-ve, fundacional. Implica la conformación de un “nosotros”,momento a partir del cual un grupo se percibe como colectivocapaz de inscribir sus reclamos en un universo de significa-dos públicos y hace oír su voz:

Hicimos la asamblea y ahí nace el nombre. Dijeron “esposasde agropecuarios”. “No, no pega.” ¿Cómo le ponemos? Bueno,le vamos a poner: “Movimiento de mujeres agropecuarias”.Entonces viene Marcela de Acha […] “En lucha” le vamos aponer. (Risas.) “¡Que se den cuenta que vamos a pelear!”. Asífue; hasta el nombre. Porque si vos dijeras pensamos el nom-bre, pero hasta el nombre fue espontáneo. No hubo nada, na-da, nada pensado (entrevista a Lucy de Cornelis, 9/3/99).

Lucy encuentra en su propia historia familiar rastros deun pasado que construye a los sujetos en un “espacio de anu-damientos”, en ese espacio intermedio entre las condicionesobjetivas y la experiencia subjetiva en que se produce la ac-ción:

El desarraigo. Todo una cosa que viene de tan profundo.También a veces yo me analizo y digo: “debo tener genes demi bisabuela que vino después de la guerra del ’14 y fundóun pueblo en Ataliva Roca y ella se iba a trescientos kilóme-tros a caballo hasta Puan y ella luchaba por las […] agrariasy es algo así como que la historia se me vuelve a repetir”. Yodigo: “será mi bisabuela que está adentro”. Y con tanto sufri-miento. Por ejemplo, mi mamá; ella cuenta que ya la familiano estaba bien en el año ’23, y vino la nieve, tenían muchoscampos, eran muchos hermanos que habían venido de afue-ra. Y tuvieron que salir, iban a comedores escolares. Tuvie-ron que trabajar de gollera en los campos vecinos y pasarhambre y frío. Es una cosa que te la cuentan de chiquitita yte va pegando ¿no? Eso creo (entrevista a Lucy de Cornelis,9/3/99).

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bajó toda su vida, que no se fueron ni a Miami, ni al Caribe.La plata la gastaron, se fundieron trabajando. Al hombre leda mucha vergüenza y es una desgracia. Vos sabés la canti-dad de gente que ya ha perdido su campo, que lo ha vendi-do en silencio […] En el campo la gente está como entrega-da, como que la han convencido de que no son más viables(entrevista a Ana Galmarini, 8/9/98) (la cursiva es nuestra).

O sea, si bien las situaciones de depresión están presen-tes en muchos casos dentro de las mismas familias que debenafrontar el endeudamiento de sus bienes,4 el MML ha confor-mado una salida basada en la alternativa colectiva de la “sa-lida y la voz” para manifestarse, escribiendo en el proceso supropio “guión de la realidad” (Melucci, 1985). Y en ese tiempo,se fue cristalizando su identidad colectiva, a partir del siste-ma de relaciones, del liderazgo que fue surgiendo, y de lasconfrontaciones con otros –en procesos conflictivos que para-dójicamente tienen el efecto de promover un alto grado de uni-ficación–.

En el caso de las mujeres del MML, la identidad con la tie-rra, la familia y la maternidad son valores que devienen delpasado. El sentido que el MML le otorga a la “tierra” actúa co-mo elemento simbólico cohesionante. La tierra es asimiladaaquí a la “cultura”, “nombrada” en cada instante; ello la con-vierte en poderoso motivo de la acción:

Y es la tierra, si no tenés la tierra, la cultura, no sé qué va apasar con la gente […] Es la pérdida de la soberanía. Tene-mos que enarbolar la bandera argentina en cada campo pa-ra que vean que las mujeres y los hombres no estamos dis-

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4 Hay numerosos casos de suicidio de hombres entre las familiasque habitan en el campo, que por cierto se vinculan con la construc-ción cultural del rol de los varones como proveedores de la familia.

jer por pueblo. En Trenel estaba yo sola. Yo estaba como pro-ductora agropecuaria […] La reunión primera fue un poquitocruda y era más por la deuda porque esta chica estaba en-deudada, la otra también y las mujeres exponían su casoparticular. Bueno, yo expuse el problema de todos, todos losproductores, yo me sentía productor, soy productora agrope-cuaria y entonces les expliqué por qué estamos endeudados,porque la deuda no viene porque sí […] el origen de las deu-das era la falta de políticas agropecuarias adecuadas. […] Ybueno, ahí empezamos a ver qué hacemos, qué no hacemos,vamos a hablar con el gobernador y ahí empezamos (entre-vista a Joaquina Moreno, marzo de 1996).

El problema agrario y la posibilidad de remates y pérdidade sus tierras no era, obviamente, sólo una preocupación delas mujeres. Más bien, la propiedad y la gestión de la peque-ña propiedad rural están predominantemente en manos delos hombres. Cabe preguntarse, entonces, por qué fueron lasmujeres las que se movilizaron. En su teoría sobre la accióncolectiva, Melucci (1996) presenta diferentes modos que pue-den elegir los actores para expresarse: a) la reestructuraciónde significados y/o de los fines de la acción en sí misma; b) la“opción depresiva”, que excluye toda posibilidad de conflicto,paraliza la acción y potencia procesos destructivos; c) la alter-nativa de la “salida-voz” que describió Hirschman; d) la “su-blimación”, a partir de la cual el individuo tiende a construiruna imagen ideal de sí mismo y a refugiarse en un mito; e) larespuesta “agresiva”, simbólicamente proyectada hacia fueracon referencia al sistema social: el enemigo es, en este caso,un adversario simbólico. Parecería que en este caso, muchoshombres cayeron en la opción depresiva:

No hablan de esas cosas, vos sabés que se van fundiendo ensilencio, y eso es lo terrible, y es lo que sí se anima a hacerla mujer. A la mujer no le da vergüenza salir y decir que de-be tanto, porque está segura que ella vio que su familia tra-

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puestos a perder nuestra tierra… (entrevista a Lucy de Cor-nelis, diario local Tranquera Abierta, 4 al 10/3/99).

Cada grupo elabora una narrativa histórica y una memo-ria propias, que justifican la acción colectiva (Tarrow,1997).Así, los productores rurales se apropian de la tierra enarbo-lando los símbolos que sus padres y abuelos usaron antesque ellos: “Somos productores familiares de varias genera-ciones, que fruto de la lucha conseguimos parcelas que yano alcanzan para nuestros hijos; crecimos en los intersticiosque nos dejó el latifundio…” (Folleto del MML, 8/10/98). Es-te uso de la historia y la construcción de memoria ocurrenporque las luchas de los movimientos sociales también sonluchas culturales por la producción de sentidos, y una de lastareas fundamentales de estos movimientos es construirmarcos de significados más amplios, que sean percibidos einteriorizados por los diversos actores y/o por otros movi-mientos.

Segundo Movimiento. El momento de la institucionalización: de la lógica identitaria a la instrumental. El poder de las redes y la (im)posibilidad de constitución de alianzas

Hay un momento en que las primeras acciones colectivasse transforman en una organización.5 El MML es presididopor Lucy de Cornelis desde la primera Asamblea Nacional rea-

170 KARINA BIDASECA

5 El concepto de organización adoptado refiere a una construcciónsocial, producto de la acción de los propios actores y de creación con-tinua. La organización aparece como un punto crítico, como la ins-tancia de decisión de los sujetos y, por tanto, de libertades y restric-ciones. Momento esencial, pues es aquel en que el colectivo setransforma en proyecto (acciones, luchas, enfrentamientos, negocia-ciones, etcétera).

lizada el 21 de setiembre de 1995, de la que surge también laMesa Nacional. Si bien tuvo desde sus inicios relaciones conotras organizaciones agrarias –algunas de larga data como laFederación Agraria Argentina (FAA)–, muy pronto las mujeressintieron la necesidad de formar una organización autónoma.El MML logra así la personería jurídica en el año 1997. Dife-renciarse de otras organizaciones agrarias, y mantenerse au-tónomas en relación con partidos políticos, así como evitar lasobreburocratización, fueron ejes importantes del modelo or-ganizativo:

[…] nosotros somos un movimiento horizontal, pluralista, de-mocrático, y por ser profundamente político, somos apartida-rios. Después dentro de nosotros conviven las más diversastendencias, sectores, ideologías… (entrevista a Ana María Ri-veiro, Santa Fe, diciembre de 1998).6

El MML ha establecido las asambleas, tanto anuales, na-cionales como provinciales o zonales, como forma de mante-ner el contacto entre los distintos grupos provinciales, dereflexionar acerca de los cursos de acción, intercambiar expe-riencias y vivencias, etcétera. Ana Galmarini, dirigente santa-fesina, nos relata el modo en que se conforman las filiales delMML.7

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6 Es recurrente en los relatos la negación a conformar una pirá-mide organizacional. Esto, aparentemente, tiene que ver con la inten-ción deliberada de no burocratizar la organización, lo que las aleja delas instituciones –agrarias y políticas– que son criticadas fuertemen-te. También hay un deseo de resguardar a la organización: “[…] lagente nos dice: ‘si, ustedes son un movimiento genuino’, o sea, tienenmás fe en este movimiento que es un movimiento más puro, que nose ha burocratizado como las otras organizaciones. Las otras organi-zaciones están burocratizadas” (Entrevista a Joaquina Moreno de LaPampa, 8/3/97) (Bidaseca, 1999).

7 Hasta el año 2002, el MML poseía sedes en las siguientes provin-cias y localidades: La Pampa: Winifreda, Trenel, 25 de Mayo, General

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Cuando nos preguntan qué cantidad somos, no sé, porquetodos los días… Por ejemplo, en Neuquén fuimos, armamosel movimiento. Nos habían armado tres reuniones, en Cipo-letti, en Plotier y en Centenario. Al mes, mes y medio, ya ha-bía doce pueblitos de ahí del Alto Valle organizados como mo-vimiento […] Vamos a un lugar, llamamos a la prensa local,las FM, canales de los pueblos. Hacemos una reunión conquince, veinte, siete, las que sean y dejás armada la filial delmovimiento. Labramos un acta, y esas mujeres se encargande que eso se reproduzca, empiezan a hablar, a través de losmedios se van enterando, se acerca una [mujer] que tieneproblemas con el Banco Provincia, la otra con el Banco Na-ción… (entrevista a Ana Galmarini, septiembre de 1998).

El rol del liderazgo es central en este punto, especialmen-te en lo referente a actividades concretas tales como la defini-ción de metas y la elección de prioridades, el mantenimientode la estructura de movimiento y el fomento de la interaccióny cohesión de los miembros entre sí (Bidaseca, 1999). Se tor-na importante, también, el modo de circulación de la informa-ción a través de las redes. La conformación de redes y la cons-titución de alianzas han sido esenciales en el primer momentodel MML para el establecimiento de vínculos con organizacio-nes del agro nacional y en las diversas provincias. En un se-gundo momento, serán importantes para los intentos de aper-tura hacia el exterior, momento que coincide con el desarrollo

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Pico, Colonia Barón, San Martín, Ingeniero Luiggi, Santa Rosa, Tre-lew; Buenos Aires: Arribeños, Pergamino, Baradero, Guaminí, CarlosCasares, Villa Iris, Pigüé, Junín, Necochea, San Cayetano, San Nico-lás, Villa Ramallo; Santa Fe: Rosario, Zavalla, Totoras, Teodolina, Re-conquista, Ramona, Las Parejas, Chabás, Berabevú, Arteaga, Galvez,San Jerónimo, Roldán, Maciel; Formosa: Capital; Mendoza: San Mar-tín; Entre Ríos: Hernandaria; Santiago del Estero: Fernández; Córdo-ba: Camilo Aldao, Cnel. Moldes; Tucumán: Famaillá; Chaco; Alto Vallede Río Negro.

de procesos de transnacionalización a nivel mundial. En elMML, esta es también la etapa de institucionalización y em-poderamiento.

El MML estableció y/o se integró a distintos tipos de re-des: redes interpersonales solidarias para acudir a evitar losremates de campos o maquinarias:

[…] se remataba la casa de un productor agropecuario, queya una cooperativa mixta se había quedado con el campo deeste hombre y lo único que le quedaba era la casa y un gal-pón, y le remataban la casa […] A las nueve de la noche deldía anterior al remate nos avisaron que a las diez de la ma-ñana del día siguiente era el remate. Pusimos en funciona-miento una red solidaria, y juntamos unas quince mujeres.Era tomar la decisión y pararlo sí o sí (entrevista a Ana Gal-marini, septiembre de 1998).

Otros vínculos se establecen para generar recursos de ti-po económico o simbólico. El MML ha establecido relacionesde corte más instrumental con sus asesores legales, con polí-ticos (especialmente del partido Frente del País Solidario–FREPASO– y, en la actualidad, del ARI) y profesionales (so-ciólogos, antropólogos y economistas) que le ofrecen una ba-se de expansión de sus redes hacia el exterior (la posibilidadde viajar al Vaticano o de conectarse con la Federación de Pro-ductores de la Unión Europea, por ejemplo).8 De hecho, losmovimientos sociales u organizaciones suelen incorporar par-ticipantes de otras instituciones, “organizaciones huésped” o

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8 “Bueno, ahora vamos a Europa, Italia. Y la señora […] [una an-tropóloga], ella ha sido el contacto, ha sido el nexo con la ComunidadEuropea. Porque el marido ha sido embajador en muchísimos paísesde Europa. Entonces ella tiene los contactos. Iríamos a parar a resi-dencias de religiosas. A. C. [ex diputada del FREPASO] va a conseguirlos pasajes y bueno, un poco de dinero, algún subsidio nos dan…”(entrevista a Lucy de Cornelis, 9/3/99).

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“estructuras de reserva de los movimientos”, que funcionancomo soportes para el reclutamiento y la expansión de la pro-puesta.9 Así, en la provincia de Tucumán, el MML se creó enel seno del “Centro de Empresarios de Famaillá”, organizaciónhuésped que ha funcionado ofreciéndole al MML estructurasde solidaridad y consenso preexistentes. Asimismo, en SantaFe, el movimiento nace en el seno de una corriente internaopositora a la Federación Agraria Argentina (FAA), los “Chaca-reros Federados”.

En este punto, es especialmente significativa (y no pococonflictiva) la relación del MML con la Federación Agraria Ar-gentina.10 Algunas de las principales dirigentes del MML hansido militantes en los Clubes Juveniles Agrarios de la FAA. Enmuchos lugares el MML ha surgido a partir de reuniones or-ganizadas en el seno de la FAA para discutir las estrategias delucha frente a la política implementada por el modelo neolibe-ral. Sin embargo, las integrantes del MML enfatizan que laFAA no ha tomado el tema del endeudamiento como banderade lucha:

Nosotros precisamente estamos en contra, no en contra, fue-ra de la organización porque hemos decidido pensar solas.[Risas] Para nosotras es la entidad madre FAA, nosotras sa-limos de ahí, lo que pasa que FAA en vez de defender a los

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9 A modo de ejemplo citamos los orígenes del movimiento por losderechos civiles que partió del rol de las iglesias negras (Morris, cita-do por Tarrow, 1997). Asimismo, en Italia y América Latina, la Igle-sia Católica estimuló redes comunitarias de base.10 Entidad creada en 1912 a partir del levantamiento de los arren-

datarios santafesinos por las condiciones que establecían los contra-tos de arrendamiento, conocido como el “Grito de Alcorta”, que nu-clea a los pequeños y medianos productores agropecuarios del país.Actualmente, continúa representando a dichos sectores y, al mandode su presidente, el Sr. Busi, comenzó a tomar el tema del endeuda-miento entre sus demandas.

pequeños y medianos productores del endeudamiento, laúnica organización que tomó el tema del endeudamiento esMujeres en Lucha (entrevista a Ana M. Riveiro, 11/11/98).

El Estado no les adjudica el estatus de organización re-presentativa, del que goza la FAA. Por otro lado, el surgimien-to de este tipo de organizaciones nuevas en el agro, estaríadando cuenta de un proceso de desgajamiento en las entida-des tradicionales como FAA.

Las acciones colectivas rurales de protesta durante la dé-cada de los noventa han aglutinado a las organizaciones queconfrontaron las medidas implementadas por el Estado (desre-gulación económica, privatización, apertura económica, etcéte-ra) como modo de llevar a un plano más general las demandasy no caer en los particularismos de cada caso. Si bien en cier-tos momentos el conflicto entre las organizaciones –por la im-plementación de diferentes estrategias de acción, por ejemplo–,se torna visible y aun obstaculizante, la rigidez o flexibilidad delas mismas (in)habilita el encuentro en este proceso dialógicode interacción. Con respecto a las mujeres, las tensiones sevuelven explícitas en la necesidad de ser reconocidas por lasorganizaciones agrarias tradicionales y por el Estado, en dossentidos: como organización y como organización de mujeresrurales. El tema de género en la organización rural será reto-mado más adelante.

La creación y participación en redes tiene también otrosentido, el de construir una comunidad o un “nosotros” másamplio, anclado en la posibilidad de conectar diversas expe-riencias. Melucci sostiene que “los individuos interactúan, seinfluencian recíprocamente, negocian en el marco de estas re-des y producen las estructuras de referencia cognoscitivas ymotivacionales necesarias para la acción” (Melucci, 1994:169).El significado de la acción se construye en la interacción so-cial, pero como expresa el autor, “depende del campo de opor-tunidades y restricciones que los actores observan y utilizan”.

En este sentido, a través del registro de acciones recogi-

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das en el diario La Arena de La Pampa, podemos observar laparticipación de las líderes principales del MML en diferenteslugares y momentos: en protestas convocadas por todos lossectores de la comunidad como por ejemplo el “rotondazo” dePigüé, provincia de Buenos Aires, por el “salvataje de las eco-nomías regionales”; protestas específicas del agro manifesta-das en los “tractorazos”; solidaridad con los maestros de laCarpa Blanca; respaldo a los “piqueteros” de la localidad san-tafesina de Correa; convocatoria a una protesta simbólica alos sectores agrarios y empleados bancarios contra la privati-zación del Banco Nación, etcétera.11 Estas manifestacionespúblicas implican la extensión de redes entre actores colecti-vos diversos. Es en este contexto que debemos pensar la po-sibilidad de armar alianzas y establecer redes más amplias.

Así, hacia fines de 1998, se sucedieron una serie de con-flictos por intentos de expropiación de tierras a treinta y cin-co familias, esta vez en la localidad de La Simona, provinciade Santiago del Estero. El “Movimiento de Campesinos deSantiago del Estero” (MOCASE) se constituyó en la Carpacampesina de La Simona para solidarizarse y apoyar la luchade los pobladores,12 y acordó en esa instancia la estrategia defortalecer la red de apoyo y comunicación con las organiza-ciones intermedias de la sociedad civil de todo tipo. Se invi-taba a “visitar la carpa y apoyar a los pobladores a todosaquellos que quisieran solidarizarse, nacionalizar el conflictoy, más aun, procurar nacionalizar el problema de tenenciaprecaria de la tierra que afecta por lo menos a diez mil fami-lias en toda la geografía provincial tratando de mostrar la de-

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11 Estas acciones corresponden a: 5/3/97, 16/3/97, 17/1/98,12/11/97.12 Los campesinos elaboraron un petitorio de tres puntos que ex-

presaba: que las máquinas topadoras se retiren de la zona; que se lesreconozca a las treinta y cinco familias en conflicto la posesión de4.500 hectáreas; que se les facilite el acceso a las escrituras.

cisión de los pobladores de La Simona de resistir como unejemplo de pérdida del temor frente a la política de apriete dela administración Jurista y a elaborar una estrategia conjun-ta que procure articular las expresiones de descontento po-pular a veces explosivas y pasajeras en una red de mayorsolidez y permanencia en el tiempo” (fax enviado por elMOCASE a la FAA, noviembre de 1998). Al tomar conoci-miento de estos sucesos, las líderes santafesinas del MMLacudieron a la Carpa campesina a solidarizarse con sus po-bladores, logrando una identificación “cara a cara” y una ar-ticulación de las demandas.

Cabe señalar que el MOCASE surgió a mediados de la dé-cada de 1980 en relación con la situación de tenencia preca-ria de la tierra que afectaba a más de 10.000 familias campe-sinas. La actuación se centraba en defender sus parcelas,para que estas no sean expropiadas por grandes terratenien-tes o empresarios extrasectoriales que reclamaban la pose-sión de las tierras ocupadas en forma precaria desde hacemás de treinta años por estas familias. Su nacimiento se ins-cribe en la unión de seis organizaciones zonales, que suma-ban 2.500 familias, con la finalidad de obtener representacióna nivel provincial.

El encuentro del MML con el MOCASE descansa pues enel conflicto por la tierra, como un proceso de identificación yproyección centrado en los significados otorgados a la misma.A pesar de su diferente extracción rural –productores familia-res en el MML y campesinos en el MOCASE– y localización re-gional, ambas organizaciones comparten una concepción delmundo y una acción sobre el mundo, lo cual abre la posibili-dad de articular un proyecto en común. Esto se sustenta entres valores referenciales fundamentales para ambos: la tie-rra, el trabajo y la familia, siendo la tierra el que aparece co-mo principal objetivo de lucha. Como relata una de las diri-gentes de Santa Fe: “Acá está el problema de los que tienenque pelear por la tierra, lo que no tienen la tierra; y pelear pa-ra mantener la tierra, los que tenemos esa unidad económica

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Tercer Movimiento. El momento de penetración de lo transnacional: empoderamiento, encuentros y posibilidades de “hibridación” de los movimientos sociales

Al mirar las maneras en que un movimiento establece y seintegra en redes, se hace necesario trasponer los límites terri-toriales del Estado-nación, ya que tanto “desde arriba” como“desde abajo”, hay fuertes tendencias a la comunicación, a laformación de alianzas, así como a la diferenciación y aun elconflicto, en el ámbito transnacional. En este sentido, nues-tros interrogantes giran en torno a pensar qué consecuenciasdesencadenará, en la evolución de los movimientos sociales,la apertura institucional que generan los procesos de integra-ción regional y qué posibilidades de “hibridación” entre losmismos presentará este proceso en particular. Los nuevos es-cenarios pueden implicar la aparición de nuevas oportunida-des políticas y la posibilidad de reformulación de marcos in-terpretativos existentes y/o de adopción de nuevos marcos, apartir de los cuales el sentido de la acción de los movimientoses resignificado.

En las últimas décadas, hubo un crecimiento muy signi-ficativo de redes transnacionales de activistas, vistas como“espacios políticos, donde actores que parten de posicionesdistintas negocian, formal o informalmente, el significado so-cial, cultural y político de su empresa conjunta. […] Las mis-mas pueden ser vehículos clave en la negociación cultural ysocial que subyace a los procesos de integración regional”(Keck y Sikkink, 1998:3). La importancia de estas redes (queno consisten precisamente en “movimientos” transna-cionales) reside en la posibilidad de ampliar el repertorio delas demandas de ciertos grupos (principalmente en cuestio-nes ligadas a los derechos humanos, aborígenes, mujeres,cuestiones ambientales, etcétera), y colocarlas en el escena-rio internacional, sobre todo en dos situaciones: en el casode que el Estado actúe como violador de los derechos huma-

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que es tu medio de vida, tu fuente de trabajo” (entrevista aAna Galmarini, 8/9/98).

La tierra se presenta como un espacio de relaciones socia-les y, por consiguiente, de poder construido históricamente.La tierra posee múltiples significados y usos que instalannuevos sentidos y acciones colectivas que involucran a cam-pesinos, chacareros o trabajadores sin tierra y que se cons-truyen intersubjetivamente. Es a la vez, un instrumento detrabajo y un elemento ritual. Estos procesos de construcciónpueden ser entendidos a partir del concepto de “redes de sen-tido”, como interpretaciones que los actores hacen de los ob-jetos que constituyen sus mundos de vida, a partir de sus ma-pas cognitivos o esquemas interpretativos. Para los actoresrurales sin tierra y para aquellos pequeños y medianos pro-ductores amenazados de perderla, la tenencia de la tierra im-plica la posibilidad de acceso a una ciudadanía plena (Tava-res Dos Santos, 1994). Esta concepción construye un nuevodiscurso sobre la tierra, que es difundido por ciertas organi-zaciones y movimientos (ONGs, sectores de la iglesia, movi-mientos sociales, etcétera), y en el que se alinean muchas or-ganizaciones nuevas de las dos últimas décadas.

El encuentro entre el MML y el MOCASE se inició, comodijimos, a partir de un conflicto por la tierra y de la búsquedade solidaridad que encontró eco en el MML, cuyo discurso ex-plicita un “llamado a la unidad de los que estamos perdiendola tierra con los que hoy pelean por el acceso a ella” (FolletoMML, Tractorazo, julio de 1997). Si bien este encuentro ha si-do coyuntural, la posibilidad de re-encuentros y alianzas estálatente.

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une a los bueyes en las labores agrícolas, entonces cuando serompe el barzón […] El movimiento de El Barzón empezótambién con la deuda agraria de México. México tiene carac-terísticas muy similares en lo agrario a las nuestras. Ahoraestuve en México convocada también por El Barzón. Ahora locurioso es que empezamos con El Barzón, que fue la prime-ra organización, nos convocaron ellos. Con El Barzón somosmedio hermanos (entrevista a Ana María Riveiro, noviembrede 1998).

El Barzón es un movimiento mexicano de deudores finan-cieros e impositivos del que participan aproximadamente dosmillones de personas del campo y de la ciudad. Se inició enagosto de 1993 en Jalisco, México, cuando, bajo la presión dela banca para pagar las deudas contraídas por los campesinosy productores pequeños para la compra de tractores y herra-mientas de trabajo, se reunieron veinte campesinos para pro-testar por los modus operandi de procesos extrajudiciales encontra de ellos (Samperio, 1996). Comenzó con manifestacio-nes públicas de agricultores, con el anuncio de la realizaciónde una marcha de los productores endeudados con la bancadesde varios estados hacia la ciudad de México. “El asombrose volvió disgusto cuando estos movimientos, inconexos en unprincipio, adoptaron espontáneamente el nombre de El Barzónpropuesto por los agricultores de Jalisco. Por su referencia alcorrido revolucionario que cuenta la vida de los medieros opeones acasillados, siempre endeudados con los hacendados,el nombre de El Barzón tiene una connotación ideológica pocohalagadora para un gobierno que se precia de conducir el paíshacia la modernidad” (Grammont, 2001).

El movimiento que se inició en el campo se extendió a laciudad y acogió a comerciantes e industriales endeudados, sinimportar el tipo de deuda contraída (hipotecarias, tarjetas decrédito, etcétera). Frente a la falta de respuesta, decidieroncrear una organización nacional de los deudores de la banca.La explosión de la guerrilla zapatista en Chiapas radicalizó el

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nos de los demandantes, o cuando sus voces son demasiadodébiles.

Una de las estrategias fundamentales de estas redes con-siste en la construcción de marcos cognitivos (elementos sim-bólicos cohesionadores) o la reformulación de marcos ya exis-tentes, que puedan influir la opinión pública y presionardesde afuera al Estado. La tarea de desarrollar un “marco co-mún de significado”, sin embargo, es complicada, por la diver-sidad cultural implicada en las mismas. Las condiciones glo-bales son, así, “relocalizadas” en el contexto de marcos deconocimiento locales a través de la mediación y traducciónque hacen los actores locales de los procesos externos. Toma-remos dos casos localizados y concretos de vinculaciones delMML con organizaciones de otros países (un “éxito” y un “fra-caso”), para explorar las condiciones de posibilidad de elabo-ración de ese “marco común de significado”.

El MML y El Barzón: un primer paso hacia la apertura transnacional

En 1996, el presidente del movimiento de deudores “ElBarzón” de México, Juan José Quirino Salas, llega a la Argen-tina, cuando toma conocimiento acerca de la existencia delmovimiento argentino:

Ellos vinieron a conocernos a la Argentina. Se enteraron porlos medios de comunicación cuando fue el remate de mi cha-cra. Esa foto recorrió el mundo […] Para nosotras, y creo quepara ellos también, fue una sorpresa ya que nacimos de lamisma manera, usábamos los mismos métodos de acción yprácticamente, hacíamos los mismos reclamos (entrevistas aLucy de Cornelis, julio de 1998 y agosto de 2000).

Lo que nosotros tenemos es una relación institucional bienestablecida con El Barzón de México. El Barzón es el palo que

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movimiento de los deudores y propició su crecimiento, acen-tuando hacia 1994 y 1995 las movilizaciones en contra de lasinstituciones bancarias, de las autoridades estatales y federa-les. De todas estas acciones la más novedosa fue la organiza-ción de los grupos de resistencia civil pacífica cuyo objetivoconsistía en impedir los embargos y los remates de las propie-dades (Grammont, 2001).

A partir de mediados de 1995, El Barzón cambió drástica-mente su estrategia: pasó de ser “una organización social deprotesta callejera” para impedir el remate de los bienes de losdeudores –pero incapaz de influir en las decisiones guberna-mentales– a un movimiento social negociador a través de lautilización de la vía legal. De este modo, estableció mayoresvínculos con la esfera política, en particular con los partidospolíticos, y fortaleció su estructura organizativa. Así, del re-chazo al pago de las deudas –basado en su primer lema “Debono niego, pago no tengo”–, implementó una política de pago pe-ro sobre una base considerada justa, es decir, se comprome-tieron a pagar el capital prestado y los intereses principalesinicialmente pactados, rechazando el pago de los intereses mo-ratorios por considerarlos ilegales e injustos. Allí se inauguróun nuevo lema: “Debo no niego, pago lo justo”.13

Hacia fines del año 1997, las dirigentes del MML viajarona México junto a dirigentes de APYME (Asamblea de Pequeñasy Medianas Empresas), invitadas por el movimiento mexica-no. Al regresar, los líderes de APYME consideraron que “des-pués de escuchar y ver todo eso, creemos que hay espacio su-ficiente como para crear El Barzón en la Argentina y enLatinoamérica en general, porque el modelo económico es el

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13 En 1997 el movimiento abandonó su principio de autonomía delos partidos para establecer una alianza con el Partido de la Revolu-ción Democrática (de centro-izquierda). Ello produjo que el movi-miento perdiera algunos grupos participantes en desacuerdo con es-te acercamiento.

mismo y los problemas para las mayorías son similares. Loque tenemos que lograr es que pueda surgir una Coordinado-ra Latinoamericana contra el modelo neoliberal, por la flexibi-lidad de los créditos y por el no pago de la Deuda Externa”(diario La Arena, La Pampa, 20/11/97).

Esta instancia de diálogo entre el MML, El Barzón mexi-cano y otros movimientos latinoamericanos (entre ellos elMST de Brasil) que participaron en esa reunión, implicó la po-sibilidad de integrar un movimiento más amplio de paísesdeudores, tendiente a la condonación de las deudas:

–¿Y qué discuten con El Barzón? –La política económica de los países en desarrollo, bah, de

los países dependientes como nosotros. –¿Y la modalidad de acción es la misma? –La modalidad de acción es que estamos tratando de ha-

cer una reunión de países deudores latinoamericanos y apro-vechar el signo del año 2000 con el tema del Papa para poderacordar a nivel continental que el tema de la deuda es políti-co, que es una cuestión de los países opresores con los paí-ses oprimidos. Ahora nosotros, aparte de los problemas inter-nos que tenemos de movilidad, que no tenemos dinero, lo quenos interesaría es la cuestión institucional con todos estospaíses que encaran el tema de la deuda, los brasileños, lossalvadoreños… (entrevista a Ana María Riveiro, noviembre de1998).

El tema comenzó a circular a partir de la campaña inter-nacional “Jubileo 2000”, movimiento internacional que pide lacancelación de la deuda externa de los países pobres del Ter-cer Mundo, en una crítica dirigida a que el FMI siga siendo elacreedor principal y el diseñador de los programas de refor-mas económicas. La propuesta del Movimiento se sintetiza enla reducción de los atrasos de las deudas impagables de lospaíses más pobres del mundo, que incluye tres formas dedeuda: privada (bancos comerciales), bilateral (interguberna-

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mental) y multilateral (FMI, Banco Mundial).14 Lucy cuentaque, hacia fines de 1997, “fuimos invitadas a México al Con-greso Latinoamericano de movimientos, adonde concurrieronmuchos países y pudimos analizar que todos sufríamos lasmismas consecuencias de las políticas neoliberales. En esemomento se creó El Barzón latinoamericano” (entrevista,agosto de 2000).

Las redes transnacionales, como argumentan Keck y Sik-kink (1998), “multiplican las voces”, proyectando los temas deinterés al espacio internacional. La participación en las mis-mas puede desencadenar la aparición de nuevos recursos po-líticos, además de los simbólicos, así como la posibilidad decambiar los marcos interpretativos de las organizaciones o mo-vimientos y con ellos, su campo de acción. Entre los factorespositivos que se derivan de la participación en estas redes, unode los más importantes es el proceso de aprendizaje social (de-sarrollo y acumulación de recursos simbólicos) que tiene lugaren el interior de las organizaciones, a partir del intercambio deexperiencias con otros. Para las dirigentes del MML, la interac-ción con El Barzón significó un proceso de empoderamiento dela organización, en tanto internalizó experiencias ajenas, logróun aprendizaje y desarrollo de habilidades y capacidades nue-vas en el campo discursivo, a partir por ejemplo de la inclusiónde nuevas categorías o conceptos teóricos desconocidos por el

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14 Dicha campaña está inspirada en los Levíticos de la Biblia, quedescribe el Año del Jubileo cada cincuenta años cuando “las desi-gualdades sociales son ajustadas, los esclavos son puestos en liber-tad, la tierra es regresada a sus dueños originales y las deudas sonperdonadas”. La misma fue lanzada en 1996 por tres agencias cris-tianas de ayuda en Gran Bretaña y por el Movimiento de DesarrolloMundial. En octubre de 1997 se creó la organización “Jubileo 2000”,que agrupó a más de setenta organizaciones y trabaja en más de cin-cuenta países de todo el mundo. Por su parte, la campaña Jubileo2000 Latinoamérica y El Caribe fue lanzada en Honduras en enero de1999 con la participación de dieciséis países del continente.

movimiento, como “securitización de la deuda”, “fondo fiducia-rio”, etcétera. Dicha asimilación no culmina ahí, sino que in-cluye la adopción del lema que identifica a la organización me-xicana: “Debo no niego, pago lo justo”, que ha sido apropiadopor el MML e internalizado como un elemento discursivo den-tro de los marcos culturales del movimiento. “Para el movi-miento significó mucha experiencia y saber que la unión ven-ce al enemigo” (entrevista a Lucy de Cornelis, agosto de 2000).

De este modo, los marcos de la acción colectiva empleadospor un movimiento pueden ser transferidos o interiorizados porotro movimiento, convirtiéndose en lo que Tarrow denomina“marcos maestros” (Tarrow, 1997:228). Según este autor, “elentretejido de nuevos materiales en una matriz cultural es loque produce marcos de acción colectiva en expansión” (232) lo-grando la “difusión transnacional de las ideas del movimiento”(McAdam, 1982 citado por Tarrow, 1997:283).

En síntesis, vemos que la posibilidad de encuentro entreel MML y El Barzón estuvo marcada por varios elementos co-munes a ambos movimientos. En primer lugar, la misma ex-tracción agraria de los participantes –sectores medios endeu-dados por intentar acceder a una supuesta “modernización”;segundo, la misma modalidad de acción –el impedimento delos embargos de los bienes; tercero, su origen autónomo conrelación a partidos políticos y el respeto por la diversidad delos principios políticos de sus integrantes –aunque luego ElBarzón forma alianza con el Partido de la Revolución Demo-crático–. Pero además, ninguno de ellos conformó un movi-miento clasista corporativo o gremial, sino que se trata decristalizaciones a partir de acciones colectivas. Los marcosculturales que construyen ambas organizaciones son un ele-mento importante a tener en cuenta. En el movimiento mexi-cano, se destaca un “sentimiento nacionalista”: “Al hablar desentimiento nacionalista, de inmediato surge desde el fondode nuestro ser el orgullo de pertenecer al lugar donde hemosnacido […]. Ese sentimiento nos impulsa a preocuparnos pornuestro lugar de origen; es la necesidad de pertenecer a un lu-

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gar; de tener raíces culturales y religiosas […] Poco a poco losmexicanos hemos ido perdiendo ese sentimiento nacionalistay hemos olvidado las enseñanzas de nuestros abuelos de res-peto y amor por la patria” (Samperio, 1996). Del lado argenti-no, el MML expresa: “La concentración de capitales económi-cos, las privatizaciones, el auge de capitales especulativosllevan a que nuestro suelo se vea más y más extranjerizado.El futuro de nuestros hijos y nietos está comprometido, por-que no serán libres, pasarán a ser esclavos de estos capitalesforáneos” (revista del MML, Año 1, nº 3, 1998).

Por último, cabe destacar el cambio de estrategia del mo-vimiento mexicano, de una acción de protesta a un movimien-to que actúa a través de la vía legal. Esta situación que, pue-de o no ocurrir, no se ha dado en el MML. De continuar conla relación, ello podría indicar quizás un nuevo rumbo en laevolución del movimiento argentino.15

El MML y los movimientos del agro brasileño: sobre la (im)posibilidad de alianzas

I. EL MOVIMENTO DOS TRABALHADORES RURAIS SEM TERRA

Con posterioridad al encuentro con El Barzón, el MML sevincula con un movimiento del agro brasileño: el Movimentodos Trabalhadores Rurais Sem Terra de Brasil (MST). El en-cuentro ocurre en un Seminario Internacional organizado porla revista América Libre en homenaje a Ernesto “Che” Gueva-

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15 Cabe señalar que ya finalizada esta investigación, el MML co-menzó a diseñar una estrategia de acercamiento al ARI e incluso unade sus integrantes, Joaquina Moreno, se ha presentado como candi-data a senadora por la provincia de La Pampa en el año 2001. Aun-que si bien no ha obtenido la mayoría de los votos, ha salido en se-gundo lugar.

ra, llevado a cabo en Rosario en octubre de 1997. Una de lasdirigentes santafesinas del MML, Ana María Riveiro, expresóen esa instancia su admiración por el MST: “Lo que admiro enlos brasileños es que de su práctica han hecho teoría. […]Ellos ocupan, resisten y producen sacando experiencia teóri-ca de una práctica previa. Hay mucho que aprender de ellos”(diario La Arena, La Pampa, 7/10/97).

El MST, creado formalmente en 1984, representa a millo-nes de trabajadores sin tierra de Brasil. El antecedente máscercano se remonta a fines de la década del setenta, cuandomás de mil familias de pequeños productores que utilizabanen forma irregular las tierras de reservas indígenas de Nonoai(al sur de Brasil), fueron expulsadas (Navarro, 1996). Comorespuesta a esta acción invadieron algunas fazendas, insta-lando “acampamentos” para conseguir el acceso a la tierra. Elcampamento de “Encruzilhada Natalino” de 1981 fue el hechofundante del MST. Trescientas familias que se duplicaron rá-pidamente al cabo de dos meses y resistieron a la represiónmilitar con el apoyo de algunos sectores de la Iglesia, funda-ron al repertorio de acciones que caracterizaría al MST. Es enel I Encuentro Estadual de los Sin Tierra en donde se define elprincipal instrumento del MST: la ocupación de tierras. Las“caravanas”16 de colonos constituyen otro de los elementossimbólicos que conforman el marco de significado.

A diferencia del MML, pocos integrantes del MST son pro-pietarios. El contraste es grande: las mujeres del MML, hijaso nietas de inmigrantes europeos que poblaron la Argentina afines del siglo pasado, por un lado; colonos nativos, “cabo-clos”, cuya historia es la de agricultores itinerantes y de su-misión a los dueños de la tierra por el otro. “En ellos la ima-gen de un colono parcelar aparece idealizada, asociada a unpasado glorioso que la condición del “reassentado” permitía

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16 Un ejemplo de ello es la Marcha Popular por Brasil llamada “Gri-to pela tierra” que se lleva a cabo anualmente organizada por el MST.

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Cornelis, le preguntamos su opinión acerca del MST: “Y no-sotros vamos a hacer el día de mañana lo que están hacien-do ellos, ¿no? Por eso estamos nosotras luchando para queno nos ocurra lo mismo, porque si sigue el despojo de la tie-rra va a ser lo mismo” (julio, 1998). Los procesos de identifi-cación aparecen en la proyección ante la amenaza que corroela identidad de los pequeños y medianos productores argen-tinos: perder la tierra o, lo que es lo mismo, convertirse enun sem terra.

En esto, no cuentan consideraciones estratégicas, instru-mentales o racionales, sino mucho más la lógica de los senti-mientos. ¿Qué significa sentirse o ser un sem terra? ¿Quésentido tiene para estos actores rurales en la Argentina y cuálen Brasil?

La categoría de los llamados sem terra para el “Estatutode la Tierra” de Brasil, incluye los beneficiarios potenciales dela Reforma Agraria, los asalariados rurales y parte de los mi-nifundistas. Sin embargo, sem terra alude a una dimensiónpolítica de actores que luchan por imponer su propio sentidode la realidad esbozando un proyecto en común que tiende ala transformación de la sociedad. “Los sin tierra tienen en cla-ro que el único camino para sacar al pueblo brasileño de ladramática crisis a la que ha sido empujado es una ReformaAgaria como nosotros los trabajadores la queremos, justa, fra-terna, igualitaria y con otro sistema político” (entrevista a unlíder del MST, La Arena, 17/10/97). Para el MML, es la pérdi-da de una identidad social, de referentes culturales y simbó-licos, de un modo de vida, en fin un proceso de desenraiza-miento. Al respecto, expresa Lucy: “Tus hijos te dicen ‘mamá,vendé todo, terminá con los problemas, de alguna forma va-mos a vivir, pero vendé, vendé’. Y no, resistimos” (entrevista,8/3/99). Cuando ellas dicen “debemos seguir luchando y or-ganizarnos para pelear en mejores condiciones contra estapolítica que nos condena a desaparecer” (revista del MML,1998) o cuando Lucy de Cornelis afirma “la lucha nuestra nose tiene que apartar de lo nuestro. Nosotros somos los que lu-

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(re)construir” (Gaiger, 1994). La distinción o ethos de clase im-plica, en este caso, la separación entre propietarios y no pro-pietarios de las tierras e inscribe, por consiguiente, el fin mis-mo de la acción: para la organización argentina significa lareafirmación de la propiedad privada; para el movimiento bra-sileño, la ocupación de las tierras. Este sentido diferencial queambas organizaciones construyen constituye el principal obs-táculo para mantener vínculos más permanentes. No obstan-te esta distinción de clase, a ambos los une un marcado y ca-si “obstinado” deseo de permanecer en el campo. “En Brasilya se han ido 300.000 pequeños trabajadores rurales y pro-pietarios del campo; los trabajadores sin tierra no se quierenir a la ciudad; nosotros luchamos por volver al campo” (entre-vista a un dirigente del MST, La Arena, 17/10/97). De igualmodo, las mujeres del MML demandan una “ley agraria quedemocratice la tierra para que nuestros hijos tengan lugar eneste país […] para que nuestro interior crezca y evite la cruel-dad del amontonamiento en las villas miseria” (folleto MML,Tractorazo, julio de 1998).

En este sentido, Bourdieu (1988) señala que las posibili-dades de lograr la constitución de grupos con algún grado depermanencia dependen de la proximidad de los agentes en elespacio social, espacio objetivo que determina compatibilida-des e incompatibilidades, proximidades y distancias y quefunciona como un “espacio simbólico (organizado según la ló-gica de la distancia diferencial de acuerdo a las propiedadesque detentan los individuos), un espacio de estilos de vida yde grupos de estatus” (Bourdieu, 1988:136).

En este contexto, cabe preguntar qué posibilidades dealianzas existen entre el MST y el MML. ¿Cómo jugaría enello el MERCOSUR en tanto vehiculizador o limitante de es-tos procesos? La (im)-posibilidad de establecer una relaciónmás estrecha y permanente entre el MML y el MST está an-clada en las representaciones que cada movimiento constru-ye acerca del otro. Para las mujeres del MML, el MST repre-sentaría el “otro temido”. En una entrevista a Lucy de

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ción de los países. El 20% solamente podrá tener ayuda… losotros están excluidos o descartados” (La Arena, 17/10/97).

II. UN CONTRAPUNTO: EL MOVIMENTO DE MULHERES

TRABALHADORAS RURAIS DO RIO GRANDE DO SUL

Otro movimiento del agro brasileño es el Movimento deMulheres Trabalhadoras Rurais do Rio Grande do Sul(MMTR). Su origen data del año 1989 y está formado por mu-jeres ex participantes de los sindicatos de trabajadores rura-les del MST. Aglutina a 30.000 mujeres organizadas en másde cien municipios de dicho Estado, en particular pequeñaspropietarias, que representan el 80%, y mujeres sin tierra.Las demandas del movimiento evolucionaron desde sus rei-vindicaciones iniciales por derechos de los trabajadores haciademandas por derechos reproductivos, violencia doméstica, yrepresentación de las mujeres en el sistema político.

En sus orígenes el MMTR, fue un movimiento de oposiciónligado a los sindicatos de trabajadores rurales y a la lucha delos sem terra, vinculado al PT (Stephen, 1996). Aunque tuvie-ron una activa participación en el MST, en las ocupaciones detierras y en la Comisión Pastoral de la Tierra cercana al MST,muchas mujeres militantes del MST terminaron organizandoel MMTR al no hallarse representadas por aquel movimiento.Las mujeres habían comenzado a elaborar temas de interés es-pecíficos (salud, reproducción sexual, etcétera) que no eran in-cluidos dentro de la agenda de la Iglesia, del MST y de la CUT.Además, estas carecían de una propuesta clara para la orga-nización de las mujeres trabajadoras rurales. Ello llevó a ini-ciar un proceso de discusión dentro del MST y CUT, para lue-go formar una organización autónoma.

Las “banderas de lucha” del movimiento están vinculadasal fin de la discriminación, de la desvalorización, la opresióny la violencia que sufren las mujeres trabajadoras rurales; alreclamo por una sociedad más justa, democrática, socialista

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chamos por nuestras familias, por nuestros hijos y por con-servar la tierra”, están aludiendo no a una desaparición físi-ca, sino a un cambio de estilo de vida, a un éxodo rural queya ha comenzado: “muchos se han autoejecutado”, “se vanfundiendo en silencio”.

Por otro lado, el modo en que se imagina al otro país y asus ciudadanos incide también en la posibilidad de sostenerencuentros entre las organizaciones. La imagen conflictivaque el MML construyó subjetivamente acerca del MERCOSUR(unido a la trans y desnacionalización) está basada en la de-fensa de valores nacionalistas. Las integrantes del MML tie-nen un discurso crítico a lo que ellas han denominado “la ex-tranjerización de la tierra”, ligada a los grupos económicostransnacionales que comenzaron a comprar tierras en losaños noventa (Benetton, Soros, Turner, y otros). “Bueno, no-sotros en este momento, ya los pequeños arrendatarios handesaparecido, pero ese poder omnímodo de los terratenientesestá reemplazado por la usura y agravada aun porque ya novamos a negar el papel de la oligarquía terrateniente que exis-te, que está y que es poderosa, pero también está el grado dedesnacionalización que tenemos. Tenemos un fenómeno nue-vo, por un lado, como los pool de siembra y, por otro lado, lotenemos a Soros, a Benetton, a Turner […] verdaderos encla-ves internacionales adentro de nuestro país…” (entrevista aAna M. Riveiro, 15/12/98).

En el imaginario, el otro –en este caso Brasil– aparece co-mo enemigo o competidor, más que como socio. “Fue el enga-ñapichanga del MERCOSUR. El MERCOSUR no es para peque-ños y medianos productores. Es un ente realizado por losgrandes monopolios de los tres países para beneficiar nadamás a las grandes empresas de los países que forman el MER-COSUR, pero los pequeños y medianos productores no tene-mos ningún beneficio con el MERCOSUR, ningún beneficio”(Entrevista Ana María Riveiro, 15/12/98). Del lado brasileño,uno de los líderes del MST reflexiona acerca del MERCOSUR:“Los acuerdos traen beneficios para una minoría de la pobla-

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otros movimientos sociales nacionales y/o latinoamericanosde mujeres: que sea elegido el Día Internacional de la Mujerpara movilizarse hacia Buenos Aires, que en sus discursos ynarrativas apelen al importante rol de la mujer en estos mo-mentos signados por crisis, que se relacionen con movimien-tos de mujeres, etcétera. Coincidimos con Feijoó y Gogna(1985) cuando analizaban el “Movimiento de Madres de Plazade Mayo”, en que “aun cuando ellas no expliciten –ni les inte-rese hacerlo– una redefinición de lo privado, de hecho estánredefiniendo el ‘rol femenino tradicional’” (p:57). Queda abier-ta la posibilidad de que, al romper con los valores de la pasi-vidad femenina construida históricamente, el accionar en laesfera pública las lleve a cuestionar otras relaciones de poder,incluyendo las de género.

Encuentros y desencuentros. La construcción emotiva de una “cultura de la resistencia”: hacia una cuestión de género

Si bien las mujeres han participado desde siempre en lasluchas colectivas, lo significativo de estos últimos tiempos sebasa en la revalorización de la identidad de género en el cur-so de las mismas. Las mujeres rurales han adquirido mayorvisibilidad en los movimientos sociales latinoamericanos, e in-clusive han creado sus propios movimientos y organizaciones,lo que denota su capacidad agencial. Por cierto, este procesono es ajeno a los cambios producidos en los espacios públicoy privado, en las nuevas funciones que debió asumir la mujer,la transformación de la familia, el dominio cada vez más mar-cado del mercado y la mercantilización de las relaciones so-ciales, la circulación de los discursos de la globalización, et-cétera.

La “aparición” –en el sentido arendtiano– de las mujeresrurales en el espacio público puede ser expresión de los pro-cesos de integración de sectores “nuevos” o marginados del

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e igualitaria en la que se obtenga el reconocimiento de la mu-jer como persona y trabajadora, al igual que el hombre basa-do en igual trabajo con igual salario; por la transformación enlas relaciones sociales de género buscando igualdad en la di-ferencia (Documento del MMTR, mayo de 1990). El MMTRapela a la construcción de una “Nueva sociedad” y una “Nue-va Mujer”, lucha que se fortalecerá con la unión de los demásmovimientos de trabajadores (véase Bidaseca, 2001).

Para analizar la relación entre el MMTR y el MML, hay querecordar que ambos movimientos se constituyen como organi-zaciones autónomas dada la falta de representatividad de susdemandas e intereses en el seno de las organizaciones políti-cas o agrarias. Su extracción social e ideológica es, sin embar-go, distinta. Varias diferencias se interponen entre ambas or-ganizaciones, siendo las principales la identificación con laperspectiva de género y el compromiso con la lucha de los tra-bajadores en contra de la explotación capitalista que caracte-rizó al movimiento gaúcho desde su nacimiento. Sustenta undiscurso mucho más radicalizado que cuestiona la posiciónde subordinación de la mujer en los ámbitos públicos y polí-ticos pero incluso en el hogar, aludiendo a la discriminaciónhistórica del hombre sobre la mujer a partir de las relacionesde producción y de la división del trabajo.

En el movimiento argentino, la discriminación ejercida so-bre la mujer opera en el ámbito público cuando deben nego-ciar los espacios de poder con las organizaciones agrarias, pe-ro el ámbito familiar (la toma de decisiones, los roles, lasjerarquizaciones, etcétera) no es sometido a crítica ni a discu-sión alguna. Las mujeres del MML sostienen su accionar en eldebilitamiento psicológico de sus maridos, en nombre de quie-nes además deciden salir a la esfera pública. Tanto sus líde-res como las demás participantes se niegan a asumir un lu-gar feminista.

Sin embargo, varios elementos nos permiten repensar laforma en que se presenta la cuestión de género en el MML asícomo en las posibilidades de “hibridación” o asimilación con

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sistema político: el ejercicio de la ciudadanía a través del voto–conquista que ha significado una larga lucha de la mujer–, laparticipación en movilizaciones, protestas y mitines, la pre-sencia en instituciones políticas o sindicales, etcétera.

El MMTR reflexiona a partir de las dificultades que surgende la falta de reconocimiento de su papel, adjudicando a una“cultura tradicionalmente machista y conservadora que, enalgunos momentos, la autonomía del movimiento es vista co-mo una amenaza para los demás movimientos” (II Encuentrodel MMTR). Algo similar ocurre con el MML en el interior delas organizaciones del agro tradicionalmente masculinas.

Nosotras hablamos, pero cuando llega la hora de hacer laconferencia de prensa nosotras no participamos. Participa-mos en la reunión de las mesas agrarias pero no en las con-ferencias de prensa, cuando sale a los medios nosotras que-damos excluidas. Yo creo que está la puja de los espacios. […]Yo ayer le reclamé al presidente de Federación Agraria. Él di-jo que fue un error del periodismo, pero justamente nosotrasno aparecimos. Creo que todavía sigue el machismo, creenque les estamos sacando el espacio y nosotras no les estamossacando el espacio, nosotros estamos defendiendo nuestrafamilia, nuestros hijos, luchando para el futuro de ellos. Yono lucho por los espacios, yo creo que los espacios los cubríscuando están vacíos” (Tractorazo, julio de 1998).17

Es interesante comprender estas contradicciones y con-flictos con la Federación Agraria por la ocupación de espaciospúblicos desde la perspectiva de género. En este sentido, lacuestión genérica –latente– se manifiesta en el momento en

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17 En una de las entrevistas, Lucy de Cornelis relata la exclusióndel MML de la esfera de lo público: “¿Vas a dar un discurso hoy,Lucy?” “No, yo creo que no me lo permitirían, no me han invitado aestar arriba [en el palco] con ellos” (septiembre, 1998).

que deben negociar los espacios públicos con los hombres quedirigen las organizaciones agrarias legitimadas por el gobier-no. En una entrevista Lucy de Cornelis nos relataba:

Los dirigentes rurales nos odian, nos odian los hombres, nostienen un desprecio… El otro día me invitaron CONINAGRO,FAA […] hablaban todos ellos y entonces empezaron a gritar:“que hable Lucy, que hable Lucy” y “¿a dónde pararon el re-mate ustedes?, ¡caraduras!”. Y entonces cuando empezaron ahablar ellos la gente se fue. Y el tipo, entonces me tuvo quenombrar, lo que había hecho yo: “cómo Lucy que tuvo salirun día a defender, que tendría que estar hoy en su casa”.Bueno, más o menos aplacó ahí los ánimos. Y en [Armstrong]me tuvieron que dar la tribuna. Y en Buenos Aires yo los de-jé hablar y le dije: “ay, mirá, todos vienen de trajes corbatas,fresquitos, celulares. Nosotros unas negras, cansadas…” […]Entonces le pedí la palabra: “Le agradezco que nos hayan in-vitado por primera vez y les quiero decir señores que nosotrosno salimos a robar el espacio, nosotros se lo ganamos en lalucha, y nunca a ustedes los vi parando un remate”. Y le di-je: “ustedes están hablando acá con los diagnósticos. Losdiagnósticos los sabemos cada cual, y ¿cuándo van a implan-tar medidas de fuerza, cuando ya no quede ningún chacare-ro, o son cómplices?”. Se armó un despelote. […] Yo les dijeque no eran democráticos, que nos habían invitado a unamesa de concertaciones y el informe periodístico lo dabanellos dos. Ahora por ejemplo CARBAP [Confederación de Aso-ciaciones Rurales de la Provincia de Buenos Aires y La Pam-pa], no nos invitó, nosotras fuimos de prepo (entrevista aLucy de Cornelis, 9/3/99).

Un dirigente de CARBAP daba su opinión acerca del MML:

Yo creo que, en definitiva, yo tomo esto, la lucha de las mu-jeres, como la lucha de la familia agropecuaria, la familiaagropecuaria salió a la calle. Más allá, ellas no tienen un pa-

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hombres se vincula con la percepción de la invisibilidad de lasmujeres en tanto actores sociopolíticos legítimos.

El concepto clave que construyen las mujeres es el de “re-sistencia”. “Yo creo que pesan mucho el momento ante esassuspensiones de remates, porque ¿cómo explicás vos que ungrupo de mujeres solamente entonando el Himno Nacional yagarrándose de las manos ‘resista’ de esa forma?” (entrevistaa Ana Galmarini, 8/9/98). “[…] Los problemas que se vansuscitando, que te llaman, que te rematan, que asistimos. Esote vuelve a dar energías. De cada remate que venimos, es du-rísimo porque tener al rematador y estas cuatro horas can-tando el himno. La policía que viene y que te quiere sacar yque no sabemos lo que nos va a pasar. Son durísimos mirá.Yo tuve cuatro hijos, pero cada remate es peor que un parto.Peor que un parto” (entrevista a Lucy de Cornelis, 9/3/99).

En verdad, la asimilación que hace la entrevistada entrelos remates y el parto traspasa la barrera de lo simbólico yexalta la condición femenina de la maternidad, concepto quecentra y justifica la acción del movimiento y que ocurre, y es-to es lo interesante, en el orden de lo público. En los discur-sos en Plaza de Mayo en el Día Internacional de la Mujer, porejemplo, se conceptualiza a la mujer de distintos modos: co-mo “generadora de vida”; “productoras de niños”; como “sersupremo y sublime, lo que Dios nos ha dado, la grandeza deser madres” (discursos, 8/3/97).

Ellas construyen cotidianamente una “cultura de la resis-tencia” hacia los valores que instaló el neoliberalismo, convir-tiendo su acción en un ritual, en tanto expresión simbólicaemotiva a través de la cual se comparten diferentes tipos deestados emocionales, desde el odio, la depresión, la euforia ola ira, que tienden a reforzar la solidaridad y la identidad delgrupo. Esta característica del ritual como la “cultura emotiva”de un grupo (Gordon, 1981, citado por Taylor y Whittier,1995) pertenece a las dimensiones más subjetivas que sus-tentan la acción colectiva. Esta dimensión emotiva de la sub-jetividad también se traslada a la tierra: “Nosotros le damos

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rámetro como podemos tener nosotros, de una conducta den-tro de una filosofía, porque nosotros no marchamos al tun-tún [sic], marchamos dentro de determinados parámetros,como lo hace Federación Agraria, CONINAGRO; tienen sucampo de acción y como es bastante amplio, cabe todo esto.Las mujeres se manejan por sus sentimientos y por su reac-ción natural y lo valoramos muchísimo. Nosotros somos or-ganizaciones con carta orgánica, con… tenemos personeríajurídica. Ellas son un grupo de mujeres, no sé si lo habránhecho ahora, pero son un grupo de mujeres que actúan conespontaneidad y reconocidas por todos nosotros, respetadasy valoradas pero… Son nuestra familia, lo que no pudimoshacer nosotros lo hace nuestra familia. Lo importante es se-ñalar que las Mujeres en Lucha son la familia del productoragropecuario, que cuando vieron que quedaban en la calle,que ya el productor se desvanecía y su familia iba a la calle ysus hijos no comían, las mujeres salieron a luchar” (entrevis-ta al dirigente de CARBAP durante una movilización a Plazade Mayo, julio de 1998).

El discurso del dirigente es elocuente: descalifica la acciónde las mujeres desde su desconocimiento como organizaciónformalmente instituida donde “cabe todo esto”, construyendouna imagen de mujeres que actúan como apéndice de loshombres, “las Mujeres en Lucha son la familia del productor”,que “se manejan por sus sentimientos y por su reacción na-tural” de modo totalmente espontáneo, o lo que es lo mismo,bordeando la irracionalidad, y finalmente ratifica la corres-pondencia de la mujer al espacio doméstico, negando con ellola posibilidad de ser incluidas en el espacio de lo público.

En el mundo rural, la posición de dominación que loshombres ejercen en los ámbitos privados se traslada a contex-tos más amplios: el pueblo, la comunidad, la esfera pública, lapolítica, las organizaciones agrarias. En estas últimas, la mu-jer carece de representación alguna. En cierto modo, la cons-trucción social de género en estos espacios dominados por los

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trategias de acción, inaugurando con ello posibilidades de en-cuentros o desencuentros entre ellos (Jelin, 1999).

En este nuevo contexto, las redes globales de comunica-ción que circulan cada vez con mayor fluidez se transformanen instrumentos centrales para la propagación de demandas,instalación de discursos en el ámbito público, transmisión deimágenes, formas simbólicas, culturales, de expresión de ac-tores situados en distintas partes del mundo y cuyas voces amenudo no pueden ser escuchadas.

El Movimiento de Mujeres Agropecuarias en Lucha es par-te de estos cambios. Por cierto, su consolidación como movi-miento ha estado ligada a la penetración de las redes trans-nacionales a través de su vinculación con otros movimientosy organizaciones –fundamentalmente latinoamericanos–, si-tuación que generó posibilidades de hibridación. No obstante,la (im)posibilidad de constituir alianzas se encuentra determi-nada por el modo en el que los movimientos construyen la al-teridad a través de imágenes conflictivas, representacionesque se construyen en procesos históricos concretos. Ello sepuso de manifiesto en las dificultades para establecer una re-lación más estrecha y permanente entre el movimiento argen-tino y el MST, proceso mediado por las representaciones quecada movimiento elabora acerca del otro y los procesos deidentificación internos, donde el MST aparecería para el MMLcomo el “otro temido”, el reflejo especular de aquello a lo quese teme devenir, el sem terra.

Por otro lado, el sentido que posee la tierra para los suje-tos rurales aparece como un marco interpretativo que permi-te potenciar la acción colectiva entre sujetos distantes en tér-minos de la posición que ocupan en la estructura social.Desde ese lugar fue posible pensar el encuentro del MML conel MOCASE, a pesar de su diferente extracción agraria –cha-careros y campesinos– y localización regional, mitos y divisio-nes que la historia argentina ha construido y profundizado entorno a la pampa próspera y el norte pobre y marginal.

El estudio de los movimientos abordados aquí nos condujo

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hasta la vida porque queremos la tierra, y cuando nos mori-mos nos entierran en el piso porque no queremos tampoco losnichos, queremos enterrarnos para engordar el suelo” (discur-sos en Plaza de Mayo, delegada de Santa Fe, 8/3/97).

Es a partir del análisis de las narrativas de las mujeres delMML que se puede desentrañar algunas condiciones y restric-ciones del proceso de construcción del sentido de la femini-dad. El mismo muestra la tensión que se instala entre la no-minación que han otorgado al movimiento y su significadoimplícito por un lado, y la “ruptura de la pasividad construi-da femenina” (Siqueira y Bandeira, s/f) por el otro. El papel demadres que ellas priorizan comienza a transformarse, borran-do los límites no tan tangibles que separan lo privado de lopúblico y lo político.

Conclusiones

La tierra fue y continúa siendo símbolo de una de las de-mandas principales de las organizaciones rurales latinoameri-canas, fundamentalmente campesinas e indígenas, en México,Brasil, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Paraguay, incluyen-do también a aquellas organizaciones provenientes de los sec-tores agrarios medios, como es el caso del Movimiento de Mu-jeres Agropecuarias en Lucha. Muchos de estos movimientosse encuentran atravesados además por identidades étnicas,indigenistas, comunitarias y de género y llegan al fin del siglosin haber conquistado el derecho a la tierra y, por tanto, a unaciudadanía plena.

En la era de la globalización presenciamos el surgimientode identidades sociopolíticas y movimientos sociales nuevos,que instalan nuevos usos conceptuales y nociones acerca dela “ciudadanía cosmopolita” o “transnacional” y de la sobera-nía de las naciones-estados. En este sentido, los procesos deintegración regional pueden convertirse en espacios desdedonde los movimientos sociales pueden implementar otras es-

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a plantear como hipótesis que las posibilidades de interacción,alianzas y formación de redes entre los mismos se encuentrancada vez mas ligadas a los procesos de transnacionalización ya las traducciones que los movimientos locales producen a par-tir de dichos intercambios. La posibilidad de empoderamientodepende también de ello, así como la definición de las identida-des colectivas. En estos términos hemos comprendido el en-cuentro entre el MML y el movimiento mexicano El Barzón, am-bos movimientos con matrices culturales e históricas paralelas,que han construido repertorios de acción comunes.

Al incorporar el análisis de un movimiento de mujeres quepodía actuar como contrapunto del MML, el MMTR, se abre laposibilidad de comprender los procesos de construcción deuna identidad de género en el MML, que se exteriorizan en losmomentos de aparición en los espacios públicos colonizadospor los hombres. Es allí donde cobra un sentido singular laresistencia producida por la mujer rural en torno a lo que he-mos denominado una “cultura emotiva de la resistencia”, quese vuelve sumamente subversiva cuando apela a la lógica fe-menina y a los roles culturales previstos para la mujer, sumaternidad, su protección, su cuidado, y cuando desde el dis-curso se trasluce el significado que posee la tierra.

Este trabajo deja abierta la posibilidad de observar uno delos tantos desafíos que se le presenta al Movimiento de Muje-res Agropecuarias en Lucha: ¿qué acciones desencadenará lacirculación de los nuevos discursos de la globalización (femi-nismo) en su interior? Y, por el otro, ¿qué marcas produciránestos procesos en sus propias biografías?

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Mercosur, ciudadaníay ambientalismo*

KATHRYN HOCHSTETLER

La mayoría de los países que conforman el MERCOSUR seencuentran atravesando su segunda década de democracialiberal formal, luego de atravesar procesos de transición delos regímenes dictatoriales a sistemas democráticos de go-bierno durante los años ochenta. Si bien la estabilidad demo-crática no parece estar amenazada en la región, la calidad dedichas democracias no es tan clara. En particular, los obser-vadores de la política latinoamericana se preguntan acercade los efectos que las transiciones económicas operadas en laregión –del Estado Benefactor a las economías de mercado–tienen en el nivel de la ciudadanía, la participación democrá-tica y la representación. Interrogantes similares deben reali-zarse respecto del impacto del acuerdo de libre comercio delMERCOSUR. El MERCOSUR es claramente una parte de lastransiciones económicas en la región, y en tanto tal compro-

* Esta investigación fue realizada con el apoyo del Programa de In-vestigaciones Socioculturales del MERCOSUR (Instituto de DesarrolloEconómico y Social, Buenos Aires, Argentina) y la Fundación Rocke-feller. También fue apoyada por la Comisión Fulbright. Quisiera agra-decer a los participantes del Programa de Investigaciones Sociocultu-rales en el MERCOSUR por los comentarios a una versión anterior deeste trabajo.

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La ciudadanía en un contexto regional

La definición legal clásica de ciudadanía confiere formal-mente iguales derechos y responsabilidades de participacióna los miembros de una comunidad política –usualmente de unEstado-nación–, quienes idealmente tienen propósitos y pers-pectivas compartidos (Albrow y O’Byrne, 2000; Holston yAppadurai, 1999). Por consiguiente, la ciudadanía es un com-ponente central de la democracia en una comunidad política.Aun en los estados-nación, no obstante, hay numerosas des-viaciones de este ideal, y cualquier noción de ciudadanía re-gional en un área de libre comercio se apartará aun más delmismo. Sin embargo, la definición de ciudadanía es un puntode partida útil para investigar cómo la ciudadanía regional sedesviará de dicho ideal.

La primera dimensión de la ciudadanía, los derechos yresponsabilidades de participación formalmente iguales paralos miembros de una comunidad política, se ve significativa-mente modificada por la naturaleza de la gestión pública delos acuerdos de libre comercio. No existe ningún gobierno for-mal en un área de libre comercio que pueda garantizar talesderechos y responsabilidades. Existe en cambio una gestiónregional de tipo discursivo, temporal y espacialmente discon-tinua. Más que en la acción institucional permanente, la ges-tión regional se manifiesta en las declaraciones colectivas oca-sionales de los presidentes de los países involucrados. Porconsiguiente, en el plano regional, esta dimensión de la ciu-dadanía se verá reemplazada por mecanismos de participa-ción menos comprehensivos y fijos. En un contexto regional,la ciudadanía democrática se verá efectivizada principalmen-te en movilizaciones activas, con “ciudadanos” que surgentransitoriamente como contrapoderes frente al poder de losestados (Balibar, 1999). Esta ciudadanía activa deberá traba-jar para exigir la efectividad de los derechos y responsabilida-des de participación, porque estos no están garantizados porlas estructuras políticas regionales.

MERCOSUR, CIUDADANÍA Y AMBIENTALISMO 205

mete a los actores privados y públicos a seguir las pautas dellibre comercio y los principios de mercado. También ha pro-ducido cambios en los arreglos políticos regionales, toda vezque los países miembros buscan coordinar sus políticas eco-nómicas externas. Sabemos poco sobre el impacto que elMERCOSUR ha tenido y tendrá en el nivel de la sociedad ci-vil: ¿qué significa la ciudadanía en el contexto regional?, ¿secaracteriza por los mismos procesos de inclusión y exclusiónque desafían la democratización en cada país miembro?, ¿có-mo se organizan los ciudadanos cruzando los límites del Es-tado-nación, y cuán receptivos son los gobiernos a su parti-cipación en el proceso de toma de decisiones en el nivelregional?

En general, tales preguntas están fuera de la esfera de es-tudio de los teóricos del libre comercio. Los acuerdos de losmercados comunes como el MERCOSUR se definen principal-mente por sus compromisos respecto de la integración econó-mica. Tanto los participantes como los observadores académi-cos ponen su mirada sobre las dimensiones de los mercadoscomunes (Canitrot y Junco 1993; Cason, 2000; Manzetti,1993-94; Roett, 1999). Sin embargo, como cualquier otra po-lítica económica, las políticas de integración generan numero-sos efectos que se extienden más allá de la esfera económica.La cuestión central que aborda este artículo es que estos“efectos secundarios” ignorados de los acuerdos del MERCO-SUR son, de hecho, componentes críticos de la posibilidad delograr éxito en dos de las metas que comparten los estadosmiembros: mejorar la calidad de vida y profundizar la demo-cracia en la región. En particular, focalizaré mi atención en elestudio de los efectos del MERCOSUR en el nivel de la ciuda-danía y el medio ambiente regional, poniendo énfasis especialen los movimientos ambientalistas que se desarrollan en laintersección de estas dos preocupaciones.

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por su nacionalidad y como europeos, y sólo un 5% se identi-ficó con la identidad europea común (citado en Bellamy y War-leigh, 1998:462). Un estudio sobre la región del MERCOSURencontró que las políticas de integración regional reforzaronaserciones de identidad nacional, por lo menos en Argentina(Lacarrieu y Raggio, 1997). Al respecto, Jelin ha planteado laadvertencia más teórica de que los mismos procesos que pue-den producir nuevas identidades comunes también produci-rán nuevos conflictos y asimetrías que podrán dividir tanto co-mo unificar a la comunidad política regional (Jelin, 1999).Basándonos en esta revisión bibliográfica deberíamos esperarque las identidades nacionales coexistan a veces con identida-des regionales, y que estas últimas sean menos permanentes.También debemos esperar conflictos y luchas en los procesosde definición de comunidades políticas en todos los niveles, so-bre todo cuando la integración regional crea nuevos tipos dedesigualdades en las oportunidades de participación y en losresultados sociales y económicos.

Siguiendo los desarrollos teóricos recientes sobre los mo-vimientos sociales, este artículo buscará relacionar estas dosdimensiones de la ciudadanía con el tipo de democracia regio-nal, caracterizando la estructura de oportunidades políticas,las estructuras de movilización y los procesos de transforma-ción de los marcos interpretativos de los movimientos am-bientalistas en Argentina y Brasil (McAdam, McCarthy y Zald,1996). Las estructuras de oportunidades políticas resumen lasformas en que las instituciones políticas formales y las elitespolíticas –en los niveles nacionales y extra nacionales– ofrecenlas oportunidades para y los constreñimientos que influyenen la acción de los movimientos. Las estructuras de moviliza-ción de los movimientos ambientales resultantes en la regiónincluyen los tipos de organización, las redes y los recursosque las organizaciones de la sociedad civil utilizan para la ac-ción colectiva. Finalmente, los procesos de enmarcado aludena los significados que las organizaciones de la sociedad civildan a su presencia y su misión, tanto para construir cohesión

MERCOSUR, CIUDADANÍA Y AMBIENTALISMO 207

Dada la ausencia de garantías de igualdad formal de ac-ceso para los miembros de la comunidad política regional,esperar un acceso equitativo en el plano regional es menosrazonable que en el caso de los estados nacionales democrá-tico-liberales. La forma de representación más probable es laadversarial, en la que “los ciudadanos no están controladospor actores estatales, pero tampoco tienen asegurado un ca-nal regular de acceso al proceso de toma de decisión política.Además, el Estado no protege a los actores más débiles de lasociedad civil frente a los más fuertes” (Friedman y Hochste-tler, 2002:3). En el contexto particular de un acuerdo de librecomercio, los actores que representan intereses comercialesprobablemente tengan un peso y un acceso desproporciona-do, a menudo a expensas de actores tales como los sindica-tos y activistas ecológicos. Un primer acercamiento a estadimensión de la ciudadanía en un contexto regional puedeser simplemente examinar qué derechos y responsabilidadesde participación son garantizados formalmente en los proce-sos regionales de toma de decisión, así como cuáles son ejer-cidos o exigidos, y por quién. Algunas de estas oportunidadesde participación estarán en el propio nivel regional, pero losniveles subnacional y nacional continuarán siendo impor-tantes.

Una segunda dimensión de la ciudadanía es la expectati-va de los ciudadanos de compartir una identidad y objetivoscomunes. Al respecto, numerosos estudios de ciudadanía en laUnión Europea se alejan de esta concepción de la ciudadaníabasada en la identidad. Se interrogan acerca de si los ciuda-danos de los estados-nación europeos se identifican entre sí enuna identidad europea común y en una misma autoidentifica-ción regional (Bhabha, 1999; Holmes y Murray, 1999). Empí-ricamente, la evidencia –incluso en el contexto de los procesosde integración europea de larga data– es variada. Una encues-ta del Eurobarometer realizada en 1997 encontró que el 45%de los habitantes de países europeos se definieron solamentepor sus identidades nacionales, mientras otro 40% se definió

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aliados influyentes y los cambios en las alineaciones de las eli-tes y los partidos gobernantes. Aunque puede ser útil comen-zar con un listado de este tipo, para comprender la EOP –en elcaso de los movimientos de la sociedad civil en América Lati-na– es necesario incluir un factor clave: el apoyo financiero.En los países del Norte, las organizaciones no gubernamenta-les (ONG) y las organizaciones de la sociedad civil tienen, porlo general, recursos internos suficientes, provenientes de cuo-tas de sus miembros y de contribuciones, para apoyar sus pro-pias movilizaciones. Por consiguiente, en esta caracterizaciónanclada en la experiencia de los países centrales, los recursosfinancieros normalmente son considerados parte de las es-tructuras de movilización internas del grupo. En contraste, losmovimientos latinoamericanos han tendido a ser muy depen-dientes de aliados influyentes y de elites gobernantes para laobtención de los recursos que necesitan, sobre todo para lasmovilizaciones y para su organización más duradera. El apoyofinanciero de los aliados potenciales es entonces una parte im-portante de la estructura de oportunidades.

Una segunda adaptación del modelo concierne a la ubica-ción de las estructuras de oportunidad pertinentes. El usomás habitual del modelo de EOP ha sido en el nivel político na-cional. En los estudios sobre países específicos y los de índolecomparativa, el foco de atención se ha ido alejando del inten-to de identificar el grado de apertura/cierre de los sistemas po-líticos nacionales para orientarse a estudiar la participación einfluencia de las organizaciones de la sociedad civil. Dada laimportancia ineludible del Estado-nación, este nivel continúasiendo una parte central de la estructura de oportunidades dela mayoría de las organizaciones civiles en su proceso de for-mación. Sin embargo, para explicar el surgimiento y el éxito delas organizaciones de la sociedad civil latinoamericanas, sobretodo cuando los recursos financieros son considerados unaparte de la EOP, también son cruciales las diversas oportuni-dades internacionales. Finalmente, los acuerdos regionalestambién podrán crear otro nivel de EOP.

MERCOSUR, CIUDADANÍA Y AMBIENTALISMO 209

interna como para comunicar sus intenciones a actores exter-nos.

Las estructuras de oportunidad política

El concepto de “estructura de oportunidad política” (EOP)ha sido parte importante de la bibliografía teórica norteameri-cana sobre movimientos sociales durante varias décadas (porejemplo Tarrow, 1994; Kitschelt, 1986). El punto central de es-te enfoque es que hay factores y actores externos a las organi-zaciones de la sociedad civil que juegan un papel crucial en laemergencia y el éxito de los mismos. De este modo, inclusopueden florecer organizaciones débiles si existe la combina-ción correcta de oportunidades externas, mientras que una es-tructura de oportunidades cerrada puede frustrar un movi-miento potencialmente fuerte. Las características internas delas organizaciones de la sociedad civil son importantes, pero elconcepto de EOP reconoce que esas organizaciones de la socie-dad civil también se modificarán por efecto de incentivos y dedinámicas externos a ellas. El concepto de EOP es compatiblecon una mirada racionalista de la política, donde el analistaexamina el sistema político y deduce la estructura de incenti-vos para la acción política racional. A menudo esto es un pri-mer paso útil. No obstante, existe también un aspecto cons-tructivo en las opciones de las organizaciones de la sociedadcivil, que pueden debatir sin límite acerca de si las oportuni-dades realmente están presentes, y a veces deliberadamenteeligen un camino que las lleva al fracaso en términos de laEOP. Por ejemplo, esto ocurre cuando se movilizan aun cuan-do saben que serán fuertemente reprimidos, porque marchares importante por cuestiones de identidad o razones de tipoexpresivas.

Entre los elementos de la estructura de oportunidades po-líticas se incluye cuán abierto o cerrado es el acceso al poderpara los ciudadanos ordinarios, la presencia o ausencia de

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LAS OPORTUNIDADES POLÍTICAS EN LA REGIÓN DEL MERCOSUR

Los presidentes de los países miembros del MERCOSURhan enfatizado su compromiso con la democracia en la región,y adoptaron el “Protocolo de Ushuaia sobre Compromiso De-mocrático de los Estados Parte del MERCOSUR, Bolivia y Chi-le” en julio de 1998, reiterando dicho acuerdo. El compromi-so primario está en consolidar la democracia en los nivelesnacionales, con líderes elegidos democráticamente, con liber-tad para interactuar entre ellos en el nivel regional, aunquecon pocos controles o participación democráticos adicionalesen ese nivel regional. La mayoría de las decisiones del MER-COSUR son tomadas por los presidentes nacionales y el per-sonal jerárquico económico y diplomático, con escasa injeren-cia directa de los ciudadanos, a excepción de los actorescomerciales. En términos generales, las estructuras de tomade decisión del MERCOSUR como conjunto parecen seguir loque Bellamy y Warleigh (1998:454) llamaron “ética de la inte-gración”. según la cual la legitimidad del acuerdo comercialdeberá basarse en la eficiencia más que en la participaciónsustantiva y la legitimidad de los procedimientos. La promesatecnocrática de la ética de la integración resulta familiar en latoma de decisiones económicas en la región, donde tanto ba-jo regímenes autoritarios como civiles se pide a los ciudada-nos que confíen en una tecnocracia económica que va a lograrel desarrollo económico esperado sin su participación directaen los procesos de decisión.

Varios estudios recientes extienden este análisis de opor-tunidades de la sociedad civil en el MERCOSUR identificandolos diversos niveles de influencia logrados por diferentes seg-mentos de la sociedad civil, concebida en un sentido amplio.Parten de un análisis compatible con la visión de la EOP, aun-que no utilicen esa terminología. Así, Grandi y Bizzozero(1998) introducen un marco que identifica tres “círculos de in-fluencia” en los niveles nacionales y regionales, y ubican a losactores regionales en el círculo que mejor representa su nivel

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La multiplicidad de estructuras de oportunidad políticarealmente crea nuevos desafíos y oportunidades para los ac-tivistas. Las EOPs anidan o se engarzan unas en otras, y aveces crean nuevas aperturas o barreras a las organizacionesde la sociedad civil en sus intersecciones. Para dar un ejem-plo casi obvio, la importancia creciente de los actores econó-micos internacionales ha limitado la capacidad de los actoresde la sociedad civil de participar en la definición de políticaseconómicas nacionales. Por otro lado, la presencia de aliadosy fondos internacionales poderosos ha permitido a más de unmovimiento social sortear la barrera de un estado nacionalrecalcitrante y aumentar su capacidad de presión sobre elmismo. Las organizaciones de la sociedad civil experimenta-das y hábiles en leer las estructuras de oportunidades políti-cas pueden elegir y seleccionar los niveles más promisoriospara su acción política, mientras que los grupos menos expe-rimentados serán incapaces de encontrar su camino. Lo quedebe quedar claro de esta discusión es que las EOPs, aunqueson un punto de partida importante, no determinan por sísolas los resultados obtenidos por las organizaciones de lasociedad civil.

Las estructuras de oportunidad política del MERCOSUR

Los movimientos ambientalistas de los países del MERCO-SUR se enfrentan con esta multiplicidad de estructuras deoportunidad. En este apartado, abordaré estas estructuras enel nivel general. Dado que las movilizaciones y movimientos sedesarrollan en lugares y tiempos específicos, esta descripciónsólo habla de los elementos más permanentes de las EOPs.

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encuentro, el SGT 6 empezó a incluir al “Sector Privado” en laapertura de sus reuniones, para luego excluirlo de las sesio-nes donde se tomaban decisiones. Los representantes de ca-da país debían ser elegidos, por medio de procesos naciona-les, para representar a los sectores económicos, sociales yambientales.2 En Argentina y en Brasil también hubo reunio-nes nacionales previas a las reuniones del MERCOSUR, paradiscutir la agenda. En algunas sesiones, los representantesgubernamentales, sobre todo de Argentina, han presentadopropuestas escritas y documentos de las redes de ONGs na-cionales. Finalmente, los representantes gubernamentales delSGT 6 han participado en actividades patrocinadas por ONGs,como el diálogo entre el gobierno y la sociedad civil sobre “Co-mercio Exterior, Medio Ambiente y Desarrollo Sustentabledentro del MERCOSUR. El rol de la Sociedad Civil” (ECOS,1998). Uno de los patrocinadores de los eventos fue el minis-terio uruguayo de Vivienda, Ordenamiento y Medio AmbienteTerritorial, junto con otros actores internacionales.

En síntesis, el SGT 6 ofrece algunas aperturas a la parti-cipación de las asociaciones de la sociedad civil. Sin embargo,no está abierto de manera uniforme a todos los grupos y pers-pectivas. Como lo indica el rótulo “Sector Privado”, el Subgru-po ha estado especialmente interesado en incorporar al sectorindustrial. Al definir quién es elegible para participar, el Sub-grupo expresa que “se entenderá por representante del sectorprivado aquel que tiene interés directo en cualquiera de lasetapas del proceso de producción, distribución y consumo”.3

Aunque esta definición ha sido usada para incluir a los acti-

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de influencia y rol en la toma de decisiones. Balbis (2001) usael mismo marco y amplía la evidencia empírica sobre el posi-cionamiento de diversos actores de la sociedad civil. Ambostrabajos coinciden en que los activistas ambientalistas langui-decen, junto a otras ONGs, en el tercer círculo de influencia,es decir, en el nivel de muy limitada influencia y de baja par-ticipación institucionalizada.1

Las instituciones más representativas del MERCOSUR, laComisión Parlamentaria Conjunta (CPC) y el Foro ConsultivoEconómico y Social, contribuyen a la desigualdad de las opor-tunidades disponibles para los diferentes segmentos de la so-ciedad civil. El Foro Consultivo Económico y Social (FCES) tie-ne espacios designados para las organizaciones empresarialesy sindicales, pero ofrece pocas oportunidades para los activis-tas ambientalistas (Jacobs, 2001). Balbis (2001) incluso su-giere que los grupos empresariales y sindicales han buscadoexcluir a otros sectores sociales del FCES, estrechando así surango de acción. La CPC no ha sido tan desigual, pero es dé-bil debido a su papel estructural limitado y a la escasa aten-ción que los líderes de los poderes legislativos regionales lehan otorgado (Mariano, Vigevani y Fernandes de Oliveira,2000). En todo caso, estas dos instituciones más representa-tivas y orientadas a lo social tienen sólo funciones consulti-vas, que las convierten en cul de sacs para la participación po-lítica.

Para los activistas ambientalistas hay algunas oportuni-dades de participación en las instituciones ambientalistas. Enel ámbito del MERCOSUR, estas se han concentrado en elSubgrupo de Trabajo 6 (SGT 6), que se reunió por primera vezen octubre de 1995 (Tussie y Vásquez, 1997). En su cuarto

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2 MERCOSUR/GMC/SGT 6/Acta 2/96, Brasilia, 6-8 de agosto de1996. Las Actas citadas se encuentran en la página web del Ministe-rio de Desarrollo de Brasil: www.mma.gov.br. En la práctica, la par-ticipación parece estar basada en la autoselección.

3 MERCOSUR/SGT 6/Acta 1/96, Buenos Aires, 8-10 de mayo de1996.

1 Ninguno de los autores parece reconocer las limitadas oportuni-dades beneficiosas para los ambientalistas en el SGT 6 que son de-batidas más adelante, aunque Balbis discute oportunidades simila-res para las mujeres (2001:18).

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agua y siguen esa estructura de oportunidad geográfica y po-lítica.

En conclusión, la mayoría de las oportunidades que ofre-ce el MERCOSUR para los activistas ambientalistas se en-cuentra en el campo específicamente ambiental, en conexióncon otros actores comprometidos en ese tema. Puesto que lascuestiones ambientales constituyen un problema secundarioen los cuerpos decisorios del MERCOSUR, esto implica opor-tunidades bastante limitadas para los activistas ecológicos enel nivel regional. La predecible falta de equidad en las oportu-nidades de participación es evidente fuera del campo ambien-tal, e incluso dentro del mismo.

LAS OPORTUNIDADES POLÍTICAS EN EL NIVEL NACIONAL

El nivel nacional continúa siendo muy importante paralas organizaciones de la sociedad civil del MERCOSUR. Lasrecientes transiciones a la democracia en la región ofrecenposibilidades de expresar demandas claras para la participa-ción en la política a nivel nacional. Si los líderes nacionalesquieren acudir como representantes legítimos de sus socie-dades nacionales a las negociaciones del MERCOSUR debenadherir a los mecanismos institucionalizados de representa-ción y de responsabilidad en cada país. Sin embargo, hay in-dicadores claros que apuntan a la naturaleza desigual y par-cial de la ciudadanía en las democracias existentes en laregión. Por definición, el balance es diferente para las orga-nizaciones ambientales de cada uno de los estados miem-bros.

En Brasil, comparado con los otros países de la región, lademocracia trajo oportunidades institucionalizadas favora-bles para la participación de la sociedad civil (Friedman yHochstetler, 2002). Diversas instituciones permiten la partici-pación de organizaciones de la sociedad civil en los miles deconsejos existentes en todos los niveles gubernamentales;

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vistas ecológicos, no es un llamado específico para estimularsu participación. Las propias tareas del Subgrupo se hanorientado a menudo hacia el lado de la promoción del comer-cio, ubicando a las barreras al no-arancelamiento, los códigosaduaneros y la competitividad como prioridades de su prime-ra agenda.4 Todos los temas de esa agenda son, por supues-to, de interés particular para los empresarios, más que paralos otros representantes del sector privado. Los participantesmás estables del sector no-gubernamental en el SGT 6 han si-do los sindicatos y grupos empresarios, especialmente de Ar-gentina y Brasil. En una serie de entrevistas en la región du-rante el año 2001, las organizaciones ambientalistas citaronuna variedad de razones para su creciente falta de participa-ción –desde razones prácticas como la falta de fondos paraviajar a las reuniones y la falta de información sobre las reu-niones, hasta posiciones más críticas que argumentan que laagenda o los acuerdos del SGT 6 eran demasiado estrechos opro-empresarios como para mantener una continuidad en suinterés–.

Finalmente, al menos potencialmente, la propia naturale-za del problema ambiental despierta la atención de los enfo-ques y actores regionales, más que otras áreas. Esto se debea que la naturaleza geográfica de los problemas del medio am-biente requiere coordinación transfronteriza. Para los paísesdel MERCOSUR, el problema transfronterizo más obvio es lacantidad de ríos compartidos por los países de la región. Porejemplo, la cantidad y calidad de las aguas del Río del Plata,tan central para Argentina y Uruguay, depende en última ins-tancia de las cabeceras y afluentes en Brasil, Bolivia y Para-guay. No es sorprendente entonces, como se discute a conti-nuación, que muchas de las movilizaciones colectivas de losactivistas ecológicos del MERCOSUR se centran alrededor del

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4 MERCOSUR/SGT 6/Acta 1/95, Montevideo, 18-19 de octubrede 1995.

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cuando hay algún tema en la agenda en el que están especial-mente interesados.5

En la Argentina, comparativamente, existen menos opor-tunidades institucionalizadas para la participación de la socie-dad civil, aunque las reformas constitucionales de 1994 impli-caron algunos cambios (Friedman y Hochstetler, 2002).Durante el gobierno de Menem (1989-1999), el discurso guber-namental neoliberal se dirigió más a reducir el papel del Esta-do que a institucionalizar nuevos diálogos entre el Estado y lasociedad civil, sobre todo para aquellos actores no vinculadoscon el mercado. Con el gobierno de De la Rúa (1999-2001),una profunda crisis económica, social y política ha dominadola política nacional. Existen algunas nuevas oportunidadesasociadas con el poder judicial, que han sido cruciales paramantener la agenda política abierta a las preocupaciones delas organizaciones de la sociedad civil, especialmente los gru-pos de derechos humanos (Peruzzotti, 2001).

Los ambientalistas argentinos carecen de muchas de lasgarantías de participación que poseen sus colegas en la región(FARN, 1997). Aunque las audiencias públicas y la copartici-pación administrativa se han vuelto una instancia importan-te para el ingreso del ciudadano en cuestiones ambientales,otras oportunidades relacionadas con los cambios constitu-cionales recientes, como el acceso a la información y el siste-ma judicial, permanecen subdesarrolladas (Sabsay, 2001).Los activistas ecológicos a veces han podido trabajar con laDefensoría del Pueblo en los niveles nacionales y locales paradesafiar su exclusión en forma eficaz.6 Existen oportunidadesestructuradas para la participación en el seno de la Secreta-

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participan en debates colectivos sobre las políticas guberna-mentales, la legislación, o los presupuestos. Que esos espa-cios estén controlados por el Estado o por los actores socialeses en la actualidad una lucha importante: muchos líderes po-líticos intentan cooptar esos espacios y controlar a las organi-zaciones autónomas, mientras los actores sociales intentanaumentar el poder de estos espacios colectivos en la toma dedecisiones y de su propio papel crítico dentro de ellos. Muchosde estos nuevos espacios para la participación ciudadana es-tán asociados con las ramas ejecutivas del gobierno, aunquelos cambios legales de los años ochenta también permiten unmayor acceso de los ciudadanos al aparato judicial –de mane-ra directa o a través de los fiscales en las demandas públicasciviles (Silva, 2000)–.

Muchas de estas oportunidades están disponibles en par-ticular para los activistas ecológicos. Por ejemplo, hay am-bientalistas en los consejos gubernamentales que dictan lasnormas y las regulaciones ambientales y evalúan los estudiosde impacto ambiental (Hochstetler, 2002; FARN, 1997). Estosactores han participado en diálogos públicos –solos y con ac-tores estatales– en temas que van desde la Conferencia de losNaciones Unidas sobre Ambiente y Desarrollo o la nueva le-gislación que gobierna el registro de ONGs y su acceso a losfondos públicos, hasta la propuesta de la Agenda 21 brasile-ña sobre ambiente y desarrollo en el nuevo siglo. Los proble-mas ambientales han sido un tema común de las nuevasacciones civiles públicas, aunque incluso las ONGs ambienta-listas grandes normalmente han trabajado a través de los fis-cales públicos en lugar de tomar sus demandas directamentea las cortes (Passos, 2000). Sin embargo, el gobierno brasile-ño no ha creado nuevos espacios para la presencia de su so-ciedad civil en las negociaciones del MERCOSUR, y los activis-tas no han estado muy activos en intentar influir en losprincipios y negociaciones centrales de los acuerdos del MER-COSUR. Algunas organizaciones ambientales individualesparticipan periódicamente de las discusiones del SGT 6,

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5 Entrevista con Raquel Breda, Ministerio de Medio Ambiente(Brasil) y SGT 6, Montevideo, 7 de diciembre de 2001.

6 Entrevistas con Elba Stancich, Taller Ecologista, Rosario, 1º denoviembre de 2001 y Daniel Ryan, FARN, Buenos Aires, 3 de noviem-bre de 2001.

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decisiones que tienen que ver con asuntos claves de la econo-mía de mercado o en lo referente a disminuir el rol estatal enla economía. No obstante, el BID ha dado algunos pasos paraapoyar la participación ciudadana, e incluso destina algunosfondos para el desarrollo de los actores de la sociedad civil(Tussie, 2000).

Un segundo conjunto de actores internacionales importan-tes son las ONGs y los actores multilaterales no-económicosque han apoyado una variedad de procesos de organización re-gional relacionados con el MERCOSUR. Frecuentemente, se tra-ta de organizaciones preocupadas por la relación entre el co-mercio y el medio ambiente, así como por los impactos deproyectos y productos específicos, y por ello han financiado va-rias campañas y reuniones. Algunas de las organizaciones quehan brindado fondos para las campañas relacionadas con elMERCOSUR son la W. Alton Jones Foundation, la Comisión Eu-ropea, la Fundación Friedrich Naumann, el Bank InformationCenter, el North-South Center de la Universidad de Miami, laFundación Tinker, el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF),y la Fundación Rockefeller. Además, las ONGs internacionaleshan sido a menudo aliados cruciales de los activistas ecológi-cos regionales en las coaliciones y movilizaciones transnacio-nales, utilizando su capacidad de diseminación de informacióny su acceso a los gobiernos del norte para magnificar el impac-to de las campañas regionales. Como sucede con otras alianzasentre ONGs latinoamericanas y del norte, el acuerdo entre losdonantes y los receptores de los fondos no es siempre perfecto.Las oportunidades internacionales de financiamiento a vecesmodifican los objetivos y/o tácticas de los actores regionales,sobre todo en la dirección de despolitizar a los movimientos la-tinoamericanos.

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ría de Desarrollo Sustentable y de Política Ambiental, y en elpropio proceso del MERCOSUR. Quizá sea la delegación ar-gentina al SGT 6 del MERCOSUR el canal más abierto para laparticipación de la sociedad civil, planteando el problema dela participación de las ONGs incluso antes de la constituciónformal del SGT 6 (Ruchelli, 1995:31). La delegación celebrareuniones preparatorias a los encuentros del SGT 6 para lasONGs nacionales, en las que pueden hablar sobre cualquierade los temas de la agenda.

LAS OPORTUNIDADES POLÍTICAS EN EL NIVEL INTERNACIONAL

En el nivel internacional, dos conjuntos de actores han si-do especialmente importantes como aliados o antagonistaspotenciales de los ambientalistas en la región del MERCOSUR.Los bancos de desarrollo y las agencias multilaterales, quehan jugado ambos papeles. El Banco Interamericano de De-sarrollo (BID) ha apoyado algunos aspectos de la integracióneconómica en la región. El BID ha financiado varios proyectosde infraestructura asociados con la integración regional, y al-gunos de ellos han tenido profundos impactos en el medioambiente. Este actor se ha caracterizado por ir cambiandosus posiciones tanto en lo referente al papel de la sociedad ci-vil como respecto de los temas ambientales. Al comienzo delas negociaciones del MERCOSUR, el compromiso del BID conestos temas era bastante débil. Durante los años noventa, elBID ha modificado sus posiciones sobre la sociedad civil y so-bre las cuestiones ambientales, convirtiéndose en un aliadopotencial –aunque no necesariamente confiable– para los ac-tivistas ecológicos. El acceso al BID es todavía bastante másfácil para los actores empresariales que para los que no estánligados a actividades económicas lucrativas, y la participaciónciudadana es más valorada como input que como parte delproceso de decisión. Además, el BID toma más en cuenta elaporte de la ciudadanía en las cuestiones sociales que en las

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ción como parte de sus estrategias políticas más amplias.Además, muestra la importancia de los procesos de crear ytransformar marcos interpretativos para articular y desarti-cular alianzas.

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La Hidrovía: los flujos y reflujos de una supercarretera acuática

Como se planteó en los apartados anteriores, los intentosde esbozar las estructuras de oportunidades políticas genera-les son sólo un primer paso para entender las movilizacionesreales. Las oportunidades políticas no son estáticas, ni sonidénticas para los diferentes actores y demandas. Además, nollevan inexorablemente a resultados específicos, sino que in-teractúan con las estructuras de movilización y los marcosculturales de las organizaciones de la sociedad civil. Para darcuenta de estos otros factores y especificidades, resulta útildesplazarse hacia otro tipo de análisis, es decir, el estudio decaso de una movilización específica.

Analizaremos ahora los esfuerzos de los movimientos am-bientalistas para bloquear una propuesta gubernamental es-pecífica: la construcción de una extensa “supercarretera”acuática, o Hidrovía, de 3.400 kilómetros de longitud, que seextiende desde Cáceres en el Pantanal brasileño hasta lospuertos del Río de la Plata de Argentina y Uruguay. Varios as-pectos de esta movilización la tornan especialmente intere-sante para su estudio. En primer lugar, es la más importantey prolongada de las movilizaciones ambientalistas asociadascon el MERCOSUR. El punto álgido de la movilización, entre1994 y 1997, fue parte de la actitud global de resistencia me-dioambiental a los mega-proyectos comerciales. Sin embargo,los años anteriores y posteriores a esa fecha clave tambiénson cruciales para comprender el desarrollo de las redes me-dioambientales en la región. Un segundo motivo de interés esque las movilizaciones contra la Hidrovía fueron bastante másexitosas que lo que a simple vista podía aparecer en un estu-dio sobre el proceso de toma de decisiones con relación a laHidrovía. Por consiguiente, resulta ser un caso interesantepara observar las interacciones entre la estructura de oportu-nidades políticas y la capacidad de los activistas ecológicos ylos actores gubernamentales de cambiar los canales de la ac-

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Cuenca del Plata

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En este primer momento y en los preparativos, las cues-tiones ambientales y de participación ocupaban un lugar am-biguo. Desde el primer encuentro de la CIH, el potencial im-pacto ambiental de la Hidrovía fue un tema de discusión. Lasdelegaciones veían con claridad que iba a ser necesario llevaradelante estudios sobre los alcances del impacto ambiental.Al mismo tiempo, suponían que esos estudios sólo podríanllegar a alterar marginalmente el proyecto. A modo de ilustra-ción, en ese Primer Encuentro pidieron a los países partici-pantes que designaran un “enlace” ambientalista que comen-zara a trabajar sobre los estudios, “sin que ello implique lapostergación de las obras prioritarias que puedan ser efectua-das en forma inmediata y que no ocasionen un perjuicio eco-lógico incontrolable” (CIH, 1991:24). En 1993 Argentina con-vocó a una licitación privada para dragar el Río de la Plata auna profundidad de 32 pies en lugar de su nivel histórico de22 pies.7 Las reuniones y planes del CIH avanzaban, práctica-mente sin incluir actores de la comunidad ambientalista, nigubernamentales ni no gubernamentales. Sólo Brasil integróun miembro de su agencia nacional de medio ambiente, y lapresencia de esa sola persona se veía totalmente superada enreuniones de cincuenta o sesenta personas (CIH, 1991). Lamayoría de los participantes eran de los ministerios de Trans-porte y del Exterior. Esta actitud laxa hacia los potencialesimpactos ambientales contrastaba con la actitud del BID, quehabía rotulado a la Hidrovía como proyecto de categoría 4, esdecir, de “riesgo ecológico extremadamente alto”.8 Mientras enla primera etapa las diferencias de enfoque no fueron crucia-les, se convirtieron en factores críticos después.

Algo similar ocurría en el área de la participación no-gu-

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7 Proyecto Hidrovía Paraná-Paraguay, Dossier 4, septiembre de1997, Taller Ecologista y Coalición Ríos Vivos.

8 “Hidrovia Campaign”, Dossier 2, octubre de 1995, InternationalRivers Network.

ETAPA 1. “EL DETONADOR DE TODO EL DESARROLLO

INTEGRACIONISTA DE LA REGIÓN”

La historia reciente de la Hidrovía comenzó en 1988, co-mo un proyecto de transporte que precedió en varios años ala decisión final de formar el MERCOSUR (CIH, 1991). En1989 los ministerios de Exterior de los cuatro países miem-bros del MERCOSUR, junto a Bolivia, acordaron formalmenteconstruir la hidrovía y crearon un Comité Intergubernamen-tal de la Hidrovía Paraná-Paraguay (CIH) para iniciar los pri-meros estudios y proyectos. El CIH se acercó al BID para quefinancie los estudios iniciales económicos y de ingeniería. Enla primera etapa, estos dos actores conformaron el eje princi-pal de toma de decisiones sobre la Hidrovía, con asistenciatécnica proveniente del Programa de Desarrollo de las Nacio-nes Unidas (PNUD).

Había poderosos marcos que unificaban a estos actores eneste primer momento de la historia de la Hidrovía. La Hidrovíaera la “columna vertebral” de la integración regional, una aper-tura geográfica vinculada con la apertura económica regional,una oportunidad promisoria para nuevas inversiones y unaruta no sólo al océano Atlántico sino también al desarrollo(CIH, 1991). El ex presidente uruguayo Julio M. Sanguinetti ladefinió nada menos que como el “detonador de todo el desarro-llo integracionista de la región” (Sanguinetti, 1991:45). En esemomento, los gobiernos parecían no percibir que podría emer-ger una oposición al proyecto. Desde su perspectiva, era unproyecto que iba a traer beneficios tan claros y amplios que loscostos políticos sólo aparecerían si se retrasaba. Hubo 700empresarios que asistieron al primer encuentro sobre la Hi-drovía en 1988, empresarios que “ya sentían la asfixia de lafalta de un sistema de transporte que permitiera el desarrollo”(ibídem:45). Si bien el BID compartía gran parte de esta retó-rica sobre la promesa de la Hidrovía, los documentos de esaépoca indican que también tenía una comprensión más clarade algunos de los probables problemas.

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Que las autoridades del Banco son conscientes del costo po-lítico que significa a los países esta demora, pero que en arasde la transparencia que debe darse a los actos de esta natu-raleza, debe cubrirse esta instancia máxima aun si se tieneen cuenta que el tema Medio Ambiente es sumamente sensi-ble a la Comunidad Internacional y que tratándose de una delas zonas consideradas reservas de la humanidad, como es el“Pantanal Matogrossense”, deben cubrirse todos los requisi-tos necesarios al considerar este estudio (CIH, 1994: InformeSecretaría Ejecutiva, Reuniones en Washington y NuevaYork).

En su reunión siguiente, en diciembre de 1993, la CIHmostró que tomaba en serio la advertencia del Banco sobre elalto nivel de interés en la comunidad internacional (CIH,1994:91-95). En el XIII Encuentro de la CIH, la oposiciónpotencial a la Hidrovía por razones ambientales fue tema dediscusión, con un enfoque que puede describirse como de“control del daño”: todas las cuestiones ligadas al impacto am-biental de la Hidrovía serían manejadas por la Secretaría Eje-cutiva y su Unidad de Coordinación, y las delegaciones debíanhacer declaraciones coherentes y homogéneas sobre el tema.Aunque no había ninguna nueva provisión para la participa-ción de los activistas ecológicos en las discusiones de la CIH,se expresó un claro interés en transmitirles información. To-dos los pedidos de información sobre la Hidrovía iban a serrespondidos, y la Unidad de Coordinación iba a elegir a las or-ganizaciones ambientalistas más importantes que habían ex-presado dudas sobre el proyecto para mantenerlas informadasy comentarles los avances. De ser necesario, la CIH y el Pro-grama de Desarrollo de Naciones Unidas establecerían centrosde información para los grupos ambientalistas locales en lospaíses miembros. La CIH también subrayó la importancia dela participación de agencias ambientales nacionales e interna-cionales, y la ayuda que podían prestar para identificar y mi-tigar cualquier problema ambiental asociado con la Hidrovía.

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bernamental. La agencia de integración del BID, INTAL, habíabosquejado un Reglamento Provisorio para el CIH que incluíaamplias convocatorias para la observación, ayuda y coopera-ción de entidades no-gubernamentales (CIH, 1991:26-29), pe-ro el proyecto posterior de la CIH limitó la participación no-gubernamental a los usuarios de la vía, a inversores yoperadores de flotas y puertos, y a empresas de la construc-ción (ibídem:34-35). Cuando los activistas ecológicos y los sin-dicatos empezaron a demandar, en 1991 y 1990 respectiva-mente, la posibilidad de observar las reuniones del CIH, lasdelegaciones les dijeron que “consideran muy auspicioso el in-terés de las organizaciones no gubernamentales en el desarro-llo del Programa”, pero revirtieron la decisión al nivel nacional(ibídem:96). En la reunión siguiente, la resistencia de un paísanónimo retrasó toda observación y participación hasta querecibieran instrucciones del BID acerca de cómo manejar lasdemandas (íbid:185-186). Las listas disponibles de partici-pantes en las primeras reuniones (ibídem; CIH, 1994) mues-tra que los observadores no vinculados a los negocios estabanocasionalmente presentes en las reuniones de CIH, pero nun-ca lograron una participación regular.

2. EL DETONADOR DE DESASTRES AMBIENTALES Y SOCIALES

Las divisiones incipientes entre el BID y los estados parti-cipantes se profundizaron rápidamente. Para la decepción dela CIH y sus miembros nacionales, el BID demoró la acepta-ción de un estudio ambiental inicial y forzó una reformulaciónde sus términos en 1993. La reformulación pedía un proyec-to de ingeniería mucho más limitado que el original, que ha-bría acortado en 62 kilómetros el trecho de la parte norte dela vía, entre Cáceres a Corumbá, enderezando curvas y barre-ras rocosas del río (Veja, 1997:70). Según el Secretario Ejecu-tivo de la CIH, el presidente del Banco, Enrique Iglesias, ex-plicó la necesidad de cautela:

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El BID y la CIH estaban respondiendo a la emergencia deun conjunto de críticas de la Hidrovía provenientes de los gru-pos ambientalistas regionales y extra regionales. Bloqueadaspor barreras eficaces a su participación formal, estas organi-zaciones crearon su propio modo de actuar en el proceso des-de afuera. Por ejemplo, una unión multinacional de científicosescribió su propia crítica ambiental y económica al proyecto(Bucher et al., 1994), al igual que un grupo coordinado por elWorld Wildlife Fund (Instituto Centro de Vida et al., 1994). Enel Forum Mato-Grossense de Meio Ambiente e Desenvolvi-mento de 1994, 72 ONGs brasileñas e internacionales advir-tieron sobre los peligros del plan. En septiembre de ese año,los Foros de Desarrollo y Medio Ambiente de los estados bra-sileños de Mato Grosso y Mato Grosso do Sul organizaron unareunión internacional para discutir la Hidrovía. En diciembredel mismo año ese grupo se reunió en San Pablo, e inició allílos contactos que desembocaron en la creación de una coali-ción transnacional contra la Hidrovía en junio de 1995, laCoalición Ríos Vivos (Arach, n.d.). La red internacional RiversNetworks de los Estados Unidos fue un actor clave para esta-blecer contactos entre los grupos interesados de los cinco paí-ses y para conseguir fondos para solventar los gastos de estacolaboración.9 Con 300 organizaciones miembros y un comi-té de coordinación con representantes de cada uno de los cin-co países de la Hidrovía, más los Estados Unidos y los PaísesBajos, el carácter transnacional de los activistas ecológicos fi-nalmente equilibró la balanza de los actores políticos princi-pales (CIH y BID), permitiéndoles tener una mayor influencia.

La campaña de Ríos Vivos elaboró tres estrategias interre-lacionadas de trabajo. La primera consistía en dar más visibi-lidad a una versión reformulada de los planes de la Hidrovía,desplazándola del plano económico y técnico en que se había

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9 Entrevista con Glenn Switkes de International Rivers Network yRíos Vivos, San Pablo, 16 de octubre de 2001.

formulado previamente a una discusión pública que incluíapreocupaciones ambientales y sociales.10 La visibilidad fuerade la región dependía en parte de enmarcar a la Hidrovía co-mo un mega-proyecto con impactos negativos en la biodiver-sidad de un ecosistema crítico, las tierras húmedas del Pan-tanal. La viabilidad de la coalición dentro de la región –queincluía a grupos indígenas, sindicatos, asociaciones profesio-nales, universidades y centros de investigación además de losambientalistas– dependía de añadir al marco una preocupa-ción más profunda acerca de las condiciones sociales y losmodelos de desarrollo.

La Coalición revirtió todos los supuestos y argumentos delos gobiernos regionales: rechazó el modelo de desarrollo agran escala que la Hidrovía pretendía desencadenar y planteóla inviabilidad absoluta basada en consideraciones ambienta-les. Contradiciendo la presunción de los gobiernos de que laHidrovía iba a beneficiar a todos, argumentaron que iba a serdañina para la población de todo el Cono Sur, y especialmen-te para los pobladores de la propia cuenca. Afirmaban que laHidrovía estaba destinada a destruir empleos y a cambiar losestilos de vida, así como el hábitat y la calidad del agua. Es-tos efectos podrían provenir de la propia Hidrovía y de los in-centivos para la expansión de la monoproducción agrícola deproductos como la soja, por la especulación de tierras y porlas nuevas iniciativas industriales y mineras.

Una segunda táctica de la Coalición fue lograr ingresar alas reuniones de la CIH y ejercer una mayor influencia directasobre sus deliberaciones. La Coalición Ríos Vivos escribió en1995 varias cartas al BID, al PNUD y a la CIH demandando in-clusive la suspensión de los estudios de factibilidad, y final-

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10 Esta nueva cobertura es evidente en los archivos compilados porla International Rivers Network en su Hidrovia Campaign Dossiers 1-7. Todos los entrevistados de Ríos Vivos destacan la importancia delas consideraciones tanto ambientales como sociales.

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ção Centro Brasileiro de Referência e Apoio Cultural, y a par-tir de allí renunció a continuar financiando el proyecto. En lahistoria clásica del bumerang, este paso debiera marcar el finde la historia. Sin embargo, no lo fue en este caso.

3. DESPUÉS DEL BUMERANG

Ante el acuerdo transnacional entre los activistas ecológi-cos y las agencias de financiamiento sobre los altos costos am-bientales y los dudosos beneficios económicos del proyecto, laperspectiva de una gran supercarretera acuática regional pa-recía desaparecer de la agenda hacia 1997. Sin embargo, la Hi-drovía permaneció viva, en la forma de una serie de iniciativasnacionales para el transporte fluvial, e inclusive vuelve a sur-gir como esfuerzo regional. Para ambos lados de la confronta-ción, los años pos-bumerang presentaron nuevos desafíos.

Para los activistas ecológicos, el retiro de apoyo del BIDpara la Hidrovía significó perder la posibilidad de utilizar laestrategia del bumerang. También perdieron una estructuraunificada de decisión en la que podían focalizar sus energías.Estas pérdidas fueron costosas para los ambientalistas, quedebieron volcarse a las estructuras de oportunidad políticanacionales, lo que implicó la fragmentación de su capacidadde organización colectiva. Ríos Vivos también debió diversifi-car su enfoque, y focalizó su acción en cuatro áreas que, aun-que relacionadas con los temas planteados por la Hidrovía, noestán limitados a ella: frenar la expansión de la frontera agrí-cola; estimular la creación de políticas de energía sustentable;ejercer un control social sobre las instituciones financieras in-ternacionales; y el agua potable en América del Sur.14

Para los gobiernos regionales, el desafío transnacional lescercenó la unidad y el proyecto compartido de los inicios de

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14 Entrevista con Glenn Switkes.

mente logró concertar una reunión con el presidente de la CIHel 22 de agosto de 1995. Este también fue el día en que los je-fes de las delegaciones de la CIH declararon, en una ReuniónExtraordinaria, que no se iba a implementar la Hidrovía en laregión del Pantanal, por lo menos en sus primeras fases.11 En1996 la CIH aprobó las extensas obras de ingeniería en la sec-ción siguiente de la Hidrovía (al sur de Corumbá, Brasil) y losactivistas ecológicos nuevamente expresaron su oposición. LaCoalición Ríos Vivos, además de otros activistas, comunidadesde pesca e indígenas de la región protestaron contra el acuer-do, y enviaron cartas que exigían más participación y debateentre los 40 millones de habitantes de la región. Rechazaron laoferta de la CIH de realizar una audiencia pública para discu-tir su proyecto de ingeniería y el informe económico sobre labase de que las ONGs no habían tenido acceso al voluminosoinforme técnico antes de la reunión.12

Una tercera estrategia demostró ser más exitosa, por lomenos temporalmente: la estrategia clásica del bumerang(Keck y Sikkink, 1998), que consiste en presionar a las insti-tuciones internacionales para que retengan los fondos paraproyectos promovidos por los gobiernos nacionales. Tan tar-díamente como en 1997, el BID seguía apoyando públicamen-te la Hidrovía en escritos que la presentaban como una posi-bilidad atrayente para la inversión y el desarrollo en la regióndel MERCOSUR, sin mencionar en absoluto el tema ambien-tal.13 Poco después, sin embargo, el BID encargó un informeque comparó los estudios de impacto oficiales con las revisio-nes críticas de expertos independientes contratados por el En-vironmental Defense Fund de los Estados Unidos y la Funda-

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11 Hidrovia Campaign Dossier 2, octubre de 1995, International Ri-vers Network.12 Dossier 2 - Proyecto Hidrovía Paraná-Paraguay, Mayo de 1996,

Taller Ecologista y Coalición Ríos Vivos.13 BID-INTAL, Informe MERCOSUR, nº 3, 1997.

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los años noventa. Además de perder al BID como inversorprincipal del proyecto, desde la perspectiva de los demás go-biernos, Brasil se tornó un aliado no confiable. No obstante,su definición del tema de la Hidrovía permanece notoriamen-te similar a la visión que compartían inicialmente, aunqueprobablemente tienen menos certeza de que pueda prosperarsin oposición.

Para la mayoría de los gobiernos involucrados, el proyec-to de la Hidrovía es tan claramente beneficioso que nuncaabandonaron la idea de llevarlo a cabo. Se trata de una rutade salida al Atlántico muy preciada para Bolivia y Paraguay,dos de los países más pobres de América del Sur. En Argenti-na y Uruguay, los gobiernos nacionales han visto la Hidrovíacomo una excelente oportunidad de traer nuevas rutas de co-mercio internacional a través de sus puertos. Desde 1997, losgobiernos se han preocupado por descubrir nuevas manerasde promover la Hidrovía como proyecto conjunto y en cadauna de las porciones nacionales de la vía. En la reunión de laCIH en Brasil, en octubre de 2000, reafirmaron su plan deelaborar una segunda versión de la Hidrovía, desde Corumbáhacia el sur (Comercio Exterior, 8 de mayo de 2001). La Cor-poración Andina de Fomento y Fonplata (agencias financiado-ras propias de América del Sur) se comprometieron a finan-ciar una nueva ronda de estudios de factibilidad y de impactoambiental. En el pasado, la estrategia del bumerang fue utili-zada en relación con las agencias de financiamiento del Nortey no con las agencias de la región, y Ríos Vivos no puede es-perar tener la misma influencia sobre estas últimas.15

Los países que están a favor de la Hidrovía se preocupanpor responder todas las críticas al proyecto. En parte, su res-puesta ha sido enfatizar los beneficios. En un seminario rea-lizado en Montevideo en mayo de 2001 (“Hidrovía, la Integra-ción Posible”), uno tras otro orador puso el énfasis sobre el

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15 Entrevista con Glenn Switkes.

papel de la Hidrovía en el desarrollo económico, en proporcio-nar transporte barato, en su importancia geopolítica, y enmuchas otras justificaciones (Comercio Exterior, 5 de junio de2001). Inclusive se da que como la coalición ambientalista esde carácter transnacional, se la puede acusar de ser una pan-talla de los intereses comerciales de los Estados Unidos, talescomo los intereses de la soja y los granos (Tebet, 2000). En elSeminario de Montevideo, quien se llevó los mayores aplausosfue el ex presidente Lacalle, de Uruguay, quien enfatizó la pre-sencia de sospechosos intereses internacionales que obstrui-rían el proyecto: “La Hidrovía en funcionamiento se opondrácontra intereses muy fuertes, como los de Estados Unidos”.Respondiendo a los activistas y a otros críticos no guberna-mentales, Lacalle dijo: “Debemos cuidar del medio ambiente,pero tenemos que saber que nuestra mayor responsabilidadestá con aquellos que habitan esta extensa región, debemosdarles la oportunidad de desarrollarse” (Comercio Exterior, 5de junio de 2001).

Los gobiernos de la región han atacado vehementementela posición que asumió Brasil a partir de 1997. Al respecto, elministro uruguayo de Transporte y Obras Públicas, Lucio Cá-ceres, señaló en el Seminario de Montevideo:

Uruguay ha estado en la vanguardia del tema, cumpliendocon obras su compromiso con el proyecto, Argentina tambiénha encarado esa extraordinaria tarea, invirtiendo 700 millo-nes del dólares, Paraguay está inmerso en un gran esfuerzopara dragar, contando con la ayuda de las dragas argentinas,Bolivia también ha mejorado, el contraste lamentablementees dado por Brasil, que no ha avanzado en este tema (Comer-cio Exterior, 5 de junio de 2001).

En el período pos-1997, los gobiernos de Brasil y Argenti-na han expresado las posiciones más extremas sobre la Hi-drovía. Dada la importancia del nivel nacional en este perío-do, dedicaré el resto de este apartado a las posturas de estos

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cos por ferrocarril (La Capital, 2 de junio de 1998). En noviem-bre de 2001, el ex presidente argentino De la Rúa anunció ensu último plan económico de “Déficit Cero”, que los subsidiospara el dragado de la Hidrovía se interrumpirían, decisión quelos líderes locales quisieron resistir.

El segundo obstáculo es más local. Los ambientalistas ar-gentinos de la región noreste han sido una parte importante dela Coalición Ríos Vivos. Después de los esfuerzos realizados en1997 por extender los contratos de dragado, pasaron a la ac-ción.16 Seis de ellos utilizaron una de las nuevas oportunida-des participativas ofrecidas por las reformas constitucionalesde 1994, pidiendo al Defensor del Pueblo de la Nación que blo-quee legalmente los contratos.17 Su queja al Defensor argu-mentaba contra el contrato en múltiples planos, inclusive enla falta de información pública, en el hecho de que no se si-guieron procedimientos establecidos, en la ausencia de unaevaluación de impacto ambiental completa y adecuada de laHidrovía, y en la ausencia de controles y supervisiones ade-cuadas de las actividades de Hidrovía S.A. Dado que en Argen-tina no existe una ley nacional amplia que regule los estudiosde impacto ambiental, la presentación también tiene la intere-sante función legal de establecer precedentes para estas eva-luaciones en otros ámbitos de la legislación nacional, interna-cional y provincial.

Después de varios meses de estudio y demandas de infor-mación a las agencias nacionales pertinentes, el Defensor

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16 Entrevistas con Jorge Cappato, Fundación Proteger, Santa Fe,31 de octubre de 2001 y con Elba Stancich. Véase también Dossier4- Proyecto Hidrovía Paraná-Paraguay, septiembre de 1997, TallerEcologista y Coalición Ríos Vivos.17 Carta al Defensor del Pueblo de la Nación, Jorge L. Maiorano, del

Instituto de Derecho Ambiental del Colegio de Abogados de EntreRíos, el Foro Ecologista de Paraná, Ecovi, Fundación Proteger, TallerEcologista y la Confederación de Trabajadores de la Educación de laRepublica Argentina, Paraná, 28 de noviembre de 1997.

dos países. Lo que llama la atención es que, a pesar de lo ex-tremas que aparecen las posiciones gubernamentales, el esta-do actual de la Hidrovía en ambos países es sorprendente-mente similar, gracias a la colaboración permanente de laCoalición Ríos Vivos.

Argentina, sobre todo bajo el mandato del ex presidenteCarlos Menem, siempre ha mostrado gran apuro por construirla Hidrovía. Atravesaría las regiones más ricas e industrializa-das de Argentina, y los líderes políticos ven a la Hidrovía co-mo una ruta económica para transportar sus productos haciael gran mercado brasileño y como fuente de nuevos insumospara sus fábricas y puertos. Una empresa conjunta belga yargentina, Hidrovía S.A., ganó en 1993 la licitación para eldragado de la franja de la Hidrovía desde el sur de Santa Fehasta Buenos Aires. La misma recauda anualmente no sólolos peajes sino también 40 millones de dólares en subsidiosgubernamentales directos. En 1997, Menem intentó extendersu contrato para incluir otros 2.000 kilómetros de los Ríos Pa-raná y Paraguay –el resto de la porción argentina de la Hidro-vía– a pesar del retiro del BID del proyecto. Todas las partesde este emprendimiento están fuertemente apoyadas por laselites políticas y económicas de la región directamente afecta-da, sobre todo por la asociación de los gobernadores del no-reste argentino y por la Bolsa de Comercio de la ciudad de Ro-sario, en la provincia de Santa Fe.

Hay dos obstáculos importantes que acosan a las fuerzasargentinas en favor de la Hidrovía. Uno es la profunda crisiseconómica que ha azotado a la economía argentina desde1998. El Ministerio de Economía nunca desembolsó los fon-dos para la extensión del dragado, a pesar de todas las pre-siones políticas que recibió. Los empresarios locales (de Rosa-rio y otras ciudades de la cuenca) piensan que esta posiciónes una respuesta a las señales negativas provenientes de Bra-sil, vinculadas a las posiciones ambientalistas irrazonable-mente rígidas y a la preferencia geoestratégica brasileña porconectar la región del Pantanal a sus propios puertos atlánti-

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emitió la Resolución 04341/98 en la que adopta buena partede la argumentación expresada en la carta elaborada por losactivistas ecológicos, y hace dos recomendaciones específicasa la Subsecretaría de Puertos y Vías Navegables de la Nación:la realización de un estudio integral de los impactos ambien-tales sobre toda la cuenca antes de que cualquier proyecto(por más pequeño que sea) sea aprobado, y la creación, porparte de la Subsecretaría, de un Órgano de Control para su-pervisar cualquier dragado de la cuenca del Río de la Plata.18

Después de una respuesta negativa de las dos secretarías in-volucradas, el Defensor envió un informe a la Comisión Bica-meral Permanente de la Defensoría del Pueblo de la Nación,datado el 17 de septiembre de 1999. No obstante, esta Reso-lución puede llegar a ser una herramienta legal importante aser usada si el gobierno decide intentar avanzar con nuevosplanes de dragado en el futuro.19

Por su parte, la posición gubernamental brasileña es con-siderablemente más compleja, pero el resultado es similar. Entérminos generales se acuerda que de todos los países involu-crados, Brasil es quien tiene menos para ganar con la Hidro-vía. Después de todo, es el gigante económico del MERCOSUR,y todos los otros países miembros necesitan su enorme mer-cado y sus productos. Además, tiene muchas más alternati-vas de transporte, especialmente el nuevo ferrocarril (la op-ción preferida por muchos activistas ecológicos) y complejasrutas viales que pueden traer gran parte de la producción delcorazón del continente a sus propios puertos atlánticos y a lasgrandes ciudades costeras. El carácter comparativamente nodesarrollado de su sistema de ríos ligados a la Hidrovía impli-ca que gran parte de las nuevas obras de ingeniería –y los

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18 Es importante señalar que el Defensor tiene la opción de tomarun caso legalmente o simplemente dictar una Resolución, pero no lohizo. 19 Entrevista con Elba Stancich.

nuevos impactos ambientales– se localizarán en su parte de laHidrovía. Finalmente, Brasil es el país que contiene la mayorparte del Pantanal, y el ecosistema y el sistema cultural se ve-rían afectados en forma dramática por los planes propuestos.Este ecosistema se menciona específicamente en la Constitu-ción de 1988 y ha recibido recientemente reconocimiento in-ternacional como patrimonio de la humanidad. Todos estosargumentos son rutinariamente esgrimidos por los movimien-tos ambientalistas más activos de Brasil. Brasil ha sido elcentro de la Coalición Ríos Vivos y sus argumentos han esta-do expuestos ampliamente en los medios de comunicaciónbrasileños.

Del otro lado, numerosos actores e intereses están a favorde la Hidrovía en Brasil. Las empresas de construcción y deingeniería civil se beneficiarían con el proyecto, y ambas tie-nen vínculos estrechos con los actores políticos. Una variedadde actores en los estados de Mato Grosso y Mato Grosso doSul y los nuevos grandes productores de soja también ven ala Hidrovía como una ruta hacia el desarrollo económico desus estados, comparativamente pobres. El senador Ramez Te-bet (PMDB-MS) mostró su ira en un discurso en el plenariodel Senado sobre el “boicot contra Mato Grosso do Sul, maisprecisamente contra as hidrovías do Paraná/Tietê e do Para-guai” y señaló la existencia de fuerzas económicas internacio-nales “muito poderosas interessadas em matar o sonho de de-senvolvimento do Brasil” (Tebet, 2000:5-6). El Ministerio deTransporte también ha hablado a menudo a favor del proyec-to y representó a Brasil en la CIH durante muchos años.

Los activistas, junto con las pequeñas comunidades indí-genas y pesqueras se ubican contra los intereses de las gran-des empresas agrícolas y de construcción. Ambos bandos sonapoyados por una mezcla de actores regionales, nacionales einternacionales, a pesar de la retórica de quienes están a favorde la Hidrovía. En este contexto, no es sorprendente que la po-sición gubernamental brasileña sea difícil de ubicar con clari-dad. En 1997, enseguida después de la decisión del BID de re-

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pudiera llevarse a cabo. Además, el juez dictaminó que sólola agencia ambiental nacional, IBAMA, podría llevar a cabosemejante evaluación.20 Sus argumentos presentan pregun-tas legales interesantes porque sugieren que debería hacer-se un único estudio de toda la cuenca del Río de la Plata.Mientras semejante proceso está fuera del mandato de unJuez Federal brasileño, el juez entendía que debía hacerseun único estudio de impacto ambiental “por lo menos dentrode la parte nacional de la Hidrovía” (ibídem:371). En todo ca-so, la decisión apoya los esfuerzos de los ambientalistas porrestringir una serie de proyectos aislados de los ríos que, ensu conjunto, tiene un impacto muy grande. De algún modo,este es un resultado más contundente que el argentino, yaque el estudio de impacto ambiental es un requisito legal en Brasil, y no sólo una recomendación. Además, desde1986 Brasil ha instituido un requisito y una estructura deestudios de impactos ambientales nacionales, que incluyeaudiencias y participación pública obligatorias. Sin embar-go, en el caso brasileño no hay una previsión de controles ymonitoreo futuro en este asunto, y en esto se diferencia delcaso argentino.

Los paralelos entre ambos países no se reducen a las si-militudes de sus recientes casos judiciales. Lo que llama laatención es la manera en que las experiencias de la CoaliciónRíos Vivos siguen reproduciéndose en las actividades y mar-cos de muy diversos y dispersos grupos de activistas. La Fun-dación Cebrac, una organización radicada en Brasilia que co-laboró redactando informes críticos sobre la Hidrovía en 1994y 1997 canalizó su especialización en el tema de hidrovías enuna movilización exitosa contra otra hidrovía brasileña, el

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20 Los argumentos del Procurador General y la decisión final delJuez están publicados en la Revista de Direito Ambiental 21(6), ene-ro-marzo de 2001, págs. 246-255 y 370-372, respectivamente.

tirar su financiamiento, distintos portavoces expresaban pos-turas diferentes. Por ejemplo, mientras el Ministerio del MedioAmbiente anunció el fin del proyecto, el Ministerio de Trans-porte declaró que continuaría. En 2001, la mayoría de los ac-tores gubernamentales expresaban posturas similares sobre laHidrovía, lo que sugería que habría un libreto común: no ha-brá cambios en gran escala en la porción brasileña de la Hi-drovía, sobre todo aquellos que podrían dañar el Pantanal. Sinembargo, siempre hubo transporte fluvial en los ríos de la re-gión, y eso continuará, con mejoras y mantenimiento rutina-rios. Esta posición tiene un efecto de distracción tanto de an-tagonistas como de defensores de la Hidrovía, y ambossectores entienden que la definición de “mantenimiento ruti-nario” es la clave (Comercio Exterior, 5 de junio de 2001; Inter-national Rivers Networks News Releases, 6 y 10 de enero de2001).

El desenlace puede inclinar la balanza para el lado de losambientalistas y sus aliados, porque han usado uno de losnuevos mecanismos de oportunidad de participación pos-dictatoriales y han introducido el sistema legal. Después dela retirada del apoyo del BID y del retorno de los activistas alas estructuras políticas nacionales, la Coalición Ríos Vivossiguió dando apoyo técnico y político en algunos casos judi-ciales en Mato Grosso y Mato Grosso do Sul, casos que in-tentaron bloquear algunas de las mejoras de “rutina” pro-puestas, tales como la expansión de puertos planeadas a lolargo del Río Paraguay. Las oficinas del Ministerio Públicoelevaron los casos, con el apoyo del diputado Gilney Viana ycompañías de ecoturismo (International Rivers NetworksNews Releases, 6 y 10 de enero de 2001). El argumento másamplio levantado, que fue aceptado por el juez Tourinho Ne-to de la Corte Federal de Apelaciones el 12 de diciembre de2000, era que la Hidrovía no podría construirse en etapas opedazos, sino que se necesitaba tener una evaluación inte-gral de su impacto ambiental en toda la cuenca del Río Pa-raguay antes de que cualquier proyecto menor o de “rutina”

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Araguai-Tocantins.21 También coordinó un estudio con el Ins-tituto Centro de Vida para la WWF respecto de los impactosambientales de la navegación actual en la región de Pantanal(Fundação Cebrac y ICV, 1999). En el otro extremo de la pro-puesta Hidrovía, en Santa Fe (Argentina), la Fundación Prote-ger está tomando los marcos de la Coalición Ríos Vivos comodisparador de una serie de talleres participativos con comuni-dades pesqueras a lo largo de la cuenca del Río de la Plata.Conjuntamente, están buscando soluciones que posibiliten lacontinuación de los estilos de vida relacionados con la activi-dad artesanal pesquera tradicional junto con la preservaciónde especies de peces de río. La Fundación Proteger mantieneuna serie de listas regulares de correo electrónico de activis-tas y periodistas, y distribuye entre ellos actualizaciones so-bre la Hidrovía, la pesca de aguas dulces y otras cuestiones.También continúan participando en las movilizaciones contralas represas regionales junto a los activistas de la Coalición.22

En San Pablo y Rosario, los activistas del International RiversNetwork y del Taller Ecologista describen actividades notoria-mente similares de monitoreo de la Hidrovía: examinan loswebsites, leen los periódicos, convocan a personas conocidas.En caso de que algo pudiera suceder, están preparados parareactivar la red.23

Conclusiones

Este estudio de caso de la Hidrovía muestra la increíblecomplejidad que los procesos de integración regional traen al

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21 Entrevista con Mauricio Galinkin, Fundação Cebrac, Brasilia, 9de octubre de 2001.22 Entrevista con Jorge Cappato, Fundación Proteger, Santa Fe, 31

de ocubre de 2001.23 Entrevistas con Glenn Switkes y Elba Stancich.

campo de las interacciones políticas. Esa complejidad en símisma contribuye mucho a destruir la posibilidad de una ciu-dadanía activa y participativa en ese nivel. La Coalición RíosVivos tuvo un éxito notable al negociar esta complejidad y al-canzó la meta de su “ciudadanía activa”: bloquear el desarro-llo de la Hidrovía Paraguay-Paraná. Lograrlo fue el fruto de to-das las facetas de un movimiento social: la estructura deoportunidades políticas, la propia estructura de movilizaciónde la Coalición, y su habilidad de reformular el problema de talmodo que resonara en públicos diferentes. En términos de laestructura de oportunidades políticas, el éxito de la Coalicióndependió en parte de su capacidad de hacer uso de las opor-tunidades ofrecidas y exigidas por los estados. Así, en momen-tos críticos encontró a un aliado significativo en el BID, exigióy usó las oportunidades para participar en los procesos de to-ma de decisión y ayudó a iniciar procedimientos que conduje-ron a decisiones legales contra la Hidrovía. La Coalición usólas oportunidades políticas en todos los niveles, desde el sub-nacional al nivel transnacional. Pudo hacerlo, en parte, debi-do a su estructura de movilización. Su membresía y su coor-dinación nacional incluyen organizaciones de cada uno de loscinco países involucrados directamente con la Hidrovía, orga-nizaciones de las regiones por las que fluyen los ríos y ONGsde los países del norte. Su laxa coordinación le permitió a laorganización articularse en la escala necesaria para aprove-char una oportunidad política dada, y no fueron necesariosgrandes recursos para mantenerse a lo largo del tiempo. Final-mente, las demandas ambientales y de justicia social tuvieronun fuerte impacto en un público más amplio y simultánea-mente lograron sostener a la Coalición durante su prolongadoperíodo de acción.

Retornando a las preguntas iniciales sobre la ciudadanía,este estudio de caso sugiere que es posible que las organiza-ciones de la sociedad civil construyan un espacio para la ciu-dadanía activa dentro de los procesos del MERCOSUR. Sin em-bargo, este espacio fue más que nada una conquista de los

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En cuanto al interrogante acerca de si se podrán desarro-llar en la región identidades y proyectos comunes, este tipo demovilización podría fomentar algo en esa dirección, pero enlos hechos no lo ha alcanzado. Las reuniones y contactos eranocasionales más que permanentes, y las identidades naciona-les fueron a menudo un componente crítico de los roles quese jugaron. Además, los propósitos comunes desplegados noestuvieron restringidos a la región, sino que también convoca-ron a actores de fuera de la región. Lo que seguramente ocu-rrió es que los actores ubicados directamente en la cuenca delrío adquirieron una comprensión más cabal de su conexióncon los ubicados “aguas arriba” o “aguas abajo”, y en estepunto, la congruencia y articulación de los diversos proyectos“locales” en curso es notoria.

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El MERCOSUR

y el movimiento de mujeres:¿un espacio para la ampliación

de ciudadanía?

TERESA VALDÉS

Una historia de intercambios

En América Latina el movimiento feminista tiene una lar-ga historia de diálogos e intercambios, que se remonta a prin-cipios del siglo XX y la lucha sufragista.1 Desde los inicios, suhistoria se desarrolla con una constante paradoja: anclado enun discurso fuertemente internacionalista, hasta hace pocosaños sus demandas y reivindicaciones sólo pudieron ser vi-sualizadas como posibles en el marco de los estados-naciones.

A lo largo del siglo XX, desde distintas vertientes, gruposde mujeres fueron ocupándose crecientemente de la situaciónsubordinada y marginada de este amplio sector social, reu-niéndose en organizaciones de tipo cultural, sufragista y femi-nista para luchar por el acceso a la educación, por reformaslaborales, por la igualdad de derechos civiles y políticos con

1 Al menos cuatro congresos internacionales femeninos se cele-braron en América Latina en las primeras décadas: en Argentina en1910, en Chile en 1923, en Perú en 1924 y en Colombia en 1930. Enellos, la obtención del derecho a voto estuvo en el centro del debate.

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so de desarrollo y que la estrategia a seguir debía ser la bús-queda de la “integración”– vino acompañada por la canaliza-ción de recursos y la implementación de proyectos en los dis-tintos países, así como por el apoyo a ONGs (organizacionesno gubernamentales) y diversas organizaciones de base y delmovimiento de mujeres. El diagnóstico implícito de exclusión,así como el tipo de estrategia a seguir, fue objeto de un am-plio debate.2

La Conferencia de México fue la ocasión para la realiza-ción del primer foro mundial paralelo de organizaciones nogubernamentales de mujeres. En efecto, mujeres de distintospaíses y con diferentes experiencias se encontraron en esemarco, generándose un proceso de reconocimiento mutuo yde discusión y elaboración de estrategias de trabajo de las or-ganizaciones feministas incipientes.

Desde 1981 se llevan a cabo Encuentros Feministas deAmérica Latina y el Caribe.3 Estos Encuentros congregan amiles de feministas de la región y son un espacio de debate yde afirmación de identidad. Los contenidos de esos encuentrosperiódicos han ido marcando los ejes de las reivindicaciones yestrategias institucionales de los movimientos de mujeres encada país de la región y en el espacio de las organizaciones deNaciones Unidas (Álvarez, 1998).

EL MERCOSUR Y EL MOVIMIENTO DE MUJERES… 247

2 En dicha oportunidad se hizo visible la situación de millones demujeres pobres en el mundo y el rol que les cabía en el desarrolloeconómico y social de los países. USAID y otros organismos adopta-ron la estrategia “Mujer en el Desarrollo” (MED), término acuñadopor un grupo de antropólogas de la Society for Internacional Develop-ment (véase Boserup, 1970). Dio origen a investigaciones y proyectosde desarrollo productivo, especialmente en el ámbito rural, y espe-cialmente a un debate que permitió la definición posterior de nuevasestrategias (véase Moser, 1995).

3 Hasta la fecha se han realizado nueve encuentros. Los debatesrealizados en esos encuentros han sido analizados en numerosas pu-blicaciones. Véase, entre otras, Saporta y otras, 1994; Vargas, 1994;Olea, 1998; y Navarro, 2000.

los varones. Es notable la vitalidad de las organizaciones fe-meninas en esa primera época, expresada en numerosas reu-niones y congresos a nivel nacional así como en la creación departidos políticos de mujeres para luchar por el cambio (Val-dés y otros, 1995; Valdés, 2000). Algunas de sus líderes par-ticiparon en la creación de la Comisión Interamericana deMujeres, cuya primera conferencia se realizó en 1930 en LaHabana, Cuba. Esta Comisión vino a multiplicar las relacio-nes e intercambios regionales. Este “primer feminismo” sentólas bases para las reivindicaciones que se irían a formularposteriormente.

Con algunos períodos de mayor intensidad que otros, através de estos intercambios el movimiento ha apoyado laconquista de nuevos derechos en los diferentes países y haelaborado demandas comunes. También elaboró una refle-xión, análisis y estrategia política. El hilo conductor del lide-razgo público de generaciones de mujeres se ha concertado enhacer realidad los ideales de la modernidad, alentar la eman-cipación y el derecho a tener derechos (Jelin, 1996). Al anali-zar la acción colectiva de las mujeres latinoamericanas en elsiglo XX, es posible comprenderla como un proceso constantede lucha por la construcción y ampliación de ciudadanía (Val-dés y otras, 2001).

Una segunda ola del movimiento feminista en la región sedesarrolla durante la década de los setenta, como parte acti-va del renacer del feminismo en Occidente en ese período. Enesta etapa de movilización femenina, la articulación y coordi-nación entre organizaciones de diferentes países se fue incre-mentando. La realización, en Ciudad de México, de la I Con-ferencia Mundial sobre la Mujer (1975) abrió un nuevoespacio para los intercambios y para el encuentro del movi-miento social con actores institucionales, tanto nacionales co-mo internacionales. Esta Conferencia incorpora a la agendade Naciones Unidas la preocupación por la “integración” delas mujeres en el desarrollo. Esta visión –que suponía que lasmujeres habían estado hasta ese momento “fuera” del proce-

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con modelos económicos neoliberales –que demandan refor-mas al Estado en función de la gobernabilidad– en el marcode una creciente globalización.

Para las mujeres, este período implica una creciente legi-timidad y reconocimiento de sus demandas. Tanto las organi-zaciones sociales como las instancias gubernamentales ingre-san en un proceso de institucionalización de los canales deexpresión de las demandas. Esta institucionalización es mu-cho más fuerte en el ámbito internacional, con la creación denumerosas oficinas y espacios especializados a partir de 1975y de la aprobación de la Convención de Naciones Unidas so-bre la Eliminación de toda forma de discriminación contra lamujer (1979).4

A las mujeres del movimiento se les presentan opciones es-tratégicas, que resultan en dilemas y conflictos acerca de cómoactuar frente al Estado y las instituciones internacionales. Eldilema central es establecer bajo qué condiciones convertirseen funcionarias o asesoras del Estado, como “expertas” en eltema mujer antes que como feministas políticas. Un sector demujeres optó por una estrategia centrada en la “acción autóno-ma” frente a la institucionalidad estatal e internacional. Su ac-ción se desarrolla en el plano cultural, simbólico y de la subje-tividad, con una crítica radical al patriarcado como forma desubordinación de las mujeres. La sospecha que alienta estapostura es que la incorporación institucional termine en lacooptación de los liderazgos y de la agenda feminista, resultan-do en una rearticulación del patriarcado y no en un cambio sig-nificativo en el lugar social de las mujeres (Pisano, 1996).

EL MERCOSUR Y EL MOVIMIENTO DE MUJERES… 249

4 A partir de 1975 se crean unidades de mujer y desarrollo en elsistema de Naciones Unidas, se crean UNIFEM e INSTRAW como orga-nismos especializados. También se avanza en la legislación internacio-nal, en 1979 con la Convención sobre la Eliminación de toda forma dediscriminación contra la mujer (CEDAW) y en 1994, con la ConvenciónInteramericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia con-tra la Mujer (Álvarez, 1998).

En 1984, con la creación de la Red de Salud de las Muje-res Latinoamericanas y del Caribe, que articula a redes nacio-nales, a ONGs, organizaciones y a mujeres individualmente,se da inicio a una nueva forma de intercambios y de accióncoordinada de mujeres del movimiento en la región: las redesespecializadas temáticas. En 1988 se crea la Red de Educa-ción Popular entre Mujeres y en 1990 la Red Latinoamerica-na y del Caribe contra la Violencia Doméstica y Sexual. Tam-bién existe como red importante el Consejo Latinoamericanode los Derechos de la Mujer (CLADEM). Estas redes han sur-gido por la necesidad de actuar políticamente en forma coor-dinada a nivel internacional, pero desde cada organización ydesde cada país. De este modo es posible intercambiar infor-mación y recursos, implementar una agenda común y fortale-cer a cada organización o institución. El trabajo en las redessupone objetivos y planes de trabajo claros y específicos, la-zos de confianza, y motivación e interés de las participantes(Guzmán y Mauro, 1997; Keck y Sikkink, 1998). A su vez,aunque las redes son regionales, el escenario de acción políti-ca fundamental es nacional: demandar cambios frente al Es-tado nacional.

En menor medida, los organismos internacionales se es-tán convirtiendo paulatinamente en escenarios de acción yreivindicación, como mecanismos a través de los cuales sepueda ejercer influencia sobre los gobiernos nacionales. Tam-bién se han creado redes de categorías específicas, como serde mujeres negras, de mujeres indígenas o de mujeres lesbia-nas, de mujeres munícipes y de parlamentarias.

Institucionalización y nuevas agendas

Desde mediados de los años ochenta, hay un proceso decambio sustancial en las condiciones de actuación del movi-miento de mujeres. Lo más significativo fue la generalizaciónde la democracia como sistema de gobierno, en coexistencia

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El llamado Proceso Beijing –la preparación, realización yposterior seguimiento de la IV Conferencia de Naciones Unidassobre la Mujer (Beijing, 1995)– al tiempo que amplió la articu-lación y los debates de numerosas organizaciones de mujeresen la región, jugó un rol determinante en las estrategias delmovimiento de mujeres en los países. A nivel nacional y regio-nal aumentaron los intercambios, se articularon coordinacio-nes subregionales y una coordinación regional de ONGs quedebatieron una agenda propia de las mujeres. Los aprendiza-jes (anclados en aciertos y errores) en el proceso hacia Beijing(entre 1993 y 1995) llevaron a un cambio de estrategia del li-derazgo del sector mayoritario del movimiento feminista deAmérica Latina. Se hizo evidente la necesidad de encontrarmaneras de negociar y articular prioridades y proyectos con lainstitucionalidad gubernamental e internacional. Fue cobran-do cuerpo la conciencia de que el movimiento debía combinarla expresividad propia del encuentro entre mujeres –el recono-cimiento de la identidad– con la elaboración de mecanismos dediálogo, negociación y articulación con las instancias guberna-mentales. No bastaba tener una agenda propia si no se la po-día implementar.

En la Conferencia de Beijing los gobiernos aprobaron unaextensa Plataforma de Acción que apunta a eliminar los obs-táculos a la participación activa de la mujer en todas las esfe-ras de la vida social y a promover la igualdad de mujeres yhombres en los procesos de toma de decisiones. La Plataformaestablece objetivos y medidas para doce esferas de preocupa-ción prioritaria.5 En gran medida, recoge las propuestas que el

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5 Las doce áreas prioritarias son: La mujer y la pobreza, Educa-ción y capacitación de la mujer, La mujer y la salud, La violencia con-tra la mujer, La mujer y los conflictos armados, La mujer y la econo-mía, La mujer en el ejercicio del poder y la adopción de decisiones,Mecanismos institucionales para el adelanto de la mujer, Los dere-chos humanos de la mujer, La mujer y los medios de difusión, La mu-jer y el medio ambiente, y La niña.

Otro sector del movimiento de mujeres, mayoritario entérminos cuantitativos, optó por la estrategia de incidir en laformulación de políticas específicas para mejorar la situaciónde discriminación y exclusión femenina a partir de su capaci-dad técnica y profesional, con el objetivo de implementar laspropuestas del movimiento desde la institucionalidad pública,entendiendo el acceso a puestos de decisión como parte de sulucha por la ampliación de la ciudadanía.

En varios países, militantes del movimiento se integrarona los nuevos gobiernos democráticos en el nivel de ministeriosy secretarías, en el ámbito nacional, estadual o provincial o lo-cal. Desde esos lugares buscaron modificar el desequilibrio depoder, y se embarcaron en la tarea de desarrollar institucio-nes, políticas y programas gubernamentales para mejorar lasituación de las mujeres. La acción concentrada en la denun-cia de la discriminación dio lugar a propuestas de acción con-creta. El resultado fue una mayor visibilidad de los asuntos delas mujeres en la sociedad y una mayor preocupación por par-te de los Estados y gobiernos de incidir en las discriminacio-nes de género, recogiendo las indicaciones de la Convenciónsobre la Eliminación de todas las formas de discriminacióncontra la mujer. De hecho, en un escenario internacional mar-cado por la agenda de Naciones Unidas, han ido creando unainstitucionalidad gubernamental, así como instrumentos y po-líticas para promover la igualdad de oportunidades para lasmujeres (Valdés y Palacios, 1999).

En esta estrategia de incorporación al sector público, elEstado no aparece como monolítico sino como un conjunto dearenas, discursos e instituciones, resultado también de suspropias luchas. Se abren numerosas posibilidades de interac-ción, diálogo e influencia, aunque con limitaciones. La hetero-geneidad, por la falta de coherencia y la coexistencia de dis-cursos y políticas contradictorias dentro mismo del Estado,así como la propia heterogeneidad del movimiento de mujeres,condicionan las posibilidades de la acción en cada coyunturapolítica.

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sino también en los saberes y las universidades–. Como con-secuencia, hay una mayor visibilidad de la intensidad de losdesequilibrios y las diferencias entre mujeres, según los espa-cios que ocupan y su inserción en las relaciones de poder (Ál-varez, 1997). Es decir, hay tanto institucionalización comofragmentación, tanto por la especialización como por la mul-tiplicación de los espacios y ámbitos de acción.

Paralelamente, hacia finales de la década ha habido unfortalecimiento de los sectores conservadores –particularmen-te ligados a la Iglesia Católica– en la mayoría de los países dela región. Estos sectores de poder ejercen fuertes presionessobre los gobiernos, y han logrado poner barreras y hacer máslentos los avances en la agenda de las mujeres, particular-mente en relación con los derechos sexuales y reproductivos.Asimismo, las nuevas crisis políticas y económicas que en-frentan algunos países de la región han debilitado los avancesen materia de políticas públicas que buscan la equidad de gé-nero y precarizado la institucionalidad creada para ello.

En este proceso y en los diferentes escenarios, la naciona-lidad no ha constituido un criterio de conflicto y fragmenta-ción del movimiento; más bien se han mantenido las condicio-nes de convergencia transnacional en el marco de una agendacomún, todavía por completar.

El lugar del MERCOSUR en el movimiento

El proceso MERCOSUR se desarrolló en forma paralela alcreciente activismo feminista en torno a la Conferencia Regio-nal de América Latina y el Caribe sobre la Mujer (Mar del Pla-ta, 1994), preparatoria de la Conferencia de Beijing. Por unaparte, todavía estaba fresca la experiencia de la crisis econó-mica de los años ochenta –la llamada “década perdida” por elnulo crecimiento económico de toda la región–, la aplicaciónde políticas de ajuste estructural y sobre todo su impacto enlas mujeres. Por otra se avanzaba en los procesos de demo-

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movimiento feminista venía levantando desde hacía más dedos décadas en la región. Que este fuera el resultado fue pro-ducto de la compleja trama de relaciones que se fue tejiendoentre el movimiento de mujeres y los gobiernos, a nivel nacio-nal, regional y mundial.

Los avances en este plano fueron posibles, entre otros fac-tores, por la creación de un “triángulo de empoderamiento”que articuló una alianza entre feministas de la sociedad civil,feministas políticas y feministas en la burocracia estatal –lasllamadas “demócratas” (Vargas, 1996)–. Este triángulo generanuevos parámetros en la relación entre sociedad civil y Esta-do, y las alianzas entre mujeres en distintas posiciones de po-der adquieren un contenido concreto y flexible. Obviamente,este tipo de acción tiene límites, marcados por los condiciona-mientos políticos y las negociaciones y alianzas internas de ca-da gobierno (por ejemplo, hay limitaciones en el abordaje depolíticas hacia el aborto, los derechos sexuales y reproducti-vos, etcétera).

La articulación o integración de las agendas del movi-miento a las agendas políticas de los gobiernos ha tenido unimpacto significativo. Al terminar el siglo, todos los países dela región cuentan con un mecanismo de gobierno destinado aformular y coordinar políticas públicas para las mujeres. Asi-mismo, han habido avances sustantivos en la formulación dePlanes de Igualdad de Oportunidades para las Mujeres, con-sistentes en una política integral de gobierno, en la que debeintervenir el conjunto de las instituciones del Estado. Parale-lamente, en la mayoría de los países, las parlamentarias hanlogrado la creación de comisiones legislativas destinadas aproponer y debatir aquellas leyes que afectan a las mujeres ensus diferentes ámbitos de acción (Valdés y Palacios, 1999).

Al mismo tiempo y por toda esta acción en escenarios dedistinta escala, se han producido cambios importantes en laforma de existencia del movimiento de mujeres: se ha expan-dido, se expresa en múltiples espacios, tiene numerosos cam-pos de actuación y se ha institucionalizado –no sólo en ONGs,

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COSUR, orientado a monitorear el impacto de los procesos re-gionales en el empleo femenino.

Esta línea de preocupaciones se hizo presente en el Forode ONGs de América Latina y el Caribe en Mar del Plata(1994), reunión regional preparatoria para la Conferencia deBeijing del año siguiente. En esa ocasión, hubo un eje temá-tico sobre “Modelos de desarrollo y políticas de ajuste”, en elque participaron sindicalistas y feministas interesadas encomprender el impacto de los procesos de integración en lasmujeres, especialmente el MERCOSUR y el Tratado de LibreComercio (TLC). El Informe final de dicho Foro señala que:

Frente a los procesos de integración de mercados deben to-marse medidas para evitar una profundización de los proble-mas que aquejan las condiciones laborales en los países conmenores ventajas comparativas.

En el mismo documento se propone:

Elaborar e implementar políticas nacionales y supranaciona-les que aseguren en los espacios económicos integrados quelas mejoras en la competitividad no resulten de la mayorexplotación de los y las trabajadoras. Para ello debe promo-verse la ratificación y observancia del cumplimiento de lasnormas y los convenios internacionales que protegen los de-rechos de los y las trabajadoras (Coordinación Regional deONGs de América Latina y el Caribe, 1995).

En ese Foro, sin embargo, no se consideró o propuso queel movimiento de mujeres asumiera un rol en estos procesos.

El Seminario Internacional “Mujer y MERCOSUR”, realiza-do en Brasil en 1995,7 contó con ponencias de investigadoras

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7 Realizado en San Pablo entre el 31 de julio y el 2 de agosto de1995, fue organizado por FLACSO y contó con el patrocinio y apoyode UNIFEM, el Parlatino, el BID, la Fundación Memorial de América

cratización y en la búsqueda por instalar la agenda feministaen las políticas públicas. En este sentido, coincide con la am-pliación de espacios de acción de las mujeres, con la consoli-dación de los mecanismos gubernamentales para la mujer ycon la instalación de mujeres del movimiento en la burocraciaestatal en los países que lo integran.

No debe sorprender, entonces, que el movimiento de mu-jeres no se haya incorporado de manera activa o central en elproceso MERCOSUR desde su inicio. La incorporación del te-ma regional en el debate de las mujeres tuvo un recorrido di-ferente, marcado por la tensión entre la búsqueda de institu-cionalización de políticas de género en el MERCOSUR y lacrítica del modelo de desarrollo neoliberal globalizador. Lasactoras iniciales de este debate fueron las mujeres académi-cas y las sindicalistas, más que las líderes del movimiento fe-minista.

Ya en 1992, las feministas académicas y de ONGs de Uru-guay impulsaron la realización de un proyecto de investiga-ción sobre las mujeres en el MERCOSUR, con la idea de poderestablecer las eventuales consecuencias de los procesos de in-tegración comercial sobre las mujeres. Se pretendía realizardiagnósticos para detectar ventajas y desventajas, y a partirde ellos poder hacer propuestas encaminadas a minimizar loscostos del proceso y maximizar sus beneficios.6 Esta preocu-pación guió en forma consistente una de las líneas de inves-tigación, análisis y propuestas sobre Mujer y MERCOSUR, quese mantiene y ha tenido ciertos logros: un seminario interna-cional en Brasil en 1995, un segundo seminario en 1997 y lacreación de un Observatorio del Mercado de Trabajo del MER-

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6 A iniciativa del CIEDUR, en diciembre de 1992 se realizó el pri-mer seminario regional “Las mujeres en el MERCOSUR”, basado en elintercambio de la información disponible. Se trataba de estableceruna instancia de encuentro entre investigadoras de los países delMERCOSUR que permitiera discutir y diseñar un plan de actividadesde investigación y de intervención.

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de Uruguay, Argentina, Brasil y Paraguay, centradas en undiagnóstico de la situación de las mujeres en el mercado detrabajo. También se presentó una visión comparativa del em-pleo femenino y la legislación laboral en la región (basada enlos datos reunidos en el proyecto Mujeres Latinoamericanasen Cifras; Valdés y otros, 1995).8 También se incluyó comomarco la experiencia de las mujeres en la Unión Europea.

La/os organizadora/es de esta reunión concibieron el en-cuentro de manera compleja, con debates y propuestas en di-ferentes niveles y escenarios de la acción.9 En la reunión sepasó revista al proceso institucional que estaban llevandoadelante las instancias gubernamentales del MERCOSUR, y seanalizó el papel del recién creado Foro Consultivo Económicoy Social como órgano con representación de los actores eco-nómicos y sociales no gubernamentales. También fue la oca-sión de constituir una Red de información y comunicación so-bre “Mujer, trabajo y MERCOSUR”, integrada por organismosgubernamentales y no gubernamentales, parlamentarias, in-

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Latina, The British Council, la Fundación Fullbright, UNIDO y la OIT.Participaron 120 personas de los países del MERCOSUR: funcionario-s/as gubernamentales, parlamentarias/os, investigadoras, sindica-listas, mujeres del movimiento.

8 La información estadística disponible no permitía evaluar el im-pacto del MERCOSUR, puesto que los datos disponibles llegaban, enel mejor de los casos, hasta 1992, por lo cual sólo se pudo marcaruna línea de base a partir de la cual sería pertinente evaluar los im-pactos y desarrollos futuros. Entre los temas discutidos merece men-cionarse la discusión acerca las dificultades que enfrentarán las tra-bajadoras y el riesgo de “dumping social” (Espino, 1999).

9 Esta diversidad puede ser visualizada en los temas sobre loscuales hubo comisiones de trabajo: “Cooperación Estado-Sociedad enla construcción del MERCOSUR”, “Perfeccionamiento de una Base In-formativa para el acompañamiento y evaluación del impacto de MER-COSUR”, “Programa de Acción Parlamentaria”, “Articulación entreprocesos de integración supranacional”, y “Formación y capacita-ción”.

vestigadoras, organizaciones sindicales, de empresarias yotras mujeres interesadas en el MERCOSUR. Se trataba deunificar los esfuerzos con una óptica de género e incidir en elproceso de integración regional en la perspectiva de equidadde género y contribuir así “a la reafirmación de la justicia y laprofundización de la democracia”. Asimismo, acordaron “pro-fundizar y estrechar vínculos entre las mujeres de los diver-sos sectores [...] de forma de articular y elaborar estrategiaseficaces para incidir asertivamente en los impactos que el pro-ceso de integración pueda tener sobre las mujeres” (Declara-ción Pública) (Fausto, 1999:294).

Es interesante destacar que en este encuentro no se ex-presó claramente un rol para el movimiento histórico de mu-jeres, sino para las trabajadoras en el movimiento sindical ypara las académicas y especialistas de ONGs. La acción de lasmujeres sindicalistas debía orientarse a elevar las demandasde las trabajadoras a las instancias pertinentes. La tarea pa-ra las académicas y especialistas debía centrarse en generarinformación acerca de la situación de las mujeres en los paí-ses integrantes y ponerla a disposición de las organizacionessociales para que realicen una acción autónoma. No se llegóa explicitar una propuesta de articulación de mujeres en dife-rentes posiciones, como la que funcionó en el proceso Beijing,ni la demanda de una presencia de mujeres o del tema mujeren las instancias oficiales del MERCOSUR.

En el Foro de ONGs de Beijing (septiembre, 1995), laCoordinación Regional de ONGs de América Latina y el Cari-be organizó, entre otros paneles, uno sobre “Los procesos deintegración y su impacto en las mujeres” (Rivera, 1995). Eneste panel se presentaron ponencias sobre MERCOSUR, elMercado Común Centroamericano, CARICOM y el Tratado deLibre Comercio (TLC). El énfasis estuvo puesto nuevamenteen los mercados de trabajo, señalando que la integración eco-nómica y comercial tiene consecuencias sociales y específica-mente en las mujeres, por la mayor vulnerabilidad en que lasdeja la división sexual del trabajo y su forma de participación

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en el mercado laboral. Las propuestas se concentraron en “vi-sibilizar” la situación de las mujeres frente a los gobiernos yen “sensibilizar” para promover estrategias y políticas que ate-núen los costos sociales e incrementen los beneficios para lasmujeres, aunque también se señaló la necesidad de atender alos procesos políticos y a la inserción de las mujeres en estos.Esta vez se indicó que la integración requeriría nuevas formasde representación, en las que el movimiento de mujeres debe-ría estar presente (ibídem).

La línea argumental que se pregunta acerca de los impac-tos sobre las mujeres se ha mantenido a lo largo de los años.Es así como Alma Espino, varios años después, al preguntarpor las posibilidades que ofrece la integración regional para laequidad de género, reitera el hecho de que los impactos de laspolíticas económicas sobre el empleo, las condiciones de tra-bajo y el trabajo gratuito se dan en forma diferenciada entrehombres y mujeres, y que por esta razón “los acuerdos comer-ciales deben considerar la perspectiva de género para evitarperjuicios y favorecer la equidad de los géneros”.10 Asimismo,propone garantizar la igualdad de oportunidades para ambossexos, “como una condición de la equidad social y de la efi-ciencia en la asignación de los recursos” (Espino, 2001:8).

En el marco del movimiento latinoamericano de mujeres,tras la Conferencia de Beijing los esfuerzos de organizacionesy ONGs se concentraron en el seguimiento de los acuerdosaceptados por los gobiernos en esa oportunidad y en las de-

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10 “La fuerza de trabajo femenina puede ser más fácilmente objetode una mayor explotación como fuente de competitividad a causa devarios factores tales como los menores salarios que perciben en pro-medio, su menor experiencia como trabajadoras, la discriminaciónpara el acceso a determinados puestos, la dispersión de las micro ypequeñas unidades de producción, la carencia de conocimientosacerca de los derechos de las trabajadoras y de las leyes protectoras[...], las carencias en términos de representación sindical, etcétera”(Espino, 2001:13).

más conferencias mundiales de la década,11 entendidos comouna posibilidad concreta de ampliación de los derechos en ca-da país. Se han mantenido los encuentros de las redes temá-ticas (Violencia, Salud, Educación Popular), pero la coordina-ción regional y demás estructuras latinoamericanas delmovimiento entraron en una etapa de latencia, ante la preemi-nencia de la acción a nivel nacional, nutrida en la agenda in-ternacional y estimulada por las diversas conferencias regio-nales sobre el tema.12 En estos ámbitos regionales fueronreconocidos por primera vez en forma explícita los derechossexuales de las mujeres como objeto de preocupación política(a instancia de los gobiernos de los países del Caribe), y se de-finió una posición unánime sobre la continuidad de trabajopara el seguimiento de los acuerdos de Beijing. Nuevamente,trabajaron articuladamente mujeres del movimiento de dife-rentes países de la región, y se realizaron actividades prepara-torias por parte de las ONGs. La preocupación por el MERCO-SUR quedó fuera de estos ámbitos, reconociéndose la falta defuerza para desarrollar acciones paralelamente en esa esferainstitucional, con toda su complejidad de actores e instancias.

Sin embargo, la nueva realidad creada por el proceso re-gional durante los años noventa se ha ido convirtiendo en te-ma de reflexión y de acción para algunos sectores de mujeresdel movimiento. La ausencia de las mujeres y de una perspec-tiva de género en los arreglos formales del MERCOSUR comen-

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11 Entre 1994 y 1995 se llevaron a cabo tres conferencias y cum-bres mundiales de gran importancia para las demandas del movi-miento de mujeres: la Conferencia Mundial sobre Población y Desa-rrollo (El Cairo, 1994), la Cumbre Social (Copenhague, 1995) y laConferencia Mundial sobre la Mujer (Beijing, 1995). 12 La acción regional se ha mantenido con motivo de las Conferen-

cias Regionales gubernamentales y la evaluación de Beijing+5. La 7ªConferencia Regional se desarrolló en Santiago de Chile, en 1997, yla 8ª en Lima, en febrero de 2000, preparatoria de la Sesión Especialde la Asamblea de Naciones Unidas, Beijing+5.

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zó a ser evidente, lo que dio lugar a algunas estrategias desti-nadas a remediar esta situación, con nuevas actoras que in-tentaron crear espacios institucionalizados para la participa-ción de las mujeres. Como resultado se han incrementadotambién los intercambios académicos para abordar algunostemas de interés en forma comparativa y se ha abierto el de-bate sobre “género en el MERCOSUR” (Jelin, Valdés y Bareiro,1998). Esta línea estratégica y de análisis pone el énfasis enfortalecer la dimensión política del MERCOSUR y lo visualizano sólo como un conjunto de acuerdos económicos y comer-ciales sino como un proceso a largo plazo que reclama la ple-na participación de la ciudadanía (Rodríguez, M., 2001). Di-versas redes temáticas y foros de interés se han desarrolladoen el espacio del MERCOSUR (a menudo definido como ConoSur).13 Sin embargo, en términos generales la percepción esque la institucionalidad regional en lo social, lo político y loeconómico es ajena y distante de la agenda del movimiento demujeres (Durand, 1999).

Hasta el momento de escribir este texto (2002), las inicia-tivas desarrolladas por feministas de los países del MERCO-

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13 Es el caso del Foro Cono Sur de Mujeres Políticas, integrado pormujeres políticas de los ámbitos estatal, legislativo, de partidos polí-ticos y ONGs de Brasil, Paraguay, Argentina, Uruguay y Chile, queabordan temáticas de interés académico y político de mujeres en reu-niones periódicas (Durand, 1999), y existe también una muy activaRed de Comunicadoras del Cono Sur. Hubo también un seminario-taller sobre “Legislación y violencia de género en el MERCOSUR: unapropuesta para la región”, y las iniciativas del “Programa de Investi-gaciones Socioculturales en el MERCOSUR” desarrollado desde elIDES y del que forma parte este texto. Otra experiencia reciente fueel estudio conjunto y comparativo de la presencia de género en losdiscursos electorales de los candidatos presidenciales de Chile, Ar-gentina y Uruguay (Laurnaga y Celiberti, 2001). A su vez, el Progra-ma Mujer y Democracia en el MERCOSUR, integrado por ONGs de Ar-gentina, Uruguay y Chile acordó crear la Articulación FeministaMARCOSUR, analizada por Celiberti en este volumen.

SUR carecen de coordinación y articulación (Rodríguez, G.,2001). Se empuja más o menos en la misma dirección, perosin una estrategia concertada. No se trata de iniciativas conamplia participación de base, ya que las redes temáticas invo-lucran a relativamente pocas mujeres de cada país, aunquetodas ellas en posiciones de liderazgo.

La preocupación por la dimensión regional, en general, notiene presencia en las organizaciones de base de mujeres, niellas perciben la relación entre la negociación del MERCOSURy su quehacer cotidiano. Visualizan como interlocutor al go-bierno local o nacional y su acción se orienta a modificar la le-gislación, políticas sociales y demás normativas que restrin-gen sus condiciones de vida y de participación social.

Las sindicalistas y el MERCOSUR

En el nivel sindical, la Comisión de la Mujer de la Coordi-nadora de Centrales Sindicales del Cono Sur (CCSCS, presen-tada por Badaró en este volumen) ha buscado incorporar unaperspectiva de género en su acción, especialmente en suagenda socio-laboral y en el Observatorio del Mercado de Tra-bajo del MERCOSUR. La comisión está integrada por la repre-sentante de las Secretarías de la Mujer de cada central de tra-bajadores de los países del MERCOSUR. La gestión de lasmujeres para formar parte de la Coordinadora se inició en1997, con la realización de encuentros, seminarios y cursos.Hay además una reunión de la Comisión de Mujeres antes decada evento de la CCSCS14 (Espino, 1999; Durand, 1999).

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14 La Coordinadora Sindical reconoció formalmente a la Comisiónde Mujeres en diciembre de 1998. Cabe señalar que la articulación desindicalistas mujeres en una coordinadora sindical supranacional esúnica entre los bloques regionales ya constituidos (NAFTA, Unión Eu-ropea).

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ternacional sobre “Mujer y MERCOSUR”, realizado en Brasilen 1997.15 Centrado –al igual que el primero– en el impactoque tendrían los procesos de integración en el mercado de tra-bajo femenino, incorporó en mayor medida la reflexión sobrelas dimensiones sociales de la integración. Además de la par-ticipación de ONGs, organizaciones sindicales y del Parlati-no,* este seminario contó con la presencia de representantesde los gobiernos, en especial de las oficinas para la mujer. Endicha oportunidad se acordó impulsar la creación de la Reu-nión Especializada de la Mujer (REM),16 que fue materializa-da al año siguiente por resolución del Grupo Mercado Común,instancia directiva del MERCOSUR (Resolución 20/98 del 22de julio de 1998). Está integrada por representantes guberna-mentales de los países miembros y se le asignó la tarea de“analizar la situación de la mujer, teniendo en cuenta la legis-

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15 Realizado los días 29 y 30 de abril de 1997 en San Pablo con elpatrocinio de UNIFEM, el Consejo Nacional para los Derechos de laMujer de Brasil, el Parlatino, la Cooperación Española, la OIT, laFundación Friedrich Ebert y la Comisión de Comunidades Europeas.

* El Parlamento Latinoamericano (Parlatino), es un organismo re-gional, permanente y unicameral. Integran el Parlamento Latinoame-ricano los Congresos y Asambleas Legislativas de los Estados Parte,democráticamente constituidos en América Latina, que participan re-presentados por delegaciones de carácter permanente y pluralista.16 En la Declaración Conjunta de las Representantes de las Áreas

Gubernamentales de la Mujer de los Países Integrantes del MERCO-SUR, se propone a las autoridades competentes “que el Consejo delMercado Común implemente los mecanismos necesarios para asegu-rar la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres en el desa-rrollo de los trabajos de los diferentes ámbitos de negociación que in-tegran el MERCOSUR; que consideren la creación de ministras y/oautoridades del más alto rango de los órganos gubernamentales res-ponsables de las políticas públicas para las mujeres de los países delMERCOSUR”. Asimismo recomendaron “que para el logro de la igual-dad de oportunidades entre mujeres y hombres, es necesaria la par-ticipación activa de las organizaciones de mujeres de la sociedad civilen el Foro Consultivo Económico Social” (Vogel y Nascimento, 1999).

Las dificultades en la incorporación de la cuestión de gé-nero en el ámbito laboral se relacionan con diversos factores,además del restringido espacio que ha tenido la dimensión so-cial en el proceso MERCOSUR. Las mujeres de la región hantenido poca incidencia en las centrales sindicales, y si las mu-jeres no están en las direcciones sindicales, no se puede es-perar que participen en las negociaciones e influir en la ela-boración de estrategias. Ha habido fracasos, y si bien elmovimiento sindical asume cada vez más la igualdad de opor-tunidades o la igualdad en el trabajo como parte de su agen-da y discurso, no está del todo comprometido con los intere-ses de género de las trabajadoras (Espino, 1999).

Una “perspectiva de género” o un “espacio para las mujeres” en la institucionalidad del MERCOSUR

La institucionalización del tema género o de un espaciopara las mujeres en el MERCOSUR ha seguido un curso querecoge y reproduce los procesos nacionales. Como se señaló,el MERCOSUR se puso en marcha sin ninguna consideraciónen materia de género. Sin embargo, poco a poco, sectores demujeres fueron desarrollando acciones destinadas a institu-cionalizar el “tema mujer” en sus instancias y estructuras.Sin duda, fueron las sindicalistas las que primero buscaron laposibilidad de influir en las instancias ligadas al tema laboraldesde una perspectiva de género, logrando influir en el con-junto del movimiento sindical a través de la Comisión de Mu-jeres en la Coordinadora de Centrales Sindicales de Cono Sur.

La presencia de representantes de la temática referida alas mujeres dentro de los acuerdos regionales fue generadacomo resultado de un conjunto de acciones emprendidas con-juntamente desde los organismos gubernamentales para lasmujeres y desde las ONGs, que culminó en el establecimientode la Reunión Especializada de la Mujer (REM) en 1998.

Esto fue uno de los resultados del Segundo Seminario In-

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tancia, es decir, no han sido convocados ni han intentado es-tar presentes –al menos en una primera etapa— en la REM(Rodríguez, M., 2001). No obstante, una vez instalada la Reu-nón especializada y realizados varios encuentros, este espacioha ganado cierta visibilidad y legitimidad en el movimiento demujeres, cosa que se ve reflejada en el hecho de que distintasorganizaciones –ahora sí feministas– han buscado su incorpo-ración y reconocimiento como órganos asesores de la REM(Durand, 1999). La delegación gubernamental brasileña, porejemplo, ha reiterado en diversas reuniones su propuesta deque se acepte la participación de otras organizaciones de la so-ciedad civil de los Estados partes y asociados en la REM, porlo que este tema está incluido en el Programa de Trabajo parael período 2001-2002, aunque no se ha materializado todavía.

A su vez, el Foro Consultivo Económico y Social, creado en1994 como órgano con representación de los actores no guber-namentales económicos y sociales de los diferentes países, de-finido como “un órgano de representación de la sociedad civilde los países del MERCOSUR, representados por organizacio-nes de empresarios y trabajadores y organizaciones de la so-ciedad civil de los cuatro países”, hasta la fecha tampoco hadado cabida a las organizaciones de mujeres, si bien ha incor-porado a otros grupos, como las organizaciones de consumido-res, cooperativistas y universidades, y a pesar del respaldo delas responsables gubernamentales de las políticas de la mujerde los países miembros (Espino, 1999; Rodríguez, G., 2001).

En suma, hay pequeños avances en la institucionalizacióndel tema mujer/género en el MERCOSUR. El tema se incorpo-ra con lentitud, en algunas instancias y en forma no articula-da. Por otro lado, existen acciones orientadas a incrementar laparticipación de actoras mujeres de la sociedad civil en sus es-tructuras.17 Ello se da a partir de diversos actores con una va-

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17 Es el caso de las Mercociudades, una iniciativa de municipios dela región para intercambiar experiencias y fomentar el comercio, en

lación vigente en los Estados Partes del MERCOSUR en lo re-lativo al concepto de igualdad de oportunidades, con el objetode contribuir al desarrollo social, económico y cultural de lascomunidades de los Estados Partes del MERCOSUR”. La Reu-nión ha sesionado en varias oportunidades y ha formulado di-versas recomendaciones (véase Anexo en página 271), la ma-yoría de las cuales corresponden a acciones a serdesarrolladas a nivel de los estados antes que objetivos y ta-reas para la propia estructura del MERCOSUR. La excepciónes la transversalización de una perspectiva de género en lossubgrupos de trabajo, incluida como tarea en su Programa deTrabajo para 2001.

La apertura de un espacio de debate entre los organismosgubernamentales para la mujer plantea con más claridad lasoportunidades de que organizaciones de mujeres participenen esos espacios. Como ya fue dicho, no fueron las organiza-ciones feministas quienes lucharon inicialmente por incorpo-rar los temas prioritarios de su agenda en el escenario regio-nal. Desde las organizaciones sociales, quien promovió eltema fue el Foro de Mujeres del MERCOSUR, una ONG inte-grada por mujeres de partidos políticos, funcionarias de go-bierno y representantes empresariales de los países miem-bros. A través de la acción de sus integrantes, ubicadas en lasburocracias gubernamentales, lograron ser reconocidas comoórgano asesor de la REM en la propia resolución que le dioorigen, quedando abierta la posibilidad de que otras asocia-ciones regionales especializadas en temas relacionados conlas mujeres, sin fines de lucro y con reconocimiento legal,puedan incorporarse en la misma calidad (Durand, 1999). Sinduda, la legitimidad adquirida por las ONGs en los años no-venta y la experiencia del proceso Beijing fueron antecedentesimportantes para su inserción en esa instancia.

Ocupados en otras cosas, los movimientos y organizacio-nes feministas comprometidos y activos en el proceso Beijingy en el seguimiento de las cumbres y conferencias mundialesde la década de los noventa, han estado ausentes de esta ins-

264 TERESA VALDÉS

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tiza que las mujeres y los hombres son iguales ante la ley. Sinembargo, más allá de importantes avances en cuanto a la si-tuación de las mujeres, persisten importantes deficienciasque requieren nuevas leyes comunitarias, el mejoramiento delas existentes, así como de su aplicación a nivel de los países,lo que justifica el desarrollo de nuevas estrategias y la provi-sión de recursos para implementarlas.

Los desafíos en el MERCOSUR

Sin duda, el MERCOSUR ha generado un ámbito de inter-cambios crecientes en el movimiento histórico de mujeres lati-noamericanas, favorecido por los financiamientos de agenciasy fundaciones internacionales. Se trata de un espacio en cons-trucción, con potencialidades para la elaboración de estrate-gias colectivas transnacionales, pero que todavía no se ha con-vertido en un referente de representación ni de ampliación dederechos. Se inserta, además, en un marco más amplio depreocupaciones sobre los acuerdos comerciales internaciona-les (bilaterales, subregionales, regionales e interregionales) ylos efectos de la “globalización” en la situación de las mujeres.

Una serie de preguntas surge entonces: ¿podrá el MER-COSUR ser reconocido en el quehacer cotidiano de las organi-zaciones nacionales como un espacio eficaz para plantear de-

EL MERCOSUR Y EL MOVIMIENTO DE MUJERES… 267

res en la vida económica; 2) fomentar una igual participación y re-presentación; 3) promover la igualdad de acceso y el pleno disfrutede los derechos sociales para las mujeres y los hombres; 4) promo-ver la igualdad entre hombres y mujeres en la vida civil; y 5) pro-mover el cambio de los roles y estereotipos establecidos en funcióndel sexo –Comisión de las Comunidades Europeas, COM (2000) 335final, Bruselas, 7-6-2000–. La Comisión para la Igualdad de Oportu-nidades de Hombres y Mujeres cuenta con estructuras de vigilanciay responsables de la “transversalidad” de la política de igualdad, co-mo son el Grupo de Comisarios dedicados a la igualdad de oportu-nidades y el Grupo Interservicios para la Igualdad.

riedad de estrategias, desde distintas posiciones y con diferen-tes discursos: mujeres de la burocracia estatal, parlamenta-rias, mujeres políticas, sindicalistas y de ONGs.

Tal vez la propuesta más significativa en este sentido es laformulada por Graciela Rodríguez,18 coordinadora del Capítu-lo Latinoamericano de la Red Internacional Género y Comer-cio. Ella señala la necesidad de crear de un mecanismo insti-tucional de Igualdad de Oportunidades en el organigrama delas negociaciones de acuerdos, siguiendo la experiencia de laUnión Europea de “homogenización positiva de los derechos”(Rodríguez, G., 2001). En efecto, la Unión Europea, a travésde su Comisión para la Igualdad de Oportunidades entreHombres y Mujeres, viene desarrollando una política destina-da a lograr la implementación de la legislación comunitaria enesta materia en los diferentes países miembros y en los quesolicitan su adhesión.19 El marco jurídico comunitario garan-

266 TERESA VALDÉS

cuyo marco un movimiento de mujeres vinculado a los municipioscreó el Foro Mujer y Desarrollo de Mercociudades, interesado en laspolíticas de género a nivel local. Sus objetivos han sido: la presenciade ciudades con experiencia en el área mujer, la capacitación sobretema de planificación de género y descentralización, incluidas las te-máticas de participación social, municipios y democracia. Se trata,básicamente, de lograr la igualdad de oportunidades entre hombresy mujeres en los municipios del MERCOSUR (Durand, 1999).18 Socióloga, presidenta de Ser Mulher, Centro de Estudios y Ac-

ción de la Mujer, Río de Janeiro, de la Articulación de Mujeres Brasi-leñas, la Red Brasileña por la Integración de los Pueblos y la AlianzaSocial Continental (ASC).19 En 1996 la Comisión de las Comunidades Europeas adoptó el

enfoque de la “transversalidad”, consistente en la integración de laigualdad de oportunidades en el conjunto de las políticas y accionescomunitarias. En 2000 entregó la Comunicación “Hacia una estra-tegia marco comunitaria sobre la igualdad entre hombres y mujeres(2001-2005)”, actualmente en aplicación. Dicha estrategia-marco seconcentra en el nivel comunitario, no nacional, regional o local, y de-be producir los cambios estructurales necesarios para llegar a unaigualdad entre hombres y mujeres. Define cinco ámbitos interrela-cionados de acción: 1) promover la igualdad entre hombres y muje-

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mandas políticas, sociales y culturales? ¿Podrá devenir un es-pacio legítimo de ampliación de los derechos ciudadanos, anivel nacional y subregional, y de avance en la agenda políti-ca feminista? ¿Podrá ser un ámbito de control ciudadano y defiscalización desde posiciones de mayor autonomía, que per-mita reconstituir liderazgos en la sociedad civil? ¿Cuáles se-rían las estrategias más eficaces?

Existe una potencialidad en cuanto a los derechos, si loslogros alcanzados por las mujeres en alguno de los países fue-ran extendidos al resto de los integrantes del MERCOSUR. Seproduciría así una ampliación de derechos ciudadanos “haciaarriba”, al decir de Marcela Rodríguez (2001), por ejemplo ho-mologando las legislaciones laborales o la ley de cupos argen-tina, la legislación brasileña sobre aborto, y la instalación deprogramas y políticas exitosas de diferentes países en los queaún no lo han logrado. No obstante, ello requiere la articula-ción de actoras de los diferentes países con estrategias biendefinidas, capaces de utilizar las redes que han mostrado efi-cacia en otros ámbitos y de estructurar discursos que sean le-gítimos tanto a nivel de los gobiernos, como de las organiza-ciones de mujeres. También se requiere una política oficial, departe del MERCOSUR, que impulse la participación y reconoz-ca los actores y liderazgos sociales, con mecanismos de parti-cipación y de control ciudadano.

Al mismo tiempo, en otros ámbitos del movimiento latinoa-mericano de mujeres se están desarrollando agendas en lasque cabe la acción hacia el MERCOSUR. Por ejemplo, la acciónen torno a los derechos económicos y sociales de las mujeresen el marco de los procesos de integración comercial que im-pulsan la “Red de Mujeres Transformando la Economía” (crea-da en 1997)20, y la “Red Internacional de Género y Comercio”

268 TERESA VALDÉS

20 Cuenta con la participación de mujeres de diez países latinoa-mericanos: Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Pe-rú, México, Nicaragua y Venezuela.

(International Gender and Trade Network, IGTN, creada en1999).21 Estas redes vienen acompañando dichos procesos,realizando investigación, debates y educación en temas comer-ciales para organizaciones e instituciones interesadas en la in-corporación de una perspectiva de género y de justicia social enesas esferas. Estas iniciativas también representan una poten-cialidad en la medida en que se articulen con las organizacio-nes y demás mujeres involucradas en el proceso MERCOSUR.

No obstante, el tiempo de la acción de los movimientos so-ciales, en general y también de mujeres, choca con la crecien-te velocidad que adoptan las coyunturas globalizadas. Unatras otras se suceden las demandas hacia el movimiento, tan-to a nivel de conocimientos, de información y difusión, de ac-ción política y de alianzas, en los ámbitos locales, nacionalesy globales. Es por ello que Marcela Rodríguez señala que “lasfeministas terminamos saltando de tren en marcha a tren enmarcha, con agendas y ritmos no siempre propios”. En efec-to, las fuerzas y la coordinación de los movimientos feminis-tas están permanentemente presionadas para entregar res-puestas en uno y otro nivel, cuando todavía las conquistaslogradas en contextos internacionales no han podido teneruna traducción concreta y profunda a nivel local, lo que se veagravado por las dificultades de generar relevos generaciona-les y la ampliación de las organizaciones (Rodríguez, M.,2001).

En este contexto cabe preguntarse si al ampliar la escalade la acción del nivel nacional al regional, e intentar incidir ennormas y prácticas en ese nivel, sigue siendo válida la actua-

EL MERCOSUR Y EL MOVIMIENTO DE MUJERES… 269

21 Busca incorporar la perspectiva de género en las políticas de co-mercio a través de la investigación, el activismo y actividades de edu-cación (capacitación). La rama latinoamericana está concentrada enel Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y es coordinada porGraciela Rodríguez (Brasil). Participan el ESIPP (Argentina), GEM(México), Ser Mulher (Brasil), la Red Género, Comercio y DerechosHumanos (Chile) y CIEDUR (Uruguay).

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ción de los movimientos y organizaciones históricos de muje-res, con sus modalidades y estrategias, o si serán otros los ac-tores que podrán encarar negociaciones y transformarse eninterlocutores de instituciones de nivel regional y transnacio-nal y otros los mecanismos para lograrlo. Más aún si se acen-túan los requerimientos de especialización para abordar as-pectos específicos, tanto técnicos como políticos, en el nivelsupranacional.

Expresión de ello es la creación del Foro de Mujeres delMERCOSUR, creado por mujeres ajenas al movimiento de mu-jeres pero con capacidad de influencia sobre la institucionali-dad del MERCOSUR, así como el surgimiento de actores inter-nacionales como la “Red Internacional de Género y Comercio”y otros que se han articulado frente al Foro Social Mundial yrecientemente en torno a la Conferencia Mundial sobre Finan-ciación para el Desarrollo (Monterrey, 2002).22 Por su parte,la articulación en movimientos y redes más amplios, tambiénen torno al Foro Social Mundial parece generar condiciones deacción y presión de una amplitud mucho mayor para alcan-zar objetivos en el plano político.

270 TERESA VALDÉS

22 Un conjunto de organizaciones y redes de mujeres se articuló en2001 en la Iniciativa Feminista Cartagena para elaborar una posicióncomún frente a la Conferencia Mundial para el Financiamiento delDesarrollo. Entre ellas, DAWN, REPEM, la Red Internacional de Gé-nero y Comercio, la Red Mujer y Habitat, CLADEM, Mujeres Trans-formando la Economía, Marcosur.

ANEXO

Reunión Especializada de la Mujer del MERCOSUR

El Grupo Mercado Común creó la Reunión Especializadade la Mujer del MERCOSUR por Resolución 20/98 (Buenos Ai-res, Argentina, 1998) con el fin de establecer un ámbito deanálisis de la situación de la mujer teniendo en cuenta la le-gislación vigente de los estados partes del tratado comercial,en relación al concepto de igualdad de oportunidades y a finde contribuir al desarrollo social, económico y cultural de lascomunidades de los Estados Parte del MERCOSUR.

Reuniones Especializadas de la Mujer del MERCOSUR (REM)

N°: ILugar: Río de Janeiro, BrasilFecha: 7 de diciembre de 1998Principales temas

• elaboración de una pauta de negociación de la REM;• un diagnóstico de la situación de la mujer en los Estados Par-

te;• presentación de los planes de igualdad de oportunidades;• propuestas de proyectos de cooperación técnica;• estrategias de coordinación con los foros del Mercosur; y• una declaración con relación a la declaración socio-laboral

del Mercosur.

N°: IILugar: Asunción, ParaguayFecha: 11 y 12 de junio de 1999Principales temas

• análisis y consideración de la propuesta de la presidenta pro-témpore sobre las pautas negociadoras de la REM;

• base de datos sobre la situación de las mujeres en la región,plan de igualdad de oportunidades y cooperación técnica, es-trategias con los subgrupos de trabajo;

EL MERCOSUR Y EL MOVIMIENTO DE MUJERES… 271

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- promulgación y difusión del Protocolo Facultativo del Cedawy del Tratado de Roma;

- transversalización de la perspectiva de género en los sub-grupos de trabajo, especialmente en los sistemas educativosde los Estados Parte;

- participación de las organizaciones de la sociedad civil enlas reuniones especializadas,

- prevención del acoso sexual en los ámbitos laborales y edu-cativos (se recomienda cambios en las legislaciones, detec-tar raíces y consecuencias para prevenir las prácticas vio-lentas mediante campañas de concientización y establecersanciones legales);

- potenciación del liderazgo femenino;- incorporación de la perspectiva de género en el sistema edu-cativo de los estados partes del Mercosur;

- incorporación del enfoque de género en la elaboración de lospresupuestos nacionales de los Estados Parte;

- análisis de los enfoques de género en la macroeconomía; y- evaluación y sostenibilidad de las REM a través de mecanis-mos de monitoreo para lograr los objetivos con mayor efi-ciencia.

N°: VILugar: Montevideo, UruguayFecha: 8 y 9 de noviembre de 2001Principales temas

• informe sobre situación de los Estados Parte en torno a la ra-tificación de los instrumentos internacionales relacionadoscon los derechos humanos que benefician a las mujeres (Pro-tocolo Facultativo, Tratado de Roma);

• perspectiva de género en el Plan Urbano Ambiental del Go-bierno de la Ciudad de Buenos Aires como modelo a conside-rar por los países;

• evaluación de la incorporación de la perspectiva de género enlos grupos de trabajo de Medio Ambiente (6), Industria (7),Asuntos laborales, Empleo y Seguridad Social (10) y Salud(11), en las Reuniones Especializadas de Ciencia y Tecnolo-gía, Comunicación Social y Reunión de Educación y Cultura:recomendación al Grupo Mercado Común reiterando la nece-

EL MERCOSUR Y EL MOVIMIENTO DE MUJERES… 273

• participación de Chile y de Bolivia;• cláusula democrática;• periodicidad de las reuniones de la REM.

N°: IIILugar: Buenos Aires, ArgentinaFecha: 23 de junio de 2000Principales temas

• violencia intrafamiliar;• cooperación técnica;• análisis del impacto de Beijing+5 en la región;• mecanismos regionales y subregionales;• “La mujer en el año 2000: igualdad entre los géneros, desa-

rrollo y paz para el siglo XXI”, Propuestas del Foro de Muje-res del Mercosur.

N°: IVLugar: Río de Janeiro, BrasilFecha: 30 de noviembre y 1° de diciembre de 2000Principales temas

• actividades relacionadas a la resolución del GMC N° 37/00;• discriminación la mujer en el mercado laboral;• programa de calificación;• igualdad de oportunidades y acceso al poder, situación insti-

tucional del REM;• cooperación técnica para la integración de las políticas en el

ámbito del Mercosur, Bolivia y Chile; y• recomendaciones del GMC.

N°: VLugar: Asunción, ParaguayFecha: 24 y 25 de mayo de 2001Principales temas

• incorporación de la perspectiva de género en los subgrupos7, 10, 11;

• presentación del informe sobre el “Listado de medidas, pro-gramas y proyectos”;

• programa de trabajo 2001 de la REM, para dar cumplimien-to a la Decisión 59/00 del CMC se acordó lo siguiente:

272 TERESA VALDÉS

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EL MERCOSUR Y EL MOVIMIENTO DE MUJERES… 275

sidad que dichas instancias incorporen el Principio de Géne-ro;

• normativa existente en los países sobre acoso sexual;• proyecto del Foro de Mujeres del Mercosur sobre Fortaleci-

miento Institucional;• Brasil reitera propuesta de considerar la participación de

otras organizaciones de la sociedad civil en la REM;• utilización de la página web del Mercosur para difundir los

trabajos de la REM;• Programa de Trabajo 2001-2002:

- Impulsar la ratificación de los instrumentos internacionalesrelacionados con los derechos humanos que promueven laprotección de los derechos humanos de la mujer. Realizarun seguimiento de los trabajos de los órganos de supervi-sión creados por los Tratados.

- Incorporar la perspectiva de género en los Subgrupos de Tra-bajo 7, 10 y 11 a través de un trabajo intersectorial de lasoficinas de la mujer en los países del Mercosur.

- Concientizar sobre la existencia de acoso sexual como unade las formas de violencia contra la mujer e impulsar medi-das para su prevención y sanción.

- Impulsar la participación social y política de las mujeres enla región.

- Promover el análisis de macroeconomía y género.

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274 TERESA VALDÉS

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El movimiento feministay los nuevos espaciosregionales y globales

LILIAN CELIBERTI

Con su ida y vuelta de la utopía al sentido común pa-ra que así las ideas crezcan y los movimientos seanlo que pretenden ser u hacer su proyecto… Para estaren el movimiento feminista hay que estar tambiéndispuesta a una cierta ambigüedad.

(Kirkwood, 1986:216)

Introducción

Si trazáramos una línea que esquematizara el proceso dedesarrollo del movimiento feminista en América Latina, surgi-ría tal vez un zig-zag, partiendo de lo regional-global hace másde veinte años, con hitos en los Encuentros Feministas de losaños ochenta y noventa y en las agendas nacionales despuésde la IV Conferencia de Naciones Unidas (Beijing, 1995). Estaesquematización no podría dar cuenta, sin embargo, de lafluida interacción de diferentes escenarios que ha caracteriza-do la propia construcción del movimiento, sus vínculos de so-lidaridad e identidad, sus diferencias, y el tránsito por múlti-ples agendas y estrategias. El feminismo es un movimiento“cosmopolita”, al decir de Beck, que define y actúa en la crea-ción de nuevos sentidos para la vida humana, “que transfor-ma los fundamentos de la familia, las relaciones de género, elamor, la sexualidad y la intimidad” (Beck, 2002:16).

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El objetivo de estas notas es presentar algunos de los es-cenarios actuales donde las corrientes feministas de AméricaLatina –sobre la experiencia acumulada en su accionar de lasúltimas décadas– se han ido convirtiendo en actoras de losmovimientos globales contemporáneos.

Por las rutas de las Conferencias mundiales

Si los encuentros feministas latinoamericanos de los añosochenta y noventa lograron crear una identidad política femi-nista que coloca en el escenario regional la interpelación radi-cal a los sistemas de conocimientos y organización de lasociedad, a partir de los años noventa el debate sobre la cons-trucción de ciudadanía y la profundización democrática de lospaíses de la región coloca como eje la relación del movimien-to con los Estados y las estrategias para incidir en los proce-sos democráticos.

Los feminismos latinoamericanos contaban con un espa-cio común de encuentro cada dos o tres años, redes regiona-les temáticas, múltiples poblaciones y estudios impulsadospor feministas desde los centros de investigación y la acade-mia (analizados por Valdés en este volumen). Las redes logra-ron visibilizar demandas feministas y han sido importantesactoras para la articulación de los movimientos de mujeres, elreconocimiento de la diversidad, y han contribuido a cuestio-nar la versión de que éramos todas iguales y el feminismo unosolo. A su vez, en el proceso hacia Beijing se fueron creandoespacios de confluencia que facilitaron un mayor intercambioentre las redes temáticas, sectoriales y de identidad, pero ade-más, surgió una nueva manera de organización: las coordina-ciones nacionales y subregionales, que posibilitaron unaagenda regional que iba más allá de la suma de todas lasagendas y habilitaron una postura común, un marco políticoy una estrategia capaz de influir en la agenda global.

Después de la Conferencia de 1995, la dinámica principal

280 LILIAN CELIBERTI

de trabajo se trasladó a los escenarios nacionales como espa-cios de verificación de los posibles avances y logros legislati-vos, institucionales y políticos, sin abandonar por completolos espacios de intercambio regionales, a través de semina-rios, publicaciones, encuentros y formación de nuevas redes.El campo de acción de los movimientos de mujeres se dirigióa incidir en la implementación de los compromisos del Plan deAcción Mundial (PAM) para el avance de la mujer a nivel de losestados nacionales.

El juego estratégico entre lo mundial y lo nacional se ha-ce evidente: “Los consensos ganados en el escenario públicoglobal podrían ser utilizados para empujar o emplazar a losestados a emprender acciones a favor de las mujeres. […] Contan apreciable punto de apoyo, el retorno a los contextos na-cionales debía augurar una excepcional faena de logros. A losmovimientos de mujeres a escala local les tocaba actuar sobre(¿ante?, ¿con?, ¿dentro?, ¿desde?) la institucionalidad estatal,teniendo bajo el brazo la carta de los acuerdos y los compro-misos internacionales. Sin embargo, el desmesurado viraje dela acción política feminista en estrategias centradas en los es-tados (state-centric strategies) ha acabado por generar algunascomplicaciones” (Tamayo, 1998).

En términos de la agenda, la segunda mitad de los noven-ta planteó una cuestión central: ¿qué lugar deben ocupar losesfuerzos por institucionalizar las políticas de equidad en con-textos de agudización de las exclusiones y desigualdades so-ciales?

Los logros, aun siendo importantes, parecían magros fren-te a los desafíos de incorporar al debate democrático la equi-dad de género como eje de la construcción democrática. Cadauno de los países y la región como un todo enfrenta cambiossustantivos. Las políticas macroeconómicas, los acuerdos co-merciales, las dimensiones sociales de la integración, el im-pacto de las políticas de ajuste pasan a ser temas ejes de losdebates, seminarios y creación de nuevas articulaciones. Lapropia acción hacia los estados nacionales coloca en la agen-

EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS NUEVOS ESPACIOS REGIONALES GLOBALES 281

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da la integración regional y los pactos institucionales de cons-trucción de los bloques comerciales y de integración. Parecedemasiado esperar de los estados una retórica de equidad degénero cuando los procesos de exclusión social se agudizan yreplantean las relaciones de género en un nuevo contexto dedesigualdades mucho más profundo.

En ese contexto, la lucha por los derechos de las mujeresrequiere una visión estratégica de futuro, en la cual la autono-mía de las agendas feministas no estaría definida solamentepor la defensa del discurso y el espacio propio, sino tambiénpor la articulación de esa agenda con las dinámicas democrá-ticas de las sociedades, por la construcción de sociedades ci-viles que contemplen espacios contestatarios y alternativos depensamiento y acción, capaces de procesar no sólo lo posiblesino lo deseable. (Esta vinculación de la lucha feminista conlas luchas democráticas nunca dejó de ser importante; sin em-bargo adquiere un nuevo giro en cuanto a dedicación de es-fuerzos organizativos y producción de conocimientos.

El proceso de desarrollo del movimiento de mujeres y femi-nista abre un rico espectro de experiencias diferenciadas yhasta conflictivas. El reconocimiento de la diversidad y de lasmúltiples identidades feministas es uno de los temas más inte-resantes de este proceso, por sus implicancias tanto teóricascomo prácticas para re-pensar los caminos emancipatorios dela humanidad. Las mujeres negras, las indígenas, las lesbianasafirman sus identidades y cuestionan la percepción de unaidentidad femenina unificada. En algunos momentos de esteproceso, el punto verdaderamente conflictivo era cómo hablary en nombre de quiénes. Se hizo necesario nombrar, identificar,reconocer cada especificidad para abrir los espacios a solidari-dades y acciones comunes.

Los años dedicados a monitorear a los estados, a realizar“advocacy”* en relación a diferentes temáticas, a ocupar es-

LILIAN CELIBERTI

* Nota de traducción: advocacy significa abogar por causas.

pacios públicos y a especializar agendas y propuestas, crea-ron un bagaje importante de experiencias y debates que co-locan al movimiento de mujeres como un movimiento en per-manente cambio, con una especial ductilidad para asumirnuevos desafíos, contando con un conjunto de herramientasarticuladas para la presión política, la negociación y el ca-bildeo.

Articulación Feminista Marcosur

En septiembre de 2000 se realizó en Montevideo un semi-nario convocado por el Programa Mujer y Democracia en elMERCOSUR y organizado por la ONG Cotidiano Mujer. En es-ta instancia, las participantes1 se proponen la necesidad deconsolidar una corriente feminista surgida de la experienciade trabajo conjunto en torno al proceso de la IV Conferenciahacia la Mujer. Decide llamarse “Articulación Feminista MAR-COSUR”. Una articulación que potencie sin ahogar los diferen-tes intereses y agendas de sus integrantes, los saberes acu-mulados en esos espacios, y que simultáneamente puedaunificar las voces de sus integrantes para intervenir más di-rectamente en los debates democráticos de las sociedades eincrementar el diálogo con otros movimientos sociales. LaAFM se define como una “corriente de pensamiento y acciónfeminista que quiere incidir políticamente en las relaciones de

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1 Equipo de Seguimiento y Propuesta de Políticas Públicas (ESIPP)de Argentina, la Articulación de Mujeres Brasileñas (AMB), la Coor-dinadora de la Mujer de Bolivia, la Coordinación de Mujeres del Pa-raguay, la Comisión de Seguimiento de los Compromisos de Beijingde Uruguay, la Red de educación popular entre mujeres (REPEM), or-ganizaciones que participaban en el Capítulo Latinoamericano de laRed de Género y Comercio, el Flora Tristán de Perú y CECIM de Argen-tina.

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cultura y poder presentes en los procesos de integración re-gional y en los grandes debates internacionales”.2

Podría haberse llamado Articulación Feminista “MERCO-SUR” al estar integrada por coordinaciones nacionales de lospaíses de la región y haber definido como un eje central el te-ma de la integración. Pero se llama MARCOSUR porque se tratade definir un “marco” de articulación, en el sentido de una“forma de interpretación basada en una serie de valores com-partidos que van más allá de un contexto específico” y decualquier frontera, por eso también la integran grupos de Pe-rú y Bolivia, redes regionales o feministas a título personal. Esun espacio, un proceso que a medida que avanza, se perfila,y a veces más que a una “corriente de pensamiento” se pare-ce a una “síntesis de instituciones”.

El debate y la definición de espacios de actuación colocancomo eje central la necesidad de incrementar los diálogos e in-teracciones con otros movimientos sociales en el marco de lasmovilizaciones globales por la justicia de los movimientos an-tiglobalización o de globalización alternativa, según las dife-rentes adscripciones y posturas.

La convocatoria a los movimientos sociales para la realiza-ción del Primer Foro Social Mundial realizado en la ciudad dePorto Alegre en enero de 20013 fue uno de los desafíos asumi-

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2 Documento de la Articulación Feminista Marcosur, setiembre de2001.

3 El surgimiento del Foro Social Mundial es relatado por Chico Wit-haker de esta forma: “Se proponía realizar otro encuentro, de dimen-sión mundial y con la participación de todas las organizaciones quese venían articulando en las protestas masivas, orientado hacia lo so-cial: el Foro Social Mundial. Este encuentro tendría lugar, para darleuna dimensión simbólica al inicio de esta nueva etapa, durante losmismos días del encuentro de Davos de 2001, pudiendo a partir deahí repetirse todos los años, siempre durante los mismos días en quelos grandes del mundo se encontrasen en Davos. Oded Grajew me lapropuso cuando nos encontramos en Francia, en febrero de este año.

dos por la recién constituida Articulación Feminista MARCO-SUR para insertarse en el debate global sobre “otro mundo po-sible”. La oportunidad de construir un espacio de interacciónentre diversos movimientos sociales aparecía intuitivamentecomo un desafío: construir un hábitat, al decir de Virginia Var-gas, que expresara las inevitables tensiones internas y exter-nas de los movimientos sociales globales, un hábitat que reve-la e incluso reproduce rasgos y prácticas ambiguas, cruzadaspor movimientos democratizadores y bolsones de autoritaris-mo, sexismo o racismo. Un hábitat o espacio que no puede serdesligado de las dinámicas de poder y de las hegemonías exis-tentes en los países y entre ellos a nivel global.

La participación en el primer Foro Social Mundial enenero de 2001 fue casi un tanteo, un espacio para “mostrar-nos”, para “aparecer” con nuestras voces y pensamientos. Nose tenía muy claro ni el alcance, ni la dinámica que el FSMadquiriría. A su vez, las alianzas entre los diferentes espaciosque formaban la Articulación Feminista MARCOSUR tambiénse mostraban frágiles y escasamente definidas. A esa primeraconvocatoria la AFM llevó una serie de talleres acordados

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Resolvimos llevarla juntos al director de Le Monde Diplomatique, tam-bién presidente de ATTAC en Francia, Bernard Cassen, para ver si laidea sería aceptada fuera de Brasil. Cassen se entusiasmó y propusoque realizáramos el Foro en Brasil. […]”. “De regreso en Brasil comen-zamos a verificar qué entidades se disponían a aceptar el desafío yasumir esa enorme tarea. El 28 de febrero se reunieron en San Pablorepresentantes de las ocho entidades que firmaron un ‘Acuerdo decooperación’ para la realización del Foro Social Mundial, cuya prime-ra edición se realizó en Porto Alegre del 25 al 30 de enero de 2001:ABONG - Asociación Brasileña de Organizaciones No Gubernamenta-les, ATTAC - Acción por la Tributación de las Transacciones Financie-ras en Apoyo a los Ciudadanos, CBJP - Comisión Brasileña Justicia yPaz, de la CNBB, CIVES - Asociación Brasileña de Empresarios por laCiudadanía, CUT - Central Única de los Trabajadores, IBASE - Insti-tuto Brasileño de Análisis Socio Económicos, CJG - Centro de Justi-cia Global, MST - Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra.”Extractado de: www.forumsocialmundial.org.br

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colectivamente que, además de las cuestiones sustantivas allíplanteadas, pretendían contribuir a la articulación entre dife-rentes espacios de organización feminista, nacionales, regio-nales, redes globales, a veces de grupos, otras de personasque hacen difícil la propia denominación.

El proceso del Foro Social Mundial y las feministas

La experiencia del primer Foro Social convocó a más de15.000 personas y mostró sus potencialidades para colocaren debate los principales desafíos del mundo, e impulsó,frente a sus limitaciones y dificultades, un proceso de deba-te que contribuyó a enriquecer las articulaciones y habilitarla formulación de propuestas. Como espacio en construcción,el FSM está sujeto “a interpretaciones y presiones acerca desu sentido y su futuro. Es un espacio de debate de ideas, pro-positivo y al mismo tiempo de movilización, acción y lucha.Es un espacio contestatario, que manifiesta inconformismo.Allí se juntan los organizados, pero también es un espacioaglutinador de quienes quieren ser parte de este proceso, sinidentidad de organización o filiación ideológica o partidaria.El FSM es un espacio democrático, aglutinador de fuer-zas progresivas colectivas e individuales”, como dice Sergio Haddad.4

El principal atractivo para las feministas es ese compo-nente de diversidad de quienes se sienten convocados por elFSM. “Porque es un espacio donde confluyen las protestascon las esperanzas, y el desasosiego con la construcción de al-ternativas. Donde están los del Movimiento Sin Tierra y losque viven sin techo y sin ventana, los movimientos indígenas

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4 Sergio Haddad, integrante del Comité Organizador en represen-tación de la Asociación Brasileña de ONG (ABOMG); Evaluacionesdel FSM 2002 en www.forumsocialmundial.org.br.

y afro descendientes junto a los jóvenes y los economistas, lostransexuales y las feministas. Los que dan masajes holísticoscon los académicos. Los que luchan contra los productostransgénicos y los que son transgénero. Hindúes, musulma-nes, judíos, católicos junto a los sindicalistas y la gente quepromueve el Esperanto como lenguaje universal (Garrido,2002).

Esta diversidad demostrará, desde el primer momento,que sus alcances no son fáciles de sintetizar, y algo aun másimportante: que cualquier pretensión de hacerlo conlleva elriesgo de empobrecimiento y frena su propio desarrollo. Elpropio debate público organizado entre “el Foro de Davos y elForo Social Mundial” expresó de alguna manera estas dificul-tades.

Para avanzar en la idea de proceso de confluencia, el Co-mité Organizador propuso la creación de un Comité Interna-cional que “mundialice el foro” y las bases para una Carta deprincipios que establezca pautas y fronteras del espacio aconstruir. En el mes de junio de 2001 se reunió por primeravez el Comité Internacional del FSM y se aprobó su carta deprincipios que será a su vez el referente de conducta a seguirpor parte de sus participantes. La “Carta de Principios” esta-blece el marco de pluralidad, diversidad y reconocimiento co-mo eje para multiplicar y ampliar el espacio del FSM. Al con-siderar que el FSM no es sólo un evento sino principalmenteun proceso colectivo de redes, coaliciones, campañas, alian-zas y movimientos, coloca en el campo social la esperanza deconstruir nuevas culturas políticas. Sin carácter decisorio,sin mayorías o minorías, se comienza a consolidar un espa-cio diverso, plural, no gubernamental, no confesional, des-centralizado, movimientista y sin ninguna pretensión de re-presentar todas las iniciativas impulsadas por una sociedadcivil global en formación. “Nadie estará autorizado a expre-sar, en cualquiera de sus encuentros, posiciones que preten-dan ser representativas de todos sus participantes. […] ElForo por lo tanto, no se constituye en una instancia de po-

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der, a ser disputado por los participantes de sus reuniones,ni pretende constituirse en única alternativa de articulacióno acción de las entidades y movimientos que en él partici-pan”, se lee en la declaración de principios, que establecetambién una frontera para la participación: “no deben parti-cipar del Foro representaciones partidarias, ni organizacio-nes militares”.

Estos principios constituyen un marco fundamental pa-ra el desarrollo del debate político. Sin embargo, en la mis-ma medida en que el Foro crece como espacio simbólico, latentación de “capitalizar” –en el sentido más tradicional deltérmino– un movimiento tan vasto se expresa principalmen-te en debates que adquieren una formulación organizativa,pero son en realidad el gran debate político del momento ac-tual.

La integración de la Articulación Feminista MARCOSUR alComité Internacional del FSM introduce también una dinámi-ca más concreta de debate en el interior de la red, tanto en loque se refiere al debate político específico como a la dedica-ción de esfuerzos en la línea de construcción del espacio. “Co-mo Articulación Feminista MARCOSUR privilegiamos el FSMporque es un espacio político en por lo menos tres sentidosque nos son fundamentales: uno de ellos es que queremosque la agenda feminista (la subversión simbólico-cultural, losderechos sexuales, la equidad…) forme parte de la agenda porla justicia económica y la profundización de la democracia;otro, es que para lograrlo debemos dar batalla en el interiormismo del Foro disputando contenidos y siendo subversivastambién en él; y por último, porque el Foro es amplificador denuestros propios discursos, como lo probamos con la campa-ña “Tu boca, fundamental contra los fundamentalismos” queen Porto Alegre fue acompañada activamente por otros movi-mientos y redes de mujeres, por jóvenes, por sindicalistas, et-cétera. Y criticada también por los que decían que le estába-mos haciendo el juego a Bush, que las bocas eran muyeróticas y por lo tanto estábamos usando un símbolo dema-

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siado light (?), o que materiales de esa calidad debía estar fi-nanciándolos la CIA” (Garrido, 2002).5

El Comité Internacional también es un escenario de ladisputa de “interpretaciones y presiones acerca de su sentidoy su futuro” que señalaba Sergio Haddad. Para algunos acto-res, el Foro Social Mundial es un espacio de confluencia de lalucha antiglobalización donde concertar una agenda de movi-lizaciones globales; para otros es un espacio plural donde esposible compartir y articular alternativas democráticas y de-mocratizadoras. ¿Las feministas estamos allí para participaren este debate? ¿Tenemos algo específico que aportar? En al-gunas de las discusiones organizativas y políticas nos hemosexpresado contrarias a cualquier iniciativa tendiente a crearuna coalición internacional que actúe en nombre de un am-plio y genérico movimiento global, algo así como una “Interna-cional de nuevo signo”. Detrás de esta posición hay una acu-mulación de experiencia política feminista y una posturateórica que atribuye a un espacio de esta naturaleza la opor-tunidad para el desarrollo de nuevas culturas políticas quesólo podrán construirse en el diálogo entre los diferentes mo-vimientos. Como dice Candido Grzybowski:6 “Estamos frentea la necesidad de radicalizar la perspectiva de los derechoshumanos de todos los humanos como prioridad fundamentalpara dar cuenta de una nueva conciencia de la humanidad.Romper el divorcio entre economía y sociedad, entre economíay naturaleza, entre naturaleza y sociedad son tareas centralespara la construcción de una agenda global promotora de unaciudadanía planetaria. […] La especificidad del Foro SocialMundial reside exactamente en la capacidad de construir elespacio de encuentro, diálogo e intercambio entre redes, mo-

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5 Un informe de la campaña se encuentra en Articulación Femi-nista MARCOSUR, 2002. La campaña continuó en el Foro de 2003.

6 Candido Grzybowski, Integrante del Comité Organizador, Directorde la ONG IBASE (Instituto Brasileño de Análisis Socio Económicos).

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vimientos, basado en el respeto y fortalecimiento de su propiadiversidad y autonomía”.

Ese desafío incluye también al movimiento feminista, des-perdigado en mil redes y espacios diferentes, con dificultadespara reconocerse a sí mismo, como le sucede a todos los mo-vimientos sociales, y que necesita también visibilizarse y reco-nocerse. En algunos de los talleres donde se abordaron losnuevos retos feministas, se señalaron las dificultades y proble-mas que aún persisten en los espacios de articulación entre di-ferentes movimientos. “Las feministas siempre han tratado deinfluir en la agenda de los movimientos sociales y políticos pro-gresistas para cambiar la perspectiva de estos movimientos.Sin embargo sabemos que queda un largo camino por recorrerpara que la inclusión de la perspectiva feminista sea una rea-lidad.” “No queremos que el FSM se convierta en un asunto do-minado por los hombres: se necesita liderazgo feminista y laconstrucción de alianzas” (van Dueren, 2002). Otra partici-pante en el mismo taller señala que “las mujeres en términosgenerales, no somos voces presentes en los temas económicosni de finanzas. Entiendo que estos temas se identifican comomasculinos, no sólo en términos de las voces sino también delos contenidos. Es decir que el problema de las ausencias fe-meninas no se resolverá sólo con la llegada de más mujeres ala discusión de los temas económicos y de finanzas sino quetambién es necesario que estos temas sean vistos con perspec-tiva de género” (Ana Irma Rivera).

A su vez, hay también un claro reconocimiento de la ne-cesidad de pensar alternativas globales:

Creo que ha llegado el momento de que muchas de nosotras(más de las que actualmente lo hacemos) tomemos una seriaresponsabilidad en dar forma a nuestro mundo en los nive-les micro, medio y macro. En otras palabras, de dar un pasomás en el feminismo, el movimiento feminista y el liderazgofeminista; de preocuparnos no sólo por la forma de vida delas mujeres sino también de la calidad de las vidas de los

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hombres, mujeres y niños/as en un sentido más general; depreocuparnos por encontrar soluciones a las tensiones y con-flictos en el mundo; de asumir el liderazgo en organizaciones,de buscar formas de hacer que nuestras vidas y nuestromundo sean más inclusivas y diversas (Borren, 2002).

Tu boca FUNDAMENTAL

La Articulación Feminista MARCOSUR preparó su partici-pación en la segunda edición del FSM en diferentes niveles.Como integrante del Comité Internacional tenía la responsa-bilidad de animar y coordinar el panel central del Foro “Com-bate a la discriminación y a la intolerancia”. A su vez, organi-zó junto a otras redes un conjunto de talleres que dan cuentade diferentes agendas sobre las cuales se trabaja: “MujeresMigrantes: fronteras anchas y ajenas” (en coordinación conRepem/DAWN y UNIFEM) “Sexo, mentiras y comercio inter-nacional” (apoyando a CICSA, GEM, WIDE) y finalmente, unacampaña creativa y transgresora contra los fundamentalis-mos de todo tipo. La campaña “Contra los fundamentalismos,lo fundamental es la gente” busca “amplificar las voces que seoponen con firmeza a las prácticas, discursos y representacio-nes sociales discriminatorias, sometiendo a las personas a si-tuaciones de opresión o vulnerabilidad”. Porque “creemos enla posibilidad de construir, en el campo simbólico y en el cam-po político, una dimensión de seres humanos y de sujetos,sean mujeres u hombres, en el que esas prácticas se tornenimposibles” (documento de la campaña). Ampliando el conte-nido de los fundamentalismos a todas aquellas “[…] expresio-nes religiosas, económicas, científicas o culturales que pre-tenden negar a la humanidad en su diversidad, legitimandomecanismos violentos de sujeción de un grupo sobre otro, deuna persona sobre otra. Esencialmente excluyentes y belico-sos, los fundamentalismos minan la edificación de un proyec-to de Humanidad donde todas las personas tengan derecho a

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tener derechos, sacrificando, en el colmo de la perversidad, lavida de las mujeres” (documento). Sea religioso, político, cien-tífico o cultural, el fundamentalismo es siempre político y su-pone una negación de la pluralidad y diversidad a la vez quelegitima mecanismos violentos de presión de un grupo porparte de otro. Esencialmente excluyentes y belicosos cual-quier tipo de fundamentalismo mina la construcción de unproyecto de humanidad donde las personas tengan derecho atener derechos. Construir nuevos paradigmas simbólicos ypolíticos, supone afirmar las formas democráticas y pacíficasde enfrentar los conflictos, formas que habiliten el reconoci-miento de las diferencias y el ejercicio de las solidaridades enla búsqueda de soluciones negociadas tanto en la esfera pú-blica como privada o íntima, de la convivencia humana.

La propuesta utilizó la creatividad y el lenguaje publicita-rio como puente hacia los participantes del Foro y hacia otrasredes de mujeres en todo el mundo. En este marco, ocho mu-jeres de diferentes partes del mundo tomaban la palabra paraanalizar desde su práctica concreta, las diversas manifesta-ciones del fundamentalismo. Suhad Bishara y Lily Traubman,una palestina y la otra israelí, hablaron del difícil camino depaz en Medio Oriente pero también de la larga articulación de-mocrática de las feministas de ambas partes del conflicto, pa-ra construir la paz enfrentando de uno y otro lado intoleran-cias y desconocimientos. Susanna Par, de Estados Unidos,reflexionó sobre la derecha norteamericana, su vinculacióncon el protestantismo conservador y su hegemonía despuésdel 11 de septiembre de 2001. Mariam Rawi, integrante delFrente Revolucionario de Mujeres Afganas (RAWA), expresócon firmeza que con burka o sin burka en Afganistán las mu-jeres están privadas de sus derechos. Creusa M. Oliveira, pre-sidenta de la Federación Nacional de Trabajadores Domésti-cos de Brasil, habló del racismo y la pobreza desde su vidacomo mujer negra y Vivian Imogbo viajó desde Nigeria paracontar en primera persona la vida de una mujer mutilada ge-nitalmente a los ocho años de edad. Estas voces representa-

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ban muchas de las luchas feministas de las últimas décadasen relación a las agendas de los derechos humanos de las mu-jeres. Venían a hablar por su propia boca, por eso, TU BOCAFUNDAMENTAL CONTRA LOS FUNDAMENTALISMOS fue eleslógan de la campaña del que derivaron las bocas rojas,amarillas y azules que miles de participantes usaban en ca-misetas y broches.

Pitos, matracas, máscaras y mucho color desfilaron undía y otro ya sea contra los fundamentalismos como por la le-galización del aborto, convocando a mujeres y hombres de di-versos espacios de organización. Manifestar dentro del FSM,por la legalización del aborto, por los derechos sexuales, porla diversidad, parece mostrar que hay algunos temas que si-guen estando en los “bordes” de la política y se requiere de lapresencia de sujetos concretos para que ingresen en el esce-nario de los debates.

Un espacio global de los movimientos sociales: desafíos y tensiones

Para cada persona que participó en los tres encuentros delForo, la creatividad, el respeto y la diversidad constituyen elpatrimonio más resaltado de la experiencia subjetiva vivida du-rante esos cinco días, en esa especie de torre de Babel de len-guas, colores, imágenes, gestos y símbolos. Pero por detrás deesas múltiples experiencias subjetivas, se abre un debate sus-tantivo acerca de las estrategias y objetivos del propio Foro.

En el Foro Social Mundial, no existe una estructura cen-tralizada. “Por el contrario, Porto Alegre es una muy flexiblecoalición de movimientos trasnacionales, nacionales y locales,con múltiples prioridades unidas en su oposición al ordenneoliberal. Y estos movimientos en su mayoría, no están bus-cando el poder del Estado, y si lo están buscando, lo hacenpartiendo de que esta es sólo una táctica entre otras, pero nola más importante. Hemos dicho suficiente sobre las fortale-

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mente, ni de la tensión inherente a la definición del “nosotros-otros”.

La política, dice Chantal Mouffe “tiene que ver con la ac-ción pública y la formación de identidades colectivas. Su ob-jetivo es la creación de un ‘nosotros’ en un contexto de diver-sidad y conflicto. Pero para construir un nosotros hay quepoder distinguirlo de un ‘ellos’. Por eso la cuestión crucial deuna política democrática no es cómo llegar a un consenso sinexclusiones o cómo crear un ‘nosotros’ que no tuviera un‘ellos’ como correlato, sino cómo establecer esta discrimina-ción nosotros/ellos de una manera que sea compatible con lademocracia pluralista” (Mouffe, 2001:36).

En este sentido de “salvaguardar el derecho a la palabra”y el de “la libertad de los individuos y de los grupos para es-tablecer el sentido de lo que son y de lo que quieren ser” (Me-lucci, 2001:57) es el aporte sustancial de este esfuerzo porconstruir un escenario de actores/as que disputan el signifi-cado, las prioridades y los fines de la vida en común.

En segundo lugar, un espacio de confluencia, que habili-te la tolerancia y el desarrollo de nuevas culturas políticas,depende también de la oportunidad para colocar en el debatelos esquemas de interpretación y significados que los diferen-tes actores/as otorgan a sus utopías y propuestas.7 En esto,

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7 El esquema de trabajo y la metodología de debate propuesta enla segunda convocatoria del FSM pretendía avanzar en el acerca-miento de marcos referenciales entre los diferentes movimientos: unared formularía una propuesta y sería esta la materia de debate entrelos diferentes movimientos. Los/as animadores/as de los paneles de-bían promover ese debate antes del Foro, para enriquecer las pro-puestas, detectar las diferencias y carencias, rescatar otras miradasy enfoques. Esta metodología tuvo, sin embargo, magros resultados,precisamente porque generar una cultura del debate es una tarea delargo alcance, que comienza por el reconocimiento de los/las otros/o-tras como legítimos interlocutores de propuestas capaces de cuestio-nar o interpelar posiciones de otros.

zas de Porto Alegre. Es momento de señalar sus debilidades.Sus fortalezas son sus debilidades. La falta de centralizaciónpuede hacer difícil coordinar tácticas para las batallas másduras que queden por delante. Y tendremos que ver tambiénqué tan grande es la tolerancia hacia todos los intereses quese representan, la tolerancia hacia las prioridades de unos yotros” (Wallerstein, 2002).

Construir la tolerancia y el respeto de los diferentes inte-reses presentes en el FSM es una de las principales estrate-gias para avanzar en la formulación de alternativas y es, talvez, lo verdaderamente nuevo que propone un espacio comoel FSM. Ninguna centralización organizativa y ninguna agen-da de movilizaciones podrán acortar los caminos que se debentransitar para poner en diálogo las diversas prioridades de losmovimientos. Las fortalezas y debilidades que se expresan enesta iniciativa y las diferencias explícitas e implícitas que ex-presan las diferentes corrientes de pensamiento son parte deldebate de fondo que el Foro como espacio de confluencia pro-pone.

Desde mi punto de vista, el problema central de la articu-lación de los movimientos sociales no es organizativo, sino po-lítico y conceptual, y el desafío, como plantea Boaventura deSouza Santos “está en la capacidad de formular problemasnuevos para los cuales no existe solución, o no existe aún so-lución” (de Souza Santos, 2000:36).

Un espacio para pensar “otro mundo posible”

Un desafío que enfrentan los espacios plurales de articu-lación es el reconocimiento de cada uno/a como actor legítimode esta búsqueda. Sería ilusorio pensar que este reconoci-miento es un acto inmediato y “natural” de nuestras “aspira-ciones humanistas”. El reconocimiento del otro/otra como ac-tor/a de la construcción de un espacio democrático no estáfuera de relaciones jerárquicas de poder construidas social-

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el diálogo y el escuchar a otros es central. Sin embargo, pare-cería que aún nos interesa más “mostrar” o visibilizar las ini-ciativas o propuestas de cada una de las redes o grupos queabrir efectivamente el debate acerca de ellas.

En tercer lugar, la perspectiva de construcción de nuevasidentidades políticas democráticas supone el reconocimientode una “cadena de equivalencias de demandas democráticas”al decir de Mouffe (1999:102).

Las propuestas emancipatorias impulsadas por los dife-rentes actores sociales se desarrollan en el interior de rela-ciones de poder y sus articulaciones no se dan automática-mente. Es posible anunciarlas como un horizonte políticodemocrático pero construirlas en la práctica supone movilizarconceptualmente las jerarquías de interpretación de los pro-blemas a resolver, economía, política, poder mundial, versussubjetividad, diversidad, discriminación, derechos. Al abordarlos diferentes problemas parece difícil articular estas perspec-tivas sin establecer una jerarquía entre los temas. Es por elloque aún muchos intelectuales y políticos varones prescindende la teoría de género para integrarla a sus perspectivas deanálisis.

Desde el feminismo se han venido acumulando en las úl-timas décadas importantes aportes teóricos y esfuerzos inte-lectuales dirigidos al estudio de los mecanismos de funciona-miento de las economías nacionales y mundial. En tal sentidoRosalba Todaro y Regina Rodríguez afirman que estas inicia-tivas están permitiendo elaborar nuevas perspectivas de aná-lisis: “No se trata sólo de incorporar a las mujeres como un‘tema’ más a investigar, sino de enriquecer los marcos teóri-cos y conceptuales para lograr un conocimiento más amplio yadecuado sobre el funcionamiento de la economía” (Todaro yRodríguez, 2001).

En el FSM se ha avanzado aún escasamente en la premi-sa de pensar los problemas globales de la humanidad desdeuna nueva perspectiva emancipatoria que integre y articule lopúblico y lo privado, las subjetividades y poderes, clase, raza,

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género, opción sexual para formular nuevas identidades polí-ticas democratizadoras. Intervenir en este debate es un desa-fío político para las diferentes corrientes feministas, desde elpunto de vista teórico, pero también desde la práctica políticacotidiana.

Estos cambios de perspectiva y de enfoque implican desa-fíos importantes, así como establecer nuevas prioridades en laagenda del movimiento. En una visión de síntesis:

Los cambios en las subjetividades han impactado también alos feminismos y sus agendas de transformación, reincorpo-rando a ellos las ‘agendas olvidadas’ o debilitadas en la largamarcha hacia el fortalecimiento institucional. Agendas quebuscan integrar la justicia de género con la justicia económi-ca, recuperando al mismo tiempo la subversión cultural y lasubjetividad como estrategia de transformación de más largoaliento. A esta lucha por la justicia, los feminismos co-mienzan a incorporar la diversidad no sólo en la vida de lasmujeres sino en su estrecha relación con las característicasmulticulturales y pluriétnicas de la región que se expresantambién en lo global. Estas luchas expresan dos tipos de in-justicia: la injusticia socioeconómica, arraigada en las es-tructuras políticas y económicas de la sociedad y la injusticiacultural, o simbólica, arraigada en los patrones sociales derepresentación, interpretación y comunicación. Ambas injus-ticias cruzan a las mujeres y a muchas otras dimensionesraciales, étnicas, sexuales, geográficas. Expresadas en ladesigual distribución de recursos y en la ausencia de valora-ción, se concretan en las luchas por redistribución y por re-conocimiento (Vargas, 2002).

Por último, un aspecto central planteado por la existenciamisma del FSM es la ampliación del concepto de la política, lopolítico y el poder. Al construirse como un espacio de encuen-tro y acción de los movimientos sociales para pensar los pro-blemas y desafíos de la organización actual del mundo, se

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asume un protagonismo político que amplía el escenario dequienes están convocados/as para tomar la palabra en estedebate y proponer cuáles son los asuntos que motivan la bús-queda de felicidad. ¿Qué nuevos puentes en la sociedad y susorganizaciones, las demandas y problemas, la diversidad y elreconocimiento, plantea este espacio a los sectores progresis-tas? ¿Cómo abrir y procesar debates entre los movimientos ylos partidos sin cooptaciones o exclusiones? ¿Se podrá acor-tar la brecha entre las ciudadanías diversas y plurales y losespacios de representación política? ¿Qué procesos de demo-cratización de los partidos son necesarios?

Para las diferentes corrientes feministas estos desafíosadquieren a su vez una dimensión específica, tanto en lo or-ganizativo como político. Sin duda el movimiento feminista es-tá compuesto de corrientes diversas tanto en espacios organi-zativos como de intereses temáticos y políticos. Parecenecesario un mayor grado de articulación entre las diferentescorrientes para no seguir atrapadas, al decir de Marta Lamas“en rivalidades absurdas, pues la lógica identitaria confrontaa compañeras con múltiples coincidencias políticas sólo por-que pertenecen a redes o instancias distintas. Esos tropie-zos… producen dislocaciones discursivas, falsas oposiciones yconfrontaciones personalizadas” (Lamas, 2000).

Las alianzas entre las diferentes corrientes y agendas fe-ministas podrían articularse en torno a cómo transformar eldebate global sobre las alternativas en un debate de “equi-valencias de demandas” y las múltiples estrategias a desple-gar para enfrentar tres desafíos básicos desde mi punto devista:

• ¿Cómo eludir la encrucijada en que las “urgencias de lascrisis” (particularmente la financiera) parece colocar nue-vamente en un lugar secundario las consideraciones degénero y su estrecha relación con la economía?

• ¿Cómo hacer de la cultura de derechos un campo de pra-xis política?

298 LILIAN CELIBERTI

• ¿Cómo introducir en los debates actuales la dimensióncorporal y sexual de la diferencia?

Las agendas y los movimientos, redes y articulaciones fe-ministas convocan al desarrollo de nuevos paradigmas, com-binando lo local, lo nacional y lo global, la interconexión demúltiples agendas y la oportunidad de colocar en debate unadimensión más profunda de la justicia que integre la justiciaeconómica, social, cultural y simbólica. Pero que también co-loque en debate las formas de hacer política de los propiosmovimientos sociales. Es en el campo de la disputa simbólica,de la libertad y los derechos donde las diversas corrientes fe-ministas tienen aun un enorme espacio de actuación, de dis-puta y de “aparición” entre los movimientos sociales que seconvocan al Foro Social Mundial, para buscar los caminos deconstrucción de “otro mundo posible”.

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EL MOVIMIENTO FEMINISTA Y LOS NUEVOS ESPACIOS REGIONALES GLOBALES 299

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La dimensión transnacional de los movimientos sociales*

KATHRYN SIKKINK

Introducción

Es cada vez más difícil estudiar la sociedad civil y los mo-vimientos sociales en un país sin tomar en cuenta sus vincu-laciones y dimensiones transnacionales. Los movimientossociales actúan en el marco de, y son influidos por, las insti-tuciones nacionales (aquello que los teóricos de los movimien-tos llamarían estructuras de oportunidades políticas). Al mis-mo tiempo, también reciben la influencia de las institucionesy de los acontecimientos regionales e internacionales (lo quepodríamos denominar estructuras regionales e internaciona-les de oportunidades políticas). Como señala Jelin en la Intro-ducción, los autores de este libro parten de la convicción deque “el proceso MERCOSUR crea un nuevo marco […] para laelaboración de estrategias de acción de fuerzas sociales y ac-tores colectivos” (también Jelin, 1999). Para entender las ac-ciones y la efectividad de los movimientos sociales, entonces,es necesario comprender tanto la estructura nacional de opor-tunidades políticas como la regional y la internacional, y ex-

* Este trabajo es una revisión del capítulo “La dimensión transna-cional de los movimientos sociales”, publicado en Abregu y Ramos(comps.), 2000.

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300 LILIAN CELIBERTI

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tienen un mayor nivel de formalización y son más profesiona-lizadas que los movimientos sociales nacionales; cuentan ade-más con personería jurídica y con personal remunerado.2 Lasorganizaciones no gubernamentales regionales o internacio-nales tienen una estructura de toma de decisiones compues-ta por miembros que provienen de más de un país.3 Todos loscasos que se analizan en este libro consideran a las organiza-ciones no gubernamentales nacionales, regionales e interna-cionales como actores centrales en el desarrollo de sus cam-pos temáticos específicos.

Hay tres tipos de configuraciones de actores no estatales–redes, coaliciones y movimientos transnacionales– que supo-nen diferentes niveles de vinculación y movilización. Las redestransnacionales de activistas (advocacy) son las configuracio-nes más informales de actores no estatales. Las redes sonconjuntos de actores cuya vinculación traspasa las fronterasnacionales, que están unidos por valores comunes, por inten-sos intercambios de información y de servicios, y por dis-cursos compartidos (Keck y Sikkink, 1998). Mientras que al-gunas redes están formalizadas, la mayoría se basa encontactos informales. Lo central en la actividad de la red es elintercambio y el uso de información. Las redes no se caracte-rizan por una coordinación duradera de tácticas como lo ha-cen las coaliciones, ni movilizan a gran número de personas

LA DIMENSIÓN TRANSNACIONAL DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES 303

2 Los teóricos de los movimientos sociales consideran la profesio-nalización y la formalización como dimensiones organizacionales delas organizaciones de movimientos sociales (Kriesi, 1996). En el pla-no internacional, las organizaciones no gubernamentales son institu-ciones con personería legal y con personal remunerado, en parte por-que esa formalización es necesaria para adquirir “status consultivo”en las Naciones Unidas.

3 El Anuario de Organizaciones Internacionales identifica a las or-ganizaciones no gubernamentales internacionales como organizacio-nes en las que hay participación electoral de por lo menos tres paí-ses.

plorar las formas en que estas estructuras interactúan y pro-ducen resultados concretos.

Presentaré aquí un argumento teórico general sobre lasredes transnacionales y los movimientos sociales, acompaña-do por ejemplos concretos de temas y tipos de redes. Analiza-ré además algunos de los desequilibrios y asimetrías de poderemergentes que exhiben los movimientos sociales y las redestransnacionales. Abordar las cuestiones y los problemas con-cernientes a su dinámica interna se torna aun más importan-te si tenemos en cuenta que las organizaciones no guberna-mentales y las redes transnacionales se están perfilandocomo actores influyentes en el plano regional e internacional.

Las formas de la acción colectiva transnacional1

Se puede partir de una tipología de formas de acción co-lectiva transnacional, ya que la forma que adopte la accióncolectiva incidirá sobre sus objetivos y su efectividad. Lasprincipales formas de acción colectiva transnacional son lasorganizaciones no gubernamentales transnacionales, las re-des de activistas (advocacy)* transnacionales, las coalicionestransnacionales y los movimientos sociales transnacionales.

Las organizaciones no gubernamentales son grupos priva-dos, voluntarios, sin fines de lucro, cuyo objetivo principal espromover públicamente alguna forma de cambio social. Entérminos generales, las organizaciones no gubernamentales

302 KATHRYN SIKKINK

1 Esta sección recoge algunas ideas y materiales de un capítuloescrito en forma conjunta con Sanjeev Khagram, a quien agradezcoel permiso de poder utilizar ese material (Khagram, Riker y Sikkink,2002).

* Nota de traducción: advocacy significa abogar por causas. Dadala dificultad de hallar una traducción adecuada, las nombraremoscomo organizaciones de activistas, agregando el término en inglés,advocacy.

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pacidad de generar acciones coordinadas y sostenidas de mo-vilización social en más de un país para influir públicamenteen procesos de cambio social. A diferencia de las redes y delas coaliciones transnacionales, los movimientos socialestransnacionales frecuentemente movilizan a sus bases(transnacionales) para la acción colectiva bajo modalidadesde protesta y de acción disruptiva. Esta definición de los mo-vimientos sociales transnacionales se ajusta a las definicio-nes de los movimientos sociales locales, que ponen el énfasisen la presencia de la movilización y de las acciones disrupti-vas como rasgos característicos (Tarrow, 1994; Rucht, 1996;Kriesi, 1996). Los teóricos de los movimientos sociales sostie-nen que la capacidad de los movimientos de producir el cam-bio social está vinculada con su capacidad disruptiva o ame-nazadora del orden social existente (McAdam, 1982; Tarrow,1994). De esta forma, cabría esperar que por su capacidad demovilización, los movimientos sociales transnacionales, fue-ran más efectivos que otras formas de acción colectiva trans-nacional. También cabría esperar que los movimientos trans-nacionales tuvieran un nivel más alto de identidad colectivatransnacional.

Sin embargo, los movimientos sociales transnacionalesson la forma de acción colectiva transnacional más difícil einusual. Para poder hablar de un movimiento social, deberíahaber activistas en por lo menos tres países, vinculados entresí y con capacidad de emprender una movilización conjunta ysostenida. De los casos discutidos en este libro, el movimien-to transnacional de mujeres es el que más se aproxima a ladefinición de un movimiento transnacional (Celiberti, Valdés).

Estos tres tipos de configuraciones pueden ser vistos co-mo niveles ascendentes de acción colectiva transnacional. Ge-neralmente, una coalición transnacional se forma sólo des-pués de que se haya desarrollado una red de comunicación; yun movimiento agregará el elemento de movilización a unacoalición transnacional. Si bien las definiciones de coalicio-nes, redes y movimientos transnacionales no son necesaria-

LA DIMENSIÓN TRANSNACIONAL DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES 305

como los movimientos sociales. Algunos ejemplos de redes deactivistas analizados en este volumen incluyen las redes re-gionales que estableció el Movimiento de Mujeres Agropecua-rias en Lucha (Bidaseca) y la red de información y comunica-ción sobre “Mujer y MERCOSUR” (Valdés).

Una coalición transnacional supone un nivel de coordina-ción mayor. Las coaliciones transnacionales son conjuntos deactores de diversos países que elaboran estrategias coordina-das o conjuntos de tácticas compartidas orientadas a provo-car algún cambio social. Por ejemplo, en los casos que se ana-lizan en este libro, tanto la coalición que formó Sobrevivenciaen Paraguay (Arach) como la Coalición Ríos Vivos (Hochste-tler), usaron la táctica de buscar el retiro del apoyo de insti-tuciones financieras internacionales para los proyectos a losque se oponían (la represa Yacyetá y la Hidrovía). Las estrate-gias y tácticas compartidas son las campañas transnaciona-les, y estas constituyen a menudo la unidad de análisis de losestudios y las investigaciones sobre la acción colectiva trans-nacional. La coordinación de tácticas requiere de un nivel ma-yor de formalidad en los contactos que en el caso de una red.Esto se debe a que los grupos generalmente necesitan reunir-se para identificar y acordar tácticas comunes, para desarro-llar las estrategias para implementar las campañas, y tam-bién para informarse mutuamente sobre el avance de lascampañas. Las coaliciones transnacionales, al igual que losmovimientos sociales nacionales, conjugan a menudo tácticasinstitucionales y no institucionales (Tarrow, 1994; Meyer yTarrow, 1998). Además, en tanto las coaliciones transnacio-nales actúan en forma colectiva, se requiere algún grado deidentidad colectiva transnacional (Klandermans, 1997), aun-que la importancia de esa identidad colectiva transnacionalno es necesariamente mayor que la de las restantes identida-des de los actores.

Los movimientos sociales transnacionales son conjuntosde actores vinculados entre sí atravesando fronteras naciona-les, con objetivos y solidaridades comunes, que tienen la ca-

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vada internacional o un banco. Pero si la fuente de la accióncolectiva es la actividad de un actor transnacional –una ins-titución transnacional o una empresa transnacional–, lacampaña usualmente persigue un resultado transnacional.Dado que el estímulo es transnacional, también lo es la res-puesta.

Estructuras de oportunidades nacionales, regionales e internacionales y la acción colectivatransnacional

Uno de los principales aportes de la teoría de los movi-mientos sociales es establecer la relación entre ciertos rasgosde las estructuras de oportunidades políticas dentro de lascuales operan los movimientos sociales y sus posibilidadesde éxito (Tarrow, 1989; Kitschelt, 1986). Tarrow define las es-tructuras de oportunidades como “dimensiones congruentes–aunque no necesariamente formales o permanentes–, delentorno político, que ofrecen incentivos para que la genteparticipe en acciones colectivas al afectar sus expectativas deéxito o fracaso”. Las oportunidades políticas no son sólo per-cibidas y aprovechadas, sino también creadas por los activis-tas de los movimientos sociales (Tarrow, 1994; Gamson y Me-yer, 1996).

La mayoría de los teóricos de los movimientos socialesexamina estructuras de oportunidades políticas y sociales enpaíses regidos por democracias liberales. En estos análisis,hablar de una estructura de oportunidades “abierta” o “cerra-da” generalmente refiere a un continuo dentro de las demo-cracias liberales, dependiendo del grado de porosidad de esasestructuras a la influencia de las organizaciones sociales(Kitshelt, 1986). De esta forma, y comparando con la estruc-tura de oportunidades “relativamente abierta” de la mayoríade los regímenes democráticos, muchos estudios desestimanla estructura de oportunidades “realmente cerrada” de los re-

LA DIMENSIÓN TRANSNACIONAL DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES 307

mente completas ni mutuamente excluyentes, subrayan lamodalidad principal de cada tipo de acción colectiva transna-cional (véase cuadro 1).

Cuadro 1Principales modalidades

de acción colectiva transnacional

Forma Modalidad principal

Red transnacional Intercambio de informaciónCoalición transnacional Tácticas coordinadasMovimiento transnacional Movilización conjunta

Los miembros de las coaliciones y redes regionales einternacionales pueden ser definidos, en un sentido amplio,como el conjunto de actores relevantes que operan en uncampo de actividad. Esto significa que, a pesar de que las or-ganizaciones no gubernamentales son los actores principalesen las redes y coaliciones transnacionales, (partes de) los Es-tados y de organizaciones regionales e internacionales, fun-daciones y centros de investigación podrían ser también in-cluidos.

Por su parte, el activismo también difiere en cuanto a silo transnacional se refiere a las fuentes transnacionales delos problemas que enfoca, si se trata de procesos transnacio-nales de acción colectiva y/o resultados transnacionales(Imig y Tarrow, 1999). En muchos casos los activistas utili-zan procesos transnacionales para generar resultados en elnivel nacional, como por ejemplo el activismo frente al BancoMundial para mejorar la situación de los afectados por la re-presa de Yacyetá en Paraguay (Arach, en este volumen). Po-demos pensar acerca de la diferencia entre fuentes, resulta-dos y procesos transnacionales en términos de quién es eldestinatario de la acción colectiva transnacional. En algunoscasos el objetivo ha sido el Estado; en otros, una empresa pri-

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gímenes autoritarios o semiautoritarios.4 En regímenes auto-ritarios represivos, la estructura de oportunidades es total-mente cerrada. No sólo es impermeable a las influencias so-ciales, sino que el régimen puede impulsar el debilitamientode la capacidad de organización de sus opositores o aun sueliminación.

Sin embargo, no es suficiente pensar la efectividad de laacción colectiva transnacional sólo en términos de las estruc-turas de oportunidades políticas nacionales. Necesitamosanalizar en forma sistemática las estructuras de oportunida-des políticas transnacionales, esto es, debemos ver cuálesson las dimensiones congruentes del entorno político regio-nal o internacional que ofrecen incentivos para la acción co-lectiva. Las instituciones regionales e internacionales como elMERCOSUR o las organizaciones de las Naciones Unidas seencuentran entre las dimensiones más importantes del en-torno político transnacional para la acción colectiva transna-cional (véase también Tarrow, 1999).

Además, las organizaciones regionales e internacionalesdifieren en su estructura institucional. El Banco Mundial, porejemplo, ha sido mucho más permeable a la influencia de losactores no gubernamentales que el Fondo Monetario Interna-cional. Por otra parte, las empresas transnacionales son me-nos abiertas a la influencia de las redes que las organizacio-nes internacionales.

Finalmente, y lo que es muy importante, es necesario con-siderar el modo en que las estructuras de oportunidades po-líticas nacionales, regionales e internacionales interactúan, ycuáles son los efectos de esa interacción sobre la actividad delos movimientos sociales. Ni los teóricos de los movimientossociales ni los teóricos de las relaciones internacionales han

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4 Una excepción es McAdam (1996), quien explícitamente recono-ce que la represión es un aspecto clave de la estructura de oportuni-dad política.

conceptualizado esta interacción en forma adecuada. Los teó-ricos de los movimientos sociales son cada vez más conscien-tes de que los movimientos operan tanto en un entorno nacio-nal como internacional (Oberschall, 1996). Estos autoreshablan de una estructura de oportunidades “de múltiples ca-pas” que incluye un capa “supranacional” (Klandermans,1997), de una “comunidad política de varios niveles” (Marks yMcAdam, 1996), o subrayan el modo en que las presiones in-ternacionales inciden sobre las estructuras de oportunidadesnacionales (McAdam, 1996; Tarrow, 1998, 1999). Sin embar-go, las presiones internacionales son todavía vistas como untipo de “shock externo” para los procesos nacionales prima-rios. No hemos conceptualizado con exactitud el modo en quelas estructuras de oportunidades políticas pueden interactuarde forma continua, y qué tipo de patrones característicos po-drían resultar de esa interacción.

Una estructura política regional o internacional no des-plaza a la estructura de oportunidades nacionales sino queinteractúa con ella. Para aprehender la efectividad de las re-des transnacionales debemos comprender la interacción diná-mica entre una estructura regional o internacional de oportu-nidades y una nacional. Esa interacción dinámica puede sersimilar a la lógica de los juegos de dos niveles desarrollada porRobert Putnam (Putnam, 1988; Evans, Jacobson y Putnam,1993), pero sin el negociador principal que actúe como la pie-za clave en el centro de las negociaciones. Del mismo modo enque hay ciertas lógicas que corresponden al juego de dos ni-veles de Putnam, parece haber patrones característicos en lainteracción entre las estructuras de oportunidades nacionalese internacionales. El modelo “bumerang” (Keck y Sikkink,1998), y el “modelo de la espiral” (Risse y Sikkink, 1999), pue-den ser pensados como esquemas referidos a la interacciónentre estructuras de oportunidades nacionales e internacio-nales. Ambos sugieren que un bloqueo en la sociedad localconduce a los actores de los movimientos sociales al campotransnacional. Este bloqueo se origina con frecuencia en la re-

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exhiben algunos movimientos sociales en los sistemas federa-les. Así, por ejemplo, cuando los defensores de los derechosciviles en el sur de los Estados Unidos no contaron con el po-der suficiente para derrotar a sus opositores segregacionistasen los conflictos locales, desarrollan tácticas para provocar laintervención del gobierno federal en aras de promover la inte-gración racial (McAdam, 1983).

El grado de apertura de las estructuras de oportunidadespolíticas regionales o internacionales generalmente es percibi-do en su relación con el grado de apertura de las estructurasnacionales. De esta forma, para un activista de derechos hu-manos en Chile en los años setenta, el campo internacional semostraba permisivo y abierto en comparación con la cruda re-presión en su país. Por el contrario, para los activistas de paí-ses en los que las estructuras de oportunidades están muyabiertas, el desplazamiento hacia una institución regional ointernacional puede importar una disminución en su nivel deinfluencia. Este es el principal argumento que explica el défi-cit democrático de la Unión Europea o el MERCOSUR. En es-te sentido, algunos defensores de los derechos laborales o delos pequeños productores agrícolas plantean argumentos si-milares en referencia al MERCOSUR, a la Organización Mun-dial de Comercio (OMC) y al NAFTA (Badaró, y Bidaseca, eneste volumen). Acusan a los gobiernos de trasladar las deci-siones de políticas a las instituciones multilaterales, en tantoestas son menos abiertas a la influencia de los actores socia-les. En muchos casos los activistas transnacionales han dise-ñado estrategias para intentar influir sobre este tipo de insti-tuciones, pero esas estrategias son percibidas como unarespuesta defensiva necesaria más que como una acción es-tratégica deseada (Badaró, en este volumen). En otros, cuan-do los grupos nacionales se mueven en estructuras de opor-tunidades nacionales abiertas, no buscarán acceder ainstituciones internacionales, inclusive cuando la fuente delos problemas que enfrentan sea de naturaleza transnacional.Por el contrario, intentarán presionar a sus propios gobiernos

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presión y/o el autoritarismo. La combinación de una estruc-tura de oportunidades nacionales cerrada y una estructura deoportunidades internacionales abierta da inicio al bumerangy a la espiral. En el modelo de la espiral, la interacción es máscompleja. Las comunidades políticas cerradas promueven eldesarrollo de vínculos transnacionales, dado que los activis-tas locales son “arrojados” hacia el exterior, a veces inclusivepara proteger su propia existencia. Uno de los principales ob-jetivos de la actuación en el campo internacional es el de pre-sionar por la liberalización y apertura de los regímenes nacio-nales. De esta forma, el modelo de la espiral genera un cambiocontinuo sólo cuando es capaz de contribuir a la transforma-ción hacia una estructura de oportunidades nacionales másabierta, generalmente a través del cambio de régimen político(Risse, Ropp y Sikkink, 1999).

Una estructura de oportunidades políticas que actúa endos niveles produce resultados que serían poco evidentes pa-ra aquellos que sólo observan la estructura de oportunidadesnacionales. Por ejemplo, generalmente se supone que la ca-pacidad o propensión de los Estados a la represión disminui-rá la actividad de los movimientos sociales (Tarrow, 1995;McAdam, 1998). El modelo de bumerang sugiere, alternativa-mente, que la represión puede impulsar a los actores a llevaradelante su lucha en el campo regional o internacional. Algu-nos activistas de los movimientos sociales organizan mapasde oportunidades políticas tanto a nivel nacional como inter-nacional, teniendo en mente que un bloqueo en el nivel nacio-nal podría llevarlos a moverse en el plano regional o interna-cional (a veces con la idea de abrir espacios en el tableronacional). La represión es la forma más obvia de bloqueo, pe-ro la falta de respuesta a las demandas de los movimientospuede impulsar también a la acción en el plano internacional.Por ejemplo, tanto los grupos feministas como los indígenas aveces han encontrado mayor receptividad a sus demandas enel plano regional o internacional (Brysk, 2000; Valdés, y Celi-berti, en este volumen). Esta dinámica no difiere de la que

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blemente. Al mismo tiempo, resulta difícil movilizar a este ti-po de aliados en el plano transnacional debido a la distancia,al lenguaje y a las diferencias culturales. A medida que semultiplica el número de aliados potenciales, se multiplicatambién el número de potenciales sectores antagónicos. Enotras palabras, el “campo multiorganizado” en el cual operanlos movimientos sociales transnacionales es mucho más com-plejo que el de los movimientos sociales nacionales (Klander-mans, 1997).

Esto plantea la siguiente pregunta: ¿qué condiciones sonnecesarias para poder pensar al sistema regional o internacio-nal como una estructura de oportunidades relativamenteabierta? Tarrow (1999) ha planteado que la existencia de ins-tituciones internacionales es esencial para la movilizacióntransnacional. Así como el pluralismo institucional o la exis-tencia de múltiples puntos de acceso constituyen puntos cla-ve de la estructura de oportunidades políticas nacionales (Ro-chon, 1998; Hipsher, 1998), el pluralismo y la multiplicidadde puntos de acceso son rasgos centrales de la estructura in-ternacional de oportunidades políticas.

El surgimiento de redes y coaliciones transnacionales

Un desafío analítico significativo consiste en identificar lascondiciones que posibilitan el surgimiento de la acción colec-tiva transnacional emprendida por organizaciones no guber-namentales y determinar el modo en que estas logran incidir,a pesar de ser mucho más débiles en materia de recursos tra-dicionales de poder que las organizaciones y los actores a losque enfrentan. Comenzaremos por la primera pregunta: ¿quécontribuye al surgimiento de la acción colectiva transnacio-nal? Los movimientos sociales transnacionales plantean algu-nos dilemas a la teoría de los movimientos sociales. En parti-cular, la teoría de los movimientos sociales afirma que las

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para que representen sus intereses en los foros internaciona-les (Tarrow, 1995).

Tarrow ha planteado el interrogante acerca del efecto quela internacionalización produce a largo plazo sobre los actoresnacionales: ¿los fortalece o los debilita? (Tarrow, 1999). Nues-tro modelo interactivo propone que no hay una respuestaúnica a este interrogante, ya que las respuestas posibles de-penden de la naturaleza de la estructura de oportunidadesnacionales y del área temática de intervención. Como sostie-ne Bidaseca en su trabajo sobre el Movimiento de MujeresAgropecuarias en Lucha (en este volumen), los vínculos regio-nales con otros grupos han sido “un recurso importante parasu expansión y fortalecimiento”. Para los sindicalistas camio-neros que analiza Badaró, sin embargo, la dimension regionaldel movimiento sindical en el MERCOSUR “se fundamenta entérminos defensivos […] como repuesta a un impulso exóge-no”. En términos más generales, podemos decir que paraquienes actúan en una sociedad represiva o cerrada a sus de-mandas, la internacionalización del movimiento los fortalece,e inclusive puede contribuir a la democratización de esa so-ciedad a través de la apertura de espacios previamente cerra-dos. Este fortalecimiento es, sin embargo, relativo a la posi-ción debilitada que ese movimiento ocupaba en el ámbitonacional. Como muestra Badaró, varios activistas del campolaboral sostienen que la globalización los ha debilitado a nivelnacional, y que su actuación en el plano transnacional es unrecurso defensivo para intentar recuperar niveles de poder(empowerment) perdidos (Badaró, en este volumen).

Las posibilidades de establecer una interacción dinámicaentre las estructuras de oportunidades políticas nacionales,regionales e internacionales son sin embargo difíciles de con-cretar. Por ejemplo, un aspecto básico de la estructura deoportunidades nacionales es la presencia de alianzas con eli-tes y grupos de apoyo. Cuando el movimiento considera laactuación en el plano regional o internacional, el universo depotenciales aliados y grupos de apoyo se expande considera-

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nacionales, colocan a los activistas en el campo regional o in-ternacional (Badaró, en este volumen; también Ayres, 1997).

Hay también factores que atraen o facilitan la actuaciónen el plano transnacional (por supuesto, algunos factorespueden ser alternativamente descriptos como de expulsión(push) o de atracción (pull). Como ocurre con los movimientossociales, las redes sociales subyacentes y las estructuras mo-vilizadoras contribuyen a reclutar miembros para las redes,coaliciones y movimientos sociales transnacionales. Algunosprocesos más generales, como el estudio o el trabajo en el ex-tranjero y el exilio, ayudan a crear una conciencia regional ointernacional y relaciones personales que facilitan posterior-mente el ingreso en las redes. Las conferencias organizadasen forma paralela a varias de las conferencias del MERCOSURo las Naciones Unidas sirvieron para crear y reforzar redes so-ciales necesarias para la acción colectiva transnacional(Clark, Friedman y Hochstetler, 1998). Este hecho fue posibleporque en esas conferencias los activistas pudieron encon-trarse y establecer la confianza personal necesaria para el de-sarrollo de una acción colectiva continua. Esto no hizo que es-tos individuos fueran “homogéneos”, sino que les brindó unaexperiencia compartida que se sumó a sus objetivos comunespara el desarrollo de la acción colectiva.

El rol de los avances en las comunicaciones y en la tecno-logía internacional, descripto por la mayoría de los autores delos movimientos sociales transnacionales, puede ser conside-rado también como un factor facilitador, dado que propicia lasconexiones transnacionales y las hace menos costosas y acce-sibles. También los viajes aéreos se han vuelto accesibles a unnúmero mayor de personas debido a la importante disminu-ción de los precios de los pasajes.

La existencia y visibilidad de instituciones y normas inter-nacionales es también un factor de atracción (pull factor), yaque ofrece nuevos objetivos para la acción y nuevas oportuni-dades para la conexión de activistas. Y también actúa en esamisma dirección la disponibilidad de recursos internacionales

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condiciones que favorecen la aparición y el éxito de los movi-mientos sociales son difíciles de encontrar y de sostener anivel transnacional (Tarrow, 1999). Por ejemplo, la teoría in-dica que el proceso de enmarcamiento (framing) que resultacrucial para los movimientos sociales tendrá lugar entre “per-sonas homogéneas que se encuentran en contacto regular”(McAdam; McCarthy y Zald, 1996:9). Pero los movimientos so-ciales transnacionales generalmente se inician entre partici-pantes que no son homogéneos. ¿Cómo explicar entonces elmodo y los motivos a partir de los cuales los agrupamientosde personas que no son homogéneas se vuelcan a la accióncolectiva transnacional? La teoría de los movimientos socialestambién sostiene que estos surgen de “estructuras moviliza-doras” en las comunidades, familias, redes de amistad y “es-tructuras informales de la vida cotidiana”, esto es, institucio-nes locales como iglesias y escuelas (McAdam; 1982, 1988;McCarthy, 1996). Sin embargo, esas estructuras están ausen-tes en el campo transnacional, lo cual lleva a proponer el mo-do en que ciertos aspectos de la teoría de los movimientos so-ciales deberían ser modificados para poder explicar elsurgimiento y el éxito de la acción colectiva transnacional.

Podría ser útil agrupar las explicaciones acerca de la apa-rición de redes transnacionales y movimientos en factores “deexpulsión” (push factors) y factores “de atracción” (pull factors)(Imig y Tarrow, 1999). Los factores de expulsión incluyen losdiversos tipos de represión, bloqueo o aislamiento que empu-jan o expulsan a los activistas al campo internacional. La glo-balización de la economía, el creciente movimiento transnacio-nal de las empresas, procesos como el MERCOSUR o NAFTA,son también factores que han llevado a los activistas al planointernacional, porque los procesos económicos globales limi-tan el poder de los gobiernos e implican que las soluciones yano podrán ser buscadas solamente en el ámbito nacional. Losactivistas necesitan, entonces, formar alianzas transnaciona-les para llevar adelante sus tareas básicas. Dado que estosprocesos debilitan las estructuras de oportunidades políticas

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dificar las prácticas y los comportamientos de actores clave ycambiar sus percepciones sobre sus intereses o reconstruirsus identidades. Wapner (1995) sostiene que debemos pres-tar atención a las actividades sociales de los movimientostransnacionales, a lo que él ha llamado “política cívica mun-dial”, en la cual los activistas trabajan para cambiar las con-diciones culturales sin presionar en forma directa a los Esta-dos. Reconocemos que esta dimensión cultural o social escrucial para comprender la actividad de los movimientos so-ciales transnacionales, y creemos que está englobada en lascategorías de atención a las cuestiones/fijación de la agenday de cambio discursivo. Cualquier evaluación del impacto nodebe perder de vista que los movimientos generalmente creanconceptos y cuestiones que no estaban presentes en los de-bates anteriores.

De hecho, explorar el cambio en la política y el comporta-miento de los Estados y de las organizaciones internacionaleses un barómetro esencial para medir el impacto de la accióncolectiva. El Estado es todavía el repositorio principal de po-der y el sitio principal de autoridad en el mundo contemporá-neo. Es difícil negar que las normas y las prácticas de los Es-tados –particularmente de los Estados hegemónicos– tienenefectos poderosos sobre los campos internacionales y nacio-nales. Es importante también prestar atención a las prácticasde los Estados porque la mayoría de los activistas de los mo-vimientos están interesados en cambiar las políticas públicas.Son finalmente los Estados (y en menor medida las organiza-ciones regionales e internacionales) los destinatarios princi-pales de las redes y coaliciones transnacionales. Los activis-tas pueden evitar temporariamente a los Estados y dirigirsedirectamente hacia el campo transnacional. Sin embargo, porlo general buscarán influir en el nivel nacional, usando la mo-vilización de presiones transnacionales sobre los Estados.Aunque muchas veces el objetivo de la acción está centradoen la fijación de la agenda y en la educación de base, se tien-de finalmente a involucrar una combinación de esos niveles

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para la actividad transnacional. Por ejemplo, cuando se acer-caba la conferencia de Beijing en 1995, muchas fundacionesproporcionaron grandes sumas de dinero para facilitar la par-ticipación de activistas (especialmente de los países en vías dedesarrollo) en la conferencia.

El éxito de la acción colectiva transnacional

Un segundo interrogante apunta a determinar las condi-ciones para que estas redes y movimientos transnacionaleslogren algunos de sus objetivos. Algunos factores que puedenafectar el éxito son las cualidades intrínsecas de las cuestio-nes tratadas, la fuerza de las redes y también factores insti-tucionales como la densidad e institucionalización de las nor-mas internacionales y la apertura de las institucionesinternacionales a la influencia no estatal. Jelin también seña-la la importancia de los nuevos marcos interpretivos de la ac-ción colectiva como factor que puede impactar en el éxito delos movimientos sociales (“La escala de la acción de los movi-mientos sociales”, en este volumen).

¿Qué queremos decir con éxito o efectividad? Para respon-der este interrogante, partimos de los niveles de influencia oefectividad mencionados por Keck y Sikkink (1998). Estos in-cluyen: 1) la atención a las cuestiones/fijación de la agenda;2) la incidencia sobre discursos o actores en posiciones claveque incluyen a los medios, los Estados y las organizacionesinternacionales; 3) la incidencia sobre cambio de políticas; y4) la incidencia sobre las prácticas concretas de actores clave.Como sostiene Jelin, muchas de las demandas de los movi-mientos de mujeres y de derechos humanos fueron incorpora-das en la agenda social y política de la sociedad y del Estado,lo cual es un indicador de su éxito aunque las organizacionesespecíficas a veces están debilitadas (“La escala de la acciónde los movimientos sociales”, en este volumen).

La acción colectiva transnacional puede contribuir a mo-

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Estos factores incluyen la naturaleza de la interacción entrela estructura de oportunidades políticas regionales e interna-cionales y la estructura de oportunidades del destinatario dela acción, sea este un Estado o una organización internacio-nal, esto es, la permeabilidad de este actor a la influencia noestatal.

El pluralismo institucional y la apertura de las institucio-nes internacionales varía a lo largo del tiempo, según áreastemáticas y regiones del mundo. Así, por ejemplo, el contextoinstitucional internacional posterior a la Segunda GuerraMundial fue mucho más denso y pluralista que el del períodotranscurrido entre las dos guerras. El contexto institucionalinternacional posterior a la década de 1970 fue, a su vez, mu-cho más denso que el del decenio de 1950. Además, el plura-lismo regional e internacional varía en relación con las cues-tiones de las que se trate. Al igual que la Unión Europea, elcampo internacional exhibe una gran heterogeneidad (Marksy McAdam, 1996), y es más abierto o receptivo a algunascuestiones que a otras. La teoría de los regímenes internacio-nales y la investigación nos indican que las cuestiones inter-nacionales varían significativamente en relación con la exis-tencia y el grado de institucionalización de las normas, lasreglas y los procedimientos. Además, las instituciones inter-nacionales también varían en el grado de apertura y recepti-vidad que exhiben hacia los actores no estatales. De esta for-ma, por ejemplo, el régimen de la deuda puede ser más fuerteque el régimen de los derechos humanos, por el hecho de quetiene más mecanismos para hacer efectivo el cumplimiento desus reglas. Sin embargo, el contexto institucional internacio-nal en materia de derechos humanos es más accesible que enmateria de la deuda. La estructura de oportunidades políticastambién varía por regiones debido a la densidad y apertura delas instituciones regionales. En este caso, Europa es la másdensa, seguida por el sistema interamericano y luego –y a unamayor distancia– por África, Asia y Medio Oriente. El MER-COSUR está todavía en una “primera etapa”, por lo cual es

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de influencia. En este sentido, es raro ver un caso de “políti-ca cívica mundial” en el cual los activistas a la larga no pre-sionen para obtener cambios en las políticas de los Estados,de organizaciones internacionales o de firmas comerciales.

La evaluación del impacto generalmente requiere estudiosde caso cuidadosamente investigados, como lo son los capítu-los de este volumen. Hay situaciones en que los movimientossociales nacionales y las redes transnacionales aliadas a ellosson esenciales para llamar la atención sobre determinadascuestiones e incluirlas en la agenda de discusión. Incluso enalgunos casos podemos decir que crean nuevas cuestiones.Por ejemplo, la Hidrovía o la represa Yacyretá no eran consi-deradas como problemas hasta que las redes y coalicionestransnacionales de organizaciones las convirtieron en temasinternacionales y las colocaron en la agenda (Arach, Hochste-tler). En otras coyunturas y frente a ciertos temas, las redestransnacionales tomaron cuestiones que se encontraban enlas agendas internacionales –como los derechos humanos– yemprendieron campañas en determinados países. Hay tam-bién ejemplos en que los movimientos transnacionales plan-tean cuestiones o críticas formuladas en círculos científicos yde análisis de políticas más amplios, como la creciente críticaal impacto negativo y a los resultados decepcionantes de laconstrucción de grandes represas, y traducen ese conoci-miento en una demanda específica: que el Banco Mundial rea-lice cuidadosos análisis de impacto ambiental de los grandesproyectos de construcción antes de financiarlos (Arach, eneste volumen; Khagram, 2002). La existencia de normas inter-nacionales en conjunción con la acción colectiva transnacio-nal es más susceptible de producir efectos que la acción co-lectiva sin las normas internacionales, y estas sin la accióncolectiva transnacional. La ausencia de ambos probablemen-te no producirá cambios.

Además de la existencia de normas y de la acción colecti-va transnacional, otros factores pueden también contribuir alimpacto y a la efectividad de la acción colectiva transnacional.

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gorías son útiles para ayudar a pensar los modos en que lasinstituciones internacionales ofrecen oportunidades para laacción colectiva internacional. Sin embargo, es importantesubrayar otra vez la variación entre las instituciones interna-cionales en relación con estas dimensiones. ECOSOC ha sidomás abierta a los grupos no estatales y más proclive a dedi-carse a la mediación, certificación, modelación y apropiacióninstitucional que el Fondo Monetario Internacional, el Conse-jo de Seguridad o la OTAN.

En general, las instituciones internacionales en el ámbitode la seguridad, las finanzas y el comercio han sido menosabiertas a los actores no estatales que las instituciones queoperan en otras áreas de actividad. ¿Por qué esto es así? Elpoder formal de veto del Consejo de Seguridad crea una es-tructura de oportunidades diferente de la lógica mayoritariade un Estado/un voto que reina en la Asamblea General o enECOSOC. Esto se suma a la ausencia de “estatus consultivo”formal de los grupos vis-à-vis el Consejo de Seguridad. En re-lación con el tema de la deuda, el Fondo Monetario Interna-cional, con su personal tecnocrático y su sistema de votaciónen el cual los países más ricos tienen mayor peso, y con susistema bancario privado, exhibe una estructura de oportuni-dades extremadamente cerrada a la influencia externa. Lamayor incógnita entre las instituciones internacionales consi-deradas en este trabajo es el Banco Mundial: aunque tambiéncuenta con una estructura de votación con peso diferencial delos diversos miembros y cuenta con funcionarios tecnocráti-cos, se ha mostrado mucho más abierto a las influencias enmateria de medio ambiente y de pobreza. Es posible que lascuestiones vinculadas al desarrollo y a la reconstrucción ten-

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rre de forma inversa, al usar las instituciones internacionales los re-cursos y las capacidades de investigación de las organizaciones nogubernamentales para poder realizar sus actividades con mayor efi-ciencia.

prematuro medir su grado de apertura frente a la acción co-lectiva. Hochstetler (en este volumen) sostiene, por ejemplo,que el espacio para la sociedad civil dentro de MERCOSUR“fue una conquista de los movimientos mismos, ya que lasaperturas en las estructuras de oportunidades políticas glo-bales del MERCOSUR eran casi irrelevantes para sus propósi-tos”.

Si las instituciones regionales e internacionales son lasprincipales estructuras transnacionales de oportunidades po-líticas que afectan el éxito de las redes y de los movimientostransnacionales, las variaciones antes descriptas en esas ins-tituciones nos permiten formular una serie de hipótesis acer-ca de la acción colectiva transnacional. De esta forma, espe-raríamos que las redes y los movimientos transnacionalessean más efectivos hoy que en el pasado, y que fueran másefectivos en aquellas cuestiones y regiones en las que las ins-tituciones son más densas.

Tarrow ha sostenido que las instituciones internacionalesayudan a facilitar las acciones y conexiones de actores no es-tatales a través de mecanismos de intermediación, esto es,estableciendo conexiones entre actores que previamente noestaban vinculados; de certificación, es decir, reconociendo ylegitimando nuevas actividades y actores. También lo hacenmodelando y difundiendo normas, tácticas y patrones de or-ganización y de apropiación institucional, es decir, utilizandorecursos o reputación para apoyar a los grupos.5 Estas cate-

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5 Es también interesante observar que, a veces, estos mecanismoshan operado en forma inversa. Esto es, a veces los actores transna-cionales no estatales desarrollan funciones para las institucionesinternacionales. Así, por ejemplo, la cantidad de personal y el presu-puesto de investigación de las grandes organizaciones no guberna-mentales de derechos humanos, como Amnesty International y Hu-man Rights Watch, son mayores que las del centro de derechoshumanos de las Naciones Unidas. De esta forma, en el ámbito de losderechos humanos, la apropiación institucional frecuentemente ocu-

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habían estado presentes previamente. Al mismo tiempo, lasorganizaciones no gubernamentales y las redes necesitan en-frentar sus propias asimetrías y problemas de accountabilitypara poder afianzar su propia democracia interna, al tiempoque ayudan a democratizar las instituciones internacionales.Los trabajos futuros acerca de las organizaciones no guberna-mentales internacionales y los movimientos transnacionalesdeberán prestar mayor atención a las asimetrías y a los con-flictos en el seno de los movimientos transnacionales. Esta estambién una preocupación creciente de sus miembros, quie-nes sostienen que deben encontrarse los medios más adecua-dos para coordinar los movimientos sociales, fijar prioridades,controlar los “productos” y evitar la competencia.

Asimetrías y poderes escondidos en la trama de las redes

Además del poder informal que ejercen en las institucio-nes internacionales, las propias redes transnacionales estánpermeadas de poder informal u oculto. A pesar de que las re-des son horizontales y recíprocas, también exhiben asimetríasen su seno, que plantean serios problemas de representativi-dad (véase, por ejemplo, Arach, en este volumen).

En primer lugar, si bien la mayoría de las organizacionesno gubernamentales internacionales enfatizan la democraciay la democratización, muchas de ellas no son democráticas.Las ONGs y los movimientos sociales transnacionales puedenser mecanismos para aumentar el accountability y la demo-cracia a nivel internacional (Peruzzotti y Smulovitz, 2002), pe-ro esto no garantiza la democracia interna. Un dilema quepresenta la democratización y el control de la gestión de lasorganizaciones no gubernamentales es que no siempre quedaclaro quién debe participar en la toma de decisiones acercadel liderazgo y de las políticas. Las organizaciones no guber-namentales ¿deben ser conducidas por sus funcionarios, sus

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gan una base de apoyo menor que las cuestiones vinculadasal comercio y a las finanzas. De esta forma, el Banco Mundialnecesita construir bases de apoyo para asegurar el financia-miento continuo de los Estados miembro.

Los acuerdos comerciales y las organizaciones como elMERCOSUR, OMC y NAFTA, son también estructuras relativa-mente cerradas. Los activistas logran mayor incidencia en es-tas organizaciones cuando hacen lobby sobre sus institucio-nes nacionales en materia de ratificación de tratados yrenovación de fondos para las instituciones financieras inter-nacionales. Una vez que las cuestiones se retiran del ámbitonacional, la influencia se torna más dificultosa. Finalmente, apesar de que los movimientos son limitados por la estructurade oportunidades establecida por las instituciones internacio-nales en su área temática, pueden buscar otras institucionesmás favorables a sus temáticas y así expandirse o mejorar lasestructuras de oportunidades en las que operan (Keck ySikkink, 1998). Esto es en esencia lo que las redes de muje-res hicieron cuando, a través de la campaña de derechos demujeres y de derechos humanos, expandieron su estructurainternacional de oportunidades políticas para incluir a los ór-ganos de derechos humanos o a las Naciones Unidas.

Problemas y asimetrías en las redes y movimientos transnacionales

Si, como sostenemos en este trabajo, las redes y los movi-mientos sociales transnacionales se han tornado rasgos per-manentes de la vida internacional, los académicos y activistasnecesitan comprender en forma más acabada los dilemas queplantean la presencia y el poder de esos actores no tradicio-nales. Creemos que las organizaciones no gubernamentalesinternacionales y las redes transnacionales pueden aumentarla transparencia, la representación y la responsabilidad de lasinstituciones internacionales al llevarles voces e ideas que no

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Clark, Friedman y Hochstetler, 1998). Si bien el contacto porsí mismo no dice mucho acerca de los niveles de incidenciaefectivos de las organizaciones, sugiere que las organizacionesno gubernamentales del Sur tienen una presencia internacio-nal mayor que la que podría esperarse si sólo se consideranlos recursos con los que cuentan.

Las organizaciones internacionales que operan en los paí-ses en desarrollo frecuentemente dependen de la financiaciónde las organizaciones localizadas en los países desarrollados.Muchas de ellas son grupos de activistas relativamente pe-queños, y no organizaciones con muchos miembros, que fi-nancian su actividad mediante donaciones. Estos grupos ge-neralmente dependen del financiamiento que reciben defundaciones de países del Norte.6 Hochstetler (en este volu-men) considera este tema tan importante que sostiene que “elapoyo financiero de los aliados potenciales” debe ser conside-rado como “una parte importante de la estructura de oportu-nidades” políticas. De esta forma, una de las principales fuen-tes de poder informal en el seno de las redes reside en lainfluencia que en ellas ejercen las fundaciones de países de-sarrollados.

Debido a la influencia de las organizaciones no guberna-mentales y las fundaciones del Norte, las asimetrías en el se-no de las redes transnacionales han sido tradicionalmente en-marcadas en términos Norte-Sur. Esto puede ser un punto departida útil para analizar algunas de las divisiones internasen las redes transnacionales, pero esta explicación no logra

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6 En su estudio de las organizaciones no gubernamentales inter-nacionales de derechos humanos Smith, Pagnucco y López descu-brieron que el 60% de ellas recibían contribuciones de fundacionespara sostener sus actividades y que el 52% recibía aportes del gobier-no o de agencias gubernamentales. La mayoría de las organizacionesno gubernamentales identificó las dificultades financieras como elobstáculo institucional más importante que enfrentan (Smith, Pag-nucco y López, 1998).

directorios, sus voluntarios, sus miembros, por quienes las fi-nancian o por aquellos en cuyo nombre se organizan? ¿Cómodeben organizarse los sistemas de rendición de cuentas y con-trol de la gestión?

La mayor parte de las organizaciones no gubernamentalesse originan y operan en el mundo desarrollado. En los últimoscuarenta años se ha registrado una tendencia hacia la disper-sión geográfica de las organizaciones no gubernamentales in-ternacionales, tanto en términos de la composición de sumembresía como de la localización de sus secretarías interna-cionales. Sin embargo, las organizaciones no gubernamenta-les internacionales establecidas en Europa y en los EstadosUnidos son aún mayoritarias (Sikkink y Smith, 2002). La asi-metría entre las organizaciones en los países desarrollados ylas de los países en desarrollo son evidentes, y sería importan-te encontrar mejores formas de cooperación y consulta entreestos dos tipos de organizaciones.

Las asimetrías en el seno de las redes están también liga-das a los tipos de influencia que las redes ejercen en las ins-tituciones internacionales. Las organizaciones no guberna-mentales más poderosas, que cuentan con mayor cantidad derecursos y que están vinculadas a los Estados del PrimerMundo son las que frecuentemente cuentan con una mayorcapacidad de presión sobre las organizaciones internaciona-les. Este grupo de organizaciones no gubernamentales ejercesu influencia en forma directa sobre las organizaciones inter-nacionales y en forma indirecta sobre los Estados más pode-rosos. Sin embargo, un estudio de 150 organizaciones nogubernamentales de derechos humanos reveló que las organi-zaciones del Sur pueden vincularse con entidades interna-cionales del mismo modo que los grupos establecidos en elNorte, aunque suelen establecer contactos con diferentes or-ganizaciones internacionales. Asimismo, no se registraron di-ferencias entre las organizaciones no gubernamentales delNorte y las del Sur en materia de participación en las confe-rencias mundiales (Smith, Pagnucco y López, 1998; también

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bir financiamientos grandes, es probable que no tenga la ca-pacidad de usar esos fondos en forma productiva sin al mis-mo tiempo crear distorsiones en el patrón de crecimiento y de-sarrollo de la organización. Además, es probable que nocuente con los procedimientos burocráticos para preparar lasrendiciones financieras en los informes entregados a las fun-daciones. Esto lleva a que se establezca una jerarquía entrelas organizaciones no gubernamentales en los países en desa-rrollo, con un puñado de ellas con buenos contactos inicialescon el mundo de las fundaciones, lo que les permiten recibirsubsidios que, a su vez, les permiten desarrollar la infraes-tructura que necesitan para atraer nuevos fondos. Otras or-ganizaciones no gubernamentales resultan marginadas, notanto por la calidad de su propuesta programática sino sobretodo por su falta de capacidades burocráticas.

En parte, las fundaciones han enfrentado este desafío através de la especialización. Así, existen fundaciones más chi-cas y grupos religiosos que se dedican a canalizar subsidiospara grupos más pequeños, o entidades que actúan como in-termediarias, como el Global Fund for Women, que busca fon-dos de fundaciones más grandes y después los distribuye enforma de becas pequeñas entre diversas organizaciones nogubernamentales de países en desarrollo.

Pero puede haber problemas más serios que las cuestio-nes relativas a las capacidades burocráticas. En el mundo delas fundaciones y de las organizaciones no gubernamentales,hay una valoración muy positiva de la innovación o, para de-cirlo en términos más críticos, hay “modas”. Algunos temas seponen de moda, y toda fundación que se precie tiene que te-ner “su propio” proyecto que, sin duda, recibirá financiamien-to. El área de los derechos humanos enfrentó este problema,cuando ciertos tipos de derechos o ciertas regiones del mun-do recibieron especial atención. Por ejemplo, los derechos delos aborígenes o los de las mujeres fueron ignorados por elmundo de las fundaciones durante mucho tiempo, y sólo re-cientemente se han vuelto más visibles y han conseguido ob-

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captar cabalmente la complejidad de las asimetrías y divisio-nes. En su estudio de las redes de protesta contra la represaYacyretá, Arach señala las tensiones y oposiciones entre losgrupos dentro de Paraguay, alrededor de clivajes entre “afec-tados” y ambientalistas, ricos y pobres, letrados e iletrados. Asu vez, Bidaseca sostiene que las diferencias entre los peque-ños propietarios en el movimiento de Mujeres Agropecuariasen Lucha en Argentina y los Sin Tierra en el movimiento enBrasil limitó las posibilidades para establecer alianzas.

Las asimetrías dentro de las redes transnacionales no sedeben solamente a la lógica político-estructural de las diferen-cias Norte-Sur, sino también a una lógica organizacionalinherente a la naturaleza de las organizaciones no guberna-mentales, las redes informales, y las fundaciones que las fi-nancian. Uno de los problemas recurrentes en las redes esque muchas organizaciones no gubernamentales compitenpor recursos limitados provistos por un puñado de fundacio-nes. Así, las prioridades de unos pocos individuos clave dentro de las grandes fundaciones pueden modelar las priori-dades programáticas de muchas organizaciones no guberna-mentales. En segundo lugar, esta competencia por el financia-miento puede bloquear posibilidades de colaboración entreorganizaciones no gubernamentales, debido a que cada insti-tución debe perfilarse en una posición de liderazgo capaz deproducir programas nuevos e innovadores y resultados sóli-dos con el fin de asegurarse financiamientos futuros. Final-mente, en el área del desarrollo, las organizaciones no guber-namentales a veces dependen del financiamiento otorgado porlos mismos gobiernos y organizaciones internacionales queellas deben monitorear, lo cual afecta su independencia.

Las fundaciones prefieren trabajar con organizaciones nogubernamentales más grandes y burocratizadas. Es probableque una organización no gubernamental pequeña que luchapor subsistir no cuente con los conocimientos necesarios pa-ra elaborar una propuesta de financiamiento y de esa formaobtener fondos de una fundación importante. Si llega a reci-

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las divisiones internas y los conflictos son frecuentes en lasredes, en las coaliciones y en los movimientos transnaciona-les. Aunque muchas veces presentan un aspecto de armoníaexterior, a menudo están cruzadas por profundas divisionesinternas. Es interesante observar, sin embargo, que las divi-siones internas en las redes o en los movimientos transnacio-nales no socavan necesariamente su efectividad. A pesar deque no queda claro por qué motivo las divisiones internas noafectan en todos los casos la efectividad del movimiento o dela red, es posible que las divisiones aumenten la visibilidad,y esta última es crucial para alcanzar la efectividad. Otra ex-plicación puede ser que los conflictos suelen llevar a los ac-tores transnacionales a modificar sus estrategias con el fin delimitar el conflicto. Es posible que, además de generar efec-tos negativos, la competencia en el sector de las organizacio-nes no gubernamentales promueva una mayor vitalidad enlas organizaciones, que luchan por captar fondos y la aten-ción de los medios de comunicación. El crecimiento especta-cular de organizaciones no gubernamentales ha generadouna pluralidad de estrategias que pueden producir efectospositivos.

Las divisiones internas de las redes también pueden pro-venir de las mismas normas por las cuales abogan las redes.Por ejemplo, el movimiento por los derechos humanos de lasmujeres provocó una mayor conciencia y atención a la violen-cia contra las mujeres, al tiempo que legitimó la creciente in-tervención del Estado en la vida de las familias con el fin deprevenir y castigar esa violencia. En el caso de los grupos demujeres, la adopción del discurso y las normas de los dere-chos humanos tuvo el efecto de privilegiar a los grupos con unenfoque de corte más legal, y a lo/as abogado/as dentro delmovimiento, dado que el ámbito internacional de los derechoshumanos es un terreno fuertemente encuadrado en términoslegales. Otros grupos de mujeres han sostenido que circuns-cribir la violencia contra las mujeres al daño físico deja de la-do cuestiones vinculadas a la desigualdad económica entre

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tener mayor financiamiento. En los años previos a la celebra-ción de la conferencia de Beijing, concretamente en 1995, lasfundaciones incrementaron en forma sustancial el financia-miento de proyectos vinculados a los derechos de las mujeres.Durante varios años la mayor parte del financiamiento de lasfundaciones se dirigió a América Latina y Sudáfrica. A fines dela década de 1980 y principios de la de 1990, cuando Améri-ca Latina y Sudáfrica experimentaron la apertura democrá-tica, el financiamiento proveniente de las fundaciones co-menzó a agotarse y los nuevos recursos se orientaron hacianuevos temas y regiones.

Mientras que la pérdida de interés por algunos temas o re-giones tiene un lado positivo –es una fuente de innovación yde renovación en el mundo de las organizaciones no guberna-mentales y de las fundaciones–, también tiene un costado ne-gativo, dado que algunos proyectos prometedores son descar-tados. Además, las fundaciones sostienen que después de undeterminado número de años de recibir financiamiento, lasorganizaciones no gubernamentales deben ser capaces de au-tofinanciarse. Sin embargo, en varios países en desarrollomarcados por la ausencia de una tradición filantrópica, esasexpectativas resultan poco realistas.

Según las leyes de los Estados Unidos y de otros países,para poder deducirlas de los impuestos, las donaciones debenser realizadas a organizaciones sin fines de lucro acreditadasy reconocidas. Sin embargo, muchos países no cuentan conprocedimientos similares de otorgamiento del estatus de per-sona jurídica a una entidad, y así los donantes corren el ries-go de hacer contribuciones que finalmente no resulten dedu-cibles. Esos obstáculos han llevado a varias organizaciones delos Estados Unidos a canalizar sus contribuciones a institu-ciones de su propio país orientadas al ámbito internacional,en lugar de financiar organizaciones no gubernamentales pe-queñas en los países en desarrollo.

Como consecuencia de la competencia por el financia-miento, así como de las diferencias ideológicas y personales,

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ciudadano. Este no es el caso, sin embargo, de la Unión Eu-ropea, la OEA o el MERCOSUR, donde hay un compromiso ex-plícito con la democracia.

En esa situación de representación imperfecta, los esfuer-zos de las organizaciones no gubernamentales y de las redesinyectan una mayor diversidad de criterios y de informaciónen las organizaciones regionales e internacionales. Del mismomodo que las empresas se adaptan a las “imperfecciones delmercado”, las organizaciones no gubernamentales han desa-rrollado respuestas a las imperfecciones políticas de la repre-sentación en las instituciones regionales e internacionales.Las voces de las organizaciones no gubernamentales de paí-ses con regímenes autoritarios abren la representación deaquellos cuya participación política está restringida por el au-toritarismo. En la medida en que las organizaciones no guber-namentales puedan controlar y monitorear a las burocraciasde las instituciones regionales e internacionales, promuevenla democratización y el accountability internacional, ya queexisten muy pocos mecanismos para hacer rendir cuentas alos burócratas regionales e internacionales en los países enlos cuales operan.

Sin embargo, la representación a través de las redestransnacionales es insuficiente para compensar el déficit deaccountability democrático generado por la toma de decisionesen los niveles más altos. Las organizaciones no gubernamen-tales y las redes son antídotos ad hoc, informales y asimétri-cos, para las imperfecciones en la representatividad nacionale internacional. El dilema que enfrentan las organizacionesno gubernamentales, las redes y los movimientos transnacio-nales es cómo avanzar concreta y pragmáticamente en los te-mas sustantivos de sus agendas de políticas y al mismo tiem-po intentar avanzar en la democratización de sus propiasprácticas y en la representatividad y accountability del sectorde las redes transnacionales.

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hombres y mujeres, que probablemente sean el origen de granparte de la violencia física.

Otro efecto paradojal del activismo (advocacy) transnacio-nal es su énfasis en el rol prominente que tienen que jugar lasinstituciones y organizaciones internacionales. Como han re-conocido los estudiosos de la Unión Europea, la transferenciade actividades a niveles supranacionales puede generar un“déficit” democrático, por el cual las decisiones escapan a losgrupos más representativos y quedan en manos de burócra-tas internacionales, no necesariamente representativos. Re-sulta irónico que el activismo transnacional, al promover lademocracia, pueda llevar a un nivel menor de democracia.

Conclusiones

Medidas con los parámetros ideales de representación,democracia, transparencia y autonomía, la mayoría de las or-ganizaciones no gubernamentales transnacionales no pasanla prueba. Pero el patrón para medir la representatividad delas organizaciones no gubernamentales debe ser otro: el gra-do de democracia existente en las instituciones regionales einternacionales. En ellas, la representatividad es extremada-mente imperfecta. La doctrina de la soberanía de los Estadosha llevado a la regla de “un Estado, un voto”, que crea laigualdad política formal de países muy pequeños con poca po-blación y de enormes países como China. El sistema de vetoen el Consejo de Seguridad y el voto de mayor peso de los paí-ses ricos en el Banco Mundial y el Fondo Monetario Interna-cional no pueden ser justificados por ninguna teoría de la re-presentación. En las Naciones Unidas no se hace ningún tipode distinción entre gobiernos democráticos y no democráticos.Si bien algunas delegaciones pueden ser consideradas repre-sentativas de las opiniones de los ciudadanos de sus países ysujetas a críticas y reemplazos eventuales, otras están bas-tante lejos de cualquier tipo de representación o de control

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