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Viernes 9 de marzo de 2018 EL UNIVERSAL E14 CULTURA PROYECTO UNAM Texto: Roberto Gutiérrez Alcalá [email protected] Revueltas y la crítica de la Revolución El Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM invita, dentro del ciclo de conferencias “Los sesentas, más que una década. En memoria del 2 de octubre de 1968”, a la titulada “Revueltas y la crítica de la Revolución M exicana”, que impartirá Carlos Illades, el miércoles 14 de marzo de 12:00 a 14:00 horas en el Salón de Actos del citado instituto, en CU. Se transmitirá por w e b c a s t. ESPECIAL Brigada atiende a damnificados por los sismos Una brigada integral de salud de la Facultad de Estudios Superiores Zaragoza —formada por 14 uni- versitarios, entre académicos, pa- santes y alumnos— b r i n d a ro n , durante una jornada, atención médica, odontológica, psicológica y de educación psicoeducativa a los integrantes de 21 familias que, tras los sismos de septiembre pa- sado, pernoctan en la calle de In- dependencia, en la colonia Zaca- huitzco, en Iztapalapa. Muchos de ellos habitaban en el Multifamiliar marcado con el número 18 de di- cha calle y siguen a la espera del dictamen oficial de su edificio. En línea, archivos del movimiento estudiantil del 68 A partir de marzo, más de mil 300 fotografías, documentos, carteles y materiales hemerográficos que resguarda el Archivo Histórico de la UNAM sobre el movimiento es- tudiantil del 68, que cumplirá 50 años, podrán consultarse en línea, desde cualquier lugar del planeta. Entre esos materiales destacan los de Manuel Gutiérrez Paredes, fo- tógrafo de la Secretaría de Gober- nación que tuvo acceso a los se- paros y levantó imágenes en los momentos más difíciles; del abo- gado Fernando Serrano Migallón; y de estudiantes como Esther Montero y Justina Lory Méndez. CORTESÍA UNAM De robachicos y otros peligros para la infancia Una historiadora universitaria lleva a cabo una investigación sobre los riesgos que corrían los niños en la ciudad de México entre 1940 y 1960 Un personaje siniestro y fan- tasmal se adueñó de la imagi- nación de los niños de la ciu- dad de México y los llenó de temor a partir, sobre todo, de 1945: el robachicos. El hecho que influyó deci- sivamente para que dicho personaje tuviera ma- yor presencia en el mundo infantil de entonces fue el secuestro, en octubre de ese año, del niño Fernando Bohigas. Tiempo después, en mayo de 1950, otro secuestro, el de la niña Norma Gra- nat —hija del dueño de varias salas de cines—, hizo que la figura del robachicos siguiera co- brando fuerza. Basada en éstas y otras historias, Susana So- senski, investigadora del Instituto de Investiga- ciones Históricas de la UNAM, emprendió el tra- bajo “Espacios para la infancia en la ciudad de México, peligros y emociones (1940-1960)”, el cual se enfoca en averiguar cuáles eran los ries- gos para la infancia en la capital del país durante esos años. “Me interesa estudiar el mundo de las emo- ciones, especialmente el miedo y el terror por lo que podía pasarles a los niños en la ciudad de México. También me interesa analizar cómo in- fluían los medios de comunicación en la per- cepción social de esos riesgos”, indica. Artista del disfraz El personaje del robachicos está muy cerca de los mexicanos. Incluso, la palabra que lo nom- bra es un mexicanismo que trascendió nuestras fronteras y se instaló en otros países de Latinoa- mérica. Y justamente fue entre 1940 y 1960 cuando tuvo su auge en el habla popular. “Sí, he encontrado que la palabra robachicos se utilizó mucho más en los medios de comu- nicación y en el habla popular hacia mediados de los años 40 y al inicio de los 50. Y esto sin duda se debió a los secuestros altamente mediáticos de los niños Bohigas y Granat”, dice la inves- tigadora universitaria. De 1940 a 1960 se construyeron, gracias al ci- ne, diversos estereotipos, entre los cuales des- tacaban la cabaretera, la vampiresa comehom- bres, el proxeneta vestido de pachuco, el gánster, el pistolero y, por supuesto, el robachicos. Pero, a diferencia de los demás, el robachicos era un artista del disfraz, un ente camaleónico y, por lo tanto, no resultaba fácil identificarlo. Podía ser una mujer de los sectores populares, una mujer de clase media, un hombre bien ves- tido, un policía, una empleada doméstica, el ve- cino de al lado o… un menor de edad, como su- cedió en el caso del niño Fernando Bohigas, en el que un niño de 12 años fue el que lo sacó de su casa para que fuera secuestrado. Lloronas Al acaparar la atención del público mexicano, los casos de los niños Bohigas y Granat incre- mentaron la sensación de inseguridad en la Ciu- dad de México, pues se pensaba que si un niño y una niña de clase media y alta (ambos eran rubios) habían sido secuestrados en la puerta de sus respectivas casas, con más razón podía ocu- rrirle lo mismo a cualquier hijo de vecino. Y de hecho sí había muchos niños desa- parecidos en la ciudad (unos por secuestro y otros por extravío), y los medios de comu- nicación aprovechaban estas historias para atizar el pánico de la población. “Surgió, entonces, un montón de lloronas, de madres que iban gritando por sus hijos, buscán- dolos por todas partes, y algunas sí los encon- traron en una esquina, pidiendo limosna, o lue- go de que alguien les dijo quién los tenía. Es de- cir, asumieron el papel que le tocaba a la policía y que ésta no podía cumplir porque estaba des- bordada y porque no era muy eficaz.” Con la apertura de grandes avenidas y la cir- culación de miles de automóviles y camiones, la ciudad de México estaba en pleno crecimien- to urbano, lo cual implicaba nuevos peligros pa- ra los niños; además, había una vida nocturna boyante, con infinidad de cabarets y burdeles, dentro y cerca de los cuales pululaban sujetos peligrosos, hampones, ladrones, proxenetas... “La creencia general era que los niños corrían peligro en todos lados. El tema de los robachicos encendió las alarmas sociales. Se decía que si un niño iba al parque en compañía de la empleada doméstica, ésta podía ser seducida por un po- licía o por alguien más, perder de vista al niño y facilitar su robo. En notas periodísticas de la época se sugería tener cuidado en los parques”, apunta Sosenski. Después de los casos Bohigas y Granat se ha- blaba de que los robachicos también estaban afuera de las escuelas, esperando a los niños. De este modo, muchas familias modificaron sus hábitos para ir a buscar a los niños a sus centros de estudio o para acompañarlos en trayectos que hacían solos; y recurrieron, con más frecuencia, a la terrorífica advertencia: “Si te sales a la calle, puede venir el robachicos y llevarte...” Pánicos sociales El sociólogo sudafricano Stanley Cohen afirma- ba que los medios de comunicación son capaces de producir pánicos sociales. Con respecto a los secuestros de los niños Bohigas y Granat, aqué- llos los abordaron con tal sensacionalismo que muy pronto se tuvo la falsa certeza de que cons- tantemente estaban desapareciendo niños en la ciudad de México y de que había que cuidarlos a como diera lugar. “Los medios de comunicación convirtieron estos casos en auténticos melodramas sociales que consiguieron muchísimos consumidores entre un público acostumbrado al melodrama, pues ya se sabe que al público mexicano le gusta cantar y llorar.” Como consecuencia de este fenómeno, el de- recho de una gran cantidad de niños a transitar autónomamente por la ciudad quedó restrin- gido, porque no siempre era posible que un adulto los acompañara cuando tenían que salir a la calle. Por otro lado, se vivía la época de oro no sólo del cine y de las historietas, sino también de la nota roja, debido a lo cual no fue raro que estos tres medios de comunicación dirigieran su atención al problema de los secuestros infan- tiles para explotarlo. “Es más, Ismael Rodríguez filmó una película llamada ¡Ya tengo a mi hijo!, en la que actuó el propio niño Fernando Bohigas ya rescatado”, informa la investigadora. En cuanto a la nota roja, la policía mantenía una estrecha relación con la prensa y le fil- traba información para que publicara los ca- sos criminales. “Era una prensa que caminaba muy de la ma- no de las autoridades policiacas: tenía acceso a los expedientes y la posibilidad de realizar en- trevistas en persona con los inculpados.” Sin embargo, al mismo tiempo que la policía jugaba este juego con la prensa, sus capacidades detectivescas sufrían un enorme descrédito: la gente pensaba que no servían para nada. Con todo, a raíz del secuestro del niño Fer- nando Bohigas, la presión social fue tal que el gobierno se vio obligado a instaurar una suerte de policía para niños y a reformar el Código Pe- nal y aumentar la pena para el delito de secues- tro infantil. Por cuestiones de maternidad De acuerdo con Sosenski, muchos de los casos de secuestro infantil estudiados por ella tuvie- ron que ver con cuestiones de maternidad; es decir, se asociaban a un régimen de adopción muy deficiente del sistema mexicano que im- pedía a las parejas o a mujeres solas adoptar un infante y que, por ende, alentaba el robo de niños para convertirlos en “hijo s” de otras personas. “Hay que tener en cuenta que en esa época ser mujer era ser madre; quien no era madre no es- taba cumpliendo su rol social como mujer. En el caso del niño Fernando Bohigas, fue secues- trado por una mujer que aparentemente no po- día tener hijos.” Otros secuestros infantiles tenían como ob- jetivo explotar laboralmente a los niños, sobre todo para que pidieran limosna en las calles, aunque también no pocas niñas fueron plagia- das para forzarlas a entrar en el mundo de la trata de blancas. “Los innumerables secuestros de niños que ocurren en la actualidad están relacionados con otros objetivos, como rescates monetarios, nar- cotráfico, tráfico de órganos, prostitución y por- nografía infantil”, añade la investigadora. Pérdida de autonomía El niño Fernando Bohigas, cuya familia ofreció cinco mil pesos por hallarlo, fue rescatado des- pués de seis meses de ausencia. Y la niña Norma Granat, por cuya liberación sus captores pidie- ron 400 centenarios de oro, no estuvo fuera de casa más de dos días, sin que quedara claro si se había pagado su rescate. Hasta donde ha investigado Sosenski, el se- cuestro de Bohigas fue el primero en que se ofre- ció dinero por la vida de un infante; y el de Gra- nat, el primero en que se solicitó dinero por el mismo motivo. “En el periodo que estudio, la autonomía de los niños y su relación con la ciudad disminu- yeron ostensiblemente. Por más que se crearan parques y otros sitios de esparcimiento para ellos, por más que se hablara de su protección, la ciudad, al final, no los protegía del todo y les limitaba su derecho al uso del espacio público. Por desgracia, hoy en día esta pérdida de au- tonomía de la infancia alcanza niveles de pe- s adilla”, concluye. b “La creencia general era que los niños corrían peligro en todos lados. El tema de los robachicos encendió las alarmas sociales” SUSANA SOSENSKI Investigadora del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM El caso Lindbergh bbb El secuestro del hijo mayor (entonces de 20 meses) del aviador estadounidense Charles Lindbergh, en marzo de 1932, fue cu- bierto ampliamente por la prensa nacional y seguido con mucho interés, no exento de morbo, por los lectores mexicanos. “De alguna manera, ese caso ‘e ducó’ a los lectores del país, que luego tendrían su pro- pio caso (el del niño Fernando Bohigas) en 1945. Cuando este último ocurrió, la prensa nacional lo asumió como si dijera: ‘Ahora no- sotros también tenemos un caso que con- tar’”, comenta Sosenski.

De robachicos y otros peligros para la infancia · el pistolero y, por supuesto, el robachicos. Pero, a diferencia de los demÀs, el robachicos era un artista del disfraz, un ente

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Page 1: De robachicos y otros peligros para la infancia · el pistolero y, por supuesto, el robachicos. Pero, a diferencia de los demÀs, el robachicos era un artista del disfraz, un ente

Viernes 9 de marzo de 2018 EL UNIVERSALE14 CU LT U R A

PROYECTO UNAM Texto: Roberto Gutiérrez Alcaláro [email protected]

Revueltas y la crítica de la RevoluciónEl Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM invita, dentro delciclo de conferencias “Los sesentas, más que una década. En memoria del2 de octubre de 1968”, a la titulada “Revueltas y la crítica de la RevoluciónM exicana”, que impartirá Carlos Illades, el miércoles 14 de marzo de 12:00a 14:00 horas en el Salón de Actos del citado instituto, en CU. Se transmitirápor w e b c a s t.

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C I A L Brigada atiende

a damnificadospor los sismosUna brigada integral de salud de laFacultad de Estudios SuperioresZaragoza —formada por 14 uni-versitarios, entre académicos, pa-santes y alumnos— b r i n d a ro n ,durante una jornada, atenciónmédica, odontológica, psicológicay de educación psicoeducativa alos integrantes de 21 familias que,tras los sismos de septiembre pa-sado, pernoctan en la calle de In-dependencia, en la colonia Zaca-huitzco, en Iztapalapa. Muchos deellos habitaban en el Multifamiliarmarcado con el número 18 de di-cha calle y siguen a la espera deldictamen oficial de su edificio.

En línea, archivosdel movimientoestudiantil del 68A partir de marzo, más de mil 300fotografías, documentos, cartelesy materiales hemerográficos queresguarda el Archivo Histórico dela UNAM sobre el movimiento es-tudiantil del 68, que cumplirá 50años, podrán consultarse en línea,desde cualquier lugar del planeta.Entre esos materiales destacan losde Manuel Gutiérrez Paredes, fo-tógrafo de la Secretaría de Gober-nación que tuvo acceso a los se-paros y levantó imágenes en losmomentos más difíciles; del abo-gado Fernando Serrano Migallón;y de estudiantes como EstherMontero y Justina Lory Méndez.

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De robachicosy otros peligrospara la infanciaUna historiadorauniversitaria lleva a cabouna investigación sobrelos riesgos que corríanlos niños en la ciudad deMéxico entre 1940 y 1960

Un personaje siniestro y fan-tasmal se adueñó de la imagi-nación de los niños de la ciu-dad de México y los llenó detemor a partir, sobre todo, de

1945: el robachicos. El hecho que influyó deci-sivamente para que dicho personaje tuviera ma-yor presencia en el mundo infantil de entoncesfue el secuestro, en octubre de ese año, del niñoFernando Bohigas. Tiempo después, en mayode 1950, otro secuestro, el de la niña Norma Gra-nat —hija del dueño de varias salas de cines—,hizo que la figura del robachicos siguiera co-brando fuerza.

Basada en éstas y otras historias, Susana So-senski, investigadora del Instituto de Investiga-ciones Históricas de la UNAM, emprendió el tra-bajo “Espacios para la infancia en la ciudad deMéxico, peligros y emociones (1940-1960)”, elcual se enfoca en averiguar cuáles eran los ries-gos para la infancia en la capital del país duranteesos años.

“Me interesa estudiar el mundo de las emo-ciones, especialmente el miedo y el terror por loque podía pasarles a los niños en la ciudad deMéxico. También me interesa analizar cómo in-fluían los medios de comunicación en la per-cepción social de esos riesgos”, indica.

Artista del disfrazEl personaje del robachicos está muy cerca delos mexicanos. Incluso, la palabra que lo nom-bra es un mexicanismo que trascendió nuestrasfronteras y se instaló en otros países de Latinoa-mérica. Y justamente fue entre 1940 y 1960cuando tuvo su auge en el habla popular.

“Sí, he encontrado que la palabra robachicosse utilizó mucho más en los medios de comu-nicación y en el habla popular hacia mediadosde los años 40 y al inicio de los 50. Y esto sin dudase debió a los secuestros altamente mediáticosde los niños Bohigas y Granat”, dice la inves-tigadora universitaria.

De 1940 a 1960 se construyeron, gracias al ci-ne, diversos estereotipos, entre los cuales des-tacaban la cabaretera, la vampiresa comehom-bres, el proxeneta vestido de pachuco, el gánster,el pistolero y, por supuesto, el robachicos.

Pero, a diferencia de los demás, el robachicosera un artista del disfraz, un ente camaleónicoy, por lo tanto, no resultaba fácil identificarlo.Podía ser una mujer de los sectores populares,una mujer de clase media, un hombre bien ves-tido, un policía, una empleada doméstica, el ve-cino de al lado o… un menor de edad, como su-cedió en el caso del niño Fernando Bohigas, enel que un niño de 12 años fue el que lo sacó desu casa para que fuera secuestrado.

L l o ro na sAl acaparar la atención del público mexicano,los casos de los niños Bohigas y Granat incre-mentaron la sensación de inseguridad en la Ciu-dad de México, pues se pensaba que si un niñoy una niña de clase media y alta (ambos eranrubios) habían sido secuestrados en la puerta desus respectivas casas, con más razón podía ocu-rrirle lo mismo a cualquier hijo de vecino.

Y de hecho sí había muchos niños desa-parecidos en la ciudad (unos por secuestroy otros por extravío), y los medios de comu-nicación aprovechaban estas historias para

atizar el pánico de la población.“Surgió, entonces, un montón de lloronas, de

madres que iban gritando por sus hijos, buscán-dolos por todas partes, y algunas sí los encon-traron en una esquina, pidiendo limosna, o lue-go de que alguien les dijo quién los tenía. Es de-cir, asumieron el papel que le tocaba a la policíay que ésta no podía cumplir porque estaba des-bordada y porque no era muy eficaz.”

Con la apertura de grandes avenidas y la cir-culación de miles de automóviles y camiones,la ciudad de México estaba en pleno crecimien-to urbano, lo cual implicaba nuevos peligros pa-ra los niños; además, había una vida nocturnaboyante, con infinidad de cabarets y burdeles,dentro y cerca de los cuales pululaban sujetospeligrosos, hampones, ladrones, proxenetas...

“La creencia general era que los niños corríanpeligro en todos lados. El tema de los robachicosencendió las alarmas sociales. Se decía que si unniño iba al parque en compañía de la empleadadoméstica, ésta podía ser seducida por un po-licía o por alguien más, perder de vista al niñoy facilitar su robo. En notas periodísticas de laépoca se sugería tener cuidado en los parques”,apunta Sosenski.

Después de los casos Bohigas y Granat se ha-blaba de que los robachicos también estabanafuera de las escuelas, esperando a los niños. Deeste modo, muchas familias modificaron sushábitos para ir a buscar a los niños a sus centrosde estudio o para acompañarlos en trayectos quehacían solos; y recurrieron, con más frecuencia,a la terrorífica advertencia: “Si te sales a la calle,puede venir el robachicos y llevarte...”

Pánicos socialesEl sociólogo sudafricano Stanley Cohen afirma-ba que los medios de comunicación son capacesde producir pánicos sociales. Con respecto a lossecuestros de los niños Bohigas y Granat, aqué-llos los abordaron con tal sensacionalismo quemuy pronto se tuvo la falsa certeza de que cons-tantemente estaban desapareciendo niños en laciudad de México y de que había que cuidarlosa como diera lugar.

“Los medios de comunicación convirtieronestos casos en auténticos melodramas socialesque consiguieron muchísimos consumidores

entre un público acostumbrado al melodrama,pues ya se sabe que al público mexicano le gustacantar y llorar.”

Como consecuencia de este fenómeno, el de-recho de una gran cantidad de niños a transitarautónomamente por la ciudad quedó restrin-gido, porque no siempre era posible que unadulto los acompañara cuando tenían que salira la calle.

Por otro lado, se vivía la época de oro no sólodel cine y de las historietas, sino también de lanota roja, debido a lo cual no fue raro que estostres medios de comunicación dirigieran suatención al problema de los secuestros infan-tiles para explotarlo.

“Es más, Ismael Rodríguez filmó una películallamada ¡Ya tengo a mi hijo!, en la que actuó elpropio niño Fernando Bohigas ya rescatado”,informa la investigadora.

En cuanto a la nota roja, la policía manteníauna estrecha relación con la prensa y le fil-traba información para que publicara los ca-sos criminales.

“Era una prensa que caminaba muy de la ma-no de las autoridades policiacas: tenía acceso alos expedientes y la posibilidad de realizar en-trevistas en persona con los inculpados.”

Sin embargo, al mismo tiempo que la policíajugaba este juego con la prensa, sus capacidadesdetectivescas sufrían un enorme descrédito: lagente pensaba que no servían para nada.

Con todo, a raíz del secuestro del niño Fer-nando Bohigas, la presión social fue tal que elgobierno se vio obligado a instaurar una suertede policía para niños y a reformar el Código Pe-nal y aumentar la pena para el delito de secues-tro infantil.

Por cuestiones de maternidadDe acuerdo con Sosenski, muchos de los casosde secuestro infantil estudiados por ella tuvie-ron que ver con cuestiones de maternidad; esdecir, se asociaban a un régimen de adopciónmuy deficiente del sistema mexicano que im-

pedía a las parejas o a mujeres solas adoptar uninfante y que, por ende, alentaba el robo de niñospara convertirlos en “hijo s” de otras personas.

“Hay que tener en cuenta que en esa época sermujer era ser madre; quien no era madre no es-taba cumpliendo su rol social como mujer. Enel caso del niño Fernando Bohigas, fue secues-trado por una mujer que aparentemente no po-día tener hijos.”

Otros secuestros infantiles tenían como ob-jetivo explotar laboralmente a los niños, sobretodo para que pidieran limosna en las calles,aunque también no pocas niñas fueron plagia-das para forzarlas a entrar en el mundo de latrata de blancas.

“Los innumerables secuestros de niños queocurren en la actualidad están relacionados conotros objetivos, como rescates monetarios, nar-cotráfico, tráfico de órganos, prostitución y por-nografía infantil”, añade la investigadora.

Pérdida de autonomíaEl niño Fernando Bohigas, cuya familia ofreciócinco mil pesos por hallarlo, fue rescatado des-pués de seis meses de ausencia. Y la niña NormaGranat, por cuya liberación sus captores pidie-ron 400 centenarios de oro, no estuvo fuera decasa más de dos días, sin que quedara claro sise había pagado su rescate.

Hasta donde ha investigado Sosenski, el se-cuestro de Bohigas fue el primero en que se ofre-ció dinero por la vida de un infante; y el de Gra-nat, el primero en que se solicitó dinero por elmismo motivo.

“En el periodo que estudio, la autonomía delos niños y su relación con la ciudad disminu-yeron ostensiblemente. Por más que se crearanparques y otros sitios de esparcimiento paraellos, por más que se hablara de su protección,la ciudad, al final, no los protegía del todo y leslimitaba su derecho al uso del espacio público.Por desgracia, hoy en día esta pérdida de au-tonomía de la infancia alcanza niveles de pe-s adilla”, concluye. b

“La creencia general era que losniños corrían peligro en todoslados. El tema de los robachicosencendió las alarmas sociales”SUSANA SOSENSKIInvestigadora del Instituto de InvestigacionesHistóricas de la UNAM

El casoL i n d b e rghbbb El secuestro del hijo mayor (entoncesde 20 meses) del aviador estadounidenseCharles Lindbergh, en marzo de 1932, fue cu-bierto ampliamente por la prensa nacional yseguido con mucho interés, no exento demorbo, por los lectores mexicanos.

“De alguna manera, ese caso ‘e ducó’ a loslectores del país, que luego tendrían su pro-pio caso (el del niño Fernando Bohigas) en1945. Cuando este último ocurrió, la prensanacional lo asumió como si dijera: ‘Ahora no-sotros también tenemos un caso que con-tar ’”, comenta Sosenski.