Democracia, gubernamentalidad, representación. El debate político en los nuevos MM.SS

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    Ttulo: democracia, gubernamentalidad y representacin, el debate poltico en los

    nuevos movimientos sociales.

    Autor: Emmanuel Chamorro Snchez.

    Mesa: Crisis de la representacin como pregunta permanente.

    El 1 de enero de 1994, en el mismo momento en que el Tratado de Libre Comercio

    entre EEUU, Mxico y Canad entraba en vigor, el Ejrcito Zapatista de Liberacin

    Nacional tomaba los consistorios de las principales ciudades del Estado de Chiapas al

    grito de an estamos aqu. Aunque desde los aos ochenta haban aparecido por todo

    el planeta nuevos movimientos de resistencia, esta fue la primera gran victoria frente al

    neoliberalismo y la que iba a inaugurar un ciclo de luchas que se extiende hasta nuestros

    das. En las siguientes pginas trataremos de presentar sumariamente los rasgos queconfieren entidad propia a estas formas de resistencia y a las estructuras de poder a las

    que se oponen.

    Volviendo a 1994, a nuestro entender la novedad que aparece de forma evidente en el

    levantamiento zapatista y en otros movimientos contemporneos ha sido el abandono de

    los esquemas tradicionales de la lucha obrera (especialmente del marxismo): la

    estructura organizativa centralizada (el partido y el sindicato), el discurso

    (profundamente economicista), la estrategia (aceptacin de la representacin y el

    electoralismo) y el objetivo (la toma del poder estatal). Sin duda el momento en que

    estas lneas de fuerza aparecen en la escena poltica es el mayo del 68 francs, pero ennuestra opinin no muestra toda su fuerza especfica hasta dcadas despus.

    Pese a que renunciamos expresamente a abordar un examen detallado de la cuestin

    (que requerira otras condiciones), queremos aventurarnos a lanzar algunas hiptesis de

    trabajo y contrastarlas con las experiencias polticas ms cercanas, especialmente con lo

    ocurrido desde la llamada "primavera global" de 2011.

    Para ello, tomaremos como punto de partida la analtica del poder del filsofo francs

    Michel Foucault. Esta analtica lleva a una definicin estratgica del poder que deja

    fuera todo esencialismo y exige un anlisis tanto de los discursos como de las prcticas.En esta lnea, la nocin de gubernamentalidad resulta muy til ya que nos permite

    analizar tanto las formas de poder exgenas (que Foucault estudi, por ejemplo, en

    Vigilar y castigar) como las endgenas (relativas a los procesos de subjetivacin y a la

    libertad). El poder, desde esta perspectiva, no aparece como un instrumento represivo,

    sino productivo; de modo que no slo reprime, sino que tambin promueve ciertas

    conductas e incluso, como ocurre en el neoliberalismo, promociona su multiplicidad, su

    diferencia irreductible.

    Este esquema de la gubernamentalidad es especialmente interesante, en nuestra opinin,

    porque permite comprender mejor que otros las formas que toma el poder en nuestros

    das. El neoliberalismo se presenta como una especie de palacio de cristal sin lmites (la

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    metfora es tomada por Peter Sloterdijk de Dostoievski) en el que toda la potencia del

    sujeto queda reabsorbida en una estructura productiva que ocupa todos los rincones de

    la existencia humana. La redefinicin del trmino biopoltica que autores como

    Antonio Negri y Michael Hardt han presentado remite precisamente a esta idea: toda la

    vida se crea a travs de entramados directamente asociados con la produccin (el

    trabajo) porque este ha colonizado la existencia por completo (haciendo imposible

    distinguir entre tiempo de trabajo y de vida).

    Como apunt Foucault en sus ltimos trabajos (en una direccin explorada

    posteriormente por autores como Gilles Deleuze), parecera que el neoliberalismo ha

    renunciado a la costosa tarea de disciplinar los cuerpos a travs de las instituciones

    cerradas (escuela, taller, prisin, psiquitrico,). En su lugar, se esfuerza en

    promocionar la libertad y la diferencia (de las que extrae valor a travs de la exigencia

    de competencia permanente). De este modo, el gran logro del neoliberalismo se puede

    cifrar en que ha conseguido extender esa idea de competencia a todos los mbitos de lavida, primando los procesos de subjetivacin que convierten al individuo en un

    empresario de s. Ante estas tesis, y a pesar de lo que se dice habitualmente, cabe

    sealar una cuestin poltica fundamental: el neoliberalismo no supone un

    adelgazamiento del Estado, sino ms bien un fortalecimiento de su poder ya que ste es

    el creador del marco en el que puede desarrollarse: el mercado. El mercado es el lugar

    en el que se forja la verdad neoliberal, pero no es autnomo, sino que depende

    constantemente de la intervencin del Estado para garantizar su funcionamiento. Como

    vemos, muy lejos queda ya la idea liberal mercado como un espacio natural de

    intercambio.

    Desde esta perspectiva, aquella mxima lanzada por Margaret Thatcher en los aos 80

    en la que aseguraba que no existe nada parecido a la sociedad, solo hombres y

    mujeres se ve como una profeca autocumplida: un proyecto poltico en toda regla que

    se ha convertido en hegemnico, el proyecto de acabar con la sociedad para extender la

    competencia como forma de vida y el mercado como criterio de verdad.

    En nuestra opinin no nos encontramos en la era del fin de la historia, como querra

    Fukuyama, sino ms bien ante el fin de la sociedad. De un modo desigual, pero

    constante, la ruptura de los lazos sociales y comunitarios ha ido convirtindose en un

    hecho en todos aquellos lugares alcanzados por el neoliberalismo. Esta especie de

    nihilismo social constituye, a nuestro parecer, el substrato ontolgico del que cualquier

    resistencia debe partir, ya que creemos que la resistencia no es un agente externo al

    poder, sino que habla su mismo lenguaje.

    Pero existe aun otro elemento en este nivel que hemos llamado "ontolgico" que define

    el modo de ser (y por tanto de poder y de resistir) propio de nuestro tiempo: el modelo

    productivo del capitalismo tardo. En esta direccin, parece que las condiciones de

    produccin ya no responden al modelo fordista. A esta nueva forma de capitalismo se le

    han dado muchos nombres dependiendo del lugar en que se ponga el acento (financiero,informacional, inmaterial, de la deuda, ),pero por ahora nos quedaremos con la idea

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    de que la informacin se ha convertido en uno de los ejes centrales de la produccin (al

    menos en los llamados "pases desarrollados").

    Numerosos autores sealany aqu comenzamos a vislumbrar la relacin de estos

    anlisis con los movimientos de resistenciaque la estructura en forma de red

    distribuida que requiere el capitalismo informacional posibilita una organizacin social

    basada en los mismos criterios de cooperacin y en la ausencia de un centro del poder.

    Autores como Antonio Negri, Michael Hardt o Paolo Virno han defendido la potencia

    liberadora de estas nuevas estructuras productivas.

    A este anlisis subyace, a menudo de un modo excesivamente optimista, aquella vieja

    idea marxiana de que el capitalismo crea a sus propios enterradores. Segn la versin

    contempornea, el modelo de cooperacin en red y la produccin constante de

    innovaciones que son parasitadas por el sistema capitalista abre una nueva brecha en la

    que las contradicciones sociales y econmicas se hacen ms evidentes, al convertir en

    mercanca el fruto de la cooperacin social (el conocimiento, el lenguaje, los afectos,

    etc.).

    Pese a que podamos denunciar un cierto "optimismo ontolgico" (ms matizado en

    Virno que en Negri y Hardt), en nuestra opinin hay un sustrato de verdad en la relacin

    entre esas estructuras productivas y las nuevas formas de hacer poltica que debe ser

    analizado y explotado si posee un potencial liberador.

    En este sentido, lo primero que llama la atencin desde Chiapas a las plazas que en

    Egipto, Grecia o Espaa se levantaron en 2011 es que todos los discursos y

    especialmente las prcticas polticas implementadas han sido vertebradas por una

    exigencia democrtica radical. El famoso mandar obedeciendo de los zapatistas tuvo

    su correlato en el no nos representan del 15M o en aquel abajo el rgimen que se

    gritaba en la plaza Tahrir. A nuestro entender, todos estos acontecimientos polticos se

    presentan como formas diferentes de reivindicar y construir un poder distribuido ms

    horizontalmente, una democracia.

    Aunque esa estructura reticular y descentralizada viene siendo fundamental desde hace

    dcadas para los diferentes movimientos de protesta (recordemos las contracumbres del

    movimiento antiglobalizacin, la respuesta de la ciudadana ante el 11M, las protestasargentinas, etctera), el movimiento 15M aparece como paradigma de esta nueva

    forma de revuelta, que inaugura un espacio y un tiempo abierto completamente a la

    participacin y la diferencia, pero tambin al entendimiento.

    Por tanto, radicalidad democrtica por un lado, y pluralidad irreductible por otro. Frente

    a los modelos clsicos, basados en estructuras verticales y centralizadas, ahora las

    protestas multiplican su rostro continuamente respondiendo a una configuracin social

    que difcilmente puede reconducirse bajo la unidad de un mando central. Eslganes,

    discursos, acciones, smbolos, rostros, estrategias crecen exponencialmente en este

    nuevo ciclo de lucha internacional que parece haber roto con el modelo tradicional(heredado del movimiento obrero y especialmente del marxismo).

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    Como ltimo rasgo caracterstico podemos ver cmo en todos estos movimientos las

    reivindicaciones poltica estn inevitablemente ligadas a exigencias y propuestas

    econmicas. Atisbamos en ello un intento de superar el viejo economicismo (tambin de

    raigambre marxista). Ya no se trata tanto de tomar los medios de produccin (cuestin

    que tambin est presente) sino de llevar adelante una "revolucin democrtica" a la vez

    poltica y econmica centrada en la reivindicacin de lo comn.

    Estas cuestionesla exigencia democrtica, la radical pluralidad y reivindicacin del

    comnson fundamentales ya que a nuestro entender contribuyen a instaurar un nuevo

    sentido comnque permite pensar de otro modo el gobierno y lo poltico. Fuera de

    idealizaciones, y de nuevo con un trazo quiz demasiado grueso, podemos sealar que

    estos movimientos presentan una propuesta poltica que, por un lado, parte de las

    condiciones ontolgicas descritasfin de la sociedad y produccin en redy por otro

    proyecta una transformacin poltica ms performativa que deliberativa, es decir: habla

    por sus actos. La consecuencia de esto es que, a nuestro entender, estos movimientosplantean un proyecto poltico que no puede reducirse al modelo de la representacin

    propia de las democracias liberales.

    Pero la realidad nunca es unidimensional y a lo largo de estas dcadas de expansin

    neoliberal han surgido resistencias que han tomado otras formas y que debemos

    presentar en este anlisis, aunque sea sumariamente. En numerosos pases, por ejemplo,

    el movimiento obreroal calor de la industrializacin y la deslocalizacinha crecido

    de un modo exponencial (Egipto, la India,) y con l sus estructuras clsicas

    (especialmente los sindicatos). Por otro lado, primeramente en Amrica Latina y ahora

    tambin en Europa, asistimos al auge de partidos polticos con un discursoantineoliberal que alcanzan el poder y tratan de crear espacios de resistencia basados en

    la reivindicacin de la soberana nacional (frente a la globalizacin) y la recuperacin

    de la autonoma de lo poltico respecto de las estructuras financieras.

    Un ejemplo significativo de esto lo encontramos en Espaa, cuando en mayo de 2014 se

    pudo or en el acto de celebracin de los resultados electorales de Podemos: s nos

    representan. Pareciera que tres aos despus de aquella "Spanish revolution", las aguas

    hubiesen vuelto a su cauce y, el 15Mahora mutadoterminara aceptando el juego de

    la representacin como instrumento poltico irrenunciable.

    Como vemos el juego poltico parece haber llegado a un punto de inflexin en estas

    dcadas, haciendo que pensar la representacin en estos momentos se haya convertido

    en el primer reto del discurso comprometido polticamente. Para aclarar esta encrucijada

    puede resultar til acudir a la metfora deleuziana que emplean Negri y Hardt, cuando

    definen la democracia representativa como unasntesis disyuntivaque a la vez acerca y

    aleja a la poblacin de las estructuras de poder. Desde esta perspectiva la apuesta de

    organizaciones como Podemos (ms cercana a los planteamientos de Laclau y del

    postmarxismo que a los autores que hemos tomado como referencia) podra parecer un

    intento de articulacin de aquel sentido comn inaugurado por el 15M con lasestructuras de gobierno existentes en busca de construir nuevas hegemonas. Pero

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    tambin desde esa perspectiva, el peligro de alejar de nuevo el poder de la ciudadana

    est siempre presente.

    La dificultad con que se encuentran las estrategias representativas, es que parece difcil

    articular una exigencia radicalmente democrtica y plural con estructuras diseadas para

    reducir esa multiplicidad a la unidad de mando de un gobierno representativo. En este

    sentido poltico (y quiz no tanto en el econmico), el concepto de multitudpuede servir

    para comprender los conflictos a los que debe enfrentarse todo proyecto que trate de

    traducir y reducir las mltiples voces de la resistencia popular a un lenguaje nico y

    centralizado.

    Sea como fuere, no debemos olvidar que en el campo de lo poltico no priman las

    razones y los argumentos. La estrategia, la eficacia e incluso el espectculo son

    elementos fundamentales que todo proyecto poltico debe tener en cuenta. Los

    movimientos de la primavera de 2011, como antes la antiglobalizacin, plantean

    exigencias que parecen responder a la configuracin de nuestra realidad social, pero

    mientras avanzan lentamente construyendo muy poco a poco la hegemona de ese nuevo

    sentido comn, los proyectos que tienen por estrategia la toma del poder va electoral

    prometen, y a veces incluso ofrecen, soluciones ms rpidas a problemas sociales

    realmente acuciantes. Desde esta perspectiva se hace comprensible la esperanza

    depositada en organizaciones como Podemos o Siriza en el contexto de la crisis

    econmica ms brutal que vive Europa desde la Segunda Guerra Mundial.

    Por todo ello, el momento presente se muestra especialmente interesante, ya que nos

    enfrenta a una aparente encrucijada entre la impotencia de las multitudes y laimpaciencia de quienes quieren representarlas. La paciencia y la potencia decidirn el

    camino que sigan estos movimientos durante las prximas dcadas y sus posibilidades

    de xito.

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