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Desde la Puerta del Sol La Puerta del Sol madrileña, en la que se encuentra el punto kilométrico 0 de España, creemos es un buen enclave para formalizar un juicio de lo que pasa en el país, lo que podemos alargar a Hispanoamérica y al resto del mundo. Con esa idea nos hemos situado junto el oso y el madroño, desde donde saludar a nuestros amigos omo todo lo plagia, en este caso nuestro presidente, para asustar a los españoles, se le ha ocurrido lanzar a los cuatro viento el sintagma «o su plan o el caos». Y no le pasa nada. No se le cae encima la columna de Hércules, ni se abren los cielos, ni se mueren los bichitos del covid-19. Ni siquiera se lo creen y por lo tanto no le hacen caso los españoles. Lo que le tenía que ocurrir, pues al que más y al que menos suena que la frasecita so sale de su cacumen. En su original, se atribuye a Luis XV de Francia quien, al parecer nadie pone la mano en el fuego al respectodijo aquello de: «Après moi le déluge», o sean, traduciéndolo del gabacho: «Después de mí, el diluvio». Ello no le da méritos a Pedro Sánchez, pues con esta aseveración Luis XV daba el espaldarazo a su monarquía absoluta, aquella del «L'État, c'est moi» del Rey Sol, cosa que no debe caber dentro de la libertad y democracia que patrocina el partido- social-comunista para todos los españoles. Para más inri, di- remos que también se atribuye la frase a Madame Pompa- dour. Frase que, por otra parte, ha utilizado no poca gente, cambiándola un tantico, según los gustos y lo que le apetecía decir. Incluso se atribuye a Thiers y a Lamartine redactada de la siguiente forma: «La Republique c’est moi». Tras esta aclaración, no cabe otra cosa que decir que la soberbia de Pedro Sánchez le sale por todos los poros del cuerpo, agarrándose a ella cuando los españoles ya se van hartando de él y de sus compinches. Ya no le deben creer ni los más arriscados socialistas de los comunistas no hablamos ya que van a lo suyo, no coincidente en nada con los deseos de Pedro. No es que Pedro quiera salvar la vida a más españoles con el cuarto estado de alarma declarado, es que, como el Rey Sol, ansía controlar todo el Estado para terminar diciendo «El Estado soy yo», que es su pretensión desde que empezó con las trampas para conseguir la Secretaría de su partido. O su plan o el caos, Emilio Álvarez Frías Resurrección y el destino del hombre, Anselmo Álvarez Acabar con la alarma para defender la libertad, Jesús Cacho Cuerpos gloriosos, Juan Manuel de Prada Los muertos invisibles, Rafael Sánchez Saus Cuando despertemos, Iglesias ya no estará allí, José Alejandro Vara Alarmados ante el estado de alarma, Roberto Blanco Valdés Sánchez logra una «nueva mayoría» para prorrogar el estado de alarma hasta el 24 de mayo, Manel Manchón El heteropatriarcado en tiempos de pandemia, Costillares Sueltos

Desde la Puerta del Sol · ice San Pedro en la 1ª de sus Cartas: «Vosotros creéis en Dios que lo resucitó de entre los muer-tos y le dio gloria, y así habéis puesto en Dios

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Page 1: Desde la Puerta del Sol · ice San Pedro en la 1ª de sus Cartas: «Vosotros creéis en Dios que lo resucitó de entre los muer-tos y le dio gloria, y así habéis puesto en Dios

Desde la Puerta del Sol

La Puerta del Sol madrileña, en la que se encuentra el punto kilométrico 0 de España, creemos es un buen enclave para formalizar un juicio de lo que pasa en el país, lo que podemos alargar a Hispanoamérica y al resto del mundo. Con esa idea nos hemos situado junto el oso y el madroño, desde donde saludar a nuestros amigos

omo todo lo plagia, en este caso nuestro presidente, para asustar a los españoles, se le ha ocurrido lanzar a los cuatro viento el sintagma

«o su plan o el caos». Y no le pasa nada. No se le cae encima la columna de Hércules, ni se abren los cielos, ni se mueren los bichitos del covid-19. Ni siquiera se lo creen y por

lo tanto no le hacen caso los españoles. Lo que le tenía que ocurrir, pues al que más y al que menos suena que la frasecita

so sale de su cacumen. En su original, se atribuye a Luis XV de Francia quien, al parecer –nadie pone la mano en el fuego al respecto– dijo aquello de: «Après moi le déluge», o sean,

traduciéndolo del gabacho: «Después de mí, el diluvio». Ello no le da méritos a Pedro Sánchez, pues con esta aseveración

Luis XV daba el espaldarazo a su monarquía absoluta, aquella del «L'État, c'est moi» del Rey Sol, cosa que no debe caber dentro de la libertad y democracia que patrocina el partido-

social-comunista para todos los españoles. Para más inri, di-remos que también se atribuye la frase a Madame Pompa-

dour. Frase que, por otra parte, ha utilizado no poca gente, cambiándola un tantico, según los gustos y lo que le apetecía decir. Incluso se atribuye a Thiers y a Lamartine redactada de

la siguiente forma: «La Republique c’est moi».

Tras esta aclaración, no cabe otra cosa que decir que la soberbia de Pedro Sánchez le

sale por todos los poros del cuerpo, agarrándose a ella cuando los españoles ya se van hartando de él y de sus compinches. Ya no le deben creer ni los más arriscados socialistas –de los comunistas no hablamos ya que van a lo suyo, no coincidente en nada con los

deseos de Pedro–. No es que Pedro quiera salvar la vida a más españoles con el cuarto estado de alarma declarado, es que, como el Rey Sol, ansía controlar todo el Estado para

terminar diciendo «El Estado soy yo», que es su pretensión desde que empezó con las trampas para conseguir la Secretaría de su partido.

O su plan o el caos, Emilio Álvarez Frías

Resurrección y el destino del hombre, Anselmo Álvarez

Acabar con la alarma para defender la libertad, Jesús Cacho

Cuerpos gloriosos, Juan Manuel de Prada

Los muertos invisibles, Rafael Sánchez Saus

Cuando despertemos, Iglesias ya no estará allí, José Alejandro Vara

Alarmados ante el estado de alarma, Roberto Blanco Valdés

Sánchez logra una «nueva mayoría» para prorrogar el estado de alarma hasta el 24 de mayo, Manel Manchón

El heteropatriarcado en tiempos de pandemia, Costillares

Sueltos

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No creo que le vaya a resultar posible a pesar de conseguir la aprobación en el Parlamen-to la prórroga del estado de alarma gracias a Inés Arrimada –ella sabrá por qué le prestó

los votos de su partido–, pues en el ambiente reinaba que ya estaba bien de aprovechar esta fórmula de estado de alarma para manipular los poderes del Estado en sus diversos niveles, Pues, como le han indicado no pocos letrados impuestos en derecho constitucio-

nal, para el caso que nos ocupa de luchar con el covid-19 hay otras posibles actuaciones más en concordancia con lo que se pretende.

Por otro lado, lo que realmente pide la sensatez es apear a Pedro Sánchez y a sus amigos del Gobierno con el fin de nombrar otro ejecutivo con mayor criterio y conocimiento de lo que está ocurriendo. Y como dijo la portavoz Lastra, dado que «nada es gratis en polí-

tica», habrá que ir preparando las reclamaciones que será preciso hacer a los compo-nentes de este ejecutivo respecto a los errores y manipulaciones sucedidos durante esta

pandemia, como por qué hasta última hora ha faltado mate-rial protector para quienes se enfrentaban con el virus, por qué todavía se están adquiriendo test en el extranjero a pre-

cios mucho más caros que en España, por qué se dota a mi-nisterios que no tienen nada que hacer de directores gene-

rales y subdirectores a porrillo, etc. Ahí tiene tela el PP y algu-nos de los bufetes que mejor saben llevar estos asuntos.

Como ya podemos salir algunos ratitos a ejercitar el cuerpo,

hemos iniciado los paseos por el kilómetro que nos está auto-rizado, y aunque manteniendo las distancias de rigor, ofrece-

mos a nuestros conocidos un poco de agua para calmar la sed. Hoy lo hacemos con un botijo de Cerámicas Amaya, decorado utilizando unos colo-res nada habituales, ya que normalmente se usan otros más vigorosos. Pero sin duda es

gracioso.

Abad emérito del Valle de los Caídos

Dice San Pedro en la 1ª de sus Cartas: «Vosotros creéis en Dios que lo resucitó de entre los muer-

tos y le dio gloria, y así habéis puesto en Dios vuestra fe y vuestra esperanza» (1Pe 1,2).

La Cruz y el sepulcro son los ejes de nuestra historia porque lo son de nuestra esperanza. En ellos

se encuentran las palabras y los acontecimientos que iluminan el sentido de la realidad humana.

A lo largo de toda la primera fase de la redención (Antiguo Testamento) Dios recuerda permanen-

temente por los profetas que el hombre había perdido el sentido de la realidad porque se había

apartado de Él y sus obras no respondían ya a los rasgos humanos y divinos de que fue dotado,

por lo cual la negación de Dios se había convertido en negación del hombre. De hecho, cuando

cortamos el cordón umbilical con Dios no es para iniciar una vida autónoma, sino para extirpar el

hilo de la vida.

Pero Jesús ha abatido la obra del pecado y con ello las puertas del infierno y de la muerte: «la

muerte ha sido absorbida por la victoria» (1Cor 15,54). Victoria de la Vida, de la Verdad, de la

Luz, victoria de Dios. Todo esto es lo que el pecado y Satán han querido y quieren sepultar para

siempre, en todos los hombres y sobre todo en el primogénito de la Humanidad.

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La lucha de Lucifer contra Cristo a lo largo de su vida y en particular en las horas de la pasión y

de la muerte no iban dirigidas sólo contra el Hombre Jesús, sino contra su obra de restauración

del hombre en esa Vida y en esa Verdad en que fue concebido y creado por Dios. El diablo se ha

mostrado en este acontecimiento como lo que es y será siempre: el máximo enemigo del hombre

y de la vida.

Pero en Cristo estaba la vida y la vida era la luz de los hombres. La resurrección es la garantía de

que para el hombre siguen abiertas las posibilidades infinitas de Vida, de Amor, de felicidad y

de Plenitud que él anhela instintivamente porque Dios las depositó en él. No tendríamos noción

de ellas si no hubieran sido grabadas en el ser recibido de Él. Un ser hecho a su imagen y por

eso lleno, según su medida, de lo que constituye el propio ser de Dios.

En un periodo como el que estamos viviendo en nuestros días puede ser interesante observar, a

la luz del misterio de la Resurrección, que la realidad de sufrimiento y de muerte que nos envuel-

ve en estos momentos puede no ser otra cosa que el símbolo de lo que estamos viviendo, desde

hace mucho tiempo, en el orden espiritual, a pesar de que no hayamos mostrado ningún síntoma

de preocupación por esta desorientación fundamental en la historia colectiva de los tiempos

modernos. Más bien, hemos venido dando por hecho que nuestro estado de realización y de satis-

facción personal y social habían alcanzado el máximo histórico y que éstos seguirían creciendo

de manera continua: porque esa es la ley que nosotros hemos impuesto a la historia.

Pero de improviso todo ha dado un giro, y comprobamos que nuestros valores eran una ficción

y nuestro futuro una incógnita sin respuesta. Y no tardaremos en reconocer que estamos de hecho

también ante otra clase de pandemia que ha contaminado las mentes y el corazón, los espíritus

y la cultura de las generaciones recientes hasta dejar irreconocible la verdadera naturaleza del

hombre, lo que sería de hecho su enfermedad fundamental.

Sin embargo, el acontecimiento de la Resurrección abrió unas perspectivas completamente dife-

rentes, que durante siglos han alimentado las expectativas fundamentales de las sucesivas gene-

raciones cristianas hasta tiempos no lejanos a nosotros. Y podría suceder que estemos en vísperas

de acontecimientos que tendrían el mismo sentido que el de la resurrección física de Jesús: volver

a hacer presente a Cristo en plenitud, cambiar el sentido de la Historia para vivirla de un modo

nuevo, plenamente acorde con lo que sigue siendo el designio permanente de Dios sobre cada

hombre: vivir la propia vida del Resucitado. Esa Resurrección que es la máxima esperanza para

el tiempo de la vida presente y futura, porque en ella está la única plenitud para la que fuimos

creados.

(Vozpópuli)

rimera protagonista, Inés Arrimadas. Y primer gran vuelco a la legislatura por ella

protagonizado, al poner al servicio del Gobierno de Pedro & Pablo los diez escaños de Ciudadanos (Cs) para que pudieran salvar el match ball que de manera inopi-

nada había supuesto la negativa de ERC, integrante de la coalición que en mayo de 2018

llevó a Sánchez al poder, a prolongar el estado de alarma. Seguramente la bella Inés llegó hace tiempo a la conclusión de que, con tan ligero equipaje, había llegado el mo-

mento de apostar fuerte en la ruleta del destino o entregar la cuchara. Explorar un nuevo futuro. Vale la metáfora del caminante que en pleno desierto decide cavar un pozo en la esperanza de encontrar agua en algún nivel de las profundidades. Hallar nueva vida allí

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donde parecía acabada. Una apuesta al todo o nada que, de momento, le permite hacer añicos el «trifachito» y al tiempo introduce una cuña en una alianza PSOE-Podemos cuya

línea estratégica ha estado movida siempre por la confrontación, la división de la socie-dad española en dos bloques tan pétreos como antagónicos. El perfil de esos bloques comienza a difuminarse. Me cuentan de buena tinta que empieza a detectarse cierto

trasvase de voto. Que empieza a movilizarse gran parte del que se abstuvo de Cs en las últimas generales, y que también se mueve un cierto voto más centrado que antaño per-

teneció al viejo PSOE.

Quiero creer que Arrimadas cuenta con poderosas razones para haber protagonizado una voltereta que ha dejado perplejos

a los 1,63 millones votantes que, procedentes en su mayoría de la

deserción provocada en el voto PP por la traición de los gobiernos de Mariano Rajoy a los principios de

una democracia liberal, se mantu-vieron firmes el 20 de noviembre

pasado en el voto Cs, y que ano-che, tras conocer la noticia, se de-clararon oficialmente huérfanos de

nuevo. Entiendo la necesidad de Inés de mover ficha, pero resulta

difícil justificar que haya ido a lan-zar este salvavidas a Sánchez en el peor momento de Sánchez, cuando el cambio de acera de ERC le había colocado contra las cuerdas. Recordatorio de la extrema debilidad

de este Gobierno gallardo, todo fanfarria impostada. Rivera nos privó en su día de un Gobierno «normal» con 180 diputados, y Arrimadas salva ahora de la quema a un Gobier-

no «anormal». Entiendo que hay más días que longanizas y que las próximas semanas irán dando las claves de un pacto que hoy apenas se intuyen, pero el Cs que nace con este movimiento es algo distinto al que nos encandiló como representante de esa España

culta y urbana reñida con el sectarismo socialista, abanderado de la sociedad abierta, empeñado en la regeneración de las instituciones y punta de lanza contra el separatismo

xenófobo y trincón. El Ciudadanos que viene es otra cosa.

Segundo protagonista, Pablo Casado. «Le propones un PACTO: (i) Remodelación inme-

diata del gobierno. Mantenimiento de Pedro Sánchez como Presidente. Salida de los 5 ministros de Podemos, reducción de carteras a 10 agrupando ministerios, siendo la mitad gestores independientes y la otra mitad con alto peso político: GOBIERNO DE GESTIÓN

MONOCOLOR PSOE CON INDEPENDIENTES. (ii) Apoyo parlamentario del PP hasta el inicio de la recuperación económica (iii) Elaboración urgente de un documento (por

economistas de prestigio consensuados) para formalizar un PACTO DE ESTADO suscrito por PP y PSOE con invitación al resto de fuerzas políticas». El párrafo anterior, literalmen-te transcrito, corresponde al punto 3 de un memorándum remitido este fin de semana al

líder del PP por un muy notorio empresario, capitán de una de las empresas del Ibex. Curioso, porque el Ibex, al contrario que los miembros del club de la Empresa Familiar

(los Ortega, Roig, Escarrer y demás) que se juegan su pasta y la de sus familias, está portando el palio bajo el que desfilan nuestras Thelma & Louise con pantalones. Reco-mendaciones como esta, más o menos perentorias, le han llovido por docenas en los úl-

timos días, y en distintos formatos, al inquilino de la calle Génova. Todas reclamando el voto negativo del PP a la renovación del estado de alarma que ayer aprobó el Congreso.

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El líder del PP se ha mantenido firme y ha optado por la abstención, algo que, como en el caso de la voltereta de Arrimadas, tampoco es fácil de explicar. El señorín de la barbita

ha demostrado que tiene criterio y no se deja influir fácilmente. Casi todos los comen-tarios que ayer pudieron leerse en los medios calificaban la decisión de error de bulto. No lo creo. Su discurso de ayer, muy duro de

fondo, en el que había colaborado algún que otro bufete de campanillas, puso de manifies-

to la inutilidad del estado de alarma para combatir la pandemia existiendo normas le-gales sobradas en nuestro ordenamiento pa-

ra aislar lo que sea necesario. Sánchez y su mozo de estoques, al descubierto. De modo

que con el «sí» a la renovación asegurado gracias al trabajo sucio de la bella Inés, Ca-sado pudo mantenerse en una abstención en-

tendida como un ejercicio de responsabilidad y un aviso a navegantes de que la próxima vez, si la hay, el voto PP será «no». Situación ideal para vivaquear, en efecto, aprove-

chando al tiempo para marcar distancias con Vox. Alguien escribió en redes: «Quince años de rajoyismo, de todo se aprende». El tiempo de Casado, no obstante, está por lle-gar, aunque avanza cual caballo desbocado. Conviene atarse los machos. La Airef pre-

sentó ayer la evaluación del Programa de Estabilidad 2020-2021 remitido por el Gobierno a Bruselas, advirtiendo que el déficit público podría llegar al 13,8% del PIB este año, lo

que supondría un agujero de 171.000 millones. En octubre-noviembre podemos estar abocados a elecciones, en el mismo momento en que la Comisión Europea exija a España un ajuste presupuestario de más menos la mitad de esa cifra. Todo por los aires, y Casa-

do a la Moncloa en menos de un año. No le arriendo las ganancias.

Tercer protagonista, la libertad. El politólogo Éric Zemmour, exasesor de Dominique de

Villepin en Matignon, se preguntaba días atrás «por qué los europeos renuncian tan fácil-mente a las libertades individuales» al aludir a los estados de alarma decretados en muchos países que han restringido derechos tan elementales como la libertad de movi-

miento y otros. He aquí una moderna peste que además de acabar con nuestra salud puede hacerlo también con nuestra democracia, a poco que un sátrapa en la cúspide del

Ejecutivo se lo proponga. Países de honda tradición democrática como Alemania, Holan-da o Suecia se han resistido al estado de alarma y han combatido la pandemia, con mejor

fortuna que España o Italia, sin necesidad de restringir derechos y libertades. Perdida la batalla cuando había que haberla ganado –antes del 9 de marzo– nuestro Gobierno decretó aterrado el confinamiento apelando a la unidad. Y ha habido tanta unidad que

los españoles llevan casi dos meses encerrados en su casa como campeones, mientras vosotros, el Gobierno de Pedro & Pablo, utilizabais el BOE a destajo para recortar liber-

tades, inventar derechos nuevos para okupas viejos y repartir canonjías entre vuestra cautiva clientela.

Y hay en ese silencio tras los cristales algo de fatal resignación, mucho de estigma inscri-

to a fuego lento en el inconsciente colectivo, y una atroz renuncia a ejercer una libertad de la que rara vez se ha dispuesto en nuestra a menudo amarga historia. El español es

un tipo acostumbrado a obedecer a un amo, con un corto historial de vivencia en demo-cracia. En Francia, en Gran Bretaña, son muchas las voces que todos los días se alzan reclamando el final de la alarma o la excepción y la devolución inmediata de los derechos

y libertades cercenados por la pandemia. En España, en cambio, se oye el silencio de los corderos acostumbrados a asentir, se palpa el miedo como supremo valor coercitivo, se

asume la renuncia a caminar «con el paso erguido del hombre libre» que decía Ernst

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Bloch. «Esta epidemia no puede debilitar nuestra democracia ni dañar nuestras liberta-des», declaraba solemnemente Emmanuel Macron el pasado 13 de abril. Aquí, el Gobier-

no de Pedro & Pablo ha aprovechado ese miedo no para evitar la avalancha de muertos, sino para intentar podar las garantías consagradas en la Constitución, con el aplauso de una izquierda encantada de caminar bajo semejante yugo. Ayer, en el Congreso de los

Diputados, volvió a ganar la Alarma y a perder la Democracia. Urge acabar con la Alarma para defender la Libertad.

(XLsemanal)

scribíamos hace algunas semanas un artículo en el que denunciábamos el bestia-

lismo (propio, en verdad, de la Bestia del Mar retratada en el Apocalipsis) de nues-tros gobernantes, que han permitido que miles de personas mueran de la forma

más indigna posible, sin respiración mecánica, en la más sobrecogedora soledad, sin po-

der sostener la mano de un familiar que los conforte en el tránsito hacia ultratumba. Y, lo que aún es más aberrante, sin poder recibir sacramentos ni consuelo espiritual alguno,

para después ser arrojados al horno crematorio de forma casi clandes-tina y entregadas sus cenizas a sus

familias del modo más deshuma-nizado concebible (y a saber cuán-

tas cenizas se habrán confundido en los trasiegos). Pero hoy no qui-siera volver sobre este sobrecoge-

dor indicio de la época proterva que vivimos; sino para recordar –pues

no en vano estamos en días pas-cuales, aunque pareciera que nos hubiésemos internado en una inter-

minable noche de Viernes Santo– que nuestros muertos, vejados y

entregados al fuego devorador por gobernantes inicuos, no han sido

abandonados por Dios, que conoce sus nombres y sus señas, aunque hayan sido con-

fundidos en los trasiegos.

Cuando San Pablo se refiere en el Areópago de Atenas a la resurrección de los muertos,

todos los filósofos que lo escuchan se cabrean. Este es el gran escándalo de la fe cris-tiana, que los escépticos de todas las épocas aceptarían condescendientemente si se conformara con ser un mero espiritualismo sentimentaloide que imagina una vida de

ultratumba poblada por almitas que revolotean eternamente en torno a Dios como luciérnagas. Pero la fe cristiana afirma la resurrección de la carne, una osadía que enco-

cora a los oyentes del Areópago, como sospecho que sigue ocurriendo hoy. A los oyentes espiritualistas, esta resurrección que predicaba San Pablo debió de parecerles demasiado

material; a los oyentes materialistas, demasiado espiritual; y a unos y otros, completa-mente inaceptable. Lo mismo que sucede hoy, en que sigue habiendo espiritualistas dis-puestos a creer en una supervivencia exclusiva del alma más allá de la muerte; y también

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materialistas dispuestos a aceptar la supervivencia de nuestro cuerpo, transformado en abono que alimente las plantas, o incluso reencarnado en cualquier animal. Para negar

la resurrección de los muertos, nuestra cultura terminal y hedionda ha encumbrado inclu-so las historias de zombis como uno de sus productos (o subproductos) estelares para consumo de masas cretinizadas. Pues imaginar nuestro cuerpo incorruptible y glorioso

habitado por nuestra alma inmortal se considera demasiado obsceno, demasiado sub-versivo, demasiado peligroso.

Y es natural que así sea. Pues la resurrección de la carne sostiene la supervivencia de la persona más allá de la muerte. Y esta supervivencia ultraterrena de la persona implica la posibilidad de continuar siendo quienes ahora somos, bajo una forma de vida superior,

infinitamente más plena. Una forma de vida en la que el alma no se sienta dentro el cuerpo como en una cárcel; y en la que el cuerpo no esté sometido a las flaquezas y

achaques propios de su condición. Quienes creen sinceramente en esta transfiguración de sus cuerpos no temen a la muerte, ni se desmoronan ante la enfermedad, ni sucum-ben a los reclamos publicitarios que los incitan a probar tal o cual experiencia, a viajar a

tal o cual lugar, a votar a tal o cual demagogo que les promete chorradas irrisorias (y, por otro lado, inalcanzables en esta vida). Simplemente, sabe que le basta aguardar pa-

cíficamente su muerte para probar una vida incalculablemente mejor en la que, además, seguirá siendo la misma persona; o, dicho con más exactitud, la versión mejorada de la persona que ahora es, sin necesidad de pasar por el quirófano ni por la urna, sin nece-

sidad de pasar por el aro del consumismo ni por el trasiego extenuante por el atlas. Simplemente, sabe que esta vida mortal es un grano de trigo que sembramos al morir;

y de ese grano nace una planta entera, restallante de savia, que nunca se amustiará. Como escribe San Pablo a los corintios: «Se siembra corrupción y resucita incorrupción; se siembra vileza y resucita gloria; se siembra debilidad y resucita fortaleza; se siembra

un cuerpo natural y resucita un cuerpo espiritual».

Y contra esta primavera milagrosa en la que volveremos a vivir con formas recobradas

y venas vibradoras de nada sirven las bestialidades que han perpetrado nuestros gober-nantes, tratando los cuerpos de nuestros muertos como si fuesen muebles viejos. Tal vez han autorizado tales bestialidades porque barruntan que ellos no podrán disfrutar de

esta primavera. La envidia tiene razones que la razón no entiende.

(Diario de Sevilla)

ue Philippe Ariès el primero, hace ya bastantes años, que se percató de las grandes diferencias en la percepción de la muerte, la propia y la ajena, que ha habido a lo

largo de los tiempos. Ariès, que curiosamente no era historiador de profesión sino ingeniero, se sintió impresionado por cómo se habían vivido en su entorno los falleci-mientos de su padre y de su madre, separados por un largo periodo. Sus investigaciones

y las muchas que siguieron su estela permitieron constatar que el modo en que una sociedad vive el fenómeno de la muerte nos informa de sus valores y representaciones.

En definitiva, la muerte nos retrata como sociedad y, a menudo también, como personas.

Ariès denunció el entonces sorprendente ocultamiento de la muerte en nuestra sociedad,

y relacionó esa actitud, y el extraño pudor que nos embarga ante ella, con el terror que

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produce lo que para esta cultura sin tensión sobrenatural resulta un sinsentido inexplicable.

Él murió a edad relativamente temprana, en 1984, y no pudo conocer las pandemias que en las últimas décadas nos han amenazado, sin llegar a golpear, hasta la terrible mortandad que nos sacude.

Seguramente le habría impresionado el contraste entre el paralizador miedo al contagio, que nos lleva a aceptar

mansamente la privación de derechos elementales, y la indiferencia ante la muerte ajena, convertida en mera estadística, en termómetro casi equiparable a los índices

bursátiles, contrapuesta alegremente a las altas médicas en una especie de balance macabro de pérdidas y ganan-

cias.

Se repite estos días con razón que la misma sociedad con-movida hace unos años por el obligado sacrificio del perro

Excalibur acepta sin señales visibles de duelo la desapa-rición oficial hasta hoy de miles de personas en apenas

dos meses, a las que pronto habrá que sumar las tras-papeladas, tal vez ocultadas, en los cómputos guberna-mentales. A esta indiferencia contribuye sin duda la con-

jura mediática para tapar a todo trance el desgarro y desolación de muchos miles de familias que no pueden

llorar ni enterrar dignamente a sus muertos, pero también las autoridades, que incluso se resisten a decretar días de duelo en sus demarcaciones o en la nación. Se jalean las mayores bobadas para intentar hacer del momento un

espectáculo bufo, pero se niega, como antaño a las víctimas del terrorismo, un solo mi-nuto de reconocimiento y silencio colectivo que nos recuerde a los definitivos perdedores

de los errores cruzados de tantos. El progreso, ya lo saben ustedes, no se detiene.

(Vozpópuli)

odemos acostumbrarnos a las ciudades desiertas, las calles sonámbulas, los sani-tarios mártires, bares sin vida, autobuses con eco, teatros mudos, aulas estanca-

das, besos lejanos, aviones varados, abrazos vedados, abuelos sin nietos, amores desterrados, lágrimas cotidianas, familias enclaustradas, amaneceres de angustia, atar-

deceres de espanto, días sin huella, vida sin vida... A todo ello es posible que podamos acostumbrarnos, pese a la ira creciente y la furia en alza. A lo que quizás no nos acos-tumbremos nunca es a la España que Sánchez e Iglesias nos están diseñando: un país

sometido, doblegado y arruinado. Lo más parecido a un reservorio chavista en el sur de Europa. Una excrecencia totalitaria en la cuarta potencia económica de la Eurozona.

Están en ello. Y no se trata de una metáfora hiperbólica. Pablo Iglesias nunca ha engaña-do a nadie. Sus palabras, con su humilde tono de venerable franciscano, son el fiel anun-

cio de sus planes: expropiar, perseguir al empresario, hostigar a quien crea riqueza, silenciar a los medios, lapidar al pensamiento libre, demoler la Justicia, sepultar la Corona, dinamitar la Constitución... Por Pedro Sánchez, más comedido en sus palabras,

hablan sus actos. Sus acuerdos tóxicos con las fuerzas más corrosivas del espectro

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parlamentario, su desaforado frentismo, su desprecio por los usos democráticos, su odio a la oposición, su insoportable soberbia, su desdén hacia el diálogo, son algunas caracte-

rísticas que jalonan su quehacer presidencial. Como se ve, un dechado de horrores.

Ahora, en plena crisis pandémica, el presidente del Gobierno se inventa la fórmula defini-tiva con la que piensa redondear su obra: el estado de alarma, un artefacto con el que

pretende mantener eternamente anestasiada, en cuerpo y alma, a la sociedad española. Ciudadanos y PNV le entregan el salvoconducto en el Congreso. No se trata de una

iniciativa para, estrictamente, comba-tir el cataclismo sanitario, como aquí vienen demostrando ilustres plumas.

Es, sencilla y crudamente, un sendero inequívoco hacia un escenario autár-

quico y totalitario. Este decreto lo mismo sirve para proclamar un camu-flado toque de queda (de 23.00 a

6.00, todos en casita) que para colar decretos sin control parlamentario.

«Una apropiación ilícita del poder», denunciaba con valentía Consuelo Ma-drigal, fiscal del Supremo.

El estado de alarma se ha colado sin apenas generar sobresaltos en una población hipno-tizada e inerme. En un principio hasta Vox lo secundó. Sólo en las redes se escucha el

fragor del rechazo. Y esas cacerolas al anochecer. Se ha prorrogado ya tres veces. Sánchez anhela una prórroga infinita, una alarma sin fin. Así se gobierna mejor, sin rui-do, sin quejas, con miles de policías multando a los disidentes, con la Guardia Civil «mo-

nitorizando» a los díscolos, con los medios «avasallados». Todo en secreto y por decreto. Y Su Persona, en sesión televisiva especial los fines de semana.

Como no hay plan B, tampoco hay fecha límite claramente fijada para el fin de la alarma. Apuntaron que el 21 de junio, si no hay rebrotes. Algo tenían que decir. ¿Por qué no todo el verano, mientras la gente se acopla en las playas cuadriculadas y se toma una paella

en los chiringuitos demediados? Prórroga tras prórroga, mientras el Gobierno muda las leyes, perpetra decretos, derriba obstáculos en su camino hacia el paraíso progresista,

totalitario y cerval. La cabeza de la oposición democrática, en permanente estado de abstención, veremos hoy, ya habrá socializado el mal y hasta los muertos.

Sólo nos salvará del sendero hacia el cadalso como sociedad democrática y libre –al margen de un voto inesperado– el previsible viraje que impondrá Bruselas a estos endemoniados planes. Iglesias, muy beligerante en su empeño por convertir España en

un patio de menesterosos, una sociedad de zombis supervivientes gracias a las migajas de lo público, a las limosnas del caudillo (el escudo social), rechazará cualquier acuerdo

que le destroce su bien planeado azimut leninista. Sánchez deberá decidir. O se inmola junto al líder morado, en una cabriola impensable, y nos lleva a todos por delante en su huida enloquecida, o prescinde de la presencia de Podemos en el calamitoso Gobierno,

una vez recabados los necesarios apoyos en el centroderecha. El volantazo ya ha empezado, con ese acuerdo in extremis con Inés Arrimadas para convalidar la alarma.

La legislatura cambia de color. Todo apunta a que, cuando nos despertemos de la pandemia, con o sin vacuna, Iglesias ya no estará allí. Estará seguramente incendiando las decrépitas calles con sus descamisados de subvención desde su dacha de Galapagar.

Pero esa es otra historia.

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Parece que Sánchez ha tomado nota: nunca nos acostumbraremos a ver el Orinoco atravesando, tiránico y cruel, el corazón de Madrid.

(La Voz de Galicia)

l Gobierno ha abusado sin rubor de las ya amplias potestades que le otorga el

estado de alarma declarado el 14 de marzo y prorrogado por el Congreso en tres ocasiones sucesivas. En ello coinciden muchos juristas y políticos. Como también

en la unilateralidad del Ejecutivo, que no ha intentado una colaboración efectiva ni con

sus aliados, ni con la oposición, ni con las comunidades autónomas, que deben dar cum-plimiento a lo que Sánchez y su sanedrín vienen decidiendo sin tener en cuenta a nadie.

Han sido esos abusos de poder (se hace lo que yo quiero) y esa unilateralidad (yo me lo guiso y yo me lo como) los que han llevado a Sánchez a una situación muy previsible, salvo para un soberbio incorregible: el hartazgo de los grupos del Congreso con la acción

presidencial –pedir a la cámara un cheque en blanco para hacer luego su santa voluntad–, traducido final-

mente en la amenaza de no renovar un estado de alar-ma del que el Ejecutivo hace mangas y capirotes sin apenas control parlamentario.

La respuesta del Gobierno ante el legítimo derecho de la mayoría del Congreso a no votar a favor de la exten-

sión de una situación de excepción de cuya gestión ha sido excluido por completo resulta alucinante: procla-mar que si no hay prórroga será el caos económico y

social. Una respuesta inadmisible, pues la obligación de todos los gobiernos es precisamente evitar que el caos

llegue a producirse, para lo cual deben trabajar con escenarios diferentes. Y uno posible cuando un ejecu-tivo solicita repetidamente la prórroga de un estado de

alarma y desprecia al tiempo a quienes le entregan un poder tan descomunal es que antes o después no se le

conceda: en ese caso, el Gobierno, lejos de chantajear al Congreso de un modo vergonzoso, debe tener prevista su actuación sobre la base de las leyes ordinarias.

Es jurídicamente discutible, por supuesto, si con tales leyes (sobre todo la general de salud pública del 2011 y la de medidas especiales en materia de salud de 1986) es

posible mantener las limitaciones a la libertad de circulación de las personas, sin las cuales gran parte del plan de desescalada (que el Ejecutivo ha elaborado también sin contar con nadie) desaparecería. Pero si el Gobierno está convencido, según afirma, de

que la prórroga del estado de alarma resulta jurídicamente indispensable, no hay forma de entender cómo, en lugar de impedirla por todos los medios, no ha facilitado la par-

ticipación de los grupos parlamentarios del Congreso en el establecimiento del alcance y las condiciones que se aplicarán durante la vigencia de las sucesivas prórrogas, tal y

como lo establece la ley orgánica que ya en 1981 reguló los estados de alarma, excepción y sitio.

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Un gobierno que cuenta con el único apoyo seguro de 155 diputados sobre 350 y que ejerce su poder bajo el régimen excepcional de un estado de alarma no puede compor-

tarse como si tuviera mayoría absoluta y actuase en una situación de normalidad jurídica y política. ¿Aprenderá hoy Sánchez ¡de una vez! esa lección?

(El Español)

edro Sánchez ha logrado sacar adelante una cuarta prórroga del estado de alarma, hasta el 24 de mayo, tras una negociación en los últimos días con Ciudadanos y

el PNV. Esa nueva mayoría, una vez se ha descolgado Esquerra Republicana –ya perdido el apoyo también de Junts per Catalunya—permite al Gobierno seguir adelante con los planes de desescalada, con alusiones directas por parte del presidente del

Ejecutivo: «Han hecho mucho más diez diputados que los 89 del PP», ha señalado Sán-chez, en alusión a los diez escaños de Ciudadanos, y tras un acuerdo con Inés Arrimadas.

El Gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos ha contado con el apoyo de Ciudadanos, PNV, Coalición Canaria, Compromís, y Más País, con los votos en contra de ERC, Junts per Catalunya y la CUP, y

la abstención del PP y de Bildu.

Casado: «Usted está con el agua

al cuello»

El debate, tras las diferentes inter-venciones de los grupos parlamen-

tarios, lo han protagonizado Pedro Sánchez y el líder del PP, Pablo Casa-

do, con duras réplicas, que eviden-cian la enorme distancia entre el Gobierno y la oposición. Para Casado,

su partido ofreció desde el primer momento el máximo apoyo al Ejecu-

tivo, con la primera declaración del estado de alarma. Pero ha justificado que no le siga ahora, con advertencias sobre la crisis económica que se avecina. «Usted está con el agua al cuello, estamos con el peor presidente en el peor momento», ha sentenciado.

Con ello, Casado ha mostrado su estrategia: esperar el fracaso de Sánchez, frente a la crisis sanitaria, y también ante las instituciones europeas, al entender que no tiene un

plan solvente y que el plan económico que ha enviado a la Comisión Europea «no se lo cree nadie».

El malestar de ERC

Pero en el Congreso se ha constatado que Sánchez podría contar, a partir de ahora, y no de forma coyuntural, con los diez diputados de Ciudadanos. Aunque su líder, Inés

Arrimadas, ha insistido en que mantendrá su actitud crítica con el Ejecutivo. La tensión se mantendrá, pero Ciudadanos rechaza «derrumbar» a Sánchez, a diferencia de la

actitud mostrada por Casado.

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Es una «nueva mayoría» la que ha alcanzado Sánchez, con repercusiones para los socios que votaron su investidura. «Es una cuestión de piel», ha señalado el diputado de ERC,

Gabriel Rufián, al señalar que el Gobierno ha encontrado el voto de Ciudadanos, cuyos dirigentes «llamaron Hotel Lledoners a las celdas donde se encuentran Oriol Junqueras o Dolors Bassa». Es decir, para los republicanos el PSOE habría elegido ya nuevos socios

para seguir adelante, al margen de la coyuntura por la pandemia del coronavirus.

La figura de Arrimadas

El cambio se identifica con la propia persona de Inés Arrimadas, que ha defendido la nueva posición de Ciudadanos: «En ocasiones nos llamarán fachas, o en otras nos dirán traidores, pero vamos a defender lo que creemos que es el interés general, en cada

ocasión, a favor de los autóno-mos, de las familias, del conjun-

to de los españoles». Sin embar-go, eso reclamará también una nueva actitud del presidente

Sánchez, a juicio de Arrimadas, que le ha pedido al jefe del Eje-

cutivo que negocie, que dialogue con todos, que busque salidas a la crisis sanitaria y económica.

Arrimadas ha pedido que se concentre todo «en salvar vidas

y empleos»; señalando que iba a ser seguramente su última inter-

vención en el Congreso antes de dar a luz «a un niño», dado su avanzado estado de em-

barazo.

La misma petición le ha formulado el diputado del PNV, Aitor Esteban, al reclamar la

máxima coordinación con las comunidades autónomas. En la medida en que esa interlocución siga adelante, Sánchez podría contar con esa «nueva mayoría», con Ciudadanos y el nacionalismo vasco, dejando atrás la relación con el independentismo

catalán. Por ahora, con esos dos socios saca adelante la cuarta prórroga del estado de alarma, hasta el 24 de mayo.

(El Manifiesto)

urioso palabro el heteropatricarcado. Podemos definirlo como la alusión al sistema dominado por el hombre heterosexual, origen y causa de todos los males: desde la violencia machista, el triunfo de las derechas, la llegada del Covid-19 hasta la

muerte de Manolete.

¿Dónde está estos días el despótico poder heteropatriarcal? Porque encerrados como

animales de zoológico que estamos, y con el vil fantasma del hombre blanco heterosexual sobrevolando los hogares españoles, lo lógico sería asistir a una

desbandada de aquellas féminas y féminos que el 8 de marzo escupían contra todo aquello que tuviera que ver con el poder patriarcal.

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¿Se lo imaginan? Desde nuestro encierro en chiqueros asistiríamos, en la barrera en que se han convertido nuestros balcones, a un encierro parecido al pamplonica de la segunda

semana de julio.

Miles, qué digo miles, centenares de miles o millones (puestos a falsear, hagámoslo a lo grande) de féminos y féminas, oprimidos por el yugo heteropatriarcal, harían caso omiso

al Estado de Alarma y se echarían a correr, malhuirían impávidos ante su mortal ene-migo.

¿Alguno ha sido testigo, a lo largo de este mes, del encierro o la despavorida huida a la que me refiero? ¿Escucharon a la masa vociferante por las calles manifestar su odio al omnipresente poder patriarcal?

A la ministra de igualdad pedimos,

por ser nuestra patrona,

nos guíe en el encierro,

desde su tinajera poltrona.

¿Quizás algo así? ¿No? Que extraño silencio ante tan grande opresión.

Siéntanse en sus casas bendecidos por aquellos que, como san Fermín a sus corredores,

o los marqueses de Galapagar a sus oprimidos, velan por su salud y bienestar. Pues cuando el bicho pase y caiga sobre nosotros la peor de las plagas, la de la crisis econó-

mica, no olvidéis pedir a vuestros mesiánicos líderes que os ayuden a pagar alquileres, hipotecas, letras,

cuotas de autónomos, recibos o, simplemente, hacedles ver que sois

merecedores de una paguita para el sustento diario.

Ahora lo que verdaderamente les

importa no es la ideología de géne-ro, que ha pasado a ser un sobrero

más. Estos días, el principal objetivo de la faena progre es destruir Espa-ña, y en esta faena Sánchez ha pa-

sado a convertirse en mozo de espa-das del Niño de Galapagar. ¡Cuánta valentía, enfrentarse o hacer faenas sin enemigo,

lucirse toreando de salón! Pero claro, para torear, hay que parar, templar y mandar, y ustedes solo quieren esto último, y a cualquier precio.

Solo esperamos que sea cierto aquello que decía cierto crítico taurino de «un paso ade-

lante, y muere el hombre, un paso atrás, y muere el toreoK. Su cobardía, la cobardía de la izquierda, le impedirá dar el paso al frente, pues preferirán traicionar sus principios e

ideas con tal de continuar sentados en sus sillones. El julepe de la izquierda ha conta-giado a la ideología de género, que se niega a salir de su cómoda y subvencionada gua-rida.

¿O es que ahora no importa que haya solo muertos, infectados, contagiados o médicos? Está claro que el heteropatricarcado, además de un palabro de mal gusto, es otra

invención progre de la que, a la mínima de cambio, prescinden en pro de sus propios intereses.

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Marlaska libra de la multa a un diputado de Bildu cazado por la Guardia Civil viajando de

Madrid al País Vasco (OKdiario)

Los ministros críticos estallan contra Ribera por el caos de la «desescalada». El Gobierno

corrige sobre la marcha el plan para el desconfinamiento que presentó la vicepresidenta cuarta.

Algunos ministerios critican la falta de medidas económicas de acompañamiento y las comuni-

dades presionan para obtener cambios (vozpopuli)

El Gobierno prevé que la economía se hundirá un 9,2% y que el paro se disparará al 19% en

2020 (OKdiario)

El PP se «jarta»: «Sánchez se está extra-

limitando en sus funciones con el estado de

alarma, y aun así hasta ahora le hemos

apoyado. Pero ya se nos ha pedido dem-

asiado. La paciencia, la prudencia y la leal-

tad tienen un límite, y no podemos ir de

panolis», opina un veterano diputado de la

bancada del PP. «Él es el único responsable

de buscar los apoyos para mantener el estado de alarma si es eso lo que quiere. Que busque en

el bloque de la investidura», añade otro (ESdiario)

Juristas constitucionalistas cuestionan el mantenimiento del estado de alarma. Expertos en

Derecho Constitucional apuntan a alternativas como la Ley General de Sanidad o la Ley de

Medidas Especiales en Materia de Salud Pública para garantizar la desescalada (Vozpópuli).

Podemos presiona a Sánchez para que los golpistas puedan pasar la pandemia fuera de la

cárcel. Interior aprueba la semilibertad de tres presos de ETA acercados al País Vasco por

Marlaska (OKdiario).

El Ministerio de Sanidad, que dirige el socialista Salvador Illa, no sólo ha comprado un millón

de hisopos para extraer muestras de Covid-19 a una empresa, MJ Steps, de la que dice

desconocer tanto su dirección como su número de NIF. El Instituto Nacional de Gestión Sanitaria

(Ingesa) también ha adquirido a la misma empresa 10 respiradores de fabricación china, del

modelo SH300, por un precio total de 468.300 euros (IVA incluido). Y de nuevo, el departamento

que dirige Salvador Illa ha omitido cualquier dato que permita identificar a la empresa a la que

adquiere ese producto, más allá de su denominación comercial (OKdiario).

Navantia ha perdido el contrato del siglo: diez fragatas para la US Navy, primeras de un total

de 40, unos 10.000 millones de dólares. ¿A qué t a quién se debe?

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El duro artículo de The Guardian sobre algunos políticos españoles: «Usan el virus como

garrote». «Mientras los políticos en otros países buscan el consenso», dice el diario

británico.