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El Presidente de la República, José Mujica, en su audición de Radio Uruguay defendió los emprendimientos de su Gobierno, y criticó a los que "dan un no rotundo" a la minería, a la regasificadora o los molinos de viento sin realizar propuestas alternativas.
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Palabras del Presidente de la República, José Mujica, en su audición por
Radio Uruguay, correspondiente al 29 de octubre de 2013
Un gusto, amigos, saludarlos por este espacio y vayan aquí algunas pequeñas
decisiones, si no aparecen oportunidades de trabajo difícilmente la gente va a
sentir el cosquilleo y, sobre todo, la oportunidad de aprender nuevas
profesiones, nuevas calificaciones que globalmente nos permitan mejorar y
mejorar y mejorar, palpablemente nuestro ingreso, nuestro nivel de vida,
nuestra sociedad.
Hay muy buena gente, compatriota, que quiere un país quieto, un país que no
arriesgue nada, que no mueva nada, quieren conservar por un lado la quietud y
por otro lado, naturalmente, también quieren vivir mejor. Generan un no
rotundo a la minería, en lugar de discutir cómo lo vamos a hacer y cómo
podemos utilizar esos recursos, no a la regasificadora, para tener abundancia
de gas más barato, y con ello bajar el costo de la energía, no. No a los molinos
de viento, para generar energía eléctrica a precios módicos y no tener que
gastar en cada sequía mil y pico de millones de dólares para generar energía a
base de petróleo, no a los molinos de viento, porque alteran la visión y qué se
yo. No al puerto de aguas profundas, no, no y no; es como si le hubieran dicho
no a la fundación de Montevideo y no al puerto de Montevideo, no, a un puerto
en el Este que le abra horizonte al atraque de los grandes buques que van a
venir inevitablemente, bajando el costo del transporte internacional y que, en
definitiva, quedemos fuera de ello.
Y yo sé que muchísima gente que piensa así actúa de buena fe, creen que
tienen razón, que están defendiendo la patria, poco menos. Los respeto, no
solo que los respeto, por momentos los quiero porque son mis compatriotas,
pero en el fondo tienen una actitud de creyentes, creen, creen en lo que dicen
como quien cree en una religión por un acto de fe y, en el fondo, no pueden
usar la evidencia de la razón, se dejan arrastrar por una nostalgia, le temen a
los cambios en la vida y no pueden ver que el designio más notable, evidente e
inevitable de la vida es el cambio continuo y permanente.
Si Hernandarias hubiera pensado eso no hubiera traído las vacas, se hubiera
conformado con el diente de los venados y carpinchos. La actitud más
permanente del ser humano y progresiva es que los cambios son inevitables
por el empuje del progreso, que la verdadera lucha es conducir a los cambios,
conducir a lo que es inevitable y evitar que esos cambios inevitables nos
conduzcan ciegamente a nosotros.
Es posible escribir una historia nacional del perjuicio. Siempre, absolutamente
siempre hemos tenido en nuestro pueblo actitudes de este tipo, cuando se
fundó Colonización, en la década del 40, hubo orientales que afirmaban que
ello equivalía a “sovietizar el campo”, textual. Cuando se habló que la mujer
debía tener acceso a la enseñanza y a la cultura fue una formidable lucha
ideológica había gente muy valiosa, verdaderas glorias de la patria, como el
poeta de la patria, Zorrilla, que decía en el Parlamento que peligraba el futuro
del hogar porque se corría el riesgo que aquellas, las mujeres, abandonaran las
delicias de la vida familiar.
Cuando en este país se planteó la idea del sistema de cloacas, parte de la cual
vive hasta hoy la famosa red Arteaga, para sacar las aguas servidas que hasta
ahí iban a pozos negros y quedaban por ahí, hubo una formidable oposición, y
esta era una medida, en el fondo, contra las endémicas pestes; hubo gente
muy notoria en contra a este formidable adelanto de lo que se llamó “la red
Arteaga” que todavía está allí, vivita y coleando y resistiendo en nuestra Ciudad
Vieja.
Cuando se hizo el ferrocarril fue lo propio, se llegó a decir que peligraba la vida
de los ganados y quienes duden de estas afirmaciones que se pongan a leer
“Historia del Uruguay Rural” de Barrán y Nahum. Don Pepe Batlle, allá por el
novecientos y pico cuando tuvo la osadía de impulsar la enseñanza de la
mujer, tuvo que impulsar la creación de un instituto de enseñanza “La
Femenina” para que las familias se animaran a mandar a sus hijas a estudiar
porque parecía bochornoso la enseñanza mixta. Cuando se estableció la
legalidad del divorcio se llegó a afirmar que íbamos camino a Sodoma, que era
poco menos que la pulverización de las costumbres y de la moral familiar;
cuando se estableció la pensión a la vejez se decía que inducíamos a la
vagancia.
Hubo cosas como estas, la primer empresa de que se tiene noticia que fabricó
gas de combustión, con muy buen criterio, estableció el quemar en vasos
cerrados la enorme cantidad de despojos animales que quedaban, porque
Uruguay vivía en aquella época —estamos hablando por 1860—, de vender
cueros y de vender tasajo y quedaban muchos desperdicios animales que eran
una verdadera inmundicia. Esos despojos se quemaban en combustión cerrada
para producir gas y ese gas se distribuía para consumo de los hogares en la
vieja ciudad. Por ese tiempo saltó una epidemia de cólera y, seguramente, una
de las consecuencias por la falta de un sistema de tirar con “solvencias” las
aguas del hogar.
Hubo una epidemia de cólera y esta empresa se fundió, porque se corrió la voz
y todo el mundo consideró que era así, que en definitiva el cólera era producto
de la fabricación de gas. Mucho más reciente en estos años qué cosas se
dijeron de los pobres eucaliptos, achacándole todos los males, atribuyéndole al
pobre eucalipto, en todo caso, los males hijos del egoísmo humano, pero no de
la pobre planta. Hoy está diciendo alguna gente, algo parecido de la soja, que
se ha transformado en el primer producto de exportación del Uruguay y que
como cualquier actividad humana tiene sus problemillas porque nos deja
rastrojo, pero eso se arregla con rotaciones inteligentes, preservando el valor
tierra. La gente, muchísima gente, no tiene ni idea que la soya es un alimento,
directa e indirectamente humano. La gente no recuerda, por ejemplo, siento
afirmaciones que dan escalofrío…
El proyecto Aratirí supone consumir un poco de agua, sí, el equivalente a lo
que consume un arrozal de mil hectáreas, de mil hectáreas… El Uruguay, hay
años que anda por las 200 mil hectáreas de arroz sembrado. En el Uruguay,
casi el 90 % del agua dulce que se consume, lo consume el arroz. Un kilo de
arroz cuesta 7 mil litros, aproximadamente, de agua… Hay gente que se
escandaliza, no va a quedar agua en esa zona de Treinta y Tres porque la van
a derrochar. Es muy difícil, es muy difícil, enfrentar un sistema de creencia de
mucha gente que, naturalmente, está bien intencionada. Se dicen brutales
bolazos y se echan a correr y se afirman casi con tono de credibilidad científica.
Por supuesto no hay actividad humana que no incida sobre el medio ambiente,
pero por supuesto que el hombre puede mitigar y retrotraer. Esta es la
discusión, no ir hacia atrás.
Hay otra gente, poca, poca gente, que sabe mucho mejor que nosotros todo
esto, pero se opone. ¿Por qué? Porque en definitiva quieren una campaña con
peones baratos, si estos, los peones de la campaña, no tienen otra oportunidad
que refugiarse en el cuartel… entonces… trabajarán por lo que le paguen. Si
esos peones, en una país de mercado, abierto, tienen, en sus respectivos
pagos, la oportunidad de ganar el doble, van a ir donde les pagan más, esto es
así. Yo sé que la gente que piensa así son muy pocos, pero tienen un gran
peso social. Son enormemente influyentes.
En realidad, el Uruguay no puede dejar de luchar por tener fuentes de energía
alternativas y complementarias; tiene que traer el gas y hacer una
regasificadora, porque, entre otras cosas, esa es la manera de poder generar
energía eléctrica más barata si tienen necesidad en las usinas de ciclo
combinado, y no tener que consumir fueloil que resulta mucho más caro y deja
mayor cantidad de residuos. El Uruguay tiene que explotar el viento para
transformarlo en energía eléctrica. El Uruguay tiene que afinar y terminar esa
interconexión potente con Brasil, porque en los casos de sequía tiene
oportunidad de comprar un poco de energía a un precio más racional del que
ha tenido que pagar en los últimos años, cada vez que tiene que importar del
mercado “spot”, que quiere decir pagar el precio de la máquina más vieja y
atrasada que está produciendo energía eléctrica en ese momento, que a veces
es 10, 15, 20 veces más de lo que vale la energía producida por las represas, o
la que puede producir una turbina de ciclo combinado.
En fin, el Uruguay tiene que apostar hacia el futuro. Tiene que diversificar su
trabajo, su producción y tiene que luchar porque existan diversas
oportunidades de trabajo. Lo otro es remachar el quietismo y el atraso.
Estuvimos 50 años creciendo en términos promedio al uno y pico por ciento.
Nos hemos sacudido esa pesadilla. Tenemos que seguir en ese camino de
diversificar toda la matriz productiva del país y multiplicar las oportunidades. ¡Y
vivan los aumentos salariales a los trabajadores, siempre y cuando vayan de la
mano de un aumento de riqueza y de productividad! No podemos pelear hacia
atrás.
Yo llamo la atención, con mucho respeto, a revisar lo que se piensa.
Vamos a difundir lo que pasa en Europa, lo que está pasando en países como
el nuestro, como en Panamá, con la minería a cielo abierto. Pero vamos a ver
ejemplos históricos. La mina a cielo abierto más grande que se conoce, creo,
en el Planeta la hizo Roma, en el corazón de España, y allí está para ver.
Los hombres pueden hacer agujeros, los pueden rellenar y pueden encontrar la
manera de que vuelvan a servir a la humanidad. Eso es tangible, posible y
necesario. Y no hacer como hemos hecho en derredor de Montevideo que está
todo agujereado de canteras para que en verano algún gurí se ahogue y nunca
nos hemos preocupado qué hacer con esas canteras, darle otro destino, otro
uso. Y fueron quedando allí y nadie abrió la boca.
Es cierto, cuando se hizo la represa de Salto Grande unos docientos y pico de
productores quedaron con su tierra negada y perdieron ese suelo. Pero el
Uruguay entero se benefició con una producción de energía eléctrica cuyas
consecuencias vienen hasta hoy. Nadie chilló, nadie dijo nada porque se
hicieron en tiempo de dictadura. Ahora, existe libertad y hay derecho a chillar y
a decir lo que se quiera, pero sería bueno que racionalicemos, porque si alguno
tiene que perder un pedazo de tierra se le va a pagar con creces, y tiene
oportunidades de trabajar en otro lado. Pero hay que saber que lo que está
abajo del suelo pertenece a la Nación y esta tiene el derecho de utilizarlo a
favor de la vida de sus hijos y, sobre todo, de las generaciones que vienen.
Tienen todo el derecho a pelearnos con el destino que se va a hacer con ese
dinero. Esa es la discusión buena, esa es la discusión santa. Que nos
presionen para subsidiar los sistemas de riego, que nos presionen para
subsidiar el fósforo tan necesario para la fertilidad de nuestro suelo, que nos
presionen en este sentido. Pero no podemos adoptar una actitud cerril, y que
nos presionen para lo que va a pasar después. Sería bueno que tuviéramos un
alto de concordia nacional para darnos cuenta las cosas que están en juego.
Pero, en definitiva, la actitud de la nostalgia a la cual somos afines, ya dijimos
bastantes ejemplos, no tenemos más tiempo... Se podría escribir una historia
nacional del prejuicio, que es una característica casi de la nacionalidad. Y yo no
quiero darle la razón a Latorre, pero hay momentos que me doy cuenta que
una partecita de razón tenía cuando se aburrió y dijo: “Los orientales son
ingobernables”. Pienso que no, pero por momentos da para pensar que sí.