59
Agua: tacto. Puedo sentir como las gotas de agua ejercen presión sobre el dorso de mi mano, cada una con diferente intensidad. Las de la zona central empujan más fuerte sobre mi piel que las de la parte periférica del chorro, todas caen para luego recorrer mi mano con suavidad desde el dorso hasta la palma, después se alejan, caen al suelo. El agua está muy fría, tanto que con dejar mi mano bajo el chorro más de dos minutos me causa dolor como si tocara directamente los huesos. El dolor aumenta gradualmente hasta que decido retirar la mano, ya no aguanto. Mi mano vuelve nuevamente bajo el chorro, esta vez la palma es quien recibe las gotas, mis ojos están cerrados, comienzo a ver una imagen granulada; la imagen sensorial formada por las presiones de las gotas que vienen y van me recuerda la típica imagen granulada del televisor; muchas chispitas en diferentes puntos que aparecen y desaparecen incesantemente sin dejar ni un espacio en blanco. Decido curvar la palma de mi mano y junto con mis dedos formar una cavidad para retener el agua. Puedo sentir el peso que logro colectar, puedo sentir como se escurre por las ranuras que quedan entre los dedos, pero el peso que sostengo no varía, el chorro lo sigue alimentando, tanto que el agua desborda. Ahora imagino una elipse, la forman las gotas del agua desbordada que, fusionadas como una especie de manto, van

Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

Agua: tacto.

Puedo sentir como las gotas de agua ejercen presión

sobre el dorso de mi mano, cada una con diferente

intensidad. Las de la zona central empujan más fuerte sobre

mi piel que las de la parte periférica del chorro, todas

caen para luego recorrer mi mano con suavidad desde el

dorso hasta la palma, después se alejan, caen al suelo. El

agua está muy fría, tanto que con dejar mi mano bajo el

chorro más de dos minutos me causa dolor como si tocara

directamente los huesos. El dolor aumenta gradualmente

hasta que decido retirar la mano, ya no aguanto. Mi mano

vuelve nuevamente bajo el chorro, esta vez la palma es

quien recibe las gotas, mis ojos están cerrados, comienzo a

ver una imagen granulada; la imagen sensorial formada por

las presiones de las gotas que vienen y van me recuerda la

típica imagen granulada del televisor; muchas chispitas en

diferentes puntos que aparecen y desaparecen incesantemente

sin dejar ni un espacio en blanco. Decido curvar la palma

de mi mano y junto con mis dedos formar una cavidad para

retener el agua. Puedo sentir el peso que logro colectar,

puedo sentir como se escurre por las ranuras que quedan

entre los dedos, pero el peso que sostengo no varía, el

chorro lo sigue alimentando, tanto que el agua desborda.

Ahora imagino una elipse, la forman las gotas del agua

desbordada que, fusionadas como una especie de manto, van

recorriendo mi mano desde los bordes de la palma y ahora

por el dorso, es como si las aguas desbordadas a cada lado

del tanquecito que formé con la palma de mi mano

compitieran entre sí para ver quien llega primero a la

parte central del dorso, pero ningún lado es más rápido que

Page 2: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

el otro, ahí, en el centro del dorso se juntan, terminan de

abrazar mi mano, forman la elipse que imaginaba.

Aire: tacto.

La brisa está empujando mi abdomen y parte de mi

pecho como si quisiera derrumbarme, pero su fuerza es

escasa en comparación con la oposición que le ofrece mi

cuerpo. No estoy seguro de cuantas veces habría que

multiplicar la potencia de esa brisa para que lograra

desplomarme, pero son muchas. A diferencia del chorro de

agua, aquí es imposible dividir la fuerza en múltiples

partes, no puedo imaginar la brisa como muchas gotitas de

aire, más bien la veo como un cilindro que golpea sobre mí

sin detenerse. Imagino este cilindro estable como para

mantenerse homogéneo y sin fraccionarse, pero no tanto como

para no ceder ante mí, no es como un tronco de madera que

me empuja, por alguna razón me recuerda a la sangre en

nuestro cuerpo: lleva un flujo constante pero cede ante los

obstáculos. Este cilindro de aire al chocar sobre mí se

divide, me abraza. Una vez que choca pierde fuerza. La

presión sobre mi abdomen y mi pecho es mucho mayor que la

que siento a los lados de mi torso y a los lados de mis

brazos, esta última me recuerda a una caricia, me gusta, es

placentera, es como si la caricia estuviese presente pero

sin la mano que la ejerce. Comienzo a sentir frío, la brisa

se está llevando mi calor. Estoy sin camisa, mis manos en

los bolsillos del pantalón. Siento como mi cabello movido

por el aire rosa en un vaivén mi hombro izquierdo y en mis

manos siento como el pantalón vibra debido al viento, me

recuerda de nuevo al flujo sanguíneo. Saco la mano derecha

del bolsillo. Apago el ventilador.

Page 3: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

Fuego: tacto.

Mis manos están jugando a unos veinticinco

centímetros por encima de la vela y puedo sentir como el

calor me alcanza en las partes más cercanas al fuego. Estas

partes van cambiando de lugar en medio de lo que parece un

baile entre mis dedos. Ahora quiero ver qué tanto me puedo

acercar a la llama antes de sentir dolor, entonces comienzo

a probar con el dedo índice y descubro que, para no

quemarme, más que una cuestión de cercanía es una cuestión

de velocidad: si acerco lentamente el dedo me quemo, pero

si lo hago con mayor velocidad puedo atravesar la llama.

¡Qué raro! Siento que estoy tocando el fuego, no estoy

seguro de si siento que toco la llama porque la densidad de

ella es mayor a la del aire que la rodea, o si simplemente

es una ilusión sensorial por el cambio brusco de

temperatura. Continúo jugando, ahora atravieso el fuego con

cada uno de mis dedos. Todo este tiempo la vela encendida

me estuvo recordando muchas cosas incluidos varios viajes,

es curioso, pero el fuego me recuerda al invierno, bueno,

en realidad es razonable, lo usamos para calentarnos. Ahora

estoy recordando la calefacción… una vez por razones que no

vienen al caso pasé la noche rodeado de indigentes junto a

una calefacción en un hospital de Roma, la vela me lo

recordó. Ahora me propongo a hacer un mapa del calor

emitido por la llama a través de mi percepción usando solo

las manos. Descubro que lateralmente puedo acercarme al

fuego casi a un centímetro, pero cuando intento hacerlo por

la parte superior-por la parte donde todos sabemos que el

fuego se extiende- no me puedo acercar a menos de diez

Page 4: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

centímetros sin sentir dolor. Hasta ahora no me he quemado,

el cuerpo es inteligente, alcanzo el umbral del dolor antes

de que suceda y me veo obligado a retirar la mano. Muy

bien, el mapa está terminado, concluyo que es un cono de

calor. El cono tiene su vértice en la punta de la llama y

su base es difusa, se va esfumando hacia arriba, pero este

cono de calor no es homogéneo, tiene como una especie de

línea central más caliente parecida al corazón de una

piña.El corazón de una piña es igual en todo su trayecto,

este corazón de calor es distinto, es cada vez más tenue a

medida que se aleja de la vela pero siempre más fuerte que

el resto del cono, aun así se va muriendo hasta que

desaparece. Me dan nostalgia las cosas que existen tan

efímeramente, ese corazón sólo va a existir mientras la

llama lo alimente, ahora soy yo quien decide apagarla.

Fuego: vista.

Esta vez pretendo revivir uno de los juegos

pirotécnicos caseros de mi infancia, creo que todas las

personas deberían ver una mota de algodón quemándose antes

de morir, es magnífico ver un objeto en combustión, sobre

todo ése. Muy bien, tengo la mota, parece un cilindro corto

de casi dos centímetros de diámetro por dos de alto, además

hay una vela encendida. Decido exponer la mota al fuego, se

quema en la parte más superficial pero no en toda su

superficie, digamos que en un sesenta y cinco por ciento,

el otro porcentaje corresponde al pedacito de algodón más

próximo a mis dedos, no quiero que se quemen. Puedo notar

que la mota está compuesta por infinidad de hilos delgados

que se juntan y se alejan, son inmensurables, imposibles de

contar. Los hilitos de la parte más externa del sesenta y

Page 5: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

cinco por ciento de la mota que se expuso al fuego

cambiaron de color; ya no son blancos como el resto de la

mota, son negros, más bien de un marrón muy oscuro. Ahora

la mota parece un malvavisco, el fuego que la cubrió por

unas fracciones de segundos era hermoso, muy colorido, toda

una gama de naranjas, amarillos y azules. Procedo a meter

nuevamente la mota al fuego pero esta vez la dejo más

tiempo, lo suficiente como para que los hilitos de las

capas más profundas también se oscurezcan. No la puedo

dejar más, el fuego alcanza mis dedos, así que la dejo

caer. Ahora estoy viendo el verdadero espectáculo: las

partes ennegrecidas de la mota dejan correr lo que parecen

hormiguitas de fuego que surgen de un punto, recorren

algunos hilos y luego desaparecen, van en todas

direcciones, me recuerdan al caos de una guerra, de una

invasión. Ahora puedo notar que el fuego sigue vivo en el

centro de la mota, se ve como una esfera de un naranja

intenso, como la lava, se parece a las imágenes que nos

muestran los libros sobre como suponemos que es el centro

de la tierra. Los hilitos de la parte más externa de la

mota ya no aguantan, se desmoronan, se vuelven ceniza. La

mota está casi destruida, pasó de ser blanca y delicada a

ser polvo en su mayoría con algunos restos de las hebras

sobrevivientes. No me gusta pensar en que todas las cosas

tienen un fin trágico como la mota, me entristece, prefiero

pensar que los átomos que la componen alguna vez fueron y

serán parte de una estrella, de un ser vivo, de otras

cosas, eso me consuela. Bueno, para poder apreciar lo

poderoso y lo sublime del fuego siempre requeriremos de

algo para quemar, esta vez fue una bonita pero desdichada

mota.

Page 6: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

Tierra: vista.

Acabo de tomar un montoncito de tierra de un matero y

lo puse sobre una hoja de papel cuadriculado, se ve

compacto, parece que los granos se juntaron bastante porque

en algún momento estuvieron húmedos. Ahora comienzo a

presionarlo con la punta de una navaja, se está

destruyendo, algunas partes vuelan más lejos que otras. Ya

no veo un solo montón, veo muchos, en las partes más

alejadas del lugar en el que comencé a desintegrar lo que

se asemejaba a una piedrita de tierra puedo ver lo que

parecen granos individuales, se ven tan solos, si pudieran

sentir no sé si estarían felices o amargados, quizá podrían

estar amargados y felices de estar solos, como algunas

personas. La imagen que estoy observando me recuerda al

universo, algunas agrupaciones de granos son más grandes

que otras, simulan a las estrellas más cercanas a nosotros,

otras son más pequeñas, así que parecen las estrellas más

alejadas en este universo cuadriculado. Acabo de medir el

área de mi universo, me gusta la idea de que creé uno, es

un perfecto cuadrado de seis por seis centímetros, me

parece curioso que sea de esas dimensiones porque cada uno

de los cuadritos de la hoja mide seis por seis milímetros,

lo que significa que acabo de crear un universo de cien

cuadritos. Me parece gracioso pensar en el hecho de que

nuestro universo también estuviese creado por alguien como

yo, alguien que simplemente está jugando mientras hay

tantos físicos rompiéndose la cabeza por explicarlo. Voy a

jugar más con mi universo, estoy espichando las estrellas

lo más que puedo. Los supuestos granos solitarios de las

Page 7: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

partes más cercanas a los bordes del cuadrado resultaron no

ser tan solitarios, eran muchísimos más que estaban

juntos,tan pequeños que el de menor tamaño que puedo ver

tiene un ancho de unas diez veces inferior al de las líneas

que forman los cuadros. Cuando escogí el tamaño del

montoncito de tierra que tomé del matero lo hice pensando

en que fuese lo bastante pequeño como para que me

permitiera cuantificar los granos, ¡qué iluso! necesitaría

un microscopio y mínimo varios meses. Bueno, ya que me

siento Dios he decidido crear unas cuantas galaxias,

comienzo a hacer espirales con la punta de la navaja. Hace

rato había notado una piedrita que venía en el montón y

estoy deduciendo que probablemente era su origen, el centro

de todo, quizá todos los granos estaban rodeándola y

dependían de ella para estar juntos, hasta que llego yo y

la dejo desprotegida y avergonzada. La estaba presionando y

sin querer la fraccioné, puedo ver que por dentro es de un

color negruzco, un poco metálico, como el grafito, por

fuera sigue siendo del color aburrido que tienen los demás

granos, un marrón grisáceo, me parece otro ejemplo de que

no debemos juzgar por las apariencias. La piedrita mide un

milímetro de alto por medio milímetro de ancho y es

fusiforme, la estoy describiendo como si las dos partes que

resultaron de mi ataque todavía estuviesen juntas, en

realidad está dividida en un ochenta por ciento por un lado

y veinte por ciento por el otro, aproximadamente. Descubro

que esta piedrita no es lo único especial en mi universo,

hay dos granos que brillan, son de color plateado y

reflejan muy bien la luz. Ahora separo la piedrita a un

lado, es especial, si pudiera lo haría con los otros dos

granos pero ni siquiera lo intento, es muy difícil. Casi le

daré fin a mi universo, pero no quiero que la piedrita

termine en la papelera con los demás granos, así que la

llevo a mi cuarto y la pongo en una tapa de metal -veamos

Page 8: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

cuanto tiempo pasa ahí- al menos no se irá con los demás

granos, las cosas especiales no pueden tener el mismo final

que el resto. No en mi universo.

Aceite de ricino: tacto.

Estoy acostado y dejo caer un pequeño chorro del aceite

entre mi pecho y mi abdomen, en medicina a este lugar se le

conoce como epigastrio. Lo primero que percibo, además de

la presión de la caída, es la temperatura, inferior a la

mía, pero no tanto. Mis ojos están cerrados desde que puse

el frasco de aceite a un lado, estoy tratando de dibujar en

mi mente a través del sentido del tacto el charquito que

acabo de formar, pero los receptores sensoriales en esta

parte de mi cuerpo no son tan agudos, no puedo hacerlo.

Introduzco mi dedo índice en el charco de unos cinco

mililitros, me gusta como se siente, puedo sentir como me

toco sin tocarme, empujo el aceite y éste simula mi dedo,

pero mucho más suave por supuesto. Termino de tocar mi

piel, siento como el aceite se corre dejando pasar mi dedo,

ahora comienzo a girarlo dibujando un espiral, del centro a

la periferia se va moviendo, siento como va generando

calor, la energía cinética se está transformando. Ahora

esparzo el aceite –siempre con el mismo dedo- dibujando una

línea que va desde el epigastrio hasta el lado derecho del

ombligo, siento como el aceite se va quedando atrás y el

dedo llega casi seco, como ya no hay nada que disminuya la

fricción entonces se frena. Vuelvo al charco y repito este

procedimiento del lado opuesto. Ahora lo hago del charco

hacia arriba, hacia el tórax, dibujo una línea recta que

pasa por mi esternón, el hueso que separa las costillas,

Page 9: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

sucede lo mismo, el dedo se frena. Lo hago varias veces

para traer más aceite, comienzo a hacer líneas curvas hacia

los lados como si fuera una palmera. Me aburro, decido

borrar el dibujo, siento como el charco bonito y curvilíneo

ahora se va transformando en una capa delgada y uniforme

que cubre mi pecho y mi abdomen, uso la palma de la mano

para esparcirlo. El charco dejó de ser charco, ahora es

algo más plano, no sé por qué, pero siento que al hacer

esto le robé la belleza, sigue siendo el mismo aceite, pero

ya no lo siento igual, ya no es tan placentero tocarlo. Hay

cosas que a pesar de estar compuestas por lo mismo al

deformarlas se pierden, podría compararlo con la esencia de

las personas, sería como el charco, viscosa y suave al

comienzo, ahora, no sé si con el aprendizaje sería

obligatorio extenderla y quitarle lo bello o si simplemente

esas nuevas experiencias podrían envolverla y acompañarla

sin cambiarle la forma. Me encuentro jugando con la palma

de mi mano, la pongo y la retiro de mi abdomen una y otra

vez, siento como el aceite un tanto caprichoso pretende

mantenerla unida a mi piel, pero mi mano le gana, conozco

el mecanismo físico, se llama capilaridad. Volviendo a la

analogía del aceite para con nuestra esencia, entonces no

deberíamos dejar que cambie, prefiero al aceite del inicio,

compasivo y generoso, un aceite que se retira para dejar

pasar al dedo y lo acompaña unos milímetros antes de que se

vaya, no un aceite que después de treinta veces sigue con

su capricho de hacer que la palma se quede, me parece

necio, y ningún sabio lo es.

Azul de metileno: olfato.

Page 10: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

Lo primero que recuerdo al olfatear el azul de

metileno en el fondo del vaso de plástico que tengo en la

mano es la leche magnesia, me recuerda su olor y se me hace

agua la boca, me parece raro porque la leche magnesia nunca

me gustó. Mientras voy inspirando recuerdo eso, pero al

final de la inspiración ya no parece leche magnesia, parece

tinta de lapicero, es como si este olor estuviese escondido

detrás del otro. Otro recuerdo más, esta vez es más

complejo; al parecer es mi primera experiencia con el azul

de metileno, es mi cumpleaños número cuatro y estoy jugando

con mi hermana mientras llega la torta, me caigo y me

reviento el labio superior, parece que me pusieron azul de

metileno. Regreso al olor, estoy tratando de describirlo en

mi mente pero otro recuerdo se interpone, veo imágenes de

los preparados anatómicos que usamos para estudiar el

sistema nervioso, se acostumbra el uso de azul de metileno

para teñir algunos. Es increíble como nuestro cerebro hace

tantas conexiones entre las cosas, cosas que no parecen

estar unidas de ninguna otra forma que por la experiencia,

me pregunto cómo percibiría este olor si careciera

totalmente de la misma. Continúo con la descripción, no me

parece un olor ácido, tampoco dulce, diría que es un poco

amargo, un poco seco, como cuando pruebas el vino tinto

pero no tanto, ese vino hasta te deja sentir la madera en

la que estaba. En definitiva no es un olor que refleje

alegría, pero tampoco parece triste, si fuese una persona

diría que es alguien recatado, alguien que no habla mucho

pero cuando lo hace siempre sabe lo que está diciendo, no

me parece tan sabio como el vino, pero si es precavido, me

recuerda a esas personas que saben lo que significa un gran

dolor, además es elegante, “Azul de Metileno”, el nombre le

va muy bien. Quisiera llegar a ser como él, bueno, en

realidad quisiera ser sabio como el vino, pero primero

tendría que ser precavido como el azul. Sólo me gustan sus

Page 11: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

cualidades, no lo que son en sí, tengo suerte de no ser ni

azul de metileno ni vino tinto, no hay algo que me guste

más que el cambio y el aprendizaje, yo al menos tengo la

posibilidad de modificarme, ellos no, el azul siempre será

azul y el vino siempre será vino.

Hoja de coca: gusto.

Pongo la hoja en mi boca y siento como un poco

rasposa toca mi lengua, es muy diferente a todo lo que está

ahí adentro y aun así se acopla, se deja mojar, deja que mi

saliva la envuelva. Desde el primer momento en que me toca

a pesar de que su nombre es femenino y a pesar de que sé

que es una hoja, la percibo como si fuese un hombre,

supongo que cuando digo que le encuentro algo masculino me

refiero al compuesto químico, al principio activo que la

diferencia de las otras, pero también siento ese sabor

común que comparten la mayoría de las hojas, debe ser la

clorofila. Luego voy sintiendo lo demás, lo amargo, voy

entendiendo porqué es un hombre, me recuerda al mate con

esa sensación seca que te deja en la boca: es Buenos Aires,

qué gracioso, debería ser Los Andes peruanos. Ahora muerdo

la hoja y la mastico, entonces vienen y se van ráfagas de

picante sumamente rápidas pero que se dejan sentir. La coca

me parece un hombre noble y dispuesto a ayudar a pesar de

que al principio no me gustó su sabor amargo. Como es la

primera vez que la pruebo – o que lo pruebo, ya no sé cómo

tratarla- me siento reacio a lo nuevo, así somos las

personas. La coca está haciendo lo suyo, me duerme la

lengua un poco, me recuerda a las inyecciones de anestesia

cuando he ido al odontólogo: perturban al inicio pero

después me agrada la sensación que queda. De repente me

Page 12: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

pregunto si podría hacer lo mismo sobre todo mi cuerpo en

mayores cantidades. Mi lengua soñolienta me hace saber qué

tipo de ayuda es la que me da, ayuda para el cuerpo, no

para el alma como la de la Tacamajaca, entonces me la

trago, igual es útil, igual la aprecio. No todo tiene que

llenarte por dentro, el cuerpo necesita sus placeres, sus

masajistas, sus curanderos.

Tacamajaca: olfato.

Ya la piedrita está bajo mi nariz y mi nariz se

está creyendo lupa. Comienzo a olfatear e inspiro, entonces

recibo un olor caliente como el orégano y por un momento

pienso que es todo lo que hay, pero no, detrás hay frío,

uno parecido al de la menta, un frío inmenso, pero no está

solo ni en el vacío, es como el frío propio del agua, como

un mar. El calor del inicio era sólo una puertita, una

puertita naranja que al abrirse te deja pasar hacia ese mar

azul e inmenso. Sigo oliendo la piedrita. Siempre supe que

era mujer, una mujer que sabe, joven pero sabe, nació

sabiendo y no le preocupa que los demás la descubran,

disfruta lo que es y lo que tiene, ella sola. No es como la

tierra preocupada por ayudar pero tampoco es egoísta. A

esta mujer, blanca y que estaba ahí, adherida al árbol, se

le nota que puede curar el alma, lleva un mar sanador por

dentro. Cuando la hueles quisieras tener pulmones

imposibles de llenar, sientes que podrías seguir inspirando

por siempre, esperas que a ti también te pueda curar.

Agua: sonido.

Page 13: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

Estoy tratando de enfocarme en el sonido que

emite la cascadita que decidí explorar con mi oído a un

lado del río, es sólo una porción del mismo y me resulta un

poco difícil por el gran zumbido de fondo, da la impresión

de que éste fuese uno solo, pero en realidad son muchos,

unos más fuertes que otros, pero aunados, juntos,

amarrados por el sonido. Todo esto me recuerda a un

aguacero y me produce ansiedad, es como si fuera en

crescendo, pero creo que es mi imaginación aunque solo

quiero salir corriendo a refugiarme. La razón me dice que

estoy a salvo, pero no es precisamente lo que estoy

sintiendo. Al fin logro capturar al chorrito, la cascadita

de la que hablaba, evidentemente es masculino, el sonido

que produce es tosco, enérgico, imponente, regio. Me

recuerda a alguien del llano. Es un sonido incesante,

pequeño en comparación al río pero no menos majestuoso, no

se deja opacar por el gran zumbido. Ahora descubro una

burbuja aguda y femenina, creo que se forma cuando el agua

que corre atrapa el aire por un instante y éste suena al

alcanzar la superficie, supongo que la configuración de las

rocas o la forma en la que están posicionadas hace que esto

suceda. La burbuja es juguetona, astuta, consigue hacerse

notar igual que el chorro pero de una forma mesurada, no

emplea tanta energía, se parece a las mujeres, siempre

tienen una forma más sutil de conseguir lo mismo.

Agua: vista.

Estaba tratando de conseguir un lugar en el que

hubiese agua estancada para describirla, pero como dice la

canción: “ni que fuera un mago para contener la fuerza del

río”. Lo más estático que logré encontrar fue una pequeña

Page 14: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

laguna formada por las rocas, parece un triángulo, son dos

rocas grandes que se juntaron formando una punta y que

están reteniendo el agua. En la punta hay una pequeña

represa de rocas pequeñas y poco más de una docena de hojas

verdes, amarillas, y marrones. La laguna no es profunda,

unos ocho dedos, estoy recurriendo a lo que tengo para

medirla; el triángulo es de tres lápices, por tres lápices,

por dos lápices y medio, cabe acotar que mi lápiz está casi

entero. Veo como la superficie juega con todo lo demás,

esa capita perpetua, rompible y reparable que cubre todos

los charcos se llama tensión superficial, puedo ver como se

modifica con la brisa, las burbujas, los palitos que flotan

y las ondas provenientes del chorro que alimenta la laguna.

Las burbujas son graciosas, inferiores a cinco milímetros,

recorren unos centímetros y luego explotan, parece que lo

disfrutaran, parece que aceptaran su destino y decidieran

ser bonitas mientras flotan. Puedo ver un poco de la tierra

acumulada en el fondo, hace que las partículas blanquecinas

que bucean por toda el agua se vean más hermosas. Ahora me

enfoco en mi reflejo, el agua me lo muestra sólo en algunas

partes, sólo donde la luz se lo permite, y mientras esto

sucede una pregunta alcanza mi cabeza: ¿podría ver el agua

si no tuviera objetos para distorsionar? ¿Podría ver el

agua si no estuviese la roca detrás para hacerla más gorda,

más oscura y más cercana? no lo sé, sé que el agua está ahí

porque distorsiona la roca, porque refleja el cielo. Me

alejo de tantas interrogantes y prefiero ver como el agua

se comporta, parece sumisa, pero en realidad es mentirosa,

finge, te hace pensar que siempre va a ceder y se hace

pasar por tonta pero en realidad cumple su objetivo, llega

a todos lados. Parece estable pero no lo es, sutilmente se

recambia, se van unas aguas y llegan otras. No debería

nunca confiar en el agua, parece de esas personas que son

arpías pero fingen ser tontas.

Page 15: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

Tierra: tacto.

Salto con mis pies descalzos hacia el barro y caigo de

repente, lo primero que sienten es un calorcito que los

cubre, se sienten queridos. Percibo las diferentes

densidades del barro más livianas a medida que se acercan a

la superficie, más espesas a medida que se vuelven suelo.

Mis pies están sosteniendo el peso del barro que tienen

encima, nada que no puedan soportar. Ahora sus dedos

comienzan a escarbar entre el barro y sienten como éste

entre ellos brota, se complacen, se masajean. Parece como

si el barro también lo disfrutara, es hedonista ya lo sé,

no espera nada al ver los dedos complacerse para unirse a

ellos. Las ramitas de pasto, aplastadas por mi peso y más

cercanas al suelo se interponen entre el barro y mis dedos,

envidiosas de placer se quieren unir al juego, hasta ahora

molestaban, pero al presionar más fuerte con la planta de

mis pies entiendo por qué tanto ahínco en el intento.

Resultaron ser rocheleras y donosas, me soban la planta de

los pies y las puntas de mis dedos. Me salgo del barro

convencido de que para él también fue placentero, era un

poco egoísta, sé que no le importaba lo que sentían ni las

ramas, ni mis dedos, solo quería abrazarlos y estrujarlos

queriéndolos sin quererlos. Hay gente así por todos lados,

Page 16: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

abrazan a otros, les sonríen, fingen al darles la mano,

pero están como el barro, queriéndolos sin quererlos.

Platillos: sonido.

El sonido que producen los platillos al juntarse

me recuerda al de la porra mientras moldea el hierro

caliente, igual de metálico y de agudo pero no de fuerte.

Después de éste queda un zumbido, una vibración, un sonido

continuo que parece uno pero en realidad son muchos que se

revuelven. Puedo separar las vibraciones en primer lugar

en las de los dos platillos y de segundo en vibraciones

más grandes y otras más tenues. Si pudiera dibujarlas

serían como una línea oscilante con piquitos intermedios,

parecida a la que muestran los sonidos cardíacos en los

equipos médicos, pero a diferencia de ésta la de los

platillos se va achicando, se va escondiendo, se va tan

suavecito que te hace dudar si todavía sigue ahí pero

imperceptible para los oídos por lo diminuta, por lo tenue.

Es como si el sonido del inicio al chocar los platos te

llamara la atención cariñosamente, un pellizco delicado que

te dice ¡mírame! y desaparece. Ya entiendo por qué lo usan

en la meditación: te aleja de tus pensamientos, te lleva

con él y muestra a su amigo, el sonido que sigue al choque,

parecido a una chicharra silente que después se va rápido y

en puntillas, te deja calmado y te despeja la mente. De

Page 17: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

repente ya no estás pensando en nada, como cuando te quedas

absorto sin saber de tiempo ni de gente, así son los

platillos, podrían ser muy útiles para alejarte de todo, de

lo malo, de lo bueno, en fin, de la gente.

Tierra: olfato.

Tomo la tierra con mi mano derecha y la acerco a

mí rápidamente. Tardo más tiempo en hacer esto que el

tiempo que le toma a mi cerebro llenarme de imágenes por el

olor que estoy percibiendo. Como es usual son recuerdos de

niño, los primeros, los más lejanos, los que marcan, los

bonitos, no los nuevos y aplastados por la adultez y el

descuido que aprendí con el tiempo. Veo el arado y la

tierra negra que todavía rodea mi casa pero que en algún

punto dejaron de sorprenderme. Mientras huelo la infinidad

de granos que sostengo no puedo pensar en algo que describa

la tierra más que ella misma, me quedo sin analogías, no

encuentro similitud con nada, es un olor “sui generi”.

Pienso en otros tipos de tierra y sus olores diferentes,

recuerdo la tierra seca y al compararla con la que estoy

oliendo me doy cuenta de que no está igual de viva y

saludable, así que el olor de la tierra sin agua a pesar de

que es más volátil, a pesar de que las partículas llegan

más fáciles a mí, no me produce el mismo placer que el olor

de la tierra mojada, el agua la aviva, la nutre, la hace

más fuerte. La tierra en mi mano huele a mamá, a cariño, a

totalidad y a alimento, se siente completa como si todo

Page 18: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

estuviese contenido en ella, eso explica por qué nos

quiere, nos abraza y nos cría sin esperar nada a cambio, y

es que para qué preocuparse por recompensas si ella sabe

que tarde o temprano todo vuelve. Como dice el mito

bíblico, polvo eres y polvo serás, es tan tonto ser

ostentoso, somos parte de lo mismo, somos tierra, somos

mortales, susceptibles, perecederos, efímeros y por qué no,

inteligentes, pero seguimos siendo eso, seguimos siendo

tierra, seguimos siendo gente.

Ostra: vista.

Tengo una pequeña ostra en mi bolsillo que tomé

de la casa de un amigo, entonces la saco y me pongo a

observarla y así en medio de mi pulgar y mi índice se

convierte en un teatro griego, pero no cóncavo sino

convexo. Los escalones que recorren la ostra parecen ir

bajando del lugar en el que los actores se muestran, así

que sería un teatro muy inútil, no sé por qué mi cerebro

hizo esto. La ostra mide no más de centímetro y medio. Con

forma de abanico muchas líneas la recorren de la punta

hasta la curva mayor dejando entre ellas espacios pequeños.

Las líneas al principio parecían ser las únicas, pero hay

más; ondas que imitan a la curva mayor de la ostra y poco a

poco se van empequeñeciendo. El resultado de todo esto son

mínimos rectángulos que adornan el blanco que cubre la

ostra, un poco sucio de beige, de marrones, incluso de

negro. Todo este tiempo estuve viendo la parte externa, la

convexa, no la cóncava y justo antes de voltearla para

fijarme en el otro lado comienzo a girarla, entonces pasa a

ser un pececito de esos planos que hay en los arrecifes, el

agujero mínimo que todo este tiempo estuve obviando y que

supongo que se lo hicieron para colgarla, se convierte en

el ojo del pez, está cercano a la parte puntuda de la ostra

Page 19: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

completando la pequeña cara, y los rectángulos formados por

las líneas pasan a ser escamas. Decido girarla de nuevo,

parece un reloj que rápidamente de 12 a 3, de 3 a 6, de 6 a

9 y de 9 a 12 se cambia, pero no para dar la hora como los

relojes normales, sino para darme imágenes que van y vienen

como reflejos turbios de agua. Ya dejó de ser pececito, las

escamas ahora parecen ventanas, muchos rascacielos de

vidrio juntos y un poco arremolinados como cuando estás

viendo una imagen sólida en el fondo de un pozo de agua. Me

sorprende como mi imaginación esculpe sobre la ostra, sin

que sea flexible, ni de yeso, ni de piedra, ni de barro, ni

de masa, se van formando esculturas tan sólo con girarla.

Muy bien, llegó la hora de voltearla. La parte de adentro

es lisa, entre rosado y naranja y parece que está

recubierta por una delgada capa de algo brillante como el

barniz pero tornasolado, como algunas telas o como cuando

cae gasolina en el agua, pequeños arcoíris ondulantes y

desordenados que se dejan ver dependiendo de la forma en

que la luz los alcanza. La superficie es bastante lisa,

pero al verla con detenimiento descubro que también la

recorren líneas como a la parte externa, parecen las

huellas que dejó la naturaleza al esculpir los escalones de

afuera. Ahora la tomo con mis dedos por la parte convexa y

se transforma en una fuente, no tan espléndida como la de

Trevi pero muy parecida a aquellas de las iglesias, con

agua bendita para ponerte en las manos, hechas de mármol y

con forma de ángel. Todo este tiempo estuve pensando que la

ostra estaba completa, pero ahora recuerdo que ésta es sólo

la mitad del cofre, así que pienso en lo inteligente de la

naturaleza en dejar la zona más bella y vidriosa en la

parte interna, por supuesto, ni que la ostra fuese tonta

para andar mostrando por el mar su cristal tornasolado, ese

cristal que algún día puede que se convierta en perla. Lo

mejor siempre irá por dentro, como dice el Tao, “Treinta

Page 20: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

radios convergen en su centro, pero es el hueco en su

centro donde encaja el eje de la carretilla”, “El que se

exhibe, no brilla”.

Concha de Caracol: Sonido

El caracol llega a mi oreja y la roza un poco

produciendo un sonido parecido al que sale de una hoja

cuando la estamos arrugando. Una vez que está ahí, estable

y sin moverse de mi oreja, deja salir su verdadero sonido,

es un sonido constante, un poco grave, no sé si está hecho

de muchos otros miles o si eso lo imagino pero me recuerda

al sonido del viento, al supuesto silencio de la noche,

hasta escucho los insectos, es muy relajante, sí, pero ¿no

se supone que debería estar oyendo olas? Sigo escudriñando

el sonido y me recuerda varias cosas: un televisor sin

señal, una cascada e incluso un soplete de fuego de los que

se usan para poner el manto sintético sobre las casas

tejadas. Decido alejar el caracol un poco y el sonido se

agudiza, ahora parece un grito infinito de hombres y

mujeres que me da un poco de miedo. Es como si estas

personas tuviesen algo muy importante que decir pero no

supieran cómo hablar, solo gritan, tienen pulmones

infinitos, gritan incesantemente esperando que algún día

alguien los entienda. Incomprendidos por completo pero

Page 21: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

constantes, no desmayan, viven de la esperanza. Esperanza:

arma de doble filo. No sabes si es buena, si te está

ayudando o si más bien te hiere.

Tintura de iodo: vista.

Una gran gota de iodo cae justo en el lado derecho

del canal que formó la hoja en su centro cuando la doblé a

la mitad horizontalmente. Como la hoja a ambos lados de la

línea central está formando dos pendientes, el iodo

rápidamente se corre y se acumula en este pequeño

riachuelo. La gota que al principio parecía una nariz de

payaso y de un tamaño inferior a una tapa de refresco

corriente, se corre hacia arriba y hacia abajo, pero no por

completo ni en el centro, es como si dos líneas comenzaran

a brotarle del lado izquierdo, entonces parece un platillo

volador vertical. Tomo la hoja, la verticalizo y dejo que

el iodo la peine, es así como se forman varias gotitas que

hacen que el platillo se escurra, exactamente 12

estalactitas que cuelgan, terminan curvas como cactus y

ahora le dan forma de fantasmita. Las más cortas están a

los bordes, el iodo se había acumulado más en el centro

quedando menos cantidad en las zonas laterales. El marrón

achocolatado del iodo se ha ido, se convirtió en un marrón

potente, casi negro, se fue oscureciendo a medida que se

mezcló con la hoja. Si pongo de cabeza al fantasmita pasa a

ser un paisaje desértico texano. Cualquiera podría ver la

Page 22: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

figura distinta, no todos vemos el mundo de la misma

manera, no puedo esperar que los otros vean exactamente lo

mismo, esta vez yo vi una nariz de payaso, un platillo, un

fantasmita, un desierto y un peine.

Pino: olfato.

Las ramitas de pino se desintegran entre mis dedos

mientras las trituro tratando de exprimirles su olor, un

olor que encuentro bastante fuerte, parece la mezcla de

muchas plantas en una sola, además es placentero, por algo

es usado como aromatizante. Entonces una pregunta se me

acerca: ¿Qué hace que nos guste o repudiemos un olor? En un

intento por responderla recuerdo que todos los buenos

olores –o tal vez la mayoría- tienen en común algo, la

vida. Al igual que los malos olores se asocian con la

muerte. La mayoría de los que son usados para ambientar

lugares provienen de plantas u objetos con vida como las

flores, mientras que los olores que nos dan asco siempre

brotan de lo que podría causar enfermedad, es mortífero o

incluso de la propia muerte, o mejor dicho, lo que queda de

un cuerpo después de que ésta llega. Es razonable, parece

una especie de sistema de defensa evolutivo para

mantenernos a salvo, pero ¿por qué algunos olores son tan

relajantes como el del pino? Puede que las ramitas que

sostengo en mi mano me den la respuesta, el olor que emanan

es tan profundo, agradable y fuerte que no te permite

pensar en algo extra y es imposible relajarnos sin

olvidarnos de todo, probablemente esa sea la respuesta.

Page 23: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

Entonces imagino al árbol de pino viviendo feliz y relajado

en su cápsula de olor, y me imagino a mí, sabiendo que

sólo podré usar algunas ramas o acercarme a él esperando

que me cause amnesia momentánea mientras el mundo sigue

pasando y hasta que decida enfrentarlo nuevamente, pero

esta vez sin ninguna cápsula de olor,sin nada que lo opaque

o lo embellezca.

Velón: tacto.

Tengo un velón en mis manos. Lo tomo con la

izquierda y con el dedo índice de mi derecha toco la cima

de lo que parece una pequeña torre. Ahora lo giro sobre la

palma, entonces este cilindro de unos ocho dedos de largo y

de un diámetro inferior al de una taza de café, deja sentir

su textura tibia y compacta pero casi imperceptiblemente

deprimible. En el extremo superior -resguardada por una

pequeña muralla de espelma a los bordes del cilindro y

arropada un poco por ésta- se halla justo en el centro la

preciada mecha, la que le da utilidad a esta masa de

espelma. Descubro muchas grietas, parece que alguien

estuvo jugando y tallando sobre esta gran vela, parece que

quisieron dibujar piedras. Entonces veo mejor la torre:

cilíndrica, grisácea y rocosa, además está nevada, tiene

témpanos de hielo que a sus lados la recorren, témpanos

hechos de espelma derretida por el fuego. Tan sólo con mis

dos manos puedo saber estas formas, pero los sentidos son

engañosos, y como diría Descartes: no deberíamos fiarnos de

ellos. Si no supiera que es un velón, podría pensar que es

una torre.

Page 24: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

Flor: vista.

Son las ocho de la mañana y el autobús todavía no

pasa. A unos metros de la parada se ve una flor bastante

peculiar, así que voy corriendo y la arranco, para

estudiarla la llevo a la muerte. Parecida a una campana

entre tonos morados y rosas, gira la flor entre mis dedos

un tanto pretenciosa, parece que todavía no sabe que no le

queda mucho de vida. Entonces la miro de frente. Una

estrella rosada en su centro apunta hacia varios lugares,

cinco picos la componen; norte, este, oeste, sureste, y

suroeste, son esas sus direcciones. Entre punta y punta de

estrella se van formando los pétalos, lonas moradas, azules

y curvas un tanto aterciopeladas que me recuerdan al cielo.

La parte central de la estrella es blanca, con unas cotufas

de polen que penden de algunos faroles y el polvillo que

este bota se está yendo hacia los pétalos para formar

estrellas pequeñas con el fondo azul y morado de cielo. La

gran estrella rosa sigue girando, parece una estrella

inmensa en el medio de la noche, tan inmensa que sus puntas

recorren todo el cielo, un cielo que en este caso tiene

siete centímetros de diámetro. Volteo la flor y veo el

resto de sus partes, parece una campanilla a la que le

Page 25: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

afinaron su cuerpo, inicia tan gruesa como un marcador y se

ancha al grosor de una taza de café, parece el parlante de

un antiguo tocadiscos, pero en vez de dorado rosa, y con el

borde -en forma de semicirculos sucesivos- azul y morado.

Sal: gusto.

Lavé un poco la piedra pequeña de sal marina antes de

ponerla en mi lengua. La primera sensación de todas, por

supuesto, es la del roce y la presión de la piedra en la

punta. En unos cuantos microsegundos llega la palabra sal a

mi cabeza, mi cerebro de inmediato la identifica y una vez

que consigue el archivo comienza a mostrarme su historia:

la imagen que me hice de la sal estando niño – un paquete

transparente que deja ver lo blanco y con decoraciones

azules- y por supuesto la palabra escrita, su grafía: s, a

y l, tres letras que te evocan gusto, imágenes, sonidos y

recuerdos. Imagino el sub-consciente como una autopista de

máxima velocidad por la que tienen que viajar muchos

carteros, salirse de ella, recorrer caminos confusos,

llegar al respectivo archivo y volver al consciente con el

recuerdo, pero el mensaje inicial para activar ese cartero

en este caso vino de la lengua y más externamente de una

piedrita de sal. La sal está hecha de sodio y cloro -

químicamente le llamamos cloruro de sodio-, estos dos

átomos se juntan como dos perlas pequeñas. Ahora, lo que

llamamos sal es simplemente un conjunto enorme y enmarañado

de ellas, una gran montaña de perlitas. Esta inmensa

Page 26: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

montaña de perlas que tengo entre mis dedos me está tocando

la lengua, cuando esto sucede algunas de las perlas se

separan y pasan literalmente adentro de ella, es decir, a

cada una de las cerdas que llamamos papilas gustativas, que

cubren toda nuestra lengua y que a su vez están formadas

por cerdas más pequeñas llamadas células. Algunas de las

perlitas de sodio pasan por pequeños agujeros que tienen

las cerdas, estos agujeros se conocen como canales

celulares. Cuando esto sucede originan una serie de

procesos químicos y eléctricos en la cerda que termina en

el envío de una señal, un mensaje que dice “sal” y que debe

viajar al cerebro a través de carriles que llamamos

nervios. Y bueno, así es como todo esto sucede mientras yo

imagino el proceso. Si pudiera darle una temperatura a lo

que estoy sintiendo diría caliente. La piedrita llega

estando tibia a mi lengua y al empujar el borde –que por

pura casualidad es la parte que tiene más cerdas

especializadas en la sal, es decir, en este tipo de perlas-

comienza a aumentar el calor. Mientras más tiempo pasa la

temperatura más aumenta, va subiendo y subiendo hasta que

quema, al mismo tiempo estoy segregando saliva que se va

acumulando en un tanquecito bajo mi lengua y que se va

llenando hasta que alcanza mis dientes, entonces justo en

este momento el calor aumenta tanto que debo quitar

rápidamente la piedra y usar la saliva para limpiar las

cerdas. Con esto se acaba todo, pero la información

contenida en las perlas de la piedrita de sal seguirá ahí,

esperando por otra lengua. Nuestro mundo es solo códigos,

códigos que debemos descifrar, algunos son fáciles si se

tratan de gusto y tenemos una lengua, pero otros no tanto,

otros son tan complejos de descifrar que tenemos que usar

el arte, el amor o la ciencia.

Page 27: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

Cielo: vista.

Miro por la ventada mientras estoy sentado en el

suelo, el rectángulo formado por sus bordes ya se está

volviendo un cuadro y noto como poco a poco voy pintando

sobre el cielo que tengo en frente. El lienzo de mi pintura

mide metro y medio de alto por setenta centímetros de

ancho. Estudiando desde lo cerca hacia lo lejos, en la

parte inferior de mi cuadro se ven unos cables, uno

bastante oblicuo y negruzco que parece ser un cable de tv

y otros dos de un tono grisáceo. Son guayas de corriente.

Las tres líneas que forman los cables al juntarse recorren

la pintura de diferentes maneras; el cable de tv, más

cercano a mí, atraviesa mi cuadro entrando casi a la mitad

del lado derecho y sale de éste um poco más arriba de la

esquina inferior izquierda, mientras que las dos guayas van

juntas, se acompañan y viajan paralelamente entre sí y a la

línea inferior del rectángulo que desde el inicio separé

con la mente. Lo penetran por el lado izquierdo, separadas

de la línea inferior horizontal del rectángulo y entre

ellas, en una decima parte de sus dos verticales

ascendentes. De la guaya más baja cuelgan dos plantas que

me hacen saber que -a pesar de que todos estos años estuve

pensando que eran parásitas de los árboles y se alimentaban

de ellos- en realidad viven del aire y sólo la usan para

sostenerse. Parecen arañas pegadas con silicón desde el

cuerpo, con más de ocho patas que se curvan y se

entrecruzan desordenadamente. Estas dos arañitas están

ubicadas en dos puntos muy interesantes, si dividiese la

porción de la guaya que cruza mi cuadro en diez partes

iguales y pusiera un punto en la unión entre cada una de

esas partes, las arañas estarían en el primer y segundo

punto de izquierda a derecha. Llega la hora de mirar al

Page 28: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

cielo y me consigo con una mujer blanca hecha de nubes

acostada de lado en el suelo y que deja ver solamente

parte del muslo, la cadera, el abdomen y un seno, por otro

lado el brazo que podría estar arropándolos está por encima

de su cabeza y fuera de mi vista. El pedazo de mujer que

puedo ver deja una silueta formada por una línea difusa y

algodonosa que va bailando por el cuadro de izquierda a

derecha, entra poco más arriba de la guaya superior,

comienza con el muslo, un poquito más abajo de la cadera y

va ascendiendo para bajar nuevamente formando la primera

curva que tienen ambos al juntarse y es tan típica de las

mujeres. La línea sigue su camino, baja por la cintura,

sube otra vez al tórax y después desaparece. Mi mujer no es

sólo blanca, tiene blancos, grises y otros blancos

luminosos que le dan divinidad, la texturizan y muestran un

claroscuro originado por los rayos de luz provenientes de

la parte superior izquierda. La mujer ya está terminada,

así que pasaré a lo siguiente. Veo cuatro nubes más, tres

más cercanas al fondo que parecen un rasguño y una que está

detrás de la mujer, pero delante de ellas, parecida a una

cobra con una pluma en la frente. La cobra es menos sólida

que la mujer, pero más densa que las otras nubes, la mujer

se ve algodonosa, la cobra parece el humo del cigarro, pero

no tan volátil y efímero, más bien parece una foto del

mismo que se mueve lentamente. La cola de la cobra se

esconde detrás de la mujer y el cuerpo va saliendo

serpenteante y hacia arriba desde un punto intermedio entre

el abdomen y el tórax. No es una cobra muy grande, su

tamaño equivaldría a un brazo de la mujer. Parecida a una

ese al revés, tiene dos curvas, la primera de abajo hacia

arriba con la parte cóncava hacia la derecha y la segunda

con la parte cóncava a la izquierda, la cual termina en la

cabeza que está ligeramente deprimida y con la pluma en la

frente. Esta pluma me recuerda a la de los mosqueteros,

Page 29: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

grande, curvilínea, delicada y en este caso encorvada hacia

adelante. El rasguño de nubes en el fondo es como el humo

que está tan disperso que casi muere y ocupa casi la mitad

superior del rectángulo de forma oblicua, bajando cerca de

la esquina superior derecha y dirigiéndose hacia la mitad

de la línea vertical izquierda pero sin alcanzarla. Apenas

ahora alcanzo a fijarme en el verdadero cielo; azul, con

algunos naranjas y morados muy tenues. El cielo está ahí,

parece todo lo que hay, parece que te deja perder la mirada

infinitamente, pero si lo miras con detenimiento vas a

notar que te dice que hay más, que detrás de ese azul liso

y homogéneo hay todo un universo que se esconde, por suerte

existe la noche que nos lo hace saber más explícitamente.

Así nos pasa muchas veces, nos creemos que las cosas son

verdaderas tan sólo porque nos lo dice la vista o el

tacto, pero no la mente, y resulta que si no hubiese noche

estaríamos pensando que todo lo que hay es el destello azul

del sol que nos cubre la vista durante el día y que no

existen las estrellas, entonces sólo podríamos acceder a

ellas a través del razonamiento. De la mente.

Libro: Olfato

Las hojas del libro apretujadas a un lado pasan

rápidamente cuando dejo que mi dedo pulgar las suelte, cada

una de ellas me sopla y me deja sentir su olor. No es un

Page 30: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

olor muy fuerte, me recuerda a la parte seca del olor de la

madera pero en un nivel muchísimo más tenue. Abro el libro

con los ojos cerrados y dejo que mi nariz lo lea, entonces

veo mis libros de niño, mi diccionario, los dibujos y las

letras. Sigo esculcando el olor, sigo viendo lo que huelo,

las imágenes que me provoca, lo que me trae a la mente.

Encuentro que el olor del libro no es más que el rastro

leve que le queda de la madera. Me parece que la madera

posee dos olores principales: uno seco y uno húmedo, el

seco pertenece a las estructuras microscópicas que le dan

sostén, lo sólido, lo que queda en las cenizas cuando se

quema. El húmedo pertenece a lo que le da vida, a lo que

durante la combustión se lleva el fuego. En el papel de

este libro puedo olfatear todo eso, la parte húmeda en

menor proporción a la seca. Para mí, el libro es ahora

alguien noble que permite el dominio del hombre sobre la

naturaleza, es tan solo un trozo de árbol que ella le

obsequia para que éste, con sus manchas de tinta, opaque la

sabiduría de la madera.

Mariposa: vista.

Puse la mariposa en el cuaderno con la intención

de tener una referencia métrica al fondo valiéndome de las

líneas que traen las hojas. Cada una de estas líneas está

separada entre sí por ocho milímetros y cuando pongo la

mariposa noto que ocupa tres líneas, es decir dos

centímetros y medio aproximadamente. Las alas de la

mariposa ocupan siete centímetros a lo largo. Me parece

majestuoso a nivel de arquitectura las figuras que estoy

viendo. Comenzaré por describir el cuerpo de la mariposa:

en primer lugar es negro y se halla justo en el centro del

Page 31: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

rectángulo de dos y medio por siete centímetros que acabo

de describir, la cabeza está cercana a la línea superior

del rectángulo y parece la cabeza de un fósforo a la cual

se unen unos pequeños ojos, luego viene el cuerpo de un

tamaño un poco mayor al de la cabeza de un alfiler. En

tercer lugar está la cola, una especie de cono de barquilla

que después toma la forma de una raqueta. Las alas son

cuatro, un par cubriendo al otro. Las más superficiales

parecen dos triángulos con ángulos romos en los cuales su

mayor vértice se fija entre la cabeza y el cuerpo de la

mariposa, bajan formando una línea levemente curva y

convexa hacia arriba que alcanza un punto un poco por

debajo de la segunda línea del cuaderno, se curva hacia

dentro, recorre unos milímetros y luego regresa. Para dar

una idea de la forma diré que parecen la silueta que tiene

la planta de un pie muy extraño en el cual el talón es

sumamente fino y el dedo gordo, hacia afuera, muchísimo más

grande, como del tamaño de todos los otros juntos. Las alas

del segundo par se parecen a éstas pero un poco más

ovaladas y pequeñas, se fijan más abajo en el cuerpo y me

recuerdan a un zapatico de tela para bebé. A todas las

recorren varias líneas, las superficiales tiene tres

principales que a mitad de ellas se ramifican, una en

siete, la otra en tres y la otra en seis ramas, dando como

resultado dieciséis. Las inferiores –las que están un poco

cubiertas- también tienen dieciseises líneas. Todas son de

un marrón transparentoso sobre el cual se fijan infinidad

de puntos de color marrón claro y negro, exceptuando dos

manchas amarillas a los lados con forma de óvalo. Las

cuatro parecen unos vitrales, qué increíble que nos haya

costado tanto reproducirlos en las iglesias, siempre han

andado por ahí en las alas de las mariposas. Así es ella,

así son los insectos, simples y admirables a la vez, más

complejos que una catedral, más difíciles de imitar que

Page 32: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

cualquier cosa que haga el hombre, ahí está todo, en las

simplicidad están las respuestas.

Limón: gusto

Poso la rebanada de limón sobre mi lengua

mientras deja caer su jugo sobre ella. Desde esta gran

moneda verde entre mis labios van brotando pequeñas gotas

que se escurren y se acumulan en el centro de mi lengua. El

jugo de limón por su acidez debería producirme mucha

salivación, pero no sucede lo mismo que con la piedrita de

sal, probablemente mi cuerpo no ve tan importante al limón

como para agotar sus reservas. Puedo sentir como las

barreras de consistencia fuerte que forman un espacie de

rin de bicicleta sobre la rebanada me están tocando la

lengua, al igual que las miles de bolsitas fusiformes que

contienen el jugo y que cuando presiono se explotan. El

mapa que divide con color los diferentes lugares de la

lengua correspondientes a los diferentes sabores se

encuentra en este momento en la mía, pero me resulta un

poco ficticio y estoy en desacuerdo con éste. La punta de

mi lengua en este caso resulta más dispuesta a sentir y es

el lugar en el que se percibe el sabor de una forma

parecida a la del picante pero mucho menos intensa. Todo el

ácido del limón me gusta mucho y cuando retiro la rebanada

me veo en la obligación de empujar mi lengua contra el

paladar como para liberarla un poco de la tensión que

representaba sentir ese sabor tan intenso. Después queda un

sabor amargo, no tan placentero, me hace pensar en las

creencias cristianas acerca de que todos los placeres están

acompañados de dolor y de un sabor como éste. Trato de

persuadirme de que no es cierto y entonces recuerdo que

Page 33: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

todos los buenos sabores no se acompañan de uno malo, el

hecho de que el dolor acompañe algunos placeres -sobre todo

si son en exceso- no significa que todos los demás llegarán

con éste, es una cuestión de mensuración y perspicacia.

Mides los deleites peligrosos antes de que te hieran y

aprendes cuales son sólo prejuicios y cuales te van a hacer

daño.

Pluma: tacto

Estoy un poco asustado y ansioso con los ojos

cerrados esperando a que mi ayudante comience a jugar en mi

cara con la pluma que le di. Tengo una sensación de

expectativa en mi frente, como un brillo que espera por ser

tocado y suprimido. Entonces sucede, la pluma lo apaga,

comienza a arrastrase y roza mi piel bajando hasta el

final de la pendiente que tiene mi tabique. Al llegar a la

punta de la nariz se detiene y regresa al lugar inicial

para bajar nuevamente. Entonces cuando la pluma se aleja de

mi rostro el brillo de expectación se enciende otra vez,

pero al igual que la vez anterior se apaga cada vez que lo

tocan, mi atención se concentra en la porción de piel que

está siendo acariciada y que va cambiando lentamente. Es

un toque tan cargado de sensación que se vuelve casi

insoportable, una cosquilla con la que me cuesta contener

la risa. Así la pluma va dibujando sobre mi rostro

distintas figuras, líneas rectas y espiraladas que me hacen

cosquillas. Este juego perdura un rato hasta que decido

detenerlo, paso las manos sobre mi cara como devolviéndola

a las sensaciones fuertes a que acostumbra y alejándola de

esas caricias tenues. Tomo la pluma en mis manos y ahora es

ella quien se deja acariciar, percibo con mis ojos cerrados

Page 34: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

su eje central de unos seis dedos de largo más sólido y

fuerte, este palito está recubierto a los lados por los

vellos que hace poco me estaban tocando y ahora imagino

como ellos sienten, pero recuerdo que la pluma no tiene un

aparataje nervioso como el mío para tener sentido del

tacto, aunque igual me acaricia sin saber lo que se siente.

Nosotros sabemos que existe el tacto porque podemos

percibirlo, pero para ella es inexistente, quizá al igual

que ella nos faltan miles de sentidos para percibir un

montón de cosas que solemos llamar inexistentes. Quizá hay

miles de cosas que nosotros no sentimos pero ella sí

siente.

Bacardí: olfato.

Cuando yo estaba pequeño mi papá acostumbraba al

uso de tiner -una sustancia combustible derivada de la

gasolina- para sus trabajos electrónicos, este licor me

recuerda todo eso, no debería ser así, el tiner no apetece

ni parece comestible. El tipo de olor que tiene la bebida

alcohólica que estoy sosteniendo en mi mano, es un olor

húmedo pero caliente, deja una sensación parecida a la de

la menta en los pulmones pero de una temperatura mayor,

además es de consistencia diferente, el olor de la menta es

más acuoso que el del tiner y el de este licor, los cuales

parecen de aceite. Detrás de este supuesto olor aceitoso

se encuentra el olor del alcohol etílico, parece como si

todas las bebidas alcohólicas estuviesen formadas por

pequeños sabores especiales pero que siempre tratan de

cubrir el fondo borracho, el fondo de alcohol. En realidad

eso es lo único que le importa a la gente, la molécula que

Page 35: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

atraviesa todas las barreras de su cuerpo para meterse en

su conciencia y alterar su comportamiento, además del

equilibrio. Es que la mayoría no aceptamos la realidad,

queremos saber más, queremos alcanzar nuestras conciencias,

queremos olvidarnos por momentos de los problemas, queremos

huir, o mejor dicho, volver al principio, quizá pensamos

que el alcohol nos ayuda, quizá somos simples hedonistas.

Canción: tacto.

El tacto se compone de diferentes receptores

especializados en áreas distintas: para la presión,

elasticidad, temperatura y vibración. Por alguna razón

pensamos que estos receptores se encuentran exclusivamente

en la parte externa, pero no, están por todo nuestro

organismo. Así que el día de hoy decidí describir lo que

percibo con el tacto a nivel de mi cuello, boca y garganta

mientras canto una canción. Escogí una parte del intro

capela de una canción de Nina Simone llamada “Feeling

good”, planeo cantar sólo las primeras tres palabras aunque

es una versión un poco distinta. Las palabras son: Birds

flying High. Puedo sentir como mis labios se juntan justo

antes de que comience a salir el aire para pronunciar la

sílaba “bi” de la palabra birds, que significa pájaros en

inglés, siento como la vibración que produce el paso de

aire a través de mis cuerdas vocales se refleja hacia el

paladar, la cavidad bucal en general e incluso el pecho, es

una nota grave. Ahora pronuncio la “r” de la palabra birds

seguido de la “s”, un sonido parecido al que se produce al

destapar una gaseosa se forma cuando acerco mi lengua a la

parte anterior del paladar y dejo salir el aire suavemente

por el pequeño espacio que queda entre éstos. Ahora procedo

Page 36: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

a pronunciar la segunda palabra: “flying” (volando), puedo

sentir con la lengua recogida como mis dientes del maxilar

superior se juntan con el labio inferior dejando pasar un

poco de aire para que suene la “f”, pero no por mucho

tiempo, de inmediato todas estas partes de mi boca cambian

de posición para pronunciar la “l”, la punta de la lengua

sube y toca la parte del paladar justo por detrás de los

dientes de una forma muy rápida y retorna nuevamente para

dejar pasar el sonido vocal de la letra “a” que viene

directamente de las cuerdas vocales y no sufre muchas

modificaciones en la boca, luego suena la “i” también

proveniente de las cuerdas vocales directamente, pero ésta

si sufre una pequeña modificación, como parte del estilo y

el canto la nasalizo un poco y la modifico usando el velo

de mi paladar que adicionalmente lo uso para producir el

sonido bastante gutural que se requiere para pronunciar el

“ing” al final de las palabras en inglés. Ya llega la

tercera palabra: High (alto), el primer sonido que sale es

aquel que en el español está representado por la letra “j”

y se produce al juntar un poco las paredes de la laringo-

faringe mientras dejo salir un poco de aire, seguido de

esto viene la “a” y después la “i”, lo más parecido en

español a la pronunciación de esta palabra sería: “Jai”,

como parte del canto mantengo la i sonando un tiempo y le

agrego el llamado vibrato, un adorno utilizado en el canto,

el cual consiste en contraer y relajar repetidamente

algunos músculos laringo-fraingeos para hacer que el sonido

constante –en este caso de la vocal “i”- parezca ondulante

y vibre. Nuestro cuerpo es extremadamente complejo y tareas

que nos resultan sencillas como pronunciar una palabra,

esconden infinidad de movimientos realizados por nuestro

subconsciente, lo que nos da la falsa idea de sencillez. Me

tomó una página describir someramente lo que siento

mientras canto tres palabras, tres sonidos asociados a

Page 37: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

cosas y que en algún punto de la historia alguien inventó

usando su cuerpo, el origen de todas las artes, por eso las

artes nunca tendrán fin, siempre tendremos el motor que las

impulsa, nuestros cuerpos.

Tronco: vista.

Me costó subirme en el enorme tronco caído que

planeo describir, en realidad describiré solo una porción,

aunque es tan grande como cinco veces el grosor de mi

cuerpo y de unos sesenta centímetros de largo. En esta

parcela que dividí con mi imaginación –como acostumbramos

los humanos a hacer con la tierra- puedo notar muchos

colores, la concha de la madera con grietas innumerables se

cubre de negros, grises, marrones y verdes. Estas grietas

están recubiertas por moho y algunas porciones por un poco

de lama. Sobre mi parcela puedo contar dieciocho hongos,

tres de los cuales lucen jóvenes y vulnerables, uno está

muerto y arrugado y todos los demás se ven fuertes y

longevos. Los tres menores están adheridos al tronco por un

pedículo del grosor de un hisopo, sus capuchas son en

promedio de unos dos centímetros de diámetro y todos son de

colores marrones y ocres, parecen avellanas. El hongo

muerto también tiene dos centímetros pero no de diámetro

sino de radio, se ve seco y es de color naranja. El resto

de los hongos –los longevos- parecen clavados en el árbol

sin pedículos a manera de plataformas, son de color negro y

tienen siete centímetros de diámetro en promedio. La

textura de estos parece vellosa, en sus plataformas se

forman lunas negras de vellos en cuarto menguante, pero que

se rellenan con vellos marrones para completar círculos

casi perfectos, un poco aplanado por el lado en el que se

Page 38: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

fijan al árbol, todos los cuales se encuentran bordeados

por una línea grisácea. Uno de estos hongos longevos me

resulta especial por su superficie lisa y grisácea al igual

que los bordes del resto, además lo recorren círculos de

tonos marrones en toda su extensión, entonces descubro que

el resto de los hongos es exactamente igual y que lo único

que varía es su posición, el hongo especial –además de

estar un poco alejado del resto- tiene la parte negra hacia

el tronco y cuando reviso el resto noto que son igual de

coloridos al otro pero con la parte bonita hacia dentro, es

decir, escondida y cubierta. El hongo especial me recuerda

a las personas rebeldes a los prejuicios sociales y a las

opiniones del resto, que deciden mostrarse como son sin

querer parecerse al grupo. Así este hongo, así son los

genios.

Mono: vista

Uno de los animales más fascinantes para mí cuando

niño era el mono, me sorprendía mucho su similitud con

nosotros. En este momento tengo un mono araña a mi frente

encerrado en una Jaula relativamente grande, pero nunca tan

grande como la selva. Del tamaño de un bebé de dos años

pero mucho más delgado, se balancea este mono. Su rostro es

amenazante por su fisionomía, más no por su expresión. Todo

su cuerpo está recubierto de un pelaje marrón con zonas más

claras, pero su rostro es negro, lo que permite ver sus

grandes y verdes ojos. Además la cola que tanto le sirve de

sostén mide un poco más de su largo. Ahora comienzo a

Page 39: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

analizar los movimientos del mono y trato de sentirme como

él, de tocar lo que toca y de sentir su pelaje y vivir como

si estuviese en ese pequeño cuerpo. Siento como los

diferentes músculos se contraen para mantener el equilibrio

del cuerpo, mi cuerpecito de mono, puedo sentir las rejas

en mis manos y mis pies y hasta en mi cola, pero las rejas

no me maltratan porque tengo una piel bastante fuerte. Muy

bien, una vez que hago todo este ejercicio de sentir lo que

el mono siente, trato de pensar en qué es lo que piensa y

descubro que probablemente su pensar se compone de imágenes

y deseos: ve una parte de la reja, entonces desea acercarse

y colgarse de ella, y así sucesivamente. Alejándome de la

jaula de este mono razono acerca del potencial que podría

tener ser un observador profesional, para así lograr

entender lo que sienten los otros y así poder trasladar

este saber al campo actoral, el resultado no podría ser

menos que magistral.

Piedra-montaña: tacto

Aprovechando mi visita al zoológico decido percibir a

través del tacto la textura de la roca húmeda de la cual

está hecha una de las montañas cercanas a la cascada final

en el recorrido. Después de escalar un poco consigo el

lugar idóneo para tocarla. Al presionar mi mano sobre su

frialdad siento como el agua moja mi palma y siento como

ésta presiona fuertemente el moho que cubre la roca,

imagino que lo tritura de forma microscópica. Una vez que

mi mano está posicionada y sosteniendo parte de mi `peso

trato de pensar en lo que me produce tocar esta roca sin

siquiera mover la mano. Además de sentir las fisuras y las

arrugas de la misma siento como si el frío inmenso que

Page 40: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

lleva se robara rápidamente el calor de mi mano, entonces

comienzo a imaginar que la roca lleva tiempos milenarios

acumulando ese frío que le proporcionan las noches y el

agua de la cascada, agua que incluso le brota, parece como

si la roca estuviera llena de infinidad de canales

semejantes al montón de conductos mínimos en el queso, y

que éstos estuviesen rellenos de agua hasta el tope

obligándola a salir a pequeños brotes, pequeños brotes que

se arrastran con la gravedad por la roca y que en este

preciso instante acarician y delinean mi mano, crean una

figura imaginaria de la silueta de ella aunque virtual y

negable, pero verdadera, semejante al montón de

sensaciones, recuerdos e imágenes que crea mi cabeza tan

sólo con que toque una roca.

Cascada: tacto.

Tengo enfrente una gran cascada que ruge e intenta

asustarme, pero aun así permanezco en mi lugar y la reto.

Cierro los ojos y dejo que mi cuerpo me hable, el frío de

la brisa que produce el caer del agua lo envuelve mientras

el aire me mueve la ropa. Puedo imaginar como la brisa que

viene dispuesta a chocar con la montaña es devuelta como

regañada por el rugir del agua. Un número de gotas

incontable por lo diminutas flotan y me chocan para

explotarse en mi camisa o posarse en mi cabello intactas.

Me enfrían los brazos y el rostro, se juntan y se

convierten por partes en placas de agua. Imaginar la

sensación de una sola por separado y sin compañía alguna me

hace verla indefensa, incapaz de resfriar a alguien o de

arruinar alguna ropa, pero cuando retorno a lo que siento

Page 41: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

puedo notar que el poder de muchas juntas no se puede

comparar con el de esta sola gota. Además de la brisa y el

agua, la cascada se hace presente en mí de muchas otras

formas, pero en lo referente al tacto puedo sentir cómo

hace que el suelo vibre como si temblase un poco de frío, y

como la roca sobre la que estoy de pie transmite a mi

cuerpo estas ondas, como haciendo notar su potencia de

cualquier manera, incluso en este momento que decidí opacar

cuatro de mis sentidos para sentir como la cascada sin

tocarme, me toca.

Guayaba: olfato.

La guayaba produce un olor dulce que estoy percibiendo

justo ahora. Los recuerdos que me trae son variados, desde

dulces caseros artesanales típicos hasta el gusano que me

salió cuando niño mientras mordía una y que tanto me

desagradaba. Es imposible no hacerme una imagen de la

guayaba mientras la huelo, con sus colores, su textura, su

sabor y sus semillas. Me parece que para describir la

tropicalidad sería muy fácil decir guayaba. Detallar un

olor tan único puede resultar complicado, además de dulce

parece un olor alcalino, nada ácido, y me recuerda al sabor

tan conocido por mi lengua que de inmediato me agua la

boca. Entonces me veo mordiendo la guayaba cuando niño

durante el tiempo que me gustaban, recuerdo que luego del

incidente con el gusano se acabaron mis deseos de comer

esta fruta y a partir de ese momento decidí optar por los

dulces, pensaba en que si se les habría ido un gusano al

menos estaría bien muerto y cocido. De repente me sorprende

que este olor tan aparentemente nimio me recordara un

razonamiento tan temprano en mi infancia. Creo que este

Page 42: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

olor se parece mucho a toda la cadena de acontecimientos

biológicos y psíquicos que ocurren en nuestro cuerpo

diariamente ante cualquier estímulo. Una simple señal

aferente –y en este caso olfativa- desencadena una enorme

fila de reacciones, cambios y procesos que terminan en una

cantidad exhaustiva de resultados.

Cuadro: tacto.

Toda mi vida he estado bastante acostumbrado al hecho

de que cuando me dicen que aprecie un cuadro inmediatamente

asumo que debo hacerlo con la vista, así que intentar

admirar la obra que tengo en mis manos, de tela, madera y

pintura y con forma de rectángulo a través del tacto, me

resulta levemente -por no ser tan alarmista- absurdo y

complicado. Este cuadro mide unos sesenta centímetros de

largo por cuarenta más de ancho y mientras lo recorro y

redibujo con mis dedos puedo sentir como la fibra del

lienzo me raspa suavemente las yemas. En medio de este roce

desordenado noto otra textura, parece que intentaron hacer

un efecto relieve, bordeo toda la silueta de esta mancha

bastante grande en relación al tamaño del cuadro y descubro

que tiene forma de rosa o de árbol acampanado. La textura

de este relieve es la más rugosa de la obra, miles de

montañitas que me tocan la palma en diferentes puntos,

algunas incluso afiladas pero no alcanzan a cortarme. Si no

hubiese visto el cuadro anteriormente pensaría que es un

árbol, pero ya sé que es una rosa y sólo reproduzco con el

tacto la imagen que ya está en mi mente. De tanto tocar el

cuadro me doy cuenta de lo inadecuado del asunto para con

una obra de arte hecha para ser vista, no creo que fuese el

Page 43: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

ejercicio ideal para realizarlo en un museo; imagino la

cara de sorpresa de los espectadores si me atreviese a

hacer este acto. Qué bueno que no estoy en Louvre, ni en el

vaticano o en el museo del Cairo, no podría pasar mucho

tiempo cómodo y en un mueble mientras sostengo un cuadro.

Tomate: gusto.

Puedo sentir como mis dientes casi se tocan, apenas

están separados por esa pielecita que tiene el tomate.

Cuando me dispuse a morder la rebanada que tengo en mi

mano, noté la gran cantidad de agua que el tomate posee.

Una superficie bastante acuosa, casi como la patilla, se

deja morder para segur con esa pequeña piel que ahora

separa mis dientes. El sabor del tomate es un tanto

insípido, levemente salado y muy sutilmente ácido. Ahora

pienso en los recuerdos que me trae el tomate, el sabor del

tomate de árbol parecido al que tengo ahora pero mucho más

dulce y sabroso, además recuerdo el tomate en sus otras

múltiples colaboraciones para recetas: ensalada,

brusquetas, pizza, sándwich y pasta. Entonces pienso en lo

mucho que varía el sabor del tomate con la cocción, por

alguna razón la desnaturalización de sus componentes

mediante el calor lo modifica de una forma agradable para

mi lengua, prefiero el sabor umami de la salsa y no lo

insípido de las rodajas crudas. Qué bueno que en algún

punto de la historia humana descubrimos el delicioso

resultado del calor sobre las cosas que comemos, además de

muchas veces mejorar el sabor hace que le broten los olores

a las cosas de una manera perfecta, o quizá simplemente es

cuestión de costumbre y si fuese un neandertal preferiría

Page 44: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

comer cualquier cosa que no pasase por ningún calor ni

ninguna leña.

Escarabajo: vista.

Puse el escarabajo que tomé de la vitrina junto a mi

lápiz para tener una mejor idea de sus proporciones y poder

cuantificarlas, podría decirse que corresponde a poco más

de dos veces el largo de la plaquita de metal que sostienen

el borrador del lápiz y triplica el ancho de la misma.

Todas las formas de este escarabajo me recuerdan la mano

fuerte de un cangrejo, esa copita a la cual se fija la

pinza –que en este caso no está dentada- que corresponde a

las alas del insecto y la copa que sostiene la pinza

corresponde a la cabeza. De un marrón sumamente oscuro, la

textura del escarabajo luce brillante y al igual que en sus

patas se ve que está hecho por completo de una estructura

sólida que lo envuelve y lo protege, por supuesto, la mayor

parte de los insectos se valen de un exoesqueleto mientras

su organismo vive en la parte interna del mismo. Las alas

parecidas a un capó -de esos largos que se ven en los

carros antiguos- son en realidad una ficción, al igual que

el capó del carro son simplemente una protección que en

este caso cubre las verdaderas alas, que delgadas,

delicadas y majestuosas acostumbraban a moverse, pero que

siempre ameritaron de cautelosa protección. Al voltear su

cuerpo veo que se compone de cuatro núcleos principales;

tres iniciales de los cuales el primero incluye la cabeza y

un pequeño par de patas, el segundo, separado de sus

compañeros y al igual que todos por medio de surcos,

corresponde al segundo par de patas, esta vez un poco más

grande, el tercero para el último par de ellas y el último

Page 45: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

forma un bulto final semejante a una cola muy obesa. Todas

estas partes son igual de brillantes que las del lado

opuesto, son de un color café que me hace pensar que

podrían confundirse con una cucaracha. De ser así no sería

tan placentero tocar el insecto, considerando el temor y el

asco que la mayoría le tenemos a las pobres cucarachas.

Sombrero: tacto.

Tengo un sombrero artesanal en mis manos, su textura

me recuerda a la del mecate, millones de fibras unidas

formando un paquete que tienen más fuerza, solo que estas

fibras no parecen sintéticas, más bien parecen de origen

vegetal. Con las yemas de mis dedos me percato de que estos

conjuntos de fibras viajan intrincadamente formando

crinejas, crinejas aplanadas de tres paquetes de fibras que

recorren el sobrero formando un espiral de veinticuatro

círculos, los cuales van desde el tamaño de un pizza

familiar en el borde hasta el tamaño de una de las

rebanadas de aceituna en la pizza y que se encuentra en la

parte más alta del sombrero, es decir, en la cima del

capuchón propiamente dicho, la parte del sombrero que se

posa sobre la cabeza. Es increíble como el raciocinio

humano juega y lucha por la comodidad. Millones de fibras

que individualmente tendrían una utilidad prácticamente

nula, son juntadas por la mano humana para dar origen a una

estructura que rápidamente se convierte en una extensión de

su cuerpo, una armadura contra el sol que la naturaleza no

le dio de forma directa pero que gracias a la astucia que

le da su cerebro éste toma los recursos naturales y

resuelve por su cuenta.

Page 46: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

Cebolla: tacto.

No sé exactamente cuál es el mecanismo que lleva a

cabo el jugo de la cebolla para hacerme llorar, pero si de

algo estoy seguro es de que no es precisamente de

sentimiento, porque mientras la pico de inmediato caen las

lágrimas. Puedo sentir un ardor insoportable en mis córneas

y en un intento fallido de suprimirlo, cierro los ojos para

notar como el dolor en vez de disminuir, aumenta. Imagino

que el jugo de la cebolla debe tener alguna sustancia

alergénica o dañina que al entrar en contacto con mi mucosa

nasal y mis corneas a manera de microgotas, las fastidia

tanto que éstas se ven obligadas a recurrir a las lágrimas

y la mucosidad para deshacerse de estas gotas infernales.

Gotas imperceptibles para los ojos –podrían decir algunos-

pero por más de que su luz no alcanza mi retina para que

pueda observarlas, estas se hacen presentes tocándolos y

haciéndolos llorar. No acostumbramos a prestarle mucha

atención, pero los ojos también tienen sentido del tacto, y

mucho más sensible que la mayoría de las otras partes del

cuerpo. Si no, que cualquiera se atreva a negarlo y

explique lo que se siente una basura en el ojo.

Mate de calabaza: tacto.

Estoy sosteniendo con mi mano derecha una pequeña

vasija para la infusión de la yerba mate tan característica

en algunos países de Suramérica, como Argentina o Paraguay.

Parecida a la cabeza de un bombillo,l´- tiene una forma

redonda que encaja en mi palma mientras la abrazan mis

dedos, en su borde, el único borde que tiene y que se sitúa

Page 47: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

en el agujero para servir el té, posee un trozo de metal

que lo recubre, como evitando lo rasposo que podría ser al

mismo tiempo que lo adorno. La textura de la vasija se

parece a la del cartón piedra, por la parte externa

bastante lisa y por la parte interna muy semejante a los

pliegues del cartón en su lado menos estético, sólo que en

este caso están mucho más desordenados. De alguna manera el

fabricante de este pequeño recipiente hizo que la parte

interna de lo que fue un pequeña calabaza se endureciera

dejando formas parecidas a las del cemento recién batido.

Me gustaría que los colores que adornan la taza tuviesen

algún tipo de textura para diferenciarlos, pero no consigo

percibir diferencia alguna, aunque no por eso dejo de

apreciarla, es suficiente lo que hizo la naturaleza al

crear la calabaza como para exigirle que me muestre sus

adornos tan sólo con tocarla.

Moneda: tacto.

Ya que el valor monetario de un bolívar en mi país es tan

ínfimo, decidí estudiar su valor sensorial, así que tomé

una moneda de un bolívar fuerte con los ojos cerrados, y

con las yemas de mis dedos comienzo a inspeccionarla.

Mientras la moneda gira entre el pulgar y el anular de mi

mano derecha, la uña de mi pulgar izquierdo percibe el

girar del reborde y me deja notar los pequeños canales que

éste posee, la moneda se desliza fácilmente en unos trechos

pero en otros deja sentir las fisuras que supongo le sirven

de identificación para que no la confundan con farsantes.

Cuando presiono la moneda entre mis dedos, noto como

rápidamente se calienta, pasa de la temperatura fresca que

llevaba a tener un calorcito que mis dedos le

Page 48: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones

transmitieron. Buscando más sensaciones agudizo mis

movimientos tratando de no dejar pasar lo más mínimo,

entonces siento la pequeña marca que queda entre la unión

del centro plateado con el circulo dorado que recorre el

bolívar por su borde. Ahora trato de diferenciar a qué lado

corresponde la moneda que estoy tocando, si es cara o si es

sello, al rato descubro que puedo saberlo por la textura

rugosa del sello y lo bastante protruido del tallado del

número uno, pero si nunca hubiese visto una moneda como

ésta y no la conociera, probablemente sería imposible

reconocer el dibujo. Por último puedo sentir las presiones

mínimas que producen sobre mi piel las pequeñas letras y

así me percato de cómo un simple trozo de metal puede

adquirir tantos significados, significados que sólo están

en nuestra cabeza.

Page 49: Diario de Los Sentidos. Ultimo. Correcciones