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Diccionario de Arquitectura en la Argentina (Tomo 3, e/d) · Diccionario de Arquitectura en la Argentina estilos, obras, biografías, instituciones, ciudades Buenos Aires: AGEA, 2004

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Diccionario de Arquitectura en la Argentina E S T I L O S O B R A S B I O G R A F Í A S I N S T I T U C I O N E S C I U D A D E S

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Diccionario de Arquitectura en la Argentina

estilos, obras, biografías, instituciones, ciudades

Buenos Aires: AGEA, 2004

v. 3, 224 p.; 22 x 27.5 cm.

ISBN 950-782-425-1

1. Arquitectura - Diccionario

CDD 720.3

ISBN DE LA COLECCIÓN : 950-782-422-7

ISBN DE ESTE TOMO: 950-782-425-1

Impreso en Artes Gráficas Rioplatense S. A.,

junio de 2004,

Buenos Aires, República Argentina.

Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, por

cualquier medio ya sea gráfico o electrónico sin permiso previo de los

titulares de los derechos.

La veracidad de los hechos y las opiniones vertidas en las voces son de

responsabilidad exclusiva de sus respectivos autores. Su inclusión en el

"Diccionario de Arquitectura en la Argentina" no implica que tales afirmacio-

nes sean compartidas por los editores y compiladores. Todas las imágenes

publicadas en el "Diccionario de Arquitectura en la Argentina" han sido ge-

neradas por el equipo inicial de la obra, provistas por el archivo Clarín, por

las oficinas de arquitectura responsables de la autoría de las obras, por

los fotógrafos que las produjeron, o por las instituciones a cuyo resguardo

se encuentran. En los últimos casos se las reproduce contando con la cor-

tés autorización de los nombrados. Se han hecho todos los esfuerzos para

reconocer las fuentes y solicitar las autorizaciones; todo error u omisión

es involuntario, por lo que si fueran notificado los editores y compiladores

se comprometen a corregirlo en la primera oportunidad posible.

Por las imágenes incluidas en este tomo agradecemos a: Alberto de Paula,

Alejandro Leveratto, Ana María Rigotti, Ana Ottavianelli, Archivio d Stato d

Regio Emilia, Archivo Amancio Williams, Archivo Antonio Bonet, Archivo del

Ministerio de Obras y Servicios Públicos de la Nación, Archivo General de la

Nación, Departamento de Documentos Fotográficos, Argentina, Archivo Gó-

mez, Archivo Sydney Follet, Archivo Wladimiro Acosta, Arturo Montagú, Carlos

Moreno, Carlos Sánchez Idiart, Cátedra A. Díaz (FADU UBA), Cátedra J. Sol-

sona (FADU UBA), Ebe Bragagnolo, Facultad de Arquitectura Planeamiento

Diseño de Rosario, Fernando Aliata, Fernando Gandolfi, Fundación Antor-

chas, Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas, “Mario J. Bus-

chiazzo” (FADU UBA), Jorge Francisco Liernur, Luis Príamo, Museo de la Ciu-

dad de Buenos Aires, Patricio Randle, Federico Ortiz, Unidad de Investigación

nº 7 del IDEHAB FAU UNLP, León Ferrari, Silivia Pampinella.

Publicación opcional con Diario de Arquitectura de Clarín.

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Editor: Berto González Montaner (Diario de Arquitectura)

Diccionario de Arquitectura en la Argentina E S T I L O S O B R A S B I O G R A F Í A S I N S T I T U C I O N E S C I U D A D E S

COMPILADORES

Jorge Francisco LiernurFernando Aliata

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Investigación y textos

Nota del Editor: las firmas de los redactores se consignan al final de cada texto con sus respectivas iniciales

Proyecto y dirección generalJorge Francisco Liernur (UTDT/CONICET)Dirección operativaFernando Aliata (UNLP/CONICET)Coordinación académica y redacciónAlejandro Crispiani (PUCCH), GracielaSilvestri (UNLP/CONICET).Secretario de redacciónEduardo Gentile (UNLP)Comité científicoFernando Aliata (UNLP/CONICET), Anahí Ballent (UNQ/CONICET), Adrián Gorelik (UNQ/CONICET), Jorge Francisco Liernur (UTDT/CONI-CET), Alicia Novick (UBA), Graciela Silvestri (UNLP/CONICET).

Financiación y patrocinio institucionalConsejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Universidad de Buenos Aires (UBA),Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la UBA(FADU/UBA), Fundación Alexander von Hum-boldt.

Sede del proyecto Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas “Mario J. Buschiazzo”

Instituciones académicas que contribuyeron al proyectoFacultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional de La Plata. Coordinador: Fernando Gandolfi. Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional de Rosario. Coordinador: María Eugenia Bielsa.Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional del Litoral (Sta. Fe). Coordinador: Luis Müller. Facultad de Arquitectura de la Universidad de Tucumán. Coordinador: Diego Lecuona. Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Coordinador: Fernando Caccopardo.

Colaboradores técnicosDibujos: Coordinación: Martín Ibarlucía, Roberto Lombardi, Omar Loyola. Dibujantes: Juan Carlos Arturi, Diego Capello, Daniel Gimelberg, Ciro Najle, Serenella Perrecca, Adrián Romero, Francisco Vilchez.

Organización del listado de voces Leticia Mantz

Secretaría de redacciónPablo Blitstein, Vera Blitstein, Martín Marimón, Alejandra Marimón,Romina Paula.

Redactores Tomo e h :A. G. Adrían GorelikA. B. Anahí BallentA. C. Alejandro CrispianiA. M. R. Ana María RigottiA. N. Alicia NovickB. P. Beatriz PattiC. M. R. Carlos María ReinanteC. V. Carlos ViolaC. G. G. Carlos Gustavo GiménezC. S. Claudia SchmidtE. B. Ebe BragagnoloE. G. Eduardo GentileF. A. Fernando AliataF. W. Fernando WilliamsG. S. Graciela SilvestriG. V. Gustavo VallejoGa V. Gastón VerdicchioH. C. Horacio CarideJ. A. Julio ArroyoJ. F. L. Jorge Francisco LiernurJ. R. Jorge RamosJ. V. Julio ValentinoM. P. A. María Pía AlbertalliM. R. Mónica RojasM. D. Mercedes DaguerreM. I. de L. María Isabel de LarrañagaN. A. Noemí AdagioO. I. Otello IolitaR. L. René LongoniR. P. Roxana PérezR. V. Roberta VassalloS. B. Sonia BerjmanS. P. Silvia PampinellaS. C. Silvia CirviniV. A. Vivian AcuñaV. G. Virginia GalceránV. O. Verónica OssoV. P. Verónica Paiva

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a. C. antes de Cristo.AA. VV. autores varios.ACA Automóvil Club Argentinoadj. adjetivo.adv. adverbioANBA Academia Nacional de Bellas ArtesArq. arquitecto, ta Arqs. arquitectos, tasart. Artículo.Av. Avenida. B. Bco. banco (‘entidad financiera’)BHN Banco Hipotecario NacionalBibl. bibliotecaBID Banco Interamericano de DesarrolloBMCBA Banco Municipal de la Ciudad de Buenos AiresBN Banco de la Nación ArgentinaBo., B.° barrioBs. As. Buenos Airesc. calleC. F. capital federal (también Cap. Fed.).c/u cada unoCap. capital cap. capítuloCap. Fed. Capital FederalCCM Compañía de Construcciones ModernasCdad. ciudadCEAMSE Coordinación Ecológica Área MetropolitanaCEPA Centro de Estudios de Proyectación AmbientalCEVE Centro Experimental de la Vivienda Económicacf. cónfer (lat.: ‘compárese, véase’)Cía. compañíaCIAM Congresos Internacionales de Arq. ModernaCLACSO Consejo Latinoamericano de Ciencias Socialescm centímetroCNCB Comisión Nacional de Casas BaratasCo. Compañía. cód. códigocol. colección CONICET Consejo Nacional de Investigaciones

Científicas y Tecnológicasctv. centavo (también c., cent. y ctvo.) d. C. después de Cristo del. delegaciónDGV Dirección General de VialidadDiHA Diccionario del Habla de los Argentinos de

la Academia Argentina de Letras (2003).Diag. diagonal (‘calle’) dicc. diccionarioDir. (fem. Dir.a) director || direcciónDNA Dirección Nacional de ArquitecturaDNT Departamento Nacional del TrabajoDNV Dirección Nacional de Vialidaddoc. documentodpto. departamentoDr. (fem. Dra.), doctorDRAE Diccionario de la Real Academia

Española (2 vols. Madrid, Espasa, ed. 2001).

ed. edición || editorial (Ed., cuando forma parte del nombre de una editorial; también edit., Edit.); editor, ra.

edit., EditorialEE.UU Estados Unidos de Norteaméricaej. ejemploEPEC Empresa Provincial de Energía de Cordobaet ál. (lat.: ‘y otros’) etc. Etcéteraf . sustantivo, o construcción nominal

sustantiva, de género femenino.F. C. ferrocarrilFADU Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismofasc. fascículoFAU Facultad de Arquitectura y Urbanismofca. fábricaFNA Fondo Nacional de las ArtesFO Ferrocarril OesteFONAVI Fondo Nacional de la ViviendaGdor. (fem. Gdora.), gobernadorGral. generalha hectárea / hectáreasH.° A.° Hormigón armadoIAA Instituto de Arte AmericanoIAIHAU Instituto Argentino de Investigaciones

de Historia de la Arquitectura y del UrbanismoICOMOS Consejo Internacional de Monumentos y Sitiosíd. ídem (lat.: ‘el mismo, lo mismo’)IDEHAB Instituto de Estudios del Habitatigl.° iglesiaIng. ingeniero, raIngs. ingenieros, ras Inst. institutoINTA Instituto Nacional de Tecnología Agrariaintr. verbo intransitivo.km Kilómetro/sl. c. loco citato (lat.: ‘en el lugar citado’;

también loc. cit.)Lic. licenciado, da (también Lcdo. y Ldo.)loc. cit. loco citato (lat.: ‘en el lugar citado’;

también l. c.)Ltda. LimitadaLtdo. (fem. Ltda.) limitado (cf. Ltd.)m Metro/sm. n. moneda nacionalm. sustantivo, o construcción nominal

sustantiva, de género masculino.MALBA Museo de arte Latinoamericano

de Buenos AiresMAMBA Museo de Arte Moderno de Buenos Airesmimeo: mimeografiadoMNBA Museo Nacional de bellas ArtesMOP Ministerio de Obras PúblicasN. B. nota bene (lat.: ‘nótese bien’)N. del E. nota del editorN. del T. nota del traductorn. notaN.° S.° Nuestra Señora (referido a la Virgen;

también Ntra. Sra.)n.° número/s NA Revista Nuestra ArquitecturaNOA Noroeste ArgentinoORPBA Organización del Plan Regulador de Buenos AiresOSN Obras Sanitarias de la NaciónP. D. posdata p. ej. por ejemplo (cf. v. g. y v. gr.)p. página (también pg. y pág.)P. S. post scríptum

(lat.: ‘después de lo escrito’)

PUCCH Pontificia Universidad Católica de Chilep.° paseopág. página (también p. y pg.)párr. párrafopdo. pasadoPE Poder EjecutivoPEN Poder Ejecutivo NacionalPEVE Plan de Erradicación

de Villas de Emergenciapg. página (también p. y pág.)Prof. (fem. Prof.°) profesorpról. prólogoprov. provinciar. p. m. revoluciones por minutoreg. registroRep. repúblicaRR. HH. recursos humanosRte. remitenteS. san (cf. Sto.)s. siglo || siguiente (también sig.)S. A. sociedad anónima s. a., s/a sin año [de impresión o de edición]

(cf. s. d., s. e. y s. l.)s. d. sine data (lat.: ‘sin fecha [de edición o

de impresión]’ / sin información.s. e., s/e sin [indicación de] editorial

(cf. s. a., s. d. y s. l.)s. f., s/f sin fechaS. L. sociedad limitada (cf. S. A.)s. l., s/l sin [indicación del] lugar [de edición]

(cf. s. a., s. d. y s. e.)s. n., s/n sin número

(en una vía pública)s. v., s/v sub voce (lat.: ‘bajo la palabra’, en

diccionarios y enciclopedias)s/f Sin indicación de fecha de edición o escritura.s/l Sin indicación de lugar de edición o escrituraSCA Sociedad Central de ArquitectosSdad. sociedad (también Soc.)sig. siguiente (también s.)Soc. sociedad (también Sdad.)Sr. (fem. Sra., Sr.°, S.°) señorSto. (fem. Sta.) santo (cf. S.)t. tomoTANAPO Talleres nacionales y Popularestel. teléfono (también teléf. y tfno.)tít. títuloton Tonelada/str.: verbo transitivo.trad. traducción || traductor, raUBA Universidad de Buenos AiresUNC Universidad Nacional de CórdobaUniv. UniversidadUNL Universidad Nacional del LitoralUNLP Universidad Nacional de La PlataUNMdP Universidad Nacional de Mar del PlataUNQUI Universidad Nacional de QuilmesUNT Universidad Nacional de TucumánUPCA Union Popular Católica ArgentinaUSA: United States of AmericaUTDT Universidad Torcuato Di tellav. gr. verbi gratia (lat.: ‘verbigracia,

por ejemplo’; también v. g.; cf. p. ej.)v. véase (cf. vid.) || versov. Véase vol. volumenvs. versus (lat.: ‘contra’)VV. AA. varios autores (cf. AA. VV.)w. c. water closet (ingl: ‘servicio, retrete’)

abreviaturas

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8 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

EBELOT, ALFREDO. St. Gaudens (Haute Sa-vonne, Francia), s/d – Toulouse (Francia),1920. Ingeniero. Activo en la Argentina comoingeniero militar y civil durante la segunda mi-tad del siglo XIX. Participó en la Campaña alDesierto y también integró los equipos téc-nicos para las obras del puerto de La Plata.

Estudió en Toulouse y París. Se graduó en1839. Hasta el año 1870 fue secretario redac-tor de la Revue des deux mondes. Radicado enBuenos Aires, actuó con Alsina, quien le con-fió la dirección de los trabajos de la llamadaZanja de Alsina. Posteriormente colaboró conRoca en la Campaña al Desierto.

En 1879 tuvo a su cargo la demarcación delos pueblos de Nicolás Avellaneda, Choele-Cho-el, Puan y Guaminí, estos últimos erigidos so-bre los campamentos militares que habían si-do construidos con anterioridad.

Dirigió las excavaciones para la construc-ción del puerto de La Plata e intervino tambiénen las obras de construcción del Ferrocarril deRío de Janeiro a Bagé (Brasil).

Colaboró como periodista en diversas pu-blicaciones y diarios como: La Nación, Le cou-rrier de l’Argent; fue fundador y redactor deLa République française; escribió varios librosentre los que se destacan La Pampa, Recuerdosde frontera y Mecánica.

Bibliografía: F. Ortiz, J. C. Montero, R. Gutiérrez, A.

Levaggi y A. S. J. de Paula. La arquitectura del li-

beralismo en la Argentina. Buenos Aires: Sudame-

ricana, 1968.

ECLECTICISMO. m. (E.) Estilo que caracterizala arquitectura del siglo XIX, derivado de la po-sibilidad de utilizar experiencias figurativas delpasado (v. Revival) o de componerlas en un edi-ficio único a través de un proceso de reela-boración de las diferencias según un deter-minado criterio ordenador (“Eclecticismoestilístico”).

PERIODIZACIÓN.

Difundido a nivel local en las últimas dé-cadas de 1800 y en las primeras del siglo XX,una periodización más precisa podría colo-carlo entre 1880 y 1930, años en que el Eclec-ticismo (E.) se adopta como lenguaje del pro-ceso modernizador. El período se caracterizapor el vertiginoso crecimiento de la población,producido por la inmigración, la federaliza-ción de Buenos Aires y el boom agroexporta-dor resultante de la incorporación del país almercado internacional.

La renta diferencial, las inversiones ex-tranjeras y la incorporación masiva de manode obra inmigrante provocan la metropoliza-ción de Buenos Aires, definen el perfil indus-trial y posibilitan la construcción de infraes-tructuras territoriales adaptadas al nuevo rolinternacional, por lo que se intensifica la ur-banización de las principales ciudades.

En este lapso crítico de transformación ra-dical del ambiente construido, una nueva fi-sonomía es modelada prevalentemente por pro-fesionales, técnicos y mano de obra extranjera.

El debate en el campo político-cultural so-bre la construcción de la Nación, la institucio-nalización de la disciplina arquitectónica y elprecisarse el rol profesional del arquitecto noson ajenos a la utilización de revivals y eclec-ticismos que configuran la imagen del Estadomoderno y dan forma a las nuevas modalida-des del hábitat.

ORÍGENES Y ACEPCIONES DEL TÉRMINO.

Cuestiones teóricas y estilísticas. J. J. Winc-kelmann introduce el término y su modernadefinición en la historiografía del arte. Desdeentonces el concepto ha asumido connotacio-nes diferenciadas:

uSinónimo de disponibilidad de reperto-rios formales del pasado (J. E. Street, R. Kerr).

uAdopción del estilo predominante en lapreservación de la edilicia religiosa inglesa delsiglo XIX (Camden Society).

uSimple expresión de la moda como “co-lección de fragmentos avanzados del caos” (T.Hope).uINTERIOR DEL PALACIO PAZ, BS. AS., DE L. SORTAIS.

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ebe ecl

9Diccionario de Arquitectura en la Argentina

uMétodo crítico de selección de estilemasfigurativos de la propia tradición como vía an-tihistoricista de búsqueda proyectual, preludiode un nuevo estilo nacional (C. Boito).

Estos son solo algunos de los tantos signi-ficados que se le atribuyen en el transcursodel siglo XIX y que contribuirán a determinarla ambigüedad que desde entonces caracteri-za al término.

La manipulación de los diversos estilos, yla consecuente negación de integridad estilís-tica, ha sido generalmente considerada un as-pecto esencialmente negativo del Eclecticismo,en cuanto se opondría a un correcto acerca-miento hacia un determinado período históri-co como búsqueda de inspiración para la cre-ación de una arquitectura del propio tiempo.Los estudios filológicos desarrollados a partirdel siglo XVIII sobre la arquitectura del pasa-do habrían reducido el grado de libertad delproyectista al establecer con precisión las re-glas y los elementos constitutivos de cada es-tilo. Superada la fase de idealización, su utili-zación se pondría en relación directa con lafidelidad demostrada hacia el modelo real, y seabriría al mismo tiempo la posibilidad de re-currir a múltiples lenguajes y a diferentes mo-mentos de su propia evolución, en función delas exigencias ideológicas del tema, del gustoo del comitente (L. Benévolo, 1960).

Esta resulta una de las interpretaciones másdifundidas en la historiografía contemporánea,que tampoco es unánime en la periodizaciónde su desarrollo, en la mayor o menor coinci-dencia entre revivals y E., y aun en el juicio devalor que expresa sobre dichas experiencias fi-gurativas (L. Pateta, 1975). Una de sus acep-ciones más ajustadas se identifica con aquellaque se afirma en Francia alrededor de 1830, endirecta relación con la noción filosófica teori-zada por Victor Cousin, para indicar un mé-todo compositivo de pensamiento estructura-do a partir de la selección óptima de elementospertenecientes a otros métodos (Cousin, 1829).Una vía proyectual se delinearía entonces a tra-vés de una selección de distintos elementos ar-quitectónicos del pasado según una intrínsecafuncionalidad al presente (Collins, 1979). Aná-logas definiciones del término atraviesan elcampo historiográfico local que, identificandoel concepto con la arquitectura del liberalismo,coincide en la colocación temporal finiseculare individualiza vertientes diferenciadas (E. aca-démico, romántico y modernista), que se re-montan al transcurso del 1800 y se presentanalternativamente como historicismos o revivals.A partir de la década del ochenta aumentaría u LA EXHUBERANCIA ANTIACADÉMICA DEL PASAJE BAROLO, OBRA MAESTRA DE MARIO PALANTI EN LA AV. DE MAYO, DE BS. AS.

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10 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

el grado de contaminación estilística: distintosedificios y distintas partes del edificio pudieroresolverse con criterios diferenciados, al ex-tenderse la modalidad compositiva a la carac-terización ornamental, y pudo concebirse ca-da habitación en un estilo diferente, o en variossimultáneamente (bric à brac), a través de cier-ta analogía entre determinados estilemas fi-gurativos y las exigencias de uso y represen-tación de la “Vida Moderna”. Basado en laposibilidad de generar una recomposición es-tilística, innovadora y perfeccionable, sobre labase de estilemas asentados históricamente,tipologías consideradas adaptables a la funcióndel edificio o experimentando con el lenguajea través del collage, el E. sería sustancialmenteun fenómeno romántico que adopta códigosde expresión diversificados (R. Gabetti, 1968).

Desmontar el repertorio estilístico del pa-sado, y por medio del montaje generar un or-den diferente que responda a nuevas exigen-cias ideológicas, funcionales, materiales —y aespecíficas condiciones de producción—, im-plica a veces un E. experimental, fundamen-tado racionalmente. La búsqueda de un “esti-lo personal” con el cual expresar libremente lapropia subjetividad lleva en otros casos a laexasperación del bric à brac, por lo que se pro-voca la desintegración del lenguaje.

Al margen de las diferentes acepciones yenfoques de la crítica, resulta aceptado el he-cho de que el término haya designado en eltranscurso del tiempo fenómenos artísticos di-ferentes, complejos y contradictorios, por loque constituye una aproximación a la reflexiónestética recurrente en el campo de las artes fi-gurativas (E. Crispolti, 1958). Al tomar comopunto de partida el análisis de la crisis del len-guaje clásico verificada a principios del sigloXIX, algunos estudios a nivel internacionalhan considerado las transformaciones opera-das con la multiplicación de técnicas de ges-tión del espacio urbano como consecuencia dela subdivisión del trabajo intelectual, tenien-do en cuenta la emergencia de nuevas proble-máticas en el específico campo proyectual. Deeste modo, a la disponibilidad estilística se lasuplantaría con la complejidad de un debateque comprende la supervivencia de la disci-plina arquitectónica como tal (G. Teyssot, 1974;P. Morachiello, G. Teyssot, 1980; A. Vidler,1977). En la producción historiográfica ar-gentina prevaleció la idea del E. como una ex-presión urbana periférica resultante del so-metimiento —sin cuestionamientos— de laelite liberal local a parámetros y modelos delos países centrales. El argumento ha sido en-

tonces abordado como una importación en blo-que de tales prácticas figurativas, sin advertirla importancia de la dimensión lingüística delos dispositivos ideológicos funcionales a laconstrucción del nuevo Estado nacional.

MODALIDADES DE DIFUSIÓN.

El campo disciplinario se presenta estrati-ficado y maleable: profesionales extranjeros,arquitectos argentinos formados en las acade-mias y politécnicos europeos, los primeros egre-sados de las escuelas de arquitectura locales,técnicos, constructores, decoradores y artesa-nos, operan en un espacio profundamente con-vulsionado por el proceso de transformaciónen curso. Las exigencias de organización pro-ductiva determinan nuevos límites entre prác-ticas y agentes y provocan la paulatina inci-dencia del rol del arquitecto; de allí que se hayaverificado simultáneamente la institucionali-zación selectiva de la profesión. Este proceso

se afirma en 1886 con la primera fundaciónde la SCA (v.) y culmina en 1901 con su defi-nitiva organización y la creación de la Escuelade Arquitectura de Buenos Aires (v. Enseñanza de

la arquitectura). La formación académica de losoperadores (actualizada por los tratados de Gua-det y Cloquet), el multiplicarse de manuales ypublicaciones extranjeras divulgadoras de mo-delos e información técnico-constructiva y laaparición en el país de las primeras revistas es-pecializadas, contribuyen a configurar el ba-gaje técnico con el cual hacer frente al de- sa-fío de la modernización.

PROBLEMAS DE PERIODIZACIÓN

Y FASES ESTILÍSTICAS.

La historiografía suele vincular la difusióndel fenómeno a la europeización que se pro-duce en el panorama arquitectónico local a par-tir del período rivadaviano.

Superada la fase neoclásica de supuesta con-tinuidad con el período virreinal (v. Neoclasicis-

mo), poco pródiga en ejemplos estilísticos, sesucedería en la época rosista el uso de un in-definido Clasicismo, producto de una tradiciónempírica popular, al que se le atribuyen hipo-téticas características nacionales.

Un primer período italianizante (v. Neorre-

nacimiento italiano) de atribuciones austeras se afir-maría desde la mitad del siglo y, utilizando ele-mentos neorrenacentistas, se propondría comosimple arquitectura de fachada sobre disposi-ciones planimétricas tradicionales.

Después de Caseros, la acción constructi-va del Estado de Buenos Aires (1853-1962) in-troduciría –con las figuras de sus principalestécnicos (v. Pueyrredón, P.; Pellegrini, C.; Taylor P.)– ElE. como uso de estilos diferentes, y se afir-maría particularmente en su vertiente neorre-nacentista y neogótica.

A partir de la década del ochenta, el E. se in-tensifica y generaliza; se distinguen líneas por-tantes basadas en el origen de los vocabulariosestilísticos y en el uso que se hace de ellos. Así,los edificios más representativos tanto del áreapública como privada se resuelven en las di-versas variantes del Clasicismo afrancesado oitalianizante (E. académico); la tendencia me-dievalista se aplica principalmente a los edifi-cios religiosos y el Pintoresquismo (asociado alconcepto de Neomedievalismo en la noción deE. historicista, por la amplitud de posibilidadesque ofrecen, o englobados otras veces en la de-finición de E. romántico) adopta modelos ex-ternos a la corriente clásica, con el uso de esti-lemas provenientes de las diferentes tradicionesvernáculas, que se difunden en la arquitecturaresidencial suburbana y rural.

Como fase conclusiva se colocan los E. mo-dernistas en sus distintas expresiones (Art Nou-veau, Liberty, Secesion, Jugendstil o Modernisme)(v. Arte Nuevo).

NUEVOS ENFOQUES.

La arquitectura de las estructuras de servi-cio (mercados, silos, fábricas, depósitos, esta-ciones de ferrocarril), donde la resolución téc-nica se limita al rigor funcional, aunque sinestar ausente la mayoría de las veces la dimen-sión representativa, ha sido generalmente iden-tificada como la única vía abierta hacia la Ar-quitectura Moderna. (v. Servicios, arquitectura de).Estas esquematizaciones temporales han sidocuestionadas por interpretaciones más recien-tes, que replantean fracturas y continuidadesen la arquitectura del siglo XIX, pues conside-ran el Neoclasicismo rioplatense como parte in-

u MUNICIPALIDAD DE PERGAMINO, PCIA. DE BS. AS.

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ecl ecl

11Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u LA SALA, DE 75 M DE PROFUNDIDAD Y 28 M DE ALTURA, TIENE CAPACIDAD PARA 2.487 ESPECTADORES. SU FORMA DE HERRADURA ES COMÚN EN LOS TEATROS CLÁSICOS DEL SIGLO XIX .

w Teatro Colón

u A LA DERECHA: ENTRADA

PRINCIPAL; DETALLE DE LA

CÚPULA, CON LA TELA PINTA-

DA POR RAÚL SOLDI EN LOS

‘60; ORDENES CLÁSICOS

EN LA COMPOSICIÓN DE LAS

FACHADAS. ABAJO: CORTE

(CON LA AMPLIACIÓN DISEÑA-

DA POR M. R. ÁLVAREZ EN

1970) Y PLANTA PRINCIPAL.

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tegrante del proyecto rivadaviano que involu-cra la totalidad del espacio urbano y territo-rial, y niegan la visión del régimen rosista (1829-1852) como ruptura radical con el modelo liberalposrevolucionario y como nuevo puente con latradición colonial. En cambio, se destaca —enesta nueva interpretación— la permanencia deciertos principios técnico-proyectuales (regu-laridad, simplicidad, volumetrías puras), ca-racterísticos del bagaje formativo y del modusoperandi de los profesionales activos en el trans-curso del siglo (F. Aliata, 1998).

Por tal razón, la periodización propuesta iden-tifica sustancialmente el fenómeno ecléctico conun lábil lapso, caracterizado por la verificaciónde un cambio de mentalidad artística en los sec-tores dominantes, que recurren a repertorioslingüísticos diversificados para representar nue-vas exigencias funcionales y simbólicas.

El cuestionamiento de la noción de trans-culturación lineal emerge con claridad del de-bate arquitectónico del período, de su relacióncon las polémicas artísticas que se desarrolla-ban en Europa y del modo en que se imponí-anen o modificaban ciertas posiciones; tam-bién del uso y selección de los modelosdisponibles y del circuito cultural en el cual seformaban los operadores. Al mismo tiempo,el análisis del rol de la inmigración en la cons-titución del Estado nacional —desarrolladoprincipalmente en el campo histórico y litera-rio— ha sugerido nuevos enfoques sobre laproblemática estilística. Si el s. XIX europeose presenta como la culminación de la crisisdel Clasicismo y el punto de máximo enrare-cimiento de sus códigos, en el caso argenti-no se plantea el problema de los distintos len-guajes como modo de representación deconflictos latentes en un momento de reaco-modamiento disciplinar y de profundos cam-bios sociales. Partiendo de la consideración dela ciudad como campo de batalla, territorio deconfrontación de infinidad de proyectos dis-tintos y contradictorios, cuyo desmontaje evi-denciaría procesos de gestación de una cultu-ra de mezcla, es posible comprender por quéen una serie de objetos urbanos los sectoreshegemónicos potencian y extienden sus va-lores simbólicos. Bajo esta óptica, el uso dehistoricismos y revivals propone nuevas ca-racterizaciones de las relaciones entre culturacentral y cultura periférica; cultura de los sec-tores dominantes y pluralidad cultural del res-to de la sociedad. Renovando la impostaciónteórica y los instrumentos de análisis e intro-duciendo la idea de selección entre las múlti-ples influencias recibidas, se registran mani-

festaciones de cierta autonomía en la produc-ción arquitectónica argentina.

Por otro lado, estudios especializados en eldesarrollo urbano de Buenos Aires han seña-lado la presencia de un conflicto central en latransformación metropolitana: las respuestasa la estrategia global de concreción de la ciu-dad real, actuada por los sectores dominantesadoptan actitudes que van desde la aceptaciónhasta el rechazo, y producen distorsiones, adap-taciones o fracturas. En vez de acudir a la in-diferenciada metáfora pevsneriana del baile demáscaras, y reconociendo la funcionalidad ylos matices que el uso de los lenguajes esti-lísticos adquiere en el proyecto liberal —dis-

tinguiendo además entre proyectos alternati-vos de hegemonía cultural internos a la propiaelite—, la clave de lectura de los distintos re-pertorios formales se impostaría sobre un pla-no diverso. Se los considera simultáneamentecomo instrumentos de diferenciación en ma-nos de grupos social y étnicamente heterogé-neos, espacio de resistencia, mecanismo deafirmación de la propia diversidad en la elec-ción cuidadosa de sintagmas lingüísticos iden-tificados con la nacionalidad de procedencia,ante estrategias oficiales de dominio que tien-den a eliminar la diferencia para gestar ese hí-brido cultural que debería ser la base de la nue-va Nación. Son estilos que se ponen tambiéncomo intento de valorización superestructuralen el proceso descualificador producido por laconversión del espacio urbano en terreno deespeculación.

El E. aparece entonces como símbolo delcaos metropolitano, pero también como sin-gular modo de sistematizar tendencias, gru-pos, categorías sociales que buscan la afirma-ción de una identidad afanosamente invocada,en respuesta a estructuraciones ideológicas quelos países de origen ponen en marcha desde elpoder en franca oposición con las estrategiashomogeneizadoras del Estado argentino.

Cabe entonces preguntarse qué grado de fle-xibilidad demuestran tales códigos y cómo sedeclinan en el nuevo contexto; en qué forma re-accionan en los parámetros específicamente ar-quitectónicos, como la tipología, la configura-ción espacial o los esquemas funcionales, antelas contradicciones del proceso de urbanización.

Por otro lado, distanciándose de la nociónde estilos modernistas, como superación pro-gresista de los academicismos o de la concep-ción de los mismos como momento de tran-sición entre dos rígidas categorías estilísticas(E. y Movimiento Moderno), el tema se plan-tea como paradigmática zona de frontera en-tre una pluralidad de prácticas; borde en el quese cruzan y articulan viejos y nuevos discur-sos; punto de inflexión de un debate oscilanteentre la recuperación de las tradiciones en laconstrucción de una arquitectura nacional y laincorporación de lo nuevo a un universo dis-ciplinario en crisis. Precisamente del conflic-to lingüístico que representa el clima socio-cul-tural de la Buenos Aires del Centenario:heterogeneidad, confusión y diversidad, selamentará la elite. ¿Acaso este E. no ha dadocarácter a la nueva Babel sudamericana? Con-tradicciones que evidencian, una vez más, laarbitrariedad de los lenguajes, la inexistenciade categorías estilísticas como estructuras uní-vocas y totalizantes.

TENDENCIAS, OBRAS Y ARQUITECTOS.

Se ha insistido sobre el academicismo li-beral afrancesado de la arquitectura eclécticaargentina sin interrogarse sobre cómo y porqué las tendencias borbónicas consiguen unaafirmada hegemonía. Es evidente que un con-sistente sector de la elite dirige su mirada ha-cia París como paradigma de nuevas modali-dades del habitar e impone los academicismoscomo jerarquización de la edilicia institucio-nal o como expresión de distinción en la edi-licia privada. El mecanismo de identificaciónsimbólica que excluye y diferencia es sutil yprecario: en el preciso momento en que los par-venu (inmigrantes enriquecidos) adoptan unaamplia gama de lenguajes eclécticos para evi-denciar la posición social alcanzada, la elite

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u INTERIOR DE LA EMBAJADA DE FRANCIA, DE P. PATER.

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13Diccionario de Arquitectura en la Argentina

abandona los estilos borbónicos del primer Re-nacimiento francés (Luis XIII y XIV), y rei-vindica el primer Luis XVI por su sobriedad.Se pondría así en funcionamiento un meca-nismo reiterado en la historia de la disciplinay legitimado por la misma Academia des Be-aux Arts, que propone un Clasicismo elemen-tal como marco en el cual recuperar los valo-res tradicionales puestos en crisis con elmultiplicarse de corrientes heterogéneas (his-toricismos y revivals). El Clasicismo en susdiferentes vertientes se constituyó desde en-tonces en campo de elaboración y teorizaciónde impulsos renovadores (J. Liernur, 1983).Sin embargo, resulta inapropiado suponer laexistencia de un único centro emisor que seconcibe privado de conflictos internos por laimposición de modelos. Una verdadera dis-puta de representaciones con selecciones y ex-clusiones está en la base de una determinadacorriente figurativa, tanto en el centro comoen la periferia, a la cual no son extrañas las ins-tituciones étnicas y sus proyectos de predo-minio. Sintéticamente, y reconociendo ciertaarbitrariedad en la operación, es posible esta-blecer las principales tendencias del panora-ma ecléctico argentino al asociarlas los distin-tos modelos culturales y nacionales a los quese hace referencia:

Francesa: línea representada por el academi-cismo Beaux Arts en sus diferentes acepcionesestilísticas. Sus principios básicos (órdenes clá-sicos, simetría, proporción), tipologías (deri-vadas del clasicismo francés) y estilemas lin-güísticos (mansardas, óculos, lucarnas),generalmente con hibridaciones italianizan-tes, se difunden a partir de fines de la décadade 1880. Entre los ejemplos más significativosde la arquitectura institucional en Buenos Ai-res se encuentran: Palacio de Justicia (1906-1910), Colegio Nacional (1908) y Correo Cen-tral (1908-1928), de N. Maillart (v.) o el ConcejoDeliberante, de H. Ayerza (v.). Adquiere ampliadifusión en la edilicia residencial de la elite,proyectada por los profesionales de más pres-tigio, como R. Sergent (v.), con el Palacio Errá-zuriz (1911), la quinta Alvear en San Fernandoy el Palacio Ferreyra en Córdoba (1913); P. Pa-ter (v.), con el edificio de Cerrito y Arroyo (ac-tual Embajada de Francia); además, caracte-riza la mayoría de los numerosos hotelesprivados y petit-hôtels realizados, entre otros,por L. Dubois (v.), E. Lanús y P. Hary (v.), E.Le Monnier (v.) y J. Dormal (v.). Esta línea se ex-tiende a otras funciones con el edificio de laBolsa de Comercio (1916), de A. Christopher-

sen (v.), y con el más tardío Hotel Continental(1930), de A. Bustillo (v.). La versión parisinadel Art Nouveau encuentra en A. Plou (v.), A.Massué (v.) y E. Hugé (v.) ejecutores atentos ala definición decorativa de la fachada, sin alte-rar sustancialmente las características del or-ganismo arquitectónico tradicional.

Italiana: se manifiesta a partir de la mitad delsiglo XIX en una primera fase de difusión derepertorios neorrenacentistas a través de la obrade profesionales y constructores italianos quetraen consigo modelos académicos e idonei-dad técnica. Nicolás y José Canale (v.) realizanel trazado urbano de Almirante Brown (Adro-gué) y de sus principales edificios públicos (igle-sia, municipio, escuela) a partir de 1873; pro-yectan además la iglesia parroquial de Belgrano(1864-1916) y la Iglesia de la Piedad (1866-1895). Otras figuras como P. Fossati (v.), au-tor de la reestructuración del Palacio San Joséen Concepción del Uruguay (1850-1858), y J.B. Arnaldi (v.), constructor de la Catedral de Pa-raná (1883) y de Santa Fe, difunden la mane-ra italiana en las provincias del Litoral. Tam-bién esta aceptación del academicismo esconsiderada particularmente apta para los edi-ficios públicos y caracteriza con mayor o me-nor grado de contaminación los organismosestatales del interior. Así, S. Danuzio (v.) cons-

truyó la Casa de Gobierno (1854-1856), la Re-sidencia Provincial (1855-1858) y la Cámara deDiputados (1856) y la de Senadores (1858) deParaná durante el período en que la ciudades designada capital de la Confederación; N.Grosso (v.), L. Caravatti (v.) y N. Cánepa (v.) ejer-cen su actividad en Corrientes, Catamarca ySantiago del Estero (v. Neorrenacimiento).

Un segundo momento más ecléctico cuen-ta entre sus principales exponentes a: F. Tam-burini (v.), con obras como el Teatro Rivera In-darte (1890) de Córdoba o el Nuevo TeatroColón en Buenos Aires (1889-1908); C. Morra(v.), con el edificio de la Biblioteca Nacional(1902); G. Aloisi (v.), autor de la sede de la Fa-cultad de Medicina de Buenos Aires y de nu-merosas residencias privadas; L. Broggi (v.), queincursiona en matices florentinos (edificios deJuncal y Libertad o de Arenales y Uruguay), yJ. Buschiazzo (v.), quien desarrolla una inten-sa actividad arquitectónica y urbanística no so-lo a través de su estudio particular sino tam-bién como técnico municipal. Entre sus obrasmás significativas, se pueden destacar la Mu-nicipalidad de Belgrano (1869; 1887-1900), nu-merosos hospitales: Muñiz (1882-1894); SanRoque (1893); Italiano (1896); Durand (1909),hospicios, escuelas, mercados, sucursales ban-carias, la remodelación del cementerio de laRecoleta y el de la Chacarita; edificios religio-sos, como la Iglesia del Carmen (1881-1888), yresidenciales: palacio Salas (1904) y palacioDevoto en Plaza Lavalle (1913), ambos en Bue-nos Aires, casas de renta.

Ya superada la primera década del siglo, V.Colombo (v.), F. Gianotti (v.), B. Pedrotti (v.) y M.Palanti (v.) emprenden itinerarios antiacadé-micos diferenciados que fluctúan entre conta-minaciones Liberty y exuberancias formales.

u PALACIO SAN JOSÉ, C. DEL URUGUAY, DE P. FOSSATI.

u IGLESIA DE SANTA FELICITAS, BARRACAS, DE E. BUNGE.

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Alemana: está representada por profesionalesformados en instituciones académicas alema-nas y articula estilos académicos o revivals ins-pirados en la arquitectura del norte europeo.Su importancia es relevante inicialmente, cuan-do muchos de sus principales exponentes ocu-pan cargos públicos y participan en la institu-cionalización de la disciplina. Se destacan entreellos: C. Altgelt (v.), activo en la edilicia estatalcomo miembro del Departamento de ObrasPúblicas de la Nación y arquitecto de la Direc-ción de Escuelas de la Provincia de Buenos Ai-res (Escuela Petronila Rodríguez, 1889); E.Bunge (v.), vencedor del concurso de proyectospara la Penitenciaría Nacional (1870) y para elHospital Alemán (1876), autor de la EscuelaNormal de Maestras (1893), de las cárceles deSan Nicolás y Dolores (1893), de la iglesia deSanta Felicitas (1870) y de numerosas resi-dencias particulares como la de Guerrero (1869)o la de Pereyra Iraola (1886); A. Büttner (v.); F.Schwarz (v.); A. Schneider (v.); H. Schmitt (v.),y principalmente A. Zucker (v.) y L. Siegrist (v.),quienes, manteniendo parámetros académi-cos, desarrollan soluciones tecnológicas de in-terés, como la cortina de vidrio en la ochava deledificio Villalonga; la estructura metálica in-novadora en el Plaza Hotel en Buenos Aires,de Zucker (v.), o los temas de servicio, como de-pósitos (Chacabuco 167 y Perú 535) o merca-dos (Córdoba 2846), de Siegrist (v.); E. Sack-mann (v.), autor de la sede del Banco AlemánTransatlántico (Reconquista y Mitre), o F. Naeff,proyectista del edificio Bunge y Born (Lavalley Alem), ponen en evidencia a través de susobras los círculos económicos que emergen co-mo principales comitentes, mientras O. Ran-zenhofer (v.) combina una búsqueda lingüísti-ca novedosa en el uso de superficies vidriadascon influencias Jugendstil (casa de RodríguezPeña 1870, en 1910).

Inglesa: está vinculada a los circuitos empre-sarios y financieros británicos que proveen ca-pitales, técnicos y tecnologías para la realiza-ción de las estructuras de servicio. Sus figurasmás destacadas son ingenieros y arquitectoscontratados por las grandes compañías ferro-viarias. E. L. Conder (v.), graduado en la RoyalAcademy de Londres, llega al país como téc-nico del Ferrocarril Central Argentino y cons-truye varias estaciones de esa línea, entre ellasla de Retiro (1910-1914) donde, como era ha-bitual para este tipo de edificios, el estilo que-daba limitado a la fachada y el gran hall de in-greso, mientras que la estructura metálicaencontraba su ámbito de expresión en la cu-

bierta de los andenes; se ocupa también deledificio administrativo de la empresa (ubica-da en 25 de Mayo y Bartolomé Mitre) y, en co-laboración con Newbery Thomas (v.), proyec-ta la Oficina de Ajustes de los Ferrocarriles(1914), en Alsina y Paseo Colón, consideradoel primer rascacielos de Buenos Aires. Se evi-dencia en este caso la relación del grupo conlos intereses británicos, materializada en larealización de un gran volumen de obras, en-tre las cuales figuran los grandes depósitos pa-ra firmas importadoras de textiles, como laMoore & Tudor (1915); la sede de la NorthernAssurance (1918); el Banco de Londres y Amé-rica del Sud en Buenos Aires y Rosario; el Hos-pital Británico de Buenos Aires; el frigoríficoSmithfield de Zárate. Y como Conder, Follet& Farmer, las grandes tiendas Harrods y Gath& Chaves, en Florida y Cangallo (hoy Perón),además de las sucursales en todo el país. Enel mismo círculo se mueve P. B. Chambers(v.), quien, asociado con L. Newbery Thomas,desarrolla una gran actividad proyectual liga-da también a comitentes estadounidenses; en-tre sus principales intervenciones se cuentanla estación del Ferrocarril Sud en La Plata(1905); la nueva estación de Constitución; eledificio del Ferrocarril Central Córdoba enCangallo (Perón) y San Martín; el Consuladobritánico y el colegio St. Georges de Quilmes;las sedes de la Southern British and Mercan-til Insurance, el Banco Anglosudamericano,

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u VIVIENDA MULTIFAMILIAR EN BS.AS., DE J. GARCIA NUÑEZ.u TIENDA HARROD´S, DE CONDER, FOLLET Y FARMER.

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el Banco de Boston (1924), la Ford Motor Co.Otros profesionales destacados son BassetSmith (v.), J. Smith, W. Campbell, E. A. Merry(v.), F. Moog (v.) y L. H. Lomax (v.). Si bien den-tro de las modalidades eclécticas, esta línea deproducción arquitectónica ha sido relaciona-da con la tradición funcional inglesa por suactitud empírica en la resolución del progra-ma, el uso de nuevos materiales (hierro y vi-drio) y por el montaje en seco de elementosprefabricados.

Española: J. García Núñez (v.) y F. Roca (v.), es-pecialmente influenciados por el Modernismocatalán, son las personalidades que dan identi-dad a esta corriente. Si bien introducen en susvocabularios motivos decorativos y solucionesarquitectónicas innovadoras, su producción re-sulta relegada a los márgenes del campo dis-ciplinar, donde tácitamente se sanciona quela renovación debe ser afrontada dentro del cor-pus normativo tradicional. Un Experimenta-lismo antiacademicista de considerable calidadcaracteriza algunas de las casas de renta de Gar-cía Núñez: edificios de Tucumán y Suipacha(1909), C. Pellegrini y Arroyo (1911) y Viamontey Larrea (1912); además, se puede citar su re-sidencia particular sobre la avenida Indepen-dencia (1909) mientras que sus comitentes dela colectividad hispánica encuentran en sus ar-ticulaciones lingüísticas un modo de afirmar lapropia diversidad cultural en el Hospital de laSociedad Española de Beneficencia (1908) o enel Hospital Español de Temperley. F. Roca ejer-ce su profesión en Rosario, donde realiza la se-de de la Asociación Española (Santa Fe y EntreRíos), el Club Español (Rioja 1052) y el Pala-cio de Cabanellas (San Luis 1145).

Suiza: es de importancia secundaria respectode las anteriores, y diferenciada internamenteen tendencias asociadas a las regiones de ori-gen (cantones alemanes, franceses e italiano),no siempre concordantes con el modo de ca-racterización que debía asumir la colectividad.En ella sobresalen los arquitectos A. Albertolli,J. Dunant (v.) y F. Eberle; este último ganadordel concurso de la Casa Suiza en 1893. Cier-tos círculos provenientes del Cantón Ticino –decultura lombarda y tradicionalmente afirmadosen el campo edilicio– desarrollan lazos pro-fundos con la elite italiana, configurando alian-zas particularmente activas en intervencionesurbanas. D. Donati (v.), G. Maraini, A. Máspo-li, F. Antonini, C. Agustoni, A. Cremona, sonsolo algunos de los profesionales ticineses ac-tivos en la Argentina finisecular.

Sin embargo, si por razones de claridad he-mos individualizado tendencias según su pro-cedencia étnico-cultural, sería ingenuo supo-ner que el cuadro funciona circunscripto a estasúnicas variables. Capitales de origen diversifi-cado, circuitos financieros entrelazados, sec-tores sociales con paradigmas urbanos dife-renciados atraviesan transversalmente el campo,configurando grupos de poder que no siempreactúan según parámetros transparentes y pre-establecidos, y que, por lo tanto, deben ser in-dagados en su específico funcionamiento y par-ticularidades. Debe recordarse que el procesode valorización del suelo urbano genera en Bue-nos Aires un mercado inmobiliario cuyos már-genes especulativos no encuentran compara-ción en otras capitales del mundo. La ciudades un territorio por conquistar y en la estrate-gia para hacerlo los lenguajes constituyen uninstrumento de singular eficacia.

LA DIMENSIÓN URBANA.

La red de servicios que cubre las ciudadesdel 1800, sobreponiendo múltiples interesessectoriales, constituye también en Buenos Ai-res soporte e incentivo de la edilicia privada yun mecanismo de valorización del suelo. Segeneran en la metrópoli porteña procesos deconcentración de capital con el consecuenteimpulso a la especulación inmobiliaria en laszonas céntricas —destinadas a las clases me-dia y alta— y la dispersión periférica de los sec-tores populares, operada a través de un dispo-sitivo del habitar que, promoviendo la viviendaunifamiliar autoconstruida como instrumen-to de control social y fijación de la mano deobra inmigrante, adquiere particulares con-notaciones urbanas (J. Liernur, 1984). Las ar-quitecturas eclécticas ejercen en este contextosu poder conectivo entre las “partes de la ciu-dad” que se producen como diseños alternati-vos de estratos concurrentes de la burguesía.En estos términos pueden leerse las princi-pales intervenciones urbanas del período, des-de la construcción del nuevo puerto a la je-rarquización espacial del tejido residencial.

La Avenida de Mayo. (v. Buenos Aires). La aper-tura de la Avenida de Mayo (1884-1894) du-rante la gestión de Torcuato de Alvear, segúnel trazado del arquitecto J. Buschiazzo (v.), cons-tituye un episodio urbano significativo del pro-ceso de transformación de Buenos Aires en laprincipal metrópoli sudamericana y posibilitala lectura de los diferentes repertorios estilís-ticos que entonces se disputaban la ciudad. Setrata de un eje simbólico y monumental que,en sintonía con las pautas urbanísticas de mo-dernización experimentadas en las principales

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15Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u EN EL EJE MONUMENTAL DE LA AVENIDA DE MAYO SE DESPLIEGAN LAS PRINCIPALES ACTIVIDADES METROPOLITANAS, Y LOS DISTINTOS REPERTORIOS ESTILÍSTCOS DEL ECLECTICISMO.

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capitales europeas, une perspectivamente loscentros del poder constitucional: la Plaza deMayo y la Plaza de los Dos Congresos, y des-pliega en su recorrido todas las actividades queparticipan de la prosperidad general: comer-cios, oficinas, grandes tiendas, casas de renta,teatros, hoteles, cafés y restaurantes. Respe-tando globalmente una articulación tripartitade fachada (basamento - piano nóbile - corona-miento), no enunciada en la normativa edili-cia, se obtiene un marcado efecto general dehorizontalidad, acentuando las visiones axia-les buscadas en la resolución de la cuadra quese delinea según una franja pública (comer-cial), una franja habitable (vivienda y oficinas)y una franja de fuerte caracterización urbana(sucesión de coronamientos). Simetría, pro-porción, euritmia, tripartición, motivos orna-mentales adquieren flexibilidad para respon-der simultáneamente a las exigencias deindividualidad de cada edificio. En el nivel pla-nimétrico, el tradicional sistema compositivoa poché se adapta a las características de la par-celación urbana (limitación en el ancho o lairregularidad); la resolución de la esquina en-cuentra múltiples variables de articulación,mientras alteraciones sintácticas y gramati-cales se verifican en el uso y combinación delos distintos estilos partiendo del sintagma clá-sico, indagando sobre los límites de rupturade los códigos lingüísticos. Cada objeto ar-quitectónico constituye de este modo un epi-sodio de la escena urbana generada por el lais-sez faire, que dicta las reglas del naturalcrecimiento de la ciudad.

Repertorios estilísticos. La renovación alcanzael tradicional centro político y comercial de laciudad de Buenos Aires: la Plaza de Mayo, conla demolición de la antigua recova, las sucesi-vas reestructuraciones del Cabildo y la remo-delación de la Casa Rosada, realizada por el ar-quitecto Tamburini a partir del 1883. ElAcademicismo Segundo Imperio, que carac-terizaba las arquitecturas preexistentes (la Ca-sa de Correos, realizada en 1873 por el arqui-tecto sueco C. Kihlberg, (v.), y el vecino edificiocomisionado por el presidente Roca a E. Aberg,(v.), como sede del Poder Ejecutivo en 1882) fuereemplazado por un Eclecticismo italianizan-te que, a través del arco de triunfo coronadocon loggias, mansardas y falsas cúpulas, ligarálos dos cuerpos en un único volumen. La so-lución se resiente por la superposición de es-tilemas (aberturas biforadas, columnas y pi-lastras neorrenacentistas, cubiertas germanas,

óculos y profusión decorativa) que no facilitanuna lectura armónica del resultado.

En el extremo opuesto, el Palacio del Con-greso (1887-1916) fue realizado por V. Mea-no (v.), ganador del concurso internacional con-vocado en 1895. El mecanismo ecléctico deyuxtaposición compositiva de sintagmas for-males significantes (escalera y doble rampa,pórtico hexástilo, frontis y cúpula sobre tam-bor cilíndrico) es explicitado por el proyectis-ta, quien recuerda cómo el estilo grecolatinoadoptado permite acoplar la pompa romanacon la pureza de las líneas griegas, pero nocombinando dos estilos, sino tomando de ca-da uno de ellos lo bastante como para aprove-char sus caracteres más sobresalientes, mástípicos, más aptos para amoldarse a las actua-les exigencias y expresar más sinceramente elpensamiento moderno; al clima y también alas costumbres se concederán corredores y am-plias galerías. La posterior apertura de la Pla-za de los Dos Congresos (1909-1911) aumen-tó el efecto de monumentalidad que yacaracterizaba el punto focal de la avenida, ycontribuyó en modo determinante al énfasiscelebratorio de las instituciones fundaciona-les de la Nación.

El Palacio Municipal (1891), proyectado porel arquitecto J. Buschiazzo, retomó en un edi-ficio público las características estilísticas delAcademicismo francés, ampliamente difun-didas en la edilicia residencial de la elite.

Con análogos recursos formales, los ar-quitectos A. Gainza y C. Agote (v.), egresadosde la École des Arts et Manufactures de París, re-alizaron la sede del diario La Prensa (1896).

Con la introducción del Petit-hôtel de losOrtiz Basualdo (1895), de C. Paquin y J. Du-nant (v.), se pone de manifiesto el problema dela jerarquización lingüística de la residenciaprivada circunscripta al límite de la superficiede fachada o a la resolución de esquina; es elcaso de la residencia Lawson (1893), proyec-tada por A. Christophersen, quien recurriótambién en este caso a estilemas borbónicosque encontraría expresiones tardías en el aus-tero Luis XVI que caracteriza el edificio Sud-américa, construido en 1926 por los arqui-tectos A. Guilbert y E. Gantner (v.), o la sededel Banco Argentino-Uruguayo, realizada en1928 por E. Le Monnier (v.); son ejemplos elo-cuentes del modo en que esta vertiente aca-demicista responde a los códigos de edifica-ción establecidos para la Diagonal Norte.

Los estilos académicos de origen italianose hicieron presentes en obras notables co-mo el edificio de La Inmobiliaria (1910), del ar-u PALACIO DEL CONGRESO DE LA NACIÓN, DE V. MEANO.

u LÍNEAS ESTILÍSTICAS FRANCESAS EN LAS RESIDENCIAS DE LA ÉLITE: PALACIO ERRÁZURIZ, DE R. SERGENT.

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quitecto lombardo Luis Broggi (v.), donde seevidencia un claro dominio de los instrumen-tos proyectuales. La multiplicación de recur-sos lingüísticos, utilizados con el fin de evitarel riesgo de monotonía formal implícito en laextensión de la fachada, resulta controlada porla matriz compositiva.

Otros profesionales importantes del mo-mento, como C. Schindler (v.), C. Nordmann(v.) y A. Buttner (v.), realizaron edificios sobrela Avenida. También los modernismos se pre-sentan conjugados en sus diferentes acepcio-nes como contaminaciones innovadoras de es-quemas compositivos solo parcialmente dados.Se descubrirán entonces las posibilidades deluso del hierro y la elegancia de las grandes aber-turas vidriadas en la sede de Gath & Chaves,ampliada por L. Mirate (v.) en 1910, o en el edi-ficio realizado por el arquitecto F. di Bacco (v.)

en 1913 (Avenida de Mayo 1396). La búsquedade originalidad formal caracteriza las cúpulasbulbosas del Hotel Chile, del arquitecto L. Du-bois (v.), quien introduce el hierro y la cerámi-ca como elementos artísticos, mientras obrascomo el Palacio Vera (1910), de A. Prins (v.) yA. Ranzenhofer, evidencian la voluntad cuali-ficante de un lenguaje que oscila entre las lí-neas orgánicas del Art Nouveau o los motivosgeométricos secesionistas recuperados por J.García Núñez en el edificio de Chacabuco70/86 (1910). Entre los antiacademicismos demayor relevancia se destaca, por la exuberan-cia de su tratamiento formal, el Palacio Baro-lo (1919-1923), de M. Palanti, cuya disposiciónplanimétrica incluye en planta baja un pasajecomercial. Se indagan en este caso límites yposibilidades de una estructura sintáctica aúntripartita, graduando el plano de fachada conla inclinación de los últimos tres pisos y acen-tuando la verticalidad con una torre de volu-metrías escalonadas que, al superar los edifi-cios más altos de la época, se transforma en elrascacielos de la década del veinte. Pero serásobretodo el Art Déco (v.) de inspiración preco-lombina, que experimenta J. Kalnay en la se-de de Crítica (1926) el que evidencie el fin deun ciclo, y se ponga como marco lingüístico deuna renovación arquitectónica encaminada ha-cia una decidida fase de afirmación.

La Plata (v.). La fundación de la capital bonae-rense en 1882 constituye otro episodio urbanorelevante. Proyectada por P. Benoit (v.) y con-cebida inicialmente como una “nueva BuenosAires” cuyo poder económico se asentaría enel puerto de Ensenada, la ciudad se configuraa través de un trazado urbano ortogonal al que

se superponen dos redes conectivas de circu-lación rápida (avenidas y diagonales). Sobre eleje de simetría NE-SO, caracterizado como ejemonumental, surgen los principales edificiospúblicos, realizados por reconocidos profesio-nales de la época: A. Buttner, J. Buschiazzo, J.Dormal, C. Altgelt, E. Aberg. También en es-te caso el E. expuso la heterogeneidad de susposibilidades estilísticas, y el Academicismode sus diversos matices se adoptó en los edifi-cios representativos del rol asumido por la nue-va ciudad: Renacimiento francés en la Casa deGobierno, Clasicismo Segundo Imperio en laLegislatura, realizada por los arquitectos ale-manes Heine y Hagemann, y en la Municipa-lidad proyectada por Stier; el Neodórico fueconsiderado adecuado a la Necrópolis, el Co-rintio, al carácter áulico del Museo de CienciasNaturales y el Neogótico a la Catedral.

PROGRAMAS Y TIPOLOGÍAS.

El equipamiento del Estado nacional re-quiere respuestas diversificadas. La arquitec-tura oficial se resolvió frecuentemente a travésde concursos internacionales para los edificiosde la Capital y con profesionales locales en lasciudades del interior. De este modo, los len-guajes del E. se prestan para caracterizar losedificios públicos que se diseminaron en todoel país (casas de gobierno, municipalidades, le-gislaturas provinciales, tribunales, ministerios,correos, universidades, etc.), articulando ensus diversas inflexiones los temas del poder

institucional. Al mismo tiempo, el modelo deorganización que adoptaron los sectores diri-gentes requirió ingresos de capitales y tecno-logías extranjeras que permitieran la cons-trucción de los dispositivos de trabajo,transporte y producción, educación y discipli-na de la población. Trazados ferroviarios (v. Fe-

rroviaria, arquitectura), puertos (v.), mataderos, y fri-goríficos (v.) fueron necesarios para la economíade exportación. Las obras de infraestructuraurbana y el proliferar de escuelas (v.), hospita-les (v.), cárceles y cuarteles definieron en unalínea de intervención gestionada por profesio-nales que actúan como funcionarios estatalesasalariados. En directa relación, surgirán lasentidades de gestión financiera, como ban-cos (v.), bolsas de comercio (v.) y oficinas ad-ministrativas. La burguesía desarrolla ademássus propias temáticas públicas, el club, el tea-tro, el hipódromo, mientras que las colectivi-dades étnicas afirmaron por medio de sus ins-tituciones (clubes, sociedades de socorrosmutuos, hospitales, escuelas, edificios religio-sos) la reivindicada diversidad cultural. El gra-ve déficit habitacional generado por el repen-tino aumento de la población encuentróinéditos paliativos en la multiplicación de con-ventillos y casas de inquilinato en el centro dela ciudad, y en la difusión periférica de la “ca-sa propia”. También los sectores medios y al-tos adoptaron nuevas tipologías residenciales,y fue específicamente en este ámbito en el cuallos eclecticismos sancionaron jerarquías so-ciales y representaciones simbólicas.

Palacios urbanos y rurales. Dentro del primertipo pueden mencionarse las residencias deprestigio que surgen en la zona norte de la ciu-dad de Buenos Aires, en los alrededores de laPlaza San Martín o sobre la Avenida Alvear. ElPalacio Ortiz Basualdo, del arquitecto J. Dor-mal; el Palacio Anchorena (1909), de A. Chris-tophersen, o el Palacio Paz (1912), de L. Sor-tais. Las mansiones rurales construidas comocascos de grandes estancias introducen tam-bién el uso de revivals románticos inspiradosen los chateaux del Renacimiento francés o entemas medievales pintoresquistas.

Hotel Particular y Petit-hôtel. Partiendo delos modelos franceses se desarrollaría múlti-ples variantes de una tipología destinada asectores medios y altos, que en su versión máseconómica del petit-hôtel ocupaba un solo lo-te con ingreso asimétrico y fachada sobre lalínea municipal. Adaptado al fraccionamien-to del suelo porteño, el tipo sufriría distor-

ecl ecl

17Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u EDIFICIO DEL CONCEJO DELIBERANTE DE BUENOS AIRES

(ACTUAL LEGISLATURA), DE H. AYERZA. CORTE DEL HALL.

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siones, convirtiéndose en ocasión para unaproductiva experimentación proyectual. Re-sulta ampliamente ejemplificado en la obrade arquitectos como A. Christophersen, C.Nordmann u O. Ranzenhofer.

Chalé periférico o de veraneo (v. Chalé; Pintores-

ca, arquitectura). Está relacionado con las elabo-raciones antiurbanas de la ciudad jardín y res-ponde a las necesidades y exigencias simbólicasde los sectores medios. Adoptado principal-mente en su versión cottage inglés o villino ita-liano de periferia, se resuelve en dos niveles conplanimetrías funcionales, composición volu-métrica y materiales naturales (madera, ladri-llo, piedra, teja). Esta tipología encuentra otraescala de desarrollo en los chalés de veraneoque familias de la elite construyen en los nue-vos balnearios de la década del veinte.Casa de renta (v.). Inicialmente destinada a sec-tores altos por los costos que implicaba el nivelde confort ofrecido, representa una respuestatipológica a la densificación que provoca la va-lorización del suelo urbano. En este tipo de so-

lución se manifiesta con evidencia el grado deconflictividad que se genera entre los paráme-tros especulativo-cuantitativos que rigen el mer-cado inmobiliario y las exigencias simbólicasdel comitente, que requiere cualificación de es-pacios y materiales; constituye también un cam-po propicio para la simbiosis entre modelos in-ternacionales y tipos tradicionales.

Edificio en altura. Si bien el crecimiento verti-cal se relaciona directamente con el tema de lasposibilidades que ofrecen las nuevas tecnolo-gías constructivas, el argumento no se desvin-cula del problema de la traslación tipológica aun preciso tejido urbano, de las resolucionescompositivas que genera la introducción de in-venciones mecánicas en la distribución plani-métrica del edificio o del uso del lenguaje res-pecto del significado que adquiere el universotecnológico en el imaginario colectivo.

HISTORIOGRAFÍA.

La historiografía de la arquitectura en la Ar-gentina ha abordado el tema del E. con una

visión hegemónica que evidencia una serie dediferencias ideológicas, teóricas y metodológi-cas, relativas a las investigaciones que se handesarrollado en el campo internacional. Desdelos trabajos pioneros realizados en el IAA porM. Buschiazzo (1965-1966), la pluralidad lin-güística de fines del siglo XIX ha sido conside-rada como agresión europeizante hacia un mí-tico pasado criollo; esta visión se reforzaría através del estudio de la Arquitectura Colonial yen la formulación de una línea historiográficaparticularmente interesada en la catalogaciónde valores propios y ajenos. Al alimentar unaperspectiva patrimonialista que descuida la di-mensión teórica de la historia, este enfoque do-cumental se convertiría en simple instrumen-to de validación conservativa. Se configura enestos términos una lectura canónica y operati-va del E. que, sin analizar las motivaciones ide-ológicas y culturales de los usos estilísticos, losconcibe como momento de transición de unproceso que desembocaría en el MovimientoModerno con una implícita desvalorización dela noción de estilo. En esa línea se colocan tra-

18 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u FACHADA DEL COLEGIO NACIONAL DE BUENOS AIRES, PROYECTADO POR NORBERTO MAILLART SIGUIENDO LA TRADICIÓN ACADÉMICA FRANCESA.

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bajos como los de F. Ortiz, J. Montero, R. Gu-tiérrez y A. Levaggi (1968), que sistematizan laproducción del período. El pasaje tipológico ve-rificado en la vivienda opulenta con el abando-no paulatino de la casa patriarcal es tomado co-mo pretexto por R. Iglesia (1989) para idealizarlos lazos familiares tradicionales de sangre yafecto que la europeización de la nueva bur-guesía había transformado en triviales rela-ciones legales y económicas.

Los estudios de J. Gazaneo (v.) y M. Scaro-ne (1966; 1967), al adoptar la línea pevsneria-na, que privilegia las pautas funcionales y laracionalidad de las construcciones ingenieri-les (otorgándoles valor estético y connotacio-nes morales), explicitan la idea de la técnica co-mo único factor de innovación lingüística; porlo tanto, la arquitectura ecléctica es impugna-da por su anacronismo frente a las nuevas exi-gencias de eficiencia y productividad.

Intenciones de profundizar y replantear elacercamiento se manifiestan en R. GómezCrespo (1984) y en R. Fernández; este último,en particular, propone revisar el concepto deE. en su especificidad productiva, analizandola relación dialéctica que estableció con la van-guardia. A diferencia de la Modernidad, don-de se verifica una tensión productiva utópica,el fenómeno ecléctico se caracterizó por unpragmatismo positivista, dirigido hacia la ma-terialización edilicia que se revelaría coherentecon el proceso capitalista de construcción dela ciudad. El intento de identificar claves deinterpretación adecuadas al caso porteño lle-va además a hipotetizar la inclusión de alter-nativas de vanguardia en el universo de lasprácticas eclécticas.

La contraposición entre la ciudad colonialhispánica y patriarcal, y una ciudad europeaprogresista y genéricamente afrancesada comoúnica imagen urbana a la cual habría recurri-do la clase dirigente del período, retorna en laintervención de R. Iglesia (1988) sobre la Ave-nida de Mayo, leída una vez más mediante lostópicos de la historiografía tradicional (trans-culturación unilateral; mecanismo de imposi-ción aplicado simétricamente desde el centro—París— a la periferia —Buenos Aires— y des-de una compacta elite liberal a los sectores po-pulares). Con el mismo argumento, M. Asen-cio (1988) relativiza esta perspectiva.

Las investigaciones de J. Liernur (1983; 1984;1988; 1989) han replanteado el problema me-diante nuevas hipótesis de gran productividad,que han repercutido en trabajos más recientessobre el proceso modernizador y el estudio dela conformación y características de los instru-

mentos lingüísticos metropolitanos, de los es-pecíficos problemas arquitectónicos que se ge-neran al adaptar modelos y del grado de crea-tividad con que ellos son utilizados (F. Aliata,1988-1989; 1990); M. Daguerre (1991); A. Go-relik (1988-1989); G. Silvestri (1989). M. D.

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ECOLOGÍA. f. (Del griego oikos, casa, mora-da, ámbito vital, y logos, estudio, ciencia).Rama de la biología, definida inicialmente porErnst Haeckel como “suma de todas las re-laciones amigables o antagónicas de un ani-mal o de una planta con su medio orgánicoo inorgánico, incluidos los demás seres vi-vos; el conjunto de todas las relaciones com-plejas consideradas por Darwin como las con-diciones de lucha por la vida”. La ecología seconvirtió en los años tardíos del siglo XX enuna de las ciencias más populares, y exce-dió su campo de acción específico, en la me-dida en que muchos problemas acuciantesde la sociedad humana (poblaciones en ex-pansión; escasez de alimentos; polución am-biental) aparecieron íntimamente ligados alos procesos señalados y estudiados por ella.Actualmente, está focalizada en el conceptode ecosistema, unidad funcional consistenteen la interacción de organismos y en todos losaspectos del ambiente en un área específica,de modo que implica tanto los componentesabióticos como los bióticos (entre los que seincluye, obviamente, el hombre). En la medi-da en que la perspectiva ecologista, despuésde la Segunda Guerra Mundial, pasó a cons-tituir una de las claves para evaluar la inter-vención en los ambientes humanos, su pesoen las disciplinas de transformación del há-bitat y en la legislación correspondiente re-sulta determinante.

HISTORIA.

Ernst Haeckel, biólogo alemán discípulode Darwin, denominó Oekologie, en 1866, auna nueva rama de la biología. Su conceptobásico consistía en colocar en relación al or-ganismo con su ambiente, concepto éste queincluía tanto otras poblaciones orgánicas co-mo el contexto físico de su desarrollo. Desde

ecl eco

19Diccionario de Arquitectura en la Argentina

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20 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

entonces, diversos investigadores redefinie-ron la ciencia de la ecología como la economíade la naturaleza, entre ellos Julian Huxley yH. G. Wells en The Science of Life (1931). No esextraña la presencia del famoso escritor deciencia ficción como coautor de este popularlibro: el cruce entre definiciones científicas yenunciados de gran impacto popular acom-paña desde entonces a la disciplina.

Para evaluar el progreso específico de laciencia ecológica, es necesario recordar que elestudio de la dinámica de las poblaciones (ani-males y humanas) había cobrado especial ím-petu en las primeras décadas del siglo XIX.Malthus llamó la atención sobre el conflictoentre las poblaciones humanas en expansióny la capacidad de la tierra para producir ali-mentos; con esta base Pearl, Lotka y Volterra,en la década de 1920, desarrollaron los presu-puestos matemáticos del estudio de poblacio-nes, lo que condujo a experimentos basadosen la interacción entre depredadores y presas,las relaciones competitivas entre especies, laregulación de poblaciones, los comportamientosde los individuos de una determinada comu-nidad. Otros científicos se dedicaron en la mis-ma época a estudiar los presupuestos energé-ticos: así, Thineman introduce el concepto detrophic o niveles por los que la energía del ali-mento es transferida, a través de una serie deorganismos, desde las plantas hasta los con-sumidores animales. Elton desarrolla esta pers-pectiva desde el concepto de nicho ecológico yla pirámide numérica. Pero la ecología moder-na se establece definitivamente en 1942, cuan-do Lindeman ofrece en los Estados Unidos unaversión dinámica de la ciencia, que detalla elmovimiento energético a través del ecosiste-ma, versión luego desarrollada y publicitadapor Eugene y Howard Odum. Nuevas técnicasde medición (microcalorimetría, computación,matemática aplicada) llevaron con los años aun nuevo tipo de ecología que muchos auto-res denominan system ecology, cuyo objeto con-siste en el estudio de la estructura y funciónde los ecosistemas.

El concepto de ecosistema otorgó a la eco-logía una base conceptual fuerte y fácilmentedifundible en la opinión pública. El ecosiste-ma funciona manteniendo un flujo de energíay un “reciclado” de materiales a través de es-calones definidos como comer y ser comido,utilización y conversión, conocido como cade-na alimenticia. Los ecosistemas “maduran” ha-cia la estabilidad, desde lo menos complejo has-ta lo más complejo, o desaparecen. Este cambiodireccional se denomina sucesión. La unidad

mayor del ecosistema es la población, que ocu-pa en él un determinado nicho. Cuando unapoblación alcanza el límite impuesto por el eco-sistema, debe estabilizarse o morir. La relaciónentre el comportamiento de las comunidadesanimales en su nicho y la acción humana fueestablecida desde la posguerra; retornando asídesde otra perspectiva científica los planteosque habían inspirado no solo la ecología sinoen general la biología decimonónica. La me-todología de la ciencia se amplió entonces pa-ra evaluar los grandes problemas de la acciónhumana sobre la Tierra, acción caracterizadacomo en perpetuo antagonismo entre el arti-ficio humano y la forma natural. Esto dio ori-gen a los movimientos llamados hoy ambien-talistas o ecologistas, cuya presión en las esferasgubernamentales locales e internacionales haadquirido gran importancia desde los años se-tenta. (v. Ambientalismo). G. S.

ECOLOGÍA URBANA. f. Disciplina de recienteformación, que se estructuró entre 1960 y1970 con aportes de la ecología biológica, laeconomía, la sociología, la demografía, el ur-banismo, etc.

Aunque ya desde 1950 los ecólogos habíancomenzado a ocuparse de las ciudades, en tra-bajos como los de Wolman, recién dos déca-das después las investigaciones adquieren ca-rácter sistemático, especialmente por lostrabajos de Howard Odum (Environment, Po-wer and Society, 1971). Iniciativas como el pro-grama MAB de la UNESCO (1971) apoyaronestudios sobre ecosistemas urbanos que se con-virtieron en clásicos de la nueva disciplina, co-mo el dirigido por Stephen Boyden y un equi-po de la Universidad Nacional de Australia parala ciudad de Hong Kong. También en la dé-cada del setenta aparecieron las primeras pu-blicaciones especializadas, como el Journal ofUrban Ecology en Holanda. Un hito funda-mental en el asentamiento de esta rama de laecología lo constituyó Hábitat, el congreso delas Naciones Unidas sobre asentamientos hu-manos, desarrollado en Vancouver, Canadá(1976), que produjo sobre todo una amplia pu-blicidad de los problemas centrales del am-biente urbano señalados por esta disciplina.

ARGENTINA.

Los primeros estudios sistemáticos de unaciudad en esta perspectiva se produjeron enCórdoba, en cuyo municipio fue creada el Áreade Ecología Urbana en 1973. Entre 1977 y 1983funcionó en Buenos Aires una cátedra de Eco-logía Urbana y Regional como parte del Cur-so Superior de Planeamiento, mientras queentre 1978 y 1985 se dictaron cursos de pos-grado sobre Ecología Humana en la Escuelade Salud Pública de la Universidad Nacionalde Córdoba. Relacionado también con las cien-cias médicas, la Academia Nacional de Medi-cina había desarrollado el Primer Simposiosobre Ambiente y Salud en 1975, anteceden-te del Primer Congreso sobre la Ciudad y suMedio Ambiente. La disparidad en la calidadcientífica de las ponencias, la heterogeneidadde las temáticas y la superposición de disci-plinas no redundó en aportes relevantes, aun-que el congreso contribuyó a la difusión delenfoque ecológico sobre la ciudad. Un hitofundamental en pos de la sistematicidad delos estudios se produjo a partir del Seminariosobre Ambiente y Urbanización que organi-zó en CEUR en 1981, coordinado por JorgeEnrique Hardoy (v.), quien integró tempra-namente

u DOS PROYECTOS EXPERIMENTALES DE CARLOS

LEVINTON: LA BÚSQUEDA DE UNA EXPRESIÓN

ARQUITECTÓNICA DE LA SUSTENTABILIDAD.

Viviendas ecológicas

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namente el comité editorial del Journal of Ur-ban Ecology desde su aparición en 1975. A par-tir del mismo núcleo se inicia la edición delBoletín sobre Medio Ambiente y Urbanización(Bs. As.: IIED), el foro de mayor importanciasobre problemas ambientales. Desde la disci-plina arquitectónica, el intento más sistemá-tico de unificar la proyectación tradicional conla nueva agenda de problemas lo desarrolló elplatense Rubén Pesci, coordinador del CE-PA (Centro de estudios y proyectación del Am-biente (v.)), especialista en Planeamiento Me-tropolitano en el CONHABIT desde 1975. Surevista A/mbiente (v.) ocupó un lugar de im-portancia en la cultura arquitectónica duran-te la época del Proceso.

Subsistió la controversia, a pesar de la di-fusión del enfoque en las diversas ciencias ytécnicas ocupadas de la ciudad, entre las dis-ciplinas más tradicionales (urbanismo, ecolo-gía biológica, sanitarismo, etc.) y la ecologíaurbana, cuyas difusas fronteras y aspiracionesholísticas llevaban necesariamente a la “inva-sión” de otros campos. Un cruce característi-co fue el de la ecología urbana con la ecologíasocial y humana, originadas en el ámbito de lasociología en forma relativamente autónomade la biología científica. En el Río de la Plata,la institución más representativa de esta ten-dencia la constituye el CLADES (Centro Lati-noamericano de Ecología Social), que opera enMontevideo, donde se realizaron seminariosde importancia para la integración de las di-versas ciencias en relación con el Primer Con-greso Latinoamericano de Ecología (1989). Pe-ro la dificultad de reunir las ciencias delambiente en un espacio común atinente al equi-librio urbano y territorial queda manifestadapor el camino independiente realizado por laingeniería sanitaria y otras ramas afines (quí-mica ambiental, seguridad e higiene del tra-bajo, etc.). El sanitarismo poseía un largo li-naje en el país (v. Higienismo), como lo prueba lacreación de instituciones de importancia co-mo la Escuela Superior de Sanidad en SantaFe o el Instituto de Ingeniería Sanitaria de Bue-nos Aires. En las décadas recientes, los pro-blemas que más convocaron a los sanitaris-tas se reunieron alrededor de la contaminacióndel agua, el aire y el suelo, en función de me-diciones de impactos ambientales y solucionestecnológicas. Sucesivos seminarios y congre-sos, como también publicaciones específicas(v. gr.: Caris), demuestran un camino total-mente independiente de las tendencias que porcomodidad llamaremos ambientalistas; estas,si bien no deben identificarse con la discipli-

na ecológica urbana o social, tiñen fuertementesus presupuestos ético-políticos y su concep-ción el mundo. (v. Ambientalismo). G. S.

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banos. S/l, CIAM, FAU, UNMdP, s/f.

ECOLOGISMO. (v. Ambientalismo)

EDIFICACIÓN “CONTRA TEMBLORES”.E. “ANTISÍSMICA” y EDIFICACIÓN SISMO-RRESISTENTE.

EDIFICACIÓN CONTRA TEMBLORES.

A comienzos del siglo XX, esta forma com-pleja de valor nominal aludía técnicamenteal conjunto de sistemas, materiales y cons-trucciones realizadas para “resistir la acciónde los sismos”.

EDIFICACIÓN ANTISÍSMICA.

Forma compleja de valor nominal, de grandifusión aún en la actualidad; se la consideraincorrecta semánticamente por cuanto los pre-fijos “anti” y “contra” remiten a la idea de ‘opo-sición’ a la formidable liberación de energía de-rivada del movimiento de las placas tectónicas,cuyo control a escala humana resulta imposi-ble. El tecnicismo que la disciplina arquitectó-nica considera apropiado es sismorresistencia.

EDIFICACIÓN SISMORRESISTENTE.

Tecnicismo de forma compleja, que la ar-quitectura emplea para referirse a la construc-ción cuya estructura ha sido diseñada y calcu-lada considerando dentro de sus estados decarga el efecto sísmico, mediante la inclusiónde la acción dinámica o cuasidinámica de unterremoto, ideal de proyecto para el cual el edi-ficio responde con un colapso que genera im-portantes daños, pero sin destrucción comple-ta, de modo que garantiza la vida de susmoradores.

Los sismos pertenecen al mundo de la na-turaleza y, si bien el hombre no puede evitar-los, puede controlar sus efectos. Esta es esen-cialmente la noción que alimentó el desarrollode la ingeniería antisísmica. Recién entre fi-nes del siglo XIX y principios del XX puede de-cirse que las construcciones comienzan a serproyectadas de modo sismorresistente.

a. El gran terremoto de Mendoza (v.). Hasta me-diados del siglo XIX, en la región andina deAmérica del Sur, el conocimiento y la com-prensión del fenómeno sísmico y sus efectossobre las construcciones eran aún muy rudi-mentarios. El manejo empírico de materialesy tecnologías locales, provenientes de la épocahispano-colonial, dieron como resultado un te-jido urbano homogéneo de construcciones ba-jas, de adobes o tapia, techos de caña y barrosobre tirantes de madera. Resistencia a partir

eco edi

21Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u EXPRESIÓN DE LA ESTRUCTURA EN LA FACULTAD DE ARQUITECTURA DE LA UNIVERSIDAD DE MENDOZA, DE ENRICO TEDESCHI.

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de la inercia de la masa muraria y limitaciónde la altura de los edificios fueron las dos va-riables con las cuales se manejó intuitivamentela construcción durante siglos.

Hacia 1850, con la llegada a Mendoza de al-gunos técnicos extranjeros, se produjeron cam-bios tecnológicos importantes en la edificaciónde cierta envergadura. Un ingeniero ligur in-trodujo el uso estructural de la madera, conimaginativos diseños de techos y de anclajescon los muros, con los cuales se mejoraba elcomportamiento sísmico de las tradicionalestecnologías de tierra; dos hermanos de la Lom-bardía propiciaron el empleo del ladrillo coci-do para edificios de cierta magnitud, como elconocido Pasaje Sotomayor, y obras de inge-niería de importancia para su época, como elacueducto del Challao.

En 1861 se produjo un acontecimiento de-cisivo en la vida de la ciudad: un fuerte y des-tructivo terremoto que modificó notablemen-te el espacio urbano, pero también aceleróprocesos de cambio sociocultural, que la se-gunda mitad del siglo impuso en todo el país.

La asistencia técnica recibida de Chile per-mitió incorporar a la tradición constructiva cu-yana la experiencia y la acumulación de co-nocimiento respecto del fenómeno que se habíaalcanzado en ese país. También fue importantela participación de profesionales y técnicos ex-tranjeros (en particular italianos y franceses)en todas las obras del posterremoto, ya sea através del apoyo técnico y económico recibidodel gobierno nacional o estimulada en la fuer-te demanda que generó la reconstrucción.

Si bien se continuó construyendo con sis-temas de tierra, por considerárselos más elás-ticos que los de ladrillo cocido y por ser muchomás económicos, al tradicional adobe (v.), sinembargo, se le introdujeron mejoras cualitati-vas. Las innovaciones tecnológicas consistie-ron esencialmente en la utilización de estruc-turas de madera, tanto como esqueletosautoportantes o como armazón incorporadaa los muros, ya que en muchos casos el uso deladobe o la “quincha”se limitó a la función decierre o tabique divisorio interior. Se dio asíuna amplia gama de variantes con distintascombinaciones entre los sistemas de tierra, losalivianados de quincha y los entramados demadera. También se advirtió la convenienciade dotar a los edificios (primero de adobe, lue-go de ladrillo) de una estructura o de un siste-ma de vinculación entre sus partes: en los en-cuentros de muros entre sí, con los techos, enlas aberturas, etc.

La edificación continuó siendo baja, de un

solo piso. Los sistemas constructivos y los ma-teriales empleados en el posterremoto no per-mitieron dar saltos tipológicos importantes conrespecto a la forma de las plantas. No se po-dían construir edificios de grandes luces o va-rios pisos, no solo por las limitaciones del sis-tema constructivo, sino fundamentalmente porla escasez de maderas duras en la región. Laobra pública de la reconstrucción —casa de go-bierno, iglesia matriz, cárcel, hospital (1863-1880)— se realizó con estos sistemas “anti-sísmicos” de arquitecturas de tierra y madera.

b. Los cambios tecnológicos que llegaron conel ferrocarril. A partir de 1885 quedó librada alservicio público la red ferroviaria que unía Men-doza con Buenos Aires. El primer factor de cam-bio que operó sobre la ciudad fue la presenciade los mismos ingenieros del ferrocarril quellegaron a la región para el tendido de la red ypara la construcción de edificios.

El sistema que la arquitectura ferroviariaintrodujo y difundió como el más adecuado pa-ra zonas sísmicas fue el de la mampostería deladrillo cocido, reforzada y armada con flejeso barras de acero incorporadas entre hiladas.

La presencia del ferrocarril también hizo po-sible la llegada de materiales, nacionales e im-portados, como acero (perfiles, planchuelas ybarras), cerchas inglesas, columnas metálicasy tejas y chapas de distinto tipo para las cubiertas.Este cambio en la oferta tecnológica incidió par-ticularmente sobre la arquitectura de las bode-gas, por la posibilidad de cubrir grandes luces.Las estructuras murarias de estos importantes

edificios del siglo XIX constituyen desde el pun-to de vista tecnológico un tipo anterior al demampostería con estructura de hormigón ar-mado, que comienza a emplearse y difundir-se a partir de principios del siglo XX. Las mam-posterías del XIX —siempre refiriéndonos alladrillo cocido— tienen a veces, incluidas en-tre las hiladas, en los encuentros de muros, enlos anclajes de los techos, en los dinteles, etc.,diferentes piezas de acero que ligan la estruc-tura muraria, colocadas para “coser” los pun-tos con concentración de esfuerzos y tensiones,en un saber derivado de la experiencia. En el si-glo XX comienza a ensayarse el uso estructu-ral del hormigón armado; se define así una es-tructura resistente que une y enmarca los pañosde mampostería y considera el trabajo solida-rio entre ambos materiales.

El ferrocarril permitió también importar vi-viendas de Europa y de los EE.UU. A fines dela década de 1880, las viviendas prefabricadasde madera y de acero, importadas de Franciay Bélgica, son una novedad que interesa a laelite mendocina en la búsqueda de edificios se-guros ante los sismos.

Las construcciones prefabricadas construi-das de madera empezaron a utilizarse merceda las facilidades de la importación y del trans-porte a Mendoza por el ferrocarril. El uso dela madera como material estructural tenía susdefensores y sus detractores. La escasez de ma-deras duras y resistentes en la región obligabaa traerlas de otros sitios y no siempre eran es-tacionadas convenientemente antes de ser uti-lizadas, con lo cual se corría el riesgo de que

22 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u EL TERREMOTO DE SAN JUAN DE 1944 IMPULSÓ LA RENOVACIÓN NORMATIVA EDILICIA EN ZONAS DE RIESGO SÍSMICO.

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la aridez del clima de Mendoza las deformarahasta límites inadmisibles. Otro de los incon-venientes de la madera era el peligro de incen-dios. En este sentido la experiencia del terre-moto de 1861 había sido aleccionadora: el fuegodestruyó tanto como el sismo. Por ello, las obrasdel período de la reconstrucción se hicieron entecnologías de tierra con estructuras de made-ra, que al quedar incluidas en los muros esta-ban protegidas de este peligro potencial.

Después del terremoto de San Francisco(EE.UU.) en 1906, con su devastador incen-dio, las construcciones de madera quedarondesprestigiadas en relación a las de mampos-tería y al novedoso “cemento armado”. La ma-dera y la prefabricación quedaron restringidaspara áreas suburbanas o rurales, hecho que in-dujo en la vivienda un salto tipológico brusco,en este caso hacia el chalet, en sus variantes decottage suizo o americano, promocionados porlos catálogos de las empresas fabricantes o im-portadoras. La moda y las nuevas tecnologíascoinciden en las propuestas de estas cons-trucciones pintorescas, de aire campestre, con-fortables y modernas.

Hacia fines del siglo, el uso del acero en lasestructuras tuvo una especial aplicación en laconstrucción de grandes edificios. Se difundiótambién el uso de la bovedilla de ladrillo tipo“catalana”, con perfiles de acero tanto paratechos como para entrepisos, así como las co-lumnas de hierro fundido. El problema prin-cipal del acero era su altísimo costo, y si bieneran reconocidas su resistencia y durabilidad,el terremoto de San Francisco demostró la vul-nerabilidad del acero desnudo frente al fuego,ante el cual colapsaba en forma violenta. Pa-ra la construcción de viviendas de categoría –dehasta dos pisos superiores y sótano– se difun-dió en Mendoza un sistema denominado side-ro ladrillo, que consistía en una estructura deperfiles de acero cuyos espacios intermediosse rellenaban con ladrillos, formando el muroluego recubierto con metal desplegado y revo-cado por ambas caras.

El empleo del acero desnudo quedó limi-tado a la construcción de estructuras de edifi-cios con grandes luces, por lo general indus-triales, o a obras de ingeniería como lospuentes viarios y ferroviarios que se hicieronentre fines del XIX y principios del siglo XX.

c. El “cemento armado” como material de van-guardia de la “edificación contra temblores”.Fue el ingeniero Domingo Selva quien lanzóuna completa propuesta programática de uti-lización del “cemento armado” como el ma-

terial de construcción más conveniente paratodo el país –no solo para áreas sísmicas– y pa-ra todo tipo de obras. A partir de 1906 co-mienza a aparecer, en los requerimientos delos proyectos de obras públicas, que estas de-ben ejecutarse en sistemas “contra temblores”.

Desde 1903 y hasta 1910 surgieron en la re-gión numerosas empresas constructoras queofrecían un gran número de alternativas parala construcción de edificios y obras sismorre-sistentes. Muchas no superaron la fase expe-rimental en el empleo de nuevos materiales ysistemas constructivos. En 1906 logra consti-tuirse en Mendoza una empresa pionera cuyodirector técnico era el mismo Selva: Cons-tructora Andina, la más importante en edifi-cación “contra temblores” hasta 1930, que na-ce con el objetivo expreso de desarrollar ydifundir el uso del “cemento armado”. La pren-sa calificó al hecho como una “obra patriótica”,necesaria y largamente postergada, a la quebrindaría todo su apoyo. A pesar del impulsoinicial puesto en el proyecto y en la difusióny promoción del “cemento armado”, no tarda-ron en aparecer los obstáculos que la propuestatenía: en primer lugar, el costo elevado de losinsumos y la dependencia respecto de la im-portación de cemento.

Sin embargo, fue destinado para aquellosusos en los que presentaba notables ventajascomparativas; como en la construcción de pi-letas para vinificación, tanto para fermentacióncomo para almacenamiento. También resultóinmejorable para obras de ingeniería, comopuentes, acueductos y canales de riego.

En cambio, el cemento armado no fue, con-trariamente a lo planteado por Selva, una so-lución posible al problema de la vivienda po-pular, sino solo una alternativa de avanzadapara la elite y sectores reducidos de la incipienteclase media. La propuesta original de Selva pa-ra la construcción de viviendas económicascontemplaba paredes y losas dobles para me-jorar la aislación térmica; con el fin de abara-tar los costos se hicieron simples por lo queresultaron casas muy frías en invierno y muycalurosas en verano.

Desde el punto de vista técnico, en cuantoal monolitismo, la resistencia al sismo y la res-puesta solidaria por la continuidad del mate-rial que otorgaba el “cemento armado”, la so-lución era inobjetable. De allí que hasta 1930se desarrollaron los sistemas constructivos, losmétodos de diseño y cálculo que hoy conoce-mos como sismorresistentes, y perfeccionóel uso del hormigón armado, empleado co-mo único material o asociado con distintos

tipos de mamposterías. El desarrollo temprano de la “edificación

contra temblores” en la región de Cuyo se de-be en particular a dos factores. En primer lu-gar, el apoyo oficial desde una fracción progre-sista de la clase política a las iniciativas parahallar mejores soluciones al antiguo problema.En segundo lugar, el estado alcanzado por elconocimiento científico-técnico que, en el mar-co de la ingeniería moderna, aspiraba a hallarsoluciones universales y apelaba a su vez a lasexperiencias de otros países del mundo, en elafán de acumular conocimiento y avanzar enlas teorías producidas. En tal sentido, puedeafirmarse que este desarrollo tecnológico nosubicó en la avanzada del estudio sistemático dela problemática en el ámbito mundial, a la parde Francia, Italia y los Estados Unidos.

Este desarrollo tecnológico evidenció tresetapas: una fase inicial, en la que surgen losprototipos y la difusión es muy restringida; unafase experimental, que corresponde al desarrollotecnológico propiamente dicho, con una granmovilidad y producción de variantes; y una fa-se de consolidación, donde se difunden algu-nas variantes y se desechan otras, y en la cualprogresivamente, a partir de la reglamentación,se cristalizan los sistemas admitidos.

De este modo se fueron consolidando co-mo sistemas óptimos para la sismorresisten-cia los tipos tecnológicos basados en el usocombinado del hormigón armado y la mam-postería, debido particularmente a: la mejoradaptación de estos sistemas a las condicionesbioclimáticas de la región (de grandes ampli-tudes térmicas e inviernos crudos); la calidadde las terminaciones; el aspecto de solidez yseguridad; el abaratamiento de los costos conla producción nacional de los insumos.

El desarrollo de la tecnología del hormigónarmado continuó avanzando durante todo elsiglo XX, pero no alcanzó difusión masiva si-no hasta después de 1960. El desarrollo de laimportación, y consecuente encarecimiento,se superó en 1938 con la instalación de la pri-mera fábrica local de cemento (v.), hecho quecambiaría significativamente el panorama dela construcción local.

En Mendoza, los sismos producidos en 1917y 1927 actuaron como catalizadores en la for-mulación de legislaciones sobre construcciónsismorresistente, aunque estas tuvieron unavigencia relativa y una aplicación bastante la-xa. La arquitectura pública y los mejores edifi-cios privados de la ciudad permanecieron su-jetos a normas o reglamentaciones de distintoorigen, pero no significaban más que un mí-

edi edi

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nimo porcentaje del total del volumen cons-truido. Recién en la década de 1970 el Códi-go de Construcciones Antisísmicas comien-za a regir como norma general y única paratodo tipo de construcciones, de uso y propie-dad tanto pública como privada.

d. El terremoto de San Juan. El 15 de enerode 1944 se produjo un terremoto en el GranSan Juan, que ocasionó la destrucción total dealrededor del 80% de las construcciones exis-tentes (v. San Juan). Este hecho impulsó la ela-boración de normas y controles para la edifi-cación, en la que tendría un papel central eluso del hormigón armado.

Dada la envergadura de la emergencia, elgobierno nacional dispuso la creación de unorganismo autárquico, denominado “Consejode Reconstrucción de San Juan”, dependientedel Poder Ejecutivo Nacional (Decreto N.° 17432del 01.07.1944), entre cuyas atribuciones seencontraban la elaboración de un Código deEdificación y el control de su cumplimiento através de una oficina especial, y daba énfasisal diseño estructural sismorresistente.

El “Consejo de Reconstrucción de San Juan”extendió el alcance de sus funciones al restodel país: construyó e instaló las primeras esta-ciones sismológicas en algunas provincias, porlo que se transformó en el “Consejo Nacionalde Construcciones Antisísmicas y de Recons-trucción de San Juan” –CONCAR– (Ley Na-cional N.° 16405 del 30.07.1964), con algunasnuevas funciones respecto de su antecesor.

En 1972, el Poder Ejecutivo Nacional dis-puso la disolución del CONCAR por conside-rar cumplidas las tareas de reconstrucción ycreó por Ley N.° 19616 del 08.05.1972 el Ins-tituto Nacional de Prevención Sísmica –IN-PRES–, en el ámbito del Ministerio de Obrasy Servicios Públicos, para llevar adelante la Po-lítica Nacional de Prevención Sísmica. S. C.

Bibliografía: S. Cirvini. La estructura profesional y

técnica en la construcción de Mendoza. T. I Los agri-

mensores. Mendoza: IAIHAU, 1989 y T. II Los inge-

nieros y los arquitectos. Inédito, 1992; S. Cirvini.

“Mendoza. La arquitectura de la reconstrucción

posterremoto (1863-1864)”. En: Revista Historia de

América, N° 108, México: IPGH, 1989; S. Cirvini. “Ar-

quitecturas de tierra. Prototipos sismorresistentes

en la Mendoza posterremoto (1863-84)”. En: Revista

DANA, N.° 27, Resistencia (Chaco), 1989; S. Cirvini.

“Edificación contra temblores. Aportes para una

historia de la construcción sismorresistente en Ar-

gentina”. En: Revista Historia de América. N° 128,

enero-junio de 2001, IPGH.

EISLER, MARTIN. Viena (Austria), 1913 - SanPablo (Brasil), 1977. Arquitecto. Difusor deldiseño moderno de muebles en la Argentina.

Eisler, diplomado en la Escuela Politécni-ca de Bellas Artes de Viena, emigró a BuenosAires en 1938. Junto a su compatriota WalterLoos (v.), difundió en el país el “mueble mo-derno estilo vienés”. En el mismo año de sullegada expuso en la Galería Müller una co-lección de muebles diseñada por él, antece-sora de la exposición en el Salón de Bellas Ar-tes de 1940. Pocos años después se separó deLoos y fundó, en 1945, Interieur Forma. Enla década del cincuenta estableció contacto conFlorence Knoll y logró la representación de lafirma para Brasil (1960), Uruguay y Argenti-

na (1961). Su firma pudo contar así con los di-seños de Mies Van der Rohe, Marcel Breuer,Le Corbusier (v.), Harry Bertoia y Saarinen, querevolucionaran el concepto local del diseño deinteriores. En esa etapa, Eisler abandona el Vie-nés Moderno de sus primeros diseños para vol-carse a una línea más racionalista. Es espe-cialmente recordado de este período su sillón“costilla”. Fue además escenógrafo y regisseur(trabajó para el teatro Colón y el Teatro Ar-gentino de La Plata). G. S.

Bibliografía: C. Méndez Mosquera. “Martin Eisler”.

En: summa, n.° 125, junio de 1977.

EJIDO. m. Campo o conjunto de terrenos quecircundan una ciudad o poblado, en los queno se labra ni se planta, y son comunes a to-dos los vecinos. Durante la Edad Media sufunción era variada: servían originalmente pa-ra descargar en ellos mieses y limpiarlas; co-mo reserva para un futuro crecimiento de latrama; para realizar ferias y reuniones multi-tudinarias que excedían el tamaño de las pla-zas de las ciudades o no estaban sometidasa la autoridad urbana. También cumplían un

necesario servicio como campo de tiro en ca-so de que la ciudad fuese sitiada por ejérci-tos enemigos. El término proviene de la deri-vación vulgar de exitus (salida).

A lo largo de los siglos, el sentido de la pa-labra sufrió una serie de modificaciones, de-bido al desarrollo generalizado de las estruc-turas urbanas y, la consiguiente transformacióndel ejido, antes público, en terreno privado. Enuna primera etapa, constituyó un lugar de asen-tamientos de baja densidad que servían tam-bién para proveer a la ciudad de frutos y hor-talizas. Luego, en función del crecimiento yextensión de la mancha urbana, se anexó al res-to de la ciudad sin características diferencia-das, por lo cual el ejido dejó de tener un sen-tido funcional preciso.

Ya en las leyes de Indias (v.) el concepto deejido incorpora su rol principal en América: elde espacio de reserva para el crecimiento de laciudad (“que si creciera la población siemprequede bastante espacio”), mientras que la fun-ción de lugar de uso común para que paste elganado y crezcan montes silvestres de árbolesfrutales, pasa a denominarse “dehesa” (1523).

De allí en más, como territorio de reservaurbana, queda implícita la posibilidad de queel mismo deje de ser tierra común para trans-formarse en dominio privado, aunque con al-guna especialidad diferenciada de las zonascentrales. A partir de esta concepción, comobien lo reconoce C. E. Pellegrini, temprana-mente en el Río de la Plata la idea se fue dis-torsionando y el término ejido se transformóen “un campo conteniendo en su centro unapoblación, y alrededor de esta, casas de recreo,jardines y chacras”. Esta acepción diferencia-da se considera en la legislación emanada delCabildo de Buenos Aires, que en 1689 man-dó a ensanchar el ejido de la ciudad, previen-do el crecimiento de la población. Otra vez en-contramos una mención al tema, en un decretodel 16 de abril de 1826, por el cual el gobier-no de Martín Rodríguez, con el deseo de fo-mentar la agricultura y la erección de pueblosen la campaña, mandó que se les asignarana estos cuatro leguas cuadradas de terreno pa-ra distribuirlos entre los pobladores en sola-res, quintas y chacras. La medida obedecía —según Pellegrini— a la necesidad de evitar quea una legua de distancia del centro de cadapueblo no hubiese tropas de ganado errantes.La idea fue retomada por el Departamento To-pográfico (v.), que precisó aún más la medidae intentó dar a este territorio circundante unaforma circular que se avenía más claramente

24 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u EL SILLÓN “COSTILLA”, DE MARTIN EISLER.

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al espíritu de la ordenanza. Sin embargo, lacomplejidad que significaba la realización detrazas, cálculos y amojonamientos de super-ficies que incluyesen segmentos de un arcohizo retornar la reglamentación a la conside-ración de una forma cuadrada o rectangularde ejido. Posteriormente, Dorrego aumentó a16 leguas cuadradas los ejidos de las nuevasfundaciones; Rosas, por su parte, no observóuna norma fija en la consideración de los eji-dos de las poblaciones creadas durante su man-dato. De allí en más la consideración del tér-mino varió hasta convertirse a mediados delsiglo XIX en una circunscripción territorial re-lativa a un punto o población determinada.Luego el término evolucionó hasta conside-rarse sinónimo de trazado urbano, cuadrícu-la (v.) o trama, ya que, con el crecimiento delas ciudades el ejido dejó de tener diferenciasmorfológicas o funcionales con el resto de laestructura urbana. F. A.

Bibliografía: C. E. Pellegrini. “Ejidos de los pueblos”.

En: Revista del Plata, segunda época, n.° 4, febrero

de 1861; A. S. J. de Paula. “Planeamiento regional en

la legislación de Indias”. En: AA.VV. Documentos

para una historia de la arquitectura argentina. Bs.

As.: ed. Summa, 1984.

EL ARQUITECTO. Revista mensual de arquitec-tura, construcción y artes aplicadas, editadaen Buenos Aires entre 1919 y 1924.

La publicación fue dirigida por Ángel CroceMugica y, a partir de 1921, por Francisco Squi-rru. Contó entre sus colaboradores a los más im-portantes profesionales de la época, entre ellos:P. Hary (v.), D. Selva (v.), R. Karman (v.), M. Noel

(v.), J. Kronfus (v.), C. Morra (v.) y V. Jaeschke (v.).La propuesta de El Arquitecto fue la publi-

cación de noticias profesionales, proyectos yobras construidas, presentadas mediante unadetallada documentación de planos y fotogra-fías. Estaba dirigida no solo a los arquitectossino a un público más amplio constituido por:ingenieros, constructores y decoradores. Tam-bién incluía un fin comercial, hacer conocerdistintos tipos de servicios profesionales, nue-vas técnicas, materiales, etc.

Las obras publicadas corresponden a unamplio espectro de realizaciones, desde el Ne-ocolonial (v.), el Pintoresquismo (v.) hasta la ar-quitectura académica y ecléctica. Tampoco selimita a divulgar trabajos de los adherentes ala SCA (v.), sino que incorpora las obras deotros profesionales de la construcción e im-portantes proyectos extranjeros como: la mu-nicipalidad de Nueva York o el concurso delChicago Tribune.

EL CONSTRUCTOR ROSARINO (CR). Órganooficial de la Sociedad de Ingenieros, Arqui-tectos, Constructores de Obras y Anexos (SIAC)de la ciudad de Rosario, dirigida a los profe-sionales de la edilicia en general, editada enforma de periódico quincenal desde 1925 yen forma mensual a partir de julio de 1926hasta enero de 1934.

La SIAC, creada en 1906 con fines gre-miales y como aseguradora de accidentes detrabajo, había incursionado antes en un pro-yecto editorial: Las Artes Edilicias, con formatode periódico y salida semanal, durante los años1908 y 1910.

A excepción del año 1927, en que compar-tió el público de la profesión con Arquitectura(editada bajo la dirección de Ángel Guido, v.),el CR fue la única revista local sobre temasde construcción y arquitectura.

La revista se inicia bajo la dirección de unconstructor, Víctor Avalle; seis meses despuéspasa a manos del ingeniero industrial y estu-diante de arquitectura José V. Díaz Valentín.En 1929 le sucede el reciente egresado de la Es-cuela de Arquitectura local, Francisco Casa-rrubia, quien, con una breve interrupción, con-tinúa hasta mayo de 1932; fecha a partir de lacual el arquitecto José Micheletti (v.), docenteampliamente reivindicado y profesional exito-so del medio, dirige el CR hasta noviembre delmismo año, reemplazado por el arquitecto Car-los Véscovo, hasta que la SIAC suspende la edi-ción por razones de déficit económico y dis-

minución de la publicidad para volver a la are-na pública en 1937, con Edilicia.

Desde sus inicios, la revista se estructura apartir de un editorial y artículos firmados, queen la primera etapa se encargan a los ingenie-ros “socialmente consagrados”. Luego, una se-rie de artículos de orden técnico, la publicaciónde obras casi exclusivamente de los socios, lasección oficial, con los asuntos gremiales y lassesiones del directorio que, junto con la pu-blicación mensual de los permisos munici-pales de construcción, perduraría en todo eltiempo de salida de la revista. Finalmente, unamplio espacio publicitario cubierto por em-presas y gremios de la edilicia.

Los cambios en la dirección, que pasa delos constructores a los arquitectos, no gene-raron modificaciones en la estructuración dela revista, salvo por la incorporación de los tra-bajos de la Escuela de Arquitectura, que pre-viamente había publicado de manera aislada.

En los primeros números se registra unaserie de artículos de alto contenido polémico,críticos del estado de la educación y de la uni-versidad, y de los intereses económicos sec-toriales que determinan y marcan la estruc-tura urbana por encima de los interesescolectivos. Luego, cuando el agrimensor Car-los Dieulefait, secretario de redacción, renun-cia a su cargo, este perfil combativo ya no apa-rece con tanta nitidez, lo cual también se explicaen los nuevos roles que los profesionales asu-men en los organismos públicos de gestión.

Simultáneamente al debate de mediadosde los veinte sobre la ciudad, sus problemasfuncionales y la necesidad de un plan urba-nístico, la dirección de la revista centra sus ob-jetivos en “impedir la alteración de la integri-dad estética y edilicia de la ciudad”. Se fija unapolítica de defensa del profesional como el úni-co que por su formación puede llevar adelan-te la modernización edilicia y urbana.

De ese modo, el CR se une al debate quesostienen asociaciones vecinales y otras insti-tuciones profesionales, al destacar por un ladolas demandas funcionales y técnicas de la ciu-dad y, por otro, al publicar análisis compara-tivos con experiencias internacionales.Desde finales de 1926, el pronunciamiento porla especificidad del arquitecto y del urbanistaes permanente, hasta que el Plan y la inserciónde los profesionales en las estructuras de ges-tión urbana sean un hecho. Los temas del ur-banismo prácticamente desaparecen despuésde este período hasta la visita, en noviembre de1931, de Werner Hegemann (v.), quien otorgaal Plan de Rosario la legitimación necesaria a

edi elc

25Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u PLANO TOPOGRÁFICO DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES,

1824, DE JOSÉ M. ROMERO.

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los poderes públicos y a ciertos sectores de lasociedad. Hubo un consenso generalizado so-bre su actuación y sobre esta visión externade Nuestros Problemas Urbanos, conferenciasque el CR publicó enteramente.

En cuanto a la publicación de obras y pro-yectos, hasta 1930 se restringe, salvo excep-ciones, a la producción rosarina. Esta secciónse plantea como lugar de propaganda profe-sional y, en tal sentido, las obras publicadas nose eligen por las cualidades estéticas o las so-luciones y técnicas adoptadas.

Conviven en una política de publicacióninclusiva desde la casa de Durand (v.), con sufachada Luis XVI, para el Dr. Carreras; las pri-meras casas de Hernández, Larguía y Newton(v.), para el Banco Edificador Rosarino; la Nue-va Estación del FCSF de Chanourdie y Mi-cheletti (actual estación de ómnibus); las vi-viendas proyectadas por “los constructores”;el conjunto de Guido, para el Dr. Fracassi, ensu versión personal del Neocolonial arequi-peño; los ejercicios proyectuales sobre edifi-cios de renta de la escuela; el conjunto de ca-sas y departamentos de renta de S. Bertuzzi;los petit-hôtels con reelaboración o mezcla deestilos históricos y las voces en contra del usoy abuso de ellos (artículos de julio, agosto y se-tiembre de 1928, de Ermete De Lorenzi (v.), re-cién instalado en Rosario. Hacia finales de1929 dejan de publicarse las obras historicis-tas, cuya desaparición de la práctica no se dasino hasta bastante más tarde; a la vez que co-mienza a perfilarse un quiebre en los conte-nidos de la revista.

Junto a un programa de difusión de los prin-cipios de las Arts Decoratives, ecos de la Expo-sición parisina de 1925, la revista cambió suportada por una de clara inspiración Art Déco(v.). En este sentido, no es secundario destacartoda una serie de artículos sobre “una materiatan importante en la carrera del arquitecto”: lacomposición decorativa, donde los aspectoscreativos, de elaboración y de síntesis modifi-can el sentido del proyecto, fundamentalmen-te en sus aspectos lingüísticos.

La divulgación de obras del ámbito inter-nacional se inicia hacia 1928, bajo el título Ar-quitectura Moderna o Decoración Moderna.Este espacio se cubre primero con la produc-ción de los EE.UU., y solo más tarde con la delos centros europeos.

Persiste la divulgación de obras rosarinas,con un énfasis en el tema del edificio de altu-ra. Se publican edificios que marcaron quie-bres en la producción local, tales como el edi-ficio de renta de Córdoba al 1400, de De Lorenzi

y Gilardoni (noviembre del 1929), las prime-ras obras del estudio De Lorenzi, Otaola y Ro-ca, el edificio de la compañía de seguros LaUnión Gremial, de Gerbino, Schwarz y Ocam-po (julio de 1931), y la producción de los ar-quitectos más jóvenes.

Las obras y proyectos que se publican yano hablan de los estilos adoptados; el énfasisse pone en los aspectos y leyes distributivas.Las memorias que acompañan a las obras, másallá de los nuevos recursos decorativos que re-emplazan a los sistemas estilísticos previos,comienzan a destacar los criterios de la com-posición arquitectónica, el despliegue técnicoy los argumentos proyectuales. Se abren laspáginas de la revista a otros debates: los artí-culos sobre técnicas estructurales tradiciona-les desaparecen, ahora versan sobre las áre-

as funcionales (el baño,el living-room, la coci-na), el equipamiento dela vivienda, la luz y laarquitectura, el confortdel hogar.

No obstante la mul-tiplicidad temática quese registra en relacióncon la profesionaliza-ción en marcha, un te-ma en particular asumela capacidad de articu-lar las cuestiones enjuego: el tema de la ca-

sa y del edificio de renta se constituye en unlugar concreto del cambio del sentido del pro-yecto. Su tratamiento en el CR se halla en co-rrespondencia con la dinámica del desarrollourbano y con la necesidad de crear objetos “quese vendan”, lo que informa sobre una actitudnueva. En la publicación se registran discur-sos sobre un “estilo de optimización” del me-nor costo y mayor beneficio, cuya fundamen-tación debe darse como lógica y racional, fijandoprincipios, preceptos y normas que va sedi-mentando en una cultura pragmática, de la quedan cuenta los edificios construidos a partir delos cuarenta.

Hacia 1930 aparecen por primera vez obrasextranjeras publicadas de manera completa:Teatro Civic Opera de Chicago, Residencia enBanninh; artículos sobre arquitectura y tra-ducciones de revistas extranjeras (Estado ac-tual de la arquitectura holandesa de SiegfriedGiedion; Mallet-Stevens y la arquitectura in-terior de León Werth; Le Corbusier y la arqui-tectura contemporánea (1931); La arquitectu-ra moderna en Suecia; El cine de Mendelsohn

en Berlín (1932), etc.No es secundario destacar también una se-

rie de artículos sobre distintas experiencias enla enseñanza de la arquitectura, en corres-pondencia con las discusiones que se dan enel ámbito académico.

En mayo de 1932, cuando Francisco Casa-rrubia es designado jefe de Arquitectura delDepartamento de Obras Públicas Municipal,el arquitecto José Micheletti lo reemplaza in-terinamente en la dirección del CR. Se inten-sifica la divulgación de la arquitectura inter-nacional, que adquiere espacio dominante, ypasa a un plano secundario la publicación delas obras rosarinas.

Micheletti inaugura la dirección con el te-ma del rascacielos: Las fantásticas agujas deacero en los EE.UU. y la publicación del Em-pire State Building (1932). En los números si-guientes se repiten artículos y obras de Le Cor-busier (Los 5 puntos sobre una nueva arquitectura;Arquitectura de la época maquinista y la pu-blicación del Palacio de los Soviets), y artículosde S. Giedion (Los problemas actuales de la ar-quitectura). También continúan las reproduc-ciones aisladas de “obras modernas”.

Inmediatamente después de la constituciónde la seccional Rosario de la SCA (1932), Car-los Véscovo, como nuevo director del CR, ha-ce explícita desde su primer editorial la pre-tensión de provocar “una verdadera revolución”en el campo cultural, mediante la considera-ción de la revista como un espacio de críticaque destaque “a los buenos cultores y critiqueduramente a los que difaman la profesión, pa-ra eliminar de una vez por todas a los “mer-cantilistas” (1932). Aunque sus propósitos que-daron truncos con la desaparición de la revista(1934), el objetivo de poner en valor determi-nadas obras por sobre otras se vio concretadocon el número especial dedicado a la produc-ción edilicia rosarina, donde aparecen obrasde Hilarión Hernández Larguía y Newton, deÁngel Vanoli, de Gerbino (v.) y Schwarz y delpropio Véscovo.

En 1937, la SIAC reincide en un proyectoeditorial, con nombre y contenidos nuevos: Edi-licia. El avance de las disputas acerca de las in-cumbencias ya no le permite sostener a “losconstructores” que le dieron sentido a la re-vista de la década del veinte; pero con Ediliciaaún persiste la actitud conciliadora que la mis-ma composición societaria le exige. N. A.

Bibliografía: Ernesto N. Yaquinto. Rosario: Comien-

zos de una Moderna Arquitectura. Rosario: Edi-

ciones A&P.

26 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u PORTADA DE LA REVISTA

EL CONSTRUCTOR ROSARINO.

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ELECTRICIDAD / ELECTRIFICACIÓN. La utili-zación práctica de la energía eléctrica en di-versos órdenes de la vida cotidiana, cuyas ba-ses teóricas de producción ya estabansentadas a principios del siglo XIX, pero cu-yas posibilidades concretas se abren en susúltimas décadas, transformó sustancialmen-te el hábitat humano. Más allá de los prime-ros y aislados intentos científicos o prácti-cos (la relación entre electricidad ymagnetismo que establece Gilbert, la relaciónentre el rayo y la chispa eléctrica descubier-ta por Franklin), puede considerarse el añode 1800 como el inicio de los estudios sis-temáticos en este campo, con el descubri-miento de la corriente eléctrica y de la pilavoltaica. Tres aspectos de la utilización prác-tica de la electricidad fueron inaugurados enforma sucesiva durante el siglo XIX: la comu-nicación (el telégrafo, de la mano del ferro-carril, en la década del treinta), el alumbrado(resuelto en su aspecto de división de la ener-gía –la lamparita eléctrica– en 1878) y la pro-ducción de fuerza eléctrica. Los tres aspec-tos resultan centrales en la nuevaestructuración territorial y urbana, y en el cam-bio de las condiciones de vida.

Contrariamente al telégrafo, el alumbradopúblico y doméstico tardó notablemente másen resolver el problema básico para la comer-cialización del producto: la “subdivisión de laluz” en unidades más pequeñas y asequibles,llevada a cabo finalmente por Edison y Swann.Pero a partir de entonces adquiere una expan-sión notable, aunque el gas compitió con ven-tajas hasta la primera década del siglo veinte.En cuanto a la invención de la dínamo (centralpara el desarrollo de la fuerza eléctrica), la em-presa Siemens, que ya trabajaba en mejora-mientos del telégrafo y el cable eléctrico haciamediados del siglo XIX, adoptó la idea del fun-cionamiento regenerativo y fabricó dínamos ap-tas para la iluminación de grandes muelles, fe-rrocarriles y calles (1866). Hacia 1870, Grammedescubrió un nuevo tipo de inducido, con loque construye el primer motor eléctrico. La fir-ma Brush, que proveía a Edison de los mate-riales para sus experimentos de luz incandes-cente, desarrolló una dínamo que proporcionabacorriente continua altamente estabilizada (la es-tabilidad del sistema era uno de los problemascentrales por resolver), y creó así una opcióneconómica y competitiva. La firma Brush y laEdison se integraron posteriormente en el vas-

to monopolio General Electric. Solucionadoslos problemas económicos, la electricidad se ex-pandió sin cesar.

INTRODUCCIÓN DE LA ELECTRICIDAD EN EL PAÍS.

Para 1870, el debate respecto de la necesi-dad de la electricidad ya estaba planteado ennuestro país. Se trataba de una tecnología nue-va, sin tradición a sus espaldas. Para Sarmiento,por ejemplo, la electricidad era la Piedra Ro-setta en el aniquilamiento del mundo antiguo;Franklin, el nuevo Prometeo que domina elfuego, oponiéndose a los celosos dioses; la vie-ja cultura europea cae ante el Nuevo Mundonorteamericano, donde Edison ha encarado es-ta revolución tecnológico-empresaria.

En 1879, Sassemberg, representante de lacompañía Edison, a solo un año de la cons-trucción de la lamparita eléctrica, ofreció la ilu-minación de todo el municipio de Buenos Ai-res. En el mismo año, Fabbri y Cahuceneycompraron el derecho de alumbrado eléctri-co a Edison para toda América del Sur; la ciu-dad de Córdoba aceptó una propuesta de alum-brado eléctrico de Wells y Padilla, tambiénen representación de Edison; Rosario realizósimultáneamente pruebas tempranas, y en

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u USINA DE LA COMPAÑÍA ÍTALO-ARGENTINA DE ELCTRICIDAD, EN PUERTO NUEVO, BUENOS AIRES.

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Montevideo se ensayó el sistema francés. Pero la ciudad de La Plata es la que concreta

la penetración de la electricidad pública mástempranamente. En 1884 inició la construc-ción de la primera usina estable en el país, me-diante la firma de un contrato con W. R. Cas-sels –representante de la Brush ElectricCompany de Cleveland, EE.UU.–, que habíaofrecido previamente su proyecto a Buenos Ai-res, aunque sin éxito debido a la desconfianzapor la poca estabilidad del sistema. Lo ciertoes que La Plata se convirtió así en la primeraciudad de Sudamérica con alumbrado eléctri-co. La usina (una construcción de una man-zana, flanqueada por una torre eléctrica de50 m, que respondía al modelo habitual en losEstados Unidos para la iluminación de los par-ques públicos) fue habilitada en enero de 1885.En 1889, la compañía de Cassels se constitu-yó como The River Plate Electricity Co. Ltda.,con sede en Londres, y aumentó su capacidadproductiva. Córdoba también fue a la cabezade la novedad tecnológica: inauguró la utiliza-ción de la corriente trifásica en el país en 1898,con la central eléctrica de Casabamba, a 32 kmde la ciudad, provista con la fuerza motriz deldique San Roque.

La ciudad de Buenos Aires, en cambio, noparecía dispuesta a la modernización técnicaen este rubro. Por el contrario, ciudades pe-queñas como Bragado (1907), Mercedes (1891)y Bahía Blanca (1897) instalaron sus primerasluces eléctricas casi simultáneamente con la Ca-pital. Recién en 1887 se retomaron los intentosde electrificación del municipio de la Capital, yfue Rufino Varela quien construyó la primerausina eléctrica central para la iluminación del

parque Tres de Febrero. Se trataba de un em-prendimiento modesto: 28 arcos voltaicos queiluminaban las avenidas Sarmiento y BuenosAires. Pero aun este pequeño ensayo desapa-reció (presionado por la crisis) durante la in-tendencia de Seeber, en 1891. En 1894 la mu-nicipalidad porteña instaló una usina propia enAlsina entre Defensa y Balcarce, para iluminarla Plaza y la Avenida de Mayo desde Bolívar has-ta Buen Orden. Lentamente el alumbrado eléc-trico de la ciudad fue progresando: en 1897,el ingeniero Abella realizó un viaje por EE.UU.y Europa con el fin de estudiar los distintos sis-temas utilizados, y expuso a su regreso un sis-tema de electrificación.

Mientras el Municipio de Buenos Aires nose decidía a incorporar la electricidad, ya exis-tían para 1895 16 centrales eléctricas en todoel país, con un total de 38000 HP: 7 en Capi-tal, 5 en la Provincia de Buenos Aires (La Pla-ta, Mercedes, San Nicolás, Santa Fe y Adro-gué), 2 en la provincia de Santa Fe (Rosario ySanta Fe), una en Tucumán y una en Cata-marca. El número de centrales fue en aumen-to, pero no la cantidad de compañías en com-petencia: la primera década del siglo viodesplegarse una concentración de capitales i-nédita en otras ramas industriales.

PRODUCCIÓN DE ELECTRICIDAD:

LA CONCENTRACIÓN MONOPÓLICA.

La CATE (Compañía Alemana Transatlán-tica de Electricidad) entró en el país en 1898.A partir de su progresiva estrategia de centra-lización y monopolización de los servicios delárea de Buenos Aires, el relativo atraso de laciudad se vería rápidamente compensado. La

CATE era filial de la AEG: uno de los mono-polios de mayor importancia en las nuevas con-diciones mundiales de expansión imperialis-ta, en la que la renovación técnica de algunospaíses, como Alemania, desplazó el predomi-nio inglés, que se mantuvo solo en función desus aceitadas redes comerciales. La CATE com-pró y amplió una usina, propiedad de RufinoVarela en las calles Paraguay y Reconquista.Por entonces distintas empresas se disputabanel alumbrado de la Capital: la Primitiva de Gasy Luz Eléctrica; la River Plate; la Compañía Ge-neral de Electricidad de Rufino Varela; la em-presa tranviaria La Capital; y la misma muni-cipalidad que pretendía convertirse en laprincipal impulsora del servicio, y que por en-tonces poseía usinas en Flores, Mataderos delSur, Belgrano y Palermo, puntas de lanza enla consolidación de estos nuevos barrios. Zo-nas alejadas como San Fernando (cuya prime-ra usina pública tuvo origen en la dínamo delos aserraderos de los hermanos Cúneo), Ba-rracas al Sur y Quilmes (Compañía de Luz Eléc-trica Quilmes) poseían sus propias usinas li-gadas en estos casos a la incipiente industriaallí localizada.

Hacia 1903, cuando el alumbrado eléctricoya se había extendido en la capital, puede no-tarse claramente la progresiva estrategia de con-centración: y es que más allá de las caracterís-ticas de la estructura económica del país, lamultiplicidad de empresas que operaban en es-te terreno técnico, aún poco consolidado, solodaba como resultado una gran confusión desecciones de cables, recorridos con pérdidade tensión, etc., en momentos en que todavíano estaban normalizadas internacionalmentelas formas de proveer energía eléctrica. Esta si-tuación no era particular de la Argentina, y pro-movió en la segunda década del siglo los pri-meros comités internacionales de normalizaciónde los productos eléctricos, en una avanzada dela estandarización respecto de otros materia-les. Por último, la nueva tecnología implicabauna capacidad técnica, ligada obviamente conel capital, que impedía en los casos de ciuda-des grandes o polos industriales de enverga-dura la competencia de pequeñas empresas. LaPrimitiva de Gas, la CATE y la Municipalidadentablaron así una lucha por el predominio: sejugó aquí la idea de control público de estos ser-vicios, por un lado, y de conveniencia de la mo-nopolización, por otro. Triunfó la CATE, y conello el otorgamiento a grandes capitales priva-dos de este servicio, aunque la opinión públi-ca (desde el diario oficial La Nación hasta el opo-sitor La Prensa) fue adversa a estas medidas.

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u USINA ELÉCTRICA EN LA BOCA, BUENOS AIRES, DE J. CHOGNA.

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En 1907, la CATE inició la construcción de lagran usina del Dock Sud, con lo que culminósu estrategia de concentración y consolidó lanueva etapa. La CATE extendió las redes eléc-tricas desde el casco primitivo hacia Villa Ur-quiza, Devoto, Saavedra y Belgrano; iluminócompleta la avenida Rivadavia, la avenida LasHeras desde Callao a Plaza Italia, varias callesde la Boca y Barracas. La ubicación de la usinaen el Dock Sud estuvo directamente ligada, ade-más, a la localización industrial, y sin duda pue-de leerse como una especie de pacto conjuntoentre los capitales ingleses responsables de laconstrucción del Dock y los capitales alemanes,que delimitaban áreas de dominio: las compa-ñías de tranvías eléctricos quedaron en manosinglesas. Recordemos que por entonces TheRiver Plate Electricity Co. actuaba en la Pro-vincia e irradiaba su influencia desde la ciudaddeLa Plata. Para 1908, el municipio apenasmantenía las usinas de los barrios de Palermo,Nuevos Mataderos y Villa Urquiza, que se irí-an cerrando o transfiriendo progresivamente.

En la segunda década del siglo existían yaen el país varias centrales de importancia. EnCórdoba, la Central Lucio V. López en Río Car-carañá (de 550 kw, 1910) y la central de La Ca-lera (3650 kw, 1911); en Tucumán (Lules, 1912),conectada con la ciudad, que servía tambiéna la producción azucarera. En 1916 se inauguróla central de Cacheuta en Mendoza (5600 kwy línea de alta tensión). Pero, para ponderar elsignificado del establecimiento de la gran usi-na inaugurada en 1910 en Buenos Aires, es ne-cesario recordar que preveía una capacidad de100 000 kw, dieciocho veces la producción dela mayor central del interior del país. En Bue-nos Aires, por otro lado, se ha saltado de los32. 580 kw –lo que sumaban las usinas dis-persas por la ciudad, de propiedad de la mis-ma compañía– a 100.000 kw.

Con la inauguración de la CATE en 1910,se selló también definitivamente, para la Ca-pital, la discusión entre municipalización delos servicios o privatización de los mismos. Pe-ro continuó preocupando a la opinión públicala cuestión de la monopolización. Con el finde establecer una supuesta competencia queacaba no siendo tal, apareció la Ítalo en 1912,que construyó en 1913 la usina Pedro de Men-doza. La Ítalo intentó diferenciarse de la CA-TE por una multiplicidad de estrategias: pre-sentada como producto de capitales italianos,sus usinas, uniformizadas bajo un mismo len-guaje tardomedieval italiano, remarcaban es-ta procedencia en un país en el que la inmi-gración italiana poseía suma importancia. Sin

embargo, los capitales eran mixtos (princi-palmente alemanes, suizos y belgas). El pasotriunfal de ambos monopolios culminó en laconstrucción de sendas usinas, esta vez en elárea norte de la ciudad, en consonancia con eldesarrollo previsto para el área en el plan de1925. El gran final de las superusinas hacia fi-nes del veinte (CHADE, sucesora de la CATE,en 1926; CIAE, en 1929) completó esta ope-ración productivo-cultural de envergadura y co-herencia inusuales entre las operaciones in-dustriales argentinas. Ellas representaron ellímite de la producción monopólica, concen-trada y basada en el consumo de combustiblestradicionales. De allí en adelante, la amplia-ción de nuevas centrales de este tipo se reser-vó al espacio exclusivamente técnico de la in-geniería eléctrica, sin voluntad representativa,pero sobre todo se trabajó posteriormente conlas formas sustitutivas de las calderas en la hi-droenergía y luego con la energía nuclear.

La producción monopólica estaba en parteextendida en las principales ciudades del inte-rior del país. Mauro Herlitzka, representantede la CATE en 1897, constituyó en 1910 una so-ciedad para comprar usinas y operar en accio-nes de empresas de servicios públicos de elec-tricidad en el interior del país. En 1927, lasociedad de Herlitzka era propietaria de trein-ta usinas cuando transfirió las acciones a la Ame-rican and Foreign Co. del grupo Electric Bond& Share (vinculados con la banca Morgan). Es-tos formaron el grupo ANSEC, que hacia 1934trustificó 172 ciudades y pueblos argentinos. Enla Provincia de Buenos Aires, en la década delveinte, la CHADE (ex CATE) adquirió la Com-pañía de Electricidad de la Provincia de BuenosAires (de capitales ingleses). La Sociedad deElectricidad del Rosario intervenía paralelamenteen la Provincia de Santa Fe.

En otras localidades del interior, sin em-bargo, la solución monopólica fue resistida.Una cantidad de pequeñas usinas en manosde propietarios privados continuaron largotiempo en funciones, y hacia fines de 1920se difundió la solución mixta de las usinas enpropiedad cooperativa y municipal. En 1927 seformó la primera cooperativa eléctrica en Pun-ta Alta, y el número fue aumentando incesan-temente. En 1941 se fundó la FACE (Federa-ción Argentina de Cooperativas Eléctricas). En1950 funcionaban 119 cooperativas en todo elpaís. Pero las llamadas “usinas populares” fue-ron constantemente saboteadas por los gran-des monopolios, y pasaron lentamente a ma-nos de los cinco consorcios que explotaban laenergía eléctrica en el país. Escándalos suce-

sivos con los monopolios eléctricos motivarondenuncias sistemáticas e investigaciones queculminaron con un famoso informe de la Co-misión Investigadora oficial, en 1940, en don-de se detallan los negociados de las compañí-as en la década del treinta.

USOS DE LA ELECTRICIDAD EN EL

PERÍODO DE SU DIFUSIÓN.

Hasta la década del veinte, el mayor con-sumo de electricidad se concentraba aún en eltransporte y la iluminación. La telegrafía se ha-bía extendido considerablemente, de la manodel ferrocarril: la Siemens-Halske, otro de losgrandes consorcios internacionales como laAEG, trabajaba en nuestro país en el rubrode la llamada “corriente débil” desde su insta-lación local en 1909: telefonía, telegrafía, ra-diofonía. Proveía principalmente a la CIT (queexplotaba los servicios en el área del Litoral yParaguay), a las Cías. Telegráfico-Telefónicasdel Plata y Nacional (servicio interurbano y te-legráfico en Capital, Montevideo, Santa Fe, Ro-sario, por un lado, y el servicio urbano, Cam-pana y Zárate) y la Cía. Argentina de Teléfonos(La Pampa y norte de la República).

En cuanto al transporte eléctrico, la primerapropuesta de coches eléctricos en las lineastranviarias de Buenos Aires se verificó a me-diados de 1890. Tres compañías ya utilizabanla electricidad en tramos cortos en 1896, y alaño siguiente se había consolidado la línea elec-trificada hacia Belgrano y el tramo Retiro-Pla-za de Mayo. La electrificación prometía acabarcon la lentitud y las altas tarifas de los serviciosde tracción a sangre y, como bien analiza Sco-bie, el crecimiento de los barrios periféricosestá íntimamente ligado a la electrificación detranvías y ferrocarriles (v. Subterráneo).

Con la iluminación eléctrica, el paisaje ur-bano se transformó radicalmente (v. Alumbrado).La iluminación de la ciudad, en general, des-de las primeras propuestas de Vértiz a finesdel XVIII, se ligó para las autoridades con unproblema de control de la población. No debeextrañar, entonces, que el alumbrado eléctri-co se haya impuesto muchas veces en zonasmarginales de las ciudades, como las orillasdel Riachuelo o los Corrales de Abasto en Par-que Patricios, en forma casi simultánea conla zona céntrica.

Los tipos de iluminación pública implica-ron distintas formas de ver y mostrar la ciudadnocturna: desde la misma posibilidad de per-cibirla, cambiando el ritmo natural del mun-do, hasta las distintas calidades que los tiposde luces que desfilaron en el siglo diecinueve

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impusieron a los objetos. La luz eléctrica im-pactaba a los contemporáneos como dura y fría;los distintos sistemas, aun dentro del aprove-chamiento de la energía eléctrica (Jablocof, Edi-son, etc.), implicaban otros tantos colores (azu-lados, rosados, amarillos y blancos) que lanovedad del tema permitía percibir.

También la vida privada sufrió transforma-ciones: se produjeron cambios sustanciales enlos estándares lumínicos (más uniforme y es-tridente en el uso de la electricidad que en lailuminación a gas). Las primeras lámparas in-candescentes eran de muy baja intensidad (16W). El consumo domestico-privado aumentólentamente, a diferencia de la iluminación pú-blica: en 1914, el consumo de electricidad enlos suburbios porteños sólo representaba el 8%de la facturación de kw vendidos por la CATE.

La transformación que implicó el uso de laelectricidad en el interior de la vivienda no semanifestó únicamente en la iluminación. Des-de la primera década del siglo se registró unaelectrificación progresiva de los artefactos do-mésticos: aspiradoras, ventiladores, molinillosde café, secadores de pelo, fonógrafo y vitrola,hervidoras, lavadoras, maquinas de coser y has-ta masajeadores movidos por la electricidad.Todavía los objetos eléctricos no habían en-contrado su forma definitiva, que puede re-conocerse como actual recién en la década delveinte. Los objetos tardaron en integrarse almobiliario, y también en introducirse en elmundo popular y en las capas medias. La in-troducción de la electricidad originó tambiéncambios tipológicos, sobre todo en la vivienda:por ejemplo, la posibilidad de integración dela cocina al resto de la casa al pasar del carbóna la electricidad (luego desplazada por el gas).

Aunque ya para principios de siglo se eraconsciente de la importancia de la electrifica-ción en el área productiva, hubo que esperar ala década del veinte para estimar sus logrosmás visibles; y ya en el treinta la importanciadel consumo industrial de electricidad despla-zó cuantitativamente los otros usos.

Aunque hay indicios puntuales de la apli-cación de electricidad en las fábricas argenti-nas, a partir de generadores propios, solo a par-tir de los inicios del siglo comenzó a verificarseun aumento en el consumo eléctrico indus-trial. Las características de esta introducciónvan a la par del tipo de industria que se des-arrolló en Buenos Aires: una cantidad de ta-lleres pequeños diseminados por la ciudad quesolamente a través de la compra de la energíaeléctrica podían aumentar su consumo ener-gético. Un amplio debate registrado por los pe-

riódicos de entonces da cuenta de la utopía quesubyacía al uso industrial de la electricidad:la posibilidad de modificar una estructura pro-ductiva basada en pocas e inmensas fábricasmonopólicas, las únicas en condiciones de efec-tuar la inversión inicial que requería la ma-quinaria a vapor. La distribución de electrici-dad, por el contrario, preveía la posibilidadde adquisición de la energía en cualquier pun-to con inversiones modestas. Sin embargo, ha-cia 1910, aunque el consumo de electricidadpor los pequeños talleres había aumentado no-tablemente, no hay indicios de una reversiónde la estructura económica ya consolidada, queobviamente pasaba por otras variables que lapura posibilidad técnica. De todas maneras, elabaratamiento de la corriente eléctrica poste-rior a 1910 y la difusión de los motores diéselcolaboraron con la electrificación de la peque-ña industria, que logró un relativo desarrollo.El impacto de la electricidad en el ámbito in-dustrial fue grande. En primer lugar, permitióuna racionalización del proceso productivo,tendiente a la automatización del trabajo. Lailuminación del ámbito de trabajo no fue unaconsecuencia menor, ya que indujo la inten-sificación de la producción al permitir el tra-bajo nocturno y crear posibilidades de ilumi-nación en ámbitos que no habían sido creadospara fines productivos. La incorporación delmotor eléctrico (inventado por Tesla en 1888,para la Westinghouse) permitió que las má-quinas no se colocaran exclusivamente a lo la-go del árbol de transmisión energética, comoocurría con el vapor, hecho que conllevó unamayor flexibilidad espacial. Los ritmos de ca-da máquina podían adecuarse a su función.

NUEVAS FUENTES Y NUEVOS USOS DE LA

ELECTRICIDAD: LA PLANIFICACIÓN TERRITORIAL

EN FUNCIÓN DE LA PRODUCCIÓN INDUSTRIAL.

Gradualmente el tema industrial fue de-terminando las transformaciones en las for-mas de producción, distribución y consumo dela electricidad. Hacia 1935, el consumo de ener-gía eléctrica se repartía un 26% en residencialy comercial, un 50% industrial, un 7% alum-brado público y un 17% tracción y otros usos:se verifica así la importancia que había adqui-rido la electricidad en el desarrollo industrial,en consonancia con los cambios en la estruc-tura productiva del país. Esta relación se acen-tuó hacia 1950: los usos residencial, comerciale industrial aumentaron y disminuyó la pro-porción del alumbrado público (3%); el con-sumo general verificó un crecimiento de másde 2,5 veces. La tracción eléctrica perdió la im-

portancia que tenía a principios de siglo, re-emplazada por tracción a petróleo. La CADE(la antigua CATE, CHADE después de la Pri-mera Guerra Mundial y CADE tras su nacio-nalización) aumentó su potencia casi 9 veces.

Sin embargo, no se debe pensar en una dis-tribución pareja en todo el país, especialmen-te en el consumo doméstico. En 1945, 1.600poblaciones con más de 2.000 habitantes aúncarecían de servicios eléctricos. El 45% de lapotencia estaba instalada en el Gran BuenosAires, que consumía el 65% del total argenti-no en materia de producción de electricidad,en coincidencia con el desarrollo industrial.

A fines de los cuarenta se abrió una nue-va etapa que estuvo signada por los cambiosen el tipo de producción de la energía eléctri-ca y por las preocupaciones regionales, en vin-culación con las nuevas promociones de loca-lización industrial. La fusión de la DirecciónGeneral de Irrigación con Centrales Eléctricasdel Estado (CADE) indica el cambio de orien-tación en el tipo de producción y los lugares degeneración de la energía eléctrica. La energíahidroeléctrica tuvo su primera manifestaciónsignificativa en el país en la década del trein-ta. Hasta 1950, la producción hidroeléctrica seincrementó lentamente para duplicarse en losaños que van entre 1952 y 1955, aunque solocubría poco más del 0,5% del consumo totalde energía en el país. No era una novedad téc-nica: las primeras usinas hidroeléctricas se ins-talaron en 1896 (Zonda y Londres en la pro-vincia de San Juan). Entre 1896 y 1916 apenasse habían instalado diez centrales de este tipo,la mayoría en manos privadas. Otras veinte fue-ron instaladas en la década del veinte y del trein-ta, siendo la más importante la de Fitz-Simonen Río Tercero, Córdoba, inaugurada a finesdel período. En la década del cincuenta se ha-bilitaron 31 centrales hidroeléctricas, cuya en-vergadura es incomparable con las obras rea-lizadas antes, entre las que puede citarse ElNihuil en el río Atuel, Mendoza, con 74.240kw, Los Molinos en Córdoba, con 54.000 kwy otras cinco centrales en el interior del paíscon capacidad mayor a 10.000 kw.

La ley 15.336, dictada a principios de la dé-cada del sesenta, consolidó esta tendencia. Es-tablecía funciones para Agua y Energía de pro-ducir y transmitir energía eléctrica dentro delámbito nacional, formando sistemas eléctricosregionales con centrales hidroeléctricas, ter-moeléctricas, línea de transmisión y estacio-nes transformadoras propias primarias, queconectadas formarían la Red Nacional de In-terconexión. Los principales sistemas eléctri-

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cos regionales eran 9: Alto Valle (Río Negro-Neuquén); Provincia de Buenos Aires Sud; Pro-vincia de Buenos Aires Norte; Gran BuenosAires-Litoral (que incluía la Capital Federal yel industrializado eje fluvial); Córdoba; Cuyo;Tucumán; Salta-Jujuy y Noroeste. Las previ-siones de la CONADE para la década del se-tenta, en este marco, se proponían desplazarla preponderancia histórica del petróleo y susderivados en la estructura energética del pa-ís, agregando a los recursos hídricos la provi-sión de energía nuclear (la central de Atucha,que debería entrar en funcionamiento en 1972).En esta dirección se llevaron a cabo diversosemprendimientos, de los que serían protago-nistas no ya Buenos Aires y sus alrededores,sino zonas muchas veces aisladas y deprimi-das del país. Pero debe quedar claro que, másallá del relativo progreso regional que la im-plantación de grandes centrales hidroeléctri-cas causó en las áreas colindantes, la mayorparte se proponía como consumo para el ejehegemónico del Río de la Plata.

En esta etapa, los emprendimientos de ma-yor impacto se vincularon con las centrales hi-droeléctricas. El programa estaba en íntimarelación con el desarrollo de presas de regu-lación de los ríos, embalses y riego: la capa-cidad de embalse, en efecto, aumenta tres ve-ces en estos años con respecto a la décadaanterior. Como ejemplos de grandes inter-venciones pueden citarse Luján de Cuyo, a las

orillas del río Mendoza (120.000 kw, insta-lada en 1970), transferida al sistema Cuyo pordos líneas de alta tensión a las estaciones trans-formadoras San Martín y Cruz de Piedra; ElNihuil n.° 2, inaugurada a fines de 1960; elaprovechamiento del río Futaleufú en el NOde Chubut, encarada a partir de un decreto dejulio de 1969, para la creación de una centralhidroeléctrica con capacidad de 440 mega-vatios. La energía generada en Futaleufú de-bía transportarse a Puerto Madryn para la fa-bricación de aluminio (la planta de ALUAR,conectada a la central por medio de una líneade 550 km que atraviesa la Patagonia). Otrasdos obras de esta envergadura en la mismaépoca son el complejo Chocón-Cerros Colo-rados (en relación con un plan de desarrollode las cuencas del Limay y del Neuquén) y larepresa de Salto Grande.

El Chocón entra en vías de realización a par-tir de la constitución en 1967 de la empresa es-tatal Hidroeléctrica Norpatagónica (HIDRO-NOR). Se trata del aprovechamiento del ríoLimay y es la mayor presa de tierra del país, conuna potencia instalada de 1.200.000 kw.

Salto Grande (1973) es una de las inter-venciones que reviste mayor interés en lo queconcierne al estudio del impacto territorial deestas grandes obras ingenieriles. Se trata delaprovechamiento del salto grande del río Uru-guay, un complejo con diques de embalse, sa-las de máquinas, puente internacional, canal

de navegación, extensa red de transmisión eléc-trica y riego. Resulta significativo del nuevo es-tado de cosas que esta intervención no con-cluyera en la resolución técnico-funcional, sinoque se haya convocado a un estudio de arqui-tectura prestigioso (v. Álvarez, M. R.) como con-sultores encargados de la reestructuración delpaisaje: el objetivo, como los propios proyec-tistas comentan, fue mantener la unidad de laintervención a través de un lenguaje formal ca-lificado “integrando las necesidades técnicasfuncionales al diseño arquitectónico”. La as-piración de controlar el impacto irreversiblesobre la naturaleza de estas grandes obras deingeniería estuvo presente, entonces, en el mis-mo espíritu del proyecto. El estudio debió en-cargarse de la planificación de los accesos ala presa y a la ruta internacional, junto con “sutratamiento paisajístico y su integración al pai-saje natural”; del proyecto de las playas de ac-ceso, del diseño arquitectónico exterior de lapresa y del conjunto de edificios administrati-vos y de mantenimiento, locales de aduana,etc. Se trató, en suma, como los mismos pro-yectistas lo reconocen, del “modelado exterior”del complejo artefacto tecnológico del que lacomisión técnica mixta uruguayo-argentina fueresponsable junto con Main y Asociados (con-sultores) y IATASA por la construcción. Laplanta de la obra revela este afán de claridadfuncional (zonas diferenciadas y ordenadas),pero sobre todo la aspiración de conjurar eldesorden ecológico que la presa establecería.El impacto de estas grandes intervenciones enla estructuración territorial es demasiado re-ciente, sin embargo, para posibilitar un aná-lisis histórico. G.S.

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31Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u VISTA DEL INTERIOR DE UNA USINA DE ELECTRICIDAD.

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ELLIS, EDUARDO. Montevideo (Uruguay), 1925.Arquitecto. Representante de la corriente delas casas blancas (v.). Activo durante la se-gunda mitad del siglo XX en Buenos Aires.

Egresado en 1951 de la FAU-UBA, Eduar-do Ellis, realizó estudios de posgrado en el MITde los EE.UU. y en la École Pratique des Hau-tes Etudes, Universidad de la Sorbona, París.Entre 1956 y 1973 fue profesor de Composi-ción Arquitectónica en la FAU-UBA. Ha ac-tuado como consultor de la OEA y otros orga-nismos internacionales. Obtuvo numerosospremios y menciones en concursos naciona-les de anteproyectos y ha trabajado en socie-dad con C. Caveri (v.) y H. Berretta (v.).

Sus obras más importantes, dentro de la co-rriente de las casas blancas (v.), son: la casa Ur-tizberea en San Isidro (1956), la Iglesia de Fá-tima en Martínez (1959), realizadas junto conCaveri, y la casa Ellis en Pacheco (1959), todasellas en la Prov. de Buenos Aires. Si bien enla primera de las casas todavía hay reminis-cencias del Brutalismo (v.) corbusierano, en laIglesia de Fátima y en su propia casa existe unareferencia directa al pasado colonial argentino.

Bibliografía: “Las casas blancas: el tiempo reencon-

trado”. En: summa, n.° 231, 1986.

ENFITEUSIS. f. Arrendamiento. Régimen de al-quiler de la tierra a perpetuidad o a largo plazo.

El 3 de noviembre de 1821, la Junta de Re-presentantes de Buenos Aires aprobó una leypor la cual se resolvió garantizar la deuda delEstado, mediante la colocación bajo hipotecade las propiedades muebles e inmuebles de laProvincia. Por lo tanto, la venta y la libre trans-ferencia de las mismas se hicieron imposibles.

Para obtener alguna renta de esas tierraspúblicas inmovilizadas, en 1822 el gobierno de

Martín Rodríguez expidió un decreto por elque se decidía cederlas en enfiteusis. A pesarde la imprecisión en lo concerniente a las di-mensiones de los terrenos y los montos de losalquileres que debía percibir el Estado, en esemismo año se hicieron las primeras concesio-nes, bajo ese régimen.

En 1826, durante la presidencia de Ber-nardino Rivadavia, el Congreso Nacional apro-bó la ley definitiva de Enfiteusis, que estable-cía que las tierras serían arrendadas por veinteaños con una renta del 8% anual del valor dela tierra, si eran destinadas a la ganadería, y del4%, si eran para la agricultura. En la ley nose especificaban límites a las extensiones delas tierras por arrendar.

En 1827, ya más de 1000 leguas cuadradasdel Estado habían sido arrendadas por sola-mente 161 individuos; se consolidó así la con-centración de las mejores tierras de la cam-paña en extensos latifundios. C. G. G.

ENSEÑANZA DE ARQUITECTURA. La proble-mática de la enseñanza de la arquitectura in-gresó a nuestro país en el clima del debateilustrado. Anteriormente no existieron en elRío de la Plata propuestas de estudios for-males en las técnicas y artes de la construc-ción. Durante el siglo XIX la formación de pro-fesionales de la arquitectura y las cienciasconstructivas estuvo fuertemente vinculada alperfil de profesional técnico, definido por lafigura del ingeniero y las ciencias exactas, re-

presentantes de la utopía racional-tecnológi-ca. Este modelo perduró en nuestro mediohasta el ingreso de las ideas académicas delas escuelas Beaux Arts. En la segunda mitaddel siglo XIX, la enseñanza de la arquitectu-ra dependió del área de las Ciencias Exac-tas y Naturales. A partir de la extensión delprimer título de arquitecto en 1874 y la cre-ación de la Escuela de Arquitectura (1901),la carrera fue constituyendo un perfil propio,hasta que a mediados del siglo XX comen-zaron a surgir facultades de arquitectura au-tónomas. La carrera de arquitectura se dictaactualmente en 11 universidades nacionalesy 11 universidades privadas, reunida con otrascarreras del área del diseño y la urbanística.Desde 1995, se han diversificado las espe-cialidades ligadas a la disciplina, al multipli-carse la oferta de estudios de posgrado.

PRIMERA PARTE. SIGLO XIX.

Durante el proceso de la Revolución Fran-cesa se produjeron en Europa cambios im-portantes en la enseñanza de las artes, la ar-quitectura y las ciencias de la construcción. Ensu mayoría, las academias de arte se refor-maron y sus planes de estudio fueron orien-tados al apoyo de la industria a través de las ar-tes aplicadas: imprenta, tejido, papeles pintados,técnicas decorativas, etc.

Con la apertura en 1794 de la École Poly-technique francesa (en un principio École desTravaux Publiques), se inició una nueva líneade profesionales formados especialmente pa-

32 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u CASA PARTICULAR DE EDUARDO ELLIS.

u PROYECTO DESARROLLADO EN 1944 POR UN ALUMNO DE LA ESCUELA DE ARQUITECTURA DE LA UNBA, PROF. RENÉ KARMAN.

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ra la construcción de las obras y edificios pú-blicos —juzgados, hospitales, prisiones, ins-titutos de caridad, regularización de ciudades,apertura de calles, etc. En rigor, se trataba deuna escuela con normas militares. La forma-ción consistía en cursos con promoción porexámenes y duraba dos años, al cabo de loscuales los diplomados se incorporaban a la ad-ministración pública, al consejo de BâtimentsCivils o bien podían ingresar al circuito esta-tal de escuelas de ingeniería, luego de apro-bar un exigente examen.

El sistema de profesionalización francés,que sirvió de base a muchos sistemas educa-tivos europeos y latinoamericanos, se comple-taba con el Institut de France (1795) —dedi-cado a promover la investigación científica—y la École de Beaux-Arts, que formaba arqui-tectos preocupados por los problemas del len-guaje en términos estéticos. El sistema de en-señanza era sustancialmente diferente delingenieril, pues apuntaba a la formación delprofesional liberal. Los alumnos trabajaban entalleres con maestros y promovían las materiaspor concurso. Una vez recibidos, se dedicabana proyectar principalmente edificios públicos,participando en concursos o realizando en-cargos particulares.

Por iniciativa del entonces Secretario delConsulado, Manuel Belgrano, en 1799 se abrie-ron en Buenos Aires la Escuela de Náutica y laprimera Escuela de Dibujo. La propuesta se in-sertaba dentro de la corriente innovadora delos criterios de enseñanza metódica de las cien-cias y de las artes, que vinculaban a fines delsiglo XVIII la actividad teórica y la práctica, te-niendo como elemento mediador a la técni-ca. La demanda creciente en la región permi-tía crear nuevos centros docentes destinados asatisfacer —y en algún caso a anticipar— lastécnicas nacientes en el Río de la Plata (Hal-perín Donghi, 1962). La propuesta de Belgra-no se enmarca en el tipo de las academias y es-cuelas técnicas europeas del 1800, vinculadasdirectamente a la producción industrial, agrí-cola y comercial.

El escultor español Juan Antonio GasparHernández —por sugerencia de Belgrano—dirigió la Escuela de Dibujo. En la Escuela deNáutica, la dirección se concursó; ganó la opo-sición Pedro Antonio Cerviño (v.), ingeniero de-dicado a la demarcación de límites con Brasil,y se dictaron cursos de aritmética, álgebra, tri-gonometría, cosmografía, geometría, geogra-fía e hidrografía.

La presión de la Corona española hizo queestas escuelas dejaran de funcionar hacia 1805.

Sin embargo, la instalación de ambas consti-tuyó el primero de una serie de intentos querealizaron intelectuales y artistas —argentinosy europeos— para que el gobierno tomara con-ciencia de la necesidad de sistematizar la en-señanza pública del dibujo y las matemáticas,desde esta perspectiva de apoyo a la industria.

Mientras tanto, en 1807, asume como rec-tor de la Universidad de Córdoba (fundada en1613) el deán Dr. Gregorio Funes, quien en esemismo año creó una cátedra de Matemáticas(álgebra, aritmética y geometría).

A pocos meses de la Revolución de Mayo seabrió en Buenos Aires la Escuela de Matemá-ticas, dirigida por el teniente coronel Felipe Sen-tenach, con el propósito de constituir una es-cuela militar, aunque en realidad se destinóexclusivamente a la enseñanza de las matemá-ticas. Contando como protectores a Belgrano y

a Mariano Moreno, fue cerrada en 1812 por mo-tivos políticos. En 1813 se reorganizó, aunquecon dificultades, la Escuela de Náutica, con unanueva y corta gestión de Cerviño, seguida porla del Sargento Mayor Manuel Herrera. Esta es-cuela se reunió en 1816 con la Academia de Ma-temáticas y Arte Militar creada por el Estado,cuyo decreto fundante consideraba el estudiode las matemáticas. Felipe Senillosa (v.) fue de-signado director; y uno de sus principales dis-cípulos y colaboradores fue Avelino Díaz. Elcurso duraba dos años. En el primero se ense-ñaban elementos de aritmética, álgebra, geo-metría, geometría descriptiva y trigonometríacon sus aplicaciones al modo de levantar pla-nos y a la nivelación. En el segundo se dabanprincipios de cálculo diferencial e integral, deeconomía, astronomía y navegación. El pro-grama era similar al de la École Polytechni-que francesa, con cuyas características coinci-día, tanto en la duración como en la edad deadmisión (de 15 a 20 años) y la bibliografía uti-

lizada (Monge, Lacroix, Hachette, Durand). La escuela de Senillosa se pensaba como

un eslabón previo a la futura creación del Ins-tituto Superior, que no llegó a concretarse. Sinembargo, logró formar ingenieros militares,agrimensores y topógrafos que luego tuvieronactuación en organismos oficiales (v. Ingeniería).

Por iniciativa del Padre Fray Francisco Cas-tañeda, guardián de la Recoleta, en 1815 se re-abrió con un programa elemental la Escuelade Dibujo. Castañeda fue desplazado en 1817por el suizo José Guth, quien mejoró el nivelal reunir figuras como Pierre Benoit (v.) y Prós-pero Catelín (v.) como examinadores.

Con la creación en 1821 de la Universidadde Buenos Aires por el gobierno provincial, tu-vo lugar la primera concentración de la ense-ñanza, aunque no fue posible desde el co-mienzo garantizar un buen nivel científico.Para dar cumplimiento a ciertas funciones so-ciales que el progreso de la ciudad hacía ine-ludibles, se incorporaron los establecimientosya existentes: la escuela de matemáticas, lade dibujo, las cátedras de pilotaje, elementosde comercio, francés e inglés.

El primer director del Departamento deCiencias Exactas fue Felipe Senillosa, quien si-guió al frente de las cátedras de Matemáticasy Geometría Descriptiva. José Guth se hizo car-go de Dibujo al Natural hasta 1828, sustituidopor concurso por Pablo Caccianiga (v.) hasta1835. Avelino Díaz, dentro del DepartamentoPreparatorio, fue titular de Ciencias Físico-ma-temáticas, y sucedió en 1830 a Senillosa en lascátedras. Guth y Caccianiga hicieron débilesintentos por incluir las ideas Beaux-Arts en lacurrícula, pero se limitaron al plano de las ar-tes plásticas, dejando como saldo la inclusiónde Dibujo al Natural, de Dibujo Figurativo ydel Curso de Topografía (separado del de Ge-ometría). Estas reformas recibieron críticas, enparticular de Avelino Díaz, que encontraba laorientación de las asignaturas de dibujo de po-ca conveniencia práctica.

De este primer Departamento de CienciasExactas se reconoce un perfil esencialmentepolitécnico en la formación de ingenieros, in-genieros-arquitectos, agrimensores y topógra-fos. Para obtener el título de agrimensor, pre-vio al de ingeniero, los alumnos debían hacerprácticas de mensuras, relevamientos y levan-tamiento de planos en el Departamento Topo-gráfico, ante los profesionales técnicos que allíse desempeñaban. De esta manera se lograbauna vinculación directa entre la formación y laincorporación a los cuerpos técnicos estatalesde los egresados (v. Departamento Topográfico). Esta

ell ens

33Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u PROYECTO PARA UN HALL, ESCUELA DE ARQUITECTURA.

Page 36: Diccionario de Arquitectura en la Argentina (Tomo 3, e/d) · Diccionario de Arquitectura en la Argentina estilos, obras, biografías, instituciones, ciudades Buenos Aires: AGEA, 2004

modalidad imprimió un sesgo empírico y fuer-temente pragmático en el perfil profesional quefueron adoptando las carreras de ingeniería yarquitectura, que perduró en el siglo XX.

En la Universidad de Córdoba se produje-ron algunos cambios, pero continuaban dic-tándose Física (aunque sin laboratorios expe-rimentales) y Matemáticas (que incluíaNivelación), ambas dentro del Curso de Filo-sofía; en 1825 se creó una cátedra de dibujo.

En los planes del gobierno, y especialmen-te a partir de las gestiones de Rivadavia, siem-pre estuvo presente la idea de crear un Insti-tuto de Altos Estudios Científicos al modo delInstitut de France. Esta idea recorrió todo elperíodo en nuestro país, pero no logró con-cretarse sino hasta avanzado el siglo XIX.

Luego de una etapa de inactividad duranteel gobierno de Rosas, la UBA, que hacia 1852se encontraba prácticamente desmantelada,comenzó su reactivación. Después de casi unadécada de reacomodamientos y debates asu-mió como rector Juan María Gutiérrez, quienreconstruyó en 1865 el Departamento de Cien-cias Exactas y Naturales.

El proyecto de Gutiérrez intentaba forma-lizar el aspecto científico y de investigación enel área de las ciencias puras, y la profesionali-zación técnica en las ciencias aplicadas.

En un clima de debate en el seno de la Uni-versidad de Buenos Aires, el modelo de Gu-tiérrez se concretó con apoyo y fondos del Go-bierno contratando, por intermedio del profesorMantegazza, rector de la Universidad de Pavia,a los profesores Peregrino Ströbel, naturalistamilanés, graduado en la Universidad de Pavia;Bernardino Speluzzi, ingeniero y docente ge-novés graduado en la misma universidad; JuanRamorino, naturalista genovés graduado enla Universidad de Turín; y a Emilio Rosetti, in-geniero, graduado en el Instituto Técnico Su-perior y en la Universidad de Turín.

Junto al peso que estas figuras de Italia tu-vieron en la formación de los nuevos ingenie-ros, circulaban para esa época en el país las tra-ducciones italianas de los escritos técnicosfranceses y de los tratadistas italianos, que cons-tituyeron la base del saber disciplinar en la cul-tura ingenieril. La Scienza degli ingenieri, de Be-lidor, el Vignola de Amati, la edición deAntonelli del Raccolta e Parallello de Durand,por mencionar algunos, integraban las biblio-tecas personales de los profesionales junto ala bibliografía francesa contemporánea.

Este grupo de italianos del norte dejó unahuella en el aparato científico, que ocupó unlugar entre el anterior modelo vinculado a la

École Polytechnique francesa y el posterior sis-tema Beaux-Arts.

En 1869 se recibió la primera camada deingenieros, entre los que se encontraban LuisA. Huergo (v.), Valentín Balbín, Adolfo Bütt-ner, Santiago Brian y Guillermo White.

En tanto, el entonces ministro de Instruc-ción Pública Nicolás Avellaneda encargó en1869 al director del Museo Nacional de Bue-nos Aires, Germán Burmeister, la contrataciónde profesores del extranjero y del país para laimplementación de la enseñanza de las cien-cias exactas y naturales en la Universidad deCórdoba, que había sido nacionalizada en 1856.Burmeister creó la Facultad de Ciencias Físi-cas y Matemáticas, y una Academia paralelacon fines de investigación, ambas dirigidas porél. Varios profesionales alemanes llegaron en-tre 1870 y 1873 para ocupar los puestos de en-

señanza, pero su plan autoritario provocó con-flictos que hicieron regresar de inmediato aalgunos y renunciar a otros. Finalmente, ha-cia 1878 se estructuraron la Facultad y la Aca-demia, ambas dependientes de la Universidadpero como entes separados, aunque termina-ron fusionándose. Pensada inicialmente comouna institución científica, pronto viró hacia unacurrícula fuertemente práctica y profesionali-zada. Con sucesivas modificaciones a sus re-glamentos, hacia 1900, en la Facultad de Cien-cias Exactas de la Universidad de Córdoba, sedaban los títulos de ingeniero geógrafo, inge-niero civil e ingeniero arquitecto; este últimose obtenía cursando una parte de los estudiosde Ingeniería Civil.

Por otra parte, la Universidad de BuenosAires continuó su proceso de reorganizacióny se crearon algunas facultades autónomas, co-

mo la de Matemáticas en 1874, que compren-día los títulos de doctor en matemáticas, inge-niero civil, ingeniero geógrafo y arquitecto. Noobstante, este plan tenía serias deficiencias for-mativas, como la falta de estudios especialespara grandes obras públicas: puertos, ferro-carriles, saneamiento. En rigor, el título de ar-quitecto se obtenía sobre el cursado general deingeniería, más algunos cursos orales de ar-quitectura que no siempre lograban consti-tuirse por falta de alumnos. En 1878 se exten-dieron los primeros títulos de arquitecto, variosde ellos a modo de reválida, como en el casode Ernesto Bunge (v.), Juan A. Buschiazzo (v.),Juan Manuel Burgos (v.), Enrique Aberg (v.), etc.Sin embargo, la Facultad seguía manteniendoun carácter esencialmente técnico, pues su ca-pacidad quedaba fuertemente reducida en elplano de las ciencias puras propuesto por Gu-tiérrez y al subordinar las cuestiones estéticas.

Un momento de inflexión en la vida uni-versitaria lo constituye la promulgación de laLey Avellaneda (Ley N.° 1597), primera ley uni-versitaria del país, que inauguró la relación en-tre Estado y Universidad en sentido moderno.La ley fijó las bases a las que debían ajustarselos estatutos de las universidades nacionales(entonces dos: Córdoba y Buenos Aires, na-cionalizada en 1881), regulando especialmen-te el funcionamiento administrativo y dejandoamplio margen para que cada casa de estudiosorganizara su propio accionar.

En este marco de reorganización, se origi-na un proceso de reformas que atañe tambiéna la Facultad de Ciencias Físico-Matemáticasde la que dependía la formación de los inge-nieros y arquitectos. Cuando Luis Huergo (v.)

fue nombrado decano (1891), el Departamen-to de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales setransformó en Facultad; esta comprendía In-geniería y Arquitectura, esquema que se man-tuvo hasta mediados del siglo XX. La gestiónde Huergo en la UBA posibilitó un avance enla definición de la carrera. En 1896 se renovóel plan de estudios, con la incorporación demás materias prácticas; la currícula de Arqui-tectura se desarrollaba en cuatro años, duran-te los que se cursaban las mismas materias queen Ingeniería Civil, aunque esta última se pro-longaba durante un año, en el que se incluíanmaterias técnicas y de ciencias aplicadas. Lostres cursos específicos de Arquitectura incluí-an Historia, Teoría y Composición.

Debe considerarse, finalmente, que la en-señanza de la arquitectura, al menos de susprincipios básicos, no estuvo solo a cargo de lascasas de estudios universitarios. En 1897 se crea

34 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u CIUDAD UNIVERSITARIA DE TUCUMÁN, PROYECTO LIGADO A

LA EXPERIENCIA DOCENTE DE VIVANCO, SACRISTE Y OTROS.

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Composición Arquitectónica bajo la clásica es-tructura de atelieres-talleres, con un maestroguía, y aprobación mediante concursos anua-les. La carrera pasó a durar cinco años. Durantesus largos años de docencia —hasta 1946—tuvo a su cargo a la mayoría de los alumnosque pasaban por la Escuela, y llegó a dirigir loscursos de Composición desde segundo a quin-to año. Los principales aspectos de las ense-ñanzas de Karman radican en la importanciaasignada a la búsqueda de un parti (partido),idea rectora sintética que daba respuesta a losprogramas de manera integral. Promovió laadquisición de destrezas en la proposición deideas a través de esquicios rápidos, alentandolas soluciones probadas. Karman aplicaba losprincipios aprendidos de su maestro Laloux,quien había propuesto a la École de París la in-corporación de estudios de las nuevas técnicas

por decreto gubernamental el DepartamentoIndustrial dependiente de la Escuela de Co-mercio (hoy Carlos Pellegrini), en función dela enseñanza de las ciencias aplicadas y las téc-nicas. El departamento se transformaría en Es-cuela Industrial de la Nación en 1899, bajo ladirección del ingeniero Otto Krause. La currí-cula estaba dividida en tres áreas: Química, Me-cánica y Construcciones, que otorgaba el títulode maestro mayor de obras. El modelo de la es-cuela, denominada luego Otto Krause como ho-menaje a su primer director, se extendió paraformar otras casas de estudios secundarios,orientadas a la enseñanza técnica.

SEGUNDA PARTE. SIGLO XX.

Inicios de las escuelas de Arquitectura. En1901 se le encomendó al arquitecto AlejandroChristophersen (v.) la formación de la Escue-la de Arquitectura. Esta incorporó varias ma-terias tendientes a consolidar la especificidady orientó la formación hacia el modelo —he-gemónico en el mundo— de profesional be-aux-arts. Poniendo el acento en el dominio dela composición y el lenguaje clásico, se con-formaron las nuevas asignaturas de Arqui-tectura, Composición Decorativa, Modelado,Higiene e Historia de la Arquitectura, dicta-das por arquitectos locales y extranjeros, co-mo el propio Chirstophersen —quien diri-gió todos los cursos de proyecto—, Pablo Hary(v.) o Juan Kronfuss (v.), entre otros. Mientrastanto, la formación técnica continuaba en loscursos compartidos con Ingeniería. La es-tructura de la currícula se mantuvo por variosaños dentro del sistema vigente de materiascorrelativas anuales, con una evaluación finalde tesis que debía consistir en una investiga-ción científica.

La paulatina afirmación de los arquitectosen el ámbito local se fue consolidando a partirde la exigencia de revalidación de los títulos ex-tranjeros (1903) y de la sanción de la Ley 4560(1905), que requería la posesión de un títulouniversitario para ejercer la arquitectura.

En 1913, la Escuela de Buenos Aires enco-mendó a Ernesto de la Cárcova la contrataciónde un profesor francés; eligió en París a RenéKarman (v.), discípulo de Laloux, egresado dela École des Beaux-Arts de París y ganador delGrand Prix de Rome. Karman había colabora-do en el estudio de su maestro, participandoen varios concursos, y también se había de-sempeñado en cargos públicos, pero no teníaantecedentes docentes.

En 1914 Karman elaboró un nuevo plan deestudios, basado en la organización del área de

aplicadas al confort —electricidad, calefacción,ventilación—, a los nuevos materiales (hor-migón armado), así como principios de urba-nismo. De modo que podría hablarse de unamodernización no rupturista del sistema aca-démico, atenta a las condiciones tecnológicascontemporáneas. Siguiendo estas ideas, Kar-man promovió la visita de Auguste Perret aBuenos Aires (1936) y marcó así una tenden-cia particular en la formación de los arquitec-tos locales. Perret representaba una de las co-rrientes internas de la escuela francesa, queponía el énfasis en la concepción de la estruc-tura tectónica como parte de la idea rectora,frente a los seguidores de Guadet que aún pro-piciaban la composición por elementos —mu-ros, cubiertas, vanos, aberturas, etc.

Impacto de la Reforma en las escuelas de ar-quitectura. La Reforma Universitaria de 1918influyó en las ideas en torno de la formaciónuniversitaria e, indirectamente, en la enseñanzade la arquitectura. De este movimiento nacidoen Córdoba, pero extendido rápidamente portoda Latinoamérica, quedaron hasta hoy losprincipios de autonomía universitaria, cogo-bierno docente-estudiantil, periodicidad de car-gos, cátedras paralelas, además del impulso dela apertura del ámbito universitario hacia losproblemas de la sociedad. En el ámbito de lasescuelas de arquitectura, los cambios no tras-tocaron, sin embargo, la estructura académi-ca: en Buenos Aires, las cátedras paralelas con-vivieron durante largo tiempo con la estructuraplanteada por Karman, a pesar de las objecio-nes de algunos arquitectos, como Coni Moli-na (v.), que pugnaban por el sistema regularanual y por materias (no ateliers).

El modelo de Buenos Aires inspiró en ladécada de 1920 la creación y reforma de pla-nes de estudio de arquitectura en las univer-sidades de Córdoba y del Litoral, creada estaen 1919. Dependiente de la última, se esta-bleció en 1923 la carrera de arquitectura den-tro de la Facultad de Ciencias Matemáticas,con sede en Rosario, cuyo plan estaba organi-zado en 4 años de cursado, agregando a la cu-rrícula de los ingenieros un curso de Decora-ción y tres cursos de Arquitectura. En 1924 sesumó un curso de Historia de la Arquitecturay Ornamentación Americana, dictado por ÁngelGuido (v.); en 1928 la cátedra de Teoría de laArquitectura a cargo de Ermete de Lorenzi (v.)

y un año después, la primera cátedra de Ur-banismo del país, dirigida por C. M. della Pa-olera (v.). En 1929 se organizó una comisiónpara la reelaboración de un plan de estudios

ens ens

35Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u GRÁFICOS DIDÁCTICOS DE EDUARDO SACRISTE, IN-

CLUÍDOS EN EL LIBRO QUE DEDICÓ A LOS ESTUDIANTES.

Charlas a principiantes

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que mejorara el rendimiento de los alumnosy facilitara el cursado a los sectores medios, in-tegrada por J. B. Durand (v.), J. Micheletti (v.),C. M. della Paolera, J. C. van Wick y ErmeteDe Lorenzi. Luego de una década de debatesy propuestas se presentó un plan de seis añosde duración, cuyo eje central se apoyaba enla afirmación del estilo Beaux-Arts, con talle-res verticales de cursado opcional e instanciasde evaluación a través de los llamados “en-cierros”, con el fin de promover el desarrollode las capacidades artísticas de acuerdo con lostiempos individuales del alumno. En 1943, lue-go del golpe militar, De Lorenzi es nombradointerventor de la Escuela de Rosario, situaciónque aprovechó para introducir cambios en lacurrícula, pero que le trajo conflictos políticospor los que tuvo que renunciar en 1945. Unpar de años después fue nombrado interven-tor de la Facultad de Ciencias Exactas de laUBA y durante su gestión se abrió, en 1947,la Facultad de Arquitectura.

En el mismo período se producirían simi-lares ajustes en la carrera de la Universidad deCórdoba. En vísperas de la Reforma se reem-plazó el anterior título de ingeniero-arquitectopor el de arquitecto y en 1924 se reformó el plande estudios, que trataba de emular al de Bue-nos Aires. En 1929 se agregó un quinto año yen 1931 se creó la Escuela de Arquitectura, de-pendiente de la Facultad de Ciencias Exactas,Físicas y Naturales, y se mantuvo el mismo planhasta 1944, cuando pasó a contar con seis añosde cursado, un trabajo final y nuevas materias.Dentro de la Facultad de Ingeniería la Univer-sidad de Tucumán, se creó en 1939 la Escuelade Arquitectura, que agregó unas pocas mate-rias a la currícula de los ingenieros.

Durante estos años, la mayoría de las es-cuelas de arquitectura —nuevas o reforma-das— mantuvieron como baluarte la forma-ción del arquitecto-artista con los principiosdel sistema Beaux-Arts (y no es extraño, con-siderando el espiritualismo de la Reforma). So-bre esta base se produjeron los debates y di-ferencias respecto de los distintos modos deconjugar una forma de proyecto, basada en va-lores de unidad, gusto, efecto y carácter, y losdesafíos que presentaban los procesos de mo-dernización, cuyas demandas sobrepasabanlos límites propios del sistema. Este compro-miso entre el sostén de los principios tradi-cionales y la adecuación a los requerimientosde la modernidad —incluso de tibia aceptacióndel repertorio del Movimiento Moderno— semanifestó en diversas corrientes dentro de lasdistintas escuelas.

Pero el mayor impacto del clima reformis-ta se halla en los debates del campo arquitec-tónico acerca de un estilo nacional. Aunque al-gunas tendencias, como la encarnada por RipaAlberti en Universidad de La Plata, proponíanla aplicación de un estilo “neohelenista”, seafianzaron las perspectivas que, desde el Cen-tenario, buscaban una arquitectura de carácterpropio en el pasado colonial. El centro de es-tudiantes de Buenos Aires, cuya Revista de Ar-quitectura (v.) se editó desde 1915 junto con laSociedad Central de Arquitectos (v.), impulsódesde el inicio las corrientes neocoloniales. Eldebate se mantuvo durante años en las distin-tas escuelas, sin que ello implicara alterar sus-tancialmente la filosofía Beaux Arts. En la Es-cuela de la UBA, Christophersen introducía eldebate con inflexiones taineanas; su colega Pa-blo Hary (v.) enfatizaba un acercamiento ob-

jetivo y “científico” que permitiera analizar laproducción histórica bajo una óptica racional,en el sentido de Viollet le Duc. En Rosario,Ángel Guido (v.), graduado de la Universidadde Córdoba, participó activamente en los de-bates por la reforma de los planes de estudiode las “Facultades de Arquitectura de las Uni-versidades de la República”, como tituló su po-nencia presentada en el Segundo CongresoUniversitario Anual de La Plata, en 1924. Apo-yado en las ideas de Wölfflin, elaboró un apa-rato crítico y teórico en el que sostenía un abor-daje visibilista que le permitía revalorizar tantola compleja Arquitectura Barroca americanacomo las formas simples y esenciales de la ar-quitectura pampeana del sur del Continente.Desde sus planteos intentaba resistir la diso-lución de las certezas disciplinares, produci-das —desde su punto de vista— por el ma-quinismo, y concentró en la figura de LeCorbusier (v.), a propósito de su visita a Bue-

nos Aires en 1929, buena parte de sus diatri-bas contra algunos aspectos de la modernidad.

En tanto en la escuela cordobesa, Juan Kron-fuss (v.) —protagonista del renacimiento co-lonial— y otros profesores artistas, como elpintor Emilio Caraffa, mantuvieron un sesgotradicional, vinculado a las matrices acadé-micas más conservadoras.

Las agitadas décadas de entreguerras, losaños de culminación de las vanguardias radi-cales —políticas y artísticas—, tan fructíferosen materia arquitectónica como para marcartodo el siglo, fueron modelando lentamenteun cambio de actitud en el seno de las escue-las, aunque el impacto fue dispar en las diver-sas sedes. Las visitas de arquitectos extranje-ros consagrados, como Le Corbusier,Hegemann (v.), Steinhoff, Bardi, Sartoris (v.),quienes en su mayoría brindaron conferenciaspúblicas en diferentes centros de estudio, nopasó inadvertida para quienes se interesabanpor el desarrollo del Modernismo europeo, he-cho que marcó tendencias y matices dentro delas distintas corrientes de las escuelas. Pero suimpacto distó de ser masivo y no derivó in-mediatamente en transformaciones estructu-rales de los contenidos de la enseñanza. Porotro lado, ellos pertenecían a las vanguardiasmás contenidas del espectro modernista, y asíse explica que en este período fuera la figurade Perret, como comentamos, una de las refe-rencias más fuertes en el ámbito académico.Admirado por personalidades dispares comoKarman o Alberto Prebisch, su presencia enBuenos Aires contribuyó a consolidar una lí-nea dominante en la arquitectura argentina,que conciliaba la consideración de cuestionestécnicas sin resignar la búsqueda de un “esti-lo”, seguida en la docencia por figuras comoRaúl J. Álvarez (v.), continuador de Karman enla cátedra de Composición.

Hacia principios de los cuarenta, la pro-ducción local de Arquitectura Moderna ayudóa generar una nueva conciencia crítica en losjóvenes estudiantes. Frente a la continuidadde la ejercitación en el dibujo de los órdenesclásicos, tomados de las versiones decimonó-nicas del tratado de Vignola en las clases delprofesor francés R. Villeminot (v.), los estu-diantes introducían los ejemplos y temas deobras recientes —como el Comega o el edifi-cio de Libertador y Malabia— y de las revis-tas locales e internacionales que consultabanen la aggiornada biblioteca de la SCA. La ca-mada de arquitectos egresados entre 1936 y1940 se hizo cargo de la crítica a ciertos prin-cipios y modalidades de sus maestros y del re-

36 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u LA “NOCHE DE LOS BASTONES LARGOS”, JUNIO DE 1966.

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chazo al sistema Beaux-Arts, que ya no les re-sultaba válido para afrontar las soluciones quela arquitectura debía proveer en la sociedadcontemporánea. Entre ellos, muchos seríanprotagonistas no solo de la renovación de la ar-quitectura en los próximos años, sino tambiénde los cambios radicales en la currícula que severificaron a partir de 1955.

El contexto peronista. La relación entre Estadoy Universidad inaugurada con la Ley Avella-neda se mantuvo con pocas modificacionesdespués de la Reforma Universitaria de 1918.Pero la situación cambia durante el primer go-bierno peronista: los principios de la Reforma—en particular los principios políticos de co-gobierno estudiantil y autonomía universita-ria, que comienza a interpretarse como una delas causas del divorcio del saber con los pro-blemas sociales— son puestos en cuestión. Noera la primera vez que estos principios se de-batían. Muchos autores consideran que ya en1922 se había iniciado una contrarreforma, através de sucesivas intervenciones a universi-dades y de modificaciones en los estatutos quelimitaban la participación estudiantil, identi-ficada como subversiva (Pronko, 2000). La co-rrupción en las elecciones también ayudó adesfigurar los principios de 1918, de tal ma-nera que la Universidad intervenida en 1946durante el primer gobierno peronista no era,ciertamente, un modelo de pureza espiritual.Ideológicamente, por otro lado, el gobierno pe-ronista continuaba las difusas banderas anti-liberales de los gobiernos de facto anteriores.Estos principios antirreformistas, sumados ala idea de democracia social, se condensanen las leyes universitarias dictadas en 1947(13031 y 14297). Para quienes las llevaron ade-lante, las leyes se justificaban en la “ausenciade democracia” en los claustros, y en la “ab-soluta separación del pueblo y el más comple-to desconocimiento de sus necesidades y as-piraciones”, como manisfestó Perón a fines de1946. Para los opositores, la política peronis-ta se resumió en la anulación de la autonomía,la censura y la persecución de quienes no re-presentaban un criterio “acorde con los an-helos populares”, según rezaban las bases pa-ra la nueva ley universitaria.

Se abre, en fin, una etapa contradictoria, yaque junto a las restricciones del período, fuer-temente resistidas por el movimiento estudiantilen la última etapa del gobierno peronista, el in-terés por transformar el ámbito de los estudiossuperiores da como resultado una segunda se-rie de reformas, a las cuales las escuelas de ar-

quitectura no estuvieron ajenas. Para entoncesexistían cinco universidades nacionales en elpaís, las más tradicionales Córdoba y BuenosAires, y las fundadas en el siglo XX: la Uni-versidad Nacional de la Plata (1905), la del Li-toral (1919), la de Tucumán (1921) y la de Cu-yo (1939). En 1947 se escinde la Universidaddel Litoral, al crearse la Universidad Nacionalde Rosario. En este marco, las escuelas de ar-quitectura reforman sus planes y muchas setransforman en facultad, concretándose así laplena autonomía de la disciplina respecto deotras técnicas y artes de la construcción.

La UBA crea la Facultad de Arquitectura en1947. Si bien muchos de los profesores ante-riores continuaron en la nueva gestión —a car-go de De Lorenzi en los primeros dos años—los cambios en los planes de estudio y en loscontenidos se fueron produciendo a través dela contratación de profesores visitantes, o in-terinos, evitando el politizado mecanismo deconcursos. En la Escuela de Arquitectura deCórdoba se abrió en 1948 un período de cam-bios profundos en el plan de estudios, con laparticipación del italiano Ernesto La Padula (v.)

y la incorporación de figuras como Tedeschi(v.), Devoto, Lange y Rébora, entre otros. La Es-cuela de Arquitectura de Rosario, por su par-te, se transforma en Facultad de Arquitecturay Planeamiento, dependiente, a partir de 1947,de la flamante Universidad Nacional de Rosa-rio. En la UNLP, se inicia la enseñanza de laArquitectura en 1952, bajo la forma de un De-partamento dependiente de Ingeniería, ca-rrera que a su vez formaba parte de la Facul-tad de Ciencias Físico Matemáticas.

Pero la experiencia más innovadora la cons-tituye la creación del Instituto de Arquitectu-ra y Urbanismo, dependiente de la Universi-dad de Tucumán (1946). En el año 1939, sehabía creado simultáneamente con la Univer-sidad la Escuela de Arquitectura, dentro de laFacultad de Ingeniería. Por lo tanto, la ense-ñanza de la arquitectura estuvo a cargo de di-cha escuela hasta que se produjo la reestruc-turación de la Universidad propiciada en 1946por la Intervención Nacional, y ejecutada enTucumán por el rector, Dr. Horacio Descole.La nueva estructura resolvió la organizacióndepartamental por institutos (una agrupaciónde departamentos, integrados por institutos,asumía el rol de Facultad). Estos institutosrealizaban diversas tareas, entre ellas la do-cente, que era desempeñada por las escuelas.

En 1946 se creó el Instituto de Arquitectu-ra y Urbanismo (v.), dependiente de la Facul-tad de Ciencias Exactas Puras y Aplicadas, que

funcionó como tal hasta la creación de la Fa-cultad de Arquitectura y Urbanismo en 1952.Todos los profesores contratados eran jóvenesde orientación moderna. Se designó al arqui-tecto Jorge Vivanco (v.) como director. Vivancovenía desempeñándose como docente de la Es-cuela de Arquitectura, junto con Eduardo Sa-criste (v.), Horacio Moyano Navarro (v.) y Adol-fo Cavagna. En 1947 Vivanco contrató losservicios de Hilario Antonio Zalba (v.) RafaelRamón Onetto (v.) y José Alberto Le Pera (v.),y en 1948 a los arquitectos italianos Gino Cal-caprina (v.), Enrico Tedeschi (v.), Ernesto Ro-gers (v.) y el ingeniero Guido Oberti. El nuevoplan de estudios contemplaba una marcada in-flexión urbanística, en relación con los pro-blemas concretos del país, e intentaba articu-lar investigación, docencia y asesoramiento aentes públicos. El Instituto marcó un hito enla historia de la enseñanza de la arquitecturaa nivel nacional. Sin embargo, esta rica expe-riencia entró en declinación por problemas po-líticos y presupuestarios a partir de 1952.

Los cambios en las escuelas del período,elevadas muchas a facultad, no fueron sufi-cientes para lograr una modernización sus-tancial de las formas y contenidos de la ense-ñanza. Aunque en algunos talleres de BuenosAires se introduce el repertorio moderno, enmanos de los profesores más jóvenes —comoCasares o Martin—, o de cátedras paralelas —como las de Catalano (v.) o Agostini (v.)—, con-tinúa “la copia del Vignola”. Por último, debenotarse que, al convertirse en facultades, loscentros de formación arquitectónica comien-zan a participar en forma activa —y con re-presentantes propios, electos libremente, des-de 1956— de las discusiones sobre políticauniversitaria, que aparece cada vez más im-bricada en los destinos políticos del país.

La “edad de oro” (1956-1966). La oportunidadde un cambio radical pareció entreverse con lacaída del peronismo por el golpe de 1955, sa-ludado por la Federación Universitaria Ar-gentina. En poco tiempo se restauraron losprincipios reformistas, y las universidades re-cobraron su autonomía en 1956. Se inician,para el relato canónico, los “años de oro” de launiversidad argentina, que se quebrarían abrup-tamente en 1966. La experiencia es paradig-mática en la Universidad de Buenos Aires, mar-cada por la inflexión progresista de lasautoridades, la amplia participación del movi-miento estudiantil, la creación de nuevas ca-rreras (sociología, psicología, ciencias de la edu-cación) y la modernización de los contenidos

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de la enseñanza. Deben recordarse los nom-bres de José Luis Romero, Risieri Frondizi, Ma-nuel Sadovsky, Hilario Fernández Long, paraevaluar el nivel de excelencia de las autorida-des y profesores hasta 1966.

Los cambios se hacen sentir en el mundode la arquitectura. Córdoba, que recupera su au-tonomía en 1958, fortalece la participación dela Facultad en las distintas actividades, semi-narios y congresos tanto en el país como en elextranjero. En 1956 se crea en la UNLP el De-partamento de Arquitectura a cargo de Hila-rio Zalba. La nueva institución se conforma rá-pidamente bajo las nuevas modalidades deenseñanza derivadas de la Arquitectura Mo-derna y convoca jóvenes profesores como J. Er-bin (v.), M. Soto (v.), E. Traine (v.), M. Winograd(v.), —vinculados todos, de una manera u otra,al ala reformista porteña—, A. Casares (v.), O.Moro (v.), H. Pando (v.) y C. Lenci (v.), por quie-nes se difundió la inflexión organicista, quese revelaría de peso en el ámbito platense. Elitaliano Tedeschi, que ya hemos visto actuar enTucumán y en Córdoba, funda en 1961 la Fa-cultad de Arquitectura, dependiente de la Uni-versidad de Mendoza, con novedosos enfoques.Cabe aclarar que la Universidad de Mendoza seconstituyó el 22 de diciembre de 1959, inició suactividad docente el 13 de mayo de 1960 y fueregistrada como universidad privada por el go-bierno de la Nación en 1962; así, Mendoza se-

ría sede de la primera facultad privada de ar-quitectura no confesional con apuestas expe-rimentales y propias, íntimamente ligadas a pro-blemas ambientales regionales. En 1956 se creóla Universidad Nacional de Nordeste, despren-dimiento de la del Litoral, de cuya carrera de ar-quitectura egresarían los primeros alumnos en1963; en 1962 se estableció Mar del Plata.

Pero una de las experiencias más intere-santes la constituye la de Rosario. La renova-ción radical de los claustros fue impulsada porlos estudiantes, quienes contrataron un equi-po de Buenos Aires dirigido por Jorge FerrariHardoy (v.), uno de los más conocidos refe-rentes de la Arquitectura Moderna en la Ar-gentina. El equipo estaba formado, además,por un grupo de jóvenes preocupados por losnuevos presupuestos sobre los que se debíaedificar la enseñanza de arquitectura, entreotros Jorge Enrique Hardoy (v.), Francisco Bull-rich (v.), Carlos Méndez Mosquera (v.), AlfredoIbarlucía, Juan Manuel Borthagaray (v.). Dosexperiencias fundamentales en la enseñanzade los próximos años merecen mencionarse:la del Taller Vertical y la de la asignatura Vi-sión. En 1956 se inició en Rosario el Taller Ver-tical, cuyo modelo se había establecido en 1952en la Facultad de Arquitectura de Montevideo.El Taller Vertical transformaba la enseñanzaen una práctica mucho más vinculada con larealidad (temas comunitarios, terrenos exis-

tentes con visitas de campo), enriquecida porel intercambio entre los alumnos. La estruc-tura del taller contemplaba un solo jefe paralos cinco cursos (de segundo a sexto) y la par-ticipación de adjuntos y auxiliares en la ideade promover la formación en equipo, la acu-mulación de experiencias y de trabajos reali-zados. J. M. Borthagaray (v.), F. Larguía y LuisIbarlucía (v.) fueron algunos de los primerosjefes de talleres verticales en la escuela rosa-rina. Por su parte, Méndez Mosquera, Bre-yer (v.), Oneto y Le Pera, entre otros, organi-zaron la nueva materia, Visión, que sustituyólas viejas asignaturas dedicadas a la represen-tación. Jorge Enrique Hardoy fundó en la mis-ma época el Instituto de Urbanismo de la Uni-versidad del Litoral, mientras Francisco Bullrich(v.) innovaba los temas en la cátedra de His-toria, revisando tendencias como la del Barrocoalemán (v. Historigrafía de la arquitectura).

Una filosofía similar fue adoptada en laUBA, que en 1957 tuvo su primer decano elec-to por los tres claustros, el arquitecto AlfredoCasares. Se reformuló entonces el sistema deenseñanza. La Facultad se reorganizó en cua-tro departamentos: Arquitectura, Visión, Téc-nicas e Historia. La creación de los Talleres deDiseño, la constitución de pares de Talleres deDiseño y Visión, la búsqueda de aproximacio-nes del área proyectual con las áreas técnicasy de historia, la actualización de programas ymetodologías didácticas en todas las áreas, y lainstauración de los cursos introductorios a laFacultad —especie de vorkurs bauhausiano di-rigido desde 1959 a 1966 por Gastón Breyer—abrevaban de la misma filosofía de la expe-riencia rosarina, y muchos nombres aparecenimplicados en los dos proyectos.

Esta filosofía inclusiva recuerda las expe-riencias de la Bauhaus, cuyo método, descrip-to por Gropius (v.) en 1923, subrayaba la con-cepción integral del trabajo técnico y del trabajoartístico, como también la necesidad de vin-culación activa con otros campos de la culturay la industria contemporáneas. Pero más mo-dernamente estas experiencias se colocan enrelación con las versiones de posguerra de aque-lla utopía de “arte total”, en donde arquitec-tura, gráfica, diseño industrial, música se su-maban para confluir en un “urbanismointegral”, para decirlo en las palabras de unode los referentes de las transformaciones deentonces, a la sazón en Ulm: Tomás Maldo-nado (v.). La segunda referencia insoslayable esla de Moholy Nagy, en cuyo taller del IIT deChicago se habían formado algunos de los pro-tagonistas de las transformaciones de enton-

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u CASA DE A. VILAR EN SAN ISIDRO, RELEVAMIENTO DEL TALLER DE TONY DÍAZ EN LA FADU - UBA, ENTRE 1984 Y 1985.

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ces, como J. M. Borthagaray. Pero más que elmodelo concreto del taller, reedición contem-poránea de sus experiencias bauhausianas, pe-saron sus escritos: The New Vision, reeditado yampliado en 1947 y traducido al castellano enBuenos Aires por la editorial de Méndez Mos-quera, se revelaría especialmente fructífero enlas áreas de Visión y del ciclo introductorio.Como nota Borthagary, la reproducción exac-ta de los talleres de Moholy Nagy era imposi-ble en una Facultad que comenzaba a ser ma-siva: lo que aquí se denomina taller no es untaller práctico, en que se trabajan directamen-te los materiales y los objetos, con un espíri-tu cercano a la mística del artesanado, sin dis-tinción de disciplinas, sino la más tradicionalestructura del atelier de arquitectura, moder-nizada en sus modelos, técnicas y metodolo-gías. En este sentido, las modificaciones másrevulsivas fueron la del ciclo introductorio, quesí podía aplicar algunas técnicas bauhausianas,y la del grupo de asignaturas que se reunió entorno del concepto de Visión.

Las materias que tradicionalmente con-formaban el área de Representación (Dibujo,Geometría Descriptiva, Plástica, Acuarelado ySombras, etc.) transcurrían de manera inde-pendiente y poco sensible a las nuevas técni-cas. Visión, como su nombre lo indica, edu-caba ante todo la capacidad perceptiva delalumno, ligada íntimamente a la posibilidadde representar, como un instrumento cog-noscitivo capaz de prefigurar lo nuevo. Paraello, se utilizaron nuevas técnicas y procedi-mientos que establecían puentes precisos en-tre razón y creación. Los modelos de la NewBauhaus o de Ulm se ampliaban con aportescientíficos, como los trabajos de Rudolf Arn-heim, en particular Art and Visual perception.A psycology of the creative Eye, pilar de la psi-cología de la percepción. Las investigacionesmorfológicas se ampliarían en los años suce-sivos: profesores como César Janello (v.) se de-dicaron a la semiología de las formas, en labúsqueda de una objetivación de los princi-pios de configuración arquitectónica y de sutrascendencia retórica, lo que marcaría fuer-temente a las nuevas generaciones que mástarde abordaron las inflexiones filosóficas delPosmodernismo.

Aunque todos los protagonistas de la re-novación, en las distintas facultades, parten deconvicciones modernistas, en el mismo senode las tendencias renovadoras existían, desdela década del cincuenta, polémicas fuertes.Al Racionalismo extremo que ostentaban lascorrientes que hemos mencionado, ligadas a

la inflexión cientificista del progresismo uni-versitario, se le oponían los grupos cristianosque concretaban una síntesis entre el Bruta-lismo (v.) lecorbusierano y la tradición colonialargentina. En la oposición se revela cuán fuer-tes comenzaban a ser las diferencias ideológi-cas y políticas en la ponderación de la arqui-tectura nueva: las tendencias replican las dosgrandes corrientes de la época en el movimientoestudiantil, los reformistas (ligados ahora a lasizquierdas comunistas y sus “compañeros deruta”) y los humanistas (de corte neocristiano,que derivaron en los sesenta al catolicismo ter-cermundista). Las cátedras podían bien divi-dirse según la ideología, que se estimaba enrelación directa con las tendencias arquitectó-nicas: en Buenos Aires, la de Wladimiro Acos-ta convocaba a la izquierda, mientras Casaresse adscribía al humanismo. Claro que los so-lapamientos y ambigüedades eran muchos.

También desde 1950, las visitas interna-cionales convulsionaban el campo arquitec-tónico. Después de la de Bruno Zevi (v.), porejemplo, la historia había cobrado nuevo im-pulso articulada con el organicismo del mo-delo wrightiano de Taliesin; el adversario re-sultaba aquí el héroe permanente de losarquitectos argentinos: Le Corbusier. Más tar-de, la visita de intelectuales como N. Pevsner,G. C. Argan, Reyner Banham o Umberto Eco,habría de influir decididamente en el campoarquitectónico nacional, lo que demuestra cuánabierto estaba este a las solicitaciones de di-versos ámbitos de la cultura.

Efervescencia política y represión (1966-1985).Si la década del cincuenta había politizado loscontenidos de la enseñanza —formulando unrelato heroico por el cual el retrógrado acade-micismo de los años peronistas había sido fi-nalmente derribado por la democrática Ar-quitectura Moderna—, los años sesenta y losprimeros setenta llevaron al extremo la arti-culación arquitectura-política, al punto que, en1973, cuando la izquierda se creía al borde deuna revolución inminente a escala continen-tal, hablar de cuestiones específicas de arqui-tectura parecía fuera de tiempo y lugar. Lasvanguardias políticas se habían revelado in-dependientes, y aun opuestas, a las vanguar-dias estéticas (preocupadas por la renovaciónde técnicas y lenguajes), derribando el sueñode los arquitectos que suponían una relaciónarmónica entre ambas. Los “años de oro” dela universidad argentina aparecieron entoncescon un carácter inverso: cientificista y “de-pendiente”. El reformismo, ligado íntimamente

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La escuelita

u UN EJERCICIO DEL LABORATORIO DE ARQUITECTU-

RA: CAMBIO Y TRANSFORMACIÓN A PARTIR DE

UN EJEMPLO DADO, COMO EL EDIFICIO KAVANAGH.

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a esta universidad, volvió a ser cuestionado,pero ahora no desde los sectores conservado-res, sino desde la nueva izquierda política. Lavaga vocación social del Modernismo pospe-ronista dejó espacio así a la militancia activa,que en el cambio de década era de fusiles y node plumas. Cuba fue en más de un sentido elmodelo estudiantil, y debe recordarse el pesopolítico que el movimiento estudiantil poseíadesde mediados de los cincuenta en el mane-jo de la universidad.

El punto de quiebre con la universidad re-formista provino de acontecimientos políticoslocales que la implicarían seriamente: en 1966un nuevo golpe militar determinó la interven-ción, y la resistencia inmediata de profesoresy alumnos fue reprimida en la recordada co-mo Noche de los bastones largos. Renunciaronentonces todas las figuras de prestigio de launiversidad, sin que fuera la Facultad de Ar-quitectura una excepción. Muchos emigraron,otros se volcaron al trabajo profesional, y aun-que unos pocos volverían en breve al ámbitoacadémico, la universidad nunca llegó a re-ponerse de esta sangría. Sin embargo, el efer-vescente clima de ideas internacional no per-mitió que el onganiato cumpliera su propósitode despolitización de los claustros: por el con-trario, se reinstalaron con mayor fuerza las con-vicciones políticas de una nueva izquierda enascenso mundial. En la Argentina, el régimenfue duramente contestado en las manifesta-ciones obrero-estudiantiles del Cordobazo, laversión local del Mayo francés.

Tal impulso político de unidad no se veri-ficaba solo en los aspectos estrictamente polí-ticos de la vida intelectual y artística. Transfor-mó radicalmente las posiciones de la literatura,la plástica y la arquitectura experimentales, quepasaron, según definen Longoni y Mestman(2000), de una posición alternativa a una cla-ra oposición frente a las instituciones vigentes,incluso aquellas que se habían manifestado devanguardia en los contenidos específicos. Laradicalización llevó prácticamente al abando-no de la producción específica, ya que se habíainternado en campos de acción decididamen-te políticos. Un ejemplo relevante lo constitu-yó la experiencia de Tucumán Arde, obra co-lectiva llevada a cabo por artistas rosarinos yporteños a fines de 1968, que impulsó en-cuentros, muestras en las sedes de la CGTA (lacentral sindical alternativa) de Rosario y Bue-nos Aires, y acciones callejeras.

El arte se disolvía en la provocación políti-ca, el destinatario social lo constituían las cla-ses desposeídas y sus representantes obrerosy, como a principios de siglo XX, la revoluciónparecía estar al alcance de la mano. La arqui-tectura, eminentemente constructiva, se en-contraba en inmejorables condiciones para re-solver problemas acuciantes bajo la direcciónobrera revolucionaria. A partir de 1971, con lamayor apertura del gobierno de Lanusse —res-ponsable del llamado a las elecciones que ga-naría el peronismo—, las facultades de Córdo-ba, Rosario, la Plata y Buenos Aires aparecieroncomo centros de experimentación dominados

por la izquierda estudiantil, hegemonizada porel nuevo peronismo.

No es extraño entonces que fuera en la Fa-cultad de Arquitectura de Córdoba, la ciudaddel Cordobazo y de los sindicatos metalúrgi-cos manejados por el comunismo revolucio-nario, donde se iniciaron las propuestas de re-novación que intentarían articular, ya no en elplano teórico, sino en la vida concreta, arqui-tectura y sociedad. El llamado “Taller total” da-ría un paso adelante con respecto a la filosofía,ya integrativa, de los talleres verticales, consti-tuyéndose como el locus de síntesis de todoslos conocimientos, y trabajando en estrecha re-lación con las necesidades del comitente so-cial. Experiencias similares se realizaron enRosario, ciudad motorizada por profesores jó-venes como M. Corea (v.), en la Plata y en Bue-nos Aires a partir de 1973.

La experiencia de Buenos Aires puede con-siderarse paradigmática tanto de las bondadescomo de los límites de esta experimentación.Ya en esos años, la pequeña facultad de la dé-cada del cincuenta, en la que se contaban solounos centenares de alumnos, se había con-vertido en masiva, de tal manera que debió mu-darse varias veces, hasta que en 1971 se insta-ló en el pabellón 3 de la Ciudad Universitaria(v.). La masividad, en efecto, puso a prueba lamatriz del taller en sus diversas modalidades,con su ideal de colaboración de tintes comu-nitaristas, de trabajo presencial, de trasmisióndirecta de las experiencias. Por otro lado, losconflictos políticos se agudizaban en la Capi-tal de la República. La FAU, que hasta 1973 ha-bía tenido su centro de estudiantes controladopor el comunismo reformista o sus herejes re-toños, fue monopolizada después de la asun-ción de Cámpora por las diversas manifesta-ciones del movimiento montonero. El núcleocentral de la Facultad, cuyo decano fue, en elbreve período de plena democracia, Luis Ibar-lucía —a quien vimos participar en las expe-riencias de punta de los años sesenta—, lo cons-tituyeron talleres totales de marcada ideología“nacional”: primero una federación de talleresconocidos con este nombre; luego, desde 1974,los talleres nacionales y populares (TANAPO).La organización de esta federación de talleresverticales o unidades, con distintas orienta-ciones arquitectónicas, pero con idéntico es-píritu de época, era dirigida por una dupla deprofesores. Uno de ellos, elegido entre profe-sionales jóvenes pero de ya consolidado pres-tigio, se ocupaba de los contenidos académi-cos, mientras el otro, cuya trayectoria se resumíaen su labor militante, oficiaba como comisa-

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u MEMORIAL DE ESTUDIANTES Y DOCENTES DESAPARECIDOS EN LA FAU-UNLP, DE SARAVÍ, DELPINO Y GARCÍA.

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rio político. En la experiencia participaronmiembros de estudios ya reconocidos (p. ej. J.Solsona, v. MSSGSS) con arquitectos cuya ca-rrera se perfilaba prometedora, asiduos gana-dores de los múltiples concursos de los últi-mos años (los estudios de Moscato (v.), Díaz (v.),etc). La crema de la vanguardia estética se reu-nía así con la vanguardia política.

Sería fácil atribuir a la intervención fascis-ta de Ivanissevich en 1975, y sobre todo al gol-pe de estado de 1976, el más sanguinario quela Argentina recuerda, el fracaso de esta expe-riencia. Sin descartar la importancia de estoshechos desgraciados, que impidieron el desa-rrollo de la experiencia, lo cierto es que las ten-siones que suponía casar la voluntad de reno-vación disciplinar con los requerimientospolíticos partidistas ya habían comenzado a ma-nifestarse mucho tiempo antes. La prueba laconstituye el proyecto de enseñanza alternati-va que, aunque se materializó en 1976, se ve-nía pensando desde al menos un año antes. Ungrupo de arquitectos que participaba activa-mente de los talleres nacionales y populares,entre los que se contaban Díaz y Solsona, su-mados a otros como E. Katzenstein (v.), y mástarde E. Leston (v.) y J. F. Liernur, imaginaronla recuperación de la disciplina, ya disuelta enlas versiones radicales de la política, a través deun grupo que, al formalizarse en 1976, se es-tableció por fuera de la universidad bajo el nom-bre de La Escuelita. El objetivo era retomar elestudio de cuestiones de la forma arquitectó-nica en un ámbito no sujeto a las presiones dela política partidaria. A través de La Escuelita,fueron introducidas en la Argentina las ideasnovedosas de lo que en breve se conocería, conescasa propiedad, como Posmodernismo (v.). Aeste pequeño centro de debate fueron convo-cados muchos protagonistas de la arquitectu-ra internacional de entonces, como A. Rossi (v.),Álvaro Siza y los argentinos emigrados Gan-delsonas (v.), Machado y Silvetti (v.). El modelofue repetido más tarde en experiencias comola del Laboratorio de Arquitectura dirigido porAlberto Varas (v.) para el CAYC, un centro dearte y comunicación especialmente activo du-rante la Dictadura, responsable de las visitas dereconocidos arquitectos y teóricos del momento,como P. Eisenman, K. Frampton, M. Tafuri; oen los programas de estudios que Liernur ar-mó en 1982 en la Sociedad Central de Arqui-tectos, orientados a aspectos histórico-cultura-les de la disciplina.

Las facultades de la Dictadura, en tanto,cancelaron bruscamente las experiencias ini-ciadas en los setenta, persiguieron, encarcela-

ron o asesinaron a docentes y alumnos que ha-bían estado implicados en ellas, y regresarona un modo tradicional de la enseñanza, cu-yos contenidos apuntaban a convenciones mo-dernas que ya no causaban ninguna resisten-cia. Sucede que, a diferencia de otros paíseslatinoamericanos, en los que las dictaduras res-pectivas se esforzaron por capitalizar el mun-do académico, modernizando la estructura uni-versitaria, p. ej. el caso del Brasil, el gobiernomilitar canceló cualquier presunción de auto-nomía, y con ello todo debate intelectual. Noes extraño entonces que en muy diversas fa-

cultades de Arquitectu-ra, como las de Córdo-ba y Buenos Aires, sehaya dado preeminen-cia al área tecnológica.En el caso de la FAU-UBA, esta era el área ala que pertenecía el de-cano Corbacho, sospe-chado por la desapari-ción de alumnos ydocentes, y condenado,después de 1985, por la

destrucción del patrimonio de la bibliotecade la Facultad. La inflexión tecnológica no im-plicó, tampoco, el progreso en estas discipli-nas. Las facultades de la época, aunque se res-tauró el examen de ingreso con cupos, llegarona su punto académico más bajo, habiendo re-nunciado, emigrado o desaparecido la mayorparte de los profesores de valía. El debate pa-só por fuera de la Facultad, en los centros pri-vados ya comentados, pero el clima de terror

se extendía por fuera de la universidad: el con-trol estricto de cualquier actividad intelectualllevó a la autocensura e impidió debates en pro-fundidad. Solo en los últimos años penetraroncon timidez y escasa organicidad las nuevasideas del debate arquitectónico internacionalen los claustros universitarios.

Los conflictos de la estabilidad democrática(1985-2000). A partir de 1983, con la emer-gencia de la democracia, las universidades fue-ron intervenidas y regularizadas, retomandola autonomía y el cogobierno estudiantil. Se re-abre así la normalidad de la vida institucional,y con ella el debate por los contenidos acadé-micos y los planes de estudio. Un cambio no-table se consolida a partir de 1995, con la nue-va Ley de Educación Superior (24521). La leymantiene los principios de autonomía y cogo-bierno, pero introduce modificaciones en elsistema de evaluación de las universidades, cre-ando una Comisión Nacional de Acreditacióny Evaluación (CONEAU), independiente de lascasas de estudio. Por otro lado, la ley buscó sub-sanar un problema de larga data en la forma-ción universitaria argentina: el acento en el per-fil profesional de los egresados, en desmedrode la investigación. Para esto, se promocionóla creación de posgrados, maestrías y doctora-dos; se estableció un incentivo para los docentesinvestigadores; se creó una Agencia de Pro-moción Científica —complementaria con elConsejo de Investigaciones Científicas y Téc-nicas— para la financiación de proyectos. Detal manera, se respondía a la necesidad de mo-dernización del sistema universitario, en un

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u AUDITORIO DE LA UNIVERSIDAD DEL SALVADOR EN PILAR, DE C. TESTA Y OTROS.

u PORTADA DE ARQUIS,

UNIVERSIDAD DE PALERMO.

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mundo donde la complejidad del saber im-plicaba acercamientos interdisciplinarios, es-pecializaciones nuevas, formación permanen-te. En varias universidades, se recurrió apréstamos internacionales para la concreciónde programas de posgrado, y las facilidadesotorgadas por el ciclo económico de la con-vertibilidad facilitó la visita de académicos ex-tranjeros. Como aspectos positivos de la últi-ma década, se verificó la creación de diezuniversidades nuevas, algunas nacionales yotras privadas (cuyo número se duplicó, favo-recidas por la apertura de la nueva ley en estesentido); la consecuente expansión de la ma-trícula universitaria a partir de 1984, conse-cuencia de las demandas democratizadoras yde la eliminación de las restricciones fuertesal ingreso; y una consolidación y diversifica-

ción institucional sostenida. En la actualidad(2004) existen 36 universidades nacionales,42 privadas, y 12 institutos universitarios. Sinembargo, los expertos señalan algunos pro-blemas que no se desprenden directamente delos números: entre ellos, la escasa eficienciade las universidades para producir egresados(de cada 100 ingresantes, se calcula que egre-san 18.2 en el tiempo estimado para las ca-rreras); la ausencia de dedicaciones exclusivasen el cuerpo docente, que desmiente la exten-sión de la investigación (el 66,5% de los pro-fesores poseen dedicación simple), la rigidezde la oferta formativa, que implica largos añosde estudio sin considerar la acreditación portramos. El presupuesto, por último, solo co-rresponde a un 0,5% del PBI.

Todos estos problemas se acentúan en Ar-quitectura: una carrera sin tradición de inves-

tigación, orientada a la formación de profesio-nales; la escasez de dedicaciones exclusivas, conprofesores cuya tarea principal es la del estudioprofesional; la consecuente abundancia de do-centes ad honórem y, en las casas de estudio tra-dicionales, la masividad del estudiantado.

Bekinschtein y Aldasoro (2000) consigna-ron un aumento del número de alumnos dearquitectura de universidades públicas del103.01% en el período 1982-1992. Según losdatos del Informe de Desarrollo Humano di-señado por el CIDEAL (1993), la Argentina tie-ne a nivel internacional una de las relacionesmás altas entre los estudiantes de arquitectu-ra y la población: 1235 habitantes por alumnode arquitectura. Según datos de 1994, en lasuniversidades estatales estudia el 84% de losestudiantes de arquitectura, mientras que enlas universidades privadas lo hace el 16%. Deltotal de alumnos del país que estudian arqui-tectura el 37.6% lo hace en la Universidad deBuenos Aires con 9433 alumnos, la sigue laUniversidad de Córdoba (4117 alumnos). Detal manera, el caso de Buenos Aires sigue sien-do modélico entre las facultades públicas, es-pecialmente en lo que se refiere a la ecuacióncantidad / calidad, clave de las políticas ac-tuales. Reseñaremos entonces los cambios pro-ducidos en esta casa de estudios en relacióncon los problemas planteados.

Después de las elecciones democráticas de1983, muchos arquitectos que habían sido pro-fesores hasta 1976 vuelven a la Facultad deBuenos Aires; pero esta vez, a diferencia deljuvenilismo que imperaba en las experienciasde los años sesenta, existe escaso recambio ge-neracional. Serán sucesivos decanos J. M. Bort-hagaray, Carmen Córdova (v.) y Berardo Du-jovne. De perfil profesionalista y no académico,este ya había oficiado como interventor en 1983debido a su estrecha vinculación con el radi-calismo triunfante. Se multiplican los concur-sos y las cátedras, especialmente en el áreade Diseño, dirigidas también por nombres re-conocidos a principios de los setenta: Solsona,Erbin, Varas, Díaz, Goldemberg, como tam-bién otros vinculados con el sesgo político “na-cional y popular” ahora aggiornado sin ribetesríspidos (J. Moscato (v.), J. Molina y Vedia, R.Doberti, etc). Las cátedras se multiplicaron, lle-gando a existir más de 45 alternativas.

Una transformación importante, desde elpunto de vista institucional, se efectúa duran-te la secretaría académica de Córdova, duran-te el decanato de J. M. Borthagaray (1990-1993),cuando se agregan al núcleo de arquitecturalas carreras de Imagen y Sonido, Diseño de In-

dumentaria y Diseño del Paisaje, que se su-man a las más tradicionales Diseño Gráfico yDiseño Industrial. El cambio fue impulsadoante la verificación de que la larga y abarcati-va carrera de arquitectura, superpoblada dealumnos, acogía en realidad muy diversas vo-caciones. El grupo de carreras aparece unidobajo el denominador común del proyecto, y so-bre esta base se conforman también los con-tenidos del ciclo básico común, instalado parala Universidad durante la gestión de Delich,con la idea de servir como nivelación para losegresados de los desparejos colegios secunda-rios. En la FAU, desde entonces FADU —Fa-cultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo—este ciclo preuniversitario debía servir a la for-mación de especializaciones tan dispares co-mo el diseño de modas y el de automóviles,la construcción de un edificio y la ejecución deun film. Nuevamente, se evoca con esta reu-nión el viejo plan bauhausiano y sus deriva-ciones, pero las diferencias saltan a la vista;la más notable la constituye el carácter masi-vo de la facultad de los ochenta, y la inevitabledesvinculación de las carreras entre sí. Aun-que se piensa en una posible especialización(la emergencia de materias optativas parecióindicar este sesgo), no es posible, después delciclo básico, cursar materias de forma electivay horizontal, diseñando un perfil profesionalpropio. El requerimiento ministerial de cubrirtodos los aspectos de una disciplina definidaen el cruce de las técnicas, las ciencias huma-nas y el arte, considerando que las facultadesotorgan títulos habilitantes (la obtención de lamatrícula profesional consiste en un simpletrámite, sin los exámenes especiales requeri-dos en Europa y los Estados Unidos), fue elprincipal obstáculo para diseñar transforma-ciones radicales en los programas.

¿Cómo establecer una relación eficaz entreuna preparación necesariamente amplia, co-mo la misma tradición del arte lo determina,y el alto grado de especialización requerido pa-ra las diversas funciones en que la forma delhabitar humano debe procesarse? Una de lassoluciones corrió en los noventa por la exten-sión de las ofertas de estudios cuaternarios,hasta entonces limitados a unas pocas carre-ras de especialización en las áreas de Planea-miento y Patrimonio Urbano. Desde media-dos de los noventa, florecieron en el ámbito dela arquitectura y el urbanismo una serie de pos-grados, maestrías y doctorados en las distintasáreas que la práctica de la disciplina implica-ba. Buenos Aires posee hoy un doctorado enArquitectura; una maestría en Diseño Arqui-

42 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u CONFECCIÓN DE MAQUETAS, FADU - UBA.

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tectónico Avanzado; dieciocho carreras de es-pecialización, entre las que se cuentan ofertastan variadas como Arquitectura de Interiores,Lógica y Técnica de la forma, Historia y Ccrí-tica, Planeamiento de los Recursos Físicos enSalud, o Tasación de Inmuebles. Otras facul-tades siguieron el camino de los posgrados.Mar del Plata se reveló exitosa con la Maestríaen Gestión Ambiental, sumándole otras tres(Gestión del Patrimonio, Hábitat y Vivienda,Higiene y Seguridad en el Trabajo); la Nacio-nal de Córdoba posee cinco maestrías, La Pla-ta tres carreras de especialización, Rosario haimplementado en los últimos años el doctora-do y aun la Facultad de Arquitectura de Salta,de reciente creación, abrió una maestría en Ges-tión Ambiental. Muchas facultades públicas yprivadas optaron por iniciar los estudios vin-culados a la arquitectura o al hábitat desde laformación de posgrado, articulada con la in-vestigación (Gral. Sarmiento; el CEAC de laUniversidad Di Tella). Pocas son, sin embargo,las que cuentan con acreditación de la CONE-AU: el nivel es notablemente desparejo. Se ca-rece aún de experiencia, en particular en el áreaespecífica de Arquitectura, de una vinculaciónorgánica con la investigación, también recien-te en estas facultades (con la excepción de losestudios históricos y urbanísticos, v. Historiogra-

fía y crítica de la arquitectura) y de la preparación deprofesores con títulos máximos.

Estas diversas elecciones de la década de1990 deben ponerse en contexto con la mo-dernización neoliberal que caracterizó la déca-da. Aunque la poderosa Buenos Aires mantu-vo un rector radical durante el períodomenemista, la filosofía fue similar a la del go-bierno nacional. A diferencia de los años ochen-ta, cuando los problemas económicos detu-

vieron virtualmente la construcción, los noventaresultaron el paraíso para los arquitectos, im-plicados en muchos proyectos urbanos de granmagnitud. En el momento álgido, cuando tan-to el Municipio de Buenos Aires, como la Fa-cultad de Arquitectura, o las asociaciones pro-fesionales, estuvieron en manos del radicalismo—poniendo en crisis el mismo concepto de au-tonomía universitaria, que implicaba una polí-tica no partidista—, los negocios urbanos semezclaron con los “asesoramientos técnicos”académicos, con las prácticas pedagógicas, conla designación de profesores, con la creación deposgrados. Así, la unidad de la enseñanza uni-versitaria con los requerimientos “reales” delmundo, principio que había alentado el cami-no de la Arquitectura Moderna, pareció alcan-zarse perversamente. La orientación estricta-mente profesionalista que había caracterizadosiempre estas casas de estudio, y que se inten-tó reformar por ley premiando el perfil inves-tigativo, no se alteró. Sin embargo, debemos se-ñalar que la actividad investigativa se multiplicóy se crearon centros, institutos y grupos de in-vestigación que han aportado valiosos resulta-dos, aunque la investigación sigue siendo unaactividad todavía minoritaria.

Dentro de este marco neoliberal, un temaparticular lo constituye el florecer de faculta-des públicas y privadas de arquitectura con chan-ces de competir con las tradicionales faculta-des públicas. Debe recordarse brevemente quela misma existencia de universidades privadashabía sido un tema ríspido desde los años cin-cuenta: los conflictos entre liberales y católicos,que culminaron en 1958 con una victoria pí-rrica de la posición liberal, se había iniciadocon la inclusión como artículo del Decreto 6043de 1955 sobre reorganización universitaria delderecho de la iniciativa privada a crear uni-versidades libres. Se fijó entonces un examende habilitación para las universidades privadas,que pronto se convirtió en meramente formal.En 1959 se autorizó la creación de la Univer-sidad Católica de Córdoba, que abre la carrerade arquitectura. Se crearon también, bajo es-te impulso, las primeras facultades privadas dearquitectura que no estaban tuteladas por laIglesia, como la ya mencionada Mendoza, laKennedy (1964) y la Universidad de Belgrano(1970), ambas en Buenos Aires. Por diversosmotivos, sin embargo, estas facultades —quedesaprovecharon la oportunidad que les brin-dó implícitamente la dictadura cuando distin-guidos profesores abandonaron las facultadesestatales, continuando su organización comoacademias— contrataban a sus profesores por

hora, impidiendo la formación de un cuerpodocente con un proyecto sólido y constituyén-dose como el lugar favorito de los alumnos quetemían la activa vinculación de las universida-des estatales con la vida pública, o que sim-plemente buscaban un camino más fácil paraobtener el título. Esta situación se altera con lasuniversidades privadas de los noventa, que bus-caron un perfil diferencial con respecto a lastradicionales universidades estatales. Sin em-bargo, de las pocas que armaron una carrerade arquitectura, ninguna logró establecer unperfil diferencial, atadas por el problema de lasincumbencias profesionales.

Así, tanto en las universidades públicas co-mo en las privadas, la enseñanza de grado con-tinúa el modelo de talleres que reclamaronuna orientación bauhausiana, pero que en re-alidad no se apartaron demasiado de la me-cánica del atelier. La masividad actual en lasprincipales casas de estudio ha implicado laausencia de un contacto fluido entre profeso-res y alumnos, y la tan ansiada estabilidad delos profesores, de tanta importancia en térmi-nos no solo gremiales, sino porn la posibilidadde consolidación de experiencias, redundó enuna ausencia de recambio generacional en ladirección de las cátedras.

Resulta difícil, finalmente, estimar con im-parcialidad los cambios en los contenidos dela enseñanza de arquitectura en estos últimosaños. La crisis del Movimiento Moderno ya es-taba consumada en los años ochenta, pero nodio lugar a otro relato inclusivo y heroico co-mo aquel había construido. Los noventa fueronaños de encierro en los límites disciplinares, deavance notable en las experimentaciones for-males, pero de escasa articulación con los pro-

ens ens

43Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u TRABAJO EN TALLER, FADU - UBA.

u TRABAJO EN TALLER EN LA FADU - UBA.

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blemas concretos que la arquitectura presenta-ba en el ámbito local. En un clima de crisis in-ternacional de los principios que definen la dis-ciplina, no resulta extraño así que las nuevastendencias que se suceden con cada vez ma-yor velocidad no hayan ido de la mano con pro-puestas decididas en el ámbito pedagógico degrado. C. S/ G. S/ M. R.

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ESCUELA. f. Edificio destinado a la enseñanzaprimaria. La problemática de la arquitecturaescolar y la necesidad de erigir edificios es-peciales para la educación comienza a ocu-par un lugar con las iniciativas del Secreta-rio del Consulado, Manuel Belgrano, enrelación con sus gestiones para abrir las Es-cuelas de Náutica, Matemática y Dibujo en1799. Estos planes pudieron concretarse par-cialmente en edificios existentes adaptadosde forma precaria, pero la necesidad de con-tar con ámbitos higiénicos, ventilados, ilu-minados y adecuados para el ejercicio de ladocencia fue moldeándose con el debate porel modelo educativo. Las primeras indica-ciones concretas en relación con las condi-ciones materiales de un edificio escolar lasplanteó Sarmiento en su Educación popular,en 1849, y puede decirse que el primer edi-ficio que cumple con esas normas mínimases la escuela Catedral al Norte en Buenos Ai-res, de 1859. A partir de la Ley 1420 de en-señanza primaria obligatoria, gratuita y lai-ca, sancionada en 1884, el Estado se hace

44 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u PATIO CENTRAL DE LA FACULTAD DE ARQUITECTURA, DISEÑO Y URBANISMO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES.

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cargo de la construcción de edificios espe-cialmente destinados para la educación en laArgentina y de la normativa para los empren-dimientos privados. La arquitectura escolaradquiere desde entonces un lugar especiali-zado en la producción edilicia vinculada a laescolaridad primaria.

La iniciativa de Manuel Belgrano para abrirlas escuelas de Matemática, Náutica y Dibujo(1799) generó la necesidad de instaurar un sis-tema educativo desde una perspectiva moder-na. Posteriormente, la organización de la en-señanza primaria formó parte integrante delplan de reformas propiciadas durante el go-bierno del Gral. Martín Rodríguez, por su Mi-nistro Bernardino Rivadavia. En 1822 las es-cuelas pasaron del control del Cabildo al controldel Departamento de Primeras Letras, incor-porado a la recientemente creada Universidadde Buenos Aires. Desde entonces el “sistemalancasteriano” o de “enseñanza mutua” se hi-zo obligatorio. Este método, conocido en Bue-nos Aires desde 1816, se basaba en la enseñanzaimpartida por los alumnos más avanzados a losprincipiantes. La escuela contaba con un aulacomo recinto único, de forma alargada, dondese reunía a los alumnos de todas las edades,ubicados en sitios predeterminados. El equi-pamiento constaba de largas mesas alineadasen filas, en las que se alternaban los estudian-tes avanzados con los de inferior nivel.

El único proyecto de escuela lancasterianaque se ha conservado es el realizado por Car-lo Zucchi (v.) en 1833. Elaborado a pedido deuna comisión de vecinos, este proyecto con-sistía en un establecimiento para niñas, quedebía ser erigido en un terreno contiguo al tem-plo de San Nicolás (Buenos Aires). Constabade planta baja y dos patios, con una sala tea-tral, un aula alargada, una rotonda y respon-día a la estética neoclásica.

A mediados del siglo XIX, Domingo Faus-tino Sarmiento introdujo un cambio signifi-cativo en los métodos de enseñanza al difundirla aplicación del “sistema simultáneo”: alum-nos reunidos en aulas por niveles de conoci-mientos, con la asistencia de un maestro o mo-nitor. Este concepto afectó la arquitecturaescolar, pues la composición de los edificios va-riaría según la cantidad de aulas en función delos alumnos. Sin embargo, por varias décadasmás, los sitios de enseñanza continuaron sien-do lugares originalmente destinados a otrosusos, como casas de alquiler, mercados, etc. Es-ta tendencia de recuperación de edificios se apli-caba en los países europeos, donde se disponía

especialmente de antiguos conventos o edifi-cios que habían pertenecido a instalaciones re-ales, en general de grandes dimensiones.

Tempranamente Sarmiento, desde su libroLa educación popular (1849), planteó la priori-dad que tenía la construcción de edificios es-pecialmente proyectados para escuelas para eléxito del sistema de educación moderno. De-dicó un capítulo al análisis de las condicionesmateriales de los edificios escolares, realizan-do un estudio comparativo de tratados de ar-quitectura escolar de los Estados Unidos y va-rios países europeos, además de observacionesdirectas que realizó durante sus viajes. Intro-dujo la idea de que la atención a los problemasde higiene, asoleamiento (v.) y ventilación (v.)

debían ser determinantes para este tipo de ar-quitectura. Además era importante que las es-cuelas fuesen estéticamente atractivas, “concierto lujo de decoración”, a fin de educar nosolo el físico, sino el gusto de los niños.

En 1853 se estableció en la Constitución Na-cional que las provincias eran las responsablesde garantizar la educación primaria y debíanproveer a través de sus constituciones los re-cursos necesarios. En la Provincia de BuenosAires, Sarmiento implantó el mecanismo deautogestión vecinal para la apertura de escue-las. Consistía en la obtención de recursos demanera independiente, por esfuerzo de los ha-bitantes de cada barrio o ciudad. La mayoríade estas escuelas se ubicó así en edificios exis-tentes obtenidos por donaciones y adaptados

de acuerdo con la disponibilidad en cada caso.La mayoría de las veces no se satisfacían lascondiciones mínimas de higiene y ventilación.De todos modos, durante la presidencia de Sar-miento (1868-1874), se abrieron cerca de ocho-cientas escuelas en todo el país, y se triplicó lamatrícula escolar.

La primera escuela construida especialmentefue la de Catedral al Norte, en Buenos Aires(1858). Realizada con una pequeña participa-ción del gobierno provincial y la autogestión ve-cinal, el resultado se encontraría lejos de los de-seos expresados por Sarmiento. Proyectada yconstruida por el arquitecto Miguel Barabino(v.), se ubicaba en un terreno acotado, entre me-dianeras, sobre la calle Reconquista 461 (hoydemolida). Tenía una fachada austera en estiloNeorrenacimiento (v.) y las aulas recostadas so-bre un lateral del terreno. El resultado final deeste edificio señalaba las limitaciones que im-ponía la pobre participación del Estado en laconstrucción de escuelas.

El viraje definitivo se produjo en el marcode las nuevas corrientes de ideas que reina-ban en la década de 1880. Luego de un extensodebate durante el Congreso Pedagógico (1882),la sanción de la Ley 1420 de educación común,gratuita, laica y obligatoria (1884) desplazó deldominio de la enseñanza a la Iglesia Católi-ca al tiempo que representó el triunfo de lastendencias que planteaban la imposibilidadde una autonomía real y efectiva sin la parti-cipación de la nación.

ens esc

45Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u PATIO INTERIOR DE UN EDIFICIO ESCOLAR EN BUENOS AIRES.

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Las escuelas privadas existentes hasta en-tonces, en su mayor parte pagas y católicas, po-seían pocos edificios especialmente construi-dos para ese fin. Vinculados tipológicamentea las organizaciones claustrales propias de losconventos, se encuentran entre estas escuelasel Colegio San José y el Lasalle (1881), que ha-bía pertenecido anteriormente a la AsociaciónCatólica Irlandesa.

Durante el primer gobierno de Julio A. Ro-ca (1880-1886), el Estado se ocupó de maneraplena del problema de la educación, creandopara tal fin el Consejo Nacional de Educación(CNE) en 1884, un organismo vinculado di-rectamente al gobierno nacional, pero a la vezautónomo y multidisciplinar, encargado de ela-borar de manera integral el proyecto educativo.De esta forma, el Estado se hacía cargo de unacuestión estratégica en el proyecto de moder-nización, como lo era la construcción de la iden-tidad nacional en la Argentina. La formaciónescolar constituía uno de los principales me-dios de homogeneización de las crecientes ma-sas de inmigrantes que se asentaban en el pa-ís. Esta decisión implicó también el dominiode la enseñanza laica por sobre la religiosa,tema central de debate durante el Congreso Pe-dagógico de 1882, previo a la sanción de la ley.

En esta primera etapa, el CNE contrató pa-ra el proyecto, construcción e inspección de losedificios escolares a los más destacados profe-sionales en ejercicio. Figuras como JoaquínBelgrano (v.), Carlos y Hans Altgelt (v.), Fran-cisco Tamburini (v.), Carlos Morra (v.), A. Ch-ristophersen (v.), J. A. Buschiazzo (v.), entreotros, participaron en la conformación del pri-mer conjunto de escuelas construidas por elEstado en el país.

Entre 1884 y 1886 el gobierno inauguró, so-lamente en Buenos Aires, 54 escuelas, 40 deellas en un solo día. La historiografía tradicio-nal, referida a la arquitectura escolar de este pe-ríodo, se ha detenido en una ponderación delas cualidades técnicas respecto de la aplicaciónde principios higiénicos y en la valoración orien-tada desde una perspectiva patrimonialista. Engeneral se la ha considerado como producto dela utilización de estilemas eclécticos.

Las escuelas se ubicaban en terrenos ob-tenidos por medio de donaciones. Esta situa-ción constituía un dato condicionante que obli-gaba a ajustar las propuestas a cada caso enparticular. Puede decirse que en esta primeraetapa, los profesionales adoptaron una posi-ción experimental en relación a una temáticaespecializada y novedosa en nuestro medio.

La organización jerárquica del programa

respetaba siempre la premisa pedagógica dereunir en un sector principal la dirección, ad-ministración, vestíbulos y vivienda del direc-tor, sobre el que se concentraría la carga re-presentacional en la fachada; luego otro sectorde aulas, patios y circulaciones, y finalmentelas aulas especiales. Los baños se ubicaban alfondo del terreno, completamente exentos.

La aplicación de las normas higiénicas diolugar a distintas modalidades de organizaciónde la secuencia compositiva aula / galería / cir-culación exterior, que ponía en evidencia lasdistintas interpretaciones de los criterios vi-gentes para ventilación e iluminación. La or-ganización de las aulas de manera centraliza-da en el terreno, como “islas” (Pasco y EstadosUnidos, Lebeau y Muñoz, 1886, Buenos Ai-res), se alternaba con ordenamientos de aulassobre un lateral del terreno, generalmente unamedianera, concentrando la resolución en losaventanamientos (Defensa 729, Carlos Altgelt,1886). Esta última tendencia fue adoptada yampliada posteriormente. Se sacrificaba en am-bos casos la orientación (v.): San José 977, Le-beau y Muñoz, 1886; Santa Fe y Paraná, Es-cuela Onésimo Leguizamón, Morra y Battle,1886, en Buenos Aires. También se intentóproducir tipos repetibles (México 755 y Larrea218, Dumangin, en Buenos Aires), pero en esosaños el problema estaba aún en discusión. Tan-to la normativa francesa como la alemana seoponían, señalando que cada escuela debía pro-yectarse para cada sitio, programa y condicio-nes particulares, desalentando la preparaciónde proyectos modelo (Narjoux 1878; 1881).

Este primer conjunto de escuelas (1882-1886) siguió dos líneas diferentes en la re-presentación de las fachadas, aun en obras co-rrespondientes a un mismo autor. Una línearecurría a la moderación expresiva, con míni-mos elementos decorativos. Los edificios se ex-tendían en una sola planta y la única alteracióndecorativa o de nivel se situaba en el acceso quenucleaba también la vivienda del director.

Paralelamente se desarrollaba otro tipo deescuelas que, además de expresar su función,representaba el grado de máxima importanciaque el Estado confería al proyecto educativo.Se trata de aquellos edificios para los que sedisponía de terrenos amplios, cuya composi-ción en planta incorporaba esquemas organi-zativos de otras tipologías —como la de los hô-tels particuliers o los palacios—, todos de doblealtura, con un tratamiento clásico en fachada—basamento, desarrollo y remate—, apelan-do a la utilización de elementos decorativospertenecientes a estilos historicistas. En gene-

Plantas de edificios escolares

u DISTINTAS PLANTAS DE ESCUELAS DESDE

MEDIADOS DE SIGLO XIX A PRINCIPIOS DE SIGLO XX.

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ral no se aplicaba el Neogótico, asociado conla edificación escolar religiosa, tanto católicacomo protestante.

Este tipo de escuelas fueron leídas genéri-camente como escuelas-palacio. Las más re-presentativas son la Escuela Petronila Rodrí-guez de Carlos Altgelt (1884), la “Sarmiento”,de Carlos Morra, la “Nicolás Avellaneda” deFrancisco Tamburini, todas estas en BuenosAires. Inmediatamente recibieron fuertes crí-ticas desde distintos sectores políticos y socia-les en torno del problema que generaba su fal-ta de adecuación al “carácter nacional” y a lanecesidad de construir una imagen del pro-yecto educativo estatal que fuera menos festi-vo y más solemne.

Luego de este período, la construcción deescuelas disminuyó hasta suspenderse, entreotros factores, debido a la crisis de 1890. Ensu segunda presidencia (1898-1904), Roca re-tomó la iniciativa con la aplicación de nuevoscriterios. La construcción de escuelas dejó deser un conjunto de proyectos individuales. Secreó un plan de escuelas tipo, clasificadas porla forma del terreno y la cantidad de alumnos,centralizado desde el CNE por un solo pro-yectista: Carlos Morra (v.). La clave estaba en larepetición sistematizada de tipos para que brin-daran una imagen institucional homogénea.La fachada constaba de un módulo único, coin-cidente con el acceso, compuesto a modo dearco de triunfo con frontis saliente y pilastrasde orden doble corintio. Su ubicación era asi-métrica respecto del módulo de aventanamientode aulas, repetible según la cantidad. Pero lonovedoso de la escuela tipo fue el rol que ad-quirió el patio en la organización de la plan-ta, incorporado a partir de su revalorizacióndesde el ámbito pedagógico. El patio dejó deser un reservorio de aire para constituirse enun lugar donde los alumnos pudieran desa-rrollar ejercicios corporales y distraer su ima-ginación. La impronta militarista y la incor-poración de la educación física en la currículaescolar convirtieron al patio en el sitio de con-trol corporal. Debía ser de formas regulares ysin obstáculos para facilitar la tarea de super-visión. Proveniente de este conjunto de es-cuelas, el concepto de “patio central”, aunqueno siempre lo era en un sentido estrictamen-te geométrico, perduró hasta la década de 1960.

Al mismo tiempo Morra realizó la EscuelaRoca (1902). Con la aplicación de un lenguajeclásico, podio, columnas jónicas y frontis de lí-neas neogriegas, este edificio se planteó comoun modelo de referencia —el “templo del sa-ber”—, más austero y decididamente laico. La

línea que va de la escuela palacio al “templodel saber” se mantuvo por dos décadas más,buscando afirmar el carácter de la escuela pú-blica a través de la aplicación de elementosde los estilos historicistas.

Ese camino continúa en la serie de “Losnuevos edificios del CNE” (1916) bajo proyec-to y dirección de su discípulo, Juan A. Waldorp(h). Waldorp trató cada proyecto como único.No había repetición, pero sí una uniformidadestilística, dada por la utilización de los mis-mos recursos expresivos medidos, definidos,y una composición más ceñida a las normasacadémicas. Desde el punto de vista progra-mático se incorporó definitivamente el baño alconjunto de la edificación escolar.

El último proyecto de escuela palacio es elInstituto Bernasconi (1918) de J. A. Waldorp(v.). De estilo florentino, este complejo de dosescuelas, museo y aulas especiales albergabaparadójicamente el proyecto educativo más mo-derno de América Latina en su tiempo.

Las décadas de 1920 y 1930 se caracteri-zaron por la variedad de propuestas, que po-drían agruparse en tres líneas de desarrollo:

1. Consolidación de la tipología existente. En es-te grupo de escuelas se encuentran las proyec-tadas por Alberto Gelly y Cantilo (v.) durante sugestión al frente de la Dirección de Arquitectu-ra Escolar del CNE. Se trata de variaciones par-ciales de la tipología de Morra, con mejoras enlos criterios de elección del terreno; incorpora-

ción de los últimos avances en iluminación yventilación; mayor relación de superficie poralumno y la inclusión de una cocina industrialpara dar respuesta a la Ley de la Copa de Leche(1917), pensada para reponer energías duranteel transcurso de la actividad educativa. El má-ximo interés estaba concentrado en la necesi-dad de acentuar el carácter de la institución enestos términos: “estilos nacionales” y nuevoslenguajes modernistas intentaban atenuar laanterior imagen monumental.

2. Propuestas basadas en criterios de finan-ciación por capital privado. Se trata de las es-cuelas estándar (1927). Las suburbanas esta-ban construidas en lotes amplios; las aulas ydependencias se ubicaban sobre una fachadaexterior, continuación de la vía pública, sin pa-tio interior (1927). Las escuelas estándar ur-banas (1931) ocupaban predios de al menos treslotes agrupados; con 10 aulas alrededor de unpatio central, sin vivienda para el director, niornamentos y, en general, de una sola planta.Ambos tipos eran de costo reducido y su dis-posición preveía su reutilización para otros fi-nes —casas de patios o conventillos—, en ca-so de incumplimiento del pago por parte delCNE. Por ello las aulas eran de 8 x 4 m trans-formables en módulos de 4 x 4 m.

3. Nuevas tipologías. Desde 1917, las ideas pa-ra la “escuela activa” o “escuela nueva” se in-corporaron al debate pedagógico. Relacionadas

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47Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u ESCUELA PRESIDENTE ROCA, DE CARLOS MORRA, EN LIBERTAD Y TUCUMÁN, BUENOS AIRES.

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con las propuestas de Rosa Montessori (1870-1952), partían de reconocer que el niño podíacomprender el mundo a través de los sentidos,más que por el razonamiento lógico. Median-te el uso de material didáctico, y a través del jue-go, el niño podía desarrollar su capacidad deconocimiento. La escuela activa proponía el tra-bajo en grupo, con los niños ocupados todo eltiempo, buena luz y, particularmente, movili-dad del equipamiento y maestros en movi-miento, no sentados en el tradicional escrito-rio: hasta fines de la década de 1960 los bancosescolares estuvieron fijados al piso. Las Escue-las al Aire Libre (o para niños débiles), pro-puestas por el Dr. Ramos Mejía para los par-ques Lezama y Chacabuco (1908), constituyeronlos primeros intentos de renovar las propues-tas arquitectónicas a partir de cambios peda-gógicos. Se eliminaba el patio claustral y las au-las se abrían en “L” al verde del parque.

El proyecto que acompañó tempranamen-te estas ideas fue el de la Escuela del JockeyClub (1928), de Sánchez Lagos y De la Torre(v.). Ubicada en un amplio terreno en BuenosAires (Av. del Libertador y Olleros), rompe conla concepción de la arquitectura escolar vigente.Sin claustros, ni bóvedas, y prácticamente sinmuros, la escuela consiste en un gran espacioalargado y flexible. Las puertas plegadizas vi-driadas permiten convertir el aula o las circu-laciones en patios cubiertos e incorporar el jar-dín exterior como expansión. Su esquemasimétrico, la aplicación del estilo Georgian alas fachadas, con muros blancos, formas pu-ras y techos de tejas rojas, impone al edificioun carácter austero. Este nuevo concepto deescuela es continuado por el mismo equipo de

trabajo en el proyecto para un plan de escue-las en la Provincia de Santa Fe.

La crisis política de 1930, con el consecuentegolpe militar, interfirió en el debate pedagógi-co. En 1936, a cincuenta años de la Ley 1420,se puso en marcha desde el CNE un plan derecambio de la imagen de la escuela pública:su carácter moderno pondría el acento en unaausteridad máxima y en la concentración en lafunción educativa. El plan, a cargo del directorde Arquitectura Escolar del CNE, Alberto Gellyy Cantilo, comprendía la construcción de al-gunas escuelas nuevas como: Joaquín V. Gon-zález (1930), Guillermo Rawson y el proyectode demolición y reconstrucción de fachadas,con un lenguaje racionalista, blanco, despo-jado de toda ornamentación, que reafirmabael rol modernizador del Estado y el carácter lai-co de la educación: Escuela Benjamín Zorrilla,realizada en el plan de 1884 por Lebeau y Mu-ñoz, llamada “Cinco Esquinas”; Escuela Nico-lás Avellaneda, de F. Tamburini, en Viamon-te y Talcahuano, ambas en Buenos Aires,reformadas por Gelly y Cantilo.

En 1943 se retira la autonomía del CNE y sesuprime en 1949, pasando a ser una depen-dencia ministerial. Se abre así un período delegislación contradictoria que oscilaba entrela centralización y descentralización del controlde la arquitectura escolar, entre el Ministeriode Educación y el de Obras Públicas (v.).

La obra pública del período del gobiernoperonista en general estuvo signada por unacento en las obras de interés social. En estecontexto, el MOP desarrolló un plan de escuelasa las que hay que agregar la construcción de 21hogares escuela, por la Fundación Eva Perón,

vinculados a los nuevos barrios obreros. Sinmayores cambios tipológicos, estos empren-dimientos se caracterizaron por la aplicaciónde un estilo californiano, difundido en la ar-quitectura del período. La excepción más in-teresante es la Escuela Guillermo Griet, de Sa-criste (v.) y Horacio Caminos (1947) enTucumán (v. Contemporánea, arquitectura).

La UNESCO, creada en la inmediata segundaposguerra con la finalidad de difundir la edu-cación para la paz, adquirió un nuevo prota-gonismo hacia finales de la década de 1950. Lospaíses industrializados consideraban la edu-cación masiva como una pieza clave para el de-sarrollo económico y tecnológico. Comenzarona poner mayor interés en los edificios para laeducación y en la incorporación de las nuevasmetodologías pedagógicas: enseñanza en equi-po, uso de la televisión, aprendizaje en gruposcomunitarios. En 1958 la Ford Foundation, enEstados Unidos, estableció el primer Laborato-rio Educacional en el que el diseño de edificiosescolares era parte de los nuevos proyectos edu-cativos. En 1961 se crearon organizaciones re-gionales en Asia, África, Oriente Medio y Ame-rica Latina, con el objetivo de promover ysistematizar la construcción de escuelas en laregión. Una de ellas fue el CONESCAL (Cons-trucciones Escolares para América Latina), ins-talado en México en colaboración con la OEA(Organización de los Estados Americanos). Es-ta organización estuvo activa hasta 1984 y sufunción era asesorar a los gobiernos mediantela difusiónde modelos y normativa escolar tan-to en el campo pedagógico y didáctico como enel equipamiento edilicio y funcional.

En la Argentina estas ideas coincidieroncon la nueva entrada en vigencia de la ley 1420,la recuperación de la autonomía del CNE —aunque la gestión de recursos era compleja—y con la instalación del desarrollismo en el go-bierno. Tales condiciones fueron especialmentepropicias para la educación local, que experi-mentó un importante proceso de renovaciónde los criterios pedagógicos, programáticos, di-dácticos y de los espacios destinados a la en-señanza. En los inicios de la década de 1960se realizaron experiencias con estas ideas avan-zadas, que cambiaban las concepciones pro-gramáticas, funcionales y arquitectónicas exis-tentes. La renovación generó un impulso en laconstrucción escolar con un particular acen-to en la edificación de escuelas por parte delsector privado, que integró la propuesta edili-cia a su oferta pedagógica. Es el caso de las es-cuelas “Ramat Schalom” (1961), de los inge-nieros I. Dujovne, G. Faigon y los arquitectos

48 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u ESCUELA EN LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES, REALIZADA DURANTE LA GOBERNACIÓN DE MANUEL FRESCO.

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B. Dujovne y S. Hirsch, Prov. de Buenos Ai-res; “ACINDAR” (1963), de L. Aizemberg, J.Rey Pastor, E. Aubone y J. E. Hardoy (v.) —HARPA— y B. y T. Noguerol en Rosario; “Bel-grano Day School” (1965) de Mario RobertoÁlvarez y asociados (v.) en Buenos Aires; “LaAsunción” (1965) de Onetto, Ugarte y Balvé Ca-ñás en Buenos Aires; “Henry Ford” (1966) deRafael R. Graziani y Luis J. Graziani en la Prov.de Buenos Aires; y también varios emprendi-mientos estatales, entre otros, la Escuela N.°1, Distrito Escolar 17, de Jorge Frías en BuenosAires; “Leandro Alem” de Soto y Rivarola (v.) —1957-1963— y el Plan de Escuelas para Mar delPlata de J. M. Borthagaray (v.), P. Castellú y Car-los Marre, del cual solo se concretaron dos, sus-pendido por el golpe militar de 1966. Este pri-mer conjunto de nuevas escuelas comparte unalto grado experimental en la aplicación de lasnuevas pautas, pero también en el esfuerzo poralinearse dentro del debate estético del mo-mento (v. Contemporánea, arquitectura).

Hacia mediados de los años sesenta, en di-ferentes organismos de gobierno y con el im-pulso de la UNESCO, se formaron grupos deinvestigación. Desde la Secretaría de Cultura yEducación, el Grupo de Desarrollo de la Direc-ción Nacional de Arquitectura Educacional (DI-NAE), dirigido por el arquitecto Adolfo Storni,con la coordinación de Horacio Pando (v.) a car-go de un equipo técnico integrado por José M.Gassó, María del Carmen Soncini, Miguel Can-giano, Marta Caprile y los ingerieros Cesar Fras-carelli y Rolando Rocha, se creó un sistema cons-tructivo y proyectual llamado Módulo ’67.

La concepción de este sistema partía de lanecesidad de una incorporación masiva a laeducación, la renovación de los planteos pe-

dagógicos orientados al desarrollo integral delindividuo, la flexibilización de los métodoseducativos y la utilización de técnicas moder-nas en los procesos pedagógicos. El MÓDU-LO ’67, basado en la Arquitectura de sistemas(v.), proponía: utilización de un sistema mo-dular que tomaba como unidad el aula de 7,20m x 7,20 m, la estructura resistente como re-ferencia espacial y ordenadora de los servicios,tabiques interiores móviles, control del perí-metros de fachada exterior; concebir la escue-la como una totalidad articulada y no comouna suma de partes aisladas, áreas educativasentendidas como elementos flexibles y mo-dificables, empleo intenso de espacios e ilu-minación de áreas de uso. Con criterios simi-lares se crearon los ER65 y ER66, destinadosa normativa para escuelas rurales.

El sistema combina satisfactoriamente nor-malización con libertad formal. Buenos ejem-plos de aplicación se encuentran en la Escue-la Ítalo-Argentina Carlos della Penna (1969)—cuyo concurso ganó Juan Manuel Bortha-garay— en Buenos Aires; y la Escuela Presi-dente Kennedy (1969), Villa Cabrera, Córdo-ba, de Alberto Dutari, en la línea de Caveri (v.).

La aplicación del sistema M67 influyó de-finitivamente en la arquitectura escolar ar-gentina. La DINAE participó, entre otros pro-yectos, en la Escuela Castelli de Tarija, Escuelas25 y 26 de Lugano I y II, Escuela de CiudadGral. Belgrano. En 1972 publicaron Política delas construcciones escolares y Código rector de ar-quitectura escolar y, tanto el conjunto básico deesas normas como el espíritu general del sis-tema siguen vigentes.

En el contexto de la fuerte intervención ur-bana de la intendencia del brigadier OsvaldoCacciatore durante la dictadura militar se rea-lizó un Plan de 30 Escuelas —que se amplío a60— para el que se compraron terrenos no me-nores de 1.500 m2. La mayoría de las escuelasse situaron en plazas, por lo que se convirtie-ron en edificios exentos, condición atípica enla trama regular de lotes contiguos de BuenosAires; en el caso de los terrenos entre media-neras, al ocupar frentes de más de dos parce-las, la separación de la línea municipal y la uti-lización de una doble fachada generan unaruptura de la trama. La apelación a materialestradicionales, como el ladrillo y el hormigón ar-mado a la vista, aplicados a una geometría ári-da, dan un aparente carácter neutral. El excesi-vo uso de superficies vidriadas puso en evidenciala ambigüedad de la idea de “transparencia”,que en el clima de tensión de la dictadura fueinterpretado como un mecanismo de control.

A pesar de las críticas, se ha logrado un con-junto de escuelas de alta calidad.

Una característica especial de este plan fuela convocatoria de varios de los estudios másrenombrados del país. Con el proyecto y di-rección de Antonini, Schön Zemborain (v.), SE-PRA (v.), Llauró y Urgell (v.), Raña Veloso, Álva-rez Forster, Estudio Kokourek, integrado porEstanislao Kokourek, Elvira Castillo, Martín La-borda, y la coordinación general de Miguel Can-

giano, crearon prototipos y premisas compo-sitivas que fueron retomados en varias ciudadesdel interior del país y dieron unidad al conjunto.Podría juzgarse como el último plan de escue-las en el que el Estado intentó, a través de la ar-quitectura, ser expresión de ideas y dejar unamarca duradera en el tiempo.

Las escuelas posteriores, a cargo de los go-biernos provinciales, ponen el acento en la ne-cesidad de multiplicar la cantidad, con el re-sultado de construcciones mínimas, en las quela austeridad es producto de la aplicación derecursos acotados para garantizar un funcio-namiento no siempre adecuado, y cuya mate-rialidad pone en duda su durabilidad.

A pesar de los pronósticos que vaticinabanel fin de la escuela en favor de la formación adistancia por computadora, la situación actualindica que la necesidad de una educación denivel cada vez más alto no puede prescindir delespacio físico de intercambio social en el pro-ceso de aprendizaje. Para las escuelas de losaños 2000, cada vez más complejas en sus pro-gramas, se siguen desarrollando aquellos prin-cipios de los años de 1960 que revolucionaronla educación: flexibilidad para usos múltiples,graduación de escalas para distintos grupos,

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49Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u ESCUELA CARLOS DELLA PENNA, DE J. M. BORTHAGARAY.

u PLAN DE 30 ESCUELAS PARA BUENOS AIRES.

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y a las luchas gimnásticas. El estadio moder-no reconoce raíces complejas: su modelo serefiere más bien a la tradición etrusco-ro-mana del anfiteatro, cuyo paradigma es el An-fiteatro Flavio (Coliseo). La figura redonda uoval característica de estos edificios, con lasgradas dispuestas en todo su contorno, man-tiene hoy su funcionalidad, como así tambiénsus dos formas típicas de inserción contex-tual: la estructura cavada en una topografíamontañosa, o destacada del entorno. En es-te último caso, la conjunción de un programaque contemplaba espectáculos masivos, lasgrandiosas dimensiones resultantes y la vo-luntad de afirmación política otorgó a este ti-po de edificios el carácter monumental conque aún hoy se los asocia.

El estadio moderno, cuyo desarrollo típicocoincide con la reasunción de programas ma-sivos, posee plurifuncionalidad dentro de la ac-tividad deportiva, acorde con la multiplicaciónde especialidades en este campo. Así, las di-mensiones de la arena se establecieron deacuerdo con el tamaño oficial de la cancha defútbol (la que requiere el mayor tamaño: 100x 70 m) más las pistas de carrera que la en-vuelvan; la forma típica es elíptica, muy cer-cana a la oval de la Antigüedad, aunque hayvariantes compuestas del original griego.

La primera generación de estadios moder-nos se desarrolla en las cuatro primeras déca-das del siglo XX, y pueden citarse como hitos,además de la reconstrucción del antiguo es-tadio de Atenas para las primeras Olimpía-das en 1896, el estadio de la Universidad deMichigan, el estadio de Wembley, Inglaterra(1923), el estadio olímpico de Berlín (1936).Entre su anclaje tardo-clásico y su dimensiónmonumental, el carácter de estos primeros es-tadios modernos no podía satisfacer a la ge-neración de posguerra. La aparente soluciónpara lograr una forma democrática y originalpara requerimientos programáticos tan deter-minantes pareció provenir, en las décadas de1950 y 1960, de las tendencias orgánico-es-tructuralistas. Sin transformar abiertamenteuna tipología difícil de mejorar, pero trocandolenguajes clasicizantes por las suaves líneasderivadas de las nuevas posibilidades del cál-culo estructural, se intentó atenuar el efecto ci-clópeo de las sedes deportivas: la culminaciónde este esfuerzo pareció verse en el nuevo es-tadio olímpico de Munich en 1972, de Frei Ot-to, quien, en una típica operación modernista,retomaba el tema de la tela, una membranatransparente, que cubría circos y estadios co-mo el Coliseo. La palabra estadio permanece

atención al individuo, acento en el uso comu-nitario, como señala el arquitecto argentinoCarlos Ventin, especialista en arquitectura edu-cacional, autor de numerosas obras de estetipo en Canadá.

En la Argentina, los cambios de modalidadhabitacional en barrios cerrados suburbanos,están promoviendo la creación de “escuelascountry”, que adquieren cierta mimetizacióncon el entorno pero, a diferencia de lo que fue-ron las escuelas de las comunidades —tantoreligiosas como de origen inmigratorio, cuyoespíritu era conservar sus principios en con-junto con la integración a su lugar de resi-dencia—, estas nuevas organizaciones afirmancondiciones de aislamiento, en consonanciacon el espíritu de los complejos. C. S.

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ESTADIO. (Del lat. stadium y este del gr. sta-dion). m. Lugar donde se practican deportes.El origen griego de la voz remite a una unidadde medida: el stadion, materializado en Olim-pia, sede de los famosos juegos, por dos pi-lares cuya distancia intermedia (600 pies grie-gos, aproximadamente 192 m) indicaba laextensión de la carrera olímpica original. En-tre los griegos, la forma típica consistía en unrectángulo extendido, uno de cuyos extremosterminaba en semicírculo. En Roma, el stá-dium en sentido estricto también adoptó lamisma forma funcional a las carreras de a pie

50 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u MONTESSORI GREENFIELD COLLEGE, SAN ISIDRO, BUENOS AIRES, DE MOSCATO Y SCHERRE.

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asociada en nuestro país a un deporte: el fút-bol. Así, la historia social del fútbol, y su sis-temática utilización para la afirmación políti-ca, aparece íntimamente ligada a la arquitecturade los estadios y su carácter simbólico. A par-tir de la expansión de los clubes barriales, sedefine en la década de 1930 el perfil de depor-te popular y nacional con el que aún hoy selo identifica. De los cinco grandes clubes queentre 1931 y 1966 habían obtenido el campe-onato (Boca, River Plate, San Lorenzo, Inde-pendiente y Racing), cuatro se conformaroncomo clubes de barrio, alimentados por sociosprovenientes de sectores populares y capas me-dias. Aparecen así íntimamente ligados a laconformación identitaria del barrio porteño.En el origen, los lugares de juego no poseíanuna locación fija: se disputaban los abundan-tes huecos existentes en la trama urbana deBuenos Aires. En la primera década del siglo,los estadios argentinos no eran más que cons-trucciones precarias: en el mejor de los ca-sos, graderías de madera sobre estructura deperfiles de hierro colocadas en torno de un cam-po. Para los años veinte el deporte ya había si-do en parte reglamentado, y muchos clubes deorigen humilde se habían transformado en en-tidades de relativa solvencia económica. La cul-minación de la identificación popular con es-te deporte coincide con la década en la que seconstruyeron dos hitos de la arquitectura de-portiva local, la década del treinta: las canchasde Boca Juniors y River Plate. Una década sig-nificativamente marcada, a su vez, por la pro-longación del movimiento de ascenso social delos sectores populares y por la reacción políti-ca en el gobierno, que utilizó este aspecto dela “identidad nacional”. En 1934 fue creada laAFA (Asociación de Fútbol Argentino), en don-de predominaban los cinco clubes grandes. Elprincipal problema señalado por la AFA fue,precisamente, la construcción de estadios: aun-que estos clubes eran ya autosuficientes des-de el punto de vista económico, difícilmentepodían emprender obras de la envergadura re-querida por la popularidad del deporte. A me-diados de 1936, el Poder Ejecutivo autorizópréstamos especiales para la creación de nue-vos estadios. El crédito favoreció a algunos clu-bes privilegiados: de esta situación particularsurgen los grandes estadios de River y Boca.

La cancha de Boca estaba implantada en elviejo barrio que fue su cuna: un lugar que ya sehabía convertido en un mito pintoresco, a ori-llas del Riachuelo, sede de la bohemia porteña,del colorido de la inmigración asociada a velas,collage de chapas y multiplicidad de lenguas. Ri-

ver, también originario de la Boca, tuvo queemigrar: su estadio se construyó en el borde deNúñez, un barrio de formación reciente. En am-bos casos, reforzaron la identidad preexistenteo definitivamente la otorgaron. La cancha deBoca (proyecto, 1932 – realización, 1938-1939)proponía problemas técnicos específicos parasu solución: el terreno era pequeño para la ca-pacidad prevista por el programa. La solución

de Del Pini (v.), Sulcic (v.) y Bes subrayó esta ex-cepcionalidad, que es a su vez la del barrio: lainclinación abrupta de las tribunas otorga aledificio las características formales y sonorasque le valdrían el mote popular de La Bombo-nera. Quinquela Martín, el pintor de la Boca,realiza los frescos de su vestíbulo.

El caso de River Plate (1935-1938) es dis-tinto. El proyecto primitivo, y las remodela-ciones sucesivas, estuvieron a cargo del estu-dio Aslan y Ezcurra (v.). El complejo de Riverresultó una típica operación conjunta entre in-tereses privados y públicos: la Municipalidadaportó los terrenos externos al propio estadioen donde se preveía también una colonia devacaciones y un parque infantil. Se planeó des-de el inicio con dimensiones olímpicas, conuna capacidad de 120.000 espectadores; su po-lifuncionalidad deportiva se contemplaba enla variedad de instalaciones para otros depor-tes situadas debajo de las inmensas tribunas:pileta cubierta, gimnasio, básquet, bochas, etc.,además de lugares sociales y administrativos.Tal amplitud programática se expresaba en lasvariantes presentadas a la vista por los pórti-cos estructurales (rectos o inclinados según losrequerimientos); pero la unidad formal otor-gada por la planta elíptica se acentuaba por elritmo preciso de los intercolumnios y la sime-tría del acceso, coronado por los mástiles. Elestadio más importante de la Argentina fue asíllamado: el Monumental.

Con la llegada del peronismo al poder, se

abre una nueva etapa en la organización deldeporte, y nuevas modalidades de relación conel Estado: el peronismo impulsó una políticaespecífica, creando organismos de supervisiónque vincularon formalmente las asociacionesciviles con el poder. Por otro lado, es el perío-do de mayor expansión del fútbol profesionaly de participación masiva en los espectácu-los. Como en el período anterior, se otorgaroncréditos oficiales a algunos clubes, con extra-ordinarios beneficios, en especial a los apa-drinados por personalidades destacadas del go-bierno: el caso más sonado fue el del estadiode Racing (1950), apadrinado por el ministroCereijo, pero también construyeron sus esta-dios Huracán (inaugurado en 1947) y Vélez(1951). Desde el punto de vista arquitectónico,carecen de la calidad de los ejemplos anterio-res. No solo una serie de marcas secundariasdenotaban entonces la íntima relación con elgobierno (como el busto de Perón en el hall deRacing), sino que estadios como el de Hura-cán tendían a acentuar la monumentalidad conpórticos clásicos o aprovechando la excepcio-nal perspectiva desde la avenida coronándolacon un imponente mástil.

Hacia la década del cincuenta, algunos pro-yectos pioneros, como los de del Pini para elnuevo Boca Juniors y para San Lorenzo, anun-cian una revisión de esta tendencia ciclópea. Elorganicismo estructural intenta sacar partidode las formas cuya resistencia se basa en su ge-ometría y no en su peso, para obtener superfi-cies continuas, pulidas y livianas. Así, mientrasen los estadios anteriores las tribunas eran ocul-tadas desde el exterior por la estructura de apo-yo completada con paños ciegos, el nuevo es-tructuralismo permite retomar el protagonismode la tribuna de los viejos anfiteatros griegos,pero destacándola como forma propia. Las nue-vas tipologías, doblemente referidas al origeny al futuro, prometían la funcionalidad, la eco-nomía y la belleza derivadas de una geome-tría naturalista. No es arriesgado trazar las ín-timas conexiones entre estas sugerencias y losmejores ejemplos de la serie de estadios que serealizaron en 1978 para el Mundial de fútbol.

La ocasión de ser la Argentina sede del even-to fue aprovechada con fines políticos por ladictadura, que pareció entonces llegar a su clí-max. La vasta actividad edilicia (que no solo seconcentró en la renovación del stock deportivo,sino que estuvo enmarcada por otras obras denotoria publicidad y envergadura) no podía sersino una pieza clave en los propósitos de pro-paganda. Por otro lado, el gobierno militar seinmiscuyó directamente en el fútbol, desde

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51Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u ESTADIO ”LA BOMBONERA”, LUEGO DE SU REMODELACIÓN.

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el comienzo mismo de su gestión; el contra-almirante Lacoste, vicepresidente del ente au-tárquico Mundial 78, fue el factotum del even-to, saludado por entonces calurosamente porlas revistas populares de fútbol, y enjuiciadoluego en el período democrático por enrique-cimiento ilícito. Lacoste fue, como afirmanScher y Palomino, “un claro exponente de lasrelaciones entre fútbol, negocios y represión”.Desde este punto de vista, reviste un interésespecial verificar la absoluta autonomía de lasformas arquitectónicas respecto del dictado po-lítico directo: ellas respondían a una lógicade evolución interna de la disciplina. El uso deesta arquitectura por el poder se basó en su ca-lidad y modernidad; con pocas excepciones, losestudios convocados eran ya prestigiosos. Porcierto que, en la mayoría de los casos, el en-cargo había sido previo a la asunción del ré-gimen militar, pero la dictadura distó de mo-dificar proyectos y asignaciones. La literaturaespecífica saludó la adecuación contextual delos mejores ejemplos y guardó absoluto silen-cio sobre las nefastas consecuencias políticas.

Entre los nuevos estadios realizados, re-visten especial interés el de Mendoza (Solso-na, Sánchez Gómez, Manteola, Santos y Vi-ñoly (v.), 1975-1978); el de Mar del Plata(Antonini, Schön, Zemborain, (v.) 1975-1978);y el de Córdoba (SEPRA, (v.) 1976-1978).

El estadio de Mendoza, implantado en lasestribaciones del Cerro de la Gloria, resulta pa-radigmático. Tres temas definen la arquitec-tura de este estadio: la cubierta, la “hoya” (launidad tribunas-arena rehundidas) y las pla-taformas de circulación. El carácter masivo delos estadios modernos siempre había puestoel tema circulatorio como uno de los temas crí-ticos en la resolución; la resolución abierta delestadio de Mendoza parecía favorecer, por unlado, la fluidez de los itinerarios, pero debíaconsiderar con ello las necesidades de restric-ción del acceso de público.

Así, el estadio propiamente dicho se rodeóde una plataforma peatonal de dimensionesconsiderables, magistralmente inserta en latopografía del lugar, utilizando los accidentesnaturales del terreno para controlar el ingre-so; los controles artificiales, tales como la zan-ja de protección aluvional que rodea parte delestadio, o el muro de contención del flanconorte, fueron pensados en analogía con el pai-saje circundante —en una línea proyectual, lade la figuración analógica, que el estudio yahabía probado. El volumen semihundido dela hoya (el momento más expresivo del com-plejo) permitió el casi total ocultamiento de las

estructuras de sostén: así, una superficie con-tinua de sección parabólica surge apenas des-de la visual peatonal, para adquirir toda sumagnitud y elegancia al ingresar al campo. Enel corte puede observarse no solo la pulcri-tud de las líneas de una geometría pura, sinoel sutil desequilibrio impuesto por un terrenoascendente y la necesidad de ubicar mayor nú-mero de localidades en la mejor orientación:esta leve asimetría, lejos de perturbar la línea,la confirma en su “naturalidad”. El tercer te-ma, la cubierta, se diseñó en forma indepen-diente, acentuando la liviandad del voladizode poliéster traslúcido y manteniendo la pu-reza de cada forma.

También rehundida en el terreno es la so-lución del estadio de Mar del Plata, que sin em-bargo propone un tema destacado en la es-tructura suspendida de la cubierta, aprovechadapara remarcar el acceso; un partido similar fueadoptado en Córdoba. Las remodelaciones deviejos estadios —entre las que se destacan la deRiver Plate (Aslan y Ezcurra, 1976-1978) y la deRosario Central (Solsona y otros, 1977-1978, so-bre el edificio realizado en 1938)— apuntarona quebrar el carácter continuo de los muros queceñían a las tribunas, diferenciando alturas, eli-minando cerramientos para ostentar la curvade las tribunas, quebrando planos o destacan-do motivos arquitectónicos (como los mediosde circulación más ostensibles).

En la última década del siglo XX, si bien sehan realizado una serie de estadios para la prác-tica del fútbol (como por ejemplo el de San Lo-renzo de Almagro, inagurado en 1993), el pro-yecto más destacado sin duda es el estadio únicode la ciudad de La Plata, producto de un con-curso realizado en 1993, cuyo vencedor fue elarquitecto R. Ferreira. Frente a la económicaalternativa de realizar graderías sobreelevadascon técnicas de prefabricación, Ferreira opusoel criterio de desarrollarlas sobre tierra firme,recreando la “hoya” de los estadios de Mar delPlata y Mendoza, y explorando con una granplasticidad las posibilidades de dotarla de nue-vas formas y significados. En efecto, el proyectosurge de una idea arquitectónica novedosa: su-perponer dos semicírculos que representan losdos tradicionales clubes rivales de la ciudad.Sin embargo, la lenta y conflictiva construc-ción ha ido desdibujando esa idea inicial.

El resultado, ajeno a los intereses inicia-les del proyectista y caracterizado ahora poruna monumental estructura producto de losintereses propagandísticos el gobierno pro-vincial, es un edificio cubierto que se aleja dela síntesis originaria. G. S.

52 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u NUEVO ESTADIO DE .0MAR DEL PLATA

Estadios del Mundial ‘78

u ESTADIO DE MENDOZA, EN EL PARQUE SAN MARTIN.

u ESTADIO DE R. CENTRAL, A ORILLAS DEL PARANÁ.

u AMPLIACIÓN DEL ESTADIO DE VELEZ SARFIELD.

Para el Campeonato Mundial de Fútbol de1978 se remodelaron los estadios de RiverPlate, Rosario Central y Velez Sarfield yse construyeron los de Córdoba, Mendoza yMar del Plata.

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SEA, 1988; G. Vallejo. “Realidades provisorias y so-

luciones definitivas en la arquitectura deportiva

de La Plata”. En: Revista 47. N.° 2, abril de 1998.

ESTANCIA. f. En la Argentina, Chile, Uruguay yalgunos otros paises de América Meridional,hacienda de campo destinada al cultivo y a laganadería. En el Río de la Plata alude a la pro-piedad dedicada con exclusividad a las activi-dades pastoriles. También se designa comotal el conjunto de edificios o construccionesque forman el centro principal de la hacienda,conocido como casco de estancia, a diferen-cia de los ranchos (v.) o los puestos, coloca-dos estratégicamente en la periferia de la pro-piedad. La palabra deriva de estar, y se utilizabaen el siglo XVI para nombrar las “tierras deestancia”, en contraposición a la idea de cam-pamento efímero. Desde fines del siglo XVIII,la estancia, especialmente la situada en lapampa húmeda, se convierte en una pieza cla-ve del sistema productivo local. Sucesivas me-didas —desde la aplicación de la enfiteusis (v.)

rivadaviana, la distribución de tierras concre-tada por Rosas y las concesiones posterioresa la Conquista del Desierto— afirmaron la granpropiedad en manos de una elite privilegiada:

gran parte de las tierras fue dedicada a la ex-plotación extensiva de animales. Desde en-tonces, la estancia quedó identificada, por unlado, con una serie de actividades y perso-najes que formarían parte de la “esencia iden-titaria” argentina y, por otro, con los privilegiosy limitaciones de la oligarquía tradicional. Pe-ro, como ha sido notado en estudios recien-tes, tanto la celebración nostálgica como larepresentación negativa del latifundio han im-pedido una evaluación más compleja del mun-do rural y sus formas de asentamiento, cuyaestructura no se mantuvo idéntica en el últi-mo siglo y medio. Aquí se tratará especial-mente el desarrollo del modelo canónico, elde las estancias pampeanas. Para ampliarotros temas del hábitat rural, (v. arquitectura

colonial; misiones jesuíticas; rancho; pulpería).

CONDICIONES DEL SURGIMIENTO Y DESARROLLO DE

LA ESTANCIA MODERNA EN LA PAMPA ARGENTINA.

La división tradicional de la tierra obedecíaa la siguiente clasificación, según el tamaño,ubicación y destino del área: en la ciudad ysu periferia inmediata, solares y quintas (v.); enel ámbito rural, chacras y estancias. Las áreasno cultivadas o sin destino ganadero se deno-minaban campos. Mientras las chacras se en-contraban relativamente cercanas a las ciuda-des (no más de dos leguas de la plaza centralen el siglo XVI, y posteriormente en un radio

de alrededor de 35 km), los terrenos de estan-cia estaban alejados y sus dimensiones eransensiblemente mayores. Originalmente, esasuerte de estancia contaba con una superficiemodesta (un mínimo de media legua de fren-te por una legua y media de fondo, según lostérminos de Diego de Salas en 1775), obede-ciendo su forma de rectángulo alargado a laposibilidad de acceso a una vía de agua, indis-pensable para llevar adelante las actividadesrurales. En Buenos Aires, por ejemplo, Garayhabía distribuido por sorteo entre los prime-ros colonos campos de estancia de 3.000 va-ras de frente por 9.000 de fondo (alrededor de1.900 ha), que podían soportar aproximada-mente 900 cabezas de ganado. Existían variostipos de “suertes de estancia”: las principaleso de cabezadas, cuyo frente estaba sobre el cur-so de agua; las de trascabezada, ubicadas de-trás de las principales; las suertes de bañado,situadas entre las barrancas y el agua.

Durante los siglos XVI y XVII los asenta-mientos españoles en el Río de la Plata se cir-cunscribieron a un área reducida: la franja que,en Buenos Aires, se ubica al norte del río Sa-lado y continúa por el sur de Santa Fe y Cór-doba, hacia San Luis y Mendoza. En tanto, re-baños salvajes de bovinos y manadas caballares,descendientes de los arreos efectuados por Ga-ray desde Asunción, se extendieron por la pam-pa. A comienzos del siglo XVII se registran las

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53Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u ESTADIO ÚNICO DE LA CIUDAD DE LA PLATA, PROYECTO DE R. FERREIRA RECIENTEMENTE INAUGURADO.

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primeras vaquerías, campañas de sacrificio deanimales cimarrones; y se otorgan los prime-ros permisos de marca. Cuando, iniciado el si-glo XVIII, la reserva de vacunos cimarronestienda a agotarse y nuevas condiciones co-merciales promuevan el negocio de cueros pa-ra la exportación, los beneficiarios de permi-sos y registros deberán hacerse de una baseterritorial para controlar su ganado.

En el siglo XVII, las primeras estancias sehabían orientado hacia la cría de caballos y mu-las, y se destacaron en esta actividad las ubi-cadas en los valles y el pedemonte de las sie-rras cordobesas. Pero en el XVIII el tráficode mulas hacia el Potosí había declinado y, enrelación con la prosperidad incipiente del puer-to de Buenos Aires, se amplió el espacio deocupación pampeano. El comercio del cuerocrece vertiginosamente (de 150.000 unidadesentre 1748 y 1753, a 700.000 unidades hacia1790, según Giberti) y se inicia, primero en loscampos situados entre Colonia y Montevideo,luego en Buenos Aires, la elaboración de car-ne salada, industria que alcanzará su plenituden la época de Rosas. Así, los ganaderos de Bue-nos Aires comienzan el lento proceso de do-mesticación de ganado salvaje, organizandoespacios que permitieran retener a los bovinos:las llamadas querencias, donde en primavera,durante algunos meses, un grupo de pasto-res a caballo ejercía una vigilancia estricta so-bre el rodeo hasta acostumbrarlo al lugar. Unosdiez peones, según Azara, bastaban para cre-ar este reflejo de pertenencia en un rodeo de8 a 10 mil cabezas. El espacio necesario paratal cría se estimaba en 20.000 ha, por lo quese debieron extender considerablemente lasunidades originales.

El hecho de que la tierra fuera realenga im-plicó un proceso de apropiación sustancial-mente distinto del de las colonias de Américadel Norte, de temprana independencia, y aunde otras experiencias sudamericanas como lade Río Grande do Sul en Brasil: la tierra rio-platense se reparte antes de ser conquistada,sin permitir que los hombres avancen y se apro-pien de ella libremente; los beneficiarios de latierra pertenecen a la elite comercial. Esta mo-dalidad será retomada por el gobierno de Bue-nos Aires después de la Independencia, y otor-gará un marco definido para la ocupación delsuelo pampeano. A partir de la instalación dela propiedad privada de la tierra y del ganado,que cobra cuerpo en el sistema de estancias, elenfrentamiento con los indígenas adquiere unainflexión brutal. A las razones del capitalismoincipiente, debe agregarse que la difusión del

rodeo caballar y bovino en el siglo XVIII atra-jo a nuevos pueblos indígenas, como los arau-canos y los mapuches, hacia la pampa. La lu-cha contra el indio será, durante gran parte delsiglo XIX, una de las preocupaciones princi-pales en el mundo rural; así, las propiedadesde estancia del período anterior a la llamada“Conquista del Desierto” adquieren caracteresprecisos en función de la defensa.

En vísperas de la Independencia, en la re-gión pampeana, un puñado de hacendados —menos de 200 propietarios reconocidos, vin-culados con el comercio marítimo y losintercambios con el interior— dirige las es-tancias, cuyas poblaciones están compuestaspor esclavos, morenos libres pero dependien-tes en lo personal del patrón, y asalariados em-pleados en tareas excepcionales que siguen elritmo estacional (rodeos, marcado de anima-les, etc.). Si bien el sistema de producción es-taba bastante diversificado en la campaña deantigua colonización, en las zonas más aleja-das donde se estaban forjando las nuevas y ex-tensas estancias, el patrón ocupaba un lugarcentral, como jefe militar contra los indios, je-fe político y en algunos casos juez de paz de lapequeña colectividad rural. Una poblaciónerrante, constituida de hombres libres, mesti-zos o criollos, sin ganado y sin tierra, alimen-tados frecuentemente del ganado marcado,constituía la mano de obra estacional: fueronllamados originalmente gauderios o changa-dores, luego gauchos.

Después de la Independencia, entre 1820 y1850, el espacio ocupado en la pampa bonae-rense se duplica, mientras se estructura la granpropiedad dedicada a la ganadería extensiva. Lademanda del comercio internacional (de la Eu-ropa atlántica y Gran Bretaña en particular) di-rige la explotación territorial. Simultáneamen-te, en íntima relación con esta evolución, seafirma la supremacía del puerto de Buenos Ai-res. En esta provincia, el sistema monopólicodel saladero se consolida durante el gobiernode Rosas, modificando los tradicionales cir-cuitos comerciales (v. saladero). La ganadería va-cuna se había recuperado con rapidez de lasguerras de la Independencia; se calcula que ha-cia 1840 están ocupadas unas 15 millones deha en función de la economía pastoril, en ma-nos de 450 estancieros. Las consecuencias dela ley de enfiteusis rivadaviana y la ley provin-cial de 1836 contribuyen a aceitar el sistema deapropiación privada de la tierra conquistada alos indios, concentrada en pocas manos. Las le-yes de 1857 y 1867 formalizan la gran propie-dad, al suprimir el sistema enfitéutico y otor-

gar en arrendamiento gratuito las tierras loca-lizadas más allá de las fronteras. Este acapa-ramiento fue denunciado por el progresismopolítico que pretendía hacer de la colonizacióneuropea un apoyo central en la construcción dela Nación: las tierras ocupadas productivamenteeran escasas dentro de las concesiones otorga-das fuera de la frontera. En las décadas poste-riores a la Organización Nacional, los males dela atrasada campaña se identificaron tambiéncomo resultado de una modalidad de direcciónde la estancia, que llevaba al estanciero a resi-dir la mayor parte del tiempo en Buenos Aires,dejando al mayordomo las tareas principales,abdicando del poder político al carecer de vín-culos directos, dejando —para citar a Sar-miento— a las “desposeídas masas campesi-nas” en manos de un poder ausente y lejano.Aunque este tipo de denuncias sobre la orga-nización de la campaña se convirtió en tópi-ca, ya en 1870 resultaba imposible proponercambios radicales a una situación que había de-jado en un plano puramente retórico los dis-cursos de inspiración jeffersoniana. Solo esca-sas áreas en Santa Fe, Entre Ríos y Córdoba —yen menor medida, después de 1880, en el te-rritorio de La Pampa— se prestarán para ex-perimentos de colonización agraria: el deseoexplícito de la ley Avellaneda, de limitar la es-peculación y poblar las nuevas tierras ganadaso por ganar con agricultores, se convertirá enletra muerta. Sin embargo, la campaña de me-diados del siglo XIX no es un mundo sencillo,polarizado entre grandes propietarios y una ma-sa de trabajadores ligados a ellos por vínculostradicionales. La gran estancia constituye el fac-tor económico principal, pero los hacendadoscoexisten con medianos y pequeños propieta-rios rurales. Las zonas de más antigua ocupa-ción, al norte de Buenos Aires, están domina-das por las chacras de cultivo, y estanciasmedianas y pequeños rentistas eran habitua-les en el resto del territorio bonaerense. Porotro lado, especialmente después de 1840, mu-chas tierras alejadas de las ventajas naturalesde los ríos y lagunas serán utilizadas para lacría de ovinos. Las mejoras técnicas, tanto enlas instalaciones estancieras como en los avan-ces específicos en la cría de animales y cultivos,se iniciarán en este tipo de estancias, muchasde ellas en manos de inmigrantes británicos.La voluntad de modernización técnica del cam-po se manifiesta claramente en un grupo re-ducido de la elite ilustrada, los fundadores dela Sociedad Rural; pero todavía se mantienela organización tradicional de la estancia de críaextensiva, sin mejoras notables.

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Esta situación de relativa movilidad e inde-pendencia de los pequeños y medianos pro-pietarios se cierra hacia 1880. La Ley 1.878 re-lativa a la Conquista del Desierto garantiza conlas tierras indígenas el empréstito destinado acubrir los gastos de la campaña. Dos años des-pués, todas las tierras aptas para recibir ani-males ya tienen dueño. Alrededor de veinte mi-llones de hectáreas fueron vendidas u otorgadasen grandes unidades, y los más importantespropietarios de tierras estaban entre los prin-cipales adquirentes. La actual provincia de LaPampa se encuentra en el corazón de los te-rritorios conquistados, pero también se incor-poran las 15.000 leguas conquistadas al nortedel Río Negro, y gran parte del Chaco. En losaños posteriores a 1880, con relación a cambiostécnicos y productivos generales, la organiza-ción de la explotación pampeana se altera. En1875, los trigales no cubrían más de 20.000 ha:diez años más tarde superaban las 110.000. En1905, la superficie cultivada alcanzaba 11,5 mi-llones de ha. En cuanto a la explotación tradi-cional de ganado, el saladero ha tenido su can-to del cisne en las últimas décadas del XIX, y lacría de ovejas, que prometía un camino de as-censo social y económico hacia mediados de si-glo, ya era desplazada hacia 1880 como fuen-te principal de la riqueza regional. En su lugar,se reinició la importancia del ganado vacunocon el transporte de ganado en pie, y la expor-tación de la carne congelada a partir de las in-novaciones del frigorífico (v.). Pero ahora los ani-

males deben ser dóciles y gordos para soportarlos largos traslados, o para conseguir mejorescortes. Junto al mejoramiento de las razas pormedio del mestizaje, se multiplican los potre-ros alambrados, con aguadas alimentadas pormolinos de viento; se implantan alfalfares, es-pecialmente en las zonas de engorde al nortede Buenos Aires, en las cercanías del principalpuerto de exportación; se especializan las ins-talaciones. La producción de chilled o carne en-friada, generalizada hacia 1920, implicará nue-vos cambios: el invernador (el poseedor decampos de engorde y descanso de animales) setransforma en productor de carne merced a ladisponibilidad de praderas artificiales y de ce-reales forrajeros, y en especulador que compranovillos a los criadores, con amplio margen debeneficio. El estrato social privilegiado de losinvernadores extiende su dominio en el primercuarto de siglo al oeste de Buenos Aires, sur deSanta Fe y sureste de Córdoba, entre las líneasdel Ferrocarril Central Argentino y del Pacífi-co. Pero el desarrollo de las redes ferroviarias,que cubre a principios de siglo toda la Provin-cia de Buenos Aires en densa trama, ha esti-mulado también el crecimiento de las zonasmás alejadas. Hacia 1920 este sistema pro-ductivo ha alcanzado su techo de desarrollo, ylas inversiones modernizadoras en la estanciaserán cada vez más escasas.

Las secuelas de la crisis del treinta, en elplano internacional, y una serie de desastresbioclimáticos entre 1931 y 1936, llevan a una

crisis productiva que es resistida en dos direc-ciones. En la gran hacienda pastoril, abando-nando los cultivos y volviendo a la pradera y ala ganadería extensiva e iniciando un procesode desinversión que lleva a una grave crisis es-tructural en el campo a partir de la década delcincuenta. En las colonias agrícolas, en las zo-nas más prósperas, como el sur de Santa Fé,diversificando la explotación. Quienes pudie-ron mantenerse pasaron frecuentemente, en-tre las décadas de 1940 y 1960, de arrendata-rios a propietarios de pequeñas explotaciones,en un movimiento que algunos autores reco-nocen como una verdadera revolución agraria.La diversificación llevó a la retracción continuadel trigo, antes el centro de la producción agrí-cola argentina, en favor del girasol, el maíz y,posteriormente, el sorgo y la soja. La moder-nización de los métodos de cultivo, las nuevasvariedades de herbicidas, la mecanización trans-formaron profundamente la vida en el campobonaerense mientras aún se mantenía el Es-tado de bienestar, aunque la Argentina agrícolacontinuó siendo principalmente proveedora dematerias primas. La cría de ganado se mantie-ne en todo el período en manos de los grandespropietarios. Aunque los cambios en la posi-ción social y la incidencia económica de losgrandes terratenientes son notables —quienesmantuvieron su fortuna lo hicieron diversifi-cando sus intereses—, se mantiene aún en elimaginario colectivo la representación de losestancieros en tanto grupo poderoso, modelo

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55Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u ESTILO TUDOR EN LA ESTANCIA VILLA MARÍA, EN MÁXIMO PAZ, PROVINCIA DE BUENOS AIRES.

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de mayor propiedad territorial, también pre-sente en los alrededores de Buenos Aires: a ellapertenecían la Chacarita de los Remedios, an-tigua estancia del Cabezuelo, en la margen surdel Matanzas; la Chacarita de Belén, donde,con personal esclavo, cultivaban cereales y fa-bricaban tejas y ladrillos (v. Misiones jesuíticas).También otras órdenes se constituyeron en or-ganizadoras de establecimientos productivos:una descripción de 1748 presenta una exten-sión vendida al convento de Santo Domingode 1.000 por 9.000 varas, con frente al Río dela Plata, dedicada a la ganadería mayor y me-nor y a la agricultura. Esta poseía minas de con-chilla en sus terrenos, hornos de ladrillo y te-ja, atahona y panadería, talleres, corralón parael abasto de frutos, corrales, pulpería, mon-tes de frutales y leña, casas y capilla. Las cha-cras eran sin duda los establecimientos másimportantes durante el siglo XVIII, dedicadasal abasto de la ciudad; además de las mencio-nadas, pueden destacarse la chacra de DiegoCaseros, en la Banda Oriental, dedicada a laproducción de grano, leña y pichones, la de Al-tolaguirre en Tapiales; la de Santa Coloma enQuilmes; la de Anna Byrne sobre el Matanzas,donde se fabricaba manteca y queso.

Estos establecimientos, sin embargo, pocotienen que ver con los inicios de la estancia pam-peana, dedicada casi en exclusividad a la cría deganado vacuno. En el siglo XVII, la escasez depoblación rural, las sucesivas epidemias que ex-terminaron gran parte de la mano de obra es-clava, la ausencia de disposición de los posee-dores de tierra a trabajarla ellos mismos o susfamilias (considerando estas labores como po-co dignas) y, desde las primeras décadas del si-glo XVIII, los conflictos con los indígenas, nohicieron fácil el progreso de las estancias, y lapobreza de las instalaciones, la ausencia de cul-tivos y plantaciones de árboles, es digno co-rrelato de esta situación. Cuando en 1728 lasvaquerías se suspenden en Buenos Aires, la or-ganización espacial de la estancia se orienta so-lo a aquerenciar el ganado, domesticándolo enlos rodeos que necesitaban de escasa mano deobra. Un modesto rancho bastaba como sim-ple refugio para hombres y enseres.

Una estampa de Vidal, en 1817, represen-ta una estancia de San Pedro, en la BandaOriental, mostrando “todos los rasgos carac-terísticos de las estancias en general”. En laBanda Oriental, especialmente en el área ve-cina a Colonia del Sacramento, habían surgi-do establecimientos más complejos despuésdel Reglamento de Comercio Libre de 1778, demanera que algunas estancias poseían hornos

de hábitos refinados, pero también irrespon-sable y retrógrado, y del latifundio como eje detodos los males de la campaña argentina.

CARACTERÍSTICAS FÍSICAS DE LAS ESTANCIAS.

En la historiografía sobre el desarrollo físi-co de las estancias se ha seguido la periodiza-ción estimada en la historia económica. Sinembargo, aunque ella provee puntos de apoyocentrales, cierto tipo de transformaciones, es-pecialmente en el casco de la estancia, se mue-ve en un sentido relativamente independien-te. Las explicaciones, por ejemplo, acerca de lapasión de los estancieros por construir verda-deros castillos en pleno campo a partir de ladécada de 1880, reconocen una diversidad demotivaciones que se mueven en el campo dela representación simbólica y no se derivan di-rectamente de la extendida riqueza de los gran-des hacendados ni de su “dependencia” de ungenérico modelo europeo, ya que, como notaRoy Hora, si la construcción de mansiones ur-banas es general en las clases altas de la Lati-noamérica de principios de siglo XX, la cons-trucción de palacios rurales es una peculiaridadlocal, que debe articularse con una forma devida que era considerada a principios de siglocomo modelo rector del gusto. Asimismo, de-be diferenciarse el momento de introducciónde formas novedosas en el habitar campestre(técnicas o estéticas) de su difusión general:por eso centramos en el momento de auge dela estancia ovejera, y en particular de aque-llos establecimientos en manos anglosajonas,la emergencia de una sensibilidad que déca-das después será dominante en relación a laestructura pintoresca de apreciación de la vidaen la estancia. En la medida en que el ciclode la opulencia estanciera declina notablementehacia la década de 1930, el carácter de van-guardia en la cultura de habitación que estosestablecimientos representaban queda atrásy la estancia pierde interés desde el punto devista de las transformaciones del habitar en laArgentina. Aún están por realizarse estudiossobre los nuevos tipos de establecimientos ru-rales emergentes que conducen a una trans-formación radical de la vida en el campo en lasdécadas de 1950-1960, como también sobrelos efectos sobre el paisaje pampeano de la di-versificación de los cultivos, la tecnificaciónmasiva, o el papel de las principales ciudadesy pueblos del interior bonaerense.

Debe notarse, por último, que la transfor-mación física de la estancia pampeana poseeuna pobre historiografía: la forma del asenta-miento sólo parece relevante en función de las

transformaciones económicas y productivas.Algunos trabajos, cf. Sáenz Quesada (1980),Hora (1998), insisten en la dimensión cultu-ral de las estancias, especialmente en lo queatañe al imaginario social de la “identidad” ar-gentina. Pero en el estado actual de la cuestión,carecemos de trabajos sistemáticos que per-mitan fechar con claridad los cambios físicosde la estancia del siglo XIX y principios del XX,en parte porque las construcciones, hasta avan-zado el ochocientos, eran en extremo preca-rias, y no subsisten testimonios detallados desus características, excepto las extraídas de laprincipal fuente escrita para el estudio de es-tos establecimientos, los relatos de los viajeros.

Hemos optado por diferenciar amplios pe-ríodos de acuerdo con lo establecido por la his-toria social y económica, matizando las con-clusiones en el plano simbólico: 1) el períodoque abarca desde el fin de las vaquerías, y el

consecuente principio del aquerenciamientodel ganado, hasta el boom de la estancia ove-jera a fines del gobierno rosista; 2) el breve lap-so de prosperidad de la industria ovejera, re-lacionado con las introducciones técnicas ysimbólicas de los propietarios anglosajones; 3)la época de oro de la estancia argentina, cuan-do se consolidan no solo sus posibilidades enel marco de ciertas tendencias de la economíamundial, sino también su valor emblemáticoen la cultura local, hasta la década de 1930. Porúltimo, se hará mención de otros estableci-mientos rurales significativos, sin adentrarnosespecíficamente en su desarrollo histórico.

1) Desde la “querencia” hasta la gran estanciapastoril. Durante el siglo XVIII, la mayoría delos establecimientos rurales pujantes pertene-cían a las comunidades religiosas. La Com-pañía de Jesús constituía una de las entidades

56 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u ESQUILA EN LA PAMPA ARGENTINA, A FINES DEL SIGLO XIX.

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de ladrillos y cal, sementeras de trigo y maíz,huertas cercadas con postes de ñandubay. Pe-ro estas no constituían la norma; puede re-cordarse el fracaso de Lavardén en el Colla, alintentar convertir la estancia, basándose en losmás modernos tratados españoles, en una ex-plotación integral agrícola-industrial. El cascotípico que ilustra Vidal contaba con tres edifi-cios: uno para el mayordomo y los gauchos; elsegundo como cocina, en la que también ha-bitaban los esclavos negros; el tercero, el úni-co “amueblado decentemente”, destinado a alo-jar al dueño en sus esporádicas visitas. Laedificación principal servía además de depósi-to de cueros, sebo y otros artículos. En la ima-gen aparecen ranchos rectangulares, de te-cho de paja con grandes aleros sostenidos porpilares de madera sin desbastar; las abertu-ras de la única habitación sin puertas y posti-gos, con los vanos cubiertos por pieles de va-ca; los cueros estaqueados en un espacio abiertosin límites precisos; un horcón, ningún árbol.McCann describe la casa principal de una es-tancia criolla en el pago de La Magdalena ha-cia 1845. Se trataba de un rancho de dos ha-bitaciones sin ventanas, construido de cañas ybarro, con paredes sin enjalbegar, de apenasseis pies de altura (menos de 2 m) y techo depaja de totora. La puerta, sin embargo, poseíagoznes de manufactura inglesa. No era una es-tancia pobre, pero, anota McCann, mientras elvalor de la casa habitación y su mobiliario y en-seres no llegaba a treinta libras esterlinas, to-das las propiedades y bienes de este estancie-ro criollo podrían evaluarse en tres mil libras.McCann acumula ejemplos de ricos propie-tarios que viven en “estado próximo a la bar-barie”. Los interiores eran despojados: los en-seres de campo —riendas, boleadoras, lazos—colgaban de estacas de ñandubay o cuernos devenado; solía no haber mesa ni silla: solo asien-tos de calaveras de buey o de restos fósiles, sim-ples troncos o bancos de madera dura; el pisoes de barro reseco y pisado, vidriado con bo-ñiga. En caso de dividirse la casa en habita-ciones, estas carecen de destino específico. Ani-males que duermen en el interior, carne sinacompañamiento de pan, galleta o verduras,son leit motiv de su visita a estancias criollas.“Los habitantes de esta parte del mundo pare-cen considerar que el cielo y la tierra bastan co-mo única morada. El uso que hacen de lo quenosotros llamamos una casa es el que hacemosnosotros de la despensa o del ropero”. El con-traste entre las formas de habitar, y una riquezaque bien podría haber merecido el correlato deun progreso en el confort, sorprende a los via-

jeros, quienes buscan en la idiosincrasia de loshijos del país las razones de tal desajuste. Amediados del XIX el juicio de los viajeros nodifiere del que a principios de ese siglo hizoAzara sobre el estado rural del Río de la Pla-ta: “se prefiere la holganza al trabajo duro”, lasgrandes extensiones se desaprovechan, el sis-tema para otorgar tierras no alienta otra cosaque largos papeleos burocráticos, sin promo-ver la colonización. Una idea cercana de cómodeben haber sido estos ranchos en la franja bo-naerense del Río de la Plata la otorgan algunasconstrucciones documentadas por Gazaneo enla estancia Los Cerrillos.

El progreso del asentamiento se manifes-taba en la sucesión de construcciones: prime-ro se cavaba el foso de defensa y límite del cas-co; luego se construía un rancho de unahabitación y usos múltiples; luego un segun-do rancho o casa para el amo, dejando la an-terior construcción como cocina o matera y ha-bitaciones de la peonada. Para el manejo delganado aquerenciado, se construía un corralcircular de palo a pique y cueros, con trancasde acceso. La disposición de los pabellonesde habitación solía ser en “L” o en “U”, dejan-do sugerido un patio pocas veces cerrado com-pletamente. Las casas eran de un solo piso, deadobe (v.) o tapia —en Entre Ríos y la BandaOriental era frecuente el uso de quincha tam-bién para las paredes—; en algunas estanciaspuede observarse la construcción de un mi-rador a la manera del mangrullo de los forti-nes p. ej. casco de San Gabino, de la familiaÁlzaga, en las afueras de Rauch, hoy converti-do en museo regional. Las construcciones másconsolidadas eran de ladrillos y se rodeaban degalerías que, según los recursos, podían seruna simple sucesión de pilares de madera o demampostería, o una sucesión de arcos; en al-gunos casos, el orden clásico era tímidamen-te expresado con alguna moldura escueta.

La estampa de Vidal llama la atención porla ausencia de vegetación arbórea. Dice Hud-son, recordando su infancia en las pampas enla década de 1840: “Sobre la tierra visible no ha-bía cercados ni árboles, excepto [...] los que fue-ron plantados en las viejas estancias. Apartadosentre sí, los montes y plantíos semejaban pe-queñas islas azules, esparcidas a la distancia enla gran llanura. Eran en su mayoría árboles desombra, como el más común, el álamo de Lom-bardía”. La existencia de un monte, o de un sim-ple ombú, señala en la pampa la existencia deun asentamiento. Resulta interesante la expli-cación que da este autor acerca de la escasez deplantaciones: los primeros pobladores habrían

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57Diccionario de Arquitectura en la Argentina

Estancias

uESTAS PLANTAS DE DISTINTAS ESTANCIAS EN LA PRO-

VINCIA DE BUENOS AIRES MUESTRAN LA EVOLUCIÓN DE

LA ARQUITECTURA Y SU RELACIÓN CON EL PAISAJE:

ARRIBA, ESTANCIA EL GALPÓN; ABAJO, ESTANCIAS LUIS

CHICO Y LOS INGLESES.

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Matadero, utilizaban también calaveras de ani-males. La necesidad de defensa contra los in-dios, que atraviesa gran parte del siglo XIX, va-lorizaba en la chata pampa aquellos terrenosque poseían lomas (que permitían una visiónpanorámica de las lejanías), como también losrincones, lugares formados por accidentes na-turales como cañadas y arroyos. Precisamenteuna de las estancias más antiguas aún existen-tes lleva el nombre de Rincón de López. Fuefundada a fines del XVIII por López de Osor-nio sobre una vieja reducción jesuítica ubicada“Salado afuera” (por fuera de los límites de lafrontera natural contra los ataques indígenas).Su significado histórico la convierte en un ejem-plo recurrente: Juan Manuel de Rosas pasó enella su adolescencia y se convirtió en su admi-nistrador. El lugar estaba estratégicamente si-

tuado, ya que formaba casi una isla bañada porel río Salado. Subsisten algunas construccionesantiguas que todavía se encalan en blanco o ro-sa intenso, tonalidad originalmente obtenidapor la cal coloreada con sangre de vaca. Las an-chas paredes del edificio rectangular son de ado-be, el techo de tejas, las galerías perimetrales,de piso elevado de baldosa colorada, con sen-cillas columnas y dinteles de madera, las ven-tanas enrejadas, los techos bajos.

La Revolución no transformó sustancial-mente el estado de cosas en referencia a losprogresos agrícolas, aunque, en la línea de Aza-ra, personajes como Vieytes, Belgrano o La-vardén, insisten en que es la tierra y no el me-tal el verdadero tesoro del Río de la Plata. Apesar del empeño fisiocrático de los ilustradosporteños, la producción saladeril, industriaprincipal durante la época de Rosas, refuerzala unidireccionalidad de las labores ganaderasen la estancia pampeana. Los métodos de me-

intentado la agricultura, la jardinería, las plan-taciones de árboles; pero al convertirse la ga-nadería extensiva en el negocio excluyente loshombres abandonaron sus cosechas, “desis-tieron del aceite, del vino y del pan [...], se sen-taban a la sombra y comían el fruto de los ár-boles que habían plantado sus abuelos, hastaque esos árboles morían de viejos o perecíandestruidos por el ganado, y no quedaban mássombra ni fruta”. Su primera casa, en la pro-piedad Los veinticinco ombúes (hoy sede delMuseo Hudson, cerca de Florencio Varela), po-seía como distintivo estos árboles característi-cos, introducidos en la pampa por los jesui-tas. Al margen de la imprecisa explicaciónhistórica, lo que aparece claro es que existió unperíodo de varias generaciones en el que la plan-tación sistemática de árboles no se desarrolló.En 1840 esta situación comenzó a cambiar. Aúnasí, el campo de la infancia de Hudson es to-davía la pampa “lisa como un billar”.

Otros establecimientos de principios delXIX pueden completar esta presentación. Ro-bertson describe una gran estancia santafesi-na, la de Candioti, un modelo de estanciero en-riquecido a principios del XIX. El inglés loimagina como un patriarca bíblico, “príncipede los gauchos”: su ropa es fina y cara, pero nodistinta de la de otros habitantes rurales. Suresidencia principal tiene el aspecto de un cuar-tel general; la de uno de sus hijos, en un cam-po vecino, es idéntica, salvo en las proporcio-nes, a la de los peones. En la hacienda deCandioti existe una capilla: erigir y mantenercapillas era una de las responsabilidades delestanciero, protector del cura local y a veces élmismo director espiritual. También las pul-perías, pequeños almacenes rurales, eran fre-cuentemente manejadas por los patrones deestancia o sus allegados. Estas eran lugares fun-damentales en la sociabilidad campestre, aun-que sospechadas de fomento de “vicios”.

La zanja era, en la pampa, casi la única po-sibilidad de defensa; también oficiaba de lími-te para evitar la dispersión del ganado, y prote-gía los sembrados, hasta la introducción de loslienzos de madera y, posteriormente, del alam-brado. En algunas experiencias más sofistica-das, como la de los hermanos Robertson en lacolonia Santa Catalina (hoy predio de la Uni-versidad de Lomas de Zamora), en 1825 se cer-caron con talas los potreros destinados al cul-tivo. En lugares más fértiles, zanjas y cercos demadera se combinaban con setos vivos (ma-tas de cina cina o tunas), como describe Sey-mour para el sur de Córdoba; las chacras y quin-tas en el sur de Buenos Aires, cercanas al

joramiento en la matanza del ganado, el apro-vechamiento intensivo de algunos derivadosdel animal, como el sebo, no redundan en cam-bios ostensibles en la organización física de laestancia. El trabajo habitual es sumario y se li-mita a la marca y la castración, al reagrupa-miento periódico del rodeo, a la separación yal transporte de los animales destinados a lossaladeros, al sacrificio en la misma estancia.Cotidianamente se recorre la propiedad a ca-ballo, para evitar la dispersión de los animales.Las herramientas se limitan al cuchillo, el des-jarretador, las boleadoras y el caballo. La pa-la, el serrucho y el martillo, para componer elcorral o la puerta del rancho, completaban losenseres. Los animales se alimentaban de lospastos de la pradera y abrevaban en las vías na-turales de agua. Los cambios en la producción,entonces, apenas inciden en la organizacióndel casco de estancia hasta la década del cua-renta, más allá de la consolidación construc-tiva o la ampliación de algunas edificaciones.

Todo indica que la introducción de ciertavoluntad de representación en el casco de es-tancia debe remitirse a los años posteriores a1840. Las innovaciones se traducen en la adop-ción de una disposición y de una serie de con-venciones y estilemas que pueden recondu-cirse a la “arquitectura regular” que transformaen la ciudad las modestas pretensiones del Ba-rroco tardío (rejas voladas, detalles ornamen-tales, etc.) en severas alineaciones con indica-ciones estilizadas de los órdenes neoclásicos.Llama la atención la estrecha relación que losedificios principales de estancias de la época,como Juancho Viejo, La Postrera, La Inverna-da, La Alameda, etc., poseen con el modelo dela casa de Rosas en Palermo. Las tierras deJuancho Viejo, cercanas a la actual ciudad dePinamar, habían sido otorgadas en enfiteusisen 1825; sus derechos fueron transferidos pos-teriormente a Martín de Álzaga, quien adqui-rió estas tierras al Estado en 1836, por lo quelas construcciones que aún pueden observar-se datan de una fecha posterior. Los pabello-nes subsistentes responden a una modalidadya conocida: la galería perimetral cerrada conuna arquería, con pilares que sugieren un or-den rústico a través de ornamentos simples; eltecho plano, con terraza cerrada por un mu-rete perimetral que alterna vacíos con reja deherrería y pilares de mampostería; el realce delos dinteles en los vanos. Juancho Viejo poseelos dos pabellones paralelos, sin indicación depatio, lo que la constituye además en un ejem-plo temprano de modernización de la habita-ción rural. No resulta fácil fechar la arquitec-

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u ESTANCIA LA ALAMEDA, CHASCOMÚS, BUENOS AIRES.

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meros intentos de introducir el merino en elpaís, historiados por Pellegrini, datan de 1813,aunque Lavardén ya había probado suerte conlanares de origen español que se difundie-ron luego por el centro de Europa e Inglate-rra. En 1826, Harrat, Sheridan y Withfield im-portan 150 merinos, a partir de los cualesfundan con éxito el establecimiento Tres ami-gos en San Vicente. La práctica novedosa dela cruza de animales, realizada en forma me-tódica desde fines del XVIII, resulta impor-tante no solo en referencia a las tareas cam-pestres, ya que iluminó aspectos claves de lateoría de la evolución: en la Argentina, se con-vertirá después del ochenta en el sello distin-tivo de la estancia moderna.

La cría de ovejas se difunde rápidamente:mientras que en 1840 se exportaban 1.600 to-neladas de lana, en 1880 el volumen es de100.000. En tal expansión, que se mantiene apesar de fluctuaciones, tuvo importancia la li-beración de gravámenes a la exportación de la-nas (1840) y cereales (1846), pero también unaserie de innovaciones como el cambio de laspasturas. McCann comenta: “Desde que dejéBuenos Aires, mi camino había transcurridoentre establecimientos dedicados a la cría deovejas (...); en realidad toda la campiña, salien-do de la ciudad y en el radio de treinta leguas,es un vasto criadero de ovejas”. Aquí, en un cli-ma templado contrastante con el del norte deEuropa, bastaba una legua para contener 14.000cabezas, divididas en manadas de alrededor de3.000. Es probable que por entonces se gene-ralice el sistema de puestos, asentamientos mo-destos en la periferia de la propiedad que per-mitían el control de la hacienda. La esquila debíarealizarse bajo techo, por lo que se introduce lanovedad del galpón. Para la tarea se formabangrupos que se trasladaban de estancia en es-tancia, en donde también participaban muje-res. La lana era comprimida en fardos por pren-sas de madera con tornillos.

El galpón de La Caledonia, la estancia deJohn Miller, fue probablemente construido enlos inicios de los años cuarenta. Se trata deuna sencilla construcción de planta rectan-gular, de 40 varas de largo por 10 de ancho,con mampostería de ladrillos sin revocar y cu-bierta de poca pendiente, originalmente de vi-gas de palma, alfajías, tejuelas y baldosas, lue-go reemplazada por chapa ondulada. No esuna construcción improvisada: la planta estáperfectamente modulada y las aberturas re-petidas corresponden a cada módulo. En el in-terior, un entrepiso se destinaba al guardadode forrajes. Otro ejemplo destacable lo cons-

tituye la propuesta de galpón para Los Reme-dios, una estructura en “U” de dos plantas, quegenera un patio de trabajo, cercado por una ver-ja de pilares y lienzos de hierro. El acceso de lasovejas se realizaba mediante una rampa, comomás tarde será usual en los frigoríficos. Eduar-do Olivera, su autor y propietario, también di-señó en 1858 un galpón cúbico en dos plantas,organizado alrededor de un núcleo de base oc-togonal que se erige por sobre la techumbre quelo circunda, con el fin de obtener iluminaciónpara el conjunto.

Las mejoras técnicas no se limitan a expe-riencias de cruza o a nuevas herramientas y má-quinas. El constante problema del agua fue pa-liado por la invención del “balde sin fondo”,sencilla técnica modernizada por Pellegrini en1853 (“balde del volcador”), cuyas ventajas se li-mitaban a rodeos que no superaran las 2.000cabezas, de manera que solamente fue aprove-chado en las explotaciones medianas, en es-pecial las ovejeras. Más tarde, Anacarsis Lanúsimporta de los Estados Unidos el molino deviento, hecho que permitiría separar los terre-nos destinados a la ganadería de las aguadasnaturales y dividirlos en potreros para una ex-plotación más eficaz de las pasturas. Alrededorde 1.870 máquinas segadoras y trilladoras co-menzaban a reemplazar las viejas hoces; se cal-cula que en esa década existían ya unas 2.000máquinas en la Provincia de Buenos Aires. Pe-ro la innovación técnica principal la constituyóel alambrado. En 1845 Ricardo Newton hizoconstruir el primer alambrado metálico del pa-ís, inspirado, según Mc Cann, en el sistema decercado de un parque de Yorkshire. Pero lo uti-lizó exclusivamente para alambrar la huerta,mientras que el parque era defendido de losanimales por arbustos espinosos y una valla dehierro. La extensión del alambre para cercar to-do el perímetro del establecimiento se debe aHalbach, un estanciero y comerciante alemánque había adquirido la ex estancia jesuítica LosRemedios, que más tarde pasará a manos delos Olivera, constituyéndose en centro de la críadel Rambouillet argentino. En 1855, sus cam-pos son limitados con alambrados de cuatro hi-los, postes de ñandubay cada 50 varas y mediospostes cada cinco. Es necesario, sin embargo,esperar a los años de 1890 para que el alambreadquiera suficiente solidez y flexibilidad, y asíla extensión de este tipo de cercado revolucio-ne el paisaje y la producción pampeanas. El cer-co de alambre permitía, además de la organi-zación de potreros y la disminución de lacantidad de gente para cuidar el ganado, unaeconómica y eficaz definición de la propiedad.

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tura de La Alameda, cuya extensión horizon-tal altera totalmente las proporciones usualesde las instalaciones primitivas del rancho. Re-presenta un híbrido entre modalidades recu-rrentes y nuevos motivos (mayor cuidado enlos detalles ornamentales, repetición modula-da, con la sola alteración de los grandes arcosde acceso, techo plano en terraza rematado conbarandas de hierro, etc.).

Estas estancias han sido evaluadas por lahistoriografía como continuadoras de la mo-dalidad tradicional del rancho de líneas hori-zontales, habitaciones enfiladas y galería. Pe-ro ya no se trata solo de una mejora constructivao de multiplicación espacial: queda clara la deu-da con las nuevas tendencias en construccio-nes rurales-productivas de cuño francés. Noes, sin embargo, en la arquitectura de la casa,sino en su entorno, por un lado, y en el confortinterior, por otro, donde comienzan a vislum-brarse los cambios radicales que desemboca-rán en una verdadera transformación del ha-bitar rural a fines del siglo XIX.

2. LAS INNOVACIONES DE LA ESTANCIA

OVEJERA (1840-1880).

Los cambios que se harán extensivos en lasegunda mitad del siglo se vislumbran tímida-mente desde los años veinte del siglo XIX. Es-tán vinculados a dos factores relacionados en-tre sí: a) El impulso de la inmigración, espe-cialmente inglesa, irlandesa y escocesa, inmi-gración que si no alcanza en número la im-portancia de la de fines de siglo, alterará los ne-gocios rurales e introducirá mejoras sustantivasque diversificarán la estructura física de la es-tancia. De manera más perdurable, modifica-rá la cultura de habitación pampeana. b) Es-tos inmigrantes protagonizaron el boom ovejero.

Ambas cuestiones, relacionadas entre sí —vinculadas a la posibilidad de que la estanciaovejera, en sus dimensiones y diversificación,junto con introducciones técnicas como elalambrado, refuerce la práctica de la agricul-tura— inclinan a la vanguardia de los estan-cieros criollos, reunidos en la Sociedad Rurala partir de 1866, a considerar con atención es-tas experiencias, tanto en sus aspectos de trans-formación económico-productiva como en supapel de modelo de una nueva forma de vidaen la campaña.

Los inmigrantes británicos estaban soste-nidos por una amplia red comercial de com-patriotas afincados en la ciudad, con aceitadoslazos con la elite local; ellos impulsan inicial-mente el extraordinario crecimiento de la críay la explotación comercial del lanar. Los pri-

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Posteriormente, hacia 1900 se reemplaza conel alambre de púas.

Abiertas a las innovaciones industriales, lasestancias ovejeras introducen elementos pocousuales, tanto en el campo como en la ciudad.Las transformaciones, es cierto, no son inme-diatas. La estancia arrendada por la familiaHudson en 1846, Las Acacias, cerca de Chas-comús, contaba con una casa grande en el cas-co, que consistía solo en “una larga enfilada decuartos a flor de tierra, de ladrillo, al igual quelos pisos, y techos de paja”. Una parte de lashabitaciones oficiaba de almacén de compra-venta, con mayor variedad de productos que laofrecida en las tradicionales pulperías; y lasinstalaciones que completaban el casco (hor-no de pan, galpones de almacenamiento “tanenormes como el Crystal Palace”, el tambo) serodeaban de jardines y montes de frutales. Esprobable por las descripciones de la época queel entorno haya sido transformado antes quela propia arquitectura de la casa.

El ritmo de los cambios en las estanciaspuede seguirse en la descripción de la estan-cia de la familia Girado, en Chascomús, queofrece Hilda Sábato en su estudio sobre el pe-ríodo. Hacia 1820, esta estancia era un esta-blecimiento mediano, cuyas instalaciones prin-cipales apenas incluían un rancho principalcon “una puerta y una ventana” y otro más pe-queño para el capataz; un aljibe, y una cocinade dos ramadas, pocos árboles, una zanja. Den-tro de la casa, los enseres eran puro “tacho vie-jo”. La estancia se expande a fines de los cin-cuenta: en el casco, la casa central ya es de treshabitaciones bien amuebladas que diferenciandormitorio, sala y comedor. La quinta cuentacon 16 montes, y seis puestos en la periferia.En 1881 la estancia había cambiado radical-mente de aspecto. La casa central, de 17 habi-taciones, era “de azotea” con zaguán (lo que enel lenguaje de la historiografía local se conocecomo “italianizante”). Cocinas, letrinas, jardi-nes, pozo, dos galpones, palomar, y aun corralespecial para “avestruces del África” comple-tan el conjunto.

Pero las innovaciones más importantes nosurgían de la estancia criolla. Mc Cann afirmaque los propietarios criollos que introducenmejoras en sus estancias son aquellos que, in-dependientemente de su riqueza, se han vin-culado “a los extranjeros de Buenos Aires”. Porcierto, casi todas las mejoras técnicas a las quese le ha seguido el paso en la Provincia de Bue-nos Aires antes del ochenta se deben a ex-tranjeros, en particular a anglosajones. La es-tancia de Newton, construida de ladrillos, a

mediados de 1840 ya ha incorporado ventanascon rejas, bastidores y postigos de hierro, im-portados de Birmingham; el hierro suele apa-recer también en reemplazo de los pilares demadera de las galerías, o en las cresterías y de-más ornamentos (también realizados por es-tampado mecánico de la madera). Los detallesindustriales aplicados en la construcción semanifiestan también en el uso de galpones pre-fabricados. La pequeña estancia de Bell pose-ía, ya en 1842, galpones con techos de zinc. Laprimera casa de la estancia ovejera de RichardSeymour, Monte Molino, cerca de Fraile Muer-to (hoy Bell-Ville, al sur de Córdoba), fue unacasilla desarmable, de hierro, que causó sen-sación en la apartada zona de frontera. Ad-quirida en Buenos Aires, consistía en dos ha-bitaciones de 12 pies cuadrados. Cuandoconstruye su casa definitiva esta casilla que-da para cocina y habitación de los peones.

La mención de Seymour nos permitirá ha-cer un pequeño paréntesis. Si bien el objeti-vo de este artículo lo constituyen las estan-cias pampeanas, es necesario reconocer que elprimer gran avance no se verifica en BuenosAires, sino en Entre Ríos. Provincia protegidade los ataques indígenas, en privilegiada rela-ción con el Brasil y el Uruguay, constituye elsitio preferido para la adquisición o el arren-damiento de campos de la comunidad inglesainmigrante desde los años veinte. Urquiza, porsu parte, había seguido la misma formaciónrural que su futuro rival, Rosas; una impor-tante fortuna privada se traducía en empren-dimientos novedosos en las industrias rurales.No solo apoyó tempranamente la formaciónde colonias agrícolas en parcelas de sus pro-pios campos, sino que el casco de su estanciaSan José (cerca de Concepción, arquitecto Fos-satti, v., 1850) era el más importante construi-do hasta entonces. Sin embargo, debe consi-

derarse que Urquiza no era un simple estan-ciero, sino que poseía un lugar político central.Esta estancia es también un lugar de repre-sentación que reúne lo público con lo privado.Los cambios que comienzan a observarse enel período de la estancia ovejera atienden fun-damentalmente a razones de uso, de optimi-zación productiva o de calidad simbólica, en-teramente privadas en el sentido ilustrado deltérmino.

Después de 1870, en relación con la estre-cha vinculación entre los establecimientos es-tancieros y el ferrocarril, la estructura prima-ria del pabellón rectangular es adaptada,especialmente en los edificios de servicio, ala imagen industrial victoriana: paredes deladrillo sin revocar, remates de techos y aleroscon cresterías de madera o latón calados, ex-tensión de la chapa acanalada en lugar de lapaja o la teja. Como ejemplos de esta difusión,pueden verse las instalaciones de la estanciaLaguna de los Padres, cerca de Mar del Plata,hoy convertidas en Museo José Hernández. Enocasiones, la casa principal se convierte ya enchalet, nombre genérico que se le otorgará alas construcciones pintorescas, cuya filiaciónpuede ser variada (v. chalé). Se recuerda, porejemplo, la casa de la estancia San Martín enCañuelas, construida en 1864 (luego amplia-da por el arquitecto Mirate, v., en 1903). Los te-chos son de fuerte pendiente, con cenefas ycortanieves, las ventanas son de vidrios repar-tido. La más modesta ampliación, en 1885, dela casa principal de la estancia La Paterna (SanAndrés de Giles) también puede considerarseen este sentido. La casa es compacta, con te-cho a cuatro aguas y una galería adosada, conelementos novedosos, tales como columnas dehierro, mosaicos calcáreos y techos de chapa.

Una descripción significativa de una es-tancia ovejera de envergadura a fines de esteperíodo la proporciona Estanislao Zeballos. Setrata de la estancia Los Yngleses, de la fami-lia Gibson. Su fundador, John Gibson, era hi-jo de un próspero comerciante de paños deGlasgow, cuya casa poseía filiales en Singapury Bruselas. En 1825 compra una vieja estanciaen el Rincón del Tuyú, cercana a la actual po-blación de General Lavalle (formada en rela-ción con el establecimiento), en la que cría laprimera majada con ovejas pampas. Poste-riormente, entre 1835 y 1838, funda nuevas ma-jadas servidas por carneros merinos de los es-tablecimientos de Harrat y Sheridan. “El viajerocruza un hermoso monte natural, respetadopor el hacha destrozona, donde predominanel tala y la coronilla [...]; este monte termina en

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u ESTANCIA RINCÓN DE LÓPEZ, FUNDADA A FINES DEL S. XVIII.

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la avenida de entrada, desde la cual se divisalas rejas blanquecinas que rodean el tambo,dominado por las ramas colgantes de los sau-ces llorones. De ahí se mira ya toda la admi-nistración; la barraca está cerca [...] y sigueun gran patio, rodeado de largas casas de ma-terial, destinadas a morada de peones, cocinas,escritorios y almacenes. Al frente hermoseanel cuadro los jardines que van a morir al pie delos muros de la morada suntuosa de los Gib-son. El patio de los peones comunica con otraplaza rodeada por filas de ombúes colosales ymajestuosos, de cincuenta años de edad. Allíel ruido de la tonelería aturde al viajero, puesse fabrican sin cesar envases para exportar elsebo. Al lado del taller hay depósito para 300pipas armadas. Este depósito se une al galpónde la carne [...] y todo termina en la grasería.Puede ella beneficiar 750 reses de capones a lavez y está dotada de corrales de matanza, pla-taformas, hileras de ganchos y tendales paralos cueros. A la derecha de la fábrica están loscorrales de trabajar las majadas y el bañaderocon dos techos y dos depósitos” (E. Zeballos,1881-1883). El conjunto se articula a través deun eje, el largo camino de acceso, y un patio-plaza, sin alterar en este punto la tradición, pe-ro llama la atención la variedad de funcionesespecíficas de cada construcción, especialmentelas industriales. El conjunto del bañadero ha-bía sido instalado en 1849, así como las ins-talaciones para el beneficio de capones y ove-jas viejas databa de 1843. Gibson representa engran medida la forma mental con que estos in-migrantes calificados encaraban el problemade la producción rural: la primera medida deGibson en el Tuyú consistió en instalar un ob-servatorio meteorológico con el fin de estudiarel clima para proteger los cultivos. Un nuevoprograma de asentamiento se desprende enparte de los nuevos requerimientos producti-vos, pero también de otra cultura de habita-ción, especialmente sensible a la vegetación,en particular al árbol, como tema que aludíano solo a las necesidades climáticas, alimen-tarias o productivas, sino también estéticas, co-mo emblema de la civilización.

La voluntad de preservar el verde y de au-mentarlo, de cultivar el jardín con intencionespuramente estéticas, constituyen un leitmotivde las estancias y chacras sajonas de mediadosde siglo XIX. Imbuidos de una mentalidad ro-mántica generalizada, la lectura del paisaje lla-no y sin accidentes no solo parecía aburrida alviajero inglés, sino imposible para echar lasbases de un hogar. Los detalles pintorescos seorientaban hacia este fin, que no excluía el re-

cuerdo de la patria lejana. Los edificios de LosYngleses, por ejemplo, son rematados por mo-jinetes escalonados, como era de uso en lospueblos escoceses. Mc Cann, en su descrip-ción de la casa de Thwaites en Chascomús, ha-bla de un cottage, de álamos, del cultivo de vio-letas, de la cuidada pelouse. El interior de estasestancias es especialmente remarcado por losviajeros ingleses: biblioteca, piano fabricadoen Londres, chimenea encendida. La chime-nea es el eje de la civilización, “signo inequí-voco de confort”. Pero el máximo signo de ci-vilización lo representan el jardín, la huerta, elparque, en íntima relación, con su lugar defi-nido, que se adicionan a casas muchas vecespoco transformadas aún en su tipología de ran-cho.

El citado relato de Seymour apoya la hipó-tesis de que las previsiones estéticas y de con-fort, en los cascos de estancias anglosajonas,no constituían un agregado cuando la estanciaya marchaba próspera. En sus terrenos reciénadquiridos en las peligrosas cercanías de unafrontera poco protegida, Seymour toma previ-siones para la comodidad de su hogar, comoindica que lo hacen todos sus compatriotas. Lacasa principal, construida de ladrillos de ado-be fabricados en el lugar, tiene proyectada tresplantas y un jardín en el frente. Su estructurano obedece a la ampliación de la casa tradi-

cional, con habitaciones enfiladas, sino que sudescripción indica más bien una casa compacta.Así como se preocupa por conseguir los in-gredientes del plum pudding para Navidad, Sey-mour amuebla el interior de la primitiva casi-lla con camas, cómodas, mesas y sillas, y aunun sillón; lleva consigo ollas y sartenes, y con-sigue semillas especiales para el jardín y lahuerta. Como él mismo había notado en susprimeros tiempos de estadía en Entre Ríos, “lasestancias ostentan ese ambiente de hogar quelos ingleses se complacen en llevar consigo acualquier parte del mundo”. En su descripciónde la estancia de Sheridan (Los Sajones, enBrandsen), más rica que la de las pobres “po-blaciones” estancieras del sur cordobés, apre-cia el “delicioso” jardín y las variadas especiesforestales. “Pasábamos el tiempo en la mismaforma que lo hubiéramos hecho en una casade campo de Inglaterra, andando a caballo, ju-gando al croquet y bailando”. En este caso, lacasa principal está dispuesta en “U” con gale-ría perimetral cubierta por enredaderas, y esde azotea y un solo piso, según la disposiciónlocal que conjuga tradición con regularidad:los ingleses ponen más empeño para diferen-ciarse en el amoblamiento interior, en las en-redaderas que modifican la monótona tipolo-gía, en el jardín y en el parque.

Cabe preguntarse por el grado de extensiónde esta modalidad plenamente moderna deconsiderar la casa como eje de la vida familiar,home rodeado del civilizado jardín, en el mun-do rural criollo previo al ochenta. Uno de losprincipales impulsores del progreso económi-co bonaerense, Carlos Pellegrini, ofrece desdelas páginas de la Revista del Plata un cuadro la-mentable de la campaña. Gran parte del mal,para Pellegrini, se identificaba con la modali-dad tanto productiva como cultural de las es-tancias ganaderas, y para la solución del esta-do de cosas, amén de los obvios reclamos depuentes y caminos, organización municipal enlos pueblos y trazados claros de las propieda-des, se señala el camino de la producción ove-jera desarrollado por los inmigrantes. La ove-ja merino debía, para Pellegrini, sustituirtotalmente a la vaca, en función de que la acti-vidad ocupaba más brazos y conciliaba mejorcon los requisitos de labranza. En una memo-ria de defensa del jornalero y pequeño hacen-dado de la provincia, elevada a la Legislatura,se solicita entre variadas peticiones que se de-creten los terrenos de los alrededores de Bue-nos Aires como “de lana y pan” para evitar quelas haciendas de vacunos destruyeran huertasy sembrados. También se agregan medidas pa-

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61Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u ESTANCIA DE OLIVERA, PCIA. DE BS.AS.

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ra la provisión de arboledas, y por ende de ma-dera para la construcción: la ausencia de árbo-les en la pampa constituía una preocupacióngeneralizada. Sarmiento importa eucaliptos,que se convertirían en una de las especies ha-bituales del campo argentino y oriental.

Tanto para Pellegrini como para gran par-te de la elite progresista de entonces las trans-formaciones materiales del territorio se hací-an ostensibles en cierto tipo de arquitecturadoméstica. Las casas de la vieja estancia no erancalificadas de taperas y, en efecto, aquel depó-sito difícilmente podría llamarse habitaciónu hogar, ni lograr entonces el anclaje del hom-bre a la tierra. El ingeniero saboyano no da in-dicaciones concretas con respecto al tipo de ar-quitectura que se debería utilizar en el campo,pero sí lo hace Sarmiento, a quien la varie-dad y el color le atraían como símbolos de ci-vilización; árboles, parques y jardines, en laciudad, los suburbios o la campaña, indicabanel sentido del progreso social. Por el contrario,identificaba en “la arquitectura de estancia” elsímbolo de aquellas prácticas que desprecia-ba, cuyo modelo reconocía en la mansión deRosas en Palermo. Así, aun antes de finaliza-da la “Conquista del Desierto”, vemos emer-ger en la zona protegida cascos de estancia que

ya no siguen las líneas originales del primiti-vo rancho, incluso cuando el establecimientocontinúa manejando hacienda vacuna. La ne-cesidad de modernización arquitectónica seacelera en el clima cultural posterior a Case-ros. Como ejemplo, el casco de la estancia Cha-cabuco (vecina al pueblo de Maipú), de la fa-milia Madero, construido en 1855, ofrece en sucasa principal la réplica de una casa de vera-neo pompeyana.

A diferencia de lo que ha sancionado la his-toriografía local, que señala este momento co-mo el del quiebre de la conformidad entre edi-ficio y paisaje, es precisamente en estos años

de transición, las décadas del setenta y ochen-ta, en que la preocupación por el paisaje co-mienza a prender entre los hacendados crio-llos. El hecho de seguir en tantos casos latradición de la villa rústica palladiana, conve-nientemente estandarizada en Inglaterra y losEstados Unidos, confiando aún en la elocuen-cia de los estilos para subrayar los usos de losdistintos cuerpos edificados, revela una mayorcompresión del sistema arquitectónico, en esamezcla característica de los años posteriores a1850 de motivos ilustrados y románticos; jun-to a la incorporación de ornamentos mecáni-cos y modernos, se construye una sensibilidadante el sitio, de la que se carecía por comple-to en el período inicial. Las casas del casco es-tanciero primitivo nada tenían que ver con elpaisaje, en tanto ninguna voluntad represen-tativa las guiaba, como tampoco era tal la pre-ocupación en aquellos casos que respondían ala abstracta preceptiva durandiana. La modainglesa es la que lleva a una voluntad de rela-ción entre la casa y el entorno de larga dura-ción en la sensibilidad local.

Pero el verdadero cambio en el enfoque delcasco de estancia se producirá luego de la ex-tensión del ferrocarril, una vez finalizada lacampaña al desierto.

3. EL CASCO DE ESTANCIA COMO VIVIENDA ESTA-

CIONAL Y EMBLEMA ARISTOCRÁTICO (1880-1930).

Los sueños jeffersonianos de Sarmiento nose cumplieron para la región pampeana. Co-mo ya ha sido comentado, los inmigrantes re-cién llegados no encontraron ninguna tierradisponible, como no fuera en arriendo a travésde las compañías de colonización o como apar-ceros temporarios en las grandes estancias. Enlos años posteriores a 1880 el área pampeanaextiende rápidamente la red de ferrocarrilesque confluyen en el puerto de Buenos Aires y,posteriormente, en Rosario, Bahía Blanca yQuequén. Los esfuerzos colonizadores solo lo-gran cierto éxito en la pampa gringa, la zonade pequeños chacareros dedicada luego al cul-tivo de cereales (v. Colonia agrícola). Pero el espa-cio pampeano sigue siendo de dominio pasto-ril. Lo que no obstaculiza su modernización, ylos cambios notables de una producción quedeja de ser puramente extensiva. Los grandesestancieros, cuyas explotaciones oscilaban endimensiones de 1.000 a 30.000 ha, utilizaronel sistema de contrato temporario para roturaruna parte de sus tierras, introduciendo así, enuna magnitud inusual, el cultivo de cereales,especialmente de trigo; a los 4 ó 5 años recu-peraban las tierras arrendadas cubiertas de al-

falfa, mientras el aparcero se mudaba a otrapropiedad o a otro sector de la estancia parareiniciar el proceso de cultivo alternado. “Estesistema —escribe Gaignard— consolidó la for-tuna de la aristocracia pastoril: permitió me-jorar las tierras vírgenes, introduciendo pastostiernos, y preservar la fertilidad del suelo al-ternando cereales y leguminosas, todo ello sinintervención privada y sin esfuerzo de organi-zación del trabajo por parte de los dueños dela tierra, que se limitaban a recaudar su rentasobre la producción agrícola”. Lo que no obs-ta, por cierto, para que las técnicas de cultivoy de cría se modernizaran radicalmente, ya nosolo en los establecimientos experimentales deun pequeño grupo, sino en las estancias dequienes habían sido más reacios a los cambios.Los estancieros conservaron el control directosobre la cría, que únicamente preveía una in-versión inicial fuerte —el alambrado de loscampos— y mano de obra escasa; el peso so-cial y político de esta clase, afincada en la ciu-dad, que no habitaba en el campo más que tem-porariamente, fue central en la estructuraeconómica, pero también en la inflexión cul-tural de la Argentina hasta avanzado el sigloXX. El estanciero también mantuvo el controlsobre el proceso especulativo de compraven-ta de animales.

En los años de oro del crecimiento agríco-la-ganadero del país, las inversiones en la mo-dernización de los cascos estancieros impre-sionaban a los visitantes europeos. En parte,la transformación del casco y de la estructurafísica de la estancia obedeció directamente alos requerimientos productivos. La introduc-ción de animales finos (en 1888 se funda laAsociación de Criadores y en 1889 se publicael primer registro genealógico del Shorton) seacelera con el auge de la carne enfriada desdeprincipios del siglo XX.

En parte como consecuencia de la expan-sión de las actividades ganaderas, crecen co-

62 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u CASA DE ESTANCIA EN LA PCIA. DE BS.AS.

u CASA DE CAMPO RAMÓN LARREA, DIBUJO DE C. ZUCCHI.

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mo necesario complemento los pueblos y ciu-dades bonaerenses. Ellos promovían un mer-cado de servicios y reserva de trabajadores me-dianamente educados para responder a la labor.Sin embargo, los estancieros difícilmente seinvolucraban en los asuntos específicos de losmunicipios, y las sociedades urbanas resulta-ban bastante más complejas que la sociedadde las estancias; a la larga, la vida urbana ero-siona el poder de los estancieros, de los cualesnunca dependió directamente.

Veamos algunos ejemplos del radical me-joramiento en la estructura estanciera poste-rior al ochenta. Un caso paradigmático, por latemprana atención al progreso, son las estan-cias de la familia Olivera. Domingo, el padre,había sido uno de los primeros criadores de laraza Rambouillet en la Argentina. Su hijo Eduar-do, que se hace cargo de la administración dela estancia Los Remedios en el 1843, realizaluego estudios de agricultura en Grignon y vi-sita diversos países europeos, entre ellos Es-cocia e Inglaterra, para adquirir experiencia enlas novedades agrícolas. A su regreso en 1858,se convierte en un personaje central entre losfundadores de la Sociedad Rural, cuyo objetoinicial fue el perfeccionamiento del sector agra-rio; crea la escuela agrícola, que más tarde sedesarrolla como Instituto Agronómico y Vete-rinario en la vieja estancia de Santa Catalina(la que había pertenecido a los Robertson), ypreside la Exposición Nacional de Córdoba en1871. Su hermano Carlos, agrimensor e inge-niero civil (uno de los primeros recibidos enBuenos Aires), también se interesa por los tra-bajos rurales, paralelamente a su actividad enel Departamento de Ingenieros de La Nación.En la estancia Las Acacias la familia desarro-lla la larga experiencia común. Remodelada apartir de 1887, la casa principal de Las Acaciasposee reminiscencias palladianas: se trata deun cubo cerrado, con una fachada tripartita,con la consabida loggia subrayando el acceso,fachada posterior abierta al parque, terraza pla-na con balaustres, y torreón mirador. Edifica-da de ladrillos, la casa utiliza el innovador re-voque símil piedra. La diferencia entre losdestinos de los distintos cuerpos del casco esremarcada con variados estilos. El galpón delanares, edificado en 1888, responde al carác-ter rústico que requiere su función, sin re-nunciar a la elocuencia de los bajorrelieves querepresentan ovejas. Los depósitos ostentan elladrillo a la vista, con detalles italianizanesen sus fachadas. La casa del mayordomo es uncottage prefabricado con techos fuertementeinclinados y ornamentos realizados a máqui-

na, en la tradición que enseña el avance del fe-rrocarril inglés en las pampas.

En la década de 1850, José Martínez de Hozforma su primer potrero con vacas mejoradas,y en 1861 importa cuatro toros ingleses. Se tra-ta del mismo personaje que fue primer presi-dente de la Sociedad Rural Argentina, cuandoesta aún constituía un grupo de avanzada. Susdescendientes desarrollaron, entre otras pro-piedades, la célebre estancia Chapadmalal, endonde a partir de 1890, en relación con nue-vos sistemas y métodos de crianza, se edifica-ron modernos galpones, corrales con mangaque reemplazaron las tareas de marcación, se-paración, etc., realizadas en pleno campo; lospotreros fueron alambrados y rodeados de ar-boledas; se importaron pastos y forrajes. La ha-cienda creció en extensión; a la formación deplanteles de pura raza Shorton, se agregó lacría de caballos finos, destinados al deporte queya había sido introducido en su modalidad in-glesa en las haciendas ovejeras: la carrera decaballos. El haras de Chapadmalal fue funda-do en 1914, en sociedad con Benito Villanue-va. La construcción, dirigida técnicamente porMiguel Alfredo Martínez de Hoz, estaba for-mada por largos pabellones de ladrillos a la vis-ta y puertas de madera, con boxes individua-les; la padrillería, dedicada a los sementalesmás valiosos, desarrolla cada box con establoy cuarto de guardado de enseres, además deelementos sanitarios. El grado de especializa-ción de las instalaciones de servicio culminaen cierta manera la trayectoria iniciada en las

estancias ovejeras.Chapadmalal interesa, además, por razo-

nes de índole representativa. La pasión por elturf de Miguel Alfredo no solo nos habla de suformación en colegios ingleses y de su obse-sión por el mejoramiento de las razas. La afi-ción a este deporte se generalizó en las pri-meras décadas del siglo XX y se extendió fueradel aristocrático mundo de los estancieros, co-mo lo testimonian las populares letras de tan-go. Esta cuestión indica la emergencia y de-sarrollo de nuevos hábitos como parte de lamodernización de la vida cotidiana en los sec-tores altos de la sociedad, que las revistas ilus-tradas se encargan de difundir. Aire, verde, vi-da sana y deportes, clisés que aún hoy seconsideran como parte de la calidad de vida,se instalaron como temas cotidianos desde lasúltimas décadas del siglo pasado.

Esta forma de vida, a la vez campestre y cul-ta, deportiva y sana, moderna, debe colocarsetambién en relación con la estima del descan-so estacional y de la vida al aire libre, que cul-mina en los años treinta con la extensión socialdel “veraneo en la playa”. No es secundario es-to para evaluar en sentido no estrictamente pro-ductivo algunos cascos de estancias que conta-ban, entre otras ventajas, con la vecindad dezonas de expansión turística. La Armonía, porejemplo, que pertenecía a Manuel J. Cobo, sevalorizó tanto desde el punto de vista agrope-cuario como desde el social y residencial. Supropietario había aprovechado la vía de ferro-carril a Mar del Plata, que pasaba por sus cam-

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63Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u ESTANCIA LA ARMONIA, PROVINCIA DE BUENOS AIRES.

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pos para gestionar la instalación de una esta-ción que lleva aún su nombre. Famosa por “susalmuerzos y tes”, La Armonía resultaba un lu-gar de excursión apropiado para los turistasmarplatenses de alcurnia. Podía pasarse allí un“típico” día de campo, comiendo asado criolloy cabalgando. “Todo era elegancia y lujo, desdeel lago artificial con sus botes, el espléndido par-que, hasta el detalle de ubicar en las abras al-gunos planteles de vacunos para dar una notade fondo a las abertura de las magníficas arbo-ledas” (Aspellaniz). La familia Cobo-Unzué se-guía la vida habitual de las grandes familias es-tancieras: pasaban seis meses en Europa,noviembre y diciembre en la estancia, enero yfebrero en Mar del Plata, y marzo y abril en Bue-nos Aires. Las estancias también se convirtie-ron por entonces en lugares de recepción obli-gada para huéspedes ilustres, donde se suponíaque habitaba el corazón del país, la pampa.

Pero la pampa no aparece en las estanciasen sus características naturales. El parque y lasplantaciones eran compañías necesarias dela elegancia y el confort de la casa principal. EnChapadmalal, Julia Elena Acevedo, esposa deMiguel Alfredo Martínez de Hoz, se ocupa per-sonalmente del parque y aun escribe un tra-tado sobre jardinería (Itinerario de mis flores).Los mejores parquistas son contratados en di-versas estancias para formular el plan: Thays

(v.) en Chapadmalal; Fockel en La Raquel; Welt-her en Huetel. El parque es fundamental, por-que la casa aislada en medio de la pampa, encualquiera de los estilos que ya se acomodabanal gusto ecléctico dominante, hubiera sido im-pensable. El parque creaba un ambiente ade-cuado, tanto desde el punto de vista estético co-mo del estrictamente climático.

La variedad de las elecciones arquitectóni-cas en los cascos de estancia responde a la dis-ponibilidad de lenguajes ya asentada a finesdel siglo XIX. Las Acacias es palladiana; en Cha-padmalal se elige, siguiendo la trayectoria delBildungsroman de su dueño, el modelo de laestancia rural escocesa; Santa Rosa de Lima(Zárate, arquitecto Le Monnier, (v.) 1906) y LaRaquel (de los Guerrero, 1894-1905; remode-lada en 1935 por el arquitecto E. Bunge (v.)) soncastilletes pintorescos. Más referencial en suconstrucción neogótica, la imponente casa prin-cipal de la estancia San José, en Luján (arqui-tecto Moreau), no desdeñaba arcos apunta-dos y agujas, ni torres flanqueando el granportón de acceso, como parte de hipotéticasmurallas de defensa. Continúa la tradición delchalet, con lo que se denomina genéricamen-te desde villinos italianizantes, como las casasprincipales de El Callejón (Sáenz Valiente-Mu-niz Barreto, 1875), hasta referencias ruralesfrancesas en San Francisco (circa 1940, del ar-quitecto Alejandro Bustillo, (v.) para su hermanoEzequiel). La ambigüedad estilística hace ocio-so en muchos casos intentar definiciones: LaRaquel, por ejemplo, fue originalmente un cha-let antes de que se le agregara la torre, a prin-cipios de siglo XX, y se convirtiera en símil cas-tillo. La residencia en Sierra de la Ventana deTornquist (arquitecto Nordmann, (v.)) se en-cuentra a medio camino entre un chalet nor-mando y un castillo neogótico, sin obviar in-dicaciones clásicas dentro del sistema de losórdenes. Lo que las hacía ostensiblemente ca-sas de campo y no de ciudad era la vieja tradi-ción pintoresca de pabellones en el parque: co-mo se sabe, cumpliendo con ciertos requisitos,cualquier estilo podía ser adecuado a un pabe-llón, una follie o a una fabricque decimonónica,desde la pagoda japonesa hasta el castillo neo-gótico. El elenco posible ya había sido norma-lizado en diversos tratados desde fines delXVIII, que indicaban el carácter de cada elec-ción. La experiencia de disolución de los pa-rámetros clásicos había pasado en la Argenti-na, precisamente, por estas construccionesexperimentales de alto valor escenográfico.

Pero en el filo del siglo XX, este reperto-rio ya era un lugar común, como también lo

era el parque ecléctico. En la percepción de loscontemporáneos, no se alteraba con la intro-ducción de los variados estilos su pertenen-cia a un mundo “natural” —en el sentido node mundo virgen sino de mundo verde— di-señado ad hoc en relación con la casa princi-pal. En otros casos, en cambio, no se aciertacon el difícil equilibrio que suponía otorgar ala casa de los dueños un carácter adecuado, co-mo en la suntuosa Huetel, mandada a cons-truir por Concepción Unzué de Casares comogrand hôtel particulier en estilo Luis XIII (1907,arquitecto Dunant (v.), que luce como un frag-mento de ciudad en pleno campo. Esto indica,más bien, que los criterios de gusto, con la con-secuente adecuación al programa, al lugar y ala jerarquía, aún presentes en Las Acacias y enChapadmalal, ya habían sido olvidados.

La adopción genérica de una sensibilidadpintoresca en este período no implica, como síen el período anterior al ochenta, innovacio-nes desde el punto de vista de las trayectoriasde la arquitectura local. Mientras en estancias,chacras y quintas suburbanas en épocas de Sar-miento se introducía un gusto moderno y abier-to, en franca ruptura con la tradición que semantenía en la ciudad, las elecciones de la épo-ca de oro de las estancias abrevaban en un pu-ñado ya establecido de posibilidades. Aun así,algunas experiencias arquitectónicas que es-taban limitadas en la ciudad, por la escala dela intervención, se realizaron en los cascos deestancia. Tal es fue el caso de Acelain, la es-tancia de Enrique Larreta y Josefina Ancho-rena en las cercanías de Tandil. Parte de un in-menso campo adquirido por la familiaAnchorena en 1859 permitía, por la orografíadel lugar, un emplazamiento pintoresco queel resto de las estancias pampeanas tenía queconstruir. Larreta forma parte de un vasto mo-vimiento de recuperación de los valores tra-dicionales de la “Madre Patria”, uno de los fru-tos del malestar fin de siècle ante el avance,temible para las clases pudientes, de la rique-za y la civilización extendida parcialmente a lasmasas inmigrantes. La residencia, iniciada en1922 e inaugurada en 1924, fue encargada alarquitecto Noel (v.), aunque el programa esti-lístico ya estaba definido desde los viajes de La-rreta a España en la primera década del siglo.El modelo adoptado por Noel es el Generalifeen Granada, y constituye una de las obras prin-cipales del Neocolonial argentino. Como en lacasa de Larreta en Buenos Aires, cada detallees cuidado en referencia a la unidad estilísti-ca: muebles, obras de arte, rejas y alfombras;el jardín, con espejos de agua y cipreses, re-

64 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u ESTANCIA LA RAQUEL, PROVINCIA DE BUENOS AIRES.

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cuerda, con poca sensibilidad de escala, los cár-menes de Granada.

Estamos ya en un período incierto en elmundo de las artes y la arquitectura local. Lavariedad de estilos ya no conforma, y la bús-queda de una “identidad” frente al “baile demáscaras” finisecular ya era un lugar común,sin que por ello se acierte a salir del muestra-rio académico. Pero estos cambios no solo ha-blan de la arquitectura, sino de un cambio desensibilidad con respecto al modelo de vida delgentleman estanciero que se difunde desde1890 hasta el Centenario. Los viejos tópicos demediados de siglo pasado (el latifundio, el au-sentismo de los patrones) resurgen en relacióncon la emergencia de conflictos en el campo(como el grito de Alcorta, la huelga de los arren-datarios en el sur de Santa Fe en 1912) y, enconsecuencia, a la comprensión de que el sis-tema productivo que tenía su pieza clave en laestancia había alcanzado su techo. Larreta res-ponde indirectamente a las críticas en los ide-alizados cuadros de la novela rural Zogoibi(1926), donde la modernidad técnica se con-juga con la vida aristocrática, cuadro que in-tenta poner en práctica en la estancia “Acelain”.Si la novela de Larreta permanece justamen-te olvidada, otra novela de la época, Don Se-gundo Sombra (1926), se convierte en la piezamaestra de la literatura moderno-criollista, con-vertida hasta hoy en una lectura clave en la for-mación escolar argentina. Güiraldes también

pertenecía a una familia de abolengo estan-ciero, pero su estrategia descansa en la nos-talgia estilizada de la vida criolla personifica-da en Don Segundo Sombra. Ni en Zogoibi, nien Don Segundo Sombra, aparecen los verda-deros trabajadores, ni los chacareros y arren-datarios en conflicto con los grandes terrate-nientes, ni los inmigrantes. Pero esta inflexiónliteraria, que presenta la pampa con caracteressustanciales, y aun metafísicos, asumiendo lascaracterísticas naturales de la pampa como pai-saje significativo (la llanura sin árboles, vacíay silenciosa, de vastos horizontes), sin castillosfalsos a la vista, será asumida en distintas ma-nifestaciones estéticas de renovación como unaspecto de la “identidad pampeana” y, en granmedida, nacional. Representa un campo idea-lizado, no tecnificado ni urbanizado, el ante-rior a 1880. La revalorización de las viejas ca-sas tradicionales de las estancias de mediadosdel siglo XIX no tardará en llegar: en San Fran-cisco, Bustillo construye las instalaciones uti-litarias que rodean la casa principal en estilo“estancia antigua”. La blanca pureza de los cas-cos estancieros de “los padres” constituirá unleitmotiv también en el “combate” por la ar-quitectura moderna. G. S.

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u ESTANCIA HUETEL, PROVINCIA DE BUENOS AIRES.

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ESTRELLA GUTIÉRREZ, FERMÍN. Buenos Ai-res, 1938. Arquitecto. Especialista en la ex-perimentación de técnicas y sistemas cons-tructivos tendientes a la reducción de costosde la construcción, fue autor de varias tesissobre diseño urbano de conjuntos y titular depatentes de sistemas constructivos, entre losque se destaca el sistema Trama.

Se graduó de arquitecto en la Facultad deArquitectura y Urbanismo de la UBA en 1967.A mediados de la década del sesenta, antesde obtener su título profesional, Estrella Gu-tiérrez había comenzado a ocuparse del dise-ño y la planificación de escuelas rurales: en1964 integró el Plan de Construcciones Esco-lares y el Grupo Nacional de Desarrollo de laArquitectura Escolar. Dentro de esta línea detrabajo, durante su desempeño como Jefe delGrupo de Diseño y Planificación de EscuelasRurales del Consejo Nacional de Educación,fueron construidas unas 2000 aulas de escuelasprimarias. Con el objeto de sistematizar y re-ducir los costos, formó en 1968 el grupo IRA(Industrialización y Racionalización de la Ar-quitectura), para lo cual planteó una arquitec-tura de carácter sistémico, alejada de las mo-das y reducida en su expresión a los elementosesenciales (v. Sistemática, arquitectura).

A partir de 1973, luego de realizar una se-rie de experiencias en la Patagonia y en Bue-nos Aires —aplicación del “sistema IRA” pa-ra el Ministerio de Obras Públicas de laProvincia del Río Negro; sistemas para la cons-trucción de edificios de hasta 20 pisos en laCapital Federal—, su trabajo se orientó haciala enseñanza de sistemas racionalizados en laFAU-UBA, donde fue profesor en 1973, año enel que codirigió el Instituto de Investigaciones

y Proyectos. En la actividad oficial, fue res-ponsable de la División de Estudios y Proyec-tos de la Comisión de la Vivienda de la Muni-cipalidad de la Ciudad de Buenos Aires. En esteámbito se ocupó del desarrollo de Diseños Ur-banos y Prototipos de Vivienda y Equipamiento.

Exiliado en México luego del golpe militarde 1976, continuó sus investigaciones en esepaís, donde patentó diversos sistemas cons-tructivos y fundó el CEVEUR (Centro Experi-mental de la Vivienda y el Urbanismo). Se in-teresó también en problemas ecológicos yambientales. Su experiencia mexicana ha sidoresumida en un libro de su autoría Arquitec-tura de sistemas al servicio de las necesidadespopulares 1964-1983), nacido en el seno delCEVEUR (México, 1984) y editado luego en laArgentina (Bs. As.: Hachette, 1985).

En México, expuso sus investigaciones yproyectos en varias sedes de la UNAM y en laUniversidad Autónoma de Sinaloa, y fue ga-nador del Primer Concurso Nacional de Vi-vienda (IMSA, MULTYPANEL, 1880) y delPrimer Concurso Nacional de Vivienda Po-pular, otorgado en 1984 por el Fondo de Ha-bitaciones Populares. Los resultados de susestudios se concretaron en la construcción denumerosos conjuntos habitacionales de vi-viendas de interés social (v.), para los secto-res estatal, social y privado de ese país, en elDistrito Federal y estados de Guerrero, Hi-dalgo, Baja California, entre otros.

A raíz de la difusión y el reconocimiento desus investigaciones, ha recorrido varios paísesde Latinoamérica, invitado para realizar semi-narios o para formar parte de jurados (v. gr,:III Bienal de Arquitectura de Quito, Ecuador).

En 1987 retornó a la Argentina, donde con-tinúa realizando investigaciones sobre el há-bitat popular, siempre bajo la premisa expuestaen su libro, y que vale la pena recordar, de en-contrar soluciones eficaces, posibles: “Cons-tato al estudiar cotidianamente la produccióno las teorías de muchos colegas de diversos pa-íses, tanto centrales como periféricos, que mu-chos arquitectos de muchas partes del mundo,en latitudes y sistemas sociales tan diferenctescomo Rumania y México, Argentina y Argelia,estamos buscando nuevos caminos teóricosque nos permitan una práctica más eficaz. Enotra esfera están los teoricistas y los practicis-tas, los primeros piensan para especular y lossegundos producen sin reflexión”.

Bibliografía: R. Gutiérrez y P. Méndez (coord.). Ar-

quitectura latinoamericana en el siglo XX. S/l, CE-

DODAL, 1999.

ESTUDIO AISENSON. Fundado en 1934 por elarquitecto José Aisenson, a quien se sumó elingeniero Mario Aisenson en 1946. En losaños 1960 y 1969 se incorporaron los ar-quitectos Roberto Aisenson y Carlos Pujals,luego socios titulares. En 1982 se integraronal Estudio nuevos profesionales: los arqui-tectos José Fiszelew y Mario Zito y el ingenieroHugo Mitelman. En 1996 se sumaron comosocios titulares los arquitectos Javier Hojman,María Hojman y Pablo Pschepiurca. Desde sufundación, el Estudio Aisenson ha realizadoedificios para viviendas multifamiliares, ofi-cinas administrativas, actividades artísticas,programas sociales, centros deportivos y asis-tenciales, proyectos industriales y viviendasindividuales, y ha participado en numerososconcursos de anteproyectos en los que obtu-vo diversos premios y distinciones.

El estudio Aisenson puede considerarse pa-radigmático de cierta modalidad en la profe-sión de arquitectura local en el siglo XX: lade los estudios orientados a la práctica profe-sional que, sin perder su vinculación con losámbitos de reflexión de la cultura arquitectó-nica, trabajaron eminentemente en la cons-trucción privada, adaptándose a los cambioscoyunturales de la producción. Como otrosgrandes estudios, desarrollaron su extensa la-bor durante varias generaciones (en 60 añosde trayectoria sumaron más de 1.200.000 m2

construidos), dejando así en la ciudad de Bue-nos Aires una marca significativa. Enfocaronen particular programas habitacionales —des-de conjuntos de vivienda económicos a torrespara sectores de altos recursos— y edificios deoficinas, en los que aplicaron tecnologías avan-zadas. La incorporación, desde la década delsetenta, en los programas residenciales de al-to valor adquisitivo, de servicios comunes co-mo piscinas, salas de reunión, saunas, gim-nasios, canchas deportivas o juegos infantiles,adelanta una modalidad que en la década de1990 encuentra su máxima expresión: la delas “torres cerradas”, de gran altura, autosu-ficientes para el transcurso de las actividadesprivadas, que compitieron eficazmente en lossectores altos de la sociedad con la moda delos country o de los barrios cerrados, ya queofrecían el plus de la inserción en la ciudad.Aunque en los ejemplos iniciales el tema noestaba teñido de las alusiones a la “seguridad”del habitante, con ribetes policiales, que llevóluego a acentuar su inflexión de islas separa-das del contexto. Conjuntos como Las Ba-rrancas (1985) o el Edificio Forum (1989) cul-

66 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

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est est

67Diccionario de Arquitectura en la Argentina

w Edificio Malecón

u LA PLANTA, CON SUS

LADOS CONVEXOS, EVOCA

LA FORMA DEL CASCO DE

UN BARCO, Y BRINDA UNA

MÁXIMA TRANSPARENCIA Y

EXCELENTES VISTAS HACIA

TODAS LAS DIRECCIONES.

EL EDIFICIO OBTUVO EL

PREMIO BIENAL DE ARQUI-

TECTURA EN EL AÑO 2000.

u EDIFICIO MALECÓN, REMATE SUR DE PUERTO MADERO, DE HOK INTERNATIONAL LTD Y ESTUDIO AISENSON. EL HALL DE ENTRADA OCUPA TODA LA PLANTA BAJA EN DOBLE ALTURA.

u EL EDIFICIO ESTÁ

ENVUELTO EN UNA PIEL DE

VIDRIO DOBLE TRASPAREN-

TE DE ALTA EFICIENCIA. EL

NUCLEO CIRCULATORIO SE

UBICA SOBRE LA FACHADA

SUR. AL NORTE, LA FACHA-

DA ESTÁ PROTEGIDA POR

PARASOLES DE ALUMINIO,

QUE SOPORTAN EL PASO DE

UNA PERSONA PARA REALI-

ZAR LA LIMPIEZA EXTERIOR

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minan con la realización de las torres Las Pla-zas de 1993, que cuentan con clubes privadoscon piscinas y salones de usos múltiples, y conel ambicioso proyecto del conjunto Twin ParkResidence (2000), dos torres de 45 pisos parael área de Puerto Madero, que incluye piletasde natación, solárium, salón de fiestas, salónpara juegos sociales, spa, fresh-market, home-theatre, gimnasio, peluquería y otros servicioscomunes, los que conforman casi una peque-ña ciudad. En cuanto a edificios de oficinas, eledificio Malecón y la Torre La Nación resultanlos ejemplos recientes más representativos. Elprimero, realizado en colaboración con el es-tudio Hok Internacional (St. Louis, EE.UU.),constituye una torre de oficinas de 12 pisos so-bre un lobby de doble altura con podio comer-cial: edificio “inteligente” realizado con unatecnología sofisticada. Remata en el extremosur la serie de “diques de Puerto Madero”, elproyecto urbano leader de la ciudad en las dosúltimas décadas. Los proyectistas advirtieronsu valor de pieza simbólica, presente desde va-rias perspectivas (incluso desde la autopistaque transcurre enfrente), como también losvalores del paisaje del río, otorgándole una fa-chada curva, altamente identificable, que re-

suelve tanto la identidad del edificio como pro-blemas concretos de iluminación o de vistasdesde el edificio hacia el complejo río-puer-to. La alta calidad del edificio mereció el pri-mer premio de la Bienal de Arquitectura, otor-gado por la SCA y el Consejo Profesional en elaño 2000. Además, los diseñadores realizaronel Madero Plaza (2003) y proyectaron el Edi-ficio Le Park (en construccción, 2004), ambosen Puerto Madero. G. S.

ESTUDIO H. Grupo constituido entre los años1967 y 1970, a partir del estudio del arqui-tecto Hilarión Hernández Larguía (v.), por losarquitectos Rufino DE LA TORRE (s/d, m. Ro-sario, 1984); Aníbal Julio MOLINÉ, Rosario,1937; Alberto Héctor SANTANERA, Rosario,1938; Daniel Esteban VIDAL, Fray Luis Bel-trán, Sta. Fe, 1942; Armando TORIO, Rufino,Sta. Fe, 1943 y Raúl Ernesto UTGES, Rosa-rio, 1948. Su actividad profesional y acadé-mica se centra principalmente en la ciudadde Rosario.

Entre 1955 y 1960, Hilarión Hernández Lar-guía (HHL) se asocia con los arquitectos Rufi-no de la Torre (1955) y Aníbal Moliné (1960).Como relata S. Pampinella en el artículo HHL(v.), las obras más importantes de ese período,fruto de concursos premiados, son la Sede So-cial y Cultural de la Asociación de IntercambioArgentino-Norteamericano (ARICANA) en lacalle Buenos Aires 934, Rosario (1961), el Al-bergue N.° 4 para empleados de Acindar (1960)y el conjunto de viviendas para funcionarios deMarathon Argentina (1962), ambos en villaConstitución en los km 247 y 245 de la Ruta Na-cional 9, respectivamente, y la Planta Industrialde la empresa Cindor, en Carcarañá, sobre laRuta Nacional 9 (1962). Le siguen las vivien-das Albanese, en Hernández y Maciel (1962),Maidagan, en Tarragona y Calle 1 (1965), Gar-cía en Viamonte 1190 (1966), todas en Rosario.

Estos proyectos encuentran su legitimaciónen la resolución distributiva del programa y po-nen especial énfasis en la cualidad estética delos materiales: el ladrillo a la vista, los techosinclinados revestidos con tejuelas y la made-ra, un repertorio identificado con el empirismoescandinavo. La obra más destacada de este gru-po es la sede de ARICANA. La articulación es-pacial interior, a partir de la variación de nive-les en planta, se enfatiza con fajas de revoqueblanco que refuerzan las tensiones horizonta-les, como queda en evidencia en el hall de tri-ple altura. En contraposición con el interior, la

fachada se compone de una serie de parasolesverticales de hormigón que protegen las aber-turas del sol del Este, apoyados sobre un zóca-lo de ladrillos vistos que se interrumpe hacialas medianeras para generar los ingresos.

En 1967, al retirarse HHL de la profesión,se forma una nueva sociedad que adopta elnombre de Estudio H, en reconocimiento asu fundador. Se incorporan sucesivamente losarquitectos Alberto Santanera (1967), AdriánCaballero y Daniel Vidal (1969), Armando To-rio (1970) y Raúl Utges (1972). En 1972, conla salida del arquitecto Caballero, el grupo que-da definitivamente conformado por los pró-ximos treinta años.

Los inicios de la década del setenta se ca-racterizaron por una activa participación enconcursos sobre hospitales, a partir de los cua-les desarrollan una postura teórica compro-metida que se ve reflejada no solo en los pro-yectos sino en algunos escritos sobre el temaen el marco de la actividad docente de algunosde los integrantes del estudio. Obtienen el se-gundo premio con su anteproyecto para el Hos-pital La Matanza (1972), y menciones en losproyectos para el Hospital Provincial de Rosa-rio (1970), los de Chaco, Catamarca, La Rio-ja, Formosa y Misiones (1971), y para el Hos-pital Torcuato de Alvear (Buenos Aires, 1972).Participan además en los concursos para elHospital Nacional de Pediatría (Buenos Aires,1971) y el Hospital de Paraná (1972). El resul-tado es una serie de propuestas pensadas co-mo “estructuras posibilitantes”, donde el es-quema organizativo determina la formaarquitectónica y la expresividad espacial. Estaetapa podría leerse como un proceso de in-vestigación sobre redes infraestructurales queorganizan el espacio y sirven de soporte co-nectivo a unidades funcionales pensadas des-de la lógica de la adición en el tiempo y el es-pacio. Acaso sea su propuesta más clara la delHospital en La Matanza, una sucesión de tirasparalelas generadas a partir de la repetición se-riada de los esquemas estructurales, que se en-trecruzan con las circulaciones, generando unsistema ordenado y flexible. En el anteproyec-to para el Hospital San Martín en Paraná en-sayan un planteo basado en la repetición de unúnico módulo de crecimiento, que contieneunidades espaciales e infraestructuras. Esta ex-periencia culmina con los trabajos para el Cen-tro Universitario del Área Salud (CUAS), en-tre los que se destaca la Unidad Quirúrgica delHospital Provincial del Centenario y la refor-ma del Hospital Neuropsiquiátrico, en calleSanta Fe y Av. Francia, Rosario, ambos de 1982.

68 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u EDIFICIO EN ROSARIO 300, BUENOS AIRES, 1960.

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En este período también obtienen premiospor sus presentaciones a los concursos del Ban-co Nacional de Desarrollo (Sucursal Rosario)y viviendas para funcionarios (primer premio,1970, sin construir); del Banco de la Provinciade Corrientes (quinto premio, 1970); y del Ban-co de la Provincia de La Rioja (segundo pre-mio, 1973). La resolución funcional del pro-grama seguirá marcando la forma y el discursoque la justifican. También por premios gana-dos en concursos previos construyen el Pan-teón para la Asociación Mutual de Ayuda en-tre Ferroviarios de Rosario (1970-1971), lastribunas el sector de profesionales del Hipó-dromo del Parque Independencia, Jockey Clubde Rosario (1971), y el Panteón Social de la Ca-ja de Previsión de los Profesionales de la In-geniería, en Avenida Francia 1800 (Rosario,1973). Tienen activa participación en algunosproyectos urbanísticos como el Plan Regula-dor de Neuquén (1976); el Plan para Realoja-

miento de Villas de Emergencia; y el ParqueFunerario (1977) de la misma ciudad.

La producción entre los años 1976 a 1984comprende las viviendas Carlson, del ValleIbarlucea 458 (1974-1976), Cereijo, Av. Arijón620 (1980), Pomeranz, Castellanos 1129 (1980-1983), Martinuzzi, Castagnino 496 (Rosario,1982), Ferrari, Montevideo entre Alvear y San-tiago (1982-1984), Alberto Muñoz, Moreno1919 (1985), todos en Rosario, y Navarro (No-goyá, Entre Ríos, 1983). Además se destacanlos edificios ganados por concurso para el Co-medor de la fábrica Massey Ferguson Argen-tina, Granadero Baigorria (1976), la ConfiteríaVIP, L. N. Alem y Rioja, (1977-1978), el edifi-cio de la Asociación Médica de Rosario, Tucu-mán y España (1978-1981), y el proyecto de Pai-saje y Vialidad para el Complejo Parque deEspaña, de Rosario, sobre un anteproyecto delEstudio Martorell, Bohigas, Mackay. Estos ejem-plos se hacen eco de una generalizada vuelta

al campo disciplinar y muestran una mayorpreocupación por la manipulación formal, porel hecho de recurrir a los trazados reguladores,datos del contexto inmediato y referencias sim-bólicas. Uno de los casos más interesantes esel auditorio de la Asociación Médica, una am-pliación que abraza la sede existente —un pe-tit-hôtel ecléctico de principios de siglo en es-quina—, y opta por un trabajo en hormigónvisto que se dispone como un marco neutroque conserva y resalta el antiguo edificio.

Con la recuperación democrática, la ma-yoría de los integrantes del estudio acceden porconcurso al cargo de profesores titulares en susrespectivas cátedras, y desde 1986, con la nor-malización universitaria, han ocupado los car-gos de decano de la Facultad de Arquitectura,Planeamiento y Diseño: A. Torio (1986-1994),D. Vidal (1994-1998) y A. Santanera (1998-2002) Respecto de su participación en con-cursos, destacamos las obras del Colegio SanBartolomé -en sociedad con el arquitecto C.Borsani- en Tucumán 1257 (Rosario, 1988), laConfitería Munich, Parque Urquiza (1992) ylos anteproyectos para el Complejo de Vivien-das y Servicios Sociales del Club San Jorge (se-gundo premio, 1995), la filial del Banco Israe-lita de Rosario (segundo premio, 1992), laremodelación del edificio y predio de la sedeRosario de la EPE, con los arquitectos A. Bel-tramone y M. Ponzellini (mención, 1999), elConcurso Provincial de Ideas para el ParqueIndependencia, en su primera etapa, el prediode la Sociedad Rural, asociados con la arqui-tecta R. García Ortúzar (tercer premio, 1999).

Este equipo entiende la disciplina arqui-tectónica como un extenso campo de acciónque abarca desde el diseño en sus menores es-calas hasta los planes urbanísticos, pasandopor la exploración de programas para los másdiversos tipos de edificios. Los cambios en lasestrategias proyectuales y el lenguaje de los dis-tintos períodos ponen de manifiesto la preo-cupación, según sus propias palabras, por ge-nerar una arquitectura que hable de su tiempo.Resulta significativo que en gran parte, sobretodo en las de escala mayor, sean el productode concursos premiados, donde la respuestapuede estar menos contaminada por las de-mandas del comitente. También hay que des-tacar la activa participación de sus miembrosen la conducción del Colegio profesional, enla docencia y la gestión universitaria, que de-jan una impronta en la cultura disciplinar deRosario difícil de soslayar. M. P. A.

Bibliografía: summa, agosto de 1970 y junio de 1985.

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69Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u EDIFICIO DE LA ASOCIACIÓN MÉDICA, EN TUCUMÁN Y ESPAÑA, ROSARIO.

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72 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

FAIVRE, MEDERICO.

Buenos Aires, 1944. Arqui-tecto. Su trabajo se ha con-centrado en el estudio de latecnología de la construcción

aplicada al reciclaje de edificios y a los pro-yectos de bajo costo, tanto del Estado comode asociaciones comunitarias.

Graduado en la FAU-UBA en 1969, se es-pecializó en el diseño de sistemas constructi-vos. Ha sido asesor de empresas constructorasy fabricantes de componentes, y trabajó parti-cularmente en el desarrollo de tecnología delhormigón celular. En 1972 fundó un estudioasociado con la arquitecta Norma Román (Bue-nos. Aires, 1946), y realizó una serie de obrasen las cuales intentó volcar sus investigacionessobre tecnología de la construcción. También,sobre todo en la primera etapa de su carrera,participó en una importante cantidad de con-cursos y experiencias proyectuales de interés,como el conjunto Casa Amarilla (1973) y la re-modelación de los aeropuertos de Ezeiza, Tu-cumán y Puerto Iguazú. Entre su producciónse destaca el templo evangélico de La Paz enBuenos Aires (1982), en el que intenta aprove-char materiales prefabricados, generalmenteutilizados en la construcción de naves indus-triales, para desarrollar la cubierta de la iglesia,con un bajo presupuesto y mano de obra vo-luntaria. Otra obra de esas características es elCentro de Estudios Bíblicos en Olivos (Prov. deBuenos Aires, 1987). Se trata de un proyecto

que engloba y cubre una serie de construccio-nes existentes, para lo cual utiliza ingeniosa-mente un gran techo que logra generar un sen-tido de unidad al conjunto. Faivre y Román,durante los años de 1980, realizaron ademásun edificio para viviendas en San Carlos de Ba-riloche (1980-1981), en el que se retoman al-gunas características de la arquitectura verná-cula local; una galería comercial en Florida (Prov.de Buenos Aires, 1983-1984) y el Templo de losOlivos (Olivos, Prov. de Buenos Aires, 1985).Estas dos obras insisten en el uso de los siste-mas constructivos producidos por la industrialocal y la racionalización de la construcción ar-tesanal. Ambas son representativas de una ideaque recorre la obra de Faivre: encuadrar la la-bor del arquitecto como organizador y gestordel medio ambiente, coordinador de pequeñas

empresas y artesanos, sin olvidar su papel co-mo factor fundamental, como dinamizador delcambio tecnológico en la industria de la cons-trucción.

A partir de la restauración democrática enla Universidad, Faivre fue nombrado Secreta-rio del Hábitat de la FAU-UBA, cargo que lepermitió proyectar y desarrollar una serie deiniciativas tendientes al completamiento de laCiudad Universitaria de Núñez, que había que-dado inconclusa desde los años sesenta. Sustrabajos de rediseño de áreas de entorno aban-donadas y cercadas por barreras urbanísticas,realizado en colaboración con un equipo de laFAU, tienden a otorgar usos, a generar un apro-vechamiento integral y una apertura del con-junto hacia el paisaje ribereño. Una tarea si-milar cumplió posteriormente, junto con JuanManuel Borthagaray (v.), al reciclar una antiguafábrica destinada a ser sede de la recientemen-te creada Universidad Nacional de Quilmes,mención especial en el premio a la mejor in-tervención en obras de Patrimonio Edificado2003, organizado por la SCA y el CICOP.

Otra importante labor realizada por Faivretiene relación con la SCA. En efecto, a partirde 1976 comenzó a realizar, por etapas, el re-ciclaje del edificio de la institución, donde ma-terializó la refuncionalización de un área des-tinada a salón de actos y exposiciones.

Entre sus últimas realizaciones, puede ci-tarse el monasterio de Santa Mónica, en Bue-nos Aires, y el reciclaje de un petit-hotel en Pa-lermo Chico para su uso como casa parroquialde la Orden de San Agustín, proyectados jun-u TEMPLO DE LOS OLIVOS, DETALLE, M. FAIVRE / R. ROMAN.

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to con Román y Lavaselli. También Faivre es-tuvo a cargo de las obras en el Palacio del Con-greso (primer premio a la mejor intervenciónen obras de Patrimonio Edificado 2003). F. A.

Bibliografía: summa, no

225, mayo de 1986; no

289, ene-

ro de 1990; R. Gutiérrez, M. Martín, A. Petrina. Otra

arquitectura argentina, un camino alternativo. Bo-

gotá: Escala, 1989.

FASIOLO, RODOLFO. s/d. Arquitecto, activo enBuenos Aires y Paraná en las primeras déca-das del siglo XX.

Realizó la mayor parte de sus obras aso-ciado con el arquitecto Storti. Proyectó innu-merables residencias privadas: Viamonte 2020,2030, 2343; Uruguay 969, 973; Charcas 1975;Larrea 766; Ayacucho 323; Piedras 921, etc. Enla ciudad de Paraná proyectó el edificio de laBiblioteca Popular en Buenos Aires 260.

Bibliografía: F. Ortiz, J.C. Montero, R. Gutiérrez, A.

Levaggi y A. S. J. de Paula. La arquitectura del li-

beralismo en la Argentina. Buenos Aires: Sudame-

ricana, 1968.

FAURE-DUJARRIC, LUIS. s/d (Francia), 1875 -Íd, 1943. Arquitecto. Activo en Buenos Aires,Bahía Blanca y Mar del Plata a principios delsiglo XX.

Sus obras más importantes en Buenos Ai-res son los pabellones del Hipódromo Argen-tino en Palermo y la Estación Retiro del Ferro-carril Central Córdoba. En Mar del Plata proyectólas residencias de M. Unzué de Alvear, en B.Marítimo y Colón (1908), C. Unzué de Casa-res, en Bolívar y Colón; el asilo Saturnino Un-zué, en B. Marítimo y Santa Cruz, y el teatroOdeón en Entre Ríos y Rivadavia. Fue autor delprimer plan urbano para Bahía Blanca (v.).

Bibliografía: Crespo y Cova. Arquitectura marplaten-

se: El Pintoresquismo. Resistencia: IAIHAU, 1982.

FAVRE, ALBERTO. s/d. Arquitecto. Activo en Bue-nos Aires y Mar del Plata a principios del si-glo XX.

Revalidó su título en la Universidad de Bue-nos Aires. Proyectó diez chalets en el Barrio dePlaya Grande en 1912. Entre ellos, el de Gar-

cía Victorica, en Explanada y Saavedra; “VillaSagamore”, de Estanislao Zeballos, en Peñay Alem; “Villa Lointaine”, de C. Leloir de De-marchi, en Explanada entre Matheu y Formo-sa, y tres chalets reservados para Casa Civil yMilitar de la Presidencia de la República, parael Gobernador de la Provincia de Buenos Ai-res y para el Golf Club.

Bibliografía: Crespo y Cova. Arquitectura marplaten-

se: El Pintoresquismo. Resistencia: IAIHAU, 1982

FERRADAS-NARDI. (FERRADAS, José G.: s/d,1938 - Córdoba, 1993; NARDI, Norberto: s/d,1940). Arquitectos. Conformaron un estudiode arquitectura que desarrolló su labor du-rante la década del setenta, tomando comoepicentro la ciudad de Santa Fe, con proyec-ciones en su área de influencia y en la veci-na ciudad de Paraná.

Egresados de la Universidad Nacional deCórdoba en 1964, Ferradas y Nardi realizaronexperiencias de trabajo en los Estados Unidosdurante un período de cinco años; transcurri-do ese tiempo, se radicaron en Santa Fe para

fai fer

73Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u EL GRAN TECHO UNIFICADOR DEL CENTRO DE ESTUDIOS BÍBLICOS, OLIVOS, PCIA DE BS. AS., DE M. FAIVRE / R. ROMAN.

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dar comienzo a un trabajo profesional que secaracterizó por su actitud innovadora y diná-mica, modalidades un tanto infrecuentes en elmedio santafesino.

La acción del estudio se constituyó en unfuerte estímulo dentro de la ciudad, que en unbreve lapso incorporó un significativo núme-ro de obras de notoria presencia. Esta cir-cunstancia permitió abordar con audacia undesafío del momento: encuadrar la producciónarquitectónica en las vertientes del Expresio-nismo tecnológico, dentro de las particularescondiciones productivas de la región.

Ese interés llevó al estudio a definir dos lí-neas de investigación, complementarias e in-tegrables; referida la primera a la adopción demateriales que, aunque conocidos, no habrí-an sido hasta el momento explotados con unaintención tan marcada (tal el caso del acrílico,el acero inoxidable o el hormigón con texturade moldeo); y la segunda, a la experimenta-ción visual, que desplazó su obra hacia unatesitura formalista.

Sus trabajos abarcaron los temas de dise-ño más variados: resolvió desde conjuntos ha-bitacionales hasta locales comerciales, pasan-do por numerosos ejemplos de viviendasunifamiliares y en propiedad horizontal e in-clusive alguna planta industrial.

Todos ellos dieron testimonio de sus preo-cupaciones tecnológicas y morfológicas, puesreconocieron los acentos debidos, según la ín-dole del tema en cuestión. Es así como en el Ban-co de Crédito Comercial —casa central— pro-pusieron una fachada de acero inoxidable yacrílico, generando una textura visual con dife-rencias de percepción de acuerdo con el gradode aproximación del observador; en el interior,el espacio pierde sus límites mediante una cajamuraria negra sobre la que “flota” una mallamodular de tubos de acero inoxidable que cu-bren indiferenciadamente paredes y cielorrasos.Se logra así un efecto de suspensión e infinitud.

Estos efectos visuales fueron recurrentesen sus numerosos locales comerciales, aunque

siempre con la experimentación de solucionesdiversas: las cajas de cristal (Menvil, Santa Fe),la “cámara negra” para evitar reflejos (Ñaró,Bahía Blanca), la chapa trapezoidal de alumi-nio (Metaldine, Santa Fe).

En los conjuntos habitacionales, fueron másacentuadas las búsquedas tecnológicas, lo quepermitió incorporar elementos premoldeados,pretiles, y cargas de techos de hormigón (con-junto San Ignacio de Loyola, Santo Tomé), pa-neles de fachada de hormigón armado (con-junto José Hernández, Paraná); llegó incluso adesarrollar un prototipo de vivienda con pane-lería de fibrocemento y cubierta liviana, asen-tado sobre una platea superficial de hormigón.

Las propuestas de viviendas individualesdieron lugar a las más variadas respuestas: en-tre todas se destacó la casa Weger, que inclu-ye un puente de acrílico que vincula sobre ni-vel las cocheras con el cuerpo principal de lacasa. Los edificios de propiedad horizontal cons-tituyeron hitos en una ciudad con escaso de-sarrollo en altura, al establecer relaciones decontraste con su entorno que exaltan el valorobjetual (edificio Atalaya; edificio Trama; edi-ficio Prisma). La obra del estudio se vio abrup-tamente interrumpida hacia 1979, cuando am-bos miembros dejaron la ciudad; concluyóentonces una etapa de indiscutible interés porel alto valor propositivo de sus edificios y pro-yectos, como también por la actividad creativay experimental con que supieron asumir suquehacer profesional. J. A.

FERRARI HARDOY, JORGE. Buenos Aires, 1914– Íd., 1976. Arquitecto. Junto con Antonio Bo-net (v.) y Juan Kurchan (v.), fue uno de los in-tegrantes centrales y constitutivos del grupoAustral (v.), en el que se desempeñó activa-mente entre 1937 y 1941, todo su tiempode existencia. En la carrera posterior, su in-terés se centró en la actividad universitaria, yespecialmente en el campo de la planifica-ción urbana. Ocupó, entre otros cargos, el deConsejero Director del Estudio para el Plan deBuenos Aires en 1948.

Jorge Ferrari Hardoy (JFH) ingresó a la Es-cuela de Arquitectura de la UBA en 1932 y ob-tuvo su título en 1937. Al año siguiente parti-cipó del viaje de egresados organizado por laFacultad. En este viaje decidió permanecer enParís trabajando junto con Juan Kurchan en elestudio de Le Corbusier (v.), en el desarrollo delas ideas formuladas por este último para unplan de la Ciudad de Buenos Aires

De vuelta en el país, trabajó activamente enla formación del grupo Austral. En 1947 parti-cipó como representante argentino ante el CIAM(v.) en Bridgewater, Gran Bretaña. Además desu trabajo como diseñador y arquitecto, JFH sededicó especialmente a estudios urbanísticos,por lo que en 1948 fue nombrado ConsejeroDirector del Estudio del Plan de Buenos Aires(EPBA), oficina destinada a establecer un PlanRegulador para la ciudad. En 1949 dirigió la Ex-posición de Urbanismo para el IV CongresoHistórico Municipal Interamericano.

En 1955 le fue encomendada la organiza-ción de la Escuela de Arquitectura y Planea-miento de la Universidad del Litoral, tarea pa-ra la que convocó un numeroso equipo, entrelos que se contaron Jorge Enrique Hardoy (v.),Carlos Méndez Mosquera (v.), Juan Manuel Bort-hagaray (v.) y Francisco Bullrich (v.). Al año si-guiente fue nombrado director del Instituto deArquitectura y Planeamiento de dicha Univer-sidad. En 1964 se integró como profesor ad-junto a la Facultad de Arquitectura de la UBA.

De los diseños y construcciones de JFHse destacan: el sillón BKF (1938), diseñado conAntonio Bonet y Juan Kurchan (v.); los edificiosde departamentos de O’Higgins 2319 (1941),Virrey del Pino 2446 (1943), y Figueroa Alcorta3492 (1951); y la casa Guerrero (1949). Los es-tudios urbanísticos en que intervino fueron:Plan Director de Buenos Aires (1938), Plan Re-gulador de Mendoza (1943), trazado urbano yplanificación regional del Valle de Tulún en

74 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u VIVIENDAS EN ESPERANZA, STA. FE, DE FERRADAS-NARDI.

u EDIFICIO EN O’HIGGINS 2319, DE J. FERRARI HARDOY.

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San Juan (1944), proyectos de urbanizacionesdel Jardín Zoológico y el Bajo Belgrano (1948),Plan Necochea - Quequén (1951), estudio ur-banístico de la ciudad universitaria de Rosarioy planes reguladores de San Nicolás y Cañadade Gómez (1959).

J. Ferrari Hardoy obtuvo distinciones porel sillón BKF, de la Comisión Nacional de Cul-tura y la Comisión Nacional de Bellas Artes,y varios premios en los concursos urbanísti-cos. El BKF y su obra de Virrey del Pino fue-ron publicados innumerables veces en revis-tas argentinas y en Bauen und Wohnen, Canon,Vitrum, L’Architecture d’aujord’hui y otras pu-blicaciones internacionales.

Resulta difícil establecer el exacto grado departicipación de JFH en los proyectos, las másde las veces colectivos, de los que formó parte.De su trayectoria pueden destacarse dos as-pectos fundamentales: por un lado, su empe-ño en vincular la arquitectura y el urbanis-mo, empeño que fructificó no solo en sus obrassino en la efectiva instalación de ese principioen buena parte de la cultura arquitectónica ar-gentina; por otro, su marcado interés por unaperfecta inserción de la arquitectura en los pro-cesos técnicos más avanzados. J. F. L.

FERRARI, AUGUSTO CÉSAR. San Possidonio(Módena, Italia), 1871 - Buenos Aires, 1970.Ingeniero, arquitecto y pintor. Especializadoen la realización de obras religiosas. Cultivóel Historicismo, sobre todo el Neogótico, es-tilo en el que realizó un importante númerode iglesias. Como pintor se destacó en la pin-tura de interiores de templos y de panoramas.

Graduado de ingeniero en Génova, en 1892,estudió luego pintura durante seis años en laAcademia Albertina de Turín y posteriormen-te estilos antiguos y modernos en el Museo In-dustrial de dicha ciudad.

A fines del siglo XIX se hizo conocido co-mo pintor de la nobleza italiana y expuso endiversas galerías de Europa y los EE.UU. Se es-pecializó luego en la pintura de panoramas, yrealizó con su maestro Giacomo Grosso, porencargo del gobierno argentino, el Panoramade la Batalla de Maipú, que fue expuesto enBuenos Aires con motivo de los festejos delcentenario de la Revolución de Mayo. Luegodel suceso de este encargo, el municipio de Tu-rín le encomendó el panorama “Messina des-truida” (por el terremoto de 1907). En 1914 via-jó a Buenos Aires, en representación de lospropietarios de dicha obra, para que fuera ex-

puesta en el Río de la Plata, iniciativa que nose realizó. Ferrari decidió quedarse en la Ar-gentina y se relacionó con la Iglesia local, vín-culo que le permitió realizar su primera obrapictórica en el país: la decoración de la recien-temente inaugurada Capilla del Divino Rostroen el Parque Centenario. Luego, el gobiernode Tucumán le encargó el panorama de la Ba-talla de Tucumán, que fue expuesto en aque-lla ciudad en conmemoración del centenariode la declaración de la Independencia. Tam-bién realizó por esos años un panorama de laBatalla de Salta, exhibido en Buenos Aires.

Entre 1917 y 1922 proyectó y ejecutó unanueva fachada para la iglesia de San Miguel enestilo Neorrenacimiento, y decoró también elinterior con pintura religiosa. Posteriormenteregresó a Italia, donde vivió entre 1922 y 1926.Vuelto a la Argentina en 1927, construyó elclaustro de Nueva Pompeya, contiguo a la igle-sia del mismo nombre, en Neorrománico. En1928 realizó en estilo Neogótico la iglesia de loscapuchinos en la ciudad de Córdoba. A partirde allí, ejecutó un importante número de obrasreligiosas en varias localidades de la Provinciade Córdoba: iglesia de Unquillo (1930), capi-lla del colegio de las hermanas de Nuestra Se-

ñora del Huerto (1931), en la capital cordobesa,el instituto Luis M. Robles de los hermanos con-cepcionistas, la capilla y el colegio de las her-manas de la Merced (1936). En las décadas deltreinta y del cuarenta construyó la iglesia de Vi-lla Allende, Córdoba, y una docena de casas decarácter pintoresco en esa localidad.

En 1952, la Congregación de Hermanas Ado-ratrices de Martínez, Prov. de Buenos Aires, leencomendó el proyecto de un colegio y una ca-pilla. En la década del sesenta, trabajó en la su-pervisión arquitectónica y la dirección de la obrade la Abadía de los benedictinos en Buenos Ai-res. En 1969 se inauguró la iglesia de Río Cuar-to, Córdoba, realizada según su proyecto.

Además de los mencionados, Ferrari fueautor de varios proyectos de iglesias que no seconcretaron, realizados entre 1929 y 1966, to-dos ellos en la Provincia de Córdoba.

Ferrari se muestra en sus obras religiosascomo un gran conocedor de los estilos medie-vales, los que combina y entremezcla experi-mentando nuevos caminos que no intentanconstruir un nuevo lenguaje, como en el casode Palanti (v.), sino que dejan ver con claridadel origen y la congruencia de sus fuentes. Encuanto a su arquitectura civil, más bien esca-sa, como el proyecto de edificio de renta enL. N. Alem y Corrientes, en Buenos Aires, lascombinaciones son más heterogéneas y el in-teresante resultado experimental no exhibe elestudiado equilibrio de su obra religiosa. F. A.

Bibliografía: L. Ferrari (editor). Augusto C. Ferrari

(1871–1970); Cuadros, panoramas, iglesias y foto-

grafías. Buenos Aires: Licopodio, 2003.

FERRARI, FRANCISCO J. Buenos Aires, 1875- s/d. Arquitecto. Activo en Buenos Aires y lasprovincias del Litoral durante las primeras dé-cadas del siglo XX.

Graduado en 1894, se asoció en un co-mienzo al ingeniero Seever. Realizó en BuenosAires un número importante de edificios de ca-rácter terciario: la compañía de seguros His-pano Argentina, en Avenida de Mayo, la Co-mercial de Seguros, en Maipú y Rivadavia, eledificio Bombal, en Viamonte y Suipacha, ytambién el Instituto Geográfico. En Rosarioconstruyó la Escuela de Comercio, la escuelaGobernador Freyre y el edificio de la empresaLa Previsora. En Santa Fe, la Casa de Gobierno(1911), la Escuela Industrial, el Departamentode Policía y numerosas residencias, entre ellaslas de Leiva, Freyre, Aguirre, García, etc.

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75Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u PROYECTO EN BUENOS AIRES, DE A. C. FERRARI.

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Bibliografía: F. Ortiz, J.C. Montero, R. Gutiérrez, A.

Levaggi y A. S. J. de Paula. La arquitectura del li-

beralismo en la Argentina. Buenos Aires: Sudame-

ricana, 1968.

FERROVIARIA, ARQUITECTURA. La arquitec-tura ferroviaria ocupa un lugar central en lacambiante relación entre arquitectura y mo-dernización. Su aparición conllevó una pro-funda renovación tecnológica y el surgimien-to de conceptos como el de red, el derepetitibilidad o el de transportabilidad, losque, asociados al hecho construido, fueronen un principio tan novedosos como las pro-pias locomotoras. Por esta razón, el abor-daje de esta arquitectura no puede dejar dealudir a los ferrocarriles como sistema par-ticipante de un orden mercantil en expan-sión y como factor transformador del terri-torio. Esto es particularmente importante enun país como la Argentina, en el que la cons-trucción de los ferrocarriles se produjo en for-ma paralela a la consolidación de su Esta-do nacional y al control que este consiguióejercer sobre un vasto territorio. Su impor-tancia se hace aún más significativa si se tie-ne en cuenta que la red ferrocarrilera argen-tina alcanzó a ser, con sus más de 44.000km en vías, la más extensa de América La-tina. Por haber sido parte medular del pro-ceso de poblamiento del país, el ferrocarrilcuenta con la particularidad de reflejar los di-ferentes rumbos que en materia de políticaterritorial se han sucedido desde mediadosdel siglo XIX.

POLÍTICAS TERRITORIALES Y EXTENSIÓN DE LA RED.

En la Argentina, la idea de construir fe-rrocarriles tiene matices tanto políticos comoeconómicos. Si bien, a partir de la división in-ternacional del trabajo, el surgimiento de la redferroviaria puede ser entendida como una ex-tensión transoceánica del orden mercantil, cu-yo objetivo fundamental consistía en el trans-porte de materias primas hacia paísesindustriales como Gran Bretaña, en nuestropaís los principales promotores de la cons-trucción de ferrocarriles no fueron las empre-sas británicas que surgirían en décadas poste-riores sino el Estado nacional y los provinciales,preocupados por el control de un territorio que,hasta entonces, solo les pertenecía en formanominal. No es casual que los primeros im-pulsores del ferrocarril hayan sido persona-jes como Sarmiento y Alberdi, figuras que apartir de la mitad del siglo XIX estuvieron se-riamente comprometidas en la construcciónde la Nación.

A través de los años, las políticas ferrovia-rias se vieron influidas por varios referentes,en especial, las experiencias que hasta enton-ces tenían en la materia países como Gran Bre-taña, Francia y los Estados Unidos. Dado quela problemática territorial de este último erasemejante a la de la Argentina, la experienciaestadounidense fue inspiración y modelo pa-ra muchas de las figuras fundadoras mencio-nadas. Si bien gran parte de la historia de lapolítica ferroviaria argentina estuvo signadapor la presión ejercida por empresas británi-cas en un clima de laissez faire que fue deter-minando con el tiempo las características más

sobresalientes de la red, en algunos momen-tos —y especialmente durante los primerosaños— fue el Estado el responsable de dar lospasos decisivos, mediante un conjunto de ac-ciones inspiradas en la política ferroviaria fran-cesa de mitad del siglo XIX. Es así que la pri-mera iniciativa para la construcción de unferrocarril, surgida en 1853 con la formaciónde la Sociedad del Camino de Hierro de Bue-nos Aires al Oeste, recibe total apoyo por par-te del Estado de Buenos Aires. Ello hizo posi-ble la inauguración del primer ferrocarrilargentino, que el 30 de agosto de 1857 unió lallamada Estación del Parque, en la actual Pla-za Lavalle, con el pueblo de San José de Flores.En los años siguientes se inician en BuenosAires otros emprendimientos ferroviarios: en1861, el Ferrocarril del Sud construye su pri-mer tramo hasta Jeppener; en 1862 comienzaa funcionar el Ferrocarril Norte de Buenos Ai-res, que alcanza el pueblo de Belgrano, y en1866, con un primer servicio hasta el Riachuelo,se inaugura el Ferrocarril de Buenos Aires aEnsenada.

En estos primeros años fue el Ferrocarrildel Oeste el más importante, no solo por su ma-yor extensión, sino por haber constituido el prin-cipal antecedente de las condiciones legales querigieron para emprendimientos ferroviariosposteriores. De allí en adelante el Estado ga-rantizó a las empresas tres beneficios básicos:la libre introducción de materiales, la exenciónde una serie de impuestos y la cesión de tierraslinderas a las vías. El interés oficial en la pro-moción de los ferrocarriles fue más allá de es-te conjunto de concesiones, y en 1863, ante los

76 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u ANTIGUA ESTACIÓN CENTRAL DE LOS FERROCARRILES DEL NORTE, SUD Y ENSENADA, HACIA EL AÑO 1876.

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problemas económicos que afrontaba la Socie-dad, el Estado se hizo cargo del Ferrocarril delOeste. A partir de entonces, las vías son ex-tendidas primero hasta Mercedes y luego a Chi-vilcoy en 1866. Los esfuerzos realizados por elEstado no resultan sorprendentes si tenemosen cuenta que, a más de una década antes de larealización de la “Campaña al Desierto”, el fe-rrocarril representaba una verdadera avanzadacivilizadora sobre un territorio casi desconoci-do. En este sentido, la llegada del tren a Chi-vilcoy fue significativa, ya que formó parte deuna operación territorial mayor en la que el eji-do del pueblo se subdividió en lotes pequeñospara permitir el asentamiento de agricultoresinmigrantes. Se trató de un verdadero experi-mento social y económico, impulsado princi-palmente por Sarmiento quien, luego de la anu-lación del régimen de enfiteusis (v.), enajenó latierra pública provincial con el fin de asegurarsu poblamiento. El ferrocarril, además de serun agente de progreso para estas nuevas re-giones, dependía de estas medidas, ya que laexistencia del propietario productor y de su pro-ducción era la única forma de asegurar la ren-tabilidad. Se hace evidente aquí hasta qué pun-to el ferrocarril y la ocupación del territorio sonen este momento interdependientes.

Fuera de Buenos Aires, el proyecto ferro-viario que cobró mayor importancia fue el deunir Córdoba con el puerto de Rosario. En 1854Urquiza da el primer apoyo oficial a este em-prendimiento. En 1863 se efectúa la concesiónpara la construcción de la línea y se inaugurael servicio en 1870. Desde el punto de vista te-rritorial, este ferrocarril se diferencia del Fe-rrocarril Oeste por haber dado lugar a un tipodistinto de asentamiento, más próximo al delmodelo norteamericano. El tendido de la vía fé-rrea significó la colonización de una extensafranja de tierra paralela a las vías. Así surgieronBernstadt, Carcarañá, Cañada de Gómez y Tor-tugas, colonias cuyas poblaciones y producciónposibilitaron el funcionamiento de la línea, pues-to que permitieron que el llamado FerrocarrilCentral Argentino fuera el primer ferrocarrilargentino en transportar cereal hacia un puer-to de ultramar. En el centro de la provincia, elFerrocarril Provincial de Santa Fe también tu-vo un rol importante en la ocupación del terri-torio. Si bien en esta zona las primeras coloniasagrícolas, como Esperanza y San Carlos, esta-ban ya consolidadas, el ferrocarril con base enel puerto de Santa Fe favoreció la colonizaciónde todo el oeste santafesino hasta el límite mis-mo con la Provincia de Córdoba. Luego, la ex-tensión del F. C. Argentino y el F.C. Andino dio

lugar al surgimiento de Sampacho, Caroya yVilla María, primeras colonias agrícolas en laprovincia mediterránea. Las colonias junto conel ferrocarril fueron dando forma a la llamadaPampa Gringa (v. Colonia Agrícola).

Por el contrario, en Buenos Aires se em-prendió el control y la ocupación del territorioprincipalmente desde los pueblos y, por ende,fueron también los pueblos los que más fuer-temente gravitaron en el tendido de los rieles.Incluso luego de cruzar el límite del río Sala-do, donde existían muy pocos pueblos funda-dos, el paso del ferrocarril dio lugar al surgi-miento de varios. En Chivilcoy la tierra pudoser subdividida en pequeñas propiedades. Pe-ro el resto, dividido en grandes extensiones,quedó en manos de estancieros: de esta ma-nera se vieron limitadas las posibilidades decolonización agrícola en la provincia. En su

expansión, las estaciones y apeaderos del fe-rrocarril recogieron los nombres de esos es-tancieros, un patrón toponímico típico de laProvincia de Buenos Aires, que refleja la cen-tralidad de estos en su historia territorial.

Ya sea para beneficio de pequeños produc-tores o de grandes propietarios, el ferrocarrilcumplió con un papel fundamental: el de valo-rizar la tierra, con la consiguiente activación delmercado inmobiliario y, por lo tanto, la for-mación del capitalismo agrario pampeano. Deesta manera, y gracias a la expansión de los rie-les, las 600.000 ha cultivables existentes en1872 se convirtieron en 24.000.000 en 1915.

Al comienzo de la década de 1880, con Bue-nos Aires y Rosario como centros, la red fe-rroviaria se dividió en dos sistemas principales,que reflejaban los distintos proyectos político-territoriales que convivieron entre 1853 y 1861:el del Estado de Buenos Aires y el de la Con-federación Argentina. Recién en 1884, y debi-do principalmente a la gravitación generada porla construcción de Puerto Madero, se concre-ta la integración de los dos sistemas con Bue-nos Aires como cabecera. Al mismo tiempo seproduce un crecimiento explosivo de la red envarias direcciones. Córdoba se convierte en unnodo importante desde donde se construyenramales a Cuyo y al Noroeste, de modo que sepotencian algunas economías regionales fueradel área pampeana, como la de la caña de azú-car en Tucumán y la del viñedo en Mendoza.

La entrada en vigencia de leyes a nivel na-cional también contribuye a la integración delsistema ferroviario. La primera de ellas, san-cionada en 1872, convalida ciertas prácticas le-gales que se venían repitiendo desde un co-mienzo, como la exención de impuestos y lacesión de tierras a las empresas: se estableció,además, una garantía estatal al capital inver-

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77Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u ESTACIÓN CENTRAL FERROVIARIA DE SAN LUIS.

u CORTE - VISTA DE UNA ESTACIÓN SUBURBANA DE TRENES.

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tido en cada emprendimiento. A pesar de cre-arse en esta oportunidad la Dirección Nacio-nal de Ferrocarriles, se ejercía un escaso con-trol sobre las tarifas y sobre los trazados de lasconcesiones que, en su mayoría, eran deter-minados por cada una de las empresas. Con elfin de unificar los criterios para la aprobaciónde los proyectos, se adopta en 1876 el progra-ma usado en Francia por el cuerpo estatal deingenieros de Pont et Chausses. A partir de es-te momento, la documentación básica de losanteproyectos debía incluir un plano general,un perfil longitudinal, el relevamiento de loscursos de agua a un kilómetro del cruce conlas vías y mediciones de nivel cada 50 m. Parala etapa de proyecto, debían agregarse datossobre las perforaciones con planos 1:200 y dis-tintos tipos de perfiles transversales para lospuentes, viaductos y túneles, según excedierano no los 25 m de luz.

En 1886, con la llegada al gobierno de Juá-rez Celman, se tomaron algunas medidas queafectaron el desenvolvimiento de los ferroca-rriles. En 1887 entra en vigencia la llamadaLey de Centros Agrícolas, que promovía la sub-división y el uso agrícola de la tierra que ro-deaba las estaciones de ferrocarril. Con el ob-jetivo de poblar las tierras, el Estado otorgóconcesiones ferroviarias en forma indiscri-minada a empresas y terratenientes. Para losconcesionarios la ley representó la oportuni-dad de acceder a la propiedad de grandes ex-tensiones de tierra sin realizar las obras pro-metidas. Las garantías estatales a lasinversiones hechas en el sector ferroviario alen-taron una escalada especuladora que desem-

bocó en la crisis de 1890 y en la consecuentecaída del gobierno de Juárez Celman. Este pro-grama fue completado en 1889 con la priva-tización del Ferrocarril Oeste, el FerrocarrilAndino, el Ferrocarril Central Norte y demásferrocarriles estatales, que representaban ca-si la mitad de la red construida y cuyo fun-cionamiento arrojaba, en su mayoría, saldopositivo. Si bien gran parte de los proyectosferroviarios concesionados nunca fueron cons-truidos, la crisis del noventa no fue un obs-táculo para la expansión de la red y promovióuna reestructuración empresarial que llevó ala consolidación de cuatro grandes grupos fe-rroviarios ingleses: el Ferrocarril Oeste, el Fe-rrocarril Central Argentino, el Ferrocarril Bue-nos Aires al Pacífico y el Ferrocarril del Sud.De esta manera, hacia 1890, el capital britá-nico que controlaba la mayor parte de la redinició una década de expansión cuya mayordensidad se alcanzó en el paralelogramo Bue-nos Aires - Rosario - Rufino - Villa María.

En 1891, mediante la Ley 2.873, se creó laDirección General de Ferrocarriles, cuya fun-ción era la de ejercer un control administrati-vo y legal sobre las compañías ferroviarias.La medida fue acompañada por la creación deun impuesto sobre la introducción de mate-riales. Este conjunto de medidas no afecta-ron el desarrollo de la red, que experimentó uncrecimiento ininterrumpido hasta 1915. Lospuertos, específicamente Buenos Aires, Rosa-rio y Bahía Blanca, actuaron como nodos parael desarrollo de toda la red. Aun en ramales pe-riféricos, puertos como Barranqueras (Chaco)o Puerto Madryn (Chubut) fueron las cabece-

ras de sistemas ferroviarios cuyo objetivo pri-mordial era la exportación de materias primasde origen agrícola (v. Puerto). Tampoco se vioafectado el creciente poder de las empresas,cuyo proceso de fusión dio lugar a un sistemaferroviario cada vez más monopólico.

A partir de 1907, con la entrada en vigenciade la llamada Ley Mitre, que facilitó las inver-siones ferroviarias a partir de la anulación delimpuesto sobre la introducción de materiales,se produjo un crecimiento vertiginoso de la redque dio como resultado el completamiento y lainterconexión de los distintos ramales y el acer-camiento de los mismos a los países limítrofes.De esta manera, mas allá de la importancia delferrocarril en el proceso de poblamiento urba-no y rural, quedó concretada hacia el nuevosiglo una red que relacionaba todas las capita-les provinciales, de modo que se materializó untipo de integración política que había sido des-de el principio una de las mayores aspiracionesdel Estado nacional. En parte, ello fue posiblegracias a la construcción de ferrocarriles esta-tales, a partir de que la Ley Mitre abrió nuevasposibilidades de inversión pública en la mate-ria. Si bien esta ley benefició a la larga a las gran-des empresas, su sanción marcó el comienzode un período de creciente injerencia estatal entemas ferroviarios, como forma de asegurar lapromoción territorial de áreas periféricas y me-nos rentables. Ya en 1895, los conflictos limí-trofes con Chile habían llevado al Estado a fi-nanciar la extensión de los rieles del Ferrocarrildel Sud hasta la región andino-patagónica, porlo que las vías llegaron en 1901 hasta la actualubicación de la ciudad de Neuquén.

A partir de 1908, la Ley de Fomento de Te-rritorios Nacionales, elaborada por Ramos Me-jía, sirvió de marco para un plan de extensiónde la red ferroviaria hacia la Patagonia y el Cha-co, que tenía como objetivos la integración einterconexión de estas regiones y su desarro-llo mediante la creación de colonias agrícolasy pastoriles. Con el comienzo de la PrimeraGuerra Mundial se paralizaron estos empren-dimientos, de modo que solo quedaron cons-truidos algunos tramos aislados, como el fe-rrocarril de Comodoro Rivadavia a ColoniaSarmiento, finalizado en 1914. Estancada enun desarrollo de alrededor de 33.000 km, en-tre 1913 y 1922 la red no registró crecimientosustancial alguno. Aun así, para 1910 la red ar-gentina ocupaba, con su extensión de 26.684km, el décimo lugar mundial. El número depasajeros trasladados, que en 1870 era de ape-nas dos millones, para 1914 se había incre-mentado en ochenta millones.

78 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u ESTACIÓN FERROVIARIA DE BAHÍA BLANCA.

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A pesar de que el Estado asumió, hacia laPrimera Guerra Mundial, cierta voluntad decontrol, ello se produjo luego de un largo pe-ríodo de laissez faire, cuyas consecuencias fue-ron irreversibles. La radialidad respecto de lospuertos fue una de las características del sis-tema, diseñado para dar respuesta a un es-quema de exportación de productos agrícolase importación de productos industrializados.Así, a pesar de que la política ferroviaria del Es-tado intentó llenar los espacios vacíos dejadospor el sistema centralizado, los ferrocarriles es-tatales no hicieron otra cosa que unir entre sílas distintas líneas radiales, por lo que refor-zaron la centralidad. Por otro lado, la falta deplanificación y fiscalización de décadas dio co-mo resultado la existencia de una red com-puesta por trochas de diferentes dimensiones.En la zona pampeana prevaleció la trocha an-cha, que representaba más de la mitad de lared. Utilizada comúnmente por los ingleses,esta trocha fue cayendo en desuso por el avan-ce de la trocha media empleada por los norte-americanos. En la Argentina esta última tro-cha se extendió por la Mesopotamia y SantaFe. Finalmente, en el noroeste del país y enotras zonas periféricas, como la Patagonia, pre-valeció la trocha angosta. Tan amplia variedadde trochas fue perjudicial, ya que al generarcostos adicionales de transbordo atentó contrala integración del sistema ferroviario.

En el período de entreguerras las obras fe-rroviarias se vieron reactivadas, y con ellas losemprendimientos de explotación y coloniza-ción que las sustentaban, y que el Estado pro-mocionaba por medio de distintos planes. Laconstrucción de la línea férrea entre la ciu-dad de Formosa y Embarcación (Salta), fina-lizada en 1931, es uno de estos casos en que elferrocarril constituye una avanzada de pobla-miento y colonización en áreas casi vírgenes.El mejor ejemplo del período lo constituye, sinembargo, el poblamiento y explotación frutí-cola del valle de los ríos Negro, Neuquén y Li-may, cuyas obras de irrigación habían sido em-prendidas por la empresa del Ferrocarril delSud en 1910. En 1918 el Ferrocarril del Sudcrea una chacra experimental y un laboratorioen Cinco Saltos, y diez años más tarde fundala compañía Argentina Fruit Distributors, en-cargada de la clasificación, el embalaje y la dis-tribución de la producción frutícola, no solo enlas áreas servidas por el Ferrocarril Sud sinotambién en las de los ferrocarriles Oeste, deEntre Ríos y Nordeste Argentino. Como con-secuencia de estos emprendimientos, los va-lles neuquinos y rionegrinos se transformaron

en la zona frutícola más importante del país.No solamente la colonización agrícola fue

utilizada en conjunción con el ferrocarril comoestrategia de promoción territorial. También elturismo sirvió a los mismos efectos, especial-mente en el caso de Bariloche, donde la llega-da del ferrocarril en 1934 coincidió con la cre-ación del Parque Nacional Nahuel Huapi, enuna operación territorial sin precedentes, ten-diente a consolidar un área fronteriza (v. Área pro-

tegida). El turismo como mercado de los ferro-carriles ya había sido probado con éxito en Mardel Plata, cuya conexión con Buenos Aires,concretada en 1886, fue clave para convertirla ciudad en un centro de veraneo. Sin em-bargo, para la época en que los rieles alcan-zaron Bariloche, la hegemonía del ferroca-rril como transporte estaba ya en retrocesodebido a la competencia que comenzaba a ejer-cer el automóvil. Con la creación de YPF (v.),en 1922, el Estado reconoció oficialmente laimportancia estratégica del petróleo, e implí-citamente promocionó el tráfico automovilís-tico. En 1932 el Plan Nacional de Vialidad sig-nificó la construcción de cientos de kilómetrosde carreteras y el comienzo de una progresi-va decadencia del ferrocarril, especialmenteen lo que respecta a viajes de larga distancia.

Durante las décadas de 1920 y 1930, granparte de las líneas férreas construidas estabana cargo del Estado. En las líneas privadas, losavances más significativos no se registrarona nivel de extensión de la red, sino de mejo-

ramiento de la infraestructura existente. En es-te sentido, la cuadruplicación de las vías entreConstitución y Temperley es un buen ejemplode las obras realizadas durante el período, ca-racterizado por el aumento del tráfico dentrode las mismas ciudades como consecuencia deun creciente proceso de suburbanización.

Con la Segunda Guerra Mundial el creci-miento de la red ferroviaria se vio prácticamenteparalizado. Finalizada la guerra, las empre-sas ferroviarias inglesas aprovecharon la exis-tencia de un saldo comercial de 140 millonesde libras, acumulado durante el conflicto a fa-vor de la Argentina, para vender un conjuntode bienes que conformaban ya un sistema de-ficitario y obsoleto. Otro tanto sucedió con laslíneas ferroviarias controladas por empresasfrancesas. En marzo de 1948 se concretó la na-cionalización de los 28.000 km de la red con-trolados hasta entonces por empresas priva-das. A pesar de que la compra significó eldesembolso de 150 millones de libras por losferrocarriles ingleses y de otros 11 millones delibras por los franceses, la operación tuvo ungran rédito político para el gobierno de Perón.En 1949, luego de la creación de la empresaestatal Ferrocarriles Argentinos, las líneas fue-ron rebautizadas: Buenos Aires al Pacífico sellamó Ferrocarril Gral. San Martín, el Cen-tral Argentino se dividió en Ferrocarril Gral.Belgrano y Ferrocarril Gral. Mitre, el Ferro-carril del Sud se llamó Ferrocarril Gral. Rocay el Ferrocarril Oeste pasó a ser Ferrocarril Sar-miento. La nacionalización del sistema ferro-viario alcanzó su punto más alto con la crea-ción en Córdoba de MaterFer, fábrica estatalque desde ese momento proveyó a las distin-tas líneas de material rodante.

A pesar de no haberse invertido en la ex-tensión y mejoramiento de la red, durante elquinquenio 1955-1960 se produjo un aumen-to del número de pasajeros, ligado al fuerteproceso de concentración demográfica de ciu-dades como Buenos Aires, ocurrido durante elgobierno peronista. El ferrocarril fue el prin-cipal medio de transporte y eje de crecimien-to de estas extensas áreas suburbanas.

Durante el gobierno de Frondizi se elabo-ró una primera política de racionalización fe-rroviaria que proyectaba la supresión de 21.000km de vías. La oposición de los gremios y deotras organizaciones impidió que dicha políti-ca fuera completada, por lo que aún en 1968Ferrocarriles Argentinos era la empresa fe-rroviaria más grande de Latinoamérica con160.000 empleados y una infraestructura de43.000 km de vías, 6.150 puentes y miles de

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79Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u CABINA DE SEÑALES DEL FERROCARIL RETIRO - TIGRE.

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edificios. Entre 1950 y 1980, la cantidad de au-tomóviles en circulación en el país pasó de318.000 a 3.000.000, dato elocuente de la com-petencia que sufrió el ferrocarril por parte delautomotor. En esas circunstancias, los subsi-dios resultaron insuficientes para paliar el dé-ficit de una de las más grandes empresas pú-blicas. El estado de desinversión en el sectorprovocó un crecimiento negativo de la red y unprogresivo deterioro del material rodante.

Durante la última dictadura militar, se pro-dujo una reducción sin precedentes de la redferroviaria, que pasó de 41.463 km en 1976 a31.113 km en 1980. Este recorte fue acompa-ñado por el cierre de talleres, la suspensión del50% de los servicios de pasajeros y la elimi-nación del 40% del personal.

En 1990, con la aprobación de la Ley 23.696,también conocida como Ley de Reforma del Es-tado, se produjo otro punto de inflexión en lahistoria ferroviaria. Dicha ley generó las condi-ciones para que el Estado se desentendiera enforma masiva de los ferrocarriles, con vistas asu privatización. De esta manera quedaron sus-pendidos en 1993 los servicios de larga distan-cia. Solo las provincias de Buenos Aires, Río Ne-gro, Tucumán y La Pampa se hicieron cargo,por razones estratégicas y políticas, de algunosde estos servicios. El resto de los ramales fueclausurado o privatizado. Las privatizaciones seconcentraron en las líneas más rentables, lasque sirven al área suburbana de Buenos Ai-res. En 1991, con más de 800 km de vías co-rrespondientes a esta área, se formó FEMESA,un consorcio que fue posteriormente divididoen seis y adjudicado a distintas empresas porespacio de 10 años. Las concesiones, que con-taron con subsidio estatal, fueron otorgadas anueve firmas diferentes: Metrovías S. A., Fe-rrovías S. A., Transportes Metropolitanos SanMartín, Transportes Metropolitanos BelgranoSur, Transportes Metropolitanos Roca, Tre-nes de Buenos Aires y Tren de la Costa, la ma-yoría de capital estadounidense.

EL FERROCARRIL Y LA CIUDAD.

Dado su rol protagónico en el proceso depoblamiento y construcción territorial del pa-ís, el ferrocarril puede considerarse un agenteurbanizador de primer orden. La aparición delferrocarril determinó, muy a menudo, el sur-gimiento mismo de núcleos urbanos. Confor-me a varios factores, la relación entre el fe-rrocarril y la estructura urbana emergentereconoció distintos casos.

En algunas localizaciones la presencia delferrocarril y de su infraestructura resultó par-

ticularmente densa, en especial en aquellos nú-cleos cuya actividad principal giraba en tornode la actividad ferroviaria. Es el caso de los po-blados surgidos a partir de la instalación de ta-lleres y almacenes ferroviarios. A este tipo deasentamiento, cuyo trazado y organización que-dó a cargo de las empresas ferroviarias, se atri-buye el surgimiento de pueblos en todo el pa-ís, como por ejemplo Tafí Viejo (Tucumán),Tolosa (Buenos Aires), Pérez y Laguna Paiva(Santa Fe), etc.

En aquellas localidades con una economíabasada en la explotación concentrada en un so-lo recurso, como el tanino en la región cha-queña o la caña de azúcar en el noroeste, la es-tructura urbana tendía a guardar una estrecharelación con las instalaciones industriales y fe-rroviarias. Este tipo de instalaciones, que jun-to con el tendido de las vías aparecían dis-puestas centralmente dentro del trazado, fuerona menudo utilizadas para estructurar las dis-tintas áreas residenciales de acuerdo con lasjerarquías del personal.

En la mayoría de los casos la cesión de latierra lindante con las vías a las empresas fe-rroviarias se efectuaba con el requisito de queestas emprendieran su poblamiento, hechoque dio origen a una gran variedad de asen-tamientos. En el sur santafesino, por ejemplo,el trazado de las colonias llevado a cabo porlas empresas ferroviarias preveía el surgi-miento de núcleos urbanos alrededor de la es-tación. En el noroeste del país, en casos comolos de Villa Alberdi, Villa Quinteros y VillaAlurralde, surgidos a finales de la década de1880, la centralidad del ferrocarril tuvo unaimpronta todavía más fuerte, ya que las vías yla estación fueron incluidas en la composiciónmisma del trazado.

Por el contrario, en la Provincia de BuenosAires, a pesar de que los pueblos constituye-ron junto con el ferrocarril una avanzada en la

ocupación del territorio, la relación de los tra-zados urbanos con las estaciones del Ferroca-rril del Sud fue más bien débil, ya que muchasde estas últimas se ubicaron por fuera de lacuadrícula. Pero en las grandes ciudades, co-mo Buenos Aires, el impacto del ferrocarril fuemás profundo y multifacético, en especial co-mo elemento clave dentro del proceso de me-tropolización. A medida que la ciudad se ex-pandía, el ferrocarril contribuyó a dar forma ala emergente periferia, al señalar a lo largode las líneas férreas las principales directricesde crecimiento.

Junto a las vías aparecieron las playas demaniobras, grandes espacios abiertos que amenudo incluían talleres y almacenes. En lacercanía de estas localizaciones, y conscientesde la valorización inmobiliaria que el paso delas vías suponía, las empresas ferroviarias em-prendieron la construcción de viviendas parasu propio personal. Forestación y estilo arqui-tectónico se conjugaban aquí en clave pinto-resca, conformando conjuntos del tipo ciudadjardín (v.) que se convirtieron en jalones de lafutura expansión suburbana. Los talleres y vi-viendas construidos en 1900 por el Ferrocarrildel Sud en torno de la estación Remedios deEscalada son uno de los mejores ejemplos deeste tipo de enclave residencial. La misma em-presa construyó viviendas para su personal alo largo de toda la línea, y contribuyó así a quelas tierras cercanas a estaciones como Banfield,Lomas de Zamora, Temperley y Adrogué seconsideraran zonas residenciales. Un procesosimilar se produjo en otras áreas de la ciudad,en torno de estaciones como Belgrano, Cogh-lan, Villa Urquiza, Villa Devoto, Villa del Par-que, Olivos, San Isidro y Tigre (v. Vivienda ferro-

viaria). Estas áreas residenciales se fueroncompletando con otro tipo de equipamiento ,como clubes y áreas de recreación, en los quetambién primaba la alusión a lo pintoresco.

El impacto del ferrocarril en el centro ur-bano fue mayor. Su paso por áreas más con-solidadas generó una multiplicidad de crucesque, a medida que el tráfico de trenes y vehí-culos fue aumentando, se fueron tornando másconflictivos. Entre 1893 y 1894 el Congreso Na-cional instó a las empresas ferroviarias a darsolución a los problemas ocasionados por di-chos cruces, mediante la construcción de dis-tintos tipos de puentes, viaductos, etc. Vale lapena aclarar que, comparado con muchos pa-íses europeos, nuestro medio se caracterizabapor la escasez de estas obras, ya que la pam-pa no presentaba grandes obstáculos para eltendido de las vías; era el aterraplanado la im-

80 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u PROYECTO GANADOR DEL CONCURSO PARA LOS TERRENOS

DE RETIRO, DE BAUDIZZONE - LESTARD - VARAS.

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pronta más característica del paso del riel porla llanura. Las obras tendientes a separar el trá-fico vehicular del ferroviario continuaron has-ta alrededor de 1920, especialmente alrededorde las estaciones de Retiro y Constitución.

Dado su rol de cabecera del sistema, la pre-sencia del ferrocarril se hacía particularmentedensa cerca del puerto (v.), donde la infraes-tructura de transporte y almacenamiento demercaderías se diversificaba con estructurascomo depósitos, silos, grúas y demás equipa-miento. Toda la zona portuaria desde PuertoMadero hasta Dock Sud se convirtió en unagran playa de maniobras. Varios de los puen-tes sobre el Riachuelo reconocían un origen fe-rroviario, como por ejemplo el puente trans-bordador que se trasformó en símbolo delbarrio de La Boca y que fue construido por elFerrocarril del Sud en 1914. Fuera de BuenosAires también encontramos importantes com-plejos ferroportuarios, como el de IngenieroWhite, en cercanías de Bahía Blanca. Otras ciu-dades argentinas, como Rosario y Santa Fe,también registraron en su trazado la fuerte im-pronta de los sistemas ferroviarios y portua-rios combinados.

Si en Buenos Aires el movimiento de car-gas pudo ser concentrado desde la década de1880 en el área de Puerto Madero, el movi-miento de pasajeros se hizo mucho más difí-cil de unificar. Una iniciativa de 1864 deter-minó la construcción de la llamada EstaciónCentral sobre el Paseo de Julio, pero el inefi-ciente funcionamiento que significó su locali-zación para las cuatro líneas existentes atentócontra todo intento posterior de unificación.Además del considerable retraso del procesode gestión entre las empresas y los organismospúblicos, la poca disponibilidad de terrenos enel área central y los conflictos y costos que hu-biera significado para alguna de las líneas elcruce del área más densamente poblada de laciudad fue un factor decisivo para descartar laidea de una Estación Central. Por ello, al in-cendiarse el edificio original en 1897, salvo unanteproyecto del arquitecto Joaquín Belgrano(v.), no se realizó ningún intento por reempla-zarlo, ya que varias empresas habían iniciadola construcción de sus propias estaciones ter-minales en distintos lugares de la ciudad. Esinteresante señalar aquí que las principales es-taciones, como Constitución y Once, coinci-dieron en su localización con los antiguos mer-cados y plazas de carretas de la ciudad.

El constante crecimiento de estas grandesterminales fue, durante las primeras décadasdel siglo XX, motivo de preocupación para los

funcionarios municipales, quienes trataron deaminorar el impacto que las mismas tenían so-bre el trazado urbano. En 1925, el Plan de la Co-misión de Estética Edilicia, aprovechando la re-construcción que intentaba llevar adelante elFerrocarril del Sud en su estación cabecera, con-templó, en un proyecto no realizado, una totalremodelación del área, apuntando a reordenarsu circulación a partir de una serie de avenidasparquizadas con foco en la estación, concebidaahora como un monumento a escala urbana.

Hacia la mitad del siglo XX, el retroceso delferrocarril provocó el abandono de muchas desus instalaciones y playas de maniobras, quese fueron convirtiendo en terrenos residuales.Durante las últimas dos décadas se tomarondistintas medidas tendientes al aprovecha-miento de estos espacios que en muchos ca-sos habían quedado en las zonas céntricas de

las ciudades, constituyéndose en verdaderasbarreras urbanísticas. Desde la década delochenta, ciudades como Rosario, Neuquén,Trelew o Santa Rosa promocionaron la reali-zación de planes o concursos con el fin de con-vertir estos terrenos en parques urbanos.

En Buenos Aires este tipo de iniciativas ad-viene con la privatización de los ferrocarrilesen la década de 1990, con la organización delconcurso de ideas para el área Retiro, cuyo pro-yecto ganador propuso extender el uso resi-dencial sobre la playa de maniobras, cediendoa las fuertes presiones inmobiliarias existen-tes desde hace años sobre esos terrenos. Otroproyecto importante, en curso, es el CorredorVerde del Oeste, una propuesta para generarespacio público entre las estaciones Once y Li-niers mediante la reubicación de los trazadosde vías y la recuperación de terrenos ferrovia-rios en desuso.

EL FERROCARRIL Y SUS CONSTRUCCIONES.

Como una de las grandes invenciones quealteraron radicalmente el curso de la historia,el ferrocarril tuvo un profundo impacto so-bre el hábitat construido, por haber ocupadoun rol central dentro de una dinámica econó-mica, en la que edificios y tierras se fueron con-virtiendo en bienes de intercambio. Al poneren circulación personas y bienes, el ferrocarrilgeneralizó el transporte de materiales de cons-trucción, en especial aquellos de origen in-dustrial, de modo que marcó un punto de in-flexión en la historia de la arquitectura, ya queantes de su aparición la construcción de losedificios estaba condicionada por los mate-riales propios de la región correspondiente.

Es destacable el peso que han tenido den-tro de la historia de la arquitectura las innova-ciones que representaron las construcciones.El aspecto más importante es el tecnológico,pues el ámbito ferroviario constituyó un ver-dadero campo de experimentación de nuevastécnicas y materiales usados posteriormentepara construir edificios. Si bien el uso estruc-tural del hierro reconoce otros antecedentes,el manejo que los ingenieros ferroviarios lo-graron de este nuevo material dejó al mundode la construcción en deuda permanente conlos ferrocarriles. El mejor ejemplo de ello es launiversalmente difundida viga doble T, queencuentra en el riel una clara paternidad. Dela misma manera, las piezas estructurales queposibilitaron salvar grandes luces en los co-bertizos para trenes fueron usadas original-mente en la construcción de puentes ferrovia-rios. A ello debemos sumar la posibilidad de

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81Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u PROYECTO DE CORREDOR VERDE DEL OESTE, BS. AS.

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este tipo de estructuras de producir una granvariedad de sistemas constructivos de armadoen seco, de los que participaban materiales in-dustrializados, como el vidrio y la chapa.

El uso de cubiertas que posibilitaron gran-des superficies libres, permitiendo el ingresode luz natural, dio origen a espacios de una na-turaleza nueva, como los grandes cobertizospara trenes o “sheds” de las grandes estacionesy talleres. El ferrocarril no solo supuso la in-corporación de tecnología sino también la acep-tación de una manera de concebir y estructu-rar los espacios. Así, la sistematización de laque fueron objeto la forma constructiva y la es-tructuración espacial otorgó cierta idea de uni-dad al conjunto de edificios, cuyos usos erandisímiles. Al funcionar como un sistema, el fe-rrocarril puso en relación una gran variedadde elementos cuya función iba más allá del sim-ple servicio de pasajeros, representado por laestación, dado que incluyó también edificiosadministrativos, depósitos de almacenamien-to, talleres, escuelas técnicas, conjuntos deviviendas, cabinas de señales, tanques de agua,playas de carga, elevadores de granos, etc. Launificación de medidas y proporciones facili-tó su construcción estandarizada.

En su necesidad de hacer visible cierta je-rarquía que ordenara todos estos componen-tes, el equipamiento ferroviario se valió ade-más de metáforas arquitectónicas, concentradasprincipalmente en las estaciones que repre-

sentaban la cara pública del ferrocarril. De es-ta manera, por combinar las innovaciones dela técnica con las reglas del arte heredado, laestación se convirtió rápidamente en el edifi-cio emblemático de la arquitectura ferrocarri-lera. Las estaciones, según fueran intermediaso terminales, pertenecían a tipologías distin-tas y recogían preocupaciones estilísticas y ur-banísticas bien diferentes.

Las primeras estaciones intermedias cons-truidas en la Argentina fueron simples casillasprefabricadas de madera o de chapa. Una delas estaciones de mayor envergadura construidacon estos materiales en el país fue la mencio-nada Estación Central, ubicada sobre el Paseode Julio. Su tipología se correspondía con la deuna estación intermedia: dos cuerpos dis-puestos en tira a ambos lados de las vías pa-santes. Si bien las mansardas le daban un ai-re afrancesado, el criterio aditivo de suvolumetría y la presencia de elementos comoel campanile hacían de la Estación Central unbuen ejemplo del llamado english italianate sty-le o english railway style, de gran difusión en laspequeñas estaciones inglesas. Este fue el es-tilo que se impuso en las estaciones interme-dias de las líneas británicas en la Argentina, altiempo que los elementos prefabricados eransustituidos por el ladrillo, la teja y la pizarra.Mientras tanto, el tipo de construcción prefa-bricada se mantuvo para ciertas estructuras deapoyo, como refugios, plataformas y puentes

peatonales, y, a medida que la red se iba ex-pandiendo, su uso en edificios se fue dejan-do de lado, ya que se lo reservó solamente pa-ra estaciones menores y apeaderos en las áreasmás periféricas de la red.

Posteriormente, este modelo básico de es-tación intermedia incorporó detalles más com-plejos de cubierta y tratamiento de vanos, quedan cuenta de la influencia de la llamada Ar-quitectura Victoriana. Hacia 1910 se incorpo-raron detalles de otros estilos ingleses, comoel Tudor y el Isabelino. Las estaciones que elFerrocarril del Sud reconstruyó en el tramoConstitución - Temperley en la década de 1920son un buen ejemplo de este tipo de inflexio-nes. Tampoco están ausentes en este períodolas influencias antiacadémicas en su variante“secesión vienesa”, como lo demuestra la es-tación Hipólito Irigoyen del Ferrocarril del Sudy las viviendas cercanas a los talleres de Re-medios de Escalada.

Los estilos arquitectónicos de gran parte delas estaciones hablan del origen británico de lamayoría de las líneas ferroviarias argentinas.En aquellos casos en que la empresa no reco-nocía ese origen, se registraban algunas va-riaciones, como en las líneas francesas de lasprovincias de Santa Fe y Buenos Aires En ellas,los empinados techos de las estaciones ingle-sas fueron reemplazados por una fuerte cor-nisa como remate superior. A su vez, la va-riedad volumétrica y las superficies de ladrillo

82 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u VISTA DE LA ESTACIÓN BARRACAS, EN BUENOS AIRES.

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visto se transformaron en volumetrías netas yfrentes revocados.

Pero las transformaciones más significati-vas, tanto en el plano tipológico como en elestilístico, se produjeron en las grandes esta-ciones terminales. Allí las metáforas arquitec-tónicas sirvieron para enmascarar los hume-antes cobertizos, mediando la relación entre elriel y la ciudad. En algunas terminales se in-tentó asimilar los nuevos espacios industrialesa las reglas del arte arquitectónico. Así, las lla-madas ventanas termales de las fachadas de losedificios cabecera vinieron a plantear desde susgrandes arcos una relación espacial con las gran-des bóvedas de los sheds. Estas intenciones deconcebir la estación como una unidad se de-bieron a una serie de reflexiones teóricas pro-ducidas en el ámbito de la Escuela de Bellas Ar-tes de París a partir de la segunda mitad delsiglo XIX. En nuestro medio, más influido porlos ferrocarriles británicos, los rastros de es-tos intentos son más difíciles de encontrar, porlo que persistió, en general, esta disociación en-tre el arte arquitectónico, representado por losedificios cabecera, y la técnica representada porlos grandes sheds, dos elementos básicos quecaracterizaron tipológicamente a la estación ter-minal. La primera de este tipo de estaciones enel país fue la Estación del Parque del Ferroca-rril del Oeste. Al igual que la primera Estaciónde Plaza Constitución, construida en 1865, secaracterizó por un sobrio Clasicismo italiani-zante que podríamos asociar a edificios comola Aduana u otros construidos por profesiona-les ingleses hacia mediados del siglo XIX.

Alrededor de 1850 la arquitectura de las es-taciones terminales experimentó profundoscambios. En las principales ciudades del mun-do los edificios se vieron en la necesidad de ha-cer lugar a un creciente tráfico de pasajeros ya programas y resoluciones técnicas cada vezmás complejas. Estas circunstancias trajeronconsigo el problema de cómo responder esti-lísticamente a edificios de mayor escala. La mo-numentalidad como nueva necesidad de lasgrandes terminales llevó al abandono del mo-desto english railway style y a la adopción de unaconfiguración de origen clásico. Este giro lin-güístico se manifestó en la incorporación deuna variedad de elementos extraídos del Neo-clasicismo francés. La primera Grand CentralTerminal Station de Nueva York (1869-1871),con su remate de mansardas, es uno de los me-jores ejemplos.

En la Argentina, las empresas ferroviariasextranjeras se hicieron eco de estas transfor-maciones, lo que se reflejó en las estaciones

construidas hacia fines del siglo XIX. Dentrode este marco se inscriben obras como el se-gundo edificio de la estación Constitución, fi-nalizado en 1883 según el proyecto de Parr,Strong & Parr. La ampliación llevada a cabo en1885 respetó el estilo del anterior, de clara fi-liación francesa. Este Clasicismo francés, enuna variante más sobria y estilizada, cercana ala llamada Arquitectura Eduardiana inglesa,volvió a repetirse en el edificio iniciado en 1910por el Ferrocarril Central Argentino en la zo-na de Retiro. Aquí el campanile como elemen-to sobresaliente de la composición fue reem-plazado por una gran cúpula que señala el ejede simetría. El edificio cabecera oficia aquíde tapa, para ocultar dos gigantescos coberti-zos de hierro y vidrio de 250 m de largo, quemediante 24 arcos articulados salvan cada unouna luz de 48,80 m. La construcción de se-mejante estructura, única en su tipo en Lati-noamérica, reflejó la magnitud que había al-canzado la extensión de la red ferroviaria y elpoder de las empresas monopólicas. Interior-mente, además del imponente espacio de lossheds, se destaca un hall que conecta funcio-nalmente a estos últimos con dependenciasmenores y accesos. El carácter de transiciónentre la liviandad de los sheds y la masa del edi-ficio cabecera que el espacio del hall representaencuentra una particular expresión en su cie-lorraso, donde el tratamiento superficial pro-pio de los edificios académicos se combina conuna serie de vigas metálicas reticuladas.

Además de expresar el poder monopólicode las empresas, estas grandes terminales deprincipios de siglo reflejaban el espectacularcrecimiento del tráfico de pasajeros. La estaciónConstitución del Ferrocarril del Sud, que des-

de un principio estuvo dedicada a la recepciónde productos agrícolas, como la lana, fue la ter-minal que experimentó el crecimiento más im-portante en cuanto al tráfico anual de pasaje-ros: pasó de 4 millones en 1905 a 20 millonesen 1912. Ello determinó que se trasladaran losdepósitos y que desde 1906 la estación fueradestinada exclusivamente al tráfico de pasaje-ros. La necesidad de una nueva estación que pu-diera ofrecer servicios a esta creciente cantidadde usuarios estuvo planteada con anterioridada la Primera Guerra Mundial; sin embargo,su construcción no comenzó sino hasta 1925.Si bien la crisis del treinta provocó la paraliza-ción definitiva de las obras, se alcanzó a cons-truir gran parte del interior y las dos fachadaslaterales y quedó sobre la Plaza Constitución lafachada afrancesada del edificio anterior.

El nuevo edificio se destaca por su gran es-cala y por la fuerte tectonicidad de su masa, ter-minada con un tratamiento de almohadilladoen color blanco, un conjunto de característicasque dan cuenta de una influencia de la Arqui-tectura Eduardiana, mucho más fuerte que lade Retiro. Más allá de este parentesco estilísti-co, Constitución es desde el punto de vista ti-pológico una estación radicalmente distinta deRetiro, ya que su construcción estuvo guiadapor un nuevo concepto de estación que tuvo suorigen a comienzos del siglo XX en los EstadosUnidos. Allí, la electrificación de las vías per-mitió dejar de lado el shed y ubicar bajo tierrael espacio destinado a los trenes, al que se ac-cedía gracias a sistemas de circulación vertical.Un caso paradigmático es el de la nueva GrandCentral Station de Nueva York, comenzada en1913. La desaparición del shed como espacio mássignificativo de la estación fue reemplazado porel monumental hall del edificio cabecera, unatransformación que dio cuenta del avance delarte sobre la técnica como forma de garantizaruna mayor unidad lingüística en las estaciones.Si bien en el caso de Constitución las vías nofueron ni electrificadas ni enterradas, el cober-tizo de los trenes posee un carácter subordina-do al edificio cabecera y a su espacio princi-pal, un hall abovedado que con sus 122,78 mde largo por 27,65 m de ancho es aún hoy unode los espacios públicos más grandes de la ciu-dad de Buenos Aires. Este imponente cañóncorrido se manifiesta en las fachadas lateralespor medio de dos grandes ventanas termales,ubicadas ahora en el otro sentido que las deejemplos del siglo anterior, como King’s Crossen Londres o Gare del Est en París.

A pesar de no haberse completado, Cons-titución es, al igual que Retiro, una estación

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83Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u ESTACIÓN CENTRAL DE LA PLATA.

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clave dentro de la historia de la arquitectura fe-rroviaria argentina, no solo por su gran escalasino también porque ambas representan dife-rentes concepciones de estación. En las esta-ciones de las grandes ciudades del interior,construidas en su mayoría entre 1900 y 1920,aparecieron pocas variaciones de orden tipo-lógico. Entre ellas cabe mencionar aquellos ca-sos en que la composición tomaba como eje laesquina, donde se emplazaba una cúpula o to-rre bajo la cual se generaba el acceso principal(La Plata y Rosario). En la estación rosarina,las torres permitieron la supervivencia de ele-mentos originalmente asociados a la arquitec-tura ferroviaria como los campanile que, en-fundados en un lenguaje más académico,albergaron en su cima importantes relojes, unelemento que gracias al ferrocarril alcanzó di-mensión urbana.

Mas allá de su propia órbita, el ferrocarriltuvo, durante las primeras décadas del siglo XX,un impacto enorme sobre el ambiente cons-truido, no solo por haber sido el medio a partirdel cual se difundieron nuevos materiales deconstrucción de origen industrial. El ferrocarrilfue también responsable de la difusión de cier-tas técnicas y saberes de la construcción que in-fluyeron sobre la arquitectura realizada por cons-tructores y albañiles carentes de una preparacióntécnica o académica, especialmente aquellosque habitaban zonas periféricas. Cuando se tie-ne en cuenta el tamaño de la red y la cantidadde edificios que el ferrocarril distribuyó por to-do el país, se comprende su importancia comoreferentes arquitectónicos para una cantidadaún mayor de edificios de autores anónimos.

Desde el comienzo de la Segunda GuerraMundial, y especialmente luego de haber sidoadquiridos por el Estado nacional, los ferroca-rriles no experimentaron transformacionessustanciales, por lo que la infraestructura edi-licia acompañó, en este sentido, el crecimien-to negativo de la red.

A medida que avanza el siglo XX, el trendeja su lugar al automóvil y al avión como ele-mento técnico representativo de la época. Sisumamos a ello transformaciones de orden ur-bano, como la disposición subterránea que per-mitió la electrificación de los trenes, no es di-fícil comprender por qué la estación de ferrocarrilse vio desplazada de la escena arquitectónicamundial. Es útil recordar que ninguno de losgrandes arquitectos modernistas, como Le Cor-busier, Gropius o Mies Van der Rohe, proyec-taron estación de ferrocarril alguna. Para ellos,la arquitectura del ferrocarril era sinónimo delocultamiento de los progresos de la técnica porparte de las reglas del arte.

Sumado a la incapacidad de inversión enel sector por parte del Estado argentino, estecontexto general explica la inexistencia de obrassignificativas durante las décadas de 1950-1980,en las que solo se registraron casos de mejo-ramiento de la infraestructura existente, comola ampliación de la estación Once (1972-1974),la remodelación de algunas estaciones subur-banas de Buenos Aires y la electrificación departe del servicio suburbano. Aun así, en 1968la empresa estatal Ferrocarriles Argentinoscontaba con 3.100 estaciones, 470 edificios ad-ministrativos y casi 15.000 viviendas. A con-secuencia de la política ferroviaria llevada ade-

lante durante la última dictadura militar y du-rante el gobierno de Carlos Menem, la in-fraestructura ferroviaria se vio gravemente afec-tada, quedando abandonados cientos deedificios por el cierre de distintos ramales.

A partir de la privatización de los serviciosen 1993, algunas de las empresas concesiona-rias encararon una renovación de la imagengráfica de la empresa y de la arquitectura desus estaciones. La más completa de este tipode acciones ha sido la del Tren de la Costa, em-prendimiento de carácter turístico en el que serecuperó un viejo ramal costero al norte de laciudad de Buenos Aires. Se trata de una pro-puesta de recuperación de estaciones existen-tes, en las que se revaloriza la imagen de losedificios originales, sin existir nuevos plante-os en la relación entre ferrocarril y hecho cons-truido. Incluso en los casos donde fue nece-sario construir nuevos edificios, se escogiórecrear el estilo de las viejas estaciones.

Es oportuno señalar aquí que el volumende obra construida durante los 45 años de ad-ministración estatal fue pequeño comparadocon la infraestructura edilicia previa, y así seconservó un carácter asociado mayormente alenglish railway style de las estaciones urbanas yrurales del área pampeana. Por ello, en la ma-yoría de las últimas obras relacionadas con elferrocarril primó una mirada preservacionis-ta que, por otro lado, ha sido promovida poruna reciente estetización de las estructuras he-redadas de la Revolución Industrial y por la in-clusión de las mismas en los criterios de “pa-trimonio arquitectónico”. No es casual que lamayoría de las numerosas estaciones recupe-

84 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u LAS DOS NAVES DEL HALL DE RETIRO: EN UNA FOTOGRAFÍA DE 1912, Y EN UN DIBUJO DE S. FOLLET. EL VOLUMEN DE PLANTA ELIPSOIDAL DE LA BOLETERÍA ARTICULA AMBOS ESPACIOS.

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radas, desde Posadas a Comodoro Rivadavia,hayan sido destinadas a museos o institucio-nes culturales, lo que refleja también la cen-tralidad del ferrocarril en la historia de nume-rosas localidades del interior. Otra funciónhabitual para las estaciones ferroviarias es lade terminal de ómnibus, como lo atestiguanlos casos de Rosario, Mar del Plata y Bahía Blan-ca. También los galpones ferroviarios han sidoreutilizados con el fin de albergar espacios cul-turales (Rosario y Santa Fe). La reutilización deedificios ferroviarios significó, en muchos ca-sos, la recuperación de las playas de maniobrasy terrenos libres circundantes, convertidos enparques urbanos en ubicaciones tan diversascomo Neuquén, Rosario, Trelew o Santa Rosa.En el corto y mediano plazo se prevén accionessimilares en Mendoza y en Buenos Aires

HISTORIOGRAFÍA.

La arquitectura ferroviaria ha recibido enla Argentina una atención limitada, no tantopor la cantidad de trabajos sino por la profun-didad teórica de los mismos.

Dado el complejo mundo de relaciones enel que se desarrolló la expansión del ferrocarril,es pertinente dar cuenta de los estudios reali-zados desde otras disciplinas. En primer lugar,es necesario mencionar una serie de trabajosde autores británicos que, atraídos por la ex-tensión e importancia que ganaba la red ar-gentina hacia fines del siglo XIX, fueron los pri-meros en abordar el tema (J.R. Carter, 1890;S.H.M. Killik, 1906; W. Rogind, 1937). Repi-tiendo el mismo esquema centrado en la his-toria de la red y del material rodante, y apoya-

do en valiosos datos estadísticos, encontramosluego un conjunto de obras de distintos auto-res argentinos (H. J. Cuccorese,1969; E. Schic-kendantz, E. Rebuelto, 1994). Durante los úl-timos años este tipo de perspectiva ha sidoactualizada por parte de investigadores britá-nicos, quienes han examinado la particular re-lación entre la Argentina y Gran Bretaña (H.R.Stones, 1993). Dadas las características de estarelación, la perspectiva económica es especial-mente útil para comprender el desarrollo de losferrocarriles argentinos, por lo que este ha si-do un campo de trabajo relativamente fértil(R.Ortiz,1958; H. S. Ferns, 1966; C. Lewis,1983).

Desde otras disciplinas, como la geografía,se han aportado visiones que ayudan a com-prender el impacto del ferrocarril sobre el te-rritorio (J. Roccatagliata, 1985). Una perspec-

tiva combinada ha posibilitado construir un pa-norama bastante completo para comprender eldesarrollo ferroviario argentino (A. RodríguezCarrasco, 1998). Desde la historia de la ciudady del territorio, el ferrocarril ha sido estudiadocomo factor central dentro del proceso de me-tropolización experimentado por Buenos Aireshacia fines del siglo XIX (Scobie, 1977).

Por fuera de esta serie de trabajos, se des-taca otra de tono más crítico e ideológico. Ha-cia la década de 1930 y en un clima de crecientenacionalismo, el ferrocarril aparece como ins-trumento de dominación del imperialismo bri-tánico (R. Scalabrini Ortiz). Este trabajo mar-có una línea interpretativa reforzada en añosposteriores, muy en especial durante el pero-nismo, y alcanzó una vigencia que clausuródurante buena parte del siglo XX el estudio deaspectos específicos de los ferrocarriles y conello el eventual surgimiento de otras visiones.

La aparición de este juicio crítico influyótambién sobre la manera en que se construyóen el país una idea de ferrocarril dentro del cam-po estrictamente arquitectónico. Pensada a par-tir de una dialéctica de lo propio y lo ajeno, laarquitectura ferroviaria se asoció a un procesode extranjerización impulsado por la elite li-beral hacia fines del siglo XIX. Así, una de lasvisiones mas difundidas, en especial de las gran-des estaciones, se produce a partir de su en-cuadre dentro del llamado Eclecticismo (v.), quelas hace partícipes del denominado “baile demáscaras” (Ortiz, 1968). El juicio negativo seacentúa en el caso de las estaciones, en la me-dida en que los edificios cabecera son enten-didos como tapas que al enmascarar los sheds

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85Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u LA RECUPERACIÓN DEL TREN DE LA COSTA, PCIA. DE BS.

AS., MANTIENE LOS RASGOS ESTILÍSTICOS ORIGINALES.

u EL MISMO HALL DE RETIRO, RECIENTEMENTE REMODELADO. LA CABECERA DEL EDIFICIO OCULTA LAS GRANDES BÓVEDAS METÁLICAS SOBRE LOS ANDENES.

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Al no considerar estos trabajos cuestionesreferentes al significado de los edificios cabe-cera, la atención se desplazó hacia los sheds yotras estructuras ingenieriles. Así, la descalifi-cación de los edificios cabecera se produjo enforma paralela a una valorización de lo inge-nieril como simiente de la Arquitectura Mo-derna, con lo cual los sheds se convirtieron enemblemas de las conquistas de la técnica sobreel espacio. Esta línea que podemos identificarcon el historiador Nikolaus Pevsner está repre-sentada en nuestro medio por la labor de los ar-quitectos J. Gazaneo (v.) y M. Scarone (Gazaneo,1966). Homologada a las obras de ingeniería,la arquitectura ferrocarrilera aparece aquí co-mo parte de una “tradición funcional”, que ex-cluye en forma deliberada los edificios cabece-ra, y evade la cuestión del estilo y su significadodentro de esta producción arquitectónica.

La “tradición funcional” surge en paralelocon una creciente sensibilidad hacia los obje-tos resultantes de la revolución industrial. Si-guiendo esta línea, la valoración patrimonialde las estaciones y de la infraestructura ferro-viaria ha dado lugar a una gran cantidad de ar-tículos aparecidos desde la década de 1970en publicaciones periódicas como summa (v.) yDana (v.). Finalmente, la revalorización de lasestaciones en tanto patrimonio ha incluido tam-

impiden la expresión arquitectónica de las nue-vas técnicas. Por caracterizar la arquitectura fe-rroviaria en este marco negativo fueron des-conocidos varios problemas que particularizaronsu historia y que llevaron al planteo de solu-ciones novedosas desde el punto de vista tipo-lógico y estilístico. Dentro de esta especifici-dad, la arquitectura ferroviaria encarnó uno delos problemas centrales del siglo XIX: la rela-ción entre Arte y Técnica. Los arquitectos de-cimonónicos no fueron ajenos al problema lin-güístico que representaba en las grandesestaciones la convivencia de las nuevas técni-cas de construcción industrializada con las re-glas del arte arquitectónico. Sin embargo, estaproducción historiográfica ha ignorado los in-tentos de reconciliar Arte y Técnica que tuvie-ron lugar en el ámbito de la Academia de Be-llas Artes de París a partir de la labor detratadistas como Perronet y Reynaud. En talsentido, la elección de Retiro como la estaciónmás estudiada por gran parte de la historio-grafía argentina ha sido útil a la difusión de es-ta línea interpretativa, ya que dicha estación re-presenta claramente la tajante división entreArte y Técnica. Esto explica que la mayoría delos trabajos omitan el caso de Constitución, enque la relación entre estos dos términos se viotransformada en forma significativa.

bién la de los edificios cabecera, renovandoel interés en el tema (Cacciatore, 1996).

La producción historiográfica de los últimostreinta años se ha mantenido fiel a las líneas in-terpretativas ya señaladas, incluso en trabajosque, a partir de comparar los edificios ferroca-rrileros locales con ejemplos internacionales,se proponen inscribir la historia de los ferro-carriles argentinos dentro de un relato mayor(Iglesia, 1963). Por esa razón, la historiografíaargentina ha permanecido a la saga de una se-rie de trabajos recientes que, tomando comopunto de partida la identificación de innova-ciones tipológicas y lingüísticas producidasen torno de la arquitectura ferroviaria, han po-dido reescribir su historia (A. Colquhoun, 1995).

Desde dentro de la disciplina arquitectóni-ca se ha llevado a cabo una gran cantidad detrabajos sobre transformaciones territoriales yurbanas provocadas por el ferrocarril (MartaB. Silva, 1981; M. C. Magaz; M. B. Arévalo,1987). aunque algunos de ellos exceden el ca-rácter de relevamiento para poner al ferroca-rril en una trama más amplia de relaciones (L.Müller, 1998). Sin embargo, la gravitación dela arquitectura ferroviaria sobre el ambienteconstruido no ha sido mayormente estudiada.Aun en algunos trabajos recientes que han re-saltado la importancia adquirida en las últimas

86 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u EL HALL CENTRAL DE CONSTITUCIÓN, CORONADO POR LA INMENSA BOVEDA DE CAÑON CORRIDO, ES UNO DE LOS ESPACIOS PÚBLICOS MÁS GRANDES DE BUENOS AIRES.

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décadas del siglo XIX y primeras del XX por ladifusión de construcciones de carácter provi-sorio, materializadas con madera aserrada yelementos de origen industrial, no se explorala relación de esta producción con la gran ex-pansión del ferrocarril que tuvo lugar en unperíodo coincidente (J. F. Liernur, 1993). Enotros países, numerosos trabajos registran laaparición del ferrocarril como uno de los he-chos mas importantes en la historia tanto delterritorio como de la arquitectura (P. Oliver,1997). Particularmente en los Estados Unidos,dicha aparición representa, a su vez, un pun-to de inflexión en las formas de construcciónde tipo vernáculo (J. Stilgoe,1982). F. W.

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FITTE, RAÚL. Buenos Aires, 1892 – Íd., 1945.Arquitecto, docente. De vasta labor como pro-fesional liberal en sociedad con Raúl Togneri(v.), se destacó también por su actuación enla SCA (v.) y la UBA.

Proveniente de una acaudalada familia deorigen francés, Fitte inició sus estudios, queterminó en 1913, en la Escuela de Arquitectu-ra de Buenos Aires. A partir de ese año pasó atrabajar en sociedad con Raúl Togneri a lo lar-go de más de tres décadas.

Fitte también mantuvo una fuerte presen-cia en distintas instituciones, y definió así unpolifacético perfil que le permitió incursio-nar en el plano docente, teórico y de gestión,con inquietudes que se hallaban centradas prin-cipalmente en el estudio de aspectos organi-zativos y reglamentarios de la profesión, y dela edificación en la ciudad de Buenos Aires.

Fue profesor en la Facultad de CienciasExactas Físicas y Naturales de Buenos Airesdesde 1913. Participó en congresos de arqui-tectura, siendo delegado al de Washington, alII Congreso Panamericano en Montevideo(1920), al de Travailleurs Intelectuelles (París,1923), presidente del III Congreso Panameri-cano de Arquitectos (Buenos Aires, 1927) y de-legado oficial del PEN al V Congreso Pan-americano de Arquitectos (1940).

También actuó en la SCA, donde fue vice-presidente en el bienio 1919-1920, y en 1922,e integrante de la Comisión encargada de es-tudiar las mejores dimensiones en que debí-

an dividirse las manzanas urbanas. En ese ám-bito participó además en la comisión de re-glamentación profesional y desarrolló estudiosacerca de las incumbencias de las profesionesque convivían en la Facultad de Ciencias Fí-sicas y Matemáticas, que lo llevaron a promo-ver el deslinde de las responsabilidades de losarquitectos y agrimensores. Desde 1927 hasta1929 ocupó la presidencia de la SCA, y por suiniciativa se creó la Comisión Especial de Ur-banismo y Estética. Fue designado miembrode dicha Comisión en representación de laSCA, junto a Karman (v.), Ghigliazza (v.) y Mar-tín Noel (v.); cargo que por razones de salud nopudo ocupar, y en el que fue reemplazado fi-nalmente por Morra (v.).

La progresión de la enfermedad —tuber-culosis— motivó en 1929 su viaje a Suiza, don-de comenzó a analizar el funcionamiento delos distintos establecimientos hospitalarios queconoció. Debido al interés que despertaron susprimeras notas publicadas en la Revista de Ar-quitectura, el Consejo Directivo de la Facultadde Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, poruna inquietud de Coni Molina (v.) y de Chris-tophersen (v.), le encomendó la elaboración deun trabajo más amplio, que lo llevó a reunirinformación de 25 establecimientos de Fran-cia, Suiza, Italia y España, y enunciar princi-pios teóricos para la composición de sanato-rios de enfermos tísicos en su obra Sanatoriosde Altitud, que la SCA editó en 1935.

A su regreso al país se desempeñó en elBanco Hipotecario Nacional como miembrotitular de la Comisión de Contralor de Tasa-ciones, en donde realizó estudios que culmi-naron con la edición del libro Antecedentes pa-ra el estudio de normas para las tasaciones urbanasen Capital Federal, en coautoría con Cervini.

La misma enfermedad, de la que nunca pu-do restablecerse, causó su muerte en 1945,cuando el Banco Hipotecario le había enco-mendado la realización de su nuevo edificiofrente a la Plaza de Mayo. G. V.

FLEURY TRONQUOY, F. S/d. Arquitecto. Acti-vo en Buenos Aires a principios del presentesiglo. Realizó obras dentro del género ecléc-tico-modernista.

Proyectó un edificio para Gath & Chavesen Florida y Cangallo (hoy Perón), así comonumerosas residencias: Rodríguez Peña 245,Lavalle 2051, Solís 775. También es autor dela Catedral de Mercedes en la Provincia deBuenos Aires.

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87Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u SEDE DEL CLUB UNIVERSITARIO DE BS. AS., DE R. FITTE.

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FOLKERS, ENRIQUE. Groningen (Holanda),1873 - s/d. Arquitecto. Activo en Buenos Ai-res a principios del siglo XX. Realizó obras den-tro del repertorio Art Nouveau.

Se graduó de arquitecto en 1902, luego derealizar estudios en la Academia de Bellas Ar-tes y Ciencias Técnicas de Rotterdam, la Éco-le des Beauxs Arts de Bruselas y la Universi-dad de Delft. En Holanda realizó obras deservicios urbanos en la ciudad de Leyden. Pos-teriormente viajó a América del Sur y se ins-taló primero en el Paraguay, donde trabajó enproyectos para los puertos de Asunción y En-carnación. Llegó a la Argentina en 1907 y re-validó su título en 1909. Realizó obras en Bue-nos Aires, Córdoba, San Luis, Misiones yCorrientes. Sus principales trabajos son: eledificio de Casimiro Gómez, en Bernardo deYrigoyen 172, Buenos Aires, y sobre la mismacalle, el Club Español, obra que fue productode un concurso realizado en 1907, concebidadentro de la corriente que puede denominar-se Arte Nuevo (v.), aunque el resultado sea unhíbrido entre elementos del Modernismo ca-talán, la Sezession vienesa y el Jugendstil. Enefecto, el conjunto no se aleja de los modos decomposición académicos en sus lineamientosgenerales, pero se diferencia profundamen-te en los detalles, ejecutados a partir de de-coración naturalista anticlásica y el uso de po-licromías.

Bibliografía: R. Giunta. “Un Holandés diseña el Club

Español”. En: AA.VV. Arquitectos europeos en Bue-

nos Aires. 1860-1920. Bs. As.: Fundación Tiau, 1996.

F. Ortiz, J. C. Montero, R. Gutiérrez, A. Levaggi y A.

S. J. de Paula. La arquitectura del liberalismo en la

Argentina. Buenos Aires: Sudamericana, 1968.

FOLLETT, SYDNEY GEORGE. Londres, 1883 -Buenos Aires, 1968. Arquitecto. Llegado alpaís en 1911, se integró al estudio de ar-quitectura fundado por E. L. Conder (v.) en1891 y aseguró su continuidad luego de lamuerte de este último. Fue posiblemente elarquitecto más representativo de las cons-trucciones que las empresas británicas hicie-ron en la Argentina desde fines del siglo XIX.Entre sus numerosas obras se destacan lasdel rubro comercial y ferroviario, y dentro deestas últimas, la Estación Retiro del Ferro-carril Central Argentino. También fue autor denumerosas obras relacionadas con la vida dela comunidad británica en la Argentina, comoiglesias, colegios y residencias particulares.

Sydney George Follett (SGF) demostró tem-pranamente cualidades para el dibujo. A la edadde 17 años sus diseños le valieron su primerpremio de importancia. Entre 1901 y 1906 es-tudió en la Edimburgh School of Art; recibióuna beca para viajar a Italia, donde permane-ció cuatro meses visitando y dibujando edifi-

cios de renombre. Entre 1906 y 1908 fue em-pleado como dibujante en el estudio de R. R.Anderson en Edimburgo y en 1908 ganó la Pu-gin Studentship Medal en reconocimiento porsu trabajo. Esta corta pero destacada trayecto-ria le permitió trabajar en el estudio del ar-quitecto Sir Edwin Lutyens entre 1908 y 1910.

Fue Lutyens quien recomendó a SGF en susolicitud de un puesto de trabajo en la Argen-tina. La oferta provenía de un estudio que ha-bía sido fundado en 1891 por Eustace Lauris-ton Conder, otro arquitecto de origen británico.A pesar de que el número de aspirantes al-canzaba los ciento veinte, SGF resultó elegido;llegó a Buenos Aires en 1911. La incorporaciónde SGF tiene directa relación con el desarrollodel proyecto de la terminal ferroviaria de Reti-ro, que había sido encomendada a Conder porla empresa del Ferrocarril Central Argentino.

La llegada de SGF significó un punto de in-flexión en la caracterización estilística de la pro-ducción del estudio y la Estación Retiro. La tí-pica profusión ornamental victoriana de laspropuestas preliminares de Conder dio paso ala austeridad clasicista del proyecto de SGF. Porsu sobriedad, su tectonicidad y su firme an-claje en el Clasicismo francés, la propuesta deSGF da cuenta de la influencia del llamado Es-tilo Eduardiano que caracterizaba a la Inglate-rra de cambio de siglo. En esta más amplia co-rriente de simplificación volumétrica y formales posible ubicar también a la figura de Lutyens,uno de los principales referentes de SGF.

La encomienda de Retiro fue la culmina-ción de una fructífera relación con el Ferro-carril Central Argentino (FCCA). El estudiomismo había surgido en Rosario para dar res-puesta a un variado conjunto de obras de esaempresa ferroviaria, que incluyó la urbaniza-ción de Fisherton y la construcción de algunasde sus viviendas. Ya trasladado a Buenos Ai-res, Conder recibió el encargo del FCCA parala construcción de su sede administrativa enel centro de la ciudad, obra que fue terminadaen 1900. Diez años más tarde la conexión conlos ferrocarriles seguía dando frutos, ahora através del nuevo edificio para la Oficina de Ajus-tes de Ferrocarril. Ubicado en Paseo Colón yAlsina, fue popularmente conocido como unode los primeros “rascacielos” de la ciudad. Pro-yectado en conjunto con el estudio Chambers&Thomas (v.), es un excelente ejemplo de la fa-se tardía del estilo victoriano.

La terminal de Retiro, inaugurada en 1915,constituye la obra más importante del estudioy contribuyó a consolidar su posición en el con-texto local. De allí en adelante, la firma se con-

88 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u EL ARQ. S. FOLLET, EN SU ESTUDIO, TRABAJANDO SOBRE LOS PLANOS DE LA ESTACIÓN RETIRO.

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virtió rápidamente en el principal estudio dearquitectura de las empresas británicas en laArgentina. Las dos décadas que siguieron ala inauguración de Retiro concentran un grannúmero de obras cuya escala y variedad con-vierte al estudio en uno de los principales desu tiempo.

La particular relación del estudio con los in-tereses ingleses resultó ser determinante res-pecto de los tipos de obra encomendadas, porlo que se diferenció de otros arquitectos y es-tudios del mismo período. Encomiendas ca-racterísticas de los estudios porteños de las pri-meras cuatro décadas del siglo XX, comopalacios, petit-hôtels y casas de renta son casiinexistentes en la obra del estudio en el queSGF fue ganando un rol protagónico (entre lasresidencias se destaca un número limitado deviviendas suburbanas). La mayoría de las obrasmás relevantes corresponden a arquitectura co-mercial y bancaria (SGF se convirtió en sociode la Cámara de Comercio Británica en 1925).

Los bancos y oficinas comerciales que con-forman el rubro más abultado de la produc-ción del estudio se ubicaron en un área centralde Buenos Aires que, gracias a la construcciónde este tipo de edificios, comenzaría a ser co-nocida como la “City porteña”. Este importantenúmero de edificios merece estudiarse dete-nidamente para identificar, por un lado, un pri-mer conjunto de obras más cercanas a las so-luciones convencionales de la ArquitecturaAcadémica, como las sucursales del Banco deLondres y América del Sud y, por otro lado, ungrupo en el que se ensayan soluciones relati-vamente más novedosas. Dentro de este se-gundo grupo se destacan las sedes de las com-pañías Moore & Tudor (1915), NorthernAssurance (1918) y la ampliación del AngloSouth American Bank (1930). Aun dentro delos límites del repertorio clásico, estos edifi-cios se destacan por una particular relaciónentre llenos y vacíos, resultante de una cre-ciente diferenciación entre estructura y cerra-miento. Ello tiene una directa relación con sig-nificativos cambios tecnológicos, como el usode estructuras y cerramientos metálicos. Sibien es difícil encontrar en la fachada de estosedificios la expresión de la estructura metáli-ca, no es posible pasar por alto algunos clarosindicios de independización de la estructurade la cual la columnata que define la plantabaja del Anglo South American Bank es un ex-celente ejemplo.

Pero el aspecto más destacable de estos edi-ficios lo constituye el tratamiento de los vací-os, ya que los mismos están resueltos a partir

de carpinterías metálicas que integran en fa-chada dos o más niveles. Las mismas eran fre-cuentemente concebidas como gigantescas bowwindows, como en el caso de Northern Assu-rance. Este tipo de soluciones, que aparece lue-go de la llegada de SGF al estudio, se hace ecode las experimentaciones que a nivel tecnoló-gico y expresivo que venían desarrollándosedesde mediados del siglo XIX en los distritoscomerciales y bancarios de las principales ciu-dades del mundo, especialmente en Inglaterray los Estados Unidos. Se trata de un conjuntode experimentaciones que se encuentran en elorigen tanto del rascacielos moderno como delhoy extendido courtain wall.

Otro rubro importante de la producción delestudio, en donde el uso de estas fachadas li-vianas resultó determinante, es el de las “gran-des tiendas”. La mueblería H. C. Thompsonde la calle Florida, la ampliación de la casa cen-tral de Harrod´s y el anexo de la casa centralde Gath & Chaves dan cuenta de este tipo derecurso técnico-expresivo por el que las vidrierasganaban escala urbana. De entre las 14 sucur-sales de Gath & Chaves construidas en todo elpaís se destaca la de Rosario, no solo por la en-vergadura de la obra sino también por el tiem-

po récord en que fue construida gracias al rá-pido armado de su estructura metálica.

Para estas firmas comerciales se constru-yeron también talleres y depósitos. El indus-trial aparece entonces como un rubro de im-portancia que por la cantidad y la variedad deobras también diferencia la producción del es-tudio del de sus pares. A los talleres y depósi-tos se suman mataderos y frigoríficos, comolos de Smithfield (1925-1927), centrales tele-fónicas, como la de Unión Telefónica (1939),y fábricas, como las de Anglo Argentine Iron(1930) o Goodlass Wall (1931).

Fueron algunos de estos edificios indus-triales los primeros en ser construidos con es-tructuras de hormigón armado (v.), y de esta for-ma se bandonó el uso de la estructura metálicaque había caracterizado fuertemente a la pro-ducción del estudio durante sus primeras dé-cadas de existencia. En correspondencia con es-tos cambios tecnológicos, se produjo una gradualtransformación en el plano estilístico. Sin te-ner la purista y apaisada expresividad de las pro-puestas centroeuropeas que fueron recogidaspor arquitectos locales más vanguardistas, es-tas construcciones industriales son los prime-ros edificios en los que se ensayan el despojoornamental y la pureza volumétrica, sin echarmano del vocabulario de los estilos históricos.

Esta transformación estilística no tardaríaen trasladarse a otro tipo de edificio. A esta al-tura es necesario dejar sentado que el rol cadavez más protagónico que SGF tuvo en el pro-ceso de renovación quedó definitivamente con-solidado luego de la muerte de Conder, en 1935,y del alejamiento de Farmer en 1937. A partirde entonces, SGF avanzó por el camino de lasimplificación formal y adoptó una suerte de“Racionalismo” de líneas verticales, cuyos me-jores ejemplos son la central de Unión Tele-fónica (1939) y el Ministerio de Transportes,terminado en 1954, a un lado de la Estación deRetiro en Buenos Aires.

La fuerte verticalidad definida por el con-traste entre el avance de las pilastras y el rehun-dimiento de ventanas y antepechos es un re-curso muy utilizado en los primeros edificiosmodernistas de Buenos Aires, que reconoceen la arquitectura de Louis Sullivan y de losprimeros rascacielos de Chicago como unosde sus referentes principales. Fundamental-mente desarrollada por SGF durante la déca-da de 1940 y primeros años de la década de1950, este tipo de expresión resulta algo tardíaen comparación con algunos ejemplos canó-nicos de la arquitectura argentina, que ya en ladécada de 1930 había adoptado un lenguaje si-

fol fol

89Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u OFICINA DE AJUSTES DEL FERROCARRIL, EN BS. AS., DE

CONDER - FOLLET - FARMER Y CHAMBERS & THOMAS.

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milar. De todas formas, no hay que pasar poralto el antecedente la sucursal Santa Fe de Gath& Chaves, en el que ya desde 1928 se estabaponiendo en práctica este nuevo repertorio,que incluía la resolución de la esquina en for-ma de exedra, compartida con el Ministerio, yla ornamentación naturalista de los antepe-chos, que comparte con la Central Telefónica.

Algunos contados ejemplos de la época re-alizados en Buenos Aires, como la casa de ren-ta de la calle Reconquista (1939), dan cuentadel abandono de la verticalidad en favor de unamayor neutralidad, expresión que se acercamás a la de la Arquitectura Racionalista, tal co-mo se la conoce en la Argentina. Del mismoaño es el edificio de la Compañía Anglo Ar-gentina de Electricidad en Paseo Colon al 600,cuya fachada guarda una relativa similitud conlas de la serie de edificios proyectados unosaños antes por Antonio Vilar (v.) sobre la Ave-nida del Libertador.

A pesar de la adopción de un nuevo voca-bulario, las obras realizadas a partir de la dé-cada de 1940 muestran una pervivencia de lasreglas académicas de composición. El ejemplodel colegio San Andrés, construido en Olivosen 1953, resulta elocuente en este sentido. Sibien el alzado da cuenta de una renovación for-mal que se encamina hacia los volúmenes pu-ros, la desmaterialización de las esquinas y lasventanas corridas, el trazado de la planta ha-blan de una composición aún gobernada porun fuerte eje de simetría que es claramente en-fatizado por la torre con reloj.

Pero en cuanto al lenguaje, el Colegio SanAndrés tiene un interés adicional porque co-mienza a incluirse el ladrillo en la expresión delas fachadas, un material que caracterizará to-da una última fase de la producción de SGF.

Si bien el ladrillo (v.) era ya parte insepara-ble de la imagen de la arquitectura inglesa, suuso se hallaba mayormente limitado a la ar-quitectura residencial o a estructuras de ca-rácter más utilitario, como construcciones fa-briles o ferroviarias. De manera que desde finesdel siglo XIX, los edificios de ladrillo cons-truidos por el estudio son exclusivamente re-sidencias suburbanas y construcciones ferro-carrileras. Como excepción debe mencionarseal pabellón construido en 1930 para el ColegioSan Jorge de Quilmes, aun cuando su estiloguarda una estrecha relación con la arquitec-tura ferroviaria y su localización lo ubica den-tro del imaginario del suburbio jardín, del quetambién participan las viviendas mencionadas.

Por fuera del conjunto descripto, la obra deSGF en la que el ladrillo hace una aparición

decidida es la capilla del Cementerio Británi-co de la Chacarita, construida durante la Se-gunda Guerra Mundial. Su sobriedad y ro-bustez tiene parentesco con un tipo dearquitectura conmemorativa, difundida en GranBretaña en el período de entreguerras, de lacual nuevamente Lutyens fue unos de sus re-presentantes más destacados.

En los emplazamientos más urbanos, el la-drillo tardó un poco más en aparecer. Lo ha-ce tímidamente en el Archivo del Banco de Lon-dres en 1950 y en forma más decidida en elpequeño edificio de departamentos construi-do en 1953 en la esquina de Virrey del Pino yO'Higgins, en Buenos Aires.

Donde la maestría en el uso del ladrillo al-canza su máxima expresión es en la recons-trucción parcial de la Iglesia Presbiteriana deSan Andrés. Tras la demolición de la torre deacceso a la iglesia, debido al ensanchamientode la Avenida Belgrano, se encomendó a SGFel diseño de un nuevo frente, que fue cons-truido en ladrillo a pesar de que la iglesia te-nía, originalmente, una terminación exteriorcon imitación de sillería. El trabajo de Follett,finalizado en 1963, se destaca por el cuidadopuesto en cada uno de los detalles. El nuevofrente, que no oculta la sección de la nave prin-cipal, tiene como elemento central una gran

ventana de arco ojival, en la que se reutiliza-ron una serie de vitraux existentes en el sectorde la iglesia que resultó demolido.

La religión tuvo en la obra de SGF un lugardestacado. Esta parte de su producción guar-da una estrecha relación con el activo rol queSGF desempeñó en distintos grupos de perte-nencia de la colectividad británica. El título dearquitecto diocesano que la Iglesia Anglicanale otorgó en la temprana fecha de 1930 es undato elocuente en este sentido. Su espíritu par-ticipativo y su particular posicionamiento so-cial dentro de la comunidad se sumaron aquíal renombre profesional para hacerlo desti-natario de numerosas encomiendas. Entre 1921y 1963 proyectó tres templos y llevó adelantela ampliación y remodelación de seis iglesiasde distintas congregaciones protestantes.

En todas estas obras, SGF da cuenta de unadedicación y una minuciosidad que raramentepodemos encontrar en otras. Ello se expresa nosolamente en el exterior por el cuidado uso delladrillo, sino también en los interiores por eltrabajo de la madera, cuyos detalles eran fre-cuentemente proyectados en escala real. En es-te material, SGF diseñó todo tipo de elemen-tos, desde subdivisiones internas y púlpitoshasta cajas de órganos y bancos para el coro yla feligresía. Entre estos interiores sobresalela ampliación de St. Saviour´s (1921) y la re-modelación de Dr. Smith Memorial (1931).

La singular dedicación e interés de SGF poreste tema no resulta extraña si se tiene en cuen-ta la centralidad de la arquitectura eclesiásticaen los principales debates arquitectónicos de laInglaterra de fines de siglo XIX. Ese ambienteromántico en el que el mundo gótico aparecíacomo la máxima fuente de inspiración debióhaber influido fuertemente en SGF durante susaños de formación. Por lo menos así lo atesti-gua una serie de magníficos croquis de viejasiglesias y casas rurales del sur de Inglaterra queSGF dibujó entre 1903 y 1906.

Es posible que este tipo de obras le hayapermitido a SGF refugiarse en el uso de un re-pertorio formal más tradicional, con el que pro-bablemente sentía más afinidad, especialmentea medida que pasaban los años y la brecha en-tre ese repertorio y los más nuevos se iba agran-dando. En tal sentido, es significativo recordarque obras como la mencionada Iglesia de SanAndrés, para cuyo diseño interior SGF recu-rrió a motivos ornamentales naturalistas deinspiración gótica, fue realizada durante la dé-cada de 1960. De manera que se puede con-cluir que la respuesta a algunos desafíos queplanteaba la nueva arquitectura quedaron en

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u GRANDES TIENDAS HARROD´S, SOBRE LA CALLE FLORIDA.

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manos de su hijo Ricardo Follett quien, trasgraduarse como arquitecto en la Universidadde Buenos Aires, le dio continuidad al estudioal incorporarse a él en 1953, luego del falleci-miento de SGF en 1968. F.W.

Bibliografía: F. Ortiz, J.C. Montero, R. Gutiérrez, A.

Levaggi y A. S. J. de Paula. La arquitectura del li-

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summa. N.° 53, 2002.

FONDO NACIONAL DE LA VIVIENDA (FONAVI).Fondo continuado para el financiamiento de vi-viendas de interés social (v.), constituido ini-cialmente por la Ley 19.829/72, en base a unacontribución del 2.50% sobre sueldos y sala-rios a cargo de los empleadores, y otra del1.50% sobre la venta de ganado a faenar (es-tablecido anteriormente por Ley 19.876/72).Fue modificado por la Ley 21.581/77, queestableció su constitución de la forma si-guiente: 5% sobre sueldos y salarios a car-go de los empleadores; 20% sobre los apor-tes previsionales de trabajadores autónomosy otros recursos obtenibles a través de la re-cuperación de préstamos, donaciones, etc.La creación de un fondo continuado para elfinanciamiento de la vivienda registraba an-tecedentes en México y Brasil.

Ley 19.829/30.11.72 (reglamentada por De-creto 7680/72): primera ley FONAVI. Sancio-nada por el gobierno militar de Alejandro La-nusse, los ministros de Bienestar Social queintervinieron en su gestación fueron F. Man-

rique y O. Puiggrós. El organismo de aplica-ción de la ley era el Ministerio de Bienestar So-cial, asistido por un Consejo Asesor Perma-nente presidido por el subsecretario deVivienda, donde participaban también repre-sentantes de la CGT y de la Cámara Argentinade la Construcción. Con estos fondos se fi-nanciaban tres operatorias: 1) Programas de promoción habitacional (PPH),ejecutados por la Subsecretaría de Vivienda. 2) VEA-FONAVI, plan ejecutado por el BancoHipotecario Nacional (v.) mediante el progra-ma del mismo nombre (v. Plan VEA), denomi-nado a partir de 1973 Plan 17 de Octubre y apartir de 1976 Plan 25 de Mayo. 3) Viviendas de Interés Social (VIS), ejecutadopor intermedio del Banco Hipotecario Nacio-nal como préstamos personales para la cons-trucción de viviendas, que a partir del 1973 pa-só a denominarse Eva Perón y desde 1976 IslasMalvinas. La puesta en marcha del Plan se pro-dujo a mediados de 1974.

Ley 21.581/23.05.1977. Sancionada por elgobierno militar de J. R. Videla, encargaba a la

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91Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u EL CONJUNTO PIEDRABUENA, BS. AS., DE MANTEOLA, SÁNCHEZ GÓMEZ, SANTOS, SOLSONA Y VIÑOLY, FUE CONSTRUIDO CON FINANCIACIÓN DEL FONAVI.

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Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda losaspectos generales de planificación, determi-nación de prioridades y normas de las opera-torias, quedando a cargo de los organismosprovinciales la ejecución de los programas (Ins-titutos Provinciales de Vivienda). Al Banco Hi-potecario Nacional le correspondía la centrali-zación de la recaudación, el libramiento defondos y los controles técnicos de los progra-mas que efectuarían los organismos ejecuto-res provinciales. El consejo asesor creado porla ley anterior fue eliminado, ya que la Secre-taría establecía decisiones centralizadas encuanto a la adjudicación de las unidades (sis-tema de puntaje en función de los ingresosmensuales del grupo familiar). En 1979 se creóla Comisión Interregional del FONAVI (CIF),que brindó a las provincias la posibilidad departicipar en las decisiones de la SEDUV. Pa-ra la asignación de los cupos a las provinciasse consideraba el déficit habitacional relativoy las características socioeconómicas de cadajurisdicción. Las viviendas debían dirigirse asectores de la población de “recursos insufi-cientes”, para cuya determinación la SEDUVfijaba “valores mínimos de consumo”, segúnel tamaño y la composición de los grupos fa-miliares. En 1981 se introdujo una variante enlos sistemas de adjudicación, ya que se admi-tió el financiamiento de conjuntos promovi-dos por sociedades sin fines de lucro.

Los recursos del Fondo financiaban los si-guientes rubros: a) viviendas; b) obras de ur-banización, equipamiento, de infraestructuray complementarias; c) redescuento de créditoshipotecarios de programas ya construidos; d)contratación de servicios técnicos y profesio-nales para el desarrollo de los planes; e) fomentoy participación en programas de investigacióny desarrollo tecnológico, social y económico.

Las unidades podían ser asignadas en ven-ta, con plazo cierto hasta 30 años y con plazoincierto (dejado sin efecto en 1980) en como-dato o préstamo de uso.

Pese a la alta inflación de algunos períodos,al rezago en la aplicación de los programas,atrasos de depósitos y evasión, el FONAVI cons-tituyó un fondo apreciable que permitió cons-truir, entre 1976 y 1981, 87.825 unidades de vi-vienda en todo el país, con un promedio anualde 14.638. Estas cifras representaron el resul-tado de un importante esfuerzo estatal, congran impacto en el mercado, especialmente enlas provincias del interior, que recibieron unaproporción de la inversión muy superior a suparticipación en el total de la población urba-na nacional, pero más acorde con la prevalen-

cia de situaciones deficitarias (Yujnovsky, 1984). Ley 22.293/01.10.1980. Eliminaba las con-

tribuciones previstas por la Ley 21581, sustitu-yéndolas por un monto fijado en el prepues-to nacional, equivalente al 47,73% de los aportesprevisionales, y proveniente de la recaudacióndel Impuesto al Valor Agregado (IVA). De es-ta forma el FONAVI perdió sus fondos espe-cíficos y quedó subordinado a las disposicio-nes de la Secretaría de Hacienda del Ministeriode Economía. Además, se eliminaba una con-tribución de los empleadores para hacerla re-caer sobre la población en general. En 1981 y1982 los porcentajes se redujeron al 20,77% yal 36% respectivamente para recuperar el ni-vel indicado por la ley a partir de 1983.

Desde 1981 (Res. n.° 41) se establecieron 4tipos de vivienda, financiados por el FONAVI,que se diferenciaban en su precio, niveles determinación y superficies. (El último criterionunca había sido utilizado anteriormente enplanes oficiales para diferenciar categorías devivienda). La superficie mínima para la cate-goría inferior se fijó en 56 m2. Se fijaron tam-bién exigencias tecnológicas de habitabilidady para el diseño habitacional, y normas bási-cas para el diseño urbano.

Con respecto a la selección y contrataciónde proyectos, hasta 1980 se utilizó el sistemade proyecto y precio, luego se dispuso el lla-mado a concursos de anteproyectos o a la ela-boración de proyectos en las oficinas técnicasde los institutos provinciales de vivienda. Den-tro de la arquitectura producida en el marcodel FONAVI, pueden indicarse los siguientesconjuntos: conjunto Piedrabuena (Manteola,Sánchez Gómez, Santos, Solsona Viñoly, (v.));Sallaberry y Tarsitano (Aslán y Ezcurra, (v.); Ma-taderos, Capital Federal, 2.100 viviendas, 1974-1979); barrio Centenario (Baudizzone, Díaz,Erbin, Lestard, Varas (v.), Santa Fe, 1978-1982);conjunto habitacional Formosa (Estudio Staff,(v.), Formosa, proyectado en 1980).

Durante el gobierno del radicalismo (1983-1989) se trató de dar un nuevo impulso al FO-NAVI, mediante la profundización de los as-pectos de descentralización y federalismo quedesde su creación se encontraban presentes.Desde el punto de vista de la arquitectura pro-ducida, se trató de realizar conjuntos más pe-queños que los anteriores y de mayor integra-ción urbana. Algunos ejemplos fueron lossiguientes: conjunto en Rawson (Leguizamón,Scabuzzo, Scahargrodsky; San Juan, 250 vi-viendas, 1984); conjunto en Rosario (Ibarlucía;200 viviendas, 1989); conjunto en Arroyito (Gra-mática, Guerrero, Morini, Pisani, Rampulla,

Urtubey (v.); Córdoba, 200 viviendas, 1984);conjunto en Río Cuarto (Ponce, de Vertoz, H.Díaz, C. J. Díaz; Córdoba, 110 viviendas, 1983).

A partir de 1989, el FONAVI se vio afec-tado por las propuestas de reforma del Esta-do del gobierno peronista. Los decretos 690 y691/1992 inician la reprogramación del FO-NAVI. El Decreto 690 (06.05.1992, Política yPlan de Acción a desarrollar por la Secretaríade Vivienda y Calidad Ambiental) incluyó undiagnóstico del funcionamiento del FONAVI,donde se afirma que entre 1976 y 1992 se des-tinaron más de 10 millones de dólares para sufuncionamiento. El mismo diagnóstico pro-ducía fuertes críticas al FONAVI: a) ineficaciadel sistema; b) inequidad del sistema, en cuan-to a que no llegaría a la población de meno-res recursos; c) falta de transparencia y dis-crecionalidad en la adjudicación de unidades;d) inadecuada distribución geográfica; e) ba-jo nivel de recupero. La crítica que apunta aproblemas más importantes parece encontrarseen el punto d): “los mecanismos actuales dedistribución de recursos entre provincias handeterminado que la construcción de viviendasno se localice conforme a criterios que privi-legien las áreas en las que las carencias sonmasivas y notorias, como en las grandes con-centraciones urbanas”. Si se tiene en cuenta lahistoria del FONAVI, esta crítica plantea unaparadoja: el sistema trató de llevar inversionesa las provincias y de solucionar los problemashabitacionales del interior, tradicionalmentepoco atendidos por las políticas nacionales. Sinembargo, ello ha redundado, según la actualposición de la SVCA, en una desajustada in-versión de recursos desde el punto de vistade las carencias de la población.

El citado decreto dispuso también la re-programación de la planificación elaborada porlos institutos de vivienda provinciales para elperíodo 1992-1994 (entre 1992 y 1993 se ter-minaron 83.000 viviendas, con autorizaciónde financiamiento, y se finalizaron 44.000 uni-dades de obra nueva). Para la reprogramacióndel sistema se propuso incorporar las directi-vas establecidas por una Comisión Asesora so-bre los siguientes aspectos: a) recupero de losfondos FONAVI; b) conversión del FONAVIen un fondo rotativo con equilibrio de largoplazo y preservación del ahorro social; c) des-arrollo de instrumentos financieros alternati-vos: aplicación de fondos de pensión, obliga-ciones negociables y mecanismos de ahorro;d) determinación de las condiciones técnico-organizativas que deben observar las propuestasde soluciones habitacionales e infraestructu-

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rales alternativas, tendientes a resolver el dé-ficit habitacional en sus distintas expresiones.

En la actualidad no existe una definiciónpolítica sobre la continuidad o reformulacióndel FONAVI, cuyos fondos han sido utilizadoscon frecuencia por algunas provincias para pa-liar desajustes presupuestarios y no para su finespecífico. No obstante, recientemente se anun-ció la construcción de 60.000 unidades de vi-vienda financiadas por el FONAVI. A. B.

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169, 1981; N.° 178, septiembre de 1982; “Evaluación

de la política de vivienda”. En: Revista de Arqui-

tectura. N.° 135, 1985.

FORESTIER, JEAN-CLAUDE NICOLÁS. Aix-les-Bains (París), 1861 - París, 1930. Parquista.Forestier se desempeñó como funcionario dela Municipalidad de París desde 1887 hasta1927. Como encargado de parques y jardi-nes, tuvo a su cargo el acondicionamiento delos terrenos para exposiciones, parques y pla-zas. Su propuesta sobre sistemas de espa-cios libres, condensadas en su manual de1906, logró una síntesis que integra la expe-riencia americana de la city beautiful, el pai-sajismo y la ciudad jardín de los ingleses conlas tradiciones francesas, que bajo el influjode Alphand se materializaron en la era de Na-poleón III. Su concepción de espacios públi-cos urbanos superó los criterios hausmania-nos, pues se inscribió en el ideario delurbanismo moderno del cual fue uno de susprotagonistas. Desde ese rol tuvo una dilata-da actuación institucional como miembro delMuseo Social de París, la Sociedad Francesade Arquitectos Urbanistas (1911), la Escue-la de Arte Público (1916), la Escuela de Al-tos Estudios Urbanos (1919) y la Liga Urba-na (1928). La proyección internacional delpaisajismo y el urbanismo francés favoreciósu actuación como consultor internacional.Fue contratado para estudiar las reservas deterrenos en las ciudades del protectorado fran-cés en el norte de África (1913) y en otrospaíses. En España diseñó los parques de laExposición Iberoamericana de Sevilla y de laExposición Internacional de Barcelona. EnAmérica Latina participó en la Comisión deEstética Edilicia —responsable de la elabo-ración del plan urbanístico para Buenos Aires

(1923-1925)— y se encargó del plan paraLa Habana (1925-1927) junto con un equi-po francés por él designado. Su actuaciónamericana fue objeto de duras críticas his-toriográficas, las que lo examinaron como ma-nifestación de un urbanismo latinoamericanoinstrumentado por una elite que copiaba irre-flexivamente los modelos parisinos. Contra-dictoriamente, las propuestas de Forestier su-peran esos planteos decimonónicos y, másglobalmente, iluminan las modalidades segúnlas cuales las propuestas para la ciudad seconstituyen sobre un permanente proceso detransferencias y traducciones entre países. Enparticular, su intento por asociar “tradición”y “modernidad”, la necesidad de incorporarlos rasgos identitarios de los sitios donde ac-tuaba, entró en consonancia con los objeti-vos de las corrientes regionalistas y neoco-loniales. En Buenos Aires Forestier fue uno delos primeros técnicos que argumentó sobrela necesidad de contemplar los suburbios ex-tramuros como parte del organismo urbano,en controversia con las opiniones locales queen los años veinte sostenían aún la imagende una ciudad cerrada y concentrada.

Jean-Claude Forestier (JCF) se recibió deingeniero forestal en la Escuela de Politécni-ca (1880-1882); luego siguió cursos en la Es-cuela Libre de Ciencias Políticas (1882-1883)y en la escuela de parques de Nancy (1883-1885). En esta última institución tomó con-tacto con el ingeniero Alphand —a cargo deldiseño de los parques bajo la administraciónde Haussmann—, quien lo convocó para co-laborar con él en la municipalidad de París.Su faz creativa le acarreó conflictos de com-petencias con arquitectos consagrados de laadministración, como Jean-Camille Formigé,hecho que complicó sus ascensos dentro de la

rígida burocracia francesa (Guérin, 1994). Ensu carrera como funcionario, tuvo a su cargola gestión de los bosques de Vincennes (1889),el sector oeste de los parques (1898), y una am-plia gama de proyectos. Entre sus interven-ciones, cabe mencionar el Parque de Sceaux,el de las Tullerías, así como la recuperación—y ampliación— del parque de Bagatelle(1905-1907). Participó del diseño de terrenospara exposiciones parisinas, entre ellas las uni-versales y las de artes decorativas (1925); elacondicionamiento de los terrenos del Cam-po de Marte —que protegió de los loteos es-peculativos—, de la Ciudad Universitaria(1921), de la Avenida de Breteuil.

A lo largo de esas intervenciones se dirimenvarias de sus ideas rectoras. Por un lado, la con-sideración de los trazados y especies originalesde cada uno de los sitios, que reformula en pro-yectos donde se superponen el formalismo deltrazado regular con la sensibilidad impresio-nista del cuadro vegetal. En cuanto al propio di-seño de los parques, JCF, sin ser absolutamenteinnovador, recuperó en una síntesis pragmáti-ca varias tradiciones. En las paredes verdes, te-rrazas y disposición de fuentes reencontró losrasgos del formalismo francés. La impronta delos jardines románticos se desplegó en los di-seños y la “naturalidad” de las extensiones decésped, que a su vez combina con las cualida-des didácticas del jardín hortícola. La axialidadde la composición académica se hizo tambiénpresente en los trazados de accesos y senderos.Esa preocupación por una geometría —simpley equilibrada—, de perímetros regulares, le per-mitió combinar especies y colores, en “traza-dos arquitectónicos con poética vegetal” (Im-bert, 1994), rasgos compositivos desarrolladosinicialmente en sus Notes sur la composition desjardins de 1907. Casi simultáneamente, su ma-nual Grandes villes et systémes de parcs, publica-do en 1906, resumía su esquema conceptualpara el conjunto de la ciudad.

El núcleo de sus preocupaciones teóricasse condensó en un “sistema de espacios ver-des y libres” —concebido como una red parala extensión metropolitana, que ignora las fron-teras administrativas y se funda en una aso-ciación de la ciudad con sus suburbios dentrode una sola e indisoluble aglomeración—, yfue el producto de múltiples filiaciones. La vi-sita a la Municipalidad de París, realizada porla Comisión del Senado de los Estados Unidosde Norteamérica para el Plan de Washingtonen 1901, lo puso en contacto con las expe-riencias de la city beautiful de los Estados Uni-dos de América. A ese ideario se sumó su co-

fon for

93Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u DIBUJO DE UN SECTOR COSTANERO DE BS. AS., DE J. C.

FORESTIER PARA LA COMISIÓN DE ESTÉTICA EDILICIA, 1925.

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nocimiento sobre el paisajismo inglés —par-ticularmente influido por Lutyens— y las pro-puestas de ciudades jardín de Howard, pu-blicitadas en Francia por Benoit-Levy.Asimismo, su actuación dentro de la conste-lación de reformadores que fundó la Secciónde Higiene Urbana y Rural (1908) del Mu-seo Social de París, espacio de gestación delideario de la Sociedad Francesa de Urbanis-tas, incidió en su contacto con las experienciasalemanas y en la incorporación de la dimen-sión social en las intervenciones públicas. Des-de esos aportes fue un actor clave en la for-mulación de las primeras propuestas para losterrenos de las fortificaciones parisinas, y par-ticipó en la Comisión de Extensión creada porla Prefectura del Sena (1913), base del concursode 1919 para la extensión de París (Jean-LouisCohen, 1992). JCF proponía un sistema je-rarquizado, donde en orden descendiente setransita de los parques metropolitanos hastalos espacios de juego, comunicados entre sípor una red de avenidas paseo, y sustituía asíla monumentalidad barroca con un conjuntode espacios abiertos. En su texto, se preocupapor diferenciar el carácter de los parkways y delos boulevards —que propone acondicionadospor material vegetal—, canteros y arboledas,como red estructural de un diseño urbano ypor sus bordes edificados, donde es insosla-yable la influencia de Hénard. Finalmente,más que un conjunto sistemático y de rasgos

pintoresquistas presentes aún en las propuestade Alphand, se trataba de reformular el pro-pio diseño de la ciudad, en una suerte de “ciu-dad nueva” y extendida sobre el territorio, pen-sada en consonancia con la geografía y latopografía, donde el espacio público y el planurbano constituían un paisaje susceptible deser estudiado en todas las escalas. En los tér-minos de Le Dantec: “para Haussmann y sussucesores, la ciudad era un centro político adominar militar y administrativamente; estaexigencia era la condición inicial para su des-arrollo (financiero, económico, higiénico, etc.).Para Forestier, al contrario, que reflexionó so-bre la experiencia americana, una gran ciudades un fenómeno histórico del cual la forma ycualidad expresan una cultura en devenir, esdecir en un grado de vinculación frente a lanaturaleza original en su aptitud a reiventarlade otro modo. En consecuencia, sus límitesson impertinentes” (Le Dantec, 1994). Tal vezdesde ese horizonte de sentido, hacia el fin desu carrera participó de la Liga Urbana creadapor Jean Girardoux, militante del movimien-to moderno que décadas después habría deeditar la Carta de Atenas (Chomart-Gaudin,1994). En su texto póstumo Principios de ur-banismo (1928) recuperó muchos principiossustentados por Le Corbusier, quien a su vezya lo había citado en 1925, indicios que regis-tró Jean Louis Cohen (1994) como manifies-to de la estima mutua. Esos datos inauguran

nuevos interrogantes, pues en sus proyectos—sobre todo en los de cuño urbanístico paraBuenos Aires y La Habana— dominaron loscriterios del reformismo, al definir exclusiva-mente trazados y grandes equipamientos de-jando librada la parcelaria a los privados, mien-tras la vivienda fue exclusivamente recreadaen conjuntos residenciales de ciudad jardín,que flanqueaban las avenidas o rodeaban losparques (Lejeune, 1994).

En las colonias francesas del norte de Áfri-ca, actuó como consultor encargado de estudiarel problema de las reservas de terrenos, con-vocado por el comandante Hubert Lyautey, acargo del gobierno de Marruecos (1912-1925).En ese laboratorio urbanístico se pusieron aprueba los intentos por conservar las ciuda-des vernáculas diferenciadas de los estableci-mientos europeos, y JCF desde su saber debíaresponder por medio del sistema de parquesa fines higiénicos, militares y estéticos que ase-guraran el acondicionamiento y crecimiento fu-turo de los establecimientos urbanos. Sus re-comendaciones para la conservación de losjardines árabes fueron recientemente reedita-dos por Leclerc y Tarragò i Cid (1997).

Su actuación en España difería en objeti-vos y contenidos con las propuestas africanas,aunque en ambos casos pudo profundizar enlas concepciones del jardín islámico, cuyas es-pecies naturales y disposiciones recuperó. En1911 trabajó en Sevilla, invitado para el ComitéEjecutivo de la Exposición Iberoamericana pre-vista para 1929. Su diseño de la reforma delParque María Luisa, marco de la futura mues-tra, estableció un perímetro hexagonal, querespetaba la centralidad de un estanque y laaxialidad de algunas avenidas existentes. So-bre esa base, diseñó una estructura polariza-da que cualificó con equipamientos de cuñoárabe, con fuerte influencia del Generalife yde la Alhambra. La inauguración del Parque,en 1914, y la cálida recepción que tuvo entrelos sevillanos encontró su correlato en nuevosencargos para la extensión del parque, que sematerializaron en la Unión de María Luisa yHuerta de Mariana (1915) y, en la década si-guiente, en los jardines del sector sur de la Ex-posición (1924) (Pérez Escolano, 1989). Pa-ralelamente asumió encargos de comitentesprivados, entre los cuales cabe citar los jardi-nes de la duquesa de Parcent en Málaga (1912),y de la Hacienda de Mortatalla en Córdoba(1916). En 1915 fue recomendado por el pin-tor José María Sert a los efectos de acondicio-nar el ámbito para la Exposición Internacio-nal de Barcelona de 1929. Se hizo cargo de

94 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u VISTA DEL BALNEARIO DE COSTANERA SUR. FORESTIER HIZO VARIOS PROYECTOS PARA ESTA ZONA DE BUENOS AIRES.

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uno de los terrenos del Montjuich, en tantolos otros fueron adjudicados al equipo de Do-menech y Montaner con Vega y a Puig i Ca-dafalch con Busquets. En un principio traba-jó en el Parque Laribal (1916), centro de laExposición, y luego en la Rosaleda (1918), don-de amplios parterres se encuadraban por hi-leras de naranjos. Aunque la asunción de Pri-mo de Rivera interrumpió parcialmente lasobras, JCF dejó su última impronta en los “Es-párragos” (1928), columnas luminosas queflanquean la avenida de acceso a la Exposición.En Barcelona participó también en la reali-zación de jardines privados —casa del mar-qués de Alella (1916), casa de Ferrer-VidalGuell (1919), entre otros— y públicos, comoel Parque de Pedralbes (1916), la Plaza del Mu-seo del Parque de la Ciudadela (1916) y el Par-que de Guinardo (1918). Muchos análisis in-terpretan sus intervenciones españolas comoyuxtaposición entre “lo latino” —visible en laspérgolas con rosales y en materiales como elladrillo— y “lo mediterráneo”, que alude a lamarca de lo islámico en el empleo del agua, elazulejo, las plantas aromáticas y los naran-jos (Domínguez Peláez, 1994). Sin embar-go, en las opciones proyectuales de JCF se tra-taba de un repertorio de mayor alcance ymúltiples influencias, plasmado pragmática-mente en un arte de jardines que, en sus pa-labras, “carece de teoría”. El respeto de JCFpor los rasgos sustantivos de la historia y el si-tio, que desarrolló tanto en el medio africa-no como en el español, halló resonancias dey en las corrientes regionalistas y nacionalis-tas, que vieron resueltas en el ámbito de la jar-dinería sus búsquedas identitarias y, en co-rrelato, tuvo un alto impacto sobre arquitectoshispanoamericanos, como el neocolonial ar-gentino Martín Noel, quien impulsó su mi-sión en la Argentina.

En Buenos Aires, JCF fue convocado en 1923para participar como experto de parques y jar-dines en el seno de la Comisión de Estética Edi-licia (v. Plan; Buenos Aires). En esa convocatoria in-tervinieron las redes que desde el Centenarioestablecieron los diplomáticos argentinos conla municipalidad de París y sus contactos conprofesionales argentinos. Por un lado, brega-ron por su contratación el presidente Torcua-to de Alvear (1922-1928), que venía de desem-peñarse como embajador en Francia y, al igualque su hermano Carlos —ex embajador y exintendente (1907), responsable de la convoca-toria de Jean-Joseph Bouvard para la confec-ción del Nuevo Plano (v. Bouvard) en 1907 —de-positaba suma confianza en los funcionarios

parisinos. Por otro lado, Martín Noel (v.) —her-mano del intendente de Buenos Aires CarlosNoel— había sido alumno de los cursos de JCFen París y compartió tareas profesionales conél en las exposiciones españolas, y creía com-partir, como se mencionó antes, principios ar-tísticos con su maestro. Su viaje a Buenos Ai-res, impulsado en la esfera decisional por losejecutivos nacionales y municipales, fue cues-tionado en el seno de un Concejo Deliberanteque debía aprobar el financiamiento de su mi-sión. Los opositores argumentaban que en Bue-nos Aires los parques y jardines contaban contécnicos capacitados y de amplia experiencia—como Benito Carrasco (v.)— y que era nece-sario preparar un expediente urbano que debíapreceder a la formulación de cualquier plan deurbanismo. Quienes lo defendían ponían demanifiesto su experiencia y sus aportes al ar-te de construir las ciudades. Y, finalmente, seautorizó su viaje.

La Comisión de Estética Edilicia, a la cualse sumó JCF, se constituyó a los efectos de po-ner coherencia a una serie de proyectos urba-nos que las autoridades recientemente elegi-das pretendían llevar a cabo. En particular, surol consistía en analizar desde su saber espe-cífico los proyectos de un empréstito aproba-do en 1923 para construir la Avenida Costane-ra, la ampliación del balneario, el mejoramientode plazas, parques de ejercicios físicos y colo-nias de vacaciones, piezas clave de la reestruc-turación urbanística propuesta. Con anteriori-dad, sobre esos temas ya había trabajado laDirección de Parques y Paseos de la Munici-palidad de Buenos Aires, desde donde tanto elfrancés Thays (v.) como su discípulo Carrasco—quien lo había sucedido en el cargo— habí-an efectuado aportes (Berjman, 1997). Este úl-timo elaboró en 1921 un notable plan para pla-zas y parques, cuyos lineamientos generalesfueron retomados por JCF.

El francés propuso recuperar, en una pri-mera jerarquía, grandes reservas y parques re-gionales, como el Delta y el Pereyra Iraola. Dis-tribuidos sistemáticamente en la superficie, laciudad se dotaría, como segunda jerarquía, deparques urbanos existentes o nuevos (ParqueAvellaneda, Agronomía, terrenos al sur, Saa-vedra, etc.). Finalmente, en tercer lugar, con-forman el sistema un conjunto de plazas, jar-dines de barrio y ejercicios físicos, vinculadomediante una amplia red de “avenidas paseo”.Sus mayores esfuerzos se despliegan en el pro-yecto de la Costanera Norte, vía metropolitanaque bordea la ciudad y le abre la oportunidadde conciliar naturaleza con ciudad. El em-

prendimiento, fragmentado en tres seccio-nes diferenciadas, alberga una composicióncon equipamientos y viviendas. Una ciudadjardín localizada sobre la avenida que comu-nica la Plaza Italia con el río, muestra aún losrasgos del arte urbano de fin del siglo, en uncontexto donde el conjunto de la ciudad comopaisaje estaba en juego. Para Lejeune (1994),las ideas de ciudad desarrolladas por JCF paraBuenos Aires se imprimen sobre los métodosde la city beautiful, donde edificios públicos mo-numentales y otros equipamientos son deter-minados por el “plan”, en tanto el amanzana-miento queda librado al mercado. Pero en elesfuerzo por redescubrir una relación entre laciudad y el borde costero “natural” entraba encolisión con los rasgos pintorescos de los jar-dines de Alphand, presentando una versióndonde los espacios libres y verdes generabanel plano de la ciudad.

Si bien las propuestas de JCF se funda-mentaron sobre proyectos anteriores, logró sis-tematizar un conjunto global que sus compa-ñeros de la Comisión de Estética Ediliciaconsideraron algo excesivo en dimensión y pre-supuesto (Novick, 1992; Berjman, 1998). Pe-ro, en realidad, su contribución trascendió am-pliamente el completo informe de la “Memoria”técnica y conceptual de 1924 (Intendencia,1925). En primer lugar, sus proyectos para lascostaneras y plazas permanecieron como re-lictos del Proyecto Orgánico y de su actuación.Su puesta en marcha fue monitoreada me-diante la asidua correspondencia que mantu-vo hasta su muerte con la municipalidad por-teña, a través de la cual insistía en los criterioscompositivos propuestos, que muchas vecesse desdibujaban por incomprensión de los fun-cionarios locales, pero también por los proce-sos largos y complejos que conlleva la mate-rialización de proyectos urbanos. Fue el caso,por ejemplo, de la Plaza Irlanda, cuya cons-trucción iniciada por la Dirección de Paseosno respetaba el rol del amplio sector de céspedprevisto en el proyecto original del francés. Ytambién el de la Costanera Norte, en cuya cons-trucción, iniciada en los años treinta, se fue-ron superponiendo otros aportes: Vialidad, Di-rección de Puertos, Oficina del Plan deUrbanización. Finalmente, se eliminaron lasáreas residenciales y los equipamientos pre-vistos así como las vialidades de conexión quehubieran evitado su segregación espacial (No-vick, 2001). En segundo lugar, JCF proporcio-nó un amplio panorama sobre legislación ur-banística, pues sostenía que los proyectos parala ciudad se deben asociar con instrumentos

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normativos y de gestión necesarios para ma-terializarlos. Con ese objetivo envió desde Fran-cia una completa recopilación de antecedenteslegales para las expropiaciones y la extensiónde ciudades que fueron un insumo para la Co-misión de Estética Edilicia.

En tercer lugar, JCF aplicó a Buenos Airessus ideas respecto de la extensión metropoli-tana. En sus discursos planteó como priori-dad la necesidad de trascender el embelleci-miento de los barrios agraciados de la ciudad,poniendo el énfasis en el mejoramiento futu-ro de la higiene y las condiciones de vida dela población obrera que reside en los barriosexcéntricos. Propuso avanzar en los estudiossobre los barrios ubicados fuera del radio mu-nicipal, lamentando la imposibilidad jurídico-administrativa de ampliar su radio de acción.La comunicación ante la Comisión de Higie-ne Urbana y Rural del Museo Social de París—donde resumía su experiencia de trabajo enla Argentina— precisaba sus disidencias conlos técnicos y funcionarios locales, mostran-do que la ciudad, extendida dentro de dilata-das fronteras que podrían albergar a una po-blación de 3 millones de habitantes, daba lugara ideas falsas que impedían observar los pro-cesos de crecimiento y densificación localiza-dos tanto en el interior como en el exterior(MSP, 1928). En efecto, la mayoría de las opi-niones locales no percibían las cuestiones ex-tramuros, eclipsadas por los barrios carencia-dos y los terrenos desocupados, incluidos enlas amplias fronteras de la Capital. Ni siquie-ra las recientemente constituidas asociacio-

nes de promoción del urbanismo contempla-ban esos temas como problema. En las pági-nas de la Revista de Arquitectura de 1924, sedefendía una ciudad concentrada y cerrada ba-jo un título obvio: “Inútil ensanche de la ciu-dad de Buenos Aires. En su radio actual cabenholgadamente 9 millones de habitantes”, es-crito por Víctor Jaeschke (v.). Posiciones comoesta otorgan una imagen del tenor de las con-troversias que Forestier debió enfrentar en elseno de una comisión imbuida por la idea decompletar la urbanización dentro del radio dela Capital, frente a las dificultades conceptua-les y administrativas. La Comisión retomó lasideas de Forestier en las conclusiones del do-cumento del Proyecto Orgánico, aunque nopresentó documentos referidos a los territo-rios de extramuros, a excepción de los ce-menterios del oeste, propuesto por Forestier.A pesar de ello, JCF logró instalar el debate so-bre la extensión que en un proceso de cons-titución de nuevas representaciones sobre laciudad se condensó en torno de la noción de“Aglomeración bonaerense”, definida comoconjunto que agrupa la ciudad y su región, yde ciudadanía en las vísperas de la década deltreinta (Caride, Novick, 2001).

Casi al final de su carrera, en 1925, JCF ysu equipo de colaboradores, entre otros los ar-quitectos académicos Jean Labatout, EugéneBeauduin, Théo Levau, fueron contratados porel General Machado para trabajar en Cuba. Aligual que Le Corbusier en el Cono Sur, tomócontacto con La Habana desde un vuelo enavión, donde —a partir de una visión global y

paisajística— aprehendió el conjunto de la tra-ma. Desde esa mirada se intentó reformular laestructura urbana por medio de un gran sis-tema verde y una compleja vialidad que co-municaba el centro con los barrios de la ciu-dad, jerarquizada con una monumentalavenida. De esa estructura, el malecón —cuyoproyecto fue reformulado varias veces— fueuno de los principales relictos: un conjuntoque logró articular la ciudad con su sector an-tiguo, revalorizando el borde costero (Duver-ger, 1994). Estos rasgos, sumados a la improntamonumental de una arquitectura que cualifi-ca su sistema de espacios libres, cuyas piezasaxiales fueron los jardines y avenidas paseos,y con muchos puntos en común con su pro-yecto costanero en Buenos Aires. En la inter-vención tropical de JLC, se visualizan los prin-cipios esbozados en los inicios de su carrera,que permanecieron casi inalterables a lo largode treinta años.

Historiografía. La revalorización reciente de lafigura de Forestier puede asociarse con trescuestiones: el renovado interés por las proble-máticas de los espacios verdes urbanos desdelas perspectivas ambientalistas y de los estu-dios del paisaje; la recuperación de los parquesy jardines como objeto para la preservación pa-trimonial y los nuevos interrogantes en tornodel urbanismo de entreguerras, que durantemucho tiempo fueron asociadas sin media-ciones con los principios del CIAM. Esas trescuestiones se desplegaron en el ámbito inter-nacional en los trabajos presentados en un se-minario realizado en Francia en 1990 (VV.AA,1994) y en una reedición de sus escritos, co-mentada por Leclerc y Salvador Tarragò i Cid(1997). En las ponencias del evento, la figurade JCF fue ponderada como funcionario y co-mo “paisajista”, a partir de su influjo en elurbanismo y precisando los alcances de sus re-alizaciones particulares. No obstante, como loescribe Françoise Choay en el prefacio, los ar-tículos plantean aún numerosos interrogan-tes. Resta dilucidar la originalidad o la inno-vación específica de sus planteos, su papel enlas políticas de preservación de parques y jar-dines históricos y las relaciones que estable-ció con las estéticas de la época. Si bien es evi-dente que en sus obras son tributarias de variasfiliaciones, las citas respetuosas recíprocas en-tre JCF y Le Corbusier todavía deben ser ilu-minadas. Dicho de otro modo, ¿cómo se di-rimen en JCF las relaciones directas ocontrovertidas que se dirimieron entre el arteurbano —con raíces decimonónicas y refor-

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u VISTA A VUELO DE PÁJARO DE UNO DE LOS SECTORES DE LA COSTANERA PORTEÑA PROYECTADOS POR FORESTIER.

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mistas— y las vanguardias artísticas? Esas cuestiones tampoco fueron explora-

das en los trabajos de la historiografía latino-americana, donde, no obstante, pueden men-cionarse varios aportes: en primer lugar elinventario y análisis de su actuación para Bue-nos Aires y La Habana, en segundo lugar lascircunstancias de su contratación. Sonia Berj-man, especialista en plazas y parques porte-ños, incluyó su actuación en el contexto deuna saga de parquistas franceses, examinan-do sus criterios compositivos así como las al-ternativas locales que condujeron a su convo-catoria (1997). Estas últimas fueronprofundizadas por Alicia Novick a partir de losmateriales del Archivo del Museo Social deParís (1998), en torno de hipótesis que ponenconceptualmente en crisis los análisis que pon-deraron su rol como técnico extranjero que noconocía el país. En oposición a una historio-grafía que lo calificó como epígono hausma-niano (Segre, 1982) o ponderó negativamen-te sus intervenciones como técnico extranjero(Hardoy, 1988; Gutiérrez, 1992), desde esashipótesis es posible rescatar los alcances desu rol como un “consultor” y el carácter de hi-bridación de diversas tendencias que confi-guraron el ideario de JCF. Al igual que otros“consultores” de entreguerras, como Agache,Brünner, Hegemann, Le Corbusier, Rotival,etc, tuvo como misión asesorar a las admi-nistraciones públicas a partir de sus saberesy experiencias acumuladas; se pondera, porotra parte, su exterioridad a los combates téc-nico-políticos locales. En esa dinámica, vehi-culizaron saberes y experiencias internacio-nales, facilitando los intercambios entre paísesy la introducción de lecturas críticas origina-les acerca de los problemas por resolver.

En suma, la trayectoria de JCF ilustra los con-trovertidos procesos que atraviesan las ideas yprácticas urbanísticas, a los que se agrega la con-cepción de la ciudad como paisaje, dimensiónde análisis que pide aún ser revisitada. A. N.

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FORMOSA. Ciudad capital de la provincia ho-mónima, ubicada a 1.181 km de Buenos Ai-res. En 1879 fue fundada simultáneamentecomo colonia agrícola y como segunda capi-tal de la desaparecida Gobernación del GranChaco. Cuenta actualmente con cerca de200.000 habitantes, y concentra practica-mente el 50 % de la población provincial.

Formosa fue fundada el 8 de abril de 1879como resultado de la relocalización de VillaOccidental, primera capital de la Gobernacióndel Gran Chaco, cuyo lugar de emplazamien-to quedó en territorio paraguayo luego del ar-bitraje del presidente estadounidense Rut-herford Hayes, ocurrido con posterioridad ala Guerra del Paraguay.

El comandante Luis Jorge Fontana, encar-gado de relevar la costa del río Paraguay en bus-ca de un nuevo asiento para la gobernación,eligió un sitio que llamó Vuelta Formosa, unrecodo del río que contaba con las ventajasde una alta barranca y de una ubicación rela-tivamente equidistante de las ciudades de Co-rrientes y Asunción del Paraguay.

El ingeniero Pastor Tapia delimitó 98 hapara la ubicación del poblado, y se distribu-yeron tierras entre las 50 familias que acom-pañaron a Fontana en el momento de la fun-dación. Con el fin de poblar estos nuevosterritorios, el gobierno nacional decidió crear

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u VISTA AÉREA DE LA CIUDAD DE FORMOSA EN LAS PRIMERAS DÉCADAS DEL SIGLO XX.

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allí una colonia agrícola que en el mismo añode su fundación recibió varios contingentes deinmigrantes, en su mayoría procedentes dela región italiana de Friuli. La fundación dela denominada Villa Formosa fue, en realidad,parte de una campaña de colonización y po-blamiento de toda la costa occidental de los rí-os Paraná y Paraguay, que incluyó también lafundación de las colonias de Resistencia y Re-conquista en 1878 y de Avellaneda en 1879.

La mensura de la colonia fue realizada en-tre 1879 y 1884. El plano confeccionado por elagrimensor G. Estrella en 1893 correspondeal tipo de trazado elaborado por la Oficina deTierras y Colonias. Esto se manifiesta en el he-cho de que el trazado del área urbana es par-te integrante de una cuadrícula mayor que or-dena las áreas rurales circundantes. El trazadooriginal de planta urbana comprende cuatrocuadrados de ocho por ocho cuadras de lado,y cada uno se organiza en forma concéntricaen torno de una plaza de cuatro manzanas. Deesta última parten cuatro bulevares que divi-den los cuadrados del trazado. El lado occi-dental de este último se ubicó tangente al co-do del río donde había surgido el primer núcleopoblacional.

El primer censo, realizado en 1881, regis-traba para la Villa Formosa una población de443 habitantes, de los cuales más del 60% eranaustríacos e italianos. Para 1895, el porcentajede extranjeros seguía siendo similar, pero es-taba constituido principalmente por paragua-yos, grupo que junto a salteños y correntinosirían conformando, hacia el siglo XX, el flujode poblamiento más importante tanto de la ciu-dad como de la provincia. Agrupadas en unaspocas manzanas cerca de la costa del río, las pri-meras viviendas de Formosa reflejan tanto porsu tipología como por los materiales y técnicasconstructivas utilizadas, la fuerte influencia deestos primeros pobladores. Se trataba, en efec-to, de estructuras con galerías perimetrales, conparedes de adobe y con techo de paja o tejas depalma, similares a las construidas por enton-ces en Corrientes o Paraguay. El carácter es-pontáneo y casi precario del primer asenta-miento comenzó a cambiar luego de que elprimer gobernador, Ignacio Fotheringham, dic-tó en 1886 una reglamentación que tenía porobjeto la concesión de lotes urbanos y el orde-namiento del espacio público. A partir de en-tonces los edificios más importantes de For-mosa tendieron a alinearse respecto de las líneasde frente y a construirse con mampostería deladrillos. Una de las obras más importantes deeste período es la casa del propio Fothering-

ham. Construida en 1885, fue utilizada poste-riormente como residencia de otros goberna-dores y como sede del gobierno provincial. Hoyfunciona como museo histórico regional y hasido declarado Monumento Histórico Nacio-nal. Se trata de un edificio con un cuerpo cen-tral de doble altura a modo de mirador y unagalería perimetral en forma de balcón con ba-laustradas, una tipología residencial que se-guiría teniendo vigencia ya entrado el siglo XXy que está representada por otros casos de in-terés, como la denominada Casa Perfumo, cons-truida en 1945.

Sin embargo, el progreso edilicio de la ciu-dad iba a retrasarse durante los últimos añosdel siglo XIX. En 1884 se divide en dos a la Go-bernación del Gran Chaco y se crean, por un

lado, el Territorio Nacional del Chaco con ca-pital en Resistencia y, por otro, el TerritorioNacional de Formosa con capital en la ciudadhomónima. Este hecho restó importancia ala ciudad de Formosa, lo que sumado a la lla-mada “amenaza indígena”, al desorden admi-nistrativo de las colonias y al bajo número decolonizadores arribados, se tradujo en un pe-ríodo de relativo estancamiento que se exten-dió hasta los comienzos del nuevo siglo. La“amenaza indígena” desapareció luego de con-cluida en 1901 una campaña militar al mandodel general Wintter, que fue seguida por la ins-talación de una serie de misiones franciscanasencargadas de pacificar a las diferentes tribus.Por otra parte, la sanción de la ley de Fomen-to de los Territorios Nacionales en 1908 sig-nificó la construcción de una línea férrea ha-cia la localidad de Embarcación, en Salta. Sibien las vías alcanzaron la localidad salteña re-cién en 1931, los emprendimientos coloniza-dores que acompañaron la extensión del fe-rrocarril beneficiaron económicamente a

Formosa al convertirla en un nudo de comu-nicaciones y de transporte. Un edificio repre-sentativo de esta etapa de creciente prosperi-dad es el del Banco de la Nación Argentina,inaugurado en 1930. Se trata de un ejemplo tí-pico de esta institución bancaria, con su em-plazamiento en esquina, su acceso por la ocha-va, coronado por un frontis, y su sobrio aspectoexterior, caracterizado por el almohadillado yuna importante cornisa.

El crecimiento de la ciudad reconoció comofoco el área cercana a la costa del río e ignoróasí el centro que en el trazado representaba laplaza central de cuatro manzanas. Esta situa-ción se mantuvo a través de los años y en la ac-tualidad el centro de la ciudad se desarrolla al-rededor del bulevar que une la plaza central conla costa ribereña (Avenida 25 de Mayo). En con-secuencia, y a diferencia de la mayoría de lasciudades argentinas, en esta franja y no en tor-no de la plaza central se ubican los edificios másimportantes de la ciudad, como la catedral, lacasa de gobierno y los principales bancos. Elrío, y más precisamente el puerto, ha sido elcentro de la vida de la ciudad, hecho que de-terminó que otros edificios importantes, comola Municipalidad y la sede de la Prefectura, seasentaran también sobre la costa. Este fue tam-bién el caso de la estación de ferrocarril, cuyaubicación determinó que las vías férreas y va-rios galpones de almacenamiento se convirtie-ran en una barrera entre la ciudad y el río.

En 1977, con la inauguración de un mue-lle de 230 m de longitud, el puerto de cargasse vio desplazado hacia el sur, donde se hanubicado también algunos establecimientos in-dustriales. En el remate de la avenida 25 de Ma-yo sobre la costa, se conserva un embarcaderodesde donde parten servicios de lanchas haciala localidad de Alberdi, ubicada frente a For-mosa sobre la orilla paraguaya del río. Actual-mente, y en el contexto del Mercosur, Formo-sa cuenta con la ventaja de ser el primer puertoargentino en la hidrovía Paraná - Paraguay.

Desde la década de 1950, la ciudad de For-mosa multiplicó su población varias veces, demanera que para 1991 alcanzaba ya los 153.885habitantes. Como resultado de esta explosióndemográfica, la edificación de la ciudad ha su-perado el límite del trazado original, y lo avan-zado sobre las tierras circundantes, dedicadasa chacras de cultivo. Dicho crecimiento se viófuertemente condicionado por las barreras na-turales que representan los cursos de agua y laszonas inundables. Así, la expansión más im-portante se ha producido en dirección Norte yOeste, ya que hacia el Sur la laguna de los in-

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u HOTEL INTERNACIONAL DE TURISMO, FORMOSA.

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dios y hacia el Este las tierras bajas del riachoFormosa han actuado como límites de la ex-pansión urbana. El sector norte, en particular,fue el lugar elegido para ubicar miles de vi-viendas construidas por el FONAVI (v.) hacia fi-nes de la década de 1970 y comienzos de la de1980. Una avenida de circunvalación deno-minada Paso Gendarmería Nacional comuni-ca estos nuevos sectores hacia el Norte y el Oes-te, y sirve además como continuación de la rutaque, proveniente de Resistencia, prosigue ha-cia Clorinda y Asunción del Paraguay. En tan-to, el acceso sur de la ciudad se vio jerarquiza-do por la construcción de un nuevo estadio quefue inaugurado en 1981.

Desde fines de la década de 1960 se ha co-menzado a construir edificios en altura. En es-te sentido, los dos ejemplos que merecen men-cionarse son la propia Casa de Gobierno,construida en la misma manzana que ocupanla casa de Fotheringham y el Hotel Interna-cional de Turismo, ubicado en una esquinafrente al río. Proyectado entre 1967 y 1968 porel estudio de arquitectura dirigido por Juan Kur-chan (v.), esta última es una de las obras de Ar-quitectura Moderna más singulares de la ciu-dad. Se trata de un edificio que combina usosvarios: la planta baja está ocupada por localescomerciales y por la sede de la Caja de Previ-sión Social de la provincia, en tanto que un ho-tel ocupa cinco pisos superiores, organizadosa partir de una planta en L . Estos pisos estándefinidos por bandas horizontales de hormi-gón que al retranquear unas de otras van ge-nerando terrazas, y le dan al edificio una for-ma de pirámide que se destaca visiblemente enel perfil de la ciudad. También se destacan eneste sentido las torres de la Catedral, edificioconstruido entre 1950 y 1951, cuya fachada fuecompletada en 1966. La iglesia, de inspiraciónneoclásica, alberga los restos del fundador dela ciudad, coronel Luis Jorge Fontana. F. W.

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FORTÍN. m. Asentamiento militar fortificado, queen el territorio pampeano adoptó una tipolo-gía particular, a partir de escasos recursos na-turales, la necesidad de alojar soldados, ha-ciendas y caballadas, soportar sitios y ataquesde indios lanceros montados y asegurar uncontrol visual de la llanura. Multiplicándoseen unidades similares, formó un dispositivodenominado “línea de frontera” que, al des-plazarse hacia “tierra adentro” en frentes su-cesivos, constituyó la principal estrategia deexpulsión de las tribus nativas y la posteriorapropiación y colonización del territorio.

Las arquitecturas militares, si bien se ve-nían desarrollando desde el siglo XVIII en laPampa Anterior o Cis-Salado, tuvieron su au-ge durante la segunda mitad del siglo XIX. De-bido al avance de las líneas del Ejército Nacio-nal en su guerra contra la población pampa, latipología fortín, con sus respectivas varian-tes, será dominante en la actividad constructi-va de la época en el citado territorio.

A pesar de haber participado en su diseñoingenieros militares europeos contratados porel gobierno, quienes elaboraron proyectos decierta complejidad, en su mayoría debieronsimplificarse al máximo al momento de suconstrucción, debido en gran parte a la ines-tabilidad de las posiciones, la tradición cons-tructiva extremadamente elemental de los gau-chos soldados y la necesidad de adecuarse alsitio y los recursos naturales.

Las expediciones fundadoras estaban in-tegradas con un ingeniero militar, cuya prin-cipal acción consistía en la elección del sitio yel levantamiento y trazado de la plaza, un can-tinero o vivandero adscripto, la tropa de gau-chos soldados, oficiales con familias y el co-

mandante. La completaban un arreo de caba-llos, vacunos y carretas con alimentos, made-ras y algunos otros materiales de construcción.

Como primera instalación, se levantaba uncampamento con tiendas de campaña y se po-nían los animales a cubierto, para dejar así co-rrales de alrededor de 50 m de lado, rodeadosde un foso de un ancho aproximado de 3 m.

En una segunda etapa se levantaban las vi-viendas provisorias de oficiales, con estructu-ra de quebracho (o caldén) y espinillo, y mu-ros de chorizos. El fortín que definitivamentese construiría debía tener como funciones bá-sicas el albergue de la guarnición, la protecciónde los habitantes que se pudieran estableceren los alrededores, de las haciendas para pro-visión de boca y de las caballadas. Para ello sedebía buscar una posición ventajosa, con bue-nos pastos, agua no salobre a poca profundi-dad, laguna o aguada próxima para abrevade-ro de animales (la que debía quedar cubiertapor el fuego de la guarnición en caso de sitio)y, de ser posible, situado sobre una prominencianatural para mejor control visual del territorio.

Los fortines de traza más simple estaban ro-deados por foso y terraplén, con las casas de co-mandancia y tropa sobre un montículo artifi-cial y corrales de ganado anexos, tambiéncercados por zanjas. Podían tener planta cir-cular o rectangular de no más de 20 m de diá-metro o de lado. El foso, de unos 2 m de pro-fundidad y 2 o 3 de boca, se interrumpía conuna lengua de tierra muy angosta que servía depuente, y coincidía con un acceso, también es-trecho, que atravesaba la muralla de adobe contalud, levantada desde el borde interior del fo-so hasta una altura de 2 m. Contaban con unaatalaya de tierra para el vigía, en forma de pi-rámide truncada, como versión elemental delmangrullo con estructura de madera.

Hubo algunos extremadamente sencillos—como todos los de la línea de Guaminí—,que consistían en un túmulo con foso, de 8 a10 m de lado, con puente de 0.50 m de ancho,que daba acceso a la escalera del túmulo, porla cual apenas podía subir un hombre por vez.En la explanada superior había un rancho conramada para cinco soldados; y al pie del te-rraplén‚ un pequeño corral para los animalesde servicio y abasto.

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uDIFERENTES TIPOS DE PLANTAS DE FUERTES Y FORTINES EN LA REGIÓN RÍOPLATENSE.

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Los más estructurados —que podían alojaruna división— tenían patio de maniobras, pol-vorín, comandancia, ranchos de tropa, pulpe-ría (v.), pañol, mangrullo, terraplén y foso pe-rimetral, camino de ronda y, a veces, baluartesde esquina para ubicar los cañones. Ademáscontaban con corrales de palo a pique (de ñan-dubay) para caballada y vacunos, y huerta delEstado. En estos fortines solía haber un sectorque trascendía la simple pulpería, denomina-do el comercio, donde se establecían los vivan-deros (frecuentemente españoles) que ibansiguiendo al ejército. Consistía en un grupo debarracas o chozas, donde se almacenaban y ven-dían comestibles, yerba, tabaco, bebidas y telas.

Las construcciones las realizaban los pro-pios gauchos soldados bajo la dirección del in-geniero militar o simplemente del jefe de la ex-pedición. Sobre el proceso constructivo del fortínhay una descripción del Comandante Prado(1907): “se disponían numerosas cuadrillas:unas al pisadero a fabricar adobes; otra a laschacras del Estado a preparar la tierra para sem-brar alfalfa; otra a hacer fosos; otra a seguir laconstrucción de ranchos para cuadras de tropay alojamiento de oficiales, etc. Los jefes de cuer-po trocaban sus funciones militares para hacerde arquitectos, de leñadores, de peritos. (el Ge-neral) Villegas era el gran maestro de obras”.

En el interior del fortín, la tipología domi-nante era la del rancho; y el carácter militar deesa ranchería quedaba determinado por las de-fensas conformadas por los taludes de tierra,la torre elevada del mangrullo, la disposiciónen líneas ortogonales de los ranchos y la cons-trucción sólida en adobes o tepes.

Dada la escasez de recursos, el aislamien-to, la lejanía de centros poblados y la desa-tención del poder central; las condiciones dehabitabilidad de estos asentamientos erande gran indigencia.

El fortín tuvo un rol protagónico en la es-tructuración del territorio, pues a partir de élse desarrollaron algunas colonias agrícola-ga-naderas y luego pueblos y ciudades, sobre labase de la población estable atraída por la pro-tección que le ofrecía. Este proceso comienzaen 1776, con la creación del Virreinato del Ríode la Plata y la ejecución del Plan Betbezé, queproponía la fundación de fortines y una fron-tera armada móvil, en sucesivos progresos.Mercedes, Ranchos y Chascomús conforma-ron el primer avance de una frontera que has-ta ese momento se limitaba a la línea Quilmes- Luján - Baradero. Estas “líneas” eran bas-tante virtuales y permeables, ya que entre for-tín y fortín existía una distancia de varias le-

guas que dificultaba el control del territorio in-termedio. La materialización de una línea pro-piamente dicha se ejecutó en 1876-1877 con laconstrucción de la Zanja de Alsina (interrum-pida cuando alcanzaba 380 km de extensión),jalonada por 115 fortines separados entre sí tansolo por una legua. J. R.

Bibliografía: E. S. Zeballos. Viaje al país de los arau-

canos (1881). Bs. As.: Hachette, 1960; Comandante

Prado (1907). La guerra al malón. Bs. As.: EUDEBA,

1965; N. Parchappe. Expedición fundadora del Fuer-

te 25 de Mayo en Cruz de Guerra. Año 1828 (1949).

Bs. As.: EUDEBA, 1977; J. Ramos. La aventura de la

pampa argentina. Arquitectura, ambiente y cultu-

ra. Bs. As.: Corregidor, 1992.

FOSSATTI, PEDRO. Lombardia (Italia), 1822 -s/d. Arquitecto. Autor de las obras más re-presentativas del período confederal argen-tino. Su aporte a la arquitectura de nuestropaís reviste valores históricos, como el habercontribuido a su evolución con ideas innova-doras para su tiempo.

Con respecto a su biografía y formaciónprofesional poco se sabe, salvo su origen y añode nacimiento: 1822. Su nombre aparece vin-culado a trabajos de diferentes disciplinas co-mo arquitectura, agrimensura, ingeniería oconstrucciones.

Su llegada y radicación en Concepción delUruguay (Entre Ríos) se produjo a mediadosdel siglo pasado y posiblemente obedeció a unarecomendación hecha a Justo José de Urquizapor el cónsul del Reino de Cerdeña, quien co-nocía a Pedro Fossatti por su intervención enla construcción de un palacio para MehemetAlí, virrey de Egipto.

Es posible también que su vinculación conla Confederación Argentina haya tenido que vercon la gesta en la región de Giuseppe Garibal-di, para la cual convocó a librepensadores, ar-tistas y arquitectos. Tal el caso de Santiago Da-nuzio (v.), quien, habiéndose desempeñado comomúsico de la legión “Joven Italia”, luego iba atener una destacada actividad en Paraná, con elproyecto de los edificios de la Casa de Gobier-no, las Cámaras de Senadores y Diputados y lacasa del General Urquiza, entre otras obras.

La primera actividad que se le reconoce aPedro Fossatti en su vínculo con Urquiza esla construcción del Palacio de San José. Si bienla obra había sido iniciada en 1848 por el ma-estro de obras Jacinto Dellepiane, Ramón Gu-tiérrez y otros (ver bibliografía) sostienen que el

diseño debió ser de su autoría; también afir-man que para fines de 1850 estaba terminadoel primer patio.

Tanto por su composición espacial comopor la adhesión al lenguaje clasicista (que lahistoriografía llamó “italianizante”), esta re-sidencia construida en pleno campo entrerrianoconstituye una verdadera síntesis de tradicióneuropea y adaptaciones regionales (v. Neorrena-

cimiento italiano). La iglesia de la Inmaculada en Concepción

del Uruguay —inaugurada en 1859— quizá seael edificio de Fossatti de mayor valor intrínse-co. Armoniosas proporciones, un sólido con-trol de los espacios, un adecuado manejo delvocabulario clasicista y la utilización de tecno-logías y sistemas constructivos de avanzada,son algunos de los aspectos que sobresalen.

También fueron obras de Fossatti el sala-dero “Santa Cándida” (1860), que poseía Ur-quiza en el sur de Concepción del Uruguay,como la pirámide que conmemora a Francis-co Ramírez en la plaza principal de dicha ciu-dad. Los autores mencionados atribuyen a es-te arquitecto las sedes del Hospital Italiano deBuenos Aires y Montevideo (1853-1856), la Cu-ria Metropolitana de Buenos Aires (1858), lacapilla y escuela de Villa Urquiza(1860) y la Es-cuela Pública de Nogoyá (1849-53).

Digamos finalmente que el historiador Os-car Urquiza Almandoz lo consigna como au-tor en Concepción del Uruguay de la prime-

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u PALACIO SAN JOSÉ EN ENTRE RIOS.

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ra Escuela Normal, del Teatro 1 de Mayo(1868) y del Banco de Entre Ríos, estos dosúltimos demolidos.

A diferencia de otros autores del períodoconfederal (Danuzio, Guirce, Reant, Poncini,Sesarego, Larguía, Raffo), existe un gran vacíoe imprecisiones sobre este arquitecto que dejóuna obra tan importante. Dudas que incluyena su hermano Juan y a un tal Baltasar Fossatti,que aparece vinculado al contrato de construc-ción en la aludida Santa Cándida “de un mue-lle y un puente de madera, así como un ferro-carril que sirva para la carga de buques”.

Canavessi sostiene que, fallecido Urquizael 11 de abril de 1871, desaparecen los herma-nos Fossatti de toda referencia y ninguna bi-bliografía los vuelve a nombrar. C. M. R.

Bibliografía: R. Gutiérrez, A. de Paula y G. Viñuales.

“Arquitectura de la Confederación Argentina en

el Litoral Fluvial” (1852-1862). Resistencia. UNNE:

1972; C. Canavessi. “Pedro Fossatti”. Ficha Summa.

En: summa. N.° 229; M. Macchi. “Urquiza el salade-

rista”. Ed. Manuel Macchi 1971; B. Bosch. “Urqui-

za y su tiempo” . Bs. As.: EUdeBA, 1980.

FOURCADE, LUIS JORGE. s/d, 1895 - s/d. Ar-quitecto. Produjo obras de estilo ecléctico, pin-toresco y también algunas de carácter racio-nalista. Representante tardío de la generaciónde transición entre los estilos históricos y elsurgimiento de la arquitectura moderna.

Fourcade trabajó fundamentalmente enBuenos Aires y Mar del Plata. En esta últimaciudad realizó numerosos chalets de carácterecléctico o pintoresco, entre los que cabe ci-tar el de Quintana y las Heras, Urquiza y Sa-avedra, y Alberti 137, estos últimos en estilosuizo. También es de su autoría el de More-no 2266, construido en estilo normando.

En Buenos Aires proyectó diversas resi-dencias: Callao 289, Corrientes 2470, Para-guay 1331, Luis María Campos 810-840 y 11 deSeptiembre 1442, 1669. De todas ellas, la másimportante es la de Salguero 2829, resueltamediante una fórmula estilística que tiene ori-gen en la arquitectura borbónica y que puedeasimilarse a la contemporánea producción deBustillo (v.). Suyo es también el edificio Pire-lli de la calle 25 de Mayo 444, de un Moder-nismo probablemente inspirado en la arqui-tectura de Auguste Perret, y el Colegio de lasEsclavas del Sagrado Corazón de Jesús, de LuisMaría Campos 810, de interiores modernos yfachada neogótica. V. O.

FRIGORÍFICO. m. Establecimiento destinadoal faenamiento de carnes u otros alimentos,provisto de máquinas de producción de frío.En la Argentina su desarrollo, íntimamente li-gado a los avatares de la economía nacional,se extendió desde los primeros años de 1880hasta la culminación de este tipo de produc-ción en el siglo XX, durante la década del trein-ta. Aunque los frigoríficos continúan luego cre-ciendo en número y dimensiones, ya no habráen su tipología innovaciones sustanciales.

Desde las últimas décadas del siglo, la pro-ducción de carne en la Argentina constituíauno de los pilares de la estructura económicadel país, íntimamente vinculada con la de-manda de los mercados exteriores. Así, juntoal mejoramiento progresivo del ganado, la su-cesiva ampliación y división de las tierras depastoreo y la expansión de los sistemas de trans-porte interno (principalmente, del ferrocarril),se toma conciencia desde mediados de siglode una necesidad crucial para la expansión delmercado de carnes: la producción de frío.

Hasta la aparición de las técnicas frigorí-ficas, la exportación de animales en pie, con lafatiga resultante, disminuía la calidad de lascarnes y su valor comercial; las largas distan-cias impedían el consumo de la carne ya fae-nada. En la década de 1860 el francés CharlesTellier inventó la primera planta refrigerado-ra de compresión a amoníaco. Su aplicaciónindustrial tuvo lugar una década después conla experiencia exitosa de los buques con cá-maras refrigeradoras. Sin embargo, los vapo-res frigoríficos no solucionaron el problema

comercial: la carga era irregular, el expendioinseguro, la congelación debía ser inmediata—por lo tanto, con máquinas de gran poten-cia— en el momento del embarque. Estas des-ventajas llevaron a la instalación, en los añosochenta, de edificios frigoríficos en los puer-tos de embarque, próximos a los lugares de fa-ena. Inglaterra, el principal mercado de con-sumo, fue pionera al respecto: los primerosfrigoríficos se instalaron en sus colonias: Ade-laida y Victoria (Australia, 1881 y 1889) y Nue-va Zelanda (1881). En los Estados Unidos, losgrandes fabricantes de conservas (Swift y Ar-mour, de Chicago) ya habían experimentadodesde la década de 1870 con vagones frigorífi-cos, y para el ochenta sus fábricas habían de-sarrollado con éxito el principio de la línea demontaje, que ya había sido aplicado en Cinci-natti dos décadas antes.

Fue inglesa la primera experiencia en la Ar-gentina: Alfredo Drabble forma en Londres,en 1882, The River Plate Fresh Meat Co. El fri-gorífico se instaló en Campana —lugar elegi-do por el ingeniero de la Compañía, Mr.Hunt— y comenzó a funcionar un año mástarde. En 1883 funda la Compañía Argentinade Carnes Congeladas, de Eugenio Terrasón,cuyo frigorífico se instaló en San Nicolás; de1884 es La Negra, de Gastón Sansinena, enBuenos Aires, sobre la base de un antiguo sa-ladero. En esta primera etapa, el mercado es-taba dominado por el capital inglés, que rápi-damente absorbió los primeros experimentosargentinos: Las Palmas Produce Co. (1887) yla Smithfield & Argentine Meat Co. (1903), am-bas en Zárate, sobre el Paraná; La Plata Cold

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u IMAGEN DEL LEGENDARIO FRIGORÍFICO SWIFT. EN BERISSO, PCIA. DE BS. AS.

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Storage (1902), en la ciudad del mismo nom-bre. El frigorífico de Terrasón había sido ven-dido a los ingleses en 1900; las principales in-versiones argentinas a principios de siglo sereducían a la Sansinena Co. (adquirido porTornquist), a La Blanca (1902) y al frigoríficoArgentino (1905), todos sobre el Riachuelo, lí-mite de la Capital Federal. En 1907 hizo su apa-rición el capital estadounidense, que impulsóla comercialización de carne enfriada, de me-jor calidad que la congelada y que desde 1920pasaría a ser el principal ítem de exportaciónargentina: la Swift adquirió La Plata Cold Sto-rage ese año, luego La Blanca (que en 1912 pa-sa a poder de Armour), y amplió sus activida-des a la Patagonia, con los frigoríficos SanJulián y Río Gallegos (1912). También en 1907,la Sulzburger negociaba la compra del Frigo-rífico Argentino (luego Wilson). La Armourconstruyó hacia 1915 el gigantesco frigoríficoen el dock principal del puerto de La Plata. Laguerra entre los trust americanos e ingleses, ysus respectivos aliados argentinos, constituyeun capítulo económico-político central de nues-tra historia de las primeras décadas del siglo.

En nuestro campo de estudios, interesandos aspectos derivados de la importancia de es-ta industria en la Argentina moderna. El pri-mero se refiere a la escala más vasta de estruc-turación del territorio del país, en función delas vicisitudes de la exportación principal. Másallá de algunas conclusiones genéricas, que res-ponden al movimiento económico-político ge-neral (como la estructura ferrocarrilera con-centrada en el principal puerto de exportación),la actividad ganadera consolidada por el frigo-

rífico estableció áreas diferenciadas y, en con-secuencia, paisajes diferenciados en la princi-pal región de producción. Un área de cierta ex-tensión, que incluye las provincias del Litoral,Buenos Aires, Córdoba, La Pampa y San Luis,la constituyó la de los criadores de ganado dealta calidad; un sector mucho más restringido,el área de los invernadores, que engordaban alos animales hasta que estuvieran listos para lamatanza y los vendían luego a los frigoríficos.La división descansa en bases geográficas: lastierras del occidente bonaerense, el sur de Cór-doba y Santa Fe y parte de La Pampa, más lla-nas, secas, donde florecía la alfalfa, eran idea-les para el engorde del ganado chiller, destinadopara la carne enfriada, la más cotizada. Por otrolado, junto al mercado externo, el mercado ur-bano no era en absoluto desdeñable, y muchosfrigoríficos se ocuparon también de él. En lafranja estrecha de las costas del Río de la Pla-ta y el Paraná, junto a los grandes centros ur-banos, se concentró así el comercio, el consu-mo y también la producción frigorífica de mayorvolumen, en las cercanías de los puertos y lascabezas de ferrocarril, y en relación con la con-centración de mano de obra barata. Los gran-des frigoríficos estructuraron, más que otrasindustrias, las primeras áreas industriales mo-dernas de la Argentina y, con mucho, las máspoderosas. Así, las ciudades se vieron afectadasen su morfología: Buenos Aires, que no habíaconocido una estricta división de áreas indus-triales y áreas residenciales hasta principios desiglo, conformó en uno de sus bordes, el delRiachuelo, en la orilla provincial, un asenta-miento de carácter netamente fabril en el que

los frigoríficos fueron el baricentro del sistema.Ciudad comercial y multifuncional, no se veríadrásticamente afectada cuando, varias décadasdespués, el negocio decayó; en cambio, otrasciudades pequeñas del Litoral, que dependíanenteramente del frigorífico, se convirtieronen pueblos fantasma. Tal fue el caso de los pe-queños pueblos dependientes de la Liebig deFray Bentos (v. Industrial, arquitectura).

En los inicios, el frigorífico se fundaba ha-bitualmente sobre las bases de un antiguo sa-ladero o matadero. La organización de estosedificios era elemental y muchas veces preca-ria. Sin embargo, algunas de sus característi-cas no pudieron ser eliminadas por los avan-ces de la tecnología. Necesitaban ampliosespacios cercanos para las reses destinadasal sacrificio (corrales y bretes); necesitaban unaorganización lineal y clara para la sucesión detareas, que debía terminar con el producto co-locado en los barcos de exportación o en loscamiones de expendio lo más rápidamente po-sible. Ya hacia la década de 1830 se habían in-cluido en los saladeros zorras y rieles para ace-lerar el proceso; sin embargo, la destreza delos enlazadores, cuarteadores o trenzadores detripa no se vería nunca superada mecánica-mente. El frigorífico en su versión madura, enlas décadas el veinte y del treinta, guardó asídos contradicciones: urbano, nunca pudo bo-rrar sin embargo la marca del campo que apa-rece en grandes extensiones a sus propias puer-tas; taylorizado, los mecanismos complejos nolograron desplazar un oficio que distinguió,para bien y para mal, a los trabajadores de losfrigoríficos del resto de los obreros. Trabajan-

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u FRIGORÍFICO ANGLO, EN EL DOCK SUD: UNO DE LOS ESTABLECIMIENTOS MÁS GRANDES.

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do con materia viva, la fluidez de la cadena demontaje nunca llegaría a ser tan perfecta co-mo en las industrias típicas del fordismo.

Estas antinomias se materializaron en lacomposición arquitectónica de los edificios yen su impacto particular dentro de la trama ur-bana, en la que necesariamente se inscribie-ron. Describamos un frigorífico tipo, tal comoaparece en la literatura especializada local ha-cia los años veinte. Prácticamente la totalidadde los frigoríficos instalados en la Argentinaempleaban por entonces el vapor como fuerzamotriz, lo que implicaba no solo máquinas gi-gantescas sino también vastos locales ad hoc yuna estructura espacial centralizada y relati-vamente rígida. La electricidad necesaria eraproducida por ellas, y su uso racional resulta-ba aún escaso, aunque algunos frigoríficosavanzados, como el Swift, La Plata, poseía ge-neradores propios.

La estructura edilicia ya había cambiado.Por un lado, una serie de medidas sanitariashabían sido impuestas por el gobierno, aun-que distaban de cumplirse estrictamente: exi-gencias de separación de locales, de revesti-mientos especiales o de ventilación. Losprimeros frigoríficos, siguiendo la antigua es-tructura saladeril, se desarrollaban en hori-zontal; en consecuencia, ocupaban extensio-nes muy vastas, considerando el volumen desu negocio. Aunque en valores absolutos la ex-tensión de los terrenos creció, proporcional-mente el edificio productivo en sí se concen-tró, creciendo en altura. Esto se debióprincipalmente a la racionalización del cuerpocentral. Los animales podían subir a pie porsus propios medios: bajaban muertos. Así, na-da mejor que aprovechar la fuerza de grave-dad. Una gran rampa vinculaba el plano del te-rreno por donde accedían los animales desdelos corrales de descanso a la playa de matan-zas en el piso superior. En el tercer piso, in-mediatamente debajo, se desvisceraba; en elsegundo se trataban cueros y extremidades, enel primero, se depositaban los cueros. La pla-ya de matanzas era, en general, abierta, sin pa-ramentos, de gran altura (circa 8 m), con guin-ches eléctricos en donde se colgaban las resesy tubos que repartían grasas, cueros y otrossubproductos a las distintas secciones. Por otrolado, un cuerpo de edificio separado, pero vin-culado con este, albergaba las cámaras frigo-ríficas. Debían encontrarse a una altura ape-nas inferior a la de las playas de matanza, demanera que las reses, lavadas, secadas y pe-sadas, por su propio peso y una leve inclina-ción del riel, llegaban a las cámaras de refri-

geración, para bajar luego a las cámaras sub-yacentes de temperatura inferior. Todavía enlos años veinte, muchos frigoríficos locales em-pujaban las reses a mano. El establecimientose completaba con una serie de edificios se-parados (depósitos, graserías, carpinterías, fun-diciones, conservas, administración, enfer-mería y comedores, y en los establecimientosalejados de la ciudad, viviendas obreras). Así,con sus calles y sus edificios, se convertía enuna pequeña ciudadela.

Este modelo ideal debe matizarse. Aquellosestablecimientos que crecieron a partir de ins-talaciones anteriores, como La Negra, se fue-ron renovando parcialmente. Por otra parte, adiferencia de la modalidad inglesa, los frigorí-ficos norteamericanos pusieron gran esmeroen la modernidad de sus edificios. La instala-ción de la nueva planta de Swift en Berisso (1915)concitó la atención de los cronistas locales, quie-nes la destacaron entre las otras. La importan-cia otorgada a las tareas de planificación del tra-bajo (que se verifica en el aumento sucesivo delespacio físico para las tareas de superinten-dencia, tiempo, control, oficina técnica, etc.) re-dundó además en una mayor diferenciación delos espacios productivos, y en su consecuentemejor visibilidad e identificación. Las tareas “ce-rebrales” son drásticamente diferenciadas delas otras y notablemente jerarquizadas, y las ta-reas de vigilancia se multiplican. El diseño dela fábrica, en estado permanente de mejora-miento, se identificó cada vez más con los re-querimientos funcionales directos: los gráficosde organización del trabajo se tradujeron, conpocos residuos, en el espacio concreto. Los añostreinta fueron los de culminación de esta ten-dencia. Sin embargo, ella no constituía las ge-neralidades de la ley, ya que el oficio era difí-cil de sustituir por una maquinaria compleja.Con excepciones, aun los grandes edificios co-mo La Blanca o La Negra distaron de ser ejem-plos de racionalidad.

El lenguaje utilizado en los edificios para re-solver esta intrínseca falencia varió notable-mente en las cuatro primeras décadas del sigloXX. Las pretensiones estéticas se condensan enel cuerpo central, el que daba el carácter al con-junto. Puede observarse en las fotografías de laépoca cómo ellos dominaban las orillas de losríos y canales donde se establecían. Debían serpreferentemente blancos por razones de pro-tección térmica, compactos y cerrados, fácil-mente identificables por los barcos de carga.

El grupo más numeroso de frigoríficos des-tacados se encontraba, como dijimos, alrede-dor de los grandes puertos, ligados a su vez a

las principales ciudades: Rosario, La Plata, Bue-nos Aires. Un puñado de los grandes frigorí-ficos se diseminó por las costas patagónicas,Entre Ríos y Corrientes: pero difícilmente apa-recen agrupados; alrededor de ellos se confor-maron frecuentemente asentamientos que de-pendían en forma exclusiva de su producción.En el primer grupo se destacaron Swift La Pla-ta (1907 y 1915) y Swift Rosario (1925); La Blan-ca, La Negra, Argentino (luego Wilson), Pam-pa y Anglo, en el eje del Riachuelo en BuenosAires; la Smithfield de Zárate y la Anglo SouthAmerican (del grupo Vestey), que luego cons-truyó en el Dock Sud uno de los estableci-mientos más grandes. En el segundo, puedennombrarse entre los principales estableci-mientos los de San Julián, Río Gallegos y Cua-treros, en la Patagonia; Gualeguaychú, Con-cordia, y Liebig, en el Litoral. Si bien se tratóde modalidades distintas, es posible trazar undesarrollo relativamente uniforme de la ar-quitectura de los frigoríficos locales a través deejemplos significativos.

El frigorífico Smithfield de Zárate (1904,la primera empresa en introducir la prepara-ción de conservas, ampliada en 1925) ejem-plifica la modalidad primitiva. Se trata de na-ves de paramentos de ladrillo y techumbre ados aguas de madera, vinculadas entre sí porel tejido de las instalaciones, sin ninguna vo-luntad representativa: apenas algún orden desimetría o ritmo regular impuesto por el aven-tanamiento remite a su carácter de construc-ción ad hoc. La mayoría de los frigoríficos dela época carecían aún de este orden, y distin-tas formas y materiales se superponían sin lo-grar una lectura clara. La sucesión de navescon fachadas de ladrillo existía también en LaNegra, hacia 1910. Pero en ella ya puede iden-tificarse con claridad el edificio central (dos na-ves de cuatro plantas), los puentes aéreos quevinculan las distintas secciones y una mayorconcentración de edificios que le dan el carác-ter de una pequeña ciudad industrial. El ordendel proyecto que puede notarse en la planta dela Smithfield no existe: el crecimiento de LaNegra resultó mucho más desordenado, su-perpuestas distintas lógicas temporales. Estoes porque que La Negra tenía ya una larga his-toria como asentamiento productivo: proba-blemente el primitivo saladero de Braulio Cos-ta y Ezpeleta (1825) fue el antecedente de lagrasería de Oliver (1855), que se transfirió aGastón Sansinena en 1883, quien en 1855 lotransformó en frigorífico. En 1897 lo adquirióel grupo Tornquist, ya iniciado en el negociode la carnes con el Santa Elena y el San Javier

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(luego Argentine States of Bovril) en Entre Rí-os. La compañía Sansinena se extiende pos-teriormente a Bahía Blanca (Cuatreros, conpuerto propio) y a Montevideo (Frigorífico Uru-guaya, 1909, en el cerro, un modelo de mo-dernidad, con líneas tranviarias propias, vi-viendas para obreros y empleados, etc.). Haciael veinte, el frigorífico ofreció en venta sus ins-talaciones al gobierno para conformar la Com-pañía Nacional de Frigoríficos. Para entoncesposeía muelles particulares sobre el Riachue-lo y las construcciones habían crecido en den-sidad. Se habilitó en esta década el edificio prin-cipal con la playa de matanzas y demásdependencias, de cemento armado, con unaestructura longitudinal de cuatro pisos y ram-pas ligadas directamente a los bretes. El grancuerpo central convivía con edificios en mam-postería más antiguos y también con precariasinstalaciones de madera (subsistía aún la gra-sería vieja). Todos los edificios se hallaban co-nectados entre sí por vías decauville; rieles aé-reos trasladaban la carne desde las cámarasfrigoríficas hasta los muelles. A pesar del es-fuerzo de modernización, el informe técnicoque dio el gobierno con respecto a la posibleadquisición de las instalaciones, en 1923, esdesalentador: la fábrica debería ser renovadadrásticamente. También el Frigorífico Argen-tino carece de tratamiento unitario en su plan-ta. Los corrales de descanso, adyacentes a loscuerpos principales, sugieren, en determina-das perspectivas, un complejo inmerso en lapampa, en lugar de la cercanía metropolitana.El Argentino (Wilson en 1925) poseía su acce-so principal sobre el viejo Puente Alsina, quese había convertido prácticamente en parte dela propiedad privada del frigorífico. Una largacalle estructura un grupo variado de edificios,entre los que solo puede identificarse el cuer-po principal por su tamaño.

La imagen del frigorífico de principios desiglo estuvo confiada principalmente en la pro-paganda. Desde 1905 La Negra poseía sus pro-pios salones de venta diseminados por la ca-pital, Avellaneda, La Plata y Mar del Plata. Através de ellos puede identificarse una preo-cupación publicitaria de la empresa para otor-gar una imagen única y cuidada a sus pro-ductos. La decoración Art Nouveau de lossalones evocaba más una confitería que unacarnicería moderna. Enfocada de modo inte-gral, la imagen se cuidó hasta en los más pe-queños detalles: los automóviles de reparto, lapropaganda callejera, etc. Se acentuó con estola imagen social de frigorífico de capital ar-gentino, cuyo mercado principal era el pro-

pio país. Esta forma publicitaria, sin embargo,no se trasladó a la imagen de la fábrica en sí.

Mucho más pulida resulta la imagen edili-cia ofrecida por La Blanca (1902). Situada enlos antiguos terrenos de Aldao, cerca de la vuel-ta de Berisso, donde también funcionó un ma-tadero, hacia la primera década del siglo XX elcomplejo ocupaba 300.000 m2 con un fren-te de 270 m sobre el Riachuelo, con muellepropio, y fue considerado por Richelet comouno de los establecimientos más modernos.En 1908 había sido vendido a una firma esta-dounidense (en realidad a una asociación dedos de los cinco “grandes” de Chicago: Morrisy Armour). Probablemente la combinación deuna clara estrategia de modernización por par-te de los norteamericanos y la mayor urbani-dad, en la época, de su emplazamiento, deri-varon en una mayor claridad de la planta y enuna expresión definida.

El frente sobre el Riachuelo era imponen-te: una masa blanca cuyo peso es acentuadopor la simetría clásica de su arquitectura. Losdos accesos aparecen remarcados en el coro-namiento por un frontis sobre pilastras quedelimitan los ventanales longitudinales, re-matados por dos pequeñas loggias que sobre-salen de la fábrica. Este es, en efecto, el cuer-po principal, en donde la producción de lafábrica se aleja más de los métodos rurales.

Hacia mediados del veinte se abrió un nue-vo período en la construcción de frigoríficos,íntimamente ligado con una nueva compe-tencia dentro del pool de la carne y la nego-ciación de las cuotas correspondientes, quedio como resultado el dominio casi absolutodel gran capital extranjero. Fue el preludio dela famosa guerra de la carne y de la tensiónentre los capitales privados y los intentos dereglamentación estatal, que culminó con los

debates en las cámaras legislativas, protago-nizados por Lisandro de la Torre. En la cons-trucción concreta, la expansión del capital ex-tranjero se tradujo en nuevos frigoríficos, deplantas más racionales y expresiones más cui-dadas. En La Blanca, el orden clásico pudo serfácilmente modificado en un sentido moder-no pero monumental, eliminando las loggiasy acentuando aún más la centralidad con uncuerpo agregado en el eje del edificio. Al Es-te, una serie de pabellones mudos, tendientesa señalar un ritmo continuo de producción através del aventanamiento rítmico y horizon-tal, se extendían hacia el puerto propiamen-te dicho. El conjunto gana en claridad: la re-presentación está francamente asumida porel cuerpo principal, enfático en su simetría yvolumen, y los nuevos pabellones presentanun contrapunto longilíneo y neutro.

El frigorífico de la Anglo, en el Dock Sud,que inició sus actividades a mediados de la dé-cada del veinte, construido totalmente a nue-vo, ofrece la imagen maquinista del conjuntoplanificado. El cuerpo principal, sin embargo,se resuelve en forma bastante semejante a lade La Blanca, aun sin poseer su base clasici-zante: las vastas superficies de muro cerradoson tratadas en franjas verticales cuyo ritmoacentúa las dimensiones monumentales.

El peso material del tiempo no permitió aLa Negra modificar sustancialmente su imagen,aunque en la década del treinta estas intencio-nes fueron manifiestas. En 1937 La Negra ini-ció una nueva ampliación y modernización desu planta. Para lograr una imagen y un fun-cionamiento adecuados debió prácticamentedemoler los edificios anteriores, incluido el pa-bellón de 1922. El edificio en donde se realizanlas tareas productivas es nuevamente acentua-do en su dimensión por la simetría de la ocha-va; las oficinas se disponen en un pabellón in-dependiente, horizontal, también similar, en sudespojada modernidad, al de La Blanca. Pero,en la medida en que La Negra debe disponerseen un espacio ya determinado por las preexis-tencias, el conjunto nunca logra la claridad delectura de los otros frigoríficos.

Ya en los años veinte, la idea estatal de in-tervenir en el negocio de las carnes mediantela creación de organismos específicos de con-trol del mercado (que culmina en la Ley de Car-nes en 1933, la creación de la Junta nacional deCarnes y la Corporación Argentina de Pro-ductores de Carne (CAP)) se manifestó en unaserie de proyectos de compra de frigoríficosexistentes y de construcción de otros, comoel de Santa Fe. El frigorífico municipal de Bue-

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u FRIGORÍFICO LA NEGRA.

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nos Aires, cuyo proyecto surgió durante la in-tendencia de Cantilo, en 1921, vinculado a lareforma del Matadero de Liniers, pero cuyosplanos se aprobaron en 1926, puede leerse encierto contraste con las plantas privadas an-tes descriptas. Aunque su estructura organi-zativa no difiere de los ejemplos anteriores, losautores se esmeraron en una decoración —es-tilo Dèco azteca— que sugiriera claramenteel carácter nacional. Solo la decoración podíadistinguir a estos complejos máquinas cuyasvariaciones arquitectónicas estaban tan fuer-temente determinadas por la invención téc-nica en función de la producción. G. S.

Bibliografía: S. Giedion. La mecanización toma el man-

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tadora argentina (1907-1945). Bs As.: CEAL, 1988; G.

Silvestri. El paisaje industrial del Riachuelo. Tesis

doctoral, mímeo, 1997.

FURLONG CARDIFF, GUILLERMO. Santa Fe,1889 - Buenos Aires, 1974. Historiador. Fun-dador y Presidente de la Academia Nacionalde Geografía. Director del Instituto de Investi-gaciones Históricas de la Facultad de Filoso-fía y Letras de la Universidad del Salvador. Aca-démico de número de la Academia Nacionalde la Historia desde 1939. Miembro de la Co-misión Nacional de Museos y MonumentosHistóricos en la década del cuarenta.

Junto a Mario J. Buschiazzo (v.) desempe-ñó una concreta acción para salvaguardar elpatrimonio arquitectónico argentino. Su am-plísima producción, según su bibliógrafo AbelR. Geoghegan, suma un total de 1.974 libros,

folletos y artículos especializados. Globalmente,la obra comprende dos tipos de trabajos: poruna parte, continúa con el compendio de gran-des temas que al momento de comenzar su ac-tuación constituye el enfoque habitual y, porotra, inicia una serie de trabajos monográficossobre diversos temas puntuales, en general de-jados de lado por la historiografía tradicional.

Recibió su primera educación en el Cole-gio Anglicano de San Bartolomé de Rosario yel Colegio Jesuítico de Santa Fe. A los 14 añosingresó en el Noviciado de la Compañía de Je-sús, de Córdoba, aunque no concluyó sus es-tudios allí sino en España. Entre 1911 y 1913realizó estudios de paleografía en la Bibliote-ca del Congreso de Washington. En 1913 con-cluyó su doctorado en Filosofía en la Geor-getown University y regresó a la Argentinadonde comenzó su actividad docente en el Se-minario Arquidiocesano y en el Colegio delSalvador. Entre 1922 y 1926 llevó a cabo tare-as de investigación en archivos y bibliotecasde las principales ciudades europeas. En susindagaciones en estos repositorios realizó va-liosos hallazgos, entre ellos distintos papelesrioplatenses desconocidos del naturalista Fé-lix de Azara y el códice de Baucke, en la ciu-dad de Munich, con ilustraciones de gran in-terés acerca de antiguos sistemas constructivos.Entre sus maestros se destacaron el jesuita Pa-blo Pastells en Sevilla y el historiador EnriquePeña en Buenos Aires.

De sus primeros trabajos en la Argentina,el más importante fue Los jesuitas y la culturarioplatense, de 1933. Toda la obra estaba dirigi-da a señalar la enseñanza impartida por los je-suitas como la verdadera base en que se sus-tentó el pensamiento de los hombres de Mayo;incluía además un capítulo dedicado a “ar-quitectos, escultores y pintores”. En él se apun-taba a demostrar que la intervención de losmiembros de la Orden fue decisiva en la con-formación urbana y arquitectónica de las ciu-dades donde tuvieron injerencia. Aunque es-ta hipótesis fue en parte rectificada por él enobras posteriores, este trabajo continúa vigen-te en función de la riqueza de matices biográ-ficos de los personajes que hicieron la obra edi-licia en el período estudiado. Posteriormente,en su Historia del Colegio del Salvador, dada aconocer en 1944, focalizó su interés en los he-chos históricos mismos, tocando solo tangen-cialmente la faceta arquitectónica del conjun-to edilicio. De 1946 es Arquitectos Argentinosdurante la dominación hispánica, prologado porM. J. Buschiazzo (v.), y como un desprendi-miento de este, se edita en el mismo año Ar-

tesanos Argentinos durante la dominación his-pánica, con nota introductoria de Vicente Na-dal Mora (v.). Ambos trabajos sentaron un pre-cedente en el tema sobre el que pudieroncimentarse investigaciones posteriores. En Mi-siones y sus pueblos guaraníes, publicado en 1962,reunió de manera conjunta el análisis del ré-gimen y el orden social y económico de esaspoblaciones, la historia de cada una de las fun-daciones con los trasplantes que las circuns-tancias políticas o militares impusieron, y elestudio de las grandes realizaciones arquitec-tónicas, urbanísticas y artísticas que florecie-ron en el ámbito de esa cultura. Esta obra re-viste especial interés por la incorporación dematerial documental reservado de la Compa-ñía de Jesús. Tres volúmenes recopilan la obrade toda su vida; se trata de Historia social y cul-tural del Río de la Plata, publicada en 1969.

Una referencia especial merecen sus com-pilaciones cartográficas. Cartografía jesuíticadel Río de la Plata, de 1937, cuenta con una ri-ca colección de mapas reeditados en forma fac-similar, y Cartografía histórica argentina. Ma-pas, planos y diseños que se conservan en el ArchivoGeneral de la Nación, de 1964, reúne un totalde 940 piezas, siendo la más antigua de 1577,en copia de 1782, y la más moderna de 1898.Cabe señalar además que sobre el tema dejóinédita una obra monumental iniciada en 1938que tituló Cartografía americana retrospectiva:la América Meridional y en especial el Río de laPlata. 1500-1880. Reúne este trabajo aproxi-madamente 700 reproducciones de mapas, yes el primero en su género que se compila pa-ra esta región de América. El material carto-gráfico que aporta fue consultado y fotogra-fiado en repositorios de la Argentina, losEstados Unidos y Europa.

Son numerosas las investigaciones que que-daron inconclusas y muchos los trabajos con-cluidos sin publicar. Entre los últimos, importacitar una biobibliografía realizada sobre Vi-cente Nadal Mora. B. P.

Bibliografía: A. R. Geoghegan. Biografía de Guiller-

mo Furlong. Bs. As.: 1958; A. R. Geoghegan. “Bi-

bliografía de Guillermo Furlong, 1912-1974”. En:

Boletín de la Academia Nacional de la Historia. Bs.

As.: 1975; J. Larroca. El padre Furlong, proletario

de la cultura. Bs. As.: 1969; J. Larroca. “Homenaje al

R.P. Guillermo Furlong S. J. en el primer aniver-

sario de su desaparición”. En: Boletín de la Acade-

mia Nacional de la Historia. Bs. As.: Academia Na-

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Furlong y la historiografía arquitectónica argen-

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GALLINO, ADOLFO. s/d. Corrientes. Arquitecto.Realizó sus obras principales en la Provinciade Corrientes.

Graduado en 1904, pertenece a la prime-ra promoción de arquitectos egresados de laEscuela de Arquitectura, creada en 1901 den-tro de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicasy Naturales de la Universidad de Buenos Ai-res. Fue inspector de Obras Públicas de la Mu-nicipalidad de Buenos Aires. Estuvo hasta 1908trabajando en Europa. Se desempeñó comoprofesor de la Escuela de Arquitectura. Reali-zó diversas obras junto a José Esteves, perte-neciente a la misma promoción de estudian-tes de la Escuela. Individualmente proyectóen Corrientes el Teatro Juan de Vera (1909),el actual edificio del Jockey Club, la residen-cia de Miranda Gallino, la estancia La Luisa,etc. En Santiago del Estero es autor del edifi-cio para la Biblioteca.

Bibliografía: F. Ortiz, J.C. Montero, R. Gutiérrez, A.

Levaggi y A. S. J. de Paula. La arquitectura del li-

beralismo en la Argentina. Buenos Aires: Sudame-

ricana, 1968.

GANTNER, EUGENIO. s/d. Arquitecto. De largay prolífica actuación en Buenos Aires. Repre-sentante de la generación de transición en-tre el Eclecticismo y la Arquitectura Moderna.

Se conocen de él obras que datan de 1918,como la remodelación del Edificio Roverano

(Avenida de Mayo 560 / Hipólito Yrigoyen 561),al que convierte en pasaje-galería comercial yconecta con la estación Perú de la Compañíade Tramways Anglo Americana. Esta obra seinscribe dentro de una transición entre postu-

ras académicas e influencias de la Secesión vie-nesa. Ello se hace evidente en la fachada sur,de notoria intención funcional, resuelta ínte-gramente en hierro y vidrio. Dentro del mis-mo Eclecticismo podemos ubicar el edificioSudamérica (Rivadavia 501-547 / Diagonal Nor-te 530-540), construido para la Compañía deSeguros Sudamérica en el año 1926, en cola-boración con A. Guibert. En la nueva diagonal,las alturas, líneas de balcones y cornisas esta-ban condicionadas por una rígida normativa,lo que explica la elección estilística de los au-tores: un bien reinterpretado Luis XVI.

El arquitecto Gantner tentará posterior-mente experiencias Art Dèco, como la Com-pañía Francesa de Navegación, en Corrientes345 (1930), para concretar luego la mayor par-te de sus obras dentro de las pautas estilísticasracionalistas (el edificio Plata Lappas, Av. San-ta Fe 1385 (1934); casas de renta de Juncal 2001,y 2134, José Evaristo Uriburu 1502, esquinaJuncal). M. I. DE L.

GARCÍA, PEDRO ANDRÉS. Santillana de San-tander (España), 1758 - Buenos Aires, 1833.Ingeniero militar. Funcionario de la adminis-tración virreinal y luego del gobierno revolu-cionario. Realizó varias expediciones a la zo-na pampeana y, a partir de su conocimiento,propuso políticas de poblamiento y organi-zación del territorio.

Llegado muy joven con la expedición mi-litar del Virrey Ceballos, es nombrado alférez

u EDIFICIO ROVERANO, EN LA AV. DE MAYO, BS. AS.

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de las milicias provinciales de Mendoza. Deregreso a Buenos Aires ejerce diversos cargosen la burocracia virreinal. Tiene participacióndestacada durante las Invasiones Inglesas ytambién en la represión de la asonada de Álza-ga (1809). Posteriormente, ya como funcio-nario del gobierno revolucionario, realiza tresinspecciones en 1810, 1816 y 1822 a la zonapampeana, de las que realizó informes quedan cuenta del estado de la frontera y propo-nen posibles soluciones desde el punto de vis-ta social y militar.

La primera inspección, en 1810, a partir deuna orden de la Primera Junta para hacer unaexpedición a las Salinas Grandes, se registraen una “Memoria” que contiene el germen deuna política de organización del territorio. El“Discurso preliminar”, sobre todo, es un diag-nóstico de la situación de la campaña y tam-bién un programa de su posible desarrollo. Gar-cía distingue el crecimiento notable que hacomenzado a manifestarse en Buenos Airesy su territorio en las últimas décadas del si-glo XVIII, a partir del advenimiento del Vi-rreinato, y la instauración paulatina del librecomercio. Sin embargo, observa que este re-sultará efímero, pues no está asentado en laexplotación de la tierra, sino en una feliz co-yuntura comercial. Fiel a los principios de lafisiocracia, ve en el armónico desarrollo de laagricultura las posibilidades de sustentaciónde la sociedad rioplatense, pero advierte queno es factible el usufructo directo de los bene-ficios de la agricultura sin superar la situaciónde confusión y desorden que describe.

El origen de dicho desorden parece asen-tarse en la distribución confusa de pobladoresy la falta de una división racional de la pro-piedad. Pero también en la presencia de un fe-nómeno local que resulta ser una preocupa-ción constante para los funcionarios estatales:la constatación de que si bien existe una ca-rencia generalizada de mano de obra rural,una numerosa clase menesterosa, que no pue-de ser clasificada como económicamente ac-tiva, no produce sino a medias su mínimo sus-tento y ocupa con construcciones precariasterrenos que no son de su pertenencia, usu-fructuando sus recursos a expensas de los pro-pietarios. Frente a este diagnóstico, García es-boza una probable solución que resume encuatro principios: “Primero: mensura exactade las tierras. Segundo: su división y reparto.Tercero: formación de pequeñas poblaciones.Cuarto: seguridad de las fronteras y líneas don-de deban fijarse”. El desarrollo de estos tópi-cos constituye un verdadero programa. La men-

sura exacta de tierras es un llamado a formarun catastro rural. Su función sería tanto lade precisar con claridad las propiedades de losparticulares y las del Estado para evitar con-flictos y pleitos, como formular un principiode zonificación que asegure el destino de losterrenos (agricultura o ganadería) y sus di-mensiones. Esta no solo sirve para conocer deantemano la producción posible de ambos ra-mos, sino para dividir con claridad dos siste-mas productivos incompatibles por la tendenciadel ganado a destruir las sementeras y culti-vos. Admitiendo la necesidad de la existenciade “estancias (v.) de grandes dimensiones”, almenos hasta que “la población de nuestra pro-vincia y la perfección de nuestra agriculturano hayan hecho variar completamente el es-tado de las cosas”, la idea es utilizar los culti-vos para que oficien de cinturones de protec-ción de pueblos y ciudades. De allí surecomendación de hacer de los ejidos (v.) y zo-nas cercanas a los sectores urbanos áreas ex-clusivas para la agricultura. Para completar laorganización del mundo rural, García acon-seja fomentar la formación de poblaciones conun plan sencillo que describe con minuciosi-dad: “designado el lugar que se juzgue a pro-pósito para población, deben deslindarse y se-ñalarse luego los sitios para las casas; de modoque cada uno pueda tener un huerto, corral yhabitación desahogada. Estas formarán y con-tendrán una plaza, de la que arrancarán ochocalles espaciosas en la primera cuadra de susrespectivos frentes; y en las segundas conten-drán cien varas cada una: se señalan asimis-mo el lugar de para la iglesia, el cementerio,el hospital y la cárcel”.

A diferencia de Azara, quien aceptaba la pre-eminencia y las ventajas de la ganadería so-bre la agricultura en la región y aconsejaba enalgunos casos una repartición racional de lastierras para crear una comunidad rural nume-rosa, nucleada solo por la existencia de una redde capillas rurales y una autoridad general pa-ra la campaña, García devuelve a los pueblosun rol fundamental como agentes civilizadoresdel territorio, puntos de concentración del co-mercio que posibiliten las ventas de la produc-ción agrícola y la fijación racional de precios.

Por otra parte, tanto la división de la tie-rra como el control estatal centrado en los po-blados, tienen una clara connotación política.“El árbol de la libertad e independencia queacaba de plantarse —dice García— es precisoque se arraigue mucho en la tierra, de otra ma-nera los huracanes que le prepara el contrastede fuerzas extrañas o de nuestras mismas pa-

siones le arrancarán de nuestro suelo” . Y enese sentido la cuestión de la propiedad de latierra cumple un rol fundamental.

Si bien el reparto de tierras es una cos-tumbre legal que acompaña todo el proceso decolonización, aparece aquí el uso del recursono como una consigna generalizada, sino co-mo modo de remediar el problema de la po-breza, la cual no tiene para García una razónestructural, ya que sería resultado de la igno-rancia y la ausencia de una organización legaladecuada. Además, este tipo de reparto esta-blece un pacto. La tierra solo será entregada enla medida en que sea realmente poblada y enella se construya una casa, lo que por otra par-te implica un principio de control de esa po-blación “que puede mudar su domicilio con lamisma facilidad que los árabes y los pampas”.Esta idea de generar una comunidad de pro-pietarios, partiendo de la existencia de un im-presionante volumen de tierra fiscal como mo-do de hacer de cada inmigrante o campesinoun ciudadano, tendrá un largo y polémico de-sarrollo como programa político en el ámbitodel Estado durante el siglo XIX. F. A.

Bibliografía: J. Gelman. Un funcionario en busca del

Estado. Pedro Andrés García y la cuestión agraria

bonaerense: 1810 – 1822. S/l, Universidad Nacional

de Quilmes, 1997; F. Aliata. Las raíces del árbol de

la libertad, Actas de las Jornadas de Investigación

de la FAU - UNLP. La Plata: UNLP, 2003.

GARCÍA NÚÑEZ, JULIÁN JAIME. Buenos Aires,1875 – Íd., 1944. Arquitecto. Uno de los prin-cipales representantes de la renovación esti-lística modernista de principios del siglo XX enla Argentina. Luego de realizar un vasto y sig-nificativo número de obras a fines de la dé-cada de 1910, su producción se vuelca cadavez más hacia un Eclecticismo con residuosneoclásicos, en coincidencia con el eclipsedefinitivo de los movimientos ligados al ArtNouveau europeo.

Julián García Núñez estudió en la EscuelaSuperior de Arquitectura de Barcelona bajo ladirección de Lluis Domenech i Montaner, dequien fue uno de los discípulos predilectos.

Obtuvo su título de arquitecto en el año1900. Su permanencia en Barcelona coinci-de con el florecimiento del llamado Moder-nismo catalán (v. Arte Nuevo), cuyos principalesexponentes son Antonio Gaudí y el mismo Do-menech, quienes se proponen la búsqueda deuna arquitectura nacional, integrada a las ex-

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periencias europeas contemporáneas, como al-ternativa al Eclecticismo académico dominan-te.García Núñez regresó a Buenos Aires en1903 e inició el período más interesante de suproducción arquitectónica, que se prolongóaproximadamente hasta 1915. La influencia dela Secesión vienesa se convirtió entonces enotra fuente importante de su experiencia.

En este momento creó, en sociedad con supadre, su propia empresa constructora, con lacual construyó todas sus obras.

Pertenece a esta primera etapa una serie deedificios cuyo comitente fue la colectividad es-pañola, que adoptó el lenguaje del Modernismocomo sinónimo de “Modernidad” e “Hispani-dad”; además, construyó un importante núme-ro de edificios de viviendas colectivas de renta.

Debemos mencionar también su propia ca-sa (1907) en Av. Independencia 2442, el edifi-cio de oficinas (1910) en la calle Chacabuco78 y el cinematógrafo La Armonía (1910) en Av.Belgrano 3272, todos ellos en Buenos Aires.

La primera obra donde se pone de mani-fiesto la capacidad creadora de García Núñezes el edificio del Hospital Español de Bue-nos Aires, fruto de un concurso organizadopor La Sociedad Española de Beneficencia en1906 (v. Hospital).

El conjunto ocupa una manzana, con fren-te sobre la Av. Belgrano al 2900, y se resuelvea través de una composición de carácter axial,con pabellones alrededor de patios. La facha-da principal muestra toda la potencia creativade García Núñez. Dos niveles fuertemente ar-ticulados, con marcado acento de las líneas ver-ticales, rematados por tres cúpulas: una ma-yor, coincidente con el acceso, en el eje de lacomposición, y dos menores, en los pabello-nes apenas sugeridos de los extremos.

Todo el vocabulario expresivo modernistaaparece manejado con una gran coherencia eindependencia: las escamas vitrificadas de co-lores que cubren las cúpulas, encuadradas encuatro pilares; las altas ventanas, con su luz ca-racterística, casi cenital, coronadas por mosai-cos coloreados; las varillas y esferas de hie-rro, de reminiscencia wagneriana; las cerámicaspolicromadas, etc.

Desde el punto de vista espacial, es de granrelevancia el hall de acceso con su importan-te escalera, donde se destaca el elaborado di-seño de la herrería y la ornamentación “gráfi-ca” de los muros y el cielorraso.

En 1907 García Núñez inició las obras delanexo del Hospital Español en la localidad deTemperley, denominado Asilo para Valetudi-narios y Crónicos. En un predio de nueve hec-

táreas, el conjunto se resuelve por medio deuna serie de pabellones independientes en me-dio del parque, organizados por un eje prin-cipal norte-sur. Los pabellones se vinculan en-tre sí por medio de galerías abiertas.

Si bien el esquema es típico de los ejem-plos contemporáneos, podemos emparentar-lo especialmente con el Hospital de San Pablode Barcelona, que Domenech inició en 1902,y con el conjunto hospitalario de Steinhof(1902), de Otto Wagner, sobre todo en la uti-lización de la capilla como remate del eje prin-cipal de la composición.

La influencia de Domenech es notable enel diseño de los pabellones para internados, cu-ya sala circular en uno de los extremos del edi-ficio es una cita casi textual.

Aunque García Núñez retoma criterios for-males desarrollados en el edificio anterior, ellenguaje es aquí mucho más ascético. Ele-mentos verticales, a la manera de contrafuer-tes, coronados por anillos en sus caras, ampliospaños de muro con grafía secesionista, elabo-rada herrería, cúpulas que acentúan puntosimportantes, como el acceso al pabellón de laadministración, cubierto por una marquesinatransparente sostenida por pilones, nos ponefrente a una posible influencia de Wagner. Deesta obra solo fue construida una parte, que semantiene hasta la actualidad.

El mismo año, el arquitecto inicia la cons-trucción de su vivienda particular en Av. In-dependencia 2442. Esta se desarrolla en dos ni-veles con un pequeño altillo. La planta baja,

donde funciona su estudio profesional, inclu-ye una zona de depósito de materiales; en el ni-vel superior se encuentra la vivienda organiza-da alrededor de un espacio libre. La fachada,caracterizada por su asimetría, presenta ele-mentos académicos. El nivel inferior tiene untratamiento de símil piedra con marcadas lí-neas horizontales. El ventanal del paño central,enmarcado por laterales de desigual dimensiónque contienen los accesos, está particionado porcolumnas jónicas con un extraño diseño en suscapiteles, detalle que se repite en el altillo quecorona el lateral derecho, y que remata con enuna “rosa de los vientos” de audaz diseño.

El otro paño lateral culmina con tres pe-queños murales, con escenas tratadas de ma-nera realista, realizados con pequeños mo-saicos de vidrio o de cerámica.

Debemos destacar además el coronamien-to de las ventanas del piso alto, con motivosflorales, como también el elaborado diseño dela herrería de los balcones y otros elementos.

En 1910, al celebrarse el Centenario de la Re-volución de Mayo, García Núñez fue comisio-nado por el gobierno de España para proyectary construir el pabellón con que dicho país sepresentó a la exposición conmemorativa. El con-junto, de claro corte académico, se organizaalrededor de un gran espacio rectangular abier-to. Está limitado en sus lados mayores por dospabellones idénticos destinados a la exhibiciónde elementos relacionados con la industria, elcomercio, la agricultura, las bellas artes, la de-coración y las artesanías. En uno de los ladosmenores, sobre el eje principal y enfrentandoal acceso, aparece el pabellón dominante, des-tinado a las recepciones, que se relaciona conlos anteriores por medio de galerías semicircu-lares. Es esta, tal vez, la obra de García Núñezcon mayores reminiscencias wagnerianas. Re-sulta evidente en el diseño del acceso, con suscuatro enormes pilones y la típica corona de lau-reles. Los elementos verticales están unidos poruna elaborada herrería en forma de arcos quesostienen medallones de hierro forjado, con mo-tivos vegetales. En reconocimiento por esta obra,el rey Alfonso XIII de España le otorgó en 1930la Cruz de Isabel la Católica.

Influencias del mismo origen aparecen enla fachada del cinematógrafo La Armonía, cons-truido también en 1910. Los grandes mosaicosen los paños laterales, las guirnaldas circularesy, especialmente, el acceso en el paño central,resuelto por medio de un arco rebajado con me-dallones y rematado por la marquesina curvade hierro y vidrio, rememora ciertas solucionesde la estación de la Karlsplatz, de Otto Wagner.

110 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u EDIFICIO EN LA CALLE CHACABUCO 78, BUENOS AIRES.

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Pero su obra más avanzada, que podría aso-ciarse con el concepto de style de l’utile de Wag-ner, es el edificio de oficinas de la calle Chaca-buco 78, en Buenos Aires. En él, García Núñezexploró un tipo sin demasiados antecedenteslocales, además de experimentar sucesivamentecon los nuevos materiales, como el hierro y elvidrio. Si bien la fachada sobresale por su aus-teridad y su fuerte dominio de las verticales,la solución espacial interior es el elemento mássorprendente del edificio. Este se organiza al-rededor de un espacio central que contiene elascensor y se ilumina cenitalmente. Las cone-xiones horizontales se realizan por medio depuentes y pasillos, construidos con losetas devidrio sobre una estructura de hierro, las quepermiten el paso de la luz que baja desde la cla-raboya; todo ello conforma un espacio de granriqueza por su conectividad y transparencia.

El otro tema en el que García Núñez in-cursiona, realizando una importante produc-ción, es el de la vivienda colectiva para renta.Pertenecen a este período los edificios de Sui-pacha y Tucumán (1907), San José 1545 (1911),Pichincha 172 (1911), Otamendi y Yerbal (1912),Venezuela 722 (1912), Paso y Viamonte (1913),Independencia y Sarandí (1913), y Sáenz Peña270 (1913), todos en Buenos Aires.

La calidad de estas obras no es pareja y,frente a un tratamiento exterior que sigue ex-perimentando variaciones con los elementosmodernistas, la distribución interior mantie-ne soluciones tradicionales. Las que adopta pa-ra las fachadas reconocen criterios similares.En la planta baja se ubican el o los accesos ylos espacios destinados a locales comercia-les, con amplias aberturas; se desarrollan treso cuatro niveles de viviendas, con aventana-mientos repetitivos y organizados regular-mente. El muro aparece revestido con placasvidriadas; la ornamentación se acentúa en elúltimo piso, con los típicos diseños florales bi-dimensionales, y remata el edificio con coro-namientos muy elaborados.

De particular interés resultan las solucio-nes de las ochavas en los casos de edificiosen esquina. En el de Suipacha y Tucumán, unvolumen cilíndrico -sugerido desde la plantabaja- presenta variaciones en los diferentes ni-veles y se corona con un complejo remate depizarra, hierro forjado y una alta veleta.

En Paso y Viamonte, la ochava concluye enuna elaborada cúpula con piezas en forma deescamas hechas con mosaicos de vidrio de va-riados colores, que apoya en una base escalo-nada, con guardas verticales.

En el caso de Independencia y Sarandí, dos

torres circulares, rematadas por cúpulas y pro-fusamente ornamentadas, encuadran el planode la esquina desde el último nivel. Un im-portante volumen a la altura del primer pisoavanza sobre la esquina, formando el balcóndel nivel superior.

A partir de los últimos años de la década de1910 se produce en García Núñez un cambiode actitud que varió notablemente su produc-ción arquitectónica. Esta pierde poco a poco suoriginalidad y adopta un estilo que tiende a unEclecticismo con residuos neoclásicos.

Pertenecen al período las casas de renta deRincón 226, Pichincha 364 y Rivadavia 755;la ampliación de la tienda San Miguel y delCasal de Cataluña; la residencia de la familiaMirás en Bartolomé Mitre al 2000; el edificiopara garaje de la calle Chile al 1100; el anexodel Hotel España; el Asilo para Ancianos De-samparados en la calle Moreto, como tambiénsu capilla; las bóvedas para su propia familiay para la familia Cardini en el Cementerio delNorte; y el segundo premio del concurso delPanteón Social del Centro Gallego de BuenosAires, que obtuvo asociado al arquitecto Eduar-do Le Monnier (v.).

Dejó la profesión definitivamente en 1931,aunque en los últimos años de su vida reali-zó pequeños trabajos de carácter religioso.

Sus obras, muchas de ellas desaparecidas omodificadas, quedan como uno de los ejemplosmás importantes de las ideas precursoras de laarquitectura del siglo XX en la Argentina. J. V.

Bibliografía: “Arquitectura Moderna. Obras de Julián

García Núñez”. En: Revista del Centro de Arqui-

tectos, Constructores de Obras y Anexos. Bs. As., sep-

tiembre de 1929; F. Ortiz, J. C. Montero, R. Gutié-

rrez, A. Levaggi y A. S. J. de Paula. La arquitectura

del liberalismo en la Argentina. Buenos Aires: Su-

damericana, 1968; L. E. Santalla. Julián García Nú-

ñez. Bs. As.: IAA, FAU-UBA, 1968; R. Gutiérrez. Pre-

sencia y continuidad de España en la arquitectura

rioplatense. Separata de la revista Hogar y Arqui-

tectura. N° 97. Madrid, 1971.

GARCÍA VÁZQUEZ, FRANCISCO.

Buenos Aires, 1921 – Íd.,1990. Arquitecto y urbanista.Egresó como arquitecto de la

Universidad de Buenos Aires en 1948. Se des-taca especialmente su labor institucional enla Sociedad Central de Arquitectos, la que pre-sidió durante seis períodos sucesivos, en tiem-pos especialmente difíciles.

Destacado estudiante, recibió después degraduado, durante cinco años consecutivos,las becas de estudio otorgadas por el rectora-do de la UBA. Su trabajo profesional se desa-rrolló, desde 1970, junto con los arquitectosAna Musso y Moisés Resnick Brenner, conquienes obtuvo numerosas distinciones en con-cursos nacionales de arquitectura y urbanis-

gar gar

111Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u LA EXPRESIÓN MODERNISTA DEL HOSPITAL ESPAÑOL, BUENOS AIRES, DE JULIÁN GARCÍA NÚÑEZ.

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mo. Pero el área en la que sus contribucio-nes fueron más relevantes la constituyó el pla-neamiento urbano. En 1956 fue designado di-rector del Plan Regulador de la Ciudad deBuenos Aires y posteriormente (1959-1966),consejero directivo de la Organización del PlanRegulador (v. Plan). Finalizada la última dicta-dura militar, fue nombrado titular de la Sub-secretaría de Ordenamiento Ambiental entre1984 y 1985, y vocal de la Comisión TécnicaAsesora para el traslado de la Capital a Vied-ma, el ambicioso y fallido proyecto del primergobierno democrático. Cumplió además unpapel importante como difusor de las nuevasorientaciones en planeamiento, tanto desde lacátedra universitaria (fue profesor titular deUrbanismo en la Facultad de Arquitectura deLa Plata entre 1957 y 1961; desde 1962 dictó lamisma asignatura en Buenos Aires, hasta surenuncia en 1966), como desde varios escri-tos entre los que se destaca Aspectos del plane-amiento y de la vivienda en Cuba (1968).

Su especialización en planeamiento y laactividad institucional estuvieron teñidas desu ideología progresista (aunque no partidis-ta, con excepción de los últimos años). Parti-cipó en 1969, junto a Horacio Pando (v.), LuisMorea (v.) y Marcos Grossman, en la trans-formación de la vieja y alicaída sociedad de ar-quitectos porteña en una entidad fuertemen-te comprometida con las vicisitudes del país,en donde el rechazo sistemático a los gobier-nos dictatoriales se combinaba con renovadaspreocupaciones sociales (v. Sociedad Central de Ar-

quitectos). En 1972, García Vázquez encabezó

una lista que, en rigor, fue un desprendimientode izquierda de la anterior, e inició doce añosde gestión ininterrumpida, años en los quetambién participó en la Federación Argentinade Sociedades de Arquitectos y en el Conse-jo directivo de la UIA. En los años de la dic-tadura militar, y a pesar de las presiones y ame-nazas, la actitud de la SCA liderada por GarcíaVázquez se caracterizó por una batalla siste-mática en contra de las obras públicas de laintendencia de Cacciatore, la defensa del há-bitat de los sectores carenciados, la oposicióna la destrucción del patrimonio de la ciudad.El ámbito de la SCA se transformó entoncesen una referencia importante para las cama-das más jóvenes y contestatarias. La línea deconducta de García Vázquez lo llevó tambiéna conformar el Consejo de Presidencia de laAsamblea Permanente por los Derechos Hu-manos y la Comisión Directiva del ConsejoNacional por la Paz. G. S.

GAZANEO, JORGE OSVALDO.

Buenos Aires, 1928. Arquitec-to e historiador de la arquitec-tura. Experto en preservacióndel patrimonio.

Egresado de la FAU-UBA en 1955, ha de-sarrollado actividad docente en la FAU-UBA yen la FAU-UNLP. Se especializó en el área derediseño urbano en Inglaterra, y en preserva-ción y rescate del patrimonio monumental en

Francia, Italia y EE.UU. Ha sido director delIAA en el período 1970-1983. Fue también or-ganizador y presidente del Comité Argentinode ICOMOS, y representó a la Argentina enlas reuniones internacionales del organismo.En la actualidad es director de la Carrera de Es-pecialización en Preservación y Reciclaje delPatrimonio Monumental, Urbano y Rural enla FADU-UBA. Discípulo de M. Buschiazzo(v.), ha realizado, junto con la arquitecta MabelScarone, diversas investigaciones sobre arqui-tectura argentina y latinoamericana. Sus con-tribuciones más relevantes están relacionadascon el estudio del patrimonio rural e industrial.Entre sus ensayos más destacados, pueden ci-tarse Tres asentamientos rurales (1965), La ar-quitectura de la Revolución Industrial en la Ar-gentina (1966) y Revolución Industrial yEquipamiento Urbano (1969), trabajos pione-ros que llamaron por primera vez la atencióncon respecto al rol de la tecnología de la Revo-lución Industrial en la conformación del há-bitat rural y urbano de nuestro país (v. historio-

grafia de la arquitectura). Además, es mérito de susinvestigaciones el haber señalado el importantevalor patrimonial a nivel mundial de estos mo-numentos (silos, puentes, depósitos, estacio-nes ferroviarias, fábricas, etc.).

GELLY CANTILO, ALBERTO. Buenos Aires, 1887- s/d. Arquitecto. Realizó una variada obra enla que se destacan viviendas individuales, ca-sas de renta y edificios comerciales. Trabajóen sociedad con el arquitecto Moy. En susproyectos es notable la diversidad de lenguajesestilísticos utilizados.

Egresó de la Escuela de Arquitectura de Bue-nos Aires en el año 1913. Entre las obras que fi-guran en su ficha de ingreso en la SociedadCentral de Arquitectos están: hotel privado deLas Heras 2131, casa de renta en Talcahuano889, Farmacia Nelson en Suipacha 477 (1917)y garaje en Humberto I 1630, todas en BuenosAires. En el concurso privado del Banco Pro-veedor del Río de La Plata se le adjudicaron cin-co chalets para ser construidos en el barrio deBelgrano. Proyectó también la Casa de la Em-pleada en Punta Mogotes, Mar del Plata, y lasescuelas Joaquín V. González (1930) y Guiller-mo Rawson (1937), en la Capital Federal.

Junto al arquitecto Moy realizaron variasobras en Buenos Aires, entre las que se en-cuentran el petit- hôtel de la calle Mendoza 1770(1922) y el hotel privado de Ayacucho 1337(1922); las casas de renta de: Juncal 1843 (1922),

112 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u F. GARCÍA VÁSQUEZ INTEGRÓ LA COMISIÓN QUE ELABORÓ EL PROYECTO DE NUEVA CAPITAL EN VIEDMA Y C. DE PATAGONES.

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Santa Fe y Coronel Díaz (1932), Pueyrredón2324 (1930), Guido 1685 (1925), y la casa par-ticular de Coronel Díaz y Centeno (1932). En-tre otras actividades, GC se desempeñó comosubdirector y luego director general de Arqui-tectura del Consejo Nacional de Educación (v.

Escuela). En 1946 obtuvo, junto a los arquitec-tos Jaime Roca (v.) y Naon Gowland, el segun-do premio en el concurso para la sucursal SanUrbano y el primero para la sucursal Isla Ver-de del Banco de la Nación Argentina.

A pesar de cultivar un Eclecticismo esti-lístico, como la mayoría de los arquitectos desu generación, se preocupó por la evoluciónde la arquitectura local: “En nuestro tiempotodas las naciones son interdependientes, pe-ro cada país se expresa según su genio propio.Ha llegado la hora para los arquitectos ar-gentinos de crear una arquitectura que mues-tre que estamos alerta y al compás del tiempoque vivimos, pero que sea también expresiónde nuestra modalidad, de nuestra herencia cul-tural” (Nuestra Arquitectura. N° 385, diciem-bre de 1961, p. 38). R. P.

Bibliografía: Colección Revista de Arquitectura 1917-

1930; Anuario de Arquitectura e Ingeniería de la

República Argentina, 1922; Colección revista Nues-

tra Arquitectura 1932-1961; R. Crespo y R. Cova. Ar-

quitectura marplatense: El Pintoresquismo. Resis-

tencia: IAIHAU, 1982.

GEMINIANI, MARIO. Carrara, Italia, 1856 - s/d.Arquitecto. Activo en Buenos Aires a fines delsiglo XIX y principios del XX.

Llegó a la Argentina en 1883 e instaló su es-tudio en Corrientes 942, en Buenos Aires. Tra-bajó en el Departamento Nacional de Ingenie-ría y Obras Sanitarias de la Nación (1897).Realizó un proyecto para la estación Once y con-cretó el Palacio Bustos en la calle Bolívar. Pre-sentó trabajos en el concurso para el Palacio delCongreso Nacional y en el de la Grabadora Ar-gentina de Barracas. Edificó el establecimien-to Vasena en Buenos Aires y el palacio MiguelNougués en Tucumán. Se le atribuyen tambiénalgunas obras en la ciudad de La Plata, como:la iglesia de San Ponciano, el Hospital Italianoy la fachada del Departamento de Ingenieros.

Bibliografía: F. Ortiz, J.C. Montero, R. Gutiérrez, A.

Levaggi y A. S. J. de Paula. La arquitectura del li-

beralismo en la Argentina. Buenos Aires: Sudame-

ricana, 1968; Vicente Cútolo. Nuevo diccionario

biográfico argentino. Bs. As.: Elche, 1968.

GERBINO, JOSÉ. Santo Stéfano di Camastra (Si-cilia, Italia), 1886 - Saint Triphon (cerca deLausana, Suiza), 1972. Arquitecto y escultor.Egresado de la Real Academia de Bellas Artesde Palermo (Sicilia), en donde estudió entre1902 y 1909, poseía los títulos de ProfesorNacional de Arquitectura, Decoración y Escul-tura y Profesor de Geometría Descriptiva, Di-bujo Técnico y Ornamental; tuvo como espe-cialidad la cerámica industrial y artística, laalfarería y la escultura. Fue discípulo de los es-cultores Mario Rutelli, Domenico Trente Cos-te y Gaetano Geraci. Por entonces, la Acade-mia se encontraba dirigida por el arquitectoErnesto Basile, destacado por su producciónde mansiones Liberty. Fue ganador en 1908del concurso nacional para una plaza en la Es-cuela de la Medalla de Roma. En 1911 se ra-dicó en la Argentina y en 1917 se nacionali-zó. Tres años después se casó con la suiza IdaJuana Chauvy. Pintora y cultora del pensa-miento religioso oriental, ella lo introdujo en elambiente de la Sociedad Teosófica local.

Durante la segunda década del siglo parti-cipó en numerosas exposiciones y muestras,con bronces, cerámicas y aguafuertes, con es-pecial interés en la investigación sobre la alfa-rería indígena. En 1919 obtuvo el primer pre-mio en la sección de Arquitectura y Decoracióndel Salón Nacional de Bellas Artes de BuenosAires. Sus obras integran el patrimonio dediversos museos. Fundador de la ComisiónMunicipal de Bellas Artes, fue miembro de lamisma en 1930-1931.

Individualmente, y también asociado en for-ma sucesiva a Leopoldo Schwarz, a Manuel Tris-tán Ocampo y a Carlos López Zamora, produ-jo un significativo volumen de obra, con las másvariadas filiaciones estilísticas, en una secuen-cia iniciada con las tribunas para el Hipódro-mo del Jockey Club (1920) y jalonada por lostrabajos de la cripta de la iglesia catedral, y lasreformas en la residencia Estévez (1922-1925),la iglesia del Perpetuo Socorro (1925), el ClubHouse del Rosario Golf (1928), el Palacio Mi-netti (1929), el edificio para La Unión Gremial(1932). Se destaca una serie de cines y teatros,entre los que sobresalen el Cine Real (1928) yel Monumental (1936); además de una gran pro-ducción de residencias particulares, viviendasy locales comerciales, panteones y mausoleos,en los que incluyó su trabajo como escultor.

Constante referente en los debates susci-tados en torno de las incumbencias profesio-nales, participó activamente en la Sociedad deIngenieros, Arquitectos y Constructores de

Obras, de la que fue integrante de la Comi-sión Directiva, vicepresidente en 1922 y 1933,y presidente en 1925.

Entre 1950 y 1955 fue profesor de escultu-ra de la Escuela Superior de Artes Visuales, in-corporada a la Universidad Nacional del Lito-ral, y desde 1943 hasta 1964 de la EscuelaProvincial de Bellas Artes.

JG constituye una figura peculiar en la his-toria de la producción arquitectónica de la ciu-dad de Rosario. Llegó a la Argentina durante unviaje de estudios por diversos países, obtenidocomo premio de un concurso de arquitectura ydecoración organizado por el Ministerio de Ins-trucción Pública de Italia. Renunció a los be-neficios de la beca —que incluía visitas a Gre-cia y Egipto— y se radicó en Rosario, en los añosen que se extingue la gran inmigración.

Su arribo a la ciudad coincidió con uno delos primeros eventos artísticos rosarinos: la ex-posición de pinturas que El Círculo organizóen 1912. Gerbino se liga al grupo de Alfredoy Ángel Guido (v.).

En 1917, El Círculo organizó el Primer Sa-lón de Otoño de pintura y escultura en el queexpusieron sus obras. En el mismo año se cons-tituyó la Comisión Municipal de Bellas Ar-tes, que organizó en 1918 el Segundo Salón deOtoño, donde también expuso.

En esos años la revista Augusta señala quela producción de Gerbino y Alfredo Guido po-see un dominio absoluto del estilo y el color, va-

gar gem

113Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u AFICHE DEL SALÓN DE OTOÑO DE ROSARIO.

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lorizando sus huacos, urnas, platos, vasos, re-pisas, portalibros y papeles, y la medalla de orootorgada por un cofre incaico estilizado. El éxi-to alcanzado por ambos puede medirse por lasventas de objetos realizadas bajo patrocinio ofi-cial. Con motivo de una exposición posterior detapices americanos, donde triunfan las alfom-bras santiagueñas y la decoración indígena pre-colombina, Moi llega a reconocer que han sidoGuido y JG quienes abrieron “a la imaginaciónun poco agotada de los decoradores nuevos rum-bos y horizontes insospechados”.

En 1919 la difundida revista Plus Ultra pu-blica un artículo de Antonio Pérez Valiente de-dicado al renacimiento del arte indígena, don-de, junto a la imagen de ambos autores en suestudio, se alaba su cerámica, muebles y pro-yectos de decoración mural, en “un estilo bá-sico, inconfundible y netamente nacional, sinmezcla extranjera y llamado a tener grandesproyecciones en la arquitectura y en el vastocampo de la decoración”. El año 1919 parecehaber sido decisivo en la trayectoria de JG: pormás de dos décadas no encontraremos ya supresencia en los salones de arte ni en las mues-tras de elementos decorativos. Se dedicará enparticular a la arquitectura.

Su primera obra registrada pertenece al hi-pódromo del Parque Independencia, en el quese realizan las tribunas populares y la nivela-ción de la pista de carreras. En marzo de 1920realiza el que sería su primer proyecto de im-portancia: boleterías, tribunas populares y ofi-ciales, acceso a jardines y quiosco de música enestilo Liberty, de notable contraste entre mate-riales (ladrillo visto, hierro y piedra), desbor-dante de bajorrelieves marmóreos, atrevidasformas lineales y mansardas convencionales.

Del mismo año datan los planos de la ca-sa Machain, para la esquina de Oroño y López(hoy Zeballos), desarrollada en una tipologíade mansión centrada en un gran hall de esca-lera en doble altura, que se repetirá luego enmuchas de sus obras. En un marco de fuerteenfrentamiento entre competencias profesio-nales, JG se incorpora en marzo de 1921 a laSociedad de Ingenieros, Arquitectos y Cons-tructores de Obra, donde lleva a cabo una ac-tuación destacada. A partir de 1921, JG se aso-cia con Leopoldo Schwarz. Nacido en SanCristóbal en 1899, este acababa de terminar susestudios en la Facultad de Arquitectura de laUBA y fijó su domicilio profesional en casade la familia Guido, Colón 1345.

Entre los años 1921 y 1924 realizan la re-forma del pasaje La Unión Gremial, el conjuntode viviendas pasillo, en donde se articulan de-

corativamente formas Liberty y andaluzas defuertes efectos pintorescos. Entre 1922 y 1925ambos socios llevan a cabo los trabajos de lacripta de la iglesia catedral, con elementos dela arquitectura barroca española y latinoameri-cana; al mismo tiempo que ejecutan ampliasreformas en la casa de Odilo Estévez.

Otra tendencia se desarrolla en la mansiónAghina de Laprida y Santa Fe (1921-1928), endonde los elementos de la tradición clásica re-ciben una decoración parcialmente indigenis-ta en el interior. En 1922, la construcción delcine-teatro Buckingham Palace, de Maipú 1174,se constituye en cabeza de serie de otro géne-ro, en el que la dupla se destacará: la cons-trucción de salas de espectáculos.

A partir de 1923 y hasta 1928 se sucedenininterrumpidamente encargos, de los quese destaca una veintena de mansiones, entrecuyos comitentes se leen los nombres de la al-ta burguesía local. Ubicadas casi todas “entrebulevares”, poseen lotes generosos, muchasen esquina; en otras la secuencia ingreso - granhall - escalera y salón comedor se ve compro-metida por desenvolverse en terrenos limita-dos, angostos y profundos.

En el estudio reinaba, en definitiva, un no-table Eclecticismo, que fluctuaba entre el Tu-dor de la casa Seghezzo, en la Av. Belgrano, yel Pintoresquismo del chalet Brebbia, en Ur-quiza y Oroño (1923). Al Neocolonial de la re-sidencia Calvente, en Santa Fe 2048 (1926), lecorrespondió el Neoespañol de Catamarca yOroño, que incluyó elementos neogóticos enel interior. El Liberty de las mansiones para lafamilia Alabern, en Oroño y Zeballos y Oroñoy Montevideo (1927), retomó los estilemas dela casa Machain. El Clasicismo de las villas ita-lianas predominó en las viviendas Lejarza deOroño 987-991 (1923) y Fantoni de Oroño 272,casi gemelas y de ingreso lateral exento. Idén-tico lenguaje se empleó en el volumen com-pacto de las casa Alcalde, de Oroño y San Lo-renzo (1924), en Terzano, de Oroño y Tucumán(1928), o en Vignoles, de Italia y Santa Fe. Seutilizó asimismo entre medianeras, como enla casa Gutman de Oroño 740 (1927); se afran-cesó con la ampliación del vocabulario deco-rativo en la residencia Cuesta, de Moreno ySanta Fe (1925), o en la de Lagos, de Santa Fe1712, y al ornamentar la fachada Mackey, de ca-lle Dorrego frente a la plaza San Martín (1924).

Mientras se ejecutaban las obras citadas, elestudio realizó un número no inferior de in-tervenciones en viviendas de menor enverga-dura, grupos de casas de renta y hasta un parde conventillos, que exteriormente mostraronel referido Clasicismo ahora estandarizado.

La actitud abiertamente historicista quedapatente si se recorren las referencias románi-cas de la iglesia del Perpetuo Socorro de Alberdiy French (1925), hasta el ampuloso Neoborbó-nico de la fachada de La Capital; desde el espa-ñolizante de La Cervantina, de San Juan entreSan Martín y Maipú (1928), presidido por unaestatua de Barnes, hasta el híbrido Neocolonialde las dos casitas de renta en Alvear entre SanLuis y San Juan (1926), que son las viviendasde los propios autores. Las loggias y el potentealmohadillado del edificio Dianda, de Corrien-tes entre Córdoba y Rioja, se oponen al Clasi-cismo más severo, utilizado en los talleres grá-ficos de Tamburini, en Urquiza entre Españay Roca, y en el cine Real de Oroño y Salta (1928).

El éxito social y empresario corona esta ac-titud ecléctica e historicista, corriente en la ar-quitectura mundial de la metrópoli y en los sec-tores ajenos a las vanguardias arquitectónicas.

El Palacio Minetti no solo es su obra másconocida, sino también la de autoría más dis-cutida. Una publicidad contemporánea de esaempresa cerealera, aparecida en el Boletín dela Bolsa de Comercio, presenta la imagen del

114 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u FACHADA DEL PALACIO MINETTI, ROSARIO, DE J. GERBINO.

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edificio firmada por “Gerbino, Schwarz y Du-rand (v.), arquitectos”. Inaugurado en 1929,este trabajo fue producto de la asociación dedos estudios. Los planos de obra de las facha-das llevan la rúbrica de Gerbino, Schwarz, Du-rand y Ocampo, a excepción de la principal,donde no firma Durand. La estética Art Dèco,que parece haber sido resultado de la deman-da de una imagen made in USA del propio Do-mingo Minetti, caracteriza solamente el fren-te y el hall de ingreso.

Luego de la experiencia del Minetti, Tris-tán Manuel Ocampo, colaborador de Duranden obras tan importantes como los edificios dela Federación Agraria Argentina y el PalacioFuentes, se asoció con Gerbino y Schwarz.

La incorporación de Ocampo no significóvariaciones de consideración en la produccióndel estudio. Esto se verifica observando el con-junto compacto de cuatro viviendas construi-das para Ángel Campodónico en Salta y EntreRíos, de 1932, que presenta detalles similaresa los de la casa Barralt de Laprida 1308, quedata de 1929. En la anexa casa Paretto, de 1931,la esquina posee un bajorrelieve de motivo in-dígena característico. El orientalismo mani-fiesto del templo israelita de Paraguay entreMendoza y San Juan probablemente deba atri-buirse al comitente.

De las numerosas viviendas de clase mediadesarrolladas en dos plantas durante estos años,resaltan la de Ghio, en la esquina de Balcarce yCochabamba (1931), o su lindera, edificada so-bre Cochabamba para Castro (1932). Dos man-siones de mayor envergadura, ambas adyacen-tes y erigidas en 1930, merecen compararse: lade la familia Tacconi, en Oroño 1542, con unatardía fachada de pilastras clásicas y patio an-daluz, y la de la familia Moroni, de Oroño 1538,con motivos neocoloniales modernizados.

Resaltan, asimismo, el zigzag del temploadventista de Catamarca 2150 (1932) y el mo-nótono Art Dèco de la Unión Gremial, de Mi-tre y Santa Fe, proyectado en este estilo por unpedido expreso de la empresa. La misma esté-tica se simplifica y combina con extraños ócu-los en el Instituto Tráfico de San Lorenzo, en-tre Oroño y Alvear (1933); motivos quereaparecen en el cine Edison, de Ovidio Lagosentre Córdoba y Santa Fe.

La firma Gerbino-Schwarz fue disuelta enmarzo de 1933, y el primero quedó como con-tinuador. En la siguiente década, JG actuaráasociado con Ocampo. La empresa realiza aho-ra un conjunto de reformas de considerabledimensión, desde la envolvente de la antiguasede del Banco Provincial de Santa Fe, cuyo

frente resulta íntegramente fascetado en la me-jor tónica Art Déco, hasta la mueblería Scara-bino de Sarmiento 953/61(1936) y la GranjaArgentina (1937-1939). En el cine Monumen-tal de San Martín y San Luis (1935), se desta-ca la imagen característica de un gran cartel,recurso que se reitera en el negocio O’Neill(1940), donde abundan los contrastes de ilu-minación, los metales pulidos y la tipografíade impacto, por lo que constituye la versión lo-cal de la Main Street Renovation. En el café San-ta Paula y en el Sorocabana se utiliza el Tro-pical déco, con palmeras incluidas.

Durante ese período resultan relevantesel hotel de la cortada Barón de Maua (1938) yel sanatorio Rawson, de Rioja entre Roca y Pa-raguay, ambos en International Style. La ape-lación a las formas más modernas siguió sien-do útil para enmascarar la inversión rentísticade conocidos miembros del medio local. Co-mo ejemplo puede citarse la esquina erigidaen Alvear y Rioja para Clucellas (1943), quienoperaba para un grupo de inversores vincula-dos al propio JG y a su contador.

En dos versiones se insinúa la versión ala page del petit-hôtel: en la residencia y clíni-ca Fonso de Oroño 701 (1935) y la casa Scara-bino. La primera, con su gran ochava curva,contrasta con el resto de las residencias conque el propio Gerbino pobló el bulevar; la se-gunda no renuncia a la retórica de arquerías ytechos inclinados y a los materiales contras-tados, mientras que en el interior prolifera unpulido Art Déco.

Significativas de otra línea son las casas decampo californianas Delgado, Gómez, Marti-ni y Susini en Timbúes y Oliveros, y la casa delpropio JG en las barrancas del río Carcarañá.

En la ciudad, el Californiano floreció en lacasa Maider de Alem 1054, que emerge con subalcón maderero de entre las medianeras, y en-frente de esta obra en la propia vivienda de JG

de Alem 1055; un indio estilizado vigila la en-trada. Construida sobre la barranca, esta se ha-bía iniciado en un proyecto de Ocampo para elestudio compartido con Durand; tras modifi-caciones sucesivas, en 1943 quedará instaladoallí su estudio y taller.

La partida de Ocampo coincidió con cam-bios importantes en la vida de JG y en su rela-ción con el arte. Si bien pareció haber aban-donado el mundo de la plástica entre 1919 y1943, la construcción de monumentos funera-rios le permitió ejercer como arquitecto-escul-tor: a los primeros panteones para las fami-lias Pozzi (1918) y Lagos (1918), les sucedieronel del Círculo de la Prensa (1936), el de la fa-milia Asanelli, el mausoleo de homenaje a mon-señor Grenon y el de la familia Vicari (1945),en el que su estilo de escultura ha ido variandoal mismo ritmo que su arquitectura.

Desde 1943 reanudó las actividades artísti-cas y volvió a los salones oficiales. Algunas desus obras pueblan los espacios públicos de laciudad: el Dionisio de la plaza Pringles, Tie-rra Virgen en el parque Independencia, la Ve-nus del jardín francés, la Madre del Rosedal yel busto de José de San Martín, que se encuentraen los Tribunales Provinciales de Rosario.

JG ejerció la docencia institucional en la Es-cuela Provincial de Bellas Artes. Pocos añosantes de su jubilación, en 1964, demostrabaaún su rechazo a los cambios arquitectónicosacaecidos y a la escisión de las disciplinas, e in-sistía en que se incorporara el dictado de De-coración en los planes de estudio.

No obstante, su acceso a la docencia uni-versitaria se vio inexorablemente influida porlas vicisitudes del país. En 1955, los bustos desu autoría que representan a Juan y a Eva Pe-rón, producto de un encargo oficial y ubicadosen el hall de la Facultad de Ciencias Matemá-ticas, fueron atacados y dañados, lo cual moti-vó un acto público de desagravio. Finalmente,una vez producida la Revolución Libertadora,por Resolución N° 1707 de noviembre de 1955de la Facultad de Filosofía, se solicitó al inter-ventor de la UNL que diera por terminadas lasfunciones de JG como titular de Escultura.

Entre 1943 y 1945, JG realizó algunas am-pliaciones y reformas de breve entidad. Desdediciembre de 1945 tuvo como colaborador aCarlos López Zamora, quien se matriculó dearquitecto en febrero de 1947.

Del casi centenar de obras producidas porambos, en las que predominan reformas, am-pliaciones y la construcción de viviendas eco-nómicas, merece resaltarse la reforma y edi-ficación de una última mansión: la casa para

gem gem

115Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u CASA EN EL BULEVAR OROÑO, ROSARIO.

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Carlos Lagos en Boulevard Oroño y San Luis,donde reaparecieron los gestos afrancesadoscon profusión de mansardas. También se des-tacan la fábrica Famaco de Lagos 4060 (1948)y el Salón de Sesiones anexo al Palacio Vasa-llo (1952). Asimismo se ejecutan proyectos aje-nos, como en el caso del edificio Levame deAv. de Mayo 108. Desde septiembre de 1948,JG es designado representante de Ángel Gui-do en la administración de los trabajos del Mo-numento Nacional a la Bandera.

En 1958 la empresa inició la construcciónde edificio Belvedere, de Mitre 202, empren-dimiento conjunto con uno de los inversoresque lo acompañó a lo largo de toda su carrera:la familia Campodónico.

La sociedad se convirtió en S.R.L. en 1958,cuando le fue otorgada la administración, ladirección y el uso de la firma social a López Za-mora. En 1966 se disolvió en razón de la avan-zada edad de su fundador.

En 1971, JG se estableció en Suiza, dondefalleció en un accidente ferroviario. Su archi-vo ha sido olvidado; su trazo aún perdura encientos de edificios erigidos en la ciudad. E. B.

Bibliografía: I. Slulitel. Pintores de Rosario en lo que

va del siglo; Catálogo Ilustrado del Primer Salón

de Bellas Artes. Rosario: Ed. del Museo Municipal

de Bellas Artes “Juan B. Castagnino”, 1917; Catálo-

go de IX Salón Nacional, Bs. As.: Ed. de la Comisión

Nacional de Bellas Artes, septiembre-octubre de

1919; Colecciones revista Augusta y revista Plus Ul-

tra; Boletín UNL. Santa Fe; Colección de El Cons-

tructor Rosarino, luego Edilicia. Sociedad de In-

genieros, Arquitectos y Constructores de Obras de

Rosario; A. Merlino. Diccionario de artistas plás-

ticos en la Argentina. Siglos XVIII al XX. Bs. As.,

1954; V. Gesualdo. Enciclopedia del arte en Améri-

ca. Biografías. Bs. As.: Bibliográfica Omega, 1969.

GHIGLIAZZA, SEBASTIÁN. Buenos Aires, 1871- Villa Allende, Córdoba, 1948. Ingeniero. Tra-bajó en Obras Hidráulicas y realizó algunosedificios públicos de importancia.

En 1903 realizó la provisión de agua de SanSalvador de Jujuy, en 1904 la de Santiago delEstero y en 1905 la de Salta. En 1911 es desig-nado director de Arquitectura de la Nación, car-go que mantuvo hasta su jubilación en 1932.Allí realizó diversos trabajos, como la Admi-nistración de Ferrocarriles, el Club Gimnasiay Esgrima y el Hospital Español. En 1923 in-tegró la Comisión de Estética Edilicia de la Ciu-dad de Buenos Aires, que en 1925 publicó el

Proyecto Orgánico para el Municipio. Fue pro-fesor universitario.

Bibliografía: F. Ortiz, J.C. Montero, R. Gutiérrez, A.

Levaggi y A. S. J. de Paula. La arquitectura del li-

beralismo en la Argentina. Buenos Aires: Sudame-

ricana, 1968.

GIANOTTI, FRANCISCO TERENCIO. Turín (Ita-lia) 1881 - Buenos Aires, 1967. Arquitecto.En 1904 egresa de la Academia de Bellas Ar-tes de Turín. Al año siguiente realiza un viajede estudios a Bélgica. De regreso a Italia, di-seña algunos pabellones para la ExposiciónInternacional de Milán y realiza decoracionesinteriores en residencias privadas. En 1909llega Buenos Aires y se emplea como dibu-jante en el estudio de Arturo Prins (v.) y OscarRanzenhofer (v.). Trabaja en el Pabellón de Ita-lia para la Exposición Internacional del Cen-tenario, junto con Mario Palanti (v.), bajo di-seños de Gaetano Moretti (v.). Regresa a Italiapor unos meses. De vuelta en Buenos Aires,abre su propio estudio en 1911. Entre susobras y proyectos más significativos figuran laGalería General Güemes (1915); la Confite-

ría del Molino (1916); el edificio de la Com-pañía Italia América, luego Banco di Napoli,hoy Banco Comafi (1927); el primer premiodel concurso de proyecto para el Monumen-to a la Bandera Nacional en la ciudad de Ro-sario, junto con el escultor Troiano Troiani(1928); el edificio de la Sociedad AnónimaIndustrial Shaffhausen (1932) y el proyectopara el edificio de la Compañía Ítalo Argenti-na de Electricidad (1936). Unos años antesde su fallecimiento redacta sus “memorias” .

FORMACIÓN Y ACTIVIDAD PROFESIONAL.

De su época de estudiante data la amis-tad que lo unió a Alfredo Melani, profesorde la Academia de Bellas Artes de Milán, aquien FG reconocería luego como maestro.Melani, al igual que Camilo Boito, GiuseppeSommaruga y otros intelectuales de su época,se encontraba embarcado en la tarea de re-cuperar un arte de raíz nacional, que sirvie-se de inspiración a las futuras generacionesde artistas. Melani apelaba a una estética mo-derna que perseguía la recreación de los mo-delos de la tradición cultural con la estructu-ra del Eclecticismo académico como basecompositiva. Esta interpretación estaba sus-

116 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u DETALLE DE LA MARQUESINA DE LA CONFITERÍA DEL MOLINO, EN CALLAO Y RIVADAVIA, BS. AS., DE F. GIANOTTI.

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tentada por la incorporación de los moder-nismos finiseculares, asimilados a través dedeterminados elementos decorativos.

FG converge en esta línea. Luego de egre-sar de la Academia de Bellas Artes de Turín,donde obtuvo el título de arquitecto, un con-tacto de Melani le dio la oportunidad —a él ya su hermano Giovanni Battista— de estudiaren Bruselas, donde habrían de conocer las obrasy las teorías de Victor Horta y Henri Van de Vel-de. Con la llegada de Francisco a Sudamérica,Melani esperó que su discípulo continuara lalínea modernista en su nuevo destino. La vin-culación fraterna seguiría también en el cam-po profesional y empresarial.

Antes de llegar a la Argentina había reali-zado algunas obras en Milán, entre las que fi-guran varias decoraciones de interiores, es-pecialmente la del Palazzo Casanova, en laPiazza del Duomo. También trabajó, proba-blemente junto a Melani y a su hermano, enla construcción de varios pabellones para la Ex-posición Internacional de Milán de 1906.

En el verano de 1909, FG desembarcó enBuenos Aires. Contaba con la representacióncomercial de la firma Arcari, Fontana & Cía.(fabricantes de hierro forjado, muebles, vitra-les y bronces). A los tres días de su arribo, co-menzó su trabajo de dibujante con los arqui-tectos Arturo Prins y Oscar Ranzenhofer. En elestudio, del cual llegó a ser director del De-partamento de Arquitectura, trabajaría más dedos años. Allí estableció los contactos que for-maron la base de su futura clientela y conocióademás a otro compatriota que se sumó al staffpoco tiempo después: Mario Palanti. Segura-mente con él trabajó en su primera obra, el mon-taje y la ambientación del Pabellón de Italia pa-ra la Exposición Ferroviaria del Centenario, bajoun diseño atribuido a Gaetano Moretti, con ma-teriales provistos por la empresa Arcari.

En 1911 consiguió montar un estudio en lacalle Paraná al 900. A ese período pertenecenuna residencia particular (el palacio Solá, enAvenida del Libertador al 4100, demolido) ycuatro edificios de renta, de los cuales solo sub-sisten dos de 1912, ambos sobre la calle Mar-celo T. de Alvear al 1400. En ese año, la apro-bación del proyecto para el Pasaje Florida (luegoGalería General Güemes) significó la inde-pendencia definitiva en el campo profesional.

No podría caracterizarse a sus comitentessolo como prósperos industriales —general-mente inmigrantes italianos—, como lo fue-ron muchos de los clientes de Mario Palantiy Virginio Colombo. Por su tablero tambiénpasaron obras para miembros de la alta bur-

guesía argentina (Palacio Bracht, 1923, demo-lido) y hasta algún noble europeo (edificio Shaff-hausen, 1932), por lo que se comprueba la ver-satilidad que los arquitectos con su formaciónmostraban en la resolución de un amplio es-pectro estilístico, desde las Beaux Arts hastacierto Academicismo clasicista.

Su actividad en los años posteriores incluyóalgunos diseños navales, donde demostró susdotes de inventor y de audaz empresario. Conel aporte de inversores argentinos emprendióla construcción de una balsa para el transpor-te fluvial de maderas, con un particular dispo-sitivo para la bodega de troncos (1921) y una es-pecie de “hidrodeslizador” para pasajeros, botadoen el río Luján en 1935. El negocio no prospe-ró; en cambio sí lo hizo la vinculación con laempresa de hierros forjados, muebles, vitralesy bronces artísticos que montó su hermanoen Milán. La industria familiar proveyó mate-riales de importación para varias de sus obras,como la confitería La París, la residencia De-llepiane, la Güemes y el Molino, entre otras,recibió también encargos de otros estudios yfirmas. Los trabajos, de gran calidad, propor-cionaron buena parte del crédito que estos edi-ficios lograron en su época. El modernismo delas creaciones de la fábrica de Juan Bautista seprolongaba en los trabajos de FG.

De su perfil profesional queda claro que FGperteneció a esa legión de constructores queno formó parte del áulico círculo de la Socie-dad Central de Arquitectos (v.), circunstanciaque explicaría la escasa prensa de su obra enla Revista de Arquitectura (v.). Varias de sus cons-trucciones, en cambio, aparecieron con mayorfrecuencia en revistas del circuito “no oficial”,cuyos principales destinatarios eran las em-presas de construcción y las industrias subsi-diarias (v. El Arquitecto), de la Federación de Ar-quitectos Constructores, o CACyA (v.), órganooficial del Centro de Arquitectos, Constructo-res de Obra y Anexos, del que FG fue socio).

Por esos años, la amistad con Palanti se tra-dujo en actividades compartidas en un con-sejo editorial. Ambos, junto a los arquitectosLocatti (v.) y Depetris, integraron el cuerpo decolaboradores técnicos de Arquitectura y Ar-te Decorativo. Revista ilustrada (publicó unospocos números a partir de 1926), donde tam-bién figuraron algunas de sus obras. Nuncaejerció la docencia. Se pueden consultar suspropios comentarios acerca de su producciónen las publicaciones y en la folletería destina-da a promocionar algún edificio o proyecto, yen sus memorias no publicadas.

El grueso de la obra construida (cerca de la

gem gia

117Diccionario de Arquitectura en la Argentina

Confitería del Molino

u DIBUJO DE LA FACHADA SOBRE AV.. RIVADAVIA Y

FOTOGRAFÍA ACTUAL DE LA CONFITERÍA DEL MOLINO,

LA OBRA MÁS CONOCIDA DE FRANCISCO GIANOTTI.

Page 120: Diccionario de Arquitectura en la Argentina (Tomo 3, e/d) · Diccionario de Arquitectura en la Argentina estilos, obras, biografías, instituciones, ciudades Buenos Aires: AGEA, 2004

mitad) pertenece a la década de 1910. A partirde los años veinte se verifica un paulatino cam-bio estilístico que contempló fusiones moder-nistas con la arquitectura histórica de la Italiaseptentrional, cierta subespecie de Beaux Art,de Art Dèco, alguna variante del Neoclásico fran-cés, hasta incorporar la estética del Racionalis-mo, a partir de la década de 1930. Gianotti con-tinuó con su labor hasta el año 1959; contabadesde algún tiempo atrás con la colaboraciónde sus hijos Aníbal y Pedro. Transcurrieron así50 años de arquitectura en Buenos Aires.

OBRAS Y PROYECTOS.

La producción de FG puede ser conside-rada dentro de un esquema diferente de losplanteados por otros “contestatarios” localesde la Academia para el ámbito local. Por un la-do, algunos sus trabajos presentan como ca-racterística la búsqueda de formas que com-binasen parte del repertorio del Historicismo,recreados bajo reglas de composición relacio-nadas con los modernismos finiseculares (Nou-veau, Floreale) (v. Arte Nuevo), operación que sedaría en forma inversa dentro de la obra de Co-lombo. Por otro, los repertorios y series de ele-mentos adoptados no terminan de constituirun sello propio, como el que definió los traba-jos de Palanti. Su período “antiacadémico”mantiene una estrecha vinculación formal concierta línea “medievalista”, manifestada en larecurrencia de estilemas decorativos (pinácu-los, arquerías) que surgen de sus fachadas yvolumetrías bajo reglas que subvierten en bue-na medida el canon compositivo académico (v.

Eclecticismo). Sin embargo la obra Nouveau deFG es una parte significativa, pero de ningúnmodo exclusiva en la totalidad de su produc-ción, que se extiende a lo largo de medio siglode actividad en la Argentina.

Tres obras ocupan un lugar destacado: laGalería Güemes, terminada en diciembre de1915, la Confitería del Molino, inaugurada el 9de Julio de 1916, y el edificio para la SociedadAnónima Shaffhausen, concluido a principiosde 1932. Se trata de edificios de envergadura(unos 30.000; 5.000 y 13.000 m2, respectiva-mente) que tienen en común la materializaciónde complejos programas de necesidades.

La Galería General Güemes puede consi-derarse su obra más importante. Con catorcepisos y unos 80 metros de altura, es conside-rada el primer rascacielos de Buenos Aires. Unaprimera versión del proyecto contempló solo elsector sobre Florida. Luego, un convenio conel Banco Supervielle, dueño del terreno sobreSan Martín, que a su vez se haría cargo de ese

sector de la construcción, determinó la idea de-finitiva de un edificio pasaje que conectaría am-bas calles. En realidad, se trata de dos edificiossujetos a una servidumbre perpetua —el pasa-je— que se construirían en estilo idéntico conlos mismos materiales. Por otro lado, hubo quesuperar algunas cuestiones reglamentarias, es-pecialmente la altura mayor de la permitida pa-ra el área y la disposición de un teatro y un res-taurante en el subsuelo.

El programa del edificio reunía varias acti-vidades: oficinas, viviendas, un cine-teatro, dosrestaurantes, un salón de fiestas (luego caba-ret), una sucursal bancaria y locales para co-mercio, un verdadero “compendio de ciudad”para la época.

Para el paisaje urbano del Buenos Aires de1915, el conjunto debió tener un aspecto ver-daderamente monumental, favorecido por laausencia de los edificios que luego lo oculta-

ron al transeúnte. La gran escala de la cons-trucción no impidió un acabado trabajo de de-talle, expresado en la calidad y riqueza de suornamentación. Es importante señalar que tan-to los materiales como la técnica constructivaeran poco frecuentes en esos años para un edi-ficio de semejante altura, novedad que fue am-pliamente promocionada en el resto de Amé-rica y en Europa. Otra técnica novedosa seaplicó al teatro, cuya platea montada sobre unagran losa de hormigón armado descansa sobreun apoyo pivotante, lo que ofrece la posibili-dad de cambiar de pendiente o dejar un sue-lo plano para un posible uso como salón de bai-le. Si consideramos a la Güemes como la obramás importante de FG, mejor conocida es laConfitería del Molino.

Gianotti emprendió un proyecto que incluíamejoras y ampliación del edificio existente enla esquina, la remodelación de la casa de renta

lindera, que se había comprado en 1909, y laconstrucción sobre el terreno de Rivadavia 1815,cuyo primitivo edificio también pertenecía al co-mitente. Se trataba de fusionar en un conjuntounitario la ampliación de un edificio que seguíaatendiendo a los clientes, la remodelación deotro y la edificación de un tercero, trabajos quese resolvieron en menos de un año.

Con el concurso de la misma empresa quelo acompañó en la Galería Güemes (y que loharía en varias obras posteriores), la CompañíaGeneral de Obras Públicas Sociedad AnónimaGEOPÉ, FG se decidió por utilizar columnasmetálicas para interferir lo menos posible en laactividad de la confitería, sobre la cual desarrollóel esqueleto de hormigón armado que susten-taría el resto de las construcciones. Algunos de-talles fueron resueltos con piezas premoldea-das de hormigón armado, como por ejemplolas escaleras y la estructura de la torre de laestilizada cúpula que corona la ochava.

La escasa crítica desarrollada en torno deFG ha centrado buena parte de sus comenta-rios en la fachada del Molino, donde vuelve ademostrar su preocupación por el desarrollode formas diferentes. Prueba de ello son, porejemplo, los grandes aleros curvados, ubica-dos al nivel de la mansarda. Protegiendo cua-tro ventanas e incluso la ochava, las lucarnas,que actúan como remate de los cuerpos sa-lientes, ayudaron a articular el edificio existentesobre Callao, al generar un módulo de facha-da que se repitió sobre Rivadavia.

En cuanto a la composición, la fachada noescapó a los cánones académicos acostum-brados. Aun así aparecen ciertos detalles ca-racterísticos de FG, como las columnas quedespliega en los balcones del cuarto piso, ges-to al cual ya había recurrido en obras anterio-res, como la casa de renta de Marcelo T. de Al-vear, y a los que regresaría.

La totalidad de los elementos decorativosprovienen de la mano de los Gianotti. La esté-tica modernista hace su aparición allí en vitra-les, en el trabajado hall de entrada de la calle Ri-vadavia, en la marquesina que protege la plantabaja, en los artefactos de iluminación y en la he-rrería; se desarrolla un diseño integral carac-terístico de muchos cultores del Arte Nuevo.

La especulación inmobiliaria era todavía uninteresante negocio cuando se decidió la cons-trucción del edificio para la Sociedad Anóni-ma Industrial Shaffhausen, en la calle Recon-quista al 300. En forma semejante al diseñode la Güemes, la construcción se resolvió conun cuerpo de planta baja y seis pisos que en-frenta la calle Reconquista. Sobre él se levan-

118 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u UNO DE LOS GRANDES SALONES DE LA GALERÍA GÜEMES.

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gia gia

119Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u EL PASAJE DE LA GALERÍA GENERAL GÜEMES UNE LAS CALLES FLORIDA Y SAN MARTÍN, EN EL CENTRO DE BS. AS., Y UNIFICA DOS EDIFICIOS DE IDÉNTICO ESTILO SOBRE SENDOS TERRENOS.

w Galería Güemes

u AUNQUE HOY ESTÁ

SEMIOCULTA ENTRE

LOS EDIFICIOS VECINOS, EL

CONJUNTO DE LA GALERÍA

GÜEMES FUE CONSIDERA-

DO, AL INAUGURARSE

EN 1916, COMO EL PRIMER

RASCACIELOS DE BUENOS

AIRES. TIENE 14 PISOS Y

80 METROS DE ALTURA,

Y PRESENTA NUMEROSOS

ADELANTOS TÉCNICOS.

u EL PROGRAMA DE LA

GALERÍA REUNE UNA GRAN

CANTIDAD DE ACTIVIDADES:

OFICINAS, VIVIENDAS, CINE-

TEATRO, DOS RESTAURAN-

TES, SALÓN DE FIESTAS,

SUCURSAL BANCARIA Y LO-

CALES COMERCIALES. SE

TRATA DE UN VERDADERO

“COMPENDIO DE CIUDAD”

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ta una torre de siete pisos más, retirada unosveinte metros de la línea municipal.

Es notable el cambio de lenguaje del Shaff-hausen con respecto a las obras precedentes.En la fachada utilizó un neoclásico despojado.La planta baja fue recubierta de granito ne-gro y el resto se revistió con mármol traverti-no. Sobre este zócalo negro intenso descansaun primer piso muy simple, con ventanas rec-tangulares, que a su vez sirve de articulaciónentre el basamento y el orden mayor de pilas-tras jónicas desarrolladas en los pisos segun-do a cuarto. Sobre ellas, una gran cornisa ocul-ta el quinto piso y el sexto, éste algo másretirado. Además de las volutas de los capite-les, el resto de la decoración se reduce a cua-tro grandes palmetas que adintelan las venta-nas centrales del segundo nivel.

La composición de la fachada se halla ensintonía con otras obras contemporáneas, co-mo por ejemplo el edificio Volta (1930) o la ca-sa de renta para Sara W. de Marsengo (1931),ambas de Alejandro Bustillo (v.). La inclusióndel Neoclasicismo (o “francés moderno” ) co-mo parte del catálogo de estilos disponibles,y especialmente el viraje al Racionalismo, ca-racterizó parte de las obras y proyectos que FGproduciría en años siguientes.

Para la nueva Av. Presidente Roque SáenzPeña, el arquitecto piamontés diseña la casade renta encargada por Ana Ortiz Basualdo deOlazábal, donde actualmente funciona la Ofi-cina de Grandes Clientes de Telefónica de Ar-gentina, terminada en 1925. Su fachada res-ponde a una receta neoclásica con condimentosdel Renacimiento italiano. En la decoración dellocal comercial de la planta baja, para la tien-da La Exposición (hoy desaparecida), desplegóun catálogo estilístico bastante alejado de la“sobriedad del estilo”. En la mezcla parecerí-an intervenir algo de Mudéjar con pináculosneogóticos, grutescos, palmetas y diversas tex-turas de piedra, lo cual genera una ambienta-ción ostentosa y cargada. En contraste, la dis-tribución de la planta tipo para las oficinas esde una gran racionalidad y saca partido del quie-bre que presenta el terreno. Enfrentado con elanterior se levanta otro edificio de renta, estavez para Felisa Ortiz Basualdo de Alvear, de1926. Una versión libre de pináculos neome-dievales resultan los elementos decorativos mássignificativos de su fachada.

Una etapa más decantada dentro de la co-rriente medievalista surge en el tercer edificioque construyó sobre Diagonal Norte, realizadopor FG para la Compañía de Navegación ItaliaAmérica, que posteriormente ocupó el Banco

di Napoli y hoy es sede del Banco Comafi. Ajus-tándose a la normativa para la avenida, resuel-ve el exterior con decoración gótica veneciana,bastante estilizada, mucho más que los detallescasi facsimilares del Palacio Ducal que apare-cían en los bocetos preliminares.

Pero FG no puede soslayar los vientos re-novadores. La primera mitad de la década de1930 determina su ingreso a las corrientes ra-cionalistas de la Modernidad centroeuropea,que en sus diseños seguirán compartiendo car-tel con otras influencias.

Pasó una década desde su primera obra enla Diagonal, cuando regresa a la misma ave-nida con un proyecto para la sede central de laCompañía Ítalo Argentina de Electricidad. Es-te diseño —ganador del concurso— definió unedificio de más de 11.000 metros cuadradosde superficie cubierta, desarrollados en 75 mde frente. Cocheras para unos 100 vehículos,un gran hall de entrada, distinto tipo de ofici-nas, grandes salones para exposiciones y con-ferencias, y un restaurante de empleados for-maban parte del programa de necesidades.

La imagen general del edificio se debatíaentre cierto Clasicismo monumental, parte dela iconografía Art Déco y el Racionalismo gran-dilocuente que tuvo varios adeptos en el Bue-nos Aires de los años treinta.

Las obras que realizó desde la segunda mi-tad de la década de 1930 hasta 1959 fueron es-casas, comparadas con su producción de añosanteriores. La matriz académica había queda-do atrás en varios aspectos, y ahora FG mani-festaba una compleja relación con la Moder-

nidad llegada de Europa. Anterior en pocosaños al proyecto de la Ítalo, fue otro para unhotel (no construido) a orillas del lago San Ro-que, en Villa Carlos Paz, Córdoba, resuelto enRacionalismo blanco. En sus 17.000 metroscuadrados se alojaba un vasto programa de ne-cesidades que incluía 300 habitaciones con vis-ta al lago y todas con orientación Noreste.

Sin embargo, su incursión en esta NuevaModernidad —la redundancia se justifica— fuemás difusa en la obras construidas que en losproyectos no realizados. Algunas de ellas tam-bién figuraron bajo el rótulo de “moderno gia-nottiano”. ¿A qué se refería? Algo muy seme-jante a una respuesta apareció en un artículoque publicó en 1927: “En arquitectura, lo quese ha convenido en llamar ornamento no tieneque adornar, en el verdadero sentido de la pa-labra, todo el conjunto de cualquier composi-ción arquitectónica, sino simplemente incor-porarse a esa composición, penetrar en suestructura como elemento constitutivo, esen-cial, como todos los elementos que contribu-yen a formar el cuerpo de la construcción”.

A partir del personal sincretismo que evi-denciaba, FG interpretó en esta versión delFuncionalismo la imagen que tendría su pro-pia casa. Como él ya lo había anticipado, norenunciaba a la decoración, pero como si setratase de un cuadro, en un marco de fuertegeometría expuso un repertorio que no ten-dría nada que ver con la composición acadé-mica. Desafiaría abiertamente la simetría (sub-vertida hasta en las ménsulas que visualmentesostienen el balcón) y tendería a una dispo-sición equilibrada; una escultura de TroianoTroiani a la derecha y piedra Mar del Plata pa-ra todo el frente.

Veinticinco años después habló de la mo-derna arquitectura de su última obra —los de-partamentos de Arenales 2080, ladrillo vistomediante— con la misma convicción con quese había expresado a su llegada a Buenos Ai-res en 1909: “Mi opinión es que gran parte dela edilicia existente tendrá que transmutarseen edificios nuevos, modernizarse para podersatisfacer el incontenible progreso del país y laambición de los porteños de poseer la urbe másgrande y bella de Sudamérica”.

HISTORIOGRAFÍA.

La figura de Francisco Gianotti (FG) es men-cionada lateralmente en la bibliografía espe-cializada. Si bien se destaca la calidad y perso-nalidad de su producción, su obra se describevinculada en bloque con la de otros “antiaca-démicos” italianos, como Virginio Colombo

120 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u EDIFICIO SOCIEDAD ANÓNIMA SHAFFHAUSEN, BS. AS.

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y Mario Palanti (v. Palanti, Mario; Colombo, Virginio).En general, sus obras mejor conocidas o do-cumentadas —la Galería General Güemes y laConfitería del Molino— monopolizaron lasbreves referencias publicadas. La primera con-sideración específica perteneció a M. Bus-chiazzo, en un ensayo publicado por la Aca-demia Nacional de Bellas Artes con el títuloArt Nouveau en Buenos Aires (1965). Tiempodespués, información similar apareció dentrode la sección Art Nouveau del segundo volu-men: La ornamentación en la arquitectura deBuenos Aires 1900-1940, de José Xavier Marti-ni y José María Peña (1967). Durante 1968, laGüemes y el Molino —esta vez con imágenesepigrafiadas— son considerados en La arqui-tectura del liberalismo en la Argentina, donde F.Ortiz le dedicó algunos párrafos. A. de Paulay R. Gutiérrez vuelven a recordarlo en “El An-tiacademicismo y el Art Nouveau” (cf.: Docu-mentos para una historia de la arquitectura ar-gentina, 1978). Fue en esta revista dondeapareció, en mayo de 1986, el estudio más ex-tenso sobre FG: un artículo de Julio Cacciato-re donde se exponen imágenes inéditas del ar-chivo particular. En 1988, el mismo autor yla misma revista retornan a la Confitería delMolino para incluirla en la campaña de pre-servación patrimonial.

Un “kiosco de hierro batido”, obra de loshermanos Gianotti para la Exposición Indus-trial del Centenario, fue reproducido por JorgeTartarini en Sociedad Central de Arquitectos. 100años de compromiso con el país: 1886-1986 (1993).Más recientemente, el Molino, el edificio Shaff-hausen y la casa de renta construida en la es-quina de Almirante Brown y Pinzón fueron in-corporados a Buenos Aires: ocho recorridos por laciudad. Guía de arquitectura (1994).

La principal fuente consultada para estetrabajo fue la documentación que la propia fa-milia del arquitecto ha conservado. De esta in-formación se destacan sus memorias, unasuerte de autobiografía titulada “El arquitec-to Francisco T. Gianotti en Buenos Aires:1909-1960”, concluida tres años antes de sufallecimiento. H. C.

Bibliografía: Escritos de FG: Country Club Hotel. Vi-

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GIORGI, LUIS. Nápoles (Italia), 1821 - Salta,1900. Escultor, pintor y arquitecto. Realizóobras de arquitectura religiosa en el Noroes-te a fines de siglo XIX.

Sacerdote franciscano, llegó a la Argenti-na en 1857 y se radicó en la ciudad de Salta.Es autor de la remodelación de la iglesia de

San Francisco, comenzada en 1857, la refac-ción del convento de San Diego, la construc-ción de su torre guardiana, todos en esa ciu-dad. En Catamarca realizó los planos de laiglesia matriz (1892), el seminario y el templode San Francisco, este último similar al reali-zado en Salta. A lo largo de su carrera dise-ñó también retablos, tumbas y esculturas re-ligiosas. Es autor de la conclusión de la catedralde Salta (1878), iniciada en 1858, sobre pro-yecto del arquitecto Juan Soldati.

Bibliografía: R. Gutiérrez, E. Radovanovic, s. v.: “Gior-

gi, Luigi”. En: L. Patetta. Architetti e ingenieri ita-

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llicani, 2002.

GIRE, J. s/d. Arquitecto. Asociado con MolinaCivit, desarrollan en el estudio una intensaactividad profesional en Buenos Aires y otrospuntos del país en las primeras décadas delsiglo XX.

El estudio presenta un proyecto para el con-curso de la Facultad de Derecho (1910) y las es-cuelas del Centenario en Paraná y Santiago delEstero (1909). Efectúan la ampliación del Ho-tel Plaza (1913) y del Jockey Club de Mendoza.Concretan varias residencias privadas: San Mar-tín 85, Juncal 1911, Cerrito 1246, Rodríguez Pe-ña 525, Callao y Las Heras, Río Bamba y Via-monte, Suipacha 1034, etc.

Bibliografía: F. Ortiz, J. C. Montero, R. Gutiérrez, A.

Levaggi y A. S. J. de Paula. La arquitectura del li-

beralismo en la Argentina. Buenos Aires: Sudame-

ricana, 1968.

GLADE, CARLOS. s/d. (Alemania), 1826 - LaPlata, 1906. Agrimensor.

Llegó a la Argentina en 1856; se destacócomo instructor de técnicos e idóneos, a losefectos de su reconocimiento y aprobación enel Departamento de Ingenieros de la Facultadde Ingeniería.

Trabajó en el Departamento Topográfico(v.), donde formó parte del equipo que elabo-ró el Registro Gráfico, cuyo plano dibujó. Ac-tuó en numerosas delineaciones y mensurasde pueblos de la Provincia de Buenos Aires.Realizó, junto con Saturnino Salas, Pedro Be-noit (v.) y Germán Kuhr, el plano topográficode la ciudad de Buenos Aires, tarea que co-menzó en 1855 y se prolongó hasta 1867. Par-

gia gla

121Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u PLANTA DE LA IGLESIA DE SAN FRANCISCO, SALTA.

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ticipó en el diseño urbano de la ciudad de LaPlata. A. De Paula le atribuye los primeros an-teproyectos del trazado de la nueva capital pro-vincial. Tuvo un rol activo en la concreciónmaterial del proyecto, ya que luego del retirode G. Kuhr (v.) prosiguió con la demarcacióny delineación de La Plata.

GODOY, JULIO CÉSAR. s/d. Arquitecto.

Graduado en Buenos Aires en 1918. Formasu estudio con el arquitecto José Hortal (v.). Re-alizó varias obras, entre otras, Callao y Para-guay. En colaboración con Nouillac, obtiene elprimer premio en el concurso del Club de Re-gatas Marina, en el Tigre. En Córdoba realizanel edificio de Colón 136.

Bibliografía: F. Ortiz, J. C. Montero, R. Gutiérrez, A.

Levaggi y A. S. J. de Paula. La arquitectura del li-

beralismo en la Argentina. Buenos Aires: Sudame-

ricana, 1968.

GONZÁLEZ PONDAL, MARCELO. Buenos Ai-res, 1907 - s/d. Arquitecto. En la década deltreinta integró el grupo de arquitectos jóve-

nes adscriptos a la Arquitectura Moderna ennuestro país. En su obra también encontra-mos proyectos de carácter pintoresquista.

Se graduó en la Escuela de Arquitectura en1933, y en marzo de 1938 ingresó como so-cio activo en la SCA. En el Primer Salón deArquitectura Argentina Contemporánea, quese realizó en los salones de Amigos del Arteen el año 1933, presentó junto al arquitectoEduardo Sacriste (v.) el proyecto de una casahabitación en Belgrano, siguiendo los linea-mientos del Racionalismo. Son de su autoríala propiedad de la calle 3 de Febrero 1306, elMonumento Funerario en el Cementerio Ale-mán (1938) y las casas habitación de O’Hig-gins 2369 y Olleros 1191 (1940), en BuenosAires. En 1939, como técnico al servicio dela Dirección General de Arquitectura del Mi-nisterio de Obras Públicas, proyectó el edifi-cio para la Escuela Normal Mixta en Villa Do-lores, Córdoba; el mismo año proyectó laestancia y cabaña Orión en Las Rosas, Pro-vincia de Santa Fe, y en 1945 realizó la casaprincipal de la estancia El Porvenir, próximaa la ciudad de Mar del Plata. R. P.

Bibliografía: Colección Rev. de Arquitectura 1938-1945.

GONZÁLEZ RUIZ, GUILLERMO. Buenos Aires,s/d. Arquitecto dedicado al diseño gráfico.

GGR se recibió de arquitecto en la FAU-UBA en 1965. Antes de diplomarse, ya habíaobtenido el primer premio en el importanteConcurso Nacional de Afiches para el Sesqui-centenario de Mayo (1960) y el segundo enel concurso de la Dirección de Turismo de Cór-doba, en el mismo año. En 1973 obtiene el pri-mer premio en el concurso de afiches para elMundial 78. Fue director del grupo de Diseñode la Municipalidad de la Ciudad de BuenosAires entre 1971 y 1973, época en la que creó,junto con R. Shakespear (v.), el Plan Visual deBuenos Aires (la obra puede consultarse en“Sistema de señales urbanas”, editado por laMCBA en 1972). En 1983, el CAYC le otorgael Lápiz de Plata como el diseñador del año.Como docente, fue profesor titular de DiseñoGráfico en la FAU/FADU-UBA desde 1984hasta la fecha (2003) y director de la Carrerade Diseño en la misma Facultad entre 1985 y1990. Publicó, entre otros libros, Diseño grá-fico y comunicación visual (Bs. As.: EUDEBA,1986). Es miembro de honor de la Asociaciónde Diseñadores Gráficos.

GRAMATICA, GUERRERO, MORINI, PISANI,URTUBEY (GGMPU). (GRAMATICA, Sara: Vi-lla Dolores, Córdoba, 1942; GUERRERO, JuanC.: Buenos Aires, 1939 – Córdoba, 1999;MORINI, Jorge: Córdoba, 1942; PISANI, Jo-sé: Córdoba, 1936; URTUBEY, Eduardo: Cór-doba, 1937). Estudio formado por arquitec-tos egresados de la Universidad Nacional deCórdoba en 1965, quienes participan inten-samente en concursos nacionales e interna-cionales de anteproyectos, en los cuales ob-tienen numerosos premios y menciones.Desarrollan una sostenida investigación en loque concierne a los sistemas constructivos, yproducen una arquitectura que responde a laestética de su tiempo. De allí que sus reali-zaciones ofrezcan alternativas diversas en lasúltimas décadas: desde la Arquitectura de Sis-temas (v.) a un Contextualismo neorrossiano,

122 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u EL PRIMER PROYECTO PARA LA CIUDAD DE LA PLATA ES UNA CUADRÍCULA CON CALLES QUE CONVERGEN EN EL CENTRO.

u ISOLOGO PARA EL PLAN URBANO AMBIENTAL DE BS. AS.

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o una tendencia hacia la alta tecnología, evi-denciada en los últimos años. Desde los tem-pranos setenta combinan la actividad profe-sional con la empresarial, tanto para el sectorpúblico como para el privado, y abarcan di-versas escalas y temas, trabajando distintastipologías y programas. De los numerosos pre-mios recibidos, se destaca el premio Konex1992 en Artes Visuales. Es extensa la publi-cación de sus trabajos en medios locales einternacionales.

Este grupo de arquitectos comparte la eta-pa de educación universitaria y, luego de egre-sar de la Universidad Nacional de Córdoba,comienza su actividad profesional en 1967.Desde sus inicios se han desempeñado tantoen la realización de proyectos como en la di-rección y organización de obras de arquitec-tura e ingeniería civil, y han puesto especialénfasis en la investigación de las distintas po-sibilidades de los sistemas constructivos, loque es evidente en la ejecución de conjuntoshabitacionales. La fundación simultánea de laempresa COPSA (1970-1995) permitió tam-bién llevar a cabo la construcción de obras pú-blicas y privadas.

Lo que se verifica en toda la obra es la vo-luntad de organizar los proyectos en torno delespacio público, a través de patios, plazas o ca-lles centrales, privilegiando los lugares de ca-rácter comunitario; ellos son utilizados tam-bién como fuente de luz, frecuentementecubiertos con estructuras sofisticadas.

Tal el caso de la Facultad de Derecho y Cien-cias Sociales de Córdoba (1966) que se estruc-tura a partir de una gran plaza cubierta, dondese centralizan las actividades vitales de la vidauniversitaria. Este planteo es significativo, puesse trata de la “tradicional” Facultad Derecho enla ciudad de Córdoba. También comparte esteenfoque el proyecto del Colegio de Escribanos,en el centro de la ciudad de La Plata (1967), quese organiza a partir de una plaza interior ubi-cada por encima del nivel cero, que correspon-de a la cubierta del auditorio, y a la cual con-curren la sede social y el sector de oficinas.

Como parte del plan Módulo/67, encaradopor la Secretaría de Estado de Cultura y Edu-cación, realizan la Escuela Nacional de Co-mercio de Oliva (1969), en Córdoba. En estaobra se destaca la comunicación fluida quese logra entre los tres sectores que conformanel funcionamiento de la escuela —adminis-

tración, aulas comunes y aulas especiales—,con los cuales se corresponden tres volúme-nes independientes en forma de tira o bloque,compuestos alrededor de un patio multifun-cional. En este proyecto, al igual que en la uni-versidad, puede verse una exploración sobrelas técnicas constructivas y la elección conjuntade materiales tradicionales y no tradicionales,pero de normal adquisición en el mercado, co-mo los paneles premoldeados de ferrocemen-to que forman la cubierta (v. Escuela).

El estudio de proyectos y construcción deviviendas constituye un tema fundamental dela obra del estudio, tanto para las viviendas uni-familiares como para los grandes conjuntoshabitacionales. En este tema se verán las mis-mas características y actitudes proyectuales yprofesionales, referidas a lo constructivo y almanejo de la luz. Diseñan los prototipos de Vi-vienda Experimental I y II, como unidadesde fin de semana, donde se estudia la ejecu-ción en serie, con dos planos inclinados queconforman la cubierta y definen el volumen,en cuyo encuentro se vuelve a plantear el des-fasaje en corte para lograr la entrada de luz. Elsistema es desarmable, realizado en paneleshuecos de aglomerado y estructura de made-

gla gra

123Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u EL COUNTRY GOLF JOCKEY CLUB ES UNA DE LAS ULTIMAS OBRAS DEL ESTUDIO GGMPU. TIENE UNA SUPERFICIE DE 110 HECTÁREAS URBANIZADAS.

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ra. Para el prototipo II (unidades de dos y tresmódulos), se plantea una estructura portanteformada por cilindros de chapa ondulada pa-ra alcantarillado que permite adosarlas, su-perponerlas o enterrarlas; en el interior, estasplacas son octogonales o hexagonales, segúnel diámetro, de muy poco espesor, o telas vi-nílicas con terminación interior. Este caminode exploración continúa hasta plantearse la re-solución innovadora en conjuntos habitacio-nales de gran escala. Con el objetivo de en-contrar soluciones constructivas que haganfactibles la ejecución de conjuntos de vivien-das, se destaca la solución diseñada para el con-junto de viviendas del Banco de Santa Cruz(1967), en Río Gallegos. Aquí es posible re-conocer elementos proyectuales recurrentes,como la estructuración a partir de una calle pu-blica. Para que este lugar central en el pro-yecto se utilizara como tal, se requirió un es-tudio que abordara las condiciones climáticasde la región. En este caso, el estudio GGM-PU resuelve una envolvente, diseñada comouna estructura metálica liviana que se erige du-rante el invierno. El volumen habitacional secompone de dos bloques paralelos a ambos la-dos de la calle central, que es cubierta con unagran claraboya, a la cual se adhiere un espejoparabólico hecho en chapa de aluminio pulidoy anodizado, orientado de modo tal que captey refleje los rayos solares hacia la fachada opues-ta, con lo que se resuelve así la mala orienta-ción del terreno. Este recurso constituye tam-bién una intención en la búsqueda del manejoestético de la luz, que se verá explotado cadavez más en la obra del estudio.

En el caso del conjunto habitacional de For-mosa (1969), de clima casi tropical, la soluciónes inversa a la anterior. Los grupos de vivien-das se componen a partir de calles peatona-les protegidas del sol, mientras que la formadel agrupamiento crea plazas que producenventilaciones cruzadas, y un juego de llenos yvacíos entre las unidades individuales y estoslugares de uso colectivo, que también respon-de a lograr zonas de sombras y zonas asolea-das controladamente. El conjunto de mayor

compromiso con la investigación de los siste-mas constructivos ha sido el del Sindicato deEmpleados Públicos (SEP) de Córdoba, reali-zado en dos etapas, 1971 y 1980, que respon-de a un plan de 1233 viviendas. En este caso de-sarrollan una tipología de viviendas en las cualessolo el 50% está en contacto con el suelo y nose superan los cuatro niveles de altura, de mo-do que se elimina la circulación mecánica. Elagrupamiento se plantea a partir de patios pe-atonales, definidos por bloques alineados. Es-tos patios también están alineados a lo largode una circulación general longitudinal, y enla zona central se proyecta una plazoleta quese conecta con la circulación exterior. En el to-tal del conjunto se diseñan y desarrollan vein-ticinco tipos de viviendas. Los materiales em-pleados son el hormigón sopleteado al exterior,mientras que las escaleras exteriores y puen-tes son de perfiles rolados de gran inercia y ba-jo peso. La estructura portante se resuelve conel sistema Outinord de moldeo continuo. Me-

diante el empleo de este sistema constructivo,el estudio GGMPU resolvió el diseño de dis-tintos tipos de panelería (paneles sanitarios,modulares acoplables, de fachada, placares ex-teriores de plástico con fibra de vidrio), comotambién los postigones a guillotina de PRFVmoldeados, el sistema de las ventanas corre-dizas, las escaleras interiores de los dúplexde chapa autoportante, los incineradores y losmuebles de cocina y baño integrales, experi-mentalmente resueltos como prototipos com-pletamente de plástico.

El conjunto de Arroyito (1983), primer pre-mio del Concurso Nacional de Anteproyectos,para el Instituto Provincial de la Vivienda deCórdoba, corresponde a la última etapa de es-te tipo de obras. Resulta muy significativo des-de el punto de vista de la composición, del len-guaje estático y las soluciones tipológicas, tancontrastantes con los de los anteriores. En efec-to, la adopción de un planteo que evoca a la Ar-quitectura Neocolonial quiebra con la expresión

124 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u INTERIOR DEL SHOPPING CENTER UBICADO EN EL AREA CENTRAL DE LA CIUDAD DE CÓRDOBA.

u CORTE DEL CONJUNTO HABITACIONAL ARROYITO, CÓRDOBA, DE GRAMATICA GUERRERO, MORINI, PISANI, URTUBEY (GGMPU).

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tecnologista de los conjuntos anteriores y es unejemplo de la impronta contextualista que rigea la arquitectura local en la era post-Malvinas.

En la percepción general del conjunto hayuna gran variedad, resultante de la curvaturaque es acompañada en las implantaciones delas viviendas por medio de retiros respecto dela línea de edificación, y que culmina en las es-quinas con la ubicación de pequeñas torres, co-rrespondientes a las viviendas de dos plantas.Asimismo, la variedad tipológica de viviendasproduce un estímulo visual al jugar con acce-sos, ventanas de distinta proporción, cubiertasen pendiente de tejas, acornisamientos, etc.

Otros conjuntos habitacionales son: el con-junto de viviendas para la ciudad de Río Cuar-to (1970), El Balcón (1979), conjunto para laCGT (1975), Río Tercero, todos en Córdoba; yel conjunto Paulo VI (1979), en Godoy Cruz,Mendoza. Entre los edificios en propiedad ho-rizontal, que responden a una gran variedadformal, se destacan el edificio 9 de Julio (1975);el Florencia II (1979), el Corfin (1977), BancoHipotecario Nacional de viviendas y oficinas(1973); edificio Causa (1974); Hibiscus (1980);Independencia (1980); oficinas Coro (1979);Escalera (1974); E. Ottagono (1980); E. Gra-matica (1977); E. Tortone (1978), todos en laciudad de Córdoba, y el edificio Necochea enBuenos Aires (1977).

La arquitectura comercial ha sido aborda-da como un tema con otras posibilidades es-téticas. En el caso de la heladería Soppelsa, tan-to el local ubicado en Av. Figueroa Alcorta y 9de Julio (1977) como la sede de elaboración yventa drive-in, en Av. Nuñez y P. Claret (1979)—ambas obras en la ciudad de Córdoba— pre-sentan la voluntad de lograr efectos visuales,partiendo de la organización formal, la elec-ción de los materiales y el uso de la luz.

Otros proyectos comerciales son la galeríacomercial Paseo de la Ciudad (1980), compar-tida con el arquitecto José I. Díaz (v.) en carác-ter de asociado; la galería comercial FlorenciaII (1979/1985) y el centro comercial (1980), enla periferia de la ciudad de Córdoba.

Un estudio aparte merece el shopping centery el hotel internacional (1988), en la zona cen-tral de la ciudad de Córdoba. En este proyectoreaparecen diversos temas y recursos maneja-dos por el estudio GGMPU en su vasta obra,potenciados por la escala del edificio y su im-pacto en la ciudad. Las condiciones topográfi-cas del terreno determinan un edificio longi-tudinal, encarado como una gran plaza de variasalturas que asegura un movimiento constanteen su interior. La idea se resalta en el exterior

con la definición de las rampas de acceso vehi-cular hacia el último nivel de estacionamiento,en la terraza del edificio. Este movimiento plás-tico, que le da un alto contraste a un edificioque en sí mismo es unitario y cerrado —co-mo corresponde a las pautas del programa—,cualifica la condición del paisaje urbano.

Dentro del conjunto de obras de la décadadel ochenta cabe asimismo mencionar el pro-yecto para el centro cultural de Río Gallegos(1980), Santa Cruz; Banco de la Provincia deCórdoba (1980); clínica privada (1980) en Sun-chales, Santa Fe; clínica privada (1981); con-curso Terminal de Ómnibus de Río Cuarto(1982); concurso Sede del EPEC (1982), Car-los Paz; concurso Prototipos para el EPEC(1982); todos en la Provincia de Córdoba.

El proyecto presentado para el concurso na-cional del Ital Park de Buenos Aires (1991), enel cual obtienen una mención del jurado, con-densa las ideas y los recursos plásticos que ca-racterizan la obra del estudio. Por medio deuna cubierta ondulada y continua, que cobija

la mayoría de las actividades del parque, con-figuran un gran anfiteatro para usos masivos.El proyecto cuenta con innumerables elemen-tos de diseño, que son a su vez distintos temasde arquitectura, como puentes, rampas, mo-vimientos del terreno, explanadas, volúmenessemienterrados, pabellones subterráneos, quefuncionan además como elementos fragmen-tarios dentro de una totalidad dominada poreste plano ondulado verde, que resalta la ideadel gran anfiteatro.

La obra de este estudio ha sido premiadaen distintas ocasiones: Premio Bienal de Ar-quitectura 1994, otorgado por el Consejo Pro-fesional de Arquitectura y Urbanismo (CPAU)y la Sociedad Central de Arquitectos (SCA).

Asimismo es reconocida por las numero-sas publicaciones del ámbito profesional, lo-cal e internacional.

Entre las obras más recientes, pueden men-cionarse como principales el Banco de Galicia,casa central; Coopers & Lybrand-Harteneck, Ló-pez & Cía., oficinas en Puerto Madero, ambasen Capital Federal; los tres shoppings FamilyCenter para Neverland, ubicados en Córdoba yBuenos Aires; Supermercados Americanos,Córdoba; la Cárcel Penitenciaria para Varones;Country Golf Jockey Club, que incluye la ur-banización de ciento diez hectáreas; ChryslerArgentina S.A., planta de ensamblado; Torresde la Plaza; YPF S. A., Refinería en Ensenada;y Johnson Matthey, planta industrial para la fa-bricación de catalizadores de automóviles; am-bas en la Prov. de Buenos Aires.

De toda la obra realizada en la capital cor-dobesa durante la última década del siglo sedestaca fundamentalmente el Nuevo Palaciode Justicia de la Provincia de Córdoba y el Cór-doba Sheraton Hotel, edificios caracterizadospor el retorno a una imagen de sobriedad téc-nica que había distinguido las realizacionesiniciales del estudio. También se destaca, en-tre sus obras recientes, la vivienda frente al La-go San Roque. V. A.

Bibliografía: Colección revista summa 1971- 1990. Vi-

vienda. N° 140, 1974; Costos. N° 24, 1980; Ambiente.

N° 34, 1982; Proa. N° 321, 1982; N° 340, Bogotá, abril

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gra gra

125Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u CÓRDOBA SHERATON HOTEL.

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quitectura. N° 159, 1992; Personas. N° 3, abril de

1993; El arquitecto. N° 8, enero de 1993, N° 13, ju-

nio de 1993; Arquis. N° 4, diciembre de 1994, N°. 9,

1995; summa. N° 15, 1995; Arquiplus. N° 2, 1996; Ar-

quitextos. N° 6, octubre de 1996; Consejo Profe-

sional de Arquitectura y Urbanismo. N° 6, enero

de 1996; La Construcción. N° 41, abril de 1997, N°

42, mayo de 1997.

GRAÑA, JOSÉ. Villarino de Los Aires, Salaman-ca (España), 1885 - Tucumán, 1950. Arqui-tecto. De formación ecléctica, fue cultor y pio-nero, en la Provincia de Tucumán, de lacorriente Neocolonial (v.).

Los estudios de José Graña se inician en laEscuela Tecnológica de Salamanca; se gradúadespués en la Escuela Superior de Arquitectu-ra de Madrid. Posteriormente, siguió cursos depintura en la Real Academia de San Fernando.Al contraer matrimonio con Manuela Bartolo-mé, natural de Barcelona, permaneció una tem-porada en esa ciudad, que le permitiría un sa-ludable contacto con el Modernismo catalán.

Su padre, Don Manuel Graña, constructor,se embarcó a fines del siglo XIX hacia la Ar-gentina, y se radicó en San Miguel de Tucu-mán. Muy diversos trabajos reclamaron su ha-bilidad de constructor, de manera que estasituación alentó a José Graña a migrar a co-mienzos del siglo XX.

Sus primeras obras en Tucumán las reali-zó en colaboración con su padre. Sobresale en-tre ellas el edificio de la Sociedad Españolade Socorros Mutuos (1911), que se adscribe alEclecticismo historicista. De manera indivi-dual mostraría una amplitud de conocimien-tos formales en los proyectos de la casa queDon Amadeo Bellucci le encargó en 1926, so-bre calle 9 de Julio, o las que personalmenteejecutó alejadas de la ciudad; una levantada enLa Loma de El Corte, en Yerba Buena, paraGuillermo Griet, y la modernista Villa Navarra(1920), cercana a la estación Muñecas, en elsuburbio de la ciudad.

Casi simultáneamente se afirma en la co-rriente del Neocolonial, que caracterizaría lamayor parte de su producción, por la que se-constituyó en el cultor y pionero en la pro-vincia de esta corriente estilística. A pesar deque su extensa obra se afincó en una posiciónecléctica, abarcó el gran espectro de líneas yexpresiones del Renacimiento colonial. En su

versatilidad, revela como sello personal la al-ta calidad con que componía elementos ar-quitectónicos tan variados.

En las casas de campo, buscó plasmar laidea de “cortijo” andaluz. Es el caso de la vi-vienda del doctor Rufino Cossio (1928), en Vi-lla Marcos Paz, o la casa del doctor Manuel Cos-sio, en el Rodeo (Departamento Burruyacú).

Su obra más trascendente y audaz en estavertiente fue sin duda la casa de Frías - Hel-guera, hoy sede de la Federación Económicade Tucumán. Ella marcaría un hito en la ciu-dad, al punto que aún hoy suscita el interés decualquier transeúnte. En ella Graña empren-de la modificación de una vieja casona, a la queimprime rasgos del Renacimiento español. Ter-minada de construir en 1924, los diarios y pu-blicaciones de la época le dedicaron elogiososcomentarios. En su fachada el repertorio queusa es típicamente hispano, plasmado en lasdiversas aberturas, piezas de metalistería, fi-guras decorativas, ornamentación afín a la ar-quitectura plateresca salmantina y el primerpatio a la manera andaluza-musulmana. Otrasala que divide los dos primeros patios se ads-cribe al lenguaje hispano del siglo XVI. En ca-da detalle y espacios, José Graña desplegó sucapacidad para amalgamar e integrar los dis-tintos vocabularios formales.

También fue autor de la modificación “anuevo” del antiguo chalet del ingeniero ManuelGarcía Fernández, en el ingenio Bella Vista, en1929. En 1934 construye la casaquinta de finde semana de Alfredo Guzmán, en la quintaGuillermina. Allí se observa ya un claro trata-miento de muros blancos y tejas, con el Art Dé-co de la escalera, y el arco de la galería de acce-so con la decoración de temática prehispánicay modernista en cielorrasos y cenefas. Entre susúltimas realizaciones de arquitectura domésti-ca, sobresale la casa del doctor Guillermo Cu-ria —en Congreso al 2000 (1940)—, dondeal sobrio planteo de un colonial salteño agregó,con cierta audacia, una portada barroca comocentro de la composición.

No deben dejar de mencionarse otras tipo-logías en las que planteó búsquedas impor-tantes, como los edificios para sucursales delBanco Provincia, en ciudades del interior (Con-cepción, Leales, Simoca, etc.), todos ellos enlas líneas del Neocolonial. También se desta-caron el proyecto de tribunas oficiales y ves-tuarios para el Club Atlético Tucumán —lue-go modificados— y los panteones, en elCementerio del Oeste, para la Sociedad Espa-ñola y la familia de Alfredo Guzmán.

Su capacidad como diseñador no se agotó

en la obra arquitectónica. Por vocación y porformación fue un destacado artista que manejólas más variadas técnicas expresivas. Pero don-de alcanzaría gran vuelo su capacidad artísti-ca, fue en la producción como maestro imagi-nero de tallas de madera. C. V.

GRESLEBIN, HÉCTOR. Buenos Aires, 1893 -Íd., 1971. Arquitecto. Integrante destacadode la corriente que, en los inicios de la déca-da de 1910, propugna la búsqueda de un ar-te y una arquitectura nacionales, enraizadosen lo colonial y en lo americano prehispánico.

Miembro fundador de la Revista de Arqui-tectura (v.), desde donde a partir de 1915 pro-mueve la discusión de las nuevas ideas; su ta-rea fundamentalmente sienta las bases de unavisión interdisciplinaria para el abordaje delcampo arquitectónico. Mediante un enfoquearqueológico impulsa el estudio de las obras delpasado precolombino con el objetivo de volcarloen el diseño de las obras contemporáneas. Pa-ra ello adopta la premisa básica en la que acuer-da la generalidad del denominado Neocolonial(v.), es decir, se propone evitar la mera copia deesas obras y evolucionar hacia un renacimien-to del estilo antiguo, dando cabida a las exi-gencias de los programas modernos. Su vin-culación con los científicos Juan Ambrosetti,Samuel Lafone Quevedo, Salvador Debenedet-ti, Roberto Lehman Nitsche, Félix Outes (v.) y

126 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u FACHADA CON ORNAMENTACIÓN INDIGENISTA.

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Eric Boman es producto de tal orientación.La actuación más relevante de Greslebin se

centra en las décadas del veinte y el treinta,en las cuales docencia universitaria, investiga-ción de campo, actividad profesional indepen-diente, producción teórica e historiográfica su-man la gama de facetas que desarrolla con elmismo rigor. El conjunto de ejercitaciones pro-yectuales, encaminado a crear un estilo Neo-prehispánico, es amplio, aunque se ve trasla-dado escasamente al plano de las realizaciones;tan solo se construyen tres viviendas unifa-miliares, todas ellas en la ciudad de Buenos Ai-res, entre 1924 y 1929. En ellas, tanto la dis-tribución funcional de sus plantas como lasproporciones de los vanos, y la escala y el rit-mo de las fachadas, se ajustan a los usos im-perantes en ese momento. En los interiores sereserva la utilización de lo prehispánico paralos diseños decorativos. El exterior es el que res-ponde mejor a la intención de crear un estilo:el empleo de ornamentación de inspiracióntiahuanacota y detalles decorativos basados ensus estudios arqueológicos del Noroeste ar-gentino y del Perú son sus notas distintivas. Enel aspecto proyectual cabe destacar la propuestadel monumento funerario, en colaboración conÁngel Pascual, denominado Mausoleo Ameri-cano, que recibe el primer premio en el SalónAnual de Bellas Artes en 1920, y los proyec-tos de monumentos realizados junto a Luis Per-lotti, que obtienen sus respectivas distincionesen 1925 y 1928.

De su numerosa producción escrita, emer-ge la obra realizada en colaboración con EricBoman, publicada en 1923 bajo el título de Al-farería draconiana. Se trata de un estudio com-parativo y descriptivo de los estilos decorativosdraconiano y santamariano de la alfarería dela región diaguita del Noroeste argentino. In-cluye a modo de apéndice el diseño de dostapices en los estilos analizados, que, apar-tándose de la simple reproducción de compo-siciones antiguas, son realizados con el pro-pósito de demostrar la factibilidad de desarrollarprocesos de estilización adecuados al objetocontemporáneo proyectado. También de 1923es su trabajo La estancia La Borda, en VillaMercedes. Con el minucioso relevamiento deese edificio y de sus aspectos constructivos, in-troduce un modo sistemático de analizar laobra arquitectónica del pasado, calificada co-rrientemente como “construcción espontánea”.En Introducción a la aplicación moderna de lossistemas constructivos antisísmicos de los incas,publicado en 1944, confluyen las disciplinasque signaron su carrera. Analiza el proceso

evolutivo que sigue a la disposición de los si-llares del muro incaico y las líneas de seguri-dad que quedan trazadas de acuerdo con lasllaves antisísmicas que adoptan. La relevanciade esta investigación radica en que no se per-sigue solamente un propósito historiográfico.En su realización subyace el convencimientode la actualidad que revisten las técnicas es-tudiadas. El trabajo sobre los túneles colonia-les de la ciudad de Buenos Aires merece es-pecial atención. Una primera etapa llevada acabo en 1920 se completa en los últimos añosde su vida; compilar la información, trabajoque reúne el material bajo el título Los subte-rráneos secretos de la “manzana de las Luces” enel viejo Buenos Aires (1964). Este libro puedeser considerado el más valioso de sus aportes,pues es el único sobre el particular que plan-tea en forma seria y sistemática el tema y aúnno ha sido superado, principalmente en lo querespecta a la veracidad de cada dato y de lasfuentes citadas.

De las tres voluminosas obras que queda-ron inéditas, Primera historia de la arquitecturaiberoamericana, que condensa sus ensayos en-tre 1912 y 1940, es la única que se encauza enel ámbito específicamente arquitectónico. Deella llegó a publicarse su capítulo introductorio

denominado “Valoración actual de la arquitec-tura colonial iberoamericana”, en 1960. Se tra-ta de un breve texto reiterativo de sus primiti-vos conceptos sobre el tema, sin ningún gradode actualización, como lo expresa intenciona-damente su título. B. P.

Bibliografía: D. Schavelzon y B. Patti. “La búsqueda de

un arte y una arquitectura americana: Héctor Gres-

lebin 1893-1971”. En: Revista del Instituto de His-

toria del Arte de la Facultad de Filosofía y Letras

de la Universidad Nacional de Cuyo.

GRONDONA, NICOLÁS. Génova (Italia), 1831- Buenos Aires, 1877. Ingeniero y geógrafo.Activo en el Litoral en la segunda mitad delsiglo XIX. Realizó planos de diversas ciudadesy un número importante de publicaciones decarácter geográfico.

Emigró a Montevideo en 1849 junto a suhermano Marcelo. En 1850 pasó a Buenos Ai-res. En 1852 los Grondona se trasladaron a Co-rrientes y a Entre Ríos, donde Nicolás efec-tuó algunos trabajos de agrimensura. En laprimera de esas provincias desempeñó el car-go de agrimensor e ingeniero topógrafo, ca-

gra gro

127Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u PLANO ADMINISTRATIVO DE BUENOS AIRES, REALIZADO POR NICOLÁS GRONDONA EN 1856.

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biéndole una destacada actuación durante losgobiernos de Pujol. Fue encargado de rectifi-car el trazado de las calles de la ciudad. En 1856,realizó un plano de Buenos Aires con la no-menclatura de sus calles, que fue publicado.Ambos hermanos se radicaron en Rosario ha-cia 1856, donde formaron un estudio de agri-mensura. Al mismo tiempo, Nicolás realizó elprimer plano que contenía, como el de BuenosAires, la enumeración de las calles de la ciu-dad y abarcaba todo el núcleo urbano. Esta pie-za cartográfica fue presentada a las autorida-des en julio de 1858. Dicho plano fue impresoese año por el litógrafo Rivière. También enaquella fecha realizó la delineación del pueblode San Lorenzo, en la Provincia de Santa Fe,que fue aprobado por el gobierno al año si-guiente. En 1866, luego de realizar diversostrabajos cartográficos, entre ellos un mapa dela República Argentina, una Carta postal de laProvincia de Buenos Aires y una Carta geo-gráfica de Entre Ríos, se trasladó a Francia pa-ra asistir, como representante oficial, a la Ex-posición Universal de París. Durante su estadíaen Europa publicó en Milán un Atlas de losprincipales puertos del mundo. Regresó de suviaje en 1871, y en ese mismo año fue desig-nado ingeniero municipal de Rosario. Con esecargo se le confió la erección del primer mo-numento a la Bandera Argentina, que fue inau-gurado en 1873 en el mismo sitio donde se en-cuentra emplazado actualmente. Asimismo,fue el autor del plano del proyecto de amplia-ción de Rosario, que incluía las colonias Nue-va España y Nueva Italia, cercanas al munici-pio. Cumplió además múltiples tareas, comoel amojonamiento y la delineación de calles, lanivelación y alineación de propiedades y el pro-yecto del Mercado del Norte.

Como geógrafo, Grondona publicó en Ro-sario una serie de trabajos, entre ellos un atlasde la República Argentina (1876), un atlas delas catorce provincias argentinas y un mapa ele-mental de la República para uso escolar. Inicióla publicación de un diccionario geográficoargentino por entregas que se interrumpió consu muerte, a poco de haberse iniciado. F. A.

Bibliografía: V. Cútolo. Nuevo diccionario biográfi-

co argentino. Bs. As.: Elche, 1974. S. Dócola. “La de-

lineación como instrumento para proyectar una

ciudad portuaria de y en el mundo moderno. El pro-

yecto de delineación de Rosario en 1873”. En: Ac-

tas del Programa internacional de Investigaciones

sobre el campo urbano y las condiciones históricas

de emergencia de las competencias urbanísticas. Bs.

As.: FADU. UBA, 1996.

GROPIUS, WALTER.

Berlín (Alemania), 1883 -Cambridge (EE.UU.), 1969) Ar-quitecto. Resulta innegable lainfluencia que las obras, pro-

yectos y teorías de Walter Gropius han ejer-cido en nuestro medio para el desarrollo dela Arquitectura Moderna, aunque su alcancey grado de importancia sean difíciles de ca-librar. Ecos de su pensamiento y producciónpueden hallarse en la obra de W. Acosta (v.),los hermanos Civit (v.) y otros arquitectos ar-gentinos que trabajaron en las décadas deltreinta y cuarenta del siglo XX. Durante esteperíodo y hasta la fecha de su muerte, lasvariadas alternativas de la actividad profe-sional y pedagógica de Gropius hallan ex-presión en nuestro país en diversos artículosaparecidos en forma esporádica en publica-ciones especializadas.

Varios son los proyectos realizados por WGpara la Argentina. El momento más fructífe-ro de su relación con nuestro país fue quizása comienzos de los años treinta cuando, porintermedio del arquitecto Frank Moller, arri-ban a su estudio en Berlín una serie de en-cargos para construir en Buenos Aires y la cos-ta atlántica.

La vinculación entre WG y el medio disci-plinar argentino se inició en 1931. al radicarseen Buenos Aires el arquitecto alemán FrankMoller, ex discípulo y colaborador, que crea elestudio de arquitectura Gropius-Moller. En sucarácter de asociado y representante del ma-estro alemán en la Argentina, la actividad deMoller se orientó tanto a la difusión de susobras y su pensamiento como a la captaciónde encargos profesionales que habían de lle-varse a cabo, en principio, en colaboración conel estudio de Alemania.

Durante 1932 son dados a conocer variosde los proyectos realizados por la oficina Gro-pius-Moller. El más importante de ellos es lacasa Standar Gropius , prototipo de viviendaprefabricada, que retoma un proyecto anteriorelaborado por WG para ser producido indus-trialmente como vivienda masiva: las Hirsch-Kupfer-Hauser (1931-1932). Hacia fines de 1931,cuando Moller viaja a la Argentina, este pro-yecto estaba en plena etapa de experimenta-ción. El diseño del prototipo Standar Gropiusmuestra, sin embargo, una clara intención deadecuación a las condiciones locales de climae implantación urbana. Los primeros bocetosfueron realizados por Moller en Buenos Aires

y enviados entre 1931 y 1932 al estudio de Gro-pius en Berlín. El proyecto original, descriptocomo un intento de “arquitectura climática-mente adaptada”, consistía en un modelo devivienda flexible en planta baja, para el cual setomó como medida fija un ancho no mayor alos 8,66 m, módulo característico del parcela-miento urbano en nuestro país. Según su au-tor, la característica más sobresaliente era laincorporación de una profunda terraza-galeríaa lo largo de todo el frente principal, a efectosde resguardar las amplias superficies vidria-das de los rayos solares. Este proyecto fue re-visado y reelaborado por el arquitecto Fiegeren el estudio de Alemania. El diseño definiti-vo fue llevado a cabo por Moller en la Argen-tina a mediados de 1932. Sobre la base del es-quema original se confeccionaron tres variantes,cada una de las cuales presentaba distintas po-sibilidades de crecimiento.

Aunque el prototipo Standar Gropius nollegó a ser producido en nuestro país, los va-rios estudios técnico-arquitectónicos que de-mandó fueron aplicados para la construcciónde dos viviendas en el barrio de La Florida deBuenos Aires, durante 1932. Estos dos ejem-plos de casa económica constituyen la únicaobra construida por el estudio Gropius-Moller.

El primero de ellos fue la vivienda de JuanSpecht (calle Carlos F. Melo 2364, hoy de-molida), que reproduce con cierta fidelidadel tipo estándar A, para casas de un solo dor-mitorio. En la memoria escrita por Moller sehace hincapié en la utilización de piezas demobiliario fijo para la división de ambientesy en la flexibilidad espacial de la casa comorasgos de modernidad; por otra parte, se eli-mina uno de los recursos técnicos distintivosdel proyecto original: la utilización de pañosvidriados de piso a techo y de pared a paredpara la fachada principal. El otro ejemplo cons-truido fue la casa de Harle Moore, tambiénen el barrio de La Florida. Se trata de una vi-vienda de dos dormitorios, que recrea el es-quema funcional anterior aunque invierteola ubicación de los servicios baño y cocina,que pasan a ocupar el frente de la casa; la ideade la terraza-galería apenas se hace presen-te en el contrafrente.

Complementariamente a estos trabajos,recibió la firma un encargo de la familia Mar-tínez de Hoz para la ejecución de un proyec-to de urbanización o “ciudad balnearia” enun predio costero de la localidad de Chapad-malal. Esta iniciativa, que no se materializó,contemplaba la realización de un gran nú-mero de viviendas, cuatro hoteles, un sana-

128 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

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torio, una guardería, un club náutico, un cam-po de golf, un club hípico y otras instalacio-nes. En principio, la labor efectuada por el es-tudio Gropius-Moller consistió en la ideaciónde un plan general de urbanización —se de-finieron los distintos tipos de loteo, la ubi-cación de los principales edificios y el siste-ma de circulaciones— y en la confección delproyecto para el club náutico. Es quizás en eldiseño de este último donde más se eviden-cia la intervención de WG. En líneas gene-rales, la composición del mismo está dada porla utilización de un volumen acristalado deformas prismáticas, que se une a un cuerpocircular también de vidrio, elevado por me-dio de pilotis sobre el nivel del mar. La dis-posición en aspa de las construcciones late-rales tiende a romper la manifiesta simetríaaxial del edificio principal.

Durante los primeros años de 1930, y pa-ralelamente a estos emprendimientos, la pro-ducción arquitectónica general de WG co-mienza a ser publicada en nuestro país. Losartículos más destacados aparecen en la Revistade Arquitectura (v.) de la SCA de Buenos Aires,en la Revista del Centro de Arquitectos, Cons-tructores y Afines y en Nuestra Arquitectura (v.),entre los años 1931-1933. En ellos se hace hin-capié en la labor de WG como proyectista, y sedan a conocer sus obras más relevantes. La ex-posición de sus teorías, tanto en lo que respectaal diseño arquitectónico como al planeamien-to urbano, se halla en ambas revistas media-tizada por la intervención de Moller. De lo pu-

blicado en el orden local es quizás en su artí-culo “La arquitectura funcional”, aparecido enla revista Sur en 1931, donde más claramen-te se manifiesta el pensamiento de WG en loreferente a la relación entre arquitectura y téc-nica, y al rol que a estas les cabe en la socie-dad contemporánea.

La sociedad entre WG y Frank Moller que-dó disuelta en 1934, cuando el primero se vioobligado a abandonar su estudio en Alemaniay a radicarse en Inglaterra.

Durante su permanencia en Gran Bretaña,entre los años 1934-1937, se inician distintastratativas de WG con un grupo de profesio-nales argentinos interesados en sus estudios ytrabajos urbanísticos, e integrado entre otrospor Jorge Vivanco (v.), tendientes a su radica-ción en la Argentina. Razones de índole polí-tica, esgrimidas por el gobierno argentino, im-piden esta iniciativa.

La labor pedagógica desplegada por WGen el Bauhaus se difunde tardíamente. Reciénen 1946 aparece en la Revista de Arquitectu-ra de la SCA una serie de artículos que, bajoel título “La teoría y la organización delBauhaus”, dan cuenta de sus experiencias enla enseñanza de la arquitectura y de los dis-tintos oficios relacionados con el diseño in-dustrial masivo. Asimismo, en 1956 se editaen Buenos Aires la primera versión en caste-llano de su libro Alcances de la arquitectura in-tegral, en el que se recopilan los escritos másimportantes producidos por WG en su extensaactividad académica en Alemania, Inglate-rra y los Estados Unidos.

De los múltiples proyectos ejecutados porWG en los Estados Unidos, se concede espe-cial interés en la prensa de arquitectura locala la obra realizada en asociación con MarcelBreuer, en la que asoma un sesgo regionalis-ta. La figura de un Gropius eminentemente te-órico, catedrático y conferencista es la que pre-valece a partir de este momento.

El último de los trabajos que realizó WGpara la Argentina fue un encargo del Minis-terio de Relaciones Exteriores de la Repúbli-ca de Alemania Federal, para la construcciónde la residencia del embajador alemán en Bue-nos Aires. Este proyecto fue hecho en colabo-ración con el arquitecto Amancio Williams (v.),quien había sido comisionado desde un prin-cipio, y A. Cvijanov, integrante en ese momentodel estudio TAC. A raíz de este encargo y a efec-tos de reunirse con Williams, WG viajó a la Ar-gentina en diciembre de 1968.

El proyecto definitivo se completó durante1969, poco tiempo antes de la muerte de WG.

Había de erigirse en un predio dentro de pla-za Alemania, a cuya donación se había com-prometido la Municipalidad de Buenos Aires.Como respuesta a esta particular localización,se dividió el edificio en dos estratos netamen-te diferentes: una planta semienterrada, des-tinada al público y a las oficinas de la emba-jada, y un cuerpo prismático suspendido porencima de esta, donde se ubicaría la residen-cia propiamente dicha del embajador. La con-creción de este proyecto se malogra al retrac-tarse el gobierno argentino de su decisión deceder el predio. A. C.

Bibliografía: F. Moller. “La arquitectura moderna en

Alemania”. En: Nuestra Arquitectura, diciembre de

1931; Gropius-Moller. “Una pequeña casa”. En: Nues-

tra Arquitectura, marzo de 1932; Gropius-Moller.

“Viviendas contemporáneas para empleados y obre-

ros”. En: CACYA, julio de 1932; Gropius-Moller. “Aba-

ratamiento de las viviendas”. En: Nuestra Arqui-

tectura, septiembre de 1932; F. Kammerer. “Un nuevo

cultor de la arquitectura racional en la Argenti-

na”. En: CACYA, octubre de 1932; Gropius-Moller.

“Dos casas económicas en Florida”. En: Nuestra Ar-

quitectura, diciembre de 1932; W. Gropius. “La ar-

quitectura funcional”. En: Sur, enero de 1936; Íd.

“La teoría y la organización del Bauhaus”. En: Re-

vista de Arquitectura, julio, agosto y septiembre de

1946; G. C. Argan. Walter Gropius y el Bauhaus. Bs.

As.: Nueva Visión, 1961; D. M. “Visita de un gran ma-

estro”. En: summa, enero de 1969; P. Berdini. Wal-

ter Gropius. Barcelona: Gustavo Gili, 1986; M. I.

Net. “Una pequeña obra de Gropius en la Argenti-

na”. En: summa, julio de 1989; W. Nerdinger. Wal-

ter Gropius. Berlín: Bauhaus Archiv, 1985.

GROSSO, NICOLÁS. s/d. Italiano, geómetra, cons-tructor. Uno de los primeros cultores de la co-rriente neorrenacentista italiana en el Litoral.

A partir de 1854, realizó como proyectistay constructor una serie de obras religiosas co-mo: la iglesia de Nuestra Señora del Rosarioen Corrientes (1854), hoy catedral, la iglesiade San Francisco (1858), el convento e iglesiade Nuestra Señora de la Merced (1856.1958)y la de Nuestra Señora de Itatí (1856), todosen Corrientes. También realizó importantesobras civiles. Entre ellas se destacan: el Ca-bildo-Legislatura (1856-1859) y el teatro Ve-ra (1856-1862).

Bibliografía: R. Gutiérrez, s. v.: “Grosso, Nicola”. En:

L. Patetta. Architetti e ingenieri italiani in Ar-

gentina, Uruguay e Paraguay. Roma: Pellicani, 2002.

gro gro

129Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u CASA EN LA FLORIDA, PCIA. DE BUENOS AIRES.

W. GROPIUS/F. MOLLER. AXONOMETRÍA.

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GROSSO, JUAN ANDRÉS. s/d, 1839 - s/d. Ita-liano, constructor. Activo en Corrientes en lasegunda mitad del siglo XIX.

Juan Andrés Grosso realizó en la capital co-rrentina una extensa tarea que comprende, en-tre otras, las obras de los edificios para la pe-nitenciaría y el cuartel. Hizo también lareceptoría de Empedrado y la municipalidadde Bella Vista.

GROTHE, GUSTAVO. s/d. Ingeniero. Activo enSan Juan en la segunda mitad del siglo XIX.

Bajo la dirección del ingeniero GustavoGrothe se creó, en marzo de 1862, el Depar-tamento Topográfico de San Juan, encargadode realizar el primer mapa de esa provincia.La repartición levantó también el primer pla-no de la ciudad de San Juan y de departa-mentos agrícolas contiguos.

Bibliografía: Vicente Cútolo. Nuevo diccionario bio-

gráfico argentino. Bs. As.: 1968.

GUICHET, ESTEBAN. s/d. Arquitecto. Trabajó enla ciudad de Buenos Aires en las primeras dé-cadas del siglo XX.

Realizó diversas obras, entre ellas el San-tuario de Nuestra Señora de Lourdes en San-tos Lugares (1911) y la residencia de Ayerza enEsmeralda 1275.

Bibliografía: F. Ortiz, J. C. Montero, R. Gutiérrez, A.

Levaggi y A. S. J. de Paula. La arquitectura del li-

beralismo en la Argentina. Buenos Aires: Sudame-

ricana, 1968.

GUICHOT, PEDRO. s/d. Arquitecto. Trabajó enla ciudad de Buenos Aires en las primeras dé-cadas del siglo XX.

Instaló estudio en Artigas 453. Realizó nu-merosas residencias privadas: French 2287,Tucumán 7128, Irigoyen 2192, Ríobamba 270(1905) de Del Valle y Halsey, Pellegrini y Via-monte ya demolida, y el edificio de San Joséy Av. De Mayo.

Bibliografía: F. Ortiz, J.C. Montero, R. Gutiérrez, A.

Levaggi y A. S. J. de Paula. La arquitectura del li-

beralismo en la Argentina. Buenos Aires: Sudame-

ricana, 1968.

GUIDO, ÁNGEL FRANCISCO.

Rosario, 1896 - Íd., 1960. In-geniero, arquitecto, dibujante,grabador, publicista y urbanis-ta. En 1916 obtuvo el título de

Técnico Constructor Nacional de la Escuela In-dustrial de la Nación de esa ciudad; en 1920,el de Ingeniero Civil y en 1921 el de Ingenie-ro-Arquitecto en la Universidad Nacional deCórdoba. Profesor titular de Arquitectura II des-de 1921, de Historia de la Arquitectura des-de 1924 y de Urbanismo desde 1934 en laFacultad de Ciencias Matemáticas de la UNL,de la que llegó a ser vicedecano en 1935; des-de 1936 hasta 1947 fue profesor adjunto deHistoria del Arte en la Facultad de Filosofía yLetras de la UBA y, también desde 1936, fueprofesor titular de Historia en el ProfesoradoNacional de Dibujo de Rosario. Durante el pe-ríodo 1948-1950 fue rector de la UniversidadNacional del Litoral.

Colaborador de La Prensa de Buenos Airesdesde 1923, durante 1927 fue director y prin-cipal articulista de la revista Arquitectura de laSociedad de Arquitectos de Rosario. Obtuvoel primer premio en la Exposición Panameri-cana de Arquitectos de Río de Janeiro (1930)y el gran premio de honor del Primer Con-greso Argentino de Urbanismo (1935). En 1932obtuvo una beca de la Guggenheim MemorialFoundation, y en 1937 la de la Comisión Na-cional de Cultura.

Fue delegado por la universidad y por el go-bierno a numerosos congresos de carácter cien-tífico. Publicó una serie de investigaciones his-tóricas: Fusión hispano-indígena en laarquitectura colonial, 1925; La arquitectura his-panoamericana a través de Wölfflin, 1927; El ar-te americano del siglo XVIII, 1932; El Aleijadin-ho, 1937; Redescumbrimiento de América en elArte, 1940; La arquitectura mestiza en las ribe-ras del Titikaca, 1956, entre los principales. Asi-mismo publicó una serie de ensayos estéti-cos y filosóficos: Orientación espiritual de laarquitectura en América, 1927; El arte de nues-tro tiempo, 1930; La Machinolatrie de Le Corbu-sier, 1930; Eurindia en la Arquitectura Ameri-cana, 1930; Catedrales y Rascacielos, 1936, entreotros menores.

En su actividad profesional realizó proyec-tos de residencias particulares, fundamental-mente en Rosario —entre ellas su propia casaen Montevideo 2112—, y en Buenos Aires el dela casa de su maestro Ricardo Rojas. Proyectótambién una serie de edificios institucionales,

como la sede del Club Gimnasia y Esgrima enRosario y Tucumán, la sede del Círculo Médi-co (hoy demolida); el Museo Histórico Provin-cial en el Parque Independencia y el Monu-mento a la Bandera, ganado por concurso en1940, además de participar en el concurso Fa-ro a Colón, el de Museo Municipal de Rosarioy del Monumento al Combate de San Lorenzo,no construido. Como urbanista fue coautor delPlan Regulador de Rosario (1935), autor de losplanes de Tucumán (1937), Salta (1938) y SanJuan (1942), este último junto a Benito Carrasco.Finalmente, en 1945 realizó un proyecto de re-construcción de la iglesia y convento de SanFrancisco, en Santa Fe.

Visitó centros e institutos especializados enhistoria americana, arquitectura y urbanismo,donde recibió importantes distinciones hono-ríficas, entre ellas: miembro honorario del Ins-tituto de Arquitectura de Río de Janeiro (1930);del Instituto de Arquitectura de La Habana(1930); miembro titular del Instituto Iberoa-mericano de Berlín (1938); de la Société desAmericanistes de París (1938); miembro co-rrespondiente de la Sociedad Central de Ar-quitectos del Uruguay (1939); de la Sociedadde Escritores de La Paz (1944); doctor honoriscausa de la Southern California University(1933) y de la Universidad de Quito, profesorhonoris causa de la Universidad de Guayaquil(1945); miembro de número del Instituto Ar-gentino-Italiano de Intercambio Cultural deBuenos Aires (1947).

GUIDO Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA

TRADICIÓN AMERICANA.

AG vuelve de Córdoba tras haber partici-pado del momento más álgido de la ReformaUniversitaria, fuertemente marcado por su es-píritu y por las hipótesis sobre un destino con-tinental que América debía cumplir a partir deuna mirada introspectiva sobre su cultura pa-ra identificar su especificidad.

Su hermano mayor, Alfredo (1892, plásticode renombre nacional), lo había vinculado des-de temprano con artistas e intelectuales nucle-ados en torno de un movimiento de búsque-da nacional y al “Círculo de la Biblioteca” pordonde pasaron, desde 1914, conferencistas co-mo Ricardo Rojas, Carlos Ibarguren, LeopoldoLugones, Manuel Ugarte, José Ortega y Gasset,José León Pagano, Ramón Cárcano, José Inge-nieros y Eugenio d’Ors. Distintas influenciaspodrían rastrearse de algunos de ellos en AG,pero la que será definitoria es el sistema doc-trinario formulado por Rojas en la Restauraciónamericanista. A partir de la exposición de dis-

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tintos sistemas educativos europeos y del ar-gentino, Rojas propone las bases para una “res-tauración histórica”, en la que el Estado tendríaun rol clave en la formación de la conciencia eidentidad colectivas a través de la escuela. Es-ta influencia permite explicar el sentido de lasoperaciones de Guido —subsidiarias de susprincipales hipótesis culturales—, quien va ainiciar desde muy joven una verdadera mili-tancia docente, intelectual y artística, cuyos prin-cipales tópicos jamás abandonaría: reformu-lación de la historia de la arquitectura y del artepara recuperar y construir una tradición ame-ricana capaz de potenciar un arte nuevo; de-fensa del rol del arquitecto y su función com-prometida con la construcción de la identidadcolectiva y, por último, la función docente y so-cial de la universidad como constructora y guíade programas culturales.

En 1921, apenas instalado en Rosario, AGcomienza su actividad académica ininte-rrumpida en la carrera de Ingeniería de la Fa-cultad de Ciencias Matemáticas, participa enla creación de la carrera de arquitectura y en

1924 comienza a dictar la materia de Historiade la Arquitectura. Guido defiende una his-toria orientada a revivir los valores estéticospara su exaltación y su disponibilidad en laconstrucción del presente. Apenas Rojas pu-blica su Ensayo de estética (1924), Guido saleen defensa de Eurindia, reivindicando la bús-queda de un “espíritu telúrico” enajenado, encontra de aquellos artistas e intelectuales por-teños que —invocando la naturaleza cosmo-polita de los argentinos— pretendían formaruna “plataforma antiamericanista” , en unaclara alusión a la revista Martín Fierro. Sus pri-meros proyectos de carácter institucional sefundamentan en los mismos objetivos. Apro-vechando los procesos de transformación uni-versitaria, en el Segundo Congreso Univer-sitario Anual (La Plata, 1924) propone unaampliación de los planes de estudios de las fa-cultades de arquitectura de la República, conla introducción de un curso especial sobre His-toria de la Arquitectura y Ornamentación Ame-ricana pre y post colombiana; y en el siguien-te (Córdoba, 1925), la creación de un Instituto

Nacional Arqueológico de Arquitectura Ame-ricana, para censar la arquitectura colonial yprehispánica, recopilar los estudios existentese investigar con criterios científicos, el patri-monio de Perú, Bolivia y Ecuador.

Paralelamente se propone revertir la histo-riografía sobre el arte de la Colonia, superan-do las lecturas previas que habían descuida-do la producción artística. Para Guido, elredescubrimiento del arte americano debía con-seguir una segunda independencia después dela emancipación política. Se concentra en unalectura formalista, y demuestra la influenciaindígena en la Arquitectura Colonial peruanay boliviana, hipótesis que expondrá en el IIICongreso Científico Panamericano realizadoen Lima (1924). Aprovechando su viaje por Pe-rú se contacta con Uriel García, recorre dibu-jando y fotografiando las principales ciudades,y vuelve especialmente subyugado por la ar-quitectura de los portales de Arequipa, cuyosmotivos ornamentales simplificados utilizaráen sus obras arquitectónicas. Sobre la basede estas indagaciones, AG publica su tesis ma-

gro gui

131Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u MONUMENTO A LA BANDERA EN LA CIUDAD DE ROSARIO, PROVINCIA DE STA. FE, DE GUIDO Y FIORAVANTI.

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yor: Fusión hispano-indígena en la arquitecturacolonial (1925). Guido no es el primero en re-conocer e identificar la mezcla artística. A lolargo de América esta recuperación crítica es-taba en marcha. Respecto de la Argentina, pue-den mencionarse las investigaciones arqueo-lógicas, los ensayos de Martín Noel (v.). quienpresentaba la mezcla siguiendo el viaje de lasinfluencias, y los relevamientos de Kronfuss(v.), al que seguramente Guido conoció en losúltimos años de su carrera universitaria en Cór-doba. La contribución precisa de AG se da enel campo de la lectura formal y estética. La iden-tificación de la fusión subentendía una actitudde resistencia de la cultura americana, un re-sultado genuino y original que prometía guiarlas actitudes contemporáneas.

Estas ideas informan los primeros proyec-tos arquitectónicos de AG. Como se trata de unproyecto cultural más que disciplinar, estos pro-yectos parten de un pensamiento academicis-ta, al que se yuxtapone un pensamiento figu-rativo con la síntesis estilística perseguida. Sobretipologías dadas se aplica un tratamiento or-namental en fachada de elementos estilizadosy simplificados que, supuestamente, remitirí-an a una significación compartida por la socie-dad e impregnada de identidad americana.

En la casa de José Torrea (Colón 1354, Ro-sario, 1923), probablemente su primera obra,sobre una vivienda típica de dos ambientes alfrente, divididos por un zaguán, AG aplica cor-nisas ondulantes en la parte superior de la fa-chada, una hornacina centrada en la aberturadel salón principal, y remarca los vanos con pe-queñas columnas y aleros; todos ellos (exceptola hornacina), reinterpretaciones de las porta-das arequipeñas. Seguramente la evaluación delos escasos resultados obtenidos —el organis-mo arquitectónico permanece inalterado— lolleva a Guido a plantear que la utilización de latradición, restringida a la mera aplicación deelementos estilizados, solo conduce a un fol-clorismo sin sentido. En las obras siguientesesta ornamentación no vuelve a ser tan super-ficial. Si bien aún no puede hablarse de un cam-bio de concepción proyectual, la gramática de-corativa, más que actuar como simple aplicación,modela, conforma, dota de espesor a la facha-da y, en algunos casos, llega a incidir en la ca-lidad espacial. La vivienda Losno, con salón co-mercial (Corrientes 1.672-82, Rosario, 1925),constituye un primer ensayo de la loggia que irárepitiendo en obras posteriores —el edificioFracassi (1925), su propia residencia (1926)—hasta la ampliación de la sede del Club Gim-nasia y Esgrima (1928), donde la aplicación del

ornamento es de una estilización y geometri-zación asimilable al Art-Déco, pero bajo los mis-mos presupuestos generales.

En el edificio Fracassi, ubicado en San Luisy Corrientes (departamentos de renta y localescomerciales en planta baja), Guido debió re-solver, ya iniciada la construcción, un tercernivel para habitación del hijo del propietario,lo que obligó a forzamientos en las plantas (de-partamentos de acceso independiente directodesde la calle, con otros que comparten esca-leras y halls). La fachada expresa estas diferentesjerarquías del programa mediante los trata-mientos decorativos y la materialidad de lostres niveles.

En la residencia que se construye en Mon-tevideo 2112, Guido logra una fachada de fac-tura artesanal a partir de un juego minuciosode texturas y colores, posible por el uso de unmaterial de frente que hacía especialmente pa-ra sus obras. A pesar de trabajar sobre un úni-co plano, AG define una fachada con la ilusiónde diferentes profundidades a partir del modode colocar las cornisas arequipeñas ondulan-

tes y los recuadros de los vanos, tratando la par-te central como un imafronte, y la planta bajade modo que pueda leerse como la verja de unedificio mayor recedido.

Durante 1927, después de estas experien-cias constructivas, AG edita y dirige la revistaArquitectura, órgano del Centro de Arquitec-tos de la Provincia de Santa Fe y de la Socie-dad de Arquitectos de Rosario, a partir del ter-cer número. Esta tribuna, que le permite aGuido divulgar sus ideas fuera del ámbito aca-démico, lo obliga a tomar posición respectode las vanguardias europeas. En una serie deeditoriales, AG arremete contra la estandari-zación y la decadencia de la Arquitectura Mo-derna francesa. Haciendo foco en la figura deLe Corbusier (v.), discute las posibilidades dela tecnología para definir la estética y los rum-bos de la arquitectura, y critica el sometimientodel arte a la máquina, que Guido bautiza co-mo mecanolatría. Sobre todo cuestiona la de-sacralización que LC hace del arquitecto-ar-tista para convertirlo en un operador de latecnología. Cuando en 1929 LC visite BuenosAires, AG ampliará sus críticas y publicará Lamachinolatrie de Le Corbusier (traducida al cas-tellano en 1931 cuando viaja a La Habana). Ala figura de Le Corbusier opone la de Hoff-mann, en quien reivindica su oposición a laestandarización. Para Guido, Hoffmann —alque bautiza maestro de “la lección de la ma-sa, el plano y la línea”— no desecha la tradi-ción y no deja de ser moderno, ya que articu-la belleza y practicidad a partir de una plásticavolumétrica moderna en su sensibilidad. In-dudablemente esta fuerte crítica a la Arqui-tectura Moderna no concitó el apoyo espera-do en el campo local, y acaso haya sido la causade la desaparición de Arquitectura después deun año de publicación mensual. Su tarea edi-torial también lo había llevado a confrontarcon los candentes debates sobre los proble-mas de la ciudad y a advertir la importanciade la dimensión urbana de la arquitectura —en la que no había reparado antes—, y pro-puso para ella una síntesis morfológica queapelaba a formas modernas.

Los frutos de esta experiencia quedarán ex-puestos en el III Congreso Panamericano deArquitectos, realizado en 1927 en Buenos Ai-res, donde Guido presenta sus investigacioneshistóricas en Arquitectura Hispano-Incaica através de Wölfflin y sus tesis técnico-cultura-les en Orientación espiritual de la arquitecturaen América. Desde los fundamentos de la teo-ría visibilista y los estudios de la morfología delarte, AG cuestiona los alcances del análisis his-

132 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u CONCURSO DEL MONUMENTO A LA BANDERA, EN ROSARIO.

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tórico de la obra de arte, realizado a partir delmilieu, y señala la capacidad de la propia for-ma (aislada del medio histórico-social o reli-gioso) para condensar y explicar el espírituartístico que en ella reside. A partir de las cin-co polaridades wölfflianas, AG demuestra la“diversidad barroca en la arquitectura hispa-noamericana”, y contesta la historiografía pre-via que calificaba de plateresca la produccióndel Barroco español en la región incaica. In-cluso identifica una inversión del sentido ba-rroco —una linealización— que sería la resul-tante de la idiosincrasia indígena y de laconcepción incaica de la forma y de sus técni-cas. No obstante las advertencias de Wölfflinsobre la aplicación de sus pares en el campoarquitectónico, la apropiación de este instru-mental crítico-analítico le sirve a Guido parasostener el presupuesto de la autonomía artís-tica, para pensar la arquitectura librada de cual-quier condicionamiento ajeno a ella y distin-guir lo específicamente artístico de lo utilitario.A partir de este trabajo, AG pasa a ocupar unlugar en la historiografía de la arquitectura ydel arte latinoamericanos, y se constituye enun activo divulgador de Wölfflin y de la histo-riografía centroeuropea como superaciones delmaterialismo histórico, el positivismo y el ide-alismo. En Concepto moderno de la Historia delArte (1935), AG señalará las limitaciones de es-tas corrientes y la necesidad de que el histo-riador americano asuma una actitud “mediú-mica” entre el investigador y la obra de artesumida en la Historia, para superar la pasivi-dad del historiador-arqueólogo y poder sinto-nizar con el espíritu más recóndito de la obra.

En Orientación espiritual… caracteriza aAmérica como la sede del nuevo arte (apelan-do al intelectual y al artista americano para es-ta empresa de “descubrir”, proyectar y realizar)y defiende la arquitectura alemana y la aus-tríaca del novecientos en adelante, que integraen lo que denomina Movimiento Moderno Eu-ropeo (MME). El arquitecto americano debe-ría nutrirse de esta “corriente biológico-estéti-ca europea más vigorosa” (MME) y a la vezcomprometerse con su propia cultura. Una vezmás encontramos a Guido sustentando las hi-pótesis críticas de Rojas y aun abrevando enlas mismas fuentes: también para su maes-tro había localizado en Alemania las “verda-deras innovaciones” del saber histórico mo-derno, gracias a una concepción integradorade los elementos constitutivos de la cultura.

Caracteriza a América como un mundo nue-vo, un reservorio que se opone a la devastaciónde la civilización tecnológica, un paisaje que

aún no perdió su forma, con la vitalidad y el es-píritu de una naturaleza sin contaminar. Con-siderando al territorio como el crisol de fuerzascósmicas, AG identifica dos tipos de ambientesculturales (estética y orgánicamente constitui-dos) que hasta ahora habían pasado inadverti-das: los pequeños poblados y las grandes ciu-dades. Advierte que la restauración americanista(en los términos en que venía defendiéndola)solo podía resultar en un Eclecticismo más den-tro de un paisaje urbano cosmopolita, y que so-lo era posible en esos pequeños poblados quehabían logrado mantenerse al margen de losprocesos de modernización. Es probable que laexperiencia que realizaba en ese momento —el proyecto de la casa de Rojas— le haya devueltoesta certeza. En la casa del maestro (Charcas2837, Buenos Aires) trabajó con representacio-nes alegóricas en un collage de “citas” prehis-pánicas, españolas e hispanoamericanas; su fa-chada reproduce la de la histórica casa deTucumán, entonces demolida. Aquí hace “ima-gen”, corporeíza la concepción de ícono del pa-sado patriótico que Rojas pretende construirfrente a la ciudad cosmopolita.

La arquitectura, en su dimensión simbóli-ca, debía ofrecerse para la construcción de laNación, proveyendo los símbolos que mantu-vieran viva su identidad en los espacios pú-blicos y colectivos, resistiendo la progresivaabstracción espacial que los desarrollos eco-

nómicos promovían.El proyecto del Monumento a la Bandera

de 1940, realizado junto a Bustillo y los escul-tores Bigatti y Fioravanti, cristaliza en formaejemplar su posición frente a la arquitecturapública: monumento de concepción plástica yescultórica que, por su escala y su relación conla ciudad, construye un espacio urbano para lacomunidad. El proyecto debía transformarseen el templo máximo de la nacionalidad, for-malizado desde las técnicas modernas a partirde un juego de proporciones y ritmos de ma-sas, controlados según los cánones de la be-lleza clásica: conjunción merecida por “unaNación que reverencia a su pasado”.

Ya en otros proyectos de carácter público(concursos para los museos de Bellas Artes deRosario y Buenos Aires, 1928) había llegadoa su definición a partir de una síntesis másmorfológica que ornamental. Se trata de tra-bajos con la masa, con formas recortadas conel perfil del zigurat, con materiales de fuertegravidez. Estos volúmenes aparecen jerar-quizados y adjetivados con intervencionesfigurativas y alegóricas yuxtapuestas. Dentrode esta serie es posible mencionar el proyec-to no realizado para el Correo Central (Cór-doba y Buenos Aires, Rosario, 1927-1932), elconcurso para el Faro a Colón (Santo Do-mingo, 1929), el proyecto para el campo de laGloria en San Lorenzo (1950). Una concep-ción similar a la que aplica en el Museo His-tórico Provincial (Parque Independencia, Ro-sario, 1937), pero con un trabajo de volúmenesmucho más abstractos, lisos, apenas adjeti-vados con rehundimientos tipo hornacinaspara contener esculturas, al que luego suma-rá un propileo similar al del Monumento a laBandera (1951).

Durante 1932, AG obtiene la beca de laFundación Guggenheim con el aval de Ricar-do Rojas, Alejandro Christophersen (v.), Mar-tín Noel, Santos Gollán (periodista del diario

gui gui

133Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u CLUB GIMNASIA Y ESGRIMA, ROSARIO.

u MUSEO HISTÓRICO PROVINCIAL, EN ROSARIO, DE ANGEL GUIDO.

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La Prensa) y el Rector de la UNL. Siguiendo elplan de trabajo propuesto, releva la aplicaciónmoderna de los estilos Misionero, Adobe y Co-lonial en los edificios construidos desde 1920;estudia las misiones jesuíticas de California yla enseñanza de la aplicación moderna de di-chos estilos en la University of Southern Ca-lifornia y en el Departamento de Bellas Ar-tes de la UCLA. A partir de mayo de 1933,comienza a enviar colaboraciones para el dia-rio La Prensa, entre las que cabe mencionarun ensayo sobre Wright.

Regresa impactado por los rascacielos, suestética y su sistema constructivo (dimensiónsobre la que nunca había mostrado demasiadointerés). En Génesis, apogeo y crisis del rascacie-los (1935) describe, a partir de una lectura or-ganicista, una historia del rascacielos —desdelos primeros en Chicago, hasta los posterioresde Nueva York— basada en el trabajo del cu-bano Weis y jerarquizando la “voluntad espiri-tual del hombre fáustico de América del Nor-te” por sobre los logros y posibilidades de latécnica. Encuentra en ellos “el nuevo estilo, ab-solutamente americano”. En Catedrales y ras-cacielos (1936), a partir de “una lectura estético-social del pueblo americano”, los parangonacon las catedrales góticas. El proyecto para elMonumento a la Bandera no está exento de es-ta seducción por las formas escalonadas del ras-cacielos neoyorquino, sus relaciones cúbicas,su morfología de torre-faro, ya enunciada en elproyecto trunco para el edificio del Correo, opara el Faro a Colón.

Esta mirada esteticista, “espiritualista”, conla que recoge y sintetiza el tema del rascacie-los, va a signar sus ulteriores lecturas. Así, enPresencia del trópico en la arquitectura del Brasil(1952) ubica a la arquitectura de vanguardiabrasileña como un regreso a la geografía, unretorno al trópico, un reencuentro con el hom-bre telúrico brasileño.

Mientras tanto Guido había continuado consus actividades académicas, sin abandonar susinvestigaciones sobre la arquitectura y el arteamericanos desde las mismas hipótesis gene-rales. En 1940 compila algunas de sus cola-boraciones en La Prensa, en Redescubrimientode América en el Arte. También son destacableslas construcciones biográficas de figuras ex-cepcionales como el indio Condori y el mula-to Aleijadinho, representativos del espíritu dela emancipación en el arte (1931); David A. Si-queiros (1933), Diego Rivera (1934) y José Cle-mente Orozco (1944).Guido urbanista. En 1925, la ciudad de Ro-sario se había visto conmocionada por una in-

feliz propuesta para la nueva estación del FC-CA, que aglutinó en su contra a la opinión pu-blica y estimuló una serie de propuestas pa-ra la ciudad. Dos años más tarde se creaba laSociedad de Arquitectos de Rosario, que in-cluyó entre sus objetivos el “tomar la inter-vención necesaria en los distintos temas ur-banísticos”. El tema apareció tímidamente enla revista Arquitectura, que en un editorial re-chaza los reclamos de un Plan Regulador (porla “grandiosidad” del instrumento técnico, lamultiplicidad de problemas por abarcar y lafalta de expertos nacionales) y propone unaestrategia acorde con los modos de interven-ción de los arquitectos: concurso de antepro-yectos sobre problemas específicos, entre losque AG enumera algunos que focalizarán su

atención en los años por venir (apertura y mo-numentalización de avenidas y diagonales, al-tura de edificación según la orientación de lascalles, ubicación de futuros edificios públicos,idiosincrasia urbana, abordaje moderno deltema de los parques, jardines y paseos).

En setiembre de 1927 Arquitectura publicael proyecto de un Plan para Santa Fe en el quese presume la intervención de J. B. Durand (v.),estrechamente vinculado a Guido en la FCM.En él se distingue una serie de tópicos que deahí en más serán distintivos de los proyectos deGuido: la jerarquización del río, la transforma-ción de los accesos ferroviarios, la definición deuna zona industrial con barrios obreros cir-cundantes, la preocupación por las “tendenciasy predisposiciones espirituales” de la poblacióny la apertura de dos ejes monumentales por elmedio de líneas de manzanas próximas —pe-ro no coincidentes— con los ejes “naturales”

de la ciudad, enmarcados por una edificaciónhomogénea y “digna”, con dos rascacielos ensu arranque (“como las torres paralelas y al-menadas de las ciudades antiguas” ).

A mediados del año siguiente, AG se poneen contacto con Carlos María della Paolera (v.),cuando visita Rosario invitado por el Centro deIngenieros, Arquitectos y Agrimensores de Ro-sario para dar unas conferencias en las que de-sarrolla alternativas de reforma para la ciudad.Guido lo invita a dictar la primera cátedra deUrbanismo del país en las carreras de inge-niería y arquitectura. Juntos, con Adolfo Fa-rengo (también profesor de la carrera de In-geniería y autor del proyecto de reestructuraciónferroviaria que había permitido oponerse a laestación del FCCA), se ofrecen para realizar elexpediente urbano y el plan regulador de la ciu-dad por una suma fija, en contradicción con elconcurso aconsejado por los expertos consul-tados por el Concejo Deliberante. Lo consiguenno sin fuertes protestas en 1929, y el contra-to se materializa a mediados de 1931.

A poco de iniciadas las tareas, Werner He-gemann (v.) visita la ciudad e introduce tópicosy ejemplos del planning americano, avalándo-los con su ganada jerarquía y la especificidadde reflexiones sustentadas en un relevamien-to previo de las condiciones locales. Resultaclave su defensa del park system como estruc-turador del plan y de la racionalidad del dameroamericano. Ese mismo mes de octubre AGse presenta y gana la beca Guggenheim paraun temario acotado al estudio de la aplicaciónmoderna de la Arquitectura Neocolonial y larealización práctica de planes reguladores enciudades americanas afines. Y si bien los es-tudios urbanísticos (analiza los de Washing-ton DC, Nueva York, Chicago, San Franciscoy Palos Verdes) ocuparon solo parte de sus in-tereses, es en ese campo donde su estadía ten-drá resultados más contundentes.

A su regreso, en octubre de 1933, AG se ha-ce cargo de los trabajos del Plan de Rosario:Farengo había renunciado casi inmediatamentepara hacerse cargo de la Dirección Nacional deFerrocarriles y Della Paolera había sido con-tratado para la Dirección del Plan de BuenosAires. De modo que de allí en más el trabajotendría la clara impronta de Guido, quien inau-guraba así un menú que repetiría con esca-sas variantes en sus próximos trabajos.

La más destacable es la introducción de losprincipios normativos del planning americano,que aparecen como marco de referencia y jus-tificación de las decisiones. Cartas isócronas,que toman como parámetro “las regiones de

134 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u INTERIOR DE LA VIVIENDA PARTICULAR DE A. GUIDO.

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traslación en 20, 30 y 40 m de las ciudades eu-ropeas y norteamericanas” y “el cotejo de tiem-pos y recorridos de los Departamentos de Trá-fico de las ciudades de EE.UU.” definen loslímites de la región; gráficos estadísticos, “pro-porcionales al caudal de tráfico”, interpretanque los “estudios de efectividad por milla cua-drada de Charles Diggs, del “Regional PlanningCommission Country” de Los Ángeles, le per-miten rechazar las diagonales —por primeravez en nuestro país— y proponer una red or-togonal que se superpone y acepta el damero.Damero que sólo altera en las extensiones pe-riféricas con manzanas alargadas que forman“suaves curvas”, para viviendas apareadas o entiras, “siguiendo el eje heliométrico”. La re-presentación gráfica del tráfico también le per-mite justificar dos “ejes monumentales” que,como un civic center lineal, eluden y vacían elcentro histórico adyacente. Ámbito de la con-gestión, lo jalona una serie de centros escena-rios para la representación de un ámbito me-tropolitano: “el Monumento a la Bandera conFaro”, el centro comercial inspirado en los di-bujos de Ferris, el centro recreativo (pequeñoBroadway con propaganda luminosa), el cen-tro cívico (“gran ambiente al aire libre dondepuedan congregarse multitudes en justas cívi-cas” ) y, para concluir, “la gran estación únicade pasajeros”, nueva puerta urbana a imagende la Grand Central Station de Nueva York.

AG redujo el estudio de la evolución de laciudad entendida como organismo vivo, co-mo propiciaba Marcel Poëte y su discípulo De-lla Paolera, a diez diagramas sucesivos orien-tados a “demostrar” que el “crecimiento lógicoy natural” de Rosario era la extensión Norte /Sur a lo largo del río, que las instalaciones fe-rroviarias habían perturbado esta tendencia,desmembrando la ciudad, y definiendo una ex-pansión al Oeste “ni regular ni normal”. En es-ta interpretación se sustenta un partido ten-diente a recobrar la unidad perdida con un fuertelímite al Oeste con reservas verdes y agríco-las, aeródromo y dos avenidas de circunvala-ción. El Plan de Burnham para Chicago estápresente en un esquema regional radiocon-céntrico, formado por un semicírculo de doceciudades satélites (6 preexistentes), morfológi-ca y funcionalmente autónomas a intervalos re-gulares que procuran reforzar la unidad mor-fológica y la centralidad de la ciudad madre.Burnham también está presente en el trata-miento escénico de la costa, liberada de toda ré-mora productiva, a través de un jalonamientode parques y de mojones de calidad residencialen áreas todavía vacantes.

La influencia del planning también es evi-dente en el rol articulador otorgado al park sys-tem, como una trama de calidad que fija lími-tes claros al casco urbano, lo articula con laregión, y organiza vías rápidas de comunica-ción y focos para la expansión residencial. AGes además precursor en la aplicación de un zo-ning funcional en las áreas de extensión, dis-tinguiendo parcelarios de acuerdo con el des-tino (industrias, reservas rurales, áreashospitalarias) e incluso aplicando las tablas deBartholomew al proyecto de una ciudad in-dustrial tipo, al norte del municipio, con unaestructura de ciudad lineal premonitoria de laconurbación San Nicolás / San Lorenzo. Enlas áreas consolidadas, en cambio, AG aplicaun zoning formal en anillos concéntricos dedensidad decreciente, orientado a asegurar laregularidad de las líneas de edificación y uncentro de manzana libre y verde que recoge laexperiencia de Hamburgo.

A pesar de su fracaso como instrumentode regulación del crecimiento de la ciudad, elPlan Regulador de Rosario logró un rápido re-conocimiento en el campo disciplinar y reci-bió dos premios de honor del Primer Con-greso Argentino de Urbanismo de 1935, dondeGuido habría de tener una presencia desta-cada como relator de la comisión sobre Or-ganización Funcional, y autor de tres ponen-cias sobre el uso del heliómetro, el proyectode la ciudad industrial y los estudios históri-cos como base de un plan.

Esta primera experiencia se perfecciona consu propuesta de un “urbanismo argentino” enlos planes de Tucumán (1936) y Salta (1937),para lo que habilita otra etapa de su experien-cia norteamericana: la de la costa oeste y su re-valorización de la arquitectura de las Misiones,aplicada como “estilo” en el plan urbano deSanta Bárbara y Palos Verdes. De un modosimilar al propuesto por Werner Hegemannen su manual de arte urbano American Vitru-vius (1922), propone un doble urbanismo en loestético sobre una base común (en Hegemannhabía sido el parti académico, en Guido la di-mensión “científica” y la normatividad técnicadel urbanismo). Un urbanismo para las ciu-dades del Litoral: “improvisadas” , cosmopoli-tas, destinadas por su geografía e historia a una“pujanza sin unidad” . Otro para las ciudadesdel Norte argentino, sin puertos, alguna vezparte del Imperio Incaico, de “evolución lim-pia prendida al paisaje”, avasalladas por una in-vasión “exotista”. Para las primeras, postalesempequeñecidas de Nueva York, los valores deun Racionalismo abstracto sobre la estereo-

metría de los rascacielos. Para las segundas, la“reargentinización urbano-arquitectónica”: fir-mes criterios estéticos para el desarrollo de una“Arquitectura Funcional-Regional” , “inter-pretación moderna de las deducciones mete-orológicas, heliotérmicas y tradicionales” queasocia a prescripciones estilísticas: “el Cali-forniano o el Moderno moderado”.

Para el plan de Tucumán es contratado porel intendente R. R. Aragón para confirmarsu proyecto de una avenida central, que debíamaterializarse perforando cuatro manzanastangenciales a la Casa de la Independencia. Enél, AG incluye “un estudio de la evolución his-tórico-urbana” para subrayar el carácter pa-radisíaco de la región en el período preco-lombino, el fácil deslumbramiento de sushabitantes frente al poder (primero incaico,luego portuario), la presencia constante de lacerámica como material constructivo y la pre-existencia de circunvalaciones y recovas. Re-copila y transcribe estadísticas meteorológi-cas, realiza estudios de asoleamiento y unregistro estadístico para respaldar la “brillan-te” avenida central proyectada por el inten-dente, a la que otorga poderes de congestiónespontánea de actividades y descongestión deltráfico, y que complementa con otro ensanchetransversal, un “canevas” de calles primarias,dos anillos de circunvalación y una gran ave-nida para vincular la nueva estación con ungran parque suburbano. Avanza en una pro-puesta de “democratización” de los espacios,y discrimina entre pequeñas zonas verdes “enproporción al censo de niños”, un parque ur-bano (ya existente) y una gran zona boscosapara el fin de semana. Progresa en sus estu-dios de zoning con un relevamiento de dieci-siete categorías de actividades en el área cen-tral, planteando la misma discriminaciónconcéntrica de densidades para un primer ani-llo consolidado (con firme control estilístico)y localizaciones funcionales precisas en un se-gundo anillo con loteo funcional y normativasde barrio jardín. Incluye un proyecto de “vi-viendas mínimas funcionales para obreros”,que combina torres, casas apareadas y en tira,pero en estilo Californiano y con el respaldode un censo demográfico, económico y de vi-viendas de la población obrera, realizado ex-presamente. No presta atención, en cambio, alos vínculos regionales y a las expectativas y lí-mites del crecimiento económico. En este plan,su preocupación por el pasado y las poten-cialidades de la tradición aparecen vinculadasa una propuesta de pacificación social que en-cuentra en el urbanismo la escala posibilitan-

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te de una reforma eminentemente cultural. Laclave de la conciliación es una expansión de lacategoría “funcional” que le permite hacer co-existir, y hasta coincidir, la neutralidad de lacuantificación y la abstracción de los gráficoscon tradiciones constructivas y formales a lasque adjudica la capacidad de traducir “oscurasfuerzas telúricas”.

El plan de Salta, realizado un año después,es similar. El resultado, por demás magro: lareubicación y el retrazado del único acceso fe-rroviario, un clon de la avenida central de Tu-cumán y un proyecto de remodelación de laplaza en Californiano; se explaya, sí, en la obli-gación de hacer poner “en estilo” a uno de lospocos edificios importantes de la ciudad —elClub Social—, para el que incluso imagina “unaedificación pantalla” .

Los viajes de AG a Francia, Alemania e Ita-lia en 1938 y 1939 imponen un nuevo quiebreque permea sus últimos trabajos. En 1941 pre-senta una “contribución espontánea” ante elConcejo Deliberante de Buenos Aires y la Aso-ciación Amigos de la Ciudad: una propuestade “monumentalización funcional” para laAvenida 9 de Julio, tema recurrente en el quelos expertos nacionales habían medido sus di-

ferencias y para el cual estaba vigente la pro-puesta de Della Paolera, que ampliaba el eje ala totalidad de la manzana. La confrontaciónde Guido es absoluta, porque cuestiona el pro-yecto de su antiguo socio en el ámbito estéti-co, financiero, pero sobre todo funcional. Apesar de su carácter restringido, esta opera-ción le permite avanzar en su conceptualiza-ción de los “dos urbanismos”. París, Berlín,Roma, Venecia, compiten con Nueva York co-mo referentes de la forma urbana posible; losnuevos ingredientes son el agua, la potencia-lidad de las columnatas y las enseñanzas deSitte (la “plástica del ámbito” , la valoraciónde la sorpresa y el recinto). En lo técnico pro-pone distinguir dos canales de vías secunda-rias a nivel y un canal primario subterráneopara el tránsito rápido, con playas de estacio-namiento a nivel y una gran promenade pea-tonal sobreelevada, reducida a los 33 m origi-nales y flanqueada por una edificación reguladaen lo volumétrico y lo funcional. El conjuntoincorpora la Plaza de la Repúbica y remata encuatro rascacielos similares a los propuestospara Rosario. Se incorpora un sistema de fuen-tes que recuperan la olvidada potencialidadurbanística del agua.

Su valoración, aprendida en las ciudadesitalianas, impregnará también el plan que re-aliza para la ciudad de San Juan en 1942 jun-to a Benito Carrasco, en el que repite gran par-te de las estrategias ensayadas (delimitacióndel ejido según los índices de Bartholomew,previsiones demográficas, parkway de circun-valación que diferencie una ciudad vieja y unsuburbio jardín, con acequias que posibilitenel arbolado de las calles). Insiste en el carácterbásico de una reorganización ferroviaria querompa el cerco de hierro que alteraba el cre-cimiento “natural” de la ciudad, con un lago-canal en los terrenos de las antiguas estacio-nes. La realidad “meteorológica, geológica,económica y espiritual de San Juan” se tra-duce en una arquitectura de muros blancos,tejas, recovas, amplios aleros, y rechazo a los“estilos provenientes de Buenos Aires o zonasnórdicas europeas”.

Un último párrafo merece su proyecto pa-ra la Ciudad Universitaria de Rosario, de 1950,como parte de sus tareas de rector de la UNL;proyecto en el que insistiría años más tarde, yaretirado de la vida académica y profesional, ra-tificando las ventajas de la ubicación esbozadaen el Plan Regulador (en la ribera norte en Gra-nadero Baigorria) y oponiéndose a la localiza-ción actual de los edificios (“grupo universita-rio” convertido en “fábrica de profesionales”),aledaña al puerto y barrio obrero “por zoningespontáneo”. El tema “ciudad universitaria” (v.)

—que en esos años habría de inspirar las pro-puestas más arriesgadas de la nueva Arqui-tectura Moderna latinoamericana— vuelve aplantearse según los tres registros ya referidos:funcional, financiero, estético. Recupera el en-tramado de la composición clásica de los cam-pus norteamericanos de principios de siglo,pero con una arquitectura de volúmenes pu-ros, modulada por el uso de propileos al “esti-lo litorio”, ya ensayado para el Monumento ala Bandera, con grandes explanadas.

GUIDO Y LA UNIVERSIDAD.

Es difícil pensar en Guido sin pensar en laUniversidad, primer ámbito en permitirle des-plegar su singularidad, banco de pruebas don-de sistematizó sus investigaciones, respaldoinstitucional y económico para sus explora-ciones intelectuales, y último campo de refe-rencia y sentido para su prédica espiritualista.

Inicia su carrera con una fructífera relacióncon Juan Durand, a quien sustituye en su cá-tedra de Arquitectura II, en 1921, y en vincu-lación con quien planta el proyecto de creaciónde la carrera de Arquitectura. Siempre en la

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u MUSEO CASA DE RICARDO ROJAS, EN BUENOS AIRES.

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Facultad de Ciencias Matemáticas de la Uni-versidad del Litoral con sede en Rosario, se ha-ce cargo en 1924 de las cátedras de Historia dela Arquitectura, forma parte de la comisión dereformas del plan de estudios de 1931 y se in-tegra como profesor adjunto de la cátedra deUrbanismo, de la que es titular en 1934. En1944 propone, sin éxito, la creación de un sex-to año de la carrera de arquitectura, inclinadoa la gran composición urbanística y arquitec-tónica “con orientación americanista y regio-nal” , la formación de un Instituto Americanode Urbanismo y un Instituto Americano de Ar-te. Plantea separar de la Facultad de Ingenie-ría la carrera de arquitectura y crear una granEscuela Superior de Bellas Artes “con orien-tación regional, argentina y americana, sin des-cuidar por ello la cultura estética universalis-ta”, antagónica de la propuesta hecha por elentonces decano, De Lorenzi, de crear unafacultad autónoma. Durante su gestión comorector promueve la creación de una ciudad uni-versitaria, según el proyecto ya comentado.

La sola enumeración de sus cargos y la des-cripción somera de las actividades desempe-ñadas desde la creación de la FCM hasta suexoneración, en consonancia con la Revolu-ción Libertadora, son de por sí elocuentes. Sinembargo, lo hizo enarbolando banderas con-trapuestas a las de algunos propulsores de laReforma Universitaria, primero, y de gran par-te de sus colegas, después. Inspirado en “Mi-sión de la Universidad” (1931) de Ortega y Gas-set, ya en 1932 deja sentada su tesis en unartículo publicado en La Capital, que al año si-guiente perfecciona como ponencia en el Con-greso de la Universidad de Nueva York. En ellosadjudica la crisis económica y espiritual delmundo occidental a la inoperancia de la uni-versidad: acusa a la Reforma del 1918 de haberfracasado en su intento de transformar la uni-versidad vinculándola con los problemas so-ciales, de jerarquizar la formación de técnicos—“tipo intelectual del maquinismo”—, a quie-nes responsabiliza de los fenómenos de su-perproducción, de la estandarización, del de-sarrollo de un capitalismo y comunismoinhumanos, de la guerra y la decadencia de va-lores espirituales.

El de “humanización de la cultura” es el tin-te que AG pretenderá imprimir a su gestióncomo rector, reformulada como “pacificación”de la Universidad, superando “los años tur-bulentos” de una Reforma que habría traicio-nado sus ideales: Consejos Directivos trans-formados en tribunas partidarias, traslado alos claustros de la política callejera, extranjeri-

zación exacerbada. Todos desvíos que la nue-va ley universitaria del ministro Ivanissevichcortaba de cuajo, con la promesa de devolver“tranquilidad, paz, serenidad y silencio en unclima recoleto apto para el trabajo intelectualy la creación artística”; metas que el proyectode una ciudad universitaria por fuera del ám-bito urbano prometía reforzar. A. M. R. / N°. A.

Bibliografía: J. S. Guggenheim Foundation. Dossier

Ángel Guido; A. Nicolini. “Ángel Guido: dibujante,

periodista, crítico, urbanista, arquitecto”. En: sum-

ma. N°.° 215-216, 1985; N°. Adagio. “Hay que salvar a la

arquitectura que se hizo atea! Ángel Guido y su

apuesta a la dimensión artística de la disciplina”. En:

Block, N°.° 1, Bs. As.: Universidad Torcuato Di Tella,

agosto de 1997; A. M. Rigotti. “Los usos de la ciencia

en los expedientes urbanos de los primeros planes

argentinos”. En: Anais do IV Seminário de Histo-

ria da Cidade e do Urbanismo. S/l, UFRJ, 1997. A. M.

Rigotti. “The American option. The introduction

of American Planning in Argentina”. En: VII Na-

tional Conference on American Planning History.

Seattle, 1997; B. Cicutti y A. Nicolini. “Ángel Guido,

arquitecto de una época de transición”. En: Cua-

dernos de Historia; N°.° 9. Bs. As.: IAA, junio 1998.

GUILLÓN, TIMOTEO. New Orleans (EE.UU.), s/d- s/d. Arquitecto. Activo en Rosario en la se-gunda mitad del siglo XIX.

Radicado en Rosario, confeccionó el pri-mer plano relativo a la nomenclatura de lascalles de esa ciudad, presentado al gobiernoen abril de 1853. En 1855, proyectó y constru-yó el Cementerio. Realizó alrededor de 1860,el teatro Tres de Febrero de la ciudad de Pa-raná, y la iglesia parroquial de Rosario, de-molida hacia fines del siglo XIX.

Bibliografía: V. Cútolo. Nuevo diccionario biográfi-

co argentino. Bs. As.: Elche, 1968.

GUTIÉRREZ, RAMÓN. Buenos Aires, 1939. Ar-quitecto e historiador de la arquitectura. Ex-perto en Preservación del Patrimonio.

Graduado en la FAU-UBA en 1963, ha sidoprofesor de las universidades de Buenos Aires,del Nordeste y de Mar del Plata. Profesor visi-tante de diversas universidades de América La-tina y España. Investigador Principal del CO-NICET, consultor de la UNESCO para temasde patrimonio cultural de América Latina. Esacadémico de número de las academias na-

cionales de Historia y de Bellas Artes, y acadé-mico correspondiente de academias de Españay de varios países latinoamericanos. Dirige larevista DANA (v.) y el Centro de Documenta-ción de América Latina (CEDODAL).

Es autor de más de un centenar de libros dehistoria de la arquitectura y del urbanismo enAmérica Latina. El amplio campo de sus in-vestigaciones, su interés por relacionar la pro-ducción local con la regional, hacen de Gutié-rrez un referente insoslayable en la historiografíade la arquitectura latinoamericana. Debe des-tacarse su actividad como polemista y anima-dor cultural del campo de la arquitectura y elpatrimonio, por ej.: su participación como fun-dador o adherente a instituciones representa-tivas del período, como la Bienal Iberoameri-cana, el SAL y el Instituto Argentino deInvestigaciones en Historia de la Arquitectura(v. Historiografía de la arquitectura). Sus análisis, engeneral, intentan valorizar el patrimonio y laarquitectura desde el punto de vista social, omás frecuentemente del ambiental-geográfico,a partir de una posición cercana al pensamientosocial-cristiano, que opone la cultura nacionala las influencias foráneas. Por otra parte, susinvestigaciones intentan avanzar sobre los már-genes, pues rescatan las arquitecturas de mez-cla, las escuelas provinciales, las adaptacionessincréticas de la tradición española para opo-nerlas críticamente a la hegemonía cultural delas corrientes internacionalistas derivadas delproceso de modernización.

Entre sus libros más importantes puedencitarse: Arquitectura de la Confederación Argen-tina en el Litoral Fluvial (1972); Evolución ar-quitectónica y urbanística del Paraguay (1978);Arquitectura del altiplano peruano (1985) y, fun-damentalmente, Arquitectura y urbanismo enIberoamérica (1983), obra que ha gozado de am-plia difusión y que sintetiza sus investigacio-nes, dado que ofrec e un vasto panorama de laarquitectura del Continente.

GUTIÉRREZ URQUIJO, ANTÓN. Buenos Aires,1895 - s/d, 1976. Arquitecto. Actuó dentrode la corriente pintoresquista en Mar del Pla-ta, donde construyó un importante númerode residencias.

Sus obras más significativas en esa ciudadson los chalets de F. Pérez, en Alvear y Falu-cho; J. Calcami, en Alsina 2569; A. RodríguezEgaía, en Belgrano 2458; F. González Suárezen, Brown 1442 y la casa vasca de J. Peralta Ra-mos, en Alem y Castelli.

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140 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

HAGEMANN, JORGE Y HEINE, GUSTAVO. S/d.Alemanes. Arquitectos. Radicados en Hano-over, enviaron proyectos para los concursosde edificios públicos en La Plata en 1882.

Obtuvieron el primer premio en el concursopara la Legislatura de la Provincia de BuenosAires (1883), obra que al ser construida inau-guró una nueva tipología para los edificios le-gislativos en el país (v. Legislatura). También re-alizaron un proyecto para la catedral de La Plata,que no fue ejecutado.

HALL. m. Local de un edificio en el que conver-gen las principales actividades y circulacionesque lo constituyen. Las particularidades, cua-lificaciones y cambios arquitectónicos que re-gistra acompañan el proceso histórico a tra-vés del cual se construye y define el espaciopúblico dentro del edificio, tanto a escala do-méstica como institucional.

El vocablo, préstamo del inglés, encontróaceptación local desde finales del siglo XIX, ydesplazó a vestíbulo, de uso generalizado enFrancia y España; redujo la amplitud concep-tual que le asigna Guadet y cayó en desusoen la década del cuarenta (v. Vestíbulo).

El hall es el componente fundamental de losnuevos tipos de hábitat, tanto de origen clásicocomo pintoresco, que se introducen en la Ar-gentina desde mediados del siglo pasado (ho-teles particulares, petits-hôtels, residencias ur-banas y suburbanas, etc), y van relegando

gradualmente a la casa de patios como hábitataltoburgués. Tanto en las tipologías de origeninglés como francés, el hall se sitúa como cen-tro de la composición y aparece cualificado através de dobles alturas, decoración arquitec-tónica, mobiliario, hogares para calefacción, es-caleras incorporadas en el vacío, etc., que in-dican domesticidad y lo diferencian de aquellosde los programas institucionales. Este carácterdoméstico ha sido asociado al origen del hallcomo “espacio del humo” en la casa nórdica,luego adoptado por las viviendas del siglo XIVinglés. Durante el siglo XIX, a partir del revivalneotudor, el hall reapareció como habitación deestar en distintas reformulaciones, tanto delHistoricismo neomedieval, como en los tra-bajos de la corriente Arts and Crafts. Reemplazaal patio como corazón social de la vivienda, ydemás se convierte en un espacio representa-tivo de su estatus.

Ejemplos característicos lo constituyen elhall de la residencia Fernández de Anchorena,de Eduardo Le Monnier (v.) (1900), los palaciosErrázuriz (1910) y Sans Souci, de René Sergent

(v.), el Palacio Ferreira, de Sanson, el PalacioPaz (1912), de Luis Sortais (v.), junto a un am-plio número de residencias marplatenses per-tenecientes a la corriente pintoresca.

A partir de comienzos de siglo se desarro-lla en las casas de renta en altura una distri-bución del departamento, afín a la del hotelparticular, que se articula alrededor de un hall,aunque en este caso presenta menor impor-tancia que la que alcanza en la vivienda indi-vidual (v. Casa de renta).

En la casa de patios se genera un procesode transformación del primer patio en hall, me-diante grandes claraboyas de hierro y vidrioque lo cubren, aunque persiste aún el carácterde espacio abierto [Lecuona, 1984].

Dentro del tipo de casa chorizo (v.) se ge-nera una variante urbana que incorpora un hallal comienzo de la hilera de habitaciones.

En edificios institucionales, regidos com-positivamente por principios Beaux Arts, el hallse convierte en el punto culminante de la com-posición, precedido por una serie de ámbitos—corredores, galerías, vestíbulos—, dispues-tos en enfilade, que dan realce al hall como re-mate. Esta actitud suele estar ausente de edi-ficios de servicio, escuelas u hospitales, cuyosproyectos fueron concebidos según las pautasutilitaristas enseñadas en las escuelas poli-técnicas, cuya influencia gravitó en buena me-dida durante el siglo XIX.

La ruptura de la sintaxis clásica o pinto-resca, en cuanto a la distinción de locales queplantea la Arquitectura Moderna (v.), a partirde la década del cuarenta, lleva a la fusión del

uCORTE TRANSVERSAL DEL PASAJE DARDO ROCHA EN LA

PLATA, POR E. QUINKE Y D. COOKE.

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vestíbulo con el hall tanto a escala domésticacomo institucional. Este proceso que, comoha sido señalado, aparece en forma vacilanteen los años treinta —dando lugar a obras quemuestran una visible tensión entre la nociónde lugares autónomos y la fusión de estos enun continuum— permite en la vivienda indi-vidual compacta, en la casa de renta, y luegoen los departamentos económicos en propie-dad horizontal, destrabar las nociones disci-plinares que impedían la producción de la vi-vienda como mercancía.

De este modo, hall y vestíbulo no solo bo-rran sus límites, sino que se convierten ade-más en un nudo circulatorio.

En los años sesenta, ya superadas todas lasresistencias que se oponían en el seno de la te-oría arquitectónica a mantener cierta defini-ción del hall como ámbito autónomo, se con-cibe con total informalidad y se produce sufusión deliberada con otros ámbitos. En estesentido pueden leerse el Banco de Londres(1959), de SEPRA (v.) y Clorindo Testa (v.), oel Banco Municipal de Manteola, Petchersky,Sánchez Gómez, Santos, Solsona y Viñoly (v.)

(1968), el hotel Sheraton (1969), de SEPRA, yhasta el Centro Cívico de La Pampa (1981),de Clorindo Testa.

La revisión crítica de la Arquitectura Mo-derna de los años setenta y ochenta ha rein-corporado en general al hall como ámbito au-

de Valdés. Reinstalado en Buenos Aires, se aso-ció al arquitecto Cirilo Dodds.

De su prolongada actuación profesional,quedan grandes períodos sin dilucidar aún.Sin embargo, en el marco de su relación la-boral con la Compañía de Tierras del Sud, en-tre los años 1907 y 1913, se ubicaron algu-nos proyectos de urbanización sumamenteoriginales y de indudable aporte a la urba-nística provincial de esos años.

Esta compañía, con fines inmobiliarios, es-taba estrechamente relacionada con la ferro-viaria de igual nombre, con la que incluso com-partían muchos miembros de sus respectivosdirectorios. Su función era promover la colo-nización y urbanización de los territorios cir-cundantes a estaciones de ferrocarril perte-necientes a esa línea.

En sus trazados, Jorge Hall superpuso a lacuadrícula tradicional un sistema de diago-nales y de plazas giradas, tratamiento urba-nístico propio de la nueva ciudad capital pro-vincial, La Plata.

Partiendo de un planteo bastante conven-cional, como lo es el del pueblo de Crotto, Halldesarrolló una serie de variantes, que puedentipificarse según:

-Sucesivos módulos de manzanas con dosdiagonales, agrupables de manera distinta (p.ej. Altona, Líbano, Pontaut, etc).

-Un solo sistema de diagonales, concurrentes

tónomo, sin alcanzar el rol hegemónico quetuvo hasta los años treinta. E. G.

Bibliografía: Diego Lecuona. La vivienda de “criollos

y extranjeros” en el siglo XIX. Tucumán: IAIHAU,

1984; Yago Bonet Correa. “La genealogía de un ti-

po. El espacio de doble altura”. En: A&V Monogra-

fías de Arquitectura y Vivienda. N.° 10, Madrid, 1987.

HALL, JORGE EMILIANO. Bella Vista, Corrien-tes, 1852 - Buenos Aires, 1939. Ingeniero.Autor de un importante número de trazadosurbanos durante la colonización pampeana.

Hijo de un acomodado colono inglés, hizosus estudios en el Colegio Inglés de Buenos Ai-res. Más tarde ingresó a la Facultad de CienciasExactas, Físicas y Naturales de la UBA, de laque integró su primera promoción de ingenie-ros, egresada en 1872. Al año siguiente, obtu-vo el diploma de agrimensor al superar el exa-men ante el Departamento Topográfico de laProvincia de Buenos Aires; quedó así habilita-do para ejercer esa profesión, cosa que reciénhizo, en el ámbito provincial, a partir de 1889.

Precisamente en ese año, la Gobernacióndel por entonces Territorio Nacional del Chu-but lo contrató para realizar trabajos de men-sura y subdivisión de las tierras fiscales perte-necientes a la 2a y 3a Sección y a la Península

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141Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u UNA INTERPRETACIÓN EN CLAVE MODERNA DEL ESPACIO DEL HALL: INGRESO AL CINE TEATRO GRAN REX, EN BUENOS AIRES, DE ALBERTO PREBISCH.

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en una plaza adyacente a la estación ferrovia-ria, por lo que se constituyen relaciones urba-nas, visuales y de uso, más comprensibles y efi-caces ( Henderson, etc).

Estas dos variantes, cuya utilización se pro-longó hasta la década treinta, fueron poste-riormente recreadas en proyectos de otros au-tores. R. L. / V. G.

Bibliografía: V. Galcerán y R. Longoni. “Cuando la pam-

pa era una fiesta; Jorge E. Hall y el urbanismo del

Centenario”. En: Anales del IAA. N.° 35-36, Bs.As.: FA-

DU-UBA, 2000-2001.

HAMPTON / RIVOIRA & ASOCIADOS (H / R).(HAMPTON, Jorge: Buenos Aires, 1945; RI-VOIRA, Emilio: Buenos Aires, 1948). Estudiode arquitectura de importante actuación enla ultima década de siglo XX.

Graduados en la FAU-UBA en 1974, for-maron la firma Hampton / Rivoira en 1985.Previamente habían llevado a cabo una seriede experiencias profesionales en el país y en elexterior. Jorge Hampton realizó un posgradoen Development Planning (London, 1976) ydiversas prácticas proyectuales en Inglaterra.Por otro lado, Emilo Rivoira desarrolló una in-tensa actividad como consultor en temas ur-banos en la OEA y la Municipalidad de Bue-

nos Aires. Esta particularidad curricular lespermitió organizar con el tiempo una firma deservicios básicamente dedicada al diseño, pro-yecto y dirección de obras, así como al planea-miento físico, al soporte de factibilidades y es-tudios programáticos y estratégicos dedesarrollo urbano e inmobiliario. Una moda-lidad característica de los años noventa, en loscuales la arquitectura pareció recuperar un pro-tagonismo distinto en el mundo de los nego-cios y en el campo de la significación cultural.

Sin embargo, el proceso no resulta tan li-neal, y en la evolución del estudio pueden dis-tinguirse dos etapas. En la primera de ellas, losproyectos de H / R se adscriben en líneas ge-nerales al Contextualismo imperante en la dé-

cada de 1980, que busca la definición de “lopropio”, la particularidad nacional o local yse identifica con la arquitectura doméstica ba-rrial. Esta etapa se caracteriza por el proyectoy construcción de una serie de obras en Paler-mo Viejo (Buenos Aires), que parten de la re-modelación de la Plaza de Honduras y Serra-no, y continúa en diversas obras nuevas,remodelaciones y reciclajes como la casa Gu-rruchaga (1986), el Pasaje Soria, un edificiomultifamiliar de doce unidades en una anti-gua propiedad (1990), y el emblemático bar ElTaller (1985). Pero el Contextualismo que ela-boran H / R no plantea como en otros casosuna contaminación con la historia. Para am-bos arquitectos, la domesticidad debe crearsedesde el proceso de diseño apelando a la esté-tica y los materiales de la Modernidad, aunquerespetando las invariantes del entorno. Estoqueda evidenciado en realizaciones posterio-res, como la casa en Honduras y Thames (1992)o la casa Uriarte (1998).

A mediados de la década de los noventa elestudio comienza una segunda etapa de tra-bajo, definida por la realización de obras de al-ta complejidad relacionadas con las transfor-maciones urbanas que se producen en esosaños en Buenos Aires, y en un lenguaje don-de las nuevas tecnologías ocupan un lugar cen-tral. Entre los emprendimientos construidos,pueden citarse el paseo público Banquina dePuerto Madero, área pública de 3 km de ex-tensión en el antiguo puerto de Buenos Aires(1993), y una serie de contenedores terciariosque marcan definidamente esta etapa “globa-lizada”, concordante con las transformacioneseconómicas y empresariales. En ese sentidopuede decirse que el estudio se transforma enuno de los más competentes para la realizaciónde las sedes locales de muchas empresas in-ternacionales. Prueba de ello son la ampliacióny refacción del antiguo edificio del Bank Bos-ton en la City porteña (2001), así como la cons-trucción de más de veinte sucursales de di-cha empresa en el resto del país; las sucursalesde Salta y Bahía Blanca del Scotia Bank Quil-mes (2000) y el edificio Baesa Pepsi (2001).Durante estos años el estudio se especializatambién en la remodelación y el reciclaje deedificios terciarios como la sede del HSBC enMontevideo (2001), a partir de la refunciona-lización de una antigua vivienda del centro his-tórico, o la remodelación del edificio del anti-guo Banco de Italia de Buenos Aires para sededel Republic National Bank de Nueva York(1998). A esta serie de remodelaciones debesumársele la arquitectura interior de oficinas

142 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u USO DE LA PIEDRA EN LA CASA MICHELI, EN EL CLUB CARDENAL NEWMAN, PCIA. DE BS. AS., DE HAMPTON / RIVOIRA.

u CONTEXTUALISMO EN EL BAR EL TALLER, BS. AS.

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para empresas como Louis Dreyfus, Microsoft,Goldman & Sachs, etc. Un ejemplo paradig-mático de esta etapa de grandes emprendi-mientos es también la torre Telecom en Puer-to Madero, realizada en asociación con KohnPedersen Fox de New York (1997).

Al mismo tiempo H / R ejecutan una seriede estudios urbanísticos de factibilidad sobrealgunas áreas de Buenos Aires, cuyos antece-dentes se encuentran en la experiencia for-mativa de ambos socios. Entre los estudios pue-den citarse los realizados para Puerto Madero,Retiro, ex Ciudad Deportiva de Boca Juniors,Sociedad Rural Argentina, así como un estu-dio de renovación de Puerto Iguazú (Misiones).

Entre las obras de carácter doméstico de es-ta última etapa, también se destaca la Casa Mi-cheli, en el Country Club Newman, Prov. de Bue-nos Aires, donde la vertiente tecnológica pareceidentificarse con la tradición contextual del es-tudio. También realizaron el diseño interior delBank Boston y del edificio de Microsoft.

La obra de H / R ha recibido diversos pre-mios nacionales e internacionales, y ha sidopublicada por revistas como Domus, Abitare,summa, etc. F. A.

Bibliografía: A. Irigoyen y R. Gutiérrez. Nueva arqui-

tectura argentina. Bogotá: Escala, 1989; R. Gutié-

rrez, M. Martín y A. Petrina. Otra arquitectura ar-

gentina. Bogotá: Escala, 1989.

HARDOY, JORGE ENRIQUE.

Buenos Aires, 1926 – Íd.,1993. Arquitecto, planificadore historiador urbano. De ampliay destacada labor en su espe-

cialidad, Hardoy fue pionero en la difusión dela planificación y de la historia urbana en Amé-rica Latina (v. Historiografía urbana).

Obtuvo su título de grado en la Universi-dad de Buenos Aires en 1950. Cursó estudiosde historia y sociología en la Universidad deParís. En 1955 se graduó como Master en Pla-nificación Urbana y Regional en Harvard, uni-versidad donde también alcanzó el grado dePh. D. en 1963. Miembro de varias institu-ciones, consejos editoriales y consultor de or-ganismos internacionales, fundó el Centro deEstudios Urbanos y Regionales (CEUR) y elInstituto Internacional de Medio Ambiente yDesarrollo (IIED - América Latina), entidaddonde creó y dirigió la publicación Medio Am-biente y Urbanización. Asimismo dirigió elHuman Settlements Programme del IIED -Londres, la sección Historia Urbana de la re-vista DANA (Documentos de Arquitectura Na-cional y Americana) e integró el Consejo deOrientación Académica de los Anales del Ins-tituto de Arte Americano e Investigaciones Es-téticas “Mario J. Buschiazzo”.

Fue dos veces presidente de la SociedadInteramericana de Planificación (SIAP) y pre-sidió la Comisión Nacional de Museos, Mo-numentos y Lugares Históricos, desde 1984hasta su fallecimiento. Poco antes, la Univer-sidad de Buenos Aires lo había distinguido conel doctorado honoris causa.

La vasta obra escrita por Hardoy siempreha tenido a la ciudad y a sus habitantes comoprincipal objeto de estudio. El recorte espacialde sus trabajos e investigaciones privilegió elámbito latinoamericano, analizado tanto ensus procesos históricos como en sus proble-máticas contemporáneas y de prospectiva. Enlos cerca de doscientos cincuenta trabajos pu-blicados por Hardoy en treinta años (entre li-bros, artículos y compilaciones), el medio am-biente, las políticas sociales, la demografía, laniñez, la salud, la pobreza y los diferentes as-pectos de la actividad de las organizaciones nogubernamentales también fueron temas am-pliamente considerados, los que a menudo su-peraron las fronteras del Continente ameri-cano para extenderlos al resto de la nacionesdel Tercer Mundo. Sin embargo, su producción más significati-

va se encuentra en las numerosas páginas de-dicadas a la historia urbana de América Lati-na, donde la construcción material e intelec-tual de las ciudades aparece reflejada eninvestigaciones que generaron aportes deci-sivos. Ramón Gutiérrez sintetizó dichos apor-tes en cinco puntos:1. La integración entre la historia urbana y laplanificación.2. Su ubicación dentro de contextos territoria-les y regionales.3. La apertura de la historia al universo social,económico y cultural contemporáneos.4. La promoción de estos estudios históricos,sociales, económicos y culturales en América.5. La consideración de la preservación patri-monial desde el punto de vista de la planifi-cación urbana.

Las características señaladas, básicamentela integración de diversas disciplinas que con-vergían tanto en las teorías como en los equi-

pos de investigación,dieron un sello particu-lar a su obra y a su me-todología de trabajo. Seguramente uno delos trabajos que mejorda cuenta de estas con-cepciones es Las ciuda-des de América Latina.Seis ensayos de urbani-zación contemporánea(Bs. As.: Paidós, 1972).Escritos entre 1965 y1969, los estudios abor-

dan la problemática desde una visión integra-dora, describiendo fenómenos que cruzan há-bilmente una tendencia demográfica, el cálculode un PBI y una determinada estructura ur-bana. El cuarto de estos ensayos (“El paisajeurbano de América del Sur”) sentó las basesde gran cantidad de investigaciones posterio-res, propias y de otros autores.

Las manifestaciones urbanas de las gran-des civilizaciones de América —y sus trabajoscontribuyeron en gran medida al acuerdo so-bre la categoría de “urbanas”— fue el tema quelo apasionó a lo largo de toda la vida. Su pri-mer artículo, “Las ciudades precolombinas”,apareció en 1962 en el n.° 1 de la Revista de Ar-quitectura y Planeamiento de la Universidadde Rosario. Tiempo después, la tesis doctoralsobre el mismo tema fue el escrito que cons-tituyó la base de su primer libro, Ciudades pre-colombinas, publicado en Buenos Aires por Edi-ciones Infinito en 1964. Allí se indicaron diezcaracterísticas y funciones para determinar la

hal har

143Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u EDIFICIO TELECOM, EN PUERTO MADERO, BS. AS.

u PORTADA DEL LIBRO

CIUDADES PRECOLOMBINAS

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existencia de una ciudad en la época y en lasáreas de referencia. La cuestión urbana en lasculturas americanas anteriores a la Conquis-ta, sus aspectos tecnológicos y artísticos, y suscontextos naturales y sociales, fueron retoma-dos en trabajos posteriores, en una actualiza-ción del libro de 1964 y en otros artículos pu-blicados luego de su muerte.

Ningún momento histórico de la urbaniza-ción de nuestros países dejó de transitarse ensu obra, y aquí la Cartografía urbana colonial deAmérica Latina y del Caribe (Buenos Aires, IIED-AL y GEL, 1991) merece una mención parti-cular. El trabajo da cuenta de más de dos dé-cadas de investigación por numerosos archivos,bibliotecas y otros repositorios documentalesde Europa y América.

La extensa colección de mapas y planos con-forma una notable fuente de consulta, indis-pensable para la comprensión de la complica-da trama de valores estratégicos, económicos,políticos y de pautas sociales y culturales de lasciudades actuales.

También dentro del campo de la historiaurbana, hay que destacar Impacto de la urba-nización de los centros históricos latinoamerica-nos, donde culmina una larga trayectoria sobrela problemática, y Buenos Aires, historia urba-na del área metropolitana, que presenta una vi-sión global de los procesos históricos de con-formación de la capital argentina en relacióncon los territorios conurbanos. Ambos fueronescritos con Margarita Gutman y editados porEditorial MAPFRE en Madrid, 1992.

Sus últimos trabajos publicados hablan delfuturo de la ciudad. Documentándose en la di-námica histórica y alertando sobre ciertas ten-dencias actuales, su preocupación se manifestóen la búsqueda de mejores condiciones de ha-bitar para las generaciones posteriores.

De toda una serie de trabajos que ronda-ron esta temática, “El futuro de la ciudad lati-noamericana”, ensayo que apareció en la re-vista Medio Ambiente y Urbanización, n.°43-44de junio de 1993, sintetiza sus principales in-terrogantes y preocupaciones sobre los esce-narios en que se desarrollarán las actividadesde la región más urbanizada del planeta. “Lafutura ciudad no debería ser encarada comoun ejercicio arquitectónico e ingenieril quepuede ser planificado y construido con las téc-nicas utilizadas hasta ahora. En cambio, de-beríamos concentrarnos en guiar el creci-miento y los futuros usos del suelo mediantelineamientos físicos generales y, esencial-mente, intervenir mediante estrategias eco-nómicas y sociales amplias”, indicaba en uno

de los puntos dedicados al diagnóstico de laciudad futura, en aquel artículo.

Por último, aunque el ejercicio de clasifi-car su obra escrita bajo rótulos tales como “his-toria urbana”, “medio ambiente” o “pobreza”pueda resultar útil para analizar su produccióndesde los ángulos que se presenten más afinesa las preferencias del crítico especialista o dellector interesado, inevitablemente se estará co-metiendo un acto de simplificación. Es la di-sociación de un discurso más rico que dio cuen-ta de la ciudad en dimensión más amplia. H. C.

Bibliografía: Trabajos de JEH (selección): Ciudades Pre-

colombinas. Bs. As.: Editorial Infinito, 1964; Las ciu-

dades de América Latina. Seis Ensayos sobre la urba-

nización contemporánea. Bs. As.: Editorial Paidós,

Serie Mayor, 1972; Las ciudades de América Latina y

sus áreas de influencia a través de la historia, con

R. Schaedel (compiladores). Bs. As.: Ediciones Siap,

1975. Asentamientos urbanos y organización socio-

productiva en la historia de América Latina, con R.

Schaedel. Bs. As.: Ediciones Siap, 1977; Comisión de

Desarrollo Urbano y Regional de CLACSO. Ensayos

Histórico-sociales sobre la urbanización en Améri-

ca Latina, con R. Morse y R. Schaedel (compiladores).

Bs. As.: Ediciones SIAP, 1978; Impacto de la urbani-

zación en los centros históricos latinoamericanos,

con Mario dos Santos. Lima: Proyecto Regional de

Patrimonio Cultural y Desarrollo (PNUD/UNESCO),

1983; Cultura urbana latinoamericana, con R. Mor-

se (compiladores). Bs. As.: CLACSO, 1985; Repensan-

do la Ciudad de America Latina, con R. Morse (com-

piladores), Bs. As.: GEL, 1988; Nuevas perspectivas en

los estudios sobre historia urbana latinoamericana,

con R. Morse. Bs. As.: IIED-América Latina, GEL, 1989;

“Las ciudades de América Latina a partir de 1900”.

En: La ciudad hispanoamericana. El sueño de un or-

den. Madrid: Centros de Estudios Históricos de Obras

Públicas y Urbanismo-CEHOPU (Ministerio de Obras

Públicas y Urbanismo), 1989; Cartografía urbana co-

lonial de América Latina y del Caribe. Bs. As.: Insti-

tuto Internacional de Medio Ambiente y Desarrollo

IIED-América Latina, GEL, 1991. Impacto de la urba-

nización de los centros históricos latinoamerica-

nos, con M. Gutman. Madrid: Colecciones MAPFRE,

1492, Editorial MAPFRE, 1992; Buenos Aires histo-

ria urbana del área metropolitana, con M. Gutman

y la colaboración de H. Caride. Madrid: Colecciones

MAPFRE, 1492, Editorial MAPFRE, 1992; “Número

homenaje dedicado a Jorge Enrique Hardoy”. En: DA-

NA. n.° 37-38, Bs. As., 1995.

HARLS, ANTONIO S. J. Tegernsee, Baviera (Ale-mania), 1725 - s/d. Arquitecto. Activo, prin-cipalmente, en Córdoba durante el siglo XVIII.

Ingresó en la Compañía de Jesús en el año1747, y fue enviado un año después a las mi-siones (v.) del Río de la Plata.

Desplegó su actividad más importante enla Provincia de Córdoba, especialmente en lasvarias estancias que la Orden poseía en el in-terior de la misma. Junto con los coadjutores(v.) Roth y Balthasar, también de origen ger-mano, tomó parte en la construcción de los es-tablecimientos de Caroya, Alta Gracia y JesúsMaría. Los rasgos formales marcadamente ba-rrocos de esta última permiten suponer la in-tervención de Harls al menos en las etapas fi-nales de su terminación.

Su obra más destacada, sin embargo, fuela Estancia de Santa Catalina. Debido a la par-ticular modalidad de trabajo de los cuerpos téc-nicos de la Orden, se plantea en esta obra, aligual que en la mayoría de los casos, un com-plicado juego de atribuciones. Según Furlong,el aporte de Harls en la estancia, si bien im-portante, habría sido relativamente tardío, puesle habían correspondido solo el diseño y la eje-cución de la fachada principal de la iglesia y elatrio. Por su parte, Buschiazzo tiende a asig-narle la autoría de todo el cuerpo de la igle-sia, a la que califica como “uno de los más her-mosos ejemplos de ese mesurado barroco quecaracteriza al siglo XVIII en la Argentina”.

Catalogado como ebanista en algunos do-cumentos y en otros como arquitecto, se des-empeñó como director de obras de la Catedralde Córdoba y de la Iglesia de San Roque de lamisma ciudad. Participó asimismo en la re-construcción del templo de la Inmaculada Con-cepción de Santa Fe.

Su actuación en nuestro país se inte-rrumpió en 1767, a raíz de la expulsión dela Compañía de Jesús de todos los dominiosespañoles. A. C.

Bibliografía: M. Buschiazzo. La estancia jesuítica de

Santa Catalina, 1940; V. Sierra. Los jesuitas germa-

nos en la conquista espiritual de Hispanoamérica,

1944; G. Furlong. Arquitectos argentinos durante

la dominación hispánica, Buenos Aires: Huarpes,

1946; A. de Paula, R. Gutiérrez, G. Viñuales, In-

fluencia alemana en la arquitectura argentina. Re-

sistencia: UNNE, 1981.

HAWKSHAW, JOHN. S/d, 1811 - s/d, 1891. Bri-tánico, ingeniero. Es recordado en la inge-niería argentina como titular, junto a su hijoJohn Clarke y a Harrison Hayter, del estudioresponsable del diseño y la dirección del puer-to de Buenos Aires (área que hoy se conoce

144 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

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como Puerto Madero). En realidad, el esque-ma proyectual ya estaba predeterminado (v.

Puertos), y Hawkshaw sólo parece haber su-pervisado los diseños y el inicio de las obrasen su único viaje a Buenos Aires, en 1887.La dirección efectiva la cumplió un asociadodel estudio, James Murray Dobson.

Por intermedio de la banca Baring, Eduar-do Madero, a quien el gobierno había encarga-do en 1882 la realización de las instalacionesportuarias, trabó relación con este estudio, unode los principales de Inglaterra. Hawkshaw,el socio más antiguo, se había formado conCharles Fowler en la construcción de carrete-ras. Antes de los veinte años, se había conver-tido en asistente de un conocido ingeniero in-glés, Charles Nimmo, encargado de muelles,puertos y otros trabajos públicos en Irlanda.

En 1834 supervisó la construcción de docksen el puerto de Liverpool. A partir de enton-ces se le asignaron encargos de importancia,como la dirección de las obras Manchester, Buryy Bolton Canal Navigation and Railway (1838).Como ingeniero en jefe de la Manchester andLeeds Railway Company (1845), realizó el via-ducto de Lockwood. En 1850 se mudó a Lon-dres, en donde abrió su estudio, primero solo,luego con su hijo y su anterior asistente, Ha-rrison Hayter, desde 1870. En Londres super-visó y diseñó una cantidad de trabajos públicos,de los cuales pueden citarse la línea férrea Cha-ring Cross-Cannon Street, luego parte del SouthEastern Railway; la East London Railway; la Stai-nes and Wokingham Railway. Una serie de tú-neles de difícil construcción le dieron fama, en

especial el túnel bajo el Severn, realizado conT. A. Walker como constructor —el mismoconstructor del puerto de Buenos Aires. Du-rante varios años, junto con H. M. Brunel, es-tudió la posibilidad de realizar un túnel bajo elcanal de la Mancha. Algunos puentes de im-portancia, como el South Bridge en Kensigton-on-Hull, el Londonderry Bridge en Irlanda(1862-64), el Nebudda Bridge en la India, secuentan entre su obra.

Su fama como especialista en instalacionesportuarias y canales navegables estaba bien ci-mentada. En 1863 fue llamado por el gobier-no de Egipto en calidad de consultor para es-tudiar la factibilidad de la propuesta del canalde Suez: su informe positivo decidió el co-mienzo de las obras. La amistad que desde en-tonces trabó con Ferdinand de Lesseps tam-bién fue causa de que en 1879 fuera invitadoa París a dar su opinión sobre el sitio adecua-do para el canal de Panamá. En 1862 colaboróen el Amsterdam Ship Canal, inaugurado en1876; para la misma época realizó los proyec-tos de canalización del Nilo hasta el primeracatarata, además de varias instalaciones por-tuarias para el Reino Unido, entre las que sedestaca la ampliación del Victoria Dock y laconstrucción del Albert Dock, inaugurado en1869. De especial interés resultan sus traba-jos portuarios en Brasil, para los que fue con-vocado en 1874 por el emperador. Estudió lascostas brasileñas desde Maranhao hasta RíoGrande do Sul, y posteriormente proporcionódiseños para Pernambuco, Maranhao, Parahylado Sul, Torres, Río Grande do Sul, Río Gran-de do Norte, Ceará y Maceio.

En 1885 comenzó a preparar el proyecto pa-ra Buenos Aires, sobre el esquema aprobadoen 1882 por el Congreso Nacional (v. Puerto). Elproyecto de Hawkshaw fue duramente criti-cado por los ingenieros nacionales, quienesproponían en cambio la solución prevista porHuergo (v.), y calificaron el proyecto como un“zurcido” de tres proyectos distintos: el de Pe-llegrini (v.), el de Huergo en la boca del Ria-chuelo, el de Bateman (v.) de 1871.

La polémica se dio especialmente alrede-dor de la oportunidad de apertura del canal nor-te en lugar de mantener sólo el sur; aunquetambién aparecieron como críticas al funcio-namiento la disposición de los diques en ris-tra, su estrechez, considerando el aumento pro-gresivo del calado y el ancho de manga de losbuques locales, la profusión de maquinariasque entorpecía la circulación, el uso de esclu-sas en un puerto comercial. La defensa que hi-zo Dobson en 1900 radicaba en que muchasdecisiones sobre él habían sido tomadas de an-temano en sede política. Aun así el puerto seconstruyó, si bien la falta de previsión del cre-cimiento comercial llevó en poco tiempo a lanecesidad de su ampliación, realizada a prin-cipios del siglo XX por el experto norteameri-cano Elmer Corthell.

Hawkshaw se dedicó a diversos trabajos dedrenaje del suelo, aguas corrientes y redes clo-acales, entre los que se destacan la solución delproblema de las aguas en Dublín y las obrasde drenaje para el valle del Támesis. Para laépoca en que se realiza el puerto de Buenos Ai-res ya era considerado internacionalmente unode los grandes ingenieros del siglo XIX. G. S.

har haw

145Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u PLANO DE OBRA DEL PUERTO DE BUENOS AIRES, CUYO DISEÑO Y DIRECCIÓN REALIZÓ JOHN HAWKSHAW SOBRE LA BASE DEL ESQUEMA SUGERIDO POR EL ING. EDUARDO MADERO.

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HEGEMANN, WERNER.

Mannheim (Alemania), 1881EE.UU., 1936. Teórico y urba-nista. Figura protagónica del de-bate urbanístico internacional

en las primeras décadas del siglo XX, el perí-odo de construcción del urbanismo como dis-ciplina científica. Realizó una visita de cuatromeses a la Argentina, a finales de 1931, quedejó marcas en el modo de pensar los pro-blemas urbanos en Buenos Aires y Rosario.

Werner Hegemann tuvo una formaciónmúltiple y cosmopolita, tanto técnica y econó-mica como de sólidas raíces humanistas, loque lo distinguió como un hombre de gran cul-tura en el panorama complejo de la urbanís-tica de comienzos de siglo. Realizó estudios dearquitectura, urbanística e historia del arteen Berlín, Munich y París; y de economía enParís, Pennsylvania, Berlín, Estrasburgo y Mu-nich, donde en 1908 obtuvo su doctorado enCiencia Política. Desde entonces realizó in-vestigaciones sobre el desarrollo urbano de lasgrandes ciudades y sobre las condiciones de lavivienda popular, cultivó así un perfil públicode reformista activo contra el hacinamiento delos viejos centros urbanos, especialmente con-tra los bloques de departamentos de renta, lasMietkasernen de las ciudades alemanas, bus-cando soluciones en planes regionales articu-lados y con base en el cooperativismo. Comoparte de su actividad de publicista, Hegemannorganizó algunos de los principales eventos enlos cuales se consolidó la práctica internacio-nal del urbanismo: las exposiciones de Urba-nística de Boston y de Nueva York en 1909, deBerlín en 1910, de Düsseldorf en 1911, de Got-henburg en 1923; los congresos de Londres en1910 y de Nueva York en 1916. Su conoci-miento profundo de las ciudades europeas yamericanas —trabajó en los Estados Unidospor largos períodos— lo convirtió en una delas pocas figuras de la época capaces de pen-sar las diferencias entre ambos procesos de ur-banización, y le permitió funcionar en cadaContinente como un divulgador crítico de losejemplos del otro. Realizó una gran cantidadde planes y proyectos urbanos, especialmen-te en ciudades norteamericanas: Oakland, Ber-keley, Washington Highlands, Lake Forest, etc.Dirigió dos de las revistas de arquitectura y ur-banística más importantes en el panorama in-ternacional: la Wasmuths Monatshefte für Bau-kunst, desde 1914 cuando se creó en Berlín, yDer Städtebau, una de las primeras revistas de

urbanística creada en 1904 por Camilo Sitte,para la que fue llamado como director a partirde su relanzamiento, en 1925. Luego, en 1930,las dos revistas bajo dirección de Hegemannse fundieron en una sola. Escribió uno de losmanuales clásicos de la urbanística del perío-do, The American Vitrubius. An Architect’s Hand-book of Civic Art, en colaboración con el arqui-tecto norteamericano Elber Peets, y se dedicótambién a los estudios históricos: realizó unade las primeras historias de ciudades, Das stei-nerne Berlin (La Berlín de piedra, 1930), en laque concluía con un llamado a resolver las con-diciones de hacinamiento en los edificios derenta de la capital alemana. Pero siendo unafigura fundamental en la formación de la “ur-banística clásica”, Hegemann es también unade esas piezas clave del urbanismo alemán, yaque realiza el pasaje, vía las teorías anglosajo-nas, hacia el apoyo decidido a la reforma ur-

bana modernista, como la que estaba ponien-do en práctica Martin Wagner en la Berlínsocialdemócrata. En 1933 Hegemann publicóen Berlín un texto contra Hitler y la emergen-cia del régimen nazi en Alemania, lo que lo lle-vó a exilarse en los Estados Unidos hasta sumuerte, en 1936. Su perfil de publicista siem-pre había tenido connotaciones políticas: ya en1912 había sufrido un proceso, junto a la ar-tista Kate Kollowitz, por la denuncia de las con-diciones habitacionales en Berlín.

Sus relaciones con la Argentina comienzancon la recepción del libro The American Vi-trubius: es una de las pocas influencias que ad-mite el estudio preliminar del Proyecto orgá-nico de urbanización del Municipio encargadoen 1924 por el Intendente Noel, en Buenos Ai-res. Para el modo de pensar Buenos Aires delProyecto orgánico, el Civic Art presentaba laventaja de un modelo de actualización de la tra-dición clásico-barroca parisina, en estrecha vin-

culación con las teorías urbanísticas de la ex-pansión y adecuado a las ciudades de cuadrí-cula americana. De hecho, The American Vi-trubius fue la búsqueda de Hegemann porrealizar una crítica al Pintoresquismo desdeuna reivindicación clasicista y barroca del le-gado de Camilo Sitte, con el objetivo explícitode densificar culturalmente la experiencia dela City Beautiful norteamericana. Así, entreotras muchas influencias, incluso contradic-torias entre sí, el Proyecto orgánico busca enel ejemplo de los planes City Beautiful, y espe-cialmente en las soluciones del Civic Art, el mo-do de ordenar la ciudad expandida a través dela cuadrícula con un diagrama de calidades di-ferenciales de espacio público.

Pero la relación principal se establecería ensu viaje de cuatro meses, a partir del 31 de agos-to de 1931, por una invitación de Los Amigosde la Ciudad, organización que apoyaba el desa-rrollo del urbanismo en Buenos Aires; invita-ción que se completó aquí con otras de la Mu-nicipalidad de Rosario, la Institución CulturalArgentino-Germana de Buenos Aires y Rosa-rio, el Comité Pro Mar del Plata y la Univer-sidad de la República del Uruguay. Hegemanntrajo para su gira rioplatense una exposiciónde arquitectura alemana, en la que presentóobras tradicionalistas seleccionadas por la Aso-ciación de Arquitectos Alemanes y algunosejemplos de Modernismo incorporados por él,como la obra de los arquitectos Paul Bonatz,Erich Mendelsohn y los hermanos Luckhardt.Trajo también una muestra de urbanismo ale-mán, en la que se preocupó por exponer el ca-so de Berlín —sección organizada con el apo-yo del intendente socialdemócrata, MartinWagner— como ejemplo de la asociación deun gran territorio unificado de planificación,el Gran Berlín, junto a otros casos, como Ham-burgo, a la que anexó una presentación sobreMadrid, montada en su rápida escala en la ciu-dad española, ya en viaje hacia Sudamérica,con el apoyo de la revista de vanguardia AC.Las exposiciones, junto con la proyección delfilme urbanístico “La ciudad del mañana”, delos arquitectos Kotzer y Von Goldbeck, se pre-sentaron en el salón de Amigos del Arte.

El grueso de las conferencias que dio, enBuenos Aires, Rosario, Mar del Plata y Mon-tevideo, se organizó de acuerdo con sus hipó-tesis generales sobre el urbanismo, con ejem-plos internacionales, pero con gran presenciade ejemplos locales, de acuerdo con el plan deobservaciones y visitas que se trazó durante suestadía, con el apoyo del urbanista Carlos Ma-ría della Paolera (v.) y el arquitecto Jorge Kalnay

146 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u LA MANZANA QUE EL REGLAMENTO DE 1928 PERMITÍA

CONSTRUIR, EN LA MAQUETA REALIZADA POR KALNAY.

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(v.). Hegemann hizo gala de una fina ironía pa-ra referirse a ciudades en las que veía predo-minar la improvisación pública y la esponta-neidad del mercado; sus apuntes son siempreagudos y complejos. Sus principales argumentosfueron a favor de la necesidad de una gestiónregulada de la expansión, por medio de los ins-trumentos del Plan Regulador, el zoning, y laarticulación regional metropolitana, con ellasapoyaba y daba sustento a las voces más inno-vadoras del debate técnico local, que desde me-diados de la década de 1920 venían sostenien-do argumentos similares. Sus principales críticaslas dirigió a los reglamentos edilicios vigentesen nuestras ciudades (el de Buenos Aires ha-bía sido aprobado en 1928): al permitir unaaltísima densificación en todo el territorio ur-bano (Hegemann calculaba que, si se explota-ban todas sus posibilidades, la población enBuenos Aires podía llegar a los 160.000.000de personas), el Reglamento favorecía exclusi-vamente el interés de los especuladores quie-nes sobreelevaban irracionalmente el valor po-tencial de la tierra urbana; como cualquierapodía construir un edificio que aprovechase elmáximo de ocupación permitido en manzanasque todavía estaban ocupadas mayormente porcasas bajas, se distorsionaba todo el juego de laoferta y la demanda en detrimento de una ocu-pación racionalmente prevista, en la que todostuvieran garantizado el valor presente y futu-ro de su propiedad y, por lo tanto, el tipo de con-texto urbano que esta produce (Kalnay realizópara Hegemann una serie de maquetas en lasque se expresaba volumétricamente el sinsen-tido del código). En la teoría clásica, el Plan de-be regular y encauzar la expansión “natural”producida por un juego sano del mercado; eljuego “enfermo” lo produce la “renta de espe-ra”, cuando por razones especulativas se sus-traen tierras al mercado inmobiliario, lo que elEstado debía impedir activamente, incluso a tra-vés de la expropiación del suelo extraurbano,para luego realizar un libramiento progresivode acuerdo con los lineamientos de la expan-sión más conveniente. En el caso de Hegemann,su apuesta fundamental era a la expansión con-trolada de la pequeña propiedad.

En ese sentido, su aporte fundamental aldebate urbanístico local fue comprender quela cuadrícula de base, tan criticada por la ma-yor parte de los urbanistas, había permitidouna expansión relativamente ordenada (antela ausencia de otra regulación urbanística) conuna mayoría de casas bajas en terrenos de di-mensiones considerables, según los paráme-tros de las ciudades alemanas en particular, y

europeas en general. Librado a su suerte, elplano cuadriculado produce un “desierto de ca-sas” desparramadas en todas direcciones; pe-ro sobre él era posible actuar todavía, con losinstrumentos del Plan, el zoning y la articula-ción regional, aceptando de todos modos la ar-ticulación entre expansión cuadriculada y es-peculación que estaba formando esos barriostan característicos de Buenos Aires, y que He-gemann supo apreciar en su potencial calidadurbana. Desde este punto de vista, son ejem-plares los pasajes que dedica a los loteos espe-culativos realizados por el rematador Fioritoen los alrededores de Buenos Aires, demues-tra una gran profundidad sociológica al com-prender un fenómeno de vital centralidad enel proceso de ascenso social y homogeneiza-ción urbana de la metrópoli porteña, con unamezcla de horror y fascinación por la inmora-lidad especulativa y, al mismo tiempo, el esti-lo de vida que la expansión posibilitaba. Poreso se distancia de las posiciones más dogmá-ticas que proponen la expansión de acuerdocon los modelos de la “Garden City”, ya ina-plicables en la rígida estructura cuadriculadade las ciudades americanas, y defiende los re-sultados habitacionales pero también la con-formación de un espacio público representati-vo como base de la expansión.

Esta posición a favor de radicalizar la ex-pansión aparece como la contracara explícitade las posiciones de otra gran figura de la ar-quitectura y el urbanismo que había estado enel país apenas dos años antes, Le Corbusier (v.).Las principales claves de su propuesta tambiénse habían colocado respecto del debate urba-nístico local de los años veinte: Le Corbusierbuscó darle resolución formal al coro de críti-cas conservadoras hacia de la voluntad expan-siva del Proyecto Orgánico, planteando la ne-cesidad de una reconcentración de la ciudadsobre su centro tradicional. En efecto, la Citédes affaires, la célebre plataforma de rascacie-los sobre el río, que constituye el eje de la pro-puesta corbusierana, buscaba inventar una nue-va ciudad sobre el río, capaz de devolverle la

centralidad al corazón tradicional de BuenosAires y recrear el “espíritu” de la ciudad colo-nial, con lo que daba una forma genial a la am-bición restauradora de la elite local. Por el con-trario, la propuesta de Hegemann —quededicaría mordaces referencias a Le Corbu-sier— se sintetiza en una consigna: “Hay queconstruir la nueva Buenos Aires yendo a sucentro casi virgen aún”. Además de la posiciónestrictamente urbanística sobre el futuro deBuenos Aires, lo que diferencia a Hegemannde Le Corbusier es que no deja un “Plan”, si-no que se dedica a elaborar y difundir una se-rie de propuestas de transformación jurídica yadministrativa, tramando una densa red de re-laciones institucionales, vinculadas con los pro-cesos reales de expansión de la ciudad.

Esa combinación político-ideológica y téc-nico-realista es lo que le permite a Hegemanncoincidir tanto con los profesionales más prag-máticos, como Kalnay o Della Paolera, que lopresenta en Rosario y aplicaría algunas de suspropuestas en el Plan Regulador de esa ciudad,realizado con Ángel Guido (v.) unos años mástarde, como con el socialismo local. En su es-tadía en Buenos Aires realiza giras por la ciu-dad con las principales figuras del Partido So-cialista; visita los grupos de vivienda de ElHogar Obrero; y el periódico socialista La Van-guardia releva atentamente sus conferencias yexalta sus contenidos. A pesar de eso, su de-fensa del modelo de vivienda individual va aenfrentar a Hegemann con las posiciones so-cialistas, que venían sosteniendo una políticade vivienda influida por los grandes conjuntosresidenciales de la “Viena Roja”. De todos mo-dos, sus reflejos políticos lo llevan a diferen-ciar su posición de la preferencia del inten-dente conservador Guerrico por las casasunifamiliares frente a las viviendas colectivas.De hecho, las intervenciones de Hegemannvan a quedar asociadas en la Argentina con lacrítica progresista a la ciudad capitalista porfuera del debate más estrictamente disciplinar:entre otros ejemplos, Ezequiel Martínez Es-trada lo cita tanto en Radiografía de la Pampa(1933) como en La cabeza de Goliat (1940), yJuan José Sebreli en Buenos Aires, vida cotidia-na y alienación (1964). A. G.

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heg heg

147Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u FOTO DE VILLA FIORITO, BS. AS., POR W. HEGEMANN.

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HERNÁNDEZ, RAFAEL. Barracas, 1840 - Bue-nos Aires, 1903. Agrónomo, ingeniero Inte-gró el Departamento de Ingenieros y tuvo unpapel destacado en la fundación de ciudadesy colonias agrícolas.

Hermano del famoso autor del Martín Fie-rro, mantuvo una diversificada actuación quese desdobla en ámbitos políticos, técnicos yacadémicos.

Integró el Departamento de Ingenieros dela Provincia de Buenos Aires, donde fue di-rector de Planos de Partidos de la Sección Ca-tastro y miembro de la Sección Geodesia. Cum-pliendo estas funciones, llevó a cabo en 1877el delineado y amojonado de Bolívar y, tras lapromulgación de la ley por la que en 1882 sedividió el Partido de Tres Arroyos en su cabe-cera y dos nuevos distritos, participó en la fun-dación de lo que sería Coronel Pringles y Co-ronel Suárez.

Hernández también trazó en la Provinciade Buenos Aires la colonia agrícola Nueva Pla-ta (luego Pehuajó); en Misiones, los pobladosde Santa Ana y Candelaria, y en Entre Ríos elde Hernandarias. G. V.

HERNÁNDEZ LARGUÍA, HILARIÓN. Buenos Ai-res, 1892 - Rosario, 1978. Uno de los pro-tagonistas más importantes de la Arquitectu-ra Moderna en Rosario. Activo como docente,proyectista y gestor cultural entre 1920 y 1976.

Perteneció a una familia arraigada en el pa-ís desde el siglo XVII. Durante su infancia vi-vió en el campo; más adelante rescataría estaformación como reconocimiento de las limi-taciones que la naturaleza impone, junto a lasoportunidades que brinda al poder transfor-mador del hombre. En 1912 ingresó en la Fa-

cultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturalesde la UBA, en la carrera de Arquitectura, de laque egresó en 1916. Entre sus profesores, Re-né Karman (v.) ejerció una gran ascendenciaacadémica. La vinculación con uno de sus pro-fesores, el escultor Lucio Correa Morales, lepermite introducirse en un ambiente de avan-zada cultural y artística. En esos años, HHL ex-perimentó el impacto de los problemas uni-versitarios y de proyecto social, participóactivamente en el Ateneo y conoció allí las po-siciones de los socialistas. Fue colaboradorde las revistas Ideas y Clarín entre 1914 y 1920.Trabajó desde 1917 hasta 1920 con el arqui-tecto francés Gastón Maúlet (v.). Casado conLucía Correa Morales, se trasladó al campo fa-miliar donde residieran hasta 1924.

HHL es un lector atento y ávido de publi-caciones nacionales y extranjeras; desde 1912colecciona la Moderne Bauformen. En 1917 pu-blica un folleto sobre “La importancia de la orien-tación y la ventilación de la vivienda”; luego es-cribe Tradición y Modernismo en la arquitecturaactual (1921). En 1926 da a conocer un artícu-lo de tono polémico: “Pareciera que el peatónno existe para los urbanistas del momento”.

La extensa actividad profesional de HHLpuede ser periodizada en relación con la con-formación societaria de su estudio, fundadoen 1924, cuando se instala en la ciudad de Ro-sario y llama a su antiguo compañero de Fa-cultad, Juan Manuel Newton (JMN). La pro-ducción de obras de arquitectura es muyprolífica en este período. Entre 1924 y 1930 elprincipal comitente del estudio es el Banco Edi-ficador Rosarino, entidad que financia me-diante un sistema de cuotas la adquisición deviviendas. El estudio proyecta y dirige casi 300casas, agrupadas en conjuntos de cantidadesdiversas. Tipológicamente adoptan la compa-cidad de la construcción y la reducción del an-cho del lote. La compacidad es paralela a la mo-dificación distributiva. La proyectación sesistematiza con el uso de un repertorio de es-quemas distributivos, de soluciones técnicas yde materiales, que logra diversidad a través dediferentes combinaciones. Las casas para elBER garantizan la continuidad ocupacional delestudio y afianzan las relaciones con un gru-po de empresas de distintos rubros, partícipesde la ejecución. En este período producen tam-bién numerosas viviendas para clientes parti-culares y un conjunto para empleados de ladestilería Henzi.

Luego de la crisis de 1929, el estudio acu-mula una amplia experiencia en edificios derenta; se suceden en esta línea los proyectos

148 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u CASA DE RENTA EN AVENIDA BELGRANO, ROSARIO, DE HILARIÓN HERNÁNDEZ LARGUÍA.

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para Manuel Castagnino en 1929, E. Arijón yG. Arijón de Castagnino, G. y A. Castagninoen 1930, Pompeyo Rasetti en 1932, ManuelaCastagnino de Arijón en 1932, Edelmira Ari-jón en 1933, P. Rasetti en 1936 y Juan Prattoen 1937. Incursionan en otras formas de agru-pamiento en los conjuntos para renta de casi-tas de dos plantas para Américo Cánepa en1929 y para Andrés Bonaldi en 1935. La per-manente actualización y la reflexión sobre lapráctica, referida a cuestiones técnico-cons-tructivas y a reglamentaciones y normativas,quedan en parte registradas en los artículos“Cómo eliminar los intermediarios en las co-cinas” (1931), “Sugerencias sobre arquitecturaescolar” (1934), “Fabricación y aplicación delladrillo de media prensa” (1936), y “UnidadCentral Interceptora de Grasas” (1940).

Desde 1933 utilizan un lenguaje escueto,aunque no despojado; su cercanía al Estilo In-ternacional cesa al conservar el uso de moldu-ras sencillas y cornisas simplificadas, que cum-plen un rol constructivo más que decorativo. Elpunto de partida es siempre la optimización dela organización funcional y la cuidada resolu-ción de la construcción, sin caer en ejercicioscaligráficos. Esto se verifica en los edificios pa-ra renta, en las casas urbanas y rurales, en elMuseo Municipal de Bellas Artes “Juan B. Cas-tagnino”, de 1937, y en la fábrica de Alabern,Fábregas y Cía, de 1939.

La arquitectura del Museo Castagnino es labúsqueda de una alternativa posible de refor-ma. Máxima racionalidad, mínimo gasto, eli-minación de todo Pintoresquismo, exclusiónde clasicismos moralizantes, se superponen aplanteos compositivos vinculados a la tradiciónacadémica, como la estructuración axial, losejes de recorrido concebidos como líneas demovimiento y ensamble de cuadros visualessucesivos. Sin embargo, estos cuadros se reu-nifican en imágenes continuas y fluidas, uni-formadas en lo cromático, lo lumínico y losmateriales empleados, en la carencia absolutade adjetivación. El protagonismo queda reser-vado para las obras expuestas, el edificio se tor-na neutro y su renuncia se expande como si-lenciosa presencia.

En los años cuarenta HL-N ya no recibenencargos de edificios para renta; continúa síuna nutrida comitencia para residencias par-ticulares y para casas de campo; realizan las am-pliaciones y reformas de varios bancos, hospi-tales y centros médicos, fábricas y localescomerciales; los proyectos para instituciones deacción social y cultural demuestran las vincu-laciones del estudio con núcleos progresistas

de la ciudad. Son permeables a diferentes exi-gencias programáticas, a preferencias de los co-mitentes, a tradiciones regionales. Aparece unafuerte preocupación por un mayor dominio delos materiales locales, junto a una adecuacióna las disponibilidades y a los límites de la co-yuntura de posguerra. En la casa de campo pa-ra Ernesto Fábrega, en Oliveros (1943), el jue-go volumétrico se atempera por el uso de techosde tejas coloniales de suaves pendientes; las dis-tintas construcciones que acompañan a la casaprincipal difieren en su resolución material ytécnica, pero un principio las reunifica: la ex-posición de la materialidad.

La última obra que lleva la firma de ambosarquitectos es el edificio para la compañía deseguros La Mercantil Rosarina, proyectado en

1950; su ejecución se extiende hasta 1952. Alos lineamientos anteriores se agregan: la ob-tención de formas regulares en la esquina,lo cual valoran como ventaja práctica ademásde estética, la planta franca y flexible, la va-riación de las fachadas según la orientación.La cuestión material adquiere mayor peso co-mo fuente de expresión. El repertorio emple-ado, incluyendo hormigón a la vista en tramasde voladizo y aluminio anodizado, usado porprimera vez en Rosario para las carpinterías,da testimonio de una industria de la cons-trucción con nuevas posibilidades. En 1950,el distanciamiento en la adhesión a progra-mas culturales divergentes es probablementeuna de las razones por las que HHL y JMN di-suelven la sociedad.

En 1943 HHL da una conferencia radiofó-nica, publicada luego en Edilicia sobre “El em-pleo de los materiales en el país en la cons-trucción”, tema que constituye una de susobsesiones. Un proyecto inédito y original, el

de un “camión cultural”, data del mismo año. En 1950 se asocia con el arquitecto Rufino

de la Torre, a quien lo liga una vinculación fa-miliar. La casa para Raúl Couzier en Alber-di, publicada en Nuestra Arquitectura en juniode 1953 y citada luego por E. Bullrich en Ar-quitectura argentina contemporánea, es pro-yectada a fines de 1951. Si bien la imagen dela casa Kaufmann aparece como recurrenteen esta obra, y aunque resulta sintomático queel mismo Richard Neutra fuera llevado a co-nocerla en su brevísimo paso por Rosario en1959, estos factores no deberían llevar al equí-voco de subestimar los fuertes vínculos quemantiene con los problemas y particularida-des locales. Otras casas, reformas y amplia-ciones son los encargos en una década dondeel trabajo del estudio disminuye. En 1954 pro-yectan la ciudad ACINDAR para 19.000 ha-bitantes, en una versión ortodoxa de los pos-tulados del CIAM de 1935.

En 1960 se incorpora al estudio el arqui-tecto Aníbal Moliné. Las obras de esta décadacomparten con la nueva arquitectura de los pa-íses nórdicos europeos el acento puesto so-bre la “humanización”, el empleo expresivo delos materiales, la integración al ambiente, ellenguaje empírico y confidencial, la ausenciade transformaciones tecnológicas y de racio-nalización productiva. HHL conoce el nuevoclima internacional, la última producción fran-cesa, española y alemana; no le interesa, encambio, el seguimiento de revistas norteame-ricanas. La escuela ARICANA se inicia en 1961;la construcción se extiende hasta 1971. En 1962proyectan la planta de tratamiento de leche pa-ra CINDOR en Carcarañá, el grupo de vivien-das para directivos de Marathon en Villa Cons-titución y la casa Albanesi en Alberdi (v. Estudio

H). El anteproyecto de la planta transmisora decanal 3 es de 1962; desarrolló su proyecto y di-rección hasta 1972. HHL es el arquitecto delBanco Provincial de Santa Fe, en Rosario, des-de 1963 hasta 1965.

En los últimos años de actividad profesio-nal batalla con las nuevas condiciones técnicasy económicas de la ejecución, divorciadas delas exigencias del proyecto. En 1967 se retira.Las condiciones de su vida privada tambiénhan cambiado; la muerte de su esposa lo im-pulsa a desarmar su casa, aquella que había si-do por tantos años un lugar de encuentro delos protagonistas rosarinos de la arquitecturay de los visitantes del ámbito de las artes plás-ticas, las letras, la música y la educación.

El perfil biográfico de este arquitecto esta-ría incompleto si no se abarcara la diversidad

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149Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u VIVIENDAS INDIVIDUALES EN VILLA CONSTITUCIÓN, STA. FE.

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de actividades que despliega paralelamente ala producción de obras arquitectónicas.

HHL es un hombre de acción. Es uno delos organizadores de la División Rosario de laSCA y uno de los fundadores de la Asociaciónde Arquitectos de Rosario. Presidiendo estaInstitución, interviene en la redacción y el de-bate de Ley Provincial 4114, que reglamentalas actuaciones y los honorarios de los profe-sionales de la construcción, y es redactor delReglamento de Edificación de 1931 y de 1956para la ciudad de Rosario. Cuando se formael Consejo de Ingenieros de la Provincia deSanta Fe integra la primera Comisión Direc-tiva y continúa actuando en varios períodos.Fue jurado de varios concursos de proyectosy anteproyectos.

De 1931 a 1937 preside la Comisión Muni-cipal de Bellas Artes, y desde 1937 es directordel Museo Municipal de Bellas Artes, desdedonde apoya a los artistas locales, especial-mente a los jóvenes como Carlos Uriarte, Ni-colás Russo y Julio Vanzo. Introduce un nue-vo concepto de museo de bellas artes y enfrentalas dificultades de la cerrazón del medio, re-cibe críticas por la exhibición de desnudos, des-ata polémicas sobre la reproductibilidad dela obra de arte cuando crea un museo de re-producciones, desecha la división en seccio-nes estéticas y científicas de las salas, preparacalendarios anuales que incluyen no solo mues-tras de pintura y escultura, sino también con-ciertos y conferencias, convierte el Museo enun foco de irradiación cultural. Se acerca a laescuela experimental Carrasco, dirigida desde

1936 por Olga Cossettini; participa y organizadistintas actividades; lleva el Museo a la es-cuela y a los barrios, y también los trabajos delos niños al Museo; promueve y supervisa ellibro El niño y su expresión. En aspectos rela-cionados con la educación secundaria, cola-bora con Luz Viera Méndez. Contribuye a fi-nanciar pequeñas editoriales destinadas adivulgar la obra de jóvenes escritores locales,o la publicación de las carpetas de xilografíasde Grela. Dicta cursos y conferencias referi-dos a temas técnicos y de historia del arte; es-cribe un folleto titulado “Del arte pictórico”,publicado en 1949.

Entre 1945 y 1955 interviene dictando cur-sos paralelos a los de la Universidad, partici-pando del Colegio Libre de Estudios Superio-res, organismo que se alimenta con el éxodode profesores universitarios. En 1956 es de-signado interventor en la Dirección Nacionalde Enseñanza Artística. Desde 1957 desarrollaactividad docente universitaria con continui-dad; a partir de 1959 es jefe de taller por con-curso en la Escuela de Arquitectura de la UNLen Rosario. Entre 1959 y 1960, y nuevamen-te en 1963, ejerce la dirección de dicha Escue-la. Participa en numerosas comisiones aseso-ras de concursos docentes y de planes deestudio. En 1965 se retira de la docencia ofi-cial. Ese año recibe la distinción de miembrodelegado de la Academia de Bellas Artes. En1969 es designado Miembro Honorario de laSCA. En 1976 asiste a la inauguración de unaexposición de homenaje organizada por el Cen-tro de Arquitectos de Rosario al cumplirse 60años de su graduación. S. P.

HEYERDALL, NICOLÁS. S/d. Ingeniero-arqui-tecto. Actúa en Corrientes en forma destaca-da en las primeras décadas del siglo XX.

Proyectó y dirigió las obras del Palacio dela Legislatura y del Palacio de Justicia y Poli-cía (1905), construido sobre el solar del anti-guo Cabildo.

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Levaggi y A. S. J. de Paula. La arquitectura del li-

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ricana, 1968.

HIERRO. m. Metal dúctil, maleable, muy tenazy fácilmente oxidable, que ocupa el primer lu-gar en importancia por su utilización industrialy tecnológica, sobre todo bajo la forma de ale-

aciones, aceros y fundiciones. En sus diver-sos estados, se lo utiliza como material en laconstrucción. Su forma más habitual para eluso edilicio es denominada acero y se logracombinando el hierro con pequeñas cantida-des de carbono, que le permiten adquirir altemple gran dureza y elasticidad.

ARQUITECTURA DE HIERRO.

La carencia de materiales ferrosos en el sub-suelo —no hubo una explotación de ese recur-so hasta mediados del siglo XX— y la depen-dencia de la importación son las bases del leveretardo con el cual la arquitectura de hierro, des-pués del fuerte impulso que había recibido enInglaterra y en Francia en al segunda mitad delsiglo XIX, llega a la Argentina. A partir de allí,y fundamentalmente durante el período 1880-1930, el crecimiento de la economía fue acom-pañado por un masiva utilización de hierro quellevó al país a situarse entre los de mayor con-sumo per cápita del material en el mundo. Es-te rápido aumento, centrado la extensión de lasciudades y la red de servicios, favoreció el des-arrollo de una arquitectura de hierro, sobretodo en relación con cierto tipo de programasque podían explotar las cualidades técnicas yestéticas del material.

Al mismo tiempo, la industria edilicia co-menzó a utilizar masivamente no solo en edi-ficios en altura, sino en viviendas y locales dedos plantas, el esqueleto de columnas y vigasde hierro como armazón estructural. A partirde 1930, el hierro fue suplantado por el hor-migón armado como material resistente. Enlas últimas décadas ha reaparecido como ma-terial alternativo, propio de las expresiones dealta tecnología de la Arquitectura Moderna.

150 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u PLANTA DEL MUSEO CASTAGNINO, ROSARIO.

u DETALLE DE LA MARQUESINA DE GATH & CHAVES, BS. AS.

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Durante la etapa de dominación hispánicay las primeras décadas posteriores a la Inde-pendencia, el hierro fue utilizado como ma-terial especial para la realización de ciertas par-tes puntuales de los edificios, como herrajes,rejas, barandas, tensores y algunos tipos de ca-ñerías, dado su alto costo y su condición de ma-terial importado. La construcción por artesa-nos locales de rejas ornamentadas, mediantela utilización de hierro en barras o planchue-las importadas de España, fue la primera ma-nifestación artística del uso del material en laarquitectura. Durante el siglo XIX la elabora-ción de rejas evolucionó desde las más auste-ras del período colonial a las profusamente or-namentadas de la etapa posterior a Caseros.Este tipo de rejas, que acompañaron como par-ticularidad local el desarrollo del Neorrenaci-miento italiano, incorporaron barrotes redon-dos, guarniciones de metal blanco en lasventanas, así como puertas cancel de delicadasfiligranas de origen andaluz en los zaguanes.

En 1855 se inicia en Buenos Aires la cons-trucción del primer edificio del Teatro Colón(v. Teatro). La estructura de la cubierta fue fa-bricada en su totalidad en Dublín y montadapor C. E. Pellegrini (v.), con la colaboración de

R. Turner. La Argentina, como los otros paísessudamericanos, era un mercado destinado aabsorber la mano de obra especializada y losproductos de la industria siderúrgica europea.Esto sucede a partir de una expectativa favo-rable a la recepción de la “Modernidad técni-ca” proveniente del Viejo Continente, que secrea luego de la caída de Rosas. El crecimien-to económico y el desarrollo cultural motivanla rápida adquisición de la nueva tecnología,que incluye las atrevidas soluciones típicas delhierro. En Buenos Aires y en el resto del paísse instalan herrerías y fundiciones que impor-tan de Europa productos ferrosos y venden porcatálogo partes prefabricadas en hierro y fun-dición. En los últimos decenios del siglo XIX,con el tumultuoso crecimiento edilicio de Bue-nos Aires y de las ciudades del interior, el sec-tor metalúrgico se desarrolla con firmas loca-les, en general de origen italiano: Vasena,Zamboni, Ottonello, Rezzonico, Bozzalla yotras menores. Sin embargo, el mercado estádominado por firmas británicas, seguidas porlas belgas, francesas, alemanas y, en menormedida, de los Estados Unidos. Esta ampliautilización del material se produce en un con-texto generalizado de intercambio de produc-

tos semielaborados, o elaborados por la in-dustria siderúrgica, por productos agrope-cuarios del país.

Galpones industriales, escuelas, edificiosadministrativos, hospitales, puentes y otros edi-ficios necesarios para la vida de la ciudad mo-derna están relacionados en ese momento conla tecnología del hierro. Los valores expresivospropios del material encuentran aplicación enpabellones, grandes cubiertas de estaciones fe-rroviarias, mercados, espacios en los cuales lapenetración de aire y luz, unidos a la simpli-cidad estructural, son indispensables.

En el conjunto de la arquitectura histori-cista, rejas, marquesinas y herrajes contribu-yen a formar la imagen elegante y opulenta delos centros urbanos. El hierro forjado y fun-dido se adapta en una estimulante mezcla alos más diversos estilos: Beaux Arts, Art Nou-veau, Art Déco y Moderno expresan los dife-rentes tipos de clientes y el variado origen delos proyectistas.

La primera realización en hierro a la vistaen un edificio civil de Buenos Aires es el recintode la Legislatura provincial, proyectada por J.Larguía (v.) en 1862. En Av. Córdoba, la vistosafachada muraria en estilo Neorrenacimiento

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151Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u LAS BÓVEDAS METÁLICAS DE LA ESTACIÓN DE RETIRO, UNA DEMOSTRACIÓN DE LA TECNOLÓGÍA CONSTRUCTIVA MÁS AVANZADA DE LA ÉPOCA, EN UNA FOTO DE 1915.

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francés del palacio de Aguas Corrientes, pro-yectado por A. B. Nystromer y O. Boye, con ven-tanas y cariátides en hierro fundido de la MacFarlane & Co., de Galgow, esconde los depó-sitos y las desnudas estructuras metálicas, im-portadas por la firma Marcinelle & Coulliet deBélgica. En esos años se realiza también el pri-mer Mercado del Abasto, enteramente cons-truido por Vasena. De menores dimensiones,pero de gran valor estético, es el Mercado Mu-nicipal de San Telmo, todavía en pie, proyecta-do por J. A. Buschiazzo (v.) en 1897.

La ex ferretería Hirsch, actual RestaurantMuseum, es un típico ejemplo de edificio co-

mercial, realizado por L. Siegrist (v.) en 1894.En el mismo período se construyen pabellonesglorietas y quioscos en el Jardín Zoológico, re-alizado entre 1888 y 1924, y todo tipo de mo-biliario urbano en los grandes parques de laciudad. En el Jardín Botánico de Buenos Aires,inaugurado en 1898, se encuentra el esplén-dido invernadero de hierro y vidrio, de proba-ble origen francés.

La arquitectura metálica más imponente,realizada por la empresa Francis Morton & Co.,de Liverpool, es la gran bóveda de dos arcos dela estación Retiro. Proyectada por los inglesesE. Lauriston Conder (v.), S. Follet (v.) y J. W. Far-

mer en 1908, fue inaugurada en 1915. Consti-tución, la segunda gran estación de la Capital,se construyó en los años veinte. La obra metá-lica de la inmensa cubierta de los 14 andenesfue diseñada por la sociedad de ingeniería Li-vesey Son & Henderson Consulting Engineers,de Londres, y Francis Morton & Co., de Liver-pool. La construcción de la estructura se reali-zó en Motherwell, Escocia, en la empresa AlexFindlay y Co., Steel Roofs & Bridges Builders.Otra obra importante, el puente transbordadorAvellaneda, sobre el Riachuelo, fue realizadopor los ingleses en 1914, por encargo del FF.CC.del Sud. Digno de nota es también el gigantescogalpón de estructura metálica, para esquila, dela estancia María Behety en Tierra del Fuego.Un uso interesante del hierro, más arquitec-tónico que ingenieril, puede verse en el Museode Historia Natural de La Plata, proyectado porHayneman (v.), Ober y Aberg (v.) entre 1884 y1889. Detrás de una fachada de formas clási-cas, se encuentran las grandes salas expositivasdispuestas en hemiciclo, cuya cubierta esta con-formada por una serie de cabriadas metálicasde refinado diseño.

Al mismo tiempo que se desarrollaba esta“arquitectura metálica”, comenzó a utilizarsemasivamente la estructura de hierro a partirdel uso de perfiles normalizados importados,con los que se conforma el esqueleto de edifi-cios públicos, petit-hôtels y casas de renta (v.).Este nuevo sistema técnico ayudó a configurarel tejido de las áreas centrales de las más im-portantes ciudades. Como afirma E. Gentile,el paisaje urbano iba generando un mundo deatrevidos esqueletos, ocultados pronto por unaarquitectura ecléctica que no quería desafiar elsentido de la tectónica tradicional.

Esta relación entre Eclecticismo (v.) histori-cista y estructura de hierro se vio alterada porla crisis de 1929. La adopción del proteccio-nismo, la regulación económica del Estado yla política de sustitución de importaciones obli-garon a buscar insumos de fabricación local.Una consecuencia de esta política fue la in-centivación de la industria del cemento (v.), quellevó al desarrollo del hormigón armado (v.) yque para su materialización sólo necesitabauna mínima cantidad de acero. A partir de allí,el hormigón reinó indiscutiblemente comoel material estructural de la arquitectura enla Argentina, a pesar de que la producción deacero nacional comenzó a desarrollarse confuerza a partir de la década de 1940. Solo ejem-plos puntuales, fruto de poéticas individualescomo las ferias internadas de J. Casasco (v.) enBuenos Aires, el edificio SOMISA de M. R.

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u CONSTRUCCIÓN DE UN EDIFICIO CON ESTRUCTURA PORTANTE DE ACERO, EN BUENOS AIRES.

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Álvarez (v.), algunos ejemplos de la llamada Ar-quitectura de Sistemas (v.) —que insistió en larealización de grandes techos de estéreoes-tructuras—, muestran ciertos desarrollos queexplotan las cualidades técnicas y estéticas delmaterial. Recién durante la última década delsiglo XX el acero reapareció con posibilidadesventajosas en el mercado local, a partir de uncambio macroeconómico que apuntaba a la in-serción del país en la economía globalizada.De allí en más quedó abierta la posibilidadde nuevas expresiones arquitectónicas, cuyosejemplos más notables, por citar algunos, sonel natatorio cubierto en Mar del Plata, deMSGSSS, y la ampliación del aeropuerto deEzeiza, de MSGSSS y Urgell, Fazio, Penedo,Urgell, así como algunas de las últimas reali-zaciones de M. R. Álvarez. O. I. / R. V.

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HIGIENISMO. m. Parte de la medicina que tie-ne por objetivo la conservación de la salud,mediante la prevención de las enfermeda-des. La voz deriva de higiene, cultismo for-mado sobre el griego hygieiné: ‘arte que con-cierne a la salud’.

Este movimiento de reforma sanitaria y so-cial emerge en distintos países de Europa enlas primeras décadas del siglo XIX. Su objeti-vo prioritario fue la preservación de la saludpública a través de medidas de orden médicoy sanitario, como el estudio y seguimiento deenfermedades epidémicas, la vacunación, la vi-gilancia portuaria o el control cuarentenario,y otro tipo de intervenciones ligadas al sanea-miento urbano y territorial, tales como el abas-tecimiento de agua potable, el alcantarillado,

la inspección de mataderos, saladeros y mer-cados, la difusión del verde urbano, etc. Aun-que muchos de estos tópicos pueden rastrear-se desde la Antigüedad, solo es posible hablarde higiene pública a partir de la emergencia delos estados modernos, que con el tiempo ad-quirirían un papel protagónico en la inspec-ción de las políticas preventivo-sanitarias. Enla medida en que la noción de higiene públi-ca, institucionalizada hacia mediados del XIXcomo disciplina científica, articuló preocupa-ciones de orden social y político con caracte-rísticas del medio físico, su importancia en laconstrucción del espacio urbano y territorialfue predominante hasta las primeras décadasdel siglo XX, cuando la especialización y seg-mentación de los distintos aspectos de la sa-nidad pública comenzó a diluir su hegemonía.Los principios y las nociones definidas por elhigienismo no solo alcanzaron la fuerza de tó-picos sociales estables, sino que contribuyerona la formación de las disciplinas ligadas a latransformación del hábitat humano. En nues-tro país, el auge de la empresa higienista coin-cidió con la consolidación del Estado Nacionaly su consecuente voluntad de homogeneiza-ción ciudadana ante el impacto de la inmi-gración. Estas condiciones imprimen en el mo-vimiento local un énfasis notable sobre ladimensión política y social de la salud, espe-cialmente en el medio urbano.

ANTECEDENTES INTERNACIONALES.

Los estudiosos suelen ubicar los inicios delhigienismo hacia fines del siglo XVIII. Ancla-dos en una larga tradición de lucha contra losbrotes epidémicos, los estados absolutistas eu-ropeos comenzaron las primeras campañasdestinadas a preservar la salud de los habitan-tes en relación con la importancia acordada altema en las doctrinas ilustradas. Las primerasteorizaciones sobre higiene pública aparecie-ron en el mundo germano bajo la autoría de J.P. Frank, quien en su obra Sistema de una com-pleta policía médica sugería el establecimientode una policía sanitaria que debería actuar pri-mordialmente a través de medidas orientadasal mejoramiento del ambiente.

La relación entre salud y ambiente arrai-gaba en una vieja tradición proveniente de lamedicina hipocrática. En su tratado Sobre ai-res, aguas y lugares, Hipócrates aconsejaba almédico tener en cuenta las características delsuelo, agua, vientos, cambios meteorológicos,etc., para dictaminar sobre las enfermedadesde los pacientes. Esta tradición fue recogida enlos tratados de arquitectura desde el siglo XV,

en los que se aconsejaba la sanidad de los lu-gares de habitación. Durante los siglos XVII yXVIII se produce una refomulación del lega-do griego, revisado a la luz de los descubri-mientos científicos, bajo el nombre de neohi-pocratismo. Desde que Lavoisier descubre lacomposición del aire en 1778, la preocupaciónpor su pureza y la identificación de los ele-mentos que la alteran será un tema funda-mental para el incipiente saber higiénico, entanto se consideraba que buena parte de las en-fermedades epidémicas se generaban y tras-mitían a través de los “miasmas”, cuerpos de-letéreos producidos en los lugares malsanos einfectos. Así, buena parte del freno a la en-fermedad se confió a la higiene ambiental. Es-ta se concentró en una serie de medidas, des-tinadas a atenuar los efectos de los sitiosmórbidos (pantanos, marismas, lodazales), aalejar de las áreas habitadas las instalacionesconsideradas peligrosas (mataderos, cemen-terios, hospitales, industrias) y a regenerar lascualidades del aire a través del recurso vegetal.

Los años a caballo entre los siglos XVIII yXIX son centrales en la consolidación del saberhigienista. Las medidas dejan de apuntar a lamera cura individual para enfocar la conser-vación de la salud colectiva: los aportes de laciencia han puesto de relieve la inescindibili-dad de ambos aspectos y la posibilidad de pre-venir masivamente algunas enfermedades. Porotro lado, se asiste a la conformación de las no-ciones de organismo y medio ambiente (Mi-lieu), que implican una consideración holísticade los fenómenos ambientales y una asimila-ción de lo sano con lo natural, que aún se man-tiene en el sentido común. Por último, la com-plejidad burocrática de los estados absolutistaspermite un control de policía relativamente efi-caz, a través de entes específicos; y la necesidadcada vez mayor de mantener activa una fuer-za de trabajo libre para el crecimiento capita-lista impulsa también las tareas de reforma. Escada vez más importante el instrumento esta-dístico para medir los fenómenos: nace la en-cuesta social programada, promovida por losgobiernos, para paliar los fenómenos de mi-seria que amenazan al propio statu quo.

Hacia 1830, década clave en la conforma-ción del higienismo, la cuestión urbana pasóa ser protagonista. La concentración metro-politana se observó como la principal amena-za de los tiempos modernos: la ciudad seríaasí el campo de acción principal de los pri-meros higienistas. Los historiadores han pues-to de relieve la contribución del higienismorespecto de la constitución de un específico

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saber urbano, y se han detenido en la expe-riencia inglesa, cuyos protagonistas afronta-ban las consecuencias del acelerado creci-miento industrial en viejas metrópolis, comoLondres, o ciudades inicialmente pequeñas,como Manchester, con la consecuente con-centración humana, los problemas de haci-namiento de las clases desposeídas y la polu-ción ambiental causada por el cordón fabrilde las ciudades. Esta visión engelsiana, quearticuló los orígenes de la ciudad moderna conla Revolución Industrial, fue matizada pos-teriormente al poner de relieve la contribuciónfrancesa, caracterizada, a diferencia de la bri-tánica, por una fuerte impronta estatal. El mo-vimiento higienista francés, aunque origina-do en la sociedad civil, permitió, en confluenciacon la acción gubernamental, la consolidaciónde instituciones y organismos sanitarios quesirvieron como modelos internacionales.

En Inglaterra, las orientaciones reformis-tas de cuño benthamiano promueven una se-rie de reformas desde la década del treinta, queculminan en la ley general de 1848, la PublicHealth Act, origen de las Boards of Health lo-cales, con una serie de atribuciones de control,gestión e intervención en la ciudad (desde re-des de alcantarillado hasta jardines públicos).La figura principal de este movimiento fue Ed-win Chadwick (1800-1890), quien formó par-te de los círculos utilitaristas y promovió unaserie de leyes sociales, encuestas sanitarias yleyes específicamente urbanísticas que cons-tituyen los antecedentes de la ley de 1848 y con-tribuyen a colocar el tema de la higiene en pri-mer plano. No es ajeno a este clima de ideas elmovimiento en favor de los Public Walks, quearticula la creación de espacios abiertos verdescomo antídoto, moral e higiénico, para las con-diciones de vida metropolitana, desplazandola vieja tradición del parque como elemento es-tético y colocándolo como uno de los instru-mentos principales de transformación urbana.Será en los Estados Unidos donde este movi-miento cobre mayor envergadura.

En el Río de la Plata, el peso del movimientoanglosajón puede hallarse en dos aspectos: eltécnico-ingenieril, a través de la importaciónde técnicos ingleses hacia fines de siglo paralas variadas obras públicas que involucrabancuestiones sanitarias (la canalización y el sa-neamiento de los ríos; las aguas corrientes y elsistema cloacal (v. Saneamiento)), el puerto (v.) y laimportancia acordada al verde como instru-mento de reforma higiénica y moral (v. Parque).

El modelo francés contribuyó centralmen-te en las perspectivas teóricas que tomaron

cuerpo en instituciones señeras. La generaciónque emerge hacia 1830 en Francia define elconcepto de higiene pública como una cienciasocial y administrativa, en la que confluyen dis-tintas especialidades (medicina, química, in-geniería, estadística, etc.); permite la extensióny centralización de las medidas a nivel nacio-nal; articula en forma estable una serie de con-cepciones ilustradas (el derecho a la salud delos ciudadanos, el carácter moral de la higie-ne, etc.) con los descubrimientos científicosmás avanzados de la época, colocando así a lahigiene en un papel perdurable en las consi-deraciones del buen gobierno de las socieda-des. Los escritos de Parent Duchatelet, Viller-mé o Tardieu, protagonistas de esta renovación,constituyen las fuentes teóricas del higienis-mo en el Río de la Plata.

Entre 1865 y 1885 se construye, con los apor-tes de Louis Pasteur y Robert Koch, la teoríamicrobiana de las enfermedades, que provoca

el desmoronamiento de las viejas teorías neo-hipocráticas y vitalistas, y —con ellas— de cier-tas estrategias tradicionales en el saneamien-to urbano. En el marco de las nuevas teoríasque postulaban el contagio por gérmenes es-pecíficos, el aire, el agua y el sol —los trestópicos históricos del higienismo— resignifi-carían su valor. En cuanto al aire, las investi-gaciones de Brown Séquart y de Von Petten-koffer sobre las consecuencias del anhídridocarbónico en la salud alertan sobre la impor-tancia de la aireación y ventilación de los lo-cales, lo que redunda en reglamentaciones queponen especial énfasis en los temas de la al-tura de las habitaciones, la existencia de aber-turas suficientes y la ventilación mecánica. Lasinvestigaciones de Leonard Hill sobre la físicadel aire (1890) destacan las relaciones de cu-baje de aire en una habitación, además de unaserie de variables como la temperatura, la hu-

medad relativa y la capacidad de circulación.También el asoleamiento (v.) cobrará una

importancia fundamental en estos años. Des-de las investigaciones de Pasteur, se recono-cen las propiedades microbicidas del sol, porlo que un tema característico de la vivienda mo-derna, la orientación de las habitaciones, co-mienza a tomar cuerpo desde entonces. Porúltimo, el agua se revela en las investigacionesde Koch y Pasteur como una de las vías privi-legiadas de introducción de la enfermedad. Lanecesidad del control de la pureza del agua lle-vó a la introducción sistemática del examenbacteriológico y al perfeccionamiento de dis-tintas formas de purificación, que culminancon la inclusión de la clorificación hacia la dé-cada del veinte. La infraestructura hidráulicade las ciudades constituirá un factor relevantepara su sanidad desde mediados del XIX.

La progresiva profundización de los dis-tintos factores que contribuyen a la sanidad te-rritorial y social llevó a una mayor complejidadburocrática en el manejo de las distintas va-riables, con la consecuente profesionalizaciónen especialidades científicas, técnicas y ad-ministrativas. Hacia 1940, el higienismo co-mo movimiento civil y la figura del médico hi-gienista, que poseyó lugar tan preponderanteel siglo XIX, ha perdido espacio ante una com-plicada burocracia estatal, que articula las di-versas tareas, cada vez más autónomas, antesresumidas en el higienismo.

EL HIGIENISMO EN LA ARGENTINA.

Características. La problemática de la salud pú-blica en las principales ciudades argentinas,a la que el higienismo intenta dar respuesta,está vinculada con la reforma modernizadorade la sociedad y la construcción del Estado.Aunque las preocupaciones por la higiene pú-blica datan de fines del XVIII, los proyectos co-herentes y estables se encuentran recién en losaños posteriores a la organización definitivadel país. En este período se manifiestan cier-tos rasgos de larga duración en materia de hi-giene, articulados con el pensamiento global-mente positivista de las capas dominantes.La inflexión pública del higienismo se corres-ponde con la voluntad centralizadora del Es-tado y los intentos de homogeneización ciu-dadana a través de diversas instituciones, yconstituye un pilar ideológico en el arraigode un conjunto de representaciones sobre elcuerpo, la salud, y el ambiente, compartidaspor los “expertos” y el público, en un entra-mado de nociones y valores que se extiendena diferentes aspectos de la vida cotidiana.

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u AGUAS SERVIDAS EN UN CONVENTILLO DE BUENOS AIRES.

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Periodización. En el desarrollo de la higienepública rioplatense, es posible distinguir di-versas etapas: a) Un primer período, cuyos ini-cios pueden localizarse en virreinato de Vér-tiz, en el que se ha identificado el primer intentode acción orgánica respecto de los problemassanitarios de la ciudad, y que alcanzó su cul-minación en el breve período de gestión riva-daviana, cuando se definió institucional e ide-ológicamente un modelo de intervención queposeería larga duración en nuestro país, a pe-sar de las discontinuidades políticas y las di-ficultades económicas para desarrollarlo. El es-pacio público constituyó el ámbito exclusivode las acciones; b) Un segundo período que co-mienza en los años posteriores a Caseros (1852),pero que ya hacia 1860 conformó el movi-miento que la historiografía posterior reco-nocería propiamente como higienismo. Para1880 estuvieron configurados los tópicos queotorgan rasgos estables al movimiento local: laimportancia sanitaria y moral del verde en lasciudades; el énfasis en las infraestructuras ur-banas; el temor a la concentración demográfi-ca y al “trasplante” inmigratorio; el prestigiode la disciplina médica. El área de control hi-giénico excedía el espacio público para pene-trar en el espacio privado; c) Hacia 1890 pue-de notarse un desplazamiento en los temascaracterísticos del primer higienismo: unaorientación creciente hacia los problemas delespacio privado y una mayor atención hacia losproblemas individuales de la salud física y men-tal. La multitud, y ya no la infraestructura ur-bana, constituyó el problema principal del dis-curso higienista; d) La década de 1930 fue unmomento de cambio bajo distintos conceptos,que se materializarían en nuevas institucionesa principios de los años cuarenta. Como im-pulso civil, el movimiento higienista perdióimportancia en favor de una nueva apuesta delEstado. El énfasis apareció puesto en la reno-vación institucional de los servicios sociales, yla vieja higiene pública se fragmentó en múl-tiples aspectos. Sus tópicos clásicos ya habí-an sido absorbidos por diversas disciplinas (enparticular, el emergente urbanismo) y la so-ciedad en su conjunto había internalizado lasenseñanzas de décadas de labor sanitaria. Asis-timos así al ocaso del higienismo como disci-plina científica, rectora moral de las socieda-des, guía experta de los gobiernos.

Primer período 1770-1852. Las primeras medi-das de higiene pública en el Río de la Plata sepropusieron en forma orgánica durante el go-bierno de Vértiz, impulsadas por las políticas

ilustradas de la monarquía borbónica. Se creóen forma provisoria el Protomedicato de Bue-nos Aires (definitivo desde 1798), cuyas fun-ciones consistían en la vigilancia del ejerciciode la medicina y en tareas vinculadas al controlde las epidemias y las enfermedades conta-giosas. Después de la Revolución de Mayo, susfunciones fueron absorbidas por la FacultadMédico- Quirúrgica y el Instituto Médico Mili-tar, aunque retuvo facultades administrativas.

Asimismo, Vértiz impulsó una serie de me-didas destinadas a mejorar la higiene de la ciu-dad, tales como el arreglo de las calles; el sa-neamiento de los “terceros”; la prohibición deentradas de carretas a la ciudad; la formaciónde mercados públicos, que, junto a otras acti-vidades consideradas insalubres (panaderías,corrales, mataderos y tabladas), deberían ubi-carse a extramuros; la designación de un regi-dor encargado de vigilar la limpieza de la ciu-dad, etc. Así, las medidas de Rivadavia duranteel gobierno de Martín Rodríguez encontraronun terreno preparado para aceptar una legis-lación enfocada hacia problemas de higiene ur-bana que tendía, fundamentalmente, a la re-definición del espacio público y al control deciertas actividades económicas, consideradaspeligrosas o malsanas. Durante la gestión ri-vadaviana, se destacaron las medidas tendien-tes a modernizar el funcionamiento de la saludpública, como sustituir el viejo Protomedicatopor el Tribunal de Medicina y la Junta de Sa-nidad (entidades que continuaron funcionan-do en el período rosista), dividiendo así forma-ción profesional de atención higiénica de laciudad. Dependientes de la recién creada UBA,se formaron las cátedras de Medicina; de Ins-tituciones Quirúrgicas; y de Clínica Médica.También se reconocieron las medidas de zo-nificación industrial, iniciadas en 1822, y de re-gularización de la trama urbana, vinculadas conmotivos higiénicos, económicos y administra-tivos. El alejamiento sistemático del centro ur-bano de los “espacios peligrosos” (cementerios,hospitales, cárceles) y su inmersión en el ver-de “regenerador”, constituyeron un tópico queen las décadas posteriores sería retomado enotras constelaciones ideológicas. A estas medi-das deben sumarse la creación de la Policía Sa-nitaria del Puerto y los primeros proyectos deagua corriente (v. Buenos Aires).

Sin embargo, los instrumentos legales eranaún débiles e inespecíficos, el control de lasautoridades insuficiente, y las instituciones cre-adas, inestables. No existían campos profesio-nales articulados como para sostenerlas; las lu-chas políticas y las guerras escamoteaban los

fondos públicos.Tanto las medidas de Vértiz como las de Ri-

vadavia se apoyaban en un núcleo de ideas co-mún con respecto a la higiene, bajo el signo delas creencias neohipocráticas de cuño ilustrado.

El núcleo del ideario consistía en la obse-sión por las miasmas, “causa principal” de losbrotes epidémicos. Se entiende así la volun-tad de alejamiento de actividades que antescompartían el casco urbano con la vivienda yel comercio. Nuevas tipologías edilicias se hi-cieron cargo de estos efectos: para ellas se pro-puso un entorno verde, primeros pasos en lazonificación de actividades, de gran impor-tancia en la conformación posterior de la dis-ciplina urbanística.

Pero la acción del Estado se mantenía enuna concepción de higiene urbana que colo-caba como objetivo prioritario la prevenciónde las epidemias. Las medidas adoptadas noexcedían el espacio público. Un nexo claro en-tre necesidades políticas y voluntad higiénicaradicó en las características del medio ambiente,al que se otorgaba cualidades determinantes.En ambos casos, estaba presente una fuerte in-flexión moral. Muchos de estos rasgos per-manecerían en el período siguiente.

Segundo período 1852-1890. La emergencia delmovimiento higienista. La conformación de unEstado-Nación moderno, posterior a Caseros,constituye una referencia ineludible en el es-tudio de las características del higienismo en elRío de la Plata. El período que ahora conside-raremos no puede desligarse de la construccióndel aparato estatal, y el mismo movimientohigienista aparece como pilar fundamental enesta construcción. Resulta sustancial a la con-formación de cualquier nación moderna ciertahomogeneidad cultural que, en nuestro país,se vio fuertemente afectada por la inmigración:las normas de higiene locales se orientaron des-de entonces no solo a procurar la salud de la po-blación sino también a conformar pautas de vi-da universalmente compartibles, tanto como lohicieron la escuela pública o el servicio mili-tar obligatorio. Resulta difícil deslindar los avan-ces científicos de las vagas convicciones naci-das por la percepción de un peligro social alorden establecido. Los protagonistas del mo-vimiento higienista rioplatense actuaron deci-didamente en el mundo político; la mayoría deellos provenían del campo de la medicina, porlo que los profesionales médicos expandieronsus funciones más allá de la salud física de loscuerpos humanos, para convertirse en verda-deros sacerdotes laicos de la Nación.

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Circunstancias históricas y transformacionesinstitucionales y legales. Aunque la década delcincuenta se caracterizaba aún por la inestabi-lidad política, fue entonces cuando se inició undesarrollo sistemático en los temas que nos ocu-pan, especialmente en Buenos Aires. Entre 1853y 1862, la provincia se constituyó en Estado in-dependiente; la bonanza económica permitiola puesta en marcha de muchos proyectos. Bue-nos Aires había crecido durante los tiempos deRosas, si bien la infraestructura sanitaria no sehabía desarrollado en consecuencia. Antes dela gran inmigración, la ciudad triplicó su su-perficie construida, sin contar con los partidosde Flores y Belgrano que se incorporaron en1887. En el resto de la provincia aún se vio li-mitado el crecimiento por el problema indíge-na; mientras que durante la Confederación, sibien se asistía a cierto desarrollo en las ciuda-des del Litoral, este resultaba incomparable conel de Buenos Aires

El dinamismo porteño tuvo consecuenciasprofundas en los cambios operados en materiade higiene. Diversas instituciones relacionadascon ella se crearon desde los primeros años dela década del cincuenta. En 1852 se creó la Mu-nicipalidad de Buenos Aires (reorganizada en1856), en lo que se conformó una Sección deHigiene en 1854 (luego Comisión de HigieneMunicipal) que se ocuparía del alumbrado ylimpieza de las calles, la desinfección del aire yde las aguas, la implementación de la vacuna,el control de los medicamentos y comestibles,las condiciones de los cementerios, cárceles,etc., la prevención de pestes e inundaciones.

La profesión médica fue reordenada en 1852:la creación del Cuerpo Médico de Buenos Ai-res con tres ramas dependientes, la Academiade Medicina, el Consejo de Higiene Pública yla Facultad de Medicina. Se inició la centrali-dad del gremio médico en los problemas am-bientales, debido no solo al papel internacionalque les competía en la disciplina higienista, si-no también a la continuidad relativa de estecampo en el ámbito rioplatense. A pesar del vir-tual cierre de la Universidad, al quitársele losfondos del Estado, algunos jóvenes se doctora-ron bajo el gobierno rosista, como es el caso deGuillermo Rawson, que alcanzaría gran pres-tigio en este período. La creación de la RevistaFarmacéutica en 1856 y de la Revista Médico-Quirúrgica en 1859; la formación de la Asocia-ción Médica Bonaerense desde 1860 y el Cír-culo Médico en 1873; el aumento de la cantidadde médicos hacia 1860 y las discusiones en elseno de la comunidad sanitaria indican, entreotros factores, la efervescencia comparativa del

gremio. Los higienistas adquierieron predica-mento en las Comisiones de Higiene parro-quiales, organismos vecinalistas creados du-rante las epidemias del 1868 y 1871. Pero elorganismo más representativo —y la tribunahigienista más eficaz— fue la Asistencia Pú-blica, promovida por una de las figuras centra-les de este período, José María Ramos Mejía(1842-1914). Este organismo dependiente de laMunicipalidad fue creado en 1881, aunque ad-ministrado con eficacia recién desde 1883. Es-taba organizado bajo el modelo francés y suspoderes fueron tales durante el rebrote de có-lera en 1886-1887, que la prensa habló de “dic-tadura sanitaria”.

El énfasis puesto por los higienistas en lacuestión institucional y su estrecho contactocon el gobierno (aunque en forma nada pacífi-ca) llevaron a una paulatina profesionalizaciónde la función pública: los organismos creadosdebían estar en manos de especialistas. De allílos permanentes ataques del gremio médico-farmacéutico a instituciones de caridad comolas Damas de Beneficencia, que tenían a su car-go la administración hospitalaria, o las críti-cas a la composición de los primeros organis-mos de higiene pública, que en las décadas delcincuenta y sesenta aún se conformaban sin te-ner en cuenta la competencia específica de susmiembros. Desde el 1870 hasta 1890 se pro-dujo una lenta profesionalización de los orga-nismos públicos, que se asentó hacia 1900.

Higienismo y ciudad. La presencia estatal seconsolidó a través de leyes y reglamentos quecondujeron a importantes cambios en la in-fraestructura y la forma de la ciudad. Si bien lasprimeras medidas de saneamiento urbano de-notan la voluntad de retomar las ideas rivada-vianas —especialmente en la centralidad otor-gada a las tareas topográficas de delimitación yregularización del tejido, o la activación de re-glamentos industriales y la separación de es-pacios insalubres—, una conjunción de creci-miento demográfico, hechos lamentables e ideasnovedosas llevaron a imponer la problemáticade la higiene de los espacios privados popula-res con la misma fuerza que la higiene del es-pacio público. Nos referimos a la percepción dela concentración urbana y el consecuente haci-namiento de los sectores de menores recur-sos como responsables principales de la in-fección, tema que si bien se anunciaba desdela década del cincuenta cobró aspectos dramá-ticos durante las epidemias de cólera y fiebreamarilla de 1868 y de 1871, respectivamente.Desde entonces, las medidas genéricas debie-

ron especificarse y articularse con nuevas im-posiciones reglamentarias para atender tam-bién al mundo privado.

El espacio público, de todas maneras, con-tinuó siendo el objeto central en este período.Aunque muchos temas de transformación dela infraestructura urbana ya estaban planteadosanteriormente, no solo no habían sido realiza-dos, sino que constituían propuestas técnica ysocialmente limitadas. El problema del agua yla eliminación de los desechos constituye unejemplo revelador. Pellegrini ya había propuestosoluciones elementales para el agua urbana en1829; bajo una tecnología más moderna, Cogh-lan (v.) proyectó el sistema de agua corriente enun área restringida de la ciudad, en 1869, y des-de 1871 se encargó a Bateman (v.) la definiciónde una red pluvial, cloacal y de aguas corrien-tes en Buenos Aires. Aunque los trabajos ha-bían sido lentos (el programa de aguas corrientessólo alcanzaba al 87% de la población en 1887,y las conexiones domiciliarias cloacales se ma-terializaron recién a partir de 1890), hacia fi-nes de siglo se operó una verdadera transfor-mación del subsuelo de la ciudad: Buenos Airessería desde entonces un modelo sudamerica-no de saneamiento urbano.

Otras medidas profundizaron las anterio-res previsiones. Los reglamentos de control delas industrias se especificaron y ampliaron;otros espacios considerados peligrosos, comolos hospitales (v.) o los cementerios (v.), fue-ron alejados del centro urbano y reglamenta-dos de acuerdo con las nuevas ideas; a la deli-neación de las vías públicas se agregó el controlde la altura de las edificaciones con respecto alescaso ancho de las calles; temas como la pa-vimentación o la creación de amplios espaciosverdes también aparecen relacionados con laspreocupaciones higiénicas. Entre los regla-mentos y leyes tributarias del pensamiento hi-gienista, podemos citar la “Ordenanza sobreestablecimientos industriales”, de 1860; la Leyde saladeros y establecimientos análogos, de1871; la ley de creación del Cementerio de laChacarita, de agosto de 1873, o la ley sobre laaltura de los edificios, de 1872.

Pero en el espacio privado se encuentranlas contribuciones reglamentarias más nove-dosas. Los Digestos Municipales de la épocadan cuenta de una serie de disposiciones quetuvieron como centro los conventillos (v.). Pa-ra lograrlo, se propone la higiene diaria de losconventillos, el retiro de la basura, la ubicaciónespecial de cocinas y letrinas, la estipulaciónde un máximo de habitantes por pieza, la al-tura mínima de los cuartos, la ventilación na-

156 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

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tural o mecánica, el blanqueo interior y exte-rior de los edificios.

Ideas y protagonistas. Aunque los años cin-cuenta fueron activos en la introducción denuevas miradas, los tres años que median en-tre la epidemia de cólera en 1868 y la de fiebreamarilla en 1871 catalizaron el debate, al indi-car un camino que articularía muchos de losclisés vitalistas con las nuevas contribucionescientíficas y otras condiciones sociales. Las ide-as innovadoras que se insinuaban en los añosanteriores, inspiradas por las líneas de refle-xión en el mundo francés de los años treinta,cobraron entonces dominio público ante la gra-vedad de la situación. Para combatir los efec-tos de las pestes, el ámbito de los políticos re-tomó las premisas sobre las cuales habíatrabajado Rivadavia: alejamiento de los espa-cios insalubres del centro urbano; definiciónde espacios peligrosos en virtud de la teoría delas miasmas; las bondades del verde. La de-fensa de esta posición se basaba en una con-cepción ilustrada del espacio público, que locolocaba por encima de cualquier considera-ción sobre el derecho privado en el caso de pe-ligro colectivo: Avellaneda y Sarmiento lleva-ron adelante esta posición. Pero las medidaspropuestas no acompañaron el avance de laciencia, que ya reconocía la superficialidad delalejamiento y propiciaba, en cambio, la inter-vención en profundidad dentro de los espaciosde posible contagio. Manuel Puiggari, quími-co español emigrado al Plata en los años cin-cuenta, fue quien llevó adelante la polémica

con Sarmiento, estrechamente inspirado enlas ideas de Parent Duchatelet: lo pútrido noes necesariamente malsano; las miasmas ce-den su lugar ante las cualidades del agua y elsuelo; el problema central no radica en las in-dustrias (cuya producción puede mejorarse através de métodos científicos) sino en el tras-plante de nuevas poblaciones, que viven haci-nadas en las orillas del Plata. Quedó esbozadaasí la política que se llevaría a cabo en los añossiguientes: el problema principal consistía enla inmigración, en la concentración de multi-tudes “trasplantadas” (la analogía biológica yahabía sido usada en la prensa periódica durantela epidemia de 1871), en el agua y el suelo an-tes que en el aire y la separación de activida-des. Se instauró una concepción de higieneque podríamos llamar “ecológica”, en la me-dida en que acentuó la unidad de los reinos na-turales, en constante circulación interactiva.

Este determinismo biologicista aparece ín-timamente vinculado con las ideas naturalis-tas primero y positivistas más tarde, que de-finen la mentalidad de los intelectuales de eseperíodo en el Río de la Plata. Como ha sidonotado, el positivismo argentino se caracteri-zó por sus rasgos pragmáticos y su voluntadde acción pública, más que por sus disquisi-ciones teóricas. Figuras principales del higie-nismo argentino, como Ramos Mejía, lo fue-ron también de esta corriente filosófica quesubordinó tanto los problemas sanitarios co-mo los políticos y culturales a un núcleo deverdad fundamental: los procesos naturales,descubiertos por la ciencia positiva, imponen

sus leyes, y solo una elite intelectual puede co-nocerlos y anticiparlos. Este clima de ideaspermitió la ampliación de la especificidad hi-gienista a otros ámbitos de la cultura. El mé-dico aparece como la encarnación de un nue-vo saber que se aleja de los presupuestosmecanicistas de la Ilustración.

La obsesión por las epidemias, que caracte-rizaba los primeros pasos del saber higiénico,estaba lejos de desaparecer en este período, pe-ro la salud pública ya no se definía solo por ella,sino que comprendía la prevención en un sen-tido amplio: físico, moral y social. Eduardo Wil-de (1844-1913), una de las figuras principalesdel panteón higienista, definió la higiene pú-blica como “higiene de los pobres”. Desesti-mando la vieja división entre higiene pública yprivada, destacó el papel del Estado en una ac-tividad cuyos límites exceden la preservaciónde la enfermedad, para abarcar “todo lo quese refiere a su bienestar [del pueblo], y esto com-prende todo lo que contribuye a su comodidadfísica y moral. En otras palabras: salud del pue-blo quiere decir: instrucción, moralidad, bue-na alimentación, buen aire, precauciones sa-nitarias, asistencia pública, beneficencia pública,trabajo y hasta diversiones gratuitas” (Wilde,Higiene Pública, 1885). Las tareas de la higie-ne se confunden con las del “buen gobierno”,y desplazan definitivamente la caridad privada.Así, los protagonistas del movimiento higie-nista fueron convocados para diversos cargospolíticos aparentemente alejados de la espe-cialidad médica, como la educación.

La hegemonía del discurso médico respectode otras profesiones no puede desvincular-se, tampoco, de la consolidación institucionaldel gremio. En 1870 se fundó el Hospital deClínicas, que a partir de 1882 fue integradoa la Facultad de Ciencias Médicas; en 1873, laprimera cátedra de Higiene a cargo de Raw-son. La incidencia renovadora de Ramos Me-jía se hizo sentir desde su doctorado en 1879y se constituyó en su entorno lo que sería lue-go el Círculo Médico Argentino. En 1878 seincorporó en la carrera de Ingeniero Civil lamateria Higiene.

Diversas publicaciones jalonaron la conso-lidación de la higiene como disciplina especí-fica: Puiggari publicó en 1863 las Lecciones dequímica aplicada a la higiene y la administración;Wilde, su Curso de Higiene Pública y Privada en1868; las conferencias de Rawson fueron trans-criptas y difundidas a partir de 1874, y su Estu-dio sobre las casas de inquilinato de Buenos Ai-res (1884) compuso el primer estudio sistemáticolocal sobre la relación entre higiene y vivienda

hig hig

157Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u LAS OBRAS PARA LA RED PLUVIAL Y CLOACAL EN BS. AS., REALIZADAS POR BATEMAN DESDE 1871.

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obrera. Ramos Mejía avanzó hacia temas de sa-nidad psicológica en La neurosis de los hombrescélebres en la historia argentina (1878). Los hi-gienistas combinaron un escepticismo radical,que frecuentemente los llevaría a una miradadesencantada sobre el mundo, con el optimis-mo progresista que caracterizó las décadas decrecimiento del país.

Las problemáticas que dominaron el dis-curso higienista en este período pueden re-sumirse así: 1) La colocación del tema de lospobres como objeto principal de la higiene pú-blica, en íntima vinculación con la inmigra-ción. El tema se planteó en un clima de ideasde características del naturalismo, que definíazonas débiles, propensas a la enfermedad, encorrespondencia con el hábitat popular. Al des-tacarse la unidad del proceso, los pobres no po-dían ser ya solo objeto de beneficencia ocasio-nal, sino que constituían un peligro que debíaser conjurado en aras de la salud de toda la so-ciedad; la jerarquía natural desplazó los presu-puestos universalistas de la ideología ilustrada.2) La ciudad, en permanente crecimiento, des-truyó la confianza en su eficacia civilizatoria.Por el contrario, la concentración y el hacina-miento comenzaron a tematizarse aun antesde que esto constituyera un problema real. Aquí

el sesgo moral resultó tan importante como enel caso anterior: la ciudad “fenicia” solo podíaofrecer decadencia y degradación. La gran ciu-dad materializa y amplifica, según esta con-cepción, los problemas de la salud física y men-tal. 3) El Naturalismo organicista constituyó unainnovación romántica de larga duración en elpensamiento moderno rioplatense, que en es-te período se instaló definitivamente. Su de-terminación en todos los ámbitos de la vida per-mitió la presencia del discurso higienista comouna cosmovisión que desborda los problemasde la enfermedad para constituirse en un dis-

curso sobre la sociedad, el gobierno, la moral,la política, y avanza sobre estas bases hacia latotalidad de los comportamientos colectivos,penetrando en el mundo privado. 4) Las vin-culaciones con el Estado y la política, indis-pensables para el buen gobierno de la sociedad,considerado por los higienistas casi como uncalco de sus objetivos. No consolidarían, sinembargo, una relación pacífica con el poder, enla medida en que muchos de sus presupuestosentraron en conflicto con intereses privados opúblicos de otra índole. Por otro lado, esta vin-culación con el Estado llevó a privilegiar rápi-damente en el discurso los aspectos estables dela salud pública ante las emergencias ocasio-nales: el tema de la preservación constituyó laprincipal contribución en la emergencia del mo-vimiento higienista local.

Tercer período 1890-1940. La higiene social.Hacia fines del siglo XIX puede detectarse unainflexión en los temas vinculados con la hi-giene en diversos aspectos. Por un lado, las me-didas legales e institucionales que se habían to-mado fundamentalmente en Buenos Aires enel período anterior adquirieron carácter nacio-nal y orgánico. Los avances en la higiene en elresto de las ciudades argentinas no habían si-do, hasta entonces, comparables con los de laciudad principal: baste citar el caso del segun-do puerto de la República, Rosario, que reciénen la segunda epidemia de cólera de 1886 es-pecializó el aparato municipal con reparticio-nes específicas como la Oficina de Higiene, laAsistencia Pública, o la Oficina Química y deDesinfección, bajo el modelo porteño. El pasomás importante en la nacionalización de lasmedidas fue la reorganización del DepartamentoNacional de Higiene que, creado en 1880, sereglamentó recién en 1891. La fuerte voluntadcentralizadora que caracterizó la gestión inau-gural de Ramos Mejía implicó tanto el cerce-namiento de las atribuciones de muchos orga-nismos porteños, por ejemplo la vigilancia delpuerto de la Capital o algunas tareas del Con-sejo de Higiene, como un avance sobre las au-tonomías provinciales, lo que si bien fue causade disputas, se reveló eficaz en el combate con-tra las epidemias de cólera y de viruela.

La misma voluntad centralizadora puederastrearse en la creación de la Administraciónde Obras Sanitarias (desde 1892 Obras Sani-tarias de la Nación (v. OSN) y del Ministerio deObras Públicas (1898). Se consolidó una bu-rocracia profesional con predominio ingenie-ril que desarrolló prácticas independientesde los cambios de dirección ideológicos o po-

líticos que incidieron fuertemente en los mo-dos anteriores. Así, la infraestructura públicaperdió protagonismo en el debate higienista.Mientras los textos del período anterior reco-rrían metódicamente los ítem de urbanización,aire y luz, suelo y provisión de agua, obras desalubridad, etc., las publicaciones más nota-bles en el giro del siglo abordaron problemasespecíficos en una nueva constelación proble-mática que colocó la cuestión social como pa-rámetro unificador, y desplazó hacia los ám-bitos técnicos y burocráticos las preocupacionespor la ciudad física. Desde tal perspectiva, pue-de hablarse en estas décadas de un pasaje dela higiene pública a la higiene social.

Aunque la inmigración ya había sido iden-tificada como uno de los problemas principa-les respecto de la higiene, la calidad y la canti-dad del crecimiento inmigratorio en la Argentinade estas décadas lo convirtió en un dato obse-sivo, relacionado con la emergencia de un dis-curso eugenésico, próximo a las conviccionesde la degeneración y la regeneración social, lacuestión de la raza y el “peligro” de las multi-tudes. Así, como observa Armus, la vieja cons-telación de enfermedades epidémicas (el cóle-ra, la fiebre amarilla, la peste bubónica, laviruela) fue desplazada por una nueva conjun-ción de “males sociales” que constituían, enel pensamiento eugenésico, un núcleo patoló-gico especialmente corrosivo: el alcoholismo,la sífilis y la tuberculosis. Estos males socialesreconocían en su raíz determinaciones multi-causales, entre las cuales el ambiente físico ysocial no era la menor. Un fuerte acento mo-ral, compartido por los voceros de la elite conlos primeros representantes de las organiza-ciones obreras y con el movimiento social ca-tólico, teñía las consideraciones higienistas has-ta el punto de resultar indistinguibles en eldiscurso médico las propuestas científicas avan-zadas de las directivas que obedecían más a lagobernabilidad de la masa heterogénea de lasciudades, a la percepción negativa del inmi-grante o a los criterios éticos que deberían re-gir una nueva sociedad. El discurso eugenési-co, compartido por las más diversas ideologías,fue cobrando lentamente un acento siniestro,cuya culminación en la década del treinta laconstituyó la política nazi con respecto a la pu-reza racial, inflexiones que no estuvieron au-sentes en nuestro país.

La preocupación por las condiciones de vi-da de los trabajadores representa un ejemplode cambio de rasgos progresistas en el discur-so higienista. Trabajos como los Juan BialetMassé, encargado por el gobierno, detallaron

158 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u INTERIOR DEL PALACIO DE OBRAS SANITARIAS, BS. AS.

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aspectos dramáticos de la vida obrera y sirvie-

ron de base para reformas importantes sobre

la legislación del trabajo. El concepto que guia-

ba a higienistas como Wilde o Rawson acerca

de la relación industria- higiene aún descansa-

ba en la creencia ilustrada de la vecindad o da-

ño causado en la localidad, por lo que la ex-

pulsión resultaba, a la larga, el único remedio.

La nueva higiene industrial, en cambio, reto-

mó ciertos temas ya avanzados localmente, co-

mo el saneamiento de los procesos producti-

vos, pero hizo hincapié no en el efecto de la

industria en el área, sino en la salud del obre-

ro en el interior del taller, lo que llevó a nuevas

consideraciones edilicias y a proponer medidas

de seguridad para evitar accidentes o prevenir

enfermedades profesionales. La vivienda po-

pular se convirtió en un tema específico que

acentuaba la higiene de la habitación y coloca-

ba la necesidad de la vivienda propia como pi-

lar de la sanidad social: un tipo de vivienda de

la que se especificarían formas constructivas,

organización funcional, mobiliario y contexto

de ubicación. El Congreso de la Habitación re-

alizado por el Museo Social Argentino en 1920

constituyó un ejemplo representativo de las con-

sideraciones higiénicas sobre el alojamiento po-

pular en esta etapa (v. Vivienda de interés social).

La experiencia del mundo metropolitano,

que desplazaba la concepción ilustrada de in-

dividuo racional y soberano por la acción “in-

consciente” e incontrolable de las multitudes

en la literatura de la época, implicaba distintas

estrategias de control, entre las cuales la me-

dicalización de la sociedad se revelaba como

una de las más poderosas, pues insuflaba otros

campos de saber y trabajaba con detenimien-

to en áreas hasta entonces poco consideradas,

que abordaban hábitos y conductas íntimas.

Los temas de la salud de la madre y el niño,

la educación sexual, la prostitución, la familia,

y —significativamente— la salud mental, des-

plazaron las genéricas preocupaciones sobre

la calidad del espacio público. Así, resultó no-

table el avance del higienismo sobre el terri-

torio privado, en una vuelta de tuerca de ten-

dencias anteriores, ya que exponía aspectos de

la intimidad que nunca habían sido expresa-

dos tan directamente.

La articulación entre estos diversos regis-

tros aparece claramente en la obra de Ramos

Mejía. Su actividad dentro del Estado, vincu-

lado al oficialismo, ejemplifica tanto la cen-

tralidad ideológica que había alcanzado el gre-

mio médico como la extensión de sus

atribuciones: al frente del Consejo Nacional

de Educación, extendió los principios que an-

tes habían sido puestos en práctica en el mun-

do de la salud, remitiendo circularmente del

organismo al espíritu, del individuo a la so-

ciedad, de la salud al patriotismo. Sus textos

más conocidos —La locura en la Argentina, Lasmultitudes argentinas (1899), que oficia luego

de introducción a Rosas y su tiempo (1907)—

se centraron precisamente en la vinculación

entre los temas de gobernabilidad de la mul-

titud amenazante y penetración en los aspec-

tos más recónditos de la mente individual, en

claves que debían mucho a pensadores, como

Le Bon y Lombroso, lo que lo establece co-

mo uno de los primeros “psicólogos sociales”

argentinos (cf. Terán, 1987).

La preocupación por las multitudes llevó a

una utilización sistemática de ciertos criterios

científicos de medición, como la estadística, que

si bien estaban planteados en el siglo XIX ape-

nas reconocían una incidencia real en las po-

líticas higiénicas locales. Resultan fundamen-

tales las tareas de evaluación realizadas a partir

del censo de 1887 en Buenos Aires, con su apén-

dice El clima y las condiciones higiénicas de la ciu-dad de Buenos Aires, de Pedro Arata. Personali-

dades como Emilio Coni, fundador de la Oficina

de Estadística Municipal, o Samuel Gache (au-

tor de la Climatología médica), realizaron tare-

as centrales en la compilación de estadísticas,

la reflexión sistemática sobre leyes y regla-

mentos, e investigaciones de campo, que cons-

tituyeron un aporte cualitativo para el control

científico de las políticas sanitarias.

En resumen, pueden identificarse en es-

te período continuidades con el ciclo anterior.

La diferencia estriba en la acción sistemática

en todo el país, hecho que consolidó una bu-

rocracia técnica específica. Nuevos temas mar-

cados por el temor al desorden social, por las

disquisiciones eugenésicas, por la temible di-

versidad cultural, llevaron al higienismo a en-

focar en el mundo privado sus aspiraciones

reformistas. Con los más diversos signos ide-

ológicos, se instalan problemáticas que reco-

nocen una fuerte inflexión moral. La figura

del médico culmina en este período su fun-

ción dominante en el orden social.

Hacia 1930 ya pueden notarse cambios en

la sensibilidad social y en las modalidades de

acción pública que se establecerían definitiva-

mente a mediados de la década del cuarenta.

Por un lado, los temas de la sanidad individual

y social se instalaron más allá de la oposición

clásica salud / enfermedad, para extenderse a

una concepción de la vida sana que sugiere es-

tándares de confort, de moralidad y de moder-

nidad que, aunque todavía poco extendidos en

la esfera cotidiana, serían considerados duran-

te todo el siglo XX como parámetros indispen-

sables de la calidad de vida en las sociedades ci-

vilizadas. La higiene del cuerpo, la integración

del baño (v.) a las tipologías edilicias, el control

hig hig

159Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u VISTA DE UNA SALA DE INTERNACIÓN DEL HOSPITAL MILITAR DE BUENOS AIRES, EN 1889.

M: 19950 C1: 10652 C2: 00000 C3:00000 C4:00000 C5:00000 C6:00000140-207 6/3/04 11:23 AM Page 159

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de la temperatura de las habitaciones, de su ven-tilación y asoleamiento, el verde, el deporte, lasvacaciones, etc., se convirtieron en lugares co-munes en nuestra sociedad.

Por otro lado, la creciente injerencia del Es-tado en diversas esferas sociales, entre las cua-les la salud pública poseía un lugar destacable,apareció relacionada con una profunda trans-formación de la profesión médica, cuyos ras-gos más ostensibles consistieron en la desa-parición progresiva del “médico artesano”,consultor de cabecera de las familias, y su con-versión en asalariado. Los años treinta asistie-ron a un desarrollo de las mutualidades, mu-chas de ellas vinculadas a sindicatos obreros,germen de las futuras y poderosas obras so-ciales de la época peronista.

El año 1946 constituye una fecha de infle-xión en materia de salud pública: se creó en-tonces la Secretaría de Salud Pública de la Na-ción, que reemplazó al Departamento Nacionalde Higiene y engarzó, en consecuencia, el áreade salud en el contexto más amplio de la pre-visión, la seguridad y el bienestar social. Alfrente de la Secretaría —hasta 1954— estuvoel médico Ramón Carrillo, quien realizó unade las reformas más importantes, basada endos leyes: la 13012, referida a las bases para unCódigo Sanitario y la 13.019, de Construccio-nes y servicios sanitarios. Los objetivos aten-dían a la dotación de camas hospitalarias (conun ideal de una cada 100 habitantes), a la re-organización de la profesión médica, a cam-pañas para erradicar enfermedades endémi-cas, a la regionalización de los recursos, etc.

Las reformas de Carrillo tuvieron efectosimportantes en la salud de la población en ge-neral, y resultaron centrales para compren-der los cambios tipológicos y técnicos del pro-grama hospitalario (v. Hospital). Pero el avancede las especialidades y la formación de nuevosestamentos burocráticos desplazaron defini-tivamente las competencias sobre la sanidadpública y el ambiente que caracterizaban fuer-temente la primera etapa del higienismo y queaún se mantenían en el período 1890-1940.Los presupuestos higiénicos ya habían sido ab-sorbidos por otras disciplinas, como es el casodel urbanismo, que venía consolidándose enel país desde la década de 1930 y que alcanzósu carta de ciudadanía definitiva en la décadadel cincuenta (v. Urbanismo). Los cambios en lasciencias y tecnologías médicas, y la relación dela profesión con el ambiente construido, apa-recen fuertemente mediados por las autono-mías disciplinares, y la relación directa que po-seía el médico higienista con la transformación

del ambiente físico y social de las ciudades sefue diluyendo progresivamente, para incidirsolo sectorialmente en las construcciones es-pecíficas ligadas a la salud. V. P / G. S.

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N.° 4, Bs. As., 1996.

HISTORIOGRAFÍA Y CRÍTICA DE LA ARQUI-TECTURA. Con “historiografía de la arquitec-tura” nos referimos a los textos escritos sobreel pasado arquitectónico, basados en el exa-men de fuentes literarias y materiales, la se-lección de aquellas consideradas significati-vas y la síntesis de las particularidades locales,relacionadas con la historia general, en unanarración que cumple con una metodologíadefinida académicamente. Desde el Ilumi-nismo, la trayectoria de la historiografía de lasmanifestaciones estéticas es inseparable dela crítica, que idealmente se refiere al deba-te público, frecuentemente reproducida en me-dios no estrictamente académicos. Tratare-mos conjuntamente los temas de crítica ehistoria de la arquitectura, y por separado lasde la historia urbana (v.), aunque esta divisióndebe considerarse solo operativa, ya que elcruce entre tales perspectivas es sustancialen el campo historiográfico argentino.

ANTECEDENTES INTERNACIONALES.La historia de la arquitectura no constituyó

siempre un área independiente de estudios: laidea de que pueda poseer metodologías y con-ceptos específicos es tardía y se conecta di-rectamente con las alteraciones históricas dela propia noción ‘arquitectura’. En los textosmás frecuentados de la Antigüedad podemosnotar su inscripción en tres áreas diversas:

en trabajos enciclopédicos generales, como lasdescripciones de monumentos, ciudades o téc-nicas constructivas en la Historia natural dePlinio; en los tratados de arquitectura, en don-de la historia cumple la función de justificarlas reglas del arte (como en el único tratado an-tiguo que ha llegado hasta nosotros, el de Vi-truvio); y de manera episódica, en función detemas con los que ella apare vinculada, comola inclusión en la Política de Aristóteles, de unarecapitulación de la labor de Hipodamo de Mi-leto, y las primeras ciudades “planificadas” (v.

Historiografía urbana). En el Renacimiento, en lamedida en que la Antigüedad se considerabarectora, las genealogías planteadas por estostextos fueron asiduamente recorridas. Pero, le-jos de repetir aquellas modalidades que ya re-sultaban oscuras, se asiste a innovaciones cen-trales para la historiografía, y en particular parala historiografía de la arquitectura. Ha sidopuesta de relieve la importancia de las des-cripciones de arquitectura en el corpus retó-rico bizantino, en el cual a través del géneroepidíctico se abordaba la descripción detalladade los edificios, una de la fuentes ciertas delo que hoy se conoce como crítica de arquitec-tura. Por otro lado, los humanistas dan inicioa la autonomización de la ciencia histórica delos requerimientos de celebración directa delpoder: la crítica filológica de Lorenzo Valla allegado de Constantino, en el que la Iglesia fun-da su dominio terrenal, es frecuentementecitada como la apertura de un acercamientomoderno al pasado.

En el mundo de la arquitectura, la ciudady las artes en general, la figura principal es Le-ón Battista Alberti, autor de los tres tratadossobre escultura, pintura y arquitectura que se

constituyen en canóni-cos para una nueva de-finición de la tríada queluego se definirá comoBellas Artes. En los tex-tos de Alberti, la historiade la arquitectura resul-ta inseparable de la for-mación de la disciplina,en la medida en que elorigen de las formas le-gitima las elecciones pre-sentes. No se trata de unintento puramente ar-

queológico: además de que sus investigacio-nes y las de sus sucesores precisan, con la do-cumentación escrita y con los restos materiales,la forma de los edificios antiguos, abriendo uncampo de investigación novedoso (el que hoy

160 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u LOS DIEZ LIBROS DE AR-

QUITECTURA, DE VITRUVIO.

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denominamos “preservación patrimonial”), lasnormas y los valores antiguos también se so-meten a críticas y a manipulaciones para adap-tarlos a la contemporaneidad.

En relación con la nueva colocación socialde los artistas, surge desde fines del trecentoel género biográfico, que culmina en Le Vitede Vasari, en 1550, quien establece una mo-dalidad de hacer historia de las artes que aún

continúa: la hipótesis or-gánica de nacimiento, cre-cimiento y decadencia delas artes en un ciclo con-tinuo. La crisis de los pa-rámetros del Humanismoen el siglo XVIII no al-canza a desplazar dos ca-racterísticas de la histo-riografía de la arquitecturaque ya estaban planteadas:por un lado, su unidadcon la historia del arte, y

por otro, su relación estrecha con el operar.Esta relación normativa se quiebra con Winc-kelmann en el siglo XVIII: mientras que lahistoria del arte era para Vasari una pragmá-tica del presente, para Winckelmann, quienya no era artista como su predecesor, se tra-taba de la historia de un ideal que podía reco-nocerse y estudiarse científicamente, con me-todologías y conceptos particulares. Durantelos siglos XIX y XX, la historia del arte se de-fine en función de un objeto privilegiado, lapintura, a cuya historia se someten compa-rativamente la arquitectura y la escultura. Nohay que olvidar que en el siglo XVIII emergela Estética como rama autónoma de la filoso-fía, con lo que se liquida la particularidad delos modos artísticos o técnicos en función delanálisis de criterios universales —se funda,en fin, el Arte con mayúsculas.

Aunque la historia de la arquitectura es asíinseparable de los avatares de la historia delarte y de la estética, algunas diferencias os-tensibles van delineando un campo específi-co de estudios. La arquitectura está en crisisdurante el siglo XIX: la ingeniería, apenas de-limitado su corpus, sustrae de la antigua pro-fesión de arquitecto todo lo concerniente almundo de la técnica y de la infraestructura ur-bana y territorial; la jardinería avanza sobre elterritorio físico, la organización de las ciuda-des, el embellecimiento urbano, prefiguran-do el urbanismo finisecular; otras profesionesse encuentran en mejores condiciones paradictar normas de habitabilidad, como la inci-piente ciencia de la higiene urbana (v. Higienis-

mo). La recolocación de la profesión implicatanto otra definición de sus límites como tam-bién una meditación sobre nuevas formasde proyectación y nuevos parámetros de be-lleza, en la que la historia es protagonista. Apo-yada por los avances arqueológicos y con unconocimiento más afinado de las diferentesculturas, la historia de la arquitectura se con-vierte en una cantera de posibilidades estilís-ticas que terminan por minar el resquebraja-do corpus clasicista. Se cita frecuentementeen los inicios de esta historia particular y ope-rativa el libro de Fischer von Erlach, Entwurfeiner historischen Architektur im Abbindung un-teerschieden berümten Gebäuden des Altertumsund fremder Wölker (1705), culminación de unrecorrido universalista y colección de graba-dos de reconstrucción histórica a disposiciónde los arquitectos. La vieja tradición de guíasde ciudades, iniciada en la baja Edad Media,alcanza un desarrollo inusitado a partir de laspresiones de un incipiente movimiento tu-rístico; a mediados del XVIII el cruce entre ca-tálogos de anticuarios, atlantes geográficos yguías de viajes produce textos como los de Pi-ranesi, los Adam, Caylus o Wood.

Pero nos interesa un aspecto particular deesta transformación: la historia de la arquitec-tura hecha para arquitectos y por arquitectoscon intenciones operativas. Algunas de ellas seinstalan en modalidades académicas, como elDiccionario histórico de arquitectura de Qua-tremère de Quincy, lápida del sistema clásicoplanteada en el momento de su más erudita sis-tematización. Otras juegan un papel innovadoren el debate arquitectónico. Es imposible aquíresumir los diversos aportes: hemos seleccio-nado aquellos que poseyeron mayor peso enArgentina. Así, no puede dejar de nombrarsela contribución de Viollet Le Duc (1814-1879)en su Dictionnaire raisonné de l’architecturefrançaise du XI au XVI siècle (1863-1868), en elque se invierte la valoración vasariana del Re-nacimiento italiano como época de florecimientoartístico, para considerarla como índice de de-cadencia. El cruce entre el romanticismo goti-cista, las teorías positivas de Hippolyte Taine—sucesor de Viollet Le Duc en la École de Be-aux Arts— y las búsquedas de una celebraciónnacional constituyen una clave que se man-tendría en muchas tendencias historiográficasdel siglo XX. En la línea de V. Le Duc, que en-fatiza el racionalismo arquitectónico, AugusteChoisy publica en 1899 su Historia de la arqui-tectura ilustrada, que sirvió como manual de re-ferencia a las generaciones sucesivas. Vincula-dos al clima de ideas en que escribe Le Duc, The

seven lamps of architecture (1849) y The stones ofVenice (1851-1853) de John Ruskin son funda-mentales también para el anclaje de las ideasrectoras que organizan el material histórico mo-derno. En diversos tratados académicos fran-ceses podrá seguirse la inspiración de la His-toria en las operaciones arquitectónicas.

Aunque en los años heroicos de la Arqui-tectura Moderna los principales historiado-res y publicistas no son arquitectos, ya se haperfilado una separación clara entre la histo-ria de la arquitectura y la historiografía de las“artes hermanas”. De las diversas contribu-ciones entre los años 1930 y 1950 (Hitchcock,Pevsner, etc), el caso de los textos de SigfridGiedion es ejemplar, y de especial trascendenciaen los caminos de la Arquitectura Moderna.Desde Bauen in Frankreich (1929) hasta Espa-cio, tiempo y arquitectura (1940 y ediciones pos-teriores), Giedion se convierte en el publicistadel Movimiento Moderno, definiendo sus mo-tivos, su canon, sus fronteras. En Espacio... tra-za una historia completa de la arquitectura oc-cidental, por lo que otorga una genealogía a lasobras del presente y constituye una nueva lec-tura del pasado. La clave de lectura de Giediones doble: la técnica progresiva, nacida en la po-bre y silenciosa cuna de los ingenieros ingle-ses o de los inventores americanos, y la unidadde las manifestaciones artísticas, que respon-den al Zeitgeist (espíritu de la época). Este es,

según Giedion, cientí-fico-técnico, y sobre labase de este parámetrose miden valores y dis-valores de la práctica ar-quitectónica. La fuerzade esta construcción ra-dicaba principalmenteen el hallazgo de unaclave de articulación en-tre la arquitectura yotras manifestacionesculturales y sociales. Deespecial importancia re-

sulta la reedición del texto en el que incluye laArquitectura Moderna brasileña, en funciónde reevaluar el carácter nacional de las arqui-tecturas de posguerra: en la Argentina, el im-plícito punto de comparación en los años deposguerra será el Brasil de Niemeyer y Costa.

Las historias de la arquitectura centradas enel Movimiento Moderno ofrecen también cla-ves teóricas y modelos para la acción. El pesode la construcción histórica de las disímiles ex-periencias de las primeras décadas del siglo enun único movimiento moderno de trayectoria

hig his

161Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u LAS VIDAS,

DE GIORGIO VASARI.

u CONFERENCIAS DE BRU-

NO ZEVI EN LA ARGENTINA.

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heroica y democrática —en ambigua versiónmarcada por las elecciones clásico-monumen-tales del nazismo y el estalinismo— es tal querecién será puesta en cuestión de manera sis-temática a partir de los estudios de la Escuelade Venecia, a fines de la década de 1960. Estegrupo, formado bajo distintas solicitaciones te-óricas (desde el postestructuralismo francéshasta la crítica adorniana inscripta en el mar-xismo occidental), destruye la articulación ce-lebratoria de la crítica y la historia de la arqui-tectura, íntimamente enlazadas durante el sigloXX. No es extraño que tal operación se produzcaen Italia, cuya relación con el mainstream van-guardista fue siempre problemática. En los añoscincuenta, dos historiadores de muy distinta

orientación habían impac-tado fuertemente en la es-cena italiana, y también ennuestro país: Bruno Zevi(v.) y Giulio Carlo Argan. Elprimero teoriza, desde unavertiente organicista, la uti-lidad de la historia en fun-ción del proyecto; lleva asíal extremo las vertientes dela historia operativa. Argan,en cambio, combina sen-sibilidad progresista con

erudición clásica. Las solicitaciones de la disci-plina en los años sesenta, que recusan fron-talmente su pertenencia a las bellas artes parareinstalarse —como en la Antigüedad— en elmundo técnico y social, lo llevan a pensar nue-vas articulaciones entre los problemas de la for-ma arquitectónica y el contexto sociocultural.De 1960 es también la primera edición de unade las sistematizaciones historiográficas másdifundidas localmente, la de Leonardo Bene-volo, Storia dell’architettura moderna. Sobre es-te rico fondo emergen las primeras hipótesisde la Escuela Veneciana, que deconstruye losrelatos canónicos, promoviendo la articulaciónde la crítica con la historia y la filosofía estéti-ca, y reformulando el terreno de la historia dela arquitectura dentro de la historia general. Serescatan entonces contribuciones que la his-toria de la arquitectura apenas había registra-do: las de Aby Warburg; las del marxismo oc-cidental vía Lukács, Benjamin y Adorno; las dela epistemología francesa y el análisis posfreu-diano. Temas poco considerados en los relatoscanónicos, como el los Höfe vieneses, los ava-tares de la vanguardia soviética, la multiplici-dad de opciones académicas fueron revisados,marcando la producción de la nueva arquitec-tura en las décadas de 1970-1980. El peso que

esta corriente, definida conjuntamente por his-toriadores, filósofos, arquitectos y teóricosde la arquitectura, poseyó para la renovaciónhistoriográfica internacional y para interpre-tar los caminos adoptados por la arquitectu-ra aún no ha sido convenientemente evalua-do; en nuestro país su influencia significó elpunto de inflexión de la historia canónica.

HISTORIA DE LA ARQUITECTURA EN LA ARGENTINA.

1. Temas, problemas, periodización. El campode la historia de la arquitectura carece en la Ar-gentina de un desarrollo destacado por varia-das razones. Por un lado, deben considerarselas orientaciones de la historia general. Hastala década de 1950, y más allá, el registro de lahistoria política fue el principal, destinado aconstruir una épica nacional en la que no en-traron las artes, las técnicas y menos la arqui-tectura. Cuando cabía considerarla, solo inte-resaron los testimonios construidos ligados aacontecimientos cívicos o a momentos de nues-tro pasado suficientemente lejanos como pararescatar los restos materiales en su exclusivovalor de antigüedad. La emergencia de ver-tientes ideológicas alternativas a la historia li-beral, como el Revisionismo, no alteraron es-ta visión respecto de las artes y la arquitectura,ya que no alteraron la centralidad de la políti-ca en versión celebratoria —solamente fue in-vertida. Los aún frágiles estudios de historiadel arte no podían constituir, tampoco, un apo-yo: por el contrario, la institucionalización dela historia de la arquitectura es anterior a la delas artes visuales.

La tardía formación del campo disciplinararquitectónico, que se establece como tal enplena batalla por el Modernismo, puede suge-rir otro registro de problemas con que la his-toriografía tuvo que hacer cuentas. “Moder-nos” y “Académicos” debían echar mano de lahistoria con fines polémicos y no eruditos. Lahistoriografía de la arquitectura argentina semovió en esta pinza entre una historia políti-ca, que no iba más allá de la cronología, y la ce-lebración patriótica, y una historia tensada por

los requerimientos de in-troducción de lenguajesy problemas actuales.

Se instalaron así dosmodalidades persisten-tes. Por un lado, el énfa-sis documental, que ocul-ta ideologías reaccionariasbajo pretensiones de ob-jetividad. Esta tradiciónha hecho sus aportes con

el hallazgo y publicaciónde documentos, con elredibujo de obras exis-tentes o con la recons-trucción minuciosa delas pérdidas, y resultainvalorable para la polí-tica patrimonial. Porotro, la vertiente cen-trada en la crítica de laarquitectura con fun-ciones operativas, ensa-

yos ricos en observaciones específicas, pero queutilizan como dato inerte el “contexto históri-co”, sin ninguna distancia con el momento enque las diversas arquitecturas convocadas fue-ron realizadas. Aunque desde la década de 1960se registran innovaciones de importancia (la ar-ticulación con la historia social y urbana, la nue-va historia crítica, etc.), estas no llegaron a afec-tar a fondo los tópicos recurrentes construidosdurante décadas por las interpretaciones rec-toras, en la medida en que, en el mismo mo-mento en que comienza a densificarse el cam-po específico de la historiografía, en la recienteemergencia de la democracia, la profesión tien-de a alejarse no solo de la reflexión sobre su pa-sado sino también de la fuerte articulación conotros registros de la cultura, que había caracte-rizado su perfil moderno entre los años cin-cuenta y setenta del siglo XX.

Sobre este fondo de problemas genéricoses posible distinguir períodos definidos en elestudio del pasado arquitectónico local. Antesde 1910, los textos sobre historia de la arqui-tectura son escasos. El Centenario de la Revo-lución de Mayo crea un clima de revisión queimplica a la arquitectura y a la ciudad, impri-miéndole un carácter antiliberal hacia el queotros registros culturales ya habían avanzado.La pregunta por la “arquitectura propia” cre-ció desde entonces, conformando un tópicoque, si bien opera de maneras distintas du-rante el siglo XX, nunca fue abandonado. Doscuestiones alteran cualitativamente estos pri-meros acercamientos en la década de 1920.Por un lado, la emergencia de la “nueva his-toria”, que discute desde la objetividad del do-cumento con construcciones altamente ideo-logizadas, como la de Groussac: este giro poseeuna fuerza inusitada en el registro de la his-toria colonial, por haber desestimado la “le-yenda negra” de la Conquista y haber creadoen su lugar una versión reconciliada. En for-ma independiente, la Arquitectura Modernapublicita su propia visión de la historia, a tra-vés de publicaciones literarias como las re-

162 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u LA ARQ. BARROCA

EN ITALIA, G.C. ARGAN.

u REVISTA DANA.

u LOS DOCUMENTOS..., DE

LA REVISTA SUMMA.

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vistas Martín Fierro y Sur, en debate con lospresupuestos académicos; pero esta versióncoincide, desde el punto de vista del juicio his-tórico, con el diagnóstico que la historiografíainstitucional realiza sobre la ciudad y la ar-quitectura —la blanca y modesta Arquitectu-ra Colonial habría sido arrollada por el bailede máscaras finisecular, en manos de inmi-grantes en ascenso.

No es aventurado entonces proponer, auncon todas sus alternativas, un período que abar-ca desde 1910 hasta 1947, cuando se crea el Ins-tituto de Arte Americano e Investigaciones Es-téticas junto con la Facultad de Arquitectura. Lafecha produce un corte definido, en la medidaen que los trabajos que antes constituían apén-dices modestos de investigaciones mayores pa-san a poseer una entidad propia. Hemos elegi-do, ante la ambigüedad de los cambios, fechasclaras de institucionalización de la disciplina.

En las décadas posteriores, las del cincuen-ta y sesenta del siglo pasado, se operan cambiosfundamentales en el enfoque tradicional de laarquitectura; se destacan los trabajos críticos deFrancisco Bullrich (v.), que orientan las investi-gaciones históricas de la Arquitectura Moder-na nacional y construyen el canon que aún hoyse utiliza en el sentido común disciplinar. Si to-mamos como referencia el devenir institucio-nal, la culminación de estos años de afán porcrear una historia moderna de la arquitecturaargentina puede ubicarse en 1971: cuando Jor-ge Gazaneo (v.) se hace cargo del Instituto. Pe-ro son ya tiempos poco proclives a la reflexiónhistórica. La historia de la arquitectura deja de-finitivamente de pasar por Buenos Aires; la his-toria urbana irrumpe a través de las compila-ciones latinoamericanas del arquitecto-sociólogoJorge Enrique Hardoy (v.) y desplaza la consi-deración estética de los objetos arquitectónicos;en poco tiempo, el IAA es virtualmente cerra-do. La dictadura barre toda discusión posible yatrasa en décadas la conformación de una his-toria crítica. En este período, crece la impor-tancia del Instituto Argentino de Investigacio-nes de Historia de la Arquitectura y elUrbanismo, orientado a la preservación y a lapuesta en relieve de la arquitectura nacional,especialmente a través de su revista orgánica,DANA. Esta versión historiográfica, preocupa-da por la preservación patrimonial, es tambiénla dominante en el emprendimiento de la re-vista Summa, Documentos para una historia dela arquitectura argentina (1978). Un nuevo pe-ríodo se abre en 1985, cuando la emergenciademocrática implica la apertura del debate y seasiste a la introducción de nuevos parámetros

historiográficos que ocasionan el quiebre delmonopolio patrimonialista. La reapertura delInstituto de Arte Americano y la gestión de susdos primeros directores (R. Fernández y J. F.Liernur) instalan nuevos temas, aunque con di-ferentes perspectivas, abriendo las puertas agrupos más jóvenes o políticamente margina-les en la época del Proceso militar. La articu-lación entre arquitectura e historia alcanzó enla década del ochenta del siglo XX una fortale-za no ajena a la renovación de los parámetrosdisciplinares, esto es, lo que aquí se conociócomo Posmodernismo. En los años siguien-tes se verificó la ampliación cuantitativa de tra-bajos de historia de la arquitectura y tambiénla profesionalización de nuevas camadas deinvestigadores en todo el país. Sin embargo,desde la década de 1990, la autonomía delmundo historiográfico con respecto a las prác-ticas arquitectónicas, orientadas hacia un pro-fesionalismo sin referencias, se acentuó de talmanera que quebró la relación dialéctica en-tre disciplina e historia.

2. Períodos. 2.1. Antecedentes: aportes historio-gráficos durante el siglo XIX hasta 1910. Hasta elCentenario de la Revolución de Mayo, la histo-ria de la arquitectura local había sido práctica-mente ignorada: es que no existía ni un campoprofesional arquitectónico ni una área autóno-ma de bellas artes. Sin embargo, algunos tex-tos pueden considerarse como antecedentes dela conformación de una historiografía de laarquitectura y de la ciudad rioplatense. Satur-

nino Segurola, en el primer cuarto del XIX, reu-nió documentos históricos generales que com-prendían también registros de monumentoslocales y testimonios de prácticas edilicias. Enla famosa Colección de obras y documentos rela-tivos a la historia antigua y moderna de las Pro-vincias del Río de la Plata, Pedro de Angelis in-cluyó fuentes relevantes sobre las misionesjesuíticas. En el enfoque de la arquitectura co-mo monumento, se destacan los trabajos de Vi-cente G. Quesada y Manuel Ricardo Trelles enLa revista de Buenos Aires. La historia del artesuele citar como antecendente la obra de JoséR. Suárez, discípulo de Sarmiento, El Plutarcode los jóvenes; tesoro americano de bellas artes (Pa-rís, 1872). Como correspondía al estado de es-ta rama particular de la historia, las bellas artesse definían a partir de la pintura; así, la arqui-tectura se trata en el texto de Suárez de formameramente descriptiva: solo se hallan indica-dos los edificios cívicos notables.

El aporte del puñado de arquitectos que ope-raban en el Río de la Plata en las décadas delsetenta y del ochenta del siglo XIX es aún másescaso. De los pocos artículos con mencionesde la historia de la arquitectura que se inclu-yen en función de debates sobre el presente,pueden citarse el de Juan María Burgos (v.): “Laarquitectura en Buenos Aires”, publicado en1880 en los Anales de la Sociedad Científica, oel de Adolfo Buttner: “La arquitectura de Bue-nos Aires”, fragmento de una tesis inédita, pu-blicado en 1877 en la Revista de Buenos Aires.En este pobre concierto, llaman la atención dosartículos aislados, que plantean de manera ori-ginal, por el tema y por las hipótesis, el esquemahistórico de la evolución de la casa en el Río dela Plata. Nos referimos al artículo de EnriqueAberg (v.): “La casa particular en Pompeya yla de Buenos Aires” (Anales de la Sociedad Cien-tífica Argentina, 1878), que pone por primeravez en relación estas dos tipologías y estable-ce una interpretación de vastos alcances tem-porales; y el de Domingo F. Sarmiento: “Ar-quitectura Doméstica” (Revista de Ciencias, Artesy Letras, 1879). Pero, a pesar de las detalladasdescripciones y novedosas interpretaciones,Sarmiento estaba interesado en las formas dehabitar y no en los valores particulares de la ar-quitectura. La sucesión cronológica reproduceel mismo movimiento de transformación que,en Europa, va desde el parque inglés a las ciu-dades, desde la periferia hacia el centro urba-no. Durante el gobierno de Avellaneda, el mo-mento de “eflorescencia” de la arquitectura dela casa, Sarmiento cree constatar, entusias-mado, esta extensión de la gracia suburbana al

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163Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u HÉCTOR GRESLEBIN (CON ROPA DE TRABAJO) RELEVA LOS

TÚNELES DE LA MANZANA DE LAS LUCES, BS. AS., EN 1920.

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centro de la ciudad; en el apogeo del ornamentoidentifica el elemento de progreso que deste-rrará, evolutivamente, las arabisantes del pa-tio y de la azotea baja.

Otros aspectos del hábitat y la transforma-ción territorial ofrecen un nuevo panorama.Carlos E. Pellegrini (v.) había reunido, a finesde la década de 1820, documentos para una“historia civil y arquitectural de Buenos Aires”,que publicó de manera fragmentaria en su Re-vista del Plata, después de la Organización Na-cional. Debe destacarse su temprano interéspor historiar también enclaves urbanos y obrasde ingeniería y de transformación del paisaje.

2.2. La formación de una historiografía de laarquitectura y los debates sobre la “arquitec-tura nacional” (1910-1947). Hacia principiosdel siglo XX, los arquitectos aún definen los lí-mites e incumbencias de su profesión. Peroeste naciente campo profesional, estrechamentevinculado a la elite local, no puede menos queser impactado por el clima de revisión que al-canza su apogeo en el Centenario. Suele men-cionarse el peso de libros como La restauraciónnacionalista de Ricardo Rojas (1909) para in-dicar esta vuelta a “lo nacional”, en una pers-pectiva latinoanoamericana, en el mundo dela arquitectura. Rojas será invitado a participardel debate sobre los estilos nacionales que sedesarrolla en la Revista de Arquitectura (v.) en1915; años más tarde, editará su Silabario de ladecoración americana (1930), en el que persi-gue una veta de estudios ornamentales que

continuará Vicente Nadal Mora (v.).Por cierto, esta inflexión estaba lejos de

constituir un programa original argentino o la-tinoamericano. La referencia idílica de los ar-quitectos rioplatenses era la Academia de Be-aux Arts francesa, y no pasó por alto apersonajes como Christophersen (v.) el fuerteimpulso nacionalista decimonónico que al-canza nuevos bríos en Francia después de laguerra franco-prusiana. El pensamiento aca-démico no era ajeno a temas como el ambiente,el clima, el uso de materiales locales, el ca-rácter nacional; en la Argentina, muchos ar-quitectos de origen italiano responderán a lasdemandas planteadas por Camilo Boito, quecasaba de manera particular tradición nacio-nal, estilo nuevo y preservación. En todo caso,el problema consistía en qué nombrar comonacional, cuando resultaba difícil recostarsesobre la débil tradición local, con el fondo ina-sible y cambiante de la inmigración masiva.

Todos estos problemas se traducían en cues-tiones de estilo, que no se consideraba ya en elsentido retórico —como ornamento del len-guaje— sino, en palabras de Lugones, como“la característica dominante de una creencia ode un esfuerzo espiritual” en la arquitecturade un pueblo, y así definido poseía valenciassociales y psicológicas cuya importancia cívicaexcedía la discusión disciplinar. Lugones, queya se había ocupado del tema en 1910 (en ElImperio Jesuítico y en los debates sobre el mo-numento de la plaza del Congreso), tambiénparticipa de la mencionada polémica impul-

sada por la Revista de Arquitectura junto conotras personalidades como Juan B. Ambroset-ti (quien inaugura la indagación etnográficaen la Argentina), Cupertino del Campo (unpintor hoy considerado menor, pero entoncespartícipe de la elite académica), o Juan Agus-tín García, autor del influyente libro La ciudadIndiana (v. Historia urbana).

En 1914, el arquitecto Martín Noel (v.) habíapronunciado una serie de conferencias sobrearquitectura virreinal en el Museo de Bellas Ar-tes, en las que planteaba las bases de una de laslíneas maestras para traducir la historia en unestilo local: la que afirmaba la preeminenciahispánica como factor de unidad de las distin-tas manifestaciones del Colonial americano.Fiel a su programa, Noel realizará en las déca-das siguientes algunas de las obras más cono-cidas en el estilo llamado Neocolonial (v.), pe-ro su labor interesa aquí por la contribuciónteórico-histórica que instala el mundo de losproblemas arquitectónicos en el área artística.Desde 1939, Noel impulsa las hermosas edi-ciones de los Documentos de arte argentino, pu-blicados por la Academia de Bellas Artes, pro-fusamente ilustrados con fotografías de HansMann. Los Cuadernos reseñan la arquitecturaregional de valor patrimonial, y así se suceden,entre otros, De Uquía a Jujuy (1939); Por la ru-ta de los incas y en la Quebrada de Huamahuaca(1940); trabajos sobre las estancias jesuíticasde Santa Catalina (1940) y Jesús María (1940);La Catedral de Córdoba (1941); La Iglesia de laCompañía en Córdoba (1942); La ciudad de Sal-ta (1942); La casa del Virrey (1942); Por los va-lles de Catamarca (1942); Región de Cuyo (1943);La Iglesia del Pilar (1945); Las ciudades de SantaFe y Corrientes (1945); etc. Puede observarse lacentralidad de los temas coloniales, resumidos,con pocas excepciones, en programas religio-sos o monumentales. No es este el único em-prendimiento en la prolífica década del cua-renta; otras instituciones, como la Facultad deFilosofía y Letras, en sus diversas ramas de et-nografía, geografía e historia, contribuyeron enla ampliación de la investigación histórica demonumentos y sitios.

Detrás de muchos textos eruditos se en-globan, sin embargo, polémicas operativas.Héctor Greslebin (v.), por ejemplo, bregaba porla difusión de los modelos prehispánicos, y élmismo realizará excavaciones arqueológicasen sitios como la Tambería del Inca. Desde1910 cobran impulso los trabajos y reflexionesarqueológicos: la creación del Museo Etnográ-fico; la realización el Primer Congreso Inter-nacional de Americanistas en Buenos Aires,

164 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u DIBUJO A PLUMA DE JUAN KRONFUSS, EN SU LIBRO ARQUITECTURA COLONIAL EN LA ARGENTINA, DE 1920.

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en el marco del Centenario; la iniciación en1909 de varias exploraciones impulsadas porla Facultad de Filosofía y Letras, con el coro-lario de la primera restauración de un sitioprehispánico en territorio nacional, Tilcara. Es-tos emprendimientos se traducen en un inte-rés generalizado por las culturas indígenas. Notodos los arquitectos subyugados por las civi-lizaciones precolombinas se atienen literal-mente, como Greslebin, a su repertorio orna-mental; ellas inciden también, hacia los veinte,en los primeros pasos de un incipiente Mo-dernismo, como en el caso de Alberto Prebisch(v.) y, más reflexivamente, de Ángel Guido (v.).Prebisch utiliza críticamente modelos incaicos,oponiéndolos a esculturas rodinianas, que a sujuicio representaban la “decadencia” decimo-nónica. Escultores ligados a la misma elite re-novadora, como Pablo Curatella Manes, hacenhincapié en una forma hierática precolombi-na resonante con el Cubismo. No son estos da-tos secundarios para comprender la inflexiónalternativa de los movimientos renovadores enlas artes plásticas, que, en típica jugada van-guardista, reúnen pasado arcaico con futurotecnológico. También hacia las cualidades es-pecíficas de la forma y la riqueza de los reper-torios ornamentales americanos se orientanlos escritos de Guido, atento conocedor de Wölf-flin y polémico comentarista de las líneas cor-busieranas de la vanguardia local. Su Fusiónhispano indígena en la arquitectura colonial(1925), prologado por Noel, trabaja desde ca-tegorías morfológicas la “mestización” de la ar-

quitectura argentina. En 1927, la arquitecturahispanoamericana extiende, y pone a prueba,la aplicación de las categorías wölfflinianas ensu interpretación del Barroco americano; Ar-quitectura y estética de la arquitectura criolla in-troduce el análisis de arquitecturas populares.Su trabajo más difundido consiste en una re-copilación de conferencias brindadas en Mon-tevideo entre 1939 y 1940: Redescubrimiento deAmérica en el Arte (1941).

Interesa señalar la íntima relación que losescritos teórico-históricos de estos autores po-seen con la práctica concreta: en toda Améri-ca hispana, la historia local se convertirá en re-pertorio estilístico. Pero, desde el punto de vistahistoriográfico, se fue avanzando a través deesta nueva sensibilidad en el conocimiento yla difusión de muchos aspectos de la arqui-tectura del pasado local, como lo testimonianlos viajes de estudios efectuados a Córdoba porlas promociones de 1916-1918 del taller de Pa-blo Hary (v. Lanús y Hary), de la Escuela de Ar-quitectura de Buenos Aires. Debe destacarsela labor de Juan Kronfuss (v.), quien en 1920publica Arquitectura colonial en la Argentina, laprimera obra sistemática de historia de la ar-quitectura local, que repasa este patrimonio enCórdoba, Jujuy, Salta y Buenos Aires, utilizandoinstrumentos teóricos y prácticos (tales comosus dibujos a pluma) específicos a ciertas mo-dalidades de este quehacer histórico. Las con-clusiones de Kronfuss revalorizan la pobre ar-quitectura de los estados del Plata, no enfunción de su comparación estética con la delos virreinatos prósperos, sino en función dela comprensión del carácter local. En la mis-ma línea de estos trabajos, Miguel Solá publi-ca Arquitectura colonial de Salta (1926), con di-bujos de Jorge Augsburg; del mismo autor seedita en Barcelona, en 1935, un abarcante ma-nual sobre historia del arte hispanoamericanodurante los siglos XVI y XVIII que, en opiniónde R. Gutiérrez, constituye una publicacióninicial en su tipo, por la poderosa síntesis detan amplia geografía artística.

En suma, en los años que van de 1920 a1950, los aportes principales se enfocan haciala arquitectura colonial, en íntima relación conlas perspectivas y trabajos derivados de la Aca-demia Nacional de la Historia y de la ComisiónNacional de Monumentos (v. Patrimonio). La fi-gura de mayor proyección en este marco laconstituye Guillermo Furlong (v.), jesuita san-tafesino formado en los Estados Unidos y enEspaña, cuyo mentor local fue el historiadorEnrique Peña. Peña había publicado, en oca-sión del Centenario, los Documentos y planos

relativos al período edilicio colonial de la ciudadde Buenos Aires (1910), base de tantas investi-gaciones posteriores, en el marco de una pro-ducción notable sobre la historia de Buenos Ai-res (v. Historiografía urbana). Furlong publica en 1933Los jesuitas y la cultura rioplatense, con un ca-pítulo especial sobre arquitectos, escultores ypintores de la Compañía. Estas investigacionesse ampliarán en los años siguientes y culmi-narán en Arquitectos argentinos durante la do-minación hispánica (1946). El objetivo explíci-to de Furlong (el realce de la actividad jesuítica,la crítica a la leyenda negra de la dominación)empaña la confiabilidad de sus trabajos, perola extensión descriptivo-documental en unaempresa de tan largo aliento los convierten enuna fuente obligada. La extensa obra de Fur-long , sintetizada y recopilada, se editó en 1969en los tres tomos de Historia social y cultural delRío de la Plata. Furlong es el maestro y la re-ferencia directa de quienes formarán parte dela primera institución dedicada con exclusivi-dad a la historia de la arquitectura, el Institutode Arte Americano.

2.3. El IAA y las instituciones alternativas(1946-1971). En 1946 se crea el Instituto deArte Americano e Investigaciones Estéticas(IAA). El abarcante título, que incluye todaslas artes, obedece a la voluntad institucionalde asumir una función rectora, por estar liga-do a la “única casa dentro del cuadro univer-sitario en donde se estudia y practica el arte”,según el editorial del primer número de la re-vista orgánica, Anales del IAA.

Mario Buschiazzo (v.), quien había actuadocomo técnico en la Comisión Nacional de Mo-numentos, será su director por varios años. Enel IAA se consagra institucionalmente el cruceentre el documentalismo característico de la“nueva historia” con la fuerte inflexión patri-monialista que se consolida durante los añostreinta. Así, si desde el campo de la historia seimpugnaba a personajes como Noel por utili-zarla en función del proyecto edilicio, esta ope-ratividad será reemplazada por otra que se per-cibe entonces como tarea natural del historiador:registrar, relevar, fechar, describir y atribuir losobjetos arquitectónicos que se consideran par-te del patrimonio histórico de la Nación. Se san-ciona así, por un lado, la división entre verda-dera historia y crítica funcional a la disciplinaarquitectónica; por otro, se establece uno de losmatrimonios culturales de mayor permanen-cia histórica, el del patrimonialismo conserva-dor con la historia y, derivándose de él, la iden-tificación de la tarea de historiador “serio” con

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165Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u JUAN KRONFUSS REALIZÓ RELEVAMIENTOS DEL PATRIMO-

NIO ARQUITECTÓNICO EN CÓRDOBA, SALTA, JUJUY Y BS. AS.

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la de las disciplinas auxiliares (cronología, ar-chivística, etc), con una inflexión antiespecula-tiva y antiintelectual que también persiste. Es-ta línea de historiadores siguió los consejos queFurlong gustaba recordar citando a Enrique Pe-ña: “No lea libro alguno de historia [...] y fre-cuente el Archivo General de la Nación”.

Para llevar adelante esta batalla de ocupa-ción del campo, la primera polémica relevan-te en el IAA se dirigirá contra la crítica flori-damente adjetivada del arquitecto Noel en lostextos de la Academia de Bellas Artes. En estemarco programático, resulta fácil compren-der por qué no ingresaron en Buenos Aires lasnovedades metodológicas o historiográficas in-ternacionales, cómo, en consecuencia, se man-tuvieron adelgazados lugares comunes que ser-vían para situar fácilmente los hitos cronológicoso las someras interpretaciones culturales, y có-mo resultó difícil, a pesar de los esfuerzos delmismo Buschiazzo, integrar al Instituto estu-dios sobre la Modernidad arquitectónica. Entresu fundación y 1955, los trabajos relevantes delIAA poseen como objeto la historia colonial,ampliando e institucionalizando con paráme-tros normativos explícitos los trabajos de la pri-mera mitad del siglo. Debe recordarse que en-tre 1933 y 1935, el historiador del arte españolAngulo Iñíguez había recopilado, y luego pu-blicado, el conjunto de planos latinoamerica-nos guardados en el Archivo de Indias; Angu-lo Iñíguez, Marco Dorta, y Buschiazzo publicanentre 1945 y 1956 los tres tomos de Historia delarte hispanoamericano. Los trabajos de Bus-chiazzo culminan en la excelente síntesis His-toria de la arquitectura colonial en Iberoaméri-ca, de 1961. Estas obras pueden dar una ideadel enfoque dominante en las contribucionesdel Instituto; junto a Buschiazzo, deben citar-se en la primera conformación de investigado-res del IAA los nombres de Ricardo Braun Me-néndez; Héctor Morixe; José María Peña;Vicente Nadal Mora y Xavier Martini.

La figura de Buschiazzo es, sin embargo,más compleja que lo que dejan suponer susescritos sobre el período colonial. Ya en 1935había publicado un artículo sobre Louis Su-llivan, donde testimoniaba su interés por unmodelo diverso del hegemónico europeo, te-ñido de las cuestiones tecnológicas que, paraciertas vertientes de la historiografía del Mo-vimiento Moderno, determinarían los cambiosformales. En la temprana fecha de 1945 habíaescrito De la cabaña al rascacielos, artículo enel que completaba su versión de los EstadosUnidos como lugar de asimilación de lo di-verso, relatando un camino supuestamente no

conflictivo que, en lugar de destruir tradicio-nes, potenciaría las propias fuerzas. Que estaorientación podía ser asimilada en otro paísnuevo y aluvional como la Argentina, le pare-cía obvio: se trataba de la Modernidad sin rup-turas que en los treinta había sido tomada co-mo modelo para las obras públicas argentinas,y que en los cincuenta, en el campo específicode la arquitectura y del urbanismo, podía po-nerse en relación con las líneas del organicis-mo representado por Frank Lloyd Wright. Lasconferencias de Arthur Conant, que visita elInstituto hacia fines de 1940, apoyan esta ver-sión. En la tardía fecha de 1966, Buschiazzoda su versión global de la historia en La arqui-tectura en la Argentina, 1810-1930.

Las preocupaciones de Buschiazzo son an-tecedentes de los trabajos que una nueva gene-ración de investigadores emprendería despuésde 1955. Para entonces, las formas tradiciona-les de la historia de la arquitectura como his-toria del arte aparecían en crisis; y si la histo-ria debía proporcionar certezas para losproblemas contemporáneos, el objeto privile-giado de la Arquitectura Colonial solo podía res-ponder metafóricamente. Por otro lado, comonota De Paula, hacia fines de 1950 casi todoslos edificios de interés del período colonial yahabían sido relevados. Así, nuevas líneas de in-vestigación abordarían cuestiones apenas estu-diadas en el país: la producción arquitectónicadel siglo XIX, la evolución de la ciudad en cla-ve de la nueva sociología, la arquitectura ver-nácula o la producción ingenieril. La perspecti-

va con que se enfocan los novedosos objetos cru-za requerimientos inéditos en el campo arqui-tectónico con certezas teóricas que ya estabanprefiguradas en los escritos de Buschiazzo.

Un ejemplo de las nuevas orientacioneslo constituyen las investigaciones de Jorge Ga-zaneo y Mabel Scarone dentro del IAA, paraquienes la producción anónima constituye unpiso apropiado en función de preservar la esen-cia local y simultáneamente progresar en elsentido productivo. Los principales trabajos deestos autores (Tres asentamientos rurales, 1965;La arquitectura de la Revolución Industrial, 1966)aparecen como avances de un enfoque que Ga-zaneo hará explícito en 1971, cuando prologueel último Anales de la primera serie: “nuestrainterpretación se ocupará menos de la arqui-tectura y del arte como fenómenos autónomosy profundizará en aquellas manifestacionesque definen el entorno del hombre —se con-sideren estas arte o no—, vinculadas a todaslas condiciones de la historia general de la cul-tura y ubicadas en el contexto de la América ac-tual”. Más que búsquedas históricas origina-les, se trata de síntesis descriptivas dirigidasa incidir en el debate arquitectónico del mo-mento. La producción gráfica (magníficas fo-tografías con cuidada reproducción) constitu-ye el elemento central de estos libros. El fondoteórico no explicitado coincide con las hipóte-sis canónicas del Movimiento Moderno, quecomentaremos más adelante.

El tema de las arquitecturas pampeanasinauguró en la historiografía una sensibilidadespecífica hacia fenómenos estéticos hasta en-tonces poco considerados. Recordemos que laparticularidad austera y al mismo tiempo “su-blime” de la pampa fue un tópico recurrente,y que al menos desde 1910 se operaba, en elregistro ensayístico que caracteriza gran par-te de la mejor literatura argentina, la inversiónvalorativa de las características de este paisa-je (de la pampa como “desierto” necesitado detransformación a la pampa como cifra de lanacionalidad). En el enfoque del hábitat pam-peano pueden distinguirse dos líneas: la se-guida por Scarone y Gazaneo, vinculada mása las transformaciones técnicas que a la valo-ración estilística, aunque el ojo crítico quemuestran para los objetos es moderno y so-fisticado; y la que continúa el enfoque autó-nomo de la arquitectura, refrescando los te-mas de “estilo propio”, de tan larga tradiciónacadémica. Uno de los artículos más revela-dores de esta alianza, publicado en los Analesdel Instituto dentro de esta línea, es el de Ho-racio Pando (v.) sobre la casa de Rosas (1964),

166 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u UN DIBUJO DE MARTÍN NOEL EN EL NORTE ARGENTINO.

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en el que liga la “modestia” de la residenciacon la simplicidad de la Arquitectura Moder-na. Se trata de un texto paradigmático de lasformas en que la historia señala a los opera-dores, en medio de la crisis de la ortodoxia mo-derna, fuentes locales para la acción.

Una tercera línea de investigaciones partetambién de tópicos fijados en los treinta, queintroducen nuevos temas de trabajo académi-co. Se trata de una revisión de la arquitecturadel siglo XIX. No es un emprendimiento ais-lado: en 1961, el crítico de arte Julio Payró in-augura la sección argentina de la Bibliotecade Historia del Arte, con la que inicia en el cam-po de las artes plásticas la exploración de la te-rra incognita del siglo precedente. Las hipótesisde las que se parte para analizar la arquitectu-ra y la ciudad del siglo XIX coinciden con lostópicos tantas veces repetidos del “baile de más-caras” finisecular, en una ciudad que ya no re-conoce a “los padres” y que se entrega a los par-venus. La periodización, aunque desarmada porinvestigaciones recientes, es todavía aceptadapor el sentido común; señala una continuidadde la arquitectura colonial hasta fines del perí-odo rosista; un período de interregno en el cuallos “constructores italianos” habrían introdu-cido un lenguaje tradicional de buena facturaconstructiva y de reservadas aspiraciones es-téticas; la irrupción de la moda francesa, vin-culada a la proliferación estilística (mientras losingleses habrían estado ligados a la función ensu carácter predominantemente ingenieril), y,como corolario, la ostentación disolutoria de-bida a la dependencia de nuestras ideas. En-tre los textos señeros de esta tendencia se en-cuentran La arquitectura del Estado de BuenosAires y La arquitectura en Buenos Aires, 1850-1880(ambos del IAA, 1965) y La arquitectura del li-beralismo (Sudamericana, 1968). Resulta inte-resante constatar las diferencias dentro de lamisma perspectiva temática, especialmente enlo que se refiere a la exacerbación ideológica an-tiliberal del último texto y su escasa distanciahistoriográfica, producto del cruce entre histo-riografía revisionista, clericalismo aggiornadoy avance político de las ideas de la teoría de ladependencia, que teñirá las manifestacionesculturales en los años siguientes. En La arqui-tectura del liberalismo se excluye tanto la seduc-ción como la precisión de la imagen docu-mental; en cambio, se amplía la informaciónescrita, abordada sin un hilo argumental pre-ciso —una cantera inagotable del texto la cons-tituye aún hoy el apéndice biográfico prepara-do por A. de Paula, R. Gutiérrez y G. Viñuales.El tono del libro está otorgado por las intro-

ducciones fuertemente ideologizadas, genera-les, sin sutilezas: la constatación de los cliséspopulistas antes comentados. El tema urbanoy territorial —que avanza motivado por el mo-derno desarrollo de la ciudad en la década delsesenta—-, protagonista tanto de los dos librossobre la arquitectura del Estado de Buenos Ai-res como de las contribuciones de Gazaneo yScarone, aparece en este texto diluido en lasconsideraciones estilísticas de una suma deobras particulares.

Antes del virtual cierre del IAA en 1971, em-prendimientos en otras ciudades indicarán loscaminos futuros de la historia de la arquitec-tura argentina. En Córdoba, el Instituto Inte-runiversitario de Especialización en Historiade la Arquitectura (v.), creado en 1959 por ini-ciativa de Francisco Bullrich (v.) e impulsadopor Enrico Tedeschi (v.) y Marina Waisman (v.),se sustanció en el seno de la Facultad de Ar-quitectura con la participación de casi todas las

escuelas del país, con lanotoria autoexclusiónde Buenos Aires. Te-deschi, quien llegó a laArgentina en 1948, ha-bía estado vinculado enItalia con los grupos or-ganicistas animadospor Zevi y Piccinato (v.),nucleados alrededor dela revista Metron; su ver-sión de la historia eraen consecuencia direc-tamente operativa: el

método histórico de análisis de la arquitectu-ra debía ser universalmente aplicable a unaobra del pasado o del presente, y debía servira los requerimientos actuales. La sólida for-mación cultural de Tedeschi se proyectó en losseminarios organizados por el Instituto, dic-tados por las personalidades más relevantes dela historia de la arquitectura y de la culturaen el momento (entre otros, Giulio Carlo Ar-gan, Nikolaus Pevsner, Vincent Scully, Fer-nando Chueca Goitía, Reyner Banham y Um-berto Eco). Algunos de los ciclos, como el deArgan, fueron publicados en forma de libro, ymarcaron el área más avanzada de la sensibi-lidad histórico-arquitectónica de varias gene-raciones. Muerto Tedeschi, Marina Waismanse hizo cargo de esta herencia, pasando a ser—también en virtud de su lugar en la revistaSumma (v.)— una de las personalidades cen-trales de la historiografía argentina.

Hemos dejado deliberadamente en suspensouna de las operaciones de mayor interés en el

mundo de la historiografía arquitectónica, co-mo lo es la introducción de la temática de laModernidad no académica y sus primeras pon-deraciones históricas. En la medida en que, des-pués de 1955, las premisas del Movimiento Mo-derno se constituyen en hegemónicas en laenseñanza y en la profesión, es necesario darcuenta de su desarrollo internacional y local: seha de establecer un pasado para las acciones delpresente. La autorrepresentación de la van-guardia argentina, sin embargo, es tan ajenaa la historia como para debatir la eliminaciónde la asignatura de la currícula en la Facultadporteña luego de la caída del peronismo. En es-te clima, desde 1956, el IAA publicó una seriede monografías de arquitectos modernos ex-tranjeros (Asplund, Eero Sarinen, Lucio Costa,Eladio Dieste, Paul Rudolph, Philip Johnson,Bresciani - Valdes - Castillo - Huidobro; FélixCandela); argentinos (Amancio Williams (v.),1955), Eduardo Catalano (1956), el estudio SE-PRA (v.), 1964, Mario Roberto Álvarez (1965);más tarde, ya como trabajos históricos, apare-cen biografías de arquitectos que habrían pro-puesto un recorrido hacia la Modernidad: Ju-lián García Núñez (1968); Alejandro Virasoro(1969) y Antonio Vilar (1970).

Estos libros no logran articular, sin embar-go, un relato de la experiencia moderna en laArgentina. El relato será ofrecido por un críti-co y exitoso profesional, Francisco Bullrich (co-autor, junto con Clorindo Testa (v.) y Alicia Caz-zaniga, del Banco de Londres). Bullrich participa,como profesor de historia, en la experiencia derenovación de la Escuela de Arquitectura de Ro-sario, después de la caída del peronismo, e in-troduce temas alternativos de la historia euro-pea, como el Rococó alemán, orientados alestímulo de la pura sensibilidad, de la luz y delcolor. Desde este observatorio, escribe lo quepuede considerarse como la primera historiaarticulada de la Arquitectura Moderna argenti-na, donde liga a esta con el pasado colonial, se-lecciona a los protagonistas y alcanza su obje-tivo primordial: la constatación de un presenteprometedor. Su Arquitectura argentina contem-poránea (1963) compone el paradigma canóni-co de la arquitectura argentina moderna. Lier-nur (1986) ha definido los rasgos principalesde este paradigma que se ha formulado en elbreve período que va entre 1955 y 1966: la de-nostación del Eclecticismo decimonónico, con-siderado como fenómeno homogéneo de im-portación francesa que rompe con la sencillezaristocrática del Colonial —enlazado con el ide-al blanco de la Modernidad— y la sabiduría po-pular de los artífices italianos; la autenticidad

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167Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u ANTONIO U. VILAR, POR

MABEL SCARONE.

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de la arquitectura “funcionalista” británica enmanos de ingenieros y no de arquitectos. El fe-nómeno de la introducción de las vertientes devanguardia en nuestro país es también inter-pretado con precisión periódica: un primer mo-mento del Racionalismo que, o habría sido to-mado como mera “moda”, o no habría podidodesarrollarse en un país periférico (por falta deinformación o por reacción política); el momentode auge del verdadero Racionalismo con parti-cularidades locales, cuyos introductores seríanlos miembros del grupo Austral; la ausencia devoluntad innovadora desde el Estado (afirma-ción especialmente atribuible al estado pero-nista). Como señala Liernur, para realizar estasecuencia fue necesario obviar aspectos clavedel pasado, como el impulso estatal a las expe-riencias del plan de Buenos Aires y de Tucu-mán; suponer la relación entre Modernidad van-guardista y democracia, difícilmente sustentableen la Argentina; borrar nombres conflictivos —Lanús (v.), Repossini (v.), Pastor (v.), Sabaté (v.)—y difuminar las reales relaciones de otros conun poder que, casi ininterrumpidamente des-de 1930, estuvo en manos de la corporación mi-litar. Por cierto que estas observaciones podrí-an realizarse ante cualquier historia, pero elhecho de que los aportes centrales vinieran node la historia sino de la crítica militante, en el

momento de particularefervescencia en que la“Arquitectura Moderna”se disponía a hegemo-nizar la disciplina y aproyectarse, a través delplaneamiento, hacia laconfiguración materialde la ciudad, realza el ca-rácter selectivo, sintéti-co y fácilmente adopta-ble por el sentido co-mún de estas tesis his-tóricas. Entre ellas, el

aporte de Bullrich es determinante, según pue-de comprobarse en algunos artículos poste-riores de otros autores, como los de Gian Lo-dovico Peani y Roberto Segre (v.) en el númeromonográfico de Casabella dedicado a la arqui-tectura argentina, de marzo de 1964, editadopor Ernesto Rogers (v.), quien había actuado ennuestro país a fines del cuarenta. Otros aportesde la década: F. Ortiz (v.) y C. Méndez Mosque-ra (v.) en Sur. Bullrich culmina la reflexión so-bre la arquitectura argentina con un largo artí-culo publicado en 1969 en la revista Summa,balance de la década que establece continuida-des y rupturas con el período heroico.

Este período, en el que hemos asistido, porun lado, a la institucionalización de la historiade la arquitectura, ligada a la historia del artey a las modalidades de la nueva historia de Le-vene hacia fines del cuarenta; al surgimientode nuevos temas y problemas (el siglo XIX, laciudad, el territorio, la Arquitectura Moderna),en la década del sesenta, y a la introducción denuevos instrumentos teóricos y críticos, pue-de considerarse agotado en los inicios de la dé-cada del setenta.

2.4. Censura de la reflexión crítica: 1971-1983.Se ha responsabilizado a Jorge Gazaneo, quienasume la dirección del Instituto a la muerte deBuschiazzo, por el virtual cierre del Institutode Arte Americano en 1971, y lo cierto es queGazaneo hizo poco después de esta fecha pa-ra recolocarlo a la altura de los tiempos. Pero,¿podría haberlo hecho? Parte de su fuerza ins-titucional ya le había sido restada en 1963, cuan-do se creó la carrera de Historia de las Artes(FFYL-UBA), y la Universidad puso en manosde Julio Payró un amplio emprendimiento so-bre historia del arte argentino, cuyos resulta-dos se publicarían en la serie especial de la Bi-blioteca de Historia del Arte. No solo el arte yaposeía entonces sus propios historiadores, si-no que la arquitectura se colocaba desligadadel mundo artístico o como mero apéndice, entípica versión jerárquica hegeliana. Por otro la-do, más allá de introducciones temáticas, elIAA nunca alcanzó a absorber plenamente lastendencias metodológicas novedosas. Esto sedebió en parte a su sello original de articula-ción con la historia tradicional. En estos añosresultaba no solo difícil encontrar un nuevo lu-gar para la historia de la arquitectura, sino tam-bién para la historia tout court. La “historia so-cial”, que emergió con fuerza hacia fines de ladécada del cincuenta, replanteando la pers-pectiva de abordaje de la realidad histórica des-de los actores sociales, diez años más tardese debatía ya en una profunda crisis sobre suidentidad. La esquemática politización de uncampo estrechamente ligado a la sociología ya la economía llevó prácticamente a la extin-ción de la perspectiva histórica, mientras quela aspiración al conocimiento de la totalidad yaera amenazada por lo que poco después se co-nocería como la “crisis de los grandes relatos”.

Si la historia misma está puesta en crisisen función de los reclamos del presente, mu-cho más lo está la historia de la arquitectura.Las discusiones sobre el sentido de la histo-ria apenas interesan a los historiadores de laarquitectura. En las facultades de Buenos Ai-

res, Rosario o Córdobano existía lugar paracualquier reflexión dis-tanciada en los años in-mediatamente anterio-res al golpe de 1976. ElInstituto se había con-vertido en un espaciode imposible neutrali-dad académica, mien-tras por fuera de suspuertas transcurría una

revolución: tanto los sectores de izquierda co-mo la ola montonera en crecimiento no podí-an sostenerlo, y los tibios cambios propuestospor Gazaneo fueron arrasados por un cruce ex-plosivo entre marxismo latinoamericanista ypopulismo neoperonista.

Cabe a Ramón Gutiérrez (v.), quien aban-dona en 1971 el Instituto para establecer suprograma en el Departamento de Historia dela UNNE (Resistencia, Chaco), el mérito decomprender la nueva coyuntura. En 1973 fun-da, con Ricardo Jesse Alexander, DAN —Do-cumentos de Arquitectura Nacional— (que yaen el n.° 3 se convierte en DANA, sumandoa sus objetivos la arquitectura americana). Larevista es más que un órgano institucional,más que un registro de la producción acadé-mica de entonces: deliberadamente ideológi-ca, se propone poner en valor la arquitecturadel país, difundir la latinoamericana y servirprincipalmente a la preservación. La revista esanual hasta 1979, cuando se asienta como re-ferente principal —prácticamente el único concontinuidad editorial— de las actividades his-toriográficas en la Argentina.

Debe recordarse en este punto, para com-prender el carácter del enfoque diseminado porGutiérrez y sus colaboradores, que los vientosrevolucionarios que habían arrinconado a la his-toriografía se quiebran violentamente en 1976.Lo que no significa, por cierto, que no continúeuna versión más lavada del latinoamericanis-mo y de su correlato, la teoría de la depen-dencia. DANA recoge estas inflexiones en ellenguaje coloquial y en la denuncia gruesa (porejemplo, los “premios Atila” a la “mala” ar-quitectura, lo que significa la arquitectura dela elite “posmoderna”, que se desarrolla a par-tir de 1976), pero también sustrayendo com-pletamente el objeto arquitectónico de la mi-rada estética para revalorizarlo desde el puntode vista social o, más frecuentemente, am-biental-geográfico, poniendo en valor, sin dis-criminaciones, la arquitectura “del interior”versus la hegemonía porteña. Aunque las in-

168 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u ALEJANDRO VIRASORO,

POR MARTINI Y PEÑA.

u SOCIEDAD Y ARQUITEC-

TURA..., POR BAYÓN.

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vestigaciones publicadas continúen relevan-do y fechando objetos en el sentido tradicio-nal, no se proponen formar ningún criterio va-lorativo estético ni histórico-específico (losestudios culturales, que cubren el campo des-pués de 1985, le son ajenos); y no existe interéspor los replanteos internacionales, tanto en elámbito de la arquitectura como en el de la his-toria. La clave del éxito de DANA la constituyóla inteligencia novedosa de reducir el difícil pro-blema de la valoración (estética, ética y técnica)a un solo clisé: la identidad nacional y —por su-puesta extensión “natural”— latinoamericana.Tal reducción y clausura de la reflexión críticaes testimonio de la oscuridad de los tiempos.

Por su parte, Gutiérrez ha continuado has-ta hoy una producción amplísima, en muchostemas insoslayable. En 1971, ya en Resistencia,escribe con De Paula y Viñuales Arquitectura dela Confederación fluvial, iniciando una modali-dad que le será característica: la de cubrir todosaquellos aspectos de la arquitectura y de la ciu-dad argentina y americana que no hubieran si-do estudiados sistemáticamente hasta enton-ces. En 1973 publica, también con de Paula, Laencrucijada de la arquitectura argentina, biogra-fía detallada de dos ingenieros decimonónicos,Bevans (v.) y Pellegrini, en la que pone de re-lieve la hipótesis original, aunque poco explo-tada en el texto, de situar un inicio posible pa-ra la Arquitectura Moderna en la labor de dosingenieros técnicos. La veta de la historia téc-nica es desarrollada posteriormente en Histo-ria de los ingenieros militares (1976).

Pero el gran aporte de Gutiérrez, como elde Hardoy, no radica tanto en su rápida y ex-tensa producción, sino en la trama que ayu-dó a trazar por fuera de Buenos Aires, exten-diéndose en toda Latinoamérica, y también enlos ámbitos académicos españoles: en brevetiempo quedaría como único historiador re-ferente de la “arquitectura latinoamericana”.

Expresión institucional de esta nueva ins-tancia es el Instituto Argentino de Investiga-ciones de Historia de la Arquitectura y del Ur-banismo, creado en 1978, que ha nucleadomayoritariamente a los historiadores del inte-rior del país y que bajo la inspiración de R. Gu-tiérrez ha realizado una serie de congresos dela especialidad, así como un importante nú-mero de publicaciones sobre historia de la ar-quitectura y preservación, amalgamadas ahoraen un mismo campo de interés historiográfi-co. Cabe consignar entre ellos la serie Patri-monio arquitectónico de los argentinos, publicadaen conjunto con la SCA, y un grupo de mono-grafías sobre historia regional y patrimonio que

va del estudio de la arquitectura de los parquesnacionales (S. Berjman y R. Gutiérrez), el des-arrollo de la vivienda mínima en Argentina (M.Gutman y R. Gutiérrez), a la arquitectura pin-toresquista en Mar del Plata (R. Cova / R. Gó-mez Crespo), por citar algunos títulos.

Junto a Ramón Gutiérrez, la otra figura deimportancia en aquellos años es Marina Wais-man (v.), quien se ha convertido en estos añosen el pilar intelectual de la revista que formala conciencia disciplinar desde su aparición enlos años sesenta, summa. El papel inicialmenteinnovador de la experiencia cordobesa ya estáagotado, pero no el peso de la Waisman en elconcierto histórico nacional. A partir de 1976,ella introduce un criterio novedoso de valora-ción de las obras, recuperando el tópico aca-démico de la concordancia de la obra con elambiente. Ahora, este se engarza con la emer-

gencia en Europa y los Estados Unidos de lasvertientes ecologistas (v. Ambientalismo).

El cruce entre las tendencias formuladasen el Noroeste y la revista Summa encuentraun punto de consolidación en 1975, con la pu-blicación, en entregas mensuales, de diver-sos artículos historiográficos bajo el nombrede Summa historia, luego reunidos en 1978 enel volumen Documentos para una historia ar-gentina. En la advertencia preliminar, MarinaWaisman delinea un estado de la cuestión his-toriográfica: mientras el período español esapenas esbozado (“nos proponemos dedicarleen el futuro una nueva serie”) y el período re-ciente “se ha tratado en forma de compulsa deopiniones” —las figuras consultadas en esterubro son, en su mayoría, profesionales ar-quitectos, no especialistas de la historia—, seextiende la dimensión y la novedad de los tra-bajos sobre el siglo XIX y XX. La periodizaciónadoptada es convencional (los cortes están otor-gados por los acontecimientos políticos señe-ros) y se destaca el lugar preparado para el pe-ríodo llamado “de integración nacional”, entre1916 y 1943, situando allí el momento inicial

de una reflexión propia. Debe destacarse tam-bién la voluntad de ampliar las referencias quetradicionalmente se concentraban en la arqui-tectura porteña y cordobesa (como los artícu-los sobre los poblados de la industria azucare-ra de C. Paolasso y O. Paterlini), y también laintroducción de algunos temas antes desesti-mados, ya sea por el enfoque académico, ya seapor la cercanía en el tiempo. La mayor parte delas novedades se sitúan en el análisis de len-guajes de “transición” hacia la Modernidad, co-mo el Art Déco o el Renacimiento colonial; enprogramas poco estudiados, como los artícu-los de A. Belluci sobre el desarrollo tipológi-co de la vivienda cajón y sobre el Luna Park;en la vivienda popular, ejemplificada en la re-edición del magnífico artículo “Las casas de laboca y del Dock Sud en Buenos Aires” (1957),de Katzentein (v.) y Ortiz (v.), publicado origi-nalmente en Casabella; en la introducción po-lémica del balance de la arquitectura duranteel peronismo, que inician Larrañaga y Petrinacon “La planificación de la salud: el plan Ca-rrillo”. Por cierto, los artículos que introducenmiradas novedosas no siempre cumplen consus promesas de renovación ni con el rigor his-tórico mínimo observable; tampoco utilizaninstrumentos distintos de los ya clásicos. Peroesto no les quita importancia en la apertura detemas que transformarían en la década de 1980la historia de la arquitectura en la Argentina,considerando especialmente el ambiente po-co favorable a la reflexión en que se vivía.

¿Por qué la historia de la arquitectura vol-vió a ocupar un lugar preeminente en estosaños? Distintas respuestas han sido ensayadasy, como suele suceder, la explicación radica enun cúmulo de causas mixtas orientadas por losintereses simbólicos de quienes emprendie-ron la recolocación. No puede desestimarseque la reevaluación de la historia, iniciada du-rante la dictadura y continuada en la décadadel ochenta, responde en parte a la imposibi-lidad de pensar e incidir en el presente y en elfuturo, que aún parecían al alcance de la ma-no en 1974. Pero la introducción de temas re-cientes como objeto histórico no parece apun-tar en esta dirección. Lo que causó la dictadurano fue un retroceso hacia terrenos conven-cionales, sino la superficialidad de los análisispor la imposibilidad material de realizar unahistoria crítica. Esta continuó apoyándose enla tradición documentalista, siempre reconci-liada, en la Argentina, con el poder.

Sin embargo, hacia principios del ochen-ta, la preservación —más que la historia— al-canzó un lugar político que en aquel contexto

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169Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u UNA EDICIÓN DE CONTEXTOS, CON AUTORES VARIOS.

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podría definirse comocontestatario. ¿Cómo es-ta alianza antimodernallegó a ocupar tal lugar?En parte, puede res-ponderse, por los acon-tecimientos urbanos, es-pecialmente en BuenosAires: el plan de auto-pistas, engarzado con lapuesta en marcha delCódigo de Planeamien-to de 1977, estaba des-

truyendo barrios enteros, y en la sensibilidadprogresista tal destrucción se puso en relacióncon otras desapariciones. Tal actitud de res-puesta crítica masiva de la matrícula arquitec-tónica en función de preservar la identidad por-teña no hubiera sido pensable diez años atrás.Los tiempos habían cambiado: en la década de1970 irrumpe lo que se ha dado en llamar, conescasa pertinencia, Posmodernismo.

Aunque la cuestión de una “superación”del Modernismo canónico venía gestándosedesde años atrás, se asiste entonces a una in-flexión tanto crítica como estética que, en laperspectiva arquitectónica, puede analizarsecomo una reacción ante los afanes de tábularasa de algunas vanguardias; una recuperaciónde ciertos tópicos académicos; y, sobre todo, lavoluntad de reinstalación de la autonomía dis-ciplinar y de sus propias problemáticas. En laArgentina dictatorial, esta problemática tuvoun desenvolvimiento particular y fragmenta-do. En términos generales, lo que emerge pú-blicamente —y así desproblematizado— de es-ta nueva sensibilidad, en los años del Procesomilitar se articula directamente con la pre-servación patrimonial. De esta manera, se tra-zan puentes con las anteriores versiones de “laarquitectura de la dependencia”, al tiempo quese pone de relieve la identidad popular vincu-lada con algunos repertorios estilísticos. Perose establece una batalla sorda entre quienespretenden mantener incólume el repertorio“moderno” (que por entonces ha quedado an-quilosado en el Metabolismo japonés o en laArquitectura Sistémica), los que adhieren ala historia en función de la preservación con-servadora de la identidad y aquellos que rele-en la historia a partir de la propia disciplina,buscando caminos alternativos o abandonadosen el enjambre de tendencias que aquí se re-cibió en bloque como Movimiento Moderno.

Existen dos vertientes realmente novedo-sas —aunque aún fragmentarias y débiles enun ámbito de censura general— que marca-

rían los derroteros de la historia en los añosochenta, cuando, por breve tiempo, ella se con-vierta en la vedette de la arquitectura, y en laavanzada de la sensibilidad posmoderna en ge-neral. Ambas —opuestas entre sí— son ig-noradas o denostadas desde la entente oficialde la historiografía. La primera puede no con-siderarse historia tout court, pero no es por ellomenos novedosa: se trata de la serie de artícu-los que Rafael Iglesia y Mario Sabugo escribenen el diario Clarín (cf. Iglesia, R. y M. Sabugo.La ciudad y sus sitios, 1981-1985, recopilados enun libro en 1986). El medio periodístico en queestos artículos se reproducen contesta frontal-mente las modalidades académicas. El núcleode la reflexión, a su vez, pone en cuestión laestética rectora de la elite arquitectónica: la su-perioridad de la forma armónica, tal como sehabía manifestado en la serie canónica argen-tina, cuya pieza clave fue, sin duda, la obrade Amancio Williams. En estos textos apare-cen revalorizados los enanitos en el jardín, lasluces de neón de la calle Corrientes, los mal-vones en los patios, el Monumentalismo mo-dernista de edificios como el del Ministerio deObras Públicas. Iglesia, y sobre todo Sabugo,llevan al límite un populismo que ensalza lofeo, lo común, lo chillón y lo estridente, en lamisma línea de los gray norteamericanos, conla guía de Venturi. Barrio e identidad ciuda-dana encontraron otra definición en esta vas-ta producción periodística. La historia es cen-tral para ellos, en un sentido operativo: lacelebración del sentido común. Pero esta in-troducción no deja de manifestar cierta am-bigüedad constitutiva: si por un lado esta seriede artículos ataca los parámetros clásicos de ladisciplina local, no deja de engarzarse con elpopulismo que también ostenta una dictadu-ra que, en su única manifestación de inteli-gencia a largo plazo, utilizó los impulsos po-pulares más obvios, como el fútbol, paraadquirir apoyo masivo.

Como la vieja y arbitraria diferenciación en-tre Florida y Boedo en literatura, se reeditanen el campo arquitectónico estas arbitrarias di-visiones. Florida, en realidad, está también enel Sur: se trata de La Escuelita (v.), una institu-ción privada formada por profesores que aban-donaron la UBA después del golpe de 1976,y que intentaron recentrar la reflexión en lostemas de una disciplina autónoma: en la cua-lidad de la forma. En términos generales, laescuela italiana, en especial A. Rossi (v.), el per-sonaje de mayor influencia en este undergroundarquitectónico, seguía también ciertos prin-cipios de la arquitectura popular italiana, en la

tradición gramsciana y antidogmática del eu-rocomunismo, y revalorizaba el papel de la his-toria como acerbo de la tradición. Pero Italiano era Argentina: y en Italia la tradición era,al mismo tiempo, la norma y la forma. Aunasí, Rossi, introducido por la Escuelita, fuecompartido sin reparos por las distintas ver-tientes argentinas. En este mundo cultural, lacontribución más importante para los derro-teros posteriores de la historia de la arquitec-tura la realiza Jorge F. Liernur en el marcode esta escuela privada. Llegado en 1978 deuna larga estadía en Italia, introduce las últi-mas consideraciones de la escuela histórica deVenecia en la Argentina: M. Tafuri, M. Cac-ciari, F. Dal Co, F. Rella, G.Teyssot. El grupoveneciano provenía en su mayoría del ala crí-tica del PCI; también, por esta apertura delmarxismo tradicional, estaban abiertos a lassolicitaciones de los filósofos franceses pos-testructuralistas (principalmente Deleuze, De-rrida, Foucault y Lacan); a la recuperación demuchos filósofos modernos releídos bajo laluz de la deconstrucción (Bataille, Benjamin);

y, por supuesto, eranconocedores de la am-plia tradición italianaen la cual abrevabantambién los arquitectosque entonces estabanen el ápice de su crea-ción (Gregotti, Grassi,Rossi, y el ticinés Bot-ta). En 1982, el grupode Liernur pasó a cons-tituir un programa es-pecífico en la Sociedad

Central de Arquitectos (v.), el Centro de Estu-dios de la Construcción del Habitar (CESCA)que, planteando la necesidad del estudio denuevos programas arquitectónicos con otrosinstrumentos de indagación, amplió su pú-blico inicial y convocó, además, a los mejoresintelectuales argentinos (algunos recién re-gresados del exilio, otros pertenecientes tam-bién al underground de la cultura local, comolas figuras vinculadas a la revista Punto de Vis-ta y al Club Socialista) para vincular la histo-ria de la arquitectura con la historia de la cul-tura, la historia social y la nueva historiamaterial. La primera deconstrucción del canonmoderno fue realizada por Liernur en un ar-tículo clave: El discreto encanto de nuestra ar-quitectura, siguiendo los modelos inauguradospor Manfredo Tafuri.

La democracia vuelve en 1983, y por un mo-mento pareció no solo el definitivo ocaso de la

170 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

uLAS NOTAS DE IGLESIA Y

SABUGO EN CLARÍN.

u CUADERNOS DE HISTO-

RIA, BOLETÍN DEL IAA.

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sucesión autoritaria en la Argentina, sino tam-bién la posibilidad de apertura de un debateprofundo sobre la historia y la sociedad, por pri-mera vez en un sentido crítico relativamenteindependiente de “las tareas del momento”, sindisolver los problemas concretos de la discipli-na ni detenerse en la simple descripción de da-tos, celebraciones de figuras o lamentos de tiem-pos perdidos. La reapertura del Instituto de ArteAmericano, fundamental en la recepción de lasnuevas corrientes en la Facultad de Buenos Ai-res, tuvo como directores sucesivos a RobertoFernández — también formado en las líneasitalianas— y al propio Liernur. Durante la ges-tión de este último el Instituto recuperó su es-tatuto legal, se volvió a publicar la revista Ana-les del IAA y los Cuadernos, y se crearon líneasde investigación que dieron importantes frutosen los años sucesivos. Que estas tendencias, apesar de ser institucionalizadas en la Facultad,fueron fuertemente resistidas por las figurasclásicas de la historia, queda claro en el fascí-culo de Summa historiografía publicado en 1985:ningún nuevo referente aparece en estos artí-culos, pero sí un oblicuo debate con quienes“hablan demasiado”.

Más allá de las vicisitudes que siguieron ala reorganización del IAA, cuyo proceso dedesarrollo ha continuado bajo la gestión de Al-berto de Paula y Jorge Ramos, y donde cabedestacar la creación del Centro de Arqueolo-gía Urbana dirigido por D. Schavelzon, de no-table desarrollo durante la última década, elcampo de la historia de la arquitectura se re-novó profundamente en el interior del país.Con el resurgir democrático se crearon nue-vos centros de estudio, se consolidaron algu-na instituciones que habían languidecido du-rante la dictadura o simplemente habíanresistido en las sombras durante los años deplomo. De esta consolidación y recuperacióndel sector participaron muchos actores de lasdécadas pasadas, pero también grupos de jó-venes que iniciaban en esos años su desarro-llo profesional. En primer término hay quedestacar la labor de los investigadores de laFAU-UNR, quienes a partir del trabajo reali-zado por figuras como Iván Hernández Lar-guía y Ernesto Yaqüinto han cumplido unadestacada tarea, fundamentalmente en el CUR-DIUR (Centro de Investigaciones Urbanas yRegionales de Rosario) de la FAU-UNR, de-dicado centralmente a los estudios urbanos.También el CEHAU (Centro de Estudios His-tórico Arquitectónico-Urbanos) de la Univer-sidad de Mar del Plata, Institución donde pre-viamente habían trabajado en el estudio de la

arquitectura regionalRoberto Cova y RaúlGómez Crespo. Delmismo modo debemosdestacar el INTHUAR(Instituto de Teoría eHistoria Urbano-Ar-quitectónica) de la FA-DU-UNL, creado a par-tir de la labor pionerade Iván HernándezLarguía y las Unidadesde Investigación de

Historia de la Arquitectura del IDEHAB (Ins-tituto de Estudios del Hábitat) de la FAU-UNLP, que han producido importantes avan-ces en relación con la historia urbana yarquitectónica de sus áreas de influencia. Unamención especial merece también el Institu-to de Historia de la FAU-UNT que, centradoen las figuras de A. Nicolini, D. Lecuona yO. Paterlini, ha desplegado una intensa acti-vidad en el campo de la investigación sobre lahistoria de arquitectura regional, así como enel campo de la docencia, instrumentando porprimera vez, fuera de Buenos Aires, la ense-ñanza de posgrado sistemática en la mate-ria. Otro tanto puede decirse de la tarea cum-plida en Mendoza por Ricardo Ponte y SilviaCirvini en relación con la historia urbana yla arquitectura regional. En el ámbito estric-tamente porteño cabe destacar, ya en los añosnoventa, la creación del CEDODAL (Centrode Documentación de Arquitectura Latinoa-mericana), institución privada de alcance in-ternacional conducida por R. Gutiérrez y G.Viñuales, y el CEAC (Centro de Estudios deArquitectura y Ciudad) de la Universidad DiTella, dirigido por J. Liernur (autor, en unaedición del Fondo Nacional de las Artes, deArquitectura en la Argentina del siglo XX - Laconstrucción de la modernidad).

Resulta difícil continuar este artículo másallá de esta enumeración institucional, ya queimplica a la “nueva generación” —quienes di-rigimos y redactamos este diccionario. Sí pue-de afirmarse, quince años después, que el éxi-to de estas líneas, si redundó en una mejorasustantiva de la densidad y profesionalismo delos estudios históricos, está aún lejos de cons-tituir una referencia fuerte en teoría e historiade la arquitectura. Su tendencia radicalmentecrítica resultó inadecuada para cumplir con loque siempre cumplió la historia de la arqui-tectura local, celebrar brindis de las obras con-sagradas. La década del noventa, así, no reci-bió con buenos ojos esta herencia, ya que

necesitaba de articulistas que celebraran la ex-pansión inédita de la situación del arquitectoen la ciudad, durante el optimismo del ciclomenemista. Tal vez su destino haya sido rea-lizado al establecer vínculos permanentes conotras manifestaciones urbanas, del arte y la cul-tura locales e internacionales, con las que hoyno puede dejar de medirse cualquier texto dehistoria de la arquitectura. G. S.

Bibliografía: La bibliografía sobre arquitectura ar-

gentina excede, en artículos, el espacio disponible

para mencionarla. El lector puede obtener una vas-

ta información en las siguientes revistas, fichas y

boletines académicos: Cuadernos de Historia (IAA);

Fichas del IAA (desde 1988); Anales del IAA; Revista

summa; Cuadernos del CURDIUR; DANA; Block (Uni-

versidad Di Tella, CEAC); A&P (Rosario); Dos Pun-

tos (Bs. As.); Revista Materiales; Revista Nuestra Ar-

quitectura ; Revista de Arquitectura (SCA). Menos

son los emprendimientos que abarcan largos perí-

odos, focalizados en la arquitectura de los siglos

XIX y XX, en los que centramos la enumeración si-

guiente, complementaría de lo ya citado en el texto

anterior. Completando esta apreciación limitada en

la temporalidad, puede consultarse la Bibliografía

del arte colonial argentino, publicada en 1947 por

el IAA, como también los artículos arquitectura co-

lonial y arquitectura prehispánica de este diccio-

nario. Agregamos algunos textos sobre arquitec-

tura latinoamericana, considerando la importancia

del tópico latinoamericanista en los últimos trein-

ta años para evaluar la arquitectura argentina. Son

escasas las ponderaciones historiográficas, que se

anotan por separado.

América Latina: H. R. Hitchcock. Latin American Ar-

chitecture since 1945. New York: Museum of Modern

Art, 1955; F. Bullrich. Arquitectura latinoameri-

cana 1930-1970. Bs. As.: Sudamericana, 1969; R. Segre

(ed.). América Latina en su arquitectura. México: Si-

glo XXI, 1975; D. Bayon y P. Gasparini. Panorama de

la arquitectura latinoamericana. Barcelona: Ed.

BLUE (UNESCO), 1977; R. Gutiérrez. Arquitectura y

urbanismo en Iberoamérica; manuales Arte Cátedra.

Madrid: 1983. J. F. Liernur. America Latina, gli ul-

timi venti anni. Milano: Electa, 1988.

Rep. Argentina: C. Méndez Mosquera. “Arquitectura y

Urbanismo”. En: AA.VV. Argentina 1930-1960. Bs. As.:

Ed. Sur, 1961; F. Bullrich. Arquitectura argentina

contemporánea. Bs. As.: Nueva Visión, 1963; AA.VV.

Saggi sull’Argentina. En: Casabella continuitá, n.°

3, marzo de 1964; J. Gazaneo. Tres asentamientos ru-

rales en Buenos Aires. Bs. As.: IAA, 1965; J. Gazaneo

y M. Scarone. Arquitectura de la revolución indus-

trial. Bs. As.: IAA, 1966. F. Ortiz, J. C. Montero, R.

his his

171Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u ARQUITECTURA EN LA AR-

GENTINA DEL SIGLO XX, POR

JORGE. F. LIERNUR.

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Gutiérrez, A. Levaggi y A. S. J. de Paula. La arqui-

tectura del liberalismo en la Argentina. Bs. As.: Sud-

americana, 1968.; F. Bullrich. “Arquitectura ar-

gentina 1960-1970”. En: summa, n.° 19, octubre de

1969; F. Ortiz y R. Gutiérrez. “La arquitectura mo-

derna en la Argentina, 1930-1970”. En: Hogar y ar-

quitectura. n.º 103, Madrid, 1972; F. Ortiz. “Los ar-

gentinos y la arquitectura, 1929-1977”. En: Nuestra

Arquitectura. n.° 500, 1977; M. Waisman (coord.).

Documentos para una historia de la arquitectura

argentina. Ed. summa. Bs. As.: 1978; R. Gutiérrez y

otros. Los ingenieros militares y sus precursores en

el desarrollo argentino. Bs. As.: Ministerio de De-

fensa, 1976-1980; S. Borghini, H. Salama, y J. Sol-

sona. Arquitectura Moderna en Buenos Aires 1930-

1950. Bs. As.: CP67, 1987; R. Iglesia, y M. Sabugo. La

ciudad y sus sitios. Bs. As.: Editorial Clarín, 1989.

Historiografía: J. F. Liernur. “El discreto encanto de

nuestra arquitectura”. En: summa. N.° 223, 1986. A.

Gorelik y G. Silvestri. “Lo nacional en la historio-

grafía de la arquitectura: el peso de una tradición”.

En: Historiografía argentina (1958-1988). Paraná:

Comité Argentino de Ciencias Históricas, 1988 y Bs.

As., 1989; F. Aliata y A. Ballent. “Crítica e histo-

ria: dos modelos alternativos frente a la arquitec-

tura contemporánea”. Paraná: Comité Argentino de

Ciencias Históricas, 1988 y Bs. As., 1989; Anales del

IAA. N.° 31-33, 1996-1997 (dedicado al cincuentena-

rio del IAA); J. F. Liernur. Arquitectura argentina

en el siglo XX. La construcción de la Modernidad.

Bs. As.: Fondo Nacional de las Artes, 2000.

HISTORIOGRAFÍA URBANA. La historia urbanaestudia un vasto universo de problemas vin-culado con la historia de las ciudades y la his-toria en las ciudades, a través de variadas apro-ximaciones. Por tal razón, conviene tenerpresente que, más que una subdisciplina his-tórica, con sus presupuestos teóricos e ins-trumentos metodológicos específicos, la his-toria urbana debería verse como un campo detensiones entre enfoques y perspectivas di-ferenciados (que pueden tener su centro enla arquitectura, el urbanismo o la planificación,en la geografía, en la historia social o la eco-nómica, en la historia cultural o la política, enla demografía, la antropología o la historia ins-titucional, etc). Como todo lo que ocurre conlas disciplinas de lo urbano, la definición de lahistoria urbana se hace muy problemática porla variedad de aspectos que involucra la ciu-dad y por la diversidad de tradiciones que in-tervienen en las múltiples canteras que ofre-ce al conocimiento. A pesar de ello, la historiaurbana se organizó a nivel internacional como

una subdisciplina profesional (con sus institu-ciones, sus revistas y sus congresos) entre losaños sesenta y setenta del siglo XX, definien-do, aún muy laxamente, un universo específi-co de problemas: la historia de los fenómenosurbanos, esto es, la transformación en el tiem-po de la forma y la materialidad de la ciudad,entendiendo por ello desde los procesos deurbanización hasta los discursos de la urba-nística, desde los aspectos morfológicos has-ta las representaciones y los usos sociales dela ciudad. El corpus historiográfico que se ana-lizará se organiza así en torno de los trabajosque consideran la ciudad como artefacto ma-terial históricamente producido, pero incluyetambién, necesariamente, trabajos con otrosfocos y otras perspectivas. Podría decirse que,en última instancia, casi una única condicióncomprende a todas las obras que integran elcorpus que seleccionamos, lo que evidenciael doble movimiento de restricción y ecume-nismo metodológico: sea que el foco de untrabajo histórico esté puesto en la sociedad,en la economía, en la cultura, en la políticao en todo ello a la vez, será aquí considera-do parte de la historia urbana cuando uno desus intereses centrales sea trazar vinculacio-nes entre aquellos focos y las transformacio-nes del artefacto ciudad en tanto tal; cuandoel estudio de la sociedad, la economía, la cul-tura o la política ilumine aspectos de la ma-terialidad de la ciudad y, viceversa, cuando seailuminado por ellos.

Al menos desde que la modernización quecomenzó en Occidente a finales del siglo XVIIIaceleró las transformaciones urbanas, defi-niendo la ciudad como el sitio emblemático dela transformación, cuando el sentido del cam-bio se identificó directamente con el espaciourbano, siempre han existido voces para rela-tar aquello que la ciudad ya no era o estabaen riesgo de extinción, el pasado perdido en elcamino del progreso. Este espíritu coleccio-nista suele ser provincianamente romántico,pero no exclusivamente conservador, ya quelos “anecdotarios” y las “memorias” de ciudad,preocupados por relevar un pasado glorioso,no siempre lo hacen en clave decadentista,sino que muchas veces buscan en ese pasadolas razones del destino también glorioso rea-lizado en la empresa modernizadora. Comosea, de ese espíritu surge la identificación delos restos materiales de la ciudad histórica conla encarnación de un alma del lugar y una iden-tidad local siempre amenazados; surge, en sín-tesis, una línea maestra de los enfoques de his-

toria de la ciudad, que la vincula directamen-te con la memoria y la preservación.

Esta tendencia narrativa fue muy fuerte has-ta la primera mitad del siglo XX, produciendola mayoría de los textos históricos sobre ciu-dades; en su perfil académico, produjo la líneade las “biografías de ciudad”, algunos de cuyostrabajos aún hoy son referencia ineludible porsus aportes documentales; en su perfil más po-pular produjo infinitas narraciones lugareñas,en las que la idea difundida de erudición se tra-duce en una acumulación de datos sin mayorsentido. Estas tendencias siguen presentes has-ta la actualidad en la literatura sobre ciudades,y si bien también se encuentran en el costadoamateur (y por ello, democrático) de toda his-toriografía, la materialidad de la ciudad exas-pera una relación clásica de estas historias consus fuentes, de modo que se confunde la pro-ducción y organización de documentación conel hacer histórico in toto.

Al margen de estas tendencias narrativasmás o menos silvestres, surgieron ya en los co-mienzos del siglo XX dos enfoques de historiade la ciudad que han tenido prolífica descen-dencia. Un enfoque vinculado con los prime-ros desarrollos del survey anglosajón y la ur-banística clásica alemana, que toma la historiade la ciudad como antecedente necesario paracomprender los ejes estructurantes de su re-lación con la sociedad y la naturaleza (en unaimpronta determinista de la “ecología huma-

na”), de modo que laplanificación dispongadel más completo co-nocimiento para unaacción técnicamentesolvente pero cultural-mente orientada. Esuna línea que se filia enlos trabajos del biólogoescocés Patrick Geddes,pero su mejor repre-sentante en el mundoanglosajón fue uno desus más famosos discí-

pulos, Lewis Mumford, quien en dos obras devasto aliento (La cultura de las ciudades, de 1938,y La ciudad en la historia, de 1961) clasificólas etapas históricas de la ciudad de acuerdocon ejes vinculados con la tecnología y la es-tructuración regionalista del ambiente huma-no. En el mundo alemán, luego de la “correc-ción” historicista de la tradición urbanísticaque produjo el manual de Camillo Sitte (1889),el conocimiento de la historia de la ciudad sevolvió un componente más de la lucha por su

172 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u LA GRILLA Y EL PARQUE,

DE ADRIÁN GORELIK.

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transformación, como muestra Das steinerneBerlin (1930), de Werner Hegemann. Una vi-sión directamente operativa, en el sentido deque se trata de una historia orientada a res-ponder a las demandas de reforma urbanísti-ca, que en Francia tiene un ejemplo tempranoen la obra de Pierre Lavedan (Introduction aune histoire de l’architecture urbaine, de 1926;Geographie des villes, de 1936).

El segundo enfoque procede de la geogra-fía humana francesa, que comparte con la pers-pectiva anglosajona tanto la matriz regionalis-ta como la voluntad culturalista y al mismotiempo determinista; este enfoque produjo al-gunas nociones clave para la geografía, la his-toria y la economía: la noción de “nodo” (PaulVidal de la Blache), que comprende a la ciudadcomo un punto de intensificación de las fun-ciones económicas de una región; la noción de“alma de la ciudad” (Marcel Poëte), que su-pone la formación socioespacial de un ser co-lectivo, producto de la cooperación humana ensu adaptación al ambiente. La obra de Poëte(como Une vie de cité. Paris de sa naissance à nosjours, de 1924-1931) y los trabajos de Henri Pi-renne sobre la ciudad medieval, con su visiónde la “revolución urbana” que en el siglo XI dioorigen a la ciudad occidental moderna, de re-sonancias mucho más amplias en la historio-grafía general, comparten rasgos de pertenenciaa ese enfoque, que en sus estribaciones ex-tremas podría incorporar la obra histórico-geográfica de Lucien Febvre y otros analistasy los trabajos pioneros sobre la memoria socialque Maurice Halbwachs realizó con París co-mo objeto en los primeros años del siglo XX.

La formación de la historia urbana como dis-ciplina. Pero, como dijimos, la historia urba-na se define como disciplina a nivel interna-cional entre los años sesenta y setenta,fundando sus principales centros de estudio ysus publicaciones específicas, desde el UrbanHistory Newsletter, boletín bibliográfico que co-mienza a editarse en 1963 en Inglaterra, has-ta el estadounidense Journal of Urban History,que se inicia en 1974 o la italiana Storia urba-na, de 1977. Cabe reconocer en esos años unaencrucijada de factores que se traman para sos-tener la novedosa producción historiográficasobre la ciudad, condimentada por la crisis, po-tenciada desde la segunda posguerra, y los re-latos modernistas que vinculaban mecánica-mente ciudad y progreso.

Por una parte, la preocupación de nuevascorrientes de reflexión arquitectónica por lapermanencia, encarnada en la ciudad por las

tipologías populares, lamorfología urbana y losmonumentos históri-cos; una preocupaciónde la cual La arquitec-tura de la ciudad (1966),de Aldo Rossi, es ejem-plar, especialmente por-que ese libro fue unainfluencia decisiva pa-ra que durante las dé-cadas de 1970 y 1980 lahistoria de la arquitec-

tura y la ciudad ocupara un lugar privilegiadodentro de las propias prácticas proyectuales. Elmismo clima preside en los años de 1980 elauge de la visión de la ciudad como memoriamaterial colectiva, uno de cuyos ejemplos másambiciosos aparece en la obra dirigida por Pie-rre Nora, Les lieux de mémoire (1986).

Por otra, la aparición de la historicidad dela urbanística como profesión, en un tipo dereflexión que comenzó a buscar en la historiade la formación disciplinar la explicación al“fracaso” de la urbanística moderna; Introduc-ción a la urbanística de Leonardo Benevolo(1963), The Making of Urban America de JohnReps (1965), Camilo Sitte y el nacimiento del ur-banismo moderno de George y Christianne Co-llins (1965) y Urbanismo. Utopías y realidadesde Françoise Choay (1965) son los textos pio-neros y a la vez paradigmáticos de diferentesformas de abordaje de la cuestión, inauguran-do los dos últimos la práctica de reproducciónde fuentes que, en las décadas de 1970 y 1980,permitiría la recuperación de todo el legado“clásico” de la urbanística (especialmente a tra-vés del trabajo de historiadores como GiorgioPiccinato y Donatella Calabi).

Asimismo, resulta de importancia la reva-loración de las relaciones entre la sociedad y elespacio en la Modernidad occidental, que lle-va adelante Michel Foucault en los años 1970,de enorme influencia en los estudios históri-cos, geográficos y culturales, en especial en suefecto sobre la consideración de las prácticasurbanas como dispositivos decisivos en la for-mación de la “mentalidad” moderna, marcan-do a fuego una de las usinas más productivasde historia de la ciudad y su arquitectura, la“Escuela de Venecia” (ver, por ejemplo, de Ge-orges Teyssot y Paolo Moracchiello, Le mac-chine imperfette. Architettura, programa, istitu-zioni nel XIX secolo, de 1980, con la introducciónprogramática de Manfredo Tafuri).

Finalmente, debe señalarse el lugar fun-damental que asume la reflexión cultural sobre

la ciudad en el marco del debate Modernidad /Posmodernidad, con la nueva visibilidad queadquirió desde finales de la década de 1960 elpensamiento de figuras como Georg Simmel,Walter Benjamin o Siegfried Kracauer, que enlas primeras décadas del siglo XX habían or-ganizado su reflexión sobre la Modernidad apartir de interpretaciones de la vida metropoli-tana; autores como Franco Rella y Massimo Ca-ciari o, en claves diferentes, Richard Sennett yMarshall Berman son buenos ejemplos de es-tas miradas culturales sobre la ciudad y el pen-samiento urbano que, especialmente a travésde la rápida celebridad de Todo lo sólido se di-suelve en el aire, de Berman (1982), se generali-zaron en los años ochenta y noventa.

Como parte de esta densa trama surgierondiferentes formas de revaloración de la ciudadque produjeron desarrollos historiográficosen por lo menos cinco andariveles de relati-va autonomía conceptual y metodológica, aun-que es posible encontrar múltiples puntos detangencia y superposición entre ellos y aun-que muchas veces encontremos autores quese desplazan muy bien de uno a otro. Estosfueron: la revaloración de la ciudad como es-pacio histórico; la revaloración de la ciudad co-mo objeto del pensamiento social y la cultu-ra; la revaloración de la urbanística comopráctica profesional; la revalorización del pro-ceso de urbanización como parte sustancialde los procesos sociales y económicos de lamodernización; y la revaloración de la auto-nomía de lo urbano.

Un hito en el despliegue del primer anda-rivel, a comienzos de los años sesenta, fue laconferencia organizada por el Joint Center forUrban Studies, de MIT y Harvard, sobre “Loshistoriadores y la ciudad”, con cuyos resulta-dos Oscar Handlin y John Burchard editaronen 1963 el libro homónimo. También en 1963Assa Brigs publica, en la misma dirección, unlibro que se volvería clásico, Victorian Cities,y dos décadas más tarde Carl Schorske pre-senta uno de los libros más influyentes en ladefinición de la ciudad como un “espacio his-tórico” significativo para connotar los hechossociales y políticos, y la producción cultural detodo un período: Viena fin-de-siècle. Política ycultura (1981).

En el segundo andarivel, el de la ciudad co-mo objeto del pensamiento, en los años sesentase abrió, con el libro de Lucía y Morton Whi-te, Los intelectuales contra la ciudad (1962), unabanico de estudios que buscaban en la litera-tura, la sociología o la filosofía una historia delas representaciones urbanas. Pueden recor-

his his

173Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u ANALES DEL INSTITUTO

DE ARTE AMERICANO.

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darse trabajos como el que Schorske publicó enel libro de Handlin y Burchard, sobre la ciudaden el pensamiento filosófico de Voltaire a Spen-gler, o el libro de Thomas Bender Toward anUrban Vision (1975), y otros que comenzaron aincluir también las ideas urbanísticas o las con-cepciones técnicas sobre la ciudad, previas acualquier noción de “urbanismo”, como capí-tulo de una más amplia historia cultural de laciudad, como aparece con claridad en algunostrabajos de Paolo Sica (La imagen de la ciudad.De Esparta a Las Vegas, 1970), Joseph Rykwert(La idea de ciudad, 1976), Anthony Sutcliffe (Me-trópolis, 1984), o, más recientemente, Paul Ra-binow (French Modern, 1998) y David Frisby(Cityscapes of Modernity, 2001).

Aparte de este uso cultural de las ideas téc-nicas sobre la ciudad, la historia de la urba-nística como tal ha tenido en su andarivel es-pecífico un desarrollo extraordinario desde lostrabajos inaugurales de los años sesenta, cons-tituyéndose casi en una disciplina historio-gráfica autónoma, con sus especialistas, suscongresos y publicaciones. Las líneas de ma-yor densidad historiográfica son aquellas quehan logrado escapar tanto de la vertiente ope-rativa insinuada en el libro citado de Benévo-lo, como del formato monográfico-descriptivopresente en el libro de los Collins sobre Sitte;ambas vertientes constituyen, desde ya, fuer-zas poderosas que tensionan toda la historio-grafía disciplinar (con relatos producidos lasmás de las veces por los mismos practicantesde la disciplina) y que en el caso de la urba-nística se manifiestan en cientos de historiasjustificatorias o anacrónicas, o de papers aca-démicos que coleccionan biografías de urba-nistas, hacen la historia heroica de “pioneros”o “descubren” urbanistas “olvidados”. El librode Giorgio Piccinato, La construcción de la ur-banística. Alemania 1871-1914, de 1974, fue unhito en la concepción renovada de la urbanís-tica como práctica profesional históricamenteproducida y a la vez significativa de otros pro-cesos económicos, sociales, políticos e ideo-lógicos que intervienen en la realización dela ciudad. Tanto en la vertiente europea conti-nental, marcada por el impacto teórico de Fou-cault, como en la vertiente anglosajona, máspreocupada por una historia social y técnica dela disciplina, durante las décadas de 1970 y1980 se produjo el corpus básico de esta his-toriografía, dentro del cual destacan los tra-bajos de Donatella Calabi, Paolo Sica, Marcode Michelis, Jean Louis Cohen, Monique Eleb,Marcel Roncayolo, Françoise Choay, AnthonySutcliffe, Peter Hall, etc.

El cuarto andarivel, el de la revaloración delproceso de urbanización, es expresivo de laalianza que una línea historiográfica trazó conla renovación de las ciencias sociales en losaños sesenta, especialmente con la economíay la sociología. El nombre de H. J. Dyos, crea-dor del primer centro académico específico, elGrupo de Historia Urbana en la Universidadde Leicester (editor del Urban History Newslet-ter), es emblemático de esta vertiente, con supreocupación por ver la ciudad como encar-nación de los procesos más generales de in-dustrialización, desarrollo económico y tecno-lógico, procesos demográficos, etc. (The Studyof Urban History, de 1968, compilado por Dyos,es la muestra de la producción inicial del gru-

po a la vez que una ex-posición de su progra-ma de investigación).Los trabajos de PhilipHauser y Leo Schnorre(como su compilaciónThe Study of Urbaniza-tion, de 1965, productodel Comité de Urbani-zación que formó en1958 el Social ScienceResearch Council), seencuadran en esta ver-tiente, dentro la orien-

tación determinante de los postulados de la te-oría de la modernización y contando, muchasveces, con el auspicio de organismos multi-nacionales, de modo que se convirtieron enpiezas clave de la perspectiva adoptada en losaños sesenta por los estudios sobre la ciudaden los países en desarrollo. Esta vertiente hacontinuado produciendo trabajos importantes,como los de Jan de Vries (La urbanización deEuropa 1500-1800, 1984) y E. A. Wrigley (Gen-tes, ciudades y riqueza, 1987).

El quinto andarivel, finalmente, el de la au-tonomía de lo urbano, se desarrolló en los añossetenta, especialmente en Europa continental,en una reacción innovadora frente a la consi-deración de la ciudad como escenario social.Es una perspectiva que se funda, como rese-ñaron Olmo y Lepetit (1995), en dos principios:que la ciudad es un objeto sociomorfológicoautónomo, cuyo significado habita en la rela-ción entre sus elementos intrínsecos, y que, envirtud de ello, es creadora de innovaciones quehacen y modifican su propia historia. La figu-ra de la ciudad como “tiempo petrificado”, deJean-Claude Perrot (Genèse d’une ville moderne.Caen aux XVIIIe siècle, 1975), o como “perso-naje histórico”, de Cesare de Seta, quien la de-

fine como “la más persistente y la más difí-cilmente modificable condición que el hom-bre ha creado en su historia”, respaldaron lanecesidad de una historia urbana específica,capaz de “inventar los instrumentos y las téc-nicas que le puedan permitir una interpreta-ción menos empírica, menos funcional e ins-trumental del fenómeno ciudad: una entidadcuyo espesor espacial y temporal es tal que nopuede ser referido ni reducido a ninguna otraexpresión de la actividad humana” (De Seta.“L’ideologia della città nella cultura premar-xista”. En: A. Caracciolo. Dalla città preindus-triale alla città del capitalismo, 1975).

Este último planteo hace explícito un con-flicto permanente en las historias de ciudad (y,más en general, en toda teoría de lo urbano),en la consideración de las relaciones ciudad /sociedad, entre la tendencia a una total homo-logación y la tendencia a una total autonomía.Roncayolo (1990) analiza este conflicto mos-trando cómo en el primer caso anida el riesgode convertir las formas materiales en mera mo-dalidad de las prácticas sociales, mientras queen el segundo, el de exasperar las continuida-des de la historia material, independizándolade todo acontecer externo a ella. Se trata deun conflicto análogo al que dominó los debatesen los estudios urbanos anglosajones en losaños setenta, entre la consideración de lo “ur-bano como proceso” (la posición del grupo deLeicester) y de lo “urbano como sitio” (en tor-no de la cual se organiza la New Urban Historyen los Estados Unidos, como puede verse en ellibro programático de 1968, editado por RichardSennet y Stephan Thernstrom: The NineteenthCentury City: Essays in New Urban History). Pe-ro, en todo caso, más allá del momento pro-gramático que presidió algunos de esos deba-tes, es importante comprender que se trata deun conflicto intrínseco al pensamiento sobre laciudad, que no alinea limpiamente tendenciashistoriográficas o enfoques confrontados, sinoque se encuentra presente en cada uno de losandariveles que enumeramos.

LA HISTORIA URBANA EN AMÉRICA LATINA.

En América Latina se desarrollaban desdecomienzos del siglo XX enfoques que veían lahistoria de la ciudad como parte de una his-toria antropológica de la civilización preco-lombina, como parte de la historia jurídico-ins-titucional de la Colonia o como parte de suhistoria arquitectónica. Recién en los años cin-cuenta, en el marco de los estudios latinoa-mericanistas de la academia norteamericana,comenzó a abordarse la ciudad, y en particu-

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u CIUDADES PRECOLOMBI-

NAS, DE JORGE E. HARDOY.

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lar la ciudad que se moderniza en el siglo XIX,desde las nuevas tendencias historiográficas,siendo la mesa sobre “Expansión urbana en laAmérica Latina durante el siglo XIX”, reali-zada en la 71 reunión de la American Histori-cal Association en diciembre de 1956, una delas primeras cristalizaciones institucionales,con la participación de dos historiadores queserían protagonistas del desarrollo de la histo-riografía urbana en el Continente, Richard Mor-se y James Scobie (Estudios Americanos N.°67-68, Sevilla, abril-mayo de 1957).

Los años sesenta y setenta fueron también,como en el resto del mundo, años de consoli-dación de tendencias específicas de historia ur-bana, pero en el caso latinoamericano el enfo-que cuasi excluyente de esas décadas fue el dela historia de la ciudad como proceso de urba-nización. En el desarrollo de este enfoque ocu-pan un lugar predominante los “Simposios so-bre la Urbanización en América Latina desdesus orígenes hasta nuestros días”, que co-menzaron a sesionar bianualmente en los Con-gresos Internacionales de Americanistas des-de 1966 (ocasión del XXXVII Congreso,realizado en Mar del Plata), con la organiza-ción y el impulso de Jorge Enrique Hardoy (v.)

y Richard P. Schaedel, quienes, junto con Mor-se, editaron buena parte de los resultados enuna colección de libros imprescindible. Juntoa ellos, un puñado de latinoamericanistas, co-mo Scobie, Francisco Solano (autor en 1973 deuno de las primeros estudios bibliográficos es-pecíficos de historia urbana latinoamericana),Erwin Palm, Woodrow Borah, Ralph Gaken-heimer, Gabriel Guarda, Armando de Ramón,George Kubler, Graziano Gasparini, AlejandraMoreno Toscano, Nestor Goulart Reis, etc.,constituyeron una activa red intelectual confluidos contactos con los estudios de la me-trópoli contemporánea (que en muchos ca-sos ellos también encaraban). De hecho, tal co-mo quedaba implícito en el mismo título delos simposios, la voluntad de conocer el pasa-do de la ciudad nacía tensionada por la actua-lidad de sus problemas, los que ocupaban unaparte central de la agenda política y académi-ca que estaba constituyendo a las ciencias so-ciales en la región, en los marcos intelectualespuestos por la sociología funcionalista y la te-oría de la modernización. Así, los diálogos en-tre la historia, la sociología, la demografía yla economía estarían dirigidos a pulsar las po-sibilidades y los límites de la planificación ur-bana y regional, con la guía de algunas figurasde presencia continental en los debates sobreel desarrollo, como los ya mencionados Hau-

ser y Schnorre, Gino Germani, Albert Hirs-chmann, Milton Santos, Helio Jaguaribe, JohnFriedmann, José Matos Mar o Aníbal Quijano,e instituciones como la ONU o la CEPAL, elConsejo Latinoamericano en Ciencias Socia-les, la Sociedad Interamericana de Planifica-ción (SIAP) o las fundaciones Ford o Rocke-feller, patrocinando los encuentros, losproyectos de investigación y las publicaciones(son los años de formación de las Comisionesde Desarrollo Urbano y Regional en casi todoslos organismos multinacionales).

La cuestión central en la que las agendassociológicas e historiográficas se ponían encontacto era la de la transición de la sociedadpreindustrial a la sociedad moderna, y por esolos siglos XIX y XX entraron rápidamente enfoco como un ciclo que debía verse de modounitario. Fue un período de enorme producti-vidad que, como no podía ser de otro modo da-da la intensidad política de la agenda urbana,estuvo también atravesado por crisis y mu-danzas teóricas. La más importante y conoci-da fue la que llevó de la teoría del desarrollo ala teoría de la dependencia y de los paradigmasdel estructural-funcionalismo de la sociolo-gía de la modernización, de origen norteame-ricano, a los del estructuralismo marxista de lasociología urbana francesa (con el protagonis-mo de Manuel Castells). También en este gi-ro la historia tuvo un rol importante, ya que,como sostenía Quijano en 1967: “No se podríaentender nuestra historia actual [...] sin tomaren cuenta el desarrollo de [las] relaciones dedependencia desde una perspectiva de largo al-cance en el pasado” (cf. “La urbanización de lasociedad en Latinoamérica”). Así se desarro-llaron diferentes perspectivas historiográfi-cas marcadas por la voluntad dependentista deproducir una “teoría” de la “ciudad latinoa-mericana”. Es decir, como en el momento an-terior, también marcadas fuertemente por lavoluntad de comprender operativamente el pre-sente. Y hay otro núcleo en común que per-mite, desde el punto de vista de la historiografíaurbana, ver esos dos momentos teóricos, el des-arrollista y el dependentista, como un único ci-clo: el desinterés por las ideas urbanísticas.

Va a ser la crisis del paradigma dependen-tista, en los años ochenta, lo que ponga fin aese ciclo, clausurando algunas canteras funda-mentales del pensamiento latinoamericano, pe-ro al mismo tiempo abriendo el trabajo histo-riográfico a un mayor ecumenismo teórico quese hizo eco de los diferentes enfoques de la his-toriografía urbana internacional, especialmen-te en lo referido a la revaloración de la ciudad

como huella y motor de la cultura moderna. Al-gunas obras pertenecientes al marco anteriorpudieron escapar a sus limitaciones, quedan-do como referentes en el nuevo ciclo: comoalgunos trabajos de Morse, defensor solitariodurante las décadas precedentes de la impor-tancia de las perspectivas histórico-culturales(como mostró en Formação histórica de São Pau-lo, cuya primera edición en inglés es de 1958,o Las ciudades latinoamericanas, de 1973), o doslibros clásicos, Buenos Aires, del centro a los ba-rrios, de Scobie (1974) y Latinoamérica, las ciu-dades y las ideas, de José Luis Romero (1976).

A mediados de los años ochenta emerge unanueva generación de obras históricas con pre-ocupaciones diferentes de aquella voluntad deformar parte de una “teoría de la ciudad lati-noamericana”. Por una parte, dentro del regis-tro de la dimensión social y cultural de la ciu-dad —especialmente de los debates sobre laModernidad— aparecen estudios puntuales deciudades (A tropical belle époque, sobre Río deJaneiro, de Jeffrey Needell en 1987; Una mo-dernidad periférica, sobre Buenos Aires, de Be-atriz Sarlo en 1988; Orfeu extático na metrópo-le, sobre São Paulo, de Nicolau Sevcenko en1992) o visiones más generales sobre la rela-ción entre ciudad y cultura moderna (Trem fan-tasma. A modernidade na selva, de Francisco Fo-ot Hardman en 1988; Desencuentros de lamodernidad en América Latina, de Julio Ramosen 1992; Quatro vezes cidade, de Maria Alice Re-zende de Carvalho en 1994). Por otra parte, den-tro del registro de la ciudad como objeto delpensamiento, cabe reconocer el impacto deci-sivo que tuvo, especialmente en el boom del te-ma ciudad en los estudios literarios, la obra pós-tuma de Ángel Rama, La ciudad letrada (1982).

La misma connotación de boom puede dár-sele al registro de la historia de la urbanística,con algunos temas, como los viajes y las visi-tas de urbanistas célebres, que se volvieron rá-pidamente clásicos, disparando emprendi-mientos colectivos y múltiples revisiones (lostrabajos sobre los viajes de Le Corbusier deJorge Liernur, Fernando Pérez Oyarzún, Car-los Martins o Margarethe Pereira Dos Santos;los trabajos sobre Joseph Bouvard, Jean Clau-de Nicolas Forestier, Karl Brunner, WernerHegemann, José Luis Sert, etc., presididos porinvestigaciones en archivos documentales), onuevos estudios sobre las reformas urbanasdecimonónicas, con perspectivas más sofisti-cadas sobre la inserción de las ideas urbanasdel período en algunos contextos urbanos ypolíticos específicos (O Rio de Janeiro de Pe-reira Passos, organizado por Giovanna Rosso

his his

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Del Brenna en 1985; Urbanismo europeo en Ca-racas, de Arturo Almandoz en 1997; La mu-ralla y los callejones, de Gabriel Ramón sobreLima en 1999).

Junto con una apropiación generalizada delos temas de la historia de la ciudad desde pers-pectivas literarias, antropológicas o históricas,durante la década de 1990 los estudios de his-toria urbana se institucionalizan en los centrosuniversitarios de investigación de muchos pa-íses latinoamericanos, especialmente a partirde los enfoques sobre la historia de la urba-nística o sobre la construcción material de laciudad (y casi exclusivamente en las escuelasde arquitectura), con revistas especializadas yencuentros periódicos. Pero en pocos paísesse encuentra un desarrollo tan explosivo comoen el Brasil, donde desde finales de los añosochenta se realizan bianualmente Seminariosde História da Cidade e do Urbanismo, que yase han vuelto multitudinarios. El caso del Bra-sil es particular por el desarrollado sistema ins-titucional académico organizado en todo su te-rritorio nacional, que nos permite evaluar, juntocon la extensión del conocimiento, los proble-mas de normalización académica de los estu-dios de historia urbana, con su inevitable di-mensión burocrática y formulaica.

Historias de ciudad e historia urbana en la Ar-gentina. Si nos atuviéramos al desarrollo dis-ciplinar del campo de la historia urbana en laArgentina, no es mucho lo que podríamos de-cir, ya que aquí, al igual que en el resto de La-tinoamérica, solo se produce muy reciente-mente. Pero conviene remontarse al siglo XIX,no para buscar los “orígenes” o los “antece-dentes” de una historiografía urbana concebi-da como una marcha acumulativa de progre-so científico, sino para situar aquellasreflexiones históricas sobre la ciudad que fue-ron fundantes de un corpus de representa-ciones clásicas o de un canon documental, alos que se acudirá una y otra vez en el desarrolloposterior del trabajo historiográfico.

I. Cuadros de costumbres: de la literatura deviajes al memorialismo. Buenos Aires y las Pro-vincias Unidas del Río de la Plata, del cónsul in-glés en la Argentina, Woodbine Parish, edita-da en Inglaterra en 1839 y traducido alcastellano en 1853, es una inmejorable exposi-ción del estado del saber urbano y territorialen la primera mitad del siglo XIX. Esta “pe-queña enciclopedia de conocimiento sobre elpaís argentino”, en palabras de Busaniche, in-cluía, además de descripciones geográficas, ge-ológicas y paleonteológicas, notas sobre cos-

tumbres, producción, comercio y aventuraspersonales, algunos importantes capítulos so-bre la historia de las provincias del Plata. Es-te género literario, cuyo ilustre paradigma seencuentra en los Viajes a las regiones equinoc-ciales del Nuevo Continente, de Alexander VonHumboldt, había sido frecuentado por varioscompatriotas de Parish que recorrieron los te-rritorios del Plata en la primera mitad del si-glo XIX; y justamente por las particulares ca-racterísticas del género, que cruza tan diversosregistros, la literatura de viajeros se convirtióen una de las fuentes privilegiadas para los es-tudios históricos de las ciudades y el paisaje ar-gentinos. En su segunda edición ampliada (Lon-dres, 1852), Parish menciona las principalesfuentes y obras en las que se había basado, yesto es un buen indicio del canon documentalmás recurrido, así como de la indigencia detrabajos estrictamente históricos sobre el Pla-ta. Menciona las crónicas de los inicios de laConquista (Ulrico Schmidl, Ruy Díaz de Guz-mán, Martín del Barco Centenera, Alvar Nú-ñez Cabeza de Vaca), algunos testimonios “máso menos presenciales” de los hechos, a los quesumaba la historia de Herrera, historiador dela Corte que había trabajado en el Archivo deIndias, y para el siglo XVIII las relaciones delos jesuitas compendiadas por el Deán Funesen la Historia del Paraguay (1816).

Queda así reconocida la importancia inau-gural de la Colección de obras y documentos re-lativos a la historia antigua y moderna de las Pro-vincias del Río de la Plata, editada por Pedro deAngelis, que reúne en seis tomos, comentadosy anotados de manera sistemática, las princi-pales fuentes de la historia local. Parish con-formó además una colección propia, que mues-tra un particular interés geográfico: entre otrosdocumentos, los diarios de Piedra y de los her-manos Viedma, de Villarino sobre el Río Ne-gro, de Luis de la Cruz, quien atravesó las pam-pas desde Antuco a Buenos Aires, de PedroGarcía durante su expedición a las Salinas en1810. Asimismo, gracias a la colaboración queobtuvo de oficinas gubernamentales como elDepartamento Topográfico (v.), Parish pudo re-levar otras expediciones de importancia, comola travesía entre Valparaíso y Buenos Aires queregistran Bauzá y Espinosa, destacados de laexpedición de Malaspina en 1789 y, especial-mente, los trabajos de los comisionados colo-niales para definir, desde 1750 a 1777, los lí-mites de los dominios entre España y Portugal,de los que se destacan los informes de Félix deAzara, parcialmente publicados en París en1809. Con la información que se llevó de aquí,

Parish pudo encargar en Londres un plano delas provincias del Plata a John Arrowsmith,el más completo en su momento y base de lascartas posteriores; un ejemplo excelente de có-mo en la historia urbana y territorial muchasveces la producción historiográfica se confun-de con la propia producción de los documen-tos que permiten conocer materialmente y con-formar intelectualmente el objeto de estudio.

Parish concluye mencionando dos viajesmás de importancia en el reconocimiento ge-ográfico de la región: los de los buques Ad-venture y Beagle, entre 1826 y 1836, con la pre-sencia en una de las travesías de CharlesDarwin, y el del naturalista Alcide D’Orbigny,relatado en el Viaje a la América Meridional. Alos que solo cabría sumar los trabajos de Eme-ric Essex Vidal, William McCann y John Be-aumont en la primera mitad del siglo, y Mar-tin De Moussy en la segunda, si quisiéramoscompletar el corpus fundamental en la pro-ducción historiográfica posterior. Se trata defuentes primarias que, más allá de su carác-ter fragmentario, han generado los marcos deinterpretación históricos y geográficos, las des-cripciones y las visiones canónicas, el señala-miento de los espacios físicos privilegiados pa-ra comprender el habitar en el Plata. Losmodelos retóricos utilizados en esta literatu-ra de viajeros fueron estudiados por AdolfoPrieto (Los viajeros ingleses y la emergencia de laliteratura en la Argentina, 1996), quien mos-tró el impacto que tuvieron en obras como laMemoria de Tucumán, de Juan Bautista Al-berdi, el Facundo de Domingo Faustino Sar-miento o La cautiva de Esteban Echeverría;obras relevantes no solo para la literatura, si-no también para la comprensión e interpre-tación del espacio local, en la medida en queel presupuesto de relación entre sociedad ypaisaje, arquitectura y carácter de los pueblos,naturaleza y determinaciones psíquicas, re-sultaba una de las claves de su ideario, comobien lo muestra esa figura fundamental delimaginario territorial argentino, “civilizacióny barbarie”, y como más directamente lo mues-tra la preocupación permanente de Sarmien-to por los temas urbanos y territoriales.

Dentro de esos mismos presupuestos, pe-ro con una preocupación específica por la pro-ducción material y técnica de la ciudad y elterritorio, Carlos Pellegrini (v.) publicó en la Re-vista del Plata (1853-1854) un puñado de artí-culos que constituyen los primeros trabajoshistórico-urbanos sobre una ciudad argentina,Buenos Aires (ciudad que seguiría concen-trando una parte decisiva de la producción na-

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cional en historia urbana). Se trata de artícu-los basados en una serie de documentos quePellegrini había comenzado a reunir a fina-les de la década de 1820 para “una historiacivil y arquitectural de Buenos Aires”; “Reco-leta”, por ejemplo, en el que sigue los avataresdel barrio a través de sucesiones, ventas de tie-rra y edificaciones desde principios del sigloXVII, para concluir en un apoyo entusiasta alos modestos ensayos de macadam contempo-ráneos. Como se ve, Pellegrini es uno de losprimeros operadores urbanos preocupados pordarle densidad histórica a la justificación de suaccionar técnico, mostrando una inflexión quesería tipica de este género historiográfico. Yaen el entresiglo, la misma voluntad produciríados historias del puerto de Buenos Aires, pe-ro en el marco de una batalla técnica y políti-ca sin cuartel por darles legitimidad a las dife-rentes propuestas en juego: la de EduardoMadero (Historia del Puerto de Buenos Aires,1892) y la de Luis Huergo (Historia técnica delPuerto de Buenos Aires, 1904). Dos historiasque, como lo mostró Silvestri (1993), tambiénmarcarían puntos historiográficos de partida:la de Madero, porque fue el producto de la pri-mera búsqueda sistemática en el Archivo deIndias en función de una problemática urba-na; la de Huergo, porque constituye la prime-ra historia técnica de un dispositivo urbano.

Contemporáneamente, en pleno vértigo dela transformación urbana pero también en elmarco de las primeras crisis severas del ima-ginario modernizador porteño, aparece otra delas inflexiones típicas en este género histo-riográfico, el memorialismo urbano. Las obrasson muy conocidas: Buenos Aires desde setentaaños atrás, de José Antonio Wilde (1881), Lagran aldea, de Lucio V. López (1884), Las bel-dades de mi tiempo, de Santiago Calzadilla(1891). Retratan a través de recuerdos la ciu-dad criolla del siglo XIX previa a la moderni-zación, y funcionaron durante mucho tiem-po como “descripciones objetivas” de ella, alpunto de que el título de la novela de Lópezle puso nombre a todo ese período en la his-toriografía general sobre Buenos Aires. Sin em-bargo, como lo ha mostrado Aliata (1992), losrelatos que estas obras realizan funcionan me-jor en una historia de las representaciones ur-banas de la élite de finales del siglo XIX (ate-nazada por una modernización que no podíarechazar pero que ya no parecía cumplir susambiciones civilizatorias) que en una histo-ria que quiera conocer cómo era la Buenos Ai-res que ellas describen, ya que los ojos con loscuales lo hacen son los ojos nostalgiosos de la

infancia perdida (infancia personal e infanciade la ciudad, que suelen coincidir como mo-mento de epifanía en el espíritu memorialis-ta). Estos textos dulcificaron los tópicos urba-nos que la literatura de viajeros seleccionabacon su necesidad de color local (el matadero,el desembarco en la difícil costa, el Riachueloen la Vuelta de Rocha, las lavanderas en el río,la sociabilidad patriarcal porteña, etc., etc.),convirtiendo esas marcas conflictivas de la ciu-dad que buscaba modernizarse en simpáti-cos rasgos de identidad. Pero más interesanteaún es advertir que esos cuadros de costum-bres funcionaron hasta la década de 1980 co-mo materia prima de la imagen de Buenos Ai-res que ofrecía la historiografía.

DOCUMENTALISMO Y ANECDOTARIO:

DEL CENTENARIO AL PRESENTE.

Entre 1890 y el Centenario se produce unaexplosión historiográfica en los temas urba-nos. La crisis del noventa radicaliza la inco-modidad que un sector de la élite experimen-taba respecto de los resultados de su programamodernizador, y esto pondrá un foco crítico enBuenos Aires, vista como una metrópoli des-arraigada, babel de lenguas extrañas, encar-nación y motor de la desaparición del sentidode pertenencia nacional y la destrucción de las“sanas tradiciones” del país criollo. Estas ten-dencias regeneracionistas se encuentran entensión con las visiones celebratorias del pro-greso urbano, pero hacia comienzos de sigloXX, cuando aquel malestar empalme con elinicio de los preparativos para el Centenario y,por tanto, con la vocación nacionalista que losaniversarios patrios disparan, todos parecencoincidir en la necesidad de rehistorizar la ciu-dad, convirtiéndola en un espacio de rituali-zación y divulgación de la memoria patria. Es-to significaba tanto poblar la ciudad demonumentos (para generar una “pedagogía delas estatuas” en los términos de Ricardo Ro-jas), como realizar una serie de acciones re-cordatorias (colocación de plaquetas conme-morativas en los solares históricos, cambios enla nomenclatura para homenajear figuras yacontecimientos patrios, etc.) que requerían elrespaldo y el concurso del saber histórico.

Ya en 1891 la revista El Nacional reprodujocompleta una encuesta que el Concejo Deli-berante de Buenos Aires había realizado en1883 entre figuras destacadas de la vida nacio-nal sobre la Pirámide de Mayo. El Concejo bus-caba respaldo para oponerse a la propuesta dereforma de la Plaza de Mayo del intendenteTorcuato de Alvear, que entre otras medidas

suponía la demolición de la pirámide. Figurascomo Mitre, Sarmiento, López, José María Es-trada, Andrés Lamas, Nicolás Avellaneda, Adol-fo Carranza, entre otros, es decir, algunos dequienes estaban en esos mismos años fun-dando las visiones historiográficas sobre el pa-sado nacional, fueron convocados a opinar so-bre los valores de la Pirámide de Mayo y sobrecuál debía ser su destino. Más allá del debate,que es un ejemplo extraordinario del estadodel pensamiento de la dirigencia política y cul-tural decimonónica sobre la relación entre his-toria y progreso en la construcción de la na-ción, es notable el gesto realizado por la revistade convertir ese debate en una fuente históri-ca sobre los orígenes materiales de la nación,encarnados en la propia pirámide.

Esa voluntad historicista va a recibir en laprimera década del siglo el impulso del respal-do oficial, en función de los preparativos parael Centenario. Existe una secuencia de encar-gos oficiales que resultan en los primeros tex-tos sobre el patrimonio urbano y arquitectóni-co en el país. Podría decirse que toda una líneade la historiografía nacionalista nace en esosencargos oficiales, con su pasión por el docu-mentalismo y su ambición patriótica.

Algunos de los emprendimientos más im-portantes son: la excursión a las Misiones Je-suíticas que realiza Leopoldo Lugones (con

Horacio Quiroga comofotógrafo), cuyo infor-me publica en El impe-rio jesuítico en 1904; lasexpediciones arqueoló-gicas que la Universi-dad de Buenos Airesrealizaba en el Noroes-te del país, con los tra-bajos de J. B. Ambro-setti (iniciados a finalesde siglo) y Debenedet-ti (que comienza en1909); el viaje de Gas-

par García Viñas al Archivo de Indias para for-mar la Colección de copias de Documentos (1492-1680), encargada por Paul Groussac para laBiblioteca Nacional. La mayor parte de los tex-tos producidos en este espíritu serán sobreBuenos Aires, la sede de la celebración: Do-cumentos y planos relativos al período colonial enla ciudad de Buenos Aires, 5 tomos de EnriquePeña (1910); Buenos Aires colonial. Edificios ycostumbres, de José Antonio Pillado (1910); Ori-gen del nombre de las calles de Buenos Aires, deAdolfo Carranza (1910), entre los más carac-terísticos. Deben agregarse los trabajos de ge-

his his

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u LA CIUDAD EN LA HISTO-

RIA, DE LEWIS MUMFORD.

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ografía histórica de Aníbal Cardozo (quiendiscute con Groussac sobre el origen de laciudad de Buenos Aires) o los artículos quese escribieron para el Censo de 1910, entre losque se encuentran reseñas históricas de Al-berto Martínez, Carlos María Morales o Ma-riano Pelliza. El Censo fue todo él concebidocomo un monumento combinado de progre-so e historia; el tomo 3 está íntegramente de-dicado a trabajos históricos, con escritos deAlberto Martínez, Enrique Prins, Vicente Que-sada y otros, sobre la historia demográfica,arquitectónica, de la Buenos Aires colonial,de su escudo de armas, su alumbrado o susobras sanitarias.

Se trata de un estilo historiográfico que du-rante el siglo XX seguirá vigente, tanto en suversión profesional-documentalista como ensu versión memorialista, a veces combinadas.

Encarnará en algunas obras de referenciacomo Nuestro antiguo Buenos Ares. Cómo era ycómo es desde la época colonial hasta la actuali-dad, su asombroso progreso edilicio, trajes, cos-tumbres, etc., de Alfredo Taullard (1927), y —del mismo autor— Los planos más antiguosde Buenos Aires, 1580-1880 (1940); o en la pro-ducción de instituciones como la Junta Nu-mismática, la Academia Nacional de la His-toria y sus estribaciones no académicas, quesiguen los criterios de la Nueva Escuela His-tórica (gran parte vinculada a otro aniversario,el del cuarto centenario de la ciudad de Bue-nos Aires en 1936): los estudios que dedica-ron a la ciudad Ricardo Levene, José Torre Re-vello (v.), Rómulo Zabala, Enrique de Gandía,Ismael Bucich Escobar, Lafuente Machain,Juan José Nájera, etc.

Un estilo documentalista con el que Amíl-car Razzori (secretario del intendente Maria-no de Vedia y Mitre en los años treinta) va acomponer en 1945 una obra monumental, de-tallando en 3 tomos todos los hechos jurídicosy políticos de la creación de cada una de las ciu-dades en las diferentes etapas de fundación ur-bana en la Argentina y reproduciendo largosfragmentos de sus documentos principales(Historia de la ciudad argentina).

Más allá del mayor o menor rigor, se tratade un estilo cuyos rasgos centrales (desde elpunto de vista de la concepción historiográfi-ca sobre la ciudad) reencontramos mucho másadelante en una forma más popular en los Cua-dernos de Buenos Aires, encargados por la Mu-nicipalidad desde los años 1960 a un conjun-to de historiadores que trazaron la historia delos barrios, sus documentos fundacionales, sushechos fabulosos y sus anecdotarios.

LA CIUDAD COMO ENCARNACIÓN

DE LA SOCIEDAD Y LA POLÍTICA.

A comienzos del siglo XX se escribierondos obras que desarrollan aspectos diferentesde la historia de la ciudad, modélicas de con-cepciones más complejas para una historia ur-bana: La ciudad indiana de Juan Agustín Gar-cía (1900) y Buenos Aires de Juan Álvarez (1918).

La ciudad indiana fue escrita por Juan Agus-tín García dentro del espíritu que animaba unaobra como La ciudad antigua de Fustel de Cou-langes (1864), a quien García cita, junto conTaine, como fuente inspiradora. “Ciudad” es,en estas obras, un modo clásico de encarnarmaterialmente la sociedad, sus hábitos e ins-tituciones. Lo que se propone Fustel es el es-tudio de “los principios y las reglas que gober-naban la sociedad griega y la sociedad romana”,y lo que se propone García es una “interpreta-ción científica” de los “fenómenos sociales ar-gentinos”. De hecho, la “ciudad indiana” es pa-ra García más que la Buenos Aires colonial:es un epítome de la sociedad nacional en los si-glos XVII y XVIII. Por eso puede ver allí la for-mación de motivos culturales de largo aliento,de “costumbres” arraigadas, reconociendo enellas la conformación de un “carácter nacional”:la fe en la grandeza futura, el pundonor criollo,el culto al coraje y el desprecio por la ley. ParaGarcía, como para Fustel y Taine, pero tambiénpara Sarmiento, estas costumbres se formanen el medio ambiente que aquí no fue el es-pacio público de la ciudad ni el espacio privadodel hogar, sino la vastedad de “las campañas”,tema al que dedica los capítulos iniciales del li-bro. Y esos hábitos tienen la capacidad de en-carnar en un organismo que les da continuidaden el tiempo, más allá de todos los cambios so-ciales y culturales; de allí su persistencia en unapsicología nacional, que García busca develarpara contribuir con el necesario proceso tera-péutico colectivo.

García continúa las hipótesis trazadas porSarmiento, colocando un hito en una línea in-terpretativa de largo aliento: sus caracteriza-ciones sociales y culturales (especialmente lasdel culto al coraje y el desprecio por la ley) vana tener un impacto notable en la producciónensayística sobre el “ser nacional” (en los tex-tos de Martínez Estrada, fundacionales de to-do un registro de los imaginarios urbanos y te-rritoriales), y también en una producciónhistórica atenta a las dimensiones culturalesdel ensayo, como la de José Luis Romero. Pe-ro a esa línea de psicología social, de estudiode los hábitos y costumbres, García le añadeel andamiaje novedoso de la nueva sociología,

que le permite introducir análisis sobre la for-ma legal y la estructura económica de la ciu-dad y sus territorios.

Para García la ciudad de Buenos Aires es elespacio histórico que condensa la vida social ar-gentina. Para Juan Álvarez, en cambio, es la pie-za fundamental del engranaje institucional ypolítico que impide el equilibrio interno de laRepública. Álvarez (que varios años después sededicaría a la historia de otra ciudad, Rosario),escribe Buenos Aires cuatro años después deLas guerras civiles argentinas, ampliación e ilus-tración de sus hipótesis. En Las guerras civiles...Álvarez había producido una de las pocas al-ternativas articuladas que desnaturaliza el re-lato nacional cristalizado por Mitre (incluyen-do su inversión revisionista), mostrando lahistoria nacional no bajo la forma de una luchaentre civilización y barbarie (Buenos Aires yel Interior), sino como la conflictiva evoluciónde pugnas entre bloques regionales, que supo-nían formas de agrupación territoriales y so-ciales completamente diferentes entre sí y res-pecto de la “Nación argentina”, que en el relatotradicional yacía simplemente a la espera de suorganización definitiva. Estas pugnas culmi-naron para Álvarez con la imposición del do-minio del bloque más fuerte, el de Buenos Ai-res, paso fundamental para clausurar un ciclode guerras e inestabilidad. Pero, según su ver-sión, los problemas severos que atraviesa la Ar-gentina no tienen tanto que ver con la amplia-ción del sufragio (como cree la élite políticareformista), sino con el modo en que la con-centración artificial de funciones y poderes enBuenos Aires tensiona la estructura institucio-nal del país hacia un desequilibrio peligroso.

Álvarez produce así el primer texto de unalarga saga encargada de mostrar el crecimien-to artificial de Buenos Aires, planteando un te-ma que será caro tanto a la ensayística del sernacional (Martínez Estrada nombró la cuestióncomo La cabeza de Goliath) como a la sociolo-gía urbana de los años sesenta: el problema dela “primacía”. Utilizando los postulados clási-cos de la geografía humana, lo que se descubríaes que Buenos Aires se habría desarrollado alrevés que las modélicas ciudades europeas, nocomo expresión de las tendencias naturales, esdecir, económicas del territorio nacional, sinocomo un artefacto artificial de carácter mons-truoso: político y burocrático. Álvarez se de-tiene largamente en el análisis de las variableseconómicas, que manejaba con solidez, parapostular que el desenvolvimiento industrial dela ciudad (clave de su desarrollo demográfi-co), dependió de algunas decisiones políticas

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traducidas en cláusulas aduaneras; que el des-arrollo de Buenos Aires se produce a expensasdel desarrollo nacional, invirtiendo así lo queera hasta el Centenario una convicción gene-ralizada. Otro ensayista nacional revela el im-pacto de esta visión articulada de la historia delterritorio: Bernardo Canal Feijóo, cuya Teoríade la ciudad argentina (1951) ofrece una visiónde gran originalidad sobre la conformación te-rritorial-institucional de la Argentina, tradu-ciendo el malestar con el desequilibrio encar-nado por Buenos Aires en la primera propuestade planificación regional de aliento mumfor-diano, la del desarrollo de la cuenca de los rí-os Dulce-Salado.

MIRADAS OPERATIVAS:

HISTORIAS DE “EVOLUCIÓN” URBANÍSTICA.

Otra línea importante que se desarrollarádurante todo el siglo XX es la de la historia es-pecífica de las transformaciones urbanas, rea-lizada por sus propios practicantes. Vimos có-mo ya en el siglo XIX era posible encontraralgunos textos; como los relatos técnicos jus-tificatorios de las acciones presentes de Pelle-grini, una veta que hacia finales de siglo des-arrolló Carlos María Morales (el “Estudiotopográfico y edilicio” que publica en el Cen-so de 1904), bajo la forma épica de los grandesmomentos de modernización de Buenos Ai-res, consolidando simultáneamente la línea dereformadores gloriosos (el virrey Vértiz, Ber-nardino Rivadavia y el intendente Alvear) y laagenda de temas que debían ser remontadosen una historia escrita desde el presente (hi-giene, transportes, apertura de calles y plazas,etc). El urbanismo clásico puede constituirseen disciplina científica a finales del siglo XIXcuando encuentra el modo de desarmar el “or-ganismo” ciudad en una serie de subsistemas(sanitario, vial, de transporte, etc.) a los que lesaplica análisis y diagnósticos con capacidad degeneralización; ellos encajarán, necesariamente,en una historia del progreso urbano.

Este tipo de relato encontraría una doble ar-ticulación en la “Breve síntesis histórica. Evo-lución urbana de la ciudad de Buenos Aires”,de 1925. Por una parte, halla su articulacióncon un plan urbano, el Proyecto Orgánico de Ur-banización del Municipio, del cual oficia comotexto introductorio; por primera vez aparece laforma paradigmática del Plan con su capítulode introducción histórica como parte del diag-nóstico sobre la ciudad por reformar (Novick,2003). Además, una articulación con las líne-as historiográficas de la Nueva Escuela His-tórica, ya que una de sus figuras, Emilio Ra-

vignani, era entonces Secretario de Haciendadel intendente Noel y como tal integró la Co-misión de Estética Edilicia encargada del Plan.Como mostró Novick, el título del capítulo esrevelador del criterio historiográfico adoptado,ya que “evolución” y “síntesis” eran nocionesutilizadas contemporáneamente en la geogra-fía humana y en la historia social, aplicadas porlos primeros cultores del urbanismo científi-co en su impronta biologista, como Geddes oPoëte. La funcionalidad a un proyecto urba-no redunda en una alta especificidad del tex-to, que elude las anécdotas costumbristas tí-picas del memorialismo para centrarse en lostópicos de la “evolución” de la forma urbana,relevando la intervención institucional y de-teniéndose en las obras de arquitectura o in-geniería de importancia técnica o simbólica.Otro de los elementos que introduce este tex-to es la forma de presentación: más como unaserie de ilustraciones comentadas que comoun relato tradicional; característica esta de lashistorias urbanas producidas por la urbanísti-ca (y, podríamos agregar, del modo de ver lahistoria de los practicantes de la arquitecturao el urbanismo: como una serie de ejemplosparadigmáticos de lo bueno y lo malo que pue-de hacerse con la técnica).

Una forma de relato cuya encarnación másduradera será “Evolución de Buenos Aires enel tiempo y en el espacio” es el análisis histó-rico preparado por el Estudio del Plan de Bue-nos Aires entre 1948 y 1949, publicado en 1956por la Revista de Arquitectura en un número es-pecial al cuidado de Eduardo Sarrailh. Aquí lapalabra “evolución” muestra la permanenciadel enfoque biologista sobre la forma urbana,mientras la palabra “espacio” indica que se hanintroducido las miradas de la Arquitectura Mo-derna. Lo interesante de este trabajo es que jun-to con estas perspectivas (que implicaron quela cronología estuviera organizada de acuerdocon los ítem funcionalistas “habitar”, “circu-lar”, “trabajar”, “cultivo del cuerpo y del espíri-tu”) se desplegó una visión organicista críticadel progreso urbano y una visión historiográfi-ca nacional crítica de los relatos liberales canó-nicos, debida a dos historiadores cultores de unrevisionismo de izquierda, Rodolfo Puiggrós yEduardo Astesano, asesores historiográficos delEPBA. Con esta peculiar combinación se cons-tituyó un relato maestro en la ideología arqui-tectónica respecto de la historia de la ciudad: laidea de que el desarrollo económico, social ycultural de Buenos Aires estuvo “comandadodesde afuera”, y de que la “revolución indus-trial” había roto el “equilibrio” de la ciudad tra-

dicional que debía ser restaurado por el Plan.Una representación clásica del Modernismo ar-gentino, que ya en los años treinta proponía ala técnica urbanística como la herramienta ade-cuada para producir un reencuentro con la ciu-dad de los mayores, pero cuya eficacia mayoren el trabajo del EPBA podría atribuirse a la for-ma narrativa, que lleva a la apoteosis el estilodel lenguaje gráfico que ya encontramos en la“Breve síntesis...” de 1925.

HISTORIA Y PLANIFICACIÓN:

LOS PROCESOS DE URBANIZACIÓN.

Análogamente a lo descripto para AméricaLatina, las corrientes historiográficas que re-nuevan en los años sesenta los enfoques sobrela ciudad estarán marcadas en la Argentina porsu fuerte vinculación con la conformación delas redes intelectuales e institucionales de lasciencias sociales, en especial por las prácticasde la planificación urbana. Un momento cla-ve lo constituye la formación en la Universi-dad de Buenos Aires, a finales de los años cin-cuenta, del programa de estudio sobreinmigración, coordinado por Gino Germani yJosé Luis Romero, figuras clave en la consti-tución académica de la sociología y la historiasocial. Germani había comenzado a tratar te-mas de sociología urbana desde mediados delos años cincuenta, impulsado por emprendi-mientos de alcance internacional —las en-cuestas demográficas de la UNESCO en elmundo subdesarrollado, o la serie de encuen-tros sobre “problemas de urbanización en Amé-rica Latina”, como el de Santiago de Chile,sede de la CEPAL, en 1959, para el cual Ger-mani realiza el primer análisis histórico-so-ciológico sobre “El proceso de urbanización enla Argentina” (Instituto de Sociología, UBA,1959). Asimismo, realizará una serie de em-prendimientos para comunicar las nuevas apro-ximaciones con tradiciones clásicas en la his-toria y la sociología urbanas, como las obras deHenri Pirenne, Max Weber, Robert Redfield oLouis Wirth (Urbanización, desarrollo y moder-nización, 1976).

Durante los años sesenta y setenta, esta se-rá la línea dominante en los temas de historiaurbana, más allá de algunos casos excepcio-nales, como los pasajes sobre la historia de laciudad que Juan José Sebreli dedica en Bue-nos Aires, vida cotidiana y alienación (1964), unaaproximación ciertamente afectada por la am-bición científica de la nueva sociología, peroque mantiene un diálogo fructífero con la tra-dición de la ensayística, a la manera de Martí-nez Estrada. El enfoque dominante, en cambio,

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fue “operativo” en el mismo sentido que plan-teábamos para las historias producidas desdela práctica de la urbanística, ya que estuvo orien-tado por las demandas presentes que plantea-ba la intervención técnica en la ciudad (muchosde los autores de trabajos históricos eran asi-mismo planificadores activos), pero con méto-dos de análisis más sofisticados en términossociológicos, demográficos o geográficos.

Los diversos centros de investigación for-mados por Jorge Enrique Hardoy (v.) desde queen 1961 regresa de Harvard, doctorado con unatesis sobre ciudades precolombinas, fueron loslugares más activos en la producción de este ti-po de historia. Entre 1961 y 1965, el Institutode Planeamiento Urbano y Regional del Lito-ral (IPRUL), creado en la Universidad del Lito-ral, cuya sede rosarina fue motor de moderni-zación académica, tanto en arquitectura (con lapresencia de Jorge Ferrari Hardoy, v. y parte dela vanguardia de OAM, v. como en historia (conTulio Halperin Donghi) o literatura (con DavidViñas y Adolfo Prieto). A partir de 1965, cuan-do el IPRUL debe abandonar la Universidad delLitoral, cobra importancia el Centro de Estu-dios Urbanos y Regionales (CEUR) en la Uni-versidad de Buenos Aires, nombre que man-tiene cuando en 1966 deba instalarse, pormotivos políticos, en el Instituto Di Tella, don-de funcionaría hasta 1976. Entonces, muchosde sus integrantes debieron abandonar el país,pero el CEUR siguió existiendo con menor pro-tagonismo. Finalmente, Hardoy forma en suexilio en Inglaterra el Instituto Internacionalde Medio Ambiente y Desarrollo (IIED-Amé-rica Latina). Desde esos centros Hardoy auspi-ció las reuniones latinoamericanas ya mencio-nadas sobre “El proceso de urbanización desdesus orígenes hasta nuestros días” (el primer vo-lumen es publicado por la Editorial del Insti-tuto Di Tella), alentando un tipo de práctica dehistoria urbana subsidiaria de las agendas quese desprendían de la planificación urbana y re-gional, el foco de interés de todas esas institu-ciones, cuyos recursos de financiamiento pro-venían de fundaciones internacionales (Ford oRockefeller) u organismos estatales (Conse-jo.Federal de Inversiones, Consejo Nacional deDesarrollo) para tareas de planificación.

Con el foco puesto en “el proceso de urba-nización” y en el universo de vinculaciones en-tre historia urbana y ciencias sociales, para-digmáticamente representado por el CEUR, sevan a desplegar otros aportes. En primer lugar,estudios de sociología histórica, como los rea-lizados por el propio Hardoy sobre políticas delsuelo o planificación municipal (Las ciudades

en América Latina, 1972) o por Oscar Yujnovskysobre La estructura interna de la ciudad (1971) osobre las políticas de vivienda (Claves políticasdel problema habitacional argentino, 1984). Ensegundo lugar, estudios de demografía histó-rica, como los realizados por Zulma y AlfredoLattes (La población de Argentina, 1975). En ter-cer lugar, estudios de historia social de la ciu-dad, como los realizados por Francis Korn, vin-culadas en un inicio al proyecto de sociologíaurbana de Germani (Buenos Aires: los huéspedesdel 20, 1974), o por Luis Alberto Romero, quienrealiza en el CEUR las investigaciones históri-cas para los estudios sobre la “estructura re-gional” argentina de Alejandro Rofman (Sis-tema socioecónomico y estructura regional en laArgentina, 1973). En cuarto lugar, estudios degeografía histórica urbana, como los realizadospor Horacio Torres (v.) sobre la formación me-tropolitana de Buenos Aires (El mapa social deBuenos Aires, 1978) y por César Vapñarsky so-bre las ciudades de la Patagonia (La formaciónde un área metropolitana en la Patagonia, con E.Pantelides, 1987) o sobre las transformacio-nes históricas de la red urbana argentina (Elcrecimiento urbano en la Argentina, con N. Go-rojovsky, 1989). Podría decirse que, junto conla línea de demografía histórica practicada porlos Lattes, que constituyó el corpus básico deinformación procesada que todavía se sigue uti-lizando, la elaboración de los “mapas sociales”de Torres y los aportes de Vapñarsky sobre lascategorías urbanas o sobre el peso de las ciu-dades intermedias en la red urbana, constitu-ye el tipo de enfoques que mejor ha atravesa-do la prueba del tiempo, trascendiendo conholgura los estrechos límites programáticos delcontexto que los produjo. De hecho, sin formarparte propiamente de las más recientes reno-vaciones historiográficas, estas dos líneas sonlas que han continuado ofreciendo ininte-rrumpidamente hasta el presente importantesaportes al conocimiento histórico.

Es en el campo de la geografía histórica,por otra parte, donde debe relevarse una de laspocas producciones significativas sobre his-toria urbana desarrolladas por fuera de estosámbitos de investigación que, con sus dife-rencias, formaban un universo bastante com-pacto de premisas teóricas e ideológicas. Setrata de los trabajos de Patricio Randle sobrela ciudad pampeana (La ciudad pampeana,1969) o la cartografía de la pampa anterior(Atlas, 1971), desarrollados desde el curso dePlaneamiento de la Universidad de Buenos Ai-res o desde Oikos (Asociación para la Promo-ción de los Estudios Territoriales), con una cla-

ra orientación política de derecha. Es intere-sante notar cómo aparecen en sus trabajos al-gunas categorías aparentemente comunes, co-mo “estructura urbana”, pero que si en la líneade sociológica-histórica servía para connotarla preeminencia de lo socioeconómico sobrelo espacial, para Randle es un modo de ca-racterizar las cualidades físicas de la ciudad,sus invariantes tipológicas y espaciales.

También con este apego por la materiali-dad de la ciudad, Randle se constituye en unpublicista de las tradiciones del “planeamien-to físico” (la urbanística realizada por arqui-tectos), desde Geddes y Mumford hasta Poëte,en momentos en que los presupuestos teóri-cos de la planificación (su apuesta por la ma-tematización de los procesos de análisis y di-seño, sus debates teóricos sobre economíaregional, etc.) parecían haberlas dejado com-pletamente atrás. Así realiza algunos de los po-cos textos sobre historia de la teoría urbanísti-ca (Evolución urbanística, 1972), aunque en lamodalidad de las “historias ejemplares”, típi-ca de las historias tradicionales.

Desde el punto de vista de la historia de lasprácticas urbanísticas en las ciudades argenti-nas, en este período se cumple aquello que no-tamos para América Latina: un desinterés quese apoyaba en el fuerte carácter operativo detodos los estudios. Es decir, si para interveniren la ciudad contemporánea podía parecer ne-cesario comprender la evolución histórica desus problemas, resulta comprensible que des-de el punto de vista de la propia técnica de in-tervención se adoptara una posición de “pro-greso científico”, de acuerdo con el cual lassoluciones aplicadas en el pasado se volvíanirrelevantes o “nocivas”. Es el límite historio-gráfico objetivo que encuentra una historia dis-ciplinar escrita por los propios practicantes.

HISTORIA SOCIAL Y CULTURAL DE LA CIUDAD.

Coincidiendo en muchos aspectos con es-te clima en la aproximación a los temas urba-nos, se producen en el período dos libros queson completamente singulares en su profun-didad historiográfica y en su capacidad de im-pacto hacia el futuro: los ya mencionados deJames Scobie, Buenos Aires del centro a los ba-rrios (1974), y de José Luis Romero, Latinoa-mérica, las ciudades y las ideas (1976).

Scobie recorre todo el camino de los estu-dios urbanos latinoamericanos, desde aquellamesa pionera de 1957 sobre la ciudad del sigloXIX, en la que lo encontramos con Morse, has-ta sus trabajos sobre urbanización en Améri-ca Latina o su posterior dedicación a la Ar-

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gentina. No cabe duda de que comparte las pre-misas funcionalistas de aquel nutrido contin-gente de académicos estadounidenses que sehabían volcado a estudiar Latinoamérica, y quefue afectado por las principales corrientes dedebate político de la época, a las que sin em-bargo pudo incorporar ecuménicamente en sulibro —desde el revisionismo, que aparece ensu presentación del parteaguas de 1880 co-mo una derrota de las fuerzas industrialistasy nacionalistas “del sur” a manos de los gru-pos comerciales y burocráticos “del norte” conel resultado de una “malsana dependencia”;hasta el desarrollismo, que aparece en su vi-sión del crecimiento urbano como un conti-nuo de progreso desde el centro a los barrios.Posiblemente donde más aparezcan las limi-taciones de aquel contexto ideológico sea en suvisión de la expansión urbana como un pro-ducto exclusivo del mercado (loteos popularesy traza tranviaria). Sin embargo, tuvo el ta-lento para realizar una historia urbana ejem-plar acerca del modo en que los procesos so-ciales, económicos, políticos y culturales searticulan en la producción de una ciudad, cons-truyendo motivos de condensación de la tra-ma histórico-urbana que hasta hoy amojonannuestra comprensión de la modernización deBuenos Aires: el conflicto del puerto, la pro-ducción de la centralidad, la peculiaridad del“barrio” en la conformación socioespacial dela ciudad, el rol de la inmigración.

Romero, por su parte, combina los estí-mulos teóricos e historiográficos de este perí-odo de expansión de los estudios urbanos enuna forma extremadamente personal. Sus apro-ximaciones al tema de la ciudad comienzancon breves ensayos durante la década de 1960sobre las relaciones campo-ciudad en Améri-ca Latina, en los que pone en práctica un ori-ginal modo de leer en algunos clásicos del si-glo XIX y XX, como Sarmiento o MartínezEstrada, problemáticas que su formación enhistoria medieval y su temprano seguimientodel ensayo centroeuropeo le permitían con-vertir en claves de comprensión de la culturaurbana latinoamericana. En 1972 publica unpequeño trabajo sobre Buenos Aires, en el queproduce la primera estilización de las diferen-tes etapas históricas de la ciudad, ignorandolas categorías teóricas en uso en los debates ur-banos, y valiéndose de la prolífica literaturaproducida sobre la ciudad, de la que extrae ca-tegorías sociohistóricas efectivas (cf. “BuenosAires: una historia”). En este marco, Latinoa-mérica, las ciudades y las ideas constituye unaobra de magnitud diversa: la misma eficacia

para estilizar en fórmulas expresivas períodoscompletos, la misma capacidad para leer lashuellas sociales y culturales en la ciudad, perodesplegadas en un fresco histórico todavía ini-gualado. Aunque en este, como en todos lostrabajos de la época, es posible reconocer lamisma agenda temática (el carácter diferencialde la ciudad latinoamericana frente a la euro-pea, el problema de la aculturación en el “con-tinuo folk-urbano”, la cuestión, por ende, de la“transición”, la cuestión de la desorganizaciónsocial en la metrópoli masificada, etc), su pro-fundo conocimiento de la producción culturallatinoamericana filtra esos temas otorgándo-les una nueva densidad, la densidad de un clá-sico (Gorelik, 2001).

Desde mediados de los años setenta, es-tos dos libros aparecieron como un faro paraorientar nuevos estudios en el contexto del pro-gresivo debilitamiento de las bases teóricas eideológicas del pasado y productivo ciclo de in-

vestigación urbana; ellos oficiaron de puenteentre las agendas teóricas anteriores y los otrosenfoques que renovaron la historia urbana enel mundo, especialmente la visión de la ciudadcomprendida como espacio histórico cultural.Así se produjeron, en los años siguientes, al-gunas obras aisladas pero importantes en lareorientación disciplinar, como el libro de Fran-cis Korn Buenos Aires: una ciudad moderna(1981) o la obra colectiva en dos volúmenes so-bre Buenos Aires que organiza Luis AlbertoRomero con la guía de los breves ensayos desu padre (Buenos Aires. Historia de cuatro siglos,1983). En este caso aparecen claramente los lí-mites que generaba la debilidad del campo his-toriográfico sobre la ciudad. La mayor parte delos trabajos oscilan entre visiones de la socie-dad, la economía, la política o la cultura casi

sin vínculos con la ciudad, y visiones de la ar-quitectura o la urbanización casi sin vínculoscon la vida social y cultural urbana; los textosmás productivos son los de aquellos que ya ve-nían desarrollando temas urbanos (los Rome-ro, Scobie, Rechini de Lattes) o los de algunoshistoriadores perspicaces (Tulio Halperin, Na-talio Botana, Juan Carlos Torre, Leandro Gu-tiérrez), que lograron identificar núcleos en latrama sociedad / ciudad.

LA FORMACIÓN DE LA HISTORIA URBANA:

LAS NUEVAS INTERLOCUCIONES.

Ya en los comienzos de la democracia es-tas líneas comenzaron a articularse con unarenovación de otro tipo, proveniente de una in-terlocución muy activa de los estudios con otrasdisciplinas, de la que emergería la historia ur-bana como campo disciplinar específico.

En la Argentina, la disciplina historiográfi-ca de la ciudad no se forma como producto deuna reconcentración de las disciplinas de lo ur-bano sobre sí mismas, sino de una intensa in-teracción entre historiadores de la arquitectu-ra y la ciudad, historiadores culturales,historiadores sociales, sociólogos, críticos lite-rarios, etc., en el clima febril que desde los úl-timos años de la dictadura activaba los cen-tros y grupos de estudio como máquinas demezcla teórica y disciplinar. De ese clima, y co-mo indicio ejemplar de la nueva centralidad cul-tural del tema ciudad, surgió una de las visio-nes histórico-críticas más agudas de la culturamoderna argentina, pensada como cultura ur-bana: los trabajos de Beatriz Sarlo desde co-mienzos de los años ochenta, que encuentranun momento de condensación en el ya citado,Una modernidad periférica (1988), donde Bue-nos Aires se convierte en campo de tensionesque produce la cultura y permite interpretarla.

En los grupos de estudios urbanos y arqui-tectónicos, la renovación provino, básicamen-te, de dos fuentes. Por una parte, de una trans-formación interna en el campo auspiciada porJorge Enrique Hardoy, que comienza a atenderlos temas de la historia social y cultural urba-na, en particular en Rosario. Vale la pena se-ñalar la notable capacidad que Hardoy demos-tró desde el comienzo de su carrera para migraren cada giro de los tiempos e identificar, cadavez, las figuras adecuadas para encarnarlos. Lasagendas de los simposios sobre urbanizaciónson un muy buen ejemplo: la edición de 1982,por ejemplo, se titula “Cultura urbana latino-americana”, y la de 1986, “Nuevas perspectivasen los estudios sobre historia urbana latinoa-mericana”, con trabajos de algunos exponen-

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u EL MAPA SOCIAL DE BUENOS AIRES, DE HORACIO TORRES.

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tes clave de las problemáticas emergentes a ni-vel regional, como Ángel Rama, Murilo de Car-valho, Sevcenko, Needel, Trachtenberg, etc. Porotra parte, los grupos que comienza a organi-zar Jorge Liernur en La Escuelita y el Centro deEstudios de la Sociedad Central de Arquitectos(CESCA), a su regreso de sus estudios en la Es-cuela de Venecia. Una iniciativa temprana mues-tra el tipo de interlocución a la que apostabanesos grupos: el seminario “Metrópolis y condi-ciones de vida”, organizado en 1983 por el CES-CA junto con CLACSO, con la organización deLiernur y Hardoy, y la participación de histo-riadores de la arquitectura; historiadores comoLuis Alberto Romero y Leandro Gutiérrez, quecomenzaban en el PEHESA sus importantestrabajos sobre los sectores populares urbanosy sus instituciones barriales en Buenos Aires;Diego Armus y Hugo Vezzetti, que abrían laproblemática del higienismo y las políticas sa-nitarias; y algunas figuras de la renovación in-telectual como Sarlo.

La agenda de la investigación comenzaba aesbozarse sobre temas poco estimados duran-te el ciclo anterior: relación entre cultura ur-bana e ideas urbanísticas; análisis de las polí-ticas de vivienda como parte de dispositivossociohistóricos del habitar; producción cultu-ral del paisaje urbano; instrumentos técnicosy mentalidades en la producción del territorio;roles del Estado en la formación de instru-mentos de intervención y gestión urbanas, pe-ro también en la conformación de un espaciopúblico político-urbano; etc. El clima favorablea la interlocución daba a esa agenda intensi-dad teórica, frente a la necesidad simultáneade abrirse a todos los estímulos, pero tambiénfundamentar conceptualmente una disciplinaaún inexistente. La cultura aparecía como lagran articuladora de los nuevos enfoques his-toriográficos, en tanto las nociones de repre-sentación e imaginario abrían explosivamen-te las posibilidades de entender las relacionesentre ciudad y sociedad.

Por supuesto, también se desarrolló desdedesde los años ochenta un tipo de historia ur-bana que se mantuvo dentro de marcos mástradicionales, deudora de la crónica patrimo-nialista. Dentro de esa línea, son destacablespor su investigación documental el trabajo deAlberto de Paula (v.) sobre la ciudad de La Pla-ta, y el más reciente sobre el plan de fundacio-nes urbanas de la Corona española a fines delsiglo XVIII (Las nuevas poblaciones en Andalu-cía, California y el Río de la Plata, 2000). Un ca-so especial en la misma línea lo constituye Ra-món Gutiérrez (v.), figura clave en la

historiografía de la arquitectura (v.), que ha he-cho varias incursiones en historia urbana. Es-pecial por el contraste entre la importancia demuchos de sus aportes (sus estudios de temasurbanos y territoriales en los siglos colonialesy el primer período independiente: citaremosArquitectura y urbanismo en Iberoamérica, 1983;Territorio y fortificación, 1991, con Cristina Es-teras) y la debilidad de las interpretaciones y lascategorías utilizadas, sobre todo en los temasen los que se introduce la Modernidad, la pro-blemática que más abordajes renovadores sus-citó (Buenos Aires. Evolución histórica, 1992). Lavisión reductiva de la Modernidad tiende a ma-nifestarse en la visión aplanada de la urba-nística a partir de la hegemonía de las ideasfrancesas en la segunda mitad del siglo XIX,enfoque ideológico que Gutiérrez comparte,paradójicamente, con Hardoy, que proviene deun universo de ideas diferente. En efecto, enel mismo momento en que las ideas urbanís-ticas aparecían en la agenda de temas densosde la historiografía, esta línea de trabajos lasanalizó como productos espurios de la depen-dencia cultural. Ya porque fueron concebidascomo soluciones tecnocráticas alejadas de losproblemas reales, o como soluciones foráneasinapropiadas para la realidad local, o comovisiones elitistas impuestas por el poder, ellasse redujeron a un capítulo casi risible o abo-minable de la historia de las ciudades latino-americanas. Se trata de una concepción quehace pasar todo el complejo mundo de con-tactos culturales y transculturaciones implíci-to en la circulación internacional de las ideasurbanas por el estrecho embudo de la nociónde “influencia”, dando como resultado que to-das las reformas del período de modernizaciónurbana, entre finales del siglo XIX y la décadade 1930, quedaran opacadas detrás de la cate-goría omniexplicativa de “haussmannización”.

La nueva agenda de temas, por su parte,se irá materializando en obras colectivas comolas organizadas por Armus: Sectores populares yvida urbana (1984) ; Mundo urbano y cultura po-pular (1990). Y encontrará un momento de ins-titucionalización durante la gestión de Liernuren el Instituto de Arte Americano (Facultad deArquitectura, Universidad de Buenos Aires),con seminarios de discusión y formación y en-cuentros multidisciplinares, como las Jornadas“Buenos Aires Moderna: Historia y perspecti-va urbana”, realizadas en 1991 con la presen-cia de principales figuras de la renovación his-toriográfica. Estos encuentros asumen durantelos años noventa una dimensión internacionaly una gran diversidad institucional, como mues-

tran, por mencionar solo a algunos entre losmás importantes, el Seminario InternacionalVaquerías, organizado por el Programa Inter-nacional de Investigación sobre el Campo Ur-bano en 1996 (Vaquerías, Córdoba); la Confe-rencia Internacional “La cultura arquitectónicahacia 1900. Revalorización crítica y preserva-ción patrimonial”, organizado en 1999 por laUniversidad Torcuato Di Tella y la UNESCO;y el Congreso Internacional “Buenos Aires 1910.El imaginario para una gran Capital”, organi-zado por la Getty Foundation.

La consolidación historiográfica de la dé-cada del noventa se percibe, precisamente, enla inserción de la historiografía urbana comoparte de las ciencias históricas en general: losprincipales congresos académicos (como lasbianuales Jornadas de Escuelas de Historia) in-cluyen ya de modo habitual varias mesas dehistoria urbana o territorial; los nuevos em-prendimientos editoriales sobre historia ar-gentina incluyen capítulos sobre estos temas(por ejemplo la Nueva Historia Argentina, de laEditorial Sudamericana, o la Historia de la vi-da privada, de la editorial Taurus); se asientanestudios de posgrado y grupos de historia ur-bana en diferentes universidades con investi-gadores de la más diversa procedencia, comoocurre en La Plata, Rosario, Mar del Plata, San-ta Fe, Córdoba (gracias a lo cual estas ciudadeshan sido objeto en los últimos años de una im-portante cantidad de estudios, rompiendo lahegemonía de Buenos Aires).

La normalización institucional no garan-tiza la riqueza intelectual de las investigacio-nes, y ya pueden identificarse los límites en lostemas urbanos: la tendencia a identificar el ob-jeto de estudio con la ciudad en la que se asien-ta cada grupo; la ausencia de miradas abarca-doras de la realidad nacional, o de perspectivasque busquen los contactos entre diferentes ex-periencias urbanas de la región; el riesgo dereproducir rutinariamente para cada ciudadlas mismas preocupaciones, como si el objetociudad garantizara por sí mismo la unicidadde las preguntas o como si el conocimiento his-tórico fuese una estantería que debe ir com-pletando anaquel por anaquel. Pero no cabeduda, en cambio, de que el mayor rigor aca-démico ha afinado los instrumentos que se ma-nejan, ha complejizado el nivel de debate y de-ja abierto el abanico de abordajes posibles.

De todos modos, como ya nos encontramosante el análisis de los tiempos presentes y co-mo buena parte de sus protagonistas se en-cuentran entre los redactores de este Diccio-nario, más que hacer una estimación crítica

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sobre las diferentes líneas temáticas y meto-dológicas que están en curso desde los añosnoventa, parece sensato restringirse a su des-cripción, para lo cual es útil la caracterizaciónrealizada hace muy poco por A. Novick (2003).Ella organiza tres ejes de estudios, en funciónde “nuevos temas-problema”: el grupo que abor-da el problema del Estado, las instituciones ylas capacidades y modos de formación y ac-tuación de los profesionales en la ciudad; elque aborda la constitución del urbanismo enlas primeras décadas del siglo; y el que traba-ja en el registro de los estudios culturales.

Dentro del primero, menciona trabajos so-bre la conformación del territorio en el perío-do rivadaviano (F. Aliata), la producción de lavivienda estatal de entreguerras (A. M. Rigot-ti) y durante el peronismo (A. Ballent); traba-jos sobre la constitución científica de la inge-niería y el higienismo (G. Silvestri), laagrimensura (F. Williams; S. Dóccola), la in-geniería (E. Gentile y G. Vallejos), el higienis-mo (González Leandri; D. Armus; V. Paiva), laingeniería sanitaria (S. Sánchez); sobre los mo-delos de intervención viarios (A. Collado, S.Dóccola), de parques (Sonia Berjman), del ar-te urbano (R. Piccioni), sobre la cartografía (G.Favelukes), los reglamentos y códigos de edi-ficación (C. Mazza), la conformación culturaldel paisaje (G. Silvestri y F. Aliata; P. Bruno yC. Mazza, al que sumamos los trabajos de F.Cacopardo en el área del sur de la Provincia deBuenos Aires). Dentro del segundo el eje, lagénesis del urbanismo a comienzos de sigloXX, menciona trabajos sobre las relaciones en-tre reforma urbana y reforma social (A. Novick,O. Bragos); sobre los usos de la ciencia en elprimer urbanismo (A. M. Rigotti); sobre las re-presentaciones del urbanismo desde los dis-cursos utópicos (M. Gutman), de las doctrinas(P. Bruno), de los lenguajes y las metáforas enlos discursos urbanísticos (A. Novick; H. Ca-ride), de los contactos internacionales (J. Lier-nur). Y dentro del tercer eje, el de la historiacultural, menciona trabajos sobre las repre-sentaciones de la electricidad en Buenos Aires(G. Silvestri y J. Liernur), sobre el Modernis-mo en Mendoza (Ricardo Ponte), y sobre laspolíticas urbanas y las representaciones litera-rias en la formación del espacio público en Bue-nos Aires (A. Gorelik). Convendría agregar aesta enumeración el trabajo histórico que des-arrollan investigadores como E. Pastoriza enMar del Plata, Agustina Prieto en Rosario, C.Boixadós en Córdoba o el análisis de la indus-tria y los consumos urbanos realizado por F.Rocchi en Buenos Aires. A. G.

Bibliografía: (Aclaración: No se citan los trabajos de

historia urbana, sino solo aquellos que reflexio-

nan sobre la produccion historiográfica). M. Ron-

cayolo. “Los estratos de la ciudad. Prácticas socia-

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1993; D. Fraser y A. Sutcliffe (eds.). The Pursuit

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Urbanos, N.° 1, Mar del Plata, FAU-UNMDP, no-

viembre de 2003; A. Novick. “El urbanismo en las his-

torias de la ciudad”. En: Registros. Revista de

Investigación del Centro de Estudios Históricos

Arquitectónico-Urbanos, N.° 1, Mar del Plata, FAU-

UNMDP, noviembre de 2003.

HOLMBERG, EDUARDO. Buenos Aires, 1852– Íd., 1937. Médico. Personalidad destaca-da del mundo científico argentino de finalesdel siglo XIX y principios del XX, que investigóy enseñó acerca de variados temas de lasciencias biológicas y naturales, en especial lazoología, la botánica y la geología. Fue el pri-mer director de Paseos de la ciudad de Bue-nos Aires y el creador, y primer director, delJardín Zoológico.

Tuvo una intensa labor como científico, edu-cador y publicista de los problemas derivadosde las ciencias naturales, en los momentos deformación del campo científico local.

No hay muchos datos sobre su formacióncomo jardinero, ni pueden fecharse con exac-titud los períodos de su gestión al frente de laDirección de Paseos, en la cual se alternó con

Eugène Courtois (v.), aunque puede asegurarseque estuvo en el puesto en diferentes momen-tos entre 1878 y 1882. Realizó el trazado del Zo-ológico en la ubicación que tiene actualmente(Avenida Sarmiento y Avenida Las Heras), y en-tre 1888 y 1903 se desempeñó como directordel mismo; dejó en ese momento definitiva-mente la administración municipal, con gravesconflictos con la Intendencia. S. B.

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31.12.1878); C. M. Hicken. “Los estudios botánicos”.

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tenario); S. Berjman. Plazas y parques de Buenos Ai-

res: La obra de los paisajistas franceses. 1860 y 1930.

Bs. As.: FCE, 1997.

HORMIGÓN. m. Piedra artificial obtenida por elendurecimiento de un mortero de cemento ocal hidráulica, adicionado de grava, piedras yescorias. Difícilmente se usa el mortero decemento puro, excepto en algunos revesti-mientos de piso, por su tendencia a rajarsecomo consecuencia de las sucesivas dilata-ciones y contracciones que experimenta se-gún su estado higroscópico.

El mortero normal se compone de un volu-men de cemento pórtland por tres de arena,mezclados en seco; se añade luego agua pa-ra formar la pasta. Se agregan enseguida laspiedras en proporción de uno a dos, se re-mueve en forma manual (con palas) o me-cánica (en mezcladoras y hormigoneras). Asípreparado, se vierte en un molde de madera,chapa o plástico, llamado “encofrado”, cuyaparte hueca corresponde a la construcciónque se desea ejecutar; a medida que se vier-te, se apisona por capas para evitar los hue-

his hor

183Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u TÍPICA ESTRUCTURA DE HORMIGÓN ARMADO.

Page 186: Diccionario de Arquitectura en la Argentina (Tomo 3, e/d) · Diccionario de Arquitectura en la Argentina estilos, obras, biografías, instituciones, ciudades Buenos Aires: AGEA, 2004

cos. Su resistencia, de 400 kg/cm2 términomedio, varía con la dosificación, las propor-ciones de los materiales intervinientes, la ca-lidad del cemento, la granulometría de los ári-dos y la edad del hormigón.

HORMIGÓN ARMADO.

Aunque el hormigón simple, conocido des-de épocas tempranas, es altamente resistentea la compresión, su resistencia a la tracción esrelativamente baja. Con el fin de corregir esadeficiencia se ideó la manera de mejorar suuso introduciendo en su masa varillas de hie-rro redondo, para que ambos materiales tra-bajen estáticamente de acuerdo. Las varillas secolocan de manera que soporten el trabajo detracción. La difusión del hormigón armado sig-nificó una verdadera revolución en las técni-cas de la construcción.

HORMIGÓN PRETENSADO.

Mejora la resistencia del hormigón arma-do, extendiendo antes del fraguado del hor-migón la armadura compuesta por alambresde acero de alta resistencia. Esto provoca unatensión del hormigón que le permite resistircargas muy elevadas. Su invención tuvo nota-bles consecuencias para la prefabricación enhormigón.

HISTORIA DEL HORMIGÓN ARMADO

EN LA ARGENTINA.

La introducción del hormigón armado o ce-mento armado, como inicialmente se lo llamóen nuestro país, data de fines de la década de1880. La reválida de una patente alemana seobtuvo en marzo de 1888, pero luego fue anu-lada; en noviembre de 1989 se otorgó paten-te local a la “aplicación del cemento armadopara la construcción de edificios, etc., fijos oportátiles” a nombre de José Monier, reválidade la francesa. Se trata de una fecha tempra-na, ya que recién en 1977 Monier patentó enFrancia sus vigas de H.° A.°, aunque sus otroselementos no estructurales reconocen fechasanteriores; a partir de 1985 sus patentes fue-ron explotadas en Alemania por Wayss y Frei-tag, empresa que actuó en la Argentina des-de fines de siglo; Coignet y Hennebiqueindustrializaron el sistema en la década del no-venta, y desde 1897 se difundió en Inglate-rra. A pesar de esto, la difusión del sistema enla construcción local debía esperar aún variasdécadas. Diversos motivos contribuyeron a es-te retraso. Por un lado, la persistencia de losmodos locales de construcción. Según el cen-so de 1895, la mayor parte de las ciudades es-

taba construida en ladrillo, adobe (v.) y made-ra en menor proporción. Las nuevas técnicasestaban ejemplificadas por el hierro, aplicadoen las construcciones industriales y en el equi-pamiento urbano. En las obras de infraestruc-tura locales (especialmente en las referidas alos sistemas sanitarios e hidráulicos), ya se ha-cía una amplia utilización del cemento y delhormigón simple. En 1854, el ingeniero Pe-llegrini (v.) se ocupó del proceso de obtenciónde la “piedra de sillería artificial” que proponíaobtener con 15 partes de cal hidráulica disuel-ta, 90 partes de arena y 20 partes de pedre-zuelas. Hornos de cal y “tierra romana” exis-tían desde la década anterior. Pero el cementonatural que podía obtenerse no competía conlas ventajas del artificial tipo pórtland, y es asícomo la mayor parte de la infraestructura sa-nitaria se construyó con cemento importado.La ausencia de una producción nacional de ce-mento conspiró también contra la difusión delhormigón armado. Sin embargo, su tecnolo-gía y el reconocimiento de sus ventajas co-menzaron a propagarse con lentitud; testimo-nios de esta diseminación pueden hallarse enla literatura especializada de la época y tam-bién en algunas experiencias notablementeavanzadas, como la del ingeniero Domingo Sel-va (v.). Selva publicó ya en 1901, en los Analesde la Sociedad Científica Argentina, su artículo“El cemento armado y los poderes públicos”,en el que reseñó las ventajas de este procedi-miento constructivo sobre los usuales en el pa-

ís. Estas se resumen en ventajas económicas(la posibilidad de producir cemento local y evi-tar los royalties que implicaba principalmentela construcción en hierro), simplificación téc-nica, que permitiría el uso de mano de obra noespecializada y posibilidades estéticas acordescon la modernización, especialmente en el sen-tido de la desaparición de las estructuras ma-sivas en función de una mayor sutileza. Las re-ferencias de Selva eran francesas. En 1896,junto con el ingeniero Usnardi, presentó en laExposición Nacional de la Industria una “pie-dra artificial” de su invención; en 1902, a car-go del proyecto y dirección del nuevo teatro Ca-sino, incorpora H.° A.° en la estructura; seconsidera que esta obra representa la primerautilización del sistema en el país con esta mag-nitud. En 1903 presentó en la Exposición Agrí-cola varios artículos rurales de H.° A.°, entreellos postes de alambrados. En la primera dé-cada del siglo XX fue responsable de la cons-trucción, con el mismo procedimiento, de lospabellones de la Facultad de Agronomía y Ve-terinaria. Debemos tener en cuenta que granparte de la aplicación de esta innovación téc-nica fue realizada por Selva como empleadodel Estado. Así, mientras integró el Departa-mento de Obras Públicas de la Municipalidadporteña, ensayó por primera vez la utilizacióndel H.° A.° en la construcción de puentes en eljaponés del Rosedal, en Palermo. La aplicaciónmás generalizada que se verificó en la épocacon respecto al empleo del H.° A.° fue su uti-

184 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u EL ESTADIO LA BOMBONERA, DEL CLUB BOCA JUNIORS, DISEÑO Y CÁLCULO ESTRUCTURAL DE J. DELPINI, EN 1923.

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lización en fundaciones. Al mismo Selva cabeel mérito de haber sido el primero en experi-mentar plateas de este material en las funda-ciones de los molinos harineros y elevadoresde granos de la Compañía Molinera del Río dela Plata, cuya rapidez de ejecución alabó la Re-vista de Ingeniería (1902). Fue pionero tam-bién en la ideación de sistemas antisísmicos,para los que aconsejó el H.° A.°. Junto con elingeniero Ludovico Ivanissevich, propuso en1904 un sistema con barras diagonales y ar-madura compenetrada solidariamente para re-sistir temblores, lo que les valió un premiode la Sociedad Científica.

La obra de Selva no debe considerarse unaexcepción. La Revista de Ingeniería publicó se-ries de artículos técnicos firmados por profe-sionales, generalmente alemanes sobre aspec-tos de las construcción en H.° A.°, que oscilandesde instrucciones para el cálculo hasta con-sideraciones sobre las posibilidades expresivasdel material. Hacia 1915, las torres que coronanedificios de renta u oficinas en el centro de laciudad de Buenos Aires comienzan a construirseen el nuevo sistema: en la de Alsina y Entre Rí-os se verifica la primera aplicación de vigasreticuladas tipo Vierendeel de H.° A.°; la mo-dernista torre de la Confitería del Molino (Gia-notti,1916) (v.) ostenta una estructura con sumisma forma, dirigida por el ingeniero Car-los Laucher, de la Geopé. Esta y otras empresasgrandes, en general de origen alemán, adquie-ren un particular impulso en la posguerra e in-tervienen en la difusión del H.° A.°. Pero el im-pulso principal está dado por la aparición degrandes fábricas nacionales de cemento, queen poco más de una década alcanzaron una pro-ducción que superaba a la importación.

Las aplicaciones principales del hormigónsimple y armado en los años veinte y treintadependieron estrechamente de la obra del Es-tado, especialmente en lo que atañe a obras sa-nitarias e hidráulicas. Muchas veces fueron dedimensiones ciclópeas, como la del tanque ele-vado de San Luis, construido por OSN en 1923,el mayor de Sudamérica; ocupa un lugar ca-da vez más relevante dentro de las obras pú-blicas la construcción de la red vial, en la queel hormigón y, a partir de los cuarenta, el sue-lo-cemento, desplazan a los otros materiales.

No cabe duda del papel innovador del Es-tado en materia de estas introducciones tec-nológicas desde principios de siglo; sin em-bargo, los impulsos de racionalizaciónproductiva resultaron un factor decisivo parala definitiva aceptación del hormigón armado,que se convertiría en la técnica más difundida

en la construcción del país, sustituyendo enpocos años a las estructuras de hierro (v.). Amediados de 1930, el ingeniero Bava, desdelas páginas de La Ingeniería, comentando elcambio “tan grande y fundamental” de la cons-trucción porteña, vinculaba estrechamente laracionalización de los procesos (y sus conse-cuencias en la economía de obra y el aumen-to de la renta del suelo), con la difusión de latécnica del H.° A.°, que simplificaba los pro-cedimientos, aceleraba la ejecución (ya se fa-bricaban cementos de fragüe rápido en el pa-ís); reducía el peso (la mampostería pasó enesos años a sus dimensiones actuales); per-mitía un cálculo global por metro cuadrado,favorecía la formación de empresas naciona-les. La visión de Bava no evaluó dos conse-cuencias. Por un lado, un fuerte proceso demonopolización de la construcción: datos de1945 nos indican que, si bien proliferaban pe-queñas empresas de construcción, el mayorvolumen construido estaba en manos de unaspocas grandes empresas vinculadas a su vezcon la producción cementera. Por otro lado, lataylorización del trabajo en obra implicó la des-cualificación obrera, con las consiguientes con-secuencias no solo económicas o gremiales,sino también en la morfología de los produc-tos. Se asistió, además, a la especialización pro-fesional y a la consecuente difusión de méto-dos de cálculo, ensayo y normalización en elárea de esta tecnología. La investigación en es-

te campo no era novedosa en el país: desdeprincipio de siglo existían laboratorios de ex-perimentación de materiales en Buenos Airesy La Plata; los principios de cálculo hiperes-tático fueron publicados en castellano en 1915;en cuanto a las normas, si bien los pliegos decondiciones de OSN de 1914 atendían más biena otros usos del cemento que a su utilizacióncomo ligante del hormigón armado, algunosreglamentos especialmente avanzados, comoel del Joint Committee on Statistics Specifica-tions for Concrete and Reinforced Concretey las normas alemanas se conocían en caste-llano desde antes de 1920. Pero el verdaderoimpulso de difusión, la adaptación de las nor-mas locales a los requerimientos más avanza-dos y los laboratorios dirigidos al ensayo delH.° A.° se verificaron a partir de 1930. En 1931OSN modificó sus pliegos de condiciones enfunción de la utilización del H.° A.°; en 1935se publicó en el primer texto completo sobreel sistema en el país; y a partir de los años cua-renta, impulsada por la creación del Institutodel Cemento Portland Argentino (v.), se con-solidó la investigación sistemática en esa áreade estudios. De estas décadas fructíferas hanquedado excelentes ejemplos de arquitecturade H.° A.°, que posibilitó entre otras cosas eldesarrollo local de la tipología de rascacielos(v.) —algunos de los cuales se contaron en sumomento entre los edificios más altos del mun-do construidos con esta tecnología—, y que diotambién como resultado algunos de los mejo-res ejemplos de Arquitectura Racionalista lo-cal, como el SAFICO, el Comega o el Kava-nagh. Este último, construido entre 1934 y 1935en un tiempo récord por la Empresa Argenti-na de Cemento Armado, se ajustó en su es-tructura a las condiciones de las normas ale-manas. La estructura, proyectada por CarlosLaucher y dirigida por el ingeniero Schwartz,contaba con un sistema de tabiques contra-viento por primera vez utilizado en AméricaLatina (v. Sánchez, Lagos y De La Torre). La utiliza-ción extensiva del hormigón armado permitióademás la elaboración sistemática de tipolo-gías en edificios de renta, que se consolidaronluego de la sanción de la ley de Propiedad Ho-rizontal (1948). Un papel clave en este senti-do le cupo a Antonio U. Vilar, cuyo afán nor-mativo se amplió a la temprana elaboración deprototipos de vivienda mínima en ferrocemento(circa 1940) (v. Vilar, Antonio). El crecimiento demuchas ciudades durante esos años se apoyaen el H.° A.°, utilizando el material más en unsentido de economía de obra que en el de susposibilidades expresivas.

hor hor

185Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u PÓRTICOS DE HORMIGÓN ARMADO EN LA BOMBONERA.

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Entre quienes aprovecharon las cualidadesplásticas del H.° A.° se destaca la obra de dosingenieros que trascendieron el ámbito local:José Luis del Pini (1897-1962) y Amancio Wi-lliams (1912-1989). Del Pini (v.) ya se había des-tacado desde fines del veinte con su Mercadode Abasto Proveedor (1928), donde el H.° A.°se combinó con elementos premoldeados eneste material; el detalle de estos elementos enel encuentro entre las bóvedas resulta expresi-vo de la perfección técnica y formal de su tra-bajo. El club Boca Juniors (1932) alcanzó tan-ta popularidad como el mercado. Se tratabade una solución difícil por lo estrecho del te-rreno; por ello concibieron audaces bandejasen voladizo. Boca Juniors se cuenta entre losprimeros de los grandes estadios construidosen H.° A.° que proliferan entre las décadas deltreinta y el cuarenta. Del Pini asienta la direc-ción de sus investigaciones en los años cin-cuenta y sesenta, en el marco de la introduc-ción de nuevas técnicas, nuevos métodosanalíticos y nuevos lenguajes vinculados con elH.° A.°. Las experiencias con hormigones li-vianos, aceros de alto límite de fluencia y hor-migones pretensados permitieron una masi-va industrialización de elementos de H.° A.°,pero sobre todo un avance sustancial en las in-vestigaciones sobre estructuras laminares (gran-des superficies sin apoyos intermedios que tra-bajan por formas). Las investigaciones de delPini fueron simultáneas con las de Torroja enEspaña y Candela en México. En el club BocaJuniors la plataforma para saltos ornamentalesse resuelve con una delgada lámina de hormi-gón con tensores ubicados en las barras de an-claje de las barandas; el natatorio debía ser com-pletado con tribunas de gran capacidad bajo unrecinto “de abrir y cerrar” con arcos oscilantesde 100 m de luz libre (1935). Sus investigacio-nes sobre hormigón preformado y fibrocementoautoportante (un material de su invención, quedebía combinar transparencia y resistencia) seaplicaron en establecimientos fabriles como Ita-lar y Gomicuer entre el cincuenta y el sesenta.En el Hangar en Pilar, la estructura de grandesluces es resuelta con pequeños elementos pre-fabricados; se logra así resolver la requerida pro-tección contra las bombas.

Williams (v.) realizó algunas de las obras demayor perfección, entre las que intentaron laidentidad entre racionalidad estructural y es-tética de la forma. Desde la lámina curva de lafamosa “casa del puente”, cuya parábola in-vierte el perfil de la hondonada que cubre, has-ta el gran pórtico de hormigón armado que pro-yecta para el edificio de oficinas en Esmeralda

y Paraguay, Williams jugó el núcleo de susobras a un solo elemento estructural que lascaracteriza y resume, donde se conjugan losfactores técnicos y artísticos; y este elementoes siempre pensado en hormigón armado. Wi-lliams también realizó investigaciones avan-zadas en elementos de posible repetición, co-mo las bóvedas autoportantes ensayadas juntoal ingeniero Pizzetti en el Instituto de Ensa-yo de Materiales de la Municipalidad de Bue-nos Aires. También cupo a Williams el méri-to de ser de los primeros en utilizar el hormigónen su textura original, aunque con un trabajocuidadoso que difícilmente pueda comparar-se con las intenciones de exhibir el material enbruto en la década del sesenta. La superficiedel hormigón de la “casa del puente”, un hor-migón especialmente dosificado en función desu resistencia y de su acabado, está martelina-da y tratada con ácidos para permitir que losáridos aparezcan en la superficie.

En los años sesenta asistimos a un doblemovimiento en el cual el hormigón, como ma-terial y como estructura, alcanzaría un nuevo

papel protagónico. Por un lado, no puede des-vincularse la exhibición del hormigón desnu-do, con las huellas de un encofrado elabora-damente rústico en su superficie, de unareacción contra el excesivo perfeccionismo téc-nico de los años cincuenta. Por otro, en vin-culación con los nuevos movimientos sociales,la prefabricación en hormigón alcanzó en elpaís una difusión excepcional. Las experi-mentaciones de décadas anteriores habían po-sibilitado que el principal problema de la pre-fabricación (la destrucción del caráctermonolítico de las estructuras de hormigón ar-mado), fuera salvado, principalmente graciasal pretensado. En el clima del desarrollismo,ingresaron en el país sistemas de prefabrica-ción como el francés Caus, que se aplicaron envivienda masiva y en construcciones indus-triales. Los encofrados deslizantes posibilita-ron también alcanzar una racionalización enlas estructuras de hormigón armado que mul-tiplicaron las posibilidades imaginadas en dé-cadas anteriores. Pero también los años sesentay principios de los setenta fueron los de ela-boración de sistemas locales de envergaduramás modesta, pero más acordes con la reali-dad del país, con los que se intenta combinarel extendido sistema de autoconstrucción conlas ventajas de la racionalización constructiva.

La estructura básica de hormigón con la li-bertad de cerramiento es una de las formasmás difundidas de enlazar variedad con repe-tición. El H.° A.° continúa siendo el sistemamás difundido de construcción en la Argenti-na y el resto de América Latina. La llegadade sistemas como el encofrado deslizante o las“mesas voladoras” permitió, en años recientes,la realización de numerosos edificios de ofici-nas y viviendas colectivas en altura. G. S.

Bibliografía: Colecciones de: Revista de Arquitectura;

La Ingeniería; Revista Técnica; Anales de la Socie-

dad Científica Argentina; Boletín del Cemento Por-

tland; summa; Revista de la Cámara Argentina de

la Construcción. L. Sommi. Los capitales alemanes

en la Argentina (1945); L. Lucchini. Historia de la

Ingeniería Argentina. Bs. As., CAI, 1981; D. Schável-

zon. Historia de la construcción en la Argentina.

Bs. As.: Cámara Argentina de la Construcción, 1983.

HORTAL, JOSÉ. Buenos Aires, 1891 – Íd., 1972.Arquitecto. Activo en Buenos Aires, Córdoba yRosario en las primeras décadas del siglo XX.

Se graduó en 1918 en la Escuela de Arqui-tectura de la Universidad de Buenos Aires. En-

186 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u EL EDIFICIO KAVANAGH FUE CONSTRUIDO EN TIEMPO RE-

CORD ENTRE 1934 Y 1935, SIGUIENDO NORMAS ALEMANAS.

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tre 1932 y 1934 fue director de Arquitectura dela Nación; elaboró un plan para lo que llamó“La ciudad del gobierno”, un centro cívico na-cional que se localizaría sobre la Avenida 9 deJulio de Buenos Aires, del cual solamente seconcretó el edificio para el Ministerio de ObrasPúblicas (v. Centro cívico).

Trabajó asociado con el arquitecto Julio Go-doy, con quien realizó el Palacio de Justicia deCórdoba, encargo obtenido por concurso en1925. Asimismo realizó el mercado Norte deCórdoba y el de Rosario. E. G.

HOSPITAL. m. Establecimiento destinado al diag-nóstico y tratamiento de enfermos, donde sepractican también la investigación y la ense-ñanza. La palabra, que procede del vocablolatino hospitalis, se ha usado en varias acep-ciones: hotel, hostería, hospicio, hospital, or-fanato, asilo, hospedaje para viajeros y ca-renciados.

La existencia de esta institución está aso-ciada, en principio, a los conventos y a la cari-dad religiosa. Su desarrollo es lento y, desde elpunto de vista de la organización espacial, co-mienza a sufrir cambios en la medida en quelas funciones se especializan y dividen gene-rando ámbitos diferenciados. Su mutación tam-bién está signada por los cambios que se pro-ducen en la disciplina médica, las técnicas decuración, la evolución de las concepciones de

la vida y la muerte. Desde este último punto devista podemos dividir la historia del hospital endos grandes períodos. En el primero, que llegaa los inicios de la edad contemporánea, el hos-pital es un relativo ámbito de curación, másbien se acerca a la función de lugar del “bienmorir”, de asilo para los menesterosos que bus-can la protección de la religión frente a la en-fermedad, el desamparo, la pobreza, etc. El se-gundo nace de la evolución espectacular que seproduce con la transformación de la ciencia mé-dica. A partir de allí el hospital se convierte enámbito exclusivo de la curación, en el cual lamuerte es solo un accidente que sucede por im-previsión o fallas en la organización del siste-ma. También a partir de esta época el hospitalse transforma en ámbito de todas las clases so-ciales. La tecnología cada vez más sofisticada,la necesidad de cuidados especiales llevan a quelos sectores medios y altos, que antes estabanpor fuera de este sistema dirigido originalmentea los sectores carenciados, ingresen definiti-vamente en el mismo.

DEL HOSPITAL CLAUSTRAL AL PABELLONAL.

Durante la Edad Media el hospital se ubi-caba en una gran sala anexa a las institucionesreligiosas, o se desarrollaba en forma claustral,a la manera de los espacios de las órdenes mo-násticas, donde convivían enfermos y caren-ciados. Alrededor de esos claustros podían en-contrarse salas colectivas o habitacionesindividuales acompañadas de capillas y sec-

tores de enfermería. A fines de este período elcrecimiento urbano, el número cada vez másimportante de peregrinos, viajeros o enfermosque llegaban a las ciudades, determinó la cre-ación de los primeros hospitales especializa-dos —los manicomios, los de leprosos— y tam-bién los orfanatos.

El Renacimiento coincide con algunos cam-bios importantes en la tipología hospitalaria. Amediados del siglo XV surge en Florencia el lla-mado “hospital en cruz”, un edificio consistenteen cuatro salas que se cruzaban en un centro,donde estaba situado el altar; a principios delsiglo XVI esa tipología pasa a España. Esta for-ma de organización parece provenir de las ne-cesidades de ventilación y control, así como res-ponder a cuestiones simbólicas y religiosas:todos los enfermos pueden presenciar la misa.

La necesidad de mayor especialización semanifiesta en la mutación del esquema en cruz.Ya en el siglo XVII encontramos en Europaplanteos que amplían el número de radios aocho, asimilando el modelo original al de unacruz de San Andrés o “radial”.

A mediados del siglo XVIII pueden cons-tatarse modificaciones radicales en la organi-zación de este complejo recinto de serviciosque llevan a la aparición de la segunda tipolo-gía nacida en la Edad Moderna: el hospital pa-bellonal. Este último surge del debate públi-co entre especialistas dentro del clima derenovación que acompaña al surgimiento dela Ilustración francesa. El estado crítico de los

hor hos

187Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u EL HOSPITAL BARTOLOMÉ CHURRUCA, EN PARQUE PATRICIOS, BS. AS., DE A. Y C. VILAR, NOEL, ESCASANY Y FERNÁNDEZ SARALEGUI: UNA TIRA DE 123 METROS DE LONGITUD Y 10 PLANTAS.

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hospitales a fines del Antiguo Régimen, y enespecial del Hotel Dieu de París, que se ha-bía incendiado casi en su totalidad en 1772, eslo que lleva a que la Academia de Ciencias nom-bre una comisión encargada de replantear elproblema. La reforma coincide con las nuevasorientaciones que la ciencia médica plantea enesos mismos años y que se verán reflejadas enla morfología hospitalaria. Hay que tener encuenta que, desde mediados del siglo XVIII seviene produciendo en el interior de la culturaoccidental una valoración de la ciencia médi-ca al mismo tiempo que se están echando lasbases para la formación de una “política de sa-nidad”. Esta política implica observaciones, es-tadísticas de enfermedades y la determinaciónde las variables características de un grupo ocolectividad, las tasas de mortalidad, duraciónmedia de la vida, dolencias endémicas, tiposde epidemia más frecuentes y, con ello, la de-finición del “estado de normalidad”, en con-cordancia con el fenómeno más general de ra-cionalización de la sociedad (v. Higienismo).

Esta nueva mirada produce un cambio yaque las causales de las diferentes afeccionesque afligen a los seres humanos se desplazanprogresivamente desde la atención al clima co-mo principal factor de riesgo, según la tradi-ción hipocrática, a la consideración del ámbi-to urbano. En ese momento es cuando la

aglomeración edilicia empieza a ser entendi-da como una latente amenaza. En los tratadosmédicos de la época se abandona la idea deirrupción de la enfermedad en la ciudad y secomienza a teorizar acerca de la ciudad comoespacio de generación de enfermedades.

De los agentes naturales sobre los que sedebe intervenir, la cuestión del aire “malsano”aparece como más compleja. Esto se debe fun-damentalmente a su condición de factor casiincontrolable, ya que el modo de propagaciónes de difícil determinación y los agentes pro-ductores de las diferentes miasmas son de unamúltiple variedad. Los gases de los pantanos,las emanaciones de los productos en estado deputrefacción, los cuerpos y sus exhalacionesnaturales forman un amplio espectro de agen-tes contrarios a la salud, a los cuales debe pres-tarse cuidadosa atención. En qué condicionesy en qué grado de concentración dichos agen-tes producen los “fétidos miasmas” causantesde enfermedades será una de las preguntasmás importantes que la química y la cienciamédica se harán durante el siglo XVIII. Den-tro del amplio debate que el problema genera,la atención se centrará en los espacios densa-mente poblados, los complejos edilicios cerra-dos que agrupan gran cantidad de personas(cárceles, hospicios, naves) o en aquellos queestán en contacto con cuerpos muertos (hos-pitales, cementerios, mercados, mataderos).

Esta serie de principios serán los que ins-piren los diferentes modelos de hospitales que,en forma teórica, intentan responder a las nue-vas necesidades. Si bien se insistirá en el mo-delo radial, las investigaciones llegarán final-mente a la creación de una nueva tipología:el hospital pabellonal.

El primero de ellos es el proyectado por elcientífico Jean Baptiste Le Roy y el Arquitec-to Charles François Viel en 1773, y se caracte-riza por una zonificación que tiene luego am-plia descendencia: un patio central con unaserie de pabellones alineados a izquierda y de-recha. Este modelo es aprobado por la Acade-mia de Ciencias, lo que favorece su posteriordifusión. El planteo de Le Roy es mejorado lue-go por un proyecto de Poyet, que separa aúnmás los pabellones y los incluye dentro de unrecinto en el cual sitúa los servicios de apoyodel hospital. Pese a su éxito científico, el mo-delo se expandirá lentamente y son pocos loshospitales realizados en esta tipología duran-te la primera mitad del siglo XIX en Europa.

El nuevo género edilicio coincide con latransformación lenta del hospital en una “má-quina de curar” que responde de mejor ma-

nera a las doctrinas higiénicas, pues posibilitala organización espacial por sectores de dife-rentes funciones y usos. Por otra parte, al dis-ponerse libremente en el terreno una serie depabellones aislados, esto permite una circula-ción generosa del aire entre cada uno de losedificios. La organización interna del hospitaltambién sufre profundas modificaciones, enlas cuales la estructura física ocupa un rol pre-ponderante, sobre todo debido a la posibilidadde crear salas particularizadas para cada tipode enfermedad, propiciar camas individualespara cada internado, controlables directamen-te por el médico, y garantizar una constanteventilación e iluminación de los locales.

HOSPITALES EN EL RÍO DE LA PLATA.

Para el Nuevo Continente, las Leyes de In-dias (v.) prevén la formación de hospitales ur-banos que deben acompañar a la fundación deciudades, bajo control de las órdenes religio-sas. La legislación no prescribe tipologías, y du-rante los años de conquista y colonización eltradicional hospital claustral convive con lanueva tipología en cruz. Esta modalidad apa-rece rápidamente en América: Hernán Cortésconstruye en 1524 un hospital en cruz en laciudad de México. También existen hospitalesde este tipo en Lima, divididos según orígenes:San Andrés (españoles), Santa Ana (indios),San Bartolomé (negros). En nuestro país exis-ten algunos ejemplos que denotan la persis-tencia del tipo en América, como el de San Juande Cuyo, proyectado a comienzos del siglo XIX.Este hospital permite vislumbrar cómo el tipoen cruz podía adaptarse a sistemas de organi-zación cada vez más especializados, ya que laplanta enuncia la existencia de sectores: en-fermos generales, virulentos (con enfermeda-des contagiosas) y gangrenosos. De todos mo-dos, el tipo claustral persiste como modelo. Unejemplo de esta modalidad es el antiguo hos-pital de la Residencia en Buenos Aires

Cuando se generaliza el hospital pabello-nal, se encuentran en nuestro medio escasasrealizaciones materiales de este género, perono por ello dejará este equipamiento de ser cen-tro de preocupación.

Con el advenimiento de la Revolución, almenos en Buenos Aires, se realiza una seriede reformas que no superan un carácter pre-cario. Frente a la existencia de tres viejos hos-pitales deficitarios: el de Bethlem de hombres,el de mujeres y el militar de La Residencia, lapreocupación del gobierno se centra funda-mentalmente en la creación de un hospital degran magnitud que cumpla con los requisi-

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u ESQUEMA DE HOSPITAL EN CRUZ.

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tos más modernos en cuanto a las cuestionesde salubridad, el cual, según opinión genera-lizada, debía ubicarse en el predio de La Resi-dencia. Tomando en cuenta este sitio comoel ideal, Catelín (v.) propone, en 1826, la am-pliación de sus dimensiones y la erección deun hospital extendido que pueda ser divididoen diferentes cuerpos.

La idea es retomada en 1831 por Carlo Zuc-chi (v.), quien plantea la necesidad de no seguirampliando erróneamente el viejo hospital, des-bordado en capacidad hasta ocupar el interiorde la antigua iglesia jesuítica. Sus ideas giranen torno de la construcción de un hospital nue-vo, aprovechando la implantación existente yalgunas de las construcciones ya realizadas,para producir una transformación radical queincorpora los recursos y sistemas desarrolla-dos en los últimos estudios: entre ellos la for-ma pabellonal. El proyecto de Zucchi es unaadaptación realista del proyecto que la Acade-mia de Ciencias de París había encargado en1788 a Poyet como esquema prototípico, queDurand describe detalladamente en su trata-do. Zucchi adecua el esquema ideal de Poyeta la cuadrícula porteña, organizando cada hos-pital en una manzana y transformando el granrectángulo ideado por el arquitecto francés enuna calle de distribución (Balcarce) de accesogeneral al complejo. El esquema de pabellonesdel modelo original se modifica también pa-ra dejar espacio a la antigua iglesia de la Re-sidencia, que se incorpora al hospital de mu-jeres. El planteo mantiene las característicasgenerales del prototipo: un anillo de estruc-tura circulatoria con servicios que definen elrecinto y sirven a una batería de pabellones se-parados por patios de aire y luz, destinados ala ventilación y disipación del aire malsano.

En el interior de estos pabellones el arqui-tecto crea una circulación diferenciada que se-para las camas de las ventanas para controlarmejor el ingreso del aire, pero a la vez con el finde ubicar en esa zona los recipientes necesariospara las deyecciones de cada uno de los enfer-mos. Esta circulación técnica se ve acompaña-da por una cañería de agua que debe servir ala limpieza del sector. El hospital se convierteen laboratorio de las reformas que afectarán enel futuro el espacio urbano en su conjunto, unavez que desaparezcan las restricciones que im-piden un control más general de la sociedad.

En la primera mitad del siglo XIX se consi-deraba indigno que un enfermo “decente” fue-ra tratado en un hospital, ya que las condicio-nes de curación estaban garantizadas en losdomicilios de la elite o la porción de la pobla-

ción más cercana a este estrato. No así entre lossectores indigentes, que no solo debían ser asis-tidos por médicos, órdenes y hermandades re-ligiosas, sino que debían ser tratados median-te específicas rutinas higiénicas, pues el contactode los cuerpos y las diferentes miasmas en unmismo espacio hacían del hospital un ámbitoparticularmente peligroso. El hospital de Zuc-chi comienza a poner en contradicción esta zo-nificación social de la enfermedad.

Luego de este frustrado proyecto, no se avan-zará mucho más hasta la caída de Rosas. Conel surgimiento del Higienismo (v.) en la segundamitad del siglo XIX, la consolidación de la dis-ciplina médica y la aparición de especialistaslocales en el tema, como Rawson o Coni, la cues-tión de la arquitectura hospitalaria reaparececon nuevo vigor. Ambos reproponen en sus es-critos la necesidad de lograr hospitales ex-traurbanos en terrenos altos y rodeados de ver-de. Esto no siempre es posible, pero la idea derecinto autosuficiente planteado por el hospi-tal de Zucchi se va imponiendo como norma.

Es que la medicina va abandonando el te-

rreno de la casuística para entrar en la etapaexperimental. El hospital comienza a funcio-nar como el lugar donde se observa y se apren-de. Se transforma en un hecho médico pasandode ser un lugar de reclusión a otro donde seimplementan políticas sanitarias, el control delas enfermedades y su observación, de modoque permita una nueva producción de saber.El hospital se transforma en un medio de in-tervención sobre el enfermo.

En la segunda mitad del siglo XIX, en elRío de la Plata, la complejidad del servicio mé-dico va eliminando la posibilidad de la asis-tencia domiciliaria y con ello auspicia la in-clusión de todos los sectores sociales en elservicio hospitalario.

Sin embargo, en las dos décadas que vande 1850 a 1870 los pocos edificios construidosson híbridos derivados de modelos anteriores:la remodelación planteada en 1859 para el hos-pital general de hombres de Buenos Aires pro-pone nuevamente el modelo en cruz; el de mu-jeres de Corrientes, de 1884, vuelve al esquemade patio. Lo mismo puede decirse del hospi-tal de inválidos, hoy Rawson, o del Ramos Me-jía, ambos de Buenos Aires, que se organizande modo claustral.

En el caso porteño la aparición de nuevoshospitales es acompañada por la creación dela Asistencia Pública. Esta institución tiene,entre otras funciones, la administración de loshospitales municipales. Se subdivide la ciu-dad en circunscripciones médicas y de pri-meros auxilios. Su penetración en la perife-

hos hos

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u PRIMER EDIFICIO DEL HOSPITAL ITALIANO, EN BUENOS AIRES, DE J. M. BUSCHIAZZO.

u HOSPITAL PARA AMBOS SEXOS EN BUENOS AIRES.

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ria, a través de las estaciones sanitarias, seráuno de los factores que dará origen a los hos-pitales suburbanos.

En 1881 Emilio Coni escribe el Código deHigiene y Medicina Legal, en el que se propo-ne la reglamentación del funcionamiento hos-pitalario. Por medio de este nuevo instrumentolegal quedan precisados los roles administra-tivos en relación con los médicos, lugares an-tes reservados a los religiosos, se regula el com-portamiento de los practicantes y la admisiónde los enfermos, así como los deberes y dere-chos de todo el personal, cuyas prestacionesconcurrían para los objetivos de una máximaeficiencia y rendimiento.

La experimentación de las nuevas tipologí-as no logra disminuir un grave problema: lasenfermedades hospitalarias, aquellas que sur-gían dentro del edificio y complicaban a los en-fermos de otras dolencias. Las mismas elevanel porcentaje de muerte en un 15% y en mu-chos casos el enfermo tratado en su domiciliotiene más posibilidades de curación, sobretodo cuando se trata de partos u operaciones.

Una de las soluciones propuestas es la delhospital barraca, ya que se había comprobadoque el índice de mortalidad era mucho menoren hospitales de campaña improvisados que enlos hospitales urbanos. En efecto, la medicinadetermina, a fines del siglo XIX, que el alto ín-dice de mortalidad era producto de que el edi-ficio antiguo contenía las enfermedades. Por lotanto era mejor, desde el punto de vista sanita-rio, un hospital realizado con construccionesprecarias, muchas veces en madera, que unavez utilizadas, y en cuanto se detectaba una epi-demia eran evacuadas e incendiadas.

Más allá de esta modalidad, que no impli-ca ningún cambio tipológico, en 1881 se cons-truye el primer hospital de carácter pabellonal:el Hospital de Clínicas de Buenos Aires. Co-mo hospitales pabellonales que siguen el mo-delo del de Clínicas pueden citarse los cons-truidos por Tamburini (v.): el Militar Central,o por Enrique Aberg (v.): el de Mujeres Riva-davia. Estos se caracterizan por su implanta-ción periférica y por el uso del Neorrenaci-miento italiano (v.) como lenguaje, consideradouniversalmente el más apropiado para estetipo de emprendimientos. Se organizan sobrela base de una serie de pabellones aislados enun jardín, conectados por galerías abiertas, co-mo modo de provocar una mayor ventilación.Incorporan las mejoras propuestas por Tolleta fines de siglo, que implicaban la construc-ción de pabellones con sistemas de ventilaciónnatural a partir de una bóveda ojival, mayor es-

pacio libre por cama, utilización de pabellonesde una sola planta, etc.

A estos ejemplos paradigmáticos, realiza-dos por el Estado en la etapa posterior al ochen-ta, los sucede una serie de hospitales construi-dos en todo el país que consagran el modelopabellonal para atender las necesidades de lasalud: asilos, manicomios, hospitales particu-larizados, como los de enfermedades pulmo-nares, ojos, maternidad, etc., seguirán este es-tricto modelo. Puede citarse también la mayoríade los grandes hospitales construidos en lasprincipales ciudades argentinas entre fin del si-glo XIX y principios del XX.

A fines del siglo XIX aparece en nuestro pa-ís un nuevo modelo de hospital pabellonal de-sarrollado en Europa central. Esta tipologíase diferencia de la francesa en la organizaciónde pabellones completamente aislados y au-tosuficientes, dispuestos en un terreno abier-to. Su ventaja reside en la posibilidad de aislaraún más los diferentes tipos de enfermos y susinconvenientes radican en la gran distancia quedeben recorrer los servicios generales para suabastecimiento y en la circulación de enfermos(a veces en vehículos especiales). Ejemplosde esta tipología son en Buenos Aires el hos-pital Muñiz, en Mendoza el Emilio Civit (1897)y los de Resistencia, Posadas y Santiago del Es-tero, realizados tardíamente, conforme las pro-vincias iniciaban procesos de modernizacióninstitucional. El de Resistencia (v.) correspon-de a una iniciativa del Dr. Julio Perrando, quienfunda en 1910 el primer hospital civil en esaprovincia, y seis años después se inicia el Hos-pital Regional Dr. Madariaga de Posadas (v.).Este último caso pertenece a un plan de hos-pitales zonales realizado por la Comisión Ase-sora de Asilos y Hospitales Regionales, creadapor el ministro Cabred durante el primer go-

bierno de Irigoyen. Un caso singular es el deSantiago del Estero (v.), donde la realización delHospital Independencia, en 1915, corrió a lapar de una amplia serie de intervenciones sa-nitarias llevadas a cabo en la ciudad por Ante-nor Álvarez. Este hospital de tipo pabellonal esuno de los casos más relevantes a nivel nacio-nal, ya que consta de 25 edificios y 75.000 m2.

Al mismo tiempo, otra variedad del mode-lo, proveniente de Inglaterra, se hace presenteen nuestro medio. Se trata de una estructurade pabellones que en vez de estar aislados seunifican a partir de una espina de circulacióncentral que resuelve la circulación bajo condi-ciones ambientales más aptas. Ejemplo de es-ta variación tipológica es el Hospital Italiano deBuenos Aires, obra de J. A. Buschiazzo (v.) o elHospital de San Roque en Jujuy (1899), el deClínicas de Córdoba, de Tamburini (1885), elHospital Pirovano, también de Buenos Aires.

El resultado conjunto no constituye la re-alización de un modelo tipológico puro sino lacombinatoria de varios, un heterogéneo en-samble de experiencias contrastantes y no unsistema orgánico. Así sucede con las amplia-ciones de hospitales, como los ya citados Ar-gerich o Ramos Mejía, que incluyen en sus ins-talaciones el claustro y los pabellones aislados.

A fines del siglo XIX, las nuevas tipologíashospitalarias no lograban resolver el problemateórico que había orientado su creación: lamortalidad hospitalaria no había disminuidoa pesar de la instauración de estas nuevas “má-quinas de curar”. Será recién con los descubri-mientos de Pasteur y Koch, con el desarrollo dela bacteriología y de la microbiología, cuandose deje de pensar en una transmisión de lasafecciones por vía del ambiguo terreno de los“miasmas” y se interpreten las verdaderas cau-sas de la generación de las enfermedades.

DEL TIPO PABELLONAL AL HOSPITAL VERTICAL.

Al comenzar el siglo XX se produce una in-flexión en materia hospitalaria, que determinóprogramas y estándares a lo largo del siglo, y suorigen se puede cifrar cuando comienzan a de-finirse nichos de prestaciones en materia de sa-lud, vinculadas a niveles socioeconómicos pu-dientes, a comunidades nacionales o incluso aexigencias particulares de instituciones de de-fensa o seguridad. Existen diferencias impor-tantes entre los hospitales de carácter estatal yaquellos regidos por las diferentes colectivida-des extranjeras afincadas en la Argentina, quevan a continuar la pionera sede del Hospital Ita-liano. Para el caso de Buenos Aires puede ob-servarse cómo los grandes hospitales estatales,

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u ANTIGUO HOSPITAL MILITAR CENTRAL, EN BS. AS.

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cuya disponibilidad de terreno es mayor, siguenradicalmente las transformaciones tipológicasoperadas a nivel internacional. Los hospitalesde colectividades, en general, deben adaptarsea superficies de terreno menores, a construc-ciones preexistentes o, algunas veces, como enel caso del Hospital Español, obra de García Nú-ñez (v.), a la expresión de un lenguaje novedosopropio de un programa que quiere destacar lasingularidad y modernidad de una colectividad.

Bajo la forma de pequeños hospitales o sa-natorios aparece dentro del tejido urbano unaserie de instituciones estatales, semiprivadaso privadas, que cubre —como una segundared— la instancia diferenciadora que había si-do soslayada durante el proceso de moderni-zación impulsado por los higienistas. De estemodo se quiebra parcialmente la tendencia quese venía observando respecto del uso por par-te de todas las clases sociales de los hospitalespúblicos. Su enclave será netamente urbano,inclusive en áreas céntricas, obligando al de-sarrollo compacto y en altura; tenían como an-tecedente los hospitales de las colectividadesextranjeras pertenecientes a “Asociacionesde Socorros Mutuos y Beneficencia”, extendi-das en distintas ciudades del país. Estos nue-

vos programas van a ser resueltos en base atres motivos centrales: los cambios en el sabermédico y sus instrumentos de prevención delcontagio y curación, las críticas funcionalistasy economicistas que venía recibiendo el hos-pital pabellonal y, por último, el alto costo y di-ficultad que suponía para los privados contarcon terrenos amplios en el área mejor servi-da de las ciudades en crecimiento.

A partir de estas condiciones, los sectoresprivados van a participar tempranamente eneste proceso diferenciador, desarrollando el ti-po edilicio de block en altura, que recién al pro-mediar la década de 1930 va a ser tomado porel Estado. De este modo podemos encontrartempranamente, en 1924, el Sanatorio Podes-tá, situado en pleno centro de la Capital Fe-deral, un edificio de 8 pisos, proyectado por elestudio Calvo, Jacobs y Giménez (v.). Tempra-na expresión local, dado que apenas cuatro añosantes se había inaugurado en Nueva York elprimer hospital en altura. Al igual que el pro-totipo norteamericano, la imagen exterior delPodestá es la de un suntuoso hotel. No solo ensu carácter, sino aun en su tipo distributivo:un basamento en el que se ubican las presta-ciones y el hospital de día; el sector de inter-

nación y cirugía alrededor de un patio abiertoa la calle; y el conjunto coronado por un sectorde servicios generales. Su esquema en “U”,abrazando un patio delantero y destacando unatorre posterior, se anticipa al que el mismo es-tudio realizará para el edificio de renta Miha-novich y de la Unión Telefónica. Se trata deuna tipología característica de las metrópolisnorteamericanas, ensayada en rascacielos deoficinas, y reproducida para uso hospitalario,hasta quedar sancionada por su efectividad tan-to en teoría (en su obra teórica Horacio Moya-no Navarro (v.), la sitúa sin problemas como unesquema óptimo) como —modificada en es-cala— para los numerosos esquemas en H quese ensayaron y realizaron en la décadas deltreinta al cincuenta. Si bien se cuestionaba laorientación perjudicial de al menos una de lasalas de habitaciones, se consideraba que el pa-tio abierto permitía mejores condiciones de ai-reación e iluminación en la manzana. La tec-nología había posibilitado estos desafíos,dejando atrás instalaciones horizontales, cu-yas incomodidades comenzaban con una si-tuación periférica al desarrollo urbano.

En esta línea podemos destacar el sanato-rio de la compañía de seguros La Primera, de

hos hos

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u HOSPITAL JOSÉ MARÍA RAMOS MEJIA, EN EL BARRIO DE BALVANERA, EN BUENOS AIRES.

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Squirru y Croce Mujica (v.), desarrollado entremedianeras y en 6 niveles (1928-1929); el sa-natorio del Centro Gallego de Buenos Aires,proyecto del estudio Acevedo, Becú y Moreno,(v.), 1931; edificio en doble peine, asimilable auna H con un cuerpo más en el patio poste-rior; el Sanatorio De Cusatis, un emprendi-miento privado proyectado por A. Virasoro (v.),de figuración Art Déco. Dentro del modelo sesitúa el sanatorio conocido como Instituto Mé-dico Platense, proyectado por el ingeniero Ju-lio A. Barrios (v.) en La Plata (1938); y el inte-resante y tardío ejemplo de Ernesto Vautier (v.)

y Luis Olezza (v.), el Sanatorio Anchorena, cu-yo partido busca, en un terreno entre media-neras suficientemente ancho, ubicar una tirade cinco niveles bien asoleada a lo largo del lo-

te y componerla en T con otra dispuesta en ladirección de la calle. Hacia fines de la décadadel treinta, Sacriste (v.) y Vivanco (v.) manifies-tan una decidida adscripción al lenguaje con-temporáneo, en el proyecto ganador del con-curso para el sanatorio de la Mutualidad delMagisterio. En esta línea renovadora se sitúados años antes (1937) el trabajo de Mario Ro-berto Álvarez (v.) asociado al ingeniero Miglia-no para el sanatorio de la Corporación Médicade General San Martín, una de sus primerasobras y antecedente de los centros sanitariosrealizados durante la gestión del ministro Ca-rrillo una década más tarde. Se trata en este ca-so de un edificio desarrollado en dos niveles,coherente con la densidad que en ese enton-ces presentaba esta localidad de las afueras dela Capital Federal.

El campo teórico abunda a partir de la dé-cada del treinta en valorar las ventajas del hos-pital en altura. Nacido en EE.UU., el tipo en al-tura llega a Europa, agregando la variante de laexposición al sol. Los tratamientos de la tu-berculosis se encaraban por exposición del pa-ciente a baños de sol en condiciones ambien-tales óptimas, es decir, alejado de las ciudadesy sus agentes patógenos. Hilversum, Paimio,Waiblingen fueron los ejemplos más recono-cidos de una importante serie tipológica, en lacual se ensayaron los principios formales y dis-tributivos de la arquitectura contemporánea co-mo en ningún otro caso. Entre los trabajos pue-den encontrarse en la década del treinta,simultáneamente con trabajos anacrónicos deorganizaciones en horizontal pabellonales, sa-natorios “en las sierras”, desarrollados en ver-tical, que ensayan fachadas vidriadas y estruc-turas en voladizo. El tema del sanatorio en alturapara curas helioterapéuticas fue encarado porRaúl Fitte (v.) en un ensayo teórico. El modelopabellonal, sin embargo, aún tenía en las dé-cadas del treinta y del cuarenta destinos espe-cíficos en los cuales aparecía como inevitable,como los hospitales para leprosos, proyectadospor el gobierno nacional en el interior del país.

Las Fuerzas Armadas no se quedaron atrásen el proceso de modernización hospitalaria.Las sedes de sus centros de salud debían apa-recer como enclaves de excepcional calidad yde punta con el desarrollo internacional. En es-te sentido se destaca el Hospital Militar Cen-tral, instalado en un edificio originariamentedestinado a Instituto de Clínica Médica, am-bicioso proyecto multipabellonal realizado porla Dirección de Ingenieros del Ejército. Inte-grado por una trama ortogonal de bloques de9 a 11 plantas, articulados del modo que lo ha-rían los hospitales suecos de la posguerra, elenorme complejo de 1.200 camas iba a ser re-alizado en etapas, cuya concreción aun en unapequeña parte es un destacado ejemplo de lasposibilidades organizativas y expresivas que te-nía entonces el hospital en altura.

Igual camino emprendió la Policía Federal,gracias a la donación de un particular, con larealización del Hospital Bartolomé Churruca,situado frente al parque Patricios y encomen-dado a un equipo de profesionales integradopor los hermanos Antonio y Carlos Vilar (v.),Martín Noel (v.), Escasany y Fernández Sarale-gui. Se trataba de un hospital policlínico, conespecialidad quirúrgica, desarrollado en un lar-go monoblock de 10 plantas y subsuelo, 123 mde longitud y 15 de ancho.

Por su parte, el municipio de la Capital Fe-

deral realizó en los años treinta una serie limi-tada pero efectiva de hospitales en altura, siem-pre con el esquema simétrico en H (Argerichen La Boca; Juan A. Fernández en la zona nor-te). Asimismo, la Universidad de Buenos Airesencara la renovación total del antiguo Hospitalde Clínicas, en correspondencia con la Facul-tad de Medicina. De menor altura, aunque vin-culado también a la renovación modernistade la década del treinta, se puede inscribir lamaternidad Ramón Sardá (de Fontecha y Ma-dero), desarrollada como una serie de bloquesen tres niveles articulados. Otros trabajos des-tacados del período son los realizados por losarquitectos rosarinos Tito y José Micheletti (v.)

a comienzos de la década del cuarenta. Se tra-ta del Policlínico de la Sociedad de Médicos delDepartamento San Martín y el Hospital de laCaridad de la Sociedad de Beneficencia de Ro-sario. La Liga Argentina de Lucha contra la Tu-berculosis proyectó en 1935 un enorme com-plejo de 1.500 camas en Buenos Aires, con unpartido en doble peine desarrollado en altura,montado sobre un denso basamento, que seubicaría en Avenida del Trabajo entre Telliery Piedrabuena. Comenzado en 1937, quedó pa-ralizado cuatro años más tarde.

El país ya contaba para entonces con un pa-trimonio nada desdeñable de hospitales pú-blicos, construidos en el furor del higienis-mo y el impulso del proyecto modernizadordel ochenta. Esta situación tornaba dificultosala intervención radical para renovarlas. El pri-mer paso fue la sala llamada Nightingale, queconsistía en tabicar hasta la altura de la vista lasala general para formar recintos semicerra-dos de 6 camas promedio, ubicadas con su lon-gitud paralela a la fachada. Frente a este tipode ampliaciones coyunturales, la SCA (v.) abo-gaba por planificar nuevas construcciones hos-pitalarias que renovaran el patrimonio parabrindar nuevos edificios de acuerdo con los ti-pos aceptados entonces y equilibrar las pres-taciones en la ciudad.

Políticas sanitarias durante el período

1943-1955 y desarrollos tipológicos.

Un quiebre significativo en materia de po-líticas sanitarias se dio durante la gestión delDr. Ramón Carrillo al frente de la Secretaría deSalud Pública de la Nación (creada por el nue-vo gobierno en 1943). Neurocirujano, profesoruniversitario y sanitarista, fue el autor de unplan que se constituyó en el primer intento defundamentar racionalmente un articulado sis-tema sanitario a nivel nacional. Para ello se re-levó y luego atendió a las zonas con mayores

192 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u PLANTA DEL HOSPITAL ESPAÑOL, DE J. GARCÍA NÚÑEZ.

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dificultades, estableciendo dos categorías: lasunidades sanitarias y las ciudades hospital. Elplanteo teórico era novedoso: comprendía uncriterio de crecimiento y flexibilidad que po-sibilitaba proyectar módulos sistematizados deinternación de 30 camas; la zonificación en áre-as de servicios externos, internación, serviciosgenerales y anexos, proporcionales entre sí,al igual que el número de camas y la superfi-cie de terreno requerida (a razón de una ha porcada módulo de 30 camas en el caso de poli-clínicos; la mitad en el de crónicos). El área li-bre iba decreciendo conforme el hospital esta-ba más próximo a la ciudad. A medida que lasprestaciones o el número de camas crecía, ca-da sector se diversificaba internamente. Lossectores debían ser independientes y no im-bricarse entre sí; las circulaciones no debíancruzarse si eran de distinta naturaleza; las cir-culaciones tenían distinta intensidad de uso yel mayor corresponde a la atención externa;el tránsito horizontal era preferible al vertical,admisible solo en los hospitales urbanos; de-bían existir circuitos cerrados (cirugía y anexospor ejemplo) con un solo acceso. Los costos te-nían que ser proporcionales a los costos de cons-trucción, equipamiento y mantenimiento anual(a razón de un 50% y un 20% de estos últimosrespecto del primero).

Se trata de un nuevo proceso de homoge-neización modernista: los nuevos hospitales

periféricos constituirían verdaderas “máqui-nas de curar”, frente a las amables y citadi-nas unidades sanitarias, destinadas a la pre-vención, educación para la salud y atenciónprimaria. Razones de economía llevaban a pa-liar de este modo “total” los problemas, dadoque se preferían los grandes hospitales con-centradores antes que los pequeños, por ob-vias razones de economía de escala. La expe-riencia piloto de este plan, la ciudad hospitalen Horco Molle, de Eithel Traine (v.), 1953, seinstalaba en una provincia (Tucumán) con ca-racterísticas socioeconómicas particulares (exis-tencia de ingenios azucareros, consecuente po-blación golondrina, atraso estructural nosolucionable a corto plazo). La propuesta se

destaca por la inesperada postura horizontal,combinada con un conjunto de partes (escue-la de enfermeras, pabellón de servicios anexos—un antecedente de la Central de Abasteci-miento y Procesamiento— viviendas, comple-jo deportivo, huerta, etc.), organizados de mo-do libre, con un carácter que se ha comparadocon el de autores nórdicos. Fue el pabellónde policlínico el que despertó mayores co-mentarios, al anticipar algunas característicasdel proyecto de Le Corbusier para Venecia, re-alizado una década más tarde. Las hipótesis debase de este hospital quedaron truncas al des-naturalizarse la obra tras la revolución de 1955.

En Tucumán se debe destacar también elHospital del Niño Jesús, situado en la propiacapital. Los autores, Eduardo Sacriste (v.) y Ho-racio Caminos (v.), proyectaron un hospitalen forma de bloque lineal, pero dotándolo deun ancha galería orientada hacia el N a lo lar-go del edificio, que actúa de veranda para laespera de pacientes. Separada del cuerpo prin-cipal, a la manera de los baldaquinos corbu-sieranos, posibilita la aireación y asoleamien-to de los locales del edificio, a la vez que supropia ventilación transversal.

Los “centros sanitarios” fueron un em-prendimiento más acotado y por ello más exi-toso. Se trató de seis edificios en provincias ca-racterizadas por sus atrasos estructurales: Salta,Corrientes (con edificio anexo para maternidad

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193Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u EL HOSPITAL NAVAL DE BUENOS AIRES, DE TESTA Y LACARRA, SE DESARROLLÓ EN PLANTAS ANCHAS CON SERVICIOS CENTRALES, DE ACUERDO A LAS TEORÍAS EN VIGENCIA.

u AXONOMÉTRICA DEL HOSPITAL NAVAL DE BUENOS AIRES.

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de 400 camas), Catamarca, Jujuy, Santiago delEstero y Tucumán. El plan Carrillo establecíaque debían estar integrados por todos los con-sultorios necesarios “para la atención poliva-lente integral de sanos y enfermos, completa-do por un servicio social”. A pesar del restringidoy arcaizante repertorio formal propuesto por elplan, la reinterpretación inteligente de M. R.Álvarez (v.) convirtió las demandas de color lo-cal en invenciones tipológicas modernas.

Características comunes a los edificios son,además de la implantación netamente urbana,la composición de plantas libres, moduladascon estructura de hormigón armado, presen-cia de tabiques livianos realizados y montadosen seco, carpinterías metálicas diseñadas conrejillas de ventilación, rampas, circulación di-ferenciada (público-personal-médico), estan-darización de componentes, etc.

La otra experiencia, como parte del plan sa-nitario del Ministerio de Salud Pública de laNación —no construida—, fueron los hospi-tales en Corrientes, desarrollados por Aman-cio Williams (v.). Se proyectaron tres hospita-les que se construirían en Curuzú-Cuatiá,Esquina y Mburucuyá, para los cuales se debíaelegir el terreno y determinar el programa. Eldesarrollo en horizontal estaba estipulado enel encargo, tanto como la necesidad de quese tratase de una suerte de síntesis entre loscentros sanitarios y las ciudades hospital, in-cluyendo servicios de asistencia ambulatoria ypreventiva. Se exigían áreas protegidas para es-pera y juegos de niños.

Se trata aquí también de una hipótesis no-vedosa dentro del desarrollo de la Arquitectu-ra Moderna. Las condiciones subtropicales eranajenas a la investigación hospitalaria de los ar-quitectos modernos europeos y norteamerica-nos, y solo años más tarde se experimentaríansoluciones de grandes cubiertas creadoras demicroclima, independientes del cierre de loslocales cobijados. Al igual que en los centrosrealizados por Álvarez, la propuesta general in-corporaba la sistematización de partes del pro-yecto, susceptibles de conexiones, cambios detamaño y posición que, según su autor, “cre-arían una estrecha unidad entre los tres pro-yectos y facilitarían considerablemente la cons-trucción”. El leitmotiv figurativo era en todos

los casos la interacción entre una construcciónbaja que alojaría el programa “duro”, tratadaexteriormente como cajas compuestas de pla-nos opacos, transparentes o semitransparen-tes alternados y una serie altas de bóvedas cás-cara de doble curvatura, sostenidas en apoyoscentrales, que el autor desarrollaría en nume-rosas ocasiones posteriores. La posibilidad de“vaciar” componentes en una trama reticulargarantizaba al autor el control del asoleamiento.

El hospital jugó un rol decisivo en el ima-ginario social como emblema de “hacer obra”por parte del Estado. La sensata distribuciónde recursos (se estimaba para 1977 que la Ar-gentina destinaría 5% del PBI, un punto másque Gran Bretaña) no contaba en esta ecuaciónpolítica, que privilegiaba las promesas —dadoque no las realizaciones— de elefantiásicos edi-ficios que en el ámbito mundial venían sien-do discutidos en su real eficacia. Desde 1941estaba abandonada la estructura de hormigónpara el Instituto Argentino de Lucha contrala Tuberculosis: esto anticipa el conjunto de

“frustraciones” que su gestión produjo, a la parque el Plan Carrillo buscaba desarrollar unaplanificación sanitaria razonable, pues parale-lamente fueron proyectados y comenzados treshospitales de 1.000 camas cada uno, destina-dos a la infancia, dispuestos —al igual que elinconcluso instituto— en bloques articuladosde diez niveles. Uno de ellos fue durante dé-cadas una gigantesca “casa tomada” conocidaen Buenos Aires como Albergue Warnes. Es-te modo de actuar revela las interferencias den-tro del poder, puesto que igual criterio de anár-quica autonomía —aunque en este caso losedificios sí se inauguraron— se aplicó a los hos-pitales desarrollados en el primer gobierno pe-ronista, proyectados por equipos técnicos de laFundación Eva Perón para el Conurbano bo-naerense (Lanús, San Martín, Ezeiza y Ave-llaneda), todos ellos del orden de las 260 a 400camas y con un promedio de 20.000 m2.

Tampoco en el plano lingüístico había al-gún tipo de coherencia. El retorno en estos dosúltimos casos a lenguajes neocoloniales, pro-pios de la década de 1920, o californianos delos treinta, constituye un intento de alejar a es-tos edificios del carácter “sanitarista” de los tra-bajos de la década anterior, aunque, como lodemuestra el proyecto para hospital de clínicay cirugía del tórax en Ramos Mejía (1.080 ca-mas), el Racionalismo lingüístico, en este ca-so de matriz italiana, daba por tierra con pre-supuestos globales. También se puede citar elproyecto de policlínico regional de Santa Fe(480 camas), de Jorge B. López y Luis S. F. Ay-rinhac, deudor de las propuestas de basamen-to y torre desarrolladas contemporáneamen-te en el extranjero.

El origen de este cambio tipológico lo brin-dan las experiencias en materia de creci-mientos distorsionadores del hospital, en tan-to sus componentes internación y servicios,incluyendo la atención de pacientes ambula-torios, no lo hacen de modo proporcional o ar-mónico, por lo cual este aumento llega a po-ner en crisis la idea de hospital. Desde lasegunda posguerra, el hospital empieza a de-finirse por los medios técnicos que contiene,en su mayoría situados en las áreas de diag-nóstico y tratamiento. Dentro de este esque-ma, la Provincia de Buenos Aires construyóel Hospital Rossi en La Plata.

A diferencia de lo ocurrido en el período an-terior, las Fuerzas Armadas hicieron gala deuna irracionalidad que marcaría el principio delfin de su eficiencia. Dos hospitales, uno para laArmada (100.000 m2 y 3.000 camas) y otro pa-ra la Corporación de Transportes de la ciudad

194 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u ORGANIZACIÓN HORIZONTAL EN LA CIUDAD HOSPITAL DE

HORCO MOLLE, TUCUMÁN, DE EITHEL TRAINE

u HOSPITALES PARA CORRIENTES, DE A. WILLIAMS: EL TECHO DE CÁSCARAS DE HORMIGÓN CONTROLA EL ASOLEAMIENTO.

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de Buenos Aires fueron comenzados en Puer-to Nuevo, ya cambiados de destino. El prime-ro, concebido para ponerse a la par de los me-jores de la armada de los EE.UU., se transformóen el Comando de Marina. El segundo se des-tinó a sede de la Aeronáutica, y su cambio dedestino ocasionó un previsible derrumbe al so-brecargarlo con archivos.

Otro cambio que inició el gobierno pero-nista fue el desarrollo de las obras sociales sin-dicales, muchas de las cuales, por su magni-tud, pretendían disponer de instalacionesautónomas. En los casos restantes, derivabana sus afiliados a clínicas y sanatorios privados,afrontando los gastos.

Esta nueva modalidad complejizó el con-junto público-estatal, el privado pertenecientea entidades intermedias (colectividades nacio-nales) y el privado, entendido como negocio, sinestablecer una trama consistente. Igualmentese plantearon problemas jurisdiccionales, entanto la Capital Federal desde antiguo acusabala mejor variedad, calidad y cantidad de servi-cios y camas, respecto del área suburbana.

Por último, en el campo de la medicina pri-vada cabe destacar el edificio para el Sanato-rio de la Pequeña Compañía de María (1948),del estudio SEPRA (v.), en Capital Federal, conuna “escandinava” sensibilidad por la relacióncon el entorno.

POLÍTICAS Y DESARROLLO EN EL

PERÍODO 1955-1976.

Hasta el golpe militar de 1966 el sector sa-lud se condujo sin una política clara y con es-casa necesidad de adaptarse coyunturalmentea las demandas nunca demasiado bien cuan-tificadas. El desnivel entre las prestaciones de

la Provincia de Buenos Aires y de la Capital Fe-deral o de otras ciudades importantes se pro-fundizó frente a las carencias en el resto del pa-ís, agregando un argumento más en favor delas migraciones internas hacia las regiones másequipadas. Ante la falta de una política planifi-cada, los políticos locales exigieron solucionespuntuales al gobierno nacional, que llegaronen la mayoría de los casos en forma de prome-sas presupuestarias, cuando no en inicios deobras que nunca se podrían concluir o mante-ner. No fue ajeno a ello el ciclo de inestabilidadpolítica entre el golpe de 1955 y el de 1966.

Pero el período aludido fue sin embargoatractivo en materia de propuestas, puesto quepermitió establecer un repertorio de solucio-nes a ser tenidas en cuenta posteriormente.En esta línea se sitúan las propuestas de Ei-thel Traine, quien, asociado con otros autores(Soto, Rivarola(v.) Borthagaray (v.), Ballester Pe-ña), obtuvo más de 15 premios y encargos quemuestran las aporías de este período. Se des-taca entre ellos la solución horizontal para elHospital Universitario de Clínicas de la ciu-dad de Córdoba de 1965.

El golpe de Estado de junio de 1966 produ-jo una nueva estructura dentro del Ministeriode Bienestar Social, destinada a desarrollar apartir de 1968 una planificación centralizada ypautas normativas para diseño, construccióny equipamiento sanitario, a la par que el Esta-do nacional transfería a las administracionesprovinciales y municipales los hospitales exis-tentes y los recursos tanto para su manteni-miento, refacción y ampliaciones como para en-carar las obras nuevas.

Pero el sistema colapsó ante los cambiossufridos en el país a partir del shock inflacio-

nario de 1975 y el ciclo recesivo del Proceso. Elpico estuvo situado en torno de 1970, cuandola Argentina gozaba aún de los beneficios cre-diticios que el Banco Mundial arrojaba en es-ta región, y se empalmó al calor de las nue-vas políticas populistas del ciclo 1973-1976.

De modo similar a lo presupuesto por Ca-rrillo, pero con recursos humanos y técnicosmayores, un conjunto de médicos, planifica-dores económicos, arquitectos, etc., participa-ron en el Programa Nacional de PlaneamientoFísico y Arquitectura dentro de la Subsecreta-ría de Salud Pública del Ministerio de Bienes-tar Social, con la construcción de lo que llama-ron las “Pautas de diseño en arquitecturahospitalaria”. La literatura en la materia abun-daba, y en ella se destacaban los trabajos del in-fluyente proyectista de hospitales británico JohnWeeks y los de Sir Lewellyn Davies, a lo que sesumó en 1969 la Reunión Nacional de Autori-dades de Salud Pública, con participación de fi-guras extranjeras. El sistema teórico proyectualderivaba de la adaptación de premisas postula-das por los escritos del Team X. Desde el cam-po privado se armaron consultoras en arqui-tectura hospitalaria, que como la de losarquitectos Juan Pablo Quaglia y Erik Guth,desarrollaban además proyectos por encargo.

Las discusiones de este cuerpo técnico abor-daban la necesidad de diferenciar entre sí lasunidades de internación para la convalecenciade diferentes patologías, pero flexibilizando suutilización en casos de cambios, cada vez másfrecuentes, de terapias, que tendían a reducirel tiempo de estadía del paciente en el hospi-tal, lo cual era económica y psicológicamenteponderado. Por otra parte, se experimentabael cambio de antiguas terapias por nuevos ti-

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195Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u VISTA FOTOGRÁFICA Y PLANTA DEL HOSPITAL DE ORÁN, EN SALTA, DE LLAURÓ, URGELL Y FAZIO. EL PROYECTO SE INSCRIBE DENTRO DE LA ARQUITECTURA DE SISTEMAS.

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pos de cirugías. Por ello, unido a los creci-mientos vegetativos y migratorios de la pobla-ción, la cuantificación de cada sector se torna-ba una ecuación con abundancia de incógnitas.Pero las condiciones económicas exigían esacuantificación del rendimiento del hospital,entendido como un valor comparativo que de-pendía de los metros de fachada y de circula-ción por cama (índice de Yale). Una de las al-ternativas ensayadas para optimizar ese valorconsistió en situar en el interior de la plantade internación las “islas” de servicios genera-les para abastecer a las mismas, duplicando lacirculación, y aumentando el ancho de los blo-ques hasta alcanzar en casos extremos la pro-porción de un cuadrado.

Parte de esta literatura insistía en eliminarlos ascensores, factor de encarecimiento e in-eficiencia, dadas las intermitencias de uso, im-pulsando consecuentemente el desarrollo deplanteos horizontales.

Se retornó a organizaciones articuladas cons-tructivamente, cuyo antecedente se ha seña-lado en hospitales pabellonales sistemáticos,tales como el proyecto del Asilo de Valetudi-narios, de Julián García Núñez, en Temperley(Prov. de Buenos Aires), o su referencia, el hos-pital de San Pablo y Santa Cruz de Domenech

i Montaner en Barcelona (España). Las parri-llas ahora asumirían una organización deter-minada por la maximización de la eficienciafuncional. Esta eficiencia incorporó una inéditavariable que suponía crear circuitos autónomosde todo tipo de flujos, incluidos los de las per-sonas. Se priorizó la claridad funcional a cos-ta de olvidar los ineficientes recorridos hori-zontales que el personal se vería obligado arealizar diariamente.

Combinando exigencias de máxima flexi-bilidad, crecimiento y adaptabilidad a los cam-bios, con esta desagregación de movimientosy canales, se llegó a propuestas proyectualesde gran ingenio pero adversos resultados, tan-to en lo propiamente funcional como en lo eco-nómico. Uno de los talones de Aquiles era laexcesiva horizontalidad con su correlativo cos-to en recorridos, fachadas, cubiertas, etc. Peroel máximo de flexibilidad se conseguía cuan-do las luces eran grandes (módulos de 7.20 x14.40 o incluso de 14.40 x 28.80) y se dispo-nía además de un entrepiso técnico (o plenum)para desarrollar el pasaje de tuberías, coloca-ción de equipos puntuales y el tránsito de in-sumos. La filosofía de máxima flexibilidad re-quería que todos los elementos móviles fuerande producción en seco, que no eran habituales

en la Argentina, insumiendo mayores costos.Además, para permitir el cambio eventual, sedebían dejar insertos, pasos, conductos, etc.,que encarecían la obra y dificultaban el man-tenimiento. La imagen de futuro se acompa-ñaba en muchos casos de una consciente bús-queda de materiales no tradicionales ysoluciones derivadas de la estética High Tech(burbujas de acrílico, cubiertas vidriadas, vi-drios laminados cilíndricamente, etc.). Se con-sidera el paradigma de esta teoría al HospitalNacional de Pediatría, concursado en 1970 yculminado tres lustros más tarde.

A partir de 1969 comienza un proceso deplanificación en materia sanitaria a escala na-cional que toma como referencia la regionali-zación desarrollada por la Comisión Nacionalde Desarrollo, que dividía el territorio en 8 re-giones. La primera experiencia, de tipo pilo-to, fue en el área Noroeste, que al igual quedurante el Plan Carrillo seguía encabezandoel promedio de zonas más deficitarias. En lasdistintas regiones se convocaron concursospara los que serían hospitales cabeceras de re-gión en Catamarca, La Rioja, Misiones, For-mosa, Chaco, Córdoba, Paraná, Rosario, Ba-riloche y Capital Federal (Hospital Nacionalde Pediatría).

196 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u INSTITUTO DE REHABILITACIÓN Y EDUCACIÓN TERAPÉUTICA DE FLENI, EN ESCOBAR, PROVINCIA DE BUENOS AIRES, PROYECTADA Y CONSTRUIDA POR SADE SKANSKA.

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Las conclusiones del estudio determinabanque los recursos del patrimonio sanitario erande 7.900 establecimientos y 142.000 camasde internación. De los mismos, 3.900 eran es-tatales, con un 75 % de las camas. Pero se com-probó que alrededor de la mitad era anterior a1930 y a criterio de los planificadores ya esta-ban obsoletos, mientras que el resto requeríaajustes variados. Con tan drástico diagnósti-co se encararon las propuestas de realizaciónde centros hospitalarios. Con estos nuevos hos-pitales se dotaría de 3.700 nuevas camas, unbajo porcentaje en relación a la demanda exa-minada. Paralelamente, algunas provincias ymunicipios encararon por su cuenta la reali-zación de concursos.

El primero de los concursos fue para la re-gión piloto, el Noroeste: debía proveer un hos-pital en Orán, Provincia de Salta (inauguradoen 1980, con 162 camas y 13.500 m2), desti-nado a trabajar en el propio lugar de empla-zamiento de la población afectada, y así evi-tar la concentración de los servicios en lasgrandes ciudades. El proyecto ganador corres-pondió a los arquitectos Juan Manuel Llauró,José A. Urgell y Enrique C. Fazio (v.). La pro-puesta se inscribe dentro de la Arquitectura deSistemas (v.), con sus presupuestos de creci-miento y cambio a partir de una tecnología re-finada. Se experimenta el doble techo, segúnlo había planteado Williams en Corrientes, co-mo cobertura a los rayos solares.

En 1974 se crea el Sistema Integrado deSalud que divide los establecimientos según9 niveles de complejidad, que van desde elcentro sanitario municipal en el primero has-ta el hospital nacional de máxima compleji-dad en el último, siendo el anteúltimo el hos-pital regional autosuficiente.

Dentro de esta modalidad se encaró unacontundente serie de emprendimientos, se con-validaron otros tantos producidos durante lostres años anteriores, y se estipuló de suma ne-cesidad —a medida que aumentaba el nivel decomplejidad— la parafernalia funcional y tec-nológica de punta. En algunos casos, como enel Hospital de La Matanza (Roberto Frangellay Félix Casiraghi, (v.)), se redujo el costo tec-nológico en un 60%, tres años más tarde depresentada la documentación. Junto al de Orán,el Hospital Nacional de Pediatría (Aftalión, Bis-chof, Do Porto, Egozcué, Escudero y Vidal (v.))capitaliza los aciertos del modelo. Se trata delorganigrama de relaciones funcionales máscomplejo que se haya desarrollado en materiasanitaria, para cubrir 110.000 m cuadrados enun rectángulo de 300 x 150 m, dispuesto en un

terreno de 9 ha. En este caso se recurrió a tec-nologías razonables, redundantes en costos ini-ciales y de mantenimiento alcanzables.

Otro concurso realizado para la Capital Fe-deral fue la ampliación y remodelación del Hos-pital General de Agudos Carlos Durand en1971. El primer premio, obtenido por el estu-dio Manteola, Petchersky, Sánchez Gómez,Santos, Solsona y Viñoly (v.), desarrolló fren-te al tema una fuerte intervención moderni-zadora (20.600 m2 de obra nueva en relacióna 6.000 m2 existentes) dentro de las coorde-nadas de la Arquitectura Sistémica. Se com-bina un desarrollo predominantemente hori-zontal con un bloque de 9 plantas.

Por su parte, la Marina encaró su hospitalmediante un concurso que ganarían ClorindoTesta (v.) y Héctor Lacarra (también ganadoresen numerosos concursos de hospitales en elperíodo: Italiano, San Carlos de Bariloche, SanJuan Bautista en Catamarca, Presidente Plazaen La Rioja, Esquel). La postura menos dog-mática de las bases condujo a un proyecto másacotado, en la tradición de hospitales en altu-ra de la década del treinta. Su aspecto de tra-satlántico encierra una eficaz maquinaria queha incorporado las conclusiones teóricas en vi-gencia (plantas anchas con servicios centrales),a la que solo puede achacársele programática-mente la limitación en el crecimiento.

En el campo privado se destacan duranteeste período los edificios del Sanatorio Güe-mes, del estudio de Mario R. Álvarez (1970),un regreso al edificio en altura (en el lote de2.000 m2 se insertan 32.000 m de superfi-

cie cubierta), con ingeniosa propuesta de es-tructura de transición entre la alta torre (18 ni-veles) y el basamento (8 niveles). En esta pro-puesta se anticipa el pragmatismo ad hoc quese desplegaría en el período siguiente.

En esta línea se desarrolló el sanatorio AN-CAP, del estudio Solsona, destinado a la mutualde la Corporación Argentina de Productores deCarne, que propone una resolución en etapas.

PERÍODO 1975 - ACTUALIDAD.

El golpe de 1976 y la crisis económica quelo precedió pusieron fin las expectativas en ma-teria de actualización del parque sanitario. Elperíodo se caracterizó por el rápido pasaje dela Arquitectura de Sistemas, apoyada en re-cursos aparentemente ilimitados, a un prag-matismo acrítico, derivado de políticas rece-sivas para el sector.

Este viraje comenzó a manifestarse en laprimera mitad de 1976, a pocos meses del gol-pe, a través de un informe que publicó la re-vista Summa, realizado por Juan Pablo Qua-glia. A fines de ese año la misma revistaconvocó a un foro de debate en el que la vozdel ex subsecretario de Salud Pública de la Na-ción, Alberto Mondet, reclamaba mejorar loshospitales existentes, adaptándolos a los re-cursos del momento, y tender a la atención do-miciliaria y en consultorios, disminuyendo elnúmero de hospitales. Señalaba algo que en elfragor optimista de la primera mitad de la dé-cada se había desestimado, y era el enorme par-que edilicio con que contaba el país.

Por su parte, el estudio Baudizzone, Erbin,

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197Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u HOSPITAL UNIVERSITARIO AUSTRAL, EN PILAR, PCIA. DE BS. AS., DEL ESTUDIO SCASERRA.

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Díaz, Lestard, Varas (v.) elaboró un informe apartir de la especificidad disciplinar, en el quereclamaba a los planificadores médicos que“restrinjan las expectativas futuras o sean cons-cientes de su precio”, y cuestionaba duramentetodo el aparato teórico de la Arquitectura deSistemas que había propugnado una décadaatrás, por los costos y la pobreza simbólica queconllevaba. Ninguno de los anteriores plante-os le impidió al estudio —que junto a EithelTraine había concretado en 1971 un peque-ño hospital sistémico en Brandsen (casi to-talmente prefabricado)—, producir un tardío“canto de cisne” de esta arquitectura en el hos-pital de Ushuaia de 1981.

La Municipalidad de la ciudad de BuenosAires realizó en estos años la remodelación,renovación y ampliación de seis hospitales, ar-mando para la ocasión un “superestudio” pro-fesional integrado por cuatro conocidos estu-dios: Antonini, Schön, Zemborain, Kocourek(v.), Raña Veloso y Álvarez Forster, y SEPRA.El plan orginal incluía los hospitales Fernán-dez, Argerich, Ramos Mejía, Pirovano y la Ma-ternidad Sardá. Solo los dos primeros fueronampliados. La intervención suponía en granmedida una relocalización de usos y reorga-nización de circulaciones, con una modera-da ampliación que respetaba los rasgos lin-güísticos y las matrices tipológicas de unaarquitectura que por entonces comenzaba aser valorada culturalmente.

Un caso valioso en la misma dirección loconstituye el Hospital de Urgencias de Cór-doba, proyectado en 1979 por Miguel ÁngelRoca, e inaugurado dos años más tarde. Se tra-ta de un edificio de 15.000 m2 planteado den-tro del criterio sistémico de inicios de la dé-cada, pero a la vez caracterizado por un realismoen el reconocimiento de la verdadera magni-tud del problema, que llevó a disponer de unacertado frente urbano identificador del edi-ficio como institución y albergante de las acti-vidades que no participaban de la complejidadde la máquina situada atrás, que remataba enun llamativo sistema de rampas para camillas.

La medicina prepaga comenzó a ser im-pulsada por el Estado y se realizaron algunosconcursos nacionales de anteproyectos im-pensables hasta entonces, como la sede del CO-MI en Capital Federal y la sede del Centro On-cológico de Excelencia (arquitecto Javier Rojo).

En 1993, Emilio Sessa y Ricardo Ripari ga-naron el concurso para el Hospital Materno In-fantil en San Miguel de Tucumán, impulsadopor el entonces gobernador Ramón Ortega. Lasdificultades de todo orden que se experimen-

taron con el cambio de gestión y la falta de fon-dos echaron por tierra un meritorio esfuerzodisciplinar por poner al día las investigacionesen materia sanitaria, compatibilizando los lo-gros sistémicos con las críticas más atendiblesde que había sido objeto. En efecto, la propuestase organiza de acuerdo con los nuevos tiem-pos como una parrilla eficiente desarrollada enhorizontal, con posibilidades sistémicas de cre-cimiento y cambio, sin dejar de lado ni la cali-dad ambiental en particular, dado el destinopediátrico, ni el rol simbólico de institución.

En los últimos años se realizaron tambiénalgunos hospitales e institutos médicos de al-ta complejidad para el sector privado, como elSanatorio FLENI, en Escobar, y el HospitalAustral, en Pilar, ambos en Prov. de BuenosAires. F. A. / E. G.

Bibliografía: C. Zucchi. Memoria elevada al superior

Gobierno de Buenos Aires por el Ingeniero-Arqui-

tecto de la provincia Don Carlos Zucchi al presen-

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tura; Dos Puntos; summa y Trama.

HOTEL. m. Edificio destinado a dar alojamiento yen algunos casos servicio gastronómico a to-da persona que lo solicite. El carácter de es-ta función arquitectónica es casi exclusiva-mente comercial. La voz, préstamo del francéshôtel, se ha extendido a numerosas lenguas.

En la Argentina, el hotel encuentra su ori-gen en las fondas de principios del siglo XIX,instaladas en función de la creciente concu-rrencia de extranjeros a nuestro país.

La aparición de polos turísticos, como con-secuencia de la proliferación del ferrocarril,

promovió hacia fines del siglo XIX el desarro-llo de otras variantes de hospedaje, los hotelesturísticos y los termales, los cuales fueron con-cebidos según otro programa de necesidadesfuncionales respecto de los situados en zonasurbanas. Con las variantes recién apuntadascoexisten diferentes modalidades que se fue-ron sucediendo en el comienzo del siglo XX,con fuertes cambios en lo que hace a la evo-lución tipológica.

En los comienzos del siglo XIX la hotele-ría estuvo muy débilmente desarrollada en elRío de la Plata. Las modalidades de hospedajeoscilaron entre las casas de familia, los cuartosde alquiler y las fondas u hoteles. Estos últimosofrecieron al viajero albergue y servicio gastro-nómico; la categoría de los establecimientos eramedida por los menúes presentados.

En los inicios del siglo XIX el principal ho-tel de Buenos Aires fue la fonda de los Tres Re-yes, ubicado en la esquina de las actuales ca-lles 25 de Mayo y Rivadavia, en el solar que hoyocupa el Banco de la Nación Argentina. Esta-ba constituido por una construcción en plan-ta baja, cuyo único ambiente en común lo con-formó el salón comedor. Otro hotel importante,el Faunch, establecimiento inglés por exce-lencia situado en la calle San Martín entre Ri-vadavia y Bartolomé Mitre, frente al paredónde la Catedral, fue concebido especialmentepara tal fin en el año 1828. La construcción te-nía dos pisos y las habitaciones estaban dis-puestas en torno de dos patios de aire y luz. Eledificio contenía un establecimiento de bañosde agua fría y caliente, además de salones pa-

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u HOTEL METROPOLE, EN BUENOS AIRES, DE A. PLOU.

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hos hot

199Diccionario de Arquitectura en la Argentina

ra fumadores y de lectura. Entre los rasgosde confort ya mencionados, las habitacionesincluyeron estufas a leña. Esta disposición ti-pológica se asemeja a la del Caravanserrallo,que fue la hospedería habitual en Oriente has-ta principios del siglo XIX, organizado en dosplantas alrededor de un patio.

En el interior del país no se realizaron ex-presiones de similar importancia. En el año1847, datos proporcionados por William MacCann demuestran que tanto en la ciudad deSanta Fe como en Paraná no existía hospeda-je alguno y la modalidad adoptada era la decuartos de alquiler.

Hacia la década de 1860 se encuentran enBuenos Aires hoteles como el de la Paix, enla esquina de Cangallo y Reconquista, que con-taba con un mirador con vista al río. Para elaño 1869 tuvo el liderazgo hotelero el gran Ho-tel Argentino, obra del arquitecto Gabriel Le-nen, ubicado en la esquina de las calles 25 deMayo, Rivadavia y Leandro N. Alem. El edifi-cio estaba compuesto por sótano, planta bajay dos pisos en altura. Este fue el primer hotelporteño que marcó un esquema de zonifica-ción por planta; el subsuelo, los servicios; laplanta baja, la zona pública y los pisos en al-tura, la zona de habitaciones.

Las plantas tipo ventilaban a un patio cen-tral de aire y luz, el establecimiento de bañosse hallaba en el primer piso y debía abastecera todo el hotel, y contaba con intercomunica-ciones alámbricas y luz a gas.

A partir de los años ochenta la hotelería deBuenos Aires alcanzó avances importantes enlo que hacía a confort. Una de las principalescausas fue la federalización de Buenos Aires,con el consecuente movimiento de políticos pro-venientes de las provincias que debían hospe-darse de acuerdo con su categoría en la Capital.

Por otro lado, el establecimiento de las re-des ferroviarias agilizó el movimiento de via-

jeros dentro del territorio. Entre los hoteles quesurgieron entonces cabe mencionar el de Lon-dres, que se ubicaba en la esquina de Hipóli-to Yrigoyen y Defensa (1874). El proyecto fuediseñado por el ingeniero Pedro J. Coni (v.);contaba con sótano, planta baja y tres pisos enaltura. El edificio presentaba un núcleo sani-tario por cada planta de habitaciones, pero ca-da unidad habitacional tenía su servicio de aguafría y caliente. La planta baja incluyó el bar-res-taurante, y los comedores propios del hotel ylas plantas tipo fueron organizadas en tornode dos patios de aire y luz.

La diferencia entre los hoteles de ciudad ylos que se ubicaron en polos turísticos radicóen las distintas funciones desarrolladas. Losestablecimientos veraniegos se encontrabanimplantados en medios naturales, con una es-trecha relación interior / exterior. Es el caso delhotel Las Delicias (1872) en el partido de Al-mirante Brown (Adrogué) o el Tigre Hotel(1880) en la localidad homónima. Estos si-tios de carácter veraniego eran utilizados parael descanso de los fines de semana. Lo mismofue ocurriendo en el interior del país, con elasentamiento de establecimientos en zonas de-dicadas al esparcimiento, concebidos a travésde nuevas formulaciones tipológicas; entre losprimeros cabe mencionar al Edén, ubicado enlas cercanías de la ciudad de La Falda (Córdo-ba), que fue construido entre 1895 y 1897 enuna zona alejada de todo poblado. Este edifi-cio al pie de las sierras estaba formado porun gran bloque de dos pisos y subsuelo, re-matado en sus ángulos frontales por sendastorrecillas octogonales con una amplia escali-nata de ingreso que comunicaba con el hall.Por su importancia y jerarquía, el Edén reunióa visitantes de relieve social, político y cultural.

El planteo tipológico de este edificio es com-parable al de los grandes hoteles que fueronsurgiendo en Europa hacia principios del si-

glo XIX. Estos incluían, por lo general, salasde reunión, salón de fiestas y otras depen-dencias anexas.

Otro exponente arquitectónico es el Sierras,ubicado en Villa Carlos Pellegrini, Provinciade Córdoba (1908). Este complejo fue el ele-mento generador de la expansión del núcleourbano preexistente hacia la parte alta, hechoque dio nacimiento a Villa Carlos Pellegrini.

Su planta responde al tipo de construcciónabierta, con habitaciones comunicadas conamplias galerías. Las funciones se hallabannetamente diferenciadas; el personal de ser-vicio se ubicó en las habitaciones correspon-dientes a los patios internos, y los huéspedesen las que se abrían a las galerías.

La llegada del ferrocarril impulsó el creci-miento de Mar del Plata (v.), localidad situadaen la Provincia de Buenos Aires, donde las ges-tiones realizadas por Pedro Luro dieron comoresultado la inauguración del hotel Bristol(1888), proyectado por el arquitecto R. H. Lo-max (v.) y concebido como un chalet de estilonormando, con un desarrollo de tres pisos enaltura. Se situó en la manzana comprendidaentre las calles San Martín, Rivadavia, Co-rrientes y Entre Ríos. Hacia 1912 se anexó unedificio formado por tres cuerpos, unidos poruna galería cerrada, erigido frente al mencio-nado anteriormente.

En cuanto a los establecimientos termales,en la Argentina se construyeron en su mayo-ría bajo el esquema funcional de sus pares eu-ropeos de principios del siglo XIX.

El hotel Termas de Rosario de la Frontera(1880) basó su esquema funcional en el de unhotel de turismo, con la anexión del pabellónde baños. Fue moldeando su morfología du-rante más de sesenta años, y el complejo re-sultante contó hacia 1935 con jardines de in-vierno, salón de fiestas, cine y salón comedor,aparte de los sectores ya apuntados. En la Pro-

u HOTEL TERMAS, EN ROSARIO DE LA FRONTERA, SALTA. AL COMPLETARSE, EN 1935, CONTABA CON JARDINES DE INVIERNO, SALÓN DE FIESTAS Y CINE, ADEMÁS DEL PABELLÓN DE BAÑOS.

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vincia de Mendoza cabe mencionar el hotel ycasino Termas de Cacheuta, ubicado en la lo-calidad homónima. Estaba enclavado en la la-dera de la montaña y se accedía a él por mediode ascensores. Los baños propiamente dichosse disponían a lo largo de una galería de 100m de largo. En cuanto a las demás instalacio-nes, contaba con farmacia, lavandería, pelu-quería, un salón de teatro y casino.

La provincia de Santiago del Estero tam-bién reúne una gran cantidad de centros ter-males en la localidad de Río Hondo. Ya des-de fines del siglo XIX funcionó la primerainstalación de aguas termominerales; el prin-cipal establecimiento de ese tipo, el hotel LosPinos (1945) enumera entre sus funciones sa-las de cine y teatro.

Con relación a los establecimientos urba-nos, la apertura y posterior inauguración en laCapital de la Avenida de Mayo (1894) ofrecióun nuevo ámbito para la instalación de algu-nos de los hoteles más lujosos del país en losprincipios del siglo XX.

Uno de los primeros hoteles que ocuparonla nueva arteria fue el España (1897). Obra delArquitecto José Arnavat (v.), el edificio fue pro-yectado con planta baja y cuatro pisos en al-tura. Tenía la particularidad, como muchasotras construcciones de la reciente avenida, detener salida hacia otra calle (la mayoría de loshoteles allí ubicados utilizaban a la segundacalle como entrada de servicio).

La planta tipo del hotel España se zonificóen dos bloques que distinguieron las catego-

rías de las habitaciones. El primero corres-pondiente al sector que gozaba de más confort,con la inclusión de baños privados, se volcó so-bre la Avenida. El segundo ofreció sus vistashacia Hipólito Yrigoyen, y el resto de los cuar-tos eran ventilados por medio de un largo y an-gosto patio de aire y luz. Esta zona compartiólos núcleos sanitarios con todas las habitacio-nes del sector. La tipología del hotel España,edificado entre medianeras, fue en mayor omenor medida el planteo tipológico desarro-llado por los demás hoteles de la Avenida. Suplanteo es comparable al modelo de hotel pa-risiense que se desarrolló a mediados del sigloXIX. Este típico hotel urbano se conformó sinzonas al aire libre o de esparcimiento.

Otro exponente destacado en la nueva vía,el Metropole (1899), fue proyectado por el ar-quitecto Augusto Plou (v.). El edificio, situadoen la esquina de Avenida de Mayo y Salta, con-sistió en planta baja y cuatro pisos en altura.El conjunto se jerarquizó en sus esquinas conlas respectivas cúpulas, que enfatizaban su ca-rácter francés.

Es de destacar la incorporación de diferen-tes tipos de comedores, el salón de música y elde lectura, además del establecimiento de ba-ños medicinales que incluyó sistemas de in-mersión, de vapor e hidromasajes, entre otros.Un gran lujo fue desplegado desde el acceso alhotel, mediante la escalera de honor, revesti-da con la combinación de cuatro mármoles di-ferentes, detalles que acentuaron la atmósferade suntuosidad.

Dentro del repertorio hotelero extendidoa lo largo de la Avenida de Mayo, cabe desta-car: el Alcázar, arquitecto Cairolli (1885); La Ar-gentina, arquitecto Pablo Scolponi (v.), 1890;el Chacabuco Mansión, arquitecto Adolfo Butt-ner (v.), 1892; el Hispano, 1893; el Ritz, arqui-tecto Juan A. Buschiazzo (v.), 1894; el Astoria,arquitecto Alejandro Christophersen (v.), 1895;The Windsor, arquitectos Emilio Agrelo (v.) yRaúl Levacher (v.), 1898; el Mundial, ingenie-ros Fox y Damianovich (1913); el París, arqui-tecto Agostini, 1906; el Novel, arquitecto Car-los Schindler (v.), 1906; el Chile, arquitecto LuisDubois (v.), 1907; el Majestic, arquitectos Co-llivadino y Benedetti (v.), 1909.

Entre otros establecimientos de fines delsiglo XIX cabe mencionar el Royal Hotel (1891),que se ubicó en la esquina sudoeste de las ca-lles Corrientes y Esmeralda. El arquitecto fueFernando Moog (v.) y la construcción com-prendía un hotel con restaurante a la carta yun teatro (el Odeón). La planta baja se confi-guró con el acceso a dos tiendas, mientras quela zona destinada a teatro tenía su propia en-trada sobre la calle Corrientes.

Hacia el año 1900, se erigió en la esquinade Florida y Rivadavia el Grand Hotel, obra delarquitecto Augusto Plou. La planta baja fueocupada en su mayor parte por locales comer-ciales ajenos al hotel, desarrollado en cuatropisos en altura, con lujosas suites que se des-tacaban por compartir un baño cada dos habi-taciones. La situación en esquina se enfatizócon la resolución de un volumen cilíndrico re-matado por una cúpula.

Esta casa hotelera fue la más céntrica de laciudad, cercana a la Plaza de Mayo, la zona ban-caria y los principales teatros. Entre las mejo-ras de confort incluyó calefacción por radiado-res a vapor y un sistema contra incendio en cadapiso. También debe mencionarse el hotel Pa-lace, proyectado por el arquitecto Carlos Morra(v.), 1905, con tres frentes sobre las calles 25 deMayo, Cangallo (hoy Juan D. Perón) y LeandroN. Alem. Las células habitacionales se com-ponían de un vestíbulo, un vestidor, los sani-tarios y finalmente el dormitorio.

El viraje en la evolución tipológica de la ho-telería en la Argentina estuvo dado por el Pla-za (1909). Fue el primer hotel urbano del pa-ís, diseñado a gran escala con todas lascualidades de un establecimiento de carácterinternacional.

Ubicado en la esquina de Florida y Mar-celo T. de Alvear, fue proyectado y construidopor el arquitecto Alfredo Zucker (v.). Constade un subsuelo, planta baja y siete pisos en al-

200 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u EL HOTEL EDÉN, EN LA FALDA, CÓRDOBA, RECIBIÓ VISITANTES DE RELIEVE SOCIAL, POLÍTICO Y CULTURAL.

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hot hot

201Diccionario de Arquitectura en la Argentina

tura. El nivel bajo se diseñó con una altura de9 m, donde se alojaron los usos públicos delhotel, de los cuales se destacan el gran co-medor y el salón de fiestas. Estos ambientes,de dimensiones generosas, fueron decoradospor artistas de prestigio.

La planta tipo se formó mediante un es-quema en U y dispuso dos alas de habitaciones:la norte y la sur, ambas separadas de las me-dianeras, lo que posibilitó que cada cuarto y ca-da baño tuviera su propia ventilación e ilumi-nación. La circulación vertical fue resuelta pormedio de una amplia escalera y dos ascensorescon capacidad para veinte personas cada uno;este núcleo se ubicó equidistante a las dos alas.

La modernidad de su concepción y los avan-ces tecnológicos que brindó (calefacción cen-tral, cámara de refrigeración, etc.) hicieron deeste edificio un ejemplo vigente hasta la actua-lidad. Durante las décadas del veinte y del trein-ta se erigieron hoteles como el Castelar, ubica-do en la Avenida de Mayo, proyectado por elarquitecto Mario Palanti (v.) en 1928, con docepisos y tres subsuelos; el Jousten, situado so-bre la calle Corrientes esquina 25 de Mayo, ide-ado por los arquitectos Luciano Chersanaz yRaúl Pérez Irigoyen; el Continental, proyecta-do por Alejandro Bustillo (v.), 1930, que se em-plazó en el predio rodeado por las calles RoqueSáenz Peña, Cangallo y Maipú; el City y el No-

garó. El City, realizado por el arquitecto MiguelMadero en colaboración con el ingeniero Ju-lio Noble (1931), se ubicó en Bolívar casi Alsi-na. Este edificio de planta tipo en forma den-ticular tuvo la prioridad de iluminar y ventilarlas habitaciones hacia patios de orientación nor-te; del mismo modo las escaleras relegaron susituación de importancia con la inclusión de as-censores que pasaron a primer plano.

Un exponente de notable envergadura fueel Alvear Palace, concebido como proyecto enParís, mientras que su realización estuvo en-comendada a los arquitectos Brodsky y Piro-vano (1932). El edificio se emplazó entre las ca-lles Alvear, Ayacucho y Posadas. Entre susanexos contó con un gran salón auditorio ubi-cado en el subsuelo.

Como producto de la agilización de los via-jes aéreos, la creciente plaza hotelera de Bue-nos Aires se vio incrementada a partir de la dé-cada de 1940. Algunas de las respuestas ediliciasa esos requerimientos fueron el Lancaster y elClaridge. El primero de ellos, ubicado en la es-quina de Córdoba y Reconquista, fue proyecta-do por los arquitectos Acevedo, Becú y Moreno(v.), en 1945. En cuanto al segundo, ideado porArturo J. Dubourg (v.) en 1946 y situado en lacalle Tucumán en un predio relativamente pe-queño, debió desarrollar su esquema en altura(13 pisos) para ubicar las instalaciones.

A comienzos del siglo XX la hotelería ur-bana del interior del país no fue más que unreflejo tardío de la porteña. El Plaza, ubicadoen San Miguel de Tucumán, proyectado por elconstructor J. A. Pasteris (1920), presentó ensu desarrollo de tres niveles un planteo de ha-bitaciones organizadas en torno de un angos-to y largo patio de aire y luz, semejante al delos exponentes ya apuntados de la Avenidade Mayo. El mismo esquema aparece en el Pa-lace, emplazado en pleno centro comercialde la ciudad de Formosa, del cual se descono-ce su autor y fecha de construcción.

La hotelería para el turismo marcó un hi-to con la apertura del Llao-Llao, en la penín-sula homónima sobre el lago Nahuel Huapi,que surgió como parte de la política de la Di-rección de Parques Nacionales (v. Área protegida).La obra fue proyectada (primer proyecto: 1938)por el arquitecto Alejandro Bustillo (v.). La plan-ta se organizó mediante un esquema en H,donde las habitaciones se hallan dispuestas enlas dos alas y se continúan hasta ambos cos-tados del núcleo de acceso. Con este modeloaparece en la Argentina el primer hotel de tu-rismo de gran escala, con todas las caracterís-ticas de un hotel internacional.

Del mismo autor, el Hotel Provincial deMar del Plata fue otra expresión de importan-cia, que con el tiempo marcó, en conjunto conel casino, la identidad de esa ciudad balnearia.Su construcción comenzó en el año 1938 y seinauguró doce años después.

El hotel Salta, proyecto ganador de un con-curso público nacional, llevado a cabo por elgobierno para hotel provincial de turismo, fueideado por los arquitectos Aslan y Ezcurra (v.)

en 1942. Esta expresión formó parte de la pro-puesta de cambio de imagen estético-urbanaque promovió el gobierno mediante el Plan Re-gulador de Salta (v. Salta).

El acceso masivo al turismo comenzó a par-tir de 1945 como iniciativa del gobierno nacio-nal, con los edificios dedicados al turismo so-cial. Entre los principales exponentes, figuraronlas unidades turísticas de Chapadmalal en laProvincia de Buenos Aires y Embalse Río Ter-cero, en la Provincia de Córdoba. La primera delas nombradas se integró con nueve hoteles, di-ferenciados por los distintos niveles de confort.

El transcurso de la década de 1950 no con-tó con grandes exponentes referidos a la hote-lería en el país; los ejemplos de inusitadas ca-racterísticas, por su tipología o por la tecnologíaaplicada, surgieron al promediar la década delsesenta. Con la popularización del automóvil yel consecuente movimiento de viajeros, se agi-lizó la actividad hotelera sobre las rutas delpaís. De este fenómeno surgió el motel, mo-delo que encuentra su origen en los EstadosUnidos de América hacia los años cincuenta.u HOTEL CLARIDGE, BS. AS., DE ARTURO DUBOURG.

u PLAZA HOTEL, FRENTE A LA PLAZA SAN MARTÍN, EN BS. AS.

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El esquema se desprende del hotel de tu-rismo, siendo la permanencia del viajero en elmotel de carácter transitoria, por estar ubica-dos generalmente al costado de las rutas. Sudesarrollo es generalmente en una sola plan-ta, con la particularidad de que cada habitaciónposee su acceso y estacionamiento vehicularen forma independiente, en vinculación directacon el exterior.

Entre los exponentes para destacar en losdistintos puntos del país, se encuentran el mo-tel en Lozano, Jujuy (1970); el Centro de Au-toturismo (1972); el Iguazú (1973) y el Ushuaia(1977), entre otros. Otro movimiento impor-tante lo constituyó la hotelería sindical que seestableció hacia el año 1945 y prestó serviciosa través de los hospedajes ofrecidos por las dis-tintas obras sociales a sus trabajadores afilia-dos. Estos establecimientos se situaron en dis-tintas zonas del país, siendo Mar del Plata unode los principales focos. Los ejemplos de re-levancia surgieron en los comienzos de la dé-cada del setenta: el 13 de Julio (Mar del plata,arquitectos Caro, Lluma, Traijtemberg y Gren-non, 1972); “Por la Liberación Nacional”, delos mismos autores (San Bernardo, 1974); elComplejo Hotelero Sociocultural Gremial enCórdoba (César Tonoli y asociados, 1987).

A partir de la década del setenta surge la erade los hoteles “internacionales”, autosuficien-

tes y de gran escala. En estos edificios se incluyeuna serie de actividades sociales que escapan ala función primordial del hospedaje.

Los esquemas organizativos de estos hote-les contemplan la diferenciación de circula-ciones de huéspedes y de servicios que, por untema de racionalización, lleva a la alineaciónen altura de dichas construcciones.

El hotel Sheraton de Buenos Aires fue labase de esta nueva generación, ubicado en lazona de Retiro (SEPRA (v.), 1972). El esquemaglobal contempla un basamento donde se des-arrollan las actividades sociales que escapan alas funciones propias del hotel; este se levan-ta a partir del tercer piso en una torre que con-tiene veinte niveles.

Varios exponentes se construyeron con mo-tivo del mundial de fútbol en el año 1978: elhotel Libertador, situado en la esquina de Cór-doba y Maipú (SEPRA, 1977); el Bauen, situa-do sobre Callao con salida también hacia Co-rrientes (Parsons, Cortiñas y Ferrari, 1978);Conquistador, ubicado sobre Suipacha (Bec-kinschtein, Ladizesky y Leyboff, 1978); El Acon-cagua, en la ciudad de Mendoza (Antonio Na-zar y Asociados). Todos recurren a un planteosimilar de torre y basamento, con variantes se-gún la localización.

Entre los hoteles de turismo de gran esca-la, sobresale el Internacional Iguazú (Kocou-rek, 1978), situado en las cercanías de las ca-taratas, Provincia de Misiones. Por estarenclavado en una zona donde el centro de aten-ción es el paisaje, el edificio se desarrolló ex-tendiéndose en planta baja.

Durante la década del ochenta, entre lasmodalidades hoteleras emergentes surge elapart-hotel que, originado en los Estados Uni-dos, combina los servicios de un hotel con elambiente de la casa propia. Se trata de edifi-cios de gran escala, donde la unidad mínimano es la habitación, sino el departamento conla inclusión de cocina. Esta manera de hos-pedaje abarca zonas comunes como salones

comedores, de estar, entre otros. Un ejemplourbano de este sistema lo constituye el ya men-cionado Bauen, en su ala sobre Corrientes.

En cuanto al mismo uso aplicado al turis-mo, el DUT de Bahía Campanario en Barilo-che (Antonini, Schön, Zemborain (v.) y asocia-dos, 1981), tiene el carácter de conjuntohabitacional, compuesto por un sector de vi-viendas agrupadas en dúplex (v.), dispuestas enforma lineal y otro paralelo al recién nombra-do, formado por viviendas independientes. Elconjunto se completa con un club house y áre-as deportivas. Así, el edificio atomiza las fun-ciones que se confunden con el paisaje.

En los comienzos de la década del noven-ta, un hecho relevante lo constituye la cons-trucción del complejo turístico del Valle de lasLeñas en la Provincia de Mendoza (arquitec-tos Schettini y Tornessi, 1987-1990).

Una nueva generación de hoteles interna-cionales surge en Buenos Aires con el Park

Hyatt, proyecto del estudio SEPRA (v.), en 1991.El edificio de trece pisos se ubica sobre la ca-lle Posadas entre 9 de Julio y Cerrito, a solo 24m de la que fue la Casa de Alzaga Unzué. Es-ta última forma parte del complejo, y aloja fun-ciones, como suites especiales de gran lujo.

El Caesar Park, proyectado por el mismoestudio SEPRA (1992), posee las característi-cas funcionales de los mencionados estableci-mientos internacionales y su ubicación sobrela calle Posadas, a escasas cuadras del ParkHyatt, sugiere la tendencia hotelera en el área.Otro ejemplo relevante es el hotel SheratonCórdoba de GGMPU (v.), concebido como ho-tel de negocios con shopping center anexo.

La evolución tipológica del hotel en el pa-ís experimentó grandes cambios a lo largo decasi dos siglos de desarrollo. Si bien a partirdel Plaza los esquemas funcionales no regis-tran modificaciones sustanciales, se observadesde entonces la apertura de un espectro di-versificado en cuanto a modalidades de hos-

202 Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u EDIFICIO ORIGINAL DEL HOTEL PLAZA, DE MENDOZA.

u SHERATON HOTEL EN MAR DEL PLATA.

u PARK HYATT HOTEL EN BUENOS AIRES, DE SEPRA.

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pedaje. En efecto, la intensidad del uso hotelse ve realimentada a través del tiempo por lasnuevas tendencias y sus repertorios de expe-riencias, que confirman la necesidad del hom-bre de trasladarse y recrearse.

En los últimos años se realizaron algunoshoteles de gran envergadura: se destacan porejemplo el Sheraton Hotel de Mar del Plata,proyectado por el estudio Mariani / Pérez Ma-raviglia, y la reforma del tradicional hotel Pla-za, de Mendoza, realizada por Mario R. Álva-rez. Cadenas hoteleras internacionales, comoHoward Johnson, realizan hoteles de ruta, des-tinados a un público de alta movilidad. En elárea de Puerto Madero se encuentra en reali-zación un hotel proyectado por el diseñadoreuropeo Philipe Starck. Y, en otra categoría depúblico e inversión, la difusión del turismo in-ternacional ha hecho muy frecuente la apari-ción de hoteles del tipo bed & breakfast en mu-chas ciudades argentinas. Ga. V.

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HOTEL DE INMIGRANTES. Programa destina-do al alojamiento temporario de extranjeros,que alcanzó una particular importancia en lospaíses americanos, donde mayor repercusióntuvieron los movimientos internacionales depoblación producidos tras desatarse la Se-gunda Revolución Industrial. Su desarrollo ennuestro país fue proporcional al aumento delflujo proveniente del Continente europeo, queaportó entre 1850 y 1920 más de cinco mi-llones de inmigrantes –cifra solo superada enlos Estados Unidos—, de los cuales casi lamitad utilizó estas instalaciones. En sus fun-ciones, el Hotel de Inmigrantes articulaba lainmediata asistencia social, con una voluntadmodeladora del futuro ciudadano de la Na-ción, dentro de un dispositivo que llegó a serpensado en la Argentina como un control mo-ral y sanitario del recién llegado y una formade organización de contingentes para la co-lonización de territorios.

La idea de favorecer la inmigración en laArgentina acompañó el pensamiento de loshombres de Mayo, para quienes el aporte ex-terno resultaba indispensable para sepultar laherencia colonial. Pero si bien el Primer Triun-virato dictó en 1812 una norma que protegíaa los inmigrantes y la Asamblea del año 1813consagró sus derechos fundamentales, el pri-mer establecimiento para el alojamiento tem-porario de extranjeros surgió recién en la dé-cada de 1820, cuando en Buenos Aires sereciclaron instalaciones del clero para recibircontingentes atraídos por la política inmigra-toria que había concebido Rivadavia y que élmismo impulsó en su misión diplomática enel norte de Europa.

El arribo de británicos provenientes de Es-cocia, Inglaterra e Irlanda, como también desuecos, alemanes y franceses, originó, en 1824,la conformación de una Comisión de Inmi-gración que creó el primer Asilo de Inmigran-tes, asociado a las acciones asistenciales im-partidas a pobres y mendigos por institucioneslaicas, a través de una denominación que per-duró hasta ser reemplazada por la de Hotel afines del siglo XIX. Aquel primer estableci-miento funcionó en un sector del convento delos Recoletos, hasta ser suprimido —junto conla propia Comisión— por Rosas en 1830.

La discontinuidad en el funcionamientode estas primeras instalaciones fue un corre-lato del escaso suceso que tuvieron las políti-cas inmigratorias impulsadas por el gobiernoposrevolucionario y de la prolongada crisis po-lítica vivida en los años previos a la organiza-ción nacional. Recién en 1854 surgió una Leyde Inmigración aprobada por la Cámara deRepresentantes de la Provincia de Buenos Ai-res, por la que nació una nueva Comisión deInmigración que dos años más tarde comen-zó a dar ayuda a los desembarcados que sindinero ni orientación deambulaban por la ciu-dad. Ante el requerimiento de crear un nue-vo Asilo, surgió la propuesta de Vélez Sars-field de hacerlo en el caserón de Rosas enPalermo, aunque finalmente, en 1857, se asig-nó a ese fin una propiedad ubicada en calleCorrientes y 25 de Mayo con salida al muellede pasajeros. Las características de este edifi-cio anticipaban el rasgo común de proviso-riedad y movilidad evidenciada en la arqui-tectura para la inmigración.

El edificio inaugurado en 1857 pronto resultóexiguo: preparado para alojar a 200 hombresy 100 mujeres, solamente pudo albergar du-rante sus primeros cuatro años de funciona-miento a un 3% de los inmigrantes ingresados.

En 1872 se propuso realizar un nuevo Asi-lo, en una manzana de San Telmo, que per-mitiría colocar rápidamente a los inmigrantesen las cercanas tareas portuarias. Dos años mástarde, tras detectarse un foco epidémico, fuecerrado el Asilo de calle Corrientes y se utili-zaron ocho manzanas de Palermo (a la alturade Avenida del Libertador y Sarmiento) parainstalar provisoriamente casillas y carpas. Alextenderse hasta allí la epidemia, se trasladó alos inmigrantes a otros sitios.

Pasada la epidemia, los inmigrantes vol-vieron al Asilo de calle Corrientes, mientrasdaban comienzo las obras del nuevo edificioen San Telmo, que, en un terreno rectangu-lar de 55 por 110 m, combinaba una tradicio-nal organización claustral con pabellones dis-puestos en forma paralela dentro de su espaciocentral. Las obras fueron abandonadas a po-co de iniciarse en 1874, a causa de la insu-rrección armada que colocó a Avellaneda enel poder, generándose como una alternativaprovisoria la instalación de construcciones demadera en la actual plaza San Martín, dondefuncionaron hasta 1882.

En 1876 comenzó a tomar forma una sos-tenida política en materia de inmigración, apartir de la promulgación de la Ley 817 de In-migración y Colonización. Entre otras cosas,la ley promovía la creación de un Hotel de in-migrantes en Buenos Aires

A partir de ella también se creó el Depar-tamento General de Inmigración, dependien-te del Ministerio del Interior, con una estruc-tura conformada por la Comisaria General y elAsilo de Inmigrantes, que pretendía estable-cer una fluida comunicación con los agentesde inmigración del exterior y con las nuevasComisiones de Inmigración internas, creadaspara favorecer la distribución de los contin-gentes en el territorio nacional.

En 1881, un nuevo establecimiento, inau-gurado bajo la denominación de Hotel de In-migrantes, se instaló en un edificio de made-ra de calle Cerrito entre Arenales y Juncal, queese mismo año había servido para albergar laExposición Industrial y Artística italiana. Parareemplazar estas instalaciones provisorias,construidas y refaccionadas por el ingenieroMaraini, una ley de 1883 aprobó la creación delo que se esperaba fuera el definitivo Asilo deInmigrantes y las oficinas de la Comisaría Ge-neral de inmigración. El diseño del edificio, re-suelto en Neorrenacimiento italiano, estuvoa cargo de Francisco Tamburini (v.) y el sitiodestinado fue la manzana delimitada por lascalles Paseo Colón, Balcarce, San Juan y Co-

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mercio, donde antes había funcionado el anti-guo Hospital de Hombres.

Tampoco esta iniciativa logró ser materiali-zada. A poco de iniciadas las tareas en 1884, lasobras fueron abandonadas; se adujo, por un la-do, el peligro que representaban las emanacio-nes “miasmáticas” de los numerosos pozos deletrinas del antiguo Hospital y, por otro, loscuestionamientos a una localización que in-troducía una “indeseable” aglomeración de in-migrantes cerca del centro de la ciudad.

Se reactivó entonces el Hotel de Cerrito,aunque la epidemia de cólera desatada ese mis-mo año obligó a abandonar nuevamente susinstalaciones y a trasladar a sus ocupantes aterrenos de la Exposición Rural, distintos cuar-teles y dos Hoteles que surgieron como des-ahogo de aquel: uno en San Fernando, y otroen Caballito (Avenida Rivadavia y calles Cen-tenera, Cachimayo y J. B. Alberdi). Después dela epidemia el Hotel de Cerrito volvió a pres-tar sus servicios, que continuaron hasta 1888,mientras que el de San Fernando siguió fun-cionando hasta 1890.

Con el mismo fin también fueron utilizadasinstalaciones provisorias en Rosario, Santa Fe,Córdoba, Paraná, Bahía Blanca y La Plata.

El temor a la introducción de enfermeda-des exóticas por el arribo de extranjeros, queexaltaron las advertencias de los influyentesmédicos higienistas (v. Higienismo), recrudeció aldesatarse la epidemia de cólera en 1886. Antela emergencia sanitaria, el Presidente JuárezCelman firmó un decreto preparado por su Mi-nistro de Relaciones Exteriores, Eduardo Wil-de, en el que se recomendaba aumentar el con-trol sanitario en los puertos y se redefinían lasfunciones de los organismos intervinientes enla política inmigratoria. Parte del rol que cum-plía el Estado nacional fue derivado a los go-biernos provinciales, que debían absorber loscontingentes que había enviado la ComisiónCentral de Inmigración a través de los Hote-

les de inmigrantes que el Departamento de In-genieros de la Nación instalaría en su respec-tiva jurisdicción. Por medio de este plan se pro-movió la realización de once hoteles deinmigrantes: uno en la Capital Federal, dos enla Provincia de Buenos Aires, dos en la de San-ta Fe, dos en la de Córdoba, dos en la de EntreRíos y dos en la de Corrientes.

Con la aplicación del decreto de 1886, tam-bién fue desactivado en Capital Federal el Ho-tel de Cerrito y el de Caballito. En enero de 1888se habilitó en forma provisoria el hotel cono-cido como La Rotonda. Ubicado en lo que hoyes la Avenida Ramos Mejía, sobre el sitio queocupa el andén n.° 9 del Ferrocarril GeneralBelgrano, consistía en un edificio de cuatroplantas, totalmente construido en madera yhierro, con la forma de un dodecágono de 40m entre sus lados opuestos. Se trataba del re-ciclaje de un edificio levantado en 1885 en lacalle Arenales y Florida, que funcionó comoPanorama en cuyo interior se exponían vistascompletas de la ciudad. La refuncionalización,en 1888, estuvo a cargo del ingeniero Stave-lius, miembro del Departamento de Ingenie-ros de la Nación, quien colocó una escalera cen-tral y recostó sobre cada uno de sus lados lasdistintas habitaciones, que llegaron a alojar amás de 1500 personas. El complejo se com-pletó con la construcción de un gran tanquede agua y un cuerpo alargado sobre la ribera,en el que se encontraban las oficinas de ad-ministración, las cocinas, los comedores, y losservicios sanitarios.

Para los hoteles de inmigrantes de la Pro-vincia de Buenos Aires se propuso su instala-ción en La Plata y Bahía Blanca, ciudades por-tuarias que contaban ya con una significativapoblación. En la capital provincial se generó unasituación particular al proponerse su localiza-ción en las inmediaciones del puerto, separadode la ciudad por la barrera higiénica que repre-sentaba el bosque, al tiempo que complemen-

tariamente fue cedida la residencia del gober-nador, una gran vivienda de madera importadade los Estados Unidos en 1884 (calle 49 y 115).Esta vivienda se convirtió finalmente y debidoa la demora en la inauguración del nuevo edi-ficio —jamás producida—, en el único Hotelde Inmigrantes con que contó La Plata.

Entre 1888 y 1889 el ingreso de inmigran-tes, con la mayoritaria preeminencia de ita-lianos y españoles, alcanzó el pico histórico,y acompañando a este aluvión, se construye-ron hoteles de inmigrantes en: Córdoba, Pa-raná, Santa Fe y Rosario, para más de 500 per-sonas; Tucumán, Corrientes, Mendoza, paramás de 260 personas; San Juan, Mercedes(Buenos Aires), Bahía Blanca, Concepción delUruguay, Río IV y Tandil, para 200 personas;y Goya, Mercedes (San Luis), Bell Ville, SanAntonio de Areco, Carmen de Areco y Cam-pana para 120 personas.

Con estas iniciativas se reafirmó la consi-deración del hotel de inmigrantes como undispositivo de particular importancia en laspolíticas inmigratorias. Su papel se prolongócuanto menos hasta las primeras dos décadasdel siglo XX, y aun cuando sus resultados con-cretos distaron de alcanzar los objetivos es-perados, al verse desbordadas sus estructurasde funcionamiento, mantuvo su marcado ca-rácter disciplinador, por la implementaciónde controles sanitarios y actividades cultura-les. En términos operativos, con la red de ho-teles instalados, también se trató de planificaruna forma de distribución poblacional, puesarticulaba la oferta de los recién llegados a lospuertos de Litoral, con las demandas prove-nientes del interior del país, especialmente decolonias agrícolas (v.) y otras iniciativas de ex-plotación primaria.

En la Capital Federal, las características pro-visorias de La Rotonda, sumadas a una capa-cidad que a poco de su inauguración ya resul-taba insuficiente, originaron la necesidad de

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u FACHADA DEL ANTIGUO HOTEL DE INMIGRANTES, BS. AS. A LA DERECHA, VISTA DEL HALL DE ARRIBOS.

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construir un gran hotel definitivo para alber-gar más de 10.000 personas. Con este propó-sito, en 1889 las autoridades enviaron a los Es-tados Unidos al propio ingeniero Stavelius—entonces inspector de Obras del Puerto—para estudiar aspectos arquitectónicos, fun-cionales y de organización administrativa delCastle Garden —el Hotel de Inmigrantes quefuncionaba en Manhattan— y el complejo queen 1885 comenzó a construirse en la isla Ellis.

Ese mismo año, y antes de que Stavelius re-tornara al país, surgió la idea de realizar el nue-vo Hotel de Inmigrantes de Capital Federal enuna zona extraurbana; se adoptaba así un cri-terio que, abiertamente contrastante con el delas anteriores propuestas, privilegiaba el aisla-miento del inmigrante por sobre su cercaníacon el mercado laboral. De las distintas alter-nativas evaluadas, el Departamento Central deInmigración escogió la localidad de Saavedrapara impulsar la construcción de un comple-jo que, en su amplia superficie —más de 30ha—, debía contar con un parque cargado deconnotaciones moralizadoras e higiénicas. Es-ta propuesta encontró más argumentos favo-rables en la cercanía del arroyo Medrano y enla idea de que, canalizándolo, podían utilizar-se sus aguas para crear establecimientos de ba-ños y a su vez hacerlo navegable; se abría asíuna vía de comunicación fluvial que podía ser-vir de acceso directo al Hotel de Inmigrantes.

La crisis del noventa no solo detuvo ini-ciativas relacionadas con el alojamiento tem-porario de inmigrantes, sino que también fa-voreció la propagación de ideas xenófobas, queredundaron primero en la eliminación de be-neficios, como el subsidio estatal de pasajespara familiares de extranjeros ya residentes enla Argentina, y luego en una reducción de susderechos, hechos que culminaron en la san-ción de la Ley de Residencia de 1902.

Sin embargo, superada la crisis, se reini-ciaron las gestiones para la realización del ho-tel definitivo de Buenos Aires. Los limitadosresultados de la política descentralizadora pro-movida a través de la creación de estableci-mientos en el interior del país llevaron a con-siderar un único gran establecimiento modelo.Para su ubicación, se retomó la idea de con-centrar a los recién llegados sobre la ribera, enun complejo provisto de un desembarcaderopropio que permitiera discernir quiénes porviajar en primera clase podían introducirse di-rectamente en el país y quiénes debían ser con-trolados y retenidos en un ámbito que permi-tiera verificar su estado sanitario y programarsu destino en función de las necesidades de

empresarios y organismos públicos.A partir de la creación del Ministerio de Agri-

cultura, que pasó a articular sus funciones conla Dirección de Inmigración y Colonización, en1898 surgió la propuesta de levantar el nuevoHotel de Inmigrantes en una zona compren-dida entre Puerto Madero y Retiro, espacio queya en 1886 había recomendado para ese fin laComisión de Inmigración, y que por entoncesocupaba galpones del Ministerio de Marina.

Con el impulso dado por Juan Alsina, má-ximo responsable de los organismos de in-migración, en 1905 fue realizado el proyecto,cuya ubicación se precisó en lo que hoy es An-tártida Argentina 1355, Puerto Nuevo. Allí, enmás de seis hectáreas, unos 2.000 inmigran-tes podrían desplazarse entre los ocho cuerposque lo compondrían: desembarcadero, pabe-llón de dormitorios, comedor, enfermería, la-vaderos, baños y w.c., administración, direc-ción y depósito. El primer proyecto, realizadodentro de la Dirección General de Arquitectu-ra del MOP por Carlos Massini, despertó crí-ticas de Enrique Charnoudie, quien desde laRevista Técnica lo comparó con el Hotel de Emi-grantes de Hamburgo, construido en 1900.Entre ambos, encontró similitudes en las di-mensiones y formas de los respectivos terre-nos, y profundas diferencias en la capacidadpara 1.000 personas del establecimiento ale-mán, duplicada en el proyecto de Massini.

Posteriormente, la planta original fue ob-jeto de algunas transformaciones para au-mentar su capacidad, en contrario de lo re-clamado por Charnoudie.

De los ocho Pabellones que contenía el pro-yecto, en 1906 se inauguró la administración,dirección y depósito, enfermería, en 1908, eldesembarcadero y recién en 1911, con la ha-bilitación del pabellón de dormitorios, pudoser desarmada La Rotonda del Retiro, que has-ta el momento había seguido funcionando enterrenos luego destinados al Ferrocarril Cen-tral Argentino.

Para entonces ya habían sido proyectadaslas más modestas instalaciones de Rosario enAvenida Arijón y vías del Ferrocarril, comotambién las de Bahía Blanca, bajo un mismocriterio de funcionamiento que les permitía alos inmigrantes recién llegados alojarse porúnica vez durante 5 días, lapso que solo po-día extenderse por otros dos más. Conformandoun dispositivo educativo y nacionalizador, otor-gó gran importancia a las funciones cinema-tográficas con fines instructivos y conferenciasque daban a conocer aspectos del país, mien-tras lecciones prácticas de agricultura busca-

ban adiestrarlos para realizar tareas rurales.Los hoteles siguieron funcionando después delpico inmigratorio alcanzado en la década delveinte, con altibajos y resultados dispares has-ta entrada la década del cuarenta, cuando re-cibieron la última oleada de ultramar.

Luego largos años de una existencia opa-cada por el desuso, el acondicionamiento ge-neral de la zona de Retiro, en una intervenciónque puso en valor viejas instalaciones portua-rias, descubrió el amplio conjunto edilicio deBuenos Aires, dando origen a la idea de reci-clarlo para instalar un Museo, del mismo mo-do que en los Estados Unidos se hizo con elHotel de lnmigrantes de Manhattan. Junto aesta iniciativa preservacionista, apologéticasmiradas de la manera en que fue recibido elaluvión inmigratorio intentan reafirmar la ideade que una sociedad cosmopolita aceptó sinconflictos el aporte externo, justo cuando es-taban por cumplirse 100 años de la promul-gación de Ley de Residencia. G. V.

Bibliografía: J. Ochoa de Eguileor y E. Valdés. Dónde

durmieron nuestros abuelos. Bs. As.: Fundación UR-

BE, 1991. G. Vallejo. Acciones asistenciales e inmi-

gración en la República verdadera. En: mímeo.

HUERGO, EDUARDO. Buenos Aires, 1873 - Íd.,1929. Ingeniero. Hijo del ingeniero Luis Huer-go (v.), fue uno de los principales especialis-tas en el campo de la ingeniería hidráulica ac-tuantes en Argentina a principios del siglo XX.

Se recibió en 1896 en Buenos Aires. Entrelas obras de ingeniería en que participó mere-cen destacarse el proyecto y la dirección del Mer-cado Central de Frutos en el Riachuelo, juntocon Humberto Canale. Especialista, como supadre, en obras hidráulicas, se lo recuerda porsu actuación en las obras de rectificación delRiachuelo, por su participación en la amplia-ción del puerto de Buenos Aires y por su tra-bajo como contratista, con Canale, en las obrasde riego del valle de Chimpay, Río Negro. G. S.

HUERGO, LUIS AUGUSTO. Buenos Aires, 1837- Íd., 1913. Ingeniero. Primer egresado de laEscuela de Ingeniería de Buenos Aires, su nom-bre aparece ligado a una de las principales po-lémicas que decidieron el destino de la ciudadde Buenos Aires: la polémica sobre la cons-trucción del puerto en la década de 1880.Ocupó asimismo un lugar fundante en la in-geniería argentina, tanto por su actividad co-

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mo por su permanente actitud polémica: nohubo causa en los asuntos de transformaciónterritorial de la que Huergo no se ocupara, porlo que resultó una figura clave en la constitu-ción de un campo profesional que luchaba en-tonces por ocupar lugares de importancia enlas decisiones sobre la obra pública.

Nacido el 1 de noviembre de 1837, fue en-viado en 1852 a los Estados Unidos a realizarsus estudios secundarios en el Mount SaintMary’s College, un pequeño colegio católicopara hombres en Emmitsburgh, Maryland. Re-gresó al país en 1857. Hasta 1860 se dedicó a“comerciar con los frutos del país”, al tiempoque completaba sus estudios de agrimensoren el Departamento Topográfico de la Provin-cia de Buenos Aires

A los 25 años ingresó a la UBA, al crearseel Departamento de Ciencias Exactas, Físi-cas y Naturales. Para entonces ya había reali-zado algunas obras de ingeniería: el CaminoBlanco a la Ensenada y proyectos de puentespara la Provincia de Buenos Aires. Con un te-ma similar, fue enviado a Francia al alcanzarsu promoción, en 1870, comisionado por elgobierno de la Provincia para comprar 118puentes y un tren de dragado. Su tesis, queversa sobre vías de comunicación, no deja en-trever lo que luego se convertiría en la obse-sión de su vida: puertos y canales.

Huergo fue el primer ingeniero en reci-birse en la flamante facultad. Los primeros do-ce ingenieros recibidos obtuvieron posterior-mente el apelativo de los doce apóstoles, y sulugar en la evolución de la ingeniería argen-tina fue destacado en casi todos los casos: bas-te recordar los nombres de Guillermo White,Valentín Balbín, Luis Silveyra, Guillermo Vi-llanueva, Carlos Olivera.

Al regresar de Europa, además de llevar ade-lante estudios como el abastecimiento de aguasde los ríos Salado, Tercero, Cuarto y Quinto, yrealizar parte de la construcción del ferrocarrilal Pacífico, ingresó en la actividad política. En1868 formó parte de la Comisión de Haciendade la Legislatura de la provincia, junto con An-tonino Cambaceres, José M. Moreno, AlfonsoDemaría y Pedro Agote. En estas funciones im-pulsó junto con Agote la instalación de tram-ways en la ciudad, y propuso un reglamento —basado en el de la ciudad de Nueva York— parala selección de las propuestas que ya comen-zaban a presentarse (la primera de ellas, la delos hermanos Lacroze, motivó estos estudios).El proyecto fue sancionado ese mismo año. En1872, Huergo fue elegido senador provincial.

De este año es una de sus primeras polémi-cas resonadas, la que lleva adelante con el in-geniero Lindmark, vicepresidente del Departa-mento de Ingenieros, a raíz de la adopción dela trocha angosta. En 1874 formó parte del cuer-po académico de la Facultad de Ciencias Exac-tas, Físicas y Naturales, y participó además enla fundación de la Sociedad Científica Argenti-na, de la que fue su primer presidente titularen 1872, siendo reelegido en 1878 y 1881.

Para mediados de la década del setenta,Huergo era ya una figura de prestigio en suprofesión y no carecía de sólidas vinculacionespolíticas. Pero, con la excepción del cargo deMinistro de Obras Públicas de la provincia, queejerció en 1891, y la Intendencia General deGuerra de la Nación, su carrera se orientó prin-cipalmente al ejercicio de su profesión en lasgrandes obras de infraestructura del país y a ladocencia, que ejerció ininterrumpidamentedesde 1886 hasta su fallecimiento. En 1880ocupó el decanato de la Facultad de CienciasExactas, Físicas y Naturales hasta la nacionali-zación de la Universidad en 1881, para volvera ocuparlo en los períodos 1891-1895 y 1899-1902. Huergo inició así la impronta de los de-canos ingenieros en la Facultad, que imprimenun giro práctico y profesionalista a la institu-ción. Esta actividad se complementa con la con-tinuidad de su acción en las asociaciones cien-tíficas y profesionales: el Centro Argentino deIngenieros lo nombró presidente honorario en1910. En el mismo año, preside el CongresoCientífico Internacional Americano, organi-zado por la Sociedad Científica.

La obra que marcó su destino posterior, lacanalización del Riachuelo, estuvo antecedidapor el proyecto y la construcción del dique co-mercial de San Fernando con el anexo del di-que de carena (1875), el primero, y durante mu-cho tiempo el único, construido en nuestropaís. Este antecedente tal vez haya motivado laencomienda de las obras del Riachuelo, queobtuvo por concurso en 1876.

El encargo de las obras del Riachuelo abrióel primer conflicto de envergadura en el que in-tervino, y el de mayor importancia en su carrera:el del puerto de Buenos Aires. El proyecto queHuergo presentó a la provincia era en realidaduna adaptación del proyecto que Revy —un em-pleado del estudio Bateman (v.)— presentó algobierno provincial en noviembre de 1872, enrespuesta a una demanda explícita de un puer-to de cabotaje. Se trataba de dos docks modes-tos en la orilla derecha del Riachuelo, y de latraza de un canal que continuara la corrientedel este hacia el sur. Huergo sólo alteró en par-

te la dirección del canal propuesto por Revy. En 1881, dirigió las obras de canalización y

rectificación del Riachuelo, y parte del canal surya había sido dragada. Para entonces, los re-querimientos para un puerto en Buenos Ai-res habían cambiado: se trataba de proyectar unpuerto para la Capital. El proyecto que Huergopresentó ese año, una serie de muelles de cre-cimiento ilimitado sobre la orilla de Buenos Ai-res, con acceso a través de un único canal, el ca-nal sur, era deudor del anterior proyecto deBateman, en la medida en que repetía el male-cón que conforma el espejo de agua portuario.Sin embargo, la introducción de los diques enpeine inclinados hacia el acceso, constituyó unanovedad absoluta en la historia tipológica de lospuertos del Río de la Plata, y sin duda tambiénun diseño avanzado internacionalmente, uti-lizado por la misma época en las obras portua-rias de EE.UU. y Australia. El proyecto de Ma-dero, por el contrario, proponía diques en ristray dos canales de acceso. Sobre el punto de loscanales llevaría Huergo adelante su polémica(v. Puerto). La resolución a favor de la propuestade Madero se concretó entre 1882 y 1886.

La obra de Huergo en Córdoba, por cuyogobierno fue comisionado en 1888, tambiénreviste importancia. Además de los proyectosde ensanche de la ciudad y la irrigación de susaltos, con la duplicación de la capacidad del di-que San Roque, fue autor del proyecto de ca-nal de navegación de Córdoba al río Paraná,que nunca llegó a construirse. Las aguas de losríos Primero, Segundo y Tercero servían en elproyecto original para alimentar un canal quepermitía su navegación a través de esclusas ylagos artificiales. Córdoba tendría así su puer-to: las industrias localizadas en sus inmedia-ciones (caleras y cerealeras principalmente) ob-tendrían ventajas del menor costo de los fletesen comparación con los costos del ferrocarril.Los problemas político-económicos de 1890impidieron la realización de este proyecto, quehabía tenido una buena acogida gubernamental.Simultáneamente, se estudiaban solucionessimilares en la Provincia de Buenos Aires, alas que Huergo se opuso señalando las difi-cultades técnicas que un terreno llano como elde la pampa húmeda planteaba en la cons-trucción de canales navegables.

Entre otras obras hidráulicas en las que par-ticipó Huergo, cabe mencionar las obras por-tuarias y sanitarias en Asunción del Paraguay,y la canalización del Bermejo.

Huergo se dedicó también a estudiar otrasposibilidades de desarrollo industrial del país,como fue el caso de sus trabajos sobre la cuen-

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ca hullera y carbonífera de Mendoza (en es-pecial Salagasta). Pero un párrafo especial me-rece la otra lucha que marcó los años tardíosde su vida, y que lo colocaron nuevamente enel papel de pionero: la explotación del petróleode Comodoro Rivadavia. El petróleo fue des-cubierto en 1907 e inmediatamente Huergoentrevió su importancia en la economía na-cional. Fue designado miembro, junto a Her-mitte, Arata, Villalonga y Villate, de la Direc-ción General de Explotación de Petróleo deComodoro Rivadavia, creada por Sáenz Peñaen 1910 —el núcleo de lo que posteriormen-te será YPF. En este período se realizaron tra-bajos de tendido de acueducto desde los ma-nantiales Behr hasta el campamento central,el montaje de 4 tanques en la cabecera del mue-lle que debían alimentar el oleoducto de 550m de largo para la carga de los buques-tanques.En Buenos Aires, se construirían dos tanquesde 6.000 m3 de capacidad en el puerto. Huer-go denunció la falta de colaboración de las em-presas privadas, y criticó el liberalismo de la le-gislación que sólo llevaba al beneficio de lasmismas. Su preocupación no estaba única-mente ligada al desarrollo industrial, sino enespecial a la posibilidad de autoabastecimien-to de la Armada Nacional.

Huergo murió el 4 de noviembre de 1913,en ejercicio de la presidencia de la Comisión.Su perfil no estaría completo sin mencionar suactividad de publicista. Esta juega un papel cen-tral no solo en el momento en que se llevó a ca-bo (cuando el campo profesional de la ingenieríase estaba conformando), sino también en lasinterpretaciones que posteriormente se hicie-ron sobre los acontecimientos en los que Huer-go tomó parte. Su historia técnica del puerto deBuenos Aires, que va reescribiendo a través dedécadas —desde antes del conflicto con Made-ro— hasta culminar en la publicación de sulibro en 1904, constituye a la vez un documentode importancia en la escasa historiografía de latécnica local, y un testimonio de la modalidadde Huergo en las polémicas, que insistía en laobjetividad técnica. Técnica versus política se-rá un leit motiv en las polémicas de los inge-nieros contra los representantes gubernamen-tales, disputando lugares en la administraciónpública. Huergo fue el “héroe” fundante de ladisciplina en el país. G. S.

Bibliografía: N. Besio Moreno. “Elogio del Ingeniero Ci-

vil Luis Augusto Huergo”. En: La ingeniería. Año XLIV,

n.° 843, 1945; E. H. Pinasco. “Huergo y el Puerto de

Buenos Aires”. En: Náutica. año X, n.° 112, 1941; J. R Sco-

bie. Buenos Aires, del Centro a los Barrios (1870-1910).

Bs. As.: Solar-Hachette, 1977; A. Lucchini. Historia de

la ingeniería argentina. Bs. As.: CAI, 1980.

Obras de L. A. Huergo: “Memoria de la Dirección Ge-

neral de Explotación de Petróleo de Comodoro Ri-

vadavia, 1912-13” (publicada en Boletín de Infor-

maciones petroleras. n.° 233, 1944,); “Los intereses

argentinos en los grandes puertos”. En: Anales de

la Sociedad Científica Argentina. Bs As, 1873; Puer-

to de Buenos Aires. Los dos canales de entrada de

20 km de longitud de un mismo punto al mismo puer-

to. Congreso Científico latinoamericano. Bs As:

Peuser, 1898; El puerto de Buenos Aires. Historia

técnica del puerto de Buenos Aires. Bs. As.: 1904.

HUGE, EMILIO. París, 1863 - Buenos Aires,1912. Arquitecto. Exponente de la arquitec-tura académica francesa en la Argentina. Ensus últimos trabajos puede notarse cierta bús-queda acorde con el Eclecticismo modernis-ta (v. Eclecticismo).

Hugé cursó estudios en la École des BeauxArts de París y tuvo como principales profe-sores a Daumet y Girault.

Llegó a Buenos Aires en 1893. En la Fa-cultad de Ciencias Exactas recibió el título dearquitecto en 1898; la SCA lo contó como so-cio a partir de 1901.

Entre sus obras de mayor importancia, engeneral ligadas a comitentes de la colectividadfrancesa, pueden destacarse: Banco Francésdel Río de la Plata en la calle Reconquista, Bue-nos Aires, así como las sucursales de dicha ins-titución en Bahía Blanca y Chivilcoy; Pabellónde tuberculosos del Hospital Francés; casas de

H. Py, en calle Pampa, residencia de A Sou-lignac, en Talcahuano y Córdoba, y la Compa-ñía de Seguros Franco Argentina, de Cangallo666 en Buenos Aires. En Tucumán realizóel Hotel Savoy, el teatro Odeón y el Casino.

En los últimos años de su labor tuvo comocolaborador a V. Colmegna (v.), con quien rea-lizó su obra más significativa: “la casa Mous-sion”, en Sarmiento y Callao. F. A.

HUNDT Y SCHROEDER. (HUNDT, Enrique: s/d.Inglés. Arquitecto; SCHROEDER: s/d. Alemán.Arquitecto). Estudio de arquitectura que du-rante las décadas del sesenta y del setentadel siglo XIX realizó los primeros edificios ban-carios en Buenos Aires (v. Banco).

Obras importantes del estudio, que utili-zó generalmente el estilo Neorrenacimientoitaliano (v.), son: antiguo Banco de Londres,Cangallo y Reconquista (1867), Bolsa de Co-mercio en San Martín 216 (1862), Teatro Co-liseo, iglesia de San Andrés en Chascomús(1872), la iglesia de Capilla del Señor (1866),sucursales y sede central del Banco de la Pro-vincia de Buenos Aires (1874).

En esta última obra, tal vez la más impor-tante, Schroeder y Hunt adoptan “un lujo ex-cesivo de decoración”, que lleva a manifestara un crítico que “tal como está construido esmuy adecuado para un Teatro, donde cada de-talle debe deleitar y donde toda decoración noes nunca muy excesiva”. Llamó poderosamen-te la atención en Buenos Aires que se recurrieraa una torre o mirador central sobre el eje de si-metría, partido que se consideraba reservado aedificios religiosos. El hecho de que esta fuerauna de las primeras obras bancarias de la ciu-dad, explica también la incomprensión frenteal planteo de la misma, considerado audaz yriesgoso para los cánones del Clasicismo.

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207Diccionario de Arquitectura en la Argentina

u CASA MOUISSON, EN CALLAO Y SARMIENTO, BS. AS.

u TEATRO COLISEUM, BS. AS., DE HUNDT Y SCHROEDER.

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