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De Dioses y tumbas
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I. EL LIBRO DE LAS ESTATUAS
Qu milagro sucede? Anhelamos unas fuentes potables, oh tierra!, y
qu es lo que nos enva tu regazo? Late tambin la vida en los profundos
abismos? Acaso oculta bajo la lava vive alguna generacin nueva? O vuelven
quiz las generaciones idas? Griegos, romanos, venid! Mirad: la antigua
Pompeya ha surgido de nuevo, de nuevo se edifica la ciudad de
Herculano. Schiller
Captulo primero
PRELUDIO EN SUELO CLSICO
En el ao 1738, Mara Amalia Cristina, la hija de Augusto III de Sajonia,
abandonando la corte de Dresde, se despos con Carlos de Borbn, rey de las Dos
Sicilias.
Esta reina vivaracha, aficionada al arte, fisgoneaba por los jardines y las
amplias estancias de los palacios napolitanos descubriendo estatuas y esculturas,
que en parte se haban hallado, por casualidad, antes de la ltima erupcin del
Vesubio, y en parte, tambin, desenterradas en excavaciones debidas a la iniciativa
del general D'Elboeuf. Fascinada por la belleza de estos tesoros, Mara Cristina
suplic con insistencia a su egregio esposo que mandara buscar nuevas piezas. El
Vesubio, despus de la gran erupcin de mayo de 1737, cuando el flanco de la
montaa se haba abierto y parte de la cima vol al cielo, llevaba ao y medio
tranquilo bajo el cielo azul de Npoles. Y el rey escuch su ruego.
Como era lgico, prosiguieron las excavaciones donde D'Elboeuf las haba
terminado.
El rey consult el caso con el caballero Roque Joaqun de Alcubierre,
comandante supremo de sus tropas de zapadores, y el espaol proporcion
obreros, herramientas y plvora. Las dificultades eran notables, pues haba que
vencer los quince metros de espesor de aquella ptrea masa formada por las viejas
lavas de la erupcin. Desde un pozo que D'Elboeuf haba abierto, se perforaron
galeras y se taladraron agujeros para barrenos. Luego lleg el momento en que la
piqueta choc con metal y su golpe reson como una campana. Lo primero que se
hall fueron tres fragmentos de unos caballos de bronce, de tamao mayor que el
natural.
Slo entonces se les ocurri que estas obras deban realizarse con
prudencia, cosa que en el fondo hubieran tenido que hacer desde el primer
momento. Y se busc un experto, el marqus don Marcello Venuti, humanista y
director de la Biblioteca Real, que vigil desde entonces los trabajos. Siguieron tres
esculturas en mrmol, romanos vestidos con toga, columnas pintadas y el cuerpo
de otro caballo de bronce. Los reyes se presentaron para la inspeccin. El marqus
se hizo descender por una cuerda a las galeras y l mismo descubri una escalera,
cuya forma le hizo deducir la construccin total del edificio, y el 11 de diciembre
de 1873 se confirm que su hiptesis era acertada. Entonces se hall una
inscripcin por la cual se poda ver que cierto Rufus haba construido por sus
propios medios el Theatrum Herculanense.
As empez a descubrirse toda una ciudad sepultada. Donde exista un
teatro, tambin deba existir una ciudad. Sin saberlo, D'Elboeuf haba penetrado,
aos antes, en el centro mismo del escenario del teatro.
Este escenario estaba repleto de estatuas. Solamente aqu, y en ninguna
parte ms podan acumularse tantas esculturas, ya que la corriente de lava en su
destructor avance haba derrumbado la pared trasera del teatro, ricamente
adornada de esculturas, as como la pared del escenario, cayendo todo ello al
espacio donde fueron halladas, donde ruidosamente se haban amontonado y
donde sus cuerpos de piedra hallaron reposo durante diecisiete siglos.
La inscripcin llevaba el nombre de la ciudad: Herculano.
Veinte metros de lava, esa piedra que se torna lquida y que surge del
crter, mezcla de todos los minerales que al enfriarse de nuevo se convertan en
vidrio y en nueva piedra, cubran la ciudad de Herculano.
Los lapilli, minsculas piedrecitas volcnicas, lanzados junto con la lava
grasienta del volcn, caen en forma de lluvia, quedan depositados en la masa, y
pueden levantarse con un ligero instrumento. Pompeya no estaba sepultada tan
profundamente bajo estos lapilli como Herculano.
Como sucede tantas veces en la Historia, lo mismo que en la vida de las
personas, lo difcil es dar el primer paso, y siempre se pierde la perspectiva
creyendo que el camino ms largo es el ms corto. Despus que D'Elboeuf
empezara a cavar, pasaron treinta y cinco aos hasta que se lleg a descubrir
Pompeya.
El caballero Alcubierre, an encargado de las excavaciones, se mostraba
impaciente y estaba descontento de sus hallazgos. Bien es verdad que Carlos de
Borbn haba podido instalar un museo que no tena igual en el mundo. Sin
embargo, el rey y su ingeniero se pusieron de acuerdo en cambiar el teatro de
excavaciones y no avanzar a ciegas, sino empezando por el lugar donde los sabios
sealaban que deba hallarse Pompeya, la ciudad que, segn las fuentes antiguas,
qued sepultada el mismo da que la ciudad de Herculano.
Lo que entonces sucedi parece ese juego que los nios hacen de fro y
caliente, y que cuando el compaero de juego no es sincero, en vez de gritar
caliente cuando la mano se acerca al objeto buscado, dice fro. Y en este caso
fueron los espritus de la venganza, de la codicia y de la impaciencia los que
desempearon este papel de elemento engaoso.
Las excavaciones empezaron el primero de abril de 1748; el da 6 se
descubra la primera gran pintura mural maravillosa, y el 19 se encontraba el
primer resto humano. En el suelo yaca un esqueleto; de sus manos, que an
parecan querer asir alguna cosa, se haban desprendido, rodando, monedas de oro
y de plata.
Pero en vez de seguir excavando sistemticamente y de explotar lo ya
descubierto para llegar a conclusiones que ahorrasen tiempo, sin sospechar que se
haba llegado al centro mismo de Pompeya, se volvieron a cubrir otra vez con
tierra los hoyos y comenz la bsqueda en otro lugar. Poda ser de otro modo? El
mvil de los regios esposos estaba nicamente guiado por su entusiasmo de
aficionados, y hemos de confesar que la cultura del rey no era muy amplia; el de
Alcubierre era resolver un simple problema tcnico. Winckelmann, ms tarde,
deca, lleno de rabia, que Alcubierre tena tanta relacin con las antigedades
como la luna con los cangrejos, y en todos los dems que participaban en aquel
asunto no haba ms ambicin que la oculta idea de dar acaso un golpe afortunado,
tropezando con su piqueta alguna vasija llena de monedas de oro y plata.
Digamos, de paso, que de los veinticuatro hombres que trabajaban, doce eran
presidiarios y los otros estaban muy mal pagados.