Upload
raul-machado
View
214
Download
0
Embed Size (px)
DESCRIPTION
Â
Citation preview
John se aterra ante ese símbolo que se le cruza
insistentemente por su mente. Es la clara
representación de lo que aborrece ser.
Escribe en su cuaderno: A través de la televisión
nos absorben la conciencia, poco a poco somos
succionados por esa pantalla, nos extraen lo más
relevante, nuestra esencia, entonces dejamos de ser
particulares, las ideas, los sueños, la creatividad se
van congelando y luego se diluyen en la costumbre
de no pensar para sí, solo observamos como otros
piensan a favor de mantener la normalidad
imperante. Es la enajenación completa del ser
humano que se ha extendido hasta los tiempos de
ocio. La alienación del tiempo libre es un hecho
definitivo, ¿Cómo podremos emanciparnos si no
tenemos un tiempo que sea propio para pensar en
hacerlo? Todo el día trabajando, luego a descansar
para seguir trabajando, entre medio de aquella
constante, seis a ocho horas para dormir, ocho a
diez horas trabajando, seis a ocho horas de ocio, el
cual ya esta preprogramado por los ingenieros que
calcularon la ocupación de el último minuto de
nuestras vidas.Retoma la hebra de la clase por un rato, el profesor
habla del trabajo pretérito, intenta mantenerse
concentrado, pero se vuelve a abstraer, se pregunta
si el problema de la existencia radica en la venta de
sus fuerzas, de sus energías, de su creatividad e
imaginación ¿ese será el inicio del vacío
existencial?, desde ahí en adelante no podemos ser
para nosotros. Se entristece, palpa la desolación, se
siente condenado a estar preso en una realidad
inamovible, donde el tiempo y el espacio son
infinitamente incorregibles.
Se esfuerza
por
concentrarse...
pero vuelve a sumergirse en meditaciones, prosiguen sus pensamientos, al firmar el contrato de trabajo empiezan los problemas, el cansancio, el stress, la vida deja de tener sentido, esperamos que llegue el fin de semana, el fin de mes, el fin de año, las vacaciones, queremos que la semana pase lo más rápido posible, extraviamos el presente, vivimos del pasado, de los viejos tiempos, de los recuerdos. Nos relacionamos con los otros como cosas, como mercancía que se intercambia por mercancías, el consumo marca el curso de la vida, existimos para consumir a la vez que somos consumidos, las mercancías que producimos poseen nuestro tiempo, nuestra vida, tienen partículas de nuestro vigor, de nuestra inventiva, que ha sido reducida a la condición de objeto, y ¿que ganamos después de ello? otras cosas que compramos, que en el proceso de producción social usufructúan de la vida y el tiempo de otras personas. Nos consumimos los unos a los otros, es puro canibalismo moderno. El capital se comporta hambriento, insaciable, buscando ganancias y más ganancias, valorizando el valor, a costa de lo que sea, también nos consume, pero de una forma más voraz, ya que tiene la capacidad de fulminarnos, como en la película “La cosa” de John Carpenter, el capital es capaz de comerse todo, incluso al mundo, la humanidad, las sonrisas, los sueños, las protestas, Pero ¿que podemos hacer para revertir esto? ¿Existirá alguna solución?