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EDUARDO MATEO
ANTECEDENTES
En los años 60’ Montevideo evidenciaba la llegada del “beat”, el pop y el rhythm and blues anglosajón.
Muchos uruguayos aspirantes a músicos de rock, despreciaron todo lo que tuviera que ver con Los
Iracundos o El Club del Clan porteño y cantar en inglés fue una forma de marcar esa distancia, una extraña
manera de considerarse vanguardistas. El impacto de The Beatles fue enorme y Eduardo Mateo integró por
esa época “Los Malditos”, un grupo beat que cantaba en inglés.
Los Shakers representaban la visión beatle, tanto en
su música como en su aspecto, Los Mockers
imitaban a los Rolling Stones. La era de los “bailes
beat” había llegado (distanciándose de la típica, la
tropical y la jazz) y surgían miles de bandas a lo largo
de todo el país, estos eventos promovían la movida y
daban trabajo a músicos jóvenes de rock durante la
segunda mitad de la década de 1960.
Por su parte el Candombe se hacía presente durante el carnaval. Faltaba mucho tiempo para que buena
parte de la sociedad uruguaya liberara de consideraciones racistas al fenómeno cultural del candombe. Aún
hoy no existe una apertura total en cuanto a su difusión en medios comerciales que trasciendan el ámbito
del carnaval.
Entre los precursores que tendieron a difundir el ritmo afro uruguayo
se encuentra el movimiento “Candombes de vanguardia”. En 1965 se
concretó un proyecto para presentar el candombe y sus danzas a nivel
internacional y se grabaron tres discos con la participación de
experimentados músicos, dirigidos por Hebert Escayola, Manolo
Guardia y Daniel “Bachicha” Lencina. En ellos se tomaban elementos de
raíces candomberas, de la música bailable cubana y del jazz.
Ese era el panorama musical en los años 60’ cuando aparece en la escena montevideana Eduardo Mateo.
SINTESIS BIOGRAFICA
Ángel Eduardo Mateo López fue uno de los más grandes representantes de la música popular uruguaya y
compuso gran cantidad de canciones como solista o junto a otros importantes artistas y conjuntos. Es
considerado uno de los precursores de la fusión de candombe, rock y otros géneros, popularmente
denominada “candombe-beat”.
Nació en el hospital Pereira Rossell el 19 de setiembre de 1940. Su segundo
nombre fue un homenaje de su madre Silvia al músico Eduardo Fabini, a quien
admiraba y del cual había sido empleada. El gusto por la música definía a la
familia: su padre Ángel era carnavalero, su madre una apasionada del canto, su
tío Tito tenía un grupo de música brasilera y tocaba el pandeiro, además de ser un gran percusionista de
candombe. Eduardo creció entonces en un ambiente musical dominado principalmente por el candombe y
el samba.
A los 14 años su abuela le regaló su primera guitarra, luego integró una
murga acompañando a su padre y comenzó también a interesarse por la
música brasilera. A los 18 años formó su primer grupo “O Bando de Orfeo”,
donde tocaba el cavaquinho y arreglaba las voces. Su repertorio consistía
básicamente en canciones del grupo “Os Demônios da Garoa”. Durante dos
años tocaron en la calle, en cumpleaños, fiestas y tablados en Carnaval.
A los 20 años comenzó a perfeccionarse como guitarrista, se había convertido en un admirador de la bossa
nova, muy especialmente de João Gilberto. Más adelante formó parte de una gira por Brasil con músicos
uruguayos y brasileros, según Mateo: “…fueron 5 meses de gira y recorrimos 150 ciudades entre Porto
Alegre y San Pablo. Íbamos en un ómnibus y estábamos un día en cada ciudad. Ahí aprendí un poco más... el
brasilero es un tipo increíble y te enseña, se siente muy orgulloso de que te guste su música... ¡Y cómo tocan
la guitarra!”.
Durante 1964 el fenómeno de The Beatles llegó al país y dominó la escena
musical. A su regreso de Brasil, Eduardo Mateo fue convocado para integrar
“Los Malditos”, banda de rock cuyo repertorio era 90% canciones de The
Beatles. El “Beat” era el género más consumido y tocaron por todo el país,
siendo invitados por radios y canales de televisión, aunque Mateo seguía
inclinado hacia la bossa nova. En esos “Conciertos Beat” conoció a Ruben
Rada, Urbano Moraes, Diane Denoire, Dino, Pippo Spera, Antonio Lagarde y
Roberto Galletti, entre otros músicos.
Hacia 1967 surge “El Kinto”, idolatrado y emblemático
grupo, pionero en tocar candombe con instrumentos
electrónicos, en el que la mayoría de las canciones eran de
Mateo y Rada, aunque Eduardo estimulaba la creación
colectiva y la composición de todos los integrantes del
grupo. El mismo año conoce a Horacio “el corto” Buscaglia,
con quien también compuso en forma constante desde ese
momento, uno de esos temas fue la famosa canción de
cuna llamada “Príncipe Azul”. El salto de “El Kinto” ocurrió
en 1969 con las “Musicasiones”, espectáculos que seguían
un esquema similar al de los “Conciertos Beat”, con artistas
y géneros musicales diversos, alternados con lectura de
poesía y sketches en un estilo absurdo e irreverente.
A partir de los años 70, Mateo pasó de ser un joven prolijo, profesional y simpático, volviéndose
extravagante y malhumorado. El consumo de anfetaminas, marihuana y hachís se había vuelto habitual,
cuando no las conseguía recurría a antigripales o a jarabe para la tos. La paranoia y la incoherencia se
harían más agudos por el abuso y la falta de criterio en el consumo de drogas. Sostenía que tocaba mejor
luego del consumo y proponía a sus compañeros que ensayaran bajo los efectos de alguna sustancia
psicoactiva.
Su amigo Urbano Moraes recuerda: “hubo una época que el loco iba por la calle y la gente cruzaba. No
querían ni verlo, ni hablar con él. Porque el loco te tiraba unas pálidas que te mataba, ¿no? Estaba en la
onda de decir todo lo que veía y lo que sentía, si te veía por ejemplo que vos careteabas o mentías o
trabajabas alguna ondita, el loco de daba cada sablazo que te mataba. Producto de todos los mojos, ¿no?,
que te ponen así, bravo. Mateo igual tuvo que estar pila de años solo, de ahí salió el primer longplay de él,
¿no?, Mateo solo bien se lame. Porque el loco no podía con nadie”.
En 1971 viaja a Buenos Aires para grabar su primer disco,
estimaron una semana para la grabación, pero se extendería a dos
meses de improvisación y ausencias. El proceso ni siquiera
finalizaría formalmente, pues Mateo regresó a Uruguay sin previo
aviso y el disco fue terminado por el ingeniero de grabación a
partir de lo que había quedado registrado. Tras la publicación con
gran éxito de “Mateo solo bien se lame” se generalizó la idea de
que el “Mateo divagante” era también un “Mateo genio”. Jaime
Roos, Fernando Cabrera, Luis Trochón, Popo Romano, Jorge
Bonaldi y tantos otros músicos destacan la importancia que tuvo
el disco para la música uruguaya y la influencia que dejó en ellos.
Con la llegada de la dictadura en 1973, Mateo tomó contacto con las ideas del
Guru Maharaji, se rapó la cabeza, abandonó el consumo de alcohol y drogas,
recluyéndose en su casa para practicar la meditación. Hacia 1975 comenzó a
tocar todas las noches en un restaurante, mientras hacía gimnasia y yoga,
estudiaba guitarra y solfeo. En 1976 conoce al percusionista Jorge Trasante
con quien grabaría su segundo disco “Mateo y Trasante”, donde se destaca la
influencia de la música oriental y la música clásica hindú.
Una noche de 1977 se prohibió la entrada al restaurante de un grupo de amigos de Mateo y éste se negó a
tocar, por lo que fue despedido. Desmoronada su relativa estabilidad económica, empezó a vagar de
pensión en pensión, vendiendo todas sus pertenencias, incluso instrumentos que le prestaban. Aparecía de
madrugada en la casa de sus amigos en busca de techo y comida, pedía limosna y era víctima frecuente de
las razzias policiales. Para colmo a principios de los años 80 fue internado en un hospital psiquiátrico, luego
murieron sus padres y Mateo se distanció de sus hermanos.
Su tercer disco “Cuerpo y Alma” se graba en estos años y sale en 1984 con gran
repercusión en el ambiente musical, aunque con pocas ventas. Alejado ya del
pensamiento oriental, su filosofía se basaba en una visión mágica con
elementos científicos, su terror ante la muerte y su afición a la ciencia ficción.
Esta construcción llamada “La máquina del tiempo” fue el concepto
experimental bajo el cual grabaría sus últimos discos.
Comenzó a tocar en varios ciclos de recitales, con diferentes músicos e invitados (Leo Masliah, Jaime Roos,
Laura Canoura, Eduardo Darnauchans, Ruben Olivera, Mauricio Ubal, etc). Sus espectáculos eran
catalogados de indescifrables y divagantes. El Uruguay se encontraba especialmente sensibilizado por el
retorno a la democracia luego de más de una década de dictadura cívico-militar y el fenómeno del “Canto
popular” se encontraba en su mayor auge. En 1986 grabó un disco con Ruben Rada llamado “Botija de mi
país” y en 1987 uno en vivo con Fernando Cabrera. Se publica también “La Máquina del Tiempo presenta a:
Mateo / Mal tiempo sobre Alchemia (1er. viaje)”, disco grabado con cierta tensión entre Mateo y el resto
de los músicos.
Durante 1988, Mateo tocó en vivo de manera solista,
acompañado por una batería programada por Hugo Jasa,
productor del disco anterior, actuaciones muy monótonas,
pues el casete que contenía las baterías lo obligaban a tocar
siempre las mismas canciones en el mismo orden. La
repercusión de los algunos eventos exitosos no masificaba la
figura de Eduardo Mateo, quien nunca había sido ni sería un
fenómeno de masas y ni siquiera un cantautor conocido por
el consumidor de música medio, pero afirmaba
considerablemente la opinión positiva de su público.
En 1990 sale su disco “La Máquina del Tiempo / La mosca”, trabajo con
el que quedó plenamente satisfecho. Mateo estaba de buen humor y se
unió a un proyecto en vivo con la banda “Los Terapeutas” liderada por
Alberto “Mandrake” Wolf y también con Fernando Cabrera.
Si bien Eduardo se encontraba enfermo desde mucho antes, en esta
época empezó a sentirse mal aunque intentaba disimularlo. Tenía
cáncer abdominal y esta noticia sólo se conoció dos semanas antes de su
muerte, cuando fue internado en el Hospital de Clínicas, donde fue
visitado por sus amigos, quienes trataron de crear el mejor ambiente
posible. Murió el 16 de mayo, día fijado para el estreno del espectáculo
con Cabrera y Los Terapeutas. El velorio se realizó la mañana siguiente,
con poco más de veinte personas.
LEGADO E INFLUENCIA
Mateo desarrolló un estilo muy personal e inimitable de cantar y de tocar la guitarra, exploró mundos
nuevos con sus músicas y sus letras. Su obra es demasiado variada para ser sintetizada, incursionó en
extremos de sencillez y complejidad, tuvo etapas estrictamente acústicas y otras en las que exploró un
sonido casi tecno, se animó a fusionar los géneros más diversos: jazz y rock and roll, candombe y milonga,
influencias árabes, hindúes, africanas, brasileñas, españolas, caribeñas y también de la música erudita.
Realizó todas esas mezclas a finales de los años 60, veinte años antes de que se pusiera de moda la “World
Music”.
Es considerado uno de los precursores del llamado “Candombe-beat”, una original mezcla de ritmos y
formas propias del candombe con pop, rock, bossa nova, samba y otros géneros de gran riqueza rítmica. El
músico, musicólogo, docente y periodista uruguayo Coriún Aharonián plantea una repercusión indirecta de
su música y afirma que: “Lo fascinante del caso de Mateo, es que sin tener la resonancia de Viglietti, Los
Olimareños o Zitarrosa, llega a tener una influencia muy grande en los músicos. No todas las figuras que
importan históricamente como creadores, son figuras que importan por lo que hacen en sí. Hay algunas
figuras que importan por lo que hacen que otros hagan o por lo que provocan en otros. Y Mateo creo que
pertenece más a esta segunda categoría”.
De su obra han quedado registrados 4 discos individuales: "Mateo solo bien se lame" (1972), "Cuerpo y
alma" (1984), "La Máquina del Tiempo presenta Mal tiempo sobre Alchemia" (1987) y "La Máquina del
Tiempo - La Mosca" (1989) y 4 en colaboración: "Mateo y Trasante" (1978), "Mateo y Cabrera" (1987),
"Botija de mi país" con Ruben Rada (1987) y "Teatro de Verano en vivo" con Hugo Fattoruso, Ruben Rada y
otros (1989).
El libro “Razones Locas: el paso de Eduardo Mateo por la música uruguaya” del musicólogo Guilherme de
Alencar Pinto, recorre su vida con lujo de detalles, presentando cientos de testimonios de quienes lo
conocieron de cerca.
Buena cantidad de los músicos uruguayos lo señalan como un referente muy importante en la historia de la
música popular uruguaya: Daniel Viglietti, destaca su “mestizaje de vertientes culturales”, Federico García
Vigil lo considera “un individuo absolutamente necesario en la música”, Jorge Galemire se refiere tanto al
músico como a la persona, afirmando que “si hay un tipo coherente, ése es Mateo”. Rubén Rada lo califica
como el “creador de la idea de lo que hoy en día es la música nacional uruguaya”, Popo Romano destaca la
influencia de Mateo en los músicos y afirma que “la música que están haciendo ahora está, en un
porcentaje altísimo, parada sobre los hombros de Mateo”, Fernando Cabrera opina que “Mateo, junto con
Eduardo Fabini, Héctor Tosar y Hugo Fattoruso, son quizá los cuatro más grandes músicos que ha dado esta
tierra”, Mauricio Ubal lo sitúa como “el traductor más fino y sensible de toda la belleza, la sensualidad, la
fuerza interior de nuestra música mestiza” y Jorge Bonaldi afirma que “todos los músicos uruguayos le
debemos algo a él”.
La obra de Mateo tuvo buena difusión en un círculo restringido. Lejos de alcanzar la popularidad, ni siquiera
logró vivir económicamente cómodo y muchas veces se encontró sin casa ni trabajo, cercano a la miseria.
Su influencia musical queda evidenciada en su forma de tocar candombe en la guitarra, su influencia como
cantante en músicos como Alberto Wolf, su aporte rítmico novedoso en la guitarra tomado por ejemplo por
Jaime Roos, sus denominados “tocos” y polirritmos, el aspecto modal de la música hindú e incluso su
desprolijidad premeditada.
A 25 años de su muerte, Eduardo Mateo sigue siendo uno de los
músicos más influyentes de la música popular uruguaya.
Roberto García, Julio 2015