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Eduardo MerloJuárez
La región de Pueblaen la época prehispánica
Para entender la historia antigua dePuebla hay que observar la geo
grafia regional, se trata de un extensovalle que está delimitado por unaserie de volcanes, lo que a ojos de loshombres que en épocas remotas seavecindaron en él, constituía algo mágico y maravilloso. Si México ha sidollamado con justeza: "Tierra de Volcanes", es al valle poblano-tlaxcalteca alque mejor le asienta el sobrenombre.Al oriente se asoma la cúspide impresionante del Citlaltépetl, mal llamadoPico de Orizaba, pues no es de ninguna manera exclusivo de esta lluviosapoblación, sino que sus extensas faldas abarcan tierra de dos estados, conun buen número de serranías, vegas yvallezuelos.
Al norte se alza con m:oyestuosidadla eminencia de la Malinche, llamadaen otro tiempo Matlalcuéyetl, "la de lafalda de red", nombre que ostentabala diosa de los ríos, de los manantialesy fuentes bratantes; objeto de constante culto que la irrupción europeao la modernidad no han podido borrar del todo. En sus inmediacionesaún se asientan belicosos descendientes de los intrépidos guerreros, quecomo sus ancestros, empuñan lasarmas a la menor provocación. Lugarespecial merece la "Sierra Nevada",en donde emergen los volcanes concatenados, el "Cerro que humea" oPopocatépetl y su compañera eterna:el Iztaccíhuatl, mujer blanca que rememora a la diosa de la sal, aunquepara muchos signifique lo que a primera vista parece: "la mujer dormida". Ambas montañas irradian su
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fuerza y reciben el culto de sus devotos; los "graniceras" que les cantan,
bailan y pronuncian con respeto susnombres esotéricos: "Rosita" y "Grego
rio". Les suplican, corno antes lo hicieran los tlamacazque sagrados, queenvíen el líquido precioso que sepasea por los cielos en forma denubes pesadas. Sobre ellas jugueteanlos tlaloques, diocesilIos traviesos quecargan enormes ollas de agua y que aveces la arrojan violentamente para refresco de la tierra y bienestar de la humanidad. Al sur la Sierra del Tentzo yde Chalchihuapan, puerta del decliveque conduce a la Mixteca y al surestequasi infinito. Enmedio de tan eminentes guardianes está el plano inclinado que forma el cauce natural delAtoyac, palabra que significa eso:"río", como quien dice un "río, río", ytambién un infinito número de arroyos y manantiales, los que otrora conformaron lagunas y enormes charcos.
Éste fue el "paraíso terrenal" al quearribaron emigrantes de todas partes,especialmente del oriente y sur, losdescendientes de los olmecas costeños, que se mezclaron en el caminocon los otomíes, popolocas y nahuas,dando lugar a numerosos asentamientos, siempre cercanos a los abastosacuáticos por obvias razones.
Los antecedentes, por ubicación,más cercanos a lo que hoyes la ciudad de Puebla, se encuentran en la exhacienda de Amalucan, al este de lacapital estatal, en donde se construyeron plataformas para casas de la castadominante, con su teocalli o temploen el basamento más alto. Fue un
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asentamiento de regular tamaño quefloreció desde antes de Crísto hasta
unos dos siglos después, subsistiendoa base de una agricultura in tensivaque se apoyaba en un sistema de riegoimpresionante, con canales que a veces llegan a tener trece metros de anchura y cientos de metros de longitud. Parte de este sitio, barrancas depor medio, lo constituye Manzanilla,con numerosas terrazas y algunas estupendas canchas para el juego depelota, que ya desde entonces era
popular.Este complejo sostenía relaciones
muy estrechas con otros cercanos,como el de Totimehuacan, en dondese construyó una gigantesca pirámide,mejor dicho, se revistió un cerro quefue recortado para darle la terminación acostumbrada; en su interior seexcavó una tumba de tiro, cuya cámara contiene un sarcófago con símbolos de ranas, asociación clara al agua,a cuya dedidad seguramente estuvoconsagrado el templo. Esta pirámidetumba y la de Palenque, son las únicasen Mesoamérica que ofrecen esta característica. El basamento de Tepalcayo, como se le llama, constituye unejemplo del trabajo comunitario quela fe lograba en esos tiempos de tecnología dificil y tumultuaria.
Las ciudades, si así se quiere llamarlas, se conformaban de calles bien delineadas a donde confluían estrechoscallejones y laberínticas rúas, accesopara los solares escondidos. La élitehabitaba cerca del centro ceremonial,destacando sus casas por desplantarsede plataformas con sus escaleras an-
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chas, sin importar que los accesos fueran angostos. Altos techos de palmacon extremos de oreja, a veces tejidosarmoniosamente y pintados de vivoscolores, otras con terrados y crestas demadera. Encerrando esta parte principal estaban los pobres, con sus xacalliso casas de palma, lodo y varas, a vecescon el terreno para la milpa o sementera, o simplemente apretadas unascon otras. Las muestras de cerámicarevelan estrechas relaciones con sitioslejanos, incluso del Bajío o de los va-
lles centrales de Oaxaca, y por supuesto, con las metrópolis imponderables de Cholula y Teotihuacan.
De todos los asentamientos delvalle destaca en primerísimo lugar laCiudad Sagrada del Tlachihualtépetlo "Cerro Hechizo", fundada a orillasde una laguna con su teocalli principal que se ubicó sobre el manantialsanto. Al lado del santuario prosperóel mercado que poco a poco se desarrolló como el más importante del Altiplano. Lo sagrado y lo comercialconjuntaron un bienestar que redundó en arquitectura monumental, caminos, calzadas, depósitos de agua,palacios y arrabales.
Fundado hacia el siglo VI antes deCristo, el Tlachihualtépetl llegó a undesarrollo sin precedentes, a tal gradoque el templo primordial aumentó su
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n~6mGermán Venegas
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volumen varias veces, hasta lograr,hacia el siglo IV de nuestra era, unode los monumentos más grandes en lahistoria de la humanidad: un basamento piramidal de cerca de cuatrocientos cincuenta metros por lado, yuna altura de sesenta y cinco, lo quelo hace dos veces mayor que la Pirámide del Sol en Teotihuacan, y cuatroveces más grande en volumen que lade Keops. En su plataforma superiorhubieran cabido, si se permitiera,unos diez mil danzantes, pues la devo-
ción e importancia del dios Chiconahui Quiáhuitl (Nueve Lluvia), sereflejaba en la monumentalidad de sutemplo. Cuatro calzadas corrían a lospuntos cardinales, una de ellas conmás de dos kilómetros de longitud, alos lados se alineaban palacios de impresionante belleza, con murales ensus fachadas y vivos colores por doquier. Para fortuna se conserva unode ellos de 62 m. de largo por 2 dealto, representa una ceremonia enque los participantes beben, al principio moderadamente y luego, a medida que la escena avanza, muestranclaros signos de embriaguez, festín litúrgico en honor de la deidad deloctli (llamado pulque por los españoles), que exigía una borrachera ritualcada cuatro años. El "Mural de los Bebedores" es el más largo de la etapa
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antigua de México y uno de los mássimbólicos. Muchos otros templos alzaban sus crestas en el Tlachihualtépetl, la mayoría alrededor delprincipal, y otros no menos importantes en los barrios, muchos de los cuales eran habitados por etnias biendefinidas de otras partes: barrio mixteco, zapoteco, popoloca, totonaca,otomí, etc., un mosaico de pluralidadque daba a la ciudad el grado de cosmopolita.
Su templo y su mercado hicieronde la urbe uno de los centros naturales de Mesoamérica, por lo que todaslas rutas y caminos partían o concluían en sus plazas y callejuelas. Bajosu protección prosperaron muchospueblos de escasas dimensiones, deintensa agricultura que sustentaban ala cabecera y al mismo tiempo se nutrían de ella. En cada uno se repetíael patrón urbanístico, con la modestiau ostentación que sus posibilidadespermitieran.
Nadie pudo sustraerse de la influencia del Tlachihualtépetl, ni siquiera la lejana Teotihuacan queexpendía cerámica, joyas, textiles, tinturas y dioses elaborados aquí y llevados allá por las caravanas-hormiga decomerciantes, savia constante que circulabp. por esas arterias vitales de comunicación cultural.
Hasta la ciudad-santuario llegaron,primero en discretas caravanas yluego en oleadas incontenibles; buscaban mejores tierras sin importar dequién fueran. Sus embates conmovieron a la sociedad del siglo VIII, hastaderribarla violentamente. Venían delsur, desde las costas de Tabasco yCampeche, se mezclaron con gentede Veracruz y Oaxaca y avanzaron, sellamaban a sí mismos "olmecas xicallancas", por sentirse descendientesde la Cultura Madre. Sin embargo noeran cultos, pues en su prisa por apoderarse de tierras ajenas, no respetaron ni la belleza ni la grandeza delsantuario. Sus huestes bárbaras arrasaron todo, incendiaron el templo y derrumbaron sus escalinatas. Todo ardióy se destruyó, la población aterroriza.da buscó refugio en otra parte; queda-
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ron algunos, los que no tenían adónde ir. Tuvieron que sufrir la esclavitud e intolerancia de los conquistadores que sin tomar en cuenta laantigüedad y sacralidad del lugar,cambiaron el asentamiento a las orillas de la vieja ciudad, construyendoun nuevo templo, ya no en el manantial sagrado ni al mismo dios, perocon la misma determinación y con
, idéntico esfuerzo de la muchedumbretrabajadora.
Los olmecas xicalJancas proyecta-
ron la influencia de la metrópoli sagrada hasta lejanísimos confines, detal forma que el tianquiztli se convirtió en el más grande y surtido de todaMesoamérica. El teocalli se dedicó aYacatecuhtli, el dios de los comerciantes, que desde la cúspide del enormebasamento presidía el imponentemercado y contemplaba las peregrinaciones multitudinarias,
Este segundo aire de la ciudad delTlachihualtépetl se reforzó con el desarrollo de poblaciones cercanas quesurtían de bienes y mano de obra a laurbe. Los antiguos pueblos dieronlugar a otros con distinta filiación,pero ocupando las fértiles tierras delabor. Uno de estos asentamientos fueCacaxtla, en donde residió uno de losgobernantes de la sede sagrada.
Para finales del siglo XIII fueron lle-
gando contingentes de antiguos habitan tes de Tula, los que se llamabantoltecas, gente pacífica de mucha civilización, la que al principio no fueaceptada hasta que se los permitieronpero en calidad de esclavos. Poco apoco los toltecas laboriosos e incansables, se apropiaron de los medios deproducción par,\ que en 1292, quedaran con el mando del sistema políticoreligioso. La ciudad se tornó tolteca yla gente empezó a llamarla "Cholollan", que significa: "Lugar de los que
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huyeron", refiriéndose a los que huyendo de Tula, se habían refugiadoaquí.
La toltequidad hizo florecer a todala región en las artes e industrias, lareligión llegó a sus expresiones externas más sublimes. Se escribieron códices, cánticos, poesías, se levantaronpalacios y obras públicas, de tal formaque Cholollan fue en ese tiempo laurbe mayor de Mesoamérica. Los toltecas también acrecentaron los pueblos de Totomihuacan y Cuauhtinchan,en donde se asentaron los clanes ycastas de reconocido linaje, descendientes del mismo Ce Acatl Topiltzin:"Quetzalcóatl". La región del valle sellenó de pueblos prósperos: Tecali,Amozoc, Almecatla, Hueyotlipan,Chachapan, Cuautlancinco; y hasta dela vecindad de pueblos recién llega-
dos del centro norte, como los chichimecas que establecieron Tlaxcallan ycuyas tierras colindaban con las deestos señoríos. Dichas colindancias, al
no estar perfectamente delimitadas,provocaban lagunas territoriales, verdaderos in pace o statu quo, que eranreclamadas por todos y ocupadas porninguno. Tal era el caso de la partecentral del valle, cuya planiCie era cortada por los cerros Amac*eyaltépetl(Loreto), Centepec (La P~) Tepoxóchitl, IztlitepépetI (Las Nav.tjas) e Iztatépetl (La Calera), cruzan:do por elarroyo AImoloyan o Huitzilapan (SanFrancisco) y cercano al Atoyac; excelente región intocada que provocó laextensión de los bosques que cuajaban las faldas de red de la montañaMatlalcuéyetl (Malinche). Los otomísque alguna vez estuvieron aquí, asentados al norte del Amacueyatl (Lore-to) le llamaron Thaxet, pero despuésel vocablo desapareció, como lo hicieran sus habitantes primitivos,quienes sólo dejaron como testimo-nio algunas tumbas y ofrendas (en loque hoyes Unidad Deportiva). Lasorillas del Atoyac fueron ocupadaspor algunas aldehuelas que hicieronterrazas y hasta montículos de escasaenvergadura, pero igualmente devo-tos que los grandes monumentos urbanos.
La conquista que de Cholula hicieran los belicosos huexotzincas no alteró la distribución territorial, nisiquiera cuando los mexica-tenochcaarrasaron la región y encumbraron asus aliados de Tepeyacac (Tepeaca).El triunfador Axayácatl contempló elpaisaje, impuso una fuerte tributacióny regresó contento a sus lares. El vallepoblano-tlaxcalteca permaneció impasible y listo para que, en el rincóndel mismo, al pie del cerro AmacueyaItépec, en donde algunos llamabanal sitio Cuetlaxcohuapan (lugar dedespellejamiento de víboras) a iniciativa del fraile Motolinia y de sus seguidores, se fundara la Puebla que losángeles se encargarían de diseñarpara honra y gloria de Dios y provecho del prójimo. O
Dustración: Germán Venegas11 ....