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La educabilidad de alma y cuerpo. I. Objetivos de la sesión: Objetivo general: - Que el alumno(a) sea capaz Que el alumno(a) sea capaz de comprender en qué consiste la educabilidad de alma y cuerpo. Objetivo general: - Que el alumno(a) comprenda la diferencia específica y relación integral entre cuerpo y alma en el proceso educativo. - Que el alumno(a) sea capaz de comprender la relación entre educabilidad de alma y cuerpo y finalidad última de la educación. II. Contenidos básicos: (...) Y lo que busca la educación es la adquisición de la virtud: “No tiende la naturaleza sólo a su generación [de la prole], sino también a su conducción y promoción hasta el estado perfecto del hombre en cuanto hombre, que es el estado de virtud”. Mas es una adquisición que viene exigida por una indigencia, la de aquel que precisa ayuda para su perfeccionamiento y al que llamamos educando. Cuando esta indigencia desaparece entonces la educación pierde su razón de ser, siendo sustituida por el esfuerzo personal del que ya se vale por sí mismo. A esta necesidad de ayuda en aras a la consecución de la virtud la denominamos educabilidad y es el objeto formal bajo el que se estudia la acción educativa.” (La Filosofía de la Educación como Saber Filosófico, Enrique Martínez, Universidad Virtual Santo Tomás, Barcelona [en línea]. Disponible en: http://www.hottopos.com/mirand13/enrique.htm [fecha de consulta: 15-04-2010] ) III. Desarrollo del contenido: Preguntas: 1) ¿Qué es y en qué consiste la educabilidad de alma y cuerpo?

Educabilidad de Alma y Cuerpo

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Page 1: Educabilidad de Alma y Cuerpo

La educabilidad de alma y cuerpo.

I. Objetivos de la sesión:

Objetivo general:

- Que el alumno(a) sea capaz Que el alumno(a) sea capaz de comprender en qué consiste

la educabilidad de alma y cuerpo.

Objetivo general:

- Que el alumno(a) comprenda la diferencia específica y relación integral entre cuerpo y

alma en el proceso educativo.

- Que el alumno(a) sea capaz de comprender la relación entre educabilidad de alma y

cuerpo y finalidad última de la educación.

II. Contenidos básicos:

“(...) Y lo que busca la educación es la adquisición de la virtud: “No tiende la naturaleza

sólo a su generación [de la prole], sino también a su conducción y promoción hasta el

estado perfecto del hombre en cuanto hombre, que es el estado de virtud”. Mas es una

adquisición que viene exigida por una indigencia, la de aquel que precisa ayuda para su

perfeccionamiento y al que llamamos educando. Cuando esta indigencia desaparece

entonces la educación pierde su razón de ser, siendo sustituida por el esfuerzo personal del

que ya se vale por sí mismo. A esta necesidad de ayuda en aras a la consecución de la

virtud la denominamos educabilidad y es el objeto formal bajo el que se estudia la acción

educativa.” (La Filosofía de la Educación como Saber Filosófico, Enrique Martínez,

Universidad Virtual Santo Tomás, Barcelona [en línea]. Disponible en:

http://www.hottopos.com/mirand13/enrique.htm [fecha de consulta: 15-04-2010] )

III. Desarrollo del contenido:

Preguntas:

1) ¿Qué es y en qué consiste la educabilidad de alma y cuerpo?

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2) ¿Qué relación hay entre la educabilidad de alma y cuerpo y la formación integral de la

persona humana?

Respuesta:

1) Conforme a la sentencia de la cita inaugural de esta sesión, perteneciente a Enrique

Martínez, la educabilidad de alma y cuerpo es, fundamentalmente, la necesidad de ayuda al

educando para el logro (por parte de éste) de la virtud. Ahora bien, esta ayuda es dada por

el educador al educando para que éste logre su formación integral; por lo tanto, tal ayuda

debe contemplar, en su ejercicio, la asistencia del aprendizaje del educando en su ser

completo, tanto en su cuerpo como en su alma. Ya hemos explicado anteriormente qué son

el cuerpo y el alma.1 Recordemos que, según el pensamiento de Tomás de Aquino, que el

cuerpo es el principio potencial material de la unidad sustancial que es la persona humana,

y que el alma es el principio organizador, actualizador que da vida a tal cuerpo. De la

relación íntima de tales principios se da la unidad sustancial que somos cada uno de

nosotros: personas humanas. Por lo anterior, si ha de educarse al ser humano, se lo educará

en su ser completo unitario.

Ya hemos mencionado que la persona humana es unidad sustancial compleja, constituida

de múltiples facultades operativas, las cuales se ordenan en las cuatro dimensiones

esenciales del ser del hombre: dimensiones intelectiva (entendimiento y voluntad), sensitiva

apetitiva (apetito irascible y concupiscible), sensitiva cognitiva (sentidos internos y

externos) y vegetativa (desarrollo, reproducción y nutrición). La naturaleza del ser del

hombre contiene tres aspectos entrelazados dinámicamente: la constitución ontológica, la

operatividad y la finalidad de su ser. El ser humano desenvuelve su ser viviente de manera

constante en este dinamismo y la educación, como proceso de enseñanza-aprendizaje, tiene

que lograr perfeccionamiento constante integral (espiritual-corporal), en el educando,

teniendo en consideración ese dinamismo.

Ahora bien, la educación es la integración de la actividad de enseñar y la acción de

aprender, cuando esta tiene carácter formativo, o sea, acción perfectiva de aprender.

1 Cfr. Sesiones n° 7, 9 y 10 de Sesiones Syllabus Filosofía tomista del Hombre, Universidad Santo Tomás y

de Aquino, T. Suma Teológica I, q. 75.

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Cuando se habla de la educación como formación de virtudes se atiende a su culminación,

esto es, la enseñanza formativa, y esto sin excluir su génesis, el aprendizaje instructivo. A

lo largo de la vida se reciben multitud de enseñanzas, pero no todas son educativas, las

enseñanzas de los medios de comunicación son informativas porque muestran algo real a

través de signos pero no son educativas porque no promueven la formación de virtudes. La

educación como tal promueve la formación de una estabilidad en la conducta por medio de

las virtudes. Siendo las virtudes perfectivas intrínsecas a las potencias humanas, la

educación se realizará según la capacidad de actualización de estas. Por ejemplo, en la

primera infancia no cabe hablar propiamente de formación intelectual sino de formación de

una serie de habilidades o disposiciones particulares concretas, pues la inteligencia como

tal se desarrollará luego.

La educación, por tanto, tiene una jerarquía y unos grados en su realización que se

corresponden con la naturaleza ético-antropológica de la persona, al igual que el

crecimiento personal. Pero estos grados o jerarquías no son un mero reflejo de la

naturaleza humana, pues los grados o jerarquías de la educación no son ético-

antropológicos, sino pedagógicos. El desarrollo jerárquico de las potencias humanas

determina el sentido y progresión de la acción educativa, haciendo que esta atienda a lo

primario antes que a lo superior, sin negar su mayor excelencia.

Entendimiento y voluntad son el objeto supremo de la enseñanza y el núcleo decisivo de la

formación humana, no son empero, el primer referente de la acción educativa, pues las

potencias superiores requieren un desarrollo equilibrado y proporcionado de las inferiores

para poder operar con plenitud. O sea, siendo los hábitos intelectuales junto con la justicia y

la prudencia, las virtudes superiores, la educación humana comienza atendiendo a las

potencias sensitivas a través de la templanza y la fortaleza. Este orden es cronológico, pero

también es constitutivo del dinamismo operativo humano, y por tanto, también de la acción

educativa. No sólo hay que comenzar por lo sensitivo en los niños, pues también debe

tenerse en cuenta en el aprendizaje en los adultos. Según esto la acción educativa tiene las

siguientes referencias, ordenadas según la progresión debida de la formación humana:

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1) Las funciones vegetativas y locomotrices: La base elemental de la formación humana

consiste en aprender a usar y regular la nutrición y el movimiento de los órganos externos e

internos, funciones primarias del organismo, de las cuales es cada vez mayor la atención en

la práctica y saber pedagógicos. Ellos no son objeto propio y directo de la formación

humana pues su dinamismo no es principalmente adquirido sino dado, o sea, constitutivo

del ser humano y congénito en él. Pero igualmente, al revertir la educación de las facultades

superiores en ellas, deben tenerse en cuenta. Así, en los primeros años de vida, la educación

consiste en modalizar las funciones vegetativas y locomotrices, determinando su actividad

en tres campos fundamentales: la alimentación, qué alimentos se acostumbren a comer los

niños, la higiene, cómo se aseen, los movimientos corporales, de qué manera se muevan y

desplacen. Los elementos decisivos para la formación humana en esta primera etapa.

2) Las potencias sensitivas: Respecto de las potencias vegetativas y locomotrices se trata

de generar costumbres, en cambio, de las sensitivas se trata de formar hábitos o virtudes

básicas. En las potencias sensitivas de carácter cognoscitivo se distinguen los sentidos

externos –tacto, olfato, gusto, audición, vista– y los sentidos internos –sensorio o sentido

común, imaginación, memoria sensible y cogitativa o estimativa–; la acción educativa

incide en ellas presentando objetos sensibles y promoviendo la ejercitación de estas

potencias en orden a la actuación de las potencias superiores, esta es la llamada educación

estética. Por otra parte, en las potencias sensitivas de carácter tendencial o apetitivo, se

distinguen el apetito irascible y el apetito concupiscible (deseos e impulsos), que siguen o

se corresponden con los sentidos externos e internos, que son el ámbito de la educación

afectiva.

3) Las potencias racionales: Ellas son enteramente espirituales y por ello son las más

susceptibles a formarse intrínsecamente; ellas, en cuanto rigen a las potencias sensitivas,

son el principio operativo de las mismas, de modo que la formación de la afectividad y

sensibilidad halla su sentido en la formación del entendimiento y voluntad. Sólo a ellas les

corresponden propiamente los hábitos y virtudes, en su sentido completo y pleno. La

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educación intelectual versa sobre la formación intelectual o teórica y la educación moral es

el campo de la formación de las virtudes éticas, morales o prácticas de la voluntad.2

Así, teniendo en cuenta estas anteriores consideraciones, la educabilidad de alma y cuerpo

es el proceso de ayuda, realizado por el educador, a la formación integral del educando,

ayuda que se realiza en toda la amplitud del desarrollo del ser propio del educando,

conforme a las necesidades formativas de sus etapas de desarrollo y conforme a su

eminente carácter espiritual y personal.

2) Por lo antedicho, ya se sabe lo que es la relación entre educabilidad de alma y cuerpo y

formación integral de la persona humana. Pero es útil realizar las siguientes precisiones en

cuanto al carácter mismo de la formación integral para comprender de modo más profundo

la relación tematizada:

a) La formación humana es integral: La educación está referida a la persona humana y en

ello se juega la educación, en lograr una persona integralmente formada.

b) La formación integral es formación desde la razón: Esto se liga tanto con la enseñanza

como con el aprendizaje. Toda actividad de enseñanza se realiza racionalmente, es decir,

desde la razón del que educa; pero también hay que atender a la razón de quien aprende,

sobre todo atender a esta solícitamente. El educador debe suplir el déficit racional del

educando respecto del sentido o finalidad del aprendizaje, para que este sea formativo.

c) Hay una jerarquía de orden en la formación humana: Cabe hablar de educación moral,

estética, etc. si ellas se refieren propositivamente a la razón como a su principio, facultad

superior de la naturaleza humana en cuanto integración operativa de la inteligencia y

voluntad. la ayuda educativa persigue que el educando quiera y entienda lo que aprende y

hace, que es el sentido formativo del deber u obligación ética.

2 Cfr. Altarejos F., Naval C. Filosofía de la Educación. Ediciones universidad de Navarra, s.a., Pamplona,

2004 (EUNSA), III, 2.2.

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d) No cabe pensar así en la formación intrínsecas de las potencias humanas –por y desde

ellas mismas: Las potencias deben contemplarse como entramado jerárquico en su

operatividad en la actuación educativa y si se privilegia a unas u otras en la formación lo

será de acuerdo a esta articulación progresiva en el desarrollo. Esto viene justificado por la

relación de unidad-diversidad esencial a la vida humana. Desde la integración racional de

las potencias se comprende la formación de hábitos y virtudes.3

Con estas aclaraciones parece formarse una visión panorámica y completa de la

significación de la educabilidad de alma y cuerpo en el proceso educativo de enseñanza-

aprendizaje.

IV. Actividad previa:

Se recomienda la lectura de:

- Sesiones Syllabus de Filosofía tomista del hombre n° 7 (La corporeidad humana), 9

(Propiedades del alma humana) y 10 (La unión de alma y cuerpo).

- Tomás de Aquino, Suma teológica I, q. 75 (Sobre el hombre compuesto de alma y cuerpo.

Sobre la esencia del alma) y q. 76 (Sobre la unión de alma y cuerpo).

- Altarejos F., Naval C. Filosofía de la Educación. Ediciones universidad de Navarra, s.a.,

Pamplona, 2004 (EUNSA), III, 2.2.

V. Metodología:

Clase expositiva y diálogo.

Completación inter-dialogal de crucigrama didáctico como actividad inductiva hacia la

memorización y comprensión de los contenidos fundamentales de la sesión.

VI. Lectura postsesión:

Enrique Martines, La Filosofía de la Educación como Saber Filosófico, Universidad

Virtual Santo Tomás, Barcelona [en línea]. Disponible en:

http://www.hottopos.com/mirand13/enrique.htm

3 Idem.