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III. QUE OPERO EN CRISTO La supereminente grandeza del poder de Dios para con nosotros es conforme a la operación del poder de Su fuerza que hizo operar en Cristo. El poder que actúa en nosotros es el mismo que operó en Cristo. Por ser nosotros Su Cuerpo, participamos del poder que opera en la Cabeza. A. Al resucitarlo de los muertos El gran poder que operó en Cristo primeramente lo resucitó de los muertos. Este poder venció la muerte, la tumba y el Hades, lugar donde están retenidos los muertos. Debido al poder de Dios, que es el poder de resurrección, la muerte y el Hades no pudieron retener a Cristo (Hch. 2:24). B. Al sentarlo a Su diestra en los lugares celestiales La supereminente grandeza del poder de Dios también hizo sentar a Cristo a la diestra de Dios en los lugares celestiales, “por encima de todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero” (vs. 20-21). La diestra de Dios, donde Cristo fue sentado por la supereminente grandeza del poder de Dios, es un lugar honorable, un lugar de autoridad suprema. “Los lugares celestiales” no sólo se refieren al tercer cielo, la cumbre del universo donde Dios mora, sino también al estado y atmósfera de los cielos, donde Cristo fue sentado por el poder de Dios. En el versículo 21 Pablo declara que Cristo se sentó por encima de todo principado y autoridad y poder y señorío y sobre todo nombre que se nombra. La palabra “principado” se refiere al cargo más elevado; “autoridad”, a toda clase de poder oficial (Mt. 8:9); “poder”, a la fuerza de la autoridad; y “señorío”, a la preeminencia que el poder establece. La autoridad que se menciona en este versículo no solamente incluye las autoridades angélicas y celestiales, sean buenas o malas, sino también las humanas y terrenales. El Cristo ascendido fue sentado muy por encima de todo principado, autoridad, poder y señorío del universo. La expresión “todo nombre que se nombra” no sólo se refiere a los títulos de honor, sino también a todo lo que tenga nombre. Cristo fue sentado por encima de todo; todo lo relacionado con este siglo y con el venidero. C. Al someter todas las cosas bajo Sus pies En el versículo 22 se dice: “Y sometió todas las cosas bajo Sus pies”. En tercer lugar, el gran poder que Dios hizo operar en Cristo sometió todas las cosas bajo Sus pies. El hecho de que Cristo esté por encima de todo es diferente de que todas las cosas estén sometidas bajo Sus pies. Lo primero habla de la trascendencia de Cristo; y lo último, de la sujeción de todas las cosas a El. En esto vemos el poder que somete todas las cosas.

Efesios Part 9

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III. QUE OPERO EN CRISTO

La supereminente grandeza del poder de Dios para con nosotros es conforme a la operación del poder de Su fuerza que hizo operar en Cristo. El poder que actúa en nosotros es el mismo que operó en Cristo. Por ser nosotros Su Cuerpo, participamos del poder que opera en la Cabeza.

A. Al resucitarlo de los muertos

El gran poder que operó en Cristo primeramente lo resucitó de los muertos. Este poder venció la muerte, la tumba y el Hades, lugar donde están retenidos los muertos. Debido al poder de Dios, que es el poder de resurrección, la muerte y el Hades no pudieron retener a Cristo (Hch. 2:24).

B. Al sentarlo a Su diestra en los lugares celestiales

La supereminente grandeza del poder de Dios también hizo sentar a Cristo a la diestra de Dios en los lugares celestiales, “por encima de todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero” (vs. 20-21). La diestra de Dios, donde Cristo fue sentado por la supereminente grandeza del poder de Dios, es un lugar honorable, un lugar de autoridad suprema. “Los lugares celestiales” no sólo se refieren al tercer cielo, la cumbre del universo donde Dios mora, sino también al estado y atmósfera de los cielos, donde Cristo fue sentado por el poder de Dios.

En el versículo 21 Pablo declara que Cristo se sentó por encima de todo principado y autoridad y poder y señorío y sobre todo nombre que se nombra. La palabra “principado” se refiere al cargo más elevado; “autoridad”, a toda clase de poder oficial (Mt. 8:9); “poder”, a la fuerza de la autoridad; y “señorío”, a la preeminencia que el poder establece. La autoridad que se menciona en este versículo no solamente incluye las autoridades angélicas y celestiales, sean buenas o malas, sino también las humanas y terrenales. El Cristo ascendido fue sentado muy por encima de todo principado, autoridad, poder y señorío del universo. La expresión “todo nombre que se nombra” no sólo se refiere a los títulos de honor, sino también a todo lo que tenga nombre. Cristo fue sentado por encima de todo; todo lo relacionado con este siglo y con el venidero.

C. Al someter todas las cosas bajo Sus pies

En el versículo 22 se dice: “Y sometió todas las cosas bajo Sus pies”. En tercer lugar, el gran poder que Dios hizo operar en Cristo sometió todas las cosas bajo Sus pies. El hecho de que Cristo esté por encima de todo es diferente de que todas las cosas estén sometidas bajo Sus pies. Lo primero habla de la trascendencia de Cristo; y lo último, de la sujeción de todas las cosas a El. En esto vemos el poder que somete todas las cosas.

D. Al darlo por Cabeza sobre todas las cosas

La última parte del versículo 22 declara: “Y lo dio por Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia”. En cuarto lugar, el gran poder que Dios hizo operar en Cristo, dio a Cristo por Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia. La autoridad que Cristo tiene sobre todas las cosas es un don que Dios le dio. Fue por medio del supereminente poder de Dios, que Cristo recibió la autoridad sobre todo el universo. Como hombre, en Su humanidad y con Su divinidad, Cristo fue resucitado de entre los muertos, fue sentado en los lugares celestiales, todas las cosas fueron sometidas bajo Sus pies, y fue dado por Cabeza sobre todas las cosas.

En estos versículos vemos cuatro aspectos del poder que operó en Cristo: el poder de resurrección, el poder de ascensión, el poder que somete, y el poder que reúne todas las cosas bajo una cabeza. Este cuádruple poder es dado a la iglesia. La frase “a la iglesia” del versículo 22 denota una trasmisión. Todo lo que Cristo, la Cabeza, logró y obtuvo es trasmitido ahora a la iglesia, Su Cuerpo. En esta trasmisión, la iglesia participa con Cristo de todos Sus logros: Su resurrección, Su trascendencia sobre todo, la sujeción de todas las cosas bajo Sus pies y la autoridad que El tiene sobre todas las cosas.

La iglesia procede de este poder. La preposición “a” hace alusión al origen de la iglesia. Este poder, el cual es trasmitido a la iglesia, nos llevará a la gloria y hará que nuestra esperanza se haga una realidad. Tanto de la esperanza como de la gloria participaremos en el futuro, pero el poder está disponible hoy.

La electricidad y el poder nuclear son ejemplos excelentes de este poder cuádruple. En el recobro del Señor tenemos y usamos tanto la electricidad divina como la energía nuclear celestial. Los cristianos en su mayoría conocen muy poco este

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poder, y de los que lo conocen, pocos saben activarlo. Supongamos que alguien le pide a usted que sea su huésped por una noche. Aunque le asignen una habitación maravillosa, si no sabe donde está el interruptor, usted estará en tinieblas. En el recobro del Señor activamos el interruptor continuamente. El apóstol Pablo oró para que conociéramos la supereminente grandeza del poder de Dios. Puesto que la grandeza del poder nuclear celestial sobrepasa nuestro conocimiento, nadie puede determinar cuán grande es; no obstante, podemos experimentarlo. ¡Esto es maravilloso!

Si conociéramos la supereminente grandeza del poder divino que operó en Cristo, jamás usaríamos nuestra debilidad como excusa. Comparado con este poder, nuestra debilidad no es nada. El poder divino puede levantarnos de entre los muertos, aunque estemos muertos, sepultados y hedamos como Lázaro. Las hermanas, con la intención de que me compadezca de ellas, a menudo me dicen que son vasos frágiles. Y efectivamente, 1 Pedro 3:7 afirma esto. Sin embargo, no me conmueven con su debilidad porque ellas disponen del poder nuclear celestial. Con este poder, no existe la debilidad.

El poder cuádruple se trasmite a aquellos que creen. Lo que expresamos es lo que creemos. Si declaramos que somos débiles, es porque creemos que así es. Las hermanas deben declarar que por tener el poder nuclear divino, ellas no son débiles. Pablo oró pidiendo que se nos diese un espíritu de sabiduría y de revelación para que supiéramos cuál es la esperanza a que Dios nos ha llamado, cuáles son las riquezas de Su gloria, y cuál es la supereminente grandeza de Su poder para con nosotros. Si comprendiéramos que el poder que actúa en nosotros levantó a Cristo de entre los muertos, ¿seguiríamos diciendo que somos débiles? Nunca subestimemos la importancia de nuestras palabras. Todo lo que Dios dice se cumple. Y en principio, pasa lo mismo con nosotros. Tener fe es expresar lo que Dios dice. Cuando Dios declara: “Tú eres salvo”, debemos decir: “¡Amén!” Todo aquel que responda de esta manera será salvo. De la misma manera, si Dios dice: “El poder divino es tuyo”, debemos decir: “¡Amén!” Entonces este poder efectivamente será nuestro. No debemos decir que todavía hay débiles entre nosotros, pues todos somos más fuertes que David, incluso tan fuertes como Jesucristo. ¿Nos atreveríamos a decir que somos tan poderosos como Jesucristo? Si conociéramos la trasmisión del poder celestial, lo diríamos sin temor.

En 6:10 Pablo dice: “Fortaleceos en el Señor, y en el poder de Su fuerza”. Esto se basa en lo que escribió en el capítulo uno. Mediante el poder divino, podemos ser fortalecidos y permanecer firmes. A menudo los hermanos y las hermanas dicen que se sienten decaídos. Pero nosotros no estamos decaídos; más bien, estamos en los lugares celestiales por encima de todo, estamos en la ascensión de Cristo, por encima de todas las cosas, incluyendo a los demonios, los ángeles malignos, los principados y las potestades. Si vemos esto, nada nos hará decaer. Esto no es un sueño, es el poder por el cual obtendremos la gloria y alcanzaremos nuestra esperanza. Nuestra esperanza no es en vano; ella se basa en el poder divino. Antes de que los astronautas fueran a la luna, ellos se aseguraron de tener el poder necesario para llegar allá. De la misma manera, nuestra base es la supereminente grandeza del poder de Dios que opera en nosotros los que creemos. Simplemente no tengo palabras para expresar esto. Lo único que puedo hacer es repetir las palabras del apóstol Pablo, es decir, que la supereminente grandeza del poder de Dios actúa para con nosotros los que creemos.

En Efesios 1:22 se da a entender que todas las cosas fueron sometidas bajo nuestros pies, y debemos creerlo. Si no lo creemos, nos rebelamos contra las palabras de nuestro Padre. Nuestro Padre no miente; todo lo que El dice es verdad. Por tanto, debemos aceptar Su Palabra y creerla. Hagamos a un lado nuestros sentimientos y nuestra condición. No digamos que hay ciertas situaciones que no pueden estar bajo nuestros pies. La verdad es que estamos muy por encima de todo y que el poder divino ha sometido todas las cosas bajo nuestros pies, incluyendo las situaciones difíciles. No debemos permitir que las circunstancias nos distraigan; tampoco debemos creer en ellas. Olvidémonos de todo y simplemente tomemos la palabra, creámosla y declarémosla. ¡Aleluya por el poder que lo somete todo!

Damos gracias al Señor por el poder que reúne todas las cosas bajo una cabeza y que dio a Cristo por Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia. No debemos interpretar erróneamente lo que Pablo dijo en 1:22 y pensar que nosotros somos la cabeza; eso sería un grave error. Siempre debemos estar conscientes de que estamos sometidos a la Cabeza. Sin embargo, al estar sometidos a la Cabeza, participamos del poder que somete todas las cosas. Aunque no somos la Cabeza, participamos en el sometimiento de todas las cosas.

Ya que dentro de nosotros está el poder trascendente que nos pone por encima de todo, debemos levantarnos, salir de nuestra debilidad y creer en la palabra que afirma que estamos en dicha posición. Todos debemos ver esto, creerlo y declararlo. Además, debemos saber que todas las cosas están sometidas bajo nuestros pies. No creamos en nuestra condición; antes bien, tomemos la Palabra y proclamemos todo lo que ésta declara. Además, nosotros mismos debemos someternos a la autoridad de Cristo. Si lo hacemos, participaremos en el sometimiento de todas las cosas. El resultado de todo esto es la vida de iglesia. Todos los problemas que surgen en la vida de iglesia se deben a que no conocemos plenamente el poder divino. Si conocemos plenamente este poder y vivimos por él, llevaremos una vida de iglesia maravillosa, una vida de iglesia libre de problemas.

Que todos llevemos esto al Señor y oremos: “Señor, contesta en mi experiencia la oración del apóstol Pablo para que yo pueda recibir un espíritu de sabiduría y de revelación, que los ojos de mi corazón sean iluminados a fin de que yo conozca el poder que actúa para conmigo según la operación del poder de Tu fuerza. Quiero conocer el poder que operó en Cristo levantándolo de los muertos, sentándolo en los lugares celestiales por encima de todo, sometiendo todas las cosas bajo Sus pies y dándolo por Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia”. No es necesario interpretar las palabras que expresó

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Pablo en 1:19-22; simplemente debemos orar y tener comunión al respecto. Entonces, estos versículos llegarán a ser una realidad para nosotros. Que todos veamos este poder, que lo conozcamos, creamos en él y lo proclamemos.

CRISTO ES DADO POR CABEZASOBRE TODAS LAS COSAS A LA IGLESIA

En Efesios 1 Pablo ora pidiendo que recibiésemos un espíritu de sabiduría y de revelación en el pleno conocimiento de Dios. Según el contexto, tener el pleno conocimiento de Dios significa conocer la esperanza a que El nos ha llamado, la gloria de Su herencia en los santos y la supereminente grandeza de Su poder para con nosotros los que creemos. Conocer a Dios es conocer la esperanza, la gloria y el poder, pues El mismo está en ellos. Si afirmamos conocer a Dios sin conocer estas tres cosas, nuestro conocimiento de El es objetivo y no conforme a la experiencia. Pero conocer a Dios como la esperanza, la gloria y el poder es conocerlo según la experiencia y de manera subjetiva.

En la actualidad los creyentes, en su mayor parte, conocen a Dios solamente de manera objetiva, o sea, tienen un mero conocimiento de El. Para ellos, Dios está muy lejos, en los cielos; lo conocen únicamente como el objeto de su creencia y adoración, mas no como su esperanza, gloria y poder, ni como Aquel que opera en ellos para hacerlos santos y constituirlos hijos Suyos y herencia Suya.

SOMOS HECHOS HERENCIA DE DIOS

Hemos mencionado que el llamamiento de Dios es la suma total de las buenas palabras con las que El nos bendice. Sus bendiciones nos hacen santos y nos constituyen hijos de Dios y herencia de Dios. Así que, seremos un tesoro digno de ser la herencia de Dios. Dios es sublime, grandioso y sumamente precioso; con todo, El nos recibirá a nosotros como herencia. Pero si vemos nuestra condición, nos daremos cuenta de que no somos dignos de que El nos herede. Sin embargo, Dios operará en nosotros y nos hará dignos, preciosos y valiosos; hará de nosotros un tesoro único en el universo y nos recibirá como herencia. Dios nos considera a nosotros, Sus escogidos, Su posesión especial. No obstante, lo único que hará posible que seamos el tesoro de Dios, Su posesión peculiar, es que El opere en nuestro ser. Dios es el tesoro, y como tal, se forja a Sí mismo en nosotros para que seamos Su tesoro.

LA NUEVA JERUSALEN

Ya vimos que el ser hechos santos, ser constituidos hijos de Dios y llegar a ser Su herencia, son tres aspectos importantes de las bendiciones de Dios. Estos aspectos se ven en la Nueva Jerusalén. De acuerdo con Apocalipsis 21, la Nueva Jerusalén será una ciudad santa, una ciudad en la cual se verá la santidad de Dios. Además, la Nueva Jerusalén la conformarán los hijos de Dios. Apocalipsis 21:7 declara que el que venza heredará todas las cosas y será hijo de Dios. Esto indica que la Nueva Jerusalén es la totalidad de la filiación divina. Además, ella será un tesoro, una herencia, tanto para Dios como para nosotros. En la Nueva Jerusalén, Dios nos disfrutará como Su tesoro, y nosotros lo disfrutaremos a El como nuestro tesoro. Por tanto, la Nueva Jerusalén será una herencia mutua y una satisfacción mutua para Dios y para nosotros. La Nueva Jerusalén será la corporificación de la santidad, una entidad compuesta de los hijos de Dios y una herencia mutua para Dios y para el hombre. Además, la Nueva Jerusalén tendrá la gloria de Dios, la cual es la gloria de la herencia de Dios, las riquezas de la gloria de Su herencia entre los santos. Esta gloria es nuestra esperanza hoy.

EL PODER TODO-INCLUSIVO DE DIOS OPERA EN NOSOTROS LOS QUE CREEMOS

Esta esperanza se cumple por medio de la supereminente grandeza del poder de Dios. El poder que se manifiesta en el cristianismo fundamental es muy limitado, y el que experimentan en el cristianismo pentecostal es inadecuado. Efesios 1 habla de un poder que actúa para con nosotros los creyentes. Como personas que creemos en el Señor Jesús y en la Biblia, podemos proclamar: “¡Aleluya, yo creo! Creo en el Señor Jesús y creo en la Palabra de Dios”. Para recibir el poder divino, no es necesario ayunar ni orar, ya que este poder actúa para con nosotros los que creemos. Al creer, tenemos la posición y somos aptos para recibir el poder de Dios. ¡Aleluya! ¡Este poder opera en nosotros los que creemos!

La electricidad es un excelente ejemplo de esto. Cuando construimos nuestro salón de reuniones en Anaheim, instalamos la electricidad en él. Ahora la energía eléctrica opera en el edificio. El uso de esta energía depende de nosotros, y la usamos activando el interruptor. De la misma manera, la electricidad celestial fue instalada en nosotros, y el poder celestial opera en nosotros. La manera de recibir este poder no consiste en ayunar y orar por varios días, sino simplemente en usar el “interruptor”. Una forma de hacerlo es declarar varias veces lo que dice Efesios 1:19-23. Si declaramos estos versículos diez veces, nos llenaremos de poder. Sin embargo, si afirmamos constantemente que somos débiles, seremos de hecho débiles; pero si hablamos positivamente en fe, ejercitaremos todo nuestro ser y recibiremos el poder divino. Cuando hablamos por fe y recibimos el poder, todas las cosas negativas se desvanecen. Satanás no teme a las oraciones en las que suplicamos y rogamos; lo que le atemoriza es que hablemos en fe. Debemos decir: “Yo creo, y declaro que tengo el poder, que soy fuerte”. Esto no es superstición; es nuestra fe cristiana.

Con respecto a la fe, primero debe existir el hecho; Dios viene y nos habla de ello, y nosotros creemos lo que El dice. Así funciona la fe cristiana. Aunque no podemos ver el hecho de que Cristo resucitó de entre los muertos y que está sentado

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en los lugares celestiales por encima de todo, con todo y eso, permanece un hecho innegable. Además, es un hecho que todas las cosas fueron sometidas bajo Sus pies y que El fue dado por Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia. Estos son hechos que ocurrieron en el universo, y Dios, mediante Su santa Palabra, nos los hace saber. Luego nosotros creemos lo que El nos declara y expresamos lo que El expresa. Así funciona la fe. No solamente debemos leer y estudiar la Biblia, sino también proclamar lo que dice. Aunque algunas personas nos condenen por repetir los versículos de la Biblia, en lugar de cesar, los repetiremos más.

Actualmente se lleva a cabo en el universo una trasmisión, la cual proviene del Señor, quien está en los cielos, y llega a la iglesia. Efesios 1:19 dice que esta trasmisión actúa “para con nosotros los que creemos”. Además, 1:22 dice: “Y sometió todas las cosas bajo Sus pies, y lo dio por Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia”. La preposición “a” denota una trasmisión. El poder que actúa para con nosotros es el Dios Triuno mismo. Este poder no solamente es el poder creador, sino también el poder que pasó por la encarnación, crucifixión, resurrección y ascensión. Después de estos pasos, el Dios Triuno viene a nosotros como tal poder. Por tanto, este poder incluye el poder de la creación, la encarnación, la crucifixión, la resurrección y la ascensión. Es un poder todo-inclusivo. El poder que actúa para con nosotros los que creemos es el propio Dios Triuno, el Creador del universo, quien se encarnó, pasó por la crucifixión, entró en la resurrección, ascendió y descendió a nosotros. Este poder fue instalado en nosotros, así como la electricidad se instala en un edificio.

Debemos creer que este poder está ahora en nosotros. Muchos de nosotros somos muy naturales, muy lógicos, y decimos: “¿Cómo es posible que este poder esté en mí? Sé que me arrepentí, que confesé mis pecados a Dios, y creo y confío en El. Entiendo que Dios me salvó, me perdonó y me purificó con la preciosa sangre de Cristo; con todo, en el momento que creí no sentí que el poder divino fuera instalado en mí. ¿Quiere usted decir que un poder todo-inclusivo, el Padre, el Hijo y el Espíritu, el poder que operó en la creación, la encarnación, la crucifixión, la resurrección y la ascensión, se haya forjado en mí? Simplemente no siento que tenga ese poder, y sería ilógico afirmar que lo tenga”. La lógica siempre se opone a la fe y viceversa. Con respecto al poder divino que se trasmite continuamente a nosotros, no tratemos de ser lógicos; simplemente ejerzamos la fe.

Analicemos esto de otra manera. Nosotros nacimos de nuevo, fuimos regenerados. Nacer de nuevo significa que Dios nace en nosotros. ¿Cree que Dios nació en usted? El Dios que nació en usted es el Padre, el Hijo y el Espíritu. Cuando esto sucedió, El ya había pasado por la creación, la encarnación, la crucifixión, la resurrección y la ascensión. ¿Estuvo usted consciente de todo esto cuando fue regenerado? Si estuvo o no consciente de ello, no tiene ninguna importancia; lo importante es que usted crea todo lo que la Biblia dice. Cuando la Biblia afirma que usted es un pecador, debe decir: “Amén”, y cuando le exhorta a arrepentirse, debe arrepentirse. En el momento en que creyó en el Señor, algo le ocurrió a usted y en usted, aunque quizás no lo entendió. Lo que sucedió fue que el poder, el Dios Triuno mismo, fue instalado en usted.

LA NECESIDAD DE CONOCER ESTE PODER

Debido a que es crucial que los creyentes conozcan debidamente este poder, el apóstol Pablo oró pidiendo que recibiésemos un espíritu de sabiduría y de revelación en el pleno conocimiento de Dios y que conociésemos la supereminente grandeza del poder que es para con nosotros los que creemos. Si bien es cierto que dentro de nosotros está este poder grande y supereminente, nuestra necesidad hoy es conocerlo. Estemos conscientes o no, actualmente se lleva a cabo una trasmisión desde el tercer cielo, donde está Dios, hasta nosotros. Es esta trasmisión la que nos distingue de los incrédulos. Gracias al poder que actúa en nosotros, nos es imposible abandonar nuestra fe. Quiero reiterar que dentro de nosotros está instalado el poder divino, y que este poder es el Dios Triuno, quien pasó por la creación, la encarnación, la crucifixión, la resurrección y la ascensión, y que se instaló en nosotros como el poder todo-inclusivo. Así que, existe una conexión divina entre nosotros y el tercer cielo. Lo que necesitamos ahora es conocer la supereminente grandeza de este poder.

LA RELACION ENTRE LA PROCLAMACION Y LA EXPERIENCIA

Debemos leer repetidas veces estos versículos de Efesios hasta que dejen una profunda impresión en nosotros y los podamos proclamar. Debemos declararlos todos los días a nosotros mismos, a nuestros familiares, a los hermanos y hermanas, a los ángeles, a los demonios y a todo lo creado. Cuanto más hablemos de este poder, más experimentaremos su trasmisión a nosotros.

Finalmente, si ejercemos fe en esta trasmisión y proclamamos lo que creemos, la iglesia surgirá de una manera práctica. Cristo fue dado por Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia. Debemos creer esto y declararlo continuamente. Si deseamos llevar una vida de iglesia mejor, les sugiero que todos proclamemos Efesios 1:19-23 diez veces al día, y veamos lo que sucede. Es mucho mejor hablar de esto, que hablar vanamente de los hermanos y hermanas, o de los problemas de la iglesia. Criticar a los santos no nos levanta ni nos fortalece; al contrario, nos debilita. Si todos los santos hablan de esta manera, la vida de iglesia desaparecerá. Por tanto, declaremos 1:19-23 y olvidémonos de la condición de las iglesias, los ancianos y los hermanos y hermanas. Insto a que por un período de diez días, toda la iglesia proclame estos versículos diez veces al día. Estoy seguro de que si lo hacemos, la vida de iglesia se elevará, pues al proclamar esto, activaremos la trasmisión. De esta manera se nos infundirá el poder divino, procedente de la trasmisión celestial. Puedo testificar por experiencia que esto sucederá.

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Nosotros somos demasiado naturales, lógicos y bajos. Olvidémonos de la condición de las iglesias y de los santos, y volvámonos a lo que Dios dice; volvamos a Su Palabra pura. Creámosla y proclamémosla. Si lo hacemos, experimentaremos la trasmisión celestial, la cual nos infundirá al Dios Triuno, quien es el poder todo-inclusivo. Este gran poder se trasmite a la iglesia. Al experimentar el poder divino, tendremos una vida de iglesia sólida.

En lugar de estudiar Efesios 1 doctrinalmente, debemos creer en el hecho universal que Dios proclama ahí. Y no solamente debemos creerlo, sino también repetirlo continuamente. De esta manera experimentaremos el poder divino que se trasmite a la iglesia.

LA IGLESIA ES EL CUERPO DE CRISTO

Efesios 1:22 y 23 dice: “Y sometió todas las cosas bajo Sus pies, y lo dio por Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es Su Cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo”. En este pasaje, las palabras “a” (v. 22) y “para con” (v. 19) aluden a una trasmisión que se lleva a cabo de Cristo a la iglesia. Ni siquiera nosotros, los que estamos en la vida de iglesia, sabemos plenamente lo que transcurre entre Cristo y la iglesia. Dicha trasmisión se inició en el día de Pentecostés y continúa hasta el día de hoy.

UNA TRASMISION CONTINUA

Esta trasmisión no se efectúa de una vez por todas. Según nuestra mentalidad, hay ciertas cosas que ocurren de una sola vez y para siempre. Tomemos por ejemplo el hecho de ser crucificados con Cristo. Los que hacen hincapié en el aspecto objetivo de las enseñanzas de la Biblia afirman que nuestra crucifixión con Cristo ocurrió de una vez por todas. En cierto sentido estoy de acuerdo con esto, porque Cristo murió y no necesita morir otra vez. Además, El fue resucitado de una vez por todas y no necesita volver a resucitar. Todo lo que El logró por nosotros, lo hizo de una vez por todas. Sin embargo, no sucede lo mismo con la aplicación, la cual aún continúa. Según Gálatas 2:20, pareciere que Pablo fue crucificado juntamente con Cristo de una vez por todas; sin embargo, conforme a 2 Corintios 4, la muerte de Cristo operaba en él continuamente. Así que, por un lado, la muerte de Cristo ocurrió una sola vez y para siempre, pero por otro, la experimentamos durante toda nuestra vida cristiana. De la misma manera, el poder que operó en Cristo al resucitarlo de los muertos, al sentarlo a la diestra de Dios en los lugares celestiales, al someter todas las cosas bajo Sus pies y al darlo por Cabeza sobre todas las cosas, operó una sola vez y para siempre. No obstante, Cristo, quien es la Cabeza de todas las cosas, fue dado a la iglesia, y la supereminente grandeza del poder que operó en El actúa para con nosotros los que creemos. El poder divino no se trasmite a la iglesia de una vez por todas; al contrario, es trasmitido de manera continua.

Esta trasmisión comenzó el día de Pentecostés y sigue continuando hasta el día de hoy; sigue activa ahora en torno a la iglesia. Aunque la electricidad fue instalada en nuestro edificio una sola vez, ésta se trasmite continuamente. Del mismo modo, todo lo que logró Cristo en calidad de Cabeza, se trasmite continuamente a Su Cuerpo. El poder divino se seguirá trasmitiendo a la iglesia por la eternidad y nunca cesará.

SOMOS EL CUERPO EN LA NUEVA CREACION

Desde que llegué a este país, he oído a los cristianos hablar del Cuerpo y del ministerio del Cuerpo. Esto me ha inquietado mucho, porque me doy cuenta de que no saben lo que dicen. Cuando hablan del ministerio del Cuerpo, ellos se refieren a tener varios predicadores en lugar de uno solo. El Cuerpo no es una organización, sino un organismo constituido por todos los creyentes regenerados, y tiene como fin que la Cabeza se exprese y lleve a cabo Sus actividades.

El Cuerpo es producto del Cristo encarnado, crucificado, resucitado, ascendido, quien descendió a la iglesia. En nuestra vida natural, no somos aptos para formar parte del Cuerpo; sólo somos buenos para que se nos ponga fin y se nos sepulte, a fin de que seamos resucitados. Por naturaleza, ni siquiera nuestro espíritu es útil para formar parte de Cristo. Antes de que Cristo fuera crucificado y de que resucitara, no existía el Cuerpo. El tenía muchos seguidores, mas no el Cuerpo. El Cristo encarnado no podía producir el Cuerpo; El tenía que ser crucificado para eliminar la carne, el hombre natural y la vieja creación en su totalidad. Después de acabar con todo esto por medio de Su crucifixión, Cristo entró en resurrección para hacer germinar algo nuevo. Por consiguiente, el Cuerpo llegó a existir después de la resurrección de Cristo. En nuestra vida natural y en la vieja creación no somos el Cuerpo; pero sí lo somos en la nueva creación que fue germinada por la vida de resurrección de Cristo.

Por medio de la encarnación, Dios el Creador se hizo un hombre de nombre Jesús. Aunque Dios vivía, se movía y actuaba en Jesús, era imposible que existiera el Cuerpo, pues para ese entonces Jesús todavía no era la Cabeza. Fue después de que El ascendió a los cielos que Dios lo dio por Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia. Por medio de la muerte todo-inclusiva de Cristo, la vieja creación, que incluye nuestro viejo hombre, nuestra carne y nuestro ser natural, llegó a su fin. Después de Su crucifixión, Cristo llevó consigo la vieja creación a la tumba y la sepultó allí. Cuando El entró en resurrección con la nueva creación, dejó en la tumba la vieja creación. Luego ascendió a los cielos y fue dado por Cabeza sobre todas las cosas.

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Se requirió un poder extraordinario para enviar una nave espacial de la tierra a la luna. Pero el poder que se necesitó para que Cristo ascendiera de la tierra al tercer cielo fue todavía mayor. Fue la supereminente grandeza del poder de Dios la que resucitó a Cristo de los muertos, lo sentó a la diestra de Dios en los lugares celestiales, sometió todas las cosas bajo Sus pies y lo dio por Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia. Ahora este poder se trasmite a la iglesia.

Como ya mencionamos, en el día de Pentecostés, el Cristo crucificado, resucitado y ascendido, quien fue dado por Cabeza sobre todas las cosas, comenzó a trasmitir a la iglesia todo lo que El llevó a cabo, logró y obtuvo. Desde ese día, esta trasmisión no ha cesado, lo cual indica que ella tiene un comienzo, mas no un final. Después de todos los maravillosos pasos que dio el Dios Triuno, tales como la creación, la encarnación, la crucifixión, la resurrección y la ascensión, El entró en la iglesia con todos Sus logros. Así que, la iglesia, el Cuerpo, es una entidad que existe totalmente en resurrección y ascensión, donde tanto los elementos naturales como la vieja creación quedan eliminados. El Cuerpo, un organismo en resurrección y en ascensión, existe completamente en la nueva creación y no tiene nada que ver con la vieja creación. Si alguien todavía vive conforme al viejo hombre, al hombre natural, o a la carne, no forma parte del Cuerpo. Cada parte del Cuerpo pertenece a la nueva creación. Muchos de los que hablan acerca del Cuerpo y del ministerio del Cuerpo son personas naturales y carnales; no viven en resurrección. Es necesario que todos entendamos que el Cuerpo llegó a existir cuando Cristo ascendió. Habiendo ascendido a la diestra de Dios, El trasmite Sus logros a la iglesia ininterrumpidamente. Así llega a existir la iglesia.

DOS CREACIONES

Con respecto a nosotros los que creemos, existen dos creaciones: la vieja creación y la nueva. Debemos reconocer que la vieja creación todavía está con nosotros. ¡Detesto que todavía permanezca con nosotros y quisiera despojarme de ella! A algunos cristianos, sin embargo, no les molesta; más bien, la aprecian. ¿Aborrece usted realmente la vieja creación, la carne y el hombre natural? Lo dudo. Si yo lo reprendiera a usted por ser natural y carnal, se ofendería. Pero si lo alabara y le dijera cuán simpático y bueno es, se sentiría halagado. Esta es una prueba contundente de que todavía le gusta el viejo hombre. Si aborreciera su carne y su hombre natural, no le molestaría ser reprendido; por el contrario, se sentiría agradecido.

LA TRASMISION DEL CRISTO ASCENDIDO PRODUCE EL CUERPO

Hemos visto que el Cuerpo de Cristo no existía antes de la crucifixión de Cristo, sino que se produjo después de la ascensión, cuando algo del Cristo ascendido se infundió en los creyentes. Esto indica que la trasmisión del Cristo ascendido produce el Cuerpo. Todo lo que hablemos en la vida de iglesia, en el ministerio, o en la comunión, debe ser fruto de esta trasmisión. Si lo que expresemos proviene de dicha trasmisión, proviene del Cuerpo; de lo contrario, proviene de otra fuente. En el Cuerpo no hay nada natural, nada de la carne, nada de la vieja creación. Todos debemos tener esta visión. Debemos leer estos versículos una y otra vez hasta que la luz resplandezca sobre nosotros. Cuando recibamos esta visión, diremos: “Indudablemente el Cuerpo no proviene del hombre natural, sino de la trasmisión del Cristo ascendido”. ¡Alabado sea el Señor porque en la vida de iglesia se lleva a cabo la trasmisión celestial en todos nosotros!