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4. Los fueros de las ciudades Si los métodos nuevos o renovados de protección militar la muralla y el ejército ciudadanoaseguraron una nueva popularidad a las ciudades como lugares de residencia y de trabajo protegido por la sociedad. hubo, empero, un conjunto específico de motivos económicos que explica los progresos que hizo este movimiento. La liberación de las ciudades fue un paso dado hacia el ordenamiento eficaz de la vida económica: el reemplazo del trueque por el intercambio monetario y del servicio para toda la vida por el trabajo por pieza o el contrato temporario. En resumen, para usar la vieja distinción de sír Henry Maine, el paso de la posición jerárquica al contrato. El mito del siglo XVIll del contrato social fue una racionalización de la tase política de la ciudad medieval, cuya supervivencia en Ginebra conocía el ciudadano Jean-Jacques Rousseau, y cuya independencia y respeto de sí misma valoraba. Pues la ciudad corporativa a menudo se basaba, en realidad, en un contrato social entre el terrateniente y los pobladores o habitantes: aparecía como consecuencia de una transacción en que ambas partes daban y recibían valores, y no en primer término como resultado de la conquista militar, como ocurría en los ejemplos más antiguos. Esto, si no me equivoco, constituyó otro hecho nuevo en la historia urbana. La misma corporación, según ha observado F. W. Maitland, "apareció con la vida urbana". El movimiento de las ciudades, desde el siglo X en adelante, es una historia de antiguas poblaciones urbanas que se convierten en ciudades más o menos autónomas y de nuevas poblaciones que se constituyen bajo los auspicios del señor feudal, dotadas de privilegios y derechos que servían para atraer grupos permanentes de artesanos y mercaderes. Los fueros urbanos, otorgados a ambos tipos de ciudad, constituían un contrato social; la ciudad libre gozaba de seguridad tanto jurídica como militar, y el hecho de vivir en una ciudad corporativa durante un año y un día eliminaba las obligaciones de la servidumbre. De aquí que la ciudad medieval se convirtiera en un ambiente selectivo que recogía en su seno la parte de la población rural que era más diestra, más audaz, más destacada, y, por esto, probablemente la más inteligente. La ciu- dadanía misma y la libre asociación reemplazaron los antiguos vínculos de la sangre y el suelo, de la lealtad familiar y feudal. El grupo profesional especializado complementaba ahora, en un nuevo conjunto de relaciones y deberes, los grupos de la familia y el vecindario: todo tenía su lugar en la nueva ciudad. El interés político en el período medieval se centra, por lo común, en la lucha por el poder entre la burguesía urbana y sus señores: los condes, los obispos y los reyes. De este modo se tiende a descuidar el papel que desempeñó el propio feudalismo en el fomento del desarrollo de las ciudades. Muchos de Sos conflictos en ¡03 antiguos centros se debieron a intentos de imponer duras condiciones a los nuevos ciudadanos y no a una resistencia absoluta al otorgamiento de todo privilegio. Pues los grandes propietarios fundaron ciudades nuevas en gran escala en todas partes de Europa, sobre todo en las proximidades de las fronteras. Si bien muchas aldeas que alcanzaron prematuramente la condición jurídica de ciudad no crecieron nunca lo suficiente como para justificar el título, más sorprendente resulta el número de ciudades que partieron de la nada. En una monografía sobre los burgos escoceses, J. M. Houston señala que las pruebas existentes no muestran una evolución paulatina de las comunidades agrícolas a las ciudades: los fueros de Ayr. Dumbar-ton, Canningate y St. Andrew implican que los privilegios de los ciudadanos estaban supeditados al establecimiento en la tierra situada dentro del burgo. Era una especie de sistema de plantación urbana. También en este caso era la ciudad un fait du prince. Muchas de las ciudades nuevas eran puestos de frontera, como en Gaseonia, Gales y Pomerania; y, en su modo de ocupación. se asemejaban a las fundaciones muy posteriores en América, por cuanto permitían que gentes descontentas con las condiciones existentes en partes más pobladas de Europa se desentendieran de ellas y empezaran de nuevo. Sobre el aspecto político, citaré a Thomas Frederick Toiit, cuyo estudio sobre el planeamiento urbano medieval constituyó un mojón en la bibliografía en inglés sobre este tema. "La necesidad política de formar ciudades apareció antes que la necesidad económica. En los modestos comienzos de las nuevas ciudades de la Edad Media, las consideraciones militares eran siempre primordiales. Un señor poderoso conquistaba una zona contigua a sus antiguos dominios o deseaba defender su frontera contra un enemigo próximo. Construía rudimentarias fortalezas y alentaba a sus subditos a vivir en ellas, de modo que pudiera asumir la responsabilidad de su defensa permanente." En un sentido, estas poblaciones, al igual que en el caso de las colonias militares, eran un sustituto barato de un ejército permanente. Al otorgar al nuevo ciudadano el derecho a portar armas, el señor eludía la necesidad de tener que hacerle otro pago por su uso. Como el siervo, después de todo, tenía un título permanente sobre la tierra a la que estaba atado, hacía falta alguna otra carnada para alejarlo trescientos o quinientos kilómetros. Por primera vez tenía capacidad para negociar y el propietario se veía obligado a satisfacer a medias las condiciones

Eje Temático I-4-MUNFORD_Los Fueros de Las Ciudades

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  • 4. Los fueros de las ciudades

    Si los mtodos nuevos o renovados de proteccin militar la muralla y el ejrcito ciudadano aseguraron una nueva popularidad a las ciudades como lugares de residencia y de trabajo protegido por la sociedad. hubo, empero, un conjunto

    especfico de motivos econmicos que explica los progresos que hizo este

    movimiento. La liberacin de las ciudades fue un paso dado hacia el ordenamiento

    eficaz de la vida econmica: el reemplazo del trueque por el intercambio monetario

    y del servicio para toda la vida por el trabajo por pieza o el contrato temporario. En

    resumen, para usar la vieja distincin de sr Henry Maine, el paso de la posicin

    jerrquica al contrato.

    El mito del siglo XVIll del contrato social fue una racionalizacin de la tase poltica

    de la ciudad medieval, cuya supervivencia en Ginebra conoca el ciudadano

    Jean-Jacques Rousseau, y cuya independencia y respeto de s misma valoraba. Pues

    la ciudad corporativa a menudo se basaba, en realidad, en un contrato social entre el

    terrateniente y los pobladores o habitantes: apareca como consecuencia de una

    transaccin en que ambas partes daban y reciban valores, y no en primer trmino

    como resultado de la conquista militar, como ocurra en los ejemplos ms antiguos.

    Esto, si no me equivoco, constituy otro hecho nuevo en la historia urbana. La

    misma corporacin, segn ha observado F. W. Maitland, "apareci con la vida

    urbana".

    El movimiento de las ciudades, desde el siglo X en adelante, es una historia de antiguas poblaciones urbanas que se convierten en ciudades ms o menos

    autnomas y de nuevas poblaciones que se constituyen bajo los auspicios del seor feudal, dotadas de privilegios y derechos que servan para atraer grupos

    permanentes de artesanos y mercaderes.

    Los fueros urbanos, otorgados a ambos tipos de ciudad, constituan un contrato

    social; la ciudad libre gozaba de seguridad tanto jurdica como militar, y el hecho de

    vivir en una ciudad corporativa durante un ao y un da eliminaba las obligaciones

    de la servidumbre. De aqu que la ciudad medieval se convirtiera en un ambiente

    selectivo que recoga en su seno la parte de la poblacin rural que era ms diestra,

    ms audaz, ms destacada, y, por esto, probablemente la ms inteligente. La ciu-

    dadana misma y la libre asociacin reemplazaron los antiguos vnculos de la sangre

    y el suelo, de la lealtad familiar y feudal. El grupo profesional especializado

    complementaba ahora, en un nuevo conjunto de relaciones y deberes, los grupos de

    la familia y el vecindario: todo tena su lugar en la nueva ciudad.

    El inters poltico en el perodo medieval se centra, por lo comn, en la lucha por el

    poder entre la burguesa urbana y sus seores: los condes, los obispos y los reyes.

    De este modo se tiende a descuidar el papel que desempe el propio feudalismo

    en el fomento del desarrollo de las ciudades. Muchos de Sos conflictos en 03

    antiguos centros se debieron a intentos de imponer duras condiciones a los nuevos

    ciudadanos y no a una resistencia absoluta al otorgamiento de todo privilegio. Pues

    los grandes propietarios fundaron ciudades nuevas en gran escala en todas partes

    de Europa, sobre todo en las proximidades de las fronteras. Si bien muchas aldeas

    que alcanzaron prematuramente la condicin jurdica de ciudad no crecieron nunca

    lo suficiente como para justificar el ttulo, ms sorprendente resulta el nmero de

    ciudades que partieron de la nada. En una monografa sobre los burgos escoceses,

    J. M. Houston seala que las pruebas existentes no muestran una evolucin

    paulatina de las comunidades agrcolas a las ciudades: los fueros de Ayr.

    Dumbar-ton, Canningate y St. Andrew implican que los privilegios de los

    ciudadanos estaban supeditados al establecimiento en la tierra situada dentro del

    burgo. Era una especie de sistema de plantacin urbana.

    Tambin en este caso era la ciudad un fait du prince. Muchas de las ciudades

    nuevas eran puestos de frontera, como en Gaseonia, Gales y Pomerania; y, en su

    modo de ocupacin. se asemejaban a las fundaciones muy posteriores en Amrica,

    por cuanto permitan que gentes descontentas con las condiciones existentes en

    partes ms pobladas de Europa se desentendieran de ellas y empezaran de nuevo.

    Sobre el aspecto poltico, citar a Thomas Frederick Toiit, cuyo estudio sobre el planeamiento urbano medieval constituy un mojn en la bibliografa en ingls sobre este tema. "La necesidad poltica de formar ciudades apareci antes que la

    necesidad econmica. En los modestos comienzos de las nuevas ciudades de la Edad Media, las consideraciones militares eran siempre primordiales. Un seor

    poderoso conquistaba una zona contigua a sus antiguos dominios o deseaba defender su frontera contra un enemigo prximo. Construa rudimentarias

    fortalezas y alentaba a sus subditos a vivir en ellas, de modo que pudiera asumir la responsabilidad de su defensa permanente."

    En un sentido, estas poblaciones, al igual que en el caso de las colonias militares, eran un sustituto barato de un ejrcito permanente. Al otorgar al nuevo ciudadano el derecho a portar armas, el seor eluda la necesidad de tener que hacerle otro

    pago por su uso. Como el siervo, despus de todo, tena un ttulo permanente sobre la tierra a la que estaba atado, haca falta alguna otra carnada para alejarlo

    trescientos o quinientos kilmetros. Por primera vez tena capacidad para negociar y el propietario se vea obligado a satisfacer a medias las condiciones

  • solicitadas por el posible poblador. En general, la pertenencia a la comunidad

    urbana corporativa, incluso en un pueblecillo tan insignificante como Lorris, en Francia (que no obtuvo un derecho general al gobierno propio), equivala a verse

    liberado de hacer pagos forzosos as como del servicio militar feudal y, tambin, a

    tener libertad para vender los bienes que se tuvieran y marcharse a otra parte. La

    ciudadana daba a su poseedor la movilidad de su persona. Es necesario que haga hincapi en cuan indispensable fue esto para el surgimiento de una clase

    mercantil, lo mismo que para los artesanos, quienes perfeccionaban su arte

    trabajando como oficiales con diferentes maestros, en otras ciudades?

    Por la fuerza de las armas, mediante tratativas. por compra directa o mediante una

    u otra combinacin de estos diversos medios, las ciudades conquistaron el derecho a celebrar un mercado peridico, el derecho a estar sujetas a una ley

    especial del mercado, el derecho a acuar moneda y a establecer pesas y medidas,

    el derecho de los ciudadanos a ser juzgados en sus tribunales locales. segn sus

    leyes y ordenanzas locales, y el derecho, no menos digno de atencin, de portar armas. Estas facultades, sobre las que en otro tiempo tuviera prioridad la

    ciudadela, pertenecan ahora a la ciudad y cada ciudadano tena su

    responsabilidad en ejercerlas.

    Es probable que el derecho de! ciudadano a portar armas contribuyera mucho ms que la invencin de la plvora a reducir el poder de la nobleza feudal: acaso los

    burgueses de Flandes no derrotaron la flor de la caballera francesa en el campo de

    batalla, sin contar con la plvora? Se encuentra un ltimo eco de esa nota

    particular en materia de libertad urbana en la disposicin. constitucional de los Estados Unidos de Amrica, que consigna que no se privar al ciudadano de su

    derecho a portar armas, si bien es en la democrtica Suiza, con su vigorosa

    tradicin municipal, donde an se sustancia este derecho mediante la norma de

    entregar a cada miembro de la reserva del ejrcito, cuando se lo licencia, su fusil y sus pertrechos. Por lo que hace a los fueros mismos, dieron lugar a la ficcin legal,

    que an se conserva reverentemente. de que la propia ciudad es una criatura del

    Estado y que existe por conocimiento tcito. En los hechos, todas las actuales

    ciudades histricas de Europa son ms antiguas que el Estado que sostiene legal-mente estos derechos y tenan una existencia independiente antes de que se

    reconociera su derecho a existir.

    Todos estos derechos podan o no llevar a una completa autonoma local. exenta de todo gnero de injerencia, como en las grandes ciudades han-seticas de

    Hamhurgo, Bremen y Lbeck, que funcionaron orgullosamente como ciudades

    libres hasta la poca de Bismarck. Pero, en* cualquier

    caso, dotaban -a la comunidad local de la mayora de los rasgos del que hoy recibe

    el nombre de Estado soberano: y por esto mismo trasmitieron. a su tiempo, a las

    entidades nacionales ms vastas que las engulleron. los celos y las rivalidades que

    distinguieron a la ciudad amurallada.'

    Cuando un seor feudal deseaba dinero para crear un ejrcito, para participar de las

    Cruzadas o para gozar de los nuevos lujos que pasaban a Europa, contaba con una fuente econmica principal de riqueza, a saber, sus tierras. Conforme con la

    costumbre feudal, no podra trasferir la propiedad de la tierra o venderla; pero,

    dividindola, fomentando el crecimiento de las viejas poblaciones mediante la

    concesin de la autonoma. y fundando nuevos centros, poda aumentar sus rentas anuales.

    Por ms que, en razn de los acostumbrados arriendos a largo plazo, las rentas

    aumentaran lentamente para el propietario original, sus herederos. en cambio, se

    beneficiaran, con el correr del tiempo, por el inmerecido incremento del crecimiento y la prosperidad de la ciudad.

    No se debe olvidar que, incluso en Londres, y esto hasta nuestros propios das, unos

    cuantos propietarios feudales, como el duque de Bedford. el duque de Westminster y la Corona, han detentado ttulos sobre las zonas ms intensamente explotadas. En

    el derecho germnico, la tierra estaba colocada en una categora especial que la

    separaba de los edificios y de los bienes personales; v una vez que la propia tierra

    pas a ser objeto de comercio, comprable y vendible como cualquier otro bien, la ciudad medieval, como institucin corporativa, qued condenada ' a muerte.

    Casi tan importantes como la renta de la tierra en los centros urbanos eran las

    fuentes especiales de renta urbana en que tena una participacin el propietario de la

    tierra: los derechos de peaje en los puentes y el mercado local, los impuestos de aduana y las multas de los tribunales. todos los cuales se multiplicaron a medida que

    aument la poblacin de la ciudad. Algunos de estos antiguos tributos subsistieron

    en Europa como, por ejemplo, el impuesto a los carros y vehculos entrantes hasta pleno siglo XX, incluso en la metropolitana Pars.

    Inicialmente. en una poblacin pionera, podra resultar necesario liberar de

    impuestos al recin llegado, siempre que edificara una casa: la exencin de

    impuestos para promover la construccin de viviendas es un treta muy antigua.

    Como sucede con todas las empresas especuladoras, unas ciudades podran rebasar

    las esperanzas de sus seores: en tanto que otras, como muchas

  • de la3 poblaciones fortificadas (bastides) en el sur de Francia, podran permanecer

    tanto econmica como socialmente amodorradas. Aigues Mortes, el otrora activo puerto de embarcacin para las Cruzadas, slo subsiste como una pieza de museo.

    Pero la construccin de ciudades en si misma fue una de las principales empresas

    industriales en la temprana Edad Media.

    Ahora podemos comprender, tal vez, la actitud del feudalismo ante este movimiento. La ciudad libre constitua una nueva fuente de riqueza; pero la

    desafiante confianza en s misma e independencia de la gente que se sumaba a la

    comuna era una amenaza para la totalidad del rgimen feudal. La ciudad concentraba mano de obra, poder econmico y armas de defensa: sus ejrcitos

    ciudadanos, mucho ms que los siervos que slo servan a su amo, tenan algo que

    defender. Estaban dispuestos a combatir por la libertad que haban ganado, los

    hogares que haban levantado, la ciudad que haban contribuido a crear. En tanto- que el campo de batalla, el torneo y la cacera eran los puntos centrales de la vida

    feudal, la ciudad brindaba recursos econmicos y culturales que ni siquiera los ms

    grandes castillos podan ofrecer. En Italia, las posibilidades de vida civil atrajeron a

    los nobles y a los terratenientes menores a las ciudades; y si no adoptaron la residencia urbana espontneamente, a veces lo hicieron bajo compulsin

    municipal, de modo que los burgueses pudieran vigilarlos. Pero en la Europa

    septentrional esta clase se mantuvo durante largo tiempo alejada de la ciudad, fiel a

    las caceras de osos, a la vida al aire libre y los humeantes salones solariegos, permaneciendo ms emparentados con los campesinos que opriman que con los

    habitantes de las ciudades a quienes haban liberado.

    Hasta en Italia se ensanch el claro entre estos dos aspectos del ambiente.

    A medida que las ocupaciones urbanas, por su mismo xito, alejaban cada vez ms

    las ocupaciones rurales que la ciudad hasta entonces albergaba, el antagonismo entre la ciudad y el campo se agudiz. Pues la ciudad era una sociedad excluyente,

    basada en la asociacin voluntaria con un objetivo comn. Todo ciudadano, en

    relacin con Ios-campesinos pegados a la tierra, tena algo de estirado, con ese

    estiramiento que slo consiguen el advenedizo y el nuevo rico. Este hecho contribuira, a su debido tiempo, a desbaratar la libertad urbana y la autonoma de

    gobierno. Por excluir el campo de sus privilegios, la ciudad se encontr, a partir del

    siglo XVI, enfrentada por un competidor econmico, cuya misma falta de

    proteccin y reglamentacin convidaba a nuevas empresas econmicas y a un tipo turbulento de desarrollo urbano.

    5. El predominio de la Iglesia

    Las ideas e instituciones de la civilizacin medieval slo nos interesan aqu en la medida que influyeron sobre la estructura de las ciudades y el desarrollo de los

    rganos de su vida cultural. Pero, a menos que se entiendan estas ideas, quedar

    sin explicacin la preponderancia de grandes estructuras cvicas consagradas a oficios religiosos.

    En la Europa occidental, despus de la cada del Imperio Romano, la nica

    asociacin poderosa y universal era la Iglesia. La pertenencia a dicha asociacin

    era tericamente voluntaria y prcticamente obligatoria.

    Quedar excluido de su comunin constitua un castigo tan grande que, hasta el

    siglo xvi, incluso los reyes temblaban ante la amenaza de excomunin. Desde la

    ms pequea aldea con su iglesia parroquial hasta la ciudad ms grande con su

    catedral, sus mltiples iglesias, sus monasterios y santuarios, la presencia de la Iglesia era visible en toda comunidad: sus flechas eran lo primero que vea el

    viajero en el horizonte y su cruz era el ltimo smbolo que se expona a los ojos de

    los agonizantes.

    En una cultura caracterizada por asombrosas variedades de dialecto, ley, cocina, pesos y medidas, y moneda, la Iglesia ofreca un hogar comn, a decir verdad un

    refugio universal: el mismo credo, los misinos oficios, las mismas misas,

    celebradas con los mismos gestos, en el mismo orden, con el mismo propsito,

    desde un extremo de Europa hasta el otro. La estricta uniformidad romana nunca sirvi ms a la humanidad que en este periodo. En los oficios ms importantes de

    la vida, la ms modesta aldea estaba a la misma altura de una metrpolis.

    La Iglesia universal daba a todas las comunidades, grandes o pequeas, un objetivo comn; pero la unidad conseguida de este modo alentaba, en ve2 de

    suprimir, su diversidad y particularidad.

    Las divisiones polticas fundamentales de la sociedad, subyacentes a todos los

    dems vnculos y lealtades, eran la parroquia y la dicesis.

    No se trataba de zonas abstractas marcadas en un mapa, sino que cada una de ellas

    tena, en su centro, una morada comn para el culto y una autoridad espiritual

    nombrada que representaba al Papa. En Inglaterra, segn G. G. Coulton, haba

    una iglesia parroquial por cada cien familias. y haba muchas aldeas y poblaciones donde mucho menos de cien familias tenan una iglesia. La forma

    universal de impuesto era el diezmo, vale decir, una dcima parte de la renta

    anual, dedicada al

  • sostn del gran establecimiento de Roma, en parte para el mantenimiento y en

    parte para nuevas inversiones.

    Naturalmente, los funcionarios residentes en las iglesias, aparte de los

    establecidos en monesterios, formaban un sector no reducido de la comunidad.

    En 1314, la pequea poblacin de Cirencester, en Inglaterra, contaba con 105 aclitos, 140 subdiconos, 133 diconos y 85 sacerdotes, unos 463 en total. Una

    buena parte de las actividades econmicas de la comunidad se dedicaban al

    sostn del clero y de los que estaban al servicio del clero, en tanto que,

    anlogamente, una gran parte de su capital, desviada por la Iglesia de otras posibles empresas. se destinaba a la construccin y el mantenimiento de edificios

    eclesisticos, como ser catedrales, iglesias, monasterios, hospitales, casas de

    caridad y escuelas, con toda su riqueza de estatuas, imgenes y pinturas.

    La principal ocupacin de esta comunidad no consista en el comercio, por muy vidamente que se entregaran los mercaderes, en su calidad de individuos, a

    amasar fortunas: la principal ocupacin era la veneracin y la glorificacin de

    Dios, y. al borde de la muerte, si no en medio de su vida orgullosa. codiciosa, taimada y dominadora, tanto el mercader como el seor recordaran esa

    obligacin al dar destino a -sus bienes.

    La propia Iglesia era una institucin multilateral; y el edificio de la iglesia desempeaba muchas funciones que ulteriormente seran separadas y asignadas a

    instituciones seculares especializadas. Pero, hasta en su nivel ms modesto, en la

    parroquia de la ciudad, la iglesia era un centro vecinal, un foco de la vida diaria de

    la comunidad: y ningn barrio era tan pobre que careciera de su iglesia, por ms que en el centro de la poblacin se levantara una vasta catedral, con capacidad

    suficiente para dar cabida a todos sus ciudadanos en las ocasiones solemnes o

    festivas.

    En s, la iglesia local poda ser a menudo un "museo de la fe cristiana", as como casa del culto. La presencia de un santo ermitao, encerrado en su celda cerca de sus puertas, o incluso los huesos y reliquias de un santo de esta ndole, resultaran

    una atraccin para las gentes piadosas; y tanto ms si tena reputacin de poseer

    poderes milagrosos. Iglesias y monasterios que posean tales reliquias se

    convertan en metas de peregrinajes; cosas como los huesos de Toms de Becket. en Canterbury, o como la sangre de San Genaro, en Npoles, atraan hombres a

    las ciudades, no menos que las posibilidades de libertad poltica o de comercio

    provechoso.

    En un sentido muy preciso, a pesar de sus mltiples orgenes y de sus resultados ambivalentes, la ciudad europea medieval puede ser descrita como una estructura

    colectiva cuyo objetivo principal era vivir una vida cristiana. Ese objetivo

    coloreaba hasta instituciones que, como la guerra, estaban en flagrante contradiccin con el espritu cristiano, y reprima otras prcticas, como la usura, a

    las que slo poda recurrirse mediante subterfugios y con mala conciencia. Pero,

    por sobre todo, la concepcin cristiana de la vida, con su afirmacin del

    padecimiento y su voluntad de prestar socorro, cre organismos de los que no hay muestras en las civilizaciones urbanas anteriores.

    Se establecieron as. en escala considerable, hospitales para la atencin general de

    enfermos y achacosos. El sanatorio ya no era un centro de salud apartado de la

    ciudad y destinado principalmente a aquellos que podan permitirse el lujo de viajar, sino que ahora era un lugar en el corazn de la ciudad, situado a mano,

    abierto para todos aquellos que lo necesitaran, bajo la atencin de hombres y

    mujeres dispuestos a llevar a cabo todas las faenas repulsivas que exigan las

    enfermedades, las heridas y las intervenciones quirrgicas. Tanto el hospital como la sala de aislamiento fueron contribuciones directas del monasterio; y con ellos

    apareci un tipo ms general de hospitalidad para las personas sanas, necesitadas de

    descanso nocturno y alimentos. En el curso de todos los siglos en que faltaron

    posadas y hoteles, cuando el alojamiento privado era escaso y psimo, el hospicio monstico proporcion gratuitamente un albergue decoroso.

    El establecimiento de hospicios fue, asimismo, una institucin municipal-medieval, pues el cuidado de los pobres y desvalidos era una obligacin de la caridad cristiana;

    y, en la ciudad medieval tarda, los hospicios no figuraban entre los edificios menos

    hermosos, si bien su misma existencia demuestra que la pobreza se desarrollaba con

    el mismo ritmo que la riqueza. Finalmente, tambin por primera vez, florecieron en la ciudad medieval tarda las instituciones para el cuidado de los ancianos, las cuales

    formaban a veces, como, por ejemplo, en Brujas. Amsterdam y Ausburgo, pequeas

    unidades vecinales, con sus jardines pblicos y su capilla, que son hasta el da de

    hoy verdaderas lagunas de donaire cvico.

    En ningn punto se separaban estas instituciones urbanas de la Iglesia: pero

    tampoco en ningn punto la propia Iglesia se separaba o era separable de la

    comunidad, puesto que las estructuras necesarias eran construidas mediante

    contribuciones obligatorias y voluntarias, procedentes de toda la comunidad. Todo

    aquello que el Estado territorial trata ahora de hacer en gran escala fue realizado primeramente, en forma ms ntima y a menudo tal vez con ms sentimiento de la

    circunstancia humana, en la ciudad medieval.

  • En el siglo xvi, una institucin ms se agreg a las anteriores, principalmente por el

    esfuerzo de una orden monstica ms reciente, la jesutica. Me refiero al asilo de nios expsitos. En ningn tipo anterior de' ciudad se encontraran estos

    establecimientos para los infortunados.

    Ni en ningn tipo anterior de ciudad se tradujeron actos individuales de socorro en

    edificios pblicos tan hermosos. Siguiendo a Hrabanus (siglo ix), podramos

    describir la ciudad medieval como una unin de la Iglesia y la comunidad en pos de la Vida Santa. Hasta cuando se quedaba deplorablemente rezagada en relacin con

    este ideal cristiano, esta unin producira, empero, instituciones y edificios

    destinados a promoverlo.

    Aunque la Iglesia se hallaba en todas partes en su ministerio, el efecto cvico ms

    importante de sus intereses ultraterrenales fue, por hbito si no por intencin consciente, el hecho ce que universaliz el monasterio. La prctica de la abstencin

    y del retiro para la plegaria, el espritu de inclusin y proteccin, dej su huella en

    toda la estructura de la ciudad medieval. En tanto que el complejo medieval se

    mantuvo intacto, una corriente constante de mujeres y hombres mundanos desi-lusionados se volvieron de la plaza y el campo de batalla hacia el monasterio y el

    convento, en busca de su tranquila rutina contemplativa.

    Incluso cuando las rdenes de predicadores llevaron el espritu del claustro al

    corazn de la ciudad, tratando activamente de convertir al pecador urbano y de

    socorrer a los necesitados mediante el ejemplo diario de su pobreza y su humildad, tambin este "retorno" tom, a poco, la antigua forma y se instal en hermosos

    edificios. As, la nueva libertad introdujo una espaciosidad rural en el corazn de la

    ciudad, en el momento en que la presin de la poblacin, en los centros comerciales

    ms activos, devoraba los espacios abiertos situados en la parte trasera de las casas privadas. Los jardines cercados de los nuevos conventos de frailes endulzaron el

    aire de la ciudad ms congestionada.

    La diaria concentracin en la vida interior tuvo sus efectos compensatorios:. las vulgares percepciones de la vigilia fueron iluminadas por las alucinaciones

    apasionadas del sueo; ante el ojo interior, las figuras resultaban tan reales como

    las que caan perifricamente sobre la retina.

    Y aunque en el siglo xvi el protestantismo desconfi de las extravagancias visuales, conserv para uso privado los hbitos del claustro: la plegaria repetida y la

    comunin interior, en un '"gabinete" privado.

    En el ltimo medio siglo. la arquitectura pas del encierro a la exhibicin. Se

    trata, prcticamente, del reemplazo de la pared por la ventana.

    Hasta en la casa de familia, como Henry James not en seguida al visitar los

    Estados Unidos en 1905, todo sentido de vida ltima y privada se estaba abandonando al insertar un cuarto en otro, a fin de crear una especie de espacio

    pblico a la vista para cada momento y para cada funcin. Quizs este

    movimiento ha llegado ya al trmino natural de todas las interpretaciones arbitrarias de las necesidades humanas. Al abrir nuestros edificios al resplandor

    inmoderado de la luz del da, nos hemos olvidado, con peligro y prdida para

    nosotros, de la necesidad coordinada de contraste, de quietud, de oscuridad, de

    intimidad y de retiro interior.

    Esta leccin debe aplicarse al trazado de las ciudades no menos que a los edificios.

    El claustro, tanto en su forma pblica como en su forma privada, tena una funcin constante en la vida de los hombres en las ciudades: y demostrar este hecho no fue

    una de las menores contribuciones de la ciudad medieval. Sin oportunidades

    estables de aislamiento y contemplacin, oportunidades que exigen un espacio

    cerrado, a salvo de ojos curiosos y distracciones, hasta la vida ms extravertida debe padecer, con el tiempo. Un hogar sin estas celdas no es nada ms que un

    cuartel; la ciudad que no las posee slo es un campamento. En la ciudad medieval,

    el espritu tena abrigos organizados y formas aceptadas de evasin de la

    intromisin mundana en el convento o la capilla; uno se poda retirar por una hora o por un mes. Hoy, la degradacin de la vida interior est simbolizada por el hecho

    de que el nico lugar a salvo de la intrusin es el cuarto de bao.

    6. El servicio de la corporacin

    En tanto que la Iglesia universal centraba su inters en el alma individual, la

    comunidad medieval se basaba en la existencia de clases v rangos, dentro de un

    orden limitado y local, feudal o municipal. Durante la Edad Media, el individuo sin ataduras era un condenado, o a la excomunin o al exilio, en otras palabras,

    estaba prximo a la muerte. Para existir era necesario pertenecer a una asociacin,

    una familia, un solar, un monasterio o un gremio. Se viva y se mora en el estilo

    propio de la clase y de la corporacin a la que se perteneca.

    Fuera de la Iglesia, la manifestacin ms difundida de la vida corporativa era el

    gremio: las dos bases del compaerismo, el trabajo en comn y la fe comn,

    estaban unidas en la ciudad medieval. Cuando por vez primera se encuentran los

    gremios o corporaciones de oficios en Inglaterra, en el perodo anglosajn (antes del ao 892), se trata, ante

  • todo, de una fraternidad religiosa bajo el patronato de un santo, que se rene con

    fines de consuelo o jbilo fraternal, asegurando a sus miembros contra los tristes accidentes de la vida y proporcionndoles decoroso entierro. As, inclua rasgos

    asombrosamente semejantes a los de su predecesor, cuando no antepasado directo, el colegio funerario romano, y a gran distancia ha trasmitido esas

    caractersticas a instituciones anlogas recientes, como la English Friendly Society y la Order o Freemasons, o los American Elks y Odd Fellows, con su

    mezcla de sociabilidad y seguros.

    La corporacin no perdi nunca su tinte religioso. Sigui siendo una hermandad

    jovial, adaptada a faenas econmicas y responsabilidades comerciales especficas, mas sin dedicarse nica y exclusivamente a ellas.

    En muchas ciudades, la conjuratio, el juramento de socorro mutuo, constitua un elemento fundamental de la asociacin (nada tiene de asombroso, por lo tanto, que Kropotkin recurriera con tanta frecuencia a la Edad Media en busca de

    ejemplos de ayuda mutua). Los hermanos coman y beban juntos peridicamente; formulaban ordenanzas para el ejercicio de su oficio; planeaban,

    costeaban y representaban sus misterios, para edificacin de sus conciudadanos. En los perodos de prosperidad construan capillas, subvencionaban coros,

    fundaban escuelas de primeras letras las primeras escuelas laicas desde el fin de la antigedad y, en el auge de su podero, edificaban los palacios de las corporaciones, que no pocas veces resultaron tan esplndidos como el Palacio de los Paos, en Ypres. Con su oficio como centro, estructuraban toda una vida, en

    rivalidad amistosa con otros gremios: y. como hermanos, guarnecan las murallas contiguas a su barrio, para hacer frente al enemigo.

    Estas uniones y fraternidades haban existido, como ya hemos visto, entre los artesanos urbanos del Imperio Romano y, a decir verdad. an antes, en la Grecia

    del siglo III. y se prolongaron en Bizancio. Si bien los vnculos siguen siendo oscuros, debido a la carencia de documentos escritos, sabemos que el recuerdo de

    acontecimientos remotos, las espectaculares conquistas de Alejandr, permaneci vivo en la mitologa popular entre los analfabetos, durante el dilatado

    interregno romnico; y la idea, e incluso el ejemplo, de estas fraternidades de oficio, posiblemente no desapareci del todo. El hecho de que el ms antiguo

    ejemplo germano de organizacin de gremio, las cartas reales de Worms (397-904), mencione como miembros a los trabajadores del trasporte, podra

    indicar un vnculo con las anteriores corporaciones romanas. Aparte de esto, las primeras corporaciones de que se tenga constancia en Alemania, excepto las

    asociaciones de entierros, son las de los tejedores de Maguncia, de 1099, en tanto que ya antes, en 1010,

    Pava se enorgulleca de contar con una, y St Omer, en Francia, tena otra hacia el

    ao 1050.

    Si en general el desarrollo de las corporaciones de mercaderes se ade-. lant en un

    medio siglo, ms o menos, al desarrollo de las de oficios, conviene recordar que, excepto cuando se trataba del comercio internacional. la linea entre artesano y

    mercader no estaba trazada netamente; pues el artesano que hacia trabajos por encargo poda, asimismo, vender el excedente de su produccin. En el curso de un

    perodo inicial, los artesanos, segn Charles Gross, eran admitidos en las corporaciones comerciales y probablemente constituyeron la mayora de los

    miembros; del mismo modo que miembros posteriores del orden feudal, o bien estudiosos que deseaban participar en el gobierno de la ciudad, tenan que

    incorporarse como miembros de una corporacin como la de los boticarios o los pintores, a fin de poder ocupar cargos.

    La corporacin de mercaderes era una organizacin general que reglamentaba la vida econmica de la ciudad en conjunto: fijaba las condiciones de venta, protega al

    consumidor e impeda que se le estafara, as como al artesano honrado a quien libraba de la competencia deshonesta, y protega a los comerciantes de la ciudad

    cuando influencias externas amenazaban desorganizar su mercado. Por su parte, las corporaciones de oficios constituan asociaciones de maestros que trabajaban unidos

    sus productos, a fin de regular la produccin y fijar normas de calidad artesanal. A su tiempo, cada una de estas instituciones hall su expresin en la ciudad: la

    corporacin de mercaderes en el ayuntamiento o la bolsa, y las de oficios en el palacio de la corporacin, edificado a veces. por un solo gremio, como ocurre en el

    caso de los muchos palacios pequeos de las corporaciones de Venecia. y otras veces en un gran edificio construido mediante el esfuerzo conjunto. Es probable que

    los primeros edificios de las corporaciones fueran casas modestas o cuartos alquilados, hoy desaparecidos desde hace tiempo, tal como ocurri en el caso de los

    antiguos colegios, respecto de los cuales poseemos algunos datos ciertos. Pero los que han subsistido rivalizan, a menudo, en magnificencia con el ayuntamiento o la

    catedral. W. J. Ashley observa que el costo de estos edificios fue "una de las circunstancias que determinaba y pareca justificar la exigencia de elevada cuotas de

    ingreso";. esto, a su vez, llev a la restriccin de la calidad de miembro a los ms ricos de la comunidad. Y no se trata de la primera ni de la ltima vez en que la

    pompa de un gran caparazn arquitectnico haya destruido a la criatura que soport el peso de su creacin...

    La importante funcin desempeada por la corporacin en la ciudad medieval,

    hasta el siglo XV. indica una elevacin general de la jerarqua del trabajo, en

    especial del trabajo manual, y tambin eso fue en buena

  • medida uno de los grandes logros de la Iglesia, en parte al jerarquizar las

    ocupaciones de los pobres y los humildes, pero, ms an, en la orden benedictina, al aceptar las labores manuales como un elemento fundamental en una buena vida:

    "trabajar es orar". La vergenza del trabajo, aquel lastimoso legado de las culturas serviles, desapareci gradualmente; y las frecuentes proezas de esos trabajadores

    urbanos en la guerra desbarataron las pretensiones de las clases feudales, las cuales despreciaban todas las formas de labor, excepto las de la caza y el campo de batalla.

    Una ciudad que poda jactarse de que la mayora de sus miembros eran ciudadanos libres, que trabajaban lado a lado en condiciones de igualdad, sin el refuerzo de

    esclavos, era, lo repito, un hecho nuevo en la historia urbana. Con esto se produjo una aplicacin de la inteligencia a los procesos tcnicos que no haba alentado

    jams ningn sistema esclavista. El precepto y la prctica medievales propor-cionaron as la condicin fundamental cuya ausencia arruin la organizacin

    "democrtica'' de Grecia, restringida y apoyada en la esclavitud.

    Obsrvese, adems, la diferencia entre la comunidad medieval y la ciudad moderna. En la industria, a partir del siglo XVIII, es la organizacin del proceso

    econmico lo que ha asumido una ntida forma corporativa en la fbrica, la corporacin comercial, la cadena de almacenes y la organizacin cooperativa.

    Durante largo tiempo, asociaciones polticas como las cmaras de comercio, las asociaciones de industriales y los sindicatos no formaron parte integrante de la

    organizacin econmica: surgieron tardamente en las afueras, slo incluan a una parte de la poblacin interesada, y en ningn caso, ni siquiera en el del sindicato,

    pretendieron abarcar una proporcin considerable de la vida cultural de sus miembros.

    En la ciudad medieval la organizacin efectiva de la industria era sencilla y directa: entre maestro y oficial en el taller, entre vendedor y comprador en el mercado. Pero el hecho primordial era la asociacin.

    En cumplimiento de sus propsitos sociales, la corporacin se convirti, mediante su propia ayuda, en sociedad de proteccin de la salud y de seguros para la vejez,

    en grupo teatral y en fundacin educativa.

    Slo en el curso del ltimo medio siglo, al esforzarse por proporcionar seguridad econmica, muchos sindicatos han comenzado a recuperar algo de los intereses y

    facilidades sociales de la corporacin medieval. Por desgracia, el mismo principio de proteccin, aplicado por la administracin de las grandes industrias a su

    personal, proporcionndole teatros, campos de deportes, canchas de bochas, clnicas mdicas y bibliotecas, amenaza ahora con introducir una nueva suerte de

    feudalismo comercial.

    Bajo este rgimen, el vnculo con la fbrica, o por lo menos con el gran consorcio financiero que la rige, se vuelve casi tan estrecho como el vnculo del siervo con su tierra, aunque ms no sea para que el obrero, invisiblemente

    encadenado, pueda cosechar sus dividendos en beneficios para la vejez. Por arduo que les resultara a los economistas liberales del siglo XIX comprender los

    principios de la sociedad de las corporaciones, no cabe suponer hoy que existan obstculos psicolgicos para que los comprendamos.

    No bien el motivo econmico se aisl y pas a ser la meta exclusiva de las actividades de la corporacin, esta institucin decay: en su "seno surgi un

    patriciado de ricos maestro; que trasmitan sus privilegios a sus hijos y que, por imponer abultadas cuotas de ingreso, trabajaban para excluir y poner en situacin

    de desventaja al artesano pobre y al proletariado creciente. En los das en que los conflictos religiosos del siglo xvi destruyeron la propia fraternidad en la Europa

    septentrional, su naturaleza econmica cooperativa ya estaba minada: una vez mas, ios gordos medraban a expensas de los flacos.

    Si de hecho la corporacin surgi con la ciudad medieval, por lo mismo se hundi con ella: las corporaciones slo eran la ciudad en su aspecto econmico, as como

    la ciudad era las corporaciones en su aspecto social y poltico. Tanto la propia envoltura fsica como las prcticas de la corporacin subsisten, apenas

    modificadas, hasta el siglo XVIII, cuya "ilustracin" estuvo tan considerablemente dedicada a su demolicin. Incluso en el Nuevo Mundo, la

    Carpenters' Company, de Filadelfia. funcionaba como una corporacin medieval, lo mismo que muchas otras supervivencias semejantes, y las reglamentaciones

    medievales del mercado subsistieron en todas partes, en cierto grado, hasta el fin del citado siglo.

    El uso de la palabra medieval, como trmino difamatorio para lo que es brbaro e ignorante, data del siglo xviii. Las personas que estn atrasadas en materia de

    conocimientos histricos siguen, a menudo, concibiendo la Edad Media segn ese difamatorio clis.

    El centro de las actividades municipales era el ayuntamiento, el cual, a veces, tambin serva de lonja. Al comienzo, el ayuntamiento era un edificio independiente situado en la plaza del mercado, por lo comn de dos pisos y

    provisto de dos grandes salones, utilizndose, inicialmen-te, el del piso inferior para las mercancas ms delicadas que era necesario proteger del tiempo y que,

    por lo tanto, no podan dejarse en los puestos que rodeaban la plaza del mercado. Con frecuencia, como en el caso de la lonja que an se levanta en Miln, la

    estructura estaba apoyada sobre columnas que dejaban completamente abierto el piso bajo, un ejemplo de construccin en pilotis con un motivo

    sensato,

  • siglos antes de que Le Corbusier la empleara como una suerte de vulgar marca de

    fbrica del diseo moderno y haciendo caso omiso de su necesidad funcional.

    Por lo comn, los constructores de la Edad Media tenan muy presentes consideraciones ms prcticas y, as, uno de los grandes mercados de Brujas, el

    centro comercial del norte, antes del siglo XV, era el "Wasser-halle, as llamado

    porque se extenda sobre un canal y permita que las careas llegaran directamente en barcazas al mercado desde abajo. La sala superior del ayuntamiento se

    reservaba para las reuniones del alcalde y el concejo, para la administracin de

    justicia, la recepcin de embajadores y las peridicas fiestas y comilonas.

    Residuos de estas ltimas subsisten, dicho sea de paso, en la Londres actual, junto con los fantasmas de las antiguas Livery Companies, en la famosa fiesta, en el

    Guild-hall. que sigue a la eleccin anual del nuevo Lord Mayor y en la procesin

    del mismo.

    Hacia el ocaso de la Edad Media, las principales familias, procedentes principalmente del crculo ms rico de los mercaderes mayoristas, solan celebrar

    tambin en el ayuntamiento sus bailes y recepciones, para envidia del resto de la poblacin. De hecho, se convirti en una especie de palacio colectivo para el

    patriciado; y por esto se le daba a menudo el nombre de theatrum o coliseo. En l

    podan celebrarse las bodas con la pompa debida. Esta caracterstica ha

    sobrevivido, haciendo genuflexiones a la democracia, hasta el mismo da de hoy. Considrese el reconocimiento del antiguo rgimen en las dos cmaras especiales

    para las bodas de primera y de segunda clase, en el ayuntamiento de Hil-versum., en Holanda. En Buddenbroohs, Thomas Mann nos ha dado una

    ltima visin de esa vida burguesa patricia ya vacilante.

    El hecho de ser miembro del municipio permita eludir los impuestos feudales

    directos: se asuman responsabilidades de ciudadano. No slo se impona el servicio militar a los individuos de sexo masculino que no eran funcionarios de la

    Iglesia sino que tambin las fuerzas policiales He la ciudad eran escogidas

    originalmente, por rotacin, entre los ciudadanos: era la obligacin de vigilar y

    guardar. En 1523, Enrique III estableci las rondas nocturnas para las ciudades y las villas; y Stow seala la existencia de dos tipos de ronda en la poca de la reina

    Isabel de Inglaterra: la "ronda permanente" destinada a funciones serias y la '

    ronda en marcha" para las celebraciones. En las comunidades modernas slo se

    impone este servicio en caso de guerra o de una catstrofe repentina, pero en la ciudad medieval formaba parte de la rutina diaria.

    Constituye un problema importante saber si el hecho de dejar estas funciones de

    proteccin a cargo exclusivo de una polica profesional no

    ha debilitado el sentido de responsabilidad y eliminado un medio eficaz de educacin cvica.

    Todava en 1693, por ley del Ayuntamiento de Londres, se estipulara que ms de

    mil vigilantes estaran constantemente de servicio en esa ciudad, entre el ocaso y la salida del sol, y que todo habitante deba participar en este servicio. Para mantener

    un cuerpo de esta ndole es necesario inculcar un elevado sentido de las obligaciones

    cvicas, nutrindolo constantemente con ejemplos extraordinarios de devocin y

    con' recompensas especiales: por falta de stos, la ley prescribi en el siglo xviii. Pero los bomberos voluntarios y los trabajadores de las ambulancias que prestaron

    tan heroicos servicios en Londres as como en muchas otras ciudades en el trascurso de la segunda guerra mundial, se limitaban a reanudar el

    ejercicio de una antigua libertad medieval.

    Muchos de ellos han atestiguado personalmente que la

    camaradera . promovida por el cumplimiento de esos deberes compens con creces

    las terribles experiencias que padecieron, de modo tal que esas noches figuran entre sus recuerdos ms hermosos.

    En este, lo mismo que en casi todos los dems dominios, hay una gran diferencia

    entre las condiciones existentes en los siglos X u XI, todava escuetas, reducidas v

    precarias, y las del siglo XVI. cuando la riqueza afluy a las ciudades europeas ms prsperas. En un comienzo, la ciudad se esforzaba, como unidad social nueva, por

    establecer su existencia misma: la constante inseguridad promova el esfuerzo

    vecinal y hasta una solidaridad general entre los diversos rangos y ocupaciones. Se

    necesitaban entre s y, bajo esta presin, se formaban espontneamente grupos voluntarios de vecinos, ms o menos como se forman en la actualidad en las aldeas

    de Nueva Inglaterra, donde el sen-icio de bomberos y la ambulancia de hospital

    estn a cargo de voluntarios.

    Una vez conquistados los privilegios, aparecieron grandes diferencias de" fortuna entre la "gente de xito" y los "fracasados"; entonces la riqueza, lo mismo que la posicin social, se heredaban y a su vez crearon una nueva jerarqua, no menos

    imponente por ser algo "espiritualizada ', que se basaba en los modales, la crianza y el

    acento. Entonces, la burla silenciosa entre las clases, provocada por una abrupta cada

    del nivel, pas a ser ms importante que los intereses comunes o la valla protectora que antes hiciera de la ciudad medieval una unidad social orgnica.

    A fines de la Edad Media, individuos ricos comenzaron a fundar escuelas, construir

    asilos para los ancianos y los hurfanos, asumiendo funciones que antes

    desempeaba la corporacin, precisamente como los nuevos dspotas asuman para

    el pas, en conjunto, los privilegios pol-

    335

  • ticos y las reglamentaciones de las ciudades libres, convirtiendo el particularismo

    urbano en un particularismo y un mercantilismo nacionales. Pero, cuando se intenta generalizar sobre el perodo en total, an se puede hacer eco a Gross, por

    muy imbuido que estuviese este autor de desconfianza victoriana frente a la corporacin cerrada y a las normas protectoras de la misma, que anteponan la

    seguridad al riesgo y las mayores ganancias: "Con exclusin de los habitantes de los sokes privilegiados. .. la poblacin era ms homognea que ]a de las ciudades

    actuales; haba en las primeras menos distinciones de clase, ms igualdad de riqueza y ms armona de intereses que en las segundas."

    Por tratarse de palabras de alguien que no era un admirador del sistema econmico

    medieval, este juicio tiene mayor peso. Y es posible afirmar todo esto sin olvidar

    muchas sombras excepciones, como el estado servil de los tejedores flamencos en

    el siglo XIll o las feroces revueltas que ste tuvo como consecuencia, revueltas a

    las que las clases gobernantes responderan a su vez con feroces represiones y

    exterminaciones.

    S, no menos que la seguridad, la violencia y la tortura hallaron albergue dentro de estas murallas: algunas de las criaturas mutiladas que se ven en los cuadros de

    Breughel el Viejo habrn sido tal vez vctimas de la ley, y no slo de la guerra o la naturaleza, como hubieran podido ser en la antigua Babilonia. Pero la asociacin

    voluntaria y el esfuerzo, la ayuda voluntaria y el socorro, haban producido un, hbito poltico que contribuira poderosamente a hacer frente a esta ferocidad en

    das ms cercanos a nosotros; por ms que sabemos, a travs del resurgimiento de la tortura y el exterminio en nuestra propia generacin, que esta victoria nunca es,

    o por lo menos que no ha sido hasta ahora, de carcter permanente.

    Las actividades sociales de la ciudad medieval no fueron reducindose a medida

    que se desarrollaba la nueva economa capitalista; ms bien, se desplazaron de la ayuda mutua a la limosna y la filantropa mediante las fundaciones, y finalmente,

    por necesidad, pasaron a la ayuda estatal.

    Fuera de la Iglesia, una institucin sobrevivi de las antiguas corporaciones y hasta acrecent su poder e influencia; y es quiz la institucin ms importante que, como

    hecho separado, haya producido la cultura medieval. Con reconocimiento instintivo de su importancia, el nombre de esta institucin fue, originalmente, la

    designacin comn de todas las corporaciones en el siglo XII: universitas.

    La universitas pas a ser la corporacin. Como otras formas de asociacin gremial,

    el objetivo de la universidad era preparar para el ejercicio de una profesin y

    reglamentar las condiciones en que sus miembros

    llevaran a cabo su trabajo. El nuevo saber, la medicina griega y arbiga

    procedente de Salerno, la compilacin reciente del derecho romano e incluso el reto a la teologa que presentaban Averroes, Avicena y, sobre todo, Aristteles

    requeran un nuevo rgano cvico. Cada una de las grandes escuelas que constituyeron inicialmente la universidad, las escuelas de jurisprudencia,

    medicina y teologa, tenan un carcter profesional; si bien contaban con un sistema de estudios generales, su humanismo resida en su vida ms que en sus

    estudios especializados de la literatura antigua; a decir verdad, la formacin "humanista" general que empez a imponerse con el colegio renacentista, en

    particular en Inglaterra, fue un injerto de las clases superiores en el rbol inicial.

    Hasta la fecha, la diferenciacin entre la universidad y el colegio se basa en la

    existencia de la escuelas profesionales.

    Comenzando con Bolonia, en el ao 1100, Pars, en 1150, Cambridge, en 1229, y Salamanca, en 1243 si bien hubo comienzos bsicamente anlogos pero menos solemnes en as escuelas de las catedrales, en el siglo XII, la universidad estableci una organizacin cooperativa de conocimientos sobre una base "interregional". De todas partes de Europa acudan estudiantes a estos centros; y,

    a su vez, los maestros estudiaban y enseaban en centros distantes, como antes lo haban hecho en las escuelas de los monasterios y las catedrales. La combinacin

    de conocimientos, sacro, cientfico y poltico, que brindaba la universidad a travs de sus facultades, no tuvo paralelo estricto en ninguna otra cultura.

    No cabe duda de que los grmenes de la universidad estaban latentes en los templos egipcios y babilnicos y que ya eran ms claramente visibles en la

    academia de Platn y en la Escuela-Biblioteca de Alejandra o en el sistema de conferencias de los municipios romanos. Pero, en la universidad, la bsqueda del

    conocimiento fue estructurada en una forma duradera, que no dependera ya de un determinado grupo de sacerdotes, de eruditos o de textos para la continuacin

    de la empresa.

    El sistema de conocimiento era ms importante que la cosa conocida.

    En la universidad, las funciones de compilacin cultural, difusin e intercambio, y prolongacin creadora acaso las tres funciones ms esenciales de la ciudad eran desempeadas en debida forma. Y as como el claustro y la biblioteca del monasterio podran ser descritos como' una universidad pasiva, podra decirse que

    la universidad, por su parte, era un claustro activo. Porque hizo explcita, por derecho propio, como funcin secular, una de las actividades necesarias de la

    ciudad: el alejamiento de las responsabilidades prcticas inmediatas y la apreciacin

  • crtica y la renovacin de la herencia cultural, mediante el contacto directo entre

    maestro y alumno. En el trazado original de los colegios de Oxford y Cambridge, el urbanismo medieval hizo sus contribuciones ms originales al diseo cvico: la

    "supermanzana" y el recinto urbano aislado de la antigua red de calles y callejuelas.

    He aqu, una invencin social de primer orden, una invencin que, por s sola, bastara para realzar la corporacin medieval. La misma independencia mantenida por la universidad con respecto a las normas del mercado y la ciudad

    afianz la forma especial de autoridad que ejerci: la sancin de ]a verdad verificable, ratificada por los mtodos de la lgica y la dialctica, el saber

    autorizado por los textos y el mtodo cientfico, tales como stos, a su vez, se haban desarrollado y acumulado de poca en poca. Los vicios de este tipo de

    organizacin pueden ser muchos; y sus servicios durante los siglos trascurridos desde su aparicin no han sido de igual valor, ya que la universidad participa

    hasta hoy, de algn modo, de la exclusividad y la norma conservadora profesional del sistema corporativo. Con excesiva frecuencia, las principales

    contribuciones al conocimiento, desde Newton hasta Einstein. desde Gilbert hasta Faraday, se han realizado fuera de los muros de la universidad.

    No obstante, la ampliacin y la trasmisin del legado intelectual habran sido

    inconcebibles, en la escala establecida concretamente a partir del siglo XIII, sin la intervencin de la universidad. Al dejar de ser la Iglesia depositara de valores

    nuevos, la universidad asumi paulatinamente una parte de esta funcin. Este hecho favoreci la bsqueda de la verdad por s misma como valor vital

    predominante y, en gran parte, contribuy a que se hiciera caso omiso de los dominios de la esttica y la mora!. As. la universidad se ha convertido en un

    ejemplo clsico de esa superespecializacin y limitacin de las funciones que reprime hoy el desarrollo de la humanidad y hasta amenaza su supervivencia.

    7. El peregrinaje, la procesin y el desfile

    En la nueva libertad de movimiento que surgi con las libertades corporativas

    reclamadas por la propia ciudad medieval, la misma vida se expres como un

    peregrinaje. Peregrinaje solitario a travs del Infierno, Purgatorio y Paraso, para

    Dante; peregrinaje en compaa, para Chaucer, que se encaminaba al altar de

    Canterbury. Hasta en el mismo sedimiento del perodo medieval la vida an es

    vista bajo la imagen de un "Progreso del peregrino".

    Con prescindencia de las necesidades prcticas, la ciudad medieval era, por sobre todas las cosas, en su vida atareada y turbulenta, un esce-

    nario para las ceremonias de la Iglesia. En ellas resida su drama y. estaba su consumacin ideal. As como en la poca industrial la imaginacin se mostrara en

    su nivel ms elevado en una estacin de ferrocarril o un puente, en la cultura medieval la realizacin prctica llegaba a su culminacin, por un movimiento

    opuesto, al servicio de un gran smbolo de salvacin. Gente que tena poco para llevarse a la boca daba una parte de ese poco para decir plegarias y misas, encender

    cirios y construir una poderosa obra donde la leyenda, la alegora, el dogma y el conocimiento se cristalizaban en la nave y el altar, en tabiques y muros pintados, en

    el prtico y el rosetn. En ocasiones aisladas de gran exaltacin religiosa, como la que describiera Henry Adams en Mont-Saint-Michel and Chartres, por igual ricos

    y pobres llegaran a llevar las mismas piedras necesarias al sitio donde se estaba levantando el templo.

    Ni el estudioso sedentario que contempla esta arquitectura en fotografas ni el observador superficial que adopta una posicin e intenta reconstruir el plano de los ejes y las relaciones formales, estn en condiciones de captar este escenario urbano

    ni siquiera en su aspecto puramente esttico. Pues la clave de la ciudad visible est en el espectculo en movimiento o la procesin; y, sobre todo, en la gran procesin

    religiosa que da vueltas por las calles y las plazas antes de ir a desembocar. finalmente, en la iglesia o la catedral para la celebracin de la gran ceremonia

    propiamente dicha. No se trata aqu de arquitectura . esttica. Repentinamente, las masas se dilatan o se desvanecen, segn se acerque uno a ellas o se aleje; una docena

    de pasos puede alterar la relacin del primer plano y el fondo o el margen inferior y superior de la lnea de visin. Los perfiles de los edificios, con sus gabletes

    empinados, sus lneas cortantes de techados, sus pinculos, sus torres, sus traceras, ondean y fluyen, se rompen y solidifican, se levantan y caen, con menos vitalidad

    que las estructuras mismas. Como sucede en el caso de una buena escultura, los contornos son, a menudo, de una variedad inagotable.

    Dentro de la norma general de la Edad Media, a lo largo de cinco siglos, tuvieron

    lugar profundos cambios en el sentimiento. Experiencias vitales radicalmente

    diferentes separan la confiada sobriedad de los grandes edificios romnicos, tan

    slidos como fortalezas y tan solemnes como el canto llano, del humanismo de las

    magnficas iglesias de Nuestra Seora, audaces y jovialmente experimentales, en las

    que la tumba emparedada, que simbolizaba la aceptacin de la muerte, se converta

    en una linterna celestial con su promesa de resurreccin; en tanto que el pomposo

    sentido esttico de los siglos XV y xvi. con su desenfrenado bordado de

    ornamentos, cuenta por su parte otra historia," de fe menguante e inters creciente

    en las frivolidades de la vida diaria

  • o bien, como compensacin, en mortificaciones excesivas de la carne, segn

    relata Johan Huizinga.

    Pero, a travs de todos estos cambios, el propio marco mantuvo su estructura

    colectiva: incorpor momentos sucesivos del espritu sin perder su forma. La3 torres de las iglesias y los campanarios levantaban los ojos hacia el cielo; sus

    masas se erguan, en rango jerrquico, por sobre todos los smbolos menores de

    riqueza y podero terrenal, indiscutiblemente las primeras, y, a travs de sus

    rosetones, la luz estallaba en aureolas de colores puros con formas de dibujos abstractos.

    Desde casi cualquier parte de la ciudad eran visibles los dedos admo-nitorios de las

    agujas, espadas arcanglicas con puntas de oro; si por un momento quedaban ocultas, sbitamente reapareceran al separarse los techados, con la fuerza de un

    toque de trompetas. Lo que en otro tiempo quedaba encerrado dentro de los muros

    del monasterio, ahora era visible dentro de la ciudad medieval entera.

    Los cortos accesos a los grandes edificios, .las perspectivas interrumpidas, aumentaban el efecto de verticalidad: uno no mira a la derecha o a la izquierda, a lo

    largo de un vasto panorama, sino hacia arriba, hacia el firmamento. Este recinto

    mudable era una parte tan orgnica del movimiento procesional y de la relacin de las estructuras entre s que no necesitaba el nfasis suplementario que le dio el

    gtico perpendicular de Inglaterra. Series horizontales de ventanas eran comunes

    en las casas y las nervaduras horizontales, audazmente acentuadas, rompen el

    movimiento vertical de las torres en Salisbury o en Notre Dame de Pars, no menos que en el Duomo de Florencia. Pero, pese a esto, el movimiento habitual de la vista

    va hacia arriba y hacia abajo y la direccin del movimiento del caminante, siempre

    cambiante, contribuira a crear formas espaciales tridimensionales, dinmicas, a

    travs de cada pasaje sucesivo, con una sensacin de contraccin en las calles angostas y de liberacin al llegar de repente al atrio o a la plaza del mercado.

    Aunque los detalles arquitectnicos son tan diferentes en Lbeck, con sus gabletes

    y pinculos, y en Florencia, con sus techos poco 'inclinados o chatos y sus vastos

    aleros, el efecto esttico total, producido por el trazado mismo de la ciudad, es de igual orden.

    Los que caminaban por la ciudad en razn de sus obligaciones cotidianas, los que

    marchaban en una procesin religiosa o en un desfile militar, experimentaban estas

    sensaciones estticas, y en las vueltas mismas que daban aquellos que los precedan podan, por as decirlo, verse por anticipado, como en un espejo,

    observando las otras partes de la procesin; y, de este modo, el .participante y el

    espectador eran

    uno mismo; lo que nunca puede ocurrir en un desfile ordenado en una calle recta.

    Asistamos ahora a una procesin medieval a travs de los ojos de un contemporneo, quien nos ha legado una descripcin detallada. Fuera-de las

    pginas de Stow, no s de ninguna descripcin que d una sensacin ms vivida de la ciudad medieval. La fecha es de comienzos del siglo XVI; el lugar es Amberes;

    y el testigo es Alberto Durero.

    "El domingo despus de la Asuncin de Nuestra Cara Seora, vi la Gran Procesin desde la Iglesia de Nuestra Seora, en Amberes, cuando la ciudad

    entera, de todo oficio y rango, estaba congregada, vestido cada uno con sus

    mejores prendas, segn su categora. Y todos, los rangos y corporaciones tenan

    sus enseas, por las que se los poda reconocer.

    "En los intervalos, se sostenan grandes y costosos cirios y tres largas y antiguas

    trompetas francas de plata. Tambin haba, a la usanza germana, muchos flautistas

    y tambores. Todos los instrumentos eran soplados y tocados ruidosamente.

    "Vi pasar la Procesin por la calle, la gente distribuida en hileras, cada hombre a

    cierta distancia de su vecino, pero las hileras se sucedan de cerca. Pasaron los

    orfebres, los pintores, los albailes, los encajeros, los escultores, los ebanistas, los carpinteros, los marineros, los pescadores, los carniceros, los curtidores, los

    paeros, los panaderos, los sastres y los cordeleros; a decir verdad, trabajadores de

    todas las clases, as como muchos artesanos y comerciantes que tienen que

    trabajar para vivir. Igualmente estaban all los tenderos y los mercaderes junto con sus dependientes de toda clase. Despus de ellos venan los tiradores con armas de

    fuego, arcos y ballestas, y tambin los soldados de caballera y de infantera.

    Segua luego la ronda de los Seores Magistrados. Luego vena una hermosa

    tropa, toda de rojo, noble y esplndidamente ataviada. No obstante, antes que ellos, pasaron todas las rdenes religiosas y los miembros de algunas fundaciones,

    muy devotamente, todos con sus vestiduras diferentes.

    "Una compaa muy extensa de viudas tom tambin parte de la procesin. Se

    sostienen con sus propias manos y observan una regla especial. Todas iban vestidas de pies a cabeza con ropajes de lino blanco, hechos expresamente para la

    ocasin, y ofrecan un espectculo muy doloroso. Entre ellas vi a

    algunas personas muy majestuosas.

    "Por ltimo, pas el Capitulo de la Iglesia de Nuestra Seora, con todos los miembros de su clero, as como los escolares y limosneros. Veinte personas

    portaban la imagen de la Virgen Mara con Nuestro Seor

  • Jesucristo, adornados en la forma ms costosa, para honrar a

    Dios Nuestro Seor.

    '"En esta procesin se mostr una gran cantidad de cosas encantadoras,

    preparadas con la mayor esplendidez. As pasaron arrastrados carros con

    mascaradas sobre navios y otras estructuras. Despus de ellos pas la Compaa

    de los Profetas en su orden, y escenas del Nuevo Testamento, como ser la Anunciacin, los Tres Reyes Magos montados 'en grandes camellos, y en otras

    raras bestias, todos muy bien dispuestos .. . Desde el comienzo hasta el fin. la

    Procesin dur ms de dos horas antes de que terminara de pasar frente a nuestra

    casa."

    Considrese el gran nmero de personas que formaba parte de esta procesin.

    Como en la iglesia misma, los espectadores tambin eran participantes:

    intervenan en el espectculo, observndolo desde adentro, no slo desde afuera:

    o. mejor dicho, sintindolo desde adentro. actuando al unsono, no como seres desmembrados y reducidos a un solo papel especializado. Plegaria, misa,

    procesin, bautismo, boda o funeral: la misma ciudad era escenario para estas

    escenas separadas del drama y el propio ciudadano, incluso cuando representaba

    sus diversos papeles, segua siendo un hombre entero, unificado por la visin csmica y mantenido en tensin por el drama humano de la Iglesia, imitando el

    drama divino de su fundador. No bien se rompi la unidad de este orden social,

    todo lo que formaba parte de l cay en la confusin: la gran Iglesia misma se

    convirti en una secta pugnaz, ambiciosa de poder, y la ciudad pas a ser un campo de batalla para culturas rivales, para modos de vida opuestos.

    Captulo X

    El Orden Domstico en la Ciudad Medieval

    1. El escenario domstico

    En casi todos los aspectos de la vida medieval prevaleci la corporacin cerrada.

    Pero, en comparacin con la vida moderna, la familia urbana medieval constitua

    una unidad muy abierta, pues inclua, como parte del orden domstico normal, no slo a parientes carnales sino tambin a un grupo de trabajadores industriales, as

    como miembros del servicio domstico, cuya situacin era la de miembros

    secundarias de la familia. Lo dicho era vlido para todas las clases sociales, ya que

    los jvenes pertenecientes a las clases superiores adquiran su conocimiento del mundo sirviendo como camareros en familias nobles; lo que observaban y oan de

    pasada durante las horas de las comidas formaba parte de su educacin. Los

    aprendices, y a veces los oficiales, vivan como miembros de la familia del

    maestro del oficio. Y si acaso el casamiento de los hombres se aplazaba ms que en nuestros das, incluso el soltero no carecia totalmente de las ventajas de la vida

    de hogar.

    El taller era una familia: y otro tanto puede decirse respecto de las oficinas del

    mercader. Los miembros coman juntos a la misma mesa, trabajaban en los mismos

    cuartos, dorman en el mismo saln comn, que se converta por la noche en

    dormitorio, participaban de las oraciones familiares y de las mismas diversiones en

    comn. La castidad y la virginidad eran siempre estados ideales, segn los

    proclamara San Pablo, pero el lector de Boccaccio o Chaucer no exagerar la

    importancia de su reinado. La misma corporacin era una especie de familia

    patriarcal, que mantena el orden en su propia organizacin domstica, multando y

    castigando las faltas menores contra la fraternidad, con entera prescin-dencia del

    municipio. Hasta las prostitutas formaban corporaciones: para ser exacto, en

    Hamburgo, Viena y Ausburgo los burdeles se encontraban bajo la proteccin de la

    municipalidad. Cuando se recuerda que la sfilis slo apareci bien a las claras, por

    lo menos en forma virulenta, en el siglo Xv, se comprende que hasta la prostitucin

    constitua una amenaza menos grave para la salud fsica que en los siglos,

    siguientes.