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en prolongadas y continuas prácticas este Arte, adquiriendo firmes pruebas de su importancia, tanto oyendo a otros como palpando y vien- do sus resultados. Primeramente redacté la Suma; luego, tras muchos años de prácticas, adicioné el presente Aparato. Finalmente, deben estar de acuerdo los nombres con las cosas. Este libro se llama con acierto Aurora, a causa de su especial resultado y fi- nalidad, ya que disipa las sombras de la ignorancia nocturna en el Arte notarial, y los esplendores de su luz Meridiana abren amplios horizontes doctrinales a los que se consagran a su estudio desde un principio. La Aurora, al separar los tiempos, disipa las tinieblas y, sonrosada, anuncia los gratos resplandores de la luz. No hace muchos años el Ilustre Colegio Notarial de Madrid publicó esta obra con motivo del II Congreso Internacional del Notariado Latino, y hace poco han tenido lugar en Bolonia im- portantes celebraciones por el séptimo centenario de la muerte del autor. La portada de la Summa en una edición de 1541 mostra- ba un elaborado diseño artesanal que enmarcaba el texto con una referencia teológica en latín en el frontispicio: Sancta- Trinitas-vnvs-Devs-Miserere-Nobis (“Santísima Trinidad y un solo Dios, ten piedad de nosotros”). Rolandino Passaggeri, notario de Bolonia y profesor en la universi- dad, nació en el año de 1207 se- gún la fecha del monumento que se encuentra en la plaza de Santo Domingo, donde desemboca la calle Rolandino, en Bolo- nia. Probablemente murió en 1300. Fue autor del famoso libro Summa Artis Notarie, tal vez la obra más famosa que se haya escrito acerca del arte de la redacción y técnica notariales. Las palabras con que comienza esta obra capital de la ciencia notarial (se le llamó Me- ridiana) son famosas: Mi papel, ciertamente, en este trabajo se asemeja al del agricultor respecto del árbol: “...porque, ni el que planta ni el que riega saben algo; sólo Dios es quien vigoriza las plantas.” Con todo, es cierto que fui jo- ven y casi ya soy viejo; durante toda mi vida escu- driñé los misterios del arte notarial, ayudado de la divina gracia, leyendo, reflexionando y practicando sin descanso este ejercicio: mis manos examinaron El arte de escribir: del barro cocido a la memoria electrónica La labor del notario ha estado asociada siempre a la escritura y ha utilizado distintos medios para plasmar y dar fe de los acontecimientos impor- tantes. Hoy la tecnología electrónica se enfrenta al reto de dar al arte notarial nuevas herramientas. José Antonio Márquez González El color de la ciencia 1.

El arte de escribir - Revista Ciencia · sancionado si redactaba las escrituras con falsedad, porque en-tonces las mismas leyes establecían penas de 200 azotes, ser seña-El arte

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en prolongadas y continuas prácticas este Arte, adquiriendo firmespruebas de su importancia, tanto oyendo a otros como palpando y vien-do sus resultados. Primeramente redacté la Suma; luego, tras muchosaños de prácticas, adicioné el presente Aparato.

Finalmente, deben estar de acuerdo los nombres con las cosas. Estelibro se llama con acierto Aurora, a causa de su especial resultado y fi-nalidad, ya que disipa las sombras de la ignorancia nocturna en el Artenotarial, y los esplendores de su luz Meridiana abren amplios horizontesdoctrinales a los que se consagran a su estudio desde un principio.

La Aurora, al separar los tiempos, disipa las tinieblas y, sonrosada,anuncia los gratos resplandores de la luz.

No hace muchos años el Ilustre Colegio Notarial de Madridpublicó esta obra con motivo del II Congreso Internacional delNotariado Latino, y hace poco han tenido lugar en Bolonia im-portantes celebraciones por el séptimo centenario de la muertedel autor.

La portada de la Summa en una edición de 1541 mostra-ba un elaborado diseño artesanal que enmarcaba el texto conuna referencia teológica en latín en el frontispicio: Sancta-Trinitas-vnvs-Devs-Miserere-Nobis (“Santísima Trinidad y unsolo Dios, ten piedad de nosotros”).

Rolandino Passaggeri, notario deBolonia y profesor en la universi-dad, nació en el año de 1207 se-gún la fecha del monumento que

se encuentra en la plaza de Santo Domingo,donde desemboca la calle Rolandino, en Bolo-nia. Probablemente murió en 1300. Fue autordel famoso libro Summa Artis Notarie, tal vezla obra más famosa que se haya escrito acercadel arte de la redacción y técnica notariales.

Las palabras con que comienza esta obracapital de la ciencia notarial (se le llamó Me-ridiana) son famosas:

Mi papel, ciertamente, en este trabajo se asemeja aldel agricultor respecto del árbol: “...porque, ni el queplanta ni el que riega saben algo; sólo Dios es quienvigoriza las plantas.” Con todo, es cierto que fui jo-ven y casi ya soy viejo; durante toda mi vida escu-driñé los misterios del arte notarial, ayudado de ladivina gracia, leyendo, reflexionando y practicandosin descanso este ejercicio: mis manos examinaron

El arte de escribir:del barro cocido a la memoria electrónica

La labor del notario ha estado asociada siempre a la escritura y ha utilizado distintos medios paraplasmar y dar fe de los acontecimientos impor-tantes. Hoy la tecnología electrónica se enfrentaal reto de dar al arte notarial nuevas herramientas.

José Antonio Márquez González

El color de la ciencia

1.

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2. Esta Aurora de Rolandino marcó en su momento el pun-to culminante de una larga –muy larga– evolución de la cienciadel derecho notarial. Cuando este libro apareció en el siglo XIII,tras de él se encontraban importantes instituciones que remon-taban sus antecedentes a la figura de los escribanos del segun-do milenio a. C. escribiendo sobre tablillas de barro cocido.

Hay un espacio de muchos siglos en el desarrollo técnico delas inscripciones en piedra, hueso y barro, y luego en bronce,mármol y tablillas de madera cubiertas de cera o de loza, utili-zados por los romanos para escribir los responsa y consignar susleyes y negocios. Un pasaje de Justiniano dice que “es indife-rente que el testamento esté escrito en tablas, en papel, en per-gamino o en cualquiera otra materia”.

El tallo del papiro, laminado y en rollos, fue preferido porlos egipcios por ser un material mucho más dúctil y permeableque además permitía la escritura cursiva (el vocablo latino pa-pyrus pasó al francés papier y al castellano papel). En la altaEdad Media se popularizó el uso del pergamino hecho con lapiel de cabra, de ternera, de cordero, etcétera.

Con el transcurrir de los siglos se inventaría el papel gruesoy rugoso que aún podemos admirar en viejos manuscritos me-dievales y que se confeccionaba de muchas maneras (pulpa decáñamo, arroz, madera, algodón, etcétera). En el Nuevo Mundolos pueblos prehispánicos dibujaban la historia de sus orígenesen preciosas pinturas multicolores sobre papel hecho con lacorteza del amate. Este papel luego se bañaba de cal y, cortadoen hojas, se unía en forma de biombo entre tapas de madera.

El papel llegó a configurar nuestro mundo actual y significóuna asombrosa evolución técnica en la conservación, el desa-rrollo y la transmisión del conocimiento humano. No hace mu-cho los periódicos se presentaban todavía en pliegos que habíaque recortar, y el papel de estraza –áspero y sin blanquear–era muy popular para llevar las cuentas en las tiendas deabarrotes. Mucho más recientemente, todos conocimosel papel reciclable para, de pronto, ingresar a la memoriaelectrónica y al ciberespacio.

3. Pero ello habla tan sólo del medio utilizado comosoporte para la escrituración. Al mismo tiempo, el instru-mento que se usaba para escribir sufría una paulatina evo-lución a partir del cincel, para luego pasar al buril y final-mente estabilizar su desarrollo en los punzones y estiletesromanos de metal o de junco para dibujar caracteres enlas tablillas. Una espátula aplastada servía además paraborrar. También había pinceles con cerdas animalesque funcionaban con tinta hecha de hollín.

El arte de escribir: del barro cocido a la memoria electrónica

En el Nuevo Mundo los pueblos prehispánicos

dibujaban la historia de sus orígenes en preciosaspinturas multicolores sobrepapel hecho con la cortezadel amate. Este papel luegose bañaba de cal y, cortadoen hojas, se unía en forma

de biombo entre tapas de madera

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En fechas mucho más recientes surgieron los toscos lápicesde carbón (la palabra latina lapis significa, en efecto, piedra),con una barra de grafito aprisionada en madera; luego las plu-mas estilográficas con depósito de tinta y al final los modernosbolígrafos con punta de acero. Las máquinas de escribir hicie-ron su aparición hace un siglo, pero hasta finales de los años se-tenta fueron sustituidas por las eléctricas modernas y poco des-pués por otras más veloces con dispositivo intercambiable deesfera en el teclado.

De todas formas, las actuaciones judiciales y las escrituras yactas notariales continuarían realizándose en forma rigurosa-mente manuscrita, hasta que paulatinamente comenzaron aaparecer las primeras máquinas de escribir en los juzgados.También hicieron su aparición las estenográficas en los EstadosUnidos.

Casi enseguida las oficinas contemporáneas se vieron inun-dadas de máquinas procesadoras de textos y computadoras per-sonales. A partir de aquí, la expresión material gráfica de la es-critura desaparece para dar lugar a combinaciones de bits quesólo existen en una memoria de pulsaciones electrónicas.

4. Se logra así una afortunada combinación del material yde la técnica para escribir, es decir, de la unión deliberada de unsoporte –de la naturaleza que fuere– y de una técnica específi-ca para escribir en él.

Ambas cosas, sin embargo, están aún lejos de caracterizar lanaturaleza final de la labor del escribano. Si al principio talesinstrumentos pudieron bastar para tener por manifestada la ex-presión de voluntad de una persona, hacer constar la negocia-ción efectuada o registrar hechos importantes, muy pronto sedio la necesidad de incorporar a ese soporte una marca o signoespecíficos que garantizaran sin lugar a dudas su autenticidad.

Desde hace muchos siglos en el Código de Hammurabi pode-mos encontrar la exigencia de agregar al documento una mar-ca puesta por los sellos personales de los intervinientes, aunqueen caso de no tenerlo –como era frecuente– se imprimía unapequeña marca con la uña. La tablilla cocida de barro y el sellode autenticidad eran comúnmente resguardados en un cilindroo sobre del mismo material. En otros casos, todavía puede ad-vertirse en documentos de la época el signo del escribano queredactaba los contratos, encerrado en un recuadro que destaca-ba su singularidad.

También es cierto que el misticismo, la magia y la religiónconferían mayor credibilidad al acto. Podemos encontrar así,por ejemplo, el mágico número siete que preside los signos deautenticidad del pacto entre Abraham y Abimelec (Génesis 21:

Muy avanzada la Edad Media ese punzónfue luego reemplazado por la pluma de ave, par-ticularmente apreciada no sólo por su capaci-dad para retener la tinta y dibujar caracteres,sino hasta por su belleza y maniobrabilidad. Lasplumas debían ponerse a remojar cierto tiem-po para hacer que se ablandaran y luego habíaque limpiarlas y afilar el cañón.

A mediados del siglo XV se produjo unapasmosa revolución en el método para escribirque redujo casi inmediatamente al olvido lapaciente y meticulosa labor de los monjes co-pistas medievales. La imprenta de Gutenbergacomodó caracteres de madera y luego de me-tal que componían palabras, frases y páginasenteras reproducidas a velocidades antes ini-maginables.

El color de la ciencia

La imprenta de Gutenberg acomodó caracteres de madera

y luego de metal que componían palabras, frases y páginas enteras

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27-32), la curiosa forma de jurar del criado en los muslos deAbraham (Génesis 24:2-9) y el amojonamiento que deslinda laresponsabilidad asumida entre Jacob y Labán (Génesis 31:45-52).

En tiempos de los romanos, el uso de suposiciones y ficcio-nes en la contratación y el gran desarrollo de los negocios hizoinnecesario el obligado desplazamiento al lugar donde se en-contraba el fundo objeto de la venta. Entonces, tanto el magis-trado como las partes fingían el viaje, así como la entrega delcobre pesado en la balanza y hasta la derrota en un juicio tam-bién imaginario.

Los testigos podían sellar el testamento con uno solo o consiete anillos, pero en este último caso debían ser de idénticograbado.

En las primeras épocas del medievo encontramos tradicio-nes misteriosas en las leyes del Fuero Juzgo que consignaban lanecesidad de la manufirmatio una vez redactado el escrito:

Cada uno omne deve escrevir su manda con su mano, é diga specialmientre que manda fazer de sus cosas, ó á quien las manda, é notar y eldia y el anno en que faze la manda, é depues que tod esto oviere escrip-to, escriva en fondon de la carta que lo confirma con su mano.

En el Fuero Viejo de Castilla se mandaba que las ventas de uninmueble debían hacerse forzosamente durante el día y “al piede la heredad”, excepto que fuesen hechas en el cementerio dela iglesia o interviniendo un fijodalgo.

El Fuero Real de Alfonso X “El Sabio” prescribía la obliga-ción de los escribanos públicos de poner una señal personal enlas escrituras (cartas) que hicieren.

Es cierto asimismo que, a la par, el escribano era gravementesancionado si redactaba las escrituras con falsedad, porque en-tonces las mismas leyes establecían penas de 200 azotes, ser seña-

El arte de escribir: del barro cocido a la memoria electrónica

lado públicamente como mentiroso, cortarle elpulgar o la mano, perder el oficio o hasta mo-rir por ello.

Con el paso del tiempo se puso en vigor eluso de sellos oficiales exclusivamente utiliza-dos por los funcionarios gubernamentales, demodo que su imposición en cualquier docu-mento hacía presumir su autenticidad. Mien-tras tanto, continuaron subsistiendo los sellospersonales que solamente usaban los nobles ocaballeros. Se acostumbraba llevarlos consigoen anillos cubiertos o recipientes especiales(guardasellos).

Los escribanos medievales y de las colo-nias españolas en América usaban signos ycruces al final de la escritura, añadiendo lafrase “en testimonio de verdad”. Escriche con-signa sentenciosamente que sin estos signoslos instrumentos no hacían fe ni traían apare-jada ejecución.

El código civil mexicano del Distrito Fede-ral (1928) prescribe que en el caso de testa-mentos cerrados y ológrafos el autor puede po-ner para su mayor seguridad “los sellos, señaleso marcas que estime necesarios para evitarviolaciones” (arts. 1524 y 1553 in fine). Con-tienen disposiciones similares los códigos civi-les de Italia (605), Puerto Rico (657), España(707), Argentina (3649), Colombia (1080) yFrancia (976), en este último caso del llamadotestament mystique.

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Goethe estaba muy lejos de imaginar que junto con una go-ta de sangre, este mismo propósito de autenticidad habría decumplirse también con otras expresiones técnicas tan cercanasa la magia como la temperatura corporal, el iris de los ojos, laimpresión dactilar, los registros genéticos de las células y hastala modulación y el tono de nuestra voz.

5. Las formalidades, así, han sido muy diversas. Puede tra-tarse de la marca producida por la uña en un documento, degolpear con el bronce una balanza o de la invocación cabalís-tica al número siete o a la santísima trinidad. También puedeconfiarse en la intervención divina jurando in nomine domini Jesuchristi con la mano posada en los evangelios, acariciando lacruz o aferrando la espada.

Todavía es común recurrir a la presencia de tres testigos enun acto solemne o a la necesidad de pronunciar o escribir pala-bras sacramentales que impone la dogmática legal (como al no-var un contrato o al nominar títulos de crédito. Algunas leyesnotariales norteamericanas exigen el vocablo expreso sworn osus derivados verbales en los juramentos).

Coexisten aún en la práctica negocial elementos que se an-tojan ridículos, o por lo menos innecesarios desde el punto devista legal, pero que también intervienen en la formalidad delacto, como el estrecharse mutuamente las manos, abrazarse ointercambiar las plumas que sirvieron para firmar.

En todo ello –y en muchas otras cosas más– hay siempreun elemento de magia ancestral, poderoso misticismo, reli-

gioso fervor o incomprensible tecnología que nos hacecreer en la imposibilidad de falsificación del documento.

Pero, en suma, el mismo abismo tecnológicoque en su oportunidad separó a la ciencia notarial

de Rolandino del antiguo escribano egipcio, nossepara a nosotros de la publicación de aquellaAurora.

Somos afortunados de vivir en una época como ésta. Hasta ahora nuestros viejos libros de

registro forrados, con folios numerados y cosidos,papeles membretados, sellos de goma, firmas autó-

grafas y huellas digitales, han sido de uso ordinarioen nuestras oficinas; hace muy poco lo fueron la tin-ta china y el papel secador y luego las ruidosas má-quinas de escribir, las viejas minutas y la gelatina de

impresión; mañana lo serán las lecturas magnéticas ylos códigos de barras, las tintas infalsificables y las películas de

seguridad, las claves binarias y los códigos alfanuméricos, las im-presiones ópticas y los chips “inteligentes”...

El color de la ciencia

En el derecho norteamericano se utiliza elsello en ciertos contratos formales, pero fre-cuentemente sólo se finge, y entonces basta po-ner la palabra seal o las letras L. S. (locus sigilli),para dar a entender que en ese lugar debía ir elsello.

En el Fausto de Goethe, el ambicioso pro-tagonista tuvo que firmar con una gota de susangre el documento contractual redactadopor Mefistófeles para vender su alma:

FAUSTO: –¿También me pides un escrito, pedan-te? ¿No has conocido todavía ningún hombre ni pa-labra de hombre?

... un pergamino, escrito y sellado, es un espan-tajo ante el cual todo el mundo se amedrenta. La pa-labra expira ya en la pluma; la cera y la piel tienenla suprema autoridad. ¿Qué quieres de mí, espíritumaligno? ¿Bronce, mármol, pergamino, papel? ¿Ten-go que escribir con buril, cincel, pluma? Te dejo en-teramente libre la elección.

MEFISTÓFELES: –Una pequeña hoja cualquiera esbuena para el caso. Firmarás con una gotita de tusangre.

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Previsiblemente, en los próximos años tendrán lugar inno-vaciones muy importantes, por ejemplo, en los procesos de ve-rificación de la identidad personal.

6. Sin duda, el material donde se escribe, el instrumentopara hacerlo y los signos especiales continuarán cambiando. Esabsolutamente inimaginable, sin embargo, qué pueda seguirdespués del ciber-espacio, las pulsaciones electrónicas y los ho-logramas bidimensionales.

Pero existe algo que no ha cambiado. Frecuentemente se nosolvida que ni el material usado, ni la técnica para escribir sobreél, ni la utilización de signos o marcas misteriosos pueden por símismos conferir el carácter de auténtico a un mero documentofísico. Tal agregado sobreviene, en efecto, de un elemento queno tiene representación física alguna y que sólo puede residiren la integridad y honestidad de su autor, como en el caso delescribano que lo redacta y autoriza por haberlo visto ante susojos.

Llegados a este punto, quiero referirme a dos pasajes histó-ricos que llaman mi atención. El primero tiene lugar cuando losescribas llevan a una mujer adúltera ante la presencia de Jesús.Según el relato, Jesús –que nunca escribió nada– se encuentrainclinado en el suelo y escribe en la tierra con el dedo (Juan8:2-11). No sabemos qué estaba escribiendo.

El segundo pasaje se refiere a Sócrates, cuando hace “recor-dar” a un joven esclavo algunos principios básicos de geome-tría. Con su acostumbrado desplante, el filósofo (que tampocoescribió nada y acostumbraba no calzar sus pies) dibuja en la

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arena con el dedo gordo (Menón, 214). Sabe-mos que dibujó un cuadrado.

Estos relatos ponen de manifiesto, otra vez,el espacio donde se escribe y el instrumento adhoc. No podía haber mayor humildad y senci-llez en ambos: al utilizar simplemente la arenay el dedo para hacerlo, se destaca entonces lamajestad de quien lo hace.

José Antonio Márquez González egresó de la Facultad de De-recho de la Universidad Veracruzana con mención honorífica.Realizó la especialidad en derecho privado y obtuvo el gradode doctor en derecho por la Universidad Nacional Autónomade México, también con mención honorífica. Realizó cursos deposgrado sobre derecho civil y comercial internacional en Es-paña, Italia, Austria y Brasil. Ha publicado varios libros y múl-tiples ensayos en revistas especializadas de México, España,Argentina, Brasil y Perú. Acaba de publicar su primer libro eninglés para la Enciclopedia Internacional de Derecho. Es direc-tor de la revista Escribano, de la Asociación Nacional del No-tariado Mexicano y profesor del doctorado en derecho en laUniversidad Veracruzana. Es también notario y agente certifi-cador en contratación electró[email protected]