96

EL ATARDECER DE UNA RESPUESTA · (Antigua Bendición Irlandesa) 4 PRÓLOGO El sendero Silencio. Sólo podían oírse los pasos casi imperceptibles, de quien caminaba. Lentamente,

Embed Size (px)

Citation preview

1

EL ATARDECER DE UNA RESPUESTA

Sandra Martínez

2

Mayo, MMXI, La Pampa

Por todo lo que dijiste… mientras callabas.

3

“Que la tierra se vaya haciendo camino ante tus pasos,

Que el viento sople siempre a tus espaldas, Que el sol brille cálido sobre tu cara,

Que la lluvia caiga suavemente sobre tus campos y,

Hasta tanto volvamos a encontrarnos, Que Dios te lleve en la palma de su mano.”

(Antigua Bendición Irlandesa)

4

PRÓLOGO

El sendero Silencio. Sólo podían oírse los pasos casi imperceptibles, de quien caminaba. Lentamente, se acercó a la entrada, se detuvo, observó y con una leve sonrisa en su rostro, cerró la puerta y avanzó… Cuentan aquellos que alguna vez lo vieron, que seguía manteniendo esa mirada entre triste y escurridiza; que su tono suave al hablar nunca lo había abandonado… que sus silencios de pocas palabras, siempre fueron una de sus herramientas más precisas. Había caminado mucho en tan corta edad, había depuesto aquello que decía conocer, por nuevos modos y formas… pero nunca había perdido su esencia; la misma que siempre lo había impulsado a desafíos constantes, a pruebas eternas, a cambios necesarios y a logros esperados. Si bien, existió un tiempo, en el cual nada parecía saciar, a “esa nada” que precede a “ese todo”… como si la propia incertidumbre pudiera más, que las propias certezas. En ese tiempo, aún no podía entenderlo totalmente, una mezcla de sensaciones encontradas, de anhelos, miedos, sueños y pesadillas… se apoderaban de un espíritu que estaba preso de las necedades que porta la razón. Fueron tiempos sin tiempo, eternos. La mente agitada por palabras innecesarias, los pensamientos

5

fluían sin un rumbo, solo a merced del viento que los impulsa; tal vez, ésta fue la prueba más concreta, sentir los pasos correr, sin pensar que se detendrían algún día, en el lugar preciso. Quien caminaba, tenía ese afán por transformar y ordenarlo todo, como si el orden exterior pudiera modificar ese caos interno, del cual nos cuesta desprendernos, porque nadie lo ve, solo nosotros. Esta forma casi obsesiva de orden, alguna vez le habría servido para organizar un entorno, que por algún tiempo se mantuvo ordenado. Como si uno pudiera poner cada pieza del tablero en su lugar y esperar que éstas queden fijas allí por siempre… la ironía del orden, sería ver como las piezas se mueven por si solas, dejando de estar donde las pusimos, que se alejen o se acerquen, o quizás hasta que desaparezcan de nuestra vista…porque nosotros nunca nos hemos movido del lugar que creímos nuestro. En ese momento, el tablero deja su forma, cambia sus colores… ese fue el tiempo exacto en el cual, quien caminaba, se detuvo a observar, siendo esta su mejor jugada. Observó como había quedado dispuesto el tablero, con que contaba y con que no, dónde podría moverse y que lo impulsaría a hacerlo. Como si fuese un niño, intentando descifrar un gran libro, sabiendo sólo algunas letras. Observó, esperó, se armó, se desarmó, entró a la batalla sin armadura, salió con duras heridas, pero lo hizo sin mirar atrás. Dicen, que siempre caminó hacia delante… que no podía desviarse un solo paso, que no tenía en esos

6

días… la armadura correcta, que tiempo después encontraría. Mientras él caminaba, los escenarios a su alrededor se iban modificando… los paisajes cambiaban, no por voluntad propia, sino porque indefectiblemente así sucede. Todo se movía, mientras él pensaba que nada debía cambiar, sin quererlo a su alrededor todo cambiaba por sí solo, y no podía hacer nada para evitarlo. Pero… esto fue hace mucho tiempo atrás, según cuentan, los que lo vieron comenzar a caminar….

7

CAPITULO I

Respuestas

Como si el tiempo retrocediera, el principio siempre suele ser un final anunciado. Se sentó a oír una historia ajena y la pregunta formulada, generó muchas otras preguntas. “¿Adónde era que yo iba?” Parte de un corto relato, que a su protagonista le había llevado la vida reconocer. Y se preguntó, y siguió preguntándose por un tiempo más. Tal vez, esa noche, con su almohada de testigo, pensó la respuesta correcta o las muchas variantes a la misma pregunta. Desencadenando así, una serie de cuestionamientos internos, que en esos tiempos, comenzaban a emerger… sabiendo que quien se ve continuamente perseguido por cuestiones, lógicamente debe comenzar a cuestionarse. En esos días, los pasos eran dados con cautela, con cierta frialdad y escepticismo. Creer, que se puede verdaderamente modificar los cascarones que se han adherido a nosotros en años, no es tarea fácil. Este era el comienzo de un tiempo que dejaría como huella, un paso de los tantos dados, el más importante y al mismo tiempo el más costoso. Era el sutil comienzo de una etapa en la que, una sola palabra o un solo gesto, podían tener la magia de generar, que esas mismas huellas se marquen sobre un terreno seguro, el cual aún no había sido pisado.

8

Su temperamento volátil, casi adolescente… le había dado la inocencia perfecta, que precede a esa adultez donde la niñez juega el papel más importante. Una edad sin edad, una frescura que jamás perdería, un asombro constante por todo, como jugando a las escondidas diarias, tras camuflajes improvisados de disfraces y máscaras…. Personajes, que se mueven en un escenario, tras bambalinas… esperando salir a escena, casi abrumados intentando recordar la letra de una obra… que aún no se ha escrito. Él lo sabía, siempre lo supo. Sus preguntas no eran nuevas, sus respuestas si lo eran. Y allí comenzaba esa lucha, entre las antiguas y las nuevas respuestas. Giros inesperados, o tal vez… esperados hacía mucho tiempo. Los pasos, siempre conocen los zapatos de quien los anda. Mientras tanto, él se veía en un espejo, que reflejaba una imagen un tanto diferente a la que solía ver. Si bien, se reconocía en ella, había algo distinto, que su capacidad de asombro y búsqueda, lo impulsaría a investigar. El espejo siempre reflejará una imagen, mientras exista quien se anime a pararse frente a el. A veces, puede resultar tan maravilloso hacer de espejo, como ser la imagen. Quien puede hacer de espejo, es el nexo entre el exterior que se mira y un interior que necesita ser reflejado, dándole la oportunidad más deseada, aquella que posee la intención primera, que es la de trasformar lo que se ve, en lo que se desea ver. Lo que se es, en lo que se desea ser.

9

Tener a tu lado un espejo mágico, es lo que todo hombre si posee un alma de niño, desearía tener por siempre. Fueron tiempos, en los que mirar para adentro, sería el recurso más valido, para poder luego salir a escena, en esa obra que ahora sí, comenzaba a escribirse. Donde los roles se estaban definiendo abruptamente. El seguía caminando, viajando por rutas cientos de veces recorridas… que paso tras paso, lo invitaban a ver con otros ojos, lo tomaban de la mano para mostrarle una imagen nueva. Todo lo que había andado le serviría para encontrar el mapa… que por supuesto es una hoja en blanco. Los trazos nuevos, se dibujarían al mismo tiempo que comenzara a recorrerlos, viendo desde la imagen dentro del espejo. Y escuchó una voz, como lejana, que le decía: A veces recuerdo esos tiempos, con cierta añoranza, y con la alegría inmensa de saber que después de todo, he podido ver más allá de éstas líneas. ¿Si caminara sin pensar que el camino tendrá curvas pronunciadas? ¿Si escuchara los sonidos de esa voz que no calla? ¿Si pudiera, tan sólo, volver a ese día en que todo comenzaba? ¿Si quien escucha, no necesitara oír mis palabras, porque mi andar está diciendo mucho más de lo que habla?

10

Y sin embargo…. El tiempo no descansa. Mientras nos empuja a través de los miedos diarios, nos acorrala en prisiones sin muros, más allá de los propios… y nos encierra con candados sin llaves de repuesto. Pero nos deja una pequeña ranura, en alguno de los muros que escojamos, para que podamos ver tras ella, para que nuestro brazo se estire, hasta alcanzar esa llave, que siempre se encuentra en el lugar más difícil. Pero no por eso, es inalcanzable. Había lentamente, comenzado a descifrar aquello que dice, que uno termina preso de los deseos ajenos, de las decisiones ajenas, y de las costumbres ajenas. Y viviendo en esa realidad, lo propio termina por esfumarse y uno cae en el error de lo ajeno, como error propio, sin poder discernir que lo propio es haber asimilado el error, venga de donde venga, y hacerlo parte de nuestro ser. Estaba transitando, esa etapa anterior a la primer etapa…como un prólogo, un pequeño resumen de un libro al cual, tenía prohibido leer el primer capítulo, antes de tiempo. Ese espíritu de aventura que poseía y que aún lo acompaña, sería la ranura en el muro, esa que le permite estirar su brazo hacia la llave… y sabiendo que la alcanzaría, porque a tozudez nadie le ganaba... comenzó la ardua tarea de estirarse hacia la llave. Cual espíritu que busca ser libre por sobre todo; el dolor y el desgarro, permanecieron el tiempo que debían estar… Solos mientras el brazo se estira. Luego como por arte de magia, llegaría un día en que todo eso, sólo serían

11

recuerdos de la valentía y de la tenacidad alcanzada. Momentos de silencio, de crisis interna, el mejor momento… ahí es donde se toca fondo y el click aparece. Las crisis son las mejores aliadas, cada vez que uno necesita modificar, descartar o acentuar, aquellas cosas que sobran o que faltan. Su tiempo, era el suyo. No importaban los minutos que esto llevara, estaba inmerso en ese tiempo, que lo llevaría a reencontrarse con su parte más intima, una vez allí todo podría caminar al mismo ritmo que lo hacían sus propios pasos. Mientras él intentaba ganar la batalla… las palabras recordaron un diálogo que he mantenido con una muy vieja amiga, que me soplara al oído en aquellos tiempos de mi infancia… en los que todo estaba por dibujarse, sobre la tela más blanca… ¿Y yo que haré?...Mi camino hasta aquí me ha traído, sobre la tela mas blanca, se han armado los colores, se han dibujado formas, y escrito algunos nombres... Se han marcado las bases con fuertes trazos, lentamente y desde ellos contornos no conocidos, que se fueron remarcando con los días, que se fueron dibujando diferentes... No faltaron colores, si el color es puesto por quien pinta, cuando se cubre totalmente la tela y deja de ser la misma, es ahí donde realmente comienza a ser lo que quería, entonces se siente plena porque puede co/formar aquello mismo que la ha transformado, tras la forma que ha querido. ¿Y yo que haré?...Me sentaré y la veré, primero se

12

verá quieta en su forma y su sonido, después armónicos movimientos tan llenos de magia que atraparán a mis ojos, entonces recién podré verla, porque sabe que me ha encantad. Tal vez ocurra que hoy se vea muy diferente al día en que la han pintado... Y yo haré que no sé, quién en ella se ha mostrado, y dejaré para tus ojos, el descubrir quien la ha pintado... ¿Y tu que harás? ¿Me dirás de qué color la habías imaginado? ¿Me contarás de su encanto, de su forma y de sus trazos? Quién puede saberlo sin antes imaginarlo?...si por perderse observando, no se ve quien ha mirado, solo se ve, cuando se deja de observar aquello que hemos soñado... Y tu harás que no sabes de que pintura estoy hablando, y yo sabré que lo sabes cuando concluya este párrafo... Y yo entonces te diré, que he soñado historias y cuentos llenos de magia, que el tesoro mas preciado fue el poder soñarlo, todo lo que perdura en el tiempo con los años, todo lo que ha salido victorioso cada vez que se ha esgrimido con ello, todo eso ES, y permite que uno SEA, como en la tela, para cada trazo y cada color, no se han medido los tiempos, porque en la tela está el sueño de quien la pinta, revelándolo sutilmente a los otros... Secretos, misterios, enigmas, salir en busca de algo que no se conoce, pero te atrapa haciendo que aparezca esa sensación de imán perfecta... Quien ha descifrado razones, y ha depuesto a aquello que conocía, lo nuevo por conocer, ese

13

puede decir hoy, que ha conquistado lo que deseaba... Recuerda que: Si un Eterno movimiento expuesto a sutiles cambios, te impulsa a buscar, tal vez sea porque tú esperas... Dejar que la espera, deje de ser espera... es ser VALIENTE. En cualquier momento, en cualquier situación, en cualquier etapa… esta vieja amiga, contaba una historia, para quien sepa escucharla. Algunas personas son como esas telas, blancas, sin línea alguna. Otros tienen la capacidad de borrar y volver a dibujar. Y algunos otros, ya vienen con trazos marcados, que jamás podrán borrar, en telas que fueron escritas anteriormente. Como un artista que utiliza el mismo bastidor para recrear su nuevo trabajo. En resumidas cuentas, todos tenemos algo de cada uno de ellos. Son los diferentes momentos, los que nos pintan de una manera distinta a los ojos de quien nos esta observando. Mientras él veía con los ojos cerrados, maravillosa forma de ver, su imaginación era la que veía. La razón se aparta, el pensamiento se diluye, apareciendo la sensación de lo que se está viendo… como en esa tela, en el mismo momento, en que comenzaba a dibujarla. Creo que es tiempo, de volver al comienzo de esta historia. Al día en que quien caminaba, se calzó los

14

zapatos, para así detenernos en algunos aspectos por demás intrigantes. Contaban algunos que lo han conocido, mucho mejor que quien escribe, que tenía una forma un tanto, entre brusca y sutil de escurrirse, y desaparecer cuando así lo deseaba. Muy poco siempre se dijo sobre esto, aunque a mi entender, los espíritus libres sólo desean sentirse libres… y deben ser libres. El entorno en el cual caminaba, sus lugares, sus barrios, estaban inmersos dentro de una sociedad muy estructurada, con poca capacidad de cambio… digamos sin vuelo. Como un pueblo sacado de un relato de comienzos del siglo XIX. Las viejas costumbres, los modos, las apariencias, un mar de condicionamientos externos, que en lo interior de cada uno, la mayoría jamás respetaba, colocándose máscaras que taparan los excesos (así ellos podrían llamarlos), como si fuese una necesidad de sobrevivir a la mirada ajena todo el tiempo. Ocultando, tramando, intrigando… tanta energía mal gastada, en procurar ser lo que no se es, tanto tiempo invertido en camuflajes que de nada sirven. Si uno no puede ser quien es, se vivirá atrapado en la imagen incorrecta de uno mismo. Una sensación de vivir, más que vivir literalmente. En un escenario parecido, se encontraba quien caminaba, quien a esta altura del relato, ya debería tener un nombre propio… pero aún no lo tiene. Porque en este tiempo, lo propio se está descubriendo o redescubriendo… ponerle un rótulo sería encasillar a un hombre que aún está fuera de

15

sus casillas. Llegará el día en que sea nombrado, por el nombre que él mismo elija, de la forma que desee, para que lo nombren quienes él desee. Por lo pronto, seguiremos refiriéndonos a él, como “quien caminaba”. ¿Por qué habría de rearmar sus estrategias? ¿Por qué necesitaría mostrarse así? ¿Cuál sería el condicionamiento primario? Dicen que siempre uno busca lo que no ha tenido, y sin embargo termina por tener la repetición de lo que se ha mamado. Generalmente así sucede, porque lo llevamos como grabado genéticamente, toda una vida luchando contra eso y al final eso nos atrapa. Modificar esa situación requiere de mucho trabajo. Si bien la infancia de cada uno de nosotros y aquí incluyo a nuestro caminante… está repleta de situaciones impensadas, dicen que lo que uno recibe hasta los 5 años de edad, determinará lo que seremos en el futuro… que luego de esa edad, lo que hacemos es repetir los mismos mecanismos que nos han funcionado y los que no. Generando cientos de historias paralelas, buscando lo mismo que buscamos de niños… tal vez sea por eso, que a muchos les cueste recordar esos años con plenitud. La inconciencia está en su mejor etapa… guarda, archiva, clasifica, para luego repartir recuerdos según sea necesario. ¿Quién no guarda un recuerdo nostálgico de su niñez? Y se llenan los ojos de lágrimas al sentirnos niños nuevamente, al oírnos reír como lejanos, una

16

voz que se diluye suavemente, hasta perderse en el tiempo. Eso no lo había perdido, esa sensación de niñez, de inocencia bien interpretada, podía verla en pequeñas situaciones diarias. Y como todo niño, tenía la capacidad innata de querer manipularlo todo, en un sentido literal de la palabra. Donde los límites siempre son cuestión del otro, donde es preferible callar, para disimular que en definitiva e irreversiblemente, se está creciendo. Ciertas gracias de los niños, a veces suelen ser, imposibles de entender. La elección de los caminos, donde asentar los pasos podría desencadenar muchas rutas diferentes. Y aquí estaba nuevamente… con los zapatos de este rumbo elegido, que lo llevaría a elegir prontamente otros pares de zapatos… Recordando que: Uno nace descalzo, tarda tiempo en incorporarse, y los primeros pasos se dan tomados de algún soporte o de alguna mano, que pueda mantenernos de pie. El resto del camino, es solamente de a UNO.

17

Seguramente mi objetividad, se va empañada por un conjunto de recuerdos. Por esa misma razón, sería bueno poner un poco de humor a este relato. Este personaje sacado de una caricatura años 50, con ese paso lento y cabizbajo, con su agenda en la mano casi siempre, con su cabello corto y prolijo, sus gestos tan particulares casi sin ademanes, su manera de llevar las manos a los bolsillos, su dedo índice que siempre terminaba golpeando alguna mesa, como acentuación de lo que decía. Su mirada que ocultaba más de lo que decía. Su forma de comer y nunca ensuciarse, de sentarse correctamente, de escuchar música a un volumen muy bajo, de mantener la calma en situaciones que no lo requerían…. Eran características que lo definían perfectamente como un ser medido, cuidadoso y prudente al mostrase hacia fuera públicamente. Ahora bien, muchas otras eran las características en la soledad con uno mismo. Parte de lo anterior se corría, para jugar a cambiar, el paso lento, por una carrera en busca de una presa, una agenda por un buen libro, un cabello corto y prolijo por el desenfreno de un estilo adolescente, un quitar las manos de sus bolsillos para abrazar el deseo, mientras con el mismo dedo señala una luna que asoma en el atardecer. La mirada deja de ocultarse, ya no importa si algo se derrama, la música a gran volumen lo envuelve, haciendo que sea él… liberándose de sí mismo. Esa sensación inigualable que sólo se puede experimentar mágicamente.

18

Estas palabras que hablan de esos tiempos, tienen cierta nostalgia, como si se tratara de una vaga despedida, un ahondar en el otro tan profundamente, que me hace sentir fuera del espacio, como distante, lejana. ¿Será así en verdad? Cuando uno escribe comienza a destejer la realidad por tramos, entrando y saliendo de ella, de la euforia a la tristeza, del sonido al silencio… se despide y se reencuentra… se ama y se odia… se detiene y se avanza… se cree conocer y se termina desconociendo… se recuerda y se olvida… se da y se quita… se tiene y se pierde… Creo que el mejor estado de quien escribe, es esa nostalgia eterna de sentir que aún, no lo he dicho, ni escuchado todo.

19

Verdades y Utopías

Se sentó. Quieto. Inmóvil. Expectante. Miró a su alrededor, como buscando algo. Se levantó, caminó hacia la ventana, miró el afuera… siguió buscando. ¿Qué buscaba? Salió por esa puerta, por la cual había entrado cientos de veces, corrió, se detuvo y volvió a correr. ¿Dónde estaba? Casi ya sin aliento, se arrojó bajo la sombra de un árbol y acariciando la tierra, lloró. No podía levantar su cara del suelo, no podía seguir corriendo más. Su ímpetu lo llevó a detenerse en un lugar, donde la nada era más fuerte que todo. Solo. Su espejo se empañaba, la imagen se distorsionaba por completo. Una porción de la magia se desvanecía, para dar lugar a otra magia mucho más importante, la que se encuentra en la soledad absoluta del alma, donde uno sólo es uno, a veces ni siquiera con uno mismo. Allí permaneció por horas. Sintiendo que aquello que se suelta, se pierde. Que lo que no se cultiva, nunca se cosecha y que todo crece de acuerdo al suelo en que fue plantado. Había días en que las utopías eran más reales que las verdades. La utopía por formar parte de los anhelos, llevándolos al terreno del idealismo. La verdad por no querer ser vista, termina siendo una utopía más, entre tantas. Siendo la utopía más grande aquella que dejo de ser tal, para conformar una verdad.

20

¿De cuál se aferraría entonces? ¿De la verdad? ¿De la utopía? ¿Por qué cual de ellas lloraría? Hoy, tiempo después, aún no comprendo como hizo para saberlo. Ciertamente me sorprendía cuando lograba que mi conciencia, entrará en la inconciencia… me atrapaba por completo. Se incorporó lentamente, con su cuerpo cansado, se apoyó en el árbol y levantó los ojos del suelo. Observó. Lo hizo cuidadosamente, como sabía hacerlo, escuchó cada sonido, hasta los más lejanos, pensó de qué lugar vendría el viento… y hacia allí se dirigió. Caminó por horas en una noche muy cerrada, solo en la oscuridad absoluta. No me extrañaría verlo aún caminar en esas noches, siempre fueron para él un refugio seguro. Cruzó caminos, atravesó bosques, saltó alambrados, abrió puertas, y siguió caminando. Se despojó de armas y armaduras, y se quitó esos zapatos, que ya le pesaban demasiado. Y así, descalzo, tomó a su alma de la mano y juntos se sentaron a escuchar, las palabras que no necesitaron decirse. Fueron instantes solamente, en los que la luna asomó a observarlos, con su naturaleza femenina, penetró en el alma de quien caminaba alumbrándoles el camino. La utopía lo había colocado, en un lugar complejo. Donde todo se mezcla, donde el pensamiento puja por ser más fuerte, aunque sepa de antemano que su batalla está perdida… el pensamiento es la realidad

21

que creamos, mientras la utopía no depende de nosotros. Comenzó a pensar seriamente. ¿Qué significaba una y otra? Si elijo la verdad, estaré eligiendo la utopía - pensó. En sí tenía razón… no pueden separase, pero si pueden transformarse mutuamente. Se sentó, tomó papel y lápiz, y escribió… analíticamente y como sacado de diccionario, fue hilando las palabras. Verdades: realidades, no por eso ciertas. Utopías: realidades, que no pueden tocarse. Verdades: mi idea de lo concreto. Utopía: mi idea de lo abstracto. Verdades: aquellas que no siempre digo. Utopías: el decirlas todo el tiempo. Verdades: YO SOY. Utopías: YO SERE. Fue larga la lista y desde lo analítico extremadamente correcta. Cuando la leyó pensó en todo aquello que escondía cada una de sus palabras. Esa parte de él, que sostiene su propia alma, sabía el significado oculto de cada verdad y cada utopía. Las verdades conformaban las realidades ciertas y no ciertas. Las elecciones propias, los fundamentos propios, las consecuencias de cada acto, siempre visto desde lo positivo… más allá de las verdades y sus consecuencias posteriores, todo sirve para algo mucho más fuerte, sirven como crecimiento. A partir de ahí la verdad como realidad, se convierte en la fortaleza de saber discernir a tiempo.

22

La utopía era todo aquello que esperaba. Mientras caminaba hacia aquel lugar, la utopía se adelantaba cada vez más, sin permitir que la alcanzara por completo. ¿Por supuesto que él correría si fuese necesario hacerlo… pero, la utopía se dejaría alcanzar? ¿Quizás... – dijo, pensativo- si pudiera alcanzar la utopía esta se convierta en verdad, dejando de ser ella misma... y que perseguiré entonces? Rápidamente, se incorporó como enojado, caminó de un lado al otro de la habitación, de repente se detuvo… diciendo: “No puede ser, debe existir una manera de poseer la utopía sin transformarla en una realidad.” No podía dejar de pensar en ello, fueron noches enteras sin casi dormir, días en los que este pensamiento se había apoderado de todo su ser. El sueño pudo más, y cayó dormido profundamente, dentro de su propia utopía. Allí la tuvo tan cerca, que pudo abrazarla, y le preguntó muchas cosas… pero ella, la utopía, tenía sus labios sellados. Cansado de pensar, la miró dulcemente y le dijo: ¿Por qué no me hablas? ¿Por qué no te escapas?,… la utopía besó su frente y por primera vez contestó: Si te hablara, ¿me escucharías? ¿Si me escapara, saldrías a buscarme?... Nada contestó quien caminaba, si hablaba corría el riesgo de ver a su utopía convertida en realidad. No llegaba a comprender como una verdad no existe, sin una utopía que le sirva de principio. Tenía mucho miedo, porque no sabía que pasaría. Su forma de dejar todo librado al azar o al destino,

23

en esto no le estaba dando resultado. No veía que haciendo eso, ya estaba haciendo algo, por lo cual el azar quedaba anulado. La utopía se sentó al borde de la cama, mientras lo veía dormir, y sabiendo que no podía escucharla le dijo al oído: “Has corrido incansablemente toda tu vida tras de mi, yo he sido tu testigo. Me has encontrado y me has perdido cientos de veces, me has puesto otros nombres, y sin embargo, aún me sigues buscando. No temas. Lo maravilloso de las utopías es que nunca dejamos de ser tales, pero necesitamos una verdad, que nos alimente, sin la verdad, nosotras no podemos existir. Somos el espíritu de tu verdad, de aquella que puedas crear, somos tus sueños y tus deseos, somos lo que siempre está por delante para tenderte la mano. No temas, sigue soñando…que mientras lo haces, todo transcurre despacio”. Él no podía oírla, no deseaba oírla. Prefería seguir dentro del sueño, donde su utopía podía recostarse a su lado, sin decir siquiera una palabra. Sabía que en algún momento despertaría, se resistía a hacerlo, tomar conciencia no es igual a soñar despierto. Pero en algún momento despertaría, abriría sus ojos, esperando ver la desnudez de una utopía, que se muestra revestida de fortaleza. Tal vez ese despertar sea, el despertar a muchas otras cosas que llevaba adormecidas. Tal vez su verdad más grande haya sido, despertar y encontrar que la utopía aún permanecía ahí, en el mismo sitio que él

24

había soñado, que no había escapado, sino al contrario, se había transformado en una razón y una verdad, que lo abrazaba en silencio. El transcurso de los días, fue guardando las palabras en espacios que nacían nuevos dentro suyo. En esos días… quien caminaba, debió sentarse frente a la incoherencia humana, la resignación y el atropello, varias veces. Comenzaba un tiempo que, en un aspecto de su vida, marcaría una etapa de trabajo constante, de duelos, batallas, victorias y fracasos. Sus manos se entrecruzaban agitadas, su mirada atenta, su pensamiento no descansaba. Las situaciones de una realidad que parecía desbordar en momentos, cuando lo que se oye supera lo esperado… cuando lo impensado te toma por sorpresa y no existe una forma inmediata de comprenderlo… los tiempos se hacen eternos y uno quisiera estar muy, muy lejos. Pero no existía una escapatoria a esto, salvo por instantes, eso sí… plenos instantes. Por esos días, lo veía pensativo, frágil, hacia adentro, tampoco mucho había para resolver en el afuera. Todo se iba desarrollando cotidianamente, las rutinas seguían estando, con algún que otro condimento diario, que su gestión demandara. El frío del invierno también ayudaba a buscar cobijo dentro. Cuando el afuera se torna helado, gris, triste… es conveniente mirar para adentro,

25

para así, darse la posibilidad de partir a un lugar seguro. Allí, encontraría un matiz diferente, tal vez el gris no sea un blanco pleno, ni la tristeza una alegría desbordante… pero si de algo estoy segura, es que siempre es preferible un gris a un negro y un sentimiento, a la carencia de éstos. Creo que estaba en ese punto de inflexión, totalmente necesario, donde uno no sabe quien es… lo cual es maravilloso, aunque parezca terrible. Desconociéndose es cuando uno comienza a conocer lo que desconocía, el vacío aporta la posibilidad de ser llenado, la angustia la posibilidad de transformación y cambio, la crisis un estallido de posibilidades nuevas, de modificar, acentuar, descartar, construir y definir lo que se busca y se desea realmente para uno. Como en todo proceso personal y grupal, los momentos de incertidumbre, de desconsuelo, donde todo está revuelto en esa famosa crisis… donde todo estalla indefectiblemente tarde o temprano… daban la apertura a nivel personal, a ver desde un enfoque diferente, contemplando situaciones nuevas, siendo éstas verdaderas posibilidades reales nunca antes tenidas en cuenta. Desde lo grupal, se generan nuevas estructuras y lineamientos, nuevos modos de actuar, de pensar y de accionar. Quien caminaba… estaba en su mejor momento, aprovecharlo por completo, sólo dependía de él, ver en esto una posibilidad de encontrarse a si mismo, de evaluar lo que se desea para uno, era su desafío. Acá ya no contaban las viejas herramientas, éste era un trabajo personal que requería invertir en

26

nuevas. Una vez que las encontrara, tendría que aprender a usarlas… sin manual de instrucciones, aunque tal vez, alguna que otra utopía podría leerle al oído, las nuevas instrucciones… siempre y cuando él nunca se enterase. Pero esto, formaba parte de otro capítulo. No podía frenar los pasos, ese espíritu incansable, necesitaba siempre estar haciendo algo. Supongo que le aburría, estar quieto. Siempre andando, haciendo, pensando… durmiendo a los sobresaltos, porque en medio de la noche, alguna idea llegaba a despertarlo. Si se detenía, solo era para esperar que algo lo sorprenda. Si lo hubiera visto, tan solo una vez, hubiera creído que era de esas personalidades de escritorio, con ese paso lento y cuidado… ciertamente lo disimulaba muy bien. Quien solo conociera de él, la primera impresión, habría pensado lo mismo. Era tan irónico, que resultaba a veces, hasta difícil saber si hablaba en serio o no. Al mismo tiempo, era muy divertido… seguramente no se pensaba así, pero lo era por completo. La ironía justa, podía ser mucho más graciosa, que cualquier payasada. Es muy probable, que mientras leyera esto, se estuviese riendo. Versátil, ciento por ciento… por supuesto que tampoco se pensaba así, la autoestima no estaba en su mejor momento… diría su ironía.

27

Vamos a dejarlo caminar solo un rato… a quien caminaba, para jugar con esa ironía tan suya e intentar desmenuzar ese afán por cocinarlo todo. Era capaz de elegir cuidadosamente cada ingrediente, de tomarse el tiempo necesario para seleccionarlos, para prepararlos y condimentarlos… me contaron que cocinaba muy bien, que era de esas personas que medía los detalles al momento de servir un plato a la mesa. Así era, y es. Y como tratando de descifrar una receta nueva, debía pensar en estos tiempos que ingredientes utilizaría, de que forma los elegiría y con que los condimentaría… para lograr el mejor plato, en mucho tiempo. Y seguidamente pensar, si sería sólo una entrada, o el plato principal… o tal vez el postre. ¿Difícil? No,… irónicamente posible. ¿Lo cocinaría por mucho tiempo?, ¿le daría algún toque personal, fuera de la receta básica?, ¿o inventaría una nueva?, ¿con que lo sazonaría?, ¿Qué condimentos tenía guardados celosamente?… mientras él pensaba todo esto, la comida se estaba cocinando, sólo era necesario “revolverla de vez en cuando para que no se pegue…” dicen eso, los que saben cocinar. Si lo habré escuchado decir, “estoy en el horno”… muy bien nunca supe que significaba o que quería decir con eso… creo que también formaba parte de su ironía cotidiana… ¿Qué habría en el horno más que fuego?... tal vez se estaría cocinando él mismo… mientras no se olvidara de chequear la temperatura y la comida no se le quemara…

28

“Jamás”- contestaría si pudiese… aunque en estos tiempos que corrían, no me hubiera sorprendido escucharlo decir, algo como… “El fuego todo lo transforma”… Ironías, ironías, ironías…. Que siempre dicen todo… todo lo contrario, de lo que se está diciendo al usarlas. Igualmente, en él sonaban fantástico, mantener una conversación totalmente irónica era por demás extraordinario. Como un juego de seducción en un lenguaje que se enriquecía, con la respuesta del otro. Aprender a reírse de uno mismo, es una de las mejores medicinas y él lo hacía todo el tiempo, irónicamente, pero lo hacía.

29

CAPITULO II

Palabras

En el silencio de una tarde de otoño y como haciendo magia con las palabras que retumban dentro de la galera del mago… en este caso retumbaban en el alma de quien caminaba… el arte de jugar con las palabras, como todo arte, es magia pura. Quien escribe, escribe desde sí… pero quien lee, puede transformar las palabras, jugar con ellas, darle muchos diversos sentidos, puede armar escenarios imaginarios en cada capítulo leído, puede vestir y desvestir a cada personaje, con las ropas que desee… puede en este caso… ver el camino y reconocer su suelo, en algún otro ya visto y andado… o tal vez, correr el horizonte con la mano, cuando éste se acerque demasiado. ¿Quien no ha aspirado a alcanzar? ¿Quien no ha deseado elevarse? Alcanzar es transitar, es caminar por donde más cuesta caminar. Por eso, quien caminaba, en un punto, ya alcanzó transitar por ese camino. Siempre existen en ese mundo sutil, ordenado, gentil, muchas formas de transitar. Cuando uno oye del camino, transita por el sonido, por la sinfonía. La sinfonía es el "sin fin” al cual el hombre debería aspirar alcanzar, donde todo siempre está por comenzar, donde el mismo fin, anuncia un principio y se renueva constantemente.

30

Como así también, cuando uno ve el camino, es porque ya está dentro de él, es porque posee la llave, porque "ya ve"…. y así, entra a un estado donde la magia se hace dentro de uno, y se logra la plenitud. Mucho es lo que se lleva a ese camino, es bueno transitarlo con aquello que es preciso llevar y mucho también es lo que se debe dejar. Pero siempre para poder llevar lo más preciado, es necesario dejar muchas cosas. No por eso perderlas…. Tan solo, apoyarlas al costado del camino, para cuando el peso de lo que sí cargaremos con nosotros, sea más liviano. Como luego de años, abrir un cajón de recuerdos… es cierto, creo que no se vuelve en busca de lo que dejamos al lado del camino… creo que solamente, se recuerda, se observa de lejos, como una antigua fotografía… y lentamente se cierra el cajón y se guarda donde estaba. Siempre iremos dejando algo… porque siempre estaremos haciendo fuerza, para que lo nuevo, no se nos caiga de las manos. Y comienza la marcha… Si logramos levantar el pie del suelo, nos encontraremos ahí, donde empieza el camino, si apoyamos el pie, ya estaremos caminando. Levantar el otro pie para dar el paso, puede generar tanto vértigo, como estar parado en la cima de un acantilado, esperando saltar al vacío… sin sogas que te salven… sólo un basto mar a nuestros pies. Una profundidad que marea, un sumergirse sin saber que habrá adentro… sin embargo el calor de

31

un agua que contiene y acaricia el cuerpo envolviéndolo en una sensación nueva… solo conocida, luego de haberse animado a saltar al vacío. Si se logra se está dentro de la maravilla. ¡Porque la maravilla fue, haber podido levantar el otro pie! Y así... uno camina... ¿Quien pudiera contar los pasos que dio? ¿Por qué acaso solo se recuerdan los primeros?... tal vez porque sean los que marcaron el camino. Si miles de veces uno da primeros pasos... ¿por qué es tan difícil saber cuáles son? ¿Por qué es tan difícil mantenerse en pie? Por eso mismo, si el primer paso es verdadero, si el primer paso contiene todo el espíritu que lo impulsa, el segundo estará dado, por la magia misma de ese espíritu. Los carismas y virtudes, solo se encuentran a sí mismos dentro de la búsqueda... Por eso simplemente, aprended a buscar aquello que es verdadero buscar, porque así todo lo demás será, todo lo demás estará. ¡Desde ese estado, todo lo que se proyecte, será cumplido! Cuenta aquella amiga mía que me acompaña, hace tantos años… Había una vez, quien nacía a los ojos de aquel que sabía observarlo.

32

Sus ojos veían lo grande en lo pequeño y se vestían de magia cada noche, tan solo esperando. Aquello que conocía, se desvanecía ante tanto encanto. Tan grande era la obscuridad que sentía en su seno.... que, para quien conoció esa luz tan divina, aquella que entre montañas y lagos se refleja y se expande… haciendo que la luna se convierta en cientos de lunas… permitiendo con ella dejar atrás las murallas... creando, sintiendo…naciendo, podía permitirse preguntar: ¿Y vos? que en aquella noche obscura te perdiste.... ¿Naciste? ¿Y vos? que en la inmensidad de aquel bosque te escondiste... ¿Naciste? ¿Y vos? ¿A dónde ibas? ¿Te encontraste? ¿Te viste? ¿Te buscaste? Estando tan cerca del cielo… ¿Volaste? Y miras... ¿qué ves? en verdad… ¿cuán fuerte es tu armadura? A Ti... En verdad te digo, no te escondas detrás de aquello que no puedes descifrar, no te cubras de escudos que solo eso mostrarás, no ates tu alma con cadenas, más bien... déjala libre para que pueda sentir aquello que la hace devenir alma. ¡Ve, anda y dile a tu alma... aquello que temes y por eso callas!

33

Tal vez, existan palabras sin tiempo… y respuestas sin preguntas. A la inversa de preguntas sin respuestas… lo que sería demasiado complicado. Las respuestas sin preguntas, son grandes coincidencias entre lo que pensamos y sentimos. Se pueden tener tantas respuestas, sin saber de donde vino la pregunta, si fue una sensación, si fue un suceso, un momento, un lugar. Las respuestas son como el Apocalipsis de lo que pensamos. Un final que se sabe y responde, un desarrollo que se va viviendo, con un principio que nosotros mismos hemos diseñado. Quien caminaba, se encontraba muy cerca de esto, la primera estación del camino. Podía verla a lo lejos, no era conveniente acelerar la marcha… no era necesario, la estación seguiría ahí. Algunos pensarían en tomar un atajo, pero se perderían parte del recorrido…Faltaba muy poco, unos cuantos pasos más para alguien tan tenaz, no costaría tanto, más me costaría a mí seguirle los pasos, sin que se me escape algún capítulo de éste libro. Algunos caminos son imposibles de esquivar, no existe ruta alternativa, cuando ya se está en ellos. Los mapas de rutas ajenas no sirven de mucho. ¿La primera estación, como nombrarla? … sólo él podría ponerle el nombre exacto, creo que su camino se lo dictaría. Me intrigaba saber, que encontraría dentro de esa estación… que haría allí, entraría, descansaría un tiempo, tal vez durmiera unas pocas horas, antes de seguir la marcha… En ese momento no lo supe,

34

aún no había llegado ese tiempo… puedo recordar una de las mías, pero no viene a este cuento. La primera estación de un tiempo que se diseñaba como nuevo. Habrían existido muchas otras antes, seguramente… muchas paradas obligadas. De repente, como si le soplaran al oído, una idea extraña llegó a su mente. ¿Si sigo caminando? ¿Si no me detengo en la estación? … Podría sortearla y seguir adelante, sin tener que pensar que tiene, sin tener que entrar por su puerta… solamente sigo caminando y en algún momento la perderé de vista. Parecía fácil… si hubiese sabido que si no paraba en la estación, el camino que seguía sería muy diferente al que había imaginado, no por eso mejor, no por eso peor. No es posible, ver y no ver. Seguramente, estaría toda su vida, preguntándose que había dentro de la primera estación. El haber visto su fachada, no significaba conocer los materiales con los que había sido construida ni mucho menos el mobiliario que tenía por dentro. Esta idea lo confundió mucho… aún le quedaba bastante al camino antes de llegar a la estación, tenía la ventaja del tiempo y mucho de éste para pensar como abriría la puerta y que haría con lo que encontrara dentro, en el caso que decidiera hacerlo. La sensación que define poder decidir, si parar en la estación o no, cuanto tiempo permanecer allí o que hacer allí… es la de sentirse libre en las elecciones, en los actos y sus consecuencias. Es saber que solo a uno mismo, se rinden éste tipo de cuentas. Que pueden existir pactos tácitos o

35

implícitos, pero siempre sabiendo que son modificables, en el transcurso del camino. Que una idea impensada, siempre está por ocurrírsenos, que de la emoción de la idea, no somos responsables, pero sí de lo que hacemos con ella, el decidir llevarla a la práctica o no. Su espíritu de búsqueda, seguramente sería el motor que lo impulsara a una respuesta, sin pregunta alguna. No sabía si era su afán por pensarlo todo ordenadamente o cierta desprolijidad encubierta, lo que lo hacía pensar todo de forma ordenada. Siempre decía que no tenía mucho para dar, usaba una frase como “esto que ves, es lo que soy”… creo que todos lo hemos visto en cierta forma diferente, cada cual ve con sus propios ojos y a todos no se les muestran las mismas cosas. Podré hablar desde lo que yo he visto, nada más… por eso escribo estas líneas. Mientras lo escuchaba hablar, intentaba descifrar hacia donde iba con sus palabras… He rescatado de su persona, cosas que tal vez, para él fueran menos importantes. Su necesidad de acentuar una limitación, por decirlo de alguna manera, tal vez respondía a otra necesidad, la de reafirmarla en uno mismo, para no perder ese orden tan estricto. Acentuar para no salirse de esa sensación, que tan bien a su entender le funcionaba.

36

¿Qué significa o en qué sentido uno puede llegar a pensar, que es poco lo que puede dar? ¿Cómo sabe uno, que es lo que el otro en verdad quiere? Acaso…¿todos deseamos lo mismo?... o lo que uno cree poco, tal vez para el otro sea suficiente… o tal vez, el otro no desee lo que yo sí pienso que desea. ¿Existía alguna fórmula estándar de lo que uno necesita? … no lo creo. Me costaba mucho entender, esta pare de él. Siempre lo vi como alguien que daba mucho en todo, con compromiso, con responsabilidad, con entrega. ¿Por qué él no podía verse así? ¿Por qué le costaba tanto? ¿Para qué esos escudos? … No podía entenderlo, me costaba demasiado entrar a esa realidad de su persona. Seguramente el tiempo haría lo suyo. Pero hoy, mientras escribo, no llego a comprender e insisto, en que cuando hablaba de esa manera, cuando lo veía marcarse a sí mismo límites… creo que sabía lo que yo pensaba… y eso me ponía al descubierto. Esa mirada, me indicaba que, lo que él no mostraba de sí mismo, yo podía verlo. Su presencia, sus silencios, sus palabras, sus historias, sus presentes, sus soledades… yo admiraba en él, esa maravillosa forma que tenía de afirmar algo con todo su ser, al mismo tiempo que lo olvidaba por completo en un instante… dentro de esa ironía que siempre estaba presente. Lo escuchaba contar sus historias de engaños y desengaños, sus hazañas, sus aventuras… como si se tratase de un otro diferente al que relata.

37

Él nada pedía… sin embargo, lo hacía de una forma muy sutil y le daba resultado. Mientras él relataba estas historias… Hoy pude observarlo de otra manera, desde otro lugar. Desde un mejor lugar. Siento que en verdad había sufrido mucho, pero que en la soledad más absoluta, también se puede ser feliz. Que sí lo había vivido, y en parte lo seguía viviendo. Que cuando pensaba en el otro, lo hacía profundamente, cuando quería, quería en verdad, cuando recordaba, le brillaban los ojos y cuando tenia miedo, podía expresarlo con ejemplos ajenos, para que no me diera cuenta… Y… yo lo escuchaba, y lo seguiría escuchando. Creo que a una de las cosas a las que él más le temía, aunque lo oí decir varias veces que a nada le tenía miedo, era a la traición. En todos sus aspectos. Necesitaba saber con quién estaba, con quién trabajaba, quién lo acompañaba… y la mejor manera de saber si alguien es confiable o no, es probándolo. Y pruebas existen muchas, demasiadas. Si quisiera ir más allá… le preguntaría “¿Por qué llegar a la prueba, cuando en verdad se sabe de antemano?” Las pruebas no siempre salen bien. Como tampoco y lo subrayo, todos somos iguales o respondemos de igual manera ante una prueba. Nadie recibe una prueba que no pueda sortear, para bien o para mal. ¿Cuántas pruebas habrá tenido él que pasar? ¿Cuál ha sido la más difícil? La lealtad verdadera es la que no limita, la que ayuda a construir dejando al otro poner los

38

ladrillos, la que se entrega, y jamás la que se pide. La traición no tenía espacio en su vida. Él era leal a sí mismo, y eso es invaluable. Lo conocí leal a sus convicciones, a sus modos, a sus carencias, a sus excesos, a su pensamiento, a sus sueños, a sus deseos, a su soledad, a sus amigos… ¿entonces, por qué seguía pensando que no tenía mucho para dar? Y ahí estaba… sentado a la mesa, hablando… y olvidando sus silencios. Escuchando… y esperando una respuesta. Ahí estaba… yo lo veía desde otro lado… no sabía que pensaba ocultamente en verdad de mi, sé que decía muchas cosas, yo solo guardé una que me dijo. Una sola palabra, en cientas que habrá dicho…”incondicional”… sin condiciones y más allá de todo. Creo que él podía estar seguro que la traición desde mi, jamás existiría, por convicción personal. No sé con que palabra se habrá quedado él, luego de nuestra extensa charla… si yo tuviera que elegir una para describirlo, no podría ser otra que “su lealtad”. Seguramente se ria porque le parecerá un absurdo, pero yo admiraba esa lealtad, ante todo. Aunque debo reconocer que algunas veces, me hubiese gustado tomarlo del brazo y sacudirlo para que despertara de tanto orden… sé que en algunos instantes lo he logrado, y ahí lo he visto volar, lo he visto libre hasta de su propia lealtad consigo mismo, libre de transgredirla, verdaderamente libre… lo he visto feliz.

39

Quien caminaba, estaba cada día más cerca de esa primer estación… yo diría que en su puerta. Ya no se preguntaba qué haría con su dilema de entrar o no entrar… seguramente no entraría, porque en cierta manera ya estaba dentro. No más miedos, no más escondites, no más ironías… tan solo por hoy, eso se había ido. Ahí estaba… frente a la puerta, tomando el picaporte con su mano, solo, con lo que pudo cargar para el camino… esperando que alguien le abriera la puerta del otro lado. Pudo más el deseo, como queriendo atrapar el regalo más preciado, pudo su inocencia, como esperando que ese regalo fuese el indicado y no otro… pudo por un momento dejar caer cada escudo construido y cada frase armada… por momentos, solo por momentos… que durarían el tiempo exacto que él decidiera. Yo lo veía, recordando… tantas historias parecidas. Podría contarle muchas de ellas, relatarle momentos nunca oídos, historias y secretos sacados de cuentos de hadas, podría contarle la historia que nunca antes le conté… Por todo esto, la historia de quien caminaba, me había atrapado. Tenía el matiz necesario, para poder descifrarlo todo, era como un rompecabezas, al mismo tiempo que parecería, una vida de las más sencillas y comunes… pero con vértigo, mucho vértigo…tal vez era eso, algo tan ajeno a mí, una historia tan paralela que en un punto se cruzaba, el vértigo, esa ansiedad por buscar, y por conquistar, por atrapar y no querer

40

detenerse nunca. Batallas que quien caminaba libraba con silencios que decían mucho, mientras yo las libraba con palabras… que ciertas veces, nadie escuchaba. ¿Tal vez deba hacer un paréntesis necesario… ver al otro, con los ojos de quien? ¿Quién era Anna en verdad? La historia de Anna solo dos personas la conocían plenamente y estaban muy lejos. Tal vez debería contarle a quien lee estas líneas, cual era el tesoro que Anna guardaba tan celosamente, el mismo que le permitía poder ser quien en verdad era. Debería comenzar diciendo… “Había una vez”, para poder relatar una historia por demás fantástica en todo sentido… pero no me detendré en esto ahora, seguramente una noche frente a una cálida chimenea, con cierta luna de testigo, sea el momento indicado. Quien caminaba… creo que esperaba con ansiedad un final para este libro… un final abierto, modificable, pero por sobre todo ordenado. Esa era mi tarea. Él tenía la facultad de escuchar. Lo he visto tantas veces sentado escuchando mientras con sus manos jugaba con trozos de papel y escribía cada idea, para que no se le escapara, en el instante mismo que debía conversar. Y nada que él quisiera, se le escapaba, por el momento… No es posible atar todo con los mismos lazos, hay quienes necesitan

41

cadenas muy fuertes, casi irrompibles, para permanecer. ¿Cadenas con eslabones invisibles, que se construyen de a ratos, que atan, pero que liberan, cadenas que unen, que fortalecen, que acercan… era posible esto? ¿Sentirse atado y libre? Seguramente si. Uno es libre y a la vez es preso de si mismo… es libre en el otro y preso en el otro, muy diferente a ser “libre del otro y preso del otro”… dos palabras, que son completamente opuestas: “en el” da la libertad y “del” la quita por completo. Me gustaba verlo poner ese orden constante, escuchar sus explicaciones, sus conclusiones… a veces se distanciaba, para acercarse en un sentido diferente, iba y venía, y muchas veces también lo hacía en forma abrupta, como si todo estuviese dicho implícitamente, sus silencios podían ser frustrantes. Por eso escucharlo cuando hablaba, me daba cierta tranquilidad. El silencio generaba un tipo de incertidumbre, que por un lado seducía y por el otro… Igualmente, nunca dejó de estar. Él iba conquistándolo todo, con una mirada seductora, que invitaba a desafíos constantemente, desafíos para el otro… porque no olvidemos que, quien caminaba, tenía todo debidamente organizado y ordenado. Sus permisos estaban siempre dentro de ese orden… aunque puedo atestiguar que haberlo visto “desordenado” le daba ese toque de espontaneidad que le faltaba. En verdad, no era espontáneo, no había arrebatos, ni esas sorpresas inesperadas, tampoco lo veía hacer

42

algo fuera de lo que tenía planeado para el día, a no ser que hubiera un cambio de planes ajeno y el se adecuaba. Ese rapto de descontrol, bien interpretado, donde se sintiera libre del orden… Era en sí una persona predecible, estable consigo mismo. Debo reconocer, que yo esperaba verlo sorprendiéndome algún día, con algún arrebato de locura, que jamás hubiese imaginado de su parte…. Pero, eso era ciertamente, casi imposible. Le sentaba bien, ser como era… tenía su estilo, no podría imaginarlo caminar con un paso más rápido, ni tampoco oírlo hablar demasiado, ni mucho menos hacer a un lado, un poquito de su orden. Él era lo que era, pero había mucho más… que podía ser, que podía hacer, fuera de sus parámetros conocidos, de sus limitaciones… Siempre hay algo más que no sabemos que podemos lograr, tener, conquistar, porque aún en cierta forma, lo desconocemos. Y en éste punto, otra vez, se encontraba frente a la puerta de la primer estación. Tengo la vaga sensación de haberlo visto parado ahí, por mucho tiempo. Caía la noche, comenzaba a helar, y quien caminaba seguía estoicamente parado frente a la puerta. Firme. Sin movimiento alguno. Mirando de reojo el picaporte, con cautela. Casi sin pestañar, estiró por segunda vez su mano helada y acarició suavemente con un dedo la puerta. Ni siquiera se animaba a tocarla con toda su mano.

43

Suponiendo que quien caminaba, hubiese abierto la puerta… (algo que no sabremos hasta más adelante en esta historia), suponiendo que hubiese sido espontáneo y en un acto sorprendente, la hubiese en verdad abierto… en ese hipotético caso, aunque insisto, era por demás difícil que lo hiciera, sin la ayuda de un arrebato de desorden involuntario… que de por sí, sabemos no tendría… Pero tan solo suponiendo que esto le pudiera pasar, por algún rincón muy escondido en su personalidad… suponiendo y tan solo suponiendo… Hubiera dejado a mucho más de uno, sin palabras. Sobre todo a quien escribe, lo cual ya seria grave para la continuación de este relato… pensando que la apertura de esa puerta, estaba prevista para unos capítulos más adelante. Agradezco que no esté leyendo esto, simultáneamente… porque si lo pensara bien, el penúltimo renglón le estaría dando cierta ventaja.

44

CAPITULO III

El Conocimiento Había encontrado un camino, el suyo, el que sabía y debía andar. Podríamos decir que en este tiempo, quien caminaba, estaba encontrando el conocimiento para andar. El cimiento era su suelo, sus bases, sus convicciones, su fe. El conocer esto le daba la posibilidad de acceder al cono-cimiento, el ahondar en la profundidad de lo que sí se sabe, teniendo la virtud al mismo tiempo de asumir lo que falta saber. Era un hombre con suerte, o así lo parecía, siempre de alguna u otra manera, las cosas se acomodaban a su alrededor, con ese tinte de suerte repentina o casualidad no buscada. Aunque le costara creerlo, así era, tarde o temprano, el tiempo terminaba dándole la razón. Yo deseaba verlo así, con ese casual, lucky touch. Si bien, a veces, solía reinar cierto pesimismo interior, el exterior siempre traía algún optimismo que lo sacaba de ese estado. Se preocupaba ciertas veces, demasiado. No quería, a mi entender, ser la excusa del sufrimiento ajeno. No quería, que quienes él sí quería, se vean tocados, por un “unluky touch”. Había mucho de esto en él… como explicar, que la felicidad sólo es, de a instantes nada más, que así mismo, también lo es el sufrimiento, el amor, el odio... que cualquier sentimiento es absolutamente

45

necesario, que todos deben estar. Que no se puede manejarlos, conducirlos, para ver con cual nos sentimos más cómodos. Si no sintiéramos felicidad, ni sufriéramos, ni amáramos, ni odiáramos… por decir solo algunos, no seríamos humanos. ¿Quién puede afirmar en el final de su vida, que ésta ha sido feliz? … más bien, digamos, he sido feliz muchas veces, he sufrido muchas otras, he amado, he odiado…. ¡He sentido! Y lo he hecho, estando solo y estando acompañado… que no es mejor ni peor, porque el mañana, hoy es incierto… Si uno sufre por lo que no tiene, jamás podrá ser feliz por lo que si tiene, si viviéramos pensando o sintiendo que mañana será todo mejor o a la inversa….nos estaríamos mintiendo… Y esto forma parte del conocimiento de uno mismo. La filosofía de “vivir el hoy” en lo que respecta a los sentimientos es la correcta. ¿Puede uno acaso planificar lo que sentirá en 10 años? ¿En 5? ¿En 2? ¿O mañana mismo? … Imposible, pero por otro lado lo que si se debe, es soñar… no se puede dejar de soñar. En ese terreno, que tampoco manejamos, porque estamos inconcientes, es donde la realidad, se hace a un lado… para dejar paso a la que nuestro interior decida crear. Allí nos damos cuenta que verdaderamente, ni en los sueños, manejamos lo que sentimos… entonces por que preocuparse tanto por lo que es, por lo que no es, por lo que será o no será... dejemos a los sentimientos ser libres de nosotros, que solos se acomodarán de acuerdo a las circunstancias.

46

Mientras tanto, él seguía su paso. Haciendo que de repente lo predecible se convierta en impredecible. ¿Cómo sería esto? ¿Cuándo dejo de ser predecible? En verdad no lo sé, pero por momentos había comenzado a serlo. Esa soledad que había mostrado, como algo que preciaba en determinadas situaciones, no podía tampoco manejarla como antes. Él no podía estar mucho tiempo solo… aunque tampoco era bueno que llenara la soledad con vacíos. Por eso, en esas circunstancias se sentía solo. Solo porque el vacío no lo llenaba, no lo contenía, no le hablaba. Solo, porque tal vez, había comenzado a notar la diferencia. Solo, porque cuesta estar en la misma situación, cuando antes se estuvo acompañado. Solo, porque por más que se haya vivido cientos de veces lo mismo en soledad, la presencia ya lo había transformado en algo diferente, nuevo… ¡Entonces, hacía algo que en un tiempo atrás, me fue tan familiar! … se iba. Partía, para llenar la soledad con, no-vacíos… partía hacia un lugar, dentro de los muchos, no-lugares que conocía. Sería bueno, detenerse un poco a explicar la morfología de un “no-lugar” y de aquellos otros lugares que frecuentaba. Sus llanuras, su tierra… dice la tradición esotérica, que las llanuras “…comunican, inspiran, invitan al canto de la Raíz.” , “… se muestra como un lugar que ha vencido toda tentación, por eso es el camino

47

al ascenso.”, “… quien todavía ama los ruidos del siglo, no debe permanecer en la llanuras muy grandes, estas facilitan la aparición de la abulia y la acedía…quien en cambio, ame su silencio interior, recibirá el regalo de la verdadera poética”.(1) Quien caminaba, lo hacía también por las llanuras, ese era un terreno, más que conocido por él. Y sí… allí la raíz, su historia, era la presencia más fuerte, a partir de ahí, el camino, hacia un ascenso en su deseo de ser, quien quería ser. Y un desapego de los ruidos del mundo, que confunden, haciendo imposible comprender que se está escuchando o quien es que está hablando. Despojado de esto, por momentos, quien caminaba, podía entrar en la verdadera poética, ésa que se lee, sin necesidad de mirar cada letra escrita. Su llanura, tenía exactamente lo que necesitaba para transmutar en otra cosa. La Sal. Como imán que atrae lo vivo hacia ella. La Sal, con mayúsculas, es el significado de muchas y diversas interpretaciones… yo rescato aquí, solo una, la que es afín a quien caminaba. La sal como alimento de vida, como espíritu de tierra, que condimenta lo sin sabor, de quien caminaba. La sal como lugar de espera, de silencio, de captura y conquista. De sus “no-lugares” y sus “vacíos”, nada diré, porque eran parte de su misterio. Podré contarles,

48

que es un “no-lugar”… pero jamás nombraré los suyos. Los “no-lugares” son espacios de nadie, donde se está por corto tiempo y luego al salir de éstos, queda una sensación de vacío… como ver una película que nada deja o leer un libro, que no atrapa. Como desvestirse para luego vestirse, con la misma ropa siempre, aunque cambiara la moda de la prenda que usara… no dejaba de ser la misma ropa. El no-lugar, tiene la facultad de hacer que se disfracen los personajes, jugando juegos de rol, siempre permaneciendo dentro del tablero… sin posibilidad de saltar al nivel 10, donde el personaje desaparece y aparece la persona. Este espacio puede estar fuera o dentro de uno. Gracias a Dios, para quien caminaba, estaba por fuera y lo seguiría estando siempre. El contraste, entre la llanura y el no-lugar, era desbastador. Sin embargo, en él existía ese contraste, y como tratando de unirlos todo el tiempo… sus explicaciones se desvanecían, cuando las llevaba a la práctica. (1) “El ánima mundi del cristo total” Pág. 158, de Lic Mr Claudio Páleka

49

Con la esperanza de que pudiera desmenuzar estas palabras… con esa alegría que da, el conocimiento preciso para discernir que en realidad no es de todo, que siempre algo queda… sino solamente de aquello que te ha podido acariciar el alma, intentando humildemente curar alguna de tus tantas heridas.

50

Dentro de ciertas realidades, se manifestaban las incoherencias más absolutas. La incapacidad de comunicación y el gran y lamentable consenso de mediocridad… habían logrado poner a quien caminaba, a merced de un juego de sensaciones, palabras y actitudes, de un nivel infantil, sin ánimo de ofender a los niños. El, había visto y oído por esos tiempos, las mismas y reiteradas situaciones, que en verdad, llegaban al hartazgo. Cansancio de soportar algunas miserias que ya no deben contemplarse, una sensación de pérdida de tiempo y cierto desgano a oírlas y ser parte de ellas, por complicidad ajena. Quien caminaba, debía detenerse un momento, o lo que es peor, estas situaciones hacían que sus pasos se retrajeran varios metros en el camino. Entonces, solo quedaba correr, acelerar la marcha y recuperar lo perdido rápidamente. No existía la posibilidad de tomarse un minuto para pensarlo. Si no actuaba rápido, los pasos ajenos, se ocuparían detenidamente de utilizar su camino, en pos de ellos mismos. Esto sucedía y seguiría sucediendo, porque el terreno que, quien caminaba, había elegido para su camino, se conformaba de suelos pantanosos, pocas veces estables, con muchos baches, curvas pronunciadas y pocas rectas para acelerar la marcha. Y éste era su camino, su elección, su desafío… toparse diariamente con la incoherencia ajena. Debería tener una gran fortaleza interior y más aún, entrenarla diariamente… y un discernimiento y una convicción, que le

51

permitieran seguir el camino, más allá de todos sus inconvenientes cotidianos. Por otro lado, él sabía perfectamente que ciertos caminos no se andan de a uno. No estaba solo, en esta lucha descarnada de mediocridad absurda. Si su camino estaba comenzando, lo que quedaba de él, debería ser con un andar cauteloso y con la estrategia correcta… Su gran debilidad era sólo una, tal vez, ponía demasiada confianza en los lugares incorrectos. Es una linda sensación sentirse querido, pero… no siempre ese cariño es sincero. Verlo de esta forma, era parte de su aprendizaje. Diferentes personas, en diferentes ámbitos de su vida… pero dentro de éste camino elegido, sólo sería posible confiar en aquellos que no deseaban, caminar por sus mismas huellas, ni utilizarlas como punto de partida para las propias. Despegarse de los sentimientos no es fácil, ni mucho menos es algo agradable de hacer. Pero debía poder hacerlo, porque su camino, requería de cierta frialdad y desapego. Tal vez, esto podía sonar como algo en sí triste, a mí me resultaba triste. Pero era su camino, su proyecto, por esto lo había dado todo. Quien caminaba, tenía esa gran virtud, de encariñarse con la gente que lo rodeaba, dentro de su ámbito. Lo cual era maravilloso, a mi me resultaba fascinante verlo así. El sabía que esto lo hacía y lo haría sufrir muchas veces, que lo haría sentirse defraudado muchas otras… Pero que valiera más para él, la acción de

52

lo que siente antes que contemplar la consecuencia, es maravilloso y loable, en cuanto a su persona respecta. Me recuerda a su temor de ser excusa del sufrimiento ajeno… ahora se había invertido… seguramente y casi afirmándolo, sentía lo primero porque él mismo sufría demasiado cuando estas cosas le sucedían consigo mismo. Él no quería causar sufrimiento, porque sentir en carne propia, cosas como, el desamor y la traición… le causaban mucho dolor. No conocía yo, casi nada de su vida privada… de su niñez, de su presente… pero en lo poco que sí he oído de su boca… siempre existió alguna anécdota o recuerdo, donde todo esto estaba muy presente aún. Ciertas veces los recuerdos importantes de uno, son aquellos que en algo nos han marcado, hayan sido buenos o malos, nos han dejado algo para aprender, para no repetir y para crecer. Son las memorias, las que mejor nos conocen y definen. Quien se atreva a conocerse a sí mismo, deberá hacerle frente a sus memorias, hacerse cargo de que en un punto, fue responsable de ellas, las dejó asentarse y las guardó como recuerdos… si tan sólo, alguna de esas memorias pudieran resarcirse… pudieran revertirse… para dejar de ser recuerdos que atormentan y comenzar a formar parte de presentes que reconfortan… Las memorias son el conocimiento de lo que fuimos, para poder ser lo que somos hoy. Son el saber lo que nos faltó, lo que no nos dieron, lo que

53

nos perdimos por no mirar, lo que nos quitaron, lo que se nos escapó de las manos por no sujetarlo con la debida fuerza. Son nuestra verdad y la mentira que hemos creado para anestesiar lo que somos. Son la coherencia que nos da el tiempo trascurrido, sabiendo dejar de lado la incoherencia del tiempo que perdemos en absurdos laberintos. Las memorias son la imagen y semejanza de un presente, que hemos creado para borrar parte de éstas. Quien caminaba tenía las suyas… las que comenzaría a recordar en detalle, para que de ahora en más, su presente se convierta con el tiempo, en su mejor memoria. Me hubiese gustado saber cual era su memoria más dura… creo que, tal vez haya sido algún sentimiento o alguna ausencia de éste. Una apertura y reconciliación con los afectos de la niñez, podría aclarar parte de las elecciones presentes. Sin importar que habría del otro lado, la respuesta o el pensamiento y/o el sentimiento, que esto produjera en el otro… lo importante debería ser, para quien caminaba, que pudiera lograr ponerse en los zapatos de ese otro, en el tiempo mismo de aquel recuerdo y hacer memoria… para así, quitar cierto peso y comprender, que muchas veces buscamos lo que no hemos tenido… buscamos afecto, porque carecimos de éste, buscamos contención, porque no la tuvimos de la manera que la pudimos necesitar, buscamos vacías

54

compañías, porque estuvimos solos en el vacío, generamos estructuras y prototipos de vida, porque en algún punto, no pudimos comprender la situación en el momento en que nos hicieron parte de ella. O tal vez, porque nos ocultaron demasiado, sin darnos la posibilidad de saber, para así llegar a comprender y tener la opción futura de elegir. Ya sea que, nuestras memorias estén empañadas con la propia visión de las cosas, y sea imprescindible escuchar la versión completa. Es invaluable para la vida de cualquiera de nosotros, que la verdad como memoria, sea dolorosa o no lo sea, prime sobre el silencio. La verdad como opción de elección futura para el otro. Nadie tiene el derecho de empañar las memorias de los demás. Y generalmente se oculta, aquello que se supone le dolerá oír al otro, sin saber que con el paso del tiempo, el dolor por la ignorancia será más fuerte y la mayoría de los resultados en las elecciones de la adultez, estarán marcados por esto. Seguramente, esto sea sólo mi pensamiento o algún destello de ficción en este relato… además no había conocido en profundidad si esto formaba parte de su vida o no,… pero ciertos presentes, me hacían divagar sobre éste tema. A veces, verlo en medio de situaciones que le generaban dolor, me hacía pensar en esto. Si él hubiera podido elegir en la verdad del ayer, su camino de hoy sembrado de políticas elecciones, y su forma de ver el orden… demostrarían cual fue,

55

el motor que lo llevó a este camino. Cuando le preguntaban porque eligió esto, lo explicaba correctamente, su discurso era muy bueno. ¿Pero por debajo de eso… qué había? Seguramente me contestaría “nada”, como era su costumbre… para luego detenerse a pensar en soledad, si su respuesta había sido la correcta. ¿Alguna vez se había preguntado, en verdad, por qué era tan obsesivo con su propio orden? ¿O se había preguntado, por qué iba por el mundo, buscando llenar vacíos constantemente? ¿O por qué le molestaba tanto, que algunos ya no lo quisieran como él pensaba lo querían? ¿O se había preguntado, por qué le costaba tanto modificar algunos temas? Seguramente se lo habían preguntado cientos de veces, de alguna forma diferente a la cual yo pensaba. Qué hizo con la respuesta… no lo sabremos, aunque se puede suponer. Es probable que esto lo enoje un poco, en el enojo que da que otro lo pregunte… y suponga una respuesta probable. Así era él…. vivía tan rápidamente, al contrario de cómo se movía en su andar. No descansaba, o tal vez no podía descansar. Cuando uno se detiene, la mente se atormenta. Y en cierto sentido…. no parar, significaba no detenerse a observarse. Así y todo… existen cosas que no se pueden refrenar en uno… si no podía detenerse durante el día,

56

tampoco podía dormir de noche. En algún momento los pensamientos o las sensaciones, nos invaden y hacen de nosotros sus marionetas. Y no se puede decir “es mejor no pensar”. El pensamiento se hace presente por sí mismo, nos despierta del sueño y nos vuelve a la realidad, para que la veamos. Más allá de éste punto, lo que hagamos con la realidad o no… sólo es cuestión nuestra, en este caso, es cuestión de quien caminaba. Y sobre esto, no se debe escribir, tampoco se debe opinar, ni interpretar. Mientras tanto, seguirían sumándose letras a estas hojas, si algo quedara de todo lo escrito, espero sea, para quien caminaba… no el relato de una historia, sino más bien una sumatoria de palabras, bien ordenadas (como al él le gustaría) que llenen sus vacíos y sirvan como soporte para mantenerse íntegro en el camino elegido, para que fuese en la medida de lo posible, feliz en ese camino. Que sus logros sean valorados por quienes lo aprecian, que al volver de sus batallas encuentre quien cure sus heridas, que siga teniendo un refugio seguro donde descansar y ser él… para que cuando sienta la soledad más absoluta, pueda descubrir que en verdad si mira a su alrededor, no está solo. Que ese momento en el cual, uno es solo uno, con su almohada, no debería quitarle el sueño… que podría soñar una noche de corrido, sin sobresaltarse por algún pensamiento inoportuno. Que era capaz de muchas cosas, más de las que pensaba, porque tenía la voluntad de hacerlas y

57

llevarlas adelante. Porque soñaba. Porque creía que así sería. Porque muy dentro de él sabía en verdad que podía modificar su camino, si así lo desease, porque no estaba preso de sí mismo… Debía saber, que si en algún momento decidiera cambiar de rumbo, el amor de quienes en verdad lo querían, iba a seguir estando, más allá del camino elegido. Porque en las elecciones personales, lo más importante, es no defraudarse a uno mismo. El resto, los demás, solo son testigos de nuestras elecciones… pueden acompañarnos, pero en el momento de decidir siempre estamos solos, así es y así debe ser. Corría el mes de Junio, a un paso veloz. Las estrategias se estaban armando, sobre la mesa del dueño de casa. Era casi una paradoja, ver a los invitados moverse con tanta soltura al mismo tiempo que, a quien caminaba se lo veía quieto. Él escuchaba, como pidiendo se resumieran temas absurdos y se analizara lo concreto. Divagantes análisis, para tiempos que apremiaban. Todo era discutible y analizable, por parte de casi todos… yo no lograba entender eso muy bien a veces… se mezclaba quienes tenía conocimiento y aptitud para hablar, con quienes solo deseaban opinar… y resultaba una “melange” de palabras, que muchas veces nada resolvían. Él se mostraba serio, rozando lo tímido, hasta muchas veces, cansado… con esa mirada que decía

58

“no quiero estar acá”. Sin embargo, ahí estaba, el dueño de casa, haciendo de anfitrión de alguno de sus verdugos. Interesante. Más aún cuando quien caminaba, había puesto su cabeza en la guillotina, mientras a ésta la accionaban manos que ayer se saludaban y hoy pasaron a ser extrañas. Drástico. Cortante. Si. Si… para quien caminaba, que debía revestirse con una armadura para sus batallas, y para quien en un futuro próximo sería prudente, que comenzara a utilizar una espada para sus palabras. Para así separar, en un discurso prolijo, aquello que debe estar de lo que no debe estar. Las espadas cortan por su filo, por el mismo filo, que quien caminaba, hoy estaba transitando, un largo y delgado camino, que lastimaba si no se andaba con cautela y templanza. Si… para un hombre que ponía sus expectativas más grandes, en su elección. Si… para aquel que hacía un esfuerzo muy grande, para soportar lo insoportable. Si… para quien había construido con lazos y con confianza. Si… Porque su estrategia, no estaba contaminada. Era necesario que su presencia resaltara. Para ello, se necesitaba una sola cosa. Accionar desde afuera, para ejercer dominio adentro.

59

Un afuera en donde las decisiones y estrategias se marcaran con la autoridad que da, ser quien se es. Un adentro que se encontraba dividido por lo tanto, fácil de conquistar con la inteligencia precisa. Aunque pareciera imposible y se luchara contra molinos de viento, no olvidemos que…

“En el capítulo final, Don Quijote es vencido y se siente acorralado. Cae muy enfermo y todos creen que va a morir. Entonces le pidió a quienes, allí se encontraban, que lo dejaran solo porque quería dormir. Así lo hicieron y, al poco tiempo, se despertó gritando y dando las gracias a Dios por haberle devuelto la cordura. Corrieron todos a la habitación y, en efecto, volvía a ser Alonso Quijano. ¿Habría muerto Don Quijote?

Ordenó entonces, que hicieran su testamento y falleció.

Al terminar la novela, los supuestos “cuerdos” de esta historia, se lamentan porque piensan que Don Alonso Quijano vivió loco y murió cuerdo.”

¿Que tiene que ver esto con quien caminaba?

Tal vez, el sentido común lo hacía destacarse de ese resto que evidentemente restaba… porque esos mismos verdugos, que pretendían manchar su

60

nombre (como diría Don Quijote), terminarían diciendo….

¿Estaba loco Don Quijote? ¿Estaba fuera de sí, quien caminaba?

Loco es, según las enciclopedias, una persona cuyas facultades mentales no son normales. Ahora bien…"Ser normal" significa, ser igual a todos los demás. Los demás…. ¿Quiénes? Entonces ¿se debe ser como todo el mundo y actuar como todos los demás lo hacen para que no te tomen por loco? En el caso de Don Quijote, todo empieza cuando lee libros, cada vez lee más porque se va enamorando de los libros de caballería. En esta expresión se podría sustituir perfectamente la palabra "loco" por obsesionado, enamorado, etc. A Alonso le gusta mucho la caballería y está loco por ella. A quien caminaba le gustaba mucho la política y estaba loco por ella. Más tarde se transformaría en Don Quijote y ahora simplemente estaba loco. Más tarde, quien caminaba….se transformaría en alguien que deseaba luchar por una idea, por un ideal… a ellos, el mundo en todas las épocas, siempre los llamó “locos”. A Don Quijote, le gustaría tanto que el mundo fuera tal y como lo describen los libros, que quiere

61

cambiarlo y pretende hacerlo él solo. Esa obsesión o ilusión es lo que mantiene vivo a Don Quijote. No sé si estaba loco o no, seguramente él viera las cosas de forma distinta al resto de la gente, pero sí en realidad las veía, ¿por qué es de locos decir lo que uno ve? Mientras tanto, a quien caminaba… también le gustaba que el mundo fuera tal y como él lo soñaba, también quería cambiarlo, pero no podía solo…. La diferencia es que necesitaba a su lado, un Sancho Panza que viera gigantes y no molinos… como él los veía. Alguien que pudiera ver, lo mismo que él. Sigo creyendo que el mundo puede verse de muchas maneras. La gente observa una choza y Don Quijote un castillo, ¿cuál es el que existe? Creo que todo depende de los ojos, oídos o manos que uno tenga. Supongo que Don Quijote decía que veía un castillo porque sus ojos así lo veían. A lo mejor le permitían verlo porque era lo que Don Quijote ansiaba ver, pero el caso en definitiva… es que lo veía. ¿La vida es un sueño, es real, o es producto de nuestra imaginación? Si la vida fuera una imaginación, ¿estamos todos locos? Nadie puede decir lo que existe y lo que no. ¿Entonces… cuál de estas dos vidas merece ser vivida?

62

Siempre se dice que, en la vida, lo más importante es no perder la esperanza y mantener la ilusión. La vida de Don Quijote, estaba llena de aventuras, soñaba con el día en que llegara a ser rey o algún personaje importante. Y con sus hazañas, ayudaría al mundo. Si lo vemos desde este punto de vista, es mucho más excitante y mucho más merecedora de ser vivida la vida de Don Quijote, para las personas optimistas, que miran al futuro disfrutando del presente y que siempre sueñan con algo, que dan sentido a su vida y que también están locos, locos por algo o por alguien, porque para ellos, lo más importante es ser feliz, y en mi opinión, Don Quijote era mucho más feliz que Alonso ya que, por lo menos, él hacía lo que en realidad le gustaba. Aunque no puedo decir cuál es la vida que en realidad existe, no sé ni tan siquiera si existe alguna o si existo yo, pero me parece que yo hubiera preferido vivir la vida tal y como lo hizo Don Quijote… ver gigantes, en vez de ver molinos.

63

CAPITULO IV

El Descubrimiento

No sé si era una ilusión o su camino se remarcaba con ellas. Quien caminaba, iba apoyando sus pisadas por las mismas huellas que en algún momento, alguien había observado. Para eso, debo volver al principio y debería recordar en el tiempo el andar de otro caminante… el de Anna. Anna caminó por huellas propias y acompañó las ajenas, en muchas oportunidades. Sin entrar en detalles, porque hoy pocos le creerían… Anna había visto mucho tiempo atrás como las huellas de quien caminaba se irían armando. ¿Cómo cortar las palabras para no condicionar, ni accionar nada? ¿Cómo decir, sin decir?... Esto que Anna guardaba bajo muchas llaves distintas… esto que la acompañó toda su vida, que le ocasionó los dolores y las alegrías más grandes… a ella y a otros, se podría relatar de una sola forma… Pero, no puede plasmarse en papel, no habrá registros, ni palabras. Anna hacía un tiempo largo, había entrado al silencio, había tomado una ruta paralela en su camino, con un único fin... Había viajado a un desierto, para curar de sí, lo que se había roto. En

64

éste silencio y en ésta soledad absoluta con su alma… lo cotidiano, se desarrollaba por sí solo, mientras paralelamente el resto, se acomodaba otra vez en su lugar…. (Mientras Anna jugaba a ser un espejismo y a los ojos de todos se mostraba de una forma tal vez, más común.) Esto, tenía un tiempo para ser realizado. Y estaba llegando al final del viaje. Un final que ya conocía, que indefectiblemente así sería. Podía cambiarlo si quisiera, pero… estaba ordenado, podía dilatarlo, podía mirar a un costado, pero no podría evitarlo. A veces, los caminos paralelos van cambiando… pero el camino verdadero, siempre es el mismo. Anna lo sabía y no podía disimular cierta nostalgia al pensar, que su rol en éste juego, no podía ser a la inversa. Ella no tendría a “una Anna” cerca, pero tenía un tesoro muy valioso….por eso, también se alegraba al saber, que todo por lo que luchó desde muy pequeña, había servido para que muchos, pudieran en algún momento de sus vidas cuando los caminos se cruzaron, recobrar el encanto… y que más allá de todo, había podido dejar en el alma ajena, la llave para algunas de sus cerraduras. Hay caminos que no se pueden sortear, ni destinos de los cuales se pueda huir. Podemos sumar mucho al camino, podemos acompañarlo con personas y cosas… hasta el final si así fuese… pero siempre seguiremos caminando a partir del primer paso que hemos dado. Para Anna, su propia vida, era su mejor testigo.

65

Y en éste punto, el relato de quien caminaba… debe acelerar su marcha en el camino. Para que su destino sea el que debe ser. Hoy usaré su frase más desestimada “no hay que cambiar nada” y la revalorizaré en sólo una situación de su vida. En éste camino de ideales que había elegido. Quien caminaba no debería cambiar sus pasos, sólo existía una meta y a ella debía dirigirse. Sin mirar al costado. Sin pensar en las pequeñas metas previas, éstas pueden sortearse fácilmente. Quien caminaba, estaba por entrar a esa parte del camino, donde uno se detiene y de ahí en más, la carrera hacia la meta, debe ser veloz. Y si de decisiones se trataba, en esto no debería temer. Anna le diría: no temas, no podrás perderte, porque para cuando llegues… habrás recordado. Pero… no era bueno, entrar en estos terrenos, por el momento. Suelen confundir. Quien caminaba necesitaba estar despierto, hoy más que nunca. Esto llevaría unos cuantos días más y todas las piezas ya estarían en el lugar correcto. El juego comenzaba. Y él estaba dispuesto a ganarlo. Lo vería otra vez, como en el principio, pero diferente, muy diferente. Mucho mejor. Más entero. Más rápido. Yo seguiría observando, desde donde estuviera… en el silencio y en la acción, pero jamás lo dejaría solo en mitad de este camino.

66

“Así soy yo” decía seguido… y así era por esos momentos. Existían en esos tiempos, otros personajes por demás interesantes. Existía uno, que llamaba poderosamente mi atención, por su impecable dialecto. Este hombre, que había aparecido sorpresivamente en la vida de quien caminaba, hoy ocupaba un rol fundamental. Si bien durante mucho tiempo, se había intentado diferenciar ambos lados, hoy, sus caminos se tornaban paralelos. Ironías del destino. Se parecían en muy pocas cosas, casi diría en nada… pero era sorprendente escuchar y ver, como un mismo proyecto, al mismo tiempo se diferenciaba tan sólo, por las palabras de quien hablara. Y éste hombre, hablaba muy bien. Convencía, conducía. Sin miramientos. Su personalidad era la única clave posible, no dejaba lugar a otras. Su temperamento y su actitud psicopática, lo hacían convincente. Todos tenemos algo de psicópatas y el enganche era en cada uno de sus oyentes por ese lado. Era él, y nada más que él, aunque pregonara “tiernamente” lo contrario, en un desliz de humanidad y compromiso hacia el otro. Pero en su discurso, según la dialéctica manda, faltaba algo fundamental, que jamás podría lograr y en eso estaba la diferencia con quien caminaba, una diferencia muy grande, para quienes podemos darnos cuenta.

67

Este personaje, hablaba siempre en un mismo tono. Pocos gestos, casi siempre los mismos. Cuando gestualmente buscaba el consenso de su publico, utilizaba siempre la misma herramienta, algo extraño que hacía con su boca, como esperando una respuesta del otro lado. Si tenía que hablar varias veces en el día, en diferentes situaciones, recordaba exactamente las mismas palabras que utilizó en su primer discurso. Se tornaba aburrido por momentos. Porque le faltaba el corte, que debe tener todo discurso producido. El corte es la distensión en el discurso, que quien caminaba, lograba sólo por su naturaleza porque lo tenía en forma innata. Un discurso es aburrido cuando quien habla no mecha alguna palabra o algún comentario gracioso para quienes lo escuchan y no para él mismo o sea, que lo comprendan los demás y no sólo él. Eso forma parte del corte en el dialecto. Hace que los oyentes se distiendan y vuelvan a poner la atención debida para continuar escuchando y sobre todo entendiendo lo que escuchan. Debo reconocer que en un punto también me aburría, pero me atrapaba analizar su forma de mostrarse. Mucho más no habría para decir, era una persona que a mis ojos, resultaba fácil, sus modos los había visto muchas veces antes y su personalidad no me asombraba, al contrario creo que me resultaba muy conocida. Luego de haber oído cientos de discursos de personas muy instruidas, en tantos ámbitos diferentes, desde políticos, médicos, gente del arte,

68

religiosos… y luego de haber hablado con mis propios discursos, ante tantas personas, tantas veces… el oído se entrena, los ojos miran de otra forma y la atención no es la misma. Por eso, me resultaba fascinante por el momento, escuchar hablar a esta persona. Si bien su proyecto era muy similar… esto no empañaba mi mirada, ni mucho menos le hacía sombra a quien caminaba. Al contrario, creo que con el tiempo, quien saldría menos ileso de esta situación sería nuestro caminante. La astucia que tenía, como a todo cazador premia, lo hacía y lo hace hoy, ante mis ojos muy diferente. Creo haberlo dicho muchas veces, quien caminaba… era muy interesante. Aunque él se viera, como alguien “básico” por así decirlo. Despertaba un interés más allá de su cargo, más allá de su rol. Era su misterio, lo que lo hacía interesante… por lo menos para mí, que sobre él escribo éstas líneas. Eso era. El misterio. Como un juego de descifrar y querer ser descifrado. Existiendo por un lado alguien misterioso y por el otro alguien a quien le fascinan los misterios. Ese era el juego. Le encantaba ser descubierto, obviamente no de sus secretos, pero sí de sus misterios. Se ponía en el lugar de la presa, sin darse cuenta… agazapada, entre los árboles, escondida, en silencio… esperando que alguien saliera repentinamente y le

69

dijera: “te vi esconderte, te vi en silencio… y acá estás, te encontré”… Y ahí se terminaba el misterio, éste… porque había muchos otros, su rol en el misterio variaba, y las situaciones eran diferentes. Todo cazador en algún momento, se pone en el lugar de la presa. Sino, jamás podría haber cazado. “Así soy yo”…. Seguiría repitiendo por un corto tiempo más… Prontamente, algo pasaría que haría que parte de su interior se modificara. Como por arte de magia, y sin saberlo… horas antes de haber conocido su otra cara o su otra parte… algo sucedió que lo cambió todo, en lo que a quien escribe incumbe. Era un día jueves por la tarde… me senté en una plaza a escribir el inicio del quinto capítulo. Sin saberlo, pero sabiéndolo…y como este relato jamás rozó la ficción, tampoco debería hacerlo ahora. Lo supe, antes de saberlo. Tomé una hoja, que guardaré en mis recuerdos y escribí…. “Por momentos, no sabía si esta nueva etapa, sería parte del mismo camino. Podría ser que quien caminaba, parase en la primera estación y desde allí, comenzara otro camino, distinto, diferente… uno en el cual, no existía el espacio, para que yo pudiera observarlo.

70

Esa sensación invadía el espacio por donde caminaba. ¿Por qué yo vería esto ahora? ¿Por qué se alejaba y se acercaba? Formas nuevas… no sabía el peso exacto de sus pisadas… ¿Hacia donde iría? Temía perderlo de vista. A veces, verlo caminar en la distancia, era la manera más real de verlo… podía llegar a sentir que una vez que se encaminara, que su camino se definiera, éstas líneas como tantas otras cosas, se cerrarían… me negaba tan solo a imaginarlo. Yo quería hablar de él, pero me costaba hacerlo sin hablar de mi.” Creo que el nombre elegido para este capitulo “el descubrimiento” tenga más que ver conmigo que con quien caminaba. No creo que él hubiese descubierto, más que lo que sus ojos hoy veían. En cambio mi mirada hacia él, había cambiado por completo. Tal vez, un fantasma había rondado mi casa, mis cosas, mis tiempos… Tal vez, el fantasma me había acompañado mientras escribía diariamente. Tal vez, quien caminaba, solo flotaba en el aire que lo iba meciendo y llevando a su merced, por caminos desconocidos, sin elección propia. Viéndolo de esta manera, el fantasma es real. Quien caminaba se dejaba llevar por una corriente espesa. Como si eso lo librara de culpas y decisiones personales. Aquello que yo había visto en un principio, solo podía llamarlo de una sola manera: VACIO.

71

Y en parte, esa melancolía que lo llenaba, haciéndolo lento en tantas cosas. A veces podía pensar que si era como un fantasma, que aparece y desaparece, que asusta, que atrapa a mansalva. Me costaba tanto resignarme a verlo caer una vez más. Mi espíritu inquieto no podía dejar de ponerlo en alerta. En esos días todo se desmoronaba… su gente, ya no era la misma, sus amigos, ya no eran tales, sus miedos eran mas grandes, y quienes lo rodeaban carecían de magia. Todo era muy gris, digamos muy chato. Él hacía lo que creía debía hacer, mientras los demás hacían con el, lo que querían para favorecerse personalmente. La advertencia ya se había hecho. No sé si llegó a escucharme, o no quiso hacerlo. Nunca lo sabré. Su alma estaba herida, con cicatrices viejas y nuevas… herida al punto de ya no poder sangrar más. Él decía que no era un hombre triste, que no se mostraba así… y yo pensaba, porque siempre lo primero que decía tenía que ver, con la mirada de los demás sobre él. Tal vez no se viera triste por fuera, si esto era, lo que le preocupaba. Yo había podido ver lo triste que estaba por dentro… no sé si fue el día que lo conocí, o fue una mirada a futuro que en ese momento, tuve sobre él. ¿Qué importancia tan vaga puede tener eso? ¿Qué importaba como se viera por fuera? Si todo había que impostarlo, con disfraces de mediocridad… nada tendría sentido, y siempre se viajaría por caminos irreales.

72

Pero no existían ya, posibilidades para que yo pudiera transmitirle esto. Su camino era muy diferente al que mi fantasma anduviera. Solamente podía ver si existía un sentimiento, no importaba cual, que me condujera. Mientras tanto, Anna estaba intentando llegar a ese lugar donde pudiera encontrar un nexo momentáneo, para poder ver y continuar el relato de esta historia. Creo que lo lograría, y podríamos terminar este libro, de la forma correcta. Él se había detenido en el tiempo. Estaba solo de sí mismo. Otra vez, sin las palabras que lo sacaran del costado del camino. ¿Será que tal vez, nunca las habría escuchado realmente? No puedo pensar eso, sé que las vio, que sin querer acariciaron su alma herida, que permitió que eso pasara. ¿Por qué entonces tendría tanto miedo? ¿Por qué se anestesiaba con placebos? ¿Por qué había hecho lo que hizo? ¿Qué lo impulsó a hacerlo? ¿Miedo? ¿Cobardía? Un poco de todo creo. Miedo a no enfrentar lo que se debe enfrentar, para no hacerse cargo. Miedo a verse atrapado en algo que lo hace sentir bien. Miedo a perder. Y el más espantoso de todos los miedos: EL MIEDO A GANAR.

73

Desconfianza hacia uno mismo. Miedo a ser feliz. Miedo a ser mejor. Cobardía en la elección. Cobardía en ese miedo a ganar, que hace que lo desechemos, antes de saber que es, por temor a perderlo. Es tan perfecto el circulo que se arma, que nunca se animará a moverse de éste. El miedo lo impulsa a actos de cobardía, para no dejar de ser lo que se quiere ser. Y acá, ya no es lo que se puede, sino lo que se quiere ser. Que sensación espantosa verse rodeado de un miedo invencible para el mismo. Me niego a pensar que alguien pueda vivir así, más bien ir por la vida así, temiendo constantemente ser feliz. Utilizando felicidades pasajeras, que nunca realzaran el cambio, ni mucho menos lo harán salir de ese círculo. Si tan solo supiera que el día que se anime a romper el círculo, todo completamente todo, a su alrededor cambiará para mejor. Que no lo verá hoy, ni mañana, pero con el tiempo, si se diera la posibilidad de intentarlo, sus metas, sus proyectos, sus ambiciones… todo estaría envuelto en una energía diferente, que lo impulsaría a lograr lo que tanto desea. Si tan solo lo supiera verdaderamente…. Si dejara de tener miedo… Si dejara de mentirse a si mismo…

74

Si abriera esa puerta, podría encontrarse y reencontrarse con sus afectos y podría darse la oportunidad de aprender a amar. No existe otra base u otro fundamento posible para poder salir adelante. Quien no tiene amor, no es nada y amarse a sí mismo, es malgastar afecto en vano, porque jamás será retribuido. El único ingrediente que hace que el amor se transforme día a día, que se construya en forma diferente, más adulta, más amiga… es la Verdad. Sin ella, nada perdura, nada se transforma, nada crece, nada se da y nada se recibe. Jamás. Solamente tendremos espejismos de lo que pretendemos dar y lo que suponemos recibir. Nada más que eso. Un Vacío Voluntario. No sé que pensará hoy… solo sé que en la distancia, se sufre mucho, se alargan los inviernos, los días no terminan de pasar, las cosas se realizan sin entusiasmo… y la mente corre a una velocidad tan grande, que pedimos por favor se detenga. El corazón se retrae, como acobardado. La mirada se pierde. El camino, se desdibuja del mapa. Lo peor de todo, es que de allí, no se sale solo. Siempre existirá alguien o algo, que nos haga de escalera, para poder emerger. Solo no se puede. Quien crea lo contrario, será porque aún esta allí y no ha salido en verdad. ¡Ah, caminante, caminante! Cuánta poesía podrían mis manos escribir y a tu fantasma peregrino, cuantas verdades podría yo decirle…

75

Caminante a ti te digo, Dentro de cada sueño, Preguntándole a tu luna ¿Que te ha dicho tu silencio? ¿Pudo mostrarte verdades? ¿Pudo contarte el secreto? Que se anda, por la vida, esquivando a un solo muerto. Que al andar se dejan huellas, Con heridas necesarias, Para que al mirar atrás Y ver la sangre derramada, No existan modos confusos De desviar la mirada. Amigo, que andas solo No olvides a tu escudero Porque en las sombras acecha Tu imagen en el espejo. Podría escribir los versos más tristes ésta noche…. (Pablo Neruda)

76

CAPITULO V

La Partida

El momento era el indicado, sería hoy, ni ayer ni mañana. Hoy, en el pasado del relato… igualmente, siempre seguirá siendo hoy. Este camino, se había iniciado con dos rutas paralelas, que no debían haberse entrecruzado o tal vez si… no puedo asegurarlo. Si bien, lo había visto caminar y recorrer su propio camino, no lo había podido ver mirando hacia el costado. Su ruta paralela, seguía ahí. Vacía. El no había podido siquiera voltear su mirada, para ver, quien caminaba en ella. Y sabiendo que este relato pronto llegaría a su fin, solo me quedaba pensar abiertamente sobre el por que, de su elección. Algunos dirán… ¿Ya no le has dicho demasiado? Si es verdad, como también verdad es, que en esta historia difícil de comprender y de seguir, donde se habla más del alma, que de alguien en particular, donde si tengo que ponerle un nombre al alma, no podría hacerlo. Porque si debo elegir un nombre para la persona, me estaría sobrando un alma. Quien caminaba, de tanto andar en círculos, se había mareado. Solo pude verlo, frente a la puerta

77

de la primera estación… y desde allí, cual fantasma desapareció de mi vista. Nunca más lo vi, ni supe de él. No pudo entrar en ella, ya no tenía la fuerza, ni el valor necesarios. Prefirió saltar hacia un camino conocido, que aventurarse y arriesgarse, en su elección. Este camino conocido, tenía el sabor de aquello poco condimentado, de un andar por inercia, de un sentir aburrido y con el tiempo desgastante. Tampoco había podido escucharse. Todo a su alrededor gritaba con tanta fuerza, que aun no comprendo cómo no pudo oírlo. Pero no pudo. Creo que hay seres que no están predestinados a grandes cosas, ni siquiera a pequeños cambios, todo puede desestabilizarlos. Rápidamente buscan la “armonía” de los modos conocidos, sin importar las consecuencias de ello. Hasta que un buen día, un otro, les dice que lo conocido ya no le interesa… y allí es donde, se dan cuenta que el conformismo, nunca fue ni será, una salida inteligente. Así había sucedido… quien caminaba, de repente se detuvo, dio media vuelta y desapareció de mi vista. Por momentos, pensé que había sido yo quien se despidió primero. Pero cuando lo pensé mejor me dí cuenta que quien caminaba se había despedido mucho tiempo antes. Solo que yo, aún no lo sabía. Partió de lejos, como parten aquellos que temen la partida. Ni siquiera saludó con su mano. Solamente y sin mirar atrás, se fue.

78

A mi prontamente se me borran las imágenes de las caras de las personas… y la de quien caminaba me costaba mucho esfuerzo recordar. Tenía imágenes difusas, de momentos y situaciones, recordaba sonidos de alguna risa compartida, o podía tener la sensación de algún abrazo, que aún recuerdo. Pero su rostro, no podía recordarlo por completo. Será que nunca había prestado la debida atención a su aspecto, o mejor dicho, me había involucrado más con su interior. Era extraño. Para mí, habían cambiado mis días demasiado abruptamente. Este era un tiempo de acostumbrarse a nuevas rutinas diarias, de crearlas, inventarlas y lo más difícil, mantenerlas. Por eso, escribía. Para recordar e intentar cerrar esta historia. Para que quien caminaba, lo hiciera por donde eligiera, sin que a mí, el no poder observarlo, me molestara más de lo debido. Seguramente así sería. Escuché su voz por última vez… suave, entregada a escuchar y sabiendo que lo que dijera, no podría convencerme del por qué de sus decisiones… solo se limitó a escuchar. Hoy creo que pude haberle dicho mucho más de lo que dije, o tal vez debería no haber hablado. Sus palabras no me interesaban, sus explicaciones menos… me enojé demasiado… justo yo que lo conocía tan bien, y sabía que esto así era. Y sabía el final, lo supe el día antes de que sucediera. Pero es tan grande el horror de la verdad, que a veces preferimos obviarla…. como esperando

79

que desaparezca. En eso, yo había actuado igual que él, y más enojo me daba. Cuando comprendí esto, a las pocas horas de haberlo escuchado, solo quedó en mí una sensación de paz, de alivio y aceptación. Paz, por haberme quitado de encima el rencor… Alivio, por el peso que esto me causaba… Y aceptación, porque irreversiblemente, esto era así. Lo había llegado a conocer tanto, que solamente pude conocer lo que me gustaba de él. El resto, lo que yo no podía concebir, él se había encargado de mostrármelo, de una manera cruel. Seguramente habrían existido cientos de posibilidades previas para evitar, este desenlace, pero en alguien como él, no tenían lugar. Tal vez estaba hacía mucho tiempo acostumbrado a actuar de la misma forma, y que las cosas sucedieran por defecto, sin que él interviniera en sí. Cuando en realidad siempre era el protagonista de la misma historia, con nombres diferentes en situaciones similares. Más me dolía aún, ver que yo formaba parte de las mismas historias que lo rondaban cotidianamente. ¿No había acaso podido ver, que lo que me impulsaba era diferente a todo? ¿No se había dado cuenta, de nada?

80

¿Tanto podría haberme yo equivocado? Eso no puedo creerlo, la mirada aguda de Anna jamás se había equivocado. Algo habría visto, que pudo más que todo el resto. Por más que fuese pequeño, se había convertido en grande a los ojos de Anna. Y eso, era lo más importante. En definitiva, no importaban sus despectivas formas de alejarse, ni sus modos adolescentes de actuar… eso otro, era lo que había podido hacer que Anna, pudiera entrar en un lugar en el cual, solo el espíritu accede. Pudo ser un instante, una mirada concreta, una palabra, un gesto… no importa, Anna lo había captado perfectamente y hacía ahí se dirigía para poder concluir este relato. Era un lugar conocido para ella, había estado allí muchas otras tantas veces… pero la anterior a esta, había sido mucho más difícil, la que mereció el trabajo más duro y la fortaleza de permanecer hasta el final. Ésa fue una gran batalla, la recuerdo aún… y ese sabor a victoria, sobre tantos objetivos logrados… verse de pie y andando, sabiendo y teniendo la convicción de que… Aquellos que están en nosotros, son los que han sabido permanecer y trascurrir a nuestro lado… más allá de las distancias, más allá de las tormentas, más allá de todo. Aquellos son los mismos que hoy nos sorprenden, con una palabra, con un gesto, o una mirada. Y nos dicen “acá estamos”. Busca, sigue buscando, no te detengas, que al final del camino encontrarás siempre a aquellos mismos

81

del primer día, de las primeras horas, de esos minutos que fueron eternos o tal vez interminables; amigos, familiares, amores, hijos, todo lo amado, todo lo deseado y añorado…siempre vuelve, todo siempre vuelve. ¡No igual, tan solo diferente, ni mejor ni peor… la vida lo ha hecho diferente, lo cual puede resultar maravillosos y sorprendente! ¡Anímate, no te detengas! Que siempre será largo tu camino, aunque estés a un paso de la meta. Y el tiempo de Anna fue transcurriendo….días y días, horas eternas. De repente, armó sus maletas y con aquello que más amaba, partió a conquistar un desierto. Ese desierto que había en su alma, debía comenzar a transformarse. Las partidas son el comienzo de algo nuevo, despedir, dejar ir, dejar aquello que teníamos para que sea libre de nosotros. La noche fue larga… el sueño pudo más. La llegada a un lugar nuevo, la espera…. el miedo, el pánico, la soledad, imágenes que nunca han de borrarse y se hacen reales cuando otro te las describe. Anna y su niño, se sentaron a un lado de la terminal de ómnibus a esperar, mientras el día iba asomando y el frío se hacía soportable, allí estuvieron unas horas tratando de disimular el miedo. En ese momento todo puede ser posible o puede derrumbarse… Anna eligió lo posible, le sonrió y secó sus lágrimas una vez más.

82

¿Qué hago aquí? Se preguntaba… ¿qué hacemos acá? … la mirada del niño mostró las respuestas, encontró las llaves, levantó a su madre y le dijo… “empecemos” Juntos comenzaron la búsqueda, cada instante lo especial, lo mágico, se hacía más concreto… aquello que para algunos es irreal e intangible, para Anna y u niño, era real… y lo más maravilloso es que estaba sucediendo. Mientras tanto, Anna y el niño, ya no buscaban… empezaron el camino del encuentro y cada cosa que Anna deseaba su niño la encontraba, el niño poseía lo mismo que su madre, la inocencia, la magia, y tenían un hada, que hacía cada sueño de Anna realidad. Ellos dos compartían un secreto, dentro de un mundo posible, sin miedos, sin mentiras y sin engaños… Principios…. Solo Principios. Caminos recorridos y otros por recorrer…. Esta frase iba y venia constantemente en Anna. ¿Por dónde seguir? No tenía un mapa nuevo, tan sólo unos de esos parecidos a los mapas guardados en museos… Ese era el que quería, los que tienen líneas, cruces y dibujos… y que en algún punto, se puede ver una Cruz muy grande que esconde el tesoro. Si siempre estoy andando, puedo ir a muchos sitios, dentro, fuera, cerca, lejos de mí… Y recordó nuevamente y asociaba palabras en su interior… dentro, dentro de mí, estuve, estoy, voy, soy…

83

Fuera, fuera de mi, cosas, personas, objetos, estuve, fui… volví. Cerca, cerca de mí, estuvieron, pasaron, siguieron, algunos quedaron… Lejos, lejos de mí… también estuve, también estuvieron, también siguen ahí… y ¡también de ahí volví! Si,… volví de aquello que no fui, para ser quien en verdad soy. Volver, es verdad que es un soplo la vida… un Soplo. Una bocanada de aire. Sopló, sopló y sopló… como si apagara las velitas en cientos de pasteles de cumpleaños. Entonces comenzaron a encenderse las luces de la sala, una a una… y pensaba. Si para soplar las velitas, primero hay que oscurecerlo todo, para luego volver a encenderlo… tan solo es un pequeño instante en el cual existe tiempo para soplar, un minuto o dos tal vez. Ese tiempo tan limitado, que solo se repite una vez al año, en verdad es poco tiempo, pero como es sabido el nacer es tan solo un instante. De la oscuridad a la luz. Así transcurre el tiempo entre cada soplo, de la misma forma, con la misma intensidad, con la misma lucha y con el mismo fin…. Nacer. A esta altura, quien caminaba, estaba parado en su nuevo camino…. Y de la historia de Anna solo se sabrán fragmentos.

84

Recuerdo una historia que seguramente y con las palabras correctas, y abriendo más la mente que los ojos… pueda ser comprendida y sirva de mucho. Anna recordaba a esa niña de rizos dorados, con ese vestido blanco a lunares verdes, tan grandes, en esa bicicleta antigua, sentada frente a su abuelo que la llevaba a pasear una tarde, a un lugar muy extraño para ella… un aeropuerto. El miedo era terrible, ese ruido tan fuerte, quedaba en la memoria de Anna la sensación de pánico absoluto. ¿Se caerán? Pensaba… ¿a dónde viajan? ¿A quiénes llevan? Y pasó el tiempo…hoy siente lo mismo cada vez que sube a un avión, la misma desconfianza… pero sabe que generalmente los aviones vuelven, aprendió que siempre en algún lado aterrizan, que siempre vuelven a tocar tierra. Y pensaba Anna… ¿a qué viene todo esto? ¡A tantas cosas! Etapas, procesos, despegues, aterrizajes, vuelos, caídas… todo tiene un mismo ciclo. El miedo siempre existirá, todos lo tenemos, pero si ya has pagado tu ticket, ¿Qué más puedes hacer? Has pagado el precio, debes subir y arriesgarte, que siempre a algún lado se llega… lo bueno es que puedes hacer escalas (aunque muchos las detesten) a veces tienen su importancia, un descanso, un tiempo para la nada, donde todo puede ocurrir. ¿Bueno, malo? Todo puede ser. ¿Y continuar viaje, a dónde?

85

Lee en el espacio de destino, impreso en tu ticket y encontrarás tu respuesta…. Si aún está en blanco, puedes escribirlo, imaginarlo, desearlo… tal vez sea un lugar o una idea, o un sueño, o alguien… tan solo sube a ese avión, vuela y llegarás a destino. Anna se reía y pensaba: mejor pagar cash, el precio es alto, y seguir pagándolo en cuotas no tiene sentido… mejor si has logrado juntar el VALOR del ticket, para pagarlo, hazlo ¡Qué más da! Pronto estarás volando hacia un destino que elegiste, el mismo día que dejaste todos tus ahorros en la ventanilla de un aeropuerto. Los días transcurrían, unos tras otros… mi fantasma era tan etéreo me costaba verlo. Tuve que hacer demasiada fuerza para lograrlo. Recordar y recordar cada detalle. Resultaba muchas veces torturante, casi digamos masoquista de mi parte hacerlo… pero debía hacerlo, por él y por mí. Me había encariñado demasiado con mi fantasma, quien caminaba, diría que todo era parte de lo mismo, o que era solamente el mismo. Pero mi fantasía, la que hoy puedo llamar fantasma, era la que me cautivaba y me hacía seguir escribiendo. Todo lo vivido, lo visto y escuchado… eran un reflejo en mi propio espejo. De ahí, había nacido este fantasma, que muchas veces, había yo imaginado. Él era, como el caminante de los primeros capítulos, sereno, frontal, callado, suave, tierno, amable…. Interesante. Luego de eso, todo lo que

86

sucedió formó parte de otro, que no conozco, que no puedo entender, que es demasiado ajeno a mí… y al que, con todo mi ser, siempre quise mostrarle lo diferente y maravilloso, que escondía esa parte de él… que hoy llamo fantasma. Es por quien hoy, sigo escribiendo, por quien puedo olvidar, comprender e intentar reparar. ¿Cómo podría explicarle la diferencia entre uno y otro? Yo creo que sabía pero se negaba a ver la parte más sana de esto. Quien caminaba, tenía un apego especial, a verse como alguien, por usar una palabra apropiada… conflictivo al extremo. Me pareció en ese momento, que todo lo que yo había visto en él, hacía mucho tiempo que el mismo, no lo veía, que lo había olvidado… esto provocó de repente que despertaran en él… esos recuerdos primeros, esas sensaciones tapadas… desde los miedos, que ahora sí sabe que están presentes, hasta la más pura emoción… la cual se permitió volver a necesitar sentir. Quien caminaba… era mucho mejor, de lo que se mostraba… y acá no estoy hablando del fantasma, sino de la persona. Si estas líneas no hubieran tocado su alma, no tendrían sentido de ser escritas, por lo menos por mí. Recordaría en el tiempo, cada palabra y las guardaría como tesoros, para cuando las necesitara… él me había dado una llave…esa que yo creí darle, y sin decirme a que cerradura pertenecía… me había desafiado a abrirla.

87

Obviamente, corrí hacia ella y la abrí, no podía haber sido de otra forma. Y encontré un tesoro, que ese mismo fantasma custodiaba. Le pedí permiso, abrí el cofre… y allí estaba. ¿Quién? ¿Qué? ¿Dónde? ¿Cuándo?…. Respuestas que entre el fantasma y yo, guardaremos para el alma….

88

CAPITULO VI

El Atardecer de una Respuesta

Amigo… recuerdo haberle dicho a quien caminaba. Amigo. ¡Tantas cosas te he dicho! ¡De tantas maneras te he nombrado! Tanto fue lo que no hicimos… y tan solo un recuerdo compartido, es el que ha podido nombrarte, sin palabras… te nombra en silencios, en noches de luna llena, en las suaves pisadas, que me enseñabas a dar, para que el silencio ayudara a no espantar a tu presa. Amigo… si, pude llamarte Amigo. En los secretos y las escondidas, en los caminos y en las rutas. En la soledad de un monte eterno y en la multitud frente a cientos de luces reflejadas en un río quieto. Amigo… he sido para ti, lo que has hecho de mí. Amigo… no he tenido tiempo de contarte mis secretos, mis andanzas, mis batallas y mis miedos. Amigo… no has tenido tú el tiempo, de mostrarme tu reflejo. ¿Sabré algún día de tus pasos, de tus metas?

89

¿Conoceré tu estación primera? Amigo mío… ¿qué esperas? Respuestas, ¿eso esperas? No puedo dártelas, son tuyas. Solo dentro de estas páginas, fueron nuestras. ¿Recuerdas….? Tal vez haya sido la luna o quizás su destello, mientras reflejaba los pasos silenciosos, de un camino aun no recorrido, detrás de alguna presa, dispuesta a correr hasta desaparecer. Como si supiera su destino, como si el final fuese un lugar ya conocido. El silencio perfecto, para el estallido por venir... y corriste, escapando del ruido previo, hacia un otro silencio y te perdiste de vista, con la misma luna de testigo. Camine tus huellas, estabas tan cerca, que no pude verte... y te busqué, no pude encontrarte. Te perdiste, me perdí... para cuando pude hallarte, solo quedaba de ti, los restos de ese instante compartido... Y hoy, si pudiera, andaría los mismos caminos, con la misma luna y el mismo silencio... mientras busco las huellas, las mismas por las que te he seguido. Te hablaba a vos, quien corría eras vos caminante… quien caminó tus huellas fui yo, ese mismo día. Te perdiste y me perdí… y en verdad,

90

sólo quedaron los restos de ese instante compartido. Como en verdad es… que he buscado las huellas, por donde te he seguido. Una sola imagen estaba presente en el imaginario de mi memoria… Sus utopías fueron el reflejo de sus verdades... se escuchó al viento que al pasar, rozó el oído de quien caminaba. No sé si llegará a comprender al viento, no sé que camino había elegido... tal vez, al final de estas últimas líneas encuentre su respuesta... Amanecía... faltaban muchas horas para el atardecer. Allí se encontraba, sentado en la inmensidad de su tierra, solo... Esperando que el viento le hablara nuevamente, esperando que las horas pasaran para que el sol comenzara a esconderse. Ese mismo viento que mecía a mi fantasma, por caminos inciertos, ese viento… Te estaba hablando caminante… Tan solo... esperaba, en una espera eterna, como cada día, en cada paso que había hecho. Esperaba su respuesta, sin siquiera haber formulado su pregunta... Lo vi de lejos, le grité para que despertara, pero no podía oírme. Se había dormido, por primera vez dormía sin sobresaltos. Quise ir a su encuentro, a despertarlo, pero el sueño era demasiado profundo... el viento soplaba fuertemente, preferí observarlo de lejos... en esa quietud que nunca había disfrutado....

91

Caía la noche, la poca luz del atardecer desaparecía en el horizonte, el viento suave se dejaba oír entre los caldenes, retirándose de la escena, como único gran protagonista. Y como el viento, yo también preferí alejarme en silencio, tan sólo para que él pudiera salir al encuentro de sí mismo… Quien caminaba, estaba inmóvil, con su vista fija. Lo miré con tanta ternura, como si pudiera estar allí, sintiéndolo. Quise tenderle mi mano, quise abrazarlo en silencio, como tantas veces lo había hecho, en ese mismo lugar, bajo ese mismo cielo. Me costaba tanto, dejarlo partir sin decirle lo que pienso, luego de haberlo visto caminar tanto tiempo… Caminante… has llegado al atardecer de tu respuesta. Has tenido el día entero, anduviste las mañanas y las tardes de tus tiempos, caminaste, reíste, lloraste, te perdiste muchas veces, te encontraste tan solo una, la más importante de todas. Te escapaste, volviste, tuviste miedo, dolor, silencio. Actuaste con valor, con respeto… También lo hiciste con cobardía y desprecio. Te entiendo, caminante… porque fuiste mi espejo. Si hubiese existido el tiempo, sabrías el porque yo tus miserias comprendo.

92

Pude verte sin velos, llegué ahí mismo, al lugar que más celosamente guardas. Lo hice, para verte despierto. Porque siempre supe que del recuerdo eras preso… Lo hice para mostrarte un secreto, el tuyo. Porque no querías verlo… Te desperté de tu sueño. Para que la realidad te mostrara, un camino sincero… Fui tu sombra, fui tu espejo. Fui la palabra que nunca dijiste. Amigo que no descansas, caminante de mapas viejos… cuánto he aprendido en tan poco tiempo… como si terminando estas líneas, se acabara nuestro cuento. Sé que Anna le dejaría a esta historia un final abierto… para ella no existen finales, solo momentos, que van y vienen con el mismo viento. Que se alejan y se acercan. Para ella, los caminos que se cruzan, lo harán siempre en el tiempo. Ella fue quien me dictó estas líneas, ella fue quien te encontró y quien te observó. Recuerdo tu frase “hay que hacer, lo que hay que hacer”…

93

Yo sólo hice, por vos caminante… tan sólo eso. HICE POR VOS, LO QUE DEBIA HACER.

Recuerda Caminante…

Que no siempre el camino más largo es el correcto. Elige siempre el que tu corazón te muestre y no lo

pienses, solo camínalo. No dejes de escuchar al viento

Ama lo verdadero

Aún no llegaba la noche… solo atardecía,

esperando tu respuesta.

HASTA SIEMPRE

94

DEDICATORIA A vos Caminante, por haberme dado la excusa para escribir este libro… A mi Hijo, por el tiempo que me vio en silencio… A mis Maestros, por enseñarme a ver y a soñar… A mi familia y amigos por escucharme y apoyarme siempre…

Sandra Martínez

En Santa Rosa, La Pampa, 1 de Julio de 2011