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EL CINE Y LOS NI� OS EN INGLAT ER RA La asistencia creciente de los runos a las sesiones cinematográficas plantea en todos los países problemas y discusiones que trascienden de la preupactn de los educadores al público en general, como quedó patente en el último Con- greso de la Oficina Católica del Niño, celebrado en Madrid. El resumen que presentamos a conuación sobre el estado de este problema en Inglaterra pue· de ayudar a situar su magnitud y discutir las posibles soluciones ( 1). Este tema cobró actualidad entre el público británico a raíz d e l a ola de delincuencia infantil prucida en las islas poco después de la guerra, y g ue algunas voces alcoholizadas atribuyeron a influencia creciente del cine ol :re los niños. Siguiendo la costumbre inglesa en estos casos, el Gobierno nombró un Comité formado por personalidades destacadas en los campos relacionados con el tema a discutir y les encargó la relación de un informe. El Comité, compuesto por veinticuatro miembros, reunió a lo largo de dos años toda la documentación aquible, solicitó el parecer de las entidades y personas qne podían aportar datos y, por , hace aproximadamente año, entregó su informe al Parlamento británico Con posterioridad este informe, de más de un centenar de páginas, modélico por la cantidad de dat y la ponderación, sido publicado, y es su contenido el que vamos a rumir. Disposiciones legales Por un acta del Parlamento (The cinematograph Act 1909) , los ns c merciales ingleses, para ser autorizados, deben comprometerse a cumplir con las condiciones que las autoridades les impongan en orden a la seguridad de los asistentes. Como estas autoridades son las locales, las condiciones varían de un lugar a otro, pero en Inglaterra y Gales generalmente figuran entre ellas prohibir la entrada de los niños en las películas que Board de Censura con- sidere inadecuadas. En Escocia, donde la ley se interpreta de mana disnta (seguridad física de los asistentes) , estas disposiciones no son exigibles, y para compensarlo la Asociación de Propierios de Cine se ha puesto de acuerdo para impedir h entrada de los niños en ciertas פlículas. También �n muchas localidades inglesas la autoridad exige que se impida asistencia a los niños ( 1 ) Report of the Departamental Comittee on Children and the Cinema. ndon. His Majestig' s Stationery Officc. 1950.

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E L C I N E Y L O S N I � O S E N I N G L A T E R R A

La asistencia creciente de los runos a las sesiones cinematográficas plantea

en todos los países problemas y discusiones que trascienden de la preocupact.Sn

de los educadores al público en general, como quedó patente en el último Con­

greso de la Oficina Católica del Niño, celebrado en Madrid. El resumen que presentamos a continuación sobre el estado de este problema en Inglaterra pue·

de ayudar a situar su magnitud y discutir las posibles soluciones ( 1 ) .

Este tema cobró actualidad entre el público británico a raíz d e l a ola de

delincuencia infantil producida en las islas poco después de l a guerra, y gue

algunas voces alcoholizadas atribuyeron a la influencia creciente del cine ol :re los niños. Siguiendo la costumbre inglesa en estos casos, el Gobierno nombró un Comité formado por personalidades destacadas en los campos relacionados

con el tema a discutir y les encargó la relación de un informe. El Comité, compuesto por veinticuatro miembros, reunió a lo largo de dos años toda la

documentación asequible, solicitó el parecer de las entidades y personas qne

podían aportar datos y, por fin, hace aproximadamente un año, entregó su

informe al Parlamento británico Con posterioridad este informe, de más de un centenar de páginas, modélico por la cantidad de datos y la ponderación,

ha sido publicado, y es su contenido el que vamos a resumir.

Disposiciones legales

Por un acta del Parlamento (The cinematograph Act 1909) , los cin<'s co­

merciales ingleses, para ser autorizados, deben comprometerse a cumplir con las

condiciones que las autoridades les impongan en orden a la seguridad de los

asistentes. Como estas autoridades son las locales, las condiciones varían de un lugar a otro, pero en Inglaterra y Gales generalmente figuran entre ellas el prohibir la entrada de los niños en las películas que el Board de Censura con­

sidere inadecuadas. En Escocia, donde la ley se interpreta de manera distinta (seguridad física de los asistentes) , estas disposiciones no son exigibles, y para

compensarlo la Asociación de Propietarios de Cine se ha puesto de acuerdo

para impedir h entrada de los niños en ciertas películas. También �n muchas localidades inglesas la autoridad exige que se impida la asistencia a los niños

( 1 ) Report of the Departamental Comittee on Children and the Cinema. London. His Majestig's Stationery Officc. 1950.

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5QO V A R I A

en domingo. E'.n Escocia, por la razón indicada, esta prohibici6n no sería posi­ble, y tampoco es :r.ecesaria, porque en Escocia los cines no abren en domingo. Hay otras muchas variantes. El London County Council prohibe la presencia de menores de siete años en el cine en cualquier caso, y otros Ayuntamientos la prohiben a todos los menores de edad escolar a partir de las siete o las ocho de la tarde. El conjunto de estas disposiciones y otras muchas del mismo sen­tido forma el rompecabezas típico de la legislación inglesa en todos sus aspec­tos y que tanto sorprende al extranjero. Hay que decir en su descargo que estas reglamentaciones, que varían de

. Condado a Condado, en manos de una auto­

ridad local que se siente celosa y responsable de ellas se cumplen con mayor precisi6n que en países de legislación más 16gica y racional.

De todas maneras, el Comité desearía una uniformidad mínima y sugiere una serie de condiciones que las autoridades locales podrían imponer para autorizar la apertura de un cinematógra{o. Entre ellas figuran: edad mínima (siete años solos y cinco con sus padres) , horas límite (las ocho de :a nochf") y restricción de la asistencia en los domingos para que no interfiera con la escuela dominical. Y, desde luego, prohibir la presencia de niños en las pelícu las inapropiadas para ellos.

Censura

Prohibir la entrada a los mnos en ciertas películas implica una discrimina­ción entre ellas. Esta tarea compete al British Board of Film Censors. El Boar l es una institución no gubernamental, pero de carácter oficioso, y todas las pelícu­las que se exhiben en Inglaterra proyectan antes del reparto la calificación que ha merecido del Board. Estas clasificaciones son las siguientes:

U (Passed for universal exhibitio1 .) Puede verla todo el mundo A (Passed for public exhibition to adult audences.) Pueden verla los 1dul­

tos y los menores si van acompañados. H (Passed «horrific».) Los menores de dieciséis años no pueden verla en

ningún caso.

En algunos casos, finalmente el Board rehu•a calificar de ninguna manera un f.lm. Este s6lo puede ser proyectado entonces con un permiso '<-0pecial de la autoridad local. En cuanto a la proporci6n con que se conceden estos certi­ficados, en los últimos cinco años el cuarenta por ciento de los film. han en­trado en la categoría ccU», pero la proporci6n tiende a decrecer (25 por 100 el último año) . La calificación ccH» sólo se aplica en muy pocos casos.

El criterio de la Comisi6n es que este sistema de clasificación es perfecta­mente insatisfactorio desde el punto de vista de los niños. La censura � 11ace

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con criterio negativo y pensando en los mayores, pero que una película no sea

inmoral no significa que por esto sólo sea adecuada para un niño. Por otra

parte, permitir la entrada a la mayoría de las películas a los niños acompaña­

dos (de sus padres o de un guardián de buena fe) es absurdo. El acompañante,

a veces un desconocido encontrado a la puerta, no es ninguna garanúa. Para

remediarlo, en parte, el Comité propone la adopción pública de un sistema parecido al que utiliza en su bole.tín el iBritish Film Institute.

A Sólo para adultos. Los menores no deben verla en ningún caso.

B Sólo para adultos y adolescentes ( 1 3-18) sólo.

C Público familiar.

D Especialmente adecuadas para niños (mayores de siete años) .

Datos sobre la asistencia de los niños al cine

Que el cine como espectáculo y como entretemrruento ejerce un conside­

rable influjo sobre los niños y sobre sus familias, no es necesario descubrirlo.

Por la cantidad de horas el cine ocupa el primer lugar entre las ocupaciones

de las horas libres, aunque si se interroga a los niños no sea esta su divenión

preferida. El 88 por 100 de los niños ingleses van regular o esporádicamente

al cine, lo que significa casi la totalidad de los niños de las ciudades y los

núcleos de población donde tal espectáculo existe. Prácticamente, la mitad van

al cine acompañados de sus familiares, pero esta costumbre disminuye a medida

que aumenta la edad.

En cuanto a la frecuencia de esta asistencia, comparando cuatro encuestas

distintas (Social Survey, London County Council, Federación de Comités de

Educación de Gales y Asociación Escocesa del Cine Educativo) cubriendo un

total de 1 38.000 niños, puede decirse, en líneas generales, que sólo el 14 por

100 de los niños menores de diez años y el 2 por 100 de los mayores no van

prácticamente nunca al cine, Y. del resto, una buena proporción son asistentes

regulares.

E D A D Una vez por Dos o más veces por semana semana

De cinco a nueve años. 25 por 1 00 13 por 100 38 por 100

De diez a quince años. 38 por 100 3 1 por 100 69 por 100

La asistencia al eme cada semana se ha convertido en una práctica acep­

tada por muchos niños y sus familias. Pero el Comité se muestra sorprendido

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por la elevada proporci6n de niños que regularmente van al cine varias veces por semana.

Otros datos de interés son los siguientes: En las pequeñas poblaciones, los

niños van más al cine que en las grandes ciudades; en Londres, por ejemplo,

la proporci6n es inferior a la del conjunto de Escocia. No hay diferencias apre­

ciables en la asistencia entre niños y niñas. El día de máxima asistencia infantil

es el sábado, luego el viernes y el lunes. (Es sabido que por la influencia puri­tana el respeto al domingo es aún muy fuerte en Inglaterra.) Finalmente, la presencia de los niños en el cine aumenta cada año, aunque es muy difícil precisar cifras.

Efectos del cine en los niños

Naturalmente, el volumen de esta asistencia plantea complejos problemas

pedag6gicos, morales y sociales de todo orden. Cualquiera que lea las cifras

anteriores o simplemente que vea la abundancia de niños a las puertas de les

cines y medite en el extraordinario desarrollo técnico del cinemat6grafo, la extensi6n de su organizaci6n y el poder hipn6tico de sus exhibiciones ha de pensar que para bien o para mal, en él se encierra uno de los factores más importantes de la formaci6n de la infancia y la juventud.

Las dificultades empiezan cuando se quiere determinar exactamente esta

influencia. El sentido común y a mayor abundamiento los centenares de tes­

tigos autorizados que la Comisi6n consult6 estuvieron de acuerdo en qne la

influencia puede ser muy grande y que ciertos resultados inmediatos son evi­dentes. Pero sobre los efectos profundos y a largo plazo -psicol6gicos y mo­

rales- no hay ninguna clase de acuerdo, hasta el punto de que el Comité, al

margen de los resultados que consigui6 obtener, insiste en la necesidad de

planear una investig-aci6n a fondo llevada por psic6logos y pedagogos sobre una base experimental.

Como entretenimiento y distracci6n, el cine tiene un valor indiscutible, aun­que no debe absorber el lugar de otras diversiones, juegos al aire libre, por

· ejemplo, en los que el niño desempeña un papel más activo. Incluso como dis­

tracci6n deja muchas veces que desear, y los niños se quejan del aburrimiento que les producen las complicadas historias sin ni�gún interés para ellos.

Los efectos físicos y fisiol6gicos son fácilmente comprobables, pero no parece que alcancen límites peligrosos si se observan precauciones mínimas 1 especto a ventilaci6n, desinfecci6n y especialmente ángulos de visi6n. El nerviosismo y la falta de atenci6n que a veces se observan en clase al día siguiente posiblemente podría evitarse imponiendo una hora límite para la presencia de los niños en

el cine, siete u ocho de la noche, y desde luego prohibiéndoles las peHcclas inadecuadas para ellos, por contener escenas altamente emocionales. Para hacer

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afirmaciones más concretas sobre la influencia del cine en el nerviosismo ;nfan­til haría falta un estudio médico y psicológico cuidadoso.

Más difícil es decidir sobre los efectos psicológicos y morales. Desde Juego

hay films que glorifican el crimen, la violencia y el libertinaje sexual, que

los niños no deben ver. Pero incluso eliminando éstos, raro es el film en que

no aparezcan escenas violentas o sugestivas sensualmente. Es evidente que estas

escenas impresionan la imaginación infantil y que de alguna manera influyen

en su comportamiento.

Generalmente se aduce la delincuencia infantil como consecuencia de k nefasta influencia del cine, pero es difícil demostrar esta consecuencia. Los testigos que oyó la Comisión variaban fuertemente en sus opiniones, y gene­

ralmente se apoyaban en impresiones subjetivas. La representación colectiva de

los jueces de Tribunales de Menores de Londres negó la existencia de una relación directa. Y un testigo de gran competencia declaró :

«Durante los últimos dos años he llevado a cabo una investigación s'ste­mática de las causas de la delincuencia en cerca de 130 jóvenes de quince a

dieciocho años. En aproximadamente la totalidad de los casos el delito puede

referirse a una situación familiar fuertemente defectiva, a falta de afecto de

los padres, a obsesiones de ansiedad centradas en torno a éstos o a hipertrofia de sensaciones de miedo debidas a una serie de accidentes. No he encontrado casos en que la causa del delito sea una influencia puramente externa, como

el cine u otras posibles. Lo más que puede decirse de la influencia del c;ne

es que puede determinar el modelo del acto delictivo.»

Esto viene a significar que si los niños juegan a «gángsters» o a «cow­boys», no debe insistirse demasiado en la influencia del cine, porque sin él

habrían jugado a ladrones. Y si un niño se escapa de su casa siguiendo un

modelo cinematográfico, posiblemente vive un conflicto que le habría llevado

a seguir unos titiriteros o a enrolarse de grumete si no hubiese visto películas

en su vida. Pero si el peligro de la delincuencia infantil ha sido exage.r ado,

hay, en cambio, otro aspecto cuya importancia no ha sido destacada como me­

rece. Me refiero al tipo de vida falso, artificioso y escaso de valores morales que presentan la mayoría de las películas y que el niño se acostumbra ¡a conside­rar como imagen de la vida real. Uno de los testigos hace notar :

«El efecto más importante del cine reside en sus influencias más elmiv'lS,

las actitudes, valores y normas de vida que exhibe. Las películas que presen­tan la vida desde un punto de vista realista son una minoría, mientras la nn­

yoría, con el fin de satisfacer el deseo de los adultos de «escapar de la rutin;.

cotidiana», se confinan en un mundo donde los valores sociales y la resp;in­

sabilidad moral son desconocidos. La asimilación repetida de estas películas debilita el sentido social del niño y puede viciar desde un principio su forma·

ción como ciudadano.»

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ccPor mi parte, considero que esta predicación ininterrumpida que nos llega de Hollywood de que lo único que importa en este mundo es ser guapo y rico, y que el bueno es siempre afortunado y se llena de dinero al final de la c1:ita, es tan mala como las escenas que generalmente se consideran violentas e inmo­rales. La violencia y la inmoralidad tienen muchas veces poco contacto con las preocupaciones del niño, mientras la estupidez del standard de vida que se predica continuamente no puede dejar de afectarle.,, ·

No se insistirá demasiado en este aspecto de la cuestión. El cine represr.nta para el niño una visión interior de la vida pública y privada de los adultos, de acuerdo con la cual va proyectando sus esperanzas para el futuro, y esta vida tiene escasa relación con su ambiente cotidiano y con las enseñanzas de la escuela. Piénsese en lo que representa que en la vida de estos personajes no ocupen ningún lugar las prácticas religiosas que en la escuela se le enseñan como fundamentales. Es en esta influencia difusa y continua en la que hay que pensar sobre todo más que en la posibilidad de que el niño planee un atraco porque ha visto una película de ccgángstersl>. Para unos, el cine pllede representar un refugio cuando para otros el estímulo de una ambición desor­denada, pero para todos el contacto continuo con unos ejemplos de existe!lcia con e5casos estímulos ideales ha de influir desfavorablemente. Desgraci::ida­mente, este problema tiene difícil solución. Es evidente que la censura nega­tiva, prohibiendo películos o recortando escenas, no hace nada por elevar el nivel moral de las restantes.

Sesiones infantiles.-Cine Clubs

Muchos cines ingleses organiz:tn en la tarde del sábado sesiones a precios reducidos dedicadas exclusivamente a los niños )' en las que se exhiben films autorizados para ellos : categoría U, dibujos, cte. Aunque es posible señalar muchos defectos a estas sesiones, parece que es preferible estimularlas,_ pu'�S al menos sus programas están elegidos teniendo en cuenta al público infantil. Es sintomático que los empresarios se quejan de dificultades para aba tecer estos programas.

En el mismo orden, pero con mayores pretensiones, están los cines-clubs infantiles. Son éstos, Asociaciones que tienen por objeto el organizar sesiones de cine para los niños y a las que sólo sus miembros pueden asistir. Muchas veces están patrocinados por las propias Empresas cinematográficas. La organi­zación Rank, que controla buena parte del cine inglés, patrocina los Clubs Odeón (241 clubs, asistencia media de 1 80.000 niños por semana) y· los Clubs Gaumont ( 1 54 clubs, 120.000 niños) . Otra cadena de clubs son los A. B. C.

Minors, con más de 300 en toda la isla, y hay además otros mucho· indepen­dientes o en pequeños grupos.

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V A R I A 595 En cada uno de estos clubs hay un adulto que lo dirige, ayudado por un

Comité y unos monitores elegidos entre los propios niños, que aseguran así

ia disciplina y la buena marcha del club. Los clubs tienen además otras acti­

vidades paralelas a la sesión de cine (cantos colectivos, conferencias) o al .nar­

gen de ella (deportes, etc.) . Los miembros de los clubs Gaumont tienen un

himno propio, y los de los clubs Odeón prestan una promesa simbólica de

compañerismo y buena volunt�d. Unos y otros usan insignias.

El movimiento de los cine-clubs infantiles es muy popular y tiene una marcha ascendente. En un determinado sáb •do hace dos años, en 1 .700 Wles

de la Gran Bretaña funcionaban una sesión infantil o un cine-club. Hoy pasa­rán de los 2.000, con más de un millón de niños asistentes.

Es fácil acumular objeciones contra los cine-clubs infantiles. Por su tipo de

actividades son franca.mente inferiores a otras formas de agrupaciones juveni­les -boy scouts-, por ejemplo. Pero si se acepta que los niños de todos mudos

van al cine, parece que es mucho mejor que lo hagan en esta forma organi­zada para ellos. Una solución mejor podría buscarse conectando estos cine clubs con organizaciones j uveniles de tipo más amplio. En algunas localidades

inglesas se han desarrollado iniciativas en este sentido, patrocinando a los crne­

clubs las autoridades educativas y las organizaciones de niños y jóvenes.

Elevando el nivel del cine infantil

Elevar el nivel del cine infantil puede hacerse de dos modos. Educando el gusto y el sentido crítico de los asistentes y produciendo mejores películas. Si

educar el buen gusto en las artes plásticas se considera una obligación de la

escuela, no se ve por qué no puede hacerse lo propio con el cine, con el que

los alumnos no tendrán posiblemente mayor contacto. El Comité pudo ::xami­nar el trabajo de algunas escuelas

_que desarrollan iniciativas en este senudo:

proyección de películas precedidas de comentarios y seguidas de discusión, etcé­

tera. Estas iniciativas, muy escasas, tropiezan además con dificultades para

proveerse de material, y tampoco abundan los maestros que puedan encargarse

de esta misión. El Comité desearía que en las agrupaciones juveniles de toda

índole se prestase más atención al cinema y se fomentase así un mayor .entido crítico personal entre los niños y los jóvenes.

Pero el problema principal continúa siendo el de aumentar el nivel de . la producción cuando de hecho este nivel más bien tiende a disminuir. El oaso más importante en este sentido lo dió Arthur Rank, el productor más impor­

tante de la Gran Bretaña, cuando al empezar en 1944 la producción sistemá­

tica de films para niños, principalmente para sus clubs Odeón y Gaumont, creó cl Advisory Council en Children's Entertaiment con representantes del miníi-

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terio y de las organizaciones pedagógicas, religiosas y de juventudes. Este Con­

sejo, independiente en su actuación; tiene por principal misión orientar y con­

trolar la sección <le cine infantil de la organización Rank, y su trabajo ha sido

muy fructífero. En cinco años ha patrocinado un centenar de películas largas y cortas, algunas de ellas excelentes. Pero estas películas, que generalmente se

proyectan en los locales de la propia organización, no bastan para abastecer el

mercado infantil. Y lo que es más triste, Rank pierde dinero en ellas.

Una sugestión muy notable es la de crear una filmoteca infantil para se­siones infantiles, cine-clubs, etc. Hay un interés comercial en retirar cada año

las copias de las películas exhibidas· para dar paso a otras nuevas, pero ,.n el

campo del cine infantil donde la demanda supera a la oferta y donde la obse­

sión por la actualidad es menos grave, parece que podría impedirse eliminando

así las dificultades con que tropieza el que quiere confeccionar un programa

infanúl y ha de limitarse a las existencias de las distribuidoras en aquel mo­

mento. Una filmoteca así concebida funciona con éxito en Norteamérica con

el nombre de «National Children's Film Library Commitee».

Tales son las principales consideraciones y propuestas del Report of the

Departamental Commitee on Children and the Cinema. Uno de los miembros

del Comité, Miss Henrietta Bower, destacada personalidad de la Asociació:i de

Mujeres Católicas, insiste en un voto particular en que la relación entre asis­

tencia al cine y criminalidad infantil es mayor de la que el Report establece,

aunque reconoce que hacen falta investigaciones más cuidadas para decidirlo

con datos. El report se termina con datos estadísticos, sugerencias para ;rnevos

estudios, etc. Cualquiera que se preocupe por las cuestiones que en él se :ibor­

dan lo leerá con provecho, y quizá no sería desacertado planear en España un

estudio semejante.

MIGUEL S!GUAN Colaborador del Instituto Luis Vives de Filo5oÍÍ1

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é U E S T I O N A R IÓ S D E T R A B A J O S M A N U A L E S

La Sociedad Española de Pedagogía ha llegado, tras alternativas de ritmo muy idiverso, a ese grado de madurez que supone el contar con un; rpúblico propio que de vez en cuando acude afanoso a los Altos del Hipódromo, haciendo triunfar su fidelidad del alejamiento y de las ditl­cultades de transporte.

El ciclo de conferencias que sobre cuestionarios ocupó las actividades sociales en el curso anterior, fué continuado y cerrado con broche de oro en la Reunión de Estudios Pedagógicos de Santander. Sin embargo, hay un tema ya viejo en la teoría y la práctica educadora que renace siempre

. de sus cenizas dispuesto a ocupai- el primer plano de la atención peda­gógica. Es el de los trabajos manuales.

Pana oir lo que sobre .. cuestionarios de Trabaj os Manuales• tenian que decirnos don Eduardo Serrano Cerezo, j efe de Estudios de la institución sindical Virgen de la Paloma, y don Mariano Ferná.ndez Gómez, maestro nacional de Carolinas de Villaverde, convocó una nueva sesión del ciclo el Consej o rector.

El sefior Serrano se ocupa de un estudio general de la cuestión. D etlne el trabaj o manual escolar como •la integración de las facultades físicas y ammicas para conseguir una realización material que sirva al fin edu­cativo» , sin que el trabaj o importe excesivamente poi- su calidad, sino por S'l tinalidad. Es decir, que sirve de pretexto para las continuas conexiones entre la runción mental y la manual, creando estructuras perdurables.

Mantiene, como aspecto esencial del trabaj o manual, que sirve para combatir el •analfabetismo laboral., enseüando a trabaj ar con interés, ingenio, método, eticacia, etc . ; en una palabra, con inteligencia, puesto que el niño no sabe trabaj ar, de la misma forma que no sabe leer o escribir, y los procesos de trabajo en la actualidad se sirven de elementos que precisan .aumentar el afán ele llacer bien las cosas por medio de una educación adecua.da.

También puede esperarse del trabaj o manual escolar, debidamente orientado y realizado, que mitigue la abismal diferencia entre profesiones intelectuales y manuales, contrtbuyendo a elev�r la dignidad del trabajo manual, hoy en precario entre nosotros, sin <lJlé se comprenda la razón de tal ·estado de cosas.

Fij a el obj eto del trabaj o man\[al en la escuela partiendo de trabaj os ind'i.viduales, hasta llegar a la cola:boración por equipos para realizar algo más complej o o amplio. Estima que deben seleccionarse los ·ej ercicios para referirlos a todas las materias de ensefianza, -;'.·incluso forzando su ej ecu-

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ción para relacionarlos cou las matemáticas, en lenguaje, la escritura, las ciencias, etc. Como último obj etivo está el dominar la materia y los útües que esto permiten.

Pasa revista a las facultades que , desarrolla -el trabaj o manual, y cita, entre otras, la caipacidad de observación exacta y activa, la inventiva o iniciativa, la sociabilidad y la satisfacción del deseo de conocer el por qué de muchas cuestiones.

¡A.firma que el sentido de marcha que ha de darse al trabaj o manual en la escuela no puede ser más avanzado que lo que la realidad permita, y por allo el cuestionario que presenta, con su colaborador don Mariano Fernández, se r·educe a una serie de trabaj os posibles y sin mayor dis­pendio, apoyándose en la tendencia a la actividad, :facilitando y encau­zando esta actividad e incluso sirviéndose de ella para estimular el estu­dio y �a comprensión de otras disciplinas más abstractas.

No puede aceptarse el trabaj o manual en la escuela como un fin; pero tampoco debe aceptarse el que los nill.os salidos de las escuelas marohen a realizar un trabaj o manual, del que dependerá el sustento de toda su vida, sin 11aberles advertido antes lo que el trabaj o manual necesita y representa en la función educativa, puesto que el progresivo dominio del hombre sobre las materias naturales hace que los procesos de trabaj o requteran medios para los cuales hay que tener una previa educación.

El pedagogo debe intervenir en esta educación manual, y los juguetes, la artesanía familiar, los trabaj os caseros, la agricultura, etc., son un campo que está casi virgen de sistema, estudio o consideración.

Concluye con la .afirmación de que cualquier experiencia, aunque sea corta o limitada, hace más efecto comprensivo en l.a mente infantil que largas series de teorías. Extiende esta concepción de la ensellanza a los dos sexos y expone algunos aspectos fundamentales del método que debe seguirse, como son: explicación preyia del trabaj o a realizar, preparación del mismo con su cuidado preventivo, acopio de primeras materias, es­tímulos, etc.

Don Mariano Fernández supo introducir en el ambiente recogido de la rsala toda la vibración y el calor de la escuela como él la •ha vivido rnuohos aflos. Su talante paternal e ingenuo de viejo maestro rural, la narración de sus apuros, las anécdotas de l.a clase nos acercaron a la realidad concreta del trabaj o manual con las posibilidades de una es­cuela española.

Esta continua referencia a la realidad le 'hace preocuparse en primer Jugar por las cuestiones económicas: ¿Cómo conseguir el material nece­sario? ¿Quién dotará a la escuela de herramientas? ¿Cómo podrá iniciarse el trabaj o manual?

La recogida de material queda reducida a sus mínimas proporciones, en­"8.rgando a los mismos niños que lo proporcionen. ¿Quiere esto decir que la escuela va a gravar a los padres con una impensada contribución en ma­teria prima? De ningún modo. Los niños sólo traerán a,quello que ya no

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es útil, lo que ordinariamente va al desván o queda condenado a pudrirse

a la intemperie en el corral o se tira con la basura: botes y frascos vacios,

clavos usados, trozos de madera, recortes de tela, cuerdas . . . Un sin fin de

cosas que los pequefios pronto se acostumbran a recoger para el almacén

escolar.

Viene en segundo lugar la clasificación ile todo lo recogido. Se orga­

niza el •botamen», que consiste en ¡ma colección de botes vacíos y rotu­

lados donde cuidadosamente se clasifica el material menudo: clavos tor­

cidos y sin torcer, tornillos, trnzos de metal, alambre . . .

Algo más difícil. e s conseguir l a herramienta necesaria. Pero e s im­

prescindible. ¿No hay en cada hogar un martillo, unas tenazas, un senu­

cho para esas mínimas reparaciones indispensables en la -economía do­

méstica? ¿Cómo, pues, va a prescindir de ella la escuela, que es la casa,

el hogar de los nifios? Hay diversos medios: algunas ·quizá no haya más

remedio que comprarlas ; otras, que un profesional tiraría como desecho,

pueden valer aún para la labor menos precisa, menos continuada de la

escuela.

Ya tenemos el instrumental necesario. Ahora es preciso despertar en

los nifios el interés por esta ensefianza. Esto es fácil, y muy pronto e l.

hacer una reparación en el material escolar lla de asignarse como premio

al que se distingue en otras materias.

La iniciación al trabaj o manual ib.a de Jlacerse gradualmente. El seilor

Fernández presenta un cuestionario que abarca modalidades en papel,

modelado, madera, alambre y otros varios, tomo, marquetería, grabado

y tailla.

Ambos conferenciantes acom1'Jafiaron después a sus oyentes a la Ex­posición de trabaj os realizados por sus respectivos alumnos, atendiendo

varias preguntas relacionadas con los mismos.

A. O.

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VA L O R E D U C A T I V O D E 'L A V U LG A R I Z A C I O N C I E N T I F i qA

La Prensa diaria y los semanarios y revistas ilustradas dedican frecuente­mente páginas, columnas y gacetillas a exponer más o menos al alcance dd público temas científicos de actualidad o a comentar descubrimientos científicos; transcriben conversaciones de periodistas con los grandes hombres de ciencia, comentan los centenarios y cincuentenarios de grandes acontecimientos cie:i.á­ficos, reseñan las labores de los Congresos y reuniones científicas; es dedr, dedican una buena parte de su espacio a la actividad científica nacional e inter­nacional, haciéndose' eco de la evidente inquietud que la Humanidad siente en el momento actual por la ciencia y por todos sus problemas.

Hay revistas como los magazines americanos «Life» y <tFortunei>, que ':JOS

sorprenden de vez en cuando con páginas ilustradas en las que desfilan ante los ojos del lector maravillosas láminas en color de átomos que se disgregan, de lluvias obtenidas artificialmerrte, de la acci6n de las nuevas drogas :nedi::i­nales, etc., etc., y siempre tratando de presentar estas cosas en una forma ame­na y atractiva que llame al público hacia sus columnas.

Existen además en el mundo gran número de revistas científicas dedicadas especialmente al público no científico, o al menos al público no especializado. De éstas, algunas alcanzan gran d.irusi6n y son verdaderamente populares; j>O­dríamos citar como las de mayor circulaci6n : ccDiscoveryi> y ccNaturn, en len­gua inglesa; ccAtomes», ccScience et Avenir» y ccScience et Viei>, en lengua fran­cesa; ccNúcleo» e cdbéricai>, en lengua española.

Por otra parte, las editoriales más importantes de todos los países empren­den cada vez con mayor interés la tarea de sacar a luz ediciones populares dedicadas a la divulgación científica, cuyos catálogos contienen todos los temas científicos de interés para el público en general, que aunque a vec.:.s sea un

público con cierta cultura científica, no es la del especialista en la materia. En definitiva, es un hecho que la vulgarizaci6n científica está de moda, lo

cual no es más que una consecuencia de la atm6sfera científica en que vivi­mos. En esa atm6sfera se destacan temas como el del cáncer, el de las drogas antituberculosas, las vitaminas, la 'Cilergía at6mica, las velocidades supers6nkas, los viajes interplanetarios y otros muchos que constituyen preocupaciones in­mediatas del público. La Prensa divulgadora, yendo tras 01 éxito comercial, dedica a -ellos su atenci6n preferente; en cambio silencia o concede menos im­portancia a otros temas susceptibles de interesar al público, capaces, sobre todo, de ·contribuir a desterrar conceptos falsos y a realizar una misi6n más ed•1ca­dora que informativa.

La vulgarizaci6n -es hoy muy abundante, pero su valor educativo es des-

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igual. No siempre está encaminada por' los senderos de la honestidad intelec­tual y no siempre cumple con los fines de la verdadera acepci6n de los ttt­minos vulgarizaci6n científica.

Vulgarizar, según el .diccionario de la lengua, puede tener dos significad<>s: hacer vulgar o común una cosa, y exponer una ciencia o una materia :écnica en forma fácilmente asequible al vulgo. Solamente Ja segunda acepci6n de ese verbo es la que conviene a la expresi6n vulgarizaci6n científica.

La ciencia verdadera es casi siempre confusa para el hombre no iniciado. Su comprensi6n requiere una elevada especializaci6n; su lenguaje exige un tecni­cismo que no está al alcance del vulgo. Desnudar a l a ciencia de ese le.:.ni­cismo, hacerla perder su empaque de especialismo sin deformarla y vencer las dificultades de la materia tratada a fuerza de sencillez y de claridad, es una labor difícil al par que meritoria.

El vulgarizador científico se convierte en maestro de multitudes, de mul­titudes sencillas, y como todo magisterio, la labor del vulgarizador es un ver­dadero apostolado que s61o puede hacerse felizmente cuando es dirigido por el amor: amor a la ciencia, amor a la verdad y amor al pr6jimo.

La vulgarizaci6n científica es un gran instrumento de educaci6n; no s61o cumple con la misi6n de instruir al ignorante, o de informar al no cspcciafüta, sino también con la de extender los conocimientos humanos por todos los mo­

dios a todos los niveles del saber, de hacer llegar al gran mundo la obra de un grupo restringido de sabios e investigadores; es decir, de ilustrar a la

Humanidad con los productos del genio. La importancia que en el mundo se concede actualmente a la labor edu­

cadora de la vulgarizaci6n científica se puede deducir del hecho de h:aber sido instituído el año pasado un premio mundial que lleva el nombre de Prr.m10 Kalinga, para la meior obra de vulgarizaci6n científica. El premio, bajo los auspicios de la UNESCO. fué concedido por primera vez, hace pocos meses, al mundialmente famoso ffsico francés príncipe Luis de Broglie, premio N6bel de Física 1 929, miembro de la Academia de Ciencias de París desde 1931 y de la Academia Francesa desde 1 944, sabio profundo y audaz, famoso int,:r­nacionalmente como investigador de Física te6rica y como fundador de la Mecánica ondulatoria. El premio no honraba estos reconocidos m&itos del sabio ffsico francés, sino la obra del escritor y conferenciante que consigni6 familiarizase al .gran público con los problemas cientfficos de actualidad.

El premio Kalinga. cuya cuantía es de un mill6n de francos, fu6 fundado en la India por la Instituci6n del mismo nombre y puesto bajo los auspicios de la UNESCO. La Direcci6n de esa fundaci6n Kalinga, que tanto ha contribufdo al desarrollo econ6mico y social del Estado de Orissa, la lleva Mr. H. B. Pat­naik. miembro del Parlamento de Orissa, gran industrial y generoso mecenas de la fundaci6n. el cual, en la ceremonia de entrega del premio, celebrada en la Casa de la UNESCO. en París, se expres6 en estos t6rminos: «Para elevar el nivel de la vida de la poblaci6n mundial hace falta una amplia comprensí6n del progreso científico. Esta puede favorecerse por la contribuci6n de los Go­biernos a la formaci6n de una opini6n pública bien informada. Tal rcsulr'ldo

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no puede ser obtenido más que incrementando la difusi6n de la informa:i6n científica».

El nombre de Kalinga que lleva el premio es el del Imperio que hac.e más de dos mil años abarcó parte de los territorios de la India y de la Indo­nesia. Después de fundado por las victorias del emperador Asoka, éste tomó horror a los recursos de la violencia y dedicó su vida a empresas pacífic.is, entre ellas la educación de su pueblo.

El Jurado del premio Kalinga 1952 estuvo compuesto por tres miembros: dos de ellos el doctor Liljenstrand del Caroline Institut de Estokolmo y el doctor M. N. Saha, profesor de la Universidad de Calcuta, como representa ites de las ciencias biológicas y físicas, respectivamente; ambos propuestos por el Consejo Internacional de Uniones Científicas. El tercer miembro propuesto por la UNESCO fué M. Paúl Gaultier, del Instituto de Francia, y figuró como re­presentante de las letras. La selección fué hecha entre diez candidatos de­signados por las organizaciones científicas de los países más destncados en la ciencia, y en ella se tuvieron en cuenta las cualidades del escritor cientí­fico, claro y seductor que es el príncipe de Broglie, quien une al dominio de los métodos científicos más abstractos el poseer un lenguaje accesible al gran público.

La vulgarización científica presenta diversos grados de dificultad, St:gún las materias tratadas y según la categoría del público para el que está desti­nada. Una misma materia exige en su exposición diferente lenguaje, según la edad y la cultura general del público para el que esté destinada. Hay temas como los de Historia de las Ciencias y las Biografías que por su carácter anl"c­dótico o episódico pueden ser expuestos con amenidad más fácilmente qL1e cualquier proceso de la investigación científica, aunque haya conducido a resul­tados maravillosos y sorprendentes.

Leemos frecuentemente artículos de vulgarización científica firmados por grandes sabios especialistas que descienden a las llamadas de un público que, aunque a veces tenga sólida cultura, no cultiva la especialidad. Entonc.:s es cuando comprendemos que la misión del especialista se completa si es r:ap-iz también de enseñar a los no iniciados aquello a lo que él dedicó su vida entera.

Pero es frecuente ver que a veces los grandes especialistas se dirigen ·:un­bién al público no dotado de ese gran don que se llama cultura general am­plia. A veces hablan y escriben para el público de la calle o para el niño; es decir, para el ignorante, y con verdadera vocación de maestros ponen su genio de artistas creadores al servicio de esos seres sencillos y cumplen con la misión de sembrar sus conocimientos entre los no iniciados, haciéndoles abordables las zonas del saber que hasta entonces siempre fueron inaccesibles para �uoo.

Más que por los premios conquistados y por la fama adquirida entre los sabios, hemos admirado siempre a Sir William Bragg, premio Nobel 1915, ;ior sus conferencias de Navidades dadas a los niños de las escuelas de Londres, exponiendo en forma asequible a la infancia las maravillas del universo de luz; a Julien Huxley, el eminente biólogo inglés, escribiendo, en coiaboración c-;n

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604 V A R I A

el profesor Andrade, de la Universidad de Londres, los libros escolares sobre Ciencias Físico-Naturales, más ingenuos y amenos que puede uno imaginarse; a Linus Pauling, el autor de teorías sobre los .enlaces químicos, escribiendo su más reciente libro de Qtúmica, dedicado a la enseñanza para j6venes bachille­res y rompiendo en él valientemente con toda la rutina de los .programas dá­sicos en la enseñanza elemental de la Química, y al propio príncipe de Brogiíe, autor de obras como «Materia

·y Luz», <<Física y Microfísica», «Sabios y descu­

brimientos>J, escritas para el gran público, así como de numerosos artículos aparecidos en las revistas francesas de vulgarizaci6n científica.

¿ Es que nos puede extrañar que éstos y otros grandes hombres de Cienua sean a la vez maestros en el difícil arte de vulgarizar ? Todo lo contrario. Fl que más profundiza en un conocimiento es el más apto para dar de ·�l una explicaci6n sencilla. El sabio habituado a la redacci6n frecuente de informes técnicos, a la asistencia a coloquios y conferencias donde debe discutir sus ideas con las de sus oponentes y hacer frecuentes justificaciones de sus pantos de vista, precisar sus múltiples observaciones y deducir de ellas generaliza­ciones claras; el sabio de mayor competencia sobre una materia, es el que tiene siempre el derecho y el deber de tratar de ellas. Le ayudarán para ello sus amplios conocimientos generales básicos y se verá impulsado para hacerlo por ese sentimiento natural del que crea algo, de comunicar a los demás lo creado.

¿ No es, además, explicable y disculpable que en el sabio exista también el estímulo de alcanzar la fama y el renombre no s6Jo entre los suyos, entre sus iguales, sino en toda� las esferas sociales ? Seguramente este afán de 'l.Oto­

riedad influye en el sabio vulgarizador más que el lucro obtenido por colabo­raciones en revistas de divulgaci6n y explica la frecuencia con que se ven om­hres de premios N6bel y académicos entre los firmantes de artículos de vulga­rizaci6n en las revistas extranjeras de mayor circulaci6n.

Gentes dominadas por absurdos prejuicios piensan aún que descender al nivel de la Enseñanza elemental rebaja la categoría del educador y que el que un gran sabio escriba un artículo de vulgarizaci6n es una especie de prostituci6n intelectual. Afortunadamente, esta idea, ya algo arcaica, es poco sostenida, v

son los más los que piensan que todo el que enseña cumple una misi6n igu:il­mente digna y benemérita, cualquiera que sea el medio en que desenvuelve �us ::nseñanzas.

No todo sabio investigador puede o es capaz de ser un buen vulgarizador. Con frecuencia le falta tiempo para ello, absorbido por sus trabajos de labora­torio. por la Cátedra o por la Industria. A veces, esto es lo más frecuente, k faltan las cualidades de escritor o de orador, aunque tales cualidades, tratán­dose de conocimientos científicos. tengan características distintas de lo que v ul­garmente se cree. El llamado buen estilo científico tiene dos ·cualidades qne existen en todo destacado hombre de ciencia: la claridad y la concisi6n. Decir lo que se pretende con el leni;ruaie más propio v con la mavor brevedad es !a característica del len l!Uaie de la ciencia. La sencillez y l a claridad seducen al lector y al oyente tanto o más que la ampulosidad y el adorno en la expresión.

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V A R I A 605

Existen grandes sabios que son a la vez brillantes escritores. Poincaré, Bro­glie, Ramón y Caja! y Marañón son un ejemplo de ellos. Recientemente, en julio de 1 950, se creó en París, bajo la presidencia del príncipe de Brogli�, la Asociación de Escritores Científicos franceses, cuya principal misión es mejo­rar y fomentar la literatura científica por el empleo de un lenguaje preciso.

Cuando el talento científico se hermana con el talento literario en una S0la persona, su papel de educador del pueblo adquiere una calidad difícil de i g-o.1a­lar. El hombre de Ciencia que aspire a ser un gran vulgarizador debe ser J. ta vez un buen escritor y un buen pedagogo. Si es así, �u labor de difundir el saber adquirirá categoría insospechada.

La misión del escritor científico ha sido definida por el propio Luis de · Broglie en su discurso, en la ceremonia de entrega del Premio Kalinga, con

estas palabras : «El problema de l a vulgarización de los conocimientos científicos, e s deur,

la difusión de los mismos entre los no especialistas, es un problema muy im­portante y muy delicado; muy importante, porque es esencial que la opinión pliblica en toda su extensión pueda apreciar la amplitud del progreso de la ciencia, su valor intelectual y las repercusiones enormes que pueden tener sobre la vida de los pueblos y la evolución de su civilización; muy delicado, poroue los conocimientos científicos, de día en día, son más numerosos y más com­plejos, de suerte que es muy difícil ponerlos al alcance del gran público sin deformar algunos de sus aspectos)).

Desgraciadamente, la vulgarización no está siempre hecha por sabios cientí­ficos; muchas veces ni siquiera por buenos conocedores de la ciencia, sino uor gentes que sin conocimientos profundos ni suficientes del tema que tratan, pre­tenden explicarlo claro y sencillo. Intentan dar una apariencia de sencillez <le lo que sólo es vulgaridad; rehuyendo del empleo de un lenguaje técnico ca::n a veces en la falta de utilizar expresiones impropias o de diferente sentido cien­tífico. La labor de estos vulgarizadores carece entonces de todo valor educa­tivo y sólo está determinada por las corrientes de la moda en la literatura y marcada con los signos de la pedantería.

J. v. ARNAL Colaboradora del Instituto S. José de Calas:inz

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U N C U R S O E X T R A O R D 1 N A .R 1 O D E . M O R A L P R O F E S I O N A L "

En este mismo número de la Revista hemos desarrollado unas ideas

generales acerca de la educación social. Tratando de nevar a la práctica

este problema capital hasta donde sea posible, cuando se trata, sobre

todo, de la sociedad adulta, ningún camino más propio nos ha parecido

que éste de la defensa de los principios que se refieren a la moral pro­

fesional. Esto nos obligó a organizar este curso, que con extraordinari a

resonancia se ha realizado en el Consejo Superior de Investigaciones.

La oportunidad y, quizá dij éramos mejor, la necesidad a que responde

el tema del curso, se ha dejado traslucir en la radio, en la Prensa .v

hasta en el público, que en proporciones extraor.dinarias acudió a escu­

char dichas conferencias.

Sin embargo, nuestro ideal inmediato no fué esta campaña de mora­

lización del ejercicio de las profesiones. Nuestro trabajo fundamental

se encaminaba a estructurar un tratado de moral profesional , inexistente

hasta la fecha, cuya trascendencia, manifiestamente, ha de ser extra­

ordinaria. La dificultad más grave estaba en que ni los moralistas (por

su excesivo abstractismo) ni los profesionales (por su visión excesiva­

mente concreta de las cosas) podían llevar a cabo tal eI)lpresa. Quizá

sea ésta la causa por la cual carecemos hasta la fecha de un verdadero

tratado de moral profesional. Para llevarlo a cabo serían, pues, nece­

sarias las aportaciones de Ja investigación teórica y de aquella otra que

arroj a el ejercicio de las profesiones de carácter experimental. He ahí

la razón de ser de este Curso de Moral Profesional.

Era absolutamente imposible, por otra parte, incluir todas las profe­

siones. Su excesivo número induciría, por una parte, a la elaboración

de un volumen excesivamente grande, y por otra, a múltiples repeti­ciones cuando se tratara de profesiones similares. Entre tantas hemos

escogido trece profesiones, y hemos expuesto, como pórtico de las mis­

mas, un estudio sobre los principios generales de moral profesional,

aquellos principios que afectan a los actos correspondientes a todas y cada una de las profesiones. He aquí los ternas:

•Principios de Moral Profesional» . Reverendo padre José Todoli,

profesor de Etica de la Universidad de Madrid, secretario del Ins­

tituto •Luis Vives» , de Filosofía.

•Moral profesional del político.. Don Javier Conde, catedrático

de Derecho Polftico de la Universidad de Madrid, director del Ins­

tituto de Estudios Políticos.

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608 V A R I A

a>Moral profesional en la Banca y Bolsa y en el .comercio• . Reve­

rendo padre Joaquín Azpiazu, s. J. , director de •Fomento Social».

•Moral profesional del diplomático• . Don José Maria Areilza, conde

de Motrico, ex embajador de Espafla en la Argentina.

«Moral profesional del funcionario público». Don Luis Jordana de

Pozas, catedrático de la Universidad de Madrid, comisario del Ins­

tituto Nacional de Previsión.

•Moral profesional del art.ista» . Don José Camón Aznar, catedrá­

tico de Historia del Arte de la Universidad de Madrid, director del

Museo Lázaro Galdiano.

•Moral profesional del j uez» . Don Manuel de la Plaza, fiscal del

Tribunal Supremo.

•Moral profesional del abogado". Don Antonio de Luna, catedrá­

tico de la Universidad de Madrid, director del Instituto •Francisco

Vitoria•.

•Moral profesional' del empresario, técnico y obrero•. Don Fran­cisco Aguilar, director de la Escuela Social de Madrid.

•Moral profesional del periodista» . Don Francisco de Luis, perio­

dista, consejero delegado de la Editorial Católica.

•Moral profesional del médico". Don Juan José López Ibor, de

la Real Academia de Medicina.

•Moral profesional del investigador». Don Manuel Lora Tamayo,

vicerrector de la Universidad de Madrid, director dei' Instituto .Alon­

so Barban, del C. S. I. C.

•Moral profesional del militar» . Don Francisco Sintes Obrador,

comandante de Artillería del Servicio de Estado Mayor, director ge­

neral de Archivos y füb liotecas del -Ministerio de Educación Nacional.

•Moral profesional del educador•. Don Juan Zaragüeta, catedrá­

tico de la Universidad de Madrid, director del Instituto .Luis Vi­

ves•, de Filosofía, del C. S. I . C.

Por el interés que puedan tener para todos nuestros lectores estas conferencias, damos a continuación un pequeño esquema de cada una

de las. mismas, con los puntos fundamentales desarrollados en ellas .

.r. Todoli: •Principios generales de moral profesional.,, .-En esta con­

ferencia se exponen, sobre todo, el concepto de profesión y las cualida­

des esenciales que la integran. Entre éstas, el padre 'fodolí seflala dos

de carácter psicológico: vocación y aptitud, y otras dos de carácter mo­ral: probidad y espíritu de servicio. La vocación es una inclinación na­

tural al ejercicio de una determinada profesión. La aptitud es una ca­

pacidad natural para la actualización de esta vocación, y que es nece­

sario perfeccionarla por el estudio y el aprendizaj e de la misma. Da

otra manel'a, seria inmoral lanzarse al ejercicio de la misma, porque

seria exponerse a gravfsimos yerros. La probidad es una cualidad moral

por la que el hombre lleva a todos sus actos el buen sentido de la.

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V A'R I A 609

justicia y la caridad. Y en fin, el espíritu de servicio dice relación al aspecto social que intrínsecamente lleva consigo toda profesión.

El padre Todoli expone a continuación tres aspectos fundamentales. del acto profesional: su aspecto individual, su aspecto social y su aspecto trascendente.

En el aspecto individual estudia cómo el ejercicio- de toda profesión implica una formación humana moral, científica y técnica, sin las cua­les sería imposible toda moral profesional. Por otra parte, el ejercicio de las profesiones o la materia sobre la cual se ejerce, revierte sobre la personalidad del prüfesional, imprimiendo en ella cualidades buenas o malas, que es necesario tener en cuenta. Entre otros puntos, estudia aquí el problema de la deformación profesional.

En su aspecto social, el acto profesional implica la presencia de las virtudes sociales, lealtad, fidelidad, j usticia, caridad, etc. ; pero el padre 'fodoli se detiene fundamentalmente en dos virtudes básicas: la diligen­cia o espíritu de servicio y la j usticia, porque toda profesión es una contribución obligatoria al •bien común», ya que el profesional parti­cipa del beneficio que a ese bien común aportan las demás profesiones.

En su aspecto trascendente, el padre Todoli estudia cómo la santifi­cación de los individuos no se realiza por especulaciones abstractas, sino por la perfección con que se realizan los actos concretos en cada uno de los cuales el profesional pone en j uego su libertad, su moralidad y su salvación.

Javier Conde: •Moral profesional del poittico» .-Esta conferencia no pudo darse por ausencia del sefior Conde, que, por circunstancias de su cargo, hubo de ausentarse de Madrid.

J. Azpiazu: •Moral profesional en ia Banca, en la Bolsa y en el Comer­cio» .-El disertante estudió al coll!-enzar dos puntos fundamentales: •¿Son

j ustos los precios establecidos por el Estado?• •¿Son justos los precios

regulados por la libre competencia?» A la primera pregunta responde

afirmativamente, aunque, por lo que se refiere al tema en cuestión (inte­

reses de cuentas corrientes, libretas de ahorro, tipos de descuento, co­

rretaj es, etc . , no es el Estado, sino los propios interesados, quienes de·

ben establecerlos. Sin embargo, como' una vez establecidos reciben su

fuerza del Estado, a él, en último término, debe atribuirse la respon­

sabilidad. Después estudia el problema de los precios en libre compe­

tencia. En la formación de éstos intervienen muchos elementos, además

del interés del comerciante. Por eso es preferible hablar de beneficio !l.

hablar de precio justo. El padre Azpiazu habla después de los beneficios

de la Banca licitos e ilícitos y de los beneficios de los comerciantes en

el •mercado negro•, y recoge como resumen cuatro puntos de moral pro­fesional bancaria, expuestos por Su Santidad Pio XII: 1.0 Empleo pro­vechoso y juicioso del capital. 2.0 Labor moral. de los Consej os de Admi­nistración (santa y sabia orientación de los capitales) . 3.0 Ayuda a las

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ó10 V A R I A

felices iniciativas. 4.° Contribución al esfueno !JOl' evitar el paro forzoso. En resumen, estos poderes de la Banca y Bolsa y el Comercio han de contribuir a poner al alcance de todos el bienestar social.

El padre Azpiazu estudia a continuación el problema de salarios en el conj unto de estas profesiones. Acusa las graves diferencias entre diri­gentes y empleados. A su vez, acusa la deficiencia de los salarios de los segundos y hace notar el mal que en este problema produce la regu­lación de los salarios como función privativa del Estado, con los que las Empresas quedan tranquilas en la legalidad, pero no en la legitimi­dad o moralidad de los mismos. El beneficio de la Empresa ha de re­dundar en beneficio de todos. !Lo contrario es gravisimo pecado de ava­

ricia y conculcación de los más elementales deberes de caridad y de j usticia.

J. 1H . .4. reilza: •Moral profesional del diplomát"iCO» .---Esta conferencia

comenzó haciendo un e;;tudio llistórico del concepto de •diplomacia. y de ahombre diplomático», sinónimo casi siempre de doblez, de astucia, fingimiento o engafio, envueltos siempre en las mejores formas externas. En este estudio llistórico se fija principalmente en la mitología griega (recuerdo a Mercurio y a Ulises) y en la época consiguiente a Maquia­velo y sus teorías de la •razón de estado• . Después estudió el tipo de lliplomáticos del :siglo xrx y ele! diplomático actual. •El diplomático

'ya

no es hoy un legado personal del monarca, ni un agente político de intrigas, sino un representante estricto del Gobierno y del régimen de su Patria. Es un funcionario con límites estrechos y margen relativo de albedrio. • Las relaciones de la moral cristiana con el desempello de la función diplomática fueron ya exáminadas insuperablemente en su tiempo por nuestros tratadistas del Siglo de Oro. Las cuestiones eran fundamentalmente éstas: a¿Debe y puede un embajador complacer y ser­vir a la sinrazón y a la injusticia de su dueño· y soberano más que a la razón y j usticia del contrario? ¿Puede y debe, en circunstancias y

ocasiones, el diplomático faltar a la verdad? ¿Se puede callar la verdad? ¿Se pueden conciliar las voluntades ajenas, mediante dádivas y sobor­nos?» Todas éstas y otras cuestiones parecidas forman el núcleo del

problema, que tiene muchas y variadas respuestas, pero una sola luz para examinarlo con C'laridad, que es la que procede del Evangelio.

A estas preguntas y problemas, el sel1or Areilza, basándose en textos

clásicos, responde:

Si pretende el Estado, en materia grave, que el diplomático ejecute

órdenes evidentemente injustas, y éste tiene la convicción de que lo son, debe suspender inmediatamente la ej ecución, aunque con ello aventure

su puesto o su carrera. Si la materia es opinable, debe cumplir lo or­denado·.

Nunca es lícito -dice- mentir para cumplir los fines impuestos al oficio de diplomático, pero si observar desconfianza (no creer basta que

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V A R l A 6 1 1 n o s e ve) , disimulación, y n o mentir jamás para adular, aunque s í ca­llar para evitar mayores males.

En las conversaciones, diálogos y cambios de impresiones entre el embajador y el soberano ante quien está acreditado, le es licito contes­

tar con restricciones mentales si fuera acosado a preguntas en materia grave y dañosa para su nación. Pero para resolver este problema queda otro camino: iniciar 11ábilmente el diálogo, orientar y dirigir la conver­

sación para evitar preguntas capciosas.

En cuanto a la conciliación, es decir, a los sistemas para ganarse Yoluntades ajenas en el país en que el diplomático está acreditado, la persuasión y las dádivas son medios lícitos siempre que los fines sean

honestos.

L. lordana de Pozas: •11'loral profesional del funcionario públicO•.­Comienza estudiando el número de funcionarios públicos. Este número lia crecido tan considerablemente que forma hoy en todo el mundo una profesión a la que pertenecen del 1 al 5 por 100 de la población total. Por otra parte, los funcionarios públicos parece que son en cierto modo como un modelo para los demás empleados, y, por tanto, su ética �ro­fesional debe ostentar caracteres de ejemplaridad. Sin embargo, apenas si hasta hace muy poco se había concedido atención a este aspecto de la moral profesional. Desde que termina la buena conducta hasta que empieza el delito, hay una especie de •tierra de nadie• que ha de ser regulada por la moral profesional. Y por lo que a los funcionarios se refiere sobre el fondo general de los mandamientos hay que aplica1·

e! principio de la primacía del bien común y del interés general sobre ei bien y el interés común y particular.

El sel1or Jordana de Pozas clasificó los deberes del funcionario pú­blico en los siguientes apartados:

a) Deberes de aptitud.-Idoneidad, competencia, mantenimiento y acre­centamiento de esta competencia.

b) Lealtad.-Es la obligación de adecuar su conducta a los fines idea­les y creencias del Estado a que sirve. En este aspecto todavía p ersiste la lucha entre las dos tendencias extremas: pura y estricta neutralidad del funcionario, o plena identificación con el Gobierno a que sirve.

· c) Dedicación.-Aqui entran la vocación, la residencia, la asiduidad y hasta la puntualidad. Por su mayor importancia actual, el señor Jor­dana de Pozas se detiene en el examen de los problemas, de las incom­patibilidades y las acumulaciones. u¿Hasta qué punto -se pregunta­se puede exigir al funcionario una dedicación absoluta?. uEn España

la teoría es la dedicación plena; en la práctica, ni ocurre así, ni es justo, ni es posible. Un camino para resolver este problema seria verificar un estudio del tiempo que exige cada función, y otro, la relación de esta exigencia con las posibilidades presupuestarias. De las incompatibilida­

des, las de tipo moral deben ser combatidas.•

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612 V A R I A

d) Pública honestidad.-Probidad, honradez, . austeridad, buena con­

ducta, secreto profesiona:l.

e) Subordinación y j erarquia.

El seüor Jordana de Pozas hace luego un diagnóstico del nivel mo­

ral del funcionario público en España. En Espafia -dice-, puedo de­

cirlo orgullosamente, el nivel moral de los funcionarios públicos es muy

alto, hasta el extremo de que podrían definirse como un grupo de per­

sonas que sirve a su país, en una honrada mediania y con un serio

prestigio. Fortunas, favores, permisos y licencias p asan por sus manos,

:. al final de la vida del funcionario hay casi siempre la estrechez, c uan­

do no la miseria. Si algo hubiera que achacarles sería más favoritismo

que venalidad, más pereza que corrupción. Como remedio a los males

que pudieran existir, el señor Jordana de Pozas aboga, más que por

leyes, Códigos, disciplinas y Tribunales, por una más eficaz garantía:

que el nivel moral de la sociedad entera sea alto y la opinión pública

vigile y exij a de los funcionarios una conducta digna, una preparación

suficiente y un alto grado de entusiasmo y de eficacia.

l. Gamón Aznar: «Moral profes·ional del artista• .-E1 conterenchnte

comienza haciendo un contraste entre los deberes profesional.es referidos

a las otr.as profesiones· y los correspondientes al artista. Así, en cuanto

u la aptitud, nos dice, vemos que en las demás profesiones se puede

delimitar, pero en el arte no hay tabla rigurosa de valoración, y nadie

puede prever la altura a que llegará la creación artística, y ni siquiera,

como la historia nos demuestra, es posible marcar el límite inferior.

En cuanto a los deberes de j erarquía, no sólo no tienen nada que ver

con el artista, sino que, por el contrario, éste tiene la necesidad de

superar al maestro, enfrentándose con él. En arte se reniega del pasado

y el hij o devora a sus padres.

Continuando este contraste con las demás profesiones, tenemos, en

cuanto a la dedicación, que para el artista no hay limites de tiempo ni

de afán, y sólo sirve al público cuando este servicio coincida con su inspiración. Y también, contrariamente a lo habitual, el artista está

obligado a la insubordinación, a la inadaptación con su medio social.

Lo mismo puede decirse de la estabilidad profesional, que no eXiste para

ellos, pues !han de conquistar su gloria cada día, y no tienen J ubüación

porque carecen de vejez.

En las demás profesiones puede apreciarse la fusión íntima entre la moral prQfesional y la mor8Jl. personal. En el arte se produce una diver­

gencia absoluta y el reino deJ. arte no roza, generalmente, el reino moral,

y hasta parece necesaria una insolidaridad, una rebe.ldia. Tampoco se da

casi nunca una perf·ecta congruencia en eil artista y su obra, tanto en

sentido mor8Jl. como artísticamente. Otra cualidad mora.lmente 11egativu,

que a veces el arte necesita poseer, es el artificio, la simulación que

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V A R I A 613 en ocasiones da alas a la genialidad. Aunque a veces es inmoral cierta

simulación de genialidad por parte dei impresionismo, por ej emplo.

Como normas positivas, el seüor Camón Aznar examinó las raíces de · la creación artistica a través de una documentada exposición histórica

desde el monj e Teóiilo, en el siglo xn1, llasta Picasso, en nuestros d.I¡i.s, con 811.usiones a las alteraciones morfológicas mocl.ernas del siglo negativo

y demoniaco. •Hay ·que condenarlo porque incumplen el deber de no

:msuciar lo creado. Aparte de esto, el artista tiene necesidad de un

estudio disciplinar de las leyes básicas de forma y color, de técnica en

general, antes de entregarse a su vocación y a su estilo.

Con respecto a la arquitectura, expone el deber moral de .que los

arquitectos se nieguen a firmar proyectos de viviendas inadecuadas a la

dignidad humana.

M. de la Plaza: «Moral profesional riel juez• .-En esta conferencia se

pone de relieve, en primer ,lugar, l a existencia de un orden contenido

en la ley eterna, en el ·Sentido agustiniano y tomista que constituye la

norma directiva de la conducta humana. Tales normas abarcan y tras­

cienden a lo j urídico, y por ello el j uez lla de tenerlos presentes en su

actuación. Se refiere luego a las posibles colisiones que pueden surgir

entre el orden moral y el j urídico establecido, haciendo notar que tales

choques son casi siempre aparentes y lljando los límites de la actividad

j udicial.

Como núcleo de esta conferencia, el seüor Plaza desarrolla a través

de los textos clásicos las ideas ele prudencia, j usticia, fortaleza y tem­

planza aplicadas a la moral profesional del j uez, ya que en ellas está la

fuente de todos sus derechos y deberes profesionales.

La virtud fundamental entre estas virtudes, la característica del j uez

es la j usticia, pero ésta no puede darse sino como conclusión práctica

de las otras tres.

Sólo la fortaleza puede amparar y defendel' al j uez. Se oponen a la

fortaleza los siguientes vicios: lisonja, falsa piedad, que degenera en

injusticia; determinados vínculos afectivos o de parentesco, que pueden

torcer la vo luntad j usta; compromisos femeninos ilicitos; favor y reco­

mendación. Sólo un temor puede coartar la libertad del j uez: el temor

dé no acertar. Los demás no deben pesar en m odo alguno sobre su

ánimo.

La prudencia no le permite dej arse lleval' del propio temperamento

o de la ligereza. Debe prever las consecuencias últimas de sus decisiones.

El que acusa puede parecerse al ángel exterminador, el que defiende al

ángel de J.a guarda. El j uez J:J.a de parecerse a Dios. Ayudarán al j uez

a. ser prudente e1 afán cientiflco, la rectitud moral y hasta su sentiq.o

de la oportunidad.

La templanza defiende al j uez contra los estragos de la ira, contra

una exagerada estimación de si mismo que lleve a maltratar de cualquier

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V A R I A

manera a los que piden j usticia. El j uez no puede administrar justicia

cuando está poseído de la ira.

A. de Luna: «Moral profesional del abogado• .--Comienza reducie11do

a dos grupos fundamentaaes los requisitos que ha de reunir el abogad.u

para ser auténticamente un colaborador en la administración de la j usti­

cia y llenar, por tanto, una necesidad social; éstos son: ciencia y_ con­

ciencia. Por la deficiencia de los abogados en estos dos grupos disminuyó

el prestigio a:e los letrados desde su grandeza en Roma hasta. la deca­

uencia actual. Comienza estudiando el primer grupo bajo el epígra.f·e de capacidad

y aptitud. El a.boga.do debe poseer capacidad científica y aptitud práctica

para aplicar ambas al caso concreto que se le encomiende. Quien por

falta culpa.ble d:e ciencia o de dilig.encia perjudique al cliente, está obli­

ga.do al resarcimiento bajo pecado.

En cuanto a. la aceptación ·de los asuntos, si se trata de una ley injus­

ta, no debe cooperar en su aplicación, sin razón proporciona.l.mente grave

que Je exima. Las causas pena.les pueden aceptarse todas, excepto cuando,

por las circunstancias personales que en el a.bogado concurren, produje­

sen notorio escándalo.

En relación con los asuntos civiles, no puede aceptar los que ma.te­

ria.lu:nente, no ya. formalmente, sean injustos, ya que la ley natural prohi­

be cooperar al pecado ajeno, y en esta materia., que es de j usticia cc.n­

muta.tiva., lo que gana una. parte ilícitamente lo pierde inj ustamente la otra. Si aceptase, está obligado a reparar con restitución o resarcimien­

to el daño causado. Pero no siempre estará libre de dudas, y mucho me­

nos en España, en que gran parte de nuestro derecho exceptuado el civil,

carece de claridad y de certeza, requisitos exigidos por Pio XII, en todo

orden j usto. En caso de duda, el abogado debe seguir la opinión más

favorable al cliente.

Ningún abogado puede en conciencia comprometerse a defender por

un tanto alzado cuantos asuntos le encargue un cliente, porque perdería

su independencia moral al no poder rechazar los ilícitos. En cn.mbio,

es licita la iguala o el sueldo en función consultiva.

A continuación, el conferenciante hizo un estudio detenido de las leyes

puram ente penales, de las soluciones aportadas por los teólogos cláó-icos

y modernos, y concluye rechazando como socialmente desastrosa 1:1 doc­

trina que defiende que dichas leyes no obligan en conciencia y que al

legislador le es indiferente que el súbdito cumpla la ley o ;;<1tisfaga la pena.

F. Aguilar: •Moral profesional del empresario, técnico y obrero •. -

Comienza exponiendo el significado del hecho económico a través de la

Historia y su tendencia constante a formar un valor en si, un núcleo

cerra.do independiente de la moral, sef1a.lando tres ciclos fundaanentales:

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V A R I A 615 de San Agustín a Santo Tomas, de .Maquiavel.o a Smitl1, de Smitl1 llasta nuestros dias.

Después de un magnífico desenvolvimiemo de estos ciclos históricos,

pasa a centrar su tema en modo sistemático, haciendo una descripción de los tres elementos que entran a formar el tema de su conferencia. El

empresario, el técnico y el obrero. Caracterizó al empresario como el hombre que se ha hecho a si mismo y que domina considerándose a si mismo «toda la Empresa» . El técnico típico se limita a prestar sus ser­vicios sin considerar la Empresa como algo propio. Percibe su remune­ración, pero en el fondo vive aj eno a la misma. El obrero típico, como hombre soiiador, que pierde la esperanza de llegar a triunfar por sí mismo y le lleva a unirse con los otros obreros, no en un esfuerzo en provecho de la Empresa, sino de odio al empresario y de amor de clase.

Frente al empirismo y tendencia a lo concreto del capitalista, se halla el mecanicismo del técnico y el universalismo del Obrero.

La solución del problema estará en que el empresario no se considere a si mismo ula Empresao, sino que se abra a los demás y considere la Empresa como lo que es: algo integrado por las dos partes. En que el técnico no se considere como un asalariado superior al empresario por su ciencia, y al obrero por su posición social, sino como un elemento integrante de la Empresa y, por su posición y su cultura, un lazo mag­nílico entre ambos. En que el obrero dej e de ser excesivamente soüador y llegue a comprender que su generosidad en la Empresa es el mej or medio de lograr su propio bienestar. El respeto a la persona .numana y a los derechos de cada uno de los de arriba y de los de abaj o consti­tuyen el mejor fundamento para una sabia y pacíllca organización de la Empresa, con la cooperación del patrono, del técnico y del obrero.

F. de Luis: •Moral profesional llel puioúis ta» .-Don Francisco de Luis

comienza afirmando que el periodismo tiene sus problemas deontológicos propios en cuanto profesión perfectamente definida en el orden indivi­dual y en el orden social. La función fundamental del periodismo es la

manifestación y la defensa de la verdad al servicio de la sociedad y con un fin próximo característico que le distingue de todas las otras profesiones: la formación intelectual y moral de los lectores mediante la información y comentario de los hechos. Es decir, al periodista co·­rresponde la gran tarea de formar no la opinión, sino la conciencia pública.

De acuerdo con esta finalidad, podemos establecer los derechos y deberes propios del periodismo. Como derechos fundamentales, don Fran­cisco de Luis sel1ala el derecho a la libertad de información y de crítica y el derecho al respeto y a la propia dignidad profesional. Recuerda aquel aforismo clásico «In dubiis libertas•. En cuanto a los deberes, señala como fundamental la vocac!ón. El periodismo no es camino ni medio para conseguir otras cosas, sino una especie de sacerdocio, el

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sacerdocio de la verdad. El segundo gran deber es la diligencia profe­sional, con la consiguiente obligación moral de capacitarse. Otro deber fundamental es investigar y difundir la verdad, aunque para ello haya de enfrentarse con sus propios lectores. El periodista honrado se debe a la verdad, no Je es licito mentir, y miente, no sólo quien deliberada­

mente falsea la verdad de modo positivo, sino quien dice la verdad a medias y calla hechos que por su alcance no pueden ser silenciados, sin grave dafío de intereses legítimos. Hay casos, sin embargo, en que el interés supremo de la Patrla, el bien común y aun el propio decoro del periodista, pueden oblig¡¡,r a secreto. En .materia de calumnia o error •1ay

obligación de restituir, es decir, de rectificar sin regateos ni reservas. La responsabilidad más grave del periodista radica precisamente en su

poder. Tremenda responsabilidad tienen quienes utilizan los periódicos para una labor de violencia en lugar de una obra de paz y de concor­dia entre los pueblos, las clases sociales y los individuos. Es un crimen destacar los odios de raza, las diferencias económicas, enseiiar que la fuerza crea poder, destruir las relaciones fraternas entre los hombres.

Don Francisco de Luis hace alusión a los problemas económicos y retributivos del periodista y su obligación de evitar el soborno bajo cualquier aspecto que se considere. Hace constar además las dificultades que a veces encuentra el periodista al tener que deliberar sobre asuntos graves en breves momentos.

J. López Ibor: •Moral profesional tlel médico» .-El doctor López lbor comienza haciendo un contraste entre los progresos de la medicina y el número de los enfermos, balance que arroj a por resultado el hecho de ser actualmente mucho mayor el número de enfermedades crónicas, debido, sin duda, a la prolongación de la vida de los hombres. Esto ha planteado el problema ético de la posibilidad de eliminación de las .vi­das no valiosas» , bien sea por directa eliminación, bien sea por esteri­lización. Esto constituye un grave error -dice el doctor López lbor-; 1.1 vida nos es dada. No pertenece al que la tiene ni al que opera con ella o sobre ella. El médico no puede decidir qué vida es más valiosa, porque está más allá del alcance de su misión. La virtud peculiar de la moral médica está en el respeto a la persona humana. Basta reconocer estos principios para que su conducta resulte deontológicamente clara. Todos los problemas clásicamente debatidos en los libros sobre ética mé­dica partían de un error de principio : considerar al hombre solamente er1 su aspecto biológico.

Hace luego un estudio del secreto profesional y la mentira piadosa en el ejercicio de la me i : r- i ! l :i. La secularización constante de la medi­cina ha conducido a ésta a plantear sus problemas de manera diversa.

El secreto médico ya no es tan grave ni tan necesario, porque el enfer­

mo, al desaparecer la confusión antigua entre enfermedad y pecado, no teme ya tanto se conozca su enfermedad. Sin embargo, el secreto médico

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V A R I A 617 tiene su vigencia, primero, por una necesidad de intimidad personal con

el enfermo, y segundo, por un regreso a la coincidencia entre enferme­

dad y pecado por la intervención de ciertas actitudes personales del en­

fermo y, por tanto, responsables frente a la enfermedad.

En cuanto a: la mentira, el doctor López Ibor cita unas palabras del doctor Marañón, en las que acepta como licita la mentira con fines mé­dicos. El doctor López Ibor rechaza esta opinión y señala

'1os diversos

medios que existen para obtener el mismo efecto en tales circunstancias.

Habla de la eutanasia y afirma que bajo cualquier forma que ésta

se realice, sea forzada o sea por compasión, siempre es un crimen con­

tra los derechos inalienables de la persona.

Acaba afirmando que la Medicina en España mantiene un alto nivel

ético, no por caracteres peculiares, de los profesionales españoles, sino

porque asienta en un medio en el que se cultivan preferentemente los

valores personales. El futuro· de la Medicina española ha de tender a

incorporar cada vez más las técnicas, sin perder el espíritu.

F. de Sintes Obrador: aMorai profesionai del mfütar» ._,comienza se­

ñalando cómo lo militar hace referencia a la sustancia y no a la cir­

cunstancia, por ser una manera de ser y no de estar, lo que se traduce

en una manera de otras. Asf, la moral militar es algo especfflco, ·que

se nos presenta como un hábito normal de conducta, informado de todas

las virtudes necesarias para garantizar su altura, su eficacia y su resis­

tencia a las circunstancias adversas.

Señala la necesidad de ser disciplinado el Ej ército, siendo humanos

sus elementos, que han de conocer sus posibilidades, y debiendo d€ter­

minarse los obj etivos estratégicos a que se orienta la disciplina. Pues

bien; para que un conjunto de hombres dedicados al aottcion de las ar­

mas pueda llamarse Ej ército, es preciso que sea una colectividad de

hombres honrados, patriotas y unidos por ideales excelsos para defender

la nación. La guerra exige al Ejército el estar ·Constantemente •en forma.,

preparándose técnica y espiritualmente. Esta puesta en forma -dice el

señor Sintes Obrador- exige organizar la investigación y adaiptar los

materiales y lograr la seguridad técnica. A esto se llama •maniobra

técnica., que puede ser la clásica de combate, o la moderna industrial,

o la de investigación.

Termina centrando todos estos conceptos en la necesidad de un estilo

militar de la vida, encarnando el tipo humano fruto de '.la cultura de

un pueblo. Al militar se le puede llamar hidalgo o caballero cristiano,

tenien�o que reunir las grandes virtudes, desde el valor hasta la impa­

r.iencia de eternidad.

M. Lora Tamayo: •Morai profesionai del investigador .. �Empieza des­

tacando el predominio que la investigación con fines aplicados alcanza

hoy en el mundo, hasta el punto de que informa los programas de poHt1ca

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cientiflca de los p aises y nutre de problemas los equipos d e trabajo de

laboratorios estatales y Empresas privadas, y dice que este predominio,

al crear nuevos estilos en el origen y conducción del trabaj o, suscita

también nuevas o más agudas inquietudes morales en orden rul grado

de responsabilidad que alcanza el hombre de ciencia por la aplicación

que se haga del fruto de sus investigaciones.

Hace a continuación un esquema de los deberes morales principales

del investigador según las fases de su trabaj o.

En la preparación del ·plan de trabajo ha de reflexionar primeramente

sobre dicho plan y obtener una información bibliográfica documentada,

pero sólo como antecedente y punto de partida. En relación con los

medios de que dispone, debe valorarlos j ustamente, sin pecar por exceso

ni por defecto. La carencia de instalaciones completas no .es pretexto bastante para no ·entregarse a la tarea. En el extremo opuesto, es obli­

gación moral aquilatar :basta el má.Yimo las necesidades, huyendo del luJo. En el desarrono del trabajo, el investigador necesita lo siguiente:

especifica vocación investigadora, identificación con el tema del trabaj o,

dominio de. las técnicas, iniciación del sentido critico y desarrollo del

propio criterio, propósito decidido de plena dedicación, continuidad

disciplinada ·en ·el esfuerzo y entusiasmo sel'.eno por la obra. Con respecto

del trabajo en común, ha d e buscar una solidaridad que se proyecte

hasta en la vida familiar y social, evitanño rivalidades, que han de

sustituirse por una mutua y generosa ayuda.

En la interpretación de sus resultados, nuevos deberes esperan al

investigador: espfritu obj etivo y justa valoración.

En la preparación de sus publicaciones hay que advertir primeramente

la necesidad de dif.erenciarlas del ensayo, pues una y otro son radical-

- mente distintos. El conferenciante aiftrma que resulta antieducativa para

la actual j uventud estudiosa española la excesiva posibilidad para el ensayismo, que puede malograr vocaciones investigadoras. Hay que la­

mentar las dificultades producidas por las prohilbiciones de ·orden bélico o

económico para la difusión de las investigaciones.

Como maestro, el investigador tiene deberes de selección ( elegir los

mejores sólo en función de vocación y ·aptitud) , dirección (permanente

posición avanzada en el estudio de las ramas, constante relación con

los colaboradores) y sucesión (asegurar la continuidad de la obra, evi­

tando hacerse el indispensable y promoviendo la ascensión de ios cc:Uabo­

radores que lo merezcan) .

Finalmente, advierte el peligro del endjosamiento. Como defensa de

la consecución de su fin trascendente.

l. Zaragüeta: •Maral profesional del educador» .-Empiela seflalando

como objeto de la educación el de informar y formar al .educando en

la cuádruple dirección del saber, del hacer, del , querer y del decir, en

orden a las tunciones biológicas como primordiales, a las funciones de

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relación con el mundo físico y social, y a la función espiritual ipor exce­lencia de la comunicación con Dios mediante la religión.

Pasando a los problemas morales del educador, al primero es Al de la sinceridad, cuando entran en conflicto las convicciones del · educador y las impuestas por el m edio social en que se desenvuelve. Es el pro­blema de la libertad de cátedra, que puede chocar con la no menos respetable libertad del alumnado. Como soluciones sucesivas, don Juan Zaragüeta sef1ala una posible reducción de J.os antagonismos mediante una revisión cuidadosa de las doctrinas; si esto no resuelve nada, deben omitirse las explicaciones de las doctrinas en colisión; si esta wlución tampoco sirve, debe hacerse una exposición simplemente ihistórica, y si ello no consigue resolv·er el problema, el educador está moralmente obli­gado a renunciar a J.a cátedra.

Estudia después �as virtudes del educador. En cuanto a la consecución de la verdad, ésta ha de ir precedida por �a formación doctrinal del propio educador, de acuerdo con una rigurosa metodología adecuada a cada una de las disciplinas.

Al transmitir su propia cultura a los alumnos, en !orma oral o esortta, individual o social, privada o pública, y previo su posible conocimiento, la actuación del educador será distinta, de mayor a menor inlluencia personal, según se trate de alumnos en el ;,'fado inferior, medio o supe­rior de la enseñanza, y procederá por 1a doble via de la palabra y del Pj emplo perfectamente a;rrnónicos.

También trata de la responsabilidad del magisterio de la Prensa, tanto en su aspecto informativo (veracidad y calidad, sin sustracción ;en­denciosa de algunas informaciones) co:mo en el formativo, para endere­zar al púlblico hacia la verdad, el bien y la belleza.

La autoridad del educador se conjugará con la docilidad pQr parte del alumno, pero recabando por �a vía no de la violencia, sino de la persuasión y paciencia, inspiradas en el amor.

Finalmente, el doctor Zaragüeta pone ·de relieve el gran papel que Pn la moral del educador están llamadas a ejercer las virtud s del desin­terés y de la modestia, juntamente con las cardinales de la prudencia y de la justicia intelectual.

Todos estos resúmenes pueden dar una idea de �a multitud de nro­blemas morales que afectan al ejercicio de las principales profesiones.

!El texto completo de estas conferencias s· rá publicado conjuntamente en un volumen que aparrecerá en breve. Al ttnal de dichas conferen�ias se publicará otra sobre .Morail Profesional del 1Deportista•. El Instituto •Luis Vives. de Filosofía, por su Sección de Etica, iha emprendido •ma tarea de investigación y proyección social de estos temas deontológicos, que se discutirán en un semanario que en dicha Sección se ha organ1 zado con carácter permanente, y cuyas conclusiones aparecerán en unos

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folletos titulados .cuadernos de Moral PTot'esional•. A la Pedagogfa. ·�O­wesponde el estudio de los medios o métodos más oportunos de educa­ción profesional y de hacer llegar todas estas investigaciones hasta las

últimas zonas de la vida social (1) . J. TODOL1

( 1 ) Todos estos datos están tomados del resumen entregado por el mismo confe­renciante momentos antes de dar su conferencia, de los apuntes tomados directamente de las mismas, o bien de algunos de los resúmenes hechos por la Prensa y publicados en la misma en días sucesivos, sobre todo en los diarios Ya y Arriba.