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EL ESTILO ENUMERATIVO EN EL VIAJE ENTRETENIDO DE ROJAS VILLANDRANDO Agustin de Rqias public6 en 1604 su Viaje entretenido, en el que, como es sabido, narra el viaje hecho por 61 mismo y otros tres conocidos c6mi- cos de su tiempo desde Sevilla a Burgos, pasando por poblaciones como Granada, Ja6n, Toledo, Madrid, Segovia, Valladolid y Palencia, entre otras. Este libro, que hoy seria poco conocido si no fuera pot su c61ebre loa de la eomedia, 1o escribi6 Rojas con la finica y obvia intenci6n de publicar las cuarenta loas que 61, especialista en elias, habia compuesto en afios de far~ndula. La recitati6n de 6stas, tra~da generalmente por los pelos, distrae a sus compafieros de la fatiga del camino. El inter6s de este libro, que literariamente es muy escaso, se centra en las muchisimas noti- cias curiosas que sobre las costumbres de la 6poca contiene; en este senti- do, su lectura es una delicia. Pues bien, nada m~is abrir este libro, en un aviso dirigido "al vulgo", el lector encuentra ya lo que ha de ser caracteristica constante del estilo de Rojas: las seriaciones enumerativas. En efecto, Rojas nos dice: "fui cuatro afios estudiante, ~ui paje, fui picaro, estuve cautivo, tir6 de la j~be- ga, anduve al remo, fui mercader, fui caballero, fui escribiente y vine a ser representante ''1. Esta repetici6n machacona de un tiempo verbal, sobre conferir velocidad a causa del asindeton, hace que todas las acciones narradas por esos verbos se confundan en un mismo punto del tiempo pasado, a la vez que subraya la presencia del sujeto y sus habilidades m(~ltiples; como si el autor se propusiera la alternaci6n veloz de muchas im~genes din~micas para compendiar en poco tiempo un ancho espacio temporal. Procedimiento parecido es el que usar~i mucho m~s adelante, ahora con el presente de indicativo: "s61o dir6 que las mujeres nos quieren, cosen, guisan, lavan, espulgan, remiendan y almidonan, cuecen la carne y guardan el dinero" (p. 241). Aqui el presente intemporal destaca los muchos quehaceres de la mujer, al mismo tiempo que la fugacidad estilistica sugiere la ausencia de reposo. No son, pot lo derails, intrecuen- tes estas enumeraciones de un mismo tiempo verbal, ya que aparecen otras con el pret6rito imperfecto de subjuntivo (p. 124), con el infinitivo (p~gs. 64 y 101) y con el indicado presente (p~igs. 86, 110 y 115). He aqui, pues, unas reminiscencias barrocas de la rapidez de la victoria que Julio C6sar obtuvo sobre sus enemigos, y que 61 expres6 con su c61ebre veni, vidi, vici. En ese mismo aviso "al vulgo", nos encontramos con otto tipo de enumeraci6n: "S6crates fue reprehendido de Plat6n, Plat6n de Arist6te- les, S6neca de Aulo Gelio, Tesalo de Galeno y Herm~igoras de Cicer6n" (p. 58), estructura que repite m~is adelante: "los unos [animales] rifien con los otros, peleando la onza con el le6n, el rinoceronte con el crocodilo,

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EL E S T I L O E N U M E R A T I V O E N E L V I A J E E N T R E T E N I D O D E R O J A S V I L L A N D R A N D O

Agustin de Rqias public6 en 1604 su Viaje entretenido, en el que, como es sabido, narra el viaje hecho por 61 mismo y otros tres conocidos c6mi- cos de su tiempo desde Sevilla a Burgos, pasando por poblaciones como Granada, Ja6n, Toledo, Madrid, Segovia, Valladolid y Palencia, entre otras. Este libro, que hoy seria poco conocido si no fuera pot su c61ebre loa de la eomedia, 1o escribi6 Rojas con la finica y obvia intenci6n de publicar las cuarenta loas que 61, especialista en elias, habia compuesto en afios de far~ndula. La recitati6n de 6stas, tra~da generalmente por los pelos, distrae a sus compafieros de la fatiga del camino. El inter6s de este libro, que literariamente es muy escaso, se centra en las muchisimas noti- cias curiosas que sobre las costumbres de la 6poca contiene; en este senti- do, su lectura es una delicia.

Pues bien, nada m~is abrir este libro, en un aviso dirigido "al vulgo", el lector encuentra ya lo que ha de ser caracteristica constante del estilo de Rojas: las seriaciones enumerativas. En efecto, Rojas nos dice: "fui cuatro afios estudiante, ~ui paje, fui picaro, estuve cautivo, tir6 de la j~be- ga, anduve al remo, fui mercader, fui caballero, fui escribiente y vine a ser representante ''1. Esta repetici6n machacona de un tiempo verbal, sobre conferir velocidad a causa del asindeton, hace que todas las acciones narradas por esos verbos se confundan en un mismo punto del tiempo pasado, a la vez que subraya la presencia del sujeto y sus habilidades m(~ltiples; como si el autor se propusiera la alternaci6n veloz de muchas im~genes din~micas para compendiar en poco tiempo un ancho espacio temporal. Procedimiento parecido es el que usar~i mucho m~s adelante, ahora con el presente de indicativo: "s61o dir6 que las mujeres nos quieren, cosen, guisan, lavan, espulgan, remiendan y almidonan, cuecen la carne y guardan el dinero" (p. 241). Aqui el presente intemporal destaca los muchos quehaceres de la mujer, al mismo tiempo que la fugacidad estilistica sugiere la ausencia de reposo. No son, pot lo derails, intrecuen- tes estas enumeraciones de un mismo tiempo verbal, ya que aparecen otras con el pret6rito imperfecto de subjuntivo (p. 124), con el infinitivo (p~gs. 64 y 101) y con el indicado presente (p~igs. 86, 110 y 115). He aqui, pues, unas reminiscencias barrocas de la rapidez de la victoria que Julio C6sar obtuvo sobre sus enemigos, y que 61 expres6 con su c61ebre veni, vidi, vici.

En ese mismo aviso "al vulgo", nos encontramos con otto tipo de enumeraci6n: "S6crates fue reprehendido de Plat6n, Plat6n de Arist6te- les, S6neca de Aulo Gelio, Tesalo de Galeno y Herm~igoras de Cicer6n" (p. 58), estructura que repite m~is adelante: "los unos [animales] rifien con los otros, peleando la onza con el le6n, el rinoceronte con el crocodilo,

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el elefante con el minotauro, el oso con el toro, el girifalte con la garza, el ~iguila con el avestruz, el sacre con el milano, el hombre con el hombre, y todos juntos con la muerte" (pl 294). Esta presentaci6n de ejemplos pot pareias hace que ese infinito a que aspira toda enumeraci6n aparezca aqui como dos lineas paralelas cuya eternidad se interrumpe pot agotamiento. Si la primera pareja ejemplificaria perfectamente 1o que el autor desea corroborar, con la acumulaci6n de ellas su pretensi6n es la de anonadar al lector, para quien no se le haria f~icil una posible r6plica. Estos ejem- plos, que recuerdan la enumeraci6n propia de un cat~ilogo - Katalogdich-

tung llamarian los alemanes al recurso - , deben de provenir de cualquier compendio de la 6poca; el propio Rojas nos dir~i refiri6ndose a sus loas que "algunos libros he revuelto para hacellas" (p. 509) y " ;qu6 hombre hay en el mundo que no hurte y se aproveche de algo ajeno?" (p. 510). AI menos, hay que reconocer en Rojas, dentro de su ingenuidad, una franqueza que muchos escritores sonados de su tiempo no poseian.

Del mismo cariz erudito, aunque con otra armaz6n, es otro caso enumerativo: el ejemplo personificado en figuras hist6ricas. Hablando de que las l~igrimas no son impropias de varones, Rojas nos dice que "el rey Demetrio llord pot su padre Antigono; el viejo Anquises, la destruici6n de la soberbia Troya; Marco Marcelo, viendo arder la ciudad de Siracusa; Scipi6n, a Numancia; Arispo Salustio, la caida del pueblo romano; Julio C6sar, con la cabeza de Pompeyo; el magno Alejandro, a Dario" (p. 123), siguiendo de inmediato con seis ejemplos mris de las Escrituras. Ahora, al usar una serie de oraciones completas, aunque elipticas, su prop6sito no es crear un tempo estilistico, sino, como en los dos filtimos casos, apabullar al lector con el conocimiento exhaustivo de un tema. E1 com- pendio de donde Rojas extrajera estas noticias le dio caudal para otras, pues m~is adelante nos cita diez personajes antiguos que se dejaron do- minar por una mujer (p. 142), luego nueve que honraron profesiones humildes (p. 148), mrls tarde cinco reyes que pasaban el tiempo haciendo diversas cosas para entretenerse (p. 194), a los que siguen en otro pasaje m~is de dos docenas de mujeres infames (p. 232), a l a s que agrega luego catorce (p. 235). Puesto a compensar, citarzl a continuaci6n veinte mujeres que se distinguieron por sus buenos hechos Ip. 236), a l a s que, por si no fueran bastantes, se afiaden posteriormente nada menos que cincuenta y cuatro (p. 237). No es esto todo: a continuaci6n se enumeran m~is de quince (p. 239). Adem~s de una f6rmula estilistica, hay que vet en estos ejemplos - cuya absurda t~cnica les resta toda intenci6n mod61ica - un prurito de mostrar erudici6n, a lo que tan aficionado rue el hombre bar- roco: el estilo es, despuds de todo, el hombre. Y a diferencia de las enume- raciones verbales vistas al principio, estos ejemplos muestran c6mo el contenido puede supeditarse al estilo, y no 6ste a aqu61.

El acumulamiento de substantivos es, por otra parte, uno de los resortes de estilo a los que m~,s recurre nuestro advenedizo escritor. Describiendo

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la vida militar que dl tan bien conoci6, Rojas nos endilga sin respirar la siguiente octava (p. 86):

Aqui cortan fajina los pobretes, alas armas haciendo centinelas, corazas, arcabuces y mosquetes, alabardas, espadas y rodelas, cafias, manoplas, fundas, coseletes, morriones, brazaletes, escarcelas, horquillas, espaldares y pistolas, grebas, ginetas, lanzas, picas, golas.

La visi6n panor~imica que aqui nos ha dado Rojas a trav6s de esa enumeraci6n tiene todo el carficter de un Museo del Ej6rcito; el derroche ldxico apenas posee dinamismo, ya que son objetos in~inimes los que se serializan, como lo haria un inventario; versos, en efecto, que parecen servir para consultar o escoger algo. Estos panoramas ldxicos aparecerS.n repetidas veces en otros pasajes. AI hablar de la Casa de Campo madri- lefia, nuestro escritor pregunta: "/,qud lengua bastaria para tratar de su famosa cerca, cuartos, salas, repartimientos, arboledas, frutales, galeras, castillos, ninfas, pastores, corderos, peregrinos, todo hecho de hierba?" (p. 110). Es un deseo de condensaci6n, parejo al que muestran los orna- mentos arquitect6nicos del periodo, el que impulsa a Rojas a condensar en breves lineas el paisaje de ese recinto madrilefio. La seriaci6n ca6tica, como decia Spitzer, hay que buscarla en el Barroco espafiol, como este temprano pasaje, anterior a los que dl cita de Quevedo, nos confirma 2.

Por 1o demS.s, enumeraciones nominales abundan en el Viqje en t re t e -

n ido: por ejemplo, diez nombres de empleados en la catedral de Sevilla (p. 74), siete de cosmdticos (p. 98), trece de untos de animales ( lb . ) , die- cisdis de cosas que posee una hecbicera (p. 100) y, por no cansar a nuestro lector con referencias ~iridas, esos treinta substantivos, aqui abstractcs, que posee Granada (p. 195):

Lustre, ser, honor, grandeza, proezas, valor, prosapia, saber, fortaleza, imperio, industria, renombre, fama, virtud, constancia, riquezas, fuerza, bizarria, galas, vigor, prudencia, hidalguia, estados, t~tulos, armas, diadema, cetro, corona, gobierno y silla de Espafia.

Aqui la enumeraciOn exuda tufos de ficha. Excelente guia sinOptica, en efecto, para una glosa demorada de esa ciudad. E innecesario es decir que en este pasaje el flnico asueto que suplen los versos es la et6rea rima asonante, en la que descansa el oido un fugaz momento para dejarse arrastrar de nuevo por el paso legionario de los versos.

Fuera esto poco, despuds de todo, si de seguida no nos metiera Rojas

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de corrida nada m~is y nada menos que cincuenta adjetivos - sin una sola conjuncidn que sirva de reparo - aplicables a esa ciudad. Estos festines de su imaginaci6n rebasan, naturalmente, los estrictos limites de esa camisa de fuerza que es una loa, humildisimo g6nero en que Rojas pretendia verter toda su inventiva y su copia v e r b o r u m ; esto sin contar con la pacien- cia del auditorio. Pero como el propio autor nos dice: "6stas las hago para mi y yo tengo tanta presteza en decillas, cuando veo que gustan de elias, voy poco a poco, yen viendo que cansan, las abrevio" (p. 184). Su llaneza deja la cuesti6n clara./,Es que estos cortes voluntarios pueden menoscabar el tema, la diccidn, el 16xico, la estructura, la m6trica, la sintaxis o las ideas? ;Y c6mo habrian de menoscabar el tono y la imagineria si de antemano no existen?

Si la enumeracidn puede buscar la coyuntura nominal y adjetival - enumeraci6n morfoldgica -, f~ieilmente se podr~i uno imaginar las riqui- simas posibilidades que la sintaxis ofrece. E1 simple andamio de una oraci6n condicional le servir~i a Rojas para multiplicarlo doce veces, como en el siguiente esp6cimen: "Si hablaba mucho, decian que era necio; si callaba, que era grave; si servia, no me estimaban; si no servia, me abor- recian; si buscaba la paz, era cobarde; si seguia la guerra, era perdido; si me enamoraba, era liviano; si queria un libro de un mercader, no tenia quien me fiase; si pretendia una comisidn, no tenia quien me favoreciese, si me paseaba, decian de qu6 vivia; si andaba gal~n, que hacia milagros; si representaba, todos me honraban, todos me acariciaban, todos me prometian" (p. 61). La puerilidad de esta construcci6n es indudable, aunque en el terreno de la sintaxis la aridez enumerativa es 16gico que se desperece con cierta gracia, que por cierto no falta en la apddosis de la filtima oracidn - donde la trifurcaci6n del imperfecto cierra con contun- dencia el p~irrafo todo - ni en el empleo de las antitesis. E1 mismo artificio asoma en otras diecisiete condicionales en una loa de Sevilla (p. 80). No parece sino que Rojas, aprendiz de ruisefior, aunque ronco, se hubiese ensefioreado de un finico truco estilistico, muy comfin en el tiempo, y a 61 se diera, sin saber cdmo deshacerse de 61, con toda su alma, tratando al mismo tiempo de adoptar todas las variaciones posibles: como el insecto, en fin, cuyos intentos volanderos se estrellan siempre contra el mismo cristal.

Su falta de inspiraci6n po6tica llega al colmo en una loa "de algunas naciones del mundo" (p. 125), donde la mania enumerativa va a salirse de madre. En esta loa, despu6s de mencionarnos catorce ciudades italia- nas, Rojas pasa a computar las "naciones" que 61 supuestamente ha visto:

Vi gentes inc6gnitas y extrafias, como son scitas, medos, ragamantes, hestracos, moscovitas, tesalianos, esclavones, franceses, dinamarcos, getas, hanidas, indios, cracios, italos, hungaros, transilvanos, palestinos,

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~irabes, mauritanos, ninivitas, escoceces, bohemios, macedonios, iberios, frigios, rodos, penos, galos, croacios, griegos, tiros, boloneses, asirios, alemaneg, longobardos, dardanos, bolscos, egipcios y noruegos, cretenses, umbros, t~.rtaros, germanos, siros, lacedemones, masagetas, albaneses, colosos y panonios, ialocuos, monicongos y guineos, epirotas, tebanos, zurgundianes, hebraicos, turcos, b~irbaros, caldeos, panfilios, capadocios, atenienses, loneses, betulianos y corintios, normandos, rocheleses y tudescos, irlandeses, ingleses, berberiscos, sicilianos, bretones y flamencos.

A esta e n u m e r a t i o - no por cierto la mtis prolija de nuestro Barroco - siguen enseguida sesenta hombres geogrfificos. La resignaci6n se apodera ahora del amante del estilo, imposibilitado ya erl su bfisqueda de un fulgor de beUeza. Muy lejos estamos ya de la enumeraci6n tan cara a Guevara, en quien este m a n n e r i s m adquiere maleables matices dictados por su hondo instinto de escritor, 3 por no mencionar los nombres de Cervantes, Lope o Calder6n. En Rojas Villandrando, como en muchos otros escritores de su momento , pero nunca hasta este punto, aparece claramente el af, ln del coleccionista que se enardece afiadiendo nuevos ejemplares a su colecci6n. Es un deseo de salvar el obstficulo que le presenta el verso siguiente, al que hay que rellenar con una enumeraci6n semfinticamente paralela, el que guia su creaci6n. Es por ello por lo que a la objeci6n que suscita uno de los oyentes (que afirma que la loa no es buena, aunque costaria mucho trabajo hacer) Rojas responde: "El tratar de las naciones rue s61o mi fundamento" (p. 129). C o m o quienes se proponian escribir, en resumen, novelas sin la letra A.

Por no cansar a mi lector, no ofrezco otros ejemplos; son muchos mils los no citados. Era nuestro prop6si to sefialar la presencia de esta figura ret6rica en el Viaje de Rojas y, simultfineamente, analizarla en algunas de sus posibilidades. Para quienes se interesen en el futuro por este escritor, por este recurso, po t el estilo de la 6poca e incluso po t la loo, nuestros juicios quiz~i procuren alguna sugerencia.

D u k e U n i v e r s i t y RAFAEL OSUNA

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Notas

1. Prig. 56 de la edici6n de Justo Garcia Morales (Madrid, Aguilar, 1945), por donde siempre citaremos.

2. La enumeraci6n ca6tica en la poesia moderna (Buenos Aires, 1945). Traducci6n de Raimundo Lida.

3. La relaci6n de Rojas con Guevara la indic6 Georges Cirot en "Valeur litt6raire du Viaje entretenido", B H i 25 (1923), 198-211. Para obtener ideas bfisicas sobre esta figura ret6rica, consfiltese a Heinrich Lausberg, Manual de ret6rica literaria. Funda- mentos de una ciencia de la literatura (Madrid, Gredos, 1967), 2 vols., w w 607-664. Noso-. tros tratamos de ella en "Un caso de continuidad literaria: la silva amoena", Thesaurus: Boletin del lnstituto Caro y Cuervo 24 (1969), 377-407, passim.