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CARETAS / ENERO 14, 2010 57 56 CARETAS / ENERO 14, 2010 El Gran Gesto De Petit Thouars E L Ejército chileno estaba en las puertas de la capital. Ha- bía dejado atrás, todavía hu- meando, las poblaciones de Chorri- llos y Barranco. Se temía que Lima corriera la misma suerte: el incen- dio, la destrucción, la borrachera de las hordas invasoras, delirium que –a decir de algunos de mis mayo- res– provocó en Otto Bismarck, el “Canciller de Hierro” alemán, la in- concebible frase: “Dejad que esos valientes gocen de su victoria”. En el puerto estaban surtas las escua- dras neutrales observadoras de la Guerra del Pacífico; de Gran Breta- ña, comandada por el almirante Sterling; de Italia, por el comodoro Sabrano, y de Francia, por el almi- rante Du Petit Thouars, que, insta- dos por sus ministros plenipotencia- rios, se reunieron para ver la forma de evitar que la “Perla del Pacífico” –como entonces llamaban a la anti- gua Ciudad de los Virreyes– fuera también arrasada. Abel Bergasse Du Petit Thouars –nacido en Burdeos, Francia– era un marino de estirpe. Desde muy joven había estado en el fragor de más de un combate, demostrando competen- cia y valor. En la Guerra de Crimea (1853-1856), que enfrentó a Rusia con Francia y otras potencias euro- peas, combatió valerosamente hasta quedar malherido y perder un ojo. En la Guerra Franco-Prusiana (1870), que provocó el derrumbe del imperio francés, herido de gravedad fue hecho prisionero. En 1877 era as- cendido a contralmirante y nombra- do jefe de la División Naval de Fran- cia en el Pacífico. Trance en el que llegó a Lima por primera vez, el 30 de agosto de 1877. Esta es, grosso modo, la trayecto- cia. Pero en vez de dirigirse a Valpa- raíso, siguiendo un impulso de la in- tuición –según Basadre– optó por ir al Callao (ver recuadro) adonde, al frente del acorazado La Victorieuse, llegó el 7 de enero. Una semana después, terminada la batalla de San Juan, se encontró en conferencia con Piérola, cuando se inició la Batalla de Miraflores. El 16 de enero participó en un cónclave –en el que asistieron el al- calde Torrico, el cuerpo de diplomáti- co y los almirantes– que tenía por fi- nalidad que las tropas chilenas in- gresaran pacíficamente a la capital. En otras palabras, se ofreció la ren- dición de la ciudad, pero pidió ga- rantías para los vecinos, lo que fue aceptado por Baquedano. Sin em- bargo, cuando este último dijo que le sería difícil controlar los desórdenes provocados por los soldados disper- sos, ni bien terminó de dar su res- puesta, el almirante francés tomó la palabra y con firmeza recalcó –lo que entonces fue vox populi en Lima– que los cañones de sus barcos rom- perían sus fuegos contra los barcos chilenos en el caso de que no respe- taran las leyes de la guerra. Esta ad- vertencia bastó –a decir de los lime- ños de entonces– para que se adop- taran las medidas del caso a fin de prevenir los lamentables excesos de que fueran teatro las poblaciones de Chorrillos, Barranco y Miraflores. En la ciudad el ajetreo era tre- mendo. La Clínica Maison de Santé atendía febrilmente a heridos de las batallas de San Juan y de Miraflores las 24 horas del día, y los bomberos se multiplicaban para apagar incen- dios mientras Petit Thouars –hay do- cumentos que lo sustentan– decidía restaurar la Guardia Urbana de Li- ma la noche del 15 de enero. Para Tenía 49 años cuando llegó a Lima como jefe de la División Naval de Francia en el Pacífico. En defensa de la capital, miles de peruanos combatieron valerosamente hasta perder la vida. Arriba, batalla de Miraflores (Dellepiani). * En la guerra de Crimea, que enfrentó a Rusia con Francia, peleó valerosamente hasta quedar herido y perder un ojo. ria del ilustre marino que –según la tradición limeña– dijo a los genera- les chilenos que si destruían Lima hundía su flota que tenía bloqueado el puerto del Callao. En los estertores de 1880, el al- mirante francés –que a la sazón fri- saba 49 años de edad– había cum- plido su misión en las aguas del Pa- cífico. Requerido entonces por sus superiores, debió retornar a Fran- ello envió un grupo de oficiales de La Victorieuse a instar a Luis Cham- peaux, presidente de la Sociedad Francesa de Beneficencia, a que reorganizara esta guardia que había sido desmantelada en 1880. No hay documentos que prueben que Petit Thouars presionó a los chi- lenos para que ingresaran pacífica- mente a la ciudad. Tampoco, de que fue Sterling, el almirante inglés, el Han pasado 129 años de la toma de Lima, y la mediación de Petit Thouars en aquellos tensos días aun es discutida por los chilenos. Era el marino de mayor rango y coordinador de los jefes de las escuadras neutrales acoderadas en el Callao. HISTORIA

EL GRAN GESTO DE PETIT THOUARS

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FUENTE: REVISTA CARETAS

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CARETAS / ENERO 14, 2010 5756 CARETAS / ENERO 14, 2010

El Gran Gesto De Petit Thouars

EL Ejército chileno estaba enlas puertas de la capital. Ha-bía dejado atrás, todavía hu-

meando, las poblaciones de Chorri-llos y Barranco. Se temía que Limacorriera la misma suerte: el incen-dio, la destrucción, la borrachera delas hordas invasoras, delirium que–a decir de algunos de mis mayo-res– provocó en Otto Bismarck, el“Canciller de Hierro” alemán, la in-concebible frase: “Dejad que esosvalientes gocen de su victoria”. Enel puerto estaban surtas las escua-dras neutrales observadoras de laGuerra del Pacífico; de Gran Breta-ña, comandada por el almiranteSterling; de Italia, por el comodoroSabrano, y de Francia, por el almi-rante Du Petit Thouars, que, insta-dos por sus ministros plenipotencia-rios, se reunieron para ver la formade evitar que la “Perla del Pacífico”–como entonces llamaban a la anti-gua Ciudad de los Virreyes– fueratambién arrasada.

Abel Bergasse Du Petit Thouars–nacido en Burdeos, Francia– era unmarino de estirpe. Desde muy jovenhabía estado en el fragor de más deun combate, demostrando competen-cia y valor. En la Guerra de Crimea(1853-1856), que enfrentó a Rusiacon Francia y otras potencias euro-peas, combatió valerosamente hastaquedar malherido y perder un ojo.

En la Guerra Franco-Prusiana(1870), que provocó el derrumbe delimperio francés, herido de gravedadfue hecho prisionero. En 1877 era as-cendido a contralmirante y nombra-do jefe de la División Naval de Fran-cia en el Pacífico. Trance en el quellegó a Lima por primera vez, el 30de agosto de 1877.

Esta es, grosso modo, la trayecto-

cia. Pero en vez de dirigirse a Valpa-raíso, siguiendo un impulso de la in-tuición –según Basadre– optó por iral Callao (ver recuadro) adonde, alfrente del acorazado La Victorieuse,llegó el 7 de enero.

Una semana después, terminadala batalla de San Juan, se encontróen conferencia con Piérola, cuando seinició la Batalla de Miraflores.

El 16 de enero participó en un

cónclave –en el que asistieron el al-calde Torrico, el cuerpo de diplomáti-co y los almirantes– que tenía por fi-nalidad que las tropas chilenas in-gresaran pacíficamente a la capital.En otras palabras, se ofreció la ren-dición de la ciudad, pero pidió ga-rantías para los vecinos, lo que fueaceptado por Baquedano. Sin em-bargo, cuando este último dijo que lesería difícil controlar los desórdenes

provocados por los soldados disper-sos, ni bien terminó de dar su res-puesta, el almirante francés tomó lapalabra y con firmeza recalcó –lo queentonces fue vox populi en Lima–que los cañones de sus barcos rom-perían sus fuegos contra los barcoschilenos en el caso de que no respe-taran las leyes de la guerra. Esta ad-vertencia bastó –a decir de los lime-ños de entonces– para que se adop-

taran las medidas del caso a fin deprevenir los lamentables excesos deque fueran teatro las poblaciones deChorrillos, Barranco y Miraflores.

En la ciudad el ajetreo era tre-mendo. La Clínica Maison de Santéatendía febrilmente a heridos de lasbatallas de San Juan y de Mirafloreslas 24 horas del día, y los bomberosse multiplicaban para apagar incen-dios mientras Petit Thouars –hay do-cumentos que lo sustentan– decidíarestaurar la Guardia Urbana de Li-ma la noche del 15 de enero. Para

Tenía 49 años cuando llegó a Lima como jefe de la División Naval de Francia en el Pacífico. En defensa de la capital, miles de peruanos combatieron valerosamente hasta perder la vida. Arriba, batalla de Miraflores (Dellepiani).

*

En la guerra de Crimea, que enfrentó a Rusia con Francia, peleó valerosamente hasta quedar herido y perder un ojo.ria del ilustre marino que –según latradición limeña– dijo a los genera-les chilenos que si destruían Limahundía su flota que tenía bloqueadoel puerto del Callao.

En los estertores de 1880, el al-mirante francés –que a la sazón fri-saba 49 años de edad– había cum-plido su misión en las aguas del Pa-cífico. Requerido entonces por sussuperiores, debió retornar a Fran-

ello envió un grupo de oficiales de LaVictorieuse a instar a Luis Cham-peaux, presidente de la SociedadFrancesa de Beneficencia, a quereorganizara esta guardia que habíasido desmantelada en 1880.

No hay documentos que pruebenque Petit Thouars presionó a los chi-lenos para que ingresaran pacífica-mente a la ciudad. Tampoco, de quefue Sterling, el almirante inglés, el

Han pasado 129 años de la toma de Lima, y la mediación de Petit Thouars en aquellos tensos días aun es discutida por los chilenos.

Era el marino demayor rango ycoordinador de losjefes de las escuadrasneutrales acoderadasen el Callao.

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EL nombre de la hermanaHermasia Paget no les sue-na, a no dudarlo, a la mayo-

ría de los peruanos. Sin embargo,para algunos historiadores fue lasalvadora de Lima.

La hermana Paget arribó al Perúmuy jovencita, en 1850, a los 21 añosde edad, y se quedó en el país hastasu muerte (1890). Llegó a ser supe-riora de la Congregación de los Sa-grados Corazones y, como maestra,fue considerada la mejor del Perú.

Todo le sonreía hasta que estallóla guerra. Ante la inminente tomade la capital, el almirante PetitThouars ofreció a las monjas del co-legio Belén su barco para alejarlasdel peligro, pero ella optó por que-darse en el colegio mismo, con másde 300 familias –entre las que seencontraban la esposa y las hijas dePiérola, que habían escogido susinstalaciones como único refugioante el peligro de verse humilladaspor el Ejército invasor–.

La hermana Hermasia y el almi-rante francés no solo eran compa-triotas. Se afirma que también hicie-ron amistad, y que él solía visitar amenudo el colegio Belén. Lo extrañoes que el almirante y la monja, en losprimeros días de enero de 1881, pen-saron lo mismo, pero a miles de kiló-

La Monja yEl AlmiranteGracias a ella, Petit Thouars retornó a Lima cuando ya habíaemprendido viaje a Francia.

que llevó la voz cantante en las con-versaciones, preocupado por las pro-piedades de los neutrales y no de laciudad, a decir de los chilenos.

Sin embargo, hay testimonios quehablan de su protagonismo, entreotros, el del embajador inglés Spen-cer Saint John, quien le dijo al presi-dente Piérola que Petit Thouars te-nía autorización de los ministros ple-nipotenciarios para “usar la fuerzade la escuadra neutral si se produceotro acto de barbarie”.

Además, qué mayor prueba que elimpacto que suscitó la noticia de sumuerte (2 agosto de 1890) en el pue-blo limeño y sus autoridades edili-cias que, en el acto, iniciaron unasuscripción popular para adquirir enEuropa un retrato del almirantefrancés. Episodio que revela cuánhondo caló en el corazón de los lime-ños de la época la mediación de PetitThouars en los acontecimientos deenero de 1881 (Domingo Tamariz). ■ La intervención de Petit Thouars evitó que Lima se convirtiese en un inmenso Chorrillos.

metros de distancia.Para él, era intuición: “El re-

cuerdo de Lima, del colegio Belén,el nombre de Santa Rosa de Limase presentaba en mi imaginación[...] la una, las dos de la mañana,más sobresaltos. Me levanto, doy laorden de encender la máquina y detomar rumbo al Callao; con esto ce-só mi turbación”, recuerdan quecontó el almirante. El marino habíaconocido a la santa gracias a la re-ligiosa.

El hecho es que Petit Thouars re-gresó a la capital contraviniendo ór-denes superiores.

Lima se salvó. Hubo, sí, sa-queos y daños enormes en la ciu-dad, pero no los desmanes que setemían. Tiempo después de esteepisodio algunos empezaron a ha-blar de milagro.

La hermana Hermasia murióen 1890. Sus restos reposan en elcementerio Presbítero Maestro, ysi se cumple lo previsto, prontotendría un lugar en la Cripta de losHéroes.

“Hermasia Paget es la única figu-ra femenina religiosa que participóen la guerra y, sin embargo, ha esta-do casi olvidada; solo la recordabanlos historiadores”, ha señalado elhistoriador De la Puente. ■

Intercedió ante Petit Thouars para quesalvara a la capital de ser arrasada.

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