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El único e incomparable Iván

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Para Julia

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Nunca es demasiado tarde para convertirnosen lo que hubiéramos podido ser.

GEORGE ELIOT

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Glosario

bola de mí: excremento seco que se les lanza a los espectadores.

chango sudado (término despectivo de uso coloquial): ser humano (alude a lapiel sin pelo de los humanos, que se cubre de transpiración).

columpilianarse: juego (se refiere a columpiarse en las lianas de la selva).

dominios: territorio.

espalda plateada (se conoce también como jefe gris): macho adulto de más dedoce años de edad que tiene un área de pelo plateado en el lomo. El espaldaplateada es una figura de autoridad, responsable de proteger a su familia.

golpearse el pecho: golpes repetidos en el pecho con una o ambas manos paraproducir un sonido fuerte (algo que a los gorilas a veces les sirve como unademostración amenazante para intimidar a un oponente).

el Gruñido: resoplido semejante al ruido que hace un cerdo, que los padresgorilas emiten para expresar fastidio.

Noesquetepilla: gorila de peluche.

9 855 días (ejemplo): mientras que los gorilas que viven en libertadtípicamente registran el paso del tiempo a partir de las estaciones o ladisponibilidad de alimento, Iván ha adoptado un conteo día a día (9 855 días

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son equivalentes a veintisiete años).

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Hola

Me llamo Iván. Soy un gorila.

No es tan sencillo como parece.

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Nombres

La gente me dice “el gorila de la autopista”, “el simio de la salida 8”, “Iván,el único e incomparable, el único y sin par, el poderoso gorila espaldaplateada”.

Esos nombres se refieren a mí, pero no son lo que soy. Yo soy Iván, tan sóloIván, Iván sin par.

Los humanos derrochan palabras. Las lanzan como cáscaras de plátano y lasdejan ahí, a que se pudran.

Cualquiera sabe que la piel de un plátano es la mejor parte.

Supongo que ustedes creen que los gorilas no pueden entenderlos. Claro,probablemente también piensan que no podemos caminar erguidos.

Intenten caminar apoyándose también en los nudillos durante un rato, y luegodíganme: ¿cuál manera de caminar es más divertida?

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Paciencia

Con los años aprendí a entender las palabras de los humanos, perocomprender su habla no es lo mismo que entenderlos a ellos.

Los humanos hablan demasiado. Parlotean como chimpancés, y congestionanel mundo con su ruido, aunque no tengan nada qué decir.

Me tomó cierto tiempo reconocer todos esos sonidos humanos, hilar conpalabras las cosas. Pero fui paciente.

Es útil ser paciente si uno es un simio.

Los gorilas tienen la paciencia de las piedras. Los humanos no llegan a tanto.

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Cómo me veo

Yo era un gorila salvaje que vivía en la selva, y aún me veo como tal.

Tengo la mirada tímida de un gorila, y la sonrisa pícara. Tengo una zona depelaje que parece cubierta de copos de nieve, el uniforme de un espaldaplateada. Cuando el sol me entibia la espalda, proyecta mi sombra, la de ungorila majestuoso.

En mi tamaño, los humanos ven una prueba para sí mismos. Oyen rumores depelea en el viento, cuando yo tan sólo pienso en cómo el sol del final del díase ve como una nectarina madura.

Soy más poderoso que cualquier humano, más de doscientos kilos de fuerzapura. Mi cuerpo parece estar hecho para pelear. Con los brazos levantados,soy más alto que el más alto de los humanos.

Mi árbol genealógico también se extiende. Soy un gran simio, y ustedes loshumanos son grandes simios, al igual que los chimpancés y los orangutanes ylos bonobos… somos todos primos lejanos, que desconfían unos de otros.

Ya sé que eso produce desazón.

Me cuesta creer que haya una conexión en el espacio y el tiempo que meemparenta con toda una raza de payasos sin modales.

Chimpancés. Esos no tienen perdón.

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El centro comercial Gran Circo en la salida 8, congalería de videojuegos

Vivo en un hábitat humano conocido como centro comercial Gran Circo, en lasalida 8, con galería de videojuegos, situado muy convenientemente a un ladode la autopista I-95, donde damos funciones a las 2, a las 4 y a las 7 todos losdías del año.

Eso es lo que dice Mack cuando contesta el teléfono.

Mack trabaja aquí, en el centro comercial. Es el jefe.

Yo también trabajo aquí. Soy el gorila.

En el centro comercial Gran Circo, un carrusel gira el día entero al son demúsica chirriante, y entre los locales comerciales viven monos y loros. Enmedio del lugar hay una pista rodeada de graderías donde los humanos puedenasentar su trasero mientras comen palomitas de maiz. El suelo está cubierto deaserrín hecho con árboles muertos.

Mis dominios están a un lado de la pista. Vivo aquí porque soy demasiadogorila y no suficientemente humano.

Los dominios de Stella están junto a los míos. Stella es una elefanta. Ella yBob, que es un perro, son mis mejores amigos.

Y hasta el momento no he tenido amigos gorilas.

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Mis dominios están hechos de vidrio grueso, metal oxidado y cemento. Los deStella son de barrotes metálicos. Los de los osos son de madera, y los lorosviven entre alambradas.

Tres de mis paredes son de vidrio. Uno de ellos está quebrado, y en la esquinainferior le falta un trocito como del tamaño de mi mano. Hice el agujero con unbate de béisbol que Mack me regaló cuando cumplí seis años. Luego de eso,se llevó el bate, pero me permitió conservar la pelota que venía junto con él.

En una de las paredes hay pintada una escena de la selva. Es una catarata sinagua y flores sin aroma y árboles sin raíces. Yo no la pinté pero me gusta lamanera en que las formas fluyen a través de la pared, aunque no sea una selvade verdad.

Soy afortunado porque mis dominios tienen tres paredes de vidrio. Puedo vertodo el centro comercial y algo del mundo: las frenéticas maquinitas depinball, las nubes rosas de algodón de azúcar, el vasto estacionamiento sin unsolo árbol.

Más allá del estacionamiento está la autopista, por la que pasan desbocadoslos carros sin cesar. Un anuncio gigantesco en la orilla los invita a detenerse ydescansar, cual gacelas en un pozo de agua.

El anuncio está desteñido, los colores se han desvaído, pero sé lo que dice.Mack leyó las palabras en voz alta un día: “Visiten el centro comercial GranCirco, en la salida 8, con galería de videojuegos, hogar de Iván, el único eincomparable, el único y sin par, el poderoso gorila espalda plateada”.

Desafortunadamente, no sé leer, aunque me gustaría. Leer cuentos sería unaagradable manera de llenar tantas horas sin nada qué hacer.

Pero una vez pude disfrutar de un libro que uno de mis cuidadores olvidó en

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mis dominios.

Sabía un poco a termita.

En el anuncio de la autopista se ve dibujado a Mack con su traje de payaso y aStella parada en sus patas traseras y a un animal enojado con ojos feroces ypelaje descuidado.

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Se supone que ese animal soy yo, pero el pintor cometió un error. Jamás meenojo.

El enojo es algo muy valioso. Un espalda plateada lo utiliza para mantener elorden en su clan y para alertarlos de algún peligro. Cuando mi padre segolpeaba el pecho era para decir: “Alerta, atentos. Estoy al mando y losprotegeré furiosamente, porque para eso nací”.

Aquí, en mis dominios, no tengo a nadie a quién proteger.

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El gran circo más pequeño del mundo

Mis vecinos aquí en el centro comercial Gran Circo saben hacer muchostrucos. Son una pandilla bastante educada, mejor formados y más dedicadosque yo.

Uno de mis vecinos juega béisbol, aun cuando es un pollo. Otro sabe manejarun carro de bomberos, aunque sea un conejo.

Tuve una vecina, una foca grácil y considerada, que sabía sostener una pelotaen equilibrio sobre su hocico desde que el sol salía hasta que se ponía. Su vozera como el ladrido gutural de un perro al cual mantienen encadenado afueraen una noche fría.

Los niños pedían deseos y tiraban monedas en la alberca de plástico de lafoca. Allí brillaban como guijarros de cobre.

Un día la foca tenía hambre, o quizás estaba aburrida, y se comió cienmonedas.

Mack dijo que se pondría bien.

Estaba equivocado.

Mack llama a nuestra función “El gran circo más pequeño del mundo”. Todoslos días a las 2, a las 4 y a las 7 se reúnen humanos que se abanican, tomanrefresco y aplauden. Los bebés lloriquean. Mack se viste de payaso y pedalea

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en una bicicleta diminuta. Un perro de nombre Snickers monta sobre el lomode Stella, y ella se sienta en un taburete.

Es un taburete muy sólido.

Yo no hago ningún truco. Mack dice que basta con que sea yo.

Stella me ha contado que hay circos que viajan de ciudad en ciudad. Tienenhumanos que se cuelgan de cuerdas que penden de la parte superior de unacarpa. Tienen leones que rugen mostrando sus deslumbrantes colmillos y unafila serpenteante de elefantes, que avanzan cada uno tomado de la cola del queva delante. Los elefantes miran a lo lejos, para no ver a los humanos quequieren contemplarlos.

Nuestro circo no migra de un lado a otro. Nos quedamos donde estamos, comoun animal viejo demasiado cansado para seguir andando.

Luego de nuestra función, los humanos rebuscan en las tiendas. Una tienda esun lugar donde los humanos compran lo que necesitan para sobrevivir. En elcentro comercial Gran Circo, algunas tiendas venden cosas nuevas, comoglobos y camisetas y gorras para cubrir las relucientes cabezas de loshumanos. Otras tiendas venden cosas viejas, cosas que huelen a polvo yhumedad y olvido de tiempo atrás.

Todo el día observo a los humanos que se apresuran de una tienda a otra.Intercambian entre sí sus papelitos verdes, resecos como hojas viejas y con elolor de las miles de manos que los han tocado una y otra vez.

Van en una búsqueda frenética, cual cacería, asedian, empujan, refunfuñan.Después se marchan, con sus bolsas llenas de cosas, cosas brillantes, suaves,grandes. Pero no importa cuán llenas estén las bolsas, siempre vuelven pormás.

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Los humanos son inteligentes, sin duda. Hacen nubes rosas que se puedencomer. Construyen dominios con cataratas planas.

Pero son pésimos cazadores.

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Desaparecer

Hay animales que llevan una vida en privado, protegidos de las miradas deotros, pero ese no es mi caso.

Mi vida está hecha de luces que destellan, dedos que señalan y visitantes quenadie invitó. A escasos centímetros, los humanos apoyan sus manos contra lapared de vidrio que nos separa.

El vidrio dice que unos son una cosa y nosotros somos otra, y así es como todoseguirá siendo siempre.

Los humanos dejan las huellas de sus dedos, pegajosas de golosinas, húmedasde sudor. Todas las noches viene un hombre cansado a limpiarlas.

A veces, presiono mi nariz contra el vidrio. La huella de mi nariz, al igual quela de los dedos humanos, es única y no tiene par.

El hombre limpia el vidrio y desaparezco.

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Artistas

Aquí, en mis dominios, no tengo mucho qué hacer. Después de tirarles unascuantas bolas de mí a los humanos, termino por aburrirme.

Una bola de mí se hace amasando estiércol hasta llegar a tener una pelota deltamaño de una manzana, que luego se deja secar. Suelo tener unas cuantas amano.

Por alguna razón, mis visitantes jamás cargan con una.

En mis dominios tengo un columpio hecho con una llanta, una pelota debéisbol, una diminuta alberca de plástico llena de agua sucia y un viejotelevisor.

También tengo un gorila de peluche. Julia, la hija del hombre que hace el aseodel centro comercial todas las noches, y que siempre se ve cansado, me lo dio.

El gorila tiene la mirada vacía y las extremidades colgantes, pero duermo conél todas las noches. Le puse Noesquetepilla.

Quetepilla era el nombre de mi hermana gemela.

Julia tiene diez años. Su pelo es como vidrio renegrido y tiene una ampliasonrisa de medialuna. Ambos tenemos mucho en común. Los dos somosgrandes simios, y los dos somos artistas.

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Fue ella quien me regaló mi primer crayón, uno muy gastado, azul, que hizopasar por el agujero en el vidrio, junto con una hoja de papel doblada.

Ya sabía qué hacer con el crayón. Había visto pintar a Julia. Cuando arrastréel crayón sobre el papel, dejó una estela como una serpiente azul.

Los dibujos de Julia están llenos de color y movimiento. Dibuja cosas que noexisten de verdad: nubes sonrientes y carros que nadan entre las aguas. Pintahasta que se le rompen los crayones y se le rasgan las hojas de papel. Susdibujos con como fragmentos de un sueño.

Yo no puedo pintar ensoñaciones. Nunca recuerdo mis sueños, aunque a vecesme despierto con los puños apretados y el corazón martilleando.

Mis dibujos se ven tímidos y descoloridos junto a los de Julia. Ella pinta loque ve en su imaginación. Yo pinto lo que veo en mi jaula, cosas comunes ycorrientes que llenan mis días: un corazón de manzana, una cáscara de plátano,un papel que envolvía un caramelo (a menudo me como las cosas antes depintarlas).

Pero a pesar de que dibujo las mismas cosas una y otra vez, jamás me aburrocon mi arte. Cuando pinto, sólo pienso en eso. Se me olvida dónde estoy, y elayer y el mañana. Simplemente deslizo los crayones sobre el papel.

Los humanos no siempre reconocen lo que dibujo. Entrecierran los ojos,ladean la cabeza, murmuran. Si dibujo un plátano, un plátano perfecto yapetitoso, dirán: “Es un avión amarillo” o “Un pato sin las alas”.

Eso no importa, pues no pinto para ellos. Pinto para mí.

Mack pronto se dio cuenta de que la gente pagaría por un cuadro pintado porun gorila, incluso aunque no sepan lo que es. Ahora pinto todos los días. Mis

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obras se venden a veinte dólares cada una (veinticinco si ya están enmarcadas)en la tienda de regalos que hay cerca de mis dominios.

Si me canso y me dan ganas de hacer un receso, me como los crayones.

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Las formas de las nubes

Creo que siempre he tenido aptitudes de artista.

Incluso cuando era un bebé, aferrado al pelaje de mi madre, tenía ojo artístico.Veía formas en las nubes y esculturas en las piedras del fondo de un riachuelo.Me atraían los colores… la flor rojo carmesí que estaba fuera de mi alcance,el pájaro color ébano que pasaba volando como flecha.

No recuerdo mucho de mis primeros meses de vida, pero sí me acuerdo de unacosa: siempre que podía, hundía mis dedos en barro suave y usaba el lomo demi madre como lienzo.

Mi madre tenía mucha paciencia.

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Imaginación

Algún día espero llegar a pintar como lo hace Julia, imaginando mundos queaún no existen.

Sé lo que piensan la mayoría de los humanos. Que los gorilas no tienenimaginación. Que no recordamos el pasado ni sopesamos lo que nos aguardaen el futuro.

Cuando reflexiono sobre eso, me digo que tienen algo de razón. La mayorparte del tiempo pienso en lo que es, y no en lo que podría ser.

He aprendido a no abrigar muchas esperanzas.

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El gorila más solitario del mundo

Cuando el centro comercial Gran Circo estaba recién inaugurado, olía apintura fresca y a heno, y los humanos lo visitaban de la mañana a la noche.Pasaban frente a mis dominios como troncos flotando en un río tranquilo.

Pero en los últimos tiempos, puede pasar un día entero sin un solo visitante.Mack dice que le preocupa. Dice que yo ya no soy tierno.

—Perdiste tu magia, Iván. Solías ser la gran atracción.

Es verdad que algunos de mis visitantes ya no permanecen frente a mí como enotros tiempos. Miran a través del vidrio, sueltan unos cuantos chasquidos de lalengua, fruncen el entrecejo mientras veo el televisor.

—Se ve muy solo —dicen.

No hace mucho, un niño se quedó frente a mí, mirándome a través del vidrio, ylas lágrimas le chorreaban por las mejillas coloradas.

—Debe ser el gorila más solitario de todo el mundo —dijo, aferrándose a lamano de su madre.

En momentos como ese, quisiera que los humanos pudieran entenderme comoyo los entiendo a ellos.

No es tan terrible, quise decirle al niño. Con tiempo suficiente, uno se

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acostumbra prácticamente a todo.

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El televisor

Mis visitantes suelen sorprenderse al ver el televisor que Mack puso en misdominios. Parece que les llama la atención ver un gorila observando humanosdiminutos en una caja.

Y a veces me pregunto: ¿no es igual de extraño cómo ellos me miran, sentadoen mi diminuta caja?

Mi televisor es viejo. No siempre funciona y a veces pasan días antes de quealguien se acuerde de encenderlo.

Soy capaz de ver cualquier cosa, pero me gustan especialmente lascaricaturas, con sus colores de selva tropical. Me encanta más que nadacuando alguien se resbala con una cáscara de plátano.

A Bob, el perro que es mi amigo, le gusta la televisión tanto como a mí. Peroél prefiere ver boliche profesional y anuncios de comida para gatos.

También hemos visto muchas películas románticas. En ellas hay muchosabrazos y a veces se lamen la cara.

Todavía tengo que ver una película romántica protagonizada por un gorila.

También nos gustan las viejas películas de vaqueros. En ellas siempre hayalguien que dice: “Este pueblo no es lo suficientemente grande para los dos,sheriff ”. Se sabe quiénes son los buenos y los malos, y los buenos siempre

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ganan.

Bob dice que las películas de vaqueros no se parecen en nada a la vida real.

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El espectáculo de la naturaleza

He permanecido en mis dominios nueve mil ochocientos cincuenta y cincodías.

Solo.

Durante algún tiempo, cuando era joven e ingenuo, pensé que era el últimogorila sobre la Tierra.

Traté de no darle demasiadas vueltas al asunto. Sin embargo, es difícilmantenerse optimista cuando uno cree que es el único de su especie.

Pero una noche, después de ver una película en la que salían hombres consombreros negros y pistolas y caballos tontos, empezó un programa diferente.

No eran caricaturas ni una película romántica ni una de vaqueros.

Vi una selva exuberante. Oí pájaros que cantaban. La hierba se movió. Losárboles susurraron.

Y entonces lo vi. Estaba un poco desgreñado y flaco, y no se veía tan biencomo yo, a decir verdad. Pero sin duda alguna, era un gorila.

Así como apareció, de repente se desvaneció, y en su lugar apareció un animalblanco y desaliñado que, según aprendí, era un oso polar, y luego unarechoncha criatura acuática, un manatí, y después otro animal, y otro.

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Toda la noche estuve pensando en el gorila que había vislumbrado. ¿Dóndeviviría? ¿Vendría alguna vez a visitarme? Si en algún lugar había un macho,¿habría también una hembra?

¿O éramos solamente nosotros dos en el mundo, atrapados en nuestras propiascajas separadas?

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Stella

Stella dice que está segura de que algún día veré otro gorila de verdad, y lecreo porque ella tiene muchos más años que yo y sus ojos son como estrellasnegras y sabe más de lo que yo jamás llegaré a saber.

Stella es una montaña. A su lado, yo soy una piedra, y Bob es un grano dearena.

Cada noche, cuando cierran las tiendas y la luna lo baña todo con su luzblanquecina, Stella y yo hablamos.

No tenemos mucho en común, pero sí lo suficiente. Somos enormes, estamossolos y a ambos nos encantan las uvas pasas recubiertas de yogur.

A veces Stella cuenta historias de su niñez, de bóvedas selváticas donde lasaltas ramas se pierden entre la niebla y del fluir cantarín del agua en losriachuelos. A diferencia de mí, ella recuerda todos y cada uno de los detallesde su pasado.

A Stella le encanta la luna, con su sonrisa despreocupada. A mí me encanta lasensación del sol que entibia mi panza.

—¡Y qué panza la tuya, amigo mío! —me dice.

—Gracias, igual que la tuya —le respondo.

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Hablamos, pero no demasiado. Los elefantes, como los gorilas, nodesperdician las palabras.

Stella solía ser parte de un gran circo muy famoso, donde actuaba, y todavíahace algunos de esos trucos para nuestra función. En uno de ellos, se parasobre sus patas traseras y Snickers salta hasta posarse en su cabeza.

Es difícil sostenerse en las patas traseras cuando uno pesa más que cuarentahombres.

Si uno es un elefante de circo y se para en las patas traseras mientras unperrito se le posa en la cabeza, recibe una galleta de premio. Si uno noobedece, el garfio hace su aparición.

La piel de elefante es gruesa como la corteza de un árbol antiguo. Pero elgarfio es capaz de desgarrarla como si fuera una hoja.

Una vez Stella vio que un domador le pegaba a un elefante macho con elgarfio. Un elefante macho es como un espalda plateada, un ser noble, nadaimpulsivo, calmado al igual que una cobra puede ser calmada. Cuando elgarfio perforó la carne del macho, con uno de sus colmillos lanzó al domadorpor los aires.

—El hombre salió disparado —dijo Stella—, volando como un pajarraco.

Nunca más volvió a ver al elefante macho.

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La trompa de Stella

La trompa de Stella es cosa de milagro. Puede levantar un solo cacahuate conelegante precisión, hacerle cosquillas a un ratoncito extraviado o darlegolpecitos en el hombro a un cuidador adormilado.

Su trompa es excepcional, pero no llega al punto de poder quitar el cerrojopara salir de sus ruinosos dominios.

Alrededor de las patas de Stella se ven unas viejas cicatrices de las cadenasque tuvo que llevar cuando era joven. Ella las llama sus “brazaletes”. Cuandotrabajaba en el famoso circo, para su truco más difícil debía equilibrarsesobre un banquito en una sola pata. Un día se cayó del banquito y se lesionó lapata. Al quedar coja y no poder hacer lo mismo que los demás elefantes, elcirco se la vendió a Mack.

La pata de Stella nunca sanó del todo. Cojea al caminar, y a veces se le infectacuando permanece en un mismo sitio demasiado tiempo.

El invierno pasado, la pata se le hinchó al doble de su tamaño normal. Tuvofiebre y pasó cinco días echada en el húmedo y frío suelo de sus dominios.

Fueron días muy largos.

No estoy seguro de que ahora esté completamente recuperada. Nunca se queja,así que es difícil saberlo.

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En el centro comercial Gran Circo nadie molesta con grilletes y cadenas. Unavieja cuerda atada a una argolla en el suelo es todo lo que se necesita.

—Creen que soy muy vieja para meterme en problemas —dice Stella—. Laedad avanzada es un disfraz poderoso —agrega.

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Un plan

Han pasado dos días sin que vengan visitantes. Mack está de mal humor. Diceque estamos perdiendo más y más dinero. Dice que nos va a vender a todos.

Cuando Telma, una papagaya azul y amarilla, le espeta “Dame un beso,grandote” por tercera vez en diez minutos, Mack le lanza una lata de refresco.Como a Telma le cortaron las alas, no puede volar, pero sí puede saltar. Justoa tiempo, brinca y evita el golpe. “Un piquito”, dice con un chillido agudo.

Mack se aleja a zancadas y se encierra en su oficina con un portazo.

Me pregunto si los visitantes se han cansado de mí. A lo mejor serviría de algosi aprendiera un par de trucos.

A los humanos pareciera gustarles verme comer.

Afortunadamente, siempre tengo hambre. Soy un comilón consumado.

Un espalda plateada debe comer veinte kilos de alimento al día si quieremantener su posición privilegiada. Veinte kilos de frutas y hojas y semillas ytallos y corteza y lianas y madera podrida.

También disfruto de uno que otro insecto.

Voy a tratar de comer más. A lo mejor así vendrán más visitantes. Mañanacomeré veintitrés kilos. O incluso veinticinco.

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Eso seguramente pondrá contento a Mack.

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Bob

Le explico mi plan a Bob.

—Créeme, Iván —dice—: el problema no es tu apetito —salta a mi pecho yme lame la barbilla, en busca de restos de comida.

Bob es un perro callejero, lo cual quiere decir que no tiene domiciliopermanente. Es tan veloz y astuto que los trabajadores del centro comercialhace mucho desistieron de atraparlo. Bob puede colarse por grietas y agujeroscual rata entrenada. Subsiste relativamente bien a punta de restos de hot dogsque encuentra en la basura. De postre, lame los charcos de limonadaderramada y las bolas de helado que fueron a dar al piso.

He tratado de compartir mi alimento con Bob, pero es bastante remilgado paracomer y dice que prefiere cazar por su cuenta.

Bob es diminuto, enjuto y rápido, como una especie de ardilla que ladra. Tieneel pelo del color de las nueces y las orejas grandes. Mueve la cola comohierba al viento, en espiral, bailando.

La cola de Bob me confunde y me marea. Esconde significados en otrossignificados, como las palabras de los humanos. “Estoy triste”, dice. “Estoycontento”. O también “¡Cuidado, podré ser pequeño, pero mis dientes sonafilados!”.

Los gorilas no sabríamos qué hacer con una cola. Nuestros sentimientos son

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sencillos. Nuestros traseros no llevan ningún adorno.

Bob tenía tres hermanos machos y dos hembras. Los humanos los arrojarondesde una camioneta a la autopista cuando apenas tenían unas cuantas semanas.Bob rodó hasta una cuneta.

Los demás no.

En su primera noche en la autopista, durmió en el fango helado de la cuneta. Aldespertar, tenía tanto frío que pasó una hora antes de que pudiera flexionar laspatas.

A la noche siguiente, durmió bajo un poco de heno sucio cerca de los botes debasura del centro comercial Gran Circo.

A la siguiente, encontró el agujero en la esquina de mis dominios, donde elvidrio está roto. Soñé que me comía una dona peluda, y cuando desperté en laoscuridad, me encontré con un diminuto cachorro roncando sobre mi panza.

Había pasado tanto tiempo desde la última vez que el calor de otro ser mehabía reconfortado que no supe bien qué hacer. No es que no hubiera tenidovisitantes. Mack había estado en mis dominios, claro, y muchos otroscuidadores. Había visto una buena cantidad de ratas pasar corriendo y una queotra golondrina se había colado por un agujero en el techo.

Pero nadie se quedaba mucho tiempo.

No me moví en toda la noche, por temor de despertar a Bob.

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La vida en libertad

Alguna vez le pregunté a Bob por qué no quería un hogar. Había notado quelos humanos sienten una atracción irracional por los perros, y me imaginabaque un cachorro era mucho más fácil de cubrir de mimos que, digamos, ungorila.

—Mi hogar está en todas partes —respondió Bob—. Soy un animal salvaje,mi amigo, indomable y que no se desanima por nada.

Le dije que podía trabajar en nuestra función, como Snickers, la perrita poodleque se monta de un salto sobre Stella.

Bob dijo que Snickers dormía en un almohadón rosa en la oficina de Mack.Dijo que comía carne apestosa de una lata.

Hizo una mueca. Sus labios se entreabrieron, dejando ver sus dientes comoagujas afiladas.

—Los poodles son parásitos —dijo.

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Picasso

Mack me entrega un crayón nuevecito, amarillo, y diez hojas de papel.

—Es hora de que te ganes el sustento, Picasso —murmura.

Me pregunto quién será el tal Picasso. ¿Tendrá un columpio de llanta, igualque yo? ¿Se comerá los crayones de vez en cuando?

Sé que he perdido mi encanto, así que me esfuerzo por hacer lo mejor quepuedo. Tomo el crayón y pienso.

Paseo la mirada por mis dominios. ¿Qué hay que sea amarillo?

Un plátano.

Dibujo un plátano. El papel se desgarra, pero nada más un poco.

Me echo hacia atrás y Mack recoge el dibujo:

—Un nuevo día, un nuevo garabato —dice—. Llevas uno, faltan nueve.

“¿Qué más es amarillo?”, me pregunto, recorriendo mis dominios de unvistazo.

Dibujo otro plátano. Y luego otros ocho.

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Tres visitantes

Han llegado tres visitantes: una mujer, un niño y una niña.

Me pavoneo por mis dominios para que me vean. Me columpio en mi llanta.Me como tres cáscaras de plátano una tras otra.

El niño escupe contra el vidrio. La niña tira un puñado de piedritas.

A veces me da gusto que el vidrio esté ahí.

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Mis visitantes regresan

Luego de la función, los niños que escupen y tiran piedritas vuelven.

Les muestro mi impresionante dentadura. Chapoteo en mi alberca turbia.Gruño y aúllo. Como y como y como un poco más.

Los niños golpetean su patético pecho. Lanzan más piedritas.

—Changos sudados —murmuro. Les tiro una bola de mí.

A veces quisiera que el vidrio no estuviera ahí.

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Vergüenza

Lamento haber llamado changos sudados a esos niños.

Mi madre se hubiera avergonzado de mí.

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Julia

Al igual que los niños que escupen y tiran piedritas, Julia también es una niña,pero eso, a fin de cuentas, no es su culpa.

Mientras George, su Papá, asea el centro comercial todas las noches, Julia sesienta cerca de mis dominios. Podría sentarse en cualquier otra parte: junto alcarrusel, en la desierta área de comidas, en las graderías cubiertas de aserrín.Pero no exagero cuando digo que ella siempre prefiere sentarse cerca de mí.

Creo que es porque a ambos nos fascina pintar.

Sara, la mamá de Julia, solía ayudar en el aseo del centro comercial. Perodejó de venir cuando se enfermó y se puso pálida y encorvada. Cada noche,Julia se ofrece a ayudar a George y, cada noche, él le responde con firmeza:

—Tus tareas. Los pisos siempre volverán a ensuciarse.

He descubierto que hacer las tareas involucra un lápiz con buena punta, ylibros gruesos y largos suspiros.

Me gusta masticar lápices, así que creo que me iría muy bien en eso de hacertareas.

A veces, Julia se queda dormida, y a veces lee sus libros, pero la mayor partede las veces pinta dibujos y habla de cómo fue su día.

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No sé por qué me habla la gente, pero a menudo sucede. Quizás es porquepiensan que no puedo entender lo que dicen.

O tal vez es porque no puedo responder.

A Julia le gustan las ciencias y el arte. No le cae bien Lila Burpee, que lafastidia porque su ropa es vieja, y sí le gusta Deshawn Williams, que tambiénla fastidia pero de manera agradable, y le gustaría convertirse en una pintorafamosa cuando sea grande.

A veces Julia me dibuja. En sus imágenes soy un personaje elegante, con miespalda plateada brillando como la luna sobre el musgo. Nunca me veo feroz,como en el desvaído anuncio de la autopista.

Pero siempre me veo un poco triste, hay que admitirlo.

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Retratos de Bob

Me encantan las imágenes de Bob que hace Julia.

Lo pinta volando a través de la hoja de papel, un borrón peludo con patas. Lopinta inmóvil, asomándose desde atrás de un bote de basura o del mullidomontículo de mi panza. A veces, en sus dibujos, Julia le pone alas o unamelena de león. Una vez le puso un caparazón de tortuga.

Pero lo mejor que le ha puesto no fue en un dibujo. Julia le puso a Bob sunombre.

Durante mucho tiempo nadie supo cómo llamar a Bob. De vez en cuando, unempleado del centro comercial trataba de acercársele con algo de comer. “Venacá, perrito”, lo llamaban, tendiéndole una papa frita. “Anda, chucho, ¿noquieres un trozo de sándwich?”.

Pero Bob siempre desaparecía entre las sombras antes de que alguien lograraacercarse.

Una tarde, Julia decidió dibujarlo, echado como un ovillo en un rincón de misdominios. Primero lo observó un buen rato, mordiéndose la uña del pulgar. Yosabía que lo estaba mirando como lo hace un artista que contempla el mundotratando de entenderlo.

Finalmente, tomó el lápiz y se puso manos a la obra. Cuando terminó, sostuvola hoja de papel ante sí.

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Ahí estaba, el diminuto perro orejón. Se veía astuto y alerta, y tenía algo denostalgia en la mirada.

Debajo de la figura de Bob había tres marcas gruesas y seguras, bordeadas denegro. Yo tenía bastante claro que eso era una palabra, aunque no pudieraleerla.

El Papá de Julia miró por encima de ella.

—Es el perro, idéntico —dijo, asintiendo. Señaló las marcas—. No habíacaído en la cuenta de que se llamaba Bob —agregó.

—Yo tampoco —dijo Julia, y sonrió—. Primero tenía que dibujarlo.

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Bob y Julia

Bob no permite que ningún humano lo toque. Dice que su olor lo pone mal dela panza.

Pero de vez en cuando lo veo sentado a los pies de Julia. Ella lo acaricia conlos dedos justo detrás de la oreja derecha.

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Mack

Por lo general, Mack se va después de la última función. Pero hoy está en suoficina, trabajando hasta tarde. Al terminar, pasa por mis dominios y meobserva durante un largo rato mientras bebe de una botella de vidrio colorámbar.

George se reúne con él, escoba en mano, y Mack le dice lo mismo de siempre:“¿Qué tal el juego de anoche?” o “Los negocios van lentos, pero mejorarán,vas a ver” o “No se te olvide sacar la basura”.

Mack mira el cuadro que Julia está pintando.

—¿Qué dibujas? —le pregunta.

—Es para mi mamá —contesta Julia—. Es un perro volador —sostiene eldibujo, estudiándolo con mirada crítica—. Le gustan los aviones, y los perros.

—Ajá —murmura Mack, no muy convencido. Mira a George—. ¿Y cómo va tuesposa?

—Más o menos lo mismo —contesta—. Tiene días buenos y días malos.

—Sí, igual que el resto de la gente —dice Mack.

Mack se aleja unos pasos, pero se detiene. Se lleva la mano al bolsillo, sacaun arrugado billete verde, y lo deposita en la mano de George.

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—Toma —dice Mack, encogiéndose de hombros—. Cómprale más crayones ala niña.

Mack ya ha llegado a la puerta cuando George le grita:

—¡Gracias!

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Sin poder dormir

—Stella —la llamo, una vez que Julia y su Papá se han ido—. No puedodormir.

—Claro que puedes —dice ella—. Eres el rey de los dormilones.

—Shhhh —interviene Bob desde su lugar sobre mi panza—. Estoy soñandocon papas fritas con chile.

—Estoy cansado —sigo—, pero no tengo sueño.

—¿De qué? —pregunta Stella.

Lo pienso un momento. Es difícil ponerlo en palabras. Los gorilas noacostumbramos a quejarnos. Más bien, somos soñadores, poetas, filósofos,maestros en el arte de la siesta, pero no de las quejas.

—No sé muy bien —pateo mi columpio de llanta—. Creo que estoy cansadode mis dominios.

—Será porque son una jaula —me dice Bob.

Bob no siempre es diplomático.

—Ya sé —contesta Stella—. Tus dominios son muy pequeños.

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—Y tú eres un gorila muy grande —agrega Bob.

—¿Stella? —pregunto.

—¿Sí? —contesta ella.

—Vi que hoy estabas cojeando más que siempre. ¿Te está doliendo la pata?

—Un poco —responde.

Suspiro. Bob se acomoda. Mueve las orejas. Babea un poco, pero no meimporta. Estoy acostumbrado.

—Prueba a comer algo —propone Stella—. Eso siempre te pone contento.

Me como una zanahoria vieja, de color marrón. No me ayuda para nada, perono se lo digo a Stella. Ella necesita dormir.

—Intenta recordar un buen día —sugiere—. Eso es lo que hago cuando nopuedo dormir.

Stella recuerda cada instante desde que nació: cada olor, cada atardecer, cadadesaire, cada triunfo.

—Ya sabes que no soy bueno para recordar —digo.

—Hay una diferencia entre no poder recordar y no querer recordar —contestaella con suavidad.

—Tienes razón —reconozco. No recordar puede ser difícil, pero he tenidomucho tiempo para ocuparme de eso.

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—Los recuerdos son muy valiosos —agrega Stella—. Nos sirven para saberquiénes somos. Trata de recordar a todos tus cuidadores. Siempre te cayó bienKarl, el de la armónica.

Karl… sí. Me acuerdo que me regaló un coco cuando yo era aún un jovencito.Me tomó todo el día abrirlo.

Trato de recordar a mis otros cuidadores… los humanos que limpiaban misdominios y me preparaban la comida y a ratos me hacían compañía. Meacuerdo de Juan, que servía Pepsis en mi boca abierta. Y de Katrina, que mepicaba con la escoba cuando me veía durmiendo. Y de Ellen que, con unasonrisa tristona, cantaba una canción que hablaba de monos mientras fregabami vasija de agua.

También estaba Gerald, que una vez me regaló una caja de fresas enormes ydulces.

Gerald era mi cuidador preferido.

No he tenido un cuidador de verdad en mucho tiempo. Mack dice que no tienedinero para pagar un niñero de simios. Últimamente, George se encarga deasear mi jaula, y Mack es quien me alimenta.

Cuando pienso en todas las personas que me han cuidado, al que más recuerdoes a Mack, unos días sí y otros no, año tras año. Mack, que fue quien mecompró y me crió, y quien dice que ya no soy lindo como antes.

Como si un espalda plateada tuviera que ser lindo.

La luz de la luna baña el carrusel inmóvil, y el silencioso puesto de palomitasde maíz, y el puesto de cinturones de piel que huelen a vacas de otros tiempos.

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La pesada respiración de Stella suena como el viento al pasar entre losárboles, y yo aguardo a que el sueño llegue.

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El escarabajo

Mack me entrega un crayón negro nuevo y un montón de hojas de papel. Eshora de ponerme a trabajar.

Huelo el crayón, le doy vueltas entre mis manos, presiono la punta contra mipalma.

No hay nada que me guste más que un crayón nuevo.

Recorro mis dominios con la mirada, en busca de algo para dibujar. ¿Qué hayque sea negro?

Una cáscara de plátano ya vieja podría funcionar, pero me las comí todas.

Noesquetepilla es de color marrón. Mi alberquita es azul. La uva pasarecubierta de yogur, que tengo reservada para esta tarde, es blanca, al menospor fuera.

Algo se mueve en un rincón.

¡Tengo visita!

Un escarabajo reluciente ha venido a verme. Con frecuencia, los bichosatraviesan mis dominios cuando van hacia otro lado.

—Hola, escarabajo —le digo.

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Se queda paralizado, en silencio. Los insectos nunca quieren charlar.

Este escarabajo es un bicho muy bonito, su cuerpo parece una nuez brillosa. Esnegro, como una noche sin estrellas.

¡Eso es! ¡Voy a pintarlo!

Es difícil dibujar algo nuevo. No tengo esa oportunidad muy a menudo.

Pero lo intento. Miro al escarabajo, que tiene la amabilidad de quedarseinmóvil, y luego vuelvo los ojos al papel. Dibujo su cuerpo, las patas, lasantenitas, la expresión avinagrada.

Tengo suerte. El escarabajo se queda todo el día en mis dominios. Por logeneral, los bichos no se quedan mucho cuando me visitan. Empiezo apreguntarme si este se sentirá bien.

Bob, quien de vez en cuando come insectos, se ofrece a devorarlo.

Le digo que no será necesario.

Estoy por terminar el último dibujo cuando Mack regresa. Viene con Julia yGeorge.

Mack entra en mis dominios y recoge un dibujo.

—¿Qué diablos es esto? —pregunta—. No sé qué piensa Iván que estádibujando. Esto es un cuadro de nada. Un pedazo grande y negro de nada.

Julia está justo al lado de mis dominios.

—¿Puedo ver? —pregunta.

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Mack sostiene mi dibujo contra el vidrio. Julia ladea la cabeza. Cierra un ojo.Luego lo abre y echa un vistazo a mis dominios.

—¡Ya sé! —exclama—. ¡Es un escarabajo! ¿Ven ese que está allá junto a laalberca de Iván?

—¡Caramba! Hace poco fumigué para evitar los bichos —Mack va haciadonde está el escarabajo y levanta un pie.

Antes de que Mack lo aplaste de un pisotón, el escarabajo se deslizarápidamente y desaparece por una grieta en la pared.

Mack vuelve a mis dibujos.

—Entonces, ¿tú crees que esto es un escarabajo? Si tú lo dices, mi niña.

—Seguro que es un escarabajo —responde Julia, y me sonríe—. Reconoceríaun escarabajo en cualquier parte.

Siento que es buena cosa tener a otro artista cerca.

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Cambio

Stella es la primera en notar que se avecina un cambio, pero al poco tiempotodos podemos percibirlo.

Un nuevo animal llegará al centro comercial Gran Circo.

¿Cómo lo sabemos? Porque escuchamos, observamos y, más que nada,olfateamos el aire.

Los humanos siempre huelen de una manera particular cuando se avecina uncambio.

Como a carne podrida con un toque de papaya.

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¿Qué será?

Bob teme que nuestro nuevo vecino sea un gato gigante con ojos achinados yuna larga cola enrollada. Pero Stella dice que esta tarde llegará un camióncargado con una elefanta bebé.

—¿Cómo lo sabes? —le pregunto. Olfateo el aire, pero no percibo nada másque palomitas de maíz acarameladas.

Me encantan las palomitas de maíz con caramelo.

—La alcanzo a oír —dice Stella—. Está llamando a su mamá.

Escucho atentamente. Oigo los carros que pasan. Oigo los ronquidos de lososos en sus dominios alambrados.

Pero no oigo ningún elefante.

—Eso es lo que tú quisieras —comento.

Stella cierra los ojos.

—No —dice bajito—. No son sólo mis deseos. Para nada.

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Jambo

Mi televisor está apagado así que, mientras esperamos a nuestro nuevo vecino,le pido a Stella que nos cuente un cuento.

Ella se frota la pata delantera derecha contra la pared. Está hinchada otra vez,y de un feo color rojizo.

—Si no te sientes bien, Stella —le digo—, duerme una siesta y nos cuentas uncuento más tarde.

—Estoy bien —declara, y con cuidado apoya todo su peso en las demás patas.

—Cuéntanos la historia de Jambo —le pido. Es una de mis favoritas y no creoque Bob la haya escuchado.

Stella conoce muchas historias, porque lo recuerda todo. Me gustan loscuentos que tienen un negro comienzo, que luego se vuelven tempestuosos yque terminan como un cielo azul y sin nubes. Pero cualquier historia estaríabien.

No estoy en situación de ponerme con remilgos.

—Había una vez —empieza Stella— un niño humano. Estaba visitando a unafamilia de gorilas en un lugar llamado zoológico.

—¿Qué es un zoológico? —pregunta Bob. Podrá ser un perro callejero que

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sabe vivir por su cuenta, pero hay mucho del mundo que desconoce.

—Un buen zoológico es un amplio territorio —explica Stella—. Con jaulasque son más bien recintos en la naturaleza. Un lugar seguro para vivir. Hayespacio para deambular, y humanos que no tratan de lastimar a los animales —hace una pausa y sopesa sus palabras—. Un buen zoológico es la manera enque los humanos nos dan una compensación.

Stella se mueve un poco, se queja levemente.

—El niño se subió a un muro, y allí estaba, mirando, señalando —continúa—,pero perdió el equilibrio y cayó dentro del recinto.

—Los humanos son torpes —la interrumpo—. Si caminaran apoyándose en losnudillos, no se caerían con tanta frecuencia.

Stella asiente.

—Tienes razón, Iván. De todos modos, el niño yacía inmóvil, mientras loshumanos estaban impactados y gritaban. El espalda plateada, que se llamabaJambo, examinó al muchacho, como era su deber, mientras su clan observabadesde una distancia prudente.

» Jambo acarició con suavidad al niño. Percibió el olor de su dolor, y sedispuso a montar guardia junto a él.

» Cuando el muchacho volvió en sí, sus humanos le gritaron: “¡Quédate quieto!¡No te vayas a mover!”, porque estaban seguros, con esa seguridad quesiempre tienen los humanos con respecto a ciertas cosas, de que Jambo iba aaplastarlo hasta matarlo.

» El niño gimió. La multitud esperó, en silencio, preparada para lo peor.

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» Jambo se alejó con su clan.

» Varios hombres se deslizaron con cuerdas al interior del recinto y sacaron almuchacho para depositarlo en los brazos de quienes lo esperaban.

—¿Y estaba bien? —pregunta Bob.

—No se había lastimado —dice Stella—, aunque no me sorprendería que suspadres lo hubieran abrazado muchas veces esa noche, entre un regaño y otro.

Bob, que ha estado mordisqueando su propia cola, hace una pausa y ladea lacabeza.

—¿Es una historia real?

—Siempre digo la verdad —responde Stella—, aunque a veces confunda loshechos.

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La suerte

He oído la historia de Jambo muchas veces. Stella cuenta que a los humanosles llamó la atención que el enorme espalda plateada no matara al niño.

“¿Por qué eso les sorprendió tanto?”, me pregunto. El niño era pequeño,estaba solo y asustado.

Al fin y al cabo, era simplemente otro gran simio.

Bob me da un empujoncito con su fría nariz.

—Iván —empieza—, ¿por qué Stella y tú no están en un zoológico?

Miro a Stella, que me devuelve la mirada. Se le pinta una sonrisa de tristezaen los ojos, apenas perceptible, como sólo pueden hacerlo los elefantes.

—Supongo que es nuestra suerte —dice ella.

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La llegada

La nueva habitante llega después de la función de las 4.

Cuando el camión se acerca pesadamente hacia el estacionamiento, Bobcorretea hasta allá para mantenernos informados.

Bob siempre sabe lo que está sucediendo. Es un amigo muy útil, sobre todocuando uno no puede salir de sus dominios.

Con un gruñido, Mack levanta la cortina metálica que hay cerca del área decomidas, que es el lugar por el cual se hacen las entregas.

Un enorme camión blanco retrocede para meterse por esa puerta, mientrasescupe humo. Cuando el conductor lo abre, sé que Stella estaba en lo cierto.

Adentro hay un elefante bebé. Veo su trompa, que asoma entre la oscuridad.

Me alegro por Stella pero, cuando volteo a mirarla, sé que no está para nadacontenta.

—¡Todos atrás! —grita Mack—. Tenemos una nueva compañera. Esta es Ruby,muchachos. Trescientos kilos de diversión que nos van a salvar el pellejo.Esta chica va a lograr que vendamos muchos boletos.

Junto con otros dos hombres, Mack sube a la negra caverna del camión. Oímosruidos, movimientos, una palabra que Mack suele usar cuando está enojado.

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Ruby también hace un ruido, como el de las trompetitas que venden en latienda de regalos.

—¡Muévete! —ordena Mack, pero Ruby sigue sin aparecer—. ¡Muévete! —ordena otra vez—. ¡Que no tenemos todo el día!

En sus dominios, Stella se pasea de un lado para otro tanto como puede: dospasos de ida, dos de vuelta. Golpea su trompa contra los oxidados barrotes.Refunfuña.

—Stella —le pregunto—, ¿oíste a la bebé?

Stella murmura algo en voz muy baja, una palabra que usa cuando se enoja.

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—Tranquila —le digo—. Todo va a salir bien.

—Las cosas nunca jamás van a estar bien, Iván —responde, y sé que es mejorque guarde silencio.

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Stella ayuda

Los hombres siguen gritando. Parte de los gritos van dirigidos de unos a otros,pero la mayoría son para Ruby.

Oímos movimientos, pisotones. Un lado del camión vibra con un golpe.

—Empieza a caerme bien esta elefantita —susurra Bob.

—Voy por la grande —dice Mack—. A lo mejor ella puede convencer a lapequeña diablita para que salga del camión.

Mack abre la puerta de Stella.

—Anda, chica —la apremia, y desata el lazo que la amarra a la argolla en elsuelo.

Stella sale a la carrera, casi derribando a Mack. Corre todo lo que puede,cojeando visiblemente, hacia la parte trasera del camión, que está abierta. Supata maltrecha se golpea en el borde de la rampa y hace una mueca de dolor.La sangre empieza a chorrearle.

A mitad de la rampa, se detiene. El ruido en el camión cesa. Ruby se calla.

Stella sube lentamente el resto de la rampa, que rechina bajo su peso, y sé lomucho que le duele la pata por la manera torpe en que camina.

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Al final de la rampa se detiene, y adelanta su trompa hacia la oscuridad.

Esperamos.

La trompita gris asoma de nuevo. Con timidez tantea el aire. Stella enrosca sutrompa alrededor de la de la pequeña. Ambas emiten suaves ruidos sordos.

Esperamos un poco más. El centro comercial Gran Circo ha caído en elsilencio.

Paso, paso, pausa. Paso, paso, pausa.

Y ahí está la elefantita, tan pequeña que puede caber debajo de Stella, y sobraespacio. La piel le cuelga y se bambolea insegura mientras baja por la rampa.

—No es un espécimen de campeonato —dice Mack—, pero la conseguí muybarata de un circo que estaba en quiebra. La mandaron traer desde África, yllevaban apenas un mes con ella cuando quebraron —señala a Ruby con ungesto—. Lo cierto es que a la gente le encantan los bebés. Ya sean elefantesbebés, o gorilas. Y les apuesto a que si me dan un bebé caimán hago un grannegocio.

Stella conduce a Ruby hacia sus dominios. Mack y los dos hombres las siguen.Ante la puerta de Stella, la elefantita vacila.

Mack le da un empujón, pero ella no cede.

—¡Condenada! ¡A ver si entiendes cómo es esto! —murmura, pero Ruby no semueve, y tampoco Stella.

Mack toma una escoba y la levanta en el aire. Al instante, Stella se interponeentre él y Ruby, para protegerla.

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—¡A la jaula! ¡Las dos! —vocifera Mack.

Stella lo mira, pensativa. Con firme delicadeza, Stella empuja a la pequeñahacia sus dominios. Y sólo entonces, ella entra también. Mack cierra de unportazo, que resuena con un eco metálico.

Veo dos trompas entrelazadas. Oigo murmurar a Stella.

—¡Pobre pequeña! —dice Bob—. Bienvenida al centro comercial Gran Circo,en la salida 8, con galería de videojuegos, hogar de Iván, el único eincomparable, el único y sin par, el poderoso gorila espalda plateada.

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Noticias atrasadas

Cuando llega Julia, se sienta cerca de los dominios de Stella y contempla a labebé. Escasamente me habla.

Stella tampoco me habla. Está demasiado ocupada consolando y consintiendoa Ruby.

Es linda, la pequeña Ruby, con sus grandes orejas que se mueven como hojasde palmera. Pero yo soy guapo y fuerte.

Bob trota en círculo alrededor de mi panza antes de echarse en el mejor lugar.

—Convéncete, Iván —me dice—. Tú ya no eres noticia.

Julia saca una hoja de papel y un lápiz. Alcanzo a ver que está dibujando aRuby.

Me voy hacia un rincón de mis dominios a lamentarme. Bob rezonga. No legusta que perturbe sus siestas.

—Tu tarea —insiste el Papá de Julia. Ella suspira y hace a un lado su dibujo.

Suelto un gruñido, y Julia mira hacia donde estoy.

—Pobre, mi viejo Iván —dice—. No te he hecho nada de caso, ¿no?

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Gruño de nuevo, con voz digna e indiferente.

Julia piensa un poco y luego sonríe. Se acerca a mis dominios, al rincón dondeel vidrio está roto. Desliza unas hojas de papel hacia dentro. Hace rodar unlápiz por el piso de cemento.

—Tú también puedes pintar a la elefantita bebé —dice.

Parto el lápiz por la mitad con mis portentosos dientes. Luego, me como partedel papel.

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Trucos

Incluso después de que Julia y su Papá se van, yo sigo enfurruñado. Pero nosirve de nada.

Los gorilas no estamos hechos para esas cosas.

—Stella —la llamo—. Es luna llena, ¿viste?

A veces, cuando estamos de suerte, alcanzamos a ver un cachito de la luna porla claraboya del área de comidas.

—Sí, ya vi —dice ella, en susurros. Me doy cuenta de que Ruby debe estardormida.

—¿Ruby está bien? —pregunto.

—Está muy flaca, Iván —contesta—. Pobre pequeña. Pasó días enteros en esecamión. Mack se la compró a un circo, de la misma manera que me compró amí. Pero ella no llevaba mucho tiempo allí. Nació libre, como nosotros.

—¿Y va a estar bien? —pregunto.

Stella no responde a mi pregunta.

—Los domadores del circo la encadenaron al piso, Iván. Las cuatro patas,veintitrés horas al día.

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Trato de pensar por qué podría ser bueno eso. Siempre procuro darles a loshumanos el beneficio de la duda.

—¿Y por qué lo hacían? —pregunto al fin.

—Para quebrarle el carácter —dice Stella—. Para que pudiera aprender asubirse a un pedestal. Para que aprendiera a pararse sobre las patas traseras.Para que un perrito pudiera subirse a su lomo mientras ella da vueltas encírculos sin cesar.

Oigo el tono cansado de su voz y pienso en todos los trucos que Stella haaprendido.

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Presentaciones

Cuando me despierto, a la mañana siguiente, veo una trompita que se asomapor entre los barrotes de los dominios de Stella.

—Hola —dice una vocecita nítida—. Me llamo Ruby —y saluda con latrompa.

—Hola —contesto—. Yo soy Iván.

—¿Eres un mono? —pregunta ella.

—De ninguna manera.

Bob levanta las orejas, aunque mantiene los ojos cerrados.

—Es un gorila —aclara—, y yo soy un perro de ancestro incierto.

—¿Por qué se trepó el perro a tu panza? —pregunta Ruby.

—Porque me la encontré ahí —murmura Bob.

—¿Stella ya despertó? —pregunto.

—La tía Stella está dormida —dice—. Me parece que le duele la pata.

Ruby vuelve la cabeza. Sus ojos son como los de Stella, negros y de largas

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pestañas, como dos lagos muy profundos bordeados de hierba alta.

—¿Y el desayuno?

—Pronto —digo—. Cuando el centro comercial se abra y los empleadoslleguen.

—¿Y dónde…? —Ruby se voltea en la otra dirección—. ¿Dónde están losdemás elefantes?

—Son sólo Stella y tú —digo, y por alguna razón siento que acabo dedefraudarla.

—¿Y hay más como tú?

—No —respondo—, por el momento.

Ruby levanta un poco de heno y lo examina.

—¿Tienes Papá y mamá?

—Sí… en otros tiempos.

—Todo el mundo tiene Papás —aclara Bob—. Es inevitable.

—Antes del circo, yo vivía con mi mamá y mis tías y mis hermanas y misprimas —explica Ruby. Deja caer el manojo de heno, lo levanta de nuevo, lohace girar—. Están muertas.

No sé qué decir. No estoy disfrutando esta conversación, a decir verdad, perome doy cuenta de que Ruby no ha terminado con lo que quiere decir. Porcortesía digo:

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—Lo lamento mucho, Ruby.

—Los humanos las mataron —continúa.

—¿Quién más? —pregunta Bob y quedamos todos en silencio.

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Stella y Ruby

Stella se pasa toda la mañana acariciando a Ruby, dándole golpecitoscariñosos, olfateándola. Ambas se abanican con las orejas, sueltan ruidoscomo gruñidos y rugidos. Se mecen juntas como si estuvieran bailando. Rubyse agarra de la cola de Stella. Se desliza bajo su panza.

A ratos nada más se apoyan una contra otra, con las trompas entrecruzadas,como lianas en la selva.

Stella se ve tan feliz. Verlas es mejor que cualquier programa de la naturalezaque haya en la televisión.

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Hogar del único e incomparable Iván

George y Mack están en la autopista. Puedo verlos por una de mis ventanas.Están uno junto al otro, cada cual en una escalera de madera apoyada contra elanuncio que invita a detenerse para visitar a Iván, el único e incomparable, elúnico y sin par, el poderoso gorila espalda plateada.

George tiene una cubeta y un cepillo de palo muy largo. Mack tiene pliegos depapel. Sostiene uno sobre el anuncio, George mete el cepillo en la cubeta ymoja el papel con el líquido que esta contiene. De alguna manera, así consigueque el papel se quede en su lugar.

Pegan muchos pliegos de papel antes de terminar.

Cuando se bajan de las escaleras, veo que han agregado un dibujo de unapequeña elefanta al anuncio. La elefantita tiene la sonrisa torcida. Lleva unsombrero rojo y su cola se curva en espiral como la de un cerdo.

No se parece a Ruby.

Ni siquiera se parece a un elefante.

Apenas llevo un día de conocer a Ruby, y hubiera podido dibujarla mejor.

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Lecciones de arte

Ruby hace muchas preguntas: “¿Por qué tienes la panza tan grande, Iván?” y“¿Alguna vez has visto una jirafa verde?” y “¿Podrías conseguirme una de esasnubes rosas que están comiendo esos humanos?”.

Cuando pregunta:

—¿Qué es eso que hay en tu pared? —le explico que es una selva. Ella diceque las flores no huelen y que la cascada no tiene agua y que los árboles notienen raíces.

—Eso ya lo sé —le aclaro—. Es arte. Un dibujo hecho con pintura.

—¿Y tú sabes hacer arte? —pregunta ella.

—Sí, sí sé —respondo, e hincho el pecho tan sólo un poco—. Siempre he sidoun artista. Me encanta pintar.

—¿Por qué te encanta?

Hago una pausa. Nunca antes he hablado con nadie de esto.

—Cuando estoy pintando siento… siento calma dentro de mí.

Ruby frunce el entrecejo:

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—La calma aburre.

—No siempre.

Ruby se rasca la nuca con su trompa.

—¿Y qué es lo que pintas?

—Plátanos, más que nada. Cosas que encuentro en mis dominios. Mis cuadrosse venden en la tienda de regalos, a veinticinco dólares con marco.

—¿Qué es un marco? —pregunta Ruby—. ¿Qué es un dólar? ¿Qué es unatienda de regalos?

Cierro los ojos.

—Tengo algo de sueño, ¿sabes, Ruby?

—¿Alguna vez has conducido un camión?

No respondo.

—¿Iván? —pregunta ella—. ¿Bob puede volar?

Un recuerdo me devuelve rápidamente al pasado, y me sorprende. Pienso enmi padre, roncando tranquilamente al sol mientras yo trataba de despertarlocon todos los trucos que se me ocurrían.

Me doy cuenta de que quizás no dormía tan profundamente.

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Una golosina

—¿Cómo va esa pata, mi niña? —le pregunta George a Stella.

Stella saca la trompa por entre los barrotes. Inspecciona el bolsillo derecho dela camisa de George, en busca de la golosina que le trae sin falta noche trasnoche.

A mí no siempre me trae golosinas. Stella es su preferida, pero eso me tienesin cuidado, pues también es mi preferida.

Stella se da cuenta de que el bolsillo está vacío. Le da a George un golpecitocon la trompa, que expresa su frustración, y Julia suelta una risita.

Stella sigue al bolsillo izquierdo de George, y allí descubre una zanahoria.Rápidamente la extrae.

Mack pasa por allí.

—El inodoro del baño de hombres está tapado —dice—, un asco.

—Yo me encargo —suspira George.

Mack se da la vuelta para irse.

—Antes de que te vayas, Mack —le dice George—, sería bueno que vieras lapata de Stella. Me parece que está infectada nuevamente.

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—Esa maldita pata nunca se cura del todo —Mack se restriega los ojos—. Meocuparé de eso. Aunque estamos cortos de dinero. No puedo andar llamandoal veterinario cada vez que Stella estornuda.

George le acaricia la trompa a Stella. Ella busca en sus bolsillos otra vez, porsi hubiera algo más.

—Lo siento, pequeña —dice George, y mira alejarse a Mack.

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Chistes de elefantes

—¿Iván? ¿Bob?

Abro los ojos. El cielo del amanecer es un manchón gris salpicado de rosa,como un cuadro pintado con crayones de dos colores. Escasamente puedodistinguir a Ruby entre las sombras, que me saluda moviendo la trompa.

—¿Están despiertos? —pregunta ella.

—Ahora ya lo estamos —dice Bob.

—La tía Stella duerme todavía, y no quiero despertarla porque me dijo que ledolía la pata, pero de verdad estoy muy muy —hace una pausa para tomar aire—, pero muy aburrida.

Bob abre un ojo.

—¿Sabes qué hago cuando estoy aburrido?

—¿Qué? —pregunta Ruby ansiosa.

Bob cierra el ojo que abrió.

—Duermo.

—Es un poco temprano, Ruby —le digo.

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—Estoy acostumbrada a levantarme temprano —Ruby rodea uno de losbarrotes con su trompa—. En mi antiguo circo siempre nos levantábamoscuando aún estaba oscuro, después desayunábamos y caminábamos encírculos. Y luego me encadenaban las patas, y eso sí que dolía.

Ruby calla. Al instante, Bob está roncando.

—¿Iván? —pregunta Ruby—. ¿Te sabes algún chiste? Me gustan mucho los deelefantes.

—Mmmm… déjame pensar. Una vez le oí uno a Mack —bostezo—.Eeeemmm… ¿Cómo puedes saber que un elefante anduvo en el refrigerador?

—¿Cómo?

—Por las huellas en la mantequilla.

Ruby no reacciona. Me levanto un poco, para quedar apoyado en los codos yno molestar a Bob.

—¿Lo entendiste?

—¿Qué es un refrigerador? —pregunta Ruby.

—Es una cosa de los humanos, una caja fría con una puerta. Adentro meten lacomida.

—¿Meten la comida en la puerta? ¿O en la caja? ¿Es una caja grande? —pregunta Ruby—. ¿O chica?

Veo que esto va a tomar un rato, así que me enderezo para sentarme. Bob sedesliza por mi panza, gruñendo.

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Tomo mi lápiz, el que partí en dos con los dientes.

—Ven —propongo—, voy a pintarte un refrigerador.

En la escasa luz que hay, me toma algo de tiempo encontrar un trozo del papelque me dio Julia. Está un poco húmedo y untado de algo anaranjado. Creo quees mandarina.

Trato de pintar un refrigerador, lo mejor posible. El lápiz quebrado no meayuda, pero hago lo que puedo.

Para cuando termino, los primeros rayos del sol de la mañana han aparecidocon colores vibrantes de dibujos animados. Sostengo mi dibujo para que Rubylo vea.

Lo examina atentamente, con la cabeza ladeada de manera que uno de susnegros ojos enfoca el dibujo.

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—¡Caramba! ¿Tú lo hiciste? ¿Es eso de lo que estabas hablándome antes?¿Arte?

—Exacto. Puedo dibujar todo tipo de cosas. Las frutas me salen especialmentebien.

—¿Podrías dibujar un plátano ahora mismo? —pregunta ella.

—Por supuesto —le doy vuelta al papel y empiezo a hacer trazos.

—¡Caramba! —exclama Ruby de nuevo con voz de asombro cuando le

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muestro el dibujo—. Está como para comérselo.

Deja escapar un sonido alegre y cantarín, la risa elefantesca. Es como el cantode un pájaro que recuerdo de hace mucho tiempo, un pequeño pajaritoamarillo con un gorjeo como de agua danzarina.

Es curioso. Se me había olvidado por completo ese pajarito, cómo medespertaba todas las mañanas al amanecer, cuando yo aún estaba cómodamenteacurrucado en el nido de mi madre.

Se siente bien hacer reír a Ruby, así que dibujo otra cosa, y otra, en los bordesdel trozo de papel: una naranja, un caramelo, una zanahoria.

—¿Qué hacen ustedes dos? —pregunta Stella, y se queja un poco al tratar demover su pata maltrecha.

—¿Cómo amaneciste? —le pregunto.

—Se me nota la edad —dice ella—, pero bien.

—Iván me está pintando unos dibujos —agrega Ruby—. Y me contó un chiste.Iván me cae muy bien, tía Stella.

Stella me guiña un ojo.

—A mí también —dice.

—Iván, ¿quieres que te cuente mi chiste preferido? —pregunta Ruby—. Se looí a Maggie, una de las jirafas de mi antiguo circo.

—¡Claro que sí! —respondo.

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—Así va —Ruby se aclara la voz—. ¿Qué tienen los elefantes que ningún otroanimal puede tener?

“La trompa”, pienso, pero no lo digo porque no quiero echarle a perder ladiversión.

—No sé, Ruby. ¿Qué es lo que tienen los elefantes que ningún otro animalpuede tener?

—Pues bebés elefantes —dice ella.

—Muy buen chiste, Ruby —comento, mientras veo a Stella que le acaricia ellomo a Ruby con su trompa.

—Muy bueno —dice Stella en voz baja.

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Hijos

Alguna vez le pregunté a Stella si había tenido hijos.

Negó moviendo la cabeza.

—Nunca tuve esa alternativa.

—Hubieras sido una magnífica mamá —le dije.

—Gracias, Iván —contestó, evidentemente complacida—. Eso quisierapensar. Tener crías implica una responsabilidad muy grande. Tienes queenseñarles a darse baños de barro, claro, e insistir en la importancia de lafibra en su dieta —miró hacia otro lado, pensativa.

Los elefantes sí que saben verse pensativos.

—Creo que lo más difícil de tener hijos es mantener a tus bebés a salvo decualquier peligro —añadió luego de un rato—. Saber cómo protegerlos.

—Como hacen los gorilas espalda plateada en la selva —dije yo.

—Exactamente —asintió ella.

—Eso también lo hubieras hecho bien —dije con confianza.

—Yo no estoy tan segura —respondió ella, mirando los barrotes a su

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alrededor—. No estoy para nada segura.

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El estacionamiento

Mack y George charlan mientras George limpia una de mis ventanas.

—George —dice Mack arrugando el ceño—, hay algo raro con elestacionamiento.

George suspira.

—Iré a ver en cuanto termine con esta ventana. ¿Qué es lo que sucede?

—Hay carros estacionados, eso es lo que es raro. ¡Carros, George! —Macksonríe—. Me parece que las cosas están empezando a mejorar. Debe ser por elanuncio. La gente ve a esa elefantita, y no pueden dejar de detenerse y gastar eldinero que se ganaron con el sudor de su frente.

—Eso espero —dice George—. No nos caería nada mal que las cosasmejoraran.

Mack tiene razón. He notado que tenemos más público desde que él y Georgeañadieron la imagen de Ruby al anuncio. La gente se agolpa alrededor de susdominios, exclamando con admiración al ver a semejante elefantita tanpequeña.

Contemplo el anuncio que hace que los humanos se detengan y gasten el dineroque se ganan con el sudor de su frente. Tengo que reconocer que el dibujo deRuby es simpático, aunque no parezca una elefantita de verdad.

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Me pregunto si Mack podría agregarle un sombrerito rojo y una cola en espirala mi imagen del anuncio. A lo mejor así habría más visitantes frente a misdominios.

No me caerían mal esas exclamaciones de admiración.

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La historia de Ruby

—Iván, cuéntame otro chiste ¡por favor! —me ruega Ruby después de lafunción de las 2.

—Creo que se me acabaron los chistes —confieso.

—Entonces, un cuento —dice Ruby—. La tía Stella duerme y no tengo nadaqué hacer.

Me doy golpecitos en la quijada. Intento pensar. Pero cuando miro hacia laclaraboya del área de comidas, me maravillo con las nubes que pasanrápidamente.

Ruby mueve una pata con impaciencia.

—¡Ya sé! Yo te voy a contar un cuento —propone—. Uno que sucedió deverdad.

—Buena idea —respondo—. ¿De qué se trata?

—Se trata de mí —Ruby baja la voz—. Es sobre mí y de cómo caí en unagujero. Un enorme agujero que los humanos cavaron.

Bob para las orejas y se reúne conmigo en la ventana.

—Siempre me gustan las historias de agujeros y excavaciones —dice.

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—Era un enorme agujero lleno de agua cerca de una aldea —dice Ruby—. Nosé por qué lo habrían hecho los humanos.

—Es que a veces tienes ganas de hacer huecos por el puro placer de cavar —reflexiona Bob.

—Buscábamos comida —dice Ruby—, mi familia y yo. Pero me alejé unpoco, me perdí y fui a parar demasiado cerca de la aldea —me mira, con losojos bien abiertos—. Estaba tan asustada que me caí en ese agujero.

—Tenías razón en estar asustada —la consuelo—. Yo también hubiera sentidomiedo.

—Yo también —admite Bob—, y eso que a mí me gustan los agujeros.

—El agujero era enorme —Ruby asoma la trompa por entre los barrotes ytraza un círculo con ella—. ¿Y saben qué? —pero continúa sin esperarrespuesta—. El agua me llegaba al cuello y estaba segura de que allí iba amorir.

Siento un escalofrío.

—¿Y qué pasó después? —pregunto.

—Yo les cuento lo que sucedió —dice Bob con tono misterioso—. Lacapturaron, la metieron en una caja y la mandaron lejos, y aquí la tenemos.Justo lo mismo que hicieron con Stella —hace una pausa para rascarse unaoreja—. ¡Esos humanos! Hasta las ratas tienen más corazón. Hasta lascucarachas tienen un alma más bondadosa. Hasta las moscas…

—¡No, Bob! —interrumpe Ruby—. Te equivocas. Estos humanos meayudaron. Cuando me vieron atrapada allí, fueron por lazos y los pasaron

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alrededor de mi cuello y de mi panza. Toda la aldea ayudó, hasta los niños ylos abuelos, y todos jalaron y jalaron…

Ruby calla. Tiene las pestañas húmedas, y sé que debe estar recordando todoslos sentimientos de ese día.

—… y me salvaron —termina en un susurro.

Bob parpadea incrédulo.

—¿Te salvaron? —repite.

—Cuando logré salir, todos gritaron de alegría —dice ella—. Y los niños medieron fruta. Y después todos esos humanos me guiaron hacia mi familia. Lestomó el día entero encontrarla.

—Increíble —exclama Bob, todavía sin poderlo creer.

—Es verdad —dice Ruby—. Todo lo que he dicho es cierto.

—Claro que es cierto —anoto.

—He oído de rescates como ese antes —es la voz de Stella. Se oye tancansada. Lentamente llega hasta donde está Ruby—. Los humanos consiguensorprendernos a veces. Una especie impredecible, estos Homo sapiens.

Bob sigue sin convencerse.

—Pero Ruby está aquí ahora —señala—. Si los humanos fueran tan fabulosos,¿quiénes fueron los que la trajeron hasta acá?

Le lanzo a Bob una mirada de enojo. A veces no sabe cuándo es mejor

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quedarse callado.

Ruby traga saliva, y me parece que está a punto de echarse a llorar. Perocuando habla, su voz se oye fuerte.

—Fueron humanos de los malos los que mataron a mi familia y los que memandaron para acá. Pero ese día en el agujero, fueron humanos los que mesalvaron —Ruby recuesta la cabeza sobre el hombro de Stella—. Esos eranbuenas personas.

—No tiene lógica —dice Bob—. No logro entenderlos, nunca podré.

—No eres el único —digo, y vuelvo la mirada hacia las nubes grises quepasan apresuradas.

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Un éxito

A Stella le duele tanto la pata que en la función de las 2 el dolor no le permitehacer ningún truco elaborado. En lugar de eso, Mack la saca de sus dominios,cojeando, para ir a dar una triste vuelta a la pista.

Ruby la sigue como si fuera su sombra. Sus ojos se abren asombrados cuandoSnickers salta al lomo de Stella para luego posarse en la cabeza.

En la función de las 4, Stella no logra llegar más allá de la entrada a la pista, yRuby se niega a alejarse de ella.

Para la función de las 7, Stella permanece en sus dominios. Cuando Mack va abuscar a Ruby, Stella le dice algo al oído a la elefantita, que la mira con ojossuplicantes, pero tras un momento, sigue a Mack hacia la pista.

Ruby está solita. Los reflectores la hacen parpadear. Menea sus orejas. Hacesonar su diminuta trompa.

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Los humanos dejan de comer sus palomitas de maíz. Sueltan exclamacionesenternecidas. Aplauden.

Ruby es todo un éxito.

No sé si sentirme triste o contento.

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Preocupación

Cuando Julia aparece después de la función, llega con tres gruesos libros, unlápiz y algo que ella llama marcadores mágicos.

—Toma, Iván —dice y desliza dos marcadores mágicos y una hoja de papeldentro de mis dominios.

Me gustan esos colores de atardecer, rojo y morado. Pero no tengo ganas decolorear. Me preocupa Stella. Ha estado muy callada y quieta toda la tarde, yno ha probado su cena.

Julia sigue mi mirada.

—¿Y dónde está Stella? —pregunta, y va hacia la puerta de sus dominios.Ruby extiende la trompa y Julia la acaricia—. Hola, bebé —la saluda—.¿Stella está bien?

Stella está tendida sobre un montón de heno sucio. Su respiración suenaentrecortada.

—Papá —llama Julia—, ¿podrías venir un momento?

George deja su trapeador.

—¿Tú crees que está bien, Papá? —pregunta—. Oye cómo respira. ¿Podemosavisarle a Mack? Creo que las cosas no andan nada bien.

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—Él ya debe saberlo —dice George frotándose la barbilla—. Siempre losabe. Pero es que un veterinario cuesta mucho, Julia.

—¡Por favor, Papá! —Julia tiene los ojos llenos de lágrimas—. Avísale aMack.

George mira a Stella, se lleva las manos a la cintura y suspira. Va a buscar aMack.

No consigo oír todo lo que dice, pero veo que los labios de George setransforman en una delgada línea tensa.

Las expresiones de los humanos se parecen mucho a las de los gorilas.

—Mack dice que el veterinario vendrá mañana en la mañana si Stella nomejora. Dice que no va a permitir que le pase nada, y menos con todo eldinero que ha invertido en ella —George le acaricia el pelo a su hija—. Va aponerse bien. Es una elefanta muy fuerte.

Julia se sienta junto a los dominios de Stella hasta que llega la hora de irse acasa. No hace su tarea. Ni siquiera pinta.

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La promesa

Mis dominios brillan bajo la luz de la luna cuando me despierto porque Stellame llama.

—¿Iván? —dice Stella con un susurro ronco—. ¿Iván?

—Aquí estoy, Stella —me enderezo abruptamente y Bob resbala de miestómago. Corro hacia una de mis ventanas. Veo a Ruby junto a Stella,profundamente dormida.

—Iván, quiero que me prometas una cosa —dice Stella.

—Lo que quieras —respondo.

—Nunca le he pedido a nadie que me prometa nada, porque las promesas sonpara siempre, y “para siempre” es un lapso de tiempo muy largo. Más cuandouno está en una jaula.

—En unos dominios —la corrijo.

—Dominios, de acuerdo —repite.

Me levanto hasta alcanzar toda mi estatura.

—Te lo prometo, Stella —digo con una voz muy semejante a la de mi padre.

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—Pero no sabes aún lo que te estoy pidiendo —responde, y cierra los ojosunos instantes. Su enorme pecho se estremece.

—Igual, te lo prometo.

Stella no dice nada durante un buen rato.

—No importa —dice al fin—. No sé en qué estaba pensando. El dolor metiene confundida.

Ruby se mueve. Su trompa se estira, como si tratara de alcanzar algo que noestá ahí.

Cuando pronuncio las palabras, me sorprenden.

—Quieres que me ocupe de Ruby.

Stella asiente con un gesto rápido que la hace estremecer.

—Si ella pudiera vivir una vida que fuera… diferente de la mía. Necesita unlugar seguro, Iván… no…

—No vivir aquí —digo.

Sería más sencillo prometerle dejar de comer, dejar de respirar, dejar de serun gorila.

—Te lo prometo, Stella —le digo—. Te doy mi palabra de gorila espaldaplateada.

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Saberlo

Antes que Mack, antes que Bob e incluso que la propia Ruby, sé que Stella seha ido.

Lo sé, al igual que uno sabe que el verano ha terminado y que se acerca elinvierno. Lo sé, y ya.

Stella una vez me dijo bromeando que los elefantes eran superiores porquesentían más dicha y más pena que los simios.

—El corazón de los gorilas está hecho de hielo, Iván —dijo, con los ojosbrillantes—. El de los elefantes, de fuego.

Ahora mismo daría todas las pasas recubiertas de yogur del mundo por tenerun corazón de hielo.

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Cinco hombres

Bob lo oyó de una rata, una de fiar, que habían echado el cadáver de Stella enun camión de la basura.

Se necesitaron cinco hombres y un montacargas para hacerlo.

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Consuelo

Me paso el día tratando de consolar a Ruby. Pero, ¿qué le puedo decir?

¿Que Stella llevó una vida plena y feliz? ¿Que vivió como se suponía quedebía hacerlo? ¿Que murió rodeada de sus seres queridos?

Al menos lo último es cierto.

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Llanto

Julia llora toda la tarde, mientras su padre barre, trapea y sacude y lava losbaños.

Cuando George ve a Mack, corre hacia él. Sólo alcanzo a distinguir algunas desus palabras. Veterinario. Nuestro deber. Mal.

Mack se encoge de hombros, y luego se encorva. Se aleja sin decir palabra.

Cuando George limpia las huellas de dedos de mi ventana, veo que tiene lasmejillas mojadas. No cruza la mirada con la mía.

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Iván, el único e incomparable, el único y sin par

Cuando todos los humanos se van, envío a Bob para que me diga cómo ve aRuby.

—¿Cómo está? —le pregunto al regresar.

—Estaba temblando —dice Bob—. Traté de cubrirla con heno. Y le dije queno se preocupara porque tú ibas a salvarla.

Lo fulmino con la mirada.

—¿Le dijiste qué?

—Se lo prometiste a Stella —baja la cabeza al responder—. Quería hacerlasentir mejor.

—No he debido hacer esa promesa, Bob. Tan sólo quería… —señalo losdominios de Stella, y por un momento siento que se me olvidó cómo respirar—. Quería darle una alegría a Stella, supongo. Pero no puedo salvar a Ruby.Ni siquiera soy capaz de sal-varme yo.

Me dejo caer hacia atrás. El cemento siempre está frío, pero esta nochelastima.

Bob salta a mi panza.

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—Eres Iván, el único e incomparable, el único y sin par, el poderoso gorilaespalda plateada —dice.

Me lame la barbilla, y no es que esté buscando restos de comida.

—Dilo —me ordena Bob.

Desvío la mirada.

—Dilo, Iván.

No respondo, y Bob me lame la nariz hasta que ya no aguanto más.

—Soy Iván, el único e incomparable, el único y sin par —murmuro.

—Y que no se te olvide nunca —agrega.

Cuando miro hacia el área de comidas, la luna que tanto le gustaba a Stellaestá envuelta en una mortaja de nubes.

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Había una vez

Durante toda la noche Ruby gime y solloza. Yo doy vueltas en mis dominios.No quiero dormirme, por si acaso ella necesitara algo.

—Iván —dice Bob quedito—, duerme aunque sea un poco. Por favor. Es porti, y también por mí.

Bob no puede dormir si no está sobre mi panza.

Oigo un movimiento.

—¿Iván? —me llama Ruby.

Corro a mi ventana.

—¿Estás bien, Ruby?

—Extraño a la tía Stella —solloza—. Y a mi mamá y mis hermanas y mis tíasy mis primas.

—Ya lo sé —digo, porque no se me ocurre nada más.

Ruby gimotea.

—No puedo dormir. ¿Te sabes alguna historia, como la tía Stella?

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—No —confieso—, las historias eran especialidad de Stella.

—Cuéntame de cuando eras pequeño —pide Ruby. Asoma la trompa por entrelos barrotes—. ¡Por favor, Iván!

Me rasco la cabeza.

—No suelo acordarme de las cosas, Ruby —reconozco.

—Es cierto —dice Bob, tratando de ayudar—. Iván tiene una memoria fatal.Es lo opuesto a un elefante.

Ruby deja escapar un suspiro friolento.

—Está bien, no hay problema. Buenas noches Iván… y Bob.

Oigo los sollozos de Ruby durante largos y horribles minutos.

Y luego me oigo decir:

—Había una vez un gorila llamado Iván.

Entonces, lenta y deliberadamente, hago un esfuerzo por recordar.

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El Gruñido

Nací en un lugar que los humanos llaman África Central, en una densa selva,tan hermosa que ningún crayón podría hacerle justicia.

Los gorilas no le ponen nombre a sus bebés tan pronto como nacen, como síhacen los humanos. Primero los conocemos. Esperamos a ver señales de cómoserán.

Cuando mis padres vieron cuánto le gustaba a mi hermana gemela correr yperseguirme por la selva hasta alcanzarme, decidieron llamarla Quetepilla.

Y cómo me gustaba jugar a que tratara de atraparme. Ella era muy ágil, ycuando yo me acercaba mucho, saltaba sobre mi padre, tomándolo porsorpresa. Entonces yo hacía lo mismo, y ambos rebotábamos sobre su panza,hasta que nos amonestaba con el Gruñido, una especie de resoplido queindicaba que ya había sido suficiente.

Ese juego nunca nos cansaba.

Aunque tal vez mi padre no estaría de acuerdo.

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Fango

A mis padres no les tomó mucho tiempo encontrarme un nombre. Todo el día,todos los días, yo dibujaba. Pintaba sobre las piedras y la corteza de losárboles y sobre el lomo de mi pobre madre.

Usaba savia de los árboles. Jugo de las frutas. Pero más que nada, usaba fangopara pintar.

Y así fue como me llamaron: Fango.

Para un humano, Fango puede no parecer un nombre adecuado. Para mí, lo eratodo.

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Protector

Mi familia, que los humanos llaman clan, era como cualquier otra familia degorilas. Éramos diez: mi padre, el espalda plateada; mi madre y otras treshembras adultas; un macho joven llamado espalda negra; y otros dos gorilasjóvenes. Quetepilla y yo éramos los bebés del grupo.

A veces teníamos peleas, como todas las familias. Pero mi padre sabía cómollamarnos al orden con un simple gesto. Y la mayor parte del tiempo,disfrutábamos con lo que se suponía que debíamos hacer: comer y rebuscar ydormitar y jugar.

Mi padre era muy diestro para llevarnos adonde estuvieran las frutas másmaduras para el festín de la mañana, y a las mejores ramas para hacer nuestrosnidos nocturnos. Era todo lo que se supone que debe ser un espalda plateada:un guía, un maestro, un protector.

Y nadie era capaz de golpearse el pecho mejor que él.

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Una vida perfecta

Los bebés gorilas y los bebés elefantes y los bebés humanos no son muydiferentes, aunque un gorila pasa la mayor parte del día montado sobre el lomode su mamá, cual vaquero a caballo. Es un sistema muy bueno, al menos desdeel punto de vista del bebé.

Lentamente, con cuidado, un joven gorila empieza a aventurarse cada vez máslejos de la seguridad de los brazos de su madre. Aprende lo que necesitarápara ser adulto: a hacer un nido de ramas (entretejiéndolas bien apretadas paraque no se suelten durante la noche); a golpearse el pecho (con las palmascóncavas para amplificar el sonido); a columpilianarse de árbol en árbol (nohay que soltarse); a ser bondadoso, fuerte y leal.

Crecer como gorila es igual que crecer siendo cualquier otra cosa. Uno cometeerrores, juega, aprende, y vuelve a empezar todo de nuevo.

Por un tiempo fue una vida perfecta.

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El final

Un día, cuando el aire caliente reverberaba, vinieron los humanos.

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Liana

Tras capturarnos a mi hermana y a mí, nos embalaron apretujados en una cajaque olía a orines y a miedo.

De alguna forma, supe que para sobrevivir, tenía que dejar que mi antigua vidamuriera. Pero mi hermana no pudo dejar atrás nuestro hogar, que la manteníaprisionera como si fuera una liana que se extendiera a lo largo de millas,consolándola, y estrangulándola.

Estábamos aún en la caja cuando me miró sin verme, y supe que la lianafinalmente se había roto.

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Humano temporalmente

Fue Mack quien abrió con una palanca esa caja. Fue Mack quien me compró yquien me crió como un bebé humano.

Usé pañales. Tomé biberón. Dormí en camas humanas, me senté en asientos dehumanos, presté atención mientras las palabras humanas me rodeaban como unenjambre de abejas malhumoradas.

En ese entonces, Mack tenía una esposa. Helen se reía con facilidad, perotambién se enojaba con facilidad, sobre todo cuando yo rompía algo, cosa quesucedía con frecuencia.

Esta es la lista de lo que rompí mientras viví con Mack y Helen:

1 cuna46 vasos7 lámparas1 sofá3 cortinas de ducha3 barras de cortina de ducha1 licuadora1 televisor1 radio3 dedos de los pies (míos)

Rompí la licuadora cuando le embutí dos tubos de crema dental y una botella

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de pegamento dentro. Me rompí los dedos al tratar de columpiarme de unalámpara de techo. Rompí 46 vasos… bueno, ¡hay tantas maneras de romper unvaso!

Los fines de semana, Mack y Helen me llevaban en su convertible a unrestaurante de comida rápida, donde ordenaban papitas fritas y una malteadade fresa para mí. A Mack le encantaba ver la expresión en la cara de la cajeracuando se acercaba en el carro y pedía: “¿Podría darme más cátsup para mihijo?”.

Íbamos a juegos de béisbol, a la tienda, al cine e incluso al circo (no tenían ungorila). Yo andaba en una pequeña motocicleta, y en mi pastel de cumpleañossoplaba las velitas.

Mi vida como humano fue glamorosa, aunque quizás mis padres, gorilastradicionales, no la hubieran aprobado.

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Hambre

En mi nueva vida como humano, me cuidaban bastante. Comía hojas delechuga con aderezo mil islas, y manzanas acarameladas, y palomitas de maízcon mantequilla. Mi panza creció.

Pero el hambre, al igual que la comida, se manifiesta en muchas formas ycolores. En las noches, acostado a solas con mi pijama de Winnie Pooh, sentíauna especie de hambre del hábil toque de una mano amiga que me acicalara elpelaje, de los gruñidos alegres de una pelea de juego, de la fácil seguridad queme ofrecía mi clan cercano, rebuscando entre las sombras.

“Recuerda lo que le sucedió a Quetepilla”, me decía. “No pienses en laselva”.

Todavía me sucede, que a veces estoy despierto en las noches, añorando latibia cercanía de un semejante, dormido en un nido nocturno de hojas tiernas.

Me gustaba que me dejaran caer sorbos de refresco en la boca, como si fuerauna cascada burbujeante. Pero de vez en cuando, anhelaba buscar un tallotierno de yuca, o sentir el deseo de agarrar un mango que quedaba fuera de mialcance.

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Bodegón

Un día, Helen llegó a casa con una cosa grande y plana, envuelta en papelmarrón.

—Mira lo que compré hoy —dijo entusiasta mientras rasgaba el papel—. Uncuadro para colgar sobre el sofá de la sala.

—Frutas en un tazón —dijo Mack encogiéndose de hombros—. Qué gran cosa.

—Esto es arte. Se llama “bodegón” —explicó Helen—, y a mí me parece unapreciosidad.

Me acerqué a toda prisa para examinar el cuadro, maravillado por los coloresy las formas.

—¿Ves? —dijo—. A Iván le gusta.

—A Iván le gusta hacer bolas con su caca y tirárselas a las ardillas —dijoMack.

Yo no podía quitarle la vista de encima a las manzanas y las uvas y losplátanos del cuadro. Se veían tan reales, tan tentadores, tan… apetitosos.

Extendí un brazo para tocar una uva y Helen me dio una palmada en la mano.

—Niño malo, Iván. No se toca —le hizo un ademán a Mack con el pulgar—.

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Ve por un martillo y un clavo, cariño, ¿quieres?

Mientras Mack y Helen andaban ocupados en la sala, yo fui a la cocina. Sobrela mesa vi un pastel cubierto con chocolate.

Me gusta el pastel, de hecho, me encanta. Pero no era en comer en lo queestaba pensando. Era en pintar.

La cubierta de chocolate tenía picos y hondonadas, como olas en un pequeñoestanque. Se veía cremosa y densa, oscura y untuosa.

Parecía fango.

Tomé con la mano un poco de la cubierta de chocolate. Luego más.

Fui hacia la puerta del refrigerador. Era perfecta: un lienzo blanco y vacío,aguardándome.

La cubierta de chocolate no era tan manejable como el fango de la selva. Eramás pegajosa y, por supuesto, más apetitosa para comer.

Pero seguí en lo mío. Le quité hasta el último vestigio de cubierta al pastel.

También puede ser que me hubiera comido algún trozo.

No recuerdo qué trataba de pintar. Probablemente un plátano. Supongo quesabía que iba a meterme en problemas.

Pero en ese momento, nada me importaba. Quería hacer algo, cualquier cosa,como solía hacerlo antes.

Quería ser un artista de nuevo.

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Castigo

Rápidamente aprendí que los humanos son capaces de chillar más alto que lossimios.

Luego de eso, jamás se me permitió volver a la cocina.

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Bebés

En ese entonces, el centro comercial Gran Circo era más pequeño. Tenía unapista para montar en pony, un trenecito de madera que daba la vuelta por elestacionamiento, unos cuantos loros de plumaje descuidado y un mono arañahuraño.

Pero cuando Mack me llevó, un gorila bebé vestido con un smoking nuevecito,todo cambió.

Vino gente de todas partes a tomarse fotos conmigo. Me trajeron bloques deconstrucción y una guitarra de juguete. Me sentaban en sus regazos. Una veztambién sostuve a una bebé en el mío.

Era pequeña y resbalosa. Por entre los labios le asomaban burbujitas. Meapretaba los dedos. Tenía el trasero esponjado con algo de relleno. Suspiernas se curvaban como ramas torcidas.

Le hice una mueca. Ella hizo otra. Le gruñí. Ella me gruñó.

Me daba tanto miedo que se me fuera a caer que la apreté entre mis brazos y sumadre me la arrebató.

Me pregunto si mi madre alguna vez se preocupó por dejarnos caer. Siemprenos sostuvimos, pero eso es mucho más fácil cuando uno tiene una mamápeluda.

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Los bebés humanos son muy feos. Pero sus ojos son como los de nuestrosbebés.

Demasiado grandes para sus caras, y para el mundo.

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Camas

Un día, luego de muchas semanas de gritos, Helen empacó una maleta, dio unportazo a la puerta del frente y jamás volvió.

No supe por qué. Nunca sé de las razones de los humanos.

Esa noche, dormí con Mack en su cama.

Mis nidos de otros tiempos estaban tejidos con hojas y ramitas y tenían laforma de una tina, como capullos verdes y frescos.

La cama de Mack, al igual que la mía, era plana, caliente, sin ramitas niestrellas.

Pero él al dormir dejaba escapar un ruido sordo que se parecía al que hacía mipadre cuando todo estaba en orden, un sonido que salía de lo profundo de suvientre.

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Mi espacio

Mack se fue haciendo hosco. Yo me hice más grande. Me convertí en lo quedebía ser: demasiado grande para las sillas, demasiado fuerte para losabrazos, demasiado imponente para encajar en una vida humana.

Traté de mantener la calma, de moverme con dignidad. Hice lo mejor que pudepara comer con delicadeza. Pero las costumbres humanas son difíciles deaprender, y más cuando uno no es humano.

Cuando vi mis nuevos dominios, me entusiasmé. ¿Quién no lo hubiera hecho?En ellos no había muebles qué romper. Ni vasos qué quebrar. Ni un excusadopara tirar en él las llaves de Mack.

Hasta tenía un columpio de llanta.

Fue un alivio tener mi propio espacio.

De alguna forma, no pensé que pasaría aquí tanto tiempo.

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Ahora tomo Pepsi, como manzanas algo pasadas y veo refritos en el televisor.

Pero muchos días olvido lo que se supone que debo ser. ¿Soy un humano?¿Soy un gorila?

Los humanos tienen tantas palabras, más de las que necesitan.

Aun así, no tienen un nombre para lo que soy.

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Nueve mil ochocientos setenta y seis días

Ruby finalmente se quedó dormida. Observo cómo sube y baja su pecho alrespirar. Bob también se durmió, y ronca.

Pero mi mente sigue dando vueltas. Quizás por primera vez en mi vida, heestado recordando.

Es una historia extraña para recordar, tengo que reconocerlo. Mi historia tieneuna forma rara: un comienzo trunco, y desarrollo sin fin.

Cuento los días que he vivido con humanos. Los gorilas saben contar tan biencomo el que más, aunque no es una habilidad especialmente útil cuando unovive en la selva.

He olvidado tantas cosas, y a pesar de todo siempre sé con exactitud cuántosdías llevo en mis dominios.

Busco uno de los marcadores mágicos que Julia me dio. Dibujo una Xpequeñita en mi pared que tiene la selva pintada.

Hago más X y más. Hago una por cada día que he vivido entre los humanos.

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Marcas que se ven así:

Durante el resto de la noche, marco los días, y cuando termino mi pared se veasí:

Y así, hasta que hay nueve mil ochocientas setenta y seis X marchando a travésde mi pared como un desfile de insectos feúchos.

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Una visita

Ya casi amanece cuando oigo pasos. Es Mack. Despide un olor agrio. Nocamina derecho.

Se para junto a mis dominios. Tiene los ojos enrojecidos. Mira por la ventanaal estacionamiento vacío.

—Iván, mi viejo —murmura—. Iván —apoya la frente contra el vidrio—.Hemos pasado por tantas cosas… tú y yo.

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Un nuevo comienzo

Durante dos días no vemos a Mack. Cuando vuelve, no habla de Stella.

Dice que está ansioso por enseñarle algunos trucos a Ruby. Dice que elanuncio está atrayendo nuevos visitantes. Dice que es hora de un nuevocomienzo.

Toda la tarde hasta el anochecer, Mack trabaja con Ruby. La pequeña tiene lascuatro patas enlazadas con cuerda para que no pueda correr. Una pesadacadena cuelga de su cuello. Mack le muestra la pelota de Stella, su pedestal,su banquito. Le presenta a Snickers.

Cuando ella obedece, Mack le da un cubo de azúcar o un trocito de manzanaseca. Cuando no, grita y patea el aserrín de la pista.

A la hora en que llegan George y Julia, Mack sigue entrenando a Ruby. Julia sesienta en una banca a mirarlos. Dibuja un poco, pero más que nada observa aRuby.

Bob también los mira. Está escondido en un rincón de mis dominios, debajo deNoesquetepilla. Afuera llueve, y a Bob no le gusta mojarse las patas.

Ruby marcha pesadamente detrás de Mack, con la cabeza baja. Dan vueltas yvueltas alrededor de la pista. A veces Mack le da una palmada en el flanco.

De repente, Ruby se detiene. Mack tira con fuerza de la cadena, pero Ruby se

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rehúsa a moverse.

—Anda, Ruby —dice Mack, casi suplicándole—. ¿Qué te sucede?

“Está exhausta”, me digo. “Eso sucede”.

Mack gruñe:

—Elefanta idiota.

—Humano idiota —murmura Bob.

—Camina, Ruby —digo, aunque ella está demasiado lejos para alcanzar aoírme—. Haz lo que dice Mack.

—Camina —le ordena—. Ya.

Ruby no camina. Deja caer su parte trasera en el piso de aserrín.

—Me parece que está cansada —dice Julia.

Mack se limpia la frente con el brazo.

—Sí, ya sé. Todos estamos cansados.

Empuja a Ruby con el tacón de su bota. Ella no le hace caso.

George mira desde el área de comidas, donde está limpiando las mesas.

—Mack —le grita—, tal vez debías dejar las cosas así por hoy. Yo meencargo de cerrar.

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Mack le da un jalón a la cadena de Ruby. Ella está tan firme y plantada comoun tronco de árbol. Mack tira con más fuerza y cae de rodillas.

—Ya fue suficiente —dice Mack, y se limpia el aserrín de los pantalones—.Suficiente de jugar.

Mack va a zancadas a su oficina. Al volver, lleva en la mano un palo largo,con una pieza brillante en un extremo, tan bonita como una rebanada de luna.

Es un garfio.

Mack tantea a Ruby con la punta del garfio. No lo hace con fuerza, nada másun toquecito.

Puedo ver que quiere que la elefantita se dé cuenta de que eso la puedelastimar.

Suelto un gruñido, grave y gutural.

Ruby no se inmuta. Es una mole gris inmóvil. Cierra los ojos y por unmomento me pregunto si se habrá quedado dormida.

—Te lo advierto —dice Mack. Resopla, mira fijamente al techo.

Ruby también resopla.

—Está bien —sigue Mack—. ¿Eso es lo que quieres?

Levanta en alto el garfio.

—¡No! —grita Julia.

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—No la voy a lastimar —dice Mack—. Sólo quiero llamarle la atención.

Bob gruñe.

Mack asesta el golpe. El garfio corta el aire y pasa a pocos centímetros porencima de la cabeza de Ruby.

—¿Entiendes por qué no es buena idea llevarme la contraria? —dice Mack ylevanta el garfio de nuevo—. ¡Ahora, muévete!

Ruby sacude la cabeza lanzando su trompa hacia Mack.

Hace un ruido que levanta el aserrín y pone a vibrar mi ventana.

Es la muestra de enojo más linda que yo haya escuchado.

La trompa golpea a Mack.

No me doy cuenta de dónde cae el golpe, en algún lugar debajo de suestómago, me parece. Y sé que debe ser molesto porque deja caer el garfio yse dobla en dos antes de ovillarse en el suelo y pegar de alaridos como unbebé.

—Justo en el blanco —dice Bob.

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Pobre Mack

Mack suelta un gemido. Con trabajo se pone en pie y camina renqueando hastasu oficina. Ruby lo observa alejarse. No puedo descifrar su expresión. ¿Estáasustada? ¿Aliviada? ¿Orgullosa?

Una vez que Mack se ha ido, George y Julia sacan a Ruby de la pista.

—Todo está bien, pequeña, todo está bien —le dice Julia, acariciándole lacabeza.

Instalan a Ruby en sus dominios y se aseguran de que tenga agua limpia ycomida. No pasa mucho antes de que la elefantita se quede dormida.

—¿Papá? —pregunta Julia mientras George cierra la puerta metálica—.¿Crees que Mack podría llegar a lastimar a Ruby?

—No creo, Julia —dice él—. Al menos, espero que no.

—Tal vez deberíamos llamar a alguien.

George se rasca la barbilla.

—Quisiera poder ayudar a Ruby, pero no sé cómo. ¿A quién puedo llamar? ¿Ala policía elefantesca? Además… —George baja la cabeza—, necesito estetrabajo, Julia. Lo necesitamos todos. Tu mamá, las cuentas del médico —besala cabeza de Julia—. Volvamos al trabajo, los dos.

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Julia suspira y alcanza su mochila. Saca una hoja de papel, una botella de aguay una cajita de metal.

—Las tareas primero —dice George, advirtiendo con un dedo—, despuéspuedes pintar.

—Pero esto es para la clase de arte —explica Julia—. Estamos pintando conacuarelas. Voy a pintar a Ruby.

George sonríe.

—Está bien. Pero no se te olvide la ortografía.

—¿Papá? —pregunta otra vez—. ¿Viste la cara de Mack cuando Ruby lepegó?

George asiente.

—Sí, la vi —dice con solemnidad y en seguida menea la cabeza de lado alado—. Pobre Mack.

Se aleja, y en ese momento lo oigo reír.

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Colores

Julia abre la caja de metal. Veo una fila de cuadraditos. Verde, azul, rojo,negro, amarillo, morado, anaranjado. Los colores parecieran brillar.

Saca un palito con un mechoncito en un extremo, un pincel. Mete el palito enagua y moja el papel. Después, toca el cuadrado rojo.

Cuando el pincel toca el papel húmedo, el color se transforma en pétalos quese van abriendo como flores en la mañana.

No puedo quitarle los ojos de encima a ese pincel mágico. Durante unmomento, me olvido de Ruby y Mack y del garfio y de Stella…

Casi.

Julia toca de nuevo el rojo, luego el azul, y de repente aparece el morado deuna uva madura. Toca el azul y el papel se convierte en un cielo de verano, yme doy cuenta de que está pintando a Ruby. Distingo sus grandes orejas, suspatas macizas.

Julia deja de pintar. Retrocede unos cuantos pasos, con las manos en lascaderas, contemplando su obra.

—No queda bien —se queja.

Mira por encima de su hombro, hacia mí. Trato de mostrarme alentador.

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Julia empieza a arrugar la hoja, pero luego lo piensa mejor y, en lugar de eso,la desliza por el sitio donde mi ventana está rota.

—Toma —dice—. Un cuadro original de Julia, que a lo mejor algún día llegaa valer millones.

Recojo el papel con cuidado. No le arranco ni un pedacito para comérmelo.

—Ay, casi se me olvida —corre hacia su mochila y saca tres frascos decolores: uno amarillo, uno azul, uno rojo.

Abre los frascos y un olor extraño, no de comida, me llega a la nariz. Juliahace pasar los botes, uno a uno, por el agujero del vidrio. Luego, desliza unashojas de papel.

—Se llaman pinturas para pintar con los dedos —dice—. Mi tía me las regaló,pero la verdad es que estoy un poco mayor para pintar con ellas.

Meto un dedo en el frasco rojo. La pintura es espesa, como fango. Está fría ysuave, como plátanos bajo mis patas.

Me llevo el dedo a la boca. No sabe exactamente a mango maduro, pero noestá mal.

Julia se ríe.

—No es para comer, sino para pintar —toma un papel y presiona su dedocontra él—. ¿Ves? Así.

Poso mi dedo sobre el papel. Lo levanto, y una huella roja queda pintada.

Saco más pintura del frasco y aplasto mi mano sobre el papel. Cuando la

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retiro, su roja imagen gemela permanece.

Esto no es como las fantasmales huellas en mi ventana, las que mis visitantesdejan.

Esta huella no puede limpiarse con facilidad.

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Una pesadilla

Estoy despierto, quitándome la pintura roja de la punta de los dedos. Bob, quepor accidente pisó uno de mis cuadros, se está lamiendo las patas untadas derojo.

Cada tanto, volteo a mirar la pista vacía. El garfio brilla a la luz de la luna.

—¡Detente! ¡No! —el grito frenético de Ruby me sobresalta.

—Ruby —le digo—. Tienes una pesadilla. Estás bien. Estás a salvo.

—¿Dónde está Stella? —pregunta, jadeando. Antes de que alcance aresponderle, ella lo hace—. No te molestes. Ya lo recuerdo.

—Trata de volver a dormir, Ruby —le digo—. Has tenido un día pesado.

—No puedo —contesta—. Me da miedo volver a tener el mismo sueño. Habíaun palo afilado, y hacía daño…

Miro a Bob, que me devuelve la mirada.

—Ay —dice Ruby—. Ay, Mack —mete la trompa entre los barrotes—. ¿Túcrees que… —vacila—, tú crees que Mack está enojado conmigo porque logolpeé?

Contemplo la posibilidad de mentir, pero los gorilas somos muy malos para

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hacerlo.

—Tal vez sí —digo por último.

—Salió corriendo después —agrega ella.

Bob suelta una risa burlona:

—Más bien salió gateando.

Guardamos silencio un rato. Algunas ramas rascan el techo. Una lluvia levetamborilea. Uno de los loros murmura algo dormido.

Ruby rompe el silencio.

—¿Iván? Hay algo que huele raro.

—El pobre no lo puede evitar —dice Bob.

—Creo que se refiere a las pinturas para pintar con los dedos que Julia me dio—corrijo.

—¿Qué son pinturas para pintar con los dedos? —pregunta Ruby.

—Haces retratos con ellas —le explico.

—¿Podrías hacer mi retrato?

—A lo mejor algún día —me acuerdo del cuadro de Julia, el que llegará avaler millones de dólares. Lo sostengo contra el vidrio de mi ventana—. Mira,eres tú. Julia lo pintó.

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—Es difícil de ver —dice ella—. La luna no alumbra mucho. ¿Por qué tengodos trompas?

Examino el dibujo.

—Esas son tus patas.

—¿Por qué tengo dos patas?

—Eso se llama licencia artística —dice Bob.

Ruby suspira.

—¿Me podrías contar otra historia? —pide—. No creo que pueda volverme adormir nunca más.

—Te conté todo lo que recuerdo —contesto, encogiéndome de hombros.

—Entonces, cuéntame una nueva historia —propone ella—. Inventa algo.

Trato de idear algo, pero mis pensamientos regresan a Mack y su garfio.

—¿Ya casi? —pregunta Ruby.

—Estoy en eso.

—¿Iván? —Ruby insiste—. Bob me dijo que tú vas a salvarme.

—Yo… —busco palabras verdaderas—. También estoy en eso.

—¿Iván? —dice con una vocecita tan baja que apenas la oigo—. Tengo otrapregunta.

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Por el sonido de su voz sé que esta será una pregunta que no quiero contestar.

Ruby golpetea los oxidados barrotes de su puerta con la trompa.

—¿Tú crees que voy a terminar muriendo en estos dominios al igual que la tíaStella?

Una vez más me planteo decir alguna mentira, pero cuando miro a Ruby, laspalabras que empiezan a formarse mueren en mi garganta.

—No, si es que consigo evitarlo.

Siento algo en mi pecho, algo oscuro y caliente:

—Y no son tus dominios —agrego. Hago una pausa y después lo digo—: Esuna jaula.

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La historia

Miro la pista, cubierta de aserrín fresco. Miro la luna medio oculta por laclaraboya del área de comidas.

—Acabo de acordarme de una historia —digo.

—¿Es una historia inventada o una verdadera? —pregunta ella.

—Verdadera —contesto—. Eso espero.

Ruby se recarga en los barrotes. Sus ojos guardan la pálida luna, de la mismamanera que un estanque guarda estrellas.

—Había una vez una elefantita bebé —comienzo—. Era despierta y valerosa,y necesitaba ir a un lugar llamado zoológico.

—¿Qué es un zoológico?

—Un zoológico, Ruby, es el lugar donde los humanos nos hacen unacompensación. Un buen zoológico es un lugar donde los humanos cuidan a losanimales y los mantienen a salvo y seguros.

—¿Y la elefantita bebé logró llegar al zoológico? —pregunta Ruby consuavidad.

No respondo de inmediato.

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—Sí —digo al fin.

—¿Y cómo llegó allá? —sigue ella.

—Tenía un amigo —digo—. Un amigo que hizo una promesa.

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Cómo…

Se tarda mucho, pero al final Ruby vuelve a dormirse.

—Iván —susurra Bob, entre bostezos—: eso que dijiste del zoológico…¿Cómo vas a lograrlo?

De repente siento como si pudiera dormir mil días.

—No lo sé —confieso.

—Ya se te ocurrirá algo —dice Bob confiado, y su voz se va perdiendomientras se cierran sus ojos.

—¿Y qué pasa si no? —pregunto, pero Bob ya está dormido.

Sus patitas pintadas de rojo danzan y sé que en sus sueños está corriendo.

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Recuerdos

Bob y Ruby están dormidos.

Yo no duermo. Pienso en la promesa que le hice a Stella, y en los cuadros quele he pintado a Ruby. Y recuerdo.

Lo recuerdo todo.

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Lo que hicieron

Estábamos aferrados a mi madre, mi hermana y yo, cuando los humanos lamataron.

Después le dispararon a mi padre.

Les cortaron las manos, las patas, las cabezas.

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Algo más para comprar

Hay una tienda abigarrada y polvorienta cerca de mi jaula.

Allí venden un cenicero. Está hecho con la mano de un gorila.

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Otro Iván

Cuando llega la mañana, y el estacionamiento brilla por el rocío, veo elanuncio de la autopista.

Ahí estoy, Iván, el único e incomparable, el único y sin par, bañado por la luzrosa del amanecer. Me veo tan feroz, con el ceño fruncido y los puñosapretados.

Me veo igual que mi padre el día que vinieron los humanos.

Supongo que soy un tipo pacífico. Miro la vida pasar y pienso en siestas y enplátanos y en pasitas recubiertas de yogur.

Pero en mi interior hay otro Iván oculto.

Él podría arrancarle un brazo o una pierna a un hombre adulto.

En el instante que le toma a una serpiente probar el aire con su lengua, élpodría saborear la venganza.

Él es el Iván del anuncio.

Miro a Iván, el único e incomparable, el único y sin par, a la desvaída imagende Stella, y recuerdo a George y a Mack en sus escaleras, pegando el dibujode Ruby para atraer nuevos visitantes al centro comercial Gran Circo, congalería de videojuegos, en la salida 8.

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Recuerdo la historia que Ruby contó, esa en la que los humanos de la aldea larescataron.

Oigo la voz bondadosa y sabia de Stella: “Los humanos consiguensorprendernos a veces”.

Me miro los dedos, cubiertos de pintura roja, del color de la sangre, y sé quecumpliré mi promesa.

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Días

Durante el día, espero. Durante la noche, pinto.

Me preocupo cuando Mack saca a Ruby a la pista.

Ahora siempre lleva consigo el garfio. No lo usa. No hace falta que lo haga.

Ruby ya no se resiste. Hace lo que sea que Mack le pida.

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Noches

Cierro los ojos y hundo los dedos en la pintura.

Cuando termino con una hoja de papel, la hago a un lado para que se seque.

Es tan pequeña una hoja de papel. Y voy a necesitar tantas.

Paso a la siguiente. Y a la siguiente. Y a la siguiente.

Es un rompecabezas gigantesco, y estoy haciendo las piezas una por una.

Por la mañana, el piso de mis dominios está cubierto de dibujos.

Los escondo debajo de mi alberca de agua sucia antes de que Mack los lleguea ver. No quiero que vayan a parar a la tienda de regalos, para venderse aveinte dólares cada uno (veinticinco si están enmarcados).

Estos cuadros son para Ruby. Todos y cada uno de ellos.

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Un proyecto

—Oye, Iván —me pregunta Ruby una mañana cuando estoy tratando de tomaruna siesta—, ¿por qué estás siempre tan somnoliento durante el día?

—He estado trabajando en un proyecto por las noches —le respondo.

—¿Qué es un proyecto?

—Es… es una cosa. Un cuadro. Un cuadro para ti, en realidad —le digo.

Ruby se ve complacida.

—¿Puedo verlo?

—Todavía no.

Ruby se toca la pata que tiene atada. Toma aire.

—¿Iván? ¿Tengo que estar en las funciones de hoy con Mack?

—Me temo que sí. Lo lamento, Ruby.

Ruby hunde la trompa en la cubeta de agua.

—Está bien —dice—. Ya sabía la respuesta.

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Algo no está bien

Es de noche otra vez y todos duermen. Miro el cuadro que acabo de pintar, unode docenas.

Está manchado y el papel, desgarrado. Es un borrón sucio.

Lo dejo junto a los demás que tapizan mi suelo.

Los colores no son los adecuados. Las formas se ven raras. No se parece anada.

No es lo que estoy tratando de crear. No es lo que se suponía que debía ser.

No está bien y no sé por qué.

Al otro lado del estacionamiento, el anuncio proclama, como siempre: Visitenel centro comercial Gran Circo, en la salida 8, con galería de videojuegos,hogar de Iván, el único e incomparable, el único y sin par, el poderoso gorilaespalda plateada.

Si pudiera usar palabras humanas para decir lo que necesito decir, las cosasserían tan sencillas.

En lugar de eso, tengo mis frascos de pintura y mis papeles rotos.

Suspiro. Las puntas de mis dedos resplandecen como flores en la selva.

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Lo intento de nuevo.

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A ninguna parte

Observo a Ruby marchando alrededor de la pista en círculos sin fin, yendo aninguna parte.

Han venido más visitantes, pero no demasiados. Mack dice que Ruby no estáayudando mucho. Dice que va a gastar menos en nuestro alimento. Dice que vaa apagar la calefacción en las noches, para ahorrar.

Me parece que Ruby está más flaca, más arrugada de lo que Stella nunca llegóa estar.

—¿Tú crees que Ruby está comiendo lo suficiente? —le pregunto a Bob.

—No sé, pero sí te digo una cosa: tú sí que estás pintando más que suficiente—arruga al hocico—. Es increíble cómo apestan esas pinturas. Y me encontréuna mancha amarilla en mi cola esta mañana.

A Bob no le gusta que yo pinte en las noches. Dice que no es natural.

Ahora, mientras me dedico a mi arte, Bob duerme sobre Noesquetepilla.Insiste en que la prefiere a ella porque no ronca. Dice que su panza no sube ybaja, ni le produce mareo.

—¿Y cuál es ese plan que tienes? —me pregunta—. Si me lo explicaras, a lomejor podría hacer algo para ayudar —mordisquea su cola—. A lo mejorpodría proponerte algo que no implicara… que no implicara pintar.

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—No te lo puedo explicar —le digo—. Es una idea que tengo, pero que nologro materializar bien. En todo caso, estoy a punto de quedarme sin pintura ysin papel. Debí saber que no iba a tener suficiente —pateo mi columpio dellanta. Está salpicado de gotas de azul—. Es una idea tonta.

—Lo dudo —dice Bob—. Podrá ser apestosa, pero, ¿tonta? Eso jamás.

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Los malos de la película

La mayor parte del día la paso dormitando. Al final de la tarde, Mack seaproxima.

Bob se oculta bajo Noesquetepilla. Prefiere que Mack no lo vea.

La mirada de Mack va a caer sobre mi alberquita. La punta de uno de miscuadros se asoma.

—¿Y esto qué es, mi viejo? —pregunta.

Sin hacerle caso, sigo comiéndome una naranja, pero mi corazón andadesbocado.

Mack patea mi alberca. Debajo están todos mis dibujos.

Mack jala una de las hojas. Se desliza con facilidad, y él no parece haber vistolas demás.

La hoja tiene franjas verdes, que es lo que sucede cuando se mezclan la pinturaazul y la amarilla. Se supone que esas franjas son pasto.

—No está mal. ¿De dónde sacaste esa pintura? ¿Sería la niña de George? —lopiensa—. Apuesto a que podría pedir treinta dólares por este dibujo, tal vezcuarenta.

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Mack enciende mi televisor. Están pasando una película de vaqueros. Hay unhumano con un sombrerote y una pistolita. Tiene una estrella brillante prendidaal pecho. Eso quiere decir que es el sheriff y que va a deshacerse de todos losmalos de la película.

—Si este se vende rápido, voy a conseguirte más pinturas —dice Mack.

Se retira con mi cuadro, el cuadro de Ruby. Por unos instantes, imagino lo quesería ser el sheriff.

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El anuncio

—Buenas noticias, ¿o no? —comenta Bob cuando Mack ya no puede oírlo—.Parece que te van a conseguir más materiales.

—Pero no quiero pintar para Mack —le digo—. Estoy pintando para Ruby.

—Puedes hacerlo para ambos —contesta él—. Después de todo eres unartista.

Mientras veo la película, trato de pensar en un nuevo escondite para miscuadros. A lo mejor podría doblarlos una vez que se hayan secado y meterlosdentro de Noesquetepilla, se me ocurre.

Es una película larga. Al final, el sheriff se casa con la dueña de la taberna delpueblo, que es como un abrevadero para humanos, pero no para caballos.

Hace mucho tiempo que no veía una película de vaqueros con historia deamor.

—Me gustó esa película —le digo a Bob.

—Demasiados caballos y muy pocos perros —comenta él.

Pasan un anuncio.

No entiendo los anuncios. No son como las películas de vaqueros, en las que

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uno sabe quién es el malo. Y casi nunca tienen una historia de amor, a menosque el hombre y la mujer se estén cepillando los dientes antes de lamerse lacara.

Veo un anuncio de desodorante para axilas.

—¿Cómo sabes quién es quién si nadie huele? —le pregunto a Bob.

—Los humanos apestan —responde él—. No se dan cuenta porque sus naricesson incompetentes.

Sigue otro anuncio. En este veo a niños y a sus padres comprando boletos,como los que vende Mack. Ríen y disfrutan sus conos de helado mientrascaminan por un sendero.

Se detienen a contemplar a dos enormes gatos rayados que dormitan en la altahierba, y sus ojos indican que tienen sueño.

Tigres. Lo sé porque una vez los vi en un programa sobre la naturaleza.

Aparecen unas palabras en la pantalla, acompañadas del dibujo de una jirafaroja. La jirafa se desvanece, y veo una familia de humanos que contempla aotro tipo de familia. Elefantes, jóvenes y adultos. Están rodeados de rocas yárboles y pasto y suficiente espacio para moverse a gusto.

Es una jaula en medio de la naturaleza. Un zoológico. Veo dónde comienza suterritorio y dónde termina, el muro bajo que dice “ustedes son una cosa ynosotros, otra”, y así es como siempre será.

No es un lugar perfecto. Incluso en unos fugaces instantes en la pantalla de mitelevisor puedo verlo. Un lugar perfecto no necesita muros.

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Pero es el lugar que necesito.

Veo a los elefantes, y volteo a mirar a Ruby, pequeña y sola.

Antes de que el anuncio termine, trato de grabarme cada detalle en la mente.Rocas, árboles, colas, trompas.

Es el cuadro que necesito pintar.

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Imaginación

Ahora es diferente cuando pinto.

No pinto lo que veo frente a mí. Un plátano. Una manzana. Pinto lo que veo enmi cabeza. Cosas que no existen.

Al menos no por ahora.

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Noesquetepilla

Le saco el relleno a Noesquetepilla. Con cuidado, pongo dentro mis cuadros,ocultándolos para que Mack no los venda. Noesquetepilla es grande, más queBob, pero con todo y eso, tengo que estrujar algunos.

Bob trata de echarse sobre ella para dormir una siesta.

—La mataste —se queja.

—No tenía más remedio —contesto.

—Echo de menos tu panza —confiesa Bob—, taaaan espaciosa.

Cuando Julia llega, se da cuenta de que ya me terminé todas las pinturas y elpapel.

—¡Caramba, Iván! —exclama, moviendo la cabeza—. De verdad que erestodo un artista.

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Una cosa más

El cuadro que hice con pintura de dedos se vendió por cuarenta dólares(enmarcado). Mack está satisfecho. Me trae una pila de hojas de papel ygrandes cubetas de pintura.

—¡A trabajar! —me dice.

Pinto para Mack durante el día, y para Ruby por la noche.

Duermo cuando puedo.

Pero mi proyecto artístico nocturno no está como debería. Es grande, eso sí.Cuando despliego todos los dibujos en el piso de mi jaula, uno junto a otro, locubren casi por completo.

Pero hay algo que falta aún.

Bob dice que estoy loco.

—Ahí tienes a Ruby —señala con su nariz—, está el zoológico. Hay otroselefantes. ¿Qué es lo que no te gusta?

—Le hace falta una cosa.

Bob bosteza.

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—Te comportas como un pintor temperamental. ¿Qué puede faltarle?

Contemplo el amplio panorama de colores y formas, y no sé cómo explicarle aBob que todavía no está terminado.

—Tendré que esperar —digo al fin—. Algo se me ocurrirá, y entonces sabréque mi proyecto está listo.

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La función de las 7

Durante la última función del día, Ruby se ve cansada. Cuando se tropieza,Mack toma el garfio.

Me tenso, pensando que ella va a reaccionar atacándolo.

Ruby ni se altera. Sigue marchando mecánicamente, y después de un rato,Snickers salta a su lomo.

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Quince

Estoy tendido en mi jaula, con Bob en mi panza. Estamos viendo a Julia hacersu tarea.

No parece que lo disfrutara. Lo sé porque suspira más que de costumbre.

De nuevo, por centésima vez, o tal vez sea la milésima, me pregunto qué es loque le falta a mi proyecto.

Y por centésima vez, o tal vez sea la milésima, no tengo una respuesta.

—Papá —dice Julia cuando George pasa con un trapeador—, ¿te puedo haceruna pregunta? ¿Además de comienzo que más significa “principio”?

—Un principio es una convicción que te ayuda a saber lo que está bien y loque está mal —sonríe y agrega—. Por ejemplo, va en contra de mis principioshacerle la tarea a mi hija.

—Pero si voy a ser pintora cuando sea grande, ¿por qué tengo que aprenderortografía? —se queja Julia.

George se aleja con una risotada.

Pobre Julia, me digo. Los gorilas no tenemos que aprender ortografía. Todaesa enorme cantidad de letras, con esos palitos, bolitas y zigzags, que llenanlibros y revistas y anuncios y envolturas de caramelos.

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Palabras.

Los humanos adoran sus palabras.

Doy un salto. Bob sale disparado, directo a mi alberquita.

Una palabra.

—Ya sabes lo que opino de tener las patas mojadas —grita Bob. Sale deinmediato del agua, y sacude cada pata consternado.

Miro el gran anuncio por mi ventana. Aún resuena la voz de Mack en micabeza: “Visiten el centro comercial Gran Circo, en la salida 8, con galería devideojuegos, hogar de Iván, el único e incomparable, el único y sin par, elpoderoso gorila espalda plateada”.

Cuento hasta quince. Y vuelvo a contar, sólo para estar bien seguro.

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H

Pongo en el piso dieciséis hojas para formar un cartel. Cuatro de largo, cuatrode ancho.

Un cuadrado perfecto.

—¿Qué estás haciendo ahora? —exige saber Bob—. Supongo que no tiene quever con dormir.

—No, tiene que ver con el anuncio de la autopista.

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—Ese anuncio es una monstruosidad. Sobre todo porque no aparezco.

Tomo la cubeta de pintura roja.

—No apareces porque no figuras en las funciones.

—Técnicamente, ni siquiera vivo aquí —dice Bob con tonito tristón—. Decidíno tener hogar.

—Ya lo sé. Nada más decía.

Estudio el anuncio de la autopista. Después, trazo dos gruesas líneas, comopalos de escoba. Y otra línea gruesa que los conecta.

Me retiro un poco.

—¿Qué opinas?

—¿Qué es? Espera… déjame adivinar. ¿Una escalera?

—No… no es una escalera, aunque parece —respondo—. Es una letra. Almenos así creo que se llama. Tengo que hacer otras cuatro.

Bob se echa junto a Noesquetepilla.

—¿Para qué? —pregunta bostezando.

—Para así tener una palabra. Una palabra muy importante —meto los dedos enla pintura.

—¿Cuál palabra?

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—Hogar.

Bob cierra los ojos.

—No es tan importante —dice en voz baja.

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Nerviosismo

Todo el día doy vueltas en mi jaula.

Estoy tan nervioso que ni puedo dormir. Tampoco puedo comer.

Bueno, no puedo comer mucho.

Estoy listo para mostrarle a Julia lo que he venido haciendo.

Tiene que ser a Julia. Ella es una pintora. Con seguridad va a mirar de verdadmi pintura. No verá los borrones ni los rasgones. No le importará que hayapiezas que no encajen perfectamente. Verá el conjunto más allá de todo eso.

Con certeza Julia verá lo que he imaginado.

Observo a Ruby caminar con dificultad y sin ganas durante la función de las 4y me pregunto: ¿qué sucederá si fracaso?, ¿qué tal que no logre que Juliacomprenda?

Pero claro que sé la respuesta. Nada. No pasará nada.

Ruby seguirá siendo la principal atracción del centro comercial Gran Circo,en la salida 8, con galería de videojuegos, a un lado de la autopista I-95, confunciones a las 2, a las 4 y a las 7 todos los días del año, año tras año tras año.

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La exposición para Julia

He llegado la hora de mostrar mi proyecto.

El centro comercial está en silencio, a excepción de Telma, una de lasguacamayas, que practica una nueva expresión: “¡Ajá!”.

Julia está terminando su tarea. George está barriendo afuera. Mack ya semarchó a su casa.

Tomo a Noesquetepilla y con cuidado saco los papeles doblados. ¡Tantosdibujos! Hoja tras hoja. Pieza a pieza de mi enorme rompecabezas.

Golpeo el vidrio de mi ventana y Julia me mira.

Con dedos temblorosos, sostengo uno de mis cuadros. Es marrón y verde, unade las esquinas del cuadro total.

Julia sonríe.

Le muestro otro de mis cuadros, y otro y otro y otro.

Cada uno es una pequeñísima parte del todo.

Julia se ve confundida.

—Pero… ¿qué es? —pregunta. Se encoge de hombros—. No importa. Es

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bonito, y ya.

—¡Ajá! —dice Telma.

No, me digo. No.

Sí importa.

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Más dibujos

George llama a Julia. Ya terminó por hoy.

—Toma tu mochila —le dice—. Y apúrate, que es tarde.

—Tengo que irme, Iván —se disculpa.

Julia no ha comprendido.

Debo encontrar las piezas indicadas. Rebusco entre la pila de dibujos. Estánen alguna parte. Lo sé.

Encuentro uno, y otro y otro. Trato de sostener cuatro de ellas contra el vidrio.

—¡Bob, ayúdame! —exclamo—. ¡Apúrate!

Bob agarra unos de mis cuadros con sus dientes, y me los acerca.

Uno a uno, voy pasando dibujos por el agujero del vidrio. Se arrugan y sedesgarran.

Son demasiadas piezas. El rompecabezas es excesivamente grande.

—Con cuidado, Iván —dice Julia—. Que algún día estos pueden valermillones. Uno nunca sabe —ordena las hojas en una pila—. Supongo queMack va a querer venderlos en la tienda de regalos.

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Sigue sin comprender.

Sigo empujando dibujos por el agujero del vidrio, más y más, todos, uno trasotro.

—Veo que Iván ha estado pintando —dice George mientras se pone su abrigo.

—Ha pintado un montón —agrega Julia con una carcajada—. Pero unverdadero montón.

—No vas a llevarte todo eso a casa, ¿o sí? —pregunta George—. Sin ánimode herir a Iván, no son más que manchones de colores.

Julia hojea la pila de dibujos.

—Puede ser que para Iván sean más que manchones.

—Dejémoslos en la oficina —propone George—. Mack querrá venderlos,aunque para mí es un enigma por qué alguien querría pagar cuarenta dólarespor un dibujo que cualquier niño de dos años podría hacer con sus dedos.

—Me gusta la obra de Iván —dice Julia—. Vuelca sus sentimientos en suscuadros.

—Vuelca su pelo en ellos —dice George.

Julia se despide agitando la mano.

—Hasta mañana, Iván. Hasta mañana, Bob.

Presiono mi nariz contra el vidrio y la veo irse. Todo mi proyecto, mi trabajo,se pierde.

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Miro a Ruby, profundamente dormida, y de repente me doy cuenta de quenunca saldrá del centro comercial Gran Circo. Que estará aquí para siempre,como Stella.

No puedo permitir que Ruby sea otra “única y sin par”.

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Golpearse el pecho

A menudo, cuando vienen a verme, mis visitantes golpean sus escuálidospechos con sus manos, pretendiendo ser gorilas.

Y se dan golpes que no suenan, como las alas aún húmedas de una mariposaque acaba de romper su capullo.

Los golpes en el pecho de un gorila enojado no son algo que uno quiera oír. Nisiquiera con tapones en los oídos.

Ni siquiera si uno está a cinco kilómetros, con tapones en los oídos.

Un gorila que se golpea el pecho pone a la selva entera en movimiento, comosi el cielo se hubiera desplomado, o como si se acercaran hombres armados.

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Enojo

Bom.

El sonido, mi sonido, resuena en todo el centro comercial.

George y Julia se vuelven hacia mí.

Julia deja caer su mochila. George suelta sus llaves. La pila de dibujos salevolando.

Bom. Bom. Bom.

Me arrojo contra las paredes. Chillo y vocifero. Y doy golpes y golpes ygolpes en el pecho.

Bob se esconde debajo de Noesquetepilla, tapándose las orejas con las patas.

Estoy enojado, al fin.

Tengo a alguien a quién proteger.

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Las piezas del rompecabezas

Pasa un largo rato antes de que me calme. Me siento. Enojarse implica unenorme esfuerzo.

Julia me mira, con ojos incrédulos, desorbitados.

Estoy jadeando, un poco fuera de forma.

—¿Qué diablos fue todo eso? —pregunta George con tono exigente.

—Algo está muy mal —contesta Julia—. Jamás he visto a Iván comportarseasí.

—Parece que se está calmando, afortunadamente.

Julia niega meneando la cabeza.

—Sigue enojado, Papá. Míralo a los ojos.

Mis dibujos están dispersos por el piso, como grandes hojas en otoño.

—¡Qué desorden! —dice George con un suspiro—. Ni me hubiera molestadoen barrer hoy.

—¿Crees que Iván está bien? —pregunta Julia.

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—Probablemente fue sólo una rabieta —dice George, y se agacha pararecoger un dibujo en marrón y rojo que quedó debajo de un asiento—. Y laverdad, no lo culpo, tras todos esos años encerrado en esa jaula diminuta.

Julia está a punto de decir algo, pero se paraliza. Ladea la cabeza.

Mira fijamente a sus pies, donde yacen en desorden mis dibujos.

—Papá —susurra—. Ven a ver esto.

—Estoy seguro de que es otro Rembrandt —dice George—. Recojamos todoesto y nos vamos, Julia. Estoy exhausto.

—Papá —dice otra vez—. Es en serio. Mira esto.

George sigue su mirada.

—Veo manchones. Muchos, muchos manchones, junto con uno que otroremolino. Por favor, ¿podemos irnos ya?

—Es una “H”, Papá —Julia se arrodilla, y alisa y acomoda un cuadro y luegootro—. Es una H. Y aquí —toma más dibujos—, si pones esta aquí… no sé.Tal vez con esta otra, tienes una R.

George se restriega los ojos. Yo contengo la respiración.

Julia empieza a correr. Recoge un dibujo, alinea otro.

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—¡Es como un rompecabezas, Papá! Esto es algo. Es una palabra o a lo mejorvarias. Un cuadro de algo. Un enorme cuadro.

—Julia —dice George—, esto es una locura.

Pero George también mira al piso, y va de un dibujo a otro, rascándose lacabeza.

—H —murmura Julia—, R, A.

Julia se muerde el labio.

—H, A, R. Y eso se parece mucho a un o…

—Querrás decir una O… H, A, R, O —escribe George con el dedo en el aire—. H, O, R, A…

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—No, no me refería a una O, sino a un ojo. Y eso es una pata. O tal vez unárbol. Y una trompa. ¡Papá, creo que esa es una trompa!

Julia corre hacia mi ventana.

—Iván —murmura—. ¿Qué fue lo que hiciste?

La miro. Me cruzo de brazos.

Esto toma mucho más tiempo de lo que pensé.

Humanos.

A veces consiguen que los chimpancés parezcan listos.

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Al fin

Julia y George se llevan los dibujos a la pista, donde hay espacio paradesplegarlos todos juntos.

Pasan una hora tratando de armar mi rompecabezas. Ruby se ha despertado, yella, Bob y yo, observamos.

—¿Iván? —pregunta Ruby—, ¿ese es un dibujo de mí?

—Sí —digo con orgullo.

—¿Dónde se supone que estoy?

—Eso es un zoológico, Ruby. ¿Ves los muros y el pasto y la gente que te mira?

Ruby hace un esfuerzo.

—¿Y esos otros elefantes, quiénes son?

—Aún no los conoces —respondo.

—Es un zoológico muy bonito —dice ella con aprobación.

Bob me da un empujoncito con su nariz.

—Tiene razón.

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En la pista, Julia levanta el puño en alto, con gesto triunfal:

—¡Sí! —grita—. ¡Te lo dije! Ahí dice: H-O-G-A-R, hogar.

George contempla las letras. Se da la vuelta para mirarme.

—A lo mejor es pura coincidencia, Julia. Ya sabes, algo que sucede una vez encada trillón, como ese antiguo dicho sobre el chimpancé y la máquina deescribir. Si le das tiempo, podría llegar a escribir una novela.

Refunfuño. Como si un chimpancé pudiera escribir una letra, ni hablar de unlibro.

—¿Y entonces cómo explicas el resto? —Julia le espeta—. ¿El dibujo deRuby en el zoológico?

—¿Cómo sabes que es un zoológico? —pregunta George.

—¿Ves ese círculo en la entrada? Dentro hay una jirafa roja.

George entrecierra los ojos para ver mejor y ladea la cabeza.

—¿Estás segura de que es una jirafa? Me pareció más bien un gato deforme.

—Es el símbolo para el zoológico, Papá. Aparece en todos los avisos.Explícalo.

George deja ver una sonrisa a cambio de aclaraciones.

—No puedo. No sabría cómo hacerlo. Sólo sé que debe haber algunaexplicación lógica.

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—Mira lo grande que es esto —Julia coloca la última pieza de la orejaderecha de Ruby—. Es enorme.

—Definitivamente es grande —George está de acuerdo.

Julia me mira. Se muerde la uña del pulgar. Veo una pregunta en sus ojos.

Se voltea hacia los dibujos y los mira atentamente, estudiándolos de verdad.

Una sonrisa se va pintando lentamente en su cara.

—Tengo una idea, Papá —exclama—. Una gran idea —corre alrededor de mirompecabezas, con los brazos extendidos—. Del tamaño de un anuncio deautopista.

—No te entiendo.

—Me parece que esto está planeado para ir en un anuncio de gran tamaño. Esoes lo que Iván quiere.

George cruza los brazos sobre su pecho.

—Lo que Iván quiere… —repite lentamente—. ¿Y esto… lo sabes porqueustedes dos han estado conversando?

—Porque soy una artista e Iván también.

—Ajá —dice George.

Julia junta las dos manos.

—Anda, Papá, te lo suplico.

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George menea la cabeza de lado a lado.

—No. No voy a hacer eso. No vamos a ponerlo en el anuncio, de ningunamanera.

—Yo iré por la escalera —propone ella—, y tú por el pegamento. Ya sé queestá oscuro allá afuera, pero el anuncio está iluminado.

—Mack me va a despedir, Julia.

Ella lo sopesa.

—¡Pero piensa en la publicidad, Papá! Todo el mundo sabría de Ruby.

—¿Esperas que pegue un anuncio que muestra a Ruby en un zoológico con lapalabra “Hogar” en letras gigantescas? —George gesticula hacia mis dibujos—. ¿Un anuncio que además resulta haber sido pintado por un gorila?

—Exacto.

—¿Y quieres que lo haga sin el permiso de Mack? —pregunta George.

—Exacto.

—No —contesta George—. De ninguna manera.

Julia va hacia el borde la pista, con cuidado de no pisar ninguno de misdibujos. Toma el garfio de Mack. Regresa y se lo entrega a su padre.

George recorre el filo metálico con un dedo.

—Es tan sólo una bebé, Papá. ¿No quieres ayudarla?

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—¿Pero cómo la ayudaría eso, Julia? Incluso si muchísima gente viera elanuncio de Iván, eso no quiere decir que las cosas vayan a cambiar.

—No sé cómo funcionará —Julia mueve la cabeza—. A lo mejor la gentesabrá que Ruby no pertenece a este lugar, y a lo mejor también quieran ayudar.

George suspira. Mira a Ruby. Ella menea su trompa.

—Es un asunto de principios. Papá —dice ella bajito—, ¿qué tal que Rubytermine como Stella?

George me mira, y luego a Ruby, y a Julia.

Deja caer el garfio.

—La escalera —dice muy serio—. Está en el cuarto donde se guardan lascosas.

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A la mañana siguiente

Veo el carro de Mack que da un frenazo repentino en el estacionamiento.

Salta fuera de él. Mira el anuncio. Se le cae la quijada. No se mueve duranteun buen rato.

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Humano enojado

Un gorila enojado puede hacer mucho ruido. Pero un humano enojado también.

Especialmente si arroja sillas y voltea mesas y rompe la máquina del algodónde azúcar.

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Llamada telefónica

Mack patea un bote de basura por el área de comidas cuando suena el teléfono.

Lo contesta, sudoroso y con la cara colorada.

—¿Qué diab…? —exclama.

Me mira furioso.

—No sé de qué… —empieza, pero luego se calla para oír.

—¿Quién? ¿Cuál Julia? —pregunta—. Ah, claro, la hija de George. ¿Ella fuequien lo llamó?

Más palabrería. Con el teléfono al oído, Mack se acerca a mi jaula,mirándome de forma sospechosa.

—Sí, sí —responde—. Pinta, sí. Llevamos ya bastante tiempo vendiendo susdibujos.

Hay otra larga pausa.

—Sí, claro que sí. Fue idea mía.

—Mack asiente y una sonrisa empieza a aparecer en sus labios.

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—¿Fotos? No hay ningún problema —contiúa Mack—. ¿Quiere verlo enacción? Venga y aquí podrá hacerlo. Abrimos todos los días, y no hay manerade perderse para llegar, pues estamos justo al lado de la autopista I-95.

Mack levanta el bote ladeado.

—Sí, supongo que va a añadir más dibujos. Es una… ¿cómo la llaman? Unaobra en proceso.

Una vez que cuelga el teléfono, Mack menea la cabeza.

—Es imposible —dice.

Una hora más tarde, un hombre con una cámara llega para tomarme una foto.Viene del periódico local, al cual Julia llamó.

—¿Y qué tal si me toma una con la elefantita? —sugiere Mack, y le pasa elbrazo a Ruby por encima del lomo, sonriendo para que la cámara dispare.

—Perfecto —dice el hombre.

—Perfecto —agrega Mack.

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Una estrella de nuevo

En el periódico sale una foto de mi anuncio. Mack pega el recorte en miventana.

Cada día llegan más curiosos. Estacionan frente al anuncio, lo señalan ymueven la cabeza. Toman fotos.

Después, entran al centro comercial y compran mis dibujos.

Mientras los visitantes observan, meto mis manos en cubetas de pintura frescay hago cuadros para la tienda de regalos, y otros para agregar al anuncio.Árboles con pájaros. Un elefante recién nacido con brillantes ojos negros. Unaardilla, un pájaro de plumaje azul, una lombriz.

También pinto a Bob, para que aparezca en el anuncio. Sé que le gusta sudibujo, aunque diga que no logré plasmar su distinguida nariz.

Cada tarde, Mack y George añaden mis nuevos dibujos al anuncio. La genteque va por la autopista reduce la velocidad para verlos. Los conductoreshacen sonar la bocina y saludan.

Mis cuadros en la tienda de regalos ahora cuestan sesenta y cinco dólares(enmarcados).

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El simio pintor

Me han dado nuevos nombres. La gente me llama el simio pintor. El Picassoprimate.

Tengo visitantes de la mañana a la noche, y Ruby también, claro.

Pero para ella nada ha cambiado. Todos los días, a las 2, a las 4 y a las 7,marcha sobre el aserrín de la pista con Snickers en el lomo.

Todas las noches tiene pesadillas.

—Bob —digo, una vez que he logrado tranquilizar a Ruby con una historiapara que se duerma—, mi idea no ha funcionado.

Bob abre un ojo.

—Ten paciencia.

—Estoy cansado de ser paciente —contesto.

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Entrevista

Esta tarde un hombre y una mujer han venido a entrevistar a Mack, y también aGeorge y a Julia.

El hombre viene con una enorme cámara que lleva sobre el hombro. Me filmamientras pinto. Filma a Ruby en su jaula, con su pata amarrada a la argolla enel piso.

—¿Le importa si me doy una vuelta por ahí? —pregunta.

Mack le hace un gesto amable, para que lo haga.

—Adelante.

Mientras Mack y la mujer hablan, el camarógrafo recorre el centro comercial.Lo veo filmar para un lado, para otro, arriba y abajo.

Cuando su vista cae en el garfio, se detiene. Enfoca la cámara en la brillantepieza metálica. Luego sigue.

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El noticiero de las 5

Mack enciende el televisor.

Nos pone el noticiero de las 5.

Bob me aconseja que no deje que la fama se me suba a la cabeza.

Ahí estamos todos. Mack, Ruby, yo. George y Julia. El anuncio, el centrocomercial, la pista.

Y el garfio.

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Pancartas

A la mañana siguiente, hay gente reunida en el estacionamiento. Llevanpancartas en largos palos.

Los letreros tienen palabras y dibujos. Uno tiene un dibujo de un gorila queacuna a un bebé elefante.

Ojalá supiera leer.

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Manifestantes

Hoy hay más gente con pancartas. Quieren liberar a Ruby. Algunos de ellosincluso quieren que Mack cierre el centro comercial.

Al final del día, George y Mack hablan del asunto. Mack dice que estánacusando a la persona equivocada. Que van a llevarlos a la ruina. Y le da lasgracias a George por haber incitado todo esto. Mack sale dando zancadas.George, con el trapeador en la mano, lo ve alejarse. Se ve preocupado.

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—Papá —dice Julia, interrumpiendo su tarea—. ¿Sabes cuál fue mi pancartapreferida?

—No —responde George—. ¿Cuál?

—La que decía “Los elefantes también son personas”.

George la mira y le ofrece una sonrisa cansada.

Vuelve a su trabajo. El trapeador se mueve por el piso del área de comidascomo si fuera un pincel gigante, que va dibujando un cuadro que nadie verá.

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Marcas

Un hombre alto armado con una tabla y un lápiz se presenta de visita. Dice queviene a hacer una inspección.

No dice mucho más, pero va poniendo marcas en su hoja de papel.

Mira el piso de mi jaula. Marca. Examina el heno de Ruby. Marca. Ojeanuestros recipientes de agua para beber. Marca.

Mack lo observa, con gesto enojado.

Bob está afuera, escondido cerca del vertedero de basura. No le gustaríaconvertirse en una marca en una hoja de papel.

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Liberen a Ruby

Cada día hay más manifestantes, y cámaras con luces potentes. A veces, laspersonas que sostienen las pancartas gritan “¡Liberen a Ruby! ¡Liberen aRuby!”.

—Iván, ¿por qué gritan mi nombre? ¿Están enojados conmigo? —preguntaRuby.

—Están enojados, pero no contigo.

Una semana más tarde, el hombre que vino a hacer la inspección vuelve conuna amiga, con ojos vivos y oscuros, como los de mi madre. Lleva una batablanca y huele a flores, a lobelias. Su pelo es abundante y castaño, del colorde una rama podrida y cubierta de hormigas brillantes.

Me observa durante un largo rato. Después mira a Ruby.

Habla con el hombre. Ambos hablan con Mack. El hombre le entrega a Mackun papel.

Mack se tapa la cara.

Se aleja camino de su oficina y cierra de un portazo.

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Una nueva caja

Algo raro está sucediendo. La mujer de la bata blanca vuelve con otroshumanos.

Colocan una gran caja en el centro de la pista.

Tiene el tamaño adecuado para meter a Ruby en ella.

Y de repente sé por qué está aquí la mujer. Viene para llevarse a Ruby.

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Entrenamiento

La mujer lleva a Ruby a la caja. Deja una manzana dentro.

—Sé buenita, Ruby —dice con dulzura—. No tengas miedo.

Ruby inspecciona la caja con su trompa. La mujer hace un ruidito como unchasquido con algo metálico que tiene en la mano. Le da a Ruby un trozo dezanahoria.

Cada vez que Ruby toca la caja, se oye un clic y recibe algo de comer comopremio.

—¿Qué es lo que hace ese ruido? —le pregunto a Bob.

—Eso lo hacen todo el tiempo con los perros —dice él, y me doy cuenta deque no lo aprueba—. Es un tipo de entrenamiento. Quieren que Ruby asocie elruido con el premio de comer. Cuando ella hace algo que ellos quieren quehaga, se oye el ruidito.

—Muy bien, Ruby —dice la mujer—. Eres muy lista.

Tras muchos clics y zanahorias, la mujer lleva a Ruby de vuelta a su jaula.

—¿Por qué esa señora me da zanahorias cuando toco la caja? —me preguntaRuby.

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—Me parece que quiere que entres en ella —le explico.

—Pero si no hay nada dentro —se disculpa—, sólo una manzana.

—Dentro de esa caja está tu salida —le digo.

Ruby ladea la cabeza.

—No entiendo.

—¿Ves el dibujo de la jirafa roja? Creo que esa señora viene del zoológico, yque te está preparando para llevarte.

Esperaba que Ruby saltara de dicha, pero en lugar de eso mira la caja ensilencio.

—Me parece que no comprendes. Esa caja puede servir para llevarte a unlugar donde hay otros elefantes —le digo—. Un lugar con más espacio y conhumanos que te cuiden.

Pero al pronunciar esas palabras recuerdo con un estremecimiento la últimacaja en la que estuve.

—No quiero ir a un zoológico —dice Ruby—. Quiero quedarme contigo, conBob y Julia. Este es mi hogar.

—No, Ruby —la corrijo—. Esta es tu prisión.

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Veamos por aquí, ahora por acá

La mujer viene de nuevo. La acompaña un doctor de animales con un olorespantoso y un maletín que se ve peligroso.

Pasa una hora con Ruby, tocándola y examinándola. Le mira los ojos, laspatas, la trompa.

Cuando termina con ella, viene a mi jaula. Ojalá pudiera esconderme bajoNoesquetepilla, como Bob.

En lugar de eso, me golpeo sonoramente el pecho, y tras un momento el doctorse retira.

—A este vamos a tener que doparlo —dice.

No entiendo bien a qué se refiere. Pero doy vueltas por mi jaula sintiéndomevictorioso.

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Día sin pintar

Nadie me pide que pinte hoy. Nadie saca a Ruby a hacer sus trucos.

No hay funciones, ni visitantes, a menos que uno cuente a los manifestantes.

Mack se encierra en su oficina todo el día.

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Más cajas

Me despierto de una larga siesta una mañana. Bob está sobre mi panza, perono duerme. Está observando la pista, donde cuatro hombres están colocandouna gran caja de metal.

Es de mi tamaño.

—¿Qué es eso? —pregunto, aún soñoliento.

Bob me olfatea la barbilla.

—Creo que esa caja es para ti, mi viejo.

No entiendo bien qué quiere decir.

—¿Para mí?

—Trajeron un montón de cajas mientras dormías. Me parece que se los van allevar a todos —dice como si nada, mientras se lame una pata—. Aun a Telma.

—¿Nos llevan? —repito—. ¿Adónde?

—Supongo que a algunos se los llevan a un zoológico. Que otros van paraalbergues animales donde tratarán de encontrarles un hogar —Bob se sacude—. Así que creo que todo lo bueno se acaba, ¿o no?

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Su voz se oye animada, pero su mirada se ve triste y lejana.

—Voy a extrañar tu panza, grandote.

Cierra los ojos y hace un sonido raro con la garganta.

—Pero… ¿y tú? —pregunto.

No sé si Bob finge dormir o no, pues no responde.

Contemplo la enorme caja oscura y de repente entiendo cómo se siente Ruby.No quiero meterme en esa caja.

La última vez que estuve en una caja, mi hermana murió.

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Adiós

Cuando George y Julia llegan esa noche, George no va por el trapeador o laescoba. Reúne sus herramientas y pertenencias mientras Julia corre hacia mijaula.

—Esta es mi última noche, Iván —dice, y apoya la palma de la mano sobre mividrio—. Mack despidió a mi Papá —las lágrimas le ruedan por las mejillas—. Pero la señora del zoológico dice que a lo mejor van a tener una vacanteallá en poco tiempo, para limpiar las jaulas y cosas así.

Camino hacia el vidrio que nos separa. Pongo la mano justo donde Julia tienela suya, palma contra palma, dedo contra dedo. Mi mano es más grande, perono se ven tan diferentes.

—Me vas a hacer falta —dice ella—. Y Ruby y Bob. Pero esto que va a pasares bueno, de verdad que sí. Se merecen otro tipo de vida.

Miro sus negros ojos y quisiera poderle contestar.

Va hacia la jaula de Ruby, sollozando.

—Que tengas una linda vida, Ruby —le dice.

Ruby responde con un ruidito sordo. Pasa la trompa por entre los barrotes y letoca el hombro a Julia.

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—¿Y dónde está Bob? —pregunta. Mira alrededor, bajo las mesas, en mijaula, junto al bote de basura—. ¿Papá? —llama—. ¿Has visto a Bob?

—¿A Bob? No —contesta él.

Julia frunce las cejas.

—¿Qué va a ser de él, Papá? ¿Qué le pasará si Mack decide cerrar el centrocomercial?

—Dice que va a tratar de mantenerlo abierto sin los animales —contestaGeorge, y se mete las manos en los bolsillos—. A mí también me preocupaBob, pero él es de los que siempre salen adelante.

—¿Sabes una cosa, Papá? Bob podría irse a vivir con nosotros. A Mamá leencantan los perros, y él podría hacerle compañía y…

—Julia, ni siquiera estoy seguro de tener un trabajo. Puede ser que no mealcance el dinero ni para alimentarte a ti, menos a un perro.

—¿Y mi dinero de pasear perros?

—Lo lamento, Julia.

—Está bien, lo entiendo —asiente ella.

Empieza a alejarse, pero corre de regreso hacia mi jaula.

—Casi se me olvida, Iván. Esto es para ti.

Desliza un papel por el agujero del vidrio. Es un dibujo de Ruby y yo.

Page 222: El único e incomparable Iván

Estamos comiendo pasitas recubiertas de yogur. Ruby juega con otroelefantito, y yo estoy junto a una gorila encantadora, tomándole la mano.

La gorila tiene labios rojos y una flor en la cabeza.

Me veo igual que en los demás cuadros de Julia, como un tipo elegante, peroen este hay algo diferente.

Estoy sonriente.

Page 223: El único e incomparable Iván

Clic

La puerta de mi jaula se abre. No puedo dejar de mirarla.

Mi puerta. Abierta.

La caja gigante ha sido cambiada de lugar y también está abierta. Los humanosla llevaron hasta mi puerta.

Si salgo por mi puerta, entro en su caja.

La señora del zoológico, que se llama Maya, ha vuelto otra vez.

Clic, pasita con yogur.

Clic, malvavisco.

Clic, papaya madura.

Clic, rebanada de manzana.

Hora tras hora, clic tras clic.

Miro hacia donde está Ruby. Ella aguarda a ver qué voy a hacer.

Toco la caja. Olfateo el oscuro interior, donde me espera un mango maduro.

Page 224: El único e incomparable Iván

Clic, clic, clic.

Tengo que hacerlo. Ruby me mira desde su jaula, a través de los barrotes, yesta caja es la salida.

Entro en la caja.

Page 225: El único e incomparable Iván

Una idea

Después de salir de la caja y volver a mi jaula, se me ocurre una idea, unaidea muy buena.

Le digo a Bob que puede meterse a escondidas en mi caja, junto conmigo yvivir en el zoológico.

—¿Se te olvida que soy una bestia salvaje? —contesta, olfateando el piso enbusca de migajas—. Soy indómito y nada me asusta.

Prueba un trozo de apio y lo escupe.

—Además, se darían cuenta. Los humanos podrán ser tontos, pero no tantontos.

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Respeto

—¿Iván? —me llama Ruby—. ¿Tú crees que les voy a caer bien a los otroselefantes?

—Te van a adorar, Ruby. Vas a convertirte en parte de su familia.

—¿Y crees que les vas a caer bien a los otros gorilas? —pregunta.

—Soy un gorila espalda plateada, Ruby. Un líder —enderezo los hombros ylevanto la cabeza—. No hace falta que les caiga bien, sino que me respeten.

Mientras lo digo, me pregunto si algún día lograré su respeto.

Nunca he podido practicar mucho eso de ser un gorila de verdad, y menos aúnun espalda plateada.

—¿Crees que los otros elefantes se sabrán algunos chistes?

—Si no se saben chistes —respondo—, tú les puedes enseñar unos cuantos.

Ruby mueve las orejas. Menea la cola.

—¿Sabes una cosa, Iván?

—¿Qué? —pregunto.

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—Creo que mañana voy a meterme a la caja.

La miro con cariño.

—Me parece que es una estupenda idea. Y seguramente Stella estaría deacuerdo.

—¿Tú crees que los otros elefantes sabrán jugar corre que te pillo? Meencanta ese juego.

—A mí también —y al decirlo, pienso en mi hermana, tan ligera corriendo porentre los matorrales y siempre fuera de mi alcance.

Page 228: El único e incomparable Iván

La foto

Esa noche, ya tarde, Mack abre mi jaula. La luz de la luna llena cae sobre sushombros gachos. Me parece que se hubiera empequeñecido.

Bob, alerta de inmediato, salta lejos de mi panza y se oculta debajo deNoesquetepilla.

—No te molestes en esconderte, perro —dice Mack—. Ya sé que duermesaquí —Mack se sienta en mi columpio de llanta—. Bien puedes quedarte unanoche más. Tu amigote se va mañana.

¿Mañana? Se me hace un nudo en el estómago. No estoy preparado. Necesitomás tiempo. No me he despedido como quería. No he pensado bien en todoesto.

Mack saca una foto pequeña del bolsillo de su camisa. Salgo yo, cuando erapequeño. Mack y yo estamos sentados en su auto convertible.

Llevo puesta una gorra de béisbol y estoy comiendo un helado.

Era un muchachito guapo, pero debo confesar que me veo un poco ridículo.Nada parecido a un gorila de verdad.

—Nos la pasamos bien, ¿cierto, mi viejo? —dice Mack—. ¿Te acuerdascuando nos subimos a la montaña rusa? ¿O aquella vez que traté de enseñarte ajugar baloncesto? —Mack mueve la cabeza, riendo—. Tenías pésima puntería

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para encestar a mitad de un salto.

Se endereza, suspira y mira alrededor. Se guarda la foto en el bolsillo.

—Voy a extrañarte, Iván —dice, y luego sale. No voltea a mirarme.

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La partida

En la mañana, temprano, Maya se presenta con otros muchos humanos.

Algunos llevan bata blanca. Otros cargan papeles que crujen. Todos hablan envoz baja y se ven atareados, concentrados.

Ruby entra primero en su caja.

—Tengo miedo, Iván —me dice, una vez dentro—. No quiero irme de tu lado.

Parte de mí tampoco quiere dejarla ir, pero sé que no puedo decirle eso.

—Piensa en todas las historias increíbles que tienes para compartir con tunueva familia —contesto.

Ruby queda en silencio.

—Les contaré tu chiste de elefantes —dice, tras una larga pausa—. El delrefrigerador.

—Seguro les va a gustar. Y también tienes que contarles de Bob, de Julia y demí —carraspeo un poco—, y de Stella.

—No voy a olvidarme de ninguno —dice ella—, y menos de ti.

Antes de que pueda contestarle algo más, su jaula es empujada al interior de

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un camión.

Es mi turno.

Bob está ocultándose en un rincón, detrás de mi alberquita. Los humanos no sehan dado cuenta de su presencia.

Mientras se aseguran de que mi caja esté lista, Bob se asoma. Me lame labarbilla, por si acaso hubiera algún resto de comida.

—Tú sí que eres único e incomparable, Bob —murmuro.

Tomo a Noesquetepilla que, sin su relleno, parece un trapo viejo. Haygoterones de pintura en su piel.

Se la tiendo a Bob, que ladea la cabeza, confundido.

—Es para que te ayude a dormir —le digo.

Bob la toma entre sus dientes y se escabulle lejos de las miradas.

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Buen muchacho

—Muy bien, Iván, qué buen muchacho —dice Maya cuando entro lentamenteen mi caja. Oigo un clic y me recompensa con un diminuto malvavisco.

Cuando me instalo, Maya me ofrece una bebida dulce que sabe a mango y aalgo más amargo.

Empiezo a sentir los párpados pesados. Quiero ver lo que está por suceder,pero tengo sueño, tanto sueño…

Sueño que estoy con Quetepilla, columpiándonos en las lianas mientras Stellanos mira. El sol penetra la gruesa bóveda de ramas, y la brisa sabe a fruta.

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En movimiento

Mis ojos se abren.

La caja se mueve.

Estoy en la ruidosa panza de una enorme bestia.

Me quedo dormido nuevamente.

Page 235: El único e incomparable Iván

Despertar

Me despierto en medio de vidrio y acero. Es una nueva jaula, no muy diferentede la anterior, sólo que está mucho más limpia.

Maya está aquí, y también otros humanos que reconozco.

—¡Hola, Iván! —dice Maya—. Está volviendo en sí, muchachos.

Tengo tres paredes de vidrio. La cuarta es una cortina de láminas de maderaunidas entre sí.

Esto no se parece a los zoológicos que se ven en la televisión. ¿Dónde estánlos otros animales?

¿Dónde están los gorilas?

¿Es aquí donde Ruby terminó? ¿En una jaula como la otra, siempre sola?¿Tendrá frío? ¿Hambre? ¿Se sentirá triste?

¿Habrá alguien que le cuente cuentos para que se vuelva a dormir?

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Añoranzas

Extraño mi antigua jaula, tan acogedora.

Me hace falta dibujar.

Pero, más que nada, echo de menos a Bob.

Mi panza se siente fría sin él.

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Comida

La comida no está mal aquí.

Aunque no haya refresco, ni algodón de azúcar.

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La fama quedó atrás

Aquí no tengo visitantes. No hay niños con dedos pegajosos, ni padrescansados.

Sólo vienen Maya y sus humanos, con sus voces reconfortantes y sus manossuaves.

Me pregunto si dejé de ser famoso.

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Algo en el aire

Pasan días eternos, y de repente noto algo.

Un cambio.

No sé lo que es, pero lo saboreo en el aire, como las nubes lejanas que sejuntan antes de la lluvia.

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Un nuevo televisor

Maya me trae un televisor. Es más grande que el que tenía antes.

Lo enciende.

—Creo que te va a gustar este programa —me dice, sonriendo.

Me preparo para ver una película romántica, o tal vez una de vaqueros.

Pero lo que veo es un documental de la naturaleza, sin voces humanas nianuncios. Es un programa sobre gorilas que se comportan como gorilas. Losveo comer y acicalarse el pelaje y jugar. Incluso los veo dormir.

Me pregunto por qué Mack nunca me puso este canal.

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La familia

Todos los días veo a los gorilas en la pantalla del televisor. Es un clanpequeño y extraño, de apenas tres hembras y un macho juvenil, sin un espaldaplateada para protegerlos.

Se acicalan entre sí, comen y duermen, y luego se acicalan un poco más. Se veque viven a gusto, plácidos y con buen ánimo, aunque, como en cualquierfamilia, también hay peleas de cuando en cuando.

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Emociones

Esta mañana, por alguna razón, no hay programa de gorilas.

Maya y los demás humanos se ven emocionados. Gorjean como pájaros alamanecer.

—Llegó el día —dicen.

He observado a otros humanos que me miran, pero nunca había visto a unostan felices.

Maya va hacia la cortina de madera.

Sonríe ampliamente.

Tira de una cuerdita.

Page 243: El único e incomparable Iván

Lo que veo

Gorilas.

Tres hembras y un macho juvenil.

Es la familia que he estado viendo. Pero no están en una pantalla de televisor.

Están al otro lado del vidrio, y ven que los miro.

Me veo.

Muchos como yo.

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Todavía ahí

Me cubro los ojos.

Miro de nuevo.

Siguen ahí.

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Contemplación

Todos los días los observo desde mi ventana, así como mis visitantes solíanmirarme.

Los veo perseguirse y acicalarse. Veo cómo juegan y duermen. Veo cómoviven su vida.

Son elegantes como Stella, que se movía apenas lo suficiente, justo lo quenecesitan.

Me miran, con la cabeza ladeada, señalándome y aullando, y me pregunto:¿estarán tan fascinados conmigo como yo con ellos?

Page 247: El único e incomparable Iván

Ella

Su aullido me lastima los oídos.

Desde la distancia, admiro sus colmillos perfectos.

Se llama Kinyani.

Es más rápida que yo, más vivaz y probablemente también más inteligente,aunque yo tenga el doble de su tamaño, y eso también es importante.

Es aterradora.

Y hermosa, como un cuadro en movimiento.

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La puerta

Hoy los humanos me llevan hacia una puerta.

Al otro lado me aguardan Kinyani y los demás.

No estoy preparado para esto. No estoy listo para ser un espalda plateada.

Soy Iván, nada más que Iván, tan sólo Iván.

Decido que hoy no es buen día para socializar.

Mañana volveré a intentarlo.

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Cavilaciones

Me quedo despierto toda la noche, pensando en Ruby.

¿Ya habrá salido por una puerta semejante a la que tengo ante mí?

¿Estaría tan asustada como yo? ¿Tan asustada como aquel día en que cayó enun agujero?

Pienso en la curiosidad insaciable de Ruby, y en las preguntas que tanto legustaba hacer. “¿Alguna vez has bailado con un tigre, Iván? ¿Tu piel se irá avolver azul? ¿Y por qué ese niño no tiene cola?”.

Si Ruby estuviera conmigo ahora, preguntaría: “¿Qué hay al otro lado de lapuerta, Iván?”.

Ruby querría averiguarlo, y ya habría atravesado la puerta.

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Preparado

—¿Quieres intentarlo de nuevo, Iván? —me pregunta Maya. Pienso en Ruby yme digo que ha llegado el momento.

La puerta se abre.

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Afuera, al fin

Cielo.Pasto.Árbol.Hormiga.Palito.Pájaro.Tierra.Nube.VientoFlor.Piedra.Lluvia.

Y todo es mío.Mío.Mío.

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Uy

Olfateo, me acerco, me pavoneo un poco, pero los otros no me acogen. Tienendientes afilados y voces agudas.

¿Habré hecho algo mal?

Kinyani me persigue. Me arroja un palo. Me arrincona.

Sé que me está poniendo a prueba, para ver si soy un verdadero espaldaplateada, capaz de proteger a su familia.

Retrocedo y me cubro los ojos.

Maya me permite volver a mi jaula.

Page 253: El único e incomparable Iván

¿Cómo era todo eso?

No puedo dormir y hago un esfuerzo por recordar cómo era ser un gorila.

¿Cómo nos movíamos? ¿Cómo nos tocábamos? ¿Cómo sabíamos quiénmandaba?

Trato de volver al pasado, más allá de los bebés, las motos, las palomitas demaíz y los pantalones cortos.

Trato de imaginarme a Iván como él hubiera sido.

Page 254: El único e incomparable Iván

Apariencias

El macho juvenil se me acerca. Contempla mi comida con apetito.

Me imagino a un Iván diferente, digno hijo de mi padre.

Gruño y manoteo y me enderezo arrogante. Me golpeo el pecho hasta que mehago oír del mundo entero.

Kinyani me observa, al igual que los demás.

Avanzo hacia el jovencito, y él retrocede.

Casi como si creyera que soy el espalda plateada que aparento ser.

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El nido

Estoy haciendo un nido en el suelo. No es un verdadero nido de la selva. Lashojas no son las mejores, y las ramitas son muy quebradizas. Se rompencuando intento entretejerlas.

Los demás me observan, y gruñen con desaprobación: demasiado pequeño,demasiado frágil, qué cosa más fea.

Pero cuando me meto en esa cuna de hojas, siento como si flotara en la neblinade la copa de los árboles.

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Más televisión

Maya quiere que vuelva a mi jaula de vidrio. Lo sé porque pretende atraermehacia la puerta con un camino de malvaviscos.

Trato de ignorarla. No quiero dejar de estar al aire libre. No hay una sola nubeen el cielo, y encontré el lugar perfecto para una siesta. Pero cedo cuando ellaañade pasitas recubiertas de yogur al camino. Conoce demasiado bien misdebilidades.

En la jaula de vidrio, el televisor está encendido. Es otro documental de lanaturaleza, errático y fuera de foco.

Espero ver gorilas, pero no aparece ninguno.

Oigo un sonido agudo, como de una trompeta de juguete.

Mi corazón se acelera.

Me acerco rápidamente a la pantalla, y allí la veo.

Ruby.

Está retozando en un delicioso charco de fango con otros dos jóveneselefantes.

Se aproxima otra elefanta. Se ve muy grande junto a Ruby. La acaricia, y le da

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empujoncitos. Hace ruiditos suaves a su lado.

Permanecen una junto a la otra, como lo hacían Ruby y Stella. Entrelazan sustrompas. Veo algo en los ojos de Ruby, y sé lo que es.

Es gozo.

Veo todo hasta el final, y luego Maya lo vuelve a poner, y una vez más.Después apaga el televisor y lo saca de la jaula.

Apoyo la mano sobre el vidrio. Maya voltea a mirar.

Gracias, trato de decirle con la mirada. Gracias.

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Ahora soy yo

Kinyani se mueve frente a mí. Me da un golpecito en el hombro, y huye a lacarrera, apoyándose en los nudillos.

La miro, con los brazos cruzados sobre mi pecho. Tengo buen cuidado de nohacer ni un ruido.

No sé bien qué se supone que estamos haciendo.

Ella vuelve a acercarse, me da un empujón, pasa a mi lado corriendo, y luegome doy cuenta de lo que sucede.

Estamos jugando.

Jugamos corre que te pillo.

Y ahora yo soy quien debe atraparla a ella.

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El cortejo amoroso

Hago contacto visual.

Exhibo mi figura.

Me pavoneo de acá para allá.

Gruño.

Lanzo un palo.

Gruño un poco más.

Me muevo para acercarme.

El cortejo es difícil.

Se ve tan fácil en el televisor.

No sé si alguna vez llegaré a aprender a hacerlo.

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Más sobre el cortejo

Ojalá Bob estuviera aquí. Me servirían sus consejos.

Trato de acordarme de las películas románticas que vimos juntos.

Recuerdo que había conversaciones, abrazos, que se lamían la cara.

No soy muy bueno para todo esto.

Pero es divertido intentarlo.

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Acicalamiento

¿Hay algo más delicioso que sentir que alguien te acicala el pelaje y te quitalos bichos muertos?

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Conversación

Los gorilas no somos muy parlanchines, como los humanos, tan propensos alos chismes y los chistes malos.

Pero de vez en cuando, alguno cuenta una historia mientras nos asoleamos.

Un día me toca el turno.

Le cuento a mi clan de Mack, Ruby, Bob, Stella, Julia y George, de mi madre ymi padre y mi hermana.

Cuando termino, evitan mirarme, en silencio.

Kinyani se acerca. Su hombro roza el mío, y nos asoleamos. Uno al lado delotro.

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La cima de la colina

He explorado todos los rincones y recovecos de este lugar, a excepción de unacolina que hay en un extremo, donde unos hombres han estado reparando unmuro.

Al fin terminaron. Dejaron una extensión de ladrillo blanco y nuevo y unmontón de tierra negra.

Mientras los demás dormitan al sol de la mañana, decido explorar la cima dela colina. Ellos ya han estado allí pero yo no. Todo es nuevo para mis ojos.

Me tomo mi tiempo para subir la ladera, disfrutando la sensación del pasto enmis nudillos. La brisa me trae voces de niños y el adormecedor zumbido delos abejorros. Cerca de la cima hay un árbol de ramas bajas, que a mi hermanale hubiera encantado.

El muro no tiene fin, blanco y sin una mancha. Se extiende más allá de mihábitat, hasta el de otros animales. Es alto y ancho, construido cuidadosamentepara mantenernos dentro a nosotros y fuera a los demás.

A fin de cuentas, sigue siendo una jaula.

La noche anterior llovió, y el montón de tierra se siente suave al tocarlo. Tomoun puñado y aspiro su delicioso olor a mojado.

Tiene un color oscuro y profundo, y se siente pesada y fresca en mi mano.

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Y el muro aguarda, como un infinito lienzo en blanco.

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El muro

Es un muro muy grande.

Pero también es un montón de tierra grande, y yo soy un gran pintor.

Aplico puñados de fango sobre el cemento tibio. Dejo la huella de una mano.

Me toco la nariz con un dedo enfangado. Dejo la huella de una nariz.

Deslizo las palmas de mis manos hacia arriba y hacia abajo. El fango esespeso, difícil de trabajar. Pero sigo adelante, cuchareando fango yextendiéndolo en el muro.

No sé qué estoy haciendo, y no me importa. Dibujo curvas y espirales y líneasgruesas. Figuras y formas. Luz y sombra.

Soy un artista en plena creación.

Cuando termino, retrocedo para admirar mi obra. Pero es una superficiegrande, y quisiera tener una perspectiva mejor.

Voy al árbol de gruesas ramas y me agarro de la más baja. Trato de columpiarmis patas.

¡Uy! Caigo como piedra al suelo. Soy demasiado grande para subirme a unárbol, supongo.

Page 266: El único e incomparable Iván

Lo intento de nuevo, y esta vez logro trepar a la rama más baja, pero me quedosin aliento.

Paso a otra rama, y a otra, y no puedo subir más. Desde la mitad del árbol, veoa mi clan, todavía dormitando, a gusto.

Contemplo el muro, salpicado y embarrado de fango. No hay mucho color,pero sí movimiento. Me gusta. Se ve un poco salvaje, como salido de unsueño, como algo que Julia hubiera podido pintar.

Desde mi puesto, a media altura en el árbol, alcanzo a ver más allá del muro.Veo jirafas e hipopótamos.

Veo venados con patas tan finas como ramitas. Veo un oso durmiendo en untronco hueco.

Veo elefantes.

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A salvo

Está muy lejos, entre el pasto crecido que le llega hasta la panza, y hay otroselefantes a su lado.

Ruby.

—¡Aquí está, Stella! —susurro—. Ruby está a salvo, tal como te prometí.

Llamo a Ruby, pero el viento se lleva mis palabras y sé que nunca llegará aoírme.

A pesar de eso, la veo que se detiene un momento y yergue las orejas como

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diminutas velas de barco.

Después, con gracia elefantesca, se mueve por entre la hierba.

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Espalda plateada

La tarde de cielo nublado está por volverse noche. Hace frío y llovizna, perono me importa.

Por las noches dormimos en nuestra madriguera, pero siempre soy el último enentrar. Ya he pasado suficiente tiempo encerrado.

A esta hora del día no hay muchos visitantes. Apenas unos cuantos rezagados,apoyados en el muro que nos separa. Señalan, toman un par de fotos, ycontinúan su camino para ver a las jirafas, aquí cerca.

Uno de los cuidadores me hace señas. A regañadientes me doy vuelta paraentrar.

Por el rabillo del ojo veo a alguien corriendo. Me detengo.

Es una niña de pelo negro, carga una mochila. Un hombre la sigue,esforzándose por alcanzarla.

—¡Iván! —grita la niña—. ¡Iván!

¡Es Julia!

Trato de llegar hasta el borde del ancho foso que rodea el muro.

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Julia y George me saludan desde lejos. Me muevo de aquí para allá, entreaullidos y gruñidos, en una especie de danza de felicidad gorilesca.

—¡Cálmate, te estás portando como un chimpancé! —dice una voz.

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Me quedo paralizado.

Una diminuta cabeza color nuez con grandes orejas se asoma de la mochila deJulia.

—Bonito lugar —dice Bob.

—¡Bob! —exclamo—. ¿De verdad eres tú?

—El mismo en persona.

—¿Cómo…? ¿Dónde…? —no encuentro palabras para expresarme.

—El trabajo de George en el zoológico no empieza sino hasta el mes próximo.Así que él y Julia llegaron a un acuerdo: ella está sacando a pasear a tresperros más para cubrir los gastos de mi alimentación. Y adivina qué: los tresson french poodles.

—Dijiste que no querías un hogar —respondo.

—Sí —señala—, pero a la mamá de Julia le agrada mi compañía. Así quecreo que les hago un favor. Todos salimos ganando.

Julia empuja la cabeza de Bob de vuelta al interior de la mochila.

—Se supone que no estás aquí —le recuerda.

—Iván se ve muy bien, ¿cierto, Julia? —pregunta George—. Más fuerte, eincluso más alegre.

Julia sostiene en alto una pequeña foto, pero está demasiado lejos para que laalcance a ver.

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—Es Ruby, Iván. Está con otros elefantes ahora, gracias a ti.

Lo sé, me gustaría decirle. Lo vi con mis propios ojos.

Nos miramos uno al otro a través del espacio que nos separa. Luego de unrato, George da una palmadita en el brazo de Julia.

—Es hora de irnos.

Julia sonríe con añoranza.

—Adiós, Iván. Saluda a tu nueva familia —se vuelve hacia George—.Gracias, Papá.

—¿Por qué?

—Por… —ella mueve su cabeza hacia mí—. Por esto.

Dan vuelta para alejarse. Los faroles que iluminan los senderos del zoológicose encienden, cobijando al mundo con su luz amarilla.

A duras penas distingo la cabecita de Bob que asoma de la mochila de Julia.

—Eres Iván, el único e incomparable, el único y sin par —me grita.

Hago un gesto de asentimiento, y me vuelvo hacia mi familia, mi vida, mihogar.

—El poderoso espalda plateada —murmuro.

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Nota de la autora

El único e incomparable Iván es una obra literaria, pero la inspiración paraesta historia inventada nace de una historia verdadera.

Iván, un gorila de verdad, vivió en el zoológico de Atlanta, en Estados Unidos,y de camino a ese final feliz pasó casi tres décadas sin ver a uno de sus pares,un semejante.

Tras haber sido capturado en la República Democrática del Congo cuando eraapenas un bebé (su hermana gemela murió en el camino a Estados Unidos opoco después), Iván fue criado en una casa hasta que fue imposiblecontrolarlo. En ese punto, pasó a formar parte de una curiosa colección deanimales reunida en un centro comercial temático que pretendía ser un circo,en el estado de Washington.

Iván pasó veintisiete años de su vida solo en una jaula. Con el paso deltiempo, así como creció el conocimiento sobre la conducta y las necesidadesde los primates, también creció la incomodidad del público con la soledad deIván, sobre todo después de que fuera el personaje central de un especial deNational Geographic titulado El gorila urbano. A este especial le siguió unllamado del público que incluía cartas conmovedoras de niños. Cuando elcentro comercial en el cual vivía Iván quebró, fue ofrecido en préstamopermanente al zoológico de Atlanta, que alberga el mayor grupo de gorilas delas tierras bajas occidentales en Estados Unidos.

Iván fue una celebridad consentida de este zoológico, donde vivió

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plácidamente con Kinyani y los demás gorilas. Es famoso por sus pinturas, quecon frecuencia iban firmadas con la huella de su pulgar.

Iván y Kinyani son gorilas reales, al igual que Jambo, cuya historia Stella lesnarra a Iván y a Bob. Pero los demás personajes y situaciones de esta novelason enteramente producto de mi imaginación. Cuando empecé a escribir sobrelos tristes hechos de la solitaria existencia de Iván, una nueva historia empezóa tomar forma lentamente. Al menos en el papel, donde todo es posible, quisedarle a Iván (aunque viviera en cautiverio tras las paredes de su pequeñajaula) una voz propia y una historia que contar. Quise darle a alguien a quiénproteger, y la posibilidad de comportarse como el poderoso gorila espaldaplateada que estaba destinado a ser.

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Agradecimientos

Mi agradecimiento a toda la talentosa gente de HarperCollins por suentusiasmo y su notable e xperiencia. Mi calurosa gratitud en especial a laextraordinaria directora de arte, Amy Ryan; a la incomparable Sarah Hoy porsu precioso diseño gráfico; y a la revisora Renée Cafiero, la mejor de todaslas revisoras de textos.

Tengo una deuda enorme, más que con cualquiera, con Anne Hoppe, mi notableeditora, que tiene oído para la poesía, ojo para el arte, y la paciencia de unamaestra de preescolar (y esos son apenas unos cuantos de sus superpoderes).Gracias, Anne, por todo. No hubiera podido lograrlo sin ti. En serio.

A mis padres, Roger y Suzanne; mis hermanos, Stu, Martha y Lisa; mis viejas yqueridas amigas (no tan viejas, claro) Lisa Leach y Suzanne Hultman: sé loafortunada que soy de tenerlas en mi vida.

Y a Julia, Jake y Michael: los humanos tenemos demasiadas palabras, más delas que verdaderamente necesitamos. Sin embargo, no hay palabras capaces deexpresar lo mucho que los quiero.

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Katherine Applegate ha escrito muchos libros infantiles y juveniles, yha recibido prestigiosos premios, como el Golden Kite, el JosetteFrank y la Newbery Medal. Vive en California con su esposo, sus doshijos y una colección de mascotas muy queridas, aunque algoexcéntricas. Para escribir El único e incomparable Iván se inspiró enla historia de un gorila en cautiverio, conocido como “Iván, el goriladel centro comercial”. El Iván real vivió solo en una jaula diminuta deun centro comercial a lo largo de veintisiete años, antes de sertrasladado a un zoológico tras una serie de protestas y manifestacionespúblicas. Es famoso por sus pinturas, que con frecuencia iban firmadascon la huella de su pulgar.

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EL ÚNICO E INCOMPARABLE IVÁN

Título original: The One and Only Ivan

© 2012 Katherine Applegate, por el texto

© 2012 Patricia Castelao, por las ilustraciones de interiores y cubierta

Traducción: Mercedes Guhl

Esta edición se ha publicado según acuerdo con HarperCollins Children’s Books, un sellode HarperCollins Publishers

D.R. © Editorial Océano, S.L.Milanesat 21-23, Edificio Océano08017 Barcelona, Españawww.oceano.com

D.R. © Editorial Océano de México, S.A. de C.V.Blvd. Manuel Ávila Camacho 76, piso 1011000 México, D.F., Méxicowww.oceano.mxwww.oceanotravesia.mx

Primera edición impresa: 2013

Primera edición en libro electrónico:2013

eISBN: 978-607-735-063-7

Reservados todos los derechos.Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida,almacenada o transmitida por ningún medio sin permiso del editor. Cualquier forma dereproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puedeser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

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Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) sinecesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Libro convertido a ePub por: Mutāre, Procesos Editoriales y de Comunicación

HECHO EN MÉXICO / MADE IN MEXICO

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Page 281: El único e incomparable Iván

ÍNDICE

Portada

Página de título

Dedicatoria

Epígrafe

Glosario

Hola

Nombres

Paciencia

Cómo me veo

El centro comercial Gran Circo en la salida 8, con galería devideojuegos

El gran circo más pequeño del mundo

Desaparecer

Artistas

Las formas de las nubes

Imaginación

El gorila más solitario del mundo

El televisor

Page 282: El único e incomparable Iván

El espectáculo de la naturaleza

Stella

La trompa de Stella

Un plan

Bob

La vida en libertad

Picasso

Tres visitantes

Mis visitantes regresan

Vergüenza

Julia

Retratos de Bob

Bob y Julia

Mack

Sin poder dormir

El escarabajo

Cambio

¿Qué será?

Jambo

La suerte

La llegada

Stella ayuda

Noticias atrasadas

Trucos

Page 283: El único e incomparable Iván

Presentaciones

Stella y Ruby

Hogar del único e incomparable Iván

Lecciones de arte

Una golosina

Chistes de elefantes

Hijos

El estacionamiento

La historia de Ruby

Un éxito

Preocupación

La promesa

Saberlo

Cinco hombres

Consuelo

Llanto

Iván, el único e incomparable, el único y sin par

Había una vez

El Gruñido

Fango

Protector

Una vida perfecta

El final

Liana

Page 284: El único e incomparable Iván

Humano temporalmente

Hambre

Bodegón

Castigo

Bebés

Camas

Mi espacio

Nueve mil ochocientos setenta y seis días

Una visita

Un nuevo comienzo

Pobre Mack

Colores

Una pesadilla

La historia

Cómo…

Recuerdos

Lo que hicieron

Algo más para comprar

Otro Iván

Días

Noches

Un proyecto

Algo no está bien

A ninguna parte

Page 285: El único e incomparable Iván

Los malos de la película

El anuncio

Imaginación

Noesquetepilla

Una cosa más

La función de las 7

Quince

H

Nerviosismo

La exposición para Julia

Más dibujos

Golpearse el pecho

Enojo

Las piezas del rompecabezas

Al fin

A la mañana siguiente

Humano enojado

Llamada telefónica

Una estrella de nuevo

El simio pintor

Entrevista

El noticiero de las 5

Pancartas

Manifestantes

Page 286: El único e incomparable Iván

Marcas

Liberen a Ruby

Una nueva caja

Entrenamiento

Veamos por aquí, ahora por acá

Día sin pintar

Más cajas

Adiós

Clic

Una idea

Respeto

La foto

La partida

Buen muchacho

En movimiento

Despertar

Añoranzas

Comida

La fama quedó atrás

Algo en el aire

Un nuevo televisor

La familia

Emociones

Lo que veo

Page 287: El único e incomparable Iván

Todavía ahí

Contemplación

Ella

La puerta

Cavilaciones

Preparado

Afuera, al fin

Uy

¿Cómo era todo eso?

Apariencias

El nido

Más televisión

Ahora soy yo

El cortejo amoroso

Más sobre el cortejo

Acicalamiento

Conversación

La cima de la colina

El muro

A salvo

Espalda plateada

Nota de la autora

Agradecimientos

Page 288: El único e incomparable Iván

Datos de la autora

Página de créditos