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El perro más invisible del mundo ra una tarde fría en una gran urbe del Norte del país, pero no cualquier tarde, era 24 de Diciembre una fecha importante para los lugareños. En el portón de una grandísima casa de gente adinerada y muy sofisticada, yacía solitario un perro negro, con el pelo hecho nudos, la piel pegada a los huesos, lucía demacrado; su nombre, Gary. Él estaba triste, no comprendía por qué todas las personas traían un gran alboroto, iban y venían con gran velocidad como si fuese una caricatura rápida. A la derecha de Gary, estaba una linda pelotita roja cubierta de nieve casi en su totalidad excepto un pequeño puntito que sobresalía entre la espesa nieve blanca. Y, aunque es bien sabido que los perros no distinguen colores, Gary pudo apreciar que algo no concordaba en el paisaje, ¿Qué será eso de ahí, Tal vez un hueso?, ¿Será que mis dueños al fin se acuerdan de alimentarme? ¿O será alguno de esos objetos con los cuales me martirizan cuando hago algo que ellos llaman “mal”? ¡NO! Ni pensarlo, mejor me fijo y tal vez me deshaga de él. Ladró Gary. Fue así como este olvidado perro comenzó a excavar y al terminar y al terminar se llevó una gran sorpresa, ¿Qué es esto? ¿Es nuevo? ¡Qué bonito! Pensó Gary. Así que tomó la pelota con sus dientes, la dejó caer, la volvió a tomar, la lanzaba corría por ella… aunque no parezca divertido para un perro como él, lo era todo. En un abrir y cerrar de ojos Gary aprendió a jugar, su ritmo se volvió más veloz, sin embargo, en un descuido la pelota salió con tal rapidez que cayó encima de una fuente congelada. Gary se preocupó, no sabía si eso estaría “mal” para sus dueños, ¿debería acaso sacarla de ahí? Exclamó Pero, cómo, ¿cómo hacerlo? Se preguntaba una y otra vez. La fuente era muy alta y sus piernas muy cortas y débiles para alcanzar la pelota, así pasaron las horas… Gary se ponía cada vez más nervioso, daba vueltas y volvía a la fuente, estaba indeciso, por una parte tenía miedo del posible castigo que sus dueños le dieran y por otra temía que su salto no fuera suficiente y cayera golpeándose sobre la fría nieve. Al cabo de un rato Gary escuchó como se acercaban unas personas, ¿Serán mis dueños?, De pronto, el sonido del cerrojo de la puerta lo aterrorizó aún más, y en un acto de valor extraordinario brincó tan alto como pudo, alcanzando la pelota. Gary ladró de felicidad, ¡estaba salvado! Ahora mis dueños no me regañarán. Gary se regocijaba de alegría, fue en ese momento cuando un grupo de personas salieron de la casa… pero ni siquiera voltearon a ver al perro; ¿Me han ignorado? Se preguntó, ¡HEY, estoy aquí, mírenme! Ladraba con euforia; Pero pareciera que Gary, era el perro más invisible del mundo… E

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El perro más invisible del mundo

ra una tarde fría en una gran urbe del Norte del país, pero no cualquier tarde, era 24 de Diciembre una fecha importante para los lugareños.

En el portón de una grandísima casa de gente adinerada y muy sofisticada, yacía solitario un perro negro, con el pelo hecho nudos, la piel pegada a los huesos, lucía demacrado; su nombre, Gary. Él estaba triste, no comprendía por qué todas las personas traían un gran alboroto, iban y venían con gran velocidad como si fuese una caricatura rápida. A la derecha de Gary, estaba una linda pelotita roja cubierta de nieve casi en su totalidad excepto un pequeño puntito que sobresalía entre la espesa nieve blanca. Y, aunque es bien sabido que los perros no distinguen colores, Gary pudo apreciar que algo no concordaba en el paisaje, ¿Qué será eso de ahí, Tal vez un hueso?, ¿Será que mis dueños al fin se acuerdan de alimentarme? ¿O será alguno de esos objetos con los cuales me martirizan cuando hago algo que ellos llaman “mal”? ¡NO! Ni pensarlo, mejor me fijo y tal vez me deshaga de él. Ladró Gary. Fue así como este olvidado perro comenzó a excavar y al terminar y al terminar se llevó una gran sorpresa, ¿Qué es esto? ¿Es nuevo? ¡Qué bonito! Pensó Gary. Así que tomó la pelota con sus dientes, la dejó caer, la volvió a tomar, la lanzaba corría por ella… aunque no parezca divertido para un perro como él, lo era todo. En un abrir y cerrar de ojos Gary aprendió a jugar, su ritmo se volvió más veloz, sin embargo, en un descuido la pelota salió con tal rapidez que cayó encima de una fuente congelada. Gary se preocupó, no sabía si eso estaría “mal” para sus dueños, ¿debería acaso sacarla de ahí? Exclamó Pero, cómo, ¿cómo hacerlo? Se preguntaba una y otra vez. La fuente era muy alta y sus piernas muy cortas y débiles para alcanzar la pelota, así pasaron las horas… Gary se ponía cada vez más nervioso, daba vueltas y volvía a la fuente, estaba indeciso, por una parte tenía miedo del posible castigo que sus dueños le dieran y por otra temía que su salto no fuera suficiente y cayera golpeándose sobre la fría nieve. Al cabo de un rato Gary escuchó como se acercaban unas personas, ¿Serán mis dueños?, De pronto, el sonido del cerrojo de la puerta lo aterrorizó aún más, y en un acto de valor extraordinario brincó tan alto como pudo, alcanzando la pelota. Gary ladró de felicidad, ¡estaba salvado! Ahora mis dueños no me regañarán. Gary se

regocijaba de alegría, fue en ese momento cuando un grupo de personas salieron de la casa…

pero ni siquiera voltearon a ver al perro; ¿Me han ignorado? Se preguntó, ¡HEY, estoy aquí,

mírenme! Ladraba con euforia; Pero pareciera que Gary, era el perro más invisible del mundo…

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