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Pedro Bosch-Gimpera El poblamiento antiguo y la formación de los pueblos de España José Luis Lorenzo (prólogo) Segunda edición México Universidad Nacional Autónoma de México Instituto de Investigaciones Históricas 1995 430 + [XLV] p. Ilustraciones y mapas ISBN 968-36-4439-2 Formato: PDF Publicado en línea: 11 de abril de 2018 Disponible en: http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/publicadigital/libros/ poblamiento/001a.html DR © 2018, Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Históricas. Se autoriza la reproducción sin fines lucrativos, siempre y cuando no se mutile o altere; se debe citar la fuente completa y su dirección electrónica. De otra forma, se requiere permiso previo por escrito de la institución. Dirección: Circuito Mtro. Mario de la Cueva s/n, Ciudad Universitaria, Coyoacán, 04510. Ciudad de México

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Pedro Bosch-Gimpera

El poblamiento antiguo y la formación de los pueblos de España José Luis Lorenzo (prólogo)

Segunda edición

México

Universidad Nacional Autónoma de México Instituto de Investigaciones Históricas

1995

430 + [XLV] p.

Ilustraciones y mapas

ISBN 968-36-4439-2

Formato: PDF

Publicado en línea: 11 de abril de 2018

Disponible en:

http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/publicadigital/libros/poblamiento/001a.html

DR © 2018, Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Históricas. Se autoriza la reproducción sin fines lucrativos, siempre y cuando no se mutile o altere; se debe citar la fuente completa y su dirección electrónica. De otra forma, se requiere permiso previo por escrito de la institución. Dirección: Circuito Mtro. Mario de la Cueva s/n, Ciudad Universitaria, Coyoacán, 04510. Ciudad de México

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HISTÓRICAS

CAPITULO VIII

GRIEGOS Y CARTAGINESES EN LA PENINSULA

DESDE EL SIGLO V

1. Los griegos y los cartagineses en Espaiía

de 480 a 350 a. de J. C.

Este período parece haber sido de paz en España, que no

fué afectada sino indirectamente por las nuevas luchas que se

desarrollaron fuera de ella.

En este período sigue el conocimiento y el interés de los

geógrafos griegos por el lejano Occidente y aunque el límite de

la navegación parece hallarse en las Columnas (el estrecho de Gi­

braltar), se tiene noticia de los pueblos de más allá. Después

del uPeriodos Gés" de Hecateo (510), que representa el conoci­

miento de los griegos después de Alalia y antes de la guerra de Artemísion, no hay descripciones del oeste hasta entrado el siglo v: Carón de Lampsaco, hacia 464, o no mucho más tarde, escribió su Periplous tous éktós ton Heracléon stelón/ desgra­ciadamente perdido. Herodoto, por noticias recogidas hacia 448, habla de los cinetas y de los celtas, estos últimos el pueblo ex­tremo del ecumeno. Luego sigue el importante texto de Euc­temón de Amfí polis, que describe la situación creada por la

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paz de ArtemÍsion y que es el testinlonio de las Columnas corno límite de la navegación griega, habiéndose escrito en la época en que los atenienses del tiempo de Pericles sentían renacer el inte­rés por Occidente y en que aquél concebía sus planes ambiclo­sos. Herodoro de Heraclea (hacia 420) describe las tribus al­rededor del estrecho en una obra erudita, conociendo también a los cinetas del sur de Portugal, vecinos de los ileates-gletes del valle del Guadalquivir, además de los tartesios, los dbisinios (olbisios de Huelva), los celcianos (cilbicenos del e uecho) y sus vecinos en el Mediterráneo: los mastienos.

Luego, el interés decae, y, en todo caso hasta Piteas (33 O a. de J. C.) , no se vuelve a encontrar una nueva exploración. Só­lo en el período intermedio aparecen textos de erudición basados

en noticias anteriores, como la de Éforo en la primera mitad del siglo IV, quien escribe su geografí a del ecumeno basada en

viejas noticias jonias y utilizando para España el Periplo mas­

saliota, lo mismo que, poco más tarde, hacia 340, el Pseudo Es­

cílax, quien escribe otro Periplo, con muchos puntos de con­

tacto con Éforo.2

Entretanto la costa occidental seguía siendo el monopolio

de los cartagineses: los griegos sabían muy poco de ella y no

llegaban allá, aunque los cartagineses llevaban a los mercados

africanos vasos griegos, que el Pseudo Escílax a dice que se vendían en las costas de Marruecos y no sabemos si también en el mercado de Cerne (Río de Oro), de donde los cartagineses sacaban oro y marfil. Este mercado debió ser explotado in­tensamente durante los siglos V y IV sólo por ellos, y las noticias vagas que daban los cartagineses de él y de las dificultades de la navegación en los países tropicales, procuraban envolverlos en un tnisterio a propósito para impedir que fuesen buscados por los competidores.4 En realidad, para los griegos seguía siendo un país desconocido en el que se localizaban hechos fa­bulosos, como antes se hiciera en España,5 y en este período

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sólo se conoce una exploración no cartaginesa, la de Sataspes, bajo Jerjes, en el segundo tercio del siglo v, quien llegó hasta el Senegal y acaso hasta Guinea, encontrando una población de pigIneos y realizando su viaje desde las Columnas, idea que pa­rece haberse concebido ya bajo Daría, sin que entonces se lle-

, • 6 gase a poner en practIca.

La intervención de mercenarios en guerras fuera de España es conocida de los siguientes momentos. Ante todo en la de

Himera en 480, al lado de los cartagineses, en Sicilia. Luego figuraron en Grecia en el ejército de Aristarco, uno de los ge­nerales atenienses en las Guerras del Peloponeso, hacia 411, de lo que procede la mención de los iberos en Aristófanes. Final­mente repetidas veces en las guerras siguientes de Sicilia, en las luchas que a partir de fines del siglo v siguieron sin interrup­ción casi entre los dos enemigos tradicionales. En 396 se pasa­ron del ejército cartaginés al de Dionisia el Antiguo, reclután­dolos éste también en 368. En la guerra de Timoleonte reapare­cen alIado de los cartagineses en 340 (Crimiso). Estas correrías militares ibéricas responden al espíritu de aventura del pueblo, y su reclutamiento se debía hacer desde las colonias cartagine­sas y griegas, según los casos, contribuyendo a familiarizarlos con la civilización griega en Sicilia y aun en la propia Grecia.7

En España, las relaciones entre griegos y cartagineses de­

bían estar reguladas por la paz después de Artemísion, que es­

tablecería el estado de cosas descrito por Euctemón, continuan­

do la relación de unos y otros entre sí y con las tribus indígenas.

A la prosperidad de esta nueva etapa del comercio griego se debió probablemente el establecimiento de nuevos coloniza­dores procedentes del sur de Francia en el golfo de Rosas, en donde por entonces debió ser fundada Rhode (Rosas), por ele­mentos radios que hay que suponer no llegados directamente de la isla del Egeo, como se ha creído a menudo, sino relacio­nados con los radios procedentes de Parthénope, la vieja N á-

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poles, que ya habían intervenido en la colonización del sur de Francia (Rhodanusia). Para la fundación de la Rhode catala­na no hay ningún dato aprovechable en la literatura ni en la arqueología, no habiéndose hallado restos de la ciudad en las prospecciones realizadas en su territorio. El único indicio es la acuñación de monedas, que principia hacia 410 con imitacio­nes de las bellas monedas siracusanas de Evaineto, lo que hace pensar que la nueva colonia, floreciente a fines del siglo v, de­bió fundarse poco antes.

2. La arqueología de 480-350 a. de J. C.

La arqueología, en cambio, permite una reconstrucción más satisfactoria de las relaciones de los griegos y los cartagi­neses con España. Conocemos bastante de h Neápolis empori­tana, menos de lo que quisiéramos porque los estratos griegos se hallan en general bajo la capa de la época romana, siendo posible llegar a aquéllos sólo excepcionalmente, y no habiéndose podido excavar metódicamente sus sepulcros, saqueados desde antiguo. Algo se conoce de la pequeña ciudad de ((Lcuké ák­ra" (?) en el Tossal de 11anises de la Albufercta de Alicante, especialmente las tierras cocidas y la cerámica ática del estilo de Midias de su necrópolis, y prácticamente nada de las demás ciudades griegas, si no son las monedas de Rosas.8 De las colonias fenicio-cartaginesas, algo de los sepulcros de Cádiz, los sepul­cros de Ibiza y sepulcros de Baria (Villaricos ). Pero además existen hallazgos griegos en cierta abundancia y algunos carta­gineses en las estaciones ibéricas.

En la Neápolis emporitana, en el siglo v, debió levantarse un templo a Asclepio del que se ha conservado el basamento y se ha recuperado la imagen, la mejor que conocemos del dios en todo el mundo griego, adquirida por los emporitanos en los talleres de escultura de Atenas, que trabajaban dentro de la

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tradición de la escuela de Fidias y que decoraron los frisos del Partenón, a fines del siglo v.9 Del siglo v es probablemente un buleuterion próximo al santuario de Asclepio, lugar de reu­nión del consejo de la ciudad, y los hallazgos de la capa primera que, con los sepulcros, ha proporcionado abundante cerámica ática de figuras rojas. Esta domina casi exclusivamente, y a través de ella se sigue el desarrollo de todos los estilos áticos del siglo v y IV. Son de notar especialmente una upelike" del taller de Aristófanes-Erginos, relacionado con la pintura cerámica de influencia polignótica y con el círculo de Midias, así como una crátera del llamado por Beazley upintor del tirso negro".

Hay también cerámica de Kertch. Las esculturas están repre­

sentadas, aparte del Asclepio, por una cabeza de Sileno, de már­

mol, que puede relacionarse con la escultura representada por

el grupo de los Tiranicidas, una cabeza pequeña de mármol

también de tradición fidiásica representando acaso a Poseidón.

Una figurita de tierra cocida de mediados del siglo v, encon­

trada en la ciudad, representa una joven llevando la ofrenda de

un ganso. 10

Un capítulo interesante que hoy se comienza a recons­truir de la arqueología emporitana, es la evolución de su mo­neda. ll Hacia 480 debió empezar un nuevo período en el que las acuñaciones de la ciudad imitan varios tipos de moneda (Massalia, Himera, Cime), pero especialmente las de Atenas arcaicas y las llamadas de transición entre 460 y 413. Las imi­taciones de Atenas corresponden a la época de predominio del comercio ateniense, durante el que llegaron grandes cantidades de vasos áticos a España y en que se adquirió el Asclepio de Emporion. En el último tercio del siglo empieza a abundar la imitación de las monedas de Sicilia, entre otras (Corinto), pa­ra, después de 413, en la momentánea decadencia del comercio ático con el fin desastroso de la Guerra del Peloponeso, aca­bar predominando las imitaciones de la moneda siracusana, con

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lo que se fija la escala de valores emporitanos y aparecen diviso­res de los dracmas, que siguen durante el siglo IV hasta que, hacia 317, empiezan los clásicos dracmas de Emporion con la cabeza de Aretusa y el Pegaso. Pero desde fines del siglo V (des­de 610) Y en la primera mitad del IV se desarrolló paralelamen­te la moneda de Rosas con sus acuñaciones extraordinariamente bellas, imitación de las siracusanas de Evaineto y otros. Amo­rós sospecha que paralelamente a las acuñaciones emporitanas pudieron existir otras de las colonias del sureste de España, to­davía mal conocidas. La difusión de la moneda griega se conoce en la costa catalana y en el norte del reino de Valencia, en este período, por los hallazgos de Emporion y además por los teso­ros del Pont de Molins (que desde el siglo VI llega al fin del siglo IV) , Rosas (460-300), de Tarragona (de 43 O al fin del si­glo IV), Y Morella (490 a 400).

De la colonia de la Albufereta y su necrópolis se tienen

noticias confusas respecto a su estratigrafía; pero se conocen de ella figuritas de tierra cocida, muy semejantes a las griegas de Ibiza y cerámica de figuras rojas, especialmente del ((bello estilo"

que aparece en Francia en Ensérune y que se ha incluído en el ciclo de Midias, atribuyéndolo Beazley al ((pintor de lena" y

fechándolo hacia el 400. 12

De este período son los principales hallazgos de la necró­polis de Gades, consistentes en joyas y particularmente en el conocido s;¡rcófago antropoide que, después de lo que conoce­mos de las necrópolis de Fenicia, hay que colocar mucho más tarde de lo que se había creído, no pareciendo anterior al último tercio del siglo V.

13 De Ibiza proceden abundantes ha­llazgos de la necrópolis del Puig des Molins,14 con \Sus cámaras subterráneas excavadas artificialmente en la roca, en las que abundan las tierras cocidas de tipos griegos, junto con los cu­

tagineses y de tradición oriental, a la vez que los escarabeos, las joyas, la cerámica y los huevos de avestruz cartagineses,

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faltando en general de la cerámica griega la de la mayor parte del siglo v, todo lo que no son lecitos y aribalos de figuras rojas de estilo muy avanzado. Parece como si la cerámica con alguna tierra cocida, que puede sospecharse que proceda de la Albufe­reta por la selnejanza de sus tipos, a partir de este momento tardío fuese la principal in1portación griega. Las tierras co­cidas de tipo griego en la mayor parte de los casos, después de la época arcaica, son imitaciones hechas por los mismos carta­

gineses, que continuaron a su vez desarrollando su propia plás­tica con tierra cocida. En Villaricos los sepulcros cartagineses del siglo v 15 son relativamente pobres en hallazgos, que co­

rresponden a los de Cádiz e Ibiza, aunque sin figuritas de tie­

rra cocida: probablemente la población cartaginesa era poco

importante, a diferencia de la indígena que hacia mediados del

siglo v toma gran incremento.

Las relaciones entre griegos y cartagineses en este período, en España, están comprobadas por los hallazgos griegos de Ibi­za' fuera del área visitada por los colonizadores helénicos, por una parte,lG y por otra por los hallazgos cartagineses en las co­lonias griegas (Emporion y La Albufereta), así como en los lugares ibéricos, en donde se mezclan con importaciones grie­gas. Acaso algunos hallazgos de Andalucía, próximos a la zona cartaginesa como los de Galera y los de los sepulcros ibéricos de Villaricos, pueden proceder de relaciones directas con los carta­gineses. De Villaricos se conoce una estela funeraria con ins­cripción cartaginesa que Siret supone de un capataz semítico en las minas trabajf1das por los indígenas.17 Más al norte, en la costa oriental y en los lugares próximos a las colonias griegas, parece probable que, cuando se encuentran pequeños objetos cartagineses, fueran importados por los mismos griegos.

Particularmente interesantes son los hallazgos de algunas necrópolis ibéricas, en donde los hallazgos griegos se asocian a los indígenas, asociación de gran importancia para fijar la cro-

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nología de la infiltración de la influencia griega en el arte ibé­rico y especialmente en la cerámica.

Un primer grupo hasta mediados del siglo v 10 constituyen

algunos sepulcros de la necrópolis de Galera (Granada) con

cámaras de piedra. Una muy monumental (sepultura 75) tie­

ne una columna que sostiene el techo y con un capitel he1eni­

zante derivado del jónico, desgraciadamente sin hallazgos. En

este grupo (sepulturas 10,76, 2, 6) se asocian los hallazgos grie­

gos o el arte helenizante (sepultura 76, asa de bronce con ca­

beza de felino y urna de piedra con pinturas griegas) con los

vasos indígenas y la importación cartaginesa,18 pero no hay

cerámica griega. En estas cámaras había pinturas murales de

tipo griego, desgraciadarnente destruídas (sepultura 76).

En Galera como en otras localidades ibéricas, a partir de

4"40 parece decaer la importación cartaginesa y en cambio se

encuentra normalmente la de cerámica de figuras rojas, griega,

que sigue sin interrupción hasta la segunda mitad del siglo IV.IS

)

El profesor Beazley ha querido comunicarnos las fechas que él

asigna a los vasos griegos en cuestión, y la identificación del estilo

de algunos con los de maestros cuya obra ha podido reconstituir

con el estudio de vasos de distintas colecciones, que permiten

rehacer un importante capítulo de la historia de la cerámica de

figuras rojas. El p~imero es la crátera ática de las musas de la

tumba 34 de Galera que se fecha en 440, lo mismo que algunos

fragmentos de figuras rojas de muy buen estilo de la necrópo­lis del ~Iolar.:w Sigue el sepulcro II de Gale.ra, con una crátera

ática con un jinete frente a una mujer alada, fechado entre

430 y 425, que puede compararse en su estilo con el vaso repre­sentando a Triptólemo del poblado de La Bastida (Mogente, provincia de Valencia). 21 Del 425 es la crátera ática con una representación de Orfeo de la sepultura 39 de Villaricos.:!2 Si­

gue luego el estilo florido del ciclo llamado de Midias, del que

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en Ensérune (en el sur de Francia) hay bellas muestras atri­buídas por Beazley al Upintor de Iena",!!3 al que también se atribuyen los Ukylix" de la colonia griega de la Albufereta, al norte de Alicante,!!4 fechándose hacia 400. Inmediatamente vie­ne el que Beazley llama uel pintor de la GrYPolnacbia de Ox­ford", hacia 400 (crátera de la sepultura 82 de Galera). De 400 a 380 es el llamado Uretorted painter", al que se deben las cráteras de los sepulcros 48 y 52 de Villaricos 23 y proba­

blemente la del sepulcro de Toya (la antigua Tugia, en Peal de Becerro, provincia de Jaén, en donde apareció también un disco de bronce dorado con el relieve de una cabeza de león) ; 26

continuando su estilo el uBlack thyrsos painter", hacia 380, al que se atribuyen las cráteras de las sepulturas 83 y 112 de Ga­lera y la crátera citada de Emporion. En Galera, en la sepul­tura 106 hay otra crá tera tapada con un plato griego de los lla­mados ucampanienses" con palmetas, que se puede fechar hacia

la misma época o poco después. Por fin, de los alrededores de 3 5 O es una pelike del estilo de Kertch, de la sepultura 87 de Ga­lera.

El estilo de Kertch, por esta época, alcanzó gran difusión

(en el siglo IV) Y debió ser introducido por las colonias griegas.

Lo conocemos de Emporion,27 del sur de Francia, de Puig Cas­

tellar en Cataluii.a, de La Bastida en la región valenciana :!s y,

en la costa atlántica portuguesa, de la necrópolis de Alcacer do

Sal.:!!) Fuera del territorio ibérico, que comerciaba normalmen­

te con las colonias griegas, o sea a Portugal, es probable que no llegase sino indirectamente, acaso a través de los cartagineses,

que debían adquirirlo a los griegos de Espaii.a, pues parece que en Cartago no hay vasos de Kertch. 30 Este debió ser el caso de la cerámica griega exportada a la costa occidental de Afri­ca, sobre todo a Marruecos.

Además de estas importaciones, de las que se puede citar con exactitud la fecha, hay muchos otros hallazgos de cerámi-

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ca griega del sur de Francia y de España que cubren, en general,

el mismo espacio de tiempo entre 440 y los alrededores de 350,

continuando hasta más tarde. Del siglo IV es particular la

cerámica ática negra sin decoración pintada, como las HRippen­

krateren", a veces con guirnaldas doradas o los platos mal lla­

mados campanienses con palmetas, las Hoinochoes" con panza

acostillada (HRippen"), los vasos negros con guirnaldas pinta­

das en blanco, etc., que aparecen, a veces, asociados con figu­

ras rojas decadentes en Ensérune (sur de Francia), Cabrera de

Mataró y Puig Castellar (costa catalana), San Miguel de Sor­

ba y Anseresa (Olius, COrl1arCa de Solsona), Tossal de les Te­

nalles de Sidamunt (U rgel) en Cataluña, San Antonio de

Calaceite (provincia de Teruel, bajo Aragón), La Bastida (Mo­

gente), La Serreta (Alcoy) en el reino de \T alencia'::1 y los

pequeños lekythos pintados de figuras rojas decadentes de Vi­

llaricos.

En el territorio indígena los contactos con la civilización

griega continuaron y lo comprueba el hallazgo del pequeño

Heracles de n1ármol de Alcalá la Real (provincia de Jaén),

lugar de la ciudad indígena de Iliturgícola, escultura que Mé­

lida 3~ cree del tienlpo del Zeus de OEmpia, entre 480-450,

relacionándolo con la escuela de I-Iageladas. Del siglo v es tam­

bién la Atena de bronce de Mallorca.::::

En cuanto a importaciones griegas en territorio ibérico no

hay que olvidar las joyas, de las que se tiene un bello ejemplo en el tesoro de J ávea (provincia de Alicante), en donde salió la conocida diadema de oro.:n El tesoro de J ávea pertenece pro­bablemente al fin del siglo v o a principios del IV. Del IV es el

conjunto de vasos de plata, de Abengibre (partido de Casas Ibáñez, provincia de Albacete), con grabados de palmetas: uno tiene un grafito con letras ibéricas y también se encuentra otro grafito con una figura de guerrero indígena.3

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Por entonces la influencia griega en el arte indígena debió fructificar extraordinariamente. En la escultura en piedra, ade­más de algunas esculturas del Cerro de los Santos, hay que seña­larla en el guerrero con la faleata de Elche, acaso en algunas de la'i esculturas de Osuna que pueden pertenecer a este período, y sobre todo en el busto policromado llamado ((la dama de Elche", que representa una sacerdotisa ibérica, adornado con joyas, algunas de las cuales parecen de tipo cartaginés. Se ha dudado en atribuirlo a la plástica indígena (el último Dixon) , o en creerlo la obra de un escultor griego trabajando para los iberos (Carpenter), variando también la fecha que se le asigna: todavía en la primera mitad del siglo v (Carpenter) o ya en la segunda (Dixon).. 36

La influencia griega se sigue también a través del arte me­nor de los santuarios. En Castellar de Santisteban y en Despe­ñaperros (provincia de Jaén), parece haber persistido la tra­dición arcaizante en los bronces, pero poco a poco se hizo sen­tir la influencia de las corrientes del siglo v y posiblemente debió continuar hasta el siglo IV.:

H Del siglo IV es el santuario de San Antonio el Pobre en La Luz (El Palmar =-= Murcia), con

notables figuras de guerreros a caballo y una mujer desnuda. 3H

Del segundo tercio del IV es, posiblemente, el santuario de la Se­

rreta de Aleoy (provincia de Alicante), sin bronces, pero con

abundantes figuras de tierra cocida griegas y algunas ibéricas:\!)

El desarrollo de la cecítnica ibérica ofrece señales de la misma influencia. La andaluza, con decoraciones generalmente geométricas, tiene también influencias cartaginesas en las for­mas y en algunos ornamentos. En la del sureste, que en este pe­ríodo debió tener su máximo florecimiento, la ornamentación parte de una tradición de motivos orientalizantes florales y animales, a que nos hemos ya referido, y cuyos principios son de cronología difícil, que se transforman y estilizan, a la vez que a su lado aparecen las escenas humanas. El primer ejemplo

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es el vaso de los guerreros de Archena/o de estilo muy arcai­zante, en el que se ve acaso la influencia de la cerámica ática de figuras rojas antes de 480. Otro ejemplar posiblemente muy antiguo es el vaso ibérico con una cacería de Emporion, en el que se ha querido ver resabios de estilos todavía anteriores: aca­so lo consideraríamos hoy posterior al vaso de Archena (¿último tercio del siglo v?) y en relación con las importaciones de figuras rojas conocidas.41 Desde fin del siglo v se desarrolla una escuela brillante de ceramistas ibéricos cuyas obras cono­cemos por los hallazgos de Oliva, Liria, el Charpolar y la Serre­ta de Alcoy (en el norte de la provincia de Alicante y en la de Valencia). 42 Por tanteo y por la evidencia de la cerámica griega importada en los últimos lugares, puede fecharse el vaso

de los guerreros de Oliva, que parece representar el sitio de

una ciudad o fortaleza, hacia el 400; el vaso con guerreros a

caballo combinado con motivos florales de Oliva, los fragmen­tos del Charpolar y los vasos de n1ejor estilo Liria (figuras 1,

2 Y 10 de la publicación de Pericot), durante la primera mitad

del siglo IV; un grupo de Liria menos correcto en el tercer cuar­

to del mismo siglo (figuras 3 y 9), degenerando el estilo hacia

300 Y durante el siglo 111.

Desde el sureste de España la cerámica ibérica pintada, for­

mada y evolucionando en relación con la influencia griega, se infiltra y aclimata poco a poco en los territorios extremos ocu­pados por pueblos análogos como Cataluña, el sur de Francia y aun el bajo Aragón. En el siglo v llegaron vasos con pájaros del estilo de Elche y Archena a Emporion y a su ((hinterland" (La Aigueta, cerca de Figueras) , y vasos con decoración geométrica a la costa francesa (Cayla, Ensérune) y a la frontera del bajo Aragón (La Gessera, Piuró del Barranc Fondo) ,43 desarrollán­dose poco a poco la pintura local en e! bajo Aragón y en Cata­luña (Tarragona). Durante el siglo IV debió empezar el flore­cimiento de los grupos del Urge! (Sidamunt) 44 y del bajo Ara-

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gón (San Antonio de Calaceite) ,4;; en los que hoy pueden en­contrarse paralelos de los nlotivos florales todavía muy correc­tos y ricos de Oliva y Liria, aunque mucho más pobres, así co-111¿ de la degeneración de aquéllos en el siglo III (fragmento con un honlbre de dibujo bárbaro de San Antonio de Cala­ceite) .

Se está tentado de poner en relación la abundancia de re­presentaciones guerreras en la cerámica ibérica del sureste, lo nlismo que en los bronces votivos de los santuarios y aun en la escultura en piedra, con los mercenarios ibéricos en Sicilia y en Grecia. Las épocas principales de su intervención en las guerras de aquellos países coinciden de modo sorprendente con las eta­pas del desarrollo de dichos motivos: Himera o acaso los mer­cenarios de Aristarco en la guerra del Peloponeso, con el vaso de Archena,; los de la época de Dionisio el Antiguo, con el mejor estilo de Oliva y Liria, así como con los bronces de San An­tonio el Pobre, en La Luz (Murcia); el grupo menos correcto de Liria, con las guerras del tiempo de Timoleonte y la batalla del Crimiso.

En este período debió comenzar a generalizarse ya el 'co­nocimiento de la escritura (archivo de documentos en plomo de La Bastida de Mogente, provincia de Valencia, plomo de Alcoy) con un alfabeto derivado del jonio.

3. Griegos y cartagineses en España después de 350 a. de J. C.

A mediados del siglo IV se volvió a una situación tirante entre cartagineses y griegos en Sicilia. Después del desgobierno de Dionisio el joven de Siracusa y de las intrigas cartaginesas en favor de la tiranía, fué llamado Timoleonte de Corinto, quien a través de una larga guerra restableció la situación. Uno de sus acontecimientos decisivos fué la victoria griega del Cri-

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miso, cerca de Seges~a, en 341, y por entonces ·los griegos de Sicilia debieron estar aliados con los massaliotas, quienes gana­ron una batalla naval y dedicaron en Delfos un Apolo de brs>n­ce.46 Esta intervención de los massaliotas debió repercutir en las relaciones en España, y probablemente entonces es cuando. debieron consolidar los cartagineses su zona de monopolio has­ta Mastia (Cartagena), y destruir u obligar a abandonar la co­lonia de Ménaca. Este estado de cosas lo indica el segundo tra­tado entre Roma y Cartago, de 348, que puede ser el principio

de la política de lTIonopolio, en el que se prohibía a los romanos y a sus aliados la navegación y el comercio más allá de la línea

Mastia-Cabo Bello CtKalón akrotérion", que se fija en el Cabo

Bon, al este de Cartago y cerrando su bahía), así como el ac­

ceso a Cerdeña y Libia, limitándose la navegación libre a la zona cartaginesa de Sicilia y a la propia Cartago.47 Por los alia­

dos de los romanos es lógico en tender ahora a los massaliotas,

cuya alianza era antigua, de los tiempos de la fundación de Mar­

sella y de los reyes de Roma.48

El único acontecimiento notable registrado en las fuentes griegas respecto a sus propios hechos en relación con España y el Occidente, es el viaje de exploración del extrenlO norte de Europa de Piteas de 11arsella, aventura notable, pero de pocas consecuencias, habiéndose luego considerado como fabuloso por la geografía griega posterior,49 excepto por Eratóstenes que lo aprovechó. Piteas recorrió la costa occidental de Europa desde Gades al Canal de la Mancha, y sin que sepamos si visitó Irlan­da, dió la vuelta a la Gran Bretaña hasta el norte de Escocia, en donde recogió la noticia de la existencia. de la tierra extrema de Thule (Escandinavia), y al regreso llegó hasta el estuario del Elba y el antiguo mercado del ámbar en la isla de Abalo (Heligoland) , regresando por el camino de ida. El hecho de que el punto de partida se señale en Cádiz, ha hecho suponer que el viaje se hizo de acuerdo con los cartagineses. De la sola

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mención de Gades no se deduce necesariamente esto, y Gades podría ser sólo una indicación geográfica del nivel de que par­tió la exploración. No es conocida exactamente la fecha del viaje, que se solía poner hacia 330; pero Cary y Warmington, del hecho de que se menciona en Dicearco, discípulo de Aristó­teles y no en éste, deducen que el viaje debió ser entre 322 y 285 Y creen que el haber podido eludir el bloqueo del es­trecho por los cartagineses puede hacer creer que, en realidad,

se hizo entre 310 Y 306, cuando los cartagineses estaban ocu­pados en la defensa de su propia ciudad contra los siracusanos

(expedición de Agatocles a Africa). Es sugestivo poner en re­

lación la expedición de Pi teas con la correlación de la polí tica

ofensiva nlassaliota con la de los griegos en Sicilia, que se com­prueba varias veces.

Poco antes de la primera guerra púnica (264-241), en 270, Polibio [jO todavía atestigua el dominio cartaginés del sur de España. Durante la primera guerra púnica o a su fin desastro­so, los cartagineses parecen haberla perdido, acaso por ataques de los iberos en combinación con los massaliotas; Schulten lo dedu­ce del texto de Polibio 51 que indica que, al desembarcar Amíl­car en Gades en 237, ((restableció las posesiones cartaginesas". Entonces se desarrolla la política de ofensiva en España y el avance hasta el cabo de la Nao, con la probable destrucción, en aquel momento, de Hemeroscopion y de las colonias griegas del golfo de Alicante. La población griega de HAkrá Leuké" des­apareció y sobre sus ruinas se estableció luego un poblado ibé­rico, como indican los hallazgos arqueológicos de La Albufere­ta, en donde sobre el nivel correspondiente a aquéllas aparece otro con cerámica cartaginesa e ibérica. En el lugar de la moderna población de Alicante, especialnlente en la altura que lo domina, Amílcar estableció una fortaleza cartaginesa que es designada con el nombre de ccAkrá Leuké" del que procede el romano de Lucentum, el árabe y el moderno de Alacant (Ali-

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cante), llamada también UCastrum Album", en donde muno el propio Amílcar después de sus guerras con los pueblos indí­genas españoles. Como consecuencia de estos avances del pode­río cartaginés, se convirtió la antigua Mastia ibérica en Car­thago N ova y con ello en el nuevo centro del dominio púnico en España.

Parece probable que la población griega de las ciudades

destruídas en el sureste de España por Hamílcar, se refugiaría

en el Artemísion (Denia), cuyo nombre traducido sigue en la

época romana: Dianium, y creeríamos que a ello debió esta ciu­

dad su importancia y su ulterior confusión con Hemerosco­

pian (Estrabón).

Tales avances dieron lugar a que en tiempo de Asdrúbal y tratando todavía de seguir una política de apaciguamiento, y abandonando toda pretensión de los griegos a sus antiguos te­rritorios del golfo de Alicante -cuyas colonias se confirma con esto que habían sido destruídas o abandonadas ;j:!_, los romanos fijaron como límite de la zona de influencia cartaginesa, por un tratado de 226, el Ebro. Esta política de apaciguamiento no dió resultado y el Ebro tampoco se consolidó como lítnite, ni de una parte ni de otra. Los romanos se apresuraron a establecer pactos de alianza con Sagunto, población ibérica enclav:.1da en la zona cartaginesa, y por su parte los cartagineses prepararon con el ataque a ella la segunda guerra púnica (218-201) y la invasión de la zona al norte del Ebro, punto de partida para, a través del sur de Francia, invadir a Italia. La consecuencia de todo ello fué la conquista romana de España.

Entretanto los cartagineses desde Cádiz seguían los viajes hacia el norte a los mercados del estaño (islas Cassi térides en la Bretaña), a la vez que el comercio con la costa de Africa, espe­cialmente la de Marruecos. Expediciones gaditanas parecen ha­ber continuado por las costas de Africa hasta muy tarde, y des­de el siglo 11 a. de J. C. a la época de Augusto, se hablaba de

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barcos misteriosos de Gades que recorrían el Africa del oeste al este para comerciar con Somalilandia y Arabia, probablemente para evitar los impuestos de los PtolOlneos para las mercancías de aquellos países. En realidad Eudoxo de Cizico, después de 102 a. de J. C. en que encontró una proa que le pareció de un barco gaditano naufragado al sur del cabo Guardafui, trató de emprender el viaje alrededor de Africa hasta la India; pero, después de un primer viaje al sur de 11arruecos, volvió a Cádiz para reemprender la aventura, en la que desapareció sin que se supiese más de él. 53 Con la aventura de Sertorio en Madeira (las Islas Afortunadas) en 8 O a. de J. C. y el descubrimiento de las Canarias por el rey Juba de Mauritania (25 a. 25 desp. de J. C.) terminan las aventuras africanas.

4. La arqueología en relación con los ticm JJOS

posteriores al 350

Con la situación que representa el segundo tratado car­taginés con Roma y el recrudecimiento de las luchas en Sicilia en la última mitad del siglo IV, parece iniciarse una cierta deca­dencia de la influencia griega en el sureste de España, cesando todo comercio más al sur, en el territorio que se reservan los cartagineses, y con ello comienza también la decadencia de la cultura ibérica, que se estanca incluso en el sureste. Sólo Em­porion y su Uhinterland" siguen floreciendo.

En Emporion, que en su aspecto no sufrió grandes cam­bios en el siglo IV, en el 111 parece realizarse una transformación en el urbanismo de la ciudad. Entonces debió hacerse el tra­zado de las calles, que siguen el plan hipodámico, común ya en­tonces en las ciudades griegas. En el recinto de los templos se levanta una gran ara delante del antiguo de Asclepio, y acaso se construye entonces un nuevo templo inmediato y se trans­forma el Ubuleuterion", construyéndose una gradería para los

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asistentes a las deliberaciones y una doble ara enfrente. En uno de los cruces de las calles principales se construye un ((ágora",

que tiene en su cabecera un edificio para la administración de

la ciudad y delante de él un pozo público y un pedestal con una doble ara. Las casas, que antes eran suman1ente humildes y pe­

queñas, comienzan a tener ahora un patio central cuadrado. En la colina inmediata se levantaba entonces una ciudad indí­

gena amurallada. Algunos hallazgos notables pertenecen a este período, aparte de la común cerámica helenística: una cabeza

de Afrodita, encontrada en el templo de Asclepio, que muestra

la influe.ry.cia del arte de Scopas, la parte inferior de una estatua de diosa, ambos hallazgos de fines del siglo IV y, probablemen­

te de principios del 111, un torso pequeño de mármol parecido al

alabastro reproduciendo el tipo de la Afrodita de Praxiteles, de extraordinaria belleza,54 además de otros hallazgos menos im­

portantes.

El comercio de Emporion siguió sin interrupción hasta la

guerra púnica de Aníbal. De su prosperidad da testimonio que

en casi todos los poblados y necrópolis indígenas de Cataluña

y de Aragón, se encuentra cerámica helenística; en el de Puig

Castellar, cerca de Barcelona, también una cabecita de tierra

cocida del siglo 111, en Rubi hornillos para perfumes en forma

de cabeza de Demeter de tierra cocida, a la vez que a Empo­

rion llega cerán1ica ibérica de las fábricas de Cataluña, del tipo del horno de Fontscaldes cerca de \T alls. Esta llega también a Francia (Ensérune, Montlaurés, etc.), en donde (Montlaurés) aparecen también los hornillos para perfumes. De Francia lle­garon entonces a Emporion vasos célticos de La T éne II y

fíbulas, que con las espadas del mismo tipo se difundieron por todo el territorio ibérico.[j[j Cabe pensar que el intermediario fuese el con1ercio emporitano. Este llegaba en el siglo III como en el 11, luego, hasta la lejana Celtiberia, en donde aparece cerá-

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mica helenística en N umancia y en las necrópolis posthallstá t­ticas más tardías.

En relación con el comercio de Emporion está el floreci­miento de sus acuñaciones, que ahora alcanzan sus mejores ti­pos: GG los dracmas imitados de la moneda de Sicilia, con la cabeza de Aretusa en el anverso y el Pegaso en el reverso~ que se acuñan entre 317 y 25 O, siguiéndoles los que en el reverso ofrecen el Crisaor, desde 300 hasta 250 en sus tipos mejores y continuando en tipos decadentes hasta mucho más tarde (13 O a. de J. C.) La moneda emporitana circulaba en el sur de Fran­cia y en toda la costa oriental española, habiéndose encontrado (además de en la misma ciudad) en Rosas y en Gerona, en los tesoros del siglo 111 de Cheste, Mogente, Montgó en el sureste de España. En el tesoro de Tivissa (provincia de T arragona) 57 las monedas emporitanas se asocian con las de las primeras acuña­ciones ibéricas, que surgen imitando las griegas de Sagunto, Ilerda-Lérida (monedas omonoyas de Ilerda-Marsella) y ade­más con denarios romanos de 21 8 a 217. En Ti vissa, además, se encontraron vasos de plata helenísticos procedentes del comer­cio con los griegos. 58 Además de las dos ciudades mencionadas tuvieron acuñación propia Barcino (Barcelona) y Saetabis-J áti­va (en la provincia de Valencia) .59 A Emporion debieron llegar en el siglo III, además de productos cartagineses, bronces etrus­cos, conociéndose un espejo con una escena mitológica, para­lelo de un hallazgo de otro espejo de bronce que apareció entre Nissan y Colombiers (Aude), procedente probablemente de Ensérume. 6o

El comercio de Emporion, además, debía extenderse no

sólo a Sicilia, como lo demuestran los tipos de sus monedas, sino a la zona cartaginesa, probablemente a Ibiza y "aun a la zona

de Cartagena: hacia la primera mitad del siglo 111 se acuñaron

monedas emporitanas de módulos y tipos influídos por el siste­

ma cartaginés, de las cuales se encontró una en una mina de

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plata abandonada cerca de Cartagena, explotada en tiempo del poderío de los Bárquidas.61

De las colonias del sureste sólo conocemos hallazgos de La Albufereta (Leuké ákra), apareciendo allí, además de cerámi­ca helenística, los mismos hornillos de tierra cocida que se co­nocen de Emporion y de la necrópolis indígena de Rubi en Cataluña, y que llegaron hasta Ibiza y Villaricos en España, así como son conocidos también de Cartago en el siglo III.

6:!

De los tiempos todavía prósperos del comercio griego has­ta la primera guerra púnica, dan testimonio las monedas del siglo III halladas en los tesoros de Cheste, Mogente y Montgó. Acaso el motivo de haberse enterrado fué la ofensiva cartagi­nesa que hizo desaparecer las colonias griegas.

De este período, en Ibiza, existen abundantes hallazgos -además de· los de la necrópolis del Puig des Molins que sigue utilizada sin interrupción- de la Cueva des Cuyeram, en donde debió existir un santuario cartaginés, y que ha proporcionado abundantes figuritas de tierra cocida, muchas de tipo helenís­tico (entre ellas los hornillos para perfumes), además de ce­rámica helenística (que se imitaha también en Ibiza) y de tierras cocidas cartaginesas. De Ibiza, sin circunstancias cono­cidas del hallazgo, se conoce una plaquita de bronce con una inscripción púnica que conmemora una dedicación hecha por un sacerdote. 63

De los demás lugares cartagineses es poco lo que se conoce. En Akra Leuké (La Albufereta) se hace sensible la nueva fun­dación por un estrato en el que predomina la cerámica ibérica junto con cerámica cartaginesa.64 De Car~agena, la gran base de los Bárquidas, fundada por Asdrúbal, no se conoce gran cosa. 65

La evolución de la cultura indígena parece haber seguido en forma decadente a partir de fines del siglo IV, y sobre to­

do en el IlI, y las importaciones griegas van desapareciendo en el

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sureste y en el sur. Es característica de esta decadencia la degene­

ración del estilo de los vasos de Liria. Aunque es difícil fechar­

los exactamente, parecen pertenecer a este período el de la figu­ra 4 de la publicación de Pericot,66 que conserva un recuerdo

todavía de la buena época y que puede ser de fines del siglo

IV y los que muestran un estilo ya bárbaro: el de la figura 5

con una cacería de ciervos con redes y un curioso vaso, figu­

ras 6-7, con escenas de caza y de pesca y hombres que cogen

granadas de un árbol, documento que coincide con la introduc­

ción de este árbol frutal en España por los cartagineses: estos

,dos vasos son probablemente de la primera mitad del siglo nI.

La serie de los vasos de Liria termina con el de la figura 8, que

representa un combate naval y una escena de lucha entre gue­

rreros de a pie, de estilo muy degenerado, que puede pertenecer

a la segunda mitad del siglo nI, poco antes de la destrucción de

la ciudad, que puede suponerse que sucumbiría como Sagunto

en tiempo de Aníbal.

El curso de los acontecimientos se refleja también en An­

dalucía. Todavía en la primera mitad del siglo nI su cultura

era floreciente: las esculturas de Osuna, cuyo principio puede

ser anterior, en parte pertenecen a este período, como lo de­

muestra una representación de un guerrero con un escudo de

La Téne 11 (siglo nI). Las campañas de Amílcar destruyeron

probablemente la ciudad, debiéndose a ello la devastación que

descubrieron las excavaciones y confirmándolo que algunas de

dichas esculturas fueron aprovechadas como material de cons­

trucción al levantarse las fortificaciones del lugar a principios de la época romana. La cesación gradual de las relaciones con los griegos lo indica también que las importaciones griegas des­aparecen desde poco después de principios del siglo III, refle­jándose esto en los sepulcros indígenas de Villaricos, en donde habían sido aquéllas tan importantes en los siglos v y IV.

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Andalucía siguió, bajo los Bárquidas -que explotaron in­tensamente sus minas y que reclutaban numerosas tropas en su territorio-- repitiendo su cerámica pintada con motivos geomé­tricos en los que apenas se nota ninguna evolución. 67 Un con­junto importante de esta cerámica se ha encontrado en el norte de Africa, en la necrópolis de Orán, junto con armas ibéricas (falcatas), figuritas de tierra cocida de estilo helenístico y mo­nedas púnicas de Ibiza. De acuerdo con García Bellido puede atribuirse a una guarnición de las tropas auxiliares españolas re­clutadas por Aní~al y que según Polibio 68 constaban de mas­tienos, tartesios, oretanos y olcades, y que Aníbal, para asegu­rar la sumisión de las tribus libias desembarcó, parte en Cartago y parte en la Libia de los metagonios (o sea cerca de Orán) ) an­tes de emprender sus campañas de 219-218. A la misma Car-­tago había llegado anteriormente cerámica ibérica de tipo an­daluz.69

Sólo el territorio más alejado de la influencia cartaginesa y más en contacto con Emporion pudo seguir floreciendo sin interrupción. Este es el caso de Cataluña, del bajo Aragón y del valle del Ebro. En San Antonio de Calaceite, la ciudad -des­truída a principios del siglo 11 (posiblemente en las campañas romanas de Catón) -, siguió durante el 111 Y de ella se conoce un fragmento con una figura humana bárbara que puede compa­rarse a los vasos decadentes de Liria.70 La cultura ibérica de Aragón llega al límite de Celtiberia, hasta cuyas necrópolis en

el siglo III llegan los vasos ibéricos, que tienen una representa­ción en Luzaga y en Segeda (Belmonte), en esta última locali­

dad con decoraciones muy ricas y elegantes, geométricas y flo­

rales, llegando también a Beruela y constituyendo el punto de

partida para la transformación del arte numantino. 71 Esta eta­

pa del siglo III en el valle del Ebro, en realidad, fué el principio

del nuevo florecimiento que en el siglo 11, bajo los romanos y

recibiendo todavía importaciones griegas, de las que hay abun-

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dantes vasos que contlnuan los tipos helenísticos, producirá la bella cerámica pintada de Azaila. 72

Interesante para las relaciones de los colonizadores con los pueblos indígenas es la cultura peculiar que se desarrolla en las Baleares a partir de fines del siglo IV, Y sobre todo en el siglo 111,

la época en que los mercenarios baleares figuraban en gran can­tidad en los ejércitos de Cartago. Esta cultura, conocida por la reocupación parcial de algunos de los antiguos poblados de la época de los talaiots, por pequeños santuarios locales (Cos­titx, Les Salines en Mallorca) y por cuevas artificiales sepul­crales, ofrece una curiosa mezcla de la ruda cultura local (con cerámica que continúa la vieja de los talaiots y objetos rituales: protomos de toro, palomitas de bronce, etc.), con importacio­nes helenísticas escasas, cerámica ibérica y cerámica y perlas de collar cartaginesas.73

NOTAS

Fontes Hispaniae Antiquae, 11. Para Caron de Lampsaco: Beau­

mont, loe. cit.

2 Fontes Hispaniae Antiquae, n.

3 Pseudo Escílax, 112. Ver Beaumont y Cary-Warmington, lugares

citados. Especialmente el último, p. 97.

4 Cary-Warmington, p. 97.

Localización de la isla de Sarpedón en Cerne: Paléfato hacia 350. (Fonfcs Hispaniae Antiquae, II, p. 5 O.).

6 Cary-\Varmington, pp. 98-99.

7 Ver 101> testimonios históricos en Fonfcs Hispaniae Antiquae, JI,

pp. 22-23,40,41,44-45 Y 70. Sobre la importancia de los mercenarios para

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la cultura ibérica llamamos la atención en nuestro artículo: Las correrías de

los soldados ibéricos y el origen del arte ibérico del sureste y sur de España,

en la revista "Hispania" (Madrid, 15 de enero de 1925) Y luego en Bezie­

hungen der iberischen zur griechischen Kunst. Ver también GarcÍa Bellido, Los iberos de la Grecia proPia y en el Oriente helénico C'Boletín de la Aca­demia de la Historia", 1934), y, del mismo, Los iberos en Sicilia ("Eme­

rita", VD, Núms. 1-2, 1939).

8 En dos ocasiones el Servicio de Investigaciones Arqueológicas de

Cataluña intentó investigar la arqueología de Rosas, sin resultado. Estas in­vestigaciones proporcionaron fragmentos de figuras rojas áticas del siglo v

encontradas en los glacis de la fortaleza moderna y en campos próximos a la ciudad, pero sin que puedan ponerse en relación con restos de la colonia. Esto y las monedas de la serie de Rodas que empiezan después de 410, imi­tando las bellas monedas de Evaineto de Siracusa, es todo lo que se tiene de

la arqueología de Rosas.

9 El AscIepio de Emporion parece relacionarse con el "hiparco" (ofi­

cial de la caballería) y con el" efebo que conduce los bueyes al sacrificio, así como con los dioses del friso de las Panateneas del Partenón, y con los relieves encontrados por Kavvadias que ornaban el templo de Epidauro, como han puntualizado Carpenter y Philadelpheus. Este último lo consi­

dera como derivando de una copia de la estatua criselcfantina de Epidauro debida a Trasimedes, hijo de Arignoto de Paros, quien habría imitado la

cabeza del Zeus de Olimpia. Todo él, como los paralelos griegos señalados, se halla dentro de la tradición fidiásica y presenta un tipo anterior al de

las demás estatuas de Asclepio que poseemos. Ver: Carpenter, The Greeks

in Spain y A. Philadelpheus, Un chef d'CEul!re de la sculpture grecque du

Veme. siecle en Catalogne. L'Esculape d'Emporion dans le Musée Archéolo­

gique de Barcelone ("Anuari de l'Institut d'Estudis Catalans", VIIT, 1927-31,

pp. 60-68). Ver también Bosch, L'Art Grec ti Catalunya.

10 Bosch, Serra-Ráfols, Castillo, Emporion (Barcelona, 1934); Bosch,

L' Art Grec ti Catalunya (Barcelona, 1938); Cazurro-Gandía, La estratifi­

cación de la cerámica de Ampurias C'Anuari del Inst. d'E. C.", v, 1913-14,

pp. 657 Y ss.); Frickenhaus, Griechische Vasen aus Emporion ("Anuari del Inst. d'E. C.", 11, 1908, pp. 195-295, Crónica); F. HauserJ Fragmenticrfe

Pelike aus Emporion (Museu111 zu Barcelona) en Furtwangler-Reichhold,

Griechische Vasenmalerei, serie 111, texto (Munich, 1932); K. Schefold, Untersuchungen zu den Kertscher Vasen (Berlín-Leipzig, 1934). La crá-

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tera de Frickenhaus, Núm. 51 == fig. 59 es considerada por Beazley como del "pintor del tirso negro" y de 380 a. de J. C. y no de la especie de Kertch.

11 Ver los dos trabajos citados anteriormente de Amorós y además del mismo, Les dracmes emporitanes C'Gabinet Numismatic de Catalunya", Bar­celona, 1933).

12 Lafuente, trabajo citado sobre las excavaciones de La Albufereta. Agradezco al profesor Beazley, de Oxford, haberme comunicado amable­mente su opinión sobre el vaso perteneciente al "pintor de lena".

13 Sobre Cádiz y el sarcófago antropoide, ver Bosch, Etnología de la

Península Ibérica, pp. 266-277 Y figs. 277-278 (reproducido también en Pericot, Historia de España, 1, p. 269) Y la bibliografía sobre Cádiz, en Bosch, Etnología. El sarcófago de Cádiz, en el que es imposible ver las influencias de arte arcaico griego que se habían supuesto, parece colocarse entre los de tipos egiptizantes como el de Eshmunazar de Sidón del siglo v y la serie helenizante del IV, reproduciendo su cara rasgos étnicos semíticos. Ver Contenau, La Civilisation Phénicienne (París, 1926), pp. 241 Y ss.

14 Vives, Estudio de arqueología cartaginesa, y Colomines, Les terracui­

tes cartagineses d'Eivissa. Los paralelos de Cartago para el siglo V siguen siendo las necrópolis de Douimés, Dermech y Byrsa (Saint Louis): ver la bibliografía citada en la nota 14 del capítulo VI. Para el siglo IV, con los últimos sepulcros de la necrópolis de Douirnés y algunos de Byrsa, las necró­polis de Ard-el-Kheraib y Dar-el-Mourali, así como las de los rabs (senado­res) y sacerdotes. Para Douimés y Byrsa la bibliografía anteriormente cita­da. Para Ard-el-Kheraib: A. Merlin y 1. Drapier, La nécropole punique

d'Ard-el-Kheraib ti Carthage (París, 1909), y Moret, en UComptes rendus de l'Academie des Inscriptions et Belles Lettres", 1911. Para Dar-el-Mourali: P. Gaukler, Marche du Servíce des Antiqllités en 1903, Y del mismo, Né­

eropoles pllniques de Carthage (París, 1915). Para las de los rabs y sacer­dotes: Délattre en "Cosmos", 1899, 1901, 1903, 1904, 1906; Id. en "Comp­tes rendus de l'Acadérnie des Inscriptions", 1900, 1901, 1902, 1903, 1904,

1905, 1906. También, para este período, entra en consideración la necrópo­lis de Gouraya en la costa de Argelia: S. GselI, Sepultures puniques de la

eóte algérienne (París, publicación de la "Association Historlque de l'Afrique

du Nord", 1903), y P. Gaukler, Néeropoles puniques de Carthage (París,

1915),11, pp. 321 Y ss.

15 Siret, Villarieos y Herrerías.

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16 Además de los vasos de Kertch de Alcacer do Sal, hay que men­cionar en relación con este problema la noticia sobre importación de vasos griegos en las costas marroquíes que da e! Pseudo Escílax, 112, mencionada anteriormente. Probablemente las relaciones entre griegos y cartagineses se intensificaron en la primera mitad del siglo IV y de entonces debía ser la introducción de mercancías griegas en los mercados africanos.

17 Ver las publicaciones citadas. La estela de Villaricos reproducida en Pcricot, Historia de España~ 1, p. 364. En e! sureste: Molar, La Bastida.

En realidad los objetos cartagineses en los poblados del sureste son escasísi­mos e insignificantes más al norte (perlas de vidrio azul en Puig Castellar

cerca de Barcelona), aunque llegaron luego en e! siglo 111 hasta Celtiberia

(Numancia), en donde pudieron recibirse junto con la cerámica helenística

que también se encuentra entonces. La posibilidad de introducción mediante

las colonias griegas la confirma que se encuentren también objetos cartagi­

neses en La Albufereta y en Emporion.

18 En la sepultura 76 apareció una asa de hidria de bronce con una

cabeza de Sileno y urnas cinerarias de piedra con pinturas policromas de tipo

griego con escenas humanas y grifos, todavía con ciertos resabios arcaizantes:

el asa de bronce, en opinión del profesor Jacobsthal, de Oxford (al que ten­

go que agradecer que discutiese amablemente conmigo la cronología de mu­

chos de los hallazgos españoles), es de los alrededores de 450-440. En la

sepultura 10 apareció una pequeña escultura de león que recuerda los leones

ibéricos arcaicos de! tipo del de Focea y una cornalina con la imagen de

Osiris, probablemente de procedencia cartaginesa. En la sepultura 2 una

urna cineraria en forma de caja de piedra, con pinturas geométricas de tipo

griego y e! pavimento pintado con curiosos motivos que aparecen como dis­

puestos a manera de tablero de ajedrez. En la sepultura 6 dos jarras ovoides

con pinturas geométricas de motivos orientales, también probablemente car­

taginesas, junto con cerámica ibérica pintada con motivos geométricos an­

daluces.

19 Las circunstancias de los hallazgos y el inventario de las sepulturas

de Galera se halla en J. Cabré, F. de Motos, La necrópoli de Tútltgi ("Me­

morias de la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades", 1920); los

objetos griegos y cartagineses en Cabré, Objetos exóticos y de procedencia

oriental en las necrópolis turdetanas ("Boletín de la Sociedad Española de

Excursiones", XXVIII, 1920).

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20 Senent, Excavaciones en la necrópolis de El Molar ("Memorias de la Junta Superior de Excavaciones", Núm. 107 de 1929).

21 1. Ballester, L. Pericot, La Bastida de ttLes Alcuses" (Mogente).

("Archivo de Prehistoria Levantina", 1, 1925), lám. XIII-C.

22 Siret, Vil/aricas y Herrerías, lám. XII.

23 Bosch, Etnología, p. 407, figs. 371-377; Héléna, Les ortgtnes de

Narbonne, p. 387-391, figs. 252-254; ver también F. Mouret, La collecfion

Mauret (fouilles d'Ensérune) ("Corpus Vasorum Antiquorum").

24 Lafuente, Las excal1aciones en La Albulereta.

25 Siret, Vil/aricas y Herrerías, lám. x y IX, respectivamente.

26 J. Cabré, El sepulcro de Toya ("Archivo Español de Arte y Arqueo­logí a", 1926, pp. 73 -1 O 1 ). Además de la crá tera apareció un disco de cobre dorado con una cabeza de león repujada, también griego. De la misma épo­ca (400-380) son varios fragmentos de La Bastida (Ballester-Pericot, loe.

cit., lám. xm-b).

27 Schefold, Untersucbungen zu den Kertscher Va sen (Berlín-Leipzig, 1934), Núm. 271: "skyphos" con dos caras de mujer (reproducido en el "Anuari del Institut d'Estudis Catalans", VI, 1915-20, Crónica, p. 709, fig. 554) .

28 De Ensérune: Schefold, loe. cit., y Héléna, Les O1'igines de Narbonne,

p. 395, fig. 255. De Montlaurés: Schefold, loe. cit., y Héléna, loe. cit., p. 385, fig. 251. Puig Castellar: Schefold, loe. cit. (reproducido en el uAnuari del Institut d'Estudis Catalans", VI, 1915-20, p. 596, fig. 369); La Bastida: Ballester-Pericot, loe. cit., lám. XIII-a.

29 Lám. en el artículo Alcacer do Sal en el Reallexikon der Vorgeschi­

chte de M. Ebert. Más allá del estrecho, aunque en territorio tartesio todavía, se cita cerámica ibérica del siglo v de la ciudad ibérica de Niebla (provin­cia de Huelva). (Dixon, The Iberians 01 Spain, p. 135.)

30 Beaumont, loe. cit., y Cary Warmington, p. 52.

31 Ensérune: Héléna y Muret, lugares citados. Cabrera de Mataró:

"Anuari del Institut d'Estudis Catalans", VII, 1921-26, pp. 68-70, Crónica. Puig Castellar: "Anuari" VI (1915-20), pp. 593-597, Crónica. Sorba y Anseresa: Serra-Vilaró, Excavaciones en el poblado ibérico de Sorba y Ex­

cavaciones en el poblado ibérico de Anseresa (Olius) ('Memorias de la

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Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades", Núms. 44 de 1920-21 y 35 de 1919, respectivamente). La Bastida: Ballester-Pericot, loco cit., láms. XI-XII. La Serreta: C. Visedo, Excavaciones en el monte de rrLa Serreta" (AI­

coy) ("Memorias de la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades", Núms. 41 de 1920-21,45 de 1921-22 y 56 de 1922-23). Hay que proceder a una revisión de toda la cerámica negra que, en la bibliografía corriente~ se suele llamar "campaniense", con o sin palmetas y que, de ordinario, se

fechaba del siglo III en adelante, pues se trata propiamente de cerámica griega barnizada de negro más usual que la pintada· y que es en realidad contem­poránea en sus principios de la pintada, llegando al siglo v y continuando hasta la época helenística tardía, dependiendo su fecha de las decoraciones estampadas, del barniz, de las formas, etc. Importantes para la clasificación y fecha de esta cerámica son: A. D. Ure, Red ligured cups with incised and

stamped decoration CJournal of hellenic studies", LVI, 1936, pp. 205 Y ss.); C. L. Woolley, Al Mina, Sueidia (Id., Id., LVIII, 1938, pp. 1 Y ss.);

H. A. Thompson Excavations in the Athenian agora. Two centuries 01

hellenic pottery ("Hesperia, Journal of the American Schol of classical stu­

dies at Athens'\ III, 1934, pp. 311 Y ss.)

32 J. R. Mélida, El Hércules de Alcalá la Real ("Boletín de la Socie-

dad Española de Excursiones", Madrid, 1930, pp. 108 Y ss.)

33 Bosch, Etnología, p. 291, fig. 237.

34 Ver la figura de la página 319 de Pericot, Historia de España, l.

35 J. Martínez Santa Olalla, Una vajilla de plata del país de los mas­

tienos C'Investigación y Progreso", 1932, p. 163).

36 Carpenter y Dixon, obras citadas. Para las esculturas en piedra, ade­

más, P. Paris, Essai sur l'art et l'industrie de l'Espagne primitive, 1 (París,

1903) ; Bosch, Etnología y Beziehungen, y Pericot, Historia de Espaiía, l.

37 Trabajo citado anteriormente de Alvarez Ossorio. Ademas R. Lan­

tier y J. Cabré, El santuario ibérico de Castellar de Santisteban ("Memorias

de la Comisión de Investigaciones Paleontológicas j Prehistóricas", Madrid,

1927); I. Calvo y J. Cabré, Excavaciones en la cueva y Collado de los Jar­

dines (Santa Elena, Jaén) (para Despeñaperros) ("Memorias de la Junta

Superior de Excavaciones y Antigüedades") 1917, 1918, 1919).

38 Bosch, Traballes del possible santuari de San Antonio el Pobre (El Pal­

mar, Murcia) CAnuari del ~nstitut d'Estudis Catalan s", 1925-26, Cróni-

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ca, pp. 162 Y SS.), y C. de Margelina, Excavaciones en el santuario ibérico

de Nuestra Señora de la Luz ("Memorias de la Junta Superior de Excava­ciones y Antigüedades", Núm. 77 de 1924-25).

39 C. Visedo, Excavaciones en el monte de ttLa Serreta", próximo a Al­

coy (Alicante) ("Memorias de la Junta Superior de Excavaciones y Anti­güedades", Núm. 41 de 1921-22 y 36 de 1922-23).

40 Bosch, Etnología, fig. 313. Desarrollo de la decoración del vaso en Dixon, The lberians oJ Spain, lám. x.

41 Bosch, Beziehungel1, lám. XVIII, fig. 1; Id., Relaciones entre el arte

ibérico y el griego, lám. v, 3, y Bosch-Serra-Castillo, Emporion, figura de

la página 35.

42 Oliva: Bosch, Beziehungen y Relaciones; el vaso de los guerreros re­

producido en color en Bosch, Die iberische Kunstgewerbe, lám. XIII; en Bos­

sert, Geschichte des Kunstgewerbes, 1 (Berlín, 1929). Charpolar: 1. Peri­

cot, El poblado ibérico del Charpolar ('Archivo de Prehistoria Levantina",

1, 1928, pp. 157 Y ss.) La Serreta de Alcoy: C. Visedo, Excavaciones en el

monte de ffLa Serreta" próximo a Alcoy (Alicante) ("Memorias de la Jun­

ta Superior de Excavaciones y Antigüedades", Núm. 41 de 1920-21, 45 de

1921-22,56 de 1922-23). Liria: L. Pericot, La céramique de San Miguel de

Liria ("Revue archéologique", enero-marzo de 1936, pp. 95 Y ss.) Frag­

mentos de cerámica con decoraciones florales, como las de Alcoy, Oliva, etc.,

se han encontrado también en Sagunto.

43 Bosch, La cultura ibérica del bajo Aragón ("Guías del IV Congreso

Internacional de Arqueología", Barcelona, 1929); para los poblados del bajo

Aragón. Para la costa francesa ver Héléna, Les origines de Narbonne, fig.

215, p. 338 (Cayla) y fig. 216, p. 339 Y fig. 220, p. 344 (para los vasos

ibéricos más an'tiguos de Ensérune).

44 J. Colominas y A. Durán, Restes de poblats ibérics al P[a d'Urg('1l

i Segarra ("Anuari del Institut d'Estudis Catalans", VI, 1915-20, Crónica,

pp. 606 Y ss.) con figuras de la cerámica ibérica de Sidamunt.

45 Para San Antonio de Calaceite ver el trabajo citado: Bosch, La cul­

tura ibérica del bajo Aragón, y Bosch, Les inl'estigacions de la cultura ibé­

rica al Baix Aragó ("Anuari del Institut d'Estudis Catalans", VI, Crónica,

1915-20, figs. 510-514 de las pp. 662-63), Y Bosch, Pyrenaische Halbinsel

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en el Reallexikon der Vor geschichte de M. Ebert (vaso con decoración flo­

ral, lám. 15 8-c.)

46 Textos, comentados antes, de Pausanias, X" 8, 6 Y x, 18, 7, que ha­

blan claramente de dos trofeos (el león y el Apolo) y que no parece que puedan reducirse sólo a la primera guerra anterior, como Schulten quiere hacer en Pontes Hispaniae Antiquae, I1I, p. 4. En Fontes Hispaniae, 1I, p. 71, acertó en poner, por 10 menos en parte, los textos de Pausanias en relación con una batalla naval del tiempo del Crimiso. Como hay dos trofeos en Delfos, debió haber dos batallas en épocas distintas, que serían la de Arte­

mÍsion a principios del siglo v y la del Crimiso después de mediados del IV.

47 Schulten en Fontes Hispaniae Antiquae, 11, pp. 64-65 Y Beaumont,

loe. cit.

48 Justino, XLIII, 3-4 Y 5-3. Ver también Schulten, The Carthaginians

in Spain ("Cambridge Ancient History", VD, 1928).

49 Polibio, 1, 10-5 (Schulten, Fontes Hispaniae Antiquae, IlI, p. 9).

50 Fontes Hispaniae Antiquae, m, p. 9, Y loe. dt. de la Cambridge An­

-cient History, VD.

51 Ver los textos y los comentarios de Schulten en Fontes Hispífniae

Antiquar, m, pp. 10 Y ss. Sobre el tratado del Ebro y su significación. espe­

-cialmente, la p. 17.

52 Schulten en Fontes Hispaniae Antiquae, m, pp. 77-81 Y Cary-Warm­ington, The Andent Explorers, pp. 33-40.

53 Cary-Warmington, Andent Explorers, pp. 98-103. La continuidad

.de relaciones entre la costa española y el norte de Africa la atestigua el ha­llazgo en T amuda (a 5 kilómetros de T etuán) de pebeteros de tradición

púnica, cerámica campaniense tardía del sur de Italia, cerámica ibérica de

estilo decadente y monedas ibero-romanas autónomas de Segobriga y de Cás­

tulo, junto con otras de Gadir, todo ello del siglo 11 a. de J. C., pertenecien­tes acaso a una pequeña guarnición de tropas auxiliares ibéricas enviadas por los romanos. Ver A. GarcÍa Bellido, Iberos en el norte de Africa ("Ar­

chivo Español de Arqueología", Núm. 43, 1941, pp. 347 Y ss.)

54 La historia de la urbanización y de las construcciones de Emporion

-esbozada en Bosch-Serra-Castillo, Emporion (Barcelona, 1934), (guía de

las excavaciones, nueva edición corregida de la publicada con ocasión del IV

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Congreso Internacional de Arqueología). En este trabajo se exponen algu­nos puntos de vista que modifican los de los primeros estudios de Puig y­Cadafalch y de Cazurro-Gandía: del primero, Els .temples d'Empuries

("Anuari del Institut d'Estudis Catalans", IV, 1911-12, pp. 302 Y ss.), Y la Crónica de las excavaciones en el "Anuari", III (1909-1910) a VII (1921-

26) Y de Cazurro-Gandía el trabajo citado sobre la estratigrafía. En 1936

se estaba procediendo al estudio de la cronología de las construcciones por

ncsotros en colaboración con el arquitecto José Gudiol, después de termi­nada la excavación de la Neápolis en la campaña de 1935 y de completado

el levantamiento del plano, trabajo interrumpido por la guerra. Los ha­llazgos mencionados en el texto en la guía citada y en Bosch, L' Art Grec (J

Catalunya (Barcelona, 1938).

55 Hornillos con la cabeza de Demeter. Emporion: Bosch, L'art Grec­

a Catalunya, figs. 25-26; Rubi: "Anuari del Institut d'Estudis Catalans", VI,

1915-20, Crónica, p. 601, fig. 373; Ensérune: Héléna, Origines de Nar­

bonne, p. 413, fig. 273. Cerámica del horno de Fontscaldes de Cataluña:

Bosch, Etnología de la Península Ibérica, pp. 396-397, figs. 368-369 (de Fontcaldes), y p. 401, fig. 373 (de San Miguel de Sorba en la comarca

de Solsona); Bosch, Etnología, p. 414, fig. 388 (Ensérune): Los vasos de

La Téne de Emporion semejantes a los de Ensérune reproducidos por Bosch,

Etnología, p. 418, fig. 393 Y por Héléna, Les origines de Narbonne, pp. 314-

315, figs. 198-199.

56 Amorós, Les dracmes emporitanes C'Gabinet Numismátic de Cata­lunya", Barcelona, 1933).

57 Ferrandis, La moneda hispánica C'IV Congreso Internacional de

Arqueología", Barcelona, 1929), p. 6. Ver también "Anuari del Institut

d'Estudis Catalans", v, 1913-14, Crónica, p. 858, Y M. Gómez Moreno, Notas

sobre numismática hispana ('Homenaje a Mélida", 1I, "Anuario del Cuerpo

de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos", 1934, p. 173).

58 El importante tesoro de vasos de plata de Tivissa se halla práctica­

mente inédito. Sólo uno de los vasos reproducido en la Memoria 1936-37 del

Servei d'Excavacions i Arqueología de Catalunya (Barcelona, 1937), lám. n.

59 F errandis, loe. dt.

60 García Bellido, Espejo etrusco de AmpUl'ias ("Archivo Español de

Arte y Arqueologí(, 1936, pp. 191-193). El de Ensérune en Héléna, Les

origines de Narbonl1e, p. 358, fig. 234.

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61 Amorós, Les dracmes empuritanes, pp. 39-42. También: Amorós, Una troballa de monedes emporitanes, antes citado, pp. 18-23.

62 Para La Albufereta, la publicación citada de Lafuente. Los horni­llos de Ibiza en Vives, Estudio de Arqueología Cartaginesa. El de Villa ricos

en Siret, Villa ricos y Herrerías. De Cartago, procedentes de las necrópolis de Sainte Monique y Odéon: ver Délattre, Carthage, La nécropole puníque

-z,'oísine de la collíne de Saín te Monique. Le premier mois de ¡ouilles, janvier

de 1898 ("Cosmos", 1899), y (para la del Odeón), P. Gaukler, Nécro!Joles

puniques de Carthage (París, 1915), lám. 93.

63 Para Ibiza: Vives, Estudio de Arqueología Cartaginesa, La necró­

polis de Ibiza (Madrid, 1917). La placa de bronce con inscripción, publicada

por E. Littmann en "Forschungen und Fortschritte" de Berlín, mencionada

también por Lafuente en su publicación de La Albufereta, actualmente se

encuentra en el Musco de Alicante. Su texto dice: "Mandó construir, hizo promesa y mandó grabar esta figura Abd Eshmun, el hijo de Azar Baal, el sacerdote, para nuestra dueña Tanit, la poderosa." En Cartago entran en

consideración para este período, toda v í a, las necrópolis de los rabs (senado­

res) y sacerdotes (del siglo IV y 111), parte de Byrsa (Saint Louis), Ard-el­

Kheraib (que termina a fines del siglo IV), y Dar-el-Mourali (siglos IV y m). Especialmente hay que tener en cuenta, por cubrir exclusivamente este

período, Saín te Monique (desde mediados del siglo IV a todo el I1I), Bordj-el­

Djedid y la colina de Juno (siglo m) y el Od¿oll (desde fines del III ~

149, ó sea el período de la segunda guerra púnica hasta la tercera). Para

las que empiezan antes de mediados del siglo IV, ver la bibliografía citada en

la nota 14 del presente capítulo. Para Sainte Monique: Délattre, Nécro!Jole

de Saínte Moníque ("Cosmos", 1899, 1901 Y 1904), Id. en "Memoires de

la Société Nationale des Antiquaires de France", LVI; Id. en "Comptes-ren­

dus de l'Académie des Inscriptions et Belles Lettres", 1899, 1900, 1901,

1902 Y 1906; Gaukler en "Comptes rendus de l'Académie des Inscriptions

et Belles Lettres", 1903. Para Bordj-el-Djedid: Délattre, en "Comptes ren­

dus de l' Académie des Inscriptions", 1898 Y 1908; Merlin, en "Comptes

rendus de l'Académie des Inscriptions", 1907; Schulten, en Archaeologischer

Anzeíger, 1906. Para la colina de Juno: Délattre, Doui'mes et la colline de

lunon ("Bullctin du Comité Archéologique de l'Afrique du Nord", 1907).

Para el Odeón: Gaukler, N écropoles !mniques de Carthage (París, 1915);

Id., "Comptes rendus de l'Académie des Inscriptions", 1903, "Revue Ar­

chéologique", 1902; Id., "Bullctin du Comité Archéologique de l'Afrique

du Nord", 1900 y 1906. Para la época de las luchas con Agatocles entran

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en consideración los sepulcros de Ibel Mlezza, cerca del cabo Bon: P. Cintas y E. G. Gobert, Les tombes du Ibel Mlezza ("Revue Tunisienne", nouvelle série, N úms. 38, 39, 40, 1939) Y para el siglo III y comienzos del 11 también los sepulcros de Gouraya en la costa de Argelia (ver las publicaciones, cita­das en la nota 14 del presente capítulo, de Gsell y Gaukler). De época tardía son también los sepulcros de El Kram, al sur de las lagunas de Túnez:

ver Gsell, Mélanges d'Archéologie et d'Histoire, 1899, así como los del no­reste del lago de Túnez: ver Carton en "Comptes rendus de l'Académie des

Inscriptions", 1910, y en "Revue Archéologique", 1911.

64 Lafuente, loco cit.

65 En las excavaciones practicadas por M. González Simancas: Exca­

vaciones en Cartagena ("Memorias de la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades", Núm. 102 de 1928), que no han dado ninguna luz sobre

la estratigrafía, se encontró una estela púnica. De la época post-cartaginesa

hay urnas ibéricas con decoración de hojas de yedra y estilizaciones de espi­rales y hojas derivadas de los antiguos motivos florales del sureste, que se

conocían de Elche y habíamos sospechado que eran muy tardías (Bosch, El problema de la cerámica ibérica, láms. 1, 2) y los hallazgos recientes

de otros lugares han revelado que su fecha es el siglo 11 a. de J. C.: urna de Tamuda; García Beliido, Iberos en el Norte de Africa ("Archivo Español

de Arqueología", Núm. 43, 1941, pp. 347-349), fig. 4. De la misma fecha

o de más tarde son otros fragmentos de La Albufereta (Lafuente, loco cit.),

y aun de Sagunto.

66 Pericot, La cerámique ibérique de San Miguel de Liria, citada.

67 El siglo 111, sobre todo en su última parte, debió ser de estancamiento

en la cultura andaluza, debido al dominio cartaginés y a la explotación sis­

temática de las riquezas naturales andaluzas por los Bárquidas. Esto se trans­

lucía en que las grandes necrópolis, como Galera, si bien parecen llegar al

siglo 111, la cultura que revelan entonces es mucho más pobre que en los

tiempos anteriores. Lo mismo se observa en la necrópolis indígena de Villa­

ricos. La cerámica repite las decoraciones estereotipadas anteriormente. Un

buen ejemplo de ella es la necrópolis de Orán en Africa (v<:r la nota siguien­

te). Esta cerámica, empobrecida, continúa todavía bajo la romanización

(Mogón) y si bien el país sigue, bajo el yugo romano, tan duro o más toda­

vía que el cartaginés, produciendo y explotando sus riquezas, la cultura ha perdido toda su anterior fecundidad. Ver N. Feliciani, L'Espagne ti la fin

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INSTITUTO DE IXVESTIGAc..ION 'S

HISTÓRICAS

du IHeme. siecle av. J. C. ("Boletín de la Real Academia de la Historia", XLVI, 1905, p. 363 Y ss.) Y N. Feliciani y J. J. Nostrand, Roman Spail1 en "Economic Survey of Ancient Rome", III (Baltimore, 1937).

68 Polibio, III, 33, 9-13. Ver García Bellido, Iberos cn el Norte de Afri­

ca ("Archivo Español de Arqueología", Núm. 43, 1941, pp. 347-349).

69 Bosch, El problema de la cerámica ibérica (Madrid, 1915), p. 52,

fig. 20, Y P. Paris en "Comptes rendus de l'Académie des Inscriptions et Belles Lettres", 1913, pp. 10 Y ss. Se trata de una crátera, probablemente

del siglo IV, imitada de las cráteras en forma de campana griega como las de las necrópolis andaluzas, con círculos concéntricos y líneas onduladas,

tipo que también existe en Francia (Ensérune): Bosch, Etnología, p. 411,

fig. 383, Y Héléna, Les origines de Narbonne, p. 347, fig. 224. El tipo es

sin duda andaluz y cabe preguntarse si el ejemplar francés como el de Car­tago procede del sur de España. En Ensérune hay varios ejemplos de cerá­

mica de posible procedencia andaluza, que llegarían a través del comercio

griego.

70 Bosch, La cultura ibérica en el Bajo Aragól1.

71 Ver Bosch, Etnología, p. 576 Y p. 581. Los vasos de Belmonte en­

tran de lleno en la cerámica ibérica del Ebro (Etnología, p. 561, fig. 507 Y

p. 563, fig. 508), aunque se hallan en pleno territorio celtibérico. Los de

las demás necrópolis (Luzaga, Molino de Benjamín Arcóbriga, Gormaz, Os­

ma), son propiamente vasos posthallstátticos que han adoptado algunos mo­

tivos ibéricos, como sucede también en las ciudades celtibéricas de la región

numantina (Bosch, Etnología, pp. 579-580).

72 Bosch, Etnología, y Pericot, Historia de España, l.

73 P. Bosch-Gimpera y J. Colomines, Les fouilles de Majorque cl la

Préhistoire des iles Baléares ("Commission Internationale pour la Préhistoire

de la Mediterranée Occidentale. Conférence de Barcelone, 1935", Barcelona,

1937), pp. 17-24, con ilustraciones y la bibliografía pertinente. Ver tam­

bién Bosch, Etnología de la Península Ibérica.

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