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El siglo soviético - Historia de las Civilizaciones II · La dimensión de las purgas Los campos y el imperio industrial del NKVD. ... EL SIGLO SOVIÉTICO: RUSIA EN SU CONTEXTO HISTÓRICO

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La guerra fría terminó hacemucho; pero las obras que seescriben hoy sobre la Rusia soviéticasiguen lastradas por la misma cargade prejuicios y deformaciones que enel pasado. Moshe Lewin emprendeen este gran libro la tarea dereconstruir sobre nuevas bases unahistoria que marcó profundamente elsiglo XX, utilizando documentaciónde archivo, memorias y testimoniosdesconocidos hasta hoy, a la luz de

su profundo conocimiento del país yde la época. El siglo soviéticoconsigue con ello mostrarnos elfuncionamiento real del sistemapolítico, desmitificar los tópicosestablecidos y ofrecernos nuevasperspectivas para ayudarnos aestablecer un balance más objetivode sus éxitos y sus fracasos. Como hadicho Eric Hobsbawm, este librorepresenta 'una contribución decisivapara emancipar la historia de laUnión Soviética de la herenciaideológica del siglo pasado ydebería ser lectura obligada para

cuantos aspiren a entenderla'.Nacido en 1921 en Wilmo,

Polonia, Moshe Lewin estudióhistoria, filosofía y francés en laUniversidad de Tel Aviv y luego enla Sorbona. Fue profesor de historiaen la Universidad de Pensilvania,Estados Unidos. Entre sus librosanteriores, algunos traducidos alcastellano, cabe mencionar Elcampesinado y el poder soviético, Elúltimo combate de Lenin, Laformación del sistema soviético y Lagran mutación soviética.

EL SIGLO SOVIÉTICO«LE SIECLE SOVIÉTIQUE»DE MOSHE LEWIN, PORDENIS PAILLARD

PREFACIO

INTRODUCCIÓN

PRIMERA PARTE. UNRÉGIMEN Y SU PSIQUE

IntroducciónStalin sabe lo que quiere…Y lo está consiguiendo

«Autonomización versusFederación» (1922-1923)De cuadros a herejesEl Partido y sus aparatosFlujo social y «paranoiasistémica»El impacto de lacolectivizaciónEntre la legalidad y labacanal¿Cómo gobernó Stalin?Las purgas y sus «razones»La dimensión de las purgasLos campos y el imperioindustrial del NKVD

El final¿Despotismo agrario?

SEGUNDA PARTE. LOSAÑOS SESENTA ENADELANTE: DE UN NUEVOMODELO A UN NUEVOIMPASSE

«Epur, si muove!»El KGB y la oposiciónpolíticaLa avalancha de laurbanizaciónLos «administradores»:una clase tocada pero

pujanteAlgunos líderesKosigin y Andropov

TERCERA PARTE. EL SIGLOSOVIÉTICO: RUSIA EN SUCONTEXTO HISTÓRICO

El tiempo y los mundos deLeninAtraso y recaídaUna modernidad suigenerisÉxitos y fracasos de laurbanizaciónEl problema de la mano de

obra y de la demografíaEl laberinto burocrático¿Luces y sombras?¿Qué fue el sistemasoviético?

EPÍLOGO: UN PAÍS ENBUSCA DE UN PASADO

GLOSARIO DE TÉRMINOSRUSOS

APÉNDICES

Apéndice 1Apéndice 2

Apéndice 3Apéndice 4

NOTA SOBRE LAS FUENTESY LAS REFERENCIAS

notes

EL SIGLO SOVIÉTICO

La guerra fríaterminó hace mucho;pero las obras que seescriben hoy sobre laRusia soviética siguenlastradas por la mismacarga de prejuicios ydeformaciones que en elpasado. Moshe Lewinemprende en este granlibro la tarea de

reconstruir sobre nuevasbases una historia quemarcó profundamente elsiglo XX, utilizandodocumentación dearchivo, memorias ytestimonios desconocidoshasta hoy, a la luz de suprofundo conocimientodel país y de la época. Elsiglo soviético consiguecon ello mostrarnos elfuncionamiento real delsistema político,desmitificar los tópicos

establecidos y ofrecernosnuevas perspectivas paraayudarnos a establecerun balance más objetivode sus éxitos y susfracasos. Como ha dichoEric Hobsbawm, estelibro representa 'unacontribución decisivapara emancipar lahistoria de la UniónSoviética de la herenciaideológica del siglopasado y debería serlectura obligada para

cuantos aspiren aentenderla'.

Nacido en 1921 enWilmo, Polonia, MosheLewin estudió historia,filosofía y francés en laUniversidad de Tel Avivy luego en la Sorbona.Fue profesor de historiaen la Universidad dePensilvania, EstadosUnidos. Entre sus librosanteriores, algunostraducidos al castellano,cabe mencionar El

campesinado y el podersoviético, El últimocombate de Lenin, Laformación del sistemasoviético y La granmutación soviética.

Título Original: The SovietCentury

Traductor: Esteve Gutiérrez,Ferrán

©2005, Lewin, Moshe

©2006, Editorial CríticaColección: Memoria críticaISBN: 9788484327387Generado con: QualityEbook

v0.37

«LE SIECLESOVIÉTIQUE» DEMOSHE LEWIN, PORDENIS PAILLARD

Denis PAILLARD. Lingüistafrancés, profundo conocedor delidioma y la sociedad rusa; éd. Fayard- Le Monde Diplomatique, 2003.

La publicación de El Siglosoviético es un gran acontecimientoque marca un viraje en elconocimiento de ese "continentedesaparecido" que es la Unión

Soviética. Echa por tierra clichés eideas establecidas, así como tambiénciertas opiniones que evaden elverdadero análisis de lo que fue elrégimen surgido de la revolución deOctubre. Abre también el camino auna reconsideración crítica de esepasado, en una época en la que seasiste a tomas de distancia, a vecesvergonzantes y otras vecesreivindicatorias, que a menudotestimonian el desconocimiento de loque efectivamente sucedió. Como loindica su título, el libro de MosheLewin abarca todo el período

soviético, desde la revolución de1905 a la implosión-hundimiento delrégimen a fines de los años ochenta.La primera parte trata del períodoestaliniano, la segunda del períodopost-estaliniano, de Jruschov aAndropov. La última parte vuelvesobre la totalidad del período,echando luz sobre rupturas ycontinuidades. Los análisisdesarrollados continúan los quepropusiera M. Lewin en sus obrasprecedentes, desde El últimocombate de Lenin (1967) a LaFormación del sistema soviético

(1987), enriqueciéndolos ydesplegándolos en base a un trabajode muchos años sobre los archivossoviéticos, finalmente hechospúblicos.

REVOLUCIÓN DE OCTUBRE,LENIN Y EL BOLCHEVISMO

M. Lewin emplea unaaproximación histórica desprendidade oropeles ideológicos de cualquierespecie y logra un verdadero retornoa Lenin. Inscribiendo la revoluciónde octubre en la articulación de lacrisis del capitalismo (de la que laprimera guerra mundial fue una

manifestación particularmentesangrienta) y la crisis de Rusia, elautor insiste sobre la redefiniciónpermanente de la estrategia de losbolcheviques, cuando Lenin se hace"estratega de la incertidumbre" frentea una situación profundamenteinestable y cambiante. El análisis de1917 y de los años siguientesmuestra hasta qué punto Lenin, antecada viraje, fue capaz de repensarlas tareas del momento. Lo quedesmiente la visión del "leninismo"como un cuerpo doctrinarioestablecido (y fetichizado) de una

vez y para siempre (M. Lewin insistejustamente sobre la necesidad dedistinguir al menos tres leninismos").La revolución de octubre estácaracterizada como "revoluciónplebeya" (y no "socialista") teniendoen cuenta las fuerzas socialespresentes (con el peso considerabledel campesinado), el retraso del paísy el contexto internacional. Si larevolución de octubre se inscribía enuna perspectiva socialista, la mismasólo podía serlo a largo plazo y en uncontexto de ascenso revolucionarioen Europa. Tal caracterización de la

revolución tiene consecuenciascruciales en lo concerniente a lanaturaleza del Estado que se instalaluego de la guerra civil. Endefinitiva, para M. Lewin elbolchevismo (en cuantodenominación de la corriente radicalde la social-democracia rusaalrededor de Lenin y de Trotsky) nosobrevive a la guerra civil. El"partido" que existe en 1921 es unpartido completamente transformadopor la llegada de millares de nuevosmiembros, que no pasaron por ladura escuela de la clandestinidad y

del año 1917. Para los viejosbolcheviques, el Partido esirreconocible: ya no es más unpartido de revolucionarios totalmenteentregados a la causa del socialismo.Los recién llegados no comparten nisus valores ni su pasado.

SOBRE EL ESTALINISMOSobre este punto, se aprecian

igualmente desplazamientossignificativos. El primero está ligadoa una relectura de losenfrentamientos políticos en el cursode los últimos años de la vida deLenin (ya extensamente evocados en

El último combate de Lenin). M.Lewin muestra que no se trata de unproblema de "personas" (con Stalinen el rol del "malo") sino delenfrentamiento entre dos líneasradicalmente opuestas acerca de lacuestión nacional y más globalmentesobre el problema de la formación dela Unión Soviética. La primera esrepresentada por Lenin que seempeña en conservar una perspectivasocialista a largo plazo, la segundarepresentada por Stalin quien, luegode la guerra civil, defiende lainstalación de un Estado fuerte por

encima de la sociedad, en una muyfuerte continuidad de la autocraciazarista (como lo testimonian losepítetos utilizados por Lenin paracalificar a Stalin en su"Testamento"). En otros términos, elestalinismo, en cuanto orientaciónpolítica opuesta a la de Lenin, estáinstalado desde el comienzo de losaños veinte, durante la guerra civil:los gérmenes del estalinismo seencuentran en la ideología estatistaque se desarrolla entre loscombatientes de la guerra civil quegravitan en el entorno de Stalin en la

época en que se instala la NEP.Como se ve, para M. Lewin la"ruptura" se sitúa en el comienzo delos años veinte, aún durante la vidade Lenin, único dirigenteverdaderamente consciente de lo queocurre entonces. No sólo M. Lewinrechaza la utilización extensiva deltérmino estalinismo (comodesignación de todo el períodosoviético), sino que insiste en lanecesidad de distinguir dos períodosen el estalinismo. Durante el primerperíodo, que llega hasta la guerra, laindustrialización a paso forzado (que

incluye el Gulag, pues los camposson una inmensa reserva de mano deobra forzada) y el poder dictatorialde un solo hombre se alimentanmutuamente. El estalinismo de laposguerra es un régimen en crisis,incapaz de superar sus propiascontradicciones: se asiste a larestauración de un modeloestaliniano en descomposición,incapaz de escapar a susaberraciones y a sus manifestacionesde irracionalidad, y la primera causade esa decadencia obedecía a lascontradicciones internas del régimen.

Existía además una incompatibilidadprofunda entre ese absolutismo deotra época y la industrialización apaso forzado lanzada en respuesta alos desafíos de los nuevos tiempos.El poder, que en un principio habíaregido los ritmos desenfrenados dedesarrollo no podía integrar, ni lasnuevas realidades, ni los grupos deintereses, ni las presiones quesoportaban las estructuras y las capassociales surgidas en el curso de esteproceso. Las purgas patológicasfueron prueba de ello: el estalinismono podía acomodarse a lo que su

política había creado, empezandopor su propia burocracia. De ciertamanera el régimen estaliniano está enprofunda crisis aún antes de ladesaparición física de Stalin. Comolo testimonia la rapidez con la cuallos sucesores de Stalin (Jruschov a lacabeza) hacen reformas bajo el signode la desestalinización del sistema,ya sea del sistema de los campos,como de la legislación laboral. En elperíodo postestaliniano el régimen sedistingue en puntos esenciales de laautocracia estaliniana con laaparición de espacios de negociación

entre el poder y clases sociales, quese encuentran en situación dedefender de diversos modos suspropios intereses.

PODER Y SOCIEDADComo historia social de la

URSS, El siglo soviético es unacrítica radical del modelo totalitarioque se empeña en negar todaautonomía a la sociedad, y reduce a"los de abajo" al status de simplesjuguetes en manos del poder y de suaparato de represión todopoderosa.M. Lewin describe en detalle lostrastornos de la sociedad soviética,

por el pasaje de una sociedadcompuesta en un 80 por ciento decampesinos a fines de los años veintea una sociedad moderna en que lamayoría de los habitantes vive en lasciudades en los años sesenta. Estasociedad que conociótransformaciones radicales esirreductible al poder instalado. Y seobserva una distorsión cada vez másgrande entre la sociedad, en que lasdiferentes capas sociales que lacomponen defienden sus intereses, yun poder, incapaz de reformarse, queperpetúa alrededor de la figura del

"secretario general" un poder deotrora: "mientras la sociedadexplotaba, el poder estaba en vías deglaciación". Es esta contradicción loque explica la implosión del sistemaen los años ochenta.

PARTIDO, ESTADO,BUROCRACIA

A lo largo de todo su libro,Lewin insiste en la necesidad dedistinguir cuidadosamente laburocracia del partido (un partidoque no tiene de partido más que elnombre, reducido de hecho sólo a suaparato) de la burocracia de Estado,

cada vez más autónoma y celosa enla defensa de sus propios intereses.Se está a cien leguas de la idea tanprofundamente arraigada de un"partido Estado" todopoderoso. Dehecho, la burocracia del partido semostró incapaz de controlar laburocracia del Estado, a pesar de susintentos sucesivos, luego de la guerrao aún con Jruschov. Esta historiarenovada de la burocracia muestra elfracaso del partido (de su aparato)frente a una burocracia de Estadotodopoderosa que termina porabsorber a la del partido.

El partido dejó de ser unpartido para transformarse unservicio entre otros, el eje central deuna administración. Es lo quejustifica utilizar la palabra "partido "entre comillas. Se puede hasta llegara decir que el sistema de partidoúnico, sobre el que tanto se hahablado, era a fin de cuentas unsistema "sin partido " [...] Lacontradicción era la siguiente:cuando el partido se ocupaba depolítica perdía el control de laeconomía de la burocracia. Perocuando se comprometía plenamente

en el control de economía eintervenía directamente en lo quehacían los ministerios y en la maneraen que lo hacían, perdía susfunciones específicas y aún lacomprensión de cuáles eran ellas. Lasegunda lógica es la que predominó,y ella permitió la absorción de factodel Partido por el mastodonteburocrático. [...] El Partido y susdirigentes fueron expropiados yreemplazados por una hidraburocrática, que formó una clase quedetentaba el poder.

Estas citas dan una idea del

cambio de perspectiva introducidopor M. Lewin.

Otra idea se reitera en todo ellibro: el sistema podía autoreformarse. Sobre este punto, lailuminación aportada por M. Lewines más contrastada. Por un lado,muestra detalladamente el fracasosucesivo de todos los intentos dereforma, de Jruschov a Andropov.Pero, por el otro insiste en laexistencia, esencialmente en elperíodo poststaliniano, de unverdadero espacio de debates yenfrentamientos acerca de las

opciones de desarrollo del país. Peroesos debates, esas divergencias, esosenfrentamientos se desarrollaban apuertas cerradas, sin salir nunca a laplaza pública. Y un sistema hasta talpunto incapaz de conducirpúblicamente sus debates y de hacerparticipar en ellos a la sociedad,atravesada también por corrientes deopinión profundamente heterogéneasentre las cuales los disidentes (en símismos profundamente heterogéneos)eran apenas un componente, estabacondenado. Este análisis arrojatambién una nueva visión sobre el

desmoronamiento del sistema,víctima de sus propiascontradicciones, y sobre el cursoseguido por los acontecimientosluego de la desaparición de la UniónSoviética. El capítulo dedicado a "laeconomía de la sombra" (3a. Parte)muestra hasta qué punto el dogma dela propiedad de Estado estabacuestionado de hecho por unaprivatización reptante que sedesarrolló en gran escala desde losaños setenta y que abrió el camino alas reformas ultraliberales delcomienzo de los noventa, que

significaron la confiscación de todaslas riquezas del país en provecho deuna ínfima minoría. En estacontribución a la historia de laURSS, M. Lewin muestra hasta quépunto las anteojeras ideológicas(tanto de los estalinianos, como delos otros, las corrientes trotskistas)dieron lugar a una serie desinsentidos sobre la realidad delrégimen surgido de la revolución deoctubre. Queda por escribir lahistoria de esos sinsentido, o de esaceguera (y es una tarea esencial),pero ya desde ahora El siglo

soviético proporciona el espaciopara una revaloración de ese pasadocercano y abre el camino a unaverdadera reapropiación lúcida delmismo. Como epígrafe de LaRevolución Traicionada de Trotskyhabía puesto esta frase: "Ni reír nillorar, sino comprender". La mismaadquiere todo su sentido en El Siglosoviético.

Denis Paillard

Denis Paillard, autor de lareseña, es un lingüista francés yprofundo conocedor él mismo del

idioma y la sociedad rusa. La notafue publicada originalmente en Carrérouge n° 26, junio de 2003, con cuyaautorización lo reproducimos.Traducción del francés paraHerramienta de Mónica Carsen.

PREFACIO La Unión Soviética ya no existe.

Como dicen algunos, «es historia», olo que es lo mismo: «olvídenla». Laclase política, los académicos y losmedios de comunicación trabajan apartir de esta fórmula conforme a suspropios intereses y puntos de vista.Pero la palabra «historia» espolisémica, y la era soviética aúnpertenece a un pasado reciente.Aunque cada vez son menos,continúan siendo mayoría losciudadanos de Rusia y del resto de

repúblicas de la antigua UniónSoviética que se formaron bajo elparaguas de la URSS, y que inclusoañoran aquellos tiempos. Porqueforma parte todavía de la biografíade millones de personas. En estesentido, el «pasado» todavía es unelemento relevante en su vidacotidiana.

La dimensión «biográfica» noes sino un indicador más de lapersistencia del pasado. El problemade la identidad nacional del paíspreocupa a los ciudadanos rusos, yse advierte en este debate un número

de concepciones y de actitudes haciala URSS. Con todo, si unos análisiscolectivos tan importantes comoestos se llevan a cabo sin unconocimiento contrastado delpasado, y tal suele ser el caso, eldebate nacional se torna farsa.

Para los historiadores, comopara todo aquel que sabe cómo lahistoria, por distante que sea, nosrecuerda su presencia, este«olvídenlo» es una postura del todoabsurda. Sobre todo durante susúltimos quince años de existencia, laURSS no fue capaz de enfrentarse al

presente. Pero en la medida en queya es parte del pasado, se haconvertido en una realidad inmutableque no podrán alterar las sucesivasinterpretaciones que se hagan: es yserá un episodio crucial de un sigloXX dramático. ¿Y acaso alguien creeque ya sabemos todo lo que hay quesaber sobre el siglo XX?

La Rusia soviética sigue siendouno de los principales pilares de latradición cultural y política de Rusia,una tradición cuya influencia sobre elpaís se deja notar todavía en laactualidad, si bien de un modo

diferente a como lo hacía el pasadozarista, uno de los modelos que dioforma a la URSS. ¿Puede pasar poralto este hecho quien se interese porel destino de su país y reflexionesobre ello?

De ahí que no podamosprescindir hoy de la URSS en tantoque «pasado» porque es,sencillamente, imposibledesembarazarnos de la historia. Unode los argumentos de este libro esque la URSS es, aún, un sistema delque sabemos muy poco. A la hora dehablar de períodos anteriores

(incluidos los años de Stalin), se haesfumado ya el halo de secretismoque caracterizó el sistema soviético ypodemos hoy estudiarlos de un modosistemático, como de hecho ya seestá haciendo. Tiempo atrás, laimposibilidad de acceder a losarchivos y a otras fuentes deinformación indispensablesconvertían el estudio de la historiasoviética en una empresa sumamentefrustrante y ardua, y dar con el menordato que contuviera un indicador útilo toparse con una publicaciónsoviética bien documentada era todo

un logro.Por eso, en cuanto se

desclasificaron los archivossoviéticos, los historiadores seabalanzaron sobre ellos. En mi caso,la obtención de estos materiales, queyo mismo localizaba o querecopilaba a partir de obrasdocumentales de otros autores, fuedurante muchos años mi principalactividad. Cuanto más leía, más ricase me aparecía la realidad. Noobstante, la frustración no seesfumaba, porque seguíamos sinpoder consultar los materiales

referentes a los últimos períodos dela era soviética.

Me propongo en esta obra sacara la luz los aspectos que considerodesconocidos u olvidados, porcuanto su estudio nos permiteadentramos aún más en las entrañasdel sistema. Apenas he recurrido afuentes occidentales, que es algo queme propongo hacer en un estudiofuturo más sistemático. El recurso anuevos materiales, como archivos,memorias, autobiografías opublicaciones documentales, es eneste volumen un objetivo en sí

mismo, aunque también hayapretendido hacer una suerte deexamen de conciencia: después dehaber consultado tantos documentosnuevos, ¿qué queda de mi antiguavisión del fenómeno soviético?¿Cómo ha cambiado? ¿Adónde fue aparar? Mucho de lo que he escrito enestas páginas da respuesta a estaspreguntas, porque estas nuevaspruebas me han revelado cosas delas que apenas sabía nada y me hanpermitido plantear cuestiones queantes me habría sido imposibleformular.

La otra gran fuente que alimentaestas páginas son los trabajosactuales de los académicos rusos,bien porque han tenido acceso ainformaciones de primera mano, bienporque han trabajado en institucionesgubernamentales, bien porque, ya entiempos de la Unión Soviética,habían escrito obras críticas y biendocumentadas.

Me pareció que los lectoressacarían provecho de la ocasión quese les brinda de entrar en contactocon estas fuentes: qué «dicen», y quésabía el régimen, o qué podía saber,

a partir de la información quedifundían sus diferentes agencias. Sinotro fin que poner las cartas de miinterpretación sobre la mesa yofrecer a los lectores una muestra delo que leían los propios líderessoviéticos, he resumido y citadoampliamente documentos y autores.

De ello se desprende que,aunque la sociedad apenas estuvierainformada —o manifiestamentedesinformada en ocasiones—, elrégimen, sobre todo en el períodopostestalinista, tenía a su alcance unacantidad considerable de material

fiable y un buen número de estudiosrigurosos sobre el país y el mundo.Pero de nada le sirve la buenainformación a un líder mediocre. Elproblema estribaba en la capacidadde comprensión de estos líderes, enqué querían saber, en qué sabían, pormás que no pudieran hacer nada conello, y en qué no tenían el menordeseo de saber.

Estas preguntas nos llevan almeollo de nuestra investigaciónsobre los mecanismos y los puntalesdel sistema soviético.

INTRODUCCIÓN Los juegos de poder y la

ambición personal forman parte de lahistoria, pero también ejercen unapresión considerable para que ésta seescriba de un modo que responda adeterminados intereses o causas.Desde sus inicios, el régimensoviético planteó un desafío radicalque se vio reforzado durante laguerra fría con la polarización delmundo, la carrera armamentística y laconsiguiente batalla propagandística.Todo esto propició las condiciones

que permitieron confundir lapropaganda con el análisis. Estafalacia costó muy cara a ambosbandos, y deterioró no sólo sucapacidad para comprenderse a símismos, sino también para descifrarel mundo que los rodeaba. Lasconsecuencias fueron peores para laUnión Soviética, que prohibió lalibre investigación social, política ehistórica. Pero también se resintió elpaís en otros aspectos, porque elfanatismo ideológico, y su tendencianatural a la propaganda, dañaronconsiderablemente su capacidad para

comprender la realidad nacional yglobal y responder a la coyuntura conlas estrategias adecuadas.

Durante los años sesenta ysetenta, los líderes soviéticospermitieron una cierta libertad en latemática que abordaban los estudiospublicados, y especialmente losinéditos, así como en la discusiónpolítica. Nacieron centros deestudios de primer orden, gracias alos cuales se pudo analizar el otrolado del telón. A causa de su talantedemocrático en Estados Unidosabundaban las estadísticas y todo

tino de informaciones sobre el país,cosa útil para los soviéticos, sobretodo a partir de los años sesenta,cuando estuvieron en disposición deservirse de dichos datos. De hecho,los expertos trasladaban a los líderesuna imagen bastante certera delmundo exterior y de la propia Rusia.En qué se empleó todo esteconocimiento ya es otra historia, ydependía de la mentalidadconservadora de los líderes. Contodo, la URSS se mostró dispuesta enmás de una ocasión a jugar la cartade la «coexistencia pacífica» y a

rebajar la tensión. Consciente de suinferioridad, principalmente en lasúltimas fases de su historia, trató dellevar a la práctica reformas quereflejaran una apreciación realista dela situación.

En Estados Unidos, laposibilidad de investigar en libertad,de discutir posturas e ideasalternativas, no significabanecesariamente que se tuvieran encuenta los resultados. No en vano, notodo pasa por la libertad depublicación de estudios críticos. Acontinuación, cabe preguntarse: ¿a

quién le interesan? Detrás de algunosanálisis se ocultaban ideassospechosas o concepcioneserróneas, investidas de un halo deverdad por el mero hecho de habernacido en el Mundo Libre.

Bastará un ejemplo. Un grupode expertos que han estudiado eltrabajo de los servicios deinteligencia de Estados Unidos1

sostiene que una organización comola CIA, así como los círculos depoder subordinados a ella, noacertaron en la evaluación de lospuntos fuertes y débiles de la URSS:

no tenían la menor idea de haciadónde se dirigía el país. Y eso apesar de que tenían acceso a lasconversaciones telefónicas deBrezhnev y de que era más queprobable que pudieran saber concerteza el número de misilessoviéticos. Es evidente que la fuerzacegadora de la ideología y de lalógica del poder, personal oimperial, y la obsesión por elsecretismo, no eran exclusivas del«Estado propagandístico» soviético,por más que su poder fueraextraordinario y respondiera, no a

los intereses del país, sino a los delos elementos conservadores. Aunasí, la capacidad cognitiva no es elmonopolio de un sistema. La guerrafría, que impulsó la innovación endeterminados campos de latecnología, también actuó como unelemento reduccionista a la hora deanalizar la realidad global, algo a loque sucumbió igualmente Occidente.

Añádase a todo esto queOccidente, Estados Unidos inclusive,eran presa del «síndrome de laseguridad», con el consiguiente papeldesproporcionado que se concedía a

los servicios secretos y elreconocimiento de que «todo vale» side lo que se trata es de cumplir conel deber: operaciones encubiertas,alianzas con formaciones militarescriminales o semicriminales,detección del comunismo y de lasubversión en cualquier lugar delplaneta y en cualquier momento,compra de medios de comunicación,infiltración en diferentesorganizaciones sociales... Laobsesión por la seguridad tuvo unefecto pernicioso en las institucionesdemocráticas y dio pie a una

poderosa tapadera para laconsolidación de grupos domésticosantidemocráticos, que se esforzaronpor socavar la democraciaestadounidense. De poco sirvepensar que era peor el estalinismo yel terror y las cazas de brujas que locaracterizaron. Cualquier similitudentre ambos regímenes, incluso laposibilidad misma de que pudieraser así, constituía ya un peligro paralas libertades, el santo y seña de esagran batalla.

A pesar de la contribución deacadémicos de renombre implicados

en investigaciones rigurosas, lasrepresentaciones del sistemasoviético estaban evidentementeinfluidas por la realidad política eideológica de un mundo polarizado.La extraordinaria difusión deopiniones ideológicamenteconnotadas, emitidas por agenciasgubernamentales, medios decomunicación o publicistas queapenas mostraban interés alguno porapoyar sus declaraciones con hechoso argumentos, guiaban a la opiniónpública en una dirección concreta.Mientras el debate sobre otros

problemas, países o episodios seguíaabierto, en cuanto se hablaba de laUnión Soviética surgía un «discursopúblico» basado en afirmacionesprofundamente arraigadas y que, sinembargo, estaban aún por verificar.

Dejemos de lado la importanciaunilateral que la propaganda concedea delitos y crímenes para centrarnosen las limitaciones de tipometodológico. De hecho, lainvestigación objetiva, metodológicay contrastada tuvo que enfrentarse aunos patrones de pensamientorígidos, tan extendidos entre el

público como entre los pensadores, yque eran:

1. tomar a líderes y agenciasgubernamentales como los actoresprincipales en lugar de convertirlosen objeto de estudio con el fin decomprender en qué trabajaban y quédictaba sus acciones.

2. estudiar la URSS fijándoseprincipalmente en su carácter«antidemocrático», lo que suponíahacer una lista interminable de susrasgos «no democráticos», yocuparse de lo que no era el país enlugar de analizar qué era. No

olvidemos que la democracia siguesin ser la única forma de gobiernoexistente en el planeta y que espreciso estudiar las premisas deotros sistemas para entenderlos.

3. pasar por alto el contextohistórico en que se desarrollaron lasacciones de los líderes y al que seenfrentaron. El ahistoricismo es unerror demasiado extendido y el másgrave de todos, porque ningunaacción humana se produce en la nada,no es un deus ex machina. Pongamosun ejemplo: en 1916-1917, Lenin noperseguía la destrucción de un

sistema próspero, sino todo locontrario. Al igual que millones depersonas, vivía en un mundo queestaba al borde del colapso y en unaRusia que se desintegraba, y pasó ala acción sin tener garantías de queno perecería antes incluso deenfrentarse a las catástrofes que sesucedían o se avecinaban. Otroejemplo puede clarificar aún más laimportancia del contexto: la crisiseconómica de los años treinta esfundamental para entender elprestigio que la Rusia soviética teníaa ojos de muchos, y fue de gran

ayuda a la hora de legitimar elestalinismo; del mismo modo, lasegunda guerra mundial cubrió elgenocidio estalinista, en un momentoen que el régimen y su propio poderempezaban a resentirse de sus malesinternos.

Estas consideraciones implicanque el lector debe saber que eltrasfondo histórico y el contexto, eldoméstico y el internacional, puedendesempeñar un papel de primerorden en los argumentos quepresentaremos más adelante.

No obstante, aún no hemos

acabado con el repaso a losobstáculos que entraña elconocimiento real de la URSS.También debemos prestar atención aaquellas preconcepciones máspolémicas que usan y abusan de lanoción de estalinismo.

Me refiero a la tendencia a«demonizar» a Stalin cargando sobresus espaldas, y sobre las de surégimen, un número de víctimasdesproporcionado y ridículo eimposible de verificar, y en el que semezclan las víctimas del terror conlas decisiones políticas y

económicas. ¿Qué hacer sino sacudirla cabeza de incredulidad al saber,por ejemplo, que entre las pérdidashumanas que se atribuyen a suscrímenes se cuentan asimismo laspérdidas demográficas donde seincluyen las estimaciones decriaturas nonatas? ¿Qué necesidadhay de dicho cálculo? ¿Quién loconsidera necesario? Losespecialistas, especialmente cuandoaún no tenían acceso a los archivos,tuvieron que empeñarse con enconopara desinflar estas cifras y otrosjuegos de manos aritméticos. Sin

embargo, su trabajo ha llegado abuen puerto, y hoy podemos estudiara Stalin y el estalinismo tal y comoeran. Nos quedan aún no pocoshorrores para condenar locondenable, pero tambiéndisponemos de los hilos que nospermitirán desmadejar un drama que,después de unos años en el primerplano, dejó paso a un nuevo capítulocon la muerte del dictador. El propioterror sufrió algunos cambios. Y enhistoria es fundamental diferenciarhoy los períodos entre sí. Latendencia a perpetuar el

«estalinismo» remontando su iniciohasta 1917 y alargándolo hasta elfinal de la Unión Soviética es unomás de esos «usos y abusos» de lahistoria.

En este sentido, convienemencionar la Historikerstreit («lapolémica de los historiadores»), enla que se embarcaron loshistoriadores conservadoresalemanes. En su afán por justificar elpapel de los exponentes de laderecha alemana no nazi que habíancontribuido a que Hitler llegara alpoder, y para rehabilitar al mismo

tiempo a Hitler y los planesinfernales que había preparado parael mundo, recurrieron a unaestratagema de lo más curiosa,apoyándose en la connivenciaoccidental que había nacido de laguerra fría. Confiaban en quecreyéramos que, en cierto sentido,era posible atribuir a Stalin la locurade Hitler, y que las atrocidadescometidas por el primero habíaninspirado al segundo. Asegurabanque el Holocausto se remontaba altrato dispensado a los kulaks, y quela ofensiva de Hitler, toda vez que no

tuvo como primer objetivo Rusia, noera sino una guerra defensiva paracontrarrestar el ataque que Stalinplaneaba lanzar contra Alemania.2 Eladoctrinamiento anticomunistacaracterístico de la guerra fríapermitió que se produjeranmaniobras como estas en los paísesoccidentales. Afortunadamente,muchas fueron las voces que sealzaron para condenar la operación yseguir adelante con el proyecto decomprender la dinámica del sistemasoviético.

Este libro no se propone ser una

historia de la URSS, sino que selimita a presentar algunos rasgosgenerales del sistema. Está divididoen tres partes. La primera estádedicada al período estalinista, y nosólo pone el acento en suscaracterísticas específicas, sinotambién en las fluctuaciones delsistema. La segunda parte se ocupadel período postestalinista, deJrushchov a Andropov, entendidocomo un modelo diferente que insuflóaire durante unos años al sistemahasta que sucumbió al estancamiento(zastoi). La tercera parte analiza la

«era soviética» en su conjunto, altiempo que intenta dar una visiónglobal de la trayectoria histórica delsistema, incidiendo en los aspectosgenerales y específicos de dichatrayectoria y en los cimientos quepropiciaron su consolidación y suposterior derrumbe. Tanto el éxitocomo el fracaso del sistema tuvieronuna importancia considerable aescala mundial y fueron, en un caso yen el otro, tan impredecibles comosorprendentes. Esta sección abundaen la complejidad y en la riqueza deeste proceso histórico, por siniestras

que fueran sus fases, sin pasar poralto la importancia de comprender sudimensión histórica específica,incluso a la hora de analizar laevolución de la Rusia posterior aGorbachov.

El filósofo político V. P.Mezhuev, del Instituto de Filosofíade la Academia Rusa, abordó estosproblemas en una conferenciapronunciada en Moscú en 1999:

«Pregúntense qué valoran delpasado, qué debemos continuar, quédebemos preservar. La respuesta aestas preguntas les ayudará a

enfrentarse al futuro... Si no hay nadapositivo en el pasado, no hay futuro yno queda más remedio que«olvidarlo todo y dejarnos llevar porla inercia» [zabystia i zasnut]. Eldestino histórico de Rusia no pasapor un futuro sin pasado. Todo aquelque quiera borrar el siglo XX, unsiglo de catástrofes mayúsculas,deberá despedirse también parasiempre jamás de la gran Rusia.»3

Una sentencia excelente, a laque regresaremos en lasconclusiones. Queremos, no obstante,insistir en un punto: somos

plenamente conscientes de que lainvestigación histórica es una tareacomplicada y nos parece fundamentalllevarla a cabo sin pasión niprejuicios. Cuando un autor afirmapresentar un trabajo de investigación,incluye unas líneas en su descargo:sin embargo, las buenas intencionesno son garantía de éxito. Muchos ymuy variados son los obstáculos quese cruzan en su camino: fuentes ypruebas, el grado de periciaprofesional, la predisposiciónpersonal y la infinita complejidad dela realidad histórica, ambigua,

poliédrica y mutable, y que se resistea los intentos de explicación. Aunasí, de no moverlos precisamente esepropósito, los historiadores no seríancapaces de presentarnos un relatoconvincente, sino historias falsas. Omejor dicho: los mismos argumentos,una y otra vez.

PRIMERA PARTE. UNRÉGIMEN Y SU PSIQUE

Introducción

Los años treinta ocupan un lugar

muy especial en la historiarelativamente corta del sistemasoviético. En primer lugar, porqueconstituyeron un drama de granintensidad en un país que no se habíarecuperado aún de los estragos de laprimera guerra mundial y de laguerra civil (1918-1921). Ensegundo lugar, porque aunque labreve Nueva Política Económica(NPE) de los años veinte logró

restaurar unos niveles nacionalesmínimos de viabilidad política yfísica (biológica), se quedó corta a lahora de preparar al país paraenfrentarse a los desafíos internos yespecialmente externos que sedibujaban en el horizonte. El iniciorepentino de los planes quinquenales(piatiletki) fue el desencadenante deuna serie de episodios sorprendentese imprevistos, el primero de loscuales fue el «gran impulso»estalinista, con la recesióneconómica sufrida por EstadosUnidos y Europa como telón de

fondo, y que se detuvo al llegar a lasfronteras de la Unión Soviética. Elsegundo fueron los levantamientosinternos que se produjeron a raíz deesta nueva política. Aquel proyectonacional sin precedentes, dictado yllevado a puerto por una elitedecidida y un líder supremoimplacable, un esfuerzo quedescansaba principalmente en elaparato coercitivo del Estado,impulsó un sinfín de cambios queafectaron a todos los ámbitos y cuyosefectos repercutieronostensiblemente en el propio

régimen, tanto que de ahí nació unnuevo sistema estatal sui generis que,cuando menos en esas fases iniciales,simbolizaba, y no sólo a los ojos dealgunos actores sino también a los delos observadores internacionales, elafán por alcanzar una forma máselevada de justicia social. Otros,especialmente unos años más tarde,lo consideraron como una nuevaforma de sumisión al Estado.

Es legítimo preguntarse por losmotivos que, durante ese período,hicieron posible que un mismosistema concitara opiniones

encontradas. Con todo, hay algo quees innegable: el país atravesaba unafase de cambios vertiginosos. Un(hipotético) funcionario del Partido odel gobierno que por alguna razón uotra hubiera desempeñado labores enel extranjero durante los primerosaños del plan se habría quedado depiedra a su regreso al comprobar lossensacionales cambios que se habíanoperado en el ínterin. Mucho más sicabe que un ruso blanco que hubieravuelto a su país en los años veinte(un fenómeno que se produjo) y quecomparara la Rusia de la NPE con la

Rusia zarista. Por exasperado queestuviera ante las novedadesintroducidas por el régimen, esteúltimo aún podía ver a su alrededor ala «Madre Rusia» que habíaconocido, y es posible que se hubierasentido, incluso, tranquilizado. Elfuncionario soviético de regreso aMoscú en los años treinta, por suparte, no se habría encontrado conuna sola de las instituciones de ladécada anterior. La prensa, losfuncionarios encargados desupervisar la NPE, las tiendas, elsistema de abastos, los debates

políticos, la mayor parte de la vidacultural... Todo se había esfumado.La transformación había afectado a lafábrica, al ritmo cotidiano, a loseslóganes y, analizado condetenimiento, también, al propioPartido. La vida política y lasmedidas adoptadas eran diferentes yfirmes. La imagen de Stalin y lasproclamas que alababan al lídercubrían por igual los muros de lasciudades y las plazas de los pueblos.Retratado en un primer momentojunto a Lenin, su efigie no tardó enaparecer en solitario. Pero el sentido

de todos estos cambios en laiconografía todavía no era del todoevidente.

Este sistema estatal no tardó enser bautizado como «estalinismo», yestaba manifiesta e inequívocamentecontrolado por el hombre situado enla cúspide de la pirámide. No quieredecir esto que debamos asignarúnicamente al líder lascaracterísticas del sistema. Enmuchos aspectos, superaron lasmaneras del jerarca a la hora deconducir la situación, y así lodemuestran los profundos cambios en

la manera de gobernar tras la muertede Stalin. No obstante, también escierto lo contrario: muchascaracterísticas básicas siguieronvigentes. Uno de los problemasfundamentales a la hora decomprender la historia del paísradica en determinar qué cambió enrealidad y qué se mantuvo en pie, unacuestión que enfrenta, asimismo, alhistoriador a un dilema recurrente,enmarcado en el ámbito de lafilosofía de la historia: ¿hasta dóndellega la responsabilidad de un líderindividual? ¿Es un actor

independiente, es decir, un factorautónomo? De ser así, nos basta conuna biografía. ¿Es, por el contrario,un producto de las circunstancias yde las condiciones históricas, de lastradiciones del país, del potencial yde las limitaciones nacionales? Enese caso, precisamos de un ensayohistórico.

Los años treinta no son unaetapa fácil para los historiadores,tanto si estudian factores personalescomo objetivos. Como ya se hadicho, hay una cantidad suficiente deelementos contradictorios en ese

período para que haya quien losretrate como una época llena deglamour, y para que otros la veansimplemente como un calvario. Enmuchas autobiografías podemosapreciar que sus autores oscilan entreambos extremos. Que tanta gente,simultánea o posteriormente, senegara a creer que Stalin era laimagen de la mente criminal de unrégimen basado en el terror puedeguardar mucha relación con aquellosaspectos de su política queestuvieron, indudablemente, alservicio de los intereses del país.

Muchos observadores rusos y norusos coinciden en que la victoria dela URSS en la segunda guerramundial fue una gesta que salvó alpaís y que tuvo un impactointernacional considerable, y que niel zarismo, ni cualquier otro régimensimilar habrían podido lograrla. Porotro lado, también la ignorancia,fruto del carácter reservado delEstado estalinista, desempeñó uncierto papel en la propagación eficazde la imagen del «gran Stalin» tal ycomo la imponía el aparato.

Un enfoque académico no puede

pasar por alto estos «extremos», auncuando no sea su propósito oscilarentre nociones deterministas como«No había otra alternativa» y «Stalinera inevitable», o entre posturasencontradas que ponen el acento enla dimensión fortuita, ilegal yarbitraria del fenómeno estalinista.Es preferible, sin embargo,concentrarse en el curso real de lahistoria, analizando el contexto, asaber, la interrelación de los factoresrelevantes que dieron lugar a laconsolidación de un régimen queabandonó las reglas básicas del

juego político, unas reglas que, sinlugar a dudas, seguían vigentes en losprimeros años de la NPE. Elestalinismo fue, precisamente, la otracara de la moneda de un sistemaunipartidista que había perdido elcontrol de la vertiente política. Nadacambia que el aparato siguieraostentando muchas funcionesfundamentales del Estado. Se trata,más bien, de un incentivo para seguirestudiando cómo permanecieron enpie una serie de factores. El poderarbitrario de Stalin jamás fue inmunea los acontecimientos, a todo cuanto

progresaba o se empantanabalentamente en el país, alrededor desu persona y, en última instancia, ensu persona.

El período comprendido entre1928 y 1939 sobresale porquecondensa los problemas pasados yfuturos del sistema soviético. Esfundamental aprehender el sistemaestalinista. No queremos decir conello, sin embargo, que suscribamosel cliché extendido que reza que noqueda nada por estudiar. Por más queya lo hayamos repetido hasta lasaciedad, conviene recordar las

muchas diferencias existentes entre elsistema estalinista, la NPE y elsistema postestalinista, aun cuandolos tres períodos tuvieran mucho encomún. El estudio de la década delos años treinta debería servir paraarrojar luz sobre este aspecto, asícomo sobre otros problemas queforman parte de la imbricada historiade Rusia.

Llegados a este punto, estamosen disposición de desvelar uno delos logros de este trabajo: por másque la historia ha dado una imagenprofundamente disfuncional del

régimen estalinista, también seencargó de preparar el terreno y deformar a los actores que permitiríanescribir el siguiente capítulo en lahistoria soviética.

Stalin sabe lo que quiere… Ylo está consiguiendo

Stalin murió hace unos

cincuenta años. En este tiempo, hansalido a la luz nuevas fuentes y seestán preparando obrasextraordinarias sobre el personaje.No obstante, y a pesar de todo elcaudal de información, sigue siendocomplicado hacerse una idea atinadade él en tanto los informes y lasdeclaraciones de testigos de primeramano nos ofrecen imágenes e

instantáneas contradictorias. Los hayque presentan a un líder práctico,bien informado, a menudo educado eincluso benevolente; en otraspalabras, Stalin era un estadistasensato. Otros lo retratan como unestratega frío y manipulador. Otros,por su parte, lo describen como unpersonaje obsesionado con el poder,que no confiaba en nada ni en nadie,un monstruo iracundo y vengativoque apenas podía contener susestallidos de furia; o, peor aún, unloco caprichoso convencido de quelas masacres que cometió fueron su

mayor aportación política. ¿EraStalin un histrión en el gran teatro delmundo o un dirigente hábil? Muchosconsideran que no era sino una figurapatética que lo echó todo a perder.¿Tenía talento, genio incluso, porperverso que fuera? ¿O era unpersonaje de una mediocridad vulgary malvada?

Esta imagen caleidoscópica secomplica más si cabe en tanto losobservadores que se han pronunciadosobre el particular en unascircunstancias determinadas hanmodificado sus opiniones al poder

estudiar al mismo hombre endiferentes entornos.

Tales opiniones radicalmenteopuestas, que reflejan en ocasionesla realidad y la naturaleza de Stalin,son desconcertantes. Sin embargo,comoquiera que nos las vemos conuna figura conocida por calcularhasta el último detalle susapariciones, no sería ilógico concluirque Stalin era Stalin en todas lascaras de este poliedro que vieronproyectado ante sí los observadores.Sea como fuere, no podemos pasarpor alto lo obvio: el fenómeno tuvo

un principio y un fin, dictado no sólopor el hecho banal de la muerte, sinotambién porque la aberración delsistema que sufrió la URSS bajo eldominio de Stalin tenía sus límitesnaturales. Esto nos obliga a reubicara Stalin en el momento histórico en elque surgió, en la historia a la quecontribuyó y de la que se esfumó trasfallecer de muerte natural. Estecamino, tortuoso, sangriento,intensamente dramático yprofundamente personal, fue tambiénuno de los componentes de dichocontexto histórico: fue también, dicho

con otras palabras, un productoimpersonal. Iluminaremos en estaparte algunos de estos aspectos; otrosquedarán para la tercera.

Conviene empezarpreguntándonos por lo que,habitualmente, se consideraindiscutible. Stalin era miembro delpartido bolchevique, un leninista másen el seno de la cúpula. O esoparecía. Perteneció a los círculos depoder, fue miembro del ComitéCentral y, más tarde, del Politburó.Estuvo al servicio de Lenin,fundamentalmente durante la guerra

civil, en diferentes misionesespeciales. Y aun así, Stalin era,intelectual y políticamente, diferentede la mayoría de las figurashistóricas del movimientobolchevique. El resto de líderesbolcheviques eran, en su mayoría,analistas políticos, buenosconocedores de Occidente porquehabían vivido ahí. Más «europeos»,más fáciles de «descifrar», lesinteresaban las cuestiones teóricas ysu capacidad intelectual era superiora la de Stalin, un personaje menosformado y con una escasa

experiencia en lo referente al mundoexterior, capaz sin embargo de llevarla voz cantante en una discusión o depresentar un argumento aunque nofuera un orador. Un tipo reservado,de un egoísmo extraordinario, cauto ymaquinador. Tan sólo, y ni siquieraasí, su propio sentido de grandeza,que sus allegados tenían que admitiruna y otra vez, podía saciar un egotan a flor de piel.

Stalin veía la obtención delpoder personal como la manera mássegura de obligar a otros adoblegarse ante él. A pesar de su alto

rango (ingresó en el Politburó en1919, el año de su creación), no sóloLenin y Trotsky, los dos líderes demás envergadura, lo eclipsaron, sinotambién una pléyade de tipos que noeran conscientes, y tampoco se lopodían imaginar, de que un díaacabarían cediendo ante él. Stalincompensó esta relativa inferioridadponiendo en marcha sus propiasfantasías de grandeza y arrogándoseun papel mucho más importante delque realmente desempeñaba, y lohizo rodeándose de un grupo deacólitos y sicofantes insignificantes,

como Voroshilov o Budenni, el capazpero ordinario Ordzhonikidze, elhábil y jovencísimo Mikoyan y, algomás tarde, Molotov, que sería,posiblemente sin darse cuenta en unprimer momento, el principal apoyodel dictador en el futuro, y el sumosacerdote del culto a la personalidad.

Estos rasgos característicos deuna personalidad sumamenteautoritaria se manifestaronabiertamente durante la guerra civil,un episodio que tuvo un gran peso ala hora de consolidar la visión queStalin tenía del nuevo Estado que

habría de surgir de la contienda y decómo había que gobernarlo. Tambiénhabía en dichas ideas una ciertaurgencia psicológica por engrandecerla propia imagen. En pocas palabras,resulta sorprendente la diferenciaentre su personalidad y lo quesabemos del resto de miembros de la«vieja guardia», incluido Lenin. Elmundo de Stalin respondía,inicialmente, a las tradiciones de suregión nativa, el Cáucaso, y,posteriormente, a sus conocimientossobre la Rusia popular más profunda.En cambio, el impacto que tuvieron

en él la Segunda y la Tercerainternacionales fue mínimo, cuandono inexistente. De ahí que sea lógicoque él y su círculo más íntimosalieran de la guerra civil con unpunto de vista sobre lo que había quehacer con Rusia muy diferente al deLenin, Trotsky, Kamenev y su grupo,tanto en la concepción del socialismode unos y otros como en quégobierno debía regir el país.Coexistieron, por lo tanto, en lo quese dio en llamar «bolchevismo» dosuniversos políticos y culturalesdiametralmente opuestos, una

coexistencia que se prolongómientras todos compartieron elmismo objetivo. En cuanto elrégimen derrotó a los blancos, lasdos líneas divergentes salieron a lasuperficie y chocaron entre sí: unatenía el propósito de dotar a Rusia deun Estado que defendiera losintereses de la mayoría de lapoblación; la otra basaba suestrategia en el propio Estado, unapostura con la que muchos, entrequienes también se encontraban losveteranos de la guerra civil,comulgaban.

En esa etapa no había másalternativa que la dictadura. Con laguerra civil, el término había dejadode designar inequívocamente unaúnica realidad, pero este no es, nimucho menos, el caso: los regímenesdictatoriales pueden revestir mil yuna formas, como sucede concualquier otro régimen político,incluida la democracia, que amenudo fluctúa demasiado, y enocasiones demasiadopeligrosamente, entre sus variantesautoritaria, liberal ysocialdemócrata. Con el regreso de

la paz, y admitido que la tarea eraconstruir un Estado en tiempos depaz, se plantearon dos modelosantagónicos, cuyas diferencias teníanque ver con la representación deRusia, el tipo de Estado necesariopara que el poder pudiera ocuparsedel problema de las nacionalidades,la cooperación, el campesinado, laestructura del Partido, las estrategiasde desarrollo y la transformaciónsocial que se deseaba conseguir. Yfue así como, en las filas de lo quesupuestamente era un mismo partido,surgieron dos grupos políticos

opuestos. Como es de esperar, el queresultó vencedor conservó durante untiempo el viejo nombre. Pero yasabemos cómo acabó... y a quévelocidad.

Comoquiera que Stalin mantuvoen secreto sus principales metas,otros líderes del Partido no pudierondesbaratar sus planes. Sin embargo,se dieron cuenta demasiado tarde dela trampa que se habían tendido a símismos. El propio Lenin estuvo fuerade juego durante un tiempo. Cuandoacabó por descifrar con quién se lasveía, ya no pudo poner remedio a la

situación. La ascensión de Stalin sevio espoleada, en gran medida, porla gravedad de la enfermedad queafectó a Lenin a partir de 1920. Elpolítico, que se sometió a un largotratamiento, acompañado o no demedicación, tuvo que abandonar laactividad política, sobre todo durantebuena parte de 1922 y unos meses de1923. No obstante, como ya hemosindicado, el problema iba más alláde «descifrar» la personalidad deStalin, pues de él manaba toda unavisión de la línea política que habíaque adoptar en el futuro y que,

aunque implícita en sucomportamiento político, aún nohabía sido formulada de una maneraexplícita. En esos años, durante el«último combate de Lenin»,volvieron a plantearse de un modomuy claro dos programasalternativos, como lo pruebaclaramente, aunque no es el únicodocumento que da fe de ello, eldenominado «testamento». La posturade Stalin quedó al descubierto a lahora de presentar el proyecto sobrela forma constitucional que debíaadoptar la URSS, debatido y

aprobado en 1922-1923 bajo sumandato (había sido nombradosecretario general en 1922). En losdocumentos que versan sobre laconstrucción de la URSSencontramos el material másrevelador acerca de los conflictosentre Lenin y Stalin, aun cuando lapolémica no se detuvo ahí y pasó delproblema de las nacionalidades en elEstado soviético a otros ámbitos,hasta afectar prácticamente a todaslas parcelas del sistema: ideología,los papeles respectivos del Estado ydel Partido, la política económica y,

sobre todo, la cuestión fundamentalde las políticas agrarias.4

El material que ha salido a laluz tras la perestroika nos permiteapreciar no sólo el calado de lasdiferencias, sino también la enconadahostilidad personal que había surgidoentre Lenin y la figura que él mismohabía elegido para el cargo desecretario general, un puesto que, poraquel entonces, carecía de laimportancia que acabaría cobrando.La hostilidad de Stalin hacia Lenin yla creciente irritación de Lenin paracon Stalin, una distancia personal e

ideológica que fue aumentando con elpaso del tiempo y de la que tan sóloestaban al corriente algunosallegados, queda ejemplificada, omás bien se puede intuir, en una cartade Stalin a Lenin, escrita en el año1921 y desconocida hasta la fecha.5La misiva, que hace referencia alaparato del Partido, a Krupskaya, laesposa de Lenin, y al Politburó, nosmuestra de una manera poco habitualel funcionamiento de la mentalidadpolítica de Stalin; del texto sedesprende que los problemas nacende una queja de Krupskaya a Lenin

(mantenía a su marido enfermo alcorriente de muchas cuestiones):Stalin había creado un grandepartamento de agitación ypropaganda dentro del Partido que«tiene toda la pinta de ser, de hecho,un nuevo comisariado»,prácticamente con las mismasatribuciones y objetivos que eldepartamento de Educación Políticaque ella dirigía en el Comisariado deEducación, de manera que suponíauna carga de profundidad contra éste.Después de una lectura atenta delmemorando, Lenin lo trasladó a

Stalin acompañado de susobservaciones, rogándole que sedesentendiera de la agitprop. Larespuesta de Stalin fue la típica de unkinto, palabra georgiana que designaa un chico de la calle, el apodo queStalin había recibido en su juventud.Se comportó como un liante insolentey de poca monta, aprovechándose delhecho de que el estado de salud de suinterlocutor no era el óptimo. Nególas cifras que Krupskaya había dadoal respecto del número defuncionarios que había reclutadopara el departamento, afirmó que le

habían obligado a ponerse al frentedel mismo y se negaba ahora aabandonarlo porque, como «explicó»a Lenin, al líder le interesaba que élse mantuviera al mando porque, de locontrario, «Trotsky concluirá queLenin actúa de este modo por lainfluencia de Krupskaya». Stalin, enresumen, se negó a hincar la rodilla.

La artimaña empleada esevidente. No se trataba, por supuesto,de lo que diría Trotsky. La carta erala manera que tenía Stalin de decirlea Lenin que sabía que la historiaprocedía de Krupskaya y de darle a

entender que, en su pugna con elformidable Trotsky, enfrentado aLenin en aquella época a propósitode diversas cuestiones, este último,debilitado por la enfermedad, notendría de su lado a la mayoría delPolitburó a menos que contara con laayuda de Stalin.

No fue esta la única refriegamás o menos abierta que se produjoen 1921. Con el propósito decontener la respuesta de Lenin, Stalinjugó la carta de Trotsky en unperíodo dominado por una disputa delo más estéril entre una minoría

trotskista y la mayoría leninista en elPolitburó sobre el papel de lossindicatos. Trotsky, que ese mismoaño había sufrido un revés alproponer un cambio de rumbo en laforma que debía revestir un sistemasemejante a la NPE, no veía másalternativa para enderezar la ruinosasituación económica que insistir enunos métodos cuasi militares paramovilizar a la mano de obra. Lenin,por su parte, no contemplaba aún laposibilidad de cambiar la políticaeconómica, y quería conceder unamayor autonomía a los sindicatos,

organizaciones con implantaciónentre la clase obrera. Ambos bandoshicieron y deshicieron para lograr elapoyo de la mayoría de losdelegados con vistas al XI Congresodel Partido. Como narra Mikoyan ensu autobiografía Tak Bylo («Asísucedió»), aunque Lenin participó enalgunas de las reuniones organizadaspara perfeccionar la estrategia paracontrarrestar el avance de Trotsky,fue Stalin quien condujo toda laoperación.

Stalin consideraba que ir delbrazo de Lenin contra Trotsky, su

bestia negra, era la mejor manera demanipularlo, el mismo fin que lo guióen el «asunto Krupskaya». Noobstante, es posible que estasmaquinaciones, y el rencor que Stalinsentía por Lenin, fueran anteriores,de los tiempos de la guerra civil, sibien habían pasado inadvertidasdada la necesidad de las accionesmilitares y porque el principalobjetivo de las intrigas de Stalin poraquel entonces era Trotsky. La faltatotal de respeto de Stalin haciaLenin, que acabaría tomándose enodio, fue una consecuencia indirecta

—y quiero insistir en este aspecto—de su rencor obsesivo hacia Trotsky,un obstáculo en la imagen que Stalintenía de sí mismo como granestratega militar y estadista. Objetode muchos epítetos despectivos (y, amenudo, impublicables) que lededicaron Stalin y sus seguidores,Trotsky fue el creador del EjércitoRojo, comisario del pueblo para laguerra y colíder de la revolución de1917; nada que ver con la imagenque de él propagaba Stalin. Pero loque más enojaba a Stalin era que elnombre de Trotsky estuviera

vinculado al de Lenin, algo de lo queeste último jamás renegó en público.Las intrigas constantes y elhostigamiento a que Stalin y susacólitos sometieron a Lenin con elpropósito que despojar a Trotsky desu cargo militar y expulsarlo de lacúpula dirigente sin más, una historiacon la que están plenamentefamiliarizados los biógrafos de Leniny Stalin, dan fe de esta interpretaciónde la actitud de Stalin.

Salvo por algunos momentos deduda, este «asedio» a Lenin no salióadelante. Lenin tenía confianza en

Trotsky y en su prestigio, habíacolaborado estrechamente con él, yno sólo en asuntos militares, ymantenía un contacto diario y sincerocon la mano derecha de Trotsky en elConsejo Revolucionario Militar y enel Comisariado de Defensa, YefraimSklianski, un personaje que hizo elpapel de intermediario de confianzaentre ambos hombres. Diversosdocumentos de los años de la guerracivil revelan la enorme importanciade este último en la actividadcotidiana de la cúpula. Con todo,poco se sabe de él, o de las

circunstancias que rodearon sufallecimiento, ahogado mientrasnavegaba por un río en 1925.

Esta estrecha red de relacionesiba a alimentar la profunda hostilidadque Stalin sentía por Lenin, pero noemergió hasta los últimos días de lavida del segundo, cuando Stalin yahabía asumido casi por completo elmando. Una ofensiva frontal contraun Lenin sano no se habríacorrespondido con el caráctercalculador y cauto de Stalin, pero lascosas cambiaron con la enfermedadde Lenin, de cuyos detalles Stalin

estaba plenamente al corriente. Comosecretario general, recibió el encargodel Comité Central de supervisar eltratamiento médico de Lenin, lo quele permitió espiar abiertamente alenfermo. Es posible que Fotieva, lasecretaria de Lenin, informara aStalin de cualquier documento que susuperior le dictaba, a pesar de quehabía órdenes para quepermanecieran en secreto. No cuestaimaginar la reacción de Stalincuando supo que Lenin queríadestituirlo de su cargo y, tal vez,acabar asimismo con su carrera

política. Si Fotieva no se lo habíacomunicado ya a Stalin, éste lo supoal mismo tiempo que el Politburó, apartir del texto que Lenin les trasladóen vísperas del XII Congreso delPartido. Lenin solicitaba ladestitución de Stalin y explicaba losmotivos. Sin embargo, fue entoncescuando Lenin quedó totalmenteincapacitado y ya no se le pudoconsultar nada más. Sólo el Politburóconocía la petición de Lenin; no fuehasta treinta y tres años más tardecuando Jrushchov dio a conocer eltexto al pueblo soviético.

El debate sobre el papel de lasnacionalidades en la incipienteURSS, que se desarrolló en losescaños y en los pasillos de loscentros de poder, permiten hacerseuna idea de la profundidad de losdesacuerdos acerca del modelo quedebía adoptar el futuro Estado. Estasdiferencias de opinión provocaron lareacción rotunda de Lenin que, apesar de estar gravemente enfermo,logró formular, sorprendentemente,sus propias ideas con una claridadmeridiana.

La concepción que Stalin tenía

del futuro Estado soviético derivabaen gran medida de su experienciainmediatamente posterior a larevolución, cuando estuvo al frentede las nacionalidades. Su primercargo en el gobierno después de1917 fue el de comisario de lasNacionalidades, y el primer libroque publicó, escrito antes de larevolución a petición de Lenin y conla ayuda editorial de Bujarin, seocupaba de la «cuestión nacional».Posiblemente a raíz de reflexionarsobre unos problemas tancomplicados y conflictivos se

convenció de que las diferentesnacionalidades, difíciles de controlary hostiles, podían echar por la bordaen cualquier momento el trabajo delgobierno central.

La última declaración de Lenina este respecto fue un manifiesto conel análisis más rotundo y claropublicado con posterioridad a laguerra civil. Para Lenin, Stalindeseaba dar una cierta «autonomía» alas nacionalidades no rusas, es decir,que se integrarían en Rusia —o,como se llamaba por aquel entonces,en la Federación Rusa (RSFSR)— o,

en otras palabras, que se convertiríanen unidades administrativassubordinadas a Rusia. El debateacerca de este proyecto, así comosobre otras propuestas referidas a laforma que debía adoptar el futuroEstado, fue acalorado, y en suepicentro estuvieron, precisamente,las diferencias de opinión entreLenin y Stalin a este respecto, unasdiferencias que tendrían unasconsecuencias nada desdeñablespara el futuro del sistema.Precisamente por eso se trata de unahistoria digna de ser contada.

«Autonomización versusFederación» (1922-1923)

Los editores rusos de la

colección que hemos usado comofuente principal en este punto6

escriben, en la introducción, que lasideas de Lenin sobre el lugar y elpapel que debían desempeñar lasnacionalidades en el Estado sufrióuna transformación radical. El líderpasó de creer en firme en las virtudesdel centralismo al «reconocimientode la inevitabilidad del

federalismo». Desde siempre, Leninhabía sostenido que lascaracterísticas nacionales debíanintegrarse en un Estado unitario, perocon el tiempo se mostró partidario dela creación de estados a partir decriterios étnicos, lo que acabaría portrenzar, por esa razón, relacionescontractuales entre ellos. Del rechazorotundo a una autonomía cultural,pasó a aceptar los aspectosterritoriales y extraterritoriales dedicha autonomía. Las opiniones deTrotsky, de Rakovski, de Mdivani,de Skrypnik, de Majaradze o de

Sultan-Galiev, así como las demuchos otros personajes cercanos aLenin, siguieron un curso similar sinque ninguno influyera en la decisióndel resto (a excepción de Lenin,ninguno moriría de causas naturales).

Stalin era un partidarioacérrimo de lo que sus opositoresdenominaban «unitarismo». Suinforme sobre los problemas delfederalismo, presentado ni más nimenos que en enero de 1918 ante elCongreso Soviético de Rusia, era unadefensa acérrima de su doctrina.Posteriormente, en una nota a Lenin

del 12 de junio de 1920 que no figuraen las Obras completas, escribió:«Nuestro modelo soviético defederación es el camino idóneo haciael internacionalismo para los pueblosde la Rusia zarista... Estasnacionalidades jamás dispusieron desus propios estados, y si los tuvieron,desaparecieron tiempo atrás. Es poreso por lo que aceptan el modelosoviético (centralizado) defederación sin que haya ningunafricción digna de mención». En másde una ocasión entre 1918 y 1920,Stalin insistió en el carácter

centralizado de la FederaciónSoviética, la heredera directa de lafederación zarista «única eindivisible», e integrada por las«autonomías» de Polonia, Finlandia,Ucrania, Crimea, Turquestán,Kirgizia, Siberia y el Transcáucaso,aunque no descartaba que, en elfuturo, se erigieran en entidadesindependientes. Stalin enfatizó, sinembargo, que «la autonomía nosignifica independencia y no suponela secesión». El poder central debíaseguir sosteniendo las riendas detodas las funciones principales.

Según los editores de la colección enque nos basamos, Stalin considerabaque conceder la autonomía no erasino un mecanismo administrativomás con vistas a un «unitarismosocialista», un argumento queexpresaba la noción rusa de un«superestado» (derzhava, un términoque emplearemos con frecuencia), elproducto de una expansión cimentadaen el papel mesiánico de Rusia.Según esta concepción, anexionarotras naciones estaba al servicio delprogreso. Podríamos añadir que loseditores rusos tal vez no se hayan

dado cuenta de que dichomesianismo no es ajeno a otrosimperialismos, aunque la novedad deeste caso radicaba en la importanciaque Stalin concedía a la dimensión«suprarrusa» (sverjrusskost) de unapolítica imperial propia quecuestionaba las concepciones deLenin, presentadas por Stalin comouna desviación nacionalistaperjudicial para los intereses delEstado soviético.

El 10 de agosto de 1922, elPolitburó decidió crear una comisiónque habría de examinar las

relaciones entre la Federación Rusay el resto de repúblicas, que gozabanpor aquel entonces del estatuto deestados independientes. Stalin, elexperto en nacionalidades desdeantes de la revolución y que esemismo año había sido nombradosecretario general del Partido, sedeclaró preparado para presentar suplan al día siguiente. Los cincoestados soviéticos independientes,unidos entre sí por una suerte deacuerdo contractual, eran Ucrania,Bielorrusia y los tres estadostranscaucásicos: Georgia, Armenia y

Azerbaiyán. Stalin les ofrecía la«autonomización», es decir, que lasrepúblicas pasarían a formar parte defacto de la Federación Rusa. Elestatuto de las zonas restantes —Bujara, Jorezm y la República delLejano Oriente— seguía todavía enel aire. El gobierno rubricaríatratados con estos países en materiaaduanera, de comercio exterior,asuntos exteriores y de defensa, entreotros. Los órganos de gobierno de laFederación Rusa, el Comité CentralEjecutivo, el Consejo de Comisariosy el Consejo de Trabajo y Defensa,

absorberían formalmente a lasinstituciones del soviet central de lasrepúblicas incorporadas, y suscomisarios de asuntos exteriores,comercio exterior, defensa,ferrocarriles, finanzas ycomunicaciones se fusionarían conlos de Rusia. Las áreas restantes —justicia, educación, interior,agricultura e inspección estatal—continuarían adscritas a susrespectivas jurisdicciones. Porúltimo, y como es lógico, la policíapolítica local se fusionaría con laGPU rusa.

Stalin comentó que había quemantener en secreto estas propuestasdurante algún tiempo más y que habíaque someterlas a debate en loscomités centrales nacionales de lospartidos antes de que los soviets delas repúblicas, sus comitésejecutivos o los congresos de lossoviets, les dieran fuerza de ley. Elprincipio de «independencia», quecuando menos para Stalin era pocomenos que «palabrería»,desaparecería de la manera másdirecta imaginable, pues lasrepúblicas estaban abocadas a

convertirse en simples unidadesadministrativas de un Estado rusocentralizado.

Estas medidas no tardaron endesencadenar una oleada deprotestas. El 15 de septiembre de1922, el Comité Central georgianorechazó la «autonomización» alconsiderarla «prematura».Ordzhonikidze, Kirov, Kajiani yGogoberidze, los hombres de Stalinen el «Comité del PartidoTranscaucásico», un órgano impuestopor Moscú para controlar a las tresrepúblicas y con el que topaban

constantemente las cúpulas de lospartidos nacionales, votaron encontra de esta decisión. El 1 deseptiembre de 1922, Majaradze, unade las principales figuras comunistasde Georgia, se quejó a Lenin en estostérminos: «Vivimos sumidos en laconfusión y el caos». Escudándose enla disciplina de partido, el ComitéTranscaucásico imponía al Partidogeorgiano toda suerte de decisionesque socavaban la independencia delpaís. «Georgia no es Azerbaiyán niTurquestán», puntualizó.

En una carta a Lenin del 22 de

septiembre de 1922, Stalin tambiénse lamentaba del «caos total» en lasrelaciones entre el centro y laperiferia, y de los conflictos y lasquejas que este caos comportaba. Sinembargo, toda la culpa recaía en laotra parte. Stalin se ensañó con laspequeñas repúblicas, que «jugaban aljuego de la independencia». A suentender, «la economía nacionalfederal unificada va camino deconvertirse en una ficción», yplanteaba las siguientes alternativas:o bien la independencia total, encuyo caso la capital debía retirarse y

desentenderse de los asuntos de lasrepúblicas, dejando que fueran ellasquienes gestionaran el ferrocarril yse ocuparan del comercio y de losasuntos exteriores —de ser así, losproblemas comunes obligarían allevar a cabo negociacionescons tantes interpares, pero lasdecisiones de los órganos supremosde la Federación Rusa no seríanvinculantes—, o bien se debíaapostar por una unificación real enuna única célula económica, demanera que el resto de repúblicastendrían que acatar las decisiones de

las instancias supremas de laFederación Rusa. En otras palabras,se sustituiría una independenciaimaginaria por una autonomía internareal para las repúblicas en el terrenode la lengua, la cultura, la justicia,los asuntos de interior y laagricultura. Como Stalin afirmó antesus colegas:

«En cuatro años de guerra civil,nos vimos obligados a mostrar uncierto liberalismo para con lasrepúblicas. De resultas de ello,contribuimos a la aparición en suseno de una línea dura de «social

independentistas», que consideranque las decisiones del ComitéCentral son las decisiones de Moscú.O las transformamos en«autonomías», o la unidad de lasrepúblicas soviéticas será una causaperdida. Y ahora nos preocupa sabercómo debemos actuar para noofender a estas nacionalidades. Siseguimos así, en un año estaremos alas puertas de la ruptura delPartido».

En su texto, Stalin reiteraba laslíneas principales de su proyecto de«autonomización». Pero no previó la

reacción de Lenin.Lo menos que podemos afirmar

es que Lenin no estaba satisfecho conel informe de Stalin, y que anticipabalos problemas que éste acarrearía.En una nota a Kamenev del 26 deseptiembre de 1922, le rogaba queexaminara las propuestas para laintegración de las repúblicas en laFederación Rusa. Ya había habladode dicha cuestión con Sokolnikov,esperaba mantener una reunión conStalin y al día siguiente se vería conMdivani, el líder georgiano acusadopor los partidarios de Stalin de

«independentismo» (nezavisimstvo).En su opinión, añadió, «Stalin tiendea precipitar los acontecimientos», ysería preciso hacer algunasenmiendas. Lenin ya le había enviadoalgunas a Stalin, y éste habíaaceptado la primera y principal detodas: sustituir el enunciado «unirsea la Federación Rusa» por el queLenin proponía, «una unificaciónformal con la Federación Rusa enuna Unión de Repúblicas SocialistasSoviéticas de Europa y Asia». YLenin prosiguió: «no debemos acabarcon su independencia; debemos

estrechar los lazos, crear unafederación de repúblicasindependientes que disfruten de losmismos derechos». Lenin deseabadiscutir algunas enmiendas más conStalin y reunirse con el resto delíderes. Hasta el momento, sólohabía propuesto enmiendaspreliminares, pero los miembros delPolitburó recibirían varias más. Estanota era, simplemente, un primeresbozo: después de abordar lacuestión con Mdivani y el resto dejerarcas, propondría más cambios.Sin embargo, deseaba que todos los

miembros del Politburó recibieran eltexto tal y como estaba.

Stalin reaccionó airadamente alas propuestas de Lenin. En una notaenviada a los miembros del Politburóel 27 de septiembre de 1922, semostraba de acuerdo con los cambiossugeridos por Lenin para el primerpárrafo —no le quedaba otraalternativa—, pero rechazaba elresto, tachándolos insidiosamente de«prematuros», «absurdos» o«infundados». Buscaba la manera devolver la acusación de precipitacióncontra Lenin —«su ansia puede

propiciar que los independentistas seenvalentonen»— y demostrar el errorque representaba su «liberalismonacional». El argumento, sinembargo, no es muy coherente. Stalinestaba furioso porque tenía que darmarcha atrás a su proyecto de«autonomización». Incapaz decontenerse, quería recobrar lainiciativa denunciando una«desviación» («liberalismonacional») que pudiera reunir a suspartidarios en contra de Lenin. AStalin le costaba convivir con laderrota, pero lo cierto es que el

fracaso estaba a la vuelta de laesquina.

En un intercambio de notas entreKamenev y Stalin durante unareunión del Politburó el 28 deseptiembre de 1922, Kamenev lecomunicó que Lenin había «decididodeclarar la guerra en la cuestión dela independencia» y que le habíasolicitado que «fuera a Tiblisi parareunirse con los líderes ultrajadospor los seguidores de Stalin». Estafue la respuesta de Stalin:«Deberíamos ser duros con Ilitch[Lenin]. Si un puñado de

mencheviques georgianos puedeninfluir en los comunistas georgianos,que a su vez pueden influir en Lenin,¿qué pinta en todo esto la"independencia"?». Sin embargo,Kamenev le previno: «Creo que si V.I. [Lenin] persiste, enfrentarse a él[la cursiva es de Kamenev] no haríasino empeorar la situación».

¿Qué buscaba Kamenev?¿Acaso no jugaba a dos barajas,obedeciendo por un lado las órdenesde Lenin e informando de ellas aStalin? ¿O, por el contrario, tenía laintuición de que los días de Lenin

estaban contados?Stalin respondió así a la última

nota: «No lo sé. Deja que actúe comolo crea conveniente». Stalin era todoun maestro en este tipo de prácticas,y sabía disfrazar su retirada de lamejor manera posible. Escribió atodos los miembros del Politburópara informarles de que él y sucomité de relaciones con lasrepúblicas estaban preparando «unaversión abreviada y más concreta»que presentarían al Politburó. Sinembargo, el autor del texto revisadoera Lenin: todas las repúblicas,

incluida Rusia, se unían para formaruna Unión de Repúblicas SocialistasSoviéticas, aunque conservaban elderecho a desligarse de ella. Elmáximo órgano del Estado sería el«Comité Ejecutivo de la Unión»,donde estarían representadas todaslas repúblicas de una maneraproporcional a su población. ElComité designaría a un Consejo deComisarios de la Unión.

Comoquiera que lo que aquí nosinteresa son los tejemanejes deStalin, no nos entretendremos con losdetalles de la constitución del

gobierno. Obligado a abandonar suproyecto de autonomía, Stalin norenunció sin embargo a lograr suobjetivo aunque por otros medios,manipulando el lenguaje que definíalas prerrogativas de los futuroscomisariados (los ministerios) consede en Moscú para dar al traste concualquier atisbo de independencia, yobviando las sutilezasconstitucionales. Las repúblicas, porsu parte, eran perfectamenteconscientes de lo que estaba enjuego: sin unas garantíasconstitucionales adecuadas y

claramente expuestas, los ministerioscon sede en Moscú quedarían dehecho en manos de la FederaciónRusa o, en otras palabras, en manosrusas.

A esto se refirió ChristianRakovski, el jefe del gobiernoucraniano, en un largo memorandodirigido a Stalin el 28 de septiembrede 1922 en el que, fundamentalmente,venía a decir: su propuesta habla derepúblicas independientes que sedesligan del centro, pero no dicenada de sus derechos en tanto querepúblicas, de sus comités ejecutivos

y de sus consejos de comisarios. Lanueva política sobre lasnacionalidades supondría un golpepara el esfuerzo por reavivar laseconomías locales, pues disminuiríaconsiderablemente el margen demaniobra de éstas. Carecían de losmedios materiales y se veíanprivadas de los derechos necesariospara desarrollar su riqueza y adquirirtodo cuanto precisaban.

Si bien Rakovski valoraba lanecesidad de un gobierno federal queestuviera en disposición de actuar,consideraba que la única manera de

lograrlo era garantizando losintereses de las repúblicas medianteuna formulación clara de losderechos de éstas. Veía en laspropuestas de Stalin no tanto unproyecto de federación sino el fin delas repúblicas, un hecho, en suopinión, que no haría sino debilitarinterna e internacionalmente a laURSS. Lenin coincidía con estaapreciación, y estaba dispuesto arefutarla. La gota que colmó el vasofue el denominado «incidentegeorgiano».

En la lucha que se desató en el

Comité Central georgiano paraoponerse a la incorporación forzadaa la Federación Transcaucásica, elairado representante de Stalin,Ordzhonikidze, abofeteó a uno de loslíderes georgianos.7 A raíz delincidente, el Comité Centralgeorgiano dimitió en bloque,criticando sin reparos la totalidaddel nuevo proyecto para la URSS.Existía el riesgo de que el asuntoacabara convirtiéndose en unescándalo prolongado. En un primermomento, Lenin no acertó acomprender qué había sucedido, pero

no tardó en informarse y en descubrirque Stalin había enviado aDzerzhinski, junto con otros dos norusos, a investigar el hecho. Losenviados de Stalin se pusieronclaramente del lado deOrdzhonikidze. Profundamentemolesto por este incidente, Leninllegó a la conclusión de que, en lacuestión nacional, Stalin y suspartidarios se comportaban como«representantes de una gran potenciadominante» (velikoderzhavniki);Lenin empleó esta palabra, aunque esprobable que se la hubieran

inspirado los georgianos que semantenían en contacto constante conél. El 6 de octubre de 1922, dirigióuna carta a Kamenev que empezabacon un tono un tanto ligero y acababade un modo brutalmente sincero:«Declaro la guerra al chovinismo dela Gran Rusia: es necesario insistirrotundamente en que el ComitéCentral Ejecutivo de la Unión debeestar presidido, rotatoriamente, porun ruso, un ucraniano, un georgiano...Rotundamente».

El texto programático de Leninsobre la cuestión nacional, dictado el

30 y el 31 de diciembre de 1922, dacuenta de esta nueva percepción delestado del sistema.8 Un documentoinsólito, crítico y autocrítico almismo tiempo, en el que Leninentonaba el mea culpa ante la claseobrera del país por no haberintervenido con la firmeza suficienteen el «conocido problema de laautonomía», oficialmentedenominado el problema de laURSS. La enfermedad se lo habíaimpedido hasta entonces. Sudiscurso, en términos generales,decía así: la unidad del aparato es un

requisito fundamental, pero ¿de quéaparato hablamos? Un aparatoheredado del pasado zarista, unamezcla de zarismo y pequeñaburguesía chovinista, utilizadotradicionalmente para oprimir alpueblo. Debemos esperar, cuandomenos, hasta haber mejorado elaparato, ya que, de lo contrario, eltan, pregonado principio del derechoa desligarse de la Unión no será sinoun pedazo de papel que no brindaráal resto de nacionalidades la menorprotección contra el istinno russkiichelovek, biurokrat, nasil'nik,

velikorusskaia shval.9 Leninproseguía con su acusación: losdefensores del proyecto afirman quela administración, consideradaimportante para la conservación delas culturas locales y de la manera depensar, está quedando en manos delas repúblicas. ¿Es realmente así? Yuna pregunta más: ¿qué medidas sehan tomado para defender a lasminorías étnicas (inorodtsy) de lapresión auténticamente rusa (otistinno russkogo derzhimordy)? Larespuesta es: ninguna.

Es importante comprender la

vehemencia de la condena que Leninhace de los rasgos opresivos de laburocracia rusa y de losultranacionalistas rusos. Estaopresión se remontaba varios siglos,de ahí la necesidad de disipar ladesconfianza de las minorías étnicasque habían sufrido tantas injusticias yque, insistía Lenin, eranespecialmente sensibles a cualquierforma de discriminación. Ycontinuaba: «Por su precipitación ysu obsesión por los métodosadministrativos, por no hablar de suanimosidad hacia el nacionalismo

social, Stalin ha desempeñado unpapel nefasto. No hay nada peor enpolítica que la animosidad[ozloblenie]». Con estas palabras,Lenin ponía el dedo en una llaga quedebería haber servido para descartar,ante todo, a Stalin como candidato acualquier cargo de poder.

¿Qué había que hacer? Leninrespondió afirmando la necesidad decrear una URSS. Todo debía seguirgirando alrededor del aparatodiplomático, «lo mejor quetenemos». Era preciso garantizar eluso incondicional de las lenguas

nacionales; había que castigar aOrdzhonikidze; Stalin y Dzerzhinskieran responsables de esta campañanacionalista rusa... En un sentido másamplio, había que replantearse todoel proyecto de la URSS, yrediseñarlo si era preciso, algo quepodría hacerse en el próximoCongreso de los Soviets. Que lacapital retuviera las funcionesdiplomáticas y militares, y que elresto revertieran en las repúblicas.Lenin tranquilizó a los asistentesafirmando que no había motivoalguno para temer una división del

poder. Si se ejercía con sensatez y deun modo imparcial, la autoridad delPartido bastaría para lograr la unidadnecesaria. Lenin escribió:

«Sería inaceptable, ahora queOriente se despierta, quesocaváramos nuestro prestigioacosando y maltratando a nuestraspropias minorías nacionales.Debemos criticar el imperialismoextranjero, pero es mucho másimportante que entendamos que, siadoptamos una actitud imperialistacontra las nacionalidades oprimidas,aun cuando sólo sea en algunos

aspectos, estaremos renegando denuestros principales compromisos».

A estas alturas, era evidente queel ataque de Lenin contra Stalinformaba parte de un ataque hacia loque veía como una réplica de laideología imperial gran rusa(velikoderzhavnichestvo). Y no haylugar para la duda: Lenin identificabay atacaba a sus enemigos políticos.Intuía lo que se avecinaba —podríamos hablar de presagios,incluso de inspiración—, porque esaera precisamente la dirección quetomaba Stalin y que, llegado el

momento, se convertiría en la líneaoficial.

No es extraño, por lo tanto, que,en su «testamento», Lenin dejaraclaro que había que despojar a Stalinde su cargo en el Partido. Conscientede su debilidad física, Lenin pidió aTrotsky, en una nota del 5 de marzode 1923, que tuviera la bondad de«asumir personalmente la defensa delcaso georgiano en el ComitéCentral». Ese mismo día, en unacarta dirigida a los georgianosMdivani y Majaradze, escribió:«Sigo vuestro caso con todo mi

corazón». Sin embargo, su actividadpolítica terminó bruscamente cuatrodías más tarde, el 9 de marzo. En esedía funesto, un nuevo ataque de unavirulencia extrema lo incapacitódefinitivamente. Hasta su muerte, el21 de enero de 1924, se limitó aescuchar cómo Krupskaya le leíaartículos de prensa. No entendía loque oía pero, incapaz de decirpalabra, reaccionaba únicamente pormedio de sonidos inarticulados ymoviendo los ojos.

Entretanto, como habíasolicitado, Trotsky redactó un

contundente memorando el 6 demarzo de 1923 para el Politburó,donde declaraba la necesidad dedesestimar decidida eimplacablemente las tendencias ultraestatales y criticaba las tesis deStalin sobre la cuestión nacional.Insistía en que una parte importantede la burocracia central soviéticaveía la creación de la URSS comouna manera de empezar a eliminartodas las entidades políticasnacionales y autónomas (estados,organizaciones, regiones...), y habíaque luchar contra ello como si de la

expresión de una actitud imperialistay anti proletaria se tratara. Debíaadvertirse al partido de que, bajo elparaguas de los denominados«comisariados unificados», seestaban desatendiendo los intereseseconómicos y culturales de lasrepúblicas nacionales.

Al día siguiente, no obstante, enuna carta a Kamenev, Trotsky adoptóuna postura de lo más sorprendente.Escribió: «La decisión de Stalinsobre la cuestión nacional no tiene elmenor valor y es preciso dar un giroradical», unas palabras que

coincidían plenamente con elmensaje personal que le habíatransmitido Lenin. Con todo, parececomo si Trotsky, después de conocerel segundo derrame de Lenin, dudaraacerca del siguiente paso que habíaque dar. De repente dio muestras deuna gran magnanimidad y de unaactitud conciliadora para con Stalin.Se declaró contrario a la perestroikay no quería castigar a nadie:

«Soy contrario a la liquidaciónde Stalin y a la expulsión deOrdzhonikidze. Pero coincido conLenin en el principio: es preciso

cambiar radicalmente la políticahacia las nacionalidades, lapersecución de los georgianos debetocar a su fin, así como los métodosadministrativos para presionar alPartido. Debemos dedicar másesfuerzos a la industrialización ydebemos alentar el espíritu decolaboración en las altas esferas.Que acaben las intrigas. Necesitamosuna colaboración sincera».

¿Acaso Trotsky soñabadespierto?

El 7 de marzo de 1923,Kamenev informó a Zinoviev de que

Lenin había desautorizado aOrdzhonikidze, Stalin y Dzerzhinski,que se había solidarizado conMdivani y que había remitido unacarta personal a Stalin que ponía fina las relaciones personales entreambos a raíz del desdén que esteúltimo había mostrado porKrupskaya. Kamenev añadió queStalin había respondido con unadisculpa breve y un tanto agria que aduras penas podía satisfacer al starik(anciano). Lenin «no se contentarácon un acuerdo pacífico en Georgia,sino que quiere que se tomen una

serie de medidas organizativas en lacúspide» (la cursiva es deKamenev). La carta de Kamenevacababa así: «Deberías estar enMoscú».

Mientras tanto, Stalin se habíabatido en retirada después de que susituación se hubiera complicado.Ordenó a Ordzhonikidze que pusierael freno en la cuestión de losgeorgianos y que buscara un acuerdo(7 de marzo de 1923). Ese mismodía, escribió a Trotsky aceptando susenmiendas, que calificaba de«incontrovertibles». Fotieva, la

secretaria de Lenin, le había remitidoel memorando que Trotsky habíapreparado a propósito de lasnacionalidades, y añadió que Lenin,aquejado ya de apoplejía, tenía laintención de que se publicara, aunqueaún no le había dado instruccionesformales al respecto. Fotievatambién se dirigió a Kamenev, concopia a Trotsky, para transmitirle laimportancia que Lenin concedía altexto y a la cuestión de lasnacionalidades. Kamenev se declarópartidario de la publicación. Trotskyescribió al resto de miembros del

Comité Central, comunicándoles queLenin le había hecho llegar ese textoe invitándolos a que lo leyeran.

El 6 de abril de 1923, Fotievavolvió a escribir a Stalin,ofreciéndole en esta ocasión unasalida: Lenin no creía que el textoestuviera concluido y listo para supublicación, y Maria Ulianova, lahermana de Lenin, había comunicadoa Fotieva que Lenin no había dadoinstrucciones aún para llevarlo a laimprenta, de modo que solamentepodría ser leído en el XII Congresodel Partido que debía celebrarse

próximamente.Es probable que Stalin lo

«sugiriera» a la una o a la otra,aunque se trate de algo en últimainstancia irrelevante. Con todo, logrólo que buscaba: no sería el blanco deningún ataque directo durante elcongreso. El 16 de abril declaró alos miembros del Comité Central que«tal y como está, el artículo de Leninno podrá ser publicado», y atacó aTrotsky por haber privado a losdelegados reunidos de un documentotan importante, un acto que calificóde «desleal». Mintió, y no dudó en

seguir haciéndolo: «Creo quedebería publicarse pero, pordesgracia, como señala la carta deFotieva, el texto no se puede publicarporque no lo ha revisado elcamarada Lenin».

El Presídium del XII Congresodel Partido puso a disposición de losmiembros del restringido «consejode los ancianos» (senorenkonvent)todas las notas de Lenin sobre lacuestión nacional, y les informó delas decisiones del pleno del ComitéCentral sobre el incidente georgiano.Los participantes en la sesión que se

ocupaban del asunto, no obstante, ypor implicados que estuvieran en lacuestión, no verían estos materiales.

El Presídium también declaróque el Comité Central habíaconocido el contenido de las notas deLenin en vísperas del congreso, y node resultas de la acción de ningunode sus miembros, sino a raíz de lasinstrucciones de Lenin y de sudeteriorada salud. El rumor queafirmaba que un miembro del ComitéCentral había bloqueado supublicación no era sino unacalumnia, lo que exculpaba a Trotsky

de la acusación de Stalin de privar alos delegados asistentes al congresodel texto.

Estas peleas sobre qué habíaque hacer con los textos y quiéndebía mostrarlos son un ejemplo delas pequeñas intrigas que se cocíanen el congreso, pero lo que estaba enjuego era mucho más importante:quién permanecería en el poder ycómo sería ese poder. ¿Continuaría(o retomaría) la dictadura laorientación social y populista delbolchevismo? ¿O adoptaría, en lateoría y en la práctica, una postura

profundamente conservadora yabsolutista (velikoderzhavnost)contra el bolchevismo, cuyos cuadrosseguían siendo socialistas y seoponían a la perpetuación de unaforma de Estado cuyo origen estabaen los modelos del pasado?

Por sorprendente que parezca,en su nota a Kamenev, Trotskyperdió el sentido de la realidad. Si lapostura de Stalin constituía semejanteamenaza, ¿bastaba para enfrentarse aella con ofrecer a los partidarios delpoder absoluto chovinista(velikoderzhavniki) un compromiso

frágil, pedirles que mostraran unamayor lealtad y que pusieran fin a susintrigas y a sus poses? ¿Podíanpedirle a Stalin que se comportaracon lealtad? Este episodio demuestracuán poco entendían loscolaboradores más cercanos a Leninla habilidad de Stalin paramanipularlos a su antojo. El«anciano» no sólo estaba fuera desus casillas, como parecía creerKamenev, sino que veía en laeliminación de Stalin y su grupo lamanera de exorcizar el espectro deuna ideología y de una orientación

política ajena al bolchevismo y queconstituía un peligro mortal para elfuturo de Rusia. Como sedemostraría con el paso del tiempo,Lenin fue todo un profeta.

La decisión de dejar a Stalin ysus seguidores en el poder indicaque, en aquel momento decisivo,Trotsky no supo descifrar ni a Leninni a Stalin. Conocido por sus muchosanálisis brillantes, históricos ycoyunturales, Trotsky estaba en elpunto más bajo de su capacidad decomprensión política en 1923. Stalinjamás había sido tan vulnerable, y

todavía era posible una coaliciónleninista, o cuando menos reunir auna mayoría que apoyara las tesis deLenin. La última oportunidad parainiciar un nuevo rumbo pasaba porrevelar ante el XII Congreso latotalidad del testamento de Lenin yprovocar el debate, no por jugar a«reeducar a Stalin». Pero Trotskydejó pasar la ocasión, aunquesabemos que no tardó en lanzarse auna oposición feroz contra Stalin.Los otros dos presuntos leninistas delPolitburó, Zinoviev y Kamenev,también estaban estupefactos: sin el

liderazgo de Lenin, perdieron elnorte. Con el tiempo, se unirían aStalin en un «triunvirato» contraTrotsky.

¿Incidió la enfermedad o elcansancio extremo en este fracasorotundo de la percepción política deTrotsky, que se repetiríaposteriormente? Es unaposibilidad.10 Pero el escenario en elque los líderes ganan o pierdencomporta un mayor número decombinaciones de las fuerzaspolíticas y sociales, pasa tambiénpor las alternativas disponibles en un

momento dado, y su resultado puedeparecer, en ocasiones, fruto de lacasualidad. Con todo, cuando losfactores que intervienen aún sonincipientes, son una realidad oatraviesan un momento deestancamiento temporal, puedenproducirse «accidentes».

Resultaba profundamentesintomático que la «cuestiónnacional», es decir, la forma quehabían de adoptar la URSS y sugobierno, desembocara en unabatalla cruenta sobre la forma y elfuturo del Estado soviético. El

resultado muestra que lo que se dioen llamar «bolchevismo» (o«leninismo») era, en ese momento,vulnerable y carecía de una buenabase, estaba enfrentado al mismotiempo a la ingente tarea de volver aponer en pie el país después de laguerra civil y de consolidar losrasgos del régimen que ahora sepercibían como algo negativo. Lasituación obligaba a replantear afondo muchos aspectos, así como areagruparlos y adaptarlos. En otraspalabras, los dirigentes seencontraban con la típica situación en

la que la personalidad del líderpuede ser determinante a la hora detomar una decisión.

La actuación de Lenin fue única.Impresionante a nivel político yhumano en semejante caos, era larespuesta de un hombre moribundo ysemiparalizado que mantuvo lalucidez hasta el último ataque. ParaStalin, por supuesto, no se tratabatanto de la cuestión de lasnacionalidades como de una toma deorientación estratégica: su proyectode «autonomización» suponía unaalternativa al régimen y al cariz del

poder que emanaba del Estado. Deuna lectura atenta de los textos deLenin se desprende que susprioridades eran otras. Lenin tambiéntenía en cuenta las consideracionesen relación con el poder, pero en esemomento veía el trato que sedispensaba a las nacionalidadescomo una cuestión legítima, y a laque el Estado debía dar unarespuesta adecuada. Lo que estaba enjuego en una y otra versión era elalma de la dictadura. Para Lenin, elproyecto de Stalin se apoyababásicamente en una autocracia

imperial a la vieja usanza. Yaspiraba a servirse de la próximasesión del Soviet Supremo parareescribir la legislación de la URSSque se acababa de aprobar ydevolver a las repúblicas lasprerrogativas ministeriales que semerecían por su estatus, dejandoúnicamente en manos del gobiernocentral los asuntos exteriores y ladefensa.

De hecho, la cantidad deministerios que Stalin propuso crearpara la Unión eran motivo dediscusión y de resquemor. Las

repúblicas tenían claro que Rusiaacabaría confiscándolos. Y este eraprecisamente el objetivo queperseguía Stalin. Su visión clara ysencilla se inspiraba en la guerracivil. En aquella ocasión, el podermilitar había zanjado la disputa.Devuelta la paz al país, era precisoforjar un instrumento más poderososi cabe: un poder sin ataduras, ultracentralizado e interesado; unaauténtica máquina de guerra entiempos de paz. Y en el centro detoda esta cuestión estaba el papel queStalin se había reservado en la

cúspide de este sistema y el plan quehabía diseñado para llegar hasta ahí,un plan que incluía también el tipo departido que quería, si de veras queríauno.

De cuadros a herejes

Los documentos que han salido

a la luz hasta ahora nos han permitidohacernos una buena idea de lapersonalidad de Stalin y de sus metaspolíticas. Los dos temas que vienen acontinuación nos ayudarán aprofundizar en la cuestión.

Unos años después de losacontecimientos narrados, cuandoStalin ya movía los hilos de todos losengranajes del poder, seguíaconsiderándose como un gran hombre

y un gran líder, aunque sabíadesempeñar también un papel másmodesto y sencillo, el de meroseguidor del gran fundador delPartido. Taciturno y siempre cauto,parecía un tipo frío, y así suelenreferirse a él las descripciones quetenemos del personaje. Hacía gala deuna sencillez sin pretensiones, y sepresentaba como el modesto seguidorde un gran hombre. Y sin embargo, suactividad política, que constituye dehecho una parte importante del puzzlede su personalidad, es fácilmentedescifrable: detrás de dicha imagen,

se ocultaba un hombre totalmentediferente. Tenemos algunos datos deltipo de Estado que contemplaba, y desus manifestaciones sobre las tareasy el papel del Estado y de loscuadros del Partido podemos deducircómo concebía el ejercicio delpoder, incluido su papel en elengranaje. Así se desprende de suspalabras, aunque ni suscontemporáneos ni los observadoressupieran captar su significado. Estospuntos de vista, perfectamente clarosen su ideario, quedaron aldescubierto en el XIII Congreso del

Partido, en 1924:«Un cuadro debe saber ejecutar

las instrucciones, comprenderlas,adoptarlas como si fueran suyas,concederles la máxima importancia eintegrarlas en su cotidianeidad. Encaso contrario, la política pierde susentido y se convierte en meragesticulación. De ahí la importanciafundamental del departamento decuadros en el aparato del ComitéCentral. Debemos estudiar conatención a todos los funcionarios,desde todos los puntos de vista yfijándonos en el menor detalle.11

No hay que ver la mención aldepartamento de cuadros(uchraspred) como una muestra de laimportancia que Stalin concedía alPartido, algo que se aprecia mejor sinos fijamos en una de sus últimasdeclaraciones a los «futuroscuadros», estudiantes de laUniversidad Sverdlov del Partido, enlas que, fundamentalmente, afirmóque «no existen, para nosotros, lasdificultades objetivas. El únicoproblema son los cuadros. Si lascosas no avanzan, o si toman elcamino equivocado, no debemos

buscar la causa en las condicionesobjetivas: la culpa es de loscuadros».

No existían, por lo tanto, lascondiciones objetivas para este«marxista»: el líder tiene las manoslibres para fijar los cometidos, perono se le puede responsabilizar de lapobreza de los resultados o de lasdecisiones. Estos textos brevesconcentran toda la filosofía y lapraxis estalinista, formulada por elpropio Stalin. Nada es imposible siexisten unos buenos cuadros. Lasmedidas que decide la cúpula

siempre son correctas, y los fallos noson atribuibles sino al entorno dellíder o a los subordinados. Laesencia de la concepción estalinistade su poder personal consiste, comohemos podido leer, en la idea de quedicho poder debe estar «desnudo».Stalin jamás escribió nada que separeciera a Mi lucha, un librofundamental para todo aquel quedeseara entender a Hitler y susaspiraciones, pero su concepción deun poder personal que no debíarendir cuentas ante nadie, al frente deun Estado sometido a él, es decir, su

concepción de una «dictadurairresponsable», quedó pronto demanifiesto, en un par de frases quefácilmente podrían haber pasadoinadvertidas incluso a oídos de losmiembros del Partido másexperimentados. Esta concepción yahabía sido llevada a la práctica ensituaciones de emergencia, en losaños en que el Partido estaba en laclandestinidad, durante la revolucióno la guerra civil, cuando losmilitantes debían limitarse aobedecer. Pero ahora se aplicaba esamisma lógica a una situación

totalmente diferente, marcada por larutina, no por la emergencia, asícomo a la administración del Estado,a los diferentes aparatos del Partidoy a la burocracia. El líder exigía uncomportamiento que tiene su razón deser en tiempos de guerra, cuando elejército está totalmente acorralado.Esta exigencia, una «dictadura librede todo tipo de ataduras», estabacondenada a desembocar en todo tipode deformaciones en su nivel máselemental.

Tenemos un ejemplo altamenteilustrativo en las memorias del

intérprete de Stalin, ValentinBerezhkov.12 Desconocedor del textode Stalin de 1925 y de susimplicaciones, narra un episodio quese produjo durante la guerra, cuandotrabajaba bajo las órdenes deMolotov en el Ministerio de AsuntosExteriores. Este, como buenconocedor que era de ella, explicó elsentido de la «lógica ilógica» deStalin. Cuando algo se torcía, Stalinexigía «dar con un chivo expiatorio ycastigarlo». Lo único que había quehacer era identificar a alguien, unatarea que llevaba a cabo Molotov.

Un día se supo que nadie habíarespondido un telegrama de Stalin aRoosevelt. Berezhkov descubrió queel culpable no se hallaba en las filassoviéticas, de modo que no podíasino estar en el Departamento deEstado norteamericano. Al escucharel informe, Molotov se burló de él yle explicó que siempre había unculpable para cada falta. En esecaso, había un responsable delprocedimiento de transmisión yseguimiento de telegramas, y ahí sóloentraba en juego el bando soviético.Stalin había ordenado que se diera

con el culpable, y no podía ser otroque la persona que había diseñadodicho procedimiento. El encargadode desenmascararlo era el ayudantede Molotov, Vyshinski, que llevó acabo la tarea sin problemas. Eldesafortunado responsable deldepartamento de claves fue relevadoinmediatamente de su cargo,expulsado del Partido y desapareciósin dejar rastro. La orden de Stalin sehabía ejecutado al pie de la letra. Laexplicación de toda esa lógicainsensata estaba clara: si no sehallaba un culpable en los escalones

más bajos del escalafón, había quebuscarlo en las altas instancias, unaposibilidad que resulta inconcebible.

Los métodos que Stalin empleópara «construir» la imagen de supoder traspasaban cualquier frontera.Imaginaba las diferentesposibilidades y lo que habría devenir a continuación, a menudo deuna manera de lo más terrenal. Unade las variantes más simplesconsistía en apropiarse de laspersistentes imágenes del poder y dela influencia asociadas a Lenin y aTrotsky. Este último era una figura

recurrente en su universo fantástico ylo denostaba sistemáticamente y localumniaba de todas las manerasposibles. No cabe duda de queTrotsky jugaba un papel especial enla psique de Stalin, de ahí que no lebastara con una simple victoriapolítica: Stalin no descansaría hastadar la orden de asesinarlo. Perotambién deseaba erradicarlo de loslibros de historia soviética,sirviéndose de la censura,evidentemente, pero también, porsorprendente que parezca,atribuyéndose sus logros. Por todo el

país, por ejemplo, se exhibieronpelículas en las que se concedía aStalin todo el mérito de las hazañasmilitares de su enemigo acérrimo,como por ejemplo, y no es sino unailustración de lo increíble queresultaban esa envidia y mezquindad,el papel de Trotsky en la defensa dePetrogrado frente al ejército delgeneral Yudenich, en diciembre de1919.

La apropiación de Lenin seprodujo de un modo más curioso yladino: el «juramento a Lenin» anteel Soviet Supremo el 26 de enero de

1924, la víspera del funeral de Lenin.La decisión de embalsamar elcadáver de Lenin, a pesar de lasprotestas airadas de su familia,formaba parte del guión. Eljuramento era un largo encantamientoen el que Stalin listaba las órdenesque, supuestamente, Lenin daba alPartido y que él, en nombre delPartido, juraba solemnementeobedecer al pie de la letra. Gracias ala mejor comprensión que hoytenemos de la actitud real de Stalinhacia Lenin, es evidente que esta«apoteosis» no era un gesto de

respeto sincero, sino la plataformapara preparar el inicio de su propioculto. Como advirtieron algunosopositores a Stalin en aquel entonces,en el juramento no había la menorreferencia a ninguna de las ideascontenidas en el verdaderotestamento de Lenin. En pocaspalabras: todo el texto estaba alservicio de unos intereses muyconcretos.

EL ESTALINISMO Y ELSÍNDROME DE LA HEREJÍA

El recurso de Stalin a lossímbolos de la religión ortodoxa

también es revelador. Sus biógrafosextranjeros se han referido a ello alcomentar la forma litúrgica del«juramento», que probablemente seremonte a sus años en el seminarioortodoxo, donde recibió la únicaeducación sistemática de su vida.Esta influencia volvió a hacersepatente más tarde, en los ritualessiempre insuficientes de confesión yarrepentimiento impuestos a susenemigos políticos: por definición, nisiquiera después del perdón, unpecador deja de serlo. En estecontexto, conviene fijarnos un

momento en el concepto de herejía yen su uso político. Para elestalinismo, la «desviación» era elequivalente al «pecado», y había queextirparla como si de una herejía setratara. El término que más se adecuaa los rituales, la propaganda y lapersecución de quienes tenían —o,más frecuentemente, podrían habertenido— opiniones que se alejabande lo que se consideraba el credocomún es el «síndrome de laherejía». En uno de sus discursos,Stalin «explicó», fiel a su estilocaracterístico, que la «desviación»

se inicia en cuanto un miembro delPartido empieza a «albergar dudas».

En relación con este tema,citemos a Georges Duby, estudiosode la herejía en la Edad Media, unperíodo durante el que seperfeccionaron unos métodossumamente elaborados para acabarcon la disidencia y garantizar laconformidad con las reglas deljuego:

«Hemos visto que la ortodoxiaincitaba a la herejía al condenarla ytipificarla. Pero debemos añadir hoyque la ortodoxia, por los castigos que

aplicaba, por el miedo que infundíaentre la gente, puso en pie todo unarsenal que cobró vida propia y quea menudo sobrevivió a la herejía quesupuestamente combatía. Elhistoriador debe estudiar con sumaatención los órganos de control y alpersonal especializado que trabajabaen ellos, por lo general antiguosherejes convertidos.

Y porque atemorizaba ycastigaba a la gente, la ortodoxiatambién instilaba un estado de ánimoparticular: el miedo a la herejía, laconvicción entre los ortodoxos de

que la herejía es hipócrita porque seoculta y, por ello, hay que detectarlaal precio que sea y como sea. Porotro lado, la represión impulsódiversos sistemas de representaciónque sirvieron de instrumento deresistencia y contra propaganda, yque siguieron vigentes durante muchotiempo... Reflexionemos también, deun modo más claro, en el uso políticode la herejía, de los herejes comocabezas de turco, sin cerrar ningunapuerta en ningún momento».

Este análisis de la Edad Mediaparece referirse realmente al

estalinismo y a sus purgas. La cazade herejes formaba parte de laestrategia de Stalin y de laconstrucción del culto a lapersonalidad. Lo que realmentejustifica el uso de la palabra «culto»,tal y como lo practicaban, porejemplo, el catolicismo y laortodoxia, no es tan sólo laatribución de unas cualidadessobrehumanas al gobernantesupremo, sino también la existenciade unos mecanismos de caza deherejes (que, invariablemente, haninventado el concepto de hereje) que

sustentan la práctica del culto, comosi el sistema no pudiera sobrevivirsin ese esqueleto. De hecho, la furiaque se desató contra los herejessimbolizaba la mejor estrategiapsicopolítica para justificar el terrora gran escala. En otras palabras, elerror no fue la consecuencia de laexistencia de herejes; los herejessurgieron para justificar el terror quenecesitaba Stalin.

El paralelismo con lasestrategias eclesiásticas es muchomás evidente si tenemos en cuentaque, a ojos de mucha gente, religiosa

o antirreligiosa, nacionalista,antisemita, etc., Trotsky era elejemplo perfecto de «apóstata», yque el rechazo a su persona perdurósobre la adoración por la figura deStalin. Incluso después de la caída dela Unión Soviética, pervivía aún unodio enquistado hacia Trotsky, tantoentre estalinistas, como entrenacionalistas o antisemitas. En estepunto, conviene preguntarse:¿debemos percibirlo como una suertede odio concentrado hacia elsocialismo? ¿Hacia elinternacionalismo? ¿Hacia el

ateísmo? Una lectura atenta de losargumentos de los hagiógrafos deStalin no deja lugar a la duda a lahora de poner sobre la mesa losingredientes que hacían de Trotsky unpersonaje tan odiado por muchossectores del abanico ideológico ruso,a quien apenas se estudia con unmínimo de objetividad.

La religión ortodoxa no era elúnico elemento del pasado quellamaba la atención de Stalin. Lascomparaciones entre su postura y lade un zar no surgieron de inmediato.Todo lo contrario: la decisión de

construir el «socialismo en un solopaís» (es decir, «lo podemos lograrnosotros solos») indica que laideología se manipulaba según lasnecesidades, y que respondía al«gran poder chovinista» del que leacusaban sus opositores. Antesincluso de convertirse en un arma deintoxicación ideológica y política, eleslogan sedujo a un público formadoen su mayoría por los vencedores enuna guerra civil. El control de laIglesia por parte del zar estabaprofundamente ligado a los símbolosde la institución, que los zares hacían

suyos para cubrirse con un halo delegitimidad supra terrenal. El caso deStalin y de su culto, sin embargo, noera un fenómeno religioso, sino unamera construcción política quetomaba prestados de determinadossímbolos de la fe ortodoxa y seservía de ellos, sin tener enconsideración hasta qué punto Stalincompartía los elementos de dicha fey sus fundamentos psicológicos.Hasta donde alcanza miconocimiento, no hay informaciónque pueda ayudarnos a dar respuestaa esta pregunta, pero tenemos razones

de sobras para suponer que era ateo.Es fundamental comprender que

la política sistemática de Stalin teníacomo fin transformar el Partido en uninstrumento, incluso en unaherramienta tout court, que le habríade permitir controlar el Estado, unadecisión que nace, una vez más, de su«filosofía de los cuadros». Elproyecto prácticamente habíaculminado a finales de la NPE de1929, si bien los primeros pasos yase habían dado con anterioridad, yera la consecuencia lógica de su ideade que «no existen, para nosotros, las

dificultades objetivas». Semejanteconcepción del papel de los cuadrosexigía algo más que una meratransformación del Partido. Seacomo fuere, ya se habían producidoalgunos cambios súbitos, a causa delingreso masivo de nuevos miembrosy de la expulsión de los diferentesopositores, por no hablar del númeroimportantísimo de dimisiones de lasque, oficialmente, no hay constancia.Todo este trajín obligaba a expandirel aparato del Partido, más bienreducido hasta entonces y que noconstituía un peligro para los cuadros

bolcheviques, que, en su mayoría,habían pasado tarde o temprano aejercer una oposición silenciosa oabierta. Hubo un momento en que nose sabía cuántos miembros formabanparte del aparato del Comité Central,un órgano modesto peroindispensable y fundado en 1919. Noobstante, en manos de Stalin, supapel empezó a cambiarconsiderablemente, en especialdespués de que el georgiano fueranombrado secretario general en1922.

Stalin sabía perfectamente cómo

funcionaban los engranajes delpoder. Los «viejos bolcheviques»preferían el trabajo en laadministración del Estado(comisariados y demás agenciasgubernamentales). Stalin endureció elcontrol sobre la «Secretaría», uninstrumento indispensable no sólopara asimilar a la mayoría de losrecién llegados, sino también paradominar al Partido, incluidos loscuadros veteranos. Los «viejosbolcheviques» necesitaron tiempopara entender el proceso. No fuehasta 1923 cuando se produjeron las

primeras críticas y los lamentos porel creciente poder de la «maquinariade la secretaría». Por entonces, yaera del todo evidente la mano de esteórgano a la hora de amañar lacomposición de las delegaciones queasistían a las conferencias y a loscongresos del Partido, de acuerdocon los deseos del Politburó. Loshistoriadores parecen coincidir enque el XIII Congreso, celebrado en1924 y en el que Stalin fue reelegidocomo secretario general, estabateledirigido. El Partido tal y como loconocían sus primeros miembros y

quienes habían ingresado durante laguerra civil estaba desapareciendo atoda velocidad. Todo aquel que nofuera miembro de base habíaascendido a la categoría de«cuadro», es decir, trabajaba en unaparato en el que cada personaocupaba un puesto determinado enuna jerarquía integrada porfuncionarios disciplinados. Aún seguardaban las apariencias endeterminadas áreas, como sucedía enel Comité Central, cuyos miembrossiguieron siendo elegidos durantealgunos años más, deliberando y

votando las resoluciones. Sinembargo, los miembros del Partidono controlaban en absoluto laselección de sus integrantes.

Así fue como Stalin llevó a lapráctica su «plan maestro» paraconvertirse en dirigente único. ElPartido había sido despojado de todocuanto Stalin había queridodespojarlo: la posibilidad decambiar a la cúpula por medio de unproceso electoral. El bolchevismo, yconviene incidir en este punto, seguíadisponiendo de este mecanismo, y sudestrucción era una condición previa

necesaria para el éxito de Stalin. Adiferencia de la concepcióngeneralizada, que sostiene que laUnión Soviética estaba «en manosdel Partido Comunista», ya no habíalugar para partido político alguno.Algo así había sucedido en tiemposde Lenin, pero, con Stalin, elgobierno y el Partido ejecutaron lasdecisiones políticas como debíanhacerlo los «cuadros», sin máscondición que llevarlas a la prácticade una manera satisfactoria.

No podemos pasar por alto todoesto, ya que no hay dos dictaduras

iguales. Algunos «sistemasunipartidistas» conservan una ciertacapacidad de control de su destino, ocuando menos de decisión sobre lacomposición de su clase dirigente.Cuando no es así, un «sistemaunipartidista» deja de ser la obrapara convertirse simplemente en elescenario. Los papeles principalesrecaen en el aparato que administrael país, de acuerdo con los dictadosde la cúpula. En la historia delsistema soviético apreciamos algomás que una mera inflexión en lasreglas del juego a lo largo del

tiempo; se advierte un cambioradical. Y de esto nos ocuparemos acontinuación, más detenidamente.

El Partido y sus aparatos

Hasta la fecha, ni la burocracia

del Estado, ni la del Partido tienenuna «historia», así que debemoslimitarnos a trabajar aquí conalgunos aspectos fundamentales. Pormor de la claridad, conviene empleartérminos diferenciados parareferirnos a los integrantes de cadauno de sus órganos. Podemoscalificar a la burocracia estatal de«administración», mientras que elnombre que dan las fuentes

soviéticas a quienes se hallan en lasaltas esferas es upravlentsy (elequivalente a «responsables»). Porsu parte, la administración delPartido recibe el nombre de«aparato» o apparat, y elapparatchik es, a su vez, todo aquelque ostenta un cargo en laadministración del Partido. Nosiempre es posible trazar conclaridad la frontera entre ambascategorías, pero aun así laterminología puede sernos deutilidad.

Ya hemos dicho que, desde su

aparición, el «aparato» causóproblemas entre los miembros delPartido. En 1920 se alzaron algunasvoces que denunciaban la crecientedisparidad entre los verji (losdirigentes) y los nizy (las bases),unas críticas que tanto la cúpulacomo los militantes se tomaron muyen serio. Lo que pocos años mástarde quedaría claro para losobservadores soviéticos y para losextranjeros, a saber, la desigualdadentre un grupo y otro, aún dejabaatónitos a los miembros del Partidoque seguían fieles al bolchevismo.

En un año tan miserable como 1920,al que regresaré en la Tercera parte,este problema avergonzaba a lacúpula, que permitió que lo airearala prensa del Partido. Durante losaños veinte, la falta de igualdad y dedemocracia dentro de las filas delPartido fue una de las principalesbanderas enarboladas por laoposición, en unos años en quetodavía tenía la posibilidad deexpresarse, aunque la única respuestaque recibiera fuera una negativademagógica. Hasta finales de losaños veinte, e incluso más tarde, la

batalla contra las tendenciasburocráticas —«burocratización»—en la administración del Estadoestaba oficialmente autorizada, ytodo apunta a que contaba con elapoyo de la cúpula del Partido. Estacorriente propició la purga defuncionarios. Sin embargo, atacar laburocratización en el seno delPartido, especialmente cuando lascríticas procedían de los diferentesgrupos de oposición, era algo biendiferente. Con todo, el Partido, que afinales de los años veinte contabacon más de un millón de miembros y

con millares de apparatchiks, no sepodía permitir enterrar lasreacciones que entre sus filas surgíancontra la burocratización interna, apesar de haber eliminadoprácticamente a la oposición.

Y si bien la administración esuna herramienta, también se cobra suprecio. El problema pasó a sercompetencia de la Comisión deControl Central del Partido (CCC).En junio de 1929, el presidente delPresídium, I. A. Yakovlev, presentóun resumen de la intervención que sedisponía a hacer sobre la cuestión de

la burocratización en el XVICongreso del Partido. No todo lo quedijo se incluyó en las actaspublicadas, pero lo que nos hallegado es extremadamenteinformativo.13

Yakovlev, uno de los miembrosde la «vieja guardia» que semantenía en el poder, no ocultaba suinquietud: debía lanzarse unaofensiva implacable contra laburocratización en el seno del propioPartido. A su entender, el fenómenose podía explicar por el hecho de quedemasiados miembros trabajaban en

la administración del Estado y habíanadquirido ahí unos hábitosperniciosos que «contaminaban» alPartido. Para contrarrestar estatendencia, éste tenía que luchar enaras del espíritu democrático dentrode las instituciones soviéticas ydemás órganos gubernamentales,cuyos responsables concentrabantodo el poder en sus propias manos yocupaban el lugar de los órganos degobierno formales del Estado y delas cooperativas. El único caminopara atajar esta epidemia de raíz era,en sus palabras, la democratización.

Una postura así por parte de unviejo bolchevique, conocido por sulucidez y por ser un administradorcompetente, es el reflejo de unaépoca en la que el Partido ya notoleraba que se le responsabilizarade nada que fuera negativo.Yakovlev sabía que, como habíasucedido a menudo en el pasado, sielaboraba un análisis real delproblema sin ponerlo en boca deotro, se arriesgaba a que lo acusarande pertenecer a alguna de lascorrientes de oposición. Con todo, enmuchos otros documentos dirigidos

por organizaciones locales a laComisión de Control y demásórganos rectores, y que recogían lascríticas contra los líderes delPartido, encontramos llamamientosen favor de una mayordemocratización y de unadisminución de la burocracia. ElServicio de Información del Partidoaún se dedicaba a resumir estasquejas en los años veinte, quecirculaban en forma de boletín paraconocimiento de los cuadrossuperiores, junto con otrosdocumentos considerados

importantes y procedentes de lossindicatos o del GPU. Con unaperiodicidad mínima quincenal,elaboraba informes sobre el estadode ánimo y las opiniones de grupossociales específicos, sobre todo dela clase obrera. Aludía a las huelgas,pero también a las reacciones de losmiembros del Partido que habíanparticipado en las movilizaciones.En 1929, Pravda no era el medioadecuado si lo que se quería leereran las amargas acusaciones de losobreros, que eran a su vez miembrosdel Partido y que se habían

declarado en huelga contra suspatronos, también miembros. Contodo, la cúpula estaba al tanto deestas cuestiones y discutíaregularmente cómo había queresponder, sin dar las más de lasveces publicidad a sus decisiones.Los lectores también debían saberque, con independencia de lasconclusiones que pudieran extraer,los informes de la GPU sobrecontenciosos laborales durante losaños veinte estaban impregnados deun tono crítico para con los líderesadministrativos y políticos, a quienes

se acusaba de indiferencia y deincompetencia a la hora de abordarlas demandas legítimas de lostrabajadores. Estos informes,habituales en los boletines de la GPUy del Partido durante los años veinte,a menudo ensalzaban a loshuelguistas y lamentaban elcomportamiento de los líderessindicales.

No sería del todo erróneo decirque el aparato del Estadocontaminaba al Partido, si bien ellose debía a la existencia de un aparatopeculiar, que hacía todo cuando

estaba en su mano para evitar que laanimadversión del público alcanzaraa los burócratas objeto de lascríticas. El Comité Central habíainiciado una campaña a gran escala,sobre todo durante la lucha contra losdiferentes grupos opositores en losaños veinte, para defender y ensalzaral aparato del Partido, conocidosc o mo politrabotniki (cuadros delPartido), o incluso a la «guardia fiel»del Partido. No obstante, laspersonas que no pertenecían a él yaquellos que habían guardadofidelidad a los ideales bolcheviques

siguieron usando el término«burócrata» para referirse a ambascategorías de cuadros. Y teníanmotivos para ello.

En cuanto se crea el aparato,especialmente si su propósito escontrolar otros aparatos mayores,éste trabaja en un entorno quecomparte una serie de hábitos, uncomportamiento y un punto de vista.El uso del término «camarada»pierde su encanto si el «camarada»es un superior que lanza órdenes ydecide el salario y las posibilidadesde promoción del resto de

integrantes. La nueva realidad, queha pasado a formar parte de la vidacotidiana, es muy sencilla: «Noestamos en pie de igualdad,camarada Ivanov, y no soy sucamarada, camarada Ivanov».

La maquinaria de la Secretaríaera una pirámide, en cuya cúspide seencontraban el Politburó, laSecretaría y el Orgburó y en la base,los secretarios del Partido, con sussecretarías de distrito (los raiony,los niveles administrativos másbajos). Se trataba de un sistemadiseñado para servir a los intereses

de la cúpula del Partido, que tenía asus órdenes dos pirámides muchomayores: toda la estructura de lossoviets y un cuerpo mucho máspoderoso: el de la administracióngubernamental, del Consejo deComisarios del Pueblo a las agenciaslocales. Dejemos de lado por elmomento a los soviets, desde elSoviet Supremo hasta los locales,que complicaban más si cabe una redorganizativa ya compleja, pues suúnica misión consistía en llevar a lapráctica tareas administrativaslocales. En tanto que pirámide, con

los soviets supremos de cadarepública y el Soviet Supremo de laURSS en la cima, era poco más queuna ficción que se mantenía con vidapara rendir una obediencia residualal pasado revolucionario y a lasoberanía popular que,supuestamente, había surgido. Lossoviets locales estaban subordinadosal Consejo de Comisarios (que apartir de 1946 pasaron a llamarse«ministerios») y a sus departamentos.Todo el aparato burocrático,compuesto por «pirámides» y«escalas», estaba bajo el control de

un aparato paralelo del Partido. Ladivisión entre las dos principalesesferas administrativas se veíaatenuada un tanto en los círculos depoder por el hecho de que el primerministro, y en ocasiones alguno desus viceministros, eran miembros delPolitburó. Del mismo modo, larelación entre el Partido y loscuerpos estatales en el escalafón másbajo de la cadena quedabagarantizada gracias a la presencia encada fábrica de una célula delPartido, integrada a su vez en el senode una organización del Partido que

abarcaba a toda la empresa o alministerio. Si a ello añadimos queuna gran mayoría de los cargosimportantes en la administraciónestaban en manos de miembros delPartido, gracias al denominadoprocedimiento de la nomenclatura (alque regresaremos más tarde),podemos imaginar el grado desupervisión y de control que seprecisaban para lograr el blindajedel sistema. De existir una compañíaaseguradora que ofreciera pólizas alos estados, seguramente habríatomado como modelo el método

soviético.Sin embargo, en cada etapa de

nuestro viaje a través de los añostreinta nos toparemos con unaespecie de sistema de «inseguridadpermanente», cuya sombra se cerníasobre un aparato al quesupuestamente debía servir parapermitir que el Partido avanzara ycontrolara a las capas estratégicasd e l upravlentsy, una misión quetopaba con innumerables obstáculosen diferentes fases del sistema.Tendremos motivo para preguntarnosen más de una ocasión si un aparato

tan reducido puede controlar de unamanera efectiva a uno mucho mayory, en última instancia, a toda lasociedad.

Ha llegado el momento deofrecer algunos datos sobre elaparato del Partido y losapparatchiks. La «burocratización»,motivo de queja desde sus inicios, notardó en asumir unas proporcionestales que se convirtió en una de lascaracterísticas de todos los órganosde gobierno. Criticada regularmentepor las instituciones creadas ad hocque formalmente debían corregir

tales defectos, el fenómeno se redujoen público a la enumeración de fallosburocráticos, con palabras de alientoen el sentido de que existía elremedio y de que sus efectos seríanperceptibles... algún día. Por otrolado, hay que destacar que losdocumentos inéditos, principalmenteen el período posterior a Stalin, nose andaban por las ramas y conteníananálisis a menudo de una granlucidez. Los efectos de laburocratización en los ciudadanossoviéticos y los miembros delPartido por igual, ya se tratara de

personas íntegras o arribistas, erande todo tipo.

EL TEDIO DEL TRABAJODEL APARATO DEL PARTIDO(1924-1934)

Muchos miembros del Partido,especialmente los idealistasdispuestos a servir a su paísasumiendo cargos de responsabilidada escala local o en instituciones«vanguardistas», se inquietaban alcomprobar los efectos de laburocratización en el Partido y enellos mismos. Algunos no se atrevíana recurrir a ella como un término

explicito de crítica, y se limitaban adecir a sus superiores que sentíanque podían desarrollar un trabajomás eficiente en otro puesto. Otros,sin embargo, sacaban unasconclusiones mucho mástrascendentales. Bastarán algunosejemplos de los muchos que existenpara ilustrar la dificultad de ser unapparatchik del Partido, antesincluso de que se instituyera eltérmino. Quienes habían intervenidoen actividades clandestinas durantela lucha revolucionaria, que habíanestado en la cárcel o en el campo de

batalla y que se veían inmersos ahoraen la prestigiosa tarea de ayudar aconstruir el socialismo, advirtieronde súbito, o fueron descubriendogradualmente, que trabajar en unaparato jerárquico no era ni muchomenos una tarea edificante, sino todolo contrario: un trabajo rutinario,tedioso y el colmo del aburrimiento.Sirvan dos ejemplos, de añosdiferentes, para ilustrar estasensación.

Un conocido militante,Ksenofontov, escribió a Kaganovichel 4 de noviembre de 1924.14 Había

servido en la Cheka, formado partede los contingentes que aplacaron larebelión de Kronstadt y participadoen la restitución de la calma al paíspoco después. Posteriormente, pidióser relevado de dichas tareas y quelo transfirieran a un puesto desde elque pudiera ayudar a construir unsistema dominado por el Partido.Adscrito al Comité Central, fuenombrado responsable deldepartamento de Administración deEmpresas, donde permaneció durantemás de tres años. Todo estabaorganizado hasta el último detalle, y

su trabajo acabó siendo puramenterutinario, de ahí que deseara unnuevo cambio y confiaba en que elComité Central le diera un nuevopuesto, a condición de que no fueraen el sector de la economía, delcomercio o de las cooperativas, queno le atraían. Por aquel entonces,podían presentarse estas peticionessin temor a sufrir represiones, aunqueconfesar a Kaganovich que trabajarpara él no había sido interesante nofuera tal vez lo más prudente.Ksenofontov recibió la autorizaciónpara pasar a ocupar un cargo en el

ámbito de la educación.En el segundo ejemplo, diez

años posterior (noviembre de 1934),también interviene otro antiguorevolucionario que se lamentaba delprofundo aburrimiento del trabajo enla cima del aparato. En este caso, lahistoria es algo más complicada. Untal Javinson, vicerresponsable del«Departamento de Cultura yPropaganda del Marxismo-Leninismo» informó a sus superioresacerca del camarada Slepchenko, untrabajador disciplinado y tenaz que,desde 1933, había encabezado el

comité del Partido y que se ocupabade comprobar las listas de losaspirantes a miembros. Slepchenkollevaba un tiempo experimentandodificultades y pidió que lotrasladaran a otro puesto en el sectorde la producción. «El trabajo en elaparato me deprime», cuentan quehabía manifestado. Esta declaración,realizada cuando se le propusoconvertirse en asesor deldepartamento de Industria del ComitéCentral, le podía haber ocasionadomás de un problema. Él también sedirigió por carta a Kaganovich,

explicándole que, después de tresaños de trabajo en el aparato, nohabía sido capaz de adaptarse:«Cada día que pasa, voy perdiendomi identidad». Javinson opinaba quehabía que tener en cuenta su peticióny es posible que le permitieranmarcharse, pues, como veremos,1934 fue un buen año.15

Estas declaraciones personales,aceptables a pesar de la críticaimplícita al aparato que contenían, secomplementan con un tercer ejemplo,que traslada, éste sí, una críticadirecta al sistema. La denuncia se

basaba en un análisis concienzudo ysu autor era un reputado sociólogopolitice), Christian Rakovski, dequien ya hemos hablado cuandoestuvo al frente del gobierno deUcrania en 1923 y se opuso a losplanes de Stalin para la URSS.Acusado de trotskismo, se exilió enAstracán en 1928, una ciudad con unclima pésimo para su corazón. Noobstante, logró sobrevivir hasta 1934sin dejar de escribir estudios críticossobre el estado del sistema soviético.«Capituló» en 1934, necesitado conurgencia de tratamiento médico, pero

no fue su corazón lo que acabó consu vida. El grueso de sus análisisrezaba así: el Partido se haconvertido en una suma de centenaresde miles de personas. Lo que los uneno es una ideología común, sino lainquietud que todos sienten por supropio destino. La cuestión que seplantea es la siguiente: ¿cómo sepuede reconducir un partidocomunista a partir de esta masaamorfa? No hay otra solución querestaurar la democracia interna en elseno del Partido.16 No obstante,restaurar el partido que formaba

parte del pasado de Rakovski era unailusión, y éste era consciente de ello.En otro fragmento del mismo texto,posiblemente escrito algo más tarde,se hace eco del debate en el seno delPartido sobre las versiones delsegundo plan quinquenal (1933-1937) que, según las declaracionesoficiales, tenía que ser un «planquinquenal sobrio». Para Rakovski,los años que se correspondían con elplan «sobrio» consumarían la«separación total de la burocracia yla clase obrera», y asistirían a latransformación de los primeros en

una «clase dominante apoyada por elaparato del Partido». Unos treintaaños más tarde, en una elogiadaobra,17 el yugoslavo Milovan Djilasse apuntó el tanto de una supuestainnovación teórica al insinuar que laURSS estaba en manos de una«nueva clase».

A los ejemplos de desencantoentre los cuadros con puestos deresponsabilidad en las proximidadesde los circuitos del poder debemosañadir cómo fueron perdiendo elentusiasmo los miembros de a pie delPartido. Durante mucho tiempo,

nadie puso en duda que, en tiemposde Stalin, era imposible abandonar elPartido sin dejar la puerta abierta arepresalias. Sin embargo, ladesclasificación de los archivos hapermitido descubrir que se dieroncasos así —en ocasiones, incluso, engran número—, pero apenasrecibieron publicidad, lo que explicapor qué ese fenómeno pasóinadvertido durante tanto tiempo. Losdatos de que disponemos muestranque, entre 1922 y 1935, un millón ymedio de miembros,aproximadamente, abandonaron el

Partido, en su mayoría por impago decuotas, lo que desembocaba en dejarsin efecto su membresía. Otroscambiaron de trabajo y de direcciónsin volver a inscribirse en la secciónlocal del Partido. En otras palabras,se desvanecieron y muchos fueronexpulsados posteriormente. Enmuchas fábricas, la cifra de quieneslo habían abandonado superaba lacifra de miembros.18

Estos antiguos miembros, y losque fueron excluidos durante laoleada de las denominadas «purgasprevias» de 1935 y 1936, cuando se

comprobaban los carnets, seconvirtieron automáticamente enobjetivo de la represión de 1937 y1938. El millón y medio de personasque habían abandonado el Partidorepresentaban un contingenteconsiderable de «enemigos delpueblo» auto inculpados sobre losque el NKVD podía lanzar sus redes.

OBSERVACIONESADICIONALES SOBRE ELPARTIDO Y LAADMINISTRACIÓN DEL ESTADO

Durante los años treinta, elaparato del Partido creció más y su

estructura se complicó si cabe. Stalintenía la primera y la última palabraen todas las cuestiones, en cadareunión y sobre cada institución. Encierto sentido, todo esto deberíahaber servido para simplificar latoma de decisiones y la puesta enmarcha de políticas. No obstante,esta simplificación, y así se loparecía a Stalin, no era más que unailusión: el aparato seguía creciendo,lo que no podía sino complicar lascosas.

También siguióincrementándose el número de

comisarios del pueblo —que pasó dediez en 1924 a dieciocho en 1936, yposteriormente a cuarenta y uno en1940—, el de «comités del Estado»con rango de comisariado, como elGosplan, el de Abastos de Cereales,el de Educación Superior y el deAsuntos Artísticos, y el personal detodos estos departamentos. Lacoyuntura debía adaptarse a lo queimponía la lógica de control delPartido de aquel entonces. En cadanivel, y especialmente en la capital,las organizaciones del Partido habíanrecibido órdenes de crear, en su

propia rama del aparato,departamentos que emplearan alpersonal adecuado: responsables,vice responsables, instructores,personal técnico...19 En 1939, elaparato del Comité Central contabacon grandes directorios estructuralespara cada rama de la administracióndel Estado, así como con ungigantesco «directorio para cuadros»(upravlenie kadrov). CuandoMalenkov era secretario, el ComitéCentral estaba formado por cuarentay cinco departamentos, unoprácticamente para cada rama de la

actividad gubernamental. En losdistritos de las repúblicas, el aparatodel Partido crecía constantemente, ysu jerarquía se iba anquilosando másy más.

La manera en que se conducíanlos asuntos internos del Partidoestaba estrictamente centralizada.Casi todos los asuntos deimportancia acababan formandoparte de la agenda del Politburó, quetenía la última palabra. Esto suponíacentenares de decisiones que, en unsistema menos centralizado, jamáshabrían llegado a este nivel. Como es

de esperar, con semejante número deasuntos por tratar, el Politburó notenía tiempo para ocuparse de losrealmente importantes, y trabajabasobre la base de que bien laSecretaría, bien el Orgburó, ya loshabían discutido. Esta sobrecarga enlas altas esferas, y el crecimientoexponencial del aparato del Partido yde la administración del Estado, diopie a un círculo vicioso, y la eficaciadel sistema se vio relegada casiinevitablemente a los últimos lugaresen la escala de prioridades. En lamedida en que el aumento de

personal era, ante todo, una manerade poder satisfacer la necesidadevidente de someter una realidad quecrecía a un ritmo desproporcionado ydifícil de controlar, en medio de unaescasez constante deaprovisionamientos y un nivel devida muy bajo, era imposible romperel círculo vicioso, y así queda demanifiesto si echamos un vistazo acómo veían la situación quienesestaban en lo más bajo de lapirámide.

En una carta de lo máspesimista, escrita después de una

inspección de la organización delPartido en la República del LejanoOriente (Dal'kraikom) en compañíade un instructor del Comité Central,Shcherbakov, responsable delDepartamento de Cuadros del ComitéCentral, comentó que lo que habíadescubierto se asemejaba a «unaestación de ferrocarril sumida en elcaos más absoluto». En un año, del 1de enero de 1933 al 1 de enero de1934, la cifra de miembros delPartido en la región había pasado de44.900 a 23.340: 7.651 habían sidoexpulsados, 1.892 habían sido

relegados a la categoría de«simpatizantes», 1.552 habíanabandonado la región conautorización y 6.328 sin ella (habíandesertado, sin más). En este últimogrupo se encontraban personas conun historial en el Partido nadadesdeñable, así como expertosinsustituibles cuyo concurso eraurgente. Según los dos inspectores,los motivos del éxodo eran lossiguientes: «una actitudexcesivamente burocrática» para conlos miembros por parte del comitéprovincial del Partido, negligencia

respecto a sus necesidades de ocio yculturales y unas condiciones de vidapara obreros y especialistasescandalosas. Algunos vivían aún enrefugios; una familia, en unoslavabos; otras se alojaban endormitorios cochambrosos; cincopersonas compartían un cuarto deseis metros cuadrados... Cada año seenviaban a la provincia materiales deconstrucción y operarios, pero lasituación de las viviendas seguíasiendo lamentable y los serviciospúblicos (baños públicos,guarderías, hospitales o teatros, por

ejemplo) estaban totalmente dejadosde la mano de Dios. La alimentacióntambién era un desastre y el comitéprovincial del Partido no hacía nadapara remediarlo, sino que se limitabaa expulsar a los desertores y acambiar a los cuadros de cargo. Dehecho, nadie sabía a ciencia cierta lacifra de miembros del Partido.

E l apparatchik que escribióeste informe desolador solicitaba alOrgburó, el órgano inmediatamenteinferior al Politburó, que investigarala situación, o que la incluyera en laagenda de la Comisión de Control

del Partido, para dar con unasolución.

Este escenario lamentable sedesarrollaba en una región remota ycuya importancia era escasa, y habríasido asignada, en cualquier caso, alíderes de segunda o tercera fila.Pero el funcionamiento defectuoso delas organizaciones locales delPartido y de las agenciasadministrativas era un mal endémicoen muchas otras regiones deconsideración. El aumento constantedel número de tareas y las difícilescondiciones de vida superaban con

facilidad la pericia de los cuadrosdel Partido para abordar dichosproblemas. Estas zonas vivían en unasuerte de estado de emergenciapermanente que sobrellevabanrazonablemente a duras penas o nosobrellevaban en absoluto, como enel caso anteriormente mencionado deDal'kraikom. El aparato de controldel Partido, un órgano que, a su vez,también crecía a una velocidadconsiderable, podía encargarse deinformar de la situación, peroseguramente se sentía abrumado porlas conclusiones a las que llegaba.

Ya hemos visto que losproblemas, debidos a menudo a laspolíticas dictadas desde la capital, seimputaban arbitrariamente a loscuadros de rango inferior. Cualquiercontratiempo, catástrofe, tragedia osituación caótica se podía interpretarfácilmente como un acto de sabotaje.En este sentido, los cuadros delPartido no gozaban de ningúnprivilegio; como cuadros, eranculpables potenciales, y cuanto másimportante fuera su puesto, mayor erala posibilidad de ser encontrado enfalta. Los altos cargos eran algo más

ladinos que los cuadros medios, deahí que estuvieran «naturalmente»bajo sospecha.

Pero este sistema paranoico degobierno no se detenía aquí. Nohabía razón para esperar a que elpeligro se materializara. Habría sidouna imprudencia. De la mano de estegran liderazgo iba la «medicinapreventiva». El análisis inicial de la«filosofía del cuadro», pero tambiénlos trastornos y el sufrimientohumano que se observan alrededorde 1933 a raíz de los fracasos de la«colectivización» del campesinado y

de un proceso suicida deindustrialización, por no hablar de lahambruna que asoló a Ucrania y adeterminadas partes de Rusia, nosllevan a no sorprendernos lo másmínimo al comprobar que se recurriómayoritariamente a esta «medicinapreventiva», simbolizada por lassangrientas purgas masivas. Lapolítica del gobierno, especialmenteen las zonas rurales, podíadesencadenar en cualquier momentouna oleada de protestas, y Stalincorría el riesgo de acabar siendo elobjeto de las críticas, algo que le

resultaba bastante inaceptable, demodo que lanzó una espectacularcampaña para desviar la atención. Seadoptaron medidas represivas, peroalgo más se respiraba en el ambiente.En su discurso en la reunión delComité Central de enero de 1933sobre el estado de la nación, Stalinse refirió a una horda de enemigosque socavaban los cimientos delrégimen. Con todo, a pesar de estossignos ominosos, las medidas que seadoptaron en mayo de 1933 fueron enla dirección contraria e hicieron del«interludio» imprevisto de 1933 a

1934 un período notable. Un país alas puertas del hambre tal vez no estédispuesto a creer que el lídersupremo no tiene ningunaresponsabilidad por la situación.Antes de desatar el terror, y depresentarlo como una demostraciónde fuerza, era preciso mejorar lacoyuntura económica y devolver aStalin su prestigio. El líder estabainmerso en la planificación deaquella orgía sangrienta, pero lohacía ante todo con método.

EL «INTERLUDIO»El XVII Congreso del Partido se

celebró en abril de 1934. Bautizadocomo el «Congreso de losvencedores», cantó las alabanzas delprincipal triunfador, Stalin, perotambién marcó la línea depacificación interna que se habíainiciado un año antes, al brindar alos opositores la ocasión de asistir,sobre todo para arrepentirse enpúblico de sus errores. Tambiénfueron sorprendentes la decisión dereducir sustancialmente los índicesde crecimiento establecidos para elsegundo plan quinquenal (1933-1937) y el llamamiento a respetar

más si cabe la legalidad en el país.El Congreso proclamó a bombo yplatillo la nueva línea, y dio muestrasde que el régimen, finalmente, teníalos pies en el suelo. Ese mismo añose celebró un Congreso deEscritores, en el que se debatieroncuestiones literarias y se recordó alfallecido secretario del Sindicato deEscritores. Por aquel entonces, pasóalgo más inadvertida una breveintervención de un tal AndreiZhdanov —que no era escritor, sinosecretario del Partido— que, casisotto voce, planteó los postulados

del «realismo socialista» en todaslas artes. Que apenas se hablara deella se debe a que quedóensombrecida por las espectacularesintervenciones de Bujarin, Radek yEhrenburg, entre otros, personajesmucho más abiertos eintelectualmente estimulantes.

Todos estos movimientos eraningredientes importantes de la«nueva línea», que Ehrenburg hizosuya en una carta a Stalin del 13 deseptiembre de 1934. Confiaba en lanueva política exterior de la URSS,en la entrada en la Liga de Naciones

y en el «frente común» entrecomunistas y socialdemócratas paraatajar el ascenso del fascismo. Noobstante, se quejaba de laorganización soviética que seocupaba de las relaciones con losescritores extranjeros, denunciaba susectarismo y su gusto por unasdiscusiones baladíes queahuyentaban a los escritoresinternacionales de prestigio. Tansólo algunos autores de renombre,como André Malraux o Jean-RichardBloch habían sido invitados alcongreso. Al resto, más habría valido

no traerlos. En una época marcadapor el creciente poder del fascismo ypor su agresividad, Ehrenburgdefendía la posibilidad de crear unaasociación de escritores antifascistasen Occidente que reuniera a lasprincipales figuras literarias yayudara a defender a la UniónSoviética. Tal iniciativa era ahoramucho más factible: los participantesextranjeros habían quedadosorprendidos ante los intercambiossinceros entre comunistas y nocomunistas y se habían convencidode la fecundidad de la cultura y la

literatura en la URSS. Con todo,insistía en que dicha asociación nodebía estar en manos de sectarios.

En una nota manuscrita aKaganovich, Stalin dejó constanciade su sintonía con las opiniones deEhrenburg. Era preciso fundar unaorganización como aquella y hacerque girara en torno de los dos temasapuntados: antifascismo y defensa dela URSS. Proponía algunos nombresy esperaba respuesta. Esta carta nosmuestra al Stalin más «profesional»,lejos de aquel que se veía rodeadode conspiradores. Sin embargo, el

interludio de 1934 no había tocado asu fin. Kaganovich, el número dosdel Politburó por aquel entonces,alentaba esa «nueva línea» quepretendía fortalecer el respeto por laley: «Ahora podemos castigar alpueblo sirviéndonos del sistemalegal sin tener que recurrir a mediosextrajudiciales, como en el pasado.Hoy, muchos de los casos que antesresolvía exclusivamente el GPUpueden pasar a los tribunales».

Kaganovich pronunció estaspalabras el 1 de agosto de 1934,durante una conferencia

extraordinaria convocada por laOficina del Fiscal General, cuyoámbito de actuación, por lo menoscuando recibía la autorizacióncorrespondiente, era precisamente la«legalidad». Kaganovich tambiénrecordó a los asistentes que habríacambios en el GPU y que pasaría aformar parte de un nuevodepartamento ministerial, el NKVD(el Comisariado de AsuntosInternos). Explicó que la Oficina delFiscal General era la institución másimportante del sistema legal y que,con la creación del NKVD,

aumentaría el número de casos de losque se tendría que ocupar. Por lotanto, su nueva tarea consistía eneducar a la población y a losfuncionarios de la justicia en elrespeto de la ley, una línea marcadapor el propio Stalin. El obstáculoprincipal al que se enfrentaba era lafalta de formación dentro del propiosistema judicial. En principio, losjueces trabajaban apoyándose encódigos, pero a menudo sussentencias eran todo menos claras.Todo el mundo debía aprender eltexto de la ley: «Los ciudadanos

deben saber que existen leyes y quetambién el aparato está sujeto aellas».

Conviene mencionar, asimismo,que a raíz de esta nueva función, elaparato judicial solicitó un aumentosalarial considerable. Kaganovich seopuso, contestando que la nuevalínea no debía verse mancillada poruna petición tan egoísta.

No había en estasmanifestaciones de moderación, desensatez y de sentido común el menoratisbo de lo que se cocía y queestallaría después del asesinato de

Kirov, a finales de 1934. Atribuidoen ocasiones a otros líderes, el«interludio liberal» no tuvo otroartífice que el propio Stalin,responsable también de losacontecimientos futuros.

Como muestran las pruebas deque disponemos hoy, Stalin jamásolvidaba o perdonaba a sus críticos.Tomemos el ejemplo de Bujarin.Aparentemente perdonado, fuenombrado redactor jefe de Izvestia, ymantuvo una correspondenciaamistosa con Stalin. Se sentíaautorizado para publicar cualquier

pronunciamiento sobre laindustrialización, la colectivizacióno la NPE. A menudo concedíaespacio a análisis o a informes quese alejaban de la línea oficial. Hizohincapié, por ejemplo, en el hecho deque la elevada tasa de inversiónfijada para la industria pesada teníaefectos negativos en la economía,justamente en un momento en quehabía otras alternativas mucho másventajosas. Mientras que el Bujarinde 1928 había visto la cara real deStalin, el de 1934 jugaba con fuego,probablemente movido por el

convencimiento de que la calma quese respiraba aquel año era el fruto deun deseo sincero de rectificar unapolítica cuyos resultados negativoshabía presagiado, y consideraba queesa postura legitimaba su oposición aStalin en los años 1928 y 1929.Precisamente también Stalin entendíaasí la situación. Bujarin jamássospechó que Stalin le estabatendiendo una trampa al alentar aotros líderes a escribir artículoscríticos contra su persona y alpropagar todo tipo de comentariospersonales mordaces en el Politburó,

al tiempo que ocultaba susverdaderos planes.

A Stalin le divertía este juego.Estaba convencido de que todos,incluida la gente que se movía a sualrededor en aquellos años, le habían«insultado» en algún momento,habían militado en alguna facciónopositora, habían habladopeyorativamente de él o se habíanreferido a Trotsky en términoselogiosos. Todo esto seguía grabadoen aquella memoria rencorosa. En elcaso de Bujarin, no podemosdescartar que el discurso en el

Congreso de Escritores y laimpresionante agenda que preparópara la ocasión hubieran reavivadoel resentimiento de Stalin.20

Quienquiera que fuera elresponsable de la muerte de Kirov,es evidente que Stalin estaba,finalmente, preparado para dar unvuelco a la situación, para escribir elcapítulo más sangriento y realmente«estalinista» de todos. El jerarcasiempre había tenido en mente la«otra política», el terror, a puntopara ponerla en marcha. El interludiono había sido sino una pausa

necesaria después de un primerespasmo. Con todo, aún da pábulo ala especulación si los vaivenes en latensión política y en el terrorrecogían asimismo el humorcambiante de Stalin.

Flujo social y «paranoiasistémica»

EL TEJIDO SOCIALDejemos de lado por un

momento a las personalidades yconcentrémonos en una cuestión a laque nos hemos referido al mencionarla situación de la organización delPartido en el Extremo Oriente. Hallegado la hora de abrir horizontes yde estudiar las realidades sociales delos años treinta. El Estado y su«psique» siguieron haciendo frente a

fenómenos de lo más característicosen aquellos años turbulentos y queconformaban el núcleo de lo que seha dado en llamar una «paranoiasistémica», un tema que analizaremosmás adelante. Los años treinta fueronuna época de un flujo social sinprecedentes, provocado por unímpetu y un desarrollo quesorprendió a los planificadores, asícomo por la «colectivización» delcampesinado. Este experimento de«ingeniería social» se produjo conuna violencia inusitada cuyasconsecuencias están pendientes de

estudio, y que dejaron al país sinprovisiones en un momento en que seembarcaba, asimismo, en un gransalto hacia adelante industrialtambién sin parangón. La decisión decolectivizar se enmarcaba en unaideología que confería a la industriaunos poderes sobrenaturales: laindustrialización de la agriculturaacabaría con el pasado rural deRusia pero no reduciría lasexistencias de alimentos, como si lasdescargaran de contenedores. Esterazonamiento obviaba un «detalle»:el campesinado. Aunque los

campesinos eran quienes debíanllevar a cabo la tarea, también eranlas víctimas del proceso, de lo queresultó no tanto la industrializaciónde la agricultura como sunacionalización a cargo del Estado,un aspecto del estalinismo con el queya hemos topado.

POBLACIÓN Y MANO DEOBRA

Para esbozar el «panoramasocial» de la URSS en los añostreinta y su transformación, debemosfijarnos ante todo en las estadísticasde población. No basta, sin embargo,

con citar las cifras que ofrecen losdos censos: 147 millones el 17 dediciembre de 1926 y 170,6 millonesel 17 de enero de 1939. A estascifras significativas se llegó de unmodo más bien mecánico y no dancuenta de las variaciones drásticasen términos de población que seprodujeron en aquellos años. Lacúpula mandó hacer un censo en1937 pero, después de que elrecuento no llegara a la cifraesperada (162 millones), se acusó asus autores de haber distorsionadouna realidad supuestamente mucho

más esplendorosa. Aunque lapoblación había disminuido, seordenó hacer un nuevo censo, cuyoresultado estaba prácticamente fijadode antemano. Aun así, fue toda unaproeza que los supervivienteslograran dar una cifra de167.305.749 soviéticos, ni uno más,ni uno menos. Cuando se volvió aeste censo en 1992, los expertoscoincidieron en fijar una cifra algosuperior, 168.870.700, a la que sellegó por medio de correccionesestadísticas y adiciones menores.Según ellos, las cifras originales no

estaban distorsionadas, perocontenían una discrepanciaperfectamente aceptable en lapreparación de censos.21 Dado que lacúpula tenía mucho que ocultar paraeludir así la responsabilidad por ladisminución de población provocadapor la «deskulakización»(raskulachivanie), la hambruna de1932-1933 y las purgas, es digno deencomio que los demógrafos de laépoca pudieran convencer al Kremlinde que una falsificación tan flagrantehabría sido mucho máscomprometedora que la verdad.

Las cifras que siguen se refierena una categoría de tanta importanciaestratégica como la mano de obradisponible. En 1928, el totalaproximado de mano de obra noagrícola era de 9,8 millones deobreros y de 3,9 millones deempleados, un 17,6 por 100 del totalnacional (12,4 por 100 de obreros y5,2 por 100 de empleados). Ese año,la industria dio trabajo a 3.593.000obreros y a 498.000 empleados; losingenieros y los técnicos formabanparte de la categoría ITR (la Rdesigna a los rabotniki, los

«obreros», en oposición a rabochie,que alude a los trabajadoresmanuales).

La situación varió drásticamentehacia 1939-1940, cuando los obrerosy los empleados constituían uncontingente de entre 31 y 33 millonesde personas, divididos en 21millones de obreros y entre 11 y 12de empleados. Juntos sumaban másde la mitad de la mano de obra delpaís. El porcentaje de empleadoshabía pasado del 5,2 al 16 por 100.En la industria, un sectorfundamental, la cifra de obreros pasó

de 3,5 a 11 millones, y la deempleados, de unos 400.000 a 2millones, un patrón que también serepetía en el transporte, laconstrucción y las comunicaciones.

Estos profundos cambiosestructurales trajeron consigo en elterreno social la aparición de nuevascategorías que englobaban a unamano de obra sustancialmentediferente de la de períodosanteriores, y cuyo surgimiento supusounos cambios inevitables en lasrelaciones de clase y en la estructurade poder. A ello debemos añadir la

irrupción masiva, o la reaparición,de las mujeres en el mundo laboral.Conviene incidir en este punto,porque su participación en elproceso de producción no se quedóen la concentración tradicional en laindustria textil y en el sectorservicios. En 1913, las mujeresrepresentaban el 24,5 por 100 de lamano de obra en la gran industria,principalmente en el sector del textil.En 1928, la cifra de mujerespertenecientes a la categoría de«obreros-trabajadores» totalizaba2.795.000 personas, y alcanzó

13.190.000 en 1940, un 39 por 100de la media anual de la mano de obra(43 por 100 en el terreno de laindustria). También estabanpresentes en el mismo número en laindustria pesada y en la minería, yhabían cobrado un papel decisivo enla industrialización.

Sin embargo, este avancesignificativo, con aires de progreso,se fue al traste a causa de losfenómenos que hicieron de laemancipación una cuestión ambigua.Los nuevos puestos en el sectorindustrial, el predominio femenino en

el terreno de la medicina y en lasescuelas primarias y secundarias, laigualdad de posibilidades en elacceso a la educación y un aumentode la presencia de las mujeres en loslaboratorios de investigacióncientífica eran, ciertamente, avances,pero éstas apenas podían aspirar apuestos de poder administrativo,incluidos los hospitales y lasescuelas, donde eran mayoría, y niuna sola ocupaba un cargo deresponsabilidad política (aexcepción de algunos puestossimbólicos). La disparidad era

evidente. Además, en muchostrabajos en la industria pesada, ytambién en otros sectores, el trabajofísico debía llevarse a cabo sin lamenor ayuda mecánica. Estosempleos, inapropiados para lasmujeres, tuvieron efectos deletéreosen los índices de natalidad yprovocaron un aumento en la cifra deabortos. La situación se vio agravadaaún más por cuanto no existíainstrumento alguno para aliviar elpeso de las tareas cotidianas delhogar, que recaían en las mujeres. Elprecio que pagaban por ingresar en

un mercado laboral en expansión erademasiado elevado, y la tradiciónpatriarcal estaba demasiadoarraigada en una sociedad cuyoconservadurismo iba también enaumento, y donde los valoressoviéticos tenían un peso importante.

Los datos estadísticos quehemos presentado del período que seinició en 1928-1929 se suelenconsiderar estimaciones mucho más«generosas» que los resultados delcenso de 1926. Sin embargo, comonuestro propósito es ofrecer a loslectores no tanto la precisión

estadística como una idea de laintensidad de la transformación,hemos preferido, aquí y en adelante,usar cifras procedentes de diversasfuentes y autores, a pesar de que nosiempre coincidan.22

EL QUID PRO QUO ENTREOBREROS, ESPECIALISTAS EINTELLIGENTSIA

El término sluzhashchie(empleados) se usaba en sentidoamplio para referirse a todo aquelque no era un obrero o un campesino.El abanico de categorías que cubríalo convertían en una denominación

harto ineficaz, salvo cuando seaplicaba a los oficinistas. La cifratotal de «obreros» incluía unacategoría de importancia estratégicapara el desarrollo del país: los«especialistas», aquellas personasque habían completado sus estudiosen una institución técnica superior oen un centro secundarioespecializado. En 1928, este grupocontaba con 521.000 personas:233.000 que habían cursadoeducación superior y 288.000 conestudios secundarios especializados.El 1 de enero de 1941, la cifra había

alcanzado los 2,4 millones,aproximadamente un 4 por 100 de lostrabajadores asalariados, y suponíael 23 por 100 del total de «obreros»:909.000 habían terminado laeducación superior y 1.492.000, lasecundaria. La industria daba trabajoa 310.400, fundamentalmenteingenieros y técnicos. En doce años,la cifra se había quintuplicado.Disponemos de una lista desglosadade esta categoría de «especialistas»de finales de 1940 con informaciónsobre las profesiones legales,técnicas, médicas y económicas así

como, aunque su precisión sea algomenor, del profesorado, de losbibliotecarios y demás profesionesrelacionadas con la cultura.

En las estadísticas que usamos,la categoría de «especialistas» sedetiene ahí, y no incluye ni acientíficos, ni a artistas o escritores.Si le añadimos esta última, podemoscuantificar de una maneraaproximada otra categoría a la querecurrían los estadísticos soviéticosy la propaganda: la intelligentsia,que a menudo se solapa con la de«especialistas», si bien no son

equivalentes. Si a la cifra depersonas que trabajaban en el terrenode la cultura, según consta en otrastablas y fuentes del 1 de enero de1941, le sumamos la categoría de«especialistas», el resultado será de2.539.314.23 Algunas fuentesoficiales elevaban la cifra casi acinco millones, movidas por el deseode hacer más creíble la «revolucióncultural» que según los gobernantesse había producido durante aquellosaños. Con ese mismo fin, losdocumentos oficiales usaban otracategoría, mucho más amplia y vaga:

«gente cuya ocupación principal es eltrabajo intelectual». Este epígrafe seidentificaba, aunque de una manerailegítima, con el de la intelligentsia,permitiendo así manipular la imagenque el gobierno deseaba dar deldesarrollo cultural del país. Ya en1937, Molotov anunció una cifraextraordinaria a la hora de hablar delnúmero de «intelectuales». Estamisma categoría tan volátilposiblemente subyaciera en lasimprudentes manifestacionesrealizadas más tarde por losinvestigadores soviéticos, que

declararon, bajo coacción, que, «aprincipios de los años cuarenta,había quedado resuelto el problemade una intelligentsia popular». Sinembargo, algunos de estosinvestigadores eran perfectamenteconscientes de que quienes disponíande un título emitido por unainstitución de educación superior noeran sino un porcentaje de aquellos«cuya ocupación principal es eltrabajo intelectual». La mayoría eranpraktiki, gente que había aprendidosu profesión sobre la marcha odespués de haber asistido a cursos de

formación intensivos, sin unaeducación profesional a pesar de quesu trabajo precisaba deconocimientos especializados.24 Aprincipios de 1941, la formacióninadecuada era un fenómeno bastantehabitual entre los trabajadoresconsiderados como «ingenieros» enel mundo de la industria. De cada1.000 trabajadores, 110 eraningenieros o técnicos, pero sólo el19,7 por 100 poseían un título de uninstituto de educación superior y el23 por 100 uno de una escuelasecundaria; el 67 por 100 restante

e r a n praktiki, que posiblementejamás habían finalizado sus estudiossecundarios. Otro tanto sucedía conotros grupos profesionales, todosellos inmersos en un proceso decrecimiento cuantitativo que superóla capacidad del país para darles unaformación adecuada.

El ritmo acelerado deindustrialización era la causainevitable de tales carestías, asícomo los costes económicos ysocioculturales que conformaban elpanorama que describiremos acontinuación. Si en 1929, los obreros

industriales tenían, de media, no másde 3,5 años de educación primaria asus espaldas, y 4,2 a finales de 1939,aquellos «cuya principal ocupaciónes el trabajo intelectual», o dicho deotro modo más simple, losoficinistas, no ofrecían unas cifrasmucho mejores, sobre todo sieliminamos a los que pertenecían a lacategoría de «especialistas». Tansólo podemos considerar como«especialistas» al 3,3 % de los«empleados», que representaban el16,6 por 100 de la población enactivo, a pesar de que en su mayoría

no hubieran completado la educaciónsecundaria. Esto, sin embargo, noimpidió que algunos escritores delperíodo postestalinista figuraran enla categoría de intelligentsia.

Los datos globales de 1939sobre el nivel de educación de lapoblación activa en las ciudades y enel campo arrojan algo de luz sobre elproblema. Por cada 1.000 obreros,las estadísticas muestran que 242habían cursado estudios secundarioso terciarios en las ciudades, y 63 enel campo. Si nos fijamos en quiéneshabían realizado estudios superiores,

la cifra en las ciudades se queda en32, y tres en el campo. Los númerosen el caso de la educaciónsecundaria son de 210 en lasciudades y 60 en el campo. Sinembargo, el aspecto determinante esel siguiente: las estadísticas deeducación «secundaria» se dividen,de hecho, en dos categorías,«completa» e «incompleta», y esrazonable suponer que la mayoría delos individuos no había acabado laeducación secundaria.25

La aparición de nuevos gruposcon una buena educación intelectual,

y el aumento del número de quienespor derecho propio podían figurar enesta categoría,26 es algo indiscutible.Con todo, no podemos pasar por altoel uso interesado que el régimenhacía de las cifras. Estamanipulación, que posiblementetambién se debiera a una ciertadecepción para con ellos mismos,pretendía embellecer una realidadmucho menos edificante: el niveleducativo por lo general bajo de losobreros, los trabajadores e inclusode muchos de quienes ostentabancargos de responsabilidad. Y

conviene que no lo olvidemos, yaque el escaso nivel cultural de todala sociedad era el telón de fondo delestalinismo. Los jerarcas teníantodos los ases en la manga para darcon la manera de ocultar y maquillaruna situación frustrante como esa.

Estas cifras exageradas, noobstante, y que estimaban laintelligentsia en unos 5 millones depersonas, también revelan una de lascaracterísticas fundamentales delsistema soviético, y másconcretamente del períodoestalinista: su carácter «extensivo», o

su propensión a priorizar losnúmeros. El censo de 1939 calculabaen 13.821.452 la cifra de personas«cuya principal ocupación es eltrabajo intelectual». Un estudiodetallado de los niveles deeducación en cada uno de lossectores profesionales sitúa la cifraalrededor de los 5 millones(4.970.536, para ser más exactos),aunque en ella se incluya todo aquelcon algún tipo de educación general,por mínima que fuera. La mayoría deestas personas desempeñabantrabajos que exigían una educación

especializada o superior, de la quecarecían. Así, eran simplementepraktiki, una categoría muy extendidaen aquellos años, y que conservó unapresencia nada desdeñable despuésde la guerra, incluso en los añosposteriores a la muerte de Stalin,aunque por aquel entonces ya habíaempezado a desvanecerse.

De todo esto se desprende quela masa de burócratas, que, como yahemos visto, se multiplicó en losaños que transcurrieron entre uno yotro censo, estaba formada por capasenteras de gente con una educación y

una formación mínimas, entre los quese incluían el personal de ventas, loscajeros y los telegrafistas, mejorremunerados sin embargo, y enocasiones sustancialmente, que losobreros. En 1940, el salario mediomensual de un obrero industrial erade 30,7 rublos, mientras que el de unoficinista alcanzaba los 53,5. En elsegundo grupo, figuran los ingenierosy los técnicos (ITR) aunque, si losexcluimos, el oficinista seguíaganando más que el obrero.27 Laimagen que obtenemos es lasiguiente: una situación en la que

escaseaban incluso unas mínimashabilidades o una escasaalfabetización, contra un trasfondo deuna mano de obra numerosa, con unaformación rudimentaria y dedicada alabores manuales, y una poblaciónrural mucho más numerosa y muchomenos escolarizada que los obrerosurbanos. A pesar de todo, incluso enla categoría de «principalmenteintelectuales», la educación no solíair más allá de lo que se adquiría enlos siete años de escolarización.

Los beneficios de que gozabanlos oficinistas (a pesar de que la

propaganda oficial se burlara deellos) y las cifras exageradas demiembros de la intelligentsia sonuna muestra más de lo que ya eraobvio: el bajo punto de partida delpaís. Y el penoso nivel de educacióngeneralizado no era un factor queigualara socialmente, sobre todo enlos organismos burocráticos, dondese disparaban las diferenciassociales, algo de lo que la gente eraperfectamente consciente. Porque,cuando las condiciones de vida sonbajas, las pequeñas ventajas entérminos cuantitativos de las que

algunos gozan provocan unasensación de gran injusticia entre losmás desfavorecidos y un sentimientode solidaridad entre losbeneficiarios, así como la hostilidadde los que no disfrutan de ellas. Y noes algo que suceda porque sí: encondiciones de penuria, una hogazade pan de más puede transformarseen una cuestión de vida o muerte.

El creciente grupo socialconocido como los «empleados» (losque no eran ni obreros, nicampesinos) no era un colectivosocialmente homogéneo, sino un

paraguas bajo el que se cobijaba unarealidad social dispar, que incluía alos «especialistas», así como a todauna jerarquía de funcionarios de todotipo cada vez más diferenciada ypertenecientes a varias esferas deactividad. Eran los favorecidos porla mayor parte de los privilegios yamasaban en sus manos un podernotable. En la vida cotidiana, estasdiferencias cada vez más ostensiblesentre las clases dirigentes pasabantarde o temprano a formar parte dellenguaje oficial u oficioso, sobretodo a causa de que esa poderosa

corriente de «diferenciación»,aunque espontánea, se convirtió amediados de los años veinte, y sobretodo a principios de los años treinta,en una política consciente demotivación y control social.

Conforme avanzaban los añostreinta, también se ampliaron lasdivisiones sociales e ideológicas araíz de esta estrategia, denominadacon gran acierto la «revolución delestatus», y que consistía en ladistribución de beneficios yprebendas al grupo de «empleados»,prestando una atención especial a la

intelligentsia y a los rukovoditeli,los gestores, categorías que sesolapaban pero que, por razonesideológicas, se manteníandiferenciadas. Esta política tuvo unpapel fundamental a la hora denormalizar el clima social y darestabilidad al régimen. Ninguno delos escogidos como depositarios deeste tratamiento especial tuvo unavida sencilla en aquella época y susrelaciones con la cúpula fueron,cuando menos, irregulares. Cada vezque la línea y la ideología oficialsufrían una sacudida, todos los que

ocupaban los escalafones superior einferior de la burocracia seconvertían en chivos expiatorios yeran sacrificados ante la indignacióndel pueblo, una medida sencillaposible gracias al abismo queseparaba a los ciudadanos de a piede esos funcionarios privilegiados,especialmente cuando ocupabancargos de responsabilidad política oeconómica. De ahí que los«privilegios», tan ansiados porquienes querían ascender en la escalasocial, fueran al mismo tiempo unapeligrosa trampa a la vista de la

situación política del período.Una vez abordadas las

categorías generales de «empleadosespecialistas» e intelligentsia,volvamos la vista a los rukovoditeli,los gestores.

LOS GESTORESEn las clasificaciones

estadísticas soviéticas, quienesocupaban un cargo deresponsabilidad, los rukovoditeli,también recibían el nombre derukovodiashchie rabotniki,otvetpolitrabotniki o, simplemente,otvetrabotniki. Para formar parte de

esta categoría había que estar alfrente de una unidad estructural conalgunos subordinados al cargo, deuna agencia administrativa delEstado o del Partido, de un sindicatoo en otra organización oficial. Segúnel censo de 1926, había unos364.816 responsables en empresas,obras y en agencias administrativas ysus departamentos. En el censo de1939, la cifra aumentó hasta los445.244, a los que había que añadir757.010 personas que ostentabancargos de menor importancia peroigualmente poderosos en diferentes

empresas: 231.000 eran directoresde fábrica u ocupaban puestossimilares en la industria, 165.191estaban al frente de talleres ounidades menores y 278.784 eranresponsables o vicerresponsables dekoljoses (los administradores de lossovjoses ya figuraban bajo elepígrafe «empresas»). Esto arroja untotal de 2.010.275, 924.009 de loscuales vivían en el campo. Porúltimo, en la cima del Partido y delEstado, tanto en la Unión como en lasrepúblicas o en los distritos, habíaunos 67.670 individuos al frente de

instituciones en zonas urbanas y4.968 en las áreas rurales, lo quedaba un total de 72.638 nachal’niki(«jefes») en todo el país. Alrededorde estos últimos, y a sus órdenes,trabajaban los rukovoditelianteriormente mencionados, que, a suvez, estaban por encima defuncionarios de rango menor y delpersonal técnico y de servicio(transporte, mantenimiento,limpieza...).

En este punto, debemos volver aocuparnos de una categoría tanextensa como la intelligentsia para

distinguir los diferentes grupos quela integraban, todos ellos de peso:escritores de renombre, científicos,arquitectos, inventores, economistasy demás expertos, cuyo concurso erafundamental para la esfera militar-industrial (entre otras). Este grupo seconvirtió en un círculo social ypolíticamente cercano a los «jefes»,y formaban, con ellos, unadeterminada elite —o, mejor dicho,uno de los componentesfundamentales de la elite del país.

Las categorías de rukovoditeli eintelligentsia son importantes, pues

permiten identificar a las capas quehabían cobrado una cierta influencia,capaces de articular sus propiosintereses, de ejercer una determinadapresión y, a menudo, de lograr lo queansiaban. La aparición de grupossociales con la capacidad parahacerse con puestos de poder ydefender su posición era algo queStalin veía con un interés nodisimulado y un cierto grado decautela. Precisamente, queríaimpedir que se dieran estospotenciales «fenómenos negativos».

LA URBANIZACIÓN

DESCONTROLADA: CIUDADES,CABAÑAS Y BARRACONES

Los cambios en el panoramasocio profesional, que, como yahemos visto, comportaron un aumentoen el número de obreros y deintelectuales, administrativos ytécnicos, era visible en todos lossectores de la economía, y también,aunque en menor medida, de laagricultura. La industria, laconstrucción y el transporte, asícomo la educación y la investigación,estaban inextricablemente ligadas ala urbanización del país. Y la

industria era, de por sí, un poderosofactor de urbanización, como tambiénlo era la proliferación deinstituciones educativas, deinvestigación, de salud pública yadministrativas.

La urbanización era también elvehículo para otro proceso de mayorcalado, que iba a marcar una fasecrucial en la historia de Rusia: ladesaparición de un modelo social(objeto de nuestro estudio) y laaparición de otro, y muy diferente. Lavariación en la proporción entrepoblación rural y urbana nos acerca

al meollo de la cuestión. El breveperíodo que abordamos aquí no hizosino preparar el terreno para unvuelco súbito y decisivo, que empezóa manifestarse en los años treinta pormedio de una serie de fenómenosdiversos entre sí e inherentes a todaépoca de transición, dominada porlos enfrentamientos entre culturas yclases sociales entremezcladas. Lasituación cobraría forma a largoplazo, a pesar de que este «largoplazo» se materializaría pocodespués. Entretanto, los años treintafueron un período de un ímpetu

inicial profundamentedesestabilizador, cuyasrepercusiones afectaron a todo elsistema.

Las cifras y el peso relativo dela población rural en comparacióncon la urbana eran cuestiones queprovocaban, casi constantemente,discusiones acaloradas entre losestadísticos, los demógrafos y lospolíticos. Según los resultados delcenso de población de 1926, loshabitantes de las ciudades totalizaban26.314.114 personas, un 17,9 por100 de la población, mientras que los

del campo sumaban 120.718.801personas, un 82,1 por 100. V. P.Danilov, el reputado especialista encuestiones del campesinado, afirmóque el porcentaje de campesinos eraen realidad mayor, del 84 por 100, ysostenía que tanto quienes se habíanencargado de recoger los datos comolos demógrafos consideraban como«ciudades» los asentamientos que noeran sino grandes pueblos, con lo queengrosaban artificialmente el peso dela población urbana.28 Estacorrección nos brinda una buenaintroducción a uno de los rasgos

predominantes del período: elproceso de urbanización que seestaba operando contra un trasfondode realidades y raíces aúnprofundamente rurales. Muchosfueron los visitantes que loadvirtieron y que observaron afinales de los años veinte hasta quépunto «el campo y la ciudad jueganal escondite», como dijo WalterBenjamin a propósito de lasciudades, incluida Moscú. Elpredominio de los orígenes ruralesen la población urbana del momentoera, en muchos sentidos, absoluto, y

esta realidad socio histórica estabalejos de desaparecer a pesar de la«colectivización» y demásestrategias «modernizadoras». Lasafirmaciones exageradas a propósitode las dimensiones de laintelligentsia, las manifestacionesrimbombantes sobre los logros de laplanificación y la proclamación abombo y platillo de la llegada del«socialismo», decretada por deseode Stalin en el annus mirabilis de1937, hicieron necesario acelerar,cuando menos verbalmente, laculminación de una etapa histórica

que seguía anclada en el pasado. Sinembargo, en modo alguno contribuyótodo ello a disminuir la intensidad yla agonía de la transición, sino todolo contrario.

En la URSS de las fronterasanteriores a septiembre de 1939, elcenso de enero de 1939 registró unapoblación total de 170,5 millones dehabitantes, de los cuales 114,4millones vivían en el entorno rural,el 67 por 100 de la población, y 56,1millones, el 33 por 100, en lasciudades. Por lo tanto, en doce añosla población urbana se había

doblado, y había aumentado en 30millones, una tasa de urbanizaciónexcepcionalmente rápida se mirecomo se mire. La tasa de crecimientoanual de la población urbana es uníndice elocuente: un 2,7 por 100entre 1926 y 1929, un 11,5 por 100entre 1929 y 1933, y un 6,5 por 100entre 1933 y 1939. La media de losaños comprendidos entre los censosde 1926 y 1939 era del 9,4 por 100anual.29

Tomadas fríamente, lasestadísticas también hablan por sísolas: entre 1926 y 1929, la

población urbana creció anualmenteen 950.000 habitantes; entre 1929 y1932, en 1,6 millones, y entre 1933 y1939, en 2,43 millones. En 1940, lapoblación urbana totalizaba 63,1millones de habitantes, una cifra queincluía a los 7 millones de losterritorios recientementeanexionados. Como ya hemos visto,sin embargo, este mundo urbanoestaba aún profundamente influidopor el campo y por el campesinado,que se mantenían como el grupomayoritario de la población y servíande «cantera» para toda la estructura

social. Los principales cambiossociales durante este breve períodode tiempo se pueden inscribir en unainteracción de tres poderosos«transformadores»: por un lado, lacolectivización, que «desruralizó» elcampo; por otro, la urbanización, quehizo lo propio con las ciudades; porúltimo, la industrialización, otropotente demiurgo, que interveníasobre ambos polos.

De resultas de estatransformación, el crecimiento de lasciudades y la llegada a ellas decampesinos cobró unas proporciones

gigantescas. En el períodocomprendido entre 1926 y 1939, lapoblación de las ciudades aumentóen 29,6 millones de habitantes: 18,5millones eran nuevos urbanitas, 5,3millones eran fruto del crecimientonatural (nacimientos, enlaces ydemás) y 5,8 millones habían ido aparar a las urbes a raíz de decisionesque ascendían a la categoría de«ciudades» a grandes asentamientosrurales. En 1939, el 62 por 100 delos nuevos habitantes de las ciudadesprocedía del mundo rural: elcrecimiento endógeno de la

población en las ciudades y en los«asentamientos urbanos» era, tansólo, del 17,8 por 100, y el 19,5 por100 restante de poblaciones adoptóese estatus por decretoadministrativo, convirtiendo de esemodo a 5,8 millones de campesinosen urbanitas sin necesidad de queemigraran.

Todo este proceso no se limitóa las 640 ciudades heredadas de laRusia zarista. En el espacio de treceaños se crearon, aproximadamente,450 nuevas ciudades. Setenta y unatenían una población de entre

100.000 y 500.000 habitantes en1926, sólo había veintiocho ciudadesde estas dimensiones, mientras queocho superaban el medio millón, portres en 1926. Asimismo, si en elperíodo de 1897 a 1926 las ciudadesque crecían a una mayor velocidaderan las más grandes (por encima de100.000 habitantes), entre 1926 y1939, como consecuencia de laindustrialización, se desarrollaronlas ciudades de tamaño mediano(entre 50.000 y 100.000 habitantes).Muchas zonas urbanas surgieron dela nada, es decir, alrededor de una

zona industrial de nuevaconstrucción. En 1926, el 17,4 por100 de la población era urbana.Trece años más tarde, el porcentajehabía subido hasta el 32,9 por 100.30

Aun así, ni la cifra delcrecimiento anual medio, ni el totalde 30 millones de nuevos habitantesde las urbes recogen totalmente laintensidad de la agitación quedesencadenó la expansión urbana.Los 18,5 millones de campesinosemigrados no se limitaron a llegar ya quedarse. Esta cifra, ya de por síextraordinaria, es el resultado de

unos flujos de población que semovían en sentidos opuestos. Por unlado, millones de campesinosintentaron establecerse en lasciudades o, como sucedía con loscampesinos más ricos, buscabanescabullirse de la persecución; porotro lado, grandes grupos depersonas abandonaban, a todavelocidad en algunos casos, laszonas urbanas. La vorágine humanaera sensacional.

Como se podrá imaginar, el paísapenas estaba listo para enfrentarse aunos movimientos migratorios de

semejantes dimensiones. Comoconsecuencia de las malas cosechasy de las crisis de abastos de grano,las condiciones de vida habíanempeorado, como se advierte alobservar el terrible problema de lavivienda. La gente encontraba cobijoen barracas o en la esquina decualquier habitación. A lo más a loque una familia podía aspirar era auna habitación propia en unapartamento comunal atestado. Perono sólo los recién llegados teníanque hacer frente a estas dificultades.Las cifras del problema de la

vivienda no dan cuenta totalmente dela gravedad de la crisis: las barracasde los obreros, que a menudo sereducían a un techo sin másservicios, y el aumento en el númerode apartamentos comunales, con unahabitación por familia y una cocinapara cada cuatro o cinco, se iban aconvertir en parte integrante delpaisaje urbano soviético en los añosvenideros.

En 1928, se consideraba queuna vivienda era «normal» entérminos de higiene y confort si tenía6 metros cuadrados por persona. Por

modestas que fueran estas cifras, noera sino un sueño, una de lasaspiraciones del primer planquinquenal que jamás se pudo llevara la práctica. En el ínterin, losobreros debían conformarse conbuscar un alojamiento miserable o unrincón donde instalarse en cualquierade las poblaciones de losalrededores, lejos de su lugar detrabajo. En muchas empresasindustriales, la situación era inclusopeor: los apartamentos no cumplíancon los requisitos mínimos dehigiene. El 6 de enero de 1936, los

habitantes de los nuevosasentamientos urbanos en la Rusiaeuropea disponían de una media de4,4 metros cuadrados por persona,mientras que en Siberia la media erade 3,2. Los datos referentes a losservicios en las ciudades sondescorazonadores. En la Rusiaeuropea y en Siberia, los indicadoresde alcantarillado, agua corriente ycalefacción central eranextraordinariamente bajos. Laelectricidad era la única excepción:el 92,3 por 100 de los hogares deRusia, y el 70 por 100 de Siberia

Occidental, disponían de luzeléctrica. En cambio, tan sólo el 22,8por 100 de los hogares rusos y el 5por 100 de los siberianos teníansumideros, y únicamente el 43 por100 y el 19 por 100 respectivamentecañerías de agua.

Con estos datos podemoshacernos una buena idea de lascondiciones de vida en aquellosaños, pero también nos permitenintuir las dificultades que existíanpara la convivencia en unas casasatestadas, donde la privacidad erauna utopía y la vida personal y la

familiar llegaba a extremosinsospechados. La desnutrición, laspobres condiciones de la vivienda, lafalta de higiene y la fatiga física ynerviosa provocada por la falta dedescanso, por no hablar de laimportante participación de lasmujeres en el mundo laboral,sometidas a la misma presión que loshombres, cuando no mayor, explicanel descenso de la tasa de natalidad enlos años treinta. A principios de ladécada, las dificultades económicas,la hambruna (especialmente en 1932y en 1933) y demás penurias

pusieron freno al crecimiento depoblación. La escasez de comida, elracionamiento, la migraciónintensiva, la «deskulakización» y losmovimientos de población dentro delas ciudades acabaron con el modelotradicional de vida familiar y con lasrelaciones entre las familias.

De 1923 a 1928, la poblaciónhabía crecido a un ritmo sinprecedentes de 4 millones anuales,gracias a un índice de mortalidadbajo y a una tasa de natalidadelevada, especialmente en el campo.En 1928, la tasa de natalidad era del

42 por 1.000, la de mortalidad, del18 por 1.000 y el índice decrecimiento de la población, del 24por 100. La situación varíaconsiderablemente entre 1928 y1940: los índices de crecimiento dela población se desplomaron,especialmente en 1930 y 1931, ysiguieron descendiendo conposterioridad. En 1932, la tasa denatalidad tan sólo superaba a la demortalidad en un 5,6 por 100. Porvez primera, las ciudades de la Rusiaeuropea asistieron, en 1933, a uncrecimiento demográfico negativo. El

período comprendido entre 1930 y1935 debió de ser especialmentealarmante. En 1938, el crecimientode la población mejoró en esasmismas zonas y recuperó el nivel de1929 (20 por 100), antes deretroceder hasta un 19,2 por 100 en1939 y un 13,2 por 100 en 1940, acausa de la amenaza de la guerra ytambién como consecuencia deldescenso en el número de personasen edad de desposarse, fruto de lasbajas de la primera guerra mundial ylas de la guerra civil.31

Resulta difícil afirmar la

veracidad de estas estadísticas,procedentes de fuentes soviéticas. Sípodemos atribuir sin embargo eldescenso del índice de natalidad enparte a una tendencia a largo plazo.Pero que el gobierno tomara medidasdrásticas para detener e invertirdicha tendencia parece indicar quelas cifras que manejaban eran muchomás alarmantes. No era sencilloconseguir, a finales de los añostreinta, mejorar las condiciones devida, por más que se intentara, acausa de la producciónarmamentística. El gobierno hizo

hincapié en medidas especialmentedraconianas como la penalizacióndel aborto (27 de junio de 1936),altamente ineficiente y en absolutoprogresista. Ni las políticasdecididas a favor de la natalidad —la «madre heroica», título honorífico,junto con una medalla, se concedía alas mujeres que habían dado a luz amás de diez hijos, y que motivó nopocos chistes—, ni la muerte demujeres que se veían obligadas aabortar en los barrios pobresexplican la ligera mejora queproclamaron en 1937, en el momento

de mayor crudeza de las purgas. Lasituación volvió a empeorar en 1939,devolviendo al país a las cifras de1935. No obstante, intervenía enaquellos años un nuevo factor: lamovilización de los hombres.

El impacto de lacolectivización

De haber girado únicamente en

torno de la industrialización suicida,la política iniciada en 19281929 porlos nuevos dirigentes bajo el férreocontrol de Stalin habría sido unfenómeno sin precedentes. Peroaquel extraordinario esfuerzoeconómico coincidió con una épocaen la que se multiplicaban losproblemas para asegurar elabastecimiento de grano. La

industrialización corría peligro amenos que se llevara a cabo unareestructuración agrícola tanto o másradical. Al igual que en la esferaindustrial, esa modificación tambiénse concibió como un gran saltoadelante con la aplicación demétodos industriales a la agricultura,un proceso que se antojaba como lamanera más rápida de revolucionarla economía agraria. En cuanto sesustituyeran los arados, o lasroturadoras, por máquinas, losresultados espectaculares notardarían en llegar.

A finales de 1939, los koljoses(koljzniki) concentraban a 29millones de personas, un 46,1 por100 de la población en activo. A estacifra hay que añadir el 1.760.000 depersonas que trabajaban en lossovjoses —empresas agrícolas enmanos del Estado— y en otrasempresas agrícolas similares, y los530.000 trabajadores de las fábricasde tractores (MTS).32 Sin embargo,mientras que en la industria losobreros ingresaban en una redpreexistente de fábricas y empleos,el sistema productivo y social en el

mundo agrícola era diferente. Su«reconstrucción» por medio dedecretos burocráticos coercitivos,sin buscar el consentimiento de losproductores, desembocó en laexpropiación de una gran cantidad decampesinos. Hasta la desapariciónde la URSS, las consecuenciasimprevistas de esta política sedejarían notar en la agriculturasoviética, así como en el Estado.

Un artículo puntero en unarevista agrícola ponía al descubiertoun síndrome de primera magnitud. Enel texto se criticaba al camarada

Krivtsov, secretario de la MTS deMatveevo-Kurganski en el oblast deRostov, por no haber llevado a caboun trabajo político adecuado entrelas brigadas de tractores. Sin él,jamás lograrían cumplir con éxito sutarea en la temporada de cosecha.Resulta, sin embargo, que lostractoristas no leen los periódicosque van dirigidos a ellos, son ajenosa los decretos gubernamentales y noestán al corriente del derecho a unapaga doble durante los primerosquince o veinte días de la cosecha, acondición de que cumplan con las

normas.La revista pretendía dar voz a la

advertencia que el secretario delComité Central, Andreyev, habíalanzado en su discurso en el XVIIICongreso del Partido, en el que atacóa quienes consideraban que laagricultura podía salir adelante porsus propios medios. Andreyev estabaen lo cierto: la agricultura«nacionalizada» no podía funcionarcomo correspondía sin que mediarauna intervención política masiva, queno debía reducirse únicamente a unaacción de agitprop. A su entender, la

política debía tender a ejercer unapresión considerable sobre losproductores. Y ahora había llegadoel momento de que la agriculturapasara a manos del gobierno local yde las agencias del Partido, de lamisma manera que un ministerio seocupaba de ordenar su esfera deactuación, dictando órdenes queserían llevadas a cabo. Estasmedidas implicaban aumentar lapresión por parte del comisariado deAgricultura a todos los niveles, amenudo incluso en los koljosesindividuales o en los sovjoses, así

como el aumento de la presión delPartido y del Estado sobre elcomisariado y, a través del Partido,de la policía y de la administraciónlocal, directamente sobre losproductores.

Todo este proyecto pasaba porpreparar planes detallados para cadafase de la producción agrícola decada distrito, que Moscú redactaba yaprobaba. Siempre que eranecesario, un grupo de emisarios sedesplazaban en comandita al distritoy a los koljoses para supervisar eltrabajo de temporada, considerado

como una campaña dirigida por elEstado. Estos emisarios prestabanuna atención especial a las eras: eneste estadio decisivo, losfuncionarios del Estado y patrullasmovilizadas a tal efecto se ocupabande la recolección del grano quepertenecía al Estado, antes incluso deque hubiera llegado a loscampesinos. Más sibilino era si cabeel comportamiento de una pirámidede comisiones especiales creadaspara asesorar sobre las previsionesde cosechas y que, a menudo,recurrían a la manipulación

estadística para «decretar» la cifrade la futura cosecha de antemano ygravar a los campesinos de acuerdocon esas estimaciones infladas. Todaesta presión acumulada provocabauna falta de incentivo a la hora detrabajar la tierra como correspondía,y contribuía a debilitar, e incluso aerradicar, el lazo natural de loscampesinos con la tierra y el trabajoagrícola. Estos tendían a reservarseen parte para el trabajo en suspropios terrenos, sin los que loscampesinos, y también todo el país,habrían muerto de hambre. A pesar

de sus dimensiones ridículas, estasposesiones desempeñaron un papeldecisivo a la hora de alimentar a lapoblación rural y urbana, y eran todocuanto los campesinos tenían paramantenerse como clase y para quesus poblaciones siguieran siendocomunidades viables.

Años más tarde, en el períodopostestalinista, y a pesar de todas lasmejoras y de las reformas quebuscaban revitalizar la producciónagrícola, el legado de esta políticaagraria voluntarista seguíacobrándose un precio humillante:

mientras los «colectivos» contabancon grandes extensiones de terreno yflotas de tractores y la poblaciónrural seguía siendo un colectivoimportante, el país se veía obligado aimportar grano de Estados Unidos.

El caso de la agriculturasoviética es un ejemploespecialmente dramático de unamodernización que se salió demadre. El Estado cargó con laresponsabilidad de dirigir toda laagricultura desde arriba. Elcampesinado, la mayor parte de lapoblación, trabajaba con lentitud, una

cadencia que se había conseguidodespués de imponer un mecanismoque combinaba el control con losincentivos y la represión. El sistemade los koljoses era una estructurahíbrida cuyos principios eranincompatibles entre sí: el koljos, losMTS y la tierra privada debíancoexistir no sin problemas, sin que alfinal se acabara adoptando ni laforma de una cooperativa, ni la deuna fábrica, ni la de una granjaprivada. No hay palabra másinapropiada para describirlo que«colectivo».

La «colectivización», que notenía nada de colectivo, también tuvoun impacto notable en el sistemaestatal. Como ya hemos dicho, lasdictaduras pueden revestir diferentesformas. En el caso de la URSS, elrégimen precisaba del aparatonecesario para obligar al grueso dela población a desempeñar el trabajoque, hasta entonces, había hechomotu proprio.

Fuera cual fuese el destino de laagricultura soviética en tanto quemodo de producción, los procesosque llevaron a la histórica

transformación del tejido social rusose vieron acelerados por los nuevosmétodos de cultivo. Aunque no fueraun fenómeno nuevo, la transición delpasado milenario rural a una nuevaetapa había puesto la directa. Elcomponente industrial-urbanoavanzaba a toda máquina, pero lapresencia del elemento rural, a pesardel estancamiento y de las revueltas,seguía siendo determinante. En otraspalabras, dicha transición secaracterizaba por una mezclaexplosiva de grandes estructurastécnico-administrativas modernas y

una sociedad rural que, sociológica yculturalmente, llevaba aún unaexistencia tradicional, fiel a suspropios objetivos y a un ritmoancestral.

La Rusia zarista había vividosumida en una contradicciónsemejante. Los intensos envites deldesarrollo capitalista habían asoladoun país profundamente ruraldominado por un Estado absolutista,lo que conllevó todo tipo dedesequilibrios y crisis. En el casosoviético, sin embargo, las oleadasde industrialización fueron más

intensas si cabe y, en comparacióncon lo sucedido en la Rusia zarista,la actividad se vio directamenteespoleada por un Estado fortalecidoy decidido, proclive a la represión ygobernado por un grupo reducido ymuy consciente de su poder. Esincomprensible el curso de lahistoria rusa y soviética durante elsiglo XX, desde 1917 hasta su caída,pasando por el leninismo y elestalinismo, sin tener en cuenta sufracaso a la hora de manejar elconflicto entre una sociedadindustrial en pleno proceso de

desarrollo y la reacción, o la falta dereacción, del campesinado, así comoel impacto de esta curiosa mezclasobre el régimen político.

Debemos reiterar, por lo tanto,que el componente rural del país,obligado por el régimen a abandonarun estilo de vida de varios siglos deantigüedad, se tomó la venganzaobligando al Estado a fortalecer unamaquinaria represiva-administrativaya imponente. Porque, sin ella,apenas habría logrado que laagricultura diera frutos. Este procesotrajo consigo una serie de

consecuencias también decisivas,que se iniciaron con lo quepodríamos denominar la«ruralización» de las ciudades. Elflujo de campesinos que buscaban unempleo o que huían del campoconvirtió la expansión urbana en unode los principales problemas delrégimen, y la marcha hacia lasciudades se tomó de inmediato en unéxodo rural masivo. Se trataba deuna medida de precaución por partede quienes se sentían amenazados oel resultado de la persecución sufridapor quienes se habían visto

obligados a marcharse a regionesremotas. El éxodo a las ciudades seprodujo al tiempo que el reciéncreado sistema de los koljoses erademasiado débil para lograr cumplircon sus cometidos estacionales.

Otro grupo que también huyó alas ciudades fueron los millares deconductores de tractores y decosechadoras, así como otrosespecialistas agrícolas. Tras recibiruna formación intensiva, o inclusodurante dicha etapa, preferíanmarcharse a un entorno urbano. Estehecho daba cuenta de la

contradicción inherente al hecho deusar incentivos materiales paramotivar un determinadocomportamiento: el Estado losformaba para que fueran a trabajar alcampo pero ellos preferían ponerrumbo a la ciudad.

Los datos sobre los flujossociales, los movimientos caóticosde población en uno y otro sentido enlas ciudades, la urbanización«ruralizada», la cultura de lasbarracas típica de la mentalidad ydel estilo de vida urbano, eltratamiento brutal de los trabajadores

en las canteras y en los koljoses eranfactores, especialmente este último,que conviene matizar a la hora deabordar otro fenómeno. En unmomento en el que las canteras y lasfábricas precisaban de grandescantidades de mano de obra,asistimos a la aparición delabsentismo laboral, paradesesperación de las autoridades yde los responsables fabriles. Losobreros abandonan las fábricas, algoque en tiempos de paz se considerabaincluso como un acto de deserción.En su mayoría jóvenes, desaparecían

en sus poblaciones de origen, con laconnivencia de la administraciónlocal. Las mismas razones quemovían a las altas esferas aintensificar la coerción y la represióncontra el absentismo laboral y ladeserción condujo a las autoridadeslocales, especialmente en las zonasrurales, a dar cobijo a jóvenes quehabían huido de la fábrica y decualquier otro empleo demasiadooneroso para unirse a los koljoses oa los sovjoses. Mucho másasombrosa y menos estudiadatambién es la indulgencia mostrada

por los tribunales y los fiscales eneste sentido. Identificados con losproblemas locales, o simplementedispuestos a no considerar como uncriminal a un joven que se negaba atrabajar en un lugar en contra de suvoluntad, los fiscales rechazaronocuparse de esos casos y los juecespronunciaron sentencias pocoseveras y sin penas de prisión.

El Estado estalinista recuperóuno de sus rasgos principales, latradición del ancien régime zaristaque, cuando menos hasta la aboliciónde la servidumbre en 1861,

consideraba que los trabajadoresestaban ligados a su lugar de trabajo(glebae adscripti), pero lo hizo conuna condición: los agentes sociales,incluidas las agenciasadministrativas, rebajaban la durezadel Estado dictatorial sirviéndose delos vacíos legales provocados porlas condiciones objetivas y pordeterminados intereses. No debemospasar por alto estas reservas y«debilidades» del puño de hierro dela dictadura, pues dicha condición seaplicó a toda la política represiva deStalin en los años treinta. Es cierto

que la fórmula «seguridad másterror» era prácticamente un rasgointrínseco del sistema estalinista, yque justifica toda la atención que hasuscitado. Podemos decir muchosobre los horrores del régimen, perocon las mismas reservas que seadvierten en el tratamiento delproblema concreto de la mano deobra. A menudo las medidasrepresivas y terroristas han centradola atención de los investigadores endetrimento de todo lo relacionadocon los cambios sociales y laconstrucción del Estado. Pero no hay

que obviar estos dos elementos siqueremos tener una visión muchomás completa de las muchas yvariadas interacciones que se dieronen esta compleja estructura. De ahíque queramos examinar en este puntoalgunos de los elementos que han depermitirnos ahondar en los procesossociales que se desataron en aquellosaños.

El ambiente general del períodose puede resumir de este modo:urbanización, industrialización,colectivización, purgas y juicios-espectáculo, aumento de la

alfabetización, un desprecio amenudo demagógico por la cultura, lamovilización de energías y delpueblo, aumento de los índices decriminalidad en muchos terrenos dela vida, la creación frenética deestructuras administrativas, etc.,aspectos, entre muchos más, que seenmarcan en los procesos de losaños treinta. Estos acontecimientos yprocesos decisivos, que seprodujeron casi de manerasimultánea, no sólo estabaninterrelacionados sino que seinfluyeron mutuamente y dieron lugar

a cambios históricos con unaregularidad extrañamente desigual,todo en un ambiente de granconfusión, incluso caótico. Es lógicoque no se pueda comprender elsistema político sin vincularlo a losefectos retroactivos que generan suspropias iniciativas. En otraspalabras, el sistema político que diopie a la revuelta se inspiraba, a suvez, en su propio resultado y de ahísurgió una dictadura muy peculiar.

Por consiguiente, no podemospasar por alto su historia social alocuparnos del «sistema político» o,

más concretamente, del grupoEstado-Partido.

La palabra tekuchka, quepodríamos traducir como «movilidadespontánea de la mano de obra»,recoge adecuadamente lasdimensiones de los movimientos depoblación en todos los sentidos,especialmente durante los primerosaños. Millones de personascirculaban por todo el país: sedesplazaban a las ciudades y a lasgrandes canteras, pero tambiénabandonaban dichos lugares; huíandel campo y de la amenaza de la

expropiación o de la deportación porkulaks; se formaban o cambiaban detrabajo, aunque lo dejaban con lamisma rapidez con que lo habíanaceptado. Todas estas formas detekuchka se fundían en un gran flujosocial, difícil de controlar, con unapoblación en constante movimiento,por carretera o en tren, a lo largo yancho del país.

Tal era el telón de fondo quecondujo a una situación que se haconsiderado explosiva. Laintroducción del pasaporte interno ydel propiska, el registro obligatorio

en las ciudades con la policía, paragozar de los derechos de residencia,fue uno de los mecanismos que elrégimen adoptó para restaurar elorden en el país, al tiempo querecurría a todo tipo de medidasadministrativas y represivas yexperimentaba con proyectossociales y económicos.

La planificación rudimentariadel entorno urbano fue, en susprimeras fases, una parte inherentede esta inestabilidad social y unafuente significativa de ella. Inclusoaños más tarde, cuando se logró

alcanzar un cierto grado deestabilidad, persistía aún un rasgosociológico importante: además delas ciudades parcialmenteruralizadas, el 67 por 100 de lapoblación de la Rusia de Stalinseguía viviendo en el campo, y unaparte importante de la clasetrabajadora se podía considerarpreindustrial, a pesar de los tractoresy de las MTS. Sus condiciones devida se desarrollaban aún,principalmente, en poblaciones depequeño o mediano tamaño,agrupadas en ocasiones alrededor de

otros núcleos, aunque lo más habitualera que estuvieran dispersas yaisladas. Por descontado que existíanpoblaciones más grandes y máspobladas, principalmente endeterminadas zonas de la estepa y delCáucaso norte, pero su número eramuy inferior. Asimismo compartíanalgunos rasgos con otras localidades,y eso las diferenciaba rotundamentede las grandes ciudades: unas redesvecinales que regían el sistema delas relaciones sociales en el seno dela comunidad, una actividadeconómica marcada por las

estaciones, una culturaprofundamente religiosa y plagada decreencias mágicas... Todos estosfactores tenían un impacto poderosoen la vida cotidiana y en elcomportamiento de las poblacionesrurales.

Crear una cultura urbana yadaptarse a ella es un procesocontinuado. En el corto espacio detiempo que tratamos en estas páginas,la transición de un modo de vida aotro habría constituido unaexperiencia de lo másdesestabilizadora, aun cuando las

condiciones hubieran sido másfavorables. Por sencillas quepudieran haber sido, las ciudades, ymás concretamente las más grandes,representaban un fenómenotremendamente complejo para todosaquellos que acababan de llegar delpueblo. Baste con una nota para darcuenta de la diferencia entre ambosmundos: mientras que en las grandesciudades la cifra de profesionesejercidas era de unas 45.000, la cifraen el campo rondaba las 120.

La escasez de comida y devivienda, por citar tan sólo los

aspectos más evidentes y angustiososde la existencia en la urbe,insinuaban un estado de crisis que nohacía sino acentuar las dificultadescon que se topaban los emigrantesrurales en el mundo urbano-industrial. En el pueblo, todos vivíanen el universo familiar del hogar,rodeados por el ganado y losvecinos, y se conocían entre sí, y estafamiliaridad se puede convertir enuna verdadera necesidadpsicológica. La muchedumbreanónima de las ciudades, por suparte, se suele ver como una masa

hostil por definición. Pero había másrasgos que dificultaban si cabe laadaptación al medio urbano. Por sifuera poco, en aquellos años lasciudades soviéticas estabanhabitadas casi en su mayoría porjóvenes y la inseguridad era unproblema recurrente (este fenómeno,una plaga en las ciudades, recibía elnombre de «vandalismo»), aunquetambién facilitaba, respectivamente,que los jóvenes que llegabandirectamente desde el pueblo seintegraran... y que abandonaran losvalores de sus mayores.

Para muchos campesinos, laúnica manera de sobrevivir a losretos que planteaba un entorno difícilradicaba en mantener cuantas mástradiciones de su lugar de origenmejor. Esta actitud defensiva resucitóel carácter rural de muchas ciudadesheredadas de la Rusia zarista, dandopaso a un entorno híbrido y a unestilo de vida que se mantuvo comoun rasgo duradero del proceso deurbanización soviético. De ahí quedebamos insistir en algo que deberíaser obvio a estas alturas: cuandoentró en la guerra en 1941, la Rusia

de Stalin no era todavía una potenciaimportante en términos urbanos eindustriales, aunque iba camino deserlo. Sociológica y culturalmente,era la continuación, en muchossentidos, de su pasado agrario,aunque dentro del molde de unEstado en vías de modernización.

Entre la legalidad y labacanal

Nada hemos dicho hasta el

momento de todas las críticas, de lasexpresiones de disconformidad y delas palabras a menudo altisonantesque salían de las clases bajas y quellegaban a oídos de los miembros delPartido y del gobierno. La política depalos y zanahorias hacia losfuncionarios y la intelligentsiabuscaba convertirlos en un dique dela maquinaria del Estado que

protegiera al régimen y a loscuadros. Toda expresión a granescala de descontento popular, asícomo las críticas mordaces yrepetidas, se considerabanpeligrosas, aun cuando no seacompañaran de disturbios omanifestaciones en las calles quepudieran ser tildadas de «oposición»o «contrarrevolución». Incluso lasreacciones de los miembros quetrabajaban fuera del aparato eranmotivo de preocupación para loslíderes del Partido. Y el descontentono se inició con los planes

quinquenales.LOS MIEMBROS DEL

PARTIDO PARTICIPAN EN LASHUELGAS (1926)

Los informes del GPU y delDepartamento de Información delPartido advertían de que no todos losmiembros de éste eran esquiroles, apesar de que algunos fueran vistoscomo tales y de hecho lo fueran.Entre enero v septiembre de 1926,los miembros del Partido habíanparticipado en 45 de las 603 huelgasorganizadas en todo el país33. Segúnalgunos documentos, varios

miembros del Partido no sóloorganizaron las huelgas, sino quetambién las encabezaron. Losdocumentos también lamentan laconducta negativa de los miembrosde diferentes fábricas y señalan quelas dificultades económicas estánmotivando lo que describen comoactitudes «campesinas»: pasividaden la vida social y laboral, prejuiciosreligiosos y nacionalistas yreacciones hostiles contra lasdecisiones de la célula del Partido.

Existen casos de miembros delPartido que se pronunciaban de

manera evidentemente crítica. Porejemplo: «Hoy estamos másexplotados que en el pasado.Entonces teníamos burguesía; ahoratenemos a nuestros propiosgestores». En otro caso, la célula delPartido rogaba a sus miembros quepusieran fin a una huelga, lo queprovocó esta respuesta de una obreracomunista: «¿Qué queréis? ¿Acasome da de comer el Partido? Hoy esimposible sobrevivir». O una tercerareacción: «Nos están exprimiendohasta la última gota. Nuestrosrepresentantes sindicales intentan

agradar a la dirección de la fábrica yno prestan atención a las peticionesde los obreros».

En una fábrica de cristal de laprovincia de Krasnoyark, algunosobreros, entre cuyos líderes seencontraba un miembro del Partido,se declararon en huelga para pedir unaumento salarial, de 42 a 52 rublos.Todos los huelguistas fuerondespedidos, posiblemente porque sunúmero no era importante. Cuandolas huelgas alcanzaban proporcionesmayores, a menudo se satisfacían lasdemandas de los huelguistas.

En los astilleros Nevski deLeningrado se declaró una huelga quedos miembros del Partido a quieneslos trabajadores tenían en granconsideración podrían haber evitado.Pero cuando la dirección les pidióque intervinieran, ambos se negaron.

Los informes se hacen eco delas críticas de algunos miembros delPartido a propósito de todos losaspectos de la política de éste.Veamos un ejemplo: dos afiliadosfueron a ver al secretario de sucélula, dejaron sus carnets sobre elescritorio, pagaron la cuota del

último mes y anunciaron queabandonaban el Partido: «Tu célulatrabaja para la dirección; le estásayudando a oprimir a lostrabajadores».

Los informes de la GPU sobrelas campañas electorales en lossindicatos y demás organizacionesdan cuenta de una pasividadconsiderable entre los obreros,incluso entre los que eran miembrosdel Partido. En una ocasión en quealgunos querían abandonar unareunión, respondieron lo siguiente alser detenidos en la salida: «¿Por qué

no nos dejas marcharnos si losmiembros del Partido son losprimeros en largarse?».

También contienen los informesdeclaraciones antisemitas por partede los miembros del Partidopertenecientes al proletariado, unasdeclaraciones que nos resultanfamiliares: «Todo el poder está enmanos de los judíos», «Los judíos sehan hecho con el poder y oprimen alos trabajadores», «No hay un solojudío decente», «Me muero por daruna lección a los de esa tribuodiosa»...

Debemos andarnos con cuidadoa la hora de interpretar estashistorias. Aunque estos casos fueranfrecuentes, de los informes, de laGPU o del Departamento deInformación del Partido, no podemosdeducir la importancia de lasprotestas. Según otros documentos,rara vez los miembros del Partidodesobedecían las instrucciones o lasprohibiciones dictadas por la célula.No quiere ello decir que nomanifestaran o compartieran unospuntos de vista que tan sólo seatrevía a expresar una minoría, o que

no simpatizaran tácitamente con lasquejas de los obreros. Pero tenían enmente la posibilidad de represaliaspor parte de otros obreros, algohabitual cuando despertaban lahostilidad o provocaban el estallidode una huelga —por miedo a lasrepresalias desde el Partido—, quepodía hacer que acabaran perdiendosus puestos de trabajo. Hoy sabemostambién que confidentes a sueldo, losstukachi, o agentes secretos espiabana las bases del Partido, como a todoslos demás trabajadores.

Si el material procedente de las

bases recoge las peticiones de«democratización» de lascondiciones laborales y de la vida dePartido, las corrientes en el interiordel régimen se movían en el sentidocontrario y dejaban ver un abanicode reacciones, algunas de ellasdirectamente políticas, incluso entrealgunos apparatchiks. No sólo seenfrentaban al problema de laaparición de la crítica en esosgrupos, sino que había otro peor:algunos viejos bolcheviquesconvencidos, o diversos miembrosidealistas de nuevo cuño, se

confesaban profundamentedecepcionados —e inclusoasqueados— con su trabajo y queríandejar de servir en el corazón de laciudadela. Algunos apparatchiks queno se habían movido por la voluntadde hacer carrera a la hora de escogersu puesto de trabajo se vieronatrapados por una maquinaria queahogaba su sentido de la vocación,sus perspectivas políticas y eldestino del país en un vermicelliburocrático, un término de origenitaliano que los viejosrevolucionarios usaban

frecuentemente. Ya hemos citadoalgunos documentos que hablan enestos términos, pero tambiéncirculaban expresiones más rotundasde rechazo hacia el sistema yacusaciones de traición,evidentemente anónimas.

En los años treinta, sinembargo, el régimen disponía de másinstrumentos, y entre ellos el códigopenal y la policía secreta, que en losaños veinte para imponer suautoridad sobre todos losciudadanos, incluidos los miembrosdel Partido. No obstante, se daba

otro fenómeno que demostró sermucho más potente: con la expansióndel aparato, el Partido acabóconvirtiéndose en un mero apéndice,si bien no era este el objetivo últimode Stalin, que diseñaría variosproyectos aún más radicales en losaños cuarenta. No es este el lugarpara dirimir cuándo adoptó estasmedidas, si en 1933 o algo antes. Loimportante es que se produjo unacombinación de factores: el dominiode un país sumido en unaindustrialización a gran escala y enun proceso de «colectivización»

precisaban de la eliminacióndefinitiva del viejo Partidorevolucionario y de sutransformación en una herramientasumisa. A tal efecto, se crearonagencias represoras «idóneas», o seactualizaron las ya existentes paraadaptarlas a los nuevos propósitos, yse forjó un léxico ideológico parajustificar la represión. La categoríade «crimen contrarrevolucionario»,que ya figuraba en el código penal yque era evidente en un contextorevolucionario, se redefinió paraabrazar nuevas situaciones. Un fiscal

militar especialmente activo entiempos de Jrushchov, V. A.Viktorov, describió las tendencias ylas prácticas terroristas delestalinismo de un modo sumamentecrítico, refiriéndose a las«enmiendas con unas consecuenciasdesproporcionadas» que seintrodujeron en el código penal en1926, a pesar de la oposiciónenérgica de diferentes círculos.34

El artículo sobre «crímenescontrarrevolucionarios» precisabaque antes de llevar a cabo laacusación debía existir una

«intención claramente probada y unaacción posterior». El nuevo,redactado desde la GPU, se lasingeniaba para que fuera posiblesortear la supervisión de los fiscales,los encargados de garantizar lalegalidad del proceso, en los arrestosy los interrogatorios, así como paraevitar otras «extrañas» disposicioneslegales del código penal. Lasenmiendas en el código penal y losnuevos poderes que el gobiernohabía concedido a la GPU hicieronposible que pudiera perseguir ycastigar sin disponer de pruebas

reales, es decir, sin que el «cabezade turco» hubiera cometidorealmente un crimen, y el objetivo delas investigaciones ya no erademostrar la existencia de una«intención y una acción posterior».El análisis de Viktorov señala que sehabía abierto la veda para un tipo derepresión «legal» donde bastabasimplemente con la propia acusación.Por extraño que pueda parecer, laculpabilidad quedaba fijada antesincluso de que se presentaran cargos.

En el último análisis, lacombinación de manipulación

pseudolegal del código y de uso yabuso del «síndrome de la herejía»desembocó en una situaciónsurrealista en la que los ciudadanosllevaban la culpa inscrita en elgenotipo, y que podían ser acusadossi así lo decidía el poder.Paradójicamente, este absurdo legal,encubierto por una terminología de lomás vaga, fue rápidamenteaprovechado para combatir no sólolo que se consideraban tendenciascontrarias al régimen sino también, yante todo, a la propia organización enel poder, en cuyo nombre se llevaban

aparentemente a cabo lasoperaciones. Los miembros delPartido, así como el conjunto deantiguos miembros, se convirtieronen el objetivo de una caza de brujasen un período en que no existía unaoposición seria a Stalin, a menos queconsideremos como oposición laactitud de quienes renunciaban oabandonaban sus obligaciones en elPartido, o las muchas quejas ycríticas procedentes de las bases, eincluso de algunos miembros de lacúpula, quejas denunciadas porcualquier persona que tuviera

conocimiento de ellas.Así, conforme Stalin se iba

enrocando más y más en la cúspide ya medida que la categoría de«crímenes contrarrevolucionarios»se convertía en una definición más ymás vaga tanto en el código penalcomo en la práctica, las agencias deseguridad se zafaron del control de laley y de las autoridades legales paraampliar el radio de sus poderespunitivos arbitrarios. Existía unaauténtica maquinaria del terror, listapara caer sobre quienquiera quefuera. El hecho de ser miembro del

Partido, viejo o nuevo, ya no erarelevante, sino algo inclusopeligroso. Stalin tenía varias cuentaspendientes con muchos miembros delo que se suponía era su propioPartido, incluidos algunos deaquellos que le habían ayudado allegar hasta la poltrona. Con elPartido domesticado y la policíatotalmente desatada y subordinadadirectamente al líder, el caminoestaba expedito para que Stalinencabezara en solitario, sin«sentimentalismos» o controles, unEstado profundamente centralizado.

De hecho, dicho Estado era unamáquina de guerra dispuesta alcombate y armada con todas lasherramientas necesarias para llevar acabo dicha misión. Como enuncia eltítulo de la primera parte, había enese Estado un componente de«psique». Es de destacar que los dela «vieja guardia», excepción hechade Lenin, no fueran capaces de verdurante tanto tiempo de qué era capazStalin. Cuando lo advirtieron, ya erademasiado tarde. ¿Acaso estabandemasiado «occidentalizados» paradescifrar una mentalidad tan

retorcida? ¿O simplemente eranmiopes? ¿O, por decirlo de un modomás amable, seguían demasiadoimpregnados de la ideologíasocialista para darse cuenta de quehabían iniciado un viaje que losllevaba a las profundidades de laMadre Rusia, y que habrían tenidoque tomar un camino diferente paraevitar lo peor?

Cualquiera que sea la respuestaa esta pregunta, en cuanto lasdiferentes tendencias de la viejaguardia —partidarios de Trotsky, deZinoviev o de Bujarin, líderes que

«surgieron» respectivamente despuésde la caída del anterior— pasaron aoponerse a Stalin, se enfrentaron allíder con todas sus fuerzas duranteunos cuatro años. Muchos acabaroncediendo ante Stalin. Trotsky,obligado a exiliarse, fue la granexcepción. A raíz de la derrota devarios grupos de opositores menores,entre 1929 y 1932 otros grupúsculosde funcionarios de rango intentarondar voz a determinadas críticas, perono tardaron en ser neutralizados. Espreciso referirse aquí a unaorganización ilegal especialmente

valiente encabezada por el antiguosecretario del Partido de Moscú,Ivan Riutin, que hizo circular undocumento de mil páginas tituladoPlataforma de marxistas-leninistas enel que se acusaba a Stalin detraicionar al Partido y a laRevolución. Según algunos informes,el Comité Central no estabadispuesto a permitir que Stalin loeliminara físicamente en 1932.Sabemos que Riutin era valeroso eintransigente hasta el punto de llegara declarar ante uno de susinterrogadores: «No pienso

arrodillarme». Fue a parar a lacárcel y posteriormente desapareció.Otra figura de la oposición que ya haaparecido en estas páginas, elantiguo socio de Trotsky, ChristianRakovski, siguió elaborando unosextraordinarios análisis críticos de lapolítica y del régimen de Stalin hasta1934, fecha en la que finalmente se«arrepintió». Con todo, dicho actosólo sirvió para alargar su vida unosaños más.

Pequeños grupos, en ocasionesminúsculos, y un gran número deindividuos siguieron manifestando

sus críticas. Las autoridades teníanconstancia de ello bien cuando lapolicía se incautaba de material enlos registros en casas particulares,bien cuando se enviaban estascríticas por correo a la prensa, alPartido, a los líderes o al propioStalin, invariablemente de maneraanónima para evitar las represalias.Aún hoy los investigadores siguendesenterrando montones de notas asíque aparecen en los archivos.

En aquella tesitura, la oposiciónorganizada, abierta o clandestina, erauna entelequia. Sin embargo, las

manifestaciones individuales y lasreacciones colectivas con una cargapolítica evidente (disturbios,huelgas, bajas del Partido, aunque sehicieran de una manera discreta)parecen indicar que la población ymuchos miembros del Partido nohabían enmudecido. Es necesarioahondar en la investigación a esterespecto, pero ya disponemos de unaobra pionera, The Year 1937 , deOleg Jlevniuk, que expone por vezprimera lo extendidas que estabanalgunas formas de oposición yprotesta, en este caso, en contra de

las purgas. Una de las formas deprotesta que menciona es una oleadade suicidios. La propaganda oficialinsinuaba que el suicidio de unsospechoso era una prueba de suculpabilidad o de cobardía, pero lasmedidas adoptadas para reducir elnúmero de suicidios fueroninfructuosas. Indefensos ante el terrordel Estado, a algunas personas no lesquedaba otra opción para defenderse.Según una fuente, los suicidios secontaban por millares. En 1937, seprodujeron sólo en las filas delEjército Rojo 782 casos. Un año más

tarde, la cifra aumentó hasta 832, sincontar los casos en la marina. Estossuicidios no siempre eran actosdesesperados cometidos porpersonas que se sentían impotentes;también eran valientesmanifestaciones de protesta.

Los disturbios sociales queprovocaron el «gran salto adelante»—los movimientos de poblaciónmasivos, especialmente los que sepueden encuadrar bajo el términotekuchka— y la necesidad decontrolar a los sectores másduramente golpeados por la crisis

llevaron al régimen a adoptar dosestrategias de dinámicascontradictorias:

1. el recurso a diferentes formasde represión, a las que se referíancon la palabra shturmovshchina(tormenta): grandes campañas paracumplir con los objetivos fijados alprecio que fuera;

2. la construcción de unaburocracia hipertrofiada paracontrolar los flujos de población,sistematizándolos y canalizándolos.

Aparentemente inevitables,estas estrategias se contradecían

entre sí. Las campañas demovilización se alternaban con, oeran simultáneas a, los intentos por«regularizar» las cosas: endefinitiva, el mister Hyde del terrorse enfrentaba al doctor Jekyll de laburocracia, proclive a laplanificación, a la estabilidad y a la«ocupación». Ambos representabanlas dos caras de la moneda delrégimen.

Esta alternancia de palos yzanahorias se mantuvo inclusodurante el apogeo del terror, y en lassangrientas purgas de 1937-1939,

aunque al ritmo que éstas marcaban.La incapacidad para mantener uncurso constante de losacontecimientos y la preferenciainnata por los cambios bruscosacababan provocando siempre unaestela macabra que había queeliminar antes de dar inicio a lasiguiente movilización.35 Estapreferencia innata era el distintivo deuna concentración de poderconsiderada como la única víaposible para llegar hasta el final delcamino escogido. Fuera cual fueseeste camino, arduo o más suave, el

régimen jamás perdió la querenciacompulsiva por un estrictocentralismo que se erigía en el únicopunto fijo en medio de una situacióncaótica, un punto de vista que nocarecía de lógica: la empresamonumental en que se habíanembarcado jamás podría habernacido desde abajo, y era imposibledirigirla también a escala local. Noobstante, este centralismo daba pie aun sinfín de desequilibrios. Elcentralismo estalinista era hijo deuna situación concreta: desde finalesde los años veinte había existido un

centro poderoso, pero en el queapenas intervenían un puñado defiguras. La configuración del poderera tal que el análisis de la situación,el diagnóstico y la definición mismade la realidad y de las políticas quehabía que seguir dependían de lasopiniones y de los puntos de vista deun número muy reducido de líderes.A medida que se producía ese gransalto hacia adelante, posiblementevieran la manera en que se habíagobernado el país antes de 1929como la manifestación más evidentede la sencillez. Pero el objeto de

gobierno estaba, literalmente, enmovimiento perpetuo.

Evidentemente, estaextraordinaria fluidez social einstitucional era el resultado de lavelocidad y de la magnitud de latransformación en que se hallabansumidos. Por definición, erainevitable y los resultadosúnicamente podrían corregirse alargo plazo. Con todo, y másconcretamente a principios de losaños treinta, el régimen tuvo queacometer esas grandes medidaseconómicas al tiempo que debía

hacer frente a una intensa agitaciónsocial. El crecimiento inexorable detodo el aparato administrativo, queen sí mismo constituía una novedadpor su magnitud, tuvo unasconsecuencias sociales inevitables.Antes incluso de que hubieraaprendido a hacer su trabajo, elpersonal administrativo hizo gala deuna sorprendente capacidad para darvoz a sus necesidades, deseos eintereses, y halló los medios parasatisfacerlas. El órgano que debíaencargarse de solucionar losproblemas no hizo sino provocar

más, como pasaba en tantos terrenosen aquellos años turbulentos. Así, esmenester trazar un esbozo de lasestructuras burocráticas del Estado.

EL «GEN» BUROCRÁTICOUn documento de principios de

1929 y otros dos de 1940 arrojanalgo de luz sobre algunos aspectosprimordiales de la maquinariaburocrática de aquellos años, ocuando menos de la percepción quede ella tenían los gobernantes. Elprimero procede de Kuibishev,miembro del Politburó y responsabledel Cuerpo de Inspectores del

Estado, integrado por los miembrosde la Comisión de Control Centraldel Partido y del Cuerpo deInspectores Proletario-Campesino,que tenía rango de comisariado. Eldiscurso que pronunció ante sudepartamento a principios de 1929era, como mínimo, algo alarmante:«Nada hay en nuestro nuevo Estadoque se asemeje tanto al viejo régimenzarista como la administración».Enumeraba los conocidos defectosde ésta y concluía, como ya habíahecho Lenin en el pasado, afirmandoque era muy difícil devolverla al

recto camino. Los abusos y losescándalos eran tales que se habíapropuesto tomar medidas urgentes.Sin embargo, lo máximo que seconseguiría de este modo seríadeshacerse de algunos caraduras, queno tardarían en ser sustituidos porotros, sumiendo en la desesperacióna los miembros del Cuerpo deInspectores Proletario-Campesino.Se suponía que ese comisariadodebía dar ejemplo y gozar de unaautoridad incontestable entre el restode agencias gubernamentales, peroesta exigencia entrañaba un cierto

peligro, pues ninguna agencia podíaestar a la altura de semejantesexpectativas. Todo el mundo conoce,prosiguió, las disputas típicas que sedan en el seno de la agencia y ningúndepartamento está preparado paraaceptar las soluciones que proponeotro cuerpo, especialmente si éstaspueden provocar cualquierinconveniente, por pequeño que sea.Las grandes agenciasgubernamentales, cuya misión escoordinar la actividad de otrosorganismos de menor rango, sedesmembran por causa de esas

mismas pugnas y sus decisionessuelen ser producto únicamente demayorías fortuitas. Los cuerpos supraministeriales, como el Consejo delTrabajo y de la Defensa o losconsejos económicos regionales,carecen del poder necesario porqueel Partido, ofendido, apela alConsejo de Comisarios y logra, confrecuencia, que sus decisiones serevoquen. «En una palabra —afirmaba Kuibishev—, no daréis eneste sistema con un solo cargo que noesté en el ojo del huracán.» Yañadía: la gente confía aún en que el

Cuerpo de Inspectores Proletario-Campesino encuentre el modo deconvertirse en esa autoridad.

Por increíble que parezca, enese diagnóstico que revelaba laausencia de autoridadesindiscutibles, no se decía que elPolitburó fuera una excepción,aunque tampoco podemos concluirque se tratara de un descuido.

El propio Politburó buscaba lamanera de remediar la situación,sobre todo destituyendo a viejoscuadros del aparato y formando anuevos, y sabemos lo suficiente de

Stalin para intuir a estas alturas que,a su entender, una organizacióndefectuosa como aquella noequivalía a otra cosa que al sabotajea gran escala.

En 1940, ya con las grandespurgas en el recuerdo, el comunismo«sin deformaciones», y másconcretamente «sin burocratización»,que algunos habían presagiado seguíaquedando muy lejos. Basta leer estoslamentos publicados en Izvestia, querecogen las palabras que Kuibishevpronunciara doce años antes:«Muchos departamentos y agencias

superfluas han crecido en nuestraadministración estatal, un sinfín desuperestructuras cuyos trabajadoresse limitan a escribir, a «realizarindagaciones» o a respondercorrespondencia. Demasiado amenudo, todo este papeleo noconduce a nada». Este texto figurabaen uno de los artículos principales,que lamentaba a continuación laplétora de agencias de abastos yponía el ejemplo de Gorki, dondeproliferaban sin el menor control,tanto que sólo en dicha población yahabía sesenta. Cada comisariado

contaba con varias agencias deabastos; cada agencia, con unpersonal considerable, y los gastoscorrientes no dejaban de aumentar.Las agencias se solapaban, puestodas llevaban a cabo en principiolas mismas tareas. En Gorki, losgastos corrientes se duplicaron en1940, y el editor de Izvestia noacertaba a comprender el porqué. Sinembargo, mucho más preocupante eraque se tratara de un fenómenoextendido.

El régimen responsable de estasituación, bien de la «movilidad

social», bien de la proliferación dela burocracia, se hallaba a su vezentre la espada y la pared y se veíaobligado a reaccionar a unaemergencia tras otra, emergenciasque constituían, todas ellas, unaamenaza. Esta percepción de lasituación se convirtió en el principalmotor del estalinismo. No sóloexistían las amenazas, sino que elrégimen las necesitaba paramovilizar a los fieles y justificar elterror. Aun así, el terror no logróponer fin a los factores que habíandesestabilizado la estructura social.

Los campos y el terror no hicieronsino agravar la inestabilidad y lasensación de inseguridad entre lasociedad, un sentir que acababarepercutiendo en el Estado. El temora un sistema ingobernable y a perderel control del «magma» socialazoraba a los jerarcas. Suscontramedidas consistían en reforzarel control del Estado sobre lamayoría, cuando no todos, losaspectos de la vida, en incrementarla centralización y en transformar elsistema en un campamentofortificado, aumentando el número de

jefes en cada nivel administrativo,precisamente lo que denunciabaIzvestia.

Sabemos que las burocracias,por eficientes o ineficientes que sonuna herramienta que sea fácil dedoblegar. El estalinismo confiaba endar con una solución a sus problemas«domando a los domadores», esdecir, sometiendo a los líderes de laburocracia. Pero este propósito severía dificultado por una trampaimprevista en la que cayó toda lacúpula. Habían concentrado en susmanos un poder extraordinario, que

justificaban amparándose en sustareas. La estrategia que empleabanconsistía en ejercer desde la cúpulauna presión asfixiante, algo que teníasu lógica. Que tantas decisionescruciales dependieran de lacapacidad y del maquillajepsicológico de un pequeño grupo dedirigentes, y de cada uno de susmiembros por separado, pudo haberservido, a la vista de los hechos,para unificar y consolidar el grupo.Sin embargo, en la vorágine de losaños treinta, cuanto más reforzaba lacúpula el control sobre los

mecanismos de poder, más intensaera la sensación de que las cosas seles iban de las manos, y conformeleían informes o visitaban fábricas,pueblos y ciudades, se daban cuentade que la gente no cumplía lasórdenes, de que ocultaba la realidadtanto como podía o de que,simplemente, era incapaz demantener el ritmo fijado. Millares dedirectrices y decretos no se habíanllevado a la práctica, y todo ellocontribuyó a que se extendiera entrelos dirigentes la percepción de quesu poder era mucho más frágil de lo

que parecía. Compartían unasensación de inseguridad y dedesorientación, y algunos dudaronincluso de la validez de sus políticas.

Podríamos calificar estefenómeno de «paranoia sistémica»,un término que da cuenta de laprecariedad del poder y que se erigióen uno de los elementos principalesde la autocracia estalinista y de supropia beatificación.

Abrumados por problemas ysocavada su fe por las dudas, losjerarcas fueron quedando más y mása merced de la influencia de uno de

sus miembros, que parecíasuficientemente fuerte y decididopara enfrentarse a aquel momentohistórico. Su dureza, su carácterimplacable incluso, parecía lacualidad necesaria para la misiónque tenían ante sí. Vivían el clásicomomento propicio para que alguienque manejara los hilos entrebastidores lograra reunir todo elpoder en sus manos, incluido el dedecidir el destino del resto delíderes. Fue precisamente entoncescuando el poder autocrático llegó asu apogeo. El futuro del país quedó a

expensas de una psique, de unapersonalidad dada a la paranoia, deuna figura sobre quien había recaídotodo el peso del país en los añostreinta. Tal es la coyuntura queexplica el subtítulo de esta primeraparte, «Un régimen y su psique». Dehaber existido un liderazgocolectivo, habría sido posibleatenuar los efectos de dichastensiones. Pero en cuanto unapersona se impregna de tal modo delpoder, es inevitable que acabenproduciéndose episodios deirracionalidad, y por supuesto

episodios sangrientos. La «paranoiasistémica», a nivel político,cristalizó con la aparición detendencias paranoicas, a nivelpsíquico, en un individuo. Rencor,malicia, artería, furia... Todos estoscomponentes pasaron a formar partedel modus operandi del sistema.

Sin embargo, también coincidiótodo eso con el momento en el que elsistema que creó Stalin se mostrabafirmemente reacio a dejarse«dominar», a pesar de que la imagendel «dominador» se proyectaba tantoen el país como en el extranjero. Por

supuesto, se había alcanzado elobjetivo, una centralización extremadel poder, pero ya no quedaba másalternativa que seguir aferrándosecompulsivamente a la cima delpoder. La situación provocótensiones y efectos colaterales:cuanto menos poder se delegaba, másimperceptible era su ejercicio porparte de los «pequeños Stalines»locales; cuanto más se monopolizabala información, más lejos estaba laverdad; cuanto más se controlaba unainstitución, menos poder se teníasobre ella. Ya hemos dicho que esta

configuración era inestable de por síy que se percibía como una amenaza.Por lo tanto, no es de extrañar queuna de las características delestalinismo fueran las luchas entrelos grupos rivales. El sistema nosabía cómo sobreponerse a losefectos de esta evidente sobreconcentración de poder, puesto queformaba parte de su esencia. Aun así,los «rivales» no eran individuos, demanera que la seguridad personal deldictador jamás estuvo en peligro. Losrivales reales eran limitacionesobjetivas, cuya existencia «para

nosotros» había negado Stalin en1924: tendencias y cambios sociales,desgaste institucional, estructuraspsicológicas y culturales... Más tardetendremos ocasión de apreciar losefectos de dichas limitaciones.

Entretanto, comoquiera que laesencia del estalinismo consistía enla acumulación de todo el poder enmanos de Stalin, podemos ocuparnosde la cuestión de cómo gobernabaRusia. Si no le hubiera preocupadoen exceso ese ejercicio solitario delpoder, podríamos usar el título de laobra de Merle Fainsod How is

Russia ruled? para encabezar elsiguiente capítulo. Pero nuestrainvestigación nos lleva a formular lapregunta de un modo totalmentediferente.

¿Cómo gobernó Stalin?

Empecemos con un

descubrimiento sencillo ysorprendente: el mismo hombre paraquien la vida familiar apenas teníasignificado (de hecho, casi no leinteresaba) y cuya vida personal eraun desastre (acaso le afectaba quefuera así?) decidió, en tanto quedirigente, personalizar y privatizar elpoder institucional. Y no es deextrañar, porque a eso, y no a muchomás, se reducía su vida. Para llevar a

término ese extraño proyecto, sesirvió del método de fragmentar lasprincipales instituciones políticas yvaciarlas de contenido.

Empezando por el Partido,donde las cosas se ven con mayorclaridad. El Partido fue liquidadocomo organización autónoma, que eslo que había sido durante elbolchevismo, y se transformó en unaparato burocrático, y así fue tratado,es decir, con un desdén considerable.Es sintomático que se abandonara en1932 el viejo principio comunistadel «máximo del Partido», en virtud

del cual un miembro, conindependencia de su cargo en lajerarquía, no podía ganar más que unobrero cualificado, como sucediótambién con otros residuos deligualitarismo inicial, y que serefirieran peyorativamente a esamáxima como uravnikolvka (undescenso de nivel). El motivo eraevidente: un «aparato igualitario» estan real como un círculo cuadrado.Para motivar y controlar a losapparatchiks, éstos debían irasumiendo más responsabilidades ygozar de más privilegios. Los jefes

menores del Partido y de laadministración del Estado, miembrosdel Partido en su mayoría, ya noconstituían la «fraternidadproletaria». Se buscaban líderesduros y autoritarios, a los que Stalinllamaba «comandantes», para queformaran un cuerpo de dirigentes(nachal'stvo) cuya jerarquíaestructural abrazara todo el sistema.Estos individuos contaban con elrespaldo y los parabienes del Estado,pero no se les permitía apoltronarseen su cargo, un rasgo peculiar de ladictadura estalinista, que

desaparecería con su fin. ConformeStalin reforzaba su control sobre losmecanismos de poder, asistimostambién al desmantelamiento de lamayoría de los antiguos órganosconsultivos del Partido y del Estado,a los que reunía sistemáticamente elPolitburó. Para sorpresa de quienesaún no estaban al tanto de ello, Stalindespojó a todas las instituciones desu poder, incluido el propioPolitburó.

EL POLITBURÓ (1935-1936)Sigue siendo escaso el

conocimiento que se tiene de esta

institución central, de ahí que seaconveniente echar un vistazo a sufuncionamiento en los años 1935 y1936, un período de violentostemblores previos al gran seísmo de1937.

El 1 de febrero de 1935, elpleno del Comité Central elevó aMikoyan y a Chubar a la categoría demiembros de pleno derecho delPolitburó, mientras Zhdanov y Eijeeran nombrados candidatos. No huboen esta ocasión juegos de manosentre «moderados» y «radicales»,sino un mero procedimiento para

llenar los puestos vacantes. Mikoyany Chubar sustituyeron a Kirov(asesinado) y a Kuibishev (fallecido)porque eran miembros candidatosdesde tiempo atrás y habían ocupadocargos de responsabilidad desde1926. Eije, líder de una importanteregión remota (Siberia Occidental),no podía participar con regularidaden las reuniones. En cuanto aZhdanov, era imposible negarle lacategoría de miembro candidato: erasecretario del Comité Central desde1934, trabajaba de facto comomiembro del Politburó e iba a

sustituir a Kirov como secretario delPartido en Leningrado.

La redistribución de funciones yde responsabilidades en el seno delPolitburó (27 de febrero de 1937),probablemente decidida en unareunión previa entre algunosmiembros del Politburó y Stalin, fuesignificativa. Andreyev abandonó sucargo como comisario delFerrocarril y fue nombradosecretario del Comité Central.Kaganovich asumió los ferrocarrilesy mantuvo su puesto en la Comisiónde Control Central y en el comité del

Partido de Moscú. Andreyev se unióal poderosísimo Orgburó, quepreparaba los informes para elPolitburó y se puso al frente de él.Sin embargo, la preparación de laagenda del Orgburó debía llevarse acabo en colaboración con Yezhov,que había sido ascendido para dirigirla Comisión de Control. Andreyevtambién pasó a encabezar elDepartamento Industrial del ComitéCentral, en sustitución de Yezhov, yse le encargó la supervisión delDepartamento de Transporte delComité Central y del Departamento

de Asuntos Corrientes. Yezhov, porsu parte, pasó a ocupar un cargo desuma importancia: responsable deldepartamento de «órganosprincipales del Partido». El resto dedepartamentos, especialmente el deCultura y el de Propaganda, siguieronbajo la supervisión personal deStalin. Kaganovich continuabaencargándose de los comités delPartido de la región de Moscú y dela capital, pero le rogaron que dieraprioridad a su trabajo en elComisariado de Ferrocarriles.Confiaban en él para que solucionara

los problemas que se pudieranplantear y el sector precisaba dealguien con mano firme.

Esta reorganización da una ideade la actividad del Comité Central y,en especial, de sus departamentos ycargos más importantes. Nuestrafuente, Oleg Jlevniuk, nos ofrecealgunas de las claves parainterpretarla, al revelar que, detrásde esa redistribución de cargos,había un plan deliberado por parte deStalin,36 que pretendía debilitar elpoder de sus socios más cercanosrepartiéndolo. Kaganovich,

considerado en el pasado el segundode a bordo, perdió su puesto.Formalmente, lo sustituyó Andreyev,que compartía responsabilidades enalgunos ámbitos con Yezhov.Andreyev tenía algunos cometidosimportantes en el Politburó, peroestaba al frente de un departamentode segunda fila, el de Industria,mientras que Yezhov, que no eramiembro del Politburó, se ocupabade departamentos de primer orden,motivo por el cual participaba en lasreuniones. Stalin había confiado aYezhov el mando de Asuntos Internos

(el NKVD), donde éste se ocupó dela organización del juicio a Zinoviev.Encargado por el Partido de lasupervisión del NKVD, preparó losestatutos del Departamento deEspionaje y Contraespionaje, elGUGB (Departamento General deSeguridad Estatal) y controló defacto el NKVD durante dieciochomeses, convirtiéndose oficialmenteen el comisario de Asuntos Internos.Su primera misión como responsablede la Comisión de Control delPartido fue organizar la campañapara el control de los carnets del

Partido, una especie de purga previa.Posteriormente, sería el responsablede las purgas durante un año y medio.

Zhdanov fue trasladado aLeningrado, pero pasaba diez días almes en Moscú. Siguiendo con lapolítica de dispersión, Stalin decidiótambién que en lugar de tressecretarios del Comité Central (élmismo, Kaganovich y Zhdanov), lacifra ascendería a cinco. Ydesapareció el puesto de «segundo»de Stalin. Sus reuniones con losmiembros del Politburó eran menosfrecuentes, se regían por un

calendario estricto y pasaba menostiempo con Molotov y Kaganovich.Aunque no había sido degradado, enlos años 1935 y 1936 Kaganovichtenía que consultarlo todo con Stalin,y pedir su aprobación. Sus cartas allíder contenían toda clase defórmulas obsequiosas, toda vez queen el pasado había tomado unascuantas decisiones por sí mismo y sedirigía a Stalin sin mostrarse servil.Estas lisonjas en las altas esferas sonun buen indicador de la pérdida deinfluencia de los miembros delPolitburó y del aumentó del poder

personal de Stalin. Con el tiempo, lamera firma en una circular quecontenía la resolución que había queaprobar bastaba para adoptarla. Sehabían acabado las críticas y lasreservas, algo considerado normalhasta entonces entre los jerarcas.También desaparecieron sin dejarrastro las peticiones de jubilación,las negativas a redactar un informe olos ultimátums para defender losintereses de una agencia enparticular. Dejaron también decircular de vez en cuando losdocumentos con las decisiones que

debían aprobarse. En muchasresoluciones no figura sino el sellode Molotov. Otras las tomabanalgunos miembros que visitaban aStalin, estando éste de vacaciones enSochi.

En ocasiones bastaba con untelegrama de Stalin. La famosa cartaen la que anuncia la designación deYezhov al frente del NKVD y quepresagia la caída de Yagoda, quellevaba un retraso de cuatro años enla organización de las grandespurgas, estaba firmada por Stalin yZhdanov. Kaganovich recibió copia

el 25 de septiembre de 1936. Por suparte, el «pobre» Yagoda, que no sehabía dado cuenta de que debía haberactuado en 1932, fue ejecutado.Stalin ejercía un poder tan rotundoque hacía que todos pasaranconstantemente por el aro. Un buenejemplo de ello son las acusacionescontra Yagoda: es evidente quehabría sido incapaz de iniciar unagran purga en 1932 de no haberrecibido instrucciones expresas enese sentido por parte de Stalin.

Para dominar el Politburó,aplicó el método del divide y

vencerás. Por capricho de Stalin,funcionaba en pequeñas unidades(reuniones de siete personas, decinco, de tres o de dos). Tan sólo seconvocaba a quienes tenían quepresentar alguna cuestión, y losencuentros solían ser cenas en ladacha de Stalin, a las que estabaninvitados los considerados«amigos». Así lo cuenta Mikoyan,37

que explicaba que existió un quintetoen el Politburó hasta 1941 formadopor Stalin, Molotov, Malenkov,Beria y él mismo, que se ocupaba delas cuestiones de política

internacional y de «asuntosoperativos». Después de la guerra, seunió al grupo Zhdanov, como haríamás tarde Voznesenski. Voroshilov,que había ingresado en él alprincipio de la guerra, fue apartadoen 1944.

Este núcleo, del que estabanexcluidos Kaganovich, Kalinin yJrushchov, a quienes se habíanasignado pesadas tareasadministrativas ajenas al Politburó,ha recibido el nombre de «pequeño»Politburó. La «costumbre» deconvocar a un número reducido de

personas de confianza surgió entiempos de la pugna del triunvirato,formado por Stalin, Zinoviev yKamenev, contra Trotsky, y prosiguiócon unos participantes diferentes enla lucha contra Rikov, cuando ésteestaba al frente del Sovnarkom, elConsejo de los Comisarios delPueblo. En los años treinta, Stalinenvió a Molotov una carta en la quele pedía que se ocupara de unproblema importante y lo discutieracon algunos «amigos». No todos losmiembros del Politburó eranconsiderados como tales, ni podían

tener la certeza de que iban a serlopara siempre. Antes de la guerra,gente como Rudzutak, Kalinin,Kossior y Andreyev jamás fueinvitada a estos encuentros«íntimos», aunque seguramenteestaban al tanto de su existencia.

En resumen: en manos de Stalin,el Politburó era, precisamente, unórgano cuyos miembros nominaba élpersonalmente y del que se servía asu antojo.

EL APARATO DEL PARTIDOA medida que el Partido perdía

su identidad política, aumentaba la

complejidad del aparato, el corazónmismo del sistema. Con el propósitode «simplificar» las cosas ygarantizar un mayor control, se creóun superaparato, tildado dediferentes maneras —«especial»,«político» o «general»— paraponerlo al servicio de Stalin, sin elconocimiento del resto del aparato, ycuyo personal crecía constantemente;algo parecido a lo que sucedía con suestatus variable con respecto a losdepartamentos del Comité Central.Lo dirigía el secretario personal deStalin, el ubicuo y tremendamente

discreto Poskrebishev, que logró deeste modo un ascenso y un aumentosalarial. Por su parte, la autoridadd e l Sovnarkom, una instituciónpresuntamente poderosa y formadapor departamentos, especialistas yasesores, se vio socavada por losmanejos conspirativos de su cúpula.De hecho, quedó marginado, ya queStalin y Molotov tomaban todas lasdecisiones en otras instancias. Estosusaban un canal de comunicación delo más secreto para llevar a cabo susplanes: Molotov presentaba suspropuestas a Stalin y éste las

corregía, aprobaba o rechazaba,enviándole una respuesta concarácter de orden a través del mismocanal. ¡Cuánta privacidad! Si hoyconocemos todos estos detalles esgracias al trabajo de Oleg Jlevniuk ysu equipo de denodadosinvestigadores en los archivossoviéticos.

Si echamos un vistazo alcomplejo y creciente sistema depoder de Stalin, podemos destacaralgunos rasgos. Nos enfrentamos a un«Estado de la seguridad»,encabezado por una figura que

organizaba su propio «culto» y querecurría a un método laborioso,refinado hasta el último detalle, paradirigir y controlar todo el edificio. Elobjetivo no era únicamente garantizarsu buen funcionamiento, sino tambiénevitar que el entorno o cualquierfuncionario acumularan demasiadopoder o autoridad, lo que consiguiódividiendo las grandes institucionesdel Estado v vaciándolas decontenido. Esta forma de gobierno,totalmente opuesta a lo que seesperaba en aquellas circunstancias,creó una situación de saturación, a la

que la capital respondió con medidasde emergencia.

Como si de un gobiernopragmático se tratara, el propioStalin, el Politburó, el Orgburó y laSecretaría se ocupaban de cuestioneslocales insignificantes, lo queequivalía, ni más ni menos, a unintento de gestionar a pequeña escalaun continente desde el centro depoder situado en Moscú.

Para apreciar el esfuerzo quededicaban los líderes y sus equipos aesta gestión de grupos sociales,instituciones, gente y bienes

materiales, nos basta con fijarnos enlas minutas de las dos principalesagencias del Comité Central: elOrgburó y la Secretaría. Las agendasde los dos organismos donde sepreparaban los materiales para lasreuniones del Politburó son unalluvia de ideas, tan aleatorias comola cantidad de puntos y dedocumentos que estudiaban. Sinembargo, no hay mejor ilustración dequé significaba en la práctica estagestión a pequeña escala que losnumerosos telegramas de Stalin(firmados por él) al Partido o a las

agencias estatales situadas en el otroextremo del país, y en los queordenaba que enviaran a una canteralos clavos que les urgían, queconstruyeran una línea de ferrocarrilinterior en una acería o queconsiguieran alambradas, unproducto difícil de encontrar poresas fechas. Conviene añadir quetodos estos mensajes revestían laforma de ultimátum.

La Secretaría y el Orgburóactuaban siempre del mismo modo, yse ocupaban minuciosamente de todotipo de problemas. La labor que

hacían era impresionante,especialmente el empeño que poníanen formar o reciclar a los obreros,los especialistas y los cuadros entodo tipo de profesiones, en crearcursos, escuelas y academias, o enrecopilar listas de estudiantes y deprofesores. Se trataba deproporcionar al Estado los cuadrosnecesarios y de sustituir un grupo deespecialistas por otro, por escasosque éstos fueran.

En resumen: lo aquí expuesto esel funcionamiento de un Estadoaltamente centralizado, que asumía

una cantidad de tareas a menudoinviables. Como consecuencia deello, el sistema sufría de una«hipercentralización», únicamenteremediable delegando en las capasinferiores, al tiempo que laorientación política general queda enmanos del núcleo. Sin embargo, en elsistema que nos ocupa, el lídersupremo confundió su propiaseguridad con la del país y vio cadafracaso como una falta que había quecastigar. Un jefe así debía pareceromnipotente, de ahí que, en un paíscon una falta acuciante de cuadros,

Stalin pudiera declarar que «no haynadie insustituible», una fórmulatanto más falaz por cuanto era falsa.

EL DOMINIO DE LOSTALENTOS Y SU UTILIZACIÓN

Las características a las que noshemos referido anteriormente,incluida la gestión práctica apequeña escala, también se puedenaplicar a las políticas culturales y,por descontado, a las relaciones delgobierno con las principales figurasdel mundo de la cultura y de laciencia. En este extremo, la dictadurade Stalin fue innovadora.

En cuanto Stalin se viofirmemente instalado en la poltrona,emergió otro rasgo más de supersonalidad: una curiosafascinación, una mezcla de atraccióny repulsión, por el genio o el grantalento, una urgencia por dominarlo,utilizarlo, humillarlo y, en últimainstancia, destruirlo, algo así como sise tratara de un niño que afirma suposesión de un juguetedestrozándolo. El trato que Stalindispensaba a grandes escritores,científicos o figuras militares dacuenta de esta tendencia a la

destrucción. Algunos de ellosquedaron inexplicablemente a salvo,pero el hecho de que se interesarapor alguien siempre resultabapeligroso, cuando no ominoso, parael personaje.

Esta cuestión nos abre la puertade otra faceta importante de lainsaciable sed de Stalin por elcontrol total de su mundo. Decidióaprovecharse del poder de la ficciónen las novelas, las obras de teatro ylas películas, para introducirse en lamente y en el alma de sus súbditos,en su sistema emocional. Era

consciente, y lo envidiaba, del poderde un escritor que, por sí solo, podíahacer suyos los pensamientos y lasemociones de millones de personasde un modo más eficaz que toda laagitprop del mundo. Para él, el arteera una herramienta que le podíarendir un gran servicio, siempre ycuando se formara a los creadores ysu trabajo fuera revisadopersonalmente, una situación en laque Stalin ejercería, en ciertosentido, de editor y asesor odiscutiría con los autores la conductade sus protagonistas. Como ya se

habrá dado perfecta cuenta el lector,estos «protagonistas» debíanobedecer, y no había necesidadalguna de ser un escritor para quedicha obediencia fuera un hecho.

Stalin tampoco era un científico,pero editó personalmente el discursode Lisenko en la Academia deCiencias con vistas a su publicación.También tenía la última palabra encuestiones económicas y lingüísticasy, huelga decir, en historia.Comoquiera que estaba escribiendouna página de la historia, ¿por qué noiba a ocuparse personalmente de los

manuales de historia de las escuelas?En definitiva, el trabajo de Stalinasumió unas proporcionespatológicas: buscaba el controlpersonal de un universo complejoque jamás nadie había logradodominar y sobre el que nadie habíaconseguido imponer su voluntad.¿Acaso se tomaba por un genio?Podemos afirmar que lo fascinabanlos grandes talentos. ¿Colmaba suapetito el saber que podía destruirlosen cuanto se lo propusiera? ¿O no eralo que le colmaba sino el placer deque podía detectar errores y

brindarles consejo lo que lesatisfacía? Cuesta dar con unarespuesta, pero sin lugar a dudas setrata de una cuestión pertinente parael tema de la patología política.

LA «DISCULPA» DE STALINA TUJACHEVSKI

Su comportamiento para con elbrillante mariscal Tujachevski, quepor aquel entonces tenía treinta ysiete años, nos da el primer ejemplodel humor cambiante de Stalin conrespecto a las personas de talento.38

Sabemos que Stalin se tenía a símismo por un gran estratega. Cuando,

en 1929-1930, Tujachevski seembarcó en una campaña para llamarla atención del líder sobre la nuevatecnología militar y los cambiosinminentes en el concepto de guerra,Stalin apoyó el rechazo manifestadopor Voroshilov a propósito de esasideas y le escribió para decirle queTujachevski «se movíapeligrosamente en terrenosantimarxistas, irreales e incluso en elmilitarismo rojo». Al mismo tiempo,destituyó y detuvo a 3.000 antiguosoficiales zaristas. El NKVD«arrancó» una confesión de uno de

ellos, que aseguraba queTujachevski, un antiguo oficialzarista, pertenecía a una organizaciónderechista y colaboraba en lapreparación de un golpe.

Stalin estaba encantado conaquella declaración. Aún conservabaun amargo recuerdo de la campañade Polonia en 1920, en la que loacusaron una y otra vez, incluidoTujachevski, de ser un comandantemilitar mediocre. Pero aún no habíallegado la hora de la venganza. Stalinescribió a Molotov, entre otros, paracontar que había investigado

personalmente las acusaciones contraTujachevski y que había llegado a laconclusión de que estaba «limpio alcien por cien». En 1932, dirigióincluso una disculpa personal aTujachevski, que incluía una copiacensurada de la carta que habíaenviado a Voroshilov en 1930, de laque había desaparecido la menciónal «militarismo rojo». Se acusó a símismo de haber sidoinexplicablemente duro, una posturacuando menos curiosa. De hecho,Stalin había adoptado el punto devista de Tujachevski sobre la

tecnología militar, aunque en estesentido, como en tantos otros, losobjetivos fijados en 1932 estuvieranlejos de cumplirse. La disculpa no sehacía eco de las acusacionesfabricadas por el NKVD contra elmariscal en 1930. Era una misivaevidentemente falsa, y estaduplicidad no habría escapado a ojosde Tujachevski de habercomprendido el militar a Stalin. Elsentido real del gesto de Stalin era:en estos momentos te necesito, perosigue colgando sobre tu cabeza unaespada...

Bien porque era ingenuo o porpura audacia, Tujachevski fue elúnico participante que no acabó sudiscurso durante el XVII Congresodel Partido, en 1934, con el vivaobligatorio al líder. La hora de laverdad llegó en 1937, cuando Stalinse deshizo del Estado Mayor. ATujachevski, posiblemente la mejormente militar del país, le esperaba undestino especial. Salieron a la luz«informes procedentes de una fuentealemana», totalmente falsos, que«demostraban» que la flor y nata delejército había traicionado a la patria.

Golpeado de un modo atroz,Tujachevski fue arrastrado enpresencia de Stalin para un careo conquienes lo acusaban. Evidentementeacabó siendo encontrado culpable.Nos hallamos ante un maníaco querompe un objeto de valorsimplemente para demostrar que noes irrompible. Preferir alincompetente pero obsequiosoVoroshilov antes que a Tujachevski yal resto y acabar con el EstadoMayor fue un error garrafal. Estapurga se bastaría para condenarlo ala pena de muerte...

No hay posibilidad de saber si aStalin lo perseguía el recuerdo de susvíctimas. Sin embargo, lasestrategias a las que recurrió durantela segunda guerra mundial habíansido brillantemente expuestas porTujachevski, que llegó a bombardeara Stalin con memorandos y artículossobre la necesidad de prepararsepara una guerra en la que seríanindispensables unos recursostecnológicos extraordinarios y en laque los ejércitos móviles,preparados para incursiones y sitios,tendrían un papel sin precedentes.

Todos estos adelantos precisaban deun nuevo sistema de mando y decoordinación. Al principio de laguerra, los alemanes emplearon estasestrategias contra las tropassoviéticas con un efecto devastador.Por supuesto, nadie se atrevió apreguntarle a Stalin por qué se habíadeshecho de los generales másbrillantes. ¿Quién era el auténticotraidor? La tragedia del 22 de juniode 1941 se habría podido evitar congente como Tujachevski, Blucher yYegorov.

En una ocasión, Stalin recibió

una bofetada moral en la cara,aunque no sabemos si en el momentoen que se produjo fue consciente deello. Después de liquidar al EstadoMayor, Stalin y Voroshilovasistieron a una reunión con loscomandantes de la aviación paradiscutir cómo recuperar a la fuerzaaérea del lamentable estado en quese encontraba a raíz de las purgas.Los mandos pusieron las cartas sobrela mesa: todo, los aviones, elarmamento, los motores, elcombustible, las provisiones, laeconomía, la administración..., se

hallaba en un estado penoso. Laformación era un desastre y la cifrade aviones y pilotos perdidos,alarmante. Stalin prestó atención,pidió detalles y planteó preguntasconcretas para demostrar sucompetencia y su dominio de lacuestión. Voroshilov adoptó un papelmenos activo, pero fue el encargadode cerrar la reunión con unrapapolvo contra los mandos, aquienes acusó de no haber sidocapaces de mencionar lo que era«evidente»: la situación se debía alsabotaje y a la traición del antiguo

Estado Mayor, justamente castigado.Las actas de la reunión muestran que,de las docenas de mandos queintervinieron, ni uno solo empleó lapalabra «sabotaje». Tal silencio dejapatente que su explicación era otrabien distinta: la dura situación quevivía la aviación era el resultado dela pérdida de un grupo de oficialesaltamente cualificados. El arrebatode Voroshilov se pudo deber,también, a que éste interpretó que elsilencio llevaba implícita la condenahacia los jerarcas, y al miedo ante laposible reacción de Stalin al

enterarse de que sus subordinados noprestaban la atención debida a losenemigos de la URSS. No sabemosqué le dijo Stalin a Voroshilov. Seacomo fuere, y sin duda preocupadoporque la aviación no estuviera nimucho menos preparada para entraren combate, no perdió la composturaen aquella ocasión.

Otro ejemplo, que encontramosen las memorias del escritorKonstantin Simonov y que tambiéntiene a la aviación comoprotagonista, revela la otra cara deStalin. En él se narra una conferencia

de alto nivel a la que el dictadorasistió al principio de la guerra, apropósito del número desmesuradode accidentes de aviones y de lasenormes pérdidas de pilotos. Unjoven general de la fuerza aérealanzó una pregunta de lo más simple:aquellos aviones, de malaconstrucción, eran auténticos«ataúdes volantes». Stalin era elcomandante en jefe. Enfrentado a unaacusación tan categórica comoaquella, enrojeció de ira. Evitó undesplante en público pero murmuró:«¡Más le habría valido quedarse

callado, general!». Aquel mismo día,el joven general desapareció parasiempre jamás.39

LAS AGUAS DEL DONBAJAN ALGO REVUELTAS

En el último ejemplo intervieneel escritor Mijail Sholojov, que seerigió en portavoz de la corrientenacionalista y conservadora tras lamuerte de Stalin, lo que le granjeó unbuen número de enemigos. Noobstante, los acontecimientos aquínarrados se remontan al año 1933,cuando la región cosaca de Kuban,tan querida por Sholojov, fue

golpeada por la hambruna, comomuchas otras regiones de Rusia y deUcrania.

Sholojov escribió a Stalin paracondenar la tragedia de loscampesinos de Kuban, privados a lafuerza de las cosechas a raíz de lasórdenes de las agencias de abastosde grano en el preciso instante en quela hambruna empezaba a dejarsenotar. Sholojov era audaz, peroStalin toleró la descripcióndramática de los resultados de suspropias políticas. ¿Por qué? Dehecho, todo estaba calculado. Stalin

se obligó literalmente a leer larotunda denuncia que Sholojov hizode los malos tratos que se infligían aunos campesinos condenados alhambre, de la arbitrariedad de laadministración local y de lasprovocaciones de la policía secreta.En cuando acabó la lectura, ordenóque se enviara a la región la cantidadde grano que Sholojov considerabanecesaria para evitar un desastre.Protegió incluso a Sholojov de la irade las autoridades locales, incluidala policía secreta, que hicieron todocuanto estuvo a su alcance para

desprestigiar este diálogo directoentre ambos, que tantos problemasles causaba. La otra era toda unademostración de artimañas, y Stalininterpretaba a todos los personajes:provocaba «enfrentamientos» falsos,fingía haber comprobadopersonalmente los hechos yrehabilitó a los amigos de Sholojoven el aparato local del Partido. Y lohizo porque anhelaba algo deSholojov: el prestigio a ojos delpúblico ruso. Aquel hombre era unauténtico cosaco ruso —Stalin, no—,un escritor poderoso y un buen

orador —todo lo contrario de Stalin—. El líder se resignó a aceptar loshechos y las críticas del escritor, apesar de que le irritaba sobremaneratoda la situación. Finalmente, sinembargo, se quitó la máscara. En unbreve fragmento de una cartapresuntamente amistosa a Sholojov,dio rienda suelta a su ira. Stalin enestado puro:

«No ves sino un cara de lamoneda. Pero para evitar los errorespolíticos (tus cartas no son literatura,son política), tienes que ver la otracara. Tus tan respetables campesinos

han lanzado una guerra «secreta»contra el poder soviético, una guerraque usa la hambruna como arma,camarada Sholojov. Evidentemente,en modo alguno justifica esto elescandaloso tratamiento que se lesdispensa. Pero está claro como elagua que estos respetablescampesinos no son tan inocentescomo podría parecerlo desde ladistancia. Sea como fuere, recibe miscordiales saludos. Un abrazo. I.Stalin.»

Si dejamos de lado la cuestiónde quién hizo morir de hambre a

quién en 1933, vemos en esta carta(como también lo vio Sholojov) unaexpresión de la realpolitik de Stalin,un llamamiento político-ideológico acoger las armas contra el sabotajeperpetrado por los «respetablescampesinos». Stalin declaró estaguerra recurriendo a términossimilares en una reunión del ComitéCentral de enero de 1933, cuandohizo un llamamiento al Partido y alpaís para movilizarse contra lashordas de enemigos anónimos queestaban «socavandoperniciosamente» los cimientos del

régimen. En su carta a Sholojov,llegó a insinuar que un enemigo aúnmayor, todo el campesinado, habíadeclarado la guerra del hambre alsistema.

Es posible que Sholojov sediera cuenta de lo peligroso de susituación. De hecho, Stalin loacusaba de defender a unos enemigos«perniciosos» por los que el dictadorsentía un odio visceral. Elprestigioso corresponsal de Sholojovle estaba indicando que su vidapodía correr peligro en cualquiermomento. Puede que Stalin odiara a

Sholojov, pero necesitaba de sutalento para llegar a su meta.

A Stalin no le preocupaba elsufrimiento del pueblo, pero sabíaque era responsable de aqueldesastre y que su imagen saldría muyperjudicada si las masas campesinasse volvían en su contra. Lasrepercusiones en el ejército y en lapolicía, cuerpos formados en sumayoría por jóvenes del campo queno tendrían miedo a alzar la vozcuando supieran que sus padres semorían de hambre o sufrían todo tipode injusticias a manos de las

autoridades, serían inmediatas.Stalin jugaba a construir su

propia imagen. Estar sobre unpedestal, lejos de las disputas,garantizaba mucho mejor suseguridad y su poder que un grupo deguardaespaldas. Y, en aquellostiempos de hambrunas y depersecuciones campesinas, ¿acasohabía algo mejor para su imagen queuna declaración pública por parte deun defensor del campesinado comoSholojov, en la que afirmara queStalin había ordenado en persona elenvío de toneladas de cereales para

salvar vidas? Ese era, justamente, elquid de la cuestión y eso fue,precisamente, lo que Sholojov dio ala prensa, sin tener que mentirsiquiera.

LA VIDA EN LA CÚPULA(LOS AÑOS CUARENTA)

Otra de las imágenes que Stalingustaba de proyectar, la delcampesino ahorrativo (joziain), era,en cierto modo, un rasgo real de sucarácter. No toleraba debilidadespersonales como la bebida, lasrelaciones extramatrimoniales o elcomportamiento lujurioso, ni siquiera

en sus colaboradores más cercanos.Se aseguraba de estar al tanto en todomomento de dichos comportamientosy ordenó que espiaran a losmiembros del Politburó para poderconocer dichos actos y explotar esasdebilidades en caso de ser necesario.

Las memorias de AlekseiKosigin nos permiten conocer untanto las maquinaciones de Stalin enlos años cuarenta. Una estrella enprogresión al final de la segundaguerra mundial, Kosigin contaba ensu haber durante la contienda conlogros como la evacuación de una

planta industrial de los territoriosque estaban a punto de caer en manosde los nazis y la organización de lasprovisiones en la sitiada Leningrado.Kosigin no era un personaje populara ojos de muchos miembros de lajerarquía, envidiosos como estabande su rápido ascenso, pero tambiénera una persona temida, porqueStalin lo había puesto bajo suparaguas y le había asignado ladelicada misión de preparar una listacon los privilegios de que debíandisfrutar los miembros del Politburó.Como explicó más tarde Kosigin a su

yerno Gvishiani, Stalin le dijo en unareunión del Politburó que disponíade una lista detallada de todo lo quelas familias de Molotov, Mikoyan,Kaganovich y algunas más gastabanen ellos, en sus guardaespaldas y ensu servicio, y estaba hecho una furia:«Es sencillamente repugnante». Enaquella época, aunque los miembrosdel Politburó ganaban un salariocomparativamente modesto, teníanacceso ilimitado a bienes deconsumo, de ahí la reacción airadade Stalin cuando pidió a Kosigin quepusiera la casa en orden.

Evidentemente, nadie se atrevió aculpar a Stalin, y algunos, comoMikoyan, comprendieron que era unamanera de mantenerlos alerta, si biental vez también fuera un pretexto paradeshacerse de algunos cuando loconsiderara necesario.

De hecho, Stalin se pasaba eldía tramando. Kosigin también contóa Gvishiani que una de lasacusaciones que pesaban sobreVoznesenski, responsable delGosplan y viceprimer ministro hastaque fue purgado en 1950, era queposeía una o más armas. Kosigin y

Gvishiani registraron inmediatamentesus propios hogares y lanzaron a unlago todas las armas. Tambiénbuscaron dispositivos de escucha ylos hallaron en la casa de Kosigin,aunque es posible que los hubieraninstalado para espiar al mariscalZhukov, que había vivido ahí antesque Kosigin. No es de extrañar, porlo tanto, que cada mañana duranteaquellos años (1948-1950) Kosigin,un miembro candidato del Politburó,se despidiera de su esposa y lerecordara qué debía hacer si noregresaba a casa por la noche. Pero

pronto llegaron a la conclusión deque no le pasaría nada; Stalin sentíaalgo de simpatía por él.40

Fue afortunado. Pero todos loslíderes, a menos que fueran unosingenuos o estuvieran demasiadopagados de sí mismos, no tardaron endescubrir la realidad en carne propiao en la de sus colegas. Después delasesinato de Kirov en 1934, seprodujo un cambio radical en suestatus a ojos de Stalin, del que sedieron cuenta de inmediato, como seobserva en la correspondencia entreStalin y Kaganovich, su número dos

por aquellas fechas. Seguro de símismo y muy directo hasta entonces,Kaganovich cambió el tono, sedeclaraba inmensamente«agradecido» al destino por haberledado un amigo como aquel, líder ypadre: «¿Qué habríamos hecho sinél?», y cosas por el estilo. Esevidente que Kaganovich tuvo, enalgún momento, una «revelación»:descubrió que Stalin estaba al tantode todo lo que podía escribir aquienquiera que fuera. Que líderes deeste calado se vieran envueltos enuna situación así es algo único en los

anales de la historia. Ni siquiera enel entorno de Hitler había ocurridonada semejante después de la nochede los cuchillos largos, en 1934 (lasSA eran rivales políticospotenciales). Observamos aquí, sinembargo, la existencia de un régimenaltamente despótico, que no sedetenía ante nada y dirigido por todoun maestro en la materia.

Stalin recurrió a diferentesmétodos a la hora de construir suimagen. Escogía personalmente laspalabras que había que usar a la horade cantar sus alabanzas en películas,

discursos y biografías. Se aseguró deque se emplearan sus superlativospredilectos, pero censuraba otrospara demostrar así su modestia.Seleccionaba sus condecoraciones ysus títulos. Cuidaba hasta el últimodetalle los rituales de congresos ydemás acontecimientos públicos, yreescribió la historia de manera quetodo girara en torno de su persona.

Stalin se veía como un autócratay estaba decidido a no compartir nisu lugar ni aquella imagen con nadiemás, pasado o presente. Ningún otrojerarca estaba a su altura, y no

contaban: los necesitaba simplementepara garantizar su servilismo. Apartir de 1934, los convirtió en unasuerte de reclusos temporalesencerrados en el corredor de lamuerte. Sus espías le proporcionabantodo lo necesario para usarlo en sucontra llegado el momento. Paraponer a prueba la inquebrantablelealtad de su entorno, acusó adiferentes miembros de sus familias:tres hermanos de Kaganovich fueronasesinados, y la esposa de Molotov,detenida.

En diversas ocasiones, Stalin

explicó en las reuniones que secelebraban en su dacha que «elpueblo» quería un zar, ungeneralísimo. Todo indica que esedeseo coincidía con lo que él mismoanhelaba y necesitaba. Además, elespectáculo del juramento a Lenin en1924 creó un precedente para supropio culto. Todo esto se apreciacon más claridad al examinar larelación de Stalin con su pasadorevolucionario. Resulta sencillodemostrar que lo destruyó y que seempeñó no sólo en elaborar unsistema diferente, sino también todo

un panteón y un pasado nuevos.Stalin se enfrentaba a lo quepodríamos denominar la necesidadde una coartada histórica, yprecisaba de legitimidad. Adiferencia de Hitler, por ejemplo, selimitaba a servir su verdaderaestrategia y su programa en pequeñasdosis, como hiciera en el discursosobre los cuadros de 1925. Perotambién es conocido el rencor quesentía por otros líderes del partidobolchevique, que no le habíanbrindado el reconocimiento del quese creía digno. No en vano, el

liderazgo histórico, personificadopor Lenin, lo había rechazado. Aojos del Partido, no figuraba entrelos «padres fundadores» y no semerecía ingresar en ese grupo; erapreciso borrar todo eso parajustificar la nueva imagen queintentaba imponer por todo el país. Ylo consiguió con un éxitoconsiderable.

Las purgas y sus «razones»

La necesidad de armarse con

una nueva coartada histórica era, sinlugar a dudas, una de las razones quellevaron a Stalin a iniciar, en 1937,las purgas de cuadros del Partido,que llevaba años contemplando.Necesitaba eliminar todo un períodohistórico y deshacerse de quienes lohabían vivido y que sabían quiénhabía hecho qué en aquellos heroicosaños. Sin embargo, no siempreejecutó fríamente esta venganza,

cuidadosamente planeada yalimentada. En varias fases, dio pie aun estado de extrema tensión.

LA MALDICIÓN DE BUJARINLa eliminación de una figura

como Bujarin,41 políticamente débilpero extraordinariamente superior aStalin desde el punto de vistaintelectual, y culpable de haber sido,a pesar de su juventud, uno de los«padres fundadores», el «favoritodel Partido», nos da pistas sobre lasideas de Stalin y su mentalidad. Laliquidación se llevó a cabo a partirde un guión preciso, que empezó con

una fase prolongada de torturapsicológica, siguió con lahumillación pública y concluyó conun juicio espectáculo y la ejecución.

Las primeras maniobras seiniciaron en 1936. Angustiado perodesafiante, la reacción de Bujarinmuestra una de las caras del drama.En un primer momento, considerabaque aún tenía amigos en la cúpula yenvió una carta desesperada aVoroshilov, en la que le pedía ayuday apoyo. Proclamó su inocencia yconcluía así: «Te abrazo porque denada soy culpable». Pero Voroshilov

no era el hombre adecuado al queacudir en busca de ayuda.Inmediatamente mostró la carta aMolotov, que le ordenó querespondiera a Bujarin con una notaque decía: «Más te valdría confesartus viles acciones en contra delPartido». Si Bujarin no lo hacía,Voroshilov lo consideraría una«sabandija». Voroshilov hizo lo quese le dijo.

Desesperado, y consciente deque era víctima de una trama mortal,Bujarin se dirigió por carta a Stalinel 15 de diciembre de 1936. Usando

el apodo georgiano del líder, comoen los viejos tiempos, Bujarin lollamaba «Querido Koba», y afirmabaque acababa de leer un artículo enPravda contra la «derecha» (esdecir, contra él) que «me ha hechodesmoronarme». La carta acababa enestos términos: «Las sabandijas, laescoria humana y el odio de la genteme matan. Tuyo, Bujarin».

Supuestamente dirigida contrasabandijas anónimas, aquelladiatriba con un tono de maldición seadecuaba perfectamente al carácterde Stalin. Por angustiado que

estuviera, es poco probable queBujarin no supiera quién movía loshilos. Stalin no dudaba de que elodio de la gente al que se refería lanota era una referencia hacia supersona, y su respuesta vengativa a lapetición de ayuda de Bujarin y a lasacusaciones indirectas llegó duranteun «espectáculo» planeado aldetalle: las reuniones del ComitéCentral de febrero y marzo de 1937.La manera como Stalin dirigió losencuentros nos hace pensar en unactor medio enloquecido que sepropone llevar a un público cuerdo

—los miembros del Comité Central— a un estado de locura colectiva yhasta lograr que compartan suspropias fantasías. Lo que tenía quedecir no tenía la menor coherencia,pero el propósito de la reunión noera únicamente destruir a «su»enemigo, sino que quería poner aprueba a los miembros del ComitéCentral sirviéndose de unamaquinación apenas disimulada. Sesometieron a votación tres versionesde la resolución sobre la «culpa» deBujarin. La primera, «arresto ytraslado de la cuestión al NKVD»,

era obviamente la preferida deStalin, y comportaba la pena demuerte, precedida posiblemente de latortura; la segunda no se pronunciabaa favor del arresto, pero ordenaba alNKVD que prosiguiera con lainvestigación; la tercera contemplabadejar en libertad a Bujarin. Estasresoluciones no eran sino una trampatendida a los miembros del ComitéCentral, como muchos de ellosprobablemente advirtieron. Nadie seatrevió a inclinarse por la terceraopción, aunque algunos escogieron lasegunda... y pagaron por ello con sus

vidas.Esto es sólo un pequeño

ejemplo de la increíble pesadilla quefueron las purgas de 1937 y 1938.«Escoria humana» es la expresiónque mejor define a los responsablesde una orgía de unas dimensiones sinprecedentes de arrestos, juiciosespectáculo y sentencias sin vista. Ytenemos motivos para pensar quehacía tiempo, tal vez desde 1933, quese habían empezado a diseñar losacontecimientos de aquellos añosatroces. Como ha indicadoJlevniuk,42 el supuesto «reexamen de

la realidad» que figuraba en el ordendel día del Comité Central de febreroy marzo de 1937 recuerda uno de lospuntos que se abordaron en la sesióndel Comité Central de enero de 1933.Muchos participantes dijeronentonces cosas que prácticamenterepitieron en 1937, con la esperanzade demostrar su sagacidad y suatención. No sería descabelladopensar que, en 1933, Stalin estabadispuesto a declarar la guerra a lasociedad, e incluso al Partido, con elapoyo de sus acólitos y de losaparatos represivos. Pero es posible

que hubiera razones que ledesaconsejaran hacerlo (ya hemosindicado algunas), y optó por un«interludio», a pesar del rencor quele provocaban los métodos de«termitas» de sus enemigos,especialmente los «respetablescampesinos» de quienes habíahablado a Sholojov.

LA PREPARACIÓN DE LOSVALIENTES CHEKISTAS

En la preparación del inicio delterror, había que tomar determinadasmedidas además de la limpiezaadministrativa general, como

comprobar las funciones de losmiembros del Partido y dar validez asus carnets. Ante todo, era necesariopreparar a la policía secreta, a losdirigentes y al personal, para laescabrosa tarea que se les avecinaba.Para ello se recurrió a incentivosideológicos y morales, así como aotros de índole material. Mientras lapropaganda ensalzaba el valor dicuerpo, el nuevo ministro de AsuntosInternos, Yezhov, subía el salario detodos los funcionarios del NKVD. Unresponsable de dicho órgano a escalarepublicana cobraba 1.200 rublos

mensuales, la misma cantidad queotros altos cargos, cifra quecontrastaba con el salario medio deun obrero, que era de 250 rublos. Sinembargo, los jerarcas del NKVDpasaron a recibir hasta 3.500 rublosmensuales. Si en el pasado se leshabían proporcionado dachascolectivas y estancias en sanatorios,donde coincidían con otros activistasdel Partido, ahora se veíanrecompensados con dachasindividuales e importantesprebendas.

El infame documento del NKVD

00447 de julio de 1937, aprobadopor el Politburó el 31 de julio,contenía la orden de actuar y un plande acción. Distinguía dos categoríasde víctimas y estipulaba el castigoque se debía aplicar a cada una deellas: había que fusilar a 75.000personas y enviar a 225.000 a loscampos. Existen diferentesborradores de esta orden, y las cifrasvarían un tanto, pero los documentosde que disponemos demuestran que,en este caso, como mínimo secumplió la «norma» llevando la cifraa más del doble. La operación

contaba con un presupuesto de 85millones de rublos, pero lasatenciones que recibía el NKVDaumentaron cuando, en un discurso,Stalin dedicó a su aparato deseguridad el elevado calificativo de«destacamento armado de nuestroPartido».43 «El culto al NKVD»,escribe Jlevniuk, «el estatus alegalespecial de la policía secreta,alcanzó su punto álgido». Stalinutilizó a los responsables del NKVDy los recompensó por sus servicios,sin dejar por ello de controlarlos conmano firme. Repartía con la misma

arbitrariedad recompensasmateriales y castigos severos. Variosautores han visto en este punto unaanalogía con el uso que hizo Iván elTerrible de los oprichnina, sumilicia, en su enfrentamiento con losboyardos.

Esta actitud dual es típica deStalin. Los chekistas, un calificativohistórico que aún se emplea en laactualidad, se habían escindido delresto de miembros del Partido,incluso socialmente, pues tenían suspropias dachas, clubes y demásinstalaciones de ocio. En diciembre

de 1937, se celebraron unassensacionales ceremonias a lo largoy ancho del país para conmemorar lagloriosa tradición de la Cheka-GPU-NKVD. El Kremlin solicitó a loscomités regionales del Partido queorganizaran juicios públicos de«enemigos del pueblo» en el ámbitode la agricultura y ordenó al NKVDque «desenmascarara» a losculpables, es decir, queproporcionara los cabezas de turco.Asimismo, con motivo del terceraniversario del asesinato de Kirov,el 29 de noviembre de 1937, Stalin

telegrafió a las autoridades localesdel Partido y les ordenó que«movilizaran sin miramientos a losmiembros del Partido para queerradicaran a los agentes trotskistas-bujarinistas». Para Jlevniuk, todoeste aparato, así como una parteimportante de la sociedad, seenfrentaba a una verdadera caza delenemigo carente de sentido, sazonadapor la aparición de la policíasecreta, a menudo de madrugada, enla puerta de casa para arrestar a lasvíctimas y llevarlas a su destino enunas siniestras furgonetas negras.

CRIMEN Y CASTIGO EN ELNKVD (1935-1950)

Como ya hemos comentado, laincorporación simbólica del NKVDal Partido —en otras palabras, suvinculación personal a Stalin— lopuso por encima del resto deinstituciones. El Partido contaba porfin con su propia guardia pretoriana,con sus cruzados, para con los queStalin no escatimaba favores yhonores. El partido estalinista, ysobre todo su aparato, se convirtió enuna agencia policial, con la salvedadde que esta policía secreta informaba

exclusivamente a Stalin. Estaba, porlo tanto, por encima del Partido y eraun arma poderosa para coaccionarlo.Conviene plantear en este punto unapregunta impertinente: si loschekistas eran un valientedestacamento al servicio de la moraly de la ideología, ¿por qué el salariode sus líderes decuplicaba el de losobreros? La paga de los auténticoschekistas de la guerra civil, quehabían arriesgado sus vidas, eraescasa. ¿Acaso era realmentenecesario pagar a aquellos a quienesse había confiado la representación

de la vanguardia ideológica del paísen metálico, con bienes materiales ytambién con privilegios? Lenin sehabría revuelto en su tumba... de nohaberlo evitado el embalsamamiento.

Pero las ironías del destino nose detienen aquí. Ensalzado, elNKVD era un cuerpo burocrático consus propias rutinas, y un cuerpointerno de inspectores se ocupaba desupervisar con regularidad sucorrecto funcionamiento. De losinformes se desprende que se tratabade una institución caracterizada porun sinfín de irregularidades, ineptitud

profesional, carestías y robos;existen listas interminables de hechosdelictivos que fueron investigados ytrasladados a instancias más altas,con la petición de la imposición deduras sanciones.

Bastará con algunos ejemplospara arrojar algo de luz. En unmemorando dirigido al responsabledel Departamento de Cuadros delNKVD, el camarada Veinshtok, cuyorango era el de mayor de laseguridad del Estado, se detallan losdelitos y las faltas cometidas porvarios agentes del NKVD en 1935.

Los datos procedentes de todo tipode agencias, tanto regionales comorepublicanas, relativos a losprimeros diez meses de ese año danuna cifra total de 11.436 delitos yfaltas. El memorando tambiéncontenía una lista de las medidas quese habían tomado como castigo.Según Veinshtok, algo fallaba en lasdecisiones administrativas de lasagencias locales y regionales delNKVD, y era preciso abordar lacuestión. El número total deexpedientes criminales era de 5.639,y 3.232 de ellos pertenecían a las

secciones urbanas. Sin embargo, lomás preocupante a ojos del mayorera que de estos, 2.005 fueran lospropios responsables de sección.

Un análisis de las penasdictadas en función del rango delculpable permite ver que todas lascategorías de cada una de las ramasse entregaban a estas prácticas,incluso en los cuerpos militares y detransporte, y que los culpables sehallaban en todos los niveles de laadministración, desde losresponsables hasta los empleadosmás jóvenes, pasando por los

vicerresponsables. Por lo tanto, el 62por 100 de los jefes de las seccionesde distrito o urbanas, es decir, 2.056personas de 3.311, fueronsancionados. Tal y como comentóVeinshtok, no se podía negar que setrataba de un porcentaje altísimo. El60 por 100 de las sanciones contraagentes regionales se debía a casosde negligencia o dejadez en eltrabajo, ebriedad, libertinaje y otrosactos que desacreditaban al NKVD.Debemos prestar una atenciónespecial al elevado número desanciones impuestas por desobedecer

órdenes e instrucciones (13 por 100),por faltas de disciplina (8,5 por 100)o por infringir las normas deactuación (5 por 100). En la lista,también figuran casos de desfalco yapropiación indebida, ocultación delos orígenes sociales (67 casos),comportamientos «antisoviéticos ycontrarios al Partido» (17 casos),suicidios y violaciones (78 casos entotal), actitud impropia por parte deu n chekista y miembro del Partido(76 casos) y declaraciones falsas.

Las víctimas de la mayoría delas sanciones eran agentes jóvenes,

sobre todo de servicios auxiliarescomo el de comunicaciones, pero elnúmero de condenas de miembrosdel núcleo duro del NKVD con doceaños de servicio o más tambiénparecía demasiado elevado: 1.171casos.44

Otro informe del Departamentode Cuadros sobre el períodocomprendido entre el 1 de octubre de1936 y el 1 de enero de 1938 seocupa de las «salidas» del GUGB(una agencia independiente en elseno del NKVD). Entre las razonesaducidas para estas «salidas»,

encontramos 1.220 detenciones,1.268 dimisiones y 1.345 pases a lareserva. A estos números hay queañadir 1.361 casos de castigo porpertenencia a gruposcontrarrevolucionarios, contacto concontrarrevolucionarios (trotskistas),nacionalistas de derechas, traidoreso espías, 267 casos de «alteracióndel orden en el lugar de trabajo» y593 de «comportamiento inmoral».Por último, había 547 individuosconsiderados «socialmenteextraños», que estaban en contactocon personas así o que habían

servido en el pasado en las filas delos blancos. Entre el resto demotivos para la salida del GUGB,cabe destacar la enfermedad (544casos), la muerte (138 casos) o eltraslado a otras agencias (1.258casos).

Según esta documentación, lasituación no cambió hasta después dela muerte de Stalin. Las agencias deinspección siguieron adelante con sulabor. Asimismo, una agenciaindependiente, encargada de loscontroles financieros, tambiénintervino a propósito de la elevada

frecuencia con que se producíanrobos y desfalcos, se emitían facturasfalsas y al respecto de la doblecontabilidad. Este organismo pusoespecial énfasis en la situación en losalmacenes y los depósitos.45 Existentambién informes contables anualespara uso de las autoridades (y de losinvestigadores en la actualidad),cuando menos en lo tocante alperíodo estalinista. En definitiva, losservicios de seguridad no destacabandel resto en cuanto a suprofesionalidad, respeto por la ley yhonradez. Se intentó mejorar la

calidad del personal con la llegadade millares de cuadros de lasescuelas del NKVD, pero habría depasar mucho tiempo antes de que losresultados positivos vieran la luz.

Estos documentos sobre lasfuerzas de seguridad del Partidopermitieron que el país se protegieradel enemigo interior, al tiempo querevelaban otra de las caras de aquelepisodio nefasto: los sistemas deseguridad estaban atestados deelementos profesional y moralmentedudosos. El Estado mimaba a losmandos, pero eso no bastaba para

vencer la desmoralización y ladesorientación por el cariz de latarea que se les había asignado. Notenían que demostrar nada, sino quese les pedía únicamente quecumplieran con unos cupos y, en elconjunto del sistema planificado dela URSS, que los sobrepasaran paraconseguir premios, ascensos yaumentos salariales. No obstante, laespada de Damocles que pendíasobre la cabeza del país también lohacía sobre la cabeza de esosfuncionarios, y no por una cuestiónde ebriedad o libertinaje. Todos los

servicios de seguridad, incluido elespionaje en el extranjero, vivíanconstantemente al borde de unacatástrofe inherente al régimen y queera mucho más peligrosa que espiaro desenmascarar a un espía,enfrentarse a estafadores o aladrones o hacer frente a los riesgosque entrañaba su profesión.

LA CAZA DEL HOMBREFue gracias a una comisión

encabezada por el secretario delPartido, Pospelov, creada porJrushchov en 1955, con anterioridadal «discurso secreto» de 1956, como

se conocieron por vez primeramuchos detalles de los arrestos y delas ejecuciones masivas. De hecho,la política de rehabilitación se habíainiciado en 1954. Vale la penaempezar revelando los hallazgos deesta comisión, siquiera sea paraadvertir lo poco que sabía deaquellos espantosos episodios nosólo el gran público, sino también lapropia elite política.46

La comisión de Pospelovtrabajó con documentos procedentesde los archivos de la policía secreta,así como con declaraciones de

muchos interrogadores-verdugos quenarraron cómo habían arrancado lasconfesiones de sus víctimas. LaOficina del Fiscal tambiénproporcionó a la comisión unacantidad considerable de materiales.El papel personal de Stalin quedóclaramente documentado. Gracias aotros documentos, se supo que lastroikas, formadas por el secretariolocal del Partido, el responsable dela policía secreta y el fiscal de laregión, los responsables del terror aescala local, presionaban a Moscúpara que se aumentaran los «cupos

de ejecuciones», pues sabían que lacapital estaba más que dispuesta ahacerlo.

Cuando Pospelov presentó anteel Presídium del Partido susconclusiones, «emergió una imagenterrorífica que dejó atónitos a todoslos presentes». Podemos suponer queno se trataba de una reacción fingida.Poca gente imaginaba realmente lamecánica y el alcance de lo que eran,fundamentalmente, operacionessecretas. Las estadísticas aportadasse referían, sobre todo, a líderes delPartido acusados de traición, así

como a una categoría más etérea degente detenida por «actividadesantisoviéticas», en su mayoríacuadros del Partido y del Estado. Porotro lado, Pospelov no habló de lanumerosísima categoría de«elementos socialmente extraños».En los desafortunados años de 1937y 1938, la cifra que constaba en elinforme era de 1.548.366 personasdetenidas por actividadesantisoviéticas, 681.692 de las cualesfueron ejecutadas. La pérdida depersonalidades estatales y delPartido se produjo en todos los

niveles, y quienes los sustituyerontambién sucumbieron, comosucedería a su vez con quienesllegaran después que ellos... Lamayoría de los delegados del XVIICongreso del Partido, el «Congresode los Vencedores», en 1934, fueronarrestados (1.108), y 848 de ellos,fusilados.

El documento también dabacuenta de las órdenes del NKVD enque se explicaba a los agentes cómodebía conducirse la represión ybrindaban una idea de sus métodos:la creación inmediata de una lista

con todas las organizaciones ycentros antisoviéticos; lasviolaciones flagrantes de la ley porparte de los investigadores; lastramas ficticias maquinadas por lospropios agentes del NKVD; elfracaso rotundo de la Oficina delFiscal a la hora de vigilardebidamente la labor del NKVD; laarbitrariedad judicial por parte delColegio Militar de las fuerzasarmadas de la URSS, que condonólos «procedimientosextrajudiciales»...

Según el informe, toda aquella

empresa nació de la autorizaciónemitida por el Comité CentralEjecutivo, en diciembre de 1934, araíz del asesinato de Kirov, paraactuar fuera de la ley. La señal quesupuso el inicio de la represiónmasiva fue el telegrama de Stalin yZhdanov a Kaganovich y Molotov, yque preparaba el terreno para elpleno del Comité Central de febreroy marzo de 1937. De las palabras denumerosos testimonios, incluidosalgunos agentes del Ministerio deAsuntos Internos (MVD), víctimastambién de la represión, así como del

contenido de tres documentos anexosal informe, un telegrama de Stalin,con fecha del 10 de enero de 1939que ratificaba la validez de los«métodos físicos», un memorando enel que aprobaba la ejecución de 138mandos de alto rango y una carta deP. I. Eije, miembro del Politburó,previa a su ejecución, se desprendíala responsabilidad personal de Stalinen el recurso generalizado a latortura de los acusados. Entre 1937 y1939, Stalin y Molotov firmaronpersonalmente unas 400 listas depersonas que debían ser ejecutadas

(con un total de unos 44.000nombres).

El propósito del informe dePospelov no se reducía a dar cuentadel pasado. Su contenido se convirtióen tema de encendidos debates sobrepolítica y estrategia, queestudiaremos en la segunda parte.Pero el peaje total del terror fue muysuperior, porque el veredicto de losaños cincuenta se ocupabaprincipalmente de las víctimaspertenecientes a las filas del Partido.

La dimensión de las purgas

Es posible que jamás se escriba

una historia completa de las purgasde 193'7 y 1938. No obstante, sideseamos comprender un fenómenoque sobrepasa los limites de laimaginación, debemos tomar enconsideración diferentes datos. Hayque empezar con las estimaciones delas diferentes agencias, difíciles deinterpretar en ocasiones porque sebasan en varias fuentes, cálculos,cifras y fechas, si bien permiten

llegar a una aproximación razonable.Para la etapa central de las purgas,los años 1937 y 1938, existe un textoescrito por una comisión ad hoccreada por el Comité Central delPresídium en 1963, y presidida por I.M. Shvernik. Según algunas fuentes,en los años 1937 y 1938, 1.372.392personas fueron detenidas, y 681.692de ellas, fusiladas. Las cifras que dioJrushchov en el pleno del ComitéCentral de 1957 son algo distintas:más de 1.500.000 de arrestos y680.692 fusilamientos (lasdiferencias proceden de los criterios

empleados por los funcionarios de elKGB). Según las fuentes para elperíodo comprendido entre 1930 y1953, las detenciones totalizaron3.778.000 personas, 786.000 de lascuales fueron ejecutadas.47

Otros números se ocupanexclusivamente de la categoría de la«represión administrativa», es decir,la que corrió a cargo de cuerpos nojudiciales: el «consejo especial» delNKVD en Moscú y sus equivalentesen los escalafones más bajos de laadministración y las «troikas»anteriormente mencionadas,

responsables de la mayoría de loscrímenes de 1937 y 1938. Estosgrupos tenían prácticamente cartablanca y, como ya hemos visto,presionaban al Kremlin para queaumentara los cupos. El consejoespecial del NKVD, creado el 10 dejulio de 1934, fue un órganoexcepcionalmente eficaz: condenó a78.989 personas en 1934, a 267.076en 1935, a 274.607 en 1936, a790.665 en 1937 y a 554.258 en1938. Pero si fueron capaces dellevar a cabo este «gran trabajo»,ello se debió a que no atendían a lo

que estipulaban los procedimientos.En la mayoría de los casos, elacusado ni siquiera estaba presente.Un caso podía quedar visto parasentencia en diez minutos, y lacondena variaba, de cinco aveinticinco años en un campo o laejecución sumaria. La acusación quepesaba contra la mayoría de lasvíctimas era la de «actividadescontrarrevolucionarias», de ahí larapidez de los juicios y la cantidadde ejecuciones.

Otra fuente son los datos queproceden de los propios

investigadores del NKVD. El«histórico» decreto del ComitéCentral del 2 de julio de 1937, al queya nos hemos referido, ordenaba alNKVD que acabara con cualquier«grupo enemigo». El texto, que fueenviado a las regionesadministrativas para sucumplimiento, como había sucedidocon las campañas de confiscación decereales, establecía los cupos de losarrestos. Estos cupos se dividían encuatro categorías de delitos, ytambién se mencionaban lascondenas correspondientes. La

categoría 1 incluía a 72.950 personasque debían ser arrestadas yejecutadas (la cifra total debíarepartirse entre las diferentesregiones). En la categoría 2constaban 186.000 personas quedebían ser deportadas a los campos.Con este fin, había que abrir nuevoscampos en los bosques, aunque éstostambién serían rápidamenteinsuficientes. Todo el procedimientoera ciertamente kafkiano: la cifra deenemigos quedaba estipulada por uncupo, pero estaba permitidosuperarlo. Bastaba con nombrar a los

chivos expiatorios.Las cifras de los arrestos

anuales son las que siguen: el 1 deenero de 1937, 820.881 personas; el1 de enero de 1938, 996.367; el 1 deenero de 1939, 1.317.195. Del totalde detenidos, fueron a parar a loscampos de trabajo 539.923prisioneros en 1937 y 600.724 en1938.

Ese año la cifra de deportadosa l gulag alcanzó su máximo. Dehecho 837.000 detenidos fueronliberados de los campos a raíz deuna revisión de los casos durante el

mandato de Beria, con motivo de una«campaña de rectificación» ordenadapor Stalin. En 1939, sin embargo, larepresión se puso de nuevo enmarcha y el 1 de enero de 1940 lacifra de internos en los campos y enlas colonias era de 1.979.729,prisioneros comunes en su mayoría.Los presos políticos, condenados envirtud de los artículos«contrarrevolucionarios» del códigopenal, sumaban el 28,7 por 100 deltotal, algo más de 420.000 personas.La cifra de reclusos también aumentócon el traslado de prisioneros

procedentes de territoriosanexionados, a los que debemosañadir los detenidos a raíz de dichasanexiones. La aplicación de losdecretos de 1940 y 1941, quecastigaban el robo y la marcha sinautorización del lugar de trabajo,también contribuyeron a engrosarestas cifras.48

No resulta sencillo evaluar ennúmeros el vacío que trajeronconsigo las purgas, especialmenteentre los cuadros del Partido y delEstado. Una fuente autorizada sobrela rotación de personal en el

Comisariado de Ferrocarriles entre1937 y 1938 indica que durante eseperíodo fueron sustituidos el 75 por100 de los responsables y de losfuncionarios técnicos (cuadrossuperiores y medios).49 No podemosextrapolar estos datos a toda lamaquinaria del gobierno, pero nosbastan para hablar de una hemorragiade cuadros, incluso en las agenciasestratégicamente más importantes.

Las consecuencias del terror sedejaron sentir en la economía, laburocracia, el Partido y en la vidacultural. A mediados de 1938, el

daño humano, económico y político ysu coste eran tales que se imponía, yera incluso previsible, un cambio derumbo. Se habló de una«normalización», que se llevó a cabode la manera habitual: había que«nombrar» a un culpable de las«desviaciones», algo que no suponíaningún problema, pues nadie erainocente en todo el asunto. El 25 denoviembre de 1938 llegó la hora dela caída de Yezhov al frente delNKVD y su sustitución por su manoderecha, Beria. Yezhov fue detenidoen abril de 1939 y acusado, como

mandaba la fórmula habitual, de estar«al mando de una organizacióncontrarrevolucionaria». Loejecutaron en febrero de 1940, deacuerdo con el mismo guión escritoen 1936 cuando el entonces jefe delNKVD, Pagoda, fue eliminado. Todoaquel que estaba en el ajo empezabaa especular con el tiempo que habríade pasar antes de que se repitiera lasituación.

En el contexto de esa «nuevalínea», varios cientos de miles depersonas fueron liberadas de losgulag, pero se trató principalmente

de prisioneros comunes, nopolíticos.50 Después del XVIIICongreso del Partido, algunasvíctimas de las purgas fueronrehabilitadas. Una vez más, sinembargo, aquella operación demaquillaje afectó únicamente a unnúmero reducido de personas enrelación con las dimensiones de laspurgas, suficientes para que Stalinpudiera presentarse como la personaque había restaurado la justicia ycastigado a los culpables. El líderrepitió esta demostración debenevolencia tiempo después, con el

arresto y la eliminación parcial, paravariar, de un grupo importante deagentes del NKVD, acusados dehaberse excedido en sus atribucionesal atacar a miembros del Partido y aciudadanos inocentes. Entre 22.000 y26.000 agentes se unieron a susvíctimas en los campos o en loscementerios, pero nadie sabe si entreaquella multitud estaban los peoreselementos. Con todo, aquellaactuación sirvió para tranquilizar amucha gente. Jlevniuk sostiene que,en 1939, los miembros de la cúpuladirigente recobraron la confianza en

sí mismos: aumentaron los salarios ylos arrestos se ceñían a unas normasmucho más estrictas. Asimismo, laevidente discreción que rodeaba a laagencia de Yezhov después de sucaída convenció a los cuadros delPartido de que habían recuperadoterreno frente al aparato deseguridad, aunque varios líderesregionales y urbanos fueronpurgados, así como varios chekistascaídos en desgracia por habersedesviado del recto camino.

Jlevniuk también insinúa que elfin del terror de masas se debió a que

Stalin sentía que había logrado suprosaico objetivo: rejuvenecer a loscuadros del Partido. (Debemosdestacar lo curioso del métodopedagógico empleado para darcancha a los nuevos talentos.) En elXVIII Congreso del Partido, enmarzo de 1939, Stalin anunció que,entre abril de 1934 y marzo de 1939,habían reclutado a más de 500.000cuadros para insuflar un aire nuevo ala administración del Estado y delPartido, especialmente en las altasesferas. A principios de 1939, de los32.899 funcionarios que formaban

parte de la nomenclatura bajo lasórdenes del Comité Central (delcomisario del pueblo a losfuncionarios del Partido quedesempeñaban funciones importantespor orden del Comité Central),15.485 habían sido nombrados entre1937 y 1938. Una cifra interesante,ya que en ella se encuentra el grupoposterior a la purga, la denominada«promoción de Stalin». La rapidez ensu ascenso fue extraordinaria, puesmuchos ni siquiera habían finalizadolos estudios. Entre ellos seencontraban las personas que habrían

de dirigir los destinos de la URSStras la muerte de Stalin.

Después del desastre quesupusieron las purgas en número devidas humanas, las mayores pérdidasse sucedieron en el terreno de laeconomía. Nombradosinmediatamente después del terror,los nuevos cuadros se encontraron ensus despachos con sillas y escritoriosvacíos, y con la evidencia de que suspredecesores no estaban ahí paraintroducirlos en su nuevo cometido.Inexpertos, muchos de los reciénllegados no se atrevían a dar ningún

paso. Las purgas habían destruido ladisciplina y habían minado laproductividad, aun cuando muchos enRusia se empeñaran en sostener locontrario. Las agenciasgubernamentales estaban llenas detodo tipo de personajes torvos. Paraponer remedio a la situación, sedecidió rehabilitar a algunos«expertos honrados», si aún seguíancon vida, y liberarlos de los campos.Entre ellos había figuras militares —futuros generales y mariscales,académicos, expertos en estrategia oingenieros— como Rokossovski,

Meretskov, Gorbatov, Tiulenev,Bogdanov, Jolostiakov, Tupolev,Landau o Miasishchev. El eminenteexperto en misiles Korolev tuvo queesperar hasta 1944, y muchos mássiguieron retenidos hasta 1956. Losque recuperaron la libertad en 1939no obstante, un contingenteimportante. Algunos de ellos noestaban en condiciones de regresar asu trabajo inmediatamente despuésde la liberación, de modo que nopodían ayudar a solucionar losestragos que había ocasionado en elejército la destrucción del Estado

Mayor y de buena parte de la tropa.En el verano de 1941, el 75 por 100de los oficiales de campo y el 70 por100 de los comisarios políticosllevaban en su cargo menos de unaño, así que el núcleo del ejércitocarecía de la experiencia necesariapara comandar unidades deenvergadura. Que el Ejército Rojoapenas estaba preparado paraentablar batalla quedó de sobrasdemostrado en la desastrosa guerracontra Finlandia en 1940. El análisissumamente certero de aquella«derrota victoriosa» encabezada por

los líderes políticos y militares pusoal descubierto la lamentable falta deliderazgo y formación, los defectosque presentaba el cuerpo de oficialesy la descoordinación entre losdiferentes cuerpos del ejército. Peroen ningún momento se pronunció elnombre del principal culpable:Stalin.

La demencia de 1937 y 1938jamás se repetiría con la mismaintensidad, aunque prosiguió a unnivel más modesto. En 1939, elPartido reclutó a un millón de nuevosmiembros y todo parecía volver a la

«normalidad».Aquel súbito cese del «terror de

masas», ejemplificado, como yahemos dicho, con la eliminación deYezhov, sobre quien recayeron lasculpas, no fue nunca admitido comotal. Más tarde, diversas maniobrasintentaron camuflarlo. Se afirmó quese había acabado con el grueso delos saboteadores, y también conquienes se habían excedido en sulucha contra ellos. Con todo, lapropaganda contra los «enemigos delpueblo», ora clamorosa, orainsidiosa, no se detuvo, porque el

régimen no quería que nadie pensaraque los enemigos habíandesaparecido del todo. Lamaquinaria del Estado y su actividadterrorista quedaron cubiertas por unvelo, sin dar siquiera a conocer susactividades a mandos bieninformados en otros aspectos. ElPolitburó imponía una«rectificación», pero de un modo quebordeaba el absurdo pues lo hacía demanera clandestina, al tiempo quenegaba que estuviera actuando así.

Algunos documentos ahoradesclasificados y procedentes del

archivo presidencial arrojan algo deluz.51 En las actas de la sesión del 9de enero de 1938, el Politburóordenó a Vishinski que informara alfiscal general de que ya no eraaceptable destituir a alguien de supuesto porque un familiar hubierasido detenido por crímenescontrarrevolucionarios. Esto suponíadar un paso hacia el «liberalismo»que ponía fin al indecible sufrimientoque habían experimentado muchaspersonas. Sin embargo, aunque sepuso fin al tema de los «parientes»,es decir, aunque el Estado reconoció

su error, el mea culpa del régimen nollegó a oídos de nadie. Un ejemplo:el 3 de diciembre de 1939, elTribunal Supremo aconsejó a Stalin ya Molotov que la revisión de lassentencias por delitoscontrarrevolucionarios se realizarasiguiendo un procedimiento legal —¡bienvenido el cambio!—, aunque seocupara de los casos un tribunalreducido. En otras palabras, aunquelos tribunales reconocían los erroresque se habían cometido, se hacíatodo lo posible para que dichoscasos no llegaran a oídos de la

opinión pública. En una líneaidéntica, el 13 de diciembre de 1939,Pankratov, el fiscal general de laURSS, propuso a Stalin y a Molotovque no se informara a los parientesde la revisión de las sentencias enaquellos casos en los que lasvíctimas ya hubieran sido ejecutadas.

También temía el gobierno quelos métodos empleados durante losinterrogatorios salieran a la luz. Paraimpedirlo, Beria escribió a Stalin y aMolotov el 7 de diciembre de 1939 afin de proponer que no se admitierala presencia de los abogados

defensores y de los testigos en las«investigaciones preliminares» (cuyoobjeto era revisar los procedimientosilegales), «para evitar que se revelecómo se llevan a cabo dichasinvestigaciones». No obstante,incluso en este documento de altosecreto Beria recurría a unaartimaña, pues el significado real desus palabras era este: para evitar quese descubra lo que las presentesinvestigaciones pueden revelaracerca de las indagaciones delpasado. En los intercambios másconfidenciales no se mencionaba en

ningún momento que se hubieranproducido torturas (por ordenexpresa de Stalin), ni que se hubieraobligado a los detenidos a firmar«confesiones». Plasmar todo aquelloen papel suponía arriesgarse a que lodescubriera algún funcionario y lodesvelara. Es decir: no debemosdecir a nadie que los enemigos y lossaboteadores, por encima de todoslos que fueron ejecutados, eraninocentes; no debemos revelar cómose arrancaron las confesiones, o quealguien rehabilitado ya ha sidofusilado.

Otras dos decisiones delPolitburó muestran los límites de la«retirada».52 El 10 de julio de 1939,ordenó a los responsables de loscampos del NKVD que abolieran lasreducciones en las sentencias que seconcedían a los prisioneros comunes,y a algunos prisioneros políticos, porbuena conducta. A partir de esemomento, había que cumplir la penaíntegramente. Del mismo modo, enlas acusaciones de índole política,quedaba descartado el abandono dela línea dura. El siniestro presidentedel Tribunal Militar Supremo, Ulrij,

propuso a Stalin y a Molotov que, enlos casos en que estaban acusados«trotskistas de derechas,nacionalistas burgueses y espías», nose permitiera a los abogadosdefensores ver los expedientes oestar presentes en la sala. Losmiembros de estas categorías seguíansiendo el blanco del Estado y sufríanel mismo tratamiento a manos de losinvestigadores que en el pasado. Sinesos métodos, ¿cómo se podía purgara un «trotskista de derechas»?

El velo que ocultaba lossecretos seguía en su lugar. Se negó

la presencia de los abogados en lassalas, a pesar de que la ley así loexigía. No debía llegar al públiconada relacionado con los errores delrégimen, sus métodos o susobjetivos, toda vez que de hechoestos métodos estaban siendo objetode revisión.

Es inevitable señalar lasparadojas: la tan proclamada luchacontra los enemigos del pueblo noera sino una conspiración organizadapor un gobierno que sabíaperfectamente que estaba incurriendoen ilegalidades a gran escala. Y ese

mismo gobierno pretendía manteneren secreto los errores que habíacometido. Por descontado, eranecesario llevar a efecto algunoscambios para tranquilizar a unaselites sumamente desmoralizadas yaterrorizadas. En ocasiones, estoscambios eran públicos, aunquetambién se recurría a otros canalesmás discretos. Pero, a diferencia delas persecuciones, había quecontrolar la «retirada». Dar con elequilibrio adecuado precisaba de unagran habilidad. Los miembros máscercanos del círculo de Stalin

admiraban su control... o eso decían.Stalin tenía razones para estar

satisfecho después de las purgas.Ahora que había exterminado a lamayoría de los viejos cuadros, habíaconseguido finalmente un nuevosistema: el suyo propio. Muchos delos que no habían logrado dejarsellevar por su admiración hacia ellíder, o que lo consideraban untraidor a la causa, habían sidodestruidos. La elite dirigente habíasufrido una renovación casicompleta, y el conjunto de lasociedad parecía sometido. Todos

los acólitos de Stalin estabanintimidados, y el Politburó en tantoque órgano dirigente había perdidoprácticamente todas sus atribuciones.Como ya hemos visto, Stalintrabajaba con un pequeño grupo, queen ocasiones se limitaba a cuatropersonas. El resto no estaban alcorriente de los «asuntos secretos», yla mayoría de los asuntos entraban enesta categoría. Los líderes delPartido, a quienes se habíainformado de todo tipo de cuestionesa través de boletines periódicos,dejaron de recibirlos. Y el Comité

Central, que en ocasiones se reuníapara «debatir» asuntos que yaestaban decididos, también perdiópeso.

Los campos y el imperioindustrial del NKVD

Los documentos que centrarán

ahora nuestra atención deberíanpermitirnos hacernos una idea másclara del alcance y del carácter delos campos y del trabajo forzado, asícomo de su conexión orgánica con elsistema estalinista. Aquí no hubo«retirada». Trataremos de esbozar loque podríamos llamar el «imperioeconómico» del NKVD, resumiendosus principales rasgos y sus líneas de

actuación.Los estudiantes de las leyes y de

los sistemas penitenciarios durantelos años veinte, el período de laNPE, saben que los campos queríanser una forma más humana de arrestoque las «jaulas» de lo que sedenominaban prisiones: se creía queel trabajo en unas condiciones que seasemejaran a las de un lugar detrabajo normal era la mejor manerade reeducar y rehabilitar a la gente.Por aquel entonces, las condicionesen los campos no eran ni muchomenos duras, a excepción de los

recintos en los que había prisionerospolíticos, y especialmente en lasislas Solovski, del mar Blanco, elúnico campo bajo la jurisdicción dela GPU. Por supuesto, losdelincuentes peligrosos estabansometidos a una vigilancia estrecha,pero algunos de los detenidostrabajaban en el campo de día y porla noche regresaban a casa. Lostribunales trataban de limitar laspenas de prisión, y optaban en sulugar por «trabajos obligatorios»(prinud-roboty), una expresión queen ocasiones se ha traducido

erróneamente en Occidente como«trabajos forzados», y que significa,en realidad, que el condenadomantenía el mismo empleo pero sepagaba una multa que se deducía desu salario durante el tiempo quedurara la pena. El Estado estabaexperimentando con el sistema penal,y la literatura y los debates sobreestas cuestiones eran públicos einnovadores.

Con todo, el liberalismo delperíodo de la NPE en materia depolítica penitenciaria estabacoartado por un límite objetivo:

apenas había trabajo para reeducar alos prisioneros. La tasa de paro delpaís era elevada, y los paradosdebían tener prioridad en el accesoal empleo.

Todo esto tocó a su fin a finalesde los años treinta, a pesar de que lasnociones liberales siguieron flotandoen el ambiente durante unos añosmás. Los jueces y los criminólogoslibraron una batalla perdida deantemano contra el proyecto parahacer de los campos un instrumentode castigo a través del trabajo (ahorasí, de los trabajos forzados), lo que

los vaciaría de la filosofía inicial dereeducación por medio del trabajo.Esta nueva tendencia era un «efectocolateral» de lahiperindustrialización. Era fácilmovilizar a los prisioneros paratrabajar, su coste era menor y estabansujetos a una disciplina férrea.Asimismo, no era difícil sustituir alos que ya no estaban. Los liberalesdel pasado, aún presentes en loscomisariados de Justicia y deTrabajo, aunque este último notardaría en desaparecer, seenfrentaron a otros miembros del

gobierno y del Partido para evitarque el sistema penitenciario volvieraa abrazar la esclavitud. Pero Moscúestaba decidida a seguir por esecamino, aunque en aquellos añospareciera más un lodazal. Las treguasque de vez en cuando declaraba elgobierno no significaban un cambioen la política, sino simplemente suconsolidación y una mayorcoordinación.

El NKVD y su policía secretaacabaron interesados,inevitablemente, en desempeñar unpapel de primer orden en la

industrialización del país yabanderaron la transformación delsistema penitenciario en un inmensosector industrial bajo su controladministrativo. Evidentemente, loscondenados proporcionarían la manode obra, así que había que lograr elmáximo número posible de ellos. ElNKVD no veía la política, sin más,como una fuente de glamour. Sinembargo, en cuanto laindustrialización se convirtió en elethos nacional, el NKVD confió enque su prestigio aumentara al asumirun papel importante en el desarrollo

económico gracias al gulag. ElPolitburó, por su parte, aunque no fueel impulsor de esta nueva línea, nocabe duda de que estaba sumamenteinteresado en ella. El Comisariadode Justicia fue perdiendojurisdicción sobre las institucionespenitenciarias, y el control de éstaspasó paulatinamente al NKVD. Elproceso culminó en 1934.

Llegados a este punto, debemosahondar en un aspecto complejo de lasituación administrativa.Oficialmente, el NKVD absorbió a lapolicía secreta, la OGPU. Sin

embargo, en aquellos años, la«seguridad» no era nunca lo queparecía. De hecho, fue la GPU,rebautizada GUGB,53 quien asumióel control de todo el NKVD desdedentro, y su responsable tomó elmando del Comisariado de AsuntosInternos. Este embrollo ilustra elcarácter confuso de las prácticasadministrativas soviéticas.

Para supervisar el sistemapenitenciario —formado por campos,colonias y prisiones—, se creó unanueva agencia administrativa,d e n o mi n a d a Gulag (Glavnoe

Upravlenie Lagerei), o DirectorioGeneral de Campos, que también seocupaba de las cárceles y de lascolonias de prisioneros comunes y dedelincuentes juveniles. Un organismoindependiente en su seno era elresponsable de los condenados alexilio y a penas de aislamiento en lascolonias de reasentamiento, como loskulaks. Todo esto no es sino elprincipio de la historia. Alrededordel gulag, y con él, el NKVD creóuna gran red de agenciasadministrativas industriales para laconstrucción de carreteras,

ferrocarriles y presashidroeléctricas, empresasmetalúrgicas y mineras, obras deingeniería forestal y para eldesarrollo de la región del ExtremoOriente (el Dal’stroi). En unoscampos especiales, los conocidoscomo sharashki, que albergaban aexpertos como Tupolev (aviones) yKorolev (misiles), se iniciarondiferentes proyectos de investigacióne ingeniería para la producción dearmamento.

La primera hazaña del NKVDfue la construcción del canal del mar

Blanco, inaugurado entreaclamaciones en 1931-1932 yconsiderado la obra de unosprisioneros dedicados y de suscustodios, la policía secreta. Estasodas al trabajo soviético y a lasmasas trabajadoras escondían unarealidad muy diferente: el trabajocorrió a cargo de obreros que nofueron remunerados y a quienes sehabía despojado de sus derechos; erael fruto del trabajo de esclavos.

Por aquellas fechas, diversosinformes confidencialestransmitieron a los líderes el

vertiginoso crecimiento de un gulagrelativamente joven y la importanciade los principales proyectos deconstrucción que ahí se llevaban acabo. En 1935, la cifra total deprisioneros que figuraba en las listasde mano de obra se aproximaba almillón de personas. Entre losproyectos más importantes, figurabala construcción de ferrocarriles —lalínea Baikal-Amur en la regióntransbaikal, siguiendo el curso delrío Ussuri—, la de una serie decanales, uno de los cuales debíaconectar Moscú con el Volga, y un

número considerable de fábricas,sovjoses y aserraderos. Con eltiempo, los informes fueron másdetallados. En 1936 se hizo un mapade los gulag, que identificó dieciséiscentros a los que se añadió eltérmino lager' (Dmitrovskii lager',Ojto-Pecherskii lager', Baikalo-Amurskii lager', etc.). No erancentros penitenciarios, sino núcleosadministrativos alrededor de loscuales crecían estos centros, enforma de campos o de colonias. Cadanúcleo tenía asignado unrepresentante de la Oficina del

Fiscal, y en ocasiones contaba condiversos ayudantes. No obstante,pese al generoso salario del quedisfrutaban, su presencia no alterabaen absoluto lo que sucedía en loscampos.

Lo importante era el númerocreciente de funcionarios delsistema, administrativos o agentes,que ocupaban cargos en el gobiernocentral o local. Como sucede concualquier otra burocracia, lasoviética tenía una sed decrecimiento desmesurada. Aprincipios de 1940, una brigada de

funcionarios del Comisariado deFinanzas inspeccionó la estructuraadministrativa del gulag, y llegó a laconclusión de que el volumen delaparato era excesivo.54 A raíz delinforme, se ordenó la creación de unacomisión que había de revisar laestructura y el personal del gulag, yque contaría con la ayuda de losinspectores de finanzas. Del informese desprendía que la administracióncentral del gulag estaba formada por33 departamentos, con 1.697empleados a su servicio, a los quehabía que añadir las unidades

auxiliares. En su conjunto, el gulagconstaba de 44 directorios ydepartamentos, 137 secciones y 83oficinas, unas 264 unidadesestructurales cuyas funciones sesolapaban entre sí. La brigadapropuso una serie de recortes,fusiones y demás cambios en laorganización que permitiríaneliminar 511 puestos de trabajo, un30 por 100 del total. Las agencias deabastos de Moscú y de Leningradotambién sufrirían recortes similares,y se perderían 10 puestos de trabajo.La brigada deseaba reducir el

número de unidades administrativas,de 264 a 143, y el número detrabajadores, de 1.696 a 1.186.También quería inspeccionar,simplificar y racionalizar lasestructuras locales, que dabanempleo a 4.000 administradores yagentes. Los mapas y listas delinforme mostraban un sistematerriblemente complejo.Desconocemos si, a la luz de estaspropuestas, algo cambió.

No cabe duda de que, si nohubiera estallado la guerra, elaparato del gulag habría seguido

creciendo. El número de campos deprisioneros de las principalesunidades regionales, a las que sereferían invariablemente con untérmino geográfico, se mantuvo en528 a principios de 1941,justificando así una nueva ampliaciónde los directorios con sede en Moscúy de sus funcionarios y personal decampo. Como en cualquier otraadministración, recurrieron a todotipo de excusas para crear nuevosórganos —abastos, finanzas,coordinación...—, con la connivenciade quienes se habían aprovechado de

los campos de trabajo. Y se registróuna tendencia evidente a la creaciónde nuevas agencias en Moscú u otrasgrandes ciudades atractivas, «dondese lo pasaban en grande sinpreocuparse en absoluto por loscampos», en palabras de unacomisión de control del Estado,atónita ante lo que había descubierto.El informe añadía que esosfuncionarios no tenían nada que haceren Moscú, ciudad en la que su cifraera excesiva.

Por horrible que sea su función,la administración puede seguir

adelante como si nada. Y estaadministración quería ser como lasdemás. Lo cierto, sin embargo, esque se vio al frente de un gigantescoimperio industrial.

EL MVD COMO AGENCIAINDUSTRIAL

En 1940, el Comisariado deFinanzas recibió diversos informes ymemorandos del NKVD (que, comoel resto de comisariados, adoptaríamás tarde el título de ministerio y seconvertiría en el MVD, o Ministeriode Asuntos Internos) referidos a cadauna de las ramas, industriales o no,

de la actividad económica. Setrataba, probablemente, de la primeravez que sucedía algo así. En estepunto, el complejo sistemaadministrativo del que hemoshablado se enreda aún más. Cuarentay dos agencias enviaron susinformes, pero sólo dos unidadespertenecían a los campos y a lascolonias del gulag. El resto erandirectorios industriales (papel,madera, combustible, agricultura,etc.). Los informes reproducían ellenguaje habitual de los textos decualquier ministerio de industria, en

el que se planificaban las finanzas,los costes, los presupuestos, la manode obra y, por descontado, elrendimiento.

Esta actividad se redujo durantela guerra a causa del descenso en elnúmero de prisioneros (zeks), que ensu mayoría habían sido movilizados,por lo general en «batallones decastigo» asignados a las ofensivasmás peligrosas. Los supervivientesse unían a las filas de unidadesordinarias y eran así «rehabilitados».Muchos eran criminales reincidentes,y ya podemos imaginar su

comportamiento para con los civilesen los territorios liberados del yugoalemán y, a fortiori, en las zonasconquistadas. Una cifra considerablefue condenada a muerte o regresó alos campos.

En tanto que productor osubcontratista directo, el gulagempezó a repuntar después de laguerra (véase el Apéndice 1). Melimitaré aquí a resumir la operacióndel NKVD como «agenciaindustrial», a partir de una fuente tanfiable como los escritos de MartaKraven y Oleg Jlevniuk.

En cuanto se decidió usar a losinternos como mano de obra paratareas económicas, el NKVD(rebautizado MVD) se convirtió enuno de los componentes principalesdel estalinismo. En 1952, susinversiones, que totalizaban 12.180millones de rublos (un 9 por 100 delproducto interior bruto),sobrepasaban las de los ministeriosdel Petróleo y el Carbón juntos. Enfebrero de 1953, el beneficio brutode la industria del MVD era dealrededor 17.180 millones de rublos,el 2,3 por 100 de la producción total

del país. Aun así, era el principalproductor de cobalto y de peltre y seencargaba de un tercio de laproducción de níquel y de unporcentaje importante de la de oro,madera y de la leña que empleabanlos aserraderos (del 12 al 15 por100). Los planes para principios delos años cincuenta potenciaron elpeso del MVD. Una de las últimasórdenes de Stalin estaba relacionadacon la producción de cobalto.55

El estudio de los informesdetallados y regulares sobre laproducción, las finanzas y la mano de

obra no deja lugar a dudas acerca dela prosperidad de aquel florecientecomplejo económico. No obstante,dan que pensar algunas frases querecogen las quejas de la agencia porlos impagos de algunos ministerios,lo que imposibilitaba alimentaradecuadamente a los internos. Dehecho, aquel conglomeradoindustrial-policial, de unasdimensiones extraordinarias ycuriosamente arcaico, atravesaba unaprofunda crisis a pesar del buenrendimiento de algunas ramas. Lascondiciones de vida —léase muerte

— y de trabajo de los zeks no podíansostener una verdadera expansiónindustrial. Tarde o temprano, porunas razones o por otras, habría queabandonar el sistema. Un informe delpropio Beria dirigido a Molotov, en1940, nos da una imagen realista delos problemas de los campos.56

Según el documento, no seaprovechaba al máximo la mano deobra del campo, que se utilizaba enla construcción de grandes fábricas,líneas de ferrocarril, instalacionesportuarias y «canteras especiales»(para tareas de defensa), o para

inventariar y producir leña para suexportación, porque los internosapenas comían y su indumentaria eradeficiente para soportar las difícilescondiciones climáticas. El 1 de abrilde 1940, había 123.000 internosagotados que no podían trabajar porfalta de los alimentos necesarios, yvarias decenas de milesharaganeaban porque carecían de laropa adecuada. Esas condicionesprovocaban tensiones en los camposy comportaban pérdidas, y lasituación se había deterioradoporque el Comisariado de Comercio

hacía caso omiso de las directivasdel gobierno y del Partido acerca dela mejora en la alimentación y ladistribución de ropa. Peor aún, lasexistencias de comida y de vestuariodisminuían cada trimestre. Se habíadistribuido el 85 por 100 de la harinay los cereales previstos, pero tansólo la mitad del 15 por 100 restantehabía aparecido, y únicamente untercio en el caso de la ropa. De ahí elaumento en el número de internosenfermos o desocupados.

Conviene echar un vistazo a loque estipulaba la ley. La previsión de

gasto diario por zek era de unos 4,86rublos, mientras que el plan preveíaque fuera de 5,38.57 Es evidente queno se estaban cumpliendo losobjetivos pero, en caso contrario,¿qué habría supuesto satisfacerlos?La respuesta no puede ir más allá delterreno de las conjeturas: el coste deun guardia armado era de 34 rublospor día, seis veces más que uninterno. Comoquiera quedesconocemos la fecha exacta de estaestadística, podemos recurrir alpunto de referencia más cercano a1940: un general alemán prisionero

de guerra en un campo soviéticocostaba 11,74 rublos por día en1948, y no tenía que trabajar.

Una alimentación y un vestuarioinadecuados, mano de obra gratuita,el hambre y las enfermedades hacíanque muchos zeks no fueran aptos parael trabajo. Algunos, los mástemerarios y desesperados, senegaban a servir. A este panoramahay que añadir el elevado índice decriminalidad en los campos y la tasade mortalidad, por no hablar delfenómeno del dojodiagi, prisionerosque al final de su vida eran poco más

que deshechos humanos. Ante estepanorama, la administración delgulag se nos aparece como uncomplejo de una obscenidad brutal.Era un imperio más bien opulento, unEstado dentro de un Estado, con unosintereses económicos amplios, supropia policía secreta, sus serviciosde espionaje y contraespionaje y susactividades culturales y educativas.El MVD también estaba a cargo de lapolicía, de los guardias fronterizos,de recoger los datos demográficos yde los traslados de población, asícomo de otros aspectos del gobierno

local. Es decir, nos hallamos ante elclásico producto de la tendencia dela administración soviética a levantargrandes estructuras y a lacentralización. Visto desde arriba, lamanera más sencilla de gobernar estesistema profundamente centralizadoera crear pirámides administrativasbajo los auspicios de un único líder,apoyado por cuatro o cincoayudantes, para supervisar estamiríada de agencias. Una ideasensata si no se hubieran creadoagencias innecesarias o se hubieracontado con una estructura

organizativa más simple. Tal y comoestaba la situación, mantener laconfianza en las «pirámides» era unespejismo costoso y que amenazabaincluso con paralizar la capital.

En aquel clima, eraprácticamente imposible interferircon un monstruo como el MVD. Almismo tiempo, sin embargo, seamontonaban los problemas en elimperio del gulag, y sobre todo en suadministración. Los robos, losdesfalcos, las denuncias falsas y eltrato criminal a los zeks (palizas eincuso asesinatos) se veían

favorecidos por el aislamiento de loscampos y el secretismo que losrodeaba. La fabulosa cantidad demano de obra barata disponibleprovocaba que el MVD apenas sepreocupara por controlar la eficaciadel funcionamiento de los campos.La tendencia general a engrosar elaparato burocrático y el exceso decuadros daban alas a las conductasirresponsables. El MVD queríaconvertirse en el mascarón de proade la «construcción del comunismo»del que se jactaba la propagandaestalinista, y que consistía en llenar

el país de grandes obras tan inútilescomo caras. No obstante, otrasagencias gubernamentales, como elMinisterio de Finanzas, el Gosplan,la Fiscalía General o los cuerpos deinspectores (por ejemplo, el deMinas), se daban cuenta de lasituación, y seguían pidiendo algobierno que eliminara el secretismoque daba cobijo a tantairresponsabilidad e ineficacia, y atantas violaciones graves de la ley.Tal vez estuvieran al corriente delinforme de Kruglov, el ministro deAsuntos Internos, quien afirmaba que

el coste de un zek, por bajo quefuera, seguía siendo superior al valorde lo que producía. Para el ministro,la única posibilidad de lograr que elpresupuesto se equilibrara consistíaen ampliar la jornada de trabajo y enpromulgar más leyes laborales, unasconclusiones que hablan por sí solasde los conocimientos de Kruglov.

La cúpula del Partido y delEstado, el fiscal general, lapresidencia del Soviet Supremo ymuchas otras figuras estaban al tantode la situación. Al igual que tantasotras instituciones estatales y del

Partido, recibían montañas de cartasde los zeks con sus quejas, susllamamientos, sus acusaciones y susdenuncias y críticas políticas. Por siesto fuera poco, algunos miembroshonestos del Partido que trabajabanen los campos o en las regionesvecinas, e incluso algunosadministradores de los camposconscientes de susresponsabilidades, enviaban ensecreto cartas desesperadas einformes sobre las terriblescondiciones que tenían que soportarlos internos, sobre el grado de

agotamiento de éstos y la tasa demortalidad. El problema, por lotanto, no era la falta de información:el gobierno conocía la situaciónhasta el último detalle. Pero entre losjerarcas, la filosofía reinante era «¿Yqué?». O, peor aún, hacían casoomiso de la situación: estánfingiendo, se hacen los enfermos...

A pesar de todo, y comosucedía en otros ámbitos, lainquietud que empezaba amanifestarse era un presagio de loscambios que se avecinaban. En elapogeo del estalinismo, empezó a ser

patente, de una manera espontánea ysubrepticia, en las agenciasgubernamentales. Todo el mundosabía que la escasa productividad del os zeks era un gran problema quecentraba las discusiones delgobierno. El Comité Central habíarecibido un largo e interesanteanálisis obra de un zek, quedemostraba que el trabajo en laprisión era un pérdida de tiempo yque la administración no sepreocupaba lo más mínimo por laproductividad. Su autor, un talZhdanov, proponía que se enviara a

los campos únicamente a losdelincuentes peligrosos, y que elresto de condenados cumplieran supena en sus lugares de trabajo, contrabajos obligatorios aunque enlibertad. Kruglov intentó refutar estosargumentos, así como los de lascartas citadas en su favor, pero lamayoría de responsables de losdepartamentos de producción delMVD no tardaron en pedirautorización para conceder a losprisioneros una remuneración parcialcon vistas a mejorar laproductividad. En algunos campos,

los internos llegaron incluso a recibirla totalidad de su salario. El 13 demarzo de 1950, el gobierno decidióinstaurar en todos ellos la paga.

Mientras el MVD seguíaanunciando a bombo y platillo loslogros como si nada, muchosfuncionarios del ámbito de laeconomía seguían advirtiendo quelos campos no podían aprovechar lamano de obra zek como debían y quelos recursos del país se estabanagotando como consecuencia del usode aquel contingente. La«planificación» del MVD tenía un

rasgo inquietante: aunque el salariode los zeks era casi inexistente, lasfinanzas de los campos estaban ennúmero rojos. A causa de estaanomalía, el desarrollo del sistemaeconómico pasaba por reconocer lasuperioridad del modelo laboral dela industria civil, basado en laremuneración en función del trabajo.El componente policial del sistemaindustrial no sólo era ineficaz, sinoque también estaba agonizando.Como su progenitor, iba camino de laautodestrucción y amenazaba conarrastrar todo el edificio consigo,

algo evidente para muchosadministradores, economistas ypolíticos, algunos de los cualeshabían comprendido que el resurgirdel sistema pasaba por eliminaraquel forúnculo.

La búsqueda de maneras de«resucitar» el sector de los trabajosforzados, motivando por ejemplo a lamano de obra, empezó antes inclusode la llegada de Jrushchov al poder.Varios administradores de loscampos se habían embarcadodiscretamente en modestas reformasmucho antes de que los ministerios

de Finanzas y de Justicia, el Gosplany los miembros del aparato delPartido contrarios a los camposreconocieran la gravedad de lasituación y la necesidad deintervenir. Algunos ofrecían a loszeks una reducción de la condena,por ejemplo un día de prisión acambio de tres días de trabajoproductivo, una práctica que yaexistía antes de la guerra y que seabolió en 1939. En 1948, muchossectores la restauraron. El 19 deenero de ese mismo año, en una cartaa Molotov, el vicerresponsable del

Gosplan, Kosiachenko, se mostrópartidario de volverla a introducir.58

Fuera a raíz de todo esto o no,lo cierto es que se puso en marchauna reforma más radical. Se acabócon las penas de prisión y losdetenidos regresaron a sus puestos detrabajo remunerado. En abril de1952, el Consejo de Ministrosestudió estas medidas y promulgó undecreto que devolvía la libertad aalgunos prisioneros antes de queconcluyera su condena, a condiciónde que siguieran trabajando comoasalariados en empresas del MVD.

Este órgano se mostró abiertotambién a tratar con una mano deobra relativamente libre,reconociendo así la ineficacia de lostrabajos forzados. En los camposdonde el número de zeks eraconsiderable se introdujeronmodificaciones parciales. Empezabaa estar claro que el siguiente pasosería la abolición total de lostrabajos forzados.

LOS NUEVOS «COMETIDOS»PARA EL DAL'STROI(NOVIEMBRE DE 1948)

Uno de los pilares de toda esta

reforma fue el gigantesco complejoDal’stroi del MVD en la provinciadel Extremo Oriente, dondetrabajaban 120.000 zeks y donde seintrodujo un salario para los internos,así como otras medidas con elpropósito de incentivar laproductividad. A causa de la presiónejercida por el Ministerio de Metalesno Férricos, el Dal’stroi tuvo unpapel pionero en la transición. Losresponsables del canal del Volga-Don no tardaron en emularlos,aunque también podríamos pensarque adoptaron las mismas medidas

simultáneamente. El complejoDal’stroi consiguió autofinanciarsetotalmente y su modelo se extendiópor todo el país.59

Según Kraven y Jlevniuk, el«deshielo» de la era Jrushchov,intuido ya en estas decisiones, era unproceso inevitable, conindependencia de los cálculos y delas maniobras de los líderes en lacúpula. El motivo de la«desgulaguización» (un neologismode mi cosecha) fue la propia crisisdel gulag y de los trabajos forzadosque ahí se realizaban. El MVD tenía

problemas para mantener el orden enlos campos. En las últimas oleadasde arrestos, se había detenido amuchos opositores recalcitrantes, enespecial mandos militaresexperimentados, así como acriminales violentos. Las negativas asometerse a los trabajos forzadoseran masivas, y los antiguos agentesse habían convertido en unosexpertos en el arte de neutralizar alos soplones y a los agentes secretosinfiltrados en los campos,desmantelando un viejo sistema deespionaje y dificultando aún más el

reclutamiento de confidentes.Además, escaseaban los vigilantes,en un momento en el que los actos deinsubordinación, e incluso lasrevueltas, aumentaban (la primera seprodujo en 1942). El MVD buscabala manera de evitar que todo estosaliera a la luz, a pesar del alud decartas de protesta enviadas a Moscú,que topaban siempre con unanegativa obstinada. No obstante, lascríticas y las condenas procedíanahora de los propios guardias y delos fiscales, al tiempo que el MVDsolicitaba al gobierno que destinara

más guardias armados para reforzarel régimen de los campos,admitiendo implícitamente suincapacidad para gobernarlos. En1951, la cifra de «negativas atrabajar» llegó hasta el millón dedías en 174 campos, colonias ydemás instituciones penitenciarias.La bancarrota del gulag, tanto comoorganización económica comopenitenciaria, era irremediable.60

Inmediatamente después de lamuerte de Stalin, se aceleraron loscambios y se tomó finalmente ladecisión inevitable de acabar con la

base del sistema de trabajos forzadosdel MVD. El 18 de marzo de 1953,Malenkov, el primer ministro,trasladó la mayoría de losdirectorios industriales del MVD alos ministerios civiles, y puso lasinstituciones penitenciarias y a susinternos bajo la égida del Ministeriode Justicia, restaurando la situaciónprevia a 1934. El 27 de marzo sepromulgó otro decreto que liberaba aun millón de prisioneros sobre untotal de 2,5 millones. Ese mismo messe dio orden de suspender algunos delos principales proyectos del MVD:

el gran canal de Turkmenistán, la redde canales del Volga-mar Báltico yvarias presas hidroeléctricas ysistemas de irrigación a gran escala.Estas obras faraónicas,especialmente los canales,empleaban grandes cantidades demano de obra forzada, y en susinformes el MVD se enorgullecía unay otra vez de su papel en aquellasmaravillas quiméricas, que colmabanel gusto de Stalin por las grandesobras. Jlevniuk insinúa que las altasesferas gubernamentales llegaron a laconclusión de que aquellos trabajos

eran ruinosos, por la misma razónpor la que, en 1950, Beria,responsable del MVD comoviceprimer ministro, había planteadola reforma de aquel gran ministerio.Sin embargo, mientras Stalin estuvocon vida, nadie se atrevió a proponeresta cuestión de manera oficial. Laúnica salida era dejar que losfactores que podían provocar lacrisis fueran haciendo su trabajo,como también lo hacían las valientesprotestas de quienes estabaninjustamente encarcelados. Hubo queesperar hasta la muerte del dictador

para poner fin a muchas de estasgloriosas iniciativas, inútiles para eldesarrollo económico, lo que supusoun golpe decisivo para el sistema detrabajos forzados.

CIFRAS OMINOSASHoy tenemos más información

sobre la cifra de internos del gulag ydemás datos relevantes.61 Durantemucho tiempo, se hicieron todo tipode especulaciones infundadas a esterespecto, dando pie en ocasiones aunas exageraciones sensacionales.Dejaremos que sean los autores deestas hipérboles quienes expliquen

qué buscaban con ellas. Además dereferirnos a las pérdidas humanasatribuibles al sistema de los campos,podemos abordar ahora con cifras enla mano otra cuestión: el número dedetenciones políticas anuales duranteprácticamente todo el período preestalinista y postestalinista, y laspenas impuestas a los acusados.

Es más complicado cuantificar,de una manera exacta e irrefutable, elprecio en vidas humanas que secobraron episodios como el hambre,el exilio forzado de los kulaks yotras calamidades. La mejor manera

de hacerlo es recurriendo a losestudios estadísticos que calculan elexceso de muertes en los períodosindicados. Estos estudios tienen encuenta todos los acontecimientos ymedidas políticas que puedenhaberlas provocado, y nos permitenasimismo identificar las pérdidasatribuibles no a un aumento de lamortalidad sino a un descenso de lanatalidad, pues también hablamos eneste caso de pérdidas. Con todo, nopodemos incluir a quienes nollegaron a nacer entre las víctimasdel régimen, pues no padecieron el

terror. Los lectores pueden consultarlas estadísticas y demás datos en losapéndices.

Me limitaré a sintetizar elmaterial estadístico con el quecontamos para el período que va de1921 hasta mediados de 1953 (losdetalles figuran en el Apéndice 1).62

Durante estos treinta y tres años, lacifra total de detenciones por razonesfundamentalmente políticas (laacusación era «delitoscontrarrevolucionarios») fue de4.060.306 personas. De éstas,799.455 fueron condenadas a muerte;

2.634.397 fueron enviadas a loscampos, a las colonias o a la cárcel;423.512 fueron desterradas — o, enotras palabras, se les prohibióresidir en un lugar concreto (vysylka)o fueron deportadas a unasentamiento (ssylka)—, y 215.942pertenecen a la categoría de «otros».Dado el extraordinario incremento delos arrestos a partir de 1930,podemos distinguir las cifras de losaños 1921 a 1929 y laspertenecientes al períodoespecíficamente estalinista. En 1929,el número de arrestos, superior al del

año anterior, alcanzó las 54.211personas, y 2.109 personas fueroncondenadas a muerte. Pero esta cifraen nada se asemeja a la del añosiguiente, en que las detencionesafectaron a 282.926 personas y lascondenas a muerte ascendieron a20.201.

También contamos con otrosdatos, calculados por el KGB entiempos de Jrushchov, para elperíodo comprendido entre 1930 y1953: 3.777.380 personas fuerondetenidas por «delitoscontrarrevolucionarios» y el número

de condenas a muerte se situóalrededor de las 700.000, la mayoríadurante las purgas de 1937 y 1938.

La intensidad de la persecución,la criminalización de actividadesconsideradas legales en el pasado yla inflación en la cifra de delitosficticios son sin lugar a dudas unosbuenos indicadores del grado de«paz social» del que gozaba elsistema y del nivel de calma quereinaba en el Estado. A pesar de lafuerza de la represión en 1928, yespecialmente en 1929, la cifra totalpara el período de 1921 a 1929 es

inferior, o ligeramente superior, a lacifra del año 1930.

Durante la primera mitad de1953, el aparato represivo puso elfreno repentinamente y las cifras son,comparativamente, más bajas: 8.403detenciones, con 198 condenas amuerte, 7.894 penas de prisión detodo tipo, 38 exilios o deportacionesy 273 «otros». En el momento de lamuerte de Stalin, 600.000 presospolíticos seguían en los campos o enlas cárceles. A finales de 1954, lacifra había disminuido hasta las474.950 personas. Por iniciativa de

Jrushchov, el régimen habíaempezado a revisar la políticaestalinista del terror.

Según algunas estimaciones,entre 1934 y 1953, alrededor de 1,6millones de internos, incluidos losprisioneros comunes, murieron en loscampos. La mortalidad era algosuperior entre los presos políticos;en estos veinte años, murió mediomillón. En un período de treinta ytres años, unos cuatro millones depersonas fueron condenadas pordelitos políticos, y un 20 por 100,fusiladas, la mayoría a partir de

1930.Resulta más complicado

calcular con exactitud el resto devíctimas de Stalin, pero existen, noobstante, datos fiables. Entre 1930 y1932, 1.800.000 millones decampesinos considerados kulaksfueron obligados a exiliarse en losdenominados «asentamientos paral o s kulaks» (kulakskaia ssylka),vigilados por la policía secreta. Aprincipios de 1932, solamenteseguían con vida 1.300.000; el mediomillón restante había muerto, huido ohabían sido puestos en libertad tras

la revisión de la condena. Entre 1932y 1940, en esos «asentamientoskulaks» se produjeron 230.000nacimientos y 389.521fallecimientos; 629.042 personashabían huido, de las que 235.120fueron capturadas y devueltas a susrespectivos asentamientos. A partirde 1935, los índices de natalidadsuperaron los de mortalidad: entre1932 y 1934, hubo 49.168nacimientos y 271.367 muertes, peroentre 1935 y 1940, se registraron181.090 nacimientos por 108.154decesos.63

Sin entrar en detalles,podríamos concluir que la granmayoría de kulaks no pereció. Unnúmero considerable abandonó suspoblaciones y se dispersó por elpaís, confundiéndose con rusos yucranianos, y enrolándose en losprincipales proyectos del planquinquenal, siempre escasos de manode obra y dispuestos a aceptar acualquiera sin hacer demasiadaspreguntas. Los exiliados vieron cómorecuperaban sus derechosgradualmente y se archivaban suscasos. Algunos ingresaron en el

ejército, y otros fueron simplementerehabilitados. En 1948 seclausuraron los asentamientos dekulaks vigilados por la policía.

Tenemos entre manos, por lotanto, una cantidad importante devíctimas del terror, un grupo que noes necesario incrementar, manipularo falsificar. Resta por añadir elprecio que tuvo que pagar unacategoría mucho más triste: laspérdidas demográficas en el sentidomás amplio. Para poner en orden lacomplicada situación del períodocomprendido entre 1914 y 1945,

recurriremos a un especialista enhistoria demográfica: Robert Davies.En este sentido, las cifras que da serefieren a la historia de la poblaciónrusa durante todo ese período, perola etapa estalinista se desmarcaclaramente.

En Rusia-URSS, las dos guerrasmundiales y una guerra civilprovocaron unas pérdidasdemográficas (o déficits depoblación) más importantes que encualquier otro lugar. Los indicadoresutilizados para medirlas son el«exceso de muertes» fruto de la

violencia, del hambre y de lasepidemias, y el «déficit de lanatalidad» a causa de una caídatemporal en la tasa de natalidad. Enel caso de la primera guerra mundialy de la guerra civil, se calcula que elexceso de muertes fue de 16millones, y el déficit de la natalidad,de 10 millones. En la segunda guerramundial, las cifras correspondientesson respectivamente, de entre 26 y 27millones y de 12 millones.

La industrialización estalinistatambién provocó un exceso demuertes en tiempos de paz, del orden

de 10 millones o más, la mayoríadurante las hambrunas de 1933. Laspérdidas totales de población entre1914 y 1945 a causa de muerteprematura y como consecuencia deldéficit de la natalidad sumaban 74millones: 26 millones entre 1914 y1922, 38 millones entre 1941 y 1945y 10 millones en tiempos de paz.Davies no aporta números sobre esteúltimo período, pero susinvestigaciones contribuyen a acabarcon las estimaciones ficticias quemanipulan los datos a partir delprincipio de que la historia del

«comunismo» está bañada en sangre.Si ciframos los muertos en 80millones, uno puede llegar apreguntarse: ¿y por qué no el doble?

El final

Conforme se acercaba el fin de

la guerra, el país estaba agotado ylos vastos territorios ocupados porlos alemanes, o que habían sido elescenario de la contienda, estabanliteralmente devastados. En las zonasreconquistadas, no existía la menorestructura económica y carecían deun gobierno. Había que reconstruir elsistema soviético de arriba abajo, enun principio sin un sostén económicoy con una población en la que había

un buen número de antiguoscolaboracionistas.

Me ceñiré aquí a un aspecto dela reconstrucción del sistemasoviético en estas regiones.Encontrar cuadros para losterritorios reconquistados fue unatarea titánica y transcurrió en unascondiciones absolutamente caóticas.Los nuevos nombramientos eransustituidos una y otra vez, bien por suincompetencia, bien porque no erande fiar, bien porque se trataba decriminales que habían ingresado enla administración. Los cuadros

procedentes de las regiones quehabían escapado de la conquistaalemana solían ser personas con unaformación escasa, y proclives aabandonar un trabajo complicadopara regresar a casa. En Ucrania,Lituania y Letonia, unidades deinsurgentes nacionalistas bienpreparadas se enfrentaron a lastropas soviéticas y a las fuerzas deseguridad, a veces en combatesencarnizados, con pérdidasimportantes en uno y otro bando. Elrégimen tuvo que dedicar tiempo yesfuerzos para someter a esos

partisanos. Pero volvió a habertrabajo, se reconstruyeron lasfábricas y la vida fue recuperandolentamente la normalidad.

Cuando murió Stalin, el país yahabía recuperado los niveles de losindicadores sociales y económicosanteriores a la guerra, especialmenteen lo referente a la producciónagrícola. Sin embargo, sudesaparición de la escena no fuesuficiente para librar a la URSS desu legado, sobre todo porque lareconstrucción posterior a la guerrasuponía restaurar un modelo

estalinista en crisis, con todas susaberraciones y sus rasgosirracionales.

El retorno de la paz hizo que elEstado y el Partido, totalmentesumidos hasta entonces en el esfuerzoque suponía el conflicto, debieranenfrentarse a una realidad que nohabían previsto. La burocracia delEstado, el cuerpo a cargo de laorganización durante la guerra, teníaque abordar los problemas de lareconversión. Para el Partido y suaparato, la situación era máscomplicada si cabe. Con

independencia de la propaganda,entre 1941 y 1945 el aparato se habíavisto relegado a un papel secundario.Los miembros del Politburó dirigíanla máquina de guerra a través delComité de Defensa Estatal, pero lohacían como líderes del Estado, nodel Partido, bajo el puño de hierrode Stalin. El Comité Central habíaperdido peso y hacía años que no seconvocaba ningún congreso.

Para poner orden en el Partido,Stalin trajo al reputado líder de ésteen Leningrado, Alexis Kuznetsov,que se había distinguido durante el

sitio de la ciudad como manoderecha de Zhdanov. Lo nombrósecretario del Partido para loscuadros, miembro del Politburó, ytodo apuntaba a que Stalin lo estabapreparando para que se convirtieraen su sucesor. Todo esto, sinembargo, no era una situaciónenvidiable para un principianteatrapado en el complejo aparato delpoder que rodeaba a Stalin. Susprerrogativas eran importantes, perola tarea que tenía ante sí intimidaba.Era el encargado de proporcionarlíderes de calidad y políticamente

fiables a todas las agenciasimportantes del Estado. Para ello,tenía que supervisar el trabajo delDirectorio de Cuadros del Partido,reorganizado para afrontar la tarea.Su primera misión consistía en darcon personal cualificado para asumircargos de responsabilidad en lasramas más importantes de laeconomía a lo largo y ancho del país.

Otra de las misiones que cayósobre sus espaldas fue lareorganización del Partido. Si bien elpersonal del aparato del Partidoestaba en movimiento constante, sus

estructuras no habían variado mucho,de ahí que la nueva estructura fueralo suficientemente instructiva paraque le dediquemos nuestra atención.

Se decidió que al frente delDirectorio de Cuadros habría cincodirectores adjuntos, y que lointegrarían veintiocho departamentos(en lugar de los cincuentaanteriores), cada uno responsable decontrolar a un grupo de ministerios uotras agencias gubernamentales.También se proyectó la creación deun único departamento de personal yde diversos servicios de sección en

el conjunto del directorio.De los veintiocho

departamentos, uno se ocuparía delos cuadros para las organizacionesdel Partido, otro de la formación ydel reciclaje de los cuadros, y untercero, de los cuadros en lasinstituciones soviéticas (fuerzasarmadas, interior y comercioexterior). Los servicios de seguridaddel Estado, la Oficina del Fiscal y elDepartamento de Justicia quedabanenglobados en el mismodepartamento. Otro tanto sucedía conTransporte y cada una de las ramas

de Industria, así como conAgricultura, Finanzas, Comercio,Educación Superior e Investigación,Publicaciones, Arte y demás. Elnuevo directorio, por lo tanto, erauna máquina pesada que daba trabajoa unos 650 funcionarios.Posiblemente el mayor de losaparatos del Comité Central, seorganizó a partir de líneas defuncionamiento hasta que, dos añosmás tarde, retomó a la viejaestructura de «ramas de laeconomía». Entretanto, el nuevocometido de Zhdanov como

secretario le permitió conocerlotodo, incluidas las instituciones mássecretas, pues todas necesitaban a loscuadros que salían de su directorio yque éste controlaba —o, cuandomenos, empezaba a suministrar y acontrolar.

De los discursos y lasconversaciones inéditas con sussubordinados, podemos concluir queKuznetsov era un hombre de unainteligencia considerable. Suscapacidades organizativas y lafacilidad con que se granjeó laestima del aparato dan cuenta de su

importancia. El intento de reconstruiry revitalizar el Partido y su aparatose hizo, evidentemente, de acuerdocon Stalin. Es obvio que, a la hora detratar cuestiones de organización,Kuznetsov iba por libre. En materiaideológica, sin embargo, tenía queceñirse a la línea marcada. Antes deproseguir con la discusión sobre lasreformas en el aparato del Partido,debemos plantear estas «cuestionesideológicas», y en particular unanovedad que nació de la crecienteidentificación de Stalin con lossímbolos zaristas durante la guerra.

La nueva línea ideológica afectabadirectamente a los cuadros centralesdel Partido, sujetos ahora a unproceso de re adoctrinamiento juntocon diversos grupos sociales ycuerpos de la administración.

EL ZHDANOVISMO Y LOS«TRIBUNALES DEL HONOR»(1946-1950)

El zhdanovismo, denominadoasí a partir de su principal ponente,Andrei Zhdanov, secretario delPartido por aquel entonces, hacealusión a un capítulo especialmentesiniestro en la historia del

estalinismo.64 Dado que estasmedidas, que asolaron la vidacultural del país, se estudian en todaslas historias de la literaturasoviética, hemos optado porocuparnos aquí exclusivamente delos documentos inéditos del aparatodel Partido.

El principal objetivo delzhdanovismo era la intelligentsiaprofesional, acusada de «alabar aOccidente» y tachada de«cosmopolita», un término tras el quese ocultaba el antisemitismo apenasdisimulado de aquellos años. No

obstante, su espíritu dejó una huellaprofunda en el Estado y en losaparatos del Partido, que dabantrabajo a una cantidad importante depersonas con estudios superiores.Expresión del nacionalismo ruso másextremo, el zhdanovismo atacaba lasmanifestaciones del nacionalismo enlas repúblicas no rusas. Laintroducción en las altas esferas delPartido y del gobierno de losarcaizantes «tribunales del honor» vaen contra de toda lógicaadministrativa, y frustró los intentospor elevar el nivel profesional del

aparato del Partido. Estos«tribunales» debían infundir entre losapparatchiks un sentido depatriotismo y de orgullo por loslogros únicos de su patria(estalinista) a través de juiciosamañados en todas las agencias de laadministración. A los chivosexpiatorios se les acusaba de todotipo de infamias, pero sólo se veíanafectadas sus carreras (escapabancon vida). En suma, estos«tribunales» juzgaban «delitos»similares a la traición, pero que noestaban sujetos a penas criminales.

Kuznetsov explicó esta prácticaen un informe a todo el aparato delPartido el 29 de septiembre de 1947.Las medidas se dirigían contrapersonas con educación superior,incluido el creciente número deespecialistas. El aparato central noestaba inmunizado contra esaenfermedad y el informe fue leído enuna reunión convocada para elegir el«tribunal del honor» del aparato delComité Central, una elección que dioinicio a los procesos de selección enel resto de cuerpos administrativosde todo el país. Los tribunales tenían

como misión combatir loscomportamientos aduladores paracon Occidente.

También se instauró uno deestos tribunales en el Ministerio deSeguridad del Estado (MGB). Susmiembros estaban aparentementeirritados por el hecho de tener quesometerse a semejanteprocedimiento, pero Kuznetsov lesinformó de que, si un tribunal así eranecesario en el aparato central delPartido, el baluarte del país, no habíarazón alguna para que no lo fuera enel MGB. Sus miembros también

tenían que mejorar en cuestión depatriotismo y de «independenciaespiritual», las únicas cosas quepodían garantizar el reconocimientode la superioridad de la culturasoviética sobre la occidental.

El argumento de Kuznetsov erael siguiente: en la medida que laactividad del país dependía de lacalidad del aparato del Partido, los«tribunales del honor» tenían unpapel decisivo. El aparato dabacobijo a un número de trabajadoresque habían mostrado desviacionesantipatrióticas, antisociales y anti

estatales. A partir de ahora, encuanto se descubrieran estasconductas, se resolverían de manerainterna, con la mayor discreciónposible. La razón que dio pie a todoesto fue la creencia extendida de que,en cuanto alguien ingresaba comomiembro en el aparato, ya no eranecesario estar alerta ni mejorarpolíticamente. Pero muchosfuncionarios parecían pasar por altoque su trabajo en el aparato central,el sanctasanctórum (la expresiónaparece en el informe), no era untrabajo rutinario, sino una obligación

del Partido. También habíacomportamientos disolutos entrealgunas de las principales figuras,como apuntó Kuznetsov, algototalmente inadmisible en las filasdel Partido, y menos aún en elaparato del Comité Central. Lasfaltas más frecuentes que se citan sonla ebriedad, el libertinaje y lanegligencia en el manejo dedocumentos confidenciales. Estasnegligencias eran de lo máspeligroso, porque el Comité Centralrecibía informes sobre todos losaspectos de las actividades del país,

incluida la defensa y la políticaexterior. Por este motivo, toda tareadentro del aparato, cualquiera quefuera el cargo que se desempeñara,debía ser confidencial. La mejorarma del Partido contra sus enemigosera estar alerta; tenía que convertirseen un principio inviolable de la vidanacional.

Había en esta política untrasfondo inquietante y evidente.Durante la reunión, se dijo de maneraoficial que la nueva línea seinspiraba en los métodos de lasgrandes purgas. De hecho, se citaban

algunos episodios de éstas a modo derecordatorio, como las cartas«confidenciales» dirigidas amiembros del Partido que habíanmarcado el inicio de las purgas: lacarta del 18 de enero de 1935 apropósito de las acciones contra los«asesinos de Kirov», la carta del 13de mayo de 1935 sobre los carnetsde miembro del Partido, la circulardel 29 de julio de 1936 sobre el«bloque terrorista» trotskista-zinovievista y la circular del 29 dejunio de 1941 a los agentes delPartido y del Estado que se

encontraban en las proximidades delfrente. Todas estas misivasprecedieron o llegaron después deepisodios de terror contra lapoblación en general y contra loscuadros en particular. La invocacióndeliberada a aquella época servía deaviso a la intelligentsiapotencialmente desleal, aunquetambién se citaba el discurso deStalin sobre la necesidad de no bajarla guardia durante las alucinantessesiones del Comité Central de1937-1938, otro «clásico» sobrecuál era la mejor manera de tratar a

los enemigos.Tal era el espíritu de una

campaña iniciada para inculcar, nadamás y nada menos, la «independenciaespiritual», y para la que también serecurría al espionaje internacional.Se hizo saber a los apparatchiks quelos servicios de inteligenciaoccidentales buscaban la manera deintroducirse en el Partido y que susfamilias no eran inmunes: «Contadlealgo a vuestra mujer, ella se locontará al vecino... Y todo el mundoestará al tanto de los secretos deEstado». Todo aquel algo

familiarizado con la manera que teníaStalin de criticar a los funcionarios ya los líderes del Partido podíareconocer en estas palabras su estiloinimitable. De hecho, la condena quese hacía de las «charlas familiares»de los miembros del aparato sebasaba en un episodio reciente: en1948, el gobierno había decidido,rodeado del más alto secreto,aumentar los precios, pero ladecisión llegó a oídos de lapoblación antes de ser promulgada,lo que provocó el frenesí por llegar alas tiendas.

Las purgas que acompañaron elzhdanovismo no fueron ni muchomenos de la magnitud de las de1936-1939, aunque se cometieronatrocidades como la ejecución de losescritores del Comité AntifascistaJudío, el asesinato del gran actorMijoels (que murió en un presuntoaccidente de automóvil), multitud dedetenciones y ejecuciones de figurasde la cultura, la ruina profesional devarios personajes y la destrucción deobras artísticas y científicas. En1950 se produjo el «asunto deLeningrado»: todos los antiguos

líderes del Partido y de laadministración en Leningrado,incluido Kuznetsov y el viceprimerministro y responsable del Gosplan,Voznesenski, fueron ejecutados yotros cien perecieron o fueronenviados a los campos.

La ideología de estazhdanovshchina era, por supuesto, laideología de Stalin, y el puntoculminante de su deriva ideológica.Stalin se sentía fascinado por el«glorioso» pasado zarista, y los«tribunales del honor» no eran elúnico elemento histórico que tomó de

aquellos tiempos. Todos los altoscargos ministeriales vestían ahorauniformes y sus títulos derivabandirectamente de los de la «tabla derangos» de Pedro I. Peor aún que laparafernalia externa era elultranacionalismo ruso típico de losúltimos años del estalinismo, con unregusto a protofascismo. Stalinquería que su espíritu lesobreviviera, y para ello revisópersonalmente el nuevo himnosoviético, imponiendo a un paísmultinacional un canto chovinista a la«Gran Rusia».

Conviene añadir que, al llegarJrushchov al poder, se abolieron o seabandonaron los «tribunales delhonor» y los títulos y uniformesarcaicos, con sus ridículascharreteras, y que la administración,que apenas tenía tiempo paraaquellas reliquias, las olvidórápidamente. El pútrido olor delzhdanovismo desapareció parasiempre.

Todo esto es importante paraentender el ambiente que serespiraba en el país cuandoKuznetsov lanzó la importante

empresa de racionalizar, primero enel Partido, el trabajo de los cuadros.Su idea era tratarlos con firmezapero también de manera justa, yesperaba que ellos respondieranadecuadamente. La diferencia en tonoy espíritu entre la explicaciónpública que Kuznetsov hizo delzhdanovismo en 1947 y los primerosdebates serios con sus colegas en1946 y 1947 es sorprendente. Ysuscita la cuestión de si realmenteaprobaba el zhdanovismo.

EL NUEVO ENFOQUEVarias fuentes nuevas, y más

concretamente las actas de lasreuniones a puerta cerrada delDirectorio de Cuadros, algoposiblemente sin precedentes en lahistoria del aparato, nos permitenintuir qué se disponía a hacer elPolitburó para poner orden en sucasa. En primer lugar, intentarredefinir las funciones de todo elaparato, clarificar la división detareas en su seno y, no menosimportante, cambiar la políticaeconómica del aparato central. Porsorprendente que pueda parecer, elaparato quería acabar con su

intervención directa en la gestión dela economía.

Estos cambios impulsaron lanecesidad de redefinir y de separarlas funciones y las esferas deactuación del Partido y del Estado.Según la nueva doctrina organizativa,el Comité Central era un cuerpo quese encargaba de fijar lasorientaciones políticas, quetrasladaba posteriormente algobierno. Por medio del personal degestión, el Partido se ocupaba de loscuadros dirigentes del Estado, y sumisión era educar ideológicamente a

la nación y supervisar lasorganizaciones locales.

No había nada inherentementenuevo en esto, pero fue una sorpresapara los apparatchiks saber que elComité Central ya no se ocuparíadirectamente de la economía. Susdepartamentos económicos, así comolos de agricultura y transportes,fueron abolidos. La tarea principaldel aparato era gobernar el propioPartido y supervisar a los cuadros decada uno de los ámbitos, aunque sinentrar en detalles sobre susactividades ni en cómo llevaban a

cabo su trabajo. Por descontado, elComité Central seguiría promulgandodirectivas, incluso sobre cuestioneseconómicas, para el gobiernoaunque, en el marco de susresponsabilidades para con lasupervisión de los cuadros en losórganos gubernamentales, tambiéntenía que continuar interviniendoindirectamente en el seguimiento dela política económica. Por último,los órganos locales del Partido, porejemplo los comités regionales quese ocupaban de «funcionesejecutivas», siguieron con sus

actividades económicas, como en elpasado. Sus responsabilidades noeran un calco de las del ComitéCentral.

Para arrojar algo de luz en estaoscura división de tareas entre losdos órganos que estaban situadosinmediatamente por debajo delPolitburó, el Orgburó y la Secretaría,se decidió que el primero seencargaría de los órganos locales delPartido. Los convocaba, escuchabasus informes y proponía mejoras, apesar de que este no era el papel quele habían concedido en el pasado los

estatutos del Partido. Celebrabareuniones con regularidad y sefijaban las citas con antelación. LaSecretaría, a su vez, era un órganopermanente, que se reuníadiariamente, e incluso varias vecesal día, y también lo hacía cuando erarequerido para ello. Preparaba elorden del día y los materialesimportantes para las reuniones delOrgburó, y se cuidaba de que lasresoluciones que adoptaba éste y elPolitburó se llevaran a la práctica.También era el encargado de laasignación de cuadros en las

diferentes agencias del sistema através de los departamentospertinentes.

Ayudar a las organizacioneslocales del Partido a tomar el controlefectivo de los órganos estatales yeconómicos, criticarlas y asumir laresponsabilidad del liderazgopolítico de las masas eran losobjetivos principales de la cúpuladel Partido, y precisamente en estostérminos estaban definidos.

Las fuentes que tenemos anuestra disposición nos revelan lasrazones que llevaron a los jerarcas a

desentenderse así de la economía. Lasituación de los órganos locales delPartido, dependientes todos ellos delComité Central, no era ni muchomenos buena, e incluso este últimoestaba asediado por los problemas.La causa principal de la situación erala dependencia generalizada de losfuncionarios del Partido, y susumisión para con los ministerioseconómicos.

Un aspecto de esta dependencialo encontramos en lo que se hadenominado «autoincentivos»(samosnabzhenie), que cubrían

diversas prácticas. Los responsablesde las agencias gubernamentales,especialmente los que trabajaban enlos ministerios económicos y en susramas locales, ofrecían a los jefesdel Partido incentivos ilegales enforma de premios, primas,bonificaciones, regalos de lujo ytodo tipo de servicios, comoconstrucción de dachas, reparacionesa domicilio, estancias en sanatoriosde primera categoría para lossecretarios locales del Partido (y porsupuesto para sus familias). Todoello iba a cargo del Estado. Según

una fuente, aquellos favoreseconómicos con que se premiaba a laelite del Partido «adoptabanproporciones inimaginables».

Otro documento de Kuznetsov,de finales de 1947, ofrece másinformación a este respecto. ElPolitburó acababa de promulgar unduro decreto contra las recompensasque los responsables económicosofrecían a los funcionarios delPartido. Una práctica que se habíaextendido durante la guerra y queahora formaba parte deabsolutamente todas las esferas de

actividad. En una época comoaquella de racionamiento y de unascondiciones de vida severas, el paísvivía más cerca incluso de lahambruna que de la escasezcotidiana, y muchos miembros delPartido se dedicaban a requisarilegalmente, recurriendo incluso a laextorsión, comida y otras mercancíasque pertenecían a las agenciaseconómicas. Evidentemente, esosactos eran delictivos. SegúnKuznetsov, eran, «esencialmente, unaforma de corrupción que hacía quelos representantes del Partido

dependieran de las agenciaseconómicas». Estas daban prioridada sus propios intereses por encima delos del Estado al que, supuestamente,representaban. Si la defensa de losintereses estatales tenía queanteponerse a los privados, ¿cómopodían garantizarla los cuadros delPartido cuando la mejora de susituación material dependía de lasbonificaciones y de las prebendasque obtenían de los responsables dela economía?

Semejantes casos decorrupción, en los que los

ministerios económicos«remuneraban» a los funcionarios delPartido a lo largo y ancho del país —algunos de ellos ocupaban puestos deresponsabilidad en el aparato—,fueron descubiertos y revelados aStalin por su mano derecha, LevMejlis, ministro de Control delEstado. Es evidente que Kuznetsovtenía acceso a esta información. Unbuen número de documentos que herecopilado muestran que muchosapparatchiks locales y sus jefesdedicaban buena parte de susenergías, cuando no estaban

organizando bacanales en las que elalcohol corría a costa de las agenciaslocales o gubernamentalessoviéticas, a hacerse con viviendas ybienes y a dejarse sobornar. Losinspectores informaron con todo lujode detalles de la cantidad de botellasde alcohol que se consumían, de sucoste, de la factura del restauranteque se había ocupado de la comida ydel nombre de la institución públicaque había asumido todos estosgastos. Los sobornos no siemprellegaban en forma de ofertas; enocasiones eran una petición, o

incluso una exigencia. En la Oficinadel Fiscal del Estado se amontonabala documentación de los expedientescontra los líderes del Partidoacusados de conducta improcedenteo criminal.

Las cúpulas locales del Partidoestaban obviamente en baja formadespués de la guerra. El aparatocentral era consciente de la situación,pero no informó al respecto porqueno quería conceder demasiadaimportancia a aquelloscomportamientos, tan habituales quetodo el mundo se había acostumbrado

a ellos. No obstante, se decía queStalin había declarado que aquelpillaje de los recursos del Estado eradelito. Para Kuznetsov, los sobornosdaban lugar a relaciones«familiares» íntimas, y convertían lasorganizaciones del Partido enjuguetes en manos de losresponsables económicos. «Si lasituación se mantiene, acarreará elfinal del Partido», declaró: eranecesario que «las organizacionesdel Partido recuperen laindependencia». Para aquellos queconsideraban la primacía del Partido

como algo sólido, una frase comoaquella debió sorprenderles. Esevidente que Kuznetsov repetía loque ya había escuchado en unareunión a puerta cerrada delDirectorio de los Cuadros en 1946,poco después de su nombramiento.Pero se trataba posiblemente de laprimera vez que se producía unaconsulta como aquella, en presenciade todos los miembros del aparato.Kuznetsov rogó a los participantesque fueran sinceros y escuchó detodo: los responsables dedepartamento del propio directorio

eran superburócratas inaccesibles asus subordinados; formabancamarillas y gozaban de privilegiosespeciales; la jerarquía era de lo másestricto y no permitía el amiguismoentre miembros del Partido; porúltimo, el ambiente de secretismo erasofocante. No menos elocuente fue lavaloración que hicieron losapparatchiks de los ministrosimportantes: los veían como señoresfeudales que miraban con desdén asus funcionarios. Alguien inquirió:«¿Cuándo viste por última vez que unministro nos visitara en el Comité

Central?». A lo que otro añadió: «Nisiquiera un viceministro».

Es interesante advertir, como lohizo Kuznetsov, que muchas de lascríticas, especialmente cuando salíande boca de los apparatchiks másjóvenes, encargados de lainstrucción, rezumaban idealismo yla amargura que les provocaba verque sus esperanzas se habían ido altraste. Kuznetsov escuchó incluso unafrase inesperada, incluso para uninvestigador como yo cincuenta añosmás tarde: «Hemos [el Partido]perdido poder» (my poteriali

vlast'!). Todo esto está contenido enlas actas de la reunión de 1946, asíque no es extraño que, al cabo de unaño, Kuznetsov declarara que lasorganizaciones del Partido debíanrecuperar su «independencia». Nisiquiera fue necesario queespecificara con respecto a Quién.La «economización» del Partido erauna maldición que hizo que la cúpulase llevara las manos a la cabezacomo nunca hasta entonces.

La propia existencia del Partidoen tanto que institución de gobiernoestaba en peligro. Durante la guerra,

se había acelerado su transformaciónen un apéndice ministerial, con laconsiguiente pérdida de poder. Esevidente: los ministerios se habíanencargado del esfuerzo de la guerra yde las actividades de más relumbrón.Los gestores, que trataban cada vezmás asiduamente con el Consejo deMinistros e ignoraban al ComitéCentral y su nomenclatura, sededicaban a sobornar al aparato delPartido y a corromperlo. Haymultitud de datos sobre estedesprecio hacia las «reglas de lanomenclatura» (un término que

volverá a aparecer más adelante).El remedio parecía ser alejar al

aparato central de cualquierimplicación directa en cuestioneseconómicas y del trato con lasagencias —apartarlo de la economía,ni más ni menos—, así comodistanciarlo de las directriceseconómicas y de la supervisión delos cuadros. Pero el zhdanovismo noharía sino complicar las cosas. En elpasado, el Directorio de Cuadroshabía preferido reclutar a gente queya tuviera la formación técnicanecesaria para el trabajo en el

Partido. Ahora se decantaban por loslicenciados en humanidades paraevitar lapsos ideológicos como elfracaso a la hora de censurar pasajes«ideológicamente alienantes» en unaópera, o la publicación de unabiografía insuficientementecensurada de Lenin. Se considerabaque los «técnicos» eran incapaces dedescubrir la subversión ideológica, ymenos aún de combatirla. Y unaamenaza como la «economización»,mucho más prosaica pero tambiénmenos obvia, y que empezaba aenturbiar el campo de visión

ideológico del Partido, superaba conmucho sus posibilidades.

¿Cuál era, sin embargo, elmarco ideológico que estabaperdiendo supuestamente vigor? ¿Yqué había que contraponer a lainfluencia del Occidente capitalista?Llegamos aquí a uno de los talonesde Aquiles del edificio ideológicodel Partido. En aquella época, elestalinismo se caracterizaba por supoca predisposición, e incluso por suincapacidad, a criticar el capitalismodesde un punto de vista socialista.Como ya hemos dicho, se había

optado por adoptar un nacionalismoruso virulento. Recuperaremos estacuestión en la tercera parte, cuandohagamos un repaso más general a suhistoria ideológica. En cuanto alproblema de la recuperación porparte del aparato del Partido delcontrol de los ministerios, estabaligada, una vez más, a una excesivaimplicación directa con la esferaeconómica, que había hecho posibleque los gestores impusieran susdesignios. De ahí que la reforma de1946 del aparato consistiera,fundamentalmente, en acabar con

aquella relación directa y en ponerfin a la «economización» del Partido.

Aun así, esta línea, por símisma, no podía sustituir loscimientos ideológicos que habíaperdido el estalinismo. Kuznetsov loinsinuó durante la reunión plenariadel aparato del Partido. «El Partidocarece de programa», declaró,afirmando que los únicos textosprogramáticos existentes eran laConstitución de Stalin y el planquinquenal. Había una audaciainnegable en estas palabras, puesvenían a decir que, con Stalin, el

Partido había perdido su empujeideológico inicial, y habría sido unadeclaración suicida de no ser porquepodemos inferir que el propio Stalinopinaba lo mismo y Kuznetsov selimitaba a citarlo. Cuando Kuznetsovdijo que el Partido estaba perdiendoterreno frente a los responsableseconómicos y que debía recuperar laindependencia, posiblemente sehiciera eco del sentir de Stalin, ocuando menos contara con laaprobación del líder. Como eldictador sabía, la erosión de lamayoría del esqueleto ideológico

original fue uno de los factores quehizo posible la «economización» delos cuadros del Partido. Las políticaszhdanovistas se impusieron ainstancias de Stalin, lo que indicaque estaba al tanto de la debilidadideológica del régimen y que habíadecidido levantar unos nuevoscimientos ideológicos, que ya hemosvisto en qué consistían. Pero no eransino una parte del problema, y enmodo alguno una parte de lasolución.

Sea como fuere, se habíaidentificado la «economía» como el

motivo de la decadencia del aparatoprincipal del Partido. Las medidasadoptadas se apoyaban en laconvicción de que la solución podíaprovenir de una mejor división deltrabajo entre el Comité Central y elConsejo de Ministros. Este últimoseguiría dirigiendo el país, mientrasque el primero se ocuparía de losnombramientos para los puestosclave y de supervisar losdepartamentos de cuadros de cadauna de las instituciones. Esta línea,sin embargo, «el abandono de laeconomía y el regreso al trabajo de

partido», no duraría mucho. Menosde dos años más tarde, dichareorganización, prueba de una visióna largo plazo a pesar de que apuntaraa un objetivo inalcanzable, diomarcha atrás.

LA RETIRADAEl proceso se detuvo a finales

de 1948. Analicemos brevemente susconsecuencias. A principios de 1949,los sectores especializados delDirectorio de Cuadros setransformaron en departamentosindependientes adscritos a diferentesesferas de la actividad estatal.

Oficialmente, tan sólo trataban conlos cuadros de dichas esferas, y notenían relación alguna con el entornoprofesional de las actividades. Dehecho, sin embargo, estosdepartamentos del Comité Central,sin saberlo o deliberadamente,seguían estando involucrados en lasestructuras económicas de gestión, acausa del carácter sectorial delsistema, un aspecto que la reforma de1946 había intentado superar. El«giro» acabó convirtiéndose en unaretirada.

El talante de esta nueva fase se

resume en un documento. Losmovimientos pendulares eranrecurrentes en las prácticas de laadministración soviética, así que estaetapa no constituía novedad alguna.Para sustituir el pesado Directorio deCuadros, y las unidadesespecializadas encargadas deinspeccionar los órganos del Partido,se estaba preparando una nuevaestructura organizativa. En adelante,el aparato del Comité Central,supervisado principalmente por laSecretaría y, en menor medida, por elOrgburó, se ocuparía de controlar las

operaciones de los ministerios ydemás agencias del gobierno central.De este cometido se ocupaban losnuevos departamentos del ComitéCentral, entre los que figuraban laagitprop, el de «Partido-Komsomol-sindicatos», el de «relacionesinternacionales», el de industriapesada, el de industria de bienes deconsumo, el de ingeniería(construcción de maquinaria), el detransporte y agricultura, undepartamento «administrativo»nuevo, dotado de un gran poder yresponsable de los servicios de

seguridad, y el grupo de agenciasdedicadas a la planificación, laeconomía y el comercio. (Estas tresúltimas se acabarían desligando pocodespués para formar un departamentoindependiente.)

Esta reorganización consistía,en definitiva, en convertir lasunidades estructurales del viejoDirectorio de Cuadros endepartamentos autónomos yendistribuir, de un modo más o menoslógico, los 115 ministerios y todoslos órganos del Partido (a escalarepublicana y regional) en dichos

departamentos. Un cometido enabsoluto sencillo. Cada uno de estosagentes del Estado que había quesupervisar tenía a su cargo un grannúmero de ramas locales, un conjuntolaberíntico de redes de suministroque llevaban de cabeza a cualquieragencia de inspección. Pero aquellared ya de por sí intrincada era muchomás compleja que la que veremos ala hora de hablar de laadministración del Estado.

Cada departamento del ComitéCentral tenía su propia estructuramás o menos compleja y su

departamento de personal, aunquetambién había estructuras que estabanal servicio de todo el aparato delComité Central, como la OficinaCentral de Estadística, ydepartamentos encargados de tareasde coordinación, como la «unidadespecial» del secretario general, elservicio de codificación y el de«asuntos confidenciales». Además,existían diferentes «grupos» o«cuerpos especiales» desconocidospara quien no estuviera familiarizadocon el sistema, como el que seencargaba de recibir a los visitantes

extranjeros, un «departamento delComité Central» (posiblemente, unasecretaría auxiliar del Orgburó)independiente, un «departamentogeneral» por el que pasaban todoslos textos y los nombramientosimportantes de los diferentesdepartamentos o que éstos debíanrecibir, un departamento de«negocios», una «oficina de correos»para cartas destinadas al público, undespacho para las altas de losmiembros del Partido, una «comisiónpara viajes al extranjero», unaoficina especial que se encargaba del

Kremlin y una unidad que trabajabacon las «granjas auxiliares», y queposiblemente formara parte deldepartamento de negocios, quetambién tenía un servicio dereparación mecánica.

Nos queda aún un engranaje máspor estudiar, pero su complejidad nodesanimará a los lectores (a menudo,la sencillez pasa por el dominio deldetalle). En última instancia, latendencia soviética a la opacidadadministrativa no es tan complicadacomo parece. Y, aunque lacomparación entre la burocracia

soviética y la del resto de paísespueda generar confusión, susresultados son, indudablemente,esclarecedores. Y, en ocasiones,sorprendentes.

LA NOMENCLATURA DELCOMITÉ CENTRAL

La empresa de los años 1946 a1948, reorganizar el aparato centraldel Partido, queda contenida en eltérmino nomenclatura, que alude almecanismo empleado para mantenerbajo el control del Partido a loscuadros de mayor rango. También fuela nomenclatura, sin embargo, el

origen de los problemas y de losefectos colaterales que afectaron alrégimen hasta sus últimos días.

La resurrección en 1946 de lanomenclatura del Comité Centralexigió un esfuerzo titánico por partedel Directorio de Cuadros y de lostres órganos supremos: el Politburó,el Orgburó (abolido en 1952) y laSecretaría. La palabra rusanomenclatura significa una «lista» decosas, cualesquiera que sean, a lasque hay que «darles nombre». Ahoraexaminaremos más atentamente estalista para ver cuál tenía que ser, en la

práctica, su funcionamiento.Un documento del 22 de agosto

de 1946 firmado por Andreyev,responsable del Directorio deCuadros, y su ayudante Revski, fuetrasladado a los cuatro secretariosdel Comité Central, Zhdanov,Kuznetsov, Patolichev y Popov, paraque éstos dieran su aprobación a unaversión de la nomenclatura quecontenía 42.894 puestos de mando enlos aparatos del Estado y del Partido.(La cifra exacta varía de un borradora otro, pero esto es algo que no nosincumbe.) Conviene subrayar una vez

más que era el Comité Central elautor de esta lista y quien controlabasus contenidos.

El texto se inicia con unamención a lo obvio: es difícilcontrolar a los cuadros cuando másde la mitad de los nombramientos yde las renuncias de los cargosministeriales que figuran en estanomenclatura no han contado con laaprobación del Comité Central. Porlo tanto, era urgente que éste diera suvisto bueno a la nueva lista, que noera sino un borrador, aunque seadecuara mejor que las versiones

precedentes a los requisitos del planquinquenal de 1946 a 1950. Eldirectorio trabajaba también en otralista tanto o más importante: eldenominado «registro de reservas»,una lista auxiliar de candidatos parapuestos de la nomenclatura. En elsupuesto de que aumentaran lasdemandas de personal, esta listapermitiría disponer rápidamente delos cuadros necesarios. La últimaversión de esta nueva nomenclaturaeliminaba unos 9.000 puestos eintroducía diversos cargos nuevos,unos cambios fundamentales para

reflejar los cambios tecnológicos yeconómicos y otras variaciones en laimportancia relativa de los diferentespuestos.

La primera «nomenclatura delos cargos del Comité Central» de laposguerra tardó unos tres meses enser aprobada, en diferentes etapas.

A finales de noviembre de1946, el Comité Central disponía deun texto que podía servir de basepara el reparto de los principalescargos. La lista general de puestosque había que ocupar de acuerdo conlas reglas de la nomenclatura se

acompañaba de un registro detalladode los funcionarios quedesempeñaban esas funciones enaquel momento. Un vistazo a algunosde esos 41.883 cargos, y a losnombres que figuran, nos permitiráhacernos una idea de aquelcontingente considerado fundamentalpara el sistema. La clasificación erasumamente detallada. Laenumeración de los cargos que elComité Central quería en su propialista se iniciaba con «puestos en lasorganizaciones del Partido»,clasificados por rango: Comité

Central, secretarios y sus ayudantes,responsables de departamento y susayudantes, responsables de «sectoresespeciales» y demás. A continuaciónvenían los funcionarios locales delPartido en las repúblicas y a escalaregional, y tras ellos los directoresde las escuelas del Partido y loscatedráticos de historia y economíamarxista-leninista.

La lista continuaba con losprincipales cargos en el aparato delEstado, en el gobierno central, en elde las repúblicas y en los distritos —ministros, viceministros, miembros

de los colegios ministeriales oresponsables de departamento—, yreseguía toda la jerarquía de cargosadministrativos en las agenciasgubernamentales, así como en elaparato paralelo de los soviets, hastallegar al escalafón más bajo que elComité Central quería tener bajo sututela directa o indirecta.

El texto contiene cifras paracada ministerio, pero es mucho máselocuente el examen de los datos porestratos jerárquicos. De los 41.883«puestos de la nomenclatura», lasaltas esferas (ministerios y Partido)

sumaban 4.836, el 12 por 100 de lalista. (A estas alturas, los lectores yase habrán dado cuenta de que estaexcursión por los terrenos de lanomenclatura nos lleva a hacernosuna idea de todo el sistemaadministrativo soviético.) Paraanalizar su peso real, debemos leerestos datos junto con los de laOficina Central de Estadística, queofrecen las cifras de todo el aparatodel Estado. La nomenclaturarepresentaba aproximadamente untercio de los 160.000 cargos deprimera categoría, de los que

105.000 estaba en el aparato centraldel gobierno en Moscú, y 55.000, enlos órganos administrativos de lasrepúblicas (ministerios y agencias).Conviene señalar que, en esa épocala administración del Estado contabacon 1,6 millones de puestos deresponsabilidad, un 18,8 por 100 deltotal de empleados, que era de ochomillones. (Unos cálculos másrealistas reducirían esta cifra a 6,5millones, al excluir de la«administración» categorías comoempleados de la limpieza y demáspersonal menor.) En la categoría

«cuadros gerentes superiores»figuraban los funcionarios queestaban al frente de unidadesadministrativas y que tenían a susórdenes, directa o indirectamente, afuncionarios de un nivel inferior. Enla lista también encontramos cargosbajo el epígrafe (que tal vezdescribía acertadamente su función)de «rector» o «experto».

Si nos centramos de nuevo en lanomenclatura del Comité Central,disponemos de una lista desglosadapor sector de actividad. Elcontingente más importante era el de

funcionarios del Partido y delKomsomol: 10.533, un 24,6 por 100de los nombres de la lista. Acontinuación, estaba industria, con8.808 puestos, el 20,5 por 100; lasagencias administrativas generales,con 4.082, el 9,5 por 100; defensa,con 3.954, el 9,2 por 100; cultura,arte y ciencia, con 2.305, el 5,4 por100; transporte, con 1.842, el 4,4 por100; agricultura, con 1.548, el 3,6por 100; seguridad del Estado yorden público, con 1.331, el 3,1 por100; fiscalía y justicia, con 1.242, el2,9 por 100; asuntos exteriores, con

1.169, el 2,7 por 100; las empresasde construcción, con 1.106, el 2,6por 100; adquisiciones y comercio,con 1.022, el 2,4 por 100; serviciossociales, con 767, el 1,8 por 100;sindicatos y cooperativas, con 763,el 1,8 por 100; planificación estatal,registro y control, con 575, el 1,3 por100; y, por último, institucionesfinancieras y de crédito, con 406, el1 por 100.

El análisis del perfilprofesional de los funcionarios quefiguraban en la lista a mediados de1946 muestra que 14.778 puestos

estaban en manos de ingenieros condiferentes especialidades. El hechode que una buena parte de losnombres restantes fueran personascon un perfil educativo discreto seveía compensado por, o eso seaseguraba, la duración del servicio.El 70 por 100 de quienes no habíanpasado de la educación primariallevaban más de diez años al frentede cargos de responsabilidad. Deestas cifras se desprenden unasconclusiones no demasiadooptimistas: en total, el 55,7 por 100de los cuadros de la nomenclatura

central llevaban más de diez años ensu cargo; del porcentaje restante, el32,6 por 100, entre seis y diez años;el 39,2 por 100, entre dos y cincoaños; el 17,25 por 100, entre uno ydos años; y en 22,1 por 100, menosde un año. Unos 1.400 miembros dela nomenclatura no eran miembrosdel Partido (el 3,5 por 100 del total).Por último, el 66,7 por 100 de loscargos estaban en manos de rusos, el11,3 por 100 en manos deucranianos, el 5,4 por 100 en manosde judíos, etc. (el «etc.» figura en eldocumento).

Los lectores que sientan uninterés especial en cuestionesburocráticas tienen aquí material desobras para reflexionar sobre losmétodos de supervisión y sobre lalógica, o la falta de lógica, que habíadetrás de una política de personal tancentralizada. La complejidad de lajerarquía de la nomenclatura haceque nos preguntemos sobre elrealismo de los métodos burocráticospara controlar a la burocracia. Unexamen más atento revela que la listano era sino una parte de un sistemamayor. El Comité Central controlaba,

o pretendía hacerlo, el escalafónsuperior del funcionariado, peroestos funcionarios también teníanpoder sobre otros cargos de rangoinferior, aunque solamente podíanejercerlo de acuerdo con el comitépertinente del Partido en cada nivel,o con el escalafón más bajo de supropia jerarquía, que a su vez secomportaba de igual modo con loscuadros de las instituciones que teníaa su mando (en solitario o encolaboración), que a su vez...

De ahí que un sistema queparece sencillo visto desde la

cumbre acabe acumulando jerarquíasdiferentes, entre las que lasprerrogativas fluyen y permiten unsinnúmero de derogaciones. El sinfínde quejas del aparato del ComitéCentral contra los ministerios da fede que éstos no eran especialmentediligentes a la hora de seguir lasreglas de la nomenclatura. Decidíanlas designaciones, los traslados o lasdestituciones de los funcionarios sinconsultarlas con el Comité Central, olo hacían a posteriori. Y secomportaban así porque lanomenclatura no funcionaba en

realidad como un sistema unívoco:cuando quedaba vacante un puesto, elComité Central buscaba un candidatoen la lista de reservas, pero sólo lohacía cuando el ministerio encuestión reconocía estar en unasituación de crisis; en caso contrario,le pedía al ministro que propusiera almejor candidato y confirmaba elnombramiento.

En la segunda parte y en latercera de este estudio, volveremos apreguntarnos quién controlaba enúltima instancia este sistema, ydaremos una respuesta. Pero ahora

podemos concluir que la logísticaque implicaba el control de estosengranajes demuestra el grado dedependencia hacia ellos. Yprecisamente así se formulaban lospeligros de la «economización» y dela pérdida del control sobre lamáquina del gobierno y de su claseadministrativa en los debatesinternos del Partido.

A modo de conclusión,podemos incidir en dos rasgos delsistema estalinista. Al hablar de losmétodos de gobierno de Stalin, noshallamos en el reino de la

arbitrariedad y del despotismopersonal. Sin embargo, cuandohablamos del gobierno soviético,viajamos a los dominios de laburocracia o, mejor dicho, a sus dosramas: una menor, el aparato delPartido, y otra, de mayorenvergadura, la administración delEstado.

¿Despotismo agrario?

Con posterioridad a la guerra,

Stalin seguía obsesionado conforjarse una «coartada histórica»adecuada y poder así legitimar supoder. Necesitaba algo consistentepara conseguir la absolución total desus antiguos compromisos políticos.Durante la guerra, se había entrevistola tercera parte de lo que iba aconformar un auténtico «tríptico»,que seguía, sin embargo,parcialmente oculto. La primera

pieza correspondía a la eliminacióndel leninismo y la domesticación delPartido; la segunda, al exterminio delos miembros históricos de éste através de las purgas y la reescriturade la historia. La tercera sería elreparto de responsabilidadeshistóricas y el paso a una ideologíanacionalista que exaltara a la «granpotencia», comparable al zarismo yque adoptaría precisamente suscaracterísticas.

Durante estas tres fases, unamultitud de ciudadanos, muchos deellos cuadros independientes y de

una cierta importancia, perdieron lavida, y toda la sociedad vivía sumidaen el terror. Con todo, el estalinismotambién acabaría por ser«enterrado». Sería un error pensarque la muerte del dictador, inevitablea la larga, fue el factor decisivo.Después del fin de la guerra, elsistema había entrado en crisis yStalin, a pesar de seguir convencidode la impresión de omnipotencia quehabía creado, buscaba una soluciónque le infundiera vida. La causaprincipal del declive eran lascontradicciones internas del régimen.

Sus rasgos absolutistas, más propiosde otra época, eran intrínsecamenteincompatibles con los efectos de unaindustrialización forzada, larespuesta a los desafíos de losnuevos tiempos. El gobierno quehabía invocado a aquellas furias semostraba incapaz de adaptarse a lasrealidades emergentes, a los gruposde intereses o a los problemas quepresentaban las estructuras sociales ylas capas que habían surgido dedicho proceso de desarrollo. No haymejor ejemplo de todo esto que laspurgas patológicas: Stalin no podía

vivir con los frutos de sus decisionespolíticas, empezando por su propiaburocracia. No podía vivir sin ella,pero tampoco con ella.

La senda personal de Stalin seinspiraba, en cierto sentido, en suexperiencia en los años de la guerracivil. Las conclusiones a las quehabía llegado acerca de lasnecesidades presentes y futuras deRusia eran las soluciones a las que lepredisponía su personalidad, suintelecto y su experiencia. Sinembargo, no debemos pasar por altoel papel decisivo que tuvo el

carácter singular de la historia deRusia: no sólo engendró a Stalin,sino que le permitió alcanzar elpoder y dirigir los destinos del paísen una dirección determinada. A lolargo y ancho de su territorio y de lasregiones que lo rodeaban —OrienteMedio, Extremo Oriente y tambiénEuropa Oriental—, el sistemapolítico abrazado por Rusia habíatenido numerosos ancestros, vecinosy primos experimentados en eldespotismo agrario. Latransformación de Muscovi en unEstado centralizado requirió de la

combinación de diversos principadosindependientes para crear una únicaunidad política. Este proceso diolugar a una suerte de«desfeudalización» en tanto se redujola parcelación. Sin embargo, tambiéntrajo consigo la introducción de unnuevo tipo de feudalismo, motivadopor la conversión de los campesinosen siervos de la tierra que les ofrecíala burguesía naciente a cambio de sutrabajo para el Estado:simultáneamente, nacían los siervos ysus señores, que eran a su vezsiervos del Estado. La expansión de

los dominios personales delgobernador de Moscú coincidió conla aparición de una autocracia y lacreación, en un vasto territorio, deuna nación a través de lacolonización, el rasgo principal delnacimiento de Rusia. Según laexpresión empleada por elhistoriador ruso del siglo XIXSolovev, el proceso «se fueestirando», es decir, que fueextensivo y repetitivo, y con élapareció un Estado sumamentecentralizado regido por un soberanoque gobernaba por voluntad divina.

En los siglos XVIII y XIX, laautocracia había buscado, no sinproblemas, la manera de deshacersedel corsé agrario, que se habíaconvertido en un obstáculo para susmétodos de gobierno y para suimagen imperial. Los cambios que sehabían operado con el paso de lossiglos hicieron que aquel escenariofuera más y más insostenible, todavez que el zar Nicolás II sentía unagran querencia por un modeloautocrático que se remontaba a unperíodo en el que el soberanoidentificaba el Estado con un

dominio personal y lo gobernabacomo si de un asunto familiar setratara. En este sentido, convienerecordar que, en griego antiguo, lapalabra despotes se refería al cabezade una unidad familiar que tenía a sucargo a siervos y esclavos. En elsiglo XX, sin embargo, ya no existíala servidumbre, y el sistemapatriarcal campesino, en el que elseñor representaba el equivalente ala máxima autoridad en el imaginariopopular, algo que habría podidoservir de pilar para una forma suigeneris de monarquía popular, estaba

cambiando rápidamente. La cabezade la unidad familiar campesinallevaba años apoyando el zarismoporque, como pequeño monarca queera, sentía una cierta afinidad por elgran monarca, un «pequeño padre»(batiushka) como él. Pero la base deeste primitivo sistema monárquicorural perdía robustez al tiempo quelos campesinos empezaban a poneren duda esta analogía.

La creciente tendencia de Stalina identificarse con el pasadoimperial ruso, y a explotar sustradiciones ancestrales en beneficio

de su régimen, pueden parecer algosorprendente a la vista del rápidodeclive que sufrió el zarismo. Sinembargo, cometeríamos un error siredujéramos el fenómeno a un meromecanismo dictado por lamovilización en la guerra contra elinvasor alemán, o a su opiniónreiterada sobre los rusos, un puebloque «no podía vivir sin un zar». Suvisión se correspondía con unanecesidad política y psicológicaarraigada: una redefinición radicalde su persona y de la identidadpolítica e ideológica de su régimen.

Es posible que Stalin fueraconsciente de la evolución históricadel título asumido por losgobernantes rusos. Originariamente,el gobernante era un kniaz'(príncipe), un título sin demasiadoprestigio ya que existían muchospríncipes. Vassili III adoptó ladenominación gosudar' (soberano),pero este título seguía siendodemasiado similar al de otrosgobernantes contemporáneos. Eltítulo «zar», equivalente ruso delalemán Kaiser y del latín Cesar,adoptado por Iván el Terrible,

resultaba más imponente, y sonabaincluso funesto en un personaje comoaquel. Pedro el Grande optó,finalmente, por el de emperador, elmás prestigioso de todos. Sussucesores conservarían toda la listade títulos, empezando por el deemperador. Stalin quería encontrar sulugar en aquella sucesión pero, dadoque no había ningún título por encimadel de emperador, tuvo queconformarse con el de«generalísimo», que ningún zar habíautilizado.

No nos ocuparíamos de estas

minucias si no fuera porque el gustopor los títulos rimbombantes no eraexclusivo de Stalin, sino que locompartía con otros secretariosgenerales. Este síndrome nos daalguna pista de la vacuidad políticaque se apodera de los gobernantescuando no saben qué hacer con supoder.

Al mismo tiempo, los cálculospolíticos y psicológicos que seocultan detrás de estos recuerdos delpasado no deben hacernos olvidar loprincipal: el título de «generalísimo»no servía para nada. Afirmar la

afinidad que lo unía al imperio, ymás concretamente a sus zares,estadistas implacables, le permitiódeshacerse de la carga que suponíanlas promesas originales, imposiblesde llevar a la práctica, de construirel socialismo, lo que, a su vez, lepermitió cerrar de una vez por todasel capítulo del bolchevismo, cuyospadres fundadores se habían vueltoen su contra. Lenin había descrito aStalin como un «matón ruso», laréplica georgiana de la misma figura,y pidió que lo destituyeran de sucargo de secretario general del

Partido, un puesto para el que noestaba preparado. Stalin estabarealmente decidido a convertirse enun «matón ruso» y, como tal, se ganóel cariño de los rusos, aunque paraello hubiera de cambiar de identidadideológica. No hay nada másinstructivo, en este sentido, que laadopción de un nuevo himnochovinista para gloria de la «GranRusia» mítica; éste ofendía a todo elresto de nacionalidades del imperio,y respondía a la peor variante delnacionalismo ruso, que emergió trasla guerra, en la campaña contra el

«cosmopolitismo». Todos estoselementos prefiguraban el deseo deStalin de renunciar a su pasadorevolucionario en favor de un pasadodiferente. No bastaba con eliminar alos cuadros bolcheviques. Y no setrataba de alcanzar la fase 1, 2 ó 2,5de cualquier «ismo», o de estar apunto de hacerlo: todo eso no eransino palabras carentes de sentido. Elprincipal logro de Stalin había sidoel superestado que había creado,libre de promesas por cumplir, undespotismo agrario que se puedecontar entre los giros más

sorprendentes que ha dado la historiaen este siglo. El sistema estalinistarecuperó un viejo modelo histórico,más cercano al de Jerjes que al deNicolás I o Alejandro III, y lofortaleció por medio de unvertiginoso proceso deindustrialización que ni Jerjes niNicolás habrían sido capaces dellevar a cabo.

Aquí nos viene a la mente laexpresión «despotismo oriental»,propuesta por el orientalista KarlWittfogel y que alude a un sistemaburocrático en el que la casta

sacerdotal (¿el equivalente delPartido?) desempeñaba una funciónpivotal. Al frente del sistema estabaun monarca con un poderextraordinario, dotado ex officio deunos orígenes sobrenaturales. Labase económica y social del sistemala formaba el multitudinarioproletariado agrícola. Lassimilitudes son sorprendentes, más ala vista del «derecho» despótico queStalin se había arrogado para decidirla política en función de susarrebatos, y de la necesidad de tenerenemigos «con cara y ojos» antes de

lanzar contra ellos a las fuerzas deuna policía secreta totalmentesalvaje.

Con todo, la expresión«despotismo oriental» no esacertada. El viejo despotismomodificó las sociedades rurales,pero muy lentamente. En el caso delsistema estalinista, sería másadecuado hablar de «despotismoagrario». Aunque el régimen nació yestuvo anclado en un pasado rural,porque el campesinado seguíasumando el 80 por 100 de lapoblación durante la NPE, su

principal motor fue laindustrialización, que precipitó unagran cantidad de cambios en lasociedad y la lanzó a una nuevaépoca. En un primer momento, estematrimonio entre dos sistemasautoritarios, el viejo modelo estatal yel modelo industrial, contribuyó aacentuar el cariz despótico yrepresivo del régimen, integradoscomo estaban ambos en unaeconomía planificada y en manos delEstado.

Gracias a esta amalgama deformas podemos reconstruir un

sistema despótico personal, centradoen el culto al líder supremo, y cuyasraíces se remontaban a un pasadomuy remoto, temporalmentefortalecido por la aparición de unnuevo rasgo: la industrialización. Dehecho, apreciamos un patrón similar,aunque a menor escala, en la empresamodernizadora impulsada por Pedroel Grande. Con este telón de fondo yen aquella situación, resulta sencilloentender el significado de la mano deobra forzada (el gulag), de undespotismo que permitía dar riendasuelta al delirio individual (purgas,

trabajos forzados o deportacionesmasivas) v de un gigantesco aparatorepresivo.

Conviene recordar aquí queStalin se encargó de preparar ysupervisar personalmente, con laayuda de Vishinski y de su gente, lasgrandes purgas y los juiciosespectáculo. Hace falta poseer ladestreza de un dramaturgo paraescribir y dirigir una obra; peroalguien que gobierna un imperio en elsiglo XX a la manera de un titiriterono es sino un gobernante primitivo.

El superestado creado por

Stalin era, y estaba destinado a ser,burocrático, un rasgo de su carácterinscrito genéticamente en un Estadoque tenía en sus manos todos losactivos del país. Eso explica elextraordinario poder que alcanzó laburocracia, pero también hace quenos preguntemos si Stalin podíacoexistir con un complejo de poderque lo evitaba. La respuesta a la quellegó el jerarca fue tan irracionalcomo patética: las purgas masivaseran inevitables para detener, ocuando menos demorar, losacontecimientos.

Para Stalin, las purgas seconvirtieron en la quintaesencia desu modus operandi hasta el fin de susdías. Las consideraba la estrategiamás eficaz, algo así como unmedicamento, pues siempre parecíanfuncionar. Si Stalin hubieradesenmascarado a algún enemigoreal, el sistema, con ser dictatorial,habría sido muy diferente. En 1953,seguía planeando nuevas purgas, y esmás que probable que sólo la muertele impidió ejecutar a sus acólitosmás próximos: Beria, Molotov,Kaganovich y Mikoyan, entre otros.

En cierto sentido, la victoria de1945 «rehabilitó» el estalinismo —también a escala global a su manera—, en un momento en el que elsistema y Stalin habían empezado aexperimentar un declive notable. Dehecho, había perdido la capacidadpara gobernar el país de un modoeficaz. Parecía haber alcanzadotodos sus objetivos, pero el caminoque tenía ante sí, con independenciade su estado de salud, sólo tenía unadirección: era un camino de vuelta.Basta mencionar el zhdanovismopara ilustrar hacia dónde se dirigía el

régimen, y para demostrar que no lequedaba nada más por ofrecer.

Podemos, por fin, volvernos alúltimo aspecto de nuestro estudio:¿por qué triunfó como lo hizo el cultoa Stalin? Porque, a pesar de todas lasaberraciones, el culto, la leyenda, suaura y su personalidad gozaban de ungran predicamento en Rusia y en todoel mundo, donde se veía todo esocomo los rasgos de un vozhd (guía)sin parangón en la historia. Y suculto siguió con vida entre muchosrusos después incluso de la denunciaque Jrushchov hiciera de él y de sus

atrocidades. Existen multitud dedocumentos que recogen la reacciónde las masas en Rusia a la noticia desu muerte: una pena incontenible, lasensación de una pérdidainsustituible y la desesperación antelo que nadie había considerado; nadamenos que la muerte de un serinmortal.

Las razones que lo explican sondiversas, y podemos resumirlas aquíbrevemente. Empezaremos volviendoa la vieja imagen rural-patriarcal delterrateniente (joziain), cuyocomportamiento severo se aceptaba

siempre que fuera justo, una tradiciónmuy arraigada en Rusia. La victoriasobre la Alemania nazi fue unimportante factor «legitimador», apesar de que el régimen de Stalin nogozara por aquel entonces de unasalud de hierro. También influyó unahabilidad especial a la hora deproyectar una determinada imagen,que venció la resistencia de no pocasfiguras intelectuales de peso.Volveremos más adelante a esteaspecto, el del fundador fabuloso deun poderoso imperio, y al valorpatriótico que se le concedió, tanto

más estentóreo cuanto que no estabatan alejado de la realidad. La falta deinformación y las dimensiones delpaís completaban el misterio dellíder, cuyas apariciones eranminuciosamente preparadas: sabíacómo tranquilizar y cautivar, o cómoinfundir terror. Debemos incidir en lafalta de información: cuando seproporcionaban datos, siempre seenvolvían los detalles con unapropaganda poderosa y eficaz.Mucha gente simplemente ignorabalos horrores que se habían cometidoy no podían imaginar que al frente

del Estado se encontrara una personaque se inventaba enemigos y quemasacraba a inocentes. ¿Cómopodían conciliar esta imagen con laque Stalin había proyectado alprincipio de la guerra en aquelinolvidable discurso transmitido porla radio en un momento crucial, tandiferente? «Hermanos y hermanas,me dirijo a vosotros, amigos. Vienena esclavizar a nuestra madre patria,pero vivirá nuestro suelo otro díaglorioso. Acabaremos con elenemigo. Saldremos victoriosos.»Cito de memoria lo que yo mismo

escuché por la radio. Y eso mismoescucharon los ciudadanossoviéticos, ajenos a la cara másiracunda de Stalin, la de quienfirmaba interminables listas decondenados a muerte.

Incluso aunque lo hubieransabido, ¿qué importancia habríatenido en un momento en el queestaban en juego el destino de Rusiay el de Europa? No es fácilresponder a esta pregunta. Porúltimo, hay que incluir los elementosreligiosos, «dovstoyevskianos», ennuestra búsqueda de una explicación,

aunque no se merecen que lesdediquemos demasiada atención. Seacomo fuere, muchas, cuando no lamayoría, de las personas máshonradas, brillantes y creativas delpaís se sometieron al estalinismo eincluso lo aceptaron, temporal odefinitivamente. La lista es larga,pero también podríamos hacer unalista con los nombres de quienes,sumidos en el proceso, jamásaceptaron a Stalin o su modelo deRusia.

Concluiré sobre esta cuestiónrecalcando un aspecto del

estalinismo que está implícito entodo lo dicho anteriormente. No heahorrado a los lectores ninguna delas atrocidades de Stalin, pero no hayque olvidar que el estalinismodescansaba en dos imperativoshistóricos: ponerse a la altura deOccidente en términos industrialescomo condición indispensable paraconstruir un Estado fuerte. La imageny la realidad de un Estado poderoso,de una potencia victoriosa(derzhava) reconocida como tal entodo el mundo, es un factorfundamental, y con una gran

capacidad hipnótica, no sólo a ojosde muchos ciudadanos, sino tambiénpara la clase política, incluidos losmiembros del Politburó que odiabana Jrushchov por haber bajado delpedestal al constructor de un Estadode unas dimensiones sin precedentesen la historia de Rusia. ¿Quénecesidad hay de preocuparnos desus actos irracionales si hemosalcanzado el objetivo?, sepreguntaban. Estos razonamientos nose limitaban a Rusia o al liderazgode Stalin. La insensibilidad hacia lasvíctimas de las atrocidades

cometidas por un Estado fuerte ennombre de sus intereses estratégicosestá muy extendida en los círculos depoder de todo el mundo. El «poderdel Estado» es el principal valor delos nacionalismos y de losimperialismos.

Estas consideraciones noalteran lo más mínimo nuestrasconclusiones: el estalinismo estabaimpregnado de un carácter irracionalque no sólo lo convirtió en unrégimen decrépito, sino tambiénabyecto. Para librarse de él, eranecesario algo así como un chamán, y

eso ofreció Jrushchov, respondiendoa las creencias populares. Cuando elcuerpo de Stalin partió del mausoleode la Plaza Roja para ser enterradoen otro lugar, salió con los pies pordelante. Según la demonologíacampesina, así se aseguraban de queel demonio muerto no regresara aatormentar a los vivos. Librarse delespectro, como pretendía Nikita,brindaría a la Rusia soviética otraoportunidad, más prometedora,aunque no fuera a tener una vidademasiado larga.

SEGUNDA PARTE. LOSAÑOS SESENTA ENADELANTE: DE UNNUEVO MODELO A UNNUEVO IMPASSE

«Epur, si muove!»

Mi recuerdo de los años sesenta

es tan intenso como intensa fue ladedicación al estalinismo durante losaños treinta, y nos llevarán, a travésde diversos temas especialmenteseleccionados, hasta el final delrégimen. Tras hacer gala de unavitalidad envidiable en muchasesferas, a principios de los añossetenta la Unión Soviética empezó aperder cuerda, antes de que sueconomía se estancara

definitivamente (zaskoi). Un buenindicador de la salud irregular delsistema la tenemos en laspersonalidades políticas: Jrushchovy Andropov representaban un ciertodinamismo, al contrario queBrezhnev y Chernenko, dos ejemplosde decadencia. Estas fluctuaciones enel gráfico de la historia no eranninguna novedad, sino que seguían ladinámica histórica de la URSS desdesus primeros tiempos. No obstante,nos encontramos en este caso ante lafase final de una nueva y ominosacurva descendente, en la que se

percibía asimismo más de un aspectointrigante.

Todo esto nos lleva a reiterar loque a estas alturas ya debería serevidente: la Rusia que entró enguerra en 1941 y que salió victoriosade la contienda en 1945 seguíasiendo un país en vías de convertirseen una potencia industrialurbanizada. Sociológica y, en muchosaspectos, culturalmente, seguíaanclada en un pasado rural, inclusoen lo que respecta a los rasgoscaracterísticos de un Estadomodernizador. El adjetivo que mejor

define el período de posguerra y losúltimos años de Stalin es«primitivo». Todos los esfuerzosestaban centrados en dos objetivos:recuperar los estándares de vidaanteriores a la guerra y reconstruiralgo que se asemejara al sistemasoviético en los vastos territoriosque habían ocupado los alemanes.

El caos que reinó inicialmenteen las tareas de reconstrucción erainevitable. Millares de funcionariosfueron destinados a los territoriosreconquistados, pero a menudocarecían de la formación para

desempeñar la tarea que lesaguardaba. Entre los miles dereclutados localmente, muchos eranantiguos colaboracionistas. Elrégimen tenía, asimismo, muchosenemigos: en Ucrania, Lituania yLetonia, la guerrilla se enzarzó encombates con el Ejército Rojo. Lareconstrucción del sistema y larecuperación de la calma exigíanpaciencia, y comportaron un númerode bajas importante. Con todo, elpaís se embarcó con decisión en latarea de insuflar oxígeno a laeconomía. Y, si bien en 1953 ya se

habían recuperado en muchosámbitos los niveles anteriores a laguerra (los de 1940), no se puededecir lo mismo en lo tocante a losbienes de consumo. En este sentido,la URSS de 1945-1953 era todavíaun país cuya población pasabahambre o, cuando menos, apenastenía qué llevarse a la boca.

Conviene aquí poner el acentoen lo siguiente: la reconstrucción,por impresionante que fuera endeterminados sectores, empezandopor la producción de armamento, ymás concretamente la de armas

atómicas, coincidió con larestauración del estalinismo, unsistema profundamente disfuncional yque estaba en plena degeneración.Esta restauración coincidió con unregreso a un terror deliberado, elprincipal instrumento político delviejo dictador, y con la promulgaciónde una ideología retrógradanacionalista basada en la idea de la«gran potencia». Abiertamenteabrazada por el dictador durante laguerra, el molde autocrático de laRusia imperial contribuyó aperfeccionarla.

El régimen político era ladictadura personal de un hombrecuyos títulos prácticamenterivalizaban con los de los zares, yque impuso entre las altas instanciasde la burocracia una réplica de la«tabla de rangos y uniformes» dePedro el Grande. La referencia a la«Gran Rusia Sagrada» en el himnonacional de la Unión como símbolomáximo del Estado y de su ideologíafue la guinda que coronó este pastelretórico en el que se mezclaba lonuevo con lo viejo. La adhesiónpopular quedaba garantizada por el

terror. Nada hay más característicode este aspecto de la «restauración»,que al parecer se saldó con un ciertoéxito, que las cifras del gulag.Después de disminuir el número deinternos hasta los 800.000 durante laguerra, en 1953 la cifra superaba los3 millones. Si a estos númerosañadimos los exiliados y losencarcelados, llegamos a un total de5 millones, un récord absoluto; aunasí, ese mismo año esa cifra empezóa disminuir una vez más. Entre tanto,no se apreciaba ningunatransformación política de

importancia. Stalin seguía planeandocambios de personal y ningúnmiembro de la cúpula sabía dónde (ocómo) acabaría: Molotov y Mikoyan,por ejemplo, estaban convencidos deque serían liquidados. La cantidad denombramientos y dereorganizaciones, una repetición delconstante juego de las sillasministerial de los últimos días delzarismo, es indicativa de laconfusión que reinaba en las altasesferas. Todo ello nos lleva aafirmar que es imposible decir que,en aquellos años, existiera realmente

un gobierno al frente de la URSS.Cuando Stalin cayó víctima de

una grave enfermedad, los miembrosdel Politburó se turnaron a su lado enel lecho (o tal vez en la habitaciónanexa). En cuanto quedó claro que deaquella no saldría con vida,volvieron la vista a las cuestionespolíticas. La mayoría ya estabamaquinando planes y empezaron amoverse en busca de cargos y dealiados. Cualquiera que fuera elresultado de aquellas múltiplescombinaciones, los nuevosgobernantes heredaban un régimen

que pertenecía a una época diferentey pasada. Los cambios se llevaron aefecto casi de inmediato, y una seriede medidas inicialmente aisladasdieron paso a diversas oleadas dereformas.

Hablaremos de estas reformasmás adelante, pero ahora esimportante que seamos conscientesde que la desaparición de Stalinabrió varias compuertas del sistemacerradas hasta el momento, lo queposibilitó que surgiera un grupo delíderes capaz de resucitar el régimen.Quienes estaban en las altas

instancias eran, a todas luces,«estalinistas», así que no es extrañoque una de sus primeras decisionesfuera una solución típicamenteestalinista: eliminar a uno de lossuyos, Beria, así como a una cifraconsiderable de agentes de la policíasecreta, que fueron fusilados oencarcelados y acusados de toda unaretahíla de cargos incoherente ypergeñada a última hora.

La explicación cabeencontrarla, en parte, en la secuenciade los acontecimientos. Stalin murióel 5 de marzo de 1953. Ese mismo

día, el pleno del Comité Central, elConsejo de Ministros y el Presídiumdel Soviet Supremo decidieron,reunidos en sesión, que el MGB(Ministerio de Seguridad del Estado)y el MVD (Ministerio de AsuntosInternos) volvieran a fusionarse en unMVD encabezado por Beria, quetambién fue nombrado viceprimerministro. El Soviet Supremo refrendóestas decisiones el 15 de marzo. Esemismo día, el Consejo de Ministrosdesignó a varias personas delentorno de Beria y de Malenkov paradiferentes cargos: Kruglov, Kobulov

y Serov se convirtieron así en losprincipales ayudantes de Beria,Maslennikov fue nombradoviceministro del MVD y todos ellosingresaron en el Colegio del MVD,un consejo consultivo internopresente en cada uno de losministerios. Todavía hoy son unmisterio las razones que se ocultabandetrás de estos nombramientos, perolo cierto es que Beria, auspiciadopor su aliado putativo, el primerministro Malenkov, conservó unpuesto de suma importancia en elgobierno y siguió teniendo a su cargo

todo el aparato represivo y loscuerpos militares, en total más de unmillón de personas.

Algún episodio de esta rápidasecuencia de acontecimientos hizoque Jrushchov se pusiera en guardia.No acabo de entender cómoconsiguió convencer a Malenkovpara que abandonara a su compinche,pero Beria fue arrestado el 26 dejunio de 1953, durante una reunióndel Politburó. Días más tarde, otrosfuncionarios del MVD corrieron sumisma suerte. Se decidiódesmantelar las estructuras

industriales del ministerio y el 1 deseptiembre se abolió el «consejoespecial» extrajudicial. Pero loscambios no se detuvieron aquí.

Con todo, no se hizo pública lahistoria real de las fechorías deBeria y sus socios, porque nadie lehabría dado crédito. En su lugar, sepresentó ante la población unaconspiración típicamente estalinista.Es imposible saber si Beria queríarealmente eliminar al resto de suscolegas. Además, la mayoría de loslíderes en el poder, por no decirtodos, habían firmado o transmitido

documentos que ordenaban laejecución de personas inocentes, demodo que se arriesgaban a versetambién salpicados. En su lugar,solamente uno de los principaleslíderes, un individuo peligroso sinlugar a dudas, y algunas figuras demenor importancia pagaron por loscrímenes de otros estalinistas, queaún no se habían pronunciado alrespecto de todo el pasadosangriento que llevaban a susespaldas. Hay un elemento que, sinembargo, destaca del resto: de lanoche a la mañana, se puso fin a las

terribles «investigaciones», a lasacusaciones falsas y a los juicios queestaban en marcha, y especialmente ala «conjura de los médicos». Lasvíctimas fueron rehabilitadas y losdoctores regresaron a su lugar detrabajo en el Kremlin. Poco después,se producirían más rehabilitaciones yexcarcelaciones, aunque noestuvieron rodeadas de la mismapublicidad.

Todo aquello era una señalinequívoca de que algo se movía. IliaEhrenburg calificaría estos cambioscomo «deshielo» en una novela

homónima, aunque entre los jerarcashabía aún diversas figuras que semantendrían fieles a Stalin durante elresto de su vida y que no renegaríande su pasado. Cuando, en 1956,Nikita Jrushchov lanzó el sensacionalataque contra Stalin en el XXCongreso del Partido, la sociedadsoviética, y especialmente laintelligentsia, comprendió que sehabían acabado para siempre losdías de los juicios espectáculoestalinistas y de las detenciones y lasejecuciones arbitrarias. Pero eldeshielo no se inició en aquel

congreso: sus participantes estabantan sorprendidos como el que más ymuchos estalinistas presentes estabanen estado de shock. Nadie habíaprevisto el estallido de aquellabomba, ni que sucediera tan pronto.La respuesta estalinista llegó un añomás tarde: mayoritarios en elPresídium, intentaron derrocar aJrushchov, pero fracasaron por culpade una alianza entre el estamentomilitar y la mayoría de los miembrosdel Comité Central. Jrushchovpermaneció en el poder y consolidósu posición. Lo que sucedió a

continuación fue lo nunca visto: no sedictó una sola condena a muerte, ouna sola pena de prisión contra losconspiradores. Simplemente, fueronrelevados de su cargo. Uno de ellos,Voroshilov, fue incluso indultado ymantuvo un cargo honorífico.

Todo esto, y todo lo que nohemos mencionado, suponía unamanera de actuar sin precedentes yfue la norma entre la clase políticabajo el gobierno de Jrushchov y conposterioridad a su relevo. Seprodujo, asimismo, otro cambiodecisivo al que no se han referido lo

suficiente la mayoría dehistoriadores: el gobierno dejó deencarcelar a la gente por «delitoscontrarrevolucionarios». Dichaacusación desapareció incluso delcódigo penal, y fue sustituida por«crímenes contra el Estado», unconcepto dirigido contra lasactividades de la oposición. Larepresión de los opositores políticosno cesó pero, como veremos, tuvo apartir de ese momento una magnituddiferente y fue menos brutal. Losacusados, en lo que suponía un pasosignificativo, tenían que cometer

algún delito antes de ser acusados. Elprecio que pagaban las víctimas dela represión era ciertamente elevado,y de poco sirven las comparacionescon el pasado, pero lo cierto es quelos cambios en la política penalfueron significativos. Expresar unaprotesta ya no era una acción suicida,y la gente seguía con vida después decumplir la pena a la que había sidosentenciada. Existían incluso algunoscanales públicos y privados paraquejarse del uso arbitrario del poder.

Llegados a este punto, podemosvolver la vista hacia algunos

cambios de mayor calado en elsistema. Estos, impulsados por lapolítica del gobierno aunque tambiénposibles gracias a unatransformación espontánea de larealidad soviética, se refieren a latríada «militarización-criminalización-movilización» socialcaracterística del régimen estalinista.

Bajo el epígrafe que recogetodos los cambios que se produjeronen el sistema penitenciario, debemosmencionar también eldesmantelamiento de uno de loselementos centrales del régimen

anterior: el gulag, un sistema detrabajos forzados que, como yahemos dicho anteriormente, estaba enfase de descomposición. Duró veinteaños. Muchos hablan de él como sisiempre hubiera existido, mientrasque otros no dan cuenta de sudesaparición. La reforma se inició enserio a partir de 1954, aunquealgunas de las principales estructurasya habían sido abolidas un año atrás.Sumamente importante fue eldesmantelamiento, ya mencionado,del complejo económico-industrialdel MVD, el elemento esencial del

imperio de trabajos forzados delgulag. Con el traslado de la mayoríade sus agencias industriales(construcción de carreteras y deferrocarriles, ingeniería forestal,minería, etc.) a los ministeriosciviles, aquel siniestro complejorepresivo, profunda y constantementenecesitado de mano de obra gratuita,se vio notoriamente reducido. Lamano de obra ya no eran esclavos,sino trabajadores remunerados quedisfrutaban de la protección que lesbrindaba la legislación laboral, quepor aquel entonces había sufrido

cambios de consideración. Aquella«expropiación» a gran escala delMVD estuvo acompañada de unatransformación progresiva de laestructura del gulag, que pasó aconvertirse en un sistemapenitenciario reformado y con unnuevo nombre, antes de que la cifrade internos en los campos, conocidosahora como «colonias», «cárceles» o«asentamientos de deportados»,disminuyera. La cifra de detenidos enlas diferentes instituciones, sin contarlas prisiones, pasó de 5.223.000personas el 1 de enero de 1953 a

997.000 el 1 de enero de 1959; elnúmero de «contrarrevolucionarios»,de 580.000 a 11.000. A partir deprincipios de 1960, las detencionesarbitrarias dejaron de ser unapráctica habitual.

La implantación de estasreformas no fue sencilla, pero lapresión popular para acelerar la«normalización» contaba con elapoyo del Ministerio de AsuntosInternos y de la Oficina del FiscalGeneral, que se mostraba sumamentecrítica con las actividades delDirectorio de Prisiones del MVD y

se empeñó en poner en práctica lasdecisiones tomadas por el Estado ypor el Partido a propósito delsistema penitenciario. En estesentido, hay dos informes, separadospor cuatro años, que son altamenteinstructivos. El primero, de 1957, sedebe a Dudorov, el ministro delInterior, en su segundo año en elcargo, y se ocupaba de «El problemade los campos y las nuevas políticaspenitenciarias». El segundopertenece al ayudante del fiscalgeneral de la URSS, Mishutin, y datadel 1961. Empezaremos con este

último, pues incluye un estudio de lasmedidas que se tomaron entre 1953 y1956.65

Los principales puntos delinforme de Mishutin eran lossiguientes. Hasta 1953, lasadministraciones de los campos nose habían preocupado de la«corrección y la reeducación» de losprisioneros. La poblaciónpenitenciaria era vista,fundamentalmente, como mano deobra, y de ahí que el MVD pasarapor alto la que debería haber sido sutarea principal. Durante años, la

legislación sobre políticapenitenciaria había sidoprácticamente inexistente. Losrepresentantes de la sociedad teníanvetado el acceso a las institucionespenitenciarias, y los fiscales,limitada la supervisión de sufuncionamiento. El 10 de julio de1954, el Comité Central habíaadoptado una resolución con elpropósito de mejorar la situación delos campos y de las colonias delMVD, órgano al que se le criticabaque se concentrara exclusivamente enel factor económico, cuando su

principal cometido tenía que ser quelos internos se involucraran en tareasproductivas y se prepararan parareinsertarse en la sociedad. El 24 demayo de 1956, el Comité Central, ypoco después el Presídium delSoviet Supremo, promulgó un«estatuto de la supervisión por partede la Fiscalía» en la URSS, cuyocapítulo quinto se ocupaba de lasupervisión de los centros dedetención. En adelante, los fiscalesde los campos tenían que informar alas sedes territoriales de la Oficinadel Fiscal en lugar de dirigirse

directamente al fiscal general. Estamedida fue, en sí misma, un pasoadelante, pero la situación en loscampos seguía siendo insatisfactoria.El 25 de octubre de 1956, un decretoconjunto del Consejo de Ministros ydel Comité Central enunciaba unaserie de «medidas para mejorar eltrabajo del MVD en la URSS» y desus homólogos republicanos,acusados de obviar su tareareeducativa a la vista de la cantidadde reincidentes. El gobierno acelerólas medidas para reducir y abolir elsistema de campos de trabajo

correctivo (ispravitel'no-trudovyelageria-ITLs) y crear órganossupervisores que trabajaran codo concodo con los comités de los sovietslocales en el control de lo quesucedía en lo que, a partir de esemomento, se conocería como«colonias».

Las actas de una sesión delColegio del MVD de principios de1957, bajo la presidencia deDudorov, un antiguo apparatchik delPartido, nos permiten hacernos unaidea de la situación.

Nombrado al frente del MVD

por el Partido para mejorar sufuncionamiento, Dudorov no estabasatisfecho con que los campos y lascolonias estuvieran adscritos a suministerio, especialmente en lorelativo a la reeducación y a lautilización de mano de obra de lacomunidad penitenciaria.66

Alrededor del 6 por 100 de losprisioneros no trabajaba porque nohabía trabajo para ellos; paraquienes sí lo había, el sistema deremuneración implantado era un caostotal. En 1956, el MVD habíadedicado buena parte de sus energías

a ocuparse de asuntos policiales, y elministerio confiaba que en 1957 selograra finalmente resolver losproblemas acuciantes del sistema deprisiones, como había exigido elComité Central. Y afirmaba losiguiente:

«Saben que el Comité Central yel Consejo de Ministros han decididopasar de un sistema de campos a unsistema de colonias. Las coloniasdan un mejor resultado, pero aúnquedan cosas por hacer en dichosistema. Por el momento, el 35 por100 de los prisioneros están en

colonias, y el resto en campos, dondetrabajan en virtud de un contrato condiferentes agencias económicas. Latarea que se alza ante nosotros estrasladar a todos los prisioneros acolonias. Para ello habrá queconstruir, en los próximos cuatro ocinco años, unas 370 colonias. Todoel trabajo de producción deberárecaer en los prisioneros y lo tendránque desempeñar en su lugar deconfinamiento. [Esta y un sistemanormalizado de remuneración teníanque ser, en principio, las principalesdiferencias entre una colonia y un

campo, ML] Las 66 colonias que yaexisten dan unos buenos resultadosen términos de reeducación, elobjetivo principal de la reclusión, yel método principal para lograrlo esel trabajo».

De paso, el ministro apuntó que«las colonias producen bienes deconsumo (ropa, mobiliario, utensiliosdomésticos, maquinaria agrícola...).Así, los zeks consiguen ganar algo dedinero para ellos y para susfamilias.»

Dudorov pintaba un cuadrobastante optimista. La experiencia

indicaba, y él mismo se encargó deafirmarlo, que no había que pagar enmetálico a los prisioneros, porquemuchos tendían a perder el dinero entimbas o eran asaltados por otrosprisioneros. Algunos zeks preferíanel pago en especie. Dudorovconcluía el informe asegurando queel directorio y el Colegio delministerio confiaban en resolver esteproblema durante 1957 (lo cierto esque la construcción de las coloniasnecesitó de varios años más).

Regresemos ahora al texto deMishutin de 1961. En él descubrimos

que la liberalización inicial habíaido demasiado lejos, que provocabadisfunciones en el sistema y que eranecesario realizar algún que otroajuste (algo que ya se deducía de larecomendación de Dudorov de noentregar demasiado dinero a losprisioneros).

Las autoridades locales teníanel cometido de buscar un empleo alos que quedaban en libertad. El 8 dediciembre de 1957, el gobiernoaprobó un decreto presentadoconjuntamente por la Oficina delFiscal y el MVD sobre las «colonias

y las prisiones de trabajo correctivodel Ministerio de Asuntos Internos».El texto exigía la separación estrictade los prisioneros en diferentescategorías, para evitar que semezclaran criminales peligrosos condelincuentes noveles, y la revisión delos procedimientos que permitían lareducción de pena a partir de losdías trabajados, también reducíadrásticamente el número deprisioneros a quienes se permitíaabandonar los confines de la coloniasin escolta. Entre otras medidasintroducidas estaba el pago en

especie.A partir de 1953, la cifra de

prisioneros fue disminuyendoregularmente. Entre 1953 y 1957, elPresídium del Soviet Supremoanunció diversas amnistías paradiferentes categorías de prisioneros;entre ellas, hubo en 1955 una paraquienes habían colaborado con elocupante alemán. En 1957,coincidiendo con el cuadragésimoaniversario de la Revolución deoctubre, se produjo una nuevaamnistía que afectó a un númeroimportante de internos. En 1956 y en

1959, las repúblicas nombraronvarias comisiones cuya misión erarevisar directamente en los centrospenitenciarios los casos de loscondenados por crímenes contra elEstado, malversación de fondos yotros delitos económicos, así comolos de los condenados por delitosmenores. El fiscal general de laURSS ayudó a preparar estasmedidas y supervisó su entrada envigor.

En enero de 1961, la poblaciónpenitenciaria había disminuidoconsiderablemente y su composición,

atendiendo a la tipología decrímenes, había cambiado. En 1953,el 10,7 por 100 de los prisioneroshabían sido condenados por crimenorganizado, robo, homicidiopremeditado y violación; en 1961,esta cifra era del 31,5 por 100, loque significaba que una cantidadimportante de internos eranprisioneros comunes y que existía unnúcleo duro de reincidentes y decriminales peligrosos. Por eso elestatuto de las colonias y de lasprisiones promulgado el 8 dediciembre de 1958 parecía ya

inadecuado, pues no era losuficientemente estricto con losreincidentes peligrosos y la luchacontra la delincuencia se resentía deello. El 5 de noviembre de 1959, elComité Central invitó a la Oficinadel Fiscal General a dar un paso másen la lucha contra la delincuencia y aencargarse de aplicarles un régimenpenitenciario acorde.

Dos años después, el gobiernoseguía sin estar satisfecho con lasituación. El 3 de abril de 1961, unnuevo decreto del Comité Central ydel Consejo de Ministros conminaba

a los ministerios de Asuntos Internosde las diferentes repúblicas amejorar los sistemas penitenciariosque tenían a su cargo, a analizar condetenimiento el estado de cadainstitución y a reforzar la divisiónentre las diferentes categorías deprisioneros. Asimismo, abolió elsistema de reducción de pena portrabajo. Como indican losdocumentos de que disponemos,hacía unos cinco años que se habíanempezado a discutir estas y otrasmedidas, o siempre habían sidollevadas a la práctica. Los políticos

y los juristas liberales yconservadores discutían cada punto,y no eran pocos. Otra medidaimportante fue la creación, el 27 defebrero de 1959, del Colegio delFiscal General y de sus equivalentesen las repúblicas, una medida quetuvo su continuación en diversasinspecciones y en sesiones deformación a cargo de un grupo de losprincipales funcionarios de laOficina del Fiscal de la URSS, convistas a fortalecer la lucha contra elcrimen y para mejorar laadministración penitenciaria.

No nos extenderemos más encómo abordaron estas cuestiones losdiferentes órganos gubernamentales.Precisaríamos de monografíasespecializadas para explicar estahistoria con todo detalle, peropodemos extraer entretanto algunasconclusiones provisionales. Elsistema estalinista de trabajosforzados gratuitos a cargo de losprisioneros, en su mayoríaprisioneros comunes aunque tambiénhabía un número importante de«contrarrevolucionarios» que nohabían delinquido, se había

convertido ya en un vestigio delpasado. Y otro tanto podemos decirde los asentamientos masivos en elexilio, donde cumplían su condena,en algunos casos a perpetuidad, másde dos millones de personas: en1960, tales centros prácticamente sevaciaron de internos y sesuspendieron sus sentencias. Por otrolado, la normalización del complejopenal y penitenciario no pudo serinmediata porque se trataba de unsistema que había heredado unapoderosa inclinación al castigo sinpreocuparse excesivamente por las

pruebas que demostraban laculpabilidad del sujeto. Aquelsistema no guardaba la menorrelación con la idea de justicia y enlos años sesenta hubo un intento decrear un sistema de justiciapropiamente dicho. Tal es laconclusión a la que llegamos si noscentramos en todos los borradoresque hicieron del código penal y delpenitenciario las institucionespenitenciarias y los órganos degobierno responsables. Lasdiscusiones y las presiones porseguir adelante con los cambios que

se habían iniciado inmediatamentedespués de la guerra persistieron conla llegada de Jrushchov al poder, yse mantuvieron prácticamente hastael final del sistema soviético. Unarápida ojeada a la legislación envigor en 1984 nos ofrece una imagenclara de los principios jurídicos querigieron el trato dispensado a losdelincuentes hasta 1991.

Nos ocuparemos, másconcretamente, de la políticapenitenciaria y de la «ley de trabajoen prisión» que figuran en loscódigos relevantes y en los

comentarios a ambos. Se trata de unejercicio algo pesado pero, desde eldescubrimiento del código deHammurabi, los historiadores sabenhasta qué punto pueden serinstructivos los textos legales,aunque no sean siempre respetados.No hay que subestimar los cambiosque introdujeron estos códigos.67

Esto es así especialmente en elderecho de los prisioneros a reunirsecon sus abogados, sin límite detiempo y sin la presencia deguardias. Todo esto formaba parte,sin embargo, de una definición más

genérica de los derechos de losprisioneros, basada en una premisa ala que los códigos y la jurisdiccióndedicaban mucho espacio: lareclusión no comporta la pérdida delestatuto de ciudadano ni, porextensión, la de los derechos comociudadano. El castigo restringe estosderechos, por supuesto, pero losinternos siguen perteneciendo a lacomunidad. Las restricciones eranconsiderables: la mujer de unprisionero podía divorciarse sinesperar a que fuera puesto enlibertad, los internos no tenían

derecho de voto y no podíandisponer libremente de su dinero,entre otras. Sin embargo, disfrutabandel derecho básico a la crítica ypodían quejarse de la administraciónpenitenciaria, directamente, pormedio de una carta a laadministración, que ésta estabaobligada a responder, o apelando aotras instancias (el Partido y elEstado) a través de la administraciónpenitenciaria. Esta probablementeintentaría convencer al prisioneropara que no siguiera adelante con laqueja, pero estaba obligada a

trasladarla si el interno insistía. Delo contrario, el caso llegaría a oídosde la familia o de los amigos delcondenado que iban a visitarlo. Laadministración penitenciaria noestaba autorizada a abrir el correoque los prisioneros enviaban a losfiscales y tenía que remitirlo enveinticuatro horas.

Como ya hemos dicho, unavance importante lo constituyó elderecho de los internos a poderreunirse con su abogado sin límite detiempo. Según otra fuente, las visitasde los abogados a los prisioneros

estaban incluidas en la sección«derechos de visita».68 No obstante,se regulaban en virtud del «códigodel trabajo correccional» de lasrepúblicas, no del de la Unión. Salvosi los códigos estipulaban locontrario, las reuniones con elabogado tenían que estar autorizadasprevia petición por escrito delprisionero, de un miembro de sufamilia o de un representante de unorganismo público. Tenían quecelebrarse fuera de horas de trabajoy el abogado debía estardebidamente acreditado. Si el

prisionero o el abogado losolicitaban, la reunión sería enprivado. (Debo confesar que fue todauna sorpresa descubrir estasdisposiciones legales en textos definales de los años setenta yprincipios de los ochenta.)

Los fiscales, los tribunales y losórganos locales poseen multitud depruebas de gran número de quejas delos prisioneros que llegaban alMinisterio de Asuntos Internos, a lasagencias de supervisión del gobierno(central y local), a los órganosregionales y a los organismos

públicos. Todas se investigaban máso menos detenidamente, o erantrasladadas a las autoridadescompetentes.69 Diversos cuerpos, losmás importantes de los cuales eran laOficina del Fiscal y las agencias decontrol del Estado (tenían diferentesdenominaciones), se ocupaban develar por el cumplimiento de la leyen los lugares de confinamiento. ElMVD también tenía un cuerpogeneral de inspectores interno,dotado de poder y capaz de llevar acabo investigaciones en profundidad.Como es normal, lo veían como una

entidad parcial, ya que el sistema deprisiones entraba dentro de lasatribuciones del ministerio. Noobstante, no cabe duda de que losfuncionarios del ministerio estabanbien informados de la situación.

El control que ejercían los altostribunales para garantizar el respetoa la ley en el sistema judicial influyóen los órganos que gobernaban lasinstituciones penitenciarias. Endichos tribunales se veían los casosde violaciones de derechos por partede la administración penitenciaria ylas apelaciones, así como casos en

que había que refrendar laadecuación de una sentencia. Suactividad tenía repercusiones en lapoblación penitenciaria y en alambiente que reinaba en el sistemade prisiones. El derecho de loscuerpos sociales a interesarse por eldestino de los prisioneros tambiéntuvo un efecto similar, porque abriólas puertas para que los internosgozaran de algunos derechos ytuvieran posibilidades derehabilitación.

Los prisioneros políticos,incluidos los disidentes más

célebres, no tenían totalmenterestringida la posibilidad de unarevisión de su caso, ni el acceso alos canales que les permitían dar voza sus quejas. Existen documentos quedan fe de las protestas de loscientíficos y demás miembros de laintelligentsia, dirigidas directamenteal Comité Central u otras altasinstancias, o transmitidas por canalesconfidenciales. Algunas inclusopodían ser harto eficaces. La presióninternacional también jugó su papel,y llevó a las autoridades a decantarsepor despojar a los disidentes de la

nacionalidad y mandarlos al exilioantes que dejarlos en prisión, perovolveremos a abordar esta cuestiónmás adelante.

El deseo de las autoridades y delos jueces de evitar que losdelincuentes comunes y loscriminales peligrosos estuvieranmezclados, un principio adoptadopor los sistemas democráticos, llevóa la creación de instituciones paralos diferentes tipos de prisioneros,cada una con su régimencorrespondiente. Con independenciadel delito que hubieran cometido, la

gente que cumplía su primeracondena estaba separada de losreincidentes. También habíainstituciones para mujeres y paramenores. Por último, los complejosde máxima seguridad, aislados delresto del sistema, albergaban aquienes habían sido condenados por«crímenes especialmente peligrososcontra el Estado», «reincidentesparticularmente peligrosos» y presoscondenados a muerte pero cuyasentencia había sido conmutada araíz de un perdón o de una amnistía.Los extranjeros y los apátridas

también iban a parar a otrosestablecimientos. Las repúblicaspodían asimismo pedir la separacióndel resto de categorías. Sin embargo,estas distinciones no se aplicaban enlos hospitales penitenciarios, cuyanormativa la establecía el Ministeriode Asuntos Internos de acuerdo conlos fiscales.

En total, el sistema tenía cuatrocategorías de colonias de trabajocorrectivo, que se distinguían entre sípor su régimen interno: régimengeneral, «potenciado», «estricto» y«especial». A éstas había que añadir

los diferentes «asentamientos». Elrégimen «estricto» estaba pensadopara los condenados por «crímenesespecialmente peligrosos contra elEstado» y para quienes ya habíancumplido una sentencia, mientras queel régimen «especial» se reservaba alos reincidentes y a las mujeres a lasque se había conmutado la pena demuerte. A los «asentamientos» iban aparar los internos que ya estaban envías de rehabilitación y queprocedían de otras colonias.

Había una sexta categoría, lasprisiones, que albergaban a quienes

habían cometido crímenes abyectos,aunque también era el destino de losreincidentes especialmentepeligrosos si el tribunal así loespecificaba. En esta sexta categoríapodíamos encontrar asimismo a losinternos trasladados de las coloniaspor mal comportamiento y a losprisioneros que habían cambiado elenvío a las colonias por trabajo. Enlas prisiones había dos regímenes: el«general» y el «estricto». Unprisionero no podía estar sometido alsegundo por más de seis meses, yestaban exentas las mujeres

embarazadas o las que estabanencarceladas con sus hijos pequeños.En el régimen general, losprisioneros vivían en celdascolectivas, aunque podían sertrasladados a celdas individuales silo decidía el gobernador de laprisión, con el consentimiento delfiscal. Se les permitía una hora diariade ejercicio (30 minutos en elrégimen estricto) y quienes cumplíanla sentencia como personal auxiliarestaban autorizados a conservar eldinero, a recibir visitas breves ypaquetes, de acuerdo con las normas

del régimen general, y a comprarcomida.

En las colonias de trabajocorrectivo para los adolescentes,otro sector importante, había dosregímenes: el «general» y el«especial», reservado para losdelitos de gravedad.

Por último, en losasentamientos, donde aunque nohabía guardias los prisionerosestaban supervisados, los internospodían moverse con libertad desdeque se despertaban hasta que seacostaban. Si su trabajo o sus

estudios lo exigían, esta libertad seextendía hasta los confines de laregión administrativa. Los internospodían vestir ropa de civil, llevardinero y usarlo a discreción yconservar sus objetos de valor.Mediante una autorización de laadministración, podían vivir con sufamilia en la colonia, e inclusocomprarse una casa y cultivar latierra. Después de casarse, hombre ymujer podían vivir juntos en lamisma colonia, con independencia dedónde hubieran cumplido la primeraparte de la condena.

Todos los internos aptosestaban obligados a desempeñar untrabajo que se ajustara a susaptitudes físicas y, en la medida delo posible, a sus habilidadesprofesionales. Los puestos de trabajosolían estar en empresas ubicadasdentro de la colonia. Los internospodían trabajar para otras agencias,pero el MVD era el encargado deorganizar sus propios talleres yfábricas. Las agencias económicasdebían ayudar a las institucionespenitenciarias a que éstas llevaran acabo su cometido.

En principio, el régimen«especial» obligaba a los internos arealizar trabajos duros. Lo cierto esque se les asignaban los puestos queestaban vacantes en las ramas de lasactividades económicas de las zonascolindantes, lo que significa que nosiempre el trabajo era «duro». Laspersonas con minusvalías físicasdesempeñaban un trabajo más ligero.Comoquiera que el objetivo explícitoera la rehabilitación y lareeducación, el trabajo no debíaacarrear sufrimiento físico, pues unesfuerzo excesivo habría entrado en

contradicción con el principio de queel trabajo no era un castigo. Unacomisión médica se encargaba deevaluar la capacidad física de cadainterno, a partir de su estado desalud, su experiencia en el pasado yotros factores. Únicamente si así loestipulaba la sentencia, un interno notenía derecho a trabajar en su ámbitode especialidad. El objetivo de lascolonias era que todo el mundodesempeñara una actividadprovechosa y reducir al mínimo eltrabajo en los servicios internos dela colonia.

Hay que señalar aquí que lacuestión del «trabajo duro» delrégimen «especial» fue objeto dedebate. La impresión que sedesprende de todo lo dicho hastaahora es que los juristas no se sentíancómodos con ese tema. Aunque noestaba en su ánimo, cuando menosindirectamente, poner en entredichola idea misma de «trabajo duro»,ponían todo su empeño en suavizarla.No en vano estos textos se estudiabanen las facultades de derecho, dondese formaba a los juristas, ypermitieron plantear algunas

preguntas en los años ochenta oincluso con anterioridad.

La categoría de «trabajo duro»es más vaga aún si leemos lospárrafos en que se habla de laalimentación de los prisioneros.Quienes estaban sujetos al régimenespecial sólo tenían derecho a unasraciones menores y menos variadas.¿Se castigaba a esos prisioneros amorir de hambre? La desnutrición delos prisioneros condenados a estostrabajos, o la mera capacidad depoder infligir ese castigo, era algosobre lo que los juristas que

glosaban estos códigos no se habíanpronunciado con rotundidad. Porabyectos que fueran los crímenes quehubieran cometido (no olvidemosque se trataba de los criminales máspeligrosos), la legislación permitíalos abusos. Por su parte, las mujeresembarazadas y los enfermos teníanderecho a una mejor alimentación. Enun sentido más general, las mujeres,especialmente cuando lasacompañaban sus hijos pequeños, losadolescentes y los inválidos debíanrecibir mayor atención y suscondiciones debían ser mejores. Es

posible que todo el mundo respetaraeste punto: la muerte de un bebéhabría conllevado inmediatamente elinicio de una investigación.

LA MANO DE OBRA EN LASCOLONIAS

Todos los prisionerostrabajaban ocho horas diarias, salvolos domingos y las fiestas públicas,pero no tenían derecho a vacacionesy los años pasados en la prisión nose tomaban en cuenta a la hora decalcular la pensión. Por lo demás, lasnormas sanitarias y de seguridad y elresto de disposiciones del código

laboral sí que eran de aplicación enlas colonias. La gente que, durante elconfinamiento, sufría una invalideztenía derecho a una pensión y a unacompensación después de serliberados. La remuneración deltrabajo de los prisioneros se ajustabaa las normas civiles, aunque se lesdescontaban los gastos demantenimiento (ropa y comida) y, enlos casos estipulados, todas aquellasdeducciones dictadas por lostribunales.

Los estudios de W. I. Butler, unexperto occidental en leyes

soviéticas, aportan más datos yalgunas aclaraciones cronológicas.El 26 de junio de 1963, lasrepúblicas soviéticas crearon lasinstituciones penitenciariasconocidas como «asentamientos»,pensadas para los prisioneros quehabían dado muestras de susposibilidades de reintegración en lasociedad. El 3 de junio de 1968,entró en vigor un estatuto de losmenores en las colonias de trabajo.Aunque no se publicaron los textos,esas medidas legislativascontribuyeron a perfeccionar el

desarrollo general de lasinstituciones penitenciarias, en estecaso con vistas a reducir la durezainnecesaria en las sentenciaspronunciadas. El papel de losjuristas en este sentido fueconsiderable. Entre ellos, podemosidentificar una escuela depensamiento que intentaba que lascosas tomaran el camino adecuado,aunque necesitaban evidentemente elapoyo de las altas instancias.

El MVD de la URSS promulgóel procedimiento que había queseguir para asignar a los condenados

a una institución penitenciaria u otra,o, de acuerdo con la Oficina delFiscal, a una institución psiquiátrica.De la regulación de las atencionesmédicas en las prisiones y lascolonias se ocupaban conjuntamenteel MVD y el Ministerio de Sanidad.En 1977, el MVD adoptó el«Reglamento de Orden Interno de lasInstituciones de Trabajo Correctivo»,aplicable en todo el territorio de laURSS. El Consejo de Ministros de laURSS o el de la república pertinente,así como el ministro del Interior ysus viceministros, también podían

aprobar otras leyes que definieran elrégimen de un centro deconfinamiento. Sin embargo, losjuristas soviéticos alertaronpúblicamente sobre la concesión deprerrogativas a los responsables delos departamentos de Interior enescalafones intermedios o a losdirectores de las propiasinstituciones. Su opinión no estabaexenta de realismo, peroposiblemente también se sintierantentados a reducir las prerrogativasdel MVD a la hora de fijar losregímenes penitenciarios, porque (y

se trata de una hipótesis mía) muchasinstituciones penitenciarias estabanlejos de Moscú y entre susadministradores había partidarios demétodos más severos. Estos juristasconocían la historia de su país y quégente trabajaba en las agenciasencargadas de garantizar la ley y elorden.

Algunos de los principiosenunciados por los juristassoviéticos bajo el lema del«humanismo socialista» no sóloafectaban a la interpretación de laley. Al tiempo que apremiaban para

que se explicaran los códigos quedebían proteger a la sociedad de loscriminales, también queríanpromover una política poliédricabasada en la reforma, la reeducacióny la resocialización de losprisioneros, con vistas arehabilitarlos socialmente. Combinarel castigo con el trabajo, uno de lospuntos principales de su credo, era lamejor manera de que el prisioneroregresara a una vida normal. Losprincipios que invocabanconstantemente y por los queluchaban eran el respeto por la

dignidad humana, la remisión de lasentencia por buena conducta, lamezcla de coerción y persuasión, ladistinción entre los castigosseparando a los prisioneros endiferentes categorías y laproporcionalidad de la penaimpuesta en función de la gravedaddel crimen. De las seis clases deregímenes penitenciarios que hemosmencionado, el número de internosen las dos más severas era reducido,aunque desgraciadamente carecemosde las cifras exactas. Estos juristastambién se mostraban partidarios del

principio de «individualización», esdecir, de adaptar el castigo y lareeducación a la personalidad delcondenado, en virtud del principio deque todo el mundo puede reformarse.

Sería lógico pensar que estos«principios» eran inaceptables paralos conservadores, e incluso paraalgunos liberales que no creían quelos celadores o los funcionarios deprisiones pudieran educar a nadie yque temían las consecuenciasnegativas de estas medidas.

No es este el lugar paracomentar otros aspectos debatidos

por los juristas, aunque hay uno queya hemos mencionado que mereceque le prestemos de nuevo nuestraatención: la premisa básica de que unprisionero seguía siendo unciudadano. En sí misma, esta ideadesafiaba una tendencia tan arraigadaentre los soviéticos como la de larepresión. La categoría misma de«enemigo del pueblo», y eltratamiento especial que sedispensaba a quienes pertenecían aella, había sido condenada implícita,y a menudo explícitamente, enmuchos textos desde los años

sesenta. Las disposiciones por lasque se perseguía a la gente por«crímenes contrarrevolucionarios» ocomo «enemigos del pueblo»desaparecieron del código penal, yesas expresiones se desvanecieronde la terminología empleada por losagentes de la ley. En 1961 fueronsustituidas en el código por seispárrafos que se ocupaban de «loscrímenes más peligrosos contra elEstado», la base para la posteriorpersecución de los opositorespolíticos, aunque, a diferencia de lafuria mostrada por el estalinismo,

éstos no serían condenados a muerte.El castigo contra tales crímenes erala pérdida de la ciudadanía soviéticay la expulsión de la URSS, algo queen sí mismo no era ningunaatrocidad. La definición de la culpadebía establecerse en función de loscódigos soviéticos, y fue así como laarbitrariedad dejó de ser la norma.Sin embargo, el mero hecho deperseguir a los opositores políticos,o incluso a cualquier ciudadano quemanifestara una simple crítica, eramotivo de sonrojo para el gobiernosoviético, a escala internacional pero

también nacional.No es fácil asegurar que se

respetaran en la práctica el texto y elespíritu de la legislación aquíevocada. No ha caído en mis manosuna monografía fiable sobre elsistema de prisiones de la etapapostestalinista, salvo en lo que serefiere a las condiciones dedetención de los prisionerospolíticos, especialmente los«disidentes». Estos últimos estabaninvariablemente confinados encolonias de máxima seguridad enMordovia y en los Urales, y

sometidos al régimen «especial». Lascondiciones eran muy severas y lasrelaciones entre los prisioneros,entre los que había algunosindividuos beligerantes e inflexibles,y una administración penitenciariaimplacable contribuían a que la vidaen el campo fuera particularmentedura. Sería necesaria unainvestigación exhaustiva paradescubrir el estado real de dichoscampos: la cifra de internos, lassentencias que allí se cumplían, lacifra de bajas... Disponemos dealgunos datos gracias a Amnistía

Internacional,70 y una buena parte delos derechos citados en las fuentesjudiciales no aparecen en el informe.Amnistía Internacional se ocupa delas limitaciones que afectaban a lapresencia de los abogados durantelas investigaciones (de las que yateníamos constancia), pero no dicenada de las posibilidades de visitade los abogados después de que loscondenados ya estuvierancumpliendo sus condenas. De ellopodemos inferir que los presospolíticos, condenados por «crímenesespecialmente peligrosos contra el

Estado» y confinados a prisiones demáxima seguridad, donde se lessometía a un régimen de lo másestricto, gozaban de menos derechosque el resto de internos. Por ejemplo,mientras que una disposición legalrespetada en la mayoría de los casospermitía que casi todos losprisioneros pudieran quedarse en laregión donde habitaba su familia, lostextos legales estipulan lo contrarioen el caso de los disidentes. Enausencia de pruebas en sentidocontrario, no hay motivo parasuponer que se les consideraba

ciudadanos con unos derechosinalienables.

La situación de la mayor partede la población penitenciaria mejoróostensiblemente, pero a falta de másdatos es imposible saber hasta quépunto se correspondían la realidad yla nueva legislación. A causa de ladispersión de las colonias a lo largoy ancho del territorio, del bajo nivelde formación y de losadministradores penitenciarios y delos hábitos brutales del personal deprisiones del MVD, por no hablar dela evidente dificultad que suponía

vérselas con criminalesrecalcitrantes, es posible que lascondiciones reales difirieran enmayor o menor medida de lasdisposiciones legales.

Aun así, la existencia decódigos y de instituciones fuertesencargadas de velar por sucumplimiento, la opinión pública y laenorme experiencia de losprisioneros acerca del sistema ysobre cómo aprovecharse de lasdisposiciones pertinentes dan quepensar que las reformas engendraronun sistema muy diferente al que

estaba en vigor con Stalin, inclusopara los presos políticos, un aspectosobre el que volveremos a hablarmás adelante. Sea como fuere, esta esla conclusión que se extrae de todo elmaterial que tenemos a nuestradisposición —quejas, recursos afiscales y jueces y las peticiones derevisión de casos por parte de losinternos o de sus familias quellegaban al Partido o a las diferentesautoridades estatales— y de losdocumentos de las diversascomisiones de investigación, algunosde cuyos textos están en ocasiones al

alcance de los observadoresoccidentales. Los recursos y laintervención de los fiscales o de lostribunales supremos a la hora derevisar las sentencias de lostribunales de primera instancia eranmedidas correctoras importantes enlos procedimientos legales ymejoraron la suerte de losprisioneros.

Otro avance significativo,vinculado a la racionalización —otal vez deberíamos hablar demodernización— de la políticapenitenciaria, fue la presión que

ejercieron los círculos legales y susaliados políticos para moderar aúnmás la tendencia punitiva delsistema, un procedimiento que, a ojosde muchos, no resolvía nada sino quese limitaba a suscitar nuevosproblemas. W. I. Butler ha estudiadoel aumento de la presión para lograrla aplicación de sentencias que, porduras que fueran, no comportaranpenas de prisión. En este sentido, haestudiado un abanico de «sentenciascondicionales», cuyas condenaspodían llegar a ser el exilio en unlugar determinado o el destierro a

una región remota. Otras sentenciasestipulaban trabajos obligatorios (elcondenado permanecía en su puestode trabajo, pero se le deducía de susalario una parte equivalente a unafuerte multa), ayudar a antiguosprisioneros a reinsertarse o inclusosentencias que ni siquiera obligabanal condenado a ningún tipo de trabajo(introducidas en la legislación de laURSS y de las repúblicas por undecreto del 15 de marzo de 1983 yque regulaban el estatuto de talessentencias, su supervisión por partede los fiscales y su ejecución).

Además de las multas anteriormentecitadas, estas condenas solíanconllevar la prohibición de ocupardeterminados puestos o dedesempeñar algunas actividades, laconfiscación de las propiedades, lapérdida del rango militar o de untítulo y amonestaciones públicas enel lugar de trabajo. Las reformas enla justicia criminal en los añossetenta y ochenta demuestran que estatendencia estaba cada vez másconsolidada, y que las condenas queno exigían el cumplimiento de unapena de prisión se fueron

popularizando entre el estamentojudicial.

No debemos olvidar que elnúmero de presos políticos y decriminales peligrosos confinados enlas prisiones, o en las dos categoríasde colonias con los regímenes másestrictos, era relativamente pequeño.La gran mayoría de los prisioneroscumplían sus condenas en lascategorías menos «rigurosas», y eranel blanco de los experimentos quedefendían las altas instanciasjudiciales, los juristas y algunoscírculos gubernamentales. Su

propósito era llevar a cabo una«despenalización» a gran escala deun sistema tradicionalmente proclivea imponer penas principalmente deprisión. La lucha por liberalizar lassentencias se había iniciado muchoantes, en los años inmediatamenteposteriores a la muerte de Stalin, eincluso antes, pero se recrudeció, yse saldó con éxito, a principios delos años ochenta. La frase «en buscade la despenalización», enunciadapor Todd Fogleson, la fuente de laque proceden estos datos,71 describeperfectamente este período.

Los datos del Ministerio deJusticia de la Federación Rusaindican que, en 1980, alrededor del94 por 100 de los acusados en causaspenales fueron hallados culpables, yque una cifra cercana al 60 por 100acabaron en prisión. En 1990, estosnúmeros cayeron hasta el 84 por 100y el 40 por 100 respectivamente.Según Fogleson, es curioso que seproduzca un descenso de talmagnitud, y cuesta explicar elfenómeno únicamente a partir de losmateriales publicados y de lasentrevistas (los archivos de la

justicia criminal de finales de losaños setenta y de principios de losochenta siguen siendo inaccesibles).Sin embargo, el investigadorpropone, y no sin razón, que laescasez de mano de obra puede habertenido algo que ver. Volveremossobre este aspecto.

Ahora nos ocuparemos, sinembargo, de un hallazgo importantede Fogleson en relación con eluniverso político. En el pasado, losfuncionarios del Partido y de losministerios de Justicia habíansupervisado la labor de los jueces,

mientras que los altos tribunales selimitaban prácticamente a una tareade seguimiento judicial. En los añossetenta, la campaña de liberalizaciónde la justicia criminal no estuvoencabezada por el Partido, que habíarenunciado a inmiscuirse en esteámbito. Tampoco tenía mucho pesoel Ministerio de Justicia. Quien tomóla iniciativa a la hora de presionar alos tribunales ordinarios para que«despenalizaran» las sentencias y sedecantaran por condenas que noacabaran en una pena de prisiónfueron las altas instancias del sistema

judicial, es decir el TribunalSupremo de la URSS y susequivalentes en las repúblicas. Paraello, se sirvieron de su poder comoinstancia de apelación y de control,mostraron su disconformidad yorganizaron seminarios de formaciónpara los jueces.

Los primeros cambios deimportancia se produjeron en febreroy marzo de 1977, cuando el SovietSupremo «despenalizó» todo unabanico de pequeños delitos, que apartir de ese momento se castigaríancon multas o con dos semanas de

reclusión (hasta entonces, la penamínima era de un año). En aquelloscasos que no consideraban«socialmente peligrosos», los juecespodían pronunciar sentenciassuspendidas, así como penas detrabajo obligatorio para aquellascondenas de menos de tres años. En1978, el Soviet Supremo amplió lalista de los delitos que podíancastigarse con multas o penas que noexigían el ingreso en prisión. Cabeobservar aquí que los argumentosque se esgrimieron a favor de estareducción de las penas por delitos

menores habían sido expuestos porcriminólogos soviéticos, que poníanen duda la eficacia de las penas deprisión cortas. Uno de losespecialistas más eminentes sostuvo,desde 1976, que una parteconsiderable del aumento de lacriminalidad se debía a ladesestructuración familiar, a ladestrucción de los lazos sociales, ala falta de integración en una redsocial mayor y al aumento delimpacto de los subsidios sociales. Elaislamiento en las prisiones no hacíasino empeorar las cosas. Otros,

citados por Fogleson, afirmaban quelas sentencias que no se cumplían enla cárcel evitaban que loscondenados se vieran comocriminales y no acabaran convertidosen tales.

Entre 1977 y 1978, un grupo dedestacados juristas se manifestó afavor de una «mayor economía en losmedios de represión» y pidió laintroducción de cambios en el códigopenal que lo hicieran más eficaz a lahora de cumplir con los objetivosgenerales del sistema. Otros insistíanen el carácter científico de sus

conclusiones y en el hecho de que, afinales del siglo XX, la políticadebía basarse en la ciencia. Algunosautores exigían distanciarseinmediatamente de la lógica punitivapara abrazar una filosofía utilitaria:el castigo debía quedar en segundoplano si de lo que se trataba era delograr un objetivo social.

Mientras el Tribunal Supremourgía a los tribunales ordinarios aque optaran por otro tipo desentencias y a que fueran másexigentes con las investigacionescriminales y con las pruebas de

culpabilidad, los resultados globalesde estas medidas fuerondecepcionantes a ojos de suspromotores. En noviembre de 1984,el Ministerio de Justicia llegó a laconclusión de que algunos jueces nohabían recibido el mensaje y apenastenían en cuenta los dictámenes delos tribunales supremos. Las viejasmedidas planteaban muchos menosproblemas y eran más aceptables aojos de la mentalidad represiva queaún empapaba buena parte de lostribunales ordinarios soviéticos. Sinembargo, se producirían más

cambios, puesto que el frente de lareforma penal era importante y podíatomar diferentes direcciones.

Las razones legales, jurídicas eideológicas que se ocultaban detrásde esta decisión de acabar con lastendencias punitivas no eran el únicoelemento de la historia. La crecienteescasez de mano de obra, de lo quenos ocuparemos con más detalleposteriormente, era un factor defondo en la empresa despenalizadoray en sus debates. En el sistemaestalinista, no existía el «trabajolibre», pues una serie de corsés

legales y económicos ligaban a losobreros a su lugar de trabajo. Lasituación real se veía atenuada poruna movilidad casi imparable yespontánea de la mano de obra, quelas autoridades intentaban en vanocontrarrestar con medidas legales yeconómicas, y con campañas dedenuncias morales de vagos ydesertores.

Estamos en presencia de unfenómeno más generalizado, un pasonatural que ni siquiera el estalinismopudo contener en su momento álgidoy que los cambios durante el

postestalinismo acabaronlegitimando y reconociendo, lo quepodríamos bautizar como la«desestalinización de la mano deobra». La reforma del sistemapenitenciario y la tendencia a lassentencias «despenalizadas»formaban parte de este proceso. Lapoderosa voluntad de cambio queseguía contagiando las relaciones enlos centros de trabajo obligó a losencargados de dictar la políticapenitenciaria y social a seguir elejemplo. El estudio que nosdisponemos a realizar de la

legislación laboral y de sus prácticasindica cómo lograron adquirir lostrabajadores, en las fábricas y en losdespachos, unos derechos de iure yde facto. Y estos derechos estabanrecogidos en documentos legales,dando inicio así a la legislaciónlaboral.

LA LEY DEL TRABAJO: UNESTUDIO HISTÓRICO

Desde los inicios del régimensoviético, la legislación laboral, conla jornada de ocho horas, dossemanas de vacaciones pagadas yprestaciones por desempleo,

enfermedad o incapacidad, fue unaparte importante de la agenda degobierno. El 9 de diciembre de 1918,se promulgó, aunque no llegara apublicarse jamás, el código laboralde la Federación Rusa. Toda personacomprendida entre los dieciséis y lossesenta años, con la excepción de losminusválidos, tenía la «obligación detrabajar». Se proclamó el principiode remunerar con el mismo salario atodas aquellas personas quedesempeñaran la misma función, ydiferentes condiciones laboralesquedaron sujetas a regulación. Según

los expertos soviéticos, la guerracivil de 1918-1921 trajo consigo elreclutamiento de mano de obra enlugar de las relaciones contractualesvoluntarias. El 15 de noviembre de1922 entró en vigor un nuevo códigoque había sido promulgado el 30 deoctubre anterior y que sustituía la«obligación de trabajar» por los«procedimientos de empleo»: apartir de ese momento, las relacioneslaborales se basaban en un contratovoluntario. Asimismo, la «obligaciónde trabajar» quedaba restringida asituaciones excepcionales, como los

desastres naturales o las obraspúblicas urgentes. Otro capítulo seocupaba de los acuerdos colectivos yde los contratos individuales.Siempre que se respetaran algunasdisposiciones especiales, lostrabajadores y los gestores podíanmodificar los segundos. Lossindicatos se encargaban de lasnegociaciones colectivas, lostribunales populares dirimían losconflictos laborales y se crearoncomisiones ad hoc sobre salarios,órganos de conciliación y tribunalesde arbitraje. Se mantuvo la jornada

de ocho horas y se regularon lashoras extras. El código de 1922 seasemejaba, en definitiva, a los de lospaíses occidentales, aunque elbeneficiado fuera el sector público.

La transición a la economíanacional planificada de 1929conllevó cambios en una serie dedisposiciones. El Estado pasaba aser el único patrón y los sindicatosse integraban en la gestión de laeconomía. A partir de 1934, dejaronde preparar los borradores de losconvenios colectivos para ocuparsede la seguridad social y del

cumplimiento de las leyes, algo quehasta la fecha corría a cargo delpoderoso Comisariado de Trabajo,abolido en 1933; presuntamente sefusionó con los sindicatos, pero éstoscarecían de la misma autoridad queun comisariado que perteneciera algobierno. En 1930 se implantó laasignación obligatoria de licenciadosa los centros de trabajo como partede los procedimientos deplanificación. En 1932 se reforzó elcontrol de los trabajadores: unaausencia de un día podía acarrear eldespido inmediato. Las medidas

disciplinarias se endurecieron aúnmás en 1938, que tipificó comodelito llegar tarde al trabajo oabandonar el puesto prematuramente.Un decreto de principios de 1940acabó con la renuncia a un puesto detrabajo sin el consentimiento de ladirección. Sin embargo, el Estadopodía trasladar a los trabajadores asu antojo sin que éstos tuvieran quedar su aprobación. En 1947 sereinstauraron formalmente losconvenios colectivos que, a pesar deque el Estado los había abolido en1935, habían sobrevivido durante

todo este tiempo de diferentesmaneras, lo que demostraba cuánnecesarios eran. Los aumentossalariales dependían más que nuncade las decisiones centralizadas,aunque se permitía una ciertaflexibilidad a escala local. Entre1930 y 1940, la mayor parte de lalegislación laboral de 1922 habíaquedado obsoleta. Y el texto dejó depublicarse.72

En la etapa postestalinista sederogaron algunas de las medidasmás draconianas. Los trabajadoresrecuperaron el derecho a dimitir o a

cambiar de trabajo, y un nuevo texto,de 1957, suavizó las rígidasdisposiciones que se habíanpromulgado durante la guerra. Seestaba preparando una nuevalegislación laboral, y el primerborrador se publicó para sudiscusión en 1959, aunque no fueaprobado hasta 1970 y entró en vigorel 1 de enero de 1971.

El análisis de estos textos, y loscomentarios que suscitaron, nospermite seguir la evolución de lalegislación laboral hasta 1986. Elderecho a abandonar el puesto de

trabajo, rescindiendo el contrato conel patrón, quedó fijado como unadisposición fundamental, y el patrónno podía negarse a ello.73 El«contrato laboral» se convirtió en unprocedimiento serio, con multitud degarantías para ambas partes ycláusulas especiales que favorecían alos trabajadores. Los derechos de lospatronos estaban explicados con tododetalle, incluida la potestad paraimponer sanciones por las faltas quefiguran en el código.

La rescisión del contrato porparte del trabajador, en el caso de

los contratos fijos, ya figuraba en elartículo 16 de los «Fundamentos delDerecho Laboral», que el códigolaboral de la Federación Rusa y delresto de repúblicas habían adoptado.Los trabajadores debían dar unpreaviso de dos meses por escrito: sitenían motivos fundados, el preavisopodía ser de un mes. En el caso delos contratos temporales (sección 2,artículo 10), el trabajador podíaterminarlo antes de su conclusión porcausa de enfermedad, invalidez,infracción de la legislación que regíalos contratos individuales o

colectivos, o por cualquier otra razónválida, como se especificaba en lasnuevas versiones de dicha secciónredactadas en 1980 y 1983.

Asimismo, la versión de 1983permitía a los obreros abandonar sutrabajo antes de que expirara elpreaviso de dos meses. En todo caso,los responsables estaban obligados adevolver el «libro de registro deltrabajador» y a liquidarle lossalarios pendientes. Estas cláusulaseran sumamente precisas y unanalista ha añadido que un trabajadorno tenía siquiera que explicar el

motivo que le llevaba a abandonar sutrabajo (esta afirmación estávinculada al texto de 1980, queestipula que basta con un preaviso dedos semanas, o de tres días en elcaso de los trabajadores temporales).Solamente aquellos que quisieranabandonar su trabajo mientrascumplían una condena que noacarreaba pena de prisión precisabande la autorización del órgano quesupervisaba el cumplimiento de sucondena.

CONFLICTOS LABORALESLos conflictos en el trabajo

ocupaban mucho espacio en laslegislaciones laborales, tanto en lade la Unión como en las de lasrepúblicas. Se creó un sistemaformado por diferentes institucionesy con todo un aparato normativo quepermitiera resolver las quejasplanteadas por los trabajadores,incluidas las relativas a la propialegislación. Todas las grandesempresas estaban obligadas adisponer de una «comisión deconflictos laborales» dondeestuvieran representados por iguallos sindicatos y la dirección. En las

pequeñas empresas, el órganocompetente era una «comisiónsindical». En el supuesto de que éstano pudiera resolver un conflicto, lotrasladaba a un tribunal local, de laciudad o del distrito. Los conflictosen que estaban implicadostrabajadores veteranos o el personaltécnico eran competencia de ladirección de la empresa. Si elconflicto se resolvía a favor deldemandante, la dirección no sólotenía que compensarlo, sino tambiéntomar las medidas necesarias paraacabar con la causa que había

originado el conflicto. Cuando ladirección era hallada culpable dehaber conculcado los derechos de lostrabajadores, el caso podía llegar alos tribunales. Cuando eso sucedía,el caso se juzgaba de acuerdo con lalegislación civil, los fiscalesentraban en juego y estabanautorizados a aceptar a trámitecualquier demanda, de acuerdo conuna lista muy concreta deinstrucciones. Tenían incluso lapotestad de iniciar un proceso si unade las partes infringía la ley. Lostrabajadores inmersos en un conflicto

en un cierto escalafón empresarialpodían apelar simultáneamente a susresponsables y dirigirse a lostribunales si no estaban de acuerdocon la decisión del comité sindicalde la empresa, como también podíanhacerlo los patronos. En caso dedespido, los trabajadores podíanacudir directamente a los tribunales—también podían denunciarlos lospatronos por los daños que lespudieran haber causado— sinnecesidad de pasar por el comitésindical ni por el comité deconflictos laborales.74

La legislación eraextremadamente detallada. Porejemplo, los trabajadores podíanconstituirse en partes legítimas encualquier acción judicial sobrecuestiones laborales, aunque cabríapreguntarse si los procedimientoslegales no eran excesivamentecomplicados para los obreros ymucho más sencillos para lospatronos. Sin embargo, según lasestadísticas que tenemos al alcance,podemos concluir que los obrerostambién sabían cómo acudir a estosprocedimientos en la resolución de

conflictos a diferentes niveles, yemplearon en masa el recurso a lostribunales, que solían decantarse máspor sus motivos que por los de lospatronos.75

Sea como fuere, el contratolaboral obligaba a ambas partes. Yaunque la dirección aún conservabaun poder considerable, lostrabajadores poseían un arma máseficaz que acudir a los tribunales:podían defender sus interesescambiando de puesto de trabajo. Lossociólogos y los expertos enestadística soviéticos estudiaron

atentamente este fenómeno. Losadministradores, a diferencia de losobreros, formaban parte de la claseprivilegiada, pero ante la escasez demano de obra que se avecinaba, laburocracia se vio en la obligación dellegar a acuerdos para que lostrabajadores no abandonaran su lugarde trabajo. Las grandes empresascontaban con más medios, y ofrecíanviviendas, clubes, guarderías ydemás servicios, o trasladaban losgastos que estos generaban a losayuntamientos, que dependían por logeneral de la presencia de estas

empresas, especialmente a la vista dela proliferación de ciudadesindustriales, un capítulo ya olvidadoen la historia de la industrializaciónen Occidente.

Este fenómeno socialgeneralizado que acabamos demencionar, la movilidad de la manode obra, afectó a todos los sectores.Pero detrás de las disposiciones dela legislación laboral, y alrededor deella, se dibujaba una realidad muydiferente, con cambios de patrónconstantes y migraciones a zonas queofrecían nuevos empleos, si bien

estos movimientos se invertíancuando las condiciones laborales, devivienda y climáticas se tornabandemasiado rigurosas. Las tendenciasque se observaban en la mano deobra planteaban no pocasdificultades a la planificacióneconómica. Quedaba descartada lasolución estalinista, basada en lamovilización, en la coerción y en losmétodos policiales, y los gobernantestenían que enfrentarse a lo quepodríamos calificar legítimamente de«mercado de trabajo», así como a laaparición de un acuerdo tácito entre

trabajadores y el Estado-patrón,recogido en la fórmula «recibes loque pagas», o su variante surrealista«haz como si pagaras y nosotrosharemos como si trabajásemos». Noobstante, la expresión «mercado detrabajo» recoge esta realidad mejorque el «surrealismo» tan apreciadopor algunos intelectuales. Enrealidad, la Unión Soviética asistía ala aparición y al desarrollo de unproceso abierto y directo, o enocasiones más velado e indirecto, demercadeo económico, que justificabael recurso a dicha expresión. La

creciente escasez de mano de obraobligaba a pasar por el aro, dado quelos patronos no sólo necesitabandesesperadamente trabajadores, sinotambién, a raíz de la paradoja que secernía sobre la situación del mundolaboral, debían mantener una reservade ellos. El resultado fue unaanomalía interesante: lostrabajadores que abandonaban suspuestos en zonas difíciles dondehabía escasez de mano de obra,escudándose en que el Estado nohabía cumplido con sus obligacionescontractuales a la hora de garantizar

unas condiciones de vida decentes,podían regresar a las regiones dondehabía un excedente de obreros yencontrar aún un empleo.

Los hechos que hemos descrito(sobre la política y la políticapenitenciaria, la abolición del gulagy del terror de masas, los códigoslegales y los derechos laborales)también afectaron al funcionamientodel Estado, al de la burocracia y aldel Partido. La cúpula respondió a loque veía como el gran universosocial, y especialmente el universolaboral, reforzando los tics

conservadores, unas medidas quecomportaron una serie de cambiosinstitucionales y que llegaron inclusoal KGB. Enfrentados al aumento dela presión social que exigía que elrégimen cediera, hubo quienes seplantearon reaccionar, con la ayudadel KGB, apretando aún más lastuercas del sistema. Pero cada vezresultaba más complicado localizaresas «tuercas».

El KGB y la oposición política

Llegados a este punto, podemos

centrar la atención en la policíasecreta, una de las principalesagencias encargadas delcumplimiento de la ley, y en cómo seocupaba de los opositores políticos.No contamos aún con ningún estudiosólido sobre el KGB y, en elmomento de escribir estas líneas, losinvestigadores siguen sin poderacceder a sus archivos. Por lo tanto,tendremos que arreglárnoslas con

algunos de los datos que han idosaliendo a la luz.

En sus diferentesmanifestaciones anteriores a lallegada al poder de Jrushchov(Cheka, GPU y NKVD), la policíasecreta había tenido una historiairregular de la que ya han dejadoconstancia los historiadores. Desdela creación de la Cheka(Chrezvychainaia Kommissiia) en1917, sus agentes fueron conocidosoficialmente como «chekistas»(chekisty), y aún se les da esenombre en la Rusia postsoviética.

Esta vinculación inquebrantable a untítulo de prestigio, que se explica porel papel desempeñado por losagentes en el período revolucionario,es posible que sirviera tácitamentepara alejar de la agencia la herenciade la etapa estalinista. Los chekistasestuvieron al servicio de una grancausa, se jugaron la vida y murieronpor sus ideales, mientras que losagentes del NKVD en tiempos deStalin, los nkvdisty, torturaron ymataron a millares de personasinocentes. Aunque también pusieronsus vidas en peligro, no lo hicieron

heroicamente, y podían serexterminados por su superior paraeliminar así el rastro de las misionescriminales que él mismo les habíaencomendado.

Conviene recordar que, cuandoen 1934 la GPU fue presuntamenteabsorbida por el NKVD, elComisariado de Asuntos Internos,sucedió exactamente todo locontrario. El NKVD fue engullidopor la cúpula de la GPU, peroconservó sus atribuciones dentro delcomisariado con el nombre deGUGB, Directorio General de

Seguridad del Estado. De este modo,el conglomerado de la seguridadpolítica y los servicios deinteligencia, internos einternacionales, podían erigirse, a lavoz de pronto, en una agenciaindependiente, algo así como elMGB o el KGB, o volver aintegrarse en el NKVD-MVD. Nopodemos olvidar tampoco que esteúltimo estuvo encabezado, durante elrégimen de Stalin, por el jefe de losservicios de seguridad, y que la«parte» tenía el control del «todo».Queda para los expertos dirimir por

qué eran necesarias tantas y tanfrecuentes reestructuraciones. Elaspecto que nos preocupa aquí es quela policía secreta y los servicios deinteligencia se mantuvieronprácticamente como estaban, todavez que las grandes purgas secobraron un precio considerable yque los diferentes cambios durante elpostestalinismo suscitaron lainquietud, e incluso el caos, entre susfilas.

En un momento determinado, elMVD, una «superpotencia»burocrática, estuvo al mando del

gulag, de todos los servicios deinteligencia y de una parte importantede las fuerzas especiales del ejército,así como de los agentes aduaneros, ydesempeñó asimismo las funcioneshabituales de un ministerio delinterior: orden público, registrospúblicos y supervisión de losgobiernos locales. Después de lamuerte de Stalin, su poder se vioseriamente reducido, y en 1962desapareció en tanto que ministeriode la Unión. El 10 de febrero de1954, el MGB, el Ministerio deSeguridad del Estado, volvió a

independizarse del MVD, parasiempre en esta ocasión. Quedó bajolos auspicios del general Serov,antiguo viceministro del MVD, ypasó a asumir diversas funciones delas que se había encargado el MVD.El 8 de diciembre de 1958 Serovabandonó su cargo después de sernombrado responsable de losservicios militares decontraespionaje (GRU) y jefe adjuntodel Estado Mayor de las fuerzasarmadas. Al frente del MGB, que enel ínterin se había convertido en elKGB (K de Komitet), pusieron a A.

N. Shelepin, que había empezado sucarrera en el Komsomol antes dedirigir el departamento del ComitéCentral encargado de la supervisiónde las organizaciones del Partido enlas repúblicas. Siguiendoinstrucciones de Jrushchov, Shelepinsimplificó la estructura organizativadel KGB, que había crecido sincontrol alguno, y redujodrásticamente sus efectivos.

Algunos historiadoresconsideran estos cambios como«fundamentales» y se resumen en lasentencia antimilitarista de

Jrushchov: «arranquémosles suspomposas charreteras y las listas delos pantalones» (la frase tiene máscontundencia en ruso: raspogonim,razlampasim). Por ello, ni Shelepin,ni el nuevo ministro del Interior,Dudorov, ostentaban rango militar, nivestían los uniformes tan ansiadospor algunos de los principalesdirigentes.

La situación fue recuperandolentamente la normalidad en laLubianka, el cuartel general del KGBen Moscú. La policía secreta recobróel mando, pese a que hubo cambios

significativos en su modus operandi,si bien éstos no fueron tanimportantes como esperaban losciudadanos, los juristas y losintelectuales liberales. La estructurainterna del KGB permaneció intactaentre 1958 y mediados de los añossesenta. Con todo, durante eseperíodo, los cambios que seprodujeron y que afectaron alrégimen, como la importancia cadavez mayor que cobraban las leyes ylos códigos legales, el papelconsiderable que fueron adoptandolas profesiones legales o la pérdida

de eficacia de las medidascoercitivas en una sociedad donde elpeso del componente urbano era cadavez más importante, habrían de tenerun impacto en dicha organización. Escierto que en una estructura tan«sibilina» como aquella habíalímites «naturales» en los cambios,especialmente porque sucedía otrotanto con el régimen en su conjunto, yes importante que no lo olvidemos.Aun así, los cambios que se operaronno fueron nada desdeñables.

De entrada, el recorte en lascompetencias de la policía secreta de

Stalin se produjo escalonadamente,por más que fuera en definitiva unaexhaustiva operación de limpieza. Eldesmantelamiento de órganosextrajudiciales como lasconferencias especiales, lostribunales arbitrarios controladosdirectamente por la policía política olas siniestras «troikas» localesconstituyeron un paso decisivo, quetuvo su continuación en la orden alKGB para que entregara losresultados de sus investigaciones alos tribunales ordinarios. Estadecisión acabó con la sorprendente

arbitrariedad con la que actuaban losservicios de seguridad y que debíanaprovechar al máximo, tal y como leshabían ordenado. Otro de los puntosde inflexión fue la abolición delgulag como reserva de mano de obraindustrial para la policía secreta, y laposterior desaparición de ésta comoagente económico. La campaña quese había lanzado contra la corrupcióny la brutalidad de la policía, secretao uniformada, iba en la mismadirección. En la primera parte yahemos señalado cómo, en una fechatan temprana como los años veinte, la

GPU había mostrado sudisconformidad ante la supervisiónde los fiscales del Estado, una«sutileza legalista» a ojos de loschekistas, que preferían tener lasmanos libres para perseguir a losenemigos del régimen. En aquellaocasión, los fiscales habían salidoderrotados y muchos de ellosperecieron. Pero ahora el ministeriofiscal volvía a ocuparse de lasupervisión de las investigacionesdel KGB, aunque fuera una relaciónno exenta de altibajos.

Una de las medidas más

importantes tomadas durante elmandato de Jrushchov para frenar lamonstruosidad estalinista y cambiarel ambiente que se respiraba entrelos servicios secretos fue la elecciónde nuevos superiores, procedentesdel aparato del Partido. En suautobiografía,76 Mikoyan, en realidadel segundo personaje más importantedel régimen después de Jrushchov,aprueba este paso, aunque critica allíder por la designación del generalSerov, que había estado al frente delNKVD en Ucrania desde el 2 deseptiembre de 1939 hasta el 25 de

julio de 1941, coincidiendo con elperíodo en el que Jrushchov habíasido el primer secretario general delComité Central de esa república. Elnuevo inquilino del Kremlin confiabaciegamente en Serov, cuando menossi hacemos caso de las palabras deMikoyan, que afirma que Jrushchovera fácilmente manipulable en manosde cualquier sicofante con un mínimode habilidad. Obligado a destituir aSerov a causa de unos argumentosirrebatibles, puestos sobre la mesapor sus enemigos, Jrushchov leotorgó un puesto honorífico.

La conversión del MGB en elKGB, una agencia con jurisdicciónsobre todo el territorio de la URSS,se llevó a cabo en 1954, y el cuerpofue asumiendo más y más funcionesde las que había tenido previamenteel MVD, como el control de lapolicía fronteriza, por ejemplo. Sinembargo, a diferencia del MVD, yano tenía a su cargo un vasto sistemade prisiones (seguía estando enmanos de éste) y se encargabaúnicamente de un pequeño número decárceles donde se hallaban recluidoslos sospechosos que estaban siendo

investigados. Es posible que tuvierapoder sobre algún gran campo ocolonia, pero carezco de pruebasconcluyentes en este sentido. Por otrolado, el KGB era una máquinaformidable que concentraba bajo unmismo techo servicios de espionaje,de contraespionaje, decomunicaciones y de transporte, yque estaba dotado de unos recursostécnicos magníficos para lavigilancia, del clásico cuerpo dedetectives («vigilancia externa»,según su jerga), de un sinfín dedepartamentos y subdepartamentos y

de un número de trabajadoresconsiderable, por no hablar de losstukachi, los confidentes noremunerados, reclutados en cualquiersector que el KGB considerara deinterés. Esta concentración de poderera característica de la tan arraigadacreencia soviética en las virtudes dela centralización, y es mucho másevidente si cabe si concluimos estapanorámica añadiendo que el KGBse encargaba de la seguridad de loslíderes soviéticos y, en gran medida,de cuanto sabían, o de cuanto el KGBquería que supieran, sobre la URSS y

el resto del mundo. De ahí quepodamos considerar al KGB como ungigante administrativo, aunque noguardara muchas similitudes con elórgano que lo había precedido entiempos de Stalin.

Los mandatarios del KGBdependían de la constelación delíderes que se dibujaba sobre suscabezas, y no cabe duda de quesintieron en algún momento latentación de decantarse por un líderpara oponerse así a otras figuras.Indudablemente, el KGB tuvo quever en la caída de Jrushchov en

1964, como insinúa una fuente tanbien informada como R. G. Pijoia,que opina que la facilidad con la quetriunfó la conspiración se explica, enparte, a partir de las tensasrelaciones que Jrushchov manteníacon los servicios de seguridad.Después de la detención de Beria en1953, su mano derecha, S. N.Kruglov, fue nombrado al frente delMVD. Muchos interpretaron estadesignación como un signo delretorno a la escena de los métodosestalinistas, especialmente despuésde que el MVD recuperara el control

perdido sobre diferentes ramas de laindustria militar. De hecho, estosfunestos augurios se debían a uncortocircuito parcial y temporal en lacúpula, y poco después la purga delos viejos compañeros de viaje deBeria se reanudó. A finales de agostode 1953, el director del MVDinformó de que la operación delimpieza en los directoriosregionales había llegado a su fin conla condena a muerte o a largas penasde prisión de diferentes funcionarios.Acusado de ser el responsable de los«pogromos» de los años treinta, la

influencia del MVD empezó adeclinar al tiempo que comenzaba abrillar la futura estrella del KGB.

Un año después, en una decisiónque hacía prever la llegada de máscambios, la república rusa fundó supropio MVD, del que había carecidodesde 1930, cuando se creía quebastaba con un Ministerio delInterior con sede en Moscú para todala Unión. En 1956, Dudorov,responsable del Departamento deConstrucción del Comité Central,sustituyó a Kruglov al frente delMVD. En 1956-1957, un número

importante de cuadros del MVDfueron destituidos, en lo que seinterpretó como el preludio lógico ala abolición, el 13 de enero de 1962,del MVD de la URSS, cuyasfunciones pasaron a las institucionescorrespondientes de las repúblicas.En Rusia se modificó incluso elnombre de la misma, que pasó adenominarse MOOP, Ministerio delOrden Público. Pero que no sealarme el lector, pues poco despuésrecuperó su viejo nombre, porque noresulta sencillo eliminar de sopetóntan poderosas tradiciones en un

Estado autoritario.Los estatutos del KGB,

aprobados por el Presídium delComité Central el 9 de enero de1959, definían sus denominadasfunciones «políticas». Se trataba deun «órgano político» responsable dela defensa del sistema contra losenemigos internos y externos. Con elnombramiento de Shelepin en 1958,se produjo una nueva depuraciónentre sus filas, ampliando de estemodo las medidas que se habíantomado desde la llegada deJrushchov al poder. En enero de

1963, Shelepin fue ascendido alPolitburó y fue sustituido al frentedel KGB por Semichastni, un antiguocamarada del Komsomol. Ese mismoaño, Semichastni comunicó ladestitución de 46.000 funcionarios,la mitad de ellos antes de 1959, yque más del 90 por 100 de losgenerales y de los oficiales delcontraespionaje habían sidotrasladados a puestos civiles«durante los últimos cuatro años»(probablemente se refería al períodocomprendido entre 1959 y 1963).Llegaron nuevos agentes, avalados

por el Partido y por el Komsomol.Asimismo, un buen número deantiguos agentes del KGB cambiaronde ocupación para trabajar en elPartido, en los soviets o en laOficina del Fiscal. El KGB deShelepin y de Semichastni, con elapoyo de diversos cuadros delPartido, que debían reavivar sufervor ideológico, volvió a erigirseen un «brazo armado del Partido»,según la fórmula de Stalin, aunque nonecesariamente defendiera lasposturas de Jrushchov. No obstante,es probable que muchos de los

antiguos cuadros supervivientes sesintieran inquietos con la destituciónde decenas de millares de agentes, lareducción salarial y la eliminaciónde diferentes prebendas, como losmedicamentos gratuitos o losprivilegios por la antigüedad en elcargo.

El KGB estaba condenado aheredar la siniestra reputación delNKVD del período estalinista. En laURSS y en todo el mundo, «gozaba»de la imagen de ser la agenciarepresiva de un régimen basadofundamentalmente en la represión

(basta para ello con echar un vistazoa la lista de sus cometidos). Lo ciertoes, sin embargo, que sus actividadesen esta esfera apenas tenían relacióncon las que había desempeñado elMVD en tiempos de Stalin. Contamoshoy con cifras que hablan de lacantidad de arrestos y de los tipos desentencias pronunciadas contra losopositores, en el sentido más ampliode la palabra. Como ya se observabaen otros ámbitos, la magnitud de larepresión ya no era la misma, aunqueconviene especificar que no sólo elKGB se encargaba de la represión;

también se observa un cambio en eltipo de decisiones que tomaron losjerarcas. Horrorizado y fascinadopor el carácter absurdo de larepresión estalinista, y armado consuficientes datos al respecto,Occidente aceptó de buen grado laidea de que, después de la caída deldictador, las represalias seguíansiendo tan importantes como en elpasado y que se basaban en losmismos métodos. Pero la verdad esque no podemos comparar uno y otroperíodo, siquiera sea porque lapolicía secreta, por poderosa que

fuera, carecía de la vergonzosapotestad de juzgar y castigarpersonalmente a sus víctimas. Teníanque llevar los casos ante lostribunales. El KGB, por su parte,como ya sucediera con la Cheka aprincipios de la NPE, debía informarde sus investigaciones al fiscalgeneral o a los fiscales regionales ycomunicar los resultados de laspesquisas al departamento especialde la Oficina del Fiscal que lassupervisaba (otro tanto sucedía aescala local). Las pruebas quetenemos a nuestro alcance, si bien va

indican que nadie se apartaba deestos procedimientos, toda vez quees de prever que la desclasificaciónde los archivos revelará la existenciade defectos en dicha supervisión.Evidentemente, el respeto hacia losprocedimientos dependía del pesorelativo de las corrientesconservadoras y reformistas entre losjerarcas. También estaba cantado elresultado de los casos y de losjuicios estrictamente políticos, de losque se ocupaba directamente elPolitburó de acuerdo con losintereses del régimen: los jueces y

los fiscales se limitaban a actuar apartir de un guión decidido deantemano, dejando de lado lasgarantías reconocidas. Comoquieraque los acusados de crímenespolíticos, y especialmente losdisidentes, ya no podían sercondenados a la pena de muerte, seabrían las puertas para que laopinión pública nacional einternacional pudiera desempeñar undeterminado papel. Los debates en elseno del régimen y las razonesguiadas por los intereses de la altapolítica servían, a menudo, para

introducir castigos importantes. Enlos casos en que se juzgabanactividades contrarias al régimen deindividuos o grupos sin tantarelevancia social, las vías legalesseguían su curso. Contamos hoy conun caudal de informaciónconsiderable sobre la cifra de casosy sentencias pronunciadas, apeladas,reducidas o revocadas.

CRÍTICOS Y OPOSITORESEmpezaremos con la

información que ofrecía el KGB algobierno sobre actividades políticasantisoviéticas. La cúpula del KGB

estaba intranquila ante lo queconsideraba un creciente sentir deoposición en el país.77 En el primersemestre de 1962, esta oleada fue, nimás ni menos, una «explosión dedescontento popular hacia laspolíticas de Jrushchov» (según laconclusión de Pijoia, no del informedel KGB). Durante este período, lacifra de panfletos y cartas anónimasantisoviéticas en circulación doblabalas detectadas en el primer semestrede 1961: se incautaron de 7.705panfletos obra de 2.252 autores.Durante la primera mitad de 1962, el

KGB desenmascaró a sesenta gruposantisoviéticos, formados siempre porunos pocos individuos, encomparación con los cuarenta y sietedetectados en todo el año anterior.Después de un largo intervalo detiempo, empezaron a aparecerfolletos que aplaudían el «grupo antipartido» (Molotov, Kaganovich yMalenkov), desmantelado en 1957.Los chekistas lograron identificar a1.039 autores de un total de 6.726documentos antisoviéticos: entreellos, había 364 obreros, 192empleados, 210 estudiantes o

alumnos de enseñanza secundaria,105 pensionistas y 60 miembros delos koljoses. Más del 40 por 100 deestos autores tenían educaciónsecundaria, el 47 por 100 nollegaban a los treinta años y algunoseran veteranos del Partido y delejército. Los lectores decidirán quéconclusiones se pueden extraer deestas estadísticas. Sin embargo, elComité Central y el KGB se vieronsacudidos por otros episodios muchomás terribles.

A finales de mayo de 1962, araíz del deterioro en la situación de

los suministros, el gobierno aumentólos precios de los alimentos altiempo que ordenó a losresponsables de las fábricas queincrementaran los objetivos deproducción sin tocar los salarios delos trabajadores. Dado que se habíaprohibido a los miembros de loskoljoses cultivar alimentos en susparcelas privadas, la popularidad deJrushchov estaba por los suelos. ElKGB observó signos de undescontento cada vez mayor entre lapoblación. En Novocherkask, en laregión de Rostov del Don, la

situación tomó un carizespecialmente dramático: entre el 1 yel 3 de junio de 1962, las protestasestallaron en una importante fábrica yse propagaron por toda la ciudad,con manifestaciones, barricadasfrente a los trenes, ataques contra lasoficinas del Partido y del KGB ypalizas a la policía. Laadministración local, la del Partido yla militar no pudieron reaccionar,pues los soldados confraternizaroncon los huelguistas y sus mandos senegaron a ordenarles que abrieranfuego. Tanto ellos como el KGB se

encontraban ante algo nunca visto.Sin embargo, cuando la situaciónamenazaba con desbordarsetotalmente, Moscú envió tropas queaplacaron la revuelta, cobrándoseveintitrés muertos y numerososheridos, y con un reguero de arrestosy sanciones.78

Este tipo de situaciones eranpreocupantes, sobre todo porquequedó de manifiesto que el sistemapodía desmoronarse y perder elcontrol sobre toda una ciudad: losfuncionarios soviéticos y lossecretarios del Partido eran tipos

arrogantes, burócratas impopularesincapaces de actuar a la hora de laverdad. A menudo carecían de raíceslocales y de apoyo popular.

Otros disturbios, de diversaíndole e importancia, exigierontambién la intervención de las tropas.Nadie se había tomado aquellosactos demasiado en serio hasta elmomento, pero ahora se les prestabauna mayor atención y se adoptaronmedidas para evitar que semultiplicaran. El movimientocontestatario en Novocherkask habíacogido al KGB desprevenido, y aún

no se había recuperado de su fracaso.El Comité Central decidió otorgarmás poderes a la policía secreta. Talvez Jrushchov tuviera motivos paralamentar la política emprendida enrelación al KGB y, en un sentido másamplio, su anti estalinismo.

Diversos documentos de finalesde 1962 y de principios de 1963 nospermiten acceder al sanctasanctórumdel KGB y hacernos una idea de lasdiscusiones, los motivos, laorganización y la actuación de susmandamases. El nuevo responsabledel KGB, Semichastni, recuperó el

viejo estilo represivo y agresivohacia los enemigos. Esta actitud,calificada por sus agencias comorealmente «chekista», nacía de hechode la ideología conservadora con laque había comulgado Semichastnicuando era un funcionario delKomsomol. En julio de 1962, llegó amanos del Comité Central unmemorando de una comisión formadapor siete funcionarios veteranos(Shelepin, Semichastni, Ivashutin,Zajarov, Tikunov, Rudenko yMironov, este último un apparatchikdel Partido con la vista puesta en el

sillón de mando de el KGB) quecontenía diferentes propuestas parala lucha contra las actividadesantisoviéticas y los posiblesdesórdenes públicos.79 El textoargumentaba que no había necesidadde tomar nuevas medidas, pues lasdirectivas del Comité Centralexistentes y del propio Jrushchov yaeran adecuadas para llevar adelantela misión. Esta comisión de sieterepresentantes se limitaba a proponeralgunas medidas adicionalesrelacionadas con la actividad dedeterminados cuerpos

administrativos, medidas que yaaparecían en borradores de órdenesredactados por el responsable delKGB y el fiscal general. Añadíantambién que el MVD y la FederaciónRusa querían crear unidades dereserva dentro de las fuerzasarmadas ya existentes y recurrir aellas, en caso de necesidad, paraproteger los edificios públicos, loscentros de comunicación, lasemisoras de radio, los bancos y lasprisiones (en caso de disturbios), yque contarían con armamento ysistemas de comunicación

especiales. Para ello, el MVD de laFederación Rusa había presentadouna propuesta ante la oficina delComité Central que gestionaba losasuntos de la rama rusa del Partido.

El texto no se pretendíaalarmista. Como tampoco queríaserlo, sin embargo, el texto queredactó el propio Semichastni y queenvió por su cuenta, un escrito con ungrado de «activismo» más acusado.Su referencia a los desórdenespopulares que se habían producidoen diferentes partes del país tal veztraslade una cierta sensación de

peligro, pero puede que quisierapresentar al KGB, y a sí mismo porextensión, como un órgano másindispensable que nunca. De hecho,las pocas cifras que da no son nadaestremecedoras, sobre todo en unpaís de las dimensiones de la URSS.

El Presídium del ComitéCentral aprobó los borradores de lasdecisiones que Semichastni yRudenko, el fiscal general, debíanponer en marcha en sus respectivosámbitos. El KGB tenía autorizaciónpara reclutar a otros 400 agentespara los servicios regionales de

contraespionaje. Diversosfragmentos del texto se comunicarona los secretarios regionales y dedistrito del Partido, pero únicamentelos miembros principales delPolitburó y los líderes del MVD ydel KGB tuvieron acceso a sutotalidad. Los funcionarios localesdebían conformarse con los párrafos1 y 3, de modo que no sabían que elKGB estaba a punto de incorporar a400 agentes más (no siempre estabande acuerdo con la rama local delKGB).

Tras el texto hay otro

documento, con la mención «altosecreto», que contiene el borrador deuna orden de Semichastni a susagentes para que «intensifiquen lalucha del KGB contra las muestrasde hostilidad de los elementosantisoviéticos». Se inicia con uninforme sobre el períodocomprendido entre el XX Congreso yel XXII (1956-1961). ParaSemichastni, las relaciones entre elKGB y la población se habíanreforzado, lo que había posibilitadouna mejora en la informaciónobtenida y en las «actividades

operativas», así como en las medidas«profilácticas», un concepto al queregresaremos más adelante. Contodo, muchas agencias del KGBhabían bajado la guardia a la hora dedesenmascarar y acabar con lasactividades antisoviéticas. Losciudadanos honrados estaban dellado del gobierno, tanto en el frenteinterno como en el internacional,pero no había que subestimar elhecho de que aún existieranelementos antisoviéticos en lasociedad. Influidos por lapropaganda extranjera hostil, se

dedicaban a calumniar al Partido y seaprovechaban a veces de dificultadestemporales para llamar a losciudadanos soviéticos a levantarse.En los últimos años, entre talesdesórdenes se incluían el saqueo deedificios administrativos, ladestrucción de la propiedad públicao ataques contra representantes delEstado. Estas acciones estabaninstigadas o perpetradasprincipalmente por criminales yexaltados, aunque también habíansalido de su escondrijo todo tipo desujetos hostiles al régimen, como

antiguos colaboradores de losalemanes o miembros de iglesias ysectas. Después de haber cumplidosus sentencias, estos sujetos hostilesse habían trasladado al sur, y tal vezhubieran desempeñado un papelimportante en los acontecimientos deNovocherkask. Para enfrentarse a lasituación era preciso intensificar lalucha contra las actividadessubversivas de los servicios deespionaje extranjeros y mejorar lasactuaciones del KGB contra losenemigos internos. Además, enalgunas unidades del KGB, los

agentes que ocupaban puestos demando, o que teníanresponsabilidades en lasoperaciones, eran culpables de unacierta complacencia y no adoptabanlas medidas necesarias, entre las quese incluía la represión.

Semichastni mencionaba otrospuntos débiles del KGB. Lasempresas del sector militar-industrialdisponían de sus propios serviciosde espionaje. No obstante, en muchasempresas importantes consideradasno estratégicas, por más queestuvieran bajo el mando de los

funcionarios del KGB, nadie sededicaba a su labor. Carecían deagentes secretos y de confidentesfiables, y por lo tanto el KGB norecibía a tiempo información sobrecuestiones de interés operativo. Lomismo se podía decir de muchasinstituciones de enseñanza superior.Además, las unidades decontraespionaje fracasaban en latarea misma que debía ser supreocupación constante, a saber, lavigilancia de sospechosos despuésde que hubieran cumplido sussentencias: agentes extranjeros,

miembros de organizacionesnacionalistas o extranjeras, antiguosnazis y sus colaboradores, miembrosde iglesias y sectas... En muchoscasos, ni siquiera se sabía dónderesidían, lo que imposibilitaba suvigilancia. Asimismo, también sehabía perdido la pista de muchosotros que constaban en los archivos.

Semichastni lamentaba la faltade cooperación con el MVD y laausencia de planes comunes paraactuar contra elementos antisociales,que «llevan una existencia deparásitos». El KGB no tenía datos de

sus lugares de reunión, y no sabíacómo actuar en el supuesto de quelos tuvieran a su alcance. De ahí que,en varios casos, hubiera sidoimposible evitar unos disturbiospopulares que tuvieron unasconsecuencias desproporcionadas.

Estos «disturbios populares»,una expresión y una realidadevidentemente traumáticas para eljefe del KGB, habían sido objeto depesquisas por parte de laorganización, sobre todo con vistas adescubrir cómo habían actuado loschekistas locales. Las conclusiones

alcanzadas demostraban que estosúltimos no estaban preparados. Encuanto se produjo la revuelta, seperdió el contacto entre las fuerzasoperativas y los servicios deinteligencia. Las fuerzas desplazadassobre el terreno carecían deinformación precisa y no tenían modoalguno de manipular a los exaltados,porque no habían logrado infiltrar aagentes en sus filas.

En este punto, cabe preguntarse:¿se habrían evitado los disturbios dehaber habido infiltrados? Únicamentesi los desórdenes estaban

organizados. Pero no era así, y denada habrían servido entonces lostopos. El factor que provocó larevuelta fue la indolencia de loslíderes locales. El jefe del KGB nose hizo estas preguntas, y tras suinforme figuraba un documento deseis páginas que se iniciaba con lafórmula «Por la presente ordenoque», dividido en trece puntos. Lafilosofía del texto era la siguiente:sin que por ello escatimaronesfuerzos en la lucha contra losagentes extranjeros, era necesarioreforzar el servicio de espionaje

interior y convertirlo en una cuestiónprioritaria. A los elementospotencialmente peligrosos que yahabía citado, Semichastni añadíaahora a todas aquellas personas quehabían sido juzgadas en el pasadopor crímenes contra el Estado, a losemigrantes que habían regresado a laURSS y a muchos extranjerosprocedentes de países capitalistas.También era preciso mejorar el usode los servicios técnicos y de la redde detectives, y la formación políticade los agentes secretos y de losconfidentes, de modo que tuvieran

más elementos para identificar a todoaquel que mostrara una actitud ointenciones hostiles, a los posiblesincitadores de desórdenes públicos ya los autores de actos terroristas y alos de panfletos y demás materialesanónimos que propagaran rumores yque incitaran a la rebelión. Deconsuno con los órganos del Partido,se tomarían medidas para aislar aesos individuos. También eraimportante explicar a los cuadros quelas operaciones preventivas del KGBno sustituirían ni perjudicarían lalucha contra los enemigos ya

identificados.El jefe del KGB siguió

exponiendo medidas organizativasconcretas y planes para hacerse conrecursos técnicos, y volvió a poner elacento en la necesidad de fortalecerla actividad de los servicios deinteligencia en las instituciones deeducación superior y en las escuelastécnicas, así como entre losmiembros de la intelligentsia. Estepaquete de medidas tenía comoobjetivo evitar, con la ayuda delPartido, los errores políticos ydesviaciones ideológicas que

pudieran resultar peligrosas, quepodían conducir fácilmente aactividades antisoviéticas. El extensodocumento se cerraba con una nota«progresista»: aseguraos de queningún enemigo queda impune y deque no se castiga injustificadamente aningún inocente.

Los datos que tenemos a nuestradisposición no nos permiten dar unarespuesta a la siguiente pregunta:¿hasta qué punto eran graves el«aumento en el sentimiento deoposición» y los «estallidos dedescontento popular» a los que se

había referido una de nuestras fuentes(Pijoia)? Sabemos que, en 1962, elKGB desenmascaró a más autores decartas anónimas que un año atrás, yque las medidas promulgadas porJrushchov no hacían sino alimentarun descontento cada vez másgeneralizado. Nada de esto es nuevo,sin embargo. También tenemosconstancia de algunos episodios deviolencia a gran escala que cogieronal KGB desprevenido, siendo el másdramático el de Novocherkask. Contodo, carecemos de las claves quehan de permitirnos interpretar estos

acontecimientos. En la tercera partede la obra, ofreceremos algunosindicadores que pueden servirnospara comparar los disturbios entiempos de Jrushchov y en tiemposde Brezhnev, y descubriremos quejamás planeó amenaza alguna sobreel sistema, aunque los partidarios deuna línea dura ideológica y el KGBtal vez estuvieran interesados enexagerar las dimensiones delproblema.

Algunos líderes conservadorescomo Semichastni, partidarios de lalínea dura, presentaron la imagen de

un régimen acosado, pues era asícomo lo veían. Aun así, losdisturbios a los que se referían eranfácilmente identificables deantemano y controlables, y suscabecillas no disponían de losinstrumentos para organizarsepolíticamente. Su análisis de lasituación se vio rebatido desde elpropio KGB. Tal vez Semichastni loadvirtiera inconscientemente cuandomanifestó que los viejos cuadros noveían con buenos ojos el recienteingreso en el KGB de un grancontingente de funcionarios del

Partido y del Komsomol, entre losque se contaba él mismo. Gracias aotras fuentes, sabemos que estos«insatisfechos» se consideraban a símismos profesionales y opinaban quelos recién llegados del Komsomoleran unos impertinentes y unosincompetentes y que su preparaciónideológica no era la adecuada.Parece por lo tanto plausible quehubiera líderes, de los queSemichastni decía que no estaban«tan atentos como cabría esperar»,que no compartieran la mismainterpretación de los acontecimientos

y que prefirieran otras medidas. Lasmemorias de los antiguosfuncionarios del KGB están repletasde guiños en este sentido. Habíaindividuos muy preparados en lasfilas del KGB, especialmente en lasagencias que se ocupaban delanálisis de los datos procedentes delos servicios de inteligencia, y sedieron perfecta cuenta de que el textode Semichastni no sólo carecía decontenido analítico, sino quetampoco había la menor reflexiónautocrítica. Se limitaba a listardiferentes incidentes lamentables, de

los que responsabilizaba a un grupode personas, y su respuesta consistíaen proponer medidas de espionaje yde vigilancia técnica, así como la«bonificación» de otros 400 agentespara todo el país.

Esta cantinela ideológico-represiva conservadora, evidente aojos de Semichastni, no tenía suorigen en el propio KGB, sino quehabía nacido en el Komsomol, dondelos opositores a las primerasmedidas desestalinizadoras deJrushchov empezaban ya a mostrarsignos de rebeldía. Sin embargo,

también se intuían estas opiniones enel discurso de la mayoría de losconservadores, y más concretamentela tendencia a considerar la«inmoralidad» como el presagio másevidente de la criminalidad.

Para Semichastni, los«vagabundos» eran enemigospotenciales del Estado y todo aquelque no tuviera un empleo regular era,por definición, un conspiradorantisoviético en potencia. También loeran los creyentes, no a causa de sureligión, sino por su tendencia acrear organizaciones que eran,

prácticamente, la antesala de unaconspiración. De ahí que, bajo elmandato de Semichastni, el KGB seexcediera en sus atribuciones a lahora de espiar a los ciudadanos y lohiciera a costa de los cometidos quese le habían asignado y que ya lohabrían tenido ocupado.

El trasfondo del panoramadibujado por el líder del KGBinsinuaba que la situación era mástensa en la URSS que en el pasado.Jrushchov estaba perdiendo el rumboy vacilaba. Había aumentado losprecios y había endurecido la

legislación laboral en un momento enel que la comida era un bien escaso.Alejándose del fervor anti estalinistadel principio, que había tenido uncoste político considerable, habíaoptado por una línea más«conservadora» precisamente cuandolo que el país precisaba eraniniciativas audaces. (Volveremos aesta cuestión a su debido tiempo.) En1963 se reforzó la legislación contrala oposición política gracias a lapromulgación de seis nuevosartículos del código penal queredefinían los crímenes contra el

Estado. Esta decisión provocó unaumento en el número de arrestos,aunque no fue importante. A partir de1966 se observa, sin embargo, unfranco descenso en la persecuciónpolítica.

LA RESPUESTA A LAOPOSICIÓN: LAS LEYESCONTRA LOS CRÍTICOS

Las leyes contra todo aquel quemanifestara una postura políticacrítica, pensadas para atajar los«crímenes especialmente peligrososcontra el Estado», alcanzaron unacierta notoriedad durante la guerra

fría, cuando salió a la luz elfenómeno de la disidencia. Lasacusaciones se basaban en lossiguientes artículos:

Artículo 64: volar al extranjeroo negativa a regresar a la URSS; actode traición.

Artículo 70: agitación ypropaganda antisoviética.

Artículo 72: actividades a cargode grupos organizados que conduzcana crímenes especialmente peligrososcontra el Estado y participación enorganizaciones antisoviéticas.

Artículo 142: violación de la

ley sobre la separación de la Iglesiay el Estado, incluso en el terreno dela educación, punible con un año deprisión o una multa de hasta 50rublos. (En caso de reincidencia, lasentencia máxima era de tres de añosde cárcel.)

Artículo 190: circulación oredacción de textos que difamaran alEstado soviético y su sistema social(hasta tres años de cárcel, un año detrabajos obligatorios o una multa deno menos de 100 rublos).

Artículo 227: infracción de losderechos de los ciudadanos a través

de ceremonias religiosas encubiertascomo, por ejemplo, bautizos«obligatorios», punibles con entretres y cinco años de cárcel o elexilio, con o sin confiscación de lapropiedad. La participación activa enun grupo, o la propaganda activa afavor de tales actos, podía suponeruna pena de hasta tres años de cárcelo el exilio, o un año de trabajosobligatorios. Si los actos y laspersonas acusadas no suponían unpeligro para la sociedad, seaplicaban en su lugar métodos depresión social.80

La mayoría de los casos deíndole política correspondían a«agitación y propagandaantisoviética», «actividadesorganizativas», difamación delEstado o, en menor medida,violación de la ley de separaciónentre la Iglesia y el Estado. Según elKGB, se celebraron 8.124 juiciospor «manifestaciones antisoviéticas»durante los períodos de Jrushchov,Brezhnev y Chernenko (de 1957 a1985), basándose, las más de lasveces, en los artículos que sereferían a la agitación y la

propaganda antisoviética y a ladifusión deliberada de calumniascontra el Estado.81

DETENCIONES POLÍTICAS Y«PROFILAXIS» (1959-1974)

Durante veintiocho años, lascifras anteriormente mencionadasparecieron decepcionantemente»bajas. Volvamos la vista a un cuadroestadístico elaborado por una fuenteautorizada, y que contiene los datosde la represión a lo largo de cuatroperíodos de cuatro años cada uno: de1959 a 1962, de 1963 a 1966, de1967 a 1970 y de 1971 a 1974. La

cifra total de casos supera la que dael KGB para el período comprendidoentre 1957 y 1985, pues tiene encuenta todas las condenas porcrímenes contra el Estado a partir delos seis artículos citados del códigopenal. Los totales respectivos de loscuatro períodos son de 5.413, 3.251,2.456 y 2.424 personas. En el primerperíodo, la cifra media anual deacusados fue de 1.354, una cantidadque baja hasta las 606 personas en elúltimo período. A la mayoría de losencausados se les acusaba deagitación y propaganda antisoviética:

1.601 en el primer período y 348 enel último. El lector podrá encontrardetallada toda esta información en elApéndice 3. Debemos añadir, noobstante, una nueva categoría:aquellas personas que no fueronacusadas o encarceladas pero que sevieron sometidas a procedimientos«profilácticos»: 58.291 entre 1967 y1970, y 63.108 entre 1971 y 1974.Los factores que desencadenaban laintervención «profiláctica» del KGBeran los contactos sospechosos conextranjeros, la posibilidad de un actode traición o las manifestaciones

políticamente perniciosas. La«profilaxis» se podía producir en ellugar de trabajo o podía revestir laforma de una amonestación oficial.En caso de reincidencia, elexpediente llegaba a los tribunales,como sucedió con 150 casos a lolargo de ocho años. Algunaspublicaciones ofrecen unas cifrasdistintas, emplean diferentesperíodos de tiempo y dan cuenta delos diferentes delitos quepresuntamente se cometieron, perolos datos de Pijoia parecen ser losmás fiables (sin duda, proceden de

los archivos presidenciales), ytambién nos proporcionaninformación sobre los diferentestipos de delitos.

Los datos que brinda el KGBpara los años de 1967 a 1972 hanhecho posible ampliar nuestrosconocimientos sobre este curiosoprocedimiento de la «profilaxis». Ala cabeza de la agencia se encontrabapor aquel entonces Andropov, yaunque sus informes están plagadosde la retahíla habitual de crímenesdenostados por el régimen, el textoponía el acento en el trabajo

profiláctico, que consistía en«medidas para evitar atentados pormedio de actividades subversivasorganizadas de nacionalistas,revisionistas y otros elementosantisoviéticos» y en «confinar a losgrupos potencialmente peligrososque se manifestaban de vez encuando».

Este método no carecía deambigüedades y sorpresas.Empleado ya en tiempos de Shelepin,o incluso antes, su nombre procedíade la terminología médica, eimplicaba que todo aquel que

sostuviera opiniones políticasdiferentes a las del régimennecesitaba «tratamiento». ConAndropov, se convirtió en unaestrategia más habitual, y preferida aotros recursos. Carecemos de fuentesque documenten las discusionessobre la validez de esta opción, perono deja de ser interesante examinarel informe presentado al ComitéCentral por Andropov y porRudenko, el fiscal general, el 11 deoctubre de 1972, que trataprecisamente de cómo se llevaban acabo las medidas profilácticas.82

En el texto, se reconoce el usogeneralizado de este método. Entre1967 y 1972, se habían descubierto3.096 grupos, y 13.602 de susmiembros habían sido sometidos aprofilaxis. En otras palabras, no seles había detenido, sino que loshabían convocado a una entrevistacon un funcionario del KGB que lesexplicaba el carácter equivocado desus posturas o de sus acciones. De unmodo más bien educado, aunque sinocultar el peligro que corrían, elagente les aconsejaba dar marchaatrás. En 1967, el KGB se entrevistó

con 2.196 personas pertenecientes a502 grupos; en 1968, con 2.870 de625 grupos; en 1969, con 3.130 de733 grupos; en 1970, con 3.102 de709 grupos, y en 1971, con 2.304 de527 grupos. Estos grupos, formadosen general por un número reducidode integrantes, se encontraban enMoscú, Sverdlovsk, Tula, Vladimir,Omsk, Kazan y Tiumen, así como enUcrania, Letonia, Lituania,Bielorrusia, Moldavia o Kazajstán,entre otras repúblicas.

Gracias a estas medidaspreventivas, la cifra de detenciones

por propaganda antisoviéticadisminuyó considerablemente. Lamayoría de los entrevistadosabandonó sus actividades, pero otrossiguieron con las tramas que podíanllevarlos a cometer un «crimencontra el Estado». Para reforzar laacción preventiva contra todo aquelque contemplara la posibilidad derecurrir a actividades criminales, ycon vistas a eliminar de una maneramás activa las manifestaciones deelementos antisociales, los autoresdel informe recomendaban que seautorizara al KGB, en caso de

necesidad, a emitir amonestacionespor escrito a dichos individuos,rogándoles que abandonaran lasactividades políticamenteperniciosas y recordándoles lasconsecuencias si se negaban aobedecer.

Andropov y Rudenko creían queeste proceder serviría para reforzarla sensación de responsabilidadmoral de los amonestados. Si, apesar de todo, cometían actosdelictivos, se les arrestaría, se lessometería a una investigaciónpreliminar y pasarían a disposición

judicial para una «evaluación decarácter».

Los autores adjuntaban para suconsideración una propuesta deresolución para el Comité Central yuna propuesta de decreto para elPresídium del Soviet Supremo, elprocedimiento burocrático habitual ala hora de presentar propuestas. Adiferencia de los textos de 1962 y1963 del KGB, en los quelamentaban los «disturbios demasas», en esta ocasión no seinsinuaba que el sistema estuviera enpeligro. El énfasis en la «medicina

preventiva», una expresióndemasiado suave para losconservadores, era bastante liberalen un país como la URSS. Agitar elfantasma de un peligro inminentehabría provocado, indudablemente,la vuelta a un estilo similar al de losaños de Semichastni, algo quequedaba totalmente descartado en unfuturo inmediato. Con todo, la saluddel sistema a largo plazo no era nimucho menos alentadora, comoveremos al ocuparnos de cuestioneseconómicas.

En cierto sentido, esta

«medicina preventiva» tenía unaspecto inquietante. ¿Qué significabaexactamente la «evaluación delcarácter»? Entre otras cosas, podíaprovocar que la persona investigadaacabara no en prisión, sino en unhospital psiquiátrico, un gesto quepuede parecer indulgente a ojos demuchos jueces del mundo entero peroque no eliminaba la posibilidad delos abusos y que, en el caso de laUnión Soviética, se utilizó paraencarcelar a gente totalmente cuerdacuyas opiniones políticas eranconsideradas como delirios

paranoicos y que acababanatiborradas de todo tipo demedicamentos nocivos, comodemuestran muchos estudiosdocumentados. Este comportamientoponía de manifiesto la mentalidadinquietante y reaccionaria de algunoslíderes soviéticos.

Abunda en Occidente laliteratura al respecto, pero no me hetopado todavía con ninguna fuente enRusia que haya logrado ofrecer unrelato satisfactorio. Seguimos sinsaber hasta cuándo se mantuvieronestas prácticas y a cuánta gente

afectaron. Desconocemos si hubodebate interno acerca de la idoneidadde dichos métodos, con los que nocomulgaban todos los miembros delgobierno. De todos era sabido quealgunas figuras de la comunidadacadémica, y por supuesto diversosestudiosos de la esfera legal, sequejaron ante el Comité Central,especialmente en el caso delinvestigador Zhores Medvedev, queacabó siendo puesto en libertad. Nocabe duda de que Andropov y sucírculo debatieron la cuestión en elseno del KGB y que estas

discusiones posiblemente llegarontambién al Politburó.83

La cifra real de personas contralas que se actuó, incluidas las quefueron víctimas de la profilaxis, noaltera en modo alguno el hecho deque el sistema soviético fuerapolíticamente retrógrado y quepermitiera que la propagandadifundida por sus opositores ganaraadeptos. El régimen se caracterizabapor determinados rasgos repulsivosque lo perjudicaron en la escenainternacional. Sin embargo, elalcance de la represión que aquí nos

ocupa durante el períodopostestalinista —una media anual de312 casos en veintiséis años para losdos delitos principales (enocasiones, los tribunales supremosreducían o anulaban las sentencias)— no es tan sólo una estadística, sinoun indicador: el estalinismo habíaquedado atrás y la URSS ya no era el«imperio del mal», una imagencomún en Occidente. Las invectivasapocalípticas de este estilo hacenque, en comparación, la UniónSoviética pareciera un país más bieninocente. Los líderes deberían

aprender a medir sus palabras, nofuera que se volvieran en su contra.

Cualesquiera que fueran lascifras exactas, las agencias deAndropov perseguían y espiaban sinmiramientos a los disidentes, cuyasfiguras más conocidas eranSolzhenitsin, Sajarov y,posteriormente, Sharanski. Seconfiscaron materialescomprometedores y buscaron testigoshostiles que fueron inducidos atestificar. No obstante, podemoshacernos una idea más clara delenfoque concreto que adoptó

Andropov, al frente del KGB desdemediados de 1967, si lo comparamoscon lo que habrían querido verlehacer los «conservadores normales»en cada uno de los casos. Es ciertoque éstos ya no pedían la pena demuerte, pero seguían mostrándosepartidarios de perseguir legalmentelos delitos y de arrancar sentenciaslo suficientemente duras para que loschivos expiatorios se esfumaran,exiliándolos así a una región remotadonde nadie pudiera verlos ni oír suspalabras. En cada uno de los casos,Andropov insistió para que se

adoptara una solución más clemente,principalmente la expulsión de laUnión Soviética. Sajarov, porejemplo, se tuvo que exiliar enGorki, una ciudad cuyo clima ycondiciones de vida no diferíanmucho de las de Moscú. El modo enque Occidente se sirvió para suspropios fines de cada uno de loscasos, y de todo el movimiento delos disidentes, y la manera en quediferentes disidentes respondieron alllamamiento de Occidente, no pasabainadvertido a ojos del responsabledel KGB, ni tampoco lo dejaban

indiferente, con independencia deque una «clemencia» excesivapudiera provocar el fin súbito de sucarrera.

La literatura occidental sobrelos disidentes es abundante, pero nosceñiremos a algunos puntos y, enprimer lugar, al caso de Solzhenitsin,que, junto con Sajarov, fue el másfamoso de todos, a pesar de quecuesta imaginar a dos personalidadestan dispares. Al referirnos aSolzhenitsin, no podemos dejar demencionar el célebre caso de unopositor que actuaba desde dentro

del sistema, el poeta AlexanderTvardovski, editor de la publicaciónl i t e r a r i a Novyi Mir. Sajarov,Solzhenitsin y Tvardovski conformanel «paradigma» de oposición políticay crítica social, pues sus discursosabrazan todas las tendencias, desdela protesta abierta a la «emigracióninterna» silenciosa por medio delrechazo, pasando por la indiferenciay la defensa insistente de reformas enel régimen.

El fenómeno Solzhenitsin tienevarias caras. Desde la distancia, esdecir, desde el extranjero, parecía un

gigante que se enfrentaba, sin laayuda de nadie, a una máquinadictatorial. Con el tiempo, sinembargo, esta percepción se ha idocomplicando. Una mejorcomprensión de su personalidad nosayudará a entender por qué no sólodespertaba admiración entre losrusos, sino que también tenía muchoscríticos entre las filas de laoposición liberal, posiblementeporque no lo veían como una figurademocrática. Mientras llevó a cabosu lucha desde el interior, muchosobservadores creyeron que pugnaba

por la democratización del sistema:la causa que defendía, una mayorlibertad para los intelectuales, yespecialmente para los escritores,contribuiría a que el resto de laciudadanía pudiera goza; de unamayor libertad política. Sin embargo,en cuanto se exilió en Occidente,quedó rápidamente de manifiesto,como en tantos otros casos, que suanticomunismo no eranecesariamente un vehículo para lademocratización. La lucha deSolzhenitsin se inspiraba, de hecho,en una ideología profundamente

antidemocrática, a cuyo servicioestaba, y que combinaba elementosdel «nacional-estatismo» y rasgosarcaicos de la religión ortodoxa. Elescritor no ocultaba su hostilidadhacia los males de Occidente, nihacia el concepto mismo dedemocracia, y alimentaba unaconcepción autoritaria propia yprofundamente arraigada que, aunqueno la formuló al irrumpir en laescena pública, fue desarrollandoconforme avanzaba su lucha,especialmente en un momento de suvida en el que presintió, con la

publicación de su ArchipiélagoGulag, que las alta instancias loinvitaban a «matar al dragón», y ahacerlo en solitario.

Un libro como este, lanzado a lacara del régimen soviético, puede serentendido como un acto de venganzaliterario-política: la condena de unsistema que había traicionado suspropios ideales y los de lahumanidad al convertirse en uninfierno sobre la Tierra paramillones de personas, incluidoSolzhenitsin. Aun así, en ningúnmomento insinuó que, en el momento

de su aparición, el gulag tal y comolo había conocido ya no existía.Haberlo reconocido habría sido unacto de honestidad política y lehabría obligado a realizar un análisiscrítico más exhaustivo del sistema,apoyándose en argumentos adaptadosa la Rusia postestalinista. Pero noofreció ni uno solo, y tampoco leparecía importante hacerlo. Eramucho más sencillo atacar a la UniónSoviética por su historia estalinista yfingir que seguía vigente, algo que leiba como anillo al dedo a su imagen.Porque Solzhenitsin se consideraba

el garante de los elevados valoresheredados del pasado remoto deRusia, y recurría a ese pasado en suintento de proponer soluciones parala Rusia del siglo XX.

Había razones excelentes paraque su celebrada novela Un día en lavida de Iván Denisovich, publicadapor la revista Novyi Mir, deTvardovski, hubiera tenido unaexcelente acogida en Rusia. Laresistencia a un sistema penitenciarioque se estaba desmoronando seidentificaba con una serie de valoreshumanos indestructibles,

personificados en la figura de untrabajador, un campesino, armadodel valor interior suficiente pararesistir la humillación a la que losometían los carceleros. Perotambién había razones poderosaspara que Archipiélago Gulag, escritay publicada cuando el gulag yapertenecía fundamentalmente alpasado, fuera recibido con hostilidadpor muchas voces críticas de laURSS, que lo consideraban unahipérbole apocalíptica sumamenteútil para los enemigos de la UniónSoviética y nociva para la lucha

democrática contra un sistema que, apesar de haberse modernizado,seguía siendo primitivo en muchosaspectos. Muchos detractores delautoritarismo soviético no podíansino rechazar la alternativa deSolzhenitsin, así como suspretensiones de erigirse en una suertede liberador. Buen escritor peropolíticamente inepto y muy pagadode sí mismo, Solzhenitsin carecía delconocimiento suficiente de larealidad para poder pensar entérminos políticos. En este sentido, elcontraste con figuras de la talla de

Andrei Sajarov, Roy Medvedev oAndrei Sinyavski era abrumador.

Su autobiografía nos brinda másclaves para descifrar supersonalidad, y sobre todo paraentender por qué se creía el elegidopara llevar a cabo una misiónmística, aunque también contieneotros rasgos menos atractivos que lellevaron a lanzar un ataquedespiadado, y bastante imprevisto,contra Tvardovski y sus colegas deNovyi Mir, unas personas que habíanluchado denodadamente porSolzhenitsin y su obra en la Unión

Soviética y que lo catapultaron a laescena nacional e internacional.Acusó al consejo editorial decobardía, de glorificarse a símismos, de ineptitud y de duplicidad.La respuesta del antiguo ayudante deTvardovski, Vladimir Lashkin, uncrítico literario y ensayistaextraordinario, fue rotunda,indignada y demoledora.84 En elretrato psicológico que esbozó deSolzhenitsin, Lashkin destaca lascaracterísticas que le sirvieron parasobrevivir en los campos. De hecho,el autor afirma que Solzhenitsin hizo

suyas las enseñanzas del gulag. Eraun producto de los campos, que sehabía identificado con el zek y quejamás dejó atrás la manera de pensarde los zeks.

Este análisis, altamenterelevante, nos obliga a detenernosaquí por un instante. La cuestióncrucial a la que ya hemos aludido escuál era el objeto de la lucha deSolzhenitsin. El entorno de NovyiMir era fundamentalmente socialistao socialdemócrata, y las luchas enlas que se enzarzaban, aunque lohicieran de manera prudente, giraban

en torno de esa ideología. Fue eso,más que nada, lo que provocó la irade Solzhenitsin. Lashkin no estabanada convencido con el programaque el escritor presentó a susciudadanos: «A juzgar por suconcepción idílica de nuestro pasadoprerrevolucionario, parece que creaque no hay más futuro para Rusiaque... su pasado». En resumidascuentas, el escritor aconsejaba a lacúpula de la Unión Soviética querenunciara a su ideología paraabrazar el nacionalismo y laortodoxia: «De la neblina de su

discurso emerge la tríada propuestapor el conde Uvarov [un personajedel siglo XIX]: ortodoxia, autocraciay nación». Lashkin no niega el grantalento de Solzhenitsin, ni su papel enla lucha contra el mal, pero lamentasu incapacidad para lograr que nadabueno saliera de todo eso:

No logro detectar el menoratisbo de sinceridad en su fe, comotambién me cuesta creer en elSolzhenitsin político o en elpensador, aunque ya se haya hechocon todos los atributos de unatipología familiar de político: la

urgencia por anatemizar, porrechazar y por exigir de suspartidarios ni más ni menos que unjuramento de lealtad.

El rechazo que Lashkinmanifestaba al encuentro del mensajede Solzhenitsin se endurece aún más:

«No quiero formar parte de suparaíso; me temo que me veríaatrapado en una prisión con unaorganización ideal. No creo en sucristianismo porque nadie con estavena misantrópica y tan pagado de símismo puede ser cristiano. Estoyharto de su odio y de su rechazo

hacia todo cuanto existe en la Rusiaactual... ¿Acaso no había hecho saltarpor los aires el edificio de lamentira? Sí. En su lugar, se haconvertido en una máquina infernalconvencida de su misión divina, yque ha empezado dinamitando todocuanto había a su alrededor. Muchome temo que también se destruirá a símismo. De hecho, ya está en ello».

Estas citas resumen la ira, laamargura y la complejidad de lasluchas contra el sistema soviético, yel drama que vivieron quienesestaban sumidos en él. Nadie salió

victorioso; todo el mundo estaba enlo cierto; todos perdieron.Solzhenitsin regresó a su país cuandoéste ya se había librado delcomunismo y lo vio «en plenohundimiento», una expresión queutilizaría para titular la obra quepublicó en 1998. La sensacionalpubl icación Novyi Mir se vioprogresivamente silenciada despuésde la invasión soviética deChecoslovaquia en 1968, pero siguióluchando hasta que el Sindicato deEscritores nombró a un nuevoconsejo editorial sin consultarlo con

Tvardovski, obligándole de estemodo a dimitir, como hizo en febrerode 1970. Murió poco después. Era unhombre roto, resentido, que dejócomo herencia una gran poesía y sunobleza personal.

Nos hemos ocupado brevementede algunos aspectos de la oposicióny la disidencia, una vez trazada laevolución de las formas de larepresión política en el períodopostestalinista. La polvareda queprovocó la disidencia en la UniónSoviética y en el extranjero, y eltratamiento que le dispensaron las

autoridades, no debería eclipsar lastendencias del sistema que seguían enmarcha en la URSS. Una cosa es queun trabajador no pueda abandonar supuesto de trabajo, ni pueda protestarlegítimamente contra las injusticiasque ahí se cometen, y otra biendistinta es que por fin tenga laposibilidad de hacerlo. El sistemaque negaba cualquier derecho cediósu lugar a un sistema con leyes,derechos y garantías.

La eliminación de la noción de«delito contrarrevolucionario» y susustitución por la de «crímenes

especialmente peligrosos contra elEstado» podría parecer una meraoperación de maquillaje y un hechoen última instancia irrelevante paraquienes eran y habían sidoperseguidos por esos delitos. En estecontexto, más importante que lahistoriografía es la biografía. Sinembargo, los cambios desencadenan,a ojos de los historiadores, unatransición que ha de conducir a otrafase. Ya hemos mencionado que lacúpula soviética tenía una pésimareputación en el extranjerojustificada a causa de la represión

política. Con todo, cuando un sistemapenitenciario basado en el castigoarbitrario y en los trabajos forzadosse transforma en uno en el que seacaba con el trabajo esclavista, queposee procedimientos judiciales,donde los prisioneros gozan dealgunos derechos y puedenenfrentarse a la administraciónpenitenciaria, en el que no se les vetael acceso al mundo exterior, puedenentrevistarse con un abogado oprotestar legalmente por el trato quereciben, y cuando el sistemareconoce que tiene interés por

instaurar un mínimo de legalidad enel ámbito penitenciario, una vez se halogrado todo esto, el tipo de régimenque se dibuja ante nosotros cambia.Una condena por motivos políticosprovoca una sensación legítima deinjusticia, y la experiencia biográficaensombrece la dimensión histórica:«¿Qué me importa si el castigohabría sido peor diez años atrás?».Pero los historiadores no puedenpasar por alto lo que habíansoportado los condenados, y susfamilias, diez años atrás.

La policía secreta, que hasta

entonces había trabajado en laimpunidad más absoluta, actuandosin control, deteniendo, torturando,encarcelando y ejecutando a suantojo, pasó a ser un cuerposupervisado: el KGB ya no teníapotestad para encarcelar y dictarsentencias, y sus pesquisas estabansujetas a la supervisión de diferentesórganos de la Oficina del Fiscal,creados a este respecto. El fiscalgeneral trabajaba desde el corazónmismo de un sistema dictatorial que,en tiempos de Stalin, se habíacargado a una cifra considerable de

fiscales «entrometidos». Desdemarzo de 1953 hasta 1991, elDepartamento de la Oficina delFiscal encargado de supervisar lasinvestigaciones del KGB debía serinformado de todos los casos queiniciara la policía secreta para poderabrir así su propio expediente.Asimismo podía reexaminar un casosi los condenados o sus familiarespresentaban una apelación. Podíadevolver el caso a los tribunales (haymás de un ejemplo de reducción decondena) o poner en marcha unproceso para rehabilitar al

condenado o corregir la sentencia,basándose para ello en un artículodel código penal diferente al que sehabía citado en el juicio inicial.85

Estos hechos y tendencias, comotantos otros factores, pueden versesujetos a dos tipos decomparaciones, lo que nos obligará aver cada fenómeno con una luzdistinta. En primer lugar, podemoscomparar la Unión Soviética conotros países. En este sentido, laincapacidad del régimen para aceptarla creciente diferenciación políticade la sociedad y el miedo y la

negación de las opinionesdivergentes, un derecho básico enuna sociedad moderna civilizada,demuestran la inferioridad de unsistema que había dado conmecanismos para tolerar o profesarmás de un punto de vista, aunquefueran por lo general de un cariz másbien conservador. La UniónSoviética pagó por ello un elevadoprecio político en el conciertointernacional. Puede ser toda unarevelación para algunos descubrirque no sólo los intelectualessoviéticos estaban preocupados por

esto, sino que también había gente enlas filas del KGB que compartía estaopinión.

Así, no debe de sorprendernosque las autoridades soviéticasrecurrieran a una política de«acción-reacción», introduciendo orecuperando toda una serie de leyesespecíficamente diseñadas pararesponder a los críticos que,explícita o implícitamente, sealineaban con el bloque occidental.En lo que se refiere a la«inferioridad» del sistema, su carizdictatorial, las leyes contra los

«crímenes contra el Estado», quepresuntamente debían defenderlo delos ataques de sus opositores, noeran sino una muestra más delfracaso del régimen, testimoniumpaupertatis. Cuando los gobernantesquerían acallar a los detractores, seabandonaban todas las garantíaslegales y los jueces, el serviciosecreto y los fiscales trabajabantodos a una.

La segunda comparaciónhistórica relevante se refiere alpropio pasado del país. Las leyespara combatir los crímenes contra el

Estado estaban a la vista de todos losciudadanos, y era imprescindibleviolarlas para poder ser acusado. Laintención de cometer un acto criminalya no bastaba para justificar losarrestos, declarados finalmenteilegales. La nueva versión de uncódigo penal mucho más exhaustivo yel refuerzo de las institucioneslegales propició un marcadocontraste con el pasado, a pesar deque el marco global siguieraimpregnado de un cierto carácterantidemocrático. Este aspecto de larepresión política fue el tema de un

sinnúmero de discusiones entre losjerarcas, los juristas y el KGB, yexplica el porqué de las protestas dediferentes círculos académicos queconsideraban que el régimen norespetaba las reglas del juego quehabía impuesto. Estos episodiosformaban parte de la vida política, ydeben ser vistos como tales.

Otro aspecto se planteaasimismo en el contexto de unareflexión histórica. Ya hemosdestacado los cambios históricos quese estaban produciendo en todos losámbitos de la vida social, incluido el

cambio de rumbo del régimen. Sinestos fenómenos, que dan fe de laadaptación del régimen a las nuevasrealidades, entre las que no podemosobviar sus prácticas represivas, seríaimposible explicar el cómo y elporqué de la desaparición delrégimen sin que se hubiera disparadoun solo tiro.

Un enfoque realista, que norehúya los hechos másdesagradables, no puede por menosque admitir que las democracias quealcanzan la categoría desuperpotencia no siempre respetan

los derechos y no siempre son muydemocráticas. Los países quecarecen de un sistema democráticono tienen por qué ser «culpables»por no tenerlo. La democracia no esuna planta que nazca en todas partes.Las realidades históricas no secorresponden necesariamente con losideales o con las afirmacionespropagandísticas. Occidente esplenamente consciente de quéderechos humanos hay que fomentar yqué derechos humanos se puedenobviar o recortar y la defensa de laslibertades democráticas se mueve al

son de las consideracionesestratégicas. Las presiones de laguerra fría, y de toda la estructuraque levantó Occidente, donde losservicios de espionajedesempeñaban un papel de primerorden, para identificar cualquiergrieta en el armazón del otro, nofueron un invento de la paranoiasoviética. Y de nada sirvieron paraayudar a los pequeños grupos o a losindividuos aislados en territoriosoviético que aspiraban a liberalizarel régimen.

La avalancha de laurbanización

El trasfondo de los cambios que

hemos presentado, especialmente enel ámbito de la política penitenciariay en lo que he denominado«desestalinización de los lugares detrabajo», fue un paso capital en elproceso de urbanización, y uno delos grandes episodios en la historiade la URSS. Después de la guerra, yevidentemente de manera escalonada,la urbanización empezó a tener un

poderoso impacto en la sociedad, lacultura, la mentalidad e incluso en elEstado. Una transición acelerada deuna sociedad predominantementerural a otra fundamentalmente urbanaimplica, a medio plazo, laconvivencia momentánea de ambassociedades. Por lo generalincompatibles, cohabitaron en unequilibrio inestable y la distanciahistórica entre ambas jamás dejó deser considerable. La«semiurbanización» llegó a la UniónSoviética en 1960, pero laFederación Rusa había cruzado este

umbral unos años antes. Hasta 1958,no existía una definición oficial de«ciudad» o «asentamiento urbano»que fuera válida para toda la UniónSoviética; cada república tenía lapropia. En 1958, se fijó la cifra de12.000 habitantes para las ciudades yde 2.000 para los «asentamientosurbanos», siempre y cuando la mitadde la población, como mínimo, notrabajara directamente en el sectoragrícola.

Por lo tanto, esta faseintermedia se nos aparece como unaetapa histórica por derecho propio,

tanto para el país como para elrégimen. La población rural, de laque iba a surgir la gran masa depoblación urbana, «ruralizó» lasciudades antes de que éstas lograranurbanizar las zonas rurales, algo queno sucedería hasta el períodopostestalinista, y no sin fricciones ymuchos «efectos colaterales».Aunque hubo una cierta intervencióngubernamental, estos procesos eran,por lo general, espontáneos, lo quenos obliga a distanciarnos por unmomento de la idea de la existenciade un Estado-Partido monolítico que

lo tenía todo bajo control y a señalarque hay algo que ha pasadoinadvertido en la mayoría de losestudios: la «espontaneidad» (stijiia,una palabra de etimología griega).Cualquier historia seria de la UniónSoviética debería abordar la stijiia,incluso dándole la categoría de temacentral, a pesar de que sea unconcepto inaceptable para todosaquellos analistas cuyas opiniones alrespecto están profundamentepolitizadas.

Aunque no fue un procesosencillo, la urbanización fue la

principal novedad de la historia rusadel siglo XX y podríamos fijar suconclusión a mediados de los añossesenta. Por aquel entonces, lamayoría de la población estabaformada ya por urbanitas rusos,ucranianos y de los estados bálticos.Existían algunas ciudades viejas,pero la mayoría eran de nueva planta.Un índice escogido al azar da cuentade las condiciones de estaurbanización: en las ciudadessoviéticas de los años sesenta, el 60por 100 de las familias vivían encasas propiedad del Estado, con

cocinas y lavabos comunitarios. Estaestadística, indicativa de unas pobrescondiciones de vida, también dejaentrever que la urbanización fue unproceso excesivamente apresurado, ypodemos añadir sin riesgo aequivocarnos que careció deplanificación. Sus consecuencias, tanimprevistas como el proyecto, fueronmuchas y diversas. Cualesquiera quesean las características específicasdel proceso en la URSS, algunastambién se advierten en otrosprocesos acelerados de urbanización.Aunque regresaremos a este punto al

analizar otros datos, podemosaventurar aquí que, en ese momentode la historia, el país se adentró enuna nueva fase: se convirtió en unanueva sociedad que interactuaba conel Estado de una forma diferente. Layuxtaposición de ambos temas nosllevará a tener en cuenta diversosparámetros que tuvieron unaimportancia fundamental para lavitalidad, la longevidad y lamortalidad del sistema.

Ya hemos hablado de lamovilidad de la mano de obra y delemergente «mercado de trabajo», que

se convirtieron en una realidadaceptada por todos. Si queremosampliar estas consideraciones a todala sociedad, debemos señalar unamanifestación importante de«espontaneidad» que se observó enaquel período: los poderosos flujosmigratorios que las autoridades ya nopodían controlar recurriendo a lasviejas rutinas de sanciones yrestricciones. En un nuevo entornocaracterizado por los movimientosmasivos de población, se hacíannecesarias otras estrategias. Lasestadísticas que presentamos a

continuación de los flujos depoblación en 1965 pueden ayudarnosa resumir este fenómeno:86

PROCEDENTES DE:Otras ciudades: 4.321.731Campo: 2.911.392Desconocido: 793.449Total: 8.026.572PARTIDAS A:Ciudades: 4.338.699Campo: 1.423.710Desconocido: 652.478Total: 6.414.887BALANCE A FAVOR DE LAS

CIUDADES, EN RELACIÓN CON:

Ciudades: -16.968Campo: 1.487.682Desconocido: 140.971Total: 1.611.685Aunque estas cifras no parecen

especialmente elevadas, hay queincluir una precisión a propósito dela Unión Soviética: los datos sólotienen en cuenta a las personasinscritas en la policía. Aun así,muchas se desplazaban a lasciudades, permanecían en ocasionesdurante largos períodos y semarchaban sin haberse inscrito,mientras que otras se quedaban

indefinidamente, sin informar a laautoridad administrativa.

Los movimientos de poblaciónentre los años 1961 y 1966solamente en el caso de laFederación Rusa son impresionantes:casi 29 millones de personasllegaron a las ciudades y 24,2millones se marcharon de ellas, loque da una cifra total de emigrantesde 53,2 millones. En SiberiaOccidental, el número total fue de 6millones; en Siberia Oriental, de 4,5millones; en el Extremo Oriente,también de 4,5 millones.

Estas cifras ponen aldescubierto algunos fenómenospreocupantes. Por ejemplo, que pocagente se decidió a partir al este delpaís con la intención de instalarseahí. Muchas personas, por elcontrario, se marcharon de esasregiones, a pesar de que había unanecesidad acuciante de población, ylo hacían en parte por la escasez deviviendas, en parte porque lossalarios eran demasiado bajos.Según muchas investigacioneslocales, el 82 por 100 de los solterosy el 70 por 100 de los matrimonios

se fueron a causa del pésimo estadode la vivienda (vivían enhabitaciones alquiladas, o incluso enun rincón de una habitación).

La situación provocó unproblema a escala nacional. Paracambiar la dirección de esos flujosde población, era necesario mejorarlas condiciones de la vivienda en lasregiones más pobres. Con todo, y apesar de los esfuerzos llevados acabo, el problema de la viviendacontinuó siendo acuciante en todo elpaís. En 1957, la disponibilidadmedia de espacio por habitante en la

Federación Rusa era de 6,7 metroscuadrados; de 5,9 en el ExtremoOriente; de 6,1 en Siberia Oriental;de 6,3 en Siberia Occidental, y en losUrales, también de 6,3. En losterritorios orientales de la URSS,hacia los que el gobierno intentabaatraer mano de obra, el espaciohabitable era menor, había menoscalefacción central y menos aguacorriente por habitante que en Rusia,y menos también que en la Rusiacentral, una región que tambiénexperimentaba carencias.

La cúpula soviética y las elites

estaban asimismo muy preocupadascon cómo inducir a los trabajadoresa emigrar hacia el este y a instalarseen aquellas regiones. El problema noera tanto la imposibilidad por partede la policía de controlar aquellosflujos de población sin recurrir amétodos «totalitarios»; nadie se loplanteaba realmente. A la vista de lasnuevas condiciones y de lasrealidades sociales, la situaciónparecía inextricable. Por un lado,Siberia era un territorioextraordinariamente fecundo quepodía garantizar la prosperidad del

sistema, y las regiones más pobladasdel país tenían la mano de obranecesaria para explotar aquellosrecursos. Por otro lado, eraimposible atraer a aquellostrabajadores e inducirlos a que seinstalasen en las regiones orientales.La gente de las zonas europeas de laURSS más prósperas habrían exigidounos salarios considerables y lasprovisiones adecuadas, mientras quelos individuos de las regiones máspobres, donde había un excedente demano de obra, como por ejemplo lasrepúblicas del Asia Central, no se

planteaban marcharse por losestrechos lazos culturales que losunían a su entorno tradicional.

Volveremos a toparnos conentuertos así, porque constantementeiban apareciendo en diferentessectores del sistema. Por elmomento, sin embargo, noslimitaremos a los problemasvinculados a la urbanización, yprestaremos una atención especial ala cuestión de la disponibilidad demano de obra entre 1953 y 1968.

A mediados de los años sesenta,y también con posterioridad, la

situación seguía pareciendocorregible sólo con coordinar mejore implementar diversos planesrelacionados con el suministro demano de obra, es decir, con vistas acorregir el exceso en determinadospuntos y remediar el déficit en otrosaprovechando las reservasdisponibles en determinadas zonas osectores. El país todavía no estabaante la crisis generalizada y aguda demano de obra de la que hablaremosen la tercera parte de esta obra.

El propio instituto de estudiosd e l Gosplan, una buena institución

interdisciplinaria, era perfectamentecapaz de estudiar y predecirsituaciones complejas, y conocíabien el sistema de planificación. Suintención era entender el presentepara prepararse para el futuroinmediato. Intelectualmente, susinvestigadores estaban mejorformados que otros planificadores ypolíticos para desentrañar unaconstelación socioeconómicacomplicada, y anunciaron laposibilidad de problemas en unfuturo. En febrero de 1965, a peticiónde la cúpula del Gosplan,

presentaron un informe sobre lacuestión de las existencias de manode obra y la demografía. Elresponsable del instituto, Yefimov,ya había alzado la voz en el pasado yhabía alimentado el fervor de losreformistas económicos. Sinembargo, estos informes solían sercriticados por otros planificadores yfuncionarios en textos inéditos y deuso interno. En un año marcado yapor un debate encendido, Yefimov,partidario posiblemente de Kosigin,elaboró un estudio ambicioso sobrela industria soviética, con

argumentos de peso a favor delcambio y con una visión detallada delos mecanismos que intervenían en lacompleja misión de gestionar lasexistencias de mano de obra.Yefimov abordó los problemas conlos que se había topado en la capitaly en las regiones sin ocultar lastensiones existentes, y propusodiferentes soluciones, algunasformuladas con claridad, otrassimplemente esbozadas, paraatajarlos. Desde un punto de vistaempírico y analítico, el texto es deuna gran riqueza, y hace un buen

diagnóstico y lanza una advertenciaacerca de las consecuencias funestasque cabía esperar de no producirselas reformas.

He aquí el cuadro que pintóYefimov. De entrada, llamó laatención sobre el crecientedesequilibrio entre la mano de obradisponible y el uso que se le daba.Entre 1959 y 1963, la poblaciónactiva había crecido en 9 millones depersonas, mientras que lossuministros de mano de obra sólo lohabían hecho en 1,7 millones. Enotras palabras, la mayor parte de la

mano de obra necesaria era gente quetrabajaba en casa o que labraba suspequeñas parcelas. Así se habíacubierto el 81 por 100 que faltaba, esdecir, unos 7,3 millones detrabajadores. Sin embargo, la cifrade los que trabajaban en casa seguíacayendo, y esta fuente no tardaría enagotarse.

El panorama nacional muestraáreas en las que había escasez demano de obra, pero también otras conun excedente de trabajadores. EnAsia Central, el crecimientodemográfico natural había pasado del

27 al 33 por 100 en los últimos años,doblando así la media soviética. De1959 a 1963, el número de personasque trabajaban en la economíadirigida por el Estado o que aúnestudiaban había crecido a un ritmode entre el 2,2 y el 4,4 por 100, y elporcentaje de trabajadores que noestaban al servicio del Estado sesituaba entre el 20 y el 26 por 100,una cifra superior a la media de laUnión Soviética, que era del 17,2 por100. En la mayoría de las repúblicasdel Asia Central, el grueso dequienes no trabajaban en el sector

público pertenecía a la etniamayoritaria. El crecimientodemográfico en Kazajstán había sidoinferior, aunque ahí también eraconsiderable el porcentaje depersonas que trabajaban por sucuenta: un 21,8 por 100. En muchasregiones, los índices de crecimientodemográfico y de desarrolloeconómico no coincidían.

Estas grandes disparidades eranel resultado de la pobre utilizaciónde los recursos laborales. Lasrepúblicas del Asia Central, Armeniay Kazajstán no dejaban de acumular

excedentes, mientras que en lasrepúblicas bálticas, y especialmenteLetonia y Estonia, se daba elcrecimiento demográfico más bajo yla tasa de desempleo más elevada, yse veían obligadas a importar lamano de obra. También se registró unimportante crecimiento de lapoblación por causas naturales enMoldavia, la zona occidental deUcrania y en el norte del Cáucaso,tanto en las ciudades como en elcampo. Asimismo, un flujoconsiderable de gente procedente deSiberia se desplazó a regiones en las

que la mano de obra ya eranumerosa.

Los índices de empleo tambiénvariaban en función de lasdimensiones de las ciudades, yafueran grandes, medianas opequeñas. El informe, y no es undetalle baladí, lamentaba que, alplanificar la distribución regional delas fábricas y su rendimiento, no setomara en cuenta la disponibilidad demano de obra y se produjeransituaciones dantescas. (Un apunte demi cosecha: el autor del informe nohabría recurrido a este lenguaje de

dirigirse a funcionarios de máscategoría.) Las industrias que exigíanuna dedicación más intensiva sehallaban en zonas donde escaseaba lamano de obra, mientras que en otrasregiones donde se podría habermejorado el índice de ocupación delas mujeres se había optado por laindustria pesada, que daba trabajoprincipalmente a los hombres.

En las pequeñas ciudades, habíaunos 2,3 millones de personas enbusca de trabajo. En realidad, lacifra posiblemente se acercara más alos 3 millones, ya que las grandes

empresas tenían, por lo general, unareserva de trabajadores. La mayorparte de quienes buscaban un empleoapenas tenían estudios y sushabilidades eran muy pobres;precisaban por lo tanto de formación.Con el objeto de alentar a lasmujeres para que buscaran trabajo,había que crear guarderías, porquede lo contrario sería imposible queellas pudieran trabajar fuera de casa.En las repúblicas del Asia Central,las entrevistas realizadas adesempleados de ciudades pequeñasy medianas revelaron que no querían

trabajar lejos de casa, ni siquieracuando existía demanda. Losentrevistados eran,fundamentalmente, mujeres jóvenescon hijos y que carecían de estudiosy aptitudes.

Debemos prestar una atenciónespecial a la creación de puestos detrabajo para jóvenes, no sólo en elcaso de los que habían llegado a laedad mínima para trabajar, dieciséisaños, sino también entre losadolescentes de catorce y quinceaños que por diferentes razoneshabían dejado la escuela

prematuramente. A menudo no habíaofertas para ellos, y la legislaciónlaboral prohibía emplear a jóvenesque no hubieran acabado laeducación obligatoria, a pesar de queúnicamente el 60 por 100 de loschicos que acababan esta etapapasaban a la educación superior. LaOficina Central de Estadísticacalculó que, el 1 de julio de 1963,unos 2 millones de chicos de entrecatorce y diecisiete años no iban ni ala escuela ni trabajaban. Otro estudiodel mismo órgano, con fecha del 1 deoctubre de 1964, dio como resultado

una cifra aún mayor.El deterioro de la situación

laboral durante los últimos años se«debía en parte a errores de cálculoatribuibles a las agenciaseconómicas y de planificación, y aerrores de la política económica»,concluía el informe, que no seandaba con rodeos a la hora deidentificar a los culpables. Estaescasez había limitado la eficacia dela inversión, sobre todo de resultasde una distribución regional de losactivos defectuosa. Recientemente sehabía observado una redistribución

hacia el este de las inversiones, asectores como la minería y lageneración de electricidad, másconcretamente con la construcción degrandes centrales hidroeléctricas.Esta política, sin embargo, no se viorespaldada con los incentivossuficientes para que la mano de obrase decidiera a trasladarse a esasregiones. Asimismo, en otra decisiónerrónea, se recortaron lasinversiones en las zonas dondeexistía un excedente de mano deobra.

La creación de puestos de

trabajo dependía de la inversión decapital, pero esta última disminuíacomo consecuencia de la«congelación» de grandes cantidadesde materiales, como equipos sininstalar o canteras abandonadas, querepresentaban grandes sumas dedinero. Concluir esos proyectos yponer en marcha otros nuevos habríabastado para dar trabajo a 15millones de personas, dos tercios delas cuales en el sector industrial.Este número duplicaba los puestosde trabajo que se habían creadodurante todo el último plan

quinquenal. El mal uso de lasinversiones, sin embargo, también sedebía a que un porcentaje elevadodel dinero se destinaba a centrosregionales y de las repúblicas, y aciudades industriales de importanciadonde escaseaba la mano de obra.Todo esto provocaba un crecimientode estas urbes a costa de lasciudades pequeñas o medianas y delcampo. El crecimiento excesivo delas grandes ciudades comportaba unapoderosa inversión eninfraestructuras y en viviendas, apesar de que algunas donde ya había

alojamiento de sobras para losciudadanos no siempre podíanoptimizar el uso de la mano de obralocal, y la desaprovechaban incluso.

Los obstáculos para unadistribución racional de la mano deobra y del trabajo se vieronagravados con la restricción queJrushchov impuso a las parcelasfamiliares en el campo, lo queprovocó la pérdida de 3,5 millonesde puestos de trabajo en el sector,según cifras de la Oficina Central deEstadística, así como una graveescasez de comida en las ciudades y

en el campo. Las estimacionesindicaban que, para mantener losniveles existentes de consumo decarne y productos lácteos de loskoljozniks que se habían vistoprivados de sus terrenos, loskoljoses deberían aumentar suproducción de leche y de productoslácteos en dos tercios, la de carne yde manteca en tres cuartos, la dehuevos en un 150 por 100, la depatatas en un 50 por 100 y la deverduras, melones y calabazas en dostercios. Estas cifras ponían demanifiesto la importancia de esas

tierras como fuente de alimentación yde ingresos: aproximadamente, lamitad de lo que la gente recibíaprocedía de los koljoses. Larestricción de los terrenos familiaresa través de medidas administrativas,especialmente en las ciudadespequeñas y medianas, donde eranmuy habituales, no hizo sinoacrecentar el problema de la mano deobra. La gente que se había vistoprivada de su fuente de ingresosestaba en la obligación de encontrarun trabajo para sustituir aquellaocupación, pero el trabajo era en las

ciudades un bien escaso. (Estadecisión insensata de Jrushchovexplica en gran medida eldescontento popular y los estallidosde violencia que condenaba el KGB,que carecía de los medios paracontenerlos.)

Aquella llegada masiva eimprevista de habitantes rurales a lasciudades complicó más si cabe lasituación del mercado laboral. Entre1959 y 1963, unos seis millones depersonas procedentes del campodesembarcaron en las urbes. Lamayoría eran jóvenes y menores de

veintinueve años. Este hecho erapositivo en sí mismo, pero no cuandose producía bajo unas condiciones deun crecimiento lento en la produccióny en la productividad laboral delcampo. Buena parte de los reciénllegados no huían de regiones dondehabía un excedente de mano de obra,sino de las zonas donde éstaescaseaba y donde la producción dealimentos era insuficiente.

Otro aspecto más: la migraciónespontánea del campo a la ciudadobligó a encontrar habitantes de lasciudades que estuvieran dispuestos a

trabajar en el campo, especialmentecuando llegaba el momento de larecolección. En algunas áreas, estaactividad agrícola adoptó la formade un «patrocinio» de la zona ruralen cuestión, un fenómeno cada vezmás extendido. Los«patrocinadores», en su mayoríafábricas, se cobraban un porcentajeimportante del producto agrícola delas unidades que patrocinaban(cultivo, recolección, etc.), enviabanal Estado la cuota de las cosechasque le correspondía y se encargabande los trabajos de construcción y de

las reparaciones necesarias. Lasfábricas se vieron obligadas amantener un stock de mano de obrapara llevar a cabo este trabajoestacional. En algunas regiones, laorganización de estas tareas noservía para aumentar la producción,ya que los responsables de loskoljoses y de los sovjoses dependíancada vez más de la ayuda exterior.Asimismo, esta cooperación tenía unefecto negativo en las fábricas, puesentorpecía las mejoras destinadas aaumentar la productividad. Lasconsecuencias, en última instancia,

eran negativas en todos los sentidos.La formación de stocks de mano

de obra en las empresas urbanas parasatisfacer las necesidades agrícolaspromovía un proceso anormal deintercambio de trabajadores. Muchoskoljozniks, acostumbrados a trabajaren el campo, preferían conseguir untrabajo en las fábricas situadas en losalrededores de las ciudades por unarazón muy sencilla: los salarios quese pagaban en las empresasindustriales de una región duplicabany hasta triplicaban los que sepagaban en los koljoses de la misma

zona.Conviene hacerse eco de una

posible solución propuesta por elinstituto de estudios del Gosplan. Enlas repúblicas del Asia Central,Kazajstán y Georgia, el índice decrecimiento de la población eraelevado y la mano de obradisponible, considerable, perocarecían de activos económicos,dejando de lado la agricultura, losterrenos familiares y otrasocupaciones menores. Además, laspoblaciones de la zona,predominantemente musulmanas, eran

reacias a emigrar. Para el instituto,esas regiones tenían que ser eldestino de las inversiones, y no otrasmás desarrolladas, donde elcrecimiento de la población eraescaso, como lo era la mano de obra.

La pregunta surge por sí misma:¿y qué hay de la mano de obranecesaria para explotar una regióntan rica en recursos como Siberia?Los investigadores pensaronposiblemente que el traslado de lasinversiones a Asia Central y alCáucaso daría lugar a un crecimientoeconómico suficiente que permitiría

al Estado pagar los salariosnecesarios para atraer mano de obraa Siberia.

No cuesta imaginar lasdiscusiones que provocó estapropuesta. Vencer la oposición aremunerar el trabajo de las mujeresfuera de su hogar no era tareasencilla en las zonas islámicas, peroa ello había que añadir losproblemas de idioma y lacapacitación profesional. Por otrolado, priorizar el desarrollo deregiones no rusas, y posponer laexplotación de Siberia a la espera de

épocas más propicias, provocaríauna reacción airada por parte de losnacionalistas rusos, defensores delcentralismo, y de otras corrientesanálogas a las que sería difíciloponerse. Con todo, el autor delinforme, impertérrito, siguió adelantecon su estudio de todas las regiones,proponiendo en cada caso solucionesconcretas que se integraban en unpaquete de medidas políticasexhaustivas, como si lanzara elsiguiente mensaje a la cúpulasoviética: «Si de verdad queréisplanificar, esto es lo que hay que

hacer».A estas alturas, los lectores ya

se habrán hecho una idea de lacomplejidad de la cuestión de lamano de obra, así como de lasconsecuencias sociales y económicasde las distorsiones que se habíanacumulado con el tiempo. Aquellaempresa exigía un conjunto demedidas coordinadas que tuviera encuenta también los incentivosmateriales, el elemento que constituíala esencia misma de la planificación.Aun así, el instituto del Gosplan nodudaba en afirmar que «el problema

no es tanto la falta de informacióncomo que el factor laboral no se haintegrado aún realmente en laredacción del plan económiconacional». En otras palabras, elGosplan no sabía cómo planificar laspolíticas sobre empleo, sudistribución y estabilización, de ahíque no lo hiciera. Seguía anclado enuna era en la que existía un excedentede mano de obra y bastaba con fijarla inversión y los objetivos deproducción que debían lograr lostrabajadores, o que había queobligarles a lograr. Ese período se

correspondía con una etapadeterminada del desarrolloeconómico, y no había sido cuestiónde suerte. Pero los tiempos habíancambiado y la complejidad de latarea era cada vez mayor.

Podemos aventurar aquí unaconclusión provisional. En elhorizonte del país no se dibujaba aúnla sombra de una crisis inminente,pero el gobierno debía optar por unmétodo de planificación diferenteque no se limitara a fijar objetivoscuantitativos, sino que coordinara,previera y corrigiera el trabajo de

las unidades de producción,conscientes por sí mismas de susnecesidades y de lo que querían. ElGosplan y el gobierno estaban sobreaviso: era urgente abordar lacuestión de la disponibilidad demano de obra y de suaprovisionamiento. De lo contrario,o si se asumía que estos factorespodían regularse por sí mismos, laeconomía se estancaría, con elconcurso del Gosplan o sin él.

A raíz de este análisis de losproblemas derivados de ladisponibilidad de mano de obra en

1965, podemos completar el cuadrocon datos y análisis de 1968 y de1972.

El 16 de septiembre de 1968,tres años después del informe deYefimov, el responsable deldepartamento de mano de obra delGosplan de la Federación Rusa,Kasimovski, que posiblementeperteneciera al instituto de estudiosde Yefimov, pronunció un discursoante un público reducido y formadopor expertos gubernamentales. Estosfueron los principales puntos de sualocución: la extraordinaria

concentración de población en lasciudades durante los últimos veinteaños había complicadosignificativamente los problemas dedisponibilidad y de distribución dela mano de obra; el crecimientohabía sido fulgurante en las grandesciudades, mientras que el porcentajede población de las pequeñaspoblaciones disminuía; entre 1926 y1960, la población de las ciudadesde más de 500.000 habitantes sehabía multiplicado por 5,9 (en elcaso de la Federación Rusa, estefactor era de 4,5); en muchos casos,

las pequeñas ciudades y losasentamientos urbanos que podíandesempeñar un papel clave en laspoblaciones de los alrededores sehabían visto desestabilizadas por elritmo incontrolado de laurbanización, y en lugar deconvertirse en centros de apoyo paratoda la zona, acababan siendo amenudo una fuente de problemaslaborales y demográficos.

El número de ciudadespequeñas no aumentaba y supoblación había caído en un 17 por100 en Rusia, y en menor medida en

el conjunto de la URSS. En laRepública Federal de Rusia, elporcentaje de población que vivía enciudades de menos de 10.000habitantes había pasado, entre 1926 y1960, del 9 por 100 al 1 por 100,mientras que la cifra de poblacionesde 100.000 a 200.000 habitanteshabía aumentado. En Estados Unidos,la tendencia era diferente: el númerode pequeñas ciudades y su cuota depoblación urbana se había mantenidoestable, la cifra de ciudadesmedianas (de 10.000 a 50.000habitantes) había crecido y las

grandes metrópolis habían sufrido undescenso de población. Sin lugar adudas, este patrón era más deseable,porque explotar una hectárea detierra era más barato en una pequeñaciudad. En Rusia, costaba de 45 a 47rublos, por los 110 a 130 rublos quecostaba en una gran ciudad.

En las veintiocho urbes másgrandes del país se había prohibidola construcción de nuevas fábricas.Sin embargo, durante ese planquinquenal, los ministerios, bienporque hubieran obtenidoexenciones, bien porque hicieran

caso omiso de las leyes, habíanlevantado empresas paraaprovecharse de una mejorinfraestructura, lo que comportaba unserio problema de mano de obra enesas ciudades. Su población crecía aun ritmo rápido, pero la creación denuevas industrias, y me atrevería aañadir que no sólo de las industrias,la superaba. En otras ciudades menosimportantes sucedía lo contrario: seabrían nuevas empresas, pero seguíahabiendo un excedente de mano deobra. Esto dio pie a toda una serie deproblemas adicionales,

especialmente el impacto socialnegativo de los desequilibrios entrelos trabajadores de uno y otro sexo.87

Cuatro años más tarde, otroexperto en cuestiones laboralesanalizó en profundidad esta complejasituación. En las ciudades pequeñasy medianas, se amontonaban losproblemas de índole económica ysocial, como quedaba de manifiestoen el uso que se hacía de la mano deobra, y volvió a salir a la palestra lacuestión del desequilibrio entretrabajadores masculinos y femeninos.

En las ciudades donde se

hallaban las nuevas industrias, laproporción de mano de obra sinexplotar se reducía. Por su parte,aquellas poblaciones que no habíanexperimentado desarrollo económicoalguno veían que la población semarchaba de ellas, tanto que algunasurbes pequeñas y medianasempezaban a tener problemas deescasez de mano de obra. Asimismo,en muchas ciudades, unaespecialización del mercado laboral,bien predominantemente masculina opredominantemente femenina,produjo un desequilibrio entre ambos

sexos. En Rusia, unas 300 ciudadesse enfrentaban a desequilibrios más omenos importantes de este tipo, loque afectaba en última instancia a lacomposición de la población. Elestudio había analizado unas setentaciudades situadas en veinte grandesregiones donde se había observadoeste problema.

En las ciudades en las quepredominaba uno de los dos géneroscomo fuente principal de mano deobra, el otro sexo estabaprácticamente en el paro y sededicaba a trabajar en casa o a

ocuparse de los terrenos privados.La imposibilidad de fundar unafamilia animaba la movilidad de lamano de obra. Empezaba aobservarse una escasez de mano deobra, un hecho que afectaba a lasempresas económicas másimportantes de la ciudad ydistorsionaba la distribución de lashabilidades y las calificacionesprofesionales. El estudio mostrabaque, en las ciudades donde lasmujeres constituían el grueso de lamano de obra, el porcentaje dehombres desempleados se situaba

entre el 27 y el 57 por 100, mientrasque la media nacional era del 13 por100. La renovación de plantilla eramucho mayor ahí que en cualquierotro lugar, e iba acompañadaautomáticamente del éxodo y de lafalta de mano de obra. Muchasfábricas textiles tenían que importara sus trabajadoras, que en ocasionesapenas tenían quince años. El númerode mujeres locales en estas empresasera cada vez menor, y no superaba el30 por 100, frente al 90 o el 100 por100 en el caso de los hombres. Sinembargo, estas recién llegadas no

permanecían mucho tiempo en supuesto, a la vista del desequilibriodemográfico. Este era el principalmotivo de inestabilidad entre lamano de obra femenina hasta losveintiséis años, como puso demanifiesto un estudio sociológicorealizado en el gran centro textil deIvanovo-Voznesensk. Otro aspectofuera de toda lógica que se apreciabaen las ciudades donde la mano deobra estaba formadafundamentalmente por mujeres eraque los trabajadores cualificados notenían otra ocupación que cultivar

sus terrenos privados, una tarea parala que no se necesitaba formaciónalguna. En las ciudades de la regiónde Vladimir, entre el 20 y el 30 por100 de los trabajadores en la esferadel comercio y en la industriaalimentaria eran hombres, toda vezque la media en la Federación Rusaera del 15,1 por 100.

La suma de estosdesequilibrios, especialmente en ladistribución de generaciones y sexos,tuvo un impacto demográficonegativo: la población experimentóun índice de crecimiento natural

bajo, un éxodo alto y automático yuna caída en su crecimiento global.En las ciudades pequeñas, había 125mujeres por cada 100 hombres,frente a 118 mujeres por cada 100hombres en las ciudades de laFederación Rusa. De media, elexcedente de mujeres se manifestabaprincipalmente a partir de loscuarenta años, aunque en ciudadespequeñas y medianas ya era evidentea partir de los quince.

Una de las consecuencias deesta ralentización en el crecimientodemográfico era el envejecimiento

de la población: las personascomprendidas entre los veinte y lostreinta y nueve años totalizabanúnicamente el 30 por 100 de lapoblación de las ciudades rusas, y un33 por 100 del total de la poblaciónde la república, incluidas las zonasrurales. El informe también se referíaal problema de fundar una familia y alas familias monoparentales.

Según el autor del informe, lacomplejidad de estos fenómenosescapaba a la comprensión de lasautoridades de la república. Lasmedidas que se habían tomado para

corregir la situación se habíandemostrado insuficientes. Entre losobstáculos que citaba el documento,destacaba la falta de incentivos delos ministerios para abrir industriasen ciudades pequeñas, lainestabilidad de los planes y ladebilidad de las infraestructuras. Elgobierno de la Federación Rusahabía intentado convencer alGosplan de la URSS para que leayudara a acabar con estosproblemas mediante un plan especialpara veintiocho ciudades«feminizadas» y cinco

«masculinizadas», pero sin éxito. ElGosplan tenía otras prioridades.88

Como podemos ver, lasdificultades a la hora de garantizarmano de obra y los problemasdemográficos llamaron la atención delas autoridades y fueron una fuente deangustia, y a estos debates se unierontambién diversos sociólogos y unpequeño equipo de psicólogossociales. Las dimensiones nacionalesy étnicas de la cuestión eran otra delas causas que motivaban estapreocupación.

¿Disponía el sistema soviético

de los recursos para enfrentarse auna situación como esa? Esindudable que había demostrado sucapacidad a la hora de fijarprioridades, como el desarrolloacelerado de algunos sectoreseconómicos de primer orden, de ladefensa (vinculada en muchosaspectos a los anteriores), y delacceso a la educación del mayornúmero de personas posible. Sinembargo, en cada uno de estos casos,la tarea específica era de fácildefinición. En los años sesenta, elsistema tenía ante sí unos retos muy

distintos, que exigían capacidad paraarticular diferentes planes. En otraspalabras, se trataba deconceptualizar y de gestionar lapropia complejidad. La ocupaciónera una pieza más del puzzle social,económico, político y demográfico, ycomo tal lo veían los jerarcas.

OTROS MALES DELMODELO ECONÓMICO

Después de la muerte de Stalin,se produjeron algunos cambios en laesfera económica con resultadospositivos. Un aumento marcado en lainversión agrícola, fundamentalmente

en las «tierras vírgenes» deKazajstán y de otras regiones, y lasubida de los precios que se pagabana los productores agrícolas motivóun aumento de los ingresosmonetarios de las granjas colectivas,que se multiplicaron por dos entre1953 y 1958. La producción agrícolase incrementó en un 55 por 100 entre1950 y 1960, y la producción decereales pasó de 80 millones detoneladas a 126 millones; el 75 por100 de este incremento provenía delas tierras vírgenes, aunque estosterrenos no serían una fuente estable

de cereales a largo plazo.Para mejorar las condiciones de

vida, se aumentó la inversión envivienda y en bienes de consumo.Entre 1950 y 1965, el stock deviviendas urbanas se duplicó, y seredujo la distancia entre la inversiónen bienes de primera necesidad, unaprioridad del período estalinista, yen bienes de consumo.

Asimismo, también sedestinaron muchos recursos a lasanidad. La tasa de mortalidad bajódel 18 por 1.000 en 1940 a un 9,7por1.000 en 1950, y a un 7,3 por

1.000 en 1965. La mortalidadinfantil, el mejor indicador paramedir los estándares de la saludpública, disminuyó vertiginosamente,pasando del 182 por cada 1.000nacimientos en 1940 al 81 por 1.000en 1958 y al 27 por 1.000 en 1965.

También se dio una mejora en elterreno de la educación: el númerode alumnos que seguían estudiandodespués de los cuatro años deescuela primaria pasó de 1,8millones en 1950 a 12,7 millones en1965-1966. En cuanto a la educaciónsuperior, las cifras se triplicaron en

ese mismo período: de 1,25 millonesa 3,86 millones de estudiantes.

Los ingresos de los campesinos,mínimos en 1953, crecieron a unritmo mayor que el de los habitantesde la ciudad. En las urbes, se operóuna cierta uniformización: la rentamínima, así como las pensiones,aumentaron, al tiempo que sereducían las diferencias salariales.

Sin embargo, la preferencia porla industria pesada y por laarmamentística seguía vigente, ycomoquiera que el Estado dividía susesfuerzos entre estas actividades y su

empeño por mejorar las condicionesde vida y favorecer el progresotecnológico, los problemas se leamontonaban. Japón igualó en esaépoca los índices de crecimientorusos y logró mejorar lascondiciones de vida de susciudadanos y modernizar sueconomía. Por su parte, loseconomistas y los planificadoressoviéticos sabían y afirmaban, ensecreto, aunque también se atrevían apublicarlo, que en el modeloeconómico del país,fundamentalmente estalinista aún,

convivían algunos desequilibriospeligrosos. A pesar de ello, la UniónSoviética cosechó algunos éxitosespectaculares, especialmente en elterreno aeroespacial, de modo que,en palabras de R. W. Davies, «en1965, la Unión Soviética encaraba elfuturo con confianza, y las potenciascapitalistas dirigían la vista haciaella con preocupación».89 Sinembargo, tal y como se advierte en elmaterial de los archivos del Gosplany de otras instituciones, el futuroinmediato era mucho más complejo ypreocupante, y los encargados de la

planificación tenían cada vez másmotivos para estar preocupados deverdad.

Un vistazo a los objetivos deloctavo plan quinquenal (de 1966 a1970) permitía advertir ya algunosfallos, y el Colegio del Gosplanhabía avisado al gobierno de quedichas carestías afectarían alsiguiente plan.90 Aunque lasinversiones de todas las fuenteshabían aumentado en un 1,7 por 100,es decir, en 10 millones de rublos, elplan central de inversión del quederivaba el grueso de la nueva

capacidad productiva, especialmenteen la industria pesada, mostraba undéficit de 27.000 millones de rublos,un 10 por 100. Asimismo, había quegastar 30.000 millones de rublosadicionales para cubrir el aumentode los costes de construcción de lasunidades de producción, cuyacapacidad productiva seguía siendola misma. De este modo, losobjetivos del plan para la entrada enfuncionamiento de nuevas unidadessólo habían alcanzado el 60 por 100en el caso del carbón y del acero,entre el 35 y el 45 por 100 en el caso

de la industria química, entre el 42 yel 49 por 100 en el de los tractores ylos camiones, el 65 por 100 en el delcemento y el 40 por 100 en el casode la celulosa. Estos resultadosinfluirían en la construcción demaquinaria durante el siguiente plan.

E l Gosplan responsabilizaba alos ministerios gubernamentales,encargados de buscar las reservasnecesarias para mejorar laproductividad. La mayoría, noobstante, no presentaban propuestaspara mejorar sus respectivossectores en los planes para el

período de 1971 a 1975, a pesar detodos los llamamientos que habíarealizado el gobierno para que lasplantearan y buscaran reservas.

EL CRECIMIENTOCONTINUO DE FACTORESEXTENSIVOS EN LA ECONOMÍA

El instituto de estudios delGosplan presentó otro diagnósticomucho más revelador. El 19 denoviembre de 1970, su director,Kotov, envió una nota al vicedirectordel Gosplan, Sokolov, en la que lecomentaba lo siguiente: en sudirectiva a propósito del noveno plan

quinquenal (1971-1975), el XXIVCongreso del Partido había afirmadoque el éxito económico se basaba enel crecimiento intensivo y en laintroducción de nueva tecnología,algo que también se aplicaba a laagricultura. No obstante, los datosrelevantes demostraban que, en laagricultura en primer lugar, losgastos en que se había incurrido encuanto a mano de obra, salarios ygasto social superaban laproducción. Esta tendenciacontradecía el primer mandamientodel desarrollo económico: lograr un

ahorro relativo en los costessociales.91

La perspectiva nada halagüeñaque planteaba el siguiente planquinquenal se debía principalmente ala disminución considerable de laproductividad de los activos decapital. El indicador existente paramedir el rendimiento de lasinversiones no era el adecuado, y loseconomistas del departamentoagrícola carecían de instrumentosfiables para evaluar dichos activos yhacer una planificación adecuada delcapital necesario.

Kotov realizó una serie decálculos que no reproduciremos aquípero que le sirvieron de base para laadvertencia realizada al Gosplan y algobierno: «Los factores extensivosestán cobrando más fuerza en eldesarrollo de la economía soviética,principalmente porque el crecimientode los activos básicos de capitalsupera el crecimiento de laproducción. Esta tendencia es muchomás evidente en la agricultura que enotros sectores».

Los expertos estaban en estadode alerta porque esta tendencia iba

en el sentido contrario al desarrollomoderno industrial y científico. Nocabe duda de que algunos líderesimplicados en el diseño y en lapuesta en marcha de la políticaeconómica también estaban alcorriente de estas tendencias y de loque presagiaban.

Los «administradores»: unaclase tocada pero pujante

LAS NEGOCIACIONESVolvamos de nuevo la vista a la

burocracia soviética, cuyo destino entiempos de Stalin hemos examinado.Tras su muerte, y sin riesgo aexagerar, podríamos describir lo quele sucedió como la «emancipación dela burocracia». El estalinismo secobró un precio elevado y, aunquelos administradores hicieron todocuanto estuvo en su mano, el sistema

no les permitió comportarse comolos jefes que se suponía que eran. Apartir de ese momento, se esforzaronpor eliminar del sistema todos loselementos del estalinismo que habíanarruinado su carrera. En ciertosentido, podríamos decir que elfenómeno burocrático floreció comonunca hasta entonces y que, comoconsecuencia, el modus operandi delsistema soviético iba a sufrir unatransformación profunda. El procesode toma de decisiones se«burocratizó»: ya no revestía laforma de unas órdenes categóricas,

sino que era un proceso complejo denegociación y coordinación(soglasovyvanie) entre losprincipales líderes políticos y lasagencias administrativas. Este nuevomodelo de actuación ya habíaexistido, pero siempre habíaplaneado sobre él la amenaza de unadesaparición súbita por causa de laspurgas sangrientas. Todo esto, sinembargo, formaba ya parte delpasado, a pesar de que la reformaperentoria que llevó a caboJrushchov acabó de un plumazo conun gran número de agencias y

órganos gubernamentales. Con todo,este proceder no tenía nada que vercon el de Stalin. Además, aquellareforma acabó fracasando, comoveremos ampliamente más adelante.

Hay dos términos rusosespecialmente útiles a la hora dehablar del universo burocrático. Elprimero, que hemos citadoanteriormente, es soglasovyvanie, yrecoge a la perfección elinterminable proceso de negociacióny coordinación, una especie deregateo, entre los departamentosministeriales, así como entre el

gobierno y los funcionarios delPartido. El segundo es upravlentsy, yhace alusión a los cuadrosadministrativos que trabajaban enupravlenie, algo así como las tareasde «gestión y gobierno».

Tras identificar el lamentableestado en el que se encontraba elaparato del Partido después de laguerra en comparación con lainfluencia y la arrogancia que teníantodavía algunos ministros, algo quel o s apparatchiks del Partido veíancon resentimiento, estamos endisposición de echar un vistazo a la

política que se propuso llevar a caboen un primer momento Jrushchov, ycuyo objetivo no era sino robustecerel Partido y restaurar la función y laimportancia del aparato reforzandosu papel ideológico (posteriormente,esta política y estas esperanzasacabarían desvaneciéndose). Coneste fin, Jrushchov puso todo suempeño a la hora de reformular susaspiraciones socialistas, nuevas yviejas, y prestó una atención especiala medidas prácticas como la mejorade las condiciones de vida, no sólodel conjunto de la población, sino

también de los apparatchiks, paraque éstos pudieran acercarse al nivelde confort material del que gozabanlos principales funcionariosministeriales, la vara de medir paralos jefes del Partido y para quienesestaban tras ellos en la jerarquía. Nose trataba tan sólo de una cuestiónsalarial, sino de todo un abanico deprebendas fervientemente anheladaspor los círculos de poder. A susojos, tales prebendas eran la únicamanera de medir la importancia realde sus personas, un método que nohabían inventado los burócratas

soviéticos. El Comité Central teníaque actuar para satisfacer cuantoantes al personal del aparato delPartido, tanto a los miembros de lasrepúblicas como a los del órganocentral, para evitar que seconvirtieran en un grupo de segundafila formado por individuosempobrecidos y descontentos.Comoquiera que no había otraalternativa para evitar que losapparatchiks más brillantes y máslistos desertaran para trabajar para la«competencia», el gobierno tomó lasmedidas necesarias para que

volvieran a sentirse como en casa yfueran vistos como los miembros deun partido en el poder.

LA ADMINISTRACIÓN DELESTADO

En esta panorámica de laadministración del Estadodistinguiremos, como ya hiciéramosen la primera parte, entre losupravlentsy, por un lado, y losapparatchiks del aparato del ComitéCentral y los órganos del Partido porotro.

Previsiblemente, en cada sector,la poderosa administración del

Estado era, como el resto de lasociedad, extremadamente sensible ala transición que se estabaproduciendo y que apuntaba a unanueva organización social, cultural y,en cierto sentido, política. Laburocracia tuvo que reaccionar aestos cambios espontáneos, y alhacerlo dio muestras de una«espontaneidad» propia, dejando aldescubierto las diferentes tendenciasque coexistían en su seno. Adoptónuevos patrones de comportamiento,y la imagen que proyectaba de símisma y la manera de concebir sus

propios intereses evolucionó.Nuestro estudio se centrará en esteúltimo aspecto: la importancia que laburocracia, especialmente entre lasaltas esferas, concedía a sus propiosintereses y el análisis que hacía de suposición dentro del sistema.

La historia de la burocraciasoviética es todavía poco conocida.El relato complejo y turbulento de laconstrucción de las estructurasadministrativas del Estado y delreclutamiento de su personal, unpunto que siempre figuró en laagenda del Partido desde que Lenin

pidiera que se redactara una lista delos funcionarios después de la guerracivil, encierra una intrahistoria: lacreación de nuevos órganos paracontrolar a la administración. Aligual que las propias estructurasadministrativas, estos cuerpostambién eran desmanteladosconstantemente y sustituidos porotros diferentes. No es necesarioentrar en detalles. Bastará con decirque la historia de la administraciónsoviética tiene una tendenciasorprendente a la «burocreatividad»,y que está plagada de

reestructuraciones interminables quetambién acabaron en los últimos añosdel régimen. Por entonces, sinembargo, como decían las malaslenguas, los burócratas másveteranos no se retiraban: morían ensus despachos.

Cualquiera que fuera la agenciasupervisora en cuestión, y la primeradata de 1921, su cometido eradefinir, clasificar y, por supuesto,hacer un inventario de los números ydel coste del monstruo. Esta tarea yaera de por sí onerosa. En lasprimeras dos décadas del régimen, se

llevaron a cabo gran cantidad decálculos, inventarios yclasificaciones. Sin embargo, nostrasladaremos directamente a 1947,cuando la Oficina Central deEstadística realizó un censocompleto de los diferentes estratosadministrativos y trasladó a la cúpulaunas cifras fiables. Por supuesto, losnúmeros no eran sino el inicio de laoperación. Evaluar el coste de lasagencias administrativas, fijar lasnormas que habían de regir laremuneración, trabajar con lasestructuras organizativas y ocuparse

de los nombramientos —de lanomenclatura o las nomenclaturas,porque había varias— era una misiónmastodóntica. Solamente la políticasalarial, asumiendo que fueranecesario poner ahí algo de orden,exigía ya una labor ingente:definiciones de los trabajos, escalassalariales (con tratamiento especialpara los sectores prioritarios yprivilegiados), control sobre el usodel fondo salarial... por no hablar delproblema más genérico de cómoempleaban los ministerios lospresupuestos que les había asignado

el Ministerio de Finanzas, despuésde que los hubiera aprobado elComité Central y el Consejo deMinistros. Cada una de las tareas quehemos mencionado exigía muchotiempo y esfuerzo por parte de lasagencias supervisoras, pero lacúpula también se preocupaba porestas cuestiones. La complejidad«circular» de la empresa, en la queun aparato controlaba a otro aparato,era tal que ninguna de lasdenominadas agencias de «controlestatal» podía supervisar de un modoefectivo un universo burocrático en

constante expansión.El primer «controlador» era el

Ministerio de Finanzas, queadministraba los presupuestos. Acontinuación, venía el Gosplan, quese ocupaba de asignar a cadaministerio sus cometidos económicosy que, por lo tanto, tenía que estar alcorriente de la cifra de personal queempleaba, de la estructura del órganoy de su coste. La Oficina Central deEstadística, cuyo concurso erainevitable, realizaba inventariosglobales o parciales cada ciertotiempo. Posteriormente estaba la

agencia de «control estatal»propiamente dicha, reorganizada yrebautizada con frecuencia a lo largode su historia, y que se encargaba deestudiar y de investigar a los órganosadministrativos, con lo que destapóla proliferación de agencias y defuncionarios. En sus archivos hay unagran cantidad de datos a la espera deque los investigadores se abalancensobre ellos y que nos muestran, entreotras cosas, que la administracióndel Estado sufría una ciertapropensión a la «parcelación», esdecir, a la creación de una multitud

de subunidades cuyas funciones sesolapaban y que daban lugar a unsinfín de disfunciones. Por último, laOficina del Fiscal, la policía y elKGB estaban desbordados por loscasos de negligencia en elcumplimiento del deber y deconducta delictiva. Lasorganizaciones del Partido, yespecialmente el aparato, pusieron sugrano de arena en el análisis delfenómeno con vistas a presentarpropuestas políticas. En más de unaocasión pusieron en marchainvestigaciones o crearon comisiones

de investigación para estudiar losproblemas del «sistemaadministrativo» en general o de unaagencia concreta. La expresión rusaque se usa para referirse a todo elfenómeno burocrático,administrativno-upravlencheskaia-sistema (sistema de mando yadministrativo), es de lo másacertada, pero cubre bajo suparaguas tanto a la administracióndel Estado como al aparato delPartido. No podemos concluir estapanorámica de una burocraciasometida a una inspección, una

vigilancia y una reestructuraciónconstantes sin mencionar, siquierasea brevemente, que cada órganoadministrativo contaba con su propiocuerpo de inspectores. Aun así, nohabía nada que pudiera evitar queesta estructura compleja siguieracreciendo por su propio ímpetu enuna dirección que nadie deseaba.

Conviene no obviar lacapacidad de la cúpula para empuñarel hacha y lanzar alguna que otraofensiva en contra de la burocracia.Las purgas de Stalin son un buenejemplo. Sin embargo, las iniciativas

para reducir y racionalizar laadministración, para hacerla máseficaz, menos cara y más receptiva ala cúpula y a la opinión pública erantan numerosas como inútiles, lo queprobablemente explique por quéJrushchov, un personaje decidido yengreído, optó por un ataque frontalpara zanjar de una vez por todas lacuestión, aunque lo hiciera sin haberdecidido la estrategia de antemano,como era habitual. En un primermomento, esa terapia de choquecausó impresión, pero lo cierto esque era inviable.

LA REVISIÓNADMINISTRATIVA DEJRUSHCHOV (1957-1964)

El objetivo de dichas medidasera sustituir la extraordinariapirámide de ministerios económicos,vinculados la mayoría a la industria,extremadamente centralizados yajenos a los intereses locales, porcuerpos administrativos económicosde carácter local, cuya misión fueragestionar y coordinar la economía apartir de un conocimiento mucho másclaro de las condiciones locales ydel que carecían los burócratas de

Moscú. Comoquiera que el grueso dela actividad económica se producía anivel local, este paso quería dar piea iniciativas y liberar así nuevosrecursos, remediando de este modolos fracasos de la estructurapiramidal previa. Se cuenta un chisteen Rusia que recoge este problema:dos agencias económicas situadasfrente a frente en una calle de Kazanalmacenan, cada una, determinadasmercancías que la otra necesita. Perono pueden negociar la transacción sinllamar al ministerio de Moscú.Cuando este último da su aprobación,

de Moscú salen varios trenes condestino a Kazan cargados con unmaterial que ya está en los almaceneslocales y en cantidades suficientes.La situación descrita por el chiste eramás que cierta.

La rigidez de los ministeriosprovocó que fuera urgente acercar lagestión a la producción, adoptandoun principio más territorial quesectorial. El 10 de mayo de 1957, elComité Central decidió que eraimposible dirigir las 200.000empresas y las 100.000 canteras quese extendían a lo largo y ancho del

país desde los despachosministeriales de Moscú. Habíallegado la hora de potenciar el poderde las repúblicas y de lasmunicipalidades, y confiar la gestióna las regiones económicas yadministrativas.

El programa, diseñado sobretodo con la mente puesta en el sectorindustrial y de la construcción,también se implantó en otrossectores. En mayo y junio de 1957, elSoviet Supremo creó 105 regioneseconómicas (70 en la FederaciónRusa, 11 en Ucrania y, en otros

casos, una por república). En total,se abolieron 141 ministerioseconómicos a escala central, central-republicana y republicana, que dabanempleo a 65.000 funcionarios, lo quesupuso un ahorro de 600 millones derublos. Estos funcionarios fueronsustituidos por consejos económicos(sovnarjozy), encargados de variossectores en su territorio. En unprimer momento, no teníandemasiado personal, entre 11 y 15funcionarios. En 1960, sin embargo,los responsables de las principalesempresas y canteras fueron

cooptados y se crearon otrosdepartamentos, con secciones cuyamisión era la supervisión de lossectores. A raíz de ello surgieronconsejos técnicos, en los queingresaron expertos, ingenieros y losdenominados racionalizadoreseconómicos.

En 1959 y 1960, nadie podíadiscutir los éxitos económicos, quearrojaban unos índices decrecimiento anual del 8 por 100. Enlas repúblicas más grandes seinstauraron los «consejosrepublicanos de la economía

nacional» con el fin de coordinar alos consejos locales menores yabordar las cuestiones de abastostécnicos y materiales. A finales de1962, diversos sovnarjozy se habíanfusionado y su cifra cayó de 105 a43. El 24 de noviembre de 1962, sefundó en Moscú el Consejo deEconomía Nacional de la URSS,cuya tarea era diseñar un plannacional y un sistema general deabastos para materias primas ytecnología, y gestionar la situación através de los gobiernos de lasrepúblicas, los sovnarjozy y los

ministerios. El gobierno central, esdecir, el Consejo de Ministros de laURSS, solamente se ocupaba de loque no formaba parte del plan.Aunque la situación seguía siendo untanto fragmentaria, se había restituidoun cierto centralismo. El 13 de marzode 1963, el Consejo de EconomíaNacional de la URSS alcanzó undoble estatus, a escala nacional y delas repúblicas, al convertirse en unórgano central con homólogos entodas las repúblicas. Entre 1963 y1965, el Gosplan, el Comité deConstrucción del Estado y los

comités republicanos del Consejo deMinistros de determinados sectoresclave quedaron bajo su jurisdicción.A raíz de los buenos resultados en elperíodo 1957-1960, los siguientescuatro años se caracterizaron por unralentí del crecimiento económico, loque hizo que salieran a la luz losdefectos del nuevo sistema. Elproyecto de descentralización de laeconomía y de democratización de sugestión era bueno, pero lossovnarjozy demostraron suincapacidad para asegurar laespecialización necesaria en las

ramas intermedias, allá donde seproduce el desarrollo tecnológico deprimer orden. En su lugar, dabanprioridad a relaciones con lasempresas de sus regiones, pasandopor alto los problemas transversalesque afectaban a todos los sectores.92

A la vista del escenarioexistente en 1957, muchoscomprendieron que era necesariocombinar los principios territorialescon los sectoriales. En este sentido,empezaron a surgir comités deproducción estatales, bajo lasórdenes del Consejo de Ministros de

Moscú. Otra de las anomalías quehabía que corregir propició que lainvestigación científica y lasunidades de desarrollo se separarande las unidades de producción. Ya noestaban sujetas a los sovnarjozy, ylos comités de producción estatalesque las supervisaban únicamentepodían hacer recomendaciones, puescarecían del poder para llevar a lapráctica sus proyectos.

Asimismo, los sovnarjozytenían tendencia a dar prioridad a losintereses locales, en su afán porinstaurar una forma de autarquía

económica donde la esfera localhabía de dar respuesta a todas lasnecesidades. Este hecho propició uncierto «localismo» que llevó a todala población a ocuparse, en primerlugar, de sus asuntos. En talescircunstancias, los comitéssectoriales del gobierno central, tal ycomo explicó Kosigin, suresponsable, ante el Comité Centralen 1965, no podían tener el menorimpacto en el avance tecnológico,sino que cumplían una función demeros órganos consultivos. Maldiseñada, la reforma de Jrushchov

empezaba a venirse abajo.El fracaso de los sovnarjozy

dio lugar a una nueva oleada decríticas hacia el «voluntarismo» yhacia la tendencia a «administrar»,que llegaba hasta el punto de dictarcualquier instrucción. Por lo general,estas críticas se habían dirigidocontra el anterior sistema, perodespués de la caída de Jrushchov serestauró el statu quo anterior: lossovnarjozy fueron desmantelados yvolvió a entrar en vigor el sistemaministerial vertical.

La recuperación de los

ministerios verticales en 1965, quefue prácticamente inmediata a lacaída de Jrushchov, no fue casual. Elrégimen se sentía más seguroamparado en su capacidad paracontrolar pirámides administrativascentralizadas que enfrentado a unsistema que combinaba ambosprincipios y que jamás habíaacabado de funcionar como debía. Elpleno del Comité Central de 1965había aprendido la lección de esossiete años de desarrollo y eliminó deun plumazo los órganos centrales,republicanos y locales pertenecientes

a los sovnarjozy. A finales de 1965,el gobierno recuperó treinta y cincoministerios, que volvían a funcionarcomo en el pasado. El Gosplan, quese había visto obligado a cohabitar aregañadientes con el ConsejoNacional de Economía, recuperó susatribuciones, como también sucediócon otro órgano poderoso y célebre,e l Gossnab (el Comité Estatal paraAbastos Técnicos y Materiales).

Esta reorganización, sinembargo, no tendría un resultadopositivo, por más que Kosigin sehubiera mostrado partidario de

reinstaurar las pirámides verticalesde los ministerios centralizados. Adiferencia de otros líderes, no loshabía idealizado, y ese mismo año,1965, puso en marcha, sin darledemasiada publicidad, un nuevoexperimento económico, el últimodel régimen, con el fin de modificarel sistema de incentivos económicos,aunque sin tocar la estructura demando y la administrativa.

La velocidad a la que se habíadesmoronado la gigantescaadministración económica anterior aJrushchov hizo pensar en la

intervención de una mano milagrosa,pero lo cierto es que el viejo sistemajamás desapareció del todo. Pocodespués de la creación de lossovnarjozy, aparecieron también, amodo de órganos sustitutivos,diversos comités industrialessectoriales asociados todos ellos alConsejo de Ministros, y que secorrespondían, por suscaracterísticas, con los antiguosministerios. A finales de 1964, lacifra de funcionarios que trabajabanen las diferentes agenciasindustriales del Estado totalizaba

123.000 personas, unos números quesuperaban los de 1956. Asimismo, yse trata de algo a lo que todavía nonos hemos referido, por obra delGosplan surgieron, sin que hubieramotivo para ello, muchos comités deabastos sectoriales que reemplazaronal extinto superministerio de abastos.Estas agencias empleaban a muchosde los antiguos cuadros de losministerios, preservando así laexperiencia de éstos para poder, encualquier momento, volver a poneren pie la antigua estructura.

La reestructuración promovida

por Jrushchov había afectado aalgunos funcionarios ministeriales,obligándolos en algún caso amarcharse de Moscú con dirección alas provincias, pero no podemosdecir que esas decisionesrespondieran a un proceso de purga.De sobras es sabido en los círculosburocráticos que los administradoresmiraban por sí mismos: en cuantoeran despojados de un cargo,encontraban otro, por lo general delmismo rango. El supercentromoscovita era la capital del arte desaber moverse por este «sistema de

seguridad burocrática», aun cuandoquienes participaban de susentresijos sabían que no siempre semantenían en su cargo los mejoresfuncionarios sino los mejorconectados y los más hábilessocialmente, algo que, convienerepetirlo, no es un rasgo exclusivo dela URSS.

Aunque la reinstauración de losministerios fue motivo de alegríapara muchos burócratas, tambiéntrajo consigo la reaparición de losproblemas que habían motivado lareforma iniciada por Jrushchov. A

partir de la lectura de un libro querecoge contribuciones de familiares yamigos de Kosigin, el político queestaba al frente de la economía y quehabía hecho de la eficiencia su santoy seña, podemos hacernos una ideade la terrible conclusión a la que éstehabía llegado. Kosigin se quejabaamargamente de la cantidad deasuntos que habían llegado alConsejo de Ministros y de los quedeberían haberse ocupado losdiferentes cuerpos administrativos,cuya misión era resolverlos: «¿Porqué tiene que encargarse el Gobierno

de la calidad de la arena que sesuministra a la industria vidriera y aotros sectores industriales? Existenministerios y una agencia estatal decalidad: ¿por qué no se reúnen yresuelven la cuestión?». La AgenciaEstatal de la Construcción, unorganismo poderoso, acudió aKosigin para discutir los nuevosdiseños de las viviendas, a pesar deque esta decisión recaía únicamenteen ella. Según el autor del capítuloen cuestión, todo esto no hacía sinodar fe de la ineficacia de muchasagencias estatales. Kosigin era

implacable en su crítica y se habíafijado la meta de mejorar elrendimiento de estos órganos. En unaocasión, cuando Garbuzov, elministro de Economía, le hablaba delcrecimiento del aparato del Estado,de los diferentes escalafonesjerárquicos y de la cifra dedepartamentos prescindibles,Kosigin le respondió lo siguiente:

Es cierto, la productividad denuestro aparato es ínfima. Muchagente no trabaja lo suficiente y notiene la menor idea de lo que hará aldía siguiente. Acabamos de abolir el

Comité de Relaciones Culturales conlos Países Extranjeros. ¿Acasoalguien lo ha advertido? Nadie...Bueno, yo no. Producimos toneladasde papeleo, pero en realidad apenashacemos nada. Una mejororganización del trabajo nospermitiría reducir a la mitad la cifrade funcionarios.

Podemos intuir en estaspalabras una cierta desesperación.Kosigin describe un sistema que,justo por debajo de la cúpula, apenastrabaja y ni se inmuta. Por razoneshistóricas fácilmente comprensibles,

se inició la construcción del sistemapor el tejado, y no se pasó de esaprimera fase. La etapa deirresponsabilidad que inauguróJrushchov fue un intento legítimo devariar el modus operandi, pero elviejo sistema volvió a irrumpir confuerza. A grandes rasgos, el sistemaburocrático siguió tal cual, aunquetemporalmente dejara paso a uncúmulo de réplicas del «granhermano a escala local».

¿Tenía Kosigin una idea clarade por qué las cosas iban tan mal?¿Acaso había sopesado las causas

más profundas del fenómeno? Esimposible asegurarlo mientras nopodamos acceder a sus archivos. Contodo, podríamos aventurar unarespuesta provisional a la vista de lareforma del «mecanismoeconómico», iniciada oficialmente en1965 y que lleva su nombre. Setrataba de la reforma económica demás envergadura desde la guerra y elgobierno la inició no sin reservas, ysin darle demasiada publicidad. Elprincipal propósito del proyecto erareducir la carga que suponían losindicadores centrales de

planificación, un sistema tentaculardifícil de coordinar, y dotar alsistema ya desde la base de nuevosincentivos, en particular creandoprovisiones de fondos que sirvieranpara recompensar a los gestores y alos empleados por su buenrendimiento o para premiar lainnovación tecnológica. Un númerolimitado de fábricas sirvieron paraponer a prueba el método, que,después de los resultadosalentadores de dicho ensayo, seaplicó a empresas mayores y asectores empresariales. Aun así,

rápidamente topó con unosobstáculos que solamente habría sidoposible sortear de haber tomadootras medidas con el fin de reforzarla ruptura con las estructurasexistentes, despejando así el caminopara una «desburocratización» yalterando la relación entre losindicadores del plan (un auténticocorsé) y los incentivos materialestanto en el seno de las unidades deproducción como entre losconsumidores. Los detractoresconservadores estaban en lo ciertocuando afirmaban que todo aquello

no habría hecho sino transformarradicalmente el sistema. Yprecisamente era eso lo queconvenía, pero carecían de ladinámica política necesaria parallevar a cabo esa metamorfosis. Losopositores de Kosigin lograronsuavizar la reforma sin siquiera tenerque exponer públicamente susopiniones.

Entre estos «opositores» seencontraba una coalición o, másexactamente, un bloque formado porlos altos funcionarios de laburocracia estatal y del Partido, a

quienes podemos calificar aquírecurriendo al término nomenclatura.Todos eran miembros del Partido yalgunos ocupaban, al mismo tiempo,cargos administrativos deresponsabilidad y un escaño en elComité Central. Sin embargo, haymotivos para diferenciar a loscuadros administrativos de losapparatchiks del Partido, y paraestudiarlos por separado. En laprimera parte, vimos que durante ydespués de la guerra ambasburocracias se tomaban a sí mismascomo dos categorías separadas y

rivales entre sí, y que aspiraban aocupar el espacio de la otra. Uno delos primeros objetivos públicos deJrushchov había sido devolver alPartido —y, de entrada, al aparato—su preeminencia para convertirlo asíen un instrumento de su propio poder.Por eso conviene repasar algunos delos aspectos más importantes de esteaparato.

EL APARATO DEL PARTIDOTomemos algunas cifras como

punto de partida. El 1 de octubre de1949, había 15.436 comités (uorganizaciones) del Partido en todo

el país. Los apparatchiks a tiempocompleto (a saber, remunerados) acargo del Partido, excluyendo a losmiembros de la administración delComité Central, sumaban 138.961personas, 113.002 de las cuales eran«funcionarios políticos» y 25.959,«técnicos». Disponemos de datossobre el personal de los órganoslocales del Partido para el períodocomprendido entre 1940 y el 1 denoviembre de 1955, divididos en doscategorías, funcionarios políticos ytécnicos, aunque también se da otraclasificación atendiendo al lugar que

ocupaba la organización en laestructura administrativa del país:repúblicas, regiones, distritos,subdistritos y fábricas. Acontinuación presentamos algunas delas cifras anuales totales a 1 de enerode cada año.

Políticos Técnicos

1940 116.931 37.8061947 131.809 27.3521950 113.313 26.1001951 115.809 26.810

1952 119.541 25.5171953 125.005 28.7101954 131.479 28.0211955 142.518 27.8301955 (01/11/1955) 143.768

27.719Según una fuente fiable de los

datos sobre el personal del Partido afecha de 1 de diciembre de 1963, ellistado más reciente que me ha sidoposible conseguir, las cifras en elcaso del aparato, sin contar a losmiembros del Comité Central, sonlas siguientes: 24.290 organizacionesdel Partido, con 117.504 personas a

tiempo completo, de las cuales96.909 eran «funcionarios políticos»y 20.595 eran técnicos. El total delos salarios mensuales de losprimeros sumaba 12.859.700 rublos,por 1.054.100 de los segundos. Laproporción relativamente baja depersonal técnico se debía a lapresión que ejercía la cúpula para nosuperar los límites presupuestarios.Por todo ello, el personal políticocarecía del personal de apoyoadecuado, y más concretamente desecretarias y mecanógrafas.93

En 1958, el personal del Comité

Central, el núcleo de Moscú,totalizaba 1.118 funcionarios y 1.085técnicos, es decir, 2.203 personas, alos que había que sumar losfuncionarios del comité del Partidoasignados al Comité Central, pues,como sucedía con cualquier otrolugar de trabajo, los miembros delPartido en el Comité Centraldisponían de su propia célula. Comovemos, el Comité Central precisabade más «técnicos» y podíapermitírselos. El total anual desalarios en 1958 era de 57.039.600rublos.94 Cinco años después, esta

cifra había ascendido, según uninforme, a 65 millones de rublos, unaumento justificado por elreclutamiento de nuevosapparatchiks para cargos yestructuras de nueva creación.95

La cifra de personas ocupadasen la Staraia Ploshchad de Moscú,la célebre plaza donde se ubicaba lasede del Comité Central, el centrodel poder de la Unión Soviética,superaba los dos mil trabajadores, delos cuales 1.100 se ocupaban deactividades políticas. Sin embargo,estos números no dan cuenta de la

configuración real del poder central,porque a todo esto debemos añadir laadministración central del gobierno yde los ministerios de la URSS, y unas75.000 personas más con domicilioen Moscú (estas cifras no incluyen alaparato del Partido de Moscú y de laregión, aunque pertenezca a la mismacategoría). Sin necesidad de añadirotros indicadores, es preciso tambiénincluir a las «cúpulas» de lasrepúblicas y de las regionesadministrativas, especialmente de lasmás prósperas, pues su poder fuecreciendo conforme la capital se vio

sepultada por una avalancha deproblemas a primera vistairresolubles.

Esta cifra relativamentepequeña de personas situadas en lasaltas esferas no se debe confundircon la de los casi dos millones derukovoditeli, los funcionarios quedesempeñaban cargos de gestión, ungrupo más numeroso y que ocupaba,a lo largo y ancho del país, cargos enlos sectores económico yadministrativo y en el Partido.

Es innegable que el salario del o s apparatchiks de Moscú era

bueno. Sin embargo, en la UniónSoviética los salarios no eran unavara de medir adecuada para evaluarlas condiciones de vida o lavaloración que se hacía de losméritos personales. Además de lasatisfacción inherente que provocabael hecho de ocupar un alto cargo, lasrecompensas reales a que todosaspiraban cabía buscarlas en elsistema de privilegios y prebendas,del cual nos ocuparemos siquiera seabrevemente.

PRIVILEGIOS Y PREBENDASUno de los privilegios más

anhelados era el acceso prioritario aservicios médicos.96 La lista debeneficiarios estaba en poder de undirectorio especial del Ministerio deSanidad, el cuarto, que también teníaa su cargo los mejores centroshospitalarios. A su mando estabantres centros de diagnóstico y treshospitales de primer nivel, así comoun centro especial de diagnóstico ytratamiento reservado a losmiembros del Comité Central, algobierno y a sus familias. El primer yel segundo centro de diagnóstico, asícomo el hospital universitario y un

centro de urgencias, estabanreservados a los líderes de losórganos del Partido a escala local ycentral, a los de los órganos delsoviet y a los responsables de lasagencias económicas.

La lista de privilegiados crecióa raíz de decisiones posteriores delComité Central y del Consejo deMinistros, en las que se percibía labonanza de la economía nacional, delas organizaciones sociales y de losmedios de comunicación. La nóminaacabó incluyendo a cerca de mediomillón de personas. De este modo,

los funcionarios de primeracategoría, así como sus familiares,desde los que habitaban en la capitalhasta los que estaban destinados alos distritos, tenían acceso a lasmejores instalaciones sanitarias. Elreducido círculo de miembros delPolitburó y del Consejo de Ministrosdisponía de sus propios servicios desalud en el Kremlin, supervisadospor el Ministerio de Sanidad.

Bastaba con afirmar que se teníaderecho a las «instalaciones médicasdel Kremlin» para dar a entender elrango personal (y sacar partido de

él). No hay mejor fuente que losarchivos del Ministerio de Sanidad,donde también podemos hallaralgunos datos interesantes sobrequiénes perdieron las prebendas, yno sólo por el hecho de haber sidodefenestrados, para saber conexactitud quién figuraba entre losescogidos. Sin embargo, loshospitales y las instalacionesmédicas son únicamente una parte deesta historia.

El 19 de abril de 1966, elvicerresponsable del Departamentode Asuntos Financieros del Comité

Central trasladó a la Oficina Centralde Estadística, en respuesta a unapetición de la agencia, la lista desanatorios, casas de reposo y hotelesque controlaban. El 1 de enero de1966, había doce sanatorios, cincocasas de reposo (sin contar las queadmitían estancias de un solo día) ydos hoteles. El documentopuntualizaba quién, adultos y niños,tenía derecho a usarlas, cuántaspersonas pasaban por cada uno deesos lugares al año en temporada altay dónde estaban ubicados. La OficinaCentral de Estadística había recibido

la orden de vigilar de cerca estasprebendas. Asimismo, el documentoofrecía datos similares acerca de losedificios controlados por el

Ministerio de Defensa y por elKGB. Todo ministerio que sepreciara disponía de tales espaciosde asueto, por no hablar de lasdachas para los peces gordos.

También había que motivar alos funcionarios del Partido demenos rango y destinados a lasfábricas, de manera que se crearonprivilegios extraordinarios para losapparatchiks del Partido, del

Komsomol y de los sindicatos, esdecir, para los funcionariosremunerados que no estaban en lascadenas de producción. En marzo de1961, el Comité Central decidióotorgarles las primas concedidas alos ingenieros y a losadministradores por la introducciónde nueva tecnología en las líneas deproducción, incluida la industriaarmamentística. Las primas queconcedía el órgano del Partidopertinente no podían superar elsalario de tres años, mientras que losadministradores y los ingenieros

podían lograr un incentivo que podíallegar a igualar el salario de seisaños. Aun así, esta cantidad ya erauna cifra considerable. La afirmación—o ficción— de que el trabajo delos secretarios del Partido erafundamental se vio potenciada deeste modo gracias a la remuneraciónpor la «contribución» a la innovacióntecnológica debida en realidad a losingenieros de las empresas y losdepartamentos de investigación. Afalta de tales mecanismos, la paga yel cargo de los funcionarios delPartido en las fábricas solamente les

habrían granjeado unas pobresrelaciones. Sin embargo,escatimarles el derecho a estasprimas habría sido como decir que sutrabajo no contaba.

Carezco de pruebas quedemuestren que esta medida se llevóa cabo. No podemos afirmar quefuera la mejor manera de devolver elprestigio a los funcionarios delPartido a ojos del personal técnico.Sea como fuere, es un recordatorio—¿acaso necesario?— de que lamayoría de secretarios del Partidoeran funcionarios, y no gente con un

cometido político, que aspiraban arecibir el mismo trato que el resto dela población, aun cuando sucontribución real a la producciónfuera nula.

PENSIONES: UNA CUESTIÓNDELICADA

No hemos esgrimido aún elespinoso tema de las pensiones del o s apparatchiks más importantesdel Partido. Se podría pensar quedependían del cargo que elinteresado había alcanzado al llegaral final de su carrera pero, porsorprendente que parezca, en una

burocracia obsesionada por losprivilegios, las pensiones eran untema menor. El Estado, básicamente,evitaba el problema, ya que dehaberlo afrontado habría tenido quefijar una edad de jubilación, lo quepodría haber tenido consecuenciasdesafortunadas. La edad dejubilación era algo que se decidía deun modo arbitrario, un capricho delos superiores. Esta falta deregulación provocaba no pocosproblemas a los funcionarios de máscategoría que se jubilaban o que seveían obligados a hacerlo. A pesar

de la edad, muchos secretariosregionales se habían apoltronado,impidiendo así la llegada de savianueva, pues temían asimismo undescenso pronunciado y dramático ensus condiciones de vida. ConBrezhnev, las pensiones dependíande lo que acordaran los miembrosdel Politburó, incluso en el caso delpropio Brezhnev o de la gente de suentorno. Este vacío legal no hacíasino acrecentar la subordinación delos líderes locales para con lacapital. Con frecuencia, un líderlocal devoto que no había cuidado lo

suficiente las relaciones con sussuperiores se veía perjudicado a lahora de jubilarse, a diferencia de loque sucedía con los «pelotas».97

Volvamos la vista a lo que diceLigachev, un miembro del Politburóentregado al Partido y conocido porsu integridad personal al que, noobstante, más le habría validoinformarse de si tal comportamientoera «comunista» y de los motivos quetenía para insistir tanto en aplicar alPartido dicha etiqueta.

Acabaremos este apartado, sinembargo, con una nota alegre:

finalmente, el Consejo de Ministrosaprobó, en 1984, un decreto queregulaba las pensiones de losprincipales funcionarios estatales ydel Partido, un año antes de lallegada de Gorbachov al poder.

UN ESTADO DELBIENESTAR... PARA EL PARTIDOY PARA LOS CAPITOSTES DELESTADO

Aunque existían vacíossorprendentes en el tema de laspensiones, las prebendas que elrégimen ofrecía a los miembros de lacúpula, que también trabajaban para

el Estado y para el Partido y recibíanpor ello un salario, a pesar de que nofueran los propietarios o loscopropietarios de las unidades queestaban bajo su control, nos permitenhablar legítimamente de un Estadodel bienestar. Evidentemente, talEstado del bienestar también existíapara las capas más pobres de lapoblación, pero en el caso de losprivilegiados cobraba unasproporciones lujosas impensablespara las condiciones de la UniónSoviética. En una economíaconstantemente azotada por la

escasez, un buen salario no erasuficiente, y se necesitaba unaautorización para acceder aproductos y servicios muy buscadosy que únicamente estaban adisposición de las clasesacomodadas. Eso explica eldesarrollo de un mecanismo perversoen el que participaban losfuncionarios de más rango, quepresionaban para conseguirprebendas por su buen rendimiento, ylos patronos más poderosos, como elComité Central, el Consejo deMinistros o los ministerios, que se

servían de tales privilegios como side una zanahoria o un palo se tratara,y los concedían o los retiraban a suantojo. Esta situación llegó a poneren peligro el sistema, ya que girabaen torno de la redistribución de losrecursos existentes, no de la creaciónde nuevos. Inevitablemente, estepanorama puso de manifiesto laexistencia de motivacionesdesconocidas en ambos bandos. Elapetito de los administradores erainsaciable, y superaba los límites delsistema. Que algunos apparatchikscon cargos de responsabilidad

siguieran siendo ardientes defensoresde su «socialismo» tiene unaexplicación bien sencilla: bajoningún otro sistema habríanconseguido llegar tan lejos. Sirvanunos cuantos ejemplos para quejuzguemos por nosotros mismos elgrado de confort material del quedisfrutaban los principalesapparatchiks a medida queascendían en el organigrama delaparato central.

Sin ocultar su incredulidad, unsecretario del Comité Central hizouna relación de las prebendas que le

ofrecieron. El relato se remonta a1986, pero la información puede serválida también para períodosanteriores, y procede del antiguoembajador en Washington, AnatoliDobrinin.98 Dobrinin conocía bien alos jerarcas, pero no tenía sino unavaga idea del universo del aparatodel Partido. En marzo de 1986 fuenombrado secretario del ComitéCentral en tanto que responsable delDepartamento Internacional. Al díasiguiente, se reunió con unrepresentante del noveno directoriodel KGB encargado de la seguridad

personal de las principales figuraspolíticas y de las prebendasmateriales de los miembros delPolitburó y de la Secretaría (confrecuencia se referían a él como «laniñera del Politburó»). «Me visumido en un mundo diferente»,escribe Dobrinin. Según las normasen vigor, le correspondían tresguardaespaldas, una limusina Zil yuna dacha cerca de Moscú, enSosnovyi Bor, la «Sosnovka» queocupara el mariscal Zhukov hasta sumuerte, así como el siguientepersonal: dos cocineros, dos

jardineros, cuatro camareras yvigilantes. El edificio constaba dedos plantas y tenía un gran comedor,un salón, varias habitaciones y unasala de proyecciones, a lo que cabíaañadir un complejo adyacente conpista de tenis, sauna, un invernaderoy un huerto. «¡Menudo contraste conla vida en Moscú a la que estabaacostumbrado!» Aun así, Dobrinin noera sino uno más de los secretariosdel Comité Central, ni siquiera unmiembro del Politburó, y menos aúnel secretario general. ¿Qué lecorrespondía a un miembro del

Politburó? No lo menciona. Más, porsupuesto, que a un secretario delComité Central, pero mucho menosque al secretario general. Sea comofuere, es preciso destacar lasorpresa, sincera, de aquelmoscovita bien situado; y por eso,digno de algunos privilegios.

Cualesquiera que fueran losprivilegios que tenían a su alcance,los miembros del Politburó siemprepodían pedir más, aunque algunos, lamayoría tal vez, no estabandemasiado interesados en el lujo, ymucho menos en el lujo ostentoso,

con la salvedad ya conocida deBrezhnev. La experiencia personalde Ligachev nos sirve para hacernosuna idea de cómo trabajaba elPolitburó en sus últimos años, aprincipios de los ochenta.99 Despuésde la muerte de Andropov, el ComitéCentral eligió a KonstantinChernenko como secretario general,a propuesta del primer ministro,Tijonov, y secundado por Gromiko.Se trataba de una elección segura. Unaño más tarde, Chernenko provocóuna cierta consternación al proponerque Gorbachov, el protegido de

Andropov, presidiera las reunionesde la Secretaría, convirtiéndolo asíen el número dos del régimen.Algunos sectores dejaron oír sudisconformidad, pero Chernenko, apesar de que la relación entre él yGorbachov no era ni mucho menosestrecha, insistió. El número dos delrégimen no era un puesto formal.Según recuerda Ligachev, en 1984hubo quien buscó pruebascomprometedoras contra Gorbachovde los años en que había sidosecretario regional de la región deStavropol, pero no da nombres. El

uso de materiales comprometedoresera una de las armas más habitualesen las luchas entre los miembros dela cúpula: uno de los dos bandoshacía todo lo posible para hundir alotro en el lodo. En estascircunstancias, tener acceso a losarchivos de la policía o ainformación procedente del mundodel hampa podía ser algo de sumovalor.

Tchazov, el ministro deSanidad, trasladó a Chernenkoinformes detallados sobre el estadode salud de otros líderes. Sin

embargo, el estado de salud delsecretario general era materiareservada, y ni siquiera losmiembros del Politburó lo conocían.Este secretismo suponía un marcoidóneo para todo tipo de rumores ypermitió que varios miembros de lacúpula, que tenían acceso personal alsecretario general, ya enfermo, lomanipularan para obtener de élfavores para su persona o su grupo.

El edificio del Comité Centralen Staraia Ploshchad también era unlugar rodeado del más alto secreto,pero quienes estaban al corriente de

sus interioridades cuentan que,tradicionalmente, el despachonúmero 6 del noveno piso era el delsecretario general y que el número 2era conocido como «el despacho deSuslov», desde donde, posiblemente,se movieran los hilos de laSecretaría del Comité Central.

El Politburó se reunía cadajueves a las once en punto de lamañana, en el Kremlin o en laStaraia Ploshchad. En el tercer pisodel ala antigua del edificio delKremlin también tenía un despacho elsecretario general, así como una sala

de visitas. En ese mismo lugar sehallaba la «sala de nogal», con unagran mesa redonda en torno de lacual los jerarcas discutían de manerainformal las cuestiones antes de quese iniciara la sesión del Politburó.Los miembros candidatos y lossecretarios generales del Comité, queaguardaban también el inicio de ella,no participaban en estas discusionesinformales.

Con Brezhnev, las reuniones delPolitburó habían sido cortas, ytardaban una hora, o incluso cuarentaminutos, en tomar las decisiones que

ya se habían preparado de antemano.Con Andropov, el trabajo delPolitburó era mucho másconcienzudo, y las deliberacionespodían durar horas. El Politburótenía que aprobar nombramientosimportantes, algo a lo que no seprestaba demasiada atención entiempos de Brezhnev y que se cuidóun poco más con Andropov.

Un fragmento de las memoriasde Ligachev añade algo más deinterés a este retrato colectivo. Undía, posiblemente en 1983, uno delos miembros más influyentes del ala

conservadora, Ustinov, que duranteaños había sido responsable deDefensa y que murió en 1984, dijo alrecién llegado Ligachev: «Iegor, eresuno de los nuestros. Formas parte denuestro círculo». Ligachev confiesaque no acertó a entender a qué serefería. De hecho, Ustinov ayudabaal novato a comprender que elPolitburó estaba integrado por variasfacciones, y que en la suya secongregaban los «patriotas estatales»conservadores. Tras la muerte deéste, la falta de apoyo de Ligachevpor «su» grupo se dejó notar, aunque

por aquel entonces, Ligachev yaformara parte del círculo deGorbachov. Más tarde, sin embargo,durante la perestroika, regresó a lasfilas conservadoras. En susmemorias, Ligachev explica que sepuede trazar una descripción deGromiko, Ustinov y Chernenko, lasfiguras de la generación anterior, apartir de toda una serie de fracasos:eran responsables de que el Estadoestuviera «al borde de la ruina» enlos años ochenta. Con todo, añadeque debe constar en su haber nohaber decidido seguir la línea de

Brezhnev sino respaldar aGorbachov. En este sentido,demostraron más talla que todos loschaqueteros que, a última hora,abandonaron la política paracentrarse en sus negocios. Gromikofue el primer miembro del Politburóque propuso el nombre deGorbachov para el cargo desecretario general, lo que le granjeóel refrendo unánime no sólo delPolitburó, sino también de lassecretarías del Comité Central.Según Ligachev, sin embargo, lascosas habrían podido ser muy

diferentes.A propósito del modus

operandi del Politburó en tiempos deGorbachov, las memorias deDobrinin aportan un dato interesante,y es que apenas había cambiado sufuncionamiento. La diferenciaprincipal radicaba en el estilopersonal de Gorbachov, mucho másmoderno que el de las figurasmencionadas por Ligachev en unperíodo en el que, con Chernenkoenfermo, el ambiente que serespiraba era mucho más parecido aldel círculo de sacerdotes de un culto

místico que al de los jerarcas de unEstado moderno.

Dobrinin participaba en lasreuniones del Politburó en calidad desecretario del Comité Central, y teníaderecho a intervenir pero no podíavotar. Los secretarios del ComitéCentral siempre asistían. De vez encuando, Gorbachov convocabareuniones especiales. Raras veces sevotaban cuestiones polémicas, ya queGorbachov ponía freno a esassituaciones afirmando que había queestudiar con más detenimiento lacuestión y que se discutiría en la

próxima reunión. Entretanto,preparaba la decisión que quería quese adoptara. A Gorbachov le gustabahablar extensamente, y en ocasioneslas sesiones se alargaban hasta lasseis o las ocho de la tarde, perotambién daba la palabra a suscolegas: en este sentido, el ambientede las reuniones era de lo másdemocrático. A la hora de la comida,todos se sentaban en una larga mesasituada en el pequeño salón dereuniones. Podían escoger entre dosmenús sencillos, sin alcohol. Duranteel ágape, la discusión era más

distendida, y no se tomaban notas delo que se decía, aunque la asistentepersonal de Gorbachov sí quetomaba notas «privadas».

Oficialmente, tan sólo seconsignaban por escrito lasdecisiones del Politburó, y setransmitían a un grupo defuncionarios, que debían encargarsede ponerlas en práctica y desupervisarlas. Las decisiones másimportantes se guardaban en unarchivo especial. El secretariogeneral se ocupaba de dictar el ordendel día, pero los miembros del

Politburó tenían la potestad de añadirmás puntos o de corregirlo, si biencasi nunca lo hacían. ElDepartamento General, el principalórgano ejecutivo de la Secretaría,enviaba la documentación de lasreuniones uno o dos días antes. Estedepartamento ocupaba un lugarespecial en el aparato del Partido, ysiempre estuvo bajo las órdenes dela mano derecha del secretariogeneral: Chernenko, en tiempos deBrezhnev, y Lukyanov, yposteriormente Boldin, en la eraGorbachov. Lukyanov era un tipo

educado y comedido, mientras queBoldin era un burócrata estrecho demiras que influía en Gorbachov, deahí que muchos se sorprendieran,cuando Boldin se quitó la máscara alpresentarse como uno de losinstigadores del golpe de Estadocontra Gorbachov en agosto de 1991.

El Departamento Internacional,del que se ocupaba Dobrinin, noguardaba relación alguna con el deAsuntos Exteriores. Los 200funcionarios que trabajaban en éltrataban con los partidos comunistasy demás grupos de izquierdas del

extranjero, pero no manteníancontacto con los partidos de lasdemocracias populares, de los que seocupaba otro departamento. Dobrininhabía pedido a Gorbachov queacabara con esta situación, quedataba de los tiempos del Komintern,y permitiera a su departamentoocuparse de las relacionesexteriores, y lo logró el 13 de mayode 1986, cuando Gorbachov tambiénautorizó el traslado de variosexpertos del Ministerio de AsuntosExteriores al DepartamentoInternacional para que asistieran a

Dobrinin en su nuevo cometido.100

Este movimiento respondía a unaserie de tejemanejes internos. Comopodemos leer en sus memorias,Gorbachov se había propuestoacabar con la influencia de Gromikoen materia de política exterior, eincluso eliminarlo por completo dela vida política. Con la ayuda deDobrinin en el terreno profesional, elsecretario general monopolizó lapolítica exterior.

En el contexto de este esbozodel funcionamiento del Politburó, esimportante que veamos que, a pesar

de su estilo «moderno», Gorbachovera, en el fondo, un secretariogeneral «chapado a la antigua». Sutrayectoria en el aparato del Partidohabía modelado la concepción quetenía del poder, y especialmente ladel papel del secretario generalcomo un personaje de másimportancia que el resto demiembros del Politburó y sujeto a suspropias reglas. Aunque no abundeDobrinin en ello, su descripción asílo confirma: Gorbachov manipuló asus colegas sirviéndose deestrategias más bien diáfanas para

lograr sus objetivos. Gorbachov fueincapaz de librarse del «síndromedel secretario general», y tardó untiempo en darse cuenta de que elsistema de poder que había dado aluz a un cargo «incorpóreo» comoeste estaba en las últimas.

Algunos líderes

Prosigamos con el estudio de

los problemas y de los males delpaís desde una óptica diferente: la delos hombres que estuvieron al frentede las instituciones o de undeterminado sector clave. Las figurasque hemos seleccionado no son losmiembros del Politburó típicos(Brezhnev, Kirilenko, Suslov,Chernenko...), gestores hábiles enalgunos casos, pero medianíaspolíticas e intelectuales que, con el

tiempo, sobrevivieron; a éstospodríamos calificarlos como «laciénaga», y ejemplifican, por el merohecho de que supieron mantenerse enel poder, la decadencia del sistema.En su lugar, hemos escogido adiferentes figuras que demostraron sucapacidad para reflexionar sobre elsistema, o sobre su ámbito deactuación, y que se mostrarondispuestas a intentar modificarlo. Esposible que muchos de elloscompartieran nuestra opinión sobre«la ciénaga» como la principalresponsable del período de

«estancamiento».El espacio nos obliga aquí a

presentar únicamente unas pocasfiguras, y en especial a Jrushchov,que inaugura este período, y aAndropov, que lo cierra.

ANDREI GROMIKOAndrei Gromiko fue una figura

de una talla política considerable,pero una personalidad harto gris, unarara combinación de característicasincompatibles. Estuvo al frente de lapolítica exterior de la UniónSoviética durante veintiocho años.Aunque no se tiene conocimiento de

que hubiera participado en ningunainiciativa reformista, fue uno de lospilares del sistema en este ámbito deprimer orden. Muchos loconsideraban una persona aburridahasta el tedio y malcarada, pero sirecabamos la opinión de losdiplomáticos occidentales con losque trató, como Henry Kissinger,intuiremos que se tratabaposiblemente del «número uno» de ladiplomacia internacional, reconocidoentre sus homólogos por suextraordinaria capacidad de trabajo:«Sólo si has sobrevivido a Gromiko

después de reunirte con él duranteuna hora, puedes empezar aconsiderarte un diplomático». Uno deesos supervivientes fue el presidenteReagan. Tras una hora con Gromiko,regresó emocionado a la CasaBlanca, donde celebraron elacontecimiento como se merecía: encierto sentido, aquella reunión era suacto de graduación. Lo que elpolítico no sabía, sin embargo, eraque Dobrinin había informado aGromiko acerca de Reagan y le habíarecomendado que no presionara alpresidente por razones diplomáticas.

Los responsables de la delegaciónisraelí en las Naciones Unidas,incluido David Horowitz, jamásdijeron nada en sus memorias sobrela expresión «amarga» de Gromikoen su etapa como embajadorsoviético en aquella institución,momento en el que se debatía lacreación del Estado de Israel. Cadadía les preguntaba: «¿Qué puedohacer hoy por ustedes?». Los tiemposcambian.

Cualquiera que sea el análisisque se haga de la personalidad deGromiko, la diplomacia soviética y

la actuación de sus expertos yembajadores fue extraordinaria bajosu mandato, un hecho que podemosatribuir, sobre todo, a superfeccionismo. La lectura de susnotas, análisis y recomendacionessobre la situación internacional ponede relieve el profundo conocimientoque tenía del asunto. Otra cosa biendistinta es que sus colegas delPolitburó le prestaran atención. Noobstante, la información que llegabaa la cúpula, y no sólo en el ámbito dela diplomacia, era cada día mejor,una prueba irrebatible de la

«modernización» del sistema. Hoy,basta con toparse con un diplomáticoruso formado en esta escuela, quedominará asimismo varios idiomas,para comprobar lo orgullosos queestán de su alma mater. Losembajadores soviéticos en los paísesestratégicos siempre eran personasmuy respetadas, v especialmente eldecano de estos, Dobrinin, o elembajador especial Kvetsinki,famoso por los progresos alcanzadosdurante el «paseo por el bosque» consu homólogo norteamericano, PaulNitze.

La característica principal deGromiko era su identificaciónabsoluta con los intereses del Estadoy el servicio fiel a la patria, rasgosque explican su capacidad paraborrarse de la primera línea ydominar su ego, algoextraordinariamente inusual en quienfue la pieza fundamental de ladiplomacia internacional duranteveintiocho años. Egon Bahr, elpolítico de la República Federal deAlemania que estuvo al frente de ladiplomacia entre 1968 y 1972, noesconde su admiración por Gromiko.

En referencia a los recuerdos quetenía de éste, y que apenas dan pistassobre su vida y sus logros, Bahrobservaba:

Ha dejado un verdadero tesoroescondido para las generacionesfuturas y se ha llevado consigo a latumba un conocimiento sensacionalde la relación existente entre losepisodios históricos y las principalesfiguras de su etapa, un saber queúnicamente él podría haberdesvelado. ¡Qué pena que un hombretan extraordinario no fuera capaz alfinal de recoger sus vivencias!

Servidor fiel del Estado, creía quedebía limitarse a presentar de unmodo sobrio y conciso los hechosesenciales.101

Podemos concluir esta rápidasemblanza de Gromiko aludiendo auna de sus intervenciones políticasmás importantes. Después de habersido uno de los estadistas másnotables del Politburó en tiempos deBrezhnev, Andropov y Chernenko,desempeñó un papel crucial en elnombramiento de Gorbachov comosecretario general, a pesar de saberque se iniciaba así una vía

reformista, posiblemente en ladirección insinuada por Andropov.Como dio a entender Ligachev, elresultado de aquella reunión delPolitburó podría haber sido muydistinto.

NIKITA JRUSHCHOVEn la personalidad de Nikita

Jrushchov se mezclaban, de un modoinsólito, diferentes rasgos. Sigo sinsaber cómo logro sobrevivir a Staliny si llegó a temer por su vidamientras estaba a las órdenes deldictador. Tal vez fueran su vertientecampechana y su capacidad para

bailar el gopak, un baile popularucraniano, durante un banqueteorganizado por Stalin —«cuandoStalin dice "baila", tienes quebailar», recordaba— lo queconfundió al jerarca acerca de lasambiciones y las intenciones de este«bobalicón». Y lo cierto es que nohay dos personas más diferentesentre sí.

Jrushchov causó sensación entodo el mundo, y no sólo por habergolpeado con el zapato el pupitredurante una sesión de las NacionesUnidas (¡qué poco diplomático!) o

por haber exclamado «¡Os vamos aenterrar!» ante los norteamericanos,unas palabras que responden, dehecho, a un error de traducción, puesMy vas pojoronim también significa«os sobreviviremos». Sabía asumirriesgos considerables, como hizosobre todo en 1962 durante la crisisde los misiles, de la que no salióvencedor ni vencido. Era asimismoun partidario convencido de la paz aescala mundial. Quienes trataron conél directamente en cumbresinternacionales jamás negaron quefuera él quien movía los hilos. Sin

embargo, tendía a hablar demasiado,tanto que en ocasiones revelabasecretos de Estado incluso estandosobrio, para desesperación del KGB.Jrushchov fue un reformista, no unestadista; un líder impetuoso eimpaciente con una ciertapredilección por las panaceas a granescala y, a veces, arriesgadas. Devez en cuando, podía ser de lo másaudaz. La iniciativa del «discursosecreto» contra Stalin durante el XXCongreso partió de él, y sorprendió asus colegas recalcitrantes y seimpuso a ellos sin mostrar el menor

respeto por las reglas o loscumplimientos. Y fue así como, desúbito, el Congreso supo que elicono, el ídolo, el símbolo gloriosodel extraordinario poder que habíaalcanzado el país era un sangrientoasesino de masas. Para los antiestalinistas, fue toda una revelación.Los estalinistas de todas lastendencias, por su parte, estabanavergonzados, y afirmaban queaquella descripción era exagerada,cuando lo cierto es que no era sinoincompleta. Para los estalinistasinveterados, lo más vergonzoso era

ver cómo manifestaban su sorpresatantos jerarcas: ¿cómo podían fingirque no sabían nada de tamañasatrocidades? De hecho, sólo unospocos estaban al corriente de ladimensión real de los crímenes: lasecretaria personal de Stalin, unpuñado de miembros del Politburó ylos responsables del MVD quehabían dirigido las operaciones.

La denuncia de Stalin y de suculto estuvo precedida de larehabilitación de un númeroimportante de víctimas inocentes, alas que se devolvió el carnet del

Partido. Todo este episodio convirtióel terror estalinista en una de lascuestiones más importantes delprimer congreso celebrado tras lamuerte del líder.102 Antes incluso del«discurso secreto», el Presídiumcreó, el 31 de diciembre de 1953, yen virtud de una decisión del ComitéCentral, una comisión deinvestigación en la que figurabanPospelov, Komarov, Aristov yShvernik, y que se bautizó con elnombre de su presidente, Pospelov.La tarea de este grupo era determinarel alcance de la represión entre los

miembros y los miembros candidatosdel Comité Central elegidos en elXVII Congreso, en 1934. Lacomisión contó con la ayuda del jefedel KGB, Serov, y de un grupo deresponsables departamentales de esemismo órgano: secretaría, personal,archivos e inspección especial. LaOficina del Fiscal estabarepresentada por el ayudante delfiscal militar jefe. Todas estaspersonas eran, por descontado,miembros del Partido. En vísperasdel Congreso, el Presídium delComité Central escuchó el testimonio

del prisionero Boris Rodos, quehabía intervenido como inspector enalgunos casos célebres y que habíasido una figura clave en los juiciospolíticos de finales de los añoscuarenta. En su declaración, afirmóque Stalin se había encargadopersonalmente de todo. Rodos habíainterrogado a las víctimas ysolicitaba constantemente que seincrementaran las cuotas deejecuciones. Jrushchov insistió endestacar la responsabilidad personalde Stalin y solicitó que se abordarala cuestión durante una de las

sesiones del XX Congreso. En losdebates mantenidos en las reunionesdel Presídium, Molotov, Voroshilovy Kaganovich se mostraronpartidarios de ensalzar la grandezade Stalin a pesar de sus crímenes.Mikoyan y Saburov, sin embargo, seopusieron: «Si todo esto es cierto, nohay perdón posible», afirmóSaburov. El 8 de febrero de 1956, elcomité presentó al Presídium uncuadro escalofriante que plasmaba elexterminio sistemático de un sinfínde cuadros del Partido y del Estadoordenado por Stalin.

Con el desalojo de Jrushchovdel poder, en 1964, reapareció unalínea más conservadora. Los círculosreformistas se mostraban nerviososante la posibilidad de unarehabilitación de la figura de Stalin.Con todo, y salvo algunas iniciativasen este sentido por parte de diversosmiembros del nuevo equipo, noregresó ni el espíritu de Stalin, ni elestalinismo. Gracias a la decisión deJrushchov, el término «estalinismo»dejó de asociarse al sistemasoviético. Su decisión de sacar elcuerpo de Stalin del mausoleo y

darle sepultura en otro lugar evitóque retornara el espíritu del mal (aveces se tienen en cuenta lassupersticiones populares). Toda vezque seguía habiendo estalinistas enlas altas esferas que albergabandeseos secretos, y por más quesiguieran vigentes algunos vicios delviejo sistema, el estalinismo comotal pertenecía al pasado.

Jrushchov tuvo que pagar unelevado precio político por laterapia de shock que practicó. Aunasí, sobrevivió a las consecuenciasde la desestalinización, no sin

dificultades, y es posible que enalgún momento lamentara lo hecho enel pasado. Sea como fuere, ladenuncia de Stalin no se quedó en lasmeras palabras, sino que se apoyó enhechos, antes y después del discurso:toda una serie de «rehabilitaciones»y el desmantelamiento del complejoindustrial del MVD que, como yahemos visto, era el núcleo de lamaquinaria represiva delestalinismo.

El estilo y el fervor deJrushchov se explican por supopulismo genuino, pero también por

un sentimentalismo que no siempresabía controlar. Sin embargo,dejando de lado las bromas sobre su«socialismo de goulash» —llegó aafirmar que era mejor un goulash apronunciar frases vacuas sobre elbienestar popular—, estabaconvencido de que la mejora de lascondiciones de vida era algo más queun imperativo de la política: era unacuestión de justicia y de«socialismo». Su caráctercampechano era real. Estabaorgulloso de sus orígenes obreros eincluso de sus raíces campesinas, y

había sido aprendiz de pastor antesde iniciar su carrera como obrerometalúrgico y minero. Existía unarelación directa entre este pasado ysu manera de expresarse, su odiohacia el estamento militar, suaversión hacia la burocracia y supredilección por las escuelassecundarias orientadas a laproducción. Afirmó que habíaintentado promocionar tal reformaporque las escuelas secundariasexistentes eran centros educativosdonde no se enseñaba nada acercadel trabajo físico en el campo o en la

fábrica. La presión de la opiniónpública, es decir, de las clasesacomodadas, más instruidas, y de laburocracia, indignadas ante esta«industrialización» de la escuelasecundaria y que se opusieron a ella,le hizo desistir de llevar adelante lareforma. Y con el tiempo quedó claroque estaban en lo cierto, pero todonos hace pensar que estos rivaleseran los grupos para quienes Nikitano tenía tiempo que perder: ¡nohabían cogido un pico en la vida!

Jrushchov aplicaba la mismafilosofía en sus difíciles relaciones

con los artistas creativos. Legustaban La casa de Matriona y Undía en la vida de Iván Denisovich, yautorizó su publicación. Ambasnovelas describían a unos personajesdel entorno rural con una gran cargamoral: Matriona, una campesina,posee una personalidad fuerte yadmirable; Iván, también campesino,conserva su dignidad a pesar de larealidad humillante de los campos.

Debemos referirnos aquí unavez más a Tvardovski, el editor de larevista literaria Novyi Mir, que habíapublicado las dos primeras novelas

de Solzhenitsin y que intentó editaralgunas más. Las buenas relacionesentre Jrushchov y Tvardovski sebasaban, literalmente, en laprocedencia rural de ambos.Tvardovski era el hijo de un kulakexpoliado y perseguido. Conocía aldedillo el mundo rural y se habíamantenido en contacto con larealidad rural a pesar de formarparte de la elite intelectual deMoscú. Jrushchov posiblementeaceptara las críticas políticas sisalían de la boca de gente deextracción popular y las formulaban

de un modo sencillo, pero nosoportaba que los intelectualesurbanos dijeran lo mismo con suestilo alambicado. Asimismo, eracapaz de despreciar con dureza, eincluso grosería, las obras que noentendía o a los artistas quesospechaba que eran hostiles alrégimen.

Tvardovski era diferente a ojosde Jrushchov. Durante la guerra,escribió un largo poema sobre lasaventuras de un soldado deextracción popular, Vasili Terkin.Tras la guerra, regresó a su héroe,

ahora desmovilizado, en un poematitulado «Terkin en el cielo», en elque Terkin va al cielo, dondeobserva (y padece) la burocraciacelestial antes de decidirse porretornar a la tierra; ahí la burocraciaes, cuando menos, soportable. Encuanto se enteró de la existencia deesta sátira feroz sobre la burocraciasoviética, y por extensión delsistema, y que se convirtió con eltiempo en una obra de teatro, Nikitallamó a su yerno, editor de Izvestia,para decirle que la publicarainmediatamente. Si la hubiera

escrito, en cambio, un intelectual demoda, posiblemente habría marcadootro número.

Citaremos aquí un detallesintomático. El célebre director decine Mijail Romm y el escultor nomenos famoso Ernst Neizvestniestuvieron sometidos ambos a losarranques de ira de Jrushchov; yambos reaccionaron brusca einflexiblemente. Con todo, pasado eltiempo ambos se refirieron a él conbuenas palabras, y defendieron elpapel histórico del dirigente.Neizvestni se encargó de esculpir la

lápida de Jrushchov, sin cobrar porello, en contra de la voluntad dequienes estaban en el poder. Añosmás tarde, las palabras que Rommdedicó al político también fueronamables. Es evidente que Jrushchovemitía señales contradictorias, perolos dos artistas destacaronúnicamente los rasgos positivos. Delmismo modo, como veremos másadelante, Anastas Mikoyan, despuésde sopesar los pros y los contras,acabó considerando que Jrushchovhabía sido «alguien».

Llegados a este punto, es

preciso regresar a dos hechoshistóricos a los que nos hemosreferido en la primera parte. Enprimer lugar, la Rusia soviética era,en 1945, un Estado poderoso, aunquetambién convulso. Un sistema endecadencia provocaba que el país semuriera de hambre, que estuvieradevastado, agotado y aterrorizado.La URSS era poco más que unasuperpotencia necesitada y enferma.Con Jrushchov, el país sufrió unamejoría extraordinaria durante losaños cincuenta y principios de lossesenta. Por más que digan los

expertos sobre la necesidad de noexagerar los resultados a la vista delo bajo que era el punto de partida,los ciudadanos soviéticos notaronestos cambios. Rusia logró recuperarel estatus de potencia, y cerró almismo tiempo las heridas de lasegunda guerra mundial y sesobrepuso a los estragos delestalinismo. Dio con los recursospara garantizar el crecimiento en elfuturo y el funcionamiento de lasinstituciones a todos los niveles. Elrégimen disponía de los recursos yde la fuerza, porque para recuperarse

de tan ruinosa situación hacía faltauna vitalidad desbordante.

En segundo lugar, a pesar de serun personaje con talento, astuto ycapaz de aprender, Jrushchov no eraun estadista contemporáneo y unestratega político, sino un líder «nomoderno», una nueva versión deljoziain («amo»). El modelo deljoziain aún estaba vigente entre losmiembros de la cúpula, quecontinuaban creyendo que llevabanlas riendas del Estado como quiendirige una granja, ocupándose delmenor detalle. Jrushchov y la

mayoría del resto de jerarcas eranfruto de un patriarcado muyarraigado, como lo demuestra, porejemplo, la intransigencia con lasopiniones de otros. Observadorescomo F. M. Burlatski, que trabajódurante muchos años en la prensa yen el aparato soviético, confirmanesta opinión. Aunque el impetuosogobernante populista no era undéspota en comparación con Stalin,también él tenía una cierta tendenciaa ocuparse personalmente de todaslas cuestiones, ya afectaran a lasinstituciones o a las personas. No en

vano, Stalin había sido el único jefeal que Jrushchov —y muchos otrosmás— había conocido, yposiblemente se inspirara en él, todavez que despreciaba muchas de lasprácticas en que había incurrido. Adiferencia del generalísimo, porejemplo, no soportaba a losmilitares, ni sus ridículos uniformes.Los sacó de quicio, sobre todo a losmiembros de la cúpula del KGB, tanapegados a sus uniformes y a sustítulos, al exclamar: «Vamos aarrancarles las charreteras y losgalones», una amenaza que llevó a

cabo en el caso de los generales delKGB. Algunas ideas de Jrushchovsuponían todo un peligro para losapparatchiks, como por ejemplo lapropuesta de introducir la rotaciónobligatoria de los funcionarios decualquier nivel a partir de una edaddeterminada. Algunos afirman queeste fue el motivo por el que losbrezhnevistas lo derrocaron. Otrosopinan que los «conservadores»jamás le perdonaron la«desestalinización» y la pérdida deprestigio, así como la desorientaciónque provocó en el universo

comunista y en otros lugares. Locierto es que ambos factores tuvieronque ver en su caída, junto conmuchos más, como las nuevas ideas«descabelladas» que barajaba y quelos conspiradores de 1964 cortaronde raíz.

ANASTAS MIKOYANAnastas Mikoyan fue un

personaje extraordinario, alguien queresumía en su persona el régimensoviético o, mejor dicho, la historiade sus jerarcas. Miembro delPolitburó durante unos cuarenta años,quienes lo conocían lo consideraban

«indestructible». Maestro en el artede la supervivencia, demostró unagran capacidad para conservar uncierto grado de humanidad y noperder el contacto con la realidad, apesar de haber participado en unsinfín de actos atroces de los que nosiempre podemos responsabilizarlo.En sus memorias, se confiesaestalinista desde los inicios. Susreflexiones sobre sus primeros añoscomo líder son de lo más ingenuas eindulgentes para con Stalin, ferocescontra los opositores anti estalinistasy extraordinariamente desinformadas

acerca de lo que realmente estaba enjuego.

Como miembro del Politburó,Mikoyan no habría sobrevivido de nohaber firmado las sentencias demuerte que Stalin dictaba o si nohubiera hecho los discursosapropiados sobre los «traidorescontrarrevolucionarios». En susmemorias, afirma que en una ocasiónle obligaron a firmar órdenes dearresto y ejecuciones porque sehabían presentado pruebas«irrefutables» contra los culpables.Encargado de las cuestiones

comerciales en el Politburó, en unpaís afectado constantemente por laescasez, Mikoyan logró alguna queotra proeza en un ámbito que, aunquevital, no figuraba a menudo entre lasprioridades del régimen. Su talentoorganizativo está fuera de toda duda,pero también hay que admitir que eraun político hábil. Aunque de él sepodía esperar una gran flexibilidad,su apoyo decidido a ladesestalinización de Jrushchovresulta sorprendente. Fue la únicapersona que apoyó a Jrushchovdurante la sesión del Comité Central

en la que se le destituyó: una vozaislada entre el tumulto. Y de lalectura de su archivo personal sededuce que estuvo en el punto demira de los conservadores hasta bienentrados los años setenta. PeroMikoyan era demasiado para ellos.

El libro de Mikoyan contieneuna gran cantidad de detalles sobrelos últimos días de Stalin. Éste habíadecidido eliminar, y posiblementeejecutar, a Molotov y a Mikoyan, yambos lo sabían. Tal vez eso sirvapara explicar el fervor antiestalinista del Mikoyan

postestalinista. Mientras Stalinagonizaba en marzo de 1953, lasprincipales figuras del Politburó semantuvieron casi constantemente encontacto, y se reunían en el Kremlino se encontraban cada día en casa deljerarca. En aquellos días sesucedieron las discusiones yempezaron a cobrar forma las futurasalianzas. Mikoyan no dio el primerpaso, sino que lo hizo el trío formadopor Malenkov, Beria y Jrushchov. Ladescripción que Mikoyan hace decómo se sucedieron losacontecimientos en el despacho que

se usaba para las reuniones delPolitburó es digna de Ionesco. Todoel Politburó estaba presente, pero lospesos pesados (Jrushchov, Malenkovy Beria, es decir, secretario general,primer ministro y viceprimerministro respectivamente, aunqueBeria también estuviera al frente dela policía secreta y de todo elcomplejo de producción industrial-militar) se encontraban en unaesquina, charlando sobre los puntosque debían tratarse durante la reunióninminente. Las figuras de menorimportancia tuvieron que

conformarse con observar, no sincierto temor, la formación de lanueva camarilla que tendría quedirigir sus destinos. El suspense, sinembargo, aún se mantendría, ya queesta sociedad no duraría mucho:Malenkov y Jrushchov se aliaron conMolotov para deshacerse de Beria.Las cosas no habían hecho sinoempezar. Las alianzas cambianteseran algo endémico y una herenciamanifiesta del modus operandi deStalin.

Mikoyan se muestra satisfechodel cariz que adoptó la relación entre

Jrushchov y Beria, así como delrumbo que tomaron otras alianzas,posicionamientos o coaliciones. Susmemorias sirven también paraarrojar más luz sobre cómo trabajabael Politburó: su incapacidad paradefinir unas reglas para todos, enmedio de debates en los que se podíadisentir y que culminaban con unadecisión aprobada por la mayoríaantes de pasar al siguiente punto delorden del día. Otra herencia más delestalinismo. En tiempos del dictador,que deliberadamente alimentaba lainseguridad en la que vivía su

entorno, enzarzarse en una discusióny perderla podía tener consecuenciasfatales. Cuando por fin el Politburóse hubo liberado de este yugosiniestro, no tenía la menor idea decómo construir una rutina de trabajo,el «liderazgo colectivo» queproclamaban. Todo siguió girando entorno del secretario general, queconservaba el título de presidente delPresídium del Politburó, y no sepodía adoptar ninguna medidapolítica sin la aprobación delsecretario general y de sus acólitos.Antes de Stalin, los órganos de

gobierno, y sobre todo el Politburó,tenían una constitución, escrita otácita. Las mayorías variaban segúnla cuestión que se trataba. Lenin, ellíder en aquellos tiempos, estabaacostumbrado a estar en minoría y asacar adelante, sin embargo, susplanes: una situación totalmentediferente. Volveremos a la ausenciade constitución en el Politburó.

El principal problema queplantean las memorias de Mikoyanestriba en los argumentos quepresenta acerca de Stalin y delestalinismo. Fue un partidario

acérrimo del líder, de su ideología yde sus políticas; mantenía una buenarelación con él, lo consideraba comoun político altamente capacitado y amenudo discutía con él, por logeneral de asuntos económicos. Noobstante, cuando Stalin empezó aeliminar a las personas que tenía a sualrededor, y sobre todo después de lainexplicable muerte de Kirov,Mikoyan comenzó a hacersepreguntas. Defendió ante Stalin aaquellos detenidos a los que conocíapersonalmente, con frases como:«Sabes perfectamente que es

imposible que fuera un espía». Stalinrespondía a estas alegacionesmostrándole presuntas«confesiones», aunque tambiénaccedía en ocasiones a sus peticionesde clemencia. Al llegar al gran terrorde los años 1937 y 1938, el texto deMikoyan sorprende por lo falso de sucontenido: «El resto de miembros delPolitburó no sabíamos la verdad[siempre les mostraban losdocumentos que se aportaban como"pruebas"], ni la escala de larepresión». Mikoyan afirma que notuvo conocimiento de los hechos

hasta los trabajos de la comisión derehabilitaciones que encabezó. Sinembargo, más inquietante es el hechode que Mikoyan no haga la menorreflexión crítica sobre esa manera degobernar o ese modelo de «Partido»,por más que hubiera dejado de serlo,y confiesa que Stalin hizo gala de unagran racionalidad y de unaextraordinaria grandeza durante laguerra, pero que con posterioridad sucomportamiento se volvió«imprevisible», y se negó a llevar acabo la democratización que unpueblo victorioso esperaba. Sin

llevar más allá las críticas, se limitaa declarar que, tras la muerte deStalin, aguardó una democratizaciónque no llegó nunca.

Cabe suponer que estas críticasestán fuera de lugar en el caso de unpolítico que no se dedicaba altrabajo teórico, de ahí que pueda sermás pertinente identificar algunosrasgos de su personalidad que nospermitan diferenciar a los estalinistasentre sí. En otras palabras, no todoslos estalinistas compartían elestalinismo «estructural». Gracias ala posición que había alcanzado, el

joven Mikoyan se adaptó a laperfección al sistema antes de que seprodujera el triunfo definitivo delestalinismo. Por ese motivo, no tuvoel menor problema en abandonaralgunas prácticas y actitudesestalinistas y en adoptar un punto devista diferente, incluso en términosdel orden mundial. Los estalinistas«estructurales» como Molotov oKaganovich estaban totalmenteidentificados con el modeloestalinista y con la persona deljerarca, y jamás renegaron de susideales. Existía otro tercer grupo de

estalinistas que cambiaron, ofingieron haberlo hecho, de bandoaunque mantuvieron una pose y unaactitud estalinista. El dogmatismo yel hábito de la exclusión, la condenarotunda, la argumentación inflexibley la impresión de estar rodeados deconspiradores eran características deeste grupo de personajes. PeroMikoyan no pertenecía a ellos.

Resulta revelador lo queMikoyan comenta sobre Jrushchov(pasaremos por alto el análisisdemasiado evidente que hace deBrezhnev). Mikoyan aprueba algunos

de los cambios instituidos porJrushchov después de la llegada deéste al poder, pero también criticamuchos otros. Asimismo, también semuestra en desacuerdo con lo que deél dijo Jrushchov en sus memorias.Aun así, Mikoyan hace un elogiocomedido de la persona y de la tareade Jrushchov, y compensa el relatode sus defectos con el de suscualidades. A menudo la actitud deJrushchov irritaba a Mikoyan, querepasa los errores del primero contodo detalle. Pero el retrato acabacon una nota positiva. De hecho,

Mikoyan respaldó a Jrushchov enmuchas de sus decisionesimportantes y también en momentoscomplicados. Sin embargo, nos lopinta como un personaje incoherentey desleal que perdió en más de unmomento el sentido de la realidad.Como también han explicado otrostestigos, sus años al frente del paísfueron una sucesión de iniciativastemerarias y exhibió una capacidadincomparable para poner el paíspatas arriba. Mikoyan se refiere a laderiva de Jrushchov sin escatimarespacio. Supo ver que Jrushchov se

había enfrentado prácticamente atodo el mundo y que sus días estabancontados, y aun así defendió alcaótico secretario general porquetenía en su haber no pocos méritos yporque la alternativa no resultabaatractiva. La conclusión de Mikoyanes que el irascible Nikita era«alguien» y que, después de que sedeshicieran de él, deberían haberaprovechado sus conocimientos enotras tareas. Esta valoración hacealusión a un episodio poco conocido.Poco antes de ser destituido,Jrushchov, que se había

desencantado con el Partido, habíabarajado la posibilidad de revitalizarel Soviet Supremo transformándoloen una suerte de parlamento conatribuciones. El primer paso habríasido la designación de Mikoyancomo presidente del Soviet Supremoantes de dotar a este órgano depoder. Jrushchov había tomadoalgunas decisiones en este sentido, yMikoyan estaba entusiasmado con laidea, pero el proyecto se fue al trastedespués de la caída de Jrushchov.Este episodio sirve para aclarar enparte las reflexiones que cierran la

obra de Mikoyan. Sea como fuere,aunque este proyecto no salióadelante, Jrushchov ya había logradointroducir algunos cambios.

Hay un aspecto en las críticasde Mikoyan que merece sercomentado con detenimiento. Echa encara a Jrushchov que hubiera cedidoa las presiones de los conservadores(o a sus propios errores) al poner finsúbitamente a la política derehabilitación de las víctimas delestalinismo, de la que se ocupabaMikoyan en virtud de su cargo en elPresídium del Soviet Supremo.

Mikoyan y la opinión pública decorte liberal querían rematar elproceso rehabilitando a las víctimasde los juicios espectáculo, comoBujarin, Kamenev o Zinoviev, peroJrushchov se negó a ello a pesar dela insistencia de Mikoyan. Para éste,todas las acusaciones eran falsas ylas ejecuciones se enmarcaban dentrode los crímenes que Stalin habíacometido. Aun así, y a pesar de queformaban parte del sector del Partidoque no se había sometido a Stalin,los acusados, por más que hubieransido eliminados a partir de cargos

falsos, eran los líderes de laoposición contraria al Partido. Enuno de los primeros capítulos de suobra, el propio Mikoyan se refiere aellos despectivamente y no niega queapoyara las propuestas de Stalin encontra de este grupo. En su fervorpor seguir adelante con ladesestalinización, Mikoyan parece noapreciar que rehabilitar a lasvíctimas equivalía a devolver a losopositores, es decir, a los«trotskistas-derechistas», su papel dedetractores del estalinismo y deStalin.

Y es aquí donde podemos«entender» la decisión de Jrushchov.La desestalinización que puso enmarcha le trajo no pocosquebraderos de cabeza, y revisar losjuicios espectáculo le habría llevadodemasiado lejos. No en vano, jamásse había planteado la posibilidad deabrir el Partido a la aparición dediferentes facciones y al debate.

Kosigin y Andropov

ALEKSEI KOSIGINAleksei Kosigin jamás fue una

pieza política central ni un personajeextravagante. No sólo eso, sino quejamás quiso figurar entre loscandidatos al puesto de secretariogeneral. Aun así, sus extraordinariashabilidades administrativas loconvirtieron en un actorindispensable, y todo el mundo en lasaltas esferas sabía que sobre sushombros descansaba el peso de la

economía (nadie más tenía unasespaldas tan anchas como las suyas).

La carrera de este fabulosoadministrador se asemeja a unahistoria del gobierno soviético,desde su inicio en puestos menoreshasta alcanzar cargos deresponsabilidad, y hay en ellaincluso algunos episodios heroicosen tiempos de guerra. Entre éstos seencuentra, como ya hemosmencionado, la evacuación de laindustria del territorio que estaba apunto de caer en manos de losalemanes y el fin del bloqueo de

Leningrado al organizar laconstrucción de una ruta deaprovisionamiento y de agua desdelas profundidades del lago Lagoda.También ostentó durante algúntiempo el cargo de ministro deFinanzas, el de responsable delGosplan, el de viceprimer ministro,el de primer ministro y el demiembro del Politburó, y fue unpersonaje admirado y envidiado porlos secretarios generales porquesabía mejor que nadie cómo lograrque la maquinaria administrativafuncionara. ¡La gente que lo rodeaba

sí que trabajaba! No obstante, en loscírculos del gobierno también erafamoso por haberse enfrentado aBrezhnev a propósito del derecho delsecretario general a representar alpaís en el extranjero, una función queconsideraba debía recaer en elprimer ministro, como sucedía en elresto de naciones. Esta medidaestuvo vigente durante un tiempohasta que Brezhnev, que no estabademasiado satisfecho con dichafigura, acabó con ella. Kosigin fueasimismo el artífice de unainteresante reforma económica que

puso en marcha y que losconservadores, que se la echaron encara durante el resto de sus días,sabotearon.

El libro editado por su yerno,Gvishiani, nos deja entrever elpensamiento de Kosigin.103 Dedicadoen cuerpo y alma al sistema, tambiénera consciente de la necesidad dereformarlo. Allá por 1964, todoparecía aún posible. Creía en lascompañías y en las cooperativassemi-públicas, era consciente de lasuperioridad occidental y de lanecesidad de aprender de ella, creía

en poner en marcha cambiosgraduales que allanaran el caminopara una transición de una «economíaadministrada por el Estado» a unsistema en que «el Estado se limite aguiar a las empresas» y se mostrabapartidario de diversas formas depropiedad y de gestión, unplanteamiento que trató de explicar aJrushchov y a Brezhnev aunque sinéxito. Jrushchov había nacionalizadolas cooperativas de productores, yGvishiani presenció, en una ocasión,cómo Kosigin intentó convencer aBrezhnev para que elaborara una

estrategia económica real y lasometiera a discusión en una reunióndel Politburó. Como de costumbre,Brezhnev recurrió a todo tipo deestratagemas dilatorias que acabaronenterrando la idea. Kosigin salió deaquellas conversaciones totalmentedesmoralizado: «Lanzó unaadvertencia contra la fe ciega ennuestro sistema y el peligro deadoptar unas medidas políticasinadecuadas». Estaba decididamenteen contra de los proyectosdescabellados para «invertir el cursode los ríos de Siberia», y de las

intervenciones en Checoslovaquia yAfganistán. No ocultó que la URSSestiraba más el brazo que la mangacon el enorme gasto militar o laayuda a «países amigos», pero elPolitburó se negó a abordar estosproblemas reales y «perdía eltiempo, en su lugar, con todo tipo deinsensateces».

En tiempos de Brezhnev,muchos asuntos importantes, incluidala política exterior, se discutían en laStaraia Ploshchad, pero costabaencontrar a un interlocutor con unabuena base intelectual. El papel de

cerebros grises como Suslov oKirilenko era «considerable», afirmaGvishiani, que estuvo presente enmuchas reuniones o comisiones delComité Central en las que nadieabría la boca. Los asistentes sesentaban obedientes y en silenciohasta que aparecía un documento querezaba: «El Politburó (o laSecretaría) considera que...».

A nadie se le ocurriría concederun papel de cierta «efervescenciaintelectual» o de motor del«renacimiento» a un personajeaustero y discreto como Kosigin. Lo

cierto, sin embargo, es que así fue dehecho con las reformas económicasde mediados de los años sesenta, oincluso ya desde finales de los añoscincuenta. El cauto Kosigin, quejamás había alzado la voz enpúblico, respaldó y defendió unrenacimiento real en el pensamientoeconómico y en su literatura.Empezaron a publicarse libros deeconomía plagados de datos, entrelos cuales había algunos escritos delo más subversivos camuflados bajotítulos inocuos. Esta situacióncomportó un torrente de creatividad

en las ciencias sociales, quecoincidió con los debateseconómicos de algunas «vacassagradas» críticas y susconsecuencias políticas. Todo esteproceso contó con el amparo delprimer ministro.

Los debates fueron cubriendo,lentamente, todos los aspectosprincipales del sistema económico.En 1964, el académico V.Nemchinov publicó una acusación entoda regla en Kommunist contra elsistema de abastos materiales ytécnicos, donde demostraba que este

era el principal obstáculo queimpedía el desarrollo económico. Enlas discusiones participaron muchoseconomistas de renombre, comoNovozhilov, Kantorovich y Yefimov,así como un grupo de economistasmatemáticos. Todos atacarondirectamente al Gossnab, acusándolode no ser sino un producto de unsistema administrativo deplanificación que gestionaba laeconomía en términos de unidadesfísicas y fijaba arbitrariamente losprecios. El capital necesario para lasinversiones se otorgaba sin intereses,

de ahí la extraordinaria presión queejercían los ministerios, lasempresas y los gobiernos localespara aumentar las inversiones sin laobligación de dar un uso productivoal dinero.

Todo esto era, en sí mismo, unobstáculo para que la reproducciónincesante del capital permitieraalcanzar un mayor nivel tecnológico.El exceso de inversión iba por detrásde los índices de crecimiento y laconsecuencia inevitable adicional detal situación era una escasezpermanente. En tales condiciones, la

planificación se limitaba, en últimainstancia, a perpetuar una rutina.

Los debates acalorados de losaños sesenta llegaron a un grannúmero de publicaciones. Aunquemuchos autores no querían que de susanálisis se derivaran conclusionespolíticas concretas, éstas estabanimplícitas en los textos. Todo elmundo sabía que había un «dueño»político que estaba al frente de laeconomía y del sistema, y que nohabía manera de lograr que el geniosaliera de la botella. Una cartaenviada al Comité Central por tres

disidentes, A. D. Sajarov, V. F.Turchin y Roy Medvedev, llegó a LeMonde, que la publicó en su edicióndel 12-13 de abril de 1970. Lamisiva lanzaba una advertencia sobrelos peligros que se avecinaban si sedemoraban mucho más las reformas.La situación de la producción eracrítica, como también lo era la de losciudadanos, y el país estabacondenado a convertirse en unEstado de segunda fila. Un libro,Ekonomika i Pravo (Economía yderecho), de V. P. Shkredov,publicado en 1967, se atrevía a

criticar frontalmente y de manerarotunda al Estado y sus cimientosideológicos, algo tanto másencomiable cuanto que defendía unapostura marxista. Para Shkredov, elEstado, una institución político-jurídica que se arrogaba el control dela economía, olvidaba que el aspectopolítico-jurídico, por importante quefuera en la vida económica, debíasubordinarse a la situación real deldesarrollo socioeconómico del país.Por lo tanto, el deseo del propietariode imponer su visión de la economía,de planificarla y dirigirla a su antojo,

provocaría un daño irreparable si eldesarrollo económico y tecnológicono permitía, como había pasado hastala fecha, realizar una planificaciónadministrativa adecuada. No habíaque confundir las relaciones deproducción con formas legales comola propiedad. Eso sería prudhonismo,no marxismo. Un Estado usurpador,parapetado en su derecho a noadaptarse a la realidad, estabacondenado a la burocratización y erael principal obstáculo para eldesarrollo económico. Shkredovinsistía en que las formas de

propiedad básicas no habíancambiado durante largos períodos dela historia, mientras que las formasde producción, como habíademostrado Marx, habíanevolucionado gradualmente hastallegar al capitalismo avanzado.

El libro tuvo una buena críticaen Novyi Mir (nº 10, 1968) por partede V. Georgiev, un partidario deKosigin. El autor alabó a Shkredovpor haber abordado sin rodeos laprincipal tarea que tenía ante sí elpaís: «superar las buenas intencionesa la hora de dirigir el sistema de

producción de la sociedad»,insertándolo en el marco de unproblema teórico mucho mayor, «lacorrelación entre relaciones deproducción objetivas y la actividadsubjetiva y voluntaria de los sereshumanos». Nadie era tan ingenuocomo para no interpretar aquellaslíneas como una advertencia alEstado, cuya política económicaestaba provocando un daño enorme.

La economía no fue, sinembargo, la única ciencia quefloreció en estos años. Otros ámbitosdel conocimiento estaban también en

un estado de efervescencia, dando aconocer nuevas dimensiones de lavida social y cultural, planteandopreguntas pertinentes y tendiendopeligrosamente hacia la arenapolítica. La revista Novyi Mir sehabía convertido en el escaparate delpensamiento crítico en muchosterrenos, no sólo en el literario. Las150.000 copias que se publicabanmensualmente y que llegaban hastalos rincones más recónditos del paíseran aguardadas con impaciencia, yllegaban repletas de información y deanálisis sobre Occidente y de una

embrionaria visión socialdemócratasobre la Unión Soviética. Jrushchovfue el primer protector de lapublicación, y Kosigin continuórespaldándolo lo mejor que pudo, almenos hasta 1968. Como ya hemosvisto, Tvardovski fue destituido desu puesto de editor en 1970 y murióun año más tarde. Fue enterrado en elcementerio de Novo-Devichii deMoscú, cubierto por una lápidapequeña y discreta y rodeada por unamultitud de tumbas lujosas dondedescansaban personajes anónimosque habían recibido todas las

condecoraciones habidas y porhaber.

Los sociólogos tambiénintentaban hacerse oír por medio deestudios sobre la mano de obra, losjóvenes y muchos otros temasobviados en el pasado, relacionadossobre todo con la urbanización(migración, familia, mujeres...).Planteaban los problemas que debíaresolver una sociedad en plenoproceso de formación, que exigíannuevos enfoques y nuevas soluciones.

El mundo legal, y especialmentelos criminólogos y los juristas,

apremiaban al Estado para quereformara el código penal y acabaracon las instituciones puramentepunitivas. Se designó para ello unacomisión formada por tres ministroscompetentes en la materia y seisjueces liberales y académicos, entrelos que estaba Strogovich, lo que lesaseguraba la mayoría. Podemosafirmar sin riesgo a equivocarnosque alguien en las altas esferas sehabía cuidado de la composición dela comisión. En 1966, el mismoStrogovich, miembro de un grupopequeño pero combativo, publicó

Fundamental Questions of SovietSocialist Legality, un libro en el quese mostraba decididamente a favordel Estado de derecho, sinexcepciones ni exenciones. La obrabrindaba argumentos sólidos, que seapoyaban en numerosos ejemplos,con el fin de proteger los derechosde los ciudadanos de las infraccionesarbitrarias. Aún quedaba mucho porhacer en este sentido. El autor sehabía topado con un sistema legalretrógrado y esencialmenterepresivo, mucho más proclive acastigar que a buscar soluciones, y

ajeno al resto de caminos que podíatomar la justicia a la hora de lucharcontra el crimen. En efecto, la cárcelsólo servía para convertir a losinternos en criminales más duros.

El impulso recibido por laeconometría y la cibernética, y lacreación del Ministerio deDesarrollo Científico y Tecnológico,al frente del cual estaba Gvishiani,que daba empleo a reformistas y quegozaba de un prestigio considerable,eran signos de aquellos tiempos, deuna época que se caracterizaba por larenovación de las ideas y de las

esperanzas. Kosigin no veía conmalos ojos nada de todo esto, aunquenunca se hubiera atrevido a desafiarel statu quo con declaracionespolémicas. Otros usaban los mediosoficiales para dar rienda suelta a susideas sin medir las palabras. Elacadémico Nemchinov, por ejemplo,declaró que «un sistema tan lleno deobstáculos sería un problema para eldesarrollo social y tecnológico, y notardaría en sucumbir a la presión delos procesos reales de la vidaeconómica.

Es falso decir que «nadie»

predijo el derrumbe del sistema,como se ha dicho una y otra vez enlos últimos años: la declaración deNemchinov data de 1965.104 Loslectores ya saben que los añosposteriores se conocieron como el«período de estancamiento», y queestuvieron precedidos de unacantidad importante de aportacionesintelectuales prácticas que llegarondel extranjero y de las que sebenefició la elite, y posiblementetambién la gente corriente, aunqueeste punto no ha sido estudiado, yque podemos atribuir a los «hombres

de los años sesenta», que confiabanen hacerse algún día con el controldel Partido y transformar Rusia.Todo esto, sin embargo, llegó a su fincon el «brezhnevismo» y su«maduración» debilitadora. CuandoGorbachov inició la perestroika, los«hombres de los años sesenta» yahabían desaparecido.

YURI ANDROPOVYuri Vladimirovich Andropov,

que cierra el período objeto denuestro estudio, es un personaje aúnhoy poco conocido. A continuaciónnos ocuparemos de diferentes

aspectos de la historia del régimendirectamente relacionados con supersona. Y esbozaremos,posteriormente, el breve período enque fue secretario general, a pesar deque los archivos pertinentes siguenclasificados. En mayo de 1967,cuando abandonó la dirección de unode los departamentos internacionalesdel Comité Central para encabezar elKGB, Andropov se convirtió en elescudo del sistema. Sus biógrafosafirman que las escenas que habíapresenciado en 1956, durante larevuelta de Budapest, donde era

embajador, lo acongojaron. Tambiénparece que fue considerable lainfluencia del líder húngaro, JanosKadar.

Con Andropov, el KGB alcanzósu apogeo. Un año después dehacerse cargo de la agencia, el 5 dejulio de 1968, el KGB se convirtióen un comité estatal directamenteligado al Consejo de Ministros de laURSS, poniéndolo así por encima deotros comités y ministerios, y sudirector, en miembro del gobierno.Miembro candidato del Politburódesde 1967, Andropov alcanzó la

categoría de miembro de plenoderecho en 1973. El KGB, con sedeen Moscú, tenía a su cargo toda laUnión Soviética, y disponía deórganos equivalentes en todas lasrepúblicas. Según sus estatutos, seocupaba del espionaje, de lasamenazas contra la seguridad delEstado, de la vigilancia de lasfronteras, de la protección desecretos oficiales y de documentosconfidenciales, de investigar actos dealta traición, terrorismo, contrabandoy crímenes monetarios a gran escala,y de defender todas las vías de

comunicación del espionajeelectrónico. No está claro aún hoyqué tareas exigían una mayordedicación de tiempo, aunque nosería descabellado pensar que larespuesta podría ser el espionaje y elcontraespionaje.

Desde los años sesenta y hastalos ochenta, el KGB logró unainfluencia considerable en todas lasesferas. Controlaba el aparato delPartido, la policía secreta y lasiglesias; estaba al frente delcontraespionaje militar, entablabaacciones legales contra los

opositores y luchaba contra laintelligentsia. Estas actividadeshicieron que se forjara una imagenatroz, como también le sucedió a suresponsable, que logró subyugar almovimiento disidente, una cuestióncentral en la guerra propagandísticaque libró contra Occidente.Andropov era un brezhnevista lealpero lo cierto es que no tenía otraalternativa. A todo esto cabe añadirel recurso abusivo a las institucionespsiquiátricas, posiblemente el actomás reprobable del régimen.

Sin embargo, los rumores y las

propias características de Andropovcomplican si cabe la imagen quetenemos de él. ¿Cómo es posible quea este bastión de un sistemaultraconservador se le atribuyera unay otra vez fama de «liberal»? ¿Paraengañar a la gente? Tal vez no. Deentrada, a diferencia de otros jefesdel KGB, era ante todo un político,no un producto de la empresa. En suépoca al frente de uno de losdepartamentos de relacionesinternacionales del Comité Central,sus adjuntos —había contratado aalgunos sumamente brillantes— lo

describieron como alguien muyproclive al debate, un lectorempedernido y una persona sagaz enel análisis de cuestiones domésticase internacionales. Para susprincipales lugartenientes, comoArbatov o Burlatski, trabajar con ypara Andropov fue una experienciainolvidable. Ubicado en el corazónde aquel bastión del dogmatismo, laStaraia Ploshchad, el despacho deAndropov era el «mundo libre». Ahítrataban cualquier tema con unalibertad absoluta y podían expresarsin temor sus desacuerdos. Aunque

no coincidiera en ocasiones con laopinión de alguno de sus ayudantes,no lo castigaba por ello. Él mismoles dijo: «Recordad que en estedespacho podremos decir lo que nosplazca. Pero no lo olvidéis: encuanto salgáis por la puerta,acordaos de dónde estáis».

Estas palabras de boca de unpolítico interesado en cuestionesintelectuales, que no dejaba de ser,sin embargo, una persona con lospies en el suelo, nos confirman laimpresión de que era un tipo con doscaras, lo suficientemente inteligente

para hablar con libertad y paraactuar, al mismo tiempo, con cautela.Las memorias de Markus Wolf, elantiguo jefe de los servicios secretosde la República DemocráticaAlemana y gran admirador deAndropov, nos dan muchas pistassobre este otro «yo».105

Durante los años cincuenta, elKGB desempeñó un papel siniestroen los países del bloque del Este. Sinembargo, la situación mejoróradicalmente cuando Andropov fuenombrado director, afirma Wolf:«Por fin había una figura que se ganó

mi admiración, alguien ajeno alprotocolo y a las pequeñas tramasque habían marcado los períodos desus antecesores». Andropov carecíade la arrogancia habitual de loslíderes soviéticos, que considerabanque su imperio era invulnerable. A suentender, las intervenciones enHungría y Checoslovaquia no eranmuestras de fuerza, sino dedebilidad. Sus cualidades políticas yhumanas lo convertían en alguientotalmente diferente a suspredecesores y a sus sucesores. Susmuchos intereses y su capacidad para

hacerse una idea de los principalesproblemas de la política doméstica einternacional le sirvieron paraconvencerse de la necesidad dellevar a cabo una reforma en laUnión Soviética y en sus satélites,por arriesgada que fuera, y sepropuso ponerse manos a la obra.Durante las visitas oficiales a laAlemania del Este y en los banquetesque se daban en su honor, Andropovse mostraba educado y tranquilo, y sutalante no variaba después de tomaralguna copa. Rechazaba el enfoquepuramente ideológico en temas como

Checoslovaquia o las relaciones conlos socialdemócratas de laRepública Federal de Alemania. Desu discurso se desprendía que loscomunistas checoslovacos no sehabían dado cuenta a tiempo de cuángrande era el descontento de lapoblación ni de cómo se podía haberremediado la situación. También semostraba partidario del diálogo conlos socialdemócratas y no le afectabaque esta opinión chocara con el odioque la cúpula de la Alemania delEste sentía por el SPD. Wolfvaloraba tanto candor «en un foro

donde la adulación y la retóricaestaban al orden del día».

Las ideas de Andropov sobrelos métodos de los servicios deespionaje extranjeros y la estructurade gestión, así como la exigencia deresponsabilidades que implantó en elKGB no tienen tanto interés en elcontexto de esta obra. Sin embargo,conviene mencionar sudisconformidad con la arrogancia delos agentes del KGB, para con suspropios diplomáticos o para con lasagencias gubernamentales en lospaíses del bloque del Este: la

«actitud imperial» de algunos agentesmereció palabras de desaprobación.

De las muchas entrevistas deAndropov con Wolf queda claro queel dirigente sabía que la distanciaentre la Unión Soviética y Occidenteseguía creciendo. Una centralizaciónexcesiva, la obsesión por elsecretismo y el divorcio total entrelos sectores militar y civil privabanal país de los enormes beneficios quelos países occidentales obtenían delos adelantos en la tecnología militar.Ambos diplomáticos buscaron lamanera de superar esta atomización

perniciosa. Consciente de laparálisis que lo rodeaba, Andropovinsinuó una posible «tercera vía»socialdemócrata encabezada porHungría y por determinados gruposde la RDA, y posibles formas depluralismo político y económico.

Las conversaciones entreAndropov y Wolf confirmanasimismo un aspecto clave: a la luzde toda la información que tenía a sudisposición sobre Occidente y Rusia,Andropov había llegado a laconclusión de que era necesaria unareestructuración a fondo del país.

Según Bobkov, uno de sus ayudantes,la propaganda de guerra sirvió paraacentuar el convencimiento de que nohabía más camino que el cambio. Nosabemos cuándo empezó a considerarque era él quien debía asumirpersonalmente este cometido, perohabía tomado la decisión y estabapreparado por si llegaba el momento,sin desatender su cometido al frentedel KGB y como miembro delPolitburó.

El KGB era una organizacióncompleja, en ocasiones descuidada eindisciplinada, pero Andropov

convirtió ese «conglomerado» en uninstrumento sumamente eficaz.Muchas son las pruebas que así lodemuestran, si bien no estoy endisposición de pronunciarme alrespecto con rotundidad. Andropovtenía sus propias opiniones, y sólolas compartía con su círculo másíntimo y con gente como MarkusWolf. Quienes lo conocieron ytrabajaron con él coinciden en queera un anti estalinista confeso, unacaracterística importante si tenemosen cuenta las fuerzas que rodeaban aBrezhnev. Esta postura era

perceptible en su estilo y en susmétodos de trabajo. Al transformar elKGB y sus métodos represivos,Andropov exigió a sus subordinados«disciplina» ante todo. Sentía unacuriosidad insaciable por el mundooccidental, especialmente porEstados Unidos, y sus conocimientosen este sentido le hicieron digno dela admiración de los mejoresdiplomáticos soviéticos e incluso dealgunos detractores del sistema.

Para Andropov, había queconcebir la política represiva comouna manera de resolver un problema.

Frente a Solzhenitsin, Sajarov,Medvedev y otros disidentes, optópor limitar el daño político que éstospodían provocar, y por no destruir alas personas, a diferencia de lo quehabría hecho un estalinista ocualquier otro derzhavnik. Andropovera un analista, no un ejecutor.Mientras que los partidarios de lalínea dura querían aislar aSolzhenitsin enviándolo a Siberia,Andropov prefirió desterrarlo alextranjero. Desconozco laspreferencias de los primeros en elcaso de Sajarov, pero la solución de

Andropov, el exilio en Gorki, no erauna amenaza ni para la salud delfísico, ni le impedía seguir adelantecon su trabajo intelectual.

Se ha dicho a menudo queAndropov no era sino un policía delantiguo régimen, un conservador, unpartidario de la represión y, por lotanto, un líder más del KGB. Peroesta afirmación no se correspondecon la realidad. Es evidente que eraun paraguas del sistema y que sumisión era encarcelar a losopositores políticos. ¿Acaso sepodía esperar otra cosa de él, dado

que estaba en el punto de mira de loshalcones del Politburó y de su propiaagencia? Andropov cumplía con sucometido fiel y cuidadosamente. Lepreocupaba la seguridad del país ycreía que no había que dar cancha alos enemigos, aliados por lo generaldel mundo occidental. Que su cargo ysu seguridad dependieran de loscaprichos de Brezhnev es otro rasgomás de esta trampa en que se habíavisto atrapado.

Con todo, su mente analítica y elanimal político que llevaba dentro loconvirtieron en un jefe del KGB

cuando menos peculiar. Su antecesor,Semichastni, solía llevar dos listas:en una la de los enemigos, y en laotra la de las amenazas, y losnombres que figuraban en la primeraeran considerados culpables encuanto se les acusaba. Había queyugularlos, punto final. Andropov sepreguntaba: ¿Cuál es la naturaleza dela amenaza? ¿A qué causasresponde? ¿Cómo podemosprotegernos teniendo en cuenta quelos problemas de gravedad, siquedan sin resolver, acaban siendoheridas abiertas? Quería encontrar

una solución política y dar con lasreformas necesarias a estascuestiones. Dada su reputación dedefensor de la línea dura del sistema,podía permitirse neutralizar aalgunos influyentes partidarios deella, o incluso ganárselos para sucausa y dividirlos de este modo. Asísucedió, por ejemplo, con las buenasrelaciones que mantenía con elultraconservador Ustinov.

Su talante analítico, encontraposición a un enfoquerepresivo, se aprecia claramente endos informes sobre la situación en

los círculos estudiantiles quepresentó al Politburó, el 5 denoviembre de 1968 y el 12 dediciembre de 1976, respectivamente.El mensaje de uno y otro difierenconsiderablemente.106

El primer informe, que incluyeun análisis exhaustivo de la«psicología de grupo» de losestudiantes de la ciudad de Odesa, esdecir, de su mentalidad, susaspiraciones y sus comportamientospolíticos, era obra de un estudianteque trabajaba para el KGB.Andropov recomendó su lectura

atenta a los miembros del Politburóporque, dejando de lado una ciertaingenuidad por parte del joven autor,su contenido era importante. Elmensaje principal del documento erael fracaso total y rotundo de toda laestructura del Partido y de su aparatopolítico-ideológico entre el universoestudiantil. El informe lo expresabaclaramente: los estudiantes conocíanla ciudad como la palma de su manoy sabían que los líderes locales sededicaban a acaparar privilegiosmateriales, y les sorprendía ladesfachatez con la que éstos se

servían del poder para su beneficiopersonal. El texto hacía referencia adocumentos, datos y citas quedemostraban la inutilidad delKomsomol y del Partido en lasinstituciones de educación superior.El autor señalaba el total desapegointelectual de los funcionarios delPartido, que daban unas clases«idiotas» y eran incapaces deresponder a las preguntas de un modológico y convincente. El nivel en elmundo de las ciencias sociales erabajísimo, de ahí que los estudiantesprefirieran las ciencias naturales y

las carreras tecnológicas, quegozaban de un mayor prestigio. Lasciencias sociales eran vistas condesdén, y únicamente interesaban aquienes buscaban hacer carrera en elPartido. La predilección delestudiante por todo cuanto fueraoccidental no era nada sorprendente,a la vista del poco respeto que lesinspiraban las personas de cuya bocahabían salido críticas haciaOccidente.

Esto era lo que, poco despuésde su nombramiento, Andropovquería plantar ante las narices del

Politburó. Con el tiempo, aprenderíala lección. No sabemos cuánto tardóen darse cuenta de que su manoderecha, Semen Tsvigun, nombradogeneral al tiempo que él, era enrealidad un topo de Brezhnev, y elencargado de vigilarlo e informar desus actividades (según la costumbrede la época). Ni tampoco de que noera el único topo.

El segundo documento, ochoaños posterior, fue obra del quintodirectorio, el encargado de lasubversión ideológica, al frente delcual estaba Bobkov, que firmaba un

texto que también se ocupaba de lasituación de los estudiantes.Empezaba sosteniendo que losservicios de inteligencia y lasagencias de propaganda occidentalesapuntaban en particular a la juventudsoviética, lo cual era cierto, antes depasar a realizar un análisisestadístico de diversos«acontecimientos» de naturalezapolítica en el universo estudiantildurante los últimos años:distribución de panfletos, pequeñasmanifestaciones y demás. SegúnBobkov, lo más alarmante de todo

era el número de jóvenessancionados por ebriedad y otroshábitos «inmorales». Algunosobservadores del KGB comentaronque estas conductas eran el caminomás corto a la oposición política.Desconocemos qué opinabaAndropov del documento ni por quéconsintió que el quinto directorio seexcediera en sus atribuciones en elterreno del contraespionaje. Seacomo fuere, estas acciones eranplenamente del agrado de losmiembros de la línea dura.

La diferencia de enfoque entre

ambos textos es sorprendente. Comohiciera Semichastni, Bobkov culpa aOccidente y a los propios chivosexpiatorios, y en ningún momentoalude a la responsabilidad delsistema. Andropov presentó elinforme sin añadir recomendaciónalguna, simplemente con una lista conlos nombres de los cincodestinatarios, entre los que figuraba,en primer lugar, Suslov, el «cerebrogris» del Politburó, y se limitó aincluir una nota que decía que elKGB se proponía emplear susmétodos habituales («profilaxis» y

arrestos en el supuesto de queexistieran organizacionesclandestinas). Los cinco destinatarioscontestaron con un simple «Sí», queposiblemente no quisiera decir nadamás que «Sí, lo he leído».

Andropov no incluyócomentarios en el documento porqueel contenido del informe no coincidíacon sus deseos. Sin embargo, en ellibro que escribió después de lacaída del régimen, Bobkov sostieneque el KGB y el quinto directorio seoponían por lo general a las«persecuciones» que les solían

atribuir detractores«desinformados»,107 y se limitaban aobedecer las órdenes que lesllegaban desde el Politburó o elaparato del Partido. Su principalargumento, habitual también en bocade Andropov, era que la mejorrespuesta a la intensa campañaoccidental de propagandaantisoviética no era devolver lasacusaciones a Estados Unidos, sinoque la URSS podría haber ganado labatalla reconociendo sus puntosdébiles y los defectos del sistema ybuscando la manera de corregirlos.

Los analistas del quinto directoriotambién se habían pronunciado eneste sentido, pero los jerarcas loshabían marginado, como si el KGBse estuviera entrometiendo en unasunto que no le correspondía. SegúnBobkov, Andropov era el único líderque se lanzó a cambiar drásticamentela política interior soviética.Plenamente consciente de laestrategia del otro bando paradinamitar el sistema, propuso unaserie de contramedidas diseñadaspor investigadores científicos, entrelos que había psicólogos,

especialistas militares, economistasy filósofos, con el objeto demodificar completamente el carácterde la propaganda, adoptar una actitudtotalmente diferente frente a lareligión y la heterodoxia política,intensificar la lucha contra lacorrupción y las tendenciasnacionalistas y, sobre todo, atajar losprincipales problemas económicos.El quinto directorio había preparadocuidadosamente los argumentos quefiguraban en el informe de Andropoval Politburó, «que podría haberabierto el camino para una

democratización del Partido y delEstado».

Andropov presentó el informedurante una reunión del Politburó.Brezhnev, Kosigin, Mazurov,Shelepin, Shcherbitski e inclusoSuslov, el principal ideólogo delgrupo, se mostraron de acuerdo coneste programa doble de reformas ycon un contraataque propagandístico.Bobkov afirma que no sabe si elPolitburó se lo tomó en serio, pero locierto es que no pasó nada, a pesarde que el texto circuló entre losmiembros del aparato. Así

desaprovecharon la última carta queles quedaba.

Nunca ha quedado claro por quéno data Bobkov esta reunión. Contodo, parece impensable que ungeneral experimentado del KGB seinventara este episodio. Es posibleque el informe descanse en más de unarchivo. De ser así, el Politburórecurrió a una maniobra elegante: unpaquete de propuestas reformistasque llegaban a los conservadores ygracias a las cuales podían demostrarque también eran contramedidaspropagandísticas poderosas, en un

momento de la guerra fría en que laUnión Soviética estaba en la cuerdafloja. La sensacional popularidad deGorbachov en el teatro del mundodurante los primeros compases de laperestroika demostró que una Rusiareformada podía ganarse los elogiosde la opinión mundial.

Con todo, bien la idea erademasiado inteligente dado el nivelintelectual de los miembros delPolitburó, bien eran demasiadoladinos para aceptar su propiosuicidio. Sea como fuere, losmejores estrategas del KGB vieron

desvanecerse sus esperanzas, motivopor el cual Bobkov siempre lamentóque no supieran jugar sus cartasquienes tenían la mejor mano. Esteepisodio, de hecho un no-episodio,reafirma el carácter único del perfilde Andropov. Pero sería mejor quepudiéramos leer con nuestros propiosojos el célebre informe.

ARRESTOS Y DISIDENTESDisponemos de datos acerca de

la represión de la disidencia políticadurante buena parte de los añossesenta y setenta, y ya nos hemosreferido a ellos en el capítulo 15. La

cifra de arrestos y el tipo de castigosque se aplicaron resultanreveladores. Con Andropov, elmétodo predilecto era la prevención,y alentó la «profilaxis». Esta medidaafectó a mucha gente, pero losarrestos masivos arbitrarios habíanpasado ya a formar parte del pasado.Y muchos rusos afirman que, a partirde los años sesenta, el miedo a lapolicía secreta y a su irrupciónrepentina, algo frecuente en tiemposde Stalin, prácticamente se habíadesvanecido, abriendo parcialmentela puerta a la disidencia y a otras

formas de actividad política.Andropov, que conocía

personalmente a algunos de losdisidentes, incluido Roy Medvedev,se dedicó a estudiarlos y a leer susobras, y tenía una buena opinión dealgunos. Sin embargo, en tanto queresponsable de la seguridad política,su cometido iba mucho más allá. Lasagencias que él controlaba debíanestar capacitadas para dibujar unmapa detallado de las fuentes deposibles problemas. Según susestimaciones, el número de personasque podían pasar a la oposición

política se situaba en torno a los 8,5millones, y muchos de ellos estabanmás que dispuestos dar ese pasocuando se dieran las circunstanciasadecuadas. La existencia de estacantidad de posibles opositoresbrindaba a algunos de los disidentesmás importantes la posibilidad deadoptar un papel de aglutinador.Andropov opinaba que los métodospoliciales eran imprescindibles paraatajar esta amenaza, tanto más cuantoque la cifra de disidentes que seidentificaban con el «otro lado» eraconsiderable. Con todo, más

importante que esto era, a sus ojos, laeficacia del sistema. La distanciaentre sus necesidades cada vezmayores y los medios de quedisponía, más y más escasos, y nosólo en términos materiales, sinotambién en lo tocante a lo limitadosque eran los recursos intelectuales dela cúpula, no dejaba de aumentar enla esfera de la economía, perotambién se dejaba notar en loscimientos políticos del sistema.

EL NUEVO JEFEParadójicamente, para que el

líder (o los líderes) hubiera tenido la

menor posibilidad de triunfar en1982 y 1983, debería haberreconocido no sólo que el sistemaestaba tocado, algo que Andropov yKosigin sabían desde hacía algúntiempo, sino que algunos de susórganos estaban muertos.

Ya en 1965, el economistaNemchinov había augurado lospeligros que se avecinaban cuandoatacó «un sistema mecánico yanquilosado en el que todos losindicadores fundamentales ya estánfijados de antemano, por lo que elsistema sufre una parálisis total».

Cuando se certifica la muerte de unindividuo, sabemos que es imposibleresucitarlo. Sin embargo, cuando nosreferimos a un sistema de gobierno,sigue existiendo la opción dedesmantelarlo y reconstruirlo. Porsorprendente que parezca, lossistemas de gobierno se hanreconstruido sirviéndose de unnúmero importante de piezas viejas.

Como ya hemos mencionado,Kosigin y Andropov conocían lasituación mejor que cualquierhistoriador occidental gracias a losinformes que leían, que han tardado

veinticinco años en llegar a nuestrasmanos. Entre estos documentos, hayun estudio inédito y concienzudo,encargado por Kosigin cuando eraprimer ministro y realizado por lasección económica de la Academiade Ciencias. Tres años después delas advertencias de Nemchinov, losacadémicos realizaron unacomparación sistemática entre lasestructuras económicasnorteamericana y soviética(productividad, condiciones de vida,progreso tecnológico, sistema deincentivos, dirección y carácter de

las inversiones...). El veredicto puroy duro del informe era que la URSSiba por detrás en todos los campos,salvo en el del carbón y el acero.Este último era la niña de los ojosdel régimen, pero ponía demanifiesto el atraso del país en tantoeste sector había sido un parámetrode referencia el siglo pasado. Elmensaje que se desprendía deldocumento era diáfano: la mismainscripción aramea que adornaba lasparedes del palacio de Belshazzar enBabilonia, aunque ahora la lecturaque se realizaba de ella fuera

diferente. Dios ya no era la amenaza,sino Estados Unidos. Y no había unminuto que perder.

Un elemento subyacente alestancamiento, aunque también fuerasu síntoma principal, era elinmovilismo del Politburó alrededorde un Brezhnev clínicamente muerto,un impasse humillante frente a todoel planeta. Era imposible derrocar aBrezhnev porque, a diferencia de loque había sucedido con Jrushchov,no se podía lograr una mayoría quearropara a un nuevo líder. Pero estecuadro se completaba con otra

imagen, tan flagrante que no pasabainadvertida para los rusos: el alcancede la corrupción. Varios miembrosde la familia de Brezhnev estabanevidentemente implicados en ella, unasunto del que el pobre Leónidas noquería ni oír hablar. El país (y susjerarcas) también asistía a laaparición indiscriminada de gruposmañosos, con los que estabanvinculados muchos funcionarioseminentes del Partido, algo nuncavisto hasta la fecha. El KGB poseía,evidentemente, toda la información alrespecto.

Al tiempo que el paíspresenciaba la ofensiva del KGBcontra esta plaga, y al tiempo que elcerco alrededor de la familia deBrezhnev y de otros pesos pesadosse estrechaba, se escuchó un disparoque sacudió la arena política: el 19de enero de 1982, el asistente deAndropov, Semen Tsvigun, elhombre que Brezhnev había colocadopara vigilar los pasos de Andropov,se suicidó. No fue esta la únicadetonación. Pocos días más tarde, elsegundo miembro más influyente delala conservadora del Partido,

Suslov, el cerebro gris, murió decausas naturales. La suma de estosacontecimientos fue la clave quealteró el equilibrio de fuerzas en elseno del Politburó, en detrimento de«la ciénaga».

Parece ciertamente el guión deun thriller político, así queprosigamos por esta senda. Dentrodel KGB, Tsvigun, supervisado porSuslov, se ocupaba de losprincipales casos de corrupción, losque implicaban a personas biensituadas, incluida la familia deBrezhnev. Irreprochable en este

sentido, Suslov le prohibió utilizarestos archivos o mostrárselos anadie. En teoría, por lo tanto,Andropov no tenía acceso a ellos.Cuando Tsvigun y Suslov murieron,Andropov se hizo con losdocumentos y siguió investigando,hasta descubrir que el propioTsvigun, junto con otras personasrelacionadas con miembros delPolitburó, estaba envuelto en algunosnegocios turbios.

Pasaremos por alto los detallesde este episodio, pues sonnumerosos. Brezhnev murió en 1982,

en el momento oportuno. La ofensivapara acabar con la corrupción habíapuesto fin a la capacidad de «laciénaga» de mantener un equilibriode fuerzas que le fuera favorable enel Politburó y el Comité Central. Yfue así, casi accidentalmente, comoAndropov, aquel jefe del KGB queiba por libre, alcanzó la SecretaríaGeneral. Estuvo en el poderúnicamente quince meses —otroaccidente—, pero este breve lapsode tiempo plantea problemasinteresantes que sólo podemosabordar de un modo tímido, y en

parte como un ejercicio de historia-ficción («y si... y si...»).

Los diferentes personajes a quehe aludido hasta ahora eran tiposdinámicos y preparados. Hemosomitido a los ineptos y a los obtusosque conformaban «la ciénaga», asícomo a los personajes que lastrabanal régimen. Sin embargo, convienefijarse un momento en un aspecto delos tejemanejes internos delPolitburó. El secretario general teníapoder de decisión sobre todas lasdesignaciones: podía cooptar oexcluir a quien le pareciera. De sus

partidarios dependía garantizar queel Politburó o el Comité Centralrefrendaran estas decisiones. Existíaotra posibilidad, que ya tenía unprecedente: un grupo que desearanombrar a un nuevo secretariogeneral podía derrocar al político enejercicio si contaba con el apoyosuficiente del Comité Central y conel respaldo del ejército y del KGB.De hecho, bastaría con el ejército,aun cuando el KGB estuviera encontra, pues este último no podíacompararse en tales circunstancias alas fuerzas armadas.

Contrariamente, y tambiénparadójicamente, los líderes débilescomo Brezhnev o Chernenko podíanbloquear la situación si la cúpulaestaba dominada por tipos mediocresque dependían de un secretariogeneral debilitado para mantener sucargo. Brezhnev, un personaje astutopero sin malicia, se erigió en el pilary en el garante del statu quo ante: noera una amenaza, y los pesos pesadosdel pasado se sentían seguros. Perola paradoja de la situación se acentuócuando, estando nominalmente en elcargo el secretario general, llevaba

en la práctica ausente desde hacíavarios años por su enfermedad.

Mikoyan ponía el dedo en lallaga al criticar las medidas«erráticas» de Jrushchov, pero notodo era atribuible únicamente alcarácter de éste. Los defectos dellíder se debían, en parte, a laausencia de reglas constitucionalesen el seno del Politburó, la cúspidetodopoderosa de un sistemahipercentralizado. En ausencia deuna constitución, un secretariogeneral decidido a dotarse o arecuperar la capacidad para llevar a

cabo una política determinada, o quequisiera mantenerse en el cargo, teníaque conspirar para lograr el controltotal con la ayuda de sus acólitos,que no siempre eran del todo fiables.El viejo modelo de dictadurapersonal volvió a emerger, como sisolamente un hombre pudiera llenarel vacío institucional. Esta situaciónllevó a los miembros del Politburó abrindar su apoyo a una posturaautocrática, o a aspirar a ocupar eselugar, como si no les pasara por lacabeza otra posibilidad. Todo estopermitió la elección del «imposible»

Jrushchov, que podría haberdesempeñado un papel importante enun equipo que trabajara dentro de lasreglas de un sistema reguladoconstitucionalmente. Esta debilidadcuasi estructural, que llevó alsecretario general a comportarseprácticamente como un dictador, oque cuando menos le había permitidohacerlo, era un rasgo heredado delestalinismo, una parte del legado deldictador que no habían eliminado.

Sin embargo, no todas las cartasestaban marcadas en la baraja con laque jugaba la cúpula (el Politburó, el

Comité Central y los ministerios). Unpersonaje mediocre o una figuradébil, como Brezhnev o Chernenko,podían llegar a la cima del sistema,pero también podía ocuparlo alguiendecidido y dinámico para lo bueno opara lo malo: un Stalin, un Jrushchovo un Andropov. Durante un tiempo,quedó claro que era imposibledeshacerse de un líder mediocre ydar un golpe de timón, pero todocambió cuando llegó el momentooportuno: el día en que, a mientender, los tentáculos de lacorrupción habían alcanzado a varios

miembros de «la ciénaga»,convirtiéndolos en personajesvulnerables y maleables.

Aunque nadie llevaba lasriendas de un sistema que erapropenso a la parálisis, no por ellodejó de dibujarse la figura del pilotocapaz de imponer un cambio derumbo, un cambio que debía empezarrenovando la cúpula. No cabe dudade que una parte del éxito cabeatribuirlo a la fortuna.

Pero en cuanto optaron porpasar a la acción, no tardaron endrenar «la ciénaga» mediante una

purga decidida de quienes lebrindaban apoyo desde dentro delaparato del Partido. Con la llegadade nuevos cuadros dirigentes, fueposible sacar adelante nuevasiniciativas. Y eso fue precisamentelo que sucedió con Andropov.

Aquí entra en liza uno de susprincipales colaboradores en elKGB, Viacheslav Kevorkov, unfuncionario de alto rango en elservicio de contraespionaje.108

Kevorkov se ocupaba de diferentestareas de alcance internacional, yentre ellas un canal «secreto» con los

líderes de la Alemania Federal.Como tal, solía reunirse conAndropov y se trata, por lo tanto, deuna fuente primaria. SegúnKevorkov, Andropov barajaba laposibilidad de llegar a un acuerdocon la intelligentsia para que éstosle ayudaran a reformar el sistema. Elmodelo en que el líder se inspirabaera, evidentemente, Lunacharski,quien, con Lenin, había sabido entraren contacto y colaborar con estegrupo. Andropov, un personaje deuna inteligencia extraordinaria, eraplenamente consciente de que el

Partido se veía perjudicado por elbajo nivel intelectual de muchos desus cuadros de alto rango y de suslíderes. Las burlas frecuentes acercade su «probrezhnevismo» son uncúmulo de patrañas, ya que su puestodependía de Brezhnev. Missospechas de que Andropov eraconsciente de la talla real de losmiembros de la cúpula se venconfirmadas por Kevorkov, querecoge esta opinión de su jefe:«Prácticamente ni uno solo de loslíderes actuales del Partido o delpaís pertenece al grupo de políticos

de talento que pueden abordar losproblemas que asaltan al país». ParaKevorkov, Andropov sí pertenecía aeste grupo, y cierra su libro con estafrase: «Sin lugar a dudas, Andropovfue el último estadista que confió enla vitalidad del sistema soviético,pero no en el sistema que heredó alllegar al poder: creía en el sistemaque aspiraba a crear por medio deunas reformas implacables».

A partir de este relato y demuchos otros, parece evidente que unpolítico inteligente como Andropovsupo ver que era necesario

reconstruir el sistema, porque suscimientos políticos y económicosestaban en ruinas. Y reconstruirlosolamente podía significar sustituirlodando inicio a un proceso detransición. ¿Realmente lo creía?Aunque sus archivos personalessiguen clasificados, las decisionesque tomó, o que pretendía tomar, nospermiten dar una respuesta afirmativaa esta pregunta.

Asumió el poder con decisión yelegancia. Empezó de un modo muycauto, pero el país descubrió en pocotiempo que algo se movía en el

Kremlin. Los primeros pasos que diofueron previsibles: restaurar ladisciplina en las fábricas. Estamedida, sin embargo, no sóloafectaba a los obreros, sino que sepropuso reeducar a las elites, que nodaban en modo alguno ejemplo si nosatenemos a su ética laboral. Acabócon la adicción de éstos a las dachasy demás servicios (Andropov erafamoso por su estilo de vidaaustero). En cuanto se conoció estamedida, su popularidad aumentó. Elpaís parecía tener por fin un líder.Las reformas exigían preparación y

tiempo: se crearon grupos de trabajoy comisiones. Algunas decisioneseran temporales; otras, irreversibles,como por ejemplo la purga de todoun contingente de funcionarios delaparato con cierto poder ynostálgicos que habían sido el enlacecon la anterior cúpula. El relato queofrece uno de los designados parasustituirlo aporta algunos detallesmás.109

El cese de N. A. Shchelokov, unprotegido de Brezhnev queencabezaba el Ministerio delInterior, fue recibido con gran

alegría. En el aparato del ComitéCentral, los líderes de departamentoscomo los de «organizaciónempresarial», «organizaciones delPartido», «instituciones académicase investigación» y del «departamentogeneral», que formaban lo que seconocía como el «pequeñogabinete», o incluso el «gabinete enla sombra», eran los encargados dediseñar buena parte de las políticasimportantes. Andropov acabó con suomnipotencia.

L a intelligentsia acogió confervor la jubilación de Trapeznikov,

otro protegido de Brezhnev que seconsideraba la luminaria ideológicadel Partido. Gran inquisidor yestalinista inveterado, se dedicó aperseguir a los escritores y a losacadémicos cuyas manifestaciones ledesagradaban. Personajes como esteformaban el núcleo duro de la cúpuladel Partido. Deshacerse de ellos deun plumazo fue una demostración defuerza.

Con Andropov, la figura deGorbachov fue cobrando más y másimportancia. La savia nueva seapoderó de los puestos clave del

aparato del Partido: Andropov invitóa Vadim Medvedev a ponerse alfrente del departamento de«instituciones académicas einvestigación». Medvedev había sidocriticado con dureza por el anteriorjefe de dicho departamento porhaberse «insubordinado» al quererconvertir la Academia de CienciasSociales, de la que era director, enun centro de investigación serio.Andropov le comentó que eranecesario cambiar el enfoque paraacelerar el avance científico ytecnológico, y para mejorar

asimismo la situación de las cienciassociales, un terreno que Trapeznikovhabía maltratado. La Academia debíacentrarse en la investigación yabandonar la producción de textosideológicos vacuos.

En 1983, Andropov nombró aV. I. Vorotnikov, viceprimer ministrode la Federación Rusa, primerministro y miembro del Politburó. Eldiario privado que éste escribió seañade a la lista de materiales que nospermiten completar la semblanza deAndropov. Vorotnikov quedógratamente sorprendido por su

inteligencia, evidente a partir de lascharlas que mantuvieron. Sus notas,tomadas durante las reuniones delPolitburó, nos muestran a unAndropov decidido, incisivo,valiente a la hora de abordarproblemas más complejos, desde ladisciplina laboral hasta elfuncionamiento de la economía y labúsqueda de un nuevo modelo.Concebía el cambio de un modosumamente pragmático: queríaampliar gradualmente el alcance delas reformas. El primer paso deimportancia que dio en el terreno

económico fue permitir que lasfábricas se autofinanciarantotalmente, es decir, que gestionaranellas mismas los costes y losbeneficios. Con todo, Vorotnikov, unnovato que aún no estaba del todohabituado a las prácticas delPolitburó, no menciona los comitésde altos funcionarios que se crearonpara diseñar estas medidas, ydesconocía los planes de Andropovacerca de la reforma del Partido. Eneste sentido, debemos buscar otrasfuentes de información.

Al tiempo que Andropov iba

poniendo sobre la mesa sus primerosproyectos, modestos, seguíaplaneando otras iniciativas y hablabade ellas: «Tenemos que cambiar lamaquinaria económica y el sistemade planificación». Un grupo detrabajo que tal vez ya existiera antesde que llegara a la secretaría generalse puso manos a la obra. Entretantovolvieron a emerger lasconspiraciones, que Jrushchov habíareducido o proscrito. Y desde lacúpula se lanzó un aviso a laadministración del Estado: losdepartamentos ministeriales no

habían dado ejemplo de serorganizaciones eficaces y no habíanlogrado crear las condiciones paraque se diera un «ambiente de trabajonormal y sumamente productivo».110

Estas medidas fueronimportantes, aunque predecibles, yno parecían ser sino la punta deliceberg. No obstante, las actas de lasreuniones del Politburó que se handesclasificado arrojan una luzsorprendente sobre la estrategiaemergente. Conforme la campañapara la reelección de los órganos delPartido se aproximaba, y al tiempo

que llegaban los informes quehabitualmente se entregaban endichas reuniones, Andropovpromulgó, en agosto de 1983 y parasorpresa de todos, una resoluciónoficial del Partido: «Las asambleaselectorales del Partido transcurren deacuerdo con un guión elaborado deantemano, sin que exista un debateserio y sincero. Los candidatos leendeclaraciones que han sido editadas,y se suprime toda iniciativa o crítica.En adelante, nada de esto setolerará».111

Aquella declaración cayó como

una bomba. La crítica a los jefes delPartido, unos tipos descuidados yegoístas, y el hecho de que afirmara,coincidiendo con el inicio de lacampaña para su reelección, sintapujos que se les podía destituir diopie a una situación nueva para toda lacúpula dirigente, en su mayoríamiembros ex oficio de los órganosdel Partido en todos los niveles,desde las agencias del Partido a loscomités, pasando por los comitésregionales hasta llegar al mismísimoComité Central. Cambiar aquellatesitura iba a ser un paso decisivo,

que modificaría de arriba abajo lasituación: la «elección» había dejadode ser simplemente una«nominación». Andropovmanifestaba que quería unoscomicios de verdad, una sentenciaque equivalía a declarar que sabíaque el denominado «Partido» era uncadáver cuya resurrección eraimposible y que, por lo tanto, habíaque acabar con él. Y los políticosafectados así lo comprendieron. Lafamosa «seguridad de los cuadros»(a saber, la seguridad de mantener elpuesto con independencia de su

rendimiento) estaba a punto dedesaparecer, y con ella la impunidadde los «viejos tiempos». El poderacomodaticio y parasitario del grupode jefes del Partido-Estado tocaba asu fin. Las elecciones de verdad en elseno del Partido abrían la puerta a lareaparición de las facciones políticasy de nuevos líderes, lo que a su vezpodía desembocar en la aparición deun nuevo partido, comoquiera que sedenominara. Este partido, que seguíaen el poder a pesar de todas lasreformas que proyectaba, podríahaber asumido la tarea de dirigir el

país durante la difícil transiciónhacia un nuevo modelo.

Por supuesto, todo esto no sonsino hipótesis. Andropov, afectadopor una enfermedad incurable delhígado, abandonó la escena en 1984.Lo sustituyó otro hombre enfermo,Chernenko, un apparatchik anónimoque se mantuvo únicamente trecemeses en el cargo. Tras este período,el «Partido» apostó por una líneanueva y espectacular. Primero llegó,en 1985, un secretario general joven,Gorbachov, el heredero de Andropovy que enarbolaba un buen número de

las iniciativas adecuadas, aunquetambién le esperaba una caída tanmiserable como meteórico había sidosu ascenso. Después de él, el Estado-Partido (o el Partido-Estado)desaparecería sin que se derramarasangre, en un episodio en el que lasformidables fuerzas de seguridad,intactas, recibieron la orden de noabrir fuego. Este fue otro de loslogros de Gorbachov, pero ello noevitó que la impotencia se apoderarade él y el líder perdió el mando. Dehecho, no había nadie contra quiendisparar, ya que el sistema no había

cedido ante la ira de una masaenfurecida. A continuación llegaronlas «reformas» que han conducido aRusia a una forma de subdesarrollo.

DIAGNÓSTICOTérminos como «paradoja» o

«ironía» son de lo más adecuadospara calificar el destino histórico deRusia. Pero también lo es la imagende su pueblo llevando a lomos unapesada carga, a la manera de losbateleros del Volga que cargaban acuestas los bultos mientras cantaban:«Los ingleses, que son listos, lohacen fácil; se sirven de máquinas

para cargar los fardos». Los rusos,sin embargo, únicamente podíanrecurrir a la canción para infundirseánimo.

Esta historia turbulenta, contodas sus derivas, ha provocado unaprofunda angustia existencial enmuchos rusos —o, másconcretamente, en muchos habitantesde Rusia—, una sensaciónperfectamente expresada por lapalabra toska y todos sus matices,desde la melancolía a la depresión,pasando por la tristeza y la angustia.Podemos añadir a esta imagen el

concepto de unynie (desesperación),y una pizca de conmiseración por unomismo, por supuesto. Una poderosamezcla de penas, una mezcla quesolamente otra combinación desensaciones puede eliminar... Estossentimientos, más una dosisinsoportable de cinismo, impregnanlas canciones populares que hablandel hampa y de su apego por loscuchillos, una herramienta ideal parazanjar disputas y el símbolo de todoun estilo de vida. Antes de laperestroika, cantantes comoOkudzhava, Galich y Visotski apenas

cantaban melodías alegres: dabanvoz a un humor, el propio y el delpaís, en el que se entremezclaban elrechazo, la conmiseración, la súplicay la desesperación. Y no porque lagente no supiera lo que era la alegríaen la URSS, porque abundaba, sinoporque estos artistas intuían que elpaís iba por el camino equivocado yque la historia no sería benévola conél. En tiempos de decadencia, crisisy estancamiento, los ricos y losbardos pierden la fe.

Los datos que hemos expuestoproceden de los archivos del

Gosplan y de la Oficina Central deEstadística, archivos clasificados enaquellos años en los que lascanciones de los bardos resonabanen Rusia. De la combinación deambas «fuentes» obtenemos, sinembargo, la misma historia.

TERCERA PARTE. ELSIGLO SOVIÉTICO:RUSIA EN SUCONTEXTO HISTÓRICO

El tiempo y los mundos deLenin

En la introducción, hemos

señalado que la polarización de laopinión pública y el poderosoimpacto de la propaganda de laguerra fría ahogaron la reflexióncontextual indispensable para elanálisis histórico en aras de otrosfines y prioridades que habrían debeneficiar a los medios, a laideología y a las pasiones.

Los estudios especializados

sobre la Unión Soviética tienen quehacer frente a unas opinionesgeneralizadas y que eran defendidascon fervor: un discurso público muyestructurado que no se daba en otroscampos del conocimiento. Dichodiscurso se basa en una serie deerrores metodológicos que losdiferentes medios de comunicaciónrepiten como verdades absolutas. Elprimer error consiste en centrar laatención en los líderes, en losprotagonistas y en la ideología,representándolos como actoresindependientes y aislándolos del

contexto histórico, sin mencionar lascircunstancias que les dieron forma oque los condicionaron, sin tener encuenta el pasado, ni el mundo que losrodeaba. Para muchos, todo comenzóen 1917, el momento del «pecadooriginal»; para otros, empezó inclusoantes —en 1902-1903— con lapublicación de la obra de Lenin ¿Quéhacer? A partir de entonces, loshechos se desarrollaron como sihubieran estado genéticamenteprogramados, y la secuencialeninismo-bolchevismo-comunismoson las diferentes fases de un

proceso fatal. Estoy exagerando algo,pero la ironía se justifica si tenemosen cuenta que Lenin escribió ¿Quéhacer? en un momento en el que lasocialdemocracia rusa al completo, yel autor con ellos, estabaabsolutamente convencida de que larevolución rusa venidera sería unrevolución liberal («burguesa-democrática» era el término queaplicaban), cosa que descartaba quela izquierda fuera a tomar el poder.En aquellos años, Lenin veía elcapitalismo ruso como una fuerzatriunfante, un sistema que avanzaba

inexorablemente y cuya presencia sepercibía por doquier.

Siempre que se adopta unaperspectiva determinista, lainvestigación histórica opta por unapostura cauta; cuando se abraza una«disciplina de partido» en lainvestigación histórica, ya sea deizquierdas, de derechas o de centro,los resultados que se consiguenequivalen al esfuerzo que se hainvertido en lograrlos, nada más.

En lo que se refiere a lahistoriografía sobre la UniónSoviética, hay un impedimento

añadido: la tendencia habitual adescartar los cambios sociales que,desde luego, tuvieron lugar.Centrarse casi exclusivamente en laestructura del poder en detrimentodel estudio a largo plazo de lasociedad se justifica a vecesmediante la fórmula «No existía unasociedad, sino un régimen»: elKremlin, la Staraia Ploshchad y laLubianka eran simplemente tresdirecciones. Más recientemente, seha presentado el términonomenclatura como un grandescubrimiento sin prestar atención

al hecho de que, a falta de un estudiodetallado de su significado, no essino un significante.

Este es sólo un ejemplo de losmuchos en que se observa latendencia de numerososcomentaristas a pasar por alto laslagunas obvias que hay en elconocimiento de ese país. Reconocerque estas lagunas existen y querersolventarlas se deriva de unfragmento de un viejo consejoepistemológico: scio ut nescio.

El enfoque «contextual» tambiénexige prestar atención a la coyuntura

general europea, a su dramatismo y asus repercusiones. La situacióncambió rápidamente, y las crisis sesucedieron. Entre 1914 y 1953asistimos a una verdadera retahíla decataclismos que afectaronenormemente a la población rusa; ylos líderes, antes de tomar cualquiermedida, tenían que enfrentarse aestas crisis, muchas de ellas deorigen ajeno a ellos. Lenin noprovocó la primera guerra mundial,ni fue el artífice de la caída delzarismo, ni siquiera de laimposibilidad de las fuerzas

democráticas para controlar el caosde la Rusia de 1917. Por acción uomisión, locura o razón, estos hechosno rueden entenderse sin tener encuenta ese período de confusión ycrisis y que estuvo marcado por elpeso del pasado, que se apoderó delánimo del pueblo y dictaba susacciones. Lenin, un estratega políticopor excelencia, se limitaba areaccionar a lo que percibía yentendía de las crisis nacionales. Portanto, resulta imperativo que nosdistanciemos de la situación parapoder ubicar en el lugar que les

corresponde a personajes ymovimientos.

La complejidad histórica secompone de innumerables factoresque pueden converger, divergir ochocar. Hay siempre algo más que laacción de un líder, de un grupodirigente, de una clase dominante ode una elite. Para comprender mejordichos factores, es indispensablefijar unos parámetros más amplios.Ninguna historia de un régimen tanbrutal como el de Stalin esunidimensional. Debemos plantearsus cómos y porqués, distinguir entre

las diferentes fases, y establecercuándo mantenía y cuándo no elcontacto con la realidad.

Sea cual fuere el grado deaislamiento y de autarquía delrégimen, no debemos ignorar lacoyuntura externa. No sólo secontrolaban las emisiones de radioextranjeras, sino que a las mesas detrabajo de los líderes soviéticosllegaban también los estudiossistemáticos sobre el rendimiento dela economía occidental. Losservicios de inteligencia, losdiplomáticos y los funcionarios del

Ministerio de Comercio Exterioreran fuentes de información sobre loque sucedía en el exterior, aunquesólo la elite tuviera conocimiento desus revelaciones. En lo que se refierea un público soviético más amplio,no conviene subestimar laimportancia de la literaturaextranjera traducida, que, aunqueseleccionada, era numerosa; entre lostítulos había muchas obras maestrasde la cultura universal, y la calidadde las traducciones era excelente.Los ciudadanos rusos adquirieronfama de grandes lectores de libros de

calidad, por no hablar de su pasiónpor la poesía y del papel políticoespecífico de ella. Hoy estascualidades se han desvanecidoprácticamente por completo.

Ya me he referido anteriormentea otro conjunto de problemas igualde complejos y difíciles dedesentrañar. Los sistemas soviético yoccidental se afectaron e influyeronmutuamente, con unas repercusionesque variaron en forma e intensidad enfunción de la cambiante situacióninternacional. En el núcleo de esteproceso se encontraba el deseo de

proyectar la imagen de la URSScomo un reís que había nacido de lafuerza de un socialismo creador. Unanálisis más pormenorizado de estacuestión nos permitirá esclareceralgunos de sus aspectos, tanto losrelativos a la historia de la ideologíasoviética como a la de su interaccióncon el mundo exterior, especialmenteen lo que se refiere a las imágenespropias y ajenas de «socialismoversus capitalismo» que ambosbandos lanzaron en diferentes etapashistóricas. Cómo y por qué tantoscríticos de izquierdas occidentales

tendieron a ver en la Unión Soviéticaalgo que no era y que no podía ser esuna cuestión complicada quedebemos tratar en este punto. Perotampoco podemos pasar por alto lareivindicación de la derechasoviética de ser lo que en realidad noera para conseguir fortalecer suimagen en las sociedadesoccidentales e intentar así minar lasinstituciones democráticas.

La reivindicación soviética deque representaba un modelodiferente, una alternativa alcapitalismo, sirvió a la URSS para

movilizar no sólo a su gente, sinotambién para conseguir unconsiderable apoyo exterior, queempleó tras la guerra para defenderla existencia de un «bandosocialista» y vestirlo con lo queparecían sus mejores galas naturales.Pero aunque quien hablaba eraJacob, quien actuaba era Esaú;mirada más de cerca, la realidad notenía nada de idílica, aunque era unfenómeno en sí misma, mucho másparecido al sistema chino, que hoy esuna potencia que hay que tener encuenta.

El último de los impedimentosdigno de ser mencionado aquí es lautilización masiva de conceptoscomo «totalitarismo» (que retomarémás adelante), que ha llevado aignorar los cambios importantes quese produjeron en el sistemasoviético. El menosprecio flagrantede la dimensión social era unaevidencia clara de la inadecuaciónconceptual de la ideología deltotalitarismo; centrar la atención enel régimen —como si la sociedadfuera maleable por definición— hizoque se desatendieran los profundos

cambios estructurales de la sociedadque eran cruciales para lacomprensión de los logros, loscambios internos, las crisis y lacaída del régimen.

Dichas omisiones, fomentadaspor la tirantez de la confrontaciónideológica y por la guerrapropagandística, son en sí mismasobjeto legítimo de una investigaciónhistórica, como lo es el daño que elrégimen soviético se infligió a símismo prohibiendo la libertad en lainvestigación y en el debate. Losargumentos y los postulados

ideológicos, vengan de donde venganno pueden erigirse en una guía de lainvestigación, sólo pueden funcionarcomo temas de ésta a través de unavisión que desentrañe lasreivindicaciones no justificadas y lacomprensión de su origen y finalidad.Pero la tarea verdaderamenteimportante radica en elaborar lasherramientas conceptuales y lasestrategias de investigación quepermitan esclarecer qué era enrealidad el sistema soviético, cómoevolucionó (incluida la ideología) ydónde hay que situarlo en el mapa de

los sistemas políticos.Repito: el pasado (en realidad

varios pasados) estaban, y siguenestando, activos, dado que en Rusiacoexistían simultáneamente lasrealidades (y no unas simplesreliquias) heredadas de los siglosanteriores. A diferencia de losperíodos en que el ritmo del cambioes lento, en los períodos de crisis,los fenómenos y los estratos socialespertenecientes a diferentes épocaschocan violentamente y fundan yrefundan las instituciones y elcomportamiento político en el

momento de mayor desconcierto. LaRusia zarista experimentó una buenaparte de sus convulsiones en el sigloXX, y continuaron bien entrada la erasoviética con una amplia gama defenómenos relacionados con loscambios políticos y sociales: crisis,revoluciones, guerra civil,levantamientos, expansión,decadencia y, finalmente, suhundimiento. Este espectáculo no esnecesariamente tedioso, aunqueresulte algo deprimente. Tambiéntenemos que hallar los términosadecuados para cada episodio,

puesto que no podemos utilizar losmismos calificativos para la faseestalinista de industrializaciónvertiginosa anterior a la guerra, queaunó el desarrollo social y unapatología política «cancerosa», ypara el período estalinista posteriora la guerra, de rápida recuperacióneconómica y de campañasideológicas y políticas retrógradas.Por último no debemos obviar elmovimiento pendular propio deRusia: una importante potenciaeuropea en 1913 que, en 1920, sehabía convertido en un país

devastado; movilizada en unimpresionante esfuerzo bélico entre1941 y 1945, se convirtió en unasuperpotencia victoriosa en 1945,aunque nuevamente devastada; unosdiez años después, volvía a ser unasuperpotencia, gracias a sus sputniksy a los misiles intercontinentales, ylas consecuencias no fueron menossorprendentes. Abundan en esteescenario los procesos históricosfrenéticos, y ofrecen un abanico deposibilidades considerable para losestudiantes del cambio social.

No vamos a desempeñar el

papel de fiscal ni de abogadodefensor. Cualquier estudio históricodigno de ese nombre se dedica aexponer un caso: si se trata de algopositivo —progreso— emergerá conclaridad; si esconde una patología —la historia está llena de ellas—,también saldrá a la superficie.

Las opiniones generalizadas delos círculos políticos, los medios yla impresión de la gente son unobstáculo para un estudio riguroso dela URSS. Los trabajos académicosdedicados a este país y a su sistemapertenecen por lo general a otra

categoría, y deben considerarse deuna manera diferente a pesar de quealgunos académicos hayancontribuido a la elaboración de un«discurso público» homogeneizadoacerca de la Unión Soviética.Diversificada a lo largo de muchospaíses, la investigación académica hagenerado una amplia variedad deestudios que reflejan en algunosaspectos la parcialidad del «granconcurso», pero que, no obstante, sonel producto de un trabajo serio y, aveces, admirable. A falta de acceso alas fuentes soviéticas, estos estudios

adoptaron diferentes enfoques ydieron lugar a varias escuelas depensamiento. En la actualidad, dadoque el acceso a los archivos es mássencillo, pero quizá también a causadel triste estado de la Rusiacontemporánea, muchos colegasestarán de acuerdo en que unaaproximación más equilibrada a laépoca soviética, sin pasar por altosus defectos, no sólo es posible, sinoindispensable.

La Unión Soviética fue parteimplicada e integral del siglo y nopodemos «descodificarlo» sin

entender claramente el papel quedesempeñó el país en los dramas quese han vivido en estos años. Esto nosdevuelve a un lugar común virtual: lainfluencia de los hechos mundialessobre Rusia fue constante e influyóen el devenir del Estado.

La revolución de 1905 y laprimera guerra mundial influyeronpoderosamente en el programa de lossocialdemócratas rusos, incluida latendencia liderada por Lenin (que seconvirtió en partido en 1912), yguiaron sus expectativas yestrategias. Es momento de repetir

que este movimiento político no sehabía propuesto llegar al poder oiniciar una revolución a corto plazo,sino participar en ella e impulsarlaen la dirección de la etapa históricaobligada. No obstante, cuando en19051907 fracasó el intento derevolución burguesa-democrática,Lenin empezó a dudar de la validezde la valoración que él y el partidosocialdemócrata habían hecho delgrado de desarrollo del capitalismo yde su impacto en Rusia. Hasta lafecha, Lenin había comprobado queel capitalismo funcionaba en todas

partes, pero en ese momentodescubrió que la fuerza impulsoracapaz de derrocar al régimen zaristano eran los liberales, sino loscampesinos. En consecuencia,empezó, a modo más bien de prueba,a buscar nuevos enfoques yestrategias, y no fue hasta los años dela primera guerra mundial cuandoempezó a cambiar su idea inicial dela revolución (formulada en realidadpor Plejanov), aunque dicha ideainicial fuera la que prevaleció entrela mayoría de los miembros de supartido.

Es importante subrayar quemuchos miembros del partidosocialdemócrata ruso, incluidoLenin, habían vivido en Occidente yparticipado en las actividades de lospartidos socialdemócratasoccidentales mientras seguían muy decerca las cuestiones rusas. Contabancon una «doble nacionalidad»política, es decir, vivían en dosmundos políticamente diferentes.Lenin es un buen ejemplo; era unsocialdemócrata germano-ruso ymiembro del comité ejecutivo de la IIInternacional. No hay motivo para

dudar de su compromiso con esaparte de la ecuación, y, como sucediócon tantos otros, fue allí dondeadquirió las herramientasconceptuales que utilizó parareflexionar acerca del mundo. Sinembargo —y esto no era un secretopara nadie— también le influyóRusia, el centro de suspreocupaciones. Pero el universoruso era bien distinto del occidental;tal y como descubrió Lenin, enparticular mediante la lectura dediferentes historiadores de la Rusiazarista, el país era un conglomerado

poliédrico cuyos formantescoexistían en el mismo espacioaunque se movían a ritmos diferentes.Ambos mundos estaban entrando enun largo período de agitación que seiniciaría con la primera guerramundial y que continuaría condiferentes crisis y revoluciones.Dichos acontecimientos seadelantaron en toda la Europa centraly oriental, una regiónmayoritariamente agraria yeconómicamente subdesarrollada, yen la que habían alcanzado el poder,o estaban a punto de hacerlo,

regímenes sumamente autoritarios odictatoriales (a excepción deAlemania y Checoslovaquia, cuyademocracia era de hecho más estableen ese momento que la de laRepública de Weimar). No hay quepasar por alto estos factores alestudiar el sistema soviético, niolvidar otro aspecto crucial: lasocialdemocracia alemana, en ciertosentido el alma máter ideológica deLenin, había hecho un tremendoesfuerzo nacional durante la guerra,al igual que otros partidos socialistasen sus respectivos países. La II

Internacional, que parecía tanpoderosa en 1914, se escindió, undesastre del que nunca se recuperó elsocialismo europeo. La masacre sinprecedentes y la devastacióneconómica que se derivaron de laguerra infundió esperanza en muchoscírculos de la izquierda, que creíanque a continuación estallaríanrevoluciones en toda Europa; y losizquierdistas se embarcaron en labúsqueda de las prognosis y lasestrategias que habían dedesembocar en la creación de ungobierno revolucionario en Europa.

Al papel de Rusia y de su potencialhistórico en tanto que país atrasadose le otorgó una importanciasecundaria.

El intercambio epistolar de1915 entre dos bolcheviquesemigrados, Lenin y Bujarin, en el quehablaban de las perspectivas y deestrategia revolucionaria, nosdescubre los anhelos y las ideas deambos. En ese momento, tanto Lenincomo Bujarin, un joven y románticorevolucionario diez años menor queLenin, confiaban totalmente en unafutura revolución en Europa e incluso

a escala mundial. A menudo jóvenes,los bolcheviques andabanpreparándose para desempeñar unpapel decisivo en ella. Lenin yBujarin trataron de un modo serio laposibilidad de recurrir a una«invasión revolucionaria» deAlemania para defender larevolución, pero discrepaban en lanecesidad de buscar o no el apoyo dela izquierda alemana. Bujarin loconsideraba indispensable; de otromodo, argumentaba, existía el riesgode que surgiera una fuerzanacionalista en Alemania que

acabara con «nuestra invasión». Enel marco de esta perspectivarevolucionaria europea, larevolución de Rusia era, para Lenin,un asunto secundario, y lo queBujarin denominaba «nuestrainvasión» se refería a cualquierfuerza revolucionaria europea, no auna invasión por parte de Rusia.Lenin y Bujarin se planteaban si laimposibilidad de establecer elsocialismo en Rusia (una ideacomúnmente aceptada hasta la fecha)seguía representando un problema.Según Bujarin, lo sería sólo si la

revolución afectaba a algunos países;sin embargo, si la revolución erapaneuropea, Rusia sencillamentepasaría a formar parte de una entidadmucho más amplia. Sea como fuere,las identidades nacionales estabancondenadas a la desaparición.112

De esta correspondencia sededuce que serían ni más ni menoslos bolcheviques, término este queparece hacer referencia ahora a lospartidos revolucionarios europeosunidos bajo una nueva organizacióninternacional, dado que la IIInternacional estaba extinta y sus

líderes, desacreditados, quienesencabezarían la estrategiarevolucionaria (no sólo en Rusia). Loque en realidad sucedía era que enEuropa se estaba produciendo ungiro hacia la izquierda, con los«bolcheviques» a la cabeza.

La idea que destilan estas cartases bastante utópica y puede intuirseen ellas un cierto «imperialismorojo». No obstante, comoquiera quela sucesión de hechos presentes yfuturos fue y sería de alcancemundial, no estaba Rusia al frente deeste imperialismo —como sostenía

todo el mundo, el país no contabacon un potencial socialista—, ymenos aún en el centro de losacontecimientos, ni permitía susituación especular sobre lasventajas expansionistas que pudieranderivarse de ese movimiento. Latendencia de Lenin a ensalzar elpotencial revolucionario de Europase mantuvo hasta el lanzamiento delNPE en la Unión Soviética. Con larecesión en Europa del empujerevolucionario, algunos países,destrozados por la crisis acabaronabandonando la búsqueda febril de

aliados, una búsqueda motivada nosólo por la fuerza del régimen rusosino también por su vulnerabilidad.En ese momento, un leninismo muydiferente ocupó el lugar de supredecesor.

1917: LOS GRUPOSPRINCIPALES

Sin perder de vista todo loanterior, debemos dar un salto hasta1917, un año en que la primavera fuegloriosa y el otoño, riguroso. Labrevedad e intensidad de las dosestaciones y el contraste entre ambasson desconcertantes, pero lo cierto es

que, obviamente, hubo más de doscapítulos en esta etapa tancomprimida de historia.

La extraordinaria revoluciónque estalló en Rusia entre febrero ymarzo de 1917 se caracterizó por uncúmulo de rasgos inusuales. Enrealidad, nadie derrocó a laautocracia zarista: desapareció de laescena en plena guerra sin queninguna iniciativa obvia pudieraocupar su lugar. La Duma, unainstitución desprestigiada, no fuecapaz de sustituirla; sencillamenteconstituyó un gobierno provisional

para, más tarde, retirarse de laescena política. El gobierno no eraresponsable de la situación, y noresistió. A partir de entonces, seconstituyó un nuevo gobierno cadados meses. Dado que aquí no sólonos ocupa lo estrictamente esencial,conviene reflejar la aparición —y laposterior desaparición— de tresactores principales: en primer lugar,los soviets, cuyos líderes,revolucionarios socialistas ymencheviques, se convirtieron, con osin el concurso de los liberales, enlas figuras centrales de los sucesivos

gobiernos provisionales a partir demayo de 1917; luego aparecieron losbolcheviques, que al principiodesempeñaron un papel puramentesecundario en los soviets, pero cuyafuerza fue creciendo rápidamente;por último, los futuros blancos, casiinexistentes en los inicios,empezaron a aunar fuerzas y prontose convirtieron en el tercerprotagonista principal. En cuanto alos liberales, tenían su propioprograma y cambiaban de aliadossegún les convenía.

Los soviets, un fenómeno único

que surgió en 1905, eran en realidadla única estructura con ciertoparecido a un poder estatal. Sinembargo, sus líderes no se atrevierona tomar el poder, porque, según susanálisis e ideología, el futurorégimen iba a ser liberal. Los dospartidos socialistas obtuvieron unlugar en el gobierno gracias a lossoviets, pero se sentían más bienincómodos por ello. Losmencheviques, en su mayoríamarxistas ortodoxos, basaban, porejemplo, toda su estrategia en laimposibilidad del socialismo en

Rusia. Para ellos, el único caminoque había por delante era el delcapitalismo y la democracia; por lotanto, su único aliado indispensableera la clase acomodada, la clasemedia en términos actuales. Tal ycomo ha expuesto Ziva Galili, losmencheviques se dividieron envarias corrientes: una vez en elgobierno, algunos revisaron supostura prerrevolucionaria; otrostrabajaron en los soviets o semantuvieron fieles a sus ideasprimigenias; hubo también unaminoría, la corriente

internacionalista, dirigida porMartov, que se decantó por ungobierno exclusivamente socialistasustentado por los soviets y que seoponía a la participación socialistaen el Gobierno Provisional, puesconsideraban que era un preciodemasiado alto.

Los demócratasconstitucionalistas (los cadetes),dirigidos por el historiador y políticoPavel Miliukov, pretendíaninicialmente preservar la monarquíapara evitar una revolución. Noobstante, a partir de mayo se

«retiraron», en palabras de Miliukov,declinando cualquierresponsabilidad como partido frentea la evolución de los acontecimientosy simpatizaron con el generalKornilov cuando éste intentó dar ungolpe de Estado contra el gobiernode Kerenski. Anhelaban un gobiernofuerte capaz de controlar el caos queamenazaba con invadir el país.Miliukov hizo hincapié en que lasuya no iba a ser una dictaduramilitar, pero propuso a Kornilovocupar el lugar de Kerenski, a quienno consideraba capacitado. Así, los

cadetes confiaron en que el generalmonárquico restauraría el orden einstauraría una repúblicademocrática cuando lo permitieranlas circunstancias. El punto claveradica en que los liberales, al menoslos que compartían las ideas deMiliukov, creían que se necesitabamano dura, pero, por supuesto, nopor parte de la izquierda, así quecooperaron con el gobiernoprovisional de manera tibia, no comopartido, sino como sujetos queaceptaban carteras ministerialescomo una manera de oponerse a la

izquierda, ligada a los soviets. Estosúltimos representaban la única fuerzacon la que podía contar el gobiernoprovisional. No obstante, dado quebuscaban el apoyo de los cadetes, lospartidos democráticos de izquierdastenían que pagar con su participaciónen el gobierno y su posteriorrenuncia a apoyar a los soviets; taleseran las contradicciones en las que,dadas su posición política eideológica, se encontraban, por unlado, los cadetes y, por otro, loslíderes de los soviets. Estos asuntosdeben tratarse más

pormenorizadamente, dado que nosayudarán a entender todos losacontecimientos que tuvieron lugaren los diez primeros meses de 1917.

Las opiniones y opcionespolíticas de Miliukov y susseguidores entre los cadetes sonprofundamente esclarecedoras. Elaspecto más duramente criticado dela revolución leninista —suprograma para un régimen dictatorialde partido único— nacía delsentimiento de lo que era posible einevitable que compartieran otrasfuerzas políticas en la arena pública.

No es pues ninguna revelaciónseñalar que los blancos,principalmente monárquicos,aspiraban a instaurar una dictaduramilitar que había de reinstaurar laautocracia. Detestaban institucionescomo la Duma, incluso la que existíaen tiempos del zar, que tenía un papelmeramente ornamental. Y no hayduda de que no veían con buenosojos el partido de Miliukov, nisiquiera cuando, en respuesta a susataques, Miliukov insistió en quehabía hecho todo lo posible parasalvar el zarismo (no era

responsabilidad suya que el sistemano tuviera salvación). Pero, aunquepartidarios de la monarquíaconstitucional, los cadetes —elpartido liberal— consideraban queRusia aún no estaba preparada paratal grado de liberalización en unfuturo inmediato y, por ese motivo,se decantaban por la dictadura.También opinaba así el tercer actorprincipal: Lenin y los bolcheviques.Este paralelismo inesperado entre lavaloración de Rusia de Miliukov y lade Lenin puede resultar esclarecedor.

La descripción que Miliukov

hace de los últimos días de lamonarquía en su libro de 1927,

Rossia na Perelome (Rusia enla encrucijada), es tan sombría comola que presentó el historiadorsoviético Avrej en un profusovolumen sobre el crepúsculo delzarismo. Miliukov plantea en su tesisla falta de «cohesión» entre lasdiferentes clases —campesinado,nobleza y clases medias— y entre elzarismo y el resto de la sociedad. Deaquí deriva la enorme fragilidad delsistema zarista, que se plasmó en laindolencia del Estado, una tendencia

a la rebelión entre los estratossociales populares y el pensamientoutópico de la intelligentsia. Lasideas de Miliukov —entre ellas susfórmulas sobre la primacía delEstado sobre la sociedad, queequivalían a convertirlo en el únicobaluarte posible frente al peligro defragmentación— influyeron en lahistoriografía rusa. Aunque usaranuna terminología diferente, las ideasde Lenin y Trotsky sobre laestructura social rusa presentanciertas similitudes con las deMiliukov; su pesimismo sobre la

perspectiva de un resultadodemocrático de los acontecimientos apartir de 1917 se basaba en unaperspectiva histórica: dictaduramilitar o caos.

Algunos textos más antiguos einéditos de Miliukov, yrecientemente descubiertos en losarchivos, explican por qué pretendíasalvar la monarquía.113 Es evidenteque lo hacía porque no considerabaque hubiera ninguna otra alternativaaceptable en un momento en que lapuerta a la democracia estabaatrancada, justificando así su mano

en aquella histórica partida depóquer.

En principio, las «fuerzasdemocráticas», que se correspondíancon los no bolcheviques, o másexactamente con la izquierda antibolchevique (mencheviques yrevolucionarios socialistas), sehabían comprometido con unasolución democrática. Sin embargo,ante la realidad de un país endesintegración, algunos de susmiembros —especialmente variosministros del gobierno provisional—se vieron obligados, aunque sin estar

demasiado convencidos al principio,a aceptar medidas asociadas con unestado de emergencia: control deprecios, racionamientos, comprasobligatorias de cereales, envío deunidades políticas y militares parasofocar el malestar en las zonasrurales. De manera inadvertida alinicio, pero luego deliberadamente,muchos de estos miembros seconvirtieron en adalides de unEstado duro, una postura quecontradecía su orientación eideología previas. Además, aunqueestaban más cercanos a una visión

verdaderamente democrática yrechazaban categóricamente lasconclusiones de Miliukov y Lenin,nunca dejaron de «anhelar aMiliukov», lo cual era un espejismo,dado que Miliukov ansiaba el «puñode hierro» de un monárquico: otroespejismo. No es de extrañar quenada pareciera viable.

El gobierno había puesto rumboa la bancarrota financiera. Elministro de Economía, Shingarev,describió la catástrofe que seavecinaba del modo siguiente. Antesde la guerra, el dinero en circulación

ascendía a 1.600 millones de rublosen billetes y a 400 millones en oro.Sin embargo, durante la guerra, enlugar de los 6.000 millones de rublosprevistos, se habían imprimido12.000 millones, lo que derivó en laalta inflación que definió como un«dulce veneno». La revolución habíadesatado unas expectativas enormesentre la población; todo el mundohabía visto aumentar sus salarios ylas pensiones. Los gastos siguieroncreciendo, pero las arcas del Estadoestaban vacías. Se emitían treintamillones de rublos al día (lo que

precisaba de 8.000 trabajadores).¿Cómo se debía acabar con estecaos? Era imposible imprimir más demil millones de rublos al mes y, dadala inflación, el coste de la operaciónascendía a 1.500 millones. En elejército había enroladas diezmillones de personas: «La sangremana en el frente, pero en laretaguardia tenemos lo quepodríamos llamar un festín en mediode esta plaga. El país está al bordede la ruina. ¡La patria está enpeligro!».114

Los informes de la policía

procedentes de todo el país daban fedel creciente malestar de las zonasrurales, del deterioro de lossuministros de comida y del penosoestado del ejército. En este lúgubrecontexto, el gobierno provisional,compuesto fundamentalmente derevolucionarios socialistas ymencheviques, y con la participaciónsimbólica de algunos propietarios,cayó en la cuenta de que ya nocontrolaba nada, de que sulegitimidad disminuía cada día quepasaba y de que se estaba quedandosin espacio para maniobrar. La

necesidad de una coalición nueva yrevitalizada le llevó a convocar, el14 de septiembre, una «AsambleaDemocrática» que tendría que elegirun «parlamento previo» no oficialencargado de negociar la creación deun nuevo gobierno provisional fuertecon algo de prestigio (o esoconfiaban). Sin embargo, cualquieraque observara los debates y lasposturas del parlamento previoelegido por la Asamblea llegaba a laconclusión de que carecía totalmentedel deseo y de la habilidad políticapara la creación de un nuevo Estado.

Lo único que podía ofrecer era unasarta interminable de discursos.

SEPTIEMBRE—OCTUBREDE 1917: EL PARLAMENTOPREVIO

La realidad del parlamentoprevio queda descrita de maneraclara en las memorias de NikolaiAvksentev, uno de los líderes de lafacción más próxima a la corrientederechista de los socialistasrevolucionarios.115 A partir defebrero de 1917, fue el presidentedel comité ejecutivo de loscampesinos soviets; en julio, fue

designado ministro del Interior y, enseptiembre, se convirtió en elpresidente del soviet provisional dela República Rusa (parlamentoprevio).

Su relato da la impresión de quenos encontramos ante una sesiónsolemne en un palacio lujoso —dehecho, una reunión completamenteestéril con el odio hacia losbolcheviques como único vínculo—,mientras en el exterior ya seconcebía un sistema muy diferente.Con suma tristeza, Avksentevdescribe vívidamente las divisiones

internas de todos los grupos (todosellos se escindían). Como sucede enestos casos, la situación estaba enpunto muerto y nada parecía quefuera a desatascarla, igual quesucedió en la reunión en el cuartelgeneral de Nicolás II en el frente elaño anterior, cuando demostró suincapacidad para hacer nada salvoreorganizar una y otra vez elgobierno mientras todo a sualrededor se derrumbaba. No era elúnico ejemplo de esta parálisis; elescenario es diferente en cadamomento, pero el espectáculo

siempre es el mismo: la incapacidadpolítica de los actores principalesdel momento. Los esfuerzosrealizados en septiembre y octubrede 1917 para recobrar el control delos acontecimientos no eran sino lareacción clásica en situaciones deeste calibre.

Avksentev y sus colegasintentaron estabilizar la situacióninstando a los representantes de lossoviets a aceptar una posiciónminoritaria en el parlamento previoque la Asamblea Democrática iba ainstaurar. A los propietarios, es

decir, a las organizaciones y partidosque representaban a las clasesmedias, se les ofreció una posiciónmayoritaria. La AsambleaDemocrática se celebró a mediadosde septiembre en Petrogrado. Losbolcheviques, que estabanrepresentados desde el primermomento, pretendían excluirtotalmente a los propietarios y crearun gobierno exclusivamentesocialista, al que se comprometían aapoyar. Esta posición resultabainteresante únicamente para unpequeño grupo del ala izquierda del

partido menchevique, con Martov alfrente. La Asamblea Democráticaeligió a los 250 miembros según elpeso relativo de cada partido dentrode la Asamblea, y designó después aotras 250 personas de entre lasclases medias y el entornoempresarial. Estos representantesdebían prestar su apoyo político ymoral al gobierno. Según Avksentev,era necesario porque «el gobiernocarecía de cualquier otro apoyo».

La situación que describeAvksentev es una sucesión deparadojas. El bando democrático

ofrecía a los propietarios unamayoría para asegurar la legitimidaddel gobierno pasando por alto quelos soviets (a los que lideraban) eranla única fuente posible de apoyolegítimo. De este modo, buscaron elrefrendo de otros grupos quecarecían de un poder equiparable alde los soviets. Avksentev locomprendía perfectamente: ensalzabalos esfuerzos realizados por loslíderes de los soviets para organizara la burguesía e introducirla en laarena política y apuntaba: «esto sirveúnicamente para poner de manifiesto

la debilidad de la burguesía», algode lo que no eran responsables ni losbolcheviques ni las fuerzasdemocráticas. En el gobierno decoalición, los demócratas (es decir,los socialistas) contaban con elapoyo de la masa, mientras que susaliados burgueses no contaban conningún respaldo. Aun así, las fuerzasdemocráticas ofrecían un acuerdo enpie de igualdad, e incluso aceptabanque se diera un equilibrio de fuerzasmayoritario, a los constituyentesburgueses de la Asamblea, que notenían nada que ofrecer a excepción

de su debilidad y que, sin embargo,exigían un alto precio por ella.

Avksentev recalca la debilidadde todo el proceso en sus sucesivosintentos por establecer una coalicióntotalmente artificial. Esto producíaúnicamente peleas nimias que nollegaban a crear una unidad o el tipode auxilio que necesitaba elgobierno.

El resto de ministros delgobierno provisional (Kerenski,Tereshchenko y demás) seembarcaron entonces ennegociaciones con diferentes

protagonistas en el Palacio deInvierno. Todas las partes eranconscientes de que el país iba decamino a la ruina y que lo que seprecisaba con urgencia era la unidad.Sin embargo, todos se manteníanfirmes en su fórmula sacrosantatemiendo que las masas del exteriorse sintieran traicionadas si faltaban asus palabras mágicas. Lasdiscusiones se centraban encuestiones menores de dogma o ensimples aspectos gramaticales.Mientras se sucedían laspuntualizaciones quisquillosas entre

las paredes de palacio, en el exteriorse estaba gestando la tormenta quepronto los arrastraría a todos.

Entretanto se creó un gobiernode coalición y se estableció otrocuerpo, el Consejo Provisional de laRepública. Este último se inauguró aprincipios de octubre para que loscadetes y los propietariosdispusieran de tiempo suficiente paraseleccionar a sus representantes;siguieron las negociaciones sobre lacomposición del Presídium.Avksentev narra el proceso con tododetalle hasta llegar, finalmente, a la

solemne reunión del gobiernoprovisional del 7 de octubre a las 3de la tarde en el Palacio Marinski, enel mismo salón donde el zarconvocaba al Consejo del GranEstado. El salón estaba lleno; elcuerpo diplomático estaba presenteen sus logias; Kerenski, que abrió lasesión, fue recibido entre aplausos.Avksentev continúa: «no se percibíaninguna convicción real de que seestuviera gestando algo nuevo... Sehabía creado una institución unitariapara los demócratas y la burguesía,pero carecía de unidad... y las

contradicciones seguían siendoenormes». Estaban más preocupadospor las palabras que por los hechos:la izquierda insistía en la paz y en lacuestión agraria, puntos que loscadetes no podían aceptar.Avksentev estaba de acuerdo conestos últimos e intentó convencer alos mencheviques para queeliminaran los puntos controvertidosdel documento final que se tenía queadoptar. Según Avksentev, fueron lossoviets —dicho de otro modo, loslíderes mencheviques y lossocialistas revolucionarios— los

que, en el momento clave,demostraron su incapacidad y noapoyaron al gobierno.

Avksentev acusaba a la«izquierda democrática deinflexibilidad programática. Dehecho, carecían de un programapolítico independiente que reflejarasu fuerza del momento. Susrepresentantes depositaban todas susesperanzas en los cadetes y en losconstituyentes burgueses, mientrasque los cadetes sólo tenían ojos paralos monárquicos. Al igual que lossocialistas revolucionarios, los

mencheviques estaban divididos, yninguno de los grupos aportaba nadaclaro ni aceptaba nada que llegara delas otras fuerzas. Cuando Martovpromovió un gobierno únicamentesocialista basado en los soviets, almenos su posición tuvo el mérito deser clara, pero sólo contaba con unapequeña minoría de su grupo.

Como todos decían a losbolcheviques, el socialismo no eraposible. Los mencheviques y el restode fuerzas tenían toda la razón. Noobstante, aunque ya contaban con unpoder considerable, la situación no

encajaba en su «fórmula». Estosúltimos pretendían convencer a lasclases medias de que optaran por unsistema democrático, pero laburguesía se encontrabadesorganizada y no quería participaren un gobierno de este tipo, así quesurge la pregunta: ¿en qué teníanrazón los mencheviques? Tal y comolo entendió claramente Miliukov, las«clases medias» con las que todo elmundo contaba, no eran sino unejército político fantasma... y losliberales, que deberían haber sidosus líderes políticos, soñaban

únicamente con domesticar a labestia y encontrar a alguien con manodura. El país se estaba viniendoabajo y no había un gobierno centralcapaz de impedir el caos total.

La derecha monárquica no veíaotro modo de resolver los asuntosque mediante la fuerza militar y elterror, y no lo ocultaba. ¿Pero quésistema iban a establecer una vezhubieran colgado de las farolas a losalborotadores? Algunos de losgenerales blancos miraron al pasadoen busca de un modelo, un regreso ala monarquía que aún consideraban

plausible. En los primeros meses de1917 parecía que estosincondicionales del viejo régimenhabían encontrado el camino. Sinembargo, el golpe frustrado deKornilov de agosto y el hecho de quelos liberales lo hubieran apoyadodeberían haber hecho saltar lasalarmas. El objetivo de Kornilov noeran sólo los bolcheviques, sino todala izquierda, el gobierno provisionaly las fuerzas que lo apoyaban. Paralos militares y otros círculos dederechas, los líderes de los sovietseran culpables de un crimen, el

equivalente a lo que la derechaalemana denunciaría tras la derrotade 1918 o el mito de la «puñaladapor la espalda» por parte delenemigo. La introducción de lossoviets en el ejército por iniciativade los líderes civiles de éstos resultóuna afrenta para el cuerpo deoficiales y, a su entender, minaba lacapacidad de lucha de las tropas. Lasfuturas fuerzas blancas (entre ellaslos Cien Negros) necesitarían untiempo para reagruparse. Soñabancon retomar Moscú, hacer repicar lascampanas de sus cientos de iglesias y

restaurar el imperio con un zar a sucabeza.

Sin embargo, durante esetiempo, a partir de septiembre de1917, el país estaba sin gobierno yparecía ingobernable. Sólo podríasalvarlo un movimiento que apoyarala construcción de un Estado fuerte,pero uno de los candidatos a tomarlas riendas, la izquierda democrática,había entrado en crisis. No contabacon fuerzas armadas y no llevó acabo ninguna iniciativa. Convencidaen el pasado de que el país estabalisto para una democracia liberal, y

nada más, e incapaz de darse cuentade que ni siquiera los liberalescreían en su futuro, la izquierdademocrática no supo reconocer suerror ni plantearse una preguntaobvia: ¿para qué estaba preparadaRusia? Por su parte, los liberaleseran muy débiles y no veían que sucausa común con los blancos, paralos que la salvación del país residíaúnicamente en la mano dura, pudieracuajar.

No pretendo denigrar a estaspersonas, muchas de ellas hombreshonorables atrapados en un callejón

histórico sin salida. Una buena partede los futuros vencedores también serompió la cabeza (algunosliteralmente) al enfrentarse a esosproblemas, y buscando, en primerlugar, una respuesta a esta pregunta:¿para qué estaba preparada Rusia?La incapacidad del parlamentoprevio de tomar decisiones era algocrónico, un presagio de lo quepasaría en la Asamblea Constituyentetras la sesión inaugural del 19 deenero de 1918, bajo la presidenciade V. Chernov, a quien incluso supartido, los socialistas

revolucionarios, desacreditaron ymarginaron. Las fuerzas que habíanapoyado al gobierno provisional, enjunio de 1918, no eran más capacesde conseguir un nuevo equipo deliderazgo de lo que lo habían sido enseptiembre de 1917. Para entonces,su potencial político estabatotalmente agotado, y habían perdidotambién el apoyo entre los militares,especialmente tras los desastrososresultados de la ofensiva de julio de1917 ordenada por Kerenski.Cuando, en enero siguiente, se reunióla Asamblea Constituyente elegida en

octubre, ya eran un órgano agotado.La Asamblea, que era algocompletamente nuevo en Rusia, fueincapaz de dar un giro histórico alcarecer del apoyo de las tropas y delas masas populares. Tampococontaba con el apoyo de los soviets(ni siquiera de los soviets militares),y aquellos que la habían elegido enoctubre ya se habían olvidado de ellaen enero: así de rápido cambió elescenario en esta etapa histórica. Losbolcheviques no eran los únicos quequerían acabar con esta AsambleaConstituyente. Si los blancos

hubieran sido una fuerza unificada enesos momentos, hubieran hecho lomismo; y los cadetes —supuestamente el partido demócrata-burgués por excelencia— tampocotenían ninguna necesidad de ella:sólo contaban con 17 de los 800escaños, y la izquierda dividida quedominaba la Asamblea no lesinteresaba.116

En enero de 1918, el comitécentral de los cadetes adoptó unaresolución que afirmaba que «no esnecesario ni aconsejable» pedir larestauración de la Asamblea

Constituyente disuelta, dado que eraincapaz de encargarse de los asuntosque se le asignaban y, por tanto, dedevolver el orden a Rusia. Esta erala lógica de aquellos que anhelaban«mano dura». Los cadetes buscaronuna figura de autoridad entre losmilitares más derechistas, porque yano creían en una solucióndemocrática en el momento en queRusia tenía que seguir luchando consus aliados y cuando, en cualquiercaso, no estaba preparada para elcambio. Por tanto, su respuesta a lasnecesidades de ese momento de un

país en desintegración fue iniciar labúsqueda de un general prometedor.

Tal y como hemos comentado,la base para este análisis son lasideas de Miliukov sobre la debilidadestructural de Rusia: su carácter deamalgama social la hacía propensa alas crisis que amenazaban condesintegrarla. Pero este análisisdebería haber llevado a su autor adetenerse en las causas de la caídadel zarismo y a ser más escéptico ala hora de analizar el potencial de undictador militar de derechas. Una delas razones de Miliukov para intentar

mantener a Nicolás II en el trono en1917 era que «no podemospermitirnos cambiar los símbolosnacionales en tiempos de agitación»;no obstante, el zar le habíadecepcionado. Por tanto, su decisiónde optar por un dictador de derechasse basaba en un análisissociopolítico erróneo de lo queimplicaba una figura así: por logeneral los dictadores no están encontacto con la realidad socialdurante el tiempo que dura su misiónrestauradora. Las fuerzas socialesque respaldaban a los generales en

los que Miliukov fue depositandosucesivamente sus esperanzasestaban ya prácticamente agotadas.Más adelante, Miliukov describió elaprieto en que se encontró su partidoa la hora de cooperar con losblancos: algunos de sus miembros seencontraban fuera de lugar, mientrasque otros se desenvolvían con solturaen este campo, una razón obvia pararenunciar a sus lealtades y dividir alpartido.

En septiembre de 1917, algunoslíderes bolcheviques pensaban que lasituación era desesperada y que el

gobierno provisional estaba enquiebra, pero aún debatían qué líneade acción había que adoptar.Después de algunas vacilaciones, enseptiembre de 1917 Lenin declaróque Rusia estaba viviendo una«situación revolucionaria» que nohabía que dejar pasar. Este concepto—es decir, la definición de Lenin deltipo de crisis— resultó ser crucialpara su pensamiento. A falta desíntomas visibles de una crisisrevolucionaria, el intento de hacersecon el poder resultó ser de unaosadía absoluta. Evaluar con detalle

este tipo de situaciones no es fácil, yLenin se había equivocado en variasocasiones: cuando toda Europa setambaleaba sobre sus cimientos, sepodían encontrar todas las«situaciones revolucionarias» que sequisiera y más. No obstante, Leninadmitió sus errores e intentórectificarlos. En otoño de 1917, lascosas parecían estar claras en Rusia:se había obtenido la fórmula de lacrisis revolucionaria, es decir, unasituación en la que las clasesgobernantes ya no pueden gobernar ylas clases populares ya no van a

resignarse ante su destino. Elcreciente vacío de poder sólo podíanllenarlo la fuerza o fuerzas deizquierda (una conclusión que, comohemos visto, mencheviques ysocialistas revolucionariosrechazaban categóricamente); de otromodo, podía irrumpir la derechamonárquica. Un grupo importante delíderes bolcheviques, encabezadospor Zinoviev y Kamenev, coincidíanen el análisis de la crisis, pero semostraban partidarios de un gobiernode coalición en el que estuvieranrepresentadas las partes que estaban

activas en los soviets. Veían estacondición como un requisito sine quanon para el asalto al poder por partede los socialistas. Sin embargo,tuvieron tanto éxito a la hora delograr la colaboración de losmencheviques y los socialistasrevolucionarios como estos últimoshabían tenido en su acercamiento auna burguesía que se mostrabadistante.

Lenin y Trotsky no creían quebastara con proclamar unarevolución socialista para instaurarun régimen poscapitalista. El punto

de arranque de la teoría de la«revolución permanente» de Trotskyera que, por sí misma, Rusia noestaba ni mucho menos preparadapara el socialismo. También lo creíaasí Lenin, para quien sólo se podíaconsiderar el socialismo a una escalaeuropea. Después de octubre, seguíasin respuesta la cuestión de cómodefinir el nuevo régimen y cómopodría —y debería— evolucionar.Sea como fuere, lo cierto es que araíz de la desilusión inicial ante laperspectiva de un rápido desarrollodel capitalismo en la Rusia zarista,

Lenin pasó a abrazar una tesis muchomás sólida sobre el «desarrollocombinado» de Rusia (la expresiónes de Trotsky) con la coexistencia de«la agricultura y un mundo ruralatrasados y una industria y uncapitalismo financiero de lo másavanzado».117 Evidentemente, elpunto de partida no era el mejor paraningún proyecto socialista: inclusodespués de haberse apoderado de losbastiones del capitalismo industrial yfinanciero, el grueso de la poblaciónseguiría aún lejos de los primerospasos que habrían de acercarlos al

poscapitalismo. El segundo análisisde Lenin sobre el sistemasocioeconómico de Rusia como unasucesión de capas, una reflexióninspirada tal vez por la historiografíade Miliukov, no facilitaba las cosas:el socialismo seguía siendo unobjetivo tan remoto como antes.

La proclamación de una«revolución socialista» en octubresignificó, sobre todo, que lossocialistas se harían con el poder yque creían que la situacióninternacional se decantaría por larevolución. En el caso ruso, era una

declaración de intenciones quealudía a un futuro lejano en unentorno internacional diferente.Aunque utópica, la declaraciónestaba impregnada de una fuerzapolítica genuina: convertir la tomadel poder en una revoluciónsocialista, a pesar de las dificultadesque podrían presentarse en el futuro,desempeñó un papel decisivo, y dabaforma a la noción leninista de que unpaís tan atrasado como Rusia podríaconvertirse en el detonante o elcatalizador en un teatro internacionalmuy turbulento. Los pronósticos no

se vieron confirmados, pero nadahacía pensar en aquel momento quefuera una posibilidad absurda.

La segunda ventaja crucial deesta visión utópica procedía de quela idea de «socialismo» suponía uncompromiso con la justicia social ycon la igualdad de derechos para lasdiferentes nacionalidades, uncomponente esencial de este credo yque estos grupos abrazaron conentusiasmo. La ausencia de unaorientación nacionalista rusademostró ser un arma poderosacontra los blancos, que enarbolaban

una filosofía basada en el dominiotradicional que había ejercido laGran Rusia, un defecto total en unpaís donde convivían variasnacionalidades.

La visión socialista también lespermitió acercarse al campesinado,pues ya estaban familiarizados con ellenguaje de clases. «Apoderaos de latierra de los terratenientes y de losricos» no era un llamamiento ahacerlo, sino la aceptaciónretrospectiva del hecho que loscampesinos ya estaban actuandoprecisamente de ese modo y que

nadie podría detenerlos. Loscampesinos se deshicieron de losterratenientes, una clase por símismos, y de los campesinos ricos,l o s kulaks, a quienes considerabanasimismo como otra clase (aunqueesta opinión no plantee problemaalguno en un análisis de las clasesmás riguroso). El enfoquebolchevique ponía sobre el tapeteuna realidad con la que estabanfamiliarizados los campesinos y quese hacía eco de las demandas dejusticia social que tanto en comúntenían con sus intereses.

Comprendían perfectamente elsignificado de la palabra«socialista» sin necesidad de leer aMarx. Y esta era otra ventaja sobrelos blancos: en los territorios queéstos conquistaban, devolvían latierra a la nobleza y a suspropietarios, un descuido fatal peroni mucho menos accidental. Por muypoderosos militarmente que fueran,los blancos estaban condenados alfracaso político, como en un sentidomás general el movimientomonárquico ruso.

Con todo, pocos meses después

de la revolución de octubre y de lallegada de los bolcheviques al poder,la alternativa que Rusia tenía ante síera evidente. Por un lado estaban losrojos, un grupo radical quedespertaba muchas simpatías y quedisponía de los instrumentos paracrear un Estado; por otro estaban losblancos, un cuerpo de guerreros quecarecían, sin embargo, de lahabilidad para (re)construir unEstado —tal y como había predicho,precisamente, Lenin.

Porque estaba orientada alcampesinado pobre, a los soldados y

a los obreros, esta revolución que nopodía ser socialista sí podíaemparentarse, no obstante, y aunquefuera de un modo lejano, con esaideología y convertirse en unarevolución «plebeya». Y esa fue laclave de su triunfo: los bolcheviqueslograron movilizar a un ejércitosensacional formado por las clasespopulares. La composición delEjército Rojo es reveladora: lossoldados eran, en su mayoría,campesinos y obreros nocualificados que habían servido enlas filas zaristas; otros, como

Jrushchov, se habían sometido a unrápido entrenamiento para jóvenesmandos. Muchos miembros de laintelligentsia ocupaban cargosmilitares y político-militares. Laimagen se complica más si cabe conla presencia de decenas de miles deantiguos mandos zaristas, algunos deellos hijos de la nobleza. Si bienalgunos miembros de este últimocolectivo desertaron para ingresar enlas filas de los blancos, fueronmayoría los que mantuvieron sufidelidad a los soviets. ¡Unacombinación ganadora!

Apenas hubo derramamiento desangre en el período revolucionarioen sentido propio, desde finales de1917 hasta principios de 1918. Latensión aumentó posteriormente, ycuando estalló la guerra civil en juliode 1918, la lucha fue despiadada ysangrienta, ya que ambos bandos sejugaban mucho: el resultado de lacontienda iba a determinar quién seharía con el poder en un país quevivía sumido en un caosindescriptible. No había posibilidadalguna de que ambos llegaran a unacuerdo: se trataba de una lucha sin

cuartel.Estos acontecimientos

modificaron dramáticamente lamanera de actuar del PartidoBolchevique, que ya no tenía nada encomún con la formación anterior a laRevolución de octubre. No sólohabían remodelado de arriba abajo laorganización, sino que había variadola tipología de sus miembros graciasa sucesivas oleadas de nuevosafiliados, que aportaban nuevasmaneras de pensar y de actuar.Conforme se aproximaba la paz,ingresaron en el Partido más

miembros que querían poner su granode arena en una tarea totalmentenueva: construir un Estado,administrar un país y diseñar unaestrategia para dirigir las relacionesinternacionales. Durante un tiempo,los cuadros más importantes eranquienes habían ingresado en elPartido durante la guerra civil, unaépoca que había servido paraformarlos políticamente. De ahí quemuchos estuvieran a favor de unalínea autoritaria incluso en tiemposde paz. A partir de 1924, la tipologíade los miembros se vería alterada

por un nuevo ingreso de partidarios,que llevaron al Partido lo quealgunos miembros de la vieja guardiaconsideraban elementos «vírgenes»,es decir, sin la menor experienciapolítica y que, a diferencia de losveteranos de la guerra civil, nohabían demostrado su compromisocon el régimen. Los viejosbolcheviques, que solían ocuparcargos de responsabilidad, ya noreconocían al Partido: no era unaformación de revolucionariosentregados en cuerpo y alma a lacausa del socialismo. Los nuevos

miembros no compartían sus valores,ni su pasado, y llevarían a laorganización a convertirse en algodiferente a lo que había sido, a pesarde que aún se refirieran a ella comoel «Partido».

Conviene observar aquí que laorientación principalmente plebeyade los miembros continuó siendo,durante los años veinte, una fuenteinagotable de recursos humanos. Lapolítica de industrializaciónexhaustiva de los años treinta llevó alas filas del Partido a más miembrosde las clases populares, que tenían

intereses en el régimen y que fueronvitales para la victoria de 1945.

Debemos hacer aquí unaaclaración: en nada se parecen unapersona acomodada que adquiereotro privilegio más y alguien que seencuentra en lo más bajo delescalafón social y que, de repente,puede acceder a lo que antes leresultaba inalcanzable, por modestoque sea este objetivo. Aunque elpoder no pertenecía a los «plebeyos»como clase popular, ellos y sus hijos(muchos de ellos) tenían ahora antesí la oportunidad de llegar a puestos

que, anteriormente, les estabanvetados. Para el régimen, estallegada de individuos de las clasespopulares a los niveles inferiores ymedios de la administración y de lasprofesiones especializadas seconvirtió en una fuente continua defuerza y de apoyo populares. Noobstante, dado que «plebeyo»equivalía a un nivel de formaciónbajo y a una tendencia alautoritarismo, los bolcheviques depro —que por lo general tenían unnivel de educación elevado y quehabían estudiado El Capital

(normalmente encarcelados en unaprisión zarista)— podían sentirseabrumados en un entorno en el que,citando un ocurrente dicho deBirmingham sobre laindustrialización, había quien nodistinguía Marx y Engels de Marks &Spencer.

De hecho, este predominio deactitudes y orígenes plebeyos juntocon el orgullo de los nuevos«especialistas», formados por logeneral en el mismo puesto detrabajo o en cursillos acelerados,abría la puerta a una posibilidad más

tenebrosa: esta preponderancia podíaconvertirse en un foco de la políticay la ideología estalinistas, antes deque empezara la NPE y, de maneramasiva, durante la década siguiente.Para aquellos que se habíanbeneficiado de la movilidad social (yque estaban de acuerdo con ella), elpoder del Estado y del líder no sóloresultaban aceptables, sinonecesarios. Aun así, este fenómenono se debía únicamente a la basesocial del estalinismo, que contabacon el apoyo aparente de las masasdel que ya disfrutaba en la década de

los años treinta y en adelante. Tal ycomo ya planteé en la primera parte,la semilla del estalinismo residía enla curiosa ideología «estatalista» quesurgió entre las filas de loscombatientes de la guerra civil, quepululaban alrededor de Stalin altiempo que empezaba a aplicarse laNPE.

Atraso y recaída

Ya hemos establecido una

relación entre la revolución rusa y lacrisis general que asoló a Europamotivada por la primera guerramundial. Se ha dicho, inclusocategóricamente, que el sistemazarista habría sobrevivido de nohaber sido por la guerra. Estaargumentación cobra fuerza sirecordamos que la revolución de1905 parece ser la respuesta a laderrota rusa contra los japoneses. No

sabemos qué habría sucedido enRusia si no hubiera estallado laguerra mundial, o si Rusia hubierapodido mantenerse al margen. Notiene mucho sentido explorar estasegunda posibilidad. Lo único quepodemos afirmar rotundamente esque, si bien una guerra no es la causadeterminante, sí que acelera la caídadel régimen que ha sido incapaz desalir victorioso. La Rusia zarista yahabía perdido varias guerras en elsiglo XIX, y la derrota en 1905 frentea Japón, una potencia que parecíamucho más débil, dio paso

inmediatamente a una revolución. Elexamen de las causas de estasderrotas nos lleva a concluir queRusia vivía una situación de crisisque no hizo sino agravarse antes ydurante el gran cataclismo de 1914-1918. Después de 1905, no se hizonada para enderezar el rumbo de lanave y el país no se preparó para unaposible guerra futura. Los problemassociales se fueron acrecentando y elpropio régimen, o su manera degobernar más bien, se hallaba sumidoen un estado de decadencia avanzadoy había perdido el contacto con la

realidad. De ser correcto estediagnóstico, la guerra no fue la causaque acabó con el zarismo, pues yaatravesaba una crisis que lo llevó alas derrotas militares y a la posteriordescomposición. El fracaso de otrosgrupos sociales y partidos políticosmás modernos, que deberían habersehecho con las riendas del Estado, ala hora de impedir eldesmoronamiento del régimen es unaprueba más de la existencia de unagrave crisis del sistema quecondenaba a la impotencia alreducido círculo zarista, a las elites

que representaban a la clase mediacomo alternativa y que tambiénsimbolizaban la simpatía quedespertaban las diferentes clases y alembrionario sistema pluripartidistaque había surgido de los avancesacontecidos en Rusia desdeprincipios de siglo. En una situaciónde derrota militar y con un gobiernototalmente debilitado, los soldadosdescontentos y los mandoshumillados de un ejército vencidojugaron un papel determinante en laguerra civil y en la victoria de losrojos. Este fue uno de los principales

factores de la revolución de 1917 a1921, dejando de lado el hecho deque la mayoría de los soldadosprovenían del campesinado.

Es importante destacar lainfluencia del componente militar enesos años. Los efectos de la primeraguerra mundial y de la guerra civilfueron el tema de una mesa redondacelebrada en Moscú en 1993 con lapresencia de diversos académicos yen la que salieron a la luz nuevosdatos procedentes de los archivos.Sus conclusiones son interesantes.

La primera paradoja que se

detecta es que la guerra mundial, unfactor inicialmente unificador entremuchos sectores de la sociedad,también fue un hecho que, de nohaber existido, no habría provocadola revolución de febrero de 1917. Enun primer momento, la guerra envió amillones de soldados a las trincheraspero, conforme fue avanzando lacontienda, la fractura que provocó enel tejido social se fue acentuando. Alcrear a 2 millones de desertores yponer las armas al alcance de lanación, la guerra mundial fue lachispa sin la cual no se habría

encendido el fuego de la guerra civil.En este sentido, no tiene sentidoculpar a los bolcheviques, pues escierto que contribuyeron a la caídadel régimen, pero no fueron losresponsables de las condicionesobjetivas que hicieron posible suderrumbe. Más de quince millones desoldados se hallaban en el frenteoriental y unos tres millonestrabajaban en tareas auxiliares; lacifra superaba la de los ejércitosfrancés y británico juntos yrepresentaba el grueso de la mano deobra de un país, gente de entre veinte

y cuarenta años y procedente de lasdiferentes clases sociales. En unapalabra, el motor del país. Envísperas de febrero de 1917, lasfuerzas armadas contaban con diezmillones de soldados, y 7,2 millonesformaban parte del ejército regular.En dos años y medio de guerra, unoscinco millones de los movilizados yen activo habían muerto en combate oa causa de las heridas recibidas,habían sido hechos prisioneros,habían desertado o estabanincapacitados. ¡Prácticamente untercio! Las pérdidas eran

abrumadoras, muy superiores a lassufridas por el resto de naciones queparticipaban en el conflicto.

Los soldados rusos pagaron consu sangre el atraso tecnológico delpaís y la falta de preparación.Tuvieron que llevar a cuestas cargaspesadas, trabajar hasta laextenuación y recibían unaalimentación insuficiente: en mediode una escasez acuciante de todo tipode productos, el ejército no recibíasino entre el 30 y el 60 por 100 de loque hubiera necesitado en tiempos depaz. Las magníficas pérdidas

militares alteraronconsiderablemente la situaciónsociopolítica del país. Una grancantidad de personas tenía por finacceso a las armas y se comportabacomo si fueran soldados queestuvieran en primera línea decombate. Una cifra importante demandos del ejército regular y dereservistas de la primera categoríaperecieron, y fueron sustituidos porreservistas de la segunda y la terceracategorías, y por hombres demasiadomayores para hacer el serviciomilitar y que no estaban físicamente

preparados para luchar o jugarse lavida. Las pérdidas más importantesse produjeron en las unidades deelite (los cosacos y la guardiaimperial) y entre oficiales ysargentos del ejército regular, lacolumna vertebral de las fuerzasarmadas. También cayeron muchosalféreces y oficiales en la reserva.Ahí perdió el zarismo su pilarprincipal: el ejército. El errormonumental de Kerenski en julio de1917 al ordenar a las tropas que selanzaran a una nueva ofensiva agravómás si cabe la desmoralización de

aquel conjunto de campesinosarmados, que no tardarían endispersarse por todo el país,llevándose consigo las armas oengrosando las filas de todo tipo debandas, de los «verdes» (que no eranni blancos, ni rojos) o de simplesgrupos de bandidos. Aquelladesbandada puso el armamento alalcance del campesinado y convirtióa los fugitivos en los líderes queéstos necesitaban para arrebatar latierra a sus propietarios yredistribuirla. Esta fue su principalaportación a la hora de convertir la

crisis en una catástrofe de mayoresdimensiones.118

Los aspectos mencionados aquíson importantes. No hay nada máspeligroso y devastador que unejército desmoralizado que se lanzaal bandidaje. A esos grupos desoldados en deserción se volveríanambos bandos para reclutar a loshombres que lucharían en la guerracivil. Si, como hemos visto, lossuboficiales eran obreros, y lossoldados principalmente campesinos,los mandos provenían de las clasesmedias, de la intelligentsia y de la

nobleza. Los blancos lograron atraera sus filas a los oficiales, a loscadetes y a los restos de las unidadescosacas; los rojos, por su parte,contraatacaron con los miembros delPartido, los obreros, una cantidadnada desdeñable de suboficiales delejército zarista e incluso, porsorprendente que parezca, con unbuen número de oficiales.

Que los soldados derrotadostuvieran un papel tan importante en ladescomposición del antiguo régimeny en la creación de uno nuevo es otraprueba más de la influencia en el

resultado de la guerra de la caídarégimen, y no del infortunio, yconfirma, asimismo, el carácterpopular de la revolución. Essorprendente que los autores en losque me he basado aquí hablen de los«soldados» sin mencionar quepertenecían al campesinado. En laintroducción a su Historia de laRevolución rusa, Trotsky se refiere aella como un fenómenofundamentalmente campesino, en elque participaron las masas rurales,con o sin uniforme militar.

EL ATRASO DE RUSIA Y EL

LENINISMOEl cuadro de la Rusia

posrevolucionaria que hemosdibujado en la primera parte(intelectuales marxistas, una granmasa de miembros del Partido eincluso cuadros semialfabetizados,una industrialización acelerada y unculto al líder directamente surgido deun viejo repertorio político) noslleva a centrar nuestra atención en lacuestión del atraso del país.

El síndrome fundamental de estesubdesarrollo fue el cisma, el abismohistórico, entre las elites y el grueso

de una población aún rural. Factordesestabilizador por sí mismo, estadistancia, profundamente arraigadaen la historia rusa, no podía sinoexacerbar la crisis sociopolítica encurso. La tendencia del Estado aresponder a los problemasrecurriendo a la represión en lugarde optar por medidas más flexibles ypor buscar acuerdos no debesorprendernos, y no es descabelladopensar que Stalin también lo creyeraasí.

La otra cara de ese mismoproblema era la distancia histórica

que había entre un imperiosubdesarrollado y los paísesdesarrollados. En tal coyuntura, losproblemas por resolver vienendefinidos tanto por los países«avanzados» como por los que debenrecuperar terreno. Cuanto másapremiante es la necesidad deapretar el paso, mayor es laimportancia del papel que tiene quedesempeñar el Estado, especialmentecuando la situación ya viene de lejos.En el caso de Rusia, este problemaera especialmente grave por la faltade «cohesión» (tseplenie, un término

utilizado por Miliukov) entre lasdiferentes capas de la sociedad, quecompartían un mismo territorio peroque vivían en siglos diferentes desdeun punto de vista económico, social ycultural. Lenin había identificadoclaramente esta cuestión aldiferenciar cinco capas o estructurassocioeconómicas, que iban desde loscampesinos sin tierra que aúnutilizaban arados de madera hasta losgrupos financieros e industrialesultramodernos de Moscú oPetrogrado. Los historiadorescríticos de la URSS emplearon estas

estructuras (ukladi) para poner enentredicho las tesis defendidas porlos miembros más conservadores delPartido en los años sesenta, y másconcretamente que la revolución de1917 había sido una revoluciónsocialista y el sistema, un socialismodesarrollado de buena fe. Dichoshistoriadores, que proponían unainterpretación distinta de los hechosde 1917, partieron de las«estructuras» de Lenin parademostrar que la revolución rusa nohabía sido, y no podía ser, unarevolución socialista, afirmando de

este modo que los conservadores enel poder estaban haciendoafirmaciones falsas. Estasdiscusiones se produjeron en unaconferencia en Sverdlovsk, y loslectores no se sorprenderán al saberque los historiadores perdieron suempleo a causa de la presiónejercida por Trapeznikov, unpersonaje del que ya hemos habladoanteriormente.

Si consideramos que uno de losrasgos principales de la realidadeconómica y social rusa de 1917 esel hecho de que la gran mayoría de la

población aún no había entrado en laera industrial, no queda otro remedioque destacar la extraordinariaimportancia del atraso y delsubdesarrollo que trajo consigo laguerra civil. En unas condiciones enlas que seguir con vida ya era losuficientemente difícil, no eraextraño que las formas mássofisticadas de organización humanafueran las más vulnerables, y que lasformas más básicas de actividad, queservían como mínimo paraprocurarse comida y combustible,fueran las que tuvieran un índice más

elevado de supervivientes. En lo querespecta a los indicadoreseconómicos, demográficos, políticosy culturales, el punto de partida delrégimen en 1921 llevaba, en efecto,cincuenta años de retraso. Muchosterratenientes y empresarios habíansido asesinados durante la guerracivil, y muchos otros habíanemigrado. Los terratenientes, quetotalizaban unas 500.000 personas,incluidos sus familiares, y la granburguesía, unas 125.000 personas,habían desaparecido. Tan sólo entreun 11 y un 12 por 100 de los antiguos

propietarios agrícolas, en su mayoríapequeños propietarios, seguían en elmedio rural, y trabajaban comocampesinos. Las pérdidas en las filasde las profesiones intelectualestambién habían sido de importancia.En vísperas de la primera guerramundial, unas 136.000 personas conun título universitario trabajaban enla economía, y una cifra superiorejercía de semiprofesionales. La granmayoría eran contrarios al nuevorégimen y se cree que una granproporción emigró, aunquecarecemos de cifras concretas. Sin

embargo, se sabe que un gran númerode doctores se quedó en el país ysiguió con su trabajo. Con todo, losestragos de la guerra, de larevolución y de la guerra civil fueronmuy superiores a lo que indican lascifras. A raíz de la guerra y de loshechos de 1917, unos 17,5 millonesde personas, más del 12 por 100 dela población, se vieron desplazadas ycondenadas a una existenciaprecaria. Estos acontecimientosdesarraigaron a varios millones másen los años siguientes. Las grandesciudades perdieron a la mayoría de

su población. Entre 1917 y 1920, lasuma de los habitantes de Petrogradoy de Moscú pasó de 4,3 millones a1,96 millones (más de 2 millones depersonas habían emigrado). Durantela hambruna de 1921-1922, muchosde los que se habían quedado seconvirtieron en refugiados en buscade comida.

Alrededor de 3 millones desoldados murieron en combate o acausa de las heridas recibidas o deenfermedad. Unos 13 millones deciviles fallecieron prematuramente,sobre todo a causa de la hambruna de

1921-1922 y de una serie deepidemias que se declararon enRusia, como la gripe española queasoló a toda Europa. En enero de1923, la población de la URSSalcanzó su cota más baja, y se situóentre 6 y 9 millones por debajo delos números de enero de 1914. Lacombinación de los hechos de 1914 yde 1921 sumió a la población deRusia en la miseria y provocó unaspérdidas colosales. Por supuesto,estos efectos también se dejaronnotar en la economía. La producciónde la industria a gran escala

representaba únicamente el 13 por100 del total de 1913; el acero y elhierro apenas llegaban al 4 por 100.La de cereales representaba dostercios de la producción durante elperíodo de 1909 a 1913, un milagrocuya explicación cabe buscarlaúnicamente en la terquedad y laresistencia del campesinado. Elcomercio exterior se había hundido,y a principios de 1921 se produjouna crisis desastrosa que afectó alcombustible, al transporte y a laalimentación. Entre los trabajadoresdel sector industrial, considerados el

pilar del régimen, aumentaron lasprotestas y cundió el nerviosismo.119

Nunca en la historia del país se habíaalcanzado un punto tan bajo. Losefectos políticos de estaextraordinaria regresión provocaronuna «arcaización» de la sociedad,con la destrucción de muchoselementos de civilización que sehabían ido acumulando en el pasado.Las consecuencias fuerontrascendentales. No cabe duda de queestas condiciones acercaban al país ala formación de una autocraciaprimitiva. Sin embargo, a corto plazo

dieron lugar a la Nueva PolíticaEconómica, un éxito en muchossentidos y el motor de unaredefinición de la estrategia delrégimen.

En 1917-1919, Lenin, que comoya hemos dicho estaba a caballo dedos mundos, reaccionó a la crisis delsocialismo en Occidente creando en1919 la III Internacional en respuestaa la decepción que le habíaprovocado la II Internacional. Dosaños más tarde, se enfrentaban a unOccidente que había empezado arecobrar el pulso y a una Rusia más

atrasada que nunca y que no era nimucho menos el puente de mandodesde el que dirigir una revolución aescala mundial. Otro lastreentorpecía la marcha del país: el retoque suponían para Oriente yOccidente los eslóganesrevolucionarios y la creación delKomintern. Sea como fuere, tododebía quedar en entredicho y erapreciso reubicar tales postulados ensu perspectiva histórica. Fiel a sucarácter, Lenin reconoció laimportancia de los cambiosacontecidos en Rusia y en el mundo y

se dispuso a reformular muchosaspectos de su antigua estrategia,hasta el punto de diseñar unatotalmente nueva. Obligado areaccionar ante unos hechoshistóricos dramáticos, modificó superspectiva y su plan de acción.Todo esto elimina la posibilidad deconsiderar su «ismo» como unaideología inflexible, a pesar de laopinión generalizada en sentidocontrario, que afirma que era unafilosofía sumamente rígida.

LENINISMOS Y LA ÚLTIMAREVISIÓN

El «ismo» que nos interesa fuecobrando forma gracias a unascondiciones históricas quecambiaron de manera súbita. Elperíodo de preguerra, cuando secreía que la revolución que estabapor llegar sería liberal, la crisis quedesencadenó la primera guerramundial, los hechos de 1917 y susdiferentes interpretaciones, la guerracivil y el comunismo de guerra y, porúltimo, la NPE representaban, cadauno, coyunturas lo suficientementediferentes entre sí que obligaron, encada fase, no sólo a realizar un nuevo

diagnóstico de la situación, sino adiseñar una nueva estrategia y adefinir sus objetivos. Esperfectamente posible que la esenciadel «leninismo» no fuera sino lacapacidad de Lenin paraconceptualizar y poner en marchaestas fases. De ser así, podemosdistinguir, como mínimo, tresleninismos, siendo el últimoparticularmente interesante.

En 1921, con la llegada de unperíodo de paz al país, la revisión yla adaptación que Lenin realizó desus postulados abarcó todos los

aspectos del sistema que había queconstruir, e incluso su ideología. El27 de marzo de 1922, declaró ante elXI Congreso del Partido, el último enel que participaría, que «el coche noviaja en la dirección que elconductor cree haber tomado», unadeclaración «típicamente» leninista,sobre todo al añadir: «debemosreplanteamos nuestras ideas sobre elsocialismo». Tras estas palabrashubo otras declaraciones de la mismaíndole durante 1922 y hasta mayo de1923, en lo que se conoce como su«testamento».120 Sin embargo,

durante el XI Congreso, a pesar de sufrágil salud a causa de laenfermedad, Lenin ya había puestosobre la mesa unas cuantas ideasnuevas que preparaban el caminopara una revisión en profundidad deconceptos y prácticas del pasado.

Lenin lanzaba ahora unarecomendación general: «Debemosaprender de todo aquel que sepa másque nosotros sobre cualquier tema»,capitalistas nacionales ointernacionales, humildestrabajadores en una empresacomercial o incluso antiguos

«miembros de la guardia blanca»,siempre y cuando fueran personascompetentes. Lo importante erademostrar al campesinado que losnuevos señores del país estabandispuestos a aprender, que sabíancómo gobernarlo de modo que losbeneficiados fueran los campesinos.Esta declaración precedió unaadvertencia rotunda: «O pasamos elexamen de la competencia con elsector privado, o fracasaremosrotundamente». Evidentemente, acontinuación pasó a referirse a laidea del «capitalismo de Estado» con

la que ya había flirteado en 1918 yque le parecía la mejor soluciónsiempre y cuando el nuevo Estadocontuviera el sistema dentro de unoslímites. Este concepto permitía uncierto grado de realismo al tiempoque se mantenía dentro de laperspectiva socialista, aun cuandopospusiera el sistema hasta un futurodistante. En su discurso en el IVCongreso del Komintern, el 13 denoviembre de 1922, Lenin recordó alpúblico que ya había expuesto estaidea en 1918 (inspirada en laeconomía de guerra que puso en

marcha en Alemania WalterRathenau). Sin embargo, había quebuscar ahora satisfacer lasnecesidades de una alianza social.Lenin aún veía el sistemasocioeconómico de Rusia como unedificio formado por cincoestructuras, desde las granjasprivadas de los campesinos hasta lasempresas propiedad del Estado,denominadas «socialistas». Sinembargo, lo que el político planteabaera si el «capitalismo de Estado»,que aparecía en segundo lugar en lalista de sistemas socioeconómicos

progresistas, debía anteponerse alsocialismo en el presente y en elfuturo inmediatos.121

La cuestión era compleja, perosu objetivo estaba claro: Leninintentaba trazar una nuevaperspectiva a largo plazo siguiendolas líneas anunciadas en sullamamiento para «reconsiderarnuestras ideas sobre el socialismo».Dado que el Partido era socialista,¿de dónde surgía la necesidad de estalínea de pensamiento? En el paíscoexistía un campesinado basado enuna forma todavía primitiva de

patriarcado, con algunas formasaisladas de socialismo en la cúpula.Aunque no era un modelo socialista,el «capitalismo de Estado»representaría obviamente un pasoadelante para Rusia: «Hemos hechouna revolución, pero más valeabrazar primero el capitalismo deEstado». Lenin retomó el término alexplicar los motivos que le llevarona adoptar la NPE: el «capitalismo deEstado» era la mejor vía para crearuna alianza entre los campesinos y elgobierno, pues ofrecía alcampesinado un Estado que

desempeñaría la función deproductor y de principal distribuidor.Rusia no era lo suficientementemoderna para pasar directamente alsocialismo. Lo correcto era empezarel camino con el «capitalismo deEstado».

Lenin buscaba ansiosamente uncamino no utópico que le permitieramantener la perspectiva y los idealesdel socialismo a largo plazo mientrasse embarcaba en una transición enpos de unos objetivos realistas, envirtud de los cuales el Estado seconvertiría en una suerte de

capitalista colectivo con la ayuda deun sector privado. Se trataba, endefinitiva, de una forma de economíamixta similar a la que Trotsky habíapropuesto a finales de 1921 en unasesión del Komintern, o de su comitéejecutivo, aunque sin utilizar enaquella ocasión la expresión«capitalismo de Estado». Trotskyexplicó que el socialismo era unproyecto lejano, que aún faltabanvarias décadas hasta llegar a él, yque sólo había un camino para quelas fábricas controladas por elEstado se convirtieran al socialismo:

a través de las enseñanzas de laeconomía de mercado. Lenin habíaleído el texto, publicado por Trotskyen una edición limitada. Le parecióun «manifiesto extraordinario» yescribió a Stalin y a Molotovpidiéndoles que publicaran unaedición de 200.000 ejemplares.Evidentemente, hicieron casoomiso.122

El rasgo principal de estafilosofía era la importancia queconcedía al campesinado y eldesarrollo de una estrategia acordecon esta consideración. En los textos

que conforman su «testamento»,Lenin afirmaba que, toda vez que unapolítica radical habría sido adecuadaen el contexto de la guerra civil, eranecesario apostar por una líneamoderada en tiempos de paz: «nihablar del comunismo en el campo»,«ni una ejecución sumaria más», elsocialismo es un sistema de«colaboración civilizada», unamisión y un reto en sí mismo, a lavista de que el grueso de loscampesinos eran fundamentalmenteanalfabetos. Pero esta declaracióntambién significaba que el Estado iba

detrás de una alianza genuina con elmundo rural, que respondería a susnecesidades vitales, y que lo llevaríaa comprender y aceptar las políticasdel gobierno, al tiempo que suponíauna rectificación considerable deltalante dictatorial del sistema. Notodas las dictaduras nacen por losmismos motivos, y las diferenciasentre una y otra pueden ser enormes,como lo demuestra la sentencia «niuna ejecución sumaria más».

Por fin se habían ensambladotodas las piezas, y Lenin estaba listopara redefinir el concepto de

socialismo de acuerdo con larealidad de Rusia, para cambiar suestrategia hacia el campesinado123 ypara dejar claro qué tipo de Estadoesperaba ver. Sus planes sobre elfuncionamiento del Partido, y elmarco institucional necesario paragarantizar la importancia de loscongresos del Partido por encima delos órganos electos, empezando porel Politburó, son otro de los puntosfundamentales de esta nuevadoctrina. No debemos olvidar en estecontexto su llamamiento dramático,aunque todavía secreto, para que

destituyeran a Stalin de su cargo.Para apreciar en toda su

magnitud el alcance y la profundidadde este replanteamiento, debemosvolver la vista a algo que ya hemoscomentado en la primera parte enrelación con el conflicto entre Leniny Stalin sobre la creación de laURSS; esto supuso el enfrentamientoentre dos esferas políticas: entre loque aún era el «bolchevismo», unarama radical de la socialdemocraciarusa y europea, y una nueva corrienteque nació del Partido Bolchevique yque recibiría el nombre de

«estalinismo». Fue una pugnadecisiva en que estuvo en juego lanaturaleza misma del nuevo Estado:o bien se optaba por una variantedictatorial que rechazaba laautocracia y se dirigía sin ambages ala sociedad, fundamentalmentecampesina, y negociaba con ella sinmenospreciarla, o bien se apostabapor una autocracia que priorizaba laviolencia.

Las dos corrientes parecían serdos caras de la misma moneda. Sinembargo, lo cierto es que eranantagónicas a más no poder, como lo

demuestra el hecho de que elvencedor se lanzó a la destruccióndeliberada y sistemática de susoponentes. La palabra«bolchevismo» no desapareció de lajerga del Partido, pero sí lo hizo sucontenido. Así es que nosocuparemos a continuación de estaorganización política antes de queabandone la escena pública.

¿QUÉ ERA ELBOLCHEVISMO?

Podemos responder brevementea la pregunta después de examinarsucintamente los bandazos políticos

que dio el sistema y los mecanismosde acción que adoptó, incluida lacapacidad para producir el programadel que hemos hablado.

Dejaremos de lado la actividadclandestina que los bolcheviquesllevaron a cabo antes de larevolución (por cuanto sé, no existeuna monografía reciente al respecto).No obstante, era por aquel entoncesun partido político organizado ycontinuó trabajando como tal durantela guerra civil y con posterioridad.Es imposible entender la esencia del«bolchevismo» sin examinar

atentamente cómo funcionaba. Lacomparación entre los textos de losprimeros congresos y los de losúltimos permite hacerse una idea dela profundidad de esta metamorfosis.El leninismo era una estrategia, omás bien un conjunto de estrategias,para transformar la sociedad. Elbolchevismo era una organizacióndel Partido que contaba condiferentes estructuras quegarantizaban su funcionamiento comotal. Su objetivo era preservar elcarácter popular del Estadoincipiente y alejarlo de las

afinidades conservadoras quepudiera tener con cualquier formapretérita de despotismo. Lasdiscusiones políticas eran unprocedimiento habitual, losintercambios solían ser encendidos ylas decisiones se tomaban pormayoría. Prácticamente todas susfiguras principales, y tambiénalgunos personajes menores, habíandiscutido con Lenin, y en ocasionesairadamente, sobre la estrategiapolítica. Los debates ideológicoseran un rasgo normal de la manera deactuar de la cúpula del Partido, y no

sólo en el restringido círculo delPolitburó, sino también durante lassesiones del Comité Central y, másgenéricamente, en los congresos y enlas conferencias del Partido.

Incluso durante la guerra civil,cuando se movilizó a los cuadros delPartido y debían desplazarse desdeel frente para asistir a las reuniones,los congresos y las conferencias secelebraban con una periodicidadanual, como lo exigían los estatutosdel Partido. Las actas nos ofrecenuna imagen clara del transcurso deesas reuniones: la gente no sólo

hablaba de política, sino quediscutían de política, presentandoinformes y contra-informes, y lapresidencia podía mandar callar a unorador de la facción mayoritaria paraque un representante del grupominoritario pudiera ejercer suderecho a expresar sus opiniones o arefutar la postura mayoritaria. Pormuy respetado que fuera, Lenin solíaser el blanco de ataques furibundos yreaccionaba en ocasionesencolerizado. Pero la sangre nollegaba al río, porque esas eran lasreglas del juego. Unos años más

tarde, no quedaba ni rastro de estosprocedimientos. A la vista de cómoevolucionarían las cosas, no está demás repetir que Lenin no fue elobjeto de un «culto», ni antes, nidespués de la Revolución. Aun así, sipudiéramos usar la palabra«carisma» sin connotarlametafísicamente, podríamos afirmarque Lenin poseía carisma. Elembalsamamiento de su cuerpo, y elconsiguiente proceso de«beatificación», se produjo en unaceremonia especialmente preparadapara la ocasión, a pesar de las

protestas de su esposa y de sufamilia. Este hecho contribuyó amatarlo políticamente más que sihubiera sido enterrado en unaceremonia normal.

Fundador y líder del Partido ydel Estado, Lenin jamás se comportócon los suyos como un déspota o undictador. Le gustaba la autoridadgenuina, aunque tanto como a otroslíderes que tuvieron más de unencontronazo con él y que no vieronsu carrera perjudicada por esoschoques. En el célebre episodio de1917 en el que quiso expulsar a dos

líderes, Zinoviev y Kamenev, delComité Central, Yakov Sverdlov, elpresidente de la sesión, le respondiósin inmutarse: «Camarada Lenin,nuestro partido no actúa así». Todauna revelación: durante una reuniónen la que estaba sobre la mesa quiénasumía el poder, Lenin, exaltado ydejándose llevar por lossentimientos, fue llamado al ordenpor otro líder influyente que dirigíala sesión. Este modus operandi,característico de la tradiciónbolchevique, siguió vigente despuésde la revolución. Lenin siempre

actuaba ciñéndose a losprocedimientos del Partido: discutíay protestaba acaloradamente, peroaceptaba que se votaran todas lasdecisiones importantes, comomandaban los estatutos del Partido,aunque no solía perder lasvotaciones. Era un líder, no undéspota. Era el líder principal de suPartido, no su propietario. Por lotanto, no podemos tildarlo de«dictador de Rusia», y menos aúncuando, durante la guerra civil,compartió el liderazgo con Trotsky aojos del mundo y de la propia Rusia,

un fenómeno curioso dado que Leniny sólo Lenin era el fundador delPartido. Pero Trotsky era elcorresponsable de la revolución, ytanto Lenin como el Partido loaceptaban.

El bolchevismo era un partido,pero también era un ethos. Lasdiscusiones podían versar sobrecualquier cuestión y no se deteníanen la superficie. Aquí tenemosalgunos ejemplos de los temas que setrataban en los órganos del Partido yen público. Gracias a la publicaciónde las actas del Comité Central

desde agosto de 1917 hasta febrerode 1918, tenemos constancia de lasdiscusiones acerca de la idoneidadde hacerse con el poder en 1917 y desi había que buscar aliados o no.Otro ejemplo: en diciembre de 1920,Osinski-Obolenski, un líder de lacorriente opositora «centralistademocrática», publicó un artículo enPravda. El Partido aún estabamilitarizado y el autor del textoestaba desplazado en el frente. Sinembargo, la victoria parecía yasegura y Osinski creía que habíallegado el momento de abordar

algunos problemas inminentes, comopor ejemplo resucitar el Partidocomo organización política una vezhubiera concluido la fase militar.Proponía, en este sentido, unasnormas constitucionales quepermitieran que la mayoría sacaraadelante las medidas políticas quecreyeran adecuadas, al tiempo que laminoría vería garantizado el derechoa la crítica y a hacerse con lasriendas de la situación si la líneaanterior fracasaba. De no ser así, enlo que podemos leer como un avisotanto a la cúpula como a la

militancia, el Partido sucumbiríacomo organización política. Aunquela escasez de papel solía reducir elprincipal periódico del Partido a unasola hoja, Pravda publicó el artículo.

Otro ejemplo más de estosdebates sobre cuestiones deimportancia fue el análisis del golpefrustrado en Varsovia, que tuvo lugardurante una conferencia del Partido afinales de 1920. Una parte de lasdiscusiones se celebraron a puertacerrada, y por lo tanto no hay actas,pero la otra parte fue pública y ahí unlíder del Partido como Radek pudo

burlarse de Lenin, y así lo confirmanlos documentos, con frases como «Telo advertimos». Junto con otrosdirigentes, había afirmado que losobreros polacos se opondrían a lastropas rusas y que la contraofensivasobre Varsovia era un error.Desconozco quiénes fueron losinstigadores de la aventura polaca,pero Lenin dio su respaldo a la ideacon la esperanza de espolear a laizquierda alemana. No cabe duda deque los comentarios hostiles deRadek no le hicieron ninguna gracia,pero no tenía más remedio que

escucharlos. También Trotsky seopuso a la operación —de ahí tal vezel plural de Radek—, y así lomanifestó en el XI Congreso delPartido, sin que nadie lecontradijera, una reacción totalmenteaceptada en aquellos años. El sectormás izquierdista del Partido estabaen contra de la operación y Lenin sehabía equivocado.

Pero también se trataban enpúblico o en la prensa del Partidoasuntos de mayor calado, como sepuede comprobar en las actas de loscongresos y de las conferencias del

Partido. Lenin no era el único quereaccionaba ante los problemas queafectaban al Partido. Su organizaciónera pobre a pesar de estar en elgobierno, y era plenamenteconsciente de sus puntos débiles ydel bajo nivel de los cuadros y de laprensa, aunque también se resentía dela proliferación de disputas internasy «camarillas», especialmente entrelos jerarcas locales y centrales. Unode los retos más importantes a losque debía enfrentarse era el abismocada vez mayor en términos de podery de privilegios que separaba a

quienes formaban parte de la cúpulay a los militantes de base, unfenómeno especialmente inquietanteen un Partido igualitario de«camaradas», tipos que en sumayoría rayaban la pobreza. Elproblema se abordó abiertamente enlas organizaciones y en la prensa delPartido, y la cúpula, consciente delgrado de malestar, trató de buscaruna solución.

Pero no eran las quejas de labase la única voz discordante quedebía soportar una cúpula enocasiones reticente a ello, ya que los

dirigentes también planteabanproblemas sociales y políticos y losdiscutían abiertamente, señalando lospeligros a los que estaba expuesto elPartido. Sirva como ejemplo lareflexión de Zinoviev, un miembrodel Politburó, en el XI Congreso.Poco antes, Lenin había hecho sonarlas alarmas al referirse a ladesaparición de la «clase obrera»durante y después de la guerra civil.Según Zinoviev, el problema eraotro, ya que la clase obrera se estabaredefiniendo, abandonaba el campo,donde había buscado refugio, y se

mostraba dispuesta a enrolarse en elPartido. Lo que le preocupaba era elingreso en éste de proletarios sinformación y la existencia de unnúmero cada vez mayor de miembrosprocedentes de otras clases.Zinoviev se mostraba partidario desuspender temporalmente lasadmisiones para exorcizar elpeligroso fantasma de un proceso dedegeneración, algo así como unTermidor desde dentro (elcalificativo es mío). En un gestoimpensable unos años atrás, Zinovievcitó los argumentos de los

mencheviques emigrados, que veíaneste escenario como una posibilidadinminente.

El aumento de las diferenciassociales en el seno del Partido, comoconsecuencia de la llegada de nuevosmiembros, daba pie a la aparición dediferentes tendencias políticas eideológicas, una tesis defendida porDavid Dallin, líder menchevique, enun libro que acababa de publicar enBerlín.124 El autor consideraba queno había vida social ni política enRusia fuera del Partido y delejército, y le parecía por lo tanto

imposible acabar con el bolchevismodesde fuera. Sin embargo, podríalograrse si se producían procesosespontáneos dentro del Partido.Dallin anunciaba la aparición dedivisiones, de tramas y de intrigas.Diversos elementos del campesinadoy varios grupos de obreros y depequeñoburgueses estaban cobrandolentamente conciencia de sus propiosintereses, y la intelligentsiarecuperaba la capacidad para crearcorrientes ideológicas, democráticas,imperiales, revisionistas... Todosestos elementos saldrían a escena a

su debido tiempo «y la historiapolítica se llenará de batallaspolíticas». Zinoviev hizo alusión aestas reflexiones, como se lee en lasactas del congreso. Dallin se burlabade la idea ingenua de que una purga,en el sentido tradicional de laexpulsión del Partido, pudiera alterarlo más mínimo la situación cuando seenfrentaba a la expresión inevitablede las fuerzas centrífugas de unasociedad, y Zinoviev no parecía estardel todo en desacuerdo con estaspalabras. El mismo afirmó estarconvencido de que «hay, de hecho,

un proceso molecular en el Partidoque no es tan sólo el reflejo de lasluchas internas, sino que recoge todocuanto sucede en el país en unsentido más amplio, todo el abanicode la lucha de clases que estamosviviendo». Toda suerte de elementosajenos al mundo proletario seintroducían en el Partido, pero eldirigente no perdía la esperanza deque el «núcleo proletario»perviviera, mantuviera con vida elcompromiso ideológico inicial delPartido y evitara que los elementosextraños se hicieran con el poder.

Zinoviev también afirmaba que,en aquella tesitura, preservar lademocracia proletaria tendría unainfluencia positiva en la vida delPartido. La «oposición proletaria»,formada por los líderes del sindicatodel Partido, lamentaba la ausencia dedemocracia y convirtió estareclamación en uno de los aspectoscentrales de una lista de peticiones.Llegaba incluso a reclamar que la«democracia proletaria» se vierareforzada con la purga de loselementos administrativos y elsilencio impuesto a la intelligentsia,

un método más bien problemáticopara crear un partido viable. Lacúpula no consideraba aceptablesestas posiciones, puesto que el nivelcultural y la conciencia de clase delos trabajadores era, por aquelentonces, demasiado débil para basaren ellos la construcción del Partido.

De hecho, el Partido carecía derespuestas a corto plazo para todasestas preguntas. Lo único que podíahacer era implantar la NPE sinperder el control del proceso,mejorar su trabajo y el de su aparatoadministrativo e iniciar una tarea

educativa a largo plazo al tiempo quepurgaba a los elementossospechosos. Estas medidas hicieronque aumentara el centralismo y elautoritarismo. Cualesquiera quefueran las buenas intenciones quehabía detrás de todas estasdecisiones, los objetivosdemocráticos eran evidentementeinalcanzables incluso en el seno delPartido. Con todo, la vieja guardiaseguía confiando en mantener convida el espíritu democrático y elmodus operandi en las altas esferas.

Los miembros de la vieja

guardia seguían fieles al ethosprerrevolucionario. Para ellos, lapertenencia al Partido no era la víaque había de conducirles a unacarrera sin sobresaltos. Se habíanquemado al servicio del Partidodurante la revolución y la guerracivil, y entre las ruinas que elconflicto había dejado tras de sí. Lasalud de muchos lideres se habíaresentido y los doctores les advertíande la imposibilidad de seguir almismo ritmo. En varios casos, fueprecisa una orden del gobierno paraobligarles a tomarse un respiro y a

cuidarse, a menudo en Alemania o enotros lugares del extranjero. Escierto que varios millares depersonas que se enrolaron en laguerra civil no pertenecían a la viejaguardia en sentido estricto, pero erantipos dispuestos a pagar un precioelevado por la causa. Los miembrosmás convencidos no se preocupabanpor el poder en sí. Pertenecer alPartido era un compromiso queexigía un precio personal, no algoque fuera a suponerles unarecompensa.

Todos estos debates se

produjeron inmediatamente antes odurante el replanteamiento radical deLenin, que duró mientras pudopensar, hablar y dictar. En su últimay dramática aparición, en el XICongreso, criticó con vehemencia alos partidarios de los métodosautoritarios, un aspecto que aún nohabíamos mencionado. Durante esosaños, los miembros del Partidoparticipaban en muchas reunionespúblicas en clubes por todo Moscú yposiblemente en otros lugares;reuniones en las que se criticabaabiertamente, e incluso se

denunciaba, la política del Partido.Algunos miembros conservadoresclamaron contra aquella «actituddesleal» y pidieron a Lenin quepusiera fin a tales infracciones de ladisciplina de Partido. Durante el XICongreso, uno de estos «elementosdesafectos», Riazanov, se encontrabaen la sala y los partidarios de lalínea dura, seguros de obtener elrespaldo de Lenin, le recordaron aéste que había prohibido lasfacciones políticas dentro del Partidoen 1921, en un momento en que laorganización se estaba

desmembrando en grupos ysubgrupos. La larga respuesta deLenin no dejaba lugar a dudas. Nomencionó el episodio de 1921, sinoque ofreció un buen número deejemplos del pasado que recogíandiscusiones fundamentales en el senodel Partido y afirmó que éste nohabría sobrevivido, y que no lo haríaen el futuro, de no haber existido laposibilidad de debatir libremente.

El punto que queremos resaltaraquí es el siguiente: el bolchevismoera un partido político que ofrecía asus miembros el derecho a manifestar

sus opiniones y a participar en eldesarrollo de la línea política, yLenin quería que las cosas siguieranasí. En su discurso en ese mismocongreso, declaró asimismo que elPartido debía estar exento de tareasadministrativas y concentrarse antetodo en el liderazgo político, dejandola administración en manos deburócratas profesionales, las fuerzasdel «capitalismo de Estado» yorganizaciones cooperativas.

Estos eran los aspectosfundamentales de la última versióndel leninismo. Queda claro que Lenin

estaba alarmado ante la situación. Ensus últimas apariciones,declaraciones y escritos, arremetiócontra el estilo y la esencia de lapolítica que se habría de seguir trassu muerte con un «No» rotundo ylúcido. Y esto es algo que nopodemos borrar de la memoriahistórica.

Como sabemos, el programa deesta gran figura, que encabezó unarevolución radical e hizo unllamamiento a la moderación despuésde conquistar el poder, no entró envigor. La posibilidad de expresarse

libremente acerca de los problemasdel Partido, de las diferentescorrientes que coexistían o de lasamenazas que lo acechaban erapatrimonio exclusivo de estaformación política históricamenteespecífica que se bautizó con elnombre de «bolchevique». Porcuanto los diferentes órganos que locomponían funcionaban y el procesode toma de decisiones se ceñía a lasreglas que fijaban la división de laautoridad entre ellos, no podemoshablar de dictadura personal ni enRusia, ni en el Partido. La dictadura

estaba en manos del Partido, no enlas de Lenin. Cuando cayó en manosde un individuo, la cuota de poderdel Partido no tardaría en esfumarse.

¿UN SISTEMAUNIPARTIDISTA?

La mayoría de los cuadros delPartido histórico seguían siendomiembros y continuaban viéndosecomo tales. No obstante, tarde otemprano iban a descubrir que, dehecho, su lugar estaba en otra parte.Poco después de la muerte de Lenin,dejaron de reconocer al Partido yreaccionaron abandonándolo,

adaptándose a la nueva línea oingresando en alguna de lascorrientes opositoras; y, por lo tanto,pereciendo. El sistema permanecióintacto pero, con el tiempo, al preciode sufrir una transformación radical,que implicó el terror de masas contrael Partido y un cambio profundo ensu espina dorsal y en la del sistema,que pasaron a estar dominadas porlas clases que dependían del Estado.

Los mencheviques (residentesen el extranjero) y diversospersonajes críticos con el Partidosiguieron manifestando su convicción

de que el monopolio políticoacabaría por entrar en conflicto conla inevitable diferenciación socialque se estaba produciendo tantodentro como fuera del Partido. Dallinpresagió una implosión a corto olargo plazo. Y podríamos decir,incluso, que algo así sucedió durantela dictadura absoluta de Stalin,aunque no se tratara de una implosión«derivada» de las contradiccionesinternas del Partido. No tiene sentidoreferirse a ella recurriendo allenguaje y a las categorías de lasdisputas que se vivieron en el seno

del Partido en 1902-1903, o a lasacontecidas al principio del períodosoviético. La escena política habíacambiado profundamente y, aunquese seguían empleando palabras como«Partido», «bolchevique»,«socialista» e incluso «leninista», susignificado era bien distinto. Elcarácter patológico del jefe supremoy la consolidación de su poderautocrático, fenómenos ambos ajenosal bolchevismo, eran los factores quedefinían la esencia del ordenpolítico. La rápida industrializacióny los flujos de población que se

desplazaban a las ciudades dieronpie a grandes transformaciones, y lasdiferencias sociales cada vez másacentuadas iban de la mano de laaparición de nuevas tendencias eintereses sociales. Todo estocomplicaba la tarea de losgobernantes. Stalin detectó unaamenaza constante en estos avances yen la diferenciación natural,fenómenos por lo demás positivos, ydurante todo su largo mandato lesdeclaró la guerra apoyándose en elterror contra los cuadros y contra lascapas más liberales de la población.

Tal era el enfoque irracional de supolítica, exacerbado por lanaturaleza paranoica de supersonalidad.

Podemos considerar el XIICongreso, celebrado en marzo de1923, como el último en que elPartido aún pudo usar legítimamentesu nombre revolucionario, y afirmarque el año 1924 marca el fin del«bolchevismo». Durante algunosaños más, un grupo tras otro deviejos bolcheviques se lanzó a laacción en un último intento porrectificar el rumbo de los

acontecimientos, pero su tradición ysu organización políticas, ancladasen la historia de la socialdemocraciarusa y europea, quedaronrápidamente relegadas en un segundoplano como consecuencia de lacantidad de nuevos miembros y delas nuevas estructuras organizativasque hicieron que esta formaciónadoptara una configuracióntotalmente diferente. El proceso deconversión del Partido en un aparato,con carreras, disciplina, rangos y laabolición de los derechos políticos,fue un escándalo mayúsculo para los

movimientos de oposición surgidosentre 1924 y 1928. El viejo Partidoque ellos conocían estaba muerto. Lagente debe andarse con cuidado parano dejar que los nombres y lasideologías del pasado les confundan:en un contexto político dinámico, losnombres sobreviven a las esencias.

Que Rusia no estaba preparadapara cualquier forma de socialismomarxista era una verdad como untemplo para los marxistas. Sinembargo, los nuevos miembros noconcedían la menor importancia aestas consideraciones teóricas.

Habían ingresado en el Partido paraservir a la causa que les habíanpresentado, incluida la eliminacióntotal del bolchevismo original.Durante un tiempo, el socialismoimposible fue una cortina de humo,pero no podemos tildar de «fracasodel socialismo» describir losacontecimientos y las corrientes queestamos estudiando, porque noexistía, en primer lugar, elsocialismo. Rusia, un país devastado,no estaba en disposición de abrazarni la democracia, como supo verMiliukov, ni el socialismo, como

reconocían Trotsky y Lenin. Enaquellas condiciones, los cuadroshistóricos se vieron sepultados poruna legión de recién llegados que nocompartían ni su ideología, ni suethos. El partido en el poder,denunciado en todo el mundo por losenemigos del socialismo y delbolchevismo, se reinventó a sí mismopara enfrentarse a nuevos cometidosy nuevas realidades, sin perder sinembargo los calificativos del pasado.

Desde esta perspectiva, losúltimos textos de Lenin son un intentopor refundar el bolchevismo para

evitar la aparición de una criaturatotalmente diferente. Lenin advirtióque sus opositores se inspiraban enlas formas pre capitalistas de unEstado absolutista, y que la culturapolítica de Rusia, el talante de loscuadros formados durante la guerracivil y la llegada a las filas delPartido de nuevos miembros conescasa o poca cultura, o nulaexperiencia política, eran losfactores que habían motivado estaregresión. El atraso del país y lanecesidad de acelerar su crecimientoeconómico abonaban el terreno para

erigir un «Estado fuerte» y firme, quepodría ganar para la causa a genteentregada a su país, o convertirse ensu ideal de modelo, conindependencia de su filiaciónpolítica, algo tanto más cierto cuantoque el fantasma del atraso acosa enocasiones a un país con un pasadoimperial y un cierto potencial y lapresión que sobre él ejercen otrospaíses más desarrollados es tal queel pueblo se moviliza en su defensa.Ante esa situación, la formación deun «régimen despótico» no parecíadiferir en última instancia de la

construcción de un «Estado fuerte».Pero Lenin había advertido ladiferencia, la había tipificado y habíaidentificado a los culpables. Sinembargo, muchos de sus antiguoscompañeros de los años heroicos nose dieron por aludidos. Y elbolchevismo dejó la escena pocodespués de la muerte de su fundador.

Una modernidad sui generis

Ya nos hemos ocupado de la

decadencia institucional del presuntopilar del sistema. Dedicaremos todoeste capítulo a las dinámicassociales, al cambio y al progreso.También aquí aparecerán diferentesconflictos y los abordaremos a sudebido tiempo.

En páginas anteriores nos hemosreferido al hecho de que lasdimensiones del retraso heredado yla complejidad de la tarea que los

jerarcas tenían ante sí se vieronagravadas por la dura regresión quese produjo como consecuencia de laprimera guerra mundial y de laguerra civil. En un país que ya estabaa las puertas de una crisis, esaregresión dificultó en grado sumo lastareas de reconstrucción y derecuperación, e incrementó laansiedad por recurrir al granhermano, el Estado. Con todo, espreciso matizar un tanto estaafirmación a la vista de la NPE, desu vitalidad y del interés que podíaexistir por mantenerla con vida

durante un tiempo más, una esperanzacompartida por Lenin y Trotsky en elmomento de ponerla en marcha. Labreve NPE sigue alimentando todotipo de discusiones sobre lasalternativas que tenía Rusia en aquelmomento (durante la perestroika,hubo quien llegó a creer que podíaservir de modelo para el períodopostsoviético). Evidentemente, unade las alternativas más a mano era unEstado hipertrofiado y despótico, unmodelo que, como no nos hemoscansado de señalar, tenía un buenpunto de partida en la historia del

país. En 1921, Rusia era mucho máspobre que antes de la primera guerramundial, y el abismo que la separabade Occidente se había ensanchado,algo que lamentablemente no pasabainadvertido a ojos de la población.La «distancia histórica» entre loselementos rurales, urbanos yburocráticos también se habíaampliado. Quienes se lanzaron a latarea de modernizar el país despuésde la muerte de Lenin empezaroneliminando la organización políticaoriginal de los revolucionarios que,tras su llegada al poder en 1917,

había construido un Estado, evitadola desintegración del país y previstograndes cosas para el futuro. Laprioridad ahora eran sus propiosmétodos, que combinaban undesarrollo económico acelerado conuna forma acentuada de arcaísmopolítico, lo que provocó que algunosanalistas usaran la expresión«despotismo agrario» para definir alEstado estalinista. Sea como fuere,nos hallamos ante un Estado nomoderno que lucha por modernizarse,lo que dio pie a unas cuantaspreguntas que marcarían el destino

del país durante décadas.Esta línea de razonamiento

también resulta útil si tratamos deentender el fenómeno soviético en elmarco de toda su trayectoriahistórica. La contradicción presenteen la expresión «un Estado nomoderno que lucha pormodernizarse» pervivió y semanifestó de muchas manerasdespués de la muerte de Stalin. Elcariz modernizador de la actividaddel Estado, es decir, laindustrialización, produjo una seriede avances, como la urbanización, la

educación o el aumento de lamovilidad social, que tuvieron unefecto eminentemente emancipadoren la masa de población afectada,aun cuando esta emancipacióntuviera que resolver algunosobstáculos de consideración. Una delas claves para desentrañar elproblema soviético radica en lainterrelación entre la emancipación ylos factores que la constreñían.

El desarrollo en el sentidohabitual de la palabra era imposiblesin trasladar a millones decampesinos a las ciudades y sin

acabar con la distancia que separabaa las minorías privilegiadas y a lamayoría de la población. Estadinámica casaba con el espírituplebeyo y con el carácter de larevolución. De hecho, el desarrollosocial soviético fue considerable yprofundo, y tuvo unos efectossumamente importantes que variaronen función del período: en los añosveinte, en tiempos de Stalin y tras sumuerte. Usado a menudo y criticadoen ocasiones, el término«modernidad» es aplicable en estecaso siempre y cuando nos ciñamos a

los hechos y nos alejemos de susconnotaciones ideológicas de las queno siempre se pueden librar lasfuentes que usamos en este capítulo.

INDICADORES DEMODERNIDAD EN LA URSS

Una de estas fuentes es lahistoria social de Rusia en dosvolúmenes recientemente publicadapor B. N. Mironov, un historiador yestadístico ruso.125 Su enfoque sebasa fundamentalmente en datosantropométricos, aunque también esimportante la presencia que tienenlos factores sociales. El libro

combina el análisis y la información,pero los lectores deben andarse concuidado con el carácter sumamentesubjetivo y metafórico dedeterminadas afirmaciones deMironov, alguna de las cualesdiscutiremos toda vez que la mayoríason evidentes.

La adopción por parte deMironov de «Occidente» no sólocomo modelo sino también comovara de medir el desarrollo históricoes de lo más ingenuo. Los lectorespodrán juzgarlo por sí mismosconforme vaya exponiendo sus

conclusiones. En definitiva, laopinión que está presente a lo largode toda la obra es darnos a entenderque Rusia no formaba parte deOccidente. Para ello, sin embargo, nobasta con citar las carencias deOriente en relación con Occidente. Alo largo de los siglos, «Oriente» (unadenominación que cubre diferentesconceptos) fundó estados, resolvióproblemas y dio a luz culturas.Conviene, por lo tanto, examinar lascosas también desde dentro, y nolimitarse a hablar de lo que no existe.

Pese a esto, el planteamiento

general de Mironov del camino realque recorrió la URSS hacia lo quepodemos denominar «modernidad»es realista y está bien argumentado.El autor sostiene que la diferenciaque había entre Rusia y Occidenteera la misma que había entre unadolescente y un adulto: es un paísemocional, hiperactivo, ingenuo y depretensiones absolutistas, aunquetambién posee una curiosidad innatay la capacidad para asimilarcualquier novedad. No en vano, unadolescente no es un «adultoretrasado». Los rusos no fundaron

instituciones occidentales, pero noporque no fueran capaces de hacerlo,sino porque no veían la necesidad.Todo lo que tenía valor en Occidentellegaba a Rusia tarde o temprano; sino a principios del siglo XX, afinales.

Mironov destaca lasecularización de la concienciasocial, que supera con mucho elfenómeno que se produjo enOccidente: el sistema de valoresrusos se volvió plenamente secular ytemporal. La revolución demográficaliberó a las mujeres de la pesada

carga de dar a luz a unos niñoscondenados a morir jóvenes. Laestructura social cambió de aspecto:la movilidad social alcanzó niveleselevados y las clases socialesdejaron de ser estancas. La sociedaden su conjunto se fue abriendo a lainfluencia de los valoresoccidentales y a sus normas deconducta. Surgió un modelo defamilia nuclear, en el que se prestabamás atención a los niños, y lasmujeres lograron equipararselegalmente a los hombres, al tiempoque mejoraba su consideración

social. La urbanización siguió sucurso: el país se fue tornandobásicamente urbano y sus habitantesabrazaron los patrones de consumourbanos, cambiando automáticamentede formas de organización social -rurales y comunitarias- a otras máscomplejas y diferentes, incluso en losmismos entornos rurales.

A finales de la era soviética, lamodernización se había acercadomucho a los modelos occidentales.Se implantó un sólido sistema decobertura social (pensiones, sanidad,subsidios para las mujeres en estado,

ayudas familiares), y no podemoscerrar este inventario sin citar elnotable desarrollo que se produjo enla educación yen la cultura. A todoesto hay que añadir que ese imperiose transformó en una confederaciónde iure y que las naciones de origenno eslavo también vivieron su propiodesarrollo. Únicamente durante elperíodo soviético emergió en Rusiauna sociedad «disciplinada»(Mironov emplea el término acuñadopor Foucault), lo que evitó elestallido de la revolución durante latransición al régimen postsoviético.

En sentido general, la distancia entreRusia y Occidente se había reducido,y el país ya no formaba parte delmundo en vías de desarrollo. Porsupuesto, Mironov es consciente delos medios que se emplearon en unprimer momento para llevar a caboesta modernización, pero acierta alincidir en la importancia delresultado. Sin embargo, me gustaríaañadir algunos rasgos más: laseguridad física personal, lasbibliotecas, el aumento del públicolector, el interés por las artes engeneral y por la poesía en concreto o

la importancia de la ciencia. Porrazones que se me escapan. Mironovpasa por alto que, desde 1991, todosestos indicadores elementales hanretrocedido ostensiblemente, unaspecto indispensable para entendermejor el fenómeno soviético y suherencia.

Mironov toma prestado, acontinuación, un método propio delos investigadores occidentales: eluso de criterios antropométricos, porejemplo, a la hora de evaluar elaumento de reclutas durante elservicio militar obligatorio, que, a su

entender, sirven para dar una buenaimagen del estado de fluctuaciónsocioeconómica del país. De estemodo, sabemos que la altura mediade los hombres empezó a disminuir apartir de los años cincuenta del sigloXIX (por causa de la guerra deCrimea) y que siguió cayendo hastala emancipación de los siervos. Lacrisis duró treinta años y afectóprincipalmente a los campesinos, ungrupo que ya estaba al borde de ladesaparición pues ellos habían sidolos más perjudicados por la guerra ypor los impuestos. En los años

ochenta del siglo XIX, la condiciónbiológica de la población mejoró untanto. Como indican diversos datos,aunque no sean fiables en suconjunto, la alimentación empeoróentre 1850 y 1890, pero mejoró conposterioridad, hasta el año 1910. Elíndice de mortalidad entre 1850 y1890 fue elevado e inestable, perolos avances médicos permitieronreducirlo a partir de 1890. Mucho sehabló de la degeneración del puebloruso después de las reformas deAlejandro II, a raíz precisamente dela condición física de los jóvenes

reclutas. Estos rumores prosiguieronhasta finales de siglo, a pesar de quela situación hubiera empezado arepuntar a partir de la década de1880. Las cifras que da P. R.Gregory para la renta nacional entrelos años 1885 y 1913, citadas porMironov, muestran un crecimiento enel consumo per cápita a partir demediados de los años ochenta.

En 1927, como sabemos graciasa los datos fidedignos que sepublicaron posteriormente, lapoblación ya se había recuperado delos estragos de la primera guerra

mundial y de la guerra civil. En lasciudades, la altura media de losreclutas era de 1,676 metros,mientras que en el campo era de1,675 metros. Su peso medio era de61,6 kilos y de 61,9 kilos,respectivamente. Por lo tanto, elíndice de masa corporal, es decir, larelación entre el peso y la altura, erade 22 y de 22,54, una prueba de loque Mironov califica como un «buenbioestatus». A diferencia de lo quese podría esperar, la altura de losrecién nacidos siguió creciendo entreel final de la guerra civil (1920) y

finales de los años sesenta, e inclusoentre 1985 y 1991; podemosconcluir, así, que ni los años treintani la segunda guerra mundial tuvieronconsecuencias en este sentido. Apartir de la generación de 1936-1940, el aumento de la altura mediafue tan rápido en las ciudades comoen el campo. En veinticinco años,creció de media, según diferentescategorías, entre 47 y 61 mm, unaumento sin precedentes. Durante laera soviética, el «estatus biológico»de los urbanitas, y probablementetambién el de la gente del campo,

mejoró.¿Cómo podía ser si sabemos

que el Estado no hacía sino rebajarlas condiciones de vidaconstantemente?, se preguntaMironov. El autor opina que, entrelos años treinta y los años cincuenta,la renta familiar per cápita creció decuatro maneras diferentes gracias alos recursos internos, y en partetambién gracias a los recursosexternos. La tasa de natalidaddisminuyó considerablemente, y conella el coste de criar a los hijos.Asimismo, se redujeron los gastos

sanitarios, tanto en el conjunto de lapoblación como en el caso de losniños. Muchas mujeres que no habíantrabajado hasta entonces podíanhacerlo, porque tenían menos hijos,había mucha demanda de mano deobra y el Estado ponía a sudisposición guarderías y parvularios.Por último, la mejora en el «estatusbiológico» también fue posiblegracias a una mejor distribución dela riqueza. Por todo esto podemosafirmar que nos encontramos ante untema fascinante y apenas estudiado.

Cabe ver estos datos en el

contexto de la revolucióndemográfica que se produjo en Rusiaentre 1920 y 1961, más tardía por lotanto que en Occidente, que ya lahabía superado a principios de siglo.Los rasgos que la caracterizaronfueron el descenso acusado en la tasade natalidad, por expreso deseo delos padres, el éxito en la lucha contralas enfermedades infecciosas y lareducción de la mortalidad infantil.Se instauraba así un patrón dereproducción de la población másmoderno, racional y económico.

A raíz de las reformas de 1861,

ya se había observado un descensoen el índice de natalidad.

Podemos atribuir el descensoposterior a los estragos de las dosguerras mundiales y de la guerracivil. A mediados de los años veinte,se había vuelto al índice de natalidadanterior a la guerra. Durante lasegunda mitad de los años veinte seregistró una tendencia descendente,que se mantuvo durante los añostreinta. En 1941, el índice era un 25por 100 inferior al de 1925. Lasegunda guerra mundial agravó sicabe esta tendencia. La paz, sin

embargo, no trajo consigo larecuperación. Después de un ligeroaumento en 1949, se produjo undescenso marcado e irreversible.Dos cifras ilustran el alcance de estefenómeno: Rusia pasó de una tasa denatalidad de 206 por 1.000 en losaños veinte a 29 por 1.000 en losaños sesenta. El motivo principal erael deseo de los rusos de limitar elnúmero de hijos, recurriendoespecialmente a los abortos (era elpaís con el índice más elevado delplaneta), aunque tampoco podemosdesdeñar el papel que tuvo la

tendencia a posponer el matrimonio,la cantidad de divorcios y el aumentode las mujeres solteras.

Esta tendencia descendente delíndice de natalidad se veíacontrarrestada por un descensoextraordinario en la mortalidadgeneral (39,8 por 1.000 en los añosochenta del siglo XIX, 30,2 por1.000 en 1900, 22,9 por 1.000 en losaños veinte y 7,4 por 1.000 en losaños sesenta), el aumentoconsiguiente en la esperanza de vida(28,3 años en 1838-1850, 32,34 en1896-1897, 44,35 en 19261927 y

68,59 en 1958-1959) y elcrecimiento acorde en la cifra dejubilados. En 1926, por cada 100personas aptas, 92 no pertenecían ala población activa (incluidos 71niños y 16 pensionistas); en 1959, lacifra de población no activa era del74 por 100 (53 niños y 21pensionistas). En el períodocomprendido entre 1926 y 1959, lamedia bajó en un 20 por 100 porfamilia. Y, comoquiera que lamayoría de personas discapacitadasrecibían pensiones, las ayudasfamiliares sufrieron un descenso

similar. En conjunto, tanto lasociedad como las familias sebeneficiaban del descenso de lamortalidad y de la longevidad cadavez mayor de la vida laboral.Mironov concluye que todo el mundosalió ganando con la revolucióndemográfica, en lo que tilda de«nacionalización del proceso dereproducción».

Este tipo de reproducciónmoderna permitió racionalizar todoel ciclo vital de las familias y losindividuos, y en especial el de lasmujeres. Las funciones procreadoras

que les habían exigido semejanteesfuerzo en el pasado, desde el iniciode la etapa núbil hasta la llegada dela menopausia, pasaron a ocupar unaparte menor de su existencia, demodo que pudieron integrarse en elmundo laboral y aportar una cantidadde dinero a los ingresos familiares.De hecho, las mujeres seconvirtieron en un componenteimportante de la mano de obra entodos los principales sectores deactividad. Hacia 1970, tanto su nivelde estudios como su presencia en lasprofesiones técnicas eran notables y

también en el terreno de lainvestigación científica. Mironovacierta al insistir en que «ningún otropaís del mundo ha tenido semejantenivel de participación de las mujeresen el mundo laboral y cultural».

Nos detendremos aquí paraseñalar que, aunque todo lo aquíexpuesto es fundamentalmente cierto,el texto rezuma un tonoexcesivamente triunfante. Muchosestudios sociológicos soviéticos handemostrado que la auténticaemancipación de las mujeres se viocoartada por dos factores: su

presencia puramente simbólica en laestructura de poder y un sistemapatriarcal sólido, incluso en lasfamilias urbanas. Este segundoaspecto era más grave si cabe acausa de la escasez deelectrodomésticos. Después de undía duro de trabajo, las mujeresregresaban a casa y tenían queenfrentarse aún a tres horas más delabores domésticas, lo que se sumabaa una fatiga crónica muy extendida.En los años sesenta, el Estado hizoesfuerzos «titánicos» paraincrementar la producción y la

distribución de electrodomésticoscon resultados satisfactorios, peroesta medida no bastó para acabar conuno de los principales obstáculos quese interponían en el camino de lasmujeres hacia la igualdad.

A pesar de estas salvedades,nadie puede negar las cifras quefiguran en los indicadores de laemancipación de la mujer y estamosen deuda con Mironov por haberarrojado luz sobre los cambios quese produjeron en la estructura socialdel país y en la formación de lo quehe bautizado como una «nueva

sociedad», todo ello en un tiemporécord y superando los cataclismosdel pasado. Los datos demográficosvolverán a centrar nuestra atenciónen el siguiente capítulo, porque sibien dan cuenta de una verdaderaemancipación, también describenalgunas realidades más lúgubres.

Nos limitaremos ahora amencionar de pasada un fenómenodescrito por Mironov, que esespecífico de la sociedad soviética yde sobras conocido, aunque jamásnadie lo ha estudiado en profundidad,y de cuya importancia también se ha

hecho eco la prestigiosa sociólogaTatiana Zaslavskaya, de la Academiade Ciencias. Mironov afirma que la«equiparación de los ingresos de lamasa de la población alrededor deuna determinada media se convirtióen una reserva más que la sociedadsoviética podía movilizar». Tambiénse refiere, de un modo más insistente,a que la escasa desigualdad en losingresos entre los grupos socialesincidió en la mejora del «estatusbiológico» de la población: cuantomás pobre es una sociedad, máspuede verse afectado su «estatus

biológico» por las desigualdades.Carecemos de estudios serios sobreesta desigualdad en la URSS, pero eltrabajo fue un factor que contribuyó areducirla y no cabe duda de que loconsiguió. La notable movilidad dela población y los matrimoniosmixtos entre personas de diferentesregiones y culturas también tuvieronun impacto positivo en índices comola altura de los reclutas, y también lotuvo el extraordinario índice deurbanización, que pasó del 15 por100 en 1921 al 50 por 100 en 1961.Aunque las condiciones de vida que

el sistema ofrecía a sus ciudadanoseran inferiores a las de los paísesoccidentales, la altura de loshombres siguió creciendo en Rusiahasta los años ochenta como mínimo,al mismo ritmo que en los paísesdesarrollados.

Del trabajo de Mironovpodemos destacar, ante todo, la ideade que el «secreto» del sistema, unsecreto del que tal vez no fueraconsciente por sí mismo, era lamejora del «estatus biológico» de lapoblación. Y dado que dicho «estatusbiológico» entró en crisis en el

período postsoviético, es posible quetengamos ahí una de las razones de lanostalgia que muchos ciudadanosrusos sienten por el difunto sistemasoviético.

Éxitos y fracasos de laurbanización

La atención constante que

estamos prestando al cambiantepaisaje social —y a este paisajepertenecen la burocracia, la política,la economía y el respeto a la ley—nos ofrece un marco de análisis quenos permite distinguir entre lo que sehabía urbanizado y modernizado y loque se había urbanizado pero adondela modernización no había llegado.Una cuestión tan importante como la

de la igualdad de ingresos se mereceun estudio más detallado, pero laigualdad relativa, y la consiguientereducción de las diferencias de clasey de las barreras entre grandesgrupos de población, eran hechosindiscutibles, que aún guardaban enel recuerdo muchos rusos queemigraron, por ejemplo, a EstadosUnidos, donde las desigualdadeseconómicas forman parte del ethosdel sistema.

La evaluación positiva deMironov de este fenómeno secontradice con su propio concepto de

modernidad, definido en términos deconformidad con el modelooccidental. Además, le lleva aconsiderar la pérdida de peso delviejo «espíritu de comunidad»(obshchinnost) ruso, heredado de unpasado rural, como un símbolo de la«madurez» del país. Pero, ¿cuál fueese sentido de igualdad y de cercaníaque tuvo tal impacto positivo en lasalud, el crecimiento físico y elbienestar moral de los ciudadanosrusos, sino el espíritu «no moderno»de comunidad? ¿Acaso es bueno paralas sociedades modernas

desembarazarse de él? Un fenómenotan habitual como la soledad, aunestando rodeado por masas urbanasen constante movimiento, es unproducto pernicioso de laatomización social que únicamente sepuede remediar a través de un«espíritu de comunidad».

Si hasta ahora nos hemosexplayado fundamentalmente en los«cambios mecánicos» —los flujosmigratorios continuos, un fenómenoya complejo de por sí—, esimportante que apreciemos que laurbanización confiere un nuevo

significado a la palabra«movilidad». No sólo implicacambiar de dirección o de lugar detrabajo, o trasladarse de un lugar aotro. En lo que ahora era un entornourbano, nos ocuparemos de lamovilidad social, cultural,económica y psicológica, y no haymejor manera de entenderla queyuxtaponerla al significado espacialque tradicionalmente se le da altérmino.

La complejidad de laurbanización y su poder detransformación consistían en generar

una cantidad de ideas que circulara através de nuevos canales decomunicación, que presentara a lapoblación grandes cantidades deinformación, que diera prioridad a lainventiva, a la educación y a lacreatividad intelectual y que, porúltimo, diera lugar a nuevasconcepciones de la existencia ygenerara nuevas necesidades en lavida de la gente. Todo esto estaba aaños luz del ritmo rural de la Rusiatradicional, donde los cambios eranlentos y el mundo social solíaceñirse a un pueblo, y era fácil

tenerlo bajo control (todo el mundoconocía hasta el último detalle lavida del vecino), lo que creaba unaintensa sensación de familiaridad conla realidad social e inducía alfatalismo a propósito de loscaprichos de la naturaleza. Lasnormas eran sencillas: aferrarse a latradición, limitar la movilidad yestrechar los horizontes (a menudo enel sentido literal de las palabras).Carente de una alfabetizaciónadecuada y ajena a varias etapas detransición, esta civilización rural noestaba preparada para enfrentarse a

las grandes ciudades y a losasentamientos urbanos, donde eraindispensable tener una educación,mejorar las propias habilidades ocambiar de profesión. El reciénllegado se veía expuesto a unadesconcertante variedad de credos,personalidades, modas, informacióny valores, que constantementedesbarataban toda suerte deconvenciones sociales y familiares.La concentración de influencias, asícomo los incentivos por ingresar enlas diferentes redes de nuevasrelaciones sociales, políticas,

económicas y culturales, planteabanun reto al universo socioculturaltradicional, y en ocasiones acababancon su obstinada resistencia.

Sin embargo, no sólo el mundorural se vio entre la espada y lapared. La sociedad urbana tambiénejercía una presión considerablesobre el Estado, de entrada porqueera una entidad nueva y totalmentediferente a la que gobernar. Además,esta sociedad era todavía joven,inexperta a la hora de regularse ysuponía una carga pesada para lasviejas tradiciones. Así las cosas, es

conveniente, e incluso obvio a estasalturas, ver el proceso deurbanización como el equivalente ala formación de una nueva sociedad.Porque, en la medida en que elperíodo de transición hizo posiblehablar de una etapa intermedia, lacoexistencia del viejo mundo rural ydel nuevo mundo urbano hizo que lastradiciones y la mentalidad delprimero se mezclaran con laconmoción que asaltó a las capitalesy con la complejidad de las«ciudades científicas». El Estado ysus instituciones principales

gobernaban «siglos diferentes» almismo tiempo y estaban sometidos auna presión ideológica y política queejercían grupos totalmenteheterogéneos. La complejainterrelación entre cultura ymentalidad, que en ese momento seproyectaba en la esfera de la políticay del Estado, dio como resultado unamezcla de elementos religiosos yseculares perceptibles en elsimbolismo del Estado y en cómoéste ejercía el poder, pero tambiénen la reacción de la población adicho poder. El culto a Stalin, el

estallido de dolor popular tras sumuerte, la aceptación en su fuerointerno de un gobierno autoritario oel fenómeno que supuso NikitaJrushchov, no sólo por cómogobernó, sino por las protestasmasivas que provocó entre lapoblación y la intelligentsia, eranlos indicadores de un paisaje socialy cultural que se enfrentaba aprofundos cambios. La urbanizaciónseguía su curso, y la sociedad urbanaiba convirtiéndose en el estilo devida dominante.

Cualesquiera que fueran los

elementos que sobrevivían de lastradiciones y las prácticas delpasado, la urbanización transformó lasociedad y obligó al gobierno aadaptarse a esa nueva entidad, puesno había otra alternativa si queríanlegislar o que el país siguieraadelante. En otras palabras, elEstado y el sistema de gobiernotuvieron que exhibir un cierto gradode flexibilidad y dar respuesta a unaagenda histórica bastante diferente.Los cambios que ya hemos indicado,especialmente en el ámbito de larepresión, fueron una reacción a la

complejidad de las tareas que lasnuevas realidades impusieron alEstado. Los viejos métodos decoerción y de movilización dejaronde ser válidos: se precisaban nuevosmedios y unas estrategias novedosasy más concienzudas. Los problemasse planteaban a menudo de improvisoy su resolución obligaba a actuar conmano izquierda y a hacer gala de unacierta capacidad de negociación conla población. Con todo, lasautoridades burocráticas seguíancareciendo de experiencia a la horade enfrentarse al laberinto urbano, un

universo a menudo independiente eintratable. La urbanización, que ibade la mano de un proceso demodernización, creó nuevastendencias en la conducta social y unacervo de «recursos» específicosque escapaban con creces de laspolíticas del Estado. No habíamanera de controlar estaextraordinaria energía dinámica conlos métodos y los aparatos que sehabían empleado hasta la fecha parasometer a una poblaciónpredominantemente rural y a unsector urbano relativamente pequeño.

En este caso en concreto, la «llamadade la historia» obligaba al Estado aadaptarse a la nueva realidad y atransformarse lo suficiente parapoder liberar las fuerzas dinámicasde la sociedad urbana y concentrarseen aquellas cuestiones en las querealmente era competente.

En este sentido, los cambios quese produjeron al principio delperíodo Jrushchov en el ámbitopenal, laboral, educativo y social, delos que nos hemos ocupado en lasegunda parte, fueron pasosprometedores en la dirección

acertada. Lograron arrancar delsistema el reconocimiento delcambio que estaba afectando a lasociedad en su conjunto y dieron piea nuevas formas de relación entre lasociedad y el aparato del Estado.Este proceso fue paralelo a una«desmilitarización» de la sociedad ydel régimen. La imbricación defactores sociales y económicos habíaalcanzado un grado de complejidadconsiderable y el Estado luchaba porresponder a él adaptándose a lasnuevas necesidades y a los cambiosde humor. La relación entre el mundo

laboral y el Estado se resumía por logeneral tomando como vara de medirel punto de vista de los trabajadoresa partir de una sentencia que yahemos citado: «Tú finge que nospagas y nosotros fingiremos quetrabajamos». Algunos la tomaban ensentido literal, y aunque no era sinoun comentario ocurrente, tampocoestaba exento de verdad, en tantoreflejaba un contrato social tácitoque jamás había sido firmado oratificado y en virtud del cual laspartes afectadas llegaban a unacuerdo sobre la manera en que

había que llevar una economía debaja intensidad y de bajaproductividad. Las consecuencias deeste acuerdo eran numerosas. Enprimer lugar, apenas provocabaconflictos en los centros de trabajo, ytampoco en la sociedad en un sentidomás amplio. Sin embargo, tambiéntenía como resultado que lascondiciones de vida fueran malas, loque alentaba a la gente a buscar otroscaminos para completar los ingresosrecurriendo a todo tipo deactividades privadas, legales osemilegales (el cultivo de parcelas

privadas, otros trabajos a tiempoparcial...). Y esto, a su vez, traíaconsecuencias que no tenían por quéser negativas para los afectados.

Por su parte, los círculosadministrativos, cuyo nivel deestudios era mejor y gozaban de unamayor seguridad laboral, recurrían aun abanico de iniciativas, toleradas oilegales, pero indispensables para eléxito del lado oficial de laoperación. En ocasiones sedecantaban por actuacionespuramente criminales, de corrupcióny de mercado negro. Para poder

acercarse a los objetivos fijados porlas autoridades, las agenciasministeriales y las empresas degestión aprendieron a protegerse contodo un arsenal de contramedidas. Dehecho, crearon un sistema basado enreglas oficiosas: proveerse dereservas no autorizadas de stocks, demedios de producción y de mano deobra, servirse de los tolkachi(«emprendedores») y demásintermediarios para lograr lossuministros necesarios fuera de loscanales oficiales, sabotear oescabullirse de las investigaciones y

de las políticas oficiales o, porúltimo, constituir unas redespoderosas de aliados y de lobbys enlas altas esferas. Estos órganosadministrativos eludían el controlreal del Partido, o de cualquier otrainstancia, y, hasta cierto punto, teníanen sus manos las riendas del poderdel Estado.

La realidad de la sociedadurbana y de una economíanacionalizada también explica estoscambios en el modus operandi delPartido, supuestamente el bastión delsistema, y en sus relaciones con los

escalafones superiores de laburocracia. Sus cuadros de menorrango (los «empleados») formabanparte del grueso de la sociedad y dela red administrativa para la quetrabajaban. Como tales, eranemisores y receptores de lasopiniones sociales, de los cambiosde humor, de sus prácticas y de susintereses. Los grupos de interesesburocráticos —los responsables delos sectores económicos, el complejoindustrial-militar, la comunidadcientífica o el estamento militar—,así como los intereses, las opiniones

y los derechos de las capas másbajas de la burocracia —todos ellos,miembros sindicales—, se vieronlegitimados de facto. También se vioinmediatamente reconocido elderecho de los expertos a negociaren un «mercado laboral de expertos»sus condiciones de contratación. Laexistencia, legal y real, de unmercado de trabajo pasó a formarparte de la realidad soviética, igualque las complejas relaciones quemantenían entre sí los dirigentes, lostrabajadores, los sindicatos y elPartido.

Uno de los aspectos que, apartir de ese momento, empezó afigurar con más asiduidad en laagenda del gobierno, y que modificósu actuación como no había sucedidodesde finales de la NPE, fue lapreocupación por las expectativas dela población y el deseo desatisfacerlas. Los documentos delPartido y del Estado que sepublicaron por aquel entonces, o quese han descubierto con posterioridaden los archivos, contienen muchainformación y diversas advertenciassobre el clima que se respiraba en

determinados grupos sociales: losórganos del Partido y del gobiernoexpresan su malestar respecto dealguna medida política determinada(o respecto de la falta de medidas)que puede generar descontento. Laactitud de los trabajadores era una delas principales preocupaciones delas autoridades, y una cuestión amenudo abordada por el aparato,especialmente cuando en losinformes se intuía que los obreros noasistían a las reuniones del Partido,que no abrían la boca o queabucheaban a los ponentes, por no

hablar de otras actuaciones másdecididas, ni de las diferentes víasque encontraban para demostrar suinsatisfacción (el número de huelgasiba en aumento).

Las corrientes y las opinionesentre los estudiantes, losintelectuales y los cuadrosadministrativos también llegaban aoídos del Partido formaban parte deestas discusiones. El desánimo quehabía cundido entre estos gruposproducía un descenso de surendimiento y, a menudo, unareacción hostil hacia el Partido. Por

eso, cuando una decisión provocabael descontento de la población, semoderaba, se retiraba o seabandonaba totalmente. Si lasmujeres se negaban a aceptar unpuesto de trabajo a menos quehubiera guarderías para sus hijos, lasautoridades respondían reprendiendoa los responsables de aquellasituación, reconduciéndola, dandopasos para mejorar la política socialy haciendo concesiones. El resultadode estas actuaciones era unreconocimiento real —e inclusolegal— de todo tipo de derechos a

gran escala.Tomar en cuenta la opinión

pública y negociar con losciudadanos habían pasado a formarparte de la situación sociopolítica. Ycuando este escenario se veíainterrumpido por medidas políticasfruto del ímpetu, como sucedióalguna que otra vez en tiempos deJrushchov, inmediatamente el pueblose cobraba el precio político deaquellas decisiones.

A la vista de los esfuerzos quese hicieron para mejorar los códigoscivil y penal y para modernizar el

sistema judicial, ¿podemos hablar deRechtsstaat? No. Para ello, tambiénla cúpula habría tenido quesometerse, parcial peroinequívocamente, a la legalidad, y elsistema tendría que haber hechoextensivos los derechos a loscríticos, o cuando menos garantizar alos opositores el derecho a un juiciojusto. Pero no era así. Por otro lado,sí que podemos hablar de unacreciente importancia de la ley y delsistema legal a raíz de la aboliciónde los procedimientos extrajudicialessecretos y con el fin de las

ejecuciones arbitrarias.Los «disturbios a gran escala»

como los de Novocherkask tenían enascuas al KGB, porque no sabíacómo atajarlos: en aquel ejemploconcreto, la intervención militar sehabía cobrado un número de bajasconsiderable. Un libro recientebasado en la investigación realizadaen los archivos ofrece algunos datossobre este tipo de episodios, quepreocupaban a Semichastni.126 Entiempos de Brezhnev, hubo nuevecasos de revueltas populares, sietedurante los primeros dos años. Con

Jrushchov, la cifra había sido dosveces y media superior. Entre 1957 y1964, se recurrió en ocho ocasionesa las armas; con Brezhnev, en tres, ytodas ellas en 1967. Con Jrushchov,el número de muertos y heridos entrelos alborotadores había sido de 264;con Brezhnev, de 71. La cifra total debajas durante los disturbios enveinticinco años fue de 335, heridosen su mayoría, aunque no seespecifique la cifra exacta. La mediaanual de muertos o heridos fue de13,4, por más que hubo años en queno se produjo ningún incidente de

este tipo. Sería útil disponer dedetalles sobre estos episodios enotros países, sobre su recurrencia ylas bajas que se cobraron. ¿Fueacaso excepcional la cifra del casosoviético, 335 personas enveinticinco años, dadas lasdimensiones del país y que se tratabade un régimen no democrático? Elpanorama que dibujan los cambios,las innovaciones y las reformaspermite a los lectores,afortunadamente, calibrar ladiferencia entre los modelosestalinista y postestalinista. La

eliminación del terror a gran escalacomo método de gobierno obligó alas autoridades, y al Partido antetodo, a apostar por lo que hedenominado «negociación» con losprincipales actores sociales yburocráticos, aumentando así ladependencia del régimen para conellos.

«Sobreestalinizar» la historiade Rusia haciendo que el período degobierno del dictador abrace losaños anteriores y los posteriores esuna práctica común que responde adiferentes intereses, pero en ningún

caso sirve a la investigaciónhistórica. No hay motivos para pasarpor alto la magnitud y el significadode los cambios en la estructurasocial, el peso estratégico de losdiferentes grupos sociales, grandes opequeños, la fusión del aparato delEstado con el Partido o el fin delterror de masas a menos, porsupuesto, que nos dejemos guiar pordeterminadas hipótesis ideológicasen lugar de intentar desentrañar unarealidad histórica compleja.

Dicho esto, tampoco debemosolvidar que esta sociedad y este

régimen no eran inmunes a laaparición de corrientes ideológicas ypolíticas reaccionarias, incluso en elseno del Estado y entre los líderesdel Partido. Aquí nos ocuparemos deesta cuestión únicamente en relacióncon las dificultades de ladesestalinización y de las presionespara rehabilitar la figura deldictador. Los continuos debatesinternos entre la cúpulapostestalinista y la oposición a ladesestalinización de Jrushchov nogiraban en torno de la continuacióndel estalinismo como tal, sino de la

imagen de Stalin como estadista ylíder de una «gran potencia»(derzhava), y sobre lapredisposición para optar pormétodos drásticos si los intereses delEstado estaban en juego. Sin lugar adudas, y no debe extrañarnos lo másmínimo, algunos de los jerarcas deun régimen dictatorial se mostraban afavor de esta postura. No obstante, esimportante señalar que, a pesar detodos los globos sonda y amagos demedidas con el propósito derehabilitar la imagen de Stalin entanto que gran líder, esto no se

produjo porque ya no tenía sentido.Incluso entre los estalinistas, nadiejustificaba ya las purgas sangrientas.Es cierto que seguía habiendoarrestos por motivos políticos, perosus víctimas eran críticos reales yapuntaban a actividades políticasauténticas, no a crímenes imaginarioso fruto de las alucinaciones y que lagente se veía obligada a «confesar».Ni por su cariz ni por susdimensiones, la situación seasemejaba lo más mínimo al períodoestalinista.

Con todo, este veredicto sobre

lo que ya no era el sistema quedaríasuspendido en el vacío si noofreciéramos una imagen másgenérica de lo que había llegado aser. Visto desde arriba, era todo unlaberinto: masas de gente y deagencias hacían lo que se lesantojaba, mientras la cantidad dedecretos y de leyes promulgadas porel Comité Central o, de un modo mássolemne, por éste y el Consejo deMinistros eran desobedecidas uobedecidas únicamente a medias.Fenómenos de masas como elabsentismo laboral seguían siendo

tan evidentes como en el pasado. Losfuncionarios no perdían el trabajoaun cuando fueran despedidos; losjueces que estaban en desacuerdocon la dureza de algunas leyesbuscaban la manera de reducir loscargos cuando consideraban que notenía sentido el castigo; otros hacíantodo lo contrario, pues creían que lasnuevas medidas eran demasiadoliberales. Todo esto no hace sinoindicar que una historia que seocupara exclusivamente de laspolíticas del gobierno induciría aerrores. Los hechos históricos aquí

analizados fueron procesos que sóloparcialmente dependían de lasmedidas políticas. De hecho,derivaban principalmente —ototalmente, incluso— de episodiosespontáneos, los stijiia que hemoscitado anteriormente.

«Los de arriba» no sólo eran losabanderados de una políticavoluntarista. El Politburó gobernabacon la ayuda de una poderosa capade nachal’niki («jefes» en el sentidomás amplio de la palabra) formadapor entre 2 y 4 millones de personas:un millón ocupaba cargos de

responsabilidad; otro millóndesempeñaba funciones menosimportantes y otro millón estaba alfrente de empresas industriales.Éstos constituían una amplia capasocial que tenía su propia historia ysu propia sociología. Sus miembroseran conscientes de los intereses quelos guiaban, como los obreros, loscampesinos o los intelectuales quetenían a sus órdenes. De ahí queveamos que los responsables de lasempresas industriales construían lasfábricas en zonas perfectamentedesarrolladas aunque estuviera

formalmente prohibido, y quemantenían una reserva de mano deobra y amasaban otros excedentes —acciones también prohibidas y, peoraún, para las que no habíafinanciación. (¿De dónde salía eldinero? ¿Fondos secretos?) Nisiquiera se respetaban las leyes de lanomenclatura a la hora de ofrecer unbuen cargo o un buen ascenso,permitiendo así la aparición de unared de compinches alrededor deljefe, con sus círculos, sus camarillasy el clientelismo correspondiente,como imaginaría cualquier

sociólogo.Estos hechos espontáneos se

repetían en todas las capas sociales,con independencia de cuál fuera elrégimen: los mandos se ocupaban desus asuntos mientras sussubordinados hacían todo cuantopodían, legal o ilegal, para favorecersus propios intereses. Por lo tanto,cuando tantos factores intervienen,podemos reconocer diversasdinámicas simultáneas que hacen quela realidad sea mucho más complejade lo que parece según los clichésoficiales. Los cambios sociales que

se produjeron durante la febril etapade urbanización marcaron elcomienzo de una nueva etapa decomplejidad social, que se manifestóen un ímpetu renovado del «factorsocial» (una mayor libertad en lamovilidad de la mano de obra y lacreación de un mercado laboral paralos expertos que permitió potenciarel papel de la intelligentsia). Dichacomplejidad acabaría poniendo aprueba los límites de este sistemapolítico.

Centrarnos en el «factorsocial», como ya hemos hecho

durante toda la obra, nos ayuda aapreciar una realidad socialcompleja y los profundos cambiosque la acompañaron. La existenciadel régimen soviético en el períodopostestalinista fue relativamentecorta, pero se caracterizó por unaexperiencia histórica de unaintensidad excepcional. Después dela muerte de Stalin, no sólo asistimosal abandono del terror a gran escala,sino también a la desaparición deotros rasgos típicos de la«servidumbre» de la población. Loscambios que se derivaron del fin de

este estado de servidumbre sonespecialmente significativos, ysupusieron un aumento de la libertadpersonal que no debemos desestimaraduciendo que es mayor la queofrece un sistema democrático. Eldestino que aguardaba al régimensería incomprensible sin esta bombade oxígeno que recibieron, entreotras, las clases populares. Lamejora de las condiciones sociales yde la seguridad en el trabajo, lareducción de la jornada laboral, laposibilidad de disfrutar de unasvacaciones más largas en centros de

veraneo más accesibles y el aumentosalarial, aunque no fueraespectacular, son algunos de losfactores que hay que tener en cuenta ala hora de reflexionar sobre elsistema. Así, como ya hemos dichoen la segunda parte, las relacioneslaborales pasaron a regirse por uncódigo laboral y por unas garantíaslegales que garantizaban a lostrabajadores el derecho a cambiar delugar de trabajo. Los derechos de losobreros y de los patronos quedabanmejor definidos y mejor protegidos:las disposiciones legales permitieron

oponerse a las decisiones de losmandamases y llevar los casos a lostribunales o a las instanciasespeciales creadas para resolver losconflictos laborales, unos tribunalesdonde los trabajadores tenían muchasposibilidades de ganar.

A todo esto contribuyó, sin dudaalguna, la mejora en el niveleducativo de los trabajadores,debido en parte al influjo deestudiantes salidos de las escuelassecundarias que ingresaron en lasfábricas, que motivaron un aumentode la presión social sobre los

directores y sobre el gobierno aladvertir el abismo que había entre sunivel educativo y sus aspiraciones ylas condiciones laboralesrelativamente primitivas del sectorindustrial, entre otros, el cual fueintroduciendo lentamente lasinnovaciones tecnológicas que losjóvenes obreros esperaban. Mientrasque muchos trabajadores de lasgeneraciones pasadas se habíanadaptado sin dificultades a unsistema de baja intensidad, estecolectivo de trabajadores instruidono ocultaba su decepción.

Insatisfechos con su trabajo,monótono, arcaico y a menudomanual, estaban dispuestos a buscarocupaciones más interesantes enotros sectores, y ahora teníanderecho a hacerlo. La únicaposibilidad para que no se marcharanera mejorar el nivel tecnológico delas empresas, pero para ello habíaque revisar todo el sistema deincentivos en la industria, y en laeconomía en general, una condiciónque planteaba unos problemaseconómicos extraordinariamentecomplicados y que se convirtió en

toda una pesadilla para la cúpula.Usamos aquí el término

«sociología» para referirnos alconjunto de intereses, interacciones yprácticas de los grupos sociales,pero también podemos aplicarla a laproducción y a la circulación deideas, ideologías, corrientespolíticas y opiniones, cuya intensidadera por aquel entonces considerable.Todo esto estaba estrechamenterelacionado con el papel renovadode la intelligentsia, el peso cada vezmayor de la opinión pública y lasactitudes reinantes entre la clase

burocrática, el aparato del Partido,los jóvenes y la clase obrera. Hayquien opina que no puede haberhistoria política, y menos aúnhistoria ideológica, en un país que noreconoce el derecho que tienenopiniones políticas diferentes aexistir, manifestarse y organizarse.No obstante, existían otras tendenciaspolíticas e ideológicas en la URSS, yhallaron la manera de hacerse oír,aunque no se organizaran nipretendieran derrocar al régimen.Quienes así actuaban corrían elriesgo de llamar la atención de la

policía secreta, pero ésta, porpoderosa que fuera, no podía hacernada cuando tenía que enfrentarse aideas que se difundían entre losjóvenes y entre sectores importantesde la población, la burocracia, elejército o la intelligentsia. Cuandoemergen estas ideas imprecisas, lahistoria, o, si lo preferimos, lasociología política, recogen eltestigo y nada puede hacer la policíasecreta, sobre todo cuando estasopiniones circulan entre las clasesdirigentes, e incluso entre las filas dela policía.

El Partido también estaba atadode pies y manos, pero ademássucumbió a estas ideas y corrientes:diferentes variantes, en ocasionesvirulentas, de nacionalismo o«estatalismo», profundamentearraigadas en esos círculos, semanifestaron con impunidad, a pesarde que no hacían sino minar alrégimen que las toleraba. Noobstante, las fuerzas frontalmenteantigubernamentales no eran unaamenaza seria para el ejecutivo. Elrégimen no cayó, sino que muriódespués de que se le agotaran las

fuerzas y se derrumbó por su propiopeso, un caso especial en la historiade la caída de los imperios.Evidentemente, existían núcleos depersonas y fuerzas que queríanderrocarlo, pero carecían delsuficiente apoyo popular. Ya hemosvisto que las agencias de Andropovelevaron el número de opositores yconspiradores potenciales a unos 8,5millones de personas, principalmenteen el sudeste de Rusia y entre laintelligentsia de las capitales. Estoselementos, sin embargo, jamáslograron combinarse para formar una

fuerza política coherente.127

La presencia de controlespoliciales y de confidentes(stukachi) no basta para explicar larobustez del régimen. Es indudableque los ciudadanos vieron en esasolidez algo deseable o apreciable,ya fuera la importancia internacionaldel país, la relativa homogeneidadsocial de su población, las muchasoportunidades de promoción socialpara las capas menos favorecidas ola relativa novedad de las libertadesconcedidas, legales o reales, durantela revitalización del sistema después

de la muerte de Stalin e incluso en sufase final. Todas estas libertadesderivaban de una nueva realidadurbana, demasiado jovenprobablemente para que cristalizaranunas aspiraciones políticas nuevas ynetamente definidas, capaces deganarse el apoyo de un gran sector dela población.

En el contexto de una sociedadurbana en expansión, la aparición dela sociología como campo deconocimiento académico es un pasonatural y altamente significativo. Lapresión para permitir el desarrollo

de una disciplina hasta entoncesprohibida no sólo provenía de losacadémicos, sino también dediferentes funcionarios y analistasd e l Gosplan, el Ministerio deFinanzas, la Oficina Central deEstadística y el Comité Estatal deTrabajo, órganos cuya esfera deactividad no se limitaba a una únicarama sino que englobaban laeconomía, la sociedad y lamaquinaria gubernamental. Para noser menos, el KGB, con lacolaboración de la Academia deCiencias, creó un instituto para

fomentar los estudios sociológicos endiversos ámbitos, principalmente eluniverso estudiantil, que ponía elacento en los comportamientosantisociales y real o potencialmentehostiles al régimen.

La sociología experimentó unrápido desarrollo. Deliberadamenteo no, los sociólogos se erigieron enun grupo de presión, apoyado por lasinstituciones académicas y por susmiembros, y no tardó en parecer uncuerpo indispensable para mejorar elconocimiento de la sociedad, de loscentros de trabajo, de la juventud y

sus aspiraciones o de la condición dela mujer, por ejemplo. Los artículosde los sociólogos, y sobre todo suámbito de estudio, ofrecían unaimagen de la realidad que apenastenía nada que ver con los clichés yla retórica de la ideología oficial.Impusieron esta realidad en elimaginario de la gente corriente, perotambién en el de los funcionarios delPartido y del Estado, abriéndoles losojos a nuevas realidades, a nuevastareas y a nuevos puntos de vista. Lasagencias gubernamentales empezarona encargar estudios sociológicos.

Varias figuras despuntaron, comoTatiana Zaslavskaya y sus colegasdel innovador centro académico deNovosibirsk, o diferentes personajesde instituciones de Leningrado yMoscú. Sin andarse con rodeos,elaboraron estudios veraces sobrelas condiciones de vida en el mundorural, en las fábricas y en losdespachos. Los economistas dediversas instituciones, y másconcretamente los del InstitutoCentral de Matemática Económica,ocupados en sus investigaciones,dieron difusión a sus estudios,

inéditos o no, que fueron trasladadosal gobierno. Algunos de ellos habíansido encargados, pero otros habíannacido de la iniciativa de losinvestigadores. También lospolitólogos expresaron su opinión,aunque nadie se la hubiera pedido, yenviaron memorandos no solicitadosa los jerarcas, quejándose de algunasmedidas en concreto, como, porejemplo, la intervención enAfganistán.

El gobierno y el aparato delPartido escogieron a un grupo deexpertos académicos como asesores

permanentes o temporales. Estosconformaban el sector de laintelligentsia que mejor conocía larealidad urbana en toda sucomplejidad y se empeñaron endesarrollar un nuevo tipo de análisis,alejado del discurso ideológicooficial o de la agitpropconservadora. En este sentido,algunos círculos gubernamentaleseran más abiertos que el aparato delPartido, que estaba plagado deberzhnevistas, aunque la influencia seveía contrarrestada por la tendenciade algunos departamentos y

secretarías a contar con su propiogrupo de expertos. Andropov,posiblemente el iniciador de estatendencia, llevó a su departamento aalgunos personajes sumamentebrillantes y progresistas. Después dela caída del imperio, muchosdemostraron una capacidad moral eintelectual que añade credibilidad asus relatos del pasado.

Había en aquella sociedadurbana instruida mucho más que losalentadores fenómenos que hemoscitado. Políticamente, no sólosurgieron reformistas ilustrados, sino

también reaccionarios y partidariosde la línea dura de todas lastendencias. Pero hemos optado porcentrarnos aquí en la novedad y en lacomplejidad de la realidad urbana ala que tenía que enfrentarse elrégimen, no en una corriente políticaen concreto, sobre todo a la vista deque estas tendencias pueden tomarotro rumbo.

¿QUÉ «OPINABA» LAECONOMÍA?

El funcionamiento y elrendimiento de la economía eran,cada vez más, un problema. Parecía

haberse manifestado una dicotomíafatal: conforme aumentaba la nuevaestructura social, los índices decrecimiento económico seguíandisminuyendo. Basta con indicar quela tasa de crecimiento del ingresonacional, según las estimacionesoccidentales, después de alcanzar larespetable cifra de 5,7 por 100 en losaños cincuenta, en lo que supuso unincremento casi tan rápido como elque se había experimentado duranteel primer plan quinquenal, cayó hastael 5,2 por 100 en los años sesenta,hasta el 3,7 por 100 en la primera

mitad de los años setenta y hasta el 2por 100 entre 1980 y 1985.128

Robert Davies ha confirmadoesta impresión. A partir de mediadosde los años setenta, la tasa soviéticade crecimiento cayó tanto que, porvez primera desde los años veinte, elaumento del PIB fue inferior al deEstados Unidos, y mucho menor al deotros países de recienteindustrialización. Estos datosocultaban una realidad más complejasi cabe que escapaba de laregulación política o económica. Lasagencias económicas y los

académicos sabían que la situaciónempeoraba a pasos agigantados.

No es de extrañar, por lo tanto,que la persona al frente de la nave, elprimer ministro Kosigin, se hubieradirigido en 1966 a la Academia deCiencias para que ésta evaluara lasituación desde el punto de vista dela competitividad en relación conEstados Unidos. La Academiacontaba con un departamento que seocupaba de la «competencia con elcapitalismo», de ahí que se pudieraacudir a ella sin ofender ni alGosplan, ni a la Oficina Central de

Estadística, que trasladabanregularmente al gobierno datoscomparativos sobre el desarrollo delas economías occidentales. Elinforme en cuestión, encargado por elConsejo de Ministros, probablementese completó a finales de 1966 y llegóa manos del gobierno a principios de1967. El estudio, en la línea de lasreformas económicas de Kosigin,iniciadas oficialmente en 1965 y quefueron el centro de un debateacalorado, se proponía dibujar unasituación un tanto alarmista quesirviera para reforzar la posición de

los reformistas. El texto presentabaal gobierno y al Gosplan unacoyuntura económica dura.Comoquiera que es imposibleacceder a los archivos de Kosigin,no podemos desentrañar qué opinabade la situación, pero ese texto es lamejor pista a nuestro alcance paraintuir la ansiedad que le provocabala vitalidad del sistema. El informetampoco decía nada sobre la cargaque suponía el gasto militar, quelastraba el desarrollo económico. Selimitaba a comentar que los elevadossalarios y el aumento de la

producción de bienes de consumoeran requisitos indispensables paraque todo el sistema económicopudiera embarcarse en un desarrollotecnológico acelerado.129 PeroKosigin ya estaba al corriente detodo esto por otras fuentes.

Sabemos que los economistasde la Academia demostraron que laURSS se estaba quedando atrás entodos los indicadores deimportancia, salvo en los que sehabían considerado factores deprimer orden a finales del siglo XIX.Es posible que los conservadores

reacios a los proyectos de Kosiginmanifestaran que bastaría conmejorar la gestión económica paraeliminar el despilfarro y aumentarlos recursos, sin necesidad deinterferir en el sistema, una manerade insinuar que el despilfarro eraculpa de Kosigin... Pero aunque ésteestaba atado de pies y manos poraquel problema, no se le podíaconsiderar responsable: eldespilfarro era el efecto, no la causa,de la enfermedad, e investigar lasdimensiones del problema ayudaría aidentificar de una manera más clara

los obstáculos. Dicha tarea recayó enuna Comisión contra el Despilfarro,a la que concedieron ampliospoderes y que contabaindudablemente con el apoyo deKosigin, a pesar de que sus enemigostambién eran partidarios de unórgano como aquel (es posibleincluso que la iniciativa partiera deellos).

Creada en 1966, después dehaber sido bautizada de nuevo con elnombre de Comisión para el Ahorrode Recursos del Estado, estabaintegrada por los responsables de los

ministerios y las agenciasintersectoriales (Gosplan, Finanzas,Estadística, Trabajo y Salarios, yGossnab). Con la ayuda de otrasagencias, su misión consistía enestudiar los sectores clave delsistema, aunque no sabemos si entresus cometidos estaba también elanálisis del vasto complejoindustrial-militar. Lasinvestigaciones de la comisióndesembocaron en un detalladoinforme que examinaba el trabajo delos cuerpos administrativos demuchas áreas, incluida la

investigación, la inversión, lossectores económicos, el mundo de lacultura y el de la salud pública.Hasta cierto punto, se asemejaba a unexamen médico de un cuerpodolorido de dimensiones gigantescasllevado a cabo por todo el personalde un hospital. ProbablementeKosigin conociera los datos y lascifras del informe, pero tambiénpodría ser, como ya se ha apuntado,que la iniciativa fuera un arma dedoble filo. Además, los «doctores»no tenían voz a la hora de proponerun remedio para curar al paciente.

Entre muchos otros datos, lacomisión se sirvió de materialesprocedentes de la Comisión deControl del Estado, que detallaban,por ejemplo, el desperdicio y lapérdida de materias primas, losdaños importantes que sufrían losmateriales durante el transporte, elderroche de combustible y deelectricidad, la acumulación deproductos no venales, la producciónde bienes demasiado pesados odemasiado primitivos a causa detécnicas de producción y de métodosdemasiado obsoletos, y el uso

desproporcionado de carbónprocedente de regiones remotas todavez que se podía extraer de regionesmás cercanas a un coste menor.130

Aquí tenemos algunos ejemplos.Aunque la importancia para laeconomía soviética de las cañerías yde las tuberías era enorme, el sistemaseguía produciendo cañeríasmetálicas en lugar de reforzar, porejemplo, las de hormigón de la redde suministro, por más que estasúltimas fueran entre un 30 y un 40por 100 más baratas, incluidos loscostes de la inversión necesaria para

empezar a producirlas. Asimismo,los conductos de hormigónpermitirían un ahorro de metal deentre un 80 y un 90 por 100, y superíodo de vida era tres vecesmayor.

Con todo, el plan de 1966únicamente preveía la producción deuna cantidad pequeña de tuberíasmodernas, a pesar del millón demetros cúbicos necesarios para elpaís.

Otra anomalía de importanciadesde el punto de vista económicoeran las fábricas que acumulaban

reservas de materiales (materiasprimas y productos acabados), en unnivel muy superior al autorizado porlas normas. Por lo general, estosproductos se almacenaban en lugaresinadecuados, a veces incluso al airelibre, donde estaban expuestos a lasinclemencias climatológicas y a losrobos. Las empresas se negaban avender los stocks a otras compañíasque los necesitaran, a pesar de quetenían permiso para hacerlo.Contraviniendo las normas, lasfábricas también empleaban unacantidad considerable de sus

recursos para pagar lasbonificaciones por superar losobjetivos de producción en el casode bienes cuya demanda era escasa.En este sentido, ya se habíanpropuesto medidas para obligar a losdirectores a reducir los stocks hastaniveles aceptables.

Otro problema era el aumentode los costes de distribución, quesuponía el 5,31 por 100 del preciode venta al por menor en 1958 y el6,25 por 100 en 1965. También habíaaumentado considerablemente en esemismo período el precio de los

comedores de las fábricas, a causade las pérdidas de bienes durante eltransporte o el almacenamiento, delos embalajes de mala calidad y dela excesiva retribución del personal(y también por las elevadas multasque se imponían).

Muchas empresas ofrecíanaumentos salariales que superabanlas mejoras en la productividad.Durante el primer semestre de 1966,se comportaron así el 11 por 100 delas empresas industriales,comerciales y de transporte,motivando un descubierto salarial de

unos 200 millones de rublos.El despido improcedente de

trabajadores suponía un esfuerzoeconómico tremendo para elgobierno. En 1965, los tribunalesordenaron la readmisión deltrabajador en el 60 por 100 de loscasos que tuvieron que juzgar. Pagarlos salarios atrasados suponía unos 2millones de rublos anuales, pero losmandos responsables de los despidosimprocedentes no sufrían castigoalguno.

Según las estimaciones, laspérdidas atribuibles a la escasez de

existencias y a la apropiaciónindebida de bienes en organizacionescomerciales y en la industria de laalimentación rondaban los 300millones de rublos. Los culpableseran llevados ante la justicia, perolos casos eran interminables y lareparación de los daños, muy lenta.Muchas empresas no tenían ningunaprisa por denunciar a los culpables.

La situación que se vivía en elmundo del comercio era idéntica a laque se daba en el terreno de lainvestigación y de la cultura, dondelas instalaciones estaban

infrautilizadas y existía un exceso depersonal. Además, las empresas notenían la menor urgencia a la hora deaplicar a los procesos de producciónlos avances tecnológicos. El informecontenía una lista de los productos yde los equipos que se habíandesarrollado en años anteriores y queaún no estaban en funcionamiento. Denuevo, las pérdidas derivadas de estasituación eran espectaculares.

Por su parte, la Comisión deControl Popular había investigado aun gran número de empresasindustriales y añadió su grano de

arena a esta letanía de quejas. Enconcreto, había descubierto que elplan estipulaba invariablemente unoscostes de producción exagerados,que no tenían en consideración elhecho de que los costes de los añosanteriores, que servían de punto departida, ya estaban inflados comoconsecuencia del derroche, de lamala gestión, de la sobreproduccióny del mal uso de las posibilidades deproducción. La comisión no searredró a la hora de referirse alderroche o a la ineficacia de lasempresas, pero cabe destacar la

«elegancia» de las recomendacionesa los ministerios que devorabanrecursos, pues se limitaba a llamar laatención de éstos sobre la necesidadde planificar «más cuidadosamente»una reducción de los costes deproducción. ¿Pero acaso tenían algúnincentivo para hacerlo?

Como solía suceder cada vezque se creaba una comisión decontrol o un grupo de trabajo paraque analizara un problema, seobtenía una imagen sumamentecaótica que dejaba traslucir que nadafuncionaba como era debido. Es

preciso, por lo tanto, que quede claroque muchas empresas funcionabanrelativamente bien; de lo contrario,el sistema se habría hundido muchoantes. Sin embargo, se acercaba a unpunto crítico en que el «derroche»estaba a punto de provocar unaaberración histórica: un sistema quetuviera más costes que bienesproducidos.

Si el edificio seguía en pie malque bien, ello se debía a losfabulosos recursos de que disponíael país. Hete aquí otra paradoja: unpaís muy rico con un consumo muy

bajo. La comisión sugirió, endefinitiva, que todo el mundo debíaapretarse el cinturón. De hecho, elproblema no radicabaexclusivamente en el despilfarro. Nomenos sorprendente era el hecho deque el sistema de planificaciónperpetuara, o incluso exacerbara, laineficacia y el derroche en elproceso de producción, cuando pordefinición debería haberlo evitado.

Llegados a esta situación, ya noservían para nada las medidaspuramente económicas otecnológicas. Algunos expertos

consideraban que había queidentificar las trabas que dificultabanel desarrollo económico en elcostoso sector armamentístico, yaque, según los cálculos del Gosplan,el 40 por 100 de la maquinariaproducida en la URSS estabadedicado a «proyectos especiales».¿No era ya hora de que contribuyeraa insuflar oxígeno en el sector civil?Pero esto no era sino otra quimera.En el complejo militar-industrial, elprogreso tecnológico derivaba delderroche y del desprecio másabsoluto hacia las consideraciones

económicas, una situación que seveía agravada si cabe por elexcesivo secretismo, y por el poderdesmesurado de este sector.Cualesquiera que fueran sus logros, yeran muchos aunque no salían de las«ciudades cerradas», pozos sin fondode los que no se obtenía nada acambio, los beneficios económicosindirectos para la industria civil eraninexistentes.

Por otro lado, el sistema de«planificación» soviético, basado enunos objetivos casi exclusivamentecuantitativos, no logró crear una

correlación lo suficientementeelaborada entre dichos objetivos y elsistema de incentivos, ni tampocogarantizar el equilibrio entre losprincipales factoressocioeconómicos que favorecían elprogreso científico y técnico y lasatisfacción de unas necesidadessociales cambiantes y crecientes. Losplanificadores soviéticos eranperfectamente conscientes de que laseconomías occidentales másavanzadas habían logrado trazarestas interrelaciones, cuando menos,las más de las veces. Sobre el papel,

los despachos del Gosplan tenían lafórmula para superar a Occidente, yparecía que las cosas habíanmarchado bien en los primeros añosdel régimen y durante la guerra. En elfondo, sin embargo, todo esoindicaba únicamente que laspatologías habían sido tolerablesdurante un tiempo. Con una economíacreciente y cambiante, los mismosmétodos de planificación de siempreeran una losa, y no hacían sinoperpetuar, e incluso agravar, losproblemas. El sistema deplanificación vivía ajeno a la

realidad y se hundía junto con todo elmodelo socioeconómico del Estado.

De ahí que, para Kosigin, latarea no se debía limitar a lograr quecada agencia, ya fuera industrial,comercial, etc., se apretara elcinturón. La tarea que tenía ante síera, ni más ni menos, hercúlea.

El problema de la mano deobra y de la demografía

Un indicador útil para evaluar y

entender el crecimiento de los añossesenta y la crisis de los años setentase halla en el cúmulo de factores que,por sorprendente que parezca, dieronlugar a una pérdida creciente depuestos de trabajo.

Como vimos en la segundaparte, a partir de las investigacionesllevadas a cabo por el Gosplan, elprincipal problema en 1965 se debía

a una distribución geográficadistorsionada del trabajo: en algunaszonas había un excedente de oferta,pero era difícil convencer a lostrabajadores para que se trasladarana ellas; en otras, no había oferta y eradifícil salir adelante.

Conforme pasaban los años, fuehaciéndose más y más evidente quelos métodos de planificación nohabían evolucionado lo suficientedespués del modelo original de losaños treinta, y que seguían basándoseen las grandes inversiones y enconfiar en la capacidad del sistema

para movilizar a grandescontingentes de mano de obra cuandofueran necesarios y allá donde lofueran. Los sistemas de planificacióny educación debían, en primer lugar,formar a una cantidad considerablede personal cualificado —técnicos yespecialistas de alto nivel, así comoinvestigadores científicos—, ysalieron bastante bien parados deesta tarea. Sin embargo, a partir de1968, surgió un problema totalmentediferente: la sombra de una escaseztotal de puestos de trabajo, queafectaba a todas las categorías y sin

una perspectiva real de solución.¿Cómo se puede explicar esta

situación en un país de 270 millonesde habitantes, una población mayorque la de Estados Unidos, y con unaeconomía y unos ingresos nacionalesmucho menores? El informe quehemos resumido en el capítuloanterior revelaba que el«despilfarro» era uno de los factoresprincipales. Las causas que lo habíanhecho posible también perjudicabana la productividad y provocaban quela única manera de lograr uncrecimiento fuera por medio de una

inyección de grandes sumas decapital, lo que derivaba en unaexpansión cuantitativa, una fórmulaque, en un plazo más o menos corto,solamente podía conducir a uncallejón sin salida a menos que setomaran medidas. Algunoscomprendieron la situación en unmomento en que la economíasoviética todavía parecía gozar deuna buena salud razonable. El planno podía garantizar lacorrespondencia entre objetivos deinversión, producción y una ofertalaboral adecuada. Disponían de las

cifras acerca de la cantidad detrabajadores necesarios, pero elEstado carecía de una políticacoherente y de las medidas paragarantizar que esos puestos seocuparan. Para ello, a su vez, habríasido necesaria una política socialadecuada. En el pasado, la necesidadde mano de obra se había solventadocon el desplazamiento espontáneo delos trabajadores o a través de sumovilización, pero estos mecanismosya no funcionaban, y todo secomplicó más si cabe a causa defactores demográficos.

La articulación de los factoresrelevantes en una situación en la quese había vuelto imposible«movilizar» a la mano de obra fueronobjeto de análisis, en 1968, por partede un experto, ante un públicoescogido formado por funcionariosde primer orden. El ponente, E. V.Kasimovski, estaba al frente delInstituto de Investigación delGosplan de la Federación Rusa, y sucharla llevaba el título de«Problemas del trabajo ycondiciones de vida».131 Aquellapresentación, ampliamente

documentada, se ocupaba de losproblemas del trabajo, de laproductividad y de la distribucióngeográfica de los recursos laborales.A continuación, citaremos algunospuntos importantes.

En los últimos años, los grandescentros urbanos habíanexperimentado escasez de mano deobra, del orden de decenas demillares de trabajadores, no sólo enLeningrado, sino también en Moscú,

Kuibishev, Cheliabinsk ySverdlovsk. La situación era peor sicabe en Siberia. «Nos encontramos

ante una nueva etapa —dijoKasimovski—. Nunca anteshabíamos presenciado algo así.» Escierto que las previsionesdemográficas alimentaban lasesperanzas de que, durante elsiguiente plan quinquenal, seprodujera un influjo importante dejóvenes que accederían al mercadolaboral, pero también presagiaban laposterior caída de este aumento.Entre 1961 y 1965, ingresaron en elmercado laboral 2,6 millones dejóvenes; el plan de 1966 a 1970preveía la llegada de otros 4,6

millones, y de 6,3 millones en elperíodo comprendido entre 1971 y1975. Pero las cifras disminuíanhasta los 4,6 millones en el plan de1976 a 1980.

A este descenso en la cifra dejóvenes que ingresaban en elmercado laboral, había que añadir laintroducción de la educaciónsecundaria obligatoria, queeliminaría de las cadenas deproducción a los chicos de catorce yquince años. En 1965, la FederaciónRusa contaba con 287.000trabajadores de esa edad, y en 1970

aún habría 263.000. La cifra, sinembargo, cayó hasta los 130.000 en1980.

Evidentemente, los factoresdemográficos planteaban una nuevabarrera. La reducción prevista en elnúmero de jóvenes que iban a pasar aformar parte de la población activase podía atribuir al descenso en latasa de natalidad, especialmentepronunciado desde el inicio de losaños sesenta. En 1950, dicha tasa eraaún de 27 nacimientos por cada1.000 habitantes, pero en 1967 nosuperaba los 17 por cada 1.000 (la

cifra en la Federación Rusa era de14,5 por cada 1.000). Pese a la caídaen la tasa de mortalidad durante esosmismos años, el descenso denacimientos redujoconsiderablemente el crecimientonatural de población, que pasó del 17por 100 en 1950 al 10 por 100 en1967 (y a una cifra inferior al 8 por100 en Rusia). Los índices denatalidad cayeron en las docerepúblicas soviéticas, yespecialmente en Rusia, Ucrania,Bielorrusia, Moldavia y Kazajstán.El fenómeno era preocupante sobre

todo en las dos metrópolis de laUnión Soviética: entre 1960 y 1966,la tasa de natalidad en Moscú pasóde 7 por 1.000 al 2,2 por 1.000, y enLeningrado, del 6,4 por 1.000 al 3por 1.000. Según algunasestimaciones, la tasa de mortalidadde Moscú en 1972 sería un 3 por 100superior a la de la natalidad, y un 2por 100 superior en el caso deLeningrado en 1973. En el año 2000,las muertes superarían en 2,5 veces alos nacimientos, lo que equivalía aun descenso de población de varioscientos de miles de personas.

En el conjunto de la Unión, lacaída de los índices de natalidad erasuperior en las ciudades que en elcampo, aunque había aparecido unanueva tendencia: la tasa de natalidadglobal de la Federación Rusa, dondevivía una cuarta parte de lapoblación rural de la URSS, eramenor en las ciudades. De las setentay una unidades administrativas de laFederación Rusa, dieciocho teníanuna tasa de natalidad inferior a la delas ciudades. En zonas comoNovgorod, Pskov y Kalinin, estosíndices eran también inferiores a los

de mortalidad.El índice de reproducción de la

población había caído en picado. Enel conjunto de la URSS, pasó de 1,4en 1938-1939 a 1,12 en 1968, unacifra menor a la de los principalespaíses capitalistas: en EstadosUnidos era de 1,56; en Canadá, 1,13;en Francia, 1,38, y en el ReinoUnido, 1,44.

En la Unión Soviética —ytambién en la Federación Rusa—, lasmujeres tenían una media de 2,6 hijos(1,9 en las ciudades y 3,3 en elcampo). Los estudios de la Oficina

Central de Estadística mostrabanque, para que la población sereprodujera a un ritmo normal, eranecesaria una media de 3 hijos, loque significaba que la poblaciónurbana había dejado de reproducirse,y solamente crecía gracias a losalumbramientos en las zonas rurales.

El descenso de los índices denatalidad de la URSS fue más rápidoque el que experimentaron el resto depaíses socialistas y los paísescapitalistas. ¿Qué efectos tendría enla mano de obra? Algunosdemógrafos afirmaban que no

suponía ninguna amenaza para lascondiciones de vida. Sin embargo,Kasimovski no estaba de acuerdo: sise mantenía esta tendencia, lascondiciones de vida de lostrabajadores se resentirían.

La densidad de población en laURSS seguía siendo baja (32habitantes por kilómetro cuadrado), yera mucho menor aún en Siberia. Ladisminución del índice de natalidadreduciría también el aumento de ladensidad de población y, por lotanto, la posibilidad de poblarSiberia, uno de los grandes

problemas a los que se enfrentaba elpaís. Si la tasa de natalidad norepuntaba, se produciría unestancamiento o incluso unempeoramiento de las condiciones devida, que ya eran bajas de por sí.

LAS CAUSAS DELDESCENSO EN EL ÍNDICE DENATALIDAD

Los nacimientos habíandisminuido durante la guerra y lasituación aún no se habíaenderezado. La estructura de lapoblación en lo que a género y edadse refiere había cambiado. En primer

lugar, existía una disparidad entrehombres y mujeres, pero tambiénhabía un vacío en los grupos de edadde 30 a 50 años. En 1959, laproporción de mujeres y hombres enel grupo de edad de los 20 a los 24años era de 106 mujeres por cada100 hombres en las ciudades y de 98por cada 100 en el campo. En 1967,las cifras eran de 98 por cada 100 enlas ciudades y de 95 por cada 100 enel campo. La situación prácticamentese había equilibrado en las ciudades,pero había empeorado en el campo.En el grupo de edad de 25 a 29 años,

en 1959 había más mujeres quehombres en las ciudades, y lasituación era peor si cabe en 1967.En el campo, la proporción era de131 mujeres por cada 100 hombres.Estos desequilibrios constituían unserio problema en términos dedisponibilidad de mano de obra y dedemografía, y tuvieron un impactoconsiderable en los índices denatalidad y de reproducción de lapoblación.

Otro factor fue el marcadoaumento en el número de mujeres quetrabajaban en tareas de producción

(19 millones en 1950 y unos 40millones en 1968). La proporción demujeres que trabajaban en el terrenode la producción en la FederaciónRusa se duplicó, pero el índice denatalidad entre las mujerestrabajadoras (con independencia desu categoría) era entre un 30 y un 40por 100 inferior al de las mujeresque trabajaban en casa o quecultivaban la parcela familiar. Larazón principal era la mayordificultad que encontraban lasmujeres trabajadoras para dejar a sushijos a cargo de alguien. Muchas no

tenían parientes que pudieranayudarlas, y no podían permitirsecontratar a una niñera, y en muchasciudades no había plazas en lasguarderías o en los jardines deinfancia. Pero tampoco podemosolvidar un tercer factor: muchasmujeres, varios millones,desempeñaban trabajos muyexigentes y manuales: minería,construcción de máquinas,metalurgia... Kasimovski reconocíaque había llegado el momento derevisar la lista de trabajos aptos paralas mujeres para que pudieran

trabajar y ocuparse de sus hijos. Atodo esto se añadía otro factor: elcontrol de la natalidad (el número deabortos superaba al de nacimientos).

En el primer trimestre de 1968,el Instituto de Investigación delGosplan de la Federación Rusa, elMinisterio de Sanidad, el Ministeriode Finanzas y la Oficina Central deEstadística estudiaron los motivosdel descenso de la tasa de natalidaden trece grandes ciudades y en diezregiones rurales en Bashkiria,Krasnodarskii krai, Kaliniskaia yPskov. Las respuestas de las 1.600

mujeres a las que se preguntó por lascausas que las habían llevado aabortar confirmaron los resultados deun estudio anterior realizado a26.000 mujeres: el 22 por 100afirmaron que no querían tener unhijo porque carecían de una viviendaadecuada, y la situación no haría sinoempeorar con la llegada delpequeño; el 18 por 100 adujeron ladificultad para encontrar unaguardería; el 14 por 100 creían quesus ingresos eran insuficientes y quese reducirían con la criatura. Estastres respuestas representaban la

mitad de las razones expuestas.Aunque había aumentado la

construcción de viviendas, lasituación no era aún óptima enmuchas ciudades. También habíacrecido la oferta de plazas en lasguarderías y los jardines de infancia,pero sólo servían para satisfacer lamitad de la demanda. Asimismo, apesar del aumento del salario mínimoen 60 ó 70 rublos mensuales, losingresos de los hogares seguíansiendo demasiado bajos,especialmente en el caso de lasfamilias monoparentales, un

fenómeno bastante común. Sólo unporcentaje reducido de la poblaciónse beneficiaba de los subsidios, yúnicamente a partir del nacimientodel quinto hijo podían aspirar lasmujeres a unas ayudas mássustanciosas. En 1967, tan sólo 3,5millones de mujeres recibían lossubsidios familiares. De estas, 2,1millones tenían cinco o más hijos.Muchas mujeres abortaban pormotivos de salud, a menudo a causade las duras condiciones laborales.Comoquiera que el período deconvalecencia después de un aborto

no estaba remunerado, muchasregresaban de inmediato al trabajo,lo que daba lugar a complicaciones ypodía llegar a provocar esterilidad.

La tasa de natalidad también sevio afectada por el aumento de lainestabilidad en las relacionesconyugales. En los últimos años, elnúmero de divorcios se habíadisparado, especialmente en elcampo. En 1960, la cifra dematrimonios por cada divorcio eraprácticamente de 9 a 1; en 1966, laproporción había disminuido hasta 3a 1.

En las conclusiones del informe,Kasimovski indicaba que, unosmeses antes de la investigación, sehabía creado un observatorio para elestudio de la población en laUniversidad de Moscú (todavía nohabían vuelto a inaugurar un institutode la Academia de Ciencias que yaexistía antes de la guerra). Elgobierno y el Comité Centralrecibieron un pliego con diferentesmedidas para aumentar la tasa denatalidad y un estudio sobre lacuestión.

Podemos atribuir algunos de

estos problemas a las condiciones devida en la URSS. Un autor comoMironov sería partidario de detectarahí los efectos de la modernización,evidentes en todas las sociedadesurbanas, pero ello nos llevaría asubestimar algunos efectosdeletéreos de la modernización,teniendo en cuenta las condicionessoviéticas. Por lo tanto, debemosconcluir esta imageninjustificadamente positiva llamandola atención sobre los peligrososefectos secundarios que Mironovpasó por alto.

¿EXISTÍA UNA RESERVA DEMANO DE OBRA?

El descenso de la tasa denatalidad no era lo único queexplicaba el problema de la mano deobra. Cada vez era más difícildisponer de la reserva de mano deobra que representaban las personasque seguían trabajando en casa o quese dedicaban al cultivo de susparcelas. En 1960, el porcentaje depoblación que se dedicaba a estasactividades representaba entre unacuarta y una quinta parte de dichareserva (en el caso de Rusia, un 19

por 100). En 1970, sin embargo, yano superaba el 8 por 100. Asimismo,conviene distinguir entre quienestrabajaban en ese sector y quienesrealmente formaban parte de lareserva. De hecho, únicamente lamitad de quienes se dedicaban a esasactividades aceptaban la idea detrabajar fuera de su hogar, y la mitadponían condiciones. Asimismo, elmétodo empleado para calcular esamano de obra potencial eradefectuoso y provocaba distorsiones.En la Federación Rusa, entre 1960 y1965 se había contratado a 5.700.000

personas para trabajar en laadministración del Estado, pero lacifra total para el siguiente plan erade un millón. Las previsiones para elposterior indicaban que el máximoestaría alrededor del medio millón, yque el número de personas quetrabajarían sus terrenos aumentaríaespectacularmente. También es ciertoque la variación regional eraconsiderable y que, dicho sea depaso, la mayoría de los quetrabajaban en casa o en sus aledaños,cultivando la tierra o criandoanimales, eran mujeres.

Todo eso demuestra, por lotanto, que la reserva de mano de obraestaba prácticamente agotada. Seguíahabiendo aquí y allá algunos recursoslocales, pero era difícilaprovecharlos. Mucha gente preferíatrabajar en casa, ya que parecía másfactible mejorar así sus condicionesde vida.

Otra posible fuente de mano deobra eran los pensionistas. Lapoblación envejecía, y la proporciónde jubilados aumentaba. En muchaszonas en que escaseaba la mano deobra, se habían desarrollado

diferentes servicios sociales paraatraer a este grupo, pero se trataba deuna fuente limitada. En 1965, laeconomía estatal daba trabajo a 1,9millones de jubilados; lasprevisiones hablaban de unos 2millones en 1970 y de 2,5 millonesen 1980.

Las autoridades eranconscientes de que el desarrollo nodependía tanto de la reserva de manode obra como de la mejora de laproductividad de los trabajadores.Sin embargo, este indicador tambiénestaba en crisis si se analizaba a

largo plazo. La productividad habíaaumentado anualmente un 7,7 por 100entre 1951 y 1960, pero únicamenteun 5,6 por 100 entre 1961 y 1965. En1962, se experimentó unarecuperación temporal, que situó elíndice en el 6 por 100. En 1967, sinembargo, volvió a producirse unacaída de resultas del descensoacentuado en el crecimiento de laagricultura. El índice de crecimientode algunos de los principalessectores industriales seguía siendoelevado, pero el conjunto del paísestaba aún muy por detrás de los

principales países capitalistas. EnEstados Unidos, la productividad era2,5 veces superior en la industria yen el sector servicios, y 4,5 vecessuperior en la agricultura, según lascifras de la Oficina Central deEstadística Soviética. Los expertoshicieron sonar las alarmas: si noaumentaba la productividad, la URSSni siquiera podría alcanzar aOccidente en el año 2000. Mejoraraquel indicador crucial se convirtióen una necesidad imperiosa, y habíaque dar con las medidas paralograrlo.

POBLACIÓN YMIGRACIONES LABORALES

Era fundamental espolear laespecialización y la cooperaciónentre las empresas y los sectoresindustriales. Moscú y Leningradotenían que encargarse de tomar lasdecisiones necesarias en estesentido, pero pasarían años antes dellevarlas a puerto y de queempezaran a dar sus frutos. Lo másurgente era movilizar las reservas demano de obra. Sin embargo, ladistribución geográfica de lasmismas planteaba un problema

adicional. De los 128 millones dehabitantes de la Federación Rusa(nos restringiremos a ellos aquí), tansólo 25 millones vivían en lasregiones orientales (básicamente, losUrales y, sobre todo, Siberia). Estedesequilibrio condicionaba eldesarrollo económico de esasregiones, que habrían tenido queexperimentar el mayor crecimientodado que era donde se concentraba lamayoría de los recursos naturales.Para lograr los objetivos fijados,había que trasladar a 2,6 millones depersonas (el período al que se

refieren parece ser el de 1968 a1980). Sin embargo, durante losúltimos quince años, losmovimientos de población se habíanproducido en sentido contrario. Lagente abandonaba Rusia y se dirigíaa otras repúblicas, a un ritmo mediode 200.000 personas cada año,aunque la cifra en el caso de lasrepúblicas orientales era inclusomayor. Entre 1950 y 1960, Rusiahabía perdido 2,8 millones dehabitantes, que se habían desplazadoa otras repúblicas. Más inquietante,sin embargo, era el hecho de que en

la propia Rusia sus habitantesestuvieran marchándose de aquellaszonas donde apenas había mano deobra y se desplazaran a regiones quesufrían un excedente de trabajadores.Lo que les atraía del norte delCáucaso o de Stavropol, porejemplo, era un clima más agradabley que la cría de animales a pequeñaescala estaba más desarrollada.

También el campo era víctimade sus propias miserias. Laproductividad era ahí entre cuatro ycinco veces inferior a la de EstadosUnidos, aunque se registraban

variaciones regionales. Eldesequilibrio de género y edad en lapoblación rural se agravaba. Lasmigraciones hacia las ciudades eranimportantes e imprevisibles, y eldato era tanto más alarmante cuantoque el 73 por 100 de quienesemigraban tenían menos deveinticinco años. De ese porcentaje,el 65 por 100 eran mujeres. Laproporción de jóvenes de entretreinta y cuarenta años entre lapoblación rural disminuyó, mientrasque cada vez había más gente mayoro personas impedidas para el

trabajo. Y precisamente la gente quese marchaba era fundamental paraque el campo pudiera aprovechar lacreciente mecanización y laelectrificación de la agricultura. En1962, tan sólo había un hombre aptopor cada dos koljoses.

La media de edad de untrabajador de un koljos era decincuenta años, y muchos trabajabanuna vez superada la edad dejubilación.

Como se ve, el panorama eradesolador. La tipología cronológica,peligrosamente distorsionada, y la

suma del descenso de laproductividad y de la huida de lagente a las ciudades estaban dejandoexangüe al mundo rural, y aquellafuente de mano de obra tradicional yque hasta entonces había parecidoinagotable dejó de ser capaz siquierade poder atender sus propiasnecesidades. Más que buscar manode obra, parecía que anduvierandetrás de las sobras. Entre quienespreferían trabajar sus parcelas (sobretodo, mujeres), muchos únicamenteaceptaban empleos a tiempo parcialfuera del hogar, pero su número

también disminuía rápidamente; porno hablar del hecho de que lostrabajos que los alejaran de susterrenos (especialmente, en el mundorural) provocarían una caídainmediata en la producción dealimentos.

Si bien tal vez no podamoscalificar esta situación como decrisis, lo cierto es que en el horizontese dibujaba la sombra de unaregresión. Los documentos quehemos presentado en la segunda parteindican que, según los expertos delGosplan, los augurios para el plan

quinquenal de 1971 a 1975 no eran,ni mucho menos, buenos.

Conforme la mano de obra sefue convirtiendo en un bien escaso,se produjo una proliferación deestudios, investigaciones yconferencias. El flujo de textos queiban del Gosplan al Comité Central ydel Comité Estatal de Trabajo alConsejo de Ministros era continuo.Un experto habló claro: «Tomando elpaís en su conjunto, creo queprácticamente nos hemos quedado sintrabajo». Cuando recordamos que, enesa misma época, muchas empresas,

por no decir todas, estabansuperpobladas de trabajadores, elcarácter absurdo de este callejón sinsalida en que había acabado elproblema de la mano de obra, por nohablar de otros aspectos del sistemaeconómico, debería haber servidopara que, en la cúpula, hubieransaltado todas las alarmas. Y sinembargo, a pesar de todo el flujo deinformación y de todos los análisis,que dibujaban un panoramagobernado por una mala gestiónmonumental y que presagiaban queaquel presunto superestado se

aproximaba a pasos agigantados a uncul de sac, no se observó el menorsobresalto. El Politburó se limitaba adictar un sinfín de resoluciones enlas que conminaba a la población aser más eficaz.

El laberinto burocrático

Ha llegado el momento de

volver a ocuparnos de quienesgobernaron (todavía no hemos dicho«poseyeron») los sectores de laeconomía y los servicios. Esimposible abordar cualquier aspectode la sociedad, la economía o lapolítica soviéticas sin toparseconstantemente con el estamentoadministrativo, ya sean burócratasdel Estado, apparatchiks del Partidoo ambos, a causa de las íntimas

relaciones que mantenían los dosgrupos. Volvemos a hablar, por lotanto, de este fenómeno, yempezaremos refiriéndonos a lasconclusiones de la Comisión contrael Despilfarro , cuyo cometidoalcanzaba a la burocracia.

La historia de las institucionesdel Partido y del Estado está plagadade estructuraciones yreestructuraciones: se creaba unórgano que posteriormente seescindía, era abolido y volvía asurgir. Sin embargo, en los últimosquince años del régimen hubo una

gran estabilidad en este sentido. Ladisolución de más de un centenar deministerios industriales de unplumazo por parte de Jrushchov fuela iniciativa antiburocrática másespectacular y la única de semejantesproporciones. Y no está de másrepetir que todos resurgieron en1965. El problema institucional alque nos referimos, un rasgo delsistema en sí mismo, consistía en unasuerte de jugueteo incesante, unaespecie de «neurosis burocrática» dela que el sistema se curó cuandocontrajo otra enfermedad. La

administración tenía mucho peso, suinfluencia había aumentadoconsiderablemente y buscaba lamanera de doblegar el poderdespótico del Politburó. La neurosisburocrática era una manera de huirde las reformas reales, en virtud dela idea, tan apreciada por Stalin, deque bastaba con «corregir» a losadministradores.

Conviene dar una explicación.No es una tarea sencilla trazar loscaprichos del sistemaadministrativo.132 Aunque laburocracia y sus redes

administrativas habían sido agentesde primer orden en la historiasoviética, no se ha profundizado losuficiente en el papel quedesempeñaron, y su estudio nos llevahasta el corazón mismo del sistema,demostrando así que los burócratasque llevaban las riendas del Estadoprácticamente llegaron a ser susdueños. Los cambios en la estructura,en la imagen que tenían de sí mismosy en su estatus no sólo deben serexaminados a la luz de losparámetros de la historiaadministrativa, sino también desde

una óptica política, a diferencia de laopinión generalizada que afirma queera el Partido quien ejemplificabalos principales rasgos políticos delsistema. Con Stalin, la burocracia yaera un gobernante indispensable más,aunque inestable y frágil a la vista dela relativa juventud de sus estructurasy de la novedad de las tareas que lehabían sido asignadas. Asimismo,sus miembros eran «sospechosos»porque Stalin conocía y temía supotencial de consolidación, y susansias de poder. La situación cambióradicalmente en el período

postestalinista: profundamentemarcada en un primer momento porlas tradiciones plebeyas y rurales delpaís, en los años cincuenta y sesentala burocracia se convirtió en unfenómeno plenamente urbano dentrode una sociedad en pleno proceso deurbanización. En sus escalafones másaltos, gozaba de un podersólidamente establecido yfirmemente anclado. Estaemancipación de la burocracia fueuno de los principales factores deeste período. El Estado y laburocracia del Partido pusieron fin a

las prácticas arbitrarias que habíanhecho que su situación fuera tanprecaria en tiempos de Stalin, ysustituyeron el estalinismo por unmodelo plenamente burocrático quese hizo rápidamente con casi todoslos puestos de poder estratégicos.

Debemos recordar en este puntola velocidad con la que seprodujeron los cambios sociales enlos años cincuenta y sesenta y laconsiguiente alteración drástica delpaisaje socio histórico. Laconstrucción de una burocracia aúnfrágil bajo Stalin, y su consolidación

como estructura de podermonopolística en los añosinmediatamente posteriores a sumuerte, se produjo en una sociedadfundamentalmente agraria. Suposición monopolística en el senodel Estado y su reafirmación en elpoder precedieron la transicióndefinitiva a una civilización urbana.Se repetía aquí una viejacaracterística de la historia de Rusia,observada por Miliukov yreformulada por Trotsky: la creaciónde un Estado fuerte precedía eldesarrollo de la sociedad y permitía

que el primero dominara a lasegunda. Sin embargo, la etapasoviética también asistió al fenómenoinverso: las sucesivas oleadas deavances sociales a gran escalapropiciaron nuevas característicasdel sistema y toda suerte defenómenos complejos, queintentamos desentrañar en esta obra.

El fenómeno burocrático seríamucho más evidente, sin lugar adudas, si tuviéramos idea de susdimensiones, su estructura interna ysu poder. Ya sabemos que no es tareasencilla dar la cifra exacta de

personas que trabajaban para elEstado y demás agenciasadministrativas, ya que dependía enmuchos casos de los criterios queusaran quienes se encargaban delrecuento, y más concretamente de laOficina Central de Estadística.Posiblemente sean los datosprocedentes del censo de agenciasadministrativas, de 1970, los másfiables. De la lectura de este materialy de sus conclusiones se desprendeel carácter complejo y tentacular delfenómeno. Aquí nos limitaremos ahacer una síntesis.

El censo se centró en elpersonal administrativo de todas lasinstituciones del Estado y desglosabala cifra de trabajadores de lasdiferentes unidades administrativas,empresas y organizaciones deimportancia. Cada administraciónrepublicana aparecía por separado,como sucedía con el gobierno local.Mencionamos esta abundancia deestadísticas únicamente pararecordar a los lectores su existencia.

El centro de cálculo de laOficina Central de Estadísticaexplicó que, en aquella ocasión,

había optado por incluir a todosaquellos que no estaban directamenteimplicados en actividadesproductivas. En aquellos casos quepresentaban ambigüedades,señalaban las diferencias: porejemplo, un ingeniero que trabajaraen un taller no se considerabamiembro del personal administrativo;en cambio, sí lo era un ingeniero quetrabajara en el departamentoadministrativo de la fábrica, salvo sise dedicaba a la planificación o aldiseño. El estudio también incluía alpersonal auxiliar y de servicios,

aunque figuraban en una categoríadiferente, como también sucedía conlos vigilantes, posiblemente porqueestaban mejor remunerados que elpersonal auxiliar en sentido literal.

El 15 de septiembre de 1970, lafecha del censo, el aparatoadministrativo lo conformaban unos13.874.200 trabajadores, o el 15 por100 de la población activa (obrerosy patronos). Los directivos(rukovoditeli) y sus ayudantessumaban 4.143.400 personas, unacifra que englobaba a lostrabajadores de las instituciones

central, republicana y regional. Lasegunda categoría por orden deimportancia era la de «experto jefe»y sus ayudantes, en la que figurabanlos ingenieros, los técnicos o losagrónomos, que trabajaban en laadministración: en total, 2.080.400personas. Posteriormente, estaban losingenieros-economistas, loseconomistas y los planificadores:543.400. El resto eran contables,estadísticos, científicos informáticos,empleados de oficina y personalauxiliar.

El censo destacaba un tipo

especial de institución: losministerios centrales y susequivalentes en las repúblicas, asícomo otras grandes agencias de unrango y una importancia comparables(comités estatales). Lasorganizaciones que pertenecían a estegrupo daban trabajo al grueso de lapoblación: 49.708.377 personas,entre trabajadores y patronos. Alfrente de este contingente había7.996.116 funcionarios, de los que2.539.797 pertenecían a la categoríade directivos. En otras palabras, untercio de los trabajadores eran

«jefes».Por encima de este grupo se

hallaban los funcionarios titulares,centenares de personas al frente deinstituciones gigantescas. Gracias aotra fuente, hacia 1977 había 32ministerios en la Unión (25 de loscuales eran de índole industrial) y 30ministerios de la Unión con órganosequivalentes en las repúblicas (10 delos cuales, de índole industrial),133 alos que debemos añadir unas 500instituciones más, consideradas como«ministerios» pero que eran enrealidad agencias gubernamentales

en las repúblicas «autónomas», undato importante para el estudio de laselites locales, aunque no se trataradel escalafón superior.

Antes del censo de 1970, sesolía cifrar en 8 millones el númerode personas que trabajaban en laadministración del Estado, de los que2,5 millones eran nachal’niki(«jefes»). El censo sirvió paraobtener una cifra más realista, 13millones, de los cuales 4 millonese r a n nachal’niki. Los estadísticosdistinguieron otra categoría más: losmiembros del núcleo ministerial, que

constituían la verdadera clasedominante. En este grupo figurabanseis comités estatales a escala de laUnión (Ciencia y Tecnología,Comercio Internacional,Meteorología, etc.), doce comitéscon dobles competencias (a escalade la Unión y de las repúblicas) yagencias como el KGB, el Gosplan,la Oficina Central de Estadística o elMinisterio de Finanzas, entre otras.Todos los funcionarios que estabanal frente de estas instituciones eranmiembros del gobierno central.

A este núcleo duro, formado por

los jerarcas de las aproximadamenteochenta instituciones de gobiernoprincipales, debemos añadirle losmiembros del Politburó, losresponsables del aparato del Partido(a escala central y republicana) y lossecretarios del Partido en lasregiones y en las capitales; un gruposelecto de unas 1.000 personas, delas que poco menos de la mitadpertenecían al Comité Central. Todosestos personajes eran los actoresprincipales, y eran conscientes de losintereses de los 2,5 millones depersonas que los apoyaban. Si lo que

nos interesa es la «elite dirigente», lacifra relevante es la primera, 1.000;si, por el contrario, el objeto denuestro estudio es la «clasedirigente», la cifra apropiada es lasegunda, 2.5000.000. A este grupopertenecían algunos intelectuales,científicos y artistas; varios de ellosformaban parte de la primeracategoría, pero la mayoría figurabanen la segunda. Pero esto escapa a loslímites de nuestros interesesinmediatos.

EL «ENTORNO» EN EL QUESE FORMARON LOS

DIRIGENTESAl explorar la cantidad de

archivos y documentos relacionadoscon el Politburó, el Orgburó y laSecretaría, no deja de sorprendernosla intensidad de los contactos entrelos burócratas del Estado y losburócratas del Partido en cadaaparato. Un director de fábrica, quetambién podía ser un burócrata, tantoen el sentido formal de la palabracomo en el peyorativo, estabadiariamente en contacto con gente deotros grupos sociales, comotrabajadores y técnicos. Los jerarcas,

sin embargo, sólo veían a lostrabajadores con motivo de lasvisitas oficiales. Por lo general,pronunciaban un discurso y losobreros aplaudían. La pobreza deesos contactos era normal a ojos delos dirigentes, como también lo erael hecho de que su entorno estécompuesto principalmente porburócratas y que todo el procesopolítico-administrativo giraraalrededor de esta estructura. Dentrodel aparato del Partido, desde elPolitburó hasta las células, lascuestiones personales ocupaban la

mayor parte del tiempo, junto condetalles económicos yadministrativos de menorimportancia. Las cuestionesgenerales eran el dominio de ungrupo muy reducido de personas. Asíera el entorno y la actividad en queestaban inmersos Molotov, Malenkovy Jrushchov, y ese fue el patrón quelos cortó. Un conocimiento másprofundo de los entresijos del poderdemostraba su autoridad, y lo treshacían gala de ella para impresionara su público o a sus interlocutores.

No obstante, todos ellos

carecían en última instancia de lacapacidad para abordar grandesproblemas, una tarea que, por logeneral, recae en el líder. Dedicabanla mayor parte de su tiempo aresolver temas presupuestarios ysalariales, y a firmar las decenas demiles de decretos que preparaban lasdiferentes agencias. Estasactividades no pertenecían a laesfera de actuación de la cúpulapolítica en sentido estricto, sino a ladel inspector quisquilloso que seengaña diciéndose que está al mandode la situación, cuando el auténtico

poder consiste en aprehenderrealidades mucho más genéricas. Susotras habilidades, como lasagacidad, la astucia o la capacidadpara ganarse a su entorno, estabansobre todo al servicio de sus propiosjuegos de poder. Tras ellos, y tras su«pasión por el control», queconsumía su destreza y sus esfuerzos,se intuye la decadencia de su poderpolítico y la tan ansiada capacidadpor manejar todos los hilos.Podemos decir, de paso, que en 1966Brezhnev cerró una agencia estatalde control muy poderosa, cuyo coste

de mantenimiento superaba la sumadel presupuesto de los ministerios deSanidad y de Cultura, sin otropropósito que contrarrestar lainfluencia de su responsable,Shelepin, un personaje de unaambición desmesurada.

La formación de los líderes ensu entorno estaba estrechamenterelacionada con el principiosoviético de que la economíanacional era propiedad del Estado.Este adagio era la fuente del podermonopolístico de la burocracia y delúnico tipo de liderazgo que un

Estado así era capaz de dar.Los estratos administrativos,

por su parte, experimentarondiversos cambios como consecuenciadel proceso de urbanización por elque estaba atravesando el país. Elnivel educativo, el profesionalismo,las condiciones de vida y los hábitosculturales eran factores que,necesariamente, tenían impacto en elfuncionamiento interno de laburocracia y entre un cuerpo y elotro. Aunque no había desaparecidola impresión de que el secretariogeneral era el líder supremo (¡y

punto!), el sistema ya no era unaautocracia de veras. El secretariogeneral podía dominar el aparato delPartido, pero también dependía engran medida de él, si bien elejercicio real del poder y la puestaen marcha de las políticas, como yahemos dicho, eran un toma y dacaconstante entre las diferentesagencias gubernamentales, proclivesa manipular las líneas formales einformales de autoridad. Susderechos, oficiales y oficiosos,siguieron creciendo, tanto que lasobjeciones que hacían, así como las

contrapropuestas y sus exigencias sehabían convertido en un componentemás del procedimiento político yadministrativo, y cobraron casi unestatuto constitucional del que apenastenemos información. Por ejemplo,ya hemos visto que el centro eraincapaz de obligar a los ministerios acumplir con los procesos estipuladospues éstos actuaban, en muchossentidos, movidos exclusivamentepor sus propios intereses.

Comoquiera que no se podíahacer nada sin los ministerios y otrasagencias por el estilo, los

acontecimientos, o, para ser másexactos, las corrientes profundamentecontradictorias que estaban enactivo, obligaron a los gobernantes aadaptarse no sólo a una realidadsocial cambiante, sino también a lasociología de la burocracia misma.En este punto, podemos calificaralgunos comportamientoscaracterísticos del mundo de laburocracia como «rasgos delsistema». No en vano, era ya muydifícil distinguir el Estado de losmiembros más importantes delpersonal administrativo.

La creación de estructurascomplejas en este estrato es unfenómeno de primera magnitud.Como ya hemos visto, su cifrasuperaba los 2 millones de personasen 1970, ciñéndonos a los puestos demayor responsabilidad, y el poder deéstos les permitía dictar las reglasdel juego para satisfacer su sedinsaciable por un estilo de vida máslujoso, más prebendas, más poder ypara aumentar el umbral detolerancia en relación con lacorrupción. Eran el pilar sobre elque descansaba el régimen. Esto

permite adivinar otra tendencia, quenos conduce a la fusión de facto deestos escalafones superiores delEstado y del Partido para formar unúnico poder. Los ministros másimportantes eran miembros delComité Central, y algunos (KGB,Asuntos Exteriores, Defensa)también formaban parte delPolitburó. Paradójicamente, losprocedimientos de la nomenclaturafacilitaban esta fusión. Restauradadespués de la guerra para poner en sulugar a aquel monstruo burocrático,no tardó en mostrar su otra cara, que

apuntaba en la dirección contraria. Sitoda la elite estaba integrada pormiembros de la nomenclatura, todosellos funcionarios de alto rango,aunque también solía haberfuncionarios del Partido de altorango, no carece de sentidoplantearse quién controlaba a quién.La terrible realidad de la políticasoviética era que las riendas delEstado estaban en manos de laspersonas designadas por lanomenclatura y de los diferentesaparatos.

En tales circunstancias, ¿cuál

era exactamente el papel del Partidoo, más concretamente, de susjerarcas? Evidentemente, era unaparato poderoso que se apoyaba enla maquinaria administrativagubernamental para dirigir el país.Sin embargo, pensar que, porque laburocracia era su propianomenclatura, la primera controlabaa la segunda es un error. El Politburóy su aparato también eran unaadministración en sí mismos y, delmismo modo, formaban parte de unaburocracia mayor. La administracióndel Estado tenía jefes y trabajadores,

y el Partido tenía jefes ytrabajadores, de manera que insistiren que sus miembros no controlabannada sería una frivolidad. Dado queeste «Partido» tenía algunos rasgoscuriosos, no está de másentrecomillar la palabra.

DE UN SISTEMA«UNIPARTIDISTA» A UNSISTEMA SIN PARTIDO

Por paradójico que parezca aprimera vista, vamos a suponer queel «partido en el gobierno» notuviera el poder. Parece irreal, perola historia soviética está repleta de

mitos y fraudes, denominacioneserróneas y delirios. Expresiones tancontundentes como«colectivización», «dictadura delproletariado», «comunismo»,«centralismo democrático»,«marxismo-leninismo» o«vanguardia» apenas guardabanrelación con la realidad, cuandomenos las más de las veces.

Con el paso de los años, laorientación inicial del régimen hacialas clases trabajadoras y campesinasy las masas cedió su lugar a unaorientación distinta: hacia la

administración del Estado, sus«órganos» y las diferentes categoríasde funcionarios. Este proceso globalde «estatalización», en virtud delcual el Estado central se erige en unaentidad absoluta, culminó con elculto al Estado, que representaba laactitud de las capas altas de laburocracia. En las charlas privadas,pero también en público, diferentesaltos cargos del Partido declarabanque los ministerios del gobiernosolamente se ocupaban de cuestionessectoriales, mientras que el Partidoabordaba los grandes problemas del

Estado. Evidentemente, esta era larespuesta que daban a los círculosministeriales, que afirmaban a su veztodo lo contrario. Este toma y dacanos sirve para comprender mejor elsignificado de la «estatalización».Los funcionarios del Partido no sepresentaban como las únicaspersonas capaces de representar losintereses de la sociedad: competíancon otros burócratas en su afán porconvertirse en los mejoresportavoces del Estado y porreafirmar su importancia dentro deaquella estructura.

En los años treinta, laorganización que se denominaba a símisma el «Partido» ya había perdidosu carácter político y se habíatransformado en una redadministrativa, donde una jerarquíagobernaba al resto de sus miembros.El próximo paso consistió en privarincluso a esta criatura administrativade su poder: en tiempos de Stalin, notenía sentido hablar de un partido enel poder, porque sus instituciones nofuncionaban, nadie se interesaba porla opinión de sus miembros y losraros congresos que se celebraban no

eran sino una larga sesión deaplausos.

Es cierto que Jrushchovdevolvió el poder sobre el Partido yel Estado al órgano más importantedel Partido (el Comité Central) y a suaparato. Con todo, en nadacambiaron algunos de sus rasgosprincipales, ya que los miembros debase seguían sin tener derechospolíticos y el Partido aún se regía deun modo jerárquico, y carecía devida política. Con Stalin, el Partidohabía perdido el poder, que pasó amanos del líder supremo; después de

Jrushchov, siguió perdiendo poder,esta vez a manos de la maquinariaestatal, que acabó absorbiendo alcúmulo de dirigentes,convirtiéndolos en sus portavoces yrepresentantes, para siempre jamás.El proceso de «estatalización» tanimportante en el fenómeno soviético,y probablemente su principalcaracterística cuando nos referimosal sistema político, llegó así a suúltima etapa. Cuando el sistema entróen una fase prolongada de«estancamiento», el Partido, incapazde actuar y sin posibilidad de

imponer medidas de largo alcance alos ministerios y demás agencias, sedesmoronó junto con el resto deledificio.

En este punto, podemosformular algunas conclusionesiniciales: el «Partido» no siempreestuvo en el poder y, en undeterminado momento, dejó de ser unpartido político para convertirse enuna agencia más, el enlace con laadministración. Por ese motivoconviene entrecomillar el término«Partido». Podríamos ir más lejosincluso y aventurar que el sistema

«unipartidista», que ha derramadoríos de tinta, acabó siendo un sistema«sin partido». Es perfectamenteposible que, de haber existido en laURSS un partido comprometido conla vida política y capaz de asumir elliderazgo político, hubiera sorteadotan funesto destino y el país se habríalibrado de una crisis monumental.Pero, después de tantos años y detantos cambios históricos, estaestructura política, basada en unaparato poderoso y en unosmiembros que carecían de derechos,estaba apolillada, y no es de extrañar

que se hundiera tan fácilmente, sinnecesidad de un cataclismo.

¿Qué factores y quécircunstancias llevaron al sistemapartidista a una existencia casifantasmal, a pesar de la fascinaciónque provocaba, de tarde en tarde, laStaraia Ploshchad? Latransformación del Partido en unaparato —un viejo fenómeno—propició su absorción inmediata porparte de las realidades burocráticasdel Estado, que acabaronengulléndolo. El proceso se iniciócuando el Partido se vio

directamente inmerso en cuestioneseconómicas, entre otras, asuntos delos que presuntamente debíanocuparse los ministerios delgobierno. El personal ministerialconsideraba, con razón, que elPartido doblaba sus esfuerzos enlugar de concentrarse en sus tareas.Un buen ejemplo de este problema esel conflicto entre Brezhnev yKosigin, que casi ha pasadoinadvertido, sobre quién debíaocuparse de la representación delpaís en el extranjero.

Ocupémonos ahora en la «crisis

de identidad» del Partido, unafórmula empleada en la primera partepara hablar de las empresasreformistas del período comprendidoentre 1946 y 1948. Lareestructuración del aparato seprodujo en 1946, y buscabarecuperar su identidad políticadejando de intervenir directamenteen la vida económica, según elargumento de que los ministerios«estaban comprando a losapparatchiks», que «el Partido habíaperdido poder» y que debía regresara sus funciones iniciales si quería

recuperarlo. Dos años más tarde, sinembargo, hubo una nuevareestructuración impulsada por unrazonamiento diametralmenteopuesto: para poder interferir en losasuntos económicos y «controlarlos».La contradicción que planteó fue lasiguiente: cuando el Partido seocupaba de cuestiones políticas,perdía el control sobre la economía yla burocracia; cuando se sumergía enel control de la economía, y seinmiscuía en lo que hacían losministerios, dejaba de cumplir consus funciones específicas,

cualesquiera que fueran. La segundalógica se impuso, y permitió laabsorción de facto del Partido porparte del coloso burocrático.

Conviene recordar que Trotskyy Lenin —el primero, en una carta alPolitburó inmediatamente antes delXI Congreso— ya habían abordadoeste problema, y habían advertido alos líderes bolcheviques quemezclarse directamente en losasuntos de las agencias económicas,en lugar de gobernar sirviéndose deellas, daría alas a la burocratizacióndel Partido, y aumentaría la

irresponsabilidad de laadministración. Trotsky afirmabaque, así como habían declarado quelos sindicatos no debían inmiscuirseen la planificación de la economía,sino que debían seguir siendo lo queeran, el Partido también debía seguirsiendo un partido. Pero las cosastomaron un rumbo diferente, tantoque llevaron a Bujarin a lamentarse,en 1928, ante lo que prácticamenteera un fait accompli: «El Partido y elaparato del Estado se han fusionado,y es una calamidad». Después de lamuerte de Stalin, esta tendencia se

acentuaría aún más.EL TRABAJO DE LA

COMISIÓN CONTRA ELDESPILFARRO

El aumento de la escasez depuestos de trabajo provocó unarespuesta del mercado casi«clásica». El trabajo es un producto,y comoquiera que la dependencia delEstado, su principal patrón, eramayor, y después de que hubieradesaparecido la opción de lostrabajos forzados, tenía que buscarmás alternativas para hacer frente alas carestías. De resultas de la

interacción de los diferentes factoresen liza, surgió un nuevo clima en lasrelaciones laborales, y se observaronnuevos patrones. Todo esto, sinembargo, no bastaba para curar laenfermedad que afectaba a laeconomía del Estado. El régimenaprobó más medidas para respondera las presiones y a las aspiracionesde los diferentes grupos socialespero, a pesar de las recomendacionesurgentes que realizaron la Comisióncontra el Despilfarro, el Comité delControl Estatal y demás agencias, elrégimen no logró consolidar el

aumento de la productividad laboral,ni evitó que las empresas retuvieranpuestos de trabajo y materias primas,ni pudo estimular la insignificantetasa de innovación tecnológica. Losgobernantes se enfrentaban a undilema: por un lado, necesitabandesesperadamente crear trabajo ytenían que ganarse a los trabajadores,pero también tenían que hacer lacorte a los órganos administrativosresponsables de los trabajadores. Lasituación no era ni mucho menossencilla, y no había otra salida quebuscar una solución de «consenso»,

lo que obligó a negociar con losministerios. Pero, como suelesuceder con la burocracia, elresultado de las rondas fue quetuvieron que ceder y compartir supoder con ella. En el caso deltrabajo, no se llegó a compartir elpoder, aunque podríamos enumeraraquí, como ya hemos hecho, lasmuchas concesiones, mejoras yexenciones de derechos que seotorgaron, como sucediera con otrosgrupos sociales y de intereses. Estanueva manera de llevar las riendasdel Estado, que consistía en atender

todas las presiones y darlesrespuesta, no aparece en ninguna delas obras de los teóricos del«totalitarismo», para quienes ladependencia seguía siendo total yunilateral. (En este caso, es difícil nosonreír ante las dificultades que estasituación les plantea: por definición,un régimen semitotalitario es taninviable como una mujer embarazadaa medias.)

Esta fue, sin embargo, laprincipal novedad del períodopostestalinista y no cabe duda de quecontribuyó a la vitalidad del régimen

en los años sesenta. Pero es difícilreconciliar el hecho de que laburocracia que controlaba el Estadolograra, o más exactamentearrancara, más frutos que los demás,y llegara a una entente cordiale conla cúpula política, y a satisfacer losintereses de los trabajadores y demásgrupos sociales. Toda esperanza demantener la paz social y de proseguircon el desarrollo del país se viofrustrada a causa de una economíaestancada y dada al derroche. Laplanificación burocrática modernizóla economía y el «trato» cerrado con

la burocracia incrementó su poder,pero no mejoró su rendimiento. Losacuerdos informales con losburócratas no eran política, sino unpaso más en una dirección queagravaba los males del sistema.

A estas alturas, los lectores yase habrán hecho una imagen del malfuncionamiento del sistema y esprobable que sientan curiosidad porsaber qué soluciones propuso laComisión contra el Despilfarro a losministerios de gobierno y otrasagencias. Para algunosconservadores, el camino que tenían

ante sí estaba claro: el remediopasaba por una mayor disciplina,«ley y orden», como decían encírculos políticos. Pero estabanequivocados.

Desde el principio, la historiade la administración del Estadohabía estado dominada por lasinterminables batallas del Politburópara contener, e incluso reducir, sucrecimiento y aumentar su eficacia.La Comisión contra el Despilfarro,que había redefinido su Cometido,pasando de la «eliminación delderroche» a una fórmula menos

ofensiva, «el ahorro de recursos delEstado», se reunió con representantesde los ministerios de la Unión y delas repúblicas para preparar unaborrador de propuesta que tuviera enconsideración todos los datos y lasinformaciones que había recopiladocada una de las ramas. Su empeñopor dar con fórmulas que permitieranrecortar los gastos de laadministración del Estado era dignode encomio. Hasta el momento, habíasido prácticamente imposible reducirel creciente número de empleados delos cuerpos burocráticos, ya que

cada máquina administrativa estabacontrolada por las figuras máspoderosas del régimen, yconvencerlos para que aceptaran losrecortes no era nada sencillo.Además, algunos miembros de laComisión contra el Despilfarro (susmiembros constan en la nota 4)también tenían a su cargo dedepartamentos administrativos de untamaño considerable.

N. Rogovski, un reputadoexperto y responsable deldepartamento de trabajo delGosplan, fue el autor del informe

sobre las discusiones que seprodujeron durante las sesiones de lacomisión, y en las que realmente selibró más de una batalla.134 Lacomisión propuso inicialmentereducir los costes de laadministración en 1.015 millones derublos, pero después de largas yarduas negociaciones, se acordó unacifra algo inferior: 905,3 millones.Por su parte, los ministerios delgobierno de la Unión y de lasrepúblicas se plantaron en 644millones. Se produjeron largasdiscusiones acerca de los gastos y

del personal con cada ministerio porseparado, aunque siempre acababaemergiendo el mismo patrón: en cadacaso, la Comisión contra elDespilfarro hacía concesiones apropósito de los recortes exigidos,mientras la otra parte apenas semovía de su postura. Rogovskiinformó al gobierno de que lamayoría de los ministerios delgobierno de la Unión y de lasrepúblicas se opusieron a cualquiercambio, y preferían que las cosas semantuvieran como estaban.

En cuanto al número de

trabajadores estatales, otro de lospuntos comprometidos, la Comisióncontra el Despilfarro quería eliminar512.700 puestos, una parteimportante de la mano de obraadministrativa total prevista en elplan de 1967, que habría permitidoahorrar 590 millones de rublos ensalarios. Huelga decir que losministerios afectados no querían nioír hablar de la cuestión.

En defensa de los recortespresupuestarios que propuso algobierno, Rogovski puso el acento enuno de los principales obstáculos a

los que se enfrentaba la economíasoviética: el problema de alcanzar elequilibrio entre los ingresos de lapoblación y el abastecimiento debienes de consumo. Para ello, seríade utilidad reducir los costesadministrativos. No podemos, sinembargo, dejar de mostrar una ciertaperplejidad: es evidente que eliminarmedio millón de puestos de trabajoreduciría la suma total de ingresosmonetarios, pero también lo es quequienes perdieran el puesto detrabajo pasarían a engrosar las filasde los pobres.

¿Qué sucedió? Hubo algunosrecortes laborales, pero la mayoríade los funcionarios afectadosacabaron encontrando trabajo comoadministrativos en otros lugares oincluso en los mismos ministerios. Laesperanza que algunos alimentaban—que los funcionarios despedidos sededicaran a trabajos manuales, dondela escasez de obreros era acuciante,sobre todo en las regiones remotas—se quedó en un sueño imposible.

Otra fuente valiosa a la hora deestudiar el universo burocrático es laComisión de Control Estatal, que, en

1996, supervisó e hizo su propiacontribución a la Comisión contra elDespilfarro de Baibakov, planteandouna serie de propuestas para reducirlos costes administrativos delEstado. Podríamos empezarseñalando una sugerencia que estabacamuflada entre muchas otras: laabolición de las bonificaciones querecibían algunas categorías de altosfuncionarios, lo que propiciaría unahorro considerable. La Comisión deControl Estatal preparó una lista delas diferentes prebendas que seotorgaban los funcionarios,

calculadas en rublos —en millonesde rublos, evidentemente— paracada una de las categorías de«servicio». La lista habla por sí sola.Los funcionarios y los responsablesde departamento recibían ladenominada «dieta de salud», asícomo una paga equivalente al salariomensual para «necesidadessociales», con talones para estanciasen sanatorios y casas de reposo aprecios reducidos. Tenían a sudisposición dachas, cuyomantenimiento iba a cargo delgobierno. La Comisión de Control

Estatal propuso acabar con estasprebendas y otras más insultantes conque se premiaba a los mandosmilitares y a sus familias, y estabaalarmada ante el aumento delpersonal administrativo (un 24 por100 en los últimos cinco años), loque elevaba el total de empleados asiete millones —no olvidemos queesta cifra se refiere al núcleo duro dela red ministerial—, y la partidasalarial, a 13.000 millones de rublos.Este índice de crecimiento superabael índice general de ocupación, y dehaberlo reducido se habrían podido

ahorrar fácilmente mil millones derublos.

Un sector especialmentemanirroto en términos de personalera el de las diferentes agencias desuministro que estaban a cargo dediferentes ministerios. La Comisiónde Control Estatal dio algunosejemplos, que no debemos obviar siqueremos hacernos una idea de larealidad soviética.

Sin contar a quienes trabajabanen las tiendas y en los refectorios,los departamentos y directorios parael «suministro de los trabajadores»

ocupaban a 36.700 personas, querecibían 40 millones de rublos alaño. Habría sido posible cerrarlos ydejar que fuera la propia redcomercial del Estado quien seocupara del suministro.

El Comité Central y el Consejode Ministros decretaron que un únicosistema unificado, en fase decreación, se ocuparía del problemadel «suministro de los trabajadores»,con la esperanza de que fuera menoscostoso y más eficiente. Sin embargo,varios ministerios se negaron aponerse en manos de otras

organizaciones y preferían conservarsus canales de suministro de comida,materias primas y máquinas, lo quepermitía que siguiera habiendoalmacenes y oficinas de suministro yde comercialización. Algunoscomerciaban con productos de usoindustrial general procedentes deotras empresas y los vendían a travésde sus propias redes en otrasregiones o repúblicas. Pongamos unejemplo: el Ministerio de la IndustriaQuímica enviaba todo tipo deequipos y productos semi-acabadosdesde su oficina de Sverdlovsk a

Moscú, Kiev, Leningrado y Donetsk,a pesar de que estos artículos sepodían encontrar en los almaceneslocales de los organismosencargados de los abastos. Estesistema, que daba trabajo a millaresde trabajadores prescindibles que seaprovechaban de un modeloirracional como aquel, era una fuenteinagotable de toda clase de chistes(no necesitamos los archivos en estesentido).

Regresaremos a estas cuestionesde abastos y comercialización(snaby-sbyty), a la hora de hablar de

una de sus consecuenciasimprevistas. Pero antes echemos unvistazo a otros ejemplos de los«excesos» en que incurría laburocracia y que la Comisión deControl Estatal condenaba, entre losque cabe destacar los «viajesoficiales» (komandirovki) a Moscú—un millón anual— para seminarioso conferencias, o incluso (en el 50por 100 de los casos) sin motivo niinvitación, que le costaban al Estadounos 600 millones anuales. LaComisión de Control Estatal propusoreducir estos viajes en un 30 por

100, aunque tampoco esto seríasencillo, ya que ir a Moscú ydisfrutar de los placeres que ofrecíala ciudad era uno de los premios máscodiciados. Otra práctica que habíaalcanzado unas proporcionesintolerables era enviar a todo tipo deintermediarios (jodatye i tolkachi) acerrar los tratos y en busca dematerias. Por lo general, la Comisiónde Control Estatal lamentaba que lasmedidas y los esfuerzos que sehabían hecho por reducir la«movilidad» burocrática no hubierandado el menor resultado.135

Como ya hemos visto, a losfuncionarios de la administración lesgustaba regalarse tantos servicios yprebendas a costa del Estado comofuera posible. Y también les gustabanlas fiestas. Incluso en los días depenuria de la posguerra, losfuncionarios de más rango se lohabían pasado en grande. Pero en losaños sesenta, las libaciones eran máspródigas, y las fiestas, más salvajes.Nadie trató de justificar en ningúnmomento que estuvieran al serviciodel bien común. La cantidad debotellas vacías consumidas por los

funcionarios a cargo del Estadohablaba por sí sola. El gobiernorecibía con regularidad cartas deindignación que condenaban esteestilo de vida, y saltó la señal dealarma. Se lanzó una campañanacional para luchar contra el gastoilegal de recursos del Estado enbanquetes y recepciones, y seiniciaron investigaciones a granescala que revelaron las dimensionesdel problema. Cualquier ocasión erabuena para dar un banquete —aniversarios, conmemoraciones,conferencias, visitas de dignatarios...

— en el que se servía vodka, coñac yvino en cantidades generosas. Lasagencias de finanzas y de controltenían material a discreción sobreestas juergas, y estaban al corrientede que los responsables y suscontables hacían pasar esos gastoscomo «gastos de producción», y deque los ministerios y los altosfuncionarios hacían la vista gorda. ElConsejo de Ministros preparó undecreto que fijaba que, en el futuro,los ministerios sólo podrían celebrarbanquetes en ocasionesexcepcionales, previa autorización

del Consejo o de las autoridadeslocales de las repúblicas, y que enellos se prohibía el alcohol. Todainfracción sería duramente castigaday los culpables tendrían que pagar lamulta de su bolsillo.

El proyecto de decreto fuepropuesto conjuntamente por elministro de Finanzas, Garbuzov, ypor el presidente de la Comisión deControl Estatal, Kovanov, despuésde haber presentado ante sus colegasde gobierno una «fotografía» de talesexcesos. En 1968, 6.500 empresas yagencias gubernamentales, de

alcance nacional, republicano o dedistrito, fueron investigadas, y sedescubrió que más de mil habíancelebrado lujosos banquetes durantelos que se habían consumido grandescantidades de alcohol y se habíanofrecido regalos en honor de lospresentes. En Izhvesk, doce empresaspertenecientes a diferentesministerios habían gastado, cada una,miles de rublos en recepciones yfiestas. Entre octubre de 1967 y juliode 1968, en una de ellas consumieron350 botellas de coñac, 25 botellas devodka y 80 botellas de champaña,

con un coste total de 3.100 rublos. Enocasiones, los banquetes secelebraban en restaurantes, citadosen el documento junto con lasfacturas en las que constaba el preciode las bebidas.136

Como vemos, abundaba lainformación sobre el estilo de vida acargo del Estado de los funcionarios,y los jerarcas buscaban la manera deponer fin a la situación. Sin embargo,no está del todo claro que lasmedidas que tomaron o propusierontuvieran efecto. El decreto creó unvacío legal, pues autorizaba los

banquetes en determinadascircunstancias, ya que era imposibleprohibirlos por completo, y no noscabe la menor duda de que en talescasos se concedía la autorización.Porque así era el sistema: todofuncionaba a través de contactospersonales, intercambios deservicios, tratos, promociones...

Este rodeo era necesario pararegresar a las masas de«suministradores» (snabzhentsy),para quienes las comidas enrestaurantes, recepciones y fiestasformaban parte de su rutina. Era de

dominio público que, para ellos, eraimpensable trabajar sin estos ágapes,y menos aún sin los sobornos. ElKGB y las autoridades tenían algunashistorias de lo más jugoso. Sea comofuere, las libaciones no eran sino elprolegómeno de toda una «cultura»de intrigas y corrupciones. Fue en lasagencias de suministros donde nacióesta cultura, y de ahí pasó a laadministración, especialmente a lasagencias económicas. Conformevayamos avanzando, descubriremosla existencia de unos resortessumamente poderosos en el sistema,

que transformaron todo el universoburocrático soviético en el escenariode una obra totalmente diferente.

E L GOSSNAB: PERSONAL YACTIVIDADES (1970)

Cuando menos por su nombre,en todo el mundo se conocía laexistencia de instituciones soviéticascomo el KGB o el Gosplan. Sinembargo, con la salvedad de losexpertos, nadie en el exterior hablabad e l Gossnab. Para los economistassoviéticos y para toda la claseadministrativa, el Gossnab (ComitéEstatal para Abastos Materiales y

Técnicos) era el motor del sistemaeconómico. Al igual que el KGB y elGosplan, el Gossnab era un órganosupra ministerial, dirigido por elprestigioso economista yadministrador V. Dimshits, que sehabía ganado los galones en elGosplan.

En teoría, el Gossnab debíadarle a la economía todo aquello delo que precisara para funcionar. Susalmacenes, tiendas y despachos eranuna suerte de Meca para losi n n u m e r a b l e s tolkachi(«emprendedores») y demás agentes

de los diferentes ministerios,agencias y unidades de producción.Estos emisarios llegaban paracerciorarse de que el Gossnab lesentregaría lo que se les habíaprometido con la intención decumplir los objetivos del plan. Unade las situaciones que provocaba unmayor grado de ansiedad se producíacuando no se recibía todo loestipulado, nada en absoluto o losmateriales llegaban tarde. Y,comoquiera que el Gossnab solíaandar escaso de bienes, los tolkachieran los encargados de reunirse con

los funcionarios al frente del comité,cerrar tratos y lograr resultados.

Los principales economistassoviéticos veían la existencia de unsuministrador centralizado a estenivel como una contradicción detérminos. Incluso aunque fuera unaagencia eficaz, el Gossnab, como elresto de agencias soviéticas, tambiénsufría la escasez de productos entreotras deficiencias. Estaba en el ojodel huracán prácticamente para todoel mundo, salvo para quienes habíansido agraciados por el gobierno conprioridad a la hora de abastecerse (el

sector armamentístico y otrospequeños proyectos de los jerarcas).

A pesar de ocupar un lugar depreeminencia en la jerarquíainstitucional soviética, el Gossnabtenía que plegarse a las mismasrutinas administrativas que el restode órganos en cuestionespresupuestarias, de personal o deunidades estructurales. Un vistazo aestos procedimientos nos ayudará aentender el carácter de este aparato.Las negociaciones presupuestariascon el Ministerio de Finanzas no eranparticularmente arduas, porque éste

conocía la complejidad de las tareasdel Gossnab y su importancia. El 8de agosto de 1970, Dimshits aprobóla lista de personal del Gossnab y laenvió al Ministerio de Finanzas parasu registro, como mandaban losprotocolos, para asegurarse elconcurso del personal necesario y elpresupuesto correspondiente. En losdocumentos figuraban la cifra defuncionarios de primer rango y sussalarios, la cifra de expertos y losdiferentes departamentosespecializados, junto con su esferade actividad, porque todo debía ser

aprobado por los auditoresfinancieros. Gracias a esto sabemosque el Gossnab tenía 34 unidadesque daban trabajo a 1.302 personas,entre las que había 286 en puestos degestión y 10 en cargos directivos. Elsalario mensual de estos 286 puestosde trabajo era de 284.786 rublos. Enuna tabla anexa figuraba el salario delos 10 directivos (entre 550 y 700rublos, más diversas prebendas sinconcretar), o una cantidad mensualtotal de 5.300 rublos (en la que noconstaba el sueldo del responsabledel Gossnab). En el otro extremo de

la escala salarial encontramos aempleados que ganabanmensualmente 70 rublos y que nodisfrutaban de ninguna prebenda.

Como ya hemos dicho, lasnegociaciones no eran difíciles. Eneste estadio, la posición de Dimshitsseguía siendo fuerte. Los inspectoresdel Ministerio de Finanzasdiscutieron las mociones queaprobaban la dotación de personalfijada en 1.302 personas, aunqueintentaron recortar el presupuesto ylos salarios tanto como pudieron.Cuando Dimshits pidió un salario

mensual medio de 219 rublos poradministrador (el año anterior, habíasido de 215 rublos), el Ministerio deFinanzas ofreció 214. Losrepresentantes del Ministerio deFinanzas habían fijado una serie dereglas en relación con las categoríasde los trabajadores (nachaf niki,«especialistas», «especialistassuperiores»), y ponían pegas a todo.No obstante, se mostraron de acuerdocon el número de funcionarios dealto rango solicitado: diez. Acontinuación, pasaron al examen delas actividades y de los

departamentos del Gossnab (ademásde agencias de suministro, elGossnab tenía fábricas, equipos deconstrucción y laboratorios deinvestigación). Las actividades desuministro se repartían entre losdiferentes departamentosespecializados: industria pesada,energía, metales, construcción omateriales, así como un departamentode importación-exportación y lasagencias administrativas internas decostumbre.137

Necesitaríamos toda una páginapara listar los departamentos y las

secciones de aquella impresionanteorganización. Daba trabajo a unas130.000 personas, una cantidad nodemasiado elevada si tenemos encuenta las funciones quedesempeñaba: garantizar que losmateriales necesarios para elfuncionamiento del país (maquinariay equipos, materias primas,combustible, materiales deconstrucción y herramientas...)llegaran sin problemas al aparatoproductivo de la nación. Todo pareceperfectamente razonable, hasta quedescubrimos que, en la URSS, sólo

había una agencia encargada dellevar a cabo lo que, en otras partesdel planeta, estaba en manos de losmecanismos del mercado. Si elGossnab hubiera hechosatisfactoriamente su trabajo, laURSS habría acabado siendo laalternativa al capitalismo que enocasiones afirmaba ser, y el Gossnaby el Gosplan se habrían erigido enlas dos catedrales del nuevo mundo.Tal vez convendría recordar aquí allector que un buen socialista comoTrotsky explicó, en 1921, ante elComité Ejecutivo del Komintern, que

el socialismo era un proyecto a largoplazo y que quienes desearan hacerlorealidad algún día debían seguir lashuellas de la economía de mercado.

Lo cierto es que, en el mundosoviético, ninguna otra agenciacentralizada provocaba tantos efectoscolaterales «descentralizados». ElGossnab, el supersuministrador, era,de hecho, uno de los aros por los queel sistema estaba obligado a pasar,porque era la causa de la escasezconstante de determinados productos,así como la agencia que debíaencargarse de reconducir la

situación. Por lo tanto, no es extrañoque todo el aparato económicoreaccionara ante estas carestías, yante la evidente incapacidad delGosplan para garantizar las entregas,con todo tipo de mecanismos yprácticas y creando un sistemaindependiente de suministros ymercado, a la manera de los quetenían los ministerios y las empresasimportantes. Aquel turbio universod e snaby y sbyty cobró vida por símismo, erigiéndose en uno de losrasgos principales de la vida social yeconómica. Ningún estudio de la

realidad soviética puede ignorar estehecho, y es importante que no loconfundamos con el Gossnab.

No hay adjetivo más adecuadoque «turbio» a la hora de describiresta plétora de operadores que seencontraban en las márgenes delsistema oficial. Con todo, si elrégimen hubiera querido conocer larealidad de la situación (y aunque nodeseara realmente saberlo), podríahaberse dirigido a las agencias deinspección, que investigabanregularmente el sector o, mejor aún,a la Oficina Central de Estadística,

que hizo un censo de estasorganizaciones «comerciales» el 1de octubre de 1970. Si bien no sepuede afirmar que sea un documentoexhaustivo, pues evidentemente noincluía a las agencias de suministrosmilitares, las cifras que da sonimpresionantes. Las 11.184organizaciones registradas en eltercer trimestre de 1970 dabantrabajo a 722.289 personas, y lanómina total de esos trabajadores erade 259.503.700 rublos. La OficinaCentral de Estadística tambiéndisponía de información sobre

almacenes, inventarios y costes detransporte.138

El canso era incompleto porqueno incluía al personal oficioso deestos órganos de snaby-sbyty. Losfamosos tolkachi contaban en lasnóminas como empleados de otrasagencias administrativas o se lesasignaban trabajos más o menosficticios en diferentes empresas,aunque dedicaran la mayor parte deltiempo a reunirse con todo tipo deproveedores y tuvieran los recursosnecesarios para «acelerar lasituación», o se limitaran a conseguir

los materiales necesarios, bien entérminos de producción, bien enbienes de consumo. No era habitualhacerse con los suministros vitalessin dar un pequeño empujoncito, yesa era precisamente la tarea de lostolkachi. El Partido condenabarotundamente sus actividades, aunqueéstas prosperaban, porque sin ellosla economía se habría estancadodefinitivamente.

El censo tampoco podía hacerseeco de otra faceta más. Estosoperadores, que estaban en posesiónde grandes cantidades de recursos,

solían mezclarse con traficantes delmercado negro, que pululaban porlos almacenes de las fábricas, cuyasexistencias no siempre estabaninventariadas. El ingente ejército desnaby-sbyty era el teatro donde sedesarrollaban todo tipo deactividades y, por extensión, laeconomía en la sombra, tan vital amenudo como útil. Sea como fuere,este era un aspecto irreal de larealidad soviética.

¿Luces y sombras?

Gregory Grossman ha sido un

pionero en el estudio del fenómenoconocido como la «segundaeconomía», aunque otros, y lospropios rusos, prefieran unaexpresión más misteriosa: «economíaen la sombra», traducción literal delruso, tenevaia ekonomika, que hacereferencia a una realidad mucho másamplia y más compleja que larecogida en la fórmula «economíasumergida». Nos encontramos, sin

lugar a dudas, ante una cuestiónespinosa, y con una dimensión social,económica, legal, penal e inclusoprofundamente política. Los autoresde un trabajo ruso serio,familiarizados con las publicacionesoccidentales sobre el tema, a las querecurren, han enriquecido el debatellamando nuestra atención sobrediversas fuentes y estudios rusos,inaccesibles hasta la fecha.139

No es fácil definir qué es laeconomía en la sombra, pero elempeño por acotar el sentido de laexpresión nos conduce a algunos

aspectos también complejos y menosconocidos de la economía soviética.Para algunos académicos, hay quebuscar las causas del fenómeno en eldesequilibrio casi permanente entrela oferta y la demanda, y en el hechode que el déficit en los bienes deconsumo y los servicios provocantodo tipo de presiones inflacionistas.Según el economista húngaro JanosKornai, la planificación burocráticapropicia una escasez de capital y debienes, y es ahí donde aparece laeconomía en la sombra como unfactor de corrección parcial del

corsé impuesto por una economía deescasez. Al tiempo que los salariospierden poder adquisitivo, lapoblación se ve en la obligación dedar con otras fuentes de ingresos, ymuchos acaban por buscar otraactividad adicional, que se suma a sutrabajo habitual para el Estado. Losexpertos que han intentado evaluar elalcance de la economía en la sombraentre los años sesenta y los noventaconsideran que, en ese período, supresencia se multiplicó pordieciocho, repartida, a partesiguales, entre la agricultura, el

comercio y la hostelería y, porúltimo, la industria y la construcción.En el caso de los servicios, lasprincipales actividades de laeconomía en la sombra eran lasreparaciones de automóviles y lasdomésticas, los servicios médicosprivados y las clases particulares.

I. G. Minervin, autor delcapítulo que se ocupaba directamentedel período soviético, no dudó enrecurrir a obras occidentales y aotras contribuciones rusas másrecientes. La mayoría de los autoresoccidentales (Grossman, Wiles o

Shelley) coinciden en que laaparición de la economía en lasombra es un fenómeno inevitable enlas denominadas economíassocialistas, un hecho que confirmanestudios rusos posteriores. Sinembargo, ¿cómo podemos definirlaexactamente? Para algunos, incluyetodas las actividades económicas queno aparecen en las estadísticasoficiales o todas las formas deactividad económica con afán delucro personal que incumplen lalegislación existente; para otros, losacadémicos occidentales, se trata de

una «segunda economía» o de un«mercado paralelo». Con todo, dadoque a menudo cuesta trazar lafrontera entre actividades legales eilegales, hay quien incluye todas lasactividades aceptables en la prácticapero que no pertenecen a laeconomía oficial. Por ejemplo, la«segunda economía» de Grossmanrecoge actividades comunes a lospaíses del bloque del Este y deEuropa Occidental, como el cultivode una parcela privada o la venta desus productos en los mercados de loskoljoses, actividades legales en la

URSS pero que, en ocasiones, podíanestar conectadas con prácticasilegales. La situación era igualmenteambigua en el terreno de laconstrucción, y de ahí que secontabilizaran bajo esta categoría,por ejemplo, los materiales para laconstrucción de procedencia dudosa,los sobornos, el uso ilegal de mediosde transporte estatales, o ayudar aciudadanos particulares o a jefesinfluyentes en la construcción de unacasa o una dacha. Otro tanto sucedecon todo tipo de trabajos dereparación a cargo de ciudadanos

particulares o de equipos. Estostrabajos podían ser legales,semilegales o ilegales (y las dosúltimas categorías quedaríanenglobadas en la «economía en lasombra»).

Lo más curioso del fenómenoera la circulación de bienes legales yde servicios en mercados ilegales.Las fuentes y el cariz de los «tratos»eran semilegales o ilegales. Estosmercados semilegales ofrecíanservicios no declarados a efectosfiscales (alquiler privado deviviendas, cuidados médicos, clases

particulares, reparaciones) ytrueques entre empresas, quebuscaban el modo de maquillar elfracaso a la hora de alcanzar losobjetivos fijados por el plan.

En esa inequívoca esfera ilegaltambién se podían comprar todo tipode productos poco frecuentes, comopiezas de recambio o bienes deconsumo, y mercancías producidasilegalmente o robadas. En otracategoría diferente encontramosactividades criminales como lasmalversaciones, el contrabando, eltráfico de drogas y demás,

prohibidas en todo el mundo. Sinembargo, la economía delictiva erasólo una parte de la economía en lasombra, la más peligrosaciertamente. Como tal, quienesdesempeñaban actividadeseconómicas paralelas laconsideraban inaceptable.

La académica estadounidenseLouise Shelley ha propuesto unabuena definición alternativa. Laautora distingue, dentro de la«segunda economía», entre lasactividades legales e ilegales, peroexcluye todo cuanto tenga una

naturaleza evidentemente criminal. Elsector privado legal secorrespondería, fundamentalmente,con los mercados donde loscampesinos, pero no sólo ellos,vendían lo que habían cultivado ensus parcelas privadas. La economíailegal era un fenómeno de mayoresdimensiones, y constaba de dosfacetas: en una se operaba dentro delos parámetros de la economíaoficial; la otra funcionaba enparalelo a ella. Las principalesactividades ilegales de la economíaoficial consistían en la especulación

con bienes escasos, sobornos apersonas influyentes, corrupción enel sistema educativo, formación decuadrillas para la construcción,manipulación contable y falsificaciónde datos a raíz de una investigación(por ejemplo, la adición de«muertos» en las nóminas) y, porúltimo, la construcción de fábricasilegales ocultas dentro de fábricasoficiales y que se aprovechaban delas materias primas de las segundas.

EL ALCANCE DE LAECONOMÍA EN LA SOMBRA

Además del problema de la

definición de la economía en lasombra, nos enfrentamos a ladificultad de estimar su alcance. Losinvestigadores coinciden en que noera nada desdeñable, y que era lafuente de grandes cantidades debienes y servicios. El instituto deinvestigación del Gosplanconsideraba que, a principios de losaños sesenta, en ella trabajabanmenos del 10 por 100 de la ciframedia anual de obreros, empleados ymiembros de los koljoses, mientrasque, a finales de los años ochenta,daba trabajo a más de una quinta

parte de la población activa, unostreinta millones de personas. Enalgunos ámbitos del sector servicios,como la construcción y lasreparaciones domésticas o lasautomovilísticas, representaba entreel 30 y 50 por 100 del volumen detrabajo, y a veces incluso mucho másque lo que producía un servicioestatal equivalente, según loscálculos de Menshikov. Resultadifícil, por ejemplo, cifrar lacantidad de vodka destilado en casa,una rama importante del «sectorprivado», ya que la producción

oficial y la oficiosa de alcoholestaban interrelacionadas.

Los investigadores insisten enque también hay economía en lasombra en Occidente, y que sudesarrollo refleja el crecimiento dela regulación estatal. En el casosoviético, podríamos considerar laeconomía en la sombra como unaadaptación y una reacción por partede la población a los controles delEstado y a las deficiencias en laeconomía planificada.

A principios de los añosochenta, el instituto de investigación

d e l Gosplan propuso la siguienteclasificación, la mejor posiblementeen el caso soviético:

1. La economía «oficiosa», queenglobaba principalmenteactividades legales que incluían laproducción de bienes y servicios nodeclarados a pesar de estar sujetos aimpuestos. Estas actividades estabantoleradas

2. La economía «ficticia»:contabilidad falsa, malversaciones,especulación, sobornos...

3. La economía alternativa, queincluía las actividades prohibidas

por la ley.Podríamos completar esta lista

con algunos apuntes sobre lossnabysbyty que nos permitiránhacernos una imagen más realista dela actividad económica soviética, dela interacción entre las diferentesagencias económicas y de todas lasvariantes de iniciativa privada ysemiprivada. En breve nosocuparemos de las implicacionespolíticas de este complejo marcoeconómico.

Todas las carestías ydisfunciones que afectaban al sistema

burocrático —la extraordinariaescasez de bienes y servicios yaformaba parte del sistema—obligaron a diversas instituciones abuscar soluciones en acuerdos deíndole privada, intercambios demercancías o materias primas, o afalsificar sus resultados. Aunque elprincipal objetivo no eran losbeneficios personales, con el tiempose convirtió en una razón poderosa,especialmente a principios de losaños ochenta, cuando ya era evidentea ojos de todo el mundo que losjerarcas no ponían demasiado

empeño a la hora de perseguir a losmiembros de la cúpula que cometíandelitos. Louise Shelley observa que,en los años setenta, el 90 por 100 delos cuadros acusados de atentarcontra la ley tan sólo recibieron unareprimenda por parte del Partido. Laactitud de éste y de los jerarcasestatales hacia la economía oficiosatraslucía una doble moral, lo quecomplicaba la tarea de perfeccionary mejorar la figura de la autoridad enla cúpula.

Por su parte, la poblaciónluchaba por mantener o mejorar sus

condiciones de vida buscandoingresos adicionales, en una época enla que el mercado no funcionaba y lainflación, evidente o encubierta, eraelevada. La paradoja entre lacorrupción extendida en laadministración del Estado y elrechazo ideológico oficial acualquier empresa privadacontribuyó a potenciar diversosfactores económicos y psicológicosque llevaron a la gente a volcarse enla economía en la sombra, o inclusoa optar directamente por el mercadonegro.

Algunos investigadoresconsideran que la economía en lasombra fue lo que realmente permitióque el sistema sobreviviera, alcorregir parcialmente su malfuncionamiento, lo que hizo posibleque muchos ciudadanos llegaran a finde mes y lo que, por lo tanto,mantuvo con vida al régimen. En miopinión, no debemos sobrevalorar elfuncionamiento positivo de formasoficiosas de economía. Esos mismosautores reconocen que dichasprácticas llevaron a los responsableseconómicos a ejercer nuevas

prácticas, que complementaban lasresponsabilidades oficiales de suscargos respectivos. Por otro lado,dada la existencia de todo un abanicode redes paralelas, algunas seccionesde las elites soviéticas se alejarondel sistema oficial y estrecharon loslazos con las elites «oficiosas». Unay otra tenían mucho en común. Loslíderes de las elites oficiosas, quetrabajaban en el mercado negro y queestaban incluso conectados con lasmafias, también ocupaban cargosoficiales, o bien mantenían unarelación estrecha con las elites

oficiales, de ahí que pudierandesempeñar un papel discreto entanto que grupos de presión encuestiones sospechosas o en favor deelementos indeseables. Estasactividades podrían encuadrarsedentro de la esfera de la «política enla sombra».

El sistema soviético garantizabala cobertura social, un sistema desalud público, educación y unapensión para todos los ciudadanos,mientras que el trabajo en laeconomía en la sombra solía ser atiempo parcial y no estaba regulado.

El sector oficial proporcionabaservicios sociales al oficioso, ycontribuía así al crecimiento de lamano de obra en la economía en lasombra.140 R. Rifkina y L. Kosals hanhecho un resumen certero de lasituación: en muchas empresas eraimposible distinguir entre lasactividades legales y las ilegales.Había aparecido un mercado «enblanco y negro».141

Otros opinan que, aunque laeconomía en la sombra dificultómucho más la creación de unaeconomía contemporánea saludable,

seguía siendo mejor que elcapitalismo salvaje y mafioso que seapoderó de Rusia después de lacaída del sistema soviético. Seacomo fuere, este fenómeno es unaspecto más de las corrientes quesurgieron en el sistema soviético yque lo condicionaron, lo mantuvieroncon vida o lo socavaron. Una deellas fueron los recursos de los quepudo proveerse la población, y conlos que podía contar a condición desometerse a los caprichos delsistema. La baja intensidad y la bajaproductividad de la jornada laboral,

cláusulas del «contrato social» entrelos obreros y el Estado, facilitabaneste «trabajo paralelo», como porejemplo el cultivo del propioterreno. Estos recursos, cuyaexistencia se desconocíaoficialmente, fueron cobrando unamayor importancia con elcrecimiento de la economía en lasombra, que no sólo aportabaproductos alimenticios, sino quetambién era una fuente de ingresosadicionales gracias al trabajotemporal al que accedía un númerode personas cada vez mayor.

Quedaban fuera de estos recursos lasactividades criminales, pues podíanacabar en una pena de prisión.

LOS SOCIÓLOGOS Y LASCONDICIONES DE VIDA (1972-1980)

Mientras los responsables de laeconomía planificada buscaban lamanera de poner remedio a laescasez de trabajo y al descenso enla productividad, los sociólogos, yen concreto los expertos ensociología económica, reafirmaron laimportancia de la economía en lasombra y llegaron a unas

conclusiones sorprendentes. A pesarde las malas noticias anunciadas porlas autoridades de la planificación yde los signos evidentes de la crisisque afectaba al sistema, lascondiciones de vida mejorarondurante los años del estancamiento.La reacción de la población y laadaptación a unas condicioneseconómicas cambiantes dieron lugara unos nuevos patrones decomportamiento y a unos nuevosvalores que los datos estadísticosoficiales no pudieron asimilar.

Los parámetros que empleaban

los sociólogos procedían de dosfuentes: sus propios estudios sobre laciudad siberiana de Rubtsovsk, en laregión de Altai, en 1972, y repetidosen 1980 y en 1990, y los realizadosentre la población rural en la zona deNovosibirsk en 1975-1976 y en1986-1987.142 Los indicadores dedesarrollo en Rubtsovsk seacercaban a la media rusa en losaños setenta y ochenta, mientras quelos de la región de Novosibirsk, unade las más importantes de la Siberiaoccidental, se asemejaban a los de lamedia rusa interregional. Los datos

recabados en estos estudios,realizados por las academias deciencias de Moscú y Novosibirsk,son, por lo tanto, un reflejo fiel de lasituación nacional.

A partir de los resultados sededuce que las condiciones de lavivienda habían mejorado, que lacompra de bienes de consumo noperecederos había aumentadoconsiderablemente, que había másinstalaciones de ocio para loshabitantes de las ciudades y quemuchas familias disponían de unterreno privado cerca de su casa o en

la región rural circundante, aunque lademanda todavía superara con muchoa la oferta. Un tercio de la poblacióntenía acceso a huertos colectivos.Durante los veinte años que abarcabael estudio, y al tiempo que aumentabael número de viviendas que seconstruían, también se habíanlevantado muchos garajes, cobertizosy todo tipo de residencias de verano.En conjunto, los grupos menosfavorecidos económicamente de lapoblación habían visto cómoaumentaban sus ingresos, hecho queconfirmaba la tendencia general

hacia una mejora de las condicionesde vida mínimas. También habíandisminuido notablemente lasdiferencias más notorias, según lasmediciones basadas en los grandesindicadores, como vivienda, ingresosy medios de transporte privado.

Estas conclusiones explican laparadoja de la nostalgia que sentía lapoblación de la Rusia poscomunistapor «aquellos maravillosos años» dela etapa de Brezhnev. El «milagro»de la mejora en las condiciones devida en una economía en crisis sebasaba en la existencia de una fuerza

laboral sin explotar que la economíaplanificada no había movilizado, detoda una serie de recursosinfrautilizados y de una abundanciade otros aún por explotar (el paísseguía teniendo una cantidadextraordinaria de recursos). Contodo, tal y como lo confirman losautores del estudio, la mejora de lascondiciones de vida en los añossetenta y en los ochenta se cobró unprecio excesivamente elevado.Mientras los economistas y losdirigentes buscaban la manera deaumentar el rendimiento y la

productividad de la mano de obra, dereducir los vertidos y de utilizar losrecursos de un modo más racional, elsaqueo sistemático de estos últimosno desapareció.

La vida cotidiana en los añossetenta y ochenta acabó por reflejarla crisis de la economía estatal,ejemplificada por un incremento delos trabajadores impagados quevivían de su terreno o que sequedaban encasa. Mucha gente se vioobligada a buscarse un segundoempleo, y muchos otros decían queles gustaría hallarlo. En el campo se

produjo un aumento similar de lamano de obra, y hombres y mujeresinvertían más tiempo en sus camposo en trabajos en su hogar, la fuenteprincipal de ingresos adicionales,para poder así ayudar a susfamiliares en la ciudad eintercambiar productos agrícolas porproductos manufacturados.

Esa misma tendencia, uncrecimiento de la mano de obra y undescenso de los ingresos, se habíaobservado también en el períodocomprendido entre 1972 y 1980. Araíz de la desintegración de la URSS,

en los años noventa el papel delcampo o de los huertos se tornóindispensable, y ocupaba buena partedel tiempo de la gente. Los jardines,un lugar de asueto en las sociedadesurbanas desarrolladas, recuperaronsu función preindustrial. Muchosotros ámbitos de la existenciahicieron gala de una regresión por elestilo, y las estrategias paragarantizar la supervivenciaprovocaron la devaluación de uno delos principales éxitos de décadasprecedentes: la mejora en el nivel dela educación, que fue perdiendo

progresivamente su valor (latendencia ya se había apuntado afinales de los años setenta), como lodemuestra el descenso en la cifra depersonas que estudiaban una vezacabada la jornada laboral. Losautores lamentan el descenso de loque denominan la función económicay cultural de la educación superior yde las cualificaciones profesionalessuperiores en favor de una búsquedapragmática de beneficios materiales.La reducción en el tiempo dedicado alas actividades de ocio se explicapor la necesidad de trabajar más

para poder llegar a fin de mes, deresultas de los fracasos de laeconomía planificada en los añossetenta y ochenta.

En conclusión, aunquerealmente hubo una mejora en elnivel de vida en los últimos años delrégimen, no fue ningún «milagro»,sino más bien un espejismo, algo asícomo el arrebol que cubre lasmejillas después de pellizcarlas. Elpreludio, en definitiva, de un lentodescenso que acabaría con tantos ytantos logros del pasado.

¿LA PRIVATIZACIÓN DEL

ESTADO?Para poder salir adelante, la

población de la URSS tuvo quededicar más horas al trabajo. Por suparte, los círculos dirigentes,especialmente en los escalafones másaltos de la nomenclatura, vieroncómo mejoraba su bienestar materialal incrementarse las fuentes deingresos existentes, sin necesidad detener que trabajar más o de cambiarsus hábitos de ocio. Por tanto,nuestra atención debe centrarse, unavez más, en ellos.

El examen de la economía en la

sombra hizo que aumentara elconocimiento de los procesos enmarcha dentro de los círculos de losfuncionarios del Estado,especialmente en los snaby-sbyty,las redes de abastos y ventas queproporcionaban a las unidades deproducción lo que el Estado deberíahaberles garantizado. A pesar de ladesaprobación oficial, estasactividades semilegales no tardaronen ser indispensables, por cuanto supapel era fundamental para lasempresas con las que trabajaban. Ladisponibilidad parcial o total de

reservas ocultas de materiales, derecursos financieros o incluso demano de obra, las mayoresposibilidades de hacer negocios o deejercer una determinada presión y elsinnúmero de actividades queestaban en la frontera entre laeconomía en la sombra y el mercadonegro son los rasgos que caracterizanla aparición de un modo, o incluso unsistema, que fue, al mismo tiempo,indispensable y pernicioso, algo asícomo si de un cuerpo que generapatologías beneficiosas se tratara. Enel comportamiento de los

responsables empresarialesadivinamos cómo se vandesdibujando progresivamente loslímites que separan la propiedadprivada de la pública. Pero tambiénfue desapareciendo la distancia queseparaba los ingresos y losprivilegios oficiales con que sepremiaba a los altos funcionarios,por una parte, y la posibilidad queestos últimos tenían deincrementarlos si cabe aprovechandosu posición en la jerarquía delEstado.

Todos estos caminos

desembocaron en algo mucho mássignificativo en el comportamientode algunos responsables deinstituciones o empresas. Una cosa esluchar para conseguir más prebendasdel Estado; otra bien distinta, nocontentarse con esas prebendas yanhelar más riquezas. Por vezprimera habían aparecido en el senodel Estado este tipo de redes, bajolas diferentes formas que podíaadoptar la economía en la sombra.Pero también estaban presentes fueradel sector público, bajo la forma deun «mercado negro», el cual, a su

vez, estrechaba con la mafia unoslazos que, en tiempos de Brezhnev,florecieron como nunca en el pasado.

Si adoptamos en este punto unaperspectiva histórica más a largoplazo, podremos observar que seprodujeron transformacionespolíticas de envergadura, que nos hande permitir distinguir el cambio quese operó en el papel de la burocraciadentro del sistema y susconsecuencias para el régimen. Encuanto se hubo liberado la claseadministrativa de los rigores y de loshorrores del estalinismo, su posición

mejoró y pasó a coejercer elgobierno del Estado. Pero la cosa nose detuvo ahí, ya que los miembrosmás antiguos de la burocraciaempezaron de hecho a apropiarse delEstado en tanto que representantecolectivo de sus intereses, un hechodel que eran plenamente conscientes.Los responsables de los ministerios ydemás agencias se referían a símismos como «los que están a cargodel Estado».

La autobiografía de A. G.Zverev, que trabajó como ministro deFinanzas con Stalin y también con

posterioridad a él, es un buenejemplo de esta imagen que tenían desí mismos. Apenas habla del Partido:considera una formalidad obviaformar parte de él. Para quesucediera algo así, el Partido, comoya hemos visto en la primera y lasegunda partes, tuvo que sufrir unatransformación. Convertido en unaparato administrativo y en un órganojerárquico, no sólo se vio en unasituación de una dependencia total,sino que acabó siendo absorbido porel grupo de funcionarios de altorango que hemos citado. Este hecho

hizo posible que los jerarcasllevaran aún más lejos su«emancipación»: aunqueformalmente estuvieran sujetos atodo tipo de normas, conformabanpor fin una burocracia incontrolabley que se había quitado de encima lascadenas. Empezaron a arremetercontra el sacrosanto principio de lapropiedad estatal de la economía.Los procesos espontáneos en marchavaciaron de contenido ideológico ypolítico diversos principios. El másimportante de todos, la propiedadestatal de los activos y de los medios

de producción, se fue erosionandopoco a poco, primero con la creaciónde auténticos feudos dentro de losministerios y posteriormente con laprivatización de facto de empresaspor parte de sus directores. Sólo hayun nombre para referirse a esteproceso: la cristalización de unprotocapitalismo en el seno de unaeconomía planificada.

Menshikov, un economista alque ya hemos citado en relación conla economía en la sombra, haseñalado este punto.143 Presta unaatención especial a los sectores

ilegales que existían en la economíaestatal, la «economía interna en lasombra», y que ejercían una graninfluencia en la economía oficial.Este sector poderoso fue posible porla división que existía entre lapropiedad y la gestión. Por un lado,el país asistía a la evolución de lagestión privada del capital social delas empresas estatales, pero tambiéna la apropiación privada de losproductos de dicho capital. En esteproceso no sólo intervenían quienestrabajaban en la economía en lasombra, sino también todos los

gerentes oficiales de las empresasque comulgaban con las altasinstancias de la nomenclatura. ParaMenshikov, todas estas cifrastuvieron su importancia cuando elcapitalismo que emergió de los porosdel sistema de planificación centralevolucionó, a su debido tiempo, paraconvertirse en un motor poderoso ydecisivo que habría de destrozar elsistema. Y así fue como lanomenclatura pasó de ser lapropietaria encubierta de lapropiedad estatal a la propietariafehaciente.

Esta interpretación ya presagialas consecuencias inevitables de unarealidad social anterior, a saber, laapropiación de todo el poder estatal,y por ende de la economía, por partede las altas instancias de laburocracia. El principio de lapropiedad estatal, el fundamento delsistema, se vio progresivamentesubvertido, preparando así el terrenopara la transición de un sistema cuasiprivatizado a uno caracterizado porla variedad.

Llegados a este punto, loslectores probablemente habrán

adivinado por qué debíamos abordarde un modo detallado la cuestión delos snaby-sbyty: eran las «termitas»que ayudaron a que esta tarea llegaraa buen puerto. No es de extrañar que,con la llegada de la perestroika,estos almacenes-depósitos-centrosde aprovisionamiento fueran lasprimeras agencias soviéticas que sedeclararon «empresas privadas» yque adoptaron un estatusabiertamente comercial. Todoapuntaba a que se trataba de un pasoen la dirección adecuada, pero locierto es que estaban privatizando

algo que no les pertenecía, toda vezque el primer principio de laeconomía de mercado es que si unoquiere comprar acciones, hay quepagarlas. En caso contrario, se lasven con el código penal. Y de sobrases conocida ahora la estrecharelación que existió durante elperíodo de reformas postsoviéticasentre «privatización» y actividadcriminal.

Sin embargo, aún no hemosllegado a la perestroika, sino queestamos examinando el período del«estancamiento», el momento en el

que los cimientos del sistema seestaban hundiendo. No sólo habíaperdido fuelle la economía, sino quegeneraba, principalmente, undespilfarro de todo tipo de recursos.¿A qué se dedicaba el Gosplan? Sucolegio, la asamblea de losfuncionarios de mayor rango, parecíacoincidir con las conclusiones a lasque había llegado su propio Institutode Investigación, que habíadiagnosticado una tendencia fatal enla economía: las corrientesextensivas estaban destrozando a lasintensivas. En 1970, realizó una

declaración, en un tono sereno, sinuna sola palabra alarmista, quecontenía una diagnosis-cum-prognosis aterradora: desde unprincipio, las previsiones del octavoplan quinquenal (de 1966 a 1970)eran desproporcionadas. A raíz deello, «todos los indicadores básicossufrirán una desaceleración, undeterioro o se estancarán».144 Elmotivo era que los bajísimosindicadores de eficacia a partir delos que se habían realizado loscálculos conducían a undesequilibrio doble: entre los

recursos del Estado y lasnecesidades de la economía nacionaly entre los ingresos monetarios de lapoblación y la salida de bienes deconsumo y servicios (estaobservación supone que algunaversión anterior del plancontemplaba el equilibrio y lasproporciones adecuadas). De ahí elmiedo a un descenso inminente en lacirculación de capitales y bienes deconsumo durante el noveno planquinquenal, y era de esperar que seprodujera un descenso en el papel delos salarios como incentivo a la hora

de aumentar la productividad de lamano de obra y otras posibilidades ala hora de gestionar la producción.Parecía como si, de hecho, elinforme afirmara que el octavo planquinquenal había programado undeterioro de la economía que seharía realidad durante el siguienteplan quinquenal. En otras palabras,los economistas soviéticos eranplenamente conscientes del caminodescendente en el que se hallaba laeconomía.

El «estancamiento» secaracterizaba por la imposibilidad

de lograr nada de la burocracia y poruna falta de voluntad e ideas entrelos jerarcas sobre cómo poner frenoa la situación. Todos los intentos porreducir las dimensiones de laburocracia, o por obligarla a cambiarde hábitos, eran batallas perdidas.Después de Stalin, las nuevas reglasdel juego, el «mercadeo» entre lasagencias gubernamentales y elgobierno central (el Politburó y elConsejo de Ministros), hicieronposible que la burocracia seconvirtiera en un coloso que no sóloera el auténtico señor del Estado,

sino que también creó feudosburocráticos bajo la mirada delaparato del Partido, reducido a unsimple espectador y abocadogradualmente a lo inevitable.

El diagnóstico era sencillo: elsistema estaba enfermo y laburocracia estaba en plena forma.Reformar el sistema comportabareformar la burocracia. No sólonadie estaba en disposición deimponer algo así, sino que ¿por quéiba a ponerse a ello? La advertenciaestaba clara... y en este caso sudestinatario era el Kremlin.

Era necesario resolver elproblema de la escasez creciente demano de obra y detener la crisiseconómica por medio de un aumentodrástico de la productividad, peropara ello se precisaba, ni más nimenos, de una revolución. Eraimposible lograrlo pasando a unaeconomía mixta, únicamenteconcebible bajo determinadascondiciones políticas, y tambiénéstas conducían a una revolución.Las reformas tecnológicas yeconómicas estabaninextricablemente ligadas a las

reformas políticas. Había quedespojar a la máquina del Partido desu poder último: el poder paraimpedir los cambios. Unlevantamiento popular masivo lohabría logrado, pero no estalló. Laalternativa era la reforma desdedentro, dirigida en primera instanciacontra el Partido. Tan sólo una fuerzapolítica revitalizada podía obligar ala burocracia a iniciar la transición auna economía mixta, presionándolapara que respaldara el cambio tantodesde arriba como desde abajo, yamenazándola con una expropiación

a gran escala. La creación de unsistema que asegurara la transiciónharía posible mantener unascondiciones de vida mínimas, evitarel desastre económico y mostrar elcamino a la iniciativa económicaindividual y colectiva. La siguientetarea consistiría en formarpolíticamente a la población. Perocomo nada de todo esto sucedió,¿qué sentido tiene, podríamospreguntarnos, hablar de ello? Por unarazón puramente metodológica: parallegar a comprender mejor lo que deveras sucedió.

Los aspectos políticos delsistema, sobre los que ya tenemossuficiente información, vuelven arequerir en este punto nuestraatención. La erosión de los sistemaspolíticos, y la capacidad de losgrupos en el poder para actuar, hasido un fenómeno harto frecuente a lolargo de la historia. Cada instanciaes una combinación de rasgosgenerales y característicasparticulares. Los observadoresadvierten dicha erosión cuando venque un sistema se ha quedadoanclado en las glorias de un pasado

triunfal, como sucede con losgenerales, que tienden a aferrarse alos planes victoriosos de guerraspasadas. Esta situación resurgeperiódicamente bajo diferentescircunstancias históricas, y se puedeapreciar con cierta regularidad en elcaso de los regímenes en declive.Los políticos y los analistas políticosno deberían perder esto de vistajamás, ni siquiera cuando seenfrentan a sistemas que parecen serprósperos.

El sistema soviético estaba enactivo, aunque a trompicones, cuando

respondió a la llamada de la historiamovilizando la riqueza del país y asu gran población. Una figura comoBoris Yeltsin, que no pasará a lahistoria del pensamiento, dijo en unaocasión que el sistema soviético noera sino un experimento que habíamalgastado el tiempo de todos. Talvez así fuera en sus años como jefedel Partido en Sverdlovsk y comopresidente ruso en el Kremlin, peroopiniones como esta, repetidas hastala saciedad sin tener en cuenta lasrealidades históricas, son purapalabrería. He dedicado muchas

páginas a describir la decadencia delsistema, puesto que se trata de unarealidad que hay que estudiar, peroesto no da pie a distorsionar todo elacervo histórico. El sistemasoviético salvó a Rusia de ladesintegración en 1917-1922, y lavolvió a rescatar, y a Europa conella, de una dominación nazi quehabría ido desde Brest hastaVladivostok. Imaginemos, si osamoshacerlo, qué habría significado esopara el mundo. A todos estos logroscabe añadir otros, medidos a partirde los criterios del siglo XX, que

permiten considerar a un país comoun Estado desarrollado: la Rusiasoviética tuvo unos indicadores másque aceptables en demografía,educación, salud, urbanización y elpapel de la ciencia, y todo estecapital fue el que despilfarraron losdeslucidos reformistas de los añosnoventa.

¿Cuándo se torcieron las cosas?Todos los cambios sociales quehicieron posible que el país sepusiera a la altura del siglo eransimplemente la mitad del trabajo. Laotra mitad, la construcción del

Estado, tomó la direcciónequivocada. Cuando lascircunstancias históricas cambiaron,en parte gracias a los propiosesfuerzos del régimen, la URSS sevio enfrentada a una dicotomía y unacontradicción fatales: la esfera socialestalló mientras el universo político-burocrático se quedó paralizado. Elrumbo que tomaron losacontecimientos que he calificado de«segunda emancipación de laburocracia» desembocó, en últimainstancia, en la absorción de factodel aparato del Partido por parte de

las hordas ministeriales. Esteproceso tuvo otras consecuencias, delas que ya hemos hablado. Laeconomía soviética y el conjunto delos recursos del país pertenecíanformalmente al Estado, y laadministración del Estado existíapara estar al servicio de la nación.Pero, ¿quién era el auténtico dueñode esta «propiedad»? La práctica dela nacionalización y la ideología quetenía detrás derivaban de lasnociones del partido comunistaacerca de la construcción de unsistema presuntamente socialista. El

Partido debía responsabilizarse de laintegridad del sistema, cuyo núcleoera, precisamente, el principio de lapropiedad del Estado. Sin embargo,la fabulosa máquina burocrática quegobernaba el «bien común» impusosu visión del Estado y se convirtió ensu única representante. Reclamaba unestatuto idéntico al del aparato delPartido, e incluso superarlo enimportancia. El reverso de esteproceso era la fusión política ysocial del aparato del Partido con laburocracia del Estado. El Partidosiempre había sostenido que

conservaba una posición dominante,aunque en realidad los auténticosseñores del país fueran ahora losdirectorios burocráticos en losministerios y en las empresas, pormucho que la constitución siguieraafirmando lo contrario. Las célulasdel Partido en los ministerios y enlas empresas no cumplían ningúncometido y sus órganos centrales selimitaban a repetir lo que habíanpuesto en marcha el Consejo deMinistros y los propios ministros.Una organización política solamentese justifica si cumple una misión

política: en cuanto se dedica arepetir lo que otros han decidido,pierde por completo su raison d'être.

Incluyo este proceso en lacategoría de lo que se ha denominadola «despolitización del Partido». Elpapel del Partido cambió no bien sufunción de liderazgo político quedóerosionada a raíz de su sumisión alentorno burocrático. Podríamos decirque el Partido y su cúpula habíansido expropiados y sustituidos poruna hidra burocrática, la cualformaba un holding de clase quecontrolaba el poder del Estado. A

partir de ese momento, la voluntadpolítica quedó paralizada. La cúpulade aquel Estado sobre centralizadoimposibilitaba cualquier propósitoreformista explícito, consideradocomo inaceptable por los diferentesintegrantes de dicha burocracia. Ylos líderes del Partido ya no podíanpermitirse enfrentarse a ellos, sinotodo lo contrario, ya que losprivilegios de quienes formaban elsostén del régimen podían aumentarpara mantenerlos contentos. Peoraún, comoquiera que la voluntadpolítica estaba constantemente bajo

mínimos, se toleraba cualquieractividad ilegal y un elevado gradode corrupción. Los períodos deestancamiento y de crisis alentaban alos actores privilegiados a lanzarsea, por decirlo suavemente, cualquieractividad reprobable, una nuevaprebenda más que dudosa.

Estamos por fin en disposiciónde dar una respuesta a una preguntaque hemos planteado en más de unaocasión: ¿puede una burocraciacontrolar a otra, y puede inclusocontrolarse a sí misma? La respuestaes un «no» rotundo. El control

únicamente puede estar en manos delos líderes políticos y de un país y delos ciudadanos. A ellos lescorresponde definir las tareasrelevantes y los medios necesariospara llevar a cabo dicho control. Yesta era precisamente la habilidadque había perdido la cúpula de laURSS, dando pie a una serie deparadojas fatales: el Partido estaba«despolitizado» y la economía, cadavez más burocratizada, estaba enmanos de una clase administrativamás y más dispuesta a conservar supoder en lugar de ocuparse de que la

producción aumentara; máspreocupada por mantener sus rutinasagradables que por alentar lacreatividad y el desarrollotecnológico. Estas paradojas danlugar a otras: la economía del paísestaba maltrecha, pero en cambio laburocracia floreciente medraba consu actitud perezosa, las inversionesaumentaban al tiempo que elcrecimiento disminuía, y se advertíaun aumento notable de la cifra depersonas formadas y cualificadas alas que el régimen, incapaz de tolerarel talento independiente, marginaba.

Ingredientes todos ellos de unafórmula realmente mágica, la delhundimiento del sistema.

Los diferentes fenómenos yprocesos que se fueron produciendoen las altas esferas tuvieronconsecuencias en la población, queveía que las fábricas y otros activosnacionales eran de todos y de nadie,que había una tropa de «jefes» y quenadie asumía la responsabilidad. Poreso fue tan bien recibida entrediversos grupos sociales la llegadade Andropov a la SecretaríaGeneral: por fin, el país tenía un

«jefe» joziain). La tarea que teníaante sí era mastodóntica: superar losefectos de este proceso iniciado porStalin y que había despojado alPartido de cualquier derechopolítico. Esta tendencia no se habíainvertido después de la muerte deljefe supremo, y el Partido era,todavía, una organización cuyosmiembros carecían de derechos ycuyos líderes se engañaban a símismos cuando afirmaban que sededicaban a la política. Seguían sintener voz y no podían hacer nadafrente a una clase administrativa que

había dejado de prestarles atención.Era preciso reconstruir un Partidoque respondiera al llamamiento desus líderes para poner en marcha unpaquete de reformas: si tenía ante síuna jerarquía decidida que estuvieraen disposición de movilizar a lasbases, las posibilidades desubsistencia de la burocraciarecalcitrante serían escasas.Andropov parecía prepararse pararepetir la famosa pregunta de Leninde mayo de 1917: «¿Qué partidotendrá el valor de cargar con elpoder a sus espaldas?», y respondió

así: «Ese partido existe»,provocando las carcajadas de losanti leninistas congregados.

Describió el régimen soviéticocomo un «Estado sin sistemapolítico», un esqueleto imponente sincarne cubriendo los huesos. Deberíanhaberse dado cuenta de ello —parece que algunos lo advirtieron—,lo que habría permitido poner enmarcha diversas iniciativas convistas a crear lo que les faltaba:mayor libertad para indagar,informar y discutir, sindicatos libresy la refundación (o la repolitización)

del Partido. Resucitar la vidapolítica interna del Partido, bien enforma de fracciones, como programa,corrientes de opinión o en unosestatutos, tal y como habíarecomendado Osinski-Obolenski enPravda en 1920; tal era el programaformulado por Andropov seisdécadas más tarde, un año antes deque se lo llevara una enfermedad.

EL PESO DE LA HISTORIALo que sucedió en el sistema

soviético a partir de finales de losaños sesenta marca la reaparición deun cúmulo de rasgos que habían

infestado la Rusia zarista durantesiglos y que el país jamás logrósacudirse de encima. Parecía como sisucumbiera al peso de la historia, deun pasado que creían desaparecidopero que había vuelto. La viejaRusia, donde el desarrollo delEstado y su poder siempre habían idopor delante de los progresossociales, acabó tropezando: elsistema político se bloqueó,impidiendo los avances económicoso sociales. Y ahora se repetía elguión, y en el mismo siglo.

El auge y la caída del sistema

soviético queda perfectamenterepresentado en el destino de laestación espacial Mir. Desde elexterior, constituía un hitotecnológico sin precedentes, con unalarga vida por delante. Pero prontose destaparon innumerables defectosde fabricación y todo tipo deproblemas de funcionamiento: losresponsables de la estación, unostipos de un ingenio extraordinario, sepasaban el día reparándola,confirmando así mis observacionesen tiempos de guerra, cuandodescubrí que los camioneros

lograban que sus vehículos siguieranfuncionando reparando o conectandocon los cordones de los zapatospiezas rotas o que simplementehabían desaparecido. El episodioconcluyó con el hundimiento de laMir en el océano, suficientementebien dirigida para no provocarningún daño...

Conviene recordar a loslectores, por otro lado, lo que nosucedió. La Rusia postestalinista nosufrió el control excesivo,omnipresente y omnisciente quehabían predicho algunos autores. Si

el país hubiera sido fiel a algún tipode totalitarismo, y de haber sidocapaz de someterse a él, el régimenhabría durado para siempre. Notodos los aterradores fantasmasliterarios, algunos de ellos escritoscon el espectro aún de cuerpopresente y en plena época del horror,se hicieron realidad: Zamiatin,Huxley y Orwell auguraron que unpoder monopolístico traería laesclavitud total a los seres humanos,que los transformaría en los dientesnumerados de un gran engranaje. Sinembargo, a pesar de sus páginas

funestas, la historia nos alejó de esatrampa. En realidad, conindependencia de la política o de laideología del régimen, estaban enfuncionamiento determinadosprocesos históricos que desaparecencuando en el régimen, o la denuncia,una de sus variantes, se convierte enel centro de atención.

Al hablar del retorno del pesode la historia de Rusia, me refiero alas tendencias históricas secularesque, después de haber beneficiado enun primer momento al país, echaron aperder buena parte de su historia. El

historiador ruso Solovev vio elproceso de la colonización rusa —pequeños grupos de personas queemigraban y poblaban grandesextensiones— como un rasgocaracterístico de su historia, quecalificó de «constante».145 En otraspalabras, esta historia supone unaexpansión cuantitativa en el espacio,hecho que complica la transición a unmodus operandi cualitativo, es decir,intensivo y absoluto. Por unmomento, parecía que el régimensoviético superaba este hándicap,pero en el ocaso de la era soviética,

cuando prácticamente todas lasseñales se extinguían, Rusia volvió averse atrapada por el síndrome de laexpansión cuantitativa, un anunciodel agotamiento inevitable de susrecursos económicos, sociales ypolíticos. La extraordinaria fuerzadel desarrollo soviético habíalogrado modernizar el país, peroperpetuó también un tipo dedesarrollo extensivo; por desgracia,los expertos del Gosplan eranconscientes de ello. Cabe añadir queeste rasgo de la historia de Rusiaestá lejos de desaparecer.

Conviene puntualizar una vezmás estas observaciones.Paradójicamente, este desarrollo agran escala y cuantitativo tambiénhabía ejemplificado la movilizaciónestalinista masiva que hizo posible lavictoria en 1945, y que salvó a Rusiay a Europa. El ímpetu tradicionalprocedente de las esferas dirigentes,del Estado, podía lograr muchascosas, pero todas estas proezastenían sus límites y únicamente erandel todo eficaces en la transición deuna civilización profundamente rurala una cada vez más urbana.

Insustituible a la hora de hablardel pasado de Rusia y de sus losas,el historiador ruso Kliuchevski,muerto en 1911, insinuó que eradifícil gobernar un gran país como elsuyo y que sería muy complicadocambiar el rumbo de su historia.Kliuchevski no era pesimista; selimitaba a recordar la existencia deuna «losa» de la que todavía teníanque librarse.

¿Qué fue el sistema soviético?

Dos errores frecuentes, y que

deben ser aclarados antes de abordarla cuestión planteada en el título deeste capítulo, han perjudicado yperjudican el debate sobre la URSS.El primero es considerar elanticomunismo como un estudio de laUnión Soviética. El segundo,consecuencia del primero, consisteen «estalinizar» todo el conjunto delfenómeno soviético como si de ungulag gigantesco se hubiera tratado,

de principio a fin.El anticomunismo —y sus

doctrinas derivadas— no es unadisciplina histórica, sino unaideología enmascarada de disciplinaque no sólo no se correspondía conlas realidades del «animal político»en cuestión, sino que, enarbolando labandera de la democracia, explotó elrégimen autoritario (dictatorial) de laURSS en beneficio de causasconservadoras o aún peores. EnEstados Unidos, el macartismo, asícomo el papel político subversivoque desempeñó Hoover, el jefe del

FBI, se basaban ambos en elfantasma del comunismo. Lasvergonzosas maniobras de algunoselementos de la derecha alemanapara lavar la imagen de Hitlerponiendo en un primer plano la figurade Stalin y sus atrocidades no es sinouna consecuencia del uso y del abusode la historia. En su defensa de losderechos humanos, Occidente hademostrado una actitud demasiadoindulgente para con algunosregímenes al tiempo que se mostrabaexcesivamente duro con otros (por nohablar de las violaciones de los

derechos humanos que Occidente hacometido). Esta conducta en nadaayudaba a robustecer su imagen, ymucho menos a comprender laexperiencia soviética y otrosfenómenos relacionados deimportancia.

David Joravsky ha sidoespecialmente duro en sus críticas alos métodos de los que se ha servidoOccidente para maquillar su imagen,como si los himnos entonados por los«anticomunistas» por la economía demercado y la defensa de los derechoshumanos, de la democracia y de las

libertades fueran a ayudarnos aentender la URSS.146 El«totalitarismo», por su parte, unaherramienta históricamenteinadecuada y puramente ideológica,servía para ocultar las diferentesetapas escabrosas de la historia deOccidente (a partir de las terroríficascarnicerías que se iniciaron con laprimera guerra mundial) y parareferirse a las contradicciones y a lospuntos débiles de los regímenesdemocráticos occidentales, así comoa las malas acciones de las políticasimperialistas que aún seguían en

vigor. Joravsky también ha criticadolas contradicciones y los fracasos dela socialdemocracia alemana: su tanloada renuncia al radicalismo declase y la conversión a unosprocedimientos presuntamentedemocráticos sirvieron para castraral SPD y convertirlo en un adlátere yposteriormente en una víctima de losregímenes oscurantistas contra losque no estaba preparado para luchar.

La sensata llamada a dejar decorrer un velo sobre los muchoserrores de la civilización occidentaly su terrible crisis (lo que lleva, por

extensión, a magnificar la lúgubrerealidad del otro lado) también erauna llamada a devolver la dignidad ala investigación histórica y a admitiruna verdad inevitable: por específicay modelada que esté a partir de suspropias tradiciones históricas, el«otro lado» también era un productode la crisis de la civilizacióndominada por Occidente y su sistemaimperialista mundial.

Con todo, ¿dónde debemossituar, en el gran libro de la Historia,el sistema soviético? La respuesta esmucho más compleja en tanto que

hubo dos, o incluso tres, versiones dedicho sistema, sin contar el períodode la guerra civil, años en los que nofue sino un campamento militar.

Ya hemos formulado estapregunta a la hora de hablar delperíodo estalinista, y hemospropuesto una respuesta. La historiade Rusia es un extraordinariolaboratorio para el estudio de todoun abanico de sistemas autoritarios ysus crisis, un laboratorio que llegahasta nuestros días. Formulemos, porlo tanto, la pregunta con otraspalabras, y centrémonos en el

sistema después de la muerte deStalin: ¿era socialista? Sin lugar adudas, no. El socialismo supone quela propiedad de los medios deproducción es de la sociedad, no deuna burocracia. Siempre se hapensado en el socialismo como unaetapa más de la democracia política,no como un rechazo. Por ello, seguirhablando de «socialismo soviético»es presentar una auténtica comediade los errores. Asumir que elsocialismo es factible supondría lasocialización de la economía y lademocratización de la política. Lo

que sucedió en la Unión Soviética nofue sino el dominio de la economíapor parte del Estado y unaburocratización de la economía y dela política. Si, ante un hipopótamo,alguien insistiera en afirmar que setrata de una jirafa, ¿se le otorgaríauna cátedra en zoología? ¿Acaso lasciencias sociales son menos exactasque la zoología?

La confusión emana del hechode que la URSS no era capitalista: elcontrol de la economía y de otrosactivos nacionales estaba en manosdel Estado, es decir, el último

escalafón de la burocracia. Noshallamos ante una característicadefinitoria crucial, que provoca quedebamos situar bajo el mismoparaguas al sistema soviético y a losregímenes tradicionales en los que lapropiedad de un patrimonioextraordinario equivalía al poder delEstado. Tal era el proceso históricoque se aprecia en la constitución deMuscovi y su autocracia monárquica,que también contaba con unaburocracia influyente, aunque todo elpoder se concentrara en manos delsoberano, no de la burocracia. En el

caso soviético, la burocracia se hizo,en última instancia, con un poderindiviso e incontestado. El«absolutismo burocrático», unpariente de los viejos «despotismosagrarios», era mucho más modernoque el de los zares o el de Stalin,pero pertenecía al mismo grupo,sobre todo cuando el Estadoarrebataba el control político a lapoblación.

Estos argumentos suponentambién que el Estado burocráticosoviético, a pesar de lasinnovaciones revolucionarias tanto

en el terreno de la terminología comoen el reclutamiento de personalprocedente de las clases bajas, seerigió en el heredero directo demuchas de las viejas institucioneszaristas, de modo que era inevitableque continuara con las tradicioneszaristas de construcción del Estado.En gran medida, todo ello se debió aque, después de la revolución, lasagencias que volvieron a funcionarbajo los auspicios soviéticos tan sólopodían cumplir su misión con laintervención de funcionarios delantiguo régimen. El propio Lenin

observó con pesar que seccionesenteras de la administración zaristaseguían en activo con el nuevorégimen, lo que propició un grado decontinuidad histórica mayor que elimaginado antes de la Revolución deoctubre. El nuevo régimen tenía queaprender a llevar las finanzas, losasuntos exteriores, las cuestionesmilitares o las operaciones deinteligencia, y se veía obligado nosólo a recurrir a los conocimientosde algunos especialistas, sino deagencias, entes que, en buenamedida, seguían funcionando de

acuerdo con procedimientos yaestablecidos. No era posible sustituira los viejos funcionarios públicos ocambiarlos de un día para otro. Tal ycomo lo veía Lenin, el problema alque se enfrentaban era lograr quetrabajaran mejor. Por supuesto, nohabía manera de impedir elcontinuismo con las prácticas y lastradiciones del pasado, sobre todoporque las decenas de miles detrabajadores y las tradiciones en lasinstituciones del Estado estabansumamente arraigadas. Las nuevasautoridades no sabían cómo

reformarlas. De hecho, no lesquedaba más alternativa que abrazardichas instituciones, modificaralgunos detalles y dejar que siguieranfuncionando como hasta la fecha.

El sistema soviético acabóerigiendo un Estado burocráticorelativamente «clásico», gobernadopor una jerarquía piramidal. Despuésde superar la fase de fervorrevolucionario, no había unanecesidad real de distanciarse de losviejos modelos, excepto, tal vez, enel caso de las instituciones que noexistían durante el zarismo. Para

cada nueva agencia que había quecrear, se nombraba una comisiónespecial que supervisaba suorganización. Acabó siendo habitualpedir a un académico experto en lamateria o a un burócrataexperimentado que estudiara elfuncionamiento de la instituciónhomóloga en tiempos de la Rusiazarista. Cuando no habíaprecedentes, se consultaban losmodelos occidentales.

El recurso a los precedenteshistóricos es algo natural en todaspartes, pero en el caso soviético

estaba especialmente arraigado. Enla práctica, la Rusia de Stalin adoptólos principios ideológicos del Estadozarista casi de un modo oficial. Todavez que después de la muerte deldictador se abandonó la prácticaespecíficamente estalinista de exhibirviejos símbolos nacionalistas, elmodelo burocrático soviético retuvono pocos de los rasgos de supredecesor, incluso el envoltorioideológico. La tradición aún reinantedefinía la esencia misma del sistema:un absolutismo que representaba a lajerarquía burocrática en el que se

basaba. Incluso la supuestamentenueva postura del secretario generaltenía en común mucho más de lo queparecía a primera vista con la imagendel «zar, señor de la tierra». Aunquehabían variado los símbolos y losescenarios de las manifestaciones depoder, las imponentes ceremoniasorganizadas por los regímenes zaristay soviético eran hijas de una mismacultura, en la que los iconos ocupanun lugar preeminente, y buscabanproyectar una imagen deinvencibilidad, lo que en ocasionesno era sino un modo de ocultar,

exorcizar o distraer la atención sobrela fragilidad interna. Pero lossucesores del zar eran plenamenteconscientes, especialmente en laetapa crepuscular del régimen, deque la crisis y el derrumbe delsistema también formaban parte delrepertorio histórico.

Comoquiera que, a partir definales de los años veinte suprioridad fue la construcción de unEstado fuerte, se planteó entonces lacuestión de cómo etiquetarlo. Alfinal, se adoptó abiertamente la viejapalabra zarista derzhava, tan

apreciada en los círculosconservadores inmovilistas y entrelos miembros de los cuerpos deseguridad pública y del estamentomilitar. En tiempos de Lenin,derzhavnik era un término peyorativopara referirse a los partidarios de unchovinismo brutal y opresivo. Elorigen de derzhava, por su parte,está relacionado con otros dostérminos que se empleaban paradefinir la esencia del poder zarista:samoderzhets, que aludía al líderabsoluto (el autócrata) ysamoderzhavie, la palabra que

definía el régimen como«autocracia». Es evidente que la hozy el martillo sustituyeron a la esferadorada culminada por una cruz, elsímbolo del poder imperial, pero noeran nada más que las reliquias delpasado revolucionario paradiversión de los círculosburocráticos. Que el Estado fuerapropietario de toda la tierra del país,como sucedía con el autócrata, habíasido una característica de diversosviejos estados de la Europa central yoriental. En la URSS, esta propiedad,de acuerdo con las credenciales

socialistas, se extendió a toda laeconomía y a muchas otras esferas dela vida nacional. A pesar de ser undisfraz más moderno (a diferencia desus predecesores zaristas, losburócratas soviéticos dirigíanfábricas que construían máquinas eincluso «ciudades atómicas»), elpoder que ejercía el Estado sobre losproductores hizo que no se perdiera,e incluso que se viera reforzada, laafinidad con el viejo modelo depropiedad de toda la tierra, elprincipal recurso económico en elpasado.

A lo largo de la explicación quehemos realizado de la naturaleza deeste Estado, nos hemos topado con«bifurcaciones» en el patrón dedesarrollo y con toda una serie deambigüedades. Toda vez que elsistema podía encuadrarse en la viejacategoría de autocraciasterratenientes, también es cierto quellevaba a cabo una tarea propia delsiglo XX, la del «Estadodesarrollista», y ya nos hemosreferido con todo detalle a cómo seprodujo el desarrollo del país. En lasprimeras etapas de su existencia, la

URSS pertenecía a esta categoría de«Estados desarrollistas», un modeloque ha existido, y que sigueexistiendo, en muchos países, enespecial en las vastas extensiones delOriente Próximo y del LejanoOriente, como en China, India o Irán,donde el poder estaba en manos deantiguas monarquías rurales. Estaracionalidad histórica estuvopresente en la construcción delEstado posleninista, a pesar de quela conversión al «estalinismo» seaalgo a lo que son proclives lossistemas dictatoriales. Sin embargo,

la transición hacia un modelodespótico no es una patologíaincurable, como lo ha demostrado laeliminación del estalinismo en Rusiay del maoísmo en China. Y a pesarde los escollos, sigue siendonecesaria la presencia de un Estadoque permita y dirija el desarrolloeconómico.

Alrededor de los años ochenta,la URSS había alcanzado un nivel dedesarrollo económico y socialsuperior al de China, pero el sistemase vio atrapado poco después por supropia lógica destructiva. Las

reformas previstas por Andropovpodían haberle dado al país lo quenecesitaba: un Estado activo yreformado, capaz de seguir adelantecon el papel de motor del desarrollo,y capaz al mismo tiempo derenunciar a un autoritarismo yaobsoleto, por cuanto el tejido socialhabía sufrido una profundatransformación.

Con todo, el recurso alvenerable simbolismo del derzhava,que reflejaba la mentalidad y losintereses de una parte importante dela elite en el poder, ponía de

manifiesto la pérdida de fuerza porparte del aparato del Estado, cuyosmiembros, anquilosados, se servíande su poder con fines personales. Lasituación también mostraba lainterrupción de cualquier atisbo dedinámica reformista, precisamente enel momento en que el país pedía agritos una reforma. En lugar deañadir el ordenador a la hoz y elmartillo, la cúpula se refugió en elconservadurismo, adentrándose asíen un camino nada honroso. Lapoblación vivía sometida a unsistema de unas características y un

pedigrí que venían de antiguo, peroya no estaban en el siglo sino en elXX. El Estado había perdido pie, yesa «bifurcación», la sociedad por unlado, el Estado por otro, era nefasta.

El término «absolutismoburocrático», que nos pareceadecuado para describir el sistemasoviético, procede de un análisis dela monarquía burocrática prusianadel siglo XVIII, un régimen en el que,de hecho, el monarca estaba enmanos de su burocracia a pesar deser el jefe del gobierno. En el casosoviético, los jerarcas del Partido,

señores putativos del Estado, ya notenían poder sobre «sus» burócratas.

Diversos ex ministros sinimportancia de la URSS, refiriéndosenostálgicamente en sus memorias a lagloria del extraordinario poder queperdieron, no son conscientes de queel período en que se puso de moda lapalabra derzhava coincidió con losaños en que el Estado dejó decumplir con el cometido que habíasido capaz de desempeñar entiempos, y que ciertamente habíadesempeñado. Se convirtió en unasombra de sí mismo, en el último

reducto de un poder que se acercabaa la tumba de la familia de regímenesanticuados a los que los uníandemasiados lazos.

EL FACTOR EXTRANJEROEl fenómeno soviético fue un

capítulo profundamente típico de lahistoria de Rusia, a causaprecisamente del papel del entornointernacional, sin olvidarnos del usoque se hizo de otras ideologías deprocedencia extranjera. Losautócratas que mejor habían dirigidolos destinos de Rusia tambiénmantenían estos lazos con el mundo

exterior. Rusia, un país con unahistoria sumamente complicada,constantemente atrapado enrelaciones amistosas u hostiles consus vecinos próximos o lejanos, tuvoque tender puentes no sólo a nivelmilitar, económico, comercial,diplomático y cultural, sino quedebió dar respuesta, cultural eideológicamente, a diversosdesafíos. Y lo hizo haciendo suyasideas procedentes del extranjero ocontraponiendo planteamientospropios, lo que explica por qué losdirigentes estaban siempre

pendientes de la esfera interior y dela exterior. Del mismo modo, en lahistoria de la URSS, el mundoexterior no dejó en ningún momentode servir de ayuda para decidir laforma que debía adoptar el régimen,en todos los sentidos. La primeraguerra mundial y la crisis simultáneadel capitalismo tienen mucho que vercon el fenómeno leninista y con lasdiferentes fases por las que atravesóla Rusia soviética en los años veinte.La crisis de los años treinta y lasegunda guerra mundial tambiéntuvieron un impacto directo en la

Unión Soviética de Stalin.Los «espejos deformadores» de

que hablamos en el caso delestalinismo influyeron en la imagenque se hicieron los gobernantes y elpueblo del campo contrario. Sumidosambos sistemas opuestos en crisis yfases de desarrollo, los «espejosdeformadores» de uno y otro ladoproyectaban y reflejaban imágenes enlas que era prácticamente imposibleseparar la realidad de la ficción. Queen los años treinta el estalinismo, queatravesaba su momento álgido,gozara de un gran prestigio y llamara

la atención de Occidente a pesar dela miseria y de las persecuciones deque eran víctimas los ciudadanossoviéticos, se debe sobre todo a laimagen negativa que la crisiseconómica global, y másconcretamente la que azotaba aEuropa central y oriental, proyectabadel capitalismo. Rusia mostró almundo su ímpetu industrial, y lapobreza de la población quedabarelativizada por la idea de que aquelextraordinario progreso ayudaría enbreve a superarla. Un efectodistorsionador similar se aprecia en

el caso de Stalin y el estalinismo enel momento de su triunfo sobreAlemania en 1945, cuando el paísvolvía a atravesar una fase de unapobreza mayúscula provocada,aunque no únicamente, por losestragos de la guerra. El intercambiode imágenes distorsionadas tuvo unasconsecuencias políticas importantes,y adivinar las intenciones del otrolado se convirtió en una suerte dejuego de las adivinanzas.

La guerra fría fue un episodiocurioso. Vista desde Moscú, suinicio dramático cabe situarlo en el

lanzamiento de las bombas atómicassobre Japón. Pero si damos crédito alas memorias de Berezhkov, habíaempezado algo antes, con el retrasode los norteamericanos a abrir unsegundo frente —occidental—:Stalin consideró aquella demora unatreta de Estados Unidos, empeñadosen entrar en combate después de quesus rivales alemanes y soviéticos sehubieran enzarzado en una batallaque los dejaría exhaustos.147 Esteretraso, y el uso del arma atómicacontra Japón, fue visto como laprueba del deseo de Estados Unidos

de dejar patente que se habíainiciado una nueva etapa en lasrelaciones internacionales, unadeclaración cuyo destinatario no eraJapón, sino la URSS y el resto delmundo, y también lo interpretó así lacúpula soviética. No podemosdescartar que este fuera elplanteamiento de Estados Unidos enaquel momento. Asimismo,pertenecen al terreno de laespeculación los efectos producidosen las relaciones de posguerra si sehubiera iniciado un segundo frente unaño antes o no haber lanzado la

bomba atómica sobre Hiroshima yNagasaki. Sea como fuere, el cursode la guerra y de la posguerra llevó ala URSS a asumir el papel desuperpotencia y a una carreraarmamentística que sirvió paraperpetuar los peores rasgos, y losmás conservadores, del sistema, asícomo a reducir la capacidad delmismo para reformarse.

Entre las consecuencias de laguerra fría, debemos destacar que losEstados Unidos se vieron en unaposición que les permitía ejercer unainfluencia y una presión

considerables sobre la manera depensar de los jerarcas soviéticos. Elviejo mundo, es decir, Inglaterra,Francia y Alemania, que hastaentonces había sido el modelo, cediósu lugar al nuevo mundo: EstadosUnidos se convirtió en la vara demedir que usarían los soviéticos paraevaluar su rendimiento en el terrenode la economía, de la ciencia, de lacapacidad militar y, por descontado,del espionaje. Ni la poblaciónsoviética ni Occidente tuvieronconocimiento del impacto de estareorientación hacia Estados Unidos

(hoy sigue siendo un vasto campo deinvestigación aún virgen). Podríamosconcluir que, gracias a EstadosUnidos, los dirigentes de la UniónSoviética llegaron a darse cuenta dela naturaleza sistémica de la graveinferioridad de su país, aunquetambién es posible que hubiera quiense negara a aceptar la realidad.Después de haber sido derrotados enla carrera por llegar primero a laLuna, una carrera inútil a todas luces,la incapacidad del país para poner enmarcha una nueva revolucióncientífica e informativa, a pesar de la

creación de un ministerio especialpara supervisar la tarea, provocó unasensación de impotencia en algunoscírculos del poder, al tiempo que losconservadores se reafirmaban en supostura inmovilista y en su líneadura.

Esa misma imagen de EstadosUnidos como superpotencia llevó amuchos miembros de la nomenclaturaa apostar por los favoresnorteamericanos después de asumirel control del Kremlin bajo la égidade Yeltsin. No obstante, esteepisodio pertenece a la etapa

postsoviética y tan sólo revisteinterés aquí en la medida en quearroja algo más de luz sobre el relatohistórico del sistema, un sistemamuerto y enterrado y que, aun así,sigue presente en la búsquedaconstante de una identidad nacionalque no concluirá hasta que se hayaexaminado concienzudamente y elpasado se haya asumido.

EPÍLOGO: UN PAÍS ENBUSCA DE UN PASADO

Es de lo más normal que losinvestigadores que estudian el estadode Rusia en los años noventa utilicencomo punto de partida los datos delúltimo período soviético. Lasituación se vuelve irónica cuandolos sociólogos que tienen unconocimiento profundo de estepasado, fruto de los estudiosllevados a cabo en su momento(cuando eran muy críticos con elsistema), lo traten ahora como si

fuera una suerte de El Dorado, a lavista de las condiciones de vida y delas prestaciones sociales de las quegozaba la población unos años atrásy que han ido desvaneciéndoseinexorablemente desde principios delos años noventa. La imagen quepresentan es sumamente instructiva:el número de espectadores que ibanal teatro, a conciertos, al circo o alas bibliotecas ha disminuido; lalectura de obras literarias y lassuscripciones a los periódicos hanexperimentado un descenso acusadoen la ciudad y en el campo. Toda la

estructura de las actividades de ociose ha visto transformada a causa delaumento de las responsabilidadeslaborales, y el ocio es hoy unaactividad mucho más pasiva,esencialmente «regeneradora», todavez que en los últimos años de laépoca soviética, a raíz del aumentodel tiempo libre, se orientaba a lacultura. El fenómeno esespecialmente sorprendente en elcaso de los expertos y losresponsables. La necesidad de unsalario mayor llevó a muchos rusos acriar más ganado y aves de corral en

sus pequeñas granjas para mejorarasí la dieta y ganar algo más dedinero, o simplemente parasobrevivir, con la reduccióncorrespondiente del tiempo quededicaban al descanso o a lasactividades culturales.

La ampliación de las libertadesy de los derechos, así como laaparición de servicios más caros, habeneficiado únicamente a las clasespudientes, a las mejor cualificadas ya las más emprendedoras. Unamayoría del pueblo vio cómo sereducía el acceso a la cultura

nacional e internacional. Lossociólogos a quienes hemos aludidose muestran tremendamente críticoscon la calidad de los programastelevisivos. La televisión se haconvertido en la principal actividadde ocio, y sus efectos sonparticularmente deletéreos en unainfancia que dedica las tardes a hacerlo que le da la gana y que se tragauna programación borreguil.

Según estos autores, se estándando dos procesos: por un lado, unaestratificación social mucho másprofunda; por otro, los individuos se

van cerrando más y más en sí mismos(cada vez hay menos contacto socialy familiar, y se observa un desinteréspor la política y la cultura), algomenos pronunciado en los grandescentros urbanos de la Rusia europea,pero muy notorio en las ciudades deprovincias y en el campo. Este grupode sociólogos no se ha ocupado deldescenso en la investigacióncientífica, en la educación ni en losservicios sociales y sanitarios, comotampoco ha abordado la caída de losindicadores demográficos, hecho queha propiciado una situación

catastrófica que pone en peligro lapropia supervivencia del país.

Para ocultar este penoso estadode la cuestión, los nuevos jerarcas,miembros en su mayoría de la viejanomenclatura, bautizados ahora como«demócratas», «liberales» o«reformistas», se han embarcado enuna sensacional campaña depropaganda contra el viejo sistemasoviético, empleando todos losmecanismos que había utilizadoanteriormente Occidente e inclusosuperándolos: el sistema no era sinouna monstruosidad gobernada por

monstruos, desde el pecado originalde octubre de 1917 hasta el golpe deEstado fallido de los seguidores delpartido conservador contraGorbachov en agosto de 1991.Posteriormente se obró, al parecer,un milagro con el inicio de una nuevaera de libertad bajo el presidenteYeltsin. De resultas de este tipo dediscurso político, la Rusiacontemporánea, lamentablementeempobrecida y todavía en estado deshock, es víctima asimismo de unproceso en virtud del cual denigra supropia identidad histórica. No

contentos con saquear y malgastar lariqueza del país, los «reformistas»también han lanzado un ataque frontalcontra su pasado, dirigido a lacultura, la identidad y la vitalidaddel país. No había, en este caso, unenfoque crítico del pasado, sino puray simplemente ignorancia.

La campaña mendaz y nihilistainiciada contra el período soviéticoestuvo acompañada de esta suerte debúsqueda frenética de pasadosalternativos con los que pudieraidentificarse la nación. Todo seinició con una readopción a gran

escala de todo cuanto fuera zarista yprerrevolucionado, en un intentopatético por dar con un antecesordigno de un sistema que sedesmoronaba. Posteriormente,cuando se intensificó el rechazo atodo lo que fuera soviético, y quecristalizó con una reacción de odiohacia Lenin, el leninismo y elbolchevismo, como si fueran hijosdel demonio, se propusieronrehabilitar a los blancos queparticiparon en la guerra civil, elgrupo más reaccionario y derechistade todo el espectro político del

período zarista, y que perdióprecisamente porque no tenía nadaque ofrecer al país.

La identificación con cualquiercosa que odiaran los bolcheviques oel régimen soviético no hace sinoconfirmar su debilidad intelectual.Muchos rusos veían la primeraoleada de estas «nuevas elites» queconquistaron el Kremlin y el podercomo algo parecido a una nueva«invasión tártara» que atacaba losintereses políticos y culturales delpaís. Las mentes más lúcidas y lasautoridades morales temían que la

perspectiva que se abría ante ellosera la de sumir al país en los nivelesde un Estado del tercer mundo.

Se necesita tiempo pararesarcirse de las consecuenciasnefastas del oscurantismo, pero haydiversos episodios culturales quedan a entender que se estáproduciendo una lenta recuperación.Conviene recordar la reacción delhistoriador Kliuchevski contraquienes, a principios del siglo XX,aseguraron que «el pasado formaparte del pasado». No, contestó:abrumados por todas las dificultades

y a la vista de los errores cometidos,el pasado nos rodea, impregna lasreformas, las distorsiona yprácticamente las engulle.

Como si quisiera recuperar eldiscurso ahí donde lo abandonóKliuchevski, Mezhuev, el filósofopolítico, afirmó con toda rotundidad,en una conferencia en Moscúorganizada por Tatiana Zaslavskaya,que «un país no puede existir sin suhistoria».148 Merece la pena citaraquí textualmente susinteresantísimas reflexiones:

Nuestros reformistas, ya sean

comunistas, demócratas, eslavófiloso gente fascinada por Occidente,cometen el craso error de noidentificar una continuidad racional ymoralmente justificada entre elpasado de Rusia y su futuro, entre loque ha sido y lo que, según ellos,debería ser. Algunos niegan elpasado y otros lo identifican como elúnico modelo posible. El resultadoes que, a ojos de algunos, el futuro noes sino una mezcla de temas delpasado, mientras que otros lo vencomo la aceptación mecánica de locontrario, algo sin precedentes en la

historia de Rusia. Pero debemosimaginar el futuro, en primer lugar,en relación con el pasado, y enespecial con el pasado másinmediato.

Mezhuev critica a continuaciónal economista liberal A. Illarionov,que opina que Rusia ha malgastado elsiglo XX: después de vivir bajo elsocialismo, el país se desvió de sutrayectoria liberal, de ahí que elgigante de ayer no sea sino un enanoen la actualidad. Para Illarionov, nohay otra salida que regresar alliberalismo. Según Mezhuev, esta

postura nihilista es, históricamente,absurda. Resulta mucho más sencillohacer un análisis inteligente despuésdel episodio que estudiar el hecho ysus causas. Echar pestes de Rusiapor no haberse convertido alliberalismo a principios de siglo nohace sino demostrar una profundaignorancia acerca de la historia delpaís y del liberalismo. El triunfo delliberalismo se debió a un largoproceso histórico: la Edad Media, laReforma, el Renacimiento y lasrevoluciones que libraron a lassociedades de las monarquías

absolutas (¡pero no en todas partes!).Ni siquiera Inglaterra, la madre delliberalismo, se embarcó en elliberalismo inmediatamente. Rusia ymuchos más países no desarrollaronuna economía de mercado liberal.¿Acaso debemos culparlos por ello?No tendría sentido. Lo importante esentender el siglo pasado y el papelque desempeñará en losacontecimientos del futuro.

Para Mezhuev, la clave de lahistoria de Rusia en el siglo XX seencuentra en tres revoluciones, y noexclusivamente en la revolución

bolchevique. La primera, en 1905, notriunfó. La segunda, en febrero de1917, asistió a la victoria de lasfuerzas revolucionarias moderadas.La tercera, la de octubre, quepresenció el triunfo de unosrevolucionarios mucho másradicales, no fue sino la última fasede este proceso revolucionario. Asíes como se despliegan siempre estosprocesos. En cuanto se ponen enmarcha, no hay culpables: el procesosigue su curso hasta llegar al final. Yasí lo ha entendido el filósofoBerdiaev: los bolcheviques no fueron

los artífices de la revolución, sino elinstrumento de su desarrollo. Esinútil adoptar criteriosfundamentalmente morales ydenunciar las crueldades quecometieron, porque siempre es así ensituaciones de guerra civil o enluchas contra la opresión. Unarevolución no es un acto moral olegal, sino un despliegue de fuerzacoercitiva. No hay revoluciones«buenas»; siempre son sangrientas:

Si condenamos lasrevoluciones, deberíamos condenarprácticamente a toda la intelligentsia

rusa, y a toda la historia de Rusia porextensión, ya que preparó el terrenopara los acontecimientosrevolucionarios. Las revoluciones nopierden intensidad; todo lo contrario.Siempre defraudan las expectativas,pero abren una página realmentenueva. Lo importante es entender enqué consiste esa página, sin depositardemasiadas esperanzas en lo quedigan los vencedores o losvencidos... Nuestro socialismo fue,de hecho, un «capitalismo a la rusa»:capitalista en su contenidotecnológico y anticapitalista en la

forma.Sobre este punto, Mezhuev

repasa las opiniones de pensadorescomo Berdiaev, Fedotov oBogdanov, entre otros, y se inclinapor la interpretación que sigue: paraun país situado en la periferia, esdifícil combinar modernización condemocracia y libertad. Durante unespacio de tiempo, alguno de estosfactores debe ceder su lugar a losrestantes. Los bolcheviques losabían, y por eso ganaron la guerracivil, y por eso también salióvictoriosa la URSS de la segunda

guerra mundial. Es, asimismo, elcaso de China: ha optado porcombinar una rápida modernizaciónvehiculada por el mercado con unsistema político antidemocrático.Cualquiera que sea el régimen encuestión, la sabiduría no consiste enrechazar el pasado como si fuera undesierto, sino en considerarlo comoun trampolín para futuros desarrollosy en conservar su grandeza genuina,no la mítica.

Hay que destacar la fe en laciencia que tenía la variante rusa delsocialismo. Nunca en la historia de

Rusia fue el prestigio del científico ydel ingeniero mayor que durante elperíodo soviético, y el régimen abriólas puertas de la ciencia a muchaspersonas. Los gobernantes mostrabanuna actitud realista y pragmática. Sileemos literalmente sus discursos,Occidente se equivocaba alinterpretar esto como un síntoma dehostilidad. La Rusia contemporánea,con su nostalgia por los tiemposprerrevolucionarios, está mucho máslejos de Occidente que losbolcheviques:

Nuestros liberales no pueden

jactarse de nada salvo de ladestrucción de estos logros. El futurode Rusia se debe construir sobre labase de la preservación y eldesarrollo de los hitos del pasado.Es preciso que exista una continuidadal tiempo que se definen los nuevoscometidos. En la actualidad, estevínculo con el pasado hadesaparecido. Pero llegará el día enque será restaurado. Todo esto nosupone el retorno a un pasado pre opostrevolucionario. Preguntémonosqué valoramos del pasado, quédebemos mantener o preservar; la

respuesta nos ayudará a encarar elfuturo... Si no encontramos nadapositivo en el pasado, no hay futuro yno queda sino «olvidarlo todo»...Quienes quieran borrar el siglo XX,una era de grandes catástrofes,también deberán despedirse de lagran Rusia.

Mezhuev está convencido deque llegará el día en que larevolución rusa recibirá el mismotrato que las revoluciones que seprodujeron en Occidente, un trato queabriría el camino para un auténticorenacimiento de Rusia.

Los párrafos anteriores nohacen sino resumir un discurso largoy objetivo. Mezhuev no eshistoriador, y su interpretación nopresenta problemas. Las palabras«socialismo», «bolchevismo» o«comunismo», y todas las ideasexpuestas sobre la revolución,proceden de una terminología y de unenfoque que hay que volver aestudiar. Estamos aquí ante unauténtico desafío al «nihilismo», yante un ejemplo de la batalla por lahistoria como el remedio que puedepermitir que una nación sumida en

una crisis dolorosa redescubra suidentidad y descubra su futuro.

Es bien sabido que la historiaestá constantemente sometida a usosy abusos. Escuchar el alegato dealguien ajeno a la historia a favor deun conocimiento objetivo históricocomo rasgo indispensable para unanación, bien en momentos pocopropicios, bien en sus días deesplendor, no es algo habitual en unaera dominada por los ordenadores ylos medios de comunicación yobsesionada por el presente. Pero elinstante es eso mismo, fugaz, y la

historia permanece. Y continúasiendo el proveedor de los ladrillos,sólidos o defectuosos, con los que seconstruye el futuro. La historia sonlos cimientos sobre los que descansauna nación y que la hacen crecer. Noes una estupidez pensar que lahistoria, junto con las cienciasaplicadas, tiene una dimensiónpráctica, aun cuando no pueda darsoluciones inmediatas y absolutas.

GLOSARIO DETÉRMINOS RUSOS

Apparat: administración delPartido. (A veces usamos apparatypara los cuerpos de la administraciónen general, pero apparatchiksiempre hace alusión a un miembrodel aparato del Partido.)

Belye: los «blancos», el bandofundamentalmente monárquico que seenfrentó a los rojos (krasnye) en laguerra civil.

Derzhava: vieja palabra rusapara designar al Estado. Proviene del

verbo derzat', que significa sostenero mantener, y se refiere a unaposesión. Alude directamente a laesencia política del Estado zarista:samoderzhavie (autocracia) ysamoderzhets (autócrata). El términoderzhavnost' nos remite a unaconcepción del Estado en tanto quegran poder.

Esery: socialistasrevolucionarios (o SR), socialistasno marxistas que se mostraronespecialmente activos en los sovietsy durante el gobierno provisional.Colaboraron con los «blancos» de

manera intermitente. Su alaizquierdista colaboró con losbolcheviques, pero acabó rompiendocon ellos a raíz del tratado de Brest-Litovsk con los alemanes, al que seoponían.

Generalnyi sekretar'( a b r e v i a do : gensek): secretariogeneral del CPSU, elegido por elcongreso del Partido. Además deeste cargo, existían los secretariosdel Comité Central, cuyo estatusvariaba. Algunos estaban al frente dediversas esferas de actividad, perono eran miembros del Politburó. Los

miembros de este órgano (con laexcepción del secretario general) nopodían ocupar cargos de secretario,como sucedió con Gromiko, porejemplo, que dirigía el Ministerio deAsuntos Exteriores.

Gosplan: Comité del Estadopara la Planificación Económica.

Gossnab: Comité del Estado deAbastos Materiales y Técnicos, unasuerte de superministerio queorganizaba las provisiones dematerias primas, maquinaria yproductos manufacturados queprecisaban las empresas. El resto de

los intercambios entre los ministerioseconómicos y sus empresas serealizaban a través de sus propiasagencias de compra (snaby) ycomercialización (sbyty).

Gulag (Glavnoe upravlenielagerei): el Directorio General deCampos, integrado en el NKVD. Elnombre oficial de los campos eraITL (ispravitelnotrudovye lageria,campos de trabajo correctivo). Entiempos de Stalin, los ITK(ispravitelnotrudovye kolonii,colonias de trabajo correctivo) sereservan para los delitos menores y

para los delincuentes juveniles.También había los spetsposeleniia(lugares de deportación) para loscondenados a períodos en el exilio,supervisados por el NKVD pero queno estaban sujetos al régimen delcampo. La abreviatura que seutilizaba para los internos(zakliuchennye) era zeki, y zek ensingular.

ITK: véase Gulag.ITL: véase Gulag.ITR (inzhinerno-tejnicheskie

rabotniki): ingenieros y técnicos queocupaban puestos relacionados con

la supervisión, de un rango superioral de los trabajadores manuales o losobreros no cualificados (rabochie).

Joziain: término usado por logeneral para referirse a un gerente-propietario, por ejemplo, de unagranja, o a todo aquel que ostentarauna posición de importancia en lajerarquía laboral. El uso popular dela palabra también alude a los malosespíritus que pueblan una casa.

Kadety: Cadetes —DemócratasConstitucionales—, el partido liberala grandes rasgos de la Rusia zarista yposzarista, que se unió a los blancos

en la guerra civil y prosiguió con susactividades en el extranjero conposterioridad.

Koljoz: granja colectiva(kollektivnoejoziaistvo: «empresacolectiva»). Sus miembros recibíanel nombre de koljozniki.

Kollegia: un colegio integradopor los máximos responsables decualquier ministerio.

Komsomol: Unión de JóvenesComunistas, la organización juvenildel Partido.

Kulak: denominaciónpeyorativa que recibían los

campesinos acomodados y con unacierta estructura capitalista (kulaksignifica puño). Los kulaks fueronperseguidos durante lacolectivización estalinista, y muchos,deportados a zonas remotas,principalmente en Siberia.

Mensheviki: miembros delPartido Marxista Socialdemócrata,que desempeñó un papel de sumaimportancia en los soviets en 1917 ydurante el gobierno provisional.Aunque no colaboraron con losblancos, los bolcheviques losexcluyeron de la vida política.

Prosiguieron con su actividadpolítica en el extranjero.

MVD: véase NKVD.Nachal' nik: jefe. Nachal'stvo

se refiere a todo el conjunto dedichos jefes. En el caso de losfuncionarios del Partido, se usaba eltérmino rukovodiashchii rabotnik,que significa literalmente «trabajadorprincipal».

Nepmen: beneficiarios de laNPE (Nueva Política Económica),implantada en 1921; neo burgueses.

NKVD: Comisariado delPueblo para Asuntos Internos, que se

convirtió más tarde en el Ministeriodel Interior (MVD). En 1962, setransformó en el MOOP(Ministerstvo OjranyObshchestvennogo Poriadka, oMinisterio del Orden Público), peroperdió el estatus de ministerio dealcance nacional, que recuperaría en1966. Dos años más tarde, se ledevolvió su viejo nombre (MVD). Entiempos de Stalin, el comisariadoconstaba de un cuerpo extrajudicialespecial que se ocupaba de un modoexpeditivo de toda la gente acusadade traición o de crímenes políticos.

A escala local, dicha tarea recaía enla troika, un cuerpo de tresfuncionarios integrado por elsecretario local del Partido, un fiscaly el jefe del NKVD.

Nomenclatura: la lista de cargosque se debían ocupar bajo lasupervisión del Comité Central.

Orgburó: órgano organizativodel Comité Central.

Politburó: órgano principal delCPSU. Stalin lo sustituyó por elPresídium del Comité Central. Fuerestituido después de la caída deJrushchov en 1964.

Politrabotniki: cuadros delPartido.

Praktik (plural: praktiki):personas en puestos técnicos oadministrativos que carecían de laformación necesaria y que aprendíanel oficio con el tiempo.

Profilaktika: profilaxis opolítica «preventiva» adoptada porel KGB en tiempos de Jrushchov yque se mantuvo tras su caída.Consistía en advertir a lossospechosos de practicar formas deoposición política de lasconsecuencias si se mantenían en su

postura.Prokuratura: la Oficina del

Fiscal (el fiscal del Estado). Elfiscal general hace referencia alfuncionario central dentro de laUnión.

Sekretariat: órgano al serviciodel Comité Central.

Sluzhashchie: literalmente,«empleados». El término hacereferencia a funcionarios de todoslos niveles, de obreros a nachal'stvode primer orden.

Snaby-sbyty: agencias deaprovisionamiento y

comercialización en los ministerios ylas empresas.

Sovjoz: empresa agrícola estatal(sovetskoe joziaistvo).

Sovnarjoz: consejo de laeconomía nacional(Sovietnarodnogo joziaistva),nombre adoptado por diversasagencias centrales y locales. Sinembargo, este nombre se asocia mása los consejos económicos creadospor Jrushchov a lo largo y ancho delpaís para sustituir los ministerioseconómicos, desarticuladostemporalmente.

Sovnarkom: Consejo de losComisarios del Pueblo (Sovietnarodnyj kommissarov), denominadoposteriormente Consejo deMinistros. Usamos aquí ambostérminos indistintamente.

STO: Soviet Truda i Oborony(Consejo del Trabajo y la Defensa),un órgano gubernamental decoordinación de tiempos de Stalin.

Tenevaia ekonomika : economíaen la sombra, o un abanico deactividades comerciales desde lastotalmente ilegales y delictivas a lassemilegales y legales (aunque

conducidas de manera privada).Tolkach: del verbo tolkat'

(empujar). Hace referencia alpersonaje semilegal que unaorganización o empresa envía a lasagencias de abastos para «acelerar»la entrega de los bienes solicitados.

Uchreditel'noe Sobranie(abreviado: uchredilka): AsambleaConstituyente que se reunió enPetrogrado en enero de 1918 conmayoría de los SR y que losbolcheviques disolvieron.

Uklady: término que designa lasclases sociales o los estratos.

Upravlentsy: literalmente «losque desempeñan cargos dirigentes».

Zastoi: estancamiento. Términousado para referirse al períodoposterior a 1970; a menudo se usa,también, la expresión zastoinyegody, «años de estancamiento».

Zek: véase Gulag.

APÉNDICES

Apéndice 1

PERSONAS SENTENCIADAS

POR DELITOSCONTRARREVOLUCIONARIOS YESPECIALMENTE PELIGROSOS,Y TIPOS DE PENAS IMPUESTAS,ENTRE 1921 Y 1953

Año Condenados Penascapitales Campos

1921 35.829 9.701 21.7241922 6.003 1.962 2.6561923 4.794 414 2.336

1924 12.425 2.550 4.1511925 15.995 2.433 6.8511926 17.804 990 7.5471927 26.036 2.363 12.2671928 33.757 869 16.2111929 56.220 2.109 25.8531930 208.069 20.201 114.4431931 180.696 10.651 105.6831932 141.919 22.728 73.9461933 239.664 2.154 138.9031934 78.999 2.056 59.4511935 267.076 1.229 185.8461936 274.670 1.118 219.418

1937 790.671 353.074 429.3111938 554.258 328.618 205.5091939 63.889 2.552 54.6661940 71.806 1.649 65.7271941 75.411 8.011 65.0001942 124.406 23.278 88.8091943 78.441 3.579 68.8871944 75.109 3.029 70.6101945 123.248 4.252 116.6811946 123.294 2.896 117.9431947 78.810 1.105 76.5811948 73.263 — 72.5521949 75.125 — 64.509

1950 60.641 475 54.4661951 54.775 1.609 49.1421952 28.800 1.612 25.8241953 8.403 198 7.894Total 4.060.306 799.455 2.634.397

Los datos de 1953 se refieren,solamente, al primer semestre.

*Respecto de los exiliados, lapena de exilio podía revestir dosformas. Ssylka es el exilio a una zonaespecífica, donde el reo deberápermanecer bajo vigilancia policial,bien durante un período determinado,bien a perpetuidad. No se trataba nide un campo, ni de una prisión, sino

de un «asentamiento», donde eraposible vivir en compañía de lapropia familia en un alojamientoindependiente y trabajar a sueldo enfunción de las posibilidades de lazona. En el Derecho Penal español,esta pena se denominaba“confinamiento”. Vysylka consistíaen el destierro de un punto enconcreto (Moscú, por ejemplo, oLeningrado). Los condenados aldestierro podían vivir y trabajar encualquier otro lugar, si bien suhistorial los acompañaba hasta sunuevo lugar de residencia. En el

Derecho Penal español, esta pena sedenominaba “destierro”.

Fuente: B. P. Kurashvili,Istoricheskaia Logika Stalinizma(Moscú, 1996, pp. 159-160).

Apéndice 2

Cabría añadir algunos datos de

una de las fuentes usadas porKurashvili, y V. N. Zemskov, unreputado estudioso de Moscú que sehizo un nombre a raíz de ser elprimero en dar unas cifras fiablessobre los campos y las purgas. Doyaquí tan sólo algunos ejemplos de laextendida práctica de presentar unascifras infladas de la represión deStalin.

Zemskov enlaza en su artículo

«Gulag-istoriko-sotsiologicheskiiaspekt» (SotsiologicheskieIssledovaniia, n.° 6, 1991, pp. 12-13) con las tesis de Roy Medvedev yOlga Shatunovskaya. Medvevedafirmó que la población de los gulagaumentó en varios millones depersonas durante las purgas de 1937y 1938 y que entre 5 y 7 millonesfueron víctimas de la represión. Lapoblación del campo pasó de1.196.369 personas el 1 de enero de1937 a 1.881.570 en enero de 1938,y se redujo hasta 1.672.438 en enerode 1939. Es innegable que hubo un

aumento en los números en elperíodo comprendido entre 1937 y1938, pero fue en realidad decentenares de miles, no de millones.La declaración de VladimirKriuchkov (responsable del KGBdurante la presidencia deGorbachov) de que, en los años 1937y 1938, «no hubo más de un millónarrestos» se corresponde con lasestadísticas de los gulag. Zemskovinsiste en que, según el documentooficial que hemos reproducido en elApéndice I, aproximadamente unas700.000 personas arrestadas por

motivos políticos entre 1921 y 1953fueron ejecutadas. Shatunovskaya,víctima de la represión y participanteactiva posteriormente en la campañade rehabilitación en tiempos deJrushchov, sostiene que, tan sóloentre 1935 y 1941, fueron detenidasmás de 19 millones de personas, que7 millones fueron ajusticiadas —unacifra que Occidente ha abrazadoentusiásticamente— y que el restoperecieron en los campos. SegúnZemskov, Shatunovskaya hamultiplicado por diez los números.¡Menuda exageración! Disponemos

de estadísticas fiables para elperíodo comprendido entre el 1 deenero de 1934 y el 31 de diciembrede 1947 que indican que en elconjunto de campos del gulagmurieron 963.766 prisioneros. Estacifra incluye, además de los«enemigos del pueblo», a los presoscomunes, y podemos añadirla, juntocon la de los muertos durante ladeportación de los kulaks(raskulachivanie), al «precioterrible» que hubo que pagar.

UN MILLÓN Y MEDIO DETRAIDORES SOVIÉTICOS

DURANTE LA SEGUNDAGUERRA MUNDIAL

En su Novyi Sotsializm (Moscú,1997, pp. 22-27), B. P. Kurashvilihace una suerte de apología delrégimen, recordando a los lectoresque existían enemigos e insinuandoque, durante la guerra,aproximadamente un millón y mediode personas colaboraron con losnazis. No cita ninguna fuente queapoye esta estimación, que, sinembargo, y no le falta razón en estesentido, englobaba a un 1 por 100 dela población activa. Sin embargo, la

existencia de esta colaboracióndemuestra que las purgas desatadascontra los «enemigos del pueblo»golpearon indiscriminadamente a lapoblación inocente y que noafectaron a algunos de los traidoresreales o potenciales. La mayoría delos que lucharon del lado de losalemanes fueron capturados, pero noejecutados. En palabras deKurashvili, y como atestiguanalgunos documentos que poseo,muchos de los que sirvieron en lasfilas nazis —el ejército de Vlasov,las unidades cosacas o unidades

formadas por individuos no rusos—no fueron acusados en el momento desu arresto de ningún crimen enconcreto, sino que fueron asignadosdurante un período de cinco años a«batallones de trabajo». Lo mismosucedió con los partisanosucranianos y de los estados bálticosque se enfrentaron al régimendespués de la guerra, en un conflictocon algunas batallas cruentas y nopocas bajas. Con todo, la mayoría delos partisanos que fueron capturadosfueron condenados al exilio y,posteriormente, amnistiados, y se les

autorizó el regreso a la patria a partirde 1960. Es posible que semejanteindulgencia comparativa tuvieracomo objetivo calmar los ánimos delos círculos nacionalistas de Ucraniay de los países bálticos.

Apéndice 3

CAUSAS CRIMINALES

VERSUS MEDIDAS«PROFILÁCTICAS» POR PARTEDEL KGB, 1959-1974

CAUSAS CRIMINALES1959-1962

1963-1966

1967-1970

1971-1974

Acusados 5.413 3.251 2.456 2.423Traición 1.010 457 423 350

Espionaje 28 8 0 9Propaganda 1.601 502 381 348

antisoviéticaContrabando 47 110 183 474Tráfico de

divisas 587 474 382 401

Paso ilegalde fronteras 926 613 704 553

Revelaciónde secretos 22 31 19 18

Otros delitos 1.003 1.011 321 258Fuente: R. G. Pijoia, Sovetskii

Soiuz — Istoriia Vlasti, 1945-1991(Moscú, 1998, pp. 365-366).

MEDIDAS «PROFILÁCTICAS»(Estas medidas no se consignaron en

años anteriores)

1959-1962

1963-1966

1967-1970

Totales — — 58.298Relación conextranjeros — — 5.039

Manifestacionesnocivas — — 35.316

Víctimascomunitarias — — 23.611

Notificacionesoficiales — — —

Acusadosapercibidos

anteriormente— — 100

Apéndice 4

EL MINISTERIO DEL

INTERIOR COMO AGENCIAINDUSTRIAL Y EL GULAG COMOPROVEEDOR DE MANO DEOBRA (1946)

En diciembre de 1946, elDepartamento de Estadística delGulag publicó un informe sobre lacifra de internos y de «contingentesespeciales» que trabajaban para losdiferentes ministerios, que seproveían de mano de obra a través

del MVD. La lista contenía elnombre de cuarenta y sieteministerios y agenciasgubernamentales, así como el númerode internos empleados: industriapesada, actividades militares ynavales, explotaciones de empresaspetrolíferas, construcción de aviones,construcción de maquinaria agrícola,Ministerio de Energía Eléctrica. Enun documento con fecha del 13 deseptiembre de 1946 dirigido a Beria,el ministro del Interior, Kruglov, selamentaba de que cuarenta y cinco delas agencias gubernamentales que se

servían de mano de obra procedented e l Gulag no hubieran pagado porella. La deuda acumulada era de 50millones de rublos, lo que ponía alGulag en una situación financieraembarazosa. Ya no había dinero paracomprar comida para los internos (nosólo no se les pagaba, sino que nisiquiera podían comer).

El 1 de noviembre de 1946,Kruglov envió un informe aVoznesenski, responsable delGosplan, para informarle de que elMVD había superado los objetivosdel plan en lo referente a

explotaciones industriales (entreotras), y, apoyándose en el hecho deque había sobrepasado el plan entérminos de inversión, solicitaba 222millones de rublos. En una tabla, seescribieron los nombres de unas 17agencias del MVD y sus inversiones,y permite ver una red floreciente deagencias administrativas que seocupaban de la gestión de un númerocreciente de filiales (cuesta irsiguiendo la estructura organizativa).Su creatividad administrativa esdigna de elogio, y cuanto mayor es lainversión, más elevados son los

salarios de las agencias y losextraordinarios incentivos de losresponsables. El informe presta unaatención especial al trabajo ligado alas tareas de defensa. El nombre deestos departamentos y agencias sueleir precedido del prefijo spec(abreviatura del adjetivo «especial»en ruso).149

Abril de 1947: el MVDconstaba de doce directorios, que seocupaban de la producción demetales, de la minería, de lasilvicultura, de los aserraderos, delas fábricas de maquinaria, de las

empresas textiles, de las fábricas decalzado, de las refinerías, de lasplantas de gas, de los problemas delprocesamiento de cobalto y níquel,del trabajo del vidrio, de las fábricasde caucho... La lista es larga ycontiene los nombres de los campos(Norilsk, Vorkuta, Uhta, Dal’stroi)célebres por su productividad y porsus durísimas condiciones. El tono«empresarial» pasa por alto u ocultala miseria que se escondía detrás deestos «negocios» y la degeneraciónmoral de los responsables delrégimen.

NOTA SOBRE LASFUENTES Y LASREFERENCIAS

La mayoría de las pruebasdocumentales utilizadas en este libroprovienen de archivos soviéticos.Algunas fueron descubiertas por elpropio autor en los archivos deMoscú, y el resto han aparecido enrevistas especializadas o enrecopilaciones de documentos. Eneste último caso, las referencias quese proporcionan en las notas a pie de

página contienen el nombre de loseditores y otros detallesindispensables.

Los archivos de los que procedela mayoría del material son lossiguientes:

GARF: Gosudarstvennyi ArjivRossiiskoi Federatsii (ArchivoEstatal de la Federación Rusa), quecontiene una sección independientededicada a la RSFSR —GARFBerezji—, cuyos documentos siguenun sistema de codificaciónligeramente diferente.

R G A S P I : Rossiiskii

Gosudarstvennyi Arjiv Sotsial'no-Politicheskij Issledovanii (ArchivoEstatal Ruso para la InvestigaciónSociopolítica), conocidoanteriormente como RTsJIDNI.

R G A E : RossiiskiiGosudarstvennyi Arjiv Economiki(Archivo Estatal Económico Ruso).

R G V A : RossiiskiiGosudarstvennyi Voennyi Arjiv(Archivo Estatal Militar Ruso).

T s J S D : TsentralnoeJranilishche SovremennoiDokumentatsii (Depósito Central deDocumentación Contemporánea). El

autor no trabajó en persona en estearchivo del Comité Central, y losdocumentos citados procedentes deesta fuente han sido publicados en sutotalidad.

Cada referencia a un documentose inicia con el nombre del archivocorrespondiente, seguido del númerode la colección (f.), el número delcatálogo (op.), el número deldocumento (d.) y los números depágina (L.). Sin embargo, también eshabitual entre los historiadoresomitir las primeras letras de lascategorías de codificación y

limitarse a dar cuatro númerosconsecutivos en el orden adecuado.

Las autobiografías son unafuente importante y legítima para loshistoriadores, especialmente en elcaso de la Unión Soviética, ya quecontienen relatos de testigospresenciales de episodios oreuniones secretas que no han podidoser estudiados aún a partir de losdocumentos que generaron. Lasbiografías son otra fuente tambiénvaliosa si sus autores han dado conpruebas de las que no se teníaconstancia por ningún otro canal.

notes

Notas a pie de página 1 Véase Craig Eisendrath, ed.,

National Insecurity: US Intelligenceafter the Cold's War . Filadelfia.2000. no. 8-9.

2 Véase Peter Baldwin, ed.,Reworking the Past: Hitler, theHolocaust and the HistoriansDebate, Boston, 1990.

3 V. P. Mezhuev, « Otnoshenie kproshlomukliuch k budushchemu»,e n Kuda Idet Rossiia? KrizisInstitutsional'nykh Sistem: Vek,Desatiletie, God, Moscú, 1999, p.

47.4 No tenía posibilidad de estar

al tanto de todo esto cuando escribí,en 1967, Lenin 's Last Struggle

5 Véase Istoricheskii Archiv, n.2, 1994, pp. 220-223.

6 Véase A. P. Nenakorov, V. A.Gornyi, V. N. Dobrojotov, A. I.Kozhokina, A. D. Kotyjov y A. I.Ushakov, Nessotoiavshiisia Iubilei:Pochemu SSSR ne Otprazdnovalsvoego Semidesiatiletiia, Moscú,1992, una completa colección dedocumentos, con artículos firmadospor los editores.

7 Hay una descripción máscompleta del episodio en la obra deLenin Sochineniia, 5.a ed., vol. 45, yotra más detallada en las fuentespublicadas por Nenakorov et al.,eds., op. cit.

8 Lenin, «Kvoprosu onatsianalnostiaj ili ob"avtonomizatsii"», en Sochineniia,vol. 45, pp. 356-362.

9 Una serie de epítetospeyorativos de difícil traducción quehacen alusión, fundamentalmente, alcarácter tosco del opresor ruso. (N.del a.)

10 RGASPI, f. 17, op. 84, d.304, sin número de página, 26 dejunio de 1922. Cinco doctores,miembros de un equipo convocadopara examinar y posiblemente tratar aTrotsky —Ramonov, Voitsik,Semashko, el profesor Klemperer yel profesor Ferster (estos dos,doctores alemanes invitados paratratar a Lenin)—, firmaron elsiguiente diagnóstico: Trotsky sufreuna «colitis funcional crónica, unaligera hipertrofia del corazón y tienetendencia a los desvanecimientos, acausa de la anemia». Trotsky

precisaba de una dieta especial (paraganar peso) y debía evitar elejercicio físico e intelectual. (Lacopia del informe era de difícillectura; he transcrito su contenidocuidadosamente.)

11 Stalin, Sochinenniia, vol. 5,pp. 210-211.

12 Georges Duby, «Hérésies etsociétés», en L'Europepré-industrielle, Xle-XIIe siecles, París-La Haya, 1968, p. 404.

13 RGASPI, f. 613, op. I, d. 79:materiales del Collegium de laComisión de Control Central.

14 RGASPI, f. 17, op. 84, d.488, L. 68.

15 RGASPI, f. 17, op. 114, d.685, L. 235, 29.

16 «VKP(b) i oppozitsiia», unarchivo del RGASPI, f. 17, op. 120,d. 68, L. 6, que reproduce, para usointerno del Partido, diferentesdocumentos de la oposición deizquierdas, copiados del BiulletenOppozitsii, de Trotsky, publicado enel extranjero. En cierto sentido,Trotsky siguió recibiendo este texto yotros de Rakovski, queposteriormente publicaba.

17 Véase Milovan Djilas, TheNew Class: An Analysis of theCommunist System, Nueva York,1957.

18 RGASPI, f. 17, op. 120, d.278, que contiene material sobre lasdiferentes purgas anteriores a 1937 ylos miembros del Partido y delaparato.

19 V. G. Koluchev, en D. A.Volkogonov, otvet . red., TridtsatyeGody: Vzgliadiz Segodniia, Moscú,1990, pp. 24-25.

20 RGASPI, f. 56, op. I, s. 198

(documentos de Molotov). E116 demayo de 1934, a instancias de Stalin,circularon entre los miembros delPolitburó y Zhdanov dosmemorandos «para su información»,escritos por Stetski (un antiguopartidario de Bujarin) y Mejlis. Endichos documentos, los dosapparatchiks atacaban un artículo deBujarin publicado en Izvestia el 12de mayo.

21 I. A. Poliakov y A. A. Isupov,introducción a VsesoiuznaiaPerepis'Naseleniia 1939goda —Osnovnye Itogi, Moscú, 1992, pp. 7-

8.22 Véase TsSU (Oficina Central

de Estadísticas), Gosapparat SSSR,Moscú, 1929, p. 47; L. I. Vas'kina,Rabochii Klas SSSR NakanuneSotsialisticheskoi Industrializatsii,Moscú, 1981, p. 16; y también dosartículos de StatisticheskoeObozrenie, de 1928 y 1929, asícomo diversos documentos de losarchivos del TsSU. La mayoría delos datos que hemos usado aquí y enotras partes provienen de TrudSSSR: Statisticheskii Sbornik,Moscú, 1988, p. 47 y passim, que

también contiene cifras de 1939.Otro tanto sucede con la publicacióndel TsSU Itogi Vsesoiuznoi PerepisiNaseleniia y 1959, Moscú, 1962,basada en el censo inédito de 1939, yque hoy se puede consultar enVsesoiuznaia Perepis'Nalelenii a1939 goda.

23 Véase NaradnoeObrazovanie, Nauka i Kultura vSSSR: Statistichiskii Sbornik,Moscú, 1971, 6n. 233-235, 247.

24 Ibid.25 Sotsialnoe Razvitie

Rabochego Klassa SSSR: Istoriko-

sotsiologicheskie Ocherki, p. 275;V. M. Selunskaya, otvet. red.,Izmeneniia Sostial'noi StrukturySovetskogo Obshchestua, 1921-Seredina 30-kh godov, Moscú, 1979,p. 306; y Trud v SSSR, p. 118.

26 Trud v SSSR, p. 189.27 Vsesoiuznaia

Perepis'Naseleniia, tabla 33, p. 112.28 Véase V. P. Danilov,

Sovetskaia Dokoljoznaia Derevnia,Moscú, 1977, pp. 29-30.

29 A. S. Moskovskii y M. A.Isupov, Formirovanie GorodskogoNaseleniia Sibiri (1926-1939),

Novosibirsk, 1984, p. 148. Aunquela etapa posterior en el proceso deurbanización (1939-1959) se viointerrumpida por la guerra, concluyócon un aumento de la poblaciónurbana de 39,4 millones dehabitantes. Estas cifras proceden delcenso de 1939 y de A. G. Rashin,Istoricheskie Zapiski, n. 66, 1960, p.269, que da un 32 por 100 y no un 33por 100 de habitantes urbanos en1939, lo que reduce el porcentaje depoblación rural hasta el 68 por 100.

30 Basile Kerblay, La Sociétésoviétique contemporaine, París,

1977, p. 61; V. M. Selunskaya, red.,Sotsialisticheskoe Stroitel'stvoSovetskogo Obshchetva, 1921-sered.30jgodov, Moscú, 1979, pp. 192-193.

31 Trud v SSSR, p. 30.32 Sotsialisticheskoe

Zemledelie, 10 de agosto de 1940.33 RGASPI, 17, 85, 170, LL. 69-

80 (un largo y detallado documentodel GPU del período comprendidoentre enero y septiembre de 1926sobre el comportamiento y lasdeclaraciones de los obreros dediversas fábricas y regiones).

34 2 Véase V. A. Viktorov, BezGrifa "Sekretno" — ZapiskiVoennogo Prokurora , Moscú, 1990,pp. 95-116.

35 Véase Oleg V. Jlevniuk, « ThePolitbureau, Penal Policy and"Legal Reforms"», en Peter H.Solomon Jr., ed., Reforming Justicein Russia, 1964-1966: Power,Culture and the Limits of LegalOrder, Armonk (Nueva York), yLondres, 1997.

36 Véase Oleg V. Jlevniuk,Politbiuro — MejanizmPoliticheskoi Vlastiy 1930- ye gody,

Moscú, 1990, pp. 96-116.37 RGASPI, f. 39, op. 3, d. 188,

L. 246. Todos estos datos procedende una nota en el volumen IV de lasmemorias de Mikoyan, O Staline iMoem Otnoshenii k Nemu, 1934-1953 (Sobre Stalin y mi actitud haciaél).

38 Una de mis fuentes en estepunto es Lennart Samuelson, Plansfor Stalin 's War Machine:Tukhachevskij and Military-Economic Planning, 1925-1941,Nueva York, 2000.

39 Konstantin Simonov, Glazami

Cheloveka moego Pokoleniia:Razmyshleniia o Staline, Moscú,1990.

40 T. I. Fetisov, sost., Prem'er— Izvestnyi i Neizvestnyi:Vospominaniia o A. NKosygine ,Moscú, 1997.

41 RGASPI, f. 56, op. 1, d. 198.42 O. V. Jlevniuk, 1937-oi,

Moscú, 1992, pp. 20-21.43 Ibid, pp. 164-167.44 GARF, 940, 8, 46, LL. 1 y 9-

15; informe al responsable delDepartamento de Cuadros del

NKVD.45 GARF, 940, 8, 45, LL. 4-5.46 Nuestra fuente en este sentido

es R. G. Pijoia, Sovetskii Soiuz:Istoriia Vlasti, 1945-1991, Moscú,1998, pp. 138-139 y passim.

47 E. M. Adreev, L. A. Karskii yT. L. Jar'kova, Vestnik Statiskii, nº 7,1990, p. 44 (a partir del KGB ycitado en Izvestia, 14 de febrero de1990)

48 Organy i Vojska MVDRossii, Kratkii Istoricheskii Ocherk:MVD 200 let, Moscú, 1996 (concapítulos escritos por expertos del

MVD [Ministerio de AsuntosInternos], algunos de ellos«liberales», otros, «estalinistas»).

49 Zhelezodorozhnyi Transportv Gody Industrializatsii SSSR(1926-1941), Moscú, 1970, pp. 309-310, documento n.° 91 (de TsGANKhSSSR, f. 1884, op. 31, d. 2456, LL.171-173). Se trata de un informe, confecha del 17 de noviembre de 1938,del sector de cuadros delcomisariado dirigido al propiocomisario sobre la moral de loscuadros dirigentes en losferrocarriles. La tabla A (duración

del servicio) muestra que, de los2.968 cuadros dirigentes deimportancia estratégica en estecomisariado, el 75 por 100 —desderesponsables a funcionarios yespecialistas medios— habían sidonombrados entre el 1 de noviembrede 1937 y el 1 de abril de 1938. Lamayoría de las personas a las quesustituyeron, o bien habían sidodespedidas, o bien habían sidopurgadas.

50 Los datos que presentamosaquí proceden en su mayoría de O. V.Jlevniuk, 1937-oi, Moscú, 1992.

51 TsKhSD, f. 89 (diversasminutas y demás textos de estearchivo ya han sido publicados).

52 TsKhSD, perechen '73 , doc.n.° 1, PB-TsK, n.° 56, 9 de enero de1938.

53 El GUGB, GlavnoeUpravlenie GosudarstvennoiBezopasnosti (Directorio General deSeguridad del Estado), era elheredero directo de la Cheka y de laGPU. En cualquier momento se podíadesligar del NKVD, un órgano demayor envergadura, y convertirse enuna agencia autónoma de la policía

secreta. En diversos momentos,especialmente durante y después dela segunda guerra mundial, el GUGBse convirtió en el NKGB(Comisariado Popular para laSeguridad del Estado), yposteriormente en el MGB(Ministerio de Seguridad delEstado), antes de pasar a formarparte del NKVD o MVD por razonesque no están del todo claras. Laseparación definitiva se produjo en1953 con la creación del MGB, queposteriormente tomaría el nombre deKGB.

54 RGAE. 7733. 36.131.LL. 55-65. enero de 1940.

55 Marta Kraven y OlegJlevniuk, «Krizis ekonimiki MVD —konets 1940kh-1950e gody»,Cahiers du Monde Russe, XXXVI (1-2), enero-junio de 1995, pp. 179-190.

56 RGASPI, f. 56, op. 1, d. 900,LL. 25-27; los papeles de Molotov.

57 RGAE, f. 7733, op. 36, d.442, L. 192.

58 RGAE, f. 4372, 95, 672, L.26.

59 RGAE, f. 7733, op. 36, d.2998.

60 Kraven y Jlevniuk, «Krisisekonomiki MVD...».

61 He publicado varios cuadrosen el apéndice de mi obra Russia —USSR—Russia (Nueva York, 1995),recopilados a partir de fuentesfiables. Algunos datos máspertenecen a Arch Getty, GaborRittersporn y V. N. Zemskov, en TheAmerican Historical Review, vol.98, n.° 4, 1993, pp. 1017-1049.

62 B. P. Kurashvili,

Istoricheskaia Logika Stalinizma,Moscú, 1996.

63 Ibid., pp. 161-162, y GARF,f. 9479, op. 1, d. 89, 205 y 216.

64 Podemos encontrar una buenaexplicación del zhdanovismo en lashistorias de la literatura soviética.Para un relato conciso, véase M.Slonin, Soviet Russian Literature:Writers and Problems , 1917-1967,Nueva York, 1967, capítulo 26.

65 GARF, 8131, 32, 6610, LL.9196, una parte de un informe máslargo de A. Mishutin, ayudante delfiscal general, 13 de mayo de 1961.

66 GARF. 9401, 8, 9.67 Mis fuentes principales en

este punto son N. A. Struchkov, KursIspravitelno — Trudovogo Prava:Problemy Obshchei Chasti , Moscú,1984, y N. A. Struchkov y V. A.Kirin, eds., Kommentarii k OsnovamIspravitel'no-TrudovgoZakonodatel' tsva SSSR i SoiuznyjRespublik, Moscú, 1972. El materialadicional procede del reputadoacadémico británico W. I. Butler,Soviet Law, Londres, 1983, que dauna opinión muy mesurada delsistema legal soviético. Citaremos

más adelante otras referencias.68 N. A. Struchkov, Kurs

Ispravitel'no —Trudovogo Prava:Problemy Osobennoi Chasti, Moscú,1985, pp. 83-84.

69 Ibid. Del mismo autor,Problemy Obshche Chasti , Moscú,1984, pp. 21-22, es una obra másclara en muchos sentidos.

70 Véase Amnistía Internacional,Prisoners of Conscience in theUSSR, Londres, 1974.

71 Véase Todd Fogleson, «TheReform of Criminal Justice andEvolution of Judicial Dependence in

Late Soviet Russia», en Peter H.Solomon Jr., ed., Reforming Justicein Russia, 1864-1996: Power,Culture and the Limits of LegalOrder, Armonk (Nueva York) yLondres, 1997.

72 Mi fuente principal en estepunto es Butler, Soviet Law, pp. 208-222.

73 El material sobre estacuestión, los conflictos laborales ydemás problemas, procede de V. I.Terebilov, ed., Kommentarii kZakonodatel'stvu o Trude, Moscú,1996. El editor había sido presidente

del Tribunal Supremo de la URSS.Hay un análisis detallado de losconflictos laborales en la p. 409(párrafos 86-94 y 201224 del códigolaboral). Sobre los contratos detrabajo y el derecho del trabajador arescindirlos, véanse las pp. 50-55,más concretamente el párrafo 29 delcódigo laboral de la FederaciónRusa: «Motivos para rescindir elcontrato de trabajo».

74 Véase I. A. Korshunov et al.,Sovetskoe Zakonodatel'stvo oTrude: Spravochnik, Moscú, 1980,pp. 55 y ss.

75 La última versión de lalegislación laboral de la URSS sepublicó en 1970 (la de la RSFSR, en1971). En mi opinión, la mejor fuentesobre estos códigos y sobre toda lalegislación posterior relacionada conel trabajo es V. I. Terebilov,«Verjsuda SSSR», en A. I. Startsevay M. E. Pankin, eds., Kommentarii kZakonodatel'stvu o Trude, Moscú,1986.

76 Anastas Mikoyan, Tak Bylo:Razmyshleniia o Minuvshem,Moscú, 1999.

77 Como explica Pijoia en

Sovetskii Soiuz, quien utilizamaterial sobre episodios de los quehablan otras fuentes a mi disposición,aunque los aborda con más detalle.

78 Estos detalles proceden deArjivno-informatsionnyi biulleten',n.° 1, 1993, pp. 110-136, unapéndice a Istoricheskii Arjiv.

79 TsJSD, f. 89, op. 6, d. 20, LL.1-11, contiene tres documentos quedatan de 1962. Dos de ellospertenecen a la categoría «Informeespecial — Alto Secreto: debedevolverse en 24 horas al 1er sectordel Departamento General del

Comité Central». El terceropertenece a la categoría «Informeespecial — Alto Secreto». Entreotras cosas, hay un extracto del actanº 42 de la sesión del Presídium delComité Central del 19 de julio de1962.

80 Amnistía Internacional,Prisoners of Conscience in theUSSR: Their Treatment andConditions, Londres, 1975, y Butler,SovietLaw, pp. 7-8.

81 O. V. Edelman, sost., 58-10:Nadzornye ProizvodstvaProkuraturi SSSR po Delam ob

Antisovetskoi Agitatsii iPropagande: AnnotirovannyiKatalog, 1953-1991, Moscú, 1999.Esta obra también es mi fuente a lahora de estudiar cómo supervisaba laOficina del Fiscal lasinvestigaciones del KGB.

82 TsJSD, op. 25, d. 47, LL. 4-5(«archivo especial») de Andropov yRudenko.

83 En relación con lospabellones psiquiátricos, hay unapublicación reciente que puederesultar de interés. Su autora es D. B.Dmitrieva y se titula Alians grava i

miloserdiia - O Probleme ZashchityPrav Cheloveka y Pszjiatrii (Moscú,2000). Implacable con el sistemasoviético, la autora es una psiquiatray fue partidaria de Yeltsin y ministrade Sanidad durante su gabinete.Posteriormente, fue nombrada alfrente del Instituto Estatal dePsiquiatría Social v Criminal, laconocida institución que lleva elnombre de V. P. Serbskii y quepresuntamente fue la principal autorade falsos diagnósticos psiquiátricospara políticos críticos en perfectoestado de salud. A partir de la

investigación realizada en losarchivos del Instituto de todos loscasos que pasaron por él, Dmitrievaafirma que el uso de la psiquiatríacon fines políticos en la URSS no fuegeneralizado, y que incluso esposible que no existiera tal política.En su lugar, puede que hubiera casosindividuales de corrupción o quealgunos psiquiatras cedieran a lapresión política. Sea como fuere, lacuestión sigue siendo objeto dedebate.

84 Vladimir Lashkin,Solzhenitsyn, Tvardovskii and

«Novyi Mir», traducción y ediciónde Michael Glenny, concontribuciones adicionales de MaryChaffin y Linda Aldwinckle,Cambridge (Mass.), 1980.

85 O. V. Edelman, sost., 58-10:Nadzornyeproizvodstva prokuraturySSSR.

86 RGAE, 1562, 44, 2598, L.60, 19 de marzo de 1965: tabla de laOficina Central de Estadística.

87 GARF, f. A-10005, op. 1, d.248, LL. 51-55.

88 GARF, f. A-10005, op. 1, d.249, LL. 244-253, octubre de 1972

(informe del responsable del comitédel estado de la RSFRS para la manode obra al Consejo de Ministrosruso).

89 Salvo algunas observacionesde mi cosecha, este material procedede R. W. Davies, Soviet EconomicDevelopment from Lenin toKhrushchev, Cambridge, 1998, pp.67 y ss.

90 RGAE, f. 4372, op. 82, d.1086 (sin fecha, pero del Colegio delGosplan, en 1970).

91 RGAE, 4372, 66, 3717, LL.1-3.

92 Véase T. P. Korzhijina,Sovetskoe Gosudarstvo i egoUchrezhdeniia, Noiabr' 1917-Dekabr' 1991 g, Moscú, 1995.

93 RGASPI, f. 17, op. 75, d. 23,L. 67.

94 RGASPI, f. 17, op. 75, d. 23,LL. 62-67.

95 RGASPI, f. 17, op. 75, d. 22,L. 64.

96 Véase M. Woslenski, Lesnouveaux secrets de lanomenclatura, París, 1965, pp. 441-450.

97 E. K. Ligachev, ZagadkaGorbacheva, Novosibirsk, 1992.

98 Anatoli Dobrinin, SuguboDoveritel'no, Moscú, 1996.

99 Ligachev, ZagadkaGorbacheva, pp. 26-27.

100 Dobrinin, SuguboDoveritel'no, pp. 652-653.

101 E. V. Nesternko, ed., A. A.Gromyko — Diplomat, Politik,Uchenyi, Moscú, 2000, p. 222;incluye las ponencias leídas en unaconferencia para conmemorar elnonagésimo aniversario del

nacimiento de Gromiko, organizadapor la Universidad de Moscú, y quecontó con la participación dediversas figuras políticas extranjerasque enviaron sus escritos.

102 Véase R. G. Pijoia, SovetskiiSoiuz: Istoriia Vlasti, 1945-1991,Moscú, 1998. Pijoia ha examinadolos documentos pertinentes que seencuentran en los archivos delPolitburó y ha reconstruido con tododetalle cómo se desarrolló el XXCongreso.

103 T. I. Fetisov, sost., Prem'er— Izvestnyi i Neizvestnyi:

Vospominania o A.NKosygine ,Moscú, 1997.

104 Procede de la obra deN e m c h i n o v O Dal'neishemSovershenstvovanii Planirovaniia iUpravleniia Joziaistvom, Moscú,1965, p. 53; citado en mi PoliticalUndercurrents in Soviet EconomicDebates — From Bukharin to theModern Reformers, Princeton yLondres, 1974, p. 157, reeditadoc o mo Stalinism and the Seeds ofSoviet Reforms, Armonk (NuevaYork) y Londres, 1991.

105 Markus Wolf, Man Without

a Face — The Autobiography ofCommunism's Greatest Spymaster,Nueva York, 1999.

106 Intelligentsia i vlast',Istoricheskii Arjiv, n.° 1, 1994, pp.175-207.

107 F. D. Bobkov, KGB i Vlast',Moscú, 1995, p. 4.

108 Viachslad Kevorkov. TainyiKanal, Moscú. 1997.

109 Vadim A. Medvedev.VKomande Gorhacheva:VzvliadIznutri, Moscú, 1994.

110 Nos guiamos aquí por las

conclusiones del profesor R. G.Pijoia, que ha tenido acceso a losarchivos presidenciales, entre otros,vetados al resto de los mortales:Sovetskii Soiuz: Istoriia Vlasti,1945-1991, Moscú, 1998.

111 Esta cita y otras proceden dePiioia. Sovetskii Soiuz, pp. 434-435.

112 La correspondencia deBujarin a Lenin de 1915 se encuentrapublicada en VoprosyIstorii, 3/94,pp. 166-169.

113 N. Iliukov, «Pri svete dvujrevoliutsii», Istoricheskii Arjiv, n.os1-2, 1993.

114 A. I. Shingarev, FinansovoePolozhenie Rossii, Petrogrado, 1917;discurso sin fecha.

115 Publicado enOtechestvennaia Istoriia, n.° 5,1992, pp. 143-155.

116 O. N. Znamenskii,Vserosiiskoe Uchreditel'noeSobranie, Leningrado, 1976, pp.337-338. Según los cálculos de losaños veinte, en la AsambleaConstituyente había 370 socialistasrevolucionarios, 175 bolcheviques,40 socialistas revolucionarios delala derechista, 86 representantes de

organizaciones y partidos nacionales,17 cadetes, 2 nacionalsocialistas y 1independiente. Los feudosbolcheviques eran fuertes en lasregiones industriales y entre lossoldados, donde solían conseguir lamayoría de los votos. El mundo ruralsolía decantarse por los socialistasrevolucionarios. En la lista anteriorno figuran los mencheviques:solamente tenían 17 delegados.

117 Lenin, Sochineniia, vol. 13,p. 406.

118 Véase «Grazhdanskaiavoina y Rossii — kruglyi stol», en

Otechestvennaia Istoriia, n.° 3,1993, pp. 102-115. La discusión essumamente interesante: aquí me hagoeco únicamente de las aportacionesde I. I. Igritskii y de L. M. Gavrilov.

119 Los datos sobre las pérdidasdurante la guerra civil provienen dediferentes fuentes, especialmente deR. W. Davies, Soviet EconomicDevelopment from Lenin toKhrushchev, Cambridge, 1998, pp.21-22.

120 Estos textos se encuentran enel volumen 45 de Sochineniia, deLenin.

121 Lenin, Sochineniia, vol. 45,p. 280.

122 Para las fuentes pertinentes,véase mi Russia - USSR - Russia,Nueva York, 1995, pp. 156-157.

123 Esta noción aparece en elartículo de Lenin «Better Fewer, ButBetter». El adjetivo «civilizada» esmi traducción de la palabra rusagramotnye (alfabetizado o educado),porque creo que Lenin considerabaesta palabra como la más adecuadapara las aspiraciones e idealessocialistas a la vista de lascircunstancias históricas.

124 D. Dallin, Posle Voin iRevoliutsii, Berlín, 1921 (el autorera el padre de nuestro colegafallecido Alexander Dallin, uneminente rusista).

125 B. N. Mironov. Sotsial'naiaRossia, San Petersburgo, 1999, pp.341-356.

126 V. A. Kozlov, MassovyeBesporiadki y SSSRpriJrushcheve iBerzhneve, 1953 — Nachalo 1980-jgodov, Novosibirsk, 1999, p. 402.

127 Identificar y evaluar las«fuentes de problemas» potenciales

es una de las tareas de todo serviciosecreto, cualesquiera que sean losmétodos de vigilancia y los mediosque utilice contra los grupos o lasorganizaciones.

128 Véase E. J. Hobsbawm, Ageof Extremes, Londres 1994, p. 400,citando a Gur Oler, «SovietEconomic Growth, 1928-1985»,Journal of Economic Literature, vol.XXV, no. 4, diciembre de 1987, p.1778.

129 El académico YevgeniFedoseev, que presentó el 5 deagosto de 1966 las conclusiones de

este estudio sobre los «problemasesenciales y las perspectivas de lacompetencia entre la URSS, EstadosUnidos y otros países capitalistasimportantes», como se lo habíaordenado el Consejo de Ministros enabril de ese mismo año, explicó queel estudio corrió a cargo del Institutode Economía Mundial y deRelaciones Internacionales de laAcademia de Ciencias de la URSS,en colaboración con el director delGosplan, Baibakov, a quien Kosiginhabía ordenado lo siguiente el 15 demarzo: (1) discutir el informe de la

Academia en la sesión del colegiod e l Gosplan, en presencia derepresentantes de la Academia, convistas a incorporar en el siguienteplan quinquenal, que se estabapreparando en esos momentos, lasconclusiones y las recomendacionesrelevantes del texto, y (2) presentarlos textos pertinentes a los miembrosdel Presídium del Consejo deMinistros.

130 RGAE, 4372, 66, 670, LL.31-53, 54-66, y LL. 67-91.

131 GARF, f. A-10005. OD. 1.d. 4R. LL, 2-62 16 de septiembre de

1968.132 Con todo, se puede hallar

información útil en las ediciones de1986 y de 1995 de T. P. Korzhijina,Sovetskoe Gosudarstvo i egoUcherzhdeniia. Noiabr' 1917-Dekabr' 1991 (Moscú), yen una obrade referencia de gran valor, SovietGovernment Officials, 1922-1941: AHandlist, editada por R. W. Davies ysus colegas del Centro de Estudiossobre Rusia y Europa Oriental,Universidad de Birmingham,Inglaterra.

133 Véase Korzhijina, Sovetskoe

Gosudarstvo i ego Uchrezhdeniia.134 RGAE, 4372, op. 66, d. 670,

LL. 175-176, 3 de septiembre de1966: un informe de una de lassesiones de la Comisión para elAhorro de Recursos del Estado.Dotada de amplios poderes, lapresidía el director del Gosplan,Baibakov, y en ella figuraban:Starovski, responsable de la OficinaCentral de Estadística; el ministro deFinanzas Garbuzov; Martinov,director de Mattejsnab, unainfluyente agencia encargada desuministrar materias primas y

recursos tecnológicos a lasempresas; Poskonov, el director delBanco Estatal; y Tchikin, uno de losresponsables de la Comisión deControl Estatal. El Comité deTrabajo y Salarios estabarepresentado por Volokov. Elinforme sobre la reunión que secelebró el 21 de septiembre de 1966lo firmaba el viceprimer ministroPolianski.

135 RGAE, 4372, 66, 670, LL.31-38.

136 GARF, A-259, op. 45, d.7501, LL. 4962: un archivo de

documentos del gobierno sobre laFederación Rusa (octubre-noviembrede 1968) a propósito de la campañaque se llevó a cabo en toda la URSSpara luchar contra el «gasto ilegal dedinero público en banquetes yrecepciones».

137 RGAE, f. 7733, op. 58, d.2892, LL. 1-5, 85-97: un conjunto dedocumentos (de julio de 1970 adiciembre de ese mismo año)referidos a las negociaciones entre elGossnab y el Ministerio de Finanzasa propósito de la cantidad defuncionarios de primera categoría y

su salario.138 RGAE, f. 1562, op. 47, d.

1183, LL. 4-8: datos del censorealizado el 1 de octubre de 1970por parte de la Oficina Central deEstadística sobre «indicadores de lasactividades del mercado desuministros y comercialización».

139 I. G. Minervin, «Tenevaiaekomomika y SSSR — prichiny isledstviia», pp. 103-127, en I. I.Zhilina y L. M. Timofeev, otvet. red.,«Tenevaia ekonomika:ekonomicheskie I sotsial'nyeaspekty». Este volumen de ensayos

se encuentra en una revista publicadapor la Academia Rusa de Ciencias,Ekonomicbeskie I Sotsial'nyeProblemy Rossii , vol. 4, Moscú,1999.

140 Véase A. Portes y J. Boroche n Ekonomicheskie i Sotsial'nyeProblemy Rossii, p. 121.

141 Ibid, p. 125.142 T. I. Zaslavskaya y Z. I.

Kalugina, otvet. red., SotsialnaiaTraektoriia Reformiruemoi Rossii— Issledovaniia NovosibirskoiEkonomiko-sotsiologicheskoiShkoly, Novosibirsk, 1999, pp. 577-

584.143 A Menshikov lo citan Zilina

y Timofeev en Tenevaia Ekonomika ,pp. 116-117.

144 RGAE, 4372, 66, 3717, LL.1-9.

145 Citado en G. Vernadski,Russkaia Istoriografiia, Moscú,1998, p. 106. La frase rusa es«zhidkii element y russkoi istorii»(«el elemento constante en la historiade Rusia»).

146 Véase David Joravsky,«Communism in HistoricalPerspective», The American

Historical Review, vol. 99, n.° 3,junio de 1994, pp. 837-857.

147 Véase V. Berezhkov,Riadom so Stalinym, Moscú, 1999.

148 Véase V. P. Mezhuev,«Otnoshenie k proshlomu — Kliuchk budushchemu», en Kuda IdetRossiia? Krizis Institutsiona'nyjSistem: Vek, Desiatiletie, God ,Moscú, 1999, pp. 39-47.

149 Fuente: RGAE, f. 4.372, op.84, d. 271.