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"El sonido de las caracolas"

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Cuentos inéditos desde San Miguel, Cajamarca, Perú Autor: Antonio Goicochea Cruzado.

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El sonido de las

caracolas

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Agradecimiento

Este libro es editado por la Municipalidad Provincial de San Miguel de Pallaques, en su afán de coadyuvar al Plan Lector de las instituciones educativas de la provincia. Alcalde provincial Guillermo Espinoza Rodas Regidores:

Ángel Rosalino Quiroz Huerta, Jaime Marcial Cubas Serrano, Silvia Milagros Soberón Romero, José Manuel Rivasplata Moncada, Ever Suárez Hernandez, Rosa Flor Sandoval De La Cruz, Carlos Alfonso Guerrero Becerra, Anderson Aníbal Quiroz Bardales, Porfirio Mendoza Mendoza,

Por tal motivo, agradezco a todo el Concejo y al Prof. José Antonio Paredes Vásquez, Sec. General, por el siempre oportuno apoyo a mis inquietudes culturales.

Antonio Goicochea Cruzado

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El sonido de las caracolas Antonio Goicochea Cruzado

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El sonido de las caracolas

-

Antonio Goicochea Cruzado

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El sonido de las caracolas Antonio Goicochea Cruzado

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Título original:

El sonido de las caracolas

Primera Edición Setiembre 2014

El sonido de las caracolas Antonio Goicochea Cruzado © Antonio Goicochea Cruzado E-mail: [email protected] Telf. Móvil: 976939495

© Wayrak, Grupo Editorial-Chota Jr Inocencio Consanchillón Nº 220 Chota, Cajamarca, Perú e-mail: [email protected] Telf.: 943071638 RPM #969218194 Primera edición, octubre de 2014 Diagramación: Antonio Goicochea Cruzado Diseño de portada: Antonio Goicochea Cruzado, tomando como base el dibujo de Jorge Antonio Contreras (EDUCARTE) Ilustraciones interiores EDUCARTE, Evert Arrascue, y Jhonny Becerra Becerra Cuidado de edición: Jorge Antonio Contreras, Educarte Tiraje: 1000 ejemplares Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú Nº: …………. IMPRESO EN CHOTA, PERÚ Setiembre de 2014

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“El sonido de las caracolas” está

conformado por narrativa de A.G.C. publicada en el BLOG DE CUENTOS

EDUCARTE.

asociacioneducarteperu.blogspot.com

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Dedico este libro a:

Ronald Antonio, Verónica Nicole, Arantxa

Eliana, Macarena Elisa, Ronald Manuel,

Miguel Sebastián, Ivanna Micaela, Magna

Alejandra, Rubén Nicolás y Facundo

Gabriel, mis nietos.

Antuco

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PRÓLOGO

EL SONIDO DE LAS CARACOLAS O LAS ANDANZAS DE “LOBITA”

José López Coronado

Antonio Goicochea Cruzado es un escritor prolífico y prolijo. Su poesía la degustamos osada y sensata, tierna e indignada, abstraída y alboro-zada. Su prosa, en cambio, es explícita y dilucidante, reflexiva y cáustica, dilecta y apasionada. Estas características le dan talante y factura personal que lo identifican a primera lectura. Pues él amolda su palabra como un alfarero, la bruñe como orfebre, y la ofrece como un brindis auspicioso.

Por ello, es un escritor reconocido no solo en nuestra región (cuyas cordilleras son de oro macizo, no obstante en sus valles nuestra gente remienda el techo de su pobreza). Su trabajo poético y narrativo es conocido también en el contexto nacional y ha trasuntado las fronteras. El sonido de las caracolas, la presente gavilla de relatos

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(que saben a fiesta pueblerina con desayuno familiar, almuerzo opíparo y cena amical), confirma lo que se ha dicho de él y de su obra diversa y versátil. Diversa en su temática, que parte y regresa a sus orígenes natales, San Miguel de Payacques, y versátil en su tratamiento técnico, con el propósito de conquistar lectores en otras latitudes. No en vano han sido publicados, uno por uno, en el blog de cuentos Educarte, que supone, a priori, haber aprobado un control de calidad, por parte de esta institución que, dígase de paso, se ha dado el trabajo primoroso de ilustrar cada cuento, tal como aparecen publicados en este libro.

Tal como en el arcoíris caben todos los colores, en la narrativa de este libro de Antonio Goicochea Cruzado caben, palmaria o subrepticiamente, todas (o casi todas) las especies de la narrativa breve. Y justamente la inicia con un mito, aunque el título exprese que es una leyenda, que explica –bajo nuestro cielo– el origen de iname o arcoíris. Son leyendas ex profeso: La campana de oro, La Virgen del Arco, La del origen del maíz y Los ovillos de colores. Presentan la técnica y sortilegio del cuento: El sonido de las caracolas, Los olleros de Mangallpa, La yatama, Velay agarró maña el mitayo, Tania la manola, El más difícil de los oficios, El mejor amigo, El juguete anhelado, Las cartitas esperadas, Adonde fueres, haz lo que vieres, Mañana juntaremos millashcuros, Manuelito no quiere ir de paseo y Ahora no podrá negar que … En cambio son relatos: El lustrador, El amor del niño Ernesto, La moña, Los cipreses ornamentales y El acomedido cobrador de microbús. A su vez, tienen la acuarela de las estampas: Al tío Abelardo le gustan las cabezas de cuy, Llegó la banda, y Sequía en Condorumi. Y linda con la tradición el titulado El landaruto. Pero en la mayoría de las narraciones palpitan por espacio propio anécdotas, fábulas y crónicas que, registradas con pericia y fluidez de gran contador de historias, que es su autor, se elevan al rango literario de modo categórico, no solo por su lenguaje fácil pero elegante, sino por la destreza de saber presentar cada hecho o circunstancia con perspicacia y pertinencia.

La mayoría de los textos de El sonido de las caracolas están destinados a la edificación del futuro, es decir a los niños y jóvenes ávidos de lecturas que reflejen e interpreten nuestra realidad andina, con su propia mitología e idiosincrasia para fortalecer nuestra identidad regional, por eso es preceptor didáctico, educador dicharachero y maestro guía. Sin embargo, los lectores adultos tendrán la oportunidad también de rememorar vivencias parecidas que, al terminar de leer cada narración, les dibujará una sonrisa o acaso les robará la exhalación de un suspiro. ¿Quién no

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recuerda hechos dignos de un libro vividos en la niñez y juventud junto a los amigos entrañables, como Meyengue y otros también cercanos que acompañaron en sus andanzas a “Lobita”, el autor mozo en su pueblo de San Miguel, cuyo Arcángel les enseñó a pisar a todo diablo entrometido que frustraba sus momentos más memorables? Pues de eso está hecha la vida, como decía Borges, de momentos. Y se tornan en inolvidables cuanto más significan en nuestra experiencia personal.

Finalmente, no quiero dejar de expresar que, viendo su imagen, Antonio Goicochea Cruzado (imagen que se incluye también en El sonido de las caracolas), tiene un parecido físico con Fernando Savater, el filósofo y escritor español de nuestra época. Esta semejanza, creo, puede también tener un parecido espiritual o gnoseológico con nuestro poeta y escritor cajamarquino. Los que conocemos a Antonio sabemos del encanto de su plática, de su generosidad de paisano y de la vorágine de sus proyectos que buscan alcanzar el cielo, sin despegar los pies de la tierra. Similitud también ética y militante, porque observamos que ambos son sosías.

Chota, setiembre 26 de 2014

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COMENTARIO DE JORGE ANTONIO CONTRERAS RÍOS (Asociación EDUCARTE)

A mi amigo Antonio, un guerrero de la pluma… Antonio Goicochea, con sus historias y esa capacidad

maravillosa e inteligencia pródiga de su imaginación, nos lleva de la mano por un sendero que todos recordamos y pocos expresamos. En sus relatos, revive con diáfana claridad nuestros recuerdos, la calidez del anecdotario típico, tradicional, a veces familiar, a veces comunitario que nos identifica y que nos hace pertenecientes a este gran acervo cultural que yace en San Miguel, que es Cajamarca y que es el Perú.

Luchador incansable de la pluma, veterano com-batiente del arte del relato, nada lo intimida ni amedren-ta, por eso, cuando se propuso sacar una historia semanal, decidimos como tantos otros embarcarnos en su apoyo.

Hoy, nos entrega su campaña, una victoriosa batalla más, que no necesita ni de palmas, ni de aplausos para identificarse con lo nuestro. Con “El sonido de las caracolas” nos dice una vez más que nuestra historia está presente, para todas las edades, gustos y

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naciones y nos transporta en un viaje cultural a aquellas situaciones inimaginables del antaño.

Bienvenidos pues a los cuentos del “agüelo” de kurakas y entuertos. Desensillemos nuestras acémilas y dispongámonos a disfrutar de un preciado momento de lecturas cortas. Lleguemos juntos a encontrar que el sonido de las caracolas aún está en nuestros corazones. Que el futuro es y siempre será Cajamarca y el Perú. Que las manzanas de aquí, aquí están y son para nosotros. Que el amor por nuestras mascotas es más fuerte que nunca. Celebremos nuestra comida, que a pesar de malabares reluce de sabores. Escuchemos a las campanas, chamanes y gitanillas que nos traen buenas y otras nuevas. Recordemos que la honradez y la paternidad es la mayor virtud seas lustrador o tengas el más difícil de los oficios. Que los amores son de dos, y el resto no. Que un barco frágil es la amistad cuando no hay sinceridad. Reafirmemos que la honradez siempre se pagará con gratitud. Que a veces lo escrito no representa lo que uno siente. Tomémonos el tiempo para recordar que hay que tener cuidado con las compras. Y preparémonos para celebrar las fiestas a nuestras usanzas tradicionales, adaptándonos sin tristezas al cambio, sin volver la mirada atrás y sin dejar de respetar a nuestros mayores.

Como corolario de esta hermosa aventura literaria nuestra más sincera felicitación a Antonio, por su abnegada labor al emitir este mensaje para nuestras generaciones.

Sinceramente

Jorge Antonio Contreras Ríos

Lima, 26 de setiembre del 2014

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Índice

1. Prólogo: José López Coronado/9 2. Comentario de Jorge Antonio Contreras Ríos

(EDUCARTE)/12 3. Leyenda: Así nació el iname/15 4. Leyenda: La campana de oro/18 5. El sonido de las caracolas/22 6. Los olleros de Mangallpa/24 7. La yatama/26 8. Velay agarró maña el mitayo/29 9. Al tío Abelardo le gustan las cabezas de cuy/33 10. Leyenda: La Virgen del Arco/36 11. La leyenda del maíz/42 12. Los ovillos de colores/48 13. Tania, la manola/50 14. El lustrador/54 15. El más difícil de los oficios/56 16. El amor del niño Ernesto/59 17. Nuestro mejor amigo/61 18. El juguete anhelado/63 19. Las cartitas esperadas/66 20. Adonde fueres, haz lo que vieres/68 21. El landaruto/71 22. Mañana juntaremos millashcuros/75 23. Manuelito no quiere ir de paseo/79 24. Ahora no podrá negar que …/82 25. Llegó la banda/84 26. La moña/87 27. Los cipreses ornamentales/89

28. Sequía en Condorumi/91 29. El acomedido cobrador de microbús/95 30. Datos biográficos del autor/97

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Imagen: EDUCARTE Publicado el 21/01/14

Así nació el iname

(Leyenda)

-Voy a contarle, señor, lo que cuando niño una tarde con sol y chirapa me contó mi agüelo, lo que su agüelo a él, también, cuando niño, le contó. Esto se lo cuento a ustedes también. En estos lugares, hace muchos, muchísimos años en el ayllu de Hokos vivían felices los lugareños, sembrando papas, mashuas, ocas, ollucos, quiwicha y frijoles; y, criando sus animalitos que eran llamas, vicuñas y lyuchus. Porque antes, esos animales también se criaban por acá. El kuraka de Hokos, tenía sólo una hija, la muy hermosa Iname, cuya madre muriera cuando Iname nació; huérfana de madre, para que no estuviera sola, le permitían jugar con Waman, un niño del ayllu. Cuando por las praderas pastaba sus llamas, el niño era seguido por Iname; Desde niños jugaron juntos. Juntos comían su fiambre de charqui, mash’ka, papas y ullucos. Se distraían viendo a

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las mariposas revolotear y a los quendis saborear el dulce néctar de las flores. Y llegado el tiempo en que las miradas y caricias dejaron el candor angelical de la niñez, en el mes del sol, cuando las laderas habían florecido y el momento en que sus pechos se oprimieron con los primeros suspiros de amor, mutuamente se complacieron. Conocedor, el kuraka, de que su bella Iname se había interesado por el plebeyo, la recluyó en su palacio. Fue rodeada de las mayores atenciones. Las mejores tejedoras le enseñaron el arte de hilar y tejer las más primorosas telas. Rápido aprendió, pero sus profundos ojos negros volvían a dibujar a su amado en el pukio del que manaba abundante y cristalinas aguas. Waman, ante la ausencia forzada de su Iname, vagaba por las floridas laderas, por los riscos y peñascos. -¡Cómo juera cóndor pa’ mirar de lualto a mi amada! -Decía, al ver deslizarse majestuoso por los aires al rey de los Andes. Todos los días volvía por los mismos caminos, con sus mismos pensamientos y deseos. Tanto y tanto que se consumía. El querer ser cóndor lo estaba enajenando. Iname, entretanto, tejía un telar multicolor, recordando el perfume y colores de las flores y los momentos pasados con su hombre. Una tarde de chirapa, hecho cóndor de cuello plateado, en raudo vuelo alzó por los aires a la bella tejedora. El dios Katequil le había concedido su deseo. Iname no se desprendía de su tejido el que dejaba una estela de seis colores. Cuando pasaba por el coto de caza de Hokos, el kuraka, que se encontraba en su deporte favorito, reconoció a su hija, y enardecido disparó su flecha contra el raptor, dando en el blanco. El cóndor, herido de muerte, haciendo un arco fue a caer a un pukio de las laderas vecinas. Quedó un arco de siete colores en los cielos de Hokos. Se iniciaba en el pukio del Palacio y terminaba en el pukio donde yacía el Cóndor Amante. Su sangre, dio el sétimo color. El kuraka, acompañado de sus soldados, se dirigió a buscar a su hija. En el trajinar vieron que otro arco de colores se había formado junto al primero. Cuando hubieron llegado, el sol había sido cubierto por las nubes, llegando vieron que los arcos habían desaparecido. Tampoco hallaron al cóndor. Por eso cuando el sol sale con chirapa se ve a Iname y su amado, recordándonos que para el amor verdadero no existen barreras de espacio y de tiempo. -Señor, así me dijo mi agüelo. Y él se preguntaba si los hijos de nuestros hijos llegarán a saber que lo que hoy se llama Bellavista, antes se llamaba Kondorkaka puaquel enamorau que murió de amor. Peña del Cóndor dicen se llamaba pué; y, pueso

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dicen quen Cajabamba se ven los inames más buenenques de tuitos los lugares.

Desde niños, inocentes, cultivaron grande amor,

mariposa y picaflor les incitaron a querer.

Por Iname, la doncella, Waman moría de amor; y en cóndor convertido por los aires la raptó.

Sintiéndose traicionado el kuraka, padre amado, al cóndor y a la doncella

con su flecha derribó.

En días de sol y chirapa, con multicolor tejido, Iname nos rememora

lo que fue ese grande amor.

Cajamarca, 25-diciembre-97. In ame : A rc o i r i s. Hokos : Joco s, i ns ta nc ia ho y pe r te nec ie nte a l d i st r i to d e S i t acoc ha, p ro v inc ia d e Ca j abam ba. Quendi : P ica f lo r . Katequ i l : D io s de l re ino C u ism a nc o. Bel lav i s ta : Com unidad de S i t acoc ha q ue a n tes l le vab a e l nom bre de Ko ndo rkaka. Kondorkaka: Peña del cóndor.

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Imagen: EDUCARTE Publicado el 07/02/14

Leyenda: La campana de oro El anochecer los sorprendió en las estribaciones del Cerro

Negro, cerca de la Laguna de Santa Rosa, a pesar de encontrarse a dos horas de San Miguel, no podían continuar porque las acémilas se encontraban cansadas. Hacer pascana era lo más inteligente. Desmontaron, descargaron los productos que llevaban a vender en la feria de la Virgen del Arco. Desensillaron a las acémilas, las abrevaron y les dieron una ración de cebada que para el efecto llevaban. Allá por los años veinte del siglo pasado, un 20 de diciembre.

Con la diligencia que da la experiencia en largos viajes prepararon la cena, un caldo caliente con arroz, para y quesillo, acompañado de cecina asada y cancha de maíz cully. Unos tragos de buen aguardiente, del pacchino, como dicen ellos, les ablandó la coca, los que sinérgicos les estimularon una fácil conversación.

De San Juancito, para la Virgen del Arco, decían palpando los encargos que sus familiares y amigos les habían encargado, algodón y velas que luego de impregnarlas con el fluido bienhechor

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de la Virgen, las retornaría a casa para hacer sentir su influencia en la buena salud, bienestar y felicidad de sus hogares.

Con las jergas como colchón y cubiertos con ponchos y frazadas, se prepararon a dormir bajo el límpido cielo santarrosino cargado de estrellas.

Cuando ya conciliaban el sueño salió la luna con su blanca redondez, los arbustos proyectaron sus sombras. Era media noche, el silencio fue roto por un claro tañer cercano de una campana. Curiosos dejaron sus lechos y se dirigieron a buscarla.

Bamboleándose sobre los totorales de la orilla de la laguna observaron a una dorada campana. -Será un bonito regalo para la Virgen, dijeron entusiasmados. Con reatas de los aparejos de las acémilas, lazaron a la campana, pero les fue imposible jalarla a tierra firme. Ante tan difícil empresa, ataron a la campana a arbustos cercanos y retornaron a dormir.

Antes que rayara la aurora, cuando a los lejos escuchaban el primer cantar de los gallos, ya descansados retornaron a la laguna. Trataron otra vez de jalarla, pero la fuerza de tres hombres no fue suficiente. Acordaron que uno de ellos iría a San Miguel a dar aviso al sacerdote y autoridades.

Las calles del pueblo eran una algarabía: -Que vayan los más fuertes. Por lo menos veinte hombres se

necesitan. -Don Gregorio Caballero debe proporcionar su yunta, es la

más fuerte. -Que los acompañe la banda de músicos. Se necesitan

avellanas. Que lleven las del mayordomo. -El cura no quiere ir porque dice que es encanto. Sería un

sacrilegio hacerlo. -Que lleven cañazo y cigarros, es bueno para el ánimo. Llegaron a la laguna. Jalaron a la dorada campana, de unas

ocho arrobas y la ataron al yugo de la yunta de fornidos bueyes, luego observaron que se bamboleaba atada al yugo. La fuerza de los comisionados y la de los chotanos lograron el cometido. Ataron la campana al yugo y fustigaron a la yunta para iniciar el retorno. Se soltaron 10 avellanas, tal era el aviso convenido con los del pueblo para indicar el éxito de la empresa. Cuando su badajo la tocaba, fino tañer llenaba el ambiente.

Cerca del pueblo, cuando ya se divisaba la alta torre del templo se soltaron avellanas, en respuesta las campanas del templo echaron al vuelo los más límpidos tañeres que campanario alguno en el departamento tenga. A esto los comisionados notaron que la campana de oro que traían se estremecía, se samaqueaba con fuerza brutal. Cuando más arreciaban las campanas del templo, la

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de oro de agitaba más, tanto que se soltó y llevando las amarras como rabiza, cual cometa sin hilo con viento a su favor, retornó hasta hundirse en la laguna.

-Celosa la condenada, decía el que comandaba al grupo, no quiso rivalizar con las nuestras.

Hoy en las noches de luna llena, a las doce, dicen que se escucha en la laguna el tañer triste y jadeante de una campana.

Cuando en nocturna pascana, en noche de plenilunio, junto a la fría laguna en faldas del Cerro Negro descansaban los chotanos, peregrinos y devotos de la Virgencita del Arco, a la que venían a adorar con ofrendas y regalos, rompiendo, haciendo trizas, el bucólico silencio una campana tañía. Al ver a la muy horonda, flotar sobre el totoral, pensaron en ofrendarla, a la egregia Señora. No pudiendo asirla solos pidieron los ayudaran fornidos sanmiguelinos. En el yugo la amarraron de una yunta, vigorosos, y cuando al pueblo llegaban y el campanario alegre de la comunal proeza el éxito celebraba, celosa y con envidia de los límpidos sonidos de las campanas del pueblo, cual cometa en ventarrón con rabiza y sin amarras volvió la campana de oro a las húmedas entrañas de aquella fría laguna.

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Por eso hoy en plenilunios en laguna y totorales se escucha un plañir jadeante en la bella Santa Rosa.

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Imagen: EDUCARTE Publicado el 06/03/14

El sonido de las caracolas

-¡Muchachos, aquí todos, vengan a escuchar al mar!

Facundo Gabriel, con una caracola junto a su oreja, gritaba, -

Vengan escuchen al mar; el barullo que se armó fue tremendo,

había pedido que se la colocaran junto a su oído. Todos se

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“peleaban” por hacerlo, pidió orden y uno a uno escucharon al mar.

Estaban sorprendidos.

Cuando llegó la profesora, respetuosa del pensar infantil pero

también de la realidad científica, hizo que los niños tomaran asiento

e inició la explicación:

- Niños, los sonidos son vibraciones de los cuerpos que se

transmiten por medio de aire, escuchamos a una guitarra porque el

guitarrista pulsa las cuerdas y éstas vibran, producen sonido y llega

hasta nosotros a través del aire; igual, cuando soplamos una botella

y sale un sonido agudo o grave dependiendo de la forma de la

botella y de la fuerza con que se sopla. En estos mismos momentos

hay sonidos en el aire, a muchos de ellos no los captamos, pero que

si tuviéramos unas orejas en forma de caracola también

escucharíamos esos rumores que parecen ser del mar, porque eso

es lo que hace. Las caracolas no pueden grabar sonidos, como

ahora lo hacen sus teléfonos móviles. Niños, colóquense un vaso o

un tarro junto a su oreja y escucharán unos sonidos, no como el de

la caracola, porque sus formas son kmuy simples, pero sonidos al

fin. Así lo hicieron.

La sorpresa seguía. Los niños, repreguntaron a la profesora y

ella iba absolviendo las dudas. Parecía haberlos convencido, en eso

Facundo Gabriel, dijo:

-Profesora, en la clínica, el otro día, el médico, con un

estetoscopio, me hizo escuchar el sonido que hace el corazón en el

pecho de mi mamá, luego colocó el aparatito en mi pecho y pude

escuchar el mío, le digo que los dos sonaban igual, así como el

sonido del mar parece estar metido en una caracola, el sonido de mi

mamita está metido en mi corazón.

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Imagen: “Camioncito tronador” de Ever Arrascue

Publicado el 11/03/14

LOS OLLEROS DE MANGALLPA

Las conversaciones tenidas con los paisanos que volvían de

la montaña lo convencieron que el futuro próspero se encontraba en Nuevo Cajamarca, zona de feraces tierras que producían café, arroz, cacao y frutales en abundancia, allí tendría que buscarla don Manasés García, ollero mangallpino, de los buenos, e inició la exploración.

-Por muy bien y con cuidado que carguemos las ollas, siempre algunas resultan rotas, y es que es largo el camino y por tramos, difíciles, decía don Manasés ¡Si no se rompieran las ganancias serían buenazas!

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Ya eran tres viajes que don Esteban Mendoza, en su camión, hacía por encargo de don Manasés, llevando ollas y cacharros, de Mangallpa a Nuevo Cajamarca, y ahora sería el cuarto viaje.

-Don Manasés, ya que le va tan bien en la venta de ollas, porqué mejor no trae arcilla de Mangallpa y acá hacen las ollas. Hay suficiente leña para la horneada, le dijo don Esteban, cuando estaba siendo contratado para el cuarto viaje.

-Sí pué, de Nuevo Cajamarca, su greda, nues buena pa´ollas, dijo el ayudante del camionero en su hablar moyocho, y agregó, -¡Pero qué buenazas que vendiusté son sus ollas!

-Don Esteban, traigamos la arcilla mangallpina, veamos que tal nos va.

Esta vez, don Manasés, vino a la tierra de sus esperanzas con arcilla y con toda su familia; y, como habían planeado hicieron ollas, tiestos, cántaros y otros utensilios de greda. Se hizo la quema a la usanza de Mangallpa, incluyendo el coqueo y el asado de chiuche con chancaca.

No se rompió ningún cacharro, la venta fue un éxito y echando cálculos, las ganancias redondas. No contento del todo, don Manasés buscó y encontró greda buena en Nuevo Cajamarca. Hoy la próspera ciudad formada por migrantes cajachos tiene a don Manasés y su familia trabajando su progreso y luchando por la vida en su tierra prometida. ------------- Imagen “Camioncito Tronador”, óleo sobre lienzo, 0,65 x 0.81 m, de Ever Arrascue. Pinacoteca Municipal de San Miguel de Pallaques. Explicación de términos:

1 . M a n g a l l p a , c e n t r o p o b l a d o d e l a p r o v i n c i a d e S a n P a b l o , C a j a m a r c a , d o n d e s e h a c e n o l l a s d e g r e d a q u e s o n d e e x c e l e n t e c a l i d a d .

2 . N u e v o C a j a m a r c a , d i s t r i t o d e l a P r o v i n c i a d e R i o j a , R e g i ó n S a n M a r t í n , f o r m a d a p o r m i g r a n t e s c a j a m a r q u i n o s .

3 . M o y o c h o , m o y o b a m b i n o 4 . C o q u e o , c h a c c h a d o d e c o c a . 5 . C h i u c h e , n o m b r e c a j a m a r q u i n o d e l a c a l a b a z a , c h i c l a y o o

z a m b o m b a . 6 . C h a n c a c a , p a n e l a o d u l c e e l a b o r a d a c o n j u g o d e c a ñ a d e a z ú c a r . 7 . C a j a c h o s , c a j a m a r q u i n o s .

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Imagen: EDUCARTE

Publicado el 21/038/14

La yatama

-¿Por qué nadie agarra las manzanas de don Eugenio, a pesar de verse rojitas y estar casi en el camino?, nos preguntábamos todos.

El camino de cercos de piedra, pencas y alisos serpentea al bajar a Tayaloma, a la vera izquierda se encontraba la casa del brujo más famoso de la zona: el Cojo Eugenio. La vivienda hacía de entrada a una huerta de naranjos, limas, granadillas, plátanos, pacaes y manzanos.

Cuando el brujo se alejaba de su casa, montaba, mejor dicho lo hacían montar, sobre una dócil mula de blanco pelaje. Lo montaban porque Eugenio era un tullido y no tenía dominio de la parte inferior del cuerpo. Juana, una de sus esposas con ayuda de algún caminante subía a su hombre sobre la montura que había sido

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modificada especialmente para recibir un cuerpo deforme. Digo una de sus esposas porque vivía con dos hermanas: Elvira, en El Cedro y Juana en Tayaloma. Pero era Juana la que lo acompañaba en su trajinar de curandero, igual ayuda pedía para bajarlo en casa de algún paciente o en una cocinería para almorzar; en la mesa colocaba Juana un pulcro mantel, y sobre él un plato de fierro enlozado y cuchara que siempre llevaba con ella. Precauciones que tomaban los del oficio ante posibles actos de venganza a través de las comidas.

-Buenos días doña Aurorita, buenos días Gringuita, véndame azufre, bálsamo de Buda; bálsamo del Perú; trozos del pico del pájaro Dios Te Dé, con su voz atiplada montado en su mula, solicitaba don Eugenio frente a la "BOTICA LA SALUD", estos y otros artículos, que según decían aplicaría en sus artes de hechicería, que todos sabían que eran para curar, no para perjudicar, como los brujos maleros.

-Gringuita, Dios te pague, dele a mi Juana. ¡Juana págale y agradece, quihay questar agradecidos de estas buenas atenciones!

Don Eugenio olía a yerbas, a bálsamo, a árnica y a tabaco. Al ver su contrahecha figura lo mirábamos curiosos, de él se decían muchas cosas: que está “compactao”, que conversa con el diablo, que “tuerce el culo a cualquiera”, que convalece borrachos y que sana a los locos…

En San Miguel, teníamos la tarde y el anochecer del sábado, y el domingo para jugar a nuestras anchas. Por las noches, a la luz de la luna, después que la beatitas salían del rezo, en la Plaza, fuera el portón de la casa de Don Gerardito, sentados alrededor de uno de los Coshones, que fungiendo de cuentacuentos, nos relataba historias que nos estremecían de miedo con leyendas de cura sin cabeza, de la mula coja, de los ovillos de colores, de duendes, fantasmas y aparecidos. ¡Qué tiempos aquellos!

Después de las ferias de San Juan y del Arcángel San Miguel, nos juntábamos en la Pampa de San Juan, antesala del cementerio a jugar a los toros, o a ver a Aurorita Yépez y a Pepe Gálvez estrenar las primeras bicicletas que habían llegado al pueblo, que Jajejo fisgoneaba con exagerada atención, urdiendo para sus adentros cómo montar por primera vez una bicicleta en su vida.

Cuando los días eran solariegos, los muchachos en pequeños grupos organizábamos correrías por los campos, invadiendo chacras ajenas, para premunirnos de guabas, poro poros, tunas, granadillas y hasta choclos para preparar humitas en casa de alguno cuyos padres estaban de viaje.

Por estos lares no se veían manzanas más coloridas, de un carmín encendido, que las manzanas de la huerta del Cojo Eugenio,

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y que se nos hacía agua la boca cuando en nuestras correrías para cazar pajaritos pasábamos por allí, pero ningún mozuelo osaba arrancarlas por el temor que en nuestras mentes habían sembrado las habladurías de los timoratos pobladores: el Cojo Eugenio ha colocado yatama a sus frutales. Nadie sabía que cosa era la yatama, solo que la había colocado aquel temido brujo y eso era suficiente para no atreverse a tocar siquiera la fruta que hundió a Adán y no queríamos que nos hundiera a nosotros también.

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Imagen: Jhonny Becerra Becerra

Publicado el25/02/14

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Velay, agarró maña el mitayo

Como todos los días, muy de mañana, Adelaida,

prepara la comida de Chocolate, el mitayo que maneja a las

borregas con ladridos y movimientos de orejas. La mañana es

luminosa, el sol calienta como cuando va a llover en

Condorumi.

El rebaño ovejuno, su mitayo y la chacrita en la que se

ubica su humilde choza son las posesiones materiales de

Adelaida, viuda del que fuera don Filadelfo Carhuaricra,

diligente comunero de Condorumi.

Chocolate, consume diligente su primera comida que

Adelaida le sirvió en un mate, que de tanto uso y continuo

limpiar ha quedado tan delgado casi como cuenco de cáscara

de zambomba. La segunda comida del día la recibirá al final

de la jornada diaria.

El mitayo, mandón, lleva a su hato a las laderas de la

Comunidad, lo conduce a punta de sonoros ladridos. Abrevan

en un arroyo cercano al pantano, vecino del río seco, que

corta el camino al pastizal, por lo que usan el cauce seco

como pasaje. El agua dibuja al mitayo, su figura ondula en las

aguas revueltas, que en un ir y venir de lenguazos va

tomando sus raciones del líquido refrescante; El rebaño le

lleva la delantera, se da cuenta de su retraso y en galope, al

ritmo del otro retrasado, el pequeño y huérfano corderito al

que por eso su dueña le llamaba el Guachito, imitando al Bayo

que tenía su difunto patrón, cual potro cerreño, alcanza al

rebaño y lo conduce con seguridad hasta el pasto.

Ya por la tarde Adelaida se preocupa por su rebaño

puesto que ha llovido como nunca.

Atolladas, chorreando lodo, han regresado las ovejas.

Adelaida no escucha el siempre alegre y sonoro ladrido de

Chocolate. Se sorprende de ver al rebaño solo. Adelaida de

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El sonido de las caracolas Antonio Goicochea Cruzado

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un vistazo recuenta a sus animales, sólo falta uno de ellos: El

Guachito.

Guarda a las ovejas en el corral y se apresta a perseguir

al mitayo mañoso, que no obstante de haber salido bien

comido se atrevió a devorar a Guachito.

Adelaida, con voz lastimera deja escapar estas

imprecaciones:

-Gallina que como huevo, aunque le quemen el pico, tan

bien comiu que luenvié al mitayo, y que sihayga comiu al

Guachito. Velay, agarraste maña, te comiste al Guachito, qué

mala suerte tuvo este animalito, su mama murió al parirlo y

hoy muere en las muelas de un perro mañoso. Así es también

la vida, el cristiano que vino a este mundo con mala estrella, la

mala suerte lo acompaña siempre.

Adelaida coge el látigo con el que su Filadelfio azuzaba

a su corcel y con el que ella hoy castigará al mitayo.

-¡Velay, mañoso te volviste!, pero recibirás tu castigo.

¡Criaré otro mitayo y ojalá no me salga mañoso, decía la

atribulada mujer!

No imaginaba la arremetida de las aguas cuando en

Condorumi se nubló de pronto y un estruendo de cilindros

vacíos rodados por los cielos, llenó los campos, luego cayó un

fuerte chaparrón que lo mojó todo. No sabía que bullanguera

la riada bajó arrastrando todo lo que a su paso encontraba.

Era el torrente que bajaba en estruendo, no el conjunto

inarmónico de balidos ovejunos, era un caos que trastocó el

bucólico silencio del prado de Condorumi, el antes, cauce

seco, se había inundado de turbias aguas, nadie osaba

cruzarlo, sin embargo ya era hora que el rebaño volviera a su

querencia. El día avanzaba.

Tan rápido como había empezado la lluvia, el sol

apareció espléndido, pero el río seguía bajando bravo con sus

aguas turbias.

Al acicateo de los roncos ladridos del mitayo, que

ajochaba con empujones de cabeza al carnero mayor para

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que se adentrara por el lodazal. El líder inició el retorno y

luego se atrevieron los demás animales, salvando el obstáculo

volvieron a casa.

Adelaida no sabía que el guachito, que no tiene mamá

que lo saque del atolladero, chapoleaba tanto como le

permitieron sus fuerzas, luchando por salir del pantano y no

podía; y, que el mitayo se lanzó en pos del corderillo, con sus

colmillos lo cogió con delicadeza del pescuezo y a rastras lo

sacó a tierra firme, luego de unos momentos de descanso

iniciaron retorno a casa. Con dificultad el guachito se puso en

pie y calmo, junto a su salvador, volvieron.

Adelaida no sabe todo eso y sigue lamentando su mala

suerte, de pronto, divisa ya cerca de la choza a Chocolate y

Guachito que con paso lento van retornando a su querencia.

Arrepentida, de su atrevido pensar, tiró lejos el látigo, corrió

hacia ellos, acarició al mitayo y a Guachito, les restregó las

orejas y hasta les llenó de besos. Chocolate al calor del

regazo de Adelaida, como si adivinara el atrevido pensar de

su dueña, movió la cola y sonrió para sus adentros.

Adelaida, musitando, no sabía por qué, un yaraví con el

que su Filadelfio la enamoró, se apresuró a preparar, con más

amor que nunca, la segunda comida para Chocolate.

Jaén, 3 de noviembre de 2012

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Imagen: EDUCARTE Publicado el 03/03/14

Al tío Abelardo le gustan las cabezas de cuy

-Queridísimos familiares que hoy adornan y dan prestancia a mi casa, que es también vuestra, la cabeza del cuy es mi presa favorita, por eso mi adorada Pochita me ha reservado las cinco mejores y que hoy voy a degustar junto a ustedes. Pero para dar inicio formal a éste ágape acompáñenme, mis queridos familiares, a hacer un brindis por tener a todos engalanando mi mesa. ¡Salud!, dijo convincente don Abelardo.

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Los asistentes cogieron sendas copas de cabernet sauvignon que el anfitrión había reservado para la celebración de sus cincuenta años, se pusieron de pie y con unción. –Salud, dijeron en un coro no concertado y de un tirón tomaron el vino ofrecido.

El cuy frito envuelto en shacta de maíz penipampino, antes de ir a la sartén de hirviente aceite, preparado por doña Flor estaba delicioso; cuy que coronaba los platos que pletóricos de papas huagalinas guisadas y trigo partido sancochado, que gritaban las delicias de Penipampa. Todos engullían las presas con deleite, solo don Abelardo, ayudándose con un cascanueces destrozaba los cráneos cuyinos para desarmarlos y hacerse de la poca carne que tienen, sin embargo a cada rato repetía:

-¡Qué ricas son las cabezas y sus cachunas! ¡Es que me gustan tanto…! Cuando se hizo un silencio en el que sólo se escuchaban suaves los movimientos de la vajilla en la mesa y el masticar de los comensales, don Abelardo -Entre col y col, lechuga, dijo, como solía decir, y la anfitriona sirvió a cada uno su vaso de chicha. Cual si fueran viajeros del desierto que llegaron a un oasis, dieron cuenta inmediata del refrescante y ámbar líquido. Luego se sirvieron un apetitoso caldo de gallina, del gallinero de la casa.

Las mesas cubiertas de níveos manteles Payacquinos, obsequiados por la esposa de un sobrino, sanmiguelina ella, presentaban las delicias culinarias de doña Pochita, que todos degustaron con deleite. Se dijeron chistes y chascarros de todos los calibres, siendo los rojos los más aplaudidos. Al dar por terminado el ágape, con elocuentes palabras agradeció a todos y ofreció como bajativo un anís especial preparado por las “monjitas del asilo”.

Carlitos, el sobrino más “leído” contestó: -Tío, a nombre de toda la familia, agradezco estas muestras

de cariño que siempre recibimos en su casa, que junto con tía Pochita nos brindan exuberantes. Por todo ello muchas gracias. ¡Pero no sabíamos que le gustaran tanto las cabezas de cuy!, cuando lo tengamos en nuestras casas, que también son suyas, disfrutará de platos llenos de cabezas con cachunas y todo. A lo que todos asintieron con carcajadas.

El tío Abelardo era el más querido de los tíos en Penipampa, asistía a todas las celebraciones familiares y si por alguna circunstancia, ajena a su voluntad, no se contaba con su presencia, ostensiblemente la reunión no alcanzaba el nivel que con la estampa del tío.

Después de aquel cumpleaños, cuando se celebraba otro en familia, tío Abelardo era halagado con un plato lleno de cabezas de cuy, que lo consumía con apetito canino. Hasta que a la tercera

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invitación, posterior a la de los cincuenta años, al ver el plato lleno de cabezas, dijo:

-Queridos familiares, para mi cumpleaños, en casa habíamos preparado comida para veinticinco personas, pero como de improviso contamos con la gratísima presencia de Gregorio y su familia, cinco personas más de lo previsto, tuvimos que alargar la mesa y hacer malabares en la cocina. Con el caldo no tuvimos inconveniente porque de las presas grandes hicimos unas más pequeñas y como decimos en Penipampa, le “echamos más agua al caldo”, pero lo del cuy si fue un problema tanto que para mi Pochita, las ayudantes de la cocina y para mí, sólo quedaban cabezas, con las que nos complacimos y ¡no es que las cabezas me gusten tanto! Por lo que les pido, que en el futuro, vuelvan a servirme MI PRESA DE CUY, como a todos.

La sorpresa fue mayúscula y sólo salieron de ella cuando el dueño de casa ordenó que de inmediato a su tío querido le sirvieran no uno sino dos cuyes enteros para que se descontara de la desazón de las dos invitaciones anteriores.

-------------- Basad o e n un hec ho rea l . He cam b iado lo s nom br e s po r no hab er te nido la po s ib i l idad d e ped ir a lo s f am i l ia r e s m e perm it ie ra n hac er lo c o n lo s suyo s pr op io s. Shac t a , ha r ina g r ue sa de m aíz . Cachunas, quijadas de cuy.

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Imagen: Pisadiablo

Publicado el 27/03/14

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Leyenda: La Virgen del Arco

Cuenta la leyenda que corrían las postrimerías del siglo XVII y en San Miguel de Payacques, pequeña ciudad de la Sierra Norte del Perú, antiguos dominios del Reino de Cuismanco; y, posterior Cacicazgo de los Astopilco, un hecho trascendente en su religiosidad. Cabe mencionar que San Miguel debió de ostentar un sitial de preferencia en el concierto de los pequeños pueblos de lo que posteriormente sería el Departamento de Cajamarca ya que contaba, entre otros signos relevantes con un Convento de la Orden de los Mercedarios.

Aquella tarde de diciembre, coloridos celajes pintaban el crepúsculo en el horizonte de El Pabellón, de repente las campanas del convento tocaron a arrebato. Sus sones invadieron las calles y casas del pueblo, por todos los rincones, y se esparcieron por los campos aledaños, a Nihuilán, Cruzpampa y Chulis, a Jangalá, La Banda y Sayamud. Como las campanas solo eran así tocadas cuando acontecía un hecho extraordinario en el pueblo, presurosos los señores citadinos, olvidando su habitual acicalamiento se dirigieron al recinto religioso. Las señoras quedaron en casa intrigadas, tenían que esperar el retorno de sus esposos ya que ellas, motu proprio, no podían asistir. Los campesinos y sus mujeres, en cambio juntos, como lo hacían cada vez que echaban a vuelo las campanas, con sus linternas de regador tomaron camino del pueblo.

Con las puertas del convento abiertas de par en par eran recibidos los intrigados sanmiguelinos que acudían al urgente llamado.

Los Mercedarios, hincados de rodillas, dirigidos por el Prior, elevaban plegarias. Por momentos cánticos, por momentos oraciones brotaban de boca de los religiosos.

Los pueblerinos se unieron a la plegaria, los campesinos que iban llegando imitaron la religiosa actitud. El sacristán, recibió el encargo de llamar a las mujeres del pueblo a que se apersonaran y presenciaran la buena nueva. En efecto, con mantilla y reclinatorio iban llegando las damas.

Cuando le preguntaron al Prior por el motivo de tan singular manifestación de alegría, éste díjoles, que estando la comunidad

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religiosa en su diaria oración vespertina, súbitamente vieron aparecer sobre el arco del portón de ingreso al Convento, la imagen de la Inmaculada concepción de María, que incito a que elevaran preces:

Reina de cielos y tierra Virgen del Arco bendita, foco de luz infinita, fuente de amor y de fe. Salvación de los mortales lenitivo de mis penas, fragantísima azucena, del jardín azul de Dios. Vuelve siempre tu mirada…

Imagen de singular belleza, bella María, bello el Niño Jesús.

Todo el conjunto, estéticamente proporcionado. No se mentiría si se afirma que incluso la serpiente, bajo inmaculados y virginales pies, adquiría extraña y bella prestancia.

Por haber aparecido sobre el arco de la puerta de entrada, fue llamada “Virgen del Arco”. La actitud de los religiosos fue imitada por los sanmiguelinos presentes, que no eran pocos y no sin importancia social, eran los “notables” del pueblo los que ocuparon los primeros lugares y también los que entablaron respetuoso diálogo al término de las oraciones.

Los religiosos convidaron copas de un licor elaborado con aguardiente, huevos, café, leche y canela; sirvieron queso, manjar blanco, rosquitas, panecitos de maíz y bizcochuelo.

Fue al calor del “agasajo”, de los bocaditos y del licor, que sin saber de dónde, surgió la idea de la realización de un novenario en honor a la Virginal aparición. Y así fue, durante nueve noches, se cantó y se rezó.

Era 28 de diciembre, desde esa fecha todos los 28 de diciembre se festejaba en San Miguel de Payacques la aparición LA VIRGEN DEL ARCO, hoy sin embargo se realiza los 29.

Colofón

La fuente oral que sirvió de base al relato fue don Arístides

Ortega Cruzado, el refirió al que escribe, que en realidad los Mercedarios hicieron venir desde España, a ocultas del pueblo, un eximio pintor, que premunido de pinturas y pinceles, con cuidado

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sumo pintó a la Inmaculada Concepción de María, después de concluido su encargo, también oculto, dejo lares sanmiguelinos. Los religiosos con la intención de generar una preferente devoción a su Patrona, idearon tal ardid: el de la aparición. Los Mercedarios, conocedores que una sociedad sin símbolos es poco unida, conocedores, también que los símbolos y los actos de masas, como los ritos religiosos, integran, vieron la necesidad de dar una “imagen símbolo” a San Miguel y el consiguiente rito.

La Virgen del Arco en el templo actual

El convento de los Mercedarios, se ubicaba en el terreno que hoy ocupa la Institución Educativa 82736 “Manuel Sánchez Díaz”, antes Escuela Pre-Vocacional de Varones Nº 73; y, mucho antes, Centro Escolar de San Miguel, a espaldas del actual templo.

Cuando los Mercedarios dejaron San Miguel, la capilla conventual fue conocida como Capilla del Sagrario. Cuando se construyó el hermoso templo que ahora conocemos, el señor Victoriano Saravia Ríos, al realizar el diseño reservó en el ala izquierda del recinto religioso un espacio para ser ocupado por la Imagen de la Virgen del Arco, planteamiento que respetó el arquitecto señor Héctor Castro, esposo de doña Elisa Serrano.

Para el día del traslado fueron convocados los más fornidos sanmiguelinos, quienes bajo la dirección del constructor el señor Castro, que premunido de arneses, lazos y poleas, ideó un ingenioso aparato con el que trasladaron, con extremos cuidados al trozo de pared de adobe que contenía la venerada imagen.

Ya en el lugar, la primera década del siglo pasado, se contrató los servicios de un pintor limeño, quien colocó en el cielo, el sol y la luna; y, los ángeles que circundan a la Virgen. Se cuenta que el pintor tomó como modelo angelical a un niñito, de ese entonces de nombre Enrique Quiroz Quiroz, hermano menor del señor Artidoro Quiroz.

Por los setentas, el pintor y ebanista señor Eduardo Huangal Castro “Paluyo”, confeccionó el marco de madera que guarda el cuadro.

El año de 1984, el pintor sanmiguelino Don Juan Villanueva Novoa “Pandoro”, restauró el cuadro, tal como ahora se ve. Los gastos fueron sufragados por su devota doña Adocinda Contreras de Torres.

La festividad de la Virgen del Arco

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Hasta la década de los sesenta (1960), la feria de “La Virgen

del Arco”, se celebraba con acendrada devoción y con presencia multitudinaria. Se congregaban en San Miguel de Payacques (del Ayllu de los Payac, no de Pallaquear), devotos y comerciantes de Cutervo, Chota, Santa Cruz, Hualgayoc, Cajamarca, Contumazá, San Pablo, Chepén, Reque, Saña y Chiclayo. Los de Hualgayoc, Cajamarca y de la Costa lo hacían por medio de camiones, pequeños, con llantas unitarias posteriores y con cadenas de hierro, para salvar los charcos de nuestras carreteras en lluvias. Los restantes lo hacían a lomo de acémila. Los Etenanos (de Eten), los “Dulceros de Saña” y otros costeños, daban colorido y un sabor muy especial a la fiesta, al punto que por varios años seguidos estos comerciantes reunidos, se devotaban la celebración de las “Vísperas”, en las que había derroche de cohetes, bombardas, fuegos artificiales y globos aerostáticos; y, música ejecutada por la Banda de Música de Eten, Reque, Jayanca y de otras ciudades. A falta de hoteles suficientes, las amas de casa preparaban habitaciones familiares para albergar, a precios módicos, a los visitantes.

Todos ganaban con la festividad. Las cocinerías, como se llama en San Miguel a los pequeños restaurantes, vendían sus mejores viandas; las tiendas comerciales y bodegas aumentaban sus ventas; don César Cruzado, conocido por sus amigos como Don Venadito, como lo hacía antes su padre Don Miguel Cruzado, preparaba centenares de velas y cirios producto de la fundición de arrobas de parafina; los bautizos y matrimonios de importancia eran reservados para estas fechas. En no pocas festividades el obispo de la Diócesis de Cajamarca, realizaba la confirmación de centenares de niños.

Destacaba la presencia de comerciantes ecuatorianos que llegaban a comprar los siempre hermosos y nunca bien ponderados tejidos sanmiguelinos.

Los potreros de Chulis y el Pabellón que albergaban a las acémilas se llenaban de ellas tanto que a lo lejos se veían como alfombras plenos de puntos negros. Los niños también ganaban de esta festividad porque cobraban unos centavos por llevar los animales a los potreros.

Esta festividad religioso-comercial era de mayor prestancia que la del Arcángel San Miguel, Patrono del Pueblo, tanto que la fiesta se extendía hasta el 6 de enero, día de los Reyes Magos. Los Mercedarios y los religiosos que les sucedieron habían logrado en la población una acendrada devoción a la Virgen del Arco. Muchas

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mujeres en San Miguel, se llamaban y se llaman María o María del Arco.

En la primera década del siglo pasado llegó a San Miguel una distinguida y pudiente señora, hacendada de Chongoyape (Lambayeque), que viajaba acompañada de un esclavo negro, con la intención de agradecer favores recibidos como consecuencia de una advocación a la Virgen del Arco. Como muestra de su agradecimiento regaló al esclavo para servicio de la Virgen. Éste, hasta su muerte sirvió a la Virgen con dedicación, limpiaba el altar, recogía flores y las colocaba para la Virgen, barría el tempo, limpiaba y conservaba los ornamentos sacerdotales. El sacerdote y las “beatitas” del pueblo le proporcionaban alimentación y cobijo. No se le conocía nombre, todos le llamaban “El Negro de la Virgen del Arco”.

Hoy se sigue con esta celebración, pero ella, según calificación de los mayores “no es ni la sombra de lo que fue”.

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1. Motu proprio, expresión latina que quiere decir voluntariamente, por propia voluntad.

2. La referencia del niño modelo para la pintura de los ángeles, la proporcionó el Sr. Ángel Rosalino Quiroz Huerta, hijo de don

Artidoro Quiroz.

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Imagen: EDUCARTE Publicado el 08/04/14

Leyenda: El origen del maíz

Cuando apenas el sol había extendido sus primeros rayos sobre la pampa, salió de la casa. Ahora retornaba trayendo las alforjas llenas de muchas cosas para compartirlas con sus hijos en el seno de su hogar y de su Ayllu. Volvía Koniwaska, alegre como todos los días A veces iba con Uchu, su fiel allco, a los cerros, y entre los bosques, con ayuda de arco, flecha, waraka y con trampas hechas de soga de cabuya cazaba llyuchus, de los que aprovechaban la carne, fresca y seca; el cuero para mullida alfombra o cabecera, y los cuernos y patas, para warkus; otras cazaba patos y pavas del monte, o pescaba en el río. Los niños del ayllu, se arremolinaban a su alrededor y celebraban su llegada. Luego jugaban a la caza como sus mayores.

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En una de esas salidas, Koniwaska se guareció de la lluvia en una cueva que era frecuentada por un oso. Cuando el animal se acercó a la cueva, con su waraka y los ladridos de Uchu logró ahuyentarlo. Al recoger piedras para lanzarlas como proyectiles se halló con una piedrecita de color del sol. Era una pepita de oro. De retorno a la casa llevaba dos piedrecitas doradas. Varias veces volvió y con dedicación las recogía y las guardaba en una bolsa de lana que le había tejido con todo amor Ch'aska, su compañera, a la que le había dicho su secreto. Ch'aska era como el lucero del amanecer, llenaba de alegría la casa, le había dado siete hijos, mozos fuertes que ya habían formado hogar que eran ejemplo de trabajo, solidaridad y buen comportamiento en todo el ayllu. Ch'aska en laboriosa tarea a cada pepita, con finísimo pedernal la horadaba y la hacía colgar de un delgado hilo hecho del mejor algodón del valle; quería hacerse un collar. Para guardarlas las colocaba alrededor de un trozo de yesca y las envolvía en delgada tela de algodón con mucho cuidado en la cabecera de su lecho. Pasaba el tiempo y con las salidas aumentaba la cantidad de pepitas. Koniwaska, un día no regresó. Ch'aska, pasó en vela toda la noche. Era la primera vez que no regresaba su fiel compañero. Rayando la aurora, en compañía de sus siete hijos, cual las siete estrellas de Oncoy, se adentraron en el río Chimín, por el pedregoso lecho, varias veces cruzaron su curso serpenteante. Las aguas ya estaban en aumento. Después de una tiempo corto siguieron por la ribera izquierda, por las estribaciones del cerro Algamarca. Antes de llegar al lugar que Koniwaska le había indicado a Ch'aska, a las orillas de un arroyuelo afluente del Chimín, encontraron un poncho lleno de lodo. Un raro presentimiento cruzó por la mente de los siete hijos y de la solícita madre. Lo recogieron, era el poncho de Koniwaska. Llegando al lugar, no encontraron la cueva. Un huayco provocado por las lluvias del día anterior había cubierto la entrada. Quisieron remover las rocas pero poco podían hacer. Ni con la ayuda de todos los vallinos, pudieron hacer algo. El chamán del ayllu dijo que se hiciera una ofrenda al Apu del Algamarca, para preguntar a la coca sobre el destino de Koniwaska. Se roció con ceniza de molle, se rasgaron las entrañas de un cuy negro, se tiró un puñado de coca y se tomó el jugo de cactus y shimba. El chamán, dijo que allí estaba Koniwaska y que esa era su última morada. Así lo habían decidido los apus. Ch'aska con el sopor de la bebida, vio en sueños a su esposo, que siempre tan

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cariñoso, como en vida, la abrazaba y al oído le decía que el tesoro que tenían debajo de la cabecera salvará de la hambruna que los adivinos del ayllu habían pronosticado, y que debería repartirlo entre los siete hijos para mejor guardarlo y protegerlo. Apenados volvieron a la casa. Todo el ayllu lloró la desaparición de uno de sus ancianos más cuerdos y queridos. Ese día los niños no jugaron. Ch'aska llamó a sus hijos y a las esposas de sus hijos. De la cabecera de su lecho, sacó un envoltorio, que para sorpresa de todos el atado de fino algodón se había convertido en hojas secas y amarillentas, rematadas por un penacho de shapra también dorada. Con ayuda de un palito delgado y en punta abrieron las pancas. En su interior hallaron unos granos prendidos a una coronta. La mama Ch'aska les contó su sueño. Desgranó y las dividió en cantidades iguales, diciéndoles que para que se cumpliera el sueño deberían guardarlos de la mejor manera. Sentados alrededor del fogón, derramaron sobre el suelo un puñado de coca, para preguntar a la Cocamama, cuál era esa mejor manera de guardar el tesoro de la salvación de la hambruna que debería venir. Cocamama, por la ubicación de las hojas en el suelo, les dijo que lo hicieran en la Mamapacha. Así lo hicieron. Cerca a sus chozas, colocaron en la tierra los granos, unos separados de los otros, tal como habían caído las hojas de coca. Llovía. Por las tardes el iname alegraba el valle con su arco de siete colores. Pasó media luna. En cada punto donde habían colocado los granos crecía una lozana plantita. Los siete hijos hicieron consejo de familia y decidieron extremar los cuidados. ¿No sería ese el tesoro del que les hablaba mama Ch'aska? Alrededor de cada planta con ayuda del allachu, colocaron tierra alrededor de las plantitas. No dejaron que crecieran yerbas malas. Pasaron las lluvias. Las plantitas se habían convertido en verdes cañas, más altas que los mozos del ayllu, de hojas largas, con un penacho de flores en el alto. Cada planta sostenía dos o tres envoltorios como los que encontraron en la cabecera del lecho de Koniwaska. Tuvieron que cuidarlas de los loros y otros pájaros que querían devorar los frutos; y a los niños porque en su inquietud habían descubierto que las cañas tenían un riquísimo y dulce jugo. A las cañas le llamaron viru. Hasta a los allcos se les ató una pata al cuello para que no pudieran derribar las mazorcas, pues ellos también habían sido sorprendidos comiéndolas aún verdes. El sol y el tiempo, maduró las plantas, los frutos se secaron. Cada hijo cosechó varios rungos de mazorcas. La noticia corrió por

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todo el valle de Condebamba. El curaca reunió al Consejo de Ancianos. Allí Ch'aska les reveló el sueño que había tenido. Los ancianos a ese grano le llamaron sara, maíz. El mayor de los hijos cosechó maíces de granos grandes y blancos; el segundo de tamaño más pequeño, amarillento pero con pintas rojizas, moradas y negras; el tercero, maíz morocho; el cuarto, maíz paccho; el quinto, maíz culli; el sexto, maíz morado, casi negro; el último, maíz pequeñito como una perla dorada. Los ancianos decidieron entonces que cada varón del ayllu recibiría para sembrarlos, tantos granos como los que habían recibido los hijos de Koniwaska, pero de todas las variedades obtenidas. Aún así sobró una buena cantidad que fue sembrada en los topos de los Apus. La cosecha fue abundante. Se guardó en las trojes de los tambos del Ayllu. La esposa de uno de los hijos de Koniwaska había guardado un poco de maíz en un urpo que antes había contenido miel de abejas del monte. En el rincón donde estaba el urpo había gotera. La lluvia llenó la vasija. Las lluvias cesaron. Pasaron los días y cuando la mujer quiso preparar el maíz allí guardado se encontró con una bebida fermentada. Al probarla vio que estaba sabrosa y refrescante. Más tarde se dio cuenta que también era embriagante. Así nació la aqha, chicha. Pasaron cuatro años. Ya se habían olvidado de los vaticinios. Las cosechas llenaron las trojes de los tambos del Ayllu y de cada una de las casas de los condebambinos. Se danzó y celebró con chicha. De los ayllus de las partes altas de Lluchubamba, Sitacocha y Jocos llegaban noticias que desde hacía tres años las cosechas y la caza habían escaseado a tal punto que este año se hablaba de hambruna. Los vallinos se acordaron del vaticinio de sus adivinos. Un día llegaron emisarios oficiales de Lluchubamba, Sitacocha y Jocos presididos por sus curacas. Ante el Consejo de Ancianos expusieron sus penas y sufrimientos, y solicitaron ayuda. Los ancianos accedieron a la solicitud pero con la condición de que fueran las mujeres de esos ayllus quienes vinieran a aprender la manera de preparar este milagroso grano que los salvaría del hambre, ya que los hombres aprenderían a cultivarlo. Un emisario regresó a las alturas. A los dos días, las mujeres, con las mejillas pintadas por el rigor del frío y más ruborizadas por el calor del valle, llegaban a Condebamba. Las pocas llamas que les quedaban, las acompañaban. Y así fue. En una casa aprendieron a comer las mazorcas aún verdes sancochadas, le llamaron choclos; en otra casa molieron

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los maíces verdes, envolvieron la masa en pancas de la mazorca y la sancocharon, las llamaron parpas; en otra la comieron ya maduro y seco, sancochado, le llamaron mote, o tostado, al que llamaron cancha. A la harina de cancha molida la llamaron mashca. En otra casa la sancocharon, secaron y molieron para posteriormente comerla en sopa, a la que llamaron chochoca. Otros envolvieron la harina de maíz en la panca de la mazorca y la cocinaron, esos fueron los sabrosos tamales. Otros la amasaron y la comieron como cachangas en callanas traídas de Pomarongo. Aprendieron a comer maíz en muchísimas formas. También aprendieron a hacer chicha para sus celebraciones. Cargaron sus llamas con el precioso grano y las mujeres llenaron sus quipes, y los hombres sus alforjas y regresaron alegres a sus alturas. Llevaban también atados de "virus" que los niños de Condebamba habían preparado para los niños de esos ayllus. Alimentaron a los suyos durante ese año y cultivaron una pequeña chacra de maíz con la poca agua que llevaron de los puquios a los topos del Ayllu. La cosecha fue buena. En la altura también fructificaba este grano milagroso. Pasó un año, esperaron las lluvias, al fin éstas llegaron, con las técnicas recibidas de los vallinos y las aprendidas en el topo del ayllu, sembraron el maíz. Tuvieron cosechas abundantes. Ellos también se acordaron de Ch'aska, Koniwaska y de sus hijos. Celebraron con chicha. Los niños participaron también de los festejos haciendo rondas y cantando. Emisarios de Lluchubamba, Sitacocha y Jocos bajaron al valle llevando yuyo, chuño, mashuas, ocas y ollucos, al igual que venaditos de madera que los niños habían labrado para sus amigos de Condebamba. Desde entonces los pobladores del valle y de la altura se ayudan e intercambian sus productos. Estos sucesos se difundieron por todo el ande y la costa. Desde allí llegaron emisarios a requerir la semilla de ese grano salvador. Aquel envoltorio guardado en la cabecera de Koniwaska, dio origen al maíz, un verdadero tesoro que salvó de la hambruna a muchos pueblos y su valor fue comparado como el del oro.

1. A l lc o : Per r o , e xi s te n te e n Am ér ica de sd e a nt es de lo s Inca s 2 . W araka: Honda 3 . L l yuc hu: Tar uc a, ve nado d e lo s A nde s . 4 . W arko: Ganc ho co lgad or , se co locaba e n la coc ina o deb a j o de

lo s a le ro s d e la c hoz a par a co loca r ute ns i l io s de c oc ina o he r ram ie nta s de la bra nz a.

5 . Onc o y: Co ns te lac ió n co noc ida t am bié n co n e l nom br e de La s S ie te Ca br i l la s.

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6. Apu: D io s de l l ug ar . 7 . A lgam arca: U n cer ro de l l ugar . 8 . Sh im ba: Yerba d e la s a l t ur a s, de pr op ieda d es a luc ina nte s q ue

ut i l iza n lo s c ur a nde ro s. 9 . Cham á n: B r uj o , c ura nd ero . 10 . Shap ra : Bar ba s. f lec o s. 11 . T ip ina : Pa l i t o co n una co r re í t a e n la par te rom a para q ue

cue lg ue de la m uñeca d e l a gr ic u l to r q ue s i r ve p ara ab r i r la m azorca .

12 . Cocam am a: D io sa d e la coca . 13 . Inam e: A rco ir i s. 14 . A l lac hu: Ins t r um e nt o de la bra nz a ind io , cons ist e nte e n un

ga nc ho p unt iag ud o d e m ade ra , s i r ve par a c ut ipa r (co loca r t ie r ra a l r eded or de una p la nta p ara m ej orar su c r ec im ie nt o y prod ucc ió n) .

15 . Rungo: Ce st o de m ade ra y cab uya, ut i l iza do para m ed ir e l a j í , e l m a ní y o t ro s gra no s.

16 . Paccho : M aíz a r r ugado, q ue to s tado ad q u ie re una sua v idad y du lz ura e xq u is i ta s, p rop io pa ra co nsum ir lo c om o canc ha.

17 . Urpo: Va s i j a de bar ro d e c ue l lo co r to e n q u e se g uar da gr a no s o l í q u ido s.

18 . Parpa s: hum ita s.

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Imagen: EDUCARTE Publicado el 03/05/14

Los ovillos de colores

En el pueblo de San Miguel, de acendrada tradición textil,

se cuentan muchas historias sobre ovillos de colores. Les traigo dos de ellas:

Don Darío Lingán, a media noche, volvía a su casa ubicada al final de la calle Miguel Grau, luego de una reunión alegre de amigos. En la esquina que ahora forma la intersección de las calles Miguel Grau y José Gálvez, había un puquio. De pronto, de entre las aguas surgió un costalillo lleno de ovillos que se le interpuso en su camino. Si don Darío tomaba el lado derecho de la calle, el costal iba en ese sentido; si quería esquivarlo por la izquierda, a la izquierda iba el costalillo. A la altura de la casa de don Arsenio y de una planta de lúcumo, trató de salvarlo con un ágil salto. En eso los ovillos de colores se desparramaron por el suelo y tropezó en ellos. El corazón parecía explotarle en el pecho por el pánico del que era presa. A duras penas llegó a su casa. Quiso comunicar lo sucedido a sus familiares pero había

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enmudecido. Cayó desmayado.

¿Qué haría don Darío con patas y en vocerío en altas horas de la noche con traguitos y con ponche? mientras que de ello gozaba don darío no esperaba de ovillos de colores tales males y dolores.

En la Cantora, del barrio Zaña, a media noche, a la hora

de la tentación, cuando alguien pasaba solo, hermosos ovillos de colores rodaban por la colina que allí existe hasta caer a la calle. Los transeúntes trasnochadores se veían tentados a recogerlos. Los que así lo hacían se llevaban la sorpresa de sus vidas porque ya en casa los ovillos se convertían en gatos negros, en chanchos o en chivos.

Doña Josefa Alfombrera recogió ovillos de los colores que le faltaban para cumplir con un pedido que le habían hecho y de todos los colores del arco iris. Ya en su cama soñó que hacía la mejor de las alfombras de su vida. Al día siguiente se apuró a continuar con su trabajo, fue al envoltorio para traer los ovillos. Grande fue su sorpresa que no halló más que unas tusas chamuscadas con fuerte olor a azufre.

De la loma en la Cantora doña Josefa Alfonbrera recogió en avaricia los ovillos de colores que de la altura cayeron. en sus sueños acaricia que con la alfombra que haría con cariño y con presteza retaría en belleza al mismísimo arco iris y vean lo que encontró en su equipaje nocturno unas tusas chamuscadas con un fuerte olor de azufre.

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Imagen: EDUCARTE Publicado el 04/07/14

Tania, La Manola

-Con toda seguridad que será mía, amigos, con sonrisitas y

requiebros me ha dado a entender su disposición a estar conmigo y

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siguió argumentando, con unas frases bonitas y una cartita le diré de mis amores, decía Beto, Betino, como le decían sus amigos, parecía haber sido el elegido a ser correspondido en sus deseos y quereres por Tania.

Con su propina de fiesta consultó a una gitanilla, que había venido a la feria del pueblo, sobre su futuro amoroso. El presagio no era bueno, un hombre moreno, mayor que él, con capa y espada se interpondría, así lo decían las barajas.

Betino no le creyó y copiándose de un librito de cartas de amor comprado de uno de los vendedores llegados a la feria, le escribió una cartita en la que después de declararle su amor le decía: “El perfume de mi vida perdería la fragancia que anduvo en su existir”, que ni él ni los muchachos comprendían nada, pero les parecía una frase de impacto para decirla a una enamorada.

Fueron testigos de la entrega de la cartita que la hizo una amiguita de ambos. Tania temblaba de emoción al romper el sobre. Una sonrisa cómplice esbozó en el rostro cuando silenciosa leía.

Con espera solidaria la miraban escondidos entre la gente y vieron que a Janeth le susurraba al oído. Tania guardó la cartita en su brasier, anidándola junto a su corazón.

-¿Qué dice?, le preguntó Betino. -Dice que sí, que deberán verse a la salida de la primera

corrida de toros. La alegría no sólo fue de Betino, sino también de la

muchachada, porque a pesar de los requerimientos de todos había preferido a uno de los suyos, aunque no con poca envidia al elegido.

Tania era la niña que les robaba el sueño, los muchachos del pueblo la veían tan bella, tanto como las gitanillas llegadas a la feria, eso sí, impecablemente limpia. Lucía vaporosos vestidos, aretes, gargantilla y pulsera siempre en juego con su atuendo. Tenía una voz suave, suavecita, cual arrullo de una tórtola. Era la niña, repito, más deseada, recibía serenatas, incluso de los jóvenes universitarios que para la fiesta patronal retornaban a gozar de la festividad. Cuando acompañaba las procesiones con sahumerio en las manecitas enguantadas y mantilla de blanco brocado en la cabeza, parecía en éxtasis, que solo estaba para la imagen en veneración.

Los ojos de los muchachos se posaban en ella, queriéndola, deseándola.

Pero aquella noche, en la retreta de la Banda de Músicos, paseando por el parque se la vio en compañía del torero El Chato Arrué. Coqueta, le sonreía con deferente atención.

El cartel en las esquinas del pueblo decía: 8 toros de casta 8 de la ganadería La Viña. En el coso taurino de San Miguel, se

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lidiarán y matarán 8 bravísimos toros de casta. Mano a mano El Chato Arrué (cajamarquino) y Hugo Bustamante (trujillano)

-Quiero ir de vestida de española a la corrida de toros, esa misma noche dijo Tania a sus padres. Nunca habían opuesto a sus deseos, de tal manera que fueron a la modista del pueblo a que le hicieran un vestido a su gusto de la tela de seda que mamá tenía guardada en su baúl. La modista a pesar de tener confecciones que entregar, asumió el encargo de confeccionarlo dado que pagaban el doble de lo que comúnmente cobraba.

-Señora María, un poco más ceñido en la cintura para que resalte el busto, el escote tiene que ser más profundo como de una verdadera española, el resto está perfecto. Mañana debe estar listo para antes de la corrida de toros. Quiero lucirme, le dijo convincente Tania.

Antes de dirigirse al coso taurino, cortó la más hermosa de las rosas rojas de su jardín y la llevó oculta en su cartera.

Después del paseíllo, los toreros entregaron sus capas de paseo a distinguidas damas locales, Chato Arrué le entregó a Tania.

Estaba radiante, con su vestido de manola, un vestido rojo escarlata, lleno de volantes, guantes, peineta, pañoleta, aretes y gargantilla de oro y botines de charol completaban su atuendo; con algarabía celebraba que haya sido escogida para mostrar en barrera la capa de su torero. Se pavoneaba mirando a un lado y a otro para cerciorarse de todas las miradas que en ella se posaban. Ella, la dama escogida. En reciprocidad le regaló al torero la rosa que llevaba escondida.

-No, no puede, ser decía Beto a los amigos al observar a su Tania. -No, no pude ser y su rostro adquirió unos rasgos de profunda tristeza.

El primer toro le tocó a Bustamante, como que era el más antiguo de los dos toreros. Su actuación fue premiada con una oreja.

El segundo le tocaba lidiar al Chato Arrué, el que luego del permiso del Juez de Plaza se dirigió al palco en que estaba Tania y le entregó la montera en señal de dedicarle el toro.

La faena fue un éxito, al torero lo premiaron con dos orejas. Tania le dio la montera, lanzándole un beso “volao”, se pavoneaba y volvió a mirar a su alrededor para ver quienes la admiraban.

Aquella noche ya no se los vio en la retreta pero Janet dijo al grupo de amigos que había visto a la pareja en cuestión ingresar al hotel donde los matadores estaban alojados.

Apartándose del grupo, Beto, que ahora sufría sus primeros dolores de amor, sacó lápiz y libreta y en sus renglones escribió estos pareados en cuartetas.

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Bien dijo la gitanilla al auscultar mi estrella:

No alcanzaría tu amor,

sí, sentiría dolor, sin sujetarse a razón, en mi tierno corazón,

porque sería un torero, por el designio agorero, tu querer conquistaría

y que a mí me dejarías.

No sé qué harás ¡oh! Tania cuando el torero se vaya a conquistar corazones allá por otras regiones.

Ya que de mí te has burlado

con el que hiere al astado no vuelvas a coquetearme

porque jamás has de amarme.

No volveré a mirarte con intenciones de amarte,

yo enjugaré mis dolores al lado de otros amores.

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Imagen: EDUCARTE Publicado el 13/07/14

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El lustrador

Inicia la jornada con las primeras pinceladas del sol en las

paredes. A veces, sorbo a sorbo desayuna veloz; que el reloj no

espera.

Lleva en su cajón, junto a escobillas trapo y betún, una

montaña de esperanzas y una latita triste, esperando reviente de

alegría cuando haya caído el sol.

Es su traje de combate; ropa, manos y cara por pintor

surrealista decorados, que no oculta realidades, que en este diario

bregar impera no disimular.

Cual expresión del obrar de la selva en la ciudad se peleó por

conseguir un espacio, un lugar, para lustrar.

Ha perdido la cuenta -el lustrador- de cuánto calzado lustró; y,

ya no quiere contar los días que faltan -infinitos- para que los labios

de sus pies besen su primer par de zapatos.

Da descanso a sus bártulos cuando en las entrañas siente la

tenaza del hambre. Una señora descalza, vivo retrato de su madre,

por unas monedas le alcanza un plato de comida. Golpe de fortuna.

La siesta no se hizo para él. De nuevo el transeúnte escucha:

- ¡Le lustro, señor!...

Y en sus manos de malabarista, escobilla y trapos bocetan

coreografías de futurista ballet. La manifiesta alegría al hacer

zumbar el trapo, no deja ver la preocupación sin límite que lo

domina. Mil veces hasta que caiga el sol ha abierto su cajón para

ver si la alegría también ha llegado a su latita.

Alegría que será de todos cuando regrese a su hogar.

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Imagen: EDUCARTE

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Publicado el21/07/14

El más difícil de los oficios

Sabía, como sabía todo el pueblo, que a don Alfonso Chuquilín le llamaban “Siete Oficios”, pero no sabía el origen de ese sobrenombre o apodo, como decía mi profesor, o “chapa”, como decían mis amigos.

-Siéntate, Jorgito, mi Alfonso ya no demora en venir. Se ha quedado en su taller sacando filo a dos lampas porque hoy tiene que ir con un peón a aporcar las papas en la chacrita que tenemos en Cruzpampa. Quiere aprovechar este sábado porque para otros días es difícil conseguir ayudantes y la papita se pasa, le dijo doña Yolanda Célis a mi hermano Jorge al que tenían que cortarle el pelo.

Llegó don Alfonso. Le colocó una toalla de algodón, tomó peine, tijeras y máquina, las limpió con su vaporizador de alcohol y realizó el corte. Jorge regresó contento a casa, listo para asistir, bien peinado, el lunes al colegio.

-Su máquina es suavecita y no jaladora como la de don Ermilio Cubas-, le dijo a papá.

-Antonio, alguno que no quiso pagar el consumo de su acémila en el potrero malogró el candado, llévalo a mi tocayo para que lo arregle. Me dijo mi papá. Orden que la cumplí de inmediato. Fui y encontré a don Alfonso que estaba arreglando una cocinita a querosene “Primus”, le dije el requerimiento de mi padre.

-Dile a mi tocayo que estará, como nuevecito, para el lunes. El lunes por la mañana fui a su taller de carpintería, que es

donde estaba trabajando como mi informó su esposa. Al verme dejó de cepillar la madera para una ventana de la casa de don Eusebio Vásquez, según me dijo al entregarme el candado. Lo probó, varias veces, si abría y cerraba, demostrándome que funcionaba. Le pagué y me retiré agradecido.

En esos momentos llegaba don Grimaldo Alvítez con una linterna Petromax para que la arreglara.

–Don Grimaldo, la entregaré mañana, porque en estos momentos me pongo a arreglar unas bicicletas de alquiler cuya compostura me ha encomendado el Gringo Aníbal Quiroz, le dijo don Alfonso.

Como niño inquieto y curioso yo iba a ver al artífice en sus quehaceres, cuando don Grimaldo regresó por su linterna, vi que

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don Alfonso tuvo que dejar la máquina de coser con la que estaba confeccionando un uniforme de colegial.

De retorno a casa le pregunté a mi padre. -¿Cómo puede haber un solo hombre que haga todo eso? -Hijo, a mi tocayo don Alfonso Chuquilín le dicen el “Siete

Oficios”. -Pero papá, agricultor, carpintero, sastre, peluquero, mecánico

de bicicletas, mecánico de artículos domésticos, yo sólo cuento SEIS ¿Cuál es el sétimo? Mi padre caviló unos segundos y luego, con seguridad, dijo:

-El más difícil, hijo, sustentar honradamente a su hogar, ser modelo de padre y saber criar bien a sus hijos.

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Imagen: EDUCARTE Publicado el 25/07/14

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El amor del niño Ernesto

Rememorando a José María Arguedas

Voy a contarles, niños o viejos, en manos de quienes caiga este texto, lo que me sucedió en mi escuela cuando se celebraba el centenario del Nacimiento de José María Arguedas. La semana anterior habíamos leído en clase: Warma Kuyay y hoy teníamos que escribir sobre este hermoso libro, un resumen, análisis, ensayo u otro tipo de texto. Todo el mundo empezó a escribir, menos yo, que no sabía cómo iniciarlo. Cuando el profesor, extrañado por mi actitud, se acercó a mi lado y me instó, amablemente, a emprender mi trabajo, me decidí a hacer una semblanza imaginándome ser el niño Ernesto que meditaba de sus amores. Quedó así:

“Ay, noche de luna llena, que en la quebrada de Viseca, y que en cómplice claridad me hacen ver con nitidez. Iluminada de luna, aquí en la quebrada, tu silueta, mi Justina, prendó mi corazón niño.

Justina, urpicha ingrata, tu boca llama al amor, tus ojos son dos luceros que no me dejan dormir. Dichoso es el indio Kutu porque lo miras amable, mientras que yo en tristeza sollozo por tu querer. ¡Ay, cómo miras Justina! ¡Ay, cómo es que te requiebras! ¡Qué caminando cual urpicha a todos robas suspiros!

Cómo podré yo explicarme, que entre todos tú me ignores. Mírame Justina mía que si no lo haces, me aloco. Cuando estés conmigo alegre ¡ay! dame una miradita, que mi corazón palpita porque una mirada logre. Si sigues enojadita no me mires, no me mires, mejor mira por los aires que tú mirar me marchita.

Esas miradas me alocan, esos suspiros me matan, porque suspiros no quiero, tu buen mirar yo prefiero.

Lloro Justina tus desdenes, me han hundido en negra pena, que vengarme de ti quiero, pero no puedo, no puedo. Y al decir la pacapaca que nunca habrás de ser mía, es la yerba del olvido socorro en mi desconsuelo.

Para mi alegría, todos aplaudieron después de que lo leyera en voz alta. La emoción que casi me llevó a las lágrimas.

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Imagen: EDUCARTE Publicado el 01/08/14

NUESTRO MEJOR AMIGO

Un barco frágil de papel

parece a veces la amistad. Alberto Cortez

Le llamó enormemente la atención el hecho de que sólo él

fuera el alumno que debiera realizar una tarea individual de investigación bibliográfica en la biblioteca del plantel y que los demás se quedaran a realizar una tarea colectiva de producción de textos, sin embargo la asumió con alegría y responsabilidad. Hacia la biblioteca fue.

-Queridos alumnos, manos a la obras, a redactar por qué, elegimos a nuestro mejor amigo- dijo el profesor, llamando al trabajo en grupos. Se repartió el trabajo por contenido temático y al cabo del tiempo dado, el relator del primer grupo, leyó:

-Porque cuando una sombra de tristeza invadió nuestros días y tú los inundaste de alegría iluminándolos plenos.

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El segundo: -Porque cuando estuvimos solos fuiste solidaria compañía y siempre extendida mano y cuando todos dudaban de nuestra sinceridad, a pesar de evidencias, fiaste en nosotros, diste el crédito que nos hacía falta.

El tercero: -Porque en el campamento… cuando caímos nos diste la mano, porque cuando lloramos, lloraste; reímos, reíste.

El cuarto: -Porque animaste nuestras decisiones para salvar dilemas. Porque cuando anhelantes de educación de prístina calidad en equidad y justicia fuimos torrente en las calles, fuiste el fuego que espoleó la lucha, trepidante en las calles de Santiago.

Y el quinto: -Porque boyante en ese frágil barco de papel en el proceloso mar que es el vivir, de tan dispares sentires, lograste un solo corazón. Iconoclasta peón, alfil, torre o rey en el ajedrez de la vida… Por lo que tú eres, ¡eres nuestro mejor amigo!-

El pleno: -Por eso Ronald Antonio eres nuestro mejor-. -Habiendo concluido nuestra tarea, invitemos a Ronald a

volver a la sala- dijo el profesor. Y el alumno coordinador del aula, en esta semana, se dirigió a la biblioteca. Mientras que el relator del pleno, imprimía el pergamino: Nuestro Mejor Amigo.

-Ronald, dice el profesor que des por concluido tu trabajo, debes volver al salón.

Esta disposición lo intrigó aún más que la que lo llevó a la biblioteca, pero caviloso, regresó. Allí vio que la veintena de alumnos, en círculo y de pie, lo recibían a aplausos. No salía de la sorpresa, -Si hace poco celebraron mi cumpleaños- dijo para sí.

Acto seguido, el relator dio lectura al pergamino. Recién allí, Ronald, encontró la razón de tanto secretismo. Seguía con expectación la lectura; de su pecho, de rato en rato, escapaban suspiros.

Cuando escuchó –“Por eso Ronald Antonio, eres Nuestro Mejor Amigo”- y cuando recibió los abrazos de todos, unas lágrimas de alegría rodaron por sus mejillas.

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Imagen: EDUCARTE Publicado el 09/08/14

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El juguete anhelado

Para comprar su anhelado juguete le faltaban cinco soles, tan solo cinco soles le faltaban para completar los diecisiete que costaba. Había recurrido a mil mañas, privarse de golosinas, no ir al cine, hacer mandados, etc., para alcanzar los doce soles, pero le faltaban cinco a Manuelito.

Estando en cavilaciones de cómo conseguirlos escuchó que mamá le decía:

-Manuelito, ve al mercadillo y de doña Petronila compras tres soles de humitas. Toma estos cinco soles, ten en cuenta que debes traerme dos soles de vuelto.

Manuelito, tomó la moneda de cinco soles, se la echó al bolsillo y fue a cumplir con el encargo. Por el camino sin quererlo resultaba acariciando la moneda. Así, llegó hasta el puesto de la vendedora. Tuvo que esperar su turno, los clientes eran muchos y tras de él se colocaron aún más. –Bien dice mi mamita que a doña Petro le faltan manos para atender, decía para sus adentros Manuelito, al ver la clientela.

A su turno: -Doña Petronila, véndame tres soles de humitas. Manuelito le entregó los cinco soles y la señora le dijo que esperase un momentito para su vuelto. El niño siguió esperando y viendo como ella recibía los pagos.

Cuando doña Petronila hubo despachado a los que quedaban, llamó al niño y le dio diecisiete soles en sencillo. Sorprendido recibió el dinero. No supo qué hacer, se quedó estático.

-¡Ya niño, ve a tu casa, que te estarán esperando! Le dijo la vendedora. Esas palabras fueron el acicate que estaba esperando para decidirse a caminar y caminó. Al voltear la esquina contó las monedas, eran tres monedas de cinco y dos de un sol. Pensó en su juguete y completar el precio con parte del vuelto. Hubo caminado una cuadra y pensó en que diecisiete soles equivalen a treinta y cuatro humitas, pensó en la pérdida que tendría la vendedora, que de seguro debía tener hijitos a los cuales les haría falta ese dinero que ahora acariciaba.

Decidido a devolver el excedente del vuelto, dio media vuelta, pero estando a pocos metros de la venta pensó en su juguete y otra vez, reinició el retorno a casa. Otra vez en la esquina, se paró en seco y en lucha interna, decidió devolver lo que no era suyo. Volvió donde la vendedora.

-¿Vienes por más humitas? -No señora, yo compré seis humitas, le di cinco soles y usted

me ha dado esto de vuelto.

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La señora, sorprendida, recibe y cuenta diecisiete soles. -Niñito, seguramente estaba distraída con las ventas y por eso

erré, pero tú acabas de devolverme mi confianza en el mundo. Otro se hubiese ido con todo, pero tú has preferido darle a quien le pertenece. Tu madre debe estar orgullosa de ti. Toma los dos soles de vuelto y en gratitud, toma cinco soles como propina.

Una inmensa alegría sentía Manuelito al retornar a casa. Había dado paz y tranquilidad a una mujer, que bien podría haber sido su madre, y, además tendría los cinco soles, ahora sí, bien ganados, para comprar su ansiado juguete.

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Imagen: EDUCARTE Publicado el 15/08/14

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La cartitas esperadas

Ninguno, como yo, estaba más ansioso, de que abrieran el paquete que llegó a la Dirección de mi escuela “José Antonio Encinas” con la respuesta a nuestras cartitas que les escribimos a nuestros amigos asháninkas, a los que hacía un mes y medio los habíamos visitado.

En mi cartita le decía a Juaneco Shirorinki mis impresiones de la semana que pasamos en su comunidad, -“Cuando en un mortero de piedra, sacamos “del sacha inchi su aceite”, y que me dijiste que era buenenque para quitar “de la sangre sus grasas malas”, cuando “recogimos parel majaz y parel ronsoco su yerbita”, y cuando me pinché el dedo al colocar la carnaza en el anzuelo y me envolviste mi dedo con una hojita y lo amarraste con la corteza de una liana y al día siguiente, no tenía ningún daño”. Y, le decía que nuestros talegos de dormir, solo sirvieron de colchón en las tarimas de caña, por el calor, en cambio si nos sirvieron los mosquiteros. Que la yuca, el plátano, los peces del río y los animales del monte hacen de su comida una exquisitez. Le decía, también, que aquí en Lima preparé patarashca con cachemita y hoja de plátano, no como allá con gamitana y bijau. Que me gozo de haber hecho un amigo, un confidente que me enseñó cómo respetar la naturaleza, respetar y querer a las áreas protegidas y que le seguiré contando de mi escuela y de mi vida, al igual que espero que él me cuente las suyas.

La profesora Érika abrió el paquete, puso, en la mesa central de conferencias, las cartas para que cada uno cogiera la suya. Todas traían el mismo sobre, los abrimos. Las cartitas venían en un en un hermoso papel de color verde, como la naturaleza selvática,

Y todos, sorprendidos, después de leer las primeras líneas, husmeamos en la carta del vecino y así la de los otros y como impulsados por un resorte al unísono leímos: Río Negro, Satipo, Junín, 25 de julio del año del 2005. Niño:../Estimado amigo: …/Doy inmediata respuesta a tu atenta cartita del 6 del presente mes. Estoy alegre que guardes hermosos recuerdos pasados en nuestra comunidad de Río Negro, los que dejaron serán imperecederos… y seguía la letanía. Rieron algunos, se asombraron los más, y otros, como yo, nos pusimos tristes.

Con seño fruncido pensé ¿Cómo, Juaneco, hubiera hecho su cartita si la profesora no les hubiese dictado? ¡Qué cosas habría escrito!

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Imagen: EDUCARTE Publicado el 22/08/14

Adonde fueres, haz lo que vieres

Ahora, que conocería Rioja, tierra de los ancestros de su adorada Vidalina, se conduciría de la mejor manera, seguiría la conseja: “Adonde fueres, haz lo que vieres”, que siempre lo escuchó de sus mentores; y, teniendo como guía esta sentencia popular para su actuar en mundos desconocidos, se planteó Macedonio, participar en todas las actividades de su nueva familia, como un miembro más, para que no fuera visto como un “adecentado” o como un estorbo.

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Macedonio Quiroz y su idolatrada Vidalina Iberico, venían desde Cajamarca, sorteando peripecias angustiantes en el camino, a lomo de mulas y con un arriero como guía, pasando por Celendín y Chachapoyas, llegaron a Rioja, él a conocer los ancestros de la consorte y ambos a celebrar un año de feliz matrimonio.

Pasada la efusión de la bienvenida, doña Filiberta, mamá de Vidalina, hacía los preparativos para hacer el típico plato poroto shirumbe con su chanchito y frejolito melamela, con manifiesto deseo de agradar al visitante.

-Compraremos lo necesario en el mercado. Al escuchar los preparativos y entre ellos que había que comprar tres libras de carne de cuchi, Macedonio se ofreció ir al camal y para eso pidió también una canasta, según, creía, la usanza del pueblo.

-Así como los hombres no pueden traer agua en tinajas sobre una humashima, arriba de su cabeza, como lo hacen las mujeres, sino en una jicra sobre los hombros, las canastas son pa´ las mujeres o los bengos. ¡¿Shegue tú?, no hom…!, pa´ los machos el gancho, toma. Traes tres libras entre carne, patas, rabos y orejas de chancho, le dijo Vidalina y le alcanzó un gancho de fierro donde debería colgar la carne. -Nosotras te indicaremos donde queda el camal.

Así lo hicieron y don Macedonio, horondo caballero, con el gancho a la mano, llegó al camal. Como niño memorioso, hizo el pedido tal como le había dicho su suegra. El carnicero le pidió el gancho, colocó la carne y se lo devolvió con el avío. –¡Ashahom ese poroto shirumbre, cumpa, con su inguirito! ¡Que se chupe los dedos!, le dijo el carnicero.

Macedonio, prosista él, llevaba el gancho un poco separado del talle, para no mancharse la ropa. De pronto, al voltear la esquina, dos perros que estaban agazapados le arrancharon la carne con todo gancho y fueron lejos a pelearse el botín.

Macedonio retornó humillado a la casa a sacar más dinero y a la usanza cajamarquina, cogió una alforja y se fue otra vez al mercado para comprar más carne.

Cuando retornaron las dos mujeres con las compras, viendo a la alforja, manchada de sangre sobre la mesa y a un compungido y avergonzado a Macedonio; dijo doña Filiberta:

- Insha Olvidamos “alvertirte”: ¡del camal sus perros illurros tuvieras cuidau!

Ficción escrita por Antonio Goicochea Cruzado, sobre la base de las referencias de don Héctor del Águila y doña Astriht Ruiz.

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Glosario riojano: Allahom: Ashahom, término de admiración de algo grande. Alvertirte: Advertirte Bengo, shegue: Afeminado Cuchi: Chancho, cerdo. Cumpa: Compadre, trato amical riojano. Humallina: Humashina, envoltorio de tela, en forma de almohadilla circular, que se

ponen sobre la cabeza las mujeres para sobre ella colocar el cántaro en que transportan agua.

Inguirito: Plátano sancochado que acompaña a las comidas. Illurros: Que solo les gusta comen carne. Arranchadores. Inlla: Insha, expresión de sorpresa. Jicra: Bolsón hecho de chambira, una fibra vegetal. En Rioja lo hacen

de paja (bombonaje). Melamela: Fijol bien cocido, cremoso. Poroto shirumbe: Es un plato preparado con orejas, patas y rostro de chancho y

frijol huasca. También conocido como huasca poroto que es una especie de frijol. Se cultiva en la selva, tiene un alto contenido de proteínas (22%-28%), vitaminas, minerales y fibras solubles (pectinas), los cuales poseen efectos en la prevención de enfermedades del corazón, obesidad y tubo digestivo.

Talle: Cuerpo. Tinaja: Ceramio oblongo para transportar agua.

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Tradición sanmiguelina

Imagen: EDUCARTE Publicado el 29/08/14

El landaruto

El landaruto, es la fiesta familiar que se hace en el primer corte de cabello de un niño, preferentemente en el área rural. Suele

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realizarse en el cumpleaños, entre el segundo y el quinto. Para ello se escogen los padrinos entre las amistades o familiares con mayor posibilidad de hacer buenos regalos. En algunos casos puede ser que el familiar o amigo pida ser el padrino de corte de pelo.

La víspera de la ceremonia, la mamá ha mingado a las vecinas o amistades de mayor confianza para hacer los preparos para la comilona. El papá se ha encargado de contratar a la banda típica de músicos y al mejor equipo de sonido del lugar. Los cuyes cuelgan de poste a poste, las gallinas rebosan las lipas.

Llegado el día, por la mañana, las mingas llenan las pailas de papas peladas, hacen sonar los batanes en la molienda de condimentos y rocoto y barren la casa.

Antes que el sol se oculte, el papá, estrenando sombrero de palma y poncho merino, botella en mano recibe a los invitados. Ya se dejan escuchar los acordes musicales, que van poniendo el ánimo en punto.

Por la noche, la madre, ataviada con el mejor traje de fiesta y con sombrero nuevo de palma, es ubicada en una silla en el lugar más destacado de la sala, que puede ser también al centro, carga en faldas al niño, al cual se le han amarrado mechoncitos de pelo (shimbas), los más que se han podido para dar oportunidad de más cortes.

Los padrinos, marido y esposa, con tijeras en mano, cortan sendos mechoncitos del ahijado. El público ha guardado solemne silencio esperando el anuncio de su regalo, de acuerdo de la dimensión de él son las vivas, hurras y aplausos del público asistente.

En nombre de Dios comienzo landay landay y de la Virgen María landay landay con su noble compañía landay landay. Suenen las tijeras, landay landay pasen al padrino, landay, landay que done un becerro, landay, landay para su ahijado, landay, landay a la señora madrina,

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landay, landay una vaquita, landay, landay para su ahijado, landay, landay al señor… landay, landay , etec. Pasen las tijeras landay, landay, que el padrino va a cortar landay, landay, y un torito le dará landay, landay, a su querido ahijao… landay, landay, el padrino ya cortó y un torito le dejó landay, landay, vivas al padrino landay, landay, que no es chapaycandao, landay, landay… ¡Que viva el padrino!, ¡Que viva la madrina!, rarrarrá, rarrarrá .

La banda típica de músicos, alegre toca una diana. Los preparos han incluido buena dotación de pisco, cerveza,

aguardiente y chicha de jora. Para el brindis, el padre coloca delante del padrino una caja de cerveza, una de pisco, unas botellas de aguardiente, un cántaro de chicha y un vaso.

-Usted manda, le dice el padre al padrino. ¡Qué ha dicho con eso!, contesta. -Brindo por mi ahijao y su

felicidá, acompáñenme con este vasito. Se sirve un vaso lleno de cerveza, lo toma de un solo tirón, entrega la botella al papá y empieza a circular la bebida para toda la concurrencia.

Acto seguido entregan las tijeras a los demás asistentes que ordenadamente han formado cola. Un familiar cercano va tomando nota de los regalos. Éstos pueden ser en dinero o en especies. La anotación es importante porque de acuerdo a ella se servirá el “agrado”, plato que los padres comparten con todos los asistentes.

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En algunas oportunidades se proporciona alfileres o imperdibles para que los oferentes prendan billetes en la camisa del niño.

Los asistentes toman cerveza, pisco, aguardiente y chicha según sus preferencias y ganas.

Si el regalo es un toro, o un potro, el donante recibe una “lapa” con seco de trigo, ajiaco de papas, diez o más cuyes fritos, una gallina estofada y un costillar de chancho. Es obvio que, por lo abundante, no podrán comerlo todo ese día, por lo que con el resto harán “chane”. Si los oferentes han dado un billete de diez soles o solo han venido a acompañar, recibirán un caldo de gallina y un plato con ajiaco y un cuarto de cuy. Nadie queda sin ración.

El baile viene por añadidura. La banda de músicos ejecuta huaynitos, cashuas, marineras; y, en los últimos tiempos cumbias y salsas. Después un potente equipo de sonido reemplazará a los artistas.

Los asistentes, debajo de ponchos o chales, tienen a buen recaudo sus linternas de mano a pilas, para cuando se retiren vayan seguros por los caminos. Quien ha podido resistir la jarana hasta la madrugada recibe un apetitoso caldo de cabeza de carnero y ya puede retirarse hasta donde vino.

Glosario:

Agra do, com ida q ue se s i r ve e n re un io ne s f a m i l ia re s y am ic a le s. Cha ne, co st um br e sa nm ig ue l ina y c a j am arqu ina q ue c o ns iste e n

l le va r p ara la ca sa la com ida q ue no se co nsum e e n una inv i tac ió n. Lo s a nf i t r io ne s sue le n pre s t ar m ates y m ante le s para e l lo .

Mi ngar , i nv i t a r a vec ino s o am ista de s a ayudar e n labo re s ho gar eña s o de la bra nz a co n la pr om esa d e re t r ib u i r l o s f avore s rec ib ido s de la m ism a m ane ra

Mate, m itad de ca lab aza. Ha y de sde p eq ueño s, q ue rec ibe n una com ida norm a l, ha sta t a n gra nde s c uya ca p ac id ad p uede se r de c inco k i l ogram o s de com ida. La pa e s un m ate b ie n gra nd e.

La nda, m ec hó n d e sord e nad o de p e lo s. La nd oso , q ue t i e ne m uc ha s la nda s. L a nda r uto , c or te de la nda s.

Preparos, prepa ra t i vo s, co nj unto de a l im e nt os, be b ida s y v i t ua l la s que ser á n em p lead o s e n una f i e sta f am i l i a r .

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Imagen: EDUCARTE Publicado el 07/09/14

Mañana juntaremos millashcuros

Cinco horas le consumieron el escabroso y largo camino. La señorita Gaby volvió a su escuelita rural después de una semana de justificada ausencia. Trajo a cuestas, sudorosa, además de sus semanales vituallas, un rollo de láminas.

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Después de las rutinas de inicio semanal: formación, saludo a la bandera, himno nacional, oración matinal; desempolvó una lámina vieja del anaquel de la dirección, abandonada hacía varias décadas, donde se veía a un tren junto a un letrero de cuatro círculos que decía: ojo, pare, cruce, tren, e inicia la clase LAS REGLAS DE TRÁNSITO, ayudándose, además, del rotafolio traído. -Mañana comeremos papa, quesillo, huacatay y rocoto. Decía para sus adentros Manuel. Muy locuaz la señorita explicó las reglas. El rotafolio se iniciaba con la lámina de un policía con guantes, correa y caso blancos, la segunda lámina presentaba un cruce de calles de una gran ciudad, la tercera un semáforo solo. La lámina del tren la colgó en un clavito que había en una pared lateral del aula. A reojo los alumnos miraban la lámina del tren. No conocían ni barcos, ni trenes. Solo conocían camiones que veían en la lejana carretera, al frente, en el otro cerro; y, a los aviones que veían chiquitos por los aires. De pronto un alumno rompe la exposición de la maestra. -Señorita, el Hualo quiere preguntarle. -No se dice el Hualo, solo Hualo. -Señorita Solo Hualo quiere preguntarle. -¿Qué tienes que preguntar Hualo? -¿Señorita, comués el tren? La señorita Gaby, ayudada con la lámina se explaya en una convincente explicación. -Mañana cavaremos papa, buscaremos cusaos y millashcuros. Dice Mañuco mirando en lontananza y pensando: -La velocidad máxima treinta kilómetros, carbón de piedra. ¿Cuántas horas demoramos con mi burro para ir a la pecuaria? Ojo, pare, cruce, tren. Mi burro, el apero, la retranca, las papas, los cusaos, los millashcuros, las reatas pamarrar los costales, la alfalfa, mi fiambre. Si yo cuanduiba a la pecuaria pregunté a don Cunshe que a qué velocidá siba. Él me contestó: -Oye caisita, por esta trochita no se puede ir a más de diez kilómetros. Si voy más rápido los baches desbaratarían mi carrito. Cuando la profesora les hacía copiar la plana. Mañuco le decía a Hualo: -Y dejuro, mañana buscaremos millashcuros. Estamos en cosecha de papas. La Chabela tampoco vendrá a la escuela. En casa les cuenta a sus padres: -Hoy la seño nos ha dicho quel tren tiene camino diacero, ruedas diacero, carrocería diacero, ruedas diacero, y todo diacero y muchos vagones, que suena traca traca, traca, traca y que pitea fuertazo Piiuuuuuuffff, Piiuuuufffffff y quiay campanas en lestación.

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¿Mi seño viajen tren? Yo en burro. -Pucha quel tren tiene caminos diacero. Ojo, pare... Pare loreja que cruza el tren. Pa sembrar papas cruzan la chacra con las yuntas. Mañuco ve a Florencio, el licenciado más joven de la comunidad, en el cruce de la Collpa a Rodeopampa, con sombrero a la pedrada, con su uniforme de soldado, con su pito, dirige el caminar de los burros, los caballos y la gente; y, gritando altoooooooooooo que el burro hechor monta a la yegua de don Meshe; cuidau con las canastas que se quiebran los huevos de las gallinas choras que doña Melcho lleva al mercau. Tiene el camino un semáforo con lamparines de kerosene; rojo, alto burros; amarillo (ambar, como dice la seño) prepárense; verde, pasen mulas. Va gritando, no caminen a más de treinta kilómetros por hora, questá prohibiu. Más tarde ve al Florencio en su yegua matosa, al pelo, patrullando los caminos pedregosos, sorteando la shilla para evitar los resbalones. Sudoroso Mañuco despierta de su sueño que más pareció pesadilla. La cosecha ha sido buena, los vecinos que han venido a la cava han traído caballa seca, quesillo, aguardiente, coca, como agrado; hasta el Florencio ha venido, prosista con su uniforme y medalla de licenciado con una botella de anisado. La Chabela tiene un tarrito de los de atún lleno de millashcuros, Mañuco otro tanto. -Les daremos a las gallinas paque se pongan gorditas. Decía Mañuco. En lescuela estarán presentando a la seño sus planas del semáforo y las reglas de tránsito. Al día siguiente, la señorita Gaby, preguntó a Mañuco. -¿Y tu tarea? -Judiu pue señorita. El viernes por la tarde la señorita, recibió un certificado DE ASISTENCIA Y PARTICIPACIÓN AL TERCER SEMINARIO-TALLER DE REGLAS Y MEDIDAS DE SEGURIDAD EN EL TRÁNSITO, con letras doradas, sellado y firmado con tinta china. Glosario de términos coloquiales Comués: Cómo es. Cavaremos para: Cosecharemos papa. Cusaos: Papas excepcionalmente grandes. Millashcuros: Gorgojo de los Andes, gusano blanco en estado larvario. Pamarrar: Para amarrar. Cuanduiba: Cuando iba Velocidá: Velocidad. Siba: Se iba. Caisita: Niño pequeño. Trochita: diminutivo de trocha. Camino precario habilitado para tránsito de vehículos.

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Dejuro: Expresión afirmativa. Diacero: De acero. Mercau: Mercado Questáprohibiu: Que está prohibido. Shilla: Piedra menuda. Camino pedregoso, cubierto de piedra menuda.

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.

Imagen: EDUCARTE Publicado el 14/09/14

Manuelito no quiere ir de paseo

-¿Qué es lo que le pasa a Manuelito?- decía para sí la

profesora Magna, al observar que ahora no se integraba al grupo

que preparaba vituallas para el paseo a Rumichaca, no obstante que

él era siempre el más colaborador de la clase.

-¿Manuelito, por qué no trabajas con el grupo?

-No voy a ir al paseo, mi buena señorita Magna.

-¿Pero por qué? ¿Podrías decirme tus razones?

-No deseo ir, señorita.

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-¿Pero por qué?-, insistió la profesora.

-No quiero ir, señorita y punto.

Ante esa cortante respuesta, la profesora, permitió su actitud

y le sugirió, como que era amante de la lectura, que se entretuviera

en sus libros favoritos en la Biblioteca del Aula. Ya en la hora de

recreo la profesora aprovechó para conversar con la directora. Le

hizo conocer su extrañeza por la inusual conducta de Manuelito.

Enterada la directora, ella, propuso ir a conversar con la mamá.

En las fichas de matrícula conocieron la dirección domiciliaria;

y, decidieron que el día sábado irían a la casa de Manuelito. Llegado

el día y en el lugar buscado se dieron con la sorpresa que hacía dos

meses cambiaron de domicilio. Unos buenos vecinos les indicaron

que ahora vivían a las afueras de Wamanmarca, muy cerca de la

quebrada de Pachachaca. Tomaron un motocar y hacía allá

enrumbaron. Encontraron un asentamiento urbano con casitas

hechas de esteras, madera y latas. Preguntando por una nueva

familia en el lugar, lograron llegar a la vivienda de Manuelito.

Doña Clodomira Carranza, madre de Manuelito, los recibió en

la puerta y después de saludar amablemente a las visitantes, pidió

disculpas por no hacerlas pasar a la casa, ya que era muy chiquita y

estaban apiñados.

-Doña Clodomira, estamos aquí para conversar sobre su

hijito. Él no quiere ir al paseo a las Ruinas de Chugo, en Rumichaca,

que han programado para la próxima semana- dijo la directora.

La mamá, con lágrimas en los ojos, les contó: Señoritas, la

vez pasada, cuando fueron de paseo a Rumitiana, al volver,

Manuelito, nos encontró con todas nuestras cositas en la calle, así

también a los vecinos y se puso a llorar inconsolable, junto con los

demás niños del barrio. ¿Qué había pasado?, la jueza con la policía

nos habían desalojado, porque el terreno en que, que con tanto

esfuerzo levantó mi Francisco nuestra casita y que nos vendiera don

Corsino Gutiérrez, en realidad era de don Filiberto Malaspina y que

el tal Corsino era un traficante de terrenos que había estafado a

muchos vecinos.

-Señoritas: Denle permiso a mi Manuelito y permítanle que no

vaya de paseo hasta que olvide los malos momentos pasados.

Las docentes regresaron compungidas, en el camino

acordaron poner en conocimiento de los compañeritos de grado el

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momento difícil por el que estaba pasando Manuelito. Es posible que

él crea que al retornar de Rumitiana, también encuentre sus cositas

en la calle.

En el aula hicieron conocer a los alumnos la situación de la

familia de Manuelito. Los niños, solidarios, acordaron no realizar el

paseo hasta que, ya más calmo, el mismo pidiera realizar el paseo.

Pasados unos días, en asamblea de aula, Manuelito dijo:

-Querida Profesora Magna, queridos compañeros, mi papá, con un

préstamo que le hicieron mis abuelitos, ha comprado un terrenito

para hacer nuestra casita, esta vez con todos los papeles en regla.

Todos en casa nos encontramos tranquilos, creo que ha llegado el

momento de hacer el paseo a Rumichaca, y les digo que estoy muy

reconocido por sus muestras de solidaridad.

-Bravo-, gritaron en coro los alumnos.

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Imagen: EDUCARTE Publicado el 20/09/14

Ahora, no podrá negar que…

Alguna vez Giordano le dijo a Engracia, sus ardores y

fervientes deseos de que Cupido flechara sus corazones y con vientos a favor fueran al tálamo, sin embargo, ella, desdeñosa, los rechazaba, no obstante sus labores profesionales los mantenía

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juntos. Esta vez luego de consumir un opíparo almuerzo que concluyeron con unas copas de un Cabernet Savignon, tinto, de cosecha de diez años, fueron, como amantes del buen cine y críticos del mismo, del diario Veritas Veritatum, a la proyección de “Carne Trémula” de Almodóvar.

Se apoltronaron en las butacas que la administración del establecimiento les tenía reservadas. A los treinta minutos se percataron que algunas parejas, salían en silencio, ocultando su bochorno, ya que solo los no iniciados en el sétimo arte lo hacían sin vergüenza ninguna. Giordano Malespina y Engracia de la Porta, no salieron, también por esas razones y más todavía porque tenían que cumplir con el encargo del diario para el que trabajaban y aunque se les cerraban los párpados, estoicamente, siguieron mirando la película. Pero llegó el momento en que los párpados se rindieron a Morfeo y solo despertaron por el traqueteo de las butacas y el barullo de descontento de los pocos espectadores que habían resistido el bodrio hasta el final.

Por no aunarse al descontento general, su orgullo de profesionales les impedía, no decían nada, hasta que Giordano susurró, zalamero, al oído de la dama:

-¡Ahora, mi estimada Engracia, no podrá negar que hemos dormido juntos!

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Imagen: EDUCARTE Publicado el 27/09/14

Llegó la banda

Es setiembre. El pueblo aguardó un año para volver a

gozar de su fiesta patronal. En el campo deportivo “San Pedro”, el “Once Amigos”

de Zaragoza enfrenta al “Círculo Rojo” de la ciudad. A los alrededores, niños y adultos, hombres y mujeres, alientan a sus equipos. La barra de los zaragocinos se distingue por sus blancos sombreros de fiesta.

De pronto se escucha un cohete en El Pabellón. – ¡La banda, la banda! –grita Santiago. En tropel, de

todos los rincones del campo salen los niños y se dirigen por la Tacura al encuentro de “El Obrero”, el camión de don Vitalicio que este año se había devotado en transportar gratuitamente a los músicos.

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–¡La banda, la banda!, ¡la banda, la banda! –gritan los niños y el barullo se hace general.

En la Curva de la Tacura se produce el encuentro. Algarabía. Más cohetes de golpe confeccionados por el

maestro Mayanga Gallo, pirotécnico contratado por los mayordomos para los fuegos artificiales de las noches de fiesta.

De encima de los costales y cajones de mercadería, descienden del camión, jóvenes y adultos, delgados unos, robustos otros, la mayoría de piel cobriza que, con acento costeño, arman un barullo:

–Alcánzame el clarinete. Con cuidado que puedes achatarlo. –Con cuidado la tuba, un golpe más como en San Pablo

y se destroza. Así van bajando músicos e instrumentos. –Maestro, aquí tiene un poco de agua pa’ que se peinen

estos landosos, con amabilidad y sonrisa en la cara, dice el Soco al director de la banda.

Acicalados, formados en tres columnas y ocho líneas, los músicos ingresan en la ciudad tocando El Cóndor Pasa en ritmo de marcha.

Se han llenado los balcones de la calle Alfonso Ugarte, de señoritas y de señoras curiosas y de algunas chismosas, que con alegría aplauden al paso de los músicos.

Adelantado va el Ureta con tizón en la mano, seguido del Circo que lleva varias docenas de cohetes y que va alcanzándole uno a uno para que lo dispare a discreción.

Orgulloso el Soco, indica la ruta por la que tienen que pasar: –Vamos por Alfonso Ugarte, maestro, sigue por la Dos de

Mayo, dobla por la 28 de Julio, voltea por Miguel Grau, continúa por Bolívar, ingresa a la Plaza de Armas y en el atrio de la iglesia dan su retreta.

La mayoría de los músicos ya ha venido antes, sólo algunos lo hacen por primera vez, entre ellos un niño que lleva una maletita con un banquito plegable; y el de la tarola, un jovencito que, risueño, guiña y piropea a las jovencitas que curiosas se han acercado. La alegría del momento no puede ocultar los celos que sienten los niños lugareños al sentirse desplazados. Abiertamente lanzan sus pullas. El Meyengue, el Paco, el Chino Santiago y los Coshones en coro:

–Costeño culo pequeño. -Serrano, como papa con gusano, contesta el músiquillo. Ya en el atrio, los músicos forman un ruedo. De una bolsa

pequeña, de cuero, que llevan a la bandolera, sacan sus atriles, los arman y los ubican delante. El niño despliega el banquito y

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sobre él va a descansar el voluminoso bombo; la maletita va al centro y de ella el maestro saca las partituras, escoge un bajo atado con una liga y la entrega al niño el que a su vez proporciona una hoja a cada músico. Los tres trompetas sólo han recibido una hoja, igual que los clarinetes y los bajos.

En la retreta se tocan valses, boleros, cumbias, mambos de moda, así como algunos clásicos.

Los niños, absortos, miran cómo el trombón crece y se acorta, al rítmico vaivén del brazo derecho del músico; los cachetes inflados de un saxofonista; los labios con huellas circulares de los trompetistas y al robusto moreno que sopla a intervalos al instrumento más grande y raro que hayan visto: la tuba.

–Tóquenme El jarro verde, pide emocionado un circunstante. El maestro busca las partituras, el niño las reparte, los músicos las colocan displicentemente en sus atriles. El maestro da dos golpes de batuta en su atril, hace un ademán de golpearla fuerte y queda en el aire; la banda entera arranca con las notas de aquella canción que tanto encanta a los pueblerinos. Termina la retreta con la marinera “San Miguel”, que se refiere a San Miguel de Piura, pero que igual los payacquinos la quieren.

Ha llegado la banda. Los músicos se dirigen a su alojamiento, después irán a su pensión y los sanmiguelinos esperarán la noche para deleitarse otra vez con su música.

Y la fiesta del Arcángel San Miguel pasará y los niños a la dirección del Santiago o el Meyengue, por la 28 de Julio y la Matanza, con instrumentos de carrizo, tapas de olla y peines, alborotarán a los vecinos.

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Imagen: EDUCARTE

Publicado el 04/10/14

La moña

– ¿A dónde vas, Lobita? –me dijo curioso el Meyengue. – Voy a La Lucma, a don Jesusito, tengo que reclamar una

moña para el toro que vestimos con mis hermanos. Meyengue,

lleva estos dátiles pa’l Santiago, el Baquita y los patas de La

Matanza. Mi papá está alegre y me ha comprado tanto que ya

me harté.

A la sombra del amplio alar de su casa de campo,

descansaba en una perezosa don Jesucito, artista plástico del

pueblo, exalumno de Escuela de Artes de Lima. Las paredes

exhibían hermosas litografías, aunque descoloradas por acción

del sol y el tiempo. Sobre la mesa estaba la moña.

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El sonido de las caracolas Antonio Goicochea Cruzado

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–Pasa, Antoñito, ahí tienes la moña, puedes llevarla, ya tu

papá me ha pagado. Pero lávate las manos, quizá la vayas a

ensuciar.

Mis manos mostraban residuos de las cajetas y dátiles que

con dejadez y descuido había comido.

Me lavé en un chorrito de agua del arroyo que pasaba al

lado de la casa. Obsequiosa su esposa me alcanzó una toalla.

–Gracias, señora, gracias don Jesucito, dije.

Tomé la moña con cuidado. Era una mariposa plateada de

raso de seda, tenía unos lazos satinados del mismo color.

Al bajar por el empinado y sinuoso camino, mis pies buscaban

los rastros de pisadas frecuentes, consuetudinarias, para no

tropezar; mis manos acariciaban el abdomen, el tórax de la

mariposa, mis ojos se solazaban en las alas de tul

escarchadas de arco iris, los ojos de la mariposa brillaban cual

perlas negras, las antenas se bamboleaban al ritmo del caminar.

Ya en la carretera mis dedos acariciaban con un raro

placer la suavidad del raso y las onduladas formas de

aquella mariposa de unos treinta centímetros de largo y unos

treinta y cinco de envergadura. La rozaba con mi mejilla. ¡Qué

suavecita era! La llevé junto a mi pecho.

A la entrada del pueblo, junto a la casa de la tía Mavila,

escuché los acordes característicos de la Banda del Santiago,

una marcha copiada de la Banda de Músicos de Reque.

Al encontrarnos, el Nolo Coshón hizo como si soltara los cohetes.

–Shiii i ii ii i ii ii i ii i punnnnnnnnnnnnnnn, Shiii ii ii i ii ii i ii i i

punnnnnnnnnnnnnnn. ¡Viva el donante! ¡Que viva don Alfonso!

¡Que vivan el Lobita, el Gordo y el Franklin!

El Meyengue había conseguido –dátiles de por medio– reunir

a la patota.

–Colóquense a la retaguardia –ordenó, y Santiago, director

de la Banda, que tocaba el trombón de vara hecho de carrizo,

dispuso que tocara la marcha “El cóndor pasa” y así llegamos

hasta mi casa en el Jr. 28 de Julio.

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El sonido de las caracolas Antonio Goicochea Cruzado

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Imagen: EDUCARTE Publicado el 11/10/14

Los cipreses ornamentales

Don Fredesvindo Chuquitanta, alcalde de Rumichaca, se quedó boquiabierta al ver por primera vez la plaza mayor de Wamanmarca.

-¡Cómo fuera así la placita de mi pueblo! -dijo. -¡Los cipreses de aquí tienen forma de animalitos! ¡Qué

hermosos! Decía alelado. Llevaré la semilla y los plantaré en la placita de Rumichaca, será un parque tan hermoso como la plaza de Wamanmarca.

El jardinero que tijeras en mano podaba las plantas, le dijo: -Señor, si está interesado yo le consigo plantitas en la

cantidad que quiera. Esos cipreses, los que le haré comprar, forman

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El sonido de las caracolas Antonio Goicochea Cruzado

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llamas, vicuñas, ovejas, perritos o caballos. Depende de lo que usted quiera.

Don Fredesvindo, que era de los alcaldes que disponen al toque, hizo cálculos, el parque tiene ocho triángulos, si en cada uno coloco tres plantas, necesito 24, por si algunas mueran, deben ser cincuenta, por sí alguna no pegue.

-Necesito cincuenta. -Para dónde los quiere. -¡Para Rumichaca, soy el alcalde pue! -Sí, conozco Rumichaca, queda a diez horas de

Wamanmarca, su clima es igual al de acá y deben pegar muy bien las plantitas, si lo quiere yo mismo las cultivaré.

-Vámonos a comprarlos. Fueron al vivero, compraron las plantas y trataron el precio de

las labores culturales. Al alcalde le parecieron muy altos los costos, sin embargo, como bien decía -“el gusto se paga”- y porque el jardinero tendría que ir una vez al mes a cultivarlas y ver el progreso de las plantas, aceptó.

Así fue. El jardinero, los sembró e iba, con viáticos de la alcaldía, todos los meses y dirigía con amarras y cortes, el desarrollo de las plantitas. Para admiración de alcalde y pobladores, poco a poco iban apareciendo una vicuña aquí, un caballo allá y dos ovejitas más acá y Pasado el tiempo el parque se pobló de animalitos y hasta la capillita del pueblo en ciprés, como la plaza de Wamanmarca, para mayor asombro.

El alcalde fue el primero en darse cuenta que las plantitas no crecían con figuras de animalitos y otras formas, sino que era el jardinero el que las iba formando de acuerdo a su conveniencia y arte. Pero hoy, los pobladores miran con expectativas el futuro, están orgullosos de tener un alcalde que encontró esas plantitas de cipreses con tan buenas dotes y él, orgulloso, se pavonea de sus logros.

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Imagen: EDUCARTE Publicado el 18/10/14

Sequía en Condorumi

Ya lo habían dicho los Ayachi, Condorumi tendría dos años de sequía; estas afirmaciones las hicieron luego de haber observado las estrellas, el sol, la luna, el rayo, las piedras, los ríos, los puquiales, las lagunas, tomando el pulso al futuro. Como siempre los pobladores, unos a favor y otros en contra de los pronósticos comentaban sus pareceres en los recodos de los caminos, en la plaza pecuaria, en cada reunión comunal.

Condorumi, era una ladera donde se habían ubicado las casas, y, unos cerros de bosquecillos seco-montanos, buenos para la cría de cabras. Los llanos en cambio servían para la cría de ovejas y vacas y para el cultivo de maíz asociado con frijol y otras menestras.

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Con el paso de los días los pobladores de Condorumi se dieron cuenta que el puquio del que se abastecían de agua para el consumo humano ya traía menos agua y era necesario madrugar y hacer cola para recoger uno o dos baldes. La laguna que servía de abrevadero de los animales tenía menos agua que antes. El cielo ya no presentaba nubes y el sol calentaba más. Era un cielo azul turquí intenso, sin nubes. Los cultivos se secaban. Para satisfacer las necesidades de su querida profesora los niños tomaron la decisión de traer un capacho lleno de agua cada uno además del que traían para ellos.

La pequeña laguna se había tornado verde, sus aguas espesas hacían daño a los animales, tanto que vacas, caballos y cabras no querían tomar esa bazofia y tenían que ser llevados a abrevar al río.

Don Fredesvindo aseguró que hay un promedio mensual de veinticinco cabras preñadas que se mueren por hambre y sed y otro similar número de cabritos que no pueden subsistir por la falta de alimento

Pero además, los cabritos que logran resistir están muy débiles por la falta de lluvia en el campo

Todos recordaban aquel año en que una sequía obligó a todos los de Condorumi a subirse a los terrenos comunales de la altura, donde, aunque poca, podían encontrar agua para ellos y para sus animales.

Choco, el mitayo llegó una tarde con seis cabras menos. Sospechando que Choco se haya vuelto mañoso y matado a los animales, doña Dolores, después de encerrar en el corral al rebaño caprino, se dirigió a las quebradas donde pastaba su ganado. El mitayo, moviendo la cola seguía delante, parando las orejas. Llegaron a lo que antes era el abrevadero natural; y, en las arenas secas encontró, tiradas, patas al cielo a las seis cabras que faltaban, todas habían estado preñadas. Doña Dolores, cargando sobre los hombros los restos de una de ellas, retornó al villorrio a comunicar a sus vecinos lo sucedido y decirles que podían traer las demás para su beneficio, sin embargo nadie fue, todos los pobladores tenían similares pérdidas.

Los cultivares se habían puesto mustios. Los maíces no llegaron a mazorcas y los frijoles colgaban sus hojas marchitas de las plantas de maíz, secas. El puquio, antes abundante en aguas, ahora dejaba caer sólo un hilillo de agua con un sabor salino.

Aunque las trojes de la comunidad se vaciaron, no obstante con reverencia guardaron mazorcas de maíz en wayungas, en cambio los frijoles eran guardados a la sombra en urpos, mezclados con arena para impedir el ataque de los gorgojos.

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Los ahorros de los pobladores se estaban reduciendo por la compra de bidones de agua o cilindradas del carro cisterna, cuyo dueño argumentaba que cobraba caro porque las dieciocho horas que empleaba en la venida y dieciséis con el regreso, consumían mucha gasolina. Los productos de pan llevar, de las tres tiendas que en Condorumi había, subieron de precio

La posta médica recibía a niños con insolación, a adultos con quemaduras solares en los rostros.

Sin embargo los condoruminos quemaron la hierba seca de los cerros con la firme creencia que el humo se convertiría en nubes y éstas darían lluvias. Por más que la profesora les decía que eso es imposible, su prédica caía en oídos sordos.

“Soy pajita de la jalca/ que todo el mundo me quema/pero el gusto que me queda/ es queidenacer cuando llueva”, cantaban los que tizón en mano incendiaban las laderas secas.

Dante, un joven estudiante de agronomía pero que comprendía a los Ayachi, sostuvo que es necesario curar la “fiebre” de la Madre Naturaleza, que no la lastimemos con más incendios en las praderas. No hay peor sordo que el que no quiere escuchar y los condoruminos seguían quemando.

El río de abajo, aún con poco agua, ofreció algunas truchas, las que después se acabaron cuando los campesinos las depredaron con sus atarrayas cada vez que iban por agua

El presidente de la APAFA, recordó a los asociados que el año anterior habían tenido una abundante cosecha de papa, así también en todas las comunidades aledañas, tanto que la papa se puso tan barata, por lo que los pobladores habían decidido dejarla podrir en las chacras. Pero fue la profesora que en una reunión de padres de familia, demostró que la papa podría guardarse sin que se malograra, para lo cual era necesario convertirla en almidón. Había llevado diez kilos de papa, ralladores que confeccionaron los niños de latas de conserva desechadas, un trozo de tela rala, tinas y baldes. Padres y madres, en bateas llenas de agua, rallaron las papas, tamizaron lo rallado; el afrecho fue reservado para alimentar a los chanchitos que en la pequeña granja aún tenía la profesora. Dejaron decantar y al fondo de la tina quedó una pasta blanca, la sacaron y la dejaron decantar en un balde transparente; la secaron y al día siguiente pesaron y tenían dos kilos de almidón. Con él y maíz morado, prepararon mazamorra morada que la endulzaron con chancaca del valle. Todos degustaron lo preparado y convencidos por la práctica, cosecharon sus papas y la convirtieron en almidón, lo secaron al sol y lo almacenaron a resguardo de alimañas. Un ejemplo de acciones y pensamiento acertados que en circunstancias

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adversas se debe tener en cuenta. Similar conducta debe tenerse ahora en la escasez.

La reducción en el consumo de alimentos deterioro el estado nutricional y la resistencia a las infecciones trajo como consecuencia que los pobladores enfermaran de diversas afecciones. La posta médica se vio colmada y no tuvo medicinas para atenderlos por lo que recurrían a remedios caseros.

Los pobladores estaban quisquillosos, por quítame esta paja, peleaban. Los que se sentían con fuerza migraron a la costa en busca de mejores oportunidades. Llegaron a engrosar los cinturones miseria de las ciudades, a pasar hambres, privaciones y penurias. Pronto las emisoras de radio y televisión al igual que los periódicos hicieron conocer de situación de pobreza extrema en que ellos vivían.

En Condorumi, don Ignacio La Torre, el rosariero, promovió una procesión de la Virgen de la Asunción por las chacras, con cánticos y rezos pidiendo lluvias. Los evangélicos, nazarenos, bautistas y los testigos de Jehová se reían de esas muestras de fe, devoción y contrición.

Los pobladores en asamblea comunal acordaron utilizar los alimentos en forma racionada para abastecerse durante el tiempo que dure la sequía, aunar esfuerzos con sus vecinos en la solución de problemas inmediatos y comunicar a las autoridades sobre el rigor de la sequía.

Cursaron memoriales a la subprefectura, sin embargo no se tenía ninguna respuesta. Sólo cuando desde la costa se cubrió la noticia de los campesinos migrantes y las miserias que pasaban, es que el gobierno envió ayuda a Condorumi. Por la polvorienta trocha llegaron dos tanques cisterna para asistir con el líquido elemento a pobladores y animales que famélicos desfallecían y en dos camiones, agua embotellada; completaba la caravana salvadora dos camiones con comestibles y una ambulancia con medicinas, médico, enfermera y un técnico médico y semillas.

Los Ayachi, sacerdotes andinos, interrogaron a las estrellas, tomaron el pulso a la tierra. En los Andes, el clima, que es la manera de mostrarse de los ciclos cósmicos y telúricos, es sumamente variable e irregular, sin embargo se anunciaba dentro de poco algunas lluvias. Ellos subieron a Condorcaca, el cerro tutelar de Condorumi, llevaron coca, licor, cigarros y comida para en conjunto congraciarse con la naturaleza y pedir mejores tiempos.

Se habían cumplido los dos años, coincidiendo con las fechas se presentaron las lluvias, los niños famélicos observaban cómo las primeras gotas se perdían en las tierras secas o evaporándose en un cálido ambiente que empezaba a humedecerse.

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Imagen: EDUCARTE Publicado el 25/10/14

El acomedido cobrador de microbús

Al subir al microbús me extrañó que el cobrador me tomara

del brazo y con el mayor cuidado me ubicara en el asiento

reservado para mayores de edad y personas con dificultades

físicas. Ya sentado cómodamente, limpié mis lentes oscuros

que el oftalmólogo me había recetado para cuidar mis ojos a los

dos días de haber sido operado de “orzuelo” o chalazión, como

ellos lo llaman, luego coloque a mi lado el pequeño tubo delgado

de aluminio que había comprado, de la vidriería “El Dorado”,

para un arreglo en casa.

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El sonido de las caracolas Antonio Goicochea Cruzado

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-Bajan en el siguiente paradero-, dijo con atiplada voz el

cobrador, para hacerse oír por sobre el sonido del altoparlante

que llenaba el ambiente con una salsa de moda, y bajaron

varios pasajeros. –Bajan, bajan, siguen bajando, ya, dale, dale

Campeón.

En microbús seguía su ruta y entre subidas y bajadas; y

subidas, el vehículo se llenó de tope a tope y el cobrador: -Al

fondo hay sitio…, en la última fila van cinco, acomódense

señores, acomódense, por favor-, y veía que se colocaba a mi

lado y no permitía que se me dé algún topetón, lo que me

extrañaba aún más.

-Bajan en el centro comercial, bajan en la vía, bajan, bajan-

seguía el cobrador.

-Bajan en ESSALUD- dijo un pasajero, y yo: –A la siguiente

en que baja el señor.

-El chofer detuvo el microbús y bajó el viajante.

-¡Bajan a la siguiente! ¡Buen chófer, tú eres campeón!,

detente con cuidado, por favor- dijo el cobrador.

El vehículo se detuvo suavemente y el cobrador me tomó

del brazo y con el mayor cuidado me hizo descender. –Bajan,

bajan, pie derecho señor, hay una gradita- y me llevó hasta la

acera. Al interior del ómnibus escuché que una señora decía: -

¡Así deben de tratar a los minusválidos, pido un aplauso para el

conductor y su ayudante!-. Y se escucharon aplausos y vivas,

seguidos de un animado barullo.

Yo seguí caminando como si topeteara en la acera y me

guiara con el tubo de aluminio cual si fuera un ciego hasta que el

ruido del vehículo dejó de escucharse. No quería romper el

hechizo del momento, desusado, por el buen trato demostrado

en esta edificante situación.

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El sonido de las caracolas Antonio Goicochea Cruzado

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Datos biográficos de Antonio Goicochea Cruzado

Antonio Goicochea Cruzado nació en San Miguel de

Pallaques (Cajamarca) en

1946. Tiene publicados los

libros: Paideia (poesía y

narrativa, sobre niños y

para niños) Erotikón

(poesía erótica), Cantata a

San Miguel (poesía y

narrativa dedicada a su

pueblo natal), Elegía a un

poeta, Gleba (poesía

social), Teluria y ensueños

(poesía, relatos, cuentos,

tradiciones y leyendas),

las antologías “Despertar

Lecturas, sin apagar

Culturas” Narrativa de San

Miguel, Narrativa de

Celendín y Narrativa de

Cajamarca, Mi lorito

Parlanchín y otros cuentos

sacados del baúl mágico;

y, Quisiera hacer de ti… (poesía). En versión virtual (INTERNET) el

libro de minificciones, antología personal, “En la tranquilidad del

bosque…). La Asociación EDUCARTE, en su blog de cuentos,

publica un cuento suyo cada semana (a la fecha ya lleva publicados

40 cuentos y relatos)

Forma parte de la APECAJ (Asociación de Poetas y

Escritores de Cajamarca) y de CADELPO (Casa del Poeta de

Cajamarca, es Secretario Ejecutivo de APLIJ-Cajamarca, es

presidente de la Asociación Provincial de Escritores de San Miguel

de Cajamarca (APESAM)). El INC le ha otorgado el reconocimiento

Kuntur Wasi con medalla de oro y diploma por su creación literaria y

su labor docente. El Municipio de San Miguel lo ha reconocido con la

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El sonido de las caracolas Antonio Goicochea Cruzado

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distinción de Hijo Ilustre y le otorgó la Medalla de la Ciudad. El

Gobierno Regional de Cajamarca le otorgó la Medalla “Atahualpa”,

2010. En sesión solemne de XLIX Aniversario de la creación de la

Provincia de San Miguel, recibió la Medalla de Oro de la Universidad

de Grendal-Brasil, por su labor literaria. El municipio distrital de

Shirac (San Marcos, Cajamarca) le ha otorgado la Medalla: Llave de

la Ciudad.

Participó en los certámenes internacionales de poesía Patio

Azul II, III, IV y V. Ha participado en el Festival Internacional de

Poesía “Arnulfo Vásquez Vásquez” (Bambamarca, 2008), en el

festival internacional de Poesía 2008 de la Universidad Laica “Eloy

Alvaro de Manabí” (Ecuador), en el Festival internacional de Poesía

“José Guillermo Vargas Rodríguez” (Bambamarca, 2009), donde el

Concejo Provincial de Hualgayoc lo declaró Huésped Ilustre, en el X

ENCUENTRO MANUEL JESÚS BAQUERIZO (San Pedro de Lloc,

2010), en el XXXI ENCUENTRO APLIJ (Jaén, 2012), en el

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El sonido de las caracolas Antonio Goicochea Cruzado

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Encuentro de Minificción “Nidal de Colibríes” (Chota, 2013) y en el

Encuentro Internacional de Poesía “José Gálvez Barzallo” en

Hualgayoc y Bambamarca, 2013, en el Encuentro Nidal de Colibríes,

Chota 2013, Nidal de Colibríes, Bambamarca 2014; y en el

encuentro internacional LA POESÍA SE ELEVA, Tacabamba, Chota,

2014. Ha presidido la Comisión organizadora del Primer Encuentro

de Poetas, Escritores y Artistas “Demetrio Quiroz-Malca”, San

Miguel, 2013.

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